Bebé de titanio. A Neill Blomkamp definitivamente le fascinan los rodeos ciclotímicos del melodrama y las posibilidades narrativas que abren en tanto recursos prestos al análisis de determinados tópicos de índole social, en especial la línea divisoria entre el lumpenproletariado y la miseria lisa y llana. En una época en la que priman el cinismo y la banalidad en casi todo el espectro mainstream del séptimo arte, sin importar qué nivel consideremos, resulta más que meritoria la actitud del director orientada a poner el dedo en la llaga de las inequidades contemporáneas mediante el naturalismo formal, una utilización no invasiva del CGI y ese catálogo infalible de alegorías de la ciencia ficción de pulso cyberpunk/ postapocalíptico. Con la interesante Chappie (2015) el sudafricano cierra una suerte de trilogía de la resistencia contrahegemónica que comenzó con Sector 9 (District 9, 2009) y continuó con Elysium (2013), aunque en esta ocasión deja de lado las dubitaciones espaciales y se mantiene firme a ras de la tierra, profundizando las fricciones inherentes al antagonismo que lo obsesiona, el protagonizado por un estado despiadado que reproduce la desigualdad tercermundista (en connivencia con los conglomerados privados) y una clase popular en extremo desgranada (sumida en la pauperización y su correlato, la violencia). Aquí este enfrentamiento está condimentado con detalles transcendentales y un esquema conductista. Sin revelar demasiado de la trama, sólo diremos que conceptos como “alma” y “educación” se cuelan en una historia centrada en el desarrollo/ adoctrinamiento del personaje del título, un androide concebido para funciones policiales que eventualmente se transforma en un experimento de inteligencia artificial. Este bebé de titanio deberá crecer en una Johannesburgo asolada por una ristra de crímenes, y sus docentes serán su creador, Deon Wilson (Dev Patel), y los simpáticos miembros de una pandilla de gangsters. Hoy el villano de turno, Vincent Moore (Hugh Jackman), es un ex soldado reconvertido en diseñador de armas que compite profesionalmente con Wilson y desea dar de baja a su mayor invención. La película combina elementos varios de Westworld (1973), Fuera de Control (Runaway, 1984), Cortocircuito (Short Circuit, 1986), RoboCop (1987) e Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence, 2001), unificando a fin de cuentas el neorrealismo italiano, los techno thrillers, la comedia suburbana y muchas referencias a los dramas que fetichizan el “coming of age”. Como Koobus Venter en Sector 9 y Kruger en Elysium, Moore es otro engendro fascista cuyos únicos hobbies son el sadismo y la egolatría, una especie de demonio que sintetiza las características de esa ceguera homicida detrás de la lamentable ignorancia de nuestros días, enarbolada por los diletantes y/ o mercenarios del capitalismo. Una vez más el amor por el cine de género y la responsabilidad ideológica de Blomkamp nos conducen hacia una propuesta que conjuga el “crecimiento” de Chappie desde su toma de conciencia individual, metiéndose en un terreno en el que Hollywood casi nunca osa entrar y colocando en primer plano los avances despóticos de las cúpulas y la capacidad de rebelión que anida en las comunidades más olvidadas, esa misma que se materializa cuando se logra superar la complicidad pasiva para con este estado de cosas. Tan vivificantes como dolorosas y amargas, las obras del realizador homologan caos y creatividad a través de un anarquismo que destroza la falta de compromiso político y el circo mediático legitimador…
Blomkamp ha creado un mundo con una temática definida que busca expandir y que sin embargo permanece estancada. La fallida Elysium nos hizo olvidar la brillantez de District 9 y ahora con CHAPPiE buscó recorrer el mismo territorio. District 9 fue una disfrutable narración sci-fi con una efectiva metáfora. La repetición de la fórmula no funcionó con un mayor presupuesto en Elysium. En CHAPPiE las intenciones están latentes, un District 9 ATP. Si bien el ritmo y las actuaciones ayudan a construir un mundo propio que resulta realista, la “ciencia” de la película nunca se muestra convincente y cuando un film tiene que lidiar con I.A. las reglas que impone la trama es muy importante que estén bien definidas. Demasiado simple para ser un film de ciencia ficción con pretensiones de “mensaje” y demasiado confuso para llegar al público infantil que amó Wall-E. A medio camino en todo.
¿A qué público apunta? Adolescentes en especial. Igual algunos jovenes y adultos pueden disfrutar este film de ciencia ficción, a pesar de los conceptos trillados y obvios, donde se tratará de ver a un robot “sensible”, y a los humanos insensibles. Se nota la influencia de las anteriores District 9 y Elysium. Las actuaciones de los Die Antwoord (Yolandi Visser y Watkin Tudor Jones) son como ellos mismos, pero caen bien, simpáticos, aunque no hagan otro personaje. Me recordó a Short Circuit, por eso le sumo un punto.
Niño de titanio Neill Blomkamp introduce por tercera vez al espectador en un futuro distópico, repitiéndose un poco en el universo que crea en pantalla, inclusive con una puesta en escena del mismo tipo y de igual atmósfera que en District 9 y Elysium, sus obras precedentes. De todos modos, el sudafricano nos cuenta una historia en la que el entretenimiento se pronuncia siempre como factor distintivo, casi sin intermitencias. El director se vale de la presencia de su actor fetiche, Sharlto Copley, a quien esta vez le toca ponerse en la piel de Chappie, un robot diferente por su cualidad de aprender y de sentir. Un caso excepcional que acaba siendo apropiado por un grupo de criminales durante su creación. El “niño” de titanio se nutre de lo que van enseñando, adoptando y reiterando conductas y frases que le vayan inculcando en ese proceso de aprendizaje acelerado. Lo interesante del relato radica en lo que puede llegar a acontecer si un androide que debería utilizarse para cumplir tareas policiales (como el resto de los robots que se observan en el film) cae en manos de un conjunto de sujetos con fines totalmente contrarios. Las cosas adquieren un nivel de complicación mayor si le sumamos el aspecto que implica el empleo de la inteligencia artificial propia de Chappie y las situaciones opuestas que va sorteando en el camino. Blomkamp incursiona nuevamente en lo político, en lo social y en los roles de quienes ocupan posiciones de mayor poder. El realizador tampoco se olvida de lo meramente emotivo y aprovecha el crecimiento cognitivo y de valores de su protagonista para regalarnos algunos momentos en los que las sensaciones se mueven entre la impotencia y la sensibilidad en relación a lo que le toca experimentar a un robot que deja entrever su inocencia de la misma manera que genera empatía y enternece. La película se muestra agradable en prácticamente cada pasaje de sus 120 minutos de duración. Entretiene también gracias a una fotografía al servicio de los filtros cálidos propios de los exteriores, siendo éste otro elemento que ya se había visto en las proyecciones anteriores de Blomkamp. Mención aparte a la música de Hans Zimmer, ese excelente compositor alemán que tanto sobresalió e impresionó en muchas obras dirigidas por Christopher Nolan. Sin trascender aunque con un desenlace curiosamente interesante, Chappie se hace sumamente digerible y llevadera. El peso de las dos horas de metraje no se siente en esta enérgica entrega que fusiona thriller, ficción, emotividad y acción. LO MEJOR: el entretenimiento que ofrece, casi sin irregularidades. La historia, entusiasma y conmueve. LO PEOR: queda la sensación de que Blomkamp se repite un poco. PUNTAJE: 7,5
El robot del pueblo El sudafricano Neill Blomkamp ya nos tiene acostumbrados a sus fábulas donde la lucha de clases tuerce siempre para el lado de los buenos. A la pregunta ¿Quiénes son los buenos?, debemos responder desde la ideología: aquellos que no tienen el poder; los que son sojuzgados por el sistema perverso que los explota sin misericordia con el único fin de que la rueda nunca deje de girar. En ese sentido, Chappie viene a consagrar un estilo -cuestionable o no- que hace de la mezcla de elementos genéricos la plataforma ideal para bajar línea y un discurso camuflado de otra cosa. Se trata, nada más ni nada menos, que de un robot creado para el control social, que a partir de su contacto con la realidad marginal y con un grupo de personajes estereotipados, comprende que el mundo es otra cosa y que la violencia separa más de lo que organiza. Por otra parte, Chappie personaje, es una esponja que absorbe todo tipo de aprendizaje, por lo menos ese es el objetivo de su creador Deon Wilson (Dev Patel), lejos de aceptar las leyes que imperan sobre la robótica con fines militares, idea que expresa su antagonista Vincent Moore (Hugh Jackman). Así las cosas, los dilemas a los que se enfrenta este prototipo de titanio se van sumando a medida que adquiere todo tipo de conocimiento de la escuela de la calle y las contradicciones de aquellas lecciones que, por ejemplo, lo involucran con actos delictivos cuando su esencia es el respeto por la ley. Para el realizador de Sector 9 (2009), cualquier alegoría es válida para reforzar la dialéctica planteada al inicio de esta nota y en esa obsesión de querer cerrar el círculo, las películas quedan subordinadas a los pretextos de las ideas. Ahora bien, en Chappie se refleja con más intensidad ese desequilibrio entre el ¿qué? y el ¿cómo?, sumado a un puñado de escenas melodramáticas en contraste con la acción que parece llegar cuando la película no encuentra un camino potable –en términos narrativos- para avanzar hacia el territorio de las ideas o, lo que es peor, de la sensiblería.
Chappie es un film visualmente espectacular, con una técnica impecable y con una loca historia que la convertirá seguramente en una película de culto. El entretenido tramo final tiene un buen ritmo y mucho atractivo, logrando seguramente hacerte olvidar de todas aquellas cosas que no te cerraron...
Robots de los márgenes. Retomando la idea y la estética de su primer cortometraje Tetra Vaal (2004), sobre un robot policía que patrullaba las calles de Johannesburgo, el guionista y director sudafricano Neill Blomkamp, que saltó a la fama con su primer largometraje Sector 9 (District 9, 2009) y revalidó sus credenciales con Elysium (2013), continúa con su derrotero por el género de la ciencia ficción con su nueva película Chappie (2015). La historia retoma elementos de muchas fuentes, entre ellas la distópica Robocop (1987) de Paul Verhoeven, la post apocalíptica Blade Runner (1982) de Ridley Scott, la más reciente película de robots Autómata (2014) de Gabe Ibáñez y la divertida Cortocircuito (Short Circuit, 1986), para mezclarlas con componentes de la literatura de ciencia ficción de Asimov de la saga de robots y personajes marginales ciberpunk típicos de las novelas de William Gibson. La historia narra una disputa entre dos ingenieros en Tetra Vaal, una empresa que fabrica robots para venderlos a la policía de Johannesburgo. El éxito de determinado modelo de androide marca el ascenso de Deon (Dev Patel), un joven ingeniero, y el recorte de los fondos del proyecto de su colega Vincent Moore (Hugh Jackman), un ex militar que está diseñando un mega robot teledirigido por un piloto conectado a través de una red neuronal, que tiene grandes similitudes con los dos proyectos fallidos de guardianes robot de Robocop 1 y 2. Por las noches, paralelamente a su labor diurna, Deon trabaja en un proyecto de inteligencia artificial que le daría libre albedrio y conciencia a las maquinas al momento de imponer el orden. La propuesta cae bastante mal en la presidencia de la compañía, ejercida por la pragmática Michelle Bradley (Sigourney Weaver), y Deon decide romper varias reglas corporativas para instalar su programa en uno de los robots averiados. La película cobra aún más interés cuando una banda de delincuentes de estética punk -que pasan de la violencia al cariño- decide adoptar al robot, que a su vez le roba a Deon tras secuestrarlo para asaltar un camión de caudales con el fin de pagar una deuda y salir de su situación de marginalidad. A partir de la aparición de Chappie, el robot con un alma, el guión se encamina a relatar la inserción del robot en la sociedad y las diferencias entre los incluidos y los excluidos en una ciudad sitiada por la delincuencia y el capitalismo salvaje que expulsa a los ciudadanos del mundo del trabajo, precarizándolos, flexibilizando las condiciones laborales y evadiendo impuestos a través de subsidios a la producción. Gracias a su conciencia política distópica sobre los avances del capital sobre los trabajadores, Chappie logra insertarse en la dura ciencia ficción de robots a partir de grandes efectos especiales, una calidez inusual en los marginales que por momentos roza la ingenuidad y buenas actuaciones de todo el elenco, con grandes escenas a cargo de la experimentada Sigourney Weaver y un notable Hugh Jackman como el villano. Mientras el capitalismo sigue avanzando y dejamos nuestra humanidad bajo la promesa de un hedonismo perenne dentro de la sociedad del espectáculo, la inteligencia artificial nos deja una última esperanza de que algo de humanidad aún resista el embate y resurja algún día de entre los escombros.
Cuando se estrenó “Sector 9” (District 9, 2009), tanto el público como la crítica aplaudieron la visión original, el estilo despojado y el análisis social disfrazado de relato de ciencia ficción que el debutante Neill Blomkamp le impregnó a esta historia sobre extraterrestres marginados de Johannesburgo. “Elysium” (2013) mantiene en pie un montón de estos elementos que destacaron al director y guionista sudafricano, pero no logró el mismo impacto y coherencia, quedándose a mitad de camino entre la película de acción-espectáculo y la crítica socio-económica futurista. “Chappie” (2015) tiene ganas de enmendar esos errores y, al igual que con su debut cinematográfico, Blomkamp echa mano a uno de sus viejos cortometrajes (“Tetra Vaal”, 2004) para hilar, junto a su coescritora de cabecera Terri Tatchell, este nuevo thriller sci-fi cargado de acción, violencia, humor y cierta ternura gracias a su metálico protagonista. “Chappie” (tanto la película como el personaje del título) tiene buenas intenciones, pero se queda a mitad de camino, simplemente, porque esas intenciones son demasiadas. Llega un punto de no retorno donde ya no pueden acomodarse la infinidad de ideas que el realizador nos propone, nociones que se entrecruzan y chocan entre sí despojando al relato de toda coherencia y sentido. Ojo, la historia se entiende, pero los conceptos que plantea Blomkamp (tan bien construidos en “Sector 9”) terminan siendo contradictorios, desorientan y hasta aburren. El realizador arranca, una vez más, con esa estética semi-documental (que capta todo “en video”) que tan efectiva le resultó para contar la historia de Wikus Van De Merwe, pero la abandona casi enseguida como si se hubiese arrepentido. Este tipo de inconsistencias se repiten a lo largo de toda la película, que se balancea entre un relato oscuro, violento y metafórico sobre la infancia y las pandillas/guerrillas sudafricanas, y un cuentito de hadas cargado de ingenuidad y ternura. Al final, ninguno de los dos funciona. Estamos en Johannesburgo en un tiempo ¿futuro? indefinido. Para reducir los altísimos índices de criminalidad, el gobierno ha puesto toda su confianza en una fuerza robótica policial cortesía de la empresa armamentista Tetravaal, un logro que consiguió reducir ampliamente la delincuencia en las calles. El creador de los androides, Deon Wilson (Dev Patel), tiene planes más ambiciosos para sus criaturas y, sin la aprobación de la directora de la empresa Michelle Bradley (Sigourney Weaver), decide seguir adelante con un proyecto personal: la construcción de un prototipo de inteligencia artificial que imita la mente humana hasta el punto de sentir emociones y tener opiniones propias en vez de seguir las directivas que se le asignen. Ante la negativa de poder probarlo en uno de los robots de la empresa, Deon sustrae uno de los “oficiales” dañados antes de ser destruido con la intención de concretar su proyecto, pero en el camino es interceptado por una bandita de delincuentes de poca monta que, sabiendo muy bien a que se dedica el muchacho, le exigen que programe uno de los robots para ayudarlos en sus felonías. Ante las amenazas de los pandilleros -Ninja (Watkin Tudor Jones), Yolandi (Yolandi Visser) y Amerika (Jose Pablo Cantillo)- Deon le da vida a Chappie (con la voz y movimientos de Sharlto Copley), un nuevo ser que deberá aprender desde cero, al igual que un bebé humano que se desarrolla más rápidamente. Chappie resulta un curioso e ingenuo pequeñín encerrado en un cuerpo blindado, con todos sus miedos y curiosidades, pero también con la capacidad de decidir por sí mismo. El robot queda al cuidado y la “crianza” de su nueva familia disfuncional con la intención de que pronto pueda ser de utilidad para perpetrar grandes golpes criminales. Por el camino va creando un estrecho vínculo con su nueva mamá y va aprendiendo a expandir sus conocimientos y habilidades (tanto las buenas como las ilegales), y descubriendo la crueldad de la que es capaz el ser humano. Todo esto forja la personalidad del robot al que su creador le inculcó el libre albedrío, pero al mismo tiempo, le prohíbe constantemente unas cuantas actitudes. Entonces, ¿en qué quedamos? “Chappie” está plagada de este tipo de incoherencias que no encuentran salida por ningún lado. Blomkamp nos presenta una pandilla de delincuentes ultraviolenta, pero al mismo tiempo casi infantiloide, que pretende agregar una cuota de humor bastante fallida. No ayuda el hecho de que esté protagonizada por los miembros de la banda de rap Die Antwoord y sus escasas habilidades interpretativas. El director intenta conmover y enternecernos con la figura y la historia de Chappie (una cruza entre Johnny 5 y Robocop), pero no logra su objetivo, en parte, porque el contexto está muy mal construido. Hay violencia desmedida, Hugh Jackman interpretando a un malo muy malo ex militar sin más motivaciones que los celos y la codicia, y todos esos lugares comunes que terminamos odiando en las películas de acción más berretas. Al final, Blomkamp se copia a sí mismo y termina repitiendo el “esquema” (pero trunco) de su primera película. Entonces, su propia originalidad se diluye, desmereciendo una obra que un poco más cuidada en los detalles narrativos (desde lo visual cumple, aunque no aporta nada nuevo) podría haber sido más interesante y traspasado esa frontera del mero entretenimiento intrascendente al que aspira.
Director que mucho abarca…poco cuenta Neill Blomkamp es un director sudafricano nuevo que se ha convertido rápidamente en uno de mis favoritos. Sus películas, situadas en futuros no tan lejanos, tienden a tratar la marginalidad y las injusticias sociales desde un lado novedoso y entretenido. Problemas que tienen lugar en su país de origen pero que lamentablemente vemos repetidos en todas las sociedades. Pero lo más interesante que tienen sus películas no sólo son sus temas de interés social, sino sus fantásticos robots, y las escenas de acción que los incluyen. Por eso es que, luego de ver District 9 y luego Elysium, donde Blomkamp profundiza su estilo de dirección, supe que Chappie tendría que ir por el mismo camino. Lamentablemente no estaba en lo cierto. La película se sitúa en la ciudad de Johannesburgo, donde el número de policías muertos a manos de delincuentes se ha salido de control. Para aliviar esta situación, el estado implementa una policía de robots, que envía como fuerza de choque a los enfrentamientos. Así es como Chappie (o en ese momento, Unidad N° 22) es gravemente dañado con una bazooka en plena batalla y enviado para su destrucción y reciclado. Al mismo tiempo, el inventor de este ejército de robots, Deon Wilson (interpretado por Dev Patel) está experimentando con inteligencia artificial y lo que más quiere es crear un robot con una conciencia prácticamente humana. Por eso es que se roba a la unidad N° 22. Lamentablemente no consigue completar su cometido porque es secuestrado por una banda de delincuentes que lo necesitan para “apagar” o “desconectar” a los robots policías y así poder delinquir tranquilos. Pero éstos no son los villanos de la película. El papel de antagonista lo ocupa Hugh Jackman, quien interpreta al soldado Vincent Moore e igual que Deon, trabaja en un robot (el Alce) que sirve para aplastar delincuentes, aunque no logra que la policía lo quiera para su fuerza. Su papel termina siendo forzado en la historia y no agrega absolutamente nada, por lo que de antagonista tiene poco. Esto se ve repetido a lo largo de la película, donde los personajes tienden a perder peso y a desdibujarse, porque se intenta hablar de demasiados temas en poco tiempo y termina por no hablarse nada. Pero no todo es malo en Chappie, claro. Por eso es que a continuación, empezaremos con lo destacable. Lo principal es que uno como espectador enseguida siente empatía por este robot que es en parte un niño, en parte un perro extraviado con estas antenas cual orejas tan expresivas que tiene. Enseguida compartimos el temor y la tristeza que siente Chappie, a la deriva y fuera de lugar y más tarde la soledad de ser completamente distinto a aquellos con los que se relaciona, que son humanos. Otra de las cosas interesantes que tiene la película es su estética, que es una combinación de la cultura “gangsta” y la propia estética del grupo sudafricano de rap Die Antwoord (que interpretan a los delincuentes Yolandi y Ninja, quienes secuestran a Deon). El director propone un contraste muy marcado entre ellos, con cortes de pelos extraños y vestidos con ropas coloridas y el corporativo y ordenado creador de Chappie. La confrontación entre estos personajes tan distintos hace que Chappie sea entretenida y llena de riqueza visual. De todas formas, lo mejor del film sin dudas es Chappie, quien interpretado por Sharlto Copley, está maravillosamente logrado y es increíble hasta qué punto uno se puede sentir identificado con este ser de titanio que no tiene corazón pero sí una conciencia casi (o del todo) humana. Lo malo de la película, es que se tocan muchos temas importantes, como la discriminación, la intolerancia, el crecimiento de la violencia, la conciencia humana y la vida después de la muerte, pero se no profundiza en ninguno. Finalmente todo termina por diluirse cuando comienzan las escenas de acción que, si bien están hechas correctamente y son entretenidas, poco tienen que ver con el resto de la historia. Y poco tienen que ver con aquellas escenas a lo “Gopro” donde Matt Damon pelea con el robot guardaespaldas de un residente de Elysium. Por todo esto, es que al finalizar Chappie, como espectadora me quedé con una sensación de engaño y un cierto enojo con este director que supo hacer geniales películas y hoy se aleja de su estilo para hacer algo más pochoclero. Pero no perderé la fe en Neill Blomkamp y volveré a ver lo que quiera mostrarnos más adelante, que se rumorea será una reversión de Alien. En conclusión, Chappie es una película que se deja ver, entretenida, pero que no se diferencia en nada de cualquier otra película de acción.
En el nombre de RoboCop Neill Blomkamp es mejor productor que director o escritor, algo que ya se sospechaba desde Elysium (2013) y se confirma con Chappie (2015): el hombre está lleno de ideas y posee un ojo avizor para el diseño de producción, pero ni desarrolla estas ideas en función de un argumento satisfactorio, ni termina de someterlas al servicio de una historia o personajes interesantes. Su carrera – otrora propulsada a chorro por el debut de Sector 9 (District 9, 2009) – se ha convertido en un cruel revés del mantra de Star Trek: El cine: la frontera final. Estas son las películas de Neill Blomkamp. Su misión: plantear alegorías elementales, desarrollarlas a medias, ir hacia donde todos ya llegaron. La ciencia ficción es un género especulativo, supuestamente motorizado por el planteo de viejas ideas mediante una nueva dialéctica. Pero últimamente muchas películas, ostensiblemente de ciencia ficción, padecen tanto la falta de imaginación como la de ambición: pasó con Autómata (2014), pasó con Trascendence: Identidad virtual (2014), pasó con Tomorrowland (2015) y pasa hoy con Chappie. Películas que poseen un ápice de imaginación que dura lo que una introducción, y una ambición marginal por entretener sin tomarse nada de lo que plantea demasiado a pecho. En defensa de Blomkamp, sus alegorías tienen cierto encanto, operan dentro de escenarios concebidos originalmente, y en el peor de los casos proveen un buen entretenimiento (Elysium es una película de acción divertida). El extraño y absurdo mundo en el cual se desarrolla la historia de Chappie entretiene por sí solo, a menudo a pesar de sí mismo. Consideren la historia: en el futuro, la policía de Johannesburgo ha sido privatizada por una compañía de armas, “Tetra Vaal”, que ha reemplazado a los oficiales con robots policíacos (“RoboCops”, si se quiere). Pero mientras la compañía celebra la caída del crimen, el creador e ingeniero de los androides Deon Wilson (Dev Patel) desea ir un paso más allá y en el nombre de la ciencia instalar una símil consciencia en uno de ellos. Entonces Deon y su robot, “Chappie” (Sharlto Copley), son secuestrados por una dupla de gángsters llamados Ninja y Yolandi (interpretados también por Ninja y Yo-landi Vi$$er, una pareja de rappers sudafricanos que presuntamente hacen de sí mismos). La pareja pretende que Deon desactive a los androides policíacos, pero se conforman con robarle a Chappie y criarle para que se convierta en un maleante más y les ayude a conseguir el dinero que necesitan para saldar una deuda millonaria con otro mafioso local. Finalmente tenemos a Vincent (Hugh Jackman en un raro papel villanesco), colega y salieri de Deon, quien hará todo lo posible por minar los androides de Deon para poder vender sus propios modelos, controlados no por una inteligencia artificial sino por seres humanos (lo cual es una alternativa perfectamente sensata, pero la película está por encima de debatirla). A efectos de la historia, Ninja y Yolandi se construyen como arquetípicas figuras de padre y madre: Ninja intenta hacer del robot “un hombre”, enseñándole a robar, llevándole a lo que literalmente llama “su primer día de escuela” y reprimiendo la expresión personal y artística de Chappie; mientras que Yolandi – súbita e improbablemente – desarrolla un instinto maternal, amparándole y gritando constantemente en su defensa “¡es sólo un niño!”. Las escenas de drama familiar son tan ridículas como mal actuadas, cortesía del dúo rappero. A su vez, Chappie desarrolla una relación religiosa con Deon, su creador y Dios, alternando entre acatar sus mandamientos (no cometer crímenes) y distanciarse de Él lleno de ira y confusión (“¿¡Por qué me diste vida para luego quitármela!?”, en referencia a su corta expectativa de vida). Contamos no con una sino dos alegorías bien obvias y bien nimias, y ningún personaje logra ser demasiado querible o interesante como para comprometer al espectador. Cuenten si quieren cuántas veces alguien hace algo y no se entiende por qué: por qué los criminales dejan ir a Deon luego de secuestrarle, por qué de repente Ninja se pone de su parte luego de antagonizarle toda la película, por qué no se custodia el McGuffin que prende y apaga a los RoboCops de toda la ciudad, y sobre todo por qué la película nos dice que Deon ha logrado transferir la consciencia humana (en un pendrive bajo el nombre ‘consciencia.dat’, ni más ni menos) cuando en realidad lo que hace es clonarla y eliminar el original. Por último está Sigourney Weaver en un papel minúsculo y mal escrito, haciendo acto de presencia como la santa patrona de la ciencia ficción y dando substancia a los rumores de que Blomkamp dirigirá algún día la quinta (o sexta, depende cómo cuenten) entrega de Alien. Decir que la serie ha sufrido en peores manos no es exactamente un cumplido, pero ahí lo tienen.
Mientras robots humanoides son usados como complementos para la policía, su programador dará un paso más allá en la creación de inteligencia artificial con el primer bot autoconsciente. Yo, Chappie En un futuro cercano, en Johannesburgo, se empiezan a implementar los robots fabricados por una multinacional para ayudar a la policía a contener a los pandilleros. Todo parece funcionar bien, y Dean, el padre de estos androides, acaba de crear una inteligencia artificial que no solo es autoconsciente, si no que también puede aprender y evolucionar. Pero la humanidad aun no esta preparada para estas cosas. Tu trama me suena Neil Blomkamp tuvo un debut perfecto con la también perfecta Sector 9, y la mayoría (me incluyo) pensó que este director era uno para seguir de cerca su carrera, y que estaba llamado a ser partícipe del grupo que dará el cambio generacional como realizadores de películas de ciencia ficción. Pero su siguiente película, Elysium, nos demostró que si bien el sudafricano tiene talento y algo que ofrecer, también nos hizo ser mas parcos con los elogios. Si sos de los que sospecha que Blomkamp hizo por tercera vez la misma película, la respuesta es sí y no. Chappie vuelve a mostrar los temas que más le interesan a su director, como mostrar de forma clara la desigualdad social y la opresión de las clases más bajas por parte de multinacionales megalómanas. Pero Chappie es bastante más que eso, porque también se nos plantea una vez más el mito de Prometeo (historias donde el hombre crea otra forma de vida) intentando darle una vuelta de tuerca al asunto, todo acompañado con los espectaculares tiroteos que suele mostrarnos Blomkamp (esta vez sin recurrir a la cámara con parkinson como en Elysium). Por suerte tanto Blomkamp y su co-guionista supieron dotar al robot de la película con la suficiente personalidad como para cargarse la trama a sus espaldas él solo, y haciendo que el espectador le tome bastante cariño cuando el cacharro con conciencia se las vea complicadas. Muchas veces cuando esto sucede, los personajes secundarios suelen ser bastante arquetípicos y funcionales, siendo apocados por el principal; y si bien no son una oda a la originalidad y hasta rozan lo previsible, todo parece funcionar bien, sin molestar demasiado al espectador. Esto se da en gran medida gracias al buen trabajo del plantel actoral. Desde Sharlto Copley haciendo un enorme trabajo vocal para darle voz a Chappie, hasta la sorpresa de la película que son los desconocidos por estos lares Ninja y Yolandi como los mami y papi del robot principal; mientras que el eterno remador de Jackman y Dev Patel cumplen como el humano envidioso y el creador comprometido con su obra, respectivamente. Conclusión Chappie es una buena película, bastante superior a la anterior obra de su director, pero también es muestra de que debe darle un cambio de rumbo a sus historias para no terminar cansando a los espectadores. Está bien filmada, entretiene, pero es inevitable no recordar a RoboCop constantemente (despidan al que diseñó al robot Alce), pero la buena mano de todos los involucrados hace que aun así la película sea disfrutable.
Distopías futuras Chappie es el tercer largometraje de Neill Blomkamp, director que supo traernos anteriormente películas como Elysium (2013) y District 9 (2009) y quien ya ha hecho de la ciencia ficción y las denuncias sociales su marca personal. Blomkamp nuevamente nos acerca a un mundo distópico y lejano, que nos confronta con todo el peso de las disyuntivas sociales entre clases y culturas, siempre sin dejar de lado su cuota de futurismo tecnológico, el cual parece ser un eje causal que conecta a todas sus producciones entre sí. En cada uno de sus films, Neil Blomkamp ha sabido reformar conflictos de clase actuales, adaptándolos a una visión de un futuro sombrío y poco esperanzador en donde no hay espacio para argumentos vanos y livianos. Pero en Chappie por primera vez marca la diferencia introduciéndonos en una historia con cierto grado humorístico que en pocas ocasiones muestra una visión arraigada a la crudeza a la cual nos tiene acostumbrados, y ahora utiliza este medio para introducirnos en un relato digno de cualquier libro de Isaac Asimov, aunque esta vez las criticas sociales y la denuncia han quedado más pérdidas que en veces anteriores. Uno de los factores más llamativos de Chappie es su estética, que logra concentrar la atención a base de un juego de colores aniñados, acompañado por figuras clásicas del arte callejero actual y pasado. Pero nada de esto resaltaría tanto sin la introducción de las dos mayores sorpresas del elenco, que en este caso no son más que Ninja y Yo-Landi Visser, integrantes de la banda Die Antwood, y a los cuales les han dejado conservar sus nombres artísticos para la película. Quien los conozca de antemano sabrá que fuera de cualquier aspecto musical, ambos son personajes que se jactan de poseer una estética muy llamativa en sus videoclips y presentaciones, con un uso superlativo de la paleta de colores. Todo esto fue muy bien aprovechado por Emilia Roux (District 9) y Bobby Cardoso (Outpost 37), quienes fueron las encargadas del área de arte de la película. Si bien Chappie no parece cumplir las expectativas totales que género en los últimos meses, termina sorprendiendo en algunos factores que resultan un poco ajenos a la típica dirección de Neill Blomkamp y consigue cumplir no solo con la cuota de entretenimiento que uno cabria de esperar, sino también con la de denuncia a la cual ya nos tiene acostumbrados. Sin dudas Chappie es una muy buena opción entre los estrenos de esta semana.
Neil Blomkamp es un realizador que ha encontrado su negocio. Se trata de hacer películas de ciencia ficción que sean alegorías de “los grandes problemas del presente”, y que eso se note todo el tiempo. Satirizó el Apartheid en su largo debut, Sector 9; después fue a por las diferencias entre ricos y pobres (y otras muchas cosas) en Elysium. En ambos casos el espectáculo (cuando estaba bien filmado, aclaremos) conspiraba contra la intención mensajística del señor Blomkamp. Aquí estamos en la historia de un robot con alma humana, creado como arma pero buenazo (¿Alguien recuerda Corto Circuito o estamos hablando de la prehistoria?). Y tiene amigos y quiere ser feliz y lo buscan para que haga aquello para lo que fue diseñado, oh, malvados del mundo. Porque Chappie es un nene, en el fondo. O sea, “una película sobre la inocencia y cómo es pervertida por los poderes económicos inescrupulosos de este mundo”. O sea, una publicidad de ONG larga y carísima que tiene poco y nada que ver con el cine.
Si uno se deja llevar por las críticas que recibió Chappie en Estados Unidos parecería que el director Neill Blomkamp se convirtió en el nuevo M.Night Shyamalan. La pegó con su ópera prima Distrito 13 en el 2009 y desde entonces todo lo que hace es un desastre. Creo que el ensañamiento que sufrió Chappie fue completamente exagerado y no resiste demasiado análisis. Tal vez no sea una película brillante ni represente el mejor trabajo de Blomkamp, pero calificarla de mala y ponerla a la altura de una Scary Movie 4 es una estupidez. Después de ver la película me quedó la sensación que fue una historia que tenía un enorme potencial y el director no terminó de encontrarle la vuelta al modo en que deseaba narrar la historia del robot. Como ocurrió en Distrito 9, Neill Blomkamp ambientó el relato en un mundo futurista que fue construido con un alto grado de realismo. Salvo por la aparición de los robots inteligentes, la ciudad de Johannesburgo presenta los mismos problemas sociales de la actualidad. La policía de Sudáfrica logró reducir los índices de criminalidad gracias a unos robots modernos que son más efectivos que los agentes humanos. El inventor de estas máquinas, interpretado por Dev Patel (Slumdog Millionaire), un día consigue desarrollar un programa de inteligencia artificial que deriva en la creación del primer robot con conciencia y emociones humanas. Las cosas se complican cuando el nuevo prototipo es secuestrado por una banda de delincuentes que planean utilizar el robot para cometer un robo. Chappie es una película muy interesante cuando Blomkamp trabaja la trama por un camino similar a lo que fue Cortocircuito, el clásico de John Badham, de 1986. La escena en que Chappie mira un dibujo de He-Man y trata de emular los movimientos del personajes es hermosa y para ese momento la película me había comprado por completo. El rol de Hugh Jackman, quien interpreta a un ingeniero que tiene una visión diferente sobre el uso que deberían tener los robots en la sociedad, abría la puerta a un conflicto muy interesante. Este aspecto de la historia tenía un enorme potencial y lamentablemente nunca llegó a ser desarrollado por el director, quien encima desperdició por completo a Jackman en el film. Chappie comienza a decaer cuando Blomkamp decide centrar su narración en los dos gángsters interpretados por los miembros de la banda de rap sudafricana, Die Antwoord. La corrupción del espíritu inocente del robot se extiende demasiado y el protagonista pasa de ser un personaje adorable a un nabo que luego se dedica a emular a Robocop. La exploración de la humanidad del robot fue abandonada por una subtrama de guerras de gángsters que destruyó por completo todo los elementos atractivos que tenía la historia. Lo peor es que el director hace un gran esfuerzo por intentar que los delincuentes despierten simpatía en el espectador, cuando generan todo los contrario porque son personajes irritantes. El conflicto atractivo de Chappie se daba entre el choque de ideologías de los personajes de Jackman y Pattel y la película se encaminó por otro lado. Daría la sensación que Blomkamp no tenía claro lo deseaba hacer con Chappie, algo que se hace evidente en los últimos 10 minutos donde el film se vuelve más tonto. Todos los tiroteos y la violencia extrema del final terminan siendo un recurso fácil para darle un cierre a un relato que nunca tuvo un enfoque bien definido. Ahora bien, al margen de todas las objeciones que se le puedan hacer al guión, en general, la película es mucho más entretenida de lo que fue Elysium, con Matt Damon. En los campos técnicos es una producción que está al nivel de lo que el público se acostumbró a ver en un film de Blomkamp. Los efectos especiales son de primer nivel y las secuencias de acción están impecablemente filmadas. Sharlto Copley, el clásico colaborador del director, hizo un trabajo fabuloso con la voz de Chappie que llega a tener su buenos momentos en la película. La historia en mi caso no me terminó de convencer y no puedo olvidarme que los trailers promocionales se encargaron de vender una película diferente a la que luego encontrás en el cine. Creo que estoy también contribuyó con cierta decepción que deja Chappie, ya que se podía esperar mucho más de esta propuesta. Igual no soy partidario de destruirla y si te gustaron los trabajos del director creo que merece su visión en el cine.
Una película extraña, que descoloca al espectador y por eso es bienvenida. Dirigida por Neill Blomkamp, el mismo de “Distrito 9?. Robots que se ocupan de las tareas policiales y uno reprogramado que desarrolla sensibilidad humana y se integra a una familia de violentos maleantes. Y que contiene algunas escenas conmovedoras y algún delirio, no pocos dardos al orden establecido.
Un niño grande Lo nuevo del director sudafricano especialista en ciencia ficción llega a nuestras salas. Estamos hablando de Neil Blomkamp, quien ya nos trajo “District 9? y “Elysium” y que en esta oportunidad regresa a su tierra natal para depositarnos en un futuro cercano donde los sueños de Robocop son una realidad y la policía ya cuenta con sus efectivos mecánicos, unos androides llamados Exploradores. El creador de estos milagros sociales, que han reducido considerablemente la tasa de crímenes en Sudáfrica, es Deon Wilson (Dev Patel), uno de los empleados favorito de su jefa Michelle Bradley (Sigowney Weaver). No obstante, Wilson también se ha creado un enemigo dentro de su lugar de trabajo: Vincent Moore (Hugh Jackman), un ingeniero y ex soldado que ha creado un robot muy distinto, conocido como “El Alce”, un gigante del tamaño de un tanque operado por un humano en forma inalámbrica. Y es que Vincent tiene una objeción moral a la inteligencia artificial, pero sus intentos por comercializar a su creación no llegan a buen puerto ya que nadie quiere ser operador cuando ya hay robots que se operan solos. Un Hugh Jackman desde un lado diferente a cómo lo hemos visto en sus últimos papeles, estará a la espera de que Deon cometa un error para hacerlo caer. Y por cierto Deon no es un santo, sino que en paralelo a su trabajo oficial, intenta desarrollar una inteligencia artificial completa. Rechazado por su jefa, decide intentarlo de todos modos e instalarlo en un androide que acababa de ser descartado. Así nace Chappie (Sharlto Copley). Este robot se desarrolla como un niño, y ha tenido la mala suerte de ser adoptado en una familia conflictiva. Una pandilla ha elegido a Deon como blanco de un secuestro, incluyendo a su creación. Los miembros del grupo de rap Die Antwood se interpretan a ellos mismos, trayendo su banda sonora y su estilo ciberpunk de vestuario y escenografía, además de una moral más que dudosa. El pequeño niño robot se verá atrapado entre personas de diferentes mundos y valores que intenten educarlo a una velocidad inusualmente rápida: lo que a un niño humano le toma años, a Chappie le tomará días. Es imposible no encariñarse con un personaje tan carismático e inocente como es Chappie, al igual que los personajes se hacen más y más cercanos a el. Desde un tono de comedia, plantea temas existenciales que dejaran al espectador reflexionando: ¿Qué significa estar vivo? ¿Qué es la conciencia? ¿Puede está trasladarse a otro cuerpo y vivir para siempre? Y por otro lado, ¿Puede la inteligencia humana ser aún más perjudicial que la inteligencia artificial? Aunque contiene un tema susceptible de crítica social, si hablamos de robots policías como fuerza represiva, el director prefiere dejar de lado ese debate. Donde sí se mete es a debatir sobre los pros y contras de la inteligencia artificial, desde una perspectiva 100% a favor. Punto a favor para la estética, la escenografía, el vestuario y la musicalizacion. No es el típico estilo blanco, azul, y estéril al que nos remite la típica ciencia ficción. Es suciedad, transpiración, crímenes y malas palabras. Con momentos emotivos, aborda el tema de los peligros de la inteligencia artificial desde una perspectiva diferente a la que acostumbramos. Además, no deja de lado los momentos de acción. Un punto para criticar es el poco tiempo que tienen en pantalla los personajes de Hugh Jackman y Sigowney Weaver. En especial está última, a pesar del potencial interpretativo la actriz, queda en un personaje chato que lejos de reflejar debates internos, sólo está para decirles “no” a los demás. En menor medida pasa lo mismo con el personaje de Jackman, un hombre que parece ser sólo motivado por el instinto y el enojo más que por una verdadera objeción moral y científica. De todos modos, la película muestra un equilibrio entre la acción y comedia más pochocleros con preguntas profundas que puedan dejar una reflexión al espectador. Y ese equilibrio, que es muy dificil de lograr, termina siendo el gran mérito de esta película. Agustina Tajtelbaum
Viendo Chappie se tiene la impresión de que es la clase de película que, como aquella que parodiaba Blake Edwards en S.O.B., empezó como una cosa y, en la medida que fueron metiendo mano productores, ejecutivos y guionistas varios, fue mutando hasta terminar en un embarre importante. Mezcla rara de película para chicos con Robocop, high tech barata, ternurismo con toques gore, reescritura elemental de ET, confusión entre cine para chicos y cine infantlizado, Chappie no es sin embargo, por lo visto, un caso de “productora mete mano en proyecto ajeno”, sino un proyecto de lo más personal. Eso indica el hecho de que su director sea también su productor y guionista. Rara coproducción entre Estados Unidos, México y Sudáfrica, con un elenco que incluye a un actor indio, un australiano y un sudafricano, su realizador es el cineasta de este último origen Neill Blomkamp, que se presentó en público con esa corrosión llamada Sector 9, se normalizó después (en el mal sentido) con Elysium y ahora patina en forma con Chappie.Película de robots, en Chappie todo está armado en función del androide titular, el ET del caso. En una Sudáfrica del futuro inmediato hay una corporación, presidida por Sigourney Weaver (podría ser cualquier otra, daría lo mismo), que se dedica a la fabricación de seres de titanio, que prestan servicio en la fuerza policial. En la corporación trabaja Hugh Jackman (que por lo visto se halla en pleno trip esteroideo), ex policía calzado que por algún motivo anda siempre en bermudas, vestido como de guía de Temaikén. Jackman luce, además, un flequillito alto, bigote y barba: como puede notarse, Wolverine no pasa por su mejor momento en términos de look. Tampoco en términos de actuación. Pero eso tal vez tenga que ver con que le toca hacer del malo-muy-malo, estilo Profesor Neurus o algo así.Jackman diseñó un superrobot al que las autoridades policiales no dan el OK. Motivo por el cual, despechado, desencadenará el infierno en Johannesburgo. Pero eso, recién al final (la película tiene una duración de dos horas, a la que calificar de desproporcionada es poco). Antes, el protagonista de Slumdog Millionaire, que es el científico bueno (el siempre bastante insoportable Dev Patel) provee de un cerebro artificial a un robot policial de desecho. Con lo cual el nudo de la película consiste en la relación filial que el androide, que se comporta como niño (el Chappie en cuestión) establece con los adultos que lo rodean. Sobre todo el científico, a quien llama Creador, y una chica a la que le dice, de una, mamá. La chica es miembro de una banda de criminales, a quienes la presencia de Chappie enternece en bloque, mientras siguen con su piratería del asfalto y otras prácticas deportivas, de las que invitan a participar a este nuevo R2D2 (otra “fuente de inspiración” de los autores). Las tramas y tonos se superponen de modo tan desordenado como ciertos colores flúo que, identificables con la infancia (rosas y amarillos, sobre todo) conviven aquí con el negro de los agentes policiales.
Locura, ambición y originalidad en combo La última película de Neill Blomkamp describe un mundo del futuro en el cual el trabajo policial es realizado en su mayoría por robots. Recupera el espíritu de clásicos del género. Chappie es una película de ciencia ficción deudora de títulos previos del género, pero que a pesar de eso consigue ser original e interesante. El director de la película es Neill Blomkamp, el mismo de Sector 9, Elysium quien como en su primer film, vuelve a situar las acciones en Sudáfrica. Chappie describe un mundo del futuro en el cual el trabajo policial es realizado en gran parte por robots. Entre ellos, uno en particular, adquiere una conciencia que amenaza con cambiar todo. Sin duda el parecido con Robocop es muy grande, no sólo por eso, pero esto no le resta nada al interés que la película posee por sí sola. Chappie, como los films de Verhoeven, el director de Robocop y El vengador del futuro, posee una complejidad moral lo suficientemente elevada como para que el espectador no se queda tranquilo y paralizado por los estereotipos fáciles de aceptar. Los buenos y los malos no son nada tajantes en la película y esa es una de las cosas más interesantes para analizar. Chappie, que también tiene elementos de Blade Runner y Terminator, es una película rara para el cine industrial actual. Recupera los mejores elementos de los clásicos que tuvo la ciencia ficción durante los '80 y sostiene también ideas complicadas. Es un poco de aire fresco ver una película fuerte, violenta, que también tiene espacio para la ternura o la sensibilidad. No puede el espectador, al comenzar a verla, predecir en qué dirección irá. Lo que queda claro es que no es un film familiar, mucho menos para niños, pero es una película inteligente, con riesgo, llena de ideas. En Chappie aparecen preguntas acerca de la naturaleza humana, la educación, la lealtad, la valentía, y esos valores no aparecen en los personajes que a priori uno espera. Como curiosidad extra de este original film, hay que destacar la presencia de los dos integrantes de la banda Die Antwoord, originarios de Sudáfrica y bastante controversiales, incluso desde su aspecto. Ambos están brillantes. Chappie podrá no ser una película perfecta, pero tiene la locura, la ambición y la originalidad suficientes para convertirla en una obra digna e interesante. También es muy divertida y tiene grandes escenas de acción. Aunque no es obligatorio tener sangre para que un film sea bueno, entre tanto título lavado que hay en los cines, uno que se haga cargo de la violencia es también una rareza. Chappie es ciencia ficción de la buena, de la que observa con lucidez el mundo, no sólo de los que buscan rarezas tecnológicas o impacto visual sin contenido.
Una distopía bastante elemental Tras su sorprendente debut con Sector 9 (2009) y la ambiciosa y decepcionante Elysium (2013), el joven director sudafricano Neill Blomkamp realizó Chappie, una película que en varios aspectos sigue la línea de sus dos films previos de ciencia ficción, pero que, lamentablemente, está más cerca de su fallido segundo largometraje que de aquella ópera prima que lo consagró. Ambientada -como sus largometrajes anteriores- en una Sudáfrica futurista y apocalíptica, Chappie nos muestra a una sociedad cuya seguridad está a cargo de unos muy eficientes robots policías construidos por una poderosa corporación. Cuando uno de ellos -el Chappie del título- queda prácticamente destruido tras un operativo, su diseñador (Dev Patel) lo recicla para que pueda aprender, pensar y sentir. El problema es que el inocente robot (una cruza entre el HAL 9000, de 2001, odisea del espacio, y el Spock, de Star Trek) cae en manos de unos patéticos delincuentes que le enseñarán a pelear y lo manipularán para robar. Así, entre las referencias a Robocop y a Frankenstein, Blomkamp construye un conflicto en principio bastante ingenioso. Sin embargo, hasta allí llegan los hallazgos del film: lo que sigue (más de una hora de relato) son personajes unidimensionales, sobreactuaciones, gags elementales y escenas de acción no demasiado inspiradas para una narración que luce demasiado deshilachada y por momentos hasta un poco caótica. Si bien Sharlto Copley, actor-fetiche de Blomkamp, se luce en su "interpretación" de Chappie (se utilizó la técnica de captura de movimiento que tan bien se aprovechó en sagas como las de El señor de los anillos y El planeta de los simios), el resto del elenco -incluidos reconocidos intérpretes como Hugh Jackman y Sigourney Weaver- naufraga por completo en un film que resulta demasiado obvio y torpe en su alegoría de los riesgos del avance tecnológico sobre las relaciones humanas y la convivencia social.
Más ficción que ciencia Del director de “Sector 9”, la desigualdad vuelve a ser el tema dominante. Hugh Jackman, desaprovechado. Un futuro distópico, pero cercano en el tiempo, ya que la ciudad (Johannesburgo) se ve igualita a como es hoy. Bandas callejeras dominan la escena, por lo que una empresa entrega a la policía unos robots policías. Adivinen: los índices de criminalidad descienden. La desigualdad de clases es un tema que apasiona al director sudafricano Neil Blomkamp. En Sector 9 extraterrestres se posaban en el cielo de Johannesburgo. Luego, en Elysium, con Matt Damon, los pobres se quedaban en la Tierra mientras los ricos y pudientes escapaban hacia el exterior. Aquí intenta en el guión que coescribió con su esposa, Terri Tatchell, confluir ideas aparecidas en sus filmes anteriores. Hombre contra hombre es la amenaza más poderosa. Hay una rivalidad entre Deon (Dev Patel, de ¿Quién quiere ser millonario?), el cerebro creativo del modelo de robot operante, al que quiere mejorar y hacer sentir y pensar, y el de Vincent (un desaprovechado Hugh Jackman, que no da para el rol), un ingeniero que creó uno propio, pero más costoso y aparatoso, y no consigue que la CEO (Sigourney Weaver) lo apruebe. Acertaron: el malo querrá desbaratar todo lo que hizo el bueno, por envidia. Se sabe: aquéllos que se saben con menos talento son capaces de cualquier cosa. Y si embaucan, pueden triunfar, al menos en un comienzo. Lo cierto es que Blomkamp no necesitaba a Patel, ni a Jackman ni a Weaver. Es que esos personajes son los menos atractivos. No tienen profundidad. Ni en la creación ni en sus diálogos. Es bueno advertirlo, porque la atención se centrará, entonces, en quienes realmente deben tenerla. Porque ¿qué es el papel de Weaver, sino el de la empresaria que le pone coto a los avances de la ciencia, porque va en detrimento de sus ganancias económicas? Chappie, el robot que siente, explican, es como un niño: ingenuo, fácil de engañar, hay que enseñarle todo y, por eso, es manipulable. Secuestrado por una banda (dos de ellos a los que llama Papi y Mami son Ninja y Yo-Landi Visse, de la banda Die Antwoord, y llevan sus mismos nombres en el filme) aprende a delinquir. Lo engañan, claro: cuando le ordenan castigar a unos policías, le dicen que los ponga a dormir, cuando en realidad casi los mata. Lo que Blomkamp intenta es borrar las diferencias entre un humano y un humanoide. Es un paso difícil, una frontera tal vez no infranqueable, porque ¿quién es el irracional? ¿Quién el autómata? Lo que los emparenta es el miedo a la muerte. La conciencia. Y esa suerte de crisis existencial que tiene Chappie cuando advierte que la batería que tiene, irremediablemente, se acabará. La línea argumental también plantea, entre oraciones de manual o explicativas hasta el hartazgo, si es posible que una inteligencia artificial pueda superar a la humana. Todo esto si usted tiene ganas de filosofar, porque si quiere ver una de acción, le dará lo mismo si Chappie es un robot, se parece al de Cortocircuito o a RoboCop. Muchos temas, que se ven comprimidos en un filme que termina siendo más de acción que de ciencia ficción.
Neil Blomkamp es un director que me venía resultando muy interesante, pero con "Chappie", me bajaron las expectativas de lo que pueda llegar a hacer en su próxima película. "Sector 9" y "Elysium" fueron dos pelis que le abrieron la puerta a un director que era para prestarle atención... bueno, al menos a mí, con esta última perdí la concentración del todo. Lo que tiene "Chappie", por un lado, es que es extensisisisisisima, ni los personajes, ni los robots, ni la historia, ni Sigourney Weaver, Hugh Jackman, nadie me mantuvo cautivo (bueno, solo el personaje que interpreta Yo-Landi Visser, que la banco mucho). Si tengo que rescatar algo, te salvo los efectos especiales y el robot, que hasta me dió ternura por momentos. Una película rara, que haciendo un balance final, tiene varias situaciones que no entiendo porque están, pero que pochoclo de por medio, una buena gaseosa y amigos, puede terminar siendo una buena opción de salida.
No hace falta agregar que Neil Blomkamp es uno de los grandes hacedores del cine de ciencia ficción de los últimos tiempos, y mucho menos que sus películas suponen una reflexión filosófica acerca de los cambios en el consumo y de la dependencia de la tecnología. Basta repasar sus anteriores filmes (“Distrito 9”, “Elysium”) para poder comprender su profunda necesidad de darle un giro a las clásicas películas en las que los hombres conviven con androides/robots/tecnología. En “Chappie” (Sudáfrica, USA, México, 2015) a lo anteriormente mencionado se suma un análisis del control y poder de las sociedades actuales. El director imagina un futuro no tan lejano en la que robots conparten con la policía la tarea de apresar y patrullar las calles a fin de mantener el status quo vigente. La película se centrará en dos figuras antagónicas Deon (Dev Patel) y Vincent (Hugh Jackman) empleados de una empresa de armamentos llamada Tetravaal encargada de proveer los robots para las fuerzas. Mientras Deon creó Los Exploradores, los robots que actualmente acompañan a la policía, Vincent inventó una máquina (Alce) que va más allá que éstos y hasta puede volar. Claro está que el costo es mucho más alto que los de Deon, por lo que la jefa del lugar (Sigourney Weawer) no quiere innovar ni mucho menos perder tiempo en ellos. Pero así como Vincent se frustra por no poder lograr ubicar su producto, Deon también siente cierta pena al no poder colocar un proyecto de IA (inteligencia artificial) en la empresa. “Vendemos armas, no robots que escriban poesía” le grita Michelle Bradley (Weawer) y le cierra la puerta de su oficina. Paralelamente un grupo de malhechores intenta mantenerse al margen del control policial, pero cuando asumen una deuda por un atraco mal hecho, creen que en conseguir al creador de Los Exploradores para poder controlarlos, estará la solución de todos sus males. Justo deciden secuestrarlo el día que un despechado Deon roba uno de Los Exploradores rechazados por mal funcionamiento para probar su software de IA, y entre la banda de malvivientes y él crearán al robot que da título al filme, Chappie, una mezcla de ET, Cortocircuito y Robocop, con el que deberán lidiar, educándolo desde cero, casi como a un niño. Blomkamp deja la acción por un instante para reflexionar, a partir de ese momento, en cómo la desmesura de los cuerpos humanos tratarán de “domesticar” al robot, transformándose en sus profesores y acompañantes en cada paso que dé. Pero mientras Deon busca llevarlo hacia el camino de la responsabilidad y el trabajo, los “villanos” buscarán acercarlo al delito, los malos hábitos y la perversión (impagables las escenas en las que Chappie es un gangster más y habla con el slang de ellos). Entre ambos mundos es en donde Chappie, comenzará a andar, intentando responder siempre con buena predisposición a cada tarea que le sea encomendada, aún sin saber qué es lo correcto y qué no. El director deja la ciencia ficción y reflexiona sobre las relaciones actuales, encomendadas por la mala voluntad, el prejuicio y el castigo como manera de premio. Mientras Chappie avanza paso a paso en su aprendizaje, Vincent desenmascarará el robo de Deon para así poder implementar un ejército de sus creaciones con las que intentará dominar el mundo. Pero nada será fácil ni para Deon y sus aliados villanos, para Vincent, ni mucho menos para el grupo al que se le debe dinero, que verá en Chappie una posibilidad para poder delinquir sin ser descubiertos. Paradoja de la tecnología, parábola del creador superado por lo que inventa, “Chappie” es un filme entretenido, soberbio y con una dirección de cámaras envolventes, que suma en tensión a partir de la reflexión de la convivencia entre robots y seres humanos y que mantiene en vilo al espectador hasta el último segundo del metraje y nos otorga uno de los personajes más entrañables del cine de ciencia ficción de los últimos tiempos
La inocencia de un robot. Fusión entre Robocop y Wall-E, y con reminiscencias a muchos otros films, Chappie quizá nos marque un momento en el que puede acuñarse un subgénero que aún no se ha oficializado como tal: el de los robots en un futuro sumamente inseguro y violento. Hombre y máquina no conviven en armonía precisamente, por más que la lectura general sea que han llegado para quedarse y para salvarnos. Chappie es el primer robot creado con capacidad de pensar y sentir por sí mismo. De ser un androide de la compañía Tetravaal al servicio de la policía pasa a ser un recién nacido que tendrá que aprender de cero cómo sobrevivir en un mundo hostil. Rodeado de criminales, Chappie tendrá que entender cuál es la diferencia entre el bien y el mal y, sobre todo, decidir de qué lado está. Como tantas otras, es innegable que ésta película exacerba la tontería propia del ser humano de querer colocarle conciencia a un artefacto. No estamos muy lejos de eso; hasta llegamos a encariñarnos con los electrodomésticos que están a nuestro alrededor, hecho que nos vuelve cada vez más materialistas y dependientes. Pero la cinta de Neill Blomkamp es mucho más que todo esto (que parece demasiado). Chappie tiene muchas características y clichés propios del género pero además se anima a arremeter con temas sensibles como la crianza de un “niño” que acaba de venir al mundo, mechado con una dosis de espiritualidad relacionada con la muerte. Igualmente la gracia de una película como ésta no es encontrarle el costado sensible o emotivo sino más bien disfrutar de un relato inteligente y bien llevado dentro de la ciencia ficción. No podía esperarse menos de Blomkamp, creador de las elogiadas Sector 9 (2009) y Elysium (2013), que traduce todos estos elementos en un nuevo film por demás vertiginoso. A esto hay que adicionarle más componentes de color, como son las apariciones de personajes reales: los raperos Ninja y Yolandi Visser cuyas voces se pueden escuchar en la banda sonora, y que además interpretan a una pareja de gangsters. Por otro lado, se destaca Hugh Jackman como referente racista y trepador, y una Sigourney Weaver en un papel pequeño, como nos tiene acostumbrados últimamente. Sharlto Copley, rostro emblemático de la apocalíptica y ya mencionada Sector 9, le presta su voz al robot protagonista, mientras que Dev Patel (Slumdog Millionaire: ¿Quién quiere ser millonario?, 2008) es creíble en el papel de su creador. Una pareja muy acorde a la hora de retratar la complicidad. Meritorio trabajo de un director que decide filmar en su natal Johannesburgo y que nos propone un final abierto y un tanto innecesario, como si quisiera dejarnos un mensaje. Un desenlace que quizá no fue el más afortunado pero que, por suerte, no estropea la trama.
Crítica emitida por radio.
Hace falta demasiado para que el sudafricano Neill Blomkamp logre ganarse al público y a la crítica por igual como cuando presentó al mundo su preciada District 9. Esa combinación mortífera entre comentario social y ciencia ficción fue tan alabada que cuatro años después, el segundo opus del director, Elysium, fue golpeado brutalmente al no alcanzar el nivel de excelencia que todos esperaban. Pero Blomkamp no se durmió en los laureles ni tampoco dejó que un poco de crítica tirase abajo sus ganas de seguir contando historias con una importante bajada de línea social y política, así que dos años después de aquella batalla entre pobres y ricos regresa con Chappie, un interesante film de acción cibernética que sale adelante pese a sus partes prestadas. La genialidad comienza y termina con la figura de Chappie, un robot maltrecho al que el héroe de turno le carga una consciencia artificial, pese a que su jefa le indique todo lo contrario. Es una intersección de caminos entre la Skynet de Terminator -sin la malicia ni ansias de destrucción global- , aquel tierno robot en Cortocircuito y una pizca de la nueva RoboCop, con toda la parafernalia policial y el tema de la seguridad en las calles, un buen combo que funciona gracias al pulmón que le ofrece Sharlto Copley con los movimientos de captura y voces del adorable robot. Claramente Copley es el fetiche de Blomkamp, habiendo aparecido en todas sus películas, y si bien en Elysium se pasó al lado oscuro, en esta ocasión vuelve a darle alma a Chappie con un increíble trabajo que le haría saltar una lágrima al colosal Andy Serkis, amo y señor de este campo. Las motivaciones y descubrimientos de Chappie generan una empatía increíble, incluso mucho más que la de los humanos que lo rodean, y es el único aspecto en el cual esta compra al espectador desde el minuto uno. Gracias al camino que recorre el robot es que la película no se hace más tediosa de lo que podría ser, ya que el viaje de Chappie es mucho más interesante que los villanos que presenta el guión de Blomkamp y su colaboradora Terri Tatchell. Tanto el maniático Hippo como el ex-soldado Vincent de Hugh Jackman no tienen motivos suficientemente sólidos para generar un conflicto de peso para los protagonistas, y el film gana mucho más dinámica cuando está presente el aprendizaje de Chappie con su extraña familia adoptiva, con madre y padre siendo interpretados con mucha soltura y personalidad por Ninja y Yo-Landi Visser, creadores de la banda Die Antwoord. No es la primera ni será la última vez que músicos den su paso por la pantalla grande, y en este caso la dupla resulta muy orgánica como un par de delincuentes de poca monta pero de gran corazón que serán muy importantes para el crecimiento acelerado de su hijo de titanio. Se agradece también que le hayan dado la oportunidad a Jackman de hacer un villano por una vez en su filmografía heróica, pero no le sirve de mucho ya que su antagonista no tiene el suficiente carisma para hacerle frente a Chappie, incluso con ese horrible peinado que parece salido de una mala película de Nicolas Cage. Y ya que estamos, otra vez más se desperdicia a una grande como Sigourney Weaver -hace no mucho pasó lo mismo en Exodus de Ridley Scott-, que se la pasa sentada detrás de un escritorio durante todo el metraje. El regreso de Blomkamp a su tierra natal dota a Chappie de un sabor internacional que no muchos blockbusters se permiten, y da la pauta de que Neill no se acopló al sistema de los grandes estudios, sino que la situación es la inversa. Claramente el sudafricano sigue respetando a rajatabla sus ideas, por más que a veces no cuajen a través del guión, y es en el apartado técnico donde no ha perdido peso alguno. Eso, y que cualquier película que se ayude de la banda de sonido de Hans Zimmer logra subir unos cuantos puntos de adrenalina y emoción ni bien sus aplastantes sonidos comienzan a invadir la pantalla. Es muy difícil que Chappie le resulte original a cualquier espectador, porque es una historia ya contada varias veces, pero vale la pena presenciar como Blomkamp sigue consolidándose como una voz por fuera de lo comercial, donde sus películas tienen una chispa particular que mezcla lo mejor de los mundos: es agradable de ver, sus escenas de acción son pasmosas y tiene alma. A este ritmo, la próxima Alien que dirigirá será algo interesante de ver.
A medias Digamos, total nadie nos censura, que al día de hoy con el estreno de Chappie, Neill Blomkamp continúa una especie de saga personal de largometrajes donde revisa los temas clásicos de la ciencia ficción: la invasión extraterrestre en Sector 9; la distopía clásica en Elysium; la robótica y la inteligencia artificial con Chappie. Y sí, la ciencia ficción es a veces un género preocupado y filosófico, lo cual implica que puede producir bodoques aburridos e injustificadamente festejados como 2001: odisea en el espacio, y esas cosas que hace Christopher Nolan últimamente. Pero Blomkamp, que es consciente de estos peligros, tiene la voluntad de incluir en sus películas el movimiento como eje narrativo, y también quiere intentar reflexionar sobre la tecnología y la deshumanización, y también quiere contarnos la política y la realidad social de su Sudáfrica natal. Todo esto metido a presión en el guión de Chappie que, sin dudas, es confusa. Desde la introducción se van sugiriendo una cantidad de tramas bastante densas, algo así como tres películas en una, y Blomkamp no termina nunca de decidirse cuál es la importante. Lo que más recordaremos es la historia de la relación de Chappie con los humanos que él cree que son su padres, un par de gánsteres de medio pelo. Si Blomkamp utilizaba a los extraterrestres de Sector 9 para decir las obviedades que él creía que tenía que decir sobre el Apartheid, aquí aprovecha para descargar su sabiduría obvia sobre los mecanismos de las familias disfuncionales. Así uno puede ir enumerando una cantidad de elementos que se quedan a medias, una suma de medio pelo que hacen un conjunto que tiende a la mediocridad. Por ejemplo, los personajes de cartón que interpretan las estrellas que legitiman esta producción, Sigourney Weaver y Hugh Jackman, un desaprovechamiento absoluto de dos talentos probados cuya participación final es olvidable. Lo de Weaver es comparable al anti-carisma mostrado por Julianne Moore en Los juegos del hambre: Sinsajo parte 1. Blomkamp debe ser uno de los directores que filma de manera más verosímil el metal, todas las maquinas en sus películas se ven reales; además su capacidad como director se ve más claramente en las secuencias de acción, a pesar de que en esta película abusa de la cámara lenta y demuestra no ser implacable en este apartado. Los críticos deberíamos poder responder concreta y claramente por una película que vimos, esbozar al menos algunos juicios sueltos que describan y valoren al mismo tiempo, o casi. Si alguna vez me preguntan rápidamente que pienso de Chappie creo que deberé contestar que es una película cuyo protagonista es el robot consiente de Yo, robot, pero con la lógica de un cachorrito; cuyo guion es el de Robocop, pero en Sudáfrica; cuyos actores más famosos son Wolverine de X-men y Ripley de Alien, el octavo pasajero; y que gracias a ella nos dimos cuenta que su director, como dice el Cuarteto de Nos, se viste como Kant y piensa como Armani.
Qué difícil es explicar la trama de Chappie, la última película del director sudafricano Neill Blomkamp, sin irse por las ramas. Lo más importante es que la película tiene como protagonista a un robot que se llama Chappie (Sharlto Copley), el primer y único robot del mundo capaz de pensar y sentir por sí mismo, inventado por Deon Wilson (Dev Patel), que de científico loco no tiene nada. Chappie -no el robot, la película- carece de un conflicto principal y claro que le dé estructura y unidad, y es por eso que termina siendo un surtido de conflictos mal articulados que se superponen torpemente hasta que se tropiezan, cayendo en un clímax flojo y terminando por resolverse de manera caprichosa, sólo para mostrarnos esa imagen tan cool del final. Es que Neill parece estar más preocupado por concederles la mayor cantidad de tiempo en pantalla a sus amigos Yo-Landi Visser y Ninja, miembros del grupo de rap new-rave sudafricano Die Antwoord, y por mostrar su particular forma de vestir y hablar, que de contarnos una historia que tenga pies y cabeza. De hecho, Blomkamp debe haberse desorientado con todo el humo del cannabis que fuman los Die Antwoord y concibió una película que arranca bien, arriba, planteando una serie de interrogantes -aparentemente a desarrollarse- pero en el medio metió mucho soundtrack, bling-bling, bang-bang, boom-boom y se perdió, dejando de lado de todo lo que nos mostró en los 5 primeros minutos. Porque a ver, cuando una película empieza con una secuencia de montaje haciendo cierto planteo sobre la creación de la inteligencia artificial y luego aparece un cartel que dice “18 meses antes”, uno como espectador espera que lo que vaya a pasar a continuación sea, mínimo, un racconto de los eventos que nos llevaron hasta ahí y que, en algún momento, el pasado y el presente converjan, cerrando así una especie de círculo narrativo. Ah, y por qué no, alguna reflexión sobre algo no estaría tampoco nada mal. Pero bueno, Neill colgó y no cumplió. Chappie se da el lujo de desaprovechar a Sigourney Weaver. Y no sólo eso, Chappie, además de contar con las pésimas actuaciones de los Die Atwoord, se da el lujo de desaprovechar a una de las veteranas del sci-fi, Sigourney Weaver, y también de gastar unos millones de dólares para que Hugh Jackman interprete a uno de los villanos más ch@tos del cine de este año. Lo único que logró que mantuviera los ojitos abiertos durante 2 horas fue Chappie, un robot todavía más chuchi que WALL-E, con esas orejas-antena que se mueven como las de un tierno conejito. Qué ganas que me dan de apretujarlo y abrazarlo y besarlo y amarlo por siempre, como Elmyra a Bugs Bunny en un capítulo de los Tiny Toons.
Un poco “Robocop”, un poco psicobolche El director Neil Blomkamp consiguió un raro aporte a la ciencia ficción con "Sector 9", que comparaba la situación de unos marcianos en un futuro cercano con la de los inmigrantes ilegales del mundo actual, combinando así lo fantástico con lo testimonial. Con "Chappie" intenta una fusión similar, sólo que no le sale tan bien. Por momentos, el resultado se podria describirse como la idea tan incongruente de practicar una variación psicobolche de "Robocop". De hecho, la mención del film de culto de Paul Verhoeven no es nada gratuita, dado que el protagonista, el Chappie del titulo, es un robot policial con el chip alterado para desarrollar una conciencia propia. Además, hay otro robot gigantesco que, detalle más detalle menos, parece calcado de uno de los rivales clásicos del ultraviolento Robocop. La película tiene algunos detalles interesantes, sobre todo al principio, cuando describe los problemas de inseguridad que sufre el mundo en un futuro cercano, lo que lleva a la necesidad de desarrollar robots policíacos. La primera escena que muestra la eficacia de este nuevo cuerpo robótico es una impactante combinación de super acción con ciencia ficción pero, lamentablemente, luego la trama se enmaraña con una disputa entre delincuentes que lleva a la modificación del chip de uno de estos robots, que se convierte en "Chappie", que tiene la ingenuidad de un niño pero la fuerza de un robot, mezcla que no es buena cuando la criatura en cuestión está siendo criada por criminales. Hay algunas escenas divertidas con los ladrones explicándoles al robot humanizado juegos absurdos para convencerlo de que participe en sus fechorías, algunas de las cuales están bien filmadas. Sólo que luego el guión se concentra más en los conflictos existenciales del protagonista y el asunto se vuelve un tanto errático, al menos hasta un final a toda acción qe llega un poco tarde, dadas las dos horas de duración del film. Hay buenos actores no muy bien aprovechados, aunque el que actúa eficazmente dándole voz y movimientos al robot es comptatriota del director, Shartlo Copley.
Confieso que cuando empecé a verla me pareció un rejunte de "Robocop", "Cortocircuito", "E.T"., etc., etc.. Sin embargo, a medida que avanzaba el rollo, mi idea cambió: me encontré con violencia, drama y crimen en una historia de ciencia ficción no tan lejana a nuestro presente. Los autores de esta producción son Neill Blomkamp y Terri Tatchell, responsables de la impactante "Sector 9", que también se desarrolla en territorio sudafricano y que fueran nominados para un Oscar y un Globo de Oro por el guión de esa película. Aquí también la locación juega un papel decisivo en cómo el espectador se acerca a la película: no es Nueva York, ni es Los Angeles, no es un lugar tan conocido y hasta el inglés (si la vemos en versión subtitulada), suena raro a nuestros oídos. Dicen que Hugh Jackman, al que veremos en un papel alejado del heroísmo pero brindando mensaje, conservó su acento australiano y más aún, ya que debió googlear y adaptarse a cierto slang de su lengua materna para interpretar a su personaje. El actor dentro del cuerpo de titanio de Chappie es Sharlto Copley a quien hemos visto recientemente en "Maléfica" y en "Elysium" (del mismo director), también estará Dev Patel ("Quién Quiere Ser Millonario" y la serie de HBO "The Newsroom"), como el creador de la inteligencia artificial capaz de asumir una personalidad y sentir emociones humanas. La jefa de Tetra Vaal, la empresa al servicio de la defensa de la ciudad de Johanesburgo por medio de robots, es nada menos que Sigourney Weaver, que en esta ocasión no tiene un papel de mucho peso, si bien su nombre atrae al público por su trayectoria. Ya dijimos que Hugh Jackman integra el elenco y que su personaje es un poco loco como cuando a Wolverine se le suelta la cadena. Ahora vienen los nombres más difíciles, que son una revelación, que usan sus nombres reales y que en su vida cotidiana integran la banda de rap-rave groove "La respuesta" (Die Antwoord): Yo-Landi Visser y Ninja, que serán los que guíen a Chappie en sus primeros pasos, tal vez no por un buen camino, además de interpretar algunas canciones de la banda sonora. En medio de estos onomásticos africaans, se encuentra José Pablo Cantillo, quien también participó de varias películas de Blomkamp y para Chappie será un hermano, más "bro" que hermano, de nombre Amerika. Para redondear un poco la trama, es una historia en la que Deon Wilson (Patel), recibe todos los honores por construir una fuerza policíaca capaz de derrotar a los más violentos criminales sin sufrir las consecuencias como era en el pasado reciente con los uniformados de carne y hueso. Él quiere dar un paso más y crear una consciencia artificial, que ese robot, sea capaz, como el humano de tomar decisiones y crear desde arte hasta acción. En la misma empresa y bajo un estado de envidia creciente, hallaremos a Vincent Moore (Jackman), menos idealista que Deon y dispuesto a hacerle la vida imposible y arruinar el programa exitoso de robots scouts para promocionar al Alce, que es una máquina de destruir manejada por un casco que transmite y recibe del robot mientras su operador lo guía desde un galpón. Chappie, la unidad 22, nace una noche de un cuerpo de androide mutilado y partes de otros, su batería se está acabando y cae, junto con Deon que es secuestrado, por la pandilla de Yo-Landi, Ninja y Amerika, en una fábrica abandonada que será su primer hogar. Su programación no le permite cometer crímenes, pero es inocente como un niño, se transforma en oveja negra y cree las promesas de su "papi", Ninja, de que como se le está bajando la batería, recuperando (robando) algunas cosas que son de su papi, conseguirá una con carga completa, para no "dormirse como los angelitos y pasar al otro lugar" (es decir morirse). Mucho misticismo, simbología religiosa pero al mismo tiempo, bastante violencia y truculencia en algunas escenas. Lo bueno que tiene esta película es que las "ovejas negras" o distintos, encuentran algún tipo de redención, es como que se van reprogramando, no sin pasar por el fuego y los malos ejemplos que engañan esta consciencia pura de Chappie, un disco duro en blanco deseosa de aprender. La batalla será decisiva entre los maleantes y los que quieren un mundo mejor, surgido del caos, como si fuera un nuevo Big Bang y una nueva creación, ¿será posible? Esa es la historia que nos mantendrá en vilo durante las casi dos horas de duración de esta realización distribuida por Sony (que aprovecha a presentar sus productos en pantalla como la PS4) y algún que otro telefonito y notebook, sirviéndose por otra parte de escenas que parecen salidas de algún video juego o realidad aumentada a lo que llegaremos en muy poco tiempo en nuestros hogares. La recomiendo y sobre todo a aquellos que siguen el trabajo de Blomkamp y Tatchell. No les voy a advertir sobre las escenas crudas pues hasta las vemos por tele en los noticieros (qué decir de "Game of Thrones") y creo que no los afectará demasiado. Para público adolescente hacia adelante.
NEIL BLOMKAMP deja su marca de autor en esta cinta que funciona como una continuación estilística de SECTOR 9 y ELISYUM. Una nueva cinta de ciencia ficción en la carrera del director sudafricano, que resulta también heredera de la clásica ROBOCOP. Estilo documental, de cámara frenética en mano, y alejada del glamour de la ciencia ficción clásica, el realizador vuelve a valerse del genero para presentar su crítica social sobre las diferencias de clase y mal uso de la tecnología. Sin la fuerza argumental de sus primeras dos cintas pero impecable en su diseño de producción y efectos, resulta entretenida y tiene algunos momentos memorables. No es poco.
"Chappie": otro robot adorable ¿Qué pasaría si mezcláramos tres películas como "Cortocircuito ", "RoboCop" y "Sector 9"? La respuesta: nos encontraríamos con "Chappie". Es el año 2016 y el crimen en Johanesburgo es casi incontrolable. La policía decide comprarle a la empresa Teravaal, fabricante de armas, robots para tratar de paliar la situación, que resultan todo un éxito. El inventor de estos androides, Deon Wilson (Dev Patel), va más allá y está intentando crear un prototipo de inteligencia artificial que pueda sentir emociones. Deon lo logra, pero la directora de la compañía (Sigourney Weaver) le niega la posibilidad de probarla en uno de los robots policías. El inventor se roba a uno que quedó muy dañado tras una redada -el Número 22-, que está a punto de ser destruido, para llevarlo a su casa y probar si su creación funciona. Por otro lado tenemos a un trío de delincuentes muy particular que necesita muchísimo dinero para saldar una deuda y necesitan dar un golpe. El problema es que los robots policías son muy efectivos y se hace casi imposible delinquir. No tienen mejor idea que secuestrar a Deon para que les invente un "control remoto" para apagarlos, pero se encuentran con el Número 22. Ninja (Ninja), Yolandi (Yo-Landi Visser) y Amerika (Jose Pablo Cantillo), el grupito de malhechores, le piden entonces que lo programe para que los ayude a robar. Y así "nace" Chappie (Sharlto Copley), el primer robot inteligente de la historia capaz de sentir y expresar emociones. Y, como cualquier chico, Chappie absorberá de este mundo todo lo que lo rodea a su entorno, lo bueno y lo malo. Es una característica en el cine de Neill Blomkamp tratar el tema de las castas sociales, sus diferencias, la marginación, el surgimiento de un individuo que cambia el status quo establecido: lo demostró con su ópera prima Sector 9 -filme que le sirvió a él y al actor Sharlto Copley para aterrizar en Hollywood-, continuó su mensaje con "Elysium" y lo volvió a ratificar con ésta. Pero, particularmente en "Chappie", Blomkamp va un poco más allá. El miedo al diferente, el acoso, el aprovechamiento del sujeto por parte de los demás para su propio beneficio, la falta de humanidad; estos tópicos están como demasiado exacerbados. Y el resultado final, la resolución, es como muy "volado", por decirlo de alguna manera. Es como si el largometraje perdiera el rumbo al final y se convirtiera en otra cosa. Blomkamp también tiene a personajes como el de Weaver o Hugh Jackman, que personifica a un ingeniero rival al que no le dejan utilizar su robot de ataque Moose (casi una réplica del ED-209 de Robocop), muy poco desarrollados. Es como si el director sólo se focalizara en que nos encante Chappie -que lo logra- y todo lo demás le importara poco, salvo la maldad y discriminación que lo rodea. Tampoco se entiende mucho los personajes de Ninja y Yolandi, que en la vida real forman parte de la banda de música Die Antwoord, que prácticamente terminan haciendo de ellos mismos, auto referenciándose. Si tienen dudas sobre el "homenaje", por ejemplo, a Robocop, la voz de los robots policías al comienzo de la película es la del actor Peter Weller. Ah, y sin son curiosos, busquen los cortos Tetra Vaal ) y Tempboot , dirigidos por Blomkamp, en la que ya se pueden ver los diseños de los robots policías. R2-D2, Robby, WALL·E, C-3PO, Johnny 5… Bienvenido Chappie al panteón de los robots adorables, tu lugar en esta hermosa lista está asegurado y perdurarás para siempre en el recuerdo. No podemos decir lo mismo de tu película.
Con su auspicioso debut con Sector 9, el realizador Neil Blomkamp abrió las puertas de la ciencia ficción hacia un lugar interesante, con contenido social y poco miedo al gore y prejuicios del mainstream. Se habló entonces de “Sci-fi para adultos”, que hace rato venía escaseando, más cercano a los inicios del género que a la bastardización hollywoodense de las últimas décadas. Su siguiente película, Elysium, lamentablemente borró todo rastro de madurez cinematográfica: el argumento fue débil, infantil, y los héroes y villanos apenas rozaban lo caricaturesco. Con un acierto y un fracaso, su más reciente película, Chappie, debía ser la encargada de inclinar la balanza y determinar si el realizador con su opera prima apenas tuvo un golpe de suerte o si, por el contrario, se trata de un verdadero autor a ser venerado. Tristemente, el saldo es negativo, y éste absurdamente hueco film sobre la inteligencia artificial puede que no sólo sea un paso atrás sino que sencillamente se trate de la peor película del año. Las primeras dos referencias obvias a las cuales alude el director son Robocop (Paul Verhoven) y Cortocircuito (John Badham), pero lo hace desde lo meramente referencial, desconociendo por completo la solidez narrativa y estilística de la primera, y la ternura empalagosa y kitsch de la segunda. Chappie es la historia de un robot-policía con alma de niño que un buen día despierta gracias a la inteligencia artificial que le otorga su creador, Deon (Dev Patel), y se encuentra con que el mundo no es el Disneylandia que le prometieron. Se encargan de hacérselo notar especialmente los insufribles integrantes de la banda Die Antwoord (no es ésto una crítica a su música sino simplemente a sus pésimas actuaciones) y, claro, el pequeño robot termina por absorber la misma educación insoportable que éstos le proponen. La figura de Deon, creador bondadoso, queda desdibujada y así el verdadero “Padre” de la criatura apenas reaparece al final de la película, cuando el guión recuerda tardíamente que su personaje en una de esas necesitaba tener algún peso dramático. Peor suerte corren Sigourey Weaver en un rol secundario y prescindible, limitándose como CEO de una compañía a decir cosas como “buen trabajo” o “esfuércense más”, y Hugh Jackman, el “malo” de la película cuyas intenciones no quedan del todo claras. O, mejor dicho, no se entiende porqué es él quien ocupa el rol de villano: después de todo, su teoría sostiene que “no es buena idea dejar la justicia en manos de robots inteligentes”. Suena sensato. Una lástima que su personaje al decirlo ya había firmado el contrato del film con la etiqueta de “rufián”. Parece que no se puede luchar contra eso. Chappie no sorprende siquiera desde el aspecto visual, que se parece demasiado a Elysium, que a la vez se parecía demasiado a Sector 9. Una nueva secuela de Alien ha sido recientemente anunciada, y si el fracaso de taquilla y de crítica de Chappie no lo impide, todo indicaría que ésta podría caer en manos de Blomkamp. De ser así, ya sabemos al menos que los monstruos de Giger caminarán por las polvorientas calles de Johannesburgo y, si las cosas no cambian, posiblemente será otro enorme chasco.
Metafísica artificial: pulgares abajo para el estreno de "Chappie" La nueva película de Neill Blomkamp aborda la temática de los sentimientos en androides, pero se vuelve esquemática y no exenta de moraleja. La metafísica es una palabra excesiva para hablar de Chappie, una película esquemática e inscripta débilmente en la ciencia ficción con un discreto fondo político reaccionario. Pero ese sustantivo inflado por siglos es lo que define abstractamente su centro. El desenlace lo confirma sin vacilaciones y un cuento leído por la madre adoptiva del robot (que consigue vencer su mero mecanicismo y convertirse en una máquina que siente) lo postula sin miramientos. De lo que se trata aquí es de afirmar la autonomía del alma o la independencia de la conciencia del cuerpo. En un futuro impreciso pero no muy lejano, los ciudadanos de Johannesburgo viven en una especie de estado naturaleza: caos, homicidio, inseguridad permanente e ineficacia total de las fuerzas del orden, rasgos distópicos reconocibles. Frente a una sociedad sin ley a merced de las pandillas, con 350 crímenes cotidianos como estadística insoslayable, la solución consistirá en introducir una brigada de policías robots denominados "Scouts" y concebidos por una empresa privada. Recuperar el orden, restablecer la ley, estas son las dos operaciones que definen el universo simbólico reduccionista de Chappie. En la empresa que produce "Scouts" está el ingeniero Doug. Su pasión no reside en perfeccionar el régimen de vigilancia estatal, sino en encontrar la fórmula para que las máquinas adquieran autonomía y sentimientos. Su némesis militarista en la empresa es Vincent, otro ingeniero, frustrado y alienado, que espera su oportunidad para imponer otro modelo policíaco de robots. Tarde o temprano, tendrá su oportunidad, pero estos elementos dramáticos son secundarios, porque cuando Chappie, el robot, trascienda potencialmente su condición de máquina, a Neill Blomkamp y su guionista (y mujer) Terri Tatchell les interesará más seguir el aprendizaje desde cero de la máquina y su eventual devenir humano. Que elijan a una pareja de criminales como tutores (muy simpáticos, por cierto) es un buen giro narrativo que resulta involuntariamente más cómico que dramático. Todo es caricaturesco e infantil en el filme de Neill Blomkamp. Si se asumiera como pura comedia descerebrada, Chappie sería una parodia liviana y pasatista de películas como RoboCop, Frankestein e Inteligencia artificial. Un buen pasaje paradójico y emblemático acerca de la irregularidad del punto de vista asumido es aquel en el que Chappie mira la presentación del dibujo animado He-Man en la televisión. Lo que podría ser un gag culmina como lección indirecta: el aprendizaje es mímesis y en una cultura patriarcal profusa en falos la presunta inocencia de los niños se trastoca a través de signos de violencia tempranos (que durante toda la película no deja de glorificarse). Película incierta la de Blomkamp, revuelta formal y temáticamente, no muy lejana a un video juego con moraleja, en la que las reiteradas panorámicas incitan a contratar una empresa telefónica y se agrega descaradamente una línea para que se asocie la marca de una bebida energizante con el ejercicio de la inteligencia. Ruedan las cabezas, las balas despedazan los cuerpos y se confirma al mismo tiempo la inmortalidad del alma.
ROBOT ARREPENTIDO Nueva incursión en la ciencia ficción de Neil Blonkamp, recordado por su interesante “Sector Nueve”. La cosa pasa aquí por el tema seguridad. Estamos en una Sudáfrica desbordada. La cosa se ha puesto tan difícil que es hora de tercerizar la protección ciudadana y encomendarle el cuidado a los robots. La vieja policía ha fracasado, las calles están inmanejables, la gente ruega por más seguridad y la robótica, cada vez más sofisticada, puede ser la solución. Y así se arma la historia. La interna de los fabricantes deja ver luchas de egos y patentes. Hasta que hace su entrada un robot engendrado por el fabricante bueno. Es una criatura, un nene con sentimientos, una máquina noble que al final quedara en manos de los que son capaces de traficar con la inocencia para seguir manejando todo. Alegoría simple y ruidosa que los seguidores del cine de acción podrán ver como una Robocop tierna que se enreda sin suerte entre el mensaje humanista y los efectos especiales.
Muchos guionistas de cine o televisión a la hora de crear una historia, piensan en distintas alternativas para la misma. ¿Qué pasaría si metemos un extraterrestre tierno que quiere volver a casa? O como dijo Amando Bo, guionista de Birdman: “Alejandro (Iñárritu) nos dijo que tenía a un hombre levitando en calzoncillos y tenía que luchar contra su ego”. Las historias pueden salir de cualquier lado y Neil Blomkamp (Elysium, Distrito 9) nos lo deja bien en claro con “Chappie” Dev Patel (Skins) le da vida a Deon Wilson, un científico que creó robots policías, pero es ambicioso, así que decide ir más lejos y luego de mucho intentarlo logra crear “inteligencia artificial”, fascinado por haber creado ésto va a comentarle a su jefa lo qué había hecho “podemos educar a robots, hacerlos pintar, pueden sentir”. Signourney Weaver le da vida Michelle Bradley, una empresaria que se dedica a vender armas y la dueña de todos los robots policías. En la charla con Deon le deja bien en claro que no haga pruebas en ningún robot. Obviamente él no le hace caso y se roba uno que está por ser destruido para probarlo en su casa, pero cuando sale de la empresa es secuestrado por un trío de delincuentes estúpidos que quieren apagar a los robots para hacer un gran robo y creen que él es la solución. Resulta que éstos no se pueden apagar, pero el les ofrece activar el suyo y si les funciona lo tienen que educar. Ahí nace Chappie, un robot con la mentalidad de un bebe que aprende todo mucho más rápido que un niño, pero también tiene sentimientos, curiosidad y la inocencia característica de ésta etapa de nuestras vidas. Así comienza lo más entretenido de la historia, la educación de éste robot por parte de ladrones, con onda rapera, que lo meten en el mundo de la delincuencia. Chappie conoce el amor en una madre, también ladrona, que se encariña con el “pequeño” y también lo tiene a Deon, que se opone a la educación que le están dando los “malhechores”. Y ésto no es todo, además, actúa Hugh Jackman, un ex-militar, que había creado un robot enorme que podía bajar un avión, pero no sirve porque los que había creado Deon era más baratos y efectivos. Así que él va querer destruir a Deon y a sus creaciones para poder demostrar lo que su robot puede hacer. Neil Blomkamp logra mostrar una realidad que estéticamente no parece muy lejana, logra poner a Chappie en situaciones límites, mostrando todo lo malo que tiene la sociedad y las pequeñas cosas que se les puede rescatar. Además, gracias a que tenemos un niño robot que quiere aprender y un grupo de ladrones con muy poca inteligencia, Neil puede explicar todo lo que estás viendo sin que quede mal. Sin dudas, lo mejor de la película es Chappie y su entorno, lo peor es Hugh Jackman haciendo de ex-militar-loco. Es casi innecesario en la historia, ya que hay suficiente con los problemas que tiene el robot con su “familia”. La película no aburre, tiene momentos muy graciosos y hace que te asustes por lo cerca que parecen estar los robots de nuestro futuro.
El pandillero artificial Con una trama y personajes que remiten a varios films del género, la nueva película del director sudafricano Blomkamp -"District 9" y "Elysium"- indaga sobre la inteligencia artificial, pero con resultados menos afortunados que sus referentes. Como una especie de Frankenstein, que a manera de homenaje toma la esencia calcada de Robocop -Paul Verhoeven, 1986- y la mezcla con porciones de Cortocircuito -John Badham, 1986- y Yo, robot -Alex Proyas, 2004-, este nuevo film del director sudafricano Blomkamp aborda el tema de la inteligencia artificial, en un relato que corre con la desalentadora sensación de haber visto casi todo esto antes y bien hecho. Chappie comienza siendo un Robocop antidisturbios, que no cuestiona orden alguna, y se convertirá en un niño de metal con la ingenuidad de un E.T. -Spielberg 1982-, acuciado por las dudas y los mensajes contradictorios de los que le rodean e incapaz de procesar la verdad de la mentira -en una versión simple y superficial del David de Inteligencia Artificial -Spielberg, 2001-. La trama se sitúa en una caótica Johannesburgo -en un futuro demasiado cercano para ser verosímil- donde un cuerpo de policía robótico presuntamente infalible se encarga con sorprendente eficacia de la seguridad. Pero el creador de dichos androides, interesado más en la inteligencia artificial que en la función que cumplen, le inserta a uno de ellos un dispositivo reprogramador que dota de inteligencia artificial, vida y conciencia propias, el cual sin embargo pronto es robado en plena fase de crecimiento individual y reeducado por una pandilla de delincuentes. Con una perspectiva declaradamente naif, personajes simples y estereotipados, diálogos y situaciones poco creíbles, y un robot con mentalidad infantil con el cual el espectador no siente cercanía, Chappie no termina de encontrar un rumbo cierto al relato. Desde el sobreactuado villano que encarna Hugh Jackman, que querrá borrar de su historial dicho papel, el poco creíble Dev Patel, en el papel del nerd, y una desaprovechada e intrascendente Sigourney Weaver, hasta el terceto de pandilleros sacados de una serie clase B, componen la galería de personajes de una trama que no sabe a que público apuntar. Algunas partes acaban pareciendo un videojuego, otras una película bizarra clase B, y en ocasiones sorprende por los efectos visuales, la muy buena banda sonora de Hans Zimmer y ciertos momentos donde destila reflexiones válidas acerca de la trascendencia, la desesperación ante la muerte y la existencia de un alma y la posibilidad de transferencia. La coherente pregunta de Chappie, con angustia genuina, de por qué su creador ha introducido su “consciencia” y creado vida en un cuerpo destinado a morir a la brevedad, es, a mi modo de ver, el mas interesante y único legado del film.
Un relato entretenido y crudo que invita a la reflexión En una metrópoli infestada por la delincuencia, "nace" un robot sensible, consciente y esperanzado. En la cartelera local ingresó Chappie, una película de ciencia ficción, dirigida por Neill Blomkamp, la misma firma de Distrito 9 y Elysium. Ambientada en Johanesburgo en un futuro cercano y filmada en las afueras de esa ciudad sudafricana, es protagonizada por un elenco multinacional, con Sharlto Copley --alter ego de Chappie--, el indio Dev Patel, el australiano Hugh Jackman, la norteamericana Sigourney Weaver y el mexicano José Pablo Cantilo. En los roles destacados se encuentran también Yolandi Visser --una bizarra cantante sudafricana, co-vocalista del grupo rap-rave Die Antwoord-- y su compañero de grupo, expareja y padre de sus hijos, Watkin Tudor Jones, alias "Ninja". La palabra "zef" con que definen su estilo musical aparece impresa en carteles de este filme, del mismo modo que el nombre de la compañía de armas "Tetravaal", involucrada en la trama, refiere al cortometraje de Blomkamp que llevó el mismo nombre, centrado en un robot policía en Johannesburgo con un diseño similar a Chappie. Integrante de los comandos que redujeron drásticamente la tasa de criminalidad en una ciudad infestada, Chappie iba a desguace cuando su inventor decidió rescatarlo para probar en él un nuevo sistema operativo que lo convierte en una máquina sensible y consciente. El problema es que Chappie, que abre sus ojos al mundo como lo haría un bebé con un potencial de desarrollo más rápido, es secuestrado por una banda de narcos. La ambigüedad en la que "crece" este nuevo ser cibernético conduce al espectador a reflexiones profundas acerca del desarrollo de una mente y espíritu inocentes en el contexto de violencia actual. Cruda en el retrato del desamparo pero con una luz de esperanza, es una película adulta y necesaria, bien balanceada entre el drama y la acción. Una perla: Hugh Jackman en un rol diferente a los usuales.
La compleja educación de un robot En un futuro no muy lejano la Policía sudafricana se vale de androides para controlar el crimen. El creador de esos robots obedientes y disciplinados persigue algo más: dotar a las máquinas de inteligencia y sentimientos. De esa búsqueda surgirá Chappie. Chappie es un niño que se sorprende y se asusta continuamente. Encuentra una madre que le narra cuentos sobre ovejas negras y un creador que le ordena que se porte bien. Pero también hay un padre decidido a convertirlo en un gangster y para eso le enseña a robar autos, a disparar y a manejar un cuchillo. A Chappie, el primer primer robot dotado de una inteligencia artificial superior, le toca aprender sobre la vida en un universo marginal, en el que la ternura y el dolor conviven como si nada. De esos escenarios pretendidamente distópicos pero absolutamente actuales se nutre la breve e intensa filmografía de Neill Blonkamp. Pueden ser extraterrestres reducidos a ciudadanos de tercera (“Distrito 9”) o sociedades cuyas diferencias de clase determinen la vida o la muerte (“Elysium”); Blonkamp habla del futuro desnudando los males de nuestro tiempo. “Chappie” transcurre en el conurbano de Johannesburgo, tierra de pandillas a las que sólo un ejército de robots puede contener. Cualquier semejanza con la Argentina no es coincidencia. Ese es el caldo de cultivo en el que Chappie da sus primeros pasos. Se le pegan los modos y el lenguaje de la calle, a la vez que desarrolla una conciencia de sí mismo edificada sobre la inminencia de la muerte. A Chappie se le acumulan los interrogantes y parecen aplastarlo las desilusiones. Son rasgos de una humanidad que no posee, una trampa por ende, de la que deberá salir apostando por la idea de la trascendencia. Sharlto Copley se sometió al sistema de captura de imagen para hacer un Chappie brillante. Ninja y Yo-Landi asumen la paternidad del más querible de los robots mientras, sin pensarlo, van formateándolo a su imagen. Es lo mejor de un reparto que trae de regreso a Dev Patel y exhibe un Hugh Jackman llamativamente desaforado. Lo de Sigourney Weaver es apenas un pantallazo. Ya habrá más, teniendo en cuenta que Blonkamp se encargará de las próximas secuelas de “Alien” y Ripley prometió ser de la partida.
VideoComentario (ver link).
CHAPPIE es mala. Ruidosa, fea, mentirosa. Esa clase de “mala”. Esa película que intenta venderte buenas intenciones y conciencia social y lo único que quiere de vos como espectador es una rendición incondicional a la orquesta de gritos, violencia y degradación. CHAPPIE es la historia de un robot de última generación con “inteligencia artificial” que en lugar de cumplir su rol policíaco en las calles de Johanesburgo es (mal) educado por un grupo de gangsters mientras su otro “creador” (el nerd tecnológico interpretado por Dev Patel, casting racial básico que supone que todos los inmigrantes de la India son geniecillos de la computación) intenta enseñarle a comportarse como un buen robot en una ciudad caótica como la metrópolis sudafricana. Neill Blomkamp, un director que ya probó en tres películas que tiene capacidad para generar ideas originales y arruinarlas a los cinco minutos con una cadena de atrocidades que parecen una mala imitación de otras películas que ya vimos antes (MAD MAX, ROBOCOP, en este caso también CORTOCIRCUITO y WALL-E) no suele tener idea de cómo montar o armar una escena que no involucre gritos, amenazas o música rimbombante. Es cine por acumulación de capas sonoras y visuales: ruidos de metales, voces altisonantes, cámara que se mueve inquieta como si todo el tiempo fuera a pasar algo importante y, fundamentalmente, música wall to wall, de esas que no podés escaparte ni usando tapones. chappie_Lo más irritante del cine de Blomkamp es que su circo metálico está disfrazado de conciencia social pero es totalmente publicitario en su estética. Usa a los músicos de la mítica banda de rap/nu metal sudafricana Die Antwoord como coprotagonistas y no solo arma videoclips con sus canciones para tirar en sus próximos dos discos sino que toda la película tiene la consistencia visual y sonora de estética de la banda, como si estuviéramos frente a dos horas seguidas de un clip de Limp Bizkit o algo parecido. Curioso es, también, que tenga en la película de Hugh Jackman y a Sigourney Weaver completamente desaprovechados, mientras dedica su tiempo a lidiar con la conflictiva educación del tal Chappie, cuyo armado involucra evolucionar de bebé a adolescente bardero en unos pocos días. Es decir, aprender a decir mamá, unas cuantas palabrotas y a disparar armas de fuego. Chappie es una máquina de metal, claro, pero la voz es de Sharlto Copley, otro descubrimiento suyo (allá por la época de DISTRICT 9), un actor al que la palabra irritante le queda muy muy chica. NINJA;Jose Pablo CantilloAsí, entre chistes malos y un melodrama robofamiliar, se esconde una trama sobre el control corporativo de las fuerzas del orden en Sudáfrica que podría, en manos de un director con un poquitín más de sutileza, ser relativamente interesante. Sí, ya lo hemos visto tratado de manera similar en ROBOCOP, pero si a eso se le aplica la dureza del Tercer Mundo la situación se vuelve más intensa. Pero no. Blomkamp solo quiere atosigarte, atravesarte los oídos y sacudirte la vista sin un mínimo descanso ni para tomar aire y reflexionar, aunque sea mínimamente, sobre las potenciales implicancias de lo que estamos viendo. Sacarlas del “gesto anti-corporativo” del cine de acción y hacer algo real con eso. El director tiene en sus manos la próxima película de ALIEN. Y si nadie hace nada al respecto lo más probable es que le aplique su fórmula de lucha libre a la querible saga. Sería una pena. Si bien se trata de una historia a la que un grado de nervio e intensidad no le vienen necesariamente mal, hay una cantidad de sutilezas en ese universo que Blomkamp parece incapaz de manejar con su estilo bombástico de comercial de ESPN. Si hay una junta de firmas para cambiarlo de proyecto (Michael Bay podría pasarle la próxima TRANSFORMERS, por ejemplo), cuenten conmigo…
It´s alive!! En un futuro cercano, una multinacional crea unos eficientes robots que actúan como complemento de la policía en Johannesburgo, para reprimir y controlar a cientos de pandillas que están desparramadas por la ciudad. Deon Wilson (Dev Patel) es un brillante programador que no se conforma con hacer prolijos robots para la empresa donde trabaja, y en sus ratos libres desarrolla el proyecto que realmente lo apasiona: crear inteligencia artificial. Por supuesto, cuando propone esto en su trabajo educadamente le piden que vuelva a su escritorio a seguir produciendo lo que da dinero, y que deje de soñar. Al mismo tiempo su idea despierta el odio de un competitivo compañero, Vincent Moore (Hugh Jackman), un ingeniero no muy brillante y ex soldado cuyo sueño es crear robots ultradestructores, manejados a distancia enteramente por humanos, ya que su espíritu conservador y disciplinado prefiere la mecánica antes que la IA. Pero Deon no desiste y luego de varias noches sin dormir, frente a dos monitores y en el living de su casa, crea a Chappie: el primer robot con conciencia. Chappie puede pensar y sentir, pero aun no experimentó nada en la vida, es absolutamente moldeable, como un niño pequeño. Por esas cosas del destino y secuestro de por medio, Chappie termina en manos de una excéntrica pandilla, que de algún modo se convertirá en sus padres de crianza, y también mantendrá un fuerte vinculo con Deon a quien considera su creador. Al igual que en "Sector 9" y "Elysium", Neil Blomkamp vuelve sobre sus temas y personajes recurrentes: un futuro peor que el presente, seres marginados, y grandes desarrollos tecnológicos que solo pueden ser disfrutados por unos pocos. La película tiene mucha acción, es dinámica, llena de efectos especiales, y son varios los temas que toca, a los ya mencionados se le suma el de la inteligencia artificial, la capacidad de un humano de crear otro ser pensante, que tal vez logre superarlo. Así la ciencia ficción sirve no solo para mostrar increíbles y sofisticados robots, sino también para reflexionar sobre la enorme capacidad que los humanos tenemos para crear, y al mismo tiempo la gran capacidad que tenemos para envidiar y destruir. Todos los temas tratados en la historia son interesantes, y son muchos, sumado a una gran cantidad de acción y de humor, pero por momentos el cóctel tiene demasiados ingredientes. Por otro lado la maldad está mostrada de un modo bastante estereotipado, especialmente en el personaje de Hugh Jackman, un hombre sin matices, malo y bruto, o al menos no tan inteligente como sus pares. El resultado de tantas ideas y elementos combinados es finalmente una muy buena película de ciencia ficción, que nos entretiene y nos mantiene atentos durante dos horas, visualmente muy potente, con buenas actuaciones, donde se destacan los poco conocidos por estas tierras Yo-Landi Visser y Brandon Auret como la familia adoptiva del robot, y un gracioso e interesante trabajo de Sharlto Copley, el actor fetiche de Blomkamp, quien compone la inocente voz de Chappie.
Este es el tercer filme de Neill Blomkamp, el auteur detrás de Distrito 9 y Elysium. El tipo es un amante de la sci fi pensante y se ha especializado en alegorías que tratan el futuro desde el punto de vista social - desde la integración de las clases bajas a la sociedad hasta la discriminación racial -, razón por la cual se ha convertido en un favorito de la crítica. Ahora es el turno de Chappie, la cual viene a ser la versión tercermundista de Robocop: criminales de la villa, desbordados de droga barata y armas, combatiendo de manera diaria a una fuerza policial robustecida por un ejército de androides. Pero, en vez de seguir el perfil de Robocop - pintando un mundo facista dominado por las corporaciones, las cuales están unidas a la corrupción callejera para potenciar sus propios negocios -, se ha tirado a desarrollar una ensalada de temas, ninguno de los cuales termina de explayar como es debido. Oh, si, son temas profundos y apasionantes - inteligencia artificial, mind uploading, síndrome de Pinocho, la brutalidad de las clases bajas en un mundo futuro hipertecnologizado, etc -, pero Blomkamp les da menos de cinco minutos a cada uno, los inserta con calzador en la trama, y sigue adelante a toda costa sin fijarse si el mal desarrollo afecta la credibilidad de la historia. Los primeros 30 minutos del filme son buenos. Es el planteo del escenario, con Johannesburgo saturado de androides policiales y un mundo criminal plagado de gente seriamente drogada y excesivamente violenta. Mientras tanto hay un técnico - el que diseñó a los androides - que ha llegado a desarrollar un sistema de inteligencia artificial realmente operativo, y el cual quiere instalar en los robots. Ante la negativa de la directiva, prefiere robarse uno de los androides destinados al reciclado, al cual le levanta el nuevo sistema operativo. La macana es que, en medio de ese proceso, es secuestrado por una pandilla de inoperantes criminales, los cuales quieren acceder al control maestro del ejército de androides para poder desactivarlos y hacer sus pillajes sin intervención de la policía. Mientras tanto está Hugh Jackman, el cual se relame con su propio proyecto de ED-209... bah, algo parecido a ED-209, y está dispuesto a sabotear el ejército de androides con tal de que le den la concesión. Y al ver las movidas clandestinas del técnico en cuestión, decide aprovechar la ocasión para serrucharle el piso de una vez por todas. Chappie (Baratito!, que es el apodo que le dan los maleantes al destartalado androide revivido por Dev Patel) empieza a hacer agua cuando entra el robot se despierta con su nueva inteligencia artificial y la voz de Sharlto Copley. Es un androide torpe y aniñado, lo cual no estaría para nada mal... hasta que empieza a imitar el slang gangsta rap de los torpes pandilleros. Si en vez de estos idiotas Chappie hubiera sido adoptado por la banda del despiadado Clarence Boddicker (de la Robocop original), el resultado hubiera sido mucho mas brutal y efectivo. Hay momentos realmente desagradables, en donde Blomkamp parece caer en el melodramatismo propio de los filmes Disney de antaño - a final de cuentas Chappie no es mas que un moderno Pinocho, el cual ha caido en manos de perversos y aprende (de la manera mas despiadada) la existencia de hombres malvados en el mundo - y el robot es sujeto de vejámenes de todo tipo. El gran problema con el filme es que Blomkamp no sólo no termina de desarrollar la historia de Pinocho sino que sigue agregando temas y temas - la feroz competencia corporativa con Hugh Jackman; la caducidad de Chappie (que lo obliga a desarrollar su propio proyecto de mind uploading... armando un centro de cómputos con un puñado de Xbox (!) interconectadas); el cambio de actitud de los criminales, quienes pronto sienten la humanidad del robot y se transforman en su impensada familia; la generación de clones robóticos de sus seres queridos (alerta spoilers) es particularmente fascinante la idea de que un diseñador de androides termine convertido en uno (fin spoilers) -, y lo hace a una velocidad que es tan frustrante como insatisfactoria. El final, en particular, está plagado de esos Deus Ex Machina y temas profundos vomitados a las apuradas, lo cual convierte al filme en un pastiche mal mezclado. Yo creo que aquí hay temas como para tres o cuatro películas pero ninguno de ellos está elaborado como corresponde. Chappie es un tren descarrilado plagado de temas brillantes. Si el filme no tuviera plagado de humor idiota (dado por el estilo drogón de los torpes maleantes, y siendo enfatizado por la horrenda perfomance de Ninja), la efectividad hubiera mejorado. Tampoco ayuda de que no exista ningún personaje humano escrito como la gente, o siquiera mínimamente simpático; y hasta Chappie es un denso de aquellos, hablando como Tupac o Snoop Dogg, y resultando irritante la mayor parte del tiempo. En todo caso es una obra desequilibrada a la cual le dieron un perfil equivocado, cosas que podrían corregirse en una remake dirigida por otro individuo que viera estos temas con mayor distancia y menos pasión, el cual percibiría sus problemas y le daría el balance que corresponde. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/chappie.html#sthash.0sBrzPzu.dpuf
Voy a ser totalmente sincero: tenía muchas ganas de ver Chappie. No sólo porque en los cines norteamericanos se estrenó hace meses (de hecho, acaba de salir en video). Sino también porque es tan sólo el tercer largometraje de Neill Blomkamp, un director con una mirada muy particular y bien definida sobre el futuro, la humanidad, y la Inteligencia Artificial, lo cual es más que evidente en sus 2 films previos: Elysium y -muy especialmente- District 9, su opera prima. Peeeero... las ganas no siempre se condicen con las expectativas. Los primeros minutos de Chappie hacen recordar -demasiado- a Robocop, ya sea la original del '87 o su fallida remake del año pasado. Una ciudad -en este caso, nuevamente Johannesburgo- desbordada por la violencia y los asesinatos recurre a una nueva fuerza policial robótica creada por una compañía de armamento llamada Tetravaal. Las imágenes de noticiero, el caos en las calles, los policías humanos desplazados por la nueva tecnología... todo remite un poquito demasiado a la brillante creación de Paul Verhoeven. Y ni hablar del robot "Moose": un armatoste bípedo que más que homenaje es un choreo descarado al ED-209. Pero entonces conocemos a los "Scouts": robots con apariencia humanoide, con increíble fuerza y agilidad, que hacen disminuir considerablemente la tasa de criminalidad. Este modelo es una creación de Deon Wilson (Dev Patel, el de Slumdog Millionaire), un joven programador que sueña con crear una Inteligencia Artificial 100% consciente y con sentimientos. Todo esto mientras compite con Vincent Moore (un Hugh Jackman con "cubana" y bermudas), otro programador ex-milico que le tiene bronca a Deon cuando ve cómo Michelle Bradley (Sigourney Weaver), la CEO de la empresa, le recorta el presupuesto de su imperfecto robot "Moose" favoreciendo el éxito de los "Scouts" entre las fuerzas del orden. Cuando Deon finalmente logra programar/crear su I.A. totalmente consciente y le pide permiso a Bradley para testearla, ésta lo despacha rápidamente ("Manejo una compañía de armas... ¿y tú quieres traerme un robot que sepa pintar y escribir poesía?"). Entonces el joven nerd hace lo que hacen todos los genios incomprendidos en el cine: va y lo prueba por su propia cuenta, en secreto. Bah, eso es lo que intenta hacer. Porque cuando se roba del depósito un robot que ya había sido gravemente dañado en un tiroteo (su batería soldada está descargándose sin posibilidad de recarga), Deon es interceptado y secuestrado por un trío de delincuentes desesperados que buscan un "control remoto" que apague a los robots y les facilite concretar un gran robo. Es así como conocemos a Ninja, Yo-Landi, y Amerika (José Pablo Castillo), quienes llevan a Deon a su aguantadero. Cuando el muchacho implora por su vida, logra convencerlos de que lo dejen testear su programa y cederles al robot, a lo que Ninja (líder del grupo) accede rápidamente, fantaseando con "educar" y moldear al robot a gusto y piaccere para que les haga el trabajo sucio. Y así nace Chappie. Y realmente puedo decir que Chappie nace. Porque los primeros momentos del robot se asemejan magistralmente a los primeros minutos de vida de un animal, a los primeros meses de un niño. Chappie se esconde y tiene miedo de lo que ve, se asombra por cada cosa que le muestran (mostrando especial afecto por un pollo y un libro), dice sus primeras palabras tímidamente... la construcción del personaje creada por Blomkamp y Sharlto Copley (el actor fetiche del director, habiendo trabajado en todos sus films, y acá encargado del motion-capture de Chappie) es realmente impecable. Durante el transcurso del film, vemos su evolución, su madurez: pasa de comportarse como un bebé que quiere tocar todo porque todo le da curiosidad, a ser un niño ingenuo que comprende paulatinamente la realidad y la fragilidad de la vida, para luego "convertirse" como un adolescente que se deja influenciar por las malas compañías y se rebela contra su padre, hasta finalmente entender qué es la condición humana, la aceptación y qué implica sacrificarse por sus seres queridos. Chappie se debate constantemente entre lo mejor que tiene para enseñarle el ser humano (las artes, la compasión, la solidaridad, el respeto por la vida) y lo peor que tenemos como sociedad (el engaño, la ambición, la discriminación, la violencia). Por un lado, su creador, su "padre biológico"; por el otro, su "familia adoptiva". Y en el medio, Chappie, tratando de ser fiel a sí mismo, de tomar sus propias decisiones y aprender de sus errores, creando su propia personalidad, su propio ser. El diseño del robot es excelente. Por momentos, parece sacado de algún videojuego de acción. Al ser tan delgado, sus movimientos son sumamente graciosos y payasescos. Sus "gestos" faciales están pensados con gran ingenio: tiene una especie de barra semicircular que funciona como una boca, junto a un visor y dos antenas/orejas que se mueven constantemente, ofreciendo una cierta variedad de expresiones (mi favorito es cuando pide perdón, dando la imagen un cachorrito asustado con las orejas bajas). Hasta cuando habla todo acelerado cuando descubre algo nuevo tiene cierta inocencia infantil en su voz (cada vez que llamaba "Mami" a Yo-Landi no podía evitar sonreír). Sin lugar a dudas, Chappie es uno de los mejores personajes creados mediante CGI en los últimos años. OK, todo muy lindo hasta ahora... ¿dónde está lo malo de la película, entonces? Si prestaste atención a la sinopsis que hice, menciono tiroteos, humor, sacrificio... una cierta variedad de tonos para una película, ¿no te parece? Y ése es justamente el problema: por momentos parece que Chappie no se define qué tipo de película quiere ser, de qué quiere hablarnos Blomkamp: ¿se trata de una comedia a lo Cortocircuito, con un robot aprendiendo a vivir en medio una familia disfuncional criminal? ¿O intenta decirnos algo sobre lo que significa estar vivo, la individualidad del ser humano, y la trascendencia de su esencia más allá del cuerpo físico? ¿O simplemente es una película de acción futurista con robots copados? Reformulo mi pregunta: ¿quiere decirnos algo en particular o, lo que sería peor, quiere decirnos todo a la vez? Porque Chappie tiene un poco de cada cosa... lo cual no siempre es bueno: tenés escenas que resultan sumamente divertidas (Chappie aprendiendo todos los gestos y la jerga de su "familia" criminal, haciéndose el gangsta y robando autos), escenas de acción muy bien construidas (el tiroteo final todos contra todos, que incluye una muerte tan violenta y gráfica que termina resultando descolocada), y preguntas filosóficas y profundas que -como todo buen relato de ciencia-ficción- son interesantes y vale la pena preguntarse, pero que terminan respondiéndose a medias. Incluso tiene un par de momentos que rozan lo dramático: cuando Chappie -aún con la mente de un niño- es abandonado y vapuleado por una pandilla en la calle... o cuando en más de una ocasión implora por su vida y expresa su deseo de no morir... realmente te generan una enorme pena por el personaje, y crean una empatía hacia él que merece ser elogiada. Por el lado de las actuaciones humanas... todos están correctos, aunque sinceramente ninguno tiene mucho para hacer. Dev Patel tiene esa carita de buen pibe obligatoria para su personaje, Hugh Jackman termina siendo un villano de manera algo forzada (el verdadero villano es su peluquero), mientras que Ninja y Yo-Landi Visser (el dúo rapero sudafricano Die Antwood en la vida real), terminan siendo los "padres" excéntricamente queribles. Pero, en definitiva... ¿a quién le importan los actores? Si cada vez que Chappie está en pantalla, se come la escena. La película comienza con dos entrevistados que nos dicen que Chappie "cambió el mundo". OK... ¿cómo? Porque nunca lo vemos acá. Si Blomkamp lo tiene todo pensado en su cabeza, hasta ahora no lo compartió con nosotros. Supuestamente Chappie sería una trilogía (por el desenlace, tranquilamente podría ser el caso) pero, debido a que no le fue tan bien como se esperaba en la taquilla, por ahora no sabemos si esos planes llegarán a puerto o no. En cuanto al final en sí... no resulta del todo satisfactorio, pero en la versión editada en blu-ray hay un final alternativo de 5 min.: habría que ver qué tanto difiere ese. VEREDICTO: 7.5 - CHAPPIE FOREVER Al intentar ser mucho de cada cosa, lamentablemente Chappie termina siendo un poco de todo. Ojo, la peli no es mala en absoluto (no le des bola a los que dicen eso), pero definitivamente le faltó enfocarse en alguno de los tantos temas que plantea, y seguir con ese hasta el final. No obstante, que quede bien claro: acá la estrella definitiva es Chappie, uno de los mejores personajes creados por computadora de la última década, y la peli merece ser vista aunque sea sólo para apreciarlo y aplaudirlo.
Chappie es un filme problemático. Muchos esperarán algo como Corto Circuito; no es este el caso, es algo mucho más sórdido. Varias veces se nos dice que el robot Chappie, es un niño, y vemos escenas donde aprende a robar, destruir, disparar y acuchillar; además de que él es engañado, golpeado y quemado. ¿No es eso abuso infantil y corrupción de menores acaso? El filme abre muchos interrogantes que no contesta bien y a veces no se define bien entre que quiere contar, como hacerlo y a quien. Por un lado es una película que está bien hecha, aunque con múltiples huecos de guion, y por otro lado es una película que aborda ciertos temas graves con una ligereza casi irresponsable. Sobre un esqueleto argumental parecido al de Corto Circuito, pero oscuro, un tanto pesimista y sórdido, vemos partes prestadas de filmes como Robocop y cierta búsqueda sobre la problemática de la vida artificial como en Inteligencia Artificial de Spielberg y en menor medida Blade Runner, pero sin llegar al nivel de profundidad de las anteriores, ni al nivel de emoción y originalidad de las mismas. Chappie es un filme que le falta un guion más sólido que enfoque el drama y los planteos, para tener una consistencia lógica y narrativa que le de unidad al relato y nos deje pensando; y aunque se puede disfrutar, no deja de ser un filme que no satisface del todo y que mientras más uno lo piensa, menos se sostiene a nivel narrativo y a nivel semiótico, a diferencia del filme de Spielberg por ejemplo, que en un segundo visionado gana más aún. Una gran oportunidad en buena parte desperdiciada, no es para chicos, y le falta para ser de adultos, no es ni chicha, ni limonada. Ciertamente tiene un efectos especiales fabulosos y es un filme entretenido e interesante, pero quizás lo mejor del filme sea la charla de café a la salida del cine si nuestro interlocutor es interesante en ver las problemáticas del filme, que la experiencia de verla en la sala de cine. Escuchá la crítica radial completa en el reproductor debajo de la foto.
Hace unos seis años se estrenó en la Argentina Sector 9, una película de ciencia ficción que en ese momento me pareció bastante buena pero que ahora, a la distancia (no la volví a ver), creo que es extraordinaria. Y lo digo porque su director, Neill Blomkamp, después estrenó Elysium y ahora Chappie, dos películas que parecen una imitación berreta de su ópera prima y que la elevan un poco más y la hacen brillar por comparación. Chappie está ambientada en una Johanesburgo del futuro -igual que Sector 9, y ciudad donde nació Blomkamp- en la que para combatir el crimen cada vez más violento, el Gobierno compra un escuadrón de robots. El constructor de los robots es Deon Wilson (Dev Patel, el chico de Slumdog Millionaire), que está desarrollando un sistema de inteligencia artificial en uno de sus robots, Chappie. Pero un grupo de delincuentes se roba a Chappie y lo programa para el mal. Hay algo de RoboCop, hay algo del villano Ultrón y, si nos ponemos literarios, hay algo de Frankenstein. Pero Blomkamp elige no profundizar (o es incapaz de hacerlo) en los tópicos existencialistas que suelen aparecer en todas las historias de este tipo -tipo Inteligencia artificial, de Steven Spielberg, película que aprovecho ahora para calificar con un 10- y se despacha con una película más bien liviana que triunfa cuando se abandona a la técnica de la performance capture y fracasa en casi todo lo demás. La performance capture es la técnica de animación en la que una computadora capta los movimientos de un actor para hacer más realista la animación. No exagero si digo que el Chappie de Sharlto Copley (amigo de Blomkamp y protagonista de Sector 9) está a la altura del Gollum y del Caesar de Andy Serkis. Y ahí se acaban las virtudes. La trama de Chappie se bifurca en demasiadas subtramas que se van alternando: por un lado está la historia del robot Chappie como una especie de adolescente que va descubriendo cómo es sentir como un humano; por el otro sus secuestradores (¿o padres?), interpretados por Ninja y Yolandi Visser (del dúo de hip-hop sudafricano Die Antwoord) en una decisión de casting al menos discutible, que rivalizan con otra pandilla; también está el científico rival, Vincent Moore (Hugh Jackman), que quiere reemplazar a los robots de Wilson por los suyos. No se puede negar que Blomkamp tiene talento para crear esos mundos distópicos de aliens, robots y sociedades decadentes que resuenan en nuestro presente, pero ni con Elysium ni con Chappie logró una película tan sorprendente y redonda como Sector 9. Hace unos meses confirmó que va a dirigir la quinta entrega de la serie Alien: esa sí es una película que quiero ver.
bases en Chappie; una cinta de ciencia ficción desde la inocencia en el contexto de Johannesburgo, Sudáfrica. La diferencia social y económica en Sudáfrica, como a su vez la dependencia del poder en la tecnología, vuelven a ser un tema a analizar en la última producción de Neil Blomkamp (director de Distrito 9 y Elysium). Como a su vez, la idea de la transformación y evolución; en un país donde el apartheid fue un gran conflicto en los años 70. Si en Distrito 9, la sociedad discriminaba y apartaba a los alienigenas, en Elysium a los pobres de los ricos; en Chappie la inteligencia artificial de la mecánica militar y el deseo de control del hombre. La adaptación, es otro rasgo constante en la filmografía del director; a Chappie en un principio le enseñan a ser un humano, a sobrevivir en el mundo desde el punto inocente de la crianza de un niño; pero a medida que aprende, su singularidad lo aparta de la sociedad; y este acepta su condición (algo que ya veíamos en el personaje de Sharlto Copley en Distrito 9). Chappie es una película para todo público (si no fuera por una pequeña escena de violencia extrema fuera de lugar), dentro del contexto de Robocop (al cual el director le hace homenaje en el enemigo) presenta un protagonista adorable como Cortocircuito; pero mucho más inocente. Las actuaciones son parte del decorado del film, el protagonismo recae en Chappie ; y el director desaprovecha a actores como Hugh Jackman o Sigourney Weaver (que no presentan una gran amenaza).
Crítica emitida por radio.
Dilemas de la criatura Neill Blomkamp siempre ha sabido remover el avispero con sus experimentos de ciencia ficción que van al hueso de los temas centrales de la humanidad (que siempre ha sido la misión de la buena ciencia ficción). Si en “Distrito 9” se había metido en lo mal que la pasaban unos alienígenas en la compleja trama étnica de Johannesburgo (en un formato que por instantes era un falso documental, y pasaba por momentos desopilantes de Sharlto Copley), en “Elysium” se puso serio y planteó una situación que en Estados Unidos es más seria aún: la privatización de la salud (y las condiciones saludables) en una agudización de las contradicciones de clase. Repertorio temático En “Chappie”, junto con la coguionista Terri Tatchell (su esposa, también coequiper en “Distrito 9”) vuelve al tono y a la ubicación de su primer largometraje, y se atreven a hacerse un revuelto Gramajo con decenios de tradición sobre la vida artificial: de la criatura de Frankenstein a la Rei Ayanami de “Evangelion”, pasando por todo el ciclo robótico de Isaac Asimov y “Blade Runner”, con referencias al cruce humano-máquina presente en clásicos como “RoboCop”, “Ghost in the Shell” y “Gunm/Battle Angel Alita” (la escena del final hará sonreír a más de un nerd). La trama es bastante “robocopística” (hasta hay una estética a lo Verhoeven en los noticieros y el ambiente corporativo): en Johannesburgo, la compañía Tetravaal ha desarrollado una fuerza policial robótica, de la mano del programador Deon Wilson. La tropa de humanoides mecánicos viene reduciendo la criminalidad, pero Deon quiere más: busca desarrollar inteligencia artificial, algo que a su jefa Michelle Bradley no le interesa para nada. El que está muy enojado con todo esto es Vincent Moore, ex soldado y también diseñador, que ha creado el “Alce”: una máquina de combate demasiado grande y costosa, dirigida por un enlace neural con un piloto, y de un sospechoso parecido al ED-209 de “RoboCop”. Los planes de Deon de experimentar por afuera se cruzan con los de una banda delictiva, y se produce un milagro bastante bizarro: la nueva inteligencia artificial nace en el seno de los malandrines, y de yapa con fecha de vencimiento (el cuerpo en el que se instala tiene una batería que se cortará en pocos días). A partir de ahí la trama se va para cualquier lado menos para los predecibles, y explota toda la biblioteca: Chappie (así lo apoda su “mami”) confronta a Deon por haberlo creado con una fecha de caducidad, aquel dilema que aquejaba a Roy Batty en “Blade Runner”. Es que si al humano biológico normal le lleva una vida amigarse con los “caminos misteriosos” de su Creador (ese es el dilema de la religión, ¿no?)... ¿qué le queda a un ser cuyo creador es falible y finito como él? (“¿para qué fui creada?”, aportaría Rei Ayanami acomodándose la melenita). La temática no la inventó el realizador sudafricano (“la pólvora ya la inventaron los chinos”, diríamos en otra época), pero no deja de tener vigencia: la vida se reconoce porque quiere vivir. Y el final... mejor lo dejamos ahí. Sangre y circuitos Blomkamp también mezcla registros, del falso documental (de nuevo) a las omnipresentes pantallas de tele (¿acaso en la vida real no nos enteramos de todo por alguna pantalla colgada?), de la estética hollywoodense de película de acción a la cámara sucia, granulada y en mano, un recurso que ya había usado en “Distrito 9”. Y de nuevo deja entrar esa ciudad mestiza, metropolitana y feraz, urbana y selvática, que es Johannesburgo. En cuanto al elenco, Sharlto Copley vuelve a aparecer, convirtiéndose en el fetiche del realizador. Pero no lo identificaremos enseguida porque... está en el cuerpo del robot, gracias a la tecnología de Weta Workshop, que permite actuar personajes luego reconstituidos digitalmente. Alguno podrá identificar su voz, con ese particular acento afrikaaner, y en los movimientos que aprende de la troupe de gángsters. Ahí también hay otro juego rarísimo; sacando al actor José Pablo Cantillo, como Amerika, el “papi” y la “mami” de Chappie son una pareja real, integrantes del grupo de hip hop Die Antwoord, que usan sus nombres (artísticos) reales: se trata de Ninja y Yo-Landi Visser (ella lo escribe ¥o-Landi Vi$$er), que se lucen bastante actoralmente (especialmente la segunda, con su vocecita aniñada y, otra vez, el acento local), más que figuras de fuste como Hugh Jackman (Vincent) y Sigourney Weaver (Michelle), que hacen lo suyo bastante “de taquito”. Dev Patel como Deon tiene lo suyo también: el muchacho indio da el look de nerd programador de ese origen (aunque podría ser un local: hay una comunidad india en Sudáfrica, resabio colonial) y como jovenzuelo en problemas (ya tiene varios papeles en esa línea). Por lo demás, algo de Brandon Auret como el criminal Hippo y una aparición del presentador de noticias estadounidense Anderson Cooper (un guiño para el público del norte, ya que metió a los raperos del sur). Volviendo justamente a Die Antwoord, su aporte incluye varias canciones, que se mezclan con una banda sonora bastante presente a cargo de Hans Zimmer (con Junkie XL metiendo los dedos por ahí). Con todo eso se redondea un cóctel “de autor”, de uno de esos creadores que con sus luces y sus mañas pueden retomar temas clásicos pero sacudiendo los moldes.
Cortocircuito (Short Circuit, 1986) fue uno de los robots más tiernos de mi infancia. Con sus ganas de aprender y su inocencia logró robar varios corazones. Por otra parte, Robocop (1987) fue uno de los símbolos de las películas de acción y ciencia ficción en esa misma época... y que tiene que ver esto con Chappie??? Eso, una linda mezcla de ese robot inocente, con una dosis buena de acción. Cada niño llega al mundo lleno de promesas y ninguno tiene tantas como Chappie: él goza de grandes dotes, es especial, es un prodigio. Al igual que cualquier niño, Chappie es influenciado por los elementos que lo rodean, algunos buenos, algunos malos, así que él dependerá de su corazón y su espíritu para encontrar su camino en el mundo y convertirse en su propio hombre. Pero algo hace que Chappie sea distinto a cualquier otro: él es un robot. El primer robot con la capacidad de pensar y sentir por sí mismo. Su vida, su historia, cambiarán por siempre la forma en la que el mundo mira a los robots y a los humanos. Chappie tiene una buena dosis de efectos e, incluso, su propia animación es sumamente orgánica. Además, cuenta con un grupo de actores que llevan correctamente cada uno de sus roles. Hugh Jackman es el malo... un científico frustrado con un proyecto esperando a ser aprobado por la directora (Sigourney Weaver), pero mientras exista el prototipo de Deon Wilson (Dev Patel) nunca verá la luz. En ese tire y afloje, aparecen los gangsters: Ninja (Watkin Tudor Jones), Yolandi (Yolandi Visser) y Amerika (Jose Pablo Cantillo) un grupo de personajes odiables y queribles a la vez. La historia es bastante entretenida, con buena tensión y algunas vueltas interesantes. Sin embargo, quedará abierta para una nueva entrega y, esperamos, que no quede en la nada ya que la crítica general no fue muy generosa con Chappie. Nosotros, la bancamos!
Chappie de Neill Blomkamp trata de ser la exploración de la antiquísima pregunta “¿que es el alma?” y “¿que nos hace humanos?”. Y digo trata, porque falla, falla por mucho. La historia se centra en una ciudad inmersa en el caos (Johannesburgo), con 300 “asesinatos o hechos violentos por día”. En ese contexto, se crea un ejército de robots policías, que son utilizados para efectuar sin riesgos allanamientos, arrestos, etc. Un empleado (Dev Patel) de la mega corporación que ha creado y maneja estos aparatos, sueña con la inteligencia artificial, y crea un programa para poder realizarlo. Se roba un robot que va a ser descartado y se lo instala, no sin antes discutir con Vincent Moore (Hugh Jackman), un fanático de la violencia, militarizado, inmerso en una lucha por desplegar una maquinaria de guerra urbana muy similar a los ED-209 de robocop, poco sutil, y que es constantemente denostada por sus compañeros. Hasta ahí uno piensa que es una gran base para una película de acción, pero en ese momento, el director/guionista, empieza a discurrir sobre el alma humana, de manera poco sutil y casi tratando a todos los que la estamos viendo como niños. Chappie queda al cuidado de una banda criminal, que sinceramente, y odio usar este término peyorativamente, parecen tontos. Le enseñan a nuestro robot a hablar, caminar, etc., dándose nombres pocos sutiles como “mami”, “papi” y al ingeniero que le instaló el programa “creador”. (Por si la metáfora de Dios, Padre y Madre no era clara) Y en ese afán de demostrar que para ser humano no hace falta ser de carne y hueso, que el alma habita en alguien por mas que no tenga sangre, y que el corazón puede ser un adjetivo además de un órgano, las cosas que van pasando causan gracia por ser inverosímiles y estar encausadas en diálogos poco profundos en bocas de personajes estereotipados. Chappie se transforma en un chico que se sorprende con la violencia, porque su inocencia no le permite saber que las personas pueden ser lastimadas, pero al mismo tiempo, sufre cuando lo atacan como si no pudiera relacionar el castigo físico propio con el ajeno. Es utilizado en un plan criminal por sus captores, que al mismo tiempo sufren como padres amorosos. Del otro lado, Hugo Jackman, una caricatura de un mercenario violento que en la locura de lograr usar su invento, se transforma en un terrorista. Ni hablar del final, que para no spoilear no digo nada, pero si algún día lo ven, van a entender de que estoy hablando. Más allá de eso, la película tiene momentos muy divertidos, y la factura técnica en cuanto efectos es superlativa, como todo lo que ha hecho Neill Blomkamp. En pocas palabras, le recomendaría a Neil que dirija lo que otro escribe, porque tanto Elysium como Chappie carecen de personajes complejos que le den profundidad a lo que nos quiere contar, y eso desdibuja de tal manera la historia, que las excelentes escenas de acción, se pierden en el ruido que nos hace Chappie hablando en tercera persona.
Robot a la Blomkamp "Chappie" es el nuevo trabajo del director sudafricano revelación, Neill Blomkamp ("Sector 9", "Elysium"). El film se sitúa en un futuro no muy lejano en el que la fuerza policial humana ha sido reemplazada por una fuerza robótica en manos de capitales privados. Dentro de esa empresa, ingenieros y profesionales de otros rubros compiten entre ellos para lanzar a mercado el mejor producto robótico para proteger a la sociedad. Entre ellos encontramos a Deon (Dev Patel), un joven ingeniero cuyo invento ha sido seleccionado como el mejor protector y es el que actualmente custodia las calles de Sudáfrica (sí, a Neill le gusta elegir su país natal como escenario para sus películas). Como buen inventor, Deon es un tipo inquieto y ha estado trabajando en un software cuyo objetivo es darle conciencia de sí mismos a sus robots, algo parecido a la trama principal de "A.I. Artificial Intelligence" de Steven Spielberg. Si bien no recibe la autorización de su superiora, Michelle Bradley (Sigourney Weaver), para finalizar su investigación, el hurto de uno de sus productos en manos de un grupo de criminales bastante especial, acelera el proceso y logra dar "vida" a Chappie, un robot niño que está consciente de sí mismo, siente y razona como una persona. En un afectado giro de la trama, Deon debe compartir la educación de Chappie con un grupo de criminales que le enseñan estafas, a disparar y a ser un gángster, a la vez de que se debe cuidar la espalda de Vincent (Hugh Jackman), un compañero de trabajo extremadamente envidioso que quiere verlo arruinado. Pasando a la crítica, se le agradece a Blomkamp que siempre esté pensando en tramas distintas, políticas y que se animen a salirse de los cánones del mainstream. Sus guiones, que la mayoría de las veces los arma con su colaboradora Terri Tatchell, ponen sobre la mesa temáticas interesantes. En este caso en particular, siento que se les fue un poco de las manos. Quisieron mezclar demasiadas cuestiones y el resultado final se percibió desparejo. También se pueden ver algunos elementos inverosímiles que le quitan credibilidad a la propuesta. Hay personajes que están de más, como por ejemplo el de Sigourney Weaver (Michelle Bradley) que no aporta nada a la historia, o el villano interpretado por Brandon Auret (Hippo) que no termina siendo el villano principal del film. Por otro lado, nos presentan un mix de géneros que también resultó irregular, pasando por momentos en los que tiene tintes de comedia, luego de thriller, luego de acción fuerte, drama, aventura... Quiso abarcar mucho y se quedó corto con la profundidad de la historia y personajes. En una escena podemos ver a la pandilla criminal divirtiéndose de manera inocente, como una familia, y a los segundos aparecen armas, golpes y mucha tensión entre ellos. No digo que esté mal combinar géneros, pero sí me pareció que acá no se lo hizo de manera natural y con total coherencia. Esto creo que afectó las sensaciones del espectador que termina mareándose un poco en una montaña rusa de géneros que se chocan entre sí. Una película que en términos generales resulta entretenida y original aunque deja una sensación de irregularidad en el desarrollo de su trama y la presentación de personajes. Se deja ver.
22, el robot loco En su nueva película, el director Neill Blomkamp vuelve a incidir en el género de la ciencia ficción con un robot que recuerda a los grandes exponentes del cine de los '80 Hace unos 6 años, el director sudafricano Neill Blomkamp saltó a la fama gracias a que uno de sus cortos de ciencia ficción, Alive in Joburg, con el que captó la atención de los grandes estudios de Hollywood. Con Peter Jackson –director de las sagas "El Señor de los Anillos" y "El Hobbit"- como mecenas, Blomkamp entró por la puerta grande al cine del género con Sector 9 (District 9), una alegoría high tech de la situación que hasta una década y media antes había vivido su país con respecto a la tensión racial, aunque en esta ocasión el conflicto surgía entre los humanos y una raza de refugiados extraterrestres. Luego llegó Elysium, un opus protagonizado por Matt Damon que, quizá con más pretensión que corazón, interpretaba la realidad de las últimas décadas trasladada a un futuro cada día más cercano. Se dice en general que la tercera es la vencida, por lo que Blomkamp ha decidido, para su nuevo film de estudio mantener el género, y de esta manera Chappie se ha transformado en una realidad. Sin embargo, esta película, a pocos minutos del inicio, da la sensación de que -salvo por los fascinantes efectos especiales- el espectador vuelve treinta años al pasado. Y no es porque el guión falle o los actores sean muy viejos, sino porque Chappie remite inmediatamente a las películas de robots y cyborgs que llenaban la estanterías de los videoclubes en esa época, con especial énfasis en Robocop y Corto Circuito. Vamos por partes. La historia del filme cuenta cómo la policía sudafricana comienza a depender de una serie de androides construidos por la multinacional de turno (que dirige una muy bien conservada Sigourney Weaver), que les sirven como "carne de cañón" en sus asaltos a los nidos de criminales que han infectado el país. Hasta ahí todo muy Robocop. Sin embargo, uno de esos androides –separado para ser compactado debido a sus daños- es robado por una banda de criminales que lo necesitan para que les ayude a reunir 20 millones de dólares que deben pagarle a un jefe mafioso local. En este marco, un joven diseñador de androides (el ascendente Dev Patel) logra crear un programa que infunde conciencia en las máquinas y decide probarlo en la unidad 22, a quien bautiza Chappie. Desde ese momento, la unidad deberá aprender todo desde cero, como si se tratara de un niño, con la gracia de que adopta a los criminales como una familia. El hecho de que la unidad sea 22 y su nombre no tiene nada que ver, eso sí. Esta vuelta de tuerca en la historia, que recuerda con creces al Johnny 5 de Corto Circuito, le da un giro humorístico al guión que retoma en algunos momentos la trama de la mano de un villano algo diluido interpretado por Hugh Jackman. Sin embargo, Blomkamp se las ingenia para mantener la atención en todo momento, ya sea por las secuencias de acción, por su notable capacidad para trasladar la realidad al ámbito de la ciencia ficción o bien por la increíble interacción entre los actores de carne y hueso y los efectos digitales. Chappie no logra alcanzar el nivel de originalidad de Sector 9, pero la buena combinación de todos sus ingredientes da como resultado una película divertida, con sentimientos y sobre todo, con un mensaje.