Hay películas que ponen a sus elencos por encima del relato en sí, películas que parecieran construirse como una suerte de excusa (esto dicho sin desmerecer) para poder ver a un gran elenco interactuar entre sí, aunque a veces ni siquiera se cruzan en escena; recordemos por ejemplo la saga de Ocean Eleven o los films hollywoodenses de Alejandro Gonzales Iñarritu. Luego de la parcialmente fallida Escondido en Brujas, Martín McDonagh vuelve a dirigir y escribir una película que mantiene, por lo menos, el mismo ritmo alocado y desenfrenado; aunque esta vez sí, con bastante mejor suerte. Marty (Collin Farrell) es un guionista de cine con un preocupante bloqueo creativo, hace ya un tiempo largo que intenta desarrollar una historia de la cual sólo tiene el nombre “Siete Psicópatas”. Su amigo Billy (Sam Rockwell) es un actor frustrado, bastante desquiciado, que se dedica junto a su socio Hans (Christopher Walken) a secuestrar perros de raza para pedir rescate; además está deseoso de poder ayudar a desarrollar el guión. Son varias las aristas que se van manejando paralelamente a lo largo de la película. Por un lado, Billy y Hans secuestraron el Shih Tzu de Charlie (Woody Harrelson)un mafioso tan peligroso como obsesionado con el perro, que no reparará en aniquilar al que sea con tal de recuperarlo. Mientras Charlie los busca desesperadamente, Billy va contándole a Marty historias sobre distintos psicópatas, ninguno encasillado, todos bastante fuera de lo normal (un cuáquero vengativo, un vietnamita ex guerrillero, una pareja que asesina asesinos seriales, y un encapuchado que ejecuta mafiosos) y esto más la adrenalina del “trabajo de Billy y Hans” servirán de inspiración a Marty que saldrá de su bloqueo a la vez que es llevado al borde la locura. También hay una pequeña historia con la novia de Marrty (Abby Cornish), no demasiado desarrollada. Ese juego constante del cine dentro del cine, del desarrollo conjunto de la “realidad” y el guión/historias de Billy son lo mejor de Siuete Psicópatas, que dispara un gag filoso en casi todas sus frases. La película avanza a un ritmo aceleradísimo, casi como un film de Ritchie (aunque, por suerte, mucho menos videoclipero), lo que hace que nunca decaiga y se disimulen ciertos baches en la historia. Ya lo dije al principio, una película así necesita de un gran elenco, y "Siete Psicópatas" afortunadamente reposa en el; Collin Farell queda desdibujado en su protagonismo ante un Sam Rockwell que se roba todas las escenas. Los citados Harrelson y Walken, además de pequeños papeles para Tom Waits (el asesino de asesinos que busca a su pareja) y Harry Dean Stanton (el cuáquero), tampoco desentonan y logran actuaciones sobresalientes (aunque suenen a papeles repetidos). Si algo habría que criticarle a este film sería cierta confusión debido a la cantidad de meta relatos y un ritmo apurado; además de una llamativa aceptación de la violencia como elemento cómico (lo cual no es particular de esta película). Por el resto, la sonrisa está asegurada; Siete psicópatas no busca más que ser un buen entretenimiento, y eso sí que lo cumple. Una banda sonora predominante en cancones “tranquilas” de los ‘60/’70 – en la que se destaca Different Drum interpretada por Linda Rondstadt – acompañan muy bien. La suma d un muy buen elenco, una historia entretenida, y un desarrollo técnico correcto hacen de "Siete Psicópatas" una buena opción para relajarse en la sala y ver, una vez más, a Hollywood hablando de sí mismo.
No es otra película de mafiosos La dupla McDonagh/Farrell, que tuvo gran éxito en la película Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008), se repite de nuevo en esta intensa comedia negra que inteligentemente juega con los códigos del cine de mafiosos para presentar una nueva propuesta narrativa. Sie7e Psicópatas (Seven Psychopaths, 2012) cuenta la historia de Marty (Colin Farrell) un escritor frustrado que esta intentando terminar su guión “Seven Psychopaths” sin éxito alguno. Su mejor amigo, Billy (Sam Rockwell), es un actor desempleado que intenta ayudar a su amigo a inspirase para terminar el guión mientras se gana la vida robando perros con su cómplice Hans (Christopher Walken). El negocio turbio de Billy se torna siniestro cuando le roba un chitsu a Charlie (Woody Harrelson) un mafioso con mal temperamento que hará lo que sea para recuperar a su preciado perro. El director Martin McDonagh logra trasmitir una historia divertida y compleja que atrapa al espectador durante todo el transcurso del film. Gracias a los varios saltos en el tiempo, los múltiples personajes en pantalla y los constantes momentos cómicos; la historia adquiere un dinamismo que le brinda un valor agregado a la película, como también hace difícil clasificarla dentro de un género exclusivamente. Es en esta característica en particular que se puede apreciar lo innovador de Sie7e Psicópatas. Su estilo narrativo demuestra una intención de satirizar las películas de mafiosos y pistoleros, generando un intento de reinvención de los códigos propios de estos films; resultando una propuesta llamativa y refrescante. Aun sí, la película no recae en chistes flojos y parodias mediocres para lograr su cometido. La cuidada estructura del guión resalta la complejidad de la historia mientras el acercamiento cómico hacia el relato hace que esta complejidad sea llevadera y completamente entretenida. Las múltiples historias que aparecen dentro del film remiten al mejor estilo Tarantino. Con excéntricos personajes que van revelando capas con cada punto dramático, Sie7e Psicópatas logra mantener el suspenso durante sus 90 minutos; mostrando cosas que no siempre son lo que son y personajes que no siempre parecen lo que demuestran. Dentro de la amplia gama de personajes se resalta el trabajo de Sam Rockwell en el papel de Billy, un colorido personaje que tiene varias escenas donde se roba el protagonismo con escandalosos discursos y chistes fuera de contexto. Como siempre, la actuación de Christopher Walken es para disfrutar plenamente; el veterano actor demuestra los mejores dotes actorales dentro de un sólido grupo de personajes y utiliza sus icónicos rasgos físicos (voz gruesa y ojos punzantes) para llevar a su personaje hasta el mas oscuro -y divertido- nivel posible. Sie7e Psicópatas es el resultado de un cuidado proyecto que intenta separase de los demás productos del medio, con la intención de presentar nuevas propuestas basándose en códigos previamente establecidos. En esto, la película es un éxito: su innovación es palpable en el tratamiento de la historia y la sensación de satisfacción se hace presente tan pronto comienzan los créditos.
Mi adorado Shih Tsu El eterno juego del "cine dentro del cine" es el que dispara el británico Martin McDonagh en su segunda película (antes había filmado la atrapante Escondidos en Brujas) y cuenta con un elenco de primeras figuras. También es cierto que la película empieza mejor de lo que termina al intentar unir las piezas desparramadas de todas las situaciones quie presenta. Sie7e Pscicópatas comienza con el cartel de Hollywood y un doble crimen. Un escritor (Colin Farrell) sufre un bloque creativo que le impide terminar un guión que lleva el título del film y que está centrado en la confabulación de dos amigos que secuestran perros para cobrar una recompensa. En su odisea lo acompañan Billy (Sam Rockwell), un actor desocupado y ladrón de medio pelo que está dispuesto a todo y Hans (Christopher Walken), un hombre religioso con un pasado violento. Cuando estos dos últimos raptan al Shih Tsu de un mafioso (Woody Harrelson) las cosas se complican más de lo debido. Realidad, ficción, sátira oscura con graves conflictos personales y pesadilla se entremezclan en una historia efectiva por momentos y, disparatada, por otros, que presenta a psicópatas con numeración que parecen salidos de una película de Tarantino si no fuera por el humor que tiene la trama. Las mujeres de esta parodia del cine de violencia de Hollywood no corren con la mejor de las suertes...o son víctimas o asesinas. Las participaciones de Harry Dean Stanton, un padre con sombrero que busca justicia por su hija muerta, y de Tom Waits, quien aguarda la vuelta de su mujer asesina, son algunas de las particularidades que presenta esta producción que resulta disfrutable con sus oleadas de sangre, adicciones, tiroteos y un desenlace en pleno desierto.
Psycho Killer, Qu'est Que C'est Martin McDonagh es una criatura rara en Hollywood. Tras generar una excelente impresión con In Bruges, ahora se lanza en una odisea sangrienta y macabra con Seven Psychopaths, una comedia negrísima cuasi inclasificable, en donde los personajes lo son todo y la meta-realidad de las historias gangsteriles á lá Pulp Fiction juega un papel muy importante en la trama, pergeñada también con su propio trazo. En tan sólo dos minutos -su secuencia inicial irrisoria a la vez que sangrienta- nos marca el tono de este desquicio absoluto de dos horas que involucra muertes cruentas y sádicas, un desfile imparable de lunáticos y una historia que poco a poco va girando en un eje de comedia al cual McDonagh le imprime su sentido del humor, uno que de tan siniestro no es para todos los gustos. Seven Psychpaths es una deconstrucción rara del género: es una comedia negra de violencia y acción que se justifica a sí misma con los diálogos de los personajes y las situaciones en las que se ven involucrados; es un constante juego de guiños y referencias dentro del metraje que afortunadamente no confunden, sino que le da varias capas a una trama que parece simple pero no lo es. Gracias al papel del alcohólico escritor irlandés de Colin Farrell, intérprete fetiche del director que actúa como sobrio (ejem) hilo conductor que une el guión que necesita escribir acerca de sus trastornados con los siete psicópatas que pululan a su alrededor, es que McDonagh se despacha con un elenco de figuras que serán recordadas durante un tiempo, en particular la dupla de Sam Rockewell y Christopher Walken. Del primero me arriesgo a decir que tendría una nominación al Oscar por la representación del mejor amigo de Farrell, Billy, en un papel definitivo en su carrera, mientras que el otro tiene sus momentos de escalofriante bondad, mezcla entre patetismo y puro corazón, enfrentados a un Woody Harrelson que hace lo que mejor le sale: ser un verdadero hijo de perra. Curiosamente, los menos utilizados son los roles femeninos de las hermosas Abbie Cornish y Olga Kurylenko, pero el as bajo la manga del realizador nos revela que dichos papeles fueron insertados en la trama con un propósito solo, bien investigado dentro de la película. El director tiene un timing especial para llevar adelante su historia, jugando muy bien con los tiempos entre la comedia bien bizarra y los momentos emotivos, pero se enreda en su propia creación cuando el fuelle que impulsa a los personajes va perdiendo ritmo y llegando al final, el desenlace se hace desear, cubierto entre muchos falsos cierres que hacen decrecer un poco el producto en general. La escena entre créditos, sin embargo, termina de completar el juego de una manera rutilante. No hay que olvidar que Seven Psychopaths es una gran comedia. Oscura, sí, irreverente, también, desaforada, ¿por qué no?, pero es un film que rara vez llega a las carteleras. Uno que hace preguntar: ¿debería estar riendo de tal o cual situación que transcurre en pantalla? ¿Acaso estoy alabando a la violencia?. Como el personaje de Farrell bien lo indica, no puede haber paz en una película de gánsgters y matones, por lo que más de un espectador estará agradecido de ello.
Uno, dos, ultraviolento Hace cuatro años, el británico McDonagh se presentó en sociedad con la aplaudida Escondidos en Brujas. Ahora, regresa a aquellos terrenos del film-noir más violento, del thriller psicológico más extremo y de la comedia negra más absurda con Sie7e psicópatas, película en la que repite protagonista (Colin Farrell), pero le suma otros actores de primera línea (Sam Rockwell, Christopher Walken, Woody Harrelson, Tom Waits) y un desfile de otras figuras en pequeñas participaciones o simples cameos (Harry Dean Stanton, Michael Stuhlbarg, Michael Pitt, Gabourey Sidibe y siguen las firmas). Ya instalado en Los Angeles, McDonagh parece seguir los senderos del cine tarantiniano con un hiperviolento, cínico y despiadado relato sobre un guionista irlandés radicado en Hollywood (Farrell), que está en plena crisis creativa y afectiva, y dos hilarantes amigos (Walken y Rockwell) que se ganan la vida secuestrando perros de gente pudiente y luego devolviéndolos a cambio de una recompensa. El problema es que en determinado momento se quedan con el caniche de un sádico mafioso (Harrelson) y el relato ingresa en una suerte de montaña rusa llena de enredos y vueltas de tuerca. McDonagh trabaja sobre estructuras virtuosas (como una de cine dentro del cine, enganchando la película que Farrell va escribiendo con la que vemos en pantalla), diálogos filosos, situaciones provocativas por lo extremo de los psicópatas del título, una puesta en escena con una violencia estilizada y guiños varios al cine de género (como los westerns de Sergio Leone). Quiere, así, sumarse al universo autoral de los Tarantino y los Coen con resultados bastante dignos, aunque también con cierta sensación de déjà vu. Igual, ya es tanto como guionista, narrador y director de actores, un talento para tener en cuenta y para seguir de cerca de aquí en más.
Martin McDonagh, el director de Escondidos en Bujas, volvió a reunirse con Colin Farrell para esta loca comedia de humor negro que remite bastante por momentos al cine de Guy Ricthie y Quentin Tarantino. Sobre todo por el perfil de los personajes y algunos diálogos de la película que son desopilantes. La gran virtud de este film es que el director captura la atención del espectador desde la primera escena y después te envuelve en la trama gracias a los psicópatas desquiciados que forman parte del relato. Un elemento divertido de esta producción es que todos los personajes son personas que están muy mal de la cabeza y las constantes situaciones inesperadas y los giros sorpresivos que toma el conflicto genera que te puedas sumergir por completo en el cuento que narra McDonagh. Siete psicópatas es una película donde es muy difícil destacar a un actor en particular porque todos tienen su gran momento en la historia, inclusive Tom Waits, quien acá brinda una de sus participaciones más largas en el cine con un personaje fabuloso que parece salido de alguna de sus canciones más oscuras. Tal vez Sam Rockwell por los diálogos y el personaje que tiene sobresale un poquito más, pero también es cierto que de no haber estado rodeado con otros grandes como Christopher Walken y Woody Harrelson el lunático que compone a lo mejor no se lucía tanto. La interpretación de Rockwell es soberbia y probablemente lo mejor que hizo en el último tiempo pero al interactuar con otros excelentes actores es como que su rol se destacó mucho más todavía. Es muy interesante también, más allá del delirio del argumento y las escenas sangrientas, el retrato que hace el director de los procesos creativos de escritura y el mundo del cine. Si lográs conectarte de entrada con el humor de McDonagh, Siete psicópatas es una muy buena película que se disfruta mucho y te hace pasar un gran momento en el cine.
Asesinos seriales se buscan Desde la primera escena, esta película nos adelanta la tónica que utilizará en todo su relato: humor, violencia, sangre sin demasiada justificación. Una combinación particular, pero que puede dar buenos resultados si está bien usada. Y en este caso, lo está. Marty (Colin Farrell) es un guionista de cine con problemas de alcohol, y de creatividad. Está escribiendo, o al menos intentando escribir, una película que se llamará Siete Psicópatas, pero por el momento no tiene mucho más que el título. Su amigo Bill (Sam Rockwell) comparte un particular emprendimiento con Hans (Christopher Walken): secuestran perros para cobrar la recompensa al devolverlos. Será Bill quien comience a darle ideas de psicópatas a Marty para su guión, pero la trama se complicará cuando secuestre al perro de un mafioso (Woody Harrelson). La película ofrece buenas dosis de violencia, y no escatima en derramar sangre, pero a diferencia de muchas que se toman esos factores en serio, el humor aquí utilizado plantea una suerte de reflexión sobre el uso gratuito que de ellos se hace en Hollywood. El humor negro abunda, así como los guiños sobre la misma industria, que son de lo mejor de la película. Muchísimas referencias al cine, a los clichés, lo que debe, y no debe estar en un filme, van surgiendo de las discusiones entre los tres personajes principales. En un lugar secundario queda el tema del bloqueo del escritor, y, como en Disparos sobre Broadway, alguien ajeno a la obra en un principio, termina siendo más comprometido con el resultado que el guionista original. Escrita y dirigida por Martin Mc Donagh (nominado al Oscar por el guión de Escondidos en Brujas), el filme divierte, pero en algunos momentos también conmueve ya que no descuida los aspectos más humanos de sus protagonistas. Con las excelentes actuaciones de Sam Rockwell y Christopher Walken; y un Colin Farrell que está muy lejos de deslumbrar, pero da rienda suelta a su acento irlandés, y acompaña correctamente, Siete psicópatas termina siendo un delirante tratado humorístico sobre el cine de acción y violencia.
Los Violentos de Marty Con Sie7e Psicópatas nos hallamos sin duda ante una de las películas mejor perversamente escritas y entretenida de los últimos años, disfrutable desde su original y explícito título hasta su inigualable epílogo que aquí no desvelaremos. Y tenemos que agradecer al dramaturgo inglés Martin Mc Donagh, quien ya demostró de manera sobrada su talento en Escondidos en Brujas, film que supuso además su debut en el terreno del largometraje, y que ya había sido galardonado con un Oscar de la Academia por su cortometraje Six Shooter. Que haya escrito y dirigido esta atinada mezcla de thriller y comedia que nos retrotrae al Tarantino más mordaz y divertido y que en algunos instantes incluso parece revivir la esencia de los hermanos Coen es motivo de festejo. La trama nos sitúa en Los Ángeles, punto estratégico donde convergen una serie de personajes, uno más trastornado que el otro. El héroe de la función es un frustrado escritor que intenta por todos los medios dar cuerpo a un guión titulado exactamente igual que el film. Pronto conoceremos a cada uno de éstos gracias a la particular aportación de su mejor amigo, quien no duda en poner un anuncio en el periódico en el que se pide la colaboración de cualquiera que cumpla con los requisitos que debe tener cualquier asesino descerebrado. Paralelamente, se desarrolla otra subtrama donde unos caraduras secuestran perros de gente adinerada para después devolverlos con tal de poder cobrar las distintas recompensas ofrecidas por sus apesadumbrados dueños. Y hasta aquí podemos explicar, porque no sería justo desmenuzar el torbellino de acontecimientos y giros de guión que se producen durante las casi dos horas de metraje. Tan sólo citaremos una serie de nombres que conforman un reparto coral que recurre a numerosos rostros conocidos para crear una relación directa con el público: Sam Rockwell (desatado hasta decir basta), Colin Farrell (impecable), Chistopher Walken (qué se puede decir de él que no se haya dicho ya), Woody Harrelson (borda su papel de malvado), Tom Waits (con un olfato espectacular para elegir las pocas producciones en las que participa) y Olga Kyrulenko (sólo por admirar su belleza vale la pena pagar la entrada). Todos ellos personajes inestables y la mayoría malvados, pero con conflictos terrenales. Ante un elenco actoral tan impresionante y un guión tan redondo tan sólo nos queda rendirnos y recomendar vivamente su visionado. El talento que destila Mc Donagh cobra mayor relevancia al crear unos personajes magistrales, que rebosan humanidad aunque por sus actos quede muy claro que tienen un comportamiento inhumano. Y para colmo, todo el conjunto viene salpicado por unas escenas de acción rodadas con una planificación sobresaliente y un estilo visual impactante, destacando sobremanera el tramo final del film, donde convergen las distintas líneas de fuga que se han ido planteando a partir del desarrollo de la trama en un estallido de violencia que sorprende por su frescura y contundencia. Negrísima e hilarante a la vez, su reparto de culto y su falta de complejos, la convierten en una auténtica rareza que ganará importancia con el paso de los años. Si eres de los que disfrutas con diálogos tan banales como los de Pulp Fiction o cualquiera de los trabajos de Guy Ritchie, Scorsese o Abel Ferrara, o si tienes como referentes películas como El gran Lebowski o ¿Dónde estás, hermano?, sin duda esta es tu película. Es además el perfecto ejemplo de cómo llegar a empatizar con auténticos antihéroes que tienen problemas, pero que no dan con la solución; simplemente viven, beben, hablan por los codos y se ven enrolados en una serie de vicisitudes tan alocadas que conducen a la carcajada más rotunda. Por último, destacar la curiosa y simpática escena inicial homenaje a la televisiva Boardwalk Empire, en la que Michael Pitt y Michael Sthulbarg (dos de los principales intérpretes de la serie producida por Martin Scorsese) mantienen un desopilante diálogo sobre trivialidades de asesinos.
Humor negrísimo Colin Farrell y especialmente Sam Rockwell llevan adelante esta comedia negra con asesinos de temer, pero también para divertirse. Autor teatral antes de devenir guionista y cineasta -ganó el Olivier por su obra The Pillowman -, el londinense Martin McDonagh es un amante de la comedia negra, y su anterior largo como realizador, Escondidos en Brujas , era precisamente un compendio de situaciones que incitaban a la sonrisa cómplice. En todo momento. Scorsese y Tarantino, dice McDonagh, de jóvenes 42 años, son sus referentes. Mucho hay de éste último en Sie7e psicópatas , su segundo filme, en el que vuelve a contar con Colin Farrell como coprotagonista en un elenco múltiple, que depara sorpresas en cada secuencia. ¿Cuántos directores pueden contar en sus películas a Farrell, Christopher Walken, Sam Rockwell, Woody Harrelson, Tom Waits, Harry Dean Stanton, Olga Kurylenko y Michael Pitt? Sí: Scorsese y Tarantino son dos de ellos. McDonagh se traslada de Brujas a Hollywood para contra una historia que, ya en el relato de su trama, puede sonar ridícula. Marty, un guionista sin demasiada suerte, tan borrachín como el propio Farrell en su vida real, se ve metido en problemas junto a un amigo actor, Billy (Rockwell) y el polaco Hans (Walken) cuando Billy le rapta su perrito a un mafioso, Charlie (Harrelson). Hans y Billy solían secuestrar perros y, ante los avisos callejeros de recompensa por extravío, se presentaban, devolvían las mascotas y cobraban como si los hubiesen encontrado en la calle. Fácil. Pero algo sale mal. Y no adelantaremos más, porque Sie7e psicópatas es de esas realizaciones que conviene irlas descubriendo secuencia por secuencia, escena por escena, toma a toma, y disfrutarla. La película es fabulosa en sus viñetas. Es poco frecuente que cada escena pueda valer por sí misma el precio de la entrada. La visita de Charlie al hospital donde está internada la mujer de Hans (Linda Bright Clay), por ejemplo, es un resumen de superlativa puesta de clamara, diálogo y actuación. O, habrá que decirlo, cada aparición de Sam Rockwell, el personaje más enigmático del esquema que ha urdido McDonagh, como base, para hablar de la amistad, la solidaridad, el amor y la violencia. Todo, claro, con humor. La película debe su título al guión que un Marty bloqueado empieza a escribir, con ideas que le ha tirado Billy. Los psicópatas tienen una historia detrás, y cada una de ellas merecería su película propia. Pero McDonagh sabe cómo sumar las partes y lograr un todo que regocijará a los amantes de los thrillers contados con ingenio, gracia y ocurrencias.
Comedia al borde de la locura Nada en el desarrollo fracturado cronológicamente y atropellado narrativamente de este film de Martin McDonagh, director de la notable Escondidos en Brujas, es particularmente original. Con algunos pasajes que la acercan al cine de Quentin Tarantino y personajes que son puro artificio sin carnadura real o humana, la película podría ser una parodia de cierto cine inaugurado por Pulp Fiction . Si no llega a serlo es gracias a un sano nivel de autoconsciencia y autorreferencialidad que vuelve todo bastante más entretenido a medida que avanza la historia. Que es esencialmente un policial maníaco en el que Marty (Colin Farrell), un escritor irlandés más aficionado a la botella que a las letras, busca inspiración para un guión del que sólo tiene el título, Siete psicópatas , y la intención de que sea una película sobre asesinos violentos que predique un mensaje no violento. El problema es que todo lo que se le ocurre y le ocurre apunta más al baño de sangre que a la paz. Para ayudarlo en su búsqueda está Billy (Sam Rockwell), hiperquinético mejor amigo que se dedica al secuestro de perros y la recolección de macabras historias para la colección de Marty. En esa mezcla aparentemente sin sentido hay que agregar a Hans (Christopher Walken), un veterano socio de Billy, y a Charlie (Woody Harrelson) un gángster que ama a su perro hasta la locura. Por eso, cuando Billy se atreve a llevarse a la adorada mascota, la divertida reflexión metadiscursiva sobre el oficio de hacer una película queda en segundo plano para dar lugar a los tiroteos, las persecuciones y esa cabeza que, literalmente, estalla en pantalla. Con un guión que tiene grandes momentos -la escena que abre el film se destaca-, y pasajes bastante endebles-la reflexión sobre la misoginia en el guión de Marty no disculpa la que está presente en el de McDonagh-, la película cuenta con la enorme ventaja de tener al elenco perfecto hasta para sus costados menos logrados. A Farrell, que funciona como el apenas velado álter ego del director y guionista, este papel le permite una de sus interpretaciones más maduras y contenidas. Para hacerse cargo de los excesos está Sam Rockwell, perfecto como ese Billy que tiene los modos y la ansiedad por agradar de esos perritos que sustrae de sus dueños. Y todo funciona mucho mejor cuando Rockwell y Farrell comparten escenas con Walken. El veterano, sin demasiados gestos y apenas con unas líneas de diálogo, se roba cada una de las escenas en las que interviene. Lo mismo consigue Harrelson, el más prominente de los psicópatas del film que intenta darle rienda suelta a la locura de todos.
Entre la confusión y la hibridez El film cuenta una historia a través de metatextos que complejizan el relato. La fusión de comedia y policial no logra un óptimo resultado. Entre Quentin Tarantino y Guy Ritchie. He aquí una película que propone una extraña simbiosis formal entre dos directores que tienen más diferencias que coincidencias estéticas. Es que Sie7e psicópatas refiere a lo mejor de Tarantino y a lo peor de Guy Ritchie, fusionando ambos mundos con placer, pero también, peleando con ciertos obstáculos que pueden provocar confusiones narrativas o, en todo caso, y para ser más claro, la adopción de un pose canchera y autocomplaciente destinada a resultados híbridos y hasta carentes de interés. Por un lado, la película de McDonagh (Escondido en Brujas) se propone como comedia, tomando como centro al guionista de cine Marty (Colin Farrell, en un trabajo de compromiso), en plena construcción literaria, con un par de amigos dignos de temer (Christopher Walken, Sam Rockwell, puntos fuertes de la película), que se dedican a secuestrar perros. El primer giro de Sie7e psicópatas se produce porque el dúo de amigos secuestra a un can peligroso, no tanto por el animal en sí mismo que resulta bastante tonto, sino porque pertenece a un gángster (Woody Harrelson, en piloto automático). De allí en más, se cuecen las costuras del guión, más aun tratándose de un film con un guionista como personaje principal: surgen las vueltas de tuerca, los diálogos eficaces o no tanto, otros personajes secundarios que rodean al cuarteto central (bienvenidos los pequeños papeles de Tom Waits y el veteranísimo Harry Dean Stanton), una subtrama paralela donde aparece la novia del guionista (Abby Cornish) que no agrega demasiado y los consabidos primeros planos de perros que buscan afanosamente a un espectador habituado a la vieja saga de Beethoven. El problema mayor de Sie7e psicópatas es que no tiene vida propia. Elige contar a través de metatextos y metadiscursos que no hacen otra cosa que confundir el relato. Se aferra a lo mejor de los diálogos provenientes del cine de Tarantino pero en pocas ocasiones llega a la histeria verbal que caracteriza al director de Kill Bill cuando se pone a escribir en serio. Algunas escenas, por su parte, con su montaje furioso y ríspido, lo acercan a la estética de Guy Ritchie pero, como ocurre con el sobrevalorado realizador de Snatch, cerdos y diamantes y la última Sherlock Holmes, se queda en la cáscara, en el mero artificio que caracteriza a su "pose canchera". Por lo tanto, Sie7e psicópatas es un atractivo híbrido, y hasta un mejunje de imágenes que ofrece alguna zona de interés. Sin embargo, termina siendo una película que jamás logra esquivar a sus buenos y malos referentes.
El director y guionista es Martin Mcdonagh, el mismo que escribió la obra de teatro “The pillowman”, el de “Escondidos en Brujas”. Con un elenco de excepción que reúne a Christopher Walken, Sam Rockwell, Colin Farrell, Woody Harrelson y Tom Waits, desarrolla una historia de violencias, ironías y humor negro, con reflexiones sobre ficción y realidad que harán las delicias del espectador.
Un gángster raro y sensible Si uno tiene un problema y un amigo trata de ayudarlo, no hay por qué negarse. Eso es lo que le pasa a Marty (Colin Farrell), que no encuentra el tema para su obra sobre psicópatas y su amigo Billy (Sam Rockwell), que complementa su magro sueldo de actor de segunda, con el negocio del rapto de perros, tarea fácil y lucrativa. Lo que ninguno piensa es que en una de las jaulas de perros, en proceso de espera para ser recuperadas, va a estar la clave de su desgracia. EL SOCIO La historia se complica con Hahn (Christopher Walken), el socio de Billy, en proceso jubilatorio y que lo ayuda en el negocio perruno. El asunto es que uno de los perritos capturados, un shi tzu de ojos enormes, es el amado de Charlie (Woody Harrelson), un capo mafia de fijaciones freudianas. Establecida la ronda, el asunto se completa con otra ayuda del amigo de Marty, que convoca psicópatas a través de un aviso en un diario para ayudar a su amigo del alma. Y el caos comienza. Martin McDonagh ("Escondidos en Brujas"), su director, no transforma el filme en drama, no es su estilo. El excéntrico inglés, con una narración poco fácil, pero absolutamente clara al final, ensarta las cuentas de un collar complicado y las va definiendo. HUMOR ACIDO Con un humor ácido, la ironía constante, el sarcasmo a flor de piel, construye una comedia lunática, donde la causalidad es una excepción y el azar una constante, con minutos finales en locaciones desérticas que evocan el cine de cowboy y la Arizona de un clásico del cine americano, "Duelo al sol". Sin embargo esa eclosión de energía que es el comienzo se desinfla y distrae inexplicablemente en los minutos finales. A pesar de todo, "Sie7e psicópatas" es una obra inteligente, creativa, muy con el estilo de Quentin Tarantino, que permite disfrutar de notables actores como Christophen Walken y la troupe que lo rodea. No falta nadie, incluso Harry Dean Stanton, en una pequeña participación y haciendo de él mismo.
Tremenda cinta de humor negro y corrosivo, al mejor estilo Tarantino o Guy Ritchie, que se vale de un guion inteligente y un elenco impagable, para mantener al espectador atado a la butaca durante todo el metraje.
No está al nivel de la opera prima El inglés Martin McDonagh sorprendió hace cuatro años con su opera prima “Escondidos en Brujas”. Ahora con su segunda película no ocurre lo mismo. Ambas tienen en común al actor irlandés Colin Farrell, además de compartir similar género. Pero las analogías terminan aquí. “Sie7e psicópatas” (“Seven Psycopaths”) cambia de escenario al trasladar la acción de Europa a los Estados Unidos y termina perdiendo, lo que quizás sea atribuible a que el realizador se pueda haber sentido más cómodo filmando en su propio continente que en Hollywood. La idea en si no era mala al mostrar a un guionista (Farrell) que, falto de ideas, busca ayuda en Billy, un imprevisible amigo (convincente Sam Rockwell) para establecer una lista y descripción de los siete psicópatas del t´tulo, para su nuevo film. La búsqueda se va encadenando con la aparición de varios personajes, algunos psicópatas y otros víctimas de los mismos, generalmente interpretados por notables actores. Entre ellos sobresale Hans a quien da vida Christopher Walken, recordado por su dramático personaje de “El francotirador” o el más cómico de “Tiempos violentos” (“Pulp Fiction”). No le queda en saga Charlie (Woody Harrelson) a quien Billy le ha robado su perrito, quien merecería ser nominado a algún premio otorgable a animales (recordar “El artista”). Hay aún algunas otras apariciones muy festejables como las de Tom Waits (impagable en el epílogo) o la muy episódica de Harry Dean Stanton pero lo que falta es justamente aquello de lo que trata la película, es decir un guión más coherente. Se adivinan diversas influencias en “Sie7e psicópatas”, en su mayoría asociadas al cine negro y al thriller. Por momentos evoca a Tarantino, en otros a Guy Ritchie (“Juegos, trampas y dos armas humeantes”) e incluso a los hermanos Coen sin alcanzar la precisión de estos en cuanto a consistencia en la trama en tempranos films tales como “Simplemente sangre” o “De paseo a la muerte”. Algunas escenas serán juzgadas violentas aunque su inclusión resulta justificada. La historia pierde un poco de fuerza en su tramo intermedio pero por suerte remonta hacia el final y si hay algo que puede destacarse positivamente es que el cierre convence al develar algunas incógnitas e identidades de más de un personaje, entre los cuales algunos afectados del síndrome del título. Lo más probable es que las opiniones de los espectadores sean disímiles por lo que, sin ser una obra mayor, puede ser del gusto de cierto tipo de público no necesariamente complaciente.
Para qué son los amigos Gran comedia negra sobre un grupo de psicópatas que se ven envueltos en una trama llena de violencia y excesos gracias al robo de un perro. A través de la utilización de unos diálogos ácidos y escenas muy gráficas, la película encuentra sus mayores atributos a la hora de crear un mundo apasionante donde todos sus personajes gozan de un carisma tan fuerte como peligroso. Una excelente historia llena de gracia y acción que sin dudas garantiza el entretenimiento del espectador. Cuando uno ve una película acerca de psicópatas sabe que va a ser entretenida. La mismísima definición de este peculiar trastorno indica misterio y seducción. Por lo tanto, si los actores detrás de los personajes son nada menos que los excéntricos Sam Rockwell, Woody Harrelson y Christopher Walken, son muy pocas las chances de caer en aburrimiento. Incluso si sus interpretaciones son potenciadas por el rol de Colin Farrell, como un alcohólico egocéntrico quien afligido por su bloqueo creativo desea extraer de ellos el máximo de su personalidad, la situación logra ser llevada a extremos fascinantes. El ritmo y la tensión de la película es casi perfecto. Por momentos la historia se descontrola el desviarse en momentos algo absurdos y repetitivos (como el cuento del vietnamita), pero sin lugar a dudas en la mayor parte de su duración logra exaltar y motivar al espectador. Los hechos progresan de tal manera que todo es hipnótico. Tal vez esta será la razón del desencanto del espectador cuando el relato se fracture en un tiempo más lento. Aunque la decisión de parar la acción no sea del todo fallida, desilusionan por su falta de cohesión con lo visto anteriormente. En el momento en que los personajes escapan con éxito y se refugian en el desierto, la historia toma el peligroso camino de cambiar abruptamente y lamentablemente no sale bien parada. Ya no hay intriga y la adrenalina se extingue. Una pena ya que la trama venía muy bien, pero no supo elegir bien los caminos para terminar. No obstante, en ese impasse narrativo la película expone uno de los aspectos más interesantes de su historia. Allí la idea del cine dentro del cine se materializa de forma más certera y los personajes parecen tener un control absoluto de su destino. Lo cual le da un sentido más metafísico y complejo a la trama. Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones (dentro de todo, está bien construido), parece un recurso más ególatra que un elemento propio de la historia. Probablemente sean sus continuas menciones a las falencias del guión, como el flojo rol de las mujeres o el vietnamita, la que desenmascaren este problema. De esta manera se comete el error de suponer que a través de esta licencia se van tomar a estos fallidos detalles menores como guiños de originalidad cuando en realidad solo enfatizan las aristas más débiles de la trama. "Siete psicópatas" es una muy entretenida historia que padece del inconveniente de haber aspirado a buscar ser más de lo que era, cuando tristemente ya era perfecta.
La nueva película de Martin McDonagh, apela a un elenco estelar para dar vida a una historia en la cual la realidad se confunde con la ficción. Cuando en una ficción puede pasar cualquier cosa significa que lo que realmente pasa importa muy poco. La cantidad de posibilidades es proporcional a la reducción de expectativas. Ya en el título, Siete psicópatas, hay algo excesivo, como una promesa de asesinos seriales, locuras sangrientas y numerología de pecados capitales. ¿Siete no es mucho? ¿Cómo entrarán todos en una sola trama? Si bien no faltan esos ingredientes en la película de Martin McDonagh (Escondidos en Brujas), enseguida queda claro que el título alude al guión cinematográfico que está escribiendo Marty, (Colin Farrell), un guionista borracho, cuyo mejor amigo, Billy (Sam Rockwell) es un actor fracasado y ladrón de perros. Como una advertencia a los espectadoras, las películas que tratan sobre el arte de hacer películas deberían llevar en sus afiches una inscripción bien visible que dijera: "¡cuidado, contiene escenas de metaficción! Siete psicópatas se coloca así última en la fila de la tendencia decontruccionista que ya había parodiado Woody Allen hace 15 años en Los secretos de Harry (que no por nada en inglés se titulaba Deconstructing Harry). El ladrón de orquídeas, Ruby, la chica de mis sueños o Más extraños que la ficción son ejemplares mejor logrados de esta tendencia. La metaficción no es el problema, claro, si se la entiende como un género o como un género de géneros, para decirlo con una paradoja de la teoría de conjuntos. El problema es la mala metaficción. La metaficción que eleva al cuadrado las mismas calamidades que cualquier película mediocre menos pretenciosa desde un punto de vista formal. El adjetivo "malo" -tan útil para aconsejar "no vayas a ver esa película, es mala"- ha recibido un justo certificado de proscripición en la crítica. Pero en el caso de Siete psicópatas se impone como un acto de higiene mental: es mala, ¿ok?, usted tiene toda la libertad de comprobarlo con sus propios ojos. La línea central del argumento es una historia de secuestros, asesinatos y venganzas que desarrolla en la "realidad" lo que el guión de Marty debería narrar en términos ficticios. Hay una especie de retroalimentación constante entre la vida y la ficción, que genera algunos equívocos para nada inquietantes y menos aún graciosos. Como toda propuesta fallida, Siete psicópatas tendrá la segunda oportunidad de convertirse con las años en la peor película en la que actuaron los increíbles Sam Rockwell y Christopher Walken.
La mejor manera de superar el síndrome de la página en blanco es escribir al respecto. No sabemos si el director y guionista Martin McDonagh sufrió de ello mientras escribía su nueva película, Sie7e psicópatas, pero resulta poco probable ya que el resultado es brillante, desopilante e ingenioso en igual medida. Para su segundo film, McDonagh vuelve a reunirse con el protagonista de la genial Escondidos en Brujas, Colin Farrell, y además ostenta un elenco que le despertaría la envidia de cualquier otro realizador en el medio. Con una historia que combina la comedia negra con diálogos inteligentes y agudos, el director ofrece un delirante relato que entretiene de principio a fin. La escena inicial, donde dos personajes (Michael Pitt y Michael Stuhlbarg) son asesinados luego de un diálogo trivial, es muy al estilo Tarantino, director con el que varias veces se lo relacionó a McDonagh, y desde el principio nos presenta al primer psicópata. Martin (Farrell) es un guionista de cine muy poco inspirado que se encuentra escribiendo una historia llamada “Sie7e psicópatas” pero solo tiene el título y necesita crear los siete personajes. También tenemos a su mejor amigo Billy (Sam Rockwell), un actor desocupado que está en el negocio del secuestro de perros o, como él le dice, “préstamo de perros”, ya que los devuelve para cobrar la recompensa sin que los dueños sepan que él mismo fue quien se los llevó. Billy trata por todos los medios de ayudar a que Martin se inspire para sacar el guión adelante (más adelante veremos que sus métodos al respecto son demasiado extremos) y todo se complica cuando “toma prestado” el shih tsu de Charlie (Woody Harrelson), un mafioso con un temperamento muy volátil y extremadamente peligroso. A partir de allí Martin, Billy y compañía deberán escapar de los matones de este gangster muy particular. El director logra realizar un relato verdaderamente complejo y divertido que atrapa en todo momento, pero creo que su mayor virtud está en ser capaz de meter una historia dentro de otra, donde la realidad estimula la ficción y viceversa. Es así que McDonagh apela a los códigos del cine (explícitos muchas veces en sus diálogos) para crear un film deliciosamente inclasificable. Como dije antes, Sie7e psicópatas ostenta un gran elenco, pero aquí los que resaltan sin dudas son Sam Rockwell, cuyo papel es el más demente de todos y lo interpreta como solo él puede hacerlo, y el gran Christopher Walken, quien aporta su infinito carisma y hace que los diálogos suenen aún más ácidos y/o divertidos. También cabe destacar la corta pero memorable aparición especial del genial Tom Waits, que aquí interpreta a un “asesino serial de asesinos seriales” y a quien se lo ve todo el tiempo con un conejo en la mano. Tanto estos como otros integrantes del elenco son esenciales para dar vida a los demenciales personajes de la historia pero también vale decir que, además de la comedia, también le aportan mucha humanidad y seriedad en algunos momentos dramáticos (que los hay). Por más que el síndrome de la página en blanco esté presente a lo largo del film, Sie7e psicópatas es producto de un guión sólido y muy trabajado con un McDonagh que vuelve a ofrecernos otra joyita en su corto pero brillante currículum como director. De esta manera, nos demuestra que se puede hacer algo innovador con elementos preexistentes y así crear algo nuevo e inclasificable. Y si a eso le agregamos algo de locura, mucho mejor.
Se mezcla la comedia, la acción, el thriller y el drama; una historia inteligente y absurda. Esta historia llega bajo la dirección del inglés Martin McDonagh (42), en 1997 fue nominado para un Premio Olivier a la Mejor Comedia Nueva en su obra "Un cráneo en Connemara"; obtuvo un premio Oscar al Mejor cortometraje por Una comedia irlandesa negro “Six Shooter, 2004”, luego llega su primer largometraje “Escondidos en Brujas, 2008” con Colin Farrell, Brendan Gleeson y Elizabeth Berrington. Narra la vida de un escritor Marty (Farrell), que vive borracho (se comenta que es su estado en algunas ocasiones en su vida real), desea terminar su guión titulado “Seven Psychopaths”, él va escribiendo cada una de estas historias y es como que las vive. Por otro lado se encuentra su amigo Billy (Sam Rockwell) actor desocupado de medio pelo y el polaco Hans (Christopher Walken) un hombre religioso con un pasado algo violento, su esposa Myra (Linda Bright Clay), se encuentra internada; ellos lo involucran en su negocio que consiste en secuestras los perros y los dueños de los mismos pagan importantes recompensa cuando ellos lo devuelven, es un negocio fácil y redondo. Todo se complica cuando secuestran la mascota de un importante mafioso Charlie (Woody Harrelson) este ahora quiere recuperar a su amado “Bonny” un Shih Tzu (un perro de raza). Como todo su relato es algo loco se encuentran otros personajes como ex-vigilante Zacarías (Tom Waits), un psicópata Quaker (Harry Dean Stanton), un sacerdote asesino vietnamita (Nguyen Long), Maggie (Amanda Warren), un hombre misterioso, entre otros; es prudente no dar demasiados detalles, la historia contiene buenos diálogos, intriga, actuaciones y ambientación. Es una ficción bien intensa, entretenida e inteligente, su ritmo no decae, es una sátira bien oscura, llena de ironías y humor ácido, requiere de la atención del espectador a lo largo de su hora cincuenta y con algunos toques de Tarantino. Este film se encuentra nominado a los Spirit Awards 2013, los máximos premios del cine independiente estadounidense y “Sie7e Psicópatas” acaba de recibir dos nominaciones por Mejor Guión (Martin McDonagh) y mejor actor de reparto (Sam Rockwell).
Una delirante comedia negra con gran elenco El director del curioso policial «Escondidos en Brujas» aparece ahora con una aún más rara comedia negra con algo de cine dentro del cine y mucho delirio difícil de clasificar. Colin Farrell es un guionista que no logra avanzar mucho con un argumento llamado «Siete psicópatas», e imaginando psicópatas no tiene mejor idea que compartir su bloqueo creativo con un amigo (Sam Rockwell) que entre otras cosas, se dedica a robar perros de gente rica para luego cobrar la recompensa. Esta tarea la hace con otro amigo de oscuro pasado (Christopher Walken), y entre otros perros que secuestran está el de un psicopático jefe de la mafia interpretado por Woody Harrelson. Entre los desquiciados de la vida real y los de la ficción que trata de escribir el protagonista hay toda una serie de escenas totalmente dementes, y en un punto de la historia el personaje de Walken le dice al escritor «vos apareciste con la historia de los siete psicópatas, pero la verdad es que con tanto psicópata, al final el asunto se vuelve un poco cansador». En efecto la película es un poco larga pero nunca deja de sorprender: hay un psicópata que mata mafiosos con una máscara roja y deja un naipe de recuerdo en cada cadáver, otro, vietnamita, vestido de cura que está en un cuarto de hotel con una prostituta, y luego está Sam Rockwell que es tamaño psicópata como para valer por dos o tres. La película está muy bien filmada, tiene escenas muy divertidas y varias muy fuertes, y aprovecha al máximo un gran elenco, al que también hay que agregar nombres del calibre de Harry Dean Stanton y Tom Waits.
Los 7 locos En el 2008, Martin McDonagh saltó con la pequeña película que sorprende cada año con Escondidos en Brujas. Enseguida tuvo el beneplácito de críticos y de muchos que disfrutaron de la historia de unos gangsters y sus enredos que rozaban el patetismo, y que podían emparentarse al menos en intención con los de Tarantino y Guy Ritchie. Ahora McDonagh vuelve a probar con la misma fórmula (con Colin Farrell como protagonista incluido) pero la acción se traslada de una ciudad medieval ideal para esconderse a Hollywood, una ciudad de menos de cien años donde todos quieren mostrarse. Y pareciera que la mudanza al epicentro de la industria cinematográfica occidental fuera una mera excusa para la intención del escritor y director de hacer una de "cine dentro del cine". Si ya van dos veces que hablo de "la intención" en sólo dos párrafos, es porque el film de McDonagh está lleno de (buenas) intenciones como así está lleno de "buenos muchachos", pero de ahí a que éstas lleguen a buen término hay un trecho más largo que las casi dos horas de su duración. Así como en Escondidos en Brujas el desfile de personajes y situaciones lograban un recorrido que actuaba en favor del film, en Sie7e Psicópatas sólo contribuye a la dispersión. Ahí lo tenemos a Marty (Colin Farrell con carita de preocupado, pero sin tomarse en serio, lo cual es una mejora desde su Alejandro Magno con cara de preocupado y tomándose en serio) un escritor alcohólico que intenta empezar su guión -sobre, justamente, siete psicópatas- y queda enredado en un enfrentamiento con Costello (Woody Harrelson que por supuesto sería un psicópata excelente, sólo que no acá), un jefe mafioso dispuesto a matar y morir por recuperar a su perro, secuestrado por Billy (Sam Rockwell, otra vez como loco simpático, que le sale muy bien) el actor/secuestrador de perros amigo de Marty, y Hans (Christopher Walken, otro de ojos saltones celestes que es candidato directo a hacer de psicópata, y que como el veterano del elenco logra una complejidad y empatía en su personaje que muchos otros carecen). A ellos se les agregan los psicópatas ficticios sobre los que escribe Marty y los reales con los que se topan, que pueden o no ser a su vez los mismos. El film entra a su dimensión de cine dentro del cine al contar estas historias, como la de Zach, el asesino serial justiciero, interpretado por un Tom Waits al cual los años arrollaron. McDonagh pareciera confundirse dinamismo con dispersión y aunque a veces las inserciones resultan en algunos de los mejores momentos, como la puesta en escena de un "tiroteo final" en un cementerio, narrado por el personaje de Sam Rockwell, también crea un efecto de mero listado de personajes excéntricos cuyas particularidades en sí no justifican su existencia, como si con eso bastara para la creación del universo que quiere construir el director. Al mismo tiempo, el concepto de "cine dentro de cine" que se establece junto al paralelo entre el guión de Marty y la película en sí, sirve para constantes meta-referencias que McDonagh debe considerar un recurso simpático para evitar la responsabilidad de sus propias falencias. Como cuando Hans le critica a Marty la ínfima participación y pobre construcción de los personajes femeninos. Lástima que ninguno critique que el que se supone el psicópata máximo (Harrelson) termine siendo el más sensato de todos. Podemos una vez más especular que ésa haya sido la intención de McDonagh, pero de nada sirve porque su ejecución, una vez más, falla. Puede que la máxima referencia autoconsciente del film sea cuando el personaje de Marty expresa su deseo de una película de gangsters cuya parte de acción a tiros se dé sólo en la primer hora, y que el resto sea sobre hombres hablando y tratando de solucionar sus problemas de forma no violenta. Después de una primer hora de entrecruces de historias y alguna que otra muerte innecesaria, Sie7e Psicópatas encuentra su páramo en un desierto, con Marty, Hans y Billy simplemente hablando, esperando su enfrentamiento final.
Sie7e Psicópatas, una historia cómica de violencia En el extraño mercado de Hollywood, muchas veces grandes maestros del cine pasan desapercibidos para el público medio. Este es el caso del guionista irlandés Martin McDonagh, director de la excelente “Escondidos en Brujas”, su primera película como director, en donde dos sicarios se encuentran de vacaciones en Bélgica, y ambos han sido contratados para matarse. Un director para tener en cuenta de ahora en adelante. McDonagh en su comedia trastornada, Sie7e Psicópatas, se arriesga satirizar las convenciones del cine, la misoginia y la violencia con filosos diálogos, observaciones inteligentes y personajes memorables. Sin plagiar a Tarantino, Scorsese, los hermanos Coen o al mismo Guy Richie en sus mejores épocas, McDonagh vanagloria a la comedia negra y el cine noir, haciendo una poderosa declaración por la violencia y la clase de cine que admira. Colin Farrell interpreta a Marty, un guionista irlandés, alcohólico, en plena crisis, que debe escribir el guión de su película y todo lo que ha conseguido es el título: Siete Psicópatas. Su mejor amigo Billy (Sam Rockwell) trata de ayudar, con las formas más extremas y bizarras, a que las ideas de Marty fluyan para obtener los psicópatas que necesita su historia. Billy, además de ser un actor con mal carácter se dedica a robar perros y cobrar las recompensas junto a su amigo Hans (Christopher Walken). La mala suerte les llega a los tres personajes cuando secuestran a Bonnie, el Shih Tzu del mafioso Charlie Costello (Woody Harrelson), quien ama al perro más que cualquier otra cosa en su vida. Mientras la violencia y los chorros de sangre fluyen, Marty, el único inocente de la historia, va encontrando de a poco sus siete psicópatas y escribiendo el cine dentro del cine, hasta un punto en que es difícil diferenciar los personajes de la película que vemos, con la historia que el personaje de Farrell escribe. McDonagh de forma muy elocuente omite marcar la diferencia, pero todo es parte del juego que entretiene y divierte al espectador. El guión de la película se burla todo el tiempo de sí misma y del género. Desde su brillante epílogo con Michael Pitt y Michael Stuhlbarg (compañeros en Boardwalk Empire), hasta la elegante mención de Walken sobre el guión que, según su visión, no dibuja cómo corresponde a los personajes femeninos. Pero esta falencia, su director, la equilibra con el desfile de excelentes actores que interpretan a personajes muy elaborados psíquicamente, que terminan siendo queridos por su humanidad, aunque sus actos carezcan de coherencia y estabilidad alguna. Walken nunca ha sido más divertido y excéntrico, en una entrega consistentemente cómica, que observandolo desde otro punto de vista se asemeja a otra versión del Sombrerero Loco. Farrell es el hombre recto perfecto y pocas veces ha disfrutado tanto de su papel. Harrelson y Rockwell están muy por encima de todos, de una manera que funciona muy bien para toda la trama. En esta comedia oscura hay lugar para un sinfín de cameos importantes: Harry Dean Stanton. Olga Kurylenko, Abbie Cornish, Kevin Corrigan, Gabourey Sidibe (Preciosa), Zeljko Ivanek; el más significativo y delirantes de todos, es el de Tom Waits como uno de los Siete Psicópatas, que cuenta su historia, totalmente salida del compás, y al mejor estilo de Dexter, cargando y acariciando todo el tiempo a un conejo blanco. Sie7e Psicópatas se adentra en la lucha del escritor entre el deseo de crear algo significativo y espiritual, indagando en los más oscuros impulsos, de forma bastante ingeniosa. Como espectador, Michael McDonagh nos hará preguntar de si hay algo de su propia experiencia al escribir su guión. Nunca lo sabremos y tampoco importa, porque Sie7e Psicópatas es uno de esos pocos films violentos que vale la pena recordar.
Cambiar el juego Desde que Buster Keaton filmó El Camarógrafo, el cine se dio cuenta de lo divertido que podría resultar hacer cine… dentro del cine. Con ejemplos notables como Cantando Bajo la Lluvia, Cautivos del Mal o más recientemente, El Nombre del Juego o El Ladrón de Orquídeas, las películas que satirizan el funcionamiento de la industria hollywoodense han tenido una interesante repercusión, y prácticamente se puede hablar de un género en sí mismo. Segunda obra del inglés McDonagh, Siete Psicópatas es una comedia negra que no viene a cambiar demasiado el género de gángsters y de hecho guarda varias similitudes con la película de Barry Sonnenfeld de 1995. A diferencia, de la historia inspirada en la novela de Elmore Leonard, la de McDonagh toma como protagonista a un guionista que quiere escribir un film sobre siete psicópatas pero no encuentra inspiración. Recibe ayuda de su mejor amigo, Billy que está obsesionado con la idea y le empieza a narrar historias de sicópatas que escuchó por varios lados, paralelamente que lo persigue un psicópata al que le secuestró su perro shit zou. Lo que en un principio comienza como una comedia de enredos se va transformando en un guión más intelectual a partir de que va tomando conciencia de su condición cinematográfica y lo que vamos viendo no termina por definirse como parte de la realidad o de la imaginación de Martin, el guionista interpretado por Colin Farrell. McDonagh crea una sátira a partir de las ilusiones de un escritor seudo intelectual y alcohólico que busca realizar un guión profundo y espiritual, y el de su amigo que pretende crear una película de acción bien pochoclera, demostrando así las dos caras de los artistas de Hollywood. Lo más extraño acaso del film gira justamente en la autoconciencia que tiene el director de las falencias del film: la escasa profundidad y participación de los personajes femeninos, el hecho de que empieza con mucha adrenalina y va decayendo a medida que avanza el metraje e incluso del efecto sorpresa. Los personajes discuten en un momento sobre el tono de la película que están escribiendo, sus golpes de efecto y así, esta autoconciencia envuelve al espectador que se pregunta hasta que nivel McDonagh está pecando de canchero (un poco al estilo Charlie Kauffman en El Ladrón de Orquídeas) o si realmente lo tiene todo mentalizado. Lo cierto es que la película juega con la imprevisibilidad, el hecho de que los personajes adelanten lo que va a pasar, permite que el director se tome libertades y mate desde principio a fin a intérpretes, que si bien no son estrellas, son bastantes conocidos y esto marca el efecto sorpresa. Cualquier personaje puede morir de un momento a otro y no hay moral mediante que interceda por ello. O sea, realmente a McDonagh no le interesan tanto los personajes como las reglas que crea y va rompiendo al mismo tiempo (un poco al estilo David Mamet), a medida que se va desarrollando la acción. Un elenco encabezado por un Colin Farrell a tono con el personaje, y donde se destacan Sam Rockwell, Christopher Walken y Woody Harrelson con sus diferentes capas de ironía y cinismo junto a dos maravillosos cameos de Harry Dean Stanton y Tom Waits, es otro punto interesante del film de McDonagh que evita caer en lugares comunes en pos de sorprender al espectador y burlarse de los guionistas de Hollywood. Siete Psicópatas es una obra más desprolija, pero con menos cálculo que Escondidos en Brujas, anterior trabajo de McDonagh, pero justamente por todo esto, es que se trata de una película que sorprende gratamente por su originalidad y frescura, en la línea de los mejores films que meten el cine dentro del cine.
Un festín de desquiciados en pantalla El director de Escondidos en Brujas, Martin McDonagh, vuelve a la comedia negra, pero ahora multiplicada por siete. Hacer películas sobre psicópatas es casi un subgénero del cine de Hollywood, el legado recibido de manos de un inglés, Alfred Hitchcock, a quien se le ocurrió filmar Psicosis en 1960, que convirtió a Norman Bates en un icono imperecedero de la cultura pop norteamericana. (Por no hablar de la siniestra melodía de violines, bastardeada ad infinitum con “homenajes y bandas de sonido gratuitamente inspiradas en...”) Quizá los expertos en el tema conozcan antecedentes previos, pero no caben dudas de que fue la creación del maestro del misterio la que convirtió a los psicóticos en favoritos del público. No es casual que la comedia negra Siete psicópatas tenga por director a otro inglés, Martín McDonagh, quien hace cuatro años sorprendió con Escondidos en Brujas, comedia también negra cuyos protagonistas eran dos demenciales asesinos a sueldo. En su segunda película, McDonagh vuelve sobre el tema y lo multiplica por siete, ecuación irrealizable si no se la piensa desde el desborde y un humor desaforado que es la esencia de este relato, que reúne un conjunto heterogéneo de personajes insensiblemente sádicos y litros de sangre artificial. Marty (Collin Farrell) es un escritor de origen irlandés con problemas para terminar un guión que gira en torno de las historias de siete personajes psicóticos. El caso es que no termina de encontrar los relatos que sean capaces de dar vida a un grupo de locos lo suficientemente de remate que merezcan estar en una película. Por ese motivo su amigo Billy (Sam Rockwell), quien se dedica a la lucrativa tarea de secuestrar perros, se encargará de proporcionarle extrañas historias acerca de individuos perturbados. A partir de los relatos que el propio Billy irá haciendo, comenzarán a aparecer en forma de viñetas las historias de los siete psicópatas que Marty necesita para desarrollar su proyecto. Un cuáquero que busca vengar el asesinato de su pequeña hija; un asesino serial que sólo mata destacados miembros de la mafia (o la Yakuza); un vietnamita vestido de cura que asesina prostitutas en hoteles, porque siente que la guerra aún no terminó. Y hasta un gangster preocupado por recuperar a su perrito Shih Tzu, misteriosamente desaparecido. McDonagh se encarga de narrar a toda velocidad pero sin apuro, siguiendo el ritmo desaforado de sus personajes, sin ahorrar en giros absurdos ni despreciar la estética gore cuando ésta adquiere el carácter de la mot juste. El resultado es una película donde lo importante son los personajes y las relaciones que comienzan a tejerse entre ellos, y ahí está la clave. Porque la gracia principal de Siete psicópatas se encuentra en la conformación de su elenco, integrado por actores que se han hecho famosos interpretando otros psicópatas recordados del cine reciente. Ahí están Woody Harrelson (Asesinos por naturaleza), Sam Rockwell (Asfixia y Confesiones de una mente peligrosa), Tom Waits (Renfield en el Drácula de Coppola), Christopher Walken (bueno... ver filmografía completa de Christopher Walken). Y Colin Farrell, que rinde más si, como en este caso, se lo libera al juego que cuando se lo intenta sujetar a personajes “serios”. En definitiva, un grupo de actores capaces de abordar registros oscuros, pero también de brillar en la comedia, características indispensables para que Siete psicópatas no colapse en su intento de abordar un humor negro pasado de rosca. Quiso el destino que la película de McDonagh se estrene en Buenos Aires una semana después de que Hermanos de sangre, de Daniel de la Vega, fuera elegida mejor película de la Competencia Argentina en el Festival de Mar del Plata. Y una semana antes del estreno de Diablo, la película con la que el periodista, director y guionista Nicanor Loretti obtuviera el mismo premio el año pasado. Siete psicópatas comparte con ellas un absurdo y violento espíritu lúdico, y si algo puede concluirse a partir de esta conexión, es que ahora el cine argentino también puede hacer con eficacia películas de este tipo. Sin embargo, sin despreciar la calidad de los actores locales, tal vez la gran diferencia entre Siete psicópatas y las otras sea que acá no se puede contar ni con Harrelson, ni con Waits, ni con Rockwell, mucho menos con Christopher Walken. En eso no tiene comparación: la película de McDonagh es un festín de desquiciados en pantalla.
COMEDIA NEGRISIMA Violencia desmedida, brusco cambios de tonos, historia que crece más por ocurrencias argumentales que por ideas. Personajes lanzados y un clima al borde del estallido que no escatima golpes de efecto ni mordacidad. Con todo esto, MacDonagh (director de la magnífica “Escondidos en Brujas”) armó un rompecabezas que necesita para sostenerse demasiados volantazos, sorpresas y sangre. Hay también ideas ingeniosas: desde los que roban perros para cobrar su rescate hasta ese loquito que organiza sus crímenes para poder darle letra a su amigo escritor; desde el desalmado que se inmola por su perrito hasta ese asesino serial que quiere un poco de fama. El elenco es estupendo, el clima, desbordante, pero es una comedia negra más vistosa que sustanciosa.
Simplemente sangre Marty (Colin Farrell) es un guionista irlandés instalado en Hollywood que lucha para terminar un guión que se titula “Siete psicópatas”. Su amigo Billy (Sam Rockwell) es un actor desocupado que se gana la vida secuestrando perros que después devuelve a cambio de una recompensa. Los problemas empiezan cuando Billy se queda con el caniche de un mafioso (Woody Harrelson), que está dispuesto a cualquier cosa para recuperar a su mascota. Sí, suena absurdo. Da para reírse. Pero ese es el encanto de “Siete psicópatas”, una comedia negra que salpica sangre. La segunda película del director londinense Martin McDonagh (“Escondidos en Brujas”) le debe mucho al cine de Tarantino y un tanto más a la estética del Guy Ritchie de “Snatch: cerdos y diamantes”. También se repite la estructura de “El ladrón de orquídeas”, en cuanto a la realidad que termina superando al guión que está escribiendo el protagonista. No hay nada demasiado original, es cierto. Pero la violencia y el cinismo que impregnan cada escena, los diálogos filosos y el perfil bizarro de algunos personajes secundarios (un imperdible Tom Waits y un cameo escalofriante de Harry Dean Stanton) hacen que uno quede pegado a la butaca. El elenco también es destacable. Colin Farrell y Woody Harrelson no hacen más que repetir tics, pero en contraposición brillan Sam Rockwell y Christopher Walken, que sostienen gran parte de la tensión que va generando la película. La escena en la que Walken muestra su herida en el cuello es de antología, por citar un ejemplo. Además, y paradójicamente, el misticismo que irradia su personaje resulta un verdadero cable a tierra cuando el filme se vuelve demasiado artificial y rebuscado sobre el final.
De cal y de arena. De Martin McDonagh no solo conocemos Escondidos en Brujas, su anterior película, sino también varias de sus obras teatrales (Pillowman, La reina de belleza de Leenane): en todas estas obras hace gala del uso de elementos de géneros y un gusto específico por la ironía que no siempre llega al nivel de la sátira (y cuando lo hace, no es necesariamente cómica). Es evidente, por cierto, que a McDonagh además le gustan mucho los actores y las palabras, quizás la marca teatral más fuerte en este film. Siete psicópatas está más cerca del manual de estilo que de un cuento: es la historia de un escritor -Colin Farrell- cuyos amigos -Sam Rockwell y Christopher Walken- tienen el raro negocio de robar perros para devolverlos recompensa mediante. El asunto se complica cuando roban el perro de un mafioso -Woody Harrelson. El nombre de los actores ya puede dar una idea de que la bùsqueda aquìe es la de la más pura sátira “piola”, esa donde se mata, se tortura y se revienta diciéndole de reojo al espectador que no se lo crea, que no es cierto, que es una película y que, en el fondo, no tiene importancia. Pero al mismo tiempo, McDonagh y los actores muestran el otro lado de estas criaturas, aquel con el que podemos identificarnos y que nos devuelve, en espejo deformado, nuestro lado más ridìculo. Y ahí sí podemos reírnos y acompañar a estos tipos, aunque a veces lo “piola” se les vaya (demasiado) de las manos.
Una buena manera de contar un thriller Lo que propone el film es un juego de espejos en un espacio de construcción de ficciones, en Santa Mónica donde se desarrolla la historia que incluye secuestros de animales con pedidos de recompensas y enredos con mafiosos poderosísimos. De manera inusual, el estreno en nuestro país de Siete psicópatas tiene lugar sobre el cierre del Festival de Sitges, cuando aún no se ha presentado en las principales ciudades europeas en las carteleras comerciales; y una de las cronistas, Eulalia Iglesias, en las páginas de las revista de crítica "El caiman", editada en Madrid, en su último número, señala que este segundo film del realizador irlandés Martin Mc Donagh "gira y gira en espiral para contar cómo se cuenta un thriller , en un jubiloso y siniestro juego de personajes". Recordará el lector, si es que ha visto el primer film de este joven director, que en Escondidos en Brujas sobre la matriz del mismo género se iba diseñando un particular vínculo entre esos dos asesinos a sueldo que están esperando la llamada y el mandato de un superior. En esa ciudad, que se nos muestra desde su perspectiva fantasmagórica y mítica, poco a poco la tragedia asume un ropaje carnavalesco desde la grotesca mueca de sus protagonistas; dos anónimos antihéroes, dos olvidadas marionetas, interpretadas notablemente por Colin Farrell y Brendan Gleeson, vigilados por una voz del otro lado del teléfono, cuyo rostro lleva el nombre de Ralph Fiennes. Es nuevamente ahora Colin Farrell quien toma el rol protagónico y, tal vez, quien recoge las inquietudes del mismo guionista y director, ya que el actor de los films de "El sueño de Casandra" y "El imaginario mundo del Dr Parnassus", entre otras, cubre el rol de un escritor que está abocado a la tarea de su próximo proyecto, que lleva por título el mismo del film. Su nombre es Marty, con la misma M. del mismo nombre del realizador y en el momento del inicio del relato lo vemos angustiado por padecer un sintomático bloqueo creativo. Lo que tal vez nos propone el film, más aún si seguimos de cerca las palabras de la cronista del Festival de Sitges, es este juego de espejos en un espacio de la construcción de las ficciones; allí, reconocemos la presencia de un film como "El ladrón de orquídeas " de Spike Jonze y desde aquí vamos siguiendo un itinerario de citas cinéfilas, en las que el acto de narrar pasa a primer plano. Y estimo que al estar en Hollywood, rodar allí, en Santa Mónica y en los centros de California, Martín Mc Donagh debió hacerse cargo, por decisión propia o mandato de los productores, de una modalidad que pendula entre la modalidad de los Coen de "Sin lugar para los débiles" y la de los films seriales, de los que yo reniego particularmente, de Quentin Tarantino. Y es desde este sello, desde este anclaje que el film Siete psicópatas abre, indicando al espectador que este, quizá, sea uno de los carriles por donde va a transitar en esta historia de una escritura que se resiste, de un amigo que le alcanza relatos a este guionistas (algunas de ellas, para este crítico, felizmente logradas), de historia de secuestros de animales con pedidos de recompensas, que llega, con espuma en la boca, a afectar la vida de un poderosísimo jefe de la mafia. Con altas notas de humor y explosivas y poco tolerables situaciones de repetida y cínica violencia, el film de Martin Mc Donagh da cuenta de lo que significa filmar para los grandes estudios, de lo que representa, pese a ideas originales, no perder de vista, las exigencias del mercado. Y si bien se respira ese clima de "Comedia Negra", por momentos, la insolente prepotencia del cine de fórmulas hace de las suyas, arrinconando, en parte la propuesta original. O por lo menos, atendiendo a su primer film, y a lo que se desliza en este, creo reconocer. Las historias que Billy, rol que cumple Sam Rockwell, este actor desocupado le hace llegar sinceramente a su amigo Marty, con miras a liberarlo de esa obstrucción en su escritura, nos colocan en el orden de reanimar al Charles Laughton de "La noche del cazador", particularmente por la composición que logra un admirable Harry Dean Stanton, como ese vigía insomne, pesadillesco, vengador eterno, que levanta de la tumba al mismo Robert Mitchum, esperando, paciente, bajo la luz de un farol. Escenas nocturnas se escenifican desde una voz en off que crea, desde mi punto de vista, lo mejor del film; junto a la otra, que despierta junto a un conejo y su amo, personaje que asume un espectral personaje de voz cavernosa , compuesto porTom Waits. Ambos remiten al cine de Wim Wenders y Robert Altman, a los espacios desolados de la pintura de Edward Hopper, a los textos de Sam Sheppard y al Viejo Oeste de Ford y Bogdanovich. Carreteras desiertas, amenazas. Y la noche. Las armas que se desenfundan en las manos firmes de los que buscan vaya a saber qué. Algunos ríen. Otros ven cómo estallan sus propias cabezas. El espectador tiene ante sí un revisitar el género desde un cruce de fórmulas seriales y allí es, desde mi parecer, donde el film se interna en las honduras de los grandes contratos y descubre el sabor de la taquilla y olvida, tal vez, entre otras cuestiones, que el siete, ese número cabalístico, mágico, talismánico y filosófico por excelencia, alquímico y portavoz de notas musicales y calendarios vecinos, alguna vez ofreció, en el espacio transformador del cine, títulos como: "Las siete ocasiones" de Buster Keaton" "El séptimo cielo" de Frank Borzage, "La séptima víctima" de Mark Robson, "La séptima cruz" de Fred Zinnemann, "El séptimo velo" de Compton Bennet, "Los siete samurais" de Akira Kurosawa, "Siete novias para siete hermanos" de Stanley Donen, "Las siete caras del Dr Lao" de George Pal, "Siete veces mujer" de Vittorio De Sica, "La comezón del séptimo año" de Billy Wilder, "El séptimo sello" de Ingmar Bergman, y la lista continúa...
Locura melancólica Martin McDonagh, realizador de Sie7e psicópatas, antes dirigió Escondidos en Brujas, comedia negra protagonizada por Colin Farrell, Brendan Gleeson y Ralph Fiennes, en la que el humor funcionaba como disfraz de la tristeza de un conjunto de personajes tratando de encontrarse a sí mismos en una ciudad de cuento de hadas, sin lograrlo del todo. El film jugaba al caos en la narración, con un rumbo no del todo definido durante buena parte del metraje, hasta que no le quedaba otra que tomar una decisión. Cuando finalmente lo hacía, el relato decantaba en un tono bien oscuro y sangriento, que en un punto era coherente con la historia previa de los protagonistas, pero que a la vez no dejaba de ser excesivo. Con Sie7e psicópatas, McDonagh repite tonos y configuración de los personajes, pero con una escala y estructura bastante más ambiciosa. A la vez, redunda en defectos y virtudes, lo cual no le quita interés, en especial porque el cineasta es capaz de aportar una visión que no es original sobre Hollywood, pero que combina acertadamente el sarcasmo con el cariño. Hay algo de Quentin Tarantino, otro poco de Guy Ritchie, un toque de la mirada sobre el espectáculo de George Clooney, bastante del cine independiente norteamericano más ácido, sin que eso le quite a McDonagh personalidad y vuelo propio. El relato se centra en Marty (otra vez Farrell, con esa cara de eterno sorprendido que en la vertiente cómica le funciona bastante), un guionista con crisis creativa al que le cuesta avanzar un montón con una historia titulada, obviamente, Siete psicópatas. Tan trabado está, que ni siquiera se le ocurren los siete psicópatas del título. Casi de la nada, queda metido en el medio de un lío de proporciones, cuando unos amigos (Sam Rockwell y Christopher Walken), quienes se dedican al secuestro de perros, apareciendo y cobrando luego las recompensas ofrecidas por sus dueños que los creen perdidos, secuestran al perro equivocado: un shih tzu perteneciente a un jefe mafioso (Woody Harrelson) que no puede vivir sin su mascota y está dispuesto a matar a quien sea para recuperarlo. Este embrollo le permitirá a Marty, paradójicamente, ir hilvanando ideas para su guión. McDonagh va construyendo un clima muy lúdico y reflexivo sobre las voces narrativas, el armado de cuentos, las deconstrucciones y deformidades de las narraciones, el papel que juegan el guionista, las nociones de realidad y verosimilitud en la industria cinematográfica estadounidense. Al mismo tiempo, va escalando los niveles de enajenación pero como instrumento, nuevamente, para traficar una persistente tristeza, derivada de la sensación de pérdida y carencia de rumbo en los protagonistas. Un ejemplo muy fuerte es el personaje de Rockwell, quien pasa de la arbitrariedad en sus acciones y discursos (la hilarante secuencia en que inventa sobre la marcha un final para la película de Marty está entre lo mejor del año) a la fuerte conciencia de que está por fuera de todo, descolocado respecto al mundo en que pretende desenvolverse. Sie7e psicópatas es como una montaña rusa discursiva y audiovisual, con algunos momentos memorables y otros donde no hay más idea que el caos absoluto, e incluso cierta pereza creativa, como si McDonagh, contagiado por los personajes que creó, no pudiera encontrar un rumbo e improvisara sobre la marcha. Pese a todo, la energía que le imprime a la narración, más un sólido elenco consiguen que la película y su ambigüedad permanezcan en la memoria del espectador.
En lo que representa una semana de lo más variada en cuanto a cantidad y calidad de estrenos “Sie7e psicópatas” tiene cierto aire renovador, aunque su suerte en la taquilla no depende sólo de este factor. En la primera escena dos matones hablan mientras esperan a su víctima. Alguien se acerca a sus espaldas y los liquida. Luego de esta introducción supondremos más de lo que sabremos, y así transcurrirá gran parte del metraje. Recuerde: son siete. Luego conocemos a Marty (Colin Farrell). El hombre es fumador, alcohólico, autoindulgente y guionista. Está trabajando en su próxima idea (la del título) pero la inspiración no aparece por ningún lado. Su amigo Billy (Sam Rockwell) se presenta como alguien desafectado de la vida en general, como si el estar en otra frecuencia lo pusiera en el lugar de no importarle nada de nada. Esta actitud de "que sea lo que sea..." la completa con un curro consistente en secuestrar perros para luego mandar a su secuaz Hans (Christopher Walken) a cobrar el rescate, quien también quiere ayudar a Marty a escribir el guión. En realidad, el director Marty McDonagh pareciera intentar plantear todo como si fuera un conjunto de subtramas, dejando que sea el espectador el que vaya armando el rompecabezas hasta descubrir cual es la médula espinal del guión. Así vamos yendo y viniendo por los distintos argumentos mientras la importancia de los personajes va cambiando. Lentamente vemos salir a luces varias de las características personales que harían las delicias de los psicólogos. El juego es a ver quién está más loco, o quién está a punto de estallar en cualquier momento. En el medio hay muy buenas dosis de humor negro al estilo de Quentin Tarantino, Roberto Rodríguez o Guy Ritchie, y acciónes de la misma categoría. “Sie7e psicópatas” roza varias veces el absurdo hasta que el verosímil vuelve a instalarse y la obra se transforma en una comedia de nivel paródico sobre Hollywood, su maquinaria y la gente que la compone. Algo de ingenio y originalidad que, viniendo del país del Norte, es toda una novedad entre tanta historieta y secuelas.
Perspicaz humor negro y algunas autocríticas Es la anatomía del proceso de creación del guión de una película titulada Siete psicópatas . El autor y director de este filme es el dramaturgo británico Martin McDonagh (1970), que en 2008 sorprendió con Escondidos en Brujas, sobre dos asesinos a sueldo que tras fracasar en una misión, se refugian en esa ciudad belga. En este caso, el director se trasladó a Hollywood y obtuvo la participación de un elenco de primeras figuras, que además de buenos actores, aportan la dosis necesaria de sarcasmo y humor negro requeridos por la historia creada por McDonagh. El protagonista es Marty (Farell), un guionista borrachín empeñado en escribir un guión del que sólo tiene el título: Siete psicópatas . Su idea es una historia dividida en dos partes, plagada de psicópatas, pero que condene la violencia y hable a favor de la paz y el amor. Para Marty, la primera parte debería ser extremadamente violenta, con muchos disparos y varios muertos; en la segunda, ambientada en un desierto, los personajes reflexionarían sobre la violencia, mientras intentan hallar un final acorde con lo observado en el primer segmento. El mejor amigo de Marty es Billy (Rockwell), un ladrón de perros que suele trabajar en sociedad con Hans (Walken), cuya esposa está internada en un hospital, enferma de cáncer. Billy pretende co-escribir el guión con Marty y le sugiere figuras de psicópatas que podrían encajar en la historia en proceso de creación. Entre los exponentes aportados por Billy hay un cuáquero que procura vengar la muerte de su hija; un asesino serial que sólo mata a miembros de la mafia y deja sobre los cadáveres una baraja; una pareja dedicada a matar asesinos; y un vietnamita para quien la guerra aún no concluyó y obra en consecuencia. También un gangster llamado Charlie (Harrelson), a quien le roban una mascota por la que siente un cariño muy especial y está dispuesto a matar a quien sea para recuperarla. Y da muestras en ese sentido. Siete psicópatas es un filme de personajes, pero el director los imaginó deliberadamente estereotipados y caricaturescos. Y con ellos organiza una historia plagada de referencias cinéfilas (lo que es razonable) y un perspicaz humor negro, pero que además incluye autocríticas. Por ejemplo, el propio autor (en la ficción) sostiene que la presencia reiterativa de psicópatas podría cansar al espectador. La búsqueda de personajes y situaciones por parte de Marty se va expresando en imágenes que, a su vez, conforman la historia narrada por McDonagh. Una historia transitada de cabo a rabo por un tan absurdo como violento espíritu lúdico, que a veces bordea el gore. Como buen director teatral, McDonagh obtiene excelentes actuaciones. Y otra baza de la película es su banda musical, creada por Carter Burwell, que ya había trabajado en Escondidos en Brujas , y que incluye un bellísimo leitmotiv que contrasta, también deliberadamente, con la violencia implícita en la película.
Martin McDonagh filmó poco y le bastó para demostrar que tiene algo así como un estilo, resumido en humor negro, climas oníricos, violencia explícita y una cámara lenta usufructuada de Tarantino. El corto Six Shooter y su primer largo, In Bruges, estaban bien. Siete Psicópatas casi siempre no lo está. Lo frustrante es que uno detecta certeramente dónde la película es mala y le gustaría mandarle un e-mail al McDonagh del pasado para que se corrija.
Siete psicópatas ofrece diversión garantizada viendo un film redondo y de gran calidad. La historia es muy original y delirante, está muy bien narrada y no tiene nada de previsible ya que abundan los giros inesperados. El guión es una mezcla de géneros: thriller, acción, drama, comedia, humor negro, sátira, etc. etc., con lo cual es prácticamente imposible....
Demencialmente divertida "Siete Psicópatas" es una comedia distinta, con humor negro exquisito y situaciones tan absurdas como divertidas. El director y escritor de "Escondidos en Brujas", Martin McDonagh, vuelve con todo y nos entrega 110 minutos de humor alocado e inteligente, ensamblando un cast magnífico compuesto por nombres como Sam Rockwell (un genio en esta peli), Colin Farrell, Christopher Walken y Woody Harrelson. Más allá del talento para la comedia del elenco, uno de los pilares más fuertes de este trabajo tiene que ver con la narración que impone McDonagh, contando la historia de una manera que atrapa desde el comienzo y predispone al público a recibir una gran cantidad de bizarreadas ácidas que sacarán una carcajada a más de uno. La trama gira en torno a un escritor frustrado (Farrell) que se encuentra en proceso de escribir una novela llamada "7 psicópatas"; para ello recibirá la ayuda de su alocado amigo secuestrador de perros (Rockwell) y del secuaz de este (Walken), un polaco sesentón que también tiene una historia tan turbia como hilarante en su pasado. En el proceso se toparán con una serie de personajes con las psicopatías más simpáticamente violentas que se han visto en los últimos años en el cine. Se combinan momentos de cruda violencia con humor bien negro creando un juego de sorpresa y comedia que, en mi opinión, funciona muy bien. Quizás en algunos tramos se vuelve un poco exagerado forzando algunas situaciones de humor, pero el logro final es mucho más grande que los desaciertos de la peli. Otra cuestión que no me agradó del todo es la confusión que crea el cartel promocional del film, en el que deliberadamente se señala a los supuestos psicópatas, cuando en realidad la trama nos termina demostrando que hay algunos locos con más protagonismo que algunos de esos personajes del cartel. En general es una comedia distinta que realmente vale la pena disfrutar, sobretodo si sos del tipo de espectador que la pasa bárbaro con el humor ácido y las desgracias ajenas. McDonagh afirma un estilo de comedia que te puede gustar o no, pero es innegable que se destaca por su originalidad y propone algo distinto de lo que venimos viendo últimamente en el género.
Siempre hay un aspirante a Tarantino y, en esta ocasión, tenemos a Martin McDonagh. El tipo dirigió Escondidos en Brujas - una comedia negra sobre un par de torpes asesinos a sueldo a los que les sale mal un trabajo y que terminan siendo perseguidos por su jefe para liquidarlos -, la cual estaba ok pero tampoco era guau. Algo similar ocurre con Siete Sicópatas, la cual arranca muy bien, y nunca termina por cumplir lo prometido. Como Pulp Fiction, aquí hay mafiosos, razonamientos bizarros, personajes amorales, persecuciones, y momentos de soberana ridiculez que culminan con un reguero de cadáveres. El problema es que con todos esos condimentos Siete Sicópatas debería ser mejor de lo que es. Quizás el punto sea que a la trama le sobran sicópatas, ya que termina enredándose con ellos. Hay demasiados personajes apenas desarrollados y, para colmo, el protagonista es el menos interesante de ellos. Gracias a Dios tenemos a Christopher Walken, el cual se encarga de inyectarle gracia a todo el asunto y, de ese modo, obviar los problemas del guión. En realidad toda la historia viene onda de metaficción. Hay un escritor bloqueado, el cual sólo tiene el título de la novela - los dichosos Siete Sicópatas -, pero que no logra avanzar de la primera frase. El tipo no es precisamente un ejemplo, ya que le gusta empinar el codo y decir / hacer disparates, amén de tener su cuota de ideas raras - por ejemplo, hacer un policial ultrasangriento, pero pacifista y con mensaje (wtf!!) - . El quía está rodeado por un grupo de dementes, ya sea el bizarro Billy - que insulta todo lo que camina, roba perros de raza para vivir de las recompensas que obtiene al devolverlos, y se intoxica de mil maneras diferentes - o el extraño Hans, el cual tiene una visión bastante extraña de la vida y utiliza siempre un pañuelo al cuello por razones innombrables. En el medio hay un asesino serial de criminales llamado Jack de Diamantes, un loquito (Tom Waits) que se contacta con Colin Farrell para contarle cómo se convirtió en un vigilante, varias relatos que aporta Sam Rockwell como para que Farrell termine de inspirarse y arranque la novela, y un mafioso malísimo (Woody Harrelson) al que las cosas no siempre le salen como corresponde. Considerando el perfil de los personajes y el calibre de los actores, resulta increíble ver cómo Siete Sicópatas nunca termina por despegar. Uno se pasa esperando que la historia explote en algún momento... pero el mismo nunca llega. Al menos Walken tiene su cuota de salidas graciosas, amén de proveer el personaje mejor desarrollado de la historia; pero el protagonista es aburrido y, para colmo, el filme se empantana en la segunda hora cuando el trío de personajes principales se va al desierto... y sólo hay charlatanería fútil. Quizás una de las causas por las cuales no funciona Siete Sicópatas es que intenta respetar a rajatabla la disparatada metaficción que ha creado. Esto es, los delirios que escribe Farrell no son más que versiones adornadas de todo lo que le está pasando y de los personajes que lo rodean, amén de que hay fragmentos en donde su historia anticipa lo que realmente va a pasar en cuestión de minutos en la película - como la travesía al desierto, el héroe no violento, y la pausa en medio toda la matanza para filosofar sobre el sentido de la vida -; pero ninguno de esos vericuetos narrativos termina por resultar interesante. Lo único que tenemos es un grupo de locos charlatanes que ocasionalmente explotan en ráfagas de violencia y que, de vez en cuando, disparan algún bocadillo tibiamente gracioso. Pero la historia en sí es muy desordenada, e incluso el climax llega demasiado temprano y después hay un par de secuencias desprolijas como para intentar darle un cierre a las subtramas abiertas (como la de Tom Waits). Pero, en ningún caso, la solución implementada termina por ser satisfactoria. Es posible que haya gente a la que le guste Siete Sicópatas; yo le encuentro demasiados problemas a la historia, la cual intenta venderse con una gracia que apenas posee. En todo caso es un pasatiempo medianamente digerible, siempre y cuando uno no se obsesione con los defectos del relato.
Si es que resulta viable que una película pueda estar contenida dentro de otra, no hay dudas que este segundo film de Martin McDonagh ya tenía gran parte de su esencia en el primero. Escondidos en brujas, la ópera prima del director, presentaba un mundo atraído por la ficción y protagonizado por asesinos de tiempo libre, algo así como turistas hipersensibles a quienes a los lugares y sus historias les pesaban más que a nadie. Siete psicópatas, su segundo film, no sólo mantiene intereses y formas parecidos sino que además los potencia: el jugueteo con lo ficcional se hace constante y los ambientes inspiran estructuras mismas de puesta en escena, que se amolda a los personajes a la misma vez que juega con la intertextualidad y la autoconciencia. Tal como ocurría en Escondidos en brujas, los de Siete psicópatas son personajes perturbados y peligrosos, que asesinan pero que por sobre todo viven su cotidianeidad de seres excluidos, casi presos de un mundo más cinematográfico y televisivo que real. La premisa, de hecho, apunta a lo mismo: Marty (Colin Farrell) está escribiendo un guion sobre un grupo de psicópatas, entre ellos sus amigos Billy (Sam Rockwell) y Hans (Christopher Walken), quienes no sólo sirven de inspiración para los personajes sino que además le ayudan a Marty a mejorar aspectos de la historia. En ese proceso creativo libre y desprolijo, Siete psicópatas juega a ser el objeto felizmente manipulado de sus criaturas, y se construye a sí misma a partir de las ideas que éstas proponen. En ese vínculo inquieto y dinámico con la ficción, el film de McDonagh encuentra una de sus vetas más atractivas: los psicópatas, seres reales atrapados por sus propias mentes y la cultura cinematográfica, crean a su vez una historia, especie de sub-ficción en la que también son héroes. Entre esas dos dimensiones están los espacios en donde el psicópata merodea, como el flaneur de un mundo extraño que no lo toca y a la misma vez le influye por demás. Si en Escondidos en Brujas eso ocurría entre las callecitas doradas y solitarias del pueblo belga, en Siete psicópatas tiene lugar entre desiertos, hospitales, autos y cementerios. Y si en aquélla la cámara se aquietaba para perderse entre los paisajes, en ésta se dejará llevar con entusiasmo por los relatos de sus protagonistas, una suerte de imaginario del cine que irrumpe y trasforma cada espacio en un ambiente de juego e intertextualidad. Así ocurre con las primeras secuencias, inevitablemente remitentes a Tarantino, o en la escena del tiroteo en el cementerio, relatada por un genial Sam Rockwell y a mitad de camino entre la parodia y el homenaje (en ésta última cabría el momento en que Christopher Walken sale a disparar desde la tumba a lo Drácula). A su vez, el relator expresa todo lo que debe ocurrir de acuerdo con su memoria cinéfila: las mujeres tienen que morir primeras, los malos cruelmente, y los animales han de sobrevivir siempre y sin excepción. Siete psicópatas no será una obra maestra, pero sí una película vigorosa y entretenida que aprovecha sus recursos sin desperdiciar la aventura de someterse a los caprichos de sus personajes. Pero no sólo eso. El de McDonagh es un relato que toma vida a través de la imaginación y el placer de contar historias; un recorrido que atraviesa mundos de ficción y sus paisajes con libertad juguetona, tal como si fuese una película hecha por locos.
¿¡Estás loco?! Una comedia británica, plagada de humor negro, tiroteos y buenos actores. Para ir, prestar atención y divertirse. Llega una nueva película que sigue la línea de Snatch y Pulp Fiction, pero con más acento en la comedia. Se trata de 7 Psicópatas, de Martin McDonagh, que, con las películas nombradas, tiene un par de similitudes: una trama con varias historias (en capas), un elenco de estrellas, mucho humor negro y abundantes escenas de acción delirante. El argumento de 7 Psicópatas es el siguiente: Marty (Collin Farrel) es un escritor alcohólico que no sabe cómo terminar su guión, de cual lo único que escribió es el título: Siete psicópatas. Billy (Sam Rockwell), es su mejor amigo y hará lo que sea por ayudar a Marty con su guión (literalmente, lo que sea). Hans (Christopher Walken), es un hombre religioso compañero de andadas de Billy. Y Charlie (Woody Harrelson) es un gángster que está buscando desesperadamente a su amado perro, que fue secuestrado por Billy y Hans. A partir de allí surge una trama entretenida, con mucha violencia y chistes duros, algunos grises, británicos. Pero no todo es violencia, en el fondo, Martin MdDonagh lleva al extremo los arquetipos de los gánsters para criticarlos con ingenio. También hay una exploración del mundo sentimental de los gánsters: ellos también son personas (no todos son psicópatas). A su vez, hay dos temas más que rondan a 7 Psicópatas: uno, es la crítica a que a las mujeres, en una película de acción, nunca se les da un rol importante (o mueren, o son objetos de deseo, nada más). Y el otro, es una búsqueda de la paz, donde no todo son peleas interminables a lo cowboy. En definitiva, 7 psicópatas no sólo entretiene, si no que tiene un mensaje más allá de las balaceras. Con un Walken magistral, un Farrel natural y un Rockwell psicópata, no se podía esperar otra cosa que una buena película.
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Publicada en la edición digital #246 de la revista.