Intriga internacional. El ejercicio de estilo puede tornarse contraproducente dentro de una obra, a tal punto que termine desorientando las intenciones de su realizador por más buenas que sean. En De Amor y Dinero el iraní Hossein Amini (otro realizador foráneo atrapado por el gigante hollywoodense) opta por seguir el protocolo hitchcockiano al pie de la letra pero sin llegar al punto de verse limitado por esta condición. Amini se toma un descanso de los guiones por encargo (siempre le estaremos agradecidos por esa anomalía noir que es Drive) y hace su debut tras las cámaras con un opus que emula al género clásico y de paso le suma una astuta cuota de nervio. Contextualizados en los sesenta, tenemos a la pareja casual de Chester (un Viggo Mortensen añejo) y su esposa Colette (Kirsten Dunst intentando ser una señora) vacacionando por las ruinas de Grecia cuando conocen a Rydal (el ascendente Oscar Isaac), un guía turístico bilingüe que saca toda ventaja lucrativa de sus clientes. Atraído por la ostentosidad de estos y convirtiéndose en su traductor asignado, Rydal entabla confianza y se apega a ambos. La inoportuna aparición de un investigador privado tras los pasos de Chester devela que este también es un chanta, dando por consiguiente un crimen (el macguffin del asunto) a manos de Chester y en el que Rydal, sin comerla ni beberla, pasará a ser cómplice. El de Hitchcock era un cine que exploraba las bajezas y obsesiones sociales de personajes ordinarios frente a situaciones extraordinarias. Pero lo de Amini no es un copiar y pegar suntuoso para sacarse de encima un thriller vintage barato. Mientras maneja ese tributo constante delineado por la puesta en escena, la película va serpenteando las maniobras psicológicas que envuelven a los personajes masculinos centrales. Acá no se barajan instintos eróticos sino la patología paternal que confronta y al mismo tiempo atrae a Chester (el padre celoso ante un hijo muy mimado) y Rydal (la distancia que tomó de su familia le remuerde la conciencia). Esta paradoja que incluye broncas y reproches reprimidos es el musculo imperante de la trama y que buscará en algún punto de la fuga redimirse o consumarse. Frente a la inevitable disputa amorosa, Amini se corre de todo histeriqueo pasional y encara hacia el conflicto masculino punzante con un dinamismo envidiable. De esta manera, el personaje de Dunst se ubica en un segundo plano como medio conductor (la mujer como objeto de garantía), ya que el lazo que aqueja a estos individuos es el verdadero leitmotiv y la ambigüedad de ambos (Mortensen de finura agreta y Isaac de elegante sport) su ingrediente maestro. Ilustrada por una fotografía soberbia, De Amor y Dinero es una película de atractivos que no se precipitan, sabiendo dosificar los valores compenetrados y demostrando así que Amini sabe muy bien cómo ser todo un romántico.
Acrópolis en descomposición. ¿Qué ha sido de aquellos viejos y queridos thrillers de antaño, esos mismos que parecen no despertar más que melancolía? El Hollywood contemporáneo una y otra vez demuestra desinterés frente a la posibilidad de reflotar el suspenso basado más en el estudio de personajes que en la edición vertiginosa símil publicidad y/ o la ristra patética de artilugios tecnológicos para púberes. Así como los exponentes elegantes dirigidos a los adultos fueron desapareciendo de la cartelera con el transcurso de los años, bajo el karma del atolladero de los superhéroes y sus filtraciones hacia otros géneros que nada tienen que ver con las calzas ajustadas y las sentencias de manual de autoayuda, por suerte las excepciones aún existen. Hasta cierto punto podríamos afirmar que la eficiente De Amor y Dinero (The Two Faces of January, 2014) hace “trampa” ya que se inspira en una novela de la archiconocida Patricia Highsmith, casi una garantía absoluta de ese clasicismo de tendencias voyeuristas y misantrópicas. A pesar de que la ópera prima del guionista iraní reconvertido en realizador Hossein Amini no llega a la altura de obras como Pacto Siniestro (Strangers on a Train, 1951), A Pleno Sol (Plein Soleil, 1960), El Amigo Americano (Der Amerikanische Freund, 1977) o El Talentoso Sr. Ripley (The Talented Mr. Ripley, 1999), definitivamente logra imponerse en un ámbito cinematográfico paupérrimo gracias a su aplomo y circunspección. La historia se desarrolla en 1962 y respeta a rajatabla la estructura canónica de los relatos de la estadounidense, con una misteriosa pareja recorriendo Europa, hoy por hoy en Grecia, y cayendo bajo el encanto de un tercero -con sus propias incógnitas tras de sí- que de a poco penetra en sus vidas: el matrimonio compuesto por Chester (Viggo Mortensen) y Colette MacFarland (Kirsten Dunst) se topa de improviso con Rydal (Oscar Isaac), un guía que se dedica a estafar a turistas mediante la conversión entre dólares y dracmas. Un buen día, luego de una cena distinguida, Rydal decide devolver un brazalete que olvidó Colette y descubre al simpático de Chester arrastrando a un pobre hombre por los pasillos del hotel. Por supuesto que en la huida resultante los tres protagonistas se entregarán a un juego del gato y el ratón en el que el ventajismo, las agendas contrapuestas y la sexualidad serán los ejes ineludibles. El desempeño de Amini en esta acrópolis en descomposición es meritorio, consiguiendo combinar la exquisita fotografía de Marcel Zyskind y otra gran banda sonora de Alberto Iglesias con las extraordinarias actuaciones de Isaac, Dunst y Mortensen. El guatemalteco en especial viene de trabajos muy interesantes y con De Amor y Dinero corona una trilogía en verdad insuperable, completada por Balada de un Hombre Común (Inside Llewyn Davis, 2013) y la genial El Año más Violento (A Most Violent Year, 2014)…
Rydal (Oscar Isaac) es un jóven que vive en Grecia tras la muerte de su padre. Trabaja como guía para ganarse la vida, y un dí se topa con una pareja encantadora, que vacaciona por el mediterráneo. Sin embargo, esconde secretos que terminan por estallar, y se encontrará huyendo con ellos por amor, hasta llegar a las últimas consecuencias. En pocas líneas podemos resumir el argumento de un filme de apenas una hora y media de duración, y al leerlo nos viene un deja-vu: hemos visto el mismo argumento otras veces. Una pareja que esconde secretos, un joven inocente que se enamora de la chica equivocada y una persecución contra el tiempo antes de que los secretos exploten. Acá en esta ópera prima del director Hossein Amini, se basa en una novela de Patricia Highsmith. Para no hacer más larga de lo necesario esta mini-reseña, sólo diremos que lo único que vale la pena son las actuaciones de Viggo Mortensen, Oscar Isaac y Kirsten Dunst, pues la misma historia está llena de clichés y desde el principio resulta previsible lo que pasará con el triángulo amoroso. Como ópera prima queda a deber.
De amor y dinero es un entretenidísimo y bien desarrollado thriller que merece su visión en pantalla grande. Durante el transcurso de la proyección no te va a ser nada fácil adivinar el desenlace (ni siquiera el desarrollo), aunque es posible que termines imaginando cierres mucho más interesantes que...
Pasaportes en suspenso. La adaptación de los trabajos de la novelista estadounidense Patricia Highsmith nunca ha sido tarea fácil para los directores. Por un lado, las novelas de la escritora están protagonizadas por personajes hipócritas y marginales capaces de cualquier cosa y prestos a las obsesiones y el crimen liso y llano. Por otro lado, el estilo sucinto y directo de sus oraciones les ofrece a los guionistas un punto de anclaje pero de ahí en más, la adaptación de los mecanismos del suspenso literario al cinematográfico demanda del talento y el manejo sutil sobre los dispositivos y el lenguaje del género. Para colmo, la primera adaptación de Highsmith fue realizada por Alfred Hitchcock con un guión a cargo del escritor Raymond Chandler, la genial Pacto Siniestro (Strangers on a Train, 1951). De Amor y Dinero (The Two Faces of January, 2014) es la primera película dirigida por el conocido guionista de origen iraní nacionalizado británico, Hossein Amini (Drive, 2011), y se sitúa a principios de los sesenta en Grecia. Una pareja de turistas norteamericanos conoce un guía de turismo de su misma nacionalidad en Atenas y decide contratar sus servicios para que les enseñe el mercado de pulgas local. Pronto el hombre irá descubriendo la verdadera razón del alejamiento de la pareja de Nueva York y los deberá ayudar a escapar de sus perseguidores invisibles a través de Creta, en un juego sexual y monetario. La ópera prima de Amini recurre a un suspenso sobrio, sin grandes sobresaltos, y respeta en todo momento la intensión de la novela de Highsmith a nivel metafórico pero incurriendo en recurrencias y obviedades en algunos casos. El resultado de la adaptación es bueno especialmente por las grandes actuaciones de Viggo Mortensen y Kirsten Dunst, pero sin dejar de lado al ascendente Oscar Isaac, un trío que soporta a lo largo del metraje los primeros planos con tenues gestos que denotan sentimientos y sensaciones como la culpa, la avaricia, el deseo o el temor. De Amor y Dinero logra construir un suspenso que remite más al género literario que al cinematográfico y conduce la acción con la soltura de un thriller, a la vez que recorre algunos rincones de Grecia a través de la delicada fotografía de Marcel Zyskind y de las envolventes atmosferas de la banda de sonido a cargo del músico español Alberto Iglesias.
De amor y dinero es una buena película de suspenso a la que le juega en contra la explotación que tuvieron en los últimos años las historias de estafadores. Sin embargo, si no te aburriste todavía con los relatos que ofrecen este tipo de personajes, el film protagonizado por Viggo Mortensen es una opción para tener en cuenta. La película es una muy buena adaptación de la novela de Patricia Highsmith, "Las dos caras de enero" y representa la ópera prima de Hossein Amini. Un realizador que cuenta con bastante experiencia en la adaptación de clásicos de la literatura y que en el pasado fue responsable de los guiones de Jude (Thomas Hardy), Killshot (Elmore Leonard) y Las cuatro plumas (A.E.W.Mason). En este caso encaró la obra de Highsmith con una marcada influencia cinematográfica de Alfred Hitchcock, quien en su momento trabajó una novela de esta autora en el clásico, Extraños en un tren (1950). Este enfoque que eligió Amini para abordar el conflicto de "Las dos caras de enero" es uno de los ganchos más atractivos del film, junto con la reconstrucción que hizo de la cultura de los años ´60. Viggo Mortensen y Kirten Dunst no es una pareja que uno hubiera imaginado para una película de este tipo, pero sorprendieron al gestar una muy buena dupla. Por otra parte, Oscar Isaac (Inside Llewyn Davis), quien se viene destacando con sus ultimas interpretaciones, completa el triángulo sobre el que se centra el misterio que propone el conflicto. El hecho que los roles del héroe y el villano no estén definidos de manera convencional en la trama contribuyó también a que la película sea mucho más atractiva pese al desgaste que tiene esta temática. La ventaja de ser una propuesta basada en una novela de Highsmith, sumado al hecho que el director supo hacerle justicia a la obra original, permitieron en definitiva que este film brindara un thriller decente que trabaja el género sin grandes pretensiones.
Tres es multitud De amor y dinero (The Two faces of January, 2014) es una pequeña tragedia que va potenciando su conflicto inicial para transitar con estilo y solvencia el camino del thriller engañoso más clásico, apoyándose en las impecables actuaciones del elenco protagónico (Viggo Mortensen, Kirsten Dunst y Oscar Isaac), para luego cambiar de registro. Una pareja disfruta de la belleza de los paisajes de Grecia. Es el arranque de De amor y dinero, con el matrimonio dueños de un estilo único y elegante, mientras charlan sobre ruinas ancestrales. Es un guía turístico de origen americano que aprovecha un impasse de la universidad para ganar dinero mostrando el lugar. La pareja lo invitar a cenar a un lujoso hotel y pasan una noche entre tragos y manjares. A partir de ahí la calma con la que se muestran las imágenes iniciales del film, terminarán por narrar un cuento diferente, uno en el que la ilusión de bienestar y de placer eterno de la pareja se quiebra al irrumpir un extraño con el fuerte deseo de conocer la verdadera identidad del marido, desencadenando una serie de calamidades que pondrá a prueba su amor y relación con el muchacho recién conocido. La película aprovecha su simple y clásica estructura narrativa e intenta conformar un panorama psicológico de cada uno de los personajes, poniéndolos a interactuar en un escenario natural que fomenta la sensualidad y el deseo entre ellos. Con una mirada, un gesto, un roce, el matrimonio va cediendo ante la inminente ruptura con la sorpresiva llegada del tercero. La trama amorosa se coloca por encima de la trama policial, demostrando cuál es el verdadero motor de la narración, que no por casualidad, más allá de estar dirigida por Hossein Amini, tiene la autoría del mismo equipo que trabajó en El talentoso Mr. Ripley (The Talented Mr. Ripley, 1999) otra historia con un triángulo amoroso, en el que la mentira terminaba llenando de sangre los vínculos entre los protagonistas. De amor y dinero es un film de suspenso sugestivo y estilizado, con una atmósfera de logrados climas opresivos y una interesante puesta, que además se va consolidando con una música incidental acorde a la situación y un nivel actoral elevado para este tipo de propuestas.
El director Hossein Amini, el texto de Patricia Highsmith y el talento de tres grandes actores, Viggo Mortensen, Kirsten Dunst y Oscar Isaac. Todo lo necesario para mostrar la belleza de Grecia y Turquía, la de los personajes, y descubrir de a poco cuán siniestros y peligrosos pueden ser. Misterio, muerte, pasión y a la vez una elegancia que se deteriora.Disfrutable del principio al fin.
La complicidad como forma de relación forzosa Por una de esas casualidades, el mismo día se estrenan en Buenos Aires sendas adaptaciones de dos de los grandes autores de policiales del siglo XX, George Simenon y Patricia Highsmith. Del primero se estrena El cuarto azul (ver página 32); de la segunda, De amor y dinero, retitulación característicamente infiel de The Two Faces of January. Es ésta la primera película dirigida por el iraní radicado en Londres Hossein Amini, bastante reputado como guionista (Las alas de la paloma y Drive, entre otras). A diferencia de otras adaptaciones de la autora y a semejanza de lo que previamente hizo Anthony Min- ghella en su poco talentosa versión de El talentoso Mr. Ripley (1999), Amini decide mantener la época en que transcurre la novela (comienzos de los ’60), haciendo de De amor y dinero un “film de época”. El dato podría parecer menor pero no lo es tanto. Los temas de Highsmith –la identidad, las apariencias, la cuestión del doble, la falsificación– son tan atemporales como universales, por lo cual parece aconsejable no perder tiempo e imagen en reconstruir vestuarios y lugares, e ir más al hueso. Lo contrario de lo que hace Amini, tal como antes Minghella.El propio título refiere ya a la idea del doble, que en Highsmith hizo apoteosis en su primera novela, Strangers on a Train (llevada al cine por Hitchcock, como se recordará) y aquí reaparece. Las dos caras son las del magnate estadounidense Chester MacFarland (Viggo Mortensen), que de paseo por Europa junto a su joven esposa Colette (Kirsten Dunst) en la Acrópolis de Atenas conoce a Rydal, compatriota que se desempeña como guía turístico (Osar Isaac, protagonista de Inside Llewyn Davis). El magnetismo entre ambos es instantáneo, más como una forma de reconocimiento casi animal de uno en el otro que por alguna clase de homoerotismo, que no se percibe. Da toda la impresión de que Rydal le quiere levantar la esposa a MacFarland y que la esposa de MacFarland muestra buena predisposición a ello, y la rivalidad entre ambos es también animal, como si a este último se le erizaran los pelos del lomo cada vez que aparece el otro. Pero habrá también un crimen y una muerte involuntaria, que convertirán ambos primero en cómplices, dúo de chantajeador/chantajeado más tarde.Lo más interesante de la novela de Highsmith es lo que podría llamarse “doblez del doble”. Ni MacFarland ni Rydal son exactamente el ricachón y el cretino que aparentan ser. En verdad, resultan no sólo la contracara del otro, sino la inversión de la apariencia propia. Es por eso que la complicidad –desconfiada y traicionera, pero complicidad al fin– parece la forma de relación forzosa entre ambos. Amini da tanta importancia a eso como al jugueteo entre Colette (que resulta no llamarse Colette, así como MacFarland tampoco se llama MacFarland) y el guía, aparente cazafortunas pero hijo de “buena familia”. Igual relevancia parecerían tener los trajes blancos y sombrero aludo de Mortensen (perfecto como de costumbre, en papel con alguna conexión con el de Historia de la violencia) y otros detalles de época, que sumados a Partenones y mares Egeos dan el inoportuno aire de una colorida tarjeta postal a lo que debería ser una intriga oscura y sordidona, pegajosa como la sangre.
Publicada en edición impresa.
Un curioso guía en Atenas Después de ser el guionista de numerosas películas como La leyenda del samurái: 47 Ronin, Blancanieves y a leyenda del cazador y Drive, entre otras, Hossein Amini comienza su camino como director adaptando un libro de Patricia Highsmith –Hitchcock hizo lo propio con Extraños en un tren– que también que tiene una parte importante de los viejos relatos de aventuras, en donde los personajes se mueven en locaciones extraordinarias como el Partenón, la isla de Creta y la siempre misteriosa Estambul. La historia comienza luego de la Segunda Guerra Mundial, con Chester MacFarland (Viggo Mortensen) y su encantadora esposa Colette (Kirsten Dunst) de vacaciones en Atenas. Allí conocen al Rydal (Oscar Isaac, el protagonista de Balada de un hombre común, de los hermanos Coen), un joven guía turístico que ve en la pareja otro par de víctimas de sus pequeñas estafas que por lo general, son mujeres solas extasiadas con su encanto. Pero tal vez porque hasta hace poco estaba peleando contra los alemanes, tal vez porque oculta algo, la mirada de Chester es inquieta y si bien acepta la sugerencia de su esposa para contratar a Rydal como guía, el próspero hombre de negocios que maneja inversiones de otros se mantiene tenso y expectante. Y mientras la atracción del muchacho y Colette se siente en el aire, el pasado le llega a Chester en forma de detective privado para reclamarle algunas malas decisiones, lo que va a precipitar un crimen (después vendrá otro), la huida de Atenas y un triángulo amoroso que se va desarrollando en varias ciudades mientras la policía les pisa los talones. Un thriller romántico tan correcto como inocuo, a pesar del buen trabajo del elenco (en especial de Isaac) y una correcta puesta en escena.
Viggo Mortensen y Oscar Isaac, lo mejor de un tenso triángulo. Este thriller basado en un relato de Patricia Highsmith se sostiene bastante bien por las buenas actuaciones y las locaciones exóticas, aunque está claro que sería más potable para la pantalla chica que para el cine. Viggo Mortensen y Kirsten Dunst interpretan a una pareja de ricos y despreocupados estadounidenses viajando por Grecia. En Atenas, conocen por casualidad a Oscar Isaac, un compatriota que trabaja como guía turístico, y aunque nadie parece confiar mucho en nadie, surge algo que se podría llamar una amistad si no fuera que casi nada es lo que parece y a que las cosas pronto se complican en todas las direcciones posibles. La película empieza muy bien con el encuentro y la descripción básica del trío protagónico, que pronto se ve metido hasta el cuello en un asunto criminal difícil de manejar, especialmente para el guía que no tiene nada que ver con los negocios sucios de la pareja que acaba de conocer. Pero la casualidad, el dinero, y una atracción con la chica en el trío provocan que todos huyan desde Atenas hasta Creta, donde la lógica tensión del caso se potencia hasta un punto extremo. Todo sería más creíble y sustancioso si el personaje de la tercera en discordia, es decir Kirsten Dunst, estuviera mejor aprovechada. Sin este detalle, el director y guionista británico-irani Hossein Amini estira demasiado algunas escenas, aunque por suerte aprovecha bien momentos clave del relato logrando un resultado convincente. Los sólidos Mortensen e Isaac son los que hacen que todo tenga sentido, y mientras la fotografía de Marcel Zyskind apoya el atractivo de las locaciones, la música del vasco Alberto Iglesias genera tensión ya sea poniéndose hitchcockiano o, incluso, con mucha más originalidad pero no menos precisión, casi tanguero.
"De Amor y Dinero" es una película inteligente, elegante, con clase y un suspenso - lento -más que interesante. Aplaudo a Hossein Amini, quien fue el guionista de un peliculón que seguramente viste: "Drive" y que en esta oportunidad hace su debut como director adaptando la novela de Patricia Highsmith de forma en que los actores - Vigo Mortensen, Kirsten Dunst y Oscar Isaac - sorprenden, porque no solo "hacen" con el cuerpo, sino con las miradas. Una película de constante seducción, excelente fotografía, música, locaciones espectaculares y tensión, que de seguro llegarás a sentir en el cuerpo. Ah, para tener en cuenta... no aburre en ningún momento, porque cuando creíste que habías entendido todo, no no, ahí es cuando el director pega un volantazo.
De amor y dinero Morales dudosas y buenos actores. Guionista experimentado, Hossein Amini nació en Irán, pero vive en Inglaterra desde los once años. Además de los guiones de Drive y Blancanieves y el cazador, Amini adaptó a Henry James en Las alas de la paloma, a Thomas Hardy en Jude y a Elmore Leonard en Killshot. Para su debut como director, eligió una novela de entre las menos conocidas de Patricia Highsmith. Y desplegó a Viggo Mortensen, Kirsten Dunst y Oscar Isaac en paisajes mayormente griegos, ambientados en 1962. Contar el argumento, su punto de partida, es revelar detalles que la película dispone con elegancia y cierto aire liviano para luego enrarecerlo. Detallar sus acciones, incluso las iniciales, sería traicionar su propuesta. Sí se puede decir que se trata de una película sobre estafadores, sobre la desconfianza, sobre los celos y sobre el encubrimiento. Los actores y el paisaje son definitivamente lo mejor: la luz del sur de Europa, la vibración y vitalidad social de principios de los años 60, los gestos de tres actores curtidos. El trabajo de Oscar Isaac, el mismo de Balada de un hombre común, de los Coen, es especialmente preciso, y convence con sobriedad, incluso cuando las acciones de su personaje se ponen en escenas y en palabras de baja verosimilitud, o de riesgosos y deshilachados objetivos simbólicos (la idea de padre nunca adquiere un sentido bien tramado ni verdadera relevancia en el relato). Amini hizo una película en la que están algunas claves de la obra de Highsmith: las oscuridades detrás del lujo, el arribismo y la envidia y, sobre todo, el asesinato no premeditado, sino como producto del error, de la tensión, del encierro, como reacción para no ser expulsado del paraíso. Pero De amor y dinero -otro disparatado título local- también es un film un poco oxidado en su armado, arenoso en su narrativa, con actores desperdiciados en diálogos dispuestos con demasiado orden (no parecen poder interrumpirse), con poca capacidad para hacer inteligible los espacios en los pocos momentos de movimiento y, sobre todo al final, con descalabros en la base lógica de las decisiones de los personajes. Además, hay uso y sobre todo abuso de la música del español Alberto Iglesias, tal vez, para intentar suplir la falta general de brío para narrar. También con buenos actores, con dilemas morales, con personajes norteamericanos en el paisaje del sur europeo de hace medio siglo (sobre Highsmith), Anthony Minghella hizo en 1999 la muy recomendable y hasta personal y pasional adaptación de El talentoso señor Ripley. Minghella podría haber sido una referencia más que fructífera para Amini si se hubiera decidido a no usar tanto el piloto automático.
Bajo el signo de Highsmith El suspenso está muy bien logrado a partir de la tensión entre los tres personajes principales. Nunca sabemos qué planea cada uno. Patricia Highsmith y el lenguaje audiovisual se llevan bien: veinte películas y un número similar de realizaciones televisivas se basaron en novelas o relatos de su autoría. ¿Qué es lo que tanto atrae de su escritura a los cineastas? Arriesguemos tres hipótesis: 1) Sus historias no caen en el esquema policial clásico del whodunnit, donde hay un crimen y queremos saber quién lo cometió. Highsmith invierte la carga del suspenso: sabemos quién es el criminal y no queremos que lo descubran. En lugar de identificarnos con un detective que va acercándose a la verdad, nos identificamos con un delincuente que la va ocultando; 2) Los protagonistas son complejos, polifacéticos y cambiantes: generalmente, como Tom Ripley, atractivos psicópatas que nunca develan sus intenciones últimas; 3) Las acciones se desarrollan en geografías bellas y/o exóticas, siempre fotogénicas. Ambientada en los años ‘60, De amor y dinero -originalmente Las dos caras de enero- cumple con los tres puntos anteriores, y le agrega un cuarto: un triángulo amoroso, formado por el matrimonio de un apuesto veterano (Viggo Mortensen) y una atractiva joven (Kirsten Dunst) más un guía turístico y estafador de poca monta (Oscar Isaac). Los tres quedan enredados en una convivencia forzosa, de viaje por los paradisíacos paisajes griegos. En su opera prima, el iraní -radicado en Gran Bretaña- Hossein Amini (guionista de Drive y 47 Ronin, entre otras), maneja a la perfección la tirantez entre los tres personajes y el arte de no mostrarnos qué es lo que cada uno se trae entre manos. Durante su lograda primera mitad, la película se acerca al clima de El talentoso Sr. Ripley, esa gran adaptación de Highsmith a cargo de Anthony Minghella (no parece casual que Max Minghella, su hijo, sea el productor ejecutivo de De amor y dinero). Pero después de llegar al pico de tensión con trabajo y paciencia, la bajada es a los tumbos, con un desenlace decepcionante. Que, hay que decirlo, respeta el espíritu de la novela: por una vez, echémosle la culpa a la magistral Patricia Highsmith.
La vieja escuela Con una reputada trayectoria como guionista, encima adaptando a grandes como Henry James, Thomas Hardy o Elmore Leonard, Hossein Amini eligió para su debut en la realización a Patricia Highsmith: De amor y dinero es una recreación con aire clásico de un texto no tan popular de la autora de -sí- la reversionadísima El talentoso señor Ripley, que le debe mucho desde su aspecto visual a aquella versión dirigida por Anthony Minghella, director al que Amini le agradece en el final. Están los norteamericanos empotrados en la postal europea, están la elegancia y distinción que oculta no otra cosa que la decadencia y la amoralidad, y también esos vínculos masculinos que oscilan entre la mutua fascinación y la repulsión. Tal vez se le puede cuestionar un poco la falta de brío por momentos, pero Amini construye con convicción un film que parece extraído de un viejo arcón de los recuerdos. Evidentemente una película así no llega por generación espontánea. Amini, de larga trayectoria en la escritura, se tiene que haber guardado para sí durante mucho tiempo esta historia. Por eso no deja de ser curioso cierto desapasionamiento que exhibe el relato, algo que por otra parte puede ser visto no tanto como una falencia sino como una virtud: el director, aún inexperto, domina las herramientas del cine con soltura, y no tiene que apelar al desborde para demostrar pertinencia. Lo suyo, también en un buen ejercicio de comprensión de las criaturas de Highsmith, es el autocontrol y la simulación, con pequeños climas de tensión que se van disponiendo cuasi matemáticamente a lo largo del film. De amor y dinero es una película de giros constantes, de marchas y contramarchas, sin antojo ni arbitrariedad, sólo respondiendo a los impulsos de sus personajes. Porque en la superficie, De amor y dinero (espantoso título local para el más sugerente The two faces of january) es una clásica película de estafadores, pero que en vez de elegir la cara divertida de la trampa prefiere la tragedia que supone el engaño. Y la seriedad del conjunto no es tanto un respeto supremo a la letra escrita (ese que padecen muchísimas adaptaciones literarias) sino un tono que nunca anticipa lo que va a venir. La ligereza, en todo caso, está impresa en ese absurdo que da origen a todo el asunto: un crimen sin premeditación, algo que suele ser habitual en buena parte de la obra de la autora más allá de que la mente criminal es puesta en marcha constantemente. Tal vez Amini falla un poco en el subtexto, hay información sobre la que se pone demasiada importancia y luego se pierde (el vínculo entre uno de los personajes y su padre) y también la relación entre los dos protagonistas se queda un poco en la superficie de cierta masculinidad provocada, sin profundizar en otras tensiones que Highsmith solía trabajar y sobre las que cuales Minghella hizo hincapié en la mencionada El talentoso señor Ripley. Pero De amor y dinero se vale en una primera instancia de tres intérpretes que están perfectos (Viggo Mortensen, Kirsten Dunst, Oscar Isaac) y también en una sobriedad absoluta para desandar un relato con ecos de Hitchcock y libertad para desalentar cualquier atisbo de postmodernidad. Decididamente es una película a la vieja usanza, no necesariamente avejentada, que se vale de un ritmo particular y de un montaje y un trabajo de planos que remite a esos films de misterio y suspenso que se hacían antes. Y ese desinterés en cualquier regla de mercado, no por la provocación misma sino por una pertinencia artística y un espíritu romántico, es sin dudas una decisión más que válida.
Fuga de capitales Viggo Mortensen y Kirsten Dunst protagonizan una historia de codicia en la que el amor pierde la partida. En las escalinatas del imponente Partenón, en Atenas, hay lugar para turistas, guías, pícaros y estafadores de alta escuela. Allí unen sus destinos el matrimonio de Chester (Viggo Mortensen) y Colette (Kirsten Dunst), con Rydal (Oscar Isaac), un muchacho que aprovecha la confusión de idiomas y dinero, en época de dracmas. Atenas, 1962. La pareja de estadounidenses, bellos e impecables bajo el sol griego, atrapa la atención de todos. Una buena fachada es una de las reglas básicas para esconder identidades y negocios turbios. La película del iraní Hossein Amini es una visita glamorosa a las novelas policiales de factura clásica. La seducción, la sospecha y la capacidad de cálculo para sobrevivir generan la trama en la que brilla Mortensen. La ambigüedad es el signo del personaje de Chester (o como se llame). Amini logra el clima de falsa calma primero y luego entrelaza peripecias que ponen a prueba el instinto del hombre que llega a Atenas con dos maletas y una esposa. Kirsten Dunst expone su fotogenia y encanto en el rol de la mujer que sabe todo pero debe ser protegida, bajo la apariencia de falsa inocencia. Colette electriza la atmósfera en torno a los hombres unidos en extrañas circunstancias. El guion de Amini, basado en la novela de Patricia Highsmith, se detiene en la luz de Atenas, que se vuelve incandescente en Creta durante el recorrido que el trío encara cuando busca lugares inhóspitos y remotos. Los caminos polvorientos que los personajes conocen subidos a transportes sencillos, las cantinas y posadas de la isla, el mar y las ruinas de Cnosos dan un marco imponente a la anécdota cargada de suspicacias. Hay referencias a la muerte del padre de Rydal y la relación tortuosa que, de alguna manera, lo vuelve permeable a la figura de Chester. Oscar Isaac realiza un trabajo sensible, en la evolución y el aprendizaje de vida desde que el muchacho engaña turistas en el Partenón, a la persecución sin resuello en el Gran Bazar de Estambul. De amor y de dinero muestra después del episodio en Cnosos que recuerda el mito de Teseo, el otro laberinto, el del bazar por donde Chester, Rydal y la policía tratan de saldar diferentes cuentas. Prevalece el dramatismo y la sospecha justificada del muchacho hacia ese hombre elegante, rico, alcohólico, enamorado de su mujer que le pone un espejo a la hora de elegir modelos de vida. La fotografía de Marcel Zyskind encanta cuando pone la cámara en las piedras milenarias, sin perder el foco de la historia. Por otra parte, los rostros de los protagonistas se entregan a los primerísimos planos, en claroscuros teatrales. Los acompaña el arte de la película que reproduce lugares elegantes donde suenan los tonos del griego y el inglés, una frontera que potencia el engaño. De amor y de dinero transcurre entre las tensiones personales y la fuga, como en las viejas películas de James Bond, con el color difuso de Europa en plena Guerra Fría, tierra de prófugos, espías y ricos sin culpa.
CODICIA Y CHANTAJES Es una pena haber desaprovechado otra buena novela de Patricia Highsmith, con dobles, roles intercambiables, sorpresas y fraudes. Los personajes son una pareja de norteamericanos visitando Grecia y un guía, que primero quiere aprovecharse de ellos y termina –como le gusta a Highsmith- implicado. Las ruinas de Grecia anticipan el derrumbe de una pareja sostenida en la estafa. Hay una amenaza, un crimen, un deseo no dicho. La pasión y la codicia rondan. Los dos hombres se recelan y se necesitan. Y en el fono está Colette, la mujer, que será a un tiempo botín y excusa. La novela daba para un dibujo más sórdido y oscuro. Pero el filme se queda en el paisajismo, no sólo para mostrarnos Grecia sino para dejarnos ver muy por arriba el alma oscura de estos personajes desolados. Las vueltas de tuerca sostienen el interés, la culpa va de un lado a otro. Una historia espesa que merecía un trazo más intenso y sombrío.
“De amor y dinero” es una buena adaptación de la novela de Patricia Highsmith (“Las dos caras de enero”) realizada por el iraní Hossein Amini (“47 Ronin”, “Drive”, entre otras) y se suma a la larga lista de películas en las que hay un gran secreto o una gran estafa. Que hace que te preguntes: ¿Qué harías cuando estás contra las cuerdas? ¿Hasta dónde llegas para ocultar ese gran secreto? “De amor y dinero” es una película de suspenso centrado en una pareja de vacaciones en Atenas en 1962, Chester (un Viggo Mortensen avejentado pero genial, como siempre) y su esposa Colette (Kristen Dunst, haciendo de una típica buena esposa de un hombre adinerado) de paseo por Grecia se cruzan con Rydal (Oscar Isaac), un guía turístico que se dedica a estafar gente cada vez que tiene la oportunidad gracias a sus capacidades para traducir y a su conocimiento de la ciudad. Rydal se siente atraído por la pareja y sin querer entra en su vida. Luego de una gran noche, un detective privado que viene persiguiendo a Chester (que resultó ser un estafador a mayor escala que Rydal) pone en “jaque” a la pareja haciendo que tengan que escapar y el joven turista los ayuda, transformándolo a él en cómplice de los accidentes, asesinatos y el resto de las cosas ilegales que pasarán durante el film. La película dirigida por el guionista Hossein Amini. En sí está bien, pero mal contada o mejor dicho mal armada. Ya que pone “las pistas” para resolver la estafa de la película en momentos errados que hacen que la película fuese predecible durante todo su recorrido y más que nada al final. Sin embargo las actuaciones de Viggo Mortensen y Oscar Isaac hacen que la película sea llevadera y no te aburras. Con una correcta Kristen Dunst, que completa a la perfección este triángulo amoroso, lleno de secretos, suspenso y deseo por lo que no es suyo. Sumando a todo lo que logra Grecia visualmente, sus calles, paisajes y su gente hacen que sea una película que se deje ver.
Ajedrez para tres Viggo Mortensen no descarta un guión que no le guste, y así como ocurrió con Todos tenemos un plan, de Ana Piterbarg, su cotizada presencia realza el debut tras las cámaras de Hossein Amini, guionista de Drive, entre otros films. Basada en la novela Two faces of January, de Patricia Highsmith, la película ausculta con delicadeza la relación entre dos embaucadores de distinta edad y la que ambos mantienen con una mujer de notorio atractivo sexual, entre las ruinas griegas y pintorescos paseos nocturnos por Estambul. Highsmith escribió la novela entre los dos volúmenes de su saga protagonizada por el estafador Tom Ripley, y tanto Rydal (Oscar Isaac, visto el año pasado en Inside Llewyn Davis de los Coen) como Chester MacFarland (Mortensen) hacen el juego de espejos entre un joven y un viejo Ripley, que se corona en una pantomima de padre e hijo con la finalidad de una coartada. Colette (Kirsten Dunst), la mujer de MacFarland, es el tercero en discordia y (quizás en la movida menos original del film) aquello que desbarata una jugada arriesgada con pronóstico de final feliz. El triunfo está en la frágil tensión (Viggo en su mejor hora) y en la fidelidad a los juegos ambiguos de la escritora norteamericana.
Basado en un texto original de Patricia Highsmith ,“Las dos caras de enero”, éste filme representa la primera incursión en la dirección del experimentado guionista ingles, nacido en Irán, Hossein Amini, nació en el país de Medio Oriente, pero se crió desde su infancia en Inglaterra. Autor responsable del guión, entre otros, de “Blancanieves y el cazador” (2012), Amini también realizó la traslación de un texto de Henry James, pero para su debut como rfealizdor eligió una de las novelas menos difundidas de la gran escritora de suspenso americana, fallecida hace 20 años. La sensación que produce esta película hace que cualquier elemento que se declare de la construcción de la trama podría hasta entenderse como una traición al texto mismo. Esto no es una variable de calificación de la producción audiovisual, sino de cómo se van entrelazando los personajes y las situaciones para sostener un verosímil que de otra manera se derrumbaría en los primeros 10 minutos. El largometraje se constituye como un buen representante del género del thriller, que funciona a paso firme, sin demasiados cambios de ritmo, pero con varias vueltas de tuerca desarrolladas en su imbricada e intrincada trama, que de no existir su desarrollo se transformaría en tedioso, previsible y monótono. Posiblemente el punto más fuerte de lectura del texto y del film es el contexto en el cual se desarrolla la historia: La ciudad de Atenas se presenta desde su simbología como el lugar perfecto, la cuna de las tragedias occidentales, donde la mentira, lo falso, y el destino inexorable corren de la mano. La historia de ardides y desengaños se desarrolla a partir de un triángulo amoroso conformado por Chester MacFarland (Viggo Mortensen), su esposa Colette (Kirsten Dunst), y un joven Rydal (Oscar Isaac), guía de turismo en la ciudad mediterránea, de origen estadounidense. El juego geométrico se establece, se organiza y se retroalimenta en un circulo vicioso, que le da vida y lo asesina a cada paso. Funciona desde los parámetros del tercero excluido, siempre conformando parejas, la de Dunst-Mortensen alcanzan un buen grado de química, se hacen creíbles, pueden crear la necesaria empatía. El duo Dunst-Isaac tiene muy poco desarrollo, por lo que no termina de hacer pie dentro de la historia general, y acaban diluyéndose. Pero el más flojo de todas las relaciones es el falso reflejo de paternidad entre Mortensen-Isaac, que intenta sostenerse en el parecido del primero respecto del padre del segundo, haciendo que la culpa por las malas acciones para con su padre real puedan elaborarse con otro, cuando en la realidad evidente queda apresado en la belleza de la ninfa esposa del extraño. Ambientada a principios de los años ´60, lo mejor de esta producción se encuentra en el diseño de arte, la escenografía y el vestuario en primer lugar; la fotografía, el manejo de las cámaras sostienen lo que es presentado de manera muy eficaz; la música puesta en su doble función, primero narrativa, a partir de los temas musicales seleccionados, y empática en la creación de los climas necesarios. Todo realizado de manera correcta, lastima que la construcción de los personajes, sus relaciones, sus motivaciones, protagonista y antagonista, amor y frustración se diluya en lo estético técnico. Dinero hubo, y se nota.
Basada en una novela de Patricia Highsmith, esta historia ambientada en los años sesenta muestra la vida de una pareja de estafadores en Grecia y la aparición de un tercero quizás en discordia. Aquí es interesante la actuación de los protagonistas y cómo detrás de un paisaje luminoso laten el peligro y el mal. Sin grandes escenas, una buena demostración del arte de Mortensen y Dunst.
Llega al cine De amor y dinero, dirigida por Hossein Amini, guionista de Drive, y basada en una novela de Patricia Highsmith, con Viggo Mortensen, Oscar Isaac y Kirsten Dunst como protagonistas. Reconocida principalmente por la saga de libros acerca del personaje de Tom Ripley, Patricia Highsmith fue una de las escritoras más fascinante en lo que respecta a novelas policiales del siglo pasado. Sin embargo, la más famosa y estimulante de las adaptaciones cinematográficas, basada en una de sus novelas, fue Extraños en el tren, mítico thriller de Alfred Hitchcock con Robert Walker y Farley Granger. De amor y dinero, guarda varias similitudes con la saga de Ripley. Un escenario europeo exótico, un tercero y misterioso personaje en discordia entre un matrimonio de aparente, buena posición social… y un asesinato. Chester Mac Farland y su mujer, Colette, visitan las ruinas de la antigua Grecia, cuando conocen a Rydal, un joven guía turísitico estadounidense. Rydal se une a la pareja como guía personal, aunque tiene claras intenciones de estafar a Chester y seducir a Colette. Sin embargo, no avanza demasiado en estos puntos y se hace amigo de la pareja. Hasta que sucede un asesinato y los tres se convierten en fugitivos de la policía griega. Lo fundamental, es que nada es lo que aparenta ser, y la codicia siempre cobra más valor que las personas. Hossein Amini debuta como realizador en un thriller clásico, integrado por numerosos elementos “hitchcoianos”, como el hombre equivocado, la figura manipuladora, la mano del azar para castigar personajes, la culpa. El director aprovecha la geografía para armar un laberinto propio del mito del Minotauro, y gracias a dos soberbias interpretaciones de Viggo Mortensen, y en mayor medida, de Oscar Isaac, construye una interesante variante a una relación paternal, casi edípica, en términos metafóricos. Los climas son lentos y el discurso, sutil. El director no subraya significados y apela a construir el argumento, narrando con imágenes, no apelando tanto al diálogo, ni enfatizando las vueltas de giro estructurales. A través de una soberbia fotografía e impecables actuaciones, se genera un relato con buena carga de tensión sexual, sin necesidad de explicitar nada. En este sentido, el clasicismo de la puesta en escena es siempre favorable. Queda la sensación de estar viendo un noir filmado en los años ´60 –cuando sucede la acción- donde se sugería más de lo que se explicaba. La información justa y un interesante juego de espacio fragmentario en la secuencia final, acercan a Amini a una dirección casi wellesiana –el Welles más clásico, por supuesto- confirmando que se está visualizando un film de otra década.
Lo cotidiano no siempre funciona ¿Pueden coincidir y confabular entre sí la atracción por el dinero y tal vez, el amor? En The Two Faces Of January (“De amor y dinero”) sí ocurre, aunque de una forma corriente y banal, común, bajo un desarrollo superficial que no se compromete en rascar más allá de la primera capa de piel. El triángulo amoroso formado por Chester MacFarland (Viggo Mortensen), Colette (Kirsten Dunst) y el joven Rydal (Oscar Isaac) camina por un círculo vicioso que lo alimenta, y a la vez, lo destruye. La dirección y guión, a cargo de Hossein Amini (Drive) sitúa a Atenas como el escenario donde las acciones se vuelven predecibles y no logra explotar con todo su esplendor a los personajes. En ciertos momentos sí funciona el reflejo de paternidad entre MacFarland y Rydal, manejado desde el principio gracias al parecido estético, pero sin trasfondo por detrás. La pareja Dunst-Mortensen alcanzan un leve grado de química, pero sin llegar a crear empatía. “The Two Faces Of January” es una película predecible en la que termina ocurriendo lo que el espectador cree, sin ningún giro o guiño que cambie la patología de lo que el film deja ver escena tras escena. Dunst comprendió y actuó en consecuencia con el personaje que representa: una mujer hermosa limitada entre las paredes de su ignorancia, sin querer reconocer lo que se ve a simple vista. Mortensen, a quien vimos en grandes papeles como en The road (2009) y más recientemente en Jauja (2014), lleva a cabo una gran caracterización bajo el matiz del millonario MacFarland, una persona que esconde más de lo que promulga y expresa. Isaac, próximo a debutar en la saga de George Lucas, (Star Wars: Episode VII – The Force Awakens), funcionó como el vértice entre el vertiginoso carisma y dinero de MacFarland y la sensualidad de Colette, atrayéndolo a un punto del cual no tendrá retorno. Pese a una duración óptima-96 minutos- el largometraje es un thriller que funciona a paso lento y sin cambios de ritmo en su composición, por lo que su desarrollo se vuelve tedioso y monótono. El punto más fuerte del film es el entorno en el cual gira la historia: Atenas es el marco perfecto donde las mentiras y los falsos sentimientos entrelazan a los tres personajes. Las buenas actuaciones, la ambientación como también la fotografía, no logran sostener a una película con un guión muy flojo y simplista.
Escuchá el audio (ver link).
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.