Rush, pasion y gloria, es una película emocionante e imperdible para disfrutar a pleno con un desenlace impecable, que termina emocionándote aún más. Las interpretaciones de Chris Hemsworth y Daniel Brühl son cautivantes y más que realistas logrando que el espectador se olvide completamente de los actores y vea realmente en...
Antagonistas en la vida y en las pistas Los setenta fueron una época signada por los excesos, por la grandilocuencia de cada una de sus manifestaciones: ya sean artísticas, estéticas o deportivas. Nada parecía poder ser moderado o discreto. Este universo tan colorido, intenso, sexy y fugaz es retratado con maestría por el afamado director Ron Howard en Rush: Pasión y gloria, que se estrena este jueves. En los tempranos setenta, la Fórmula uno era un ambiente donde se codeaba lo más alto de la sociedad y las escuderías buscaban afanosamente alzarse con los títulos que las posicionaran dentro del mercado. En este marco existieron dos pilotos tan diferentes y en las antípodas, como Nikki Lauda y James Hunt. El guion a cargo de Peter Morgan (quien ya se destacara en Frost Nixon, La Reina o El último rey de Escocia) retrata a la perfección ese mundo de excesos, lujo, ostentación y ese continuo coqueteo con la muerte que es tal vez una de las pocas constantes en la fluctuante vida de un corredor profesional. Los pilotos que inspiraron el film poseían personalidades tan intensas como opuestas en varios aspectos y su enfrentamiento era tan feroz que transmitir esa intensidad a la gran pantalla era todo un desafío para el director, el cual ha sido superado con creces. Por un lado, el adusto Nikki Lauda, un austriaco poco agraciado físicamente, parco, obsesivo y detallista, encarnado con justeza por Daniel Brühl (quien ya comienza a perfilarse por este papel como un firme candidato al Oscar del año próximo) y por otro lado su antagonista estético y moral James Hunt, un atractivo rubio, extrovertido, sexy, mujeriego, que vive todos los días con la misma intensidad con la que afronta las pistas y la misma pulsión casi suicida. En este caso, el papel es interpretado por Chris Hemsworth, quien logra plasmar la idiosincrasia de este hombre tan autodestructivo como fascinante. La relación entre ambos pilotos y sus divergentes miradas, no sólo respecto al deporte que los une, sino de la vida en general será el eje sobre el cual se estructure el relato. Mixturando el género documental, con una cuidada reproducción de época, con aspectos ficcionales que harán aún más intensos el contrapunto entre ambos protagonistas. El accidente sufrido por Nikki Lauda en el Gran Premio de Alemania traerá un nuevo elemento dramático al dejarlo fuera de las pistas debido a las gravísimas lesiones y será entonces esa rivalidad el motor mismo de la asombrosa recuperación del austriaco (para no permitir que Hunt gané terreno con su ausencia). Toda la reconstrucción de época esta meticulosamente realizada, destacándose la realización de un pormenorizado vestuario para ambos personajes principales. El encargado de la realización del vestuario elegido por Ron Howard fue Julian Day, quien basándose en las diversas características de ambos tercerizó la confección en dos prestigiosas casas de moda: para el vestuario de Hunt y su esposa fue Gucci la elegida , mientras que para Lauda fue Ferragamo. La vinculación del diseñador con el mundo de la Formula 1 no sólo se limitó a su participación en este film sino que su padre incluso llegó a diseñar autos para esta categoría por lo que su propia experiencia personal sobre ese universo de los setenta fue puesta al servicio de lograr una mayor fidelidad en la reproducción estética de la moda de aquel entonces. La encargada de la realización de los diseños que vistieron Chris Hemsworth y Olivia Wilde para la casa Gucci fue Frida Giannini, quien se encargó de realizar una fiel reproducción del vestuario de época haciendo particular énfasis en los géneros, cortes y el uso de pieles y sombreros que caracterizaban la estética de los setenta. Ninguno de los detalles que componen el film de Howard está librado al azar o descuidado y como no podía ser de otra forma la banda de sonido no podía encargársele a otro que no fuera Hans Zimmer (Inception, The Dark Knight, etc) quien logra a través de sus composiciones transmitir el intenso universo del automovilismo y el dramatismo de las situaciones que atraviesan sus personajes. Rush: Pasión y gloria es un film cuidado, construido en base a todos los elementos que componen el relato cinematográfico y que logrará atrapar no sólo a los fanáticos del automovilismo, sino a todo aquel que desee conocer un pormenorizado retrato de una época y una fábula de superación que sin lugar a dudas se llevará más de una nominación a los premios Oscar el año próximo.
Coches espectaculares, carácter, velocidad. El mundo del automovilismo es demasiado fascinante como para que el cine pase mucho tiempo ignorándolo. Este subgénero tuvo su apogeo a fines de los ’60 y principios de los ’70, de la mano de obras como las ambiciosas y realistas Gran Prix, de John Frankenheimer, y 24 Horas de Le Mans, protagonizada por Steve McQueen. Luego hubo exponentes interesantes, como Días de Trueno (en varios aspectos, mejor que Top Gun, ya que también contaba con el tándem Tom Cruise-Tony Scott) y la fallida aunque entretenida Alta Velocidad, con Silvester Stallone. Rush: Pasión y Gloria recupera el espíritu de aquellas gloriosas películas de antaño centradas en pilotos icónicos que trascendieron el microcosmos de las carreras de autos. Fórmula 1, década del 70. Por un lado, James Hunt (Chris Hemsworth), un playboy arrogante, mujeriego, atractivo, que se destaca tanto en las pistas como en la cama. En la vereda de enfrente, Niki Lauda (Daniel Brühl), gélido, cerebral, perfil bajo; un genio de la mecánica que logra mejorar el rendimiento de vehículos de por sí espectaculares, y un ganador nato. Dos maneras muy distintas de competir y de vivir, que se detestan tanto como se complementan. En el medio de este duelo, amores, peleas, egos y tragedias personales...
El director Ron Howard redimió a la Fórmula 1 en el cine con una de las mejores películas que se estrenaron este año. Después de aquel insulto que fue Alta velocidad (Stallone), estrenada en el 2001, Rush le devolvió la dignidad a estas historias con un film apasionante. El nuevo trabajo de Howard ya se ganó un puesto en el podio de las grandes películas de automovilismo junto a Grand Prix (1966), aquella joya de John Frankenheimer donde aparecía Juan Manuel Fangio y Le Mans (1971) con Steve McQueen. Obras maestras dentro de esta temática. También se podría mencionar Días de Trueno, de Tony Scott, que fue una muy buena producción en su momento sobre las carreras de Nascar, pero me cuesta ubicarla a la misma altura que las dos producciones citadas. No deja de ser loco que el mejor film sobre automovilismo de las últimas décadas lo realizara Ron Howard, quien debutó como director con el clásico fierrero, Grand Theft Auto, en 1977. Aquel pibe de 23 años responsable de aquella película de culto hoy al final se convirtió en un cineasta consagrado que terminó por retratar un período histórico de esta actividad deportiva, cuyos hechos y protagonistas parecerían haber sido creados por un guionista de Hollywood. La trama se centra en la histórica rivalidad entre el austríaco Nikki Lauda y el británico James Hunt, quien fue el Keith Richards de los pilotos de Fórmula 1. Un rockstar total muy recordado por su fama de playboy que lo convirtieron en un abonado a las revistas de chimentos de los años ´70. Lauda en cambio tenía una personalidad completamente opuesta. Un genio de esta actividad con una disciplina y coraje increíble que lo llevaron a superar situaciones adversas en la vida. En la película Nikki es interpretado por Daniel Bruhl, el protagonista de Goodbye Lenin, quien la rompe con su trabajo en esta historia. No sería para nada loco pensar que pudiera terminar nominado al Oscar por esta labor, ya que está excelente. Por otra parte, la actuación de Chris Hemsworth es interesante porque en los primeros minutos de la trama uno tiende a verlo como Thor en la Fórmula 1, pero luego te das cuenta que acá compuso un personaje diferente al que cuidaron un poquito en el guión. El verdadero Hunt, que en la vida real era más flaco y no tenía el cuerpo trabajado de Hemsworth, tuvo serios problemas de adicciones que por alguna razón no se retrataron en la película. Sí se muestra su perfil de playboy y amigo del descontrol nocturno que es también por lo que se lo recuerda como un personaje muy especial, más allá de su tremendo talento en las pistas. Dentro de la narración, Ron Howard se mantuvo fiel a los hechos reales y no exageró el conflicto con situaciones hollywoodenses. Algo que sorprendió al propìo Nikki Lauda que elogió al director por este motivo. Las secuencias de las carreras son increíbles y la Fórmula 1 nunca sobresalió en el cine como en esta película. En términos de realización es impecable y creo que representa por lejos uno de los mejores filmes de Howard en muchos años. Otro aspecto interesante es que cada actor que se seleccionó en el reparto tiene un increible parecido con el personaje real que interpreta, algo que me sorprendió mucho. Así no seas fan del automovilismo Rush es una historia que te atrapa por la humanidad de los personajes y los conflictos que viven. Una de mis favoritas de este 2013 que recomiendo disfrutar en una sala de cine.
Motores en furia Rush pasión y gloria (Rush, 2013) logra impregnar las emociones del mundo de la Formula 1 y llena la pantalla de todo ese calor automotriz: lo metálico, el miedo y sobre todo el peligro a muerte. Pero de toda esta pura emoción no se puede evitar dejar para el final la cuestión de la velocidad, pues el relato y las sensaciones van de la mano y lo que se tiene es una película de una gran intensidad que toma la forma de un automóvil que se desplaza por un circuito a toda furia. La historia es la rivalidad entre los pilotos: Niki Lauda (Daniel Brühl) y James Hunt (Chris Hemsworth). Uno es austriaco y el otro británico. Entre ambos, es decir antes de llegar a la F1, hay una feroz competencia. Primero juvenil y evidente, pero luego se convierte en una forma de vida. Y entonces la única forma de existir de uno es con respecto a lo que hace el otro. Aunque uno siempre será el primero y el otro el segundo, o al revés. Así hasta ver quién es el campeón del mundo de la Fórmula 1 el año 1976. La meta no solo es vencer al rival sino, al mismo tiempo, evitar a toda costa que gane. Niki Lauda, fiel a su origen germánico, es más estratega y romántico aunque no menos existencialista, mientras James Hunt es un modelo de revista femenina que se postula para ser gladiador y así disfrutar del éxito y la publicidad. Cada uno, sin embargo, se sumirá en el mundo oscuro y mortal que parece ser la Fl y tendrán que lidiar contra ello. Ron Howard juega, como en sus películas anteriores- caso Una mente brillante (A beautiful mind, 2001)- , con la emoción presente que se construye con un argumento sustentado por el tiempo. Por años, los dos pilotos son rivales. Así se va cargando de drama en vista al desenlace. En ese punto el guión no puede dejar de manejar cambios, lo predecible, lo impredecible e incluso la desilusión al tomar la postura de alguno de los pilotos, pues de no hacerlo se perdería la estructura general y solo convertirse en una revisión histórica e informativa. Entonces teniendo la cuestión de la emoción en primer plano se genera la idea de que cualquier hecho puede traer otra escena que lo cambie todo. Así se hace Rush pasión y gloria, sobre las curvas invisibles que repentinamente aparecen en un circuito que el espectador va a recorrer con los dos personajes principales. Y si más allá de que la película no sea una obra que ofrezca mucho en cuestiones cinematográficas, precisamente su desenvoltura es lo que hace que uno le preste toda la atención. Cabe señalar que el momento crucial que atraviesa Niki Lauda es un golpe que la película asume y se sumerge sin temor, dándole otro matiz y así atraer más al espectador. Puesto que, según como se esperaba, parecía impensable que se pudiera ver todo el sufrimiento de Lauda. Al final Rush pasión y gloria es la historia de dos personajes cuyas características los vuelven amados y detestables, pero aun así, nunca se pierde el afecto narrativo que se tiene por ellos. De otro lado los circuitos de la Fórmula 1 son tratados como escenarios bélicos y eso es lo más atractivo. Así mismo por toda la recreación histórica y los autos de los 70s. Pero lo más importante es como todo van creciendo sobre la guía de esa mega-emoción por la cual se mueve la película y que, al llegar el desenlace uno les quite las imposturas y se vean como personajes que realmente, pudieron existir.
El campeonato de Fórmula 1 de 1976 tuvo un final "de película". No conviene dar detalles sobre su desenlace por si algún espectador ajeno al automovilismo desconoce aquella historia, pero lo cierto es que la rivalidad entre dos personalidades y estilos opuestos (el pragmático y obsesivo piloto austríaco Niki Lauda contra el arrojado e impulsivo británico James Hunt) y el épico final que se produjo "pedían" una reconstrucción en todo su esplendor para la pantalla grande. Casi cuatro décadas después de aquellas hazañas deportivas, el director estadounidense Ron Howard y el autor inglés Peter Morgan, que venían de trabajar juntos en Frost/Nixon (otro duelo apasionante), concibieron una historia sin demasiadas sutilezas, pero con una estructura muy eficaz para una propuesta visual y narrativa de enorme espectacularidad. Tanto para el realizador de Apolo 13 y Una mente brillante como para el guionista de La reina no hay buenos ni malos. Los dos rivales son, a su manera, héroes y demonios. Cada uno tiene sus métodos, sus prioridades, sus habilidades, pero también sus debilidades, esas miserias y fantasmas personales que pueden traicionar incluso al más profesional y experimentado de los deportistas. La película contrapone esos dos puntos de vista siempre antagónicos en medio de una reconstrucción de época (el espíritu setentista se percibe dentro y fuera de las pistas) con ingenio y respeto, pero sin solemnidades ni reverencias. En un rincón tenemos a Hunt (Chris Hemsworth, todavía más seductor que en su papel de Thor), un bon-vivant, mujeriego, arrogante, que coquetea siempre con los excesos y con mucho más talento natural que predisposición al trabajo. En el otro, a un Lauda (Daniel Brühl) obsesivo, metódico, pragmático y austero. Entre el arrojo casi inconsciente de uno y el tesón del otro para reponerse en tiempo récord de un accidente que lo había dejado fuera de varias carreras se arma un enfrentamiento pletórico de tensión y suspenso. Más allá de ciertos estereotipos a la hora de moldear la psicología de los personajes y de algunos subrayados innecesarios, Rush cumple con lo que promete: hay excelentes escenas de carreras (los expertos seguramente encontrarán algunos errores y "licencias históricas") con pequeñas cámaras instaladas en los lugares más insólitos y la ayuda inestimable de las imágenes generadas por computadora, dos personajes irresistibles y un final de antología. A ajustarse, entonces, los cinturones y dejarse llevar por la velocidad, el vértigo. y el disfrute.
Corredores famosos como rock stars La nueva película del director Ron Howard (Cocoon, Una mente brillante, El código Da Vinci) se sumerge de lleno en el mundo de las carreras de Fórmula 1 durante los años '70, retratando el histórico duelo Hunt vs. Lauda. No importa que el espectador sea indiferente al deporte, porque cualquiera sabe que una buena película centrada en alguna disciplina como el fútbol, carrera de embolsados, críquet, pesca con mosca o cualquier otra, bien llevada ofrece una carga dramática ideal para el cine. Y si se le agrega el condimento de la rivalidad de dos personajes fuertes (un elemento casi indispensable para el buen desarrollo del cuentito), los elementos que ofrece el relato pueden ser irresistibles, aun para los que ni se mosquean ante cualquier justa deportiva. Rush. Pasión y gloria cumple todos estos requisitos, y –por si fuera poco– tiene una tensión extraordinaria que le imprime Ron Howard a la historia. Ahí está la rivalidad que alcanzó la categoría de leyenda entre el robot Niki Lauda ganando casi todos los grandes premios mientras el hedonista James Hunt le mordía el alerón a la espera de su gran oportunidad en la legendaria Fórmula 1 de la década del setenta. Para esa época, la categoría había alcanzado un estatus nuevo, pleno de glamour, millones en danza, pilotos que eran tan famosos como un rock star, siempre sonrientes, con una bella mujer tomada de la cintura y una infaltable copa en la mano. El director de Apolo 13 y El código Da Vinci recrea al detalle esos años, pero su mayor acierto es presentar a los dos corredores como dos personajes definitivamente opuestos pero necesariamente complementarios. El film cuenta el duelo entre Lauda y Hunt (Chris Hemsworth) desde los comienzos en la Fórmula 3, cuando ya se perfilaba que cada uno representaba dos maneras de mirar al mundo, con Lauda (Daniel Brühl) como el deportista frío y calculador, el futuro en números, –costos, beneficios y la reducción de la emoción del riesgo a su mínima expresión–, mientras que el desaforado Hunt, puro talento intuitivo, sin saberlo representaba el pasado, un mundo que se estaba retirando para dar paso al negocio desapasionado. Una especie de western fordiano (por caso, Un tiro en la noche), balanceándose entre dos personajes en tensión ante un nuevo mundo. Howard, con la colaboración del guionista ganador del Oscar Peter Morgan (con quien ya había trabajado en Frost versus Nixon), registra la velocidad, el miedo, los entretelones del negocio y llega al accidente del circuito alemán de Nürburgring, en donde Lauda quedó desfigurado –justo al piloto austríaco que era un obsesivo de la seguridad– y abrió la posibilidad para que Hunt se convirtiera en campeón. Una tragedia en toda su dimensión cinematográfica, clásica, atrapante y conmovedora.
A ver quien gana... Basada en la histórica rivalidad que mantuvieron durante años los pilotos de fórmula 1 James Hunt y Niki Lauda, "Rush" es bastante más que una película sobre autos y velocidad. Con personalidades absolutamente opuestas, ambos pilotos se enfrentaron en numerosas carreras durante años, siendo siempre uno el obstáculo del otro. James Hunt, un rubio alto y fachero -interpretado por Chris Hemsworth- derrochaba carisma por las pistas, y se la pasaba de fiesta en fiesta; Niki Lauda -interpretado por Daniel Brühl- era un tipo feucho, sin gracia, y con una personalidad absolutamente pragmática, un tipo cerebral que a diferencia de Hunt, parecía carente de sangre y emociones. Ambos tenían algo en común, venían de buenas familias que se oponían a su vida como corredores, y a ambos los unía la pasión, y el vivir por y para la fórmula 1. La película logra que sintamos empatía por ambos, y nos contagia la pasión por el automovilismo, aunque nunca en nuestra vida hayamos visto una carrera ni por la tele. Son tantos los detalles brindados en el relato, además de la forma en Howard nos introduce en ese mundo, que salimos del cine sabiendo hasta cuanto pesa un auto de fórmula 1. Visualmente el filme es muy potente, ofrece una gran reconstrucción de la estética de los años 70, y especialmente de las carreras que están filmadas de modo sublime y con una labor en la edición de sonido que nos contagia la adrenalina de los corredores y sus equipos. Ambos protagonistas componen muy bien a sus personajes, destacándose Brühl quien interpreta maravillosamente a un tipo tan apasionado como cerebral, con una personalidad tan sobria que tardamos bastante en darnos cuenta de que está tan loco como su oponente. La historia tiene de todo: drama, acción, personajes complejos e interesantes, todo dentro del ambiente de la más alta competencia automovilística; que como deja en claro la película, es bastante más que dar vueltas alrededor de una pista.
Un gran film sobre dos hombres opuestos e iguales a la vez “Rush” es uno de esos filmes que lo disfruta todo el público pero el que vivió esa época lo disfruta mucho más. La historia de la rivalidad entre el playboy James Hunt y el metódico y cerebral Niki Lauda, es un recuerdo que aquellos que tenemos canas aún recordamos, Una época de oro de la F-1 por la gran calidad de sus pilotos, por el glamour del gran circo automovilístico y, donde todavía, el fin de cumplir el sueño de la victoria era mucho mayor que el fin económico. Quizás por eso y por el accidente de Lauda a mitad de temporada la hizo como una de las más recordadas entre los fans de la máxima categoría del automovilismo (los argentino la recordamos también porque a final de dicho año temporada volvía un argentino, Carlos Reutemann, a subirse a una de las maquinas del Cavallino Rampante). Pero sobre todo porque la lucha era entre dos hombre tan distintos e iguales a la vez. James Hunt, un sibarita que su meta era correr a toda costa pero sin dejar de vivir esa bohemia y esa vida de playboy que lo caracterizaba. Por el otro lado el austríaco Niki Lauda, un hombre meticuloso, pensante y que su vida era el automovilismo. Ambos disímiles en su estilo de vida, pero a los dos no les importaba dejar la vida arriba de un auto con tal de llegar a la victoria. Hay que recordar que en ese momento había un promedio de 3 pilotos muertos por temporada, por esto es que era literal que podían dejar la vida en cada competencia. Chris Hemsworth demuestra en este film que es mucho más que un héroe de historietas, que es un gran actor y que encontró en esta película la manera de demostrarlo. Daniel Brúhl vuelve a desplegar todo su talento poniéndose en la piel de un Niki Lauda que debe luchar contra sus adversarios, contra su vida y sus heridas. Ron Howard es quien dirige el film poniendo el nivel de acción y de sentimientos en la medida justa. Las imágenes de las carreras (algunas parecen documentales por la forma en que están filmadas) son realmente increíbles y la reconstrucción de época tanto de lo que a vestuario y locaciones se refiere como a la de los coches es fantástica, sobre todo para quienes pudimos ver esos coches personalmente. “Rush – Pasión y gloriosa” es uno de esos films que hay que ver, disfrutar y sentir en pantalla grande. Una película que recrea un época que ya no esta y que, negocios por medio, difícilmente vuelva.
Vértigo Atrapante filme, en torno del duelo de Fórmula 1 entre Niki Lauda y James Hunt. Para los estadounidenses la Fórmula 1 no es lo mismo que para el resto de los fanáticos del automovilismo del planeta. Ellos están más enfrascados en las 500 millas de Indianápolis y esos circuitos, y, por eso, que Ron Howard se haya fijado en este mundo, y además en el pasado, en la rivalidad de Niki Lauda y James Hunt, es sorprendente. Y además, fueron pilotos austríaco e inglés, no norteamericanos. Doblemente arriesgado. El riesgo es el material sobre el que el director de las excelentes El diario y Apollo 13 -y la soporífera El código Da Vinci- construyó Rush. Basada en la historia real de los pilotos que a mediados de los ’70 llevaron su rivalidad en las pistas hasta fuera de ellas. No importa que el espectador sea o no fierrero para entretenerse. Ni que sepa quién ganó tal o cuál carrera, quién tomó primero una curva o fue primero campeón del mundo, ni nada con la historia o la trayectoria de Lauda y Hunt. Howard grafica -no es de ahora: siempre fue mejor mostrando las acciones que haciendo hablar a sus personajes- el temor por la posibilidad concreta de perder la vida en cualquier giro, en cualquier momento de una carrera haciendo vomitar a Hunt antes de subirse al auto. Técnicamente, la película es impecable. El director de fotografía Anthony Dod Mantle trabaja el color y la composición de la imagen para crear climas y efectos (la carrera bajo la lluvia, en la que la cámara tiembla, se sacude, y los autos parecen brotar de la niebla). Y el montaje es brioso, con cortes rasantes. En un filme con presupuesto apretado para lo que es Hollywood, Peter Morgan, el guionista de La reina y que ya trabajó con Howard en Frost/Nixon, se volvió un pistón importante. Construyó la guerra de egos a partir de los diálogos que los corredores se cruzaron, y lo que dicen de sí fuera de cámara. Lo cierto es que el “papel” de Niki Lauda está mucho mejor escrito y desarrollado que el de James Hunt. Lauda se rige por las reglas, Hunt es un playboy más guiado por el instinto que el cálculo. El agua y el aceite, en una misma pista, con neumáticos a centímetros uno de otro, puede resultar inflamable. Y al ser algo así como un estudio de dos hombres, quienes los interpretan tienen el desafío de volverlo apasionante y sustancioso. Daniel Brühl tiene el handicap de que su personaje, Lauda, ofrece más aristas, y es el más ambivalente de los dos. Puede despertar tanta admiración como compasión, pero nunca pena. Chris Hemsworth, más conocido por “Thor”, es un Hunt visceral, un tipo de una sola línea. Y es el contrapeso perfecto. En síntesis, Howard logra que el espectador se meta, literal y en sentido figurado, dentro de los cascos de los pilotos para desarrollar una historia tan atrapante como vertiginosa.
RUSH: PASION Y GLORIA está planteada desde un lugar narrativo curioso: es la historia de una rivalidad clásica de la Fórmula 1, la que existió entre los pilotos Niki Lauda (Daniel Brühl) y James Hunt (Chris Hemsworth) a lo largo de la década del ’70, para culminar en un campeonato (el de 1976) que se disputaron palmo a palmo hasta la última carrera, temporada que incluye el famoso y tremendo accidente automovilístico del austriaco. Pero lo curioso no es eso, sino la idea del guionista Peter Morgan y el director Ron Howard (reunidos tras la muy buena FROST/NIXON, otra película de rivales) de contar la historia, casi, desde ambos puntos de vista. No hay héroes ni villanos, hay “dos caras de una misma moneda” en una historia que va y viene de un personaje al otro y que deja que sea el espectador el que decida -llegado el caso de querer hacerlo- de qué lado se ubica en esta contienda. Esa estructura, pese a ser algo problemática formalmente (hay momentos en que uno de los dos personajes parece desaparecer de la película por completo), resulta uno de los elementos más interesantes del filme. No necesariamente por el “ida y vuelta” narrativo, sino por una idea casi rara en el cine comercial norteamericano que es la de tener dos protagonistas principales, enemigos entre sí y que jamás son puestos en diferentes escalones de identificación para con el espectador (se me ocurre que FUEGO CONTRA FUEGO, de Michael Mann, procede por caminos similares). Sí, es cierto, el divertido, talentoso, y fiestero Hunt es el más naturalmente “agradable” de ambos, pero seguramente muchos se identificarán con la personalidad obsesiva, profesional y perfeccionista del más famoso (y sufrido) Lauda. Y la película deja esa decisión en manos del espectador, lo cual es un hallazgo. rush A la vez Howard logra narrar las carreras de Fórmula 1 con pequeñas cámaras ubicadas dentro de los autos (cortesía del DF Anthony Dod Mantle, un a esta altura veterano del mundo hiperkinético de Danny Boyle y del Dogma 95), lo que le da una energía y vitalidad a las escenas de carreras, similares a las que se pueden ver en las propias carreras, o en el documental SENNA, inspirador, los propios cineastas admiten, de esta película. En esos momentos uno siente una combinación perfecta entre el enérgico narrador visual que supo ser Howard (ver APOLLO 13 o sus inicios en la velocidad setentosa con GRAND THEFT AUTO) y el estilo más “fly on the wall” de cierto cine realista europeo moderno. ¿Por qué entonces, con todos estos (muy nobles) elementos, RUSH no me termina de convencer del todo? No digo que no la haya disfrutado, sino que pese a hacerlo uno puede sentir -como dice el propio Lauda en una escena- que el motor hace pequeños ruidos en distintos lugares. Tengo la impresión de que no me termina de cerrar la mezcla entre el “realismo visual” (la estética, digamos, naturalista) y el guión más clásico y elaborado en el que las oposiciones se presentan de una manera más altisonante y maniquea. Es como si RUSH fuera una película narrativamente y otra, estéticamente. Rush (1) Howard y Morgan narran de una manera clásica, tradicional, armando paralelos y oposiciones (formales y temáticas) contundentes, forzando la “historia real” a partir de convenciones estructurales del guión: narración explicativa, vidas privadas en paralelo, pintura de personajes en base a una serie de ganchos psicológicos claros (el fiestero vs. el serio, el “natural” vs. el estudioso, el simpático vs. el rico) y un formato que conduce a un final cargado de suspenso. Es un biopic doble, de dos enemigos, pero pese a eso muy clásica. La película, sin embargo, está filmada con un espíritu más moderno y realista (no digamos “dardenniano”, pero sí de la escuela británica “enérgica” de Boyle/Macdonald/Greengrass), lo cual deja en evidencia -o, digamos, banaliza- esas mismas decisiones narrativas más clásicas, tornándolas algo anticuadas. A la vez, esa “modernidad visual” presenta sus propios problemas, ya que en función del impacto y la velocidad se limita bastante la comprensión y ahí es donde una película con un guión más académico como es ésta necesita hacerse fuerte: las carreras no se terminan de entender (la confusión que los propios pilotos tienen respecto al resultado de la carrera de Japón es la misma que uno tiene durante… toda la película), ni la lógica del funcionamiento y evolución de la competencia es muy clara. Al espectador, parece, debería alcanzarle con saber que: a) son muy peligrosas, b) están muy parejos y cualquiera de los dos puede ser campeón. Rush-movie-Chris-Hemsworth-Daniel-Bruhl-Ron-Howard- No quiero con esto decir que es un error intentar combinar distintos universos estéticos y narrativos (Spielberg, “pariente cercano” de Howard, lo ha hecho muy bien en películas como RESCATANDO AL SOLDADO RYAN), sólo siento que, en esta película en particular, una u otra de estas ruedas del auto me hacía algún ruido. De cualquier modo, el coche funciona y avanza velozmente, casi como un modelo de los años ’70, la misma década que la película narra. RUSH parece, en cierto modo, una película hecha en esa misma década. No solo por los motivos obvios (vestuario, arte, música, etc), sino por algunos diálogos y situaciones casi demodé, y por ese tono de viejo noticiero de cámara en mano que por momentos tiene. Al verla, por momentos, sentía que estaba transportándome en el tiempo y viendo la TV de esa época (o documentales como éste que recuerdo haber visto entonces), con el placer y las reservas estéticas del caso. Para los que no la conocen, no tiene sentido arruinarles el placer de descubrir la historia. Para los fans de la Fórmula 1, no hace falta que les cuente lo que ya saben. Eso sí, me llamó bastante la atención el grado de crudeza (¿realismo?) con el que se muestran los accidentes, las operaciones, las marcas y llagas de las competencias, especialmente porque este tipo de películas “para toda la familia” no suele regodearse en ese tipo de detalles cruentos. No entiendo si están como “recordatorios” de la dureza de este deporte (no lo hagan en sus casas, niños!) o si es parte de la estética realista de la película, pero lo cierto es que son bastante fuertes, realzando el tema de que los protagonistas están al borde de la muerte que circula durante toda la película. Vean RUSH, disfrútenla. Es divertida, ágil, entretenida. Yo la disfruté también. El problema es que no puedo evitar pensar como si fuera uno de los mecánicos obsesivos de la escudería…
Ron Howard, dirige este entretenido biopic, que está por encima de su filmografía en cuanto a calidad actoral, técnica y escénica, un filme que avanza al ritmo de un fórmula 1, cargando el relato de tensión y dramatismo. Magníficas interpretaciones de Chris Hemsworth y Daniel Brühl, ambos pilares de una historia apasionante, que de ninguna manera resulta elitista y que atrapa desde el primer fotograma.
Ron Howard se mete nuevamente en una historia real para tirarle condimento y contar que y como paso. Rush nos cuenta la historia de Niki Lauda y su “frienemy” James Hunt. ¿Llega a lo mas alto del podio esta película, o choca a 300km/h en una curva? AFICHE VS. REALIDAD No se confundan con los afiches, no se dejen engañar. Si bien Rush nos cuenta un fragmento en la vida de Lauda y Hunt, no lo hace por igual. Rush es mas la historia de Niki Lauda que la de James Hunt, pero obviamente Hemsworth atrae mas gente que Bruhl, por lo que los posters tienen como protagonista a Hemsworth o a ambos con Bruhl en segundo plano. EL ABURRIDO DRAMA DE LOS DOMINGOS FIERREROS Si bien se que muchas personas y muchisimos argentinos son fanáticos de los fierros, y los domingos almuerzan sus pastas mirando y comentando las carreras, les comento que no es mi caso. Nada me aburre mas que una carrera automovilística, por lo cual incluso llegue a pensar que no era el integrante de Alta Peli indicado para ver Rush. Si bien conozco la historia de Lauda, porque ante todo es una historia de vida, no importa la disciplina que haga, el resto no lo conocia, por lo cual para mi todo lo que vi fue nuevo, los puntos, las carreras, los campeonatos, el choque y demas. Y eso jugo a favor. No asi los primeros 30 minutos del film que me aburrieron a mas no poder. Quizas son los minutos que necesite para acostumbrarme al mundo en el cual me estaba sumergiendo. ¿Por que no me paso esto con Días de Trueno? Porque Días de Trueno es de carton y bien holywoodezca y Rush es mas realista. SHELDON COOPER VS CHARLIE SHEEN La historia esta muy bien contada, y arranca desde que ambos corredores se ven las caras por primera vez en Formula 3. Lauda es una especie de robot a lo Sheldon Cooper, y Hunt muy a lo Sheen se “acuesta” (por decirlo suavemente) con cuanta mujer se le cruce por el camino, y se toma hasta el agua de los radiadores. Desde esta premisa partimos con la base de la competencia. Alguien serio que se rompe el alma, que hace los deberes, que come vegetales y se acuesta temprano, contra un tipo que “maneja bien” y no sabe en que día vive. Les repito, asi están presentados en la pelicula, mis queridos amigos fierreros, no me cuelguen si digo alguna herejía. Rapidamente, estos dos corredores se convertiran en sus nemesis. (Aunque gracias a la narracion de Lauda, sabemos que en realidad la “pica” nunca fue tan asi). La historia narrara su llegada a la Formula 1, dos campeonatos con diferentes finales, (no me corran con los spoilers, que esto es histórico), y como cada uno sale de esos campeonatos, tanto fisica como espiritualmente. RON SABE LO QUE HACE Si bien la pelicula no la rompio en la taquilla en Estados Unidos, no es porque sea mala, todo lo contrario, es una gran pelicula, sino que el tema es que Ron eligio una pasión que realmente no es de multitudes. Si bien tiene su nicho, es evidente que hasta ahora, a dos semanas de su estreno en Estados Unidos esto se hace patente, ya que aun no cubrio el presupuesto inicial. Aun asi, la pelicula brilla por todos lados. Visualmente es maravillosa, tanto en las escenas de carreras como en escenas “de a pie”. Ambos actores estan correctos, destacándose Bruhl como Lauda, quien hace un trabajo excelente. Hemsworth hace de rubio carilindo y despreocupado, papel que cualquiera puede hacer sin problemas. Algo para destacar es la musica y la ambientación de sonido. Ambas son realmente geniales, creando una atmosfera mas que necesaria para una pelicula que trata este tipo de deporte. ESA RUBIA DEBILIDAD YANQUI Si bien, esta pica entre ambos fue real. Ron Howard se ocupa de dejar bien parado a un tipo de practicas tan despreciables como el Hunt de la pelicula, (que les repito, no se hasta que punto es parecido al Hunt original). Es mas para graficarlo, tengo que dar como ejemplo parte de la resolucion de la pelicula. Es SPOILER si no saben nada de automovilismo, pero un dato historico si saben de fierros, por eso lo pongo. Es como lo que paso con Apollo 13, sabemos que volvieron sanos los tipos, asi que si se los contaba antes no era tan spoiler. ***SPOILER*** James Hunt, sale campeon del mundo gracias a que Lauda estuvo dos carreras hospitalizado y luchando por su vida, y gracias a que se retiro en la ultima carrera. Aun asi, con TRES carreras de ventaja para sumar puntos sale campeon por UN punto arriba de Lauda y lo festeja como si hubiera salido campeón de punta a punta. ¡VERGONZOSO! Y esto lo digo desde el mas estricto sentido deportivo. El tema es que es Howard el que ensalsa esa victoria, de un tipo irresponsable, irrespetuoso, y mal ganador, haciendo quedar al “rubiecito” como un winner total. ***FIN SPOLIER*** Aun asi, la pelicula sale ganando en otros aspectos mas importantes, quizas desde lo historico de dar a conocer una disputa tan apasionante como la que ocurrio entre estos dos grandes corredores de Formula 1. Y por sobre todo la historia de Niki Lauda y su fatidico choque par su posterior increible recuperacion. DOS NOTAS AL PIE 1) En cierto momento de la pelicula se nombra obviamente a Carlos Reutemann quien hubiera sido el reemplazo de Lauda si no hubiera vuelto a las pistas, se ve de refilon el auto de el, y se come una tremenda gastada de parte de Lauda, pero no esperen mas de nuestro compatriota. No van a ver patillas. 2) Apelo como nunca a nuestros lectores, a que comenten, sobre todo a aquellos amantes de los fierros y familiarizados con lo que esta pelicula nos muestra a que sumen sus voces y dejen comentarios, para que se expandan sobre lo que aqui les conte, o simplemente para que me corrijan a mi o a Howard en cualquier inexactitud que pudiera haber. CONCLUSIÓN Si bien, no es mi tipo de pelicula, si debo concluir que esta realmente muy bien. Carreras, autos, mujeres, alcohol, y tanos apasionados por Ferrari. Un elenco mas que solido, una banda de sonido realmente increible y una dirección correcta hacen de Rush una pelicula digna de ser vista. Quienes no sean “del palo” quizas en un principio se sientan afuera, pero una historia de vida como la de Niki Lauda merece ser conocida. Los fanaticos fierreros creo que estarán mas que conformes, y les recomiendo mancharse las manos con combustible antes de entrar a la sala, porque creo que del mundo del automovilismo lo unico que les va a faltar en durante la proyección, sera el olor a nafta esperando a ser quemada por un motor rugiente. - See more at: http://altapeli.com/review-rush/#sthash.zFlifW99.dpuf
La importancia de un rival de respeto Las películas sobre carreras de autos no son muchas, pero cuando son buenas, son extraordinarias. Es un genero difícil, ya que a diferencia de otros ejemplos de cine sobre deportes, tomar en serio el asunto de las carreras de autos torna siempre a algún tipo de drama existencial. Los films de corredores pueden ser tan dvertidas como "Speedway" con Elvis y Nancy Sinatra. En cambio "Grand Prix" de John Frankenheimer o "Las 24 horas de Le Mans" de Lee Katzin (aunque el que manejaba todo era Steve McQueen) partían de una veta trágica tan angustiante que sólo lograban sostener gracias a sus magnificas cualidades dramáticas y visuales. El truco de Ron Howard en "Rush" consiste en empezar la historia enfocando los aspectos frívolos del asunto: el protagonista es un corredor que sólo concibe arriesgar su vida en cada circuito si dedica el resto de su tiempo al sexo, las drogas y el rock & roll, basando su filosofía en que dado que podria morir en cualquier momento, no debería desperdiciar un solo dia de su vida. La aparición de un obsesivo corredor austríaco, feo y antipático, implica que el astro de los autos de carrera encontró su némesis, un auténtico archirrival, como el Pierre Nodoyuna de los dibujos animados. Todo empieza muy divertido, y poco a poco, más lentamente que en cualquier otra película del género, se vuelve espeso y dramático, a la altura de la historia que cuenta. El hecho de que esté inspirada en hechos reales es el otro gran truco de Howard. El verdadero protagonista del film es Niki Lauda, campeón mundial de la Fórmula 1 que pese a haber sufrido un accidente prácticamente mortal, sólo 42 días después ya estaba listo para seguir compitiendo con el carilindo astro James Hunt. Howard retrata a cada uno de sus antihéroes como auténticos bastardos detestables, pero también se ocupa de dejarles algún momento de redención. A diferencia del clásico "Grand Prix" que se centraba primero en las carreras para luego interrumpir la tensión con una mirada a la vida personal de los corredores, Howard cambia la estrategia, empezando por mostrar los conflictos personales durante el primer tercio del film, para luego apretar el acelerador más y más hacia los detalles del insensato campeonato de Fórmula 1 de 1976, competencia con reglas tan delirantes que permitían que un tipo desfigurado y casi dado por muerto pudiera subirse a su Ferrari e incluso volver a correr en condiciones climáticamente imposibles, igual o peor que las que provocaron su accidente. Una vez arreglados los contratos por los sponsors y los derechos de transmisión de la TV mundial, ninguna escudería quería detener semejante negocio. El estilo de drama histórico ya aplicado por Howard a "Apolo 13" se potencia aquí con el énfasis en la rivalidad entre los dos corredores. "Rush" es un drama existencialista fatídico y oscuro, pero luminoso en su idea de la necesidad de tener a mano un rival digno de respeto.También describe la Formula 1 de los años '70 como una especie de obsesión autodestructiva: en un punto Lauda, recién casado, en medio de la más fabulosa luna de miel, se detiene a pensar que "la felicidad es un problema, te hace pensar que tenes algo que perder". La película termina centrándose en la asombrosa historia real de Lauda, y una vez que se vuelve temible en tensión y rápida hasta el vértigo, simplemente atornilla al espectador a su butaca y no le da un minuto de paz. Tiene algún punto débil, como el comportamiento excesivamente redundante del desmadrado Hunt (Chris Hemsworth, el super héroe "Thor", luce casi demasiado contemporáneo), además de cierta simplicidad en la descripción del background que determina la obsesión de los protagonistas. Pero nada de eso importa una vez que Howard lleva al espectador al vértigo de la Fórmula 1, y la actuación del "bastardo sin gloria" Daniel Bruhl como Niki Lauda es memorable (igual que la de muchos personajes secundarios, como Pierfrancesco Favino como el corredor Clay Regazzoni, determinado a humanizar a Lauda). El montaje y el diseño de sonido son excepcionales, y la fotografia se ocupa de que en momentos culminantes los pilotos estén a punto de competir en un verdadero circuito infernal. Un detalle curioso: Carlos Reutemann, el pilto que convocó Ferrari tras el accidente de Lauda, no sólo no sale segundo, sino que tampoco se lo ve aunque sea mencionado varias veces a lo largo de la película. Parece que no es posible hacver un clásico de carreras de autos sin un argentino, dado que en "Grand Prix", junto a Ives Montand y Toshiro Mifune, tambien aparecía Fangio interpretándose a si mismo.
"¿Es necesariamente malo tener un enemigo? ¿Puede ser tu rival, también, tu gran inspiración? Estas son preguntas que deja Rush, un film sobre la Fórmula 1. Pero, también, una historia sobre el ying y el yang". Escuchá el comentario. (ver link).
Brillante producción que refleja una notable rivalidad Ron Howard es el miembro más renombrado de una familia que merece, con justa razón, se le aplique el epíteto de “cinematográfica”. Su padre Rance continúa actuando a la edad de ochenta años, habiendo participado en muchos de los films dirigidos por su hijo (“Cocoon”, “Horizonte lejano”, “Frost/Nixon”, Apolo 13”, “El Grinch”). En los tres primeros también actuó Clint Howard, hermano menor del realizador, quien a su vez empezó su carrera actoral cuando aún se lo conocía como Ronnie. Tenía apenas 18 meses cuando se lo vio en un film olvidable (“Frontier Woman”) pero es de destacar que continuó haciéndolo en títulos más significativos como “Rojo atardecer” (con Yul Brynner y Deborah Kerr) “American Graffiti” y el “El tirador”. Esta última, del gran Don Siegel, fue además la película final de John Wayne en 1976. Al año siguiente debuta en la dirección con “Aventuras sobre ruedas”, donde por única vez actuaron juntos los tres Howard. Para completar el cuadro familiar conviene señalar que su hija Bryce Dallas Howard también alcanzó cierta celebridad en “Manderlay” de Lars von Trier. “Rush, pasión y gloria” es su opus 22 y está entre lo mejor de su vasta producción, donde destaca “Mente brillante”, que ganó el Oscar a mejor film y director en 2001. Está basada en la histórica rivalidad entre Niki Lauda y James Hunt, dos grandes pilotos de Fórmula Uno en la década del ’70. Luego de una fugaz escena inicial ambientada en el muy peligroso circuito de Nurburgring, en la dramática carrera del primero de agosto de 1976, la trama retrocede seis años. Se los ve a Lauda (Daniel Bruhl) y Hunt (Chris Hensworth) en sus comienzos en Fórmula 3, que es donde empezó la pugna. Mientras que el primero, de origen austriaco, llevaba una vida ordenada y sin desbordes su par inglés gustaba de la noche y las mujeres. Dicho contraste está muy bien reflejado incluso a nivel de sus respectivas parejas. Alexandra Maria Lara interpreta a Marlene (nota: fue su esposa durante 21 años de casado) que lo acompañó en momentos difíciles. Olivia Wilde es Suzy Miller que estaba cansada de las infidelidades de Hunt y tuvo un sonado affaire con el actor Richard Burton, quien estaba aún casado, por segunda vez, con Elizabeth Taylor. Lauda había sido campeón con Ferrari en 1975, mientras que Hunt harto de correr con Hesketh se pasó a Mclaren a fines de dicho año. La mayor parte de las dos muy disfrutables horas que dura “Rush” transcurre en el año 1976 y casi todas las carreras de dicho periodo han sido recreadas. El esfuerzo de producción es notable logrando que el espectador se sienta inmerso en las feroces competencias donde hasta se menciona en una oportunidad a nuestro compatriota Carlos Reutemann (Monza). Para quien no conozca los detalles de las carreras de la Formula Uno de 1976 la película se convertirá en un verdadero thriller desde la primera competencia en Brasil (Interlagos) hasta la final en Japón, pasando por la dramática situación vivida en Alemania con que se inicia el relato. Los memoriosos y los entusiastas del automovilismo apreciarán en cambio la precisión de numerosos comentarios a lo largo del metraje. Tal el caso de la frase que pronuncia Hunt al inicio al afirmar que “cuanto más cerca estás de la muerte, más vivo estás”. O la que su competidor expresa al poco tiempo de casarse: “la felicidad te debilita cuando tienes algo que perder”. Todo ello se resume en el saludo cómplice que ambos dedican al otro desde sus respectivas máquinas, poco antes de iniciarse el último Gran Premio en Japón, cuando Lauda le llevaba apenas tres puntos de ventaja a su bravo rival.
El delicado sonido del trueno Desde un antiguo asfalto aparecen dos adversarios. Uno es una bestia desbocada, el otro, un calculador inclemente. El primero se llama James Hunt y vive como si fuera el último día, el otro, Niki Lauda, un hombre cerebral que pareciera desapasionado. Este duelo de pilotos es el que Rush: Pasión y Gloria, con una profundidad meramente espectacular, aviva frente a nuestros ojos. Rush es el regreso del director Ron Howard a los 70 luego de Frost/Nixon (2008), y confirma que volver el tiempo atrás a sus días felices, lo hace sentir cómodo. En este caso cambia la competencia verbal y política por uno deportiva (aunque toda competencia en algún punto es deportiva), y suma a esta rivalidad de temperamentos la de naciones, una vieja Austria (Lauda) leída como de corazón Alemán, e Inglaterra (Hunt). Lauda es la imagen del impasible trabajador, lo suyo es la construcción: de su vida, su carrera y sus autos) Su físico endeble junto a un rostro de roedor no le da una ventaja social, y su apática sinceridad, tampoco ayuda. Pero como él dice, es el mejor de todos. Hunt, de rubia cabellera, es pura testosterona. Impulsado por la pasión (porque el corazón es patrimonio de ambos) y la búsqueda de adrenalina, vive el deporte para que fluya a toda velocidad. En el rol del primero está interpretado por un sorprendente Daniel Bruhl (el “héroe” nazi en la Bastardos Sin Gloria de Tarantino), y en el rol de Hunt, el dios del trueno en persona, la mole Chris Hemsworth (Thor, La Cabaña del Terror). Entre sus diferencias de vivir, y afianzado en la competencia, es desde donde se puede disfrutar este film. Howard es uno de esos directores que conforma la “industria” hollywoodense. Durante los noventa (y un poco más) tuvo su época de gloria. Apollo 13 y Una Mente Brillante fueron las que le dieron un prestigio no del todo convincente. Por más que sus films sean reconocidos, uno suele notar una ausencia de pasión en lo ve en pantalla. Las adaptaciones de las novelas de Dan Brown (El Código Da Vinci, Ángeles y Demonios… y se viene una tercera que no me interesa recordar) muestran su conformidad con Hollywood. Pero fue en Frost/Nixon (2008), un film con un gran Frank Langella haciendo de Nixon y a Michael Sheen como David Frost, donde retomaba un espíritu cinematográfico, no descubría la pólvora pero la hacía encender. En este caso, a pesar de él maniqueísmo y ausencia de profundidad de personajes (principalmente las mujeres, que son pura reacción a sus partenaires masculinos), Howard logra hacernos sentir la competencia, con dos tipos que parecieran surgidos de la partición de un mismo ser humano. Dejando expuesto el ser humano en dos furiosos reversos. En ese choque de personalidades cada uno resignifica la vida del otro. Difícil no desear ser Hunt, puro carisma, sexualidad y vitalidad. Por eso Lauda se transforma en el héroe sin manto, porque su camino resulta más difícil, arduo de querer por su antipático carácter, pero con alma de campeón. Tanto los corredores como las carreras logran la atracción del espectador, no podemos dejar de ver a Hunt y Lauda, así como tampoco podemos decantarnos solo por uno de ellos, y menos desatendernos de la competencia donde cada curva puede sellar el destino de los pilotos (y más si uno desconoce los detalles de la historia). El mérito de Howard es lograr que vivamos esa pasión automovilística, y que el film vuele ante nuestra mirada.
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Un vértigo lleno de glamour El filme de Ron Howard narra la rivalidad entre el que luego sería Tricampeón Mundial de Fórmula 1 (F1), Niki Lauda y James Hunt, que no sólo fue piloto de carreras, sino comentarista automovilístico de televisión. Cada uno representaba una escudería líder: Lauda, a la Ferrari, Hunt a la británica, Mc Laren. "Rush, pasión y gloria" se ubica en la década de 1970, cuando la Fórmula 1 estaba en todo su esplendor y presentaba un mundo de glamour y sofisticación en el que el automovilismo tenía un puesto de honor. Esos grandes pilotos del mundo, de personalidades opuestas, concentraban, sin embargo, la adrenalina del riesgo y para ellos también su profesión parecía descontar la inclusión de la muerte. UN PRECEDENTE La película permite meterse en ese mundo de la vertiginosidad, donde pueden convivir con igual furor un amante del placer y el riesgo como James Hunt (Chirs Hemsworth) y un obsesivo "señor del método" llamado Niki Lauda (Daniel Brühl). Con el abrumador referente de la recordada "Grand Prix" (1966) de John Frankenheimer, la música de Jarré y figuras como Yves Montad y James Garner, el director Ron Howard, se lanzó al mundo de los motores y al delirio de la velocidad, enquistado en ese fervor cercano a la muerte, pero inusualmente vivo, que reviven los seguidores de ese deporte y sus admiradores. Capaz de lidiar con la esquizofrenia de un Premio Nobel ("Una mente brillante"), Howard sorprende con una historia profunda, que describe la pasión de dos antagonistas y el mundo común que los enfrenta. EN LOS BOXES El vértigo de dos personalidades fuertes se hace simbiosis en ese filtro de las carreras filmadas como los dioses, recurriendo a lo real y lo virtual, sumado a la intimidad de los boxes y la temporada en que Niki Lauda "murió y renació" en Nurburgring (1976), en un accidente que destrozó parte de su cuerpo y su rostro, pero que no fue obstáculo para que, menos de un mes y medio después, volviera al furor de los motores y las pistas del mundo. "Rush, pasión y gloria" reúne un interesante y multiestelar equipo con el australiano Chris Hemsworth, alejado de su papel del carilindo "Thor", convertido en el atractivo James Hunt y Daniel Brühl, como Niki Lauda. Junto a ellos se destacan Olivia Wilde, como la mujer de Hunt y Alexandra Maria Lara, como Marlene Lauda.
"Mi nombre es Niki Lauda. En el mundo de las carreras se me conoce por dos cosas. La primera, por mi rivalidad con él, James Hunt; y la segunda, por lo que ocurrió el 1º de Agosto de 1976, cuando persiguiéndolo en la pista, tuve un accidente", narra en voz en off Daniel Brühl, el actor que encarna al piloto austríaco campeón de la Fórmula 1 en tres ocasiones (1975, 1977 y 1984) en la más reciente película dirigida por Ron Howard ("Apollo 13", "Una Mente Brillante", "El Código Da Vinci"), la cual recrea la época dorada -pero también la más peligrosa- de la categoría reina del automovilismo mundial en tiempos en los que un promedio de tres pilotos por temporada perdían la vida. Escrita por Peter Morgan ("Frost/Nixon: La Entrevista del Escándalo", "La Reina"), la trama (cuyo guión está muy bien estructurado) se centra en los legendarios enfrentamientos entre el propio Lauda y el británco James Hunt (papel interpretado por Chris Hemsworth), dos personalidades muy distintas con estilos de vida muy diferentes. Uno es un metódico estratega con conocimientos de ingeniería automotriz y reservado; el otro, carismático y telantoso, pero arrogante. Todo un playboy al que le encantaba estar de fiesta y divertirse con las mujeres bebiendo alcohol, fumando cigarrillos y consumiendo sustancias ilegales. Pero hay algo que ambos tenían en común, además de la adrenalina que genera la velocidad: el haber desafiado a sus padres (ambos pertenecían a familias adineradas) dejando de lado el estudiar una carrera de grado para dedicarse a ser pilotos y abrirse camino hacia la F1. Hasta llegar al hecho que cambió de cierta manera la vida de Lauda (el accidente -casi fatal- que sufrió en el circuito de Nürburgring, Alemania, en el cual sufrió severas quemaduras de tercer grado en su cabeza y cuerpo), "Rush - Pasión y Gloria", si bien se desarrolla tomando como eje toda la temporada de 1976, va llevando al espectador desde los comienzos de ambos, jóvenes novatos, en la Fórmula 3 hasta sus respectivos primeros pasos en la máxima categoría. Mientras Lauda comenzaba en el equipo BRM, donde conoce a su compañero Clay Regazzoni (papel a cargo de Pierfrancesco Favino), Hunt es contratado por Hesketh Racing. Más tarde, Lauda se une a la Scuderia Ferrari y Hunt logra conseguir un puesto en McLaren. Pero el film no sólo se dedica a mostrarnos sus colisiones dentro de las las pistas; también le dedica parte del metraje a sus vidas privadas. Mientras los dos corredores se exigen hasta el punto máximo de su resistencia física y psicológica, el británico se casa con la modelo Suzy Miller (Olivia Wilde), mientras que el austríaco desarrolla una relación con Marlene Knaus (Alexandra Maria Lara). La recreación de época es formidable. Comenzando por el diseño de producción (una combinación de locaciones reales y CGI), vestuario y accesorios, pasando por los aspectos técnicos, entre los que se destaca la fotografía, de tono lavado, a cargo de Anthony Dod Mantle, quien utilizó algunos lentes de aquellos tiempos. Por su parte Mark Coulier ("La Dama de Hierro"), logró un trabajo con prótesis tan acertado que, aún en primeros planos, pueden verse las cicatrices de las quemaduras. Por todo ésto y mucho más (las actuaciones de Hemsworth y Brühl son perfectas), Howard logra, de una manera muy verosímil, transportarnos no sólo a la década de los 70 sino a aquellas carreras que no contaban con los avances tecnológicos que existen en la actualidad, en las cuales los pilotos arriesgaban absolutamente todo para ser campeones, prácticamente sin margen para el error. Así, logra contarnos la historia de dos hombres con grandes fallas y conflictos internos que competían uno con el otro, no sólo para ganar los grandes premios, sino para superarse entre sí. Su rivalidad los llevó a ser hombres más completos, al empujarse uno al otro a mejorar no sólo dentro de las pistas sino también fuera de ellas. Entretenida, fascinante, vertiginosa y adrenalínica... eso es "Rush - Pasión y Gloria".
Lucha de egos sobre ruedas Ron Howard, uno de los realizadores mas reconocidos del cine mainstream (Una mente brillante, Ángeles y demonios, El Luchador), es el responsable de esta biopic que logra un marco dramático interesante dentro de la vida de sus protagonistas más allá de apegarse a los detalles reales, y al mismo tiempo hacer que el espectador vibre con cada nuevo desafío de sus protagonistas. Rush recoge el histórico combate entre dos leyendas de la FORMULA 1, James Hunt y Niki Lauda. Dos hombres radicalmente opuestos tanto física, moral, intelectual y socialmente hablando, cuya rivalidad automovilística trascendió lo comercial, mediático y personal. El film cuenta el inicio en el mundo de las carreras de los dos pilotos y sus particulares rasgos, para centrarse luego en el campeonato de Formula 1 del año 76, en donde ambos personajes lo darán todo por superar al otro. Una rivalidad que los motivará a llevar su carrera y su vida al límite sólo para superar a su contrincante. Howard logra retratar muy bien las personalidades opuestas de estos dos pilotos que, con sus meritos y sus defectos, ganan rápidamente la empatía de un espectador al que le costará discernir entre el héroe y el villano. La química entre Chris Hemsworth, interpretando a un piloto innato, arrogante, impulsivo e irresponsable que lleva una vida plagada de excesos, y Daniel Bruhl, en el papel de un Niki Lauda racional, metódico, serio y con un conocimiento abrumador de los autos, contribuyen mucho al desarrollo de dichos personajes. Más allá de algunas escenas, que explican una y otra vez lo que resulta más que evidente, Howard, el film consigue un equilibrio perfecto entre las escenas dramáticas y de suspenso con secuencias de acción en la pista que cautivan al espectador. El look retro, numerosas texturas de todo lo que lo acompaña en las pistas de carreras, un original montaje con múltiples encuadres que da la sensación interna del corredor de autos y un excepcional trabajo de sonido, emociona y entretiene dejando al descubierto una lucha de egos que se volvió una tragedia de las más legendarias del deporte internacional.
El 12 de abril de 1981 fui al Gran Premio de Formula 1 disputado en Argentina. Bah, se supone que fui. Era apenas un niño y mi vieja me llevó al sector lejano del curvón Salotto. Jacques Laffite se despistó con su Ligier y fue a dar con los guardrrails. Cuando salió de su coche, cientos de personas se acercaron a mirar el coche de cerca. Mi vieja apenas retomaba la respiración: el piloto estaba vivo. Eran otros tiempos y así lo enseña Rush, pasión y gloria, el film de Ron Howard que se estrena por estos días. En aquellos años, salir a pista con un F1 era mojarle la oreja a la muerte. Pero no solo las condiciones de seguridad eran otras. También el mundo y la vida social eran distintos. Y eso es lo que el director de J. Edgar plantea desde el minuto uno de su flamante estreno: un auténtico viaje. Pero Howard no se conforma sólo con hacer de Doc Emmet Brown. Por medio de la efímera rivalidad Niky Lauda-James Hunt, la película bucea entre dos visiones de vida antagónicas que son las que le dan, a otra película de carreras, una dimensión significativa. A ver: el historial de la Formula 1 resguarda para Lauda un sitial privilegiado: tres veces campeón, genio del automovilismo. James Hunt, en cambio, tuvo una gloria fugaz cuando alcanzó su único título en 1976, obtenido por la imposibilidad de Lauda de correr varias carreras, por el terrible accidente en el viejo Nurburgring. Ése es el año que toma Rush, pasión y gloria para hacer un film impresionante e inolvidable. Howard no pretende ensayar sobre F1. Estadistas y fans tomen la película como lo que es: una ficción. El guión acomoda los datos verídicos para tejer una línea narrativa donde dos son los objetivos expresivos a alcanzar. El primero es trazar dos personajes que resultan contrapuntos perfectos. Chris “Thor” Hemsworth interpreta a un desaforado James Hunt. Velocista innato, fachero, mujeriego y borracho, va por la vida a mil por hora (metáfora cursi pero, convengamos, oportuna). Daniel Brühl, el hijo de Good Bye, Lenin, es un Niki Lauda desarrollista, horrible, gélido y ultraprofesional. Entre los dos se desata un duelo personal que viene desde las inferiores. Ambos van por la gloria. Pero sus búsquedas son distintas. Y quizá lo sean también, a largo plazo, sus objetivos. Esa postura es el background dramático que le da sólidos cimientos humanos al film. Y después está el otro drama, claro. Para muchos cero-humano, pero cómo no llamar escenas dramáticas a las brutales secuencias de carreras en un época suicida del automovilismo. La vivacidad y el realismo de las escenas de pista son el otro objetivo expresivo que Howard supera con creces. Sin exageraciones, Rush, pasión y gloria es un film imperecedero sobre tiempos románticos e irremediablemente idos (para mejor, pero cómo evitar la nostalgia). Otra que Volver al futuro, el cine volvió a hacerlo: autos de lata, motores potentísimos, circuitos semi-selvas sin nada de seguridad, muertes a menudo, dinero, siempre el cochino dinero. Y los gatos. Dicen que sólo las cucarachas podrían sobrevivir al desastre nuclear o al viaje en el tiempo. Howard tiene otra teoría. Mientras existan autos rápidos y dinero, los que sobreviven son los gatos.
La historia como materia prima Rush: Pasión y Gloria cuenta con una ventaja de antemano que no todas las películas tienen: una estupenda historia para contar. Es casi obvio decir que las hazañas deportivas tienen ese toque especial que las hace particularmente atractivas pero también es cierto que no siempre el cine les hace justicia, ya sea porque algunas veces las historias se cuentan mal o porque muchas veces las proezas, sean del deporte que sean, parecen ser la misma en la pantalla de cine. Rush: Pasión y Gloria se destaca pues en ambos aspectos, tanto desde su espectacular producción como desde el enfoque narrativo, sin dudas diferente a lo que solemos ver. Porque aquí lo que se cuenta es la historia de un Campeonato Mundial de Formula 1, pero el realizador Ron Howard no elige un protagonista sino que propone a dos coprotagonistas en paralelo, sin que ninguno sea héroe y ninguno sea villano, logrando así una narración más fluida y menos convencional...
Amigos son los enemigos. Quienes gusten de la Fórmula 1, sabrán que el duelo entre Nikki Lauda y James Hunt fue uno de los más grandes de la historia del automovilismo. Por un lado teníamos al centrado austríaco, profesional, obsesivo y con su vida dedicada a ser el mejor. Por el otro, en cambio, estaba Hunt, el playboy inglés que dedicaba su vida al alcohol, las fiestas y, sobre todo, las mujeres, pero que tenía una forma de manejar tan audaz que lo catapultó rápidamente a las grandes categorías, pese a su estilo de vida. Ron Howard toma esta rivalidad para presentarnos una película desde ambos puntos de vista. No es una biopic sobre ninguno de los dos en particular, sino que toma una fotografía de un momento puntual en donde sus vidas se cruzaron, desde que se conocieron fuera de las pistas de la Fórmula 3 hasta el retiro de Hunt, con -obviamente- el feroz accidente que casi le cuesta la vida a Lauda como centro de la película. Chris Hemsworth y Daniel Brühl interpretan a Hunt y Lauda respectivamente, y sus actuaciones no tienen una sola mancha. El carisma de Hemsworth avasalla, y realiza el mejor trabajo de su carrera gracias a un personaje que le queda como guante; mientras que Brühl brilla gracias al apático Lauda, de acento raro, malos modales y poco carisma. Pero el poco carisma está tan bien impostado por Brühl que termina teniendo un magnetismo extraño, que nos deja en un lugar de amor-odio muy interesante. Pero la verdadera protagonista es la relación entre ellos, una mezcla de odio visceral con admiración, los típicos frenemies que tanto nos gusta ver en pantalla, que es el eje que mantiene en pie esta historia. Técnicamente, Rush: Pasión y Gloria es excelente. Tanto el material de archivo que lograron restaurar como las nuevas tomas que hicieron de la Fórmula 1 de los '70, con autos nuevos y reales girando en los circuitos, aunque también hay, por supuesto, una buena ayuda del CGI. Lo único no-tan-bueno que puede subrayarse de Rush son los saltos temporales que se hacen con ayuda de montajes con imágenes de carreras reales. Si, es genial ver eso en pantalla grande, pero los saltos en la historia nos dejan con ganas de ver un poco más de lo que sucedía allí. Pero claro, es entendible porque son años y años para adaptar, y Peter Morgan logró escribir un libro que transmite todo lo que hay que transmitir para sumergirse en esos años locos de las carreras. Posiblemente Rush sea una de las películas del año, y aunque no se la perfila tanto para la temporada de premios americana, si podría ser una gran protagonista en los países en donde la Fórmula 1 tiene peso. @JuanCamposTw
Caballeros de las pistas Las panorámicas sobre un cielo nublado seguidas por un plano detalle del ojo de Niki Lauda abren Rush: pasión y gloria, de Ron Howard. En esa distancia sin transición que va de las nubes al parpadeo se cifra formalmente la suerte de quien está al volante en un coche de Fórmula Uno: el estado del vehículo, la concentración mental y la velocidad de reflejos no son suficientes frente al azar y el riesgo. Un desperfecto técnico o un poco de lluvia convocan a la muerte. Ya al comienzo la voz en off del extraordinario piloto austríaco informa: "25 pilotos… Cada año mueren dos". Un poco después, James Hunt, en plena acción erótica le explica a una de sus amantes: "Cuando más cerca estás de la muerte, más vivo te sientes". Una lectura freudiana no está de más en Rush, pues la pulsión de muerte merodea la vida anímica de los personajes, aunque el atractivo de este noble y por momentos apasionante filme de Ron Howard pasa por otras coordenadas simbólicas. Todo empieza en un día clave en la carrera de los pilotos: 1 de agosto de 1976, en el Gran Premio de Nürburgring. El campeón Niki Lauda piensa que, dadas las condiciones climáticas, la carrera debe suspenderse. Más tarde sabremos que, por votación, Hunt y otros pilotos apoyaron la decisión contraria. Ese día, Lauda ardió más de un minuto y medio. Seis semanas después, casi como si se tratara de un milagro, el corredor, que había sido reemplazado en Ferrari por Carlos Reutemann, volvió a las pistas. Y los dos pilotos llegaron cabeza a cabeza al Gran Premio de Japón. Extraña película la de Howard, pues podría haber sido un panegírico del machismo asociado al fetichismo por los autos y un mero pasatiempo. El impacto visual de las secuencias de carreras responde a un montaje perfecto, solidez formal acompañada por las interpretaciones de Daniel Brühl y Chris Hemsworth como Lauda y Hunt respectivamente. Virtudes indudables de la película, pero no es sólo ahí donde reside su fuerza. Como en Frost/Nixon, Howard trabaja sobre la tensión de un enfrentamiento, aquí de temperamentos (y escuderías): el puritanismo obsesivo del austríaco en contraposición con el simpático hedonismo irresponsable del británico marcan los diálogos y las acciones. Pero no todo es lo que parece: si bien la adversidad caracteriza su cotidianidad, los enemigos están unidos frente al peligro y secretamente se necesitan. Alianza inesperada frente a la finitud: el adversario es un camarada que sostiene una pasión solitaria que supera la prudencia racional. Los últimos cinco minutos son, en ese sentido, sorpresivamente conmovedores: hacen su aparición los verdaderos caballeros de las pistas y se revela por otros medios por qué lo que hemos visto remite, más que al género deportivo, a una aventura existencial.
A fondo y hacia la gloria Buena película sobre automovilismo, el deporte que mejor aprovecha el cine. Se mete en el mundo fantástico de la Fórmula 1 a través de la rivalidad intensa y duradera entre dos campeones (aunque Lauda fue mucho más campeón): el austríaco Niki Lauda y el inglés James Hunt. Son dos pilotos absolutamente contrapuestos: Hunt es casi un tiro al aire, un tipo alocado, corajudo, impulsivo, sin disciplina ni planes de largo alcance; Lauda es el otro lado de la moneda, pragmático, estratégico, autosuficiente. La rivalidad había nacido en las competencias juveniles y alcanza su punto culminante en el campeonato de l976, cuando Lauda tuvo el grave accidente que lo dejó desfigurado y Hunt se pudo consagrar campeón. El filme del director estadounidense Ron Howard y el autor inglés Peter Morgan, que habían trabajado juntos juntos en “Frost/Nixon” (otra competencia), es un homenaje a la Fórmula 1, a ese mundo sustentado en la fama y el peligro. Y vemos carreras, pruebas, concentraciones, despistes, accidentes, discusiones, el detrás de la escena de esa galería de estos locos ególatras que en cada vuelta se juegan la vida. “¿Por qué las mujeres aman a los corredores?”, comenta Hunt. “Porque somos tipos que se tutean con la muerte”, y coquetean con ella y la desafían a 250 kilómetros por hora, se responde. El film tiene vértigo, ritmo y mucho nervio, pero flaquea cuando abandona los circuitos y busca retratar la intimidad de estos dos campeones: los diálogos suenan retóricos y demasiado explicativos y no hay sutilezas a la hora de hablar de la irresistible atracción que ejerce la mezcla de adrenalina y gloria. Pero acierta cuando sale a la pista y se mete en los boxes, cuando escuchamos rugir los motores, cuando los vemos transpirar porque saben que un segundo puede costarle el campeonato o la vida. El final vale la pena: Lauda le explica a Hunt que a veces el enemigo te obliga a ser mejor; y que la buena rivalidad es la que logra convertir al odio en estímulo.
Rush forma parte de esa familia de películas encabezada por “Gran Prix” y “Las 24 horas de Le Mans”. Mejor dicho, hijo tardío y oportuno de esa familia que se olvidó hace años de su prole. Valió la pena la larga espera, porque “Rush” es la mejor película sobre la F1 hecha hasta ahora. Y, encima, disfrutable por todos, incluidos aquellos que les importa un comino los autódromos. El desparejo Ron Howard le encontró el pulso adecuado a una historia de rivalidad, de contrapunto continuo, como si fuera un western moderno, con un contexto –los años 70 y el exitante mundo de la Fórmula 1– retratado con genialidad. Y si detrás de las cámaras la cosa anduvo de maravillas, en la acción no se quedaron atrás, con Hemsworth instalado cómodo en los pantalones del mujeriego y seductor James Hunt y Brühl, magistral, copiando cada gesto del antipático Niki Lauda. Dos tipos antagónicos, dos formas distintas de épica. La película pinta el ascenso de ambos pilotos a la cúspide de la F1, dentro y fuera de las pistas. Una mirada romántica y biográfica sobre el peligro, la falta de seguridad, la pasión por el éxito y la rivalidad, a partir de dos campeones, hoy mitos de ese deporte. Mucha velocidad, vistas aéres de míticos autódromos y primerísimos planos de neumáticos chirriando sobre pistas mojadas, y sobre todo una narración sobrecogedora a partir de un retrato tan nervioso y vertiginoso como necesariamente fragmentado.
Cuando éramos reyes Cuando era chico, a principios de los ochenta, tenía un álbum de figuritas de la Fórmula 1. A lo largo de sus páginas se desplegaba un mundo mágico e inalcanzable en el que nombres de pilotos como Didier Pironi, Mario Andretti o Gilles Villeneuve, y de circuitos como Kyalami, Brands Hatch o Interlagos me transportaban a un universo en el que semidioses modernos arriesgaban su vida cada domingo como si nada y lograban que todos los veranos de mi infancia, en vez de estar chapoteando en el mar, me dedicara a reproducir en la arena las pistas de carrera del álbum y a organizar carreras de autos de F1 de plástico (el mío era un Williams de seis ruedas con una cuchara puesta adelante para ganar estabilidad). Poco a poco fui creciendo y la Fórmula 1 de mi infancia se fue desvaneciendo como pompa de jabón, cuando la tecnología se fue adueñando cada vez más del deporte al punto de desparecer casi por completo la influencia de los pilotos en el resultado final de una competición (además, que exista un equipo llamado Red Bull como que quita un poco las ganas de ver la F1, ¿no?). Por suerte, apareció una película como Rush para hacer regresar estos recuerdos que creía perdidos para siempre. Resulta que en 1976, la mayoría de los pilotos eran como James Hunt (Chris Hemsworth, protagonista de Thor), es decir, playboys que en sus ratos libres se jugaban el pellejo corriendo a 250 kilómetros por hora en circuitos que no ofrecían la seguridad suficiente hasta que llegó un ñoño como el austríaco Niki Lauda (Daniel Brül, conocido aquí por ser el protagonista de Good bye, Lenin), un tipo feo, reconcentrado, antipático, estudioso de la mecánica y de los riesgos que conlleva cada carrera y lógicamente, dueño de un estilo conservador para manejar. Todo lo contrario de su archirrival, Hunt, rubio, pelilargo, carilindo, con más talento que dedicación y que, con su modo temerario de conducción, se reía del peligro y que dedicaba el tiempo que tenía entre carrera y carrera para emborracharse, drogarse y acostarse con hermosas mujeres. La verdad es que fui a ver esta película con recelo. Por un lado, el nombre del director Ron Howard me hacía fruncir el ceño, ya que había estado detrás de bodoques como El Código Da Vinci, El grinch y Una mente brillante, y por otro, los estadounidenses son más afectos a categorías automovilísticas que se corren en circuitos ovales como el NASCAR que a la F1, una pasión más europea. Sin embargo, me encontré con un film brioso que, a puro vértigo, relata la historia real de la rivalidad entre dos pilotos diametralmente opuestos tanto para correr como para vivir (nunca tan cierta esa frase futbolera que dice “se juega como se vive”), que acierta en la recreación de los setenta tanto en la fotografía de colores saturados como en el vestuario y que, grata sorpresa en un film hollywoodense, respeta la lengua materna de cada personaje, lo que le suma realismo al relato. El enfrentamiento entre ambos se dirimirá, como corresponde, en la última carrera, en la que Lauda, luego del famoso accidente en el circuito de Nürburgring que desfiguró su rostro, tratará de impedir que Hunt se consagre campeón mundial por primera vez y él, a su vez, retener el título ganado el año anterior. Rush es una película muy disfrutable porque, además de recuperar la fascinación infantil por el vértigo y la velocidad, haciendo aumentar las pulsaciones en cada maniobra arriesgada como si se tuvieran ocho años otra vez, es una épica deportiva en la que no faltan muy buenos efectos visuales, el rugir de los motores, un montaje filoso que redunda en un ritmo frenético y dos tipos que sienten un odio visceral por el otro pero que, como sucede en las rivalidades de este tipo, se necesitan mutuamente.
CARRERAS ERAN LA DE ANTES Rush es la versión cinematográfica de una historia cinematográfica. En la memoria de este viejo fanático de las carreras de fórmula 1 en la década del ’70, Hunt era un corredor mediocre con suerte y buenas relaciones, y Niki Lauda era un gran campeón. La película de algún modo exagera lo que el adolescente que habita mi memoria considera un capítulo menor dentro de una gran etapa de la máxima categoría del automovilismo internacional. ¿Por qué comenzar la nota con una referencia personal? Porque inevitablemente la mirada del crítico como espectador está atravesada por el placer de los autos, los sonidos, los nombres de ídolos pasados y los recuerdos de un tiempo en el que uno deseó intensamente. Todo está dado para que Ron Howard, un director hecho a la medida del cine industrial intrascendente pero rendidor, haga una de las suyas. Un corredor inglés bebedor y mujeriego, que surge de la mano de un aristócrata. El joven austríaco que apuesta toda su herencia a aquello que lo apasiona y conoce, los autos. Uno hermoso y apropiado para el espectáculo. El otro frío, calculador, certero e incapaz de relacionarse con los demás. James Hunt y Niki Lauda llevaron a las pistas el enfrentamiento deportivo como una disputa personal. Casi como una disputa de modelos de vida. Y el mundo del negocio deportivo lo tomó como maná del cielo para vender el espectáculo automovilístico. La cama de uno y sus amores frustrados. El matrimonio del otro y la felicidad plena. El desenfado y el riesgo contra el cálculo y la precisión. Y en medio de eso, el accidente terrible que vivió Lauda, su recuperación y el título mundial en juego entre los dos hombres que sentían que el podio era mucho más que el reflejo de un resultado deportivo. Howard lleva con inteligencia esta mezcla de moralina, drama amoroso y vértigo deportivo. Los actores aportan lo mejor de sí para dar la máscara apropiada a los dos contendientes. El resultado es un muy buen duelo entre los personajes que encarnan, más que una confrontación del trabajo de los actores elegidos. No es una obra trascendente. No alcanza picos de tensión de Apollo XII ni los niveles de desafío de Nixon/Frost, sin embargo atrapa y logra recuperar con muy buena calidad el registro de aquellos tiempos de carreras, donde la vida estaba permanentemente en juego. Una película típica para una historia típica. Rush tiene la particularidad de respetar los modelos clásicos de los registros que recorre. Eso es sin dudas una virtud, incluso para el mediocre cine industrial de la actualidad. Por Daniel Cholakian redaccion@cineramaplus.com.ar
En “Rush, pasión y gloria” (USA, Alemania, UK, 2013) Ron Howard (“Apollo 13”, “Una mente Brillante”, entre otras) logra contar una gran historia de rivalidad y amistad. Asociándose por primera vez al guionista Peter Morgan (“La Reina”, “Frost VS. Nixon”), y tomando como premisa la real pelea que durante los años setenta del siglo pasado tuvieron James Hunt y Niki Lauda, la película es una épica cinta de automovilismo y revisionismo histórico. El campeonato Mundial de 1976 es el marco ideal para que conozcamos los pormenores de la creciente enemistad y competencia de los protagonistas desde la categoría F3 hasta el apogeo de la F1. Dos naciones (Inglaterra VS Austria) enfrentadas en las figuras de Lauda y Hunt, que en la película son interpretados magistralmente por los ascendentes Chris Hemsworth y Daniel Brühl. Todo inicia con el relato de Lauda, ubicándonos en el contexto de su odio casi irracional hacia Hunt para luego cambiar de narrador y posicionarse en un Hunt más relajado que nos introduce en el verdadero mundo del automovilismo. Esta doble identificación se acentuará más adelante cuando Lauda sufra su célebre accidente (en el que estuvo a más de 100 grados atrapado en su vehículo durante casi un minuto). “Los hombres aman a las mujeres pero más aman a los autos”, afirma Hunt, y al ritmo de “Gimme Some Lovin” de los Spencer Davies nos metemos de lleno en la primera de las muchas carreras que Howard plasmará con gran manejo de la adrenalina y la ansiedad. Los cortes, los planos detalles de los motores precalentando, la imagen granulada símil documental, la vertiginosa edición, el calor sobre el asfalto, y el acompañamiento de neumáticos y planos de la pista, desde la misma pista, generan una sensación de estar dentro de una de las carreras. Lauda y Hunt se odian, se buscan, se recelan, comienzan a competir punto por punto mientras sus vidas, completamente antagónicas y opuestas, se van desarrollando. Mientras Hunt sólo piensa en vivir la “vida loca” (le bordan en su mameluco “El sexo es el desayuno de los campeones”), Lauda se autofinancia su ingreso a la F1 (su familia, adinerada, cree que las carreras son sólo para vividores y aficionados) e imagina nuevas estrategias para agilizar sus vehículos. Hunt quiere sentar cabeza, conoce a una de las primeras megaestrellas del modelaje, Suzy Miller (Olivia Wilde) en una carrera, ella le dice sobre su auto “Muy caro para algo tan vulnerable, incómodo y sin protección”, se enamora, y le propone casamiento. Se estabiliza. Lauda hace su parte con Marlene (Alexandra Maria Lara), sabiendo que será lo mejor que podrá conseguir con su fealdad. Se persiguen, se insultan, se recelan, hasta que Lauda tiene su accidente y ahí Hunt cae en la cuenta que ese enemigo lo completa. Hay algunos problemas con las pelucas de los actores y cierta moralina final que atentarían si estuviéramos hablando de otra película, pero como es “Rush…” un gran espectáculo épico, estos dos puntos quedan en el olvido. “El tener un enemigo también puede ser una bendición” afirma Hunt, y nosotros agradecemos por tanta pasión y tanto cine.
La cara de Niki Lauda Hay genios y genios. El director Ron Howard ciertamente no es un genio, ni lo será, ni lo quiere ser. Simplemente: no le interesa el asunto. Más bien pertenece a la clase de directores que sirven para todo. Es el hombre de los mandados. Un empleado de la industria cien por cien, de los que siempre están cuando se los necesita. De vez en cuando, muy de tanto en tanto, resulta que ese director que no es ningún genio se da el lujo de aparecer tranquilamente con un tesoro bajo el brazo. Como habrán adivinado, en esta oportunidad el tesoro se llama Rush: pasión y gloria. Igual que lo que pasa otras veces, ya hay una película con el mismo nombre: Rush, de Lili Fini Zanuck, narraba la historia de una pareja de policías encubiertos, hombre y mujer, que se infiltraba en una organización de narcotraficantes. El malo era el músico de rock Gregg Allman. Los agentes terminaban atrapados por partida doble, enamorados el uno del otro y adictos perdidos a la heroína. El nombre de la película aludía al momento en que la droga se incorpora al torrente sanguíneo al ser inyectada. La película (la única que dirigió Zanuck, una obra maestra) era un policial, pero sobre todo era una historia de drogas. De algún modo, este Rush de Ron Howard también lo es. El director había probado la fórmula, tan americana, “película deportiva” en Frost/Nixon. La película no era de deportes pero se comportaba como si lo fuera, con sus agonistas del título montando un espectáculo de toma y daca lo suficientemente bien ensamblado como para pasar con celeridad al departamento de las películas “bien hechas”, las películas solventes: los actores protagonistas estaban bien. El suspenso, un poco trabajoso pero triunfante. La reconstrucción de época era irreprochable. La lección de civismo, siempre discreta pero contundente. Rebecca Hall, estaba muy bien, lo mejor de la película, aunque no se le viera del todo la cara debajo del flequillo, y casi no tuviera líneas de diálogo, relegada al papel de figurante en esa historia donde lo importante eran un par de tipos que se la pasaban midiéndosela. Rush: pasión y gloria es una película deportiva pero de otra índole. En realidad casi parece pertenecer a otro universo. El del Ron Howard bueno. Dos corredores de autos se odian desde la primera vez que se ven. James Hunt es el disoluto. Niki Lauda es el monje. Eso es el principio, que arranca con el estruendo de los motores y las voces enfáticas de los locutores: la Fórmula Uno como espectáculo trepidante, de una emoción pura, que huele a peligro y a adrenalina. La película empieza en el año 1976, decisivo para Lauda. Después retrocede cuatro años para recorrer desde allí toda la década. Los contendientes están presentados: en su primera aparición, James Hunt camina ensangrentado hacia la enfermería, no porque haya chocado sino porque tuvo una pelea. En medio de la cara machucada le brilla una sonrisa. Uno ve que está loco, parece el personaje de un poema de Apollinaire, que recorre las trincheras como un rey con una venda manchada en vez de corona, mientras respira el aire lleno de pólvora. Hunt es como una estrella de rock, un pendenciero nato al que todo el mundo quiere, especialmente las mujeres. Los expertos en mecánica que lo siguen parecen empilchados en Carnaby Street. Para los que les interese, uno es igual al baterista Ginger Baker. En cambio Lauda está solo, en el ambiente todos le tienen desconfianza, porque sabe de motores más que ninguno y se mete en todo. En una escena muy graciosa, le enmienda la plana al mismísimo Enzo Ferrari y le dice que su auto es una cagada. A sus espaldas lo llaman “rata”. Tanto Hunt como Lauda vienen de un hogar acomodado y se han escapado del mandato familiar de tener una vida “respetable”. Rush: pasión y gloria sigue el recorrido obligado de las películas de deportes, su curva moral. Primero los personajes se detestan con fervor, después se admiran en secreto, se dan cuenta de que se precisan, porque advierten que uno es la contracara del otro, a modo de par necesario. Finalmente se quieren, después de que el tiempo y los golpes colaboren para crear la costumbre del vínculo, su carácter ineludible. Eso en cuanto a la parte de género de película deportiva. Pero además, ¿qué es Rush: pasión y gloria? Ante todo, es una película llena de colores, de música, de emoción, de suspenso. Por momentos sus modales se asemejan a los de una historia de espías de gran presupuesto: cada secuencia es un salto en el tiempo y el espacio, conforme la acción discurre de circuito en circuito y aparecen otro idioma, otros paisajes, otro color local. Los protagonistas son como personajes del jet set internacional, impelidos a representar escenas de glamour y sofisticación para los demás, mientras en el fondo late el misterio de su adicción: al peligro, a la posibilidad cierta de su autodestrucción o vaya uno a saber qué. Si quisiéramos adherir a una proposición muy conocida tendríamos que hablar de “pulsión de muerte”. Como la otra Rush, esta es una historia de drogas y de amor. Como buen artesano, Howard toca todas las cuerdas y le sale casi siempre bien, distribuyendo dosis de una emoción seca, de colores terrosos y tono contenido. En Rush: pasión y gloria no parece haber escenas de transición, porque el tiempo nunca alcanza, y hay que saber usarlo. Cada plano centellea. Cada minuto parece destinado a señalar el estado de tensión que desborda la profesión de los personajes y se derrama sobre los hombros de los actores, como el signo de una maldición o una perseverancia que no alcanza a describirse con palabras. Pero para quien esto escribe, Rush: pasión y gloria tiene además un interés adicional. Durante años en mi niñez me obsesionó una cara: la cara quemada de Niki Lauda después de su terrible accidente en las pistas. Nunca fui demasiado aficionado a la Fórmula Uno, pero entre las sorpresas que me deparó la película mientras la veía hay una serie de nombres: Clay Regazzoni, Emerson Fittipaldi, Jacques Lafitte, Gilles Villeneuve (pilotos), Ferrari, McLaren, Lotus (escuderías), Monza, Interlagos, Mónaco, Nurburgring (circuitos). Todos nombres que no recordaba pero que estaban evidentemente en un rincón de mi memoria, y que fui declinando con facilidad en la oscuridad de la sala. James Hunt no figuraba en mis recuerdos recobrados pero Lauda sí, más que nada como el portador de una cara desfigurada por el fuego, como si fuera un Freddy Krueger que aparecía para asustarme diez años antes de lo convenido. Ahora, gracias al director Ron Howard, que tuvo la gentileza de dejarme ver lo que pasó antes y después del accidente, Lauda dejó de ser una fuente lejana y no del todo olvidada de inquietud para convertirse en otra cosa. Una especie de héroe moral. Hay que ver, en esta película bella y sorprendente, de qué manera vuelven los fantasmas, incluso el que nunca ocupó en mis recuerdos el lugar de tal: con una dignidad delicadamente restituida, ya no bajo el aspecto de titanes de una actividad suicida sino de criaturas de carne y hueso. Como en la escena en la que los dos antiguos adversarios se despiden bajo la sombra de un hangar en un pequeño aeropuerto desierto. A Hunt lo espera su gente –siempre hay un manojo de chicas ruidosas sedientas de aventuras– al pie de una avioneta. Lauda le dice: “Cuidate”. Hunt parece que no se decidiera a partir, una fuerza secreta lo retiene junto al siempre aplomado Lauda. Será la última vez que se vean. Rush: pasión y gloria también es la historia de una amistad que llega demasiado tarde.
Duelo antagónico Emocionante, atrapante y técnicamente impecable. Poco hay para reprocharle a Rush, es que si posee puntos negativos, de un solo visionado no se divisan fácilmente; por el contrario, hay que hurgar demasiado para hallar las falencias de esta aventura que no se limita sólo al mundo de las carreras automovilísticas. Daniel Brühl (Bastardos sin gloria), hace de Niki Lauda; Chris Hemsworth, del lado totalmente opuesto, encarna a James Hunt. Este biográfico apela constantemente al juego antagónico entre estos dos eternos rivales que se vieron las caras por primera vez en Fórmula 3, algo así como las divisiones menores de la gran categoría. Ron Howard idea un film en donde el atractivo principal está puesto en la rivalidad incompatible, en todo punto de vista, entre ambos personajes. El austríaco, incorruptible desde la conducta y la responsabilidad con su trabajo; el británico como hombre de la noche, el alcohol y los excesos. El andar solitario y retraído de Lauda en oposición al flanco amiguero y poblado de acompañantes de juergas de Hunt. La seriedad de Niki y su cautela ante el peligro; la impulsividad de James frente al riesgo, en una permanente cercanía a la muerte que él mismo asocia con la capacidad de hacerlo sentir más vivo y enérgico. Se desafían, se chicanean, ironizan y no dejan de estar pendientes el uno del otro. El hecho de conseguir el campeonato mundial a veces hasta parece quedar chico comparado con el efecto que genera derrotar e imponerse al enemigo. Una historia en la que el vértigo y la adrenalina de las secuencias de Fórmula 1 se condicen con la fuerza que portan los dramas personales y las cuestiones privadas de los corredores. Con la tragedia al acecho y con una increíble similitud en la adaptación de los hechos verdaderos a la pantalla grande, Rush emociona, entusiasma, entretiene y paraliza. La capacidad del director para volcarle crudeza y realismo a las situaciones está tan bien lograda que conmueve incluso a quienes conocen de memoria lo que había sucedido a mediados de los setenta. Dos personalidades. Dos celebridades, tan dispares como carismáticas y competitivas. Cada uno sabe en su interior que necesita del otro, no sólo para odiarlo, sino también para hacerse de un motor que lo motive al crecimiento y a la superación. En el fondo, y más allá de todo rencor y refunfuño, se admiran. Y el espectador agradece, mientras disfruta. LO MEJOR: las interpretaciones. El parecido físico que se obtiene con los reales. Las secuencias de carrera, a puro vértigo. La rivalidad, diálogos memorables. LO PEOR: podría haberse mostrado más acerca de Lauda que de Hunt. PUNTAJE: 8,2
Cuenta la historia de la rivalidad automovilística en la Fórmula 1 entre Hunt y Lauda. Dentro de las películas que muestran el mundo del automovilismo muchos recordaran “Días de Trueno” en 1990, de Tony Scott. A diferencia de la citada, esta se centra en la rivalidad que mantuvieron dos grandes pilotos de Fórmula 1 (el británico James Hunt y el austríaco Niki Lauda) a mediados de los '70, (una época de oro) y el encargado de llevarla a la pantalla grande es el actor, director y productor Ronald William Howard (59) estadounidense ganador del Óscar por “Una mente brillante” (2001). Algunos espectadores conocen parte de la historia de estos pilotos y a otros los ilustrará: James Hunt (1947-1993), piloto y comentarista en televisión, resultó campeón en 1976, además de obtener 10 victorias, 33 podios y 14 pole positions, alguna de sus parejas Suzy Hunt (1974–1976) y Sarah Lomax (1983–1989) y se dice que tuvo relaciones con más de 5000 mujeres; mientras el campeón, Niki Lauda (64), piloto austriaco ganador en 1975, 1977 y 1984. Su primera victoria fue en el Gran Premio de los Países Bajos en 1985; quien en 1976 sufrió un grave accidente en el Gran Premio de Alemania, éste le produjo graves quemaduras que le dejaron marcas de por vida y actualmente es comentarista de televisión. Vemos la gran rivalidad automovilística de la Fórmula 1 entre Niki Lauda (Daniel Brühl, “Bastardos sin gloria”) y James Hunt (Chris Hemsworth, “Thor”, “Thor Un mundo oscuro”), “basada en una historia real” ambos eran procedentes de familias adineradas y hambriento de gloria, uno de Austria y el otro Reino Unido respectivamente, mantenían un reto constante en la pista, esto resulta espectacular, lo épico se refleja en cada carrera, con escenas impresionantes y grandilocuentes, pero también tiene su momento melodramático y llega a emocionar. Las personalidades de cada uno se reflejan en los distintos momentos de sus vidas, James Hunt arrogante, petulante, narcisista, más alocado, algo bohemio, impuntual, alcohólico, un playboy y un aventurero que vomita antes de cada carrera, en cambio Niki Lauda es más reservado, pensante, parco, metódico, un gran trabajador, poco agraciado le decían “la rata”, famoso corredor austriaco que sufrió un accidente en una carrera y a pesar de ese gran obstáculo regresó a las pistas para poder conseguir el título mundial, (este último personaje logra lucirse más). Un film muy bien llevado que mantiene un tono intimista, grandes momentos épicos, pero nunca deja de lado las secuencias de aventura, mantiene el ritmo, estupenda las caracterizaciones, recreación de época y locaciones. Ron Howard sabe darle equilibrio entre la acción y el drama; pone bien a los personajes al frente del relato, da sus tiempos a las secuencias de acción, las persecuciones y los enfrentamientos. Hasta se toma un tiempo para citar al piloto argentino, Carlos Reutemann (71) quien corrió en la Fórmula Uno a partir de 1972 y hasta 1982.
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Los Dos rivales Ron Howard es un laburador de tiempo completo del cine, suma y suma pelis con un desparpajo de temas y casi siempre reúne oficio, profesionalismo, buenas actuaciones y -al menos- aceptables productos. Pudo ir de "Cocoon" a "Una mente brillante", de "Apolo 13" a "El Codigo da Vinci", pero en su filmo sobresale esa apasionante "Frost / Nixon" del 2009, que tanto nos deleitó y que mucho concatena con esta nueva realización, con guión de Peter Morgan, el mismo autor de la anterior dicha. Aquí también el oscarizado director cuenta la electrizante batalla entre dos personalidades reales, esos grandes pilotos de Fórmula 1: el británico James Hunt y el austríaco Niki Lauda. Algo así como el día y la noche, el primero un desbordado, mujeriego playboy en tanto su oponente un ejemplo del absoluto trabajo y meticulosidad que no podía venir ni tan menos ni tan poco con su sangre bávara. La rivalidad feroz que ofrece la película se respira en cada secuencia, se siente en cada mirada, pero también se aprecia el respeto mutuo y las ganas no sólo de superar al rival, sino de mejorarse ellos mismos, puliendo sus respectivas técnicas. El director Howard narra con una muy relevante puesta en imágenes, la dirección de arte y las texturas de los colores, como así muchas tomas y planos nos recuerdan al cine de la década en la cual transcurre el filme: los años 70, a su vez llena de ejemplos del cine de veloces pistas, aquél de "Grand Prix"(1966), "500 Millas"(1969) con Paul Newman, o el fervor de Steve McQueen en "Le Mans" (1971). Chris Hemsworth como Hunt y Daniel Brühl en el rol de Lauda, están soberbios, y suman laburos memorables sin dudas, la belleza increíble de Olivia Wilde como la modelo Suzy Miller, aquella que se dice Hunt rifó al actor Richard Burton por la suma de un millón de dólares, tampoco pasa desapercibida. En lo personal nunca tuve mayor deleite con las competencias de Fórmula 1, ni me interesaron, pero aquí la historia atrapa soberanamente en su apunte cinematográfico, sin dudas un duelo excepcional.
Con la muerte en cada curva Hubo una época dorada en la Fórmula 1 en la que las motores alcanzaron su máximo potencial, dejando muy atrás a las medidas de seguridad. Entre los ‘70 y los ‘80 (algunos podrán pensar que esa era terminó el 1º de mayo de 1994, con la muerte de Ayrton Senna da Silva) los pilotos eran unos aventureros que se jugaban la vida en cada vuelta, en cada chicana, volando en una máquina a 272 kilómetros por hora que en cualquier momento podía perder agarre y estrellarse, incluso en las pruebas de clasificación. ¿Qué clase de hombres son capaces de batirse con la muerte a cambio de un instante de gloria? Ron Howard se encontró con una historia real de esas que tanto gustan (con guión de Peter Morgan, con quien ya trabajó en “Frost/Nixon”), incluso de las que obligan a los actores a ver cómo se movían los personajes en material documental. Una rivalidad alentada por las circunstancias, por la prensa, pero que pudo convertirse en un duelo de caballeros. El piloto británico James Hunt era mujeriego, amigo de las fiestas y los excesos, impulsivo, vivía de instante en instante, sabiendo que podía morir al día siguiente. El austríaco Niki Lauda era metódico, exigente, cuidadoso, calculador de los riesgos y de su capacidad para afrontarlos. Uno murió a los 45 años de un ataque al corazón, el otro está vivo y coleando a pesar de su mítico accidente. ¿Qué podían tener en común? Ambos eran herederos de familias ricas a las que abandonaron para dedicarse al automovilismo, lo único que les interesaba hacer en su vida. Con su límite de sacrificio: uno era incapaz de sostener un matrimonio; el otro pensaba que “la felicidad es tu mayor enemigo. Te debilita. Pone dudas en tu mente. De pronto, tienes algo que perder”. El relato El guión de “Rush: pasión y gloria” va construyendo el devenir de esa rivalidad deportiva desde la Fórmula 3 hasta la máxima categoría. Terminando 1975, Lauda se corona campeón con Ferrari y Hunt se queda sin escudería. Así llegan al crucial 1976: Hunt consigue entrar a McLaren y así igualar el poderío mecánico de los cavallini rampanti de Maranello. Todo estaba dado para un duelo equitativo, hasta la carrera de Nürburgring y el Ferrari en llamas, una carrera que Lauda no quería correr y que Hunt necesitaba para achicar diferencias en el campeonato. Y de allí a la definición del título, con un Lauda desfigurado pero recuperado notablemente, en parte debido a la necesidad de volver a confrontar. Otra de las inteligencias del guión reside en la construcción de cada una de las personalidades a través de los diálogos y los monólogos interiores, con los personajes presentándose a sí mismos y definiéndose a través de ideas fuerza. Howard sabe traducir eso en un relato lleno de intensidad, con la mano de un verdadero piloto: sabiendo cuándo apretar el acelerador, para dar fuerza en los momentos importantes, construyendo el crescendo del tramo final del torneo y “rebajando” para dar calma en conversaciones clave, especialmente en el final. Los rostros Otra de las fuertes apuestas está en el elenco: había que elegir dos duplas, porque la idea también era mostrar a las igualmente contrapuestas esposas de los corredores. La pareja anglosajona se conformó con dos celebridades de los últimos tiempos, que aúnan belleza física y solvencia actoral: Chris Hemsworth (el Thor de las últimas películas) le pone humor y galantería a su Hunt, agregándole sus aspectos más oscuros. Olivia Wilde (la “13” de “Dr. House”) se pone en la piel de Suzy Miller, bonita y madura al lado del bribón. Por el lado de la pareja germánica, se recurrió a quienes tal vez sean dos de las figuras más destacadas del cine alemán de la última década: Daniel Brühl (Good Bye Lenin!, Los Edukadores) torna querible al asocial y maniático Lauda (con el agregado de los característicos dientes del piloto), y Alexandra Maria Lara (“La caída”) encarna sutilmente el acompañamiento y la fuerza de su esposa Marlene. Fuera de esas presencias (y de la tensión hasta física entre los protagonistas, contrapuestos hasta en estatura y rasgos), una de las actuaciones principales es la de Pierfrancesco Favino como Clay Regazzoni (compañero de Lauda en BRM y Ferrari) y, sumando todo su britanismo, Julian Rhind-Tutt como Anthony “Bubbles” Horsley y Christian McKay como Lord Hesketh, diseñador y dueño de la primera escudería de Hunt en la F1. La buena elección del casting y el trabajo de caracterización han logrado buenos resultados en los parecidos; todo basado en una documentación que los observadores podrán notar en vestimentas “públicas” (publicidades, bodas, etc.). Inmersión Pero todo esto no cerraría sin la maestría con la que Howard rueda las escenas de carrera, combinando diversos recursos orientados a transmitir sensaciones físicas: imágenes reales de archivo (o ficcionales que las imitan), el relato de los comentaristas en varios idiomas, la lluvia en cámara lenta, cayendo sobre los alerones y los espectadores; también la visión subjetiva con el cristal empañado, y el segundo de claridad congelado en el que el habilidoso puede esquivar un auto accidentado; o las tomas “artificiales” (un recurso que se viene usando en cine y televisión) en las que se puede ver el fuego de la ignición y el trabajo de los pistones en movimiento. El resultado es cinestésico y envolvente, una sensación mucho más profunda que la de la camarita que hoy pueden portar los coches en las transmisiones. Como dato curioso, se recuerda quién fue el piloto contratado por Ferrari casi desde los mismos boxes de Nürburgring, cuando no había muchas chances de que Lauda volviese: un tal Carlos Reutemann. Estaba listo para debutar en Monza como compañero de Regazzoni, pero Niki reapareció a reclamar su lugar. Ese día corrieron los tres, pero Niki cumplió la promesa de superar al santafesino.
Apetito de destrucción Semejante historia merecía una película. Si todo lo que se cuenta no hubiera pasado, uno podría pensar que el guionista condimentó demasiado la trama. Pero pasó. En 1976, Niki Lauda y James Hunt supieron ser las máximas estrellas de ese circo romano del Siglo XX llamado Fórmula Uno. No podían ser más distintos. Ese austríaco calculador y ese inglés desmedido. Sólo los unía el afán de ser el mejor, y cierto código de caballerosidad que se mantuvo a pesar todo. Y ese todo es mucho. Con la muerte acechando en cada curva uno se siente más vivo. Ron Howard ha hecho cosas buenas y malas, y a esta altura ya está de vuelta y dirige con solidez y oficio más allá de algunos subrayados innecesarios. También es valioso el aporte de sus habituales colaboradores, como Daniel Hanley y Mark Hill, responsables del notable montaje. La fotografía y todos los rubros técnicos también se lucen en su justa medida. Y el duelo de protagonistas remite a una de las mejores películas del director, Frost/Nixon, que también se metía con otra historia que valía la pena recuperar. Este Lauda/Hunt se ampara también en el talento de Daniel Brühl (que debe lidiar con un personaje sumamente contenido y de llamativo parecido físico) y Chris Hemsworth, un actor interesante que logra desmarcarse de ese lugar de galán que automáticamente se le asigna. Amparados en un guión que sin condescendencia muestra sus vicios y virtudes logran transmitir dosis exactas de antipatía y empatía en su rivalidad bien entendida. Rivalidad que tiene su epicentro en agosto de 1976, durante el Gran Premio de Nürburing. Allí se juega mucho más que una carrera, mucho más que la efímera gloria. Dilemas que exceden el marco de lo automovilístico. Cada uno tomará sus decisiones y será consecuente con ellas. Cada uno se creerá más vivo que el otro. Esa pulsión de muerte parece ser un motor más confiable que los que impulsan las máquinas que a puro vértigo buscan domar esas pistas indomables. La repulsión inmediata de dos egos demasiado grandes para ocupar el mismo lugar es el combustible que las alimenta.
Aparente superficialidad que esconde un profundo análisis Escuché a un periodista especializado en deportes hablar del “gen competitivo”, definido éste, en casos de deportistas muy selectos de la historia, como la chispa, la motivación, ese motor impulsor del deseo de ganar y que en ellos funciona como un plus. Algo que no tienen los demás por el sólo hecho de considerar a todos los rivales por igual. Tal vez no es demostrable pero existe. Leonel Messi y Cristiano Ronaldo podría ser un caso paradigmático. Se destacan por sí mismos, pero el tiempo los juntó en los dos equipos más grandes de España, uno de un lado y otro del otro. El gen competitivo hace que la excelencia de uno potencie en el otro el deseo de superarlo. Probablemente algunas de las más grandes hazañas deportivas se deban a esto. ¿Qué motivaba a Niki Lauda y a James Hunt a hacer lo que hacían en la pista de la fórmula 1 y a arriesgar lo que arriesgaban? Estaba claro que los intereses de uno y otro para ingresar al mundo de la alta competencia eran muy disímiles. ¿Por qué la “pica” entre ambos? ¿Qué tenía uno que el otro no, como para querer vencerlo a toda costa? Todo este planteo, las preguntas (y las respuestas) es el conjunto de factores por los que pasa el argumento de “Rush: pasión y gloria”. La nueva película del ecléctico Ron Howard comienza con Niki Lauda (Daniel Brühl) narrando el estado de ánimo que tenía el 1º de Agosto de 1976, y como eso cambiaría su vida en cuestión de segundos. Luego veremos en un gran y largo flashback todos los antecedentes necesarios para conocerlo. Algo de sus orígenes, una importante rebeldía a los mandatos paternos y su encuentro con James Hunt (Chris Hemsworth). En ese instante surgen las motivaciones individuales en un planteo que aparenta superficialidad pero esconde un profundo análisis sobre ambos. En este sentido la obra es como la deconstrucción de una relación dada en un marco espectacular y glamoroso como lo es el de la fórmula 1. También aborda la pasión y la convicción por lo que uno hace lo que hace. “Rush: pasión y gloria” sólo se parece a sus antecesoras en lo concerniente al marco donde se desarrolla la acción, por ejemplo “Grand Prix” (1966) de John Frankenheimer, o la olvidable “Alta velocidad” (2001) con Sylvester Stallone. En todo caso la mayor similitud sería aquella efectista “Días de trueno”, dirigida por Tony Scott en 1990, que asumía la rivalidad entre Tom Cruise y Michael Rooker como eje central. Ron Howard se corre de estos antecedentes utilizando el entorno como un personaje adicional. Por eso la recreación de aquellos años es minuciosa, estudiada y magistralmente filmada con una estética que, excepto por los avances tecnológicos, bien podría ser un clásico de los ‘70. Se luce el elenco. Daniel Brühl (el de “Good bye Lenin”, 2003) compone un Lauda fenomenal, y es gracias a esa actuación digna de nominación al Oscar, que el limitado Chris Hemsworth logra estar a la altura de la circunstancia. Todos los nombres de la época están presentes, hasta hay una pequeña referencia al Lole Reutemann luego del accidente de Lauda. La película decora su gran realización con un tinte nostálgico y emotivo para quienes ostentan más de 40 años, pero no por ello deja afuera al resto. Por el contrario, es un gran ejemplo de no dar nada por sentado y de cómo un director, por mas variada que sea su obra, nunca debe perder el objetivo de, ante todo, contar una historia.
Quienes vivieron los setenta, esos años dorados de la Fórmula 1 saben que la pelea Nikki Lauda-James Hunt se había vuelto mitológica (algo que nunca fue, disculpen el recuerdo, la reyertita Reutemann-Alan Jones). El director Ron Howard logra, en las escenas de peligro y carreras, transmitir algo del peso físico de la historia, algo que la asemeja bastante con su -hasta hoy- mejor film, Apollo XIII. Los actores cumplen perfectamente, y quienes crean que Chris Hemsworth es nada más un paquetote carilindo verán que sí, bueno, lo es pero también sabe actuar. Lo que no se logra, y aquí es donde uno puede decepcionarse un poco, es el peso dramático, mucho más cercano a lo televisivo que al propio cine. El problema no es tanto que haya lugares comunes (qué film no los tiene) sino que parecen más fruto de la pereza que de la convicción, como si los actores, al decir ciertas líneas, se dijeran a sí mismos “no puede ser que alguien diga esto y lo crea”. Pero los motores rugen, y eso es lo que vale.
“RUSH”: LO QUE IMPORTA ES COMPETIR Dicen la voces mas expertas y autorizadas que 1976 fue el mejor año de la Formula 1. Mejor año por la competitividad, por la adrenalina y porque el campeonato se definió la ultima fecha y por solo un punto. Lo cierto, también dicho por esas voces, es que esto se lo deben tan solo a dos personas: James Hunt y Nikki Lauda. De eso trata la última película del colorado (ganador del Oscar) Ron Howard (Apollo 13, Una mente brillante). La rivalidad entre el playboy mujeriego, Hunt, y la maquina del perfeccionismo, Lauda, siempre fue aclamada por todos como la mejor rivalidad deportiva de todos los tiempos, y eso se demostró en 1976, ya que ambos fueron los protagonistas no solo del campeonato sino de un terrible accidente. La trama de la película es solo eso pero el encargado detrás del guion es Peter Morgan (Frost contra Nixon, El último rey de Escocia, La reina), con lo cual estamos listos para afirmar que es más que eso. Con unos diálogos impecables, la historia (a medida que avanza) se va centrando mas y mas en la rivalidad, dejando de lado el deporte pero sin descuidarlo, lo que hace atractiva la historia hasta para el mas hereje de las pistas F1. Como ya es habitué en el mundo de Howard, cada detalle esta cuidado milimetricamente, y hasta el mas despierto consumidor del deporte lo puede afirmar. Cada pista esta calcada a la perfección, cada dato técnico encaja y hasta los parecidos físicos son increíbles. La iluminación logra sumergirte en una película totalmente ambientada en los 70, con lo cual se puede decir que cumple, mientras que mención aparte merecen las actuaciones, o al menos una en particular. El elenco esta encabezado por Chris “Thor” Hemsworth y Daniel Brühl. Hemsworth hace lo suyo de manera correcta, sin lucirse en su papel (como ya nos tiene acostumbrado), pero cumpliendo. Ahora, a medida que avanza la trama Brühl lo va rebasando en una recta larga y termina como el vencedor. Impecable labor del catalán como Lauda, el acento, los gestos, los movimientos y el espíritu. Todo esta plasmado y llevado adelante a la perfección (creemos que es digna de un Oscar esta interpretación). A nivel actoral, se podría decir que el motor de esta carrera es Daniel Brühl. Rush cumple con todo y mas. Logra generar un clima tenso por momentos, dramático por otros y hasta momentos de humor muy bien logrados. Una de las joyas del año que logra mantener al espectador mas que sumergido durante 123 minutos inclusive sabiendo como concluirá la historia. Es por eso que el colo va a pelear por un nuevo Oscar con esta obra. Pero acordate Ron: lo importante, es competir.
CORRER PARA VIVIR Espectacular recreación de la rivalidad enfre Niki Lauda y James Hunt en el esplendor de la Fórmula 1 en la década del 70. Emocionante y poderosa, la película homenajea a ambos corredores. Rush tiene una historia perfecta. O al menos un punto de partida ideal para una película. El año, 1976; el ámbito, la Fórmula 1. La película arranca con una carrera en particular, una que iba a entrar en la historia más escalofriante de las competencias internacionales. Los personajes protagónicos son los famosos corredores Niki Lauda y James Hunt. La historia que les tocó protagonizar es tan extraordinaria que sin duda estaba destinada a ser una película fuera de serie. Pero no es cuestión simplemente de contar esa historia. La estructura del relato y un gran guión le dan sentido a la película. Y del director Ron Howard se pueden decir muchas cosas, pero nadie lo calificaría de autor personal. Pero su carrera es, de todas formas, una de las más importantes del cine contemporáneo. Ha hecho películas que ya son clásicos y ha hecho películas realmente muy malas. Rush es la prueba de que se pueden combinar los elementos adecuados en el cine industrial y llegar a resultados excelentes. Tal vez no sea muy tranquilizador para los cultores más duros de la teoría de autor, pero lo que realmente importa es el resultado. Rush tal vez se tome alguna o muchas licencias poéticas, no me interesa saberlo, pero sus dos personajes protagónicos son extraordinarios. El irresponsable y atorrante, pero igualmente talentoso James Hunt (Chris Hemsworth) y el ultra profesional, metódico y obsesivo de Niki Lauda (Daniel Brühl) son los complementos perfectos para una lucha a lo largo de un inolvidable año de competencia en la Fórmula 1 internacional. Aunque la película se rinde a la evidencia de que el enorme Lauda es mejor corredor, igual se encarga de generar un respeto por ambos personajes. La forma en que reivindica a Hunt es prueba de ello. Porque más allá de los hechos reales, la película busca retratar a dos gigantes. A dos deportistas que veían el mundo de forma distinta pero que amaban profundamente la competencia. Rush es una película apasionante y apasionada. Y un relato que cree en la nobleza de sus personajes. Contra todo cinismo o distancia irónica, pero también contra la chatura obsecuente de mucho biopic que da vueltas por ahí. Por todo esto, por un reconstrucción de época perfecta y funcional y porque es entretenimiento puro, Rush no es tan solo uno de los mejores films del 2013, sino que es, además, la mejor película de Ron Howard.
Por suerte existen directores como Ron Howard que hacen películas como Rush. No te asustes si viste el avance y todo es Fórmula 1, porque sí, va por ahí, pero la historia explora otros sentimientos como la amistad/enemistad, la familia, hay pasos de humor en el momento que tienen que estar y muchas cosas más. Daniel Brül y Chris Hemsworth se pasan de bien en sus respectivos personajes. Una peli que emociona y que hace que uno se vaya del cine contento de haber disfrutado de esta historia. (Estén atentos a los OSCARS, es una fiel candidata)
La cruda competitividad deportiva "Rush" es una interesante película sobre la gran rivalidad que tuvieron durante sus carreras profesionales los pilotos de fórmula 1, Niki Lauda (Daniel Brühl) y James Hunt (Chris Hemsworth). Repasa la batalla entre un freak obsesivo de la disciplina (Lauda) y un talento nato con aires de playboy (Hunt) al que parecía no costarle ni medio esfuerzo ser un ganador. Entre esas dos personalidades extremas, tuvo lugar una de la relaciones más interesantes y volátiles que se hayan producido en el mundo automovilístico. El director Ron Howard ("Forrest Gump", "El código Da Vinci", "Una mente brillante"), repasa tanto sus momentos de gloria como sus momentos de desgracia y miseria, centrando la trama en una especie de drama-comedia que funciona con elegancia y mantiene interesado al público en algo que a priori podría haber resultado poco atractivo. Todos sabemos que el automovilismo y puntualmente la fórmula 1, son disciplinas que tienen un número de seguidores bastante escueto, pero Howard se las arregla para llegar hasta al espectador que menos sabe del tema. El mundo de la fórmula 1 vuelve con un buen exponente a la gran pantalla y nos dice que puede ser una experiencia fabulosa de disfrutar. La vida de los personajes, sus sueños, sus obsesiones, sus vicios, sus deseos de fama y reconocimiento están mixados con gran pericia por parte del director, que además logra sacar una muy buena interpretación de su cast, sobre todo de Brühl. No concuerdo con algunos comentarios que leí que aseguran que "Rush" es una de las 10 mejores películas del año, no es para tanto. Está muy bien realizada, con secuencias dramáticas y de acción en la pista que son realmente fabulosas, pero más allá de lo interesante en la interacción de estos dos personajes, no es una película de gran trascendencia. Una buena opción para disfrutar de un film sobre el automovilismo y la rivalidad deportiva, diferente a lo que se viene viendo en la gran pantalla en el último tiempo, refrescante e interesante.
El mundo del automovilismo sólo es apreciado por aquellos que ya lo aprecian. Suena redundante, pero es verdad. Si desde pequeño no tienes amor por los autos, es muy difícil que de adulto comiences a tener pasión por un deporte así. En el mundo del cine son pocas las películas que se han tomado la molestia de retratar este mundo y hacerlo de una forma fiel, pero además, que logre atrapar a aquellos que no somos fans de las 4 ruedas. Senna lo logró hace poco aunque califica más como documental que como película en sí. Ahora, Ron Howard, ganador del oscar por Una mente maravillosa, llega con Rush, historia que narra el campeonato de fórmula 1 de 1976, donde Niki Lauda (un maravilloso Daniel Bruhl) y James Hunt (un cumplidor Chris Hemsworth) luchan palmo a palmo por el campeonato hasta que un accidente casi le cuesta la vida al austriaco Lauda. lo admitimos. Si Hemsworth tiene a su lado a un buen actor, sale opacado. pero aquí cumple con creces con su personaje, pues es mujeriego, aventurero y presumido, algo que le queda muy bien al australiano. Por el otro lado, Daniel Bruhl, que interpreta a Lauda, es quien cuenta la historia. Olivia Wilde y Natalie Dormer son los atractivos visuales (aunque no enseñen nada, contrario a su esencia), y un elenco que complementa muy bien la historia. Poco a poco nos adentran en su rivalidad que, como dice la historia, no es lo que la gente creía. Eran rivales si, pero sólo en la pista. Eran humanos y se ayudaban, se superaban a sí mismos y se daban ánimos. Arrancamos desde las pistas amateurs y seguimos su ascenso a la fórmula uno donde firman con los grandes: McLaren y Ferrari. Y entonces si, comienza la acción. Unos efectos muy buenos, vestuario bien logrado y una música preciosa por la que creo que, una vez más, Hans Zimmer debería merecer al menos la nominación. Si no les gusta el automovilismo no importa, no necesitamos de grandes explicaciones para comprender lo básico. Muy recomendable película. De las grandes sorpresas rumbo a los globos de oro aunque sea poco probable que gane -
Vértigo Ron Howard, un director correcto para la industria norteamericana, se atreve a hurgar en la rivalidad del británico James Hunt y el austríaco Niki Lauda, los mayores contendientes al campeonato Fórmula 1 de 1976. Que los Estados Unidos jamás tuvieran interés en la categoría quizás explique por qué Rush es atípicamente hollywoodense. Existe algo genial en el trabajo de Howard y su guionista, Peter Morgan (colaborador suyo en Frost/Nixon, guionista de biopics sobre hechos recientes como La reina y El último rey de Escocia) y es que exhiben lo vehemente de esa relación mostrando sólo detalles. El carismático y dionisíaco Hunt (Chris Hemsworth) frente al torvo y calculador Lauda (Daniel Brühl); ¿hace falta mostrar algo más que su reacción frente a las mujeres para enrostrar descarnadamente su incompatibilidad? Si bien la sinécdoque comienza a abundar como recurso estético, aquí es la fibra que genera una sintaxis alternativa, como una historia en tercera dimensión. Hunt vomita de nervios, oculto tras su equipo mecánico; los ojos de Lauda miran desorbitados en primer plano, extasiados por el vértigo de la pista. Hay partes de carrocería en acción, compaginadas en el instante justo. Hizo falta eso, un cronómetro implacable, dos roles perfectos y una buena idea. Si Rush es la obra maestra de Howard y uno de los films del año, es porque responde al lema “menos es más”. Por ese recorte, pese a la inclusión de imágenes de archivo, poco importa la fidelidad a la historia, porque la ficción tiene entidad propia. Cierto, Rush no carga un mensaje, no aspira más que a transmitir el vértigo de las máquinas, la curva donde los protagonistas se juegan la vida. Y pese a que en el final, desgastado, recala en boxes, Howard logra su cometido.
El valor del deporte Rush está en un contexto de profesionalismo previo al actual, por lo tanto, es otra época. Hablar de espíritu amateur en esta película no tiene sentido, pero algo de eso hay. La emoción del correr, de ganar, la ambición de ser el mejor y poner en riesgo el cuerpo por más que carezca de sentido en lo concreto. “Eso es nobleza. Es como ser caballeros” le dice Hunt a Niki Lauda en el final de la película, sin delatar ninguna parte del argumento de culminación. De eso se trata el deporte, en eso está el sentido de la película. Rush va a épocas donde la ahora superprofesional fórmula 1 significaba arriesgar la vida, vivir al límite y la velocidad tenía sentido en su peligro. No quiero decir que esa competición deba volver a eso, no es la intención. Pero la película hace desear eso. Esa forma de ser se exhibe en dos personajes tan opuestos como iguales. Uno es Niki Lauda, el obsesivo, representante de la disciplina alemana, carácter de pocos amigos, maniático en los detalles y riguroso como pocos; el otro tan fanfarrón como el austriaco pero con carisma, playboy, fiestero y poco adepto a la rigidez y la corrección, el inglés James Hunt. La película trata de la rivalidad como eje en la temporada de 1976 de la fórmula 1. A pesar de la superficial disparidad, su punto de contacto es muy fuerte. La ambición por ganar, la adrenalina por competir y esquivar a la muerte, por demostrar que son líderes y vencer a su contrincante. El deporte necesita eso, un opuesto… algo que te alimente para seguir y vencer. Esto no es algo novedoso, pero en esa relación que Rush transmite, magníficamente abordada y con dos actores que si bien no deslumbran, cumplen un papel verosímil y correcto, me hace acordar un poco a Messi y Cristiano Ronaldo. Los dos se necesitan, parecen completamente distintos pero hay algo más allá que los iguala. Es en la ambición, el hambre de gloria, la zanahoria que los haga continuar en el camino. Creo que si en algo falló Rush, por lo menos en mi visión, fue que ninguno de los dos personajes despierta ese hecho de tomar posición por uno de los dos. Lauda y Hunt no despiertan esa pasión, no nos obligan a ponernos de un lado sí o sí. Son diferentes, te puede gustar más uno que el otro, pero a la larga es muy neutral en cuanto a la “preferencia”. Aunque puede ser una virtud, porque nivela lo opuesto al mismo escalafón, y no todo tiene que estar dentro de la dicotomía “heroe”- “antiheroe”. Porque en definitiva esa fue la intención final. Volviendo a la película, se destaca en todo. En los giros de la narración, en el dramatismo, en la credibilidad de las escenas y es en la fortaleza de sus personajes donde el film llega a sus mejores momentos. El cine que aborda deporte, cuando es bueno, suele explotar los momentos dramáticos con escenas que quedan en la retina, la carrera en Monza y la de Nurburgring tienen todo eso. Su representación simplemente fue excepcional, sobre todo por la dificultad de hacerlas en la práctica. Si te gusta el deporte, estás obligado a ver Rush. Si no te gusta pero querés entender de qué se trata, más todavía. Y si no te importa, también. La historia que cuentan excede la competencia, aunque éste sea su eje central. La naturaleza humana está expuesta en estos 120 minutos. También la cosmología de un mundo que parece no existir más, donde el ultraprofesionalismo metódico y deshumanizante era una utopía. Donde los intereses del negocio recién se empezaban a imponer por encima de la competencia, y se cristaliza cuando deciden correr en Japón (la última carrera). Donde el Super Bowl en los Estados Unidos no era Madonna o U2 cantando en el entre tiempo, donde el ciclismo o el atletismo se trataba de atletas y no de humanoides programados genéticamente para competir, y donde el fútbol era la pasión por los colores y no por el aguante. Por lo menos es la sensación que Rush me hizo llegar, quizás ni siquiera haya sido su intención. El problema es a nivel mundial, y por múltiples factores. Quizás parezca que tengo una mirada muy romántica del deporte, no es así. Pero es lo que me despertó Rush. Quizás el deporte, en ese momento, no era tan romántico tampoco. Desconozco. Para cerrar, vuelvo a una anécdota personal, en una reunión de amigos hablando de los mundiales uno dijo: “el de Italia 90 fue el último mundial de verdad, el resto fue todo comercio”. No sé estoy de acuerdo con eso del todo, quizás nuestro amor por Maradona nubla los ojos. Pero Rush me hizo sentir que es así. Por Germán Morales
Ron Howard no es ningún novato incursionando en el subgénero cinematográfico dedicado al automovilismo: allá por los 70s se montó al vehículo de un tal George Lucas (previa mudanza al Planeta Tatooine) actuando en American Graffiti, y protagonizó para Roger Corman dos bólidos clase-B destinados al culto: Eat My Dust (de Charles B. Griffith) y Grand Theft Auto, que también se encargó de dirigir. La vuelta detrás del volante era tan sólo una inevitable cuestión de tiempo. Pero lo cierto es que Rush, esta historia basada en la vida real de los campeones mundiales de Fórmula 1 Nikki Lauda y James Hunt, está mucho más cerca de la célebre Frost/Nixon del mismo director y guionista, que de aquellos años locos de la era Corman o inclusive -y afortunadamente- de los pecados pomposos de Cinderella Man y Una Mente Brillante. Puede que la delicada línea entre realidad-ficción se borronee al máximo por momentos, pero el espíritu de Rush no sólo respeta la esencia de dos increíbles personajes reales sino que además representa con asombrosa exactitud un período específico del Siglo XX, emulando desde el cine su textura, contexto y, sin caer excesivamente en la nostalgia, hasta retrata el descontrol de un mundo que casi desconocía en el deporte controles tan básicos como el anti-doping, y hacía caso omiso a advertencias y situaciones de riesgo extremo. Conviene no revelar demasiado acerca de esta increíble historia de glorias y miserias, puesto que el espectador distraido o sencillamente ajeno al mundo del automovilismo puede no conocer la historia detrás del film (advertencia: un sólo resultado de google imágenes es capaz de arruinar la sorpresa). Sin contar demasiado, entonces, puede decirse no sólo que Rush es uno de los mejores estrenos del año sino que además es toda una lección de cinematografía aplicada: al excelente trabajo del director de fotografía Anthony Dod Mantle y la majestuosa música de Hans Zimmer se suma el virtuosismo de Howard, impecable en cada plano de los autos en acción y soberbio en el adecuado uso de las cámaras lentas. Párrafo aparte merecen las actuaciones de un Chris Hemsworth aún más carismático que en Thor, y especialmente la de Daniel Brühl (Good Bye Lenin, Bastardos Sin Gloria). Tan espectacular visualmente es Rush que la única comparación válida en cuanto a su esplendor se remonta al año 1966, cuando John Frankenheimer realizó su clásico Grand Prix (basta con ver los títulos iniciales en youtube del gran Saul Bass para comprender el paralelismo). Y hoy, decir que un film actual parece pertener a una década infinitas veces mejor a la actual en cuanto a lo cinematográfico, no sólo es un enorme elogio sino un más que justificado motivo para un aplauso.
"Rush": pocos son los elegidos Monza 1976, Gran Premio de Italia. Apenas 42 días después de uno de los accidentes más impactantes de la Formula 1, Niki Lauda vuelve a ocupar su puesto dentro del monoplaza de la Scuderia Ferrari. Con gran parte de su cabeza quemada vuelve a hacer lo que mejor le salía, correr. Aquella temporada, su principal competidor era James Hunt y en un intento desesperado por alcanzarlo en el circuito de Nürburgring (Gran Premio de Alemania) - uno de los circuitos mas peligrosos del planeta - termino sufriendo el accidente que lo envolvio en llamas durante casi un minuto o más. "Rush: pasión y gloria" no sólo retrata de forma precisa a estos dos corredores en las manos de Chris Hemworth (Hunt) y Daniel Brühl (Lauda) sino que también mantiene viva, durante un poco mas de 2 horas, la esencia de la primera categoria del automovilismo mundial generando a través de la música que acompaña momentos de tensión y dramatismo. Hunt y Lauda componen una de las mas reconocidas rivalidades que tuvo la máxima categoría, que con el tiempo se repiten como por ejemplo con Senna y Prost, demostrando que este es un deporte solamente para aquellos que se atreven, que arriesgan al limite, sin miedo a nada y hasta rozando la locura. Simplemente Ron Howard (tambien director de peliculas como Apollo XIII) sabe cómo traer al presente una historia del pasado, sin que se perciban los años transcurridos y realiza una representación precisa del ambiente de la F1, donde la rivalidad queda dentro de la pista. De esta forma, su película se vuelve ideal para los fanáticos e incluso muy buena para los que no lo son.
Publicada en la edición digital #256 de la revista.
Rush es la obra de un maestro, Ron Howard, que con una enorme efectividad hace un filme que nos inunda los sentidos, nos llega al corazón, y nos estimula el cerebro. Una combinación perfecta y efectiva de un filme que con su acción en escenas de carreras nos emociona, mientras nos da una clase de edición y puesta de cámara; sumado a unos personajes muy bien desarrollados que nos llegan y nos importan; y como broche de oro, durante y después del filme, nos hace refelxionar sobre el sentido de la vida, el trabajo, la responsabilidad y la búsqueda de la felicidad. Un filme completo, cine en su máxima expresión. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
Crónica de una peligrosa rivalidad. No ser aficionado al automovilismo no presenta mayores inconvenientes a la hora de ver Rush, porque no se trata de una película exclusivamente realizada para los fanáticos de la F1, sino que cuenta una interesante historia verídica que trasciende los límites de lo contextual. Rush relata la rivalidad de dos eximios pilotos automovilísticos que han arriesgado todo por la competencia, y su director, Ron Howard, lo hace con un sólido despliegue cinematográfico. La fotografía y la edición de la película son espectaculares, e incluso aquellos que no disfruten de las carreras de autos, no podrán menos que asombrarse con el realismo alcanzado en sus imágenes. El aspecto narrativo de la película, por otro lado, quizás no esté a la altura de su calidad técnica, lo que de ninguna manera quiere decir que sea deficiente, pero Rush es una película que avanza a las zancadas, a veces dejando la sensación de que todo ha sucedido muy rápido. El guion, de cualquier modo, es todo lo bueno que puede ser dada la duración del filme. 2 horas quizás no sean suficientes para desarrollar exhaustivamente a dos protagonistas en forma paralela. Si algo debe destacarse, de hecho, es que a pesar de la restricción de tiempo, el relato logra enfocarse en los detalles más salientes de la historia. Rush, para los fans de la F1, es una propuesta imperdible. Para el resto de los espectadores, es una muy buena historia de la vida real llevada a la pantalla en forma impecable. Con media hora más de cinta invertida en las historias personales de los protagonistas sería excepcional, pero el tiempo es tirano y los productores de Hollywood odian las películas largas…