Prevalece más la aventura que la comedia y la diversión, y en cuanto a la forma de contar el argumento, es más un pariente cercano de la tercera entrega que de las dos anteriores. En cuanto a la técnica y a la animación, si bien es...
Triste, solitario y final Una podría iniciar esta breve reseña sintetizando la trama (Shrek es engañado por el malvado mago Rumplestillskin para apoderarse del reino de Muy Muy Lejano y debe reconquistar a Fionna, ahora convertida en líder de la revolución de los ogros) o bien comentar la solvencia técnica de la animación ya concebida desde su origen con los efectos 3D en mente. Sin embargo, lo más llamativo de esta cuarta (¿y última?) película de la saga es su falta de inspiración, de sensibilidad y -si se me permite el término- de "onda": es cierto que no hay nada que dé vergüenza ajena, pero al mismo tiempo todo luce demasiado mecánlco, prefabricado, como si la hubiesen concretado con desgano y piloto automático. Así, la decadencia de la franquicia, sin ser absoluta, resulta igualmente desoladora: la primera parte fue excelente, la segunda muy buena, la tercera buena y esta cuarta, apenas mediocre. Para los chicos (y ojo que no hay ningún menosprecio en esta consideración) el entretenimiento está más o menos asegurado, ya que hay mucho ritmo, humor físico, despliegue visual e impacto en los efectos para las salas digitales 3D, pero para el público adulto que supo disfrutar de la mirada irónica, la sensibilidad y la ternura de las dos primeras entregas Sjrek para siempre tiene poco, muy poco que ofrecer. Este cuarto episodio, lamentablemente, se parece demasiado a esos subproductos que las compañías dedicadas a la animación suelen concebir para su edición directa en DVD o su estreno en televisión. Es un triste final para una saga que había logrado no sólo un merecido éxito comercial sino también un amplio prestigio artístico. Shrek, Fionna, Burro y el Gato con Botas no merecían despedirse así. Un triste y solitario final.
En 2001, Dreamworks Animation irrumpía en el mercado de la animación digital con Shrek. Si bien la técnica distaba de alcanzar la calidad de los films de Pixar, la propuesta no podía ser más novedosa: el personaje del título es un ogro ermitaño, de hábitos poco y nada higiénicos, que viven en un mundo de cuentos de hadas, pero trastocado de manera anticonvencional, irónica, muy alejada del estilo light impuesto por Disney [1]. En ese contexto se hará amigo del verborrágico Burro y conocerá el amor a través de la princesa Fiona. El éxito comercial y artístico fue monstruoso, al punto de que generó varias secuelas. Shrek 2 trasladaba la acción del pantano a el reino de Muy Muy Lejano y sumaba a otro personaje clave: el Gato con Botas, portador de una mirada capaz de enternecer a las piedras. Shrek Tercero, por su parte, involucraba en la historia al Rey Arturo. Ahora llega Shrek para siempre, anunciada como el capítulo final de las aventuras de estos personajes tan divertidos como políticamente incorrectos. Shrek está aburguesado. Casado, con hijos, esclavo de la rutina... Después de todo el “y fueron felices para siempre” no era tan atractivo como sonaba. Luego de un incidente en su fiesta de cumpleaños, el ogro acepta un trato con el codicioso Rumplestillskin: podría volver por un día a su vida de amenaza para la sociedad, como en los viejos tiempos. Pero, a cambio, el malvado duende le pide a cambio un día de su vida, y logra convertirse en el rey de Muy Muy Lejano. Para romper el hechizo, Shrek deberá recuperar el amor de Fiona, ahora convertida en la líder de una resistencia de ogros. La película carece de la novedad de las entregas anteriores de la saga, y los chistes con doble sentido (mejor interpretados por adultos que por los niños, quienes sí la pasan bien con el Burro y el Gato) ya no sorprenden demasiado. Sin embargo, la premisa, aunque no original, resulta interesante, y la labor de los realizadores es más que correcta. Y Rumplestillskin es un villano carismático, diminuto y neurótico, al estilo de Lord Farqaad en la primera parte. Esta película se destaca por haber sido realizada en 3D, que permite comprobar que el nivel de la animación fue mejorando con el correr de las secuelas, aunque Pixar sigue estando varios escalones arriba. Shrek para siempre es una obra bastante menor comparada con las anteriores, pero bien vale para reencontrarse con el cine luego de la fiebre mundialista.
Más hechizado que nunca En la cuarta y última película de la saga creada por Dreamworks y ahora en 3D, las cosas se dan vuelta por completo para el protagonista. Shrek conoció tiempos de gloria en el que todos le temían. Pero ahora, cambia pañales y casi no puede dormir por las ocupaciones cotidianas y el cuidado de sus tres hijos junto a Fiona. En este cuarto eslabón, el ogro verde quiere volver a ser el de antes, pero le cuesta caro: es víctima de una maldición cuando decide firmar unos papeles al malvado Rumplestiltskin (cuyo rostro es diabólico cuando lo iluminan los relámpagos) y es transportado a una dimensión paralela donde nadie lo reconoce. La película, lejos de alcanzar los niveles de las dos primeras, es superior a la tercera parte en cuanto al contenido y la animación: una verdadera catarata de gags bien resueltos (los kilos de más de El gato con botas; el rugido de Shrek en el cumpleaños o las continuas visitas de un tour por las tierras del ogro). En la trama, la acción está impulsada por el villano y sus secuaces (las brujas), pero afloran los conflictos de pareja con Fiona, a través de un diálogo que bien podría haber salido de una comedia romántica para adultos. Shrek para siempre resulta divertida para chicos y para público adulto; y es atravesada oportunamente por canciones de Enya y Los Carpenters, con hechizos que alteran el tiempo (referencia a Volver al futuro) y besos eternos que deben sellar el amor. También tienen más desarrollo (y lucimiento) El Gato con botas (quien reaparecerá en su propia película); Pinocho con un Yepetto pintado de verde como el ogro del título y El flautista de Hamelin, seguido por su ejército de roedores. Quizás ya menos ocurrente resulta el burro. Los mejores momentos los tienen las escenas en las que nadie registra al protagonista, ni el gato, ni Fiona y todo sucede como si ellos nunca se hubieran conocido en este "universo" virtual, en el que Rumplestiltskin es el rey, los ogros son perseguidos y donde Shrek tendrá que ingeniárselas para volver a la normalidad. Aunque sea, en cámara lenta...
Es extraño pero siempre me quedó la sensación que a Shrek le pegó mal el matrimonio. La primera película fue uno de los grandes estrenos animados del 2001 que sorprendió por su irreverencia y la manera original en que se narraba un atípico cuento de hadas. Cuando el ogro se casó y tuvo hijos sus historias de alguna manera perdieron cierto encanto y al sumarse más personajes en la saga las cosas no volvieron a ser las mismas. Es evidente que algunos de los realizadores de este estreno habrá pensado lo mismo porque en esta entrega final de la serie la encaminaron por un rumbo totalmente diferente. En consecuencia, la buena noticia es que Shrek para siempre es un film superior a la tercera parte y la clave de esto es que en esta historia el ogro vuelve a sus raíces. Si bien la magia ya no es la misma la verdad que es una película divertida con la que se cierra de manera correcta esta saga. La trama estuvo bien pensada. Las relaciones entre los personajes principales ya venían gastadas después de tres películas y acá le dieron más frescura al desarrollar el 90 por ciento de la historia en un universo alternativo donde Shrek debe construir su relación con su esposa y sus amigos nuevamente ya que nadie lo conoce. Es gracioso porque este tema que mencionaba al principio sobre la domesticación familiar del ogro es justamente el puntapié inicial del conflicto de esta cuarte parte. Es claro que el clásico de Frank Capra, Que bello es vivir, tuvo una gran influencia en esta historia, donde el protagonista a lo largo de la aventura va descubriendo la manera que afecta su presencia a la vida de sus amigos y como las cosas serían distintas si nunca hubiera rescatado a la princesa Fiona. El Gato con Botas una vez más es quien se roba los momentos más graciosos de esta película, que también hay que decirlo nunca llega a ser tan desopilante como las dos primeras. Al ser desarrollada desde su origen en 3D, que por cierto estuvo muy bien aplicado, en Shrek para siempre hicieron más hincapié en las escenas de acción y los efectos especiales que los filmes previos. Algo interesante para destacar es que Dreamworks delegó la dirección de este film en Mike Mitchell, quien no contaba con antecedentes en la animación. Entre sus trabajos anteriores hizo Escuela de Superhéroes para Disney y la comedia de de Rob Schneider, Deuce Bigalow. Lo cierto es que después de lo que fue la película anterior, que para algunos de nosotros, resultó una decepción, esta despedida del ogro superó las expectativas y merece ser disfrutada en el cine.
Todo lo que fue y ya no es Catalogada como “la última aventura”, Shrek para siempre (Shrek Forever After, 2010) es la triste culminación de un saga cuyo encanto se diluyó a medida que aumentaban las secuelas. El brillo, la frescura y el halo novedoso son apenas un grato recuerdo. La trama ubica al ogro en un ámbito para él desconocido: la paternidad. Hastiado por la rutina, nuestro héroe sufre el engaño de Rumplestiltskin, quien le ofrece un pacto tramposo: la concreción de su felicidad a cambio de que éste pase un día en el cuerpo verde. La realidad alternativa tiene a Muy Muy lejano sumido en la monarquía absolutista del malvado, y a Shrek y Fiona como ilustres desconocidos. Para pulverizar el hechizo, el protagonista deberá –cuándo no- zarparle un beso al verdadero amor. Resulta importante recordar lo que Shrek (2001) significó –en pasado- para el cine de animación. La irrupción de la historia del ogro verde enmarcado en un relato clásico-fantástico trajo un hálito de frescura a la casi siempre –ese casi es Pixar- pueril y obsoleta animación infantil. Fue también un batacazo en taquilla por el que nadie apostaba demasiado en la temporada boreal 2001 norteamericana, y un espaldarazo para la incipiente compañía SKG. Pero empezaron la secuelas y la historia mutó a franquicia, los productores en explotadores y el simpático ogro verde en personaje institucionalizado. Ese cóctel, se sabe, es letal para el cine. Es interesante trazar un parangón con la mencionada Pixar y el reciente estreno de la maravillosa Toy Story 3 (2010). Mientras que allí hay una evolución en los personajes (vean la triste certeza del paso del tiempo, y de su tiempo, que sufre Andy), en la animación (el 3D es perfecto) y un profundo conocimiento por los géneros clásicos que transita con la seguridad de la confianza (el flashback de Lotso), aquí hay un apelmazamiento de ideas, un menjurje no sólo de ideas ajenas sino la reiteración ad infinitum de aquellos gags otroras eficaces. No faltará purista que enarbole la bandera del plagio. Sería posible soslayar la copia argumental a Qué bello es vivir (It's a Wonderful Life, 1946) siempre y cuando el producto final esté a la altura de hacerlo, o al menos una idea que transponer en pantalla. Al fin y al cabo, desde las tragedias griegas en adelante las premisas artísticas giran en derredor de un puñado de temáticas básicas donde las pequeñas diferencias tanto técnicas o narrativas dotan al producto de una distinción que las despegue del cúmulo, elemento que en Shrek para siemprese corporiza en un unos anteojitos para espectador... El cierre merecía una película mejor.
Que vivan felices para siempre, de una vez Shrek ha conquistado una vida apacible y rutinaria con su familia. Fiona, sus trillizos, el gato y el burro habitan junto a él la casa del pantano donde lo vimos por primera vez, y todas las noches se reúnen a recordar las viejas aventuras que los llevaron hasta allí. Pero el incorregible ogro no es totalmente feliz. Extraña sus momentos de privacidad, el ocio de la no-paternidad, la falta de ataduras. Extraña el terror que inspiraba a la gente y no termina de habituarse a ser el personaje más popular de Muy, Muy Lejano y aledaños. Entonces, aparece un siniestro personaje llamado Rumpelstinskin, experto en trocar vidas por beneficios mediante contratos tramposos. Alguna vez este duende estuvo a punto de hacerse del poder de Muy, Muy Lejano engañando a los padres de Fiona mediante un contrato para liberarla. Como Shrek se adelantó y llegó a salvarla primero, Rumpel se quedó sin el pan y sin la torta... y con un enorme odio hacia el ogro. Por eso, cuando lo ve discutir con Fiona entiende que la oportunidad le toca la puerta y no tardará en hacerse de su confianza, enredándolo en un contrato engañoso que cambiará drásticamente el pasado y el presente de todos sus seres queridos. Parece increíble que haya pasado una década desde que este antihéroe verde y grotesco arrasó con las preferencias y simpatías de un público masivo. La irreverencia con que "Shrek" y su cohorte de personajes de fantasía se metieron con los clásicos cuentos de hadas para subvertirlos aparece hoy como un recuerdo muy, muy lejano. El humor redundante, los chistes obvios y previsibles y la escasa tensión producida por la repetición de un argumento que fue mucho más eficaz en la segunda entrega (allí, donde habría que haber puesto el freno a tiempo) opacan el notable trabajo de animación que en esta ocasión consigue lucir mucho más que en "Shrek Tercero". El giro producido por el "qué hubiera pasado si..." está muy desaprovechado, justamente porque se pone el foco en las escenas morosas y redundantes cercanas a la tradición Disney y en los chistes viejos (sobre todo los concentrados en la verborragia de Burro) en lugar de aprovechar a construir una nueva historia, algo similar a lo conseguido en la primera parte. Todo muy lindo, Shrek y allegados, gracias por la compañía, pero de verdad... ya es suficiente.
Esta emblemática saga arrancó con el que probablemente sea el más genial film de animación digital realizado hasta la fecha, dentro del poco tiempo que aún transita esta tecnología. Su divertida y desenfadada revisión de los cuentos infantiles, surcada por fenomenales personajes –especialmente ese enorme ogro verde cargado de gracia y ternura-, marcó un hito en el género hace ya casi una década. Por supuesto que la otra saga que ha competido en creatividad y talento ha sido –y es- Toy Story, y la significativa diferencia entre ambas es que las secuelas de la creación de Disney-Pixar han realzado de manera brillante los aciertos del film original, y no es el caso de las continuaciones de este producto de los estudios Dreamworks. Ni la segunda ni la tercera parte pudieron recrear los hallazgos de la primera película, convertidas en films infantiles de aventuras, escasos de ingenio, ironía y buen humor. De todas maneras Shrek 2 (con la inestimable aparición del fenomenal personaje del Gato con Botas) y Shrek 3 mantuvieron destellos que ahora, en el llamado capítulo final asoman renovados para redondear una muy buena última entrega. Cuyas virtudes principales son ese fantástico hechizo que permite la irrupción de ogros y brujas por doquier y el recurso, por primera vez en esta saga, de un bien empleado 3D. Es que un Shrek demasiado familiero y civilizado precisaba de la vuelta de tuerca que le otorga esta trama, en la que se aviene a firmar un dudoso pacto con el villano Rumpelstiltskin que lo coloca en otra dimensión, en la cual vuelve a ser un fiero ogro que espanta a los aldeanos y que debe comenzar de cero. Por eso tendrá que volver a hacerse amigo de Burro, luchar por la libertad de sus congéneres y fundamentalmente, reconquistar a Fionna. Los ya habituales y divertidos trabajos en las voces de Mike Myers, Eddie Murphy, Cameron Diaz y Antonio Banderas, entre otras figuras, están bien resueltos en la versión castellana, aunque con algún exceso de mejicanismo. Fuera de esto, solo resta disfrutar de un más que digno epílogo shrekiano.
Volver a las fuentes El ¿cierre? de la saga del ogro recupera algo de la ironía y el desparpajo del filme original. No deja de llamar la atención que el mismo personaje que hace sólo nueve años se limpiaba el traste con una página arrancada de un cuento de hadas y que en su primer filme daba una vuelta de tuerca impensada, precisamente, a los relatos de fantasía, llegue a su cuarto y final capítulo adaptándose a las reglas del juego presente, esto es, en 3D. Al margen del formato, Shrek para siempre disipa lo que fue Shrek tercero , la más anquilosada de las películas de la serie y que hacía prever que la ironía y el desparpajo original se habían agotado o ahogado en el pantano. La nueva vuelta de tuerca trae al personaje verde hastiado de su vida personal, ser esposo y padre de trillizos, una rutina que parece agobiarle, y quiere volver a aquellos tiempos en los que los aldeanos temían al ogro malhumorado que sabía ser y cuando “podía hacer lo que quisiera y cuándo quisiera”. Ya no tiene tiempo ni de limpiarse la cola. Allí entra en la historia Rumpelstitskin, un diminuto personaje con el poder de realizar “transacciones mágicas”, y quien iba a apoderarse del reino de Muy Muy Lejano cuando los padres de Fiona, cansados de que nadie rompiera el hechizo que pesaba sobre su hija, estuvieron a punto de cambiar su reino con tal de que la princesa no se transformara en ogra de noche. Pero Shrek le dio el primer beso de amor, y chau arreglo. Así que mientras le pasa la lengua a los platos sucios en la calle, Rumpel escucha cómo el ogro que le birló el poder desea volver a ser ogro. Y Rumpel engaña a Shrek, haciéndole firmar un contrato por el que él le devuelve un día de ogritud plena a cambio de un día de Shrek. El engaño consiste en que Rumpel elige el día en que nació Shrek, por lo que Fiona nunca fue salvada, sino que se unió a la resistencia contra Rumpel, quien se quedó con el Reino de Muy Muy Lejano. Nadie reconoce a Shrek –ni Burro, ni el Gato con Botas, menos Fiona- y si Shrek y Fiona no se dan el primer beso de amor antes del amanecer, Shrek muere. Antes de que lo que muera fuese la saga, los productores le insuflaron algo de chispa y agudeza, sarcasmo y mucho slapstick –las caídas, marca que los productos de DreamWorks llevan cosidos indeleblemente, a excepción de Cómo entrenar a tu dragón - y los guiños a la cultura pop, Carpenters incluidos, como quien hace un refresh antes de que la cosa se estanque. Hay en el libreto un ¿homenaje? a Qué bello es vivir , de Frank Capra (y en el comienzo a Hechizo del tiempo ), con Shrek atrapado en una crisis de los 40 y ansiando recuperar lo que tenía y más amaba, de lo que se da cuenta recién cuando lo pierde. Y algunos gags y líneas de diálogo mueven a la risa franca –los juegos de palabras a veces sufren por la traducción: sólo hay 8 copias subtituladas-. Si termina aquí, Shrek para siempre es un digno cierre. En los créditos finales hay un repaso de la saga y, por lo menos, ahora se sabe por qué los ogros tienen esas orejas símil trompetita, que algunos llamarán vuvuzela. Nunca falta un oportunista.
Shrek y un extraño pacto con el mal La última entrega de la saga del ogro verde es la más convencional, aunque conserva ritmo y excelencia visual Esta cuarta (y aparentemente última) entrega de la saga de Shrek mantiene su excelencia estética, su ritmo adrenalínico, su apuesta por el gag físico y verbal casi sin pausas y la simpatía de sus queribles personajes, pero el film dirigido por Mike Mitchell resulta el más convencional, el menos inspirado de esta exitosa franquicia infantil (familiar). Los signos de agotamiento y la necesidad de recurrir a fórmulas y lugares comunes de la producción animada son evidentes en buena parte de los 93 minutos de la película, que de todas maneras se sostiene en buena medida por el encanto de sus protagonistas y por el despliegue cromático, un diseño visual que en esta oportunidad incluye además muchos efectos de alto impacto concebidos para el disfrute de los más chicos en las salas digitales 3D. El guión de Darren Lemke (uno de los autores de la cotizada serie Lost ) y Josh Klausner ( Una noche fuera de serie ) arranca con un Shrek agobiado por la crianza de sus tres hijos y harto de la rutina cotidiana. Convertido él mismo y su pantano en atracciones turísticas, desea recuperar la esencia de un ogro: vivir sin límites ni ataduras. Así, resulta una víctima fácil del cruel y ambicioso mago Rumpelstiltskin (la principal incorporación del film), que desea apoderarse del reino de Muy Muy Lejano. Para colmo de males, el anithéroe descubre que Fiona (de la que se ha ido alejando progresivamente) es ahora la líder de un grupo revolucionario de ogros que enfrenta a ese nuevo dictador. Deberá, por lo tanto, unirse a la lucha y reconquistar su amor. Ya sin la creatividad, el ingenio, el desparpajo ni esa capacidad casi inagotable para sorprender, emocionar o divertir que regalaron los dos primeros capítulos (que consiguieron, entre otros muchos méritos, participar nada menos que en la competencia oficial del prestigioso Festival de Cannes), esta película se circunscribe a la apuntada solvencia técnico-visual y a la irrupción de algunos chispazos en los que vuelve a aflorar ese humor irreverente que convirtieron a Shrek, Fiona y Burro en personajes animados tan queridos y con destino de clásicos. Se trata, por lo tanto, de una despedida honrosa, pero al mismo tiempo bastante lejana de los mejores y más memorables momentos de la saga.
Una despedida que no estaba en los planes Lejos de la mera regurgitación del primer éxito y del agónico manotazo de ahogado que proclaman algunas voces agoreras, el nuevo Shrek no apuesta, como las dos anteriores, a caricaturizar los cuentos de hadas, sino a establecer con ellos un diálogo creativo. Según opiniones coincidentes, la cuarta entrega de Shrek sería el equivalente de Alien 4, Pesadilla 4 o Rocky 4: el agónico manotazo de ahogado que permita arrancarle un huevo más a una gallina que los pone de oro. Manotazo que en este caso se da con el reforzado guante del 3D. Posible despedida de la saga, según el propio título parece confirmar, Shrek para siempre equivaldría, según esas críticas, al perezoso regurgitar de grandes éxitos de antaño. Para peor, su única razón de ser habría sido rebatida en boleterías, resultando por lejos la de más baja recaudación de las cuatro. Derrota concluyente, entierro y adiós, ogro asqueroso. Pero, ¿y si en lugar de eso resultara que esta Shrek mejora las dos anteriores, representando una despedida sorpresivamente digna para una saga que parecía muerta antes de tiempo? ¿Si fuera una resurrección postrera, en lugar del tiro de gracia? Shrek nació con un vicio de origen, que no consiste en sacarse cera de los oídos, abusar de flatulencias o comer cualquier porquería. Introductora tardía de la posmodernidad en el reino de la animación, la serie siempre basó su efecto en la paráfrasis irónica de ciertas tradiciones, que van del cuento de hadas tradicional al cursikitsch disneyano, pasando desde ya por el Hollywood más cliché. La ironía es su fuerte pero también su debilidad, en tanto tiende a quitarle autonomía, la hace dependiente de modelos previos y la expone a la burla facilonga. La primera Shrek mantenía esos demonios a raya, poniendo en juego convicción, efecto sorpresa, alta eficacia cómica y verdadera creatividad. La segunda (y, más aún, la tercera) caía, en cambio, bajo el peso de la autoindulgencia, el chiste trajinado, la recurrencia al guiño. Igual les fue bárbaro. En contra de lo que aconsejaban el éxito sostenido y el cálculo de ganancias, alguien habrá advertido el alarmante desgaste, promoviendo el cambio de frente que Shrek para siempre representa. Con guión de Josh Klausner y Darren Lemke (el primero, guionista de la reciente Una noche fuera de serie), no apuesta, como las dos anteriores, a caricaturizar los cuentos de hadas, sino a establecer con ellos un diálogo creativo. De hecho, la mecánica entera de Shrek para siempre está sostenida en la aparición de Rumpelstilskin, duende perversón a quien dos siglos atrás reciclaron los hermanos Grimm, a partir de relatos tradicionales. En el original, Rumpelstilskin engaña a la hija de un molinero. Aquí se aprovecha del bueno de Shrek, ofreciéndole un día como los de antes, cuando asustaba a la gente y no era un estresado padre de familia burgués, rodeado de frenéticos ogritos gritones. Como Fausto sabe de sobra, el costo de esa clase de transacciones suele ser altísimo. Para no perderlo todo, el grandote deberá emprender una aventura en un mundo alternativo, en el que Fiona-amazona lidera a un grupo de ogros resistentes. Desde ya que se suman Burro (con un peso notoriamente menor que en las anteriores, dando por resultado menos chistes y más historia), la dragona, el Gato con Botas, el Hombre de Jengibre y toda la troupe. Monarcas usurpadores, ogros brutos y compinches –como galos de Asterix–, una princesa presa de un sortilegio, un ejército de brujas ominosas y hasta el Flautista de Hamelin (ahora como temible cazador de recompensas) tejen sobre la historia una red protectora, hilada con hilos que vienen de antiguo. Teniendo en cuenta que a lo que conduce la aventura de Shrek es a hacerle revalorizar el orden doméstico, se acusará a esta fábula, no sin razón, de ultraconservadora. Tanto como la de Qué bello es vivir, otro cuento de hadas hollywoodense, al que Shrek para siempre se parece sospechosamente. ¿Pero acaso su cuestionable moral de fondo impedía a la película de Frank Capra ser encantadora? Sí, es verdad: el ogro y la guerrera sólo quieren dejar las armas, para volver a la tranquilidad del pantano burgués. Cuestión de hechizo tal vez, eso no anula la aventura previa, los hallazgos, la cohesión narrativa y hasta la muy expresiva técnica que, durante hora y media, depara esta otra fábula ultraconservadora.
Padre de familia El mérito mayor de las dos primeras películas de Shrek había sido la capacidad para transformar una historia de amor tradicional en una historia de humor rebelde, a partir de la parodia, la ironía y esa cosa sin nombre que está al otro lado de la ternura, sin dejar de ser ternura. En Shrek para siempre, el agotamiento de esas estrategias –que ya asomaba con fuerza de bostezo en Shrek el Tercero– da como resultado un cambio de apuesta: las fichas fuertes del director Mike Mitchell ya no están puestas en el casillero de la comedia, sino en el del despliegue visual. No nos está dado saber por ahora qué tan mal le está haciendo el 3d al cine: sí podemos saber lo que esa experiencia visual le hizo a Shrek: le quitó muchísima gracia y lo convirtió en un héroe de acción apenas simpaticón. Lo que antes era construcción minuciosa y delirante de un chiste, ahora es coreografía de batallas, de escenas que ¿justifican? el hecho sorprendente de que las cosas se salgan de la pantalla. Se redujeron, lamentablemente, los guiños a la cultura popular, pero el cuento de hadas no deja de ser una alegoría del presente: esa preocupación por las paradojas temporales y los universos paralelos que hicieron de Lost el mayor fenómeno audiovisual de la época aparece aquí como una especie de excusa retorcida para explotar la franquicia. También se pone en foco una idea del amor y de la redención que por estos días se repite una y otra vez en la particular cultura de disidencia norteamericana: si hay una salvación, si acaso podemos lograr una instancia de felicidad, la clave está en ayudar a los otros. Por ese lado, Shrek 4 vuelve a coquetear con cierta rebeldía. Y, como en las películas anteriores, Shrek se fortalece por sus encantadores personajes de reparto: Burro sigue siendo una máquina de chistes, y el Gato con Botas aparece entorpecido por una obesidad calamitosa. Pinocho tiene una sola aparición graciosa, y el Hombre de Jengibre se roba el universo paralelo convertido en un luchador romano en desiguales combates contra galletitas con forma de animales. Al villano le falta onda, a pesar de que es afecto a la música electrónica y a rodearse de brujas: Rumpelstiltskin aparece como un muchachito punk caprichoso, de oscuras ambiciones, pero vulnerable a lo que vendría a ser su mejor arma, la estafa. Todo indica que es la última parte de la saga, y en ese sentido el final es un refuerzo de los finales de las películas anteriores, un acento en la idea de que Shrek y Fiona viven felices por siempre, incluso si viene un loco a querer cambiar el pasado e inaugurar un oscuro universo paralelo. Y viven una felicidad doméstica, una de esas felicidades confortables que se supone son el resultado de una familia armoniosa. Al principio de la película Shrek parece disconforme con esa idea, quiere volver a ser un ogro pulenta, y lo que se le vendrá encima no será tanto el precio de los deseos como el peso terrible y aburrido de la moraleja.
¡QUÉ FEO ES VIVIR! Cuarta entrega de la saga o serie de Shrek y al parecer la última, Shrek para siempre invita a mantener la inercia del primer film y seguir como si nada, pagando la entrada básicamente para perder el tiempo. Los espectadores han sido avisados. Los films de Shrek empezaron con características muy particulares. Su revisionismo paródico de los cuentos de hadas era su gracia. Por momentos bordeaba un postmodernismo cínico que la volvía una saga ideal para no creer en nada ni en nadie, y colocar al espectador es el espacio seguro de la burla. La falta de fe en las viejas historias universales no es una buena señal. Habría que desconfiar de un film para chicos que se burla de los cuentos de hadas. Chistes demagógicos por doquier y una factura industrial para que el producto luciera bien hicieron el resto. Los defectos fueron volviéndose cada vez más profundos en cada uno de los films al punto tal de que podríamos afirmar que cada película de la serie fue peor que la anterior y que más allá de lo que cada uno piense de la primera, de ahí en adelante han ido en decadencia. En esta nueva entrega, la historia es una especie de versión fáustica de ¡Qué bello es vivir! y con esa estructura se narra un pacto entre Shrek y Rumpelstinski, quien le ofrece –frente a las frustraciones del ogro con respecto a su vida familiar- una posibilidad de volver a ser él por un día, sin todos los cambios que se produjeron en su vida cuando conoció a Fiona. Pero el pacto encierra un engaño y al final de ese día, Shrek dejará de existir. Bueno, esas son las excusas para movilizar el conflicto y el problema no es el punto de partida. El problema es la inercia, la inercia con la que pasivamente nos invitan a seguir adelante aunque el cine ha dejado la serie hace rato. Eso es lo peor que tiene Shrek para siempre, que no es tanto la película en sí –malísima- sino lo que se produce cuando uno acepta ir a ver estos films. Una inercia que algunos le llaman franquicia y que ha dado –Toy Story, sin ir más lejos- buenas experiencias al reencontrarse una y otra vez los mismos personajes en nuevas y buenas historias. También ha dado, claro, muchas situaciones como las que aquí se comenta. Este film nos convierte a los espectadores en mendigos, esperando migajas de algo que ya no tiene nada valioso para dar. Sí, un chiste acá, tal vez otro por allá, pero el cine no puede ser solo eso. Millones de dólares se han movilizado para apenas dejar la sensación de “no está mal” o “las otras fueron mejores”. No, así no debería funcionar el cine. No es así como nos apasionamos, nos conmovemos y nos enamoramos del cine. Prefiero un film totalmente fallido a esta tibieza perezosa y malintencionada que nos sumerge definitivamente en la mediocridad. Shrek para siempre nos invita, como si de la manzana roja de una malvada reina se tratara, a dormirnos para siempre en ese mismo universo anodino.
Adiós, irreverencia, adiós Si tuviésemos que poner un ejemplo de cierta mediocridad cinematográfica que de vez en cuando arrastra su medianía por sobre nuestras queridas pantallas, la insulsa Shrek para siempre (Shrek Forever After, 2010) nos caería como anillo al dedo. Ya no podemos más que confirmar que DreamWorks se quedó sin imaginación, entró en piloto automático y/ o simplemente decidió abandonar la lucha por la supremacía en el mercado internacional de la animación infantil: el supuesto final de la franquicia apenas si despierta un par de sonrisas con una premisa muy deudora de ¡Qué bello es vivir! (It''s a Wonderful Life, 1946). Quizás pocos lo recuerden pero las peripecias del ogro más famoso comenzaron en 2001 con un film sumamente interesante que combinaba comedia directa, tono satírico y múltiples referencias a los cuentos de hadas y la literatura para niños. Su primera secuela del 2004 aplicó con destreza la doctrina hollywoodense por antonomasia: maximización general en cuanto a escenas de acción y personajes más alguna que otra vuelta de tuerca narrativa. Considerando estas dos piedras angulares de la década nadie se esperaba ese traspié mayúsculo que fue la desapasionada y fofa Shrek Tercero (Shrek the Third, 2007). Ahora nos venimos a enterar que aquello no fue un accidente aislado sino un verdadero motivo de alerta: cuando en una saga llega el momento de reflotar el viejo latiguillo de “qué pasaría si…”, estamos ante la inminente desaparición del acompañamiento popular debido a la falta de ideas, el humor cada vez más esquemático y la tendencia a desaprovechar las distintas vertientes que el mismo relato propone. Todo esto acontece en Shrek para siempre de una forma bastante peculiar ya que a pesar de la pérdida casi completa del encanto original los protagonistas aún hoy conservan algo de vitalidad y podrían haberse lucido. Más allá de la nulidad del realizador Mike Mitchell y los guionistas Josh Klausner y Darren Lemke, un puñado de marionetas incompetentes al servicio del estudio, lo que más molesta es el carácter impersonal del convite, como si una trama predecible y un villano sin energía indicaran que la edad del público a captar bajó significativamente (o tal vez el coeficiente intelectual de los espectadores, vaya uno a saber…). Este Shrek en plena crisis de los cuarenta no convence y para colmo los mejores chistes estaban “resumidos” en el trailer. Las brujas bailan al ritmo de Sure Shot de los Beastie Boys pero la irreverencia se agotó…
Shrek para Siempre marca el final de una franquicia muy exitosa y cuestionada en su calidad, luego de una tercera entrega bastante mediocre. En esta cuarta película Shrek se encuentra agobiado por la crianza de sus tres hijos y la rutina con Fiona y sus compañeros de viaje. Rumplestiltskin se cruza con el ogro en el momento en que éste se encuentra más vulnerable y es así como logra engatuzarlo y convencerlo de que firme un dudoso contrato que consiste en darle a Shrek un día en que vuelva a ser un ogro de verdad, pero un día a la vez que sin que él lo imagine será una realidad alternativa en donde Fiona, Burro y El Gato con Botas no lo conocen y tienen vidas muy distintas a las presentadas por Dreamworks en las primeras tres entregas. Planteado el nudo de la cinta se me vino a la cabeza cierta analogía con Volver al Futuro. En aquella saga de ciencia ficción el Dr. Emmett Brown siempre alarmó a Martin McFly de que la modificación de ciertas cosas o elementos podrían desencadenar una realidad paralela a la anterior. Continuando con esta analogía el contrato de Rumplestiltskin representa al DeLorean y es por medio de éste que Shrek viaja a su realidad alternativa donde puede ver como hubiera sido la vida de sus amigos si él no hubiera existido y obviamente es allí cuando el querido ogro debe pelear por volver todo a la verdadera realidad. Si recuerdan la saga dirigida por Robert Zemeckis, Michael Fox también tiene un fin similar que cumplir en el pasado o su futuro. Quizás la analogía es un poco loca pero es las sensación que primero se me vino a la cabeza cuando estaba sentado en mi butaca. Supongo que a ustedes les pasará lo mismo y terminarán de entender lo que quiero decir. Creo que en esta cuarta entrega se volvió a las fuentes, porque de alguna manera se puede ver nuevamente ese humor ácido, desopilante y fresco que tuvieron la primera y la segunda entrega. Hay muy buenas escenas de la mano del Burro, quien nuevamente vuelve a tener un rol protagónico en las secuencias cómicas, pero obviamente quien una vez más se destaca por encima de todos es el genial Gato con Botas. La labor de Antonio Banderas poniendo la voz a dicho personaje realmente es un laburo digno de destacar, ya que es imposible imaginarse al gatito con otra voz que no fuera la del cachondo español. Si siempre destacamos el buen mensaje que dejan las películas de Pixar, creo que también debemos enunciar que Shrek tiene un hermoso mensaje que nos dice que hay que valorar las cosas que uno tiene siempre y no esperar a perderlo para comenzar a valorarlo. Incluso en el final uno siente bastante emoción, algo que jamás había ocurrido en las anteriores ediciones. Shrek para Siempre es un buen broche para cerrar una franquicia muy famosa y querida por todos. Quizás sería merecedora de tres estrellas y media, pero redondeo para arriba por lo buena y digna despedida que merecía este querido Ogro.
“Shrek” debió terminar en trilogía en el 2007, pero el estudio Dream Works, pensando en sacarle un poco más de provecho al personaje, nos presenta ahora a la que afirma ser la última: “Shrek para siempre” (“Shrek Forever After”). En verdad, la serie ya se había agotado hace tres años con “Shrek Tercero”, que fue la peor de las cuatro, lo que no significa que la actual exhiba demasiados méritos. Cuando la primera irrumpió en el Festival de Cannes del 2001 produjo una verdadera revolución en el campo del film de animación, al ser presentada en el mayor evento de cine del mundo con claras chances incluso de llevarse la Palma de Oro. La segunda, tres años después, volvió a ser codirigida por Andrew Adamson y sin llegar al nivel de la original no decepcionó merced en parte a la incorporación de nuevos personajes donde sobresalió el Gato con botas, con voz de Antonio Banderas en la versión original. La ausencia de Adamson (se dedicó a dirigir la serie de “Las crónicas de Narnia”) se sintió en “Shrek Tercero”, donde los numerosos nuevos personajes (Cenicienta, la Bella Durmiente, Lancelot, Capitán Garfio, Merlin, etc.) sólo contribuyeron a crear caos, en medio de un pobre argumento cinematográfico. Es justamente este último concepto el mayor déficit de “Shrek para siempre” que ahora dirige Mike Mitchell (“Gigoló por accidente”, “Súper escuela de héroes”). Aparece en esta oportunidad Rumpelstilstkin, un nuevo personaje que al igual que otros anteriores (Raspunzel, Cenicienta) fueron popularizados por los hermanos Grimm. Alrededor de él gira gran parte de la trama consistente en un engañoso acuerdo con Shrek, que le permitiría a éste recuperar su poder de asustar a la gente a cambio de un día de su vida. Hay algo más de ritmo que en la versión de 2007 y nuevos personajes como un ejército de brujas y el flautista de Hamelin, que sin embargo no ayudan mucho a elevar el interés de la historia. En cuanto a los más tradicionales, tanto Burro (voz de Eddie Murphy en inglés) como Gato con botas son los que protagonizan los esporádicos, aunque más cómicos momentos. Las canciones están bien elegidas, siendo en su mayoría clásicos temas de rock de intérpretes tan populares como los Carpenters, Lyonel Ritchie y Stevie Wonder. Es de esperar que ésta sea la última de una serie que se viene agotando, aunque siempre se podrá temer que pueda resurgir, por ejemplo, siguiendo a alguno/s de los personajes de Shrek. En caso de duda, para el espectador que desee ver un film infantil (con o sin chicos), nuestra recomendación es clara: “Toy Story 3”, que al igual que ésta se puede ver en 3D y también en versión en castellano.
Parece que la cuarta será la vencida. La primera recaudó cerca de 500 millones de dólares. La segunda, duplicó esa suma. La tercera tuvo un resultado algo inferior en la taquilla (unos 800 millones de verdes), pero no defraudó. La fórmula era eficaz: se trataba de tomar los elementos y personajes de los clásicos cuentos de hadas, y darlos vuelta como un guante. De pronto, el ogro verde en vez de asustar se convertía en héroe, y la princesa acababa siendo tan fea y rechoncha como él, pero ambos lucían encantadores. Aparecía el Gato con Botas y otros personajes entrañables del género. ¿Cómo cerrar esta saga que venía tan bien? Redoblando la apuesta. Shrek aparece hundido en una vida rutinaria, añorando los días en que era un verdadero ogro, cuando aparece el diablo para tentarlo con la apariencia del sinuoso Rumpelstiltskin (un personaje creado por los hermanos Grimm en 1812) proponiéndole uno de esos pactos que no perdonan. El villano, ansioso por conquistar el reino de Un Lugar Muy Lejano, le ofrece a Shrek un día como verdadero ogro. El precio a pagar será altísimo. De pronto, Shrek ya no es un héroe popular, sino una criatura que mete miedo. En esa otra realidad, el villano es el rey , los ogros son perseguidos sin piedad y Shrek y Fiona no se conocen. La posibilidad de escapar de esa trampa es el tema apasionante de este cuarto capítulo que se anuncia como definitivo. El film, que se proyecta en 3D en algunas salas, en su versión original cuenta con las voces de Mike Myers, Camerón Díaz y Antonio Banderas.
Es innegable el desgaste de esta franquicia y su derrota en el campo de la animación, reflejando falta de entusiasmo y carencia de ideas. Sin embargo, teniendo en cuenta a su antecesora se pueden rescatar algunos momentos y ensayar algún ejercicio de nostalgia por los viejos recuerdos cuando parecía que este ogro verde iba a revolucionar con su irreverencia al cine de animación y a la idiosincrasia hollywoodense...
VideoComentario (ver link).
"Shrek para siempre" es el regreso del ogro más famoso a la pantalla grande (supuestamente por última vez) y que además nos dá la posiibilidad de disfrutar de la película en 2D, 3D e IMAX 3D. Vamos a encontrar algunos personajes nuevos como Rumplestiltskin y el flautista , y otros conocidísimos como el burro, Fiona o el gato con botas. Y en esta oportunidad, la historia que nos presenta Dreamworks es la siguiente: Shrek (tras firmar un contrato por error) se encuentra en una versión alternativa de Muy muy lejano, y todo parece estar al revés, Rumplestiltskin es el rey, y él (Shrek) jamás conoció a Fiona. La parte visual me gustó mucho, y me sinceramente creo que se utilizó muy bien, porque tiene escenas en 3D muy bien logradas, que le suman ese plus a la película, y que hará que los chicos se enganchen mucho más con la historia, que de por sí, les va a resultar bastante entretenida. No sé si este será verdaderamente el final de las películas de Shrek, pero si lo es, ha sido un muy buen final, que seguramente disfruten mucho los más chico de la familia :)
Shrek para siempre no sólo es una película fea -antes que mala-, sino que además se olvida de su propia lógica y pretende recuperar cierta corrosividad con algunos momentos risibles. Decir que Shrek para siempre es mejor que Shrek tercero es -viejo chiste del escriba cinéfilo- decir que se es más alto que Danny DeVito. Nada. No obstante, por un lado demuestra lo mala que era aquella tercera parte y, por otro, lo poco con que se conforman ya los de Dreamworks en el marco de la saga Shrek. Reiterarnos en las comparaciones con Pixar sería redundante y, seamos justos, indignos para con los realizadores de Toy Story 3. Mientras Pixar parece un alhajero, Dreamworks es un baúl con más cosas inútiles que ideas. En realidad ponerse a escribir sobre esta película invita a la pereza, si tenemos en cuenta el aparente poco esfuerzo con que fue realizada. El cuidado, es evidente, estuvo puesto en privilegiar aquellas escenas vertiginosas que luzcan el 3D antes que la propia historia o, mínimo, el humor. Sin embargo, para compararla con una obra de la misma casa, las escenas de acción de Shrek para siempre no tienen ni para aguantarle medio round a las de Kung fu panda o las de Cómo entrenar a tu dragón: así que no hay 3D que haga lucir la falta de lucidez. Lo de Shrek es significativo: es la demostración de cómo un fenómeno comercial termina empobreciendo algunas buenas ideas hasta envilecerlas totalmente. Si en un principio -quienes la defendemos- vimos algo ciertamente revulsivo y en su segunda parte, al menos, una comedia intensa y efectiva, a esta altura la saga es innecesaria y estirada. Eso sí, tildar a esta cuarta parte de conservadora sería un error si no tenemos en cuenta que ya la tercera lo era con creces. Es más, el comienzo de esta parece hacerse cargo de aquel error, pero si bien intenta enmendarlo, sólo lo hace en apariencia. En resultado, termina siendo más conservadora que su antecesora. El asunto es así, Shrek está cansado de ser padre y esposo, de haberse convertido en un fenómeno turístico, y quiere volver a los días en que era ogro y la gente se asustaba con él. Engañado por el enano Rumpelstilskin, firma un contrato que sí lo devuelve a los días de ogro, pero le quita todo lo que tenía. No hace falta ser mago para darse cuenta que lo que aprenderá Shrek es que lo que tenía era fantástico y tiene que aprender a quererlo. Algo que de Capra a esta parte ya fue contado miles de veces, pero no siempre con esta misma falta de gracia y de honestidad. Si bien Shrek para siempre intenta desmarcarse del molde que ya en la tercera lucía fatigado, comete un grave error: va en contra de lo que la primera pregonaba, la sátira de las historias de hadas. Esté uno de acuerdo o no con ese punto, Shrek para siempre abandona aquí la mirada satírica y se empeña en construir un cuento clásico, obviamente que desnaturalizado por los personajes ya conocidos. El inconveniente es que en el camino termina construyendo un cuento de hadas hecho y derecho, ya sin la mirada asordinada de las dos primeras entregas. Entonces… ¿en qué quedamos? Uno puede decir que aquella burla no era más que una pose canchera que terminó siendo más perjudicial que beneficiosa para el destino de la saga. Uno, también, podrá decir que prefiere películas como Toy story que defienden la magia y celebran la infancia, y no estos engendros posmodernos que a puro cinismo quieren reinventar la cultura sin darse cuenta de que sólo lo pueden hacer sobre la base de lo ya instalado -las referencias pop en Shrek completaron el arco de emociones: ya hartan-. Es así como Shrek para siempre no sólo es una película fea -antes que mala-, sino que además se olvida de su propia lógica. Con algunos momentos de humor que pretenden recuperar cierta corrosividad, la cuarta parte de la saga marca un pretendido final. Esperemos que así sea.
Un final con sabor a poco Pensaba abrir esta reseña comparando a Shrek para siempre con Toy Story 3, pero me pareció poco certero y descontextualizado en función de que el mundo de la animación es mucho más amplio que el enfrentamiento entre Pixar y Dreamworks. Por otro lado, tienen algo en común que excede a la cuestión animada: las dos son (aparentemente, casi confirmado) cierres de sagas con las que el espectador ha crecido y se ha sentido identificado, al punto de generar ese afecto que generan algunos productos, independientemente de su calidad artística. Y aquí si se puede hacer una analogía, mientras que el cierre de Toy Story 3 es poesía visual con un guión que subraya la idea de que estamos ante el capítulo final; el de Shrek para siempre es tosco y barroco, con un cierre casi anecdótico que responde en poco a la lógica de la saga en su inicio. El final tiene algunos momentos aislados y personajes que están bien construidos, además de giros que se pueden calificar de ingeniosos, pero en su conjunto es una película mediocre donde las principales víctimas son los personajes y la trama. Curioso, siendo que Shrek es uno de los films más representativos de Dreamworks (no solo en animación), aquel donde tiene que aparecer el talento de aquellos que hicieron las dos primeras partes de la saga, Kung fu Panda o Como entrenar a tu dragón. La trama podría resumirse así: Shrek tiene familia, eso ya lo sabemos por la tercera parte, vive en un mundo aburguesado con poco de magia y mucho del mundo “real”, entre una rutina laboral (una cuestión turística), atender a sus hijos, organizar reuniones para recordar sus hazañas y demás obligaciones conyugales junto a Fiona. La repetición lo agobia y le recuerda a sus días en que era un ogro hecho y derecho, asustando a indefensos y teniendo tiempo suficiente para arrojarse al lodo, por lo cual, en una reunión incomoda estalla y toma la decisión de hacer un acuerdo con Rumpelstiltskin, el duende que protagoniza otro de los celebres (y oscuros) relatos de los Hermanos Grimm. Este resulta un embaucador con el cual el compromiso suele acarrear un riesgo y modifica el mundo de Shrek. En esta dimensión paralela nadie lo reconoce (ni Fiona, ni Burro, ni El gato con botas) y Rumpelstiltskin es rey, los ogros son perseguidos y las brujas son un ejército al que se resiste un pequeño grupo de ogros. Es una tierra triste, pero no sabemos bien porque, ni tampoco hay un contexto demasiado enriquecido o interesante para resaltar lo que se ve (el mundo entero giraría en torno a Shrek). No creo que sea necesario agregar más detalles de la trama. Digamos simplemente que todo se resuelve gracias al amor y varias secuencias de acción. Al final era todo una fantasía escapista, una travesura ingenua, “vuelva usted a su mundo y aprenda a valorar lo que tiene”, eso es lo que parece decirle el relato con moraleja a Shrek antes de entregarle de vuelta la “normalidad”. Shrek era una interesante subversión del relato fantástico, aggiornado por convencionalismos, con un tono pop y mucha comedia. Con esta parte la saga muestra una trama adulta y conservadora dentro de un cuento de hadas, con sus normativas destruyendo cualquier posibilidad de fantasía y dando a entender un mundo alegórico que tiene poco de comedia y mucho de aleccionador. Es una miserable traición a la imaginación que hace de los personajes móviles de un guion que parece tener varios puntos en contacto con la funesta Click. Cambien al ogro por Adam Sandler y al contrato de Rumpelstiltskin por un control con funciones magnificas y tendrán más o menos los mismos puntos de giro y los mismos conflictos. Pero, a diferencia de Click resulta menos patética en sus planteos y no persuade constantemente a la audiencia, llegando a golpes bajos imposibles y resoluciones absurdas. En Shrek, afortunadamente, aún quieren un poco más a los personajes. Aclaro que no toda la película me resultó antipática. Me gustó el diseño del personaje de Rumpelstiltskin y algunas secuencias que protagoniza (muy ocurrente aquella en la que promete el paraíso a quien capture a Shrek, con estrategias audiovisuales propias de la publicidad, con Enya de fondo), además del ganso diabólico que lo acompaña. Es la antítesis del desperdicio de gags y personaje que resulta el flautista de Hamelin, que no tiene prácticamente ninguna funcionalidad y aparece como un mero accesorio. Los personajes centrales tienen una enorme ancla encima que es la trama, puede ser ocurrente algún chiste entre Shrek y el Burro o El gato con botas de la dimensión alternativa, pero este aparece inmediatamente sepultado por líneas innecesarias y aclaraciones ridículas (¿no es acaso algo aburrido una comedia con aclaraciones?). La animación digital continúa estando al nivel de lo que puede dar un estudio como Dreamworks, manteniendo fluidez y detalle sin perder el tono caricaturesco que caracteriza a la saga. Sin embargo, algunas secuencias de acción aparecen guionadas torpemente, particularmente el primer escape de Shrek del palacio. Es increíble cómo a pesar de todo lo que pasa no se transmite ni la mitad del vértigo que si puede lograr en parte la secuencia final en el mismo lugar. Y así podríamos definir las cosas. Es una película mediocre sin peso alguno llamada al olvido, salvo por el leve entretenimiento que puede dejar mirarla cuando no hay otra cosa en TV. Algo que ni Shrek 1 o Shrek 2 merecían.
Las dos primeras partes de la historia de Shrek fueron películas que lograron mezclar con originalidad muchos cuentos de hadas y combinar cada una de sus historias en un mismo relato. La segunda secuela del ogro falló en el simple hecho de no desarrollar con lucidez y humor una narración atrapante y divertida, cayendo en situaciones y gags repetidos. La cuarta parte deja una sensación de vacío, de poca sorpresa y decepción, un final con pocas luces.
DESPEDIDA DEL OGRO MÁS BUENO DE TODOS Felizmente casado y con tres hijos, la vida de Shrek se ha convertido en pueril y repetida (al menos para sus ojos). Asentado en el pantano con una vida hogareña que se le hace cada vez más tediosa, y añorando los días cuando se sentía como un verdadero ogro, Shrek es engañado para firmar un pacto con el astuto y malvado Rumpelstiltskin, en el que podrá pasar un día viviendo una vida diferente. Si embargo, el vil antagonista le ha tendido una trampa, y Shrek se encuentra en una versión alterna y retorcida de Un Lugar Muy Lejano, donde los ogros son perseguidos, Rumpelstiltskin es rey y Fiona es una amazona que encabeza la resistencia a la monarquía, y no sabe quién es Shrek. Tan pronto como Shrek se encuentra atascado en su nueva realidad, el aspecto, el tono y el color de la película cambian dramáticamente. Los paisajes profusos y verdosos se convierten en un páramo desértico, estéril y lóbrego, dominado por los colores dorados, verdes y grises oscuros. Todos los personajes de las anteriores películas están aquí, cada uno con un presente diferente, y con una participación especial del Flautista de Hamelin. Si bien esta vez el Burro y el Gato con Botas tienen menos protagonismo y poco peso en la historia, sigue siendo Shrek la indiscutida estrella, pero Fiona cobra bastante trascendencia en el guión. El filme, dirigido por Mike Mitchell, resulta, en su versión 3D, de una gran catarata audiovisual, más especialmente en el momento de las persecuciones y cuando las brujas voladoras hacen su aparición con bombas de humo. Con las voces de Mike Myers, Eddie Murphy, Cameron Diaz, Antonio Banderas, Julie Andrews, John Cleese y Walt Dohrn, Shrek 4 resulta de gran diversión para grandes y chicos, con algunas sutilezas sólo para los mayores, especialmente con el uso de temas musicales de los 70s. De esta manera terminan las aventuras de un ogro verde que comenzaron en 1995 cuando Jeffrey Katzenberg y su equipo de colaboradores en DreamWorks Animation comenzaron a desarrollar la parodia de los cuentos de hadas de William Steig para llevarla a la pantalla grande por primera vez. Después de cuatro películas, un Oscar como Mejor Película Animada, especiales de televisión, una obra musical para Broadway, atracciones en los parques de diversiones y numerosos premios de la industria de animación y efectos visuales, Shrek se ha convertido en un ícono mundial amado por millones. Se lo va a extrañar. Será cuestión de volver a ver una y otra vez sus inolvidables aventuras.
HABÍA OTRA VEZ… ¿Cómo serían nuestras vidas si Shrek nunca hubiese existido? ¿Tendrían DreamWorks Animations Studios el éxito que hoy tiene? ¿Habríamos visto films como EL ESPANTA TIBURONES (2004), MADAGASCAR (2005), KUNG FU PANDA (2008) o COMO ENTRENAR A TU DRAGÓN (2010)? ¿Qué sería de la vida del director Andrew Adamson y de los actores Mike Myers, Eddie Murphy, Cameron Diaz y Antonio Banderas? ¿Serían las películas animadas lo que son hoy en día? Es imposible saberlo. Pero seguramente, en un universo paralelo, “Shrek” es solo una palabra extraña y no el nombre de la segunda franquicia más importante del cine de animación - TOY STORY sería la primera, claro-. Pero ¿y si el ogro verde nunca hubiese existido en la ficción? Para empezar, nadie habría rescatado a Fiona de la torre de la dragona, Burro no habría podido escapar de los soldados de Lord Farcuad - en la inolvidable escena de “No me digas ¿Tu y cuantos más?” - y El Gato con Botas… bueno, por alguna razón habría colgado sus botas y terminado con varios kilos de más. Todo esto y más es revelado cuando Shrek, cansado de la vida hogareña y las labores paternales, hace un pacto con el vengativo Rumpelstiltskin para volver a sentirse como un verdadero ogro por tan solo un día. Pero este lo engaña y se crea una oscura realidad alternativa en la que se desarrolla la cuarta y - según dicen - última aventura de la saga. Sin embargo, carente de la frescura y del humor característico de las dos primeras entregas, SHREK PARA SIEMPRE es solo una excusa divertida pero poco trabajada para intentar cerrar la franquicia dignamente, intentando volver a las raíces de la historia con una nueva secuela que entretiene pero que, como final, deja mucho que desear. Luego de dos excelentes, originales y divertidas primeras partes, la saga SHREK sucumbió ante un nuevo equipo creativo culpable de una pésima tercera entrega para nada graciosa, en la que el protagonista era solo un artificio sin corazón ni espíritu aventurero. En DreamWorks se dieron cuenta de esto y, tratando de superar la vergüenza, intentaron salir airosos cuando vieron que era hora de una cuarta película. Así propusieron una especia de borrón y cuenta nueva para alejarse lo más posible del fracaso del film anterior, paralelamente acercarse de nuevo al estilo de la primera aventura (Shrek comportándose nuevamente como ogro diciendo frases como “Esta es la parte en la que salen corriendo” o el uso de la canción final “I'm a believer” son ejemplos claros de esto). Y es tan evidente el hecho de que quisieron ignorar a SHREK TERCERO (2007) que los ogros bebés no tienen nada de protagonismo y personajes como Merlín, Encantador y Artie, el actual rey de Muy Muy Lejano, no aparecen ni son mencionados nunca. Lo bueno es que esto les permitió centrarse más en Shrek y hacernos recordar porque nos gustaba tanto, pero siempre hay límites. Aquí a los realizadores se les fue un poco la mano. El resulto: El ogro acapara toda la atención dejando a personajes tan geniales como El Burro, El Gato con Botas, Jengibre, Pinocho, Doris y al resto de los secundarios con tan solo algunos chistes y casi ningún aporte a la trama. Encima de todo, SHREK PARA SIEMPRE también se da el lujo de incorporar nuevos seres mágicos a diestra y siniestra, graciosos de a momentos, pero nada memorables. El ejército de ogros es un buen aporte, pero no son bien aprovechados ni a lo largo de la historia ni en la breve batalla final. Rumpelstiltskin, por su parte, es el villano menos carismático de la franquicia - ¡Qué lejos quedaron los tiempos de Lord Farcuad! - con secuaces como las brujas, el ganso o El Flautista de Hamelín que no terminan de encajar en este capítulo final. Con algunos aciertos (El bien trabajado personaje de “la otra” Fiona, reencontrarse con Burro y su delirante palabrerío, que se vuelvan a incorporar maldiciones o conjuros relacionados con el beso del verdadero amor, la escena de la fiesta de cumpleaños o de la rutinaria vida de nuestro protagonista, o verlo comportándose como un ogro nuevamente) y otros desaciertos (El baile de los ogros, la poquísima participación del Gato con Botas o algunos chistes demasiado tontos similares a los la tercera película), SHREK PARA SIEMPRE no es el perfecto final de la saga. Aunque sí supera a su predecesora con una guión más trabajado y situaciones con mas humor y aventura, lamentablemente aún le falta mucho para estar al alcance de la primera y segunda película. La incorporación de la realidad paralela, aunque puede resultar a veces confusa para los mas pequeños, evidencia la creatividad narrativa y la originalidad de una franquicia que, aunque perdió parte de su corazón, aún tiene mucho para dar. Es solo cuestión de decidir si ese “… y vivieron felices para siempre” puede llegar a convertirse nuevamente en un “Había una vez…”.
La importancia de llamarse Shrek Cuarta y aparentemente última parte de la saga de la historia del simpático ogro Shrek. En esta oportunidad, el protagonista se encuentra ya realizado, con su esposa Fiona y sus tres hijos viviendo dentro de un gran árbol. Pero la vida familiar y de “ogro bueno” parece no agradarle demasiado a Shrek, que añora los tiempos en los que era un ogro temido y perseguido. Por esto, se encuentra “fortuitamente” con una especie de brujo llamado Rumpelstinkin, quien le ofrece hacer un “contrato mágico” en el que le promete a Shrek que volverá a ser ogro por un día, a cambio, que le de un día cualquiera de su vida. Pero lo que Shrek no sabe es que este ser mágico, en realidad es malvado y está resentido por un hecho del pasado, cuando los reyes estuvieron a punto de entregarle el reino a cambio que deshiciera el hechizo de su hija Fiona, y el ogro al rescatarla, arruinó todo. Por lo que “Rumpel” toma el día en que Shrek nació así nunca existiría y el puede lograr su sueño de ser el rey de muy muy lejano. Entonces Shrek se encuentra con una historia muy diferente donde ni Fiona ni su insoportable mejor amigo Burro lo conocen, y los ogros del reino se encuentran en rebelión, liderados por la guerrera Fiona. Sólo si Shrek logra darle el beso del verdadero amor a su amada antes del amanecer se romperá el hechizo que evitará que el embustero Rumpel se convierta en rey para siempre. En resumen, un giro a la historia ya conocida, que a mi parecer, no era necesario y hace añorar aún más la calidad de las dos primeras entregas de esta saga. Como siempre, el burro se lleva las mayores risas, acompañado por una buena participación de un “inflado” gato con botas. En fin, con esto termina Shrek, en buena hora, con un capitulo final “aceptable” a regañadientes, esperemos que la ya anunciada película de “Burro” aproveche al máximo este personaje y vuelva al humor que gusta a grandes y chicos.
El entrañable ogro inmerso en conflictos de la actual sociedad conyugal La cuarta de la serie del querido ogro, parecía ser una exageración, ¿Qué otra historia van a agregar? Siempre habrá motivos para festejar, si bien casi todo el relato surge como un homenaje al gran clásico del cine navideño de Fran Kapra “Que bello es Vivir” (1946), es además una gran radiografía de la sociedad conyugal de la actualidad. Con un muy buen guión, por supuesto que para los adultos es bastante predecible, pero bien construido, con infinidad de guiños para que los padres siempre tengamos motivos para festejar. Shrek esta sobrepasado por las tareas de sostener a una familia, y mantener las relaciones de afecto y amistad, una esposa, tres hijos, un gato (con botas) un burro y su esposa la dragona, y los pequeñitos. Perdió lo que intento recuperar en la primera de la saga, eso desapareció, en su deseo se presenta la fantasía de aunque sea por un día volver a ser el ogro que era, temido solitario y libre…… ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Desde lo puramente técnico habría que agregar que la manufactura es muy buena, el efecto de 3D esta muy bien ensamblado, pero la continuidad del mismo a lo largo de todo el film, termina acostumbrando al espectador, hasta hacer desparecer lo efectos de profundidad que intenta reproducir esta técnica. Pues de que hablamos cuando decimos de proyección en 3D, es en la que los filmes puedan ser percibidos con sensación de profundidad y esto gracias a la visión estereoscópica. En la mayoría de las producciones así presentadas sólo son una burda superposición de imágenes, aquí no. Y eso también es valorado.
Contá mil cuentos Y llegó a los cines. La esperada cuarta parte del ogro devenido en príncipe azul y convertido en padre de familia se enfrenta a lo que según anuncian sus propios creadores es el capítulo final. ¿Pero cuáles son las virtudes de esta Shrek, por siempre? Ya de antemano, Dreamworks se enfrentaba a un problema existencial, que en todo caso también debieron superar a partir de su segunda parte: el factor sorpresa. Debido al conocimiento del espectador sobre qué ofrece el mundo del ogro verde, la calidad empezó a decaer con cada película estrenada. Esta cuarta parte, sin embargo, recupera algo de aquella primera película exhibida en los cines en los albores del año 2001. Y para ello tenemos que atender a la historia que se cuenta. Shrek ahora es un responsable padre de familia, un ciudadano ejemplar que vive como una estrella en su pantano y un admirado vecino del reino Muy, muy lejano. Pero las demandas que implica atender a sus hijos, la melancolía por sentirse temeroso otra vez y recuperar aquello que ha perdido (ni más ni menos que su juventud) hacen que el protagonista realice un trato con Rumplestiltskin, un malevo duende que planea quedarse con todo el reino. Con el fin de volver a sus días de gloria, Shrek viajará hacia un nuevo mundo donde los ogros son cazados, los aldeanos sometidos y el único centro de poder pasa por el dominio del villano. Para volver todo a la normalidad, deberá convencer a todos de quién es e intentar restablecer la paz en el lugar. El hecho de que Shrek deba volver a crear una relación con Burro, Gato con botas, y Fiona trae al espectador una parte, decíamos, de aquello que hizo grande a la primera película. De todas maneras los roles se cumplen a rajatabla y el personaje principal pasa a ser –o sigue siendo- el núcleo a través del cual el resto de sus personajes dan lugar a los momentos más graciosos del film. Por otra parte, la sensación de que algo se perdió en el camino resuena en cada minuto que se pasa en la butaca. Tal vez la razón de que el filme, con un humor mucho más físico y gags que apuntan a un público más chico, cambia la ironía cómplice con el adulto, por el entretenimiento directo y la risa más efectiva. No es algo que necesariamente esté mal, pero en este sentido el guiño a los padres presentes en la sala no disfrutarán la historia como alguna vez sucedió. Técnicamente, no se puede reprochar nada en este Shrek por siempre. Muchos colores, grandes movimientos de cámara y ampulosos sonidos que engrandecen cada situación vista en la pantalla. Y por supuesto la cantidad de atribuciones a los más famosos cuentos de hadas se harán presente para sí complacer a todo aquel que conozca las historias originales. La cuarta parte de Shrek podría ser considerada como una digna despedida del ogro más famoso que el cine haya dado en los últimos años. La cinta no defrauda en ningún momento y eso es cierto, pero también es indiscutible que después del segundo film, la apuesta por el chiste físico y el tratamiento menos inteligente de las historias le juega en contra respecto al público más adulto que tal vez espera otro tipo de relación con la película desde la pantalla. Chistes procaces, diversión efectiva, mensajes aleccionadores (en el buen sentido de la palabra) chicos contentos; todo funciona para ver la película e inmediatamente cruzar la calle y comprar la comida con el juguete.
El ogro sin pasado El otro gran tanque infantil de la temporada (luego de Toy Story 4) llegó el fin de semana a nuestra ciudad, precedido de una repercusión inusualmente heterogénea, con la crítica dividida entre elogios (los menos) y vituperios diversos, una variedad que se podría pensar habla más bien que mal de la película, ya que al menos se demuestra capaz de romper las redes de consensos que suelen venir bien tejidas en la recepción especializada de éste tipo de obras. Ni la mejor de la serie ni por supuesto la peor, la cuarta entrega de Shrek es en primer término una película distinta a las anteriores, empezando porque es quizás el primer filme pensado enteramente para el formato 3D desde el renacimiento global de esta tecnología, incluso más aún que Avatar. Y siguiendo porque, por primera vez, su esquema narrativo no está basado en la transgresión y tergiversación de los clásicos cuentos infantiles, sino en la construcción de una ficción ya independizada de aquellos, deudora acaso de otras fuentes relacionadas con el cine clásico hollywoodense. El resultado no es así el peor imaginable para una cuarta (y se supone última) entrega, aunque hay que decir que tampoco logra dejar atrás el agotamiento que ya había evidenciado su predecesora. Puestos a imaginar un argumento para la cuarta entrega, los nuevos guionistas Josh Klausner (Una noche fuera de serie) y Darren Lemke (uno de los escritores de Lost) enfrentaban un problema capital: ¿cómo revitalizar una historia que había decantado hacia el ámbito familiar pequeñoburgués, tan sagrado para el imaginario norteamericano? ¿Cómo reinventar, en fin, un cuento que ya había tenido su final feliz? La respuesta hizo honor a los pergaminos de sus autores, y vino por el lado de la reapropiación de cierta tradición del cine norteamericano largamente transitada en los años ´90, relacionada a filmes como Qué bello es vivir ó Volver al futuro. Como en el clásico de Frank Capra (de 1946), Shrek accederá aquí a una realidad paralela donde él nunca ha existido, aunque esta vez será a su pesar, ya que el conflicto central del filme pasará por intentar recuperar su existencia perdida. Al inicio, el entrañable ogro se encontrará agobiado por la vida familiar y la crianza de sus tres inquietos hijos: una lograda secuencia muestra cómo la idílica vida familiar en el pantano se va convirtiendo, a fuerza de rutina y trabajo sin descanso, en un infierno que aprisiona a nuestro protagonista, quien anhela secretamente recuperar la libertad perdida. Su hartazgo será aprovechado por el mago Rumpelstiltskin, que toda su vida ha querido apoderarse del reino de Muy Muy Lejano, y le ofrecerá un acuerdo por el cual Shrek podría recuperar su antigua libertad durante 24 horas. Claro que el pacto esconde una trampa, y nuestro protagonista se verá atrapado en una nueva realidad donde nadie lo conoce y donde Fiona lidera un grupo revolucionario de ogros que intenta derrocar a Rumpelstiltskin, convertido en el nuevo dictador del reino con un ejército de brujas a su servicio. Para colmo, Shrek sólo tiene 24 horas para recuperar su antigua existencia, y de lo contrario terminará desapareciendo para siempre. Volcada decididamente hacia la acción física y la aventura, Shrek 4 tiene un diseño formal determinado esencialmente por la tridimensionalidad: como nunca antes, hay numerosas escenas de acción narradas con planos secuencias que explotan a fondo la profundidad de campo, potenciando los efectos en 3D, y dándole al filme un cariz distinto a sus predecesores. La cuestión pasa por ver si tamaño despliegue está justificado por la trama, y la verdad es que no siempre es así, ya que algunas secuencias parecen insertadas únicamente para destacar los efectos 3D (o incluso para anticipar los futuros productos de videojuegos para niños), aunque el trabajo técnico sobre la imagen resulta nuevamente sobresaliente. A favor, hay que contar también la decisión de centrar los gags humorísticos y la mirada irónica no ya sobre las clásicas tradiciones infantiles, sino sobre la propia ficción construida por sus películas predecesoras (así, el Gato con botas es un obeso, el Burro un esclavo de las brujas, y el Hombre de Jengibre un gladiador romano), lo que le devuelve al filme parte de la vitalidad perdida en la segunda y tercera entregas. También se repiten ciertos vicios por supuesto, como dirigir predominantemente el humor hacia el público adolescente, un mal que parece endémico en el género, bajo la idea de abarcar tanto a grandes como a chicos, algo que margina a los más pequeños de un universo que les debería ser propio. Por Martín Ipa