Demonología masculina. Prácticamente desde el inicio de su carrera Liam Neeson ha actuado en una amplia variedad de proyectos de distinta índole, al punto de que por momentos pareciera que el británico no rechaza ninguna oportunidad de trabajo. Vaya uno a saber si hablamos de una pasión irrefrenable por el medio, una necesidad de “eludir” el ámbito doméstico o de un simple workaholic que no puede escapar de su compulsión. Lo único cierto es que al acumular tantas obras por año, en ocasiones la sorpresa genera incomodidad y el espectador descubre participaciones del señor en películas diametralmente opuestas, así la heterogeneidad de otros colegas aquí puede ser leída como una incoherencia anómala, quizás hasta irritante. Del mismo modo en que a veces la balanza se vuelca hacia el apartado negativo, hoy es hora de celebrar Caminando entre Tumbas (A Walk Among the Tombstones, 2014), uno de esos thrillers hardcore que tanto extrañábamos y que Hollywood ha condenado al olvido durante los últimos lustros, cobardía e idiotez mediante. El principal responsable del éxito del convite en cuestión, si dejamos de lado por un instante a Neeson, es Scott Frank, un guionista reconvertido en realizador que escribe y dirige con firmeza esta pequeña joya que combina un tono apesadumbrado y algo de violencia furtiva con un antihéroe símil western, secundarios eficientes y detalles propios del film noir y los dramas suburbanos setentosos. A posteriori de la que podríamos catalogar como una de las escenas de apertura más extraordinarias del mainstream reciente, la cual involucra un tiroteo que no tiene nada que envidiar a sus homólogos de la saga de Harry, el Sucio (Dirty Harry), la trama baja las revoluciones y comienza un desarrollo detectivesco basado en la labor del investigador privado Matt Scudder (Liam Neeson) en pos de hallar a los captores y asesinos de la esposa de un narcotraficante, quien lo contrató con vistas a saciar su sed de venganza. Por supuesto que nos referimos a unos psicópatas que tienen por berretín cobrar el monto del rescate, desmembrar a sus víctimas y pasar a la siguiente señorita en su “lista negra” de la DEA. Estamos ante una propuesta clasicista y de derecha que obvia a las mujeres y se concentra en los conflictos masculinos y sus demonios internos, ahora representados por el alcohol, las desviaciones sexuales y ese canibalismo que no deja a nadie en pie. Decir que Neeson está perfecto en lo suyo es caer en la redundancia; en Caminando entre Tumbas por suerte el contexto lo enaltece y lo ayuda a mantener su posición de “paladín de acción” en sintonía con las excelentes Búsqueda Implacable (Taken, 2008), Desconocido (Unknown, 2011) y Non-Stop: Sin Escalas (Non-Stop, 2014). La exquisita fotografía de Mihai Malaimare Jr. es otro factor clave en la solidificación del suspenso y la intensidad que caracterizan al opus…
Liam, el infalible La nueva película protagonizada por el gigante Liam Neeson se hace más llevadera de lo que ya de por sí es gracias a la presencia del norirlandés en esta faceta de tipo recio que a nada le teme y que tan bien le sienta. Con guión y dirección de Scott Frank, Caminando entre tumbas saca a relucir una buena cantidad de momentos que mantienen la expectación, permitiendo que las casi dos horas de metraje no se sientan en absoluto pesadas. Nuestro protagonista encarna a Matt Scudder, un ex policía que oficia como detective privado, pero sin licencia. Un agente que se desenvuelve con métodos de la vieja escuela y que se maneja con una frialdad y solvencia propia de quien lleva unos cuantos años de experiencia en el ámbito policial. Un traficante de heroína lo contrata para atrapar a los hombres que raptaron y asesinaron a su esposa, en una misión que se torna más problemática y dificultosa de lo esperado. Caminando entre tumbas no es sólo un thriller de crimen y desapariciones; es también una historia de venganza y de revancha, en la que conviven personajes que nada tienen por perder y otros que, en cambio, pasan por situaciones límites de riesgo y de exasperación. Ambos flancos se entremezclan, se interrelacionan y de esa combinación se extraen los pasajes más jugosos y tensos de la cinta. Más allá de tratarse de una trama quizás poco novedosa o que no aporte algo distinto en narraciones de este tipo, es importante remarcar el modo en qué el relato se cuenta. El cómo cobra aquí un valor de relevancia mayor gracias al pulso de Scott Frank para sumergirnos en las calles de una Nueva York oscura en la que la actividad asociada a la delincuencia está a la orden del día. Para ello se vale de la utilización de elementos que hagan la historia más escalofriante, brutal y retorcida de lo que ya en la teoría se supone que es. El director intercala esta serie de acontecimientos con un trasfondo que nos permita conocer más en profundidad a los participantes, sin recaer en un melodrama forzado ni mucho menos. Tal vez podría haberse incluido alguna que otra vuelta de tuerca ingeniosa que apueste o realce aún más el asunto, o quizás un giro argumental mal empleado en su intento de sorprender podría haber echado todo por la borda; lo cierto es que Caminando entre tumbas gana unos puntos extra por su capacidad de concebir un producto entretenido, convincente y sin declives a partir de un guión sencillo, sumado a la siempre apreciable presencia de Liam Neeson, quien inspira seguridad en este estilo de proyecciones. LO MEJOR: Liam Neeson. Cómo está contada la historia. Ciertos momentos de rigidez. Sumamente entretenida. LO PEOR: algo predecible en determinados tramos. PUNTAJE: 7,5
Caminando entre tumbas es una excelente oportunidad para no dejar pasar en la cartelera de cine cuando se busca un entretenimiento válido de punta a punta. El guión está muy bien estructurado y presenta una gran cuota de suspenso a pesar de que las cartas están todas echadas desde el comienzo. El elenco...
Cosa de hombres A no equivocarse, no se trata de la tercera parte de Búsqueda implacable a pesar de que la protagonice Liam Neeson y su derrotero de violencia y venganza – en este caso contratado por terceros- sea parecido, con unos villanos tan perversos que la empatía para que sufran las peores torturas se encuentra justificada desde el primer minuto. La diferencia entre aquellas películas de venganza de un padre y la que nos compete, donde la venganza colectiva se terceriza, es el tono y registro cinematográfico empleado por el director Scott Frank, quien se ajusta a los cánones del policial hardcore, algo bastante inusual en Hollywood, para explotar a fondo la construcción de personajes condenados por sus pecados y en fase de redención. Caminando entre tumbas es una novela de Lawrence Block con las características propias del policial negro en una Nueva York atravesada de corrupción policial, drogas, narcos y todo tipo de delincuencia que parece no tener límite. En medio de ese mundo oscuro y degradado, nuestro héroe (o antihéroe según como se lo mire) Matt Scudder (Liam Neeson) intenta huir de un pasado tortuoso que lo dejó fuera de la policía y ahora en el presente de la historia brinda servicios de detective por cuenta propia, siempre haciendo gala de sus métodos poco ortodoxos para resolver los problemas de sus clientes. Sin embargo, la nueva misión implica unos pequeños ajustes en cuanto a la nómina, dado que quien contrata sus servicios es un narcotraficante. Su pareja fue secuestrada, torturada y asesinada pese a haber pagado un rescate a los captores para que la liberaran. El grado de saña empleado en ella provoca en la víctima la desesperación por vengar tan injusta y cruel muerte y allí es donde nuestro antihéroe entra en acción. El ritmo sostenido y la metódica puesta en escena son cualidades poco novedosas en este tipo de propuestas, pero al contar con Liam Neeson en un papel hecho a su medida, tanto desde lo físico como en lo psicológico, el combo cierra un producto digno de consumirse. Tampoco hay un exceso morboso de la violencia gráfica sino más bien un cúmulo de detalles para caracterizar la conducta perversa de los hombres y una llamativa misoginia detrás. Caminando entre tumbas es un policial duro que apela a la dialéctica de los infiernos personales y la búsqueda desesperada de redención, en un mundo decadente y tan oscuro como el alma de los hombres que lo habitan.
Un paseo por el infierno. Si las primeras líneas que leemos sobre un film es que es desagradable, sórdido, y brutalmente honesto, tal vez repensemos el sentarnos a ver de qué se trata, pero no tomemos esos adjetivos como algo negativo. En un cine donde el empalagamiento está a la orden del día y los argumentos no pueden sostenerse pasada la media hora de metraje, este caminar entre las tumbas resulta una sorpresa satisfactoria y digna de nuestra atención. El director y guionista Scott Frank utiliza una fórmula que no falló en films anteriores, y no falla tampoco en esta ocasión: convocar a un actor de la talla de Liam Neeson y darle un personaje que pareciera manejar e interpretar casi de memoria. Neeson es Matt Scudder, un ex policía alcohólico, devenido en un detective privado sin licencia (con 8 años de sobriedad en su haber), quien trabaja haciéndole favores a amigos y conocidos, una manera sutil de operar por fuera de ley. Obsesionado con un error del pasado, llega a su vida un caso donde no pareciera haber “bando bueno”, están los malos, y están aquellos a “encontrar”, cargados de una psicopatía y crueldad que en algunas ocasiones se nos hace difícil de tolerar. Matt es contratado por un traficante de drogas para encontrar a los responsables del secuestro y muerte de su esposa, dos hombres que, carentes de escrúpulos y atestados de violencia, repiten estos crímenes bajo el mismo patrón: secuestrar a esposas de narcotraficantes, pedir rescate, y matarlas despedazando y mutilando sus cuerpos. Estamos ante un thriller oscuro de los que no abundan, donde los hombres son casi únicos protagonistas, tipos marginados, solitarios, en busca de una redención que no llegará para todos. Con un guión bien estructurado y escenas tensas acompañadas por una excelente fotografía y una mejor elección de la banda sonora, celebramos una elección de personajes secundarios bien elaborados. Quizás el único punto flojo sea la aparición del chico de la calle, que se transformará en el "compañero" de Matt; esto es de lo poco forzado que presenta el guión, aunque en el resultado final no molesta. El film está situado en una época donde parecía que se venía el fin del mundo, el año 2000, y los miedos sobre qué podría pasar con el cambio de milenio estaban a la orden del día. La mejor frase de la película lo define: "La gente le tiene miedo a las cosas equivocadas". No quedan dudas en esta entretenida y aceptable película que no hay nada más temible que los demonios que llevamos dentro.
Los miserables Asentado hace rato como héroe de acción, Liam Neeson vuelve a ponerse el traje de salvador en Caminando entre Tumbas (A Walk Among the Tombstones) la segunda película como director de Scott Frank, versátil guionista de una veintena de películas entre las cuales figuran como más destacadas Minority Report: Sentencia Previa (Minority Report), El Nombre del Juego (Get Shorty) y Marley y Yo (Marley & Me). Matt Scudder (Neeson) es un ex policía que luego de un violento y confuso episodio mezclado con el alcohol renuncia a las fuerzas de seguridad para ahora hacer las veces de detective privado. Como no tiene licencia para ejercer él se define como un tipo que le hace favores a la gente a cambio de regalos. Cuando la mujer del traficante Kenny Kristo (Dan Stevens) es secuestrada y brutalmente asesinada a pesar de haber realizado el pago del rescate, Kenny decide “regalarle” a Scudder unos cuantos dólares para que le haga el “favor” de encontrar a los miserables que cometieron semejante atrosidad y así poder vengar la muerte de su esposa. Acá el actor irlandés se corre de ese diablo (gran definición del amigo Ulises Picoli en la crítica de El Líder) de voz ronca capaz de todo para reconvertirse en uno evolucionado, más pensante, que sabe más por viejo que por demonio. No hay en Caminando entre Tumbas las coreográficas escenas de acción que encarnó Bryan Mills en la gloriosa obra del francés Pierre Morel llamada Búsqueda Implacable. Lo que sí, tendremos al bueno de Liam escuchando grabaciones y hablando por teléfono con ese tono amanso que ya ha quedado tallado en nuestros oídos cinéfilos para siempre. Además Nesson interpreta a un detective con la sapienza, sagacidad, oscuridad y agudeza que sólo él podría hacer. Scott Frank talló un personaje a su medida y el crack de 62 años lo explota a la perfección. Liam Neeson se corre de ese demonio de voz ronca capaz de todo para reconvertirse en uno evolucionado, más pensante. Se podría afirmar sin ser un erudito en la historia del cine que Caminando entre Tumbas posee no pocas referencias de Harry, el Sucio, Búsqueda Implacable, 8mm, extractos de los mejores film noir con las figuras de Marlowe o Spade e incluso aún más pero la cuestión es que Frank conforma de todos esos complementos una película cuya solides y homogeneidad resulta altamente llamativa. Las locaciones alejadas de las luces y los rascacielos de Nueva York, la construcción del anti héroe y los villanos, la áspera violencia, las no pocas escenas moderadamente sangrientas y el tono sombrío y tensionante sin disparidades mantenido a lo largo de la cinta son algunas de las identidades propias que forja Frank para convertir a su nuevo opus en una de las más agradables sorpresas de este año.
Matt Scudder es uno de los íconos de la literatura policial más importantes de las últimas décadas. Un antihéroe que logró cosechar la misma popularidad que otros clásicos como Parker (Richard Stark) o Harry Bosch, de Michael Conelly. Este detective privado fue creado por Lawrence Block en 1976, en la novela "The Sins of the Father", y enseguida capturó la atención del público. Desde entonces se publicaron 18 libros con este personaje, el último editado en el 2011. Stephen King, quien es un reconocido fan de Scudder, contribuyó bastante a difundirlo con sus recomendaciones. La saga giraba en torno a un ex policía alcohólico, cuya vida se desmoronaba cuando mataba accidentalmente a una niña. En su momento los relatos de Block llegaron a ser lo más negro del género policial hasta que aparecieron un montón de autores que empezaron a copiarlo. Jeff Bridges interpretó a Matt en ese film malísimo que fue 8 Millions Ways to Die (1982), basado en la novela homónima de Block. Lamentablemente dos artistas importantes como Oliver Stone y Robert Towne (Barrio chino) arruinaron por completo la adaptación del libro original y la película resultó un fracaso. Caminando entre tumbas es la redención de Scudder en el cine. El director Scott Frank, quien ya había hecho un gran trabajo con la adaptación de Un romance peligroso (Elmore Leonard), dirigida por Steven Soderbergh, capturó a la perfección el mundo oscuro en el que se desenvuelve el detective privado. Lamentablemente esta no es la mejor historia de Matt Scudder y Lawrence Block escribió thrillers muy superiores. Llama la atención que los productores no adaptaran "Cuando el antro sagrado cierra" (When the Sacred Gimmill Close) que fue una novela muy elogiada y no en vano se convirtió en la gran favorita del autor y los fans de este personaje. Creo que ahí se perdió una enorme oportunidad, ya que Liam Neeson resultó ser el actor perfecto para encarnar al detective. En este caso interpreta a un personaje diferente a lo que fueron sus últimos héroes en el cine y el film se centra más en el misterio de la trama que en las escenas de acción. La trampa de este estreno es que los avances venden la propuesta como si fuera otra película del estilo de Búsqueda implacable, cuando se trata de una producción que está más en sintonía con el cine policial norteamericano de los años ´70. El ritmo de la narración es mucho más pausado y no hay peleas y tiroteos cada cinco minutos. Los espectadores que vayan al cine esperando ver persecuciones y explosiones van a salir decepcionados, ya que Caminando entre tumbas va por otro lado. El director Scott Frank adaptó esta novela con bastante fidelidad y Neeson hizo un gran trabajo en el rol principal. La gran debilidad del film es la trama que no llega a ser tan apasionante como otros relatos que se escribieron con este personaje. De todos modos, como propuesta policial, Caminando entre tumbas es una producción correcta que seguramente va a satisfacer a los seguidores del género.
Una película de esas que ya no se hacen Basada en la novela homónima de Lawrence Block, Caminando entre tumbas transcurre en 1999 y bien podría haber sido filmada en aquel año. Exponente tardío de los policiales y thrillers protagonizados por Richard Gere/Kevin Costner/Nick Nolte durante los ’90, el opus dos del reconocido guionista Scott Frank (Un romance peligroso, Minority Report: Sentencia previa, Marley y yo) es una película conscientemente anacrónica, de esas que ya no se hacen. La intención es por demás noble y digna de celebración, sobre todo en un contexto en que los films “para adultos” en la pantalla grande están en franca extinción, lo que no implica necesariamente que los resultados sean del todo satisfactorios. Liam Neeson, quien desde Búsqueda implacable parece haber caído en la cuenta de que es un gran intérprete de tipos curtidos, interpreta aquí a Matt Scudder, un ex policía alcohólico devenido en detective privado que, para variar, lidia con una horda de demonios internos acarreados de su pasado. Hasta él llega un narcotraficante, cuya esposa ha sido secuestrada y asesinada por una banda “especializada” en operar con mujeres cercanas a este tipo de personajes. Así lo demuestran varios antecedentes descubiertos por Scudder durante la investigación. Frank se muestra solvente y con el oficio suficiente para despertar interés en una historia mil veces contada mediante la generación de una atmósfera urbana opresiva, ominosa, sucia y de una peligrosidad latente, poblada por personajes que saben más que lo dicen. El problema es que jamás confía plenamente en su capacidad para hacer de su film un simple policial y le adosa una serie de subtramas –la inclusión del chico que terminará asistiéndolo es el ejemplo máximo– que enredan innecesariamente el relato. Ya en la segunda mitad, cuando se depuran los excedentes y se apuesta definitivamente a la resolución del caso, Caminando entre tumbas se convierte en el policial clásico y sin demasiadas pretensiones que debía haber sido desde el comienzo.
En el submundo Caminando entre las tumbas (A Walk Among the Tombstones, 2014) es un policial sórdido, de esos que no ponen el foco en las vueltas de tuerca de la trama, sino en la densidad y oscuridad de los hechos relatados. Demás está decir que la inigualable figura de Liam Neeson como un policía redimido le calza como anillo al dedo a la historia. La película comienza con una brutal secuencia de acción que rara vez se reitere: Matt Scudder (Liam Neeson) está en servicio completamente alcoholizado. Unos delincuentes asesinan al cantinero de un bar donde Matt se encuentra bebiendo y los persigue hasta acribillarlos a plena luz del día. Los hechos transcurren en el año 1991 y Matt pierde su placa. En 1999, presente del relato, sobrevive como detective privado y es contactado por un narcotraficante para conseguir al culpable del siniestro asesinato de la esposa del mismo. Así, entre drogadictos y asesinos, ocurrirá esta historia escrita y dirigida por Scott Frank basada en la novela de Lawrence Block. El aire de policial negro con ciudad claustrofóbica, corrupta y personajes llenos de matices, deambula la trama. Pero para que haya un héroe en tal universo tiene que haber un daño superior, sin ningún tipo de código ni reparo: es el brutal asesinato de mujeres de narcotraficantes, con violación y tortura incluida. Tal aberración que sumerge a los asesinos en la peor clase de conducta humana, es la que obliga a Matt Scudder, el personaje de Liam Neeson, a tomar cartas en el asunto. Caminando entre tumbas se plantea como un viaje de descenso a los infiernos (su título lo indica) con personajes ya condenados que tienen su última oportunidad de redimirse. En ese aspecto el film circula por los mismos caminos de 8mm (1999), El silencio de los inocentes (The Silence of the Lambs, 1991) o Pecados Capitales (Seven, 1995), por citar algunas, aunque sin estar a la altura de tales películas. Pero la idea es la mimas, bajo la estructura tradicional del policial se esconde la densidad de conductas humanas inimaginables. Lo que comienza como un policial, deja de lado la lógica deductiva para entrar en el terreno de lo incomprensible. Desde ese lugar Caminando entre las tumbas funciona. Tal vez en el momento de realizar un discurso determinado sobre los hechos, abandona la idea para centrarse en el personaje principal. Y justo ahí donde la película podría haberse derrumbado completamente, aparece la soberbia actuación de su protagonista Liam Neeson, que demuestra ser el indicado para entrar en semejantes escenarios a fuerza de puños.
Nuevamente Liam Neeson regresa con un personaje hecho a su medida: Matt Scudder, un ex-policía de la ciudad de Nueva York de los años 90 que trabaja como detective privado sin licencia y es convocado por un traficante (Dan Stevens) para atrapar a los hombres que secuestraron y asesinaron a su esposa. Basada en la exitosa serie de novelas de misterio de Lawrence Block, la película coloca al personaje en el ojo de la tormenta (con menor suerte que en Búsqueda implacable) cuando acepta a regañadientes la misión que lo conducirá a una serie de extraños secuestros seguidos de muerte. Con un tono oscuro, Scott Frank (The Lookout) cruza a Scudder con personajes extraños que están conectados con el caso, una pareja sádica que estudia cuidadosamente a sus víctimas, un empleado del cementerio que sabe más de lo que dice y un joven de la calle al que alecciona y acepta como ayudante. Con escenas similares a las de la reciente El justiciero (Scudder en el bar como centro de operaciones), el relato juega con el límite borroso entre el Bien y el Mal: el protagonista arrastra un conflicto del pasado y es un ex-alcohólico en recuperación que combate su adicción mientras acepta algunos "regalos" que le permiten seguir viviendo. El film dispara la acción al comienzo y luego atraviesa una zona oscura en la que la intriga se disipa y el suspenso desaparece, para retomar en el tramo final una atmósfera más cercana al terror que le rinde homenaje al título del film.
Bajo la dirección de Scott Frank, Caminando Entre Tumbas es la película de acción con la cuota de drama necesaria para lucir a Liam Neeson. Matt Scudder se ha retirado de la policía de Nueva York, luego de un suceso que vivió en un bar "donde los policías no pagan por el café". Ahora como detective privado, le llega el caso de asesinato de la esposa de un narcotraficante el cual intenta rechazar, pero tras investigarlo bien sumado a su sentido de la justicia y el modo de operar de los asesinos hace que se replantee hasta los valores de Alcohólicos Anónimos para detenerlos, antes de que sigan con su carnicería. Si Dexter Morgan tuviera un socio... La historia se nos hace bastante conocida. Un ex policía que vuelve a meterse en el mundo del crimen cuando algo de ese caso se le hace intolerable, una carrera a contra reloj en esta ocasión con un par de psicópatas que no tienen el mínimo interés en nada que no sea partes humanas y dólares, y la ayuda de las personas más impensadas... bueno, es Liam Neeson. Si algo de eso les suena a Taken no son los únicos. Aunque cubierta de clichés de éste tipo de películas, al punto de que los tiros y las balas son perfectos y las escenas de acción parecen hecha por y para éste policía, en si la película funciona, y más que funcionar diría que es una joyita del género. Las escenas de humor son justas y necesarias para evitar vomitar ante la mínima empatía con las víctimas de los dos asesinos. Los personajes secundarios como el pequeño TJ y el narco que lo contrata, así también como el cuidador del cementerio le dan un condimento interesante y no dejan solo a Matt, o Liam, que ayuda a potenciarlos. SI bien no conozco mucho de la novela de Lawrence Block en el que se basó ésta película, hay un aire a adaptación de libro constantemente lo que hace que de a momentos se sienta especialmente lenta, con escenas algo toscas como el momento en el que aparece Lucy con su tapado rojo paseando al perro, sin embargo y desde la visión patológica del asesino podría resultar. Las escenas de acción son perfectas y aquellas que se alejan de esa fantasía de "el tipo puede con todo le otorgan algo de realismo, con el ambiente de una Nueva York previa al ataque de las torres gemelas muy bien contado. Conclusión Aunque muy predecible, Caminando entre tumbas es una película que no decepcionará a los amantes del género, con todos los elementos de violencia y humor negro, además de personajes que parecen una muestra anual de patologías mentales, lo que termina por llevar la trama a un escenario oscuro en el que Scott Frank se mueve con comodidad.
Scott Frank vuelve al thriller oscuro, ese que maneja con mayor soltura (porque en el género comedia no ha entregado nada que valga la pena aún) luego de finalizada su colaboración en el guión de "The Wolverine" (recordemos que ha sido responsable de la adaptación de "Minority Report" también) con otra adaptación, en este caso, del bestseller de Lawrence Block, "A walk among the tombstones" (dato a tener en cuenta, hay 17 novelas sobre sus andanzas). Para garantizar un producto atractivo, los productores tentaron a uno de los actores maduros que mejor factura cuando hablamos de thrillers violentos, el irlandés Liam Neeson. Difícil en estos días despegarlo de sus roles en "Taken" (la tercera parte se estrena a fines de enero) y "Non Stop", aquí lo veremos en un trabajo no muy lejano a esos perfiles. Policía retirado, responsable, honesto, eficiente en lo suyo, con problemas de adicción (es alcohólico aunque hace unos años que está sobrio) que es invitado a resolver un crimen por un narcotraficante del lugar. Matt (Neeson) es un ex oficial de policía que fuera de servicio tuvo un incidente que lo alejó de la fuerza y ahora trabaja como detective sin licencia para poder sobrevivir. Sin familia ni amigos, sólo se dedica a "ayudar gente" y "recibir regalos" por ello. Una noche es llevado ante un dealer de nombre Kenny (Dan Stevens) a quien le secuestraron la esposa y luego de pagar el rescate, los captores la devolvieron muerta y mutilada en varias bolsas. El quiere venganza y Matt, aunque reacio al principio de ayudarlo (es un hombre de moral), pronto descubrirá que hay una compleja red de relaciones detrás del crimen y se dispondrá a resolver la cuestión. "Caminando entre las tumbas" es un relato convencional, oscuro, regado con algo de sangre y que se inscribe dentro de los roles de justiciero / vigilante, que habitualmente viene eligiendo Neeson para sus cintas. El guión no ofrece demasiadas sorpresas (ninguna) y el despliegue de la trama es lento y sin tensión. Frank situa a su protagonista en una posición rígida, plana y le quita profundidad de conflicto a su via crucis. Por otra parte, los victimarios (David Harbour y Adam David Thomas) tampoco se apartan mucho de su libreto y no crean el contrajuego necesario para tener al espectador aferrado a su butaca. Hay una intencionalidad de trabajar más el clima (instalado en los días previos al Y2K de 1999) en detrimento de las historias que llevaron a cada personaje a jugar ese juego de esa forma y no de otra. Por ende, "A walk among the tombstones" se transforma en un policia negro más, sin mayor relieve y con apenas las condiciones mínimas para pasar el rato, sin mayores expectativas. Esperábamos más.
Hay veces que importa más el cómo que el qué se cuenta en una película, y cuando un filme que relata por enésima vez algo ya visto, se esfuerza por encontrar su identidad y singularidad su narrativa, el acontecimiento cinematográfico logra trascender hacia un lugar inesperado y lleno de gratificación para el espectador. "Caminando entre tumbas" (USA, 2014) de Scott Frank, adaptación de la historia creada por Lawrence Block, no solo bucea en la sordidez de un submundo en el que nadie tiene definido de manera estática su clasificación (buenos buenos/malos malos) en el mapa general de estereotipos del género, sino que eleva a su protagonista a un lugar potenciador de todo aquello que por sí solo venia consiguiendo como héroe de películas de acción. Liam Neeson es Matt Scudder y a su vez totaliza la atención de cada fotograma en los que su interpretación y personaje aparecen en la pantalla, más allá de la cuidada presentación del resto de los involucrados en la historia. Neeson logra con cada palabra que enuncia y cada mirada hacia el resto de sus compañeros una lección de comprensión acerca del mundo en el que de a poco se va perdiendo. Poco importa si la trama (con un aire a "8 milímetros"), simple, en la que un investigador privado (en realidad función que ejerce por un hecho del pasado que lo alejo de las fuerzas policiales) deberá lidiar con otras subtramas que irán apareciendo a medida que el caso de muerte y desaparición de la mujer de un narcotraficante avance. A Scudder (Neeson) lo contrata un joven adinerado con una riqueza que se origina en negocios clandestinos, por lo que su avance también dependerá de pequeños hechos que no hacen más que complicar la tarea de encontrar a los asesinos de la joven asesinada. Las capas de indicios de “Caminando entre tumbas” son cada vez más profundas y Scudder se hunde en esa historia con la latencia de su pasado, que en forma de flashback resurge en momentos inesperados y generando disrupción en el relato. La noche como escenario de acción y planteo narrativo porque posibilita el escondite y la clandestinidad, algo a lo que Scudder está acostumbrado. Hacia el final un dejo moralista en el que se intenta conciliar el pasado con el presente del protagonista y que no termina por dar el cierre ideal para esta historia de perdedores en los que subyace una clara intención por presentar sin juzgar a los personajes (excepto en este final, claro está) "Caminando entre tumbas" demuestra que cuando se cuenta con recursos, pero principalmente con un gran actor, el qué pasa a un segundo lugar y el cómo trasciende todo. Efectiva.
Publicada en edición impresa.
Criminales y perversos Liam Neson es un detective en la Nueva York de 1999, en este filme noir. A partir de la saga Búsqueda implacable, Liam Neeson se transformó en un héroe de acción. Y todo hacía suponer que en Caminando entre tumbas seguiría por ese rumbo, pero aquí baja un cambio para encarnar a un clásico detective de policial negro, en la línea de Philip Marlowe o Sam Spade (no casualmente mencionados en uno de los diálogos). Es Matt Scudder, un ex policía solitario, escéptico, atormentado por un error que cometió en el pasado y que ahora intenta redimirse. Un personaje que tiene su origen en una serie de novelas escritas desde 1976 a la fecha por el autor de best-sellers Lawrence Block. Los casos que investiga Scudder tienen como telón de fondo a la ciudad de Nueva York. Caminando entre tumbas transcurre durante 1999, cuando los teléfonos públicos todavía eran más comunes que los celulares y el gran miedo de los estadounidenses era el efecto Y2K (“la gente siempre tiene temores equivocados”, dice uno de los asesinos). Alguien está secuestrando a las mujeres de narcotraficantes, aprovechando que no pueden recurrir a la policía para hacer la denuncia. El problema es que, después de cobrar el rescate, las matan. Y de las formas más horribles. Scott Frank, el director, tiene más experiencia en Hollywood como guionista -trabajó en Minority Report, entre otras- que como director. Quizá por eso, como si Frank quisiera evitar cualquier paso en falso, la película sigue en exceso los carriles convencionales del género. Tan convencionales que por momentos se hace tediosa. Hay que decirlo: Neeson tiene presencia y carisma, pero carece totalmente de sentido del humor. Lo que la rescata del aburrimiento es la perversión de los criminales. Y un par de personajes secundarios que aportan la dosis de gracia que le falta al protagonista.
Presencia magnética en sólido thriller Liam Neeson: con su conversión (madura) en protagonista exitoso de thrillers de acción vengativa, el irlandés ha mutado de actor -en La lista de Schindler del maestro Spielberg, por ejemplo- a presencia magnética. No es que antes le faltara magnetismo ni que ahora no sea actor, pero desde el éxito global de las Taken (Búsqueda implacable) Neeson ha ganado tal aplomo y tal confianza física que necesita cada vez menos para ofrecer más. Este Neeson es ese hombre atormentado y parco que intenta reparar, hacer justicia contra seres aún más oscuros que él. Caminando entre tumbas apuesta con conciencia a esta versión de Neeson siglo XXI para llevarlo a una acción que transcurre en el siglo XX: en dos tiempos, 1991 y 1999, justo antes del supuesto desastre que iba a producirse por el "bug informático Y2K". Importa la ubicación temporal: esa amenaza no se concretaría aunque otra sí, más física: las Torres Gemelas estaban allí todavía. Pero hay otro procedimiento de viaje en el tiempo que plantea este policial oscuro y sórdido: el viaje estilístico -por luz, por música, por suciedad urbana, por cielos nublados, por la poca luminosidad en todo sentido- al thriller urbano de los setenta, esa década gloriosa del cine estadounidense. Hacia allí apunta el director Scott Frank (con sólo un largo previo pero con mucha experiencia como guionista) mediante esta historia de un policía retirado con traumas del pasado que es contratado de forma privada para encontrar a los asesinos de la mujer de un narcotraficante. Por momentos, sobre todo en los del planteo y la investigación, la sucesión de locaciones despojadas de glamour y la aparición de personajes inquietantes, siniestros, averiados y/o quebrados, este policial echa raíces -algunas felizmente climáticas, otras meras menciones en palabras y en vestuario al noir clásico- en una narrativa estimulante de tradiciones sólidas. Sin embargo, progresivamente, al explicar el trauma del personaje, al combinar la secuencia final con los mandatos de la recuperación, al injertar al personaje "a rescatar" la película se debilita, al punto de volverse un tanto torpe, declamativa y adocenada sobre el final. Una lástima, sobre todo porque hay aquí unas cuantas puntas cinematográficamente nobles, de una modestia genérica cada vez más difícil de encontrar.
El personaje de Neeson, lo mejor de un policial El contundente prólogo de esta mezcla de cine negro con psycho-thriller muestra a Liam Neeson como un policía que entra a un bar, desayuna un café con dos shots de gin y luego liquida tres delincuentes al mejor estilo "Harry el sucio". La escena transcurre en la Nueva York de 1991, pero el resto del film transcurre en 1999, con el protagonista acudiendo a alcohólicos anónimos y, ya exonerado de la policía, trabajando como detective privado sin licencia. Gracias al éxito de la saga de "Búsqueda implacable", Neeson se convirtió en todo un héroe de acción de la escuela de Charles Bronson, pero este detective de "Caminando entre tumbas" tiene matices más propios del actor de "La Misión" y "La lista de Schindler". Su personaje es un solitario que sólo se relaciona con sus compañeros de las reuniones de rehabilitación y con un chico de la calle al que trata de ayudar. Cuando un ex drogadicto al que conoce de las reuniones le pide que haga un trabajo para su hermano, un traficante de drogas duras, su primera reacción es pasar de la buena suma que le ofrecen para no mezclarse con delincuentes que más que nada quieren vengarse, dado que el trabajo es encontrar a los secuestradores de la mujer del dealer, a la que mataron a pesar de haber cobrado el rescate. Pero cuando escucha una grabación telefónica de los secuestradores, y se da cuenta que se trata de unos psicópatas que jamás se plantearon devolver a su presa, toma el trabajo que lo lleva tras la pista de unos desquiciados vinculados con la DEA que se dedican a acosar a los traficantes abusando de la información que tienen sobre esos criminales. Para lograr que los narcos sean las víctimas, el argumento evita describir demasiado la naturaleza de sus ocupaciones, pero de todos modos logra darle un giro interesante y original a la típica pesquisa detectivesca de siempre, con momentos con toda la sordidez necesaria para un buen policial negro. Hay demasiados toques melodramáticos de todo tipo -incluyendo una revelación muy fuerte sobre lo que ocurrió realmente en el tiroteo de 1991-, también buenos momentos de suspenso, y un par de escenas de acción muy bien filmadas. Faltan mejores actores de reparto y un desenlace más jugado, pero en realidad la composición del detective Matthew Scudder que logra Neeson es más interesante que la película en sí misma, y casi se podría apostar a que el actor volverá a protagonizar más films en el papel del personaje surgido de una novea policial de Lawrence Block.
Liam Neeson se acomoda perfecto a este policía fuera de la ley, detective sin licencia, que es contratado por un narcotraficante cuya esposa fue secuestrada,torturada y asesinada. A partir de allí las puertas del infierno y entretenimiento old fashion que funciona
Crítica emitida por radio.
Con Liam Neeson convertido en una estrella madura del cine de acción, me llamaba poderosamente la atención A Walk Among the Tombstones, dado que no es frecuente que una película que lo tenga como protagonista pase desapercibida. Es un proyecto que fue anunciado apenas después de que el actor se vinculara a Non-Stop o Third Person, tiempo antes del estreno de Taken 2 o incluso previo a que A Million Ways to Die in the West siquiera estuviera en los planes, pero que recién mostraría sus primeras imágenes mucho después de que todos aquellos films vieran la luz. Incluso cuando se conoció un avance fue poco y mal publicitada -el adelanto revela demasiado-, especialmente con la calidad y el tipo de película que daba cuenta ser. Afortunadamente tiene su debut en cines, para mostrar una faceta del actor irlandés que hace tiempo no se ve, en un tipo de producción que hace tiempo no se hace. Scott Frank, guionista de Minority Report o The Wolverine, es el director de este policial negro, que sigue a un detective privado sin licencia en la Nueva York de fines de los años '90. No hay una misteriosa y hermosa mujer que lo acerque al caso de turno, sino un narcotraficante deseoso de venganza, cuya esposa fue secuestrada y asesinada pero que no puede recurrir a la Policía por su cuestionable forma de vida. Así se dan los lineamientos para un film noir de aquellos que se hacían tanto entre los años '30 y '50, pero que en la actualidad son cada vez menos frecuentes. Una ciudad cruda y oscura, en zonas de edificios bajos bien retratados por el ojo del director de fotografía Mihai Malaimare Jr. (The Master), es el escenario para que Matt Scudder inicie su investigación, una que muestra su costado más sórdido. Asesinos, narcotraficantes, pervertidos, matones, el contacto del ex-policía retirado y alcohólico en recuperación es exclusivamente con lo más peligroso que se puede encontrar por la zona. Y Neeson aporta una de sus mejores interpretaciones de los últimos años, un hombre atribulado y con cara de haberlo visto casi todo, preparado para morir si a eso lo llevara su línea de trabajo, pero no como el sujeto dotado de un conjunto de habilidades letales en que se ha convertido desde la primera Taken. La novela negra homónima de Lawrence Block es la fuente de este film –cerca de dos decenas de títulos tienen a Matt Scudder como protagonista-, que pierde un poco de sustancia a la hora de ser trasladada a la gran pantalla. Aún conociendo a la víctima, al asesino y al héroe casi desde el comienzo, la película atrapa y no suelta al espectador en sus casi dos horas de duración. El director se guarda de mostrar el rostro de los victimarios, aún así el público es omnisciente desde un primer momento y es tarea de Scudder el poner las fichas en orden para resolver el caso. El problema es que no termina de desarrollar a otros personajes fuera del detective y así su resultado es algo insatisfactorio. No quedan en claro las motivaciones de los secuestradores/homicidas, la raíz de su relación, el rol de las fuerzas de seguridad, aspectos que tienen su espacio en el argumento pero que posteriormente son hechos a un lado sin miramientos. A Walk Among the Tombstones puede no pasar a los anales en la historia del género, pero es una propuesta efectiva que remite a un tipo de cine que ya no es corriente. No solo es bueno ver a Neeson en un tipo de producción diferente a aquellas en las que se encasilló durante el último lustro, sino que además es un auspicioso segundo trabajo de Scott Frank, quien ya había hecho un buen paso de guionista a director con The Lookout, otro proyecto afín. Hay una buena idea, giros inesperados, una interpretación destacada de su protagonista -no hay que perder el rastro tampoco a Dan Stevens, en camino a ser una estrella- y el realizador demuestra tener un buen pulso para el suspenso. Lo curioso es que es en su faceta más reconocida, la de escritor, donde faltó ajustar algunas tuercas y desarrollar algunos elementos más de la trama. Desafortunadamente hay grietas que quedan expuestas y socavan lo que pudo haber sido una de las propuestas más contundentes del año.
La violencia y sus ejecutantes A partir de éxito de Búsqueda implacable, Liam Neeson se convirtió inesperadamente en un veterano héroe de acción. Hubo otros actores, como Kevin Costner y John Travolta, que intentaron explotar la misma veta, sin conseguir el mismo suceso. Las razones pueden ser un poco difíciles de explicar -quizás Neeson estuvo en el momento indicado, en el lugar indicado-, pero lo cierto es que no sólo en la película previamente mencionada, sino también en films como Desconocido, El líder o Non-stop: sin escalas supo construir una presencia particular, que combina la dureza típica del género con cierta humanidad que lo acerca al público. De alguna manera, al verlo, se puede tener la sensación de que uno también podría ser ese héroe de acción -si Neeson puede, nosotros también podemos-, algo que lo conecta un poco indirectamente con el estilo que fue desarrollando Bruce Willis a partir de su John McClane en Duro de matar. Toda esta introducción viene a cuento de que Caminando entre tumbas puede verse como el primer paso a partir del cual Neeson empieza a pensarse como estrella del género. Lo hace a través de un film que en verdad está lejos del relato de acción, sino que se inscribe claramente dentro del policial, lo que contribuye a elevar la vulnerabilidad de su figura. El relato no deja de ser un experimento interesante: está basado en la novela A walk among the tombstones, de Lawrence Block, que es la décima entrega de las aventuras -o más bien desventuras- de Matthew Scudder, un ex policía alcohólico que trabaja como detective privado sin licencia, o como él mismo dice, “haciéndole favores a amigos”. En este caso, será contratado por un narcotraficante para averiguar quién secuestró y asesinó a su esposa, en una investigación donde hasta se irán develando conexiones con la labor de la DEA, la agencia antidrogas estadounidense. Lo llamativo es que el personaje de Scudder apareció por primera vez en 1976, en la novela The sins of the fathers, pero A walk among the tombstones es de 1992. Frente a esto, el director Scott Frank -quien tenía como antecedente un pequeño drama criminal con Joseph Gordon-Levitt llamado El vigía, aunque se ha desempeñado mayormente como co-guionista de películas tan disímiles como Wolverine: inmortal, Marley y yo, La intérprete, El vuelo del fénix, Minority report: sentencia previa, Un romance peligroso y En el nombre del juego- elige no casarse con ningún estilo en particular: se puede ver la crudeza típica de los policiales de los setenta -podemos tomar como referente inmediato a Contacto en Francia-, el tono lúgubre y desencantado de los ochenta .piénsese en, por ejemplo, Un rostro sin pasado- y hasta ciertas vueltas de tuerca que buscan redefinir determinados ejes narrativos que sustentan el imaginario del mundo del crimen -Los sospechosos de siempre es en este aspecto una referencia ineludible-. Dentro de toda esta apuesta, la presencia confiable y ambigua a la vez de Neeson, complementada con un par de antagonistas que son la maldad suprema, sin vueltas, sostienen a Caminando entre tumbas durante buena parte de su relato, ayudando a configurar un universo donde no se salva nadie, donde todos tienen cuentas pendientes pero los que pagan los platos rotos son los inocentes (con especial énfasis en las mujeres). El problema es que el film, a medida que tiene que ir resolviendo el destino no sólo de Scudder, sino también de ese universo que habita, se va poniendo discursiva, pesadamente discursivamente. Ahí es cuando se dan cita un par de diálogos demasiado explícitos en su didactismo o personajes que poco aportan a la trama, como el del niño vagabundo que ayuda a Scudder en su investigación, que en realidad está para decir cuán feo estaba el panorama en las calles de la Nueva York de principios de los noventa. Es como si el director se hubiera olvidado que el discurso ya lo estaba transmitiendo a través de los hechos y acciones, entorpeciendo ostensiblemente lo que estaba contando. En los minutos finales, esa tensión se acrecienta, y el film oscila minuto a minuto entre esa violencia capaz de decir mucho a través del daño a los cuerpos y la sensiblería barata. Despareja, con algunos momentos muy buenos y otros definitivamente descartables, Caminando entre tumbas no deja de ser una película rara dentro del panorama del cine estadounidense actual. Su ritmo, sus decisiones de puesta en escena, la forma en que aborda la violencia -alejándose de la estetización, tan propia de estos tiempos- y hasta cómo piensa la figura del héroe (convertido en verdad en un antihéroe) la separan de la media, aunque sea inevitable hacerse cargo de sus notorios defectos.
Matt Scudder es un ex policía que ha sido separado de la fuerza por asesinar por error a una nena en un tiroteo con delincuentes latinos (¿de donde sino?). Sí, a los latinos también los ejecutó, a uno de ellos fríamente, pero claro que eso no tiene importancia, el problema es que mató a una pequeña inocente con el agravante de tener unas copas encima. Caminando sobre tumbas es la historia de redención de este policía alcohólico que, convertido en detective privado, resolverá con métodos “poco convencionales” una serie de asesinatos a mujeres de narcotraficantes llevadas a cabo por unos psicópatas perversos. De manera algo obvia, el film va llevando a nuestro protagonista ante el “caso final”, el que en última instancia lo redime del asesinato de la niña, en donde le salvará la vida a la pequeña hija de un millonario narcotraficante. El film repite ciertos tópicos de un extendido cine derechista de la industria hollywoodense: la necesidad de la intervención de una fuerza externa al Estado que en palabras del director Scott Frank en una entrevista de promoción del film: “No siempre trabaja dentro de la ley pero siempre imparte justicia” Aclaremos, en el camino de su redención, a Matt no le tiembla el pulso para asesinar malhechores e incluso para entregarle en bandeja a los asesinos, al narco esposo de una de las mujeres muertas por ellos, para que los torture y efectúe su venganza. Convengamos que es una idea algo cuestionable de la impartición de justicia. No le exigimos al film que nos entregue personajes íntegros moralmente, al contrario, la tradición del mejor cine policial norteamericano de los ’50 y ’60 ha construido decenas de antihéroes, con conflictos morales profundos, donde era difícil establecer ideas cerradas y absolutas sobre el bien y el mal. El problema de esta película es que además nos quiere aleccionar. La redención de nuestro protagonista quiere transformarse en moraleja y para esto recurre a una vil manipulación. Un montaje paralelo final (muy básico y evidentemente tomado de la famosa escena del bautismo de El Padrino) donde la voz en off de las lecciones del taller de alcohólicos anónimos donde acude Matt (con excesivas referencias católicas) se combina con el rescate de la niña secuestrada, subrayando, por si quedaba alguna duda, el sentido reaccionario de todo lo que estamos viendo. Nuevamente, el cine mainstream de Hollywood sigue mostrándose en decadencia. La necesidad de una política de Estado que pueda contrarrestar la presencia de estos films en las salas y la construcción de una crítica cinematográfica que, en vez de lamentarse por qué el INCAA financia demasiadas películas, problematice cuáles son los films que copan nuestras pantallas, se hace evidente.
na temporada en el infierno El actor Liam Neeson una vez más encarna a un personaje salvador al estilo del de Búsqueda Implacable (de hecho por momentos pareciera que estamos viendo una nueva secuela de esos films). En Caminando entre tumbas (adaptación de la novela A walk among the tombstones), la historia se nos hace muy conocida: Neeson es un ex policía que regresa al mundo del crimen cuando lo contratan de forma privada para investigar el asesinato de la esposa de un narcotraficante. Inicialmente él rechaza el caso, pero luego su pulsión justiciera y ciertas irregularidades de la investigación, lo llevan a aceptar y así comienza su búsqueda, en la que deberá enfrentarse a psicópatas de todo tipo, mientras busca respuestas. Obviamente si buscan originalidad…este no es el caso. El film está plagado de clichés del género: persecusiones, disparos y secuencias perfectas, desencuentros, momentos de narración lentos que luego se chocan con las escenas que más adrenalina generan, etc, etc, etc. En esta segunda película de Scott Frank (quien ha sido guionista de películas como Sentencia Previa y Marley y Yo), nos brinda una película con ritmo sostenido, donde se destaca el trabajo de Mahai Malaimere Jr, su director de fotografía, quien con una destreza singular logra mostrar una cuidad oscura, mórbida, cargada de crudeza, que refuerza la sensación de decadencia y des-protección ante asesinos, delincuentes, o ex alcohólicos contra los que Matt Scudder (Neeson) debe combatir. Con una actuación bastante más creíble que en Búsqueda implacable, Neeson le da a Caminando entre tumbas otra dimensión, y refleja lo mejor de este género que combina el policial con el thriller, donde los demonios personales serán los reales protagonistas en este camino a la redención.
En CAMINANDO ENTRE TUMBAS LIAM NEESON es un antiguo detective, un alcohólico en fase de recuperación al que un líder narco convence para que encuentre a los culpables de la muerte de su mujer. Trabajando como detective privado sin licencia el hombre ópera al margen de la ley y transita los escenarios más escabrosos. Estamos ante un gran thriller de acción, cargado de atmósferas sórdidas, una fusión entre el cine negro de los setenta y el western crepuscular. NEESON se luce como este HARRY EL SUCIO moderno, un paso adelante de sus interpretaciones en DESCONOCIDO y NON-STOP, un personaje intenso que lo confirma como un verdadero héroe maduro del cine de acción.
Caminando entre tumbas: cuando el suspenso no basta Lawrence Block es un escritor estadounidense especializado en la novela negra. Tiene escritos más de cincuenta libros y 100 relatos cortos, pero por sobre todo es conocido internacionalmente por dos de sus personajes cuyas historias se desarrollan íntegramente en la ciudad de Nueva York, lugar donde reside Block: uno es el ladrón de modales finos Bernie Rhodenbarr, y el otro el investigador privado y alcohólico en recuperación Matthew Scudder. El ex policía, que es el que nos interesa, hizo su aparición en 1976 con "Los Pecados de Nuestros Padres", en una edición de libro de bolsillo. A partir de allí, y aunque el autor pretendió cerrar la trama en la quinta historia, el personaje se abrió paso y se editaron 18 novelas, siendo la última de 2013 -The Night and the Music- una recopilación de once cuentos y novelas cortas. Matthew Scudder incluso tuvo bautismo en la pantalla grande en 1986 en el film "Morir Mil Veces", adaptación de la novela homónima. Jeff Bridges encarnaba al investigador y lo acompañaban Rosanna Arquette, Andy Garcia y Alexandra Paul, entre otros. A pesar de las estrellas, de su director -el gran Hal Ashby- y de que uno de los guionistas fue Oliver Stone, la película fue un fracaso. Dato aparte: Stone dijo que no tuvo nada que ver con el guión final y pidió ser sacado de los créditos y Ashby fue despedido apenas terminó de filmar haciendo que el estudio se haga cargo del corte final, razones probables para que el filme sea totalmente olvidable. Lo único que sobrevivió de ese largometraje fue el productor John W. Hyde, que ahora es el productor ejecutivo de "Caminando entre Tumbas", el nuevo intento para que Scudder también conquiste este medio como los hizo con la literatura. Matt Scudder (Liam Neeson) es un ex policía, alcohólico en recuperación, que se dedica a trabajar como investigador privado a pesar de no tener licencia. Es así que le pide ayuda un narcotraficante (Dan Stevens) para que encuentre a las personas que secuestraron y asesinaron brutalmente a su esposa. Aunque primero se niega, después acepta el caso y, a medida que va investigando, descubre que no es la primera vez que esos hombres cometieron este tipo de crimen. Scudder recorrerá las calles de Nueva York para tratar de detenerlos antes de que vuelvan a matar. La historia ocurre antes de la entrada al nuevo siglo, una aclaración importante para un par de cosas que se cuentan en el filme. Lo que vale destacar en esta película es el buen trabajo de dirección de Scott Frank -también guionista-, que había demostrado su talento en su ópera prima llamada "El Vigía", protagonizada por Joseph Gordon-Levitt, que acá se editó directo a video. Es interesante el uso de las cámaras en varias escenas y la crudeza en las escenas de acción. Lo que no favorece al largometraje es la historia, que tranquilamente podría ser un capítulo doble de cualquier serie criminal que se precie. Con esto quiero decir que el film hubiera sido interesante un par de décadas atrás, y no que dé la sensación de algo "anticuado". Liam Neeson sigue jugando a hacer el mismo papel que en sus anteriores películas de acción y no le agrega demasiado a la obra. Esperemos que Matt Scudder pueda volver a tener otra chance porque el personaje es interesante, a pesar de la interpretación de Neeson. Caminando entre Tumbas llegará definitivamente a un lugar: a la tierra del olvido. Realmente una pena.
Otro ex policía peleado con la vida Si hay películas que se sostienen sobre todo en el trabajo y el carisma de sus protagonistas (incluso a veces alcanza sólo con lo segundo), entonces Caminando entre tumbas es una de ellas. Esta viene a engrosar la más o menos reciente, exitosa y creciente carrera del gran Liam Neeson como estrella de acción, y justamente su presencia es el principal y casi excluyente atractivo que tiene este film policial cuya única intención parece ser la de replicar un personaje que el actor irlandés ya va conociendo casi de memoria y le viene reportando una aceptable repercusión en las boleterías de todo el mundo. Igual que Bill Marks, el policía aeronáutico con problemas con la bebida en la reciente Sin escalas (2014), o Bryan Mills, el agente de la CIA retirado que no termina de asumir ni de adaptarse a su nueva situación en las dos Búsqueda implacable (2012 y 2008) –y en menor medida también el desmemoriado protagonista de Desconocido (2011)–, el ex agente de policía Matt Scudder devenido detective privado es un hombre en crisis.Comparte con Marks el alcoholismo, aunque Scudder se encuentre transitando hace años una recuperación exitosa a partir de su trabajo en una comunidad de AA (Alcohólicos Anónimos), en tanto que el dolor de ya no ser es lo que lo une a Mills. Todos cargan con situaciones familiares inestables, carecen de vínculos emocionales fuertes (aunque uno de ellos se desviva por su hija) y van por la vida arrastrando culpas y traumas con estoica abnegación. Son, en definitiva, tipos duros cuya única excusa para continuar viviendo sin volverse locos sigue siendo, en cada caso a su manera, la particular relación que mantienen con la administración de justicia. Una justicia que no necesariamente se mueve por los canales de la ley, sino más bien todo lo contrario.A Scudder lo contrata un narcotraficante a quien le han secuestrado y asesinado la esposa, pero cuyo oficio le impide buscar ayuda en la policía. Esa es la excusa que lo enfrentará, por un lado, a un par de asesinos psicóticos y, por otro, a sus propios fantasmas. Caminando entre tumbas se mueve en el terreno sórdido de los bajos fondos sin escatimar en marginales de todas las calañas posibles y lo hace con una puesta en escena que pretende estilizar semejante escenario. De esa manera encuentra cierto deleite no exento de morbo en la posibilidad de hacer más o menos explícitas las atrocidades que algunas de sus criaturas cometen. Pero la película acaba volviéndose convencional incluso desde el trabajo visual, merced a una fotografía que abunda en días grises azulados y noches saturadas de luces anaranjadas o amarillas, los colores obvios para connotar la sordidez. Entonces de vuelta al principio: si algo hace que Caminando entre tumbas no se convierta en una película olvidable es la humana presencia de Neeson, quien desde sus casi dos metros y con su perfil de historieta negra consigue hacer verosímil una criatura que en otras manos hubiera devenido en caricatura.
Liam Neeson es un actor que tiene muchísimos seguidores en nuestro país y con "Caminando entre tumbas" no decepciona para nada. Un thriller espectacular, de trayecto super interesante, plagado de suspenso y actuaciones que te van volver loco. Algo para destacar, sin duda, es la combinación director - Scott Frank - y estrella del film - Liam Neeson - que ojalá sea el comienzo de muchos trabajos a futuro. Oscura y violenta, bien contada y con buenos personajes... eso es "Caminando entre tumbas": una combinación genial para disfrutar en el cine.
Un detective sin licencia Matt Scudder (Liam Neeson) es un expolicía, alcohólico en recuperación, devenido en detective privado sin licencia. Un traficante de heroína lo contrata para encontrar a quienes secuestraron y mataron a su esposa. Le cuesta aceptar el encargo, pero lo hace y ya le resulta imposible no involucrarse demasiado. Los hombres que está buscando no son simples secuestradores, son asesinos de mujeres, y el modo en que las matan cargado de sadismo, hace que tome las cosas de modo personal, y a través de la resolución de ese crimen encontrar su propia redención. Narrada con las características típicas de un policial negro, la película nos envuelve en un rompecabezas cada vez más perverso, en el que el protagonista parece nunca perder el control y actúa con calma y precisión, como un hombre que ha visto de todo y que nada parece afectarle. El rol del detective que actúa al margen de la ley, parece hecho a medida para Liam Neeson, que últimamente viene haciendo un policial tras otro, solo que en este, por suerte, no lo vemos en ridículas escenas de acción, sino como un hombre oscuro, que parece estar de vuelta. La historia no innova demasiado; es más, por momentos es hasta predecible, pero tiene un buen guión, una mezcla de suspenso y policial, con una atmósfera oscura que atrapa desde el comienzo, con escenas potentes y brutales, y un desenlace efectivo que le da un buen cierre a la historia.
También los malvados sufren El film parte de una buena idea: esta vez los narcos son las víctimas. Canallas vinculados a la DEA, secuestran los familiares de leo narcos para pedir rescate. Saben que allí hay dinero disponible y que no pueden dar aviso a la policía. En ese submundo se mete Matt (Liam Neeson), un ex policía que necesita pagarle viejas cuentas a una conciencia desolada. Y allí se planteará una batalla entre marginales que gira sobre la idea de la redención y la venganza. El final, alargado, medio absurdo y demasiado “humanizado”, le resta puntos a este buen thriller. Pero lo mismo, vale: hay clima, hay escenas de acción bien jugadas, tiene suspenso y otra gran labor de Neeson que, a diferencia de otros justicieros, pone su cara dolorida al servicio de un ex poli al que no le queda otro que volver al barro para poder limpiarse.
A paso de policía El gran éxito de Liam Neeson en los últimos años se llama Búsqueda implacable (Taken, en el original) y este nuevo policial, Caminando entre tumbas, va hacia el mismo camino. Sólo un dato comercial es que ya había recuperado bastante de su inversión antes del estreno, por la venta de derechos a mercados internacionales. Ahora bien, los parecidos son sólo eso, parecidos. En Caminando entre tumbas hay mucho menos acción que en Búsqueda implacable. Y no es la única diferencia. Neeson, actor irlandés con más de una centena de filmes realizados (una buena cantidad de ellos, buenos) es un innegable animal del cine, de un gran magnetismo. Cualidad imprescindible para este tipo de películas donde se pasa una gran parte ocupando los planos, y muchas veces en escenas austeras en las que apenas camina, piensa, mira, busca, habla, actitudes típicas de un investigador. Policía retirado, su personaje es convocado por un traficante menor de drogas para descubrir a quienes asesinaron a su novia. Dato para anotar: Matt Scudder (así se llama el personaje) es la creación de un escritor de novelas policiales conocido en Estados Unidos, Lawrence Block, que remite a otros autores más conocidos en el género, como Elmore Leonard. Scudder ya apareció en casi dos decenas de libros, pero esta es apenas la segunda vez que "trabaja" en la pantalla grande. La primera fue en 8 millones de maneras de morir, filme en el que fue encarnado por Jeff Bridges, en 1986. El filme trabaja muy bien el paso a paso de la investigación y así atrae interés hacia su molino. Pero es una pena que eso se contraponga con cierta falta de ritmo. Pero una de las virtudes de Caminando entre tumbas es que está bien filmada, bien contada y logra muchas atmósferas interesantes, sobre todo porque esquiva toda grandilocuencia. Atendible también el trabajo de locaciones, que hacen que Brooklyn y toda Nueva York no se parezcan a una postal clásica.
Crítica emitida por radio.
Basada en la exitosa serie de novelas de misterio de Lawrence Block. Uno de los aciertos del director y guionista Scott Frank ("The lookout") es el haber convocado para este personaje a Liam Neeson que cumple con lo previsto, el resto del elenco no es muy conocido. Este es un thriller oscuro, contiene persecuciones, mucha acción, venganza, técnicamente lograda pero no mantiene el ritmo y tiene varios desniveles, algunas escenas son previsibles, resulta entretenida, para pasar el rato.
Sin aliento En 1991, un oficial de la policía de Nueva York está disfrutando un día de franco cuando no le queda otra que liquidar a tres chicanos, además de una pequeña, víctima de una bala perdida. Retirado, recuperado de su adicción al alcohol, ocho años después el ex oficial Scudder (Liam Neeson) recibe un encargo al que acepta no por la recompensa, sino por una cuestión moral. La víctima es la novia de un narcotraficante que fue secuestrada y, tras el pago de su rescate, fue devuelta trozada en paquetes, meticulosamente acomodados en el baúl de un auto. En una biblioteca, revisando periódicos de la época en microfilms (es 1999, tiempo pre-Google), Scudder descubre una serie de casos similares que apuntan a dos personas vinculadas a la DEA, o con acceso a su información, que recorren Manhattan a bordo de una camioneta. En la biblioteca, Scudder se hace amigo de un ingenioso chico llamado TJ. Será su único afecto en la película. Más conocido como escritor de Hollywood (La intérprete, Malice y Minority Report son algunas de sus creaciones), en su segundo largometraje Scott Frank da prueba de su background y realiza un thriller sólido, enérgico, sin fisuras, sustentado en el confiable Neeson. Todo funciona: el clima ominoso pre 11 de septiembre, que encapsula la aberración de los crímenes (nada se muestra, pero lo que se sugiere es terrible); el aislamiento de Scudder, a quien la cámara sigue de un modo original, cual compañera al hombro. Como La sospecha de Denis Villeneuve, Caminando entre tumbas reclama de vuelta para el thriller la sed de venganza; como Zoodíaco de David Fincher (con la que además comparte un tema de Donovan en una escena fundamental), recurre al clima de época para enrarecer la trama. Las tres son un modelo del cine noir contemporáneo.
A LA SOMBRA Aunque también hay secuestros, CAMINANDO ENTRE TUMBAS (A WALK AMONG TOMBSTONES, 2014) no es otra BÚSQUEDA IMPLACABLE (TAKE, 2008). En este nuevo film, Liam Neeson pasa mayor tiempo haciendo trabajo detectivesco que repartiendo tiros y golpes. Lo que no cambia (ni siquiera con respecto a otras películas recientes con el actor) es la personalidad del protagonista, el detective privado Matthew Scudder, en lo que se acerca peligrosamente a un caso de posible encasillamiento: ya hemos visto antes a Liam como un tipo duro, solitario, cínico y resuelto. Quizás aquí esas características tengan más sentido que nunca, teniendo en cuenta que el film (y la novela en la que se basa el guión) toma mucho del género noir. La influencia se blanquea en un curioso guiño meta-lingüístico en una escena (uno de los personajes menciona a Sam Spade y otros detectives de la novela policial negra), pero es uno de los pocos momentos en los que la película intenta levantar vuelo más allá del marco de su género. CAMINANDO ENTRE TUMBAS se mantiene siempre a la sombra: es un thriller detectivesco convencional que, a pesar de los giros argumentales, nunca logra sorprender del todo, pero al menos no aburre, lo que ya es algo. Scudder, el protagonista, investiga a unos secuestradores que siempre atacan a mujeres relacionadas con traficantes de droga. A pesar de que se cruza con mucha gente en el camino (incluido un chico abandonado/enfermo/dibujante que se supone debe conmovernos pero es más bien insoportable), el personaje de Neeson resulta ser el único interesante (y lo seria más si no fuera el mismo papel que hace casi siempre). Y no es tanto por el guión, sino por la presencia y experiencia del actor que lo interpreta. Sin embargo, la vulnerabilidad que se le quiere dar con su pasado de alcohólico nunca tiene el peso necesario como para otorgarle otra capa al detective. Más allá de todo, CAMINANDO ENTRE TUMBAS justifica su existencia brindándonos una nueva escena de Neeson hablando con los malos por teléfono, así con ese tono bad-ass, las frases rudas y las promesas que dan miedo. Me gustaría hablar por teléfono como él.
No se sabe bien cómo ni cuándo exactamente Liam Neeson pasó a convertirse en el atípico nuevo héroe de acción (se sospecha que buena parte de la culpa es de Luc Besson, al producir Taken allá por el año 2008), pero lo cierto es que el otrora protagonista de dramas como Los Miserables (1998, Bille August) y La Lista de Schindler (1993, Steven Spielberg) es hoy sinónimo de disparos, explosiones y venganzas. También, claro, es sinónimo de sobriedad y excelentes actuaciones, lo cual le juega a favor en la comparación frente a otras estrellas del género. Caminando entre tumbas es otro vehículo difícilmente imaginado para otra figura del cine, pero difiere de la última parte de la filmografía del actor en varios puntos. En primer lugar, está basado en el bestseller homónimo de Lawrence Block, y en segundo lugar se trata, en rigor, no de una historia de acción sino más bien de un thriller detectivesco con estructura clásica. Esto último, tan común quizás ya treinta años atrás, es hoy un bienvenido regreso a las fuentes de un género capaz de entregar excelentes historias y momentos cinematográficos. El clasicismo al cual apunta este film de Scott Frank no es una anacronía sino una sabia decisión en términos de estética y narrativa. Que la historia sea lineal implica una mayor concentración por parte del espectador, mal acostumbrado a idas y vueltas con flashbacks en el tiempo que, por lo general, sobreexplican todo. No es que Caminando entre tumbas posea justamente un argumento demasiado complejo, y ahí radica lo inteligente de la decisión del director: Liam Neeson encarna a un detective retirado de la Fuerza Policial, hoy independiente, que actúa bajo sus propios códigos, tomando sólo aquellos casos que considera relevantes. Uno de estos casos golpea su puerta (o, mejor dicho, lo busca entre copas y bares) cuando una mujer aparece asesinada, en lo que parecería ser un caso de venganza mezclado con narcotráfico. El crimen parece esconder algo más, y allí entrará en acción la labor del protagonista por desentremarlo. El personaje de Matt Scudder viene de la literatura como un ser atormentado por su pasado, y así lo interpreta hábilmente Neeson en un rol que le queda cómodo pero, afortunadamente, no parece fastidiarle. Caminando... no presenta situaciones demasiado originales ni arriesgadas, pero las que esboza lo hace desde la corrección y profesionalismo de un producto sencillo, poco arriesgado, pero muy profesional y prolijo desde donde se lo mire. No hay exageraciones, no hay absurdos hollywoodenses, y no hay promesas de una secuela tampoco, y a veces eso es más que suficiente para acercarse a una película sin mayores pretensiones que la de convertirse en un producto digno, aunque por cierto para nada inolvidable.
Resultaría claro que la carrera de Liam Neeson está yendo definitivamente hacia el cine de acción. Lejos están sus logrados papeles en “La lista de Schindler” (1993), “Rob Roy, la pasión de un valiente” (1995) o “Michael Colllins, El precio de la libertad” (1996). Probablemente es una búsqueda personal que encontró en la saga de “Búsqueda implacable” (2008, cuya tercera entrega es inminente) su producto más redondito. Lo demás son tiros que a sólo veces dan en el blanco. Un poco lo que sucede con Denzel Washington. “Caminando entre tumbas” es la historia de Matt Scudder (Liam Neeson), a quien se ve al principio de la historia como un policía con calle, poco diálogo y mucha bala, bien al estilo de Harry el sucio. Las consecuencias del tiroteo del comienzo lo dejarán años después retirado y trabajando como justiciero a domicilio disfrazado de detective sin licencia. Según él, si se lo piden bien, les hace “favores” a sus clientes a cambio de “algo”. ¡Vaya a saber! Un buen día cae Peter (Boyd Holbrook), un adicto a lo Aaron Paul en la serie “Breaking Bad”, quien le quiere presentar a su hermano Kenny (Dan Stevens) de capa caída por el secuestro y asesinato de su mujer, pese a haber pagado el precio del rescate. Scudder escucha la historia. Luego, le da al afligido esposo (y al espectador) todas las razones por la cuales ni piensa agarrar este “laburito”. Están bien justificados los motivos, lo cual resulta confuso a la hora de entender por qué de todos modos toma el caso. Rota la credibilidad de la situación, todo se vuelve un poco cuesta arriba si el espectador decide no conceder el resto de las acciones del relato. Aquí es donde reside la mayor dificultad de éste producto dirigido por el guionista Scott Frank, el mismo de “Mentes que brillan” (1992) y “Volver a morir” (1991), pero también el de “Daños corporales” (1995) o “Minority Report “ (2002). No sólo en la instalación del verosímil mediante la justificación de las acciones del personaje principal, sino también en la construcción del móvil que lleva a los villanos en cuestión a hacer lo que hacen. En ambos casos hablamos de los factores principales del armado del policial negro al que apunta ser la película. No alcanza con la buena fotografía o la banda de sonido. Dejada entonces a la merced de las escenas de tensión y acción, la supervivencia del relato descansa en el correcto ritmo narrativo que hace todo más llevadero, aunque de vez en cuando vuelvan las dudas en el texto como, por ejemplo, un interesante personaje que provee información al protagonista que es quitado del medio tan forzadamente que da la sensación de no haber sabido resolverlo. No es que falte pulso ni generación de interés, pero con todos los otros elementos en contra, lejos de quedar en la memoria de la platea, “Caminando entre tumbas” parece destinada a descansar en paz.
Salve, oh Liam Neeson, héroe de acción y suspenso que nos provee, a quienes empezamos a encaminarnos hacia los cincuenta, la esperanza de ser siempre jóvenes, paliza mediante. El hombre que fue Schindler es uno de los números puestos del cine policial violento (al lado de Denzel Washington, o del eterno Bruce Willis) y aquí, según el artesano con algunos vicios televisivos Scott Frank –siempre más un guionista que un cineasta, aunque en este film cumple– es uno de esos investigadores que ya están de vuelta, más o menos obligado a ayudar a un traficante de heroína a encontrar a una banda de asesinos. Y como pasa con estos viejos gruñones, mantiene la moral en alto y, en el fondo, el corazón de peluche. Ahí va, don Liam, a patear traseros y encontrar asesinos, poniendo su vida en juego. Salve, oh Liam Neeson, por hacernos creer hasta el lugar común más repetido.
El revés de la trama americana Matt Scudder (Liam Neeson), un ex alcohólico retirado de la policía, se mueve en los oscuros rincones de Nueva York donde habitan personajes que no responden al arquetipo del americano medio. “Caminando entre tumbas”, de Scott Frank, recurre a algunos tópicos clásicos de la novela negra -un género que acercó a grandes franjas de público a la buena literatura- siguiendo los pasos de un detective solitario que asume un contrato de trabajo arrastrado por las circunstancias. La historia gira en torno a una serie de secuestros de mujeres cuyos familiares integran el mundo de la droga. La propuesta es interesante pero la película excede el tiempo necesario para lograr un ritmo acompasado con los sucesos que intenta narrar. Lo mejor del filme es su retrato de un sórdido costado de la realidad que generalmente se oculta, aunque le falta muchísimo para acercarse a los valores exhibidos por Raymond Chandler o Dashiell Hammett, dos escritores aludidos en la película, que marcaron rumbos en el género. Liam Neeson, hierático e inexpresivo, supera la parquedad que requiere su personaje y se convierte en una máscara inmutable que no logra transmitir emociones.
Set in 1999 during the prelude to the potential social upheaval associated to the Y2k bug, Scott Frank's murder mystery A Walk Among the Tombstones concerns the investigation carried out by unlicensed private investigator and former cop Matt Scuder (Liam Neeson) for Kenny Kristo (Dan Stevens), a rich drug trafficker. Kristo’s wife was abducted and sliced into pieces by two unknown demented psycho-killers (Adam Davis Thompson and David Harbour), who pretend to be DEA agents. In turn, there will be more grisly killings targeted at wives and daughters of other drug traffickers. So far, nothing new under the sun, and yet with a richly developed script this material can give way to a decent genre piece. Which is not the case here. And because of a number of very simple reasons. Firstly, while the film’s setup is far from intriguing and the initial murder mystery has enough mildly appealing subplots, once the investigation unfolds and the truth beings to surface surprisingly early in the film, then you can see the rest of the plot coming from a mile away. All you witness is the execution of a series of events that fail to be gripping because the characters are lazily underwritten. As an example, it would have been nice to know what drives the mean criminals to slaughter their prey, even if it was only for sick fun or some kind of moralistic mission. However, in this movie, mentally troubled psycho killers perform actions because the script tells them to do so. They are not even individualized, they are just a depraved duo.Then there’s the kid element, another trite idea, never a fleshed out character. His name is TJ (Brian Bradley), a homeless and resourceful black teen with sickle cell anemia and a penchant for pulp novels, an admirer of Sam Spade and Phillip Marlowe, rough looking on the outside and yet sensitive and frail for those who care to look close enough — like Scudder, who meets him at a public library where his computer skills prove helpful to further the investigation. TJ is also meant to provide the gravity and emotional side to the story — otherwise devoid of two essential components: pathos and suspense. Finally, TJ will also indirectly give Scudder the chance to redeem himself for an involuntary tragedy he caused. It resulted in the death of a seven-year-old girl, made him quit the police force and give up on drinking as well. Alcoholism is too unconvincingly tossed into the mix, with enlightening big meanings extrapolated from the AA's 12-step programme. By the way, Liam Neeson plays the alcoholic cop with a dark past in quite a mechanical manner, a bored and boring character. In short: A Walk Among Tombstones is nothing but a cliché-ridden detective story. In spite of its attention-grabbing introduction and some well performed directorial bits, it goes nowhere fast. And to think that Scott Frank penned the imaginative script of Spielberg's Minority Report. PRODUCTION NOTES A Walk Among the Tombstones / Caminando entre tumbas. (US, 2014). Written and directed by: Scott Frank. With: Liam Neeson, Dan Stevens, Brian “Astro” Bradley, David Harbour, Adam Davis Thompson, Boyd Holbrook. Cinematography : Mihai Malaimare Jr. Editing: Jill Savitt. Music: Carlos Rafael Rivera. Produced by Tobin Armbrust, Danny De Vito, Kate Bacon. Distributed by: Buena Vista. NC16 Running time: 110 minutes.
Para los fans de la saga Taken (Búsqueda Implacable), llega esta especie de secuela espiritual; con un personaje que tiene un nombre distinto, y una historia un poco distinta, pero manteniendo la enorme y amenazadora presencia cinematográfica de Liam Neeson, con un personaje igual de violento, capaz y entrenado que el de Taken. La diferencia está en que esta es un poco más realista (no mata a tantos) y sobretodo el estilo; este filme es mucho más lento, pausado, pensado, con un poco más de arte si se quiere; y eso hará que guste mucho más a unos y quizás menos a los que solo esperan acción continua. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
"La redención del antihéroe" “Caminando entre tumbas” cuenta la historia de Matt Scudder (Liam Neeson), un ex policía de Nueva York, que luego de un episodio muy particular deja su trabajo y el alcohol para dedicarse a ser detective privado sin licencia, realizando únicamente favores para ciertas personas. Uno de los casos a los que atiende es el de Kenny Kristo (Dan Stevens), cuya mujer fue secuestrada y, luego de que se les pagara el rescate a los secuestradores, fue asesinada. De esta manera, Scudder, con la ayuda de un niño indigente (Brian “Astro” Bradley), va a recorrer las calles de Nueva York buscando a los culpables del hecho para redimirse a sí mismo por su pasado y para proporcionarle una venganza a Kristo. Antes de meternos particularmente con la historia, hay que hablar de Liam Neeson, que ya se convirtió en uno de los emblemas de las películas de acción, encarnando a personajes como Bryan Mills en “Búsqueda Implacable” (“Taken”) o Bill Marks en “Sin Escalas” (“Non-Stop”). En esta oportunidad, interpreta a un antihéroe con un pasado que lo preparó para el caso que se nos presenta. Y Neeson no nos decepciona; vuelve a desarrollar a su personaje de la mejor manera, como él sabe hacer. Con respecto a la historia, Scott Frank (“Minority Report”) adaptó el guión de una novela de Lawrence Block, la cual presenta una idea un tanto simple pero bien llevada a cabo. A diferencia de tal vez otras películas de Liam Neeson, no veremos persecuciones ni mucha tecnología utilizada y se contiene un poco más con los asesinatos, sino que se trata de una investigación de la vieja escuela que busca dar con los sospechosos a través de diferentes pistas y entrevistados; más propio de un thriller criminal. De esta manera “Caminando entre tumbas” nos genera tensión, suspenso y nos entretiene a pesar de que sea una película larga. La oscuridad y la perversión están perfectamente representadas tanto por los personajes como por la ambientación de ese Nueva York de 1999, con la utilización de recursos como el cementerio, callejones, lugares abandonados o la constante lluvia. Tal vez sea una película que pase desapercibida entre tantas otras, pero definitivamente “Caminando entre tumbas” nos proporciona una buena adaptación, un Liam Neeson impecable y una historia entretenida con sobresaltos y rasgos de oscuridad. Samantha Schuster
Un Bryan Mills más depresivo "Caminando entre tumbas" es una película innecesaria, que sólo tiene el mérito de tener a Liam Neeson pateando traseros como sólo el sabe hacerlo. Al principio pensé que iba a ser una peli de acción del veterano distinta de lo que habíamos visto en "Búsqueda Implacable", al estilo "The Grey", pero en realidad es un personaje bastante parecido al de la primera saga. Matt Scudder (Neeson) es un ex policía que luego de un incidente mortal por el cual pierde su trabajo, se dedica a realizar "trabajos" para particulares. En criollo, hace de investigador privado y asesino a sueldo. El tipo es un genio en materia de crímenes. Sabe donde buscar, a quien preguntar, reconstruir los hechos del crimen, pelea como el Gran Dragón Blanco y maneja las armas de fuego como si hubiera nacido disparando una. Si bien es un tipo que hace "trabajitos" sin preguntar mucho y mata sin mucho remordimiento, tiene un lado moral que lo lleva a tratar por momentos de dañar solo a los realmente malos. ¿Les suena el perfil? Es como un Bryan Mills con menos suerte. Liam Neeson en su fase de áspero de la gran pantalla, es una de las mejores cosas que le pasó al género de Acción en los últimos años, pero tampoco la pavada. La franquicia "Búsqueda Implacable" aún está viva y muy fresca como para tratar de armar otra saga tan similar paralelamente. Si bien la película no es pésima, es algo que ya hemos visto y tampoco tiene el encanto de otros trabajos de Neeson como la primera "Búsqueda...", "The Grey" o "Non Stop". Justiciero duro con sentido de la moral hemos visto hasta el hartazgo. Los más flojo de este film se podría decir que es la monotonía que presenta el guión. Todo lo que sucede, pasa de manera muy lineal, sin crear algún tipo de fluctuación interesante en las emociones del espectador. Sobre los malos sabemos poco y nada durante todo el metraje y cuando por fin nos los revelan, no nos dicen nada más allá de que son unos sádicos... de esa manera es muy difícil empatizar con ellos. Su caída final no nos genera esa sensación de saciedad de justicia que debiera transmitirnos la historia. La moral de nuestro protagonista es bastante confusa, porque si bien trata de atrapar a los villanos, tampoco anda trabajando con los tipos más inocentes del mundo. De hecho su dilema moral con respecto a esto dura un día y una conversación con el cliente que no convencería a nadie en la vida real. ¿Lo bueno de la película? Lo bueno es que lo más fanáticos de Neeson lo pueden ver nuevamente tirando trompadas a lo loco y disparando a mansalva a tipos despreciables. El actor es un referente de acción muy creíble y eso ya de por sí le sube algunos puntos a la propuesta. Lo demás... son ideas poco originales que pretendían armar una nueva franquicia de poca monta.
Publicada en la edición digital #268 de la revista.
Cuando la ley cae en desgracia Liam Neeson, en un nuevo policial que eriza la piel y cuenta con crudeza la revancha de su antihéroe. ¿Qué sucede cuándo el ejercicio de la ley cae en manos equivocadas por no encontrar su aplicación justa por los canales oficiales y debidos? Tema de innumerables títulos, es la raíz de Caminando entre las tumbas, estreno que protagoniza Liam Neeson, en el papel de Matthew Scudder, un ex policía alcohólico que después de perder su empleo, trabaja como investigador privado sin licencia, haciendo favores, sobre todo, a sus amigos. El asunto en cuestión surge cuando Kenan Khoury contrata al detective para vengar la muerte de su mujer, secuestrada y asesinada a manos de un grupo de traficantes de drogas, conocidos por torturar a sus víctimas. Matt se larga a la búsqueda de los criminales en los bajos fondos de Brooklyn, contando con la ayuda de dos genios informáticos, un joven callejero y Elaine Mardell, una amiga prostituta. El camino de la investigación depara algunos giros interesantes al planteo liso y llano de la historia. Scott Frank, escribió los guiones de Minority Report, El vuelo de Fénix y dirigió y escribió The Lookout. En Caminando entre las tumbas, vuelve a dar con la tensión justa entre la acción y el suspenso que condimentan el transcurso de un relato que erizar la piel con las implicancias que plantea y cuenta con crudeza la revancha de este anti-héroe. Cuenta, para su favor con un actor de altura física e interpretativa que salva cualquier bache narrativo, y se plante en un personaje derivado de un best-seller que puede y dará lugar a títulos sucesivos. Neeson tiene un vínculo fluido con la cámara, y la cámara, con un entorno que el equipo técnico supo aprovechar para transmitir un ambiente corrupto y corrompido, donde la ley que impera es la propia.