Era una de las películas más esperadas de 2011. Los avances no paraban de dejar mandíbulas por el piso. Aquellas imágenes tan asombrosas prometían un gran espectáculo. ¿Cumple Sucker Punch: Mundo Surreal con las expectativas generadas? No, no las cumple: las supera con comodidad. Zack Snyder confirma que es uno de los directores más talentosos y audaces del Hollywood moderno. Esta vez no se basó ni en películas anteriores (El Amanecer de los Muertos) ni en comics (300, Watchmen: Los Vigilantes) ni en libros (Ga'Hoole: La Leyenda de los Guardianes). Ahora parte de un guión suyo, co-escrito con Steve Shibuya. Por supuesto, hay elementos de miles fuentes distintas: la literatura de Lewis Carroll (el director supo decir que SP era Alicia en el País de las Maravillas, pero con ametralladoras), ciencia-ficción, animé, fantasía, números musicales. Pero Snyder mezcla todo esto cual DJ de categoría, obteniendo un producto con identidad propia. Así tenemos a las protagonistas combatiendo contra samuráis demoníacos, robots, soldados y zeppelines de la Primera Guerra Mundial, dragones y guerreros monstruosos como los horcos de El Señor de los Anillos. Los rasgos autorales de Zack S. también aparecen aquí. Otra vez personajes intentando sobrevivir en un contexto que le es adverso (el instituto, devenido en cabaret en el plano imaginativo); otra vez mujeres fuertes, pero con un costado vulnerable; otra vez el cuestionamiento a las autoridades, que son mostradas como brutales y corruptas... Y, sobre todo, la violencia. Esta vez no hay escenas de sexo, aunque la sensualidad del elenco femenino moviliza la libido de cualquiera. Y ya que nombramos al elenco, no tiene desperdicio. Emily Browning es Baby Doll, el personaje principal (un papel originalmente pensado para Amanda Seyfried). Baby sufre en el mundo verdadero, pero en su mente, no teme disparar con ametralladoras ni blandir katanas. El resto de sus compañeras también son pura actitud: Abbie Cornish, quien trabajó con Snyder en Ga'Hoole; Jena Malone, hipersexy y de pelo corto; Jamie Chung, quien reemplazó a Emma Stone, y Vanesa Hudgens, hasta hace poco famosa por su papel en las películas de High School Musical. Carla Gugino interpreta a Madam Gorski, justamente la madama y coreógrafa de las chicas, y que es tan prisionera como ellas. El guatemalteco Oscar Isaac hace de Blue, el siniestro dueño del burdel... con una no menos amable encarnación en el plano real. El siempre subestimado Scott Glenn se luce como el líder de las muchachas en las misiones para reunir los objetos con los que conseguirán liberarse de Blue y ser libres al fin. Y como si fuera poco, Jon Hamm, el Don Draper de la serie Mad Men, actúa unos minutos en un rol del que no conviene hablar demasiado para no revelar información. Otro de los puntos fuertes es la banda sonora. La música incidental está a cargo de Tyler Bates, fetiche de Snyder, pero esta vez tiene como socio a Marius de Vries. Este compositor británico supo darle onda musical a Romeo+Julieta y Moulin Rouge: Amor en Rojo, ambas de Baz Luhrmann. En Sucker Punch, su tarea fue similar a la hecha en aquellos films, sobre todo en Moulin Rouge: readaptar éxitos de otras épocas para adecuarlos al espíritu de la película. Por eso suenan covers de clásicos como “Sweet Dreams”, de Eurythmics; “Where is my Mind”, de Pixies; “White Rabbit”, de Jefferson Airplane; “Tomorrow Never Knows”, de The Beatles… Varios de esos temas están interpretados por Emily Browning. Tampoco nos olvidemos de “Army of Me”, de Björk, que sí suena en su versión original. La gente podrá compararla con El Origen, debido a que también sucede en el mundo de la mente y hay varios niveles de realidades. Pero no hay tantos puntos en común. Nolan armó su película como una de James Bond en el territorio del subconsciente, un producto entretenido y cerebral. SP toma otro camino. Es más un delirio vertiginoso, cool, políticamente incorrecto, visualmente impactante sin ser excesivo. Sí es posible trazar un paralelo con The Fall, de Tarsem Singh —director de La Celda—, en la que un actor convaleciente le relata una historia fantástica a una niña; los personajes y otros elementos de ese cuento aparecen representados por enfermeros y otras personas que rodean a la nena y al narrador. Algo parecido sucede en el film de Snyder. En definitiva, Sucker Punch: Mundo Surreal es dinamita pura y no para de explotar. Un trip de pura acción y maravilla. El colmo de la imaginación elevado a la enésima potencia. Una experiencia única. Como le dice el personaje de Scott Glenn a Baby Doll: “Comienza tu viaje. Si lo haces, serás libre”.
La imaginación al poder La nueva creación del prolífico Zack Snyder cuenta con una poderosa artillería audiovisual que combina diferentes géneros y entrega un producto explosivo que pone su acento en la locura que genera el encierro de la protagonista. Baby Doll (Emily Browning) es enviada a una institución mental por su padrastro, quien ordena que le hagan una lobotomía. Allí, ella imagina una realidad alternativa para escapar de su dolor, y debe recolectar cinco objetos para poder liberarse junto a sus compañeras, (entre ellas, Vanessa Hudgens, la ex High School Musical). Mundo surreal:Sucker Punch coloca al director en un sitio de preferencia (y referencia) porque sus historias están narradas con precisión, ritmo y creatividad. Los inquietantes ángulos de cámara; la creación de climas pesadillescos (la llegada de la protagonista al instituto parece salida de un film de terror con castillo embrujado incluído); la utilización de la envolvente banda sonora con temas remixados de Madonna y Freddy Mercury; y la mezcla anacrónica de elementos, hacen del film una experiencia singular. También resultaron un festín los trabajos anteriores de Snyder, 300 y Watchmen (aquí con alguna autoreferencia), y Sucker Punch: Mundo surreal se da el gusto de penetrar en la afiebrada mente de su joven protagonista, una internada devenida en guerrera (muy del estilo Kill Bill) y dispuesta a todo con tal de salir del sombrío lugar. La trama depara al espectador muchas sorpresas, un frío director del instituto, una profesora (Carla Gugino) de danza muy exigente; un cocinero de temer y un universo paralelo habitado por dragones, ninjas, robots, chicas sexys, fusiles, espadas samurai y video clips. Una mezcla de relato bélico con video juego y aristas medievales que da siempre en el blanco. El elenco se completa con Abbie Cornish, Jamie Chung, Jena Malone, las chicas sexys y de armas tomar. Y un contundente Scott Glenn, que las conduce siempre a la aventura.
Las Chicas Superpoderosas El prolífico y siempre interesante Zack Snyder ha regresado a nuestras carteleras con una de las películas más esperadas de esta primera parte del año, Sucker Punch. Con la singular puesta en escena que lo caracteriza, este director nos contará la historia de Baby Doll, una muchacha que al sufrir la desoladora pérdida de su madre es internada injustamente por su padrastro en un manicomio para mujeres. Allí la joven comienza a experimentar una simulación que la aparta de su cruda realidad y la sumerje a ella y a sus compañeras en un mundo donde debe luchar contra samurais, nazis y pistoleros robotizados. Vencer en esas luchas "paralelas" será la llave de su escapatoria. En este apartado es donde vale la pena destacar que Snyder es el autor original de la historia, ya que sus anteriores propuestas fueron adaptaciones de comics o libros -300, La Leyenda de los Guardianes y Watchmen- o la remake de El Amanecer de los Muertos que fue su debut en la pantalla grande. Es complejo encasillar a Sucker Punch por su variedad de tópicos y géneros y creo que es ahí donde se encuentra su mayor virtud. Siempre es interesante encontrar una propuesta arriesgada que no se dejó llevar por presentar un entretenimiento vacio en el cuál no puedan justificarse mínimamente las acciones llevadas adelante por los protagonistas. Aquí Snyder pone en escena momentos de acción, escenas fantásticas y de aventureros, de ciencia ficción y comic, y hasta incluso algunos números musicales que hacen de Sucker Punch un film adictivo e intenso. Sucker Punch cumple ampliamente con las expectativas que generó, aunque creo que la inverosimilitud de la historia podría influir negativamente en aquellas personas que solo pueden ver en el cine lo que ocurre verdaderamente en la vida. Los amantes del cine de Snyder -entre los cuáles me incluyo- saldrán más que conformes por la propuesta visual de este film, gracias a que Sucker Punch representa la obra donde este realizador eleva a la máxima expresión esa estética tan característica de su cine. También encontraremos en Sucker Punch otros rasgos que distinguen la particular filmografía de este realizador: la crítica a los poderes establecidos, el tono de la historia melancólico y esperanzador a la vez, la sensualidad con la que se encuadra a las protagonistas y la utilización cruda de la violencia en los momentos en que es necesario. Una de las pocas cosas que se le puede achacar a Sucker Punch es el poco dramatismo que crea en algunas escenas previas a las batallas surrealistas, generando por momentos una especie de entretenimiento vacío en las espectaculares secuencias de acción. Los minutos iniciales de Sucker Punch -al igual que en Watchmen- son brillantes, y en ellos se destaca una singular y excelente versión de Sweet Dreams supervisada por el musicalizador Marius de Vries, que tuvo una labor brillante en la elección y adaptación de las canciones que suenan en el film. El elenco protagonista integrado por Emily Browning, Abbie Cornish, Jena Malone, Vanessa Hudgens y Jamie Chung, tiene labores desparejas que atentan contra la película en varias ocasiones. Hudgens y Chung llevan adelante actuaciones paupérrimas, mientras que Browning -que aquí es la protagonista- tiene momentos destacables e inexpresivos por igual. En cambio Cornish y Malone son quienes se encargan de dar vida a las escenas más dramáticas de la película con muy buenos resultados. Por otro lado tenemos a los experimentados Oscar Isaac, Jon Hamm y la terriblemente sensual Carla Gugino completando el elenco, con actuaciones que cumplen a la perfección con lo que el film necesita. Sucker Punch representa un importante paso adelante en la interesante y destacable filmografía de Zack Snyder.
Sueños vacíos. Sucker Punch cementa los peores hábitos que nos tiene acostumbrados Zack Snyder. El director que nos supo sorprender con una excelente remake de Dawn Of The Dead y una gran adaptación de la novela gráfica 300. En todos sus trabajos demostró una gran afinidad para crear sorprendentes tomas del lado de lo visual. Pero siempre sus guiones dejaron un poco que desear. En esta ocasión, imaginen que su adolescente de 14 años interior tiene rienda suelta para gastar millones de dolares filmando todo lo que se le ocurra. Eso es Sucker Punch. Una amalgama de secuencias "cool" sin sentido unidas por una historia mas que pobre que no logra sustentar el interés ni la trama a lo largo del film. Baby Doll es una chica de 20 años que luego de la muerte de su madre, su padrastro intenta abusar de ella y su hermana. Al tratar defenderse, accidentalmente su hermana menor resulta herida y fallece. El padrastro aprovecha esta situación para enviar a Baby Doll a una institución mental y soborna al encargado para que en 5 días le realicen una lobotomía y no pueda acusarlo de nada. Desde ese entonces y gracias a amistades que realiza, Baby Doll planea un escape, para lo cual necesitara cinco elementos particulares a los cuales solo puede acceder mediante un numero de baile hipnótico, el cual se convierte en una secuencia fantasiosa sin sentido como pelear contra zombies nazis o dragones y al finalizar cada secuencia, logra obtener su objeto. Aquí es donde Snyder despliega todo su potencial visual. Cada secuencia fantasiosa asombra de cierta manera con el nivel de calidad, efectos visuales y edición. Recurrente uso de la cámara lenta y escenas totalmente realizadas por computadora, así como ningún sustento narrativo que nos haga entender lo que esta pasando o al menos alentar por alguien, nos lleva a solamente admirar cada fotograma que se nos presenta (cada uno podría ser encuadrado y usado como obra de arte) pero a sentirnos totalmente vacíos y sin contacto con lo que estamos mirando. Sucker Punch es una colección de imágenes impactantes, sin ningún tipo de soporte. La definición de "estilo sobre substancia". Nos deja un miedo tremendo sobre la nueva versión de Superman. Aunque esperemos que el guion y producción de Nolan, logren restringir y guiar mejor los impulsos de Snyder. Sucker Punch, es sin lugar a dudas su peor película al día de la fecha.
El (des)encanto de la publicidad Es complicado. No hablo del argumento de la película (de serios y problemáticos puntos de contacto con esa cumbre de la arbitrariedad disfrazada de complejidad llamada El Origen) sino que me refiero a la dificultad de encontrar fundamentos para buscar cine ahí donde hay un vulgar despliegue publicitario. 2046, de Wong Kar-wa,i también tenía ese bichito de la publicidad encubierta pero cuando menos, por encima de ese desfile banal de imágenes perfectas, lustrosas, coloreadas por post producción, todavía sobrevivía una historia con densidad propia, con peso específico. El problema de la publicidad en el cine, valga aclarar, quizás no sean los manierismos formales, sino que lo cinematográfico se convierta en una mera excusa de lo publicitario. Sucker Punch padece esa limitación, que es la de los formalismos arbitrarios. Allí donde la publicidad se vale de los procedimientos para la venta, el cine debería poder valerse de la publicidad para otra clase de cosas. El problema es que Snyder, a diferencia de películas anteriores, filma jerarquizando procedimientos de la publicidad (la obsesión con los travellings circulares, con el detalle milimétrico de las superficies, la negación de la profundidad de campo, el uso brilloso del color y el contraste). Por eso, toda narración posible queda suspendida en la negación: y es allí donde aparece el inconveniente ya que, al contrario de ser una cerebral película de guión (algo de lo que se la podría acusar por sus giros y vueltas de tuerca), resulta un producto de diseño, bidimensional, publicitario. Pero al no abrazar a la publicidad como punto de partida, como posicionamiento consciente, reflexivo (algo de eso había en 300, del mismo director), es esa misma negativa la que se deglute lo cinematográfico. El resultado: diseño de producción deslumbrante que provoca apatía. Esa focalización en el diseño niega tres veces: se niega a narrar, se niega a generar inestabilidad alguna en los personajes o en el espectador, y finalmente niega toda exterioridad posible a los tópicos de la publicidad. Sucker Punch es un mundo cerrado: renuncia a narrar mediante una recurrencia cíclica de eventos símil videojuego al pasar de un nivel a otro; esa renuncia nos lleva a una renuncia nueva, que es la negación de la más mínima posibilidad de peligro físico o psíquico (el diseño de producción trabaja con una perfección formal de la nitidez de imagen que se complementa con una tendencia a conservar el foco casi constantemente, generando una sensación de irrealidad calma: un mundo de explosiones y esquirlas que acarician la piel tersa); por último, esa renuncia al peligro es la renuncia definitiva al mundo, porque en el film de Snyder todo es acolchonado en su moralista obliteración de violencia o sexualidad (la violencia no lastima y la sexualidad es de muñequitas de piel brillosa y polleritas levantadas, no más que eso) y esa sola idea se da de bruces con cualquier pared de ladrillo. Quizás ése sea su peor problema: el contar un mundo no sin realidad sino carente de fe en su imaginario. Sin ese mínimo grado de credulidad, la interacción entre los cuerpos y el mundo que los rodea es imposible, precisamente porque sus caminos son divergentes. Por eso, los procedimientos virtuosos, exhibicionistas, los movimientos de cámara son los que buscan restituir el estatismo de estampita del mundo muerto (que ni la publicidad ni el CGI pueden construir). Quizás porque, a diferencia de películas como Avatar o inclusive la nueva película de Spielberg sobre Tintín, en Sucker Punch nada ni nadie interactúa con su medio. La película, en ese punto, ni siquiera expone a su protagonista a las posibilidades del azar sino que siempre se guarda un fuera de campo salvador. Ahora: ¿es incoherente este planteo en una película acerca de un personaje encerrado en un neuropsiquiátrico y que quiere escapar? No, no lo es. Pero el cine es mucho más que un despliegue cerebral, algo que, ni siquiera salva a Snyder del abismo de su propia banalidad visual.
Me quieren volver loca El director de “300” redefine la fábula en el siglo XXI. Espectacular en sus secuencias de acción, combinación de cómic y videomusical, Sucker Punch redefine el término de fábula en estos vertiginosos tiempos que corren. En lo que podríamos definir como el prólogo de la película, Zack Snyder hace una vez más uso de su prodigioso lenguaje visual para contarnos todo, casi sin palabras. En un par de minutos la protagonista se entera de la muerte de su madre, y de que su padrastro ansía quedarse con la herencia, por lo que elimina a su hermana menor y a ella la encierra en un asilo para gente con problemas mentales. Como ya hiciera en Watchmen , Snyder vuelve a mostrar el placer que le da moverse en ambientes retro: todo allí será muy de los ’50. En el asilo la bautizan como Baby Doll, ya que allí funciona una suerte de prostíbulo. Baby Doll y otras cuatro internadas ingeniarán un plan para escapar del lugar, en el que mucho tendrán que ver las fantasías y lo surreal, ya que cuando Baby Doll entre en trance al comenzar a contonearse y bailar, ella y sus amigas ingresan como a otro mundo en el que son guerreras letales, capaces de combatir a malvados medievales, dragones, robots o soldados de la Primera Guerra Mundial, en busca de los elementos indispensables que le permitirán la huída. La película está plagada de guiños, los más nítidos a Alicia en el País de las Maravillas o hasta El Mago de Oz . Y por más que Snyder proclame que Brazil y Atrapado sin salida fueron su inspiración, debe haber visto decenas de videogames. En ese sentido, el director no defraudará aquéllos que salieron extasiados (los hubo) de ver 300 . Y aunque Snyder sea políticamente correcto (o marketineramente eficaz) y deslice que en ningún momento deseó poner a sus protagonistas como objetos, las chicas muestran bastante como para poder refutarlo. No es precisamente Sucker Punch un filme donde las actuaciones estén ni por asomo por encima del ritmo –como en ninguna de las realizaciones de Snyder, a quien si mencionamos tanto es porque tiene un estilo definido, de planos cortos y cámara en prodigioso movimiento-. Sólo cabe mencionar a Emily Browning, la ex niña de Lemony Snicket , y a Vanessa Hudgens, ex High School Musical , como Baby Doll y Blondie (aunque sea morocha), además de la presencia simpre magnetizante de Jena Malone como Rocket y, en una aparición especial, Jon Hamm, de Mad Men . Lo último: no ver Sucker Punch en pantalla grande sería un sacrilegio.
El slogan del film es “no vas a estar preparado”. Y es cierto: este film es algo que uno no esperaba. No se trata de una novedad absoluta, sino, por el contrario, de un reciclaje extremo cuyo sentido se basa en el puro juego con el espectador. Usted sabe que todo lo que ve es desaforado, una ficción pura; sabe que proviene del cine bélico, del cine fantástico, del cine de samuráis (por citar apenas los elementos que pudo haber visto en el trailer), o que las chicas son todas nenitas sexy. Y sabe que esas nenitas sexy, disfrazadas de Sailor Moon oscuras y un poco más sangrientas, van a matar villanos sin descanso. Pero justamente de eso se trata la película: de qué sentido tiene, qué placer produce todo ese juego. En la historia, una chica abusada por su padre es encerrada en un manicomio. A pocos días de ser lobotomizada, debe escapar: para fugarse, deberá penetrar en mundos imaginarios para buscar ciertos elementos. Por cierto, lo que vemos es en realidad la imaginación de la protagonista y de sus amigas, en situación similar. Pero en lugar de preguntarnos qué es real o qué no en el mundo de la película, entramos en la diversión que nos propone. Lo que la película se pregunta es qué sentido tiene divertirse en el cine, si acaso la diversión no es un camino de sabiduría. Es cierto: a veces la película se pasa de “canchera” o da un giro demasiado melodramático que contradice lo anterior. Como si no pudiera celebrarse sin el más puro placer del movimiento (sexy y violento) que propone y fuera necesario “enseñar” algo. A veces, sin moraleja, el cine es mejor.
Dulces y peligrosas Supra-sensorial, agotadora, ambiciosa, salvaje, ominosa, lúdica, burbujeante, Sucker Punch: Mundo surreal (Sucker Punch, 2011), o el nuevo film del siempre alegórico Zack Znyder, es una experiencia cinematográfica en toda la acepción del término. Producida por el propio Zack y su esposa Deborah Snyder a través de su compañía Cruel & Unusual Films, Sucker Punch tiene como protagonista a la bella y angelical Baby Doll (Emily Browning, la hermana mayor de Lemony Snicket, una serie de eventos desafortunados (2004). Las cosas no pueden ser peor: a la muerte de su madre en la escena inicial, se le suma un padrastro pederasta cuyo objeto de devoción tiene la forma de su hermana menor. Harta de los ultrajos propios y ajenos, Baby Doll planea la venganza ultimándolo a tiros. Pero la bala hace una carambola que encuentra su destino final en el cuerpo de su hermana. Desconsolada, su tutor la interna en un instituto neuropsiquiátrico para lobotomizarla. A partir de esa secuencia inicial musicalizada por una versión del ochentoso “Sweet Dreams” de Eurythmics (el nosocomio se llama Lennox) tan hipnótica como perturbadora, comienza un auténtica rareza: un tour de force menos físico que mental disparado por la particular metodología de la psicóloga de turno (Carla Cugino), en la que propone exorcizar los demonios mediante el teatro y el baile. Baby doll tiene un poder de abstracción fantástico que le permite sumergirse en fantasías no sólo a ella, sino también a sus ocasionales espectadores. Es así que la fuga comienza a ser una posibilidad latente. Con el encanto natural de la bailarina, cuyo contorneo induce al ocasional espectador a una especie de coma farmacológico, más la logística complementada por sus compañeras de nosocomio Sweet Pea (Abbie Cornish), Rocket (Jena Malone), Amber (Jamie Chung) y Blondie (la morocha Vanessa Hudgens) será fácil conseguir los elementos indispensables para una fuga. Znyder es un director que no se anda con chiquitas. Descubierto por la gran industria por la remake homónima de El amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 1978) en 2004, se consolidó con un artífice de mundos compuestos por una enorme carga visual con la homoerótica 300 (2006). Siguieron dos pasos en falso, no tanto desde lo artístico como desde lo económico. Watchmen - Los vigilantes (Watchmen, 2009) y Ga'Hoole: La leyenda de los guardianes (Legend of the Guardians: The Owls of Ga'Hoole, 2010) acentuaron lo que en sus films anteriores se maquillaba con espectacularidad, agilidad narrativa y entretenimiento: la búsqueda constante del director por el análisis del comportamiento del hombre en medio de un sistema totalitario y opresivo que lo cercena. En Watchmen el dispositivo era claro: un Estados unidos absolutamente potenciado por su victoria en Vietnam tiene a Richard Nixon en el poder. No ocurría lo mismo con Ga'Hoole, una buena película que pagó caro la imposibilidad de encasillamiento que tanto le gusta a los popes del marketing norteamericano. Demasiado oscura para los niños, algo aburrida para los adolescentes, Znyder se valió de dos lechugas para alegorizar sobre el nazismo y el control total que éste pregonaba. Sucker Punch tiene el descontrol y la estilización de la violencia de 300 –eso sí, menos sanguinario: el estudio impuso una clasificación PG-13, atando la inventiva de Znyder-, una tratamiento visual oscuro como Watchmen, y una(s) protagonista(s) superada(s) por las circunstancias que actúa(n) bajo presión, como la inocente y naif lechuga de Ga'Hoole devenida en heroína. La novedad radica en el tono narrativo y el desplazamiento del protagonismo al género femenino. Dulces y peligrosas, el quinteto que opera en la realidad virtual de Baby Doll –cada batalla transcurre mientras baila y representa la lucha por un objetivo clave para el plan de escape- está más cerca del sexplotation setentoso reivindicado por Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, que a la habitualidad solemnidad de este director. Y allí gana puntos la película. Porque Znyder ameniza su habitual poder alegórico articulándolo con un carácter lúdico increciente. “Si no defienden algo, caerán por cualquier cosa”, las alienta una suerte de guía táctico-espiritual –¿alguien dijo el Bosley de Los Ángeles de Charlie?- interpretado por un inoxidable Scott Glenn. Y allí irán las chicas, ombligos al aire, acorsetadas por portaligas, minifaldas, botas de cuero, a batallar contra soldados de vapor en la WWI, robots gigantes, horcos y dragones. Da la sensación que Znyder se desacraliza a sí mismo comenzando a experimentar aún más con las infinitas posibilidades de verter opiniones sobre el mundo y sus circunstancias ya no mediante largos soliloquios moralistas, (Watchmen) u oscuridad (Ga'Hoole), sino a través del descontrol y el anarquismo audiovisual. Es que en Sucker Punch todo es procedente y puede ocurrir. Y ahí está la gran paradoja de un film interesante e inteligente: hace de la anarquía un lenguaje comunicacional para abordar el totalitarismo.
Buscar y destruir A esta altura podríamos afirmar que uno de los rasgos característicos del inefable Zack Snyder es su perseverancia en cuanto a la estructuración meticulosa de sus opus y en lo que respecta a la capacidad de incluir casi cualquier componente del orden del contenido, detalles temáticos que al señor definitivamente tienen sin cuidado. Si bien El Amanecer de los Muertos (Dawn of the Dead, 2004) continúa siendo su mejor película hasta la fecha, hoy debemos señalar que la simpática Sucker Punch- Mundo Surreal (Sucker Punch, 2011) llega un tanto rezagada para ganar el segundo puesto: más que una mixtura de Alicia en el País de las Maravillas y el cine de Quentin Tarantino, promociones mediante, la obra es otra de esas “clase B con presupuesto” similar a las producidas por el gran Roger Corman. La narración pendular del film presenta una sucesión de escenas seudo dramáticas y rimbombantes secuencias de acción, las primeras desde ya funcionando como excusas para las segundas. Respetando la dialéctica “realidad/ fantasía”, la historia comienza en el apartado terrenal cuando Baby Doll (Emily Browning), a poco tiempo de la muerte de su madre, mata accidentalmente a su pequeña hermana al defenderse de su padrastro y de inmediato es enviada a una institución mental bastante peculiar, especializada en el “negocio del placer”: con la amenaza de una lobotomía pendiendo sobre su cabeza y obligada a trabajar en el burdel del lugar, la joven decide construir un universo imaginario como coraza de protección mientras va recolectando distintos ítems para una futura fuga. Si la propuesta se centrase exclusivamente en las penurias de las internas pronto caería en el tedio y la ridiculez debido a que el elenco nada puede hacer frente a los paupérrimos diálogos que pululan en el guión de Steve Shibuya y el propio director. Por fortuna la falta de desarrollo general está compensada a través de las escapadas etéreas de la protagonista, en las cuales siempre contamos con la inestimable participación de Scott Glenn como una suerte de “maestro de ceremonias” y de un seleccionado de bellas señoritas brindando apoyo durante cada una de las “misiones” (Abbie Cornish, Jena Malone, Vanessa Hudgens y Jamie Chung completan el equipo). Por el lado de los villanos están Blue Jones (Oscar Isaac) y Madam Gorski (la gloriosa Carla Gugino), los encargados de los suplicios de turno. De hecho, son los pasajes oníricos los que mantienen el interés del espectador y a la larga acercan el convite hacia una entretenida colección de enfrentamientos grandilocuentes basados en CGI de última generación y elaboradas coreografías. Snyder supera sus trabajos anteriores a nivel visual combinando una estética de video juego retro, motivos varios extraídos de los comics y una macro edición publicitaria: se destacan particularmente la fotografía de Larry Fong y esas tomas extensas que ahora sí poseen una cadencia en sintonía con el resto del “paquete interactivo” (otra vez lamentamos la ausencia de un bonito joystick pegado a la butaca). Así, en un contexto donde poco importan el tiempo y el espacio, lucharemos contra samuráis gigantes, nazis desfigurados, dragones y hasta robots. Un ingrediente que no podemos pasar por alto es la banda sonora, no tanto porque establece el ritmo de las escaramuzas sino en función del buen gusto de la antología (aunque no en sus versiones originales, tenemos canciones de The Beatles, Queen, Jefferson Airplane, The Stooges, Roxy Music, Eurythmics, Pixies, Björk y The Smiths). El cineasta da forma a un nuevo recipiente colorido que llegando el desenlace pretende llenar con algo de manual de autoayuda y una vuelta de tuerca a la La Isla Siniestra (Shutter Island, 2010): lejos de la fallida La Leyenda de los Guardianes (Legend of the Guardians: The Owls of Ga´Hoole, 2010), en esta ocasión retoma los ralentís de 300 (2006) y el tono dark de Watchmen (2009) con vistas a materializar “en plan descafeinado” aquello que cantaba Iggy Pop en 1973…
Hace poco menos de dos semanas, quien escribe esta nota resaltó la triste mala influencia de los videojuegos en una obra supuestamente cinematográfica (Batalla Final: Los Angeles). Pues bien, existe aparentemente un escalón aún más bajo en la industria hollywoodense actual: Sucker Punch es, como mucho, un mero reel audiovisual de efectos especiales, conocidos en la jerga como VFX. Si alguno auguraba un excelente futuro para el director que con apenas cuatro películas (entre ellas, 300 y Watchmen), comenzaba a hacerse de un nombre, puede parar de contar: Zack Snyder no es que perdió el rumbo, sino que construyó uno sumamente superfluo y redundante, que lo lleva a repetir inclusive escenas calcadas de sus últimas películas. Así, sin el féretro del Comediante de Watchmen, el cementerio tiene su plano cenital en cámara lenta, y las escenas trágicas aparecen montadas al son de una canción pop mainstream pero también de culto. De hecho, si Snyder no utiliza nuevamente 99 Red Balloons de Nena para ciertos momentos de Sucker Punch, puede que se deba únicamente a una cuestión de problemas de derechos. Todo es conocido, vacío y pomposo: las adolescentes conflictuadas capaces de imaginar una guerra ridícula (pero sin que se les corra el maquillaje) parecen una versión de High School Musical con armas, mientras que los fondos virtuales amenazan con una invasión de espartanos que nunca llega. No importa: en su lugar hay zombies, nazis, orcos, dragones, zeppelins, robots y golems. Quizás la combinación le hubiesen faltado extraterrestres y gorilas con armas nucleares, pero no obstante uno puede aventurarse a decir que con tal repertorio de personajes ya es suficiente. No conviene contar demasiado del film, puesto que resulta más sencillo visualizar el trailer en cualquier web de videos. Todo está ahí, y entra resumido en escasos tres minutos. El resto: caramelos y dulces para la vista. ¿Y ese aspecto ridículamente “sexy” que pretende tener la película con pequeñas ninfas en minifalda? Sí, está ahí y, parafraseando –a riesgo de resultar autoreferenciales- a un habitual colaborador de ZonaFreak, Juan Pablo Bondi, alegrará únicamente a “aquellos adolescentes que aún piensan que el sexo es un rumor”.
VideoComentario (ver link).
Con películas como 300 , Watchmen - Los vigilantes y Ga'Hoole: La leyenda de los guardianes , el director Zack Snyder ya había demostrado su predilección por el género fantástico a propulsión de efectos visuales, la violencia estilizada, la estética de cómic y el espíritu pop. Pero si en sus anteriores films (incluida la remake de El amanecer de los muertos ) había una estructura narrativa más o menos sólida que contenía el despliegue (por momentos lleno de talento para la puesta en escena, en otros demasiado "pirotécnico") del realizador, en Sucker Punch la premisa es por demás endeble y, por lo tanto, el portentoso despliegue visual se parece demasiado a un regodeo narcisista, a un artificio caprichoso, a una cáscara que trata de disimular el vacío interior. Aquí, más que una historia (elemental y banal como pocas), hay elementos, personajes y situaciones que se acumulan sin demasiado sentido: hay chicas muy bellas con ropa ajustada que se conocen en? un neuropsiquiátrico y se enfrentan a hombres (feos, sucios y/o malos) que las someten a todo tipo de bajezas y hay un juego pendular entre la realidad (el encierro) y la ficción (los sueños épicos, "liberadores") de la protagonista (Emily Browning). Así, mientras en el hospital está a punto de sufrir una lobotomía, en las secuencias oníricas, la atribulada Baby Doll se convierte en una heroína vengadora que lidera un grupo de intrépidas chicas expertas en artes marciales, armas y explosivos (por allí aparecen Abbie Cornish, Jamie Chung y Jena Malone y hasta Vanessa Hudgens, la Gabriella de High School Musical ). El film maneja elementos que remiten a otros trabajos sobre la locura ( Inocencia interrumpida, La isla siniestra ), aunque por momentos parece ser la tarantiniana saga de Kill Bill la principal referencia y fuente de inspiración, mientras que no pocos harán comparaciones con la reciente El origen . A todo esto, Snyder le agrega a un diseño retrofuturista (la acción principal transcurre en los años 50, pero la película apela todo el tiempo -incluso desde la música- a un posmoderno anacronismo). Con una edición a puro vértigo -heredera de un lenguaje que ya ni siquiera el videoclip ni la publicidad explotan demasiado-, este patchwork visual y narrativo resulta en sus casi dos horas bastante solemne (ni siquiera hay un humor irónico), confuso y tortuoso. Esperemos que Snyder recupere el rumbo en la vuelta de Superman a la pantalla grande que lo tendrá como principal responsable en poco tiempo más.
Relectura trash de los cuentos de hadas Las protagonistas del film son chicas a quienes sus familias encerraron en un hospicio. Con la peculiaridad de que funciona a la vez como cabaret o prostíbulo. Pero la espesura del asunto termina diluyéndose a través de un sofisticadísimo diseño visual. Es como si las cárceles-mazmorra de Inocencia interrumpida mutaran en los escenarios y shows de Dreamgirls, chocando contra el universo hiperdigitalizado de Capitán Sky y el mundo de mañana. Universo en el que, como en un videojuego, deben cumplirse determinadas pruebas, en medio de enfrentamientos físicos de animé y wu xia pian. Aprovechando la consolidación en la industria otorgada por películas como 300, Watchmen y Ga’ Hoole, en Sucker Punch Zack Snyder practica la que tal vez sea su mayor apuesta personal hasta la fecha. No sólo por tratarse de la primera película que este ex realizador de comerciales y videoclips concibe a partir de una idea propia, sino por la sobrecarga de referencias, osadía en la construcción del pastiche y horas y know how invertidos en el sofisticadísimo diseño visual. Todo lo cual no quiere decir necesariamente que Mundo surreal (subtítulo que la distribución le adosa en Argentina) sea una gran película. Hay momentos en los que da toda la sensación de contar con la energía y el talento para serlo, pero a la larga una superficialidad de diseño gráfico se impone. Fantasía feminista en armas, las protagonistas de Sucker Punch son chicas a quienes sus familias encerraron en un hospicio como del siglo XVII o XIX. Con la peculiaridad de que funciona a la vez como cabaret o prostíbulo. O tal vez sea así en las fantasías de la protagonista (la australiana Emily Browning, a quien la suma de teñido rubísimo + piel blanquísima dan un aire de Lady Gaga de la melancolía). Versión femenina de Pulgarcito, por querer defender a su hermana menor del ogro o padrastro abusador tras la muerte de la mamá, la chica da con sus huesos en el hospicio de novelón gótico. El director del hospicio es un tipo sospechosamente untuoso (Oscar Isaac) y la psiquiatra en jefe (Carla Gugino, con acento polaco) pone en práctica una forma de terapia basada en la representación teatral. Discípula aventajada, la nueva pupila bailará sus fantasías, que la transportan, en estado de trance, a una serie de mundos alternativos. Según la Dra. Gorsky, esas fantasías deberían conducir a una liberación que en este caso no debe entenderse sólo en sentido figurado. Mundo mutante, en la realidad o el cerebro de la chica el hospicio vira a burdel y allí ella y sus cuatro amigas devienen las bailarinas esclavas Baby Doll, Sweet Pea, Rocket, Blondie y Amber. El director pasa a ser gigoló y los clientes incluyen al alcalde, lo más parecido a un sapo gigante que se haya visto en mucho tiempo. Los momentos impregnados de un asco profundo hacen de Sucker Punch una espesa, poderosa diatriba antimachista. Por ejemplo la larga secuencia inicial, que presenta al padrastrogro mediante un tremendismo visual de planos-secuencia, acercamientos y planos detalle, ralentis acompasados y una hipnótica versión slow de “Sweet Dreams (Are Made of This)”, de Eurythmics (los arreglos de Marius De Vries y Tyler Bates son de lo mejor de la película). El bigotito anchoa del director, el de-sagradable cocinero obeso, la entera secuencia del alcalde –que logra convertir una solapa de piel, unos anteojos de marco grueso y la ceniza de un puro en marcas mismas del abuso– hablan de una relectura de los cuentos de hadas bajo una luz monstruosa, expresionista y trash. Pero es allí que Snyder se deja tentar por fantasías digitalizadas color té con leche, con Baby Doll y las otras guys (interpretadas entre otras por Jena Malone y Vane-ssa Hudgens, así se llaman ellas entre sí) combatiendo, con minis tableadas de manga nipón y bombachitas que asoman, contra samuráis gigantes en un Japón como de Kill Bill, soldados zombies alemanes de la Primera Guerra Mundial, orcos como de El señor de los anillos y bestias medievales como de Cómo enseñar a tu dragón. Para ello echan mano de katanas, cazambombarderos y hasta una especie de transformer, dando saltos y deteniéndose en el aire, estilo Matrix. Guiadas por esa gloria del cine de las últimas décadas que es Scott Glenn (cuanto más arrugado, mejor), a lo largo de esas pruebas las guys deberán obtener, como en un videogame, una serie de objetos-talismanes que serán su llave a la libertad. En ese punto el espesor asqueado muta a liviandad de ambient virtual, a mera exposición de técnicas visuales contemporáneas, a una sucesión de videoclips que –por más que quiera dársele al asunto un viraje trágico– no dejan huella. Nada que hacer: los jueguitos de video y la tragedia no se llevan bien.
Sucker Punch es una nueva película de un director con un estilo muy particular. Después de 300 y Watchmen Snyder deja en claro que es un virtuoso de la composición de planos. Esta película es visualmente maravillosa. Sus primeros 15 minutos son impresionantes, con una mezcla potente de imágenes y la versión memorable de Sweet Dreams… que se puede escuchar acá abajo (hasta que la saquen por algo en You Tube) con un estilo mucho mas Manson que Eurythmics, y que con el volumen al palo en el cine es algo orgásmico. Pero yo creo que lo que Snyder necesita para su próxima película es un buen productor… alguien que le diga “pará la mano flaco”… don Zack se pasa de rosca en algunas cosas. Pone demasiado Sucker tiene momentos de una locura tremenda que no se sabe bien a donde llevan. Pero quizás también ese sea un mérito de la película… si bien no se entiende por en esas etapas por donde va… uno está a la espera de saber como sigue y no se pierde el ritmo. Es una película loca, y no vende otra cosa. Tiene cositas de varias películas, pero no en robos... es la mente de un cinéfilo quien construyó esta historia. Se ven "cositas" desde una Matrix hasta una Kill Bill, pasando por Moulin Rouge como dice Hugo más abajo. ¿Mezcla rara no? Me gustó mucho su protagonista, tiene una cara que parece inexpresiva, pero es parte de su personaje. Y logra darle cara de miedo y de inocencia, a pesar de que sus escenas van por otro lado. Bien por Emily Browning. No es la mejor de Snyder… pero es para ver y volar la cabeza un poco. Creo que no hay que sacar un análisis ni bien la termina uno de ver, porque puede dar un resultado extremo para cualquiera de los dos lados… esperá unas horas para sacar la conclusión si te gustó o no.
Por las venas de Zack Snyder no corre sangre sino viñetas de cómics. No deja de ser una paradoja graciosa que su primer proyecto personal, que no revisita un clásicos del cine (como lo hizo en la remake de El amanecer de los muertos) o adapta una historieta (300, Watchmen) parece inspirada por una loca e imaginativa novela gráfica. Sucker Punch es un film que no acepta término medio. Hay gente que le va a encantar y buscarán disfrutarla de vuelta y otros que la odiarán y elegirán borrar el recuerdo de su mente. En mi caso me gustó y celebro que el director presentó una fábula original y creativa que no te permite predecir lo que va a pasar en cada escena, porque cada momento te sorprende con una secuencia surrealista más loca que otra. La película, en principio parecería que tomó como influencia el manga y el animé japonés, que brindó en el pasado historias de este estilo con guerreritas adolescentes e historias personales conflictuadas que le pateaban el culo a sus adversarios. En lo personal rescato que el director brindó una experiencia visual distinta que se destaca por todo el despliegue de imaginación que Znyder plasmó en esta obra. También hubo un manejo notable de la animación computada, donde supieron aplicarla en escenas de acción maravillosas, que no resultan artificiales como ocurrió con otros estrenos. La trama es muy sencilla pero es su ejecución en la narración lo que convirtió a Sucker Punch en un film diferente. Es importante destacar lo que hizo Snyder con la musicalización y la banda de sonido en general, que claramente se destaca entre los mejores trabajos que brindó el cine en el último tiempo. El director rescató el concepto de la banda sonora como un complemento más de su narración, en lugar de usar la música para tapar baches de silencio. Desde el cover de Eurythmics (“Sweet Dreams”) interpretado por la protagonista Emily Browning (Lemony Snicket), la música presenta clásicos de Jefferson Airplane y Queen, entre otras canciones, a cargo de artistas como Emiliana Torrini, Skunk Anansies y Bjork, responsable de “Army of me (Sucker Punch Remix)”. Es claro que Moulin Rouge tuvo su influencia en esta película y supongo que no es casualidad que en la música incidental trabajara Marius De Vries, colaborador de Baz Lurhmann en aquel film. Sucker Punch es un interesante historia de fantasía y acción, que tal vez no sea popular y entretenida para todo el mundo, pero para los que ya disfrutaron del cine de Snyder es un gran evento. El relanzamiento de Superman en el cine no podía estar en mejores manos.
Luego de Ga'Hoole, la leyenda de los guardianes- film visualmente impecable pero verdaderamente aburrido- empecé a temer por el futuro de uno de los directores que personalmente más me gusta a la hora de bañarme en pochoclos. 300 y Watchmen son dos ejemplos de films llenos de acción, embrujo visual y calidad que basados ya en comics o series anteriores tuvieron sus fanáticos y detractores. Sucker Punch se sumaba entonces a una expectativa singular al tener como detalle extra ser una historia completamente original de la que igualmente se pueden esperar adversos y conversos. El temor se ha disipado gracias a una historia que muy bien enmarcada se presta a la exuberancia y variedad de escenarios guardando un sabio equilibrio entre calidad argumental y calidad visual. Los 109 minutos de esta cinta de Znyder se pasan volando para los amantes de la adrenalina. Descrita por el propio director como una "Alicia en el país de las maravillas con ametralladoras" debo decir que me recordó bastante a la temática de aquella maravilla de Jonze, Donde viven los monstruos, donde un pequeño niño huía de la realidad del hogar y de las presiones del mundo de los adultos a una tierra llena de monstruos que lo ayudaban a sobrellevar eso tan difícil que es el crecer. Acá también tenemos una protagonista con una realidad muy cruda: su madre ha muerto y su padrastro termina por internarla en un psiquiátrico en forma fraudulenta y del que tratará de huir usando su imaginación. Ese mundo de ensueño será el que nos entretenga increíblemente con una historia que recorre algo similar al ciclo del héroe: hallar una serie de elementos para llegar al final del camino conciendo una dura realidad. Escenarios que van desde el Lejano oriente más extrambótico hasta castillos llenos de orcos y dragones, Baby Doll y sus compañeras llevarán a cabo la peligrosa misión de recolectar esos elementos con los que les será posible liberarse desplegando una estética entre video juego y video clip. Pero no todo queda en meras estrellitas de colores, la historia tiene un correlato con la realidad muy bien planteado y un final ciertamente impredecible, o al menos, no tan predecible como el espectador asiduo a este género esperaría. Si bien el nombre de Sucker Punch hace alusión al mundo de los video juegos, esta historia no está basado en uno. Intuyo, de todas maneras, que pronto lo estará pues el uso del CGI aquí se hace presente para brindar escenas que recuerdan a varios juegos conocidos. De hecho, muchos de los video gamers pueden verse fascinados por la nueva peli de Znyder tanto como aburridos por la recurrencia de elementos comunes que a los legos espectadores nos parecen nuevos. La música es otro punto que aporta mucho para una película que tiene claramente, sobre todo en el comienzo, una narrativa 'videocliptera'. Versiones de grandes temas como 'Sweet Dreams', 'White rabbit' o 'I want it all' dejan zumbando al público en general, todas acompañadas por la música original de Tyler Bater y Marius DeVries, quienes han colaborado ya en 300 , Watchmen y Molin Rouge respectivamente. Para finalizar, el reparto se maneja sin grandes tropiezos destacando realmente la labor de Oscar Isaac como el malvado Blue Jones, un actor nacido en Guatemala que a pesar de tener una gran experiencia tanto en TV como en cine no deja de ser toda una revelación. Buenos efectos, buenos remates y mucha acción para un film que se pinta como uno de los más taquilleros. Sabia mezcla entre entretenimiento visual y cretividad argumental.
El no cine. Hace algunos años, la web se llenó de mashups musicales a por doquier. El mashup es la mezcla entre dos o más canciones de un mismo artista o de artistas diferentes. En realidad mas que mezcla, las canciones “encajan” en un ritmo corrompiendo una a la otra y viceversa. Ese ejercicio realizado indudablemente por gente que cuenta con mucho tiempo libre, no es crear, es refritar, remixar la nada, es demoler una canción a costa de otra. Uno puede escuchar un mashup, pero al segundo la experiencia se agota por la obviedad de la no creación musical. El mashup llegó al cine y de la mano de la peor escoria publicitaria y de video juego, esa bazofia que Zack Snyder nos viene entregando desde 300 pero que en Sucker Punch: Mundo Surreal llega al paroxismo de lo anti cinematográfico, una mezcla inútil, idiota, bordeando lo subnormal. Imaginen a las chicas de Death Proof disfrazadas de la Uma de Kill Bill, peleando en Mordor, matando villanos de HellBoy dentro del mundo absurdo de El Origen. Ese es el gran mashup que arma Snyder en Sucker Punch pero todo construido sobre la nada misma. Voy a utilizar una frase del buen dossier que escribió Matías Orta sobre Snyder “Un director de películas súper entretenidas, que no vacías, ya que se preocupa tanto por la historia y los personajes como por el aspecto visual” Películas vacías, sin historia y sin desarrollo de los personajes; Sucker Punch es un paradigma de esto. Ahora, lo discutido seria si las películas de Snyder son “súper entretenidas” En el caso de Sucker Punch la historia de la chica internada por su padrastro en un psiquiátrico y que imagina una realidad alternativa como válvula de escape de la realidad resulta confusa y poco entretenida. Las escenas/pantalla de video juego que deben sortear las chicas son cortadas permanentemente por un melodrama sin espesor, sin desarrollo y sin empatia posible por parte del espectador hacia los personajes. Este ida y vuelta entre las escenas de acción y las del psiquiátrico asesinan la diegesis, le quitan timing cinematográfico y convierten a Sucker Punch en el bodrio insoportable de lo que va de la temporada. Sobre la supuesta “calidad” visual de las películas de Snyder: mas allá de ese muy buen film llamado El Amanecer de los Muertos donde Snyder jugaba de cineasta en primera división y entregaba una película con dos horas de acción y adrenalina al palo (filmando verdaderas tomas de acción en exteriores) el director eligió posteriormente refugiarse en la “pantalla verde” es decir, esos planos creados netamente por computadora. Entonces volviendo a Sucker Punch ¿Cuáles son las calidades visuales del director? Tsai Ming-liang compone planos pictóricos con una profundidad de campo casi infinita y tres o cuatro campos de acción por encuadre. John Ford en un solo plano podía incluir al Monument Valley, una caravana entera de carretas y dos tipos reflexionando sobre como debía ser la construcción de Norteamérica. A todo esto yo le llamo “calidad visual” ¿Qué hace Snyder mas allá de algún mashup con pantalla verde? La utilización de pantalla verde es la negación de la profundidad de campo, es decir es la negación absoluta del realismo baziniano. La estilización de planos utilizados por el director lo reducen a un director de video clips, como ese travelling circular al comienzo del film con Emily Browning cantando "Sweet Dreams" mientras la cámara gira alrededor de… Emily Browning, todo un momento MTV de estrellita pop rebelde y desconsolada y que ya te avisa por donde viene la película. Sucesiones de ralentis injustificados, un manierismo descabellado, los ya mencionados mashups cliperos (también musicales con "I want it all" / "We Will Rock You", de Queen) y la permanente interrupción de la narración (si la película hubieran sido solo las escenas de acción seria descabellada pero mas coherente que este mamarracho cinematográfico) convierten a Sucker Punch en una atracción sólo para geeks que viven en su propio mundo surreal.
AMBICION, EFECTOS ESPECIALES Y POCO MAS En esta última película de Zack snyder, director de "300" y "Watchmen", se puede decir que suceden cosas muy similares que en "Batlle Los Ángeles" y que en "Transformers Revenge of the Fallen". Visualmente, esta es una cinta impecable, muy ambiciosa y con un despliegue de efectos especiales asombrosos, pero cuya historia adornada, como si fuese un gran caparazón, por el uso de la pantalla verde, carece de interés, de sorpresas y de ingenio (algo que a simple vista parece tener y que, al igual que en "Batalla Los Ángeles", deja con un sabor de decepción y poca originalidad al terminar). A su vez, tal como sucedió en la segunda parte de "Transformers", de Michaey Bay, el uso que le da Snyder a los efectos especiales es exagerado y está abusado, lo que ocasiona que su mundo carezca de lucidez y, principalmente, de esa espectacularidad que caracterizó a sus anteriores producciones. El relato presenta a Baby Doll, una mujer de 20 años que va a ser llevada a un neuropsiquiátrico luego de un incidente en su casa. Ella, para poder obviar una lobotomía cerebral, va a inventar una manera, junto a sus compañeras, para poder escapar del lugar. La imaginación tiene una importancia mayor en su plan. La cinta se introduce con una maravillosa escena en cámara lenta, que conjuga, sin duda alguna, el mejor momento de toda la película y el que mejor está musicalizado y actuado. Luego de esa situación, que es narrativamente la más fuerte e importante de todo el relato, la película se toma su tiempo para presentar, sin muchas descripciones, solo con reiterados primeros planos a los personajes, cada uno de los roles de la historia, dándole lugar, también, a que la fantasía aparezca en su debido momento. La historia no va más allá de mostrar las aventuras de las cinco mujeres al tratar de conseguir los diferentes elementos que las ayudarán a obtener la tan deseada libertad. La simplicidad y, principalmente, la previsibilidad y la poca originalidad, hacen imposible no dejar de lado las inminentes referencias que la historia, la visual y el uso de la música hacen con otras películas, tales como "Kill Bill", "Matrix", "La Isla Siniestra" y "El Origen". Pero, y si bien el argumento es muy sencillo y el guión nunca es protagonista de la trama, son otros los inconvenientes que perjudican el disfrute de "Sucker Punch": Primero que nada, Snyder decidió volver a utilizar planos y secuencias que se vieron identicos en sus otras realizaciones (la cámara lenta y el hacha volando de "300", la toma del funeral en el cementerio es igual, tomada desde el mismo ángulo, con la misma lluvia y los mismos paraguas, que la realizada para "Watchmen", para nombrar algunos ejemplos). Por otro lado, el uso de los efectos especiales, además de funcionar como principal atractivo de la película, en cierto momento crean un mundo plagado por el abuso de dicha tecnología, muchas veces sin el entretenimiento, ni el lucimiento que siempre intenta tener. Es más, cada escenario fantástico puede ser usado, por sí solo, como principal locación para una película independiente, por lo que la introducción, el desarrollo y la conclusión de cada mundo se ve perjudicado por la escasa imaginación para presentarlos y por la apresurada obligación de terminarlos, sin ser explorados en profundidad (ejemplo claro el del dragón y los robots, momentos que, además de que están exagerados y poco se entienden, dan para pensar si eran necesarios). Lejos de ser la mejor película de Snyder, "Sucker Punch" tiene un despliegue visual impresionante, pero lamentablemente se queda en eso, en una superficialidad que queda atorada por la publicidad y la rápida edición. Bien actuada (correcto trabajo de Emily Browning), con una elección de temas musicales que funcionan muy bien y con una historia que destella simplicidad. Una decepción. UNA ESCENA A DESTACAR: inicio.
Paisajes de un increíble mundo de fantasía en el que la historia queda en segundo plano. Babydoll (Emily Browning) es una chica valiente. Cuando su madre murió, se atrevió a hacerle frente a su abusivo padrastro, cuyo resentimiento hacia sus hijastras creció al ver que, en su testamento, su mujer dejó toda su fortuna a las chicas. Por eso, en un acto de odio, intentó desquitarse con las pobres, cosa que Babydoll no volvería a permitir. Pero por hacerle frente a su padre, por error, asesinó a su amada hermana. Esa bravura que mostró su hijastra mayor llevó al viejo a darse cuenta que no podría vencer a la jovencita, dispuesta a todo y sin nada que perder. Es así que decide internarla en el hospital Lennox (guiño a la banda sonora) para pacientes mentales. Allí, y gracias al poder del soborno, logra que su hijastra sea programada para una lobotomía. Ahora, Babydoll solo tiene tres días para huir de ahí con un plan que incluye a otras internas: Sweet Pea (Abbie Cornish) , Rocket (Jena Malone), Amber (Jamie Chung) y Blondie (Vanessa Hudgens), quienes deberán trabajar juntas para conseguir cinco objetos que les darán pase libre a la libertad. Estas aventuras se verán desde el plano de un mundo surreal creado por los mágicos bailes de Babydoll, en donde las veremos enfrentar en batallas épicas a orcos, samurais, dragones, robots y nazis mecánicos que funcionan como representaciones imaginarias de las pequeñas tareas que deben realizar en el hospital para que su plan de fuga funcione. Y esas batallas sí que son épicas, ya que si algo le sobra a Sucker Punch es atractivo visual, algo que Zack Snyder, su director, cosechó desde su primera película. Luego de una secuencia inicial inolvidable, la acción toma protagonismo en ese manicomio convertido en un oscuro burlesque en la mente de la angelical guerrera. Pero este atractivo visual se ve opacado por un argumento pobre y lleno de baches que nos refriega en la cara un mensaje new age más esperable en Paulo Cohelo que en Snyder, quién demostró su calidad como director rodando dramas políticos disfrazados en películas de acción. Pese a eso, los personajes de Sucker Punch son irresistibles: cada uno tiene una identidad bien marcada que, sin caer en el lugar común, logran darle a la película el sustento que el guión no le da. Emily Browning y Vanessa Hudgens son dos agradables sorpresas en sus roles de heroínas, mientras que el dramatismo es llevado adelante con inteligencia por las hermanas Rocket y Sweet Pea y por la siempre talentosa (y hermosa) Carla Gugino, quien interpreta a la Doctora (o Madame) Gorski, un personaje que merecía más atención. ¡Y qué decir de la banda de sonido! Siguiendo la tradición que inició con Watchmen: Los Vigilantes, Snyder escogió clásicos del pop y del rock para convertirlos en melodías insanas que arrullan desde el off las escenas más destacables. La película en realidad no es una completa decepción. Las batallas fueron rodadas con pulso firme, los climas dramáticos logran hacernos sentir el peligro que se vive en el hospicio y las secuencias imaginarias son grandes escenas plagadas de acción y salidas de una imaginación llena de paisajes y magia. Sólo una pulida más a ese guión hubiera convertido a Sucker Punch en una de esas joyas que nos gusta ver una y otra vez, y en cambio nos deja frente a camino plagado de buenas intenciones que, si queremos, podemos transitar. Pero, como dice el refrán, ya sabemos adonde nos lleva ese camino. Pero sé que la película es una de las más esperadas del año, y también sé que los fanáticos de Snyder sabrán ver y destacar estos puntos en los que Sucker Punch sorprende. Por eso no me queda más que decir que sigan su instinto y sus ganas, vayan al cine y saquen sus conclusiones. Posiblemente el Mundo Surreal los absorba y sepan o puedan ver y comprender estas joyas en bruto que el director decidió, por opción o por descuido, no pulir.
Publicidad de dos horas de una fantasía nerd Al director de 300 y Watchmen siempre le dio por resaltar el aspecto visual. Un artista de la imagen, podrían decir. Para mí siempre se notaron sus raíces televisivas, de la publicidad, más que nada en sus últimas películas. No es un mal director: Watchmen es una muy buena película, pero quizás mucha de la ayuda venía de los cómics de Alan Moore. En 300 (película que me resulta indiferente, más bien tediosa) se nota más la falta de peso en los personajes. Sí: se veía muy linda, pero la emoción del combate era nula. Acá pasa lo mismo. El comienzo de Sucker Punch prueba que Snyder puede ofrecer mucho más. La secuencia inicial empieza con un cover de "Sweet Dreams" por Emily Browning (la misma protagonista, que también hace covers de "Where is my mind?" de The Pixies) y la paleta de colores monocromática estéticamente está muy bien y acompaña el duro momento que atraviesa la heroína: acaba de quedar huérfana y su padrastro planea violarla. La situación se resuelve de manera tal que ella terminará en un manicomio. Allí la película desbarranca. En primer lugar, porque no ofrece nada nuevo ni original (la primera prisión de la cual deben escapar es la de... sus mentes). En segundo, porque el director se empieza a copiar a sí mismo. Mucho slow-mo (interminables secuencias injustificadas en cámara lenta), enormes bichos CGI (que se ven sumamente falsos y caricaturescos, aunque carecen de la gracia de una caricatura), músicalización obvia (una cosa es que sea linda música y otra es que esté bien usada). De lo que prometía el director de la remake de El amanecer de los muertos, hay poco y nada. Esa película sí que era un festín, aún con todos sus errores. Un clásico moderno del cine B. Sus películas siguen siendo clase B, pero se creen clase A. Si uno recuerda la película, más bien recuerda segmentos como si de una publicidad o un comercial se tratara y no de los mejores, precisamente. Supongamos: toda la introducción podría haber sido un videoclip. Y no estaría mal. Es la forma por al forma misma. Sin embargo, las intenciones de Snyder van más allá (sus historias requieren ir más allá) y buscar, encontrar, personajes humanos. Que aporten una nueva dimensión al asunto. Las heroínas viajan a través de distintos mundos, pero en ninguno de ellos sentimos peligro. Cada uno representa, más que un estado mental, una fantasía nerd: nazis-zombies durante la Segunda Guerra Mundial; orcos, dragones, y castillos medievales; androides y ciudades futurísticas como si hubiesen escapado de la novela de Isaac Asimov; todos ellos despedazados por (esto no es un punto a favor de la película: son cinco) chicas lesbianas (al menos tres lo son) bellísimas pero rudas. También, representan otro tipo de fantasías adolescentes. La líder está vestida de colegiala y usa un sable samurái. Lo absurdo de todo este planteo hace que sea una premisa prometedora y tentadora. Imaginen este material en manos de Robert Rodriguez. Sería un espectáculo divertido. En manos de Snyder definitivamente no es divertido. La única línea que más o menos inspira una sonrisa es la del capitán del grupo, al referirise a los nazis-muertos-vivos: "No se preocupen en matarlos... ya están muertos". La solemnidad abunda en esta película, cuando, por el contrario, el planteo original pide a gritos que no se la tome en serio. Ni siquiera es "impecable" desde el apartado visual. La catarata de efectos generados por computadora deja de atraer a la vista a los 20 minutos de película. Y todavía nos faltan 100 más. Mejor vayan y compren un videojuego. Al menos, tienen control sobre los personajes.
Fantasías de un nerd ¡Ay Zack Snyder! Ya no sabemos qué hacer con vos. Bah, en realidad los que se están preguntando eso son los ejecutivos de Warner Brothers, que después de la plata que les hiciste llover con 300, te dieron rienda suelta para que hagas lo que se te cante. Primero te la jugaste llevando al cine la inadaptable novela gráfica Watchmen, con resultados dispares (respeto tu fidelidad al material original, aunque le erraste con el tono buscado por momentos) y ahora te concedieron el capricho de que hagas “tu” película, que te la juegues con un proyecto personal salido de tu propia imaginación. ¿El resultado? Este mutante llamado Sucker Punch. Ahora, entre nosotros: hay algo que está claro, y es que Snyder es un gran creador de imágenes y no hay un segundo en Sucker Punch que no tenga su firma. Cada plano está pensado estéticamente al detalle; es casi como ver una serie de storyboards animados moviéndose constantemente. El problema es que Snyder, al pensar más como dibujante de comics que como director de cine, se preocupa más por lo que rodea al cuadro que lo que contiene el cuadro en sí. La historia es la de Babydoll, una adolescente abusada por su padrastro que luego de matar accidentalmente a su hermana menor va a parar a un hospital psiquiátrico. Allí, con la ayuda de cuatro compañeras ideará un plan para escaparse, no sin antes robar cinco objetos que facilitarán su liberación. Parece sencillo de explicar, de no ser porque el amigo Snyder cree que la mejor manera de mostrar esta liberación es a través de la imaginación de la protagonista, que se ve a sí misma como una guerrera salida de un manga (dale Zack, admití que de chico te masturbaste viendo Sailor Moon) y que junto a sus amigas lucha contra robots samurais, zombis nazis, orcos, dragones y cualquier otro monstruo salido de la cabeza de un freak con mucho tiempo jugando con su Nintendo. Voy a reconocerlo: como autodeclarado nerd que soy reconozco que disfruté algunos de los delirios visuales, que mezclan la sexualidad fetichista de comics tipo Heavy Metal con el ralenti propio del videoclip (la banda sonora tiene covers de Pixies y Queen) y la narración a modo de niveles de un videogame. Pero ese disfrute es superficial, porque a Snyder poco parece importarle el sentido o la conexión que dichas fantasías tienen con la historia principal, y simplemente son una excusa para volver a lanzar toda su parafernalia pop hacia el espectador. Todo muy súper cool y colorido, pero cuando más allá de las luces, las chicas con ametralladoras, los monstruos y los ralentis no hay casi nada más, el interés de uno dura lo que un videoclip o una viñeta de comic. Ok, lindo. ¿Qué sigue? Los caprichos de un director tienen su costo a veces. Por cada Donnie Darko hay un Southland Tales. Lo mismo pasa con Matrix con sus secuelas y con Brazil y Los Hermanos Grimm. Ahora a Snyder le toca hacer la nueva de Superman. ¿Dejará de lado sus fantasías nerds o las reforzará al máximo? Por el amor que le tengo al hombre de acero, espero que sea lo primero.
Una realidad aparte Dentro de los grandes estudios suelen utilizarse frases cortas para dar una idea acerca de adónde apunta el contenido de las películas que se están elaborando. A ésta la describían como “Alicia en el País de las Maravillas con armas de fuego” y esta frase sirve para empezar a desgranar un largometraje bastante bizarro para el público común, pero accesible y que provocará reacciones apasionadas (a favor o no) entre los cultores de estos productos. ¿Por qué bizarra? Hay algo demasiado alternativo en este cuento donde conviven chicas con problemas mentales, samurais, nazis, robots, dragones, pistoleros, prostitutas y bailarinas, entre otras. ¡Es curioso que el director hace que todo encaje, como si manejara una plastilina mágica capaz de unir la variedad de elementos! No se trata de temas tan ajenos unos y otros, ya que todos suelen ser considerados “subgéneros”, y constituyen la materia prima de mucho cine clase B y Z: fantasía, animé, videoclip, ciencia ficción, bélico, suspenso, infantil, erótico, terror, policial. El director que hace que funcione el combo se llama Zack Snyder (300), que con legiones menores de seguidores también supo conquistar éxitos en filmes como El amanecer de los muertos, Watchmen o Ga’Hoole, inspirándose en novelas gráficas, libros infantiles o filmes de culto. Sucker punch: mundo surreal divide aguas. Algunos se enamorarán de su deslumbrante diseño visual; a otros les parecerá un sancocho de efectos especiales (siempre queda un margen para la indiferencia, por supuesto). Lo difícilmente discutible es que se trata de un filme diferente, hecho con dedicación y pasión. Como también parece difícil poner en duda que Zack Snyder es un cineasta a respetar, porque desafía y explora el lenguaje cinematográfico adocenado, aun desde Hollywood. Snyder será el comandante de la próxima Superman, y eso dentro de la lógica del espectáculo norteamericano, es graduarse con honores.
Anexo de crítica: Zack Snyder hace alarde de su capacidad en el diseño visual de escenarios atractivos para desarrollar escenas de pura acción, donde el movimiento, el uso del CGI con todas sus potencialidades y el ritmo frenético se apoderan de la pantalla, fiel a su estética del videojuego y el comic. Alicia en el país de las maravillas y Pulgarcito se cruzan en este cuento de hadas psicótico, feminista con mensaje contradictorio que por un lado intentará rescatar el valor de la mujer y por el otro exacerba su aspecto de objeto sexual al nivel de las fantasías machistas más primitivas. Una propuesta atractiva desde el punto de vista cinematográfico pero poco sustanciosa narrativamente (apelando a la estructura básica de cualquier aventura gráfica que se precie) con la falta de rigor habitual en productos pensados para consumidores de videojuegos...
Las aventuras de la barbie sufriente Lo primero es un pedido para los distribuidores argentinos que cuando no dan con la traducción de los títulos les agregan ingeniosas frases (en este caso “mundo surreal”): paren de bastardear al surrealismo, concepto baúl que les sirve para incluir todo aquello que roza el delirio o lo arbitrario. Hecho el descargo, vamos a lo que nos concierne. Sucker Punch es una película más que nace a partir de o para un videojuego. En su desprecio por cualquier atisbo de cine, no resiste mayor análisis que evaluar la gráfica de sus trazos hiperdigitalizados. A la vez, es un soundtrack (con una buena compilación de rock industrial y de versiones remixadas de canciones psicodélicas de los sesenta) acompañado de imágenes publicitarias y efectos especiales varios. El prólogo, que funcionará como marco narrativo, se desarrolla con la lógica de un videoclip cuya estética remite a Floria Sigismondi (quien dirigió a Marilyn Manson, Björk, David Bowie y The White Stripes, entre otros), con abusos de ralentí, planos de cortísima duración y una aceleración desesperada por sumar la mayor cantidad de información argumental: una joven defiende a su hermana menor de un padrastro abusador y termina en un hospicio. El comienzo intenta absorber los códigos de los cuentos tradicionales con todos sus estereotipos, pero a su director, Zack Snyder, no le interesa en lo más mínimo explotar esa relación sino ceder inmediatamente el terreno a la lógica del “fichín”. Una vez dentro del lugar, utilizado como prostíbulo, la chica barbie (Emily Browning, consagrada como una especie de Andrea del Boca en esta película quien llora todo el tiempo y ni se despeina) se refugiará en una serie de fantasías surgidas a partir de una terapia teatral, hecho que se transformará en el puntapié para introducir las diversas pruebas a la que es sometida junto con sus compañeras y víctimas (en una rara mezcla de Los Ángeles de Charlie con Las chicas súper poderosas) en un trasfondo feminista sacado de un manual de jardín de infantes. Entonces se suceden los momentos de vértigo al mejor estilo videojuego y la pantalla es solo una excusa para simular una partida con la PlayStation. Este es el grado de infantilismo al que nos somete Sucker Punch ni más ni menos: con la trillada excusa de la orfandad de la bella heroína sufriente que se inmola (que está vendiendo muy bien hoy), la fantasía como vía de escape es puesta en un nivel superlativo acorde a la idea de subestimación que se tiene del espectador, capaz de soportar casi dos horas de velocidad, enfrentado a la mera estimulación sensorial. La historia, la ambientación, el desarrollo de los personajes y cualquier signo de realidad, quedan relegados a la peor de las facetas narcotizantes del cine y al mensaje “puedes lograrlo”. Si esto representa el futuro del séptimo arte, entonces esperemos el joystick en la butaca.
BAILARINA EN LA OSCURIDAD La nueva propuesta del director Zack Snyder es una gigantesca aventura visual, cuyas ambiciones estéticas no están respaldadas en ningún momento por una complejidad narrativa o un sentido coherente. Un espectáculo deslumbrante y superficial por partes iguales. Estamos aquí frente a una película cuyo despliegue visual nos confirma lo que ya veníamos sospechando: el cine de hoy es capaz de crear universos ilimitados, con un nivel de detalle que no hay que hacer ni el más mínimo esfuerzo para creer que estos universos realmente existen. Hay varias escenas en Sucker Punch que ponen el pie en el acelerador y combinan las más disparadas iconografías logrando asombrar y deslumbrar al más indiferente de los espectadores. Zack Snyder, el realizador de una obra maestra llamada El amanecer de los muertos y de las más famosas 300 y Watchmen aquí se vuelve a lanzar de lleno a un esteticismo extremo, un recargado y descomunal mundo audiovisual de altísimo impacto. Una secuencia inicial demuestra que, sin diálogos, el director puede entrar bien alto a la historia y narrar y movilizar al espectador con herramientas nobles. Incluyendo ya, desde el comienzo, la intertextualidad, las referencias y la multiplicidad de herencias estéticas que aquí se entrecruzan. Por lo dicho aquí, Sucker Punch podría ser una de las más memorables películas de la historia del cine. Pero la verdad es que difícilmente llegue a figurar entre lo mejor de este primer semestre del año, ni hablar de su lugar en la historia del cine. Porque la ambición visual de Snyder parece ser de una vacuidad y una inutilidad que por momentos resulta simplemente increíble. Uno no puede creer que quien es capaz de crear universos visuales tan complejos no sea capaz de darle algo de coherencia y sentido a una película de dos horas. Y no es que el no sentido sea el sentido del film, no. Es simplemente que la película se detiene una y otra vez a crear escenas de acción memorables, maravillosas, pero muertas en tanto no vienen de ninguna parte y no intentan arribar a ningún lugar. Aun así, habría que asumir que no puede ser todo tan gratuito y vacío, por lo que debería haber al menos un intento para darle sentido a todo. Cuando la tragedia golpea a las puertas de la vida de Baby Doll (sí, así viene toda la intertextualidad, las referencias, las ambigüedades y hasta los trazos gruesos), su padrastro abusador la ingresa en un psiquiátrico llamado Lennox, en el final de la escena inicial donde justamente, se escucha un cover de Sweet Dreams (are made of this) escrito por Annie Lennox. Esta escena, un poco recargada pero igualmente efectiva, muestra una camino de ida y vuelta, en el cual la película entra y sale de la realidad. Abandona su clasicismo para decirnos: soy una película, si no lo fuera no podría tener cierta información. ¿Cuál información? Qué el nombre de la clínica se vincule con la canción que acompaña el comienzo del film. Que después de toda la música del film sea posterior en cronología a la época en la que transcurren los hechos. Y por supuesto mucho más: que la fantasía en la que se sumerge contenga elementos claramente posteriores también al período en el que ella vive. Asumiendo esto podríamos decir que Sucker Punch es un film sobre cómo las fantasías nos permiten afrontar un contexto atroz y, a la vez, pensar en un futuro mejor o un motivo para seguir. ¿Una nueva versión de Alicia en el país de las maravillas? ¿Una relectura del film Brazil? Sí a todo, no a todo. También podría pensarse en las películas de Vincente Minnelli, en Moulin Rouge, en Cabaret, en Bailarina en la oscuridad y, por supuesto, en la iconografía de distintas películas a partir de cada una de las fantasías de la protagonista. ¿Pero aportan, realmente, esta suma de referencias? Sí, y solo sí, como manifestación de que toda la película habla de las fantasías, de las ficciones. Pero lo que tal vez incline la balanza hacia una mirada no tan positiva del film tiene que ver con la iconografía explotation, heredada de las películas de cárceles de mujeres, así como también del manga. Estas jóvenes con minifaldas y bombachas a la vista podrán ser mostradas como las víctimas de una explotación sexual, pero la película abusa demasiado de sus imágenes como para no ser parte de dicha explotación. Toda la trama con el cabaret –claramente heredada del explotation- no es una denuncia, las veinteañeras –en la trama posiblemente menos- se muestran sexys en cada escena y su uso de armas, lencería erótica y violencia parece más una fantasía adolescente que un discurso sobre la libertad y la fuerza de las mujeres. Pero la verdad es que aunque en lo visual no lo respalde, en el guión algo de eso es lo que intenta Sucker Punch. Mientras ellas son unas bailarinas que danzan para el placer masculino, interiormente habita en ellas un universo complejo, rico, ansias de libertad, valentía, solidaridad y la fuerza para salir adelante. Pero algo me dice que esta lectura está mostrada en la película como otra capa más de irresponsabilidad estética e ideológica. Si las mejores escenas del film son aquellas que están en la mente de la protagonista (nunca sabremos cómo baila, aunque en teoría es brillante) es digno de desconfianza, porque por más vueltas que uno le de, son mayormente gratuitas y sin ningún asidero. Ahora sí, entonces, estaríamos llegando al meollo de la cuestión. Zack Snyder –cuyo film más narrativo y más logrado fue El amanecer de los muertos- es uno de los mejores representantes de una de las tendencias del cine industrial actual. Su esteticismo exacerbado, su barroquismo, sus espectaculares comienzos donde se promete el espectáculo más grande del mundo… Pero fundamentalmente una tendencia a la irresponsabilidad, al vacío de ideas, a no tener una sola mirada sobre el mundo o el ser humano. Los géneros, la intertextualidad, las mezclas y los cruces, todo hecho sin un sentido, todo por lo lindo que queda, todo por la superficie, todo por cómo se ve. La banalidad total. Y no es porque no haya opciones. Quedan muchos directores que saben hacer grandes espectáculos y contar grandes historias. Snyder mismo, pudo hacerlo. Y me doy cuenta de que aunque Sucker Punch entretiene y deslumbra, molesta que no crean que contar una buena historia y darle sentido a las imágenes sea algo que vale la pena.
Los primeros minutos de esta producción promete, atrapa, seduce, con escenas que se van jugando, sin demasiada lógica en la construcción, nada lineal de un relato, que a simple vista parece ser un drama, pero trabajado desde el diseño de arte nada convencional para el género. En esas primeras imágenes se entrecruzan los mundos de lo real y la fantasía, si bien todo es ficción, en su formas plantea un doble juego hasta se podría decir, sin ánimos de ofender a nadie, hitchcockiano. La historia que nos cuentan por un lado y por otro aparecería como una gran representación. Hasta uno de los personajes define a este espacio como “El teatro”, y en este proscenio vemos a una joven ensayando su papel que interrumpe abruptamente para discutir con alguien, que parece ser la directora, la verosimilitud de las acciones. Esto sucede en los primeros 10 minutos de proyección. Luego del auspicioso principio todo se desbarranca en un juego de fuegos artificiales visuales, sin ningún tipo de idea directriz que le otorgue sentido. La historia podría resumirse así: una joven de 20 años luego de la muerte de su madre, intentará proteger a su hermana menor, oponiéndose al maltrato de su padrastro. No lo logra y se produce el drama, y ella es acusada de matar a su hermanita en pleno brote psicótico. Internada en un hospital psiquiátrico, tal cual sucede en “Inocencia interrumpida” (1999), como en tantos otras producciones, ella descubrirá, al mismo tiempo que el espectador, que tal hospicio en realidad cumple las funciones de teatro / Burdel donde concurre una selectiva clientela, que pertenece a las altas esferas del poder, la que, al igual que las mismas internas, las consideran mercadería. Las transacciones, las elecciones, se hacen a través de un espectáculo de baile donde las jóvenes deben desplegar toda su gracia y seducción. Nuestra heroína, bautizada en el nosocomio como Baby Doll, por su apariencia facial de muñeca antigua de porcelana, recurrirá a la fantasía, o terminará produciendo alucinaciones muy al estilo de delirio psicótico, para intentar escapar de la realidad o la penosa vida que el destino le deparó. Pero todo es tan confuso que los personajes que rodean a Baby Doll, en la realidad, son incluidos en sus construcciones fantásticas, que se producen cada vez que le corresponde bailar. En esas recurrencias va logrando objetivos en pos del sueño de la fuga. El filme va y viene en esos dos mundos paralelos, diferenciándolos estéticamente a partir del color, el sonido, la escenografía y, principalmente, por la estructura de videoclip y del diseño publicitario barato en el que se construye ese universo. Lo mejor de esta realización, o lo único rescatable, sería la banda de sonido, tanto desde lo específicamente musical como aquello ligado al montaje sonoro. El director Zack Snyder, responsable entre otras de la incoherente “Ga Hole” (2010) o de la irrespetuosa “300” (2006), queda atrapado en su propia impericia por querer mostrar toda la batería de recursos visuales que posee y se olvida de darle coherencia al relato.
El problema de Sucker Punch está en que cuando se viene el tercer intento de danza, argumentalmente ya no nos sorprende más nada, y al final terminamos viendo un videogame más que una película. De todas formas, dejando algunos problemas de guión de lado, no se puede negar que es un...
Guerreras de Disney Cinco Barbie con su vestimenta sexy eliminando nazis mutantes o pulverizando asquerosos orcos, es demasiado. La nueva película de Zack Snyder parece salida de la fantasía made in Disney aunque haya un prostíbulo de por medio, y fluctúa entre la narrativa visual del videogame y el videoclip. De todos modos, se trata de un imaginario demasiado limitado y previsible, como que una jovencita a la que llaman, oh casualidad, Babydoll, ingresa a una supuesta clínica psiquiátrica cuando ¿en realidad? es un prostíbulo y para intentar escapar de una lobotomía se une a otras cuatro chicas. Y cuando Babydoll baila ocurre algo mágico y entonces aparecen los spots con soundtracks, lo mejor del filme, con covers de los Pixies, Roxy Music, los Beatles y hasta de Jefferson Airplane en las voces de Bjork y Emily Browning, entre otros. ¡Volvé "Blade Runner!
La nada misma Mundo surreal convoca a los peores y más usuales prejuicios con respecto a los videojuegos y los videoclips, con una historia que sólo se dedica a aturdir y avanzar a los tropezones. Lo escuchaba ayer al compañero de redacción Mex Faliero hablando por la radio sobre Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, señalando algunas dificultades que tenía esa película para fusionar el virtuosismo formal y sus ideas narrativas con la sensibilidad que necesitaba la historia de amor entre Jim Carrey y Kate Winslet. Y cómo la película llegaba a buen puerto en gran parte gracias a las actuaciones de la pareja protagónica. Y decía que algo parecido sucedía con Mundo surreal, el último filme de Zack Snyder. Esto último es totalmente pertinente. Y habría que agregar que un problema extra es que no hay un Carrey o una Winslet para sostener esas construcciones que normalmente se caerían. A lo sumo tenemos a Scott Glenn y Carla Gugino levantando parlamentos muy pero muy pesados, aunque en papeles completamente secundarios. En cuanto a Emily Browning, Abbie Cornish, Jena Malone, Vanessa Hudgens y Jamie Chung, poco pueden hacer. Da la impresión de que Snyder quería contar una gran historia, armar un relato poderoso que hable del poder de la amistad; la imaginación como herramienta de evasión pero también de combate; la figura femenina queriendo luchar contra la mirada objetual; la opresión y corrupción institucional; el choque entre la perversidad adulta y la ingenuidad infantil en el tránsito hacia la madurez; etcétera, etcétera. Pero al final, lo único que queda es el…etcétera, etcétera. Todo lo debe poner el espectador, porque el filme no tiene nada para ofrecer, excepto mucho ruido y pocas nueces. Esto sucede porque el realizador, al igual que con 300 y Watchmen, no consigue enlazar apropiadamente el barroquismo audiovisual con la construcción de los personajes. En consecuencia, pronto se puede divisar el esqueleto de la película, que a pesar de todas las peleas y escenas de acción se revela raquítica y sin fibra. Su estructura episódica queda al desnudo, frágil, vacía, hueca. Bien vale la comparación con Scott Pilgrim vs. The world, que conseguía disfrazar su armazón secuencias en base a personajes con un espesor inusual, el diseño de un espacio impactante y coherente, y una narración sin pausa. Mundo surreal convoca a los peores y más usuales prejuicios con respecto a los videojuegos y los videoclips, con una historia que sólo se dedica a aturdir y avanzar a los tropezones, sin aportar una mínima dosis de sentido, sólo destacándose en la composición de la banda sonora (que es realmente el único aspecto de la cinta que es original y demuestra una búsqueda propia), alejada de todo lo que pueda catalogarse como cine. Leyendo las declaraciones de Snyder con respecto a su próximo filme, la nueva versión de Superman, se percibe una honda preocupación por actualizar al superhéroe, otorgándole la humanidad necesaria y dándole una razón de ser dentro del mundo actual. Las intenciones en principio son acertadas, pero preocupa mucho la llamativa falta de habilidad que ha mostrado el director para lograr eso que se propone, teniendo en cuenta el último trío de filmes que realizó. Desde El amanecer de los muertos que no consigue empatía con los personajes y las acciones. Superman, en este momento, parece un desafío que lo supera.
Bailarinas en la oscuridad. André Bazin se habría enojado mucho con las películas de Zack Snyder. Entre los múltiples reproches que el padre espiritual de los Cahiers podría haberle hecho al director de 300 estaría el de negarse sistemáticamente a filmar el mundo tal cual es. Claro, en los tiempos de Bazin no existía la animación digital, mientras que en nuestra época está presente en una enorme cantidad de películas, desde las producciones de Pixar hasta la última de Eastwood (la genial secuencia inicial del tsunami); la animación ya se convirtió en otro de los muchos recursos estéticos que el cine tiene a su alcance. Como siempre, las herramientas formales no son inocentes: la animación digital no es buena ni mala en sí misma, todo depende de la manera en que se la use, lo mismo que un travelling o un insert musical. No estoy seguro de cuáles son los límites a la hora de servirse de la animación digital, pero sí sé que las películas que la usan para crear mundos me gustan mucho más que las que la utilizan para disfrazarlo. En el primer caso se trata de una invención en función de la expresividad propia del cine, en el segundo, de retoques que apuntan a moldear el mundo tratando de que el truco sea lo menos evidente posible. Las películas de Zack Snyder hacen siempre lo primero. Sucker Punch: mundo surreal, como 300 y Ga’hoole, empieza hablando de relatos, de cómo una historia puede ser un escape que haga del estar vivo una experiencia menos terrible. También se rozan temas como la amistad, la familia o la crueldad de las instituciones pero, una vez más, el cine de Zack Snyder, en su condición posmoderna, parece tocar todos esos tópicos pero sin abordar ninguno. En cambio, Snyder se dedica de lleno a pensar y poner a prueba el que sin dudas es el interés último de su cine: el cuerpo y sus posibilidades dramáticas. 300 ya intentaba fundar una poética del cuerpo: la película tenía varios problemas pero las escenas de combates brillaban por el cruce que se ensayaba entre los actores y la animación digital. 300 sufrió varios de los mismos ataques que Sucker Punch. Se dijo, entre otras cosas, que el director hacía videoclips, que sus películas parecían videojuegos, y eso siempre entendido como algo a denunciar y condenar. En todo caso, podrá haber malos videoclips y malos videojuegos, pero esas críticas no explican nunca por qué filmar así podría ser algo malo. Si una película tiene puntos de contacto con alguno de esos lenguajes, rápidamente se la entierra bajo el estigma de la contaminación formal, como si fuera posible inventariar los recursos que son propiamente cinematográficos y los que no. La crítica se vuelve una suerte de policía estética encargada de denunciar las impurezas del cine. Después de 300 vino Watchmen, seguramente la película menos personal de Snyder, y a esa le siguió Ga’hoole, que volvía a meterse de lleno en la materia de los cuerpos, en ese caso, con búhos animados que respetaban las proporciones y los movimientos de los animales reales. Sucker Punch pone en funcionamiento una fórmula parecida a la de 300 pero tensándola hasta extremos mayores: las cinco protagonistas son alternativamente personajes con una movilidad típica de un videojuego en 3D, el gesto de una película bélica o las habilidades de una peleadora de cine de acción. En cada uno de los escenarios, se trata siempre de experimentar con los cuerpos y ver qué se les puede arrancar de belleza. Observar en cámara lenta a una de las chicas guerreras haciendo piruetas en el aire o al grupo entero peleando mediante coreografías que desvían la atención de los hechos para reenviarla constantemente a los movimientos y su elegancia o torpeza, como si las actrices dibujaran figuras en el espacio a la manera de salvajes bailarinas. Como en 300, el tema de Sucker Punch puede reducirse a una especie de fundación de una nueva danza, a los diálogos de muerte que unos cuerpos entablan con otros como en un gran baile. Eso sí, como en aquella, las bailarinas de Sucker Punch tienen como apoyo y plataforma el lenguaje del cine; si no, estaríamos solamente ante otro ballet filmado. Bailar al ritmo de las imágenes o, mejor, bailar en imágenes, mientras suenan los covers de Jefferson Airplane, The Smiths, Queen o The Eurythmics. Para Baby Doll, la danza en un prostíbulo de mala muerte es el pasaje a un estado de la mente y el cuerpo distintos. Si quieren sobrevivir en un mundo lleno de injusticia y tristeza, a la protagonista y sus compañeras de combate no les queda otra que abrirse paso a golpes de puño, patadas, sablazos y tiros. Que esas batallas tengan el sello inquietante de la fantasia, de una mentira amable, importa poco: en 300 era el relato de una hazaña lo que hacía posible un cambio en el mundo, y en Ga’hoole las historias de un pasado heróico empujaban a los jóvenes protagonistas a buscar las huellas de esos cuentos míticos. En Sucker Punch, Zack Snyder filma actores de carne y hueso pero los sumerge en universos que solo son posibles dentro de sus películas; la animación nunca es un parche que mejore la realidad tal cual la conocemos sino un camino hacia otros mundos que evidencian su condición de fantásticos sin por eso dejar de ser impactantes y hasta bellos. En esos paisajes digitales de caos, guerra y fuego, sus criaturas luchan y bailan, siempre siguiendo el tempo misterioso de las imágenes, el ritmo secreto de una extraña poesía.
Atrapado sin Salida Recordando otra película de encierro en una clínica psiquiátrica en donde Jack Nicholson se lucía (si, es exagerado, si, es "Jack", por fortuna) y viendo esta película de otro excesivo, en este caso Zack Snyder, uno no puede más que extrañar a Milos Forman, a la enfermera Ratched y a ese excesivo Jack. Porque este Zack cebado es incoherente, es puro reflejo, es una sombra de aquel que deslumbró en una de las mejores remakes realizadas (El amanecer de los Muertos) y que había cumplido gratamente con la tarea de trasladar ese clásico llamado Watchmen. Ok, estaba ahí también La leyenda de los Guardianes, una película que solo él sabe porque hiz$. Y estaba 300. Esa fue la primera señal. Pero como había un lacónico cómic detrás no se vio lo que aún se ocultó mejor en Watchmen, porque claro, ahí había una gran historia. Es que al parecer Zack no tiene mucho para contar realmente. Teniendo la oportunidad de crear su mundo, de no sujetarse a la historia que otro había inventado eligió crear un revuelto de imágenes cool. Pero sin coherencia, sin un hilo argumental con algo de lógica. Es en la narración donde Snyder falla ostensiblemente, uno nunca se siente interesado por lo que sucede en su Sucker Punch, si un personaje muere o no, es lo mismo, nunca nos vinculamos con ellos. Quizás lo peor es que no solo la narración es fallida sino que además lo es el rubro que era su "truco", el visual. El film se enreda en su cámara lenta, en sus imágenes supuestamente sofisticadas (tan sofisticada como una pintura generada por computadora) y en su pastiche CGI. La experiencia Sucker Punch fue ver caer (en cámara lenta) el holograma de un elefante. La historia va de una joven que cae injustamente en un psiquiátrico y del cual desea escapar. Hasta ahí todos contentos, fenómeno, son lindas las películas de fugas. Pero lo que sucede es que ya dentro del lugar saltamos dentro de otro mundo (en donde el psiquiátrico es un cabaret), y de allí como si fuera poco (Nolan agarrate, te plagiaron) entra en otro que es donde se desarrollan los combates virtuales... porque cuando ella baila dentro de su segundo delirio, hipnotiza a la gente, si, eso. En ese último mundo existe una especie de guía/sensei que le da pautas de lo que debe hacer (no pegunten de donde salió) interpretado por Scott Glenn y que está para tirar frases supuestamente (otra vez) geniales. La primera batalla es con samuráis gigantes, la segunda con soldados nazis resucitados. Y ahí es donde duele realmente. Porque luego de la tercera pelea con un dragón en un castillo Snyder se queda sin ideas (¿había tenido alguna hasta ese momento? Samuráis, catanas, nazis, orcos..). Porque el cuarto enfrentamiento, en un tren con robots, es insoportable y confuso, y recontra-re-ralentizada... después solo queda ver como se resuelve la historia con los "actores" que hasta ese momento nunca habían importado y que no habían aportado carnadura ni empatía. Cierto, al final hay una vuelta de tuerca y peor, ver a los personajes (a los que nunca les había importado demasiado lo que sucedía en el psiquiátrico) pasar por una crisis existencial para convertirse en personas concientes, sensibles y responsables. Pero además (¡Si! ¡Hay más!) Zacky (como le dicen en el barrio) concluye la película con una lección de vida. ¡Esta todo por computadora! ¡Es una realidad virtual! ¿Me lo tenía que tomar en serio? De la película solo queda una sumatoria de imágenes grises y falsas que, pensándolo bien, son su mejor resumen.
¿Por qué Zack? ¿Por qué Zack? ¿Por qué? Yo te bancaba. Yo festejé cuando salió Dawn of the Dead y la declaré una de las mejores películas de zombies contemporáneas. Yo defendí 300, y la consideré estéticamente hermosa. Yo aplaudí Watchmen, pensando que lo tuyo no era solo estético, sino que podías contar una historia con eso. Incluso te dejé pasar la de las lechuzas ¿Por qué nos hiciste esto Zack? ¿Por qué? Hoy nos entregás, con Sucker Punch, tu primer guión original, la primera historia creada íntegramente por vos. El resultado es una película que se queda corta en lo estético y sobre todo en lo argumental. En lo estético hacés agua en varias oportunidades, con efectos sin sentido, con ralentis que no llevan a ningún lado, con algunas imitaciones mal logradas de Matrix, incluso con malas imitaciones de tus anteriores películas ¿Por qué Zack? No lo necesitabas. En lo argumental es donde más pifias; hacés un comienzo imitando al de Watchmen, tratando de explicar a través de imágenes montadas y música apropiada el contexto de la historia que vas a contar. Pero lo que era pericia en Watchmen ahora se vuelve torpeza, y contás una historia que se distancia del resto de la película, un comienzo gratuito, un recurso repetido que funcionó en el pasado. En ningún momento los personajes generan un mínimo de empatía, pueden ir muriendo poco a poco que no despiertan siquiera un escalofrío. El esquema de la historia es el de un videojuego, con niveles marcados, con objetivos que, de tan claros, se vuelven tontos. El mismo esquema que se toma con humor en Scott Pilgrim vs The World está tomado demasiado en serio en Sucker Punch. Nunca pensé que la idea de zombies nazis, anacronismos y guerreras violentas podía fallar, pero falló. Las imágenes derivadas de la imaginación de la protagonista son demasiado caprichosas, demasiado inexplicables. No te pido lógica, no me gusta la lógica, desprecio la lógica; te pido coherencia, que las imágenes tengan sentido con el todo, o simplemente que haya un sentido detrás de las imágenes. Para colmo de males terminás la película, no solo con una enseñanza berreta, sino con una enseñanza berreta en voz alta, que es la más berreta de las enseñanzas berreta. De todas formas todavía no me voy a pasar de bando, todavía creo que Dawn of the Dead es una excelente película, todavía creo que los diez primeros minutos de Watchmen no son casualidad, todavía creo que tu tratamiento de la imagen tiene un significado y que te queda mucho por darle al cine.
Yo admiro a Zack Snyder. Es un gran narrador en todo sentido y, en lo visual, es sencillamente revolucionario. La gente lo critica por sus tomas en cámara lenta o sus colores desaturados, pero a mi juicio esos son dos elementos característicos de su estilo. Con Snyder uno puede seguir la acción, y prefiero mil veces una hora de Snyder en su peor momento de inspiración antes que 10 minutos de Michael Bay en un día típico. Pero Sucker Punch viene a demostrar las limitaciones de Zack Snyder como creador de historias originales. Hasta ahora, el 99% de la carrera de Snyder se ha basado en adaptaciones de comics y remakes, y el resultado ha bordeado lo excelente. Pero el tipo no es tan bueno a la hora de crear una trama propia y poder redondearla. Aquí Snyder se ha despachado con una premisa ambiciosa - que él define como "Alicia en el Pais de las Maravillas con ametralladoras" -, y durante el 90% del filme mantiene bastante encarrilada la historia a pesar de ciertas desprolijidades argumentales. Pero al momento del climax, Sucker Punch termina saliendo con un domingo siete que arroja por la borda (y mal) los méritos del filme, y uno se queda con una enorme sensación de insatisfacción que no compensa la orgía visual que vivió en los 90 minutos previos. Imaginen un mix de Atrapado Sin Salida + una versión animé de The Wall. Todo aquí perfila para la típica historia del adolescente torturado que descubre que tiene un poder oculto y decide usarlo para reivindicar su lugar en el mundo. La heroína es acusada de un crimen que no cometió (¿o si?) y es despachada a un manicomio en donde le van a hacer una lobotomía sin anestesia en cuestión de cinco días. Todo por el vil dinero de una herencia. La chica hace la gran Leonardo Di Caprio y se manda con un Inception sin computadora ni drogas, creando un primer nivel de fantasía que consiste en que ella es una bailarina exótica en un burdel parisino y todos los de la clinica - médicos, guardias, empleados - hacen de madamas, mafiosos, clientes, etc. Cada vez que ella baila pasa a un segundo nivel, en donde imagina un mundo fantastico diferente en cada ocasión y en donde obtiene cada uno de los elementos que figuran en una lista y que son necesarios para que ella pueda escapar. Lo que ella vive allí se traduce de alguna forma en el primer nivel (burdel) y en la vida real, trayendo consecuencias obvias para su vida y para la historia. ofertas en software de facturacion para empresas de Sistema Isis Una cosa que me ha sorprendido muchísimo de las reviews que he visto en Rotten Tomatoes es que el 99% de la gente ha caído en el lugar común de apedrear a Snyder por el desborde visual, calificándola de pornografía CGI, cuando en realidad los mayores problemas de Sucker Punch pasan por cosas más tradicionales como libreto y coherencia del final con las expectativas planteadas por el relato. La imaginería visual de Snyder es gloriosamente delirante - imaginen bombarderos B 47 perseguidos por dragones, muchachas peleando con demonios samurai del tamaño de Dai Majin, o robots disparándole a biplanos, nazis y dirigibles en medio de un escenario infernal -, y por lejos es lo mejor del filme. La acción se puede seguir y se disfruta. Incluso la otra crítica - que la película es complicada por sus multiples niveles de fantasía y realidad - es realmente estúpida. Por Dios, es como si hubieran contratado a una caterva de ignorantes y les hubieran dado el título de críticos. Flaco: si no podés entender esto, ¿cómo hacés la review de una película de Lynch o Bergman?. Oh si, lo visual es fantástico, pero... el filme tiene varios problemas serios en el medio. El primero es Emily Browning (la chica de Lemony Snicket!), que tiene un rostro fabulosamente expresivo y triste pero carece del físico mínimo que requiere el papel. Es como poner a una nena de 12 años (pintada como una puerta!) junto a un puñado de top models (la primera elección, Amanda Seyfried de Mamma Mia!, hubiera resultado mejor en cuanto a physique du rol). El resto de las perfomances está más o menos, a excepción de Oscar Isaac que es bastante patético como villano de la historia (hacer de malo simplemente no es lo suyo). El otro problema serio es que el filme precisaba media hora más para meter historias de origen de los personajes. A excepción de la protagonista, el resto es un grupo de caracteres de cartón pintado de lo cual no sabemos nada. Y allí está el tercer punto, que es el que termina por hundir el filme. Cuando vean el climax y descubran que todo lo visto deriva en otra cosa completamente distinta, se sentirán furiosamente indignados. Lo más parecido que se me ocurre es el final de Watchmen, en donde el villano se salía con la suya y la mitad de los héroes morían... pero allí esa sucesión de hechos inesperados tenía cierta justificación. Aquí no, y eso es lo que le baja notablemente la nota al filme en esta humilde columna. Sucker Punch podría haber estado mucho mejor. Estira algunas cosas, se empantana en otras, pero todo eso no sería tan malo si al menos hubieran tenido la decencia de darle tridimensionalidad a los personajes y de escribir un final como la gente. A mi juicio es un gran esfuerzo a mitad de camino, lo cual constituye un fracaso en vista de los recursos utilizados para rodarla.
Debo decir que esta peli me encantó, que no le encuentro aquellos errores tan grandes que se le suelen endosar, ni me parece que tenga un mal guión, ni siquiera que este sea su punto flojo. Si, convengamos que atrapa desde lo visual, pero no creo que por que la historia no sea importante sino porque ésta esta desarrollada más que nada metafóricamente y no tanto en el tiempo ni como historia en sí. La historia entera es más bien una reflexión, una especie de “resumen de pensamientos” sobre diversas cuestiones (de allí la voz en off), y por eso mismo, que encima cuente con una manera de hacerlo historia lo suficientemente atractiva para que disfrutemos, me parece ya un acierto. Cuántas veces queremos “hablar de algo” y no sabemos en qué historia incorporarlo, qué historia contaría bien aquello. Por eso, yo no desmerezco de esta peli, ni siquiera el guión. Si, a algunos les puede sonar a “demasiado pensamiento”, o a “demasiado mensaje”, y parece ser que cada vez que alguien quiere dar un mensaje con una película, se lo considera pretensioso. Todas tienen un mensaje, algunos implícitos y otras explícitos. El tema es cómo hacer ese mensaje explicito. Aquí al menos, con esa voz en off reflexiva, la cosa funciona para mi de maravillas. Y eso es todo lo que puedo decir sobre el guión en esta parte de la reseña. El aspecto visual es algo que destaca, como en las anteriores que visioné del director, con un cuidado y una estética que no solo llama la atención sino que sumerge a la historia en una mundo ideal para lo que cuenta. La música esta genial!!! Toda la banda sonora. Quizá lo más flojo para mi, son esos primeros minutos de videoclip, jejeje, justamente lo que a todo mundo más le gusta. Por supuesto, eso esta contado así muy justificadamente, lo entendemos después. Pero en el primer minuto del visionado, molesta un poco que no se cuente tradicionalmente. Después entendemos, que eso era porque es una mera introducción y que de eso no iba a ir mucho la peli. Ojo, no esta mal, esta muy bien narrado, sin necesidad de diálogo, con buena dinámica e interesante. Y sirve perfectamente para enlazar luego algunas cosas de la trama. En resumen: al que no la vio, quizá sirva decir que cuando vamos al cine y esperamos algo, es muy raro que justo al director se le haya ocurrido eso mismo, y lo mismo que el que espera el de la butaca de al lado, y el de la del al lado y el de la de al lado ;S. Mejor es ir a ver, que se le ocurrió al director. ;) Dejarse llevar, es parte del cine ;) RESEÑA CON SPOILER: Y ahora si, me desquito con el entramado esencial de la peli. Hay dos temas principales que suelen molestar de Sucker Punch, al menos he leído y escuchado bastante al respecto. Y eso es lo bueno de hacer reseñas cuando ya se conocen los puntos básicos que se critican o elogian de una película porque una puede aprovechar para dar su opinión. La primer cosa que llama la atención es que a lo largo de la peli la ¿protagonista? siempre esta a punto de bailar y el momento del baile siempre es visto desde otro nivel. Jamás la vemos verdaderamente bailar. Y si, puede que un poco moleste, ni hablar que molestará más a hombres que a mujeres, jejeje. (pensamiento: ¿habrían defenestrado de la misma manera a la peli si la historia se mantiene tal cual, pero se le sumaba el baile erótico?). La cosa es que hacer ver esto como una falla, ya no me suena tan lógico. Al terminar la cinta, uno entiende porque no se mostró (y antes también), asimila ese ir y venir que la película propone y acepta ese juego. Si uno no lo acepta, y si, ahí no estarán conformes. Pero además hay que pensar que mostrar un baile hace que se elimine algunas de las otras escenas que ocurren en paralelo y por ende tendría menos ligue con la realidad. Me explico: el baile, el cabaret en general, funciona como un nivel mental, no real, y además metafórico con respecto a los sentimientos de las chicas. El otro nivel, donde se desarrolla la acción, tiene, aunque muchos pueden decirme que no, una relación más estrecha con los “actos reales” que las chicas realizan, pero vistos también con una perspectiva metafórica. Además esta forma colabora con dejar muchas cosas en la imaginación del espectador, te dice lo que hicieron, pero nunca te muestran cómo, sino que vemos como lo sintieron o la interpretación que tenía para ellas. Y esto tiene que ver, con que lo importante en la peli es el metamensaje (si es que existe el término) metido en todos los niveles y guiado por esa voz en off que es la verdadera historia de la película, una reflexión, lisa y llanamente. Ni más, ni menos. Otra cosa que hace ruido (al menos al principio a mi me sonó raro), es que en ese estadio de “lucha” parece ya al segundo “acto” que vamos a ver otros más sin un conflicto verdadero ya que de la primera de esas luchas la protagonista sale ilesa haciendo alarde de insuperables cualidades para la pelea y de la segunda lucha también, aunque con más agregado ya que ahí ya participaban todas. Ahora bien, eso que parecía podía tornarse previsible, no lo fue tanto y eso se debe a que sí hubo agregados conflictivos, como el tema del cable, que ligan que aquello que pasa tan “extraordinariamente en el estadio de lucha” tiene su relación con la realidad, y que esos saltos de cuasi superhéroes de las chicas no son reales, y no debemos tomarnos eso como un “todo lo pueden” sino, y volvemos al tema metafórico, con cómo se están sintiendo. Cuando la prota por poco vuela por el aire de la gigantesca armadura que la ataca (en la primer pelea), hay que entender que no esta saltando la armadura, sino que esta sintiendo por ejemplo, que puede saltar sus miedos, que puede animarse, lo que no quita que en la realidad eso no se vea de forma tan bonita ni sea tan ideal como saltar al gigante de un brinco. Cuando entendemos esta relación, entendemos que más allá del encanto visual y de acción que tienen estas escenas, también tienen eco en la realidad y hasta se podría decir que no estar viendo esa realidad, le suma suspenso, porque sabido es que podemos sentirnos de una forma y que a ciencia cierta este pasando otra. Entonces, le agregamos a la segunda lucha, el cómo se desempeñarán en equipo (siempre además con la sombra de un tipa que no esta del todo de acuerdo con esto); la tercer lucha introduce la cosa del cigarro al terminar para corroborar esto que digo “se ve muy lindo allí en la mente, pero no lo es tan así aquí”. Cuarta lucha, y ya eso nos lo muestran al empezar la escena con el cable. Entonces, el conflicto entre ambos niveles se fue acrecentando a medida que la película avanza tal y como debe ser en cualquier guión. Para completar, quiero agregar otras cosas que a mi parecer suman a esta historia que es sencilla pero bien hilada, y son: Primero: que un simple pensamiento puede convertirse en historia, rica en imágenes y en trama si a ello le buscamos la vuelta de contarlo audiovisualmente. Segundo: Que esos niveles son ricos en referencias, no solo cinematográficas, y que segundos visionados aportarían más detalles. Y que quieren que les diga, cuando una peli muestra que cada detalle esta pensado y que verla de nuevo servirá, que se puede repensar y analizar desde varios parámetros, al menos a mi, no solo me parece desde ya interesante, sino que además considero que por más palomitera, ¿sencilla? O llena de efectos que este la peli, ese entramado no es a priori tan fácil de conseguir como parece. Tercero: Tenemos a una protagonista que no es la protagonista. Y la peli lo dice todo el tiempo, y aún así, el final no es predecible. Y cuando este llega, allí estaba, esa voz en off desde el primer momento hablando de “eso”, mientras también hablaba de “otra cosa”, ese doble lenguaje, merece al menos un poquito de respeto ;) Pregunta: ¿de quién es la voz en off? ¿Fue alguna vez la de Babydoll ¿o solo le asumimos la voz por la imagen? El que este plenamente seguro, tiene buen oído, y el que no este plenamente seguro, necesita un segundo visionado. Eso significa que la peli, no solo no es tan simple, sino que ya consiguió lo mejor que puede darme una peli y es “que tenga ganas de verla otra vez”. Cuarto: me dirán loca, pero entre tanta referencia, entre tanto mundo visualmente excelente, hay muchas cosas para encontrarle sentido, también psicológicamente, y evolutivamente. Si a esto le sumo los elementos que hay que buscar, no puedo evitar pensar en ¿porqué elementos que sirven para huir de un psiquiátrico pero además que son tan representativos en si mismo, como el fuego, el mapa, etc. Que tienen su relación en la historia y en la Historia. Diganme loca, no importa, si lo bueno que tiene el cine es justamente que ninguna película es igual para dos personas ;). Quinto: Nos han dibujo un nivel y nos lo hemos creído en toda la película!!! Listo, no digo más. Sexto: Ese nivel del cabaret, funciona como realidad, con excusa narrativa que le queda como anillo al dedo. Estamos en un loquero. La tipa entra allí, y ya se siente una puta. Y si esta en el baile, mejor que baile. Solo volvemos a la realidad, en el momento exacto, cuando la prota, SALE del loquero. Neurológicamente hablando. Antes no tenía sentido. Antes hubiera funcionado solo para el espectador, no para ella. Séptimo: Como si esto fuera poco, a mi los diálogos, si me parecieron piolas, bien armados, sobre todo en los momentos de pelea. Y no hay que olvidar que ese tono de moraleja no deja de estar justificado por aquello que es el hilo conductor de la película, una reflexión. Octavo: La que ayuda y la ayudada, otra cosa que da para análisis, porque la peli propone que no siempre esto esta tan bien delimitado, y que no todo enemigo es tan enemigo. Ni hablar la relación de ese viceoclip inicial con la verdadera protagonista, y que en ambas cosas esta en juego la hermandad. Dos hermanas mayores. Podría seguir, como verán, no me gustó poquito, me gustó un montón. No todos los cines son experimentales, y no toda la acción esta mal narrada. No todo lo palomitero es solo entretenimiento. Y lo que es solo entretenimiento, también puede ser bienvenido. Para mi esta peli, tiene muchos ingredientes, no la ubico ni en un extremo ni en el otro, y cada vez me gusta más este tipo de cine, que dice y además entretiene. Al menos yo, me dejo enamorar por estas propuestas. Y lo paso genial!!!
Cinco chicas audaces Si el espectador está dispuesto a ver un "clip" con un notable tratamiento de la imagen de más de 100 minutos de duración, encontrará ampliamente justificado cada centavo que pagó por la entrada. Si pretende asistir a la narración de una historia coherente, o a la formulación de algún planteo conceptual que vaya más allá de una excelente propuesta audiovisual, que elija otro estreno. Zack Snyder ya demostró en "300" y en "Watchmen" que es capaz de inventar y de mostrar en la pantalla escenarios de enorme riqueza visual. En esta oportunidad extrema esas virtudes y da rienda suelta a su frondosa imaginación para contar las aventuras de un quinteto de reclusas en una institución mental cuando, por obra y arte de una especie de baile hipnótico que ejecuta una de ellas, acceden a un mundo fantástico en el que todo parece posible. La (débil) excusa argumental es que, a través de cuatro etapas (y de la conquista de otros tantos elementos), accederán a un quinto plano en el que podrán concretar el ansiado escape del manicomio en el que están encerradas. Es así como las aguerridas damas aparecen sucesivamente en las trincheras de la primera guerra mundial, o enfrentadas a un gigantesco dragón entre zombis medievales, o tratando de desactivar una bomba a bordo de un tren a toda velocidad; no son otra cosa que pretextos para que las chicas desplieguen vistosas coreografías mientras disparan sus armas en escenarios que siempre sorprenden por su gran calidad visual. La vuelta a la realidad, en el clima oscuro y deprimente del manicomio, produce un interesante contraste. Los personajes son esquemáticos: las chicas, temerosas y vulnerables como internas, aparecen valientes e indómitas como guerreras; el guatemalteco Oscar Isaac compone uno más de sus tantos villanos y Scott Glenn es una suerte de gurú onírico bastante convencional. Todo esto, por cierto, magníficamente fotografiado.
VideoComentario (ver link).
Ambientada en los años ’50, esta película se adentra en la imaginación de una joven prisionera en una institución mental, donde los sueños le permiten escapar de una realidad opresiva y le ofrecen la posibilidad de llevar adelante una aventura épica con peligros insospechados. Sólo bastó un trabajo para que Zack Snyder sacara una injustificada chapa de gran realizador. La adaptación cinematográfica de la novela gráfica 300, la cual en lo particular me pareció impactante desde lo visual pero no como película, le brindó la posibilidad de jugar con proyectos cada vez más ambiciosos y con presupuestos más altos. Llegó así a realizar Watchmen, de nuevo lograda en los aspectos técnicos como vestuarios y escenografía, pero traspuesta con tanta fidelidad que el resultado acabó siendo desastroso. En Sucker Punch se notan muchas de las falencias presentes en sus trabajos anteriores, a lo que hay que sumar problemas serios a nivel del guión y de los personajes. Es que en este caso no hay un soporte previo en papel sobre el cual echar culpas, la historia es creación del director, por lo que todos los problemas que se puedan encontrar recaerán inevitablemente sobre él. Fanático de la pantalla verde y el ralentí, Snyder construye su película de estética emo como si se tratara de un video musical. En vez de articular la música en la historia, parece querer utilizar imágenes que ilustren la banda sonora elegida. El director desarrolla con esto un film que por momentos se vuelve confuso porque no logra manejar con tino el tópico del sueño dentro del sueño. Repetitiva hasta el aburrimiento vuelve una y otra vez sobre sí misma. Mientras se imagina en combates extraordinarios, Babydoll baila frente a una audiencia obnubilada, ventaja que aprovechan las otras jóvenes para hacerse con los elementos necesarios para el escape. Esto está bien una primera vez, sin embargo se hace uso de tal recurso al menos en otras tres oportunidades, volviéndose así sorpresivamente lenta y falta de ritmo. Los personajes son otra falla importante dado que si la promoción se basa en cinco protagonistas inmersas en un contexto opresivo y demás padecimientos, al menos necesitan algo de desarrollo. Pareciera como si el director hubiera interpretado erróneamente los problemas de Watchmen. Las malas críticas no eran a causa de la excelente historia o de los personajes complejos de dudosa moral, sino que esa película falló al momento de ser traspuesta al cine porque se lo hizo con tal fanatismo que por querer abarcarlo todo se quedó en la nada. Lo que hace entonces en Sucker Punch además de acortar una hora la duración, algo que se agradece en serio, es abordar muy superficialmente a las jóvenes y no ahondar en el relato, mostrando únicamente secuencias de combate cual si fuera un videojuego. Un mapa, fuego, un cuchillo, una llave son los elementos necesarios para emprender el escape, y un quinto, que supone un sacrificio, es una incógnita. Si la intención de Snyder era generar misterio en torno a ello, es algo en lo que tampoco sale bien parado, dado que lo que efectivamente sucede en el final es lo primero que se cruza por la mente a los 10 minutos de película. Deja sabor a poco, en un film que tenía mayores pretensiones, poder rescatar sólo los efectos especiales y algunas secuencias de acción, especialmente cuando deja a un lado la cámara lenta, la cual paradójicamente aburre rápido. En definitiva no es más que otra experiencia fallida en la corta filmografía de un director que se ha puesto de moda y recibe proyectos cada vez más importantes pero devuelve trabajos poco logrados. A esta altura serán muchos los escépticos que bajarán sus expectativas respecto a su siguiente realización, nada menos que una nueva versión de Superman.
ANIMARSE A NO PENSAR A Zack Snyder se lo conoce por 300 y Watchmen. Es el prócer del cine pirotécnico. Michel Bay y Bruckheimer son oficinistas agotados comparados con Snyder. Porque a diferencia de esos tipos que hacen un despelote audiovisual que cuesta entender, uno ve un fotograma de Snyder y tiene la certeza absoluta de su autoría. Y si a una estética tan definida y preciosista le sumamos el caradurismo de gastar miles de millones de dólares para hacer del pensamiento republicano una pornografía ideológica, hay que darle méritos y acomodarlo en enciclopedias cinéfilas. No cualquiera te hace sentir estúpido con elegancia. Lo que filmó esta vez parece ser su declaración de principios: una bulimia de efectos digitales ejecutada por una rubia hermosa pero intelectualmente desnutrida. Porque a medida que avanza Sucker Punch, uno queda estupefacto por la alevosa imposición estética sobre cualquier contenido narrativo coherente. La trama es absurda, absurda, absurda: encierran a una chica en un neuropsiquiátrico, pero en su fantasía se cree encerrada en un burdel, pero en la fantasía de su fantasía, que aparece cada vez que baila, se cree peleando vestida de colegiala contra robots samuráis, zoombies nazis, orcos, dragones y bombas atómicas, porque, además, resulta que hay ángeles encubiertos que le dan fuerza para ser una guerrera… A medida que Snyder nos mete en estas cajas chinas sinsentido, uno se pregunta indignado “¿Qué, cómo, qué?”. Y Sucker Punch con facilidad puede recibir el calificativo de película-estafa. No lo es: su exceso de imbecilidad es su grandeza. Toda la inteligencia que Snyder carece para pensar una estructura dramática es compensada por la destreza quirúrgica para hacerle al espectador una lobotomía que lo deje babeando ante secuencias de acción apoteósicas. El virtuosismo técnico funciona como electroshoks. La hipérbole, la cursilería y el cliché son descarados y amorales. Sucker Punch es la última frontera de la cultura pop y razonar sobre lo que se está viendo es desaconsejable. Esta película sólo puede apreciarse en estado de beatitud o con algún daño neurológico. Lo que convierte a Sucker Punch en un producto extrañísimo que demanda la misma paciencia que el más rebuscado cine iraní. Desafío bastante atractivo, en fin.
La fantasía no todo lo puede Nos ha llegado el último trabajo de Zack Synder, tipo controversial en la industria por la dirección que le imprime a sus proyectos. Synder, responsable de la aclamada "300" es un cineasta que se destaca siempre por sus por abordar el mundo de la fantasía y el comic, recreando el clima que impregna cada historieta de manera que se vistan de carnadura cinematográfica. No siempre le ha ido bien, pero hay bastante respeto en el medio por sus ideas y concepciones y le fue confiado un proyecto bastante poco usual. Aquí, no hay cómic de referencia, sino un guión pensado por el mismo director, en el cual se volcaron muchas influencias de grandes clásicos del cine de acción y aventuras de estos últimos años y esta mezcla, peligrosa, se convierte en un producto altamente inflamable. Ya les anticipo: amarán "Sucker Punch" o la odiarán. Yo? Bueno, es difícil tomar partido en una discusión acerca de los valores que la cinta posee, pero tiendo a creer que hay mucho aporte de otros films que deslucen y desorganizan bastante la película, llegando al punto que le quitan personalidad. Creo que ese es el mayor problema de "Mundo Surreal": quiere trabajar con varios niveles que se interrelacionan entre sí y éstos no terminan de cerrar por ningún lado. Tanta parafernalia técnica ayuda, cuando la idea se apoya en personajes creíbles que transmiten emociones. Eso aquí no pasa. La historia es poco convencional. Y no es que eso sea malo en sí, sino que requiere mucho trabajo hacerla llegar al público. Aquí, sentimos que el relato se ladea peligrosamente en cada curva del guión y descarrila. en más de una oportunidad. Cuidado, durante gran parte del film me sentí conmovido por la banda de sonido y las coreografías de batallas pero... No alcanza tener toda una descomunal maquinaria de efectos, buenas canciones que marcan la acción si no se puede enhebrar un relato interesante. No todo está perdido para "Sucker Punch". Para entender de que hablamos, hay que internarse en la historia que cuenta. Corren los años 50, Baby Doll (Emily Browning) acaba de perder a su madre. Junto a su hermana, ven venir lo que se avecina: su padrastro quiere apoderarse de la fortuna de su difunta esposa y cuando consulta el testamento descubre que las únicas beneficiarias son las chicas. Eso lo enfurece y va directo a lastimarlas, pero en el camino Baby Doll se enfrentará a sus siniestras intenciones y evitará una tragedia haciéndole frente, pero será acusada porr el hombre de insanía y será trasladada a una clínica neuropsiquiatrica de dudosa reputación. Allí, ingresará como paciente, con el agravante de que en 5 días vendrán a practicarle una lobotomía (la destrucción de los lóbulos frontales sin ablación, procedimiento bárbaro que se practicaba con furor en Estados Unidos en esos tiempos para "curar" los desórdenes psiquiátricos) y si no logra salir de allí antes de ello, su vida habrá terminado. Baby Doll conocerá a sus compañeras de nosocomio y las prácticas de quienes lo dirigen, pero es tanta la presión que siente, que su cabecita terminará desconectándose de la realidad, y transportándola a otra distinta, en donde sus características personales cambiarán por completo. Cuando la protagonista atraviesa el umbral que la aleja del mundo físico real, es donde todos nos miramos en la sala y sonreimos. Synder juega a tomar notas de "Inception" y apoya su construcción en tres niveles paralelos que interactúan entre sí. Estrategia poco efectiva, porque falta sustento dramático para convencernos del camino por el que nos lleva: las chicas, a saber, Sweet Pea, Rocket, Blondie y Amber (sus compañeras en el encierro), nunca logran transmitirnos la más mínima emoción por su destino. En su salvaje fantasía, la protagonista llegará ante un gurú que le dirá que el camino para la libertad, surge de enfrentar una serie de batallas y conseguir cinco elementos para poder lograrla. Baby Doll se sumergirá entonces en batallas titánicas al estilo Kill Bill (otra enorme influencia) y Matrix para mostrarnos como la chica de aspecto inocente se transforma en una guerrera sanguinaria. Su objetivo, completar una serie de misiones para obtener su pase de salida. Cómo? Qué libertad? De qué nivel quiere escapar? Bueno, de todos. Digamos, por no ser medicada en forma, Baby Doll imaginará un mundo y un sendero a transitar para escaparle a la lobotomía. El resultado, se verá. Lo que si nos queda claro es que las actrices son una banda de adolescentes simpáticas con poca ropa. No mucho más. Y si miramos de lejos la diagramación que Synder propone apoyándose en ellas, estamos en el horno. Browining tiene una apariencia dulce, al igual que el resto, pero nunca parece convencida de lo que está haciendo. Nunca. No importa. Subimos el volumen, que la banda de sonido todo lo puede y seguimos adelante. Volviendo a la idea central, "Sucker punch" es un film raro. No para cualquiera. Los adolescentes quizás lo amen (está lleno de alusiones destinadas a afianzar las posibilidades personales de cada uno, es como un libro de autoayuda de a ratos-?-), el resto lo mirará con desconfianza y saldrá de la sala confundido, cuanto menos. Eso si, habrá disfrutado de una selección de canciones con lenguaje de videoclips (porque cada una juega a eso) única. Absolutamente bien lograda. Eso quedará en mi retina, el resto, prefiero olvidarlo. Ir advertidos y no quejarse, el tipo (Synder) es auténtico. Eso no se le puede negar, aunque no siempre alcanza para crear un trabajo aceptable a todo nivel.
Locura no apta para todo público Sucker Punch o Mundo Surreal es la última realización del director Zack Snyder, quien también estuvo a cargo de las direcciones de Watchmen y 300. Si vieron estas 2 películas preverán que esta nueva entrega está cargada de efectos visuales espectaculares, mucha acción y una actitud muy Rock & Roll, que son sellos de Snyder. A partir de la creciente fama del director debido a sus trabajos más famosos, se creó una gran expectativa por el estreno de esta cinta, sobre todo entre los fans de la fantasía, los buenos efectos especiales y la acción desmedida que seguramente no se verán defraudados con el resultado final de este loco capricho compartido entre el director y el guionista (Shibuya). Los fans de los comics y del ascendente animé seguramente también se sentirán a gusto y reconfortados, de que alguien en este mundo, fue lo suficientemente voluntarioso para pensar un film que seguramente le abrirá la puerta a otras mentes creativas que poco conocen de límites. Dicho esto, pensá vos que estás leyendo esto, si te identificás con los gustos del perfil que tracé del espectador satisfecho, porque si no te identificás, seguramente encuentres que esta película es absurda y que te aturde. Es clave aclarar que habrá aquellos que la adoren y aquellos que dirán que es la peor basura que vieron, y generar esa polaridad habla de la valentía del director. En lo personal, creo que Sucker Punch es buena, pero no termina de encantar. Comienza con una historia muy buena, fuerte, con una banda de sonido que se mantiene bárbara durante toda la película (me compró particularmente la secuencia de acción musicalizada por Army of Me de Björk que me encanta) y con efectos tanto visuales como de sonido excelentes. Luego comienza el esquizofrénico viaje de la protagonista Baby Doll (Emily Browning), que acompañada de Sweet Pea (Abbie Cornish), Blondie (Vanessa Hudgens), Rocket (Jena Malone) y Amber (Jamie Chung), bajo la influencia de la Dra. Gorski (Carla Gugino), pasarán por una serie de pruebas que involucran dragones, orcos, samurais y demás, que nos recordarán inevitablemente a otras películas como El Señor de los Anillos, Hell Boy, Tank Girl y Kill Bill. Y es aquí donde el film debería encantarnos, pero en vez de eso termina aturdiendo un poco, exponiendo una exageración, que en mi opinión, es el punto más fuerte y débil de la película. Se mezclan aspectos duros de los personajes y la vida, algo que siempre atrae, con algunas bobadas de película cursi al estilo "Amigas por siempre" creando un cóctel, que termina en algunos casos, emborrachando de más al espectador que no sabe si lo que vio fue algo magnífico o una sarta de huevadas, por lo cual se debe ser un poco más cuidadoso en el futuro. Fantaseosos y comiqueros ¡Regodeense!, a los seguidores y gustosos de las películas serias y dramáticas, ¡No pierdan el tiempo! Finalmente, es innegable que Zack Snyder es un loco muy ondeado y con mucho Rock Cinematográfico, que con aciertos y fallas está pisando fuerte, y quien sabe, capaz lo mejor está por venir.
Muñecas surrealistas Fui al cine con pocas expectativas sobre esta película; y, exceptuando por el ser que a mi lado masticaba fervorosamente pochoclo, me lleve una gratísima sorpresa. Mejor dicho, la pasé bomba. Sucker Punch, mundo surreal (Sucker Punch, Zack Snyder, 2011) principalmente es un despliegue: de imágenes, de sensualidad, de efectos especiales y visuales, de trabajo de edición. Se encuentra uno ante una pantalla que lo absorbe en imágenes surrealistas, con un estilo cómic. Y es por esto que disfruté tanto de la película: lo visual y lo auditivo son privilegiados, la historia queda en un segundo plano. Baby Doll (Emily Browning) es encerrada por su padrastro (Gerard Plunkett) en un hospital psiquiátrico. Apenas ingresa allí, en su imaginación, convierte al hospital en un burdel. Y para escapar de él debe encontrar cinco elementos. Para hacerlo se sumerge, también en su imaginación, en submundos surreales donde pelea contra soldados zombies, dragones, orcos, etc. Para esta tarea cuenta con sus ayudantes: Sweet Pea (Abbie Cornish), Rocket (Jena Malone), Blondie (Vanessa Hudgens) y Amber (Jamie Chung). El argumento se presenta simplísimo. Pero creo que Sucker Punch no es el tipo de película del cual se deba esperar un guión fabuloso o profundo, sino que es interesante apreciar el resto de las cosas que nos ofrece e ir al cine con una predisposición sobre lo que vamos a encontrar. Sobre la base de ese pensamiento, puedo decir que Zack Snyder hizo un trabajo maravilloso. Conservando esa estética tan particular usada en 300 y un poco de la de Watchmen, el tratamiento de la imagen en el film es sublime. Unido esto a los efectos visuales y especiales, la película logra trasportarnos hacia aquellos ambientes surrealistas que la revisten y que logran cubrir lo vacío de la historia. Otro agregado que hace de esta estética algo completamente disfrutable son las actrices que, sin tener actuaciones deslumbrantes (para nada) cumplen su verdadero rol: el film no les exige un gran despliegue de emociones, sino una exhibición de “poderes” y de su cuerpo. Las cinco amigas se pasean en paños menores toda la película, con un maquillaje de primera línea en medio de ambientes hostiles. Y creo que específicamente esta contradicción visual ayuda a crear lo surrealista: dentro de una cocina inmunda baila una muñeca rubia, con dos colitas y mini vestido de colegiala. Sucker Punch poster Sucker Punch: Muñecas surrealistas cine Otro aspecto que también se resalta es la musicalización, comenzando el film con una versión de la ya clásica “Sweet dreams (are made of this)” interpretada por la misma actriz Emily Browning. Durante la primera secuencia, los sucesos son relatados con esta bellísima versión de fondo y sin diálogos, sólo mediante contundentes imágenes que nos resumen, de una manera muy acertada, la historia previa de Baby Doll. Realmente muy buena elección de narración. Igualmente vemos cómo cada canción concuerda con la estética surrealista del film: “Sweet dreams…” nos remite a esta atmósfera de ensueño propia del surrealismo, “Army of me” de Björk se presenta como una elección perfecta, a mi juicio, desplegando la irrealidad que rodea a la cantante, “Tomorrow never knows” de The Beatles, en una versión a cargo de Carl Azar que respeta la naturaleza “lisérgica” de la canción. Al igual, que hablábamos en la en la reseña de Scott Pilgrim contra el mundo, en Sucker Punch también vemos la influencia del videojuego, del cómic y del videoclip: sobre todo videojuegos y videoclip, ya que el primero se refleja en las etapas que deben superar para llegar al objetivo y se presentan más dificultosas cada vez y en los diseños de ciertos personajes. Y podría decir que el film remite al videoclip por el hecho de estructurar cada “etapa” de lucha con una canción, que empieza y termina con el reto y que se corresponden. Finalmente puedo decir que, más allá de la poca solidez del argumento, Sucker punch se convierte en una deleitante experiencia audiovisual. Sí, podemos decir que presenta un gran vacío argumental, pero creo que no es el propósito del film ahondar en la historia, sino que ésta es una mera excusa para darle un poco de sustento al despliegue audiovisual. Esto se ve, sobre todo en el hecho de que la mayoría de las cosas se justifican o se resuelven desde lo imaginario o irreal (cómo consiguen las protagonistas sus armas de defensa, por ejemplo). Es decir, que lo visual nos contenta con algo extraordinario sin hacernos pensar en la lógica que debería tener una acción en la realidad. Y según mi experiencia con el film, lo logra de una manera exitosa.
Encerrada contra su voluntad en un hospital mental, Babydoll comienza a planear su escape no bien ingresa en este lúgubre hospicio que funciona como pantalla para tráfico de drogas y esclavizante prostitución. Decidida a luchar por su libertad, convence a otras cuatro internas para aunar fuerzas y poner en marcha un plan que le fue explicado en sueños. Rocket, Blondie, Amber y Sweet Pea serán el equipo que Babydoll necesita para encontrar los cinco elementos que serán su pase a la libertad: un mapa, fuego, un cuchillo, una llave y un elemento misterioso que le será revelado en el momento oportuno. A través del poder de la música y de los mundos surreales que la misma despierta en las chicas, la fuerza grupal será la única salida que les queda. Escrita y dirigida por Zack Snyder, quién en sus últimos trabajos siempre se dedicó a reversionar historias de otros autores (300, Watchmen y Ga’Hoole) el patchwork visual que propone en esta oportunidad está al borde de la exageración visual. Los mundos oníricos de las protagonistas son ampulosos, magnánimos, desaforados… un contrapunto extremo con respecto a la historia que se da en “el mundo real” del relato. Algo que genera que la coherencia y la solidez (si es que hay aunque sea un poco de ella) de la historia tambalee en más de una oportunidad. De clasificarla, deberíamos inventar una categoría intermedia entre el regular y el bueno, pero el riesgo de llevar a la pantalla una historia propia por primera vez en mucho tiempo inclinó la balanza a favor de Snyder.