Doble moral. En el cine de hoy (ni hablar de las series) hay una obligación de aparecer yuxtapuesto al cine del pasado, quizá sea una acción inconsciente en el hacer que libera la carga nostálgica o una forma intrínseca de conectar con un público que también vive en un estado de buceo hacia un consumo anterior. Es decir, es el viejo camino de la doble articulación entre la producción y el reconocimiento el que provoca este direccionamiento a -en el mejor de los casos- reinventar lo inventado (por supuesto que la falta de ideas de Hollywood expande este fenómeno de la nostalgia). La diferencia en la utilización de esta recurrencia actual la hacen los autores, o al menos, los directores que tienen una perspectiva retórica menos industrial (el caso de Ryan Coogler con Creed, otro producto reciente del cine nostálgico). Todd Phillips tiene, al menos en la teoría, una visión que pretende escaparle a la media por dos motivos: en primer lugar Amigos de Armas tiene la materia prima para convertirse en una Scarface del siglo XXI pero las referencias a la mítica película de Brian De Palma operan en modo de cultura pop, en un discurso propio que se enuncia para pintar el fresco de una época, la de la invasión a Irak durante las dos presidencias de George W. Bush. El otro motivo es incorporar sus propios elementos, más asociados a la comedia americana de los últimos años pero especialmente a una manera de representar el ascenso/ descenso/ redención vinculada al cine de Scorsese. Amigos de Armas no es una película sobre el tráfico de armas, ni tampoco es del todo una descripción del sistema de licitaciones de armas que implementó el gobierno de Estados Unidos para cubrir la alta demanda durante la invasión a Irak, porque el direccionamiento de Phillips tiene su mira puesta en la relación entre sus dos personajes principales: David (Miles Teller) y Efraim (Jonah Hill). El primero es un clásico marginado del sistema que busca dar en el clavo a través de negocios poco potables, el segundo es un hábil rastreador de vacíos legales, aprovechando esa falencia en las licitaciones para hacerse de las “migas” que los grandes vendedores de armas ignoran. La traición, la desconfianza y la fachada para lograr objetivos egoístas motorizan la historia, así como le sucedía a Tony Montana en Scarface, por eso se comprende la sustitución del film de De Palma por El Señor de la Guerra (la película de 2005 que el Efraim de la vida real citaba continuamente). Phillips prioriza el vínculo de un marginado por el sistema (a priori el hombre de buenas intenciones) y un hábil rastreador de huecos legales y manipulador, sin ignorar por completo el contexto de la invasión a Irak. En la mirada sobre las relaciones humanas hay también, siguiendo el concepto de reconvertir ideas, una remodelación del “sueño americano”, cuya principal característica es la de lograrlo bajo una dinámica más frenética. El guión es otro de los grandes méritos de Amigos de Armas porque parece ser consciente de qué elementos tomar de la historia real y qué otros producir para generar la clásica “licencia dramática”, además de ser funcional al ritmo que Phillips pretende brindarle al relato, el cual avanza in crescendo. El puñado de apariciones de Bradley Cooper contornea a un personaje que aparece (y desaparece) como un nexo para el logro de ese sueño de David y Efraim, el de hacerse con la licitación más grande de toda la guerra. Sin embargo, la fortaleza de este personaje oscuro está en el fuera de campo, en la ausencia. El director, para presentar a este ser sombrío, vuelve a Las Vegas (recordemos que Phillips es el mismo de la trilogía ¿Qué Pasó Ayer?) pero su representación de “la ciudad del pecado” aquí es lúgubre porque reposa su cámara en los rincones de los casinos, en esos espacios en los que los traficantes más ricos, sofisticados y mejores vistos por el público general se muestran para ofrecer legalmente sus mercancías y servicios en pos de saciar la demanda armamentista. La secuencia en la convención de armas tiene una construcción visual similar a la de un documental o a la de un informe periodístico. En la escena final, Phillips tira de un golpe amargo la posibilidad de una redención para abrir la puerta de la ambigüedad en los protagonistas, una marca trazada invisiblemente a lo largo de toda la historia.
Los lobos de Miami Es difícil no comparar a Amigos de Armas (War Dogs, 2016) con El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013). Cuenta la misma parábola sobre el afán de lucro descarriado, en la que un hombre recto descubre lo fácil que es hacer dinero 1) apoderándose de nichos de mercado insospechados y 2) cortando esquinas, explotando lagunas legales y estafando ante la duda. La comparación se intensifica con la narración avivada del protagonista, David Packouz (Miles Teller), quien nos cuenta la historia de su auge y caída en el mundo del tráfico de armas. A esto se suma la participación de Jonah Hill, quien interpreta virtualmente el mismo papel que hizo en El lobo de Wall Street: tentar al otro con una vida ostentosa y promesas de dinero fácil. Al menos aquí Efraim Diveroli (Hill) y David son amigos de la infancia, y el segundo siempre admiró al primero; nada explica la alianza entre Leonardo DiCaprio y Hill en El lobo de Wall Street. La historia también está basada en hechos reales (o el artículo que inspiraron en la Rolling Stone), aunque esta vez es aún más increíble: en el 2007 el Pentágono firmó un contrato multimillonario con este dúo de veintitantos para que suplieran armas a las fuerzas de ocupación en Afganistán. El fraude no tardó en ser evidente y a raíz del escándalo el Ministerio de Defensa tuvo que rever sus políticas de contratación armamentista. Packouz es un perdedor que vive intentando vender cosas que nadie quiere comprar; Diveroli regresa a su vida en un momento de vulnerabilidad y lo deslumbra con autos, armas y dinero. Diveroli es el tipo de persona que tiene un cuadro de Tony Montana de Scarface en su oficina. Como la mayoría de los veneradores de Tony Montana, prefiere olvidar cómo termina la película. Packouz tiene su propio lapsus de negación imbécil cuando alaba a su amigo como “el tipo de persona que sabe cómo actuar para que confíes en él” y no se le ocurre sumar dos y dos. La película está dirigida por Todd Phillips, quien orquestó la absurda trilogía de ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009-2013) e imbuye Amigos de armas con el mismo tipo de energía. Tiene varios momentos graciosos, usualmente a expensas de la insensibilidad y la incorrección política. Al principio parece que va a contar la misma oda drogona a la camaradería – sobre todo dado un episodio, inventado, en el que los muchachos contrabandean un cargamento de armas a lo largo del “Triángulo de la Muerte” iraquí – pero la relación entre Diveroli y Packouz se va volviendo más compleja a medida que la situación se complica y sus verdaderas personalidades salen a flote. El resultado es probablemente la comedia más “sombría” de Todd Phillips, en la que se permite filosofar un poco sobre la política de la guerra, y la forma en que la guerra es simplemente un “sector económico” de la política. Algo similar al salto que hizo Adam McKay – padrino de las mejores comedias de Will Ferrell – al dirigir La gran apuesta(The Big Short, 2015), sobre la crisis financiera del 2007-2008. Algunas historias son tan tristes y patéticas que mejor tratarlas como comedias.
¿Qué pasó ayer? (Crónica de otro desmadre) El director de la trilogía ¿Qué pasó ayer? se mete con un tema más serio (el tráfico de armas a partir de un caso real), pero el humor absurdo no tarda en aparece. El resultado es bastante atractivo. Al menos por esta vez, el rótulo “basado en hechos reales” no enciende la luz de alerta, sino que opera a favor de subrayar el absurdo que sobrevuela el relato de Amigos de armas, primera incursión de Todd Phillips (Viaje censurado/Road Trip, Aquellos viejos tiempos/Old School, la trilogía ¿Qué pasó ayer? y Todo un parto) en un cine de ribetes (algo) más serios. Basado en el artículo periodístico Arms and the Dudes, escrito Guy Lawson para la revista Rolling Stone, Amigos de armas es la historia de dos amigos de la infancia que, reencontrados década y pico después, incursionan en el negocio armamentístico. ¿Cómo es posible que dos pibes se conviertan en contratistas del Estado? Fácil: en los últimos años de la era Bush, y ante las críticas de favoritismo a las grandes empresas, el gobierno (el Ejército) “democratizó” las licitaciones abriendo sus concursos a cualquier persona de a pie. El film de Phillips remite a El lobo de Wall Street camuflando su veneno con un tono festivo, arrollador, enérgico, trepidante. Igual que la de Jordan Belfort, la historia de David Packouz (Miles Teller) y Efraim Diveroli (Jonah Hill) es un relato de ascenso, éxito y caída, y la máxima particularidad de la película es la voluntad de no soltarles la mano ni siquiera en los peores momentos. Amigos de armas no juzga ni tampoco “cancherea” (teléfono para La gran apuesta, debut otro emblema de la Nueva Comedia Americana como Adam Mckay en el cine “basado en hechos reales”) con recursos formales. Por el contrario, Efrain y David siempre supieron dónde se metían y qué estaban haciendo. Al fin y al cabo, como en casi todas sus películas, a Philips le interesa más contar la crónica de un desmadre antes que señalar con el dedo a sus responsables.
David Packouz es un joven que se gana la vida como masajista, dando masajes a en Miami a personas con un alto poder adquisitivo. Cansado de su vida, decide emprender su propio negocio para poder mantener a su mujer y al bebé que está en camino; pero falla. Por causa del destino ,se reencuentra con Efrain Diveroli, su mejor amigo de la infancia. Charla va, charla viene, ambos se las ingenian y se asocian en un trabajo turbio, el cual consiste en vender armas de manera ilegal al Medio Oriente en pleno gobierno de George Bush. Todd Phillips toma las riendas de plasmar en la gran pantalla un hecho ocurrido durante el 2007, que fue publicado en la revista Rolling Stone. En dicho artículo se contaba como dos amigos se vieron envueltos en un negocio de venta de armas y lograron un gran negocio del que podían obtener a su favor más de 300 millones de dólares. Tranquilamente esto podría haber sido una historia cruda y posiblemente candidata a alguna nominación a los premios de la academia, pero el director reconocido por dirigir la trilogía “¿Qué Paso Ayer?” decidió seguir el mismo camino que sus anteriores películas: la comedia, que aquí funciona bastante bien. Miles Teller (David) y Jonah Hill (Efrain) hacen una dupla perfecta, brindando momentos muy cómicos, sobre todo causa gracia escuchar a Jonah Hill, quien ya logró una actuación similar a esta en “El Lobo de Wall Strett”; en cambio Miles Teller después de sorprender en “Wiplash: Música y Obsesión” va demostrando que es un actor con una carrera prometedora. Amigos de Armas quizás no sea la típica comedia para el público general que busca chistes fáciles, alguna que otra escena subida de tono o con una premisa simple. Esta película aborda un tema serio pero con un humor que se nota mucho en la primera mitad de la película, pero que durante la segunda mitad está presente en menor medida. Una película divertida basada en hechos reales pero que no deja de lado su cuota de humor al estilo “El Lobo de Wall Street” de Martin Scorsese o “Sangre, Sudor y Gloria” de Michael Bay. Lo bueno: Una dupla que funciona en cada escena a lo largo de toda la película, la participación de Ana de Armas y Bradley Cooper también son acertadas. Lo malo: La segunda parte de la película se hará para algunos algo densa, pero no por eso menos entretenida.
ACTUALIZACIÓN DEL SUEÑO AMERICANO Si Amigos en armas cuenta cómo un par de jóvenes vivillos se aprovecha las gritas del sistema para comercializar armas a todo el mundo y en especial a Oriente en plena guerra de Irak, la película muestra en todo su sangriento esplendor las variables que maneja el todopoderoso complejo industrial-militar estadounidense para seguir siendo tal, a pesar de los intentos de controlarlo por los gobiernos, tal vez porque como se desprende también del relato, la política es una de las patas fundamentales del negocio. Después de la trilogía de ¿Qué pasó ayer? Todd Phillips vuelve a hablar de la amistad pero sobre una superficie definitivamente más áspera: el tráfico de armas. Por un lado está Efraim (Jonah Hill) y por el otro David (Miles Teller), amigos de la infancia, uno histriónico y dispuesto a todo desde siempre y el otro más apocado y definitivamente menos audaz, que apenas sobrevive como masajista. Efraim vuelve a a ciudad y le propone a David que se una a su negocio que consiste en sentarse delante de la página web del ejército y descubrir entre la maraña de licitaciones, las que tengan que ver con pequeños pedidos de armas que los peces gordos del negocio descartan por insignificantes -la medida dirigida a pequeños emprendedores fue implementada por el gobierno de Bush ante las críticas de que solo entraban al negocio sus amigos de las grandes corporaciones-. Y allí van los muchachos, triángulando pedidos, consiguiendo material por el mundo, el planeta entero como una gran arsenal servido para los que saben buscar y encontrar para la teta de un Estado siempre en guerra. De ahí el progreso, el cambio de sobrevivir a vivir en grande, Efraim para divertirse con prostitutas y montañas de cocaína, lo usual, y David feliz porque su primer hijo con Iz (una digresión, Ana de Armas no puede ser más bella) viene con un pan debajo del brazo y claro, de ahí a empezar a jugar en las grandes ligas hay un paso y unos cuantos quilómetros, un viajecito que incluye arsenales abandonados en Albania, negociaciones casi en tono de comedia en Jordania y persecuciones con tiroteos con los “insurgentes” en el llamado Triángulo de la Muerte en Irak. Todd Phillips estructura el relato desde la tradición de las grandes estafas en el cine, pero también abreva en el aprendizaje de los dos briboncitos (Jonah Hill hace su magia y dota a su personaje de una risita antológica mientras que Miles Teller acompaña correctamente) y sí, en una historia de apogeo y caída que no deja ni por un minuto de dar cuenta del gigantesco negociado en donde se cuelan los muchachos por un rato porque es un juego apto solo para los grandes, como Henry Girard, el traficante de armas que encarna Bradley Cooper. En general poco importa que la película esté basada en una historia real, pero en este caso, Phillips vio lo absurdo de la situación -cuando el caso llegó a los medios el gobierno cerró es sistema de contrataciones y ya no se molestó en ocultar que solo sus poderosos socios podían ser parte del asunto- y además de contar el asunto, se despachó con un relato sobre el crecimiento y la traición. Y también, sin subrayados y con bastante humor, de la realpolitik estadounidense. AMIGOS DE ARMAS WAR DOGS. Estados Unidos, 2016. Dirección: Todd Phillips. Guión: Todd Phillips, Stephen Chin y Jason Smilovic. Intérpretes: Jonah Hill, Miles Teller, Ana de Armas, J.B. Blanc, Bradley Cooper, Barry Livingston, Julian Sergi, Daniel Berson, Kevin Pollak. Producción: Todd Phillips, Bradley Cooper y Mark Gordon. Duración: 114 minutos.
Amigos de armas, la nueva película de Todd Phillips, se aleja de sus comedias predecesoras para entregar una historia más oscura aunque de un modo que logra que sea divertida. Basada en la historia real de dos jóvenes y enfocada principalmente en el artículo escrito por Guy Lawson para la Rolling Stone, Amigos de armas relata cómo David Packouz y Efraim Diveroli se hicieron ricos traficando armas desde la pantalla de una computadora. Miles Teller y Jonah Hill como Packouz y Diveroli son los dos actores que dan vida a estos muchachos que se la pasaban fumando porro y consiguiendo pequeños negocios que irían en aumento. Es que eligen el momento justo para introducirse en este mundo, con Bush como presidente y sin escatimar gastos para las guerras de Afghanistan e Irak. Todd Phillips entiende la comedia y eso ya nos lo demostró. No obstante, con Amigos de Armas, entre múltiples y explícitas referencias a Scarface y escenas con sus personajes drogados o viviendo situaciones absurdamente peligrosas, el realizador muestra una faceta menos conocida y así entrega un film que más allá de hacer reír deja un sabor amargo. Es cierto que el tema de la guerra y las armas destinadas a ellas es demasiado serio y complicado, y que aquí el retrato de estos dos personajes, especialmente en quien se apoya el punto de vista, Packouz, es ligero. Sin embargo Phillips no se aleja de la realidad, sólo se aprovecha de una historia que parece más bien salida de la ficción y a la que no le vendría mal un recordatorio en el medio, a lo Pain and Gain, de que lo que estamos viendo sí sucedió así. “Con un solo trato, dos fumones de Miami Beach se habían transformado a sí mismos en los comerciantes con menos probabilidades de muerte de la historia”; “Los dos amigos, veinteañeros apenas, eran ahora responsables de uno de los elementos centrales de la administración de la política extranjera de Bush”, se explicaba en aquel artículo. Jonah Hill se luce como Diveroli especialmente porque tiene en sus manos un personaje de muchos matices y facetas. Diveroli es tan actor como él, siempre convincente y capaz de hacerte creer lo que él quiera que creas (como decía Tony Montana: “Siempre digo la verdad, aun cuando miento”). Miles Teller también está muy bien como Packouz, esa persona “muy inteligente y muy ambiciosa pero que no tenía idea de qué hacer con su vida”, como lo describe Lawson; aquel viejo amigo al que no vio en años y a quien Diveroli arrastra a su mundo cuando se da cuenta de que necesita un compañero. Bradley Cooper como el eslabón necesario para concretar el gran negocio y quien luego va a marcar también su destino, y Ana de las Armas (la española de Knock Knock) como la mujer de Packouz terminan de completar el elenco. Amigos de armas dura dos horas y sin embargo éstas nunca se sienten. Porque empieza como una comedia, quizás de las que esperábamos del director, y de a poco ésta va creciendo hasta convertirse en una fábula más oscura. Divertida, inteligente y cínica, en proporciones adecuadas.
Con cartuchos de comedia ¿Qué sucedería si el director de ¿Qué pasó ayer? (The Hangover) decidiera filmar El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street)? La respuesta está en Amigos de armas (War Dogs). En un giro de 180° para Todd Phillips, nos encontramos en una historia bajo su ala mucho más para adultos de lo que nos tiene acostumbrados. Es así que para el guion toma la historia basada en hechos reales (exactamente un artículo de Guy Lawson escrito para Rolling Stone) que relata cómo en el 2007 el Pentágono firmó un contrato multimillonario con el dúo protagonista, para que proveyera de armas a las fuerzas que se encontraban en Afganistán. En Amigos de armas no vamos a encontrar una crítica a la política económica de Estados Unidos, ni sobre el tráfico de armas, ni de qué forma se llevaban a cabo las licitaciones para la compra de armamento que llevó adelante ese Gobierno. Todd Phillips se concentró en brindarnos un espectáculo en cuanto a la relación entre David (Miles Teller), desocupado, quien intenta encontrar el negocio de su vida con propuestas poco interesantes; y Efraim (Jonah Hill), mucho más hábil para los negocios y que encuentra en todos los baches legales una oportunidad de hacer dinero. Es justamente él quien lo lleva a David décadas después de desencuentros, a asociarse y encontrar los “pequeños” huecos que los grandes vendedores de armas dejaron libres. Todo narrado por capítulos por David quien relata el reencuentro con su amigo de la infancia. La comedia encuentra momentos muy interesantes y que funcionan de forma adecuada cuando se encuentran en escena Miles Teller y Jonah Hill, transformándose en una dupla perfecta. El director podría haber abordado el tema desde un lugar más serio, pero apuesta a hacer un film mucho menos dramático y una sátira incuestionablemente entretenida. Los escenarios elegidos para la narración también cuentan con su punto fuerte, lo que hace que la acción circule sin altibajos durante sus 116 minutos de duración. Amigos de armas se ubica dentro de uno de los films más interesantes del año, no solo por contar con una nueva perspectiva del director, sino por lo ubicado que se encuentra el guion, el cual no desborda de gags ni se sumerge en el mal gusto para contar el desarrollo de los personajes.
Todd Phillips se corre de lo que suele hacer en sus películas y logra un buen equilibrio entre la comedia y el drama. Quizás el filme marque un punto de inflexión dentro de su filmografía. Basada en un artículo de Guy Lawson para la revista Rolling Stone (“Arms and the Dudes”), la película de Todd Phillips cuenta la historia real de dos amigos que se vieron envueltos en una serie de estafas al Gobierno de Estados Unidos. David Packouz (Miles Teller) es un joven de veintitantos que trabaja como masajista en Miami y no sabe bien qué hacer de su vida. La noticia del embarazo de su novia no hace más que agrandar sus preocupaciones. Hasta que un amigo de la infancia con el que se reencuentra luego de unos años sin verse, Efraim Diveroli (Jonah Hill), le hace una oferta irresistible: trabajar con él en su negocio de venta de armas al Ejército de Estados Unidos. En plena guerra con Medio Oriente (el filme está situado entre 2005 y 2008), la administración de Bush comenzó a licitar a pequeñas empresas distintos contratos para abastecerse de armas. Después de algunos negocios exitosos, la dupla obtiene una oportunidad mucho mayor a la que alguna vez se hubiese imaginado: un contrato de 300 millones de dólares para proveer armas a los aliados estadounidenses en Afganistán. Al igual que con El Lobo de Wall Street (Martin Scorsese), la película de Phillips cuenta una historia de personas que a través de negocios y astucia llegan a ser millonarias y exitosas, pero que el mundo de excesos y la propia ambición las llevan por un camino del que les será difícil volver. El filme tiene también elementos que se encuentran en La Gran Apuesta (Adam McKay) sobre el intento de estos amigos por “vender su producto” y hacerse un lugar dentro de los grandes competidores. Tod Phillips maneja bien los códigos de las comedias de camaradería entre hombres (algo que desarrolló bien en la trilogía ¿Qué pasó ayer?) pero a medida que pasan los minutos, el director incursiona más en el drama y el resultado es efectivo. La película critica a la guerra y a su negocio, pero no desde un lado moralista: muestra el problema y dice esto es así, es algo que pasó y está pasando. Jonah Hill y Miles Teller tienen una buena química y demuestran-una vez más-que cuentan con la cintura necesaria para desempeñarse bien tanto en drama como en comedia. Hay que destacar el trabajo de Hill que con una risa particular y otras escenas donde dispara metralletas a lo Tony Montana, compone un personaje irresistible. Bradley Cooper tiene pocos minutos en cámara pero le alcanzan para desarrollar a un hombre crucial en el destino de los amigos. Ana de Armas interpreta a la novia de David de forma correcta, aunque su subtrama es de las menos interesantes. La música es otro aspecto para destacar. Momentos clave son acompañados con canciones populares que en muchos casos el director los utiliza de forma irónica y llevan la escena a otro nivel.
DEMASIADA CULPA Los espejos deformados en los que se mira Amigos de armas son -de manera bastante explícita- Caracortada, Buenos muchachos, Casino y hasta El lobo de Wall Street, todos cuentos morales sobre el crimen y el castigo. No es extraño que Todd Phillips elija dialogar con esos films, y con los cines de Brian De Palma y Martin Scorsese: él es esencialmente un cineasta muy interesado en lo moral y con un vínculo cuando menos problemático con ese concepto, que lo ha llevado a avances y retrocesos, a vacilaciones y atrevimientos a lo largo de su filmografía. Eso se notaba en unos cuántos pasajes de Viaje censurado, Aquellos viejos tiempos y hasta Starsky y Hutch, pero es en la trilogía de ¿Qué pasó ayer? donde el moralismo muta en culpa y después en conservadurismo, principalmente en las instancias definitorias. En Amigos de armas es donde Phillips se zambulle definitivamente en los terrenos dramáticos, lo cual genera un choque con las expectativas que se podían generar de acuerdo a lo visto en los adelantos previos. La historia real de David Packouz (Miles Teller) y Efraim Diveroli (Jonah Hill), dos jóvenes que supieron ir escalando poco a poco en el negocio de las armas hasta ganar un contrato por 300 millones de dólares otorgado por el Pentágono para proveer de armamento a los aliados estadounidenses en Afganistán, es esencialmente un relato de ascenso y caída, de lealtades y traiciones, de concepciones del deber, de lo personal fusionándose con lo laboral, donde las instancias cómicas -por lejos lo mejor del film- van por el lado de la explotación de lo absurdo e insólito, aunque sólo como un aporte secundario, y en el que el punto de vista juega un papel decisivo en la configuración de la trama. Porque Amigos de armas, al igual que los films que le sirven como modelos, elige a un personaje y por lo tanto un lugar muy definido para instaurar su narración, y ahí posiblemente encuentre sus mayores limitaciones. El que cuenta todo es David, y todo lo cuenta desde la culpa, desde el remordimiento, desde una concepción moral donde no está mal hacer guita, mientras se haga desde ciertos marcos de legalidad o para sostener el estilo de vida de su pareja y su hija. Es el personaje que debe justificarse permanentemente, ante sí mismo, los demás personajes y, casi por decantación, el espectador. El que no necesita justificarse, el que miente, manipula, roba y gana plata sin ninguna clase de inquietud es Efraim, pero él es observado a la distancia, él no construye desde su perspectiva los hechos, queda juzgado por la cámara de Phillips, timorata para aceptar los riesgos que plantea el personaje encarnado por Hill. Allí es donde se establecen las diferencias fundamentales con las películas de De Palma y Scorsese, que también tienen una opinión sobre lo que cuentan, una mirada acerca de lo que implica la voluntad por adquirir cada vez más poder y dinero, pero que aún así les permiten a sus protagonistas no justificarse, sino mostrarse plenamente, decirles a los espectadores quiénes son, por qué son así, revelándose como seres casi amorales e infantiles, que se muestran orgullosos de sí mismos o sumamente autocríticos con absoluta propiedad. En Amigos de armas eso no termina de aparecer, casi siempre el disfrute está atravesado por la voz culposa de David, quien tratando de explicar todo incluso obtura en buena medida las posibilidades estéticas y narrativas del film. Phillips quiere trasladar algo de su visión cómica al terreno de la realidad estadounidense y realizar una tesis social, en una operación similar a la de Adam McKay en La gran apuesta, pero no tiene las ideas tan claras como aquel. No se trata de una cuestión de validez en el punto de vista ideológico, sino de convicción, de saber exactamente qué contar y de tener la seguridad pertinente para así poder otorgarle libertad a las criaturas que pueblan el film. En eso, la frase final -“no más preguntas”- es reveladora de los límites de Amigos de armas: Phillips no se atreve a explorar todos los enigmas que plantea la historia, se queda sin hacer las preguntas más incómodas y lo que queda son respuestas superficiales, fáciles de digerir para las mentes culposas.
La guerra, negocio al alcance de todos. Basado en un artículo periodístico que dio cuenta de la “democratización” de las licitaciones militares, el film narra el ascenso, apogeo y caída de personajes que viven la acumulación de dinero fácil como un triunfo sobre el sistema. Algo está pasando en la Nueva Comedia Americana. Meses después de la incursión de Adam McKay en el terreno de los films “basados en hechos reales” con La gran apuesta, otro de sus directores-estrella cruza el Rubicón rumbo a un cine si se quiere “serio”, abierta y deliberadamente político. Se trata de Todd Phillips, máximo responsable de esas topologías del descontrol que son Old School y la trilogía ¿Qué pasó ayer? Como el multinominado largometraje de McKay (cinco para el Oscar y los Bafta británicos, cuatro en los Globos de Oro), Amigos de armas se ampara en la impunidad de un género históricamente bastardeado como la comedia para abordar un tema espinoso cuyos coletazos pegan fuerte en gran parte del mundo (la burbuja inmobiliaria allá, el negocio de la guerra acá). Pero a diferencia de McKay, Phillips se ríe más del sistema y no meramente del canal que lo contiene. La gran apuesta culminaba en una toma de conciencia generalizada, manifestada en el pesar de sus protagonistas por haberse vuelto recontra ricos a costa de la estafa a millones de ciudadanos. Lo más parecido a una trasgresión era, en todo caso, el desparpajo a la hora de evidenciar las costuras de su verosímil rompiendo la cuarta pared y preanunciando sus próximas secuencias. La forma de disponer los elementos dramáticos de Phillips es menos pirotécnica. Su articulación con el relato, más convencional. Pero el resultado es una sátira más vitriólica, definitivamente menos culposa. Porque Amigos de armas es, igual que Viaje censurado o ¿Qué pasó ayer?, la crónica de cómo un escape ante una insatisfacción puede devenir en un auténtico desmadre. “La guerra es un sector de la economía”, dice la voz en off de David Packouz (Miles Teller) en la escena introductoria, segundo después de que, elipsis mediante, sobreviviera a una brutal amenaza en… Albania. Esa voz habla desde un presente ubicuo y tiene un tono cínico del que la película se apropia durante gran parte del metraje. Cinismo hay en la mirada a ese pobre pibe que pasa sus días masajeando millonarios por unos dólares y que recibe un baldazo de agua fría con forma de test de embarazo de parte de su novia. Pero sobre todo en la dispensada al universo contratista al que ingresará después de la aparición de Efraim Diveroli (Jonah Hill, oscuro como nunca), un viejo amigo de la infancia devenido en emprendedor armamentístico que le propone sumarlo al negocio como socio. El rótulo de “hechos reales” no hace más que acrecentar el absurdo de todo lo que se ve: en los últimos años de la administración Bush, las críticas de favoritismo a las grandes empresas obligó al gobierno a “democratizar” las licitaciones militares, abriendo sus concursos a prácticamente cualquiera. Incluso a dos pibes de menos de 30 años. Basado en el artículo periodístico “Arms and the Dudes”, escrito por Guy Lawson para Rolling Stone, Amigos de armas narra el ascenso, apogeo y caída de estos aspirantes a Tony Montanas –fumones en lugar de cocainómanos– con una velocidad e intensidad similares a las aplicadas por Martin Scorsese en la excitadísima El lobo de Wall Street, referencia nada casual si se tiene en cuenta que, en ambos casos, se trata de personajes que viven la acumulación de dinero fácil como un triunfo sobre el sistema. Tanto a Jordan Belfort como a Efraim y David los mueve esa pulsión de querer más, de enfrentarse a los pesos pesados, de sentirse invencibles…hasta que se dan cuenta que en realidad nunca lo fueron. Los muchachos intentan dar el salto definitivo con una venta a gran escala de productos cuya adquisición implicará dejar definitivamente atrás la zona jurídica gris para entrar en una ilegal. Phillips celebra su crecimiento acompañándolos en su frenesí, pero, igual que Scorsese, no les suelta las manos cuando los hilos del negocio empiecen a cortarse, ni tampoco los somete al escarnio aun cuando ellos sepan que son parte de ese grupo de personas que “se hacen ricas sin pisar un campo de batalla”, tal como dicen por ahí. Porque para Phillips no existe la culpa, o al menos no como valor cinematográfico. En Amigos de armas, igual que para Nietzsche, no hay hechos morales, sino interpretaciones morales de esos hechos. Interpretaciones que, aun cuando gran parte del cine de Hollywood no lo entienda, deben ser patrimonio innegociable de los espectadores.
Cuando el cine industrial llega con una propuesta que no se duerme en el colchón del público cautivo de los grandes estudios, hay que recibirlo con palmas y, sobre todo, los ojos bien abiertos para el disfrute. “La guerra es un sector de la economía. El que dice que no, o está en el negocio o es un idiota”, dice David Packouz, el personaje que compone Miles Teller (el sufrido estudiante de batería en Whiplash) y narra los hechos que refleja el film, basado en una historia real. War Dogs se monta sobre un artículo publicado en la revista Rolling Stone en torno a una pyme que en épocas de Bush y su invasión a Irak intentó hacer negocios con el Pentágono a través de licitaciones menores pero millonarias. En ese marco histórico político de los Estados Unidos es al que ingresan David y, más que nada, Efraim Diveroli (Jonah Hill), un inescrupuloso buscavidas que parece haber dado con el acierto de su vida. Con una línea narrativa y de desarrollo de personajes que emula lo hecho por Scorsese con el DiCaprio de The Wolf of Wall Street, Todd Phillips se aleja del clima de viaje de egresados de The Hangover para entrar en un pasillo más oscuro, con vértices de peligro real sin la tranquilidad del probable happy end que ofrece una comedia ligera. Porque más allá de sus trailers perfilados hacia el humor, War Dogs es un trabajo que atiende en la barra de la comedia dramática brillante, como si Judd Apatow se hubiera unido al Guy Ritchie más frenético. Pero no se queda acá la propuesta: hay dardos envenenados dirigidos a George W. Bush y la lógica de la industria de la invasión militar, pero más que nada lo que sostiene al film es un guión que tiene más links directos al Kubrick de Dr. Strangelove que a la fiesta eterna del Hollywood para teenagers. Ese universo que presenta la trama cobija también a criminales de traje (impecable Bradley Cooper impecable), descriptos como podríamos describir tanto a traficantes de armas como a políticos salidos de House of Cards o, incluso, a ejecutivos de cuenta de las majors de Los Angeles. ¿El tipo que armó su curriculum como realizador con una trilogía sobre borrachos en la Neverland de Las Vegas, se puso serio? Quizá sí. O quizá haya querido demostrar que lo suyo es mucho más que chistes al paso sobre cannabis y strippers. Si la empresa era esta última, la misión está cumplida y por mucho.
EL FÁCIL TRÁFICO DE ARMAS El mismo director de la saga “Que paso ayer “ (The Hangover) se metió con un tema mucho mas serio : una historia real que se dio a conocer a través de un reportaje de la revista Rolling Stone de Guy Lawson. Dos chicos veinteañeros, que durante la guerra de Irak descubren que pueden ser traficantes de armas y venderlas cuasi legalmente a los militares de EEUU. Es que el gobierno para evitar sospechas de favorecer siempre a los mismos proveedores, saco una ley que abría el juego a cualquier ciudadano norteamericano. Lo que aquí se cuenta es el comienzo, el ascenso a transformarse en una gran empresa y la caìda de estos dos amigos encarnados por Jonah Hill y Miles Teller. Claro que el director no se transformó en un juez de lo ocurrido, sino que le otorgo a toda la historia un ritmo enloquecido y atractivo. Dardos que llegan hasta la entraña del poder, humor negrísimo y una historia que hace pensar en la vulnerabilidad y estupidez de muchos.
Los que pasa en Afganistán, tal vez, no se queda en Afganistán. Todd Phillips, responsable de la trilogía “¿Qué Pasó Ayer?” (The Hangover), deja un poco la joda de lado (sólo un poco) y se mete de lleno con una historia basada en hechos reales que, ampliamente, superan a la ficción. David Packouz (Miles Teller) es un veinteañero que se gana la vida dando masajes terapéuticos a los ricachones de Miami. Al pibe le sobran ideas, pero le falta suerte, y todo se le complica más cuando su novia le confiesa que está embarazada. Ahí es cuando entra en juego Efraim Diveroli (Jonah Hill), su mejor amigo de la infancia, que llegó a la ciudad para el funeral de un ex compañero. Diveroli se dedica al tráfico “legal” de armas, pero anda con ganas de expandir sus horizontes y lograr algún contrato gubernamental. Para ello necesita un hombre de confianza, y quien mejor que su camarada Packouz. Efraim es un chanta, pero sabe como ganarse a la gente y salir de sus apuros, David empieza a seguir sus pasos y pronto esta nueva sociedad da sus frutos. El dúo se gana la lotería cuando logra adjudicarse un contrato multimillonario (300 millones de dólares, para ser exactos) con el Tío Sam para abastecer de armas y municiones a las fuerzas aliadas en Afganistán. El arreglo empieza a desmoronarse y, de a poco, algo que parecía dinero fácil se convierte en una transacción sumamente peligrosa. Phillips mantiene la beta zarpada y cómica de sus películas anteriores. Acá se mezclan los excesos (no faltan las drogas, la vida loca y los momentos bizarros) con grandes momentos humorísticos, algo de acción, un poco de drama en el trasfondo bélico de 2005 y bastante sátira sociopolítica, cuando contrastamos la realidad con la liviandad con que se toman las cosas estos muchachos. Lo que aparenta ser “¿Qué Pasó Ayer?” en Medio Oriente, es en realidad una entretenida propuesta que cruza intrigas, negocios sucios, muchas referencias y algunas críticas sobre el momento político que se vivió durante la década pasada. Hill se roba la película con su verborragia y desenfreno, dejando que Teller sea el “moderado” de la historia. La química entre los dos logra cimentar la primera parte de esta historia, mucho más risueña y banal. Después, todo giro 180°, la amistad pasa a un segundo plano y la situación se torna en algo mucho más serio y violento. Bradley Cooper completa el elenco en el papel de Henry Girard, un enigmático traficante que no puede pisar suelo norteamericano. Cada uno se luce en su rol, cuando deben ser medidos y cuando deben ser exagerados, cambiando a cada momento el ritmo de una historia que lo necesita para no encasillarse en un solo género o temática. “Amigos de Armas” (War Dogs, 2016) es una montaña rusa: divertida por momentos, estancada en algunos otros, pero el saldo general es positivo porque logra entretener y, si hilamos un poco más fino, el humor es sólo una excusa para tratar de analizar el complicado mercado de la guerra, uno de los más rentables en el mundo. Phillips y sus protagonistas no la celebran, ni la discuten, para ellos es un negocio, como cualquier otro. Lo más criticable de la película son sus momentos de “exceso” que pueden llegar a cansar después de un rato, y ese sistemático recurso de resaltar con un tema musical “alusivo” cada escena que nos ponen delate, muy al estilo de “Escuadrón Suicida” (Suicide Squad, 2016). La primera vez es gracioso, la segunda ya no tanto, aunque la banda sonora sea increíble y un gran reflejo cultural de estas últimas décadas.
"Amigos de Armas" es lo nuevo de Todd Philips, quien fuera el director de "Lo que pasó ayer" (la trilogía), "Road Trip", "Starsky y Hutch", "Due Date" y varias más, todas, apuntando al humor. En esta oportunidad se mete de lleno a contar una historia real sobre dos amigos que se aprovechan de una iniciativa del gobierno para ofrecer contratos militares estadounidenses y terminan armando un ejército afgano por 300 millones de dólares. Miles Teller y Jonah Hill se roban la película en todo momento, haciendo que los personajes le ganen muchas veces a lo que se está contando. Interesante propuesta que no aburre en ningún momento y que está contada a las apuradas, justamente como les sucedió a ellos en la vida real. Si te gustó "El Lobo de Wall Street" o "La Gran Apuesta", seguramente te vaya a gustar y mucho "Amigos de Armas". Super recomendada. Para tener muy en cuenta, se lo pasa muy bien.
Cada tanto aparecen en el horizonte cinematográfico, historias reales llevadas a la pantalla grande, con la idea de ofrecer material de denuncia y conocimiento público. Los americanos tienen cierto entrenamiento en esa dirección y nos llega esta semana la interesante “War dogs”, de Todd Philips, cinta que se ocupa de mostrarnos el poder de la corrupción en el primer mundo y cómo las oportunidades de negocio se encuentran en todos lados, aunque no las veamos a simple vista. “Amigos de armas” podría definirse como una versión menor (en cierta manera) menos estridente, de “The Wolf of Wall Street” (digamos que Philips ha visto varias veces la peli de Scorsese, sin dudas) instalada en el mundo de las armas y los negocios con el estado. Presenta una historia de un buen chico, David (Miles Teller) de la colectividad, que trabaja de masajista por 75 dólares la hora en las zonas ricas de Miami. La vida no le sonríe económicamente y encima, su novia queda embarazada en un momento complicado. Pero la vida le pone delante a Efraim (Jonah Hill), un ex compañero y amigo de la secundaria al que las cosas le van bien. El tipo en cuestión se ocupa de ofertar en licitaciones abiertas del Estado, armas y municiones. Hay mucho dinero en juego y él sabe que lo suyo es atacar los contratos chicos. Quiere crecer pero necesita un socio. Y cuando percibe que David necesita una oportunidad, comienzan a desarrollar una Pyme para participar de estas operaciones. El ejército americano gasta miles de millones de dólares en pos de proteger la seguridad de su nación y de reforzar las milicias locales en todos los lugares donde hay focos de intervención. Es por eso que en las licitaciones aparecen pedidos de armas y cartuchos viejos, que son díficiles de conseguir e incitan a adentrarse en el mercado negro para cumplir con el pedido. Todo por un módico precio. O no. En esa vuelta, los flamantes socios se intentan abrir paso en el duro mercado y dan con un sujeto que parece tener todo lo que necesitan (un gran secundario de Bradley Cooper) para dar el gran salto y obtener un contrato que los haga pasar al frente de verdad. La peli tiene sólidos aspectos técnicos, un ritmo correcto aunque se queda corta en cuanto a delirio y humor negro. Eso sucede principalmente porque el personaje de Teller es demasiado honesto y bueno, lo cual detiene un poco el clima trepidante que amaga armarse a cada momento. Hill sabe a que juega y lo hace con su habitual prestancia (nunca le compraría un auto usado) y el chico estrella de “Whiplash” cumple sin notas destacadas. Lo potente de la historia está en los números y en ese aspecto, “Amigos de armas” ofrece un claro panorama de cómo las cosas no funcionan bien, ni siquiera en el gran país del norte. Una película que suma y que de a ratos, divierte. Logra conectarte con el gran concepto central de entender la corrupción como un fenómeno global. Cumple.
Basada en una historia real, o al menos así lo indica una leyenda antes y después de la narración, “Amigos de Armas” (War Dogs, USA 2016), de Todd Phillips, es una espasmódica película en la que se cuenta el ascenso y caída de dos amigos inexpertos en el mundo del tráfico internacional de armas. Si en “Lord of the War” (2005), Andrew Niccol tocaba el mismo tema, pero de una manera dramática, aquí Phillips, gracias a su potente y solvente paso por la comedia guarra, bizarra y física, logra revertir el dramatismo para transformarlo en la posibilidad de generar una empatía con los protagonistas desde el humor, sin dejar de lado la reflexión. Cuando David (Miles Teller), harto de la rutina, se topa en un funeral con su amigo de la secundaria Efraim (Jonah Hill), nada lo haría suponer que esa casualidad le cambiaría el destino para siempre. Efraim, con la misma edad, y sin ningún compromiso (David está casado y a punto de ser padre) ha construido un pequeño imperio mediante el tráfico de armas, o, mejor dicho, con la posibilidad de venderle al Gobierno armas e insumos a través de propuestas “legales” en internet. El asunto es así, el gobierno de Estados Unidos, en pleno conflicto bélico, publica en internet las necesidades de armamentos que tiene y el mejor postor obtiene la licencia para venderles aquello que requieren. De a poco, negociando, no siempre de la mejor manera, terminan por conseguir los más suculentos tratos, a pesar que la inexperiencia les jugaba en contra, y en particular David, que deberá mentirle a su mujer (Ana de Armas) constantemente, hasta que, cual revelación, ella se entere de la verdadera profesión de su marido y los viajes que hace, en los que obtiene el dinero mal habido con el que mantiene todo. El guión entonces, hábilmente, se detiene en esos dos puntos, uno, la tensión que se genera en cada negocio próximo a resolverse y por otro lado la vida personal de ambos, llena de excesos, que puede jugarles en contra en cualquier momento. El dinamismo de la edición, y el stop y slow motion, también enfatizan momentos claves del filme, el que, con una narración símil videoclip va logrando plasmar la complejidad del relato y lo jugado y rico de cada uno de los personajes. En un momento particular de la producción cinematográfica Hollywoodense, es bienvenido el aire fresco que impregna “Amigos de Armas”, una cinta que sin pretensiones logra contar un hecho de corrupción política y económica dentro del seno del Gobierno y las Fuerzas Armadas de Estados Unidos que, si bien generó un escándalo en su momento, siguen tan sucios como siempre.
Una historia de ascenso y caída contada con eficiente pericia. Las historias de ascenso y caída en el mundo del crimen siempre van a tener atractivo. Es uno de los pocos moldes narrativos que se ha repetido y ha generado resultados sólidos, primordialmente porque no apelan a arreglar lo que no está roto. Grandes clásicos como Scarface o Goodfellas, o títulos más recientes como The Wolf of Wall Street se inscriben dentro de esta tradición. Si bien Amigos de Armas dista de jugar en la misma liga, tiene lo que se necesita para ser una película sólida, aparte de ser un saludable viraje de la comedia al drama para su director Todd Phillips. Pichones de Montana: Amigos de ArmasDavid Packouz es un masajista que no está en su mejor momento y se reencuentra en un funeral con Efraim Diveroli, su amigo de la infancia. Este último le propone a David ser su socio en la compra de armas para el Ejército Estadounidense. Aunque la metodología utilizada por Efraim por un lado es lucrativa, por el otro es bastante cuestionable legalmente. No obstante, David termina aceptando la propuesta, al descubrir que su novia está embarazada. Esto dará inicio a una serie de desventuras concretando los sendos negocios de armas y, como es de esperar en historias de esta naturaleza, la confrontación de las consecuencias que esto conlleva. El guion de Amigos de Armas es uno sólido en su estructura y cuidadosamente separado en capítulos como si de un libro se tratara. La primera mitad tiene eficientes tintes de comedia en la línea de ¿Qué pasó ayer?, solo para que entrada la segunda mitad se convierta en un drama hecho y derecho sobre las consecuencias criminales de sus actos. Tiene uno de esos finales que se ven venir desde la legua, pero el ritmo narrativo de la película hace que valga la pena el viaje hasta ese destino, aparte de tener uno de esos desenlaces que quedan colgando en la cabeza del espectador. Por el costado actoral, Miles Teller entrega una interpretación decente, mientras que Jonah Hill es quien acapara más la atención con el histrionismo y la oscuridad de su personaje. Por otro lado, tenemos a Bradley Cooper en una sobria interpretación como un traficante de armas. Por el costado técnico tenemos una fotografía y un montaje decentes, apoyados por una banda sonora de cuidada selección. Todd Phillips eligió el vehículo adecuado para su transición al drama. Inicialmente trabaja las técnicas adolescentes y alocadas que le han traído espectadores en el pasado, pero una vez que se los ha ganado se anima a un flujo narrativo que denota una razonable madurez. Conclusión: Amigos de Armas ofrece una narración fluida e interesante de un modelo narrativo tan viejo como el tiempo mismo, pero su hábil administración de comedia en la primera mitad, y de drama en la segunda mitad, es lo que puede llegarle a interesar al público. Si sumamos a esto las actuaciones eficientes de sus protagonistas, el resultado final es una película que si bien no sorprenderá por su innovación, no decepcionará a quienes la elijan.
“Amigos de Armas”: los muchachos de la guerra Con 23 años la vida de David Packouz consistía en dar masajes terapéuticos –para lo cual se había preparado y estudiado– para ganarse la vida. Corría el año 2005 y el muchacho no le veía mucho sentido a lo que estaba haciendo, ni tampoco vislumbraba un futuro promisorio. Pero ese mismo año su amigo de la infancia, Efraim Diveroli, lo invitó a que se asociara a su compañía AEY Inc., que se dedicaba a la venta de armas y que tenía un solo empleado: él mismo. Efraim tenía 19 años de edad y había encontrado la forma de hacer mucho dinero: escanear por Internet una iniciativa del gobierno poco conocida que permitía que pequeñas empresas oferten por contratos militares y aplicar para los pedidos. Lo único que tenían que hacer era estar horas y horas frente a una computadora, elegir el negocio, que los eligieran y así llamar a algún traficante de armas extranjero para suplir el pedido. Para el final del año 2006 habían ganado 149 de estos contratos por un valor de 10.5 millones de dólares. El “problema” surgió en 2007 cuando se aseguraron uno gigantesco por 300 millones para suplirle al ejército afgano una cantidad infernal de municiones. Y no vamos a seguir porque estaríamos spoileando la película si no saben lo que ocurrió. Lo cierto es que la historia de estos dos amigos, un poco más que adolescentes, salió publicada en un artículo de la revista Rolling Stone titulado “Arms and the Dudes”, de Guy Lawson (que después el mismo periodista amplió con un libro). Esta historia, tan atractiva como increíble, no tenía mucha más opción que ser contada en la pantalla grande. Y así nos llega Amigos de Armas (War Dogs, 2016). El director Todd Phillips, el mismo de la trilogía de “¿Qué Pasó Ayer?”, no sólo se encargó de la realización de este film que sino también de adaptarla. Phillips no había hecho hasta el momento otra cosa que no fuera comedia, y sale bastante airoso con su nueva incursión en otro género. Se valió también de un recurso que, aunque bastante utilizado, siempre es efectivo si está bien hecho: que es que la historia sea contada por el protagonista y que mezcle situaciones “cómicas” con el drama, como pasó por ejemplo en “Buenos Muchachos” (Goodfellas, 1990), “El Lobo de Wall Street” (The Wolf of Wall Street, 2013) o incluso “El Señor de la Guerra” (Lord of War, 2005), a la que este largometraje hace recordar tanto. Obviamente que lo que se cuenta es súper atractivo, que si no fuera porque en realidad pasó en la vida real uno podría decir que los guionistas fantasearon demasiado con la historia. La realidad siempre supera a la ficción, ¿no? El elenco está muy bien elegido, con un Milles Teller (David Packouz) que cada sube un escalón más consolidando su carrera y un Jonah Hill (Efraim Diveroli) que está llamado a ser uno de los mejores actores de su generación. El día que le llegue el rol correcto nos va a regalar una actuación inolvidable. Bradley Cooper, que también es productor de la película, tiene un pequeño papel como un traficante de armas bastante pesado que “ayuda” a los muchachos a llevar a cabo su negocio. Para que tengan en cuenta, el verdadero Packouz aparece al principio en una escena haciendo de un cantante en un asilo de ancianos. Por su parte, Diveroli no quiso recibir a Jonah Hill ni saber nada con el largometraje. Fresca, dinámica, divertida (a pesar de lo serio que es el tema que trata), este largometraje es la sorpresa de los estrenos de este semana. A las armas las cargará el Diablo, pero estos muchachos son los encargados de venderlas.
Aventuras y desventuras de dos pícaros Celebrado director de comedias (Viaje censurado, Aquellos viejos tiempos, Todo un parto y la exitosa trilogía ¿Qué pasó ayer?), Todd Phillips se arriesga por primera vez con un tema bastante más serio (el tráfico de armas) y "basado en una historia real" (reflejada en una nota publicada en 2011 por la revista Rolling Stone), pero Amigos de armas funciona mejor cuando apuesta por el humor absurdo y el delirio que cuando intenta abordar la problemática bélica en un tono más profundo. Efraim Diveroli (Jonah Hill), un joven perteneciente a una familia judía ortodoxa de Miami, se reencuentra en un funeral con su amigo de la infancia David Packouz (Miles Teller), que atraviesa serias dificultades financieras (se gana la vida dando masajes a domicilio). Efraim maneja un incipiente negocio de venta de armas, pero descubre que (estamos en las postrimerías de la administración de George W. Bush) el gobierno ha lanzado licitaciones públicas que favorecen a pequeños proveedores tras varias denuncias sobre corrupción de funcionarios. Así, las "migajas" que dejan los grandes conglomerados armamentistas (que de todas maneras significan decenas de millones de dólares) son recogidas por la dupla. Pero a medida que crecen las oportunidades y los volúmenes de los contratos, también aumentan los riesgos y los muchachos deberán viajar de urgencia a lugares tan inhóspitos como Irak o Albania. La película tiene algo de sátiras bélicas como Tres reyes, de David O. Russell, varias citas a Scarface, pero el principal referente parece ser el desborde y la negrura de El lobo de Wall Street, film de Martin Scorsese en el que también deslumbraba Jonah Hill. Amigos de armas es irregular, con múltiples desniveles (los conflictos matrimoniales de Packouz, por ejemplo, se retratan de manera bastante torpe), pero el ADN cómico de Phillips se aprecia en todo momento, abordando con fluidez y desparpajo una temática que otros hubiesen trabajado desde la denuncia horrorizada propia de la corrección política o, por el contrario, desde el cinismo absoluto. Nada de eso se percibe en este film que combina con bastante acierto aventuras y comedia para reconstruir una historia en la que, esta vez sí, la realidad superó a la ficción.
Llega de la mano del director de la trilogía ¿Qué pasó ayer? Muestra dos jóvenes con distintos estilos de vida: David Packouz, está en pareja con Iz (la española Ana de Armas), él se gana la vida como masajista, vendedor de sábanas, pero su salario no alcanza pronto será padre y todo cambia cuando eventualmente se reencuentra con su amigo de la infancia Efraim Diveroli (JonahHill), este se encuentra vinculado al comercio de armas. Por lo tanto juntos venden armas para el gobierno durante las guerras de Irak y Afganistán. Se encuentra bien narrada, entretiene, tiene muy buen ritmo, con toques de comedia negra, dinámica, se hace alguna referencia al film “Scarface”, reseñas al cine de Martin Scorsese, imágenes con colores fuertes y música estrepitosa, bien ambientada, tal vez tenga algunos excesos. Hill y Teller tienen muy buena química y se lucen. Dentro del elenco secundario se destaca el buen desempeño de Bradley Cooper. Basado en una historia real.
La guerra de escritorio Sin dudas, la industria bélica es uno de los productos más asombrosos que pudo haber creado el imperialismo norteamericano dentro de su poderío económico mundial. Sólo los sabios iletrados estadounidenses son capaces de vender todo tipo de guerras – e ideologías – por medio oriente con la misma facilidad que una cajita feliz encandila al sobrino más revoltoso. Pero desde la explotación desvergonzada de la libertad para portar armas de fuego hasta la sencillez con la que cualquiera puede romper su sistema infalible de libre mercado, ningún período representa mejor estos ideales huecos que la gestión Bush en pleno post 9/11. Sin embargo, tampoco es cuestión de ponerse a estudiar a fondo el contexto yanqui para darse cuenta que la trama de Amigos de armas (2016) no puede ser tan real como inverosímil. Incluso con la dirección de Todd Phillips (célebre cráneo de la trilogía Hangover), el relato de cómo dos veinteañeros estafaron millonariamente al ejército de los Estados Unidos con armamento defectuoso deja de ser una solemne denuncia a los tejes y manejes de las licitaciones militares, para convertirse en una buddy-movie vibrante con varios elementos del universo Scorseseano. Basada (a grandes rasgos) en un artículo de la revista Rolling Stone, la epopeya de David Packouz (Miles Teller) y Efraim Diveroli (Jonah Hill) que los llevó a convertirse en los líderes indiscutidos del tráfico de armas es el equivalente bélico de lo que Adam McKay replicó magistralmente hace unos meses en La Gran Apuesta (2015) con el llamado crack económico. Sólo que aquí reemplazamos las acciones de Wall Street por ametralladoras AK-47. Prácticamente nadie podía quedarse afuera entre las miles de contrataciones militares diarias que surgían como producto de la invasión estadounidense a Irak, y eso justamente es lo que se ve reflejado en la vorágine con la que los protagonistas disfrutan de su éxito repentino. War-Dogs-img1-Proyector Pero todo el dato duro de los métodos de distribución, finanzas fraudulentas y técnicas de comercialización se hacen a un lado cuando la voz en off de David, con sus epifanías al mejor estilo Godfellas (1990), es la encargada de llevar adelante la narrativa como si tratara de la crónica de una muerte anunciada. Estas versiones ficcionalizadas de Packouz y Diveroli son el prototipo del mismo tipo de derroche que Jordan Belfort hacía gala en El Lobo de Wall Street (2013), del cual no solamente toma prestados los delirios de Jonah Hill, sino también la facilidad con la que Scorsese hace que nos encariñemos con personajes moralmente repulsivos. El magnetismo que genera el dúo principal funciona en gran medida gracias a la química que desarrollan estos dos amigos dispuestos a todo con tal acceder a lo más alto del mercado armamentístico. Sea escapando de la guerrilla por las rutas de Bagdad o realizando tratos con los resabios soviéticos en Albania, todas estas situaciones se viven como una travesura digna del anecdotario más curioso. No obstante, mientras que Miles Teller queda un poco desaprovechado – más todavía si se lo compara con su papel de Whiplash (2014) – dentro del carácter pasivo y casi servicial de Packouz, es Jonah Hill quien se luce a la hora de encarnar a Efraim como un verdadero psicópata y dirigir el verdadero ritmo del argumento. La personificación del actor es tan cautivadora que hasta su risa ridícula (cercana a un chillido) funciona como un signo de exclamación en los momentos más tensos. Momentos en donde no hay vuelta atrás y se ve cómo un Efraim calculador decide destruir o traicionar al que tiene enfrente sólo por un comentario desafortunado. “La guerra es un sector más de la economía” se afirma varias veces durante el film, tal como lo hacía Nicholas Cage en El Señor de la Guerra (2005). Amigos de Armas cuenta con una visión políticamente incorrecta de los conflictos armados, que casi minimaliza totalmente la tragedia implícita que significan los campos de batalla. Algo que resulta difícil de olvidar si se trata de racionalizar demasiado en una película que más que imponer una moralina antibélica, intenta divertir sin muchas pretensiones. Al fin y al cabo los criminales siempre pagan, y eso es algo que Hollywood se encarga de aclararlo en los primeros cinco minutos.
Corrosiva comedia sobre dos sujetos aborrecibles Basado en una historia verídica, "War Dogs" (título que recuerda al viejo best seller sobre mercenarios, "Los perros de la guerra" que filmó John Irvin con un excepcional Christopher Walken) cuenta la historia de un par de veinteañeros amigos de la infancia que encuentran la oportunidad de hacerse ricos como traficantes de armas, logrando incluso un contrato con el Gobierno de los Estados Unidos. Para convencerlo, el personaje de Jonah Hill le explica a su viejo compañero de colegio Miles Teller "esto no es pro guerra, es pro plata". Varias aventuras de estos dos aborrecibles personajes son realmente hilarantes y sorprendentes, y se entiende por qué Todd Phillips eligió la historia, ya que ni bien los dos tipos llegan a Irak, las cosas se ponen muy al estilo de "¿Qué pasó ayer?" sólo que increíblemente surgidas del mundo real. Los gags están vinculados a una pintoresca descripción del infierno de la guerra, por lo que hay una buena dosis de acción. Y las cosas se ponen aún peores cuando el negocio lleva a los protagonistas a Albania. Como en todas estas historias -por ejemplo, "El señor de la guerra", con Nicolas Cage"- siempre hay un lado dramático como castigo por las fechorías, pero lo que hace que esto sea nada convencional es la impresionante actuación de Jonah Hill, un actor cuyo talento parece crecer en cada nuevo film.
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La película dirigida por Todd Phillips, reconocido por la trilogía "¿Qué Paso Ayer?", apuntaba a ser una comedia pasatista del montón y quedar rápidamente en el olvido, pero sorprende por su critica y cinismo sobre una innegable realidad. Basada en hechos reales e inspirada en el artículo de Guy Lawson para la revista Rolling Stone titulado "The Stoner Arms Dealers", Amigo de armas da cuenta de como dos jóvenes aprovecharon una iniciativa del gobierno de Bush padre donde el gobierno concedía licitaciones a pequeñas empresas para que proveyeran al ejército norteamericano de diversos servicios, satirizando una triste realidad que aun continua y con un relato entretenido, mordaz y con buenas actuaciones. David Packouz -Miles Teller-, un joven que se gana la vida como masajista en Miami, se reencuentra con Efraim Diveroli -Jonah Hill-, su mejor amigo de la infancia, y ambos se adentran en el comercio de armas. Durante la guerra de Irak, aprovechan una brecha poco conocida en el sistema que permite a las pequeñas empresas pujar por contratos con el ejército de Estados Unidos, y empiezan con pequeños negocios que les permiten vivir la gran vida en Miami. Pero cuando la pareja de jóvenes logra un importante contrato armamentístico multimillonario con el Pentágono para suministrar armas a los aliados americanos del ejército afgano, los compromisos los exceden y se ven obligados a entrar en un mundo sombrío del cual será complicado salir. Guardando cierto parecido con Lord of War, en el que su personaje principal Nicolas Cage pasaba vertiginosamente de la buena vida y diversión a luchar por su vida, aquí también el relato comienza en tono de comedia para mudar rápidamente al drama con acertados toques de humor y una feroz critica al sistema, que no ahorra cinismo y nada tiene que envidiarle a documentales como los de Michael Moore. Al buen ritmo y los acertados dialogo del relato se suma la buena química entre Jonah Hill -con un papel similar a este en El Lobo de Wall Strett- y Miles Teller -quien sorprendió en Wiplash: Música y Obsesión-, muy bien secundados por Ana de Armas, Barry Livingston -Argo- y Bradley Cooper, entre otros. Lo que aparentaba ser una típica y simple comedia de esas que pasan rápidamente al olvido, sorprende como satiriza una innegable y triste realidad, que a pesar de los hechos, aun hoy supera cualquier ficción.
Basada en un reportaje sobre dos veinteañeros que se meten casi jugando en el negocio de la venta internacional de armas, la nueva película del talentoso Todd Phillips (el de la saga ¿Qué pasó ayer?) es una comedia negra sobre un asunto serio del que no nos reímos. Un filo que parece requerir de gran atención, pues War Dogs, su título original, es menos libre y creativa de lo que podría haber sido dadas las credenciales del director en la comedia más pura. Sin embargo, el atractivo de esta historia de estructura clásica, el american dream alcanzado y perdido, no decae en ninguno de los minutos de sus casi dos horas. Hay un humor bastante estallado, una tensión lograda, una crítica fuerte a la política de negocios de guerra de los Estados Unidos y un gran personaje central a cargo de Jonah Hill. Una película valiosa en su búsqueda y en su tremenda incorrección política, en la que gana la sensación de riesgo asumido, aún a pesar de sus convencionalismos.
Todd Phillips ha logrado grandes comedias hablando de amigos en problemas. Ahí está la serie ¿Qué pasó ayer?, Todo un parto o la melancólica Old School. La historia -real- de dos veinteañeros que se meten un poco jugando en el mercado internacional de armas sin tener idea de lo que están haciendo era idónea para el realizador. Y por momentos funciona bien, básicamente porque Jonah Hill es un gran comediante. La película no tiene como tema la guerra o la imbecilidad del Estado -que son sus condiciones de fondo- sino sobre la estupidez humana. Y allí es donde se resiente: hay un punto en el que todo gira alrededor de una sola idea y la trama parece no salirse de ese círculo. Se nota detrás de la construcción de la película una mecánica que deja de lado la empatía con los persoajes, y al no establecer ese puente, nos quedamos solo mirando lo extraño y ocasionalmente absurdo de la situación en la que los dos antihéroes se ven sumergidos. Para decirlo más claro: cuando hay que coreografiar comicidad, Phillips lo hace bien. Cuando tiene que “decir” algo sobre el mundo, lo hace mal. Por suerte, lo que predomina es lo primero, pero el tema era ideal no para una ficción absurda -que no puede llegar a ser demasiado absurda- sino para un documental. Por supuesto que entretiene -no tiene un solo momento aburrido- y que uno se divierte en ocasiones, pero en gran medida se siente como una oportunidad perdida.
Jonah Hill y Miles Teller protagonizan esta historia basada en hechos reales, sobre dos amigos que se adentran en el siempre turbio negocio de las armas. Lo más interesante de la nueva película de Todd Phillips (el mismo de la saga ¿Qué pasó ayer?) es que no es una comedia en el sentido estricto de la carcajada y el gag. Como en La gran apuesta, de Adam McKay (otro de los directores pilares de la Nueva Comedia Americana), en Amigos de armas también se apuesta más por la seriedad que por la simple risa. La película que tiene como protagonistas a Jonah Hill y Miles Teller está basada en hechos reales y cuenta la historia de dos veinteañeros que ingresan en el siempre turbio negocio de las armas. El contexto es el de mediados de la década pasada, en plena guerra de los Estados Unidos con Irak. Efraim Diveroli (Hill) y David Packouz (Teller) son dos amigos de la infancia que viven en Miami y que hacía mucho que no se veían. Pero esta vez no será la amistad la que los una de nuevo sino el negocio. Efraim convence a David de asociarse para aprovechar la guerra y vender armas al Pentágono. El trabajo se ve facilitado por el mismo gobierno de los EE.UU., que empieza a dar posibilidades a pequeñas empresas de entrar en el negocio ilegal. David espera un hijo y gracias a la plata que empieza a ganar se compra una hermosa mansión en un lujoso edifico para vivir con su bella mujer (un estupendo papel de Ana de Armas). Pero el negocio no les resulta tan fácil: tendrán que pasar por varias situaciones riesgosas, como ir hasta Bagdad para hacer pasar un pedido. Además de inclinarse por el drama, Todd Phillips logra que la comicidad sea sutil, que esté entre líneas, como el dinero que ganan sus protagonistas. Más que una comedia sobre el trillado tópico del gran sueño americano, Amigos de armas se convierte de a poco en un interesante tour de force por Medio Oriente, donde abundan la adrenalina de situaciones extremas, la información confusa y los negocios poco claros. Tiene momentos geniales, sobre todo las pausas, los intervalos en cámara lenta con alguna canción pegadiza de fondo. Son las escenas puente las que enrarecen la película y la dotan de un extraño halo hipnótico. Está bien que no se a una comedia en el sentido clásico. El tema es bastante serio como para tomarlo para la risa. Eso sí, hay que mostrarlo con la forma que permite Hollywood. Ser rebelde con las reglas de la industria. Esa es la apuesta máxima de Todd Phillips.
El director de la trilogía “¿Qué pasó ayer?” sorprende con una ácida y política comedia acerca de dos amigos de veintipico que se meten en el negocio de la venta de armas en Medio Oriente. Jonah Hill, Miles Teller y Bradley Cooper son los protagonistas de esta película basada en un caso real. La de AMIGOS DE ARMAS es una trama que recuerda, en cierto modo, a la de EL LOBO DE WALL STREET, lo mismo que l cine de David O. Russell (uno podría verla como una combinación entre ESCANDALO AMERICANO y TRES REYES) con un toque de esas películas de estafadores tan caras a la tradición de la comedia policial hollywoodense. En algún sentido, esos universos están referenciados en el filme de Todd Phillips (el director de la trilogía QUE PASO AYER? y OLD SCHOOL, entree otras) pero lo que tal vez le falte es el talento o el ímpetu visual para transformar la historia en una gran película. O al menos en una tan intensa como algunas de las citadas. La historia es, como la de LA GRAN APUESTA (otra película a la que remeda y que también marcó el salto de un director de comedia a hacer algo un tanto más serio), absolutamente real y eso la vuelve más absurda. Se centra en dos amigos de la adolescencia de Miami que se reencuentran, tras varios años, cuando uno de ellos, Efraim (Jonah Hill, de regreso a la categoría peso pesado) vuelve a la ciudad y le propone a su amigo David (Miles Teller, el menos avispado de la dupla) entrar en un negocio legal, pero peligroso. El asunto consiste en tomar pequeños contratos de ventas de armas al Ejército norteamericano en Medio Oriente, contratos que el gobierno de Bush (la historia transcurre entre 2005 y 2008), ante las críticas recibidas por su apoyo a las grandes compañías fabricantes de armas, empezó a licitar a “pequeños emprendedores”. David trabaja de masajista y su mujer está embarazada por lo que la necesidad económica lo lleva a entrar en el negocio, por más que todos le advierten que no confíe en Efraim. Las cosas empiezan funcionando bien pero luego se enredan y se siguen enredando en tanto la dupla entra en negocios más grandes, más peligrosos y cuando, esencialmente, empiezan a querer trampear al sistema de varias maneras. Esto los lleva a viajar a Jordania, a Irak, a Albania, a meterse con traficantes peligrosos (Bradley Cooper encarna a uno de ellos) y a convivir entre la excitación de los millones que entran y el peligro por el universo en el que se van metiendo. Especialmente David, el más inexperto de los dos. Phillips transmite muy bien la camaradería y la excitación de la dupla, creando un personaje inolvidable como Efraim, un mafioso judío de Miami con una gran facilidad, a lo “Zelig”, de trampear a medio mundo sin que se den cuenta. Las dos grandes secuencias de acción y suspenso (en Medio Oriente y Europa del Este) están también muy bien manejadas, lo mismo que la muy directa crítica política al llamado “complejo militar industrial” que se llena de dinero con el negocio de la guerra. A tal punto su objetivo es pegarle al gobierno y a los militares que uno podría ver AMIGOS DE ARMAS como una celebración de los desfalcos de estos jóvenes metidos en un negocio que les queda grande. Como en el caso de EL LOBO DE WALL STREET da la impresión que la película festeja más que condena a la dupla. Y algo de eso hay, ya que en una industria de robos billonarios de guante blanco, los engaños de estos amigos de la yeshivá de Miami metidos en medio de una guerra absurda y ridícula son casi un detalle de color. AMIGOS DE ARMAS no es la gran película que podría haber sido, tal vez, por cierta falta de audacia narrativa y visual, y un excesivo cuidado y prolijidad en la forma (la subtrama de los problemas matrimoniales de David no funciona y es un poco banal), cuidado que aleja a Phillips de los más brutales, radicales y ambiciosos filmes de Scorsese o Russell, o del más directamente político/económico de Adam McKay. Pero no hace falta compararlo con ellos tampoco para disfrutarla. En plena temporada de estrenos grandes, rutinarios y por lo general mediocres, Phillips (y, sobre todo, Warner Bros.) se arriesgaron a lanzar una comedia ácida y crítica que se mete con las políticas del gobierno de su país. No es poco entre tanto superhéroe perturbado…
Dos por el dinero Una suerte de mix entre El lobo de Wall Street con El señor de la guerra, Amigos de armas vuelve a probar la capacidad de Todd Phillips para generar un escenario de caos y orgullo por la amoralidad y los excesos de todo tipo, tal como lo demostró a lo largo de su filmografía con la saga de Qué pasó ayer como máximo ejemplo. Es inevitable nombrar la última película de Scorsese para hablar de este film, ya que Phillips busca evocar esa misma sensación de complicidad con lo ilegal a la hora de contar el derrotero de dos amigos de la infancia, David Packouz y Ephraim Diveroli, en el negocio de la venta de armas en Estados Unidos. Resulta que durante la presidencia de George Bush hijo, y en plena guerra de Irak, el gobierno norteamericano decidió abrir las licitaciones para que pequeñas y medianas empresas pudieran vender armas y municiones al Pentágono y demás ramas, lo que llevó a esta dupla de veinteañeros adictos a las drogas y a los dólares a conseguir contratos de hasta casi trescientos millones de dólares. Y de la misma forma que vimos el ascenso y caída de Jordan Belfort en el oscuro mundo de las finanzas de Wall Street, seremos testigos de los negocios turbios y traiciones por parte de estos muchachos. David funciona como el más normal de los dos (además de ser el narrador principal), y esa especie de John Cusack adolescente que es Miles Teller lo interpreta con la misma incredulidad con la que lo hacía en la grandiosa Whiplash. Como su hiperactivo socio Ephraim, Jonah Hill es puro carisma e intensidad, confirmando que estamos ante uno de los mejores comediantes de la actualidad (su risa haría estremecer al propio Guason). Si bien Phillips demuestra un gran control sobre su relato y se vale de recursos de toda clase, como planos congelados y una selección musical que va desde Creedence hasta Pink Floyd, para acelerar el ritmo y reflejar el descontrol de la dupla, sobre el final no puede evitar caer en ciertos clises retratando la previsible caída de sus personajes al abismo una vez que se meten con gente todavía más oscura (representada en un Bradley Cooper en versión gángster). Por suerte, sobre el final el director reafirma que esta no es una historia de moralejas fáciles, dejando al espectador con la última palabra sobre si es correcto o no juzgar a los protagonistas por el negocio que decidieron encarar. Después de todo, ellos no son más que un producto de la sociedad capitalista que los rodea, y como decía Tony Montana en Scarface (muy referenciada en Amigos de Armas): el capitalismo significa nada más ni nada menos “que te jodan por atrás”.
Ahí va la bala, atajala Antes de cualquier análisis sobre Amigos de armas (2016) se debería pensar que las casualidades no existen y mucho menos aún en una coyuntura donde nuevamente Hollywood busca imponer nuevas tendencias y miradas sobre las temáticas que más rentables resultan, teniendo en cuenta siempre el ombliguismo yankee y la mente anestesiada de sus propios consumidores. A la nueva comedia americana le viene bien adoptar la pose del cinismo para bucear en el trasfondo por algunos tópicos controversiales o políticamente incorrectos. El ejemplo más concreto lo dio la reciente La gran apuesta (The Big Short, 2015), film autorreferencial, jugado al planteo retórico del boom inmobiliario y de la desgracia de los millones de ciudadanos yankees anque fronteras afuera, arrastrados por la ambición desmedida de un selecto grupo de inescrupulosos, quienes no perdieron su lugar dentro del sistema, ni tampoco se desfinanciaron tras la enorme crisis económica acaecida en la tierra del Tío Sam durante el año 2009.
Descontrol en tiempos de guerra… Basada en un hecho real, la historia se centra en los veinteañeros David Packouz (Miles Teller), un infeliz masajista marihuanero, y Efraim Diveroli (Jonah Hill), su demente amigo de la infancia. Tras rencontrarse, el personaje de Hill le ofrecerá a su hermano de la vida trabajar en su pequeño gran emprendimiento de ventas de armas, el cual consiste en ganar dinero aprovechando un vacío legal que le permite a las pequeñas empresas pujar por contratos de ventas de armas con el ejército de Estados Unidos. Al ver que con estos turbios negocios el dinero les llueve, la confianza les hará aumentar su ambición de forma desmedida, trayéndoles problemas al aceptar una de las ventas mas grandes de la historia armamentista de la historia de la guerra de Irak. Con la trilogía ‘¿Que Paso Ayer?’, el director Todd Phillips demostró ser un tipo muy hábil con la cámara, y, en este nuevo proyecto, confirma que puede llegar a ser uno de los directores actuales mas reconocidos. Los planos del film son geniales, la comedia esta bien administrada, el drama es creíble, los actores son geniales y el guión, a pesar de ser muy Scorsesiano, es muy entretenido. El conflicto verídico en el que se desarrolla la historia está bien plasmado, ya que muestra de una forma inteligente y cómica el problema geopolítico de la guerra en medio oriente y el corrupto negoció de la venta de armamento por aquellas tierras. Miles Teller viene teniendo una carrera bastante inestable. Con el fracaso de la patética ‘Los F4ntasticos’ (o como sea) y el triunfo del excelente drama ‘Whiplash’, uno no sabía para donde iba a ir el actor y, con este film, sin duda su futuro en la industria encaminó. Su actuación es mas que buena, el amor que tiene por su esposa (Ana de Armas) es palpable y sus motivaciones son dignas de la empatía del espectador. Ademas la química con el maestro Jonah Hill es espectacular, una amistad creíble, la cual se mete en nosotros y nos hace sufrir y reír según lo que estén pasando. No quiero no dedicarle un par de palabras a la actuación de Hill, al cual considero uno de los actores mas versátiles y divertidos de la actualidad. Quizás en está película su personaje se parezca mucho al que interpreto en ‘El Lobo de Wall Street’, pero no me importo, su trabajó es gracioso y demencial, ya que muestra a la perfección a un sociopata divino de los que tanto me gusta ver, tanto en el séptimo arte como en otros medios. El guión, tal como dije antes, tiene una onda muuuy Martin Scorsese, y siéndoles honesto, ME ENCANTA. No considero a este elemento ni plagio, ni robo, ni homenaje , sino que este tipo de films narrados de forma tan característica se convirtieron en un subgénero que tuvo su génesis en los proyectos del director de ‘Goodfellas’. Otro ejemplo de esto es ‘Sangre, Sudor y Gloria’, una de las pocas películas buenas del explosivo Micheal Bay la cual, ya que estamos, se las recomiendo. Sin embargo, por mas que me guste, este estilo utilizado genera un efecto contraproducente en la película, ya que la falta de originalidad queda muy expuesta. Con toda seguridad, les recomiendo “Amigos en armas”. Los personajes son divertidos y las situaciones pueden generar tanto risa como nervios auténticos. Aunque no aporte nada nuevo, la idea es muy buena y si la van a ver, se van a llevar una grata sorpresa.
Desde el estreno de “El lobo de Wall Street" (Martin Scorsese, 2014) y “La gran apuesta” (Adam McKay, 2015), sumados otros productos menos rimbombantes, podemos decir que la observación ácida, corrosiva, aguda, autocrítica, etc, (le hubiese cabido condenatoria, pero Estados Unidos no es tan así), está cada vez más presente en el cine. Cómo si el mainstream tuviese que aceptar la adversa necesidad de plasmar historias cercanas a una realidad política, insoslayable respecto de la mirada que el mundo tiene de la primera potencia mundial (y potencia en este caso no es una virtud). Durante la guerra de Irak, la administración de George W. Bush tenía una mala imagen (en todo) pero, en este caso, respecto de quien podía o no vender armas en Estados Unidos favoreciendo solamente a dos o tres empresas. Dos chicos de veintipico aprovechan la apertura de este negocio para que cualquiera que reúna ciertas condiciones (fáciles por cierto) pueda hacer transacciones armamentísticas, convirtiéndose de hecho en los “Amigos de armas” del título. Si USA es la “tierra de las oportunidades” Efraim (Jonah Hill) y David (Miles Teller), como estandartes del ganar mucho, fácil, y con el menor esfuerzo posible, entienden muy rápidamente qué se debe hacer para llenarse de guita a costa de decisiones gubernamentales no aptas para gente inteligente, o para ciudadanos honestos. Así comienzan (como el vértigo del montaje lo indica) a ganar cifras siderales con un negocio que involucra el asesinato masivo de personas. Como sabemos, el dinero tapa los escrúpulos, de modo que aquí no hay lugar para la doble moral. Justamente esta impunidad intrínseca en las acciones de los protagonistas es el eje común que “Amigos de armas” tiene con las referencias mencionadas anteriormente, e igualmente apoyadas por un brillante trabajo de ambos. Jonah Hill produciendo un personaje oscuro y ególatra, y Miles Teller como uno de los tantos a los que se deja llevar por la corriente y actúa por imitación de postura. Es de esperar una banda de sonido acorde con la rimbombancia de los excesos que se muestran, cuando cualquiera puede superar las barreras del capitalismo para mirar a todos desde arriba. Claro, los verdaderos problemas surgen cuando se dan cuenta que el negocio al cual se dedican les queda gigante desde todo punto de vista. Quedará, por supuesto, un lugar para limpiar todo en nombre de las instituciones, pero para cuando esto llega, por suerte el mensaje ya se entregó y lo mejor de la película ya queda dado.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Todd Phillips se adentra en un territorio inexplorado hasta el momento en su filmografía, el drama biográfico. War Dogs – título original de la película - marca un nuevo comienzo en la carrera de director, una reinvención en lo que hasta el momento era una seguidilla de comedias absurdas (el tríptico Hangover) que dejaban al espectador riendo por días. Amigos de armas es uno de los mejores ejemplos de que arriesgarse por un estilo nuevo, puede dar un resultado muy positivo. La historia comienza en el año 2005, abriendo un panorama pasado de la vida de David Packouz (Miles Teller). David pasa sus días trabajando como masajista, gastando sus ahorros de vida en proyectos con resultados negativos y soñando con una mejor vida para él y su flamante novia Iz (interpretada por la siempre atractiva Ana de Armas). A pesar de escuchar a su instinto y de creer que pronto va a llegar su turno de vivir “la buena vida”, toda acción que David realiza resulta aburrida, pero todo esto está por cambiar cuando se reúne con su mejor amigo del secundario Efraim Diveroli (Jonah Hill). Efraim es todo lo opuesto de David, no sólo en lo físico, sino en lo psíquico, David es centrado y medita cuidadosamente sus decisiones, en cambio Efraim es impulsivo, no mide consecuencias y desde el momento en que se lo ve en pantalla, se puede divisar un cartel invisible en su cabeza con la palabra: ¡PELIGRO!, CORRA HACIA EL OTRO LADO. Efraim es la combinación de dos personajes interpretados anteriormente por Jonah Hill, Donnie Azoff de El lobo de Walt Street (2013) y Seth de Superbad (2007), con nombrar a esos dos individuos se pueden imaginar la clase de persona que Efraim es. Todo esto simplemente es una descripción general de como comienza War Dogs porque lo que sigue es un viaje por el mundo lleno de armas, millones de balas y personajes siniestros. La música compuesta por Cliff Martinez acompañada de canciones que recorren diferentes décadas se encarga de transportar al espectador hacia las emociones que sienten los protagonistas. Es increíble lo que puede generar escuchar Wish you Were Here de Pink Floyd cuando el personaje de Hill realiza un test de prueba de control calidad de lo que va a ser “la venta de las ventas” en el negocio de tráfico de armas o ver al dúo de amigos escapando hacia el horizonte al ritmo de Fortunate Son de Creedance, toda canción funciona en esta película, sea del género musical que sea y esto es algo que Todd Phillips nos tiene acostumbrados en todos sus films. Las canciones nos ayudan a disfrutar más el relato que estamos presenciando. Tengo que aclarar que, aunque la película sea un “drama biográfico” no quiere decir que está libre de humor, al contrario, lo exhibe de principio a fin. Tal vez lleva su libertad al extremo al mostrar situaciones tensas de una forma simpática con tal de agradar al público, muy similar a lo que Michael Bay hizo con Pain and Gain (2013) otro film biográfico contado de forma “graciosa” que se benefició con el uso del “humor negro”. Lejos de recordar y distanciándose cada vez más de la trilogía de ¿Qué paso ayer? Todd Phillips da, gracias a Amigos de armas, un giro de 180 grados que resulta sumamente atractivo y diferente a lo que nos tenia acostumbrados. Aunque se extrañen personajes como Frank el Tanque de Old School (2003) siempre hay lugar para conocer a nuevos y excéntricos protagonista como Efraim Diveroli. Recomendación: Si tienen la posibilidad de ver la película Lord of War (2005) después de ver Amigos de Armas, ni lo duden, es un combo perfecto. Dato Curioso: Hay un cameo del verdadero David Packouz en los primeros 15 minutos de película. Él es quien toca la guitarra en el lugar de retiro de ancianos.
Quizás un poco a la manera de Adam McKay con La gran apuesta, Todd Phillips -responsable de la trilogía de ¿Qué pasó ayer?- se despacha ahora con su “película seria”. Aunque no es tan seria ni, sobre todo, tan ambiciosa como la película de McKay, Amigos de armas se acerca más al thriller liviano que a la comedia, y tiene puntos de contacto más con El lobo de Wall Street que con Todo un parto u otras de Phillips. David Packouz (Miles Teller) vive con su mujer Iz (Ana de Armas) en Miami y trata de sobrevivir con diversas changas, hasta que aparece Efraim Diveroli (Jonah Hill), un amigo de la infancia que le ofrece trabajar con él en su incipiente negocio de venta de armas al ejército. Estamos en plena Guerra de Irak y Efraim encontró la manera de intermediar entre el Estado americano y los remates de armamento en otros países que fueron asolados por guerras: sólo con la internet y una línea telefónica, sin tocar siquiera una bala, viviendo de las migajas de un negocio millonario, migajas que para ellos dos son en sí mismas también millonarias. Pero claro, las cosas se van a complicar: un poco por su inexperiencia de stoners de poca monta, otro poco por la ambición e inestabilidad desmedidas de Efraim, se verán envueltos en el tráfico de nivel profesional y todo se irá al demonio. Amigos de armas es un ejemplo típico de película de ascenso y caída, contada con un humor que por el tema que aborda tiene algo de cínico. Ahí es donde pierde respecto de su hermana El lobo de Wall Street: es menos salvaje, menos extrema, y por eso los personajes resultan menos desagradables. Por momentos parece una buddy movie en Irak, “las locas aventuras de Jonah Hill y Miles Teller en Medio Oriente”, y si bien esto la vuelve encantadora y muy entretenida, pierde potencia dramática y nos hace olvidar que estos dos muchachos -que existen: la película está basada en un hecho real- se enriquecen gracias a la muerte. Desde acá, de todos modos, no somos muy entusiastas de la crítica ideológica. Tampoco censuramos -aunque es para señalar- el tratamiento a las mujeres: si la aparente misoginia de El lobo de Wall Street en realidad era la representación de la misoginia de ese mundo, la misoginia de Amigos de armas está en la película y se puede ver en el personaje de la bellísima Ana de Armas. La mujer de Miles Teller es tonta e ingenua, la “anti Carmela Soprano”, varias veces engañada por su marido y no hay redención para ella. La película “seria” de Todd Phillips es menor -incluso dentro de su propia filmografía- pero sigue siendo mejor que varios de los estrenos que nos llegan.
War Dogs arranca el 1° de enero de 2008, en plena invasión estadounidense a Irak -con Bush hijo al frente. A través de una serie de frases sobre placas negras, a modo de capítulos, se relata la vida de David Packouz (Miles Teller): un hombre que pasa de ser un masajista de millonarios en Miami Beach a convertirse en uno de ellos. ¿Cómo se produjo el salto? bueno, mal que le pese a su madre, gracias al reencuentro con Efraim Diveroli (Jonah Hill), su compañero de aventuras de la infancia. Como ya lo dice su protagonista, la guerra es una economía. Mientras nosotros nos apenamos por sus muertos y las atrocidades producidas en ellas, están quienes se preocupan por las armas y las piensan en clave de dólares. Ese es el caso de Diveroli quien, luego de “ser estafado” por su tío, sale adelante metiéndose en un negocio bastante peligroso.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030
El director de la trilogía ¿Qué paso ayer? vuelve a la comedia con Jonah Hill y Miles Teller en una adaptación de hechos verídicos en el tráfico de armas. El resultado es ameno pero tiene algunas trabas.
Negocios riesgosos Y un día Todd Phillips se apartó de la comedia... y no le fue mal. War Dogs es a la industria armamentística estadounidense lo que The Big Short fue a Wall Street: una entretenida e increíble historia basada en un hecho real que desnuda un sector siniestro de la economía norteamericana. Escrita y dirigida en clave de tragi-comedia, War Dogs lleva impreso el sello de su talentoso director, quien supo encontrarle el costado más jocoso a una historia verídica y escalofriante. La guerra, por supuesto, carece de comicidad, pero la forma en que los negocios se manejan a su alrededor no deja de llamar la atención y tiene, sin lugar a dudas, ciertas características insólitas. Phillips logra resaltar estos ribetes tan tristes como desopilantes dentro de la trama y compone una muy buena película que, como toda propuesta norteamericana políticamente incorrecta, divide a la audiencia y genera cierta controversia. War Dogs es divertida y a la vez interesante, en tanto que propone una comedia a partir de una realidad por demás de dramática. Es una excelente primera incursión de Todd Phillips en un género distinto al que lo hizo célebre y está ideada para una amplia audiencia. Vale la pena de principio a fin.
Lord of War para Millennials "Amigos de armas" es el nuevo film del director Todd Phillips (saga de "¿Qué pasó ayer?", "Todo un parto"), que por más de que aún sigue en la línea de la comedia americana toma una senda más madura y entrega el que diría es su producto más adulto. La película se basa en la historia real de dos jóvenes de Miami de ascendencia judía, Efraim Diveroli y David Packouz, que pasaron de ser unos perejiles sin mucho futuro a uno de los proveedores más importante de armas del gobierno de Estados Unidos y sus aliados. El relato guarda cierta similitud con "Lord of War" de Andrew Niccol y protagonizada por Nicholas Cage, pero con un tono más juvenil, cómico y ácido. Se mantiene la crítica a la política de armas que tiene el país del norte y se profundiza sobre los vacíos legales que presenta la ley sobre la comercialización de este rubro. ¿Cómo dos tipos sin ninguna formación en el negocio llegaron tan lejos? Efraim y David comenzaron haciendo trabajo hormiga buscando pequeñas licitaciones de armas en internet, pero con el tiempo fueron creciendo en el negocio hasta llegar ser don peces gordos. El film tiene buen ritmo y timing humorístico. No recuerdo aburrirme en casi ninguna parte lo cual habla bien de su calidad de comedia. Phillips conoce en lo que es fuerte y aquí lo explota con bastante pericia. Nos ofrece personajes bien trabajados, excéntricos y ruidosos como a él le gustan. En esto ayudan mucho los intérpretes, Miles Teller ("Whiplash") y Jonah Hill ("El lobo de Wall Street") que hacen un buen trabajo de equipo y mantienen a flote el relato. Participa también Ana de Armas ("Knock, Knock") como la novia de David. El guión no es de lo mejor pero sirve para construir un film cómico y de acción que funciona para el espectador promedio. El humor es ácido, adulto y sin tapujos, una buena combinación para mantenerlo entretenido. No es una película trascendental y probablemente en un par de año nos olvidemos de ella, pero para pasar un buen rato y divertirse al ritmo de Todd Phillips está bien.