Las vimos mejores, las vimos peores, pero, por sobre todas las cosas, las vimos antes. Son las sensaciones que acompañan los primeros minutos de Una noche de amor, que aborda un tema remanido no sólo en el cine local: la rutina que comienza agobiar a los matrimonios entrados en la cuarentena y su consiguiente crisis. Por apelar a la empatía del público, el estrato social de sus protagonistas y hasta por compartir elenco (el caso de Carla Peterson), acaso el antecedente más cercano a la película de Hernán Guerschuny sea Dos más dos (2012), de Diego Kaplan. Pero si allí la válvula de escape apunta a la excentricidad (las prácticas swingers), el cable a tierra aquí es tan terrenal como una cena a solas (aunque quienes viven rodeados de hijos, trabajos y demás saben que concretar una cita de esas características es una proeza). Paola (Carla Peterson) y Leonel (Sebastián Wainraich) son una típica pareja de clase media (tirando a acomodada) porteña. El es guionista y ella, psicóloga. Tienen dos hijos, muchas obligaciones y el lógico desgaste de los años. Pero un suceso los pone en alerta: sus mejores amigos se separan justo el día en que habían arreglado una salida juntos, lo que les hace replantear su propia relación. Cancelado el compromiso grupal y con los chicos en lo de la abuela, Paola y Leo ven la oportunidad de ponerse a prueba y deciden salir solos. Claro que esa larga noche les deparará una serie de encuentros e imprevistos... Guerschuny, que ya había mostrado dotes para la comedia romántica en su debut El crítico, aquí suma a Wainraich para el guión, lo que le da luz verde al conductor para las autorreferencias. Algunas de ellas funcionan (es indudable su timing standapero, aunque en su justa medida) y otras resultan un tanto excesivas (la cita al tornado de Atlanta, sólo para mencionar al club del cual es su hincha más famoso). Hay, además, una clara búsqueda de interpelar al espectador al poner sobre la mesa temas que dividen a la progresía bienpensante (los trapitos, las mucamas con cama adentro) pero lejos de sentar posición se disuelven en el chiste oportuno. Fuera de estos reparos, la química de la dupla protagónica lleva de la mano una película que tiene más de un momento logrado. Un ejemplo es el encuentro el encuentro de la pareja con un arrogante creativo (interpretado por Rafael Spregelburd), que muestra sin tapujos la tilinguería del mundo de la publicidad. O la discusión entre Leonel y el dueño de un garage, donde se pone de manifiesto el orgullo masculino. Una noche de amor tiene muy en claro adónde apunta y logra inevitablemente (al menos en los de este rango etario) la identificación en varios pasajes ¿Se ha formado un nuevo tándem para la comedia local?
El amor después del amor Una comedia romántica construida con oficio, pero también con desniveles actorales que le quitan cierta gracia y fluidez. Tras su promisorio debut con El crítico, Hernán Guerschuny filmó un guión escrito y protagonizado por Sebastián Wainraich. Reconocido conductor radial y televisivo y popular cómico formado en el universo del stand-up, Wainraich es el principal impulsor, pero también el principal problema de esta comedia romántica de (re)matrimonio. Dueño del punto de vista de la película, de muchos de los diálogos más filosos y de los diversos quiebres tragicómicos del relato, sus evidentes limitaciones (al menos en la pantalla grande) le quitan a Una noche de amor buena parte de la gracia y fluidez necesarias. Wainraich interpreta a Leonel, un guionista casado desde hace 12 años con una psicóloga llamada Paola (Carla Peterson). Habituados a la rutina familiar (tienen dos hijos), los protagonistas se encuentran con la posibilidad de disfrutar de la velada a la que alude el título. El problema es que la salida de a cuatro originalmente prevista se cancela cuando su pareja de amigos se separa de manera sorpresiva y... ¡quedan solos! La primera parte del film no está nada mal con la descripción de las inseguridades, contradicciones, vacíos, incomodidades, miserias y fantasmas del matrimonio (seguir pendientes de los chicos, sobrellevar la mala atención en un restaurante y la hostilidad de la gran ciudad, recuperar la capacidad de seducción, lidiar con un “trapito” o con el encargado de un garage), pero a medida que avanza la película se va quedando sin nafta (como el auto de ellos, en un recurso demasiado subrayado). Cuando la crisis de la pareja estalla y la película entra en una zona “dramática”, melancólica y sentimental, la cosa se pone entre banal y torpe, con Wainrach otra vez incapaz de sostener esos registros y climas. La utilización de flashbacks y de escenas con las fantasías eróticas de él (con el personaje de una atractiva vecina interpretada por Justina Bustos) tampoco agregan demasiado. La película está narrada con indudable oficio (hay muchas escenas nocturnas y en exteriores) por Guerschuny, quien apela a la identificación (y por momento la consigue) con las penurias de esas parejas de largo aliento, dominadas por el desgaste y la previsibilidad. El contrapunto con un avasallante publicitario bon-vivant (Rafael Spregelburd, protagonista de El crítico) y su novia (María Carámbula) es bastante graciosa, pero también demasiado obvia y por momentos forzada. Otro aspecto interesante que el film cuestiona pero en el que no profundiza demasiado es la cobardía/angustia del hombre y su supuesto lugar como garante de la autoridad y la seguridad, ciertos lugares comunes del macho porteño y los clichés de una masculinidad ya perimida. Las referencias explícitas e implícitas (Seinfeld, los aspectos fóbicos y culpógenos del humor judío, Después de hora) apuntan a un ritmo y una negrura que Una noche de amor extraña en varios pasajes. Estamos frente a una comedia de enredos correcta, premeditamente leve y superficial, pero que no alcanza a funcionar del todo bien en los términos en que está planteada. PD: La película tiene sendos cameos de Guerschuny y su socio Pablo Udenio, directores de la revista Haciendo Cine y coproductores del proyecto con su compañía HC Films. PD 2: El equipo de audio del auto de Leonel tiene puesta la 95.1; es decir, la Metro, radio en la que Wainraich conduce de lunes a viernes el programa Metro y Medio. PD 3: Entre los productores figura Alejandro Cacetta, actual presidente del INCAA, ya que en el film participa Patagonik, empresa de la que formaba parte hasta asumir el cargo.
Nosotros que nos queremos tanto. En el juego de la vida, uno inicia su camino consiguiendo un trabajo, luego se casa, tiene hijos, compra un auto, una casa, paga algunas deudas, sale de vacaciones y llega al final de la meta. Nunca se sabe de ese muñequito rosa o celeste, dependiendo cual sea su género, cómo llego a ese estado de adultez. Algo así pasa con los protagonistas de Una Noche de Amor. Leonel (Sebastián Wainrach) y Paola (Carla Peterson) son un matrimonio que lleva 12 años en su haber (o en el debe, considerando en qué parte de la película nos encontremos). Tienen dos hijos, ambos son exitosos en su trabajo -guionista y psicóloga, respectivamente-; todo lo que pareciera indicar una vida feliz… o no. Una noche en la que saldrán con una pareja amiga, ésta le cancela, y se encuentran ante la disyuntiva de seguir adelante con el plan y tener una cena solos, luego de tanto tiempo, o seguir en el lugar seguro de un cómodo sillón en casa, sin riesgo alguno. Se deciden por la primera opción y la noche les traerá un tablero de emociones, situaciones y sensaciones con las que tendrán que enfrentarse y decidir qué rumbo seguir. Dirigida por Hernán Guerschuny (director de El Crítico, quien se da el lujo de hacer un fugaz cameo a lo Alfred Hitchcock y colabora también en el guión, escrito por Wainraich), esta comedia romántica es una brisa de aire fresco dentro de un cine argentino que necesita cada tanto historias cercanas, de esas que nos pasan a todos, que nos habla de trivialidades tales cómo a quién dejar a los chicos si salimos (en este caso a la abuela, interpretada por Soledad Silveyra), de ese tipo de amor que sabemos que está pero cada tanto tenemos que recordarlo; esas cosas que odiamos del otro, que quizás en el fondo sea lo primero que amamos cuando lo conocimos. Se aprecia el talento del guionista y su extenso curriculum de stand up; muchos chistes podrían perfectamente pertenecer a un número de teatro por la noche. Tal vez en su debut protagónico en la pantalla grande sintamos ese pasado del teatro o esa genialidad de los dotes radiales, pero acompaña, y bien, a su partener Carla Peterson, quien realmente es una de las actrices del momento: versátil, genuina, y sobre todo, creíble, algo difícil de lograr en las interpretaciones del cine local. Acompañan en elenco, Rafael Spregelburd, un actorazo que se roba toda la escena del bar que comparten también con María Carámbula, y son estos dos personajes los que quizás funcionen como catalizadores para dar pie a todas las dudas e incógnitas que harán a la pareja protagonista reeplantearse toda su relación. Un sutil lujo que se da el director, es la aparición de Isol Misenta (esposa en la vida de Spregelburd), talentosa dibujante y brillante cantante, en segundo plano en la citada escena del bar. Completa elenco una buena actuación de la joven Justina Bustos. Una buena opción en cartelera, donde el punto más flojo quizás sea esa fotografía del cine argentino, que a veces se vuelve media acartonada y un poco plana, pero nada opaca una buena historia, reforzada con virtuosas interpretaciones y un sólido guión. Sólo queda la invitación a reconocerse en este juego de la vida, en el que todos somos jugadores protagonistas.
Una noche de amor es de esas películas que te dejan pensando y reflexionando. No porque uno pueda descubrir en ella una gran verdad sino porque es imposible no sentirse identificado.Más aún si el espectador es casado y tiene hijos, pero también los que no se encuentren en esa situación porque aborda a los sueños, los anhelos, las fantasías, lo cotidiano y algo tan simple como enfrentar levantarse de un restaurant sino te gusta el menú.Sebastián Wainraich no solo es el protagonista de esta comedia romántica sino que también la guionó y los que lo sigan en radio o teatro van a poder encontrar rasgos y características de sus anécdotas y sus pensamientos en esta obra genialmente escrita.El director, Hernán Guerschuny, hace todo lo contrario a lo que planteó en su ópera prima El crítico (2014) donde se burlaba de este género como hilo conductor porque aquí se apropia del mismo y lo exprime a su máxima potencia saliendo indemne de todos los clichés y lugares comunes.Por su parte, Carla Peterson está muy bien y le crees todo el tiempo. Hace buena dupla con Wainraich.La historia es simple pero divertida y emotiva. No es pretenciosa y aún así logra meterse muy dentro de uno en algunas escenas.Lo que hay que destacar por sobretodo es lo bien construidos que están los personajes. Son reales pero al mismo tiempo cinematográficos.El protagonista encuentra correlato en personajes de Woody Allen por su neurosis y respuestas dentro de un grupo de elementos bien estereotipados. Los ojos más cinéfilos notarán estos detalles y otros más.Me encantaría poder hablar del final porque me encantó, es de esos que te recuerdan el por qué te gusta mucho el cine: las fantásticas historias que se pueden crear aún en lo más común de la vida.Una noche de amor es de las mejores comedias románticas argentinas de los últimos tiempos y merece ser vista en el cine.
Los riesgos de la rutina El casamiento es una parte importante de la vida, aunque a veces puede tener tropiezos que hagan tambalear a la pareja. Este es el caso de Leonel y Paola, él guionista, ella psicóloga, quienes llevan 12 años de casados. Es un dúo que funciona: aman a sus pequeños hijos, son exitosos en sus respectivos trabajos y comparten gustos y formas de ver la vida. ¿Pero dónde queda para ambos el amor, la diversión y la pasión? Una salida frustrada con una pareja de amigos los deja solos a los dos en un restaurante. De pronto, el vacío, la conversación incómoda, la no conversación (aún más incómoda), el aburrimiento, la charla sin sentido, la diversión que, de tanto en tanto, aparece, las bromas, los celos, los recuerdos y las ideas sobre el futuro se van apoderando de los dos en esa noche que presumían muy idílica. Tampoco están solos. Un "trapito" en la calle los hace discutir, una moza los impacienta, el sereno de un garaje los enfrenta, una vecina del edificio en el que viven trata de enamorar a Leo y otra pareja comparte con ellos la mesa y les enseña que se puede llevar el matrimonio de otra manera. La trama va adquiriendo ritmo al compás de tantas vicisitudes. Sobre la base de un guión que se hamaca entre la comedia y los sinsabores de sus protagonistas, el director Hernán Guerschuny supo adentrarse en esa problemática matrimonial dibujándola con un sabor agridulce, en la que colaboraron los buenos trabajos de sus protagonistas, Sebastián Wainraich y Carla Peterson. Con algunas situaciones que carecen de la debida soltura humorística y caen en la reiteración, Una noche de amor, sin embargo, logra entretener sobre la casi única presencia de la pareja en pantalla, aunque bien vale destacar el desempeño de Soledad Silveyra en el pequeño rol de abuela cálida y cariñosa.
¿La década ganada? Con levedad positiva, consigue divertir e interpelar al mismo tiempo que cuenta una historia. Escenas no deseadas, pero inevitables de la vida conyugal a los 40. Y con hijos. En tono de comedia es un drama común el que condensa y retrata Una noche de amor, la nueva película de Hernán Guerschuny (El crítico). Y todo ocurre en la previa, el durante y el pos de una salida en pareja, la de Leonel (Sebastián Wainraich) y Paola (Carla Peterson), que llevan más de diez años de casados. El es guionista (Wainraich también es el autor del guión de la película), ella psicóloga, y a pesar de la rutina, se nota que todavía le ponen garra, que la pareja funciona. Pero hay un desencadenante. Los amigos que van a salir con ellos en esta noche especial acaban de separarse sin aviso. Y arrecia el efecto contagio en este raid nocturno con la sombras del paso del tiempo, la rutina y el desgaste. Es una noche, ciertamente, pero como ya dijimos también es el corsé de un sinnúmero de síntomas y arenas movedizas que arrastran las parejas con más de una década de convivencia en una sociedad que naturalizó la separación casi sin dramas. En esa condensación de temas radican los pros y contras de la película, porque permiten desgajar situaciones arquetípicas, quejas, cruces y tensiones tragicómicas, un universo compartido que por ello se vuelve interpelador. Pero esa misma cantidad de subtemas (los hijos, la suegra, un viejo amor, la falta de deseo, el efecto contagio de otra separación, el espejo de otras parejas) arman una lista demasiado larga para una noche. Son protagónicos creíbles y queribles los de ambos pese a algunas situaciones conscientemente estereotipadas. Además, cuentan con el apoyo de la única pareja que encuentran en esa noche agitada (encarnada por Rafael Spregelburd y María Carámbula), con Soledad Silveyra haciendo de suegra y con el trasfondo de la comunicación, de los celulares, minando o aportando a un vínculo que empezó en otra década, otra era tecnológica. Todos elementos que hacen a una trama y a un síntoma generacional bien encuadrado, para reír y pensar la pareja. Y ese decir ciertas cosas queriendo decir otras.
La nueva comedia de Hernán Guerschuny, con guion de Sebastián Wainraich y colaboración autoral del director, expone la vida de un matrimonio de varios años que, después de mucho tiempo, decide tener una salida para ellos. Paola (Carla Peterson), psicóloga, y Leonel (Sebastián Wainraich), guionista, son una pareja que está casada hace varios años y tienen dos hijos. Una noche en la que iban a salir con una pareja de amigos todo se da vuelta. La pareja amiga les cancela la salida porque se separaron, sí, ese mismo día que iban a salir los cuatro. Paola y Leo dudan, pero ya listos como para salir deciden tener una noche para ellos. A los chicos los dejaron con la abuela (Soledad Silveyra), mamá de Leonel, y entre idas y venidas comienza Una noche de amor y muchas cosas más. La buena relación de la pareja se ve amenazada por pensamientos y comentarios guardados que uno tiene sobre el otro y se van tirando durante la noche. Entre momentos tensos en auto, estacionamiento, y dos restaurantes se desarrolla la película que retrata de una manera bastante fiel la vida en pareja. La película no es una maravilla, tiene chistes efectivos que funcionan, pero no son una genialidad. Rafael Spregelburd y María Carámbula acompañan el bien elenco, pero interpretan personajes medio huecos que resaltan poco su gran calidad actoral. El segundo trabajo como director de Guerschuny lo encuentra a él más firme como director. Luego de El crítico (2013), Una noche de amor es una película bien ejecutada, con guion claro y linda fotografía.
Las comedias románticas que intentan reflexionar sobre el estado del matrimonio, luego de varios años de convivencia no son patrimonio exclusivo de los americanos. Con una inclinación mayor hacia el melodrama, la cinematografía Europea, por ejemplo, supo en el último tiempo ofrecer varios ejemplos de productos que intentan, además, sumar cierta estética particular, cuidada, que potencia, por citar sólo un punto, el carisma de la pareja protagónica. El cine argentino no es ajeno a esta tendencia, y con varias películas en los últimos tiempos que profundizan en el género (“Un novio para mi mujer”, “Dos más Dos”, etc.) y que toman como modelo a la increíble “This is 40” (2013), de Jud Apatow, en cuanto a la ironía y sencillez para mostrar una radiografía sobre la convivencia, la rutina, el amor, el desamor y los conflictos más banales de las relaciones de pareja, ya podemos hablar de un género por sí mismo. “Una noche de amor” (Argentina, 2016), segundo largometraje de Hernán Guerschuny va por esa línea, trabajando la temática desde una pareja (Sebastián Wainraich, Carla Peterson) que organiza una salida con amigos y tras la llamada de éstos informando que no asistirán por haberse separado, intentarán demostrarse a sí mismos que ellos no están también “acabados” por la difícil tarea de convivir en paz y armonía luego de 12 años de matrimonio. A partir de ese simple disparador, Guerschuny, con un guión trabajado con el propio Wainraich, en su ansiado debut en el cine, la historia de Leonel y Paola (Wainraich, Peterson) se enfocará en una noche en la que a pesar de recibir esa noticia, las ganas de Paola de demostrarse a sí misma un estado del matrimonio diferente al de sus amigos, y la idea de Leonel de poder creer que pese a su reticencia todo puede cambiarse, pesarán más que la inercia ante una eventual noche más de aburrida rutina y tedio. Justamente la noche y la ciudad serán los otros dos personajes, más allá de una galería de secundarios, que se sumarán para cumplir con las funciones particulares de deseo, anhelos y realidad, ofreciéndoles todas las oportunidades insospechadas y también la aventura de todo aquello que aún está por descubrirse. “Una noche de amor” posee un ritmo y un timming preciso, que a diferencia de películas como “Date Night”, con la misma temática, acá el punchline o el gag entra de manera sutil, evitando así la explosión de la carcajada por encima de la narración. El guión trabaja sobre experiencias y las va mostrando naturalmente, con una correcta dirección y puesta en escena que además prepondera los espacios, otorgándoles entidad y relevancia frente a los personajes. La ciudad, en este caso en Buenos Aires, al mostrarse más cosmopolita que nunca y sin ningún anclaje, permite que los personajes se muevan en ella con un sentido más universal y no tan local de los cuerpos. Acá no es una radiografía costumbrista lo que se construye en “Una noche de amor”, al contrario, se refleja un universo compuesto por dos personajes y su entorno que lucharán por demostrarse a sí mismos que ninguna de las apocalípticas ideas sobre ellos que poseen, son verídicas. Ambos además debatirán con su moral acerca de si es correcto o no pensar en otras personas como objetos de deseo, porque lo hacen, Leonel se desvive por una vecina que lo coquetea (Justina Bustos), o al menos eso cree él, y Paola duda sobre sus 12 años de matrimonio al toparse de casualidad con un ex en un restaurante que no para de elogiarla. Una pareja (Rafael Spregerbuld, María Carámbula) que quiere imponerle ideas propias sobre la vida conyugal, y los miedos que infunde en cada llamado la madre de Leonel (Soledad Silveyra) sobre el estado de sus hijos, los harán reflexionar sobre el amor que aún se tienen y sobre la posibilidad de seguir viviendo juntos como matrimonio. Frank Sinatra, en un CD que salta, musicalizará la noche, pero también será la muestra sobre un estado del matrimonio en el que la reiteración de diálogos y situaciones, simil “disco rayado”, terminan por configurar la idea de la vida en pareja que “Una noche de amor” maneja. En la honestidad del trabajo de los diálogos, en la lograda empatía de la pareja protagónica, en algunos momentos en los que la ensoñación liberan la curva dramática del filme, y en, principalmente, la solidez narrativa que la dirección de Guerschuny propone en su segundo largometraje, es en donde la película encuentra sus puntos más interesante, superando la aparente banalidad superficial con la que el arte del filme vende la película.
El desgaste, el cansancio, la rutina… Luego de un más que interesante debut con El Crítico (2014), Hernán Guerschuny vuelve a la gran pantalla dirigiendo otra comedia romántica. ¿El tópico? La crisis marital de una pareja inmersa en los cuarenta y tantos ¿La novedad? El debut como guionista del periodista/humorista Sebastian Wainraich. ¿El resultado? Un film con algunos momentos logrados, de a ratos perezoso, y con una moraleja final algo conformista. Esta minimalista historia narrada desde el puño y letra del conductor de Metro y Medio tiene como protagonistas a Leonel (Wainraich) y a Paola ( Carla Peterson), un matrimonio de clase media alta algo desgastado en la intimidad y claramente abrumado por la rutina y las obligaciones lógicas que conllevan la crianza de dos hijos. Una noche, los susodichos se disponen a disfrutar una cena junto a dos amigos de toda la vida. Sin embargo, la repentina separación de estos últimos los obliga a modificar sus planes, teniendo que afrontar la velada ellos solos. Así las cosas, la noche les depara una serie de desafíos ¿Pueden pasarla bien juntos ahora que por fin tienen una cita a solas? ¿Siguen deseándose? ¿Siguen compartiendo cosas en común? ¿Acaso quedan vestigios de la química que supieron tener? La respuesta a estos interrogantes la vamos conociendo mientras se suceden graciosos imprevistos (algunos más efectivos que otros), que involucran una discusión con un trapito, una huida furtiva de un restaurant, una pseudo-gresca por los precios de un estacionamiento y una cena con una pareja bobalicona del ambiente publicitario (Spregelburd y Carámbula). El problema es que detrás de cada acción parece haber un significado ulterior, y a cada paso que dan, el fantasma de la separación de sus amigos (que funciona como una proyección de su propia situación) los persigue más de cerca. Aún siendo bastante previsible y por momentos demasiado enfática (y obvia) en las ideas que plantea, Una Noche de Amor ostenta un buen ritmo y una química apreciable en el dúo protagónico (pese a la evidente falta de oficio actoral de Wainraich). Guerschuny saca la narración adelante con seguridad y presenta con mucho ingenio el desgaste de la pareja, sus peleas tontas, sus miedos y sus caprichos, a partir de pequeños detalles filmados con innegable destreza. Como pendientes quedarán seguramente varias cosas, algunas de ellas ya mencionadas. Con respecto a lo dramático, la historia quizás flaquea en los momentos de mayor tensión climática, lo cual tiene consecuencias directas en la catarsis final. Con respecto a esta última obviamente no voy a adelantar nada, pero sí voy a decir que me pareció un final conformista (¿realista?) y bastante triste en cuanto a la mirada que construye sobre las posibilidades de cambiar el rumbo y la tónica de una relación erosionada. En todo caso vean Una Noche de Amor y después me cuentan…
Crisis conyugal que resonará en muchos Una noche de amor es lo que cada tanto necesitan todos los matrimonios, para recuperar un poco del enamoramiento que alguna vez sintieron. No es lo que inicialmente piensa hacer la pareja que aquí nos convoca. Inicialmente sólo iba a salir a comer con otra pareja amiga, sin los chicos. Pero hay cosas que no se piensan ni se esperan, crisis ajenas que ofrecen oportunidad para prevenir las que se vienen dentro de casa, si uno no cambia y se refresca un poco. Por ahí va esta comedia que empieza con títulos ágiles, originales y juguetones pero de a poco va dejando el humor de lado, para recuperarlo cuando los personajes recuperen su cariño. La historia inserta desde el primer momento el riesgo latente en dos que se quieren pero hace tiempo que se aburren, y no tienen mayor ejemplo a seguir. Una salida resulta entonces ocasión de replanteos, desazones, discusiones más o menos civilizadas, bochornos públicos, distanciamientos, desencuentros, reencuentros y aceptaciones. Es lo que hay. A cierta altura las páginas del guión también parecen desencontrarse, pero en general predominan los aciertos. Los diálogos son exactos, los caracteres acertados, igual que los motivos de queja y los reproches. Varios matrimonios van a reconocerse en la pantalla. Muy bien Carla Peterson y la dupla Rafael Spregelburd-María Carámbula, componiendo otra pareja que aparece de golpe y que la va de piola. El es el ganador, ella lo celebra y apuntala sin ponerse por ello en actitud de muñeca. El nuestro, en cambio, ya no causa efecto alguno en su esposa. Es lógico que por ahí sueñe con tener "otro público" (un sueño, Justina Bustos). Elogiable también el director Hernán Guerschuny, que había debutado con una comedia romántica muy especial, "El crítico", protagonizada por Spregelburd. Esta es la segunda, ya no tan romántica. Quién sabe cómo será la tercera.
Una noche de amor, la nueva película de Hernan Guerschuny con Sebastian Wainraich y Carla Peterson. Wainraich es Leonel, un guionista casado desde hace 12 años con una psicóloga llamada Paola (Carla Peterson). Habituados a la rutina y a sus dos hijos, los protagonistas se encuentran con la posibilidad de disfrutar de una noche en soledad. El problema es que la salida pensada se transforma en una prueba para la pareja. Una noche de amor está escrita, producida y también protagonizada por Wainraich. Los personajes se ven como reales, y en este tipo de historias es necesario que los espectadores empaticen con ellos. El problema es quizá que son reales, pero no hay, en especial en el personaje de Wainraich, diferentes tonos actorales que requerirían estas historias con tantos vaivenes emocionales. Guerschuny tuvo un buen debut con su película El Critico, y en este su segundo filme, vuelve a hacer las cosas bien. No solo la forma en que nos presenta a esta pareja, sino también los bares nocturnos, las calles y la noche misma de Buenos Aires están muy bien retratados. Dentro del guion de Una noche de amor existen varias metáforas de la relación de pareja y sus conflictos, el problema es que están muy subrayadas y termina siendo casi como si los personajes nos dijeran algo que en teoría solo querían insinuar. Carla Peterson esta impecable en su papel y la química entre ellos es perfecta. Una noche de amor no es una comedia, es un drama, una noche de una pareja que convive con el hastío y que tiene momentos de comicidad que se prestan mas para descontracturar situaciones incomodas que como un genero en sí.
El rematrimonio En un libro reiteradamente citado, el estudioso estadounidense Stanley Cavell postuló, a comienzos de los años 80, que muchas de las comedias estadounidenses clásicas eran lo que llamó “comedias de rematrimonio”. En ellas (Sucedió aquella noche, La adorable revoltosa o La costilla de Adán, entre otras), la pareja protagónica veía naufragar su matrimonio a manos de la rutina, el cansancio, el desgaste, y se veía obligado a reinventarlo desde los cimientos para salvarlo. Una noche de amor, segunda película del editor y periodista cinematográfico Hernán Guerschuny después de El crítico (es uno de los responsables de la conocida revista Haciendo Cine) encaja perfectamente en el modelo de comedia de rematrimonio. El cómico stand-up y conductor radial y televisivo Sebastián Wainraich ocupa el lugar de, pongámosle, Cary Grant o Spencer Tracy (aunque su tipo lo acerca más a Woody Allen o, faltaba más, al Alan Sabbagh de El rey del Once) y la experimentada Carla Peterson la piel de Carole Lombard o Jean Arthur, para nombrar un par de rubias top.¿Cuál es el mayor problema de Una noche de amor? La falta de necesariedad de lo que sucede. La falta de tracción, al mismo tiempo: da la sensación de que la película tiende a hacer la plancha, no bracea. Leonel (Wainraich) y Paola (Peterson) se aprestan a salir con su pareja de amigos, como suelen hacerlo todos los fines de semana, cuando se enteran de que aquéllos acaban de separarse. Dejan a sus hijos en casa de la mamá de Leonel, una idische mame de esas que viven en estado de alarma (Soledad Silveyra) y reservan en un restorán al que nunca fueron. “Porque tengamos tema de conversación”, brinda él, medio en broma y bastante en serio. Cualquiera sabe que con doce años de matrimonio encima no se hace fácil encontrar temas para charlar. El carácter pusilánime de él aflorará cuando un “trapito” le quiera meter la mano en el bolsillo y Paola le irá perdiendo la paciencia a lo largo de la noche. ¿Es el fin?Los problemas son varios, en verdad. Parecería que Leonel es guionista sólo para justificar cierto sentido del humor vitriólico. Paola es psicóloga tanto como podría ser dentista o decoradora. No hay un crescendo de decepción por parte de ella, y ni hablar de lo contrario (algo que justifique el happy end). Los personajes que rodean a los protagonistas –sus hijos, la pareja integrada por Rafael Spregelburd y María Carámbula– están “puestos” en la trama, sin demasiada justificación. Wainraich, que es coguionista de la película, parece confundir el estilo de humor que se conoce como deadpan (ése en el que el comediante mantiene su cara de piedra, aún en las situaciones más cómicas o catastróficas) con el simple desgano.
Contra ellos y los demás. La premisa apunta a un gran lugar común: años casados, hijos, el día para trabajar, la noche para volver al hogar, y la cama… sólo para dormir. Pero Una noche de amor escarba un poco más dentro de este repetido género del “rematrimonio”, la vida misma (o uno de sus posibles caminos) está retratada acá, sin situaciones inverosímiles, enchastre de realidad. Guión hecho y derecho por Sebastián Wainraich.
Su presentación es dinámica y colorida. Muestra la crisis matrimonial de una pareja cuarentona de clase media. Luego de una cena fallida con amigos, realizan una salida a solas en la que sacan los trapitos al sol y una serie de hechos los pone sobre alerta. Los protagonistas logran una entretenida dupla, cuenta con las buenas actuaciones de Peterson y Silveyra (que muestran su gran manejo del oficio), además de Wainraich que participa en el guión y realiza su primer protagónico. El resto de elenco acompaña bien. Para seguir apostando al cine nacional.
SOLOS Y CONFUNDIDOS EN LA MADRUGADA. Las películas argentinas realizadas en busca de un público amplio parecen restringirse, últimamente, a los policiales (protagonizados por Darín, Sbaraglia o algún otro actor convocante) y las comedias con parejas en problemas. En este último apartado podría colocarse Una noche de amor, segundo largometraje de Hernán Guerschuny después de El crítico (2012/13), que también exponía las desventuras tragicómicas de un vínculo amoroso, aunque matizadas con ironías y referencias cinéfilas. Guerschuny se diferencia, de todos modos, de lo que acostumbran hacer pares suyos como Suar o Taratuto: en sus films no sólo sobrevuela una sobriedad que se agradece, sino que se aprecia un placer por hacer cine, con modestia e indecisiones pero también un cuidado formal poco común en productos similares. En Una noche de amor, por ejemplo, el tránsito de los personajes por ambientes discretamente elegantes y la música empleada (Frank Sinatra incluido) le imprimen a la historia un clima agradable, sin sordidez ni sobresaltos sainetescos. En el film de Guerschuny hay, también, un intento de reflexión sobre el desgaste matrimonial y la comezón del séptimo año (decimoavo en este caso), procurando el reconocimiento de muchos espectadores y las discusiones sobre el tema al salir de la sala. Todo en Una noche de amor está trabajado en un tono casi siempre medido. Ni Leonel (Sebastián Wainraich) es un idiota ni Paola (Carla Peterson) una histérica, y los roces entre ellos afloran distraídamente, como cuando él busca apaciguar los temores ante la falta de respuesta a una llamada telefónica y, fastidiado por los comentarios de su mujer, termina afirmando que debe haber ocurrido una tragedia. Apenas se cargan ligeramente las tintas en los flashbacks del comienzo y los estereotipados personajes de la vecina rubia y el antiguo compañero de facultad de Paola. Esa falta de estridencias se entremezcla con cierta indefinición. La cobardía de Leonel parece más un pretexto para provocar situaciones risueñas que un rasgo de su personalidad que conduzca la trama hacia alguna parte. La ligera irritación de la pareja por las exigencias de un trapito o por la recomendación de unos amigos a tener mucama cama adentro, queda flotando en la nada. Él es guionista pero, a diferencia de lo que le pasaba al crítico de El crítico, no se advierte demasiada pasión por su profesión (y a propósito, sería interesante analizar en otra oportunidad la cantidad de personajes realizadores, guionistas o publicistas –y ausencia de, por ejemplo, médicos o albañiles– en las ficciones del cine argentino reciente). Hay momentos que parecen anticipar un estallido cómico (Paola contando su parto) o dramático (ella en el auto pidiéndole a él que reaccione, con los ojos húmedos), pero quedan en intermitencias. Al film le cuesta, por otra parte, superar cierta puerilidad: la desazón ante los cambios y el miedo a la soledad apenas se atisban. Tampoco hay problemas económicos ni laborales a la vista, por lo que la pareja parece moverse en una especie de limbo. En tanto, resulta inquietante que todo transcurra en una sola noche y unos pocos escenarios (un par de departamentos, un bar, un restaurant, los alrededores del lugar de estacionamiento del coche), alimentando la idea de círculo vicioso, que estimulan los planos cenitales de vehículos girando en torno a un mismo punto o de Leonel atravesando distintas instancias como parte de un juego rutinario (en los ingeniosos fragmentos del comienzo y el final). A los altibajos de Wainraich como actor y autor del guión, se oponen el brillo de Carla Peterson (con gestos y tonos de voz siempre precisos, aunque menos indignada de lo esperable en momentos como el encontronazo con el empleado de la estación de servicio) y la eficacia de Soledad Silveyra, Rafael Spregelburd y María Carámbula, estos dos últimos haciendo la caricatura de una de esas parejas habituales en el ambiente artístico que Guerschuny seguramente conoce muy bien. Junto a la vaguedad narrativa y el humor sin sorpresas, asoma una seductora manera de mostrar la Buenos Aires nocturna. La breve secuencia del puente que se cierra imprevistamente o un plano de Leonel y Paola cavilando sentados con azulados edificios de fondo, despliegan un raro encanto: tal vez la planificación de las escenas en exteriores y la fotografía de Marcelo Lavintman constituyan lo mejor de Una noche de amor. Como le ocurre a la pareja en cuestión, al abandonar el auto y los ambientes cerrados el film también se pone melancólico y sale a la luz algo de sinceridad.
Matrimonio reciclado El film anterior de Guerschuny , “El crítico” nos había gustado más. “Una noche de amor” no está mal, pero es muy difícil lograr química y encanto (algo que la comedia romántica exige) con un actor tan limitado como Sebastián Wainraich. El es Leo, es guionista y está casado con Paola (Carla Peterson). Tienen dos hijos y deben salir a cenar solos porque la pareja que los iba a acompañar, sus amigos, se acaban de separar. Y no saben andar solos. Como un espejo, su vínculo comienza a reflejarse en aquellas dudas. Mientras imaginan qué pudo haberles pasado a sus amigos, revisan conductas y sentimientos. Los hijos le quitaron intimidad; la rutina y el paso del tiempo parecen desgastarlos. Surgen algunas fantasías (ella con un colega y él con una vecina) y los reproches ganan lugar. Carla Peterson se luce: intensa, linda y preocupada. Y tiene que empujar solita este film de comienzo prometedor: Guerschuny no desafina, aprovecha gestos, detalles, el diálogo es conciso, no hay tonterías, aunque sí lugares comunes. Pero el film se queda allí, en algunas réplicas más felices que otra. Nunca logra ir más allá de sus apuntes ocasionales. Incluso desentona cuando apela a recursos narrativos poco felices (coqueteo de ella y porrazo y tristeza de él). “Una noche de amor” dice que, a veces (no hay que exagerar) la crisis ayuda, obliga al replanteo, nos confronta con nuestras fantasía y enseña a regresar a las fuentes, limpiar el camino de malezas y quedarse son lo sustancial.
Retrato de casados Carla Peterson y Sebastián Wainraich protagonizan una comedia que se detiene con humor en el desgaste de la relación después de 12 años de matrimonio. "Brindemos para que tengamos un tema de conversación”, le dice Leonel a Paola, su esposa desde hace 12 años. Es uno de los tantos remates de diálogo en la película de Hernán Guerschuny, Una noche de amor. Carla Peterson y Sebastián Wainraich se meten en los roles de los esposos que necesitan aire para la relación, un secreto a voces que se desata la noche que por fin pueden salir sin sus dos niños. La película no apuesta a la sorpresa pero tiene el acierto de que el cliché encuentra tono, desarrollo e interpretaciones interesantes. No es fácil hablar de la rutina y el paso del tiempo sin que la obviedad ahogue el guion, de manera que la cooperación del director con Wainraich funciona muy bien en el peloteo dosificado de frases ocurrentes. El recurso es parte de la caracterización de Leo, escritor de guiones, un tipo tierno y aburrido, hasta donde el retrato lo condena. Ella se pone las pilas y está al límite del acoso verbal contra su marido. Cada uno sobrevive como puede y se refugia en lo que queda del matrimonio. La película desdramatiza el tema, lo atraviesa sin dogmatismo y genera simpatía por los protagonistas. Una noche de amor reposa en la expresividad de Carla Peterson, una comediante eficaz, a cara lavada, y en la postura infranqueable de Wainraich para hacer de Leo un tipo complejo y tierno a la vez. Los espacios, pocos y funcionales, revelan economía en el recorrido de la pareja (el departamento, el auto, el restaurante y la calle). La escena en la que interactúan con la pareja cool que componen Tincho (Rafael Spregelburd) y Mariana (María Carámbula) es un paso de comedia con la tensión al rojo vivo. Lo mejor de la película es el humor con que los personajes entran y salen de las situaciones. Por otra parte, Una noche de amor ofrece un pantallazo al matrimonio entre treintañeros. El apunte sociológico plantea las marcas de época que jaquean las relaciones concebidas con mucho amor y sometidas a los esfuerzos cotidianos. Paola y Leo reman y saben que tienen que superar la prueba del abandono. Igual que en la gráfica de la película, la carrera, a la manera de los juegos de mesa, es larga cuando los dados no colaboran para avanzar. La fotografía, la música de Sinatra y el aire a Woody Allen hacen del filme una reflexión sencilla, con gags generacionales y la posibilidad que da la dupla de comediantes al abordar el tema de la rutina matrimonial.
Observe and report Este proyecto, segundo largometraje de Hernán Guerschuny tras El crítico, parte de un guión que estaba trabajando su protagonista, Sebastián Wainraich. Y el humor de Wainraich (radial, teatral) es un típico humor de observación, que tiene una fuerte raigambre en el stand-up y la sit-com, y en autores como Jerry Seinfeld o Woody Allen; básicamente un tipo de humor que en el cine se puede reconocer como neoyorquino: dilemas de clase media, neurosis, intelectualidad licuada a través de referencias culturales, psicoanálisis. Una noche de amor, por tanto, se sostiene sobre la base de esa mirada constante que el guionista reproduce a través de onliners y de su propia presencia hierática y desapasionada: precisamente la falta de pasión en una pareja con doce años de convivencia es el centro del relato, y eso hace que la falta de recursos actorales de Wainraich (inteligentemente protegido por su propio guión) sirvan de alguna forma para conceptualizar el asunto. Una noche de amor es durante una hora ese paseo por la noche porteña que protagonizan Leo (Wainraich) y Paola (Carla Peterson), quienes habían arreglado una salida de a cuatro con un matrimonio amigo, pero ante la separación de los partenaires se enfrentan a compartir unas horas a solas. La tesis del film es que la convivencia y la rutina que arrastran los años transcurridos achatan el interés de la pareja. Hay algo bueno en todo esto, y es cómo lee Wainraich (un tipo inteligente, sin dudas) que las tensiones de la pareja nunca se debaten directa o explícitamente, sino que surgen a partir de trivialidades: la elección de un restaurante, la pelea con un cuidador de coches, la forma en que cada uno se para ante la intransigencia del empleado de un garage. En primera instancia, el choque es con lo que la ciudad, lo urbano, impacta a la pareja. De ahí que la idea de segmentar el relato a unas pocas horas (en la senda de una Después de hora, digamos) y en el recorrido nocturnal de la pareja sea totalmente acertado, más allá de que a Guerschuny parece faltarle el nervio necesario para que el derrotero tenga un crescendo o una tensión acorde. Los conflictos que irrumpen en la convivencia de la pareja pueden ser calificados de clasemedieros, pero a diferencia de un film como Relatos salvajes (donde se hacía apología de la mirada de clase media), Wainraich desde el guión tiene la capacidad para retorcer una poco esa mirada estancada. El progresismo bienpensante existe en el relato, pero también se lo complejiza y se lo pone en conflicto a través de la mirada de los dos protagonistas. Pero Una noche de amor lejos está de ser satisfactoria, incluso parece más el borrador de un buen film al que le faltan varias vueltas de tuerca para cerrar. El primer inconveniente es que evidentemente Wainraich piensa en palabras. Y si bien no hay nada malo en eso, la película es ganada constantemente por una quietud asfixiante que precisa de poner a los personajes a charlar para resolver sus conflictos. Los pocos recursos visuales que el film exhibe, incluso las metáforas (como esa nafta que amenaza con paralizar el auto en el que se mueven Leo y Paola), son pobres y poco desarrollados. Y el otro gran inconveniente de Una noche de amor es que lo observacional funciona aquí como único punto de interés: detrás de eso, no parece haber mucho más. Cuando Seinfeld trabaja su sit-com desde la sumatoria de observaciones que hacen sus personajes, hay una relación directa con la forma que adquiere la serie y cómo la misma se construye como una reflexión constante sobre la nada. Lo mismo con Allen: sus películas pueden ser vistas superficialmente como una serie de onliners ocurrentes, pero hay una correspondencia formal en el movimiento con el que la cámara representa los diálogos y también una profundidad necesaria hacia cierto existencialismo. Lo de Una noche de amor parece un homenaje humilde a los grandes maestros o peor, un mero relato autoindulgente que conecta exclusivamente con los oyentes del programa de Wainraich en la radio. Lo indudablemente cierto es que cuando la película necesita ponerse trágica, cuando amenaza la ruptura, recurre a un surrealismo decididamente vacuo. Pero, aún peor, en determinado momento, cuando Leo -es decir Wainraich- debe confesarse y sincerarse respecto de su forma de afrontar la relación, el film exhibe todas sus costuras empezando por la mala performance de su protagonista. Si bien los conflictos que surgen no son más que una lógica continuación de lo que la primera hora mostraba (tampoco es que la película se ponga demasiado compleja o sofisticada), Una noche de amor se los podría haber ahorrado y apostado decididamente a la comicidad tenue y asordinada que la sostenía hasta ese momento.
El regreso a la pizza con champán Casualidades o no que Una noche de amor (2016) se estrene en los albores de un gobierno que enarbola la frivolidad como bandera, el vacío ideológico y la despolitización es algo que da que pensar, y más aún si se tiene en cuenta quienes están por detrás. La nueva película de Hernán Guerschuny propone todos esos tópicos a partir de una comedia romántica banal, superflua y un tanto peligrosa en su forma de elegir qué contar y cómo mostrarlo. La historia es simple. Un matrimonio (Sebastián Wainraich y Carla Peterson) que lleva 12 años de convivencia va a tener una esporádica salida con una pareja amiga. Pero surge un problema y termina saliendo solo. Esa supuesta noche en la que ambos estarán alejados de sus hijos y la vida rutinaria servirá para que el vacío existente en la relación los invada por completo y se muestren tal cual son. Él, un boludo que se ratonea pensando en su vecina, y Ella, una insatisfecha sexual con la histeria a flor de piel. Aunque para el resto la pareja será perfecta y seguirá junta hasta quien sabe cuándo. El problema de la película no es lo que cuenta sino como lo cuenta. Pero lo peor es la línea ideológica que maneja. Los pobres son malos y dan miedo, las mucamas son ejes de burla y menosprecio, los viejos son tratados como tontos, los empleados merecen ser humillados y los únicos que valen la pena son los ricos, lindos y famosos, aunque descerebrados. Pero eso parece no importar. La película retrata seres mediocres, infelices y superficiales desde un lugar donde pareciera que eso termina siendo una virtud. Más allá de lo terrible de lo ideológico, Una noche de amor está compuesta por una serie de gags que pretenden sacar una carcajada, algo que a duras penas sucede no más de tres veces en los 84 minutos de metraje. Quien escribe esta crítica asistió a una función central de un complejo de Recoleta, donde se supone que el público asistente podía lograr identificación con algún que otro personaje, pero solo se escucharon unas pocas risas en no más que un par de momentos. Claramente la película falla en ese sentido también. Para decir algo positivo se puede destacar el acabado técnico y lo “prolijo” de su forma, aunque la pintoresca Buenos Aires tiene más que ver con un comercial fort export que con la realidad, y ni hablar de la agobiante banda sonora que se escucha en más de las tres cuartas partes de película. Las actuaciones, sacando a Rafael Spregelburd que compone un personaje y Justina Bustos, como la vecina, no existen porque cada uno hace de sí mismo. En conclusión Una noche de amor es una película fallida, pero ese termina siendo un problema menor al lado de todo lo que ideológicamente propone. Con bajada de línea desde el amarillo de los títulos de inicio.
Crítica emitida por radio.
Nadie dijo que es fácil Con el estilo de “Después de hora”, de Martin Scorsese, o “Noche en la Tierra”, de Jim Jarmusch, “Una noche de amor” transcurre entre las últimas horas del día y las primeras horas de la madrugada. Como aquellos casos, los elementos dominantes son el humor y las situaciones entre absurdas y dramáticas. Para su debut en cine como guionista, Sebastián Wanraich se reunió con otro especialista en mezclar los extremos como Hernán Guerschuny en el rol de director y coguionista. Guerschuny ya dio muestras de su dominio de las delicadas cuerdas de la comedia en la genial “El crítico”, en la que se lucía Rafael Spregelburd como el insoportable y vanidoso protagonista, un crítico que pensaba en francés con citas de los maestros del cine europeo. En este caso se trata de un matrimonio de doce años con una brillante interpretación de Carla Peterson y el mismo Wanraich. La sorpresiva separación de otra pareja amiga los obliga a seguir con el plan de salir a cenar, pero solos, una situación inesperada en la que por fin, se entusiasman, van a poder compartir un momento de intimidad. Como ocurría en las películas de Scorsese y Jarmusch, las cosas se van enturbiando a medida que pasa el tiempo y, además, la Ley de Murphy lo impregna todo: todo lo que puede salir mal, saldrá mal de forma que cause el mayor daño posible. Mientras, el humor se acerca por oleadas entre planteos, conflictos, reclamos, equívocos y personajes extravagantes -gran trabajo, otra vez, de Spregelburd- y el notable desempeño de Soledad Silveyra como una “bobe” que no puede dejar de hablar de catástrofes mientras cuida a sus nietos con amorosa dedicación.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Casados con hijos Concisa, divertida, irregular. “Una noche de amor” está centrada en una pareja común y corriente, formada por un guionista de cine (Sebastián Wainraich) y una psicóloga (Carla Peterson), que enfrenta una pequeña crisis. Una serie de situaciones en apariencia cotidianas, pero cargadas de sentido, servirán como catalizadores durante una salida nocturna de viernes. Y en pocas horas ambos alcanzarán cierta maduración, incompleta pero esperanzadora. Podrán salvar su decaído matrimonio si apuestan a ese cariño mutuo que han recuperado. Pero también deberán esforzarse y, sobre todo, aceptarse. Leonel y Paola son personas exitosas, por lo menos dentro de los parámetros del microcosmos en el que se mueven. Tienen buenos trabajos, una casa, autos, dos hijos y la posibilidad de viajar y divertirse. Una noche se aprestan para salir a cenar con una pareja amiga cuando una llamada telefónica abre una alternativa inesperada: estos amigos les cuentan que se acaban de separar. Leonel y Paola deciden salir igual, pero ahora están solos. Y las tensiones, hasta entonces disimuladas bajo la fisonomía de la rutina, comienzan a salir a la superficie. Los momentos en los que prevalecen los efectos cómicos (que generan, por otra parte, muchísima empatía con el espectador) son los más logrados de la película, en contraste con aquellos de mayor carga dramática. Por ejemplo, las discusiones de Leonel con un trapito, con un mozo y con el sereno de una cochera, sacan a relucir su caracter pusilánime, lo que desespera a Paola. Mientras que la tendencia de ella de ventilar ciertas intimidades (como su comportamiento infantil en el nacimiento de sus hijos) exaspera sobremanera a Leonel. Buenos actores Con muchos más aciertos que debilidades, “Una noche de amor” se asienta sobre todo en la actuación sutil de Carla Peterson. No tanto de un Wainraich que parece fuera de registro con su expresión pétrea, que sólo funciona de a ratos y al servicio de los bien elaborados gags. Rafael Spregelburg realiza una exquisita intepretación como un guionista canchero y fanfarrón a quien Leonel tolera a duras penas; Soledad Silveyra personifica con gran sentido del humor a una abuela judía un poco estereotipada; María Carámbula compone a una cuarentona distendida, poco dada a las convenciones sociales y Justina Bustos le otorga el toque exacto de ingenuidad y sensualidad a la joven vecina que provoca las fantasías de Leonel. Por otra parte, el título “Una noche de amor” es acertado y plantea el meollo de la historia: recién a partir de ese redescubrimiento mutuo que les ha costado mucho más de lo que parece a simple vista (como dice el dicho, “la comparsa va por dentro”), Leonel y Paola podrán decir que se aman de verdad. Porque, como lo mostró bien Francois Truffaut en su serie de películas con Antoine Doinel como protagonista, tras varios años de convivencia el amor ya no es el mismo que a los veinte años. Y es necesario alimentarlo para que no termine muerto en los límites del domicilio conyugal.
Comedia romántica que intenta retratar la vida matrimonial de Leonel (Sebastián Wainraich) y Paola (Carla Peterson), luego de 12 años de casados. Padres de dos hijos. Tienen en su programa para esa noche una cena con “su” pareja de amigos, quienes les informan que no van a poder concurrir pues se acaban de separar, en ese instante, esa misma noche, antes del encuentro. Esta separación jugará de manera especular para la pareja protagónica, tratando primero de encontrar razones, luego culpas, cada uno defendiendo desde el desconocimiento la posición desde el género. Ellos mismos quedan reflejados como que son quienes, sumidos en la rutina, el distanciamiento que producen ciertas obligaciones, deciden continuar con la noche programada. Hecho que se constituye como un recurso para buscar, encontrar la manera de encender la chispa del amor, la pasión y la diversión. El problema es que se trata de una comedia romántica muy yankee trasladada al modo argentino, con las dificultades que eso conlleva y cayendo en todos los lugares comunes posibles de ambas filmografías. No digamos ya de lo básico del texto, ni del maniqueísmo con que están construidos los personajes, la repetición de situaciones no logra hacerlos avanzar en un desarrollo progresivo. Se estanca, y eso perjudica al relato. Él es un guionista de publicidad con cierto recorrido y reconocimiento, ella una psicóloga que puede vivir de su profesión. Ella se siente joven para seguir gozando de la vida que siente haber perdido, él siente que ella siempre encuentra excusas para no poder tener un tiempo propio de ambos. Algunos cierres de situaciones son hasta casi originales, otros muy porteños, no por eso loables, la mayoría totalmente previsibles como la producción en su conjunto. Carla Peterson sostiene y hace creíble a su personaje, a partir de distintos registros que va encarnando, no pasa lo mismo con Wainraich, quien sólo tiene un gesto adusto durante toda la película. De corte narrativo y montaje clásico, salvo la presentación que si bien no es algo muy común ya fue bastante utilizado, pero aquí funciona bien. Buena fotografía, correcto el sonido, una apropiada dirección de actores, lo que se vislumbra con los personajes secundarios, por lo que Rafael Spregelburd, María Carámbula y Justina Bustos,cumplen. Una comedia más. Pudo haber profundizado en los avatares de la vida de hoy, pero se queda en la intención de hacer pasar un rato agradable al espectador. Si éste se engancha y perdona los deslices, la realización cumplirá con su cometido.
Sí, Wainraich y Peterson son muy buenos comediantes y es la simpatía y el cariño que tienen por sus personajes lo que sostiene el mayor peso de la película. El director Hernán Guerschuny -en su segundo film después de El Crítico- hace lo mejor que se puede hacer en los casos donde la historia es menos importante que los personajes: seguirlos, mirarlos, espiar cuál es el mejor momento para capturarlo en la pantalla. La historia es bastante simple: una pareja con varios años de matrimonio decide intentar una noche romántica, quizás último intento para ver cómo se sigue o si se sigue. Ahora bien: incluso si se trata de una comedia, el peso no está colocado en la búsqueda absoluta de la risa a cualquier costo, sino en tratar de entender a sus personajes. La pregunta -la gran pregunta- consiste en ver qué tiene de interesante el mundo de clase media de estas personas. Y si la película logra mantener -no siempre, pero en la mayor parte del metraje- nuestro interés es porque se construye como una auténtica película, como una ficción en un mundo que es muy parecido al nuestro pero pertenece al universo del cine. Es cierto: hay lugares comunes y observaciones triviales, y muchas veces esto conspira contra el resultado final. Pero dentro del género agridulce (de eso se trata) funciona muy bien: es el retrato de una generación aún bastante huérfana de representación en nuestro cine.
Guerschuny’s new work, written by Wainraich, isn’t a step in the right direction POINTS: 4 Argentine filmmaker Hernán Guerschuny’s first film El crítico (2013) , the story of a film critic who sees the world as though it was a movie and so he can’t stop criticizing it, was somewhat of a nice surprise which despite its flaws and unevenness did have a fair number of assets. It was a lightweight dramatic comedy with appealing performances from Dolores Fonzi and Rafael Spregelburd and it did show some promise. It was, to some extent, effective. Unfortunately, Guerschuny’s second film Una noche de amor, written by comedian Sebastián Wainraich with the collaboration of Guerschuny, and starring Wainraich and Carla Peterson, is not what you’d call a step in the right direction. This time, the filmmaker goes mainstream big time and, in doing so, he leaves behind a less calculated, fresh approach his first film had. It’s not that the plot itself is a total mess — although it’s far from original — but mainly because its sense of humour à la Woody Allen shows way too much and it doesn’t even work half of the time. That and the fact that the ending is rather predictable turns it into a feature not to be remembered. Leonel (Wainraich) and Paola (Peterson) have been married for 12 years, they have two children, they enjoy their jobs — he’s a script writer and she’s a psychologist — and they seem to have good times together. It’s all neat and tidy. But what about the passion and desire they once had and is now not to be found? That’s the question they ask themselves, after a couple they’ve been friends with for years announces they’ve broken up. Such unpredicted news stirs uncomfortable emotions, and over the course of one night out, both Leonel and Paola will have to face a crisis of their own. So you have a dramatic comedy that borrows heavily from Woody Allen, not only in the situations the characters are involved in but mainly in the dialogue filled with snappy one-liners that don’t ring authentic. In fact, they seem to come out of a screenwriting handbook. Moreover, many times, a gag’s punch line comes to mind before the characters utter it and that isn’t a good sign if we’re talking about a dramatic comedy that aims at being surprising. The performances are definitely not out of this world. But they aren’t awful either. If Peterson and Wainraich don’t have as much chemistry between them as the story requires, it’s not their fault. Once again, the problem is the script which has them say and do things that have been said and done in many other films before. Actors are just actors, they can’t perform miracles. And when comedy turns into drama, things get more discouraging. Regarding the problems examined in the film — the routine in a long marriage, the lack of strong desire, and the burden of having children when wanting to be alone — the screenwriter’s gaze is shallow and so it can’t unveil anything new. Yet, perhaps, Una noche de amor may work in some basic level, but the point is that it fails in so many other ones. production notes Una noche de amor (Argentina). Directed by Hernán Guerschuny. Written by Sebastián Wainraich. Starring Sebastián Wainraich and Carla Peterson. Cinematography: Marcelo Lavintman. Music by Juan Blas Caballero. Running time 90 minutes. @pablsuarez
Sebastián Wanraich y Carla Peterson protagonizan Una Noche de Amor. Una comedia romántica diferente, dirigida por Hernán Guerschuny. Antes del amanecer En Argentina, la comedia romántica es un género relativamente reciente y podría considerarse en formación si uno observa la cantidad de producciones de este estilo que se estrenan por año. Durante mucho tiempo, estos films contaron con cierta reticencia tanto de cineastas como de la crítica vernácula y fueron caracterizados como mero subterfugio estandarizado del cine mainstream para conseguir dinero. Lentamente este espacio dejó de estar únicamente reservado para las películas símil Polka de Suar y se fue abriendo a otras propuestas como Medianeras de Gustavo Taretto o Mi Primera Boda de Ariel Winograd. Películas que pueden gustar más o menos, pero marcan una distancia de las típicas fórmulas del género. Hernán Guershuny, director de este film, ya se había encolumnado con estos realizadores con su opera prima El Crítico; un ejercicio metatextual que intentaba reacomodar de una manera más que estimable el lenguaje de las comedias románticas yankees a estos pagos. A diferencia de aquél film, que contenía un fuerte sustrato personal del director, aquí Guershuny es más un vehículo para el guión escrito por Sebastián Wanraich, que deja un ratito el mundo de la radio para completar su experiencia más importante en el mundo del cine Una Noche de Amor es la historia de un matrimonio con dos hijos que tiene la inusual oportunidad de salir solos por una noche. Durante esta travesía deberán lidiar con diversos contratiempos y el propio desgaste de su relación. A pesar de que el foco parece ser la pareja, la perspectiva que se nos muestra es la de Leonel (Wanraich), un guionista neurótico y adinerado (no, no es Woody Allen), por momentos agradecido y por momentos arrepentido de ser el esposo de Paola (Carla Peterson), su cónyuge psicóloga. Los conflictos del verdadero protagonista del film se encuentran atravesados por una aparente dicotomía entre la aburrida paternidad rutinaria y la hipotética excitante vida de soltero con la que fantasea en sus momentos de soledad. Esta idea se subraya con cada interacción del dúo protagónico con los personajes secundarios, algunos de ellos muy bien escritos y actuados (Rafael Spregelburd y Soledad Sylveira) pero algo exagerados en función a su lugar en el guión. Así y todo, siguen siendo la mejor parte de una película donde la dinámica de los actores principales no está del todo aceitada. Larry David en Argentina La trama no está construída a partir de la clásica estructura de tres actos (Planteamiento – Confrontación – Resolución) donde no hay grandes eventos y vueltas de tuerca sino que está dispuesta en una manera más naturalista cercana a la trilogía de Linklater (Antes de….) donde todo – o más bien nada – sucede en una noche. Las otra gran referencia es Seinfeld, serie citada explícitamente en la película y de la cuál Wanraich toma el principal concepto dramático de George Constanza/Larry David: “THE SHOW IS ABOUT NOTHING” o “El show es sobre nada”. Y aunque es interesante observar como se desarrolla esta veta en un espacio tan diferente de su contexto original, la iniciativa no se termina de articular, logrando así una irregularidad en el ritmo y especialmente en los chistes. En otras palabras, no se puede sostener esta estructura sin ritmo fluido en los diálogos y una química especial en la pareja. Esto último es quizás el mayor desacierto del film, hay cierta rigidez actoral en Sebastián Wanraich (queda en evidencia cuando se escucha el doblaje en las escenas) que impide el funcionamiento del engranaje narrativo, tal vez se deba a que el comediante se desenvuelve mejor en espacios donde se permite la improvisación como en la radio o en el teatro. Conclusión Una Noche de Amor es una propuesta original pero con desaciertos que la alejan de su verdadero potencial. Una comedia romántica que empieza bien y se desinfla conforme pasa el tiempo.
Guionista (Sebastián Wainraich) y director (Hernán Guerschunny) se han complementado muy bien en la historia inteligente de un matrimonio de profesionales con hijos chicos que van a disfrutar de una noche accidentada para ellos solos, con el horror de no tener tema de conversación. La ciudad agresiva, las mentiras para impresionar, las cobardías de vuelo bajo. Quizás resulta un poco rígido el registro de actuación de Wainraich. Pero solo es un detalle para una disfrutable romántica con toques tristeza y melancolía.