Desde que en 1976 Sylvester Stallone logró llevar a la pantalla Rocky, su gran proyecto personal, el personaje ha pasado por un total de seis películas a las que hay que sumarle una nueva saga basada en el hijo de su primer gran rival, Apollo Creed. En total son ocho las películas “de Rocky” que se han estrenado. A pesar de los diferentes de niveles, no hay duda de que se trata de uno de los personajes más populares que ha dado la historia del cine. Con Creed (2015) se buscó hacer una nueva versión de Rocky mientras que en Creed 2 (2018) se juega un paralelo fuerte con Rocky IV, la más alocada, absurda y divertida de las películas con el personaje de Rocky Balboa. Adonis Creed (Michael B. Jordan) consigue convertirse en campeón, tiene un matrimonio feliz y pronto será padre. Pero un desafío pondrá en riesgo todo lo obtenido. El joven Viktor Drago (Florian Munteanu) será el próximo oponente de Creed. Sí, Drago es el hijo de Ivan Drago (Dolph Lundgren), el boxeador soviético que mató a Apollo Creed en una pelea. Aquella pelea que le costó la vida al mejor amigo de Rocky, que desde entonces siente una enorme culpa por no haber detenido aquella pelea. Rocky IV terminaba con Balboa aceptando competir en la Unión Soviética contra esa máquina llamada Ivan Drago. Con el peso de reencontrarse con ese pasado, Donnie quiere aceptar el desafío, pero Rocky cree que es un error. Siendo una película parecida a las de la saga original, no será difícil adivinar como seguirán las cosas. Pero tal vez la mayor diferencia de todas está dada por el interés que el guión de Sylvester Stallone a sus rivales de turno, sin duda lo más interesante de la película. No falta emoción, aun cuando las fórmulas se vean acá un poco gastadas. Ivan Drago y su hijo Viktor también cargan un trauma. Ambos fueron abandonados por Ludmilla Drago, esposa y madre, cuando Rocky venció a Iván en aquella memorable pelea. Y sí, Ludmilla aparece en la película y por supuesto está interpretada por Brigitte Nielsen. Es interesante como la conexión con el pasado de la saga viene del lado de la emoción y no del guiño cómplice. De pronto, y de manera completamente inesperada pero brillante, nos enteramos del dolor y el sufrimiento de Ivan Drago y las secuelas de aquella derrota. Pocos artistas entienden tanto el deporte como Sylvester Stallone y lo sigue demostrando película tras película. A pesar de que muchas escenas giren sobre situaciones muy repetidas –no hablamos de códigos de género, sino de escenas ya demasiado conocidas- lo cierto es que Creed II sigue resultando interesante. Tal vez las peleas no son tan impactantes como las de Creed pero la película gana en emoción y drama, como lo hacía la primera de las película de Rocky. Es bueno recordar que Rocky Balboa no es Stallone, sino que es un personaje que él creo y que al verlo actuar aquí uno recuerda que tiene sus propias características y no se parece a ningún otro personaje posterior que Stallone haya hecho. Aquel debate moral sobre detener o no la pelea cobra nuevamente sentido en esta película, pero es sobre los hombres del villano Drago que quedará la decisión más importante y dramática. Los otros temas vinculados a la saga, como la lealtad, el orgullo, la responsabilidad y la humildad, también aparecen y no son menores. La película tiene un cierre parecido al de Creed, lo que también resulta, por quienes lo protagonizan, muy emocionante. Pasan los años, todos envejecen, pero Rocky Balboa y sus historias aún tienen algo para ofrecer y un legado que no deja de crecer.
La sombra paterna Ver Creed II (2018), protagonizada, escrita y producida por Sylvester Stallone, es una experiencia equivalente a escuchar un cover de una canción que ya conocemos de memoria y que supimos disfrutar en un pasado bastante remoto, aunque con la gran salvedad de que el ejecutante es un veterano que domina todos los gajes del oficio y contagia su destreza a sus compañeros. Por supuesto que Creed: Corazón de Campeón (Creed, 2015) es mejor película y que asimismo nada de la saga jamás consiguió superar a aquel pequeño film independiente intitulado Rocky (1976), pero hay que reconocer que esta suerte de remake implícita y combinada entre la propuesta anterior y Rocky IV (1985) por lo menos posee un corazón enorme que saca a flote la fórmula -el hijo de Iván Drago contra el hijo de Apollo Creed, con Balboa como entrenador- y hasta nos regala una obra cargada de humanismo. Muy lejos de la despersonalización hiperbólica del opus de 1985 para con el villano, aquel monstruo soviético interpretado por Dolph Lundgren y producto de la perspectiva chauvinista norteamericana de la Guerra Fría, en esta oportunidad Creed II -acorde con los tiempos que corren- ofrece un retrato bastante amable tanto de Drago (vuelve Lundgren) como de su vástago Viktor (Florian Munteanu), el primero con ganas de luchar contra el hijo de Apollo, Adonis Johnson (Michael B. Jordan), para recuperar el respeto que perdió en su tierra natal por la derrota contra el personaje de Sly y el segundo por la simple idea de contentar a su padre, ganar posiciones en el mundo del boxeo y concretar una venganza indirecta contra Rocky por haber desencadenado además que su madre y la esposa de Iván, Ludmilla Drago (regresa la tremenda Brigitte Nielsen), los haya abandonado de inmediato. Ya sin el director y guionista de la primera propuesta en el horizonte, Ryan Coogler, el septuagenario Stallone y su testaferro en la silla del realizador, Steven Caple, manejan con sumo cuidado y dedicación la premisa de base, léase el ansia maquillada de revancha de Johnson contra un Iván que mató a su padre arriba del ring 33 años atrás, condimentándola incluso con el nacimiento de la hija de Adonis y su pareja Bianca (Tessa Thompson), una beba que hereda los problemas auditivos de su madre. El desarrollo es el mismo de siempre con un match inicial en el que Johnson, ahora campeón de los pesos pesados, recibe una soberana paliza a manos de Viktor luego de un entrenamiento en el que Rocky se negó a participar, y una segunda pelea en Moscú en la que Balboa sí prepara al muchacho, tan magullado en su orgullo como a nivel físico por el generoso poder de los golpes del ruso. Lo mejor que se puede decir de Creed II es que se toma su tiempo para cada una de las situaciones planteadas, edifica un desarrollo astuto de personajes y -gracias al detallismo y el gran desempeño del elenco- logra que nos interese el destino de los protagonistas, en esencia individuos reales en un mundo auténtico repleto de injusticias y salidas varias azarosas. En una época hegemonizada por productos mainstream anodinos, huecos y con una estética e idiosincrasia símil plástico digital que ni siquiera resultan exitosas en el ámbito de la nostalgia porque sólo generan rechazo por su sustrato estéril y cosificante, la verdad es que uno puede obviar que la fotografía poco imaginativa de Kramer Morgenthau deja mucho que desear en las peleas y que desde ya todo el derrotero es más previsible que un novelón de la tarde, lo que por otro lado pone de manifiesto la necesidad de una vuelta al naturalismo formal de antaño -como el aquí desplegado- y los buenos dividendos dramáticos que sigue entregando el antiquísimo recurso de apelar a la sombra paterna, tanto la que abarca la dupla Adonis/ Apollo como su homóloga Viktor/ Iván, dos caras de una misma moneda que hoy es exprimida con perspicacia, serenidad y bastante coherencia…
Creed II no es como la anterior la que reflotó con creces algunos altibajos como lo fueron Rocky V. En tal caso, ésta sería la número ocho. El asunto radica en que los guionistas y el director no son los mismos –éste último estaba haciendo “Pantera negra”- y descuidan al Rocky, quien se había convertido en un hombre sabio en las dos anteriores. Aquí la película intenta tener una estructura a la Rocky IV en cuanto a la trama del enfrentamiento de Rusia con Estados Unidos, pero no le llega ni a los talones. Por otro lado, el personaje de Jordan parece un niño de diez años que no sabe siquiera cómo pedirle matrimonio a su mujer en una escena romántica que no se sostiene y donde queda en evidencia la mala dirección, los malos textos y una partenaire que jamás va a lograr ser la Adrianna de Rocky por tampoco tener la calidad actoral de Talia Shire. En tal caso, existe algo que la Rocky original posee, capaz por estar co-escrita con Stallone, y tiene que ver la temática profunda que plantea la lucha equívoca del ser humano en ser un ejemplo para los demás para no sentirse un perdedor; o sea, la autocompasión versus la autoestima, algo que es tan hablado hoy en el Mindfulness y que son la piedra fundamental de un personaje tal elogiado como Rocky Balboa
En 2015, la primera entrega de la saga Creed (que también podría contar como séptima parte de la saga Rocky) sorprendió al mundo siendo una película bastante interesante que funcionaba por sí sola y no era un intento descarado de revivir una franquicia que estaba muerta. Unos años más tarde llega su esperada e inevitable secuela, donde seguimos la vida de Adonis Creed, a quien el éxito deportivo lo ha alcanzado y se posiciona en la cima del mundo del boxeo. Sin embargo, el pasado más doloroso llega a tocarle la puerta en su mejor momento cuando recibe un desafío de Viktor Drago, ni más ni menos que el hijo de Ivan Drago, quien asesinara a su padre Apollo arriba del ring en Rocky IV. Naturalmente, en esta pelea habrá más en juego que un cinturón o el título de los pesos pesados. Como con toda segunda parte, es muy difícil que supere a la original, y Creed II no es la excepción, pero eso no quiere decir que no esté a la altura de las circunstancias, dado que es entretenida y ofrece al espectador todo lo que podría esperar de una entrega del mundo de Rocky: historias de superación, dramas familiares, soundtracks motivadores y sobre todo golpes, muchos golpes. En esta ocasión, el encargado en la dirección es Steven Caple Jr., en su tercera película detrás de la cámara, donde tiene la difícil tarea de llenar los zapatos de Ryan Coogler, el cual había realizado una gran labor en la Creed original. Si bien el trabajo de Caple Jr. es correcto, por momentos se extraña el talento de Coogler, quien logró imprimir un sello propio en la historia de Adonis, además de filmar algunas de las mejores escenas de boxeo de toda la saga, como la excelente pelea-plano secuencia de la primera parte. Tal vez el mayor error de Creed II sea caer demasiado en los cánones de la saga Rocky. Mientras que Creed era su propia película, esta secuela se siente como una parte más de la saga madre protagonizada por Sylvester Stallone, por lo que en varias ocasiones se siente un tanto genérica y predecible. El camino que debe recorrer el personaje interpretado por Michael B. Jordan está trazado de una manera que no tiene ningún obstáculo inesperado que no hayamos visto antes en alguna de las otras siete películas. Es por esta razón que sería sensato que esta historia encontrara su punto final en Creed II, ya que se siente que no queda mucho más por explorar y seguir teniendo entregas cada tres o cuatro años sería arruinar lo que hasta ahora es una gran franquicia. A Rocky le sucedió después de su tercera película pero claro, sin Rocky IV no existiría Creed II. Si la primera Creed tenía varios puntos en común con Rocky (el boxeador don nadie que va haciendo su nombre hasta llamar la atención del campeón y perder la gran pelea final pero dando su mejor esfuerzo y obteniendo el respeto de todos), es lógico que esta segunda parte se relacione directamente con Rocky IV, pues los mismos apellidos entran al ring más de tres décadas después de la infame pelea que acabaría con la vida de Apollo Creed. Por otro lado, a esta altura está casi establecido que Rocky IV no resistió muy bien el paso del tiempo y se coloca un poco como una suerte de consumo irónico o placer culpable en comparación a las películas que le precedieron, que son mejores. Por fortuna, en Creed II los “villanos” rusos no son tan unidimensionales como en Rocky IV, que hoy se ve más como una burda (y absurda) metáfora de la Guerra Fría en la que Estados Unidos siempre gana ante los recios guantes de acero de la Unión Soviética. Tanto Ivan Drago como su hijo viven secuelas negativas producto de la derrota contra Rocky Balboa, por lo que ambas familias tienen un legado que defender. Dolph Lundgren aún le impone un aura impenetrable, casi robótica a Ivan Drago, pero dejando entrar algo de humanidad en él que antes no se había visto. Pero si hablamos de Rocky y de Creed, tenemos que hablar de las peleas. Y siempre se llega a la misma conclusión: ojalá el boxeo real fuese tan entretenido como en estas sagas. La disciplina pugilística es mucho más estratégica y craneal que el festival de golpes que acostumbramos a ver entre los boxeadores de este universo. Quizás para alguien fanático del deporte Creed II resulte algo inverosímil, puesto que ningún peleador podría resistir tantos puñetazos durante doce rounds, pero para aquellos que pueden abstraerse de este detalle, las escenas de acción son altamente disfrutables. La adrenalina y testosterona volcada en las peleas se sienten reales y la catarsis que provoca el triunfo final siempre despierta emociones que pensábamos ocultas. Las peleas son indudablemente la vedette de cada entrega de la saga de Rocky/Creed y aquí se les presta especial atención, por lo que el resultado no decepciona. Creed II entonces se coloca como una película inferior a su predecesora pero que mantiene el fuego de esta historia aún vivo. Las actuaciones de Michael B. Jordan y Sylvester Stallone siguen siendo buenas y lo genuino de su relación se plasma una vez más en pantalla: Rocky es para Adonis una figura paterna, un amigo, un entrenador y un faro en su vida. Stallone, quien co-escribió el guión, seguramente haya escrito sus propios diálogos, los cuales a veces rozan lo excesivamente pedagógico y motivacional, con frases que están destinadas a encerrarse entre comillas para inspirar gente a través de las redes sociales. En un acto más literal que simbólico, Rocky (personaje y saga) le traspasa una antorcha a Creed que deberá cuidar, y quedará en el futuro ver si lo puede lograr con éxito o si cometerá los mismos errores que su mentor.
EL LARGO ADIÓS “Cuando te sacan el banquito estás solo” Ringo Bonavena. 1. Aquello que se mantiene en marcha, activo y pensante, y sobre todo operativo del cine y su concepto, gira alrededor de un eje. ¿Sobrevivirá la representación familiar, con su padre simbólico y no solo biológico? También plantea -es decir pone en escena- el interrogante de si determinadas figuras sustitutas, son posibles y pasibles de ocupar esa territorialidad ya bastamente saqueada por esta última etapa de la movilización total… Desde el comienzo mismo de la autoconciencia, con films como El padrino y El exorcista, la piedra miliar ha sido el tema y la figura del padre y de lo paterno. Como presencia absoluta en el film de Coppola; y como ausencia del padre biológico y de su sustitución o reemplazo ocasional, y hasta podríamos decir que finalista, en el de Friedkin. El padre ausente en Roma de la desventurada Regan, es sustituido por dos –que forman una figura jánica- padres-curas que le envía esa otra Roma, no turística. El padrino, el dios padre (“Godfather”), tiene diferentes avatares que el lector recordará muy bien, así como otras manifestaciones en todos los demás directores-autores de este período, que ha llegado a su fin. Pero -una vez más- porque ha alcanzado su fin, como finalidad: es decir llegado hasta su meta. La saga de Rocky ahora se ha vuelto herencia en Creed. Así tenemos dos padres ausentes. El de Adonis Creed, ausente como padre real y legal, y ausente porque ha abandonado su representación terrestre y se ha vuelto un afiche y una prieta trivia de recortes. Simétricamente Rocky se ha ausentado, o tal vez lo han ausentado de su rol paterno, y ya de abuelo. Su hijo Robert, se ido al Canadá, y no se ha elegido este lugar porque sí. Este hijo ha cruzado la frontera, pero está tan cerca y tan lejos de lo paterno. Justo ahora que también -al decir de Schopenhauer- ha donado su impulso vital en otra criatura. Con lo cual y ya clásicamente, o ha repetido su error por un fatalismo biológico y por un acto de prometeísmo legalizado; o, quizás, porque confía en su segunda oportunidad. Será un padre diferente, etc. Claro que de darse esa diferencia, tendrá siempre como espejo a ese padre real que se ha dejado del otro lado de la frontera. Este Adonis hijo de Apolo con quien se ha respetado su genealogía mítica, no tiene más que eso. Una vicariedad mítica vuelta legendaria y a su vez rebajada a meras habladurías. No es, sino que su ser y existencia toda ha sido usurada por ese padre ausente como realidad carnal. Y para un lazo de sangre basado en la carne: una carne sangrante, golpeada, herida, y también exigida mediante técnicas y ejercicios para mutar su forma y desarrollo. Aquí el espectador puede, mejor dicho es libre de pensar que las repetidas escenas de golpes y caídas y hemorragias, como también los ejercicios de fuerza y de esfuerzo físico, son nada más que parches púrpuras y ripios para estirar un film. Pero también, si puede o quiere, entender y sobre todo recordar un punto fundamental, si bien no lejano pero alejado por la robotización escolar a la que viene siendo reducido. Que estas re-presentaciones físicas, son correlatos simbólicos del ágon, de la lucha, que no es física o solamente física. Sino anímica, espiritual y sagrada. Pero -como hemos dicho ya en varias oportunidades- desde Homero toda épica emplea lo físico-corporal como correlato objetivo de manifestaciones anímico-espirituales. 2. Una paternidad audaz y algo más que melancólica, recorre este film que, si bien dirigido por Steven Caple Jr., tiene la impronta, las huellas digitales y anímicas de su ya legendario protagonista y acuñador del personaje emblema de Rocky Balboa. El extraordinario actor (*), que es también un gran guionista y lector, Sylvester Stallone. Como sabemos, este ha creado en paralelo otra saga, la de Rambo y, como también afirmamos años atrás, este Rambo existe para que Rocky pueda llevar su vida. Realismo político absoluto, radical. Así las rumiaciones sentimentales, las intermitencias del corazón, los viajes no rentados hacia un pasado reducido a escolia familiar, como también plantearse algo, lo que fuere, en la intimidad subjetiva de la mónada particular, es posible porque existe un héroe, y ya profesional, que se juega la vida en ello. Esto puede exaltar a ciertos sectores autodenominados “progresistas”, que imaginan o deliran que con suprimir la matanza de ballenas o los piropos callejeros vamos alcanzar una especie de Arcadia pura, intonsa, y para nada feraz. Digamos que, en rigor, lo que imaginan es un country con vigilancia permanente y el tatuaje del Che, hasta en el culo. 3. Lo extraordinario de estos films -pienso en otros recientes como The Hunted de William Friedkin, por ejemplo-, es que devuelven a las invariantes biológicas los prestigios usurpados malamente por las psicologías reduccionistas, así como también las propaladas por las sociologías oficinescas. En estos films hay sangre, lucha, riesgo de regresar a la pura animalidad. Cuando absurdamente, y por otro lado, esos negadores puritanos buscan enaltecer a lo animal puro con sonseras sentimentales. Como si el llamado de la selva atávico se viera reducido o desinfectado, y con ese simple pase de manos se convirtiera a los pumas y panteras -¡y hasta a las hienas!- en mascotas de interiores. 4. Creed II es un film de segundas oportunidades. Pero esto ya se puede decir de cualquier de cosa y aplicárselo como sello postal. Se trata de verificar y contar. Este es un film de puertas y de escaleras. Que son, como sabemos, dos símbolos de construcción arquetípicos. Dos universales fantásticos. Desde luego no toda puerta ni toda escalera es un símbolo, o, mejor dicho, el soporte material de un símbolo… Aquí las puertas que se abren y que se cierran; aquellas que no son abiertas ni entornadas. Las escaleras por las que se baja y se sube, están todas puestas en escena. Es decir son otra cosa sin dejar de ser la primera y material. Tomemos estas secuencias. Cuando Adonis Creed entra en el restaurant de Rocky, a media luz y desierto. El visitante mira las fotos en la pared de su padre muerto y de aquel que -como veremos- ocupará su lugar. Los vemos luchando entre sí, congelados en ese simulacro de eternidad. Pasamos a la entrada de Rocky. Lo vemos ascendiendo por una escalera. Luego cuando ambos, más Bianca, se han quedado semidormidos y cubiertos por una “manta común”, vemos que Rocky entendiendo “algo”, deja la sala y sube la escalera. Poco después Creed y Bianca tendrán un encuentro sexual. Esta rotunda puesta en escena que emplea estas dos figuras matrices centrales para desplegar y representar la trama (lo elegido previamente para narrar), no hace necesariamente de este film una obra maestra. Cuando Stallone abandona el film, quedamos con la guardia baja y la pareja de Creed-Bianca apenas sabe hablar para convencernos de algo. Cierto. Salvo que quiera sugerirse que están balbuceando en un mundo que los comprime. Cierto. Hay tomas en cámara lenta de más y que podrían haberse evitado. Cierto. Música de rap in abundantia y que distrae de la acción con sus alaridos sincopados. Cierto. Pero Creed II se sostiene, y muy sólidamente, a través de su puesta en escena. Un ejemplo de la cual hemos explicitado. Se trata ahora, si se quiere, de buscar las simetrías del caso. Puesto que el cine es eso, puesta en escena. Y estas nos llevan como siempre a su sentido, como dirección y significado. Siempre el cómo es el qué. Así que si hemos dilucidado bien el cómo –la puesta en escena- podremos llegar al qué. Qué quiere decir, expresar, y demás. Esas puertas que se cierran, se abren, o permanecen cerradas a nuestros llamados. Esas escaleras por las que ascendemos o descendemos. Son la vida en su mínima expresión, en su cotidie. Luego estas simetrizarán con las cuerdas y los escalones que llevan al ring. Una pelea, un ágon, que para la tragedia es lo mismo. Es decir, la exposición física es también metafísica y esto es la vida de lo humano-animal como otra cosa. Como soporte de una transhumanización. 5. Creed II se arroja sin cortapisas al más puro melodrama. Es decir al mejor cine y a la única posibilidad que le resta al pensar y al poetizar de occidente de mantener, siquiera algo, del espíritu y de la visión trágica del mundo. Así estos Drago, padre e hijo, que se enfrentan a ese otro par padre-hijo -pero uno donde ambos se han elegido-, son el lado lunar de esta relación bifronte. Y la lucha, el combate, no les sirve más que para incrementar su hibris. El emplear la fuerza para un fin personal, rencoroso. No llegan a situarse en el ágon. Adonis termina neutralizando a este par de dragones. Pero este que también se ha puesto en movimiento por un instinto o pulsión de mera venganza, termina subiendo por otros escalones. Y como todo hijo es el padre circularmente del hombre, Adonis guiará a esta Roca solitaria hasta la vuelta a esa Ítaca, que está apenas cruzando la frontera. 6. Como nota final se nos ocurre que este largo adiós de Rocky, pueda también simetrizarse como un posible -y no deseable- adiós a lo paternal. Ahora que el hombre está a punto de convertirse tan solo en un excipiente de la maternidad. © Ángel Faretta, 2019 Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente. *: a quién todavía pueda sorprenderse de esta afirmación, le proponemos el siguiente ejercicio. Vea el por cierto excelente film de James Mangold, Tierra de policías (Copland). Busque, luego de visto el film sino antes, la escena donde Stallone enfrenta -en todo sentido- a De Niro. Observe bien. Este se entrega a todas sus muecas habituales con total impudicia. Se sirve de una hamburguesa como sostén de su camelo y de sus carantoñas. Vea a Stallone, mientras tanto. Perfecto: toda contención, sufrimiento, pena, pero también serenidad. Con apenas moverse, “solo estando allí”, como se decía en el Hollywood clásico. Además el personaje aquí es un obeso policía, aparentemente tonto, manipulado y sordo. Podemos dar otros ejemplos; creemos que este es más que suficiente.
La continuación del film de 2015 encuentra golpes certeros en esta historia que une, una vez más, deporte y drama familiar. Creed 2: Defendiendo el legado es una película que no pierde tiempo y va a lo seguro con personajes que el público fanático de la saga conoce como la palma de su mano. Adonis -Michael B. Jordan- acepta la propuesta de enfrentar a Viktor, el hijo del legendario boxeador ruso Iván Drago -Dolph Lundgren- en un combate feroz. Aunque su estrenador, Rocky Balboa -Sylvester Stallone- da un paso al costado, Adonis se sube al ring para combatir con el hijo del hombre que mató a su padre, Apollo Creed. La historia es efectiva dentro y fuera del cuadrilátero y expone las rivalidades personales, el pasado glorioso y el presente cambiante con la esposa de Adonis, la cantante Bianca -Tessa Thompson-, que está esperando una beba. Detrás de los luchadores están Balboa y Drago como entrenadores, y también fueron dos viejos rivales que llevan adelante técnicas y motivos diferentes a la hora de subir a sus deportistas al ring. Con algunos toques de humor -Creed le pregunta a Balboa qué se hizo en el cabello- y el rencor que se adueña de los antagonistas de turno por la pelea pasada, el filme habla de la soledad después de la fama y de las segundas oportunidades para comenzar de nuevo. Con el peso de su padre Apollo Creed sobre sus espaldas, Adonis se cae y se levanta, y entrena en el desierto bajo la severa supervisión de Balboa para levantar el título de Campeón de Peso Pesado. El director Steven Caple Jr. rinde -a partir del guión de Stallone - un buen tributo a la saga Rockyexpandiendo a los personajes con sus dramas personales, familiares y entregando tensión en el desenlace por más que el espectador sepa cómo terminará la historia. Y para los nostálgicos hay una pequeña participación de Brigitte Nielsen como la esposa de Drago.
Primero te haré fuerte. Si bien es un desafío narrar otra historia sobre un personaje tan querido y conocido, vale la pena ver a Rocky otra vez arriba del ring, ahora como entrenador, dando todo y a puro corazón, como bien acostumbrados nos tiene, dando batalla allí y en la vida. Esta historia nos entrega algo diferente, ya que los personajes evolucionan, los antagonistas tienen su propio conflicto y de alguna manera empatizamos con ellos. En Creed II: Defendiendo el legado (2018), Adonis Creed (Michael B. Jordan), hijo de Apollo Creed, se encuentra en una encrucijada, buscando equilibrio entre su vida personal y profesional. Lo que está en juego en el combate no es sólo la pelea en sí, sino un conflicto interno que debe resolver, ya que su rival ruso está vinculado al pasado de su familia. Se trata de Viktor Drago (Florian Munteanu), el hijo de Iván Drago (Dolph Lundgren), -el boxeador que mató a Apollo en Rocky IV-. Rocky Balboa (Sylvester Stallone), que también debe resolver una cuestión interna, se constituye como el entrenador más indicado para esta batalla. Adonis comprenderá los verdaderos motivos por los cuáles vale la pena luchar, descubrirá que no hay nada más importante que los valores familiares y conocerá su propio corazón para sacar fuerzas en el ring y vivir sin rencores. Con la dirección de Steven Caple Jr. nos encontramos con un impecable trabajo de puesta en escena, visualmente muy bien logrado; los primeros planos del combate son impecables, al igual que las escenas de las peleas. Y una vez más, el propio Stallone en guion, con una narración inteligente, puesto que todo el contenido dramático de los protagonistas, es justificado y respaldado con sustento, al igual que el de los antagonistas. La aparición de Drago y su hijo, no queda como un encaje comercial, resultando una atinada elección dado su sustrato dramático -logrando incluso cierta empatía en el espectador-, y restándole importancia al conflicto entre Estados Unidos y Rusia, ya que no fue la idea replantearlo aquí. Con imágenes bien pensadas y resueltas para lograr un melodrama sutil, siempre es gratificante ver a Rocky en acción. El protagonismo de Adonis y la construcción del personaje, están bien desarrollados, la conmovedora música y los entrenamientos “a lo Rocky”, están presentes. Ser agradecidos, nunca olvidar nuestro origen, respetar el proceso de aprendizaje del otro, conocer sus diferencias para potenciarlas -sumar, jamás restar-, y saber reconocer con humildad el momento en el cual la vida te presenta un espejo en el que mirarte, ya sea de luces u oscuridades o, tal vez recordarnos quiénes somos en esencia –algo que sólo cada uno conoce - quizás sean los principales mensajes del film. Nos queda claro que Rocky es y será uno de los personajes mejor construidos de la historia del cine. La pregunta sería… ¿por qué nos sigue emocionando?: es una historia auténtica, con corazón y existe una concordancia con el pasar de los años y secuelas. Rocky es un hombre común, humilde y auténtico, con los problemas que tenemos todos, pero con valores, códigos y amor propio, a los que no se le pueden poner precio. Gracias a su valentía y coraje, rompe con la estructura social que te dice que es imposible cumplir tus sueños. Es por eso que nos sentiremos identificados, en mayor o menor medida… porque en definitiva ¿de qué se trata la vida sino de una batalla constante? Ser mezquino con lo que tenemos o aprendimos, es claramente el camino inverso al verdadero aprendizaje.
Creed 2: Let’s get ready to rumble! La pelea entre Creed y Drago regresa a los cines pero ahora de la mano de los hijos, y con un Rocky que sigue golpeando fuerte nuestra sensibilidad y deseos de triunfo. Llegó el momento. Se prenden las luces, la gente enloquece. El ring iluminado espera la llegada de sus dos estrellas: Adonis Creed y Viktor Drago. Los hijos de Apollo e Ivan lanzarán sus golpes vitoreados por la multitud, ambos con sus respectivas motivaciones. Recordemos, como lo hará el film, que Ivan mató a Apollo, el padre de Adonis, en el ring. Ese pasado es un uppercut al mentón que te puede dejar noqueado. Algo tan clásico como esto necesita a Rocky Balboa, el cual está ahí como ayudante tanto para Creed como para la película, entregando como siempre momentos emocionantes. Veníamos de la derrota de Adonis en la anterior película, pero se pasa de lado y ya comenzamos con una pelea por el título. Sigue teniendo esa postura de la cámara detrás del hombro atractivo para la dinámica de este deporte. El director Steven Caple Jr. ocupa el lugar que dejó un Ryan Coogler muy dedicado a Black Panther. Caple Jr. con su experiencia en películas independientes, logra mostrar pequeños momentos dramáticos bien íntimos que resaltan en este film entrañable. La pelea estelar aparece bastante temprano, lo que ayuda mucho al ritmo de la trama. Algo bien pensado por los guionistas Juel Taylor y Sylvester Stallone algo esperable debido a que no se podía mantener el drama durante todo el film sobre Adonis “Creed” Johnson y su pareja Bianca, a la par de Rocky y su siempre afectuosa forma de ser, siguiendo su vida a pesar de los golpes que sufrió. Los tres pilares del film son interpretados de manera correcta por Tessa Thompson (Bianca), Michael B. Jordan y el histórico Sylvester Stallone. Muestran los corazones de los personajes, que a la vez son los que mueven las pequeñas desventuras que cada uno sufre. Es imposible no encariñarse con la simpleza de Rocky. Como siempre, es difícil no sentir lo que él siente. A pesar de que a Adonis lo conviertan en alguien bastante insoportable en ciertos momentos, al final los giros y pequeñas acciones nos hace entenderlo mucho más. Además de la siempre correcta actuación de Jordan. Sin embargo hay alguien que los motiva, que hace que el suelo del ring tiemble todo por su envergadura y por lo que genera emocionalmente en los personajes. Hablamos de Viktor Drago y su padre. Ellos son a lo que hay que vencer. Dolph Lundgren solo está puesto por su impronta, por lo que representa para el que vio todos los films de Rocky. Él, resentido por la derrota ante el boxeador italiano, vuelve para destruir a Adonis. Y no solo, trae a su hijo, Viktor, interpretado por Florian Munteanu y una magnitud de persona que impresiona. Ambos tienen una escena emocional, y los pequeños gestos de Viktor expresan más de lo que uno cree. Ninguno de los personajes descoloca en la historia. Es todo bien prolijo, hasta la fotografía entregando lindas postales, más aun en la presentación de los boxeadores antes de ingresar al ring, y pequeños marcos sentimentales que enaltecen el momento vivido. Como también la música, algo vital en todas las películas de Rocky, que incrementa el volumen para aumentar la adrenalina que corre en nuestras venas. En la primera teníamos la preparación de él ante una pelea. En este caso como ya estaba preparado, hay un hecho que genera que se vuelva a moldear su ser, mostrando un gran físico y otras capas emocionales del personaje, más allá de dejar a la vista músculos que muchos no sabíamos que existían. No sabemos si es la música, lo bien filmado, las actuaciones, y el esfuerzo físico, pero el film te hace creer que estás ahí con Creed, peleando, sudando y emocionándote. Te mete de lleno en esa última pelea, que no está cerca a las míticas de Rocky porque ya la vimos. Ya hemos experimentado estas cosas, no hay mucha sorpresa. Pero hay pocos films que repiten la fórmula y salen bien paradas. Existen pocas obras cinematográficas que pueden soportar golpes tales como revividas desventuras, monólogos de Balboa similares, redenciones y caídas ya toleradas y que pueden levantarse antes de la cuenta de 10 segundos y seguir golpeándolos. Una de esas es cualquier película que involucre al mundo de Rocky.
“Es la oportunidad de reescribir la historia”, dice un personaje. Y lo cierto es que Creed II, si no arruina lo que había sido su predecesora, le pasa raspando. Y por más que nos digan "Creed", cuesta. Hace tres años la saga de Rocky tuvo un rejuvenecimiento, con el hijo de Apollo Creed, aquel boxeador afroamericano que le ganaba a Balboa en la primera Rocky, y convenientemente perdía con Balboa en la segunda. En la cuarta, Creed padre termina literalmente en la lona –muere- en un combate con el ruso Ivan Drago (Dolph Lundgren; no es la única sorpresa en aparecer ahora en pantalla), que será derrotado por Rocky en un combate posterior. Era 1985, aún no había caído el Muro de Berlín, y presidía los Estados Unidos el republicano, ex actor, Ronald Reagan. Ahora preside EE.UU. otro republicano, o algo parecido, pero Creed II comete casi los mismos errores que Rocky II. Repite, reitera esquemas, y los combates no tienen ni la espectacularidad ni los encuadres que el director Ryan Coogler (luego dirigió Pantera negra) había logrado en Creed (2015). Y otra cosa es la trama. Adonis Creed (Michael B. Jordan) quiere casarse con Bianca (Tessa Thompson, de Westworld). Ya es campeón mundial, y entre las cosas inesperadas que suceden en su vida, está que el hijo de Drago, Viktor (Florian Munteanu, boxeador alemán de origen rumano), una bestia más grande que Dwayne Johnson, lo desafía. Sí, el hijo de quien mató a su padre quiere medirse con él en un ring. Pasa lo que debe pasar para que la película continúe hasta el minuto 130. La potencia de Drago es mayor que la de un sifón marca ídem, el ruso descarga cemento como entrenamiento y corre en la calle. Tras la paliza que sufre Creed, perdón si spoileé, es él quien tendrá un entrenamiento agotador, con los nudillos sangrantes, se caerá corriendo en la ruta y se la pasará martillando el suelo en el desierto. Le falta beber huevos crudos antes de salir a trotar, pero eso a lo mejor lo dejan para la próxima. Y ahí está Rocky, filosofando cada tanto, y yendo a hablarle a Adrian, su mujer, a su tumba. Sylvester Stallone coescribió el guión, coprodujo y coprotagoniza la película. Mucho, como para repartir culpas. Rocky usa teléfono de línea, sombrero, y se queja porque no arreglan una luz pública. Se quedó no en el ’55, sino en el ’76, en la primera Rocky, la original. Y cuando uno se pregunta cuándo se escucharán los acordes de Rocky, la música de Bill Conti… Ya sabemos. En el ring, detrás de todo gran hombre, aunque más no sea por tamaño y musculatura, hay un Balboa.
Corazón, sudor y puño Luego que en el 2015 se revitalizará con un spin off la querida saga de Rocky Balboa, justamente con el hijo de Apolo Creed, quien legó la misma pasión por el deporte de los puños que su padre, llega una segunda entrega con un Adonis (Michael B. Jordan) campeón del mundo, defendiendo el título y tratando de “hacer historia”, diría el master Balboa (Sylvester Stallone). En la cima de su carrera, asesorado por su tío Rocky y enamorado de Bianca (Tessa Thompson), el joven boxeador recibirá la propuesta para defender el título, nada menos que por parte de Viktor Drago. Si, el hijo de Ivan, quien mató a su padre Apolo arriba del ring peleando sucio. A pesar de que Rocky se resiste al embate, debido al odio que profesa Drago padre, Adonis aceptará el desafío. Pero sin los consejos y entrenamiento de su experimentado coach, las cosas se complicarán. Así se sucederán derrotas y triunfos, aprendizajes, dramas familiares, habrá música acorde a las circunstancias, y sobre todo golpes tanto arriba del ring como emocionales. Adonis también estará en busca de su propia identidad, tratando de despegarse de la sombra de su padre, y como un perro fiel Rocky estará a su lado brindando los consejos que no le pudo dar a su propio hijo. Más allá del entretenimiento, Creed II es sobre todo una especie de manifiesto sobre la paternidad, o el mandato paterno, en todas sus formas. El padre ausente: Apolo, y Rocky con su hijo; el padre sustituto: Rocky con Adonis; el padre presente: Ivan con Viktor y Adonis con su niña recién nacida. Por supuesto que la figura materna es incuestionable, Adrien, Bianca y Mary Anne, son y fueron fuente de contención y amor. Son sumamente respetadas. Vemos como la espectacularidad de las peleas quedan relegadas a un segundo plano, cuando se acentúa en lo que las motiva. A esta altura ya no damos cuenta de que Sylvester Stallone tiene tan claro el universo Balboa, y desde el guion lo plantea de un modo tan honesto, que los clichés y el melodrama, al contrario de molestarnos nos movilizan. Porque le creemos… porque empatizamos; porque de cierto modo, y a través de una puesta escena funcional, la cinta se conecta de forma esencial con las primeras entregas de la saga. Sacudí los guantes y prepara el pañuelo, porque si sos fan de la franquicia no te vas a decepcionar.
Cumple como homenaje a la saga original y expande la historia de Adonis en la búsqueda de extender su propia leyenda. A pesar de sus aciertos y errores, la película logra emocionar a los más fanáticos y también a sus duros detractores. En 2006 vimos a Rocky Balboa (Sylvester Stallone) colgar los guantes. Después de enfrentarse a todo tipo de retos y tener sus altas y bajas, el semental italiano de Philadelphia se retiraba con todo el reconocimiento unánime del público y de su competidor. No así de los jueces, que le darían por perdida su última pelea (jamás lo olvidaremos). Pero cuando todo parecía que no habría más historias pugilísticas del nivel de esas seis entregas (tengamos piedad con la quinta), Stallone decidió que todavía había historias dentro de su universo que valían la pena contar pero que no lo tendrían a él usando los pantalones cortos. Es por eso que en 2015 llegó Creed, el primer spin-off del universo Rocky en el cual se introdujo a Adonis Creed (Michael B. Jordan) el por entonces hijo no reconocido de su amigo, rival, entrenador y difunto Apollo Creed (Carl Weathers). En esa primera entrega, que Ryan Coogler (Black Panther, 2018) se encargó de escribir y dirigir, el director logró estampar su sello personal y así renovar una franquicia en donde todo, en mayor o menor medida, se resolvía de la misma manera. En aquella primera película, Adonis fue presentado en sociedad en su búsqueda personal por ser reconocido como hijo de Apollo. Junto con la ayuda de Rocky, tanto afuera como dentro del cuadrilátero, el joven Creed logró ganarse el respeto de los aficionados al boxeo y mucho más importante, el honor de que lo comparen y asemejen con su padre. En esta nueva película, Adonis ya es un luchador consolidado y tal es así que logra hacerse con el cinturón de peso completo y coronarse como campeón del mundo en esa categoría. Junto con su pareja Bianca (Tessa Thompson), ya están listos para dar el próximo paso en su relación, pero desde el otro lado del mundo se avecinan malas noticias, ya que desde Ucrania, Viktor Drago (Florian Munteanu) hijo del famoso Ivan Drago (Dolph Lundgren) se ha estado preparando en la clandestinidad para retar a Adonis por el cinturón, que en su momento su padre no pudo obtener cuando enfrentó a Rocky en Rocky IV (1985). Si bien Ivan no logró quedarse con el cinturón, evento que le costo irse de su país, el ruso tendría una participación más que fundamental porque fue quien dentro del ring mató a Apollo. Es por eso que Viktor tomará cartas en el asunto y retará al nuevo campeón del mundo, en una pelea que puede ser la revancha de sus vidas, tanto para Viktor como para Adonis. Todo esto bajo la atenta mirada de Rocky, que al igual que su pupilo, deberá afrontar todos los fantasmas que vienen junto con el apellido Drago. Si hay algo que abunda en las películas de Rocky/Creed, es la emotividad. Desde la música, las peleas y el drama, el mito de “Rocky” ha construido historias que quedarán para siempre en la historia del cine, como aquellas que nos ponen los pelos de punta, por más que las sepamos de memoria luego de haberlas visto más de diez veces cada una. Eso es innegable y el que diga lo contrario, estará mintiendo. Pero como tiene esto de positivo, también hay muchas cosas que tiene en contra, como las actuaciones, el guión o las coreografías de pelea. Por suerte, Creed II: Defendiendo el Legado, tiene todo lo bueno de las Rocky “clásicas” y mejora todo aquello que en aquellas flaqueaban. En esta oportunidad y bajo la dirección de Steven Caple Jr., las peleas son mucho mas convincentes, el drama es mucho más punzante y las actuaciones van de la mano con estas dos últimas características. Por muchos momentos, la película juega a homenajear directamente a los mejores pasajes de las películas de Rocky, sobre todo desde la segunda en adelante. Pero en estas películas no hay medias tintas, te gustan o no, porque también tiene sus cosas que hacen un poco de ruido. Por ejemplo, el vuelo narrativo de esta entrega es mucho menor que la que tuvo Coogler en la anterior Creed, al mismo tiempo la trama va fluctuando entre demasiados “aderezos” dramáticos de parte de casi todos los personajes, haciendo de la peli un poco más densa de lo que podría haber sido. Previamente se mencionó la cuestión de haber homenajeado a los mejores momentos de la saga, pero por momentos cae en el error de recrearlos, pero con pequeños cambios. En cuestión de guion, las películas de Rocky no suelen ser demasiado complejos o rebuscados, se basan en su sencillez pero apretando el acelerador en los momentos adecuados. Pero la película anterior lo tenía tan bien construido, que esta parecería que fue un corte y pegue de las películas originales, la ultima media hora es una clara muestra de ello. Las actuaciones tienen sus altas y bajas. Por el lado de los personajes que ya venían con nosotros en la peli anterior (Jordan, Stallone, Thompson) vuelven a cumplir de manera destacada. El trabajo físico de Jordan es impecable, elevando la vara que el mismo había puesto muy alto hace tres años atrás. Stallone se ha adueñado de la postura del maestro con una naturalidad increíble, él mismo podría decir que en toda su carrera sus papeles fueron de esa clase y nadie podría contradecirlo, quizás esta sea su mejor actuación en todo el universo Rocky. Tessa Thompson vuelve a cumplir en su rol y da el paso hacia adelante, no solo funcionando como acompañante de Jordan, sino también teniendo una importancia preponderante a lo largo de todo el film. Por otro lado y sin sorprender a casi nadie, Dolph Lundgren y Florian Munteanu solo brillan por su pasado y por lo que demuestran ser físicamente, respectivamente. Está más que claro que Munteanu al ser luchador profesional no se le podía pedir demasiado, de hecho tiene muy pocas lineas de dialogo y todo lo “bueno” que viene de su parte tiene que ver con lo estrictamente boxístico. Lo mismo con Dolph, quién con una simple mirada transmite terror, pero por lo que hizo en algún momento, no por lo que podría hacer ahora. Creed 2 termina siendo una secuela digna de lo que fue su predecesora, pero que al margen de aportar la dosis justa y necesaria de nostalgia, parece ser una simple excusa para ampliar esta ya consolidada franquicia. ¿Habrán mas historias para contar sobre Adonis y Rocky? Los rumores ya están instalados y podría haber una última entrega para cerrar una trilogía, pero si hay algo seguro es que solo basta con escuchar los primeros segundos de Gonna Fly Now, para agitar los brazos, alzarlos y festejar como Rocky Balboa por una ¿última? vez.
El llanto entrenado Uno de los grandes problemas de Creed II es que es más una reversión amarga de Rocky IV (1985) que una secuela directa de su antecesora. Y decimos amarga porque está vaciada de los aspectos lúdicos de aquella película a la que homenajea. Está la venganza como motivación y está el villano ruso como en muchas películas de acción de los años finales de la Guerra Fría, pero no hay en Creed II ninguna situación que la saque del camino seguro o que depare alguna sorpresa como sí había en Rocky IV, además de que pareciera tomarse más en serio de lo que su mito necesita. La película del 85 ya desde la escena inicial sienta las bases de la trasheada que se avecina: un guante de box con los colores de la bandera estadounidense choca contra uno con la bandera rusa y ambos explotan en mil pedazos. Hermoso. El tratamiento camp de muchas de las escenas era un aspecto central que la hacía diferente al resto de la saga. Particularidad que también logró la primera Creed (2015), pero encarando la narración de otra manera, volviendo en cierto sentido a la original a través de un tono más melancólico; atmósfera que en esta segunda parte se vuelve insoportable en parte por culpa de la música incidental que exagera la sensiblería que hay de sobra en el guión y que es la que la seca de vitalidad. La acción de Creed II no empieza a las piñas como en la anterior: empieza con una charlita de amor, con Adonis Creed pidiéndole matrimonio a su novia y lloriqueándole a Rocky para que lo entrene; con Rocky hablando a la tumba de su mujer y con Ivan Drago, otrora máquina de la muerte, contando sus penurias. Creed II es más una película de llantos que de trompadas. Incluso las escenas de las peleas no logran la belleza que sí consiguen en la película del 2015. El plano secuencia que tiene la primera pelea de Adonis en Creed es dinamita, allí están las piñas de más que hay en toda ficción de boxeo pero con el acento puesto en el viaje que nos permite el movimiento de la cámara. En Creed II, el piloto automático está puesto no sólo en el ordenamiento perfecto de la seguidilla de clichés sino también arriba del ring. Verlo a Stallone interpretar a Rocky puede ser gratificante por el hecho en sí, pero no suficiente.
“Creed II: Defendiendo el legado”, de Steven Caple Por Hugo F. Sanchez Con el estreno de Rocky Balboa en 2006, todo parecía indicar que la historia del Semental Italiano llegaba a su fin, con un recorrido de seis películas en 20 años que abarcaban el fenómeno de aceptación popular en el comienzo, el rechazo de la crítica, más adelante el consumo irónico y finalmente una especie de meseta en donde incluso los detractores reconocían algunos logros de la saga. Pero no, hace apenas dos años apareció Creed, en donde ya no se trataba solamente de Rocky sino que se ampliaba la historia con Adonis (Michael B. Jordan), hijo del gran Apollo Creed -el rival y amigo de Rocky-, con la convicción absoluta que debía probarse para ser digno de su glorioso apellido, una gran película de Ryan Coogler que logró despertar el interés a pesar del escepticismo inicial y sentó las bases de un nuevo comienzo para todo el conjunto de títulos del universo Rocky. Creed ll entonces sigue la lógica de ese sistema creado por Stallone en donde honor, respeto y legado son clisés que tiene el mismo valor de antaño, así que ahí está Adonis Creed, un campeón en todo su esplendor que sin embargo en su interior sabe que tiene que seguir probando que es digno. Y cómo no, el reto llega, es ahora y en Filadelfia pero se fue gestando en Rusia hace muchos años, cuando luego de matar en el ring a su padre Ivan Drago (Dolph Lundgren) peleó y perdió en su propia tierra con Rocky, que quería y logró vengar a su amigo (Rocky lV). Así que el olvidado Drago crió y entrenó a su hijo Vicktor (Florian Munteanu) para que cumpla y humille al protegido Rocky y así ganar el respeto de su país, que lo olvidó por completo. Y claro Vicktor es casi un máquina -su padre también lo fue-, está criado en el odio y en el resentimiento, una máquina de matar que destroza a sus rivales, así que el combate será épico, los entrenamientos de ambos también -un clásico de la saga- y las peleas tendrán todo lo que se espera y un poco más. Y ese más es el boxeo, filmado como los dioses, pero también la inclusión de personajes laterales pero que son guiños para los fans, una actriz en especial que tuvo mucho que ver con la historia personal de Stallone. (Y acá paro aunque las ganas de contar de quién se trata son enormes). Por ahí, principalmente en las redes y foros, se afirma que el director Steven Caple no alcanza la intensidad de su predecesor, que con Creed había combinado emoción, buen timming para las peleas y respeto por los títulos anteriores. Pero no es así, Caple logra enraizar aun más la historia de Creed en el gran árbol de Rocky, los cruces generacionales parecen inagotables, cada uno de los personajes tiene una historia detrás y por eso se ganan el derecho de estar en pantalla, el peso emotivo es abrumador, la capacidad de aprender y cambiar es una oportunidad que se le brinda a todos los personajes y sí, se trata de muchas cosas pero por siempre el centro de la cuestión sigue siendo Rocky Balboa. O Sylvester Stallone. CREED II Creed II. Estados Unidos, 2018. Dirección: Steven Caple. Guión: Sylvester Stallone y Juel Taylor. Elenco: Michael B. Jordan, Sylvester Stallone, Tessa Thompson, Phylicia Rashad, Dolph Lundgren, Florian Munteanu, Russell Hornsby, Wood Harris, Milo Ventimiglia, Brigitte Nielsen. Producción: Sylvester Stallone, Kevin King Templeton, Charles Winkler, David Winkler, Irwin Winkler y William Chartoff. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 130 minutos.
Es una película que tiene todo lo previsible de una secuela. La serie “Creed” reinventa el camino de “Rocky”, y ahora se ajusta a lo que se espera, pero bien hecha. En esta oportunidad Apollo, esta frente a los recuerdos, obsesiones, temas en deuda con lo que vimos en Rocky III y IV. Pero funciona igual de bien para el público nuevo que se suma a lo que parece una de las sagas mas duraderas del cine. En esta ocasión el joven protagonista se enfrenta a un desafío enorme, pelear con el hijo del boxeador que provocó la muerte de su padre. Un destino trágico y una revancha que no será fácil. Cuando finalmente logra que Rocky este en su rincón, deberá no solo entrenarse sino vencer a cada uno de los fantasmas, dudas, dolores y reivindicaciones que exige un pasado y la conquista no solo de un título, sino de aprender lo que significa un objetivo en la vida, un encontrarse mano a mano, puño contra puño con un destino cruel. La película es convencional, pero efectiva y también conmovedora. Steven Caple Jr, es el joven director que le saca provecho con todos los trucos a las escenas de peleas, pero también sabe cocinar a fuego lento esos momentos preparatorios y valorar el acompañamiento y el aprendizaje de maestro y discípulo. Ese aprender con dolor porque es lo único que sirve, ese entrenamiento en el medio de los rigores máximos para recuperar una fe perdida. Sylvester Stallone regresa con su Rocky viejo y sabio que sabe tocar las cuerdas de los buenos recuerdos. Es además el co-guión junto a Juel Taylor, y uno de los productores junto al protagonista y el director de la primera de esta saga Ryan Coogler. Michael B. Jordan se afianza como estrella, Florián Muntenau como el hijo de Drago es una montaña de músculos pero sin el carisma que sostiene todavía Dolph Lundgren. Y hasta aparece Brigitte Nielsen. Será un éxito seguro, en especial para nostálgicos y amantes de las películas de boxeadores. (G.M.)
Luego de la exitosa saga “Rocky”, había que inventar algo para seguir. Y a Sylvester Stallone (actor, productor y guionista) se le ocurrió continuar las historias de contiendas de box de la mano del hijo del que fuera uno de sus rivales, Apollo Creed. Así nació “Creed” cuya primera película se presentó en 2015. El protagonista se llama Adonis Creed (Michael B. Jordan) y ésta es su segunda película, ésta vez dirigida por Steven Caple Jr. dando vida al personaje, la primera, “Creed” fue en 2015, en la que termina derrotado. En ésta segunda parte, el boxeador se consagra campeón y tiene al amor de su vida junto a él, la cantante Bianca (Tessa Thompson), con grandes novedades: va a ser padre de una beba. Pero la tranquilidad dura poco cuando es desafiado a retener su título con una nueva pelea a cargo de Viktor Drago (Florian Munteanu) hijo de Ivan Drago (Dolph Lundgren), quien peleó con Apollo y acabó con su vida, detalle para nada menor, también supo darle batalla a Rocky en la parte IV (1985). Viktor e Iván fueron abandonados por Ludmilla, la madre de Viktor y esposa de Iván, con la sorpresa de que la misma está interpretada por una de las ex-mujeres de Stallone: Brigitte Nielsen. Interesante retorno. Volviendo a la pelea, la película gira en torno a ella, el entrenamiento y el autoconvencimiento de que puede salir airoso, aunque Viktor sea de otra contextura y quiera ganar a como de lugar, para ganar el amor y respeto de sus progenitores y recuperar la gloria que perdió su padre a manos de Rocky, en su tierra natal. En “Creed 2” hay dos peleas, una en la que Rocky no quiere colaborar y la segunda en Moscú, adonde sí se involucra como entrenador para ayudarlo. Lo mejor: acción, con buenas escenas de boxeo, alguna moraleja sobre la familia, el legado, la autosuperación, etc de esas a las que éstas películas nos tiene acostumbrados y el placer de ver a grandes leyendas del cine de entretenimiento, además de buena música. Lo peor: bastante previsible y algo extensa. Mi Opinión: Buena. Pato Pritzker para Chapeau Argentina ---> https://www.youtube.com/watch?v=HLsXr_qmTpU ---> TITULO ORIGINAL: Creed 2 ACTORES: Michael B. Jordan, Sylvester Stallone. Tessa Thompson, Dolph Lundgren, Florian Munteanu. GENERO: Drama , Deportes . DIRECCION: Steven Caple Jr.. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 130 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 17 de Enero de 2019 FORMATOS: 2D.
La de Rocky es una saga de culto entre varias generaciones. Tras seis entregas en tres décadas (1976-2006) se produjo un largo silencio que terminó en 2015 con la notable Creed. Si aquella película dirigida por Ryan Coogler y protagonizada por Michael B. Jordan funcionaba como un spinoff con vuelo propio, Creed II vuelve a las fuentes. Que el nuevo guion haya sido escrito por Sylvester Stallone garantiza que esta historia clásica y eficaz recupere el espíritu de las Rocky originales. Está claro que en la comparación el novel director Steven Caple Jr. pierde frente a un Coogler mudado a las grandes ligas ( Pantera negra) y que en varios aspectos Creed II está más atada a las fórmulas del subgénero boxístico que su predecesora. Pero aun con sus lugares comunes y golpes de efecto (que no se preocupa en maquillar, porque cree en ellos) esta secuela entretiene e incluso emociona. El Adonis Johnson del otra vez muy convincente Jordan es campeón de peso pesado con la sabia conducción de Rocky Balboa (Stallone), pero en su camino se interpondrá Viktor Drago (Florian Munteanu) -hijo de Ivan (Dolph Lundgren), responsable de la muerte de su padre- por lo que todo excederá lo profesional para convertirse en una venganza personal. La película cabalga con convicción entre la intimidad familiar, esa relación padre-hijo que mantiene con Rocky y los altibajos de toda épica deportiva. Nada demasiado innovador, pero con una narración construida a puro rigor, nobleza y perserverancia.
Defendiendo el legado La saga de Rocky ya es una mitología en si mismo con millones de fanáticos, y desde 2015, con el estreno de Creed: Corazón de campeón se extendió con la incorporación de un nuevo protagonista: Adonis Creed, hijo del fallecido Apollo. Si bien la anterior película podría considerarse una continuación de la saga de Rocky o un spin-off, también se constituía por si sola como una película independiente que podía ser vista sin haber visto ninguna de las anteriores. En esta nueva entrega ya requiere un poco más de conocimiento ya que es una secuela directa de Creed I y a la vez de Rocky IV (1985), película en la que su padre falleció arriba del ring a manos del boxeador soviético Ivan Drago (Dolph Lundgren). En esta ocasión el director Steven Caple Jr. ocupa el lugar que dejó Ryan Coogler -uno de los directores más reconocidos de los últimos años- y a pesar de no contar con experiencia en grandes películas, logra estar a la altura e incluso dotarle más dramatismo y emoción a la trama (sobre todo cuando empieza a sonar ESA música). La edición visual y sonora están tan bien construida que el espectador sufre junto a los boxeadores por cada golpe recibido. Otro punto a destacar es que por primera vez los rivales de los protagonistas están totalmente humanizados. En Rocky IV nos presentaron a Ivan Drago directamente como una máquina de boxear sin emociones. Ahora lo vemos entrenando a su hijo, ambos totalmente corrompidos y resentidos tras haber perdido todo (desde su reconocimiento hasta su esposa) luego de la derrota en manos de Rocky. En su anterior película vimos a Adonis dando sus primeros pasos en el boxeo siendo entrenado por Rocky Balboa (Sylvester Stallone) como su coach y figura paterna tanto arriba como abajo del ring. Ahora, ya consolidado como un boxeador profesional, deberá demostrar que está a la altura de lo que alguna vez fueron tanto su padre como su entrenador, al enfrentase a Victor Drago. Pero claro, esta pelea no es una más, sino que para ambos boxeadores significa su mayor desafío. Otro pilar importante es el de Bianca (Tessa Tompson), la novia de Adonis y su apoyo moral para afrontar todo lo que la vida le pone en frente. Como no podía ser de otra manera Rocky le aporta toda la emoción a la película demostrando que sigue siendo un luchador de la vida. Si en Creed I tuvo que enfrentarse al cáncer ahora peleará con sus demonios internos y su pasado que hizo alejarlo de su hijo. Adonis, Bianca y Rocky están ahí para demostrar que las verdaderas peleas ocurren debajo del ring. Creed II, curiosamente, presenta una incoherencia, pero muy positiva. Por un lado, está relacionada fuertemente con la saga de Rocky (sobre todo la mencionada Rocky IV) lo que genera un gran atractivo para los fanáticos del personaje, pero a su vez el personaje de Adonis demuestra que puede valerse por sí mismo, y a la vez que defiende el legado de su padre y su entrenador, logra construir el suyo.
¿El último round? Creed 2: Defendiendo el legado (Creed II, 2018) es otro digno capítulo de la saga de Rocky Balboa. Al igual que su antecesora, funciona como Reboot y Secuela (reinicio y continuación) cuyo gran plus es el regreso de varias caras conocidas a la historia y la insinuación de la despedida de Sylvester Stallone. Adonis Creed (Michael B. Jordan) alcanza la máxima distinción que un boxeador pueda tener: el título de campeón. Le ofrece matrimonio a su mujer (Tessa Thompson) y espera una hija de ella. Siempre acompañado de su entrenador y tutor Rocky Balboa (Sylvester Stallone). Pero aparece Viktor Drago (Florian Munteanu), el resentido hijo de Iván Drago (Dolph Lundgren), para retarlo en el cuadrilátero. Parece una pelea innecesaria pero Drago mató en el pasado al padre de Adonis, Apolo Creed (Carl Weathers), transformando a la pelea en una cuestión personal. Sylvester Stallone participa del guion -no lo había hecho en la anterior, si en todas las demás- y también oficia de productor, sabiendo cómo contar por octava vez la historia del hombre que supera los golpes de la vida: el melodrama y el género deportivo se funden una vez más. Creed 2: Defendiendo el legado tiene el drama familiar de Rocky II (1979) y la batalla personal de Rocky IV (1985), pero es esta última de la cual toma su estructura y personajes. Rocky IV es la película más vapuleada por la crítica de toda la saga y, paradójicamente, la de mayor éxito comercial. Es exagerada al punto del ridículo en donde los boxeadores funcionaban de metáfora burda del choque entre los Estados Unidos de Reagan (Rocky Balboa) y la Unión Soviética de Gorbachov (Iván Drago). Los pantalones de cada deportista tenían los símbolos de su patria y, mientras norteamerica tenía color y brillaba por el espectáculo, Rusia era representada gris, fría y carente de emociones. Sin llegar de manera tan lineal a esa cruzada política, Creed 2: Defendiendo el legado marca el contraste de colores y estados de ánimo entre naciones, no escatima en golpes bajos tanto en el ring (la lesión de Adonis propiciada por Viktor es literalmente un golpe bajo) como en el drama familiar: nacimiento de hija con discapacidad, mujer y madre que abandonó su familia (reaparición de Brigitte Nielsen), diálogos con bajada de línea y la música, siempre en el momento justo para exacerbar situaciones. Pero lo explícito de estos recursos son disimulados por una gran producción que tiene la habilidad de alternar un tema con otro por montaje, evitando que el golpe bajo se sienta trágico. En Creed 2: Defendiendo el legado se impone la familia como valor a conservar: La que Adonis está construyendo, la que Rocky debe recuperar, la que Iván Drago no debe perder. También el peso del pasado con tópicos primarios como la venganza, el respeto, el honor y la gloria, fundamentales para que Stallone elabore una vez más con el boxeo, la fábula del sueño americano en la que quizás sea, la última aventura de su memorable personaje.
Pese a la ausencia de Ryan Coogler en la dirección, Creed 2 no defrauda en absoluto y aporta una buena entrega de esta franquicia que cuenta con varios momentos memorables. Para el fan de Rocky esta es una película especial porque representa la despedida definitiva de Sylvester Stallone en este rol que marcó a fuego el corazón de muchos amantes del cine. La historia concluye el arco argumental de Adonis Creed a través de un film que combina numerosos elementos de Rocky 2, 3 y 4 sin perder su propia identidad. En esta oportunidad Stallone delegó la dirección en Steve Caple jr, otro joven cineasta independiente que retiene en su narración la mística de esta saga deportiva al mismo tiempo que desarrolla los vínculos humanos entre los personajes. Una particularidad muy interesante de esta continuación es que si bien el boxeo es el motor que impulsa el conflicto el eje de la trama se centra las relaciones familiares. Una característica que genera que veamos a los antagonistas desde una óptica muy diferente. En esta entrega podemos descubrir que pasó con Ivan Drago en las últimas décadas tras su derrota en Moscú y toda la subtrama del vínculo con su hijo me pareció lo mejor de la película. Un detalle fantástico de esta entrega es que Victor Drago no se establece como un villano acartonado que amenaza el momento de gloria del protagonista. Detrás del personaje hay toda una historia de vida muy interesante y cuando la trama explora su origen y entendemos la relación que tiene con su padre, la pelea final adquiere otro significado. Una genialidad absoluta del guión de Stallone, debido a que el encuentro en el ring entre los dos jóvenes boxeadores ya no tiene que ver con cuestiones nacionalistas o una búsqueda de venganza, sino que se trata de dos tipos que en realidad salen a pelear contra sus propios demonios internos. Por ese motivo es imposible no sentir empatía por la familia Drago en esta película. Si bien los personajes tienen un rol secundario porque el foco de atención reside en Adonis Creed, el director desarrolla muy bien la subtrama de los pugilistas rusos. Aunque Creed 2 es una gran película de esta franquicia yo la ubicaría un escalón por debajo de la primera entrega, ya que carece de esa sofisticación que tuvo el film de Coogler en materia de realización. Me refiero a detalles como la elección de filmar un round de boxeo a través de un plano secuencia o ese tono emocional que tenía el montaje del entrenamiento que no lo encontré en Creed 2. La tarea de Steve Caple jr. tampoco era fácil porque tenía que lidiar con el recuerdo popular de las escenas épicas de entrenamiento de Rocky 4 que son imposibles de superar. En esta película optó por encaminar el clásico montaje por una dirección opuesta en lo referido al escenario escogido y si bien brinda un buen momento no tiene el mismo impacto de la primera Creed. La labor del director se luce más en el tratamiento brutal de la acción en la pelea final que se ve potenciada por un buen uso de la música tradicional de Bill Conti. Aunque Sylvester Stallone tiene un rol mucho más limitado en esta historia, cada escena en la que aparece se la roba con su presencia y los diálogos donde Rocky guía a Creed Jr. con sus lecciones de vida. La película además contiene algunas sorpresas hacia el final que emocionarán al público más fan que vive con otra intensidad las entregas de esta saga. Desde mi punto de vista la historia de Adonis Creed queda completamente cerrada y no se justifica que la extiendan con más continuaciones. Resultaría innecesario. No obstante, me encantaría ver una película más con la familia Drago con quienes se podría crear un argumento interesante.
¡Épica! Épica absoluta a la hora de describir, pensar, analizar y, por, sobre todo, sentir Creed 2. En 2015 Ryan Coogler nos sorprendió a todos con un spinoff que no sabíamos que necesitábamos, y que se sintió tan orgánico como maravilloso. Rocky Balboa se encontraba una vez más en nuestras vidas, pero ahora en un segundo plano, como el entrenador del hijo del mismísimo Apollo Creed. La película fue un 10 en todo sentido, aclamada por el público, la crítica y los premios. La secuela era obvia e inevitable. El guión esta vez vino del mismísimo Stallone, quien decidió hacer una secuela a “La pelea del Siglo”. Cuando Rocky IV se estrenó en 1985 era casi el fin de la guerra fría y mucho del cine de Hollywood pasaba por ahí. Balboa no fue la excepción, y con esa excusa nos presentó a Ivan Drago (Dolph Lundgren) quien mata a Apollo en una pelea de exhibición, lo que da lugar a toda la historia, y cimientos para lo que décadas más tarde sería Creed y la continuación que se estrena en este momento. Es increíble como esta saga crece película a película. Aquí, incluso el personaje principal (Rocky) queda aún más en segundo plano, y los nuevos brillan. El film es para todos, pero los fans van a delirar. Pasa algo pocas veces visto: el espectador va deseando que sucedan cierto tipo de cosas/situaciones ni bien va avanzando la trama, y a los 10 minutos ocurre. La película cumple y llena cada uno de los deseos y expectativas. La historia es redonda, es lo que esperás y al mismo tiempo te sorprende. La gran sorpresa es la familia Drago. Tanto padre como hijo son mucho más que una máquina de matar perfecta. Tienen motivaciones muy claras y sentimientos muy profundos. Un apellido en busca de redención, una historia que se quedó paralizada en 1985 cuando el mundo entero, pero por, sobre todo, su patria, fue testigo de su fracaso. Así es como colisionan dos mundos, dos generaciones. Por el orgullo, por la venganza, por la identidad propia, y por la vida. En esta oportunidad es Steven Caple Jr. quien se sienta en la silla de director, y el laburo que hace es formidable. No solo en los climas que genera, sino también en las escenas de peleas. Si no son las mejores de toda la saga, le pega en el palo. Michael B. Jordan está excepcional. Ya conocíamos la historia de Adonis, poro aquí el actor le agrega otra capa al personaje. Un poco más introspectiva, visceral, y también lo conocemos como padre. Tessa Thompson llega a otro nivel con Bianca en esta oportunidad, por lo mismo que Adonis y por su crecimiento en la música. ¿Qué decir de Stallone? Su Rocky es leyenda viva del cine. Y aquí el personaje tiene una suerte de “arco de conclusión” muy bien llevado. Tanto Dolph Lundgren como Florian Munteanu conforman una dupla genial, que traspasa lo físico. Solo con algunos gestos, transmiten mucho. El film está plagado de referencias a las entregas anteriores, algunas muy obvios y otras más sutiles. Eso hace que la alegría al encontrarlas sea más grande. Con todo esto, junto con la adrenalina y muchas lágrimas, hacen que Creed sea de lo mejor que se pueda ver en el cine. Es épica pura, para emocionarse y gritar.
Doble revancha en el ring al estilo de Hamlet Creed II (2018) ha llegado al cine, la secuela de Creed (2015), el spin-off que trajo consigo el regreso del universo de Rocky, saga iniciada en 1976 compuesta por seis largometrajes –Rocky (1976), Rocky II (1979), Rocky III (1982), Rocky IV (1985), Rocky V (1990) y Rocky Balboa (2006)- sobre este carismático boxeador que ha marcado la niñez de muchos y que sin dudas es un antes y un después en la historia del cine popular. Creed II no sólo continúa la narración comenzada en Creed, sino también dialoga directamente con Rocky IV, en la cual -repasemos brevemente- el famoso boxeador Apollo Creed se enfrentaba en el ring con el ruso Ivan Drago (Dolph Lundgren), quien lo mataba cruelmente en dicha pelea, y Rocky (Sylvester Stallone) quedaba con cargo de conciencia por no haber detenido el combate (recordemos la escena con ralentí), para posteriormente enfrentar de forma victoriosa a Drago. En esta ocasión, después de años de entrenamiento, el hijo de Ivan Drago (interpretado nuevamente por Dolph Lundgren), Viktor (representado por Florian Munteanu, quien curiosamente es en la vida real boxeador, igual que su padre), reta a Adonis Creed (Michael B. Jordan) a pelear por el título mundial. En dicho sentido el relato es totalmente cíclico y repite secuencialmente la esencia de Rocky IV, pero adhiriendo la importancia de los vínculos padre/ hijo y entrenador/ discípulo. Ivan Drago es un padre que carga y proyecta sus frustraciones personales y profesionales en su hijo, criándolo con resentimiento. A su vez es su maestro y su peculiar tratamiento en la trama nos recuerda al personaje de Kreese, director del instituto Cobra Kai en Karate Kid (1984). Por otro lado Rocky, maestro y “tío” de Adonis, no quiere que acepte dicha pelea, aunque Adonis debido a la hybris (soberbia enceguecedora) que lo caracteriza -al igual que su padre- aceptará el desafío, pues su progenitor es al mismo tiempo su fortaleza y su debilidad, su “Talón de Aquiles”. En consecuencia, los pares afectivos se repiten cíclicamente con respecto al pasado y se expresan no sólo a nivel narrativo, sino también de forma poética mediante sus nombres. Adonis es un nombre proveniente de la mitología griega al igual que Apolo, uno de los dioses más importantes de la antigüedad clásica helénica, además los dos comienzan con la misma inicial, “A”. Ambos representan semánticamente lo sobrenatural, esa fortaleza vinculada al “ojo del tigre” de la saga original, e incluso Adonis es un nombre relacionado con la vanidad, lo cual puede vincularse a ese primer impulso irracional de aceptar el reto de Viktor Drago. Creed II a través de dos peleas de boxeo -otra vez la duplicidad presente en todos los sentidos del relato- profundiza sobre la tradición paterna, en especial de Adonis respecto a su padre Apollo tras sentir en inicio la necesidad de vengar su muerte cuan Hamlet del boxeo. Además la vuelta del pasado se vuelve aún más cíclica al presentarse la paternidad del mismo Adonis, entonces la segunda pelea será para reafirmar su identidad y encontrar su propio estilo. Recordemos que en Creed su novia le decía: “sos el hijo de Apollo Creed, entonces usá su nombre, es tuyo”. Incluso no azarosamente en la primera pelea del film Adonis vuelve a vestir los colores norteamericanos que usaba su padre en el ring, mientras que en el segundo combate, que refiere a sus motivaciones propias, el color de su vestuario deportivo es negro. Recapitulando, Creed II gira en torno a los pares binarios afectivos y profesionales, Viktor- Ivan Drago/ Adonis- Apollo Creed, pero es importante destacar que Rocky Balboa hay siempre uno solo y es siempre el mismo, el entrañable Sylvester Stallone. Asimismo hay otro eco más respecto a la saga original de Rocky en cuanto al vínculo entrenador/ alumno: recordemos el par inicial Mickey/ Rocky, sobre todo su recuerdo en Rocky V al protagonista convertirse entrenador del joven Tommy Gunn, quien lo decepcionaba por su codicia y falta de lealtad. A diferencia de ello, Adonis a pesar de los desacuerdos siempre es incondicional a Rocky y los dos mantienen un fuerte y sincero vínculo afectivo. En conclusión, Creed II es una película sólida con actuaciones verosímiles de todos sus protagonistas, y resulta sobre todo destacable el expresivo y convincente Michael B. Jordan que se afirma en el personaje. Esta secuela es lo que se esperaba del film y cumple con las expectativas de los fans, pero hay que admitir que aporta pocos elementos innovadores. Un acierto son sus ritmos que, a pesar de lo predecible, tienen la capacidad de generar tensión en el espectador en las peleas de boxeo y un emocionante clímax, pues no es sólo un relato sobre boxeadores sino sobre luchadores: es decir, hablamos de “un deporte de narices chatas y espíritus ganadores”. Quizás la reverberación con respecto a la saga previa sea debido a la coescritura del guión por parte de Stallone, quien -como es sabido- escribió y dirigió varios de los films de Rocky y esboza aquí su conocimiento del mundo del boxeo y su puesta en escena. Si bien Creed II carece de originalidad o sorpresa, produce tal emoción en el espectador que sabe llegar al corazón del mismo.
Luego del gran desempeño mostrado contra Ricky Conlan, Adonis se convierte en el campeón mundial de los pesos pesados. Junto con el título, llega la noticia de que Bianca está embarazada. Todo parece ir bien hasta que Viktor Drago, hijo del caído en desgracia Ivan Drago, se presenta públicamente para desafiar a Adonis. El pasado de ambos se hace presente, y los problemas sin resolver del joven Creed, así como su relación con Rocky, serán puestos a prueba. Luego de la grata sorpresa que resulto Creed en el 2015, nos llega Creed 2: defendiendo el legado. No pocos eran (éramos para ser sinceros) los que temíamos que aquella gran película solo fuera suerte, o si en realidad se podía construir una nueva saga con Rocky como secundario, pasándole la antorcha a otro boxeador. Por suerte esto último no pasó, y el espíritu del Semental Italianosigue vivo ahora en su “sobrino” Adonis Creed. Y Michael B. Jordanvuelve a demostrar que no le tiemblan las piernas para cargarse un protagónico cargado de dramatismo, donde temas recurrentes de esta saga se vuelven a hacer presentes, como los conflictos familiares, la auto superación o encontrar el verdadero motivo por el cual se sube a un ring a pelear. El resto del elenco por suerte está a la altura. Desde Stallone que parece haber aprendido a actuar ya de grande, pasando por Tessa Thompson y llegando hasta los villanos, Ivan y Viktor Drago. Ambos con pocos diálogos (se nota que no es su fuerte) pero con pura postura y caras de pocos amigos, logran establecerse como buenos villanos. Amén de que el actor que interpreta a Viktor, bien podría suplantar a La Montaña en Games of Thrones. Quizás uno de los puntos flacos radica en la acción. Las buenas escenas de pelea filmadas por Ryan Coogler, acá se echan un poco en falta, aunque tampoco es que estemos hablando de un desastre. Pero si notamos un par de planos tomas en cámara lenta a lo Snyder, que se sentían bastante fuera de lugar con el estilo que se venía utilizando. También vale aclarar, que, por momentos, la película se extiende un poco; y si bien no aburre, las dos horas se sienten. Quizás sea por una sub trama en particular, que suponemos que será explotada en una más que obvia tercera parte. Creed 2: defendiendo el legadoes una buena secuela, que casi está a la altura de su predecesora. Con personajes viejos queribles, y nuevos que ya se ganaron nuestro corazón, es una cita obligada al cine, ya sean fans o recién se inicien con la saga de Rocky Balboa.
Una apropiada propuesta que muestra novedades sobre sus secundarios. Todas las secuelas de Rocky tras la original de 1976 han decrecido en el tono dramático de su original, pero siempre se las han ingeniado para ser aceptables entretenimientos con una considerable cuota de corazón, haciendo que todavía las sigan eligiendo. 42 años más tarde, la travesía de Rocky sigue siendo redituable, incluso pasándole la antorcha a otro para que se ocupe del protagónico. Creed movió considerablemente la estantería en el momento de su estreno, por lo que su secuela estaba de cara a unas expectativas muy altas, en particular por el detalle de la revancha como principal punto de venta. El legado de los padres. La deuda de los hijos. Creed II tiene lugar tres años después de la original, con un Adonis Creed consiguiendo el título mundial como peso pesado. Todo parecería indicar que finalmente ha encontrado la manera de trascender más allá del nombre de su padre. No obstante, las cosas se complicarán cuando Ivan Drago, quien mató a su padre en el ring, vuelva junto a su hijo para plantearle un desafío. Adonis se mostrará determinado a hacerle frente a pesar de estar por formar una nueva familia con su novia Bianca, desoyendo los consejos de Rocky, quien ha combatido con Drago en el pasado y le ha dejado secuelas que hasta el día de hoy no han sanado. Creed II es una película rica en drama con sendos conflictos a enfrentar por el protagonista, los cuales son tanto físicos como emocionales, con mayor predominancia de estos últimos ya que son más los dilemas que enfrenta fuera del ring que arriba. El ego es una cuestión clave en el desarrollo narrativo de esta propuesta: no solo afecta a Adonis, sino a la subtrama que tiene a los Drago como protagonistas. Es de destacar cómo el Drago padre prácticamente mudo de Rocky IV se vuelve completamente multidimensional en esta nueva entrega. No solo se lo ve despiadado y hambriento de venganza, también se lo ve patético y con razonables dejos de humanidad. En materia actoral, Michael B. Jordan muestra el mismo esmero de la primera entrega sin mucho más para destacar. No hay mucho nuevo que se pueda decir a esta altura sobre el Rocky de Sylvester Stallone: es su criatura y la domina a la perfección, ampliando el repertorio de sabiduría que viene desplazando desde Rocky Balboa. Sin embargo, la verdadera sorpresa es Dolph Lundgren. Si el guion ofrece a un Drago distinto, Lundgren entrega una interpretación a la altura de esa diferencia. Esa ruda cara de piedra que lo hizo alguna vez un enemigo poderoso, es compensada con un rango expresivo destacable para las escenas más íntimas, volviéndose una pieza fundamental en la humanización de este personaje. En materia técnica tenemos fotografía y montaje a la altura del desafío sin mayores exigencias. Se siente la falta de un ojo autoral de la puesta en escena: esta consigue emocionar fuera del ring, pero no dentro de él. La música de Ludwig Goransson vuelve a decir presente con potencia, en particular en un montaje de entrenamiento con mucha tensión.
La saga salda cuentas con el pasado Rocky, que maduró junto a sus films, se corre del centro de la escena y recién cobra relieve sobre el final. El protagonista es Adonis, el hijo de Apollo, que debe vérselas con el hijo de Ivan Drago. Reminiscencias de Rocky IV que ponen al personaje de Stallone en otro plano. Pocas películas pueden atribuirse la creación de un universo capaz de traspasar los límites de la pantalla. Mucho menos el hecho de que su banda sonora se haya convertido en la música oficial de uno de los deportes más populares del mundo. Porque hablar de Rocky es hablar, indefectiblemente, del carácter icónico de este paladín de la clase obrera que hace cuarenta y dos años crece a través de sus películas. Crece en edad, desde ya, pero también en complejidad emocional, modificando sus preocupaciones y motivaciones acorde al inexorable avance del tiempo. En mayor o menor medida, la saga ideada por Sylvester Stallone es un extenso melodrama familiar en el que el boxeo oficia como canalizador de las expectativas internas de ese pugilista solitario y bonachón, de ese hombre que desde la seminal Rocky (1976) piensa tanto en el presente como en el futuro de su gente. Con esa nobleza como norte ético inquebrantable, tres años atrás llegó a las salas Creed, en la que cruzaba caminos con Adonis Creed, el hijo de su rival y posterior amigo Apollo. Ahora, en Creed II: defendiendo el legado, el asunto se vuelca a las vicisitudes familiares y deportivas de un Adonis campeón. Rocky, vigía espiritual de su discípulo, observa a prudente distancia, en lo que podría significar el cuelgue definitivo de los guantes. Es curioso que la primera escena de Creed II no muestre a su protagonista sino a su némesis. La cámara panea trofeos oxidados y fotos descoloridas ubicados en un ambiente gris. Allí, desterrado y condenado al olvido desde su derrota ante Rocky en el mismísimo corazón de la Unión Soviética, vive esa máquina roja llamada Ivan Drago (Dolph Lundgren). Un Drago ávido de revancha que entrena a su hijo con rigor militar con la idea de cruzarlo con Adonis (Michael B. Jordan), en lo que sería una pelea cargada por el peso de la historia, en tanto Drago mató a Apollo en Rocky IV. El hijo de la víctima contra el hijo del victimario, un padre putativo contra un padre sanguíneo: la importancia del legado en su máxima expresión. La propuesta oficial encuentra a Adonis coronado en la categoría de los pesos pesados y consolidado con su pareja Bianca (Tessa Thompson). A todas luces no es un buen momento para enfrentar a esa mole silenciosa e inamovible. La sed de venganza siempre fue mala consejera en la saga, y aquí no es la excepción. Rocky, que, como se dijo, ha madurado junto a sus películas, lo sabe y desiste de entrenarlo. El resultado es una paliza inmisericorde al buenazo de Adonis. Que Rocky se corra del centro de la escena implica un protagonismo mayor de Adonis. Luego de esa derrota, la película centra su atención en la recuperación de ese boxeador tironeado entre la sed de revancha y las responsabilidades de una familia, flamante hija incluida. Una historia contada mil veces antes: quien quiera originalidad y sorpresa, que busque en otro lado. A cambio, Creed II ofrece una amabilísimo drama sobre los vínculos y las responsabilidades filiales entreverado con una fábula deportiva de descenso, reconversión y ascenso, que por momentos se empantana por la sencilla razón de que su principal mérito es también su propia trampa. Sucede que Rocky es tan magnético y su presencia, tan poderosa, que a Adonis le es imposible no permanecer bajo su sombra. Aun cuando sus conflictos están bien desarrollados, aun cuando el guión evite subrayados y apueste por un tono lo-fi, manso y tranquilo como río de llanura, resulta muy difícil pensar en Adonis como una criatura particular, emancipada de Rocky. Pero en el último tercio Stallone vuelve al centro de la escena y, entonces, la película toma un segundo aire para los preparativos de revancha. Otra vez en Rusia, reforzando así los vínculos con Rocky IV. Será el turno de la espiral ascendente de Adonis, ilustrada con la esperada secuencia de montaje de entrenamiento, quizá la más polvorienta y sudorosa de la saga y, por qué no, de todas las películas de boxeo. Quedará una pelea donde los golpes se sienten y los cuerpos transmiten la dolorosa sensación de progresiva destrucción, filmada con muy buen pulso por Steven Caple Jr. Desde ya que aquí no se adelantará el resultado final, pero no hay que ser un genio para saber quién gana. Se sugiere prestar atención a cómo termina ese combate y al plano final. Dos momentos que, con sutileza, clausuran una etapa saldando cuentas con un pasado que se va para no volver.
Despues de las películas de “Rocky”, la anterior “Creed” mantuvo vivo al personaje que lanzó a al fama a Sylvester Stallone, sólo que ya no como peleador sino como entrenador del hijo de su rival y luego mejor amigo, Apollo Creed. Justamente Apollo tuvo una muerte trágica en una exhibición “amistosa” de “Rocky 4” clásico del cine reaganiano en el que aparecía en los Estados Unidos un boxeador ruso dispuesto a demostrar la contundencia deportiva de los soviéticos. Lógicamente, luego el mismo Rocky le daba una soberana paliza en un ring soviético a ese boxeador cargado de anabólicos que interpretaba Dolph Lundgren. Ahora, tantas décadas después, “Creed II” retoma esta historia: el boxeador ruso viene entrenando a su hijo con la sola idea de poder vengarse de algún modo de Rocky, y cuando Creed se convierte en campeón mundial de los pesos pesados, encuentra la oportunidad precisa. Si bien Michael B. Jordan es un tipo mas bien grandote, el boxeador ruso con el que tiene que enfrentarse, interpretado por Florian Monteanu, es prácticamente un hombre montaña, y obviamente Rocky tiene miedo que la historia se repita y no quiere estar otra vez en la esquina de Creed. “Creed” tiene el mismo pulso narrativo que el film anterior, pero ahora redobla la apuesta con todo lo que tiene que ver con el atractivo nostálgico y el espíritu de venganza. Otra vez están Stallone y Doph Lundgren –un gran actor muy subestimado- mirándose a cara de perro, y hasta reaparece Brigitte Nielsen, que sigue tan mala como antes. Y por supuesto, aunque no boxee, Stallone se guarda para él los mejores diálogos y escenas clave. El resultado es recomendable no sólo para las varias generaciones que crecieron con Rocky, sino también para los jóvenes que tomaron contacto con la primera “Creed”.
Vemos a Rocky Balboa (Stallone, Aquí es además co-guionista. Es sólido y entrañable) enfrentándose nuevamente a Ivan Drago (Dolph Lundgren, "Rocky IV", 1985. En su interpretación logra lucirse) a través de sus boxeadores: Adonis Creed (Michael B. Jordan) y Viktor Drago (Florian Munteanu), ellos vivieron momentos desdichados, Apollo Creed (Carl Weathers), padre de Adonis, falleció en una pelea contra Ivan, quien a su vez perdió en otro enfrentamiento con Rocky Balboa. Ahora Creed es campeón mundial, tiene una vida tranquila, está muy enamorado de Bianca (Tessa Thompson, "Creed: La leyenda de Rocky”), pero todo se complica cuando es retado por Drago Jr a defender su título. Si bien la película no aporta nada nuevo, es predecible pero está bien construida desde las relaciones familiares, los afectos, los sentimientos, los valores, hay buenos matices, buenos mensajes, secuencias de entrenamientos y un buen desarrollo de los personajes, que además algunos son un gancho para los espectadores. Buenos planos y plano secuencia, cuenta con una buena puesta de escena, los combates visualmente están increíbles, llenos de adrenalina, tensión, emoción, tiene buenos guiños y está bien elegida la banda sonora, por lo tanto resulta entretenida y le da a los espectadores todo lo que esperan dentro del mundo de Rocky. Podría llegar su tercera parte en Noviembre de 2021.
Otra de "Rocky", ya convertido en familia dentro del mundo del cine popular, que sigue atrayendo por razones afectivas y de admiración por las escenas de pugilato; por no hablar del tema del "padre", si hacemos un recorte profundo en el plano de los contenidos. Todo empezó hace más de cuarenta años cuando la película "Rocky" narraba la historia de Rocky Balboa, un chico italo-estadounidense de clase baja con sueños de triunfar en el mundo del box. El resultado incluyó varios Oscars, un mundo de secuelas cinematográficas y el estrellato de Stallone, hasta entonces reducido a intervenciones en series televisivas o alguna película porno, a pesar de sus estudios de cine en la Universidad de Nueva York. "Creed II" regresa con un nuevo y joven director que sigue las mismas líneas de la franquicia con entusiasmo, música efectista y algunas delicadezas formales. La historia se repite. Ahora es Adonis Creed (el hijo de Apollo) el que se convirtió en campeón de los pesos pesado y, fiel a su nombre mitológico, en vez de enamorarse de Afrodita lo hace del boxeo ("si no hacemos lo que nos apasiona, no existiríamos"). En tanto, los Drago se mantienen karmáticamente a lo largo del tiempo como enemigos de los Creed (el padre de Adonis, Apollo, murió como consecuencia del combate con Iván Drago) y del que fuera entrenador de Adonis, Rocky. Como Iván cifra sus esperanzas de derrota más allá del tiempo en su hijo Viktor como boxeador, desafiante de Adonis, Rocky (un Sylvester Stallone renovado), desconfiando de la carga de odio, advierte a su pupilo para que no acepte el desafío y, ante la voluntad del muchacho de enfrentarlo, deja de ser su entrenador. Así, Adonis parte a Los Angeles, se casa, sigue entrenando y se prepara para la pelea final. INTERROGANTE FINAL Sin tantos excesos en la confrontación de naciones (Rusia-Estados Unidos) como exhibía en "Rocky IV", el antagonismo sobrevuela en la pelea final, filmada con brillo. Pero fiel a la tradición, el concepto de familia prima; no por nada Tessa Thompson se mantiene en su condición de esposa y se incorpora una pequeña y nueva integrante a la familia del que fuera pupilo de Rocky. Quién sabe si en ella, como una heredera de aquella aspirante a boxeadora Maggie Fitzgerald de "A Million Dollar Baby", no pueda continuar la saga tan querida por el púbico.
En cierto momento, Rocky le dice al hijo de Apollo: “Este es tu momento”. La aparición del personaje de Creed en el filme de título homónimo, unos tres años atrás, fue una grata sorpresa. Rocky revivía, paría a un hijo simbólico, se celebraba la unión de las razas y lo mejor del pugilista de Filadelfia retornaba con un vigor asombroso: el nuevo campeón volvía para vindicar el mito estadounidense de la invencible voluntad individual, y en este debut su lucha desbordaba el mero equilibrio psíquico signado por la figura de su padre. Creed evocaba al primer Rocky, el que saludaba a los vecinos y corría con los chicos. Era aún el pugilista del pueblo. En esta segunda parte, se añade otro hermoso artículo de fe de los estadounidenses: la segunda oportunidad. Los hombres y las mujeres pueden hundirse, pero nada es definitivo, si apelan al recurso espiritual que emerge de la voluntad. Técnicamente, el nuevo campeón no perderá su condición de campeón, pero la paliza propinada por el macizo y frío retador ruso Víktor Drago (el hijo de Iván y viejo enemigo de Apollo y del mismo Rocky) dejará dudas sobre su condición de vencedor. En la pelea final que tiene lugar en Moscú, se sabrá realmente quién es Creed. Creed II: defiendo el legado es un filme desangelado. Se mantiene en pie, como el propio protagonista, pero, igual que este, tambalea e intuye la impiedad de la lona. ¿Cuál es el problema? Los requerimientos están ahí: el melodrama, la épica, el drama filial, el espectáculo ordenan el relato, pero ninguno de estos lo enciende para darle algo más que una estructura simbólica. Todo es un remedo de algo. Víktor de Iván, la declaración amorosa de Creed a su enamorada de la de Rocky a Adrian en Rocky II, la Rusia de Putin de la crepuscular Unión Soviética. Ni siquiera el esperado entrenamiento que conecta al boxeador con la mística del sacrificio y la superación personal le suministra el cambio de ritmo necesario por el que un filme se asienta en lo sublime. Tal vez la sustitución de Ryan Coogler por Steve Caple Jr. haya aplanado la intensidad del filme precedente, o simplemente insistir con las leyendas no puede sino conducir a una involuntaria conmemoración mecánica, un poco como el propio filme lo sugiere cuando los transeúntes hacen selfies en las famosas escaleras del Museo de Arte de Filadelfia. Pero el problema radica en otro lado: ¿dónde está el pueblo del pugilista? Es lo ausente, sustituido aquí por una unidad afectiva de menor escala: la familia. El mayor placer de Creed II: defiendo el legado se circunscribe a la presencia de Stallone; su primera aparición en el filme es cinematográficamente de una elegancia en escasez, pues la mayoría de las decisiones formales denotan corrección y efectividad, más allá de algún plano subjetivo y algunas ideas sonoras en la segunda pelea. Pero Stallone aún está, y aquí parece despedirse para siempre. Es entonces el tiempo de Creed. Él también puede volver a resplandecer en una eventual tercera parte.
UNA LECCIÓN DE HISTORIA Desde que Sylvester Stallone se decidió a reflotar su saga de Rocky, cada una de las películas -de Rocky Balboa a Creed II: defendiendo el legado– es una suerte de mapa surcado por la experiencia de las películas anteriores (usted dirá que esto es obvio, pero no sucede en todas las sagas y menos de la manera en que Stallone construye cada paso). Es como si Rocky fuera una suerte de biblioteca del saber universal a donde tenemos que dirigirnos para conocer cuál es el origen de los traumas de cada personaje. Pero en Creed II: defendiendo el legado esa sensación se multiplica en subtramas y en capas que se adosan a los protagonistas: porque la historia personal de Balboa sigue fantasmagórica, pero Adonis Creed suma lo suyo al enfrentar al hijo del boxeador que mató a su padre, a la vez que los Drago cargan con sus culpas y miserias, todo resumido en rastros que podemos indagar en las primeras cinco Rocky. Si cada escena tiene su rebote en el pasado, los personajes miran viejas peleas que no son más que viejas escenas de las otras películas, y los relatores de cada combate instalan constantemente links a escenas, momentos, recuerdos. Sin duda el mayor logro de esta saga, y algo de lo que se hace cargo en especial esta secuela, es dejar en claro que Rocky Balboa trascendió la pantalla de cine y se convirtió en algo real: Balboa existió, su épica deportiva (y humana) es contrastable en los libros de historia, su banda sonora se convirtió en la banda sonora de un deporte. También digamos que Creed II: defendiendo el legado es una película imperfecta, menos virtuosa cinematográficamente que su antecesora y muy despareja en la complejidad con que se construye a los personajes. Está claro que Ryan Coogler es un director con más recursos que Steven Caple Jr., aunque este recupera (de la mano del enorme -en términos de volumen- Florian Munteanu) la animalidad del boxeo y del combate cuerpo a cuerpo. Sin embargo, cuando Balboa sale de escena (cómo ingresa en pantalla es sencillamente maravilloso) todo se apaga un poco y se vuelve más vulgar. Por ejemplo en el vínculo que tienen los Drago, padre e hijo, hay una superficie áspera que merecía mayor desarrollo o profundidad, hay algo que queda en el camino y se resuelve medio a las apuradas. E incluso la villanía sin matices de Iván Drago (un Dolph Lundgren al que la vejez le sienta bien) busca rememorar aquella fantochada ochentosa de las viejas Rocky pero no encaja -y hace ruido- en la atmósfera mucho más solemne y concentrada de esta nueva saga. Por su parte, Adonis (un Michael B. Jordan que sigue incapaz de generar carisma) es parte de los límites de esta revival de Rocky: si su origen aristocrático contrasta con los orígenes plebeyos de Balboa, la necesaria conversión a un underdog (algo indispensable en la épica deportiva) necesita forzarse demasiado; y así y todo, la empatía no termina por llegar. Con todo esto, lo que volvemos a tener en Creed II: defendiendo el legado es un Balboa soberbio e imponente, al que Stallone ya no compone sino que simplemente habita con un nivel de nobleza que emociona. Así como su corazón volvía desparejas aquellas peleas, porque nos poníamos irremediablemente de su lado y odiábamos a los contrincantes, su corazón y su sabiduría desbalancean un poco a la película y hacen demasiado evidente su ausencia en aquellas escenas en las que no está. Es que ya no precisa estar moribundo para que su sombra se imponga de manera magnética; un consejo suyo, una palabra, es suficiente. Balboa es la prueba del tipo que es buenísimo para los demás, pero pésimo para resolver sus problemas. La inteligencia de Stallone está en hacer de ese tipo irresoluto y torpe con las emociones algo verosímil, sin aspavientos. Algo decididamente popular, donde la sabiduría brota desde las acciones. Tal vez el mayor aprendizaje de Balboa (y del mismo Stallone dentro de la industria) es aceptar el lugar que va ocupando. Hay un plano increíble en ese sentido: la pelea entre Adonis y Drago terminó, y la cámara se queda con Balboa, que se acomoda el sombrero, que mira todo a la distancia justa, especialmente la gloria de los otros. No he visto cosa más hermosa en mucho tiempo. Por lo que fue, por lo que fuimos y por lo que invariablemente somos. Creed II: defendiendo el legado es una amable lección de historia.
SECUELAS DEL PASADO A veces me pregunto si la madurez en la evolución del cine actual se corresponde con la del espectador. Porque no se puede estar todo el tiempo viendo hacia atrás e intentando revalorizar esas películas que hicieron historia como lo fue la saga de Rocky -al menos hasta su cuarta entrega- y colocarlas, primero por un tema nostálgico y luego cualitativo, en un pedestal al que se hace muy difícil llegar con la oferta de hoy. El tema es que no son las añoranzas personales del espectador promedio, sino los gestores y también partícipes de aquel cine, que quieren hacernos volver a llenar sus bolsillos con los mismos recursos que utilizaron entonces, pero por demás de pasteurizados. Y se los dice alguien a quien no le incomoda ver entregas de nuevas sagas a las que muchos consideran infumables y encontrarles algo de magia. Me acaba de ocurrir con la maravillosa Bumblebee a pesar de que Michael Bay me hizo desarrollar una suerte de alergia muy agresiva a todo lo que llevase Transformers como título. Y hago mención a esto porque lo mío no va ni por el lado del prejuicio ni por las expectativas, Creed 2: defendiendo el legado es una película mediocre, olvidable y que desperdicia recursos valiosos que, bien utilizados, hubiesen hecho aullar de emoción hasta a un espectador poco exigente. La primera entrega (Creed) tenía ese estímulo de ver de nuevo a nuestro Rocky Balboa cerca de un ring, y si bien la nueva estrella a la que acompañaba estaba lejos de ser un personaje entrañable, su background bien tramado y construido a partir del emblemático Apollo Creed, fue bastante acertado. Incluso tuvo sus momentos, tal vez demasiado ostentoso y sobrevalorado el plano secuencia de la pelea, pero aún así el viejo “Rock” hacía que valga cada momento de su aparición en pantalla para reflotar al poco carismático Michael B. Jordan, que no tiene ni para empezar a capturar el brillo del Creed original, Carl Weathers. Y en Creed 2: defendiendo el legado esos problemas de falta de empatía y de seducción del personaje central se agudizan. Porque para traer a Iván Drago al ruedo no sólo hace falta la excusa de un deseo atrasado de revancha. Eso bastaría como disparador, pero nunca como motor principal de una historia floja y remanida, de guión perezoso y recurrente. Si Jordan tiene poco carisma en relación a su “padre”, el hijo de Drago es una piedra con respecto al suyo. Y no hablamos de dotes actorales, sino de presencias que atemorizan, que roban cámara, que hacen pensar que al contrincante que le coloquen en frente, hay que ir tallándole la lápida para no perder un segundo de tiempo. Ivan Drago era eso, no sólo desde lo imponente de su físico, sino desde su mirada, desde un rostro esculpido por la madre Rusia. De hecho Rocky 4 valía la pena sólo por los cruces de miradas entre ambos contendientes. ¿Ven algo parecido aunque sea en el poster de Creed 2? Ya sabemos que el contexto histórico era otro y eso ayudaba, pero eso no quita que el mérito del director de casting de ese entonces fuera cien veces superior al actual, dados los resultados. Y si en 1985 eran ese asesino implacable en el ring y el tipo que ganaba con el corazón, y que como motivación debía, nada más ni nada menos, que vengar a su amigo, hoy son dos actores mediocres, sin alma, que juegan a recrear un show de músculos brillosos que sus predecesores ya no pueden lucir. Y con una historia que no hace más que repetir esquemas. El boxeador falto de motivaciones que tiene otras cosas en la cabeza y el que viene de afuera a llevárselo puesto porque tiene objetivos claros, la esposa que sufre pero lo banca a pesar de las idas y vueltas, el tema de la paternidad como para darle el toque sensiblero. Como contrapunto se muestra la frialdad del oponente ruso y esa relación singular de su famoso padre con la madre de su hijo, cuya aparición no tiene más sentido que el de apelar a la nostalgia del seguidor de la saga previa. No voy a decir que no me produce una alegría enorme ver a Stallone haciendo el personaje que le dio su carrera, una vez más y a más de 40 años de estrenarlo, pero este legado no le hace justicia. No lo modifica en el recuerdo, no lo hace crecer en la memoria. No suma más que divisas y se nota. Intuyo que si un Michael Jordan debe quedar en el recuerdo, hasta ahora es esa bestia del básquet que supo flirtear en el cine con Space Jam, y no quien encarna a este boxeador que lo único que logra es que se extrañe cada fanfarroneada de Carl Weathers jugando a su Apollo Creed hasta el golpe que le diera el final. Por favor, no defiendan más legados, que saben hacerlo solos.
Secuela del éxito de 2015, y octava entrega de la franquicia Rocky, "Creed II", de Steven Caple Jr., apuesta a la emoción y sale triunfante. Muchas veces se asoció a la historia de la franquicia Rocky con la historia de la propia sociedad de Estados Unidos. El caído que se levanta una y otra vez, la guerra fría, el resurgir de las cenizas, bajar de la arena del ring para dar pelea en la calle, enseñarle la lucha a una nueva generación. De ser así, esta "Creed II", nos habla de las segundas oportunidades, siempre apostar por el de abajo, y no depositar las frustraciones en los triunfos o pérdidas momentáneos. Con Creed habían logrado trasladar una franquicia propia de una década a un estilo actual. Aquel film de 2015 podía ser disfrutado tanto por los seguidores de la saga, como por alguien que apenas supiese quienes eran Rocky y Apollo, manteniendo la mística dentro de un estilo ágil y moderno. "Creed II" redobla la apuesta ¿Cómo seguir la apuesta? ¿Ganaría el espíritu de la saga o el nuevo estilo impuesto por Creed finalmente haciendo un corte definitivo? Buenas noticias ochenteros, en "Creed II" la pulseada la ganó el peso de la saga. Ya trajimos de nuevo a Rocky, y reivindicamos a Apollo a través de su hijo Adonis. ¿Qué nos podría ofrecer una nuevo entrega? Revivir el que quizás sea el enfrentamiento más mítico. EE.UU. vs Rusia, Rocky Balboa vs Ivan Drago. El guion de Cheo Hodari Coker, Sascha Penn, Juel Taylor, y el propio Stallone, pudo haberse quedado en poner a Ivan Drago como un mero gancho, un dulce, para volver a contarnos la misma historia. Pero no, desde la escena que abre el film con su presencia, veremos que Drago obtiene el peso que se merece un personaje fundamental. En la ahora dividida Unión Soviética, más precisamente en Ucrania, se encuentra Ivan Drago (Dolph Lundgren) junto a su hijo Viktor (Florian Monteanu). Lejos quedaron los brillos y la grandeza pasada. Ivan vive bajo la sombra de la derrota, y su gloria fue sepultada luego de aquella derrota frente a Balboa. Ivan recuerda su cuarto de fama cuando venció y mató a Apollo en el ring. En ese momento era la figura emblema de su país; un país que luego no le perdonó el fracaso. Todas sus frustraciones las carga sobre su hijo, que para nada vive como el heredero de una gloria del box. Son obreros esperando una mínima chance de robarle una revancha a la vida. Del otro lado del mundo y del destino se encuentra Adonis (Michael B. Jordan) disfrutando de las mieles del éxito. Todo le sonríe, sostiene el título de campeón, está por casarse con su mujer Bianca (Tessa Thompson), y hasta se anuncia la llegada de la descendencia. Pero siempre el diablo mete la cola. Un oportunista productor quiere revivir aquella pelea, a los Drago los convence de inmediato, y con Creed hará un fino trabajo de despertar el rencor por la muerte de su padre. Aunque todos le aconsejen que no lo haga, Adonis no podrá luchar contra su ego, y aceptará el desafío. Como en la anterior entrega, Rocky (Sylvester Stallone) sigue siendo el sabio consejero de la experiencia de Adonis, pero adquiere mucho más peso y protagonismo que en el film anterior. Creed II despliega varios arcos dramáticos simultáneos, y apunta a la emoción directa. No se ahorra ni un golpe bajo, ni pierde el tiempo en disimularlos. Pero tiene la capacidad de colocarlos justamente, en un encastre fundamental. Lejos de perturbar y entorpecer, estos golpes bajos funcionarán como emoción genuina, espontánea, y valedera. Refuerzan la propuesta del film. El mejor arco dramático será el de Ivan y su hijo. A través de ellos funcionará un espejo en el que el resto se puede reflejar como una contraparte. Las mieles de uno serán el rencor del otro. Pero también las mieles de uno fueron construidas en base al fracaso del otro. Lejos de la obvia lectura propagandística de aquella "Rocky IV", la posible lectura política de "Creed II" es más amplia y profunda, revuelve el pasado y el presente. Hay guiños y regalos para todos, escenas en las que nos sorprenderemos, aplaudiremos, sonreiremos (el humor funciona muy bien), y sí, lloraremos. Los fans se sentirán en casa. El corte de Steven Caple Jr. es más clásico que el entregado por Ryan Coogler en "Creed". De aquí se despliega que esta entrega es más deudora de las seis Rocky, que de Creed. Se abandonó el montaje ligero, videoclipero, y casi bombástico; para volver al Hollywood clásico de las épicas de ciudadanos comunes. De aquel que muerde el polvo y se levanta con un buen leit motiv sonando de fondo. Michael B. Jordan hace crecer a Adonis, lo hace más humano sumándole capas. En eso tendrá mucho que ver Tessa Thompson como Bianca, que deja de ser un mero romance para transformarse en la Adrian de esta nueva era, el apoyo emocional de Adonis. Stallone ya no sorprende, sino que confirma que sabe actuar, o hacer de sus falencias y ese hablar trabado, un elemento a favor. Esta nueva postura del experto que ya está de vuelta y busca su propia redención le queda muy bien. Dolph Lundgren es otro que aprovecha toda su rigidez y dureza y lo hace a favor del personaje. Ivan es pura frustración y rencor. Lo mismo sucede con Viktor, que casi ni habla en toda la película, y carga con culpas que ni son propias. Ambos expresan desde las miradas y esos (no) gestos. Como ya lo sabíamos desde la primera entrega allá por el ’76, "Creed II" es más que una película de boxeo, es un drama de personajes que buscan su lugar en el mundo mediante las piñas. Con la emoción a flor de piel, esta secuela supera a su predecesora y es una digna heredera del legado. Para los viejos, para los nuevos, "Creed II" marca el camino de lo que está bien.
En medio de la era nostálgica, que Hollywood intenta capitalizar y potenciar en cine y televisión, recuperando viejos mitos clásicos y reinventándolos, “Creed 2” refuerza sus premisas al duplicar la historia del heredero de Apolo Creed con la incorporación de íconos de la saga Rocky para que su sentido termine cerrando aún más. Aquello que en la primera faltaba, que era la continuidad con su relato del cual se desprendía, aquí se subsana, porque la mayor virtud de “Creed 2” radica en incorporar el duelo entre Adonis (Michael B. Jordan) y Viktor Drago (Florian Munteanu) y el hijo del mítico Iván Drago (Dolph Lundgren). Además, sumar en un momento clave una pequeña participación de Brigitte Nielsen y engalanar cada aparición de Silvester Stallone como Rocky, ahora en plan entrenador, para aumentar la empatía con generaciones anteriores y apelar a ciertas notas de la clásica melodía de Rocky para reforzar su origen, es clave. La película retoma la historia de Adonis, un boxeador que tuvo que avanzar en su carrera dejando de lado su prejuicios y luchando con el fantasma de su padre, un eximio profesional que perdió la vida en el ring. Avanzando con el acompañamiento de Rocky, quien ha oficiado de “padrino” durante toda su vida, Adonis, pese a sus habilidades, ha tomado decisiones que afectaron su presente en el mundo del boxeo, y también en el plano personal. “Creed 2” evoluciona el relato clásico de la construcción del héroe popular, compartiendo con sus predecesoras (la propia primera entrega y la saga Rocky) las intenciones de humanizar al boxeador con la incorporación de familia y anhelos extra pugilísticos como metas. En el arranque Adonis pelea por el título mundial, para luego aceptar el desafío de los Drago por enfrentar en el cuadrilátero su historia personal, una historia atravesada por la muerte, la pasión, la mentira y el dolor. Cuando “Creed 2” olvida ponerse solemne, se recupera su “placer culposo”, y el espectador va y viene en una propuesta que funda su sentido en la gloria, el honor, la familia, el amor, la profesión, entre otros temas. Pero cuando la solemnidad atrapa la narración, hay una notoria pérdida de disfrute, y la progresión se resiente, absorbiendo cada una de las lecciones morales que desde el guion se quieren impartir. Cuando “Creed 2” refuerza su espíritu ochentoso, la acción, emoción, pasión y nostalgia, refuerzan su relato, una historia con un mensaje sobre la importancia de acompañarnos en la búsqueda de sueños y metas.
Corazón de campeón La saga boxística que nos emociona desde hace más de cuatro décadas continúa haciéndolo con el mismo pulso que en 1976. Mientras todos envejecemos, Rocky Balboa y sus películas parecen habitar un tiempo y espacio paralelo donde permanecen eternamente jóvenes y con la misma vigencia que hace cuarenta y tres años. El tiempo pasa, pero la saga aún tiene esa capacidad increíble de deslumbrarnos con su singularidad, y Creed II no es la excepción. En lugar de presentar a su protagonista, Adonis Creed, la secuencia inicial de la película nos transporta a Ucrania para introducir a su rival, Viktor Drago, hijo de Iván Drago. El chico es una mole, criado y entrenado por su padre con sed de venganza, una verdadera máquina de matar que lo enfrentará a Adonis, con toda la carga emocional que supone ese combate para todos los personajes. Otra rareza de la secuela de Creed es la esperada secuencia de entrenamiento, esta vez en medio del desierto, que parece provenir más de una saga como Mad Max que de Rocky. Adonis tendrá que adentrarse en el infierno para poder hacerle frente a Viktor, que lo supera en estatura, fuerza, y brutalidad. El hijo de Apollo renace, otra vez bajo el ala de Rocky, no solo como un boxeador más feroz, si no como un mejor hombre. Porque el incansable Rocky siempre nos recuerda por qué peleamos y que las luchas son siempre internas, con nuestros propios fantasmas. Con las emociones a flor de piel, Creed II se entrega por completo al melodrama familiar, y a diferencia de su antecesora, es una película mucho más reposada, más interesada en las vicisitudes familiares que en el despliegue de las secuencias de boxeo, porque entiende que los vínculos afectivos son el verdadero motor de cualquier batalla dentro y fuera del ring. El guion escrito por Stallone garantiza la solidez y el clasicismo de una película que, como las anteriores, se divide en un puñado de bloques narrativos que Steven Caple Jr. encastra como si jugara de memoria a los rastis. En Creed II no hay lugar para sorpresas. Con una presencia mucho más notoria de la fórmula del subgénero que su predecesora, a la secuela de Creed se le ven todos y cada uno de los hilos, pero no trata de disimularlos, al contrario, los utiliza a su favor: cada escena va directo al grano, sin vueltas narrativas ni grandes movimientos de cámara. Todas las piezas están dispuestas para que el espectador sepa lo que va a pasar de principio a fin, pero aunque sepamos exactamente qué sucederá en cada escena, Capel Jr. logra, a través de la simple pero cuidadosa puesta en escena, una película de una gran eficacia, que camina con la misma perseverancia y aplomo que su protagonista hacia su próximo desafío. Y los supera uno tras otro. Basta con prestar atención a los mínimos detalles que conforman el alma de la película y de sus personajes, como cuando Rocky llega a su restaurante y descubre que Iván Drago lo espera en una de las mesas, pero elige no sentarse en ninguna de las sillas libres que la rodean en un gesto de una nobleza implacable: su integridad no le permite sentarse a la mesa con el villano que en Rocky IV mató a su más querido amigo en pleno combate sin remordimientos. El plano que cierra el combate final, con un Rocky que da un paso al costado, habiendo saldado cuentas con su pasado, y se sienta a descansar a un lado del ring, funciona como una suerte de clausura de una etapa, el cierre perfecto de una valiosísima obra que traspasa los límites del cine y que ha creado para la posteridad. Su legado.
Sylvester Stallone produce y guiona Creed II: defendiendo el legado una película con grandes fallas y en donde Rocky, Apollo e Iván siguen eclipsando al presente. Hace algunos años Ryan Coogler estrenó Creed y de alguna manera logró una buena película, con el hijo de Apollo Creed siendo entrenado por Rocky para llegar a lo más alto del boxeo. En aquel momento todo homenaje, referencia e incluso la trama misma fueron bien tomados, bien filmados y logrando momentos de mucha emoción. Creed II: defendiendo el legado vuelve a intentar lo mismo, pero ya no emociona y el protagonista carece de todo carisma para ser lo que alguna vez Rocky logró. Stallone coescribió el guion de esta secuela y no es casual que los mejores diálogos y las mejores escenas sean de él. Quizás no sea consciente (o sí lo es) pero los momentos compartidos con Michael B. Jordan lo único que logran es poner en offside al sucesor de la saga Rocky y dejarlo mal parado. En esta secuela los que aparecen son los Drago (padre rival de Rocky y asesino de Apollo y su hijo Viktor) que buscan revancha en el ring de aquella deshonra sufrida en el año 1985. Claro que, para que Creed II dure 130 minutos habrá una pelea que no tendrá a nuestro protagonista como vencedor indiscutido y una final donde todo será (o debía ser) espectacular. Una de las más grandes fallas (o quizás sea el ego de Stallone que no se lo permitió) es el poco desarrollo en la historia de los Drago. Aparecen, cuentan poco de su pasado, dan pistas de lo que harán, pelean y se van. Creed II tiene como agregado en su título: “defendiendo el legado” y si bien eso nos hace pensar en el legado de Creed, el único legado a defender es el de Drago. En ninguna película de toda la saga Rocky/Creed uno desea que el oponente gane la pelea, porque no la merece, porque no hizo lo que tiene que hacer para vitorear sobre el ring. En Creed II desde el minuto 1 de la película en que aparecen los Drago, uno desea que ellos ganen y se lleven la gloria porque la merecen, porque se la ganaron. El Creed de Michael B. Jordan es exagerado por donde se lo mire, en situaciones donde se transmite x el actúa y. Aclaremos algo, Stallone no es ni cerca el mejor actor del mundo, pero sin dudas es el mejor Rocky. Bonachón, medio torpe y sensible, con frases hechas para filosofar en la vida. Esta es su ultima aparición en la saga, sin dudas, y mucho más se van a notar, cuando él ya no esté, los agujeros de Creed.
Luego de la muy buena recepción que tuvo Creed (de Ryan Coogler, 2015), llega el turno de la secuela de la mano del realizador Steven Caple Jr. con Michael B. Jordan de vuelta en el papel principal, acompañado por Sylvester Stallone, Tessa Thompson y Dolph Lundgren. Creed (2015) tiene el logro de revivir la franquicia Rocky luego de años de hibernación, gracias a las sólidas performances de Jordan como el protagonista y Ryan Coogler como director. Luego de que la novedad y la frescura desaparecen ¿Logra Creed II mantener la calidad de la saga? Creed II: Defendiendo el legado enfrenta a los herederos del título Adonis Creed y Viktor Drago (Florian Munteanu), desatando conflictos en ambos bandos. Vale la pena destacar que vuelven a estar juntos en pantalla tanto Stallone en su papel de Rocky Balboa como Dolph Lundgren en su papel de Iván Drago (ambos personajes aparecieron por primera vez en Rocky IV, quizás no la mejor de la saga pero sí una de las más recordadas). Creed II no sólo profundiza en los conflictos internos del protagonista sino que también dedica buena parte del metraje al antagonista y su padre, haciendo de estos últimos personajes unas caracterizaciones bien delineadas. Por suerte, la película le da a cada uno de ellos su momento de brillo, más allá del conflicto principal. El film respeta la fórmula y el legado de la saga aunque también los aggiorna a los tiempos que corren e inclusive tiene algunas sorpresas bajo la manga. Creed II es un poco larga y ya no sorprende como su antecesora, pero mantiene la calidad y es digna de ser parte de la franquicia Rocky/Creed.
Es evidente a esta altura, y luego de cuarenta y dos años, que Rocky Balboa es un personaje que le pertenece a la identidad cultural de cualquier país donde se haya estrenado. Lo hemos visto envejecer a lo largo de los años, hemos vivido en la pantalla sus momentos de incertidumbre, de gloria y de caídas múltiples. Conocimos a su familia. La personal y la deportiva. A lo largo de los años sufrimos el dolor de sus pérdidas afectivas, entre ellas su esposa, su mejor amigo y su entrenador y mentor (¡Ah!, ese delicioso trabajo de Burgess Meredith). El público fanático de Rocky sabe bien lo que va a buscar al entrar al cine porque el dueño de ésta pelota conoce a su público y le da lo que este quiere. Escribió (también dirigió a veces) una fórmula que jamás abandonaría en toda la saga pues sigue funcionando en el presente como un kiosquito. Cada tanto una nueva, y a cobrar. “Creed” se estrenó hace un par de años. Ya sin poder subirse al ring, inteligentemente, Stallone corrió al personaje central de las luminarias para darle paso a una nueva generación. Le sacó las riquezas, le devolvió la campera, el sombrero, la pelotita, pero sobre todo le endilgó aquello que su entrenador tenía: la sabiduría adquirida a lo largo de los años, expresada en razonamientos simples y de pocas palabras. Rocky está viejo, sí, pero más sabio. Este enroque fue tan provechoso que le valió al propio Sylvester Stallone una nominación al Oscar como actor de reparto por ese trabajo. Ahora sí, la nueva saga pone el foco sobre el hijo de Apollo Creed, Adonis (Michael B. Jordan), quién ya es campeón mundial al comienzo y está comenzando su vida en pareja con su novia cantante. La riqueza y la fama están ahí, como signo constante de la debilitación de las motivaciones que llevan a un boxeador a subirse al ring. Igual que en Rocky III digamos. Pero la amenaza no está en casa, viene de Rusia y se llama Viktor Drago (Florian Munteanu), Sí,. el hijo de Iván Drago (Dolph Lundgren). La revancha de aquella pelea de 1985 en la cual murió Apollo demolido a golpes, se produce en la generación siguiente. Viktor va a USA, muele a golpes a nuestro héroe, y si bien no se queda con el título por un tecnicismo el mundo es testigo de otro desastre en la familia Creed, igual que en Rocky IV digamos. En muchos aspectos se podría decir que “Creed 2: Defendiendo el legado” es casi una remake de aquella (no quieran ver cómo está Brigitte Nielsen), con lo cual todos sabrán cómo termina. Más allá de las convenciones y la tensión generada a fuerza del montaje tradicional de la franquicia, ésta presentación decrece en acción pero aumenta en el aspecto dramático. Es realmente bueno el anclaje que la trama propone en cuanto a la relación padre-hijo. El obedecimiento a los mandatos familiares y la rebeldía a los mismos le dan paso a ambos para tener su momento de redención. Tanto los rusos como los norteamericanos están signados por la ausencia de afecto, la incomunicación y acaso el miedo. Gracias a esto, Creed 2: Defendiendo el legado” mantiene vivo un relato que por su estructura convencional y predictibilidad se caería rápidamente. La película se instala sólidamente en el corazón del nostálgico porque sigue a rajatabla la premisa de visitar los eventos del pasado y traerlos como recuerdos al presente de la nueva generación. El encuentro entre Iván y Rocky es una muestra. La fuerza seguirá siendo la misma porque lo que prevalece siempre es el vínculo emocional que cada uno tenga con este universo. Si es por eso, vaya tranquilo.
LO PRIMERO ES LA FAMILIA Adonis Creed puede repetir la historia de su papá al cruzar caminos con el hijo de Ivan Drago sobre el cuadrilátero. “Creed: Corazón de Campeón” (Creed, 2015) demostró que se puede refrescar una de las sagas más queridas del séptimo arte, apartarla de sus tropos ochentosos y modernizarla en cuanto a personajes y temas. Ryan Coogler (“Pantera Negra”) tiene mucho que ver con este suceso, pero sus compromisos en Wakanda lo obligaron a apartarse de la secuela que conecta directamente con “Rocky IV” (1985), aunque ya sin los pormenores y las alusiones políticas de la Guerra Fría. “Creed II: Defendiendo el Legado” (Creed II, 2018) cae en las manos de Steven Caple Jr., un realizador casi debutante en materia cinematográfica, que logra mantener encauzado este barco, aunque las diferencias visuales con Coogler -y sobre todo la fotografía de Maryse Alberti, acá reemplazada por Kramer Morgenthau-se notan, haciendo de esta continuación una película deportiva mucho más genérica en este aspecto. Si somos sinceros, las historias pugilísticas no tienen tanto para ofrecer y terminan cayendo en el relato de ascenso y caída (“Toro Salvaje”, “Gatica, el Mono”) o, como en este caso, los triunfalistas y de autosuperación. Con Adonis Creed (Michael B. Jordan), también hay que sumar un nombre de peso, el de su papá Apollo, quien murió, justamente, dejándolo todo arriba del cuadrilátero. El pibe quería demostrarse algo a sí mismo y triunfar más allá de las expectativas de los demás. Ahora, tres años después, atrás quedó la derrota contra Ricky Conlan, y después de una serie de victorias, Don consigue convertirse en el nuevo campeón mundial de peso pesado al arrebatarle el título a Danny ‘Stuntman’ Wheeler. Listo, ya es una estrella y tiene el mundo a sus pies. La relación con Bianca (Tessa Thompson) sigue viento en popa, y tras formalizar, la chica le propone mudarse a Los Ángeles, más cerca de su mamá (Phylicia Rashad) y las posibilidades musicales de los estudios de grabación. Claro que Adonis se muestra reacio ante la decisión de abandonar Filadelfia y el ala protectora de su entrenador y mentor: Rocky Balboa (Sylvester Stallone). Al otro lado del globo, en Ucrania, el joven y corpulento Viktor Drago (Florian Munteanu) trata de hacerse de un nombre y acumular victorias en el ring, siempre bajo la estricta mirada y preparación de su papá Ivan (Dolph Lundgren), el viejo enemigo del Semental Italiano. El ruso no guardo ningún buen recuerdo de aquella derrota más de tres décadas atrás, una mancha oscura que destruyó su carrera, su reputación y su matrimonio. De la mano del promotor Buddy Marcelle (Russell Hornsby), Drago ve la oportunidad de recuperar la gloria y volver triunfante a su madre patria, siempre, a costa de los triunfos de su hijo. La idea es enfrentar a Viktor y Creed, una pelea con demasiada historia a cuestas. Dos potencias se saludan Adonis acepta el reto sin la bendición ni el apoyo de Rocky. Entonces recluta los servicios de Tony ‘Little Duke’ Evers (Wood Harris), hijo del hombre que entrenó a su padre, para intentar alcanzar una hazaña casi imposible. ¿No vieron el tamaño y la contundencia del ruso? Todo es cuestión de familia y orgullo, un factor que determina este primer encuentro que no sale tan bien como el joven Creed espera. Ahora debe volver a levantarse y encontrar los verdaderos motivos por los cuales se calza los guantes y sube al cuadrilátero. Después de esquivar la tarea en la entrega anterior, Stallone vuelve a formar parte del equipo de guionistas, de ahí que “Creed II” conecte directamente con cierta estructura de aquel enfrentamiento de potencias ochentero, aunque ahora estén en juego los egos heridos y la soberbia de los participantes, en vez de la superioridad de un país sobre el otro. Hay un abismo entre la humanidad y los miedos de Adonis y Rocky, y los arquetipos de Viktor e Ivan, que sólo viene acumulando resentimientos por más de treinta años. Recién bien entrada la historia, y en vistas del encontronazo final, estos personajes obtienen algún tipo de desarrollo y emociones, demostrando que no son robots ensamblados para repartir puñetazos. Al igual que su antecesora, en “Creed II” el boxeo pasa a un segundo plano (y sí, ¿no se habían dado cuenta?), destacando las verdaderas motivaciones de los deportistas, y las relaciones que los ayudan a llegar a la cima y mantenerse intactos en una disciplina donde el cuerpo y la mente pagan las consecuencias. Steven Caple Jr. se concentra en la familia como entidad, la de Adonis, la de Rocky, la de Drago, y cómo funciona la dinámica en cada una de ellas. Todas son diferentes porque vienen de ámbitos distintos, pero la historia encuentra los puntos en común y es ahí donde la película consigue su mayor impacto. Siempre en la esquina del bien Claro que después están los golpes y la sangre del combate, y todo se reduce al triunfo o la derrota de la pelea final. En este aspecto, la estructura narrativa nunca cambia porque es el “fan service” que viene a buscar el espectador, y la adrenalina y emoción necesarias para cerrar este tipo de drama deportivo. La secuela de Caple pierde un poco de impacto en el segundo acto y en algunos lugares comunes. Igual, sigue estando en lo más alto del podio, comparándola con muchas de las entregas de la franquicia protagonizadas por Sly. El director se da el lujo de jugar con la nostalgia y rescata muchos de los personajes de la saga, uniendo todo casi de forma natural. Las destrezas de un novato como Caple no estarán a la altura de las de Coogler, pero gracias a la gran banda sonora de Ludwig Göransson, cierta espectacularidad durante las peleas, y un elenco que le suma talento y corazón, “Creed II” consigue otro título por sus propios méritos, dejando la puerta siempre abierta para seguir incursionando en este legado pugilístico.
Adonis Creed sigue buscando su camino en el boxeo, intentando encontrar su propia historia, pero un fantasma del pasado llega para retarlo. El hijo de Ivan Drago, el boxeador ruso que mató a su padre en el ring, desafía al campeón a una pelea. Creed 2 mantiene todo lo bueno de la primera entrega, pero esta vez le agrega un arco personal mucho más significativo al personaje interpretado por Michael B. Jordan. Sin nada que envidiarle a la película de Ryan Coogler, esta secuela cuenta una historia igual de emocionante y atrapante. La franquicia de boxeo más importante del cine sigue estando en manos de jóvenes directores, esta vez fue Steven Caple Jr. quién se puso detrás de la cámara y decidió mostrar una historia en la que se hace mucho hincapié en el crecimiento emocional y personal del protagonista. Pero no por esto las escenas de pelea tienen menos importancia, en cada enfrentamiento mostrado en la película el espectador no puede evitar ponerse nervioso y los mantiene al borde de la butaca. Además de estar filmadas maravillosamente, logran interesar hasta al menos seguidor del boxeo. Esa es la magia de estas historias y sucede con todas las películas del universo Rocky: no importa si te interesa el boxeo, si seguís las peleas o si no te interesa para nada, durante las dos horas de película, te va a parecer el mejor deporte del mundo. Adonis (Michael B. Jordan) es campeón de peso pesado, sigue con Bianca (Thessa Thompson) y quiere casarse con ella. Los objetivos que tenía en la primera cinta ya están cumplidos y no parece tener techo. Sin embargo, le falta algo, no se siente realizado y sigue comparándose día a día con su padre. Pero una oportunidad para reescribir la historia se presenta cuando es desafiado. Del otro lado de lo que una vez solía ser la cortina de hierro, un Viktor Drago (Florian Munteanu) se levanta todas las mañanas y corre en las calles heladas de Ucrania, acompañado por su padre Ivan (Dolph Lundgren). Pero Buddy Marcelle (Russell Hornsby), un promotor, tiene planes para él, quiere reproducir la infame pelea que acabó con la vida de Apolo Creed, pero está vez con los hijos. La película mantiene la energía de su predecesora, pero suma profundidad a los personajes con arcos de crecimiento personal muy importantes para la trama. Adonis no sólo se enfrenta a un oponente temerario, sino también a sus fantasmas familiares. Rocky se niega a dejar muchas cosas atrás y sigue agobiado por no haber tirado la toalla en esa pelea. Hasta Viktor Drago es un personaje que tiene mucho más que mostrar que lo que se ve en la superficie: la presión de restaurar el honor de su familia, lidiar con un padre que le carga todo el peso en sus hombros y una mirada que contantemente muestra que no está haciendo lo que realmente quiere. Quizás el mayor acierto del film es que el antagonista no es un villano. Un montaje de entrenamiento que hace honor a la Rocky que inspiró a esta película, un encuentro entre dos personajes icónicos de los ’80. Un Sylvester Stallone que ahora, a sus 72 años, es un actor formidable y, según él, está es su despedida del personaje. De ser así, es la mejor forma de irse, porque el cierre que le dan es el que merece uno de los personajes más conocidos del cine. Creed 2 brilla con luz propia, pero en ningún momento intenta desprenderse del legado que lleva sobre sus hombros. Ah, otra cosa, la música característica sólo se escucha en un momento, pero es suficiente para poner la piel de gallina. Una película que merece ser disfrutada en el cine.
El asunto familiar, la necesidad de revancha, etcétera se cruzan en el ring, donde todos los conflictos se transforman en algo elemental y se anudan en un ir y venir de golpes. El universo de Rocky consta de dos pilares: el box y la familia. Si un realizador puede ser fiel a ambas cosas y sostenerlas con secuencias efectivas, la película funciona. Porque Rocky, el personaje, contagia de bonhomía, optimismo y algo de resignación todo lo que lo rodea. También de coraje: de allí que esta secuela de la historia del hijo de Apollo Creed y su(s) combates con el hijo de Iván Drago, el hombre que asesinó a su padre, funcione. El asunto familiar, la necesidad de revancha, etcétera se cruzan en el ring, donde todos los conflictos se transforman en algo elemental y se anudan en un ir y venir de golpes. Al final, el único tema de esta película es qué significa ser padre, pero en lugar de darnos moralejas, el film nos permite ver cómo cada uno de los personajes lidia con esas preguntas y las resuelve a su manera. Como todo Rocky, de una nobleza infrecuente en el cine de hoy.
Vuelve, Rocky siempre vuelve Tras los acontecimientos de la primera parte, Adonis Creed se ha transformado en campeón mundial de los pesos pesados, la vida le sonríe y ha logrado escalar al lugar en el que brilló su padre. Pero, la aparición de un nuevo retador lo hará trastabillar. Víctor Drago, el hijo de Iván Drago, el boxeador que mató a Apollo Creed en el cuadrilátero lo ha retado. Con la ayuda y el consejo de Rocky Balboa, Adonis se dispone a enfrentar su pelea más peligrosa. Creed II: defendiendo el legado sigue acrecentando la franquicia ideada por Sylvester Stallone, que aquí vuelve a presentarse frágil, cansado, pero con el mismo carisma y personalidad que lo llevó a ser un héroe del boxeo. El filme luce moderno, con una puesta en escena que conduce al espectador al centro del ring, en medio de peleas brutales y sangrientas en las que cada golpe suena real y doloroso. Más allá de la realización, la película funciona como un ejercicio de nostalgia para aquellos que en los ochenta disfrutaron de Rocky IV, la entrega más popular de la serie, un filme ambientado en plena Guerra Fría que se convirtió en objeto de culto. Toparse con Stallone y Dolph Lundgren repitiendo sus míticos papeles resulta emocionante. Dos gigantes, dos íconos frente a frente que aún pueden combatir, aunque no usen puños, sino miradas y palabras. Obviamente, como ocurre con toda la saga, este filme no es solo sobre el boxeo, sino que versa sobre la culpa, la relación padres e hijos y por supuesto deriva en un camino de redención, que todos los involucrados, a su manera, deberán recorrer. Si las estrellas veteranas del filme se lucen, lo mismo hay que decir de Michael B. Jordan, que es puro corazón y garra, un actor con muchos matices con el que es fácil empatizar. Pasional, entretenida y sorprendente, parece un broche de oro para la historia del semental italiano, aunque nunca se sabe… por más que del rincón se arroje la toalla, Stallone vuelve… siempre vuelve.
La secuela de “Creed” se entronca de tal manera a la saga madre de “Rocky” que bien podría considerase la octava parte de esa historia que ahora incluye padres, hijos y nietos. Y de eso trata este film, con el boxeo como la excusa/metáfora para lidiar con esas complejas situaciones. Si uno podía pensar a CREED (2015) como un spin-off de la original ROCKY, retomando lateralmente la historia de entonces y llevándola hacia otros lugares, otro estilo y otra actualidad, la secuela deja en claro que la intención no era –o no terminó siendo– esa. A juzgar por los personajes, el tono y la historia que se cuenta aquí habría que pensar que la saga ROCKY jamás terminó y que esta nueva película, en lugar de CREED II, podría titularse algo así como ROCKY: THE NEW GENERATION. O, directamente y para no dar tantas vueltas, ROCKY VIII. El protagonista sigue siendo Adonis Creed (Michael B. Jordan), el hijo de Apollo, ex rival y posterior amigo de Rocky Balboa (Sylvester Stallone, con alguna cirugía estética extra entre la anterior película y ésta), pero la historia se entronca tan directamente con el corazón de la vieja saga que ya fluye como una secuela más. Es que el eje del nuevo film pasa por un reencuentro/rematch entre dos nuevas generaciones. Por un lado, Creed, que apenas comienza la película se consagra fácilmente campeón de los pesos pesados. Y, por el otro, Viktor Drago, el hijo de Ivan Drago (Dolph Lundgren), el rival de Apollo y de Rocky en la cuarta película de la serie, allá por 1985. Los que no quieran spoilers de lo que pasó en aquella película de hace 33 años podrán saltarse este párrafo, pero todos los que siguen la saga sabemos que Drago destruyó a Apollo en el ring entonces y el hombre murió tras la golpiza. Rocky, que lo entrenaba entonces y se culpa de no haber tirado la toalla a tiempo, luego combatió contra Drago en la ex Unión Soviética y lo venció, imagen que se volvió casi un emblema de esos años de guerra fría. Pasaron 30 años pero los Drago no olvidaron la humillación de ser derrotados en su propia casa (perdieron honores, familia, aquellla esposa, etc) y hoy el padre entrena al hijo para ser una bestia en el ring, algo que queda claro por su físico, su determinación y la manera que aniquila rivales menores. Hasta que un promotor imagina otra “Revancha de todos los tiempos” y pone a los Drago a desafiar al nuevo campeón mundial. Rocky, asustado por la brutalidad del contrincante y el desenfoque emocional de Creed (su principal motor para aceptar la pelea es vengar a su padre) decide no ser de la partida y así arranca esta historia de padres, hijos y hasta nietos en la que se ha convertido la saga ROCKY. En paralelo, Creed y su pareja Bianca (Tessa Thompson) deciden casarse y, ante la negativa de Rocky de entrenarlo, se mudan a Los Angeles donde tendrán nuevo trainer y otra inesperada aparición en el mundo familiar ya que Bianca queda embarazada. Rocky tiene sus propios problemas familiares con su hijo y hasta los Drago atraviesan sus propios traumas de ese tipo solo que con Brigitte Nielsen como la mujer que abandonó a su entonces marido luego de su fracaso ochentoso. Y que hoy sigue, mucho más grande, manteniendo su peinado de Reina del Hielo de entonces. Dirigida por el relativamente novato Caple (es su segundo largo), a la película puede faltarle la originalidad que tenía la anterior dirigida por Ryan (PANTERA NEGRA) Coogler, pero se sostiene como una efectiva y bastante sólida secuela que no intenta descubrir nada nuevo y que prefiere seguir los pasos bien delineados por el clasicismo de las primeras plículas de la saga: segundas oportunidades, decisiones claves en momentos importantes, traiciones y reencuentros entre amigos y rivales. No hay grandes revelaciones ni sorpresas. Salvo por algunos detalles, la película corre por la ruta que todos imaginamos que correrá apenas empieza y llega donde tiene que llegar como si estuviese editada con el mismo e implacable reloj de los rounds de boxeo. Alguna caída de tensión promediando el segundo acto no impide que la resolución funcione como corresponde a todas las películas de boxeo que siguen las reglas clásicas del género bastante al pie de la letra. Ni Caple ni Jordan –mucho menos Stallone– disimulan que CREED II no es otra cosa que una nueva ROCKY (podría decirse también que es casi una remake de ROCKY IV) y la película abraza con todo el pasado y el estilo de la saga, incluyendo un entrenamiento salvaje y poco convencional al que Rocky fue siempre tan afecto (Stallone figura aquí como coguionista). Y la originalidad que se pierde se gana en cierta efectividad y algunos golpes emocionales que, al menos a los viejos fans del balbuceante Balboa, nos hacen poner la piel de gallina.
Una auténtica leyenda del cine, el magnetismo que aún hoy día causa “Rocky” reside en la mítica historia oculta detrás la propia realización del film convertido en franquicia. Esta película relata la historia de un desconocido boxeador a quien se le ofrece la posibilidad de pelear por el título mundial de los pesos pesados.Con extrema fuerza de voluntad se prepara concienzudamente para este combate, sabiendo que es la oportunidad de su vida. El film que fuera el puntapié inicial de la saga marcó a varias generaciones, que se identificaron con su inolvidable banda de sonido, esa melodía inconfundible que todavía suena en los oídos de cada fanático del box. Solo escuchar cada vez su música nos remite de forma inmediata al personaje icónico que creara Sylvester Stallone. No es nuevo en el boxeo la historia de la cenicienta, ese resurgirde las cenizas para llegar hasta lo más alto de la manera menos esperada: James Braddock, impensado campeón pesado en los ’30 también tuvo su biopic de la mano de Ron Howard en “El Luchador” (2005) y Franco Zeffirelli redimió a Jon Voight en “ElCampeón” (1978). Partiendo de la base que ningún otro deporteestá tan vinculado al cine como el boxeo, es entendible el imán(quizás por ese factor retroalimentario de redención-gloria-decadencia)que tenga con el público este tipo de historias, ya seanepisodios ficticios o estén basadas en boxeadores que realmentehayan existido. Podríamos transitar un breve recorrido comenzando por “El Campeón” (1915), el primer antecedente de ficción boxístico a cargo de Charles Chaplin, pasando por “El Boxeador” (1926) de Buster Keaton, también perteneciente al período mudo y hasta llegar a la más reciente “Huracán” (1999) de Norman Jewison con Denzel Washington en la piel de Rubin Carter. No caben dudas que el séptimo arte contó cuantas historias sean posibles sobre tan apasionante deporte. En este factor reside, justamente, que Rocky sea una pieza única y especial. Posee una serie de condimentos que la convierten en un espécimen inigualable: no es un estrictamente biopic, está plagada de clichés y espectacularidades y posee ciertas excentricidades y exageraciones impropias del mundo del boxeo. Así y todo, es tan fiel y sentimental en transmitir el valor que tiene la redención en el mundo de los puños, que no deja de conmover la forma en queconsigue hacer prevalecer al triunfo del espíritu. La saga que popularizó y elevó al nivel de estrellato a Sylvester Stallone, se extendería a una franquicia cinematográfica capaz de convertir a Rocky Balboa en un personaje mítico. Si cada uno de los siguientes capítulos hace hincapié en el factor emocional, esto tiene más que ver con el exorcismo de los demonios que Rocky guarda dentro suyo.Conflictos personales que pesan más allá del deseo de volver a pelear, como tantos regresos heroicos ha contado la maravillosa historia del boxeo, desde Sugar Ray Robinson hasta George Foreman. A la original “Rocky”, conocida en 1976, le continuaría una dinastía de ocho películas que, a más de treinta años de su estreno original, encontrara su renacer, luego de una década y media de olvido, precisamente en el año 2006. Luego de otra década en el olvido, la saga resurgiría gracias a la aparición del jóven intérprete negro Michael B. Jordan, interpretando al hijo del fallecido púgil Apollo Creed, creando una suerte de renovador spin-off para “Rocky”. De esta manera, ” Creed” (2015) y su reciente sucesora se debatieron entre la nostalgia de los dramas familiares y la pura adrenalina que refiere a la competencia boxística en sí. Inclusive sin pretenderlo, se convierte en una acertada radiografía del ocaso deportivo que atraviesa cierto sector del boxeo. Tres décadas después de su cénit, la saga sobreviviría colocando nuevos artilugios visuales al servicio de una historia de conmovedora superación. Una glamorosa y nocturna Las Vegas, ciudad de apuestas y de grandes proezas deportivas a la vez, serviría de marco para nuevos capítulos de esta hazaña. Esta secuela de la película Creed, del año 2015, encuentra a su antiguo director y guionista Ryan Coogler (“Frutivale Station”, “Black Panther”) cediendo al puesto a manos de Steven Caple Jr., para desempeñarse en labores de producción ejecutiva. Plagada de citas referentes al mundo del boxeo, la franquicia Rocky vio desfilar una galería interminable de personajes, que en la presente edición suma a la retirada leyenda Roy Jones Jr. y al ex-medallista olímpico Andre Ward, sumándose a un elenco integrado por los mencionados Michael B. Jordan y Sylvester Stallone, junto a Tessa Thompson, Dolph Lundgren, FlorianMunteanu, Phylicia Rashad, Andre Ward y Wood Harris. Además un muy especial cameo deleitará a los fans: la actriz danesa Brigitte Nielsen (la atractiva y calculadora Ludmilla, en “Rocky V”) ofrece el enésimo guiño nostálgico a una película dueña de una mitología propia. Este nuevo episodio, nos relata el periplo emprendido por Adonis Creed para vencer al célebre hijo de Ivan Drago, el sanguinario boxeador soviético que matara a su padre (Apollo, interpretado por Carl Weathers) en el cuadrilátero, en la película estrenada en 1990. Partiendo de este acontecimiento vital para la saga, “Rocky” abraza su melodramático pasado a puro golpe emocional. “Creed 2” apela, con previsibilidad y tibieza, a las formulas más remanidas del subgénero de films pugilísticos, surcando las superficies de un drama de vínculos afectivos (la vida marital de Adonis) y conflictivas existenciales (el rol de entrenador que Rocky sopesa ocupar), que presta especial atención a lo que ocurre con sus personajes debajo del ring, como condimento esencial a la consabida fábula de ascenso, caída y redención que comprobará la hombría de todo aquel que afronte los desafíos que la vida y el deporte le coloque por delante. En otro orden, resulta un mérito destacar la delicadeza de un humilde Stallone que sabe ceder protagonismo a la ascendente estrella afroamericana, en pos de potenciar su inagotable cosmovisión pugilística. Mientras tanto el intérprete italoamericano revive, por enésima vez, a su criatura John Rambo (“Rambo: Last Blood”, 2019), el proyecto “Creed III” parece estar en marcha para un futuro cercano, con miras a colocar en la silla de director al mismísimo intérprete de Adonis. A fin de cuenta, “Rocky” en sus infinitas reproducciones, representa el mito viviente de un nombre propio que se ganó su lugar en la historia, retratando las épicas e improbables hazañas de un destinado a perder, convertido en el héroe que todos alguna vez quisimos ser.