Romeo y Julieta es una adaptación dignamente realizada, entretenida y atractiva para disfrutar en el cine aunque conozcas la historia de memoria. El vestuario, la fotografía y la ambientación de época son excelentes. El elenco realiza un muy buen trabajo y la pareja protagónica no sólo tiene buena química sino que es muy creíble. Si bien es de agradable visión para espectadores....
Romeo – Julieta Romeo y Julieta vuelven al cine, aunque no en su mejor forma. El clásico de William Shakespeare, uno de los guiones más adaptados a la gran pantalla de todos los tiempos, cuenta con traslaciones más destacadas que van desde la película muda de 1916 protagonizada por la pálida Theda Bara, pasando por la obra de 1936 dirigida por George Cukor y culminando con las últimas adaptaciones de Franco Zeffirelli y Baz Luhrmann, en 1968 y 1996 respectivamente, que resultan imposibles de dejar de lado por su gran éxito taquillero. La cuestión es que hoy, en 2014, cuesta entender las razones por la cuáles se lleva de nuevo esta novela al cine y más aún cuando encima no hay nada novedoso en la propuesta. Carlo Carlei es el realizador de esta coproducción entre Italia y algunos países más que nos cuenta con una solemnidad pasmosa la historia del amor prohibido entre los jóvenes Romeo y Julieta. Resulta imperdonable que una película que se basa en la novela de Shakespeare no presente un mínimo ápice de pasión e intensidad. Todo pasa por la película en búsqueda de generar un efecto en nosotros pero absolutamente nada resulta efectivo. Sí, en la pantalla podemos ver besos, alguna tocada de cola y varios diálogos recitados muy románticos; pero el amor entre Romeo y Julieta debe traspasar su mera superficie de proyección: debe contagiarnos, enamorarnos, hacernos desear que ese final trágico no exista y que ella se despierte antes que su galán beba ese potente veneno para juntos partir hacia la tierra del amor y la felicidad. Ok, me fui al carajo, pero lamentablemente nada de eso sucede y todo es culpa del tano ignoto detrás de las cámaras que se dedicó a filmar con absoluta frialdad y falta de carácter a una de las historias de amor más grandes de la literatura. Si hasta las escenas de acción están rodadas con una impericia y un desgano llamativo. Hailee Steinfeld, que trabajó muy bien en Temple de Acero de los Coen, presenta a una Julieta que resulta la nada misma ante los ojos. Sin expresión, carente de pasión y química con su partenaire, la jovencita Steinfeld naufraga durante toda la película detrás de una sonrisa desangelada. El carilindo Douglas Booth hará suspirar a las muchachas más jóvenes, pero pese a que le pone huevo, su actuación no consigue destacarse de la chateza del film. El reparto es completado por un buen elenco en donde nos encontramos con las participaciones de un sobreactuado Damian Lewis (Nicholas Brody de Homeland) como el patriarca Capuleto y con un hermoso corte de pelo tacita, Stellan Skarsgård (el profesor Erik Selvig de Thor y Los Vengadores) interpretando a un príncipe de Verona que vive enojado y grita demasiado y el inmenso Paul Giamatti (a esta altura no requiere presentación) en el papel del Fray Laurence que es lo mejor de la película. Giamatti entiende todo y juega estos partidos con la simpleza y la experiencia de los más grandes, aunque lamentablemente su sola presencia no alcanza para salvar a esta desganada e innecesaria versión de Romeo y Julieta.
¿Qué se puede contar sobre Romeo y Julieta que ya no se haya dicho? Que la tragedia más famosa de William Shakespeare regresa a la pantalla grande… aunque no de la mejor manera. La premisa y los personajes son siempre los mismos: Romeo y Julieta, dos adolescentes que se enamoran pese a ser hijos de familias enfrentadas entre sí, lo que los llevará a mantener una relación oculta, con terribles consecuencias. Lejos de la original y vibrante propuesta de Baz Luhrmann en Romeo+Julieta, este film retoma el estilo clásico del texto original, que sigue teniendo como mejor representante cinematográfico a la adaptación estrenada en 1968, dirigida por Franco Zeffirelli y protagonizada por Olivia Hussey (nacida en Argentina como Olivia Osuna) y Leonard Whiting. De hecho, fue filmada en locaciones reales de Italia, empezando por Verona, donde transcurre la mayor parte de la acción. Una prometedora vuelta a las fuentes, que también se tradujo en fidelidad a las líneas y descripciones creadas por Shakespeare.
Clásico de todos los tiempos Romeo y Julieta (Romeo and Juliet, 2014) traslada a la pantalla grande –una vez más- la historia de amor escrita por William Shakespeare. El director Carlo Carlei (La corsa dell'innocente, 1992) realiza una nueva versión protagonizada por Hailee Steinfeld y Douglas Booth. La película relata la historia de amor y odio mundialmente conocida, que inicia cuando Julieta Capuleto (Hailee Steinfeld) y Romeo Montesco (Douglas Booth) se ven por primera vez en un baile en el que ella debía conocer al Conde Paris (Tom Wisdom), pretendiente impuesto por sus padres. Al pertenecer a familias enemigas, los amantes de Verona deben interponerse a la rivalidad heredada, desafío que intentarán superar con la ayuda y comprensión de Fray Lorenzo (Paul Giamatti). La remake de Carlei, que entre sus antecesoras tiene a la inolvidable versión de Franco Zefirrelli y a la moderna de Baz Luhrmann (en la que se destacaron Leonardo DiCaprio y Claire Danes), es una adaptación fiel del argumento original, pero sin utilizar en su totalidad los diálogos poéticos de Shakespeare. Como tal, se destaca en la misma el trabajo en la dirección de arte a través de grandilocuentes escenarios, fastuosas locaciones exteriores, y un acorde diseño de vestuario de época, para completar un film apenas correcto que no defraudará a los seguidores de las historias clásicas de amor. La pareja protagonista, Steinfeld y Booth, cumplen con sus actuaciones aunque por momentos se evidencia una falta de “química” entre ellos. Por su parte Giamatti, sin dudas el mejor del elenco, logra a la perfección que su personaje transmita los diversos sentimientos que atraviesa. Es probable que las nuevas generaciones se acerquen a este clásico de la literatura a través de la película. Y las que no lo son tanto, no se sorprenderán. Pero quizás, Romeo y Julieta sea la excusa para redescubrir una historia que jamás pasará de moda.
Desinflado romance Hay unas cuantas adaptaciones cinematográficas de esta clásica tragedia de Shakespeare. Las más populares, probablemente, sean la del italiano Franco Zeffirelli de 1968 que ganó dos premios Oscar y la que estrenó en 1996 el australiano Baz Luhrmann, una polémica versión pop que protagonizaron Leonardo DiCaprio y Claire Danes. Esta que llega ahora a los cines argentinos, dirigida por el italiano Carlo Carlei (El vuelo del inocente) , es de las más chatas y conservadoras. Orientada fundamentalmente al público adolescente, presenta a dos jóvenes carilindos, el británico Douglas Booth, quien encarnó al cantante de Culture ClubBoy George en el film Worried About a Boy , y la estadounidense Hailee Steinfeld, nominada a un Oscar hace un par de años por su trabajo en Temple de acero , el western de los hermanos Coen. La película revive la famosísima historia de amor surgida en medio del sangriento enfrentamiento entre Montescos y Capuletos en la Verona del siglo XIV simplificando al extremo la historia, un trabajo que llevó a cabo sin prejuicios el guionista Julian Fellowes (el mismo de la serie británica Dow n ton Abbey ). Gracias al imponente vestuario, las preciosas locaciones y sobre todo el trabajo de algunos secundarios (Damian Lewis, el atribulado Nicholas Brody de la serie Homeland ; Paul Giamatti, como el pícaro fraile Lorenzo, y la experimentada Lesley Manville), esta película convencional y sin alma respira un poco. Pero se desinfla cada vez que los protagonistas se encuentran, dada la poca química entre ambos. Y es en la escena final, el pico dramático de la historia, donde eso queda patente: los protagonistas, lejos de contagiar emociones que la banda sonora intenta empujar denodadamente, parecen estar cumpliendo con un trámite que rápidamente pasará al olvido.
Esta nueva versión firmada por el italiano CARLO CARLEI revive el espíritu romántico de un clásico incombustible, apelando a una estética y reparto que acerca a las nuevas generaciones de espectadores a un texto indispensable del teatro universal. Es verdad que el filme tiene cierto tono naif, y carece de erotismo, pero aunque resulté solemne por momentos es un buen acercamiento a la idea original. Buena reconstrucción de época, dirección de arte prodigiosa y un ritmo moderno, hacen del filme ¡una excelente opción para vivir un San Valentín a pleno!
Una pareja pasteurizada y sin química Periódicamente, el cine vuelve a la clásica historia de Shakespeare. Ahora, a casi 20 años de la versión de Baz Luhrmann, el director Carlo Carlei encaró una producción con Douglas Booth, Hailee Steinfeld y Paul Giamatti. Como bien se sabe, los Montesco y los Capuleto son dos familias poderosas que se odian apasionadamente en Verona y es tal la rivalidad, que el príncipe que gobierna la ciudad les ordena que cesen las disputas para conservar la paz del lugar. En ese contexto, el joven Romeo (Douglas Booth), heredero de los Montesco, que cree en el amor más que en la guerra, en busca de una mujer se arriesga a asistir a un baile de máscaras en el palacio de los Capuleto, un evento organizado por los dueños de casa (interpretados por Damian Lewis y Natascha McElhone) para que su hija Julieta (Hailee Steinfeld) conozca a Paris (Tom Wisdom). Pero en el baile, apenas revelando los ojos a través de sus máscaras, Romeo y Julieta se conocen y el mundo desaparece, para dar paso a un amor tan puro que no repara en rivalidades, deseos y arreglos familiares e ignora todos los signos que lo condenan a un final trágico desde el principio. Por supuesto, se trata de una nueva versión del clásico de William Shakespeare –se supone que el escritor ubicó la historia a fines del siglo XlV–, dirigida por Carlo Carlei (Fluke, La corsa dell’innocente) a partir del guión que adaptó Julian Fellowes (La reina Victoria, Gosford Park, también responsable del guión de la extraordinaria serie británica Abbey Dowtown). A casi 20 años del último abordaje relevante de la más famosa historia de un amor imposible, cuando el barroco Baz Luhrmann hizo lo suyo con unos muy jóvenes Leonardo DiCaprio y Claire Danes en Romeo + Julieta, la versión del italiano Carlei no tiene la intención de resignificar nada y ofrece una puesta convencional, que incluso parte de la base de que todo el mundo conoce la historia. Así, en escenarios suntuosos pero que la cámara muestra sin vida, los personajes desgranan sus líneas, desde varios registros diferentes. Es notable lo flojos que están Stellan Skarsgård y Damian Lewis frente al buen trabajo de Paul Giamatti (el mejor como el fraile Lorenzo que idea el defectuoso plan para que los amantes sigan juntos) y Natascha McElhone. Pero más allá del mayor o menor empeño que cada uno de los actores transmite desde la pantalla, es el oficio del elenco el que sostiene a los endebles protagonistas, una pareja sin química, en un relato que no logra transmitir la pasión del texto original y parece ser una versión simplificada, pasteurizada y televisiva dirigida al público de la saga Crepúsculo.
Un clásico para rápido consumo Es, quizás, una de las obras más adaptadas en la historia del cine. Desde aquella versión germinal de Georges Méliès de 1902 que hoy se considera perdida, Romeo y Julieta circuló, con mejores y peores resultados, por decenas de manos, marcando así un amplísimo arco de variantes estilísticas y narrativas. Los principales cuestionamientos ante una nueva aproximación al texto de William Shakespeare no deberían centrarse, entonces, en su pertinencia u originalidad. Sí en la predisposición del equipo artístico para comprenderlo, reinterpretarlo y a) devolver a la pantalla una versión personalizada, tal como hiciera el australiano Baz Luhrmann con su versión ultrapop de 1996, o b) aprehenderlo para respetarlo a rajatabla, camino elegido por Franco Zeffirelli en 1968. El problema de esta versión 2013 pasa justamente por la imposibilidad de vislumbrar alguna intención de distinguirse por sobre sus cuantiosos antecedentes, convirtiéndose en una de las tantas películas romanticonas y edulcoradas destinadas al público sub15 acostumbrado a las coordenadas simbólicas y narrativas de Crepúsculo. Producida con fondos provenientes de diversos países europeos (Italia, Suiza, Reino Unido), dirigida por un italiano (Carlo Carlei) y protagonizada por actores mayoritariamente británicos y norteamericanos, Romeo y Julieta quiere ser un regreso a los orígenes –gran parte del rodaje se realizó en Verona– pero rebajado para facilitar su consumo. Tanto que el guión de Julian Fellowes (reconocido por su trabajo en Gosford Park) prescinde de cualquier atisbo de pasión y complejidad emocional, convirtiéndose en una aproximación desangelada a la historia de amor entre los dos adolescentes (Hailee Steinfeld, de Temple de acero, y la reciente El juego de Ender, y Douglas Booth, peligrosamente parecido a Robert Pattinson) provenientes de familias históricamente enemistadas. El resto es historia archiconocida, con el flechazo de amor instantáneo, un intento de enganchar a la chica con un conde, la muerte fingida de ella, la muerte verídica de él, la muerte verídica de ella, todo narrado con automatismo, música incidental y diálogos que confunden literalidad con solemnidad.
Un Shakespeare con buen marco Escrita por Willliam Shakespeare, "Romeo y Julieta" es un drama romántico de larga tradición, que se remonta en sus orígenes a Grecia e Italia, pero que habría sido conocido por el poeta inglés a través del monje Mateo Bandello. En la misma época de Shakespeare, hubo escenificaciones de la vieja historia en Italia, Francia y España (Lope de Vega con "Castelvines y Monteses"). ¿Quién no se emocionó con la trágica experiencia de los jóvenes amantes separados por sus familias y obligados a un cruel destino? La historia fue llevada al teatro, la televisión y en el cine tuvo hasta una versión muda dirigida por Mélis y la de Franco Zeffirelli, con una Julieta argentina, Olivia Hussey, sin hablar de las comandadas por George Cukor, o Renato Castellani. BUEN ROPAJE Pero estamos en épocas light y se piensa que el cine tiene su mayor público en los adolescentes. Y como a ellos les gusta "Crepúsculo", qué mejor que una versión cosmética, bien vestida, con lujosos interiores y chicos como salidos de la mejor revista de modas. Desde la bella Julieta (Hailee Steinfeld), hasta el Romeo, a cargo de Douglas Booth, pasando por el joven Paris, interpretado por Tom Wisdom de la serie "Uno para todos" o Ed Westwick, un bien actuado Teobaldo, que en la vida real no solo actúa, sino que desfila en las pasarelas. El guión del prestigioso Julian Fellowes ("Gosford Park") redujo bastante el texto original y le incorporó algo de su cosecha. Buen ritmo en la historia, tradicional el tratamiento de los caracteres, pero el núcleo de la narración, el romance, luce poco apasionado, un tanto insípido y la poesía está ausente. En cuanto a los actores adultos, Paul Giamatti es Fray Lorenzo y se lucen Lesley Manville, como el ama y Damian Lewis en el papel de Lord Capuleto, el padre de Julieta. Mientras que Benvolio, está a cargo Kodi Smit-McPhee.
Shakespeare para principiantes. “Romeo y Julieta” es, sin lugar a dudas, una de las historias más célebres de la literatura inglesa y de la bibliografía de su dramaturgo, William Shakespeare. Como tal, su puesta en escena ha sido innumerable en teatro aunque en cine las versiones son más acotadas. Quizás esto se deba a su estado de fama, ya que en el teatro se pueden corregir desaciertos de una función a otra, pero en la pantalla grande sabemos que eso es imposible. En 1968, Franco Zefirelli apostó a esta historia en blanco y negro, manteniendo siempre intacto el espíritu clásico y trágico de la historia. En 1996, Baz Lurmann sorprende al mundo con una nueva adaptación, con un leve cambio en el título “Romeo + Julieta” y un despliegue pop que sacudió a críticos y audiencia por igual. Hoy se estrena una nueva versión que, si bien no emociona como la de Zefirelli ni revienta al sonido de The Cardigans como la de Luhrmann, va a lograr que un público probablemente todavía ajeno a la literatura clásica conozca un poco más a fondo los desafortunados destinos de estos dos amantes. Antes que nada, vale aclarar que esta nueva puesta en escena conserva el aspecto original (clásico) de la historia. En cuanto a la adaptación del lenguaje se refiere, el trabajo realizado por el guinista es más que respetable. Si bien la myoaría de los diálogos están expresados en un inglés moderno y super accesible, los pasajes “clásicos” de la historia mantienen sus lineas originales, entremezclando así el elemento clásico con el aggiornado. Si bien hay pequeños cambios en el guión con respecto a la obra base, siempre hay qe tener en cuenta que estamos frente a una adaptación, o sea que alguien más reinterpretó y plasmó su visión de la trama a un guión. El diseño de vestuario y producción que se presenta es algo para destacar. Una diversidad de escenarios acompañan a los protagonistas de este film y ayudan a los espectadores a creer un poco más. El único problema que a mi parecer presenta esta película (y que, lamentablemente es muy importante) es la elección de elenco, por sobre todo la pareja protagonista. La joven Hailee Steinfeld (a quien vimos recientemente en “El Juego de Ender”) le da vida a Julieta y, si bien su edad y cara angelical ayudan en la construcción del personaje, por momentos resulta bastante infantil y hasta errónea, teniendo en cuenta el destino que le espera. Douglas Booth, quien interpreta a Romeo, parece salido de una publicidad de afeitadoras y tiene tantas expresiones y pasta actoral como Kirsten Stewart (imagínense!). El resto de los actores que acompañan a estos jóvenes tórtolos hacen un trabajo decente, pero que por momentos resulta un poco exagerado, si se toma como referencia el poco esfuerzo y química de los protagonistas. Una lástima que actores de la talla de Paul Giamatti, Damian Lewis, Natascha McElhone y Stellan Skarsgård estén desaprovechados de tal manera. Queda más que claro que esta nueva versión de “Romeo y Julieta” no llega al mundo para deleitar a seguidores de la historia clásica y amantes de la literatura en general, sino que debe ser vista más como un acercamiento a la misma para audiencias más jóvenes y crédulas. La inclusión de Ed Westwick en el elenco (muy conocido por el mundo teen como Chuck Bass de la serie “Gossip Girl”) ayuda a recordarnos este dato y, si bien la película no resulta satisfactoria en un 100%, creo que va a cumplir su objetivo entre el público al cual está apuntada. Habiendo dicho todo esto, lo que se puede concluir es lo siguiente: si ya conocés la obra y viste al menos una de las versiones anteriores, ni te gastes. Si tenés entre 15 y 20 años, es muy probable que te llame la atención e incluso te llegue a gustar. Y, si ya contás entre tu flia. a hijos y/o sobrinos adolescentes, llevarlos a ver esta peli al cine debe ser mucho más gratificante que una maratón de “Aliados”.
¿Cuántas veces se vio en pantalla grande una historia totalmente destruida? Los clásicos que están impregnados en el inconsciente colectivo generan grandes expectativas en el espectador y es por eso que se debe tener cuidado. Una decisión fallida y la película se desmorona. Eso es lo que sucede en Romeo y Julieta. Carlo Carlei quiso volver a lo clásico, calcar el Shakespeare de las hojas en la pantalla. Ya se sabe: dos jóvenes que se enamoran pero sus familias están enfrentadas, por lo que su amor será clandestino pero intenso. Error. Sorprende que Julian Fellowes, creador de la exitosa serie Downton Abbey, haya fracasado de semejante forma en esta nueva adaptación del film. En realidad, son varios los factores que hacen de esta nueva versión un completo desastre. El eje del problema son los actores; muy jóvenes, con poca expresión y con un guión complejo. Así, no logran transmitir ningún tipo de emoción. Ninguna de las palabras que dicen parecieran sentirlas, da la sensación de que las están simplemente repitiendo frente a una cámara. Douglas Booth, encargado de encarnar a Romeo, es un simple galán británico del cual todas las adolescentes se enamorarán por su físico y cara bonita. Hailee Steinfeld (Julieta) es quizás la más acertada, sin embargo, por momentos hay sobreactuación en la inocencia de su personaje. Tal vez lo único rescatable sea la escenografía, el vestuario y la música. Una lástima que nada de eso se pueda apreciar o complementar con la emoción que debería tener la historia. Es imposible no hacer referencia a Romeo+Julieta, de Baz Luhrmann, en la que cada personaje es importante, en la que los buenos son extremadamente buenos y los malos son seres oscuros, realmente villanos. Nada de esto se ve en la adaptación de Carlei, tampoco nada innovador.
Para el Día de los Enamorados ¿Qué se puede agregar, a esta altura del partido, a Romeo y Julieta, una de las tragedias más filmadas de todos los tiempos? Probablemente muy poco. El director italiano Carlo Carlei debe haber llegado a esta misma conclusión, porque eligió contar la historia que todos sabemos de manera clásica, sin buscarle alguna de esas forzadas vueltas “actualizadoras”, del estilo de Baz Luhrmann en Romeo + Julieta (1996), con los amantes como miembros de pandillas rivales, vistiendo camperas de cuero, usando piercings, etcétera. El placer de esta película -astutamente estrenada un día antes de ese nuevo chiche del marketing llamado Día de los Enamorados- consiste en repasar el cuento tal cual lo concibió William Shakespeare. Con algunas licencias: el guionista Julian Fellowes adaptó el texto original -con mucho tino y respeto-, y Carlei decidió trasladar los hechos al Renacimiento, de modo de quitarle oscuridad a la historia y agregar riqueza visual a los escenarios y el vestuario. Buena apuesta: uno de los puntos fuertes de la película -filmada en Verona, Mantua y otras ciudades de Italia- es la ambientación. Fastuosos salones de castillos, callejuelas y puentes medievales, la campiña itálica y los ropajes coloridos, contribuyen a hacer esta Romeo y Julieta gozosa para la vista, ideal para los fanáticos de los filmes de época. Carlei logra evitar el empalago, aunque la música de Abel Korzeniowski no lo ayuda: el abuso de violines y cuerdas amenaza con acercar todo al espíritu de una telenovela de la tarde. Lo mismo sucede con algunas de las actuaciones, en un elenco sin grandes figuras. Los protagonistas cumplen -su elección es un acierto en cuanto a su edad y belleza no convencional-, Paul Giamatti y Lesley Manville se lucen como Fray Lorenzo y la Nodriza, pero varios de los personajes secundarios -como los padres de Julieta- hacen agua. Son detalles que le quitan brillo a la película, pero no terminan de opacarla.
Copiado y Pegado La industria del cine cada vez apuesta menos al riesgo y va más a lo seguro. Son cada vez menos las propuestas cinematográficas originales que llegan a las salas comerciales y es preferible comprar fórmulas, que se repiten constantemente y tiene cada vez peor calidad artística. No es suficiente que Hollywood siga llenando las multisalas con más y más adaptaciones de cómics, mediocres novelas para adolescentes, secuelas y remakes innecesarias. Ahora también el teatro se proyecta en pantalla gigante. Y este redactor no hace referencia a las óperas y ballets que se estrenan en una cantidad limitada de salas. Eso es realmente una apuesta interesante y constructiva a nivel didáctico. La posibilidad de ver espectáculos que no están al alcance, en un pantalla, es más disfrutable que verlo en la pantalla chica del televisor. No, este redactor se refiere al estreno de obras escritas para el escenario y adaptadas a la pantalla grande, por artistas perezosos que no se toman el trabajo de pensar que posibilidades les da el cine para ampliar el universo transmite la obra. Como una cámara legitima un nivel de verdad, que a veces por la distancia y limitaciones espaciales del espectáculo teatral no se puede apreciar en un escenario. Sin embargo, los encargados de llevar a cabo la trasposición prefieren reposar todo en el “talento” de sus intérpretes y ser perezosos a la hora de escribir y/o filmar lo que la obra transmite en forma subliminal, el subtexto de lo literal. Cuesta comprender como el actor y guionista Julian Fellowes, responsable de haber escrito la película Gosford Park y la exitosa serie Downton Abbey haya sido tan perezoso a la hora de adaptar esta versión de Romeo y Julieta, limitándose a hacer un copiado y pegado, y no una relectura del clásico de Shakespeare tantas veces adaptado. Posiblemente, resulte casi original que teniendo en cuenta que la última versión cinematográfica haya sido la de Baz Luhrman en la edad contemporánea con unos jóvenes Leonardo Di Caprio y Claire Danes, sumado a versiones camufladas que siempre andan dando vueltas, se pretenda regresar a las fuentes originales y llevar la historia de los hijos de Capuleto y Montesco de nuevo a la Verona del siglo XVI. Sin embargo, la pésima dirección de actores, y fundamentalmente, la pésima elección de algunos actores como el inexpresivo muñeco de torta, Douglas Booth, imposibilitan que el film se pueda tomar demasiado seriamente. Si en un escenario puede ser perdonable la declamación, en cine, a menos que tengas un Orson Welles, Laurence Olivier o Kenneth Branagh delante y detrás de cámaras, debería estar prohibido. Y menos con esta obra, que para los grandes fanáticos de Shakespeare es considerada como menor dentro de la bibliografía del autor. Por algo, ninguno de los tres mencionados hizo una transposición a la pantalla. El italiano Carlo Carlei, cuyos antecedentes cinematográficos se limitan a mediocres miniseries y películas para televisión, y el melodrama infantil Fluke a mediados de los ’90, en primer lugar tiene poca imaginación para sacar la obra de la representación escénica. No hay una sola escena que consiga brindar un poco de tridimensionalidad a las situaciones que viven los personajes. La fidelidad con que se recitan los textos y el poco corazón y emoción de parte del elenco brindan al relato una constante sensación de artificialidad, sumado a que muchos de ellos, algunos notables intérpretes como Paul Giamatti o Demian Lewis, están al borde del grotesco con trabajos sobreactuados y desbordados. La fotografía plana – todas las escenas, incluso las nocturnas están demasiado iluminadas, no hay contrastes prácticamente – escenografías que se alternan entre hermosos paisajes naturales con estudios cuyo decorados parecen pintados, exhiben una pobreza de producción alarmante. De nada sirve un elenco de nombres “relevantes” y caras bonitas, si no se ponen ganas a la hora de trabajar. Si todo es forzado, si se apuesta a la fórmula más que a construir un mundo, una puesta en escena. Falta corazón y alma. Si de Agosto, decíamos que era “teatro filmado”, acá debemos afirmar que es teatro leído sin emociones, lo que hace que la película sea densa e interminable. Lo cual resulta absurdo, teniendo en cuenta que está orientada a un público adolescente, teniendo en cuenta la edad de su protagonista que iguala a la del personaje. Nunca se eligió actriz más joven para interpretar a Julieta. La excelente protagonista de Temple de Acero (2010), Hailee Steinfeld – junto a la veterana Lesley Manville – sobresale un poco de la mediocridad del elenco, pero se nota, que una pésima dirección de actores también pueden perjudicar el esfuerzo individual. Esto queda denotado especialmente en la poca química que hay entre Romeo y Julieta, y la poca sensualidad que transmiten a la cámara, en parte también porque Steinfeld todavía conserva un rostro demasiado preadolescente para considerarla interés romántico de este Romeo veintiañero. Obviamente, la tensión sexual entre ambos es nula. La banda sonora a cargo de Abel Korzeniowski intenta incrementar la tensión del relato forzosamente y a la vez rememorar el inolvidable leit motiv que compuso Nino Rota para la clásica versión de Franco Zeffirelli de 1968. Obviamente, no lo logra. ¿Por qué? Porque cuando uno copia y pega un texto, no está escribiendo, no está construyendo arte, simplemente está haciendo una reproducción, una clonación, un androide. Romeo y Julieta de Carlo Carlei es eso, un androide, a simple vista, efectivo, pero en la esencia, sin vida. Volvé Zeffirelli, te perdonamos.
Shakespeare resumido sin atisbo de pasión A esta altura uno se podría preguntar qué tipo de cosa rara podría proponer una nueva versión para el cine del clásico shakespeareano por excelencia. Y lo raro de esta adaptación de Carlo Carlei es que justamente no ofrece nada raro. Tampoco ofrece nada nuevo, ni tampoco el menor atisbo de originalidad en la puesta, y éste es el principal defecto de una versión de "Romeo y Julieta" que sin duda puede ser útil para que el público más joven se acerque a esta obra, o para que los adultos aprecien el fastuoso vestuario de un film producido por la mítica Milena Canonero. Con la mirada más puesta en la clásica adaptación de Franco Zeffirelli, aunque con un concepto más naturalista y menos esteticista, y totalmente alejada de la versión iconoclasta de Bazz Lurman de 1996 que llevaba al mundo contemporáneo el eterno conflicto entre Montescos y Capuletos, esta película falla sobre todo en mostrar una auténtica pasión entre los dos protagonistas del título. Hailee Steinfeld es una Julieta aniñada que en el film parece recitar las palabras del Gran Bardo sin que sus facciones logren nunca exhibir las pasiones que la atraviesan y, tal vez, la culpa la tenga su partenaire Douglas Booth, que no por nada tiene entre sus créditos haber protagonizado un telefilm inglés sobre la vida del cantante Boy George. Por otra parte, el director italiano Carlo Carlei se basa en una adatacion del prestigioso Julian Fellowes, absolutamente diseñada para simplificar a su mínima expresión el texto de Shakespeare, que no por archiconocido deja de ser complejo, lo que no se nota para nada en esta sencilla película donde lo visual muchas veces está puesto para reemplazar el espíritu de la obra. En este sentido hay que reconocer que, efectivamente, las imágenes impresas por el director de fotografía David Tattersal representan uno de los puntos más fuertes del film, sobre todo cuando la cámara está en exteriores, ya que igual que el vestuario impactante pero sin mucha personalidad- los interiores apuntan sólo a lucir bonitos, al punto de que hasta la cripta donde yace Julieta esperando despertarse con un beso de Romeo cosa que todos sabemos jamas ocurrirá- parece tan hermosa como para asegurar el más relajante descanso eterno. De todas maneras, el elenco también ofrece algunas satisfacciones con grandes actores como Stellan Skarsgard que se luce como el Príncipe de Verona y, sobre todo, el talentoso y versátil Paul Giamatti como el sacerdote Lorenzo que apuesta a favor de la pareja diseñando el complot que no puede no fallar miserablemente. Ahora lo peor del film, que se las arregla para arruinar incluso algunas buenas escenas, es la partitura de Abel Korzeniowski, omnipresente de principio a fin a lo largo de toda la película.
Amantes eran los de antes La posiblemente obra más reversionada y adaptada del mundo es definitivamente también la historia de amor más conocida por todos: Romeo y Julieta de William Shakespeare. A la historia la conocemos todos pero se resume así: Los Montesco y Capuleto son enemigos históricos, y utilizan las calles de Verona como escenario principal para sus peleas . Sin embargo, el joven Romeo Montesco está por fuera de esta disputa de la que sólo es parte por una cuestión de tradición familiar. Un día Romeo asiste a un baile de máscaras en la propiedad de los Capuleto, evento donde esperan que su hija Julieta se comprometa con el joven Conde Paris. Pero las cosas no salen como se planean, y esa noche en vez de comprometerse, Julieta conoce a su Romeo y casi instantáneamente se enamoran; sabiendo que tendrán que ballatar contra todo y todos para poder vivir ese amor. Hemos visto o sabido de distintas versiones: por un lado la de Georges Méliès de 1902 que se considera perdida, o las más memorables de Franco Zeffirelli (1968) o mi favorita, la original y personalísima de Baz Luhrmann (1996). Todas y cada una fueron y siguen siendo recordadas por algún elemento distintivo ya sea la fiel reproducción y tradición de los textos, la originalidad del contexto donde sucede, el ingrediente pop moderno, o los recursos técnicos que se utilizaran. Allí es donde reside el primer conflicto con esta nueva versión de 2013 que pareciera ser una reproducción más de la tragedia shakespearana aunque sin su componente principal: la pasión. William Shakespeare en todas y cada una de sus obras nos habla de diversos temas universales, pero centrándose en uno principal: en Macbeth hay ambición, mentira y codicia; en Otelo celos, en Hamlet todo eso se condensa en deseo procrastinado y en Romeo y Julieta el gran tema central es la pasión como motor de ese amor tan imposible, riesgoso y prohibido. No olvidemos que los personajes son adolescentes cuando se conocen y su frescura, libertad y obsesión amorosa los lleva al punto de envenenarse intencionalmente ( en el caso de Romeo) porque sin Julieta y su pasionalidad, el mundo ya no es mundo y la vida no merece ser vivida así. Bueno todo eso que el texto aún siendo sólo la transcripción de la obra, sabe transmitirnos para lograr emoción y empatía, y que ni hablar de las funciones teatrales o proyecciones fílmicas nombras; aquí esta ausente. No hay química entre los protagonistas; la joven Julieta (Hailee Steinfeld) luce aún más joven de lo que el personaje requiere, pero a pesar de eso por momentos (los menos) logra trasmitir inocencia y pureza pero todo esto cae cuando comparte escenas con Romeo (Douglas Booth); el amante más inexpresivo que hemos visto en mucho tiempo...Un joven que reaaciona de la exacta misma y vacía forma cuando conoce y se enamora de la joven, cuando son separados y cuando finalmente ocurre el trágico desenlace. El resto del elenco incluye nombres más conocidos y respetables como Damian Lewis, Paul Giamatti, y Natascha McElhone pero excluyendo algunas escenas de Giamatti, los demás no suman ni restan. Probablemente esta nueva versión pueda ser una forma de llegar a un público joven, el tipo de público que tal vez acepte con más clemencia ver este tipo de películas románticas edulcoradas. Por Marianela Santillán
Las obras de William Shakespeare brindaron películas memorables en las últimas décadas (ver nota en el link). Esta nueva versión de Romeo y Julieta no es una de ellas. Es increíble que después de más de cuarenta años ningún director pudo superar la obra maestra de Franco Zefffirelli de 1968. Película que presentó a la versión más bella de Julieta, interpretada por la actriz argentina Olivia Hussey (Black Christmas). Zeffirelli hizo algo tan grosso con su producción, por lejos una de las mejores adaptaciones de Shakesperare en la historia del cine, que le complicó la vida a todos los cineastas que vinieron después. Salvo que se haga algo distinto como el musical West Side Story o la versión MTV sobreactuada de Baz Luhrmann de 1996, que no era una una gran película pero generó curiosidad en su momento, no tiene sentido volver a filmar Romeo y Julieta. Este estreno lo deja claro. La versión del realizador italiano Carlo Carlei se hundió de entrada con la elección de los protagonistas, Hailee Steinfeld (Temple de acero) y Douglas Booth que tienen cero química entre sí. En una película que narra la historia de amor más grande de todos los tiempos esto es algo fatal e inadmisible. Se complica mucho poder enganchar al espectador con el relato cuando los protagonistas no parecen estar enamorados entre sí. Esta situación sumado a que el guión reinventa a su antojo la trama original terminaron por volver desapasionada y fría una historia que trascendió por ser justamente todo lo contrario. Lo único positivo de este estreno es el trabajo que hicieron con la ambientación de Verona y los vestuarios, además de Paul Giamatti, quien fue el actor que más se destacó en el reparto. Si buscas una gran adaptación reciente de Shakespeare mejor mirá Coriolanus (2011) de Ralph Fiennes que brinda una gran película en serio.
Resulta muy tentador iniciar esta review, como bien llamamos en Alta Peli y no crítica, con “¿Qué podemos agregar sobre esta tragedia de William Shakespeare?”. Pero por más tentador que esto resultara (¿Vieron lo que hice ahí?) se pueden agregar tantas cosas sobre la obra como ideas se tengan Van a tener que disculpar mi memoria, pero la última trasposición que recuerdo es la de Baz Luhrmann en 1996 con Di Caprio y Claire Danes que se llamó Romeo + Juliet ubicada en Miami en un contexto aggiornado a la actualidad y con buen atino del lugar que se había elegido. (No sé bien qué es lo que acabo de decir). Esa versión de Romeo y Julieta para mi funcionaba bastante bien, y una de las razones era la búsqueda de sacar a los Montesco y Capuleto de Verona en el siglo XVI. Algo que pareciera para algunos una ofensa brutal ¿Cómo vas a manosear a Shakespeare? Gritan las viejas a la salida de la peluquería cuando Otelo no es un morocho o hacen de El Mercader de Venecia algo más cercano a una tragedia que a una comedia. Yo creo que un poco al menos hay que trasgredir y más se vas a hacer una de Shakespeare, (tocate una de William, decían), tenés mucha tela para cortar y si en una de esas mostrás algo nuevo, creo que el público, o al menos una parte, lo va a saber apreciar. Salvo que veas el Hamlet de Kenneth Branagh que dura cuatro horas, todas las trasposiciones de Shakespeare, incluso las que se hacen en los teatros, están recortadas, durando mucho menos de lo que en el libreto figura. Ahora bien, es muy curioso cómo se lo puede recortar, cambiar de escenario, cambiar de sociedades y culturas pero algo que nunca he visto es que alguien se atreviera a cambiar los diálogos o mejor, a reescribirlos por completo. Que nadie se atreva a tocarme la prosa dice en la lápida donde no está enterrado Shakespeare en Stratford. Y la verdad es que tienen razón ¿Para qué reescribir algo que ya está fenómeno? Pero se podría igual, digo yo sin saber siquiera redactar un post en facebook. Si le cambiamos de todo a la obra, por qué no esto también. Bueno, quizá porque las viejas de barrio que salen con los ruleros de la peluquería formando un batallón enfurecido por la avenida Cabildo a las cuatro de la tarde en franca dirección al SADE sean difíciles de confrontar. Sólo digo que a mí me gustaría verlo, porque no vamos a engañarlos, los diálogos se transforman en una paráfrasis cuando se los traduce así que tan lejos no estamos. La película ¿Y para qué me gasto en tirar este desperdicio que en otra era hubiera sido de tinta y no de bits? Bueno, porque me cuesta entender qué fue lo que pasó con Romeo y Julieta del director Carlo Carlei que es la que ustedes estarán por ir o no a ver a partir del trece del corriente. A lo Balestra, comencemos con Cómo está de guión de Romeo y Julieta. Bueno, lo escribió un Julian Fellowes que es el guionista de la serie Downtown Abbey, La Joven Victoria y Gosford Park. No le vamos a objetar mucho, es un resumen de la tragedia con el que muchos se sentirán más familiarizados que la historia completa. romeo y julieta¿Cómo sigue con las actuaciones? No tienen una gran profundidad, y este es uno de los problemas porque si vas a una de Shakespeare esperás algo más que un culebrón de esos que enganchás a la medianoche por el canal 84. No hay una homogeneidad entre los actores o el contexto histórico que interpretan, algunos como Paul Giamatti que al menos te habla en british pero después Lord Capuleto, Damian Lewis, (Brody en Homeland), es el mismo de siempre y uno siente que no está viendo nada, como cuando lee esta review. Conclusión Si quieren verla, vayan nomás, o esperen al quince que arranca el festival de Shakespeare en Buenos Aires. O, quédense en su casa y vean: En busca de Ricardo III de Al Pacino, Ricardo III de Loncraine con Ian McKellen que participó del guión, El Mercader de Venecia con Al Pacino de Michael Radford y los Hamlet de Laurence Olivier o Kenneth Branagh. Y por si querían una nota de color, este jueves 13 de febrero se estrena en los cines de Estados Unidos la versión de Broadway de Romeo y Julieta protagonizada por Orlando Bloom y Condola Rashad, (no sé quién hace qué papel, todavía). Y recordando a Don William, diré: si tienen internet, ahí se ven… - See more at: http://altapeli.com/review-romeo-y-julieta/#sthash.BvhmBhyj.dpuf
La más grande historia de amor otra vez contada Franco Zeffirelli la filmó en 1968, inspirado por la innovadora versión teatral de Peter Brook; Baz Luhrmann, con Leonardo DiCaprio como Romeo, siguió en 1996; pero antes, no menos de 24 dramas musicales se escribieron sobre la trágica historia de amor y el número de adaptaciones teatrales, que se remonta a la primera publicación de 1597, no desmerece el calificativo de infinito. La historia de Romeo y Julieta es archiconocida y extensa; es el drama pasional definitivo, el romance por antonomasia. ¿Por qué molestarse en revivir al Bardo? Bueno, en primer lugar porque la historia nunca perderá intensidad. Y sobre todo, en segundo lugar, porque la generación Tiddlywinks podría ver más allá de Crepúsculo y conocer “the real thing”. La presente adaptación, escrita por Julian Fellowes (creador de la miniserie Downtown Abbey), no está exenta de cualidades, como respetar el inglés isabelino en verso de la obra, contar con una frágil y entrañable Hailee Steinfeld como Julieta y con el sólido Paul Giamatti como Fray Lorenzo. Sí, hay gusto a sacarina en el aire de Verona y Giamatti sobreactúa un poco, para compensar la flaqueza del entorno. Pero en el balance, hay mucha más pasión en esta enésima copia que en cualquier romance adolescente llevado a la pantalla.
Shakespeare desapasionado ¿Para qué volver a una historia contada ya cientos de veces? Romeo y Julieta no es sólo una de las obras de William Shakespeare más versionadas en el cine, sino que debe ser una de las historias de la Historia de la literatura más adaptadas a la pantalla. Y esto es así -entiendo- porque su historia de amor es tan trágica y tan universal, que no hay público que pueda resistirse a ella. Romeo y Julieta ha tenido acercamientos más clásicos (Zeffirelli) y más modernos (Luhrmann), e incluso otras que libremente se acercan a su universo como la reciente película animada Gnomeo y Julieta que hurgaba tanto en el mundo de Shakespeare como en el de las canciones de Elton John. Por eso que esta versión del italiano Carlo Carlei no debe ser juzgada por su falta de originalidad, sino simplemente porque no logra justificar una mirada personal y se pierde en un nadismo excesivo. Carlei, un director interesante que hasta supo dotar de cierta negrura a un film supuestamente infantil como la perruna Fluke, no puede hacer pie ni siquiera en lo trágico del romance de los amantes de Verona porque el acercamiento al texto original es aquí deliberadamente adolescente y lavado, incluso respetuoso en el mal sentido, que hace de la fidelidad pura ilustración escolar. El proyecto tiene en la mira las sagas juveniles estilo Crepúsculo, con sus protagonistas de una sexualidad apolillada, enamorados de una idea del amor ilusoria e industrializada. Ya de los componentes políticos de la obra, mejor ni pensarlo: Stellan Skarsgård y su príncipe de Verona es de lo más gracioso del film ya que aparece para tirar alguna línea importante e irse. Romeo y Julieta apenas se sostiene en dos departamentos básicos: el de las ambientaciones y el de las actuaciones. En el primero, observamos bellísimos espacios, algunos de la mismísima Verona, que no precisan de digitalización ni excesivo decorado: palacios, jardines, de una hermosura dignamente cinematográfica pero que hubieran necesitado una cámara más atenta y virtuosa. En el segundo, tenemos actuaciones de todo tipo y tenor, que igualmente logran llamar la atención, incluso a su pesar: Paul Giamatti con su pícaro fraile Lorenzo y Lesley Manville como la confidente de Julieta brillan, mientras que Damien Lewis sobreactúa y teatraliza exageradamente cada acción haciendo de su Capuleto un monigote insoportable. Y la parejita Hailee Steinfeld – Douglas Booth, como Julieta y Romeo, tiene menos química que un estudiante de contabilidad. Intuyo que esta adaptación del clásico sólo puede interesar mínimamente a quienes nunca hayan tenido contacto con ella y puedan sorprenderse con los giros que va tomando la historia. Por lo demás, una adaptación tan administrativa y desapasionada que hace del amor un acto rutinario.
MENOS DE LO MISMO Vuelve el drama de Shakespeare sin aportar nada nuevo. ¿Por qué insistir con un texto tan transitado por el cine? Seguramente los productores imaginaron que en la inmortal historia de estos trágicos amantes hay elementos de sobra para poder encandilar una nueva generación de románticos. Y allí fueron. Poco para destacar. Ni siquiera tiene las cuidadas imágenes de la versión de Franco Zeffirelli (1968), linda y dulzona. Aquí no hay nada nuevo y nada destacable, salvo una cuidada ambientación de época. Lo peor son las actuaciones: Hailee Steinfeld y Douglas Booth (Julieta y Romeo) son dos héroes de madera que recitan sin gracia y que ni siquiera logran poner al público de su lado. Lo mejor, los escenarios naturales de Verona y la oportunidad de poder saborear una vez más un texto inolvidable que sigue desafiando el tiempo y las malas versiones.
¿Qué más puede aportar la historia de Romeo y Julieta al cine? Ok, caritas nuevas (quienes interpretan a Romeo y Julieta), solo eso, porque lo que hacen Damian Lewis, Paul Giamatti o Stellan Skarsgård, está bien, es correcto... Lo que pasa es que venimos mal acostumbrados, y siempre los vemos hacer cosas destacables, cosa que no pasa en esta película. Hailee Steinfeld interpreta a Julieta, quien se muestra inocente, pero nos quedamos ahí... Por otro lado, Douglas Booth interpreta a Romeo y lo que creo falla es la NO química que hay entre ellos, al menos en pantalla. Esta nueva adaptación de Shakespeare hizo, al menos a mí, que piense todo el tiempo en la gran versión de Baz Luhrmann con Leo DiCaprio y Claire Danes, que a mi parecer es una de las mejores hechas "pop" de los últimos años. Mañana es "el día de los enamorados", te recomiendo algo... trata de obviar esta peli y llevá a tu novia a ver cualquiera de las otras dos, que te lo va a agradecer.
Claramente se puede definir todo este error cinematográfico a partir de los problemas de producción, que es evidentemente donde se encuentra el origen del desatino. Dicho de otro modo, esta coproducción Italia, Suiza, Gran Bretaña tiene ciertamente como destinatario final al público adolescente estadounidense, que ya se ha masticado y tragada infinidad de versiones del texto de William Shakespeare, de manera encubierta, ejemplo de esto es la saga “Crepusculo”. En Hollywood, como regla general las películas son de los productores, en definitiva en la entrega de los premios “Oscar” el galardón a la mejor película la reciben ellos, y ellos son los encargados de contratar a directores, guionistas, músicos, directores de arte, de fotografía y a los directores de casting. Detengámonos aquí. La elección de Julieta en manos de Hailee Steinfeld, quien nos sorprendió gratamente en “Temple de Acero” (2010), es correcta. El problema es que su partenaire Douglas Booth (Romeo) muestra tan pocos recursos histriónicos que deteriora y hasta desdibuja al extremo la performance de Hailee, en conjunción al resto del elenco, lo que termina por dar la sensación de estar todos muy mal dirigidos. Del incendio total se salvan Lesley Manville, en el papel de la Nodriza, y Paul Giamatti como el padre Lorenzo, al que es muy difícil hacer que actúe mal. Los antecedentes del director casi dan como seguro que fue contratado por que alguien, sí o si, debe hacerse responsable de este rubro, ya que sólo cuenta con un par de filmes en su haber sin que ninguno, de los vistos en estos lares, supere lo mediocre. También, como queda dicho, la elección del guionista queda en manos del productor. Confiar en Julian Fellowes, con el antecedente de “Gosfrord Park” (2001), tampoco parece un desatino, sólo que en estos casos el guionista debe cumplir ordenes del productor. En relación a la banda de sonido, va en paralelo a la producción general, con la música grandilocuente, por momentos empática respecto de la imagen, demasiado recargada de pomposidad, lo que le quita el poco el peso dramático que podría poseer la realización La dirección de arte podría hasta establecerse como de una gran corrección, sino fuese por la puesta de cámaras del orden de lomas elemental posible, sin búsquedas lingüísticas de ninguna naturaleza; o la dirección de fotografía podría hasta lucirse, como sucede con el vestuario, pero ambos rubros salen perjudicados por las directivas de la producción pues parece que lo que más le importó es vender el producto. La historia es muy conocida, esa del amor trágico de una pareja de jóvenes que son atravesados por el odio entre sus familias. La estructura narrativa respeta casi a rajatabla el original, no pasa lo mismo con los diálogos, ni con el montaje secuencial, y por ende con el manejo de la temporalidad de los hechos. Uno de estos productores ejecutivos se llama Swarovsky, apellido y familia ligada a la producción de bijuterie realizada en cristal desde hace más de 100 años, elementos muy caros que parecen joyas y no lo son, imitación del oro que sustenta el axioma de que no todo lo que reluce es oro. Bien, aquí en la función de productores tomaron una de las joyas de la literatura universal y la transformaron en baratija.
¿Nuevas Generaciones exigen una puesta al día de clásicas románticos? ¿Es necesario que se adapte una vez más la historia de los dos enamorados por excelencia de William Shakespeare? Estas preguntas deben haber circulado en las cabezas de los productores detrás de “Romeo y Julieta” (USA, 2013) y tras obtener (o al menos pensar) una respuesta positiva, decidieron encargarle a Carlo Carlei (“Fluke”) la tarea de poner en pantalla la adaptación que Julian Fellowes (creador de la bellísima serie “Downton Abbey”) hizo de la tragedia. Filmada en escenarios naturales de Italia (que le otorgan cierto verosímil “arquitectónico”) y con una producción que por momentos parece ajustada (sólo en la escena inicial de un torneo de competencia se vislumbra cierta opulencia), en la elección de los largos travellings, como así también la estilización en algunas imágenes, se puede afirmar que se moderniza, parcialmente, el discurso. Digo parcialmente porque con una historia conocida y adaptada en varias oportunidades la apuesta debía haber sido más arriesgada. Nuevo siglo, nuevos mecanismos de producción, nuevos espectadores. Pero no. Una vez más asistimos a una casi literal adaptación en la que las familias Montesco y Capuleto se odian y matan en pantalla. Para los que aún permanecen ajenos al clásico de Shakespeare (¿existe alguien que no conozca esta historia?), hay dos familias que se odian y que aprovechan cualquier excusa para pelearse en las calles de Verona. Harto de los conflictos en su ciudad el príncipe (Stellan Skarsgård) decide tomar cartas en el asunto y prohíbe los enfrentamientos. Obviamente detrás del veto habrá choques cada vez más frecuentes. En el marco de esta ancestral disputa, el joven Romeo Montesco (Douglas Booth) ingresa de manera clandestina a un baile de máscaras en el castillo de lo Capuleto y se deslumbra con la belleza de Julieta (Hailee Steinfeld), de quien se enamora a primera vista. Y si bien los padres de la joven (Damian Lewis, Natascha McElhone) tienen otros planes para ella, decide seguir a su corazón cuando Romeo le declara su amor. Ambos saben de lo imposible y arriesgado de su historia, más cuando en un duelo en la calle, Teobaldo Capuleto (Ed Westwick) mata al primo de Romeo, Mercuzio (Christian Cooke) y luego Romeo decide vengarlo asesinando a Teobaldo. Al notificarse de esta situación, el Príncipe desterrará a Romeo. Julieta desespera y con la ayuda de Fray Lorenzo (Paul Giamatti) intentará recuperar su libertad tras hacerse pasar por muerta. En esta adaptación de “Romeo y Julieta” falta pasión, principalmente por la carencia de matices de Booth (a quien veremos próximamente en “Noé” de Aronofsky) y otros jóvenes actores provenientes de la televisión. En las escenas en las que Romeo y Julieta deben mirarse a los ojos y perderse en el otro, amarse eternamente falta conexión y química. Carlei y Fellowes demoran el primer beso, y cuando llega, nada sucede. Nuevas generaciones merecían una mejor adaptación, y si bien en su momento la versión de Baz Luhrman fue vapuleada (pero era enérgica y dinámica), como así también la de Franco Zeffirelli (sensible y medida), en esta oportunidad ambas son referentes de todo lo que no posee la de Carlei. El correcto trabajo de Fellowes, que intentó recuperar la cadencia y belleza de los diálogos originales de Shakespeare, no alcanza. Todo su esfuerzo se licúa en las anodinas actuaciones de sus protagonistas en una historia de amor a la que le falta pasión, mucha pasión.
Todos sabemos que Shakespeare es el gran dramaturgo que ha existido. Sus historias contienen temas tan universales que no podemos dejar de emocionarnos con sus personajes y sus situaciones. Pero Shakespeare ha sido adaptado más veces de las que podemos contar y, entonces, me pregunto ¿Era necesaria una nueva versión de una de sus obras más famosas sin sumar nada nuevo? En este caso, la Verona de los Montescos y Capuletos está representada tal cual pide la ambientación según la época, al igual que los vestuarios. Como eran dos familias influyentes, claro está que los espacios son señoriales y hay un despliegue interesante. Filmados con encantos, tenemos cámaras que giran sobre su eje mientras descienden por las escaleras con un travelling y momentos más tarde, trepan paredes y balcones. Todo esto, claro está, en lo que vendría a ser la parte de encanto entre los amantes. Carlo Carlei, el director, viene de un ambiente más televisivo, pero al menos logra que visualmente la historia sea atractiva. La otra parte la hace la música del impresionante Abel Korzeniowski (que ya estuvo a cargo de la recomposición de la música de Metrópolis y de la de WE), que si bien está lejos de la parafernalia de Baz Luhrmann o lo trágico de la composición de Nino Rota para la película de 1969, logra brindar por momentos fragilidad y por otros vigor para esta agridulce tragedia. Y esto fue todo lo positivo que le pude encontrar. Tenemos a un Romeo (Douglas Booth) que, como es lindo, está más preocupado en estar estoicamente parado que en tener conexión con su Julieta (Hailee Steinfeld). Los diálogos les salen acartonados y sin un poco de pasión que caracteriza al personaje. Julieta es todo pasión, pero por momentos parece que está desesperada porque Romeo deje de posar y le preste atención entonces la pareja queda el colmo de dispareja. Pasar de True Grit a esto debe ser terrible. Entiendo que hay una forma shakespeareana de actuar, el problema es que si adaptamos el texto, tenemos que pensar cómo queremos adaptar las actuaciones también. Me dieron un poco de pena Damian Lewis y Paul Giamatti que se lo tomaron en serio y realmente dieron buenas actuaciones. El problema es que nadie más lo hizo, pero al menos será exitosamente olvidado. Ellos es probable que sean recordados como parte de este proyecto. No es que la película sea terriblemente mala, o peor a otras cuantas de este estilo, es que simplemente no trae nada nuevo a la mesa más que caritas jóvenes que la industria prueba promocionar. Ni una vuelta de tuerca. Si va a ser así, pido por favor que dejen a Guillermo descansar en paz.
Odio loco, amor sano Esta película es una oportunidad propicia para que los jóvenes descubran a William Shakespeare, si ocurriese algo tan alentador, o si no, para que conozcan una historia de amor diferente a las que predominan en el cine actual. "El amor es el humo que queda de dos miradas intensas", se oye decir por ahí. Romeo y Julieta, escrita en 1597, había tenido hasta aquí varias adaptaciones, siendo una de las más desafiantes la de 1996, con Leonardo DiCaprio y Claire Danes. La historia de dos amantes que se atreven a retar el odio ancestral que se tienen sus respectivas familias, contada como un fenómeno callejero moderno, se transformó en una pequeña película de culto que logró lo que pocos pudieron antes: poner al genio literario en los pósters de los dormitorios y en los reproductores de música. Pero la memoria tiene esas vueltas. Pasó el tiempo y Shakespeare volvía a ser un extraño de pelo largo en las enciclopedias de arte, hasta que esta nueva versión, sin hacer historia, y que ni por lejos tiene la originalidad de la de DiCaprio, viene a echar una buena bocanada de aire fresco en la melena de sir William. Será por su frescura y su agilidad. Será el acento, nada teatral, nada británico, de los actores, que se alejan del modelo para sonar más naturales. Será la mano del director, un italiano de Calabria llamado Carlo Carlei. Él, con directo de fotografía, hicieron un trabajo estupendo de representación, eligiendo interiores y exteriores: galerías, salones, calles, plazas, balcones, fuentes, almenas, puentes, torres de castillos, donde muchos hombres serían capaces de entregar su bien más preciado, la soltería, para contraer matrimonio en felicidad. Además, los intérpretes se lucen. Como Natasha McElhone, últimamente más conocida por la serie Californication, o Laura Morante, o Stellan Skarsgard. Pero también otros actores menos conocidos que asoman, como un tal Ed Westwick, que tiene la ventaja de hacer de villano, un papel como para lucirse, que aprovecha para mostrar que lo seleccionaron bien.
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