Un sasquatch enfurecido. Cae de maduro que vivimos en una época en que la profusión informativa y su correlato, la ideología mercantil de la levedad y los egos inflados, suelen despertar una sensación de saciedad de sentido en cada uno de los consumidores, como si la fantasía del deleite práctico fuese equiparable a la amalgama del saber real, ese que está sustentado tanto en el conocimiento académico como en el acervo del autodidacta. Por lo general esta sonsera obtusa encuentra su freno cuando el mundo de cartón pintado que venden la publicidad, las plataformas virtuales y los medios masivos mainstream se estrella contra las injusticias cotidianas y sus agentes corporativos, a quienes sólo les importa la senda hacia la plusvalía. Ahora bien, si dejemos de lado todo ese oscurantismo capitalista de índole cultural, volcado hacia el codicia, el sarcasmo mal entendido y la falta de paciencia o un mínimo análisis del sustrato en cuestión, podemos afirmar que hay pocos temas que no hayan sido tratados hasta el hartazgo mediante la construcción cuidadosa de clichés destinados a reforzar la predictibilidad comercial y la ilusión de sapiencia del espectador. El terror, un género que no necesita de grandes presupuestos ni del star system, ha padecido durante los últimos tiempos esta banalización de sus motivos históricos, en especial por parte de la industria cinematográfica norteamericana y sus corolarios menos lúcidos de la periferia circundante. Por suerte no todo está perdido y de vez en cuando aparece una obra que reflota algún que otro tópico poco trabajado hasta la fecha o que simplemente había caído en el olvido. El viejo y querido Pie Grande casi no ha sido protagonista de películas que valga la pena mencionar, apenas si recordamos un puñado de opus de horror clase B y la simpática Pie Grande y los Hendersons (Harry and the Hendersons, 1987). En Terror en el Bosque (Exists, 2014), el director Eduardo Sánchez combina los recursos del found footage, un sasquatch enfurecido y el clásico grupito de jóvenes en una cabaña inhóspita, en lo que califica como su realización más interesante desde la mítica El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999). Lamentablemente la frescura esencial del relato y el dinamismo del cineasta no llegan a compensar la pobreza actoral y esa triste recurrencia que señalábamos más arriba (aquí los problemas son más clasicistas que contemporáneos, ya que obedecen más al poco vuelo de la historia que a la saturación formal). De hecho, la táctica de Sánchez orientada a mostrar al “monstruo” en las primeras escenas parece contradecir los estereotipos y las seudo sutilezas de manual que el guión del anodino Jamie Nash desparrama a diestra y siniestra. Ya vendría siendo hora de que se quiebre esta sociedad tácita, considerando que propuestas como Altered (2006) y Lovely Molly (2011) no fueron muy satisfactorias que digamos…
Los invasores Poco puede agregarse sobre el ya gastado recurso del falso documental que explotó con la efectiva Blair Witch Project (1999) y encontró rápidamente una meseta con todo lo que vino luego, salvo honrosas excepciones como Cloverfield (2008) y la menos conocida Trollhunter (2010). Por eso, tampoco era garantía que detrás de Terror en el bosque o Exists (desde su título original), se mencionara al creador Eduardo Sánchez como sinónimo de buena película, aunque debe reconocerse que el resultado integral de la propuesta encuentra vetas interesantes que hacen de esta fórmula ya trillada un espectáculo entretenido en términos de puesta en escena y tensión dramática a la par. Quizá, con el correr de los productos que hacen del metraje encontrado su plataforma de lanzamiento para crear esa verosimilitud forzada que muchas veces no justifica determinado tipo de accionar en los personajes, con Terror… se resuelve uno de los mayores escollos que se repite película tras película: la morosidad del relato y la dilatación absurda de los clímax y anticlímax, aspecto que puede resumirse en el vicio del “no-pasa-nadismo” en lo que la franquicia Actividad Paranormal, desde su segunda entrega, da cátedra. A diferencia de muchas de estas copias, aquí el detonante y conflicto que cambia el rumbo de la historia de estos jóvenes exploradores e invasores de un bosque ajeno ocurre ni bien comienza el film, con el típico recurso narrativo de un camino nocturno en el que los tripulantes del vehículo atropellan algo que no se sabe muy bien qué es ni a dónde huyó. El director Eduardo Sánchez por un lado no abusa del punto de vista de la cámara que registra todo para encontrar un salvoconducto narrativo al multiplicar los puntos de vista -no necesariamente justificados en el uso forzado de la cámara testigo- porque muchas veces la puesta de cámara adopta la focalización externa con cámara en mano para que el propio relato respire y no se atosigue de planos sin sentido dramático como suele ocurrir en esos momentos de pereza de todos los directores cinematográficos que abrazan el estilo del falso documental. En una interesante propuesta donde se invierten los roles, pues aquí los que usufructúan el territorio de la criatura Pie Grande son nada menos que los humanos, Terror en el bosque plantea un mecanismo de cacería humana a la inversa y hace de la indefensión y vulnerabilidad del grupo ante la inesperada presencia de la criatura salvaje, en actitud de atacante para defenderse y no como depredador natural, su mayor virtud. La escueta presencia de Pie Grande en el film también marca un horizonte prometedor donde muchas veces el recurso de fuera de campo o la sugerencia cumple un rol importante, aunque en segmentos donde las luchas se vuelven mucho mas físicas con el detalle de mantener las proporciones de los cuerpos como eje de las enormes diferencias de fuerza y tamaño, también le juegan a favor. Poco puede decirse del reparto en lo que a performance y actuación representa de acuerdo a las exigencias del guión y la historia, donde el físico es expuesto en más de una oportunidad con escenas y secuencias realmente logradas que se deben destacar por su austeridad. Sin tratarse de una obra maestra del subgénero, Terror en el bosque consigue atrapar al espectador y captar la atención de aquellos fanáticos que se encontrarán con más de una sorpresa a lo largo de esta trepidante travesía por el bosque.
Una película de terror found footage que funciona. El Proyecto Pie Grande El director Eduardo Sánchez no es un improvisado en esto del found footage o material encontrado. Después de todo, junto a su compañero Daniel Myrick, co-escribió y co-dirigió The Blair Witch Project, film que le daría origen a esta tan criticada (y esperemos que pasajera, aunque pareciera estar en auge) moda cinematográfica. Es cierto que Terror en el Bosque (o Exists, según su nombre original) difícilmente resulte una novedad. Es, en la superficie, otra más de esas cintas con muchachos y muchachas no tan adolescentes, tomando estúpidas decisiones, metiéndose en problemas, y filmándolo todo sin soltar la cámara por un segundo, cuando toda lógica indica arrojarla al demonio y ponerse a correr. Pero acá es donde los gajes del oficio se hacen notar. The Blair Witch Project podrá ser criticada todo lo que gusten, pero la realidad es que si se diferenciaba para bien de todo lo que vino después, fue gracias a la construcción de climas y el poder de sugestión que logró imprimirle Sanchez. Algo que supo trasmitir en mayor o menor medida a Terror en el Bosque. No han sido pocos los intentos de llevar a Pie Grande -valga la redundancia- a la pantalla grande, y lamentablemente el film más reconocible de la mítica criatura es la comedia familiar de los años ochenta Harry and the Hendersons, protagonizada por John Lithgow. Ya dentro del género del terror se pudieron ver cintas como Willow Creek o Abominable, ambas con sus virtudes y defectos, la mayoría de los cuales llegaban a la hora de presentar al gran protagonista. Pero si hay un lugar en donde Terror en el Bosque no falla, es ese. Luego de plantear el conflicto de manera atractiva en una de primeras escenas (el grupo atropella "algo" con el auto en medio de la noche y solo pueden escuchar sus alaridos), Sánchez parece tomar el mismo camino que infinidad de cintas found footage han recorrido hasta hoy. Y de hecho lo hace por algunos minutos. Pero los aciertos llegan cuando es momento de empezar a revelar la criatura. De a poco, insinuando. A través de una serie de tensas escenas con una interesante propuesta visual, donde el monstruo hará su aparición. Un detalle no menor está en la decisión de Sánchez de filmar la película a la vieja escuela. Con maña y efectos prácticos hechos en el mismo set, nada de imágenes generadas por computadora. Algo que quienes amamos el género, sobre todo en estos difíciles tiempos que corren para el cine de terror, es digno de apreciar. Conclusión Terror en el Bosque es una propuesta que fácilmente se encuentra por encima de otras ofertas de terror found footage que llegan a nuestros cines mes a mes. Eduardo Sánchez conoce las reglas del género y lo que sus seguidores esperan de este tipo películas. Y aunque sea sin brillar, eso es exactamente lo que nos da. Una cinta divertida, tensa y por momentos aterradora, que incluso recorriendo caminos conocidos, muestra sus mejores armas cuando debe hacerlo. Si sos un nostálgico de esos que piensan que ya no se hacen pequeñas películas de horror como las que se hacían antes, quizás deberías darle una oportunidad a esta.
Hay terror y transcurre en un bosque. También podemos decir que es de uno de los directores de “El proyecto Blair Witch” y que otra vez tiene como técnica la cámara en mano y la idea de falso documental, que ya ha sido muy utilizada en el género. Igualmente, hay algunos buenos momentos efectivos, aunque el monstruo es casi una broma. Jovencitos en el bosque, de paso, son inviables desde esa obra maestra de “La cabaña del terror”.
Al borde del (auto)plagio Si Terror en el bosque se hubiera filmado 15, 17 años atrás, el lector encontraría aquí arriba no dos estrellitas y media, sino cuatro. Porque el nuevo film de Eduardo Sánchez tiene momentos de buen pulso, asusta, sabe qué quiere contar y cuáles son las armas más efectivas para hacerlo. El problema es que en la última década y pico corrió demasiada agua bajo el puente del cine de género y aquello que podía sorprender ayer hoy ya es norma: found footage, falso documental, monstruos y/o fenómenos sobrenaturales azotando a un grupo de adolescentes encerrados y con esa pulsión moderna de autofilmarse todo el tiempo ¿Suena conocido? Eduardo Sánchez encuentra su máximo referente en…él mismo, ya que fue uno de los codirectores de la emblemática El proyecto Blair Witch. Tal como ocurría en aquélla, aquí hay un grupo de jóvenes dispuesto a liberarse de la rutina escapándose a una cabaña en medio del bosque. Lo que no saben es que por allí anda Pie Grande (!) con bastante ganas de asesinarlos, desatando así, oh sorpresa, una cacería mortal. Más allá de ciertas incoherencias propias del género (los pibes no sueltan la cámara ni siquiera durante la agonía), Sánchez sabe muy bien cómo crear suspenso con pocos elementos, dosificar la información a través del uso de fuera de campo y generar sustos con herramientas que no por conocidas resultan ineficaces. Se trata de elementos mil veces vistos, pero utilizados de forma paradigmática en la apuntada Blair Witch. Lástima que esto lo hace durante media hora, ya que el resto del metraje se dedica a intentar justificar lo injustificable, estirando el desenlace del grupo a través de una serie de vueltas de tuerca imposibles, hasta decirnos que, después de todo, Pie Grande es apenas un pobre primate rencoroso.
El director Eduardo Sánchez, quien hace 15 años fue responsable de El proyecto Blair Witch, junto a Daniel Myrick, en su nuevo film trae de regreso a sus fuentes el subgénero del found footage. Esta clase de propuestas, que hoy terminaron por saturar en la cartelera, se originaron en 1972 con el documental falso, La leyenda de Boggy Creek, dirigida por Charles B. Pierce, quien fue el pionero en abordar el cine de terror con un enfoque narrativo diferente. Aquella historia giraba en torno a la aparición de la criatura Pie Grande en Arkanzas. El film fue un gran éxito en el momento de su estreno y tuvo dos continuaciones en 1977 y 1985. El monstruo luego dejó ser una figura aterradora en Hollywood para convertirse en un personaje más simpático en la clásica comedia de 1987, Pie Grande y los Henderson, protagonizada por John Lithgow. En Terror en el bosque, el director Sánchez vuelve a retomar el concepto de la Leyenda de Boggy Creek con un film que en su última media hora logra hacerle justicia a la clásica criatura mitológica. Lamentablemente antes que lleguen las escenas de terror decentes el cineasta trabaja una historia trillada con los clásicos jóvenes descerebrados que suelen aparecer en este tipo de filmes norteamericanos. En consecuencia, Pie Grande a los 15 minutos de haberse iniciado la película se convierte en el Charles Bronson de los monstruos mitológicos. Después de pasar media hora con los protagonistas es imposible como espectador no ponerse del lado de la criatura salvaje durante sus ataques. Un inconveniente que tiene esta producción, ya que se supone que la historia debería generar la reacción contraria. Si bien este regreso del director no aporta nada nuevo al subgénero del found footage, Terror en el bosque por lo menos llega a ser entretenida. Me pareció muy interesante que el clímax de la película se desarrollara de día, algo que no suele ser cotidiano en el cine de horror, ya que es más difícil sugestionar al espectador con las ambientaciones apropiadas. En la última media hora del film, donde la misteriosa criatura toma un protagonismo absoluto, Sánchez hizo un gran trabajo con las situaciones de tensión y las escenas de violencia. Algo que se vio favorecido también por la excelente caracterización que tuvo el monstruo. Pie Grande está muy bien logrado y el director supo trabajarlo de la manera adecuada para que el personaje no resultara un chiste. Antes tantas películas malas de este género que se viene estrenando en el último tiempo, Terror en el bosque por lo menos tiene sus buenos momentos. No es un film de visión imprescindible pero al menos consigue brindar en el clímax de la historia un entretenimiento decente. El Dato Loco: El monstruo fue interpretado por Brian Steele, quien trabajó el mismo personaje con un enfoque más amigable en la serie de televisión Pie Grande y los Henderson, basada en la película de 1987.
Juguemos en el bosque Érase una vez en la que falsear material de archivo para contar una historia de miedo todavía era una idea original. Pocas películas han catapultado modas como El proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999), de los realizadores Daniel Myrick y Eduardo Sánchez. No sólo cambiaron la forma en que se hacen las películas de terror, sino que supieron jugar con un tipo de miedo instintivo que se activa cuando nos enfrentamos a lo desconocido. El golazo de “Blair Witch” era la fundamental imprecisión entorno a la maldad cósmica que operaba en las profundidades de los bosques de Blair. Al comienzo de la película, los protagonistas – tres lozanos documentalistas – entrevistan a los pueblerinos, los cuales hablan de asesinos seriales, espíritus de brujas, sacrificios humanos, la Guerra Civil, etc. Una vez que los jóvenes se pierden, la naturaleza comienza a torturarles de una manera pasivo-agresiva que excede cualquier intento de raciocinio y no delata origen o intención alguna, lo cual los enloquece. El miedo en “Blair Witch” es el miedo a la incomprensión, y el efecto se pierde ni bien establecemos un villano con nombre, rostro, psicología y una debilidad palpable. Como uno de los creadores de “Blair Witch”, Eduardo Sánchez debería saber todo esto de memoria. Y sin embargo ha dirigido Terror en el bosque (Exists, 2014). Hay un motivo por el cual Pie Grande no mete miedo: no solo es un tipo en un traje de mono, sino que su referente de la realidad es otro tipo en un traje de mono. El legendario homínido es el malo de la película, y da caza a cinco jóvenes que ni Darwin podría haber elegido mejor para purgar al genoma humano de estupidez. ¿Qué hacen los jóvenes en el bosque? Les dio la gana. ¿Por qué vemos la acción a través de cámaras? Uno de los personajes sueña con hacer un video para YouTube (¿y el gato?), así que ha forrado el bosque con camaritas GoPro, las cuales tiñen la escena de verde cuando se hace de noche, tipo [Rec] (2007), y entre las que alternamos a lo Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007). Raro ver al artista imitar, sin éxito, a quienes le han imitado exitosamente. El problema con estos procedimientos es que son puramente cosméticos, y no hay ningún buen motivo por el cual la película no podría haberse hecho a la antigua (el director confirma esto en entrevistas). Vemos la película y la sensación que transmite es la de un producto severamente masticado por posproducción: la banda sonora es extra-diegética y alterna entre el pop rock para las escenas de parranda y composiciones que imitan la elegante melancolía de Hans Zimmer para las escenas oscuras. Y dado que hay docenas de cámaras filmando en todos lados a todo momento, la película corta de una a otra libremente, dramatizando lo obvio mediante el montaje. La estética del “material de archivo falso” pierde su gracia cuando la película se edita como cualquier otra. ¿Dónde queda la emergencia, la crudeza, la brutalidad? Pie Grande roba cámara a cuatro manos, de manera que los vemos en toda su trucha gloria hasta el hartazgo. Es curioso, porque una criatura tan famosamente elusiva sería el sujeto ideal para protagonizar una película “accidental”, hecha sin pulso o plan. Con Terror en el bosque, Eduardo Sánchez parece estar luchando contra todas las buenas ideas que tuvo en El proyecto Blair Witch.
El mismo recurso pero con menos suerte El director Eduardo Sánchez, uno de los realizadores de "El proyecto Blair Witch", pone en marcha los mismos recursos que le dieron éxito para sembrar el terror a partir de la leyenda de Pie Grande. Quince años después de El proyecto Blair Witch, su co-director Eduardo Sánchez regresa al género de terror realizado con "la cámara en mano" que va registrando las acciones de los personajes, un recurso utilizado hasta el cansancio en producciones de los últimos años. La multiplicidad de "puntos de vista" que se registran en primera persona es el puntapié de Terror en el bosque, un relato sobre un grupo de amigos que llega a una cabaña alejada en medio del bosque para pasar un fin de semana de diversión -¿alguna vez escucharon tan osada idea en una película de terror?- y en pleno contacto con la naturaleza. Los escenarios similares a los de El proyecto... ya se transforman en una presencia inquietante a partir del uso diurno y nocturno que les da el director, pero la amenaza que vive oculta en ellos, nunca genera situaciones de miedo o angustia extrema. El grupo atrapado en un lugar aislado que se protege de una criatura que arroja objetos y quiere entrar nos remite a La noche de los muertos vivientes o incluso a Martes 13 pero nunca se logra el clima claustrofóbico ni se transmite con la violencia que necesitam este tipo de realizaciones. El film, que juega con la incomodidad a lo desconocido, redescubre la leyenda de Pie Grande -recuérdese lo amistoso que parecía en Pie Grande y los Henderson-, un ser peludo y feroz que cruza los bosques con la rapidez de una flecha y tras los pasos de sus víctimas, que han arruinado su apacible vida entre los árboles. Sin personajes interesantes, con una sola escena destacable -los protagonistas atrapados en la casa rodante- y con situaciones vistas en infinidad de oportunidades, Terror en el bosque pierde puntos o, quizás, haya llegado demasiado tarde a la pantalla. No faltará quienes la disfruten, pero los seguidores del género pedirán más y descubrirán los mismos recursos con menor resultado.
Está dirigida por uno de los creadores de “El proyecto Blair Witch” y en este film se ¿”recrea”?, ¿”imita”? a sí mismo. Lo hace bien pero el factor sorpresa y los recursos técnicos que hace años sorprendieron, ahora de tan usados y bastardeados resultan repetidos y sin gracia. En vez de brujas se habla de “pie grande”. Lo demás, bosquecito, cabaña, grupo de jóvenes que todo lo filman y el peludo convidado de piedra. Con benevolencia,
La vuelta de Pie Grande En la ficha técnica informativa está su nombre, el de uno de los responsables de tanto terror de los últimos años estilo found footage o material encontrado por todas partes. Él es el cubano de Miami Eduardo Sánchez, quien por 1999 la hizo muy bien con su amigo y también treintañero Daniel Myrick, ya que ambos perpetraron The Blair Witch Project, invirtieron poco, se llenaron de dólares y colocaron el primer ladrillo del terror berreta con jóvenes asustados que se filman hasta un segundo antes de morir entre actividades paranormales, sótanos y escaleras intimidatorias y bosques interminables que permiten el uso y abuso de la cámara en mano. Sin embargo, esa cámara sigue encendida hasta hoy. Terror en el bosque, 15 años más tarde de aquella bruja fuera de foco, vuelve a prenderla con las pocas novedades que podría arrimar sobre el tema. Más aun, el nuevo monstruo geográfico es una especie de Pie Grande dedicado a sembrar pavor en dos parejas de adolescentes con ganas de pasarla bien, lejos de la ciudad, cerca del porro y a años luz de que se les ocurra decir algo interesante o por lo menos, actuar de manera decorosa. Si las sorpresas no aparecen por esos flancos, debe reconocerse en Sánchez, acaso porque se trate del creador de esta tendencia genérica, cierto afán por el escamoteo visual y algunas sutiles gambetas narrativas en lugar de la exhibición gratuita y del plano detalle que salpica el lente de la cámara. El monstruito de ocasión, como aquel baboso Alien de Ridley Scott es mostrado de a poco, primero a través el uso del espacio off y luego por medio de la utilización de la luz con objetivos dramáticos. Sólo por eso, la película se salva del previsible aplazo.
Pie Grande, villano efectivo. Un tétrico bosque y una cabaña en ruinas es lo que encuentran cinco amigos que desean hacer una fiesta salvaje. Sin embargo, ignoran que el legendario Pie Grande vive en el lugar y se convierte en un terrible matador cuando invaden su territorio. A poco de llegar los jóvenes (uno de los cuales es apasionado del cine y con su cámara registra cada movimiento de sus compañeros), la criatura tratará de eliminar a ese grupo uno a uno. El director Eduardo Sánchez, que ya había demostrado su capacidad para abordar este género con El proyecto Blair Witch, aplica otra vez la receta: escapar de la truculencia de la sangre, mostrar la mayor parte de las imágenes a través de una cámara en constante movimiento y seguir el derrotero del depredador sin mostrarlo hasta sus escenas finales. Así logra esta original propuesta que va aumentando en su tensión hasta un final inesperado. Bien vale destacar aquí el muy buen trabajo de los editores.
"El formato por sobre todas las cosas" Pasaron años ya del impensado suceso económico y artístico que produjo la primera entrega de “El Proyecto de la bruja de Blair”, sin embargo uno de sus responsables continua hasta la fecha repitiendo formulas en busca de un resultado similar. ¿Lo logró con “Terror en el bosque”? Sí y no a la vez. Es imposible que una película de este estilo y de un género tan popular y repetitivo como el terror logre un éxito similar al de aquel found footage de finales de los noventa. Sin embargo, desde hace ya varios años, hubo algunos exponentes interesantes que merecen ser destacados: “Rec” en España, la primera parte de la franquicia “Actividad Paranormal“, la británica “The Zombie Diaries“, la segunda entrega de la saga “V/H/S” (donde el director de “Terror el bosque” hizo su aporte), la terrorífica “The Poughkeepsie Tapes” y la impresionante “Cloverfield“, siendo esta última un verdadero batacazo económico. Ahora bien, ¿Qué hay de la calidad y la originalidad? Muchas veces ambos aspectos quedan completamente relegados y el formato es el único elemento atractivo de estas numerosas propuestas que se realizan con un bajísimo costo de producción y que además cuenta con un público casi asegurado en todas partes del mundo. El caso de “Terror en el bosque” me resultó bastante llamativo. El nuevo film de Eduardo Sanchez no es para nada una propuesta de mala calidad ni aburrida, sino que todo lo contrario; entretiene, asusta y mantiene al espectador enganchado hasta el final pese a contar con un personaje central no del todo popular en varias partes del mundo ni tampoco tan terrorífico como se lo intenta vender. Sí, estamos hablando de “Pie grande” o “Bigfoot”. Desde el arranque nomas, el film deja en claro en los títulos que la criatura en cuestión es un mito urbano muy importante dentro de los Estados Unidos, donde la cifra de avistamientos de este “Hombre gigante peludo” es exageradamente elevada para los tiempos que corren y lo curioso es que básicamente no hay registros documentados a través de cámaras u celulares que sirvan para probar sus existencia. Algo increíble por los tiempos que corren y que alimenta y mantiene vivo este mito desde hace ya varios años. Si “Terror en el bosque” llegaba a las salas hace 15 años, la innovación del formato, el respeto con el que se trata el tema (más que nada para no caer en el ridículo) y sobre todo el buen gusto que dejan algunas escenas puntuales dónde podemos ver a la criatura en acción a plena luz del día, la hubieran catalogado como una propuesta imperdible. Lamentablemente, por los tiempos que corren, “Terror en el bosque” se convertirá en una película más destinada a mantener vivo dos mitos: El found footage todavía puede darnos algunas alegrías y Pie Grande…existe. Seamos buenos.
A los sobresaltos Todo lo bueno que puede aportar la estética del bosque se pierde en lugares comunes del cine de terror. El fin de semana de campo se vuelve trágico para estos cinco jóvenes atacados por un personaje de leyenda, Pie Grande. Ocurre en Texas, y es la historia de Terror en el bosque, la nueva película de Eduardo Sánchez, el director de Proyecto Blair Witch. Dos hermanos, Matt y Brian, la novia del primero y una pareja amiga viajan de cerveza en cerveza a la cabaña perdida y muy abandonada del tío Bob, que no está allí, y jamás los invitó. Pronto reciben señales de que algo extraño ocurrirá en ese bosque, que guarda una vieja leyenda, ni hará falta contarla. Sin tiempo para el videoclip de las vacaciones divertidas, la película nace con sus protagonistas perseguidos, acorralados. Y a veces asusta. Ya hemos criticado en esta columna la moda interminable, funcional a la falta de ideas, del found footage, el uso de cámaras y camaritas manipuladas por los protagonistas, objeto imprescindible del nuevo cine de terror. Es cierto, también resultan omnipresentes en nuestras propias vidas, pero el recurso de contar a través de la lente de los protagonistas, exagerando el infrarrojo, los movimientos abruptos aunque sea una GoPro, es contraproducente. Otro lugar común es la recuperación sui generis de leyendas para convertirlas en disparadores del miedo. Ahora le tocó a Pie Grande. Al bueno de Pie Grande le viene tocando seguido. Aquí, por suerte, se oculta su disfraz. Terror en el bosque, como los jóvenes de la película, se mete sola en la boca del lobo. Tiene buenos diálogos, intenciones y actuaciones, pero cubre la flaqueza de recursos narrativos con viejas y transitadas ideas. Así va diezmando a un grupo de jóvenes acorralados en el bosque acosados por un personaje de leyenda que para ellos existe y va diezmando el interés. El sobresalto nunca fue suficiente.
Poco terror, y muchos clichés. Esta película de terror de bajo presupuesto comienza con un aviso acerca de que desde 1967 hasta ahora se han difundido más de 3000 avistamientos del Bigfoot, o Piegrande. También explica que los expertos en Piegrande aseguran que el legendario ser sólo es violento si se lo provoca. A partir de esta información, el espectador aficionado al cine de terror ya sabe perfectamente lo que está por ver, sobre todo debido a que inmediatamente en la secuencia de títulos se ve a unos jóvenes parranderos adentrándose con su camioneta en un bosque nada transitado, mientras filman todo con la típica cámara ultramovediza de costumbre. Obviamente, es una película de jóvenes que son atacados uno a uno por este famoso eslabón perdido que se defiende o se quiere vengar de un accidente provocado por los chicos que se convierten en sus víctimas. Uno de los directores de "El proyecto de la Bruja de Blair" realmente está bastante lejos de repetir el truco que hace tantos años logró recaudar millones sin mostrar casi nada. Aquí al menos se termina mostrando algo, un Bigfoot peludo y convincente, eso en medio de actuaciones flojas y eternas persecuciones por los bosques texanos filmados con una vertiginosa y nada profesional cámara subjetiva que en un momento directamente aturde. Por lo demás, están todos los lugares comunes de este género de jóvenes atacados por un psicópata o monstruo en algún lugar en el que no recibirán ayuda, hay un par de momentos fuertes y poco que ofrecer en realidad a la leyenda del famoso Piegrande.
Luego de haber generado una piedra fundamental en el horror con The Blair Witch Project, Eduardo Sánchez y su compañero Daniel Myrick siguieron sendas separadas, pero siempre dentro del género. Ninguno pudo llegar nuevamente a pisarle los talones a ese film esencial del metraje encontrado, pero claro está que lo han intentado varias veces. En este caso, Sánchez eligió seguir su carrera con el enfoque de la cámara en mano, pero abordando la leyenda de Pie Grande y con algún que otro cambio en una fórmula claramente gastada. El resultado final es Exists, una mezcla de buenas y malas ideas que es sólo un 25% del potencial que alguna vez supo demostrar el director. Todo comienza entonces con un grupo de cinco amigos en ruta a una cabaña en el bosque para pasar un fin de semana de descanso, alcohol, música, drogas y sexo. Vamos, el combo perfecto para que todo salga mal. En el camino, en plena oscuridad y en el medio de la nada, embisten algo. Sin hacerle mucho caso y culpando a un animal, el quinteto sigue sin mirar atrás, sin saber que han cometido uno de los peores -y quizás últimos- errores de sus vidas. Si algo no se le puede reprochar a Exists es que vaya al grano casi instantáneamente. El film tiene que aprovechar sus acotados 85 minutos de duración y utilizarlos convincentemente, y lo hace... con clichés a morir. Uno de los grandes protagonistas de The Blair Witch Project y las subsiguientes películas de Sánchez era el diseño de sonido, que asustaba mucho más que las imágenes, o lo que se vislumbraba en las penumbras. Acá es uno de los motores de la película, que estremece con cada aullido del villano peludo, mucho más que sus apariciones a la luz del día. El gran cambio de la amenaza -tanto de noche como a plena luz del día- es una brisa de aire fresco, pero que le quita un poco de mística al acoso nocturno de siempre. Eso y que el diseño de la criatura causa pavor por su veracidad y rapidez. Es una lástima que los pequeños detalles no sumen a la hora de establecer credibilidad con los protagonistas, una pandilla de idiotas detestables a los que, en vez de vitorear para que sobrevivan, uno grita a la pantalla por las decisiones imbéciles que cometen. Sin estas no habría película, sí, pero el nivel de idiotez no permite que se conecte en forma fehaciente con ellos. Aún así, la revelación final realza un poco la historia y conlleva a una interesante resolución, que si bien no salva el resto del film, termina con algo de dignidad un proyecto fallido. Exists se queda en territorio explorado y ofrece poco en materia de terror en estado puro, como sabemos que el cubano Sánchez supo conjurar en algún momento de su carrera. Si quieren acercarse a un film de Pie Grande más cercano en espíritu a The Blair Witch Project, les recomiendo Willow Creek, de Bobcat Goldthwait, una película mucho más lenta que la presente, pero con escenas más escalofriantes y sugestivas que la explotación acá presente.
EDUARDO SÁNCHEZ uno de los realizadores de la seminal EL PROYECTO BLAIR WITCH, retoma la dirección en solitario, con este filme de horror que parece un subproducto de aquella famosa película. Es decir aquí también, el recurso de la cámara en mano, y la estética amateur/homevideo juega un papel fundamental en la realización. El problema es que a diferencia de BLAIR WITCH la fórmula ha sido utilizada en estos años hasta el cansancio, y ya no resulta ni original, ni terrorífica. Sin sutilezas, actoralmente pobre, reiterativa, resulta una oportunidad desperdiciada de instalar dentro del séptimo arte un monstruo no muy utilizado por la cinematografía como el PIE GRANDE. Una fórmula gastada que puede despertar más curiosidad que horror.
"Terror en el Bosque" lo que menos tiene es terror en sus minutos de película. Después de 15 años de la original "The Blair Witch Project", Eduardo Sanchez intenta volver con una historia sobre "piegrande", en esta oportunidad "malo"... bien malo, pero por algo que le hicieron estos cinco amigos que viajan a una cabaña en el medio de la nada en donde todo les va a pasar. Mucha cámara en mano, gopro´s, corridas y todo lo que tiene que tener una película pésima... todo todo todito está acá. ¿Miedo? No, no te va a pasar. ¿Te identificas con los personajes? Y... No, no llegas ni a hacerlo, creo que ni se percataron en ese detalle de identificación. Una historia totalmente olvidable que ni suma para ir con amigos, ni con una pareja "miedosa/o". Hay otras opciones más interesantes antes que ver la de "piegrande" (me pregunto, ¿y los hendersons, aparecerán en la segunda parte?)
El viejo truco de la filmación casera Como en la célebre película de 1999 y como Cloverfield, la manera de desatar el terror es a través de lo que filman “accidentalmente” los protagonistas. De paso, esta vez el monstruo es nada más ni nada menos que el legendario Pie Grande.Lo mejor es admitir de entrada que Terror en el bosque no es una gran película. Este acto de sinceridad no sólo permitirá señalar sus debilidades, sino también reconocer y aceptar sus virtudes, que no alcanzan para convertirla en buena, pero le permiten mantenerse a una distancia prudente del círculo infernal de las películas malas. Porque a pesar de que el pésimo nombre elegido para su estreno local no ayuda (el original Exists, “Existe”, es más contundente y hasta filosóficamente más adecuado; ya se verá por qué) y de que su desarrollo se apega en exceso a las convenciones del formato narrativo elegido, Terror en el bosque tiene al menos dos sólidos puntos a favor. Que, para jugar con el suspenso, conviene dejar para el final.Debe decirse que se trata del nuevo trabajo de Eduardo Sánchez, uno de los responsables detrás de El proyecto Blair Witch, película que redefinió el concepto de negocio en el mundo del cine y que, a su modo, revolucionó el género del terror en 1999. Aunque en su filmografía hay una media decena de trabajos que la separan de aquella ópera prima, éste es el que mayor cantidad de puntos de contacto guarda con ella. Aquí el director no sólo repite el truco de narrar a través de lo que los protagonistas filman con sus propias cámaras, sino que vuelve a meterse en el bosque para hacer que el miedo surja otra vez de ese fondo salvaje. Y más aún, de nuevo ancla su relato en un mito popular. Si en su primera película la historia giraba en torno de una bruja, criatura de origen europeo pero que forma parte de la mitología fundacional de las viejas colonias puritanas que forjaron a los Estados Unidos, acá se trata de Pie Grande, el Sasquatch, una leyenda clásica bien norteamericana. La diferencia es que los protagonistas de El proyecto Blair Witch iban voluntariamente en busca del personaje mítico, mientras que en este caso tienen la mala suerte de toparse con él.Si bien es cierto que Terror en el bosque no sería posible sin ese antecedente, hay otra película que significa una referencia importante: la notable Cloverfield, de Matt Reeves. Como en aquélla, el monstruo se hace visible de manera fragmentaria en esos pseudovideos amateurs que los protagonistas toman a medida que el horror los va cercando. Ahí reside uno de los puntos fuertes. La película se erige en documento de una época en donde las cámaras son parte indivisible de la realidad: esta historia, en la que los protagonistas parecen más preocupados por sus camaritas Go Pro que por sus propias vidas, hubiera sido inverosímil tan sólo 15 o 20 años atrás. Pero ocurre que aquello de “ser es ser percibido” ha devenido en “existir es ser filmado” y por eso el título original resultaba tan adecuado: alguien (o algo) sólo puede ser en tanto quede registro audiovisual de su existencia. Empirismo digital. Curiosamente la otra virtud de Terror en el bosque va en sentido contrario de esa modernidad y tiene que ver con el carácter analógico de la criatura. Con tino, Sánchez prescinde de efectos digitales para la creación de su Pie Grande, recurriendo en su lugar a los efectos especiales tradicionales, las prótesis y el maquillaje. Y se siente bien ver de nuevo en pantalla a un monstruo de verdad, aunque no sea en una gran película.
Pie Pequeño ¿Cuántas películas de monstruos, fantasmas, extraterrestres, psicópatas y demonios existen? ¿Cuántas tienen destino de clásico? A finales de los 90, una película de bajo presupuesto la rompió toda: El Proyecto de la Bruja de Blair (The Blair Witch Project). Una que con poco, dio inicio al explotation de un subgénero, el de found footage (metraje encontrado). Aquel bombazo contaba en forma de falso documental la historia de unos chicos que iban a un bosque en busca de una bruja. Uno de los dos directores de El Proyecto de la Bruja de Blair era Eduardo Sanchez. Terror en el Bosque (Exists) es de ese olvidado director. Terror en el Bosque no abunda en originalidad. Jóvenes que se aventuran a lo desconocido (la cabaña de un tío en un monte perdido de Texas) donde se encuentran casualmente con el terror. Es ley, nunca te vayas de vacaciones con tus amigos a un lugar que no sea 100% turístico. Y aún así te puede ir mal, ahí están Tiburón y Piraña para confirmarlo. En definitiva, si tenés menos de treinta años, nunca te vayas de vacaciones. Pero volviendo a la película en cuestión, en este caso, el horror toma la forma de un ser tan mítico como imposible: bigfoot, o sasquatch o pie grande (para los amigos). Pero mientras El proyecto de la Bruja de Blair logró transformarse en una película de referencia, Terror en el Bosque, a pesar de utilizar un recurso similar a aquella, no logra más que entregar algunos momentos de entretenimiento fútil. Es ley, nunca te vayas de vacaciones con tus amigos a un lugar que no sea 100% turístico. El primer tramo de la película limita la información visual de la bestia pero la incluye (acertadamente) de manera directa en el relato. El fuera de campo es vital para el género, y la existencia de esa monstruo ahí afuera, rondando, y luego gritando enardecido, brinda tensión. Eso ayuda a crear cierta expectativa. Es cierto, los cinco protagonistas (3 hombres y dos mujeres) fallan en crear empatía, los personajes resultan maniqueos y carentes de gracia. Pero el desinterés hacia lo que puede sucederles lo podemos dejar de lado a la espera de que algo interesante acontezca. Tan solo para no ser mala onda. Digamos, uno le da la oportunidad. También para disfrutarla se debe omitir el tema de la morosidad del relato, las reacciones dramáticas paupérrimas, las filmaciones hacia un bosque donde se ve poco y nada. Y también, debe restarle importancia a las inconsistencias sobre quién está filmando, las baterías de las cámaras, y principalmente, el hecho de que continúen filmando con una cámara de mano (¡!) cuando se está en riesgo de muerte. Obviando todo eso, porque no da ponerse denso, al menos uno espera que la bestia salvaje llamada Pie Grande llegue a destrozar todo para vengarse del inútil humano moderno. Sangre y espanto traído desde un presente perdido. Pero no sucede, ese terror (el miedo a la destrucción física por parte de lo salvaje) es algo que nunca se hace presente frente a cámara. La gran found footage, mucha filmación, poco para ver.
Los monstruos prefieren estar solos Dos leyendas populares norteamericanas se funden en una sola en esta nueva película de Eduardo Sánchez, quien aún no ha podido hacer nada parecido a su obra maestra inicial, El proyecto de la bruja Blair. La primera de las leyendas es un tópico del cine de terror: un grupo de amigos que va a pasar un fin de semana en una cabaña perdida en medio del bosque. La segunda involucra a Pie Grande, esa antropoide peludo y gigantesco que siempre aparece borroso en las fotos que figuran en Internet. Sánchez se las arregla para darle una mínima vuelta de tuerca a esta doble fábula y consigue no sólo una decente película de terror sino también presentar, de manera bastante creíble, algo así como una ética de las relaciones entre los hombres y esa criatura de especie indefinida, entre homo sapiens y simio. Podría decirse, incluso, que Terror en el bosque es una variante de El planeta de los simios, menos ambiciosa desde el punto de vista cinematográfico y político, pero más comprometida en términos del sentido de los actos individuales. Por supuesto, todas estas reflexiones surgen después de una hora y media de tensión continua, en el momento en que la pantalla se pone negra y en letras rojas aparece la palabra "Exists" (existe). Se trata del título original en inglés, mucho mejor que el español, sólo explicable por ese dogma publicitario subnormal que indica que toda película de terror debe declararse de terror en su mismo título. La larga sombra de El proyecto de la bruja Blair se proyecta también en Terror en el bosque y es visible en la decisión de que uno de los personajes sea un fanático de las cámaras y esté grabando todo el tiempo con la idea de subir los videos a YouTube. Demasiado elemental o demasiado sutil, Sánchez parece sugerir que del otro lado del tabú de mirar lo que no debe ser mirado (una parte sustancial de la leyenda de Pie Grande es su aversión a cualquier tipo de contacto con los humanos) hay una posibilidad de entendimiento y de conciliación con los monstruos.
Mitología americana con pulso punkrock. La premisa de Terror en el Bosque es fabulosa. Merece ser vista sólo por el hecho de que alguien relativamente consagrado en el cine de horror tuvo los cojones para hacer una película sobre Sasquatch. Y digo que hay que tener agallas y no sólo una mirada marketinera para hacer una película como ésta porque se basa en una idea que te puede dejar en ridículo fácilmente, una idea así se regala de movida a la crítica carnicera intelectualoide. Claro que la premisa es la nada misma, el guión desaparece una vez que se materializa y tu monstruo se puede transformar en un muñeco del trencito de la alegría. Pero no es el caso de la película de Eduardo Sánchez, también director de aquella perlita de fin de siglo llamada The Blair Witch Project, no pionera en términos estéticos -siempre se ningunea al cine mondo y al experimento nerd de Alien Abduction cuando se habla de antecedentes del falso found footage- pero sí fundamental para el subgénero por la plata que recaudó y por su poder narrativo a pesar de lo acotado de las locaciones, del presupuesto e incluso de la temática. Al igual que en aquella, Sánchez consigue como pocos, poquísimos, artesanos del falso found o del horror de cámara en mano, obtener un pulso narrativo que deja al espectador interesado en todo momento reemplazando la falta de sorpresa por un suspense paranoide en estado salvaje y diurno, apoyado y ayudado por la corta duración. El camino es el visto mil veces, la originalidad nos tiene sin cuidado: los chicos están de vacaciones, fuman porro, se divierten y se asoma de a poco el verdugo de la diversión juvenil, la parca conservadora antijoven que pone en su lugar al imberbe liberal deseoso de sexo y escabio. Como no estamos ante una slasher, no hay asesino serial ni culto al tramontina, y aquí el horror se acerca un mínimo al terror ecológico. En algún momento se aclara que el Sasquatch es buena onda pero si lo jodés te fulmina. El Sasquatch, entonces, es un buen tipo; Los Brujos lo sabían, por eso en su mítico disco San Cipriano cantaban en uno de sus temas más representativos: “…él es mi amigo, él es Sasquatch y yo lo quiero…”. El peludo es algo primitivo, tiene un aire a Robert Trujillo y vive tranquilo en el bosque donde los mocosos van a molestar, y a partir de ahí se genera la venganza del dueño real del hábitat que quiere conservar sus dominios y propiedades ante el avance del mundo de las cámaras GoPro y la felicidad hi-tech en clave neohippie. De allí se desprende la posible lectura ecologista y de venganza pero sin ser lo que pesa, lo principal de la película es su virtud de entretener con poco, la fé en la sinceridad del relato, en las historias directas donde las cartas se muestran desde los primeros cinco minutos y no hay engaños al espectador ni vueltas de tuerca innecesarias ni necesidad de diálogo explicativo. Este cine de horror puede ser análogo a un buen tema punk: corto, directo, gastado, efectivo y popular.
Algunos malentendidos Leer Bazin, Deleuze y El cine según Hitchcock no está mal, pero a veces la verdad se esconde en otra parte, como en la genial Ted, cuando el personaje de Mark Wahlberg dice, mientras mira Flash Gordon junto al oso de peluche, una frase fundamental para quienes pretendemos hablar de cine: “es tan mala que es buena”. Esta frase describe perfectamente el encanto de algunas dudosas producciones que rebosan de tal cantidad de ideas y demencia que se le puede perdonar sus guiones imposibles o la precaria puesta en escena. Roger Corman es un ejemplo de esto, también la serie sesentosa de Batman y, de hecho, a modo de ilustración definitiva del concepto, podemos decir que una película realmente mala es Batman eternamente, pero una película que es tan mala que es buena es Batman y Robin. Se esperaría por contexto que Terror en el bosque fuera una película un tanto demente, pero carece de las ideas y la garra fundamental. Al parecer, hacer una película que es tan mala que es buena es más un hecho fortuito que un efecto buscado: por algo las películas que deliberadamente buscan tal efecto generalmente fracasan al menos en ese aspecto (ver Rubber, la canchereada de Tarantino en Grindhouse o esas producciones del canal SyFy como Sharknado). El director Eduardo Sánchez retoma en Terror en el bosque el estilo de metraje encontrado o cámara en mano que le trajo tanto éxito y le abrió las puertas de su carrera con El proyecto Blair Witch. Sucede que a diferencia de aquella mítica aunque sobrevalorada película, en Terror en el bosque el realismo generado por simular las particularidades de la grabación casera agrega más confusión a la narración de un guión bastante perezoso. Entiendo que todos queremos ser Spielberg en Tiburón o Ridley Scott en Alien pero, querido director, deje quieta la cámara porque no entiendo la forma del monstruo siquiera. Eduardo Sánchez es un malentendido, y El proyecto Blair Witch, en tanto se la siga juzgando como un éxito de gran efecto e influencia, seguirá siendo un malentendido. Es una pequeña película de unos chicos entusiastas con algunos momentos bien logrados, nada más. Hay un montón de gente dispuesta a creer en un montón de pelotudeces: Pie grande, la Atlántida, la integración Latinoamericana, etcétera. Gracias a la grabación esa de los setenta y a Pie Grande y los Henderson hemos creído, no sólo que Pie grande -o el Sasquatch- existía sino que era un tipo tímido y amable. Bueno no, gracias a Terror en el bosque descubrimos que es una máquina asesina capaz de una crueldad infinita y único elemento capaz de aportarle algo de ritmo a una historia excesivamente previsible. La ira excesiva del monstruo es quizás lo que nos salva del tedio en Terror en el bosque: falta autoconciencia, falta oficio, algo que Eduardo Sánchez debió haber aprendido mientras contaba el dinero generado por una película que filmó hace 15 años.
Pie grande pisa fuerte Uno de los films que comenzaron a utilizar las redes sociales cuando recién se iniciaban e hicieron una de las campañas de publicidad más originales, además de presentar el film como si fuera un documental, creando terror entre los espectadores fue sin lugar a dudas “The Blair Witch Proyect”. Ese film fue codirigido por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez. Este último dirigió un par de films que no llegaron nunca a estrenarse en la Argentina. La primera película del director cubano, después de aquel gran éxito de taquilla, que llega a nuestro país es “Terror en el Bosque”. El film comienza con una frase que dice que el famoso BigFood (Pie Grande) fue visto por más de 3000 personas y que no atacan excepto cuando son atacados,, lo cual los ponen más que violentos. A partir de allí comienza la historia de cinco jóvenes que van a pasar unos días a la casa de un Tío de dos de ellos que, obviamente, son hermanos. Ese viaje que se hizo para el descontrol juvenil se ve alterado por algo que los está acosando y atacando violentamente. Uno de los sobrinos del dueño de la cabaña sabe lo que está pasando y filma todo para ver si puede conseguir una imagen para realizar un gran documental. Esta es la historia que hace que su director muestre todo (o casi todo y como lo hiciera en Blair Witch) cámara en mano. La película tiene buen ritmo y momentos muy buenos y algunos no tanto. Para los amantes del género es un film que lo van a disfrutar plenamente ya que las actuaciones, sin ser brillantes, cumplen atinadamente con el papel, y Sánchez demuestra que sabe manejar los ritmos y los climas. “Terror en el Bosque” es un film para los amantes del género y para aquellos que quieren experimentar, sin llegar a esa calidad, lo que fue en 1999”The Blair Witch Proyect”.
Esta producción es de terror en el más amplio espectro de la palabra, creo que muy pocas veces pueda ser mejor utilizado este vocablo. Espectro, ya que ésta realización es de entrada, y como una buena definición, una sumatoria de lugares comunes (concepción matemática), dentro de una selección de personajes idiotas (concepción médica de la inteligencia), que son perseguidos por un peligro que se presenta durante casi el 90 % de la cinta de manera fantasmal (concepción literaria). No quiero ahondar en lo políticamente correcto o incorrecto de lo que intenta desplegar el texto fílmico, pues ya me parece que sería hilar demasiado fino, y no se lo merece. La historia se centra en un grupo de amigos invitados por dos hermanos, Brian y Matt, cuyo único deseo es tener una fiesta desatada, irracional, con sus amigos en una cabaña en medio de un bosque, propiedad del tío de ambos, abandonada hace años. Deducen que este aislamiento les proporcionara un espacio privilegiado para tal fin: saben que se abandonó hace mucho tiempo y creen que no hay vecinos que puedan quejarse por el ruido. Lo que si saben, pero le restan importancia, es la razón por la que ese lugar fue abandonado: el legendario Pie Grande vive en ese bosque del este de Texas, también saben que el abominable ser sólo ataca si es molestado. El director Eduardo Sánchez, uno de los responsables del recordado “El proyecto Blair Witch” (1999), retorna al género de terror apuestndo al mismo recurso, copiando la idea de "la cámara en mano" e intentando construir un relato con personajes similares, grupo de jóvenes que se internan en algo del orden de lo desconocido, creyendo que eso sólo bastaría. Varios son los elementos que se pueden señalar como para definirlos como una caterva de imbéciles. Pregunta ¿quién llega a una cabaña abandonada, desconocida, en medio de un bosque en plena noche? Así empieza la historia. Para seguir con uno de esos idiotas que nunca suelta la cámara de video de su propiedad, que es con lo que registra todos los sucesos. Entonces que alguien explique cómo puede él mismo aparecer en pantalla con esa filmadora en la mano enfocando al “monstruo” que no se ve. Para darle un tinte claustrofóbico ese grupo queda, primero, atrapado en la cabaña, nunca logra el clima que busca, aunque están acechados por el mal personificado, quien termina por destruirla y, luego, los sobrevivientes se refugian en una casa rodante. Demasiado tonto todo, ¿no? Nada hay que pueda ser rescatado en toda la producción, ni la belleza física de sus interpretes, pues es tal el grado de estupidez que lo único apreciable se esfuma.
Exists vuelve con el estilo Found Footage para contarnos la historia de unos jóvenes perdidos en un bosque y asolados por nada menos que Pie Grande (Bigfoot, Sasquatch) un villano que no produce el efecto aterrorizante deseado y a quien muchos asociamos con un personaje benévolo de la TV. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto. El filme en general es entretenido pero la cámara tan movida por momentos es insoportable, y atenta contra la atención y contra el mismísimo clima que desea producir. Tiene una buena escena de suspenso y un solo susto con sorpresa bien logrado. Pero por lo demás es un filme intrascendente, aun dentro del género, e inclusive del subgénero, y no amerita el (caro) precio de la entrada al cine. Puede ser válida para verla en la tele un viernes a la noche. Una decepción teniendo en cuenta que el director fue uno de los directores de El Proyecto Blair Witch, un filme que causó un enorme impacto en el cine de terror, en el subgénero Found Footage y en el cine independiente inclusive. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
Peludo de regalo A poco de estrenarse en los Estados Unidos Willow Creek, un film de horror sobre Bigfoot (o Sasquatch o, para nosotros, yeti: el mítico eslabón perdido y escondido en los bosques de sequoias), Eduardo Sánchez, codirector de The Blair Witch Project, revive al monstruo con una mezcla de su ópera prima y la exitosa A Cabin in the Woods. Como haciéndose cargo de la poca originalidad (o para reforzar el “subject”), En el bosque arranca con infografías sobre el incremento de encuentros con yetis en los Estados Unidos y Sánchez nos introduce dentro de un auto con el habitual grupo de amigos yendo al matadero. Es de noche y el auto choca con un objeto no identificado; se detienen, escuchan aullidos; obviamente, siguen de largo, pero entonces un tronco bloquea el camino y deben continuar a pie. El segmento inicial es prometedor y evoca a la tan estimada por Tarantino The Long Weekend, hasta que el grupo se instala en la inhóspita cabaña, abandonada por el tío de dos personajes. Allí la historia se vuelve genérica. Aunque el yeti es un monstruo gigante, sanguinario y creíble, y aunque el director aprovecha las cámaras GoPro en una buena huida en bicicleta por el bosque, las situaciones son demasiado obvias para resultar en un buen film de horror.
El miedo en la era de la GoPro Hace 16 años, Eduardo Sánchez fue parte de una pequeña revolución. “El proyecto Blair Witch” sacudió el mundo cinematográfico con su bajo presupuesto y su premisa de contar la historia a través de las found tapes (cintas encontradas): aquellos exploradores sufrían su miedo ante las cámaras portátiles y el terror estaba en lo que no se veía, en lo que estaba fuera de foco, en la sacudida de la imagen que, según el tremendismo de algunos medios, iba a llevar a los espectadores al mareo y al vómito. A partir de ahí, la línea de trabajo de las found tapes anduvo cerca del terror y el thriller psicológico (por ahí estuvo la saga de “Rec”, dirá algún fan), aunque el terror estuvo dominando por los japoneses y sus fantasmas goteantes en la era post “Scream”. Las found tapes encontraron un problema: es un gran desafío contar todo desde las cámaras subjetivas de los personajes. Quizás una de las mejores experiencias sea “Cloverfield”, entre la brutalidad de la bestia y la belleza de la historia oculta en la grabación previa de la cinta... algo que en la era del video digital es imposible por cómo funciona el sistema. Por esa dificultad, muchas veces se juega con el mix de cámara subjetiva y “narración onmisciente” (“la cámara que no se ve”): así surgió por ejemplo la saga de “Actividad paranormal”, que aprovecha la posibilidad del video digital de grabar una habitación durante toda una noche. Pero estamos en la era de YouTube, lo cual facilita la explicación de por qué alguien tendría prendida una cámara en un momento de peligro. A ese verosímil ayuda también la aparición de las cámaras deportivas, con GoPro como marca fundamental, nacidas para usarse en deportes extremos y acuáticos, pero que han entrado con su estética de fijación y gran angular a los videoclips y otras producciones. En este juego, entre las nuevas estéticas y un dispositivo de época que se torna central en el relato (pensemos cuando salió “Celular”), tenían que dar el salto al cine. Lo obvio y lo nuevo En la estructura narrativa, la base es clásica en el terror a la americana: un grupo de jóvenes despreocupados se embarca en su jolgorio hacia lugares alejados y desconocidos. Como en “Sé lo que hicieron el verano pasado” atropellarán “algo” por ir paveando en auto a la casa del bosque de un tío de dos de ellos, que curiosamente no deja que nadie vaya allí. Ya los títulos de entrada (otra cosa que se está volviendo común en el género, que suele meternos en tema) hablan del Sasquatch o Piegrande, así que ya venimos prevenidos. Los muchachos son un grupo mixto de cinco (impares, ya estamos mal): la parejita de Dora y Matt, la de Todd y Elizabeth (él negro, ella pelirroja, escena hot... carne de cañón para cualquier monstruo o asesino): y Brian, el hermano de Matt, fanático de las cámaras (profesionales, handycam y obviamente GoPro) y de viralizar cualquier cosa que pueda capturar. Él está destinado a ser el ojo subjetivo, así que muchas veces estará fuera de campo pero llevando la acción. La cosa viene medio sospechable, hasta que el grupete empieza a ser asediado por lo que, a todas luces, es un Sasquatch. Ahí, la cuestión se pone medio tradicional, aunque habrá un par de giros argumentales para sorprender en el final. Terror difuso En general, los chicos despreocupados prestos a ser asesinados o salvarse con las uñas no suelen ser personajes que consagren actores. Sí, Neve Campbell la pegó con la saga de “Scream”, y al cuarteto de “Sé lo que hicieron el verano pasado” (Jennifer Love Hewitt, Sarah Michelle Gellar, Ryan Phillippe y Freddie Prinze Jr.) no le fue nada mal, pero son excepciones (Heather Donahue de “El proyecto Blair Witch” tuvo su momento de gloria). En principio parece que este grupete de amigotes no recibirá un impulso especial, pero ahí están, llevando la historia, Chris Osborn (Brian), Dora Madison Burge (Dora), Samuel Davis (Matt), Roger Edwards (Todd) y Denise Williamson (Elizabeth). Después de todo, tampoco tienen mucho para hacer más que pelear, gritar o morirse, cuando la cosa se pone peluda... literalmente. Lo que hace andar a este relato un poco tradicional (cosa que no impide que funcionen las cintas de este ramo, así que el guionista Jamie Nash puede dormir tranquilo) es justamente el juego visual, que pasa de la narración externa a cada vez más imágenes de las varias cámaras de Brian y sus amigos. Ahí volvemos al terreno que dijimos antes: a la criatura se la “sospecha” más de lo que se la ve, entre el follaje, el fuera de foco y el verde de la visión nocturna. De ese modo, Sánchez logra llevarnos al escenario que lo consagró, en una era donde se vuelve más verosímil pero al mismo tiempo menos sorprendente. Quédese tranquilo, amigo lector: su vecino de butaca no vomitará sobre usted. Y si siente que está en peligro, apriete el botón de “rec” antes de salir corriendo.
A la película El Proyecto de Blair Witch se le debe mucho el cine de terror. Si bien en su momento llamó mucho la atención por apostar al found footage, hoy por hoy este subgénero lo vemos casi hasta el hartazgo. Lo peor es que pocas de esas propuestas realmente llaman la atención como para quedarse impregnadas en uno, la mayoría son productos olvidables. Lamentablemente, el caso de Terror en el bosque es el segundo. Si bien quien dirige la película es uno de los dos directores de aquella famosa e icónica película que menciono al principio, acá no hay nada innovador. Un grupo de adolescentes decidiendo pasar unos días de vacaciones en una cabaña abandonada en medio del bosque sin haber avisado a nadie y donde ni siquiera tienen señal de teléfono. Uno de ellos, fanático de registrarlo todo y con un hambre de fama viral y fugaz como la que un video que muestre algo que nadie más grabó le podría generar. Algo o alguien a quien chocan con el auto de camino a la cabaña. Relaciones amorosas entre algunos de sus grupos. Sustos varios y la imposibilidad de abandonar el lugar. No hay un tópico que no hayamos visto hasta el hartazgo. Lo único que podría haber sido un poco más interesante es sin dudas la idea del monstruo que aparece: Pie Grande. Podría haberlo sido si se hubiese apostado un poco más a construir mejor esta historia y no de una manera tan lineal, aburrida y predecible. Sin duda, el peor defecto que puede tener una película en mi opinión, es que aburra. Y "Terror en el bosque", entre sus idas y vueltas y sus cámaras nerviosas (es muy difícil mantener una película de este subgénero sin ponernos los nervios de punta y no en el mejor sentido que una película de terror podría hacerlo) se torna aburrida. Porque no hay humor ni muertes interesantes, ni nada que hace memorable a una buena película de terror. En cambio, se torna repetitiva y densa. Más allá de un buen uso de fuera de campo, especialmente en la primera mitad de la película, la película presenta personajes poco profundos con los que uno no logra nunca empatizar. Por eso es tan fácil perder rápidamente el interés. Una película que podría haberse arriesgado un poco más, ya que tenía un tópico interesante en sus manos y la terminó convirtiendo en un producto aburrido y cero novedoso.
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De la mano de Eduardo Sánchez, quien co-creó y co-dirigió The Blair Witch Project, se estrenó en el día de ayer esta película que podemos enmarcar en tres categorías fundamentales: películas de found footage (el nombre snob que se les da a las películas cuyo material supuestamente fue captado por los mismos protagonistas, tan de moda últimamente e instaurado por el mismo Sanchez allá por 1999), películas cuya traducción al español es "Terror en..." (Amityville, Lo Profundo, Chernobyl, etc.), y películas con Pie Grande. Sí, Pie Grande, el de Los Henderson, Bigfoot, Willow Creek. La película comienza con un grupo de adolescentes que va en secreto a una cabaña en medio del bosque a pasar un fin de semana, y accedemos a la aventura mediante sus propios registros audiovisuales. Por el camino, de noche, atropellan a algo que parece ser un humano, pero no logran vislumbrar bien de qué se trata, así que siguen camino. Ya en la cabaña, hacen deporte, se divierten, van registrando breves apariciones del monstruo y dudan qué es y qué no... encuentran la camioneta rota, uno va a buscar ayuda en bici porque no tienen señal para llamar de los celulares y Pie Grande lo hace cagar. En fin: terminan todos muertos a manos de los dos Pies Grandes que realmente había. El found footage no maneja grises: o lo amás o lo odiás. Pero, tratando de ser lo más objetiva posible, hay que reconocer cuando está bien hecho (Cloverfield, Chronicle) o cuando apesta (Tape 407), y en esto Sánchez se lleva todos los méritos del tema: es uno de los inventores de este lenguaje tan de moda, y sabe cómo usarlo a la perfección. Se cree al ver estas películas que son fáciles y baratas de hacer, grabo con un celular y que la imagen se mueva toda y ya, pero no, no es así. La progresión en la visualización que hacemos del monstruo es muy buena: partimos de sombras, siluetas, hasta un primer plano en el final. Lástima que este manejo técnico tan estudiado no es acompañado por el guión: la historia parece ser salida de un bolillero de clichés del cine de terror. Es todo un desafío superar los primeros quince minutos sin decepcionarte por lo estereotipado que es todo. VEREDICTO: 5.0 - BASTA, CHICOS El cine de found footage ya se agotó en sí mismo, y Terror en el Bosque es (otra) prueba cabal de ello. Lejos de haber creado un género propio, el recurso comprueba la teoría más antigua del cine: si no tenés una historia que contar, a tu película no la salva nada, ni siquiera un Pie Grande. O dos.
¿Alguien quiere jugar en el bosque? Del director de “Proyecto Blair Witch”, otro filme de género para dar saltos en la butaca. La idea de un grupo de jóvenes entre traviesos e irresponsables, que escapa del mundo civilizado a las entrañas de un terreno inhóspito, donde los peligros no sólo acechan sino que se vuelven carne y sangre no es nueva en el cine. Tampoco para el director Eduardo Sánchez que con su película Proyecto Blair Witch inauguró un subgénero dentro del cine de terror. Desde 1999, cuando la estrenó, numerosos realizadores imitaron su estilo de narración, cámara en mano, como si los sucesos en pantalla no fueran ficción sino parte de un reality. Por eso es justo que su autor vuelva a incursionar en su propia creación, colocando a un grupo de amigos que pretenden hacer una fiesta sexual en una cabaña abandonada, en medio de un bosque, allí adonde se los puede declarar "oficialmente fuera del territorio de GPS" y donde, nadie, absolutamente nadie sabe que están. La herramienta de registro de situaciones -primero de buen voltaje sexual, luego de un nivel de suspenso escalofriante- es el celular, y como sucedió con los protagonistas de hace 16 años a esta parte, la amenaza viene de una ser de leyenda popular, con sus aditamentos de signos y supuestos avistajes. Conocedor del paño, Sánchez hace de esta película una cinta que cumple con los requisitos básicos para hacer que el espectador salte de la butaca. A diferencia de aquella idea del uso de cámara en mano que marcó un hito en el cine moderno, en Terror en el bosque el director no toma demasiados riesgos.
Bastardeando al pobre pié grande "Exists" fue promocionada como la gran película de terror con la que volvería el respeto por pié grande y el director del clásico de miedo "The Blair Witch Project". La verdad es que se quedó bastante corta, empezando por la dinámica de filmación utilizada; sí, nuevamente nos ofrecen otro falso documental filmado con cámara en mano. ¿No leen las críticas estos muchachos? ¿No se dieron cuenta de que la gente está podrida de ver pelis de terror con este método? En fin. Otra más para el listado nefasto de películas fallidas bajo este formato. En esta ocasión nos presentan a un grupo de amigos con todos los clichés posibles: joven atleta de novio con la rubia putona (en este caso colorada) y linda del grupo, el flaco que filma que resulta ser el freaky simpático del grupo, y la parejita que pinta para protagonista del film pero termina quedando en el camino antes de lo esperado. Deciden hacer un viaje a la vieja cabaña del tío de uno de ellos para pasar un fin de semana de amistad, marihuana y sexo, algo que ya se ha visto varias veces. Como será que en la comedia de terror "The Cabin in the Woods" hacen una sátira de estos clichés. En su llegada a la cabaña, se llevan puesto con el auto un ser extraño que comienza a instalar el miedo entre los jóvenes. Ya instalados en la casa, comienzan a notar ruidos extraños que provienen del bosque. Uno de ellos, el fumón que filma, logra captar con su cámara lo que parece ser un pié grande. A partir de allí, el acecho de pié grande comienza a ser cada vez más violento y despiadado. Obviamente van muriendo algunos jugadores en situaciones que son bastante absurdas. En general, todo lo que propone el director Eduardo Sánchez pierde efectividad porque lo hemos visto muchas veces en pantalla. La dinámica del grupo protagonista, la forma de acecho de los monstruos, el orden en el que van muriendo los jóvenes, los golpes bruscos de sonido y visuales para asustar al espectador... todo se ve muy rancio y con poca originalidad. Una propuesta sólo para seguidores acérrimos del género de terror, que con tal de ver completo al monstruo aunque sea una vez en la película y asustarse con golpes de efectos especiales, ya se quedan contentos con la experiencia. Personalmente, no la recomiendo.