Pop vacuo prefabricado En Vox Lux (2018) el norteamericano Brady Corbet, en esencia un actor reconvertido en director y guionista y aquí entregando su segunda película detrás de cámaras, reproduce el esquema de su ópera prima The Childhood of a Leader (2015), léase un andamiaje narrativo de naturaleza episódica y algo lúgubre basado en segmentos más o menos interconectados a nivel temático y en lo que atañe a los personajes en general: así como antes teníamos el retrato de la niñez de un caudillo fascista durante las postrimerías de la Primera Guerra Mundial y la firma del Tratado de Versalles, hoy tenemos otro ego que nace del dolor y se va desarrollando de manera malsana, específicamente el de Celeste (Raffey Cassidy de adolescente, Natalie Portman en su faceta adulta), la sobreviviente de una masacre en un colegio que se transforma en un ícono del pop industrial prefabricado. El responsable de matar a una profesora, sus compañeros y hasta sus propios padres es el joven psicópata Cullen Active (Logan Riley Bruner), quien un buen día decide cargarse a todos y luego suicidarse en la escuela secundaria de turno. Celeste, que asistía al mismo curso que el victimario, sobrevive a la ráfaga de la ametralladora de Cullen pero queda muy malherida y en el velatorio masivo -rodeada de una multitud de representantes de los medios de comunicación- tiene la idea de entonar una canción que compuso junto a su hermana mayor Eleanor (Stacy Martin), lo que derivará de inmediato en catalizador de un contrato discográfico y una carrera musical muy exitosa al amparo de su manager (Jude Law) y su publicista (Jennifer Ehle). La primera parte abarca la carnicería y el período adolescente de la protagonista, 2000/ 2001, y la segunda una adultez centrada en el 2017. Convertida en una veterana del negocio, Celeste se transforma en una artista paranoica, narcisista, promiscua, drogadicta, soberbia y con una mala relación tanto con su hija Albertine (Cassidy de nuevo), a la que tuvo siendo una jovencita, como con su hermana, a la que basurea a más no poder y no le da ningún crédito por ser la principal compositora de su repertorio y por haber criado a Albertine; a lo que para colmo se suma que viene de un escándalo judicial/ mediático por atropellar a un peatón, insultarlo con apelativos raciales y tener que arreglar todo el asunto con un acuerdo de 13 millones de dólares para la víctima. En la previa de un mega concierto en un estadio con ánimos de revancha/ autoafirmación, un aparente grupo de terroristas dispara a mansalva en una playa de Croacia -matando a 14 personas en total- mientras vestían máscaras de un famoso videoclip de Celeste, Hologram. Corbet recupera con inteligencia ingredientes varios del acervo arty furioso -cercano a Stanley Kubrick, Michael Haneke y Gaspar Noé, entre otros- como esa escena semi completa de créditos del inicio, inserts ominosos contextualizadores con música a todo lo que da, cámara rápida para determinados momentos descriptivos, una profusión de tomas fijas y/ o largas secuencias dialogadas, cortes repentinos que instauran cierta violencia retórica, y en especial una narración muy literaria y florida a cargo de un Willem Dafoe en off que logra lucirse aportando datos que terminan enfatizando el sustrato paródico de la segunda mitad de la trama, suerte de contracara de la tragedia y la inocencia del primer capítulo, cuando esta adalid de la “sinceridad dolorosa” aún no había sido atrapada por las fauces de la corrupción más bobalicona del espectáculo inofensivo/ castrado para las masas. Por supuesto que el realizador no está descubriendo la pólvora en eso de subrayar que hablamos de productos oportunistas de la industria cultural pensados al dedillo y siempre en función de una retroalimentación sadomasoquista con la prensa amarilla y un público infantilizado y tan vacuo como la intérprete, no obstante Corbet consigue superar el trasfondo previsible del comienzo, sustentado en la púber dando sus primeros pasos en el negocio de la música, con la aparición de una en verdad despampanante Portman que sabe moverse -desde una destreza y una sublime naturalidad- en la frontera entre la tragedia y la comedia negra implícita sin saltar de cabeza en esta última en ningún momento. Es precisamente por esa hora final, y por los interesantes intercambios que la protagonista mantiene con su entorno de lambiscones, que Vox Lux levanta la puntería y sin duda logra convertirse en un pantallazo limitado aunque atractivo alrededor de los engendros egoístas, ciclotímicos y autodestructivos que suele generar el capitalismo actual del entretenimiento.
La película está estructurada en tres actos: En el primero Celeste está en el colegio, donde ocurre el hecho que le marcará la vida; en el segundo ya tiene 30 años y es una super estrella completamente perdida y necesitada de ayuda, madre de una hija adolescente con la que no logra entenderse. El tercero es dedicado al impactante show que brinda hacia el final de la película. Un narrador omnisciente se encarga de unir estos tres actos y aportarnos información sobre la historia de los personajes. Hay un gran trabajo del equipo de arte, fotografía y montaje, así como de la dirección actoral y del elenco, principalmente de su protagonista. Portman compone a una cantante desganada y antipática, agresiva con aquellos que no respetan su intimidad y hasta con sus afectos, como con su hermana,que ha dedicado su vida a cuidarla; que ha perdido el rumbo y nunca ha logrado superar lo vivido en la infancia. Si bien la historia es muy interesante, tiene ritmo y más de un tema para destacar, la resolución deja más de un aspecto por resolver y genera la sensación de que la película se corta abruptamente. Ese es el único aspecto que le resta puntaje a este film. Calificación 8/10
Celeste es una estrella internacional de la música pop que debe confrontar su legado en las horas previas a un gran concierto. La película llega al país un tanto retrasada, inaugurándose en el marco del BAFICI.
Vox Lux es una película de contradicciones. Desde la cuidada tipografía de los créditos iniciales —diminuta y elegante, más propia de una tarjeta de invitación a un evento literario— hasta la música ominosa y el subtítulo rimbombante, “Un retrato del siglo veintiuno”, se nos anuncia algo grandioso y operático. También hay un narrador, con la voz de Willem Dafoe, que habla como un personaje de Vladimir Nabokov, exageradamente formal, académico y pretensioso. Pero el film enmarcado por estas decoraciones es sorprendentemente sencillo y directo. Hay poco exceso narrativo o expresivo. Más allá de algunos travellings vistosos, la cámara observa la intimidad de los protagonistas sin apuro. Y fuera de las luces del escenario, nos adentramos en interiores crepusculares, teñidos de sombras y colores apagados. La apariencia novelística que aportan la tipografía y la narración se extiende hasta la estructura narrativa, dividida en capítulos. El esqueleto de la trama se parece al de tantas películas sobre artistas: vemos cómo nace una estrella y luego cómo titila, cómo amenaza por apagarse y —finalmente— sigue llameando. Sin embargo, Vox Lux desarticula su esqueleto convencional. Este tipo de film, que nos cuenta la biografía de un músico real o inventado, suele hacer foco en la personalidad excluyente que retrata. Aunque evoque un contexto histórico determinado, destaca la habilidad y el genio individuales. Vox Lux invierte la ecuación. La protagonista, Celeste, es una diva pop como Lady Gaga o Katy Perry, y si bien es buena en lo que hace, es antes que nada un producto de su tiempo. Ya lo sugiere el prólogo, que muestra un tiroteo en una escuela estadounidense. En medio de la violencia, la cámara sigue a Celeste, quien recibe un impacto de bala que daña su columna. Es un hecho ficticio, pero la acción se sitúa en 1999, el mismo año de la masacre en la secundaria de Columbine. Tras este inicio traumático, empieza el primer capítulo. Celeste se recupera en un hospital y realiza ejercicios fisioterapéuticos para volver a caminar. Durante su convalecencia, aprende teclado y canto con su hermana, con quien comparte aptitudes musicales. Y en una ceremonia para conmemorar a los caídos en el tiroteo, Celeste les dedica una canción. Su performance es filmada y pronto se vuelve viral. No tardan en aparecer un representante, la fama y el primer disco. Y en la mañana que graba su video musical consagratorio, caen las Torres Gemelas. Entonces arranca el segundo capítulo, en 2017, con Celeste un ícono mundial, desgastada por la atención mediática, los escándalos, las drogas, los medicamentos, los crónicos dolores de columna y su relación disfuncional con su hija y su hermana. Vox Lux no sólo aspira a lo novelístico sino también al estatus de Gran Novela Americana. Y para lograrlo, copia las estrategias de obras como Underworld de Don DeLillo, American Pastoral de Philip Roth y Middlesex de Jeffrey Eugenides, en las que todo lo que les sucede a los protagonistas tiene un vínculo literal o metafórico con las convulsiones históricas del país. (Ernesto Sabato sería nuestro exponente local, que con Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador buscó darnos la Gran Novela Argentina). Pero hay una diferencia crucial entre Vox Lux y estos libros. El film de Brady Corbet no busca una epifanía al final del túnel narrativo. Porque la epifanía no hay que buscarla, está en la superficie. Su tema es, justamente, la falta de profundidad. Underworld, American Pastoral y Middlesex, en cambio, son tomos pesados. No sólo por la cantidad de sus páginas sino también por la proliferación de sus anécdotas, la extensión de su lista de personajes y la seriedad de sus ambiciones temáticas. Al lado, Vox Lux es algo más liviano. Observa, con ironía y compasión, cómo una chica de catorce años se convierte en una mujer de treinta y pico, y cómo lidia con su fama y sus fantasmas. Y lo hace sin pintar frescos panorámicos de la realidad contemporánea, sino contentándose con espacios claustrofóbicos, primero un hospital y luego un hotel, donde Celeste se prepara para una función, discute con su representante e intenta reestablecer su relación con su hija. Excepto que, claro, nuestra protagonista no es cualquier chica ni cualquier mujer. Es la hija de Columbine y del atentado a las Torres Gemelas, un producto millennial que creció junto al auge de internet y las redes sociales. Conexiones y correspondencias que indican las fechas y el narrador, y que le insuflan el aire de una épica a lo que, en definitiva, es un pequeño drama familiar. Natalie Portman, en el papel de Celeste, nos recuerda a la bailarina que interpretó en El cisne negro. Sin embargo, esta vez, no la acompaña la grandilocuencia del director Darren Aronofsky. La mano de Corbet es más sutil y sus planos más estáticos. Es verdad que Celeste está siempre al borde del ataque de nervios y que la cámara a veces intenta seguirle el ritmo. Pero luego mantiene cierta distancia, no entramos de lleno en la vorágine de la diva. Es por eso que Vox Lux termina planteando un sistema dialéctico, donde todo el aparato novelístico (la narración, los capítulos, la tipografía, el forzado contexto histórico) entra en conflicto con la relativa modestia de lo que, finalmente, se plasma en la pantalla. Como si lo épico ya no tuviera cabida en el mundo posmoderno. Por más que la película sea un “Retrato del siglo veintiuno”, por más que lo personal se mezcle con lo histórico, sigue siendo un siglo anti-épico, fragmentado en pantallas, en el que —como dice la misma Celeste— la verdad y las palabras no importan, porque el olvido se lo lleva todo. Vox Lux termina pareciéndose menos a las Grandes Novelas Americanas y más a un pequeño y excéntrico documental, que lleva el mismo subtítulo y que también es sobre un artista, aunque un artista del fútbol, Zidane: un retrato del siglo veintiuno. Quienes lo hayan visto recordarán que la cámara se concentra, durante los noventa minutos de un partido entre el Real Madrid y el Villarreal, casi exclusivamente en el rostro del jugador. Apenas vemos el campo de juego, mucho menos el público en las gradas o la capital española. Durante el entretiempo, hay un pantallazo de las noticias de ese día, imágenes de hambruna y guerra. Y luego regresamos a los ojos del francés, buscando la pelota y visualizando jugadas que sólo él puede ver. Curioso que ambos (autodenominados) retratos del siglo veintiuno releguen al fuera de campo el siglo que pretenden sintetizar a través de una celebridad. Quizás sea un siglo condenado a pasar desapercibido, mientras Celeste y Zidane se llevan todas las miradas y nos aportan poco más que sus propias ilusiones.
Una película muy buena pero que hay que aclarar que en si no es una película musical como da a entender el afiche. Lo primero que le viene a la cabeza al espectador que ve el póster es que va a ver la típica película musical con canciones entre los diálogos. Y no es así. Vox Lux es...
El actor devenido en director, Brady Corbet (“The Childhood of a Leader”), nos trae esta atípica e interesante propuesta que busca inmiscuirse tras bambalinas para mostrar los pormenores del mundo del pop. Esta película retrata de manera episódica cómo una niña atravesada por una tragedia escolar del tipo Columbine encuentra en la música su refugio. El tema es que un productor musical (Jude Law) decide aprovechar el revuelo mediático para convertirla en artista. El problema es que como toda artista precoz se ve obligada a crecer de golpe haciendo que todo esto tenga grandes repercusiones en su futuro. El guion escrito por el mismo Corbet erige el ascenso y caída de una personalidad pública evitando todo tipo de lugares comunes y metiéndose de lleno en la psiquis de la protagonista. Un personaje audaz y psicológicamente bien definido que le da dimensión al film por medio de sus decisiones y sus actitudes. Para ello fue necesario contar con dos intérpretes maravillosas que supieron dotar al personaje de un carácter fuerte y determinado, Raffey Cassidy componiendo a la Celeste de adolescente, y Natalie Portman como su versión adulta. Así vemos cómo la dulce niña que sobrevive a una matanza y es descubierta por una empresa discográfica que la termina convirtiendo en una cantante drogadicta, narcisista y soberbia que ningunea a su hermana la cual ayudó a atravesar por ese período fatídico, a componer las canciones que la hicieron famosa y a cuidar a su hija (Raffey Cassidy nuevamente) la cual tuvo de joven y con la que mantiene una relación complicada y casi de ausencia maternal. La atmósfera opresiva que construye el director junto con la composición de Portman nos recuerda un poco a “Black Swan” (2010) de Aronofsky aunque aquí la cuestión transita por un costado más al estilo crónica realista sobre la escena musical y menos por el lado del thriller psicológico. Asimismo, la fotografía de Lol Crawley ayuda a crear también ese contexto asfixiante y angustioso que aporta ciertos recursos narrativos bastante atractivos como por ejemplo cámara rápida, planos secuencia y largos travellings de acompañamiento donde nos quieren mostrar la intimidad y el frenesí que rodea a estas personas obligadas por contrato a cumplir con ciertos eventos. Por otro lado, en lo relativo a lo musical tenemos a Sia encargándose de las canciones originales del film, siendo un poco irónico el hecho de que se denuncie las exigencias y las miserias del mundo del pop y se llame a una de los exponentes actuales más grandes del momento para componer la banda sonora. “Vox Lux” es un relato presentado a modo de cuento (y narrado por la extraordinaria y funcional voz de Willem Dafoe) sobre el precio de la fama a una edad temprana y las exigencias que presenta la industria del entretenimiento. Un film interesante que evita las convenciones de este tipo de historias y que nos mantiene en vilo hasta su conclusión anti climática y necesaria.
El joven cineasta estadounidense, Brady Corbet, nos trae "Vox Lux: El precio de la fama" una especie de "Cisne Negro" del Pop. Una tragedia convirtió a Celeste (Natalie Portman) en una estrella pop internacional obligándola a enfrentar el negocio de la música con el peso y el dolor del pasado sobre su espalda con tan solo 13 años. Tiempo después, ya en su vida adulta, deberá confrontar su legado en las horas previas a un gran concierto rodeado de polémica y circunstancias extraordinarias. Mostrar la fama desde adentro parece ser prioridad en Hollywood. Ya vimos "Bohemian Rhapsody" y "Nace una estrella" donde junto con el ascenso de la popularidad llegan las tentaciones, abusos y la soledad. "Vox Lux" no es la excepción pero tiene un abordaje diferente. No muestra la típica historia del artista que cumple sus sueños gracias a su amor por la música. Su estilo provocador logra sacarla del molde. Con una estética que recuerda a diferentes obras de Kubrick y rompiendo con algunas reglas narrativas y visuales que parecen ya establecidas a la hora de hacer películas, el film resulta llevadero pero requiere de un alto compromiso por parte del espectador. Willem Dafoe, quien prestó su voz como narrador omnipresente, nos guía por los tres actos que comprenden la pieza (Génesis, Regenesis y Final) y muestran el duro camino de la protagonista hacia el estrellato. En la segunda parte del film, donde Natalie Portman toma la posta como Celeste adulta, todo se tiñe de otro color. Su interpretación es memorable. Se transforma en una cantante y bailarina con una personalidad autodestructiva y confundida entre tantos excesos, acompañada por su fiel manager (Jude Law). Lo abrupto del final es quizás lo que más sabor amargo deja ya que quedan varios puntos de la trama inconclusos. La banda sonora está compuesta por la artista australiana Sia quien entiende del género. "Vox Lux: El precio de la fama" es diferente, inquietante y a nivel técnico refleja la gran cualidad creativa de Brady Corbet, alguien de quien sin dudas seguiremos escuchando y que podría tener la siguiente película de culto bajo la manga. Por Matías Villanueva
El ascenso y descanso de una estrella El film es alucinante, en el sentido que parece un aludir, nada parece tener sentido, tiene momentos bastantes desagradables, algunas imágenes magnificas pero en realidad es muy inconexa y bastante incoherente. La película trata de Celeste, al principio interpretada por Raffey Cassidy, tiene 13 años y es una sobreviviente a un tiroteo escolar espeluznante. Incapaz de expresar con palabras sus sentimientos o pensamientos de lo sucedido junto con su hermana, realizan un himno memorial en el que esta lo canta, alguien la graba y así de la noche a la mañana nace una estrella. 17 años después, interpretada por Natalie Portman, siendo ya una mujer adulta luchando contra sus demonios personales, sumergiéndose en el alcohol y la droga. En Vox Lux podremos ver mucha similitud con el film protagonizado por Lady Gaga, Nace una estrella (Star is Born), con la diferencia que en este vemos como la protagonista llega al estrellato y sigue en el ascenso. En cambio, Vox Lux nos hace ver todo lo contrario, una sátira que se enfoca mucho más en el descenso de una estrella y es aquí donde surge una problemática ya que pocas películas han podido mantener este cinismo de la cultura critica que nos rodea. En resumen, Vox Lux toma cultura de muchos lados, los revuelve en una licuadora y lo convierte en algo sumamente extraño ya que por un lado nos habla de nuestra incapacidad o de nuestra falta de voluntad para procesar lo que nos sucede, lo que nos lleva a la música (dirigida por SIA) que nos lleva al escape, es decir, las personas suelen escaparse del dolor que sienten a través de nuestros ídolos. El Film habla sobre la cultura pop, la celebridad, el culto y de cómo se reacciona a las tragedias en nuestros tiempos, incluyendo el terrorismo. Sin embargo, ninguno de estos temas se toca con profundidad y mucho menos en un contexto real, son simplemente ideas puestas en una película en donde es notorio que el director (Brady Corbet) quiere decirle algo al público. Brady Corbet conocido por actuar en Funny Games (horas de terror; juegos divertidos) y por haber trabajado junto con Michael Haneke y Lars Von Trier en el que se ha hecho notorio la influencia de estos directores ya que Brady nos trae una película confusa, en donde hay muchas preguntas sin ninguna respuesta. Vox Lux es claramente una combinación extraña entre El Masacre de Columbine y Nace una estrella (Star is Born). Sin duda alguna Portman es quien lleva la película al hombro, interpretando a una Celeste adulta realmente irritante, desagradable y molesta. Decir que es una de las mejores actuaciones de su carrera sería realmente exagerado, pero debo admitir que cuando ella encarna el personaje de Celeste, comienzas a prestar un poco más de atención ya que la misma actriz hace que se te vayan los ojos a ella y eso es precisamente lo que representa su papel, el de una Diva. Por otro lado, la actuación de Raffey Cassidy es un caso muy inusual e interesante ya que tuvo que interpretar dos papeles, Celeste de joven y la hija de celeste.Por último, dentro del film podremos escuchar la voz en off de Willem Dafoe, quién nos narrará algunos momentos dentro de la película. En conclusión, Vox Lux no es una mala película solo que es confusa y bastante densa, sin mencionar la avalancha de preguntas sin respuestas que deja. Cabe destacar la actuación de Natalie Portman es tan fuerte que es notorio el compromiso que ha tomado la actriz a comparación de los demás actores.
La historia de Celeste Montgomery (Raffey Cassidy en la jueventud y Natalie Portman en la adultez) se divide en tres partes y relata en la precisa voz de Willem Dafoe, en la primera, su adolescencia en la secundaria a la que asiste y donde ocurre la Masacre de New Brighton, llevada a cabo por Cullen Active (Logan Riley Bruner). Cómo ocurre todo ésto es bastante curioso. Cullen llega después de unas vacaciones al colegio, ejecuta a su profesora y a sus compañeros, como en tantas masacres de Estados Unidos ocurridas en Colegios, lamentablemente, y Celeste recibe una bala que afecta su columna y le deja una herida en el cuello (por eso siempre lleva un accesorio) pero logra sobrevivir. Debe rehabilitarse y en la misa que se efectúa después de la tragedia, decide cantar una canción compuesta por su hermana Ellie (Stacy Martin) con la que tiene una relación muy apegada). El video se viraliza y gracias al productor y luego mánager (Jude Law) y su publicista (Jennifer Ehle) Celeste comienza un ascenso vertiginoso en el mundo de la música. Esa sería la segunda parte de la historia: Giras, videos, fama, drogas y dinero, pero también cambio de carácter y alejamiento de sus afectos ya que a la hija que tiene siendo muy joven la cría su hermana, a la que maltrata sin piedad. Su hija Albertine es nuevamente interpretada por Raffey Cassidy. Celeste en su etapa adulta pierde toda su inocencia, no tiene una buena relación con su hija, es soberbia, altanera y demandante como toda estrella que vive para su carrera. Lo mejor que tiene la película son sus actuaciones, Portman vuelve a su parte oscura como en Black Swan y le sienta de maravillas y Cassidy está a la altura. Las canciones de SIA suman. No es un musical, pero el Director Brady Corbet retrata el mundo de sus estrellas desde adentro. Y en el final y última parte Celeste demuestra su potencial. https://www.youtube.com/watch?v=NnwAvTXSPZ4 TITULO ALTERNATIVO: Vox Lux: el precio de la fama DIRECCIÓN: Brady Corbet. ACTORES: Natalie Portman, Jude Law. ACTORES SECUNDARIOS: Raffey Cassidy, Stacy Martin, Jennifer Ehle, Susanna Guzman. GUION: Brady Corbet. FOTOGRAFIA: Lol Crawley. MÚSICA: Scott Walker. GENERO: Drama . ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 114 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años con reservas DISTRIBUIDORA: BF + Paris Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 18 de Abril de 2019
Lo que a priori hay que remarcar de Vox Lux, es que, si bien Natalie Portman es la protagonista, también lo es la joven Raffey Cassidy, quien interpreta al mismo personaje de adolescente, (y otro rol más). De hecho, la división en metraje es muy contundente: cincuenta por ciento aparece una, y cincuenta por ciento la otra. Aclarado el tema de cartel, lo que destaco sobre manera son esos 15 años cronológicos como en espejo (y mucho metalenguaje) entre la historia reciente política (y atentados) y el personaje. Si como espectador no hacés ese paralelismo constante, la película es una más. Una sobre una estrella de pop con excesos. Asimismo, el film intenta tener un impacto visual, amparado en el arte y ciertas composiciones de planos. Varios travelings y otras cuestiones técnicas, pero lo logra por unos minutos. Luego satura. El director y guionista Brady Corbet, de extenso curriculum actoral, intenta imitar a Nicolas Winding Refn pero no le sale, genios son pocos en la nueva camada de directores de Hollywood. En cuanto a Natalie Portman, verla aquí te hace recordar que es una excelente actriz, pero que, por varios motivos, no está bien en este papel. Por momentos, incluso, sobreactuada. ¿Jud Law? Se ve que tenía tiempo libre. Lo mejor es, sin dudas, Raffey Cassidy, quien a muy corta edad muestra varios matices y un gran futuro. En definitiva, salvo por algo en su bajada de línea, Vox lux es un experimento fallido en cada uno de sus objetivos.
Vox Lux es una película protagonizada por Natalie Portman, en la que interpreta a Celeste, una cantante Pop que se encuentra en la cima de su carrera. La acompañan Raffey Cassidy como su hija y ella misma en una versión adolescente que ocupa todo el primer acto, Stacy Martin como su hermana, Jude Law como su representante. Todos ellos dirigidos por el actor Brady Corbet, en su segunda experiencia detrás de las cámaras. El guion, escrito por tambien por su director, cuenta con una estructura clásica divida en tres actos, y nos cuenta la historia de esta estrella de la música Pop desde sus orígenes, donde sobrevivió a un atentado terrorista en su colegio, y cómo es descubierta por la grabación de un video en el que canta durante una ceremonia en homenaje a las víctimas. Y es durante este primer acto donde vemos como esta adolescente, interpretada por Raffey Cassidy, va perdiendo su inocencia mientras se hace cada vez más famosa. Después, por medio de una elipsis, vemos en un segundo acto a Celeste, interpretada por Natalie Portmanen la cima de su carrera, lidiando con su hija adolescente, nuevamente Raffey Cassidy, en las horas previas a un show del que somos parte en el tercer acto. Si bien es cierto que esta película tuvo la mala suerte de haberse estrenado poco tiempo después de la cuarta versión de Nace una estrella, y sale perdiendo en la comparación de cómo fue tratado el mismo tema, hay también cuestiones de puesta en escena que hacen que no funcione. La primera de ellas es el uso de la voz en off de Willem Dafoe explicando ciertas situaciones en lugar de mostrarlas, lo que hace que resulten menos interesantes y no funcione debidamente este recurso tomado de la nouvelle vague francesa. Y la segunda es que el segundo acto hace que el espectador pueda perder interés, a pesar de contar con Natalie Portman como protagonista, porque el primero es demasiado largo y más interesante. Pero Vox Lux tiene también algunas cosas a favor, y una de ellas es la fotografía de Lol Crawley, que se luce tanto en la escena del concierto final como en los planos secuencia del segundo acto que recuerdan a los de Birdman (La inesperada virtud de la ignorancia). Así como también lo esRaffey Cassidy, una joven actriz que logra componer muy bien ambos personajes cuyo denominador común es que atraviesan una crisis por la pérdida de la inocencia infantil. En conclusión,Vox lux es una película que desaprovecha el enorme potencial con el que cuenta al tomar decisiones equivocadas en su puesta en escena. Y esto puede hacer que el espectador pierda interés, especialmente durante el segundo acto donde el personaje de Natalie Portman queda eclipsado por el de Raffey Cassidy, que termina resultando más atractivo.
El director, actor, escritor Brady Corbert realiza una película en 35 mm con fotografía de Lol Crawley, que ironiza, deslumbra y trata de contener en su relato a los EEUU post tragedia de Columbine, post atentado a las torres, ataques terroristas en el mundo, con el ascenso a la fama y los costos que eso supone, de alguien en un vertiginoso camino al estrellato y las consecuencias de mantenerse en el tope de la atención del público y sus fans. Mucho y en casi todo su audaz recorrido, bien logrado, sobre la pérdida de la inocencia individual y colectiva. Es un musical melodramático contado en tres partes. Una primera que arranca de manera brutal con un chico disparándole a sus compañeros y una quinceañera adolescente que se salva de la tragedia. Compone con su hermana una canción para el entierro de las víctimas y ese será su pasaporte a una carrera de cantante. En esa segunda parte se señala la relación endogámica con su hermana, la salida al mundo, la vorágine de la libertad, la perdida de la virginidad, el comienzo de una vida loca que conlleva la industria, las primeras adicciones. Y por último, ya con la piel y el talento de Natalie Portman, la estrella que el director señaló como una mezcla de Katy Perry, Madonna, Lady Gaga, Sia, Demi Lovato y Taylor Swift, esa cantante que lleva adelante una dificultosa relación con su hija, (Raffey Cassidy, que interpreta a la protagonista de joven también) que se relaciona mejor con su tía, ahora humillada permanente, blanco de histerias y ataques de llanto de la estrella. Es por momentos abrumadora, sin objetivo, fallida en cuanto a los off leídos por Daniel Dafoe, pero al mismo tiempo deslumbrante e hipnótica. Grandes actuaciones de Portman, Cassidy, Jude Law y siguen los nombres.
Parábola religiosa, pop y sociopolítica El segundo trabajo como director del actor Brady Corbet asocia el surgimiento de una diva del pop con las "reaganomics" y el Génesis. Relato del surgimiento, ascenso y crisis de una estrella pop, pero también metáfora sociopolítica de la historia reciente de los Estados Unidos, Vox Lux: El precio de la fama, segundo trabajo como director del actor Brady Corbet, puede ser pensado como parábola en los dos sentidos de esa palabra. En el primer caso porque literalmente traza la curva que recorre Celeste, la protagonista, en ese camino hacia la cima del mundo de la música para las masas. En el segundo, por su condición de narración simbólica que repasa los últimos 37 años de historia estadounidense, no exenta de una mirada moral que alude al estado actual de esa sociedad. Vox Lux comienza con una voz en off, a cargo de Willem Dafoe, que deja claro ese carácter dual que define a la película, relacionando la infancia de Celeste, nacida en 1986, con su contexto histórico. Ahí se indica que su familia formaba parte "del lado perdedor de las Reaganomics", el estricto y conservador plan económico del entonces presidente Ronald Reagan. La cita habla de los Estados Unidos golpeados y subterráneos que no suele ser el paisaje favorito del cine. No es aventurado anudar la cuna proletaria de la protagonista con el mito de origen del cristianismo, fundado por el hijo de un carpintero y un ama de casa. Otros elementos profundizarán esa relación. A partir de ahí el relato se presentará dividido en un preludio, dos actos (Génesis y Re-Génesis, nombres que reafirman el enlace con lo religioso) y un finale. Los tres segmentos iniciales están situados en años específicos: 1999; 2000/2001; y 2017. El finale, en cambio, está etiquetado como XXI, refiriendo a estas primeras dos décadas del siglo en curso. Celeste será la única sobreviviente del ataque a la escuela que realiza un compañero, quien mata a todos y se suicida. Pero del modo en que lo presenta la película, casi parece una resurrección. Cuando aún tullida Celeste cante una canción durante el memorial televisado a todo el país, habrá nacido otra estrella. Y llegan los capítulos. "Génesis" narra los primeros pasos y culmina con la niña perdiendo la inocencia (como el país, en 2001). "Re-Génesis" la encuentra adulta, ególatra, nihilista, violenta y sin rastros de la empatía que mostraba siendo niña. En el quiebre entre ambas partes el film mantiene el subtexto religioso (una parada para rezar en el desierto; una última cena politóxica), pero pierde el carácter ominoso que signa el inicio. La simbología pop se vuelve obvia y la mirada crítica se ablanda, exhibiendo cierta condescendencia autocomplaciente en el reflejo que entrega. Como diciendo: "Sí, somos monstruosos, pero igual nos encanta vernos brillar."
En su segundo largometraje después del aclamado debut con The Childhood of a Leader, el guionista y director Brady Corbet filmó una ambiciosa, audaz, provocadora y decididamente controvertida película que vincula el ascenso a la fama de una cantante pop y sus posteriores miserias con cuestiones como la violencia escolar y el terrorismo internacional. Lo que diferencia a Vox Lux de cualquier película sobre el negocio de la musica es que desafía todas las convenciones y encasillamientos. Claro que en esa búsqueda permanente por incomodar también puede resultar abrumadora y desconcertante. Corbet (un artista lleno de ínfulas e ideas) va de lo satírico a la denuncia, del cinismo a la empatía con resultados desiguales, pero siempre con un desparpajo que se agradece. Las dos horas de Vox Lux (cuyo nada modesto subtítulo en el original es “un retrato del siglo XXI”) están divididas en un prólogo y dos grandes partes. En la escena inicial vemos a un estudiante acribillar en 1999 a docentes y compañeros en una escuela de Staten Island. La escena remite a la masacre de Columbine y en ella Celeste (interpretada por Raffey Cassidy) recibe un disparo, pero milagrosamente escapa de la muerte. Dos años más tarde, siendo apenas una quinceañera, ella se convierte en la gran esperanza pop y se empieza a montar a su alrededor toda la maquinaria del show business: discográficas, giras, manager (Jude Law), coreógrafos, especialistas en relaciones públicas y un largo etcétera. Corbet define a Celeste como una combinación entre Katy Perry, Madonna, Lady Gaga, Sia, Demi Lovato y Taylor Swift, pero también describe la intensa, endogámica, posesiva relación con su hermana Eleanor (Stacy Martin), el verdadero talento en las sombras. En la segunda mitad pasamos de 2001 (sí, hay referencias a los atentados a las Torres Gemelas) a 2017 y allí Corbet hace otra apuesta fuerte: Celeste, ahora de 31 años, es interpretada por Natalie Portman (tan insufrible como deslumbrante en un personaje tan o más angustiante y torturado que el de la bailarina de El cisne negro), mientras que el de su hija preadolescente Albertine es encarnado por... Raffey Cassidy. Esta fábula fáustica sobre el costo (altísimo) de la celebridad (sobre todo para los prodigios que pasan casi sin preámbulos de una inocencia infantil a una adultez llena de presiones y exigencias), sobre el oportunismo y la hipocresía de la industria del entretenimiento tiene sus excesos (la ampulosa narración en off a cargo de la voz grave de Willem Dafoe, las constantes referencias a los actos terroristas en distintas partes del mundo), pero nunca deja de atrapar y por momentos de fascinar. A eso hay que sumarle la fotografía en 35mm de Lol Crawley y la banda sonora de ese maestro recientemente fallecido que fue Scott Walker y el balance termina siendo positivo.
Aquí hay una extraña historia que mezcla la sátira pop con el comentario social. “Vox Lux” es una especie de odisea musical que combina el oropel de las superestrellas con los dramas reales que vive el mundo a partir de los constantes episodios terroristas y de masacres escolares. Justamente, luego de una de estas masacres al estilo Colombine, la joven Celeste (Natalie Portman) sabe cómo transformar un duelo musical en estrellato mundial, y de algún modo toda su carrera posterior está atravesada por este imprevisto acceso a la fama. El planteo es interesante y la actuación de Natalie Portman tiene muy buenos momentos, igual que la de Jude Law en el papel de su manager. Las canciones de la australiana SIA (compositora de hits para artistas del nivel de Beyonce) son más que potables. Pero el director Brady Colbert no puede evitar un tono excesivamente pretencioso que se vuelve fuera de lugar y altamente kitsch en lo estético cuando la trama retoma al personaje de Celeste, en un especie de regreso luego de atribulados años de excesos. Este es el tipo de saga pop que funcionaría mejor con una auténtica cantante en el papel protagónico, como el fenómeno de Lady Gaga en “Nace una estrella”.
Un hit de la canción homenaje. Todo se reduce al camino vacilante que recorre una joven hasta llegar a obtener éxito mundial como una sensación musical terrible, llorona y narcisista. Queda clara la presencia del espíritu comercial pop: la película está dirigida a un público adolescente que no tiene ganas de pensar demasiado y que sólo se siente bien al escuchar música sin contenido. La canción original “Wrapped Up” es lo único que logra sacarte el mal sabor que te deja este filme. Bajo la narración invisible de Willem Dafoe -la injustificada elección de créditos que resulta en un desafortunado toque estilístico-, Vox Lux: el precio de la fama (2018) narra una historia dividida en 3 actos de manera infundada. Celeste (Natalie Portman) se transforma en una estrella de pop tras vivenciar una tragedia traumatizante en su adolescencia y llega el momento de confrontar su legado en las horas previas a un gran concierto en su ciudad de origen. Es guiada por su manager (Jude Law) y acompañada por su hermana Eleanor (Stacy Martin) e hija adolescente Albertine (Raffey Cassidy) –actriz que además interpreta a la joven Celeste-, con quiénes mantendrá unas disputas sin profundidad. Brady Corbet dirige y guiona este film, que es demasiado confuso y pretencioso. Si bien cuenta con cimientos dramáticos, el desarrollo es tan bizarro que convierte ese suceso en algo superficial consiguiendo una historia que no solo no logra ser interesante y es aburrido, sino que subestima al espectador atraído por sus protagonistas, puesto que son excelentes actores. Corbet tuvo en sus manos la posibilidad de explorar y explotar el lado B de una estrella pop de una manera diferente; sin embargo, sucedió lo opuesto. El guion es incoherente, débil, no creíble, hay diálogos incongruentes con escenas que sobran y no aportan para dar profundidad a la trama; además situaciones sacadas de la galera que solo desordenan al espectador. Una desaprovechada Portman que no aparece sino hasta la mitad de la película y si no la conociéramos por su excelente performance como actriz, podríamos afirmar que peca de sobreactuación, para conformar un insoportable personaje, que no tiene motivos para actuar como lo hace en su adultez, en la que podría ser la peor interpretación de su carrera. Tanto a Portman como a Law, se los ve “actuando forzosamente”, para adaptarse a un guion que tiene graves problemas desde el comienzo y no fluye. Corbet se aventuró con un proyecto demasiado pedante y ambicioso. Vox Lux: el precio de la fama es una declaración sobre la cultura pop vacía con un resultado molesto e irritante como las letras de las canciones. No queda claro el mensaje a comunicar por parte del cineasta y éste sea quizás el error más grave de la película.
Hoy tu sueño es real Vox Lux es una excelente muestra narrativa visual tanto como musical. Fantástica y border en varios aspectos (la historia de una accidental estrella del pop, Celeste, que nace a partir de una masacre en su escuela) mueve la reacción emocional hasta los huesos. La cantante violenta y caprichosa llevada adelante intensa y maravillosamente por Natalie Portman, guiada en su camino de drogas y ocasionalmente al límite del quiebre personal por el representante que interpreta Jude Law, es fantástica por donde se la mire. La vida de Celeste nos recuerda el famoso leit motiv de la exitosa serie de los 80s, que hacía honor a su nombre: La fama cuesta. Las canciones son de Sia y la composición general de Scott Walker. También se destacan Stacy Martin (a quien vimos en Nymphomaniac Volumen 1 y 2—2013) y Raffey Cassidy, de un desempeño excelente en El sacrificio del ciervo sagrado. Dirigida por Brady Corbet, es una excelente película para ver.
La propuesta del film de genéro dramático resulta interesante por la manera en que buscan representar cómo un artista vive todo lo que ocurre en su país y cómo es afectado por todo ese contexto. Además, es acertado cómo dividen la historia de la protagonista en etapas, dejando al descubierto todo lo que rodea a la protagonista.
Dos hermanas adolescentes, Celeste y Ellie, sobreviven en el año 1999 a una masacre en su colegio, cuando uno de los alumnos entra con armas de guerra y comienza a disparar. Sobre esa experiencia escriben una canción y la interpretan, lo que las lleva a una inesperada y veloz fama. Celeste se convierte es una megaestrella y en el año 2017, ya con su propia hija adolescente, ella debe enfrentarse a una crisis personal que complicada cada vez más su presente. La relación entre las hermanas es cada vez más complicada y a eso se le suma su mentor y manager, que también posee una personalidad avasallante. Vox Lux es una película rara, porque mientras sus actores están impecables y hay una tensión permanente en el aire, la película, luego de las impactantes escenas iniciales, siempre es una bomba a punto de estallar que no termina de concretar su sentido. No se trata solo de una intención de no producir un remate, sino de la capacidad del film de prometer mucho y tal vez no cumplir con nada. Aun así, la película es potente, todo resulta interesante y simplemente es posible que no tenga profundidad, que tan solo sea lo que vemos. Si es solo eso, igual es efectiva.
“Vox Lux”, de Brady Corbet Por Jorge Bernárdez Celeste es una temperamental e insoportable estrella pop que se encuentra pasando por una crisis, toda su vida ha sido una crisis, pero a los 31 años y a punto de lanzar Vox Lux, el álbum conceptual que va a redefinir su arte, después de una temporada de accidentes provocados por su excesos que la han llevado al lado oscuro después de un largo romance con el público. Celeste tiene una hermana que la envidia, una hija adolescente que como todos los adolescentes está en guerra con el mundo y un representante que en parte la explota y en parte la apaña además de tener sexo con ella y compartir las drogas. Celeste es adicta al alcohol claro y varias drogas ilegales, además de las que debe tomar por sus problemas de salud. Todo es desmesurado en esta fábula pop, que arranca con un incidente al estilo de la masacre de Columbine que ocurre el mismo año que aquel evento, es decir en 1999. Celeste es el producto de ese evento, sobrevivió a pesar de recibir una bala cerca de la columna y su primer hit fue una canción que escribió para el primer aniversario del incidente. El tema era una balada que hablaba en clave personal sobre aquello que sufrió, pero que la visión de un productor transformó en la canción que necesitaba la sociedad para hacer catarsis por aquel momento demoníaco. Para mejor justo cuando estaba por lanzarse el simple, se produce el atentado a las Torres Gemelas y el resultado fue que las ventas se dispararon haciendo de aquel hit el himno que necesitaba una sociedad confundida y aterrorizada. Celeste con 14 años es tomada por un manager ambicioso que interpreta Jude Law. La película esta separada por capítulos y todo su armado es tan pretencioso y sugerente que en cierta forma atrapa al espectador y lo mete de lleno en el mundo de Celeste, que de grande es Natalie Portnam que vuelve un poco al registro de El cisne negro pero esta vez no está Aronofsky para acompañarla en el registro desmedido, sino que el director Brdy Corbet prefiere dejar de lado lo ampuloso y trabajar el registro de la intimidad de Celeste con un tono más cercano al melodrama. El asunto es que el guión se vuelve tan caprichoso que la cantidad de referencias puede abrumar, porque justo cuando Celeste está relanzando su carrera aparece un grupo terrorista que provoca una matanza en una playa europea y lo hace usando máscaras que remiten al video con el que Celeste llega a la fama. Cuando la película amenaza con volcar del todo en una fábula grandilocuente se termina y deja en la nada el tema del grupo terrorista. Todo se acaba en el show de Celeste que es básicamente horrible y con una música básicamente horrible, que no es ni un pop pegadizo ni rock ni nada. Es posible que mientras filmaran esta confusa fábula todos estuvieran pensado en Tommyo en Velvet Goldminecomo referencias y el espectador también se remite a esas películas que son mucho mejores y tienen claro qué buscan decir. Vox Lux es un festival de excesos estéticos y de sobreactuaciones, enmarcadas por una voz en off aportada por Willem Defoe que le agrega un toque pretencioso de mala literatura. VOX LUX Vox Lux. Estados Unidos, 2018. Dirección y Guión: Brady Corbet. Intérpretes: Natalie Portman, Willem Dafoe, Jude Law, Christopher Abbott, Jennifer Ehle, Raffey Cassidy, Stacy Martin, Micheál Richardson, Maria Dizzia, Logan Riley Bruner. Producción: Brian Young, Gary Michael Walters, Christine Vachon, Michel Litvak, Robert Salerno, Svetlana Metkina, David Litvak, Andrew Lauren, David Hinojosa y D.J. Gugenheim. Distribuidora: BF + París Films. Duración: 114 minutos.
Una especie de metáfora/alegoría sobre terrorismo, violencia, política, y todo lo que aquello sobre lo que dice el manual que hay que oponerse hoy. A veces una película despareja como esta, que tiene demasiadas cosas para decir, es más estimulante que una “parejita” y prolija. “Vox Lux” es el retrato de una artista pop –interpretada en estado de tensión constante por Natalie Portman, y está muy bien– pero también una especie de metáfora/alegoría sobre terrorismo, violencia, política, y todo lo que aquello sobre lo que dice el manual que hay que oponerse hoy. Pero justamente su desprolijidad –que deriva en grandes momentos, de paso– es lo que le otorga su capacidad de mantenernos con ganas de mirar.
Cantando por un sueño En una de las primeras escenas de Vox Lux El Precio de la Fama (Vox Lux, 2018) está la clave del relato. Una niña, de pocos años, canta mirando a cámara en un video registrado familiarmente como si supiera que su futuro dependiera de eso, y eso es lo que hará Celeste por el resto de su vida. En el cantar y bailar, ingenuamente, pero con mucha naturalidad, esa niña explora con espontaneidad la simpleza de quien quiere capturar la atención de su entorno, con un mensaje cómplice, que invita a empatizar con la protagonista, a pesar de su ambigua moral, la sobreviviente de una tragedia terrible, que pronto se convierte en una estrella de la música pop. Lo que también queda claro desde la primera escena es que Celeste será su propia perdición, una mujer con sentimientos autodestructivos que pueden llevarla a un lugar de mártir, a pesar de, a su vez, estar amenazada por su propio actuar. Vox Lux El Precio de la Fama tiene puntos en común con todos aquellos relatos en los que se desnuda la cocina del universo musical, desde Nace una estrella que se ha formado un sub género cinematográfico anclado en cómo se construye una figura que sólo tiene su talento para progresar y a la que hay que pulir detalles y reorientarla.. Así, en esa construcción, de manera contundente, se explora y refleja cómo una industria ávida de talento avanza sobre los cuerpos y personas, las que, al percibir una pequeña oportunidad en un artista, lo exprime y explota hasta niveles insospechados del entendimiento humano, abriendo, en el caso de esta película, el juego a un relato honesto y potente sobre la creación de una cantante. Corbet presenta al personaje protagónico como una figura de cristal, frágil y a la vez inquebrantable, y en dos momentos diferentes de su vida, la adolescencia, la adultez, con contrastes y con una reflexión que acerca la historia a espectadores que puedan o no tener referencias sobre la misma. Celeste en la primera parte es una joven que no logra transmitir sus verdaderas ideas, excepto, claro está, que lo haga por la música, comenzando a transitar un largo recorrido para convertirse y el negocio que ven en ella. En una de esas escenas se debate acerca de los beneficios que pueden o no traer la fama, y allí comienza la epopeya de Vox Lux El Precio de la Fama, que se completa cuando Natalie Portman interpreta a la Celeste grande, una mujer sin escrúpulos a la que sólo le interesa continuar, como puede, con sus obligaciones. El director nos pasea por el escenario y detrás de él, por las ambiciones y anhelos más profundos de Celeste, con momentos cercanos al videoclip, y otros en los que un registro simil documental no hacen otra cosa que construir un verosímil sobre el universo musical, con la cámara reposando expectante en aquellos momentos en los que el artista transforma el presente para devolver una mirada de la industria, pero también sobre los seres humanos que están detrás de ella.
Indudablemente, aquellos que ya hayan visto “Vox Lux: El precio de la fama”” en sus presentaciones en la última edición del BAFICI, habrán percibido la misma sensación que experimentarán los espectadores a partir de esta semana. “Vox Lux: El precio de la fama” se inicia con una voz en off (de Wilem Dafoe). La impronta es como la de “había una vez”, y sin embargo no es un cuento de hadas. El director (también guionista) Brady Corbet aplica todo lo que sabe en los primeros seis minutos, utilizando elementos como cámara en mano, montaje claro pero veloz y, sobre todo, el fuera de campo, construye una de las escenas más estremecedoras de un tiempo a esta parte. Un realismo que achica el estómago por su nivel de impacto. Un chico de 14 años entra en el aula con un arma y realiza una masacre. De este hecho doloroso, va a surgir un talento y un referente inesperado. Títulos. Corte a una misa en el pueblo. “La ira provocó esta tragedia y no podemos dejar que la ira siga su curso. Incluyamos al perpetrador en nuestras oraciones”, dice el cura invitando a Celeste (Raffey Cassidy) a decir unas palabra sobre el hecho a lo cual ella responderá con una canción compuesta con su hermana Ellie (Stacy Martin) “Enciende la luz porque no tengo a nadie que me muestre el camino. Por favor te seguiré porque eres la última esperanza de que haga algo de lo que dicen” La contundencia del comienzo no solamente presagia la ausencia total de concesiones por parte del director, sino una brutal y directa cachetada a un sistema de vida que entroniza y capitaliza el talento y el dolor con la misma avidez de sangre y carne que tiene un tiburón. A poco de haber (sobre)vivido la tragedia Celeste no ha terminado de digerir todo y ya se encuentra frente a una coreógrafa, una directora de marketing, gimnasio intensivo, ingenieros de grabación, y un manager (Jude Law) que tiene su propia y resentida visión del mundo del espectáculo. Uno de los puntos interesantes en el guión es que si bien hay un motor de arranque en la historia, la misma, así como la construcción del personaje, escapa a las premisas tradicionales. El guion propone seguir los eventos (des)afortunados que vive y cómo estos la van modificando. Hasta se podría decir que si bien la narración adelanta resultados y parte de un presente que desconocemos, hay una deconstrucción desde la supuesta posición de caída del éxito. Es más, casi que no hay exactamente una trama, sino una sucesión de hechos concatenados tanto por continuidad de espacio tiempo como por elipsis de todos los estilos. Genesis y regénesis son los dos actos en los cuales se divide “Vox Lux: El precio de la fama”, y ambos parten desde el mismo tipo de evento pero con presentes muy distintos. Será recién iniciada la segunda hora de proyección que la versión adulta de Celeste (encarnada por Natalie Portman) entra en escena. A medida que el relato avanza, también avanza el nivel de crítica ácida al show business. El realizador juega con los tiempos, las texturas, y la compaginación rabiosamente veloz, o deliberadamente lenta cuando se trata de frenar para reflexionar a través de esa mirada perdida de la protagonista devenida en diva de la música pop. Es cierto, amaga con un tema para hablar de otro pese a tener algún punto de conexión y el director toma riesgos al plantearlo de esta manera. Una lectura personal sobre estos tiempos en forma de collage de estados de ánimo. No espere el relato convencional. Déjese llevar.
Una masacre escolar en 1999, el mismo año de la fatídica y recordada tragedia de Columbine, traza los primeros brutales momentos de Vox Lux. Alto, eso no es cierto. Antes tenemos un pretencioso prólogo con voz en off cortesía de Willem Dafoe, que nos cuenta los orígenes de las hermanas en el epicentro de la historia. El génesis de ellas, en particular de la joven Celeste (Raffey Cassidy), da lugar a la matanza estudiantil que pone en marcha el ascenso de una estrella pop desde un lugar oscurísimo de lo que hoy en día es algo morbosamente cotidiano en las noticias. Un acto terrorista dio paso a una carrera en la música, hecho que volverá a hacerse presente en la tumultuosa carrera de Celeste cuando presente su nuevo material, en medio de una ola mediática y tras conocerse un nuevo ataque terrorista que usa su imagen e iconografía para perpetuar su caos. Es una intersección interesante la que marca el actor devenido en laureado director Brady Corbet, pero cuyas intenciones se quedan al borde de la nada tras una cuestionable cinta que tiene problemas en proyectar su tesis al espectador.
Natalie Portan explora el complicado camino hacia la fama a partir de una tragedia que la marcó de chica e impulsó su carrera profesional. El actor devenido en realizador, Brady Corbet, sigue experimentando detrás de las cámaras y esta vez nos trae un relato más que moderno y acertado sobre las complejidades del estrellato, sus irresistibles atractivos, y las trampas que trae aparejada la celebridad. “Vox Lux: El Precio de la Fama” (Vox Lux, 2019) gana desde ciertos enfoques y su cuidadísima estética, pero el conjunto no siempre funciona, más que nada, por la desconexión que existe entre las dos líneas temporales que plantea la película, algunos giros forzados y personajes que no siempre conquistan nuestra empatía. Celeste (Raffey Cassidy) y Eleanor "Ellie" Montgomery (Stacy Martin) son dos hermanas unidas por su amor a la música. Sus vidas adolescentes se ven sacudidas violentamente en el año 1999, cuando la primera sobrevive a la tragedia: un tiroteo escolar que daña su cuerpo y alma para siempre. Para llevar adelante su propio duelo y sanación, Celeste compone una canción sobre la traumática experiencia, una oda que pronto adquiere notoriedad en los medios, abriéndole las puertas a una carrera profesional. Todavía recuperándose de sus heridas físicas y psicológicas, la jovencita cae en las manos de un manager apasionado (Jude Law) quien va a guiar su camino hacia el estrellato, dejando de lado a Ellie, la supervisión de los mayores y muchos reparos que tienen que ver con la edad. De repente, Celeste está totalmente expuesta a un mundo diferente, uno de giras por el mundo, coreografías y videos musicales, fiestas, alcohol, sexo y su total pérdida de la inocencia. La vida y la carrera de Celeste avanzan meteóricamente y el relato hace un salto en el tiempo para mostrarnos a la artista madura (y no tanto), ahora en la piel de Natalie Portman. Su vida vuelve a sacudirse, indirectamente, justo a tiempo para el lanzamiento de su nuevo álbum (Vox Lux) y una nueva gira, cuando un grupo terrorista usa la iconografía de una de sus canciones para llevar a cabo este crimen tan reprobable. De repente, el pasado vuelve a convulsionar un presente ya de por sí recargado de escándalos, abuso de sustancias y la ríspida relación con su hermana y su propia hija adolescente (Cassidy). Corbet, también guionista, nos presenta su idea a lo largo de diferentes episodios (estructura muy de moda y un tanto gastada por estos días, véase “La Favorita” o “La Vida Misma”) con la ayuda de un narrador omnipresente (Willem Dafoe) que transforma el relato de “Vox Lux” es una fantasía moderna sobre el ascenso a la fama y el precio que se debe pagar. Aún más, en épocas de Internet y redes sociales donde la privacidad es un lujo que los famosos (y los no tanto) pocas veces se pueden dar. El realizador también bucea en la explotación de la tragedia, la de Celeste y la norteamericana, pero su análisis termina siendo más superficial que otra cosa. Su punto más alto está puesto en cada aspecto visual de la historia (los ángulos y movimientos de cámara, la escenografía, el vestuario, los numeritos musicales, etc.), olvidándose de profundizar sobre ella y la mayoría de los personajes. El salto temporal no ayuda y, en cambio, rompe con cierto ritmo (y coherencia), presentándonos dos películas muy diferentes en una: la de esa nena que creció de golpe y perdió una parte de su esencia; y la de la adulta (tan chiquilina en su accionar y comportamiento), que ya no puede ver más allá del escueto séquito que la rodea. Camino a la fama Mucha forma y poco contenido (o uno bastante confuso por momentos) es lo que nos deja en contra “Vox Lux”. Por el contrario, a favor nos quedan grandes actuaciones por parte de la joven Cassidy y Portman, que encuentra en este papel muchas conexiones (directas e indirectas) con la Nina Sayers de “El Cisne Negro” (Black Swan, 2010). Pero, a diferencia del thriller de Darren Aronofsky, acá no hay misterio que develar, sólo un drama musical que se concentra en los pormenores de la fama, de manera un tanto banal. Se nota que a Corbet le interesan los efectos de la violencia en la sociedad y su relación con la cultura popular (sus guiños a “Bowling for Columbine” o el ataque a las Torres Gemelas no son muy discretos), pero no sabe cómo encarar estos temas, o conectarlos con la extravagante historia que nos quiere contar. Su forzado comentario social se queda por el camino, de ahí la inconsistencia del relato y un final tan abrupto como extraño. “Vox Lux” termina siendo un híbrido entre narración y experimento cinematográfico donde ninguno de los dos funciona realmente, pero al menos nos quedan las interpretaciones y la cuidadísima puesta en escena para disfrutar. Lástima que esto no es un video clip.
Brady Corbet tiene un frondoso curriculum como actor, con muchas experiencias a las órdenes de directores consagrados en el circuito festivalero, como Michael Haneke (Funny Games), Lars von Trier (Melancholia), Ruben Östlund (Force Majeure) u Olivier Assayas (El otro lado del éxito). Por su primer largometraje, La infancia de un líder, ganó en 2015 el premio a mejor opera prima y mejor director de la sección Horizontes del Festival de Venecia, reconocimientos que lo instalaron como una promesa del cine de autor. Pero en Vox Lux --de cuyo guion también es responsable- peca por pretencioso. La película muestra dos etapas en la vida de una estrella pop: su gestación como cantante y ascenso hacia el firmamento del mundillo musical y, una vez consagrada, el antes y el durante de un concierto de regreso a los primeros planos. Clarín ESPECTÁCULOS SUSCRIBITE INGRESAR Regular Crítica de “Vox Lux”: Nace una estrella Natalie Portman encarna a una cantante pop conflictuada, con Jude Law como su manager. Natalie Portman es una cantante pop ante circunstancias... especiales. 23/04/2019 - 9:32 Clarín.com Espectáculos Cine Críticas De CineSpotNatalie PortmanJude Law Brady Corbet tiene un frondoso curriculum como actor, con muchas experiencias a las órdenes de directores consagrados en el circuito festivalero, como Michael Haneke (Funny Games), Lars von Trier (Melancholia), Ruben Östlund (Force Majeure) u Olivier Assayas (El otro lado del éxito). Por su primer largometraje, La infancia de un líder, ganó en 2015 el premio a mejor opera prima y mejor director de la sección Horizontes del Festival de Venecia, reconocimientos que lo instalaron como una promesa del cine de autor. Pero en Vox Lux --de cuyo guion también es responsable- peca por pretencioso. La película muestra dos etapas en la vida de una estrella pop: su gestación como cantante y ascenso hacia el firmamento del mundillo musical y, una vez consagrada, el antes y el durante de un concierto de regreso a los primeros planos. NEWSLETTERS CLARÍN En primera fila del rock | Te acercamos historias de artistas y canciones que tenés que conocer. En primera fila del rock | Te acercamos historias de artistas y canciones que tenés que conocer. TODOS LOS JUEVES. Recibir newsletter Su intento por establecer una relación entre la música pop y el capitalismo, el terrorismo y el devenir económico-social de la sociedad estadounidense en las últimas dos décadas es demasiado ambicioso y no termina de cuajar. Y la irónica distancia con la que trata a su criatura, Celeste -interpretada por Raffey Cassidy de adolescente y por Natalie Portman de adulta-, se vuelve un búmeran que no refuerza sus ideas sino que perjudica a la película. Ese desapego lo da, sobre todo, un recurso narrativo de falso documental: la voz en off de Willem Dafoe que, durante la primera parte, enuncia con sorna disfrazada bajo el tono neutro de un narrador de programa de canal Encuentro algunos de los lugares comunes de las historias de ascenso meteórico. Pero lo único que diferencia a Celeste de una Britney Spears es su surgimiento a partir de una tragedia: se hace famosa luego de sobrevivir a una matanza en una escuela de música. En ese punto Corbet logra mostrar cómo en el capitalismo cualquier cosa, incluso una tragedia, puede transformarse en mercancía. También acierta en el retrato de la estrella pop caprichosa, tan intoxicada por su ego como por el alcohol y las drogas, legales o no: no por cliché, deja de ser una pintura verdadera. Pero la frialdad del conjunto hace que el tedio gane en un relato donde todo el tiempo parecen estar a punto de decirnos algo importante, y esa trascendencia jamás llega.
Efecto Haneke Brady Corbet, es director y actor, para revivir la memoria, lo recordaremos como uno de los loquitos que entra a torturar a una pareja y su hijo en de Funny Game del 2007 de Haneke. Corbet tiene una muy buena opera prima que es The Childhood of a Leader, en donde explora el terror psicológico que mamara de la cuna de Haneke. Pero en Vox Lux, su segundo largometraje, las cosas nos son tan fortuitas. La película arranca bien, una voz en off (imposible no reconocer a William Dafoe como orador) nos introduce en una historia que tiene el tono lúgubre no sólo del cine de Haneke, sino también del cine Yorgos Lanthimos. El relato en off, cuenta la historia de Celeste (Raffey Casidy/Natalie Portman) desde su adolescencia hasta su madurez como una cantante pop famosa. Un suceso trágico en su juventud la lleva a posicionarse como una artista megafamosa. El principio nos toma por sorpresa, y eso está bueno, un disparo sorpresivo, convierte la historia en culebrón, la sordidez de los primeros minutos, meten estupor e intriga de los hechos que se sucederán. Celeste, tiene una languidez esbelta, ojos azules y se desenvuelve en escena de manera perfecta (Cassidy es realmente genial), la inocencia de las primera secuencia, pinta bien. Dividida en salmos, la película es un oxímoron sobre la fama no buscada. La metáfora y las promesas oníricas del relato, llevan una historia interesante al delirio. Celeste crece, y aparece Natalie Portman, que nada tiene que ver estéticamente con la Celeste Joven. El histrionismo exacerbado de Portman, hace decaer la película hasta llevarla en picada. Hasta los números musicales son malos, y me cuesta creer que Corbet haya optado por la parodia. Una película que vale sólo por la primera hora.
ESCALERA A LA FAMA Si nos referimos a films que hablan sobre cantantes, se nos viene a la mente la más reciente, la aceptable Nace una estrella, donde se ve el surgimiento y desarrollo de una artista, quizás desde un punto de vista más romántico que artístico. En cambio, Vox Lux pretende contar una trama semejante pero desde otro punto de vista. Aquí se narra la historia de Celeste, una chica que logra ser una estrella internacional de la música pop gracias a inusuales circunstancias. Luego de muchos años de carrera, debe confrontar su legado en las horas previas a un gran concierto. El film se inicia a principios del 2000, a través del hecho que llevará a la joven a ser circunstancialmente famosa. Una tragedia envuelve al colegio al que concurre y de la cual ella logra salir ilesa. A partir de esto, la película se centrará en mostrar los primeros pasos de esta carrera musical, la que resulta una etapa de conocimiento y descubrimiento. Durante estos instantes, la producción apunta a exhibir cada situación de manera real, cruda y oscura; no contándolo como un cuento de hadas sino como un trayecto conflictivo y laborioso. Luego de transitada la mitad de Vox Lux, esta da un cambio temporal a la actualidad, donde Celeste ya es una artista de larga trayectoria y pretende volver a sus mejores momentos. Aquí, el tono del film se transforma para volverse más frío, discursivo y distante. Y en este tipo de terreno, una actriz que sabe manejarse de manera solvente es Natalie Portman. Ella será el motor de esta segunda mitad de la película, que no resulta tan atractiva como la primera, pero sirve como un buen cierre de la historia. Quizás lo más destacado del film sea su estética, buscando alejarse constantemente de lo establecido, buscando nuevas formas y resultando atractiva desde lo visual. Vox Lux contiene una sólida primera parte que se vuelve extrañamente compleja en su apogeo. Quizás si se hubiera mantenido ese derrotero crudo y oscuro sobre el ámbito musical, en vez de cambiarse a una sucesión de discursos metafísicos y motivacionales, la película hubiera tenido otra valía.
El joven actor estadounidense Brady Corbet (30 años) es conocido por haber interpretado a Mason Freeland en Thirteen, a Brian Lackey en Mysterious Skin y a Alan Tracy en Thunderbirds. Y en la serie de TV 24, interpretó a Derek Huxley. “Vox lux” es su segundo largometraje. Su narración se encuentra divida en un prólogo y dos actos. La primera escena es realmente impactante cuando una joven de 13 años Celeste (Raffey Cassidy, “El sacrificio de un ciervo sagrado”. Se luce en sus personajes porque es la protagonista de la historia y luego la hija), en 1999 sobrevive a una masacre en su escuela (algunos recordaran la matanza de Columbine). Ante tal hecho va adquiriendo fama, pasamos al 2001 y se hace una referencia política ,a la caída de las Torres Gemelas y Celeste se va transformando en una cantante pop y dentro de ese transcurso queda embarazada. Ya en el segundo acto nos encontramos en 2017 y a Celeste que a sus 31 años (interpretada magistralmente por Natalie Portman) tiene una hija adolescente llamada Albertine (Cassidy, misma actriz que la encarnó de joven) y la acompañan: su manager (Jude Law, esta correcto), su asistente (Jennifer Ehle) y su hermana Eleanor (Stacy Martin). Ella se enfrenta a la fama, a la prensa, a los paparazzis, entre otras vicisitudes del estrellato. Además están las relaciones sociales y familiares y el sobrellevar los altos y los bajos de la fama. La actriz, productora y directora estadounidense de origen israelí Portman le otorga a su personaje todos los matices, entonaciones y elegancia, canta ella y vuelve a destacar todo su talento. Las coreografías que aparecen las preparó junto a su esposo el coreógrafo francés Benjamin Millepied. La canción «Wrapped Up» fue compartida por la cantautora Sia, quien fue la encargada de escribir el tema para la película. Se nota cierta inspiración en la Diva del pop Madonna, como así también en Britney Spears, Amy Winehouse y Lady Gaga. Se encuentra narrada en off por Willem Dafoe, además el film nos ofrece una buena fotografía, la banda de sonido del recientemente fallecido Scott Walker (1943–2019) y la dirección de arte, entre otros elementos técnicos. Lo que tiene quizás es un final un tanto abrupto.
Esta historia se instala en la construcción imaginaria de una estrella pop, de un tipo de diva millenial, cínica, torturada y ególatra. Este personaje que vemos a lo largo de su juventud es encarnado en su etapa adulta por la actriz Natalie Portman y este es uno de los posibles ganchos más evidentes de la propuesta de Corbet. No dejo de lado el posible anzuelo de que está dirigida por Brady Corbet, joven cineasta que se hizo notar con su ópera prima hace unos años en el Festival de Venecia al presentar su filme La infancia de un líder (2015) un relato muy superior en su elaboración narrativa, tanto por sus referencias literarias, como por las cinematográficas a otros grandes narradores, como por ejemplo Michael Haneke, pero todo esto no parece brillar en la propuesta de presente, Vox Lux. La historia de este filme comienza con una masacre estudiantil que tiene lugar en los Estados Unidos durante el año 2000, donde una de las víctimas heridas, pero sobre viviente, es la protagonista de este relato: la joven Celeste. Esta masacre no es la misma que la de Columbine (1999), pero remite a ella sin duda alguna por el espacio y el tipo de violencia que imprime. A partir de quedar convaleciente y hospitalizada durante un largo período debido a una afección en la columna vertebral, luego de recibir un disparo, se genera allí, en habitación de hospital, un espacio de “creatividad”. Con un teclado hogareño y un simple cuaderno compone canciones para pasar su tiempo, pero, ¡oh sorpresa! entre todas sus canciones surge una que la convertirá en una compositora exitosa. Es una canción de unión y humanidad , y esta letra que la empuja a la popularidad es el primer paso hacia los escenarios que la verán convertirse en una estrella. El filme se ocupa durante un largo tramo sobre su estadío infanto juvenil y sus primeros derroteros hacia la fama internacional. Lento, abúlico y poco profundo el modelo narrativo del filme extiende en dos horas una trama carente de sorpresas. Estructurada en capítulos que van del “Génesis” hacia el infinito, por lo que la estructura pretenciosa evidencia aún más la falta de riqueza del guion y de sus personajes. Entrada la etapa de su adultez vemos una Natalie Portman que no luce lo más atractivo de su oficio, su histrionismo espástico y su excesiva actitud de diva en tamaño pequeño no favorecen a la seducción del personaje. La diva del canto se instala sobre una mirada insatisfecha y cínica acerca del mundo circundante. Sus reflexiones van desde el cliché mediático de una posible estrella actual a las sentencias donde la cantante valida que el público: “solo quiere vacío y novedad” , “y cada vez canto peores cosas pero que gustan”, y así se la pasa articulando en todo momento su mirada narcisista y cínica en versión barata. Esta estrella inmadura y egocéntrica hasta la médula es el posible reflejo, mal trazado, de una cultura banal y primermundista que ha vaciado de sentido todo lo que la rodea. Por Victoria Leven @LevenVictoria
Extrañas combinaciones Vox Lux muestra a una diva pop diabólicamente egocéntrica y su conexión con los eventos más terribles del mundo y cierta obsesión de la cultura. ¿Qué es Vox Lux? ¿Un musical sobre una tímida cantante adolescente que se transforma en una diva insoportable? ¿Un tratado sobre cómo la cultura pop y el convulsionado mundo político de los últimos 20 años colisionan de maneras impensadas? ¿Una oscura sinfonía pop para adultos? Las distintas posibilidades coexisten en esta segunda película de Brady Corbet, un film que es ambicioso, confuso, fascinante y ridículo al mismo tiempo, un poco como las juxtaposiciones que se hacen en él. En sus dos horas de duración, narradas por Willem Dafoe como si fuese la biografía, bueno, de Vincent Van Gogh, con escenas de crímenes masivos y a la vez coreografías dignas de un show de Britney Spears, Vox Lux intenta hacer coexistir dos universos que no parecen combinarse, en principio, demasiado naturalmente: la biografía del ascenso de una estrella pop y el manifiesto político sobre el estado del mundo. Algo así como Nace una estrella y un film de Michael Haneke que conviven de manera algo incómoda. Acaso la marca más evidente de esa extraña convivencia esté en los distintos tipos de música que tiene la película: la incidental está hecha por el recientemente fallecido Scott Walker, quien volvió a trabajar con Corbet luego de su experiencia en The Childhood of a Leader. Walker le da al relato un tono grave, oscuro, ominoso, propio de una película de terror o de un thriller noir de los ‘40. Pero las canciones que canta la popstar Celeste son de Sia y apuestan por todo lo contrario: un formato de pop radial efectivo y actual, liviano y accesible. En el medio de todo eso existe esta rara película, cuyo otro punto fuerte y disonante es una actuación excesiva de Natalie Portman que encarna a la diva en su etapa adulta, cuando debe lidiar con una larga serie de problemas personales, familiares y de adicciones. Además de lo formal, la combinación más arriesgada de Corbet aparece desde lo narrativo. La primera escena –el prólogo, en la estructura operática de la película– es impactante y muestra a un adolescente entrando al aula de un colegio y disparando a mansalva a todos los que están ahí. Celeste (Raffey Cassidy) sobrevive al atentado con una lesión en la columna. La situación –que transcurre en 1999, el mismo año de la Masacre de Columbine– lleva a Celeste y a su talentosa hermana mayor, Eleanor (Stacy Martin), a componer una canción sobre los chicos que murieron y cantarla en un evento in memoriam. La canción se convierte en un hit y, curiosamente, Celeste sale de esa experiencia transformada en una potencial estrella pop, con discográficas persiguiéndola, un manager muy famoso y exigente (Jude Law) y la posibilidad de grabar un disco en Suecia que podría lanzarla a la fama. Ese inesperado crecimiento de Celeste y su relación con su hermana y su manager es el eje de la primera parte de la película, que concluye de manera igualmente oportuna/oportunista, con la caída de las Torres Gemelas en 2001. La segunda y más larga parte de la historia transcurre en 2017. Celeste ya es una diva al mejor estilo Lady Gaga y la interpreta Portman. Allí aparecerán otras extrañas combinaciones entre atentados masivos y música pop, mientras la estrella va mostrando cada vez más lo poco que ha quedado en ella de aquella adolescente inocente que conquistó a todos 18 años atrás. Hoy es un ser dolorido y lastimado pero igualmente monstruoso, no muy diferente al que encarna Elisabeth Moss en Her Smell, otra película reciente que pasó por el BAFICI. En medio de la preparación de un nuevo show para presentar un disco –que se titula como la película– transcurre esta segunda parte, que apuesta aún más a establecer lo que parecen ser forzosas conexiones entre el caos del mundo real y el ascenso de la cultura de la celebridad. Tomando en cuenta su anterior film, es claro que a Corbet le fascinan esas combinaciones. Su opera prima también mostraba cómo un niño torturado se volvía un potencial fascista mezclando drama psicológico con un relato de ambiciones políticas. Aquí da la impresión de que el combo es más forzado, aunque si uno recuerda el reciente atentado terrorista en un show británico de Ariana Grande acaso no lo sea tanto. Lo cierto es que, más allá de que esas conexiones puedan establecerse, uno siente que en la película no son naturales sino bastante forzosas. Lo que podría ser un film sobre una diva pop diabólicamente egocéntrica se vuelve un intento –empujado además por la voz en off– de decir algo importante acerca de la conexión entre los eventos más terribles del mundo y la obsesión de la cultura por mirar para otro lado e ignorar lo que sucede. Algunos apuntes son certeros –tampoco está mal tomarse en serio a la cultura pop de la manera en que se lo hace con escritores o pintores– y, como es costumbre en el actor devenido director, hay momentos de puesta en escena que son potentes y brutales. La actuación de Portman, es cierto, es un claro “tómelo o déjelo” lanzado al público. La usualmente elegante y hasta sutil actriz aquí apuesta por algo parecido a la caricatura, haciendo un personaje claramente bigger than life que podría estar más cómodo en la película sobre Mötley Crüe que estrenó Netflix hace poco. Es claramente intencional la búsqueda –desde el maquillaje y el vestuario hasta sus espantosos comentarios y actitudes– pero es un tipo de performance que desacomoda al espectador y lo hace solo mirar lo que pasa ahí, con el morbo que produce ver un accidente de tránsito sucediendo en vivo. De cómo uno atraviese la Experiencia Portman dependerá en mucho la tolerancia con la segunda parte de esta extraña y confusa película sobre, digamos, la experiencia de vivir en el caos del siglo XXI.
El actor y director Brady Corbet (La infancia de un líder) presenta Vox Lux: el precio de la fama, una película que emula elementos y estilos de Lars Von Trier y Gus Van Sant. Celeste es una joven que sobrevive a un ataque terrorista en el colegio. Junto a su hermana Eleanor componen una canción para las víctimas que termina haciéndola más popular en el ámbito musical. Sus padres contratan a un talentoso manager para que las acompañe en su travesía. La película hace un paneo por la vida de Celeste y cómo el camino hacia la fama cambia su vida y su forma de ver las cosas. Vox Lux: el precio de la fama no se aleja del relato convencional de cómo los artistas viven su descontrolada vida pero, al igual que Von Trier o Van Sant, el director Brady Corbet cuenta el relato a partir de dos tragedias importantes que afectan la vida de Celeste (incluso una tercera a nivel global cuando mencionan la caída de las torres gemelas). Estos golpes narrativos funcionan como catalizadores de la construcción de la protagonista. Siendo el primero un quiebre emocional para el personaje pero también una apertura hacia un nuevo mundo. Mientras que el segundo toma a Celeste a la defensiva y más combativa. Como toda la película está armada desde el punto de vista de Celeste, el director utiliza, en mayor medida, planos cerrados de las actrices que la personifican, Natalie Portman y Raffey Cassidy, para retratar la espiral de emociones que sufren. A esto hay que sumarle una fotografía en 35mm que, en palabras del cineasta, fue utilizada para reforzar el movimiento del Dogma 95 que apuesta más a lo narrativo y a una imagen limpia y sin efectos.
“Vox Lux” es la segunda película como director del joven actor norteamericano Brady Corbet, que en 2015 debutó con la elogiada “The Childhood Of A Leader”. Corbet hace un cine que se pretende provocador, ácido y cuestionador, pero en ese camino pierde cualquier sutileza y misterio y su mensaje se agota antes de llegar a destino. Esta vez su protagonista es Celeste, una adolescente que sobrevive de milagro a un feroz tiroteo en una escuela secundaria (oh, el interior oscuro de EEUU) y después se transforma (la magia de los medios y la industria mediante) en una juvenil estrella pop. El director divide la historia en capítulos, y retrata a la chica que va perdiendo la inocencia del principio hasta la Celeste adulta (interpretada por una excelente pero desbordada Natalie Portman), que a los 31 años es una estrella internacional desequilibrada, paranoica y drogadicta. La película maneja registros de drama, parodia y algo de comedia negra, pero no logra que las partes convivan armónicamente. Además son tan variados los temas que pretende abordar que las reflexiones se quedan siempre en la superficie.
Es un mundo extraño, extraño... ''Vox Lux'' es una película de corte independiente que retrata con crudeza los excesos y la toxicidad del mundo de la fama cuando uno se deja tentar por todo su exceso y superficialidad. Protagoniza la versátil Natalie Portman en el rol de Celeste, una excéntrica cantante pop reconocida en todo el mundo, cuya historia de origen fue traumática y trágica. Un estudiante compañero del colegio al que asistía ingresó una mañana armado y abrió fuego contra maestros y estudiantes provocando una masacre como nunca se había visto en esa ciudad. Una de las estudiantes que presenció el momento y de hecho fue herida, fue Celeste. A partir del hecho escribió una canción que se convirtió en el himno de esperanza en contra de estos hechos de violencia y comenzó su camino hacia la fama y el estrellato. Todo lo que sigue es un embudo de tentaciones, comportamientos autodestructivos y una fotografía fría y poco encantadora de lo que puede provocar el combo de una vida trágica con el acceso a mucho dinero y el poder de tener a la gente comiendo de tu mano. Acompañan en el elenco Jude Law, Raffey Cassidy (''Tomorrowland'') y Stacey Martin (''Nymphomaniac''). Un equipo talentoso que le da credibilidad al drama, y por momentos comedia, que se vive durante el metraje. La dinámica de la película está centrada en el camino de Celeste desde el momento trágico hasta un gran recital donde presenta su nuevo y provocador material. Entre medio, debe lidiar con sus propios demonios y con la difícil relación que lleva con su hermana y su propia hija, que prácticamente se ha criado con su tía. La narración es el fuerte de la propuesta, mezclada con imágenes elegantes que hipnotizan y asquean a la vez. Y si bien, el film entretiene y presenta un tema que hace reflexionar un poco, creo que no tiene tanta fuerza como para considerarse trascendental o de alto vuelo como leí por ahí. Al fin y al cabo, es otra historia más de una cantante pop atormentada. ¿Les suena Miley Cyrus, Lady Gaga, Britney Spears o Amy Winehouse? La realidad es que ya hemos visto películas e historias similares, menos conceptuales y artísticas quizás, pero en esencia similares. Las grandes actuaciones y la puesta escénica no son suficientes para elevar el film a la categoría de peliculón u obra maestra. Es más bien una historia poco trascendente contada con bastante pericia artística.