El mundo es un escenario. El tópico “figuras míticas del séptimo arte en decadencia” casi siempre es tomado a chiste por el público, la crítica y gran parte de Hollywood, en una jugada que tiende a pasar por alto el trasfondo de obsolescencia programada que lleva consigo cada actor en su ADN, desde el mismo instante en que decidió incorporarse a una industria que no ve con buenos ojos el declive estético y que gusta de fijar una fecha de vencimiento cada vez más próxima para todos aquellos que hicieron una profesión del acto de pararse frente a cámaras. Más allá de la estrategia contraproducente de negar el paso del tiempo y sus consecuencias naturales, lo cierto es que el tema plantea una realidad inexpugnable y sumamente dolorosa. Consideremos por ejemplo el caso del legendario Al Pacino, un estandarte cuyos trabajos de la década del 70 lo posicionaron en la cúspide del firmamento cinematográfico, enclave que supo defender con dignidad a lo largo de los 80 y 90 aunque sin volver a brillar con la vehemencia del primer momento. Salvo honrosas excepciones como las películas que hizo para HBO, las interesantes You Don’t Know Jack (2010) y Phil Spector (2013), casi todos los proyectos que encaró luego de Noches Blancas (Insomnia, 2002) terminaron en desastre, hundiéndolo en un terreno similar al de su colega generacional Robert De Niro, dos actores que en su vejez definitivamente privilegiaron la futilidad por sobre la audacia. Pareciera que la experiencia acumulada por el señor y el margen de poder que aún conserva no fueron factores determinantes para evitar la pluralidad de problemas que aquejan a un opus como el presente. Un Nuevo Despertar (The Humbling, 2014) es una propuesta tan contradictoria como narcisista, algo así como una versión mediocre de Birdman (2014), hoy volcada al patetismo de la senilidad y los flashes aislados de cordura. Simon Axler (Pacino) es un intérprete marchito que se acerca progresivamente hacia la demencia, el olvido profesional y los páramos del suicidio. La “salvación” llega de la mano de un idilio con Pegeen Mike Stapleford (Greta Gerwig), una lesbiana indolente hija de una antigua amiga. La obra sigue demasiado al pie de la letra la idiosincrasia tragicómica del protagonista y desvaría a nivel narrativo, sin lograr construir un retrato movilizador del ocaso de un artista ni del canibalismo en general del Hollywood contemporáneo. De este modo, una tras otra se suceden escenas desapasionadas -y algunas hasta pretendidamente satíricas- en las que sólo se destacan los esfuerzos del propio Pacino por remontar una faena muy deficitaria desde el punto de vista dramático. Las citas a John Cassavetes, Robert Altman y Woody Allen por parte del siempre errático Barry Levinson no alcanzan para sostener un film anodino que confunde redención y placebo, así como Axler confunde realidad y ficción…
Al Pacino es un actor de capa caída que intenta no perder la cordura y conservar lo que le queda de talento y dignidad. No, no es un documental… Bajando el telón Simon Axler tuvo su momento de gloria como actor, participando en películas que ahora son conocidas por todo el mundo. En la actualidad intenta seguir trabajando en el mundo del teatro, pero tras un accidente laboral, decide retirarse mientras hace terapia por Skype. Tras pasar el tiempo recluido en su casa, de a poco lo irán visitando personajes cada vez más extraños, mientras él mismo se plantea que es real y que no. Pidiendo el retiro La verdad que da cosa y hasta pudor tener que escribir una nota donde se le va a terminar pegando a Al Pacino. Pero es que el propio actor parece no darse cuenta de lo que se convirtió. Da vergüenza ajena verlo hacer algunas películas (Jack y Jill por ejemplo), sabiendo que en su historial tiene la trilogía de El Padrino, Serpico o Scarface. Pero irónicamente, esa apariencia de señor mayor descuidado en su imagen y con pinta de desorientado, le ayuda a construir este personaje. Y es que entre Pacino y su Axler hay más de un paralelismo, alguien que supo conseguir la gloria y ahora es ninguneado por todos. Pero solo ahí se queda lo bueno que le aporta Pacino al personaje; de hecho que se pase toda la película sobreactuando (eso si, esta vez sin gritar) no ayuda para nada. Un Nuevo Despertar también hace el intento de tener una interesante crítica a como la gente suele depositar sus sentimientos de superación o bienestar en otras personas, en lugar de uno mismo. Creo que esto es lo mejor que ofrece el film, y por eso es una pena que se recurra a esto de forma tan tardía en el metraje. Y esto es una muestra clara del punto más flojo de la película. Propone cosas que a priori parecen interesantes, pero en su mayoría quedan en la nada, sin explicación alguna (como las posibles alucinaciones de Pacino). Pareciera que los guionistas no se decidieron bien que querían contar y a que sub-tramas darles más prioridad que a otras; de hecho, casi que no conviven entre sí, cuando termina o se olvidan de una, arrancan con otra. Conclusión Un Nuevo Despertar es de lo mejorcito que filmó Al Pacino los últimos años. Esto tampoco significa mucho, pero es una muestra de que pese a andar en horas bajas (bajísimas), aun quedan gotas del enorme actor que supimos ver. Una lástima que no tenga buena puntería para los proyectos, cosa que no ayuda en la opinión general que se tiene sobre el actor. Ojalá no termine como el propio Simon Axler.
Un nuevo despertar es una película muy especial: o te aburrís o la aplaudís de pie, sólo vos sabés como podés llegar a reaccionar. La narración oscila todo el tiempo en forma confusa entre lo real y lo no real, algo que puede causar rechazo en el espectador que se siente...
No sé si se trata de algo que me pasa particularmente a mí, pero mi apertura mental artística se rindió a los pies de la última ganadora del Oscar a la mejor película. La decadencia a todo nivel que atraviesa Riggan en Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia) es un fiel reflejo de situaciones que muchos actores han vivenciado. Una pieza maestra que puede inspirar y movilizar todo tipo de sensaciones en el espectador. Una pena que Barry Levinson, un director que supo dirigir joyitas como “Buenos días, Vietnam” (1987) y “Rain Man” (1988), no le haya podido sacar jugo al gran Al Pacino. Tampoco voy a entrar en detalles, porque son muchos los factores que flotan alrededor de un artista como para cargarle toda la mochila al cineasta. Simon Axler es eso; un viejo amigo de los escenarios neoyorquinos (con alguna que otra película en su haber) que ha ingresado en una fase senil y ha sido atrapado por sus propias alucinaciones. Ya no importan los tratamientos psiquiátricos, las ganas de cometer suicidio, las píldoras para dormir… Lo único que le interesa a un hombre como él es el ego que cosechó a lo largo de su carrera en Broadway. Todo se vuelve más confuso aún a medida que van apareciéndose curiosos personajes a su alrededor; más específicamente en su residencia aislada e internada en los bosques. De repente tenemos al protagonista coqueteando con una joven lesbiana que fue su vecina toda la vida y que se enamoró de él a la edad de escuela primaria. the humbling loco x el cine 3 Lo curioso es que la confusión no sólo inunda el cerebro del viejo actor, sino que también invade al espectador. Es simple; el montaje es bastante malo, las actuaciones sumamente débiles (bordeando el absurdo, en el mal sentido de la palabra) y los diálogos o monólogos no son más que una enredadera con final incierto. Sí, imposible separar la mente de la idea que tuvo Alejandro González Iñárritu, y hasta me animaría a decir que un poco de lo que Darren Aronofsky nos regaló con “El cisne negro” (2010). Sin embargo, Un nuevo despertar (The Humbling) no logra jamás crear una atmósfera que nos ayude a sufrir mientras caminamos el calvario de Simon. No queda claro de dónde viene la admiración hacia el intérprete, y convengamos que las sesiones vía Skype con su terapeuta personal hacen de algunas escenas un relato que pretende ser contado en primera persona, pero que falla la mayoría de las veces. Quién sabe, en una de esas Tony Montana aceptó, desinteresadamente, un papel que lo hizo sentir identificado con la situación que vive actualmente. Ojalá que así no sea y nos entregue alguna memorable interpretación antes de caer en picada del escenario. No es que haya necesidad, pero siempre la mejor elección termina siendo retirarse en la gloria. Reflexionando un poco sobre lo que analicé a nivel visual en esta pieza cinematográfica, me quedé pensando que ni siquiera las representaciones metafóricas de muchos espejismos que sufre el protagonista tienen el peso suficiente como para transportarnos a otra esfera del campo fílmico. Tampoco quiero empezar a desvariar, porque ya va a parecer que me contagié del tono catatónico que tiene el guión; un guión que no convence ni como drama, ni como comedia (¿?). Incluso es probable chocar contra una pared de incongruencias entre lo que pretende ofrecer un personaje y lo que termina saliendo de su boca a la hora de tirar letra. the humbling loco x el cine 2 No, querido Al, esta no te la perdono. Ni a vos ni al equipo que estuvo a cargo de este pastiche que a mi humilde parecer no refleja más que una ausencia de creatividad y espontaneidad para con un actor que debería poder fingir cualquier habladuría o torpeza, pero con muchísima más dignidad.
Similitud y fracaso Inmediatamente después de haber terminado de ver Un nuevo despertar (The Humbling) una sola pregunta, casi de agresiva crítica, se puede cruzar por la cabeza de cualquiera: ¿es acaso esta una fallida copia de Birdman? Es que las similitudes con la última ganadora del Oscar a mejor película son realmente llamativas y hasta cierto punto alarmantes, ya que no solo sigue una línea argumental muy similar si no que cumple con representar algunos detalles casi con la misma exactitud que la obra de Alejandro G. Iñárritu. Entonces ¿es la nueva película de Al Pacino (Scarface, Heat) una mera imitación de otra película? Difícil de confirmarlo en este caso, sobre todo si haciendo memoria recordamos las fechas de producción y estreno de ambas películas a nivel mundial, siendo estas estrenadas con diferencia de uno o dos meses internacionalmente. Yendo un poco más lejos, se podría tal vez culpar de las similitudes a una inspiración en el corto de Raymond Carver ¨What We Talk About When We Talk About Love" el cual supuestamente sirvió de base para el guion de Birdman, pero ciertamente las bases que cualquiera podría encontrar en este trabajo con el resultado final de la película se terminan esfumando rápidamente. Es por eso que la nueva obra Barry Levinson (Sleepers, You Don't Know Jack), no puede ser tomada justamente como una mala copia solo por sufrir de un estreno atrasado en nuestras salas, pero siendo justos las similitudes son realmente muchas y variadas. Sin ir más lejos, el hincapié que pongo en las similitudes con otra obra no son más que un artilugio para remarcar en este caso el mal desempeño del guion y la narrativa del film. La historia en sí goza de cierto atractivo, pero ni el guion ni la dirección, que por momentos roza lo experimental, consiguen dar en el clavo para conseguir un producto entretenido. Al Pacino repite la misma clave usada en su último estreno visto en el país Directo al corazón (Danny Collins, 2015), aunque esta se haya estrenado antes en el resto del mundo. El personaje repetido de celebridad envejecida y venida a menos nos hace dudar seriamente cuáles de los rasgos del personaje son realizados a priori y cuáles otros son heredados del mismo hombre que interpreta al personaje. En líneas generales Un nuevo despertar no cumple con nada de lo que se podría esperar de ella y peca de intentar relatarnos una buena historia de una manera muy lenta, que sumado a su leve corte experimental en la dirección y el montaje hacen de esta una mala elección para el público en general. Y si bien su mejor momento llega hacía el final de la cinta, esto no alcanza para contrarrestar la falta de ritmo del resto de la película.
Pacino se ríe de sí mismo La decadencia de un viejo actor es la propuesta de este nuevo film del director de Rain Man y Buenos días, Vietnam. Al Pacino fue una de las estrellas que parpadearon en la última Mostra de Venecia. Como otros famosos actores, está dedicado a sacar partido de su edad, a mostrar sin tapujos las penurias de quienes han entrado en la tercera etapa de su vida y se sienten con fuerzas para seguir en la lucha, o quieren corregir errores del pasado, o incluso encarar nuevos proyectos. Y esto ocurre en la realidad y en la ficción. Lo vemos también en otro film suyo que estuvo hace poco en cartelera, Directo al corazón. En este caso, se trata de una historia de redención, con su excelente composición de un hombre en espiral decadente. Actor shakesperiano, el personaje se encuentra muy cercano a la persona del propio Pacino (sabemos de su trayectoria e interés por los clásicos, él mismo dirigió un documental sobre Ricardo III y otro sobre Oscar Wilde). Después de atravesar un bloqueo actoral, se refugia en soledad en su casa del interior, adonde llega a buscarlo la hija de unos amigos (Greta Gerwig). Muy joven y sexualmente confundida, ella establece con él una relación que resultará complicada para ambos. Basada en la novela La humillación, del gran Philip Roth, esta nueva película del director Barry Levinson (Rain Man, Buenos días, Vietnam) se permite libertades con la historia, le imprime humor, y Pacino le otorga patetismo a ese personaje de actor teatral en crisis que se va descomponiendo física y mentalmente (son muchos los films que abordan este tema). Aunque nunca alcanza la genialidad de la novela -y en eso conspiran varias subtramas nunca bien resueltas-, el film encara también un aspecto tan común a los actores: el cruce entre fantasía y realidad, la dificultad de discernir entre ambos, no saber si lo que les sucede es vida real u obra teatral, que viven y actúan a la vez, donde la vida imita al arte y es común fantasear con la idea del suicidio, etc. (la comparación con Birdman resulta muy cercana). Greta Gerwig en el papel de la joven, un rol complejo y contradictorio, y la estupenda Diane Wiest como su madre y vieja amiga del actor, acompañan al protagonista en esta parodia de sí mismo, en un film íntimo, farsesco, por momentos ridículo, en el cual Pacino se ríe de su propia decadencia.
Bailando entre las sombras Un nuevo despertar (The Humbling, 2015), dirigida por Barry Levinson, es una película tragicómica, sublime e intensa sobre los espejismos, fantasías y declives que atraviesa un actor veterano cuando la ficción y la realidad le resultan lo mismo. Basada en la novela del escritor estadounidense Philip Roth, tiene como actor protagonista al más idóneo: Al Pacino, quien muestra una vez más que en el olimpo del cine se mantiene vivo, conmovedor e inquebrantable. Simon Axler (Al Pacino) es un actor que ha llegado a la cúspide de su carrera. Afamado y de una enorme reputación, está a punto de estrenar Macbeth de William Shakespeare. Sin embargo, se encuentra atravesando un momento particular, está viviendo una crisis existencial donde su realidad y la ficción (demasiados papeles en películas y obras de teatro), se le mezclan. Y cual Quijote su mundo parece ser un delirio constante y, al borde de un perenne insomnio, su mirada más artística sobre el mundo se vuelve turbulenta. El día de dicho estreno sale al escenario y se cae de cara hacia el público. Esto lo lleva a hacer una pausa. Retirado en largas conversaciones con un psiquiatra y recluido de todo, conoce a la hija de una amiga actriz Pegeen (Greta Gerwig), con quien tendrá un romance peculiar. Además, desfilaran delante de él una serie de personajes hilarantes. Nuevamente el dueto Levinson- Pacino trae un drama duro y vertiginoso. Ya habían trabajado sobre los lindes de la vejez en You Don't Know Jack (2010), con un personaje como Jack Kevorkian, quién también posee un pensamiento por fuera de la realidad. Y en Un nuevo despertar vuelven sobre un personaje similar, también aplacado por el tema de la edad pero, en este caso, las voces provienen de las innumerables personalidades que se mezclan cuando uno ha dedicado toda su vida a ser actor. Al ver esta película, se encuentra cierta similitud con Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) (2014), pues en este caso también el protagonista podría ser el mismo Pacino que no quiere recordar sus papeles anteriores y más bien vivir su confusión sobre lo que es real y creíble. Pero lo que en la película de Alejandro González Iñárritu es exceso acá es un viaje más acertado y preciso hacia el propio delirio de Axler, quien dispuesto a todo desea encontrar su sentimiento en el mundo y más aún en el arte. Pacino de una fuerza vigorosa toma las riendas y puede solo contra todo el mar de la locura. Si bien este film es extraño por la mezcla de monólogos, fantasía y realidad, es de esa misma rareza de la que se alimenta. Cada parte parece abrir hacia algo nuevo y más oscuro en la personalidad de Axler. No se puede dejar de mencionar el humor, muy constante y trabajado de manera mesurada y bien proporcionada. Y Al Pacino, también controlado y dando muestras que sigue más intacto que nunca. Ya lo había demostrado en Directo al corazón (Danny Collins, 2014) y aquí nuevamente lo hace: el Dios de la actuación, Al Pacino, vuelve a dejar sin lugar a dudas la muestra de su nuevo despertar.
Es muy fácil trazar paralelos entre Un nuevo despertar y Birdman (2015), ambas tratan sobre un actor entrado en años que busca reinventarse a través de una obra de teatro. Ambas abordan el éxito, la fama, las relaciones familiares y la debacle. La diferencia es que una ganó el Oscar y otra pasó desapercibida. La galardonada película de Alejandro González Iñárritu tiene un planteo más dinámico, novedoso y hasta vertiginoso en cambio en este estreno todo es plano. El mayor problema no es la historia sino el cómo está contada porque aburre mucho. No cabe duda que la interpretación de Al Pacino es formidable y es en él donde se encuentra el sostén de toda la película pero lamentablemente no alcanza. Además hay ciertas cuestiones que uno puede ir imaginándose cómo se darán, sobre todo en su relación con el personaje interpretado por Greta Gerwig, y cuando eso sucede no está bueno. Entre ellos hay buena química y el resto del elenco está bien, pero todos viran en un guión con rumbo errático. Un rumbo que parece extrapolado de la filmografía de su director, Barry Levinson, quien ha dirigido grandes films tales como Buenos días Vietnam (1987), Rain Man (1988) o Sleepers (1996), y paparruchadas tales como La esfera (1998) o Bandidos (2001). Está película se encuentra en el medio. Un nuevo despertar es un drama para pasar el rato y no más que eso, pero hay que tener en cuenta que puede aburrir mucho.
Ya no es lo que era Al Pacino interpreta a Simon Axler, un viejo actor que supo conocer la gloria, pero de quien ahora ya nadie recuerda sus películas, motivo por el cual ha decidido dedicarse al teatro, donde tampoco le va demasiado bien. Luego de un pequeño accidente laboral decide retirarse y se recluye en su casa. La soledad, el encierro y la falta de buenos proyectos son un combo explosivo que lo terminan llevando a una breve internación, luego de la cual continúa su terapia por internet, ayudado por algunas pastillas. Encerrado en su casa y tratando de ver qué hace con su vida, una serie de extraños personajes lo visitan; entre enojos, alucinaciones, y algunos gritos, lo real y lo irreal se mezclan, mientras Simon trata de reconstruir su vida y lo que queda de su carrera, apoyándose en esos personajes, que tal vez no sean reales. El actor mayor venido a menos y otras cuantas similitudes, hace que al ver esta película enseguida se nos venga a la mente "Birdman", la gran película de González Iñárritu. Pero aquí las cosas no son tan buenas, esa ida y vuelta que Al Pacino recorre entre realidad y ficción parece no llevar a su personaje a ninguna parte y confunde al espectador. Salvo alguna que otra escena graciosa, algunos diálogos cínicos y alguna que otra ironía hacia el mundo del espectáculo, la película no tiene mucho que ofrecer. A pesar de la buena dirección y del buen trabajo de la mayoría de sus actores, Pacino esta lejos de sus mejores interpretaciones y Barry Levinson lejos de sus mejores películas. Aunque recorre la vida de un actor, el mundo del teatro y las complicaciones de una carrera cinematográfica, si la historia pretendía ser una interesante reflexión sobre el mundo de la actuación, no lo ha logrado.
Dirigida por Barry Levinson, que adaptó una novela de Phillip Roth que le permite a Al Pacino un buen lucimiento, porque encarna a un actor ya en su decadencia, que ya no puede memorizar las obras, y tiene fantasías y realidades mezcladas, que obligan al espectador a estar atento y no caer en trampas. Profunda mirada sobre la naturaleza humana, ideal para este actor que no piensa en el retiro.
Lejos de las luces de la fama Un proyecto de Al Pacino, dirigido por Barry Levinson (Rain Man, Buenos días Vietnam, Dos sinvergüenzas en Cadillac), con guión de Buck Henry (El graduado, la serie El superagente 86) y basado en un libro de Philip Roth (en el original The Humbling; en España, La humillación). Acompañan a Al Pacino la estrella indie Greta Gerwig y unos secundarios de lujo como Charles Grodin, Dan Hedaya, Kyra Sedgwick y Dianne Wiest. De todo esto, sin embargo, sale una película notoriamente fallida, destartalada. Al Pacino es Simon Axler, actor veterano que decae: malas críticas, depresión e internación en un hospital psiquiátrico. Una mujer en el hospital le propone un asesinato. Cuando sale, hay otra mujer, la hija de dos viejos amigos, también actores, que lo seduce y se muda a su hermosa casa. La seductora es Pegeen (Gerwig), lesbiana y obsesionada con Simon desde años atrás. Con esos ejes y otros agregados argumentales, Un nuevo despertar (un título mucho más luminoso que esta propuesta emparentada temáticamente con Birdman) avanza a los trompicones, porque se nota constantemente que lo que en la novela puede ser pensamiento, digresión, profundización de tópicos y humor zumbón, aquí se traslada en narrativa dolorosamente arenosa, teatralidad fuera de su arte, símbolos groseros (ese tren de juguete), crasas puestas en imagen de miedos y pesadillas, e insistencia en lo que ya está claro. Quedan para rescatar el intenso compromiso de Al Pacino con su rol, la capacidad de Gerwig para no caer en exageraciones y algo de absurdidad para el humor. Pero para observar a Al Pacino reflexionando sobre la actuación, Shakespeare y el teatro, ya teníamos su precisa, afilada y ocurrente En busca de Ricardo III de hace casi dos décadas.
Otra mirada sobre el oficio del actor Al Pacino interpreta a un hombre en el tramo final de su carrera que sufre un colapso en el escenario, mientras hace una obra de Shakespeare. Sobre una novela de Phillip Roth. Con cuatro protagónicos en poco menos de dos años, Al Pacino está dando cuenta de una actividad frenética que lo muestra en forma a los 75 años y dispuesto a someterse al escrutinio del mundo que siempre, inevitablemente, tiene como referencia a la que fue la dorada década de los setenta para el actor, con papeles como Michael Corleone en el Padrino l y ll, Lion en Espantapájaros, Serpico, Sonny en Tarde de perros y ya en los ochenta, el inolvidable Tony Montana de Scarface. El actor neoyorquino ofrece en la actualidad una seguidilla de trabajos que en casi todos los casos lo muestran viejo, frágil y enfrentando el último tramo de su vida. Esa es la línea de El señor Manglehorn, Directo al corazón y especialmente Un nuevo despertar, en donde interpreta a un actor que en el final de su carrera, sufre de un bloqueo que parece terminal. Lo que distingue a Un nuevo despertar del puñado de films de esta etapa de la extensa carrera de Pacino, es que además de la tragedia de un anciano que sufre un colapso en el escenario interpretando Macbeth, le sigue una depresión en donde los fantasmas del pasado y las decisiones erradas de una vida lo sepultan en una avalancha de recuerdos y de soledad aparentemente insalvable. A las órdenes de Barry Levinson (Rain Man, Buenos días, Vietnam) con quien ya trabajó en el telefilm No conoces a Jack, la estrella de Hollywood también se muestra dispuesta a enfocar casi desde la parodia y con buenas dosis de corrosivo humor los achaques de los años y cierto ombliguismo que afecta a algunos artistas que los hace confundir la realidad con su obra. Y el relato, que parte de la novela The Humbing del extraordinario Philip Roth, está armado para que Pacino exhiba desbocado su costado shakespereano, un poco escorado y en decadencia, recorriendo su mansión en pleno divague y que incluso se permite comenzar un romance con una mujer de opciones sexuales amplias, mucho más joven (la extraordinaria Greta Gerwig), a la que conoce desde pequeña y que es la hija de una antigua amante. El regodeo en el patetismo es evidente y la mirada sobre el oficio del actor es feroz, con más de un punto de contacto con la reciente Birdman, de Alejandro González Iñárritu con Michael Keaton. La puesta entonces está al servicio de la deslumbrante performance de Pacino, definitivamente teatral, oscilando entre la realidad y la ficción que plantea el universo de la historia, que paradójicamente lo muestra como lo que es, una criatura cinematográfica.
Actuar para vivir (y viceversa) Intimidad teatral y un gran Al Pacino que actúa de sí mismo en esta adaptación de la novela de Philip Roth. El ocaso de un actor y la eterna pregunta shakespereana, ser o no ser. Esa es la crisis que se desata en Un nuevo despertar, la película en que Barry Levinson (Rain Man) dirige a Al Pacino, una adaptación de la novela La humillación, de Philip Roth. No es la mejor novela de Roth, tampoco la mejor película de Levinson, pero sí es una buena actuación la de Al Pacino, que en cierto modo hace de sí mismo. Interpreta a Simon Axler, un actor maduro que empieza a olvidar sus líneas y a enfrentarse a sus propios fantasmas, los de actuar para vivir, la ficción y la realidad. En Broadway, donde es una eminencia, tras un delirio de camarín, Simon da fin a As You Like It (comedia de Shakespeare) con un salto mortal desde el escenario que lo manda al hospital. Como ya no separa su vida de su vida de actor, bromea con las enfermeras, ensaya gemidos para testear su credibilidad. ¿Sigue siendo convincente? ¿Es el fin de su carrera? Y allí tiene su escopeta, y piensa en Hemingway, a quien, dice, recuerdan más por su escopeta que por sus libros. Más allá de estas preguntas retóricas, en el mundo real lo consideran un suicida potencial, y va a parar a un internado, para hacer catarsis, para inventar nuevos días. Aparentemente recuperado vuelve a su casa, y a cruzarse con su propia historia, o tal vez inventársela, tomando como salvavidas a Pegeen (Greta Gerwig), hija de una pareja de actores que fueron sus amigos, una joven lesbiana que siempre estuvo enamorada de él y que ahora lo obsesiona y enamora. Como obsesiona la juventud, la sexualidad vital, a un tipo de 67 años que en este caso es Axler. Monólogos, diálogos, escenas de psicoterapia vía Skype, y la crisis del actor siempre de fondo, dramática, trágica, cínicamente cómica, y por momentos aburrida. Es un mundo interior el que muestra Levinson, una comedia sutil entonces. Y al final vuelve a estar Shakespeare, su Rey Lear, y Roth, y Pacino, que se asume en el rol de una historia interior oscura, escrita con malicia, a veces demasiado lenta o dispersa, que tiene en el actor, y en las tormentas internas que le muestran el fin de sus días, de su magia, lo mejor del filme.
Ni Pacino redime irregular film de un Levinson decadente Cuando Pacino aprovecha bien diálogos o situaciones hechas a su medida mejora “Un nuevo despertar”, film con torpezas formales y técnicas más propias de un amateur que de Barry Levinson. Hace un par de meses se estrenó en la Argentina la última película de Al Pacino, "Directo al corazón" ("Danny Collins"), donde el inigualable intérprete que siempre será relacionado con personajes únicos como Michael Corleone, Serpico o Tony Montana Scarface, se dedicó a burlarse de sí mismo al encarnar a un cantante pop ridículo y decadente intentado casi un poco demasiado tarde darle un giro sensato a su vida tanto en lo artístico como en lo personal. De algún modo, "Un nuevo despertar", su película anterior, pero que nos llega después de "Danny Collins", se centra en el mismo conflicto, sólo que lo hace de una forma bastante menos sutil desde el momento en que Pacino interpreta a un prestigioso actor shakespeariano cada vez más confundido entre la realidad y la ficción, al punto de que se le mezclan los parlamentos de distintas obras y se pierde en el backstage del teatro. La decadencia del histrión queda en evidencia cuando se arroja de un escenario y luego de pasar unos días en un psiquiátrico, decide retirarse del teatro avergonzado de que la prensa especializada se refiera a él con apodos como "el hombre araña shakespeariano". Pronto sus locuras solitarias que ni siquiera entiende del todo su psiquiatra, que lo atiende vía Skype, son potenciadas por la mala influencia de varias mujeres desquiciadas, empezando por una ex lesbiana que se suponía era su ahijada y que podría ser su hija- pero que está decidida a probar la heterosexualidad con el famoso actor que admiró desde niña. La novela de Philip Roth en la que se basa, por momentos plantea una relación similar a la de "Ese oscuro objeto del deseo" de Luis Buñuel, y no por nada el título original del film bes "The Humbling" ("La humillación", igual que la novela). Como comedia negra, hay grandes momentos de chistes corrosivos acerca de estas relaciones dementes, y en las mejores escenas, Pacino realmente se divierte y divierte al público con el patetismo desmedido de su personaje. Lamentablemente, la película parece filmada por un amateur (algo curioso dado que algo que no le faltó nunca a Barry Levinson, fue prolijidad en lo formal, esencial para éxitos masivos como "Rain Man"). Aquí todo está filmado demasiado rápido, sin mucho rigor, abusando de unos pocos decorados y saturando las repetitivas confusiones del protagonista, que más que el personaje de la novela de Roth, es obviamente una caricatura de Pacino. Fallida a varios niveles (torpezas formales y técnicas, falta de ritmo y de foco en la sustancia de lo que se narra), de todos modos cada vez que Pacino aprovecha bien un diálogo o una situación hecha a su medida, casi redime el conjunto: las escenas buenas, son muy buenas. El elenco también está aprovechado a medias, con una atractiva Greta Gerwig que parece salida de una buena comedia del Robert Altman de los años 70, y es la encargada de aportar una bienvenida dosis de morbo. En este sentido hay detalles retorcidamente divertidos, y dado que uno de los guionistas es Buck Henry, uno de los creadores de "El agente 86", la mezcla de ingenuidad y perversión de los diálogos entre la pareja central podría verse como una versión subidísima de tono de las clásicas rutinas entre Maxwell Smart y la 99. Pero la verdad es que la película es demasiado larga y despareja y desaprovecha todo tipo de talentos, empezando por un par de actrices de peso como Dianne Wiest y Kyra Sedgwick, realmente muy mal dirigidas por un Barry Levinson casi tan decadente como su personaje principal.
Es curioso que esta película que data del año pasado tenga tantas similitudes con Birdman, también del mismo año. Incluso que algunas escenas se parezcan tanto entre sí. Al menos en su contenido, porque mientras Birdman, más allá de que quien les escribe ha sido detractora del film de Iñárritu, apostaba a un estilo propio, Un nuevo despertar no apela a lo estético, sino que cae en una cinematografía simple e intimista. Al Pacino interpreta a Simon Axler, un actor envejecido con un carrera envejecida incluso. Vive solo, su senilidad comienza a hacerse presente, y su único contacto constante es con su psiquiatra, mayormente a través de Skype. Tras un breve lapso internado regresa a su casa y aparece una joven, hija de quien fue amiga y colega. Greta Gerwig interpreta a una lesbiana confundida que va a irrumpir en la vida del actor con su impulsividad y forma libre de ser y con quien, más allá de la diferencia de edad, comenzará una relación. Dirigida por Barry Levinson (director desparejo, en cuya filmografía aparecen películas como Rain Man, Bandits y Yes Man), la película es una adaptación de Philip Roth y está escrita por Buck Henry y Michal Zebede. En el guión se intercala realidad con fantasías producto de un estado mental cada vez más deteriorado. En la vida solitaria que llevaba Simon comienzan a aparecer continuamente personajes excéntricos en su casa o sus alrededores, y en general son mujeres. Al Pacino no falla en su papel (aunque es inevitable ver a Al Pacino en lugar de a Simon Axler en muchos momentos) y Greta le aporta mucha frescura a su personaje. Pero al final Un nuevo despertar termina no siendo mucho más que un conjunto de buenas actuaciones. El film se torna irregular y fallido, haciendo de él una interesante reflexión sobre el mundo de los actores, y lo que conlleva convertirse en muchas personas hasta tal punto de a veces no saber cuándo se está siendo uno mismo y cuándo se está actuando, pero no mucho más.
"Una vida en decadencia" “Un nuevo despertar”, película de Barry Levinson, protagonizada por Al Pacino, cuenta la historia de Simon Axler, un actor venido a menos que poco a poco fue perdiendo su magia arriba del escenario. Luego de un accidente en plena obra, decide apartarse del mundo teatral y ocupar su vida con una mujer mucho menor que él. Pero las cosas se van a ir complicando cuando la realidad y la ficción se entremezclen. Sin dudas lo más destacable de “Un nuevo despertar” es la actuación de Al Pacino, que por más de que pasaron los años y sus éxitos más notables, sigue estando su esencia en pantalla. A medida que la trama avanza, el protagonista va teniendo cada vez más alucinaciones, dejando de distinguir la ficción de la realidad. Es así como también el espectador va a tener una sensación de confusión, porque no va a saber si lo que está viendo es verdad o es una mera invención de Axler. Y esto puede generar cierta incomodidad en el público, si es que prefieren una historia más clara y distinguible. Se puede ver la degradación del actor y cómo su mente, elemento tan preciado para recordar sus líneas, le va a jugar una mala pasada. Pero veremos también la problemática del paso del tiempo (sobre todo en un ambiente tan competitivo como el del teatro), la depresión y las ideas suicidas que pasan por la cabeza de Axler. Sin embargo, estos temas podrían haberse profundizando aún más o servir de reflexión. Se notan como ciertos rasgos de “Birdman”, salvando las diferencias, en el cual se toma como protagonista a un actor que supo ser exitoso pero que ya no se encuentra en esos momentos de su carrera y que vive al límite de su mente. Existen ciertas subtramas que forman parte de este límite entre la realidad y la ficción, pero que no parecerían tener una razón de ser. Podrían existir como no y varias de ellas quedan sin terminar de resolverse. En síntesis, para quienes acepten las reglas del juego y puedan observar esta pieza cinematográfica sin buscar discernir entre lo real y lo ficticio, pueden llegar a disfrutar de “Un nuevo despertar”, pero si quieren las cosas claras, las alucinaciones se volverán conflictivas y el ritmo se tornará un poco lento. Samantha Schuster
Aunque The Humbling parte de una premisa muy similar a la oscarizada Birdman -el ocaso actoral de una gran figura-, el resultado es completamente diferente. Pero mientras que el film de Iñárritu toma esa línea de juego para saldarse con una mordaz crítica al mundo del espectáculo, la última película de Barry Levinson ahonda en la parte más humana del conflicto, con un protagonista en pleno estado demencial al que el telón se le está bajando poco a poco frente a sus narices. A medio camino entre el drama y la comedia, el tono tragicómico de The Humbling refleja el interior de la mente del avejentado Simon Axler, con todos sus recovecos internos, sus pensamientos, sus logros y demás. El espectador es los ojos de este potente actor interpretado con eficacia por Al Pacino, siguiendo sus pasos y enfrentando a una maraña de personajes secundarios, todos con su pasado a cuestas. Hay un interés agridulce por ellos, por delinearlos y ponerlos en contraste para con Simon, pero si bien hay potencial en cada historia, la fuerza de la trama va diluyendo a todos y cada uno de ellos. La lesbiana lanzada de Greta Gerwig, la poco utilizada profesora universitaria de Kyra Sedgwick, la pasivo-agresiva paciente de Nina Arianda, todos son personajes con inusuales historias de vida, pero poco y nada tienen que hacer cuando el hilo narrativo es tan confuso y trunco como la mente del protagonista. Pacino, como Robert De Niro, ha ido eligiendo proyectos que no le hacían justicia al talento actoral que posee, pero en The Humbling constituye la principal razón para ver dicha película. Es un gusto poder encontrarlo nuevamente frente a un desafío como éste -y hasta podría decirse con una pizca de autobiografía también- y solo sostiene un armatoste que por sí mismo se caería a pedazos. Un film hecho para Pacino donde demuestra que no se ha olvidado de lo grande que ha sido. Curiosa e interesante de a ratos, pero no apta para un gran público
Retrato de un actor al filo de la locura Una comicidad entre negra y absurda impregna parte del nuevo film de Barry Levinson que, conocedor de la materia prima con la que cuenta, adecua la trama a la personalidad de Pacino. El resultado es una película autorreferencial, con ciertos tropezones narrativos. El actor Simon Axler está en pleno soliloquio reflexivo acerca de la ontología del oficio, la separación entre realidad y ficción y el proceso creativo detrás del personaje de Shakespeare que se dispone a interpretar en una obra teatral. Ya en el escenario, su performance es un auténtico fiasco, y concluye con él arrojándose al proscenio, signo inequívoco de una crisis que trasciende lo vocacional. Podría pensarse que lo anterior corresponde a la descripción de un fragmento de Birdman, pero no: Simon tiene el rostro de perro cansado de Al Pacino, conocido por su intensidad dramática y su fanatismo por la obra del autor inglés (su ópera prima como realizador fue En busca de Ricardo III). La escena, entonces, corresponde al inicio de Un nuevo despertar, subrayando así la matriz autoconsciente que sobrevuela de punta a punta el desarrollo narrativo del último film del veterano Barry Levinson (Rain Man, Buenos días, Vietnam).Y es que el protagonista de Sérpico, Scarface y Perfume de mujer, el mismo que durante los ’70, ’80 y partes de los ’90 alineó a colegas, público y crítica detrás de la consideración de su talento como uno de los más fulgurantes de su generación, se ha vuelto fatigoso y metadiscursivo, dándole a gran parte de sus últimos proyectos un tinte personal y autorreferencial que los convierten menos en películas “con” él que “sobre” él. La vejez, la redención y el paso del tiempo son los grandes temas de la filmografía del Pacino más crepuscular y, por ende, de las criaturas de esta etapa, incluidas ésta y el cantante folk Danny Collins, de la reciente Directo al corazón.Levinson conoce el potencial de su materia prima. Construye un film en derredor del finísimo límite entre cordura y locura. Allí se mueve Simon, dotado de una ominosa dualidad sobre su condición sin que esto implique ser empujado al vacío del patetismo y la parodia, aun cuando la potencial complicidad en un asesinato o la escena en la clínica de fertilidad lo paren en el abismo del precipicio. Todo lo contrario al tour místico/psiquiátrico propuesto por Alejandro González Iñárritu, que concluía con Michael Keaton literalmente cayendo de un edificio. Ya con Simon dado de alta después del incidente del comienzo, Un nuevo despertar –traducción optimista del mucho más oscuro The humbling original, literalmente La humillación– lo muestra intentando reencauzar su vida. Para esto contribuyen las charlas vía Skype con un psicólogo omnipresente y una suerte de retiro voluntario en su caserón, interrumpido más tarde por la aparición de Pegeen (Greta Gerwig, la estrella de la vertiente más hipster del indie norteamericano), hijita de un matrimonio amigo devenida en treintañera lesbiana y libertina.La progresiva incorporación de ella a la rutina de él, el peso de diferencia generacional a la hora de iniciar un affaire, los mohínes de un Pacino desatado y ciertos vestigios del pasado individual corporizándose en el presente común de la pareja sirven como disparadores de una comicidad entre negra y absurda. Una faceta en la que Levinson parece moverse más cómodo, pero por la que nunca termina de apostar de lleno. Ciertos tropezones narrativos y algunas subtramas que no pasan de la condición de esbozo, como el vínculo con su representante o la relación con la actriz y madre de Pegeen, completan el retrato de un actor al borde de la locura, fuera y dentro de la pantalla.
Un Nuevo Despertar (The Humbling) comienza con un Al Pacino que dialoga frente al espejo en su camarín mientras que se oye de lejos que le faltan tantos minutos para su aparición en escena. Pero algo sucede y la escena que acabamos de ver se reconstruye girando en otro sentido. De entrada el director Barry Levinson nos avisa que nada de lo que vayamos a ver será real, o tal vez sí pero la realidad desde la óptica de un actor, gran representante de la realidad y de la ficción en su máxima expresión. Al Pacino casi que se representa a sí mismo, él lleva adelante el personaje de Simon Axler y toda la película la carga en una espalda que ya no puede contener más el pasado. Para agregarle un grado más de ridiculez a la vida devastada se suma la presencia de Greta Gerwing como Pegeen, la hija de una amiga que de chica siempre estuvo enamorada de Simon y su mundo. Un Nuevo Despertar muestra el crepúsculo del actor. La aparición de Pegeen será el presente y el futuro lejos del escenario. Ella será quién le demuestre que está en el olvido convirtiendo su pasar en una gran parodia. Levinson, director de Buenos Días, El Mejor, Vietman y Rain Man, apuesta llevar al máximo la decadencia e indiferencia que sufren los actores y Pacino se presta notablemente en mostrarse como tal poniendo todo el cuerpo en la película. Un nuevo despertar, tanto como Birdman, muestra la desdicha actoral en comedia pero con un trasfondo bastante dramático.
"Un Nuevo Despertar" es una experiencia totalmente diferente a todo lo que venimos viendo, sobre todo si lo que queres ver es a un Al Pacino cien por ciento Pacino, brindando una interpretación espectacular, pero que a mi parecer, una de las partes más importantes, como lo es el guión, falla. La película se torna interminable, por momentos aburre y llega a un punto en el que uno no sabe para donde se va a disparar. Otra historia más que apunta a la decadencia de un actor tras una mala interpretación y al redescubrimiento de un amor mucho más joven que él, sin aportar nada interesante como balance final. Greta Gerwig es genial, y su personaje es super atractivo (en el trailer), pero a mí, no me terminó de convencer. Peli diferente pero interesante, salvo por los chispazos de su guión, pero que sobrevive gracias a las actuaciones.
Estrenada en el mismo Festival de Venecia en la que se dio a conocer BIRDMAN, era obvio que una película como UN NUEVO DESPERTAR iba a quedar opacada por el show-off técnico/emocional que fue aquella película que terminó ganando el Oscar. Curiosamente, en los puntos en los que una y otra se tocan, tengo la impresión que el filme de Barry Levinson (RAIN MAN) protagonizado por Al Pacino es mejor, más incisivo, sincero y crudo que el de Alejandro G. Iñárritu. Ambas se centran en un actor en decadencia y con algunos problemas mentales, ambas cuentan con situaciones oníricas (o no del todo claras) y tienen una performance central que se lleva puesto todo. La ironía es que BIRDMAN funciona narrativamente mejor, pero esta adaptación de una novela de Philip Roth que aquí se editó como LA HUMILLACION es cinematográficamentre más torpe pero emocionalmente más verdadera. El problema de UN NUEVO DESPERTAR es que no es sólo sobre la vida de un actor decadente y su trama principal –la relación de este veterano intérprete y una joven lesbiana que se enamora de él– es decididamente más floja y complicada. La novela no es de las mejores de Roth y si bien Levinson y el guionista de EL GRADUADO, Buck Henry (con Pacino, un trío de veteranos de la vieja guardia hollywoodense), le han cambiado bastantes cosas para hacerla un tanto más “políticamente correcta”, no logran que esa transformación tenga vida cinematográfica propia. Da la impresión de que fuera de su relación con el teatro y con el paso del tiempo, el filme no logra sostenerse del todo. Humbling PacinoEl inicio es lo mejor, entonces. Es allí donde Pacino saca todas las plumas y va y viene de Shakespeare al texto del filme, luciéndose en un tono un tanto menos histriónico que en sus últimos papeles, pero que igualmente deja en claro su condición de divo de la actuación. Acaso como uno no puede terminar de separar del todo al actor del personaje, estos pasajes del filme resulten los más emocionalmente honestos, donde se lo siente más comprometido. ¿Qué pasa cuando un actor no puede recordar más sus textos? ¿Cuándo confunde su vida con sus trabajos, sus palabras con las palabras de otros? ¿Cuándo se piensa a sí mismo actuando en el mundo real y mira a los demás como personajes también? Ese tema de la novela y del filme son sin dudas los más ricos de analizar (no por nada Pacino abre con el famoso monólogo de COMO LES GUSTE: “Todo el mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres meros actores”), pero una vez que el tema va cediendo en importancia, lo mismo sucede con la película. Tras lanzarse desde el escenario al final de esa obra y pasar por un psiquiátrico, Simon Axler (Pacino) se retira a una casa de campo y allí se reencuentra con Pegeen (Greta Gerwig), la hija de dos actores amigos suyos de toda la vida. Ella estaba enamorada de él de pequeña y si bien hace 16 años que solo sale con mujeres, no puede evitar la tentación de dejar todo por él. humbling1Allí el filme entra en una zona enrarecida tanto en lo temático como en lo narrativo, ya que nunca sabemos hasta qué punto lo que vive Axler es real o producto de su imaginación. Hay una fan suya que lo vio interpretar a un asesino en una película y ahora quiere que mate a su esposo. Están los padres de Pegeen (Dianne Wiest y Dan Hedaya) que no quieren saber nada con la relacion que tiene con su hija. Están las novias y amantes previas y nuevas de Pegeen. Está su agente (Charles Grodin, otro veterano notable) y su psicólogo (Dylan Baker), que tratan de encarrilar la vida complicada de este hombre que parece haberle puesto demasiadas fichas a esa relación para salir de su mal momento. Y la película empieza a morderse la cola, como enredada en su propia narrativa entre dramática, cómica y absurda. Si la idea era representar la confusión del personaje a través de esos juegos de realidad y fantasía, tal vez la idea era mejor en el papel que en la piel de los actores. Por suerte, para el final la situacion empieza a desenredarse para volver a los orígenes y la película recupera en cierto sentido su centro. Tomar una de las novelas más flojas de la carrera de Roth puede parecer un contrasentido, pero en cierto modo es una buena elección ya que habitualmente las mejores novelas de este escritor norteamericano que han sido adaptadas al cine no han tenido mucha suerte en la trasposición. Y esta le cae a la perfección a Pacino, quien se deleita especialmente jugando alrededor de la línea muy delgada que separa a su personaje de la locura o la alienación total, una experiencia que es bastante cercana a la de muchos actores. Es a él, finalmente, a quien uno no puede dejar de ver cuando mira UN NUEVO DESPERTAR. Una película puesta al servicio de un actor que, a esta altura del recorrido, está más allá del bien y del mal…
Como el ave Fenix pero con el Rey Lear Al Pacino brinda una clase magistral de actuación y es el principal imán de este film inspirado en la novela homónima -The Humbling- de Philip Roth, guardando curiosamente grandes coincidencias con "Birdman", la película de Iñarritu ganadora de cuatro Oscar. Barry Levinson, responsable de películas como Mentiras que matan o Rain man, adapta la novela de Philip Roth “The Humbling”, cuya traducción al español “La Humillación” refleja mas claramente el tema principal de esta película que guarda muchos paralelismos con Birdman, de G. Iñarritu. Con una estructura argumental similar a Birdman -incluyendo un inicio con el protagonista hablando con su otro yo y un plano secuencia que lo sigue hasta que queda atrapado afuera y su posterior intento de ingreso al teatro por la puerta principal-, Un nuevo despertar tiene como protagonista a un veterano y famoso actor de teatro sumido en una crisis de identidad, donde lo que otorgaba cierto sentido a su existencia, su impresionante facultad para expresar sentimientos, crear personajes y emocionar a los receptores de su magia ha desaparecido. Sumido en una depresión decide abandonar su profesión para recluirse en un psiquiátrico, donde tropieza con una antigua fan -Kyra Sedgwick- que quiere que mate por ella, y luego comenzará un particular affaire con una joven lesbiana interpretada por Greta Gerwig, que resulta ser la hija de una vieja compañera de profesión, además de fiel admiradora. La trama ira dando lugar a este hilarante personaje, interpretado magistralmente por Al Pacino, y la trágica humillación en que deviene su existencia.Así es como la capacidad hipnótica de un Al Pacino, capaz de mostrarse sublime y miserable a la vez, marca el compas de un relato tragicómico que no termina de quedar claramente concebido al comienzo, pero que luego él se encargara de equilibrar, regalando momentos brillantes como la escena del veterinario, la extraña huída de una mujer que le quiere como asesino de su marido o, citando dolorosamente a Shakespeare mientras continúa sesiones vía skype con su psiquiatra -Dylan Baker-. Como un juego de espejos con Birdman, Un nuevo despertar también tiene a un hombre que ha perdido la pasión e inmerso en una profunda depresión y que resurge de sus cenizas gracias al Rey Lear -en este caso-, pero la diferencia radica en que Birdman focaliza en el miedo a ser olvidado y la feroz critica al mundo del espectáculo. Mientras que en Un nuevo despertar la mirada se centra en las miserias humanas y el miedo a olvidar, dejar de existir no sólo para los demás sino para uno mismo. Sin dejar de lado la crítica a la industria y otra dirigida al público, que en su mayoría esta mirando sus teléfonos mientras el protagonista recita a Shakespeare. Un nuevo despertar deja la extraña sensación de una trama recientemente vista y mejor contada, pero con una leyenda de la actuación cuya maestría la vuelve nuevamente interesante.
Al Pacino es un actor que vive el crepúsculo de su carrera en Un nuevo despertar, la nueva película de Barry Levinson, uno de los grandes que quedan en Hollywood. Se sube el telón y el laureado actor Simon Axler, un veterano del teatro, nos dice que el mundo es un escenario y que los hombres y mujeres son meros actores. La frase se repite y resuena en la sala porque la voz de quien la pronuncia es de otro famoso actor que vive el crepúsculo de su carrera: Al Pacino. Las líneas shakespereanas atrapan y hacen que todos presten atención al discurso de ese actor/personaje que, antes de salir al escenario, besa las máscaras de su propia tragedia y comedia. Así empieza Un nuevo despertar (su título original es The Humbling), película basada en una novela del también famoso veterano de la literatura norteamericana Philip Roth y dirigida por Barry Levinson (Rain Man), uno de los pocos grandes que quedan en pie en la cada vez más pesadillesca fábrica de los sueños. Simon es un actor entrado en años que siempre se movió en las tablas como en la vida cotidiana. Hasta que un día se da cuenta de que esa capacidad natural para actuar comienza a extinguirse y que su vida está justo en ese punto donde se empieza a perder gradualmente lo que mueve y activa a las personas: el deseo. Después de un intento de suicidio fallido, Simon decide recurrir a una institución para el tratamiento y la rehabilitación. Allí conoce a Sybil (Nina Arianda), una extraña mujer que le pide que asesine a su marido. Pero una vez que Simon vuelve a su mansión se lleva una sorpresa mayor. Alguien le toca la puerta y al abrirla se encuentra con la seductora Pegeen (Greta Gerwig), la hija de una vieja amiga, a la que sólo recordaba como niña y nunca la hubiese imaginado convertida en semejante mujer. ¿Qué hacer ante la senilidad que avanza lenta pero segura? ¿Podrá Pegeen cambiar su vida y devolverle la capacidad para actuar? Estas son las cuestiones que preocupan a Simon. Y si la línea que separa al genio de la locura es muy fina, este es el drama de un personaje que se encarga de borrar esa línea. Barry Levinson utiliza mucho el primer plano, el plano corto, la cámara al hombro que se mueve de un rostro a otro en el medio de escenas intimistas, de confesiones, de delirios y largos monólogos y soliloquios existenciales. Y, por supuesto, no faltan las fantasías eróticas marca Roth y los vaivenes cómicos de su protagonista sexagenario. Meterse con un texto ajeno siempre es un riesgo y Un nuevo despertar no hace más que demostrar que a su director le salen mejor las cosas cuando dirige sus propias historias, cuando se mete en su territorio, en Baltimore, donde está la gente que conoce, como en la excelente Diner, su ópera prima. Sin embargo, Levinson logra intercalar de manera clara la historia que Simon le va contando a su psicólogo. El resultado es una película digna que evita los golpes bajos y el sentimentalismo lacrimógeno.
Pacino, entre Philip Roth y Shakespeare Hay mucha gente talentosa zumbando alrededor de este transitado texto de Philip Roth. Junto a Al Pacino, totalmente entregado al personaje, se alinean Barry Levinson (de quien pronto veremos “Rock the Kasbah”, con Bill Murray); Buck Henry, que además de ser el creador del Superagente 86 escribió el guión de “El graduado”; y un excepcional elenco al servicio de breves e intensas intervenciones. Pero la película es de Pacino, del principio al fin. Los claroscuros que constituyen la tragicomedia de Simon Axler, sus chispazos geniales, sus excesos y su inocultable esnobismo, recorren la película y definen su identidad. Levinson es un consumado director de actores, toda una rareza en estos tiempos. Vieja y valiosa escuela. Su cámara está al servicio del omnipresente Pacino. Hay un monólogo de Simon Axler, durante una ronda de terapia. Levinson lo resuelve con un plano secuencia que emula al ojo del espectador. Así es la puesta, un pulso de teatralidad pura. El colapso psicofísico de Axler le impide centrarse en la realidad, ya no puede escindir su cotidianidad de la actuación. ¿Es sincero cuando habla o está haciendo un papel? Después lo discutirá con su psiquiatra a lo largo de permanentes sesiones por medio de Skype. Allí, enfocado por una cámara, Axler/Pacino se encienden. “Un nuevo despertar” (título horrible y van...) se permite una mayor complicidad emocional cuando abreva en el humor. Allí se afloja y le da un respiro a Pacino. No es poco, teniendo en cuenta que Axler debe lidiar con la irrupción de Pegeen (a quien su lesbianismo no le impide seducirlo y obsesionarlo), con la ex novia de la chica (devenido transexual), con una lunática que pretende convertirlo en un sicario y con una carrera actoral que parece aniquilada. Entre pasajes de “Macbeth”, la referencia al ineludible “Ricardo III” y una versión epifánica de “El rey Lear”, Axler navega por peligrosos mares oníricos y se obliga a tomar la gran decisión.
Si cree que se trata de una película sobre la nueva oportunidad de alguien que se enfrenta a la vejez, es cierto. Pero también es cierto que el film tiene como protagonistas a un experto en Shakespeare llamado Al Pacino y a un director sensibilísimo (no siempre bueno, pero siempre sensible al medio tono) llamado Barry Levinson. Y que entonces el film se hace terso, agradable y emotivo sin caer nunca en el golpe bajo convencional.
La locura que consume a la genialidad Es curioso, y quizás a algunos nos dé pena, cómo este film pierde durante un gran lapso el hilo de lo que podría haber sido una gran película. El juego al que nos invita Barry Levinson nos inserta en la vida de un actor que se consume a sí mismo, pero termina consumiendo también a la película. Un nuevo despertar da a conocer a un hombre que ha dedicado toda su vida a la actuación, pero que en los últimos tiempos ha perdido su aptitud y hasta la cordura. Con estos problemas no le queda otra posibilidad que tomar un descanso del trabajo. Y es ahí cuando empieza a notar que para él la vida es actuación, todos estamos dentro de un gran escenario que es el mundo. La teorización que realiza el personaje no es nueva, pero a mi gusto siempre es interesante este concepto y el personaje que realiza Al Pacino no busca innovar sino que descubrir esto. Se mira, y empieza a descubrirse actuando en todo momento. Este límite fino que plantea entre el arte y la realidad hace que este actor haga de su vida un arte. Estos puntos que planteamos recién sobre el film lo colocan en un estilo de película que busca teorizar sobre el arte mientras que lo teórico se vuelve fáctico. Inclusive se plantea, de una manera muy interesante, cómo el espectador confunde la personalidad, o al actor mismo, con el personaje que encara. En este sentido la propuesta es atractiva y bien trabajada al comienzo. Sin embargo, luego de los primeros veinticinco minutos cae en una laguna, muy parecida a la que vive el personaje, de la que no se recompone hasta el final, que termina con el mismo estilo de cómo comienza. Películas como Un nuevo despertar generan una inquietante bronca, porque uno como espectador encuentra razones por las cuales el producto final tendría que haber sido mejor. Y a pesar de un muy buen planteo inicial y una banda sonora llamativa, el film termina consumiéndose a sí mismo.
El ocaso de un actor. Todo gira en torno a Simon Axler (Al Pacino, “Directo al corazón”) un veterano y famoso actor de teatro que se enfrenta a un desafío en el escenario al componer dos personajes shakesperianos: al Prospero de “La tempestad” y a Macbeth. Y sufre un bloqueo, tras una penosa interpretación de Macbeth, Simon no tiene más remedio que aceptar que los días de laureles pertenecen al pasado y se sumerge en una profunda depresión que le lleva incluso a pensar en el suicidio. Surgen una serie de inconvenientes, pero alguien llama a su puerta; es la hija de una vieja ex amante, Pegeen Mike Stapleford (Greta Gerwig, “Amigos con derecho”), esta le va devolviendo las ganas de vivir, va recuperando el brillo en todo su ser, esta mujer lo lleva a la aventura le transmite su energía y juventud, esta relación no será fácil traerá ciertas complicaciones, confusiones y obstáculos en ambos. En esta película del cineasta Barry Levinson (“Rain Man”, “Buenos días, Vietnam”, “Dos estafadores y una mujer”), el título de la novela es “La humillación” de Philip Roth, pero acá a la película la titularon como “un nuevo despertar” les resulto más atractivo y en España como “La sombra del actor”. Se van abordando distintas temáticas, se permite ciertas licencias, habla de la crisis de un actor entrado en años tanto física como mentalmente, con momentos de tensión que se van armonizando con toques de humor. Comienzan los distintos replanteos, con una maravillosa interpretación una vez más de Al Pacino (75) que se enfrenta perfecto a la cámara y con toques shakesperianos, muestra que le va pasando a un actor entrado en años. Se va relacionando con los distintos personajes: Sybil (Nina Ariandra), que lo quiere como asesino de su marido, argumentando la experiencia que adquirió en teatro; el encuentro con la joven Pegeen que lo hace revivir y la escena divertida entre Pacino, Gerwig y los padres de la chica: interpretados por Dan Hedaya (“Los sospechosos de siempre”) como Asa y Dianne Wiest (“El laberinto”) como Carol. Desde el primer fotograma contiene algunas similitudes con “Birdman” (2014). Lo único que no ayuda mucho es la adaptación del guión por lo tanto para algunos espectadores algunos pasajes pueden resultarles un tanto aburridos.
Actuar para sobrevivir Adaptación de la novela homónima de Philip Roth, The Humbling, la aquí retitulada Un nuevo despertar es el vehículo perfecto para Al Pacino, que entrega su mejor rol en años, bajo la también experta batuta de Barry Levinson. Su Simon Axler es una versión alternativa del actor, con la megalomanía y la furia intactas, pero con las hipotéticas frustraciones de no haber triunfado en 35mm. Antes de un suicidio frustrado en una tarima de Broadway, Simon murmura fragmentos de El Rey Lear y las líneas del bardo inglés no lo abandonarán durante su convalecencia en un psiquiátrico, primero, y luego en su mansión exclusiva, hasta el regreso con pompa a los escenarios. Pero entre esos dos momentos, que son una versión menos rimbombante de Birdman (incluyendo un momento curiosamente similar, donde Simon queda afuera del teatro cuando arranca su obra), vive las mil y una a cambio de recuperar, no sin fatiga, el deseo por una noche de sexo. Las postulantes son alocadas. Sybil (Nina Arianda) es una ex colega del psiquiátrico que lo precisa para matar a su marido y Pegeen (Greta Gerwig) una lesbiana confusa, hija de un matrimonio amigo. Entre ellas dos y un terapeuta que atiende vía Skype (Dylan Baker), Axler asume de modo tragicómico a un orden emergente donde los viejos códigos no aplican al posfeminismo ni a las comunicaciones a distancia.
No puede decirse que el comienzo de Un nuevo despertar sea deshonesto: la película arranca con un Al Pacino más amanerado que nunca, haciendo a un actor (sobreactuación al cuadrado) que ensaya las líneas de una obra de Shakespeare en su camarín. Si ese comienzo, con su catarata de gestos, con su impostación, con la forma exagerada en la que se recitan el texto mientras se pone cara de loco, no termina de espantar definitivamente al espectador, eso significa que ya se pasó alguna clase de prueba y que se está listo para ver lo que sigue. No se trata de dictaminar que la interpretación de Pacino sea mala, sino de saber si la sensibilidad de uno puede tolerar esa autoconciencia: la película diseña un sistema propio que se ajusta al método de su protagonista, por lo que el tiempo que resta de metraje vamos a ver mucho más de eso. La puesta de Barry Levinson es igualmente aparatosa y no para de señalarse a sí misma, como ocurre durante la sesión de terapia grupal a la que asiste Simon Axler (Pacino): el tipo se queda callado varias veces, otea el horizonte con cara de haberse perdido para siempre, se acomoda suave pero visiblemente el pelo grasoso (el gesto es lento, para que se note), habla entrecortado como todas esas criaturas del mal teatro y el mal cine que adoptan para sí mismos un aire trágico. La imagen hace su parte: el plano es reposado pero se mueve, no al punto de temblar, pero sí lo suficiente como para que el espectador perciba el desplazamiento; en un momento, vira hacia una composición extraña (Al Pacino mira hacia la izquierda pero el espacio libre del encuadre está a la derecha) que indica gruesamente que el protagonista está mal, que su vida está sumida en un desorden incorregible, que Axler se encuentra fuera de sí. Esa escena, igual que al comienzo, parece poner a prueba nuestro umbral de tolerancia al ridículo involuntario, porque no es que el director se esté riendo de su protagonista, sino que todo el asunto cobra cierta gravedad: si hay algún resto de comedia ahí, se trata de fragmentos de comedia negra, ese humor impiadoso que se burla de problemas serios. Digo fragmentos porque esa clase de comedia suele demandar algún tipo de explosión, de risa desatada sobre las pobres víctimas de ocasión, cosa a la que Levinson jamás llega. Lo suyo es una especie de mezcolanza entre un tono enrarecido con dejos al ya mencionado humor negro con thriller, sátira y absurdo (la mujer que se transforma en hombre para seguir gustándole a su amada, ahora con nuevas inclinaciones hétero). En el medio hay una historia de amor que funciona básicamente gracias a la frescura y el encanto de Greta Gerwig, que acá está bastante más misteriosa de lo habitual; su personaje es el único que puede sugerir secretos y segundas intenciones sin necesidad de sobreactuar. Axler está cada vez más sacado, pero Al Pacino no pareciera entender bien la locura y, para compensarlo, incrementa su arsenal de gestos, tics y miradas hacia la nada. El relato sobre un actor que no puede actuar, pero que igual debe hacerlo, termina siendo en realidad una especie de tratado un poco pomposo sobre lo que Al Pacino cree que es el teatro y el ponerle el cuerpo a un personaje, solo que acá le falta la gracia y la ligereza de Buscando a Ricardo III. El final termina de manera predecible, con una resolución que está a mitad de camino entre El cisne negro y Birdman, jugando a la ambigüedad con el tema que la película machacó la mayor parte del tiempo: la confusión entre realidad y ficción, entre actuar y ser uno mismo, entre la vida y el teatro y todo eso. La cosa es bastante bochornosa, como parece comprenderlo bien Greta, que abandona raudamente el relato unos minutos antes del cierre, demostrando de paso que su umbral de tolerancia no era tan alto como el nuestro.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Basada en la novela “La humillación”, de Philip Roth, la nueva película del director Barry Levinson (Rain Man, Buenos días) habla sobre la decadencia, soledad, ego y locura de un famoso actor de teatro y con alguna películas en su haber, que al llegar a los 67 años pierde la capacidad de recordar sus guiones y decide aislarse por un tiempo. Al Pacino (Simon Axler) le da vida a este hombre. Un hombre cansado, que luego de probar de todo para poder recuperarse, pastillas, psiquiatras y hasta el suicidio pareció una buena opción, conoce a la joven confundida sexualmente (Greta Gerwig), que de chica tuvo fantasías con él y ahora las puede cumplir.