Creía que luego de la segunda entrega de animales fantásticos la saga estaría muerta, no porque fuese una mala entrega, sino porque tanto la taquilla comos las opiniones no la habían acompañado del todo. A pesar del exceso de Fan Service , defendía al film sobre todo por un carismático Dumbledore interpretado por Jud Law, y que daba un anticipo de una de las tramas más interesantes que podía dejar esta serie, el enfrentamiento entre Dumbledore y Grindelwald. Luego de que si segundo film nos trajo a Jhonny Depp como Grindelwald, se vino la polémica por el cambio de actor. La realidad es que Mads Mikkelsen trae un villano mucho más carismático aunque con un guión que no acompaña al desarrollo del personaje. La trama se concentra en la relación de ambos personajes, dando un anticipo a lo que sería la batalla que nombrada en pasajes de la serie de Harry Potter. Vamos a decir la verdad, los animales fantásticos ya casi no existen, y por más carismático sea Newt Scamander, no supieron que hacer con el , aunque cuente con el momento gracioso del film. Y eso es lo que pasa con el resto de los personajes, no saben dónde están ubicados, sus acciones se vuelven irrelevantes al punto que la cosa podría funcionar si ninguno estaba involucrado, cómo hicieron con Tina, con la excusa que ascendió en su puesto en el ministerio estadounidense, y se la excluyó de toda la trama. Ahora sí, Jud Law y Mikkelsen interpretan con mucha fuerza a aus personajes, y aunque no hay muchos secretos revelados, lo importante es el lazo que había entre ellos y las consecuencias que pueden traer su rompimiento. También el film trae una trama política, pero que está desarrollada tan vagamente. Se llevan a cabo unas elecciones para elegir los líderes de la confederación de magos, por algún motivo Grindelwald está involucrado ahí. Y lo que suceda ahí determinará el futuro del mundo mágico y la relación con los no magos. Básicamente es la premisa, en las que las cosas irónicamente se presentan mágicamente y así se esfuman sin traer consecuencia alguna. Quisiera dar spoilers, pero lamentablemente no los hay, porque en más de dos horas de película, no sucede nada. Bueno, volvemos un rato a Hogwarts. Si hay algo que funciona es toda la factura técnica, contamos con escenas de acción que son muy atractivas visualmente. Además de la aparición de escenarios y criaturas que denotan un buen trabajo desde lo artístico. La vuelta a Hogwarts, por más nostalgia que de, tampoco resulta muy impresionante, aunque se agradece un poco que no haya tanto exceso de fanservice intencional como había sucedido en la entrega anterior. Se esperaba muchísimo más de esta entrega, por lo que suponía la batalla entre dos personajes que resultaba muy atractivo para todos los fans de Harry Potter. El problema fue la idea de querer seguir estirando el chicle, en un conflicto que se podría haber resuelto en este film y que nunca sucedió. La película tiene cosas muy interesantes y no todo es un desperdicio, pero lamentablemente toca decir que su metraje de más de dos horas es aburrido y con una historia que jamás avanza. De no morir acá esta saga, esperemos que le den un buen final al enfrentamiento que todos están esperando. Calificación 4/10
Épica aventura que continúa la saga iniciada tras el cierre de las películas de Harry Potter, y que ya en esta tercera entrega encuentra un vuelo propio en donde la magia, más allá de ser parte de la vida de sus protagonistas, se evidencia en las acciones de estos seres que intentan luchar por aquello que consideran correcto, más allá de sus impulsos.
Tercera entrega de la maltrecha franquicia surgida de la marca Harry Potter. Eddie Redmayne vuelve a ponerse en el papel de Newt Scamander, el experto en animales fantásticos que llegó a escribir un libro que aparece nombrado en alguno de los libros de la saga. Porque sí, JK Rowling se sacó de la manga este spin off que funciona como precuela de la historia central que se contaba en los siete tomos del joven mago. El nuevo proyecto se centraba en Newt, pero en realidad el tema central de esta historia es la de Dumbledore (Jude Law) y su enfrentamiento con Gellert Grindelwald. Quienes son seguidores de Potter saben que el viejo Dumbledore, director de la academia de magia donde transcurren las aventuras originales, venció a Gellert Grindelwald y así llegó a su posición en el mundo de la magia. De entrada, JK Rowlling avisó que el proyecto de Animales fantásticos se iba a extender a lo largo de cinco películas, así que estaríamos por la mitad de todo. Todo esto que acabamos de contar ocurrió antes de la pandemia, así que entre el Covid y otras complicaciones, pasaron casi cuatro años desde la segunda y algo mediocre película de la saga, así que casi nadie se acuerda dónde estábamos realmente. A los problemas del mundo se agregaron problemas personales que derivaron en la separación de la historia de Johnny Deep, quien había dado vida a Gellert Grindelwald (que en la primera había sido interpretado por Collin Farrell) por problemas de casi cancelación. Justamente, sobre cancelaciones debería tratar Animales fantásticos, ya que la propia historia tuvo expresiones desconsideradas sobre el colectivo LGTB+. Lo de las declaraciones desafortunadas de la historia derivaron en varios enojos y el alejamiento de una de las actrices principales de la segunda entrega, que aparece medio a desgano en esta tercera pese a que se suponía que era el interés amoroso de Newt Scamander, nada menos. Todos esos problemas y atrasos terminaron produciendo la aparición de Mad Migkkelsen. Si el villano central de Animales fantásticos fue interpretado en cada película por una actor diferente, así no hay espectador que aguante. Bueno, llegamos a la parte de la crítica en que hay que hablar de la película en sí y dejar de darle vueltas al tema. En esta tercera entrega, Dumbledore y sus fantasmas son protagonistas exclusivos además, claro, de Gellert Grindelwald el villano de quien Dumbledore estuvo enamorado y mantuvo una relación. Ahora el ex se ha vuelto el enemigo, el hombre que quiere destruir la convivencia entre el mundo real y el de la magia. Durante más de dos horas la película trata de volver interesante algo que ya parece agotado y que además se supone que va a tener dos entregas más para contarnos algo que ya sabemos. La trama salta de ciudad en ciudad mareando al espectador que por momentos tiene que ponerse a pensar donde se está desarrollando la historia, hay personajes abandonados, hay “conveniencias” de guión a cada rato y todo se vuelve bastante confuso incluso el momento en que los magos tienen que votar por quien va a ser el que gobierne su mundo. Lo mejor de esta entrega está en manos de Jude Law y Mikkelssen que parecen ser los únicos que parecen tener claro lo que tienen que hacer. Anotemos como curiosidad que en esta entrega de Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore hay pocos animales fantásticos, pero también que una de las mejores escenas tiene a una de esas especies como protagonista. Habrá que ver cómo le va en las salas a esta tercera parte de la saga para saber si van a insistir con las dos películas que faltan. ANIMALES FANTÁSTICOS: LOS SECRETOS DE DUMBLEDORE Fantastic Beasts: The Secrets of Dumbledore. Reino Unido, 2022. Dirección: David Yates. Guion: Steve Kloves, J.K.Rowling. Intérpretes: Eddie Redmayne, Jude Law, Katherine Waterson, Ezra Miller, Jessica Williams, Mads Mikkelsen, Alison Sudol, Dan Fogler, Fiona Glascott, Callum Turner Victoria Yeates. Fotografía: George Richmond. Música: James Newton Howard. Duración: 142 minutos.
Hay películas que parecen malditas desde el principio: entre retrasos de filmación, repentinos cambios de elenco y lo controversial que es su autora; podría parecer que su destino era el fracaso. Sin embargo, este no es el caso de Animales Fantásticos: Los Secretos de Dumbledore, que se estrena esta semana en cines. Cabe aclarar que esta crítica juzgará sólo a la creación, no a la creadora, ya que esa es una discusión para otro momento. Tras un evento que podría cambiar el mundo mágico, y el no mágico también, Albus Dumbledore (Jude Law) le encomienda a Newt Scamander (Eddie Redmayne) y compañía una misión para al fin poder derrotar a Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen) de una vez por todas. David Yates se encargó de dirigir los tres films de la saga, por lo que el concepto visual no cambió demasiado, pero es importante destacar una mejora en los efectos especiales: desde el realismo de los animales que están con Newt hasta los detalles en la magia, todo hace a este film maravilloso de verlo en la pantalla grande. En esta tercera parte parecería que el personaje de Eddie Redmayne le cede un poco (sólo un poco) su protagonismo al de Jude Law. El actor de Sherlock Holmes (2009) entiende el peso de un personaje como Dumbledore y lo maneja con una pureza de alma que se ve claramente durante la cinta. Mads Mikkelsen es un gran actor y su amplia filmografía lo demuestra, pero en este caso, es mejor dejar las comparaciones de lado: Johnny Depp hizo una versión de Grindelwald, y Mikkelsen encontró el suyo de un modo espléndido. El porte, la energía y las escenas con el Dumbledore de Law, logran una composición espléndida por parte del actor de Otra Ronda (2020). Superará muchas expectativas. Más allá que existe la confirmación de dos películas más en la saga de Animales Fantásticos, este logra cerrar varias cuestiones vistas en los dos films anteriores; una decisión acertada por parte de los autores ya que es sabido que estirar por estirar no funciona. Pero lo más sorprendente es que no abre nuevas historias e interrogantes, por ende que el futuro está bastante incierto, o todavía no está escrito. Los Secretos de Dumbledore tiene los elementos para atrapar, entretener, divertir y mantener en vilo al espectador. Siempre deja queriendo más.
En el medio de mil controversias (despido de Johnny Depp y declaraciones transfóbicas de JK Rowling) llegó el dilatadísimo estreno de la tercera parte de Animales Fantásticos. Éste iba a ser el “film bisagra” dado a que la Saga iba a contarse en cinco partes, pero luego de lo sucedido se especula que se cierra aquí una trilogía. La vara (expresión más que acertada en este caso) había quedado un tanto baja con la entrega anterior, así que el veterano Potter-director David Yates la tenía “fácil”. A nivel historia, Rowling ofrece un entramado un poco más interesante, pero el verdadero brillo en la historia -y que opaca a todo lo demás- es la relación entre Dumbledore y Grindelwald. No solo porque son dos personajes potentes y a esta altura uno de ellos muy arraigado a la Cultura Pop, sino que también por darle lugar central a un romance homosexual en un film de fantasía. Y lo que termina de darle jerarquía a esto son las magníficas interpretaciones de Jude Law y Mads Mikkelsen. El villano que hasta ahora era medio soso, resulta interesante gracias al recast y la subtrama. Porque si bien su motivación principal es un calco a la de Voldemort en la saga original, aquí poco nos importa. Lo mismo sucede con Newt Scamander (Eddie Redmayne), que aquí es poco y nada. Asimismo, la expectativa depositada en el personaje interpretado por Ezra Miller no termina de garpar, pero comentarlo bien es spoiler. A nivel técnico y puesta, Yates está en piloto automático desde hace mucho y no innova en nada. En definitiva, es una buena película, más aún si sos Potterhead, pero que no trasciende salvo por lo señalado de la dupla protagónica. Ojalá veamos más de ellos…
La saga de «Animales Fantásticos» ha alcanzado finalmente el ritmo que lleva el mundo real con respecto a su autora, reduciendo considerablemente el rol de J.K. Rowling al de un mero crédito por la «historia». Desafortunadamente, a pesar del acierto de traer nuevamente a la franquicia al guionista Steve Kloves, resulta que Rowling no necesita demasiado para descarrilar lo que debería ser un sencillo éxito y convertirlo en una particular decepción poco sorprendente. ¿Es mejor que la segunda? Sí. ¿Es peor que la primera? Sí. ¿Vale la pena verla? Depende de si tu fanatismo por Harry Potter supera tu amor propio y el valor que le das a tu tiempo. El retorno de Kloves al mundo cada-vez-menos mágico le brinda por primera vez a una película de «Animales Fantásticos» lo que en el mundo del cine llamamos «escenas», un concepto intrigante que Rowling haría bien en investigar. Las mismas estarán atadas por una insipiente trama general que combina lo peor de «uh, que peligro el populismo» y «nada es más fuerte que el poder del amor», pero no hay dudas de que le dan al minuto a minuto la sensación de que hay una narrativa real detrás de esta falsa franquicia. Si uno ve clips de escenas de esta cinta de forma individual, estaría disculpado por pensar que se trata de una verdadera película. El foco de discusión que de todas maneras se lleva todas las miradas es claramente el reemplazo de Depp por Mads Mikkelsen. Lo que a priori es una mejora considerable en la calidad actoral (y una bendición para el PR de marketing) termina no rindiendo de manera considerable. Uno no sabe si el guion tuvo en cuenta el cambio de actores, pero sin dudas que el producto final no logra aprovechar casi en ningún momento al gran actor que es Mikkelsen. Uno incluso se inclina por pensar que no está tan bien casteado en un rol que Depp (mambos aparte) dotaba de cierta… cualidad… interesante. Eso sí, el reemplazo de estrellas no pasó desapercibido para David Yates, que dirige cada una de las escenas con Mikkelsen como debe hacerse: obligando a la audiencia a acercar el oído a un demonio susurrante. ¿Logra ser efectivo? No realmente, pero al menos hay algo en lo que colgar la atención durante las casi dos horas y media de película. Ese sentimiento puede resumir perfectamente la experiencia que dejan «Los Secretos de Dumbledore», casi en igual medida que su genérico título injustificable para todo lo que no sea suplicar por algo de interés. Que tenga sus puntos rescatables hacen que quizás sea aún más decepcionante que ni siquiera llegue a superar a la primera «Animales Fantásticos» como la más decentemente entretenida de esta avalancha interminable de fuentes inagotables de dinero que no benefician a nadie más que a inversores. Creo que sin arriesgarme mucho, el mayor disfrute de este film es el regalo de tener la oportunidad de describirle el clímax del mismo a un alma inocente y mucho más sabia que uno, para compartir ambos la dicha de su absurdo. Esta onceava película en el universo de «Harry Potter» apenas si logra colarse vergonzosamente al final del TOP 10, y la próxima va a tener que ser definitivamente mala para que no pierda su lugar en el próximo e inevitable estreno. Nos vemos en la fila para Harry Potter 12.
Nuevas y viejas bestias se apoderan de la historia Animales fantásticos es una serie de películas basadas en Animales fantásticos y dónde encontrarlos, y surgió un nuevo mundo narrativo que como precuelas mágicas se basa en los personajes creados por la escritora por J. K. Rowling a partir de la exitosa serie de libros Harry Potter, en cuyo primer capítulo tuvo su primera participación como guionista. Warner continúa trabajando sin freno en la saga que evidentemente significa sostenimiento y dividendos. La acción inicial recae en el magizoólogo Newt Scamander, protagonizado por Eddie Redmayne, y luego se divide en el resto de los personajes que le ayudarán a resolver las cuestiones para encontrar a Dumbledore (Jude Law) y definitivamente descubrir los secretos del título. De las acciones derivadas de los personajes tendrá que ver el futuro del mundo mágico y quiénes la dirigirán en adelante, con todo lo que eso significa para los magos y su vínculo con los mugles, en tanto se enfrentan a Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen). La dirección corrió por cuenta de David Yates con Rowling repitiendo en el guion junto a Steve Kloves, a partir de la idea base de la creadora original. Los detalles del film son más o menos simples y compartidos con la saga que le da origen a la historia: el profesor Albus Dumbledore, quien sabe que el poderoso y oscuro mago Grindelwald se está moviendo rápidamente para tomar el control del mundo mágico, es incapaz de detenerlo solo, y le confía al magizoólogo Newt Scamander que dirija un intrépido equipo de magos, brujas y un muggle. Animales fantásticos 3 mantiene un ritmo animado, diversión blanca y sencilla, elenco adaptado y con muchos intérpretes de calidad: Ezra Miller, Dan Fogler, Alison Sudol, Callum Turner, Jessica Williams y Katherine Waterston. El universo de Harry Potter es tan amplio y sus fans tantos que difícilmente se agote de manera rápida todo lo que hay por contar, y del mismo modo se rompa el vínculo con el público adepto.
Particularmente considero que hay tres tipos de películas en cuanto a calificación, muy buenas, muy malas y el resto. De las dos primeras es complicado olvidarlas, quien se puede olvidar de “El Padrino” o “Antes de la lluvia”, “Matar a un Ruiseñor”, “Blow Up” “Gritos y Susurros” entre muchas otras, en un rango o en el otro “Tiburon 4”o “Bolero” con Bo Derek o “Adiós Abuelo” un filme autóctono que daba vergüenza, el resto pasa sin pena ni gloria, así de rápido se olvidan. Esta tercera entrega esta precedida por dos dentro de esta calificación, casi que se podría agradecer no recordarlas. La diferencia radicará en que no va a ser tan factible que suceda lo mismo con la presente. Partiendo de la base que se ofrece como una gran mezcla complicada de exponer con claridad, por momento parece inmanejable, esgrimiendo temas para adultos atravesados por fantasías infantiles. Demasiados personajes y tonos que se apartan de cada giro dramático posible, difíciles de cohesionar. Esta nueva incursión encuentra al mago zoólogo Newt Scamander (Eddie Redmayne) junto a un grupo suelto de amigos (que incluye brujas, magos y lo que necesite el supuesto heroe) en la búsqueda del malvado mago Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen). Cuentan con la ayuda de su desconsolado ex, Albus Dumbledore (Jude Law), ¿Que interés narrativo y estructural tiene el hecho que hayan sido pareja? Las cosas se complican aún más por el control de Grindelwald sobre el sombrío huérfano Credence Barebone (Ezra Miller) y Queenie Goldstein (Alison Sudol). La encantadora alegría de toda la clasificación de criaturas mágicas esta en contraposición a una oscuridad latente en un mundo dividido. Grindelwald quiere nada menos que una guerra mundial que enfrente a los mágicos contra los muggles, creando una subordinación de la película sobre imágenes nefastamente nazis, como una serie de marchas sobre Berlín y el ascenso de un líder infame, lejos de amenizar el texto, aburre. Aunque las escenas de batallas estén admirablemente montadas, cargadas de CGI, y que al menos adicionan algo de gracia a la acción. Igualmente los excesivos 140 minutos se tornan aburridos, pues todas esas subtramas aplicadas sin desarrollo, resolución ni injerencia con la trama principal terminan por generar hastío. Si algo podría haber sostenido esta producción, esto recaería en las actuaciones, sin embargo las mismas son demasiado desparejas, de la muy buena ofrecidas por Jude Law y Mads Mikkelsen a la repetida aparición con el mismo gesto, casi ridículo, de Eddie Redmayne, no solo aquí, en todas sus películas, en una daba bien con el personaje y se ganó un premio de la academia. El resto casi de relleno. Rowling parece querer manipular a los incondicionales de la manera más sutil posible, construyendo historias que requieren conocimiento previo para apreciarlas por completo. Pero ni en este caso podrán satisfacerse. Los no adoctrinados se confundirán; los admiradores, se decepcionarán.
El universo de Harry Potter, con sus secuelas y precuelas, se sabe único y particular, como también incondicional para sus fans más acérrimos. Suerte de miembros de una logia, que llegan al cine disfrazados, gritan, lloran o se emocionan, viendo mucho más allá de lo que ofrece la pantalla. Con semejante entorno es muy fácil sumarse al tren del entusiasmo y celebrar cada logro de Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore con fervor. Sin embargo cuando se apaga la pantalla y baja el frenesí, salen a la superficie algunos problemas que conspiran con la que podría haber sido la mejor película de la saga. La trama de esta tercera entrega comienza algunos años después de los acontecimientos de la película anterior. Gellert Grindelwald (ahora interpretado por Mads Mikkelsen, luego de la salida por la puerta de atrás de Johnny Depp) está más decidido que nunca a liderar el mundo mágico, esta vez a través de elecciones, y mediante la manipulación de un Qillin bebé, animal mágico parecido a un ciervo que puede señalar a aquel que tenga condiciones para convertirse en un líder honesto, sabio y justo. En un desesperado intento por detener a Grindelwald, Albus Dumbledore (Jude Law al que, a pesar del título se lo ve bastante poco) reune a un grupo de viejos conocidos: Newt Scamander (Eddie Redmayne), su hermano Theseus (Callum Turner), Jacob Kowalski (Dan Fogler), Yusuf Kama (William Nadylam), Lally Hicks (Jessica Williams) y Bunty (Victoria Yeates); en otras palabras, todos los que tuvieron cierta relevancia en el film anterior. Con un punto de partida bien asentado gracias a las películas precedentes -especialmente la segunda-, todo hacía suponer que esta nueva entrega llevaría la historia a un nuevo nivel, pero no. La decisión de poner el acento en los aspectos más personales del profesor mago, como por ejemplo su interés romántico hacia Grindelwald, como así también en subtramas menores que no logran concitar mayor interés (la relación interrumpida de Jacob con Queenie, el trauma de Credence por sentirse abandonado por su propia sangre), termina ofreciendo un producto vistoso pero plano, llevadero pero carente de golpes de efecto. Sin embargo hay cosas que rescatar. El binomio de J.K. Rowling y Steve Kloves en el guion, al que se suma David Yates en la dirección, es garantía para que el “universo Potter” este cabalmente representado, con referencias, guiños y una puesta en escena en la que el fan podrá sentirse “como en casa”. Se agradece y se disfruta. También en la columna de lo positivo está el trabajo de Mads Mikkelsen, cuya composición de Grindelwald se aleja de la extravagancia de Depp, ofreciendo un villano más contenido, y a la vez mucho más interesante. Las dos escenas más importantes que protagoniza con Law -una al inicio y otra sobre el final- son los mejores momentos del film, con un diálogo mínimo que da lugar a un ida y vuelta de miradas y gestos, repleto de matices y sobreentendidos. Ni tanta aventura, ni tantos animales, ni tan fantásticos. A casi cuatro años del estreno de Los crímenes de Grindelwald, Los secretos de Dumbledore mantiene viva la llama de la franquicia. Pero más que aportar elementos nuevos de cara a las supuestas dos continuaciones por venir, se contenta con cerrar aquellos cabos sueltos que habían quedado abiertos. Una verdadera lástima.
La famosa autora de Harry Potter, la inglesa J.K. Rowling, es como el rey Midas, todo lo que toca lo transforma en oro. Así, de Animales fantásticos y dónde encontrarlos, un supuesto "libro de texto” que se usaba en el colegio Hogwarts de magia y hechicería, surgió la pentalogía de películas cuya tercera entrega se estrena este jueves 14 de abril. El principal misterio o secreto que rodea a esta historia está revelado al comienzo del filme y confirma lo que ya se había anunciado de forma pública durante el rodaje, de manera que permítase el spoiler. El profesor Albus Dumbledore (Jude Law) es gay, y estuvo envuelto en una relación con su archienemigo, el poderoso mago oscuro Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen), con quien mantiene un pacto de sangre. Curiosa revelación cuando en ninguna de las antecesoras del universo Potter, ni en las dos primeras cintas de esta saga, se hacía mención sobre la condición sexual del protagonista. Hagamos acá un paréntesis para aclarar que Mikkelsen, notable actor danés, de largometrajes como la premiada Otra ronda, que también representó al villano de Casino Royale apodado Le Chiffre, y Hannibal Lecter en la serie homónima, reemplaza a Johnny Deep; quien primero asumió el rol en Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald. Se sospecha que semejante decisión, tomada por el estudio cinematográfico, obedece a las acusaciones de violencia de su expareja, Amber Heard, y a perder el juicio por difamación contra el tabloide sensacionalista británico The Sun. Regresemos a la historia; como las fuerzas del mal que domina Grindelwald, son un fuerte enemigo, Dumbledore le pide a su ex discípulo, el magizoólogo Newt Scamander (Eddie Redmayne), que convoque a un grupo de magos y brujas entre los que están su hermano Theseus (Callum Turner), Yusuf Kama (William Nadylam) y el valiente e ingenuo panadero Jacob Kowalski (Dan Fogler), para una peligrosa misión. El objetivo es claro: frenar el creciente poderío del hechicero malvado, quien utilizó sus encantos para convencer a todos los colegas que debe ser elegido su líder y así poder aplastar a los muggles (seres humanos que no tienen ninguna habilidad mágica). Soplan vientos de guerra y el avance del villano que logra ver el futuro, encuentra eco en la sociedad y el avance de los populismos en nuestra historia contemporánea. Un poco larga, tal vez Pese a los buenos oficios del director David Yates (dirigió cuatro películas del cosmos Potter y las dos primeras de Animales...), a los deslumbrantes efectos visuales y al buen nivel de todo el elenco, el ritmo se ralentiza un poco en el transcurso de las 2 horas y 23 minutos de duración; quizás fruto de la excesiva y variada cantidad de personajes que aparecen en la trama. Redmayne demuestra que es un actor todo terreno, capaz de sortear la marcación aniñada de su criatura; Law impone presencia y oficio; Mikkelsen transmite una malignidad refinada y Fogler despierta ternura ante su impericia en el manejo de la varita mágica que recibe como regalo.
Texto publicado en edición impresa.
Dejando un poco de lado el protagonismo de los encantadores animalitos mágicos que protege el famoso magizoólogo Newt Scamander (Eddie Redmayne), esta nueva entrega se centra más en la historia entre el oscuro mago Grindelwald (ahora interpretado por Mads Mikkelsen), y el luminoso Albus Dumbledore (Jude Law). Dos caras de una misma moneda, el ying y el yang… unidos por un amor aquí declarado (con conjuro de sangre incluido), y separados por la muerte de Ariana Dumbledore (hermana de Albus). Lo cierto es que el mago blanco sabe de las intenciones de su némesis para ser cabecilla del Ministerio de la Magia, y así dominar el mundo. Por lo que convoca a un pequeño equipete para tratar de detenerlo, que incluye hasta el muggle Jacob Kowalski (Dan Fogler); y también para proteger a un animalito divino (literal) que tiene el don de captar a las almas bondadosas, y que es nada menos quien elige a los futuros líderes de la comunidad mágica. Con un plan (supuestamente) improvisado, la troupe hará lo imposible para lograr su cometido. Otro de los misterios develados de la nueva entrega, son los orígenes de Credence Barebone (Ezra Miller) fuertemente vinculado a los Dumbledore. Lo cual va a traer un poco de sosiego a este muchacho tímido y atormentado, que solo busca amor, y que debido a su resentimiento desarrolló una fuerza parasitaria temeraria. Con una historia en transición, la película tiene sus aciertos y desaciertos. La narración fluye, sobre todo al principio, y nos involucra. O sea, el arco dramático es atractivo, así como esa ambientación con ecos de pre guerra, que en los momentos políticos alude directa y estéticamente a la propaganda fascista. Pero más allá del acertado despliegue técnico y el buen ritmo, toma decisiones apresuradas a la hora de cerrar historias debido a la cantidad de personajes potentes que entran en juego. Cada uno tiene un pasado interesante, con mucho por descubrir y esto se diluye en espasmódicos momentos. Animales Fantásticos: Los Secretos de Dumbledore, cual soup opera, habla sobre el amor, sobre los vínculos, sobre la traición… y también deja al propio Newt Scamander algo desdibujado, situándolo la saga que lleva su nombre en un papel secundario. La duda que queda flotando es si es un giro de la trama intencional.
"Animales fantásticos: el secreto de Dumbledore", se queda corta Da la impresión de que la tercera película de la saga sumará una o varias capas de sentido a las habitualmente mecánicas historias de Rowling. Pero no. Años atrás el sello Marvel inventó una forma de explotar sus franquicias de modo más extensivo y sistemático gracias al verso del Multiverso, mundo aparte integrado por todos los superhéroes del sello. J. K. Rowling, siempre ambiciosa de más y más libras in the pocket, no le fue en zaga y creó el Wizarding World (Mundo de magos), integrado por las ocho Harry Potter y, con ésta, tres de la saga Animales fantásticos. Más las que vendrán, obviamente, que para eso se creó este mundo. La serie Animales fantásticos es, como se sabe, una precuela de aquélla. A falta de Daniel Radcliffe tiene por nuevo héroe a Newton "Newt" Scamander, “magizoólogo” tímido y adolescentón, empleado del Ministerio de Magia. Más o menos lo que sería Harry Potter a los veintilargos. Parte de los otros personajes de la serie Harry se prefiguran aquí, incluido el gran Credence Barebone. Las historias tienen lugar un siglo atrás, pero los personajes tendrán apenas unos 40 años menos que en Harry Potter. Bué, licencias cronológicas de la Sra. Rowling. Coproducida por la propia J. K. y con ella escribiendo el guion a cuatro manos junto a Steve Kloves (guionista de Los fabulosos Baker Boys y seis de las ocho Potter), vuelve a dirigir David Yates, en cuyas manos estuvieron las tres últimas Harrys y las dos primeras Animales. Y basta de datos, que ya abruman. El secreto de Dumbledore arranca bien, con la formación de una simpática suerte de Armada Brancaleone. La misión, encargada por un cuarentón Dumbledore (Jude Law) consiste en impedir que el villano Grindelwall logre la eternidad (los pómulos cuadrados, alla Jack Palance, y la nariz drásticamente serruchada, hacen de Madd Mikelsen un malo que siempre “garpa”). La “armada” está compuesta por Scamander (Eddie Redmayne) y entre otros y como corresponde, un estadounidense y una mujer y un hombre negros. El personaje más empático y logrado de esta tercera parte es el último miembro, Jacobo Kowalski (Dan Foggler, excelente). El judío Kowalski es un muggle aparentemente cobardón, un hombre común, que a la hora de los bifes no se esconderá debajo de su delantal de panadero. “El mundo se está desmoronando”, dice alguien por allí. Y, mirando a cámara (es una subjetiva de uno de los personajes), “vos tenés que ayudar a salvarlo”. Guau. ¿El Wizard World como reflejo del mundo contemporáneo, incluyendo una apelación al espectador que casi casi rompe la cuarta pared? Buen comienzo, reforzado por un viaje a Berlín, donde el führer Grindelwald asienta sus reales (el año es 1932, pleno ascenso de Hitler). Da la impresión de que la tercera Animales sumará una o varias capas de sentido a las habitualmente mecánicas historias de Rowling. Pero no, la cosa llega hasta ahí, porque pronto sobreviene una como las de superhéroes, con muchos combates entre el Bien y el Mal, una o dos ciudades hechas pelota gracias a sus superpoderes, y un notorio exceso de varitazos (pongámosle que se les diga así a los golpes de varita). Habiendo soportado un escandalete por sus declaraciones contrarias a la identidad trans, Rowling intenta contrarrestarlo, haciendo de Dumbledore y Grindelwald dos ex novios. Teniendo en cuenta que Redmayne ya lució un vestido en The Danish Girl, en cualquier momento Newton Scamander se convierte en Newta.
Llega a nuestros cines la tercera entrega de esta saga precuela a Harry Potter; y para serles honesto, me cuesta entender cómo después de tres películas, aún no logran encontrarle la vuelta a una franquicia que cada vez se siente más hecha para sacarle plata a los fans, que algo hecho porque si tenían una historia que contar. Veamos todo lo que salió mal en Animales Fantásticos: Los Secretos de Dumbledore. Tiempo después de que Grindelwald comenzará a formar su equipo para la guerra contra los muggles, surge la posibilidad de que se presente como candidato para hacerse con el control del Ministerio de Magia. Solo un grupo armado por el propio Albus Dumbledore podrá detener la posible guerra entre magos y humanos comunes y corrientes. La trama puede parecer interesante, si se la toma como una sinopsis de lo que todo pasa. Pero no, literalmente eso es todo lo que sucede en Animales Fantásticos: Los Secretos de Dumbledore, haciendo que esas casi dos horas y media se estiren hasta el hartazgo, siendo sobre todo la primera hora un sopor para aquellos que no se dejan obnubilar por el mundo donde sucede la historia, y busca justamente, una historia interesante más allá de los poderes y criaturas mágicas que viven en ese universo. A esto hay que agregar que de nuevo el título de la película se siente bastante injustificado. Y si, ya sé que todos están pensando en el chiste fácil sobre el secreto que tiene Dumbledore, pero hablando en serio, cuando se revela de verdad que es eso que tenían escondido, se siente bastante superficial; como algo que se podría haber arreglado si los personajes se hubieran sentado a hablar y ya; en lugar de que todo desencadene con magos queriendo matar a otros magos en plena calle muggle. Pero, Animales Fantásticos: Los Secretos de Dumbledore no es un desastre total, aunque estuvo cerca. Como una de las pocas cosas rescatables, podemos decir que por fin alguien se dio cuenta la calidad actoral con la que se contaba. Eddie Redmayne, Jude Law o Mads Mikkelsen se lucen en sus personajes, sacándole hasta la última gota de jugo a un guión que, para ser honestos, no los ayudó demasiado. Acá se puede ver como buenos actores logran salvar una historia bastante pobre. Lo otro a destacar, son los efectos especiales. Si, sabemos que estamos ante una gran megaproducción de Hollywood y lo mínimo que se le puede exigir es que el CGI esté a la altura. Pero ya vimos en casos recientes que esta regla no siempre se cumple; así que cuando los efectos digitales están bien logrados, hay que decirlo. En conclusión, Animales Fantásticos: Los Secretos de Dumbledore es una mala película, y eso no se puede negar sean fans del mundo mágico o no. Que sea menos mala que sus predecesoras, no le da demasiado merito…
Luego de las dos primeras entregas de `Animales fantásticos' llega a los cines la tercera película que forma parte de la saga creada por J.K Rowling y que mantiene a los fanáticos de Harry Potter muy al acecho de cada entrega. En esta oportunidad la historia se centra, por un lado, en los secretos de un joven Albus Dumbledore, interpretado por Jude Law, y por otro lado, en el ascenso al poder (y lo que eso implica) del malvado Grindelwald (Mads Mikkelsen). Los animales fantásticos de Newt Scamander, las aventuras y desafíos, el humor y los duelos mágicos que caracterizan a este tipo de películas también se encuentran presentes. El poderío de Grindelwald está en ascenso, más allá de los crímenes atroces que cometió, tiene un plan armado para alcanzar la victoria en las próximas elecciones de la Confederación Internacional de Magos y así convertirse en la personalidad más importante del mundo mágico. Dumbledore, ligado a Grindelwald a través de un secreto que se revela apenas comienza la película y que no vale la pena spoilear, también tiene un plan para lograr que triunfe el bien y para ello convoca a Newt Scamander (Eddie Redmayne), protagonista también de las anteriores entregas de la saga; su hermano Theseus (Callum Turner), Eulalia Hicks (Jessica Williams) y al atrevido y gracioso panadero Jacob Kowalski (Dan Fogler). El ecléctico equipo liderado por Dumbledore deberá seguir un plan lleno de riesgos y desafíos, e incluso duelos con el ejército de Grindelwald para cuidar a una criatura poderosa llamada Quinill, fundamental para detener el plan siniestro de Grindelwald. El director David Yates toma los elementos típicos de este tipo de películas y los amalgama de forma tal que nunca deja de ser entretenida. Desde el comienzo los efectos visuales del mundo mágico captan al espectador y mantienen su atención durante el desarrollo del filme. Cada personaje está muy bien delineado, y en esta oportunidad los seguidores de `Harry Potter' y de `Animales fantásticos' pueden conocer aún más sobre la historia de Albus Dumbledore, su pasado y los secretos que no habían sido revelados antes. Un personaje muy fuerte, vinculado a la bondad y a la sabiduría, y sobre el cual aquí se revelan otros aspectos desconocidos. ESPECTACULARIDAD Los efectos visuales y la fotografía son impecables, desde cada animal fantástico que aparece hasta las escenas de duelos entre los magos. Todo lo que sucede en la pantalla es de gran espectacularidad y disfrute. Yates utiliza en dosis justas los variados recursos técnicos a su disposición. La película también se sostiene por una trama bien construida y actuaciones notables. La dupla de Jude Law y Mads Mikkelsen es muy sólida; ambos actores se hacen cargo con mucho compromiso de roles que poseen una carga emocional muy fuerte. Lejos de subestimar a sus personajes, los interpretan con profesionalismo. Una dupla de lujo para esta entrega. `Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore' es puro entretenimiento y disfrute de comienzo a fin, una película muy bien lograda en todos los aspectos.
Si uno se abstrae totalmente de los problemas que rodearon a esta película ( la cancelación de Johnny Depp, los escándalos de Ezra Miller, las declaraciones anti-trans de Rowling) se puede sumergir como un espectador gozoso de esta tercera entrega de los animales fantásticos que si bien es un poco larga, ( dos horas, 22 minutos) se parece nostálgicamente la una de Harry Potter, que tiene todos los elementos de calidad de los rubros técnicos, efectos y criaturas muy logradas, para entretenernos lúdicamente. El guion que la Rowling escribió con Steve Cloves, relega a un segundo plano al personaje de Eddie Redmayne, Newt Scamander con su eterna bondad, y se centra en los personajes de Dumbledore (Jude Law) y Grindelwald (Mads Mikkelsen) mucho más ricos y sorpresivos. Ellos fueron amantes en el pasado y un pacto de no agresión le ata las manos al futuro director de colegio de magos. También esa lucha del bien y del mal se nutre de datos históricos, Dumbledore defiende la integración y la democracia y Grindelwald vira hacia un nazismo evidente. El peligro no solo envuelve al mundo mágico sino también al común de los mortales. Y además por los poderes de adivinación del villano el equipo del bien se las debe ingeniar en improvisar, hacer lo opuesto a lo que parece y enfrentar peligros cada vez mayores. La fotografía, el vestuario, los escenarios reales o recreados, los efectos, tienen un nivel de excelencia técnica. Las actuaciones están a tono.
Animales Fantásticos – Los secretos de Dumbledore: El final de un nuevo comienzo El mundo mágico está de parabienes y un enamorado Dumbledore lo sabe Finalmente se estrena (¡y en salas!) la tercera parte de la nueva saga desprendida del Wizarding World de J. K. Rowling, otrora creadora de Harry Potter. Lo que arrancó como la adaptación de un libro sobre criaturas mágicas se volvió una precuela al estilo Star Wars… ¡sean bienvenidos y bienvenidas a Animales Fantásticos: Los secretos de Dumbledore! ¿De qué va? El profesor Albus Dumbledore (Jude Law) sabe que el poderoso mago oscuro Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen) entró en acción para apoderarse del mundo mágico. Dado que no puede detenerlo solo, le pide al magizoólogo Newt Scamander (Eddie Redmayne) que lidere un grupo intrépido de magos, brujas y un valiente panadero muggle hacia una peligrosa misión, en la que encontrarán animales nuevos y conocidos y se enfrentarán a la creciente legión de simpatizantes de Grindelwald. Pero si hay tanto en juego, ¿cuánto tiempo podrá mantenerse al margen Dumbledore? Durante siete extensos libros (sobre todo los últimos), el universo del mago más famoso abrió líneas que mostraban que había MUCHO MÁS allá del enfrentamiento con Voldemort. Sobre todo en el pasado. ¿Y qué mejor que sacar más dinero yendo allí? Como en el anterior episodio, el protagonismo se reparte entre Newt Scamander (Eddie Redmayne) y Albus Dumbledore (Jude Law), con el agregado de una suerte de “Fuerza de choque mágica” entre los variopintos personajes que fueron ganando su espacio como secundarios de valor en la saga. Todo se desprende de lo sucedido en la anterior película cuando Gellert Grindelwald (ahora interpretado por Mads Mikkelsen) le declara la guerra al mundo muggle y mágico por igual. Claro que, como toda facción déspota de derecha, va a tener ayuda en ciertos lugares de poder político que harán resquebrajar los cimientos en toda la comunidad mágica. Las otras dos líneas argumentales que involucran a Dumbledore son: su historia de amor con Grindelwald y el origen de Credence Barebone (el hoy polémico Ezra Miller). La primera está muy bien trabajada, no es burda ni remarcada y permite darle un backend interesante a los personajes. Hubo países orientales que censuraron segundos de una de esas escenas donde vemos la relación tortuosa y pasional de ambos. ¿La segunda? Bueno, hay una explicación y podemos decir que es satisfactoria… pero al ser explicada tan inicialmente hace perder fuerza al personaje de Credence, que desaparece bastante durante el relato. No tanto como otros… Los animales fantásticos tienen menos participación (fueron reduciéndose desde la anterior), pero son importantes para el desarrollo y sobre todo el clímax de la historia. Aunque, los y las amantes de la saga van a querer haber visto más de los que acompañan a Newt, ya cada vez que aparecen llenan la pantalla de ternura. ¿Y Tina Goldstein (Katherine Waterston)? Aquella que una vez fuera protagonista de la primera película junto a Newt, y que luego bajó su participación en la segunda, desaparece de un plumazo en esta tercera parte. Consecuencia -seguramente- de haberse proclamado en contra de los comentarios de odio trans que profirió J. K. Rowling y que demuestran el poder de ésta en el monopolio de Warner. Quien escribe esto jura y perjura que la única escena en donde aparece e interactúa (al final) es CGI completo. Les invito a que la vean y saquen sus conclusiones. Luego de una segunda parte muy floja, Animales Fantásticos: Los secretos de Dumbledore se configura como una película mejor contada y entretenida que su antecesora. Es una suerte de heist movie (el sub-género de robos producidos por un grupo de gente con diferentes talentos) que aprovecha las reglas del mundo mágico para tirar sobre el lienzo de la pantalla luces de colores y sorpresas al por mayor. También ofrece easter eggs para los amantes de la saga original del mago que sobrevivió y SOBRE TODO lo tiene a Jude Law, uno de los mejores actores actuales, al que se le cree todo.
Hasta ahora, las tres entregas de Animales fantásticos, dirigidas por David Yates y escritas por J. K. Rowling, mantienen un alto nivel de espectáculo. La primera es mejor que la segunda y esta es un poco mejor que la tercera. Sin embargo, el resultado general de esta tercera parte, Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore, es tan satisfactorio como el de las anteriores, sobre todo para los fanáticos del mundo creado por la autora de Harry Potter. El ritmo sigue siendo arrollador, las escenas en las que entran en juego los efectos especiales son un prodigio de cine de aventuras, las actuaciones y los personajes rinden en la historia, y la saga continúa sus pasos firmes por las décadas anteriores al surgimiento del joven mago de Hogwarts, a modo de precuela expansiva del mundo mágico. La dirección de Yates está atenta a los mandatos del universo de Rowling y entrega una tercera parte cargada de momentos emotivos, aventuras peligrosas, nuevos animales estrafalarios (como el qilin) y enfrentamientos inesperados, en un contexto de entreguerras que se puede leer como un paralelismo de la historia del siglo 20, en el que es muy fácil ver al mago oscuro interpretado por Mads Mikkelsen como una suerte de Hitler hechicero. Si bien las actuaciones son correctas, hay algunos personajes que necesitan más convicción para funcionar mejor en la trama. Por ejemplo, reemplazar a Johnny Depp por Mikkelsen en el papel de Gellert Grindelwald es un cambio riesgoso, ya que la identificación de Depp con el personaje es muy fuerte. Además, a la interpretación de Mikkelsen le falta el pulso malvado que tenía la de Depp. En cuanto a Albus Dumbledore (Jude Law), personaje central de esta entrega, hay que decir que devela los secretos que se intuían en la segunda. Era sabido que el pacto de sangre que hizo con Grindelwald tenía que ver con la intimidad de ambos. Pero el secreto mejor guardado de Dumbledore resulta tan forzado como oportunista, y este es uno de los puntos débiles de la película, ya que la corrección política parece estar más para tranquilizar la conciencia culposa de Rowling que para satisfacer una necesidad del guion. La película también flaquea cuando quiere hacer de Dumbledore un personaje excesivamente bueno, que nunca ataca, ni agrede, ni hace daño, sino que se defiende, se protege y hace el bien, aunque el enfrentamiento final muestre lo contrario. Y sus otros personajes principales, como el magizoólogo Newt Scamander (Eddie Redmayne) y Jacob Kowalski (Dan Fogler), entregan más de lo mismo. Ya sabemos que Jacob es el simpático panadero muggle que hace gracia con sus intervenciones (características que ya no producen el mismo efecto). Lo mismo con los titubeos tímidos de Newt, quien aquí también se pasa toda una película intentando declararle su amor a Tina (Katherine Waterston). Por lo demás, Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore cumple con los amantes de la literatura de Rowling y con las exigencias del cine mainstream de género, que sabe que no tiene que fallar en su obligación de entretener. Yates y Rowling demuestran que, a pesar de algunos cambios importantes, la saga funciona gracias al atractivo de sus bestias fantásticas (que se ganan la atención cada vez que aparecen), al encanto de sus personajes y a las posibilidades que da ese mundo lleno de historias extraordinarias.
MUCHO TRUCO, POCA MAGIA Si Animales fantásticos y dónde encontrarlos lograba eludir buena parte de los riesgos que implicaban ser un spinoff de la saga de Harry Potter y crear un mundo propio dentro de ese universo gigantesco; Animales fantásticos: los crímenes de Grindelwald se mostraba demasiado necesitada de recurrir a personajes emblemáticos y presentar conflictos a resolver en entregas futuras, lo cual reducía su propio potencial. Lo de Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore no deja de tener sus rasgos llamativos, ya que es una película repleta de contradicciones: tiene la marca autoral de J.K. Rowling, aunque se nota la intervención de Steve Kloves; quiere construir algo propio y al mismo tiempo se muestra dependiente de otros materiales; es coral en su estructura narrativa y a la vez focalizada en un solo personaje; cierra conflictos hasta cierto punto, pero dejando puertas abiertas. Eso la deja en una mitad de camino interesante y a la vez insatisfactoria. Ya la primera secuencia -un diálogo entre Dumbledore y Grindelwald plagado de tensiones- es un indicador a futuro de las ambiciones, virtudes y limitaciones del film. Es una escena filmada con una elegancia cercana al drama británico más académico, que se muestra sutil para explicitar algunos conflictos íntimos y a la vez demasiada explícita, aunque el tono medido de los diálogos y las actuaciones de Jude Law y Mads Mikkelsen -que está perfecto a lo largo de toda la película- la lleva a buen puerto. Son unos minutos donde el estallido se insinúa, pero no se llega a concretar, lo cual, sumado al romanticismo trágico que la sobrevuela, la aleja de las tonalidades habituales del mainstream hollywoodense. Allí se abren tramas y subtramas enmarcadas en una lucha de poder, donde Grindelwald va progresivamente alineando gran parte de las fuerzas mágicas de su lado con el objetivo de impulsar una guerra total contra el mundo muggle, mientras Newt Scamander (Eddie Redmayne) es reclutado por Dumbledore como parte de un pequeño escuadrón que intenta impedir que esos planes se concreten. Si Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore quiere ser una reflexión sobre las diferentes facetas trágicas del amor, también se adentra en el territorio del thriller político y de espías, sin dejar de lado la aventura de descubrimiento y el humor físico. Sin embargo, son las últimas dos facetas las que finalmente funcionan mejor, aunque paradójicamente tengan el menor espacio. El film incurre en demasiados subrayados en su intento de alegoría sobre el nazismo, con Grindelwald queriendo erigirse en una especie de Hitler que impulsa su causa racista mediante engaños discursivos e intrigas palaciegas de diverso calibre. Al mismo tiempo, en su afán por darle visibilidad a ese personaje legendario que es Dumbledore y sus tortuosos “secretos”, les resta protagonismo a los demás personajes, especialmente Newt, que básicamente no tiene un recorrido propio, por más que protagonice un escape que es una de las secuencias que mejor combinan suspenso y comedia desde el cuerpo. Esos “secretos”, que amagan con ser decisivos, se revelan demasiado rápido y no tienen tanto peso en la narración. Aunque tiene unos cuantos pasajes entretenidos y algunos climas atendibles, a Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore se le nota mucho que no tiene al mando a un realizador con personalidad en la puesta en escena, pero también que su guión tiene poco para contar. O más bien, que quiere narrar unas cuantas cosas, pero al que le falta inventiva para llevar su propuesta a fondo y capturar la atención del espectador desde el asombro por lo que se ve. Apenas si despliega muchos trucos de los que solo unos cuantos dan en el blanco y las resoluciones dejan bastante que desear. Eso sí, le alcanza para confirmar que Jacob Kowalski, ese muggle que todo el tiempo está descubriendo algo que lo maravilla y que es un abanico de emociones a cada paso, es un bellísimo personaje, al cual Dan Fogler interpreta de manera estupenda. En él vemos lo que esta saga puede ser, aunque el balance general de los tres films -hay que ver si esto sigue- y de esta película en particular sea apenas discreto.
Ya se encuentra en cartelera "Animales fantásticos, Los Secretos de Dumbledore" la tercera entrega del universo fantástico que narra historias previas al mundo mágico de Harry Potter . Este tercer largometraje es dirigido nuevamente por David Yates (quien estuvo a cargo también de las dos entregas anteriores y de cuatro filmes de la saga de HP) y escrito por JK Rowling, y en esta ocasión a diferencia de sus predecesoras se suma a la escritura Steve Kloves y eso quizás lo que otorga una positiva diferencia al relato. En esta tercera parte de Fantastic Beasts conoceremos las intrigas entorno al pasado entre Dumbledore (Jude Law) y Grindelwald (ahora interpretado por Mads Mikkelsen, tras la expulsión de Johnny Depp), y el origen de su rivalidad , sorpresivamente proviene de una relación sentimental entre ambos. En dicho sentido, resulta positivo y sorprendente que en un universo masivo y apuntado hacia jóvenes se incluya en a trama un vínculo homosexual, aunque también bastante a tono con la corrección política actual. Por otro lado, hay que destacar lo que se considera es lo más atractivo de esta saga la ternura, simpatía y belleza de las criaturas encontradas y cuidadas por Newt Scamander (Eddie Redmayne), sobre todo el inicio del film, que salvando las distancias, remite a "Bambi" (1942) pero de forma más esperanzadora. Las dos entregas anteriores estaban bien encaminadas aunque carecían de acción y la segunda sobretodo de dinamismo. En cambio, esta tercera entrega sube el nivel al tener más ritmo y resulta mucho más entretenida, cautivando al espectador de principio a fin, si bien al final le falta más acción y sorpresa. Por último, al igual que la 2, el Villano es poco aprovechado, a pesar de que Mikkelsen es un actor que ya con un solo gesto logra ser temerario. El bando de los villanos se representa como es habitual en el cine mainstream con referencias al orden Nazi y soviético. De igual modo Credence (Ezra Miller) queda algo desdibujado en la trama. En conclusión, es una propuesta atractiva porque constantemente pasan cosas a nivel de la intriga.
Vivimos en una época donde el fandom se ha apoderado de todo el cine taquillero. Esto no es un juicio de valor sobre el cariño que los espectadores desarrollamos por algunas historias, sino la imposibilidad de obtener espacios más allá de estos grupos. Se podría decir que las franquicias son como equipos deportivos. La diferencia es que uno puede pertenecer a varios. Los fanáticos parecen gritar, frente a cada estreno de su saga favorita, que aunque jueguen mal y pierdan por goleada, igual seguirán alentando. La mirada crítica se anula. La era del streaming ha traído un fenómeno parecido con las series. Ya no solo se festeja la película, se festeja el tráiler y se escriben notas acerca de cuándo llegará ese tráiler. Los fanáticos, por razones obvias, conocen a fondo cada detalle de sus sagas y siempre encontrarán motivos para ser parte. Es su mundo, no pasa nada. ¿Pero qué queda para el resto de los espectadores? ¿Cuántas películas hay que ver para que Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore (Fantastic Beasts: The Secrets of Dumbledore) tenga sentido? Cuánto más cine se ve, más se aprende, no hay reclamo en eso, pero aquí se trata de un conocimiento muy específico. Es como leer un tomo suelto de una serie de novelas. Un tomo que no tiene ni comienzo ni final y cuya vida independiente del mundo Harry Potter es cero. Animales Fantásticos y dónde encontrarlos (Fantastic Beasts and Where to Find Them, 2016) era justamente lo contrario. Una película independiente, bien narrada, con humor, grandes personajes y una producción espectacular. Incluso para quien no había visto un solo segundo de los films de Harry Potter la historia funcionaba muy bien. La segunda parte fue un evidente desastre y todo el encanto del film original se perdió en esa catástrofe. La tercera parte que se estrena ahora es un intento de reencausar la saga, con esperanza de poder hacer dos películas más. La sola idea de que exista el proyecto debería ser motivo suficiente para no ir a ver este nuevo título. Ya sé que el cine de hoy no funciona así, pero que lindo hubiera sido si se hubiera terminado con el primer largometraje. El magizoólogo Newt Scamander (Eddie Redmayne) queda un poco desdibujado frente a la presencia estelar del profesor Albus Dumbledore (Jude Law) y el poderoso mago oscuro Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen). Dumbledore y Grindelwald pasaron del amor al odio y hoy se han convertido en enemigos. Está en juego el mundo mágico y los héroes deberán luchar contra los villanos. La estructura central de la historia está dada por los dos personajes mencionados, el resto son el complemento de la pelea entre ellos. Hay toda una trama política que no tiene tanto rigor como para ser tomada como una alegoría del presente. Es raro todo el costado de las elecciones que aparece en la película, algo que la hace más larga y menos divertida. Hay, sí, un número importante de animales fantásticos que incluye a los queribles Niffler y Bowtruckles. El cambio de último momento de Johnny Depp por Mads Mikkelsen nunca sabremos si fue para mejor o para peor. Jude Law como Dumbledore está impecable. Eddie Redmayne como Newt Scamander sigue siendo simpático pero ya llegó a un límite con su sobreactuación. Se le agradece, sin embargo, el único momento de genuino humor de la película, cuando tiene que hacer una caminata tonta para no ser atacados por cientos de cangrejos. Ahí, por un instante, recordamos que ese era el corazón de esta saga derivada de Harry Potter y que ahora está teñido de solemnidad y un tono más importante. Qué en el corazón de la película haya una historia de amor entre dos hombres es algo que suma a la estadística, pero no le agrega mérito artístico. No está forzada ni es inverosímil, pero al final de cuenta es un amor sin humor ni simpatía, sino exactamente lo contrario. Hoy es una revolución para estas películas para niños, pero mañana no lo será más. Por lo pronto, en China le sacaron cualquier alusión a ese amor. Nadie hizo marchas ni protestas, solo son exigentes con occidente, de China aceptan cualquier barbaridad. Los fans de Harry Potter tendrán su premio. Ahora funcionan así las películas, premios para los clientes fieles y aburrimiento para todos los demás. El bestiario imaginado por J.K. Rowling merecía tal vez una película sola o pudo haber sido una saga dedicada a ellos, pero toma la opción de la historia de amor y la trama política, algo que en esta franquicia en particular resulta bastante tedioso y carente de acción. Si no podemos evitar que hagan dos películas más, al menos podemos soñar que serán más parecidas a la primera.
Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore es la tercer entrega del spin off de Harry Potter. EN esta nueva entrega conoceremos mas acerca de la vida de Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore- si bien muchos de los secretos develados no eran nuevos para los fanáticos- y se desarrollaran muchos de los datos que J. K. Rowlling reveló a lo largo de estos años como el vinculo que une a Dumbledore y Grindelwald y la relación de Albus con su familia. Impedido de poder detener a Gellert Grindelwald- en esta entrega interpretado por Mads Mikkelsen- uno de los magos más peligrosos del mundo mágico, el profesor de Hogwarts decide reclutar a un “ejercito” conformado por el Magizoólogo mas famoso, Newt Scamander (Eddie Redmayne), su hermano Theseus Scamander (Callum Turner), el muggle Jacob Kowalski (Dan Fogler), la joven ayudante de Newt Bunty Broadcre (Victoria Yeates), Yusuf Kama (William Nadylam) -hermanastro de Leta Lestrange-, y la profesora de la Escuela norteamericana de magia y hechicería Ilvermorny Eulalie Hicks. Este ejercito tendrá la importante misión de detener a Grindelwald y su objetivo de tomar el poder del mundo mágico y destruir el mundo muggle. La película también desarrolla puntos interesantes del mundo creado por Rowling como por ejemplo la elección del jefe supremo de la Confederación Internacional de Magos y presenta nuevas criaturas mágicas que resultan importantes para la narrativa de la historia. Si bien se extraña la caracterización de Johnny Depp como Grindelwald, Mads Mikkelsen ha logrado demostrar a la perfección la oscura esencia del personaje con su increíble interpretación. Queremos destacar también la fotografía, con paisajes y locación increíbles y el uso de CGI en su medida justa.
Poco queda en pie de los valores que marcaran el debut de la propia J.K. Rowling como guionista, sobre la novela homónima publicada en 2001. Ni tantos animales ni tantos secretos aguardan en la presente secuela. Apenas un insípido encanto. Un metraje excesivamente largo descubre problemas de raccord, insólito para una superproducción. Resulta francamente absurdo constatar ciertas contradicciones al universo de Harry Potter, ¿acaso Rowling puede negarse a sí misma? “Animales Fantásticos” discurre como una saga sin alma ni magia, abundando en relaciones entre personajes poco solventadas y unas subtramas se pierden. La saga sigue cometiendo los mismos errores sin aprender por experiencia propia: no siempre más mejor. La exploración superficial no rasca siquiera la superficie de las primeras entregas cinematográficas conocidas en 2016 y 2018. No obstante, una serie de rostros reconocibles pueblan la pantalla: Jude Law, Eddie Redmayne, el polémico Ezra Miller y Mads Mikkelsen -quien reemplaza a Johnny Depp, en el papel que alguna vez ocupara Colin Farrell-. Vuelve David Yates a colocarse detrás de cámaras, pero su trabajo es meramente perezoso. No hay transición elaborada, tan solo una frívola localización. Cine de puro paracaidismo.
El poder de Grindelwald está en aumento y Albus Dumbledore envía a Newt Scamander y a sus amigos a una misión para enfrentarse con el mismo Grindelwald y sus seguidores. Esta historia sucede en Berlín y en Río de Janeiro años después de los eventos de “Los crímenes de Grindelwald” “Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore” es el tercer largometraje de la saga de “Animales fantásticos” que a su vez funciona como una precuela de Harry Potter. Puedo decir que cada película es más oscura que la anterior pero cada una tiene menos fuerza que sus antecesoras. La cinta entretiene, pero se ha perdido gran parte del sentido original, el de los animales fantásticos. Ahora el mayor foco está en Dumbledore y Grindelwald llevando a Newt Scamander a un segundo plano. A eso se le suma el hecho de que cambiaron al actor que interpretaba a Grindelwald y dentro de la película no hay ninguna explicación sobre el cambio. Una lástima porque tratándose de un mundo mágico hubiese sido muy fácil de aclarar por qué el personaje cambió de fisonomía. Más allá de eso debo decir que “Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore” a pesar de estar llena de drama tiene sus momentos divertidos y es entretenida. Los efectos especiales son impecables al igual que el vestuario y los escenarios utilizados. Se destacan las actuaciones de Eddie Redmayne (Newt Scamander), Jude Law (Albus Dumbledore) y Callum Turner (Theseus Scamander). Actualmente se encuentra disponible en cines.
Reseña emitida al aire en la radio.
En pos del bien mayor La tercera parte de esta precuela del Mundo Mágico refuerza los lazos con la saga principal de Harry Potter y abre la posibilidad de una continuación. Atrás quedaron los dorados años veinte en la ciudad de New York y la historia del magizoólogo más famoso del Mundo Mágico (bueno, el único) para correr el foco hacia uno de los personajes más icónicos de la saga de Harry Potter y reforzar las conexiones con esa saga que moviliza a millones de personas en el mundo entero. Atrás quedó también el Grindelwald interpretado por Johnny Depp que daba título a la anterior entrega de la franquicia y que puso su producción en pausa. Entra en escena Mads Mikkelsen para encarnar al infame mago oscuro en otro cuerpo, sin mediar explicación. De entre todas las razones que las infinitas posibilidades que el Mundo Mágico podrían haber ofrecido para este cambio, la elección del estudio fue hacer borrón y cuenta nueva. A diferencia del anterior cambio de cara de Grindelwald (de Colin Farrell a Johnny Depp), que se justificaba dentro de una trama de intrigas y hechizos, esta vez simplemente apelamos a la suspensión de la incredulidad y el talento de Mikkelsen para apropiarse por completo de un personaje que lejos estuvo de ser concebido a su medida. Su encuentro con el Albus Dumbledore de Jude Law en las primeras escenas del film ya asegura que la fortaleza de la trama recaerá en la relación entre ellos y la palpable química que comparten los dos actores. Animales Fantásticos y dónde nos quedamos Hace poca falta haber visto las dos entregas anteriores para poder sumergirse por completo en la historia, ya que el guion se encarga de recapitular hábilmente todas las líneas argumentales para el espectador casual (o para refrescar la memoria tras cuatro años de impasse). Es casi imprescindible, en cambio, ser un conocedor de la saga de Harry Potter y especialmente del personaje de Albus Dumbledore, para que todos los sucesos de la película cobren un peso emocional importante y un sentido de riesgo a futuro, aunque ya sepamos el desenlace. Lo que interesa, en este caso, son los detalles. Los detalles de una historia que su autora J.K. Rowling dejó entrever más de una vez, pero que nunca fueron narrados. Lo cual, hasta ahora, representaba una enorme contradicción. En una saga que se caracteriza por su discurso de tolerancia, inclusión y diversidad, resultaba por lo menos curioso que el personaje de Albus Dumbledore fuera homosexual “en teoría”, pero nunca en los papeles. Casi tan curioso y polémico como las declaraciones de la autora hacia la comunidad trans en la vida real, un capítulo aparte que merece de un análisis mucho más profundo. Sin embargo viene al caso, ya que esta vez, las presiones de la opinión pública influyeron mucho en la toma de decisiones corporativas y narrativas. Desde despedir a Johnny Depp del elenco, hasta contratar a Steve Kloves, habitual colaborador de las películas de Harry Potter, para co-escribir el guion. Debilidades y fortalezas Guste o no, ambos cambios le sientan muy bien a la película. Por un lado, la interpretación de Mads Mikkelsen, mucho más sobria -y a la vez magnética- que la de su antecesor, cae en el mismo registro que la de su contraparte, el sabio Albus Dumbledore. Con la sutileza de sus microgestos, porte y caracterización (hasta su heterocromía es mucho más leve) logra conectar con Jude Law a un nivel que no solo transmite la pasión del vínculo que comparten, sino su extrema crueldad y seductor carisma, que le asegura una legión de fieles seguidores. Sobre esta relación de opuestos complementarios entre ambos magos recae casi todo el peso de la trama, relegando a Newt Scamander (el protagonista original de la saga) a un papel casi secundario y, en ocasiones, de comic relief. Por otro lado, la incorporación de Steve Kloves al guion asegura una estructura mucho más funcional a la gran pantalla para el relato, que resulta en todo momento entretenido y atrapante. A diferencia de las dos experiencias previas de J.K. Rowling como única guionista de Animales Fantásticos y dónde encontrarlos (2016) y Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald (2018), en esta ocasión la mano de un guionista más experimentado marca la diferencia. A pesar de su indiscutible talento como novelista y creadora de un Mundo Mágico tan vasto, los guiones inspirados por uno de los libros de textos de los estudiantes de Hogwarts estaban lejos de ser una obra tan pulida como su saga literaria. Volver a empezar Si bien el guion de esta película también tiene sus baches y notorios defectos (principalmente olvidar subtramas de las películas anteriores y desperdiciar varios personajes, al no darles una motivación clara), cumple con encauzar el rumbo de la saga hacia un futuro mucho menos disperso y más enfocado a conectar con la saga principal. La trama del Obscurial protagonizada por Ezra Miller parece cerrar en esta entrega, a la vez que sirve como justificación para el sufrimiento de los hermanos Dumbledore por la condición de su hermana. Y se retoma -sin mucha delicadeza- la relación entre Jacob Kowalski (Dan Fogler) y Queenie Goldstein (Alison Sudol), cuya resolución sirve como contrapunto para el futuro del Mundo Mágico y el mundo muggle que plantea Grindelwald. A pesar de que el regreso de Queenie carece del peso emocional que debería acarrear su historia, al menos Kowalski sigue siendo el alma de la fiesta y el mejor representante posible para los muggles. Por su parte, Tina Goldstein (Katherine Waterston), quien supo ser co-protagonista en la primera entrega, queda relegada a un simple recuerdo que hace las veces de interés romántico, sin mucha más justificación que “estaba ocupada”. Mientras que Newt Scamandar (Eddie Redmayne) sigue desplegando todo su talento como magizoólogo, su inocente encanto y entregando uno de los momentos más divertidos de toda la saga (sí, de las once películas), además de ser el hombre de confianza del mismísimo Albus Dumbledore, encargado de llevar a cabo sus planes secretistas. Si hay algo acertadísimo, además de la identidad visual que mantiene el director David Yates con el resto de la saga, es el título de esta entrega. Ya que este Dumbledore es el mago reservado y enigmático que conocimos en las películas originales de Harry Potter, siempre con una agenda secreta y un plan (y contraplan) para todo el mundo. Mucho más cerca de la interpretación de Michael Gambon (y su antecesor Richard Harris) como el director de Hogwarts, este joven Dumbledore nos lleva de vuelta a los pasillos de la escuela de magia y hechicería más famosa del mundo, nos pasea por los rincones de Hogsmeade y compartimenta toda la información para que nunca sepamos todo lo que él sabe. Sin embargo, lo queremos, confiamos en él y nos dejamos llevar por su consejo, sabiendo que -al final- todo lo que hace, es en pos del bien mayor.
LA ESPECULACIÓN DE LOS SECRETOS La campaña publicitaria para la tercera entrega de Animales fantásticos cumplió con todas las expectativas de los grupos detractores que esperaban odiarla. A nadie le pasa desapercibido que el concepto de precuela es masivamente mal visto de antemano desde que George Lucas estrenó su segunda trilogía galáctica. En el caso del -así bautizado- Universo cinematográfico del mundo mágico, el terreno que rodea por fuera a sus nuevos relatos es, tal vez, vapuleado como ninguno, siendo algunas de sus causas: Un repudio bastante amplio hacia la aventura anterior; las declaraciones públicas de la creadora de la franquicia y guionista de las últimas películas; el cambio de actor en el antagonista; y la escasa presencia de una las protagonistas introducidas en 2016. De entrada, la decisión más firme en Los secretos de Dumbledore es la de establecer al principio cuál es la criatura mágica que será determinante tanto para el disparador del conflicto como para la resolución del mismo. La mayor queja que recibieron las antecesoras fue precisamente esa, que los animales del título como saga convivían forzadamente con los eventos inherentes a Harry Potter. En oposición a aquello diremos que eso está muy lejos de ser cierto, aunque comprendemos que el descontento surge porque esos seres terminaban siendo un punto de partida y, en cierta forma, funcionales, más allá de que hubiera secuencias que se prolongaban deliberadamente en beneficio de la intriga y el preciosismo, pero que se esfumaban casi por completo ante los desenredos narrativos. Tampoco nos enemistamos con ellas, es más, esta vez vuelve a pasar en el calabozo donde Newt Scamander (Eddie Redmayne) debe rescatar a su hermano del estómago de una especie de cangrejo-escorpión gigante. Toda la secuencia es un desvío, ocasionado por la torpeza de un mago profesional tomado como prisionero, el nivel de suspenso se vuelve endeble en un aspecto (los cangrejos-escorpiones diminutos se distraen con las sobras arrojadas por su superior y lo hacen por grupo o todos juntos, dependiendo del recluso que el guion establece que debe sobrevivir) y aun así genera un clima fabuloso con raciones muy precisas de riesgo y comedia. Otro aspecto del cual se distingue esta tercera parte de las otras dos es en el descarte de un escenario muy particular. La película no tiene ninguna escena en la que veamos el interior del maletín de Scamander. Alguien en plan detractor podría burlarse y determinar que esto es así para ahorrar en gastos digitales. Sin embargo, esta vez no solo se juega más con el punto de vista exterior, sino que esto desemboca en el operativo final con los cinco maletines planeado por el joven Albus Dumbledore (Jude Law). Con la expresión “for your eyes only” hacia una de las implicadas y el clímax resuelto en Bután, en una suerte de monasterio de la magia con tonos de espionaje, manifiesta a las claras sus semejanzas con la quinta Bond de Roger Moore. Además tiene sus halagos puestos a la inversa: Solo para sus ojos es la primera 007 que no cuenta con la presencia de M, el jefe del MI6, representando el duelo de la productora por la cercana muerte de Bernard Lee, el primer actor que lo encarnó; Los secretos de Dumbledore expresa la primera vez que vemos al longevo director de Hogwarts gestionando un sigiloso plan de batalla y también participando en él, haciendo todo lo que el M de Lee no pudo hacer en su ausencia. No obstante, los espejos. Desde la primera escena, con un restaurante que es falsamente incinerado, nos anticipan el uso que le darán para las peleas y a lo largo del relato hay una utilidad paralela, como simple medio de comunicación a través de la escritura. Esta segunda manera es la que mejor sale parada, similar a lo que sucede con el interior del maletín del magizoologo aplicado como fuera de campo -en ventaja de quienes ya vieron las aventuras previas-, con esta apuestan por desafiar un poco a quienes conocen a los personajes, para permitirles entender quién escribe del otro lado del espejo y quién no, y esto tiene peso en el último tercio de la historia. El otro uso de los espejos está, sí, para romper el juramento de sangre entre Albus Dumbledore y Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen) y abrir paso a la cuarta parte, pero también para justificar destrozos sin daños colaterales y poner en palabras del mismo Dumbledore que las consecuencias se dieron por suerte. Por lo tanto, termina por ser un uso muy cobarde del elemento especular. Con eso y todo, aunque Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore triunfe, nuevamente, más –y mejor- en su parte animal y apueste a secretos de linaje que simplemente son corridos de lugar, además de los personajes que salva de la muerte por simple capricho o no se atreve a tocarlos porque sabemos que sobrevivirán por estar familiarizados con la saga del niño-que-vivió, el regreso a este mundo para quienes crecimos con él -y todavía lo seguimos con cierta afición- es más que deleitable.
Más allá de que la saga de Harry Potter está terminada (en cine y en libros) es cierto que el universo creado por J.K. Rowling -en el fondo, un gran reciclado de cuentos de hadas y mitologías varias- tiene muchísimo espacio para inventar historias. Pero lo de Animales Fantásticos es una especie de pelea que no termina de cuajar del todo entre las exigencias de un “canon potteriano” previamente establecido y la libertad de crear personajes y tramas autónomas que no refieran del todo a aquella base. Hasta esta tercera entrega, eran erráticas, pero aquí mejora con la presencia de Mads Mikkelsen como el villano Grindelwald. Qué bueno y versátil es Miwkkelsen: su capacidad de dar el tono en cualquier tipo de film, buen trabajo de Jude Law, un peso extra a esta película. La aventura, que implica la construcción de un grupo heroico, tiene en realidad menos fantasía que tensiones “políticas” y ese tema -qué se hace con un poder extraordinario- más la relación personal entre el joven Dumbledore y el joven Grindelwald hacen que la aventura propia, la fantasía, se disuelva un poco, como si fuera un “accesorio” para poder “vender” la historia “relevante”. Aún así, un buen ejemplo de lo bueno y lo malo del cine popular contemporáneo.
Animales fantásticos 3 es un filme no para chicos como Harry Potter, sino para adultos que crecieron viendo Harry Potter, es un filme que increíblemente tiene una trama muy política, donde el fraude a las elecciones, la corrupción impune, y seguir a figuras que son nefastas son parte de los temas principales. Un filme interesante, un poco lento, bien hecho, que no es para todos. La crítica completa radial en el link.
Se estrenó en salas “Animales Fantásticos 3: Los Secretos de Dumbledore”, trayendo de nuevo consigo la magia del Wizarding World. Esta entrega cuenta mucho más sobre la historia del siglo XX del mundo de Hogwarts, los Ministerios de Magia de los diferentes países, y, lo que todos veníamos esperando, la del conocido personaje Albus Dumbledore (Jude Law) y sus allegados. Newt Scamander (Eddie Redmayne), nuestro héroe de la saga, se vuelve artífice de una misión en contra de la opresión hacia los “muggles” (gente no mágica) que promueve Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen), el líder de este movimiento opresor, que es, además, un viejo conocido de Dumbledore. Grindelwald continúa usando el resentimiento de Credence (Ezra Miller) para atentar contra el mundo mágico, pero necesita mucho más para lograr la aclamación del público y el poder que ambiciona; por eso, manipula y corrompe fuerzas naturales que Scamander deberá contrarrestar, siempre acompañado de Jacob Kowalski (Dan Fogler), su más cercano y fiel amigo muggle. Es evidente que todo lo técnico, la música, los efectos especiales, son excelentes. Dejemos eso asentado, ya que Warner no decepciona y el nivel se mantiene. De lo primero que podemos hablar es de la dirección, a cargo de David Yates. Brinda mayor atención (necesaria) al personaje de Dumbledore que en las entregas anteriores. Este “fan service”, muy esperado, desplaza levemente al personaje de Redmayne, pero es un cambio bienvenido para entender la dinámica entre ambos, tan afines. La esencia de su amistad incondicional y devoción mutua es capturada y embotellada en toda la película. También es muy interesante la forma de ir revelando fragmentos del pasado de los personajes, en donde los flashbacks utilizados fluyen orgánicamente. Se atienden importantes cabos sueltos desde “Los Crímenes de Grindelwald”, como la procedencia de Credence, un poco del pasado de Aberforth (hermano de Albus Dumbledore), la relación entre Queenie y Jacob, y la de Tina y Newt. Se suma protagonismo de personajes antes algo dejados de lado, Bunty y Theseus, la asistente y el hermano de Scamander respectivamente, y se adicionan personajes nuevos - cuya participación lamentablemente no es relevante y se nota la intención de “cubrir un cupo ‘no blanco’”. Se vuelve necesario hablar del guion y sus inconsistencias. Los momentos graciosos o agradables, a pesar de que rinden y están bien distribuidos, no encandilan lo suficiente como para dejar pasar lo torcidas o forzadas que son ciertas explicaciones, situaciones o sus resoluciones. El pasado de Aberforth no es claro, tampoco el de Ariana ni el de Credence, y ni hablar del pasado autoritario de Albus, afín a Grindelwald. No se hace suficiente énfasis en qué hizo cambiar de opinión al personaje de Jude Law en su juventud. Se apuran cosas que merecen más profundidad. De la misma manera, no hay conexión con la película anterior, exceptuando a la revelación del pasado de Credence. Casi no se da atención a los animales fantásticos, a pesar de que aparecen en el título de la saga. La relevancia de estos para la resolución de la trama es mínima, no alcanza, además de mostrar momentos de crueldad para con las criaturas mágicas que hasta deberían tener advertencias de lo chocantes que son. Por otro lado, ¿alguien se acuerda de Nagini?... Bueno, parece que ni siquiera Rowling. Estaba más preocupada por el Pacto de Sangre entre Grindelwald y Dumbledore y forzar las situaciones que lo rodean, y eso incluye la ida del equipo al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, de forma totalmente irrelevante para la historia. A pesar de todo esto, los personajes brillan; el elenco es infinitamente talentoso y el cambio del actor de Grindelwald (pasando de tener a Johnny Depp a Mads Mikkelsen) abre paso a un villano más distinguido, aunque menos expresivo, que no termina perjudicando al film. Otra mención especial puede ser la de dirección de arte y vestuario, que, como hasta ahora, han dado en el clavo, volviendo a la película hermosa y manteniéndola en los mismos estándares que a las entregas anteriores. Como fanática de Harry Potter, admito que me gustó mucho. A nivel industria, es una súper producción que está buenísima para ver en el cine. Solo queda esperar que las siguientes entregas mejoren el guion y retomen los personajes abandonados. Por Carole Sang
La diferencia fundamental entre las franquicias basadas en libros y las que han sido inventadas específicamente para el cine estriba en que en la primera ya tenés trazada la ruta y tenés que respetarla sí o sí para no decepcionar a una legión interminable de fans que esperan que la cumplas – a final de cuentas vos esperás explotarlos, tentándolos a que vayan al cine y vean tu película, compren tu DVD y adquieran todo tu merchandising posible de una saga cuyos derechos conseguiste a cambio de pagarle una ponchada de guita al autor -. En la segunda, en cambio, vos tenés un listado de puntos temáticos en una hojita y te fijás de ajustarte a eso lo mas que se pueda… aunque si pasa algo importante en la vida real siempre podés improvisar sobre la marcha – se te muere un actor, se te terminó el presupuesto antes de tiempo, etc -. Ahora bien: ¿cuántas cosas malas te pueden pasar al mismo tiempo?. Si hablamos de popó, entonces Los Secretos de Dumbledore está enroscada en una tormenta perfecta de materia fecal. Hay una mezcla de daño autoinflingido, escritura indulgente, decisiones artísticas pobres, mala improvisación sobre la marcha y escándalos inesperados de la vida real que sumen al filme en un torbellino del cual no puede escapar. El recambio del villano – sale Depp, entra Mads Mikkelsen – era de esperarse, mas cuando atrocidades de la vida privada de Depp salieron en el juicio del 2018, se dispersaron por los tabloides y ahora se desparraman con toda la publicidad que consume el juicio del 2022; pero a eso se sumaron los descontroles cada vez mas frecuentes de Ezra Miller en su vida pública (en el 2022 ya lo arrestaron dos veces por atacar a la gente) y, por si fuera poco, se le suma la polémica de J.K. Rowling al opinar sobre la gente trans en unos tweets del 2020. Todo esto me hace presumir que hace 4 años tenían una idea para Los Secretos de Dumbledore y, sobre la marcha, tuvieron que cambiarla emparchándola como pudieron. Aunque Mikkelsen sea un gran actor el traje que se pone estaba pensado para otro, con lo cual el tipo va en piloto automático, se ve demasiado sobrio y no logra brillar; para quedar bien con la comunidad LGBT agregaron la idea de que Dumbledore y Grindewald estuvieron enamorados cuando eran pendex – una ocurrencia tan artificial que hace que Jude Law y Mikkelsen disparen sus diálogos emotivos con absoluta falta de convicción cuando están frente a frente; ¿en serio estos dos tipos se amaron con toda la pasión del mundo cuando eran cachorros? -; y Ezra Miller, pensado para ser una fuerza siniestra y catalizadora de toda la historia, ha pasado a un rol recortado y secundario debido a que la edición del filme quiere que el flaco se vea lo menos posible en la pantalla. A eso se suman decisiones trilladas – elecciones amañadas y el ascenso al poder de un tirano al estilo de Hitler en la década del 30 -, el correr del protagonismo al delicioso Tremayne a cambio de darle pantalla al políticamente correcto Jude Law, el olvidarse de la existencia de Katherine Waterston, la volubilidad de los personajes que se pasan de bando de una escena a la otra sin mucho motivo… o la absurda maniobra para amañar un falso atentado contra Grindewald por parte del personaje de Dan Fogler, algo que termina careciendo de peso en la resolución – si se la puede llamar así – de la historia. Ninguna de estas cosas termina por hacerte feliz, y el tiempo pasa y las cosas se estiran y aburren. El drama con esto es que el elenco tiene un gran potencial y hace lo que puede con la historia que le dieron, con lo cual llegan con lo justo. Yo hubiese puesto a Waterston, le daba todo el tiempo del mundo a Redmayne y especialmente a Fogler – que, creo, es el verdadero centro emocional de la historia, no el aburrido Dumbledore -, y hubiera hecho la historia mas compacta ya que no todos los filmes basados en personajes de la Rowling tienen que ser tanques de dos horas y media de duración (¿está escrito en algún lado?). Pero todo esto se siente como un capítulo de relleno de una serie de streaming – un filler -, algo que consume tiempo y cumple con la cantidad de entregas pactadas mientras te acerca un cachito mas al final. Claro que es un filler carísimo de 200 palos verdes que ni siquiera recaudó el doble y que termina por echarte abajo toda la franquicia por la enorme cantidad de inconsistencias que tiene. No sé si llegaremos a ver una cuarta entrega de Animales Fantásticos. Difícil recuperar el público que perdiste si no le inyectas una tonelada de creatividad y vivís cayendo en tus viejos vicios de estirar todo porque te crees un dios (o una diosa) y que el público te va esperar hasta que a vos se te de la gana. Es cierto que a Los Secretos de Dumbledore le pasaron cosas inesperadas por fuera de la producción pero, rayos, bien que estás cobrando millones para ponerte al mando de una franquicia que sacaste de la galera debido a la codicia y para la cual ahora la creatividad te queda corta. Como leí en algún lado uno a cierta altura de su vida debe elegir qué batallas va a librar – tus recursos materiales, emocionales, intelectuales no son interminables ni indestructibles -. Acá se les terminó la nafta, nadie les avisó y el elenco cerró la obra con oficio… siendo extremadamente difícil que puedan sobrevivir a otra entrega semejante.
Siete años separan los acontecimientos de Animales Fantásticos: Los Crímenes de Grindelwald y está, su continuación. El contexto de la película se da en medio de las elecciones para elegir al nuevo jefe de la Confederación de la Magia, la cual une a todos los países mágicos del planeta para tener una mejor organización y subsistir junto al mundo muggle. Esto hace que haya personajes nuevos, los mismos jamás son presentados, ni tampoco sabemos, con exactitud, qué piensan. Por un lado, Vicencia Santos (María Fernanda Cadido) de Brasil, por otro lado, Liu Tao (Dave Wong) de China; ambos candidatos para Jefe de la Confederación de la Magia. Otro personaje es Anton Vogel (Oliver Masucci), el actual jefe de la confederación, proveniente de Alemania (por esto es que parte de los acontecimientos se dan en Berlín). Es difícil dar una reseña de esta película. A primera vista, viendo el elenco con el que cuenta, considerando que JK Rowling es una gran escritora, y que sus predecesoras fueron buenas historias – Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos mejor que Animales Fantásticos: los Crímenes de Grindelwald–, se esperaba que fuera una buena historia, con un desarrollo más amplio. Desde el vamos, quienes leyeron los libros saben que la historia entre Grindelwald y Dumbledore tenía mucha “tela para cortar”; ampliar el mundo mágico era, a priori, algo simple, aunque complejo. Si algo tiene de mágico la saga de Harry Potter es que, desde el comienzo, con la música te invita a entrar en ese mundo, y a través de la historia el espectador se pierde en ella. No podríamos decir que es el caso de esta película, incluso de esta saga precuela. Esto debería ser más una serie, mejor desarrollada. Incluso se podría jugar con los saltos temporales entre temporada y temporada. Haber pensado la historia como una serie no quiere decir que le baje el status ni mucho menos, series como Games of Thrones o Vikings son historias con excelentes producciones, y se pueden desarrollar mejor los personajes principales, así como los secundarios. En el caso de Animales Fantásticos: Los secretos de Dumbledore (2022) la historia parecería ser el principal problema. La primera hora es lenta, sosa. No avanza, es un rejunte de acontecimientos que intentan hilar en un solo relato a todos los personajes, pero está forzado. Prácticamente, no cuenta nada nuevo. Y cuando más o menos empieza a elevarse, se desinfla con un final que le falta. De haber hecho una película junto a su antecesora, estaríamos hablando de otra cosa. Pero prácticamente cinco horas (entre ambas películas) para relatar hechos que están, de una u otra forma, conectados, parece exagerado. Hay subtramas que no están bien desarrolladas, acontecimientos que no son explicados, simplemente pasan. Lo que sí es para destacar es que, por primera vez, los “animales fantásticos” juegan un rol importante, no son solo los amigos de Newt, está vez lo ayudan en su aventura, lo cual se agradece. Además, hay que considerar que tiene buenas actuaciones. Eddie Redmayne es un excelente Newt, lo viene demostrando desde la primera película, en esta toma un rol más secundario, puesto que Albus Dumbledore cobra relevancia en la historia. Jude Law, por su parte, es un gran Albus Dumbledore, mucho más parecido a la construcción del personaje que hizo Michael Gambon que la que hizo Richard Harris en las dos primeras películas de Harry Potter (La piedra filosofal y La cámara secreta). Respecto a Mads Mikkelsen en su rol como Gellert Grindelwald, es un actor genial, pero hay algo que no termina de cerrar respecto a su construcción del personaje. Si es cierto que la química que se construye entre Albus y Gellert está presente, ¿podríamos haber tenido más de esto? Sí, y quizá en la próxima película lo tengamos.