Un bebé del espacio Brightburn (2019) es la película que el entramado hollywoodense promocionaba como una versión en clave de horror de Superman y en esencia -sólo a nivel descriptivo- es eso: el producto en su derrotero formal acumula tantos éxitos como fracasos, condenándonos a una región intermedia entre los estereotipos del presente cine de superhéroes y la fiesta del terror más truculento, lo que por cierto se condice con una primera mitad que aburre a más no poder con la fábula remanida del origen del pequeño demonio interestelar (mami y papi, habitantes del pueblito de Brightburn y un dúo que no puede tener hijos, lo encuentran en un “coso” que cae del cielo) y una segunda parte del metraje en la que la historia por fin empieza a dar sus frutos cuando el ahora muchacho se obsesiona con una compañerita de colegio y comienza el raid homicida (sinceramente lo mejor de la propuesta es su elevado nivel de gore, en especial para lo que suele ser el estándar del mainstream yanqui actual). Todo en el film es de una literalidad abrumadora, bien en sintonía con la falta casi total de imaginación de la enorme mayoría del arte de nuestros días: el primer capítulo juega con ciertas reminiscencias a La Profecía (The Omen, 1976) y amaga con lavar la futura culpa del purrete mediante una influencia extraterrestre difusa que lo “obligaría” a cargarse a todos los imbéciles que lo maltratan -el bullying nunca falta en estas ensaladas- y a todos los metiches que amenazan con terminar de tirar abajo la imagen celestial que de él tienen sus padres, no obstante por suerte el segundo acto corrige el asunto y en buena medida se olvida de la horrenda corrección política, vinculada a un remordimiento que no calza para nada con el género de los sustos, y se lanza hacia la asunción plena de los poderes del joven -volar, superfuerza, rayos fulminantes que salen de sus ojos, etc.- en ocasión de escenas como la de la masturbación delante de la “noviecita” y cada uno de los coloridos asesinatos. La película la dirigió David Yarovesky, aquel responsable de la floja The Hive (2014), y la escribieron Brian y Mark Gunn, hermano y primo respectivamente de James Gunn, realizador que hoy produce el convite y que en general pasó de entregar obras disfrutables del indie anglosajón como Slither (2006) y Super (2010) a convertirse en un autómata más del sistema de estudios con los dos bodrios de Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy). Ahora bien, llama poderosamente la atención la pobreza de las actuaciones del trío principal de Brightburn, tanto las de los dos actores que componen a los padres adoptivos del bebé del espacio, Elizabeth Banks y David Denman, como la propia del protagonista, el niño Jackson A. Dunn, debido a que éste último no tiene nada de carisma y es bastante inexpresivo y los adultos pareciera que no encuentran el registro adecuado para la historia (Banks es fundamentalmente una actriz de comedia que nunca termina de resultar creíble en secuencias dramáticas y Denman tiende a exagerar demasiado, generando una histeria que jamás consigue apuntalar en serio el recurso de “mami quiere al nene, papi desconfía”). A pesar de los inconvenientes señalados, los cuales sin duda tienen sus raíces en un guión sin una bendita idea interesante más allá de la premisa de base, esa que asimismo fue tomada de una infinidad de cómics que en una fase de crisis creativa cayeron en el triste ardid del “probemos invertir la polaridad, el bueno es malo”, la verdad es que la propuesta en promedio no resulta desastrosa gracias a la simple espera por el siguiente ataque y/ o asesinato, un catálogo que incluye una mano destrozada, un globo ocular perforado, alguna mandíbula colgando, un cráneo carbonizado, algún que otro personaje viviseccionado, etc. A diferencia de tantas películas mojigatas del presente, Brightburn -aun con sus torpezas y redundancias de toda índole- por lo menos no se contiene para nada en el desenlace y hasta parece mofarse sutilmente de los esperables instantes melosos en los que los adalides de la bondad maniquea pretenden salvar ese último resabio de humanidad dentro del corazón del diminuto psicópata. Una vez finiquitado el esquema melodramático de “familia adoptiva en problemas”, el film nos regala un slasher sobrenatural casi correcto con algo de valentía…
La idea de partida es interesante. No es un invento del todo novedoso, pero se sale de la media de los estrenos actuales. Es la idea de partida, porque todo lo demás es la más absoluta y conocida rutina de docenas de películas que hemos visto y seguiremos viendo sin poder diferenciarlas entre sí al poco tiempo de que hayan pasado. Una gran decepción, una oportunidad desperdiciada. Un niño viene del espacio. Es adoptado por un matrimonio que no puede tener hijos. En algún momento el niño crece y descubre que tiene superpoderes. Es como la versión monstruosa de Superman, porque el chico no es bueno y no tiene el más mínimo interés en ayudar a nadie. Lamentablemente lo que podría ser una película sobre un gran villano, es otra película más de terror con niño. Las esperanzas de una franquicia podrían estar intactas, pero estamos frente a otro caso de pensar en la secuela sin hacer un primer film de calidad.
Malo, Superman. Si bien no es para nada novedoso que toda película de superhéroes o supervillanos transiten por lugares comunes, respeten códigos de un subgénero que últimamente está en boca de todos, siempre hay una cuota de expectativa cuando de una nueva figurita se trata, y mucho más si viene acompañada de una interesante premisa para contar el origen de un villano. Nada de esto sucede en este nuevo intento de David Yarovesky con la historia trillada de Superman pero esta vez desde el punto de vista de un extraterrestre sin un ápice de empatía humana. El muchacho en cuestión se llama Brendan Breyer y es más malo que su madre (Elizabeth Banks), quien al no poder quedar embarazada aprovecha la volada cuando la criatura extraterrestre cae en su rancho. La crianza de este bicho con cara de nene malo era normal hasta que el pibe descubre que es diferente a todos sus insulsos compañeritos de escuela, le quiebra en cinco la mano a una chica al dársela como revancha de su actitud, mientras el resto de los niños se burlan. La premisa muy mal desarrollada y sin sorpresa toma un cariz distinto cuando aparece un terror rutinario, algo de sangre en contraste con este chico problemático que se la pasa dibujando símbolos, con una madre un tanto negadora que finalmente debe aceptar la gran metida de pata de haberlo acogido en ese rancho. Nada más y mucho menos. Lástima, parece que hay secuela.
Tras arribar a nuestro planeta en un meteorito, un bebé extraterrestre es descubierto y adoptado por una pareja sin hijos. Bajo su cuidado y en la granja familiar, el niño crece hasta descubrir que tiene poderes sobrehumanos y, decidido a usarlos en defensa de la humanidad, se marcha hacia la gran ciudad. Muy probablemente ya hayan escuchado esta historia… pero, ¿qué pasaría si los fines del joven fueran, digamos, menos altruistas y un tanto más siniestros? Describir la premisa de Brightburn: Hijo de la oscuridad como “el lado oscuro de Superman” o “la contracara del origen del Hombre de Acero” no sería incorrecto, en absoluto. Sin embargo, resultaría un reduccionismo, un atajo demasiado fácil de tomar. Es cierto, la segunda película de David Yarovesky (The Hive) posee claros puntos en común con el primer acto de Superman (1978) y el de las tantas otras adaptaciones del cómic que le sucedieron. Pero si efectivamente nos propusiésemos analizar Brightburn a partir de cierto clásico de los 70 dirigido por Richard Donner, un ejercicio mucho más interesante sería hacerlo no desde la primera entrega de la saga protagonizada por Christopher Reeve, sino con la película que la antecedió en su filmografía: La profecía (The Omen, 1976). Ambas películas se inscriben en el género de terror y es desde allí que deciden trabajar lo sobrenatural (aunque una lo haga desde la religión y la otra desde el fantástico). Precisamente por esto, las posibilidades analíticas que nacen de su lectura conjunta van más allá de las limitadas —y meramente argumentales— relaciones que podrían trazarse con el mito del superhombre. Asimismo, en el contraste entre La profecía y Brightburn, se evidencian varias de las debilidades de la segunda de ellas. Por ejemplo, la ausencia de cualquier tipo de sutileza en la presentación de sus personajes, la inclusión de una innecesaria placa que busca explicitar una elipsis temporal bastante obvia o la ejecución de un jump scare previsible y prescindible, entre otras torpezas que uno difícilmente encuentre en la película de Donner. No obstante, ambos films presentan un problema en común (problema que, si uno quisiera, lo podría extender también a todo el subgénero de niños diabólicos/poseídos/malditos), y que tiene que ver con la demora —necesaria, pero usualmente excesiva— con la que los padres reconocen y aceptan qué es lo que verdaderamente les está ocurriendo a sus hijos. Es decir, en sus múltiples intentos por negar la realidad mediante la búsqueda de alguna explicación lógica y terrenal (allí aparecen Gregory Peck ignorando las advertencias del sacerdote en La profecía y los zonzos chistes sobre la pubertad en Brightburn), el lento accionar de los adultos en este tipo de films obstruye la progresión dramática del relato, por lo menos hasta la eventual llegada de la epifanía (de hecho, ésta era una de los principales fallas de Maligno, película de similares características que también se estrenó este año). Inteligentemente, La profecía logra paliar el problema gracias a la intervención de un personaje secundario (el fotógrafo interpretado por David Warner) que asiste al de Peck en su investigación detectivesca, acelerando así el relato. Por el contrario, en Brightburn, los pocos personajes que podrían ser de utilidad a este fin (el jefe de policía local, la tía psicopedagoga) tardan demasiado en aparecer o son rápidamente desechados por el maléfico infante. En consecuencia, Yarovesky debe confiar en otro elemento para llevar adelante la narración: la maldad de su protagonista. En efecto, a partir de que Brandon (Jackson A. Dunn) es “poseído” y descubre la razón de su existencia (en una secuencia muy bien ejecutada, dicho sea de paso), el film se apoya cada vez más en su cruento accionar para hacer avanzar la trama, prescindir de innecesarias dilataciones y pulir el ritmo general del relato. Una sabia decisión que —con perdón de Donner— La profecía también podría haber aplicado; sobre todo teniendo en cuenta que el tiempo de pantalla ocupado por Damien (Harvey Stephens) es tan escaso que uno no puede evitar dudar de su caracterización como “el Anticristo”. Por otra parte, es también a partir de dicha decisión que Brightburn abraza de lleno la estructura episódica característica del género, la cual —además de fortalecer su narrativa y otorgarle un mayor dinamismo— es manejada con una confianza notable. Cada manifestación del mal (la visita nocturna de Brandon, la escena del restaurante, el incidente en la ruta) arrastra consigo la necesidad de una pausa, de un claro señalamiento del peligro que se avecina y de una paulatina acumulación de la tensión que allane el terreno para la llegada del violento remate. Todo este proceso es llevado a cabo con precisión, fluidez y un evidente conocimiento del género. De igual manera, la película concluye con un clímax tan potente —visual y dramáticamente— como aquel de La profecía (aunque aquí la relación de poder que se juega en él aparece invertida). Lo extraño es que, una vez clausurado el relato, Brightburn incluye una escena extra que, siguiendo la tradición de las películas de Marvel y DC Comics, propone la existencia de otras historias (y de otros villanos) posibles. Se trata de una escena simpática —particularmente por el cameo que incluye—, pero uno no puede evitar sentirla innecesaria, puesto que el film en ningún momento buscó circunscribirse al subgénero de superhéroes. En cambio, se erigió a sí mismo desde el terror, desde una mirada alternativa, más oscura y atractiva. Su título local es prueba de ello.
Cuando se ve este tipo de películas se recuerda, indefectiblemente, el personaje Damien de La profecia-1978-; El ángel malvado -1993- o, la más reciente, Maligno -2019-. El terror vuelve ahora en frasco chico pero desde el espacio. La caída de una nave en la granja de la familia Breyer cambia sus vidas para siempre. Ante la imposibilidad de tener hijos propios, Tori -Elizabeth Banks- y Kyle -David Denman- deciden criar en secreto a Brandon -Jackson A. Dunn-, el niño que vino en la nave espacial y que se estrelló en sus tierras. Sin embargo, Brandon crece, y lejos de provocarles felicidad, trae problemas: no se muestra muy afectivo con su entorno, sufre el bullyng en la escuela y comienza a desplegar extraños superpoderes. Brandon se obsesiona con una compañerita a la que espía, y a quien le rompió la mano, y los miedos de sus padres crecen. Hasta sus tíos que le regalan un arma para el cumpleaños, no despiertan su simpatía. El relato presenta un comienzo interesante donde el clima de suspenso va creciendo para luego instalarse en un "mix" no siempre afortunado entre película de superhéroes y terror "gore" con una sucesión de muertes sangrientas. El filme se vuelve convencional -la víctima sola frente a un hecho paranormal que no comprende- y se desarrolla en un escenario adecuado alejado de la civilización, entre rutas desoladas y parajes amenazantes. El tramo final peca de exagerado mientras el pequeño monstruo del espacio hace gala de sus poderes: mete la mano en la cortadora de césped, dispara rayos por sus ojos y levita con su capa al viento, al estilo de un Superman oscuro y una siniestra máscara que oculta sus verdaderas intenciones. Quizás una secuela explique el origen del chico y su accionar.
En el mundo del cine de terror, de suspenso y el de los superhéroes, llevados al paroxismo con la última de “Avengers”, parecía que ya nada nuevo iba a producirse. Pero el director David Yavorezky, con el guión de Brian y Mark Gunn lograron una originalidad muy atractiva. El lado oscuro de un ser que llega a nuestro planeta con superpoderes pero que es esencialmente malo. ¿Porque un superman debe dedicarse a derrochar el bien y la justicia? Se preguntaron los autores y acertaron con un producto que deja los suficientes interrogantes como para transformarse en una saga, si esta primera entrega es un éxito (una ley inapelable para que continúen con vida estos personajes). Pero no solo el suspenso que abunda está muy bien resuelto, las acciones son letales pero sin llegar al gore, con gran despliegue e ingenio puesto en mostrar exactamente el revés de la trama de un superhéroe tan famoso. También hay homenajes a otros clásicos del género como “Masacre en Texas”, porque allí sucede la acción. Un nene brillante, padres amorosos y de un día para otro aparecen los síntomas de un cambio impetuoso que ya nunca parará. Ayuda mucho la cara impasible muy bien buscada de Jackson A. Dunn (Mucha tele y participación en “Avergers endgame”). Quizás al film le falta un poco mas de terror, pero por la originalidad de sus ideas y las maneras de presentar la acción merece todos los espectadores del género y secuelas.
El niño maldito Desde la concepción de Superman a manos de Jerry Siegel y el artista canadiense Joe Shuster en 1933 hemos transitado todos los diferentes eventos de su vida como el primer superhéroe importante de la historia. Es quizás el personaje ficticio más conocido del mundo pero, ¿Cuál es el elemento más frecuente para narrar una historia de un personaje que prácticamente es indestructible y de una moral irrebatible? Y la respuesta a esa pregunta a mi entender siempre es la misma: UN CONFLICTO. Superman es y será siempre un humano por dentro: a pesar de su legado alienígena fue criado con el amor de unos padres adoptivos que hicieron de su moral su mayor virtud y a lo largo de sus más memorables historias es su espíritu el que más hizo tambalear su integridad como héroe, no por nada se lo conoce como EL GRAN BOY SCOUT. Este año gracias a Screen Gems, Stage 6 Films y distribuida por Sony Pictures Releasing llega una película que misteriosamente toma todo de la mitología del Kryptoniano para narrar los eventos de una historia con tintes de terror y gore. Una nave cae en la granja de los Brayer y ellos ante la imposibilidad de concebir deciden adoptarlo. Quiero empezar diciendo que una de las cosas que más me llamó la atención cuando vi por primera vez el trailer de esta película fue ver como se abordaba desde otra productora que no tiene los derechos de Superman para contar una historia tan similar sin que alguna demanda legal les caiga pero enseguida sonó el nombre de James Gunn en la producción y todo tuvo algo más de sentido. Se sabe que el director está detrás de la secuela de Suicide Squad y no sería equivocado pensar que de alguna forma llegó a un trato con Warner/DC para que el borrador de Brightburn tenga luz verde sin ningún juicio de por medio. Dirige David Yaroveski, un cercano colaborador de Gunn que cuenta con algunos cortos en su haber y con un guion de Mark y Brian Gunn. Las vidas de Tory (Elizabeth Banks) y Kyle (David Denman) se verán afectadas cuando decidan criar en secreto a un alienígena al que llaman Brandon (Jackson A.Dunn) que a temprana edad comienza a desarrollar habilidades pero que oculta aspiraciones de conquistador. Lejos de encontrar una armonía el protagonista se obsesiona con una compañera de la escuela a la cual molesta de un modo voyeurista cuasi incómodo. Por la edad de los niños no logré enganchar nunca con las motivaciones que tiene y por sobre todo por las acciones en un plan que implica un supuesto dominio de la humanidad. La película se convierte en una especie de venganza ilógica contra todo aquel que se cruce en los caprichos de un niño con los problemas típicos cualquier niño de esa edad. Se destacan algunas escenas de muerte al mejor estilo videojuego de la saga Mortal Kombat, algunas escenas funcionan bastante bien pero la película hace agua por todos lados en el tercer acto, llegando a una conclusión un tanto apresurada y que nos hace pensar en la idea de contar una historia de origen donde el protagonista sin un rumbo claro aprovecha cualquier método para abordar su plan aun cuando la resolución es perezosa para la magnitud de sus poderes. Elizabeth Banks siempre bien y los efectos están decentes es una película que quizás cumpla en su búsqueda de conformar a un público efervescente por ver por primera vez la historia de un antihéroe desde su perspectiva abrazando el mal. La propuesta está bien pero no hace demasiado mérito para destacar incluso para ver una supuesta secuela. Una de las cosas que hacen único a un personaje como Superman es su capacidad de ver lo mejor de nosotros los humanos: Clark quiere ser uno de nosotros, nos imita y llega a convertirse en un dios para muchos que ven en él a el salvador, una luz entre tanta oscuridad. Quiero cerrar esta review citando un párrafo de una gran novela gráfica llamada “Kingdom Come” escrita por Mark Waid y dibujado por Alex Ross que fue publicada en 1996. ““De todas las cosas que puedes hacer, Clark”, clama el pastor McKay en su discurso final hacia un Superman enloquecido por la ira, “de entre todos tus poderes, el más grandioso siempre ha sido tu capacidad instintiva para distinguir el bien del mal… Sin embargo, en el momento en el que dejaste que el súper pesase más que el hombre, en el que dejaste tu humanidad atrás… perdiste tu instinto, así como tu buen juicio””.
Brightburn es esa clase de películas que parecen atractivas al leer el concepto en una sinopsis, probablemente les pasó esto a los ejecutivos del estudio Sony, pero después resulta decepcionante cuando descubrimos su ejecución. James Gunn, el director de Guardianes de la galaxia, produjo este film que contó con el guión de sus hermanos, Mark y Brian, responsables de Viaje 2: La isla misteriosa, con The Rock. En este proyecto concibieron una deconstrucción del mito de Superman con la picardía necesaria para evitar una demanda por plagio de la compañía DC Comics y el estudio Warner. De todos modos consiguieron incluir referencias directas a la historia del Hombre de Acero que en este caso se fusiona con el género de terror. La idea de trabajar el origen de este famoso personaje desde una perspectiva macabra, donde asistimos en esencia al nacimiento de un supervillano sádico, tenía un potencial enorme para brindar un film interesante. Algo que en ocasiones el director David Yarosvesky consigue establecer en su fallido relato. Muy especialmente en el primer acto. En Brightburn lamentablemente nos encontramos con dos falencias letales que empañaron la experiencia de disfrutar una propuesta más sólida. En principio si viste el avance ya conocés el 90 por ciento de la trama porque quemaron todos los grandes momentos en los clips promocionales. Nunca terminaré de entender por qué Sony sabotea de este modo sus propios estrenos. No hay más escenas impactantes o giros sorpresivos y las secuencias de horror principales están todas en el trailer. El otro inconveniente es que se siente un film incompleto. La sensación que deja esta producción es que los realizadores les vendieron el proyecto conceptual al estudio sin tener una clara idea sobre como desarrollarían la trama. Luego se metieron en un embrollo y cerraron el conflicto como pudieron para entregar la obra terminada. La primera mitad del film tiene muy buenos momentos cuando se empieza a trabajar el mito oscuro de Superman y se presenta al protagonista y sus padres adoptivos. El relato construye con éxito algunas escenas de tensión y Brandon, el falso Kal-El, consigue ser interesante. El tema del bullying en la escuela y la sobre protección de su madre (que brinda una muy buena labor dramática de Elizabeth Banks) son elementos que nos permiten descubrir el entorno del protagonista y despiertan interés. Ahora bien, la clave de esta historia pasaba por conocer cuáles eran los factores que convertían a un niño de otro planeta, que cuenta con enormes poderes, en un desquiciado psicópata que pone en jaque a la humanidad. Los hermanos Gunn fallaron miserablemente en esta cuestión y de ese modo arruinaron un film que podía haber sido muy superior. El argumento no hace nada por explorar esta idea o al menos desarrollar un poco más la cultura alienígena de donde proviene el protagonista. De la nada Brandon, a cargo de un insulso Jakson A. Dunn, se convierte en un asesino descontrolado simplemente porque su familia extraterrestre le envía un wassup telepático para cumplir una misión determinada. El origen del villano tiene un tratamiento mediocre y tenemos que aceptar el cambio drástico de su comportamiento porque así lo determinó la holgazanería de los guionistas. Ante esta notable debilidad argumental la película luego se vuelve redundante. El director Yarovesky encara el resto del relato a través del slasher clásico a través de un espectáculo predecible que en alguna ocasión roza la estupidez. Por ejemplo, la extrema actitud ingenua de los padres antes las cosas que hace su pequeño psicópata es complicada de digerir. La trama tiene la intención de subvertir el mito de Superman pero su ejecución resulta simplista y decepcionante, debido a que no hicieron nada notable con la fusión de géneros. El origen del villano deja muchas incógnitas sin resolver por la sencilla razón que nunca tuvieron una idea definida sobre el cuento que deseaban narrar. Una pena porque el concepto del film era atractivo y daba para más. Brightburn tampoco es una película mala, funciona para entretenerse un rato y tiene un reparto decente. Sin embargo, si eligen verla en el cine, recomiendo moderar las expectativas ya que es una propuesta que queda en el olvido con rapidez.
Como fan de Superman tenía muchas ganas de ver esta película y analizarla. Y debo decir que salí bastante satisfecho, pero repito, como fan, porque como película de terror no asusta. Y creo que es más bien un thriller sobrenatural en un lugar de un film aterrador. Ahora bien, a lo largo de los años han aparecido en los comics, series animadas e incluso películas, versiones malévolas de El Hombre de Acero. Pero ninguna con este nivel de detalle y con esta duración. ¿El truco? Resulta que no es una adaptación oficial, es algo apócrifo. No hay licencia y por lo tanto los realizadores se cuidaron mucho en los detalles. La película es de Sony y no de Warner. Pero aún así, hay planos calcados de Man of Steel (2013) e incluso la banda sonora tiene reminiscencias a lo que había hecho Hans Zimmer para aquella película de Zack Snyder. Vale aclarar que no es una versión Evil Superman adulto, sino un cuento de origen. Un relato de un joven Clark Kent, aquí llamado Brandon Breyer, desde que lo encuentran en la nave que cayó en la granja en un pequeño pueblo de Kansas, hasta sus 12 años de edad. Es la historia que conocemos, la que amamos, y la que hemos visto mil veces en todos los medios existentes, pero que aquí se desvía de la premisa superheroica y de esperanza, para convertir a ese niño en un ser diabólico cuya misión es dominar al mundo. Dentro de ese contexto, nos encontramos con un film entretenido pero que copia y repite mucho. Pretende asustar más de lo que logra y hay unas cuantas arbitrariedades que resaltan groseros agujeros de guión. El director David Yarovesky hace una muy buena puesta y crea muy buenos climas. Destaco mucho la fotografía, los planos generales. Y el protagonista Jackson Dunn tiene la cara y los gestos indicados para encarnar a este personaje psicótico y perturbado. Gran laburo del niño actor. Brightburn es una película con un posible doble disfrute: los fans de los comics pueden hacer de cuenta que están viendo la historia de origen de Ultraman, el Superman de Tierra 3 de DC Comics perteneciente al Sindicato del Crimen, y, por otro lado, los espectadores no fans verán una película ingeniosa y bien filmada, que les hará acordar a algo que ya conocen, pero con un giro.
Del productor James Gunn (Guardianes de la Galaxia) llega Brightburn: hijo de la oscuridad dirigida por David Yarovesky. Tori y Kyle Breyer viven en una casa rural cuando cae una nave en su campo. Dentro encuentran un bebe, al cual deciden criar y llamarlo Brandon. El chico crece y a los doce años comienza a cuestionarse su verdadera identidad que ha sido oculta por sus padres adoptivos. Mientras que descubre nuevos poderes ¿que pasaría si en vez de convertirse en un héroe estuviera destinado a algo más siniestro? Con esta pregunta y premisa se arma Brightburn: hijo de la oscuridad. Brian y Mark Gunn (hermano y primo, respectivamente, del productor) escriben esta idea retorcida de un Superman maligno, algo que se ha visto en algunas versiones del cómic de DC. Las similitudes con el Hombre de Acero son varias, desde la música, la tipografía que recuerda a la cinta de Zack Snyder y, claro está, este pueblo ficticio de Brightburn que también recuerda a Smalville donde Clark Kent creció. Aunque no pasa mucho tiempo hasta que el pequeño Brandon es captado o forzado por el camino del mal. Y mientras que el film no aporta tantos detalles sobre los eventos paranormales que dan vida al personaje, se entiende que fue traído a la Tierra para gobernar a los humanos. Entre el terror y la película de origen -en este caso de un villano-, Brightburn: hijo de la oscuridad busca unir ambos mundos o géneros en uno solo y por momentos funciona. Los sustos o apariciones repentinas del muchacho impactan en la pantalla, hay una excesiva cantidad de sangre y gore que uno piensa si era realmente necesario mostrar. Finalmente los efectos y poderes que se despliegan, así como algunas escenas de acción son lo que más lo acercan al universo de los superhéroes. Como mencionamos antes, la falta de información o motivación del villano le juega en contra a la película que con una idea interesante por lo menos podría haber explotado mucho más su argumento y no sólo dedicarse a mostrar cómo este niño hace el mal sin consecuencias.
Anti-hijo y anti-héroe Los hermanos Gunn (James como productor, Brian y Mark como guionistas) junto con el director David Yarovesky dieron forma a una idea que seguramente cruzó la mente de cualquier fan promedio del mundo de los cómics y los superhéroes: ¿Qué pasaría si Superman fuera un villano en vez de un superhéroe? Sobre esa idea base construyeron Brightburn: Hijo de la Oscuridad (Brightburn, 2019) una película que tiene cautivados desde hace meses a neófitos y entendidos del tema. La historia comienza con Kyle (David Denman) y Tori Breyer (Elizabeth Banks), una pareja que vive en una granja de la zona rural de Kansas, incapaces de concebir un hijo propio. Pero todo cambia cuando un meteorito se estrella cerca de su propiedad, conteniendo a un niño extraterrestre dentro. Los primeros años pasan sin problemas y el pequeño Brandon Breyer (iniciales poco casuales dentro de la génesis superheroica) crece y se convierte en un niño afectivo y con una inteligencia destacable. Pero todo parece cambiar al cumplir 12 años, momento en que Brandon descubre ser portador de poderes y habilidades sobrehumanas. Hasta aquí todos los elementos dentro de la historia remiten directamente a los orígenes del Hombre de Acero y más específicamente a su alter ego Clark Kent, pero lo que sigue a continuación es la metamorfosis de un personaje que no usa sus poderes para hacer el bien, sino todo lo contrario. De aquí en más lo que vemos no es la historia de Superan o un Superman inverso, sino algo mucho más cercano a The Ultraman, un superhéroe del propio universo de DC Comics que funciona como espejo de Superman: vive en una tierra paralela y usa sus poderes para hacer el mal. Pero la película elije transitar el camino del Terror por sobre el camino del tropo superheroico, y construye un protagonista cuya oscuridad podría equipararse con aquella de Damien en La profecía (The Omen, 1976), Charlie en Llamas de Venganza (Starfire, 1984) o los niños albinos de El pueblo de los malditos (Village of the Damned, 1995). Elizabeth Banks es uno de los puntos altos, interpretando a una madre que se debate entre el amor por su hijo y el temor por la amenaza inminente en la que se está convirtiendo. Jackson A. Dunn hace un trabajo correcto poniéndole el cuerpo a Brandon Breyer, pero sin superar la media del subgénero que podríamos llamar “niños malvados”. El marco del film es pequeño pero va tras un concepto pocas veces explorado dentro de la aglomeración generada por el cine superheroico colorido de la última década, funcionando como contrapeso. Pero conforme avanza el relato, le falta ambición para lograr algo realmente destacable, que avance más allá de una premisa cautivante. Es posible que Poder sin límites (Chronicle, 2012) haya logrado mayor efectividad y mejores resultados al momento de construir la historia del superhombre que elige el camino más oscuro y menos transitado en la pantalla grande. Con una propuesta que no termina cumpliendo con todo lo que promete, lo más cercano que tiene para ofrecernos Brightburn: Hijo de la Oscuridad probablemente se encuentre en su epílogo. Quedaríamos más satisfechos pensándola como una película de Terror, una historia breve antes que una de superhéroes. Si eso alcanza o no, es una pregunta que tendrán que responderse a si mismos los espectadores en primer lugar, y en segundo los productores, según el potencial como franquicia que vean en todo esto.
Las dos entregas de Guardians of the Galaxy han confirmado a James Gunn como uno de los realizadores más interesantes que trabajan en el saturado ámbito de los superhéroes. Un director capaz de conjugar un gran sentido del humor con un corazón de igual tamaño, sin perder de vista el espectáculo visual, la acción o el desarrollo de sus personajes. Brightburn es la película que lo ayudó a transitar el despido de la tercera aventura de los Guardianes de la Galaxia, más allá de que al momento del estreno haya sido re-contratado y sumado The Suicide Squad en el proceso. Y en su faceta como productor nos introduce un proyecto que se permite jugar dentro de un terreno demasiado conocido en estos tiempos, pero con una vuelta de tuerca en términos de género. Nos acerca a lo que es el terror de los superhéroes.
“Brightburn: hijo de la oscuridad”, de David Yarovesky Por Jorge Bernárdez Un matrimonio de granjeros busca tener hijos pero no lo consigue, eso es lo primero que nos enteramos de Brightburn, en la primera imagen de la película que es un paseo por la casa del matrimonio en el que se ve una biblioteca en la que un par de estantes están ocupados por libros sobre el tema de la fertilidad. En la noche cae en el terreno de la casa un objeto desde cielo y en él llega un niño que la pareja asume que es un verdadero milagro y adopta sin contarle nada a nadie. Ya en esos primeros minutos de película uno advierte que está en buenas manos y que el director David Yarovesky es alguien a quien hay que prestarle atención. Lo segundo que el espectador advierte es que esta historia la hemos visto más de una vez y es cierto, como que es la historia de Superman. La diferencia entre aquella y Brightburn es que mientras que el extraterrestre de Krypton vino a la Tierra para protegernos el pequeño Brandon, que así bautizan al niño caído del cielo, es más bien retorcido y mete miedo. La historia salta rápidamente en el tiempo y se instala en el cumpleaños número 12 de Brandon. Hasta aquí el niño ha sido un prodigio. Buen alumno, amable, sano y todo lo que los padres pueden desear, pero al entrar a la adolescencia el muchacho muestra patrones de conducta preocupantes, como volverse insolente con los padres o reaccionar ante el ataque de sus compañeritos de colegio que lo ven como un freak. Brandon se vuelve cada vez más intratable, alguien dirá que así son los adolescentes en general, pero Brandon es raro en serio. El relato que arranca robando planos incluso de El hombre de Acero de Snyder, se convierte en una de terror donde uno adivina que los responsables son fanáticos de La profecía de Richard Donner. Del clima de suspenso se pasa a un verdadero desenfreno propio del teror gore y a un final inquietante. Si todo el elenco cumple a la perfección con lo que necesita la película, vale la pena resaltar a Elizabeth Banks que se pone en la piel de la madre de Brandon, que primero sufre por los cambios del niño, después trata de protegerlo de una cantidad de pruebas que se van amontonando y señalan a Brandon como sospechoso, para finalmente asumir que el hijo es un monstruo. James Gunn, responsable de las películas de Los guardianes de la galaxia es el productor y los autores del guión son los primos. Todo queda en familia y habrá que ver si este nuevo generó que parece anunciar Brigthburn tendrá fuerza pero por lo pronto hay que decir que es una gran sorpresa y que es muy bueno que un producto de estas características pueda abrirse paso en la cartelera para recuperar lo mejor del espíritu del cine de Clase B y dejar una par de escenas de muerte para la antología de la historia del cine. BRIGHTBURN: HIJO DE LA OSCURIDAD Brightburn. Estados Unidos, 2019. Dirección: David Yarovesky. Guión: Brian Gunn y Mark Gunn. Elenco: Jackson A. Dunn, Elizabeth Banks, David Denman, Matt Jones, Meredith Hagner, Steve Agee, Becky Wahlstrom, Stephen Blackehart, Gregory Alan Williams, Jennifer Holland. Producción: James Gunn y Kenneth Huang. Distribuidora: UIP. Duración: 90 minutos.
La premisa era buena. Una familia de granjeros adopta un bebe que cae en una nave espacial y con el paso del tiempo el chico comienza a manifestar superpoderes que utilizará para hacer el mal. O más simplificar: ¿Qué pasaría si Superman fuera malo? Claro, esta historia apócrifa las vimos muchas veces en cómics y tal vez el caso más representativo sea el de Ultraman, el “Superman” de Tierra 3, una tierra donde todas las contrapartes de los superheroes de DC son malvados, y esta era una gran oportunidad para ver esta idea en pantalla gigante. Pero, lamentablemente, pocos son los aciertos. Para comenzar, ya desde la publicidad de este film pocas expectativas nos dejaba cuando, en vez de promocionarla con su director, lo hicieron con su productor James Gunn (director de Guardianes de la Galaxia). Claro está que el nombre de Gunn es mucho más llamativo que el desconocido David Yarovesky, pero en general, cuando esto sucede, es por que de algún lado hay que venderla. Posiblemente, en lo que falla la película, esta vinculado con su bajo presupuesto de apenas 6 millones de dolares. Esto se refleja en los escasos y pobres efectos especiales, a tal punto que en una escena de vuelo da la sensación de ver la forma de los cables que ayudan a sostener a los actores, e incluso cuenta con algunos errores de montaje. La corta duración de apenas una hora y media también ayudan (para mal) a que todo suceda tan rápido que la historia no llega a explotar en ningún momento. Por otro lado la película que se etiqueta dentro del género de terror poco tiene de este. Brightburn es una película que intenta contar la historia de un Superman malo y termina siendo una película más mala que buena.
Un bebé del espacio cae a la Tierra y es adoptado por una pareja de granjeros que no tienen hijos. El chico crece y descubre que tiene superpoderes. La historia puede sonar conocida, la diferencia es que este bebé no vino del planeta Kripton y es un auténtico hijo de perra. El director David Yarovesky, egresado de la escuela de “Guardianes de la Galaxia”, le da una vuelta de tuerca al género de los superhéroes de comic con el cine de terror gracias a la ayuda de un buen guión de los hermanos Brian y Mark Gunn. Pensado a la antigua para un público moderno, el argumento va creciendo en tono al estilo de “La profecía” y otros films clásicos de niños diabólicos, con un excelente pulso narrativo que va haciendo crecer las cosas dramáticamente desde que el niño sólo hace cosas raras, y no es consciente de sus poderes, hasta cuando la gente del pueblito empieza a caer muerta como moscas, a veces de maneras imaginativas y generosamente condimentadas en gore. En estos casos el personaje de la madre del pequeño villano es esencial y Elizabeth Banks cubre el personaje en una excelente performance, luciéndose en el antológico desenlace.
"Brightburn: Hijo de la oscuridad" es una película estadounidense de ciencia ficción y terror producida por James Gunn (Cineasta detrás de "Guardianes de la Galaxia") y dirigida por David Yarovesky; pero no nos dejemos engañar por la categoría ya que está lejos de dar miedo. Si alguien que ya vio la película nos cuenta la trama sabremos que se basa en un niño de otro mundo que aterriza en la Tierra y una familia lo resguarda y cria, pero ¿qué es lo primero que pensamos? ¿se trata de Superman? Bueno la respuesta es no. Brigthburn narra la historia de una pareja de Kansas que se da por vencida a la hora de tener un hijo pero que milagrosamente una noche un artefacto extraño cae en su terreno y encuentran dentro a un niño que convertirá en su hijo y lo llamaran Brandon Breyer (interpretado por Jackson A. Dunn). Sin embargo, sus sueños de ser una familia américana típica se verán opacados por el pequeño (fiel al estilo de "La Profecía") ya que lejos de ser un superhéroe es una antítesis del mismo y mata con sus rayos láser a todo ser que se le cruza. Si hablamos de las interpretaciones, son todas correctas pero ninguno llega a sobresalir en su totalidad ni siquiera el pequeño Brandon. Lo que no es un dato menor es como en estos últimos años los directores quieren caer en la historia del nene maldito que mata a todos, como por ejemplo "Hereditary" o "Maligno". Estás últimas películas junto a Brightburn son historias sencillas y terminan las tres de la misma manera: con un posible final abierto. Como ya vengo sosteniendo, "Brightburn: Hijo de la oscuridad", es una película sencilla y sin muchas vueltas. Quizás si sacaban algunos golpes de sonido, y los FX tuvieran una producción mayor estaríamos hablando de una historia distinta. Si sos fan del suspenso con toques gore y al mismo tiempo querés saber que hubiera sido de la vida de Superman en otro contexto (?) esta película es ideal e inaugura supuestamente un nuevo género que solo con el tiempo veremos si trasiende: horror de superhéroes. Keila Ayala
Brightburn: Hijo de la oscuridad. El villano es la prerrogativa de toda buena película de héroes. Se crea para confrontar el ideal del bien. Y su ejecución, no siempre acertada, puede transformarlo en el verdadero nudo de la historia. Todos tenemos aún en la memoria el Thanos de Avengers: Infinity War (2018), como ejemplo cabal de que no siempre es su ansia destructora su única finalidad. Puede también poseer un errado sentido de justicia, una retorcida y mal andada moral que hace de su accionar algo horrendo, pero que sin embargo no adolece de algunos criterios que llegamos a compartir. Como Thanos, eliminando la mitad de la población del universo para restaurar un balance ecológico. Dejaron de ser esquemáticos conquistadores del mundo con delirios de emperador, para dar paso a una interesante ambigüedad a la historia. Resulta que esta elucubración tienen un propósito en nuestra review de Brightburn: Hijo de la oscuridad (el añadido final es realizado por parte de la distribuidora) que escriben Brian y Mark Gunn y dirige David Yarovesky. El cuento del nacimiento del villano, que también es un «qué hubiera pasado si Superman fuera malvado«, del que no podremos desprendernos, por la simple razón de que las referencias son, en muchos niveles, obvias. Cada paso, es una puesta al día de lo escrito en la historia del Hombre De Acero; Kansas y el matrimonio sin hijos, la nave que cae del cielo con un niño dentro. Un pequeño extraterrestre que ellos adoptan, ocultando al mundo su procedencia. Criado como uno más en el pequeño pueblo de Brightburn, Brandon Breyer, el niño en cuestión comienza desarrollar sus poderes y mostrar que no es igual, por más que sus padres, Tory y Kyle Breyer lo sostengan. El film es un drama coming-of-age mixturado con el terror gore de bajo presupuesto que tanto deleitan hoy en día como; The Hole in the Ground, The Lodge o por qué no Boyz in the Wood. Pero aquí la ascendencia comiquera de Superman en particular, buscada o no, le quita el potencial de una historia original arrinconándola. Varias razones se muestran contraproducentes, la primera, y si queremos principal, es el hecho de que el niño no decide su cruce a la oscuridad mencionada. Es un mandato que atiende como un dispositivo a control remoto, lo que quita cualquier discusión sobre ética o moral a sus decisiones. De repente un día, este pequeño y buen niño, un nerd acosado y amado por sus padres, comienza a manifestar el extraño comportamiento que usualmente se les da a los psicópatas en los films; el aislamiento, su fascinación por predadores, víctima de violencia que no puede manejar. Que al final no contará porque su maldad parece ser generada por un mandato externo y no una decisión, equivocada de cómo responder ante un mundo que parece no entenderlo. Desde aquí la historia tomará el camino de un film de terror con un monstruo acechando y matando sin contemplaciones ni dolor, un Michael Myers con superpoderes. Y desperdicia cualquier oportunidad de satirizar al superhombre extraterrestre adoptado que gracias a benevolentes padres se convierte en el adalid de la justicia. Aunque de alguna manera lo apunta y ciertamente funciona; desdibujado lo por anteriormente mencionado claro está, lo del amor lo vence todo. Aquí se mofan de esto. Tanto en las reacciones positivas como la madre intentando convencerlo de que tiene buen corazón, o el fallido intento de fusilamiento de un niño al que hace instante se amaba con ternura. Austera, en sus efectos especiales, es así mismo certera en su expresión más gore, que le da el atractivo a los momentos de terror, que están bien logrados. El protagonista, Jackson A. Dunn que interpreta a Brandon Breyer, logra una mejor performance que los adultos Elizabeth Banks y David Denman, un tanto desdibujados por esos repetitivos diálogos sobre amar a pesar de todo a tu hijo, de que hay bondad ahí adentro, que la comprensión y vuelta a comenzar. El tercer acto, ya todo una película de creación de villanos de cómic; muestra la maldad por maldad misma sin atisbos de una crítica o satirización del género, relegando al film a un primer capítulo de una saga superheroica más. De todas maneras es una película que entretiene y hará las delicias de los amantes de las historietas. Su paralelismo con el hombre de acero, reiteramos, es insoslayable, desde la elección de los nombres; la repetición de la primera letra en nombre y apellido, hasta la roja capa cosida de la manta que trajo con él en su nave. Todo está allí para deleite del espectador, que también recibirá la cantidad de sangre y vísceras suficientes, llevando este género a un nuevo nivel en ese aspecto.
Un chico muy especial Brightburn: Hijo de la Oscuridad (Brightburn, 2019) es una película de terror y ciencia ficción dirigida por David Yarovesky y co-escrita por Brian y Mark Gunn. Producida por James Gunn (Guardianes de la Galaxia), el reparto está compuesto por Jackson A. Dunn (Scott Lang a los 12 años en Avengers Endgame), Elizabeth Banks (Effie Trinket en Los Juegos del Hambre), David Denman, Emmie Hunter (Forever My Girl), Becky Wahlstrom (Grey’s Anatomy), Meredith Hagner, Matt Jones, entre otros. En una granja del Estado de Kansas, la pareja conformada por Tori (Elizabeth Banks) y Kyle (David Denman) desea tener un hijo pero no lo puede conseguir. Para su sorpresa, esa noche un meteoro cae en el bosque cercano. Cuando se acercan a ver qué es lo que ocurrió, Tori y Kyle descubren que hay una nave y dentro de ella está un bebé indefenso, por lo que los dos de inmediato deciden adoptarlo como propio. Aunque Brandon Breyer (Jackson A. Dunn) no presenta inconvenientes durante la infancia, en los inicios de la pubertad varias situaciones harán dudar a sus padres de que en realidad el chico no es humano y vino a hacer el mal en la Tierra. Catalogada como la “versión maligna de Superman” debido a las similitudes que presenta el origen de ese superhéroe con el del protagonista de esta historia, Brightburn nos muestra de una manera muy entretenida cómo un niño aparentemente inocente puede generar horror y tragedia en poco tiempo. El joven Jackson A. Dunn consigue dar una buena interpretación ya que no solo su personalidad transmite misterio sino que también aterroriza cuando se lo ve en acción. Gracias al guión, el espectador duda todo el tiempo sobre si verdaderamente Brandon es un vil mentiroso consciente de lo que está haciendo o si, cuando mata, otra fuerza dentro de sí toma el control. Aunque la película utiliza los conocidos jump scares, el director también se encarga de construir una atmósfera sombría para que el espectador pueda asustarse. Hay varias secuencias muy bien logradas con respecto a esto, en especial una que sucede dentro de un restaurante e incluye tubos de luz y otra en la casa de la tía del protagonista. Yarovesky no se priva de mostrar escenas sangrientas por lo que para los más impresionables esta cinta no es recomendada. Por otro lado, Elizabeth Banks está muy bien en el papel de Tori, madre que defiende a su hijo y hasta el último momento tiene la esperanza de que Brandon sea inocente. No obstante el final resulta flojo con respecto a lo que se venía proponiendo, notándose las ganas de los realizadores para que de esta película se puedan hacer continuaciones. Cortita pero muy disfrutable, Brightburn: Hijo de la Oscuridad cumple el cometido de mantener tenso y expectante al espectador por 90 minutos. Con una máscara extraña, súper fuerza, ojos láser y la capacidad de volar, la presencia de Brandon Breyer por las noches sin duda alguna logra atemorizar.
Cómo el revés que el espejo devuelve de una imagen, podemos dejar de lado la venta que la distribuidora local está haciendo de “Brightburn: El Hijo de la oscuridad” (2019), anclada en el terror, para centrarnos en su relectura de uno de los comics más importantes de la historia: SUPERMAN. El superhéroe más luminoso, en contraposición a Batman, por ejemplo, ha tenido una larga vida en el mundo del entretenimiento gracias a sus posibilidades de exploración como hombre poderoso que llega del espacio. A las películas le siguieron una serie de productos como dibujos animados, programas de televisión, y en todos los casos, en el arranque se narraba la llegada y posterior crecimiento en medio de contextos “naturales”, del ser del espacio exterior y su adaptación al planeta Tierra. Con ese punto de partida David Yaroevsky se pone tras las cámaras de esta historia creada y producida por James y Mark Gunn, los mismos de “Guardianes de la galaxia” quienes repasan lo mejor del cine de género de los últimos tiempos, con esas narraciones centradas en jóvenes o niños con poderes y capacidades diferentes y que en determinado momento terminan por revelar su identidad ante el mundo. En la habilidad por inventar un nuevo género, “Brightburn: El Hijo de la oscuridad” avanza a paso seguro en la delgada línea que puede hacer tambalear una propuesta y descartarla desde el incio, o, la de potenciar ideas para replantear géneros y estilos cinematográficos. En la historia de Brandon y sus padres, y cómo de un día para otro un oscuro secreto del pasado comienza a transformar la realidad del pequeño pueblo en el que viven hay rastros de "Superman", pero también de "Carrie", y mezclando la llegada de un ser del espacio exterior y la decisión de encaminarse por un cauce que no es el esperado, Yaroevsky termina por construir un nuevo género, el del origen de un héroes, o antihéroe, ya se verá, con dosis de slasher, terrór, misterio y mucha fantasía. Muchas han sido las historias, más allá del hombre que llegó de Krypton, que supieron asociar seres del espacio exterior y familias que terminan adoptándolos a expensas de que el secreto pueda implosionar tiempo después. La principal habilidad de “Brightburn: El Hijo de la oscuridad”, además de reposarse en las logradas interpretaciones del trío protagónico (Elizabeth Banks, David Denman, Jackson A. Dunn –talentosisimo, a tener en cuenta y seguir su carrera-), es la de posibilitar la inmersión inmediata en el universo que propone y crea. Como película de género ejerce una fuerza totalizadora que respeta al espectador, lo hace parte del relato (siempre va a saber más que los protagonistas) y juega con él con los límites de la tolerancia en materia de niñohaciendosusmaldades y las posibles lecturas que de esto se puedan hacer, imponiendo una mirada distinta de los comics, a quienes debe sus inspiración, e inventando géneros.
La segunda película de David Yarovesky, "Brightburn: Hijo de la oscuridad", plantea en forma de terror el conflicto principal de muchas historias de superhéroes ¿Qué pasaría si no fuesen tan héroes? ¿Quién vigila a los vigilantes? Frase proveniente del poeta romano Juvenal, popularizada por uno de los mayores comics de culto, Watchmen. La historia de estos personajes con superpoderes que se posicionan como guardianes de la sociedad tiene una contrapartida. ¿Qué pasaría si esos mismos no fuesen héroes? En la tradición comiquera es un planteo que se ha desarrollado en múltiples oportunidades. En la mencionada "Watchmen"; "Poder sin límite"; "Civil War"; "Batman vs Superman"; y en sí, es la motivación principal de las acciones de uno de los villanos más populares, Lex Luthor; tratar de controlar el accionar de estos personajes a los que más que como héroes ve como un peligro sobre lo que puede llegar a pasar al adquirir tanto poder. Justamente es la historia del héroe némesis de Lex Luthor la que reversiona Brightburn: Hijo de la oscuridad", segunda película de David Yarovesky luego de la promisoria "The Hive". Quien más, quien menos, todos conocemos la historia de Superman. Sus padres biológicos del Planeta Krypton lo salvan antes de la destrucción del planeta enviándolo a la Tierra en donde aterriza en la granja de la familia Kent. Allí crece como Clark Kent y pronto comienza a desarrollar poderes, que gracias a su nobleza, y sobre todo la crianza de sus padres terrestres, usará para convertirse en un protector de la humanidad. "Brightburn: Hijo de la oscuridad" cuenta (casi) la misma historia, pero con un giro crucial. Lejos de convertirse en un protector, acá el ser poderoso se convertirá en un destructor. Tori y Kyle Brayer (Elizabeth Banks y David Denman) son un matrimonio de Kansas que vive en una granja y no pueden tener hijos biológicos. Una noche sienten un temblor, una luz fulgurante, y algo como un meteorito que aterriza en el bosque. En realidad es una nave que en su interior trae un bebé, al que criarán como hijo propio y llamarán Brandon. Brandon (Jackson A. Dunn) crece y se convierte en un niño muy inteligente, retraído, y cariñoso con sus padres. Pero llega la pubertad, los cambios físicos, empiezan a salir pelitos donde antes de no había, algunas partes crecen, y en Brian crece algo más de lo que nos crece a todos. Una noche, una pesadilla lo lleva hasta al granero, la nave que sus padres ocultaron en el subsuelo lo convoca, y despierta en él algo dormido. A partir de entonces, irá desarrollando un poder cada vez más grande, super fuerza, vuelo, visión de rayos X, invulnerabilidad (salvo a un material). Pero también crece la oscuridad dentro suyo, no sólo como venganza por ser víctima de bullyng, sino como respuesta al llamado que hacen desde la nave. A espaldas de todos, creará una suerte de alter ego, con capucha, capa, y logotipo/señal incluido, para dar rienda suelta a su poder de destrucción. "Brightburn: Hijo de la oscuridad" tiene un doble atractivo. Por un lado este ¿qué pasaría si en vez de un superhéroe fuese un supersociópata?; pero también se presenta como una película de terror. Detrás del velo del Superman oscuro, se esconde una propuesta bastante tradicional de los films con niños malvados. Todos los ingredientes de estos están ahí. Los padres rockeritos inocentes que se cuestionarán sus métodos de crianza, el niño que parece dulce y retraído y oculta una profunda oscuridad, la comunidad de la que el niño tomará venganza, sus compañeritos de colegio con bullyng incluido. Todo. En este aspecto, el film se favorece al ser una propuesta de bajo presupuesto (bajo presupuesto para ser una producción de Sony, ojo), y lograr un clima oscuro; aunque no genera tanta tensión o suspenso como algunas similares ("Maligno", "La huérfana"). En ese tono medio entre ser un film de villano de superhéroe y película de terror se provoca un híbrido que no siempre encuentra el tono indicado. Cuando se inclina bien por el terror (nunca llega a ser gore ni lo intenta), gana. En su desarrollo del Superman reversionado, tampoco se anima a profundizar sobre las condiciones del entorno. Clark Kent crece en un entorno idílico, padres bondadosos y de altos valores morales, socialmente aceptado siempre, con interés romántico correspondido; no pareciera haber en él signos de frustración. En Brandon Brayer si bien hay indicios de bullyng, y un interés romántico no correspondido, no hay mucho más. Sus padres no son tan modositos como los Kent, pero son bondadosos, en el colegio sus compañeros se burlan de él, pero la maestra lo contiene; y algo fundamental, su maldad se despierta por un factor externo, un llamado a ser, convocatoria a cumplir su destino de destrucción. No plantea la posibilidad de torcer la voluntad hacia un lado o el otro; algo que hubiese sido cuestionable, pero interesante de ver. En el trío de protagonistas, Elizabet Banks es quien más se destaca, una muy buena actriz en varios géneros, a la cual no siempre le dieron las mejores posibilidades. David Denman hace una labor correcta, pero su personaje es el que presenta más incongruencias de guion. Jackson A. Dunn no se va a ubicar como el más atemorizante de los niños malvados (su personaje tiene características de los albinos de Village of the Danmned, pero no sugestiona como ellos), pero hace una labor correcta sobre todo en su parte más retraída. Promocionarse como producción de James Gunn supone cierta locura del director "Guardianes de la galaxia" y "Gnomeo & Julieta"; sin embargo no, pese a que el guion es de sus hermanos, "Brightburn: Hijo de la oscuridad" no alcanza grandes niveles de salvajismo. Hay varios guiños al universo superheróico, y un ritmo sostenido que hacen de su corta duración algo muy ligero y llevadero. "Brightburn: Hijo de la oscuridad" entonces está a mitad de camino entre lo que es y lo que pudo haber sido. El resultado es una película de terror aceptable, con buenos momentos, y un planteo que sobre la mesa queda menos desarrollado de lo posible.
Titulada originalmente Brightburn, esta película toma el concepto de superhéroes y lo lleva al plano del suspenso, y hasta terror.
A fines del año pasado, la pantalla chica sumergió a los fans en un nuevo evento crossover del llamado Arrowverse– el universo que comparten algunos de los superhéroes de DC Comics dentro de las series de la cadena The CW- en el que personajes como The Flash, Supergirl y Arrow se enfrentaron a una típica historia de “que pasaría si…”, que transcurre por fuera del canon del sello editorial. El cruce televisivo se título Elseworlds, mismo nombre que recibe la publicación de DC que nuclea los relatos alternativos del multiverso, y al igual que su homónimo de los cómics también introdujo a unSuperman muy distinto al que todos conocemos. Si bien, gracias a las historias de Elesworlds los lectores pudieron disfrutar de extrañas reinvenciones sobre el origen del Hombre de Acero, como el famoso cómic Hijo Rojo, que imagina que hubiese sucedido con el superhéroe emblema del American Way si la nave kryptoniana hubiera caído en las antiguas tierras de la URSS, hasta el momento ninguno de estos interesantes relatos ha tenido el honor de ser retratado en la gran pantalla. Pero mientras Warner Bros y DC Films se encuentran experimentando lejos del DCEU (el Universo Extendido de DC) con filmes como Joker, el cine superheroico acaba de dar un giro sorprendente hacía lo terrorífico con una nueva historia escrita por Brian y Mark Gunn (hermano y primo del talentoso director James Gunn de Guardianes de la Galaxia) que propone una versión sádica y destructiva de aquel extraterrestre altruista que lucha por el bien y la justicia. Brightburn: Hijo de la Oscuridad presenta a Tori y Kyle Breyer (Elizabeth Banks y David Denman), un joven matrimonio de granjeros de un pueblo de Kansas que padece dificultades para concebir su primer hijo. Una noche, sus vidas cambian radicalmente cuando una nave espacial en forma de meteoro cae estrepitosamente en el granero conteniendo un bebé dentro. La pareja decide adoptar al pequeño y criarlo como a un niño normal, procurando mantener en secreto su misterioso origen. Pero una vez que Brandon (Jackson A. Dunn) comienza a entrar en el periodo de pre-adolescencia, el comportamiento del joven se ve alterado de forma siniestra, al punto en que no parece mostrar signos de empatía ni remordimiento al causar daños sobre los demás. En el momento en que este enigmático ser toma conciencia de sus poderes y su destino en la Tierra, decide vengarse de todo aquel que se atreva a interponerse en su sangriento plan de destrucción. Dirigida por David Yarovesky (The Hive) y con James Gunn también en la producción, el filme se asemeja a las típicas historias de origen de superhéroe, tal como hemos podido ver en El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013) pero en clave subversiva y terrorífica que ineludiblemente nos trae a la memoria al diabólico niño protagonista de La Profecía (The Omen, 1976). En este caso, se trata de un joven que, al parecer, posee todas las habilidades del último sobreviviente de Krypton, como la superfuerza, la visión de rayos de x y la capacidad de vuelo, y cuya inteligencia y personalidad introvertida lo convierte en blanco fácil del acoso de sus compañeros de colegio. Al igual que Superman, éste también debe lidiar con el trauma de ser de una naturaleza distinta a la humana y aprender a controlar sus poderes. Sin embargo, las voces en la cabeza de Brandon le advierten que su misión en la Tierra no tiene absolutamente nada que ver con una función heroica y que aquellos que lo rodean solo son obstáculos para lograr su cometido: la dominación de su raza. A pesar del exceso de recursos baratos dentro del género, como los clásicos jump scares, y la notable falta de desarrollo que se evidencia en la transformación del protagonista que pasa de ser un niño cariñoso y ejemplar a competir cabeza a cabeza con el anticristo de la película de Richard Donner, la invención de los Gunn consigue generar la intriga y el ritmo necesario en el transcurso de sus 90 minutos de duración. Escenas como el “descubrimiento” por parte de Brandon de su finalidad en este mundo o la serie de crudos asesinatos que el joven se carga al hombro, constituyen lo más destacado y sin duda los amantes del terror sabrán apreciarlo. El filme concluye con una especie de guiño a las producciones de Marvel, con escenas pre-créditos que además de incluir un simpático cameo auguran que este podría ser apenas el comienzo de la historia del “Superman maligno”, como ya lo han bautizado los portales de noticias. Más allá de la simpleza del guion, la premisa de Brightburn: Hijo de la Oscuridad resulta bastante interesante e indudablemente abre toda una nueva faceta dentro del amplio espectro del terror y los tradicionales relatos superheroicos que han copado las salas del mundo en los últimos 10 años. Un buen ejercicio de reinvención que promete tener mucho más para ofrecer.
Tori y Kyle son una pareja joven, que viven en una granja de Kansas. El destino les juega la mala pasada, ya que no pueden tener hijos; pero todo cambia cuando un misterioso objeto del espacio cae en el lugar. Años después, la idílica familia empieza a sufrir cuando el joven Brandonempieza a desarrollar extrañas habilidades, mientras sospecha de su verdadera naturaleza. Por la sinopsis, es más que obvio que Brightburn: Hijo de la oscuridad es una revisión al mito de Superman, pero dándole una vuelta de tuerca a dicha historia; con un niño que se empieza a salir de control pese a los constantes esfuerzos de su padre para que sigua por la senda del bien. La pregunta es si esto alcanza para dar una buena película o no. La respuesta, sería un “más o menos”. Empecemos por lo negativo. El film tiene un enfoque, que, a nivel personal, parece bastante errado, yéndose por el lado del terror al más estilo “movie genérica de todas las semanas”. Así que no solo estamos ante una de horror, sino que esta recontra plagada de jumpscares. Cuando en realidad si bien la posibilidad de un Superman malo es aterradora, no necesariamente se tenía que hacer una película de terror al uso. A esto debemos sumarle el pobre trabajo del joven Jackson Dunn en el rol principal. Si bien no nos gusta criticar la labor de un niño, con un actor un poco más expresivo, hubiéramos tenido un Brandon bastante más creepy. Y esto se nota sobre todo en las escenas donde el chico intenta manipular a sus padres ocultando su recién iniciada ola de asesinatos De todas formas, esto no tira por tierra las virtudes que ofrece Brightburn: Hijo de la oscuridad. Elizabeth Banks compensa cualquier mala actuación, componiendo a una madre que pasa por todos los estados mientras ve que su hijo adoptivo se encamina a ser un monstruo asesino. Lo mismo podemos decir con la fotografía y ese tono opresivo que se nos presenta. Y pese a que el bajo presupuesto se nota a lo largo de hora y media de duración, en ningún momento chirria o hace ver al resultado final como ridículo o clase b. Brightburn: Hijo de la oscuridad es una interesante película, que tiene el sello de James Gunn por todos lados, aunque participo poco y nada en el proyecto. Con una idea original para los tiempos que corren donde los superhéroes pueblan nuestras salas, es una lástima que no se jugara más con este mito y se descartaran por el terror más obvio. Así y todo, no deja de ser recomendable si tienen muchas ganas de ir al cine.
Una villa chica en Kansas Los Breyer son un matrimonio joven que vive relativamente feliz en su granja de Brightburn, Kansas. La felicidad no es completa porque no logran cumplir su gran anhelo de tener un hijo, por más que lo intentan. Por eso, ellos reciben como señal divina cuando desde el cielo cae una nave trayendo un bebé al que inmediatamente adoptan como propio. El pequeño Brandon crece normalmente, criado por sus amorosos padres, convirtiéndose en un niño inteligente y afectuoso a pesar de cierto maltrato que recibe de algunos de sus no tan comprensivos compañeros. Todo cambia cuando cumple los doce años y su naturaleza alienígena se despierta, dándole habilidades sobrehumanas pero también disparando voces que le hablan en una lengua extraña dentro de su cabeza, las que lo llevan a encontrar su nave, oculta en un sótano durante todos esos años. Sin percibir que los cambios por los que su hijo está pasando son mucho más profundos de lo que parece a simple vista, los Breyer le confiesan su verdadero origen, sin sospechar que el chico bueno que solía ser quedó enterrado bajo una nueva personalidad, una bastante más oscura que ya no siente la necesidad de ajustarse a las reglas que le enseñaron durante la crianza. Elseworld Clandestino Ya sabemos lo que hubiera pasado si caía en Ucrania o en La Matanza, pero esta vez toca imaginar qué pasaría si el viejo y querido Kal-Elresultara ser un sociópata al cual no le importa la crianza recibida, decidiendo utilizar sus poderes para satisfacer sus propios deseos, y sin tener reparos en desquitarse con sus vecinos del pueblo de Brightburnpara lograr lo que quiere. Las referencias con el clásico superhéroe son evidentes e intencionales, proponiendo una especie de parodia de humor negro y terror que aunque suena muy bien como premisa, cumple a duras penas con las expectativas. Comienza tomándose demasiado tiempo para presentar una serie de personajes que son tan chatos como el estereotipo del terror acostumbra, por más que al mismo tiempo parece pretender que la historia sea un poco más profunda que eso. Tampoco ayudan las actuaciones, que en el mejor de los casos alcanzan a ser correctas para acompañar una narración sin mucho vuelo. Ese es el mayor problema de Brightburn; cumple con entretener pero deja la sensación de que había más para ofrecer, mientras se resuelve con una serie de lugares comunes que no la diferencian mucho de otras propuestas centradas alrededor de un “niño malvado”. Toda la originalidad de la premisa no se replica a lo largo del resto de la película y -aunque lo intenta- le cuesta construir climas de tensión que le sumen valor a una narración que no sorprende nunca, con lo cual termina dependiendo demasiado de las referencias o los sustos para poder sostenerse.
¿Es un pájaro?, ¿es un avión? No, y tampoco es Superman, superhéroe repensado por Brightburn: hijo de la oscuridad al tomar prestada esa premisa prototípica y subvertirla. Una pareja con problemas para concebir ve cómo, en plena acción, un meteorito se estrella a metros de su granja en un pueblito de Kansas. Como si fuera una solución caída del cielo, la pareja decide adoptar al bebé que encuentran a bordo de la nave espacial estrellada. El nene crece como cualquier hijo de vecino hasta que se da cuenta, justo cuando cumple 12, que tiene superpoderes. Y la noticia le pega tan mal al preadolescente que esta historia modelo típica de superhéroes se transforma en una película de terror. El director David Yarovesky, que ya había metido miedo en The Hive, se junta con el clan Gunn (el aquí productor James, director de la saga Guardianes de la Galaxia despedido y recontratado por Disney, y los guionistas, su hermano Brian y su primo Mark) para buscar respuestas a la duda existencial sobre qué hubiera pasado si el alienígena Superman fuera un villano. Y con esa pregunta alcanza para romper el mito del hombre indestructible en mil pedazos. Brightburn deconstruye al Hombre de Acero para dar con esa maldad latente en la esencia del superhéroe, pero la película evita volverse densa con esa profundidad por lo general esquiva en el género. Yarovesky se divierte a puro gore con la oscuridad inherente a la idea de un ser superpoderoso con el mundo entero a su merced. El cineasta cruza los universos de Tenemos que hablar de Kevin y La profecía con Superman en versión Zack Snyder, a quien James Gunn le escribió el guión de El amanecer de los muertos y la serie Smallville. Los superhéroes y el terror se vienen cruzando ya desde tiempos de El monstruo del pantano, que ya tiene lista su versión 2019 en pantalla chica gracias a Len Wiseman y James Wan, pero pocas veces la mirada estuvo puesta con tanta atención en el miedo. Terror adaptado a tiempos con superhéroes en casi toda pantalla posible pero, tal vez por cuestiones de presupuesto, con más lugar para riesgos y reflexión que un cine acostumbrado a auto celebrarse a lo grande.
¿Qué pasaría si aquel dotado de superpoderes es incapaz de distinguir el bien del mal? Sin embargo, esa clave moral de la tradición heroica se plantea aquí con no más ingenio que el que define esa pregunta inicial. La llegada de un objeto volador no identificado a una granja en Kansas tiene como resultado un nuevo integrante para la familia Breyer: el joven prodigio Brandon, quien al llegar a la pubertad descubre que los límites de su poder son inimaginables. La película desaprovecha la construcción de un villano en un entorno cotidiano, clave de todas las historias de niños malignos que a nadie asustan más que a sus amorosas madres. Aquí, el despertar de la oscura fuerza que habita en Brandon se escalona en ataques caprichosos, pensados para sobresaltar al espectador antes que para instalar un verdadero estado de horror. Cada quiebre de los límites humanos que el joven Brandon descubre, desde la emergencia del deseo hasta la frustración que conlleva no conseguir lo que quiere, no abre la duda o el éxtasis para el personaje, sino que confirma el ejercicio de una mecánica narrativa que reduce la maldad a un estado impuesto. Hay, sin embargo, una escena en la que la película rompe esa lógica de pensar el terror como algo externo, y es cuando los tíos le regalan a Brandon un rifle para su cumpleaños. La expresión del chico frente al arma y el golpe seco sobre la mesa causan más escalofríos que todos los poderes que vienen de afuera.
EL MAL COMO DESTINO PERO NO COMO ELECCIÓN Si bien cuenta con producción de James Gunn –que es la gran marca que sirve de soporte a la campaña de marketing-, Brightburn: hijo de la oscuridad es más un proyecto de los guionistas Brian y Mark Gunn, hermano y primo, respectivamente, del realizador de Guardianes de la Galaxia. Ambos ya habían escrito el guión de Viaje 2: la isla misteriosa y aquí aplican nuevamente un procedimiento de reescritura, consistente en tomar el mito de Superman para darlo vuelta como una media: acá hay un niño que una noche cae en una nave extraterrestre, es adoptado por una pareja que estaba buscando un hijo pero, cuando comienza a descubrir que tiene poderes extraordinarios, los aplica para los peores designios. Por más que el planteo puede sonar simple pero efectivo, el film dirigido por David Yarovesky se ve frente al dilema de darle cabida a varios puntos de vista: por un lado, la perspectiva de los padres (Elizabeth Banks y David Denman), que ven cómo ese niño tímido pero dulce se va convirtiendo rápidamente en un monstruo al que no pueden entender y contener. Por otro, la mirada del chico, que siempre se sintió distinto pero cuando descubre sus verdaderos orígenes y poderes, entra en una espiral de destrucción sin límites. Como telón de fondo y jugando roles propios, la gente del pueblo que sufre las consecuencias de la acumulación de acontecimientos y la estética propia del género de superhéroes pero reconvertida para el lado del terror. Este dilema sobre las múltiples vertientes del relato intenta ser resuelto por el film mediante la apelación a un referente ineludible del horror tanto en el cine como en la literatura, que es Stephen King. Por eso Brightburn es también una especie de reversión de Carrie en cómo narra esa rebelión del que se descubre poderoso frente a un contexto que lo subestima u oprime; y de Cujo o El resplandor en cómo configura el drama íntimo y familiar, ese crecimiento doloroso que lleva a un quiebre matrimonial y paterno-filial. De hecho, hasta puede pensarse la cuestión del antagonismo frente a lo heroico como algo meramente accesorio. Este procedimiento, por el cual la película funciona como un Frankenstein que toma herramientas de distintos lugares para armar un collage mínimamente propio, es efectivo principalmente durante la primera mitad, en la cual los indicios trágicos y simbolismos oscuros son los que marcan el ritmo. Cuando todo son pistas de lo que podría venir o suceder, cuando la lucha entre el bien y el mal se da dentro de los personajes, es cuando más temor consigue generar la película. De hecho, hay un par de escenas donde se nota que el niño empieza a coquetear con quebrar los límites morales –la invasión a la habitación de una niña que le gusta- que son sumamente inquietantes. Pero esos logros se van disolviendo cuando todo va quedando más claro y las referencias o citas pasan a ser la repetición de lugares comunes, hasta derivar en unas cuantas decisiones apresuradas, que en vez sumar dramatismo, ambigüedad o inquietud, le restan. Si Brightburn: hijo de la oscuridad amaga inicialmente con ser una historia marcada por lo afectivo viéndose desbordado por lo que marca el contexto y el destino, termina siendo un despliegue de guiños enciclopédicos. Pero lo peor es que sus giros del final no solo son previsibles, sino que encima no llegan a tener un verosímil que los sustente de la manera apropiada. Eso lleva a que ni siquiera lleve a fondo su apuesta de ser un reverso de Superman: lo siniestro que enmarca a ese niño convertido en villano, la mitología maligna que lo rodea, no pasa de ser una mera decisión del guión, un experimento donde ningún protagonista tiene capacidad de decisión. No estaría mal recordar que el mal, como el bien, también se elige.
Brightburn funciona de forma perfecta como el primer gran "what if" del mundo de los superhéroes. Al margen de ir por fuera de DC, los indicios son reconocibles de manera instantánea y todo hace parecer que estamos en presencia de un nuevo universo compartido de villanos. Vivimos en la época dorada de los superhéroes en el cine y eso no es sorpresa para nadie. Las casas más importantes de cómics llevan a sus personajes más conocidos al cine, a la televisión, a los videojuegos y hasta a las novelas, ampliando así la llegada que supieron tener a principios de milenio. Ahora bien, junto con esta inmersión total en la que se encuentra ahora la casi totalidad del mundo, se crean y se vuelven a retomar nuevas ideas para provocar que esta época nunca se termine. Una de ellas es la de los famosos “what if“, un termino comiquero que plantea la simple hipótesis de “que hubiera pasado sí”, una idea que establece el uso de realidades alternativas para volver a repensar personajes, historias y universos enteros. Ejemplos hay muchos y de calidades diversas en la historia de las viñetas pero en el cine aún no se han conocido por lo menos por ahora. Desde el lado de la editorial DC se viene rumoreando con que la película en solitario de The Flash podría adaptar “Flashpoint” uno de los mejores arcos narrativos sobre una realidad alterna que poseen y que se hayan escrito. En él los padres de Bruce Wayne jamás fueron asesinados, sino que fue el pequeñín quién la quedó y sus padres se desviaron totalmente de su eje convirtiéndose en un Batman que no era ningún paladín de la justicia (Thomas Wayne) y en la versión femenina de el Joker (Martha Wayne). Tomando este concepto, pero sin la licencia oficial de la casa madre de las historietas, es que llega Brigthburn: Hijo de la Oscuridad película que toma el concepto básico de Superman y plantea un “que hubiera pasado si” con respecto al origen y a las intenciones del hombre de acero. En esta historia dirigida por David Yarovesky, escrita por los hermanos Brian y Mark Gunn y producida por James Gunn (Guardians of the Galaxy) cuenta cómo de la noche a la mañana Tori (Elizabeth Banks) y Kile Bryer (David Denman), una pareja de granjeros que viven en la ciudad de Brigthburn, Kansas con problemas para concebir, de repente se encuentran con la situación de que un meteorito cae en su granero y para su sorpresa se encuentran con un niño aparentemente normal, que deciden adoptar y bautizar como Brandon (Jackson Dunn). Luego de una infancia dentro de todo normal, un Brandon entrado en la adolescencia empieza sentirse extraño con su cuerpo y descubriendo diferentes habilidades empieza a cuestionarse su naturaleza, su identidad y su postura con respecto al maltrato con él que lidia todo el tiempo. Fomentado por sus nuevas habilidades y con el juicio nublado por tal poder, extraños acontecimientos empezarán a producirse y todas los caminos indicarán a que él es el responsable. Allí sus padres deberán afrontar el reto de enfrentar a su hijo e intentar convencerse de que todos los extraños eventos no lo tienen al pequeño Brandon como responsable. La apuesta por parte del grupo creativo encargado de coordinar esta película era enorme. No solo por querer repensar la historia de origen de uno de los tres personajes más importantes de la cultura popular, sino también por el enfoque que decidieron darle. Eligiendo acertadamente el género del terror para presentar su historia. El relato cuenta con guiños constantes a la historia original del hombre de acero pero que en ningún momento quedan forzadas o fuera de tiempo. De algunos elementos era indispensable que no se pudieran despegar y he ahí uno de los grandes aciertos que tiene el guion, ya que no están todas las referencias que podían haber tenido, sino las más importantes y aquellas que definen a los personajes como tales. Si bien dentro de la trama y debido al género que se decide usar abunda el recurso del jump scare, la mayoría de las veces sin sentido, la otra parte del terror se ve reflejada de manera perfecta. Con el gore justo y necesario, y con el desarrollo de los personajes siendo lo mínimo e indispensable la historia y el relato fluyen de manera perfecta en unos escasos, pero eficientes 90 minutos. Las actuaciones están dentro del parámetro de aceptable y regular. Teniendo en cuenta que la mayoría del metraje se centra en la relación de Elizabeth Banks y Jackson Dunn, sus actuaciones son las que logran destacarse por encima del resto que sólo son complementarios. El jovencito interpreta aquí su primer papel protagónico al mismo tiempo que básicamente debuta como actor profesional y lo hace de una manera más que correcta. Muchos al ver el film lo notarán familiar porque tuvo un pequeño pero particular papel en Avengers: Endgame, cuando interpreta el joven Scott Lang luego del primer y fallido viaje en el tiempo de Ant-Man. Por el lado de la ya “veterana” actriz, conocida por sus papeles en la saga de los Juegos del Hambre (2012-2015) y en la trilogía de Spider-Man de Sam Raimi (2002-2007), lo que brinda es el trabajo ejemplo para volver a retomar papeles de mayor importancia. Claramente es la mejor del elenco y se nota es esmero que le puso a su labor. Momentos dramáticos y desesperantes no hubiesen tenido el mismo efecto sin ella en cámara. A fin de cuentas Brigthburn termina redondeando una buena labor por su elección de pertenecer a la “clase B” del cine. Esa conformidad de estilo le permite jugar de manera correcta con la mitología de un personaje tan emblemático como Superman, cambiar lo esencial y que todo termine funcionando dejando el terreno preparado para que esta realidad alterna siga su curso como todo nuevo proyecto en Hollywood en los últimos años: con un universo expandido. ¿Se dará?
¿Qué pasaría si Superman hubiese crecido como un niñito malvado? Por ahí viene el planteo de esta película que mezcla terror con la mitología de los superhéroes. A esta altura nos conocemos de memoria la historia de Clark Kent/Kal-El/Superman, el último hijo de Krypton que cayó a la Tierra, fue adoptado por una adorable parejita de granjeros sin hijos, y criado como propio mientras descubría sus extraordinarios poderes sobrehumanos. Brian y Mark Gunn -hermano y primo de James- tomaron esta premisa harto explotada por el cine y la TV comiquera, y la retorcieron un poquito más, imaginando al pequeño extraterrestre tomando el camino contrario al de las buenas acciones. Antes de empezar a culpar a mamá y papá por este desmadre, pongámonos a tono con la historia pergeñada por los Gunn (con Jaime como productor) y dirigida por David Yarovesky, responsable de “The Hive” (2014) y algunos cortometrajes. Tori (Elizabeth Banks) y Kyle Breyer (David Denman) son un matrimonio de Brightburn (Kansas) -no, no queda bien poner Smallville- que se quiere mucho, pero la vida no les dio descendencia. Una noche, en medio de los arrumacos, algo cae cerca de su casa (después sabemos que fue un meteorito), y a los meses vemos a la feliz pareja con su nuevo pequeñín, Brandon. El tiempo pasa, el pibe crece sano y feliz, es un bocho en la escuela y un dulce de leche con mamá, papá y sus allegados, aunque no parece tener muchos amigos en el colegio. Como a la mayoría de los adolescentes, la pubertad le empieza a pegar un poco mal, con la diferencia de que Brandon (Jackson A. Dunn), comienza a experimentar cambios mucho más drásticos que los provocados por las hormonas. Voces en idiomas extraños y fuerza sobrehumana son los primeros indicios de que el nene no es tan común y corriente como parece a simple vista. Algo escondido en el granero lo atrae casi todas las noches, pero los Breyer no están preparados para decirle a su hijo que no es un ser de este mundo. Muy mala idea, ya que a diferencia de Kal-El, Brandon toma estos cambios de manera un tanto siniestra, demostrando su superioridad ante el resto de los simples mortales. “Brightburn: Hijo de la Oscuridad” (Brightburn, 2019) mezcla las convenciones del cine de superhéroes -y la historia de Superman- con elementos terroríficos, y en vez de un nene poseído por algún ente demoniaco, nos entrega la otra cara de la moneda de estos ídolos en trajes de spandex que son, prácticamente, indestructibles. Acá no hay kryptonita que valga, así que el amor incondicional de mamá y papá va a tener que hacer su magia para detener al pequeñín que sigue ganando fuerza, y poco le importa esto de ser el ídolo de la gente, campeón de la humanidad. Como premisa, “Brightburn” es interesante y atrapa desde sus climas terroríficos y un joven protagonista (el pequeño Scott Lang de “Avengers: Endgame”) que se roba todas las escenas. Dunn es el verdadero hallazgo de esta película que, tranquilamente, podría tener un par de secuelas. A Yarovesky le toca trabajar con un presupuesto más que acotado (unos siete millones de dólares), pero se las ingenia para crear una atmosfera inquietante y por momentos muy violenta, aprovechando cada uno de sus recursos, siempre jugando con el conocimiento previo del espectador sobre los tropos del género, y siempre a la espera de que ganen los buenos. Claro que primero hay que definir, ¿quiénes son esos buenos? Más allá de los superpoderes de Brandon, los realizadores nos proponen un universo realista donde la escuela se hace cargo de la mala conducta del nene, la policía de investigar una serie de desapariciones y accidentes, pero nadie podría lidiar con las extraordinarias habilidades de este ser. Cuando la pubertad te pega mal Ahí, en las resoluciones finales, es donde empieza a flaquear la historia, agravada por las exacerbadas actuaciones (y muecas) de los intérpretes adultos que poco y nada aportan; falencias que se compensan con las irrupciones de Dunn, cada vez menos angelical y más siniestro, con o sin ojitos colorados y brillantes. “Brightburn” es una película que entretiene con poco y no abusa de sus tiempos en pantalla (escuetos 90 minutos), tampoco se detiene a contarnos de que extraño planeta viene este pequeño -algo no tan relevante- y va directamente a los bifes sin escalas. Tal vez, esa rapidez en la narrativa y la falta de un poco más de desarrollo es lo que más afecta a esta trama que termina eligiendo la espectacularidad y la acción, en vez de pararse a meditar sobre los temas que plantea. Los realizadores nunca profundizan en eso de los “poderes y las responsabilidades” (donde está el tío Ben cuando se lo necesita), perdiendo una gran oportunidad para resaltar una idea que no es nueva, pero acá está bastante bien llevada. Lamentablemente, el gore lo termina eclipsándolo todo, acercando la película hacia la vereda de las historias genéricas de terror, con la salvedad del protagonista y las extensas referencias superheroicas que la enriquecen, pero no la hacen despegar del todo. Sin embargo, se siente bien sobrevolando a baja altura, ofreciendo lo poco que tiene para brindar, sin muchas aspiraciones, tal vez, con la esperanza de poder seguir ampliando este interesante universo en una secuela a futuro.
Se sabe que uno tiende a identificarse con el punto de vista del protagonista de una película. Su enfoque suele ser en la mayoría de los casos (pero, ojo, no siempre) el que nos permite la entrada al universo del filme. La identificación con el protagonista, algo un poco más profundo, se asocia a la empatía. Ésta a su vez viene dada por los rasgos de carácter humanos que hacen que el personaje nos importe, y de allí que habilitan nuestra comprensión. El cine de terror opera muchas veces como una forma de subversión respecto de los parámetros tradicionales de identificación. ¿A qué apunta esto? A que los personajes icónicos del género no son tanto los protagonistas que se ven amenazados por una figura que encarna el mal, como sí lo son los verdaderos malos de la película. Si los psicópatas reconocidos de este cine ocupan un lugar dentro de la cultura popular, si su éxito ha sido tal que engendraron secuelas, precuelas, remakes y demás, tiene que ser porque el público ha sabido estrechar lazos con ellos. Es evidente, claro está, que nuestra empatía no puede situarse del lado de ellos por su naturaleza asesina. Y sin embargo, la fascinación incómoda que producen se mantiene intacta. Brightburnes una película que trabaja con enorme inteligencia la cuestión de la identificación y la fascinación con el horror. Una pareja intenta tener hijos, y al no poder hacerlo termina adoptando a un bebé proveniente de un meteorito que cayó del cielo. El niño crece y se da cuenta de que tiene poderes. Hasta acá, la misma premisa de base que la historia de Superman, salvo que el pibe empieza a usarlos para el mal. El sólo trocamiento del devenir del famoso superhéroe constituye de por sí un comentario acerca de la gran cantidad de películas basadas en personajes de cómic, invitando a una relectura mucho más tenebrosa. La película comienza con los padres intentando concebir y escuchando de pronto la caída del meteorito. De ahí salta inmediatamente a unas imágenes filmadas a modo de videos caseros, mostrando la infancia de Brandon y situándonos dentro del entorno familiar. Lo vemos luego en el presente, a sus doce años. Es interesante cómo el filme nos sitúa primero en el lugar del niño, como un personaje ordinario, y nos vemos fascinados con el progresivo descubrimiento de sus poderes. Durante esta primera parte, Brandon se muestra todavía sorprendido ante sus nuevas capacidades, y el modo en que la cámara lo capta nos pone en su misma situación, logrando que nos identifiquemos con él. Pero de a poco, el comportamiento de Brandon va tornándose cada vez más extraño, y el uso de sus poderes como fuente del mal de a poco nos aleja de él. En esta distancia que se de un momento a otro se impone sobre el personaje reside otro de los grandes aciertos del director David Yarovesky y del guionista James Gunn, puesto que pasamos de empatizar con él a verlo como la mayor amenaza posible. Y ahí donde un atajo posible era asociar la maldad del personaje a una cuestión psicológica aparte de sus poderes, Brightburn opta por apenas amagar con ello. Por eso, cuando en una escena terrible Brandon destroce la mano de la compañerita de colegio que intentaba simpatizar con él, entendemos que su figura no puede encarnar otra cosa que no sea el mal en estado puro. De allí que los poderes que llaman a Brandon a “tomar el mundo” no sean otra cosa que una fuerza sobrenatural sin explicación racional posible.
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Una zona rural casi bucólica en Kansas. Los Breyer, una pareja de granjeros jóvenes, Kyle y Tori, que no tuvieron la suerte hasta ahora de tener hijos, son testigos de algo que estremece la noche, un gran resplandor ilumina el cielo. Entre luces extrañas, naves espaciales y creencias esotéricas aparece un bebé para acompañarlos. Tori sabe que su vida cambiará, aunque no imagina cómo. El asunto es que Brandon crece como cualquier chico, inteligente, hábil en ciertas manifestaciones de campo que le son inculcadas, hasta que a los 12, como edad límite para la revelación, Brandon advierte superpoderes de los que no tenía noticia. Es buen momentos para aplicar en la escuela la técnica del escarmiento porque le están haciendo bullying. Hasta aquí podría ser la clásica historia de un superhéroe de planetario origen, que reconociendo su fuerza aprende a dominarla y se lanza a la Lucha por el Bien. Pero el joven Brandon parece apuntar para el otro lado y directamente elige lo malo como instrumento y la lucha por el Mal como destino. CONVENCIONAL Planteada en un comienzo como una clásica historia de niños malignos, esa comunidad que puebla películas como "Sinister", "Demian" y otras, el filme de Davi Yarovesky se mete en una senda remanida y convencional, donde todo lo visto en película como aquéllas se vuelve a dar, repite sus esquemas sin novedad ni creatividad, y se pierde la oportunidad de crear un héroe joven, peligroso para el mundo dispuesto a nuevos desafíos. Jackson A. Dunn como Brandon Breyer es un jovencito con buenas condiciones para convertirse en superhéroe, pero no hay la suficiente disposición para crear cosas nuevas y todo se mantiene en una línea formal atractiva, convencional, de buenos efectos especiales y nada más. Rodeado de buenos actores como Elizabeth Banks ("Los juegos del hambre") y David Dunman, Brandon se queda tranquilo y se acomoda a la convencionalidad general.
La trama es bastante ambiciosa y gira en torno a un niño extraterrestre con forma humana que llega a la Tierra, en una nave como lo hizo Superman, rápidamente un matrimonio de granjeros americano Tori Breyer (Elizabeth Banks, «Los juegos del hambre», la saga) y Kyle Breyer (David Denman, «Power Rangers») lo adopta al pequeño indefenso. Este pareja que no puede tener hijos crían felices a Brandon Breyer (Jackson A. Dunn, «Avengers: Endgame») que ya tiene 12 años; vamos viendo a cada miembro de la familia en su vida cotidiana, pero el niño comienza a desarrolla poderes sobrenaturales, posee un aura siniestra y escalofriante y hasta comienzan a desarrollarse una serie de hechos macabros. Las escenas se van alternando entre el comic, la ciencia ficción y el terror, de parte de ese niño que llegó de las estrellas, un ser oscuro, maligno y que posee una mirada y actitud que dan miedo. Contiene buenos giros dramáticos, con pinceladas de humor negro e intenta darle un toque stephenkiano. Contiene un giro al final pero resulta puro entretenimiento, previsible, para espectadores poco exigentes y podría tener secuela.
El Nacimiento de un Supervillano. Crítica de “Brightburn: Hijo de la oscuridad” de David Yarovesky” CINE, CINE DE GENERO, CINE DE GÉNERO FANTÁSTICO, CRITICA, ESTRENOS, INTERNACIONAL, TERROR ¿Que pasaría si un niño de otro planeta aterrizara en la Tierra, pero en vez de convertirse en un héroe para la humanidad, demostrara ser algo mucho más siniestro? Por Bruno Calabrese. Tori (Elizabeth Banks) y Kyle Breyer (David Nenman), son dos granjeros que no pueden concebir un niño de forma biológica. En medio de la crisis por la no concreción de esa paternidad deseada, cae una nave con un bebé en su interior. La pareja decide adoptar al pequeño, Brandon, un ser de otro planeta con increíbles habilidades muy similares a las del Superman de DC Comics. Sus poderes empiezan a despertarse en la pubertad y como todo adolescente se empiezan a dar reacciones negativas ante el intento de sus padres de poner le límites. Pero no solo ante sus primogénitos, sino también ante el rechazo por parte de la chica que a el le gusta. Conflictos propios de la edad se hacen presentes. Ese segmento de la película plantea lo más interesante de “Brightburn”, sobre todo a partir de que los padres empiezan a darse cuenta del peligro que su hijo esconde. Elizabeth Banks es quien carga con el peso dramático de la película. La negación del peligro que significa su hijo o como ella plantea: “nunca voy a estar en contra de mi hijo” corre el foco de los superpoderes para convertirse en un drama similar a películas como “We need to talk about Kevin” de Lynne Ramsay. Ese negacionismo conducirá la situación hacia un terreno peligroso que traerá consecuencias. A partir de la segunda mitad y con la explosión emocional de Brandon, la película pega un giro para convertirse en un slasher similar a “Halloween” o “Friday 13°”. El joven comienza a descargar toda su ira ante cada humano que lo contradiga o que no responda a sus exigencias. Aunque resulte menos interesante, la fusión entre géneros hace la experiencia entretenida y nos mantiene expectantes hasta su desenlace. “Brightburn” no se caracteriza por sus efectos especiales, aunque si por la violencia explícita presente en algunas escenas. Con un aire a película independiente (Su presupuesto fue de 7 millones de dólares), es imposible no encontrar similitudes a películas como “Split” de Night Shyamalan y la excelente “Chronicles” de Josh Tank. En ambas, seres humanos con poderes sobrenaturales se convierten en temibles asesinos. La producción corre por cuenta de James Gunn (director de la saga Guardianes de la Galaxia de Marvel), quien en su ópera prima ya había incursionado en el género terror y ciencia ficción en “Slither”, también protagonizada por Elizabeth Banks. Una película cuya trama tiene bastante puntos en común. En la misma, la caída de un meteorito trae consigo una temibles babosas que se apoderan de humanos y los convierte en seres sedientos de carne. Con el paso del tiempo, el film se ha convertido en una cinta de culto dentro de los amantes del género. Lejos de convertirse en algo similar, igualmente “Brightburn” es un film interesante y sombrío, que indaga en los inicios de un Superman sádico, violento y muy peligroso para la humanidad. Con una escena post-créditos protagonizada por Michael Rooker (actor fetiche de James Gunn), la película deja abierta las puertas para una continuación con la presencia de otros interesantes supervillanos. Puntaje: 75/100.
Este filme, encuadrado en el género del terror, arranca bien, las primeras imágenes, la primera escena, es de un muy buen nivel de guión y producción. La idea, si bien no es original, es al menos interesante, algo así como el lado oscuro, el revés de lo ya visto. De manera tal que esa primera secuencia hasta hace olvidar que estamos frente a una producción de género. Luego de ese muy buen principio se torna moroso, a medida que va construyendo los personajes, comienza a caer en una amalgama de lugares comunes. De a poco se va transformando en uno más de la lista interminable de títulos que pasan a engrosar el grupo de las olvidables, las diferencias podríamos encontrarlas en ese otro lado del personaje principal y en las actuaciones. El relato comienza en la casa de una pareja de granjeros, antes de mostrarnos a los personajes, la cámara muy sutilmente presenta la preocupación de quienes nos presentaran, libros sobre fertilidad humana en la biblioteca es todo un indicio que ellos. Kyle Breyer (David Denman) y su esposa Tori (Elizabeth Banks). estén haciendo el amor debería haber sido el corolario de la escena. Pero no, es el principio de la historia. Todo se ve interrumpido por una especie de movimiento telúrico sin explicación alguna, de ahí a una elipsis, en la que nos van enseñando el crecimiento de un niño hasta llegar a 10 años después. Aparece en escena Brandon (Jackson A. Dunn). El adorable hijo de la pareja, la luz de los ojos de esos padres por demás cariñosos, el niño no la está pasando bien con sus compañeros de escuela, es centro de burlas, es el distinto de la clase. Todo esto sucede en la mayor de las ignorancias, nada es informado, hasta que descubrimos junto a Brandon que es poseedor de determinados dones. La aclaración llega tarde, es un niño que arribó a la tierra en una nave espacial, dentro de un meteorito, hace 10 años. . En este punto las justificaciones que aplica la pareja tornan en inverosímil la adopción del bebé, en términos comparativos, lo mismo sucedía con otro bebé llegado del planeta Kripto,. Superman, ese mismo, pero en el caso de nuestro conocido superhéroe el desarrollo de las acciones de los padres adoptivos daba lugar a la circulación creíble de la historia. En este caso no es así y todo empieza a desbarrancarse, ni siquiera se sostiene desde la premisa que el joven con superpoderes es la maldad personificada, el adverso del hombre de acero, un lobo en traje de cordero. Tampoco ayuda demasiado la actuación del joven, no hay variables, siempre con la misma expresión, además de no desplegar nada que lleve a entablar algo de empatia con el personaje. Si bien está contada con todo el rigor de una estructura clásica, desarrollo progresivo, lineal, bastante lentificado luego de presentar el conflicto a desarrollar. Sí, posee un buen diseño en la dirección de arte, que queda a contramano por los desaciertos de la banda de sonido, puesta más para sobresaltar al espectador que producir algo del orden del temor, digamos un superhéroe del terror, este es el entrecruzamiento de los géneros que no produce nada por sí mismo. Elizabeth Banks hace lo que puede con su personaje, es creíble hasta en los cambios de humor, mientras Davis Denman nunca encuentra el punto justo, para colmo su transformación de padre cariñoso a “estamos en peligro” no se presenta bien desarrollado. Una lástima, una buena proposición desperdiciada, eso no quita que estemos frente a una nueva franquicia que casi dependerá exclusivamente de sus logros en la boletería.
Superman: el superhéroe imposible. El tipo hace cosas que científicamente son inexplicables: vuela, echa rayos por los ojos, es indestructible y superfuerte. Y es una contradicción ambulante, tema al cual le he dedicado un artículo completo en este portal. Es imposible que el boy scout de América tenga un absoluto control Zen sobre sus sentimientos de manera de que el tipo jamás se enoje con nadie, o que estalle alguna vez por las injusticias de la vida y del mundo como para querer hacer puré a alguien. Además, si es tan fuerte… ¿cómo no destroza las tazas de café o los platos en los que come?. ¿Cómo no pulveriza las manos que estrecha o aplasta a las personas que abraza?. Debería vivir en un estado de permanente control, obrando con nosotros con la misma delicadeza que tendríamos con una hormiga para no destrozarla. Y esa imposibilidad de exaltarse, de ser efusivo,… de emocionarse y perder el control de su fuerza implicaría automáticamente que el contacto humano le estaría vedado. No podría acariciar. No podría abrazar. No podría amar. Si no puedes amar a nadie por temor a matarlo, la soledad es inevitable. Y la alienación también. Mas que los superpoderes de Superman, la gran pregunta sería, de existir un ser así en el mundo real, cómo podría conservar la cordura. No hay contacto humano posible con lo cual no hay matrimonio, familia ni hijos. La raza humana te mira con recelo, e incluso planea en secreto métodos para combatirte y aniquilarte por si un día te rebelas, te enloqueces o te vuelves senil. Sin ataduras emocionales con este mundo, el sentimiento de desprendimiento de la realidad sería inevitable y progresivo… y pondría a Supie en el mismo dilema existencial del Doctor Manhattan en Watchmen. ¿Por qué Dios querría vivir entre nosotros y sufrir nuestros padecimientos cuando puede arrasar todo y dominarnos, o simplemente marcharse a otro planeta para tener una existencia pacífica?. ¿Por qué debería luchar por nosotros cuando somos una raza autodestructiva?. La noticia de la existencia de Brightburn me daba una luz de esperanza para saber si a alguien más se le había ocurrido semejantes preguntas. Partiendo de la premisa de “¿qué pasaría si Superman fuera malvado?”, quizás un grupo de libretistas inteligentes (o a lo M. Night Shyamalan, tipos disparatados que al menos se arriesgan a crear extravagantes teorías para justificar la existencia y el accionar de sus personajes) podría abordar estas cuestiones desde una postura iconoclasta y justificar la conducta malvada de un superser partiendo de su naturaleza inhumana. Vale decir, salirse de la regla, abordar el tema desde otro punto de vista, aplicar la lógica… y filosofar sobre el tema hasta el punto de crear una película de terror que fuera pensante… sin que eso implique que deba ser aburrida o que carezca de sobresaltos y gore. No sólo ver a Supie malo achicharrando gente y estrujando músculos y huesos, sino que sus padres – principales responsables de su código moral interno – pudieran entrar en discusiones como las planteadas en el primer párrafo de esta review. ¿Por qué este tipo debería estar de nuestro bando?. Lamentablemente Shyamalan no estaba disponible y lo que tenemos es a un grupo de palurdos – un par de primos de James Gunn con Viaje 2: La Isla Misteriosa en su prontuario como libretistas; el director del delicioso clip “Inferno” donde Zardy Hasselfrau y los suyos promocionaban el lanzamiento en video de Guardianes de la Galaxia 2 – que terminaron generando la cosa mas chata, poco original y escasamente convincente que exista. No hay nadie – en todo el maldito cast – que opere con la mas mínima lógica. Los Kent de turno nunca se calentaron en ponerle una vacuna al pibe o ni siquiera temieron que el flaco se tirara un gas y matara a toda la humanidad. Digo: es un ser de otro planeta, viene con otras bacterias, otras enfermedades, otra sangre… Si vas a jugar a la versión realista de Superman, tenés que pensar – como mínimo – en decirle algún día de que no es de acá y que si embaraza a alguien capaz que de a luz algo con cinco ojos y diez tentáculos, cuando no, que la parta al medio como un queso cuando tenga relaciones. Que no puede hacerse exámenes médicos y que su partida de nacimiento es trucha. Que no puede enojarse con nadie porque puede pulverizarlo literalmente, y estar todo el tiempo pensando en qué van a inventar para castigarlo el día que se salga de control, haga burradas en la adolescencia o decida portarse mal. La teoría le funciona a Superman porque está criado en la América de los años 30 con una educación ultraconservadora donde los hijos jamás le discutieron nada a sus padres, y donde los Kent era un modelo de sencillez y sabiduría; pero estos dos nabos – padres del nuevo milenio, tipos ocupados en sus cosas, en sus trabajos y en sus celulares, y que ni siquiera tienen una gran química con el chico – aceptan la anormalidad de las cosas con total naturalidad. No dicen ni mu cuando la cortadora de césped aparece deshecha porque Brandon (ah… por Marlon Brando… guau, qué inteligentes que son estos Gunn…) decidió probar que era indestructible metiendo la mano en la hélice. O siquiera se ponen blancos del susto cuando los llaman del colegio y les informan que el pibe le deshizo la mano a una nena de su clase que le tiene miedo porque lo ve un poquito sicópata. Ni siquiera pierden el sueño cuando Brandon hace brulee a medio gallinero porque acaba de descubrir que puede lanzar rayos con los ojos y está testeando el superpoder del día. Tampoco se hacen pis encima cuando descubren el cuaderno secreto del pibe, lleno de dibujos espantosos que ilustran masacres de todo tipo y la Tierra prendida fuego gracias a la mirada calorífica de Brandoncito… Si lo ves no muy de cerca, Brightburn es tan estúpida que debería haber sido escrita como una parodia tipo Scary Movie. Los razonamientos de Elizabeth Banks y David Denman son abominables. La Banks defiende al engendro de otro planeta aún cuando haya masacrado medio pueblo. El tema del superser descarrilado está desaprovechado criminalmente – sólo sirve para crear algunas matanzas novedosas – y lo que tenés es una variante de La Profecía pero con Damien viniendo de otro planeta, sin sectas satánicas que lo protejan y sin Ave Satani de Jerry Goldsmith en la banda de sonido. Ahora los padres del Anticristo no son dos poderosos políticos sino una pareja de pueblerinos simplones. Pero, por el resto, sigue la misma mecánica, con el chico malvado de turno sacando de su camino a la gente que le molesta… y por la razón mas estúpida del mundo, que es que no quiere que sus padres se enteren… aún cuando sea imposible disfrazar que asesinó a la mitad del pueblo en apenas un par de noches. Todo es burdo, brusco, inexplicable. Brandon pasa de buen pibe a asesino serial en dos segundos. Cuando se enoja, golpea la mesa y se despacha con un pulso EMP que apaga todo pero que nadie le da importancia. Tampoco les llama la atención que flamee por ahí con una manta roja como capita o que se le pongan los ojos rojos cuando se enoja. El libreto tira por ahí que en realidad se volvió malo porque la cápsula espacial que lo trajo – y que los Kent… los Breyer tienen guardada en el granero – posee un mensaje mental preprogramado que ahora, al cumplir doce años, se ha activado y que le dice que fue enviado a la Tierra para destruir el planeta. Pero todo es demasiado simplista y decepcionante, nadie reflexiona sobre nada de lo que pasa, y solo se atiene a seguir la linealidad de los hechos, terminando por convertir a Brighburn no sólo en un filme difícilmente recomendable sino en una oportunidad única desperdiciada de la manera mas incompetente posible.
“Brightburn”, dirigido por David Yarovesky, es un film de terror/ciencia ficción que nos muestra cómo es ser el hijo de la oscuridad. Además, un dato importante para mencionar, es que el guión está a cargo de los hermanos Gunn, quienes ya nos deleitaron con “Guardianes de la galaxia”. Una pareja que busca ser padres, de la nada escuchan cómo algo cae del cielo. Al acercarse a ver, se encuentran con un bebé al que crían como si fuera suyo pero no saben de dónde proviene y tampoco nunca averiguaron. Pasado el tiempo, Brandon (Jackson Dunn) ya es casi un adolescente y comienza a sentirse extraño. Hace cosas malas y no entiende de dónde provienen, como si alguien lo manejara por dentro. Su madre, Tori (Elizabeth Banks), empieza a notar ese comportamiento extraño pero se niega a pensar lo peor hasta que varia muertes empiezan a ocurrir en este pequeño pueblo, funcionando como desencadenante de la trama. Dunn cumple con transmitir la maldad al espectador pero más con actos que con otro aspecto. Es por eso que el personaje se quedó corto al ser tan serio y callado porque de no ser así le hubiera aportado más arraigue a lo que hace con lo que él es. En cuanto a Banks y Denman, ambos lograron un papel correcto, sólo acompañando al protagonista ya que básicamente no aportan otras características importantes que infieren en el personaje principal. Los momentos cruciales de la película estuvieron muy bien acompañados de los efectos especiales, lo cual fue uno de los aspectos más esperados. Además, desde la dirección se respeta que los efectos no sean exagerado porque sino hubiera sido todo muy desigual. La trama de “Brightburn” debería haber tenido más despliegue y más historia, ya que se mantuvo todo muy simple y lineal, aunque no deja de ser una opción a la hora de elegir una película para disfrutar con pochoclo en mano.
El Superman que destruirá al pueblo ''Brightburn'' es la versión terror de bajo presupuesto de la historia inicial de Superman, aunque en ningún momento se usan términos asociados con la historia original de DC Comics. Vendría a ser una reimaginación de la historia de inicio del superhéroe, pero con tintes de terror. Tori (Elizabeth Banks) y Kyle (David Denman) son un joven matrimonio de un pueblo estadounidense que venían con problemas para poder tener un hijo. Por una de esas cosas del destino, reciben uno desde el espacio. Lo crían desde bebé para ser una persona bien, escondiendo su procedencia y sus poderes extraterrestres para no dañar a ningún otro ser y para que nadie altere la dinámica de felicidad familiar. Hasta acá un calco de Superman. La gran diferencia está en que el niño de a poco comienza a sentir un llamado de su propia naturaleza, que lejos de ser heroica es en realidad villanezca. A partir de este evento se desata una ola de terror y violencia que alcanzará a los propios miembros de la familia. Lo mejor que tiene la propuesta es la vuelta de tuerca donde se presenta al superhéroe más popular y querido del planeta Tierra como un extraterrestre asesino que en realidad llegó para apoderarse de la humanidad y no para salvarla. Hasta ahí, todo bien. Tiene algunos momentos de violencia bastante fuertes también que a mi manera de ver le suma puntos. El problema principal tiene que ver con la dinámica general del film, donde por ejemplo los padres de Brandon (el superman del mal) pasan del amor eterno por su hijo al odio en minutos. Las interpretaciones también son bastante exageradas y no suman demasiado al clímax. Es como que no hubieran reparado demasiado en detalles. Le dieron para adelante con la filmación, y lo que salió, salió. Aclaro que es la sensación que da, no algo que sepa de primera mano que pasó. La metamorfosis de Brandon pasa muy rápido, nunca se llega a entender del todo el porqué de su rol malévolo, y aparecen algunos personajes con los que el público no empatiza nunca por la rapidez con que son presentados y eliminados. En estos aspectos se notó que fue un film de bajo presupuesto. ''Brightburn'' es una película irregular, que si bien atrae desde el inicio con su premisa, a medida que va pasando el metraje va decayendo ahogándose en su simplicidad. Hay algunos buenos momentos de violencia física, pero creo que en general nunca se anima a tirar toda la carne al asador. Para ver algo distinto y entretenerse brevemente.