La fragilidad de los cuerpos El James Cameron de las últimas dos décadas -específicamente el posterior a Titanic (1997)- se toma su tiempo para redondear nuevos proyectos y ello se debe en igual medida a que hablamos de un cineasta veterano con un enorme poder dentro de Hollywood y un señor que ha visto crecer su ego de manera exponencial luego de los éxitos en taquilla de la excelente Avatar (2009) y la mencionada Titanic, una propuesta bastante sensiblera aunque con méritos visuales suficientes para resultar amena en términos de entretenimiento fastuoso. Más allá de la trasheada primigenia Piraña II (Piranha II: The Spawning, 1981) y la encantadoramente absurda Mentiras Verdaderas (True Lies, 1994), lo mejor de su carrera sin duda está condensado en la ciencia ficción, con clásicos inoxidables como Terminator (The Terminator, 1984), Aliens: El Regreso (Aliens, 1986), El Abismo (The Abyss, 1989) y Terminator 2: El Juicio Final (Terminator 2: Judgment Day, 1991), lo que por supuesto explica las expectativas detrás de Battle Angel: La Última Guerrera (Alita: Battle Angel, 2019), en términos prácticos su regreso al género que tantas satisfacciones nos ha regalado. Lamentablemente Cameron tuvo que renunciar a la silla del director para ocuparse de otro proyecto todavía más faraónico, el de las dos primeras secuelas de Avatar, por lo que conservó los roles de productor y guionista y cedió su puesto como mandamás a un Robert Rodríguez que asimismo redujo considerablemente la historia de base de Cameron, esa inspirada en un célebre manga de Yukito Kishiro -intitulado originalmente Gunnm- que fue publicado de manera serial entre 1990 y 1995. El director de El Mariachi (1992), todo un experto en colaboraciones cercanas con otros artistas (basta recordar sus trabajos en conjunto con Quentin Tarantino y Frank Miller), logra construir una epopeya gigantesca pero con corazón que funciona en simultáneo como una de las mejores adaptaciones de manga de las últimas décadas y como uno de los exponentes cyberpunk más atractivos en mucho tiempo, proeza que se debe a la condición de artesano todo terreno de un Rodríguez que sin ser precisamente un iluminado o un diletante del talento irrestricto, sabe cómo ofrecer espectáculos en los que los personajes brillan a la par de su imponente coyuntura. La historia recupera muchos de los leitmotivs más agitados e interesantes del rubro que nos ocupa: tenemos un entorno postapocalíptico después de una gran guerra que derivó en desastre para la humanidad (la llamada “Caída” se produjo 300 años en el pasado, con un presente ubicado en el Siglo XXVI), asimismo el único enclave habitado del planeta está dividido según la estructura social de Metrópolis (1927), la obra maestra de Fritz Lang (los ricos/ parásitos viven en una plataforma enorme en las alturas, Zalem, y los pobres en una villa miseria muy vasta sobre la superficie terrestre y justo debajo de la anterior, Ciudad de Hierro), y la biotecnología ha avanzado tanto que la tasa demográfica de híbridos robots/ humanos es muy alta, lo que generó un tráfico extendido de partes y repuestos mecánicos para los cuerpos (la desviación tecnológica vía el reciclado y la reconfiguración, otro de los tópicos infaltables de la ciencia ficción vinculada al film noir, aparece mediante la figura de los chatarreros, las competencias en juegos públicos sanguinarios y hasta la presencia de cazarrecompensas que cumplen la función de una policía tácita, hoy por hoy tercerizada). El Doctor Dyson Ido (Christoph Waltz), un especialista en cuerpos compuestos durante el día y cazarrecompensas por las noches, encuentra en un depósito de basura a una cyborg de combate del tiempo de la Caída, a la que reconstruye a partir del cuerpo biónico de su hija fallecida. Bautizada Alita (Rosa Salazar) porque la susodicha no recuerda su identidad a pesar de que su cerebro humano está en perfecto estado, la cyborg de a poco comienza a explorar Ciudad de Hierro y allí se enamora de Hugo (Keean Johnson), un joven que sueña con vivir en Zalem y se dedica a robar partes a pedido de Vector (Mahershala Ali), cabeza capitalista del deporte cruento de turno, Motorball, y empleador de Chiren (Jennifer Connelly), ex esposa de Ido y encargada principal de construir a los jugadores de esa cruza entre el rugby y el básquet. En un contexto dominado por un jerarca invisible de Zalem, un hombre misterioso llamado Nova (Edward Norton) que le da órdenes a un asesino en serie de mujeres, el tremendo Grewishka (Jackie Earle Haley), Alita pronto descubrirá que su potencial guerrero despierta la envidia de los cazarrecompensas y la “curiosidad” de Nova. Rodríguez edifica una obra muy entretenida y eficaz que esquiva la autocensura en cuanto a violencia real y dolorosa del Hollywood contemporáneo a través del truquillo de la sangre azul, lo que le permite despacharse con una verdadera catarata de hermosas truculencias en torno a la fragilidad de los cuerpos, esos que son amputados, triturados, emparchados y a posteriori refaccionados/ maximizados. Pero el gran punto a favor de la película pasa por la contracara complementaria de lo anterior, léase una identidad de Alita que también se va expandiendo a la par de su soporte material, dando a entender que carne y mente deben ir juntos tanto en la vida en general como en lo referido al séptimo arte en particular (dicho de otro modo, escenas de acción sin desarrollo de personajes y sin interés en pos de despertar una mínima empatía por parte del espectador sería igual a nada, y esto el director y guionista lo entiende perfectamente). Como todo policial valioso, las intrigas son varias y se entrecruzan en un relato que sabe balancear el alegato antiinstitucional, la subtrama romántica, el planteo símil crecimiento adolescente, el trasfondo de la pérdida de memoria, la relación paterna con Ido y la denuncia de una corrupción generalizada en la que casi todos son títeres, esclavos o testaferros de otras personas, una macro sumisión bajo la triste promesa de un ascenso social ahora empardado a abandonar Ciudad de Hierro y escalar a la inalcanzable Zalem, suerte de zanahoria que hace trabajar al burro. Cuestiones muy caras a Cameron como la libertad, la explotación y el militarismo se unifican por un lado con un excelso uso de los CGIs, que superan lo hecho por prácticamente todo el mainstream actual (el trabajo sobre los ojos de Alita es formidable porque nos acerca al manga y le aporta un mayor brío a la protagonista), y por otro lado con el amor de siempre de Rodríguez por el exploitation, el humor negro y la dinámica retórica enajenada, aquí redondeando su mejor propuesta desde Sin City (2005), aquella lejana primera colaboración con Miller (el señor apuesta en grande y sale ganando porque se centra en el cariño entre los personajes y no cae en la exacerbación ridícula del heroísmo barato ni en la violencia aséptica de nuestros días).
Alita, Battle Angel: Una guerrera que entretiene. El célebre director Robert Rodriguez se anima a probar un nuevo género con esta adaptación del manga llamado “Alita: Battle Angel”. Siendo una obra de ciencia ficción, con el elenco que tiene y con el nombre del director. ¿Es una película realmente distinta? El director conocido por películas como “Machete”, “Sin City” o “Mini espías” decidió encarar este proyecto colosal, siendo el proyecto más caro y definitivamente más grande de su carrera. Para darnos un ejemplo del tipo de producción que manejaba Rodriguez antes de este proyecto, la película con mayor presupuesto hasta “Alita, Battle Angel” había sido “Sin City: A Dame to Kill For” con 65 millones de dolares, mientras que en este caso la nueva obra del director costó entre 150 y 200 millones de dolares. Es importante remarcar este presupuesto en la obra del director porque lo que suele pasar cuando alguien acostumbrado a otro tipo de proyectos decide encarar una película más grande es que pierde creatividad y pasa a ser un proyecto mucho más industrial. Lamentablemente, no se puede decir que este caso es la excepción, y de primeras avisamos a cualquier fanático del director que la película tiene poco que ver con Robert Rodriguez, y aunque podemos ver esbozos en la calidad de algunas escenas de acción, principalmente se maneja en otro estilo. Esto, pese a que pueda significar una decepción para algunos, le da posibilidades a la obra para destacarse en una enorme cantidad de elementos técnicos y de ritmo que están manejados a la perfección. Visualmente, y sobre todo en los primeros minutos, la imagen es imponente, y totalmente merecedora de verse en una pantalla IMAX. El color, la ambientación que generan y el mundo al que nos introducen está repleto de guiños a distintas películas de la ciencia ficción, principalmente recordando mucho a las calles de Blade Runner, pero definitivamente creando su propio estilo visual. Es muy satisfactorio que en tiempos como los de hoy donde el género se encuentra tan estancado en una misma linea estética, poder ver este tipo de obras tan frescas. Aún así, no se puede decir lo mismo del diseño sonoro en el film, con un uso de la música bastante molesto que aparece solo para distraerte de la trama y resaltar lo que ya se sabe desde la palabra. Las escenas tristes vienen con una música triste que aparece muy temprano en la situación, enfatiza demasiado la emoción, y dura mucho más de lo que debería. Este ejemplo se repite durante todo el film y es, junto al último punto que hablaremos, uno de los principales problemas que tiene para que realmente se la tome en serio como una obra notable. Si hay algo que se puede decir de esta propuesta es que no toma riesgos en absoluto y si hay algún elemento para poder ejemplificarlo es el guion. La historia que cuenta es extremadamente predecible y le cuesta mucho diferenciarse de cualquier otra película actual. Sus personajes son bastante olvidables y las actuaciones, aunque en ningún momento desentonan, no se destacan en ninguno de sus interpretes. Esto es más extraño si recordamos que en el elenco del film se encuentran actores como Christoph Waltz o Mahershala Ali, quienes parecen haber sido contratados con el único fin de darle más renombre al film. Esta falta de sustancia podría ser perdonada si la película no insistiera tanto en que nos encariñemos con los mismos, poniendo reiteradas escenas en las cuales hablan solo para contarle cosas al espectador, de manera muy artificial y poco natural. En conclusión, y sin menospreciar el funcionamiento del cine como herramienta de entretenimiento, la película se queda a las puertas de ser una obra de ciencia ficción distinta y original. Sus escenas de acción son interesantes, el ritmo está bien llevado, y es visualmente entradora, pero esa falta de sustancia en la trama y sus situaciones predecibles por el final del film terminan limitándola un poco y alejándola de ser algo más. Al fin y al cabo, es una película entretenida y fresca, pero no más que eso.
Battle Angel: La última guerrera es una película cyberpunk basada en el icónico manga japonés creado por Yukito Hishiro en los años 90′. Esta versión nos trae a Alita y a todo su distópico mundo, en un film de acción real dirigida por Robert Rodríguez. A pesar de tener algunos baches en su arco narrativo, la película resulta entretenida gracias al trabajo de su director, el carisma de la protagonista y su imponente apartado visual. El film nos trae como protagonista a Alita, una Cyborg encontrada en la basura por un doctor que decide reconstruirla y darle un refugio. Está ambientada en un mundo futurista donde sabemos que se ha dado lugar a una guerra, y que la ciudad flotante de Zalem toma el control de las marginales ciudades que sirven como colonias proveedoras de recursos. Alita comienza a recordar cosas sobre su pasado y la importancia que ella tiene sobre esa guerra, donde también se incluye un violento deporte que es la llave para viajar a Zalem, más una trama amorosa que poco tiene para aportar. En líneas generales, la trama es interesante, aunque no dejamos de pensar de que se trata un conjunto de historias que ya hemos visto en varias películas. De todos modos el personaje de Alita se encuentra muy bien construido y diseñado a partir de efectos digitales y captura de movimiento, es el viaje de ella lo que resulta atrapante y entretenido en el film. El resto de los personajes están muy desdibujados, con una Jenifer Conelly que solo sirve para ser útil en un momento determinado, y un Mahershala Ali, que aún no sabemos porque fue a parar ahí. Otra cuestión que resta puntos, es aquella trama amorosa que fué incluída seguramente para atraer al público juvenil, pero que resulta cliché empalagoso que poco tiene para aportar a la historia. Para compensar tenemos un ritmo de acción mantenido, acompañado de un fuerte apartado visual que nos regala un deleite de escenas. La película da aquella sensación de que algo grande está por venir y que está aventura, a pesar de sus fallos, es un efectivo prólogo para introducirse en el mundo de Alita. Robert Rodríguez se hace cargo del trabajo de dirección en un film en que se nota su mano como realizador, pero que aún así parece que ha sufrido de muchas limitaciones. En varios cortes podemos notar que la cinta pretende ser un tanto más oscura y violenta, y que seguramente por decisiones del estudio, esto ha quedado a medio camino. Aún así podemos visualizar un excelente trabajo en los efectos especiales y el diseño artístico de aquel distópico mundo, siendo la escenas donde predomina la acción, el gran deleite de la película. En cuanto a las actuaciones, principalmente es destacable el trabajo de Rosa Salazar en el papel de Alita. A pesar de que la actriz fue sometida a un trabajo de digitalización para su personaje, denota también un esfuerzo a nivel interpretativo que traspasa el CGI implementado. En cuanto al resto de los actores, solo podría destacar a Christoph Waltz, que mantiene efectivamente un rol casi paterno con la protagonista. El resto del elenco está entre la falta de desarrollo de sus personajes y el patetismo por las situaciones absurdas que padecen. Battle Angel: La última guerrera es una película entretenida, aunque en sus más de dos horas de duración, bien podrían haberse ahorrado las subtramas más empalagosas y centrarse en el conflicto principal. En un film que cuenta con una efectiva ambientación cyberpunk, y un notable apartado visual, sobre todo en las escenas de acción. Esta cinta, a pesar de sus fallos, denota la mano de su director Robert Rodríguez, en una historia que con algunos cambios puede apuntar a más en el futuro. Calificación 7/10
Alita es complicada. El film se encarga de adentrar a la audiencia en un complejo y ambicioso mundo de ciencia ficción asiática, basado en el manga y anime Alita (o GUNNM), que espera unir al público general de Cameron con el nicho de audiencia amante del cine de género y el ya clásico japonés que sirve como material original. En esto resulta más que exitosa, se encarga de presentar sin problemas un impresionante mundo como para que cualquiera se vea sin obstáculos para adentrarse en la película. Además de esa simple pero tan difícil tarea, hay que decir que los fanáticos del género que ingresen a la sala aún sin mucho interés por el manga y anime se encontrarán con una producción de ciencia ficción distópica que verdaderamenten pone en vergüenza a muchos intentos baratos del género, y a la altura de lo que siempre se espera del genio inigualable de Cameron. Lo primero que uno va a notar de “Battle Angel” son los dos grandes nombres en su poster. Y con razón, los nombres de James Cameron y Robert Rodriguez traen consigo mucho interés, al igual que ciertas expectativas. Seguramente lo segundo que uno note son esos tremendos ojos gigantes en la protagonista, que de inmediato sugieren un potencial para arruinar la inmersión en el mundo de la película pero que, como todo el film en general, terminará acomodándose con el correr de los minutos como una jugada arriesgada pero más que interesante. La combinación de Cameron en el papel de productor y el de Rodriguez en la silla de director termina siendo tan entretenida como fue intrigante en un principio. Viendo el producto final, puede verse la influencia de ambos al igual que sus roles bien definidos. Rodriguez evidentemente fue parte integral de que las escenas de acción de esta película sean no solo lo mejor de la misma sino potencialmente un antes y un después en el género de las adaptaciones live-action de manga y anime. Mientras que la producción va de excelente a increíble en todo momento, con un universo increíblemente realizado que (como es usual con el director de “Titanic” y “Avatar”) sube la vara de los efectos al servicio de una experiencia cinematográfica. Aunque no todas son completamente positivas. Por su parte, Rodriguez parece haber bajado un cambio en el nivel de personalidad e ingenio volátil que suelen tener los proyectos que dirige, que definitivamente dicen presente en las impresionantes escenas de acción pero brillan por su ausencia en largos tramos de la película. Mientras que Cameron también trae consigo su ingrediente predilecto que suele, para bien (cientos de millones de taquilla) o para mal (algunas que otras quejas), impregnar por completo sus películas: un romance tan potente como superficial. Lo apurado y superficial de este romance está también en el centro de los problemas que van a tener que sufrir quienes se adentren en una película que realmente vale la pena de todos modos. Aunque el guion de Cameron no sufre solo de ese elemento individual, sino que más allá de los tórtolos hay una larga cantidad de detalles que verdaderamente tiran abajo todo el buen trabajo que se realiza en las otras áreas del film. Pero, afortunadamente, no terminan por cantar victoria. Hay que decirlo, además, que aunque el romance central suele estar mal llevado también resulta ser un centro positivo de la trama y que con algunos cambios podría haber resultado sin ningun problema en parte positiva de la película, como sin duda fue en las ya mencionadas “Titanic” y “Avatar”. También tiene un elenco que va más allá de los nombres, a pesar de que tenga varios de la talla de Christoph Waltz, Jennifer Connelly y Mahershala Ali (“Moonlight”, “True Detective” S3), entre otros. Este último, Ali, definitivamente temina siendo una de las presencias más potentes del film, mientras que Waltz consigue crear un personaje central que sirve para anclar gran parte de la historia al mismo tiempo que resulta una figura paterna conflictiva y completísima a la vez. Pero son varios de los actores de poco renombre o identidades escondidas en tanto CGI los que redondean un elenco que logró darle vida y personalidad a este tan ambicioso mundo. Los asesinos cyborg, los cazarecompensas cyborg, los genios y villanos detrás de una sociedad adicta al reemplazo de partes humanas con robóticas, todos y cada uno de ellos rebozan de personalidad en todo sentido. Esos son los detalles clave que Cameron y Rodriguez se aseguraron de que llenen de color a este gigantesco universo, una apuesta no tan arriesgada como tantas otras de este proyecto pero que sin duda será una de las que mayor impacto tenga a la hora de que sea una película que resuene con su audiencia predilecta. “Battle Angel” trae consigo la garantía Cameron de superproducciónes live-action con un CGI de punta y mucho corazón. Además de demostrar que una adaptación fiel de animes de acción, no sólo está en la capacidad de los cineastas de turno, sino que puede ser tan espectacular como los ejemplos más excepcionales que esperan su momento para una adaptación a la altura.
Cuentan en la industria, que el proyecto de llevar adelante "Battle Angel", data de un tiempo considerable. James Cameron, luego de dedicarse a otros desarrollos (y estar en pleno rodaje de "Avatar" en sus entregas 2 y 3, preparadas para 2020/21) decidió buscar un nombre capaz de garantizar, un pasaje del manga original, al estilo occidental. Es así como "Battle Angel" surge de un conjunto de ideas que provienen de algunos lugares conocidos ("Avatar", "Matrix", algo de "Valerian and the city..." en lo referente al arte y "Titanic" en su veta romántica cuasi trágica), llevadas adelante por un cineasta visionario, (Robert Rodriguez), especialista en desafiar al sistema. Rodriguez es un maestro en buscar recursos y explorar a fondo las temáticas que le apasionan, llevando al extremo sus personajes intensos, llenos de luz y oscuridad, al mismo tiempo. Suponemos que ese talento es que lo llevó a trabajar con Cameron aquí, asociación que, más allá de algún desnivel, funcionó. Ahora veremos como reacciona el público, frente a este híbrido que supone, un animé hecho con espíritu americano, puro y derecho. La historia tiene lugar en nuestro planeta, luego de una gran guerra. Los humanos viven en condiciones de pobreza y casi nulas posibilidades de llegar a la nave central que suspendida, alberga a los ricos y poderosos del sistema. Muchos tienen partes cibernéticas en sus cuerpos mutilados, y se ve afianzada la tecnología que permite que las partes de tu cuerpo se integren con elementos diversos. En síntesis, arriba (en Salem), todo; abajo, (en Iron City) miseria y desolación. En ese atribulado universo, el Dr. Ido (Christoph Waltz, lejos de sus papeles de villano), encuentra cierto día ,entre los desechos de la ciudad aérea, los restos de una cyborg. Y decide rearmarlo, con un cuerpo nuevo. Le da nombre a su descubrimiento (Alita, como su fallecida hija), y se dispone a integrarla a su entorno, entendiendo que hay una historia importante, detrás de este hallazgo singular. Alita (Rosa Salazar, con sus ojitos retocados digitalmente para ser más grandes), una vez en funcionamiento, deberá descubrir qué sucedió con su pasado, (no recuerda nada) ya que su memoria está en blanco. Sentirá que debe provocar situaciones que estimulen el recuerdo, y con ellas, saldrán a la superficie los temas que movilizarán a su entorno, de forma profunda. La única salida que todos anhelan en ese universo es ascender a Salem, esa ciudad utópica que suspendida, parece ser el lugar donde todos quieren estar. Pero el precio por llegar, está fuera del alcance de muchos. Tendremos a varios implicados que harán su juego de engaños, extorsión y combate, dentro de los cuales encontraremos a grandes actores consagrados, en roles, no tan bien delineados, pero que aportan cierto marco entre las necesarias y disfrutables, escenas de acción y lucha cuerpo a cuerpo: nada menos que Mahershala Ali y Jennifer Connelly (en esta producción hay en el elenco tres ganadores del Oscar). "Battle Angel: la última guerrera", tiene el ritmo clásico de todas las realizaciones de Rodriguez, velocidad, fuerza, conflictos resueltos con violencia bien coreografiadas e incorpora la veta romántica que Cameron siempre cree que suma, una historia de amor, en este caso entre Alita y Hugo (Keean Johnson), interés que le da cierta humanidad al film (en comparación con otras adaptaciones). Siempre, dentro de lo que entendemos como un pasaje "digerido", al lenguaje occidental, de un popular manga japonés que tiene su propio hermetismo. Los puristas encontrarán muchas cosas que podrían haberse mejorado (la banda de sonido, el peso en la historia de algunos personajes, por ejemplo), pero creo que más allá de eso, este es un buen intento por contar una historia entretenida, con un lenguaje accesible y visualmente potente. En esos términos, "Alita", funciona muy bien. Ofrece un ritmo trepidante y establece un universo que recién termina de delinearse con el cierre del film, con clara intención de continuar la saga en próximas entregas. No es perfecta ni equilibrada, pero garantiza espectáculo. El CGI te sorprenderá. No defrauda y tal vez, logre establecer el capítulo inicial de una poderosa franquicia.
Por suerte cada cierta cantidad de tiempo aparecen películas que recuperan el sentido puro de la narración cinematográfica y crean personajes que valen la pena para protagonizar esas narraciones. Tal es el caso de Alita Battle Angel, dirigida por Robert Rodriguez, producida por James Cameron y guionada por ambos junto a Laeta Kalogridis, basándose en las novelas gráficas futuristas de Yukito Kishiro. Alita es una ciborg encontrada en un centro de residuos tóxicos por Ido, un robot-médico. Cuando Alita recupera el conocimiento no sabe quién es ella ni comprende el mundo que la rodea. No sabe cuánto tiempo ha pasado y no comprende mucho de lo que se vive en Iron City. Deberá aprender poco a poco hasta que finalmente comienza a descubrir quien ese realmente. Si no se supiera que el proyecto fue inicialmente de James Cameron, no sería raro pensar en su cine. Como las heroínas de muchas de sus películas, Alita es un clásico personaje cameroniano, heredera en este caso de las mujeres hawksianas, aquellas mujeres valientes y aventureras que brillaron en el cine clásico. También hay que decir que Robert Rodriguez ofrece lo mejor que tiene como director: Entretenimiento espectacular, amor por los géneros y permanente movimiento. Alita Battle Angel es una aventura de ciencia ficción fuera de serie. También tiene muchos temas interesantes, esos que hace unos años significaban algo para los cineastas. La protagonista combina la emoción de Espartaco, con la furia de Rollerball, pasando por las peleas de bar de un western y los arquetipos más universales del camino del héroe. Alita es un gran personaje y está rodeada por otros grandes personajes. Su rebelión contra el sistema responde al corazón mismo de las aventuras de ciencia ficción, el personaje crece escena tras escena. Volviendo al comienzo, es difícil ver películas así hoy en día, capaces de resumir en dos horas un universo y presentarnos a un nuevo personaje inolvidable. Tan simple como hacer cine, tan difícil que hoy muy pocos lo hacen.
Es capaz de cortar al medio una gota de lágrima. Tamaña precisión confronta con su aspecto físico, ya que Alita parece diminuta, pero tiene una fuerza y una movilidad para el combate únicas. Battle Angel es la adaptación del manga japonés Gunnm, de Yukito Kishiro, que James Cameron soñaba con dirigir desde antes de estrenar Titanic o Avatar. En los créditos está como coproductor y coguionista. Dirigida por Robert Rodríguez, es una película posapocalíptica, un filme de acción cyberpunk que transcurre en el siglo XXVI y en el que conjugan desde Blade Runner hasta Rollerball, tamizados por Metropolis y hasta Pinocho. ¿Ambicioso? Claro: es una producción de James Cameron. Alita no siempre fue Alita, hasta que la encontró el Dr. Dyson Ido (Christoph Waltz), un médico y técnico que realiza prótesis y repara a los cyborgs que viven en la Ciudad de Hierro. Ido halla el rostro y la espina dorsal de este cyborg en un basural de chatarra, y la reconstruye con parte del cuerpo con que ansiaba recuperar a su hija (Alita) paralítica. Así que la llama Alita, y Alita ha perdido la conciencia de quién fue, pero parece que fue una guerrera, que hace 300 años combatió en pos de alcanzar otra ciudad, Zalem, que está por encima de Hierro. Por supuesto que en la ciudad de abajo imperan el caos, la maldad, la violencia y el juego Motorball: cybers corriendo tras una pelota de acero, no en equipos sino luchando a hierro partido unos contra otros, y cuyo campeón podría ascender allí donde todos quieren estar. Alita es como un arma poderosísima, pero su amnesia -que es pasajera, porque cada tanto tiene como unos flashbacks sobre cómo era-, y que utiliza conocimientos de combate panzer kunst (qué será, nunca se aclara). Battle Angel es también una historia de amor entre este androide y un muchacho humano (Keean Johnson), tanto como para que no todo sea golpes, volteretas en el aire, desmembramientos de brazos de metal y así. La película luce brillante en todo sentido. La fotografía de Bill Pope es deslumbrante, no sólo en los tramos en que la oscuridad se ilumina por haces que impresionan, y sí, los efectos de Weta Digital, la compañía neozelandesa, dejan con la boca abierta. Rodriguez sabe ponerse “serio” en el sentido de que Battle Angel no es una comedia ni una parodia, ámbitos en los que el realizador de Machete ha sabido moverse muy bien. El codirector de Sin City ha tenido como nunca un presupuesto enorme (US$ 170 millones) que no se ha (o no le han ) permitido exabruptos. Angel Battle tiene, cómo no, una protagonista femenina, por lo que planea como los vientos que corren. Y tiene ese mix entre film clase B, ciencia ficción e historia romántica, y de amor padre a hija, las innovaciones técnicas hacen que lo que se vea parezca increíble, pero real. Tiene todo para ser un éxito. Obvio que Alita está realizada con captura de movimiento. Rosa Salazar se prestó a ello, y Alita que tiene esos ojos enormes al estilo manga, y habita un espacio que pinta occidental y que ha sido blanquizado, producto de no pocas críticas de los fanáticos.
La niña de los ojos saltones. Nos hallamos ante una historia sobre la pérdida y el amor. Alita ha perdido la memoria, Dyson ha perdido a su hijo, Hugo ha perdido su camino en el mundo y la mayoría de los personajes que no son cyborgs desenfrenados amantes de los asesinatos han perdido todos algo que apreciaban. Si bien los personajes no son demasiado complicados, y el guión no es demasiado prolijo ni pesado, todos los actores dan lo mejor de sí y aportan la cantidad justa de estoicismo a todo esto. No hay actuaciones sobresalientes que mencionar, pero todos hacen un buen trabajo entre sí. También hay pocas declaraciones de amor masivas o dominantes, incluso en los momentos más trágicos, solo empatía y hechos. Si algo sobresale en el conjunto, debido a las máquinas de muerte cyborg mencionadas anteriormente, es la presencia de un fuerte componente de violencia. Una cantidad sorprendente para una película no recomendada a menores de trece años, con varias extremidades y cabezas y otras partes del cuerpo cercenadas, fundidas, maltratadas e incluso con una combinación de todo ello en algunas secuencias muy enérgicas y bien realizadas. Se puede argumentar que esto solo le ocurre en gran parte a los cuerpos sintéticos y que la mayoría de la sangre derramada es azul: pero incluso así, queda muy claro que se aplastan un buen número de cabezas. Allá cada uno con lo que le permita ver a su hijo: peleas callejeras, persecuciones de alta velocidad, e incluso el increíblemente bien realizado universo de Motorball (patines en línea motorizados y sin consideraciones de salud y Seguridad alguna) para observar cómo se patea el culo a las personas. Todo esto en una impresionante combinación estética de París de 1890, bazares contemporáneos del Medio Oriente y Mad Max (todo es un poco ilegal y cubierto de polvo porque se ve más fresco de esa manera). En cuanto a la trama en sí: bueno, está ahí y es funcional; no sorprende a nadie y ya se puede adivinar casi todo lo que va a acontecer argumentalmente en la primera media hora. Si nos ponemos a destacar rasgos originales se puede comentar que la heroína que reparte estopa a diestro y siniestro sea una niña (aunque en realidad, dado el número de personas que pueden ser injertadas en un JCB, eso no es un problema que se mencione mucho). Se nota que se han enfatizado más los momentos cargados de emoción en lugar de añadir puntos complicados de la trama. Posiblemente esto se deba a que la historia intenta abarcar tanto terreno, repasando los primeros cuatro tomos del manga original (en total son nueve publicados en la revista Business Jump del 1990 al 1995), que los guionistas han ido eliminando material intentando llegar a su esencia. Para algo que se supone que será una trilogia (la taquilla dictará sentencia al respecto), no deja de resultar extraño que no se dé al respetable ni tan siquiera una pista de que la cosa se extenderá, sobre todo porque la resolución final es de todo menos sólida. Desde luego no estamos ante un nuevo Blade Runner o Contact, ni tan siquiera llega a rascar cualquier atisbo de profundidad. Sin embargo los fanáticos del manga se lo pasarán bomba (siempre y cuando no se quejen de todo lo que quedó fuera), y el que no conozca el original disfrutará con sus espectaculares efectos visuales (la friolera de doscientos millones de dólares presupuestados así lo avalan). Es increïble lo que se puede llegar a hacer en el terreno CGI en estos días. A no extrañarse si después de ver semejante espectáculo el lector o sus vástagos se enganchan al Cyberpunk y empiezan a cuestionarse sobre cibernética y temas similares.
Mientras termina de ultimar detalles del lanzamiento de la saga Avatar, James Cameron (productor) se une a Robert Rodríguez (director) para adaptar el manga Gunmm, de Yukito Kishiro, en Battle Angel: La última guerrera (Alita: Battle Angel, 2019), una distopía de alto impacto visual que recupera la épica lucha entre el bien y el mal en un submundo dominado por ciborgs y maquinarias. Una joven robot que debe asumir el desafío de conocer y conocerse en un universo plagado de villanos y especulaciones, de control y de sumisión, en una potente apuesta que no hace otra cosa que recuperar el mito de Frankenstein encarnado en Alita (Rosa Salazar), la niña que el doctor Dyson Ido (Christoph Waltz) rescata de un basurero y transforma en una poderosa guerrera. Acuciado por deudas, Ido asumirá el riesgo de encontrar al asesino de un grupo de mujeres y en el intento revelará a Alita un costado que desconoce, por lo que la joven decidirá asumir un rol en el juego entre el bien y el mal. Así, entre la ternura del descubrimiento (escenas que la asemejan a E.T. El extraterrestre), y la aguerrida luchadora posterior, Rodríguez lee el manga original y lo reversiona sumando una mirada escéptica sobre el poder en directa sintonía con la era Trump. Pero de a poco Battle Angel: La última guerrera comienza a dejar de lado premisas iniciales (de los femicidios del arranque nada más sabremos) y tiende un manto de oscuridad en lo poco luminoso que tenía esta fábula cyberpunk. La pregunta que se desprende, de éste, y otras propuestas recientes, es el saber por qué en el último tiempo la ciencia ficción ha perdido su posibilidad de crear historias aspiracionales, en donde el futuro puede llegar a ser un espacio mejor y no un mero lugar de destrucción. Aquello que en un primer momento se mostraba como una historia de lucha para triunfar sobre el mal, comienza a dejar espacio a cierto culebrón al momento que Alita empieza a sentir deseo sobre Hugo (Keean Johnson), un joven que la ayudará a llegar a buen puerto, que impregna el relato de una sensibilidad innecesaria. Battle Angel: La última guerrera se destaca cuando se libera de estructuras y juega, presentando ese sangriento deporte llamado Motorball (cualquier similitud con Rollerball es casual), planteando luchas dentro de un enorme videogame, o cuando Alita debe enfrentarse con los villanos de turno. La imaginación está puesta en la creación de cyborgs, poderosos monstruos, o simplemente el poder encarnado en alguna figura, puntos interesantes de la narración pero que pierden fuerza al ralentizar una historia vista con anterioridad y cuyo logro más importante es contar con un cast, que incluye a figuras como Jennifer Connelly y Mahershala Ali, que se anima a entrar a la historia sin impedir que la pirotecnia los aleje de sus personajes.
Cada vez que James Cameron presenta un último trabajo despierta expectativa, por más que a este proyecto de muchos años basado en el manga japonés cyberg punk de los 90 sea dirigido por Robert Rodríguez. El con su presupuesto abultado de 200 millones de dólares y con la producción y el guión junto a Jon Landau Y Laeta Kalogridis, impone su sello. La acción comienza 500 años en el futuro y nos sitúa en un mundo post apocalíptico en Iron City, una ciudad que alberga humanos de todas las latitudes, muchos de ellos con implantes mecánicos o directamente cyborgs. En un basural, un especialista en reparación de cuerpos encuentra una cabeza y su torso que todavía tiene vida. Con esos ecos de Frankestein, Pigmalion y hasta Pinocho, ese doctor recrea a Alita. Una adolescente que no recuerda su pasado de guerrera invencible al que alude el título en la Argentina. Ella es una creación animada de ojos enormes, tentada por hormonas mecánicas para descubrirlo todo incluso el descubrimiento amoroso. Todo el comienzo del film es deslumbrante, la ciudad, la situación con respeto a otro mundo flotante, los peligros y la violencia, la verdadera ocupación del novio. Promete más de lo cumple. Aún con los efectos impresionantes, vistosos, sorpresivos. Y el desafío de la interacción de la protagonista con un elenco de humanos. Pero luego la historia tiene giros hacia un romanticismo de lugares comunes y la llegada forzada de la chica una competencia mortífera. Esto se vive más como la excusa para una lucha que es una verdadera fiesta de efectos especiales pero, como pasó mucho con “Transformes” es puro demostración tecnológica sin mucha esencia. Por supuesto que hay que reconocerle a esta superproducción el enorme trabajo que supone la realización de este proyecto con todo la paleta CGI que logra Weta Digital de Peter Jackson, con un 3 D extra nítido, más una galería de muy exotismos personajes, algunos abandonados sin razón, y los momentos de acción intensos y multiplicados. Pero le falta humor, alguna profundidad y se sabe que queda la puerta abierta para una saga. Alita tendrá un público adolescente que la disfrutara con su carga de acción y romanticismo especialmente dedicado. Y será un entretenimiento visual que tendrá muchos adeptos.
La máquina que se autopercibe mujer La idea de adaptar la novela gráfica era un viejo proyecto de James Cameron, que trabajó en el guión con Rodríguez. Allí se cuenta la historia de una androide cuyos restos son hallados en un basural por el doctor Ido, quien la reconstruye y adopta como su hija. La nueva película del director estadounidense de padres mexicanos Robert Rodríguez es en realidad un proyecto que James Cameron, director de Titanic, relegó durante la segunda mitad de la década pasada para abocarse a la realización de Avatar (2009), el mayor éxito comercial de la historia del cine hasta el momento. Se trata de Battle Angel: La última guerrera, adaptación de la historieta japonesa GUNNM, creada a comienzos de los años 90 por Yukito Kishiro, donde se cuenta la historia de una androide adolescente cuyos restos son hallados en un basural por el doctor Ido, quien la reconstruye y adopta como su hija. Al reiniciarse, la joven cuyo cuerpo combina lo mecánico con un cerebro humano descubre que ha perdido la memoria, pero cuando comienza a revelar casi de forma inconsciente enormes habilidades para la pelea cuerpo a cuerpo, el misterio por ese pasado olvidado se vuelve una obsesión. Aunque a primera vista la adaptación parece muy obediente de la obra original, lo cierto es que los guionistas Rodríguez, Cameron y Laeta Kalogridis se encargaron de “occidentalizar” el cuento, modificando detalles importantes. Por ejemplo, radicalizando el vínculo que el doctor Ido desarrolla con Alita, a quien en el comic bautizaba igual que a su gata, pero que en la película recibe no solo el nombre de una hija muerta, sino también el cuerpo robótico que este había construido para intentar sin éxito salvarle la vida. Ese detalle por un lado acentúa el vínculo con la historia de Pinocho, escrita a finales del siglo XIX por el italiano Carlo Collodi, pero también aporta un trasfondo mucho más freudiano que acerca a Battle Angel al espíritu de las tragedias clásicas. La mención a Pinocho permite trazar otras relaciones. En primer lugar, la que la protagonista mantiene con Astroboy, personaje fundacional del manga y el animé japoneses creado por el padre de esos géneros, Osamu Tezuka, que también estaba inspirado en la obra de Collodi. Los tres personajes –Pinocho, Astroboy y Alita– no solo tienen en común el hecho de ser avatares de lo humano, en los que sus creadores depositan el dolor de sus paternidades fallidas, sino que en los tres casos se trata de muñecos dotados de conciencia, cuyas existencias ponen en cuestión los límites de lo humano. En esa hibridación radica uno de los puntos de apoyo en los que se sostiene la adaptación de Rodríguez y Cameron. Una hibridación que no solo llevan más allá de lo específicamente tecnológico, sino que amplían a cuestiones étnicas y de clase. Esto último, que ya se hallaba presente en el comic, se expresa de forma muy gráfica, dividiendo a la sociedad en dos mitades: la clase alta que habita en Salem, la última de las ciudades flotantes, y la clase baja que vive en la proletaria Iron City, en la superficie del planeta. Pero en la película este asunto se traslada además a la cuestión “racial”: arriba la elite blanca; abajo un mejunje multicultural de descastados. No es casual que Iron City haya sido diseñada como una populosa ciudad tercermundista y que, vista desde los Estados Unidos, su estética redunde en una clara representación del otro lado de la frontera. De ese modo, la idea de la migración como búsqueda de ascenso social se vuelve literal y el fantasma del muro trumpeano se pasea, apenas disimulado, a lo largo del relato. Todas son ideas que el sudafricano Neil Blomkamp utilizó de manera casi idéntica en su película de 2013, Elysium. Es cierto que en su afán de convertir a una historieta de culto en un blockbuster, sus responsables se pasaron un poco de la raya en eso de tender puentes hacia distintas formas del relato popular, como la novelita teen, el melodrama lacrimoso o directamente el culebrón familiar. Aún así Rodríguez –cuya filmografía muestra un claro fervor por las historias infantiles– consigue imponer su habilidad para contar simple y entretener, aunque siempre con esos límites marcándole la cancha desde lo narrativo. Sin embargo, hay algo en Battle Angel que trasciende todo eso y que tiene que ver con el concepto de autopercepción y construcción de la propia identidad, convirtiéndola en un símbolo de época. Alita debe construirse a sí misma, ya que aún siendo máquina se autopercibe mujer y del mismo modo es percibida por los demás. Y una mujer que además pisa fuerte en un mundo de hombres, un detalle para nada inocuo en tiempos de Harvey Weinstein, #meetoo y #NiUnaMenos.
Caída del cielo Las adaptaciones de mangas/animes a la industria hollywoodense no suelen arrojar los mejores resultados. Más allá de algunas excepciones, la mayoría son experimentos fallidos, siendo la desastrosa Dragon Ball Evolution el caso más resonante. Battle Angel: La última guerrera logra triunfar en este frente, ofreciendo una historia de ciencia ficción ciberpunk entretenida y a gran escala, aunque termine perdiendo coherencia narrativa por el camino. La película nos sitúa cientos de años después de “La Caída”, una catastrófica guerra que dejó al mundo en ruinas, dejando en pie una única y poderosa ciudad flotante llamada Zalem. Aquí se encuentra la elite de la sociedad, mientras que debajo se apilan los sobrevivientes en una ciudad formada por los restos que arrojan desde arriba. Es en este basurero tecnológico que el doctor Ido (Christoph Waltz) encuentra a una cyborg que decide reparar y nombrar Alita en honor a su hija fallecida. Alita (Rosa Salazar) despierta sin memoria pero curiosa por este mundo que desconoce. Sin embargo, pronto se dará cuenta que ella es mucho más poderosa de lo que imagina y que su existencia representa una amenaza para siniestras fuerzas superiores. Este film representa un proyecto personal para James Cameron, quien lleva casi dos décadas intentando llevar la historia de Alita a la gran pantalla. Su compromiso con las secuelas de Avatar lo alejaron de la silla de director, conservando su posición de productor y guionista. Sin embargo, el sello de Cameron está presente durante toda la película, incluso por arriba de la correcta dirección de Robert Rodriguez. Desde sus innovadores efectos especiales a la espectacularidad de sus escenas de acción, incluso compartiendo temáticas relacionadas a la tecnología, la segregación de clases y el amor, también presentes en su filmografía. Rosa Salazar está magnífica como la inocente y tenaz Alita, logrando una cautivadora interpretación (incluso haciendo olvidar sus gigantes ojos generados por computadora). El gran problema de la película es su desmesura y falta de equilibrio. La acumulación de conflictos hace que termine volviéndose un tanto densa a medida que avanza la historia. En particular su subtrama romántica, que termina cobrando una exagerada importancia, haciendo que pierda claridad en su recta final. Battle Angel: La última guerrera es, a pesar de todo, una buena traslación de la magia de la animación japonesa al mercado occidental. Quizás su descomunal ambición acabe por jugarle en contra, pero su confianza en su heroína caída del cielo es como mínimo contagiosa. *Crítica de Javier Puma
Desechos sublimes y lágrimas de polietileno Ido rebusca entre los restos, entre los más destartalados desechos y la materia más baja. Luego de revolver pedazos rotos de plástico, encuentra un fragmento de la que será Alita. Tan sorprendido como emocionado, retira ese cuerpo de la pila para irse de ese basurero, habiendo antes, y esto es lo más importante, retirado de los despojos unos ojos sintéticos. Uno recuerda el refinamiento en la puesta en escena, el tamaño de sus mundos y construcciones. Uno recuerda sus incontables referencias y vaticinios, junto con la elegancia que cada uno de sus films demuestra. Pero lo que uno no puede dejar de olvidar de la obra de James Cameron son los desechos. Lo bajo, lo sucio y marginal es tanto un principio como un precepto. De la colonia destartalada de Aliens al futuro (y presente) apocalíptico de las Terminator. Lo desechado en Cameron es un fondo, un medio para llegar a un dichoso fin, de lo desechado se llega a lo sublime. De las calderas rebosantes de carbón de Titanic al diamante, al Corazón del mar, del anillo recobrado en la materia fecal de The Abyss a la salvación como producto de esa alianza. El fondo pasa a convertirse en primer plano, y lo que era un simple elemento del montaje (o de la línea de montaje) se transforma en algo más. Como en La carta robada, el sustento del relato subyace frente a nuestros ojos, como el diamante que previamente fuera carbón o la máquina de la muerte vuelta un ángel salvador. El cine de Cameron es un cine de medios, donde la creación parte de lo desarticulado y del aparente caos(1) para llegar a la tan ansiada sublimación. Para Cameron “Quien quiere los fines, también debe querer los medios”, mientras que para esta Alita, el fin justifica los medios. Ese comienzo quedó en el mero recuerdo. El impulso creador que caracteriza las ficciones de Cameron, y que en un principio parecía ser el de Alita, no será retomado. Ya no hay medios, solo fines, y el de Alita es, para la parodia de su propia forma, un no-fin. El fin de un film, escúsese el juego de palabras, ha de culminar lo que en este se vio, no solo las situaciones concluyen y los personajes cambian, sino que es el espectador quien también habrá de tener la posibilidad de sublimar el relato con que con-vivió durante ese tiempo, descubriendo a su vez, y para seguir con Poe, su propia carta robada. No es otra cosa que la conclusión de Titanic, donde somos testigos secretos del legado de Jack y Rose, de su reconvención material -el diamante arrojado al mar- y su unión ulterior -la ceremonia con que concluye el film, de la que somos un invitado más-; no es otra cosa que la finalización de la reciente Glass, donde los créditos del final son un sumario de la propia historia del espectador, de los films que vio y de lo que (posiblemente) comprendió de estos. Desde ya, Alita niega esta finalidad, amén de su estructura cohibida de ganchos, giros y cliffhangers, que no hacen otra cosa que alienar al espectador dentro de un material que fue hecho para que a este se le escape, y se convierta en secuela. Más aún, toda la película parece más una introducción a un film todavía por realizarse que a una obra en sí. En el transcurso de todo esto, personajes, personajes y más personajes. Parejas de amigos de amigos de la protagonista, colegas de trabajo (buenos y malos), padres, villanos y secuaces, deportistas (buenos y malos), personajes sugeridos por una línea temporal anterior al comienzo del film y personajes dejados fuera de cuadro en los limites urbanos del mundo en cuestión. El devenir se torna un vendedor de relojes, donde se introducen situaciones y caracteres como si fuesen meras mercancías. Se necesita una escena de juegos, la tenemos; un personaje amante de perritos, hay… momentos lacrimógenos sin correlato alguno, claro que tenemos, esto y mucho más… Entre tanto despliegue de efectos, configurados en un relato que empieza y termina escena tras escena, y con la sobreabundancia de vacuos personajes, no va a sorprender a nadie que el mayor valor del film sea la orquestación (pero no su articulación) de escenas de acción y efectos especiales. Aunque esto nos lleva a dos problemas, uno de orden espacial, otro de orden temporal. Uno, las desmesuradas escenas de acción/persecución deben, en todo gran film, utilizar los espacios con una nueva connotación; donde fueron mostrados con otros fines y tonos, adquieren en su finalidad una sublimación mayor. En Titanic, por ejemplo, la media hora final del film es tan precisa porque, al conocer los diferentes sistemas e interrelaciones que acontecen en ese medio, vemos como la zozobra, siendo un único elemento total, los cambia a otra cosa, a un eximio fin. Las escenas de destrucción o espectacularidad nos son significativas una vez que tomamos dimensión de donde acontece, que es lo que se mueve y hacia dónde. El barco de Titanic solo puede hundirse una vez que estemos dentro y habiendo conocido cada uno de sus escondrijos. Algo similar ocurre en la mencionada Glass, donde, en el transcurso del relato, precisamos que se nos dé a conocer el lugar material donde se desarrollará la eventual espectacularidad (y especularidad) final, en contraposición a los supuestos virtuales donde amagaba concluir el film. Recién allí, puede haber algo más. Dos, las escenas de acción, por su longitud temporal, mayor al de las escenas “simples”, precisan utilizar la usual denominación de secuencias. Las secuencias de acción habrán de proporcionar un cambio mayor en las relaciones espaciales y de los personajes hasta ese punto. Es una medida bastante pragmática e incluso puede expresarse lúdicamente como una formula. Si en una escena singular, de corta duración, ocurre una serie X de eventos que empujan el relato hacia adelante, en una secuencia, compuesta por varias de estas escenas singulares, y ocupando mayores dimensiones espacio-temporales, esos eventos deben ser proporcionales a los primeros, esto es, mayores. Me remito al par de ejemplos anteriores e invito a compararlos con las secuencias de Alita. Hay una en particular, cerca del final, en donde recorremos prácticamente la totalidad de la ciudad contenida en el relato, mientras se desarrolla una competencia, pero al pensar qué significan esos medios en la memoria del espectador, no surge nada más allá de algunas carreras en patines o las exiguas explicaciones geográficas y políticas que componen el relato (2). Resulta un gran problema para Alita que sus mayores propuestas, la sucesión de secuencias de acción y la introducción constante de personajes, caigan en desarrollos tan escuálidos. Como se dijo antes, Alita solo persiste en la finalidad, por eso se evitan entablar los medios para que estas acciones tengan significancia o para que los personajes puedan “sufrir” un cambio ontológico. Lejos quedaron los rotundos cambios de las Sarah Connor y Rose Dawson, lejos quedaron las uniones simbólicas que entablarán con los Kyle Reese y Jack Dawson. La relación entre Alita y Hugo parecería ir por este camino, pero la carencia de significancia e imaginación para su desarrollo las aleja rotundamente. Hay un momento en la conclusión que ilustra lo que decimos. Alita, despechada por Hugo, llora, y cuando cae una lagrima de su rostro, la corta en dos mitades iguales con su espada. Más allá del gesto tan grandilocuente como injustificado, lo que nos quieren decir Cameron/Rodríguez es que estos amantes son dos mitades de una misma unidad ahora separada. Pero esta unión, este re-conocerse, no se llevó a cabo en esos medios prestos a sublimar, aquí no hay una nave que encalla culminando con su protagonista ascendiendo por las escaleras de la unión y superación, ni el descenso a los infiernos de Aliens para re-establecer una familia/especie (en contraposición directa a la otra “especie” de ese film), tampoco la caída en las profundidades del océano para elevarse como algo distinto y reconvertido (The Abyss). Nada de eso. La puesta es maquinal, no sublime, los personajes no trascienden, se amontonan, y cuando se quiere representar el amor, la unión platónica, se termina por caer en desvaríos poco imaginativos: la susodicha lagrima y en, literalmente, sacarse el corazón del pecho y ofrecérselo al otro. Por lo demás, los “malvados” siguen imperturbables en su palacio en el cielo, envueltos en una red que muestra las hilachas. Seguramente en la secuela se arribará a ese lugar, con más y nuevos personajes. Los medios permanecerán igual de estólidos y las lágrimas continuarán procediendo del mismo plástico, mientras el espectador continuará sin saber que vio, ya que se le mostró poco. En fin, una película que parece dirigida por Skynet.
Más de 26 años pasaron entre que Robert Rodriguez rodó su ópera prima El mariachi con 7500 dólares y Batlle Angel: La última guerrera que dirigió con... ¡200 millones! Más allá de la descomunal diferencia de presupuesto, se trata de un proyecto que durante más de dos décadas estuvo en la órbita de James Cameron, quien finalmente quedó como productor y coguionista. El film arranca con un original logo de 26th Century Fox, ya que esta distopía con espíritu de cine clase B basado en el manga de Yukito Kishiro está ambientada en 2563 (300 años después de "La Caída", según nos informan). Tras ese cataclismo, el planeta ha sido arrasado y Iron City -donde transcurren los hechos- se ha convertido en una ciudad sórdida y derruida donde además se acumulan los desechos de Zalem, una urbe flotante exclusiva para los más poderosos que se puede ver con solo alzar la cabeza y mirar al cielo (una idea similar a la de Elysium, de Neill Blomkamp). En medio de las montañas de basura, el científico Ido (Christoph Waltz) encuentra la cabeza y el torso aún con vida de una joven que -cirugía mediante- son unidos a un cuerpo cibernético para así conformar a Alita, la guerrera del título interpretada por Rosa Salazar (vista hace poco en Bird Box). Ningún aspecto desentona, pero tampoco se destacan en las dos horas de esta suerte de mixtura entre Pinocho y Rollerball que fascinan en su despliegue de efectos visuales, pero se extraña un poco más de riesgo y sorpresa en su narración.
Una cyborg es rescatada de un tiradero por un doctor y, al despertar, no sabe quién es ni en dónde está, pero con el tiempo los misterios de su pasado se irán develando y deberá enfrentarse a las personas que dirigen la ciudad, los verdaderos villanos. Una aventura sci-fi con increíbles escenas de acción, grandes efectos especiales, pero un guion lento y una historia que no termina de atrapar, Alita: Battle Angel es la nueva película creada por James Cameron y dirigida por Robert Rodriguez, basada en el manga Gunnm, de Yukito Kishiro.
En un futuro distópico, la humanidad vive en la miseria, mientras anhela sin esperanzas, poder ingresar a la última ciudad flotante en pie. En este mundo el Doctor Dyson ido se encarga de reparar a los ciborgs que pululan por todos lados; y mientras buscaba piezas en el basurero local, se encuentra con los restos de una niña androide, a la que repara y le da el nombre de Alita; quien no recuerda nada de su pasado, pero que de a poco se convertirá en la esperanza de Iron City. A más de uno le llamó la atención, cuando se supo que Robert Rodriguez sería el encargado de llevar al cine la versión live action el icónico manga. La gran duda que se nos presentaba, es si el director de ascendencia mexicana, iba a poder imprimir su estilo en la historia, o si en realidad estamos ante un producto por encargo. Y por desgracia, debemos decir que sucedió esto último. Esto se nota particularmente con dos situaciones. La primera, es que, en las escenas de pelea, y sabiendo que se enfrentan ciborgs, lo más normal hubiera sido que Rodriguezsalpique toda la pantalla con sangre y tripas sintéticas, sabiendo que al “ser falso” podría regodearse aún más en el gore explicito que tanto gusta usar. Pero no, al parecer el PG 13 que trae Battle Angel: la última guerrera, hace que no veamos apenas una gota de sangre robótica. Y la otra, y que más afecta a todo el film, es que se nos mete con vaselina una sub trama de amor teen, que no solo contrarresta con lo demás, haciendo que el ritmo que se venía consiguiendo, entre en una meseta de sopor y clichés. Sino que los resultados de dicho arco argumental, podrían haber funcionado con cualquier otra motivación; dando a entender que de nuevo a Rodriguez se lo obligo a introducir elementos que no son habituales de su cine. Pero, nobleza obliga, Battle Angel: la última guerrera es súper entretenida. Pese a los ya comentados bajonazos de ritmo, el film nunca se torna aburrido pese a llegar a las dos horas de duración. También debemos destacar su factura técnica, en la que en ningún momento el CGI chirria a la vista, incluso cuando nuestra protagonista claramente está hecha con efectos especiales. Battle Angel: la última guerrera en comparación a Ghost in the Shell (nos negamos a pronunciar el nombre que recibió en el doblaje latino) es un paso hacia adelante. Pero la sensación de que estamos viendo algo prefabricado, y se desperdició a un director que suele dejar su sello en las películas, no se nos quita nunca; y termina restándole puntos a la evaluación final.
Con todas las objeciones que se le pueden hacer a Battle Angel, la producción de James Cameron se destaca como la adaptación más respetuosa y cariñosa que se hizo en Hollywood sobre una historieta japonesa hasta la fecha. Estos proyectos que reimaginan para una cultura diferente los clásicos asiáticos de la ciencia ficción o fantasía son muy complicados, ya que en general la esencia de los contenidos originales tiende a desaparecer. Lo vimos en el pasado con la espantosa Dragon Ball: Evolución o más recientemente en Ghost in the Shell, que no era una mala película pero tampoco terminaba de convencer. En Battle Angel se nota que hubo esfuerzo por lo menos de hacerle justicia a la popular cyborg creada por Yukito Kishiro en los años ´90. Habrá que ver si la película logra capturar la atención del público general que no tenía conocimiento de este personaje. Ese será el principal desafío de esta producción, ya que entre los seguidores del manga y el animé su recepción creo que será más positiva. El film presenta una particular fusión entre el cine de James Cameron y el estilo narrativo de Robert Rodríguez, cuya labor estuvo limitada exclusivamente a la dirección. Esta es la primera vez en su carrera que no participa de la gestación de un proyecto y sólo se dedicó a cumplir una tarea específica. Pese a todo Battle Angel sobresale como la obra más sofisticada de su filmografía y su mejor película desde la primera entrega de Sin City. Paso a resaltar los aspectos positivos de este estreno que justifican su recomendación. La producción de Cameron en principio consigue capturar a la perfección el corazón del manga y su personaje principal. El trabajo que hicieron con Alita es extraordinario. No sólo porque adaptaron la esencia de la personalidad de la heroína, sino que la combinación de los efectos especiales con la interpretación de Rosa Salazar es perfecta. A la actriz se la nota comprometida con el personaje y consigue plasmar esa empatía tan especial que generaba la cyborg en el manga. Los ojos de animé no molestan en absoluto y después del primer impacto inicial se aceptan perfectamente. Rosa Salazar es la gran figura del film y logra que el espectador se enganche con los conflictos que atraviesa la androide, algo que no ocurría con Scarlett Johansson en Ghost In The Shell. Desde los aspectos más técnicos, Robert Rodríguez brinda una cátedra sobre como filmar secuencias de acción emocionantes en una película concebida para ser disfrutada en una pantalla de cine. Queda la sensación que la mayor atención de Cameron como productor residió en recrear con fidelidad ciertos aspectos visuales del manga en la película. Todas las secuencias del juego del Motorball y los duelos entre los cyborgs brindan un espectáculo magnífico. Para tratarse de una producción hollywoodense la verdad que la película es muy respetuosa con la historia del personaje principal y para quienes conocimos a Alita hace 30 años en su fuente original esto es muy valorable. Por supuesto, el film no está exento de objeciones y presenta una serie de debilidades. Alguna de ellas eran predecibles ya que de otro modo Battle Angel jamás hubiera existido. Para conseguir los 200 millones de dólares de presupuesto Cameron tuvo que sacrificar algunos elementos por demanda del estudio Fox. El cyberpunk japonés sucio y violento que caracteriza el mundo original de Alita acá fue muy atenuado porque la calificación del film es "apta para mayores de 13 años". De todos modos creo que el productor se la podía haber jugado un poquito más con el retrato de Iron City que se ve demasiado limpia para mi gusto. Hay una cuestión rara con la ambientación que no me terminó de cerrar. La trama se desarrolla en el año 2563 pero los habitantes de la ciudad se visten como en el 2018. No sé si buscaron ahorrar presupuesto en ese aspecto pero genera ruido que la indumentaria de la humanidad no cambiara en 500 años. El argumento de Battle Angel se sabotea a sí mismo por la propia ambición de Cameron, quien además fue el guionista. En lugar de concentrarse en un aspecto específico de Alita, el guión combina elementos de los primeros cuatro tomos del cómic y esto genera que varios temas no logren ser bien explorados. La narración de Rodríguez se desarrolla demasiado rápido y no permite que la gente que desconoce estos personajes pueda seguirlos con un poco más de profundidad. Por ejemplo, la subtrama romántica quedó muy acelerada y el actor que interpreta a Hugo, el interés sentimental de Alita, es de madera terciada. No puedo entender cómo se les escapó esto a Cameron y Rodriguez. Keean Johnson no sólo no tiene carisma sino que está muy por debajo del nivel de Rosa Salazar y eso se nota mucho en sus interacciones. Por otra parte, el elenco tiene actores estupendos pero con excepción de Salazar, nadie consigue sobresalir por esta cuestión narrativa de contar tantas cosas a la vez. En lo personal me quedo con un balance positivo de esta producción. Sus debilidades son cuestiones que se podrían resolver en una potencial continuación pero en términos generales Cameron creo que le hizo justicia a Alita. Para los aficionados del género vale pena disfrutarla en una pantalla de cine. Ojalá los realizadores pueda seguir adelante con la historia de esta heroína que desde hace más de 30 años representa a uno de los grandes íconos populares del cyberpunk japonés.
Cada tanto llega una de esas películas que marcan la diferencia. Que desafían desde lo visual y que hacen que la inmersión cinematográfica sea única. Pasó con la trilogía de El señor de los anillos, pasó con Avatar (2009), pasó con Hugo (2011), y ahora sucede con Battle Angel. Con tanta película de superhéroes y ciencia ficción dando vueltas, es muy difícil sorprenderse con los VFX. Y aquí sucede eso. Aquí si hay sorpresa. Es distinta y llama mucho la atención. Por primera vez, la adaptación de un anime a formato live action es fidedigna desde lo estético y dinámico. Y no solo por el tamaño de los ojos del personaje principal, sino también por los movimientos y secuencias. Se nota la exigencia de James Cameron, que aquí es productor pero que durante mucho tiempo estuvo a punto de sentarse en la silla de director. Es un proyecto que viene arrastrando hace rato. Quien dirige es Robert Rodríguez, de filmografía muy particular, pero marcada desde la acción y secuencias delirantes. Este es su proyecto más grande, y tal vez menos personal, pero delibera un gran producto. Hay algunas secuencias que te dejan pasmado, y que habría que verlas más de una vez para poder encontrarles todos los detalles. Los planos, el montaje, el score, todo confluye en una narrativa que amalgama lo oriental con lo occidental de forma brillante. Con respecto a la historia, en lo particular no tenía mucha idea sobre el personaje, y le encontré algunos paralelos con la serie Dark Angel (también de James Cameron), que a su vez fue denunciada por plagiar a el comic argentino Cybersix. Es de fórmula simple, de futuro distópico, pero por suerte sin el drama adolescente de las novelas YA. La diferencia está, justamente, en su personaje central. Alita es el alma de la película. No solo por sus abrumadoras escenas, sino también por cómo está escrita. Si, es verdad que hay muchas influencias y parecidos con ET, Wall-E, Manequin, y películas en las cuales uno de los personajes no es humano y trata de serlo o tener actitudes similares, pero no importa. Es su inocencia mezclada con la potencia guerrera es lo que la hace diferente. Aún con el motion capture, el laburo de Rosa Salazar (Maze Runner) es muy bueno, dada la dificultad de sus tareas. Transmitir todas esas expresiones con una cara alterada de manera digital no debe ser fácil. El resto del elenco está bien, pero nadie para destacar. Cualquiera podría haber hecho esos papeles. Battle Angel es un film diferente, pero con conceptos que ya hemos visto. Por ello resulta tan familiar como innovadora. Además del despliegue visual. Es una película que no hay que perderse y que hay que ver en el cine sí o sí.
“Alita: Battle Angel”, dirigida por Robert Rodríguez. Un film basado en el manga “GUNNM” que cuenta con la producción nada más ni nada menos que de James Cameron junto a Jon Landau. En la película se muestra una ciudad a 300 años de lo que fue la caída, donde hubo mucha destrucción pero la tecnología es lo único que queda. Christopher Waltz interpreta al Dr. Ido, quien se encarga de solucionar problemas mecánicos en las partes robóticas de las personas.
Año 2573, Iron City, vulgo Ciudad de la Chatarra. Un doctor medio raro, pero buen tipo encuentra piezas importantes de una cyborg, la reacondiciona y la bautiza Alita, como su finada hija. Pero la criatura, que en un principio no sabe ni quién es, empieza a tener recuerdos de un pasado atroz. En viejos tiempos fue una luchadora muy hábil, y quizá demasiado cruel. Ahora conviven en ella la dulzura de una chica con un buen padre y un amiguito cariñoso, y la precisión de una máquina de matar. Así planteó la historia, en manga y en animé, Yukito Kishiro, a principios de los 90. La cosa se complica cuando la chica empieza a entender el mundo postapocalíptico que la rodea. No anticipamos nada más, salvo que ella practica un arte marcial llamado Panzer Kunst, Arte Blindado, que el deporte local tipo Rollerball no es nada recomendable, y, por supuesto, que hay gente mala en todas partes, y cyborgs malos. Y que ver esto en 3D, y más aún en Imax, es impresionante. Lo produjo James Cameron, muy bien, privilegiando el impacto visual sin límites. En esto se lucen bárbaramente los muchachos de la Weta Digital de Peter Jackson y Roberto Rodríguez, director, de nuevo a la altura de “Sin City”. Según dicen, gastaron como 170 millones de dólares sólo en efectos, a ver cuál lo deja a uno con la boca más abierta. Lástima que el guión también lo hizo Cameron y lo dejó confuso, superficial, previsible, sin emoción profunda ni mayor sentido del humor. Deslumbra, entretiene, pero daba para más.
El cine puede ser un espectáculo, pero también un poderoso dispositivo político, un cine que entretiene y estimula la reflexión. Battle Angel: La última guerrera, basada en el manga original de Yukito Kishiro, es todo eso gracias a los dos nombres y hombres que están detrás de cámara: una mente maestra y un aguerrido y apasionado artesano. La mente maestra es, claro, James Cameron, productor y coguionista de la película. El artesano apasionado es Robert Rodriguez, el director. Corre el año 2.563. Han pasado 300 años de La Caída, guerra que dejó al mundo dividido en dos. El Dr. Dyson Ido (Christoph Waltz) encuentra a una joven cyborg en el chatarrero de la ciudad. La lleva a su laboratorio, la reconstruye y le pone el nombre de su hija, Alita, a quien perdió en manos de un cyborg fuera de control. Cuando la cyborg cobra vida, no sabe quién es ni de dónde viene. Pero pronto empieza a demostrar una habilidad increíble para la pelea mano a mano, con unos movimientos propios de una guerrera invencible. La joven parece un arma letal. Alita: Battle Angel (su nombre original) tiene elementos tanto del cine de Rodriguez como del cine de Cameron, como si la película también fuera un cuerpo mitad humano y mitad robot. ¿Acaso la pareja de jóvenes protagonistas no parece una metáfora del cine de ambos realizadores? ¿Acaso el joven y humano Hugo no es el alter ego de Rodriguez cuando era adolescente? ¿Y acaso la joven y robotizada Alita no es la criatura más evolucionada del cine de Cameron? La conjunción de estilos salta a la vista y es perfecta. Lo robótico y la tecnología rimbombante y cachivachera (aquí la pablara no es peyorativa) le corresponden a Cameron. Y la parte humana y analógica le corresponde a Rodriguez. La formidable escena de la pelea en el bar nos recuerda a todas las escenas de peleas en bares de Rodriguez, desde La balada del pistolero hasta su exploitation vampírico Del crepúsculo al amanecer, codirigido con Tarantino. Y de Cameron está su personaje principal, Alita, interpretado por Rosa Salazar, que nos recuerda a los personajes de Avatar, sobre todo por sus grandes ojos. Battle Angel: La última guerrera es un trepidante filme de acción ciberpunk, provisto de una fuerza y un ritmo sorprendentes, una aventura de ciencia ficción moral, una película futurista con alta dosis de efectos especiales, cuyo argumento de fondo es la lucha de clases. Tanto para Rodriguez como para Cameron hay poderosos y esclavos, personas que detentan el poder y quienes obedecen. Ambos directores se ponen del lado de los desprotegidos, de los aplastados por el sistema. Rodriguez y Cameron saben que los ricos son los únicos enemigos. Y a los únicos que hay que combatir.
La película de ciencia ficción que inicia la temporada 2019 es este filme inspirado en una historieta japonesa (manga) de nombre "Gunnum", adaptada a partir de cuatro de los libros de Yukito Kishiro. La historia es una aventura tradicional que se entronca con la de "Pinocho", de Carlo Collodi. Su protagonista es una heroína cyborg que un científico, el doctor Ido (Christophe Waltz), encuentra en un basural (primero será una cabeza) y luego va armándola en base a otros elemento. El universo sobreviviente después de guerras galácticas es parecido al de la película "Mad Max", se llama Iron City y todos los que habitan el lugar están formados por alguna pieza mecánica que los convierte en seres diferentes. El filme tiene una protagonista que ha sido creada en base a efectos especiales y su interpretación se logra gracias al sistema de captura en pantalla. La historia fue ya tomada como proyecto en los "90 por el creador de "Avatar", James Cameron, por sugerencia de Guillermo de Toro, pero el exceso de trabajo de Cameron postergó su creación. Al final, Robert Rodríguez ("El mariachi", "Sin City") tomó la dirección. EMOCIONALIDAD "Battle Angel..." no sale de las tradicionales aventuras cyborg (seres mejorados biotecnológicamente) y se ambienta en 2563, con pintorescos personajes, "los cazadores de recompensas" y el amplio ámbito de la ciudad convertida en mercado persa donde la venta de ""repuestos tecnobiológicos" desata una feroz batalla. Lo que distingue a "Battle Angel. La última guerrera" de cientos de narraciones similares es la emocionalidad de la protagonista, convertida en una heroína casi humana, con gran capacidad para manejarse en el mundo de la lucha con variados enemigos y multiplicidad de armas. Es que la característica de este cyborg es justamente su conocimiento y manejo de las armas y la estrategia de la lucha. Que Alita ignora su pasado y trata de descubrirlo, que se apoya en Hugo (Keehan Johnson), un partenaire poco expresivo que la acompaña en el conocimiento de mundos y personajes distintos en espacios ocultos de la ciudad, es otra historia. El filme, flojo en cuanto al argumento pero rico en efectos especiales, centra toda su atención en Rosa Salazar, su singular protagonista de origen peruano, con su atractiva personalidad y sus ojos animé. En el impecable desarrollo técnico del largometraje y en estos seres y sus luchas se centran los 200 millones de dólares del presupuesto de la película. En cuanto a la clásica mano de Robert Rodríguez, no se aprecia demasiado. Eso sí, la inclusión del Motorball, el deporte de los gladiadores, que centraliza los muy buenos momentos de la acción, es uno de los destacados de la película, junto con su administrador, el ya popular Mahershala Ali, en el papel de Vector.
Este filme es ideal para los amantes del arte oriental en especial del manga y del anime y de la ciencia ficción. Alita: Battle Angel dirigida por Robert Rodriguez , quien ya tenía experiencia dirigiendo novelas gráficas como Sin City (2005/2014) es una digna y bien lograda versión norteamericana del manga llamado originalmente Gunnm (1991-1995). La propuesta creada por Yukito Kishiro tiene un antecedente animado (anime) realizado en 1993. En esta ocasión, la versión cinematográfica respeta la historia de Alita, una Cyborg adolescente que es rescatada y "revivida" por el Dr. Ido (Christoph Waltz), quien depositará en ella sentimientos paternales. El universo de ciencia ficción que habitan los personajes está ambientado en un futuro avanzado y distopico. Ese espacio está dividido en dos universos, uno terrenal habitado por humanos y cybors, y un universo superior suspendido a gran altura del que se conoce muy poco pero es visto como el paraíso al que varios quieren llegar, la única utopía posible en ese mundo de posguerra tras "la caída" ocurrida hace 300 años. La trama va dosificando de a poco y hábilmente la información y se torna atrapante cuando Alita a través de la memoria corporal comienza a reconstruir las piezas de un pasado olvidado y descubre que es fue entrenada como una guerrera letal, posiblemente ella y su tecnología sean últimas en su especie. A partir de allí la división clásica entre buenos y malos desatará luchas de poder y diversos intereses en una ciudad que se rige bajo "la supervivencia del más apto". El filme funciona más bien como una carta de presentación de dicho universo y su heroína abriendo la puerta a una posible próxima entrega, en le que este universo superior llamado Salem seguro tendrá más protagonismo. En conclusión, la película es muy entretenida, y a diferencia de varias películas de entretenimiento acutales nada predecible. Tanto desde sus efectos visuales como a nivel narrativo posee gran calidad, lo que seguramente se debe a la intervención tanto como co-guionista y productor de James Cameron (Avatar, Titanic, Terminator)
UN PASTICHE DEL PRESENTE Hace un tiempo escribía sobre la Juventud Contenidista, un espectador joven pero solemne aun cuando lo suyo puede ser el cine de género o las expresiones populares (la apoteosis de esto sería el fan de la soporífera Matrix, por ejemplo…). Para el espectador contenidista, herencia natural de la generación de “la novela es mejor que la película” o “el cine arte”, importa cada vez menos cómo se dice lo que se dice, mientras se lo diga, incluso mientras se lo remarque hasta la exasperación. Lo que importa es el tema, la sordidez, el cinismo, la pedantería, la necesidad del marco conceptual que justifique la presencia ante la pantalla (vean ustedes cómo se enojan los fans de Marvel con las adaptaciones que apelan al humor). Por eso el regreso de Robert Rodríguez a las grandes ligas con Battle Angel: la última guerrera es una noticia más que positiva: basada en la novela gráfica de Yukito Kishiro, es una historia que habilita una serie de reflexiones filosóficas que en las manos equivocadas se hubiera convertido en otro pretencioso desfile de lugares comunes trascendentales. Pero Rodríguez, hijo de la Clase B y el entretenimiento plebeyo, entiende que la historia se cocinaba a partir de la potencia de sus grandes secuencias de acción, su imaginativa inventiva visual y unos personajes rotos que se definen por medio de las acciones. Battle Angel: la última guerrera es un proyecto que durante muchos años estuvo a punto de ser dirigido por James Cameron. Sin embargo, el gran director de Avatar, Terminator, Titanic, Mentiras verdaderas… (ufff maldito genio) terminó oficiando como productor y coguionista, y prestándole toda su parafernalia técnica a Rodríguez. La fusión generaba cierta expectativa, ya que el cine del director de El mariachi funciona mejor cuando más alejado de cierto rigor tecnológico se encuentra, como si en la perfección su imaginación se viera limitada o contenida. Y lo de Cameron es -claro que sí- la perfección y el rigor obsesivo: vean cualquiera de sus películas hoy y noten cómo ninguna ha avejentado demasiado. Pero por suerte Battle Angel: la última guerrera es una combinación feliz, donde las pretensiones de ambos avanzan por la buena senda. Con ecos de Pinocho, la de Alita (la cyborg con cerebro humano pura de CGI al que la actriz Rosa Salazar le presta su cuerpo) es una historia de vínculos rotos entre padres e hijos, y también una historia de autodeterminación y supervivencia entre personajes que terminarán construyendo su propio destino a pesar de las pérdidas que eso conlleve. Lo llamativo de Battle Angel: la última guerrera es su primera parte, donde Rodríguez cede a la ansiedad del espectador actual y se preocupa más por la construcción de personajes que por el impacto audiovisual: eso llegará luego y será arrollador. Ahí se cocina el vínculo entre la cyborg Alita y su “padre”, el científico Ido (un Christoph Waltz más amable de lo habitual), pero también con Hugo, un joven rebelde que se dedica a vender piezas de robots que roba con un grupo de amigos. Alita y Hugo tendrán uno de esos romances adolescentes algo almibarados, pero potenciado por las decisiones que en algún momento ambos tendrán que tomar, de cierta ética y nobleza. Pasa que el universo de Battle Angel: la última guerrera es bastante político y la promesa de una vida mejor en una ciudad que está en los cielos hace que el interés de muchos se movilice por la mera especulación económica, y temas como la inmigración, las castas y el racismo en tiempos de Trump se filtra por ahí. Claro que hay algo remarcado en todo eso, poco sutil podríamos decir, pero la falta de sutileza y el tono grueso es una de las superficies donde Rodríguez ha sabido manejarse siempre. Por eso no sólo que no molesta, sino que se integra con absoluta fidelidad al relato. Pero Battle Angel: la última guerrera tiene sus problemas, como personajes que se desdibujan en la última parte (especialmente el científico Ido) y una resolución que busca forzadamente construir franquicia a costa de restarle importancia al relato presente. Sin embargo, para entonces, Rodríguez ya nos convenció con una serie de secuencias de acción inventivas y fabulosas, enérgicas y violentas, especialmente en las competiciones de Motor Ball (cualquier parecido con el rollerball no es pura coincidencia) o en peleas en bares polvorientos o alcantarillas mugrosas. Western, acción, ciencia ficción, romance adolescente, una sensible reflexión sobre la paternidad y una protagonista carismática y corajuda dueña de frases para hacerse remeras: “I do not standby in the presence of evil!”. Rodríguez con Battle Angel: la última guerrera nos trae de nuevo la vieja y pelea entre un Bien y un Mal clásicos, atravesado por una serie de disquisiciones éticas y morales. Mientras veía la secuencia final de motor ball pensaba en Spielberg y en Ready Player One, y en cómo el director de Jurassic Park parece haber perdido la mano para entretener a la generación actual. Rodríguez abreva tanto en el cine clásico como en la relectura de ese cine que se hizo en los 80’s (y que Spielberg producía o dirigía). Y con Cameron construyen con Battle Angel: la última guerrera un pastiche para los tiempos de hoy.
Producida y co-escrita por James Cameron y dirigida por Robert Rodriguez, Alita: La última guerrera es la primera colaboración entre ambos autores del cine norteamericano. Protagonizada por la ascendente Rosa Salazar (Bird Box) y secundada por Christoph Waltz (Bastardos sin gloria), Jennifer Connelly (Una mente brillante), Mahershala Ali (Luz de luna) y Keean Johnson, esta adaptación hollywoodense del manga creado por Yukito Kishiro llega a las pantallas con un abultado presupuesto cercano a los 200 millones de dólares. Alita: La última guerrera es una aventura postapocalíptica con una joven mujer como protagonista, tratando de sobrevivir en un ambiente hostil, rodeada de criminales y cyborgs peligrosos. Utilizando los más avanzados efectos digitales, el equipo técnico logra hacer de Alita un personaje vívido y creíble. Las escenas de acción también consiguen una tensión lograda por una buena dosis de peleas, y la recreación de ese mundo futurista anclado en algún lugar entre el Mad Max de George Miller y el Blade Runner de Ridley Scott. Sin embargo, Alita: La última guerrera trastabilla con un guión que contiene algunas escenas demasiado expositivas y diálogos por momentos obvios e insulsos. Hay que decir que algunos de ellos se justifican por el retrato adolescente y aniñado que busca la historia en los ojos de su protagonista, y por suerte, Rosa Salazar logra llevar el peso de la película con potencia y carisma (inclusive en algunos de los pasajes más débiles del film) gracias a una performance que logra emocionar hasta al espectador más cínico. Bien acompañada por el elenco, Salazar se alza como el punto más alto de Alita: La última guerrera, más allá de su presupuesto y efectos especiales. Alita: La última guerrera es un largometraje de ciencia ficción entretenido, épico y con una gran actuación de la protagonista. Más allá de las falencias del guión, merece ser apreciada pantalla grande.
Recordemos que Robert Rodriguez, Guillermo del Toro y James Cameron son amigos. Un día le presenta Guillermo del Toro una novela grafica de “Manga gunnm alita ángel de combate” a Cameron a él le interesa allá por el 2000 pero se encontraba lleno de proyectos entre ellos aparece Avatar y actualmente está preparando la secuela 2, 3, 4 y 5, y pasaron varios años hasta que la termina dirigiendo Rodriguez (Sin City: Ciudad del pecado, Machete) y Cameron forma parte de la producción. La historia no es del todo novedosa. se encuentra ambientada en el Siglo XXVI y al principio comienza un poco acelerada, uno de los personajes es el Dr. Dyson Ido (Christoph Waltz) un especialista en cibernética que encuentra los restos de un ciborg con cerebro humano, y le da un cuerpo para volverlo a la vida (algo similar como el carpintero Geppetto, de Pinocho, salvando las diferencias) esta luego tomará el nombre de Alita (Rosa Salazar, realiza una buena interpretación, todo lo físico, con esos ojos grandes tipo de anime y bien actuada. A muchos les gustaría ser alitas por un día, quien tiene un corazón de oro). Alita vive en un mundo post apocalíptico, no tiene recuerdos, intenta saber de dónde viene, quiere recuperar su identidad mientras se muestra un mundo devastado, en el cual la gente de clase media baja vive en la basura y más arriba se encuentra el mundo al que todos aspiran que es donde está la clase alta, los adinerados (algo similar vimos en “Elysium, 2013“, entre otras). Los actores secundarios están bien interpretados: Christoph Waltz, Jennifer Connelly, Mahershala Ali, Ed Skrein, y un personaje sorpresa (le vemos su rostro) que lo conoceremos en la próxima entrega. La película tiene algunas referencia a otros films como “Ghost in the Shell – El alma de la máquina”, “Ready Player One”, entre otras. Visualmente resulta majestuosa a la largo de su desarrollo, con un buen ritmo, nos encontramos con villanos, buenas batallas, grandes luchas bien coreografiadas, por momentos bien épica, incluye el deporte ficticio “Motorball, la imagen es imponente, de gran estética, su ambientación contiene guiños a distintas películas de ciencia ficción, hasta hay peleas con cierto toque de humor, está presente el buen uso de la cámara lenta, de buen montaje y entretenida. No tiene sorpresas, con situaciones predecibles, no marcha del todo el personaje de Hugo (Keean Johnson), no convence, en un romance con Alitas, cae en el cliché, también se observan algunos personajes desaprovechados, un final algo precipitado y abrupto. El film contó con un presupuesto de 200 millones de dólares.
La obra de Yukito Kishiro llega a los cines americanos y este jueves ha llegado a las pantallas argentinas, aquí haremos la crítica y reseña de la misma SIN SPOILERS.
“Battle Angel” marca la incursión de Robert Rodríguez en un tipo de cine que hasta ahora le resultó ajeno: el del relato logrado casi en su totalidad con imágenes digitales. También es el segundo basado en un cómic luego de “Sin City”. El pulso del director de “Desperado” se puede ver en el ritmo de la narración, el gusto por lo fantástico y los personajes femeninos fuertes de esta historia inspirada en un cómic japonés. Esta vez no se trata de vampiros (“Abierto hasta el amanecer”) o zombies (“Planet terror”), sino de cíborgs. Ese es el caso de Alita. Su cabeza y su torso son tirados desde la ciudad flotante de Salem a un basural de Ciudad de Hierro, el único lugar habitado de la Tierra después de una guerra que devastó el planeta hace 300 años. Un médico (Christoph Waltz) especialista en reparar cíborgs, encuentra los restos de Alita (Rosa Salazar) y los restaura. Esta distopía es ideal para personajes femeninos poderosos, como los de “Machete Kills”, y el guión de James Cameron incluye un romance. Así, Alita pasa de ser una adolescente vulnerable a una heroína capaz de llorar por amor como de enfrentar a los monstruos más letales para defender a su amado. La omnipresente tecnología de captura de imagen y el diseño de producción hace que los personajes de Waltz y Salazar y sus buenas actuaciones terminen siendo accesorios de una película que en el último minuto promete una segunda entrega.
Esta producción en colaboración entre Robert Rodriguez y James Cameron, el primero como director, el segundo como productor, ambos como co-guionistas en colaboración con Laeta Kalogridis, no defrauda, pero tampoco colma las expectativas. Basada en la novela gráfica de Yukito Kishiro, enrolada en lo que se conoce como el manga japonés, ambientada en el año 2563, (uno de los mecanismos interesantes se despliega ya en el logo de la compañía productora que por un instante dejo de ser 20 Century Fox para ser la 26 Century Fox. Han pasado 3 siglos de la debacle del mundo, estamos todavía en tiempos post apocalípticos, por las calles de Iron City transita el Dr. Dyson Ido (Christoph Waltz), un medico dedicado a tratar de mantener a la especie humana en sobrevida, es cuando descubre un fragmento de un Cyborg, cabeza y torax con vida. La reconstrucción del mismo es perfecto, dándole el nombre de Alita (Rosa Salazar), quien tiene recuerdo de todo menos de su propia identidad, conoce a Hugo (Keean Johnson) quien intentará ayudarla a recuperar la memoria a contraposición del Dr.Ido, quien ve en ella la posibilidad de recuperar a su hija muerta. Pero es un mundo donde nadie es exactamente quien dice ser (no muy lejos de actual), lo primero que recupera es la formación militar, lo que permita despliegue toda su potencia para la guerra. Esta misma situación pone en alerta a quienes gobiernan y los establece como sus enemigos, más que antagonistas en términos narrativos. La realidad es que todo está manejado desde una ciudad flotante, la última de su especie, allí viven los poderosos reales. La forma de llegar allí es ganando una competencia muy popular. Ella en su débil memoria siente el llamado, algo le atrae. Plagada de muy buenos efectos visuales y una correcta estructura narrativa, el filme se desinfla a partir de un guión que se hace tan previsible que a la mitad del metraje se adivina como se desarrollara la segunda entrega. Si es un placer ver a Christoph Waltz en un papel donde el cinismo no asoma ni por casualidad, dándole una carnadura al personaje del más beato, sumado a la presencia de la ganadora del “Oscar”, la siempre bella Jennifer Connelly en el rol de la Dra.Chiren, único personaje que presenta alguna modificación de carácter. Es muy poco realmente. El filme entretiene desde lo visual, desde a estética, o el montaje, también por escenas de lucha muy bien realizadas, o de esa especie de torneo tipo Rollerball. Pero todo da sensación de ser un “deja vu”, que la establece muy lejos de ser algo original. Lo dicho, agrada, simultáneamente deja un sabor a decepción.
Si bien se trata de un film apreciable con una ambición que suele faltarle a todo el cine mainstream contemporáneo, también tiene problemas. Hace una década, James Cameron iba a filmar la versión con actores de “Battle Angel Alita”, manga y animé de culto, extraordinarios ambos. Cameron, como saben, está loco y hace lo que quiere: finalmente solo produjo y cedió la dirección en Robert Rodríguez mientras él se dedica a su muy postergada saga “Avatar”. “Alita” es un “Cameron” por temas y un Rodríguez por la manera como resuelve la acción desaforada, siempre inventiva. Pero si bien se trata de un film apreciable con una ambición que suele faltarle a todo el cine mainstream contemporáneo, también tiene problemas de “mayonesa”: por momentos, la mirada Cameron y el estilo Rodríguez no cuajan y el film se corta, especialmente en las secuencias expositivas. Todo lo demás (actores incluidos, especialmente Rosa Salazar en el rol principal, ojos digitales aparte) está muy bien, pero es un “Cameron clase B”, un borrador de lujo.
Coescrita y coproducida por James Cameron (Titanic, Terminator, Avatar) llega a los cines Battle Angel: la última guerrera, una película dirigida por Robert Rodriguez y basada en Gunnm, el manga japonés de Yukito Kishiro. La trama se sitúa en el año 2563 en Iron City, una metrópolis ubicada a la sombra de la ciudad flotante de Zalem. Dyson Ido (Christoph Waltz), un médico especializado en la construcción y reparación de cyborgs, encuentra en los terrenos baldíos la cabeza y la columna de una androide que tiene al menos 300 años de antigüedad. El hombre se lleva los restos a su casa y comienza un trabajo para reconstruir la figura. Le coloca el cuerpo que había hecho especialmente para su hija discapacitada (la cual murió en un robo) y nuevamente la pone en funcionamiento y la nombra Alita (Rosa Salazar), que también resulta ser el nombre de su hija fallecida. La ¿joven? en cuestión sufre de amnesia e irá averiguando sobre su pasado a medida que avanza la trama -aunque esto está explicado de una forma fugaz y torpe-. Mientras tanto Alita tratará de llevar a cabo una vida de adolescente normal: tener un grupo de amigos, jugar al Motorball, pelearse con su ¿padre? y, por supuesto, enamorarse. La adolescente se enamora al instante de Hugo (Keean Johnson), un joven mecánico de la zona. Lo que Alita sí descubre casi inmediatamente -y en lo que se pone mucho más foco que en su pasado por saber quién es–, es su gran habilidad para el combate. Esto la llevará a convertirse en una cazarrecompensas. También la llevará a otras situaciones de riesgo como enfrentarse a la ex esposa de Ido, Chiren (Jennifer Connelly), Vector (Mahershala Ali), el mandamás del deporte del momento, y Zapan (Ed Skrein), otro cazarrecompensas. La forma en la que se aborda el trasfondo de Alita resulta superficial y algo tirado de los pelos. Robert Rodríguez no le da mucha importancia al pasado de la protagonista, por lo que en ocasiones el accionar de ésta resulta inverosímil y exagerado. La misma protagonista parece no mostrar interés por su pasado, salvo en ocasiones fundamentales, es decir, cuando es necesario para la trama -como el hecho de requerir un nuevo cuerpo robótico para ser más fuerte todavía-. Otro de los problemas en Battle Angel: la última guerrera, es que focaliza la motivación de Alita en su amor por Hugo. La joven se muestra dispuesta a realizar cualquier cosa con tal de permanecer a su lado. Este romance resulta forzado y estereotipado, y se termina asemejando más a una relación sacada de una novela destinada a un público juvenil. ¿Relación de adolescentes en un futuro postapocalíptico? ¿Jóvenes enamorados dispuestos a hacer cualquier cosa por el otro? ¿Jurarse amor eterno con alguien que poco conoces? Estas cuestiones se reproducen constantemente en este tipo de historias, y Battle Angel… no es la excepción. Las escenas de acción, por su parte, son una de las cuestiones más llamativas de esta película. Logran aportarle dinamismo a una trama que intenta mucho pero logra poco. Las secuencias de combate están manejadas de manera eficaz y logran acompañar (y realzar) el potencial de la protagonista. Visualmente la película resulta imponente, impactante y bella. El CGI sobre Rosa Salazar combina el aspecto animado de Alita (sus ojos se asemejan a la perfección a los personajes de anime) con un lado humano.
Robert Rodriguez y James Cameron unen fuerzas para traernos a una nueva heroína de la pantalla grande. La adaptación de “Gunnm” (o “Battle Angel Alita”), el manga de Yukito Kishiro, viene dando vueltas desde hace más de quince años cuando James Cameron se “comprometió” a llevarlo a la pantalla grande. Demasiado ocupado en las eternas secuelas de “Avatar” (2009), el proyecto cayó en el limbo cinematográfico hasta que Robert Rodriguez tomó la posta detrás de las cámaras, siempre con la producción de Jaimito y un guión pergeñado entre ellos dos más la colaboración de Laeta Kalogridis (“Altered Carbon”). Con tanto currículum y ciencia ficción sobre esos hombros, uno querría creer que “Battle Angel: La Última Guerrera” (Alita: Battle Angel, 2019) es lo mejor que le va a pasar al género en muchísimo tiempo, pero como muchos blockbusters actuales, la historia de esta joven cyborg se pierde en la espectacularidad de los efectos especiales y poco hace por la trama y sus personajes. Estamos en el año 2563, la Tierra quedó devastada después de una guerra catastrófica contra los marcianos y, como suele suceder, los pobres se quedaron a vivir entre la miseria y la chatarra, y los ricos se mudaron a la única ciudad flotante que quedó en pie, conocida como Zalem. Rebuscando entre la basura que se esparce a lo largo y ancho de Iron City, el doctor Dyson Ido (Christoph Waltz) descubre los retos de una joven cyborg cuyo cerebro humano todavía está intacto, al igual que su corazón. Este experto en arreglar todo tipo de robots o humanos con partes metálicas, está dispuesto a darle una nueva oportunidad y el cuerpo artificial de su hija ya fallecida. Alita (Rosa Salazar), como decide llamarla, no recuerda absolutamente nada de su pasado, pero poco a poco irá recopilando flashes de lo que fue, y de muchas habilidades que no son tan comunes entre los de su especie. Todo es nuevo para esta jovencita que pronto se hace amiga de Hugo (Keean Johnson), adolescente recolector de chatarra que sueña con mudarse a Zalem y cree poder conseguirlo juntando los puntos necesarios trabajando para Chiren (Jennifer Connelly) y Vector (Mahershala Ali), promotores de Motorball, deporte ultra popular donde los cyborgs compiten en una carrera a muerte. Como es de esperar, Alita queda fascinada con Hugo y esta forma de entretenimiento, pero también con las actividades extracurriculares de su padre adoptivo, convertido en Hunter-Warrior, cazando criminales para que las calles de Iron City sean un poquito más seguras. Tras un encontronazo con Grewishka (Jackie Earle Haley), un criminal súper fiero que no se va a dejar atrapar tan fácilmente, Alita desea seguir los pasos de Ido y convertirse en cazadora, sin saber que está alentando la curiosidad y las malas intenciones de Nova, científico de Zalem que puede traspasar su consciencia a otros individuos para tomar el control de sus cuerpos. A partir de ahí, “Battle Angel: La Última Guerrera” se convierte en un menjunje de historias que más de una vez se van a encontrar con un callejón sin salida o, peor aún, sin un desenlace porque Cameron y Rodriguez planean hacer de esta una saga cinematográfica, cometiendo un error garrafal: dejarnos un final bastante abierto. Alma de guerrera Mientras Alita descubre sus habilidades de combate, como así también su verdadera procedencia, su humanidad incipiente la llevan a enamorarse de Hugo y hacer lo que sea para ayudarlo a cumplir sus deseos de mudarse a Zalem. Al mismo tiempo debe huir del vengativo Grewishka, o cazarlo, antes de que sea demasiado tarde. Alita es el centro y lo mejor de esta aventura cyberpunk que toma demasiado prestado de antecesoras como “Blade Runner” (1982) y Rollerball (1975), o heroínas young adult más recientes como Katniss Everdeen o Beatrice Prior. Este es el público que quieren conquistar los realizadores: jovencitos con ganas de franquicias interminables ambientadas en futuros desesperanzadores. Pero a diferencia de “Los Juegos del Hambre” o “La Saga Divergente”, Alita se concentra mucho más en su romance adolescente, que en convertirse en la figura salvadora que puede liberar a Iron City del yugo de Nova y los ricachones de Zalem. Sí, claro, este es su destino, pero “Battle Angel” es apenas el capítulo introductorio, una película que falla a la hora de crear un relato completo y sólo juega con las diferentes tramas y la única intención de crear el interés suficiente para engancharnos con una o varias secuelas. Un truquito barato, adornado con buenos efectos especiales (aunque las facciones en CGI lo invadan todo), muchos enfrentamientos, violencia y cuerpos mecánicos desmembrados (y eso que es apta para mayores de 13 años), y la banda sonora de Junkie XL, a esta altura, encargado de todas las aventuras post-apocalípticas que se le crucen por el camino. El pobre se convirtió en un cliché. ¿Muchacha ojos de papel? A Rodriguez se le va de las manos el temita de la “occidentalización” de la historia original, y a pesar de que Iron City se nos presenta como una ciudad multicultural, su película falla bastante a la hora de la diversidad; ni hablar que convierte al afroamericano protagonistas en el villano de turno como mero capricho del guión… o pura coincidencia. En resumen, “Battle Angel: La Última Guerrera” entretiene hasta ahí porque sus dos horas de metraje no nos dan los frutos narrativos necesarios. Lo invade todo con su aspecto visual poco innovador y sus criaturas, y a pesar de tener en su protagonista la mejor herramienta, no llega a aprovecharla al 100%. Igual, necesitamos más Alitas en la pantalla.
Out of the past Salvo por algunos deslices, la filmografía de Robert Rodríguez está hecha de películas nobles que entienden que la acción y la aventura son algo serio, un compromiso que no hay que tomarse a la ligera. Las dos Machete fueron un divertimento ajeno a ese sistema donde el director parecía entretenerse jugando a una autoconciencia exagerada. Con Battle Angel, el cine de Rodríguez demuestra una ambición nueva: contar una distopía que dialoga más con el cine clásico que con el contemporáneo. Ese gesto parece borrar de un plumazo el recuerdo de las Machete, las dos Sin City e incluso de Érase una vez en México, todos productos que cifraban sus propuestas en una lectura autorreferencial del pasado y de los géneros; todas películas que creían que, para comunicarse con el espectador, debían desmontar los mecanismos de la narración y exhibir el trabajo de sus formas. Battle Angel tiene un proyecto casi opuesto: hacer de la historia un espacio envolvente en el que el espectador pueda sumergirse y perderse. Para eso, Rodríguez respeta al pie de la letra los mandatos de la ciencia-ficción. Pero ese respeto no supone (nunca lo hizo) estatismo o reverencia, sino la posibilidad de construir sobre lo erigido por películas, libros e historietas anteriores, y la oportunidad de hacerlo de manera placentera, buscando el gozo de la repetición, del trabajo con lo ya conocido. Así es que Battle Angel se ciñe a la fórmula del género: un extranjero llega a un mundo que desconoce (o no recuerda) y es recibido por un grupo de marginales de buen corazón que le explican su funcionamiento. El ascenso del héroe va de la mano con la revelación de un orden desigual en el que un puñado de poderosos somete a una mayoría empobrecida. La prueba final se desarrolla en un evento de gran magnitud en el que el protagonista derrota al villano o a sus esbirros ante la vista de todos y se gana el favor de los desposeídos. Con esa secuencia elemental, Rodríguez inventa un mundo y unos personajes nuevos y conocidos a la vez. Todo parece diseñado con un cuidado increíble que abarca desde las cientos de piezas que componen las prótesis mecánicas que usan los personajes hasta cada uno de los rincones de Iron City. La ciudad en especial parece haber sido creada con un interés imposible de hallar en películas como Elysium o Distrito 9; para el director, un mundo corrompido y herrumbado exige una representación elegante, que encandile el ojo en vez de atacarlo. Iron City cruza con una belleza discreta el paisaje en descomposición de la ciencia-ficción con un estilo árabe (algo pocas veces visto, salvo tal vez por Thor: Ragnarok –pero allí la ciudad no era tan importante). La puesta le imprime al lugar el aire de un estudio, como si Rodríguez buscara reproducir el efecto de filmar en los sets de la era dorada de Hollywood, un arcaísmo encantador. Las últimas técnicas digitales, utilizadas siempre para incrementar la sensación de realismo, acá se vuelven un insumo nostálgico, la vía para recrear un cine olvidado. Pero ese reenvío al pasado no impide aprovechar la potencia visual del presente. El amor de la película por su mundo y por sus criaturas se irradia a todas partes hasta derramarse en especial sobre los villanos. En la carrera final de motorball, la protagonista está en una pista rodeada de monstruos mecánicos que quieren asesinarla. El director consigue identificar a todos y conferirles una personalidad en apenas unos planos breves: cada uno supone una amenaza distinta y anuncia peligros diferentes. Una vez empezada la carrera, la acción es velocísima y complicada, pero la escena nunca se vuelve un amasijo de formas confusas, el combate es nítido y permite seguir los arabescos de la batalla. La claridad con la que la película logra mostrar las acrobacias de la protagonista y el intercambio de ataques es prodigiosa, el signo último de un cine que diseña sus imágenes con los cuidados de un artesano.
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Los cyborgs también tienen sentimientos En un futuro distópico en donde las personas remplazan su miembros por piezas robóticas convirtiéndose así en cyborgs, el Dr. Ido (Christoph Waltz) encuentra la cabeza de un cyborg y le da un nuevo cuerpo, y nombre: Alita (Rosa Salazar). Alita no recuerda nada de su pasado, pero todo indica a que esta relacionado con “la caida” una guerra entre las Repúblicas Unidas de Marte y la Tierra y la cual provoco la destrucción de las ciudades flotantes a excepción de una, Salem, donde viven los que logran destacarse de los demás, mientras que la tierra es habitada por la plebe. Poco a poco va descubriendo quien es a través de una serie de encuentros con personajes peligrosos y pintorescos que la llevan a encontrar su verdadera razón de ser en el mundo. La película dirigida por Robert Rodriguez y basada en el manga cyberpunk GUNNM es un espectáculo visual como pocas veces antes se vio. El CGI está muy presente, por su puesto, pero con una armonía tal que todo luce totalmente realistas y detallados, incluso aquellos personajes que tienen el 90% de su cuerpo robótico. Las escenas de acción tienen una coreografía perfectas e impredecible dotadas de violencia al limite del gore como sello propio del director, sobre toda una que se desarrolla en un bar. Sin dudas todo lo relacionado a los aspectos visuales es lo mejor de está película. Pero no solo de violencia se trata Battle Angel, ya que como casi toda historia distópica tiene su elementos filosóficos. En este caso esta centrado en Alita, su pasado y la pregunta de ¿quién soy en este mundo? Si hay algo que falla es en los momentos románticos entre los personajes de Alita y Hugo (Keean Johnson), un joven humano que le enseña el mundo y su deseo máximo es poder viajar a la ciudad flotante, algo que esta completamente prohibido. Estas escenas de amor adolescente no están de más, ya que sirve para mostrarnos que ademas de violentos, los cyborg también pueden tener sentimientos, pero sí están demasiado estiradas que su no presencia podría haberla hecho funcionar mejor. Sin spoilear la trama, podemos decir que por como se dan las cosas -por ejemplo varias incógnitas que no se terminan resolviendo- tendremos Alita para rato.
Magia, efectos y asombro Producida por James Cameron y dirigida por Robert Rodriguez llega a los cines la adaptación del famoso manga de Yukito Kishiro que mezcla acción real con personajes animados Ambientada en el siglo XXVI, la película presenta a Alita (Rosa Salazar), una cyborg semihumana que es rescatada en un vertedero de basura por el Doctor Dyson Ido (Christoph Waltz), un científico que la reconstruye y la adopta como su hija. A medida que pasa el tiempo, Alita descubre que posee unas habilidades de combate tan grandes como misteriosas, dones que le permitirán enfrentar a toda clase de villanos y conocer su verdadero origen. No hay dudas de que James Cameron le vio un gran potencial a la historia. Y Robert Rodriguez es un director que ama la acción, la fantasía y el género. Desde la mítica El Mariachi hasta sus producciones más bizarras como Del Crepúsculo al amanecer o Machete, el cineasta ha plasmado en la pantalla historias cargadas de personalidad y rebosantes de entretenimiento. Battle Angel: la última guerrera no es la excepción, es su filme más caro y grande, un despliegue visual impactante que no pierde jamás la impronta de su creador. La construcción del mundo en donde se desarrolla la trama, el arte de las máquinas que conviven con los humanos, los personajes cargados de humanidad, hacen del filme una verdadera joyita de la ciencia ficción moderna. Sin desprenderse del material gráfico original, el metraje fusiona la vieja escuela "Cameron" de espectacularidad fílmica con la imaginería propia del manga japonés. Rosa Salazar logra insuflarle vida a su Alita, tan carismática y empática como mortal cuando se lo propone. Pocas veces hemos visto en la pantalla a un cyborg con tanto corazón como el que presenta esta guerrera. La actriz, que previamente apareció en Maze Runner: Prueba de fuego (2015), reveló que pasó varios meses practicando artes marciales a fin de prepararse para las intensas escenas de batalla y que llegó al rodaje transformada. Las secuencias más extremas, en las que abundan los combates, las persecuciones y las peleas cuerpo a cuerpo son una inyección de adrenalina fílmica, una montaña rusa que hará que los espectadores se sientan en medio de estos paisajes de chatarra pos apocalíptica. Es una película/espectáculo con todos los condimentos necesarios para pasar dos horas mágicas en la oscuridad de la sala. Uno de esos filmes que al igual que Terminator o Avatar se transforman en clásicos instantáneos.
Tecnología rota en el cine digital Una película sensible sobre la crisis entre el cine que ya no es y el devenir tecnológico, con un personaje síntesis. Supo ser uno de los proyectos ahijados por el director James Cameron. La predilección del realizador de Titanic recaería sin embargo en Avatar, y la curiosidad supuesta por el cyberpunk en cuadritos permaneció en una especie de limbo, hasta el anuncio de que el texano Roberto Rodríguez ocuparía la silla del director. Finalmente, Battle Angel ve la luz en plena era digital, y logra una rara mixtura entre la herencia del cine de aventuras y los caminos visuales del presente. A grandes rasgos, el film de Rodríguez -que preserva la firma de Cameron en el apartado guión- ofrece una historia futurista, de tecnología rota y basura mecánica, en donde la humanidad se ha reducido a una dualidad de clase para la cual, efectivamente, el control sobre la misma tecnología se revela fundamental. Battle Angel es la historia de Alita (Rosa Salazar), creatura humano-cibernética que renace gracias a la sabiduría del Dr. Ido (Christophe Waltz). A partir de su cerebro intacto, que yace entre la chatarra que se amontona, Ido la encuentra y le confiere un nuevo cuerpo, junto a la posibilidad de recuperar la memoria, que Alita guarda y ve resurgir en la forma de destellos. A la manera de la Metrópolis de Fritz Lang, la película del maestro alemán, en Battle Angel la humanidad está dividida entre los de arriba y abajo, escindida entre la ciudad flotante de Zalem y una multitud amuchada que nuclea pobreza y mixtura racial, con pantallas gigantes (evidentemente, la televisión se las ingenia para proseguir en una misma tarea, sea el siglo que sea) que invitan al principal divertimento: el Motorball, una competencia sobre patines y en una pista, tras una bola cuya tenencia significa el triunfo o la muerte. La alusión a Rollerball, el film de Norman Jewison, se cuela sin ocultar su intención cinéfila, y con él una buena cantidad de referencias a otras películas que, sin embargo, no hacen de Battle Angel un compendio de homenajes o citas gratuitas, sino una reunión consciente entre el cine que ha sido y un devenir digital que lo sitúa al borde de su propia disolución figurativa y/o narrativa. Habrá que pensar, en este sentido, en la figura que encarna Alita, de cuerpo cambiante y edad indefinida, suerte de Pinocho frankensteiniano que, a su vez, asume el legado de Astroboy, el personaje emblema de Osamu Tezuka. Así como sucede con Astroboy, Alita es sustituto de la hija que ya no está (¿del cine que ya no está?), suspendida en una imagen de adolescencia eterna que le hará romper lazos para buscar otro camino. Acá es donde el film se permite replicar la famosa escena de A la hora señalada, el western magistral de Fred Zinnemann, con Alita cual Gary Cooper, yendo a pedir ayuda a los parroquianos. A diferencia del film de origen, no lo hace en la Iglesia sino en un "saloon". La resolución será la misma: habrá que tomar las riendas por sí misma. Si se tiene en cuenta que la pluma de Cameron aparece en el guión (junto a la tarea de Laeta Kalogridis, guionista de La isla siniestra), la asociación con otros títulos del director es viable, y encuentra un nexo en el John Connor de Terminator, adolescente nacido del milagro supuesto entre una mujer y un ángel venido del futuro, también suspendido entre el pasado y el devenir. Por todo esto, es notable cómo Rodríguez apuesta a la aventura, al relato clásico, sin renunciar a las posibilidades del gran espectáculo que hoy traen aparejadas las nuevas tecnologías. Es lo mismo, distancias mediante, con lo realizado en Spy Kids y Sin City: la reformulación de la aventura infantil en un caso, la transposición animada de la historieta en el otro; en las dos, con las herramientas digitales como posibilidad estética. El resultado es una mixtura que resuelve, con mayor y menor fortuna, su cometido. Ahora bien, lo que sucede con Battle Angel es que, por fin, Rodríguez encuentra la síntesis mejor. Basada en la historieta GUNNM, del japonés Yukito Kishiro, Battle Angel tiene el sello de Cameron y Rodríguez. Por eso los ojos saltones y digitales de Alita, que hacen dudar de la veracidad corporal que le confiere la actriz Rosa Salazar. Tan plástica, tan sintética, pero con sentimientos a flor de piel. Su despertar al afecto la vuelve querible, y gracias a ello atendible al espectador. En otras palabras, hacía bastante que no surgía un personaje cuya suerte dramática hiciera tensar la atención. Cuando Alita sufre, el film encuentra el contrapunto justo en todas sus destrezas de pirotecnia visual, capaz como es de tumbar a mastodontes y cazarrecompensas por igual. En tanto, el crescendo de la acción va a la par de la pregunta de Alita por sí misma, mientras pena por el afecto que le despierta Hugo (Keean Johnson), quien la introduce en la vida callejera. Todo habrá de conducir, desde ya, a la locura del Motorball (otro tanto sucedía con Astroboy y su reclusión en un circo "romano", con robots gladiadores), con Alita sumida en una furia de acción que no deja de ser una trampa. Situación a la vez acorde con otros desengaños. Lo que asoma, de modo paralelo, es el ascenso hacia ese lugar donde parece ser anidan las respuestas: la ciudad flotante de Zalem. Algunas pistas hay, contenidas en una voz, convenientemente cercana al espíritu de películas como El doctor Mabuse (Lang, de nuevo)/ El mago de Oz (la voz de quien que todo lo ve sin ser visto), La invasión de los usurpadores de cuerpos (voz que a su vez se materializa en cuerpos huéspedes), Doctor Cíclope (cuando el rostro de la voz sea descubierto en su magnificencia, como maestro titiritero). Finalmente, sobresale el continuará, con Alita que emerge como figura que mira al cielo y reúne tras de sí al grupo que la vitorea. Pero, ¿qué es lo que celebran? ¿El vértigo por las carreras suicidas del Motorball o la posibilidad de una emancipación? ¿La aventura como riesgo a enfrentar o el clímax reiterado de los golpes de efecto de tanto cine digital? Los ecos de A la hora señalada y su desenlace amargo, asoman. Battle Angel se sitúa en un límite preciso. Y lo cierto es que la solución elegida logra su cometido a la vieja usanza: querer saber cómo sigue.
Coproducida por Canadá, Argentina y Estados Unidos y basada en popular anime de los 90’s “GUNNM”, el director Robert Rodriguez nos presenta "Battle Angel: la última guerrera". Alita (Rosa Salazar) es una poderosa ciborg hallada en un basurero por el Dr. Dyson Ido (Christoph Waltz), quien, al encontrarla, decide repararla y darle un hogar en la ciudad de Hierro. Al despertar, ella no recuerda nada, y empieza a hacerse muchas preguntas acerca de su pasado. En su intensa búsqueda por respuestas conoce a Hugo (Keean Johnson), un humano por el cual se siente atraída al instante de conocerlo y quien, junto con el Dr Ido, logrará ayudarla a redescubrir su identidad afrontando los peligros y a todos aquellos que quieran detenerla. Battle Angel es una película visualmente muy lograda con un realismo admirable en los gráficos de los robots que se lucen en las escenas de acción. Esto se logró gracias la recreación digital de Alita a partir del rostro y actuación de Rosa Salazar. El equipo técnico de la película está refiriéndose a esta técnica ya no como la captura de movimiento (Motion Capture), sino captura de actuación o interpretación (Performance Capture). Para los amantes del género esta película cumplirá las expectativas, pero a pesar de esto la trama que intenta sostener es por momentos inconclusa y tanto la empatía del espectador con el personaje principal como su historia nunca se terminan de concretar. En fin, si bien en cuanto a su realización y técnica es un 10 (Haberla visto en una sala IMAX hizo que se apreciara mucho más el trabajo minucioso en los efectos especiales y los rasgos físicos de los robots. RECOMENDAMOS), la historia nos deja con ganas de un poco más. Por Florencia Ducatelli
Battle Angel: La Última Guerrera llega para coronarse como la mejor adaptación occidental de un manga/anime hasta la fecha, la cual toma lo mejor de la obra original y aporta cambios positivos que la actualiza a nuestros dÍas. Un acierto de Cameron y Rodriguez. Corría el 2000, James Cameron estrenaba su serie cyberpunk Dark Angel (que leyendas urbanas dicen que está “muy inspirada” en la vernácula historieta Cybersix), es en esa época cuando Guillermo del Toro le muestra la obra cumbre del mangaka Yukito Kishiro: GUNNM; conocida en occidente como Battle Angel Alita, Cameron cae fascinado en el acto por el concepto y se propone adaptarla al cine. Es así que desde 2003 el proyecto comenzó un derrotero incierto, siendo pospuesta en pos de otros proyectos, entre ellos el más ambicioso de este director: Avatar, estrenada en 2009 (uno de los años barajados para que Alita se estrene). Es en 2015 donde Cameron (dedicado full time al rodaje simultaneo de las secuelas de Avatar) convoca a Robert Rodríguez para dirigir el film, mientras él solo haría el rol de productor junto a Jon Landau. Al año siguiente la producción tuvo luz verde para comenzar su rodaje. Año 2563, pasaron siglos luego que una guerra de escala global devastara la Tierra. En la ciudad basurero de Iron City, el Dr. Dyson Ido descubre los restos de una cyborg con cerebro humano y decide reconstruirla. Es así como Alita despierta sin recordar su pasado, a una nueva vida en una ciudad que vive de los desechos de Zalem, la única ciudad flotante que logró seguir en pie luego de la guerra y donde solo habita una elite de poderosos que digitan los destinos de los habitantes de Iron City. Alita tendrá que abrirse paso en esta nueva vida difícil, mientras empieza a recordar su pasado y enfrentarse con oscuros intereses que buscan eliminarla, ya que saben quien es en realidad. Si bien este film abreva más en los OVAS de anime (que ya de por sí adaptan y cambian cosas respecto al manga original) y en tomos del manga donde el Motorball se hace presente, no es una mera copia. Toma lo mejor del material inicial producido y aporta cambios positivos para generar una historia más completa, pero que a su vez puede ser continuada. Acá Robert Rodríguez, supo traer ese futuro de visión nipona a lo que consideraríamos un futuro cyberpunk hoy (como lo hace el director Neill Blomkamp por citar un ejemplo) aportando el factor latino, haciendo una Iron City más diversa étnica y culturalmente. El otro acierto de que Rodríguez dirija en lugar de Cameron, es su frescura y frenesí a la hora de la acción. Las escenas donde la protagonista emplea el letal arte marcial Panzer Kunst o en la pista del vertiginoso juego de Motorball, realmente se plasman todas las intrincadas y coreográficas volteretas que se ven en los ovas o en el manga. Y en escenas como la del bar Kansas es inevitable remitirse a From Dusk Till Dawn (1996) del mismo director con estilo inconfundible. El trabajo del cast realmente está a tope de lo que a este tipo de adaptaciones se refiere. Rosa Salazar, hace un trabajo expresivo superlativo, pese a que su personaje es generado por CGI y actuado por medio de tecnología captura facial y de movimientos desarrollada por Cameron. Su Alita es el alma del film, es puro corazón y ternura, pero a su vez es valiente y letal cuando la situación lo amerita. Un personaje protagónico femenino fuerte y natural y sin factores forzados de corrección política que adolecen producciones actuales. ¡Punto extra a favor! Christoph Waltz como el Dr Ido, es la representación más fiel del personaje en carne y hueso, eso sin desmerecer a Jennifer Connelly como Chiren (personaje creado para los OVAS) y al notable Mahershala Ali como el inescrupuloso promotor del Motorball, Vector. Entre otros puntos del cast hay que destacar a actores de películas de culto como Casper Van Dien (Starship Troopers) o Jeffrey Fahey (Darkman III) haciendo pequeños cameos como personajes en el film. Luego de la pésima y olvidable Dragon Ball Evolution y a la tibia (y solo estéticamente fiel) Ghost in the Shell; Alita: Battle Angel, llega para sumarse a ese complicado rubro que son las adaptaciones hollywoodenses de obras niponas de manga o anime, pero logrando por primera vez, ser la mejor adaptación hasta la fecha. Un milagro que solo un legendario realizador de sci-fi como James Cameron y el ojo de un director intrépido como Robert Rodriguez podían lograr. Ojalá esta película marque el rumbo para que otras adaptaciones de Hollywood le pongan el amor y compromiso que se merecen obras exitosas japonesas para lograr cruzar océanos y ser reconocidas en occidente.
Ya imagino al tipo de Honest Trailers diciendo cosas como éstas: “Un mundo postapocalíptico donde una androide se enamora de un humano y sólo pueden tener relaciones orales”. “Un filme que te emocionará hasta el último circuito!”. “Protagonizada por: Robo-Mex Mrs. Vision Cottonmouth Blade y Hans Landa del Futuro en…. ASTROBOY CON BUBBIES!” Si la versión OVA de 1993 no me convencíó en su momento, esta super producción patrocinada por el pope James Cameron y dirigida por Robert Rodriguez… tampoco sigue sin seducirme. Se corrigen errores viejos pero se suman nuevos. Si el argumento original de Alita, Angel de Combate se veía como un clon mucho mas sangriento de Astroboy – científico que encuentra a un robot semidestruído entre la chatarra lanzada por una ciudad volante; debajo de ésta un mundo oprimido sumido en la miseria y el crimen; el robot que le recuerda el hijo muerto al científico; el androide que resulta ser un arma mortal pero con corazón; la batalla real del final donde el robot vence a los malos y se redime, convirtiéndose en héroe -, acá no han hecho un ápice para camuflarlo. Cosa curiosa, una segunda visión por parte de ojos expertos – léase James “yo era el Rey del Mundo hasta que Avengers: Endgame me pateó el trasero” Cameron – no ha hechon nada por mejorar los mecanismos dramáticos de la historia. Acá hay una épica brillante enterrada en una historia apurada, actuaciones blandas, escenografías repetidas y peleas menos sanguinarias de lo que debería. Si Alita: Battle Angel 2019 es la mejor adaptación americana de un anime hasta este momento – y aun así no convence -… ¿qué nos espera cuando cometan el sacrilegio de adaptar Akira a la pantalla grande?. visita Autos De Culto, el portal sobre la historia de los autos argentinos y del mundo - click aqui Christoph Waltz anda con cara de distraído, como si el argumento no le convenciera y estuviera perdido entre tantas pantallas verdes. Rosa Salazar está un poco mejor – cuando debe ser emocional te transmite sus sentimientos; cuando pelea está ok; pero a la hora de las arengas se siente increíblemente blanda, como si no tuviera sangre en las venas (bah, tiene un líquido azul) -, Keenan Johnson es increíblemente anónimo (y eso que le mueve los circuitos a la androide) y los únicos que aportan prestancia en piloto automático son Jennifer Connelly y Mahershala Ali, los cuales hacen de estereotipos con carisma. Pero hay algo que va mal con Battle Angel: La Ultima Guerrera, y no sé muy bien qué es. Quizás precisaba menos distracciones visuales (como los bizarros escenarios, una arquitectura tan retorcida e ilógica que te hace acordar a la Ciudad Gótica del Batman de Tim Burton) y mas clima, menos extras y chiches tecnológicos y mas diálogos profundos, o menos historia – como el pasado de Alita o los flashbacks de Waltz – para enfocarse en un puñado de puntos importantes. Ni siquiera cuando la piba estrena sus dotes de combate se ve demasiado impresionante – recuerdo que el OVA te shockeaba por lo gráfico de la violencia y quizás era el único punto destacable de la cinta – y uno tiene que esperar a la hora para verla en una pelea en un bar en donde Rodríguez parece acordarse que era muy bueno con las escenas de acción allá lejos y hace tiempo (aunque nada de lo que consigue aquí resulte memorable). Lástima que acá el mexicano (e incluso Cameron) parecieran obsesionados con los efectos especiales, sean los escenarios digitales, los enormes ojos de anime de Rosa Salazar o los innovadores métodos de captura de movimiento que aplicara el Rey del Mundo en Avatar. Incluso Cameron parece haberse olvidado de lo bueno que era como guionista, desarrollando personajes tridimensionales y perfilando el pathos de los mismos. Hace poco hicieron una encuesta a los cinéfilos sobre qué franquicia merecería ser salvada y Alita: Angel de Combate salió elegida casi por unanimidad. No soy tan entusiasta del tema. Ciertamente queda un montón de puntos por aclarar – y el ascenso pendiente de la androide a la ciudad flotante en busca de venganza, amén de explicar por qué cacso se pelearon los humanos con la República Unida de Marte (sip, leyeron bien) hace 300 años -, pero si Rodriguez no levanta la puntería (en cuanto a carnicería y dramatismo), la segunda parte la verá menos gente que ésta. Con un presupuesto de 170 palos verdes frente a una recaudación de 400 millones, la franquicia debería estar asegurada… pero me hubiera gustado ver a un tipo mucho mas brutal (ya fuera alguno de la dupla directorial de John Wick o siquiera Tim “Deadpool” Miller) embadurnando de rojo la pantalla y dándole mucho mas espacio para que los personajes respiren y se sientan creíbles. Rodriguez pasa volando como poste caído a la inocencia de la heroína (el cual es un punto fundamental de la historia), y el lazo paternal con su rescatador está escupido al pasar cuando debería ser una cosa super emocionante. Recién sobre el final Alita respira con épica de heroína, simplemente porque minutos antes acuchillaron a medio elenco. Battle Angel: La Ultima Guerrera no será mala, pero definitivamente no es la gran adaptación de anime que estaba esperando.