Esta transposición del best seller de 2006 escrito por Sara Gruen no es mala, pero podría haber sido mucho mejor. El director austríaco Francis Lawrence (Soy leyenda) y el cotizado guionista Richard LaGravenese (Pescador de ilusiones, Los puentes de Madison) hacen bien los deberes (más allá de las limitaciones del material), pero el gran problema aquí es de casting y se llama, otra vez, Robert Pattinson. El actor de la saga de Crepúsculo es incapaz de darle un mínimo de empatía y convicción a uno de esos héroes trágicos que hubiesen engalanado a cualquier producción del cine clásico del Hollwyood de los grandes estudios. A pesar de los esfuerzos de Reese Witherspoon y el gran Christoph Waltz, como la diva y el malvado dueño de un circo ambulante en la depresiva norteamérica de 1931, el melodrama -dignamente ambientado y narrado- no termina de alcanzar la intensidad necesaria por la inexpresividad alarmante de su protagonista, que -lamentablemente- sigue pareciéndose aquí un vampiro, un actor sin sangre en sus venas.
Había una vez un circo... Un circo ambulante sirve de marco para este relato dramático que tambíen incluye momentos de suspenso. A la manera de "racconto", la historia se remonta a los días de la Depresión en los años treinta, con artistas itinerantes que viajan a bordo de un tren que visita varios pueblos con su espectáculo circense. Pero no todo lo que brilla es oro. Allí llega Jacob (Robert Pattinson, el mismo de la saga Crepúsculo), un joven que ha perdido a sus padres en un accidente automovilístico y cuya casa fue rematada. Su incorporación como veterinario para trabajar en el espectáculo de los hermanos Banzini lo acerca a Marlena (Reese Wittherspoon), la atracción del show con su número animado por caballos, y mujer de su empleador. La trama navega entre la historia de amor, la ternura que despiertan los animales (la incorporación de la elefanta Rosie) y crueldad que impone August (Christoph Waltz, el actor de Bastardos sin gloria), el director del circo, un hombre dispuesto a todo para que "el show continúe". Más cerca de la locura que de las luces del "mejor espectáculo del mundo", Agua para elefantes incluye amores ocultos, perversión y miradas cruzadas, pero la ternura dice presente en varios tramos. Entre desapariciones "misteriosas" del personal, condiciones insalubres de trabajo, enanos, perros y una elefante con una trompa enorme, la película no es otra cosa que una historia de descubrimiento y de venganza, correctamente plasmada en la pantalla grande.
Un gran circo Agua para elefantes (Water for Elephants, 2011), basada en el homónimo best-seller de Sara Gruen, es una de esas películas que huelen a rancio. A pesar del buen nivel técnico narra una historia que el cine mostró un sinfín de veces y que más allá de los resultados adversos Hollywood sigue empeñado en volver a contar. El circo es el marco elegido para ambientar la historia sobre un amor prohibido entre los personajes de Robert Pattinson, cuya mayor virtud parece ser la inexpresividad, y la bella estrella del circo y esposa del malvado dueño, Marlena (Reese Witherspoon). Pattinson interpreta a Jacob, un joven muchacho que a principios de los años 30 se va de su casa para subirse a un tren que no es otro que el circo de los hermanos Benzini, uno de los más famoso de la época. En pocos minutos, el galante muchacho, comenzará a trabajar para el malvado August, interpretado por Christoph Waltz (al que alguna vez nos gustaría ver en otro rol) y en tan sólo días se ganará la confianza del villano para ser el entrenador de la elefanta que junto a Marlena se convertirán en la sensación del momento, llegando a destronar a sus competidores más cercanos. El amor pronto se apoderará de ellos como también los obstáculos. Pero, claro está, que al final, ya sabemos como todo terminará. Cuando uno realiza la sinopsis de Agua para elefantes, siente que esta historia ya la contó un montón de veces y la contará otras tantas. De entrada sabemos que las historias de amor en el cine son universales, atemporales y que siempre mantienen ciertos tópicos. Pero porqué no darle una vuelta de tuerca y no hacer que todo sea un poco menos previsible y obvio. Desde el comienzo, al mejor estilo Titanic (1997), uno se imagina los diferentes carriles que va a transitar y lo peor es que nunca se equivoca. Por la mente, como si fuera otra película, se nos sucederán imágenes de películas que abarcarán desde la oscarizada El paciente inglés (The English Patient, 1996) a la nacional La cabalgata del circo (1945). Robert Pattinson, cuyo único talento resulta ser su ambigua belleza y que tras la saga Crepúsculo no poder embocar un éxito, hace lo que mejor le sale: mostrar que no sabe actuar, mientras que Christoph Waltz tras su personificación en Bastardos sin gloria (Inglourious Basterds, 2009) sigue encasillado como el villano de moda del que parece no poder despegarse. Por otra parte la talentosa Reese Witherspoon aparece con un personaje tan desdibujado que le resulta imposible brindarle una construcción adecuada. Hay films que están bien a pesar de que no nos gusten y otros que no nos gustan porque están mal. Agua para elefantes es el típico caso de esas películas avejentadas, aburridas, carentes de crescendo de las que lo único que se puede rescatar son los recursos técnicos. Aunque a esta altura es imposible que eso esté mal. El resto es más de lo mismo, aunque a esta altura ya sea una redundancia.
“Había una vez un circo”, cantaban los payasos españoles Gaby, Fofó y Miliki. Y Agua para Elefantes podría resumirse en eso, con el agregado de una historia de amor. La vida de Jacob (Robert Pattinson), un joven a punto de recibirse de veterinario, cambia para mal cuando sus padres mueren y pierde la casa. Si a eso le sumamos que son los años 30, durante la Gran Depresión... Solo, sin idea de cómo continuar con su vida, consigue trabajo en un circo, cuidando a los animales. La habilidad de Jacob para reconocer los problemas de salud de las subestimadas criaturas lo lleva a escalar al círculo de August (Christoph Waltz), el impredecible dueño del espectáculo. Al mismo tiempo, entre payasos y otras atracciones, conoce a Marlena (Reese Witherspoon) la trapecista estrella del espectáculo... y pareja de August. En este incipiente triángulo amoroso aparece Rosie, una elefanta que revitaliza el interés del público por el circo, y que sacará lo mejor y lo peor de los protagonistas. Basada en la novela de Sara Gruen, la película fue escrita por Richard LaGravenese, que sabe de historias románticas con tragedias en el medio (Posdata: Te Amo). En este caso, se trata de un film romántico de época, con el ambiente circense como telón de fondo. De esta manera, sigue la tradición de film ubicados en contextos similares, que van desde El Circo, de y con Charles Chaplin, hasta Cirque du Freak: El Aprendiz de Vampiro, pasando por Freaks, de Tod Browning, y El Mayor Espectáculo del Mundo, de Cecil B. DeMille. Francis Lawrence es un director arriesgado, con mucho ojo para lo visual. Eso se notaba ya en sus videoclips y en sus dos largometrajes anteriores: Constantine y Soy Leyenda. Aquí demuestra que supo recrear aquella época de hambre y desesperación en Estados Unidos y en el mundo, y lo hace a través del circo (un circo moribundo, donde los artistas son explotados y los empleados que ya no sirven son arrojados del tren en movimiento). Contó con muy buena ayuda por parte del director de arte David Crank y del director de fotografía Rodrigo Prieto. De todos modos, Lawrence siempre promete más de lo que cumple. Sus films no son mediocres, pero por diferentes motivos —guión, actuaciones, elección de tono— tampoco llegan a ser geniales, aunque tienen con qué. No es Michael Bay, pero tampoco David Fincher. Sus mejores obras deben estar por llegar. En cuanto al elenco, Robert Pattinson no logra despegarse demasiado de su imagen de galán triste, apenas expresivo, que también muestra en las películas de Crepúsculo. Todavía va camino a convertirse en un actor. Reese Witherspoon vuelve a demostrar que es una actriz que pone todo en sus personajes: Marlene se muestra fuerte y segura por fuera, pero en privado sufre y es vulnerable. Además, su caracterización como artista circense resulta muy creíble. Pero quien inevitablemente se roba sus escenas es Christoph Waltz (reemplazando a Sean Penn). Su August sigue la línea de los villanos que viene componiendo desde Bastardos sin Gloria: hombres que no sabés si te darán un abrazo o te romperán el cuello. Lo demuestra muy bien en una terrible escena no apta para quienes sufren con la crueldad hacia los animales. Evidentemente, Waltz seguirá en esa línea: interpretará al Cardenal Richelieu en la inminente nueva versión de Los Tres Mosqueteros. Siguiendo con los actores, aparece en un breve pero muy emotivo rol el veteranísimo Hal Holbrook. También dice presente, Paul Schneider... pero el tapadísimo es Ken Foree. Este negro grandote supo ser el héroe de Muertos Vivos: La Batalla Final (título con el que se conoció en Argentina a Dawn of the Dead, de George A. Romero) y suele trabajar a las órdenes de Rob Zombie. Agua para Elefantes es perfecta para ir en pareja, o para grupos de amigas, dispuestas a suspirar con Pattinson. Ahora, a esperar el próximo y muy esperado —y salvaje— estreno ambientado en un circo: Balada Triste de Trompeta, de Alex de la Iglesia.
Había una vez un circo Robert Pattinson se enamora de la esposa del dueño de un circo. Los antecedentes del director Francis Lawrence antes de tirarse de cabeza a Agua para elefantes eran varios famosos videoclips, su debut en el cine con el filme de terror Constantine y Soy leyenda , de ciencia ficción. Ahora se abocó al melodrama. Un melodrama hecho y derecho, o sea: triángulo amoroso, con protagonista joven carilindo, buenazo hasta el paroxismo y huérfano de golpe, en medio de la gran Depresión estadounidense de los ’30. ¿Más? El marido mayor de la rubia en cuestión es el sádico dueño de un circo. El reciente best seller de Sara Guren es seguido casi al pie de la letra en le guión de Richard Lagravenese ( Pescador de ilusiones ). Jacob está feliz y tranquilo, sentado a punto de dar su examen final para recibirse de veterinario -hasta coquetea con la más linda del pueblo- cuando la realidad lo interrumpe: en un accidente fallecieron sus padres, su casa estaba hipotecada, y sin nada se cuela en un vagón de un tren en movimiento, rumbo a donde fuere. Pero el tren no era otro que el del circo de los hermanos Banzini, y así, sin quererlo, termina siendo el veterinario. La atracción principal de la compañía sería un caballo blanco, pero no para Jacob, quien descubre en la rubia Marlena rápidamente el amor. Ella fue salvada de la pobreza por August, quien compuesto por Christoph Waltz es un manojo de nervios, a veces contenidos, cuando no tremebundo. El, junto a Robert Pattinson y Reese Witherspoon, conforma el trío que si no se saca chispas es porque lo que precisamente le falta a la película es eso: una chispa que encienda el fuego. Muerto el caballito -porque Jacob es hombre de decisiones certeras: en cuanto lo ve, advierte que hay que sacrificarlo-, August se compra una elefanta, Rosie, lo cual sirve para explicar el título y para mostrar a August completamente sacado castigar al paquidermo que no obedece y hace correr peligro de defunción al circo, ya que sería la atracción sustituta. No importa si para pagarla hay que acortar gastos entre los equilibristas, freaks y gente de mantenimiento: August los manda tirar del tren en movimiento. Eso sí: de noche. Entre la nostalgia y la tragedia que se palpa al instante, y un comienzo por demás prometedor, tal vez le haya faltado mayor carga sexy entre Pattinson y Withers-poon, o reforzar las tintas sobre el ambiente (no el circense, que está logrado, sino el de la Depresión). El diseño de producción, de Jack Fisk, y la iluminación de Rodrigo Prieto son de primer nivel. Es una producción lujosa, a la que le faltó sacarle más brillo a la historia que a los protagonistas.
Había una vez un circo en el que los animales eran maltratados y los trabajadores dependían de la venta de entradas para permanecer en los vagones del tren que los trasladaba de un lado a otro de los Estados Unidos durante los años de la depresión. A ese universo tan denso como fascinante llega Jacob, hijo de inmigrantes polacos y estudiante de veterinaria caído en desgracia. Allí se encontrará con August, el temible dueño del circo, y su esposa, Marlena. Gracias a la cuidada dirección de fotografía de Rodrigo Prieto ( Babel ), ese mundo que retrata Agua para elefantes -basada en un bestseller- atrae aunque el guión del usualmente efectivo Richard LaGravenese ( Los puentes de Madison ) produce el impulso inverso. En la adaptación de una novela de más de quinientas páginas a un guión de una película de dos horas el relato perdió profundidad, pero sobre todo emoción. Y aunque la historia y su puesta en escena transmiten cierta ingenuidad de la que carece la mayoría del cine hecho en Hollywood, lo cierto es que tiene su costado más flaco en las actuaciones. El inocente Jacob es interpretado por Robert Pattinson, que, por suerte, deja de lado al vampiro sufriente e intenso de Crepúsculo y logra dotar a su personaje de cierta liviandad, aunque cuando llega el momento del romance su química con Reese Witherspoon, que interpreta a la seductora Marlena, sea inexistente. Para encarnar al malvado aunque carismático dueño del circo aparece Cristoph Waltz, un muy buen actor que en este caso está cerca de repetirse a sí mismo creando una criatura bastante similar a la de Bastardos sin gloria .
Pasen a ver el circo El director Francis Lawrence, responsable de la desafortunada remake de "Soy Leyenda", se reivindica esta vez al contarnos un cuentito con todos los ingredientes que gustan al gran público sin necesidad de insultar su inteligencia. Nos presenta a Robert Pattinson, quien tiene color en su cara y hasta es capaz de hacer gestos, cosa que en la saga "Crepúsculo" tiene vedado. El muchacho interpreta aquí a Jacob, un joven que está a punto de recibirse de veterinario, pero a quien un hecho trágico le tuerce su destino y lo empuja a buscar otros caminos. Es cuando tras mucho andar, al ver pasar un tren decide subirse a él, cambiando definitivamente su vida. Es el tren de uno de los pocos circos que siguen funcionando. La acción transcurre a comienzos de la década del treinta, plena depresión en los EE.UU., época en la que la población necesitaba distraerse pero no tenía mucho dinero para invertir en pasatiempos. El circo es regenteado por el temible August, rol que como ya es costumbre cumple a la perfección el austríaco Christoph Waltz. August maneja al personal con mano de hierro; despiadado, cruel y celoso de su joven mujer Marlena (Reese Witherspoon) no duda en sacrificar lo que sea y a quien sea por el bien de la empresa. Como ya habrán adivinado, el conflicto central será el enamoramiento entre Jacob y Marlena. La reacción de August y sus consecuencias, y en el medio una elefanta, el último recurso del circo para atraer espectadores. Lo que es realmente destacable de este filme es su elenco, los personajes secundarios son realmente interesantes y el director sabe sacar provecho de ello. La ambientación es excelente, con buen nivel de producción y si bien la propuesta es algo pretenciosa para lo que Lawrence es capaz, este consigue salir airoso en la mayor parte del filme. Por momentos emotiva, especialmente en el inicio y final, sirve esta película para homenajear al ámbito donde todo inició, un mundo lleno de privaciones y sacrificios, donde personajes como August realmente existieron, y de alguna forma, aunque no sirva como justificación, su dureza se basaba en lo impiadoso del ambiente.
Todo es ilusión Definitivamente la tercera parece ser la vencida para Francis Lawrence, realizador de las apenas rescatables Constantine (2005) y Soy Leyenda (I Am Legend, 2007). Si vamos a ser justos con el hombre conviene recordar que su desempeño en aquellas aventuras no fue ni bueno ni malo, a simple vista pasaba desapercibido como cualquier otro asalariado del sistema hollywoodense: la primera película sufría de la presencia de un Keanu Reeves no muy inspirado (más bien en punto muerto) y la segunda de un Will Smith prototípico (acompañado como siempre de una catarata de latiguillos de manual y chistes lamentables). La pulcritud narrativa y la destreza visual del director por fin encontraron un proyecto a su medida, capaz de exprimirlas sin necesidad de personalismos o tanta interferencia de los productores. La ambiciosa Agua para Elefantes (Water for Elephants, 2011) es en esencia un melodrama ambientado en las carpas de un circo nómada que durante la Gran Depresión de la década del ´30 se encuentra atravesando una profunda crisis. El joven Jacob (Robert Pattinson) queda en la calle luego de la repentina muerte de sus padres y termina como veterinario de una caravana de varieté comandada por el terrible August (Christoph Waltz). Por supuesto que a nadie le resultará extraño que la esposa del señor, la bella Marlena (Reese Witherspoon), tenga más que un metejón con Jacob; circunstancia que empeorará paulatinamente con la llegada de la elefanta Rosie, junto a la cual ambos deberán construir un nuevo acto. El guión del especialista Richard LaGravenese, el de Pescador de Ilusiones (The Fisher King, 1991), Los Puentes de Madison (The Bridges of Madison County, 1995) y El Espejo Tiene Dos Caras (The Mirror Has Two Faces, 1996), ofrece -a partir de la novela de Sara Gruen- un triángulo amoroso súper clasicista y para nada intempestivo. Tampoco nos olvidemos de aportes fundamentales como la fotografía de Rodrigo Prieto y sobre todo el diseño de producción de Jack Fisk, un verdadero veterano que trabajó con figuras de la talla de Brian De Palma, Terrence Malick, David Lynch y Paul Thomas Anderson. El elenco en su conjunto funciona de maravillas y el trío protagónico no es la excepción: Witherspoon cumple como una mujer aguerrida, Waltz reincide en lo hecho en Bastardos sin Gloria (Inglourious Basterds, 2009) y Pattinson levanta la puntería para lo que venía siendo su nivel standard en la saga iniciada con Crepúsculo (Twilight, 2008). No cabe la menor duda de que estamos ante otra de esas propuestas cuyo principal mérito pasa por administrar con sabiduría los mismos viejos estereotipos de siempre vinculados al devenir fecundo del corazón. El film maneja un tono sosegado que permite un interesante desarrollo de personajes a través de situaciones verosímiles y diálogos precisos que se acoplan perfecto a una atmósfera enrarecida. Mientras que el leitmotiv gira alrededor de los entretelones más oscuros de la ficción escénica, Agua para Elefantes sorprende destruyendo la magia con una vehemencia nostálgica poco habitual en el cine mainstream.
Desaprovecha talentos un melodrama circense Aun sin haber leído la novela original en la que se basa este melodrama circense, da la sensación de que el director Francis Lawrence le hizo a su autora, Sara Gruen, algo parecido a la destrucción vergonzosa aplicada a Richard Matheson para su aborrecible versión fílmica de «Soy Leyenda». En todo caso, la película no empieza nada mal, ya que un gran actor como Hal Holbrook es un anciano medio perdido a la salida de un circo en tiempos actuales, y cuando el manager del lugar intenta devolverlo al asilo en el que vive, empieza a contar una larga historia sobre su paso por dos de los circos más famosos de la década de 1930, incluyendo uno donde hubo una memorable catástrofe con los animales sueltos atacando a los espectadores. La historia parece que va a ser larga, y para contarla, el anciano pide una botella de algo «que no sea jugo de manzana». A él le dan su whisky, pero lamentablemente el espectador recibe una tremenda sobredosis de opio. Es que «Agua para elefantes» convierte el típico triángulo amoroso entre la ecuyere, el domador y el forzudo de tantas películas mudas y de comienzos del sonoro en algo menos sórdido, aguado y, por sobre todo, menos sexy, lo que es una pena ya que en los mejores momentos Reese Witherspoon aprece realmente apetitosa. Ella es la mujer del cruel dueño del circo (Christop Waltz, gran actor bastante desaprovechado) que se enamora del estudiante de veterinaria Robert Pattinson, que cuida a la elefanta Rosie, seriamente maltratada por el villano de la historia. Las dos horas de proyección se vuelven casi eternas, ya que el director tiene una predilección por estirar escenas desabridas y minimizar las partes más intensas, por ejemplo la citada suelta de animales salvajes que podría haber incluido aunque sea alguna mordida de tigre que valga la pena. Pero no, y lo mismo pasa con las escenas de sexo, totalmente livianas. Incluso Holbrook sólo vuelve a aparecer al final, y ni siquiera mantienen su voz en off para el relato, que pasa a ser la de su versión juvenil, el inexpresivo galán Pattinson. En síntesis, es el tipo de película bien producida, con buena ambientación de época, pero en las que casi nunca pasa nada verdaderamente intenso, destinada a verse en alguna sesión de zapping de cable de tarde lluviosa.
Anexo de crítica: Los tiempos crudos de la crisis del 30 en el marco de la supervivencia de un circo ambulante crean el contexto adecuado para que este triángulo amoroso prospere aunque con muy poca química entre la pareja protagónica Robert Pattinson y Reese Witherspoon. Sin embargo, la cuidada producción y la buena dirección de Francis Lawrence -que esta vez se atreve a incursionar en el más puro melodrama- alcanza para entregar una historia de amor que por algunos instantes logra emoción a partir de la tensión que genera la presencia de Christoph Waltz -sin lucirse pero sin desentonar- con una excelente fotografía de Rodrigo Prieto.
VideoComentario (ver link).
De pasiones en el mundo del circo Con una marcada frialdad, Robert Pattinson encarna a un estudiante que se mete en un triángulo amoroso con una estrella de variedades y su marido, el dueño del circo. Destacable puesta de época, escenografía y vestuario. Muchos films que vemos cada semana están basados en libros, muchos más de los que recordamos. Pero claro, muchos films ven la luz del día principalmente por basarse en libros que se convirtieron en best-seller. Este es el caso de Agua para elefantes, transposición cinematográfica del texto de Sara Gruen. El amor por los animales de esta escritora estadounidense-canadiense se plasma en cada uno de sus libros. Algo bastante singular que se destaca en la película, donde esta mirada tierna por los animales del circo, en particular un elefante, se convierte en parte de la trama. Jacob (Robert Pattinson), un estudiante de veterinaria –que abandona sus estudios cuando sus padres mueren– se enamora de Marlena (Reese Witherspoon), una estrella de circo. El romance transcurre en el mundo circense a comienzos de la década de 1930, durante la Gran Depresión estadounidense. Pero el conflicto lo aporta el marido de Marlena, August (Christoph Waltz, el recordado villano de Bastardos sin gloria), quien además es el cruel dueño del circo. La fórmula para el melodrama está bien clara –incluyendo los flashbacks que van reconstruyendo la historia- y los rubros técnicos, así como la reconstrucción de época, que es impecable. Y en estos hallazgos, el film delata algo que no cambia jamás en la historia del cine. Por más que uno tenga una escenografía y un vestuario memorables, por más esfuerzo de producción que se haga, por más adiestrador de animales que controlen hasta el último detalle, incluso por más guionista extraordinario que se tenga (en este caso Richard La Gravenese, el mismo de Los puentes de Madison), toda cadena se rompe por el eslabón más débil. Y en este caso, ese eslabón es su protagonista masculino. El popular Robert Pattinson (sí, el protagonista de la saga Crepúsculo) no tiene la altura artística para un proyecto como este. La frialdad con la que su rostro imperturbable atraviesa el film es llamativa. Pero a la vez tampoco es capaz de hacer de esa característica un estilo actoral. Tal vez la responsabilidad haya que dársela a Francis Lawrence, el director, quien no supo encontrarle la vuelta al personaje, aunque tampoco el realizador es particularmente brillante en su trabajo. La pasión que debería recorrer cada minuto de Agua para elefantes se apaga hasta convertirla en un film que se adivina mucho mejor en su origen de lo que finalmente se ve en la pantalla.
Una vez empezada la película, ante las primeras imágenes, uno se dice, ¡Uy, esta ya la ví! No sólo por la estructura tipo “Titanic” (1997), sino que cuando comienza, y nos adentramos en la historia, nos volvemos a repetir la misma frase. Esto, por definición, no estaría mal si nos enfrentásemos a una buena producción, con buen desarrollo de personajes, actuaciones convincentes, alguna subtrama que juegue de contrapeso para atraparnos, algún interrogante que nos sostenga el interés, algo así como: ¿Qué paso con el diamante en “Titanic”? Sabíamos que el gran barco se había hundido antes de que se empezara a filmar la película, sabíamos del triangulo amoroso, sin embargo mal que mal en aquella ocasión el relato funcionaba. Pero no, acá no. Sabemos por el relato de uno de los personajes que vamos a enterarnos de los hechos que terminaron en tragedia dentro de un circo. Para ello se nos envuelve la narración para regalo dentro de un triangulo amoroso. Todo es demasiado previsible, estereotipado. Basado en la novela homónima de Sara Gruen, narra de la dura vida de un personaje en la áspera realidad vivida por los años 30, allá en la madre patria del norte, en plena gran depresión. Jacob (Robert Pattinson) joven estudiante de veterinaria, quien a punto de recibirse queda huérfano y sin casa, sin saber que hacer de su vida, llega por casualidad a un circo, y allí logra ser contratado como cuidador de los animales por el dueño, August (Cristoph Waltz), un hombre ya entrado en años. En el transcurrir de las horas, y dentro de ese ámbito, conoce a Marlena (Reese Witherspoon), la joven estrella del espectáculo circense y esposa de August. El triangulo amoroso esta instalado. ¿Adivine como termina la historia? Pero sin adelantarse a los hechos, digamos que el mundo del circo no es ajeno a la decadencia de la vida en esos momentos. Económicamente no anda nada bien, las deudas lo acosan a August, para intentar evitar la muerte del circo, para atraer al público de los pueblos que van visitando, el dueño adquiere un elefante, para presentarlo como número extraordinario, de ahí el nombre de la película. Pero los celos enceguecen. Los mejores logros de la producción están dados por la corrección técnica, desde la fotografía al servicio del relato, no le pida búsquedas estéticas por que no las tiene, pasando por la música, tanto la incidental exageradamente empática, como las selección de canciones, mayormente jazz, hasta se podría incluir la correcta estructura narrativa incluyendo el montaje de manual de escuela de cine. Nada de esto rescata realmente al filme, la razón más sencilla no es sólo lo dicho anteriormente en relación a la previsibilidad del relato, lo remanido y anticuado del mismo, sino esta en dependencia directa con las actuaciones. Robert Pattinson hace alarde de su incapacidad de crear algún personaje, sigue siendo el vampiro con cara de nada de la saga de “Crepúsculo” (2008), éste para algunos carilindo nunca da con el personaje, como si el mismo le quedará demasiado grande, no lo hace ni creíble ni querible, sino de forma insoportable. Por el contrario, el personaje de August le queda pequeño al genial Cristoph Waltz, ganador del premio Oscar por su labor en el rubro actor secundario en “Bastardos sin Gloria” (2009). En esta ocasión, le piden que lo repita, lo hace de maravilla, por un rato, pero este personaje de dueño de circo no tiene ni la construcción, ni el desarrollo, ni los diálogos, ni los matices del coronel Hans Landa. Por último, tenemos a la bella y talentosa Reese Witherspoon en el papel mejor trabajado de los tres protagonistas, muy bien interpretado, pero sin partenaire que la ayude, poco puede hacer.
LA COMEDIA LUEGO DE LA TRAGEDIA Drama basado en la obra literaria homónima de Sara Gruen que está bellísimamente contado, con una suavidad y tranquilidad escénica muy bien implementada, pero que falla principalmente por no desarrollar con exactitud y detenimiento las personalidades de los roles, produciendo así que los sentimientos no se transmitan en pantalla y no le lleguen al espectador. Un abuelo llega tarde a un desfile circense. Solo y trantando de evitar volver al geriátrico, le comienza a contar su historia a uno de los organizadores. Su relato se ubica en 1931, el año en el que él, por diferentes causas, tuvo que trabajar en un circo a la fuerza, y en el que sucedió una de las tragedias más terribles de la historia del género. La película es un extenso flashback que se centra en contar el pasado del protagonista. El mismo está llevado adelante con hermosura y con un detallismo visual y técnico impecable. La fotografía siempre toca tonos sepia, se utilizan planos y encuadres ingeniosos (el tren) y siempre se crea una belleza escenográfica que va de la mano de la delicada y rústica textura de los diferentes elementos y lugares donde el circo va parando. La música, compuesta por James Newton Howard, acompaña de manera excelente el relato y logra transportar al espectador a la realidad que aquí se cuenta. La historia tiene varios matices: por momentos es un drama romántico, en el que aparece un triángulo, no muy claro, amoroso; por otros es un drama centrado en las actitudes del jefe y en el maltrato de los animales; pero también se cuenta el detrás de escena y el vivir de los trabajadores que sufren y sobreviven haciendo sus tareas para que el show salga lo mejor posible. Estas cuestiones están llevadas adelante, en especial la última, con lucidez y sentimiento, pero hay momentos en los que dichas representaciones emocionales de la vida no cobran sentido y parecen no estar fluidas en el relato. Es así como aparece el principal error o inconveniente de esta propuesta: la caracterización de los personajes. Aquí los roles son lo más importante para que la historia pueda cobrar sentido. Está el hombre controlador y autoritario, encarnado por un Christoph Waltz que se luce en cada momento; el chico educado que no tiene otro rumbo más para su vida que trabajar para su jefe, interpretado por Robert Pattinson (muy correcto); y la mujer por la que los dos hombres se pelean, con una Reese Witherspoon que no hace nada por hacer de su personaje memorable o atractivo. El problema aquí está en la relación entre los dos "jóvenes", quienes nunca logran expresar ese amor platónico y prohibido que sienten y que, por diferentes situaciones, no pueden concretar. El guión no muestra nunca el verdadero sentimiento que los une, no da razones de esa emoción y, en especial, se centra mucho más en contar otras situaciones paralelas que alargan la necesaria descrpción de los personajes. "Agua para Elefantes" es una película bellísimamente hecha, con planos hermosos, una fotografía muy cuidada y un uso de la cámara ingenioso y detallista; con un diseño de arte muy correcto, principalmente el vestuario y la ambientación; pero con muy una química entre los protagonistas que está ausente en los momentos necesarios. Un drama con aciertos técnicos, con una historia muy llamativa e interesante, con escenas muy bien logradas, pero que deja un sabor de insatisfacción al no sentir reflejados en pantalla los sentimientos que cada uno de los roles dice tener. Una buena propuesta para la familia, que disfrutarán mucho más quienes hayan leido la novela en la que fue basada. UNA ESCENA A DESTACAR: caos del final, excelentemente logrado.
Elefante de pantalla chica La última película de Francis Lawrence es uno de esos filmes de los que no hay demasiado para decir, por los cuales uno debe exprimir sus propias ideas para evitar reiterar una y otra vez esa serie de frases ya casi esquemáticas que se esgrimen frente a guiones tan predecibles como éste. La historia se abre con un comienzo muy parecido al de Titanic de James Cameron: su anciano protagonista, al mirar una foto antigua, comienza a relatar su pasado en un larguísimo flashback. Nos presentará así lo que le sucedió en su juventud, cuando, instantes antes de rendir su último examen de la carrera de veterinario, le avisaron que sus padres habían muerto y que lo había perdido todo. Sin casa, trabajo, familia ni título, no encontrará mejor opción que subirse como polizón a un tren que resultará ser de un circo. En pocos días terminará trabajando al cuidado de los animales de dicho circo, a la vez que se despertará su amor por Marlena (Reese Whitherspoon), la esposa del cruel director (Christoph Waltz). El romance se verá acrecentado con la llegada de la elefante Rosie, nexo entre estos dos personajes, y por los ataques de ira de August hacia los animales. Sin embargo, la puesta en pantalla de este amor no alcanzará demasiado vuelo, y daría la impresión de que entre la pareja protagónica no existe una química digna de fuegos artificiales. La historia está situada en los Estados Unidos de la época de la Gran Depresión, bajo las consecuencias de las prohibiciones de la Ley Seca. Pero el brillo y los lujos de August, el director del circo, contrastarán de manera significativa con la real pobreza que existía en esos años y que su circo estaba sufriendo, sobre todo considerando que casi todos los días tiraba empleados del tren en movimiento por problemas económicos. Es evidente que se priorizó una estética excesivamente minuciosa y sobrecargada que impacte en el espectador, en lugar de buscar mayor verosimilitud. Pero esto no es suficiente porque, a pesar de tanto desfile de atracciones, brillos y colores, la historia no llegará a causar demasiado impacto. Probablemente no hayan sido trabajados de la mejor manera los momentos emotivos de la película: el romance o la muerte de personajes de cierta relevancia pasan casi desapercibidos, sin mucha emoción. Por otra parte, uno de los elementos más significativos a lo largo del film es el amor hacia los animales por parte de los protagonistas y la crítica al maltrato que sufrían en los circos tradicionales. Cabe destacar que la película es la fiel adaptación de la exitosa novela homónima de la escritora canadiense Sara Gruen, una amante de los animales a los que da, en todas sus obras, roles muy significativos en sus relaciones con los personajes. De hecho, participa con frecuencia de campañas de apoyo a asociaciones de defensa y ayuda a los animales maltratados. A pesar del mensaje animalista, de contar con un destacado elenco y una buena producción, la película de Lawrence, director de Constantine y Soy leyenda, resulta algo decepcionante considerando el gran éxito de la novela de Gruen. De hecho, es un film digno de ser estrenado en televisión pero no en la pantalla grande, para ser vista una aburrida tarde de domingo y no ser recordada por mucho tiempo.
Si bien es un filme digno, a Agua para elefantes le cuesta sobrellevar la escasa química entre Pattinson y Witherspoon. Un solo detalle sirve para demostrar lo que Agua para elefantes pudo haber sido, y no fue: Hal Holbrook hace de Robert Pattinson de grande. El prólogo y el epílogo, cuando Jacob, el protagonista, recuerda los hechos, son lo mejor del film, donde se advierte la carga de nostalgia de este melodrama hecho y derecho, adaptación de una reconocida novela de Sara Gruen. Esos momentos son de Holbrook, actor veterano que no ha tenido en cine ni la suerte ni el lugar que merece, y que con su decir, con su mirada profunda, logra darle más dimensiones al “veterinario” Jacob que todo lo que puede hacer Pattinson en las casi dos horas que dura el film. Lo imposible era necesario para que el director Francis Lawrence pudiera darle más relieve a este melodrama mínimo, pero con ambición de clásico moderno: que Holbrook rejuveneciera y se hiciera cargo del personaje en sus años mozos. Usted podrá decir que tenemos algo contra el actor de la saga Crepúsculo. Puede ser, pero su presencia en plano irrita, es dueño de una pose que deja en evidencia la actuación. Entonces, es imposible creerle. Jacob estudiaba para veterinario y era un pibe ejemplar, pero la tragedia llamó a la puerta: en plena Gran Depresión de los años 1930 queda huérfano y se entrega a la vida de trotamundo, cayendo en un tren que transporta un circo ambulante. Allí terminará ejerciendo como veterinario y conocerá a diferentes personajes, entre ellos a Marlene (Reese Witherspoon) y a su marido, el dueño del circo, el cruel y bipolar presentador August (Christoph Waltz). Obviamente Jacob se enamorará de quien no debe, y el triángulo amoroso tendrá sus aristas trágicas. En primera instancia, lo que llama la atención en el film es que Lawrence, más cercano al cine de acción y fantasía, se haya involucrado con tanta energía en este melodrama que orgullosamente porta su esencia grasa: no hay pudor absoluto, y los conflictos son mostrados con la tonalidad y el registro que el género necesita. En mucho ayuda a que las cosas sean lo acertadamente desbordantes que deben ser, la actuación de Waltz (igual, alertamos: que haga ya mismo de padre simpático, porque si no Hollywood lo va a terminar relegando al rol de villano repelente, que le sale bien pero puede llegar a agotar), quien imprime en su August toda la violencia y la ambigüedad necesaria, siendo temible a pesar de su aspecto físico mínimo. Sin embargo, es evidente en Lawrence el hecho de que carece de una mirada crítica que pueda releer al género, un poco a la usanza de lo que hacía Baz Luhrmann en Moulin rouge!, o que interprete la carga de nostalgia que la novela de Gruen tiene. No de gusto, aquí el melodrama se da entre recuerdos, es una mirada sobre el pasado, una tonalidad para transmitir la historia. Aunque, definitivamente, lo que no puede sobrellevar Agua para elefantes es la escasa química entre Pattinson y Witherspoon. Si bien el filme no es indigno y se deja ver, un actor con condiciones le hubiera sacado más jugo a su personaje. Así las cosas, Agua para elefantes es una novelita rosa más o menos bien ilustrada, pero insustancial para su potencialidad.
EL HOMBRE QUE HUYÓ DOS VECES Agua para elefantes es una historia de la vida en el circo. La que podríamos imaginar como una vida itinerante, superficial, es aquí una realidad familiar, con vínculos estrechos donde las personas que allí pertenecen o pertenecieron siempre encontrarán un hogar. Cronológicamente Jacob (Robert Pattinson) huye por primera vez de su hogar tras la muerte de sus padres en un accidente automovilístico. A punto de graduarse como veterinario debe abandonar el examen que está dando para ver por última vez los cuerpos de quienes fueron sus padres. Jacob los mira tendidos en una camilla de metal de la morgue y, tras anoticiarse de que la casa familiar ha sido embargada por el préstamo adquirido por su familia para pagar la facultad, parte hacia alguna ciudad donde “dicen que hay posibilidades laborales”. En el camino se sube al tren del circo donde encontrará un nuevo modo de vida en familia que vendrá a restituir aquella que había perdido. Cuando las cosas se ponen bravas con el jefe del circo, porque Jacob se enamora de su mujer y ella de él, Francis Lawrence, director de esta película, marca que su protagonista va a tener que volver a tomar la decisión de abandonar esa familia, con una escena similar a la que vimos al principio. El hombre que desde que subió al tren lo protegió, guió y acompañó en el aprendizaje circense está grave. Jacob lo mira tendido en su catre, agonizando, pero aún no es momento de decidir. Si bien las cosas se están precipitando, faltará un hecho más que empuje al protagonista a decidir. Luego de algunos sucesos violentos que habían llevado a Jacob a saltar del tren junto a Marlena (Reese Witherspoon), Jacob vuelve a por ella. Cuando recorre los vagones y llega donde estaba el catre de su amigo lo ve vacío, su cuerpo no está. La muerte de su “padre” dentro del circo será lo que le dará el empuje final para construir otra vida familiar en otro lugar (que luego nos enteraremos que será en otro circo –el de la competencia-). Las escenas mencionadas no están planteadas de manera idéntica, mas en ambas el punto de vista es el de Jacob; y se enfatiza, mediante un plano general, en la primera los cuerpos de los padres, en la segunda, la ausencia del cuerpo del “otro padre”. Por las muertes, la familia, como era conocida hasta ese momento, se desmorona. Jacob es un hombre que se desenvuelve en plenitud cuando comparte, cuando se siente en comunidad, participando con otros, por eso cuando ese equilibrio se rompe parte, decide, vuelve a construir otra familia, su familia. Francis Lawrence bien sabe de personajes que deben arreglárselas cuando se encuentran desolados – en Soy leyenda (2007) lo mostró de manera excepcional- y esto es el aspecto más destacable y positivo de Agua para elefantes (2011). La necesidad de un modelo familiar para seguir adelante es lo que Jacob reclama con sus actos. Es allí, en ese núcleo, donde las personas se hacen fuertes y se desempeñan con esplendor, donde progresan, disfrutan. Cuando esa comunión se interrumpe es el momento de abandonar ese espacio para construir otro arquetipo, porque no saben, ni desean, vivir de otro modo. Por eso, cuando sus hijos ya no lo visitan, no se comunican ni con él ni entre ellos, Jacob huye del asilo para ancianos donde vive para volver al circo y acomodarse en una nueva familia. Agua para elefantes sale airosa por aquello expuesto, pero Titanic hay una sola y a veces hay que encontrar una forma personal de contar las historias. No habría que abusar de los rallenties, ni descuidar los enlaces mediante la voz en off, o pasar por arriba acciones de los actores como mirar una foto y no darles más tiempo para que cuenten con gestos. Por más que los recursos narrativos sean siempre los mismos, los directores de cine, si desean llamarse como tales, deberían seguir las enseñanzas del gran Douglas Sirk y “doblegar el material a su estilo”.
Un vampiro perdido en el circo La verdad es que uno siempre tiene curiosidad (bah, al menos yo), si Robert Pattinson puede despegarse del rol emblema que juega en "Twlight" (inexpresividad y belleza gélida) para mostrar sangre en las venas y aprovechar los proyectos interesantes que le ofrecen en busca de reconocimiento actoral. Es increíble que tengamos que empezar hablando de él en una cinta donde están Christopher Waltz y Resse Witherspoon, dos actores de renombre y prestigio en la industria, pero lo cierto es que la película dura 120 minutos y en todo momento esperamos que Pattinson le ponga carnadura a su personaje, cosa que no sucede y empuja al film a una mediocridad exasperante que nos hace lamentar el tiempo que estuvimos en la sala. ¿Por qué? "Water for elephants" es una historia de amor. Y es un drama de época, a la vez. Pero cuando ya nos encuadramos con la belleza visual de la reconstrucción de los Estados Unidos de los 30' y nos adaptamos al ambiente de este circo ambulante y sus secundarios menores, esperamos fuerza, pasión, ternura, peligro, muerte y resurrección de los amantes, en términos actorales. Es decir, no sólo química (que pueden tenerla o no, aunque la edad de Resse se trasluce y se profundiza por la inexpresividad de Robert) sino conexión interpretativa. Una unidad que transmita desde la pantalla todo lo que buscamos en un drama romántico: amor y dificultades, y la actitud para sobreponerse a ellas. Bueno, ahí, hacemos agua. Y no va para los elefantes. Hicimos agua y se nos quedó el tren (en términos del film). Francis Lawrence (de "I'm legend" y "Constantine"), se las arregla bastante bien con su equipo técnico para recrear aquellos duros años económicos en el gran país del norte. Tiene experiencia en video clips y entiende las convenciones del montaje, eso no se lo puede negar. Pero a pesar de la buena adaptación de la novela de Sara Gruen del mismo nombre, falla en lo que otros directores han fallado: intentar que Robert Pattinson haga algo más que posar en cámara. Esta garantía de taquilla que tiene el nombre lo hace ser requerido para proyectos que hubiesen ido mejor con otra gente. Eso siento con "Water for elephants". Encima de todo, el villano de turno es Waltz, quien viene de hacer algo parecido en "Inglourious bastards", así que en cada escena le da cátedra de cine. Y no se la cobra. No fue un buen cast y a pesar de que Resse está magnífica en su rol (despliega belleza y conmueve en las tomas con los animales y en la arena del circo), nunca hay que perder de vista que esta historia, es una película de amor. Y en eso, es fría como los torpes movimientos de su actor principal... Ya viendo el afiche sabemos un poco de que va la historia... Pattinson es Jacob, y sus primeras imágenes son el anticipo de lo que vendrá...Es el día en que está a punto de recibirse de veterinario y mientras rinde ese exámen recibe la noticia de que sus padres han muerto en un accidente. De más está decir que no termina el mismo y va a reconocer sus cuerpos a la morgue, con lo cual, su carrera queda inconclusa. Encima, su padre (médico él) tenia muchas deudas y los abogados le informan que debe dejar la casa para pagarlas, así que a Jacob no le queda otra opción que irse de ese lugar (es hijo único) y salir a la vida a ver si la mano cambia. Se sube a un tren, que curiosamente, es de una de las compañías más prestigiosas de la época, donde tendrá que hacer de varios roles para poder subsistir. El mandamás de la compañía es August (Christopher Waltz, quien debe analizar no estratificarse siempre en roles de villano), un tipo cambiante, seductor, carismático y muy cínico cuya emotividad cambia a cada instante en la película. Podemos decir que es el antagonista de Pattinson, aunque hay que reconocer que si no tenías ese perfil era difícil manejar un circo como él lo hacía en esos años... En fin. Está casado con Marlena (Witherspoon), una artista maravillosa, plástica y dueña de una belleza única y la cuida con toda sus fuerzas. En ese triángulo se sostiene la trama: Jacob está deslumbrado por Marlena y busca la forma de acercarse a ella, sus conocimientos sobre animales lo ayudarán a hacerlo, bajo la controladora y obsesiva mirada de August. Cuando la troupe incorpore un elefante a sus estrellas, nuestros dos protagonistas se relacionarán para adaptarlo a la tarea y en ese devenir, bueno, lo esperable... Quiero decir, que la cinta me aburrió mucho. Doy por sentado que es por la falta de intensidad dramática, porque el film está bien hecho. Es cuidado en sus rubros técnicos y todo, salvo la casi inexistente banda de sonido me pareció bien. Pero no me conmovió ni me pareció que merezca el precio de una entrada en estos días. Otra vez seguimos esperando que el vampiro aprenda a actuar y de muestras de su valía, si es que la tiene, a la hora de jugar en las grandes ligas. Su corte de adolescentes en llamas pide siempre por él, los espectadores estamos aún intentando saber cuál es su real dimensión, y por lo visto hasta ahora...
Narrando una historia ambientada en el mundo de un circo itinerante de décadas pasadas, el director Francis Lawrence alcanza cierto lirismo visual y expresivo con su nuevo film, ya desde su poético título. Quizás uno de los logros del realizador de Soy leyenda y Constantine sea que el inexpresivo objeto de deseo adolescente Robert Pattinson demuestre algunas dotes actorales. Es bastante, más aún teniendo en cuenta que el protagonista de Crepúsculo y sus secuelas tuvo que ponerse a la par de un elenco interesante aunque heterogéneo, como ocurre en todo ámbito cirquense. Con referencias notorias pero no enfáticas sobre la gran depresión, Agua para elefantes recorre una trama que abarca dos momentos muy distantes en el tiempo en la vida de un joven veterinario nunca recibido, que terminará trabajando para una carpa ambulante, creativa pero plagada de dificultades. Dentro de las alternativas sentimentales y pintorescas extraídas de una novela por el guionista y director Richard LaGravenese, existen otros personajes clave como los animales de la delegación, especialmente una elefanta entrañable y talentosa que terminará llevando a cabo una represalia poco creíble, pero funcional al desenlace del film. Enmarcados por bellas labores de fotografía, dirección de arte y música, se destacan el glamour sexy de Reese Witherspoon y el histrionismo de Christoph Waltz, el antológico Coronel Landa de Bastardos sin gloria, como el extraviado mandamás del circo. Una propuesta diferente, especialmente para ese público cautivo que representan las incondicionales admiradores de Pattinson.
Romance desdibujado entre lonas de circo Poco, muy poco para otra nueva película de amor. Un veterinario y una actriz se enamoran en el marco de un circo ambulante, con el toque de color de la elefanta Rosie, que también aporta poco para justificar el título. Pattinson sigue aportando su rostro inexpresivo, con la diferencia que ahora no es el vampiro de "Crepúsculo", y cuando le toca transmitir emociones derrapa en todas las curvas. La trama deambula entre escenas mil veces vistas en películas románticas de Hollywood y ni siquiera zafa la actuación de Cristoph Waltz, quien brilló en "Bastardos sin gloria", pero aquí es un villano estereotipado. Ni siquiera se luce el rol de la efectiva Reese Whiterspoon, que apenas saca a relucir su oficio en contadas escenas. La magia del circo careció de la riqueza de imágenes para retratarla con la esencia merecida.
Los románticos y sentimentales van a pasarla muy bien con esta propuesta. Es interesante que la historia transcurra en un circo y que esté contada a la vieja usanza de los cuentos de amor de Hollywood, pero la forma en que transcurre el relato es un poco lento y...
Cuento de circo Agua para elefantes es una historia de amor bien contada, y que se sale del común denominador de hoy día, que son las comedias románticas que han dejado poco lugar para los dramas románticos. Lo de bien contada corre por cuenta de Richard La Gravanese, el guionista y adaptador que ayudó a que la novela Los puentes de Madison se convirtiera también en una gran película, la que dirigió el señor Clint Eastwood hace ya algunos años. El poético título Agua para elefantes termina siendo literal en este relato que comienza en el momento actual en Norteamérica, y viaja a través del relato de un hombre de 90 años hacia 1931, cuando se vivían las consecuencias del crack económico de ese país. Ese ambiente de zozobra es el que envuelve a un joven inmigrante polaco, quien por accidente se trepa al vagón de un circo y acaba edificando su futuro en torno a ese mundo al principio grotesco, inestable y lleno de excentricidad para él. Lo que le permite al muchacho labrarse un espacio entre esa gente son sus conocimientos de veterinaria, asociados a la necesidad del dueño de encontrar a alguien que se encargue de los animales. Pero hay un detalle más que, como suele ocurrir, hace la gran diferencia. La esposa del presentador del circo. La estrella del espectáculo. La mujer que nadie osaría siquiera mirar. Y no sólo por temor a ser despedido, sino porque detrás del carisma que muestra ante el público e incluso ante los integrantes del elenco, el patrocinador del circo es un sujeto despótico, violento, y con poder de mando sobre un puñado de rudos matones. Para los ojos hay mucho en este filme. Actores reconocibles, y con “historia fuera de la pantalla”, como Reese Whiterspoon (Legalmente rubia), Robert Pattinson (Crepúsculo), o Christopher Waltz (ganador del Oscar 2011 por Bastardos sin gloria). También hay bellos animales para apreciar en pantalla gigante, una gran fotografía del tren y los vagones donde viaja la compañía circense, buenos paisajes, y una lograda reconstrucción de escenografías de esa época que aún guardaba reminiscencias del Lejano Oeste en su arquitectura. En síntesis, un espectáculo para pasar el rato, con emoción incluida en el menú, al acompañar hasta el final y completarla a la historia que el anciano nonagenario está narrando a su único y muy motivado testigo.
En la época de la Gran Depresión, un joven estudiante de veterinaria (Robert Pattinson) se ve obligado a dejar sus estudios tras la muerte de sus padres, y empieza a trabajar en un circo como veterinario y encargado de los animales. El joven se enamora de una acróbata (Reese Witherspoon) que está casada con el dueño del circo (Christoph Waltz), un hombre violento que hará lo imposible por separarlos. La llegada de una elefante unirá aún más a los amantes, pero todo se volverá aún más complicado. El joven Pattinson aporta su presencia dignamente como héroe romántico, junto a Witherspoon que, en este filme al menos, no sobresale demasiado. El gran Christoph Waltz (ganador del Oscar por "Bastardos sin gloria") tiene que hacer de malo bien malo (y le sale bien). Es de destacar la cuota emotiva aportada por el legendario Hal Holbrook, personaje que abre el filme y se constituye como narrador de la historia. Si bien "Agua para elefantes" no es nada original, hay suspenso, romance y drama en justas dosis, a pesar de lo arquetípico de sus personajes protagonistas. Es destacable la dirección de producción y la excelente ambientación de época que, junto a la fotografía, hacen del filme un digno entretenimiento, agradable de ver. A pesar de parecer predecible (por lo antedicho en cuanto a lo arquetípico de los personajes y su accionar), hasta último momento no se sabe si terminará bien o mal, lo que aumenta la expectativa y genera gran parte del interés.
La magia circense Water for Elephants, es una adaptación del libro que lleva el mismo nombre y fue escrito por Sara Gruen, una novelista de ciudadanía canadiense-americana, que recién ahora se está haciendo conocida con esta obra. Dirige el film Francis Lawrence, responsable también de los éxitos de taquilla "Soy Leyenda" (Will Smith) y "Constantine" (Keanu Reeves y Rachel Weisz). Los protagonistas son, la ganadora del Oscar Reese Witherspoon en el papel de Marlena, el niño vampiro Robert Pattinson como Jacob y la gran revelación y también ganador del Oscar Christoph Waltz como el marido de Marlena, August. La película cuenta la historia de Jacob, un joven prometedor que ve todo su mundo venirse abajo como consecuencia de un accidente. En la búsqueda de su destino, termina colándose a un tren que lleva en sus vagones pasajeros muy especiales, desde leones hasta payasos enanos, es el tren del Circo de Los Hermanos Benzini. Comienza a trabajar en el circo y parece que todo va bien, hasta que conoce y se enamora de Marlena, la mujer de August, un tipo con tanto carisma como malicia. Personalmente creo que es un buen trabajo del director Francis Lawrence, potenciado en gran parte por ese mundo tan atractivo y mágico que es el Circo. Si la historia hubiera sucedido en otro contexto distinto no sé si me habría enganchado como lo hizo esta cinta, ya que la historia de amor del triángulo amoroso no es muy original y su desenlace suele ser bastante predecible. Debo admitir que me copa el circo, y quizás por eso me terminó de comprar, aunque ahora que pienso, también debo recalcar que por más que los triángulos amorosos no son originales, tienen ese "algo" dramático que nos hace tomar partido por el pobre cornudo o por el amante que viene a rescatar de la miseria a la doncella atrapada... Nos gusta la pica que se arma entre los protagonistas aunque no sea lo más original del mundo. Con respecto a los actores, creo que todos hacen un trabajo bastante respetable, sobre todo Christoph Waltz que vuelve a brillar en el rol del psicópata elegante, que nos atrae y asusta a la misma vez. Reese creo que está muy bien como Marlena, la femme fatal del circo y Pattinson... tiene que trabajar un poco en sus expresiones, pero va sumando puntos conmigo que lo tenía en muy poca estima desde las Crepúsculo. Redondeando, Agua para Elefantes presenta una historia de amor que ya hemos visto, pero que en el contexto del circo sumado al plus que le da Waltz, se convierte en un producto bastante entretenido, con un drama respetable y escenas muy bien laburadas en un romanticismo que hará suspirar a más de una (o uno) en la sala. Por último quiero resaltar la buena labor en mostrar al público las 2 caras del Circo, esa alegre, talentosa y mágica, y por otro lado la que casi nunca vemos, la del sacrificio, la miseria y la tristeza de vivir como un nómade que no puede echar raíces.
La novela best-seller de Sara Gruen que dio origen a esta película fue publicada en el 2006 y se mantuvo durante doce semanas en la lista de los libros más vendidos del New York Times. Con motivo de ese suceso, la escritora comentó: “Agua para elefantes es acerca del amor en todas sus formas: entre hombres y mujeres, entre familias y entre gente y animales. Es acerca de las distintas formas en las que nos tratamos. En algunas ocasiones lo hacemos bien, en otras no”. Lamentablemente su transposición a la gran pantalla no resultó del todo efectiva. Con una supremacía del esteticismo por el simple hecho de la majestuosidad visual (no porque fueran funcionales al relato, como en el caso de la extraordinaria serie “Carnivale”), una pareja central con poca química (aún menos deseo y escasa sensualidad en sus escenas conjuntas) y una previsibilidad constante en todas las acciones (quién puede dudar cómo comenzará, se desarrollara y concluirá esta historia de amor), “Agua para elefantes” es de esas adaptaciones cinematográficas que pueden resultan muy buenas o todo un fiasco. Sin caer en extremos, y viendo todos los esfuerzos y recursos puestos en su desarrollo, se puede asegurar que pequeños cambios hubieran hecho del filme una propuesta mucho mejor.