El camino es una película road movie "a pie" para pasarla bien en el cine, emocionarse, sonreír y quedarse con ganas de hacer uno mismo ese peregrinaje. El relato es sencillo, espiritual y tierno. En su primer media hora da la sensación que va a tener poco y nada por contar y asusta un poco pensar que aún queda una hora y media de proyección, pero de a poco la calidez de los personajes,....
Emilio Estevez y Martin Sheen nos regalan una pelicula realmente entrañable y disfrutable! Y a riesgo de sonar como Virginia Lago, es la unica manera de hacer la review de esta pelicula. Ya que el calor y la tibieza que a uno le deja en el alma, es similar a tomar chocolate caliente, un domingo a la tarde en casa de la abuela. EL CAMINO DE SANTIAGO Que maravillosa sorpresa fue ver esta pelicula. De movida nos plantea la historia de Tom, un oftalmologo yanki, que juega al golf en carritos. Viejo gruñon y fuera de estado. Tiene un hijo, Daniel (Emilio Estevez), con quien no se lleva bien y mucho menos entiende. Este muchachote de unos 40 y largos, abandono su carrera prfesional para viajar y conocer el mundo. Asi sera que en el dia primero de su peregrinacion a Santiago de Compostela, morira en un accidente. Tom viajara a Francia, y reanudara el peregrinaje junto a su hijo, tanto espiritualmente como fisicamente, ya que llevara sus cenizas a lo largo del camino. El camino de Santiago es uno de los peregrinajes mas antiguos de los que se tenga registro. Si bien para los yankis, es bastante desconocido, para nosotros y nuestra ascendencia española en gran medida, cuanto menos, lo hemos sentido nombrar. Este camino se extiende por 800 kilometros a lo largo de una porcion de Francia y gran parte de España, y hace que el peregrinaje a Lujan parezca un paseo por el parque, (comentario completamente respetuoso). Este peregrinaje suele hacerse durante meses, y no siempre se hace entero, si no que se realiza mayormente por porciones. Lo que nos muestra la pelicula es el camino completo. ROAD MOVIE A PATA Si, no cabe duda que esta pelicula es una road movie, con todos los condimentos que podemos encontrar en cualquiera peli de ese genero, excepto, que esta es a pie. Tom ira descubriendo y encontrando diferentes personajes a lo largo del camino, conformando un solido grupo de cuatro personas, cada uno con sus miserias, lagrimas, pecados, y caminos internos. Tom, hara este camino, no para conocerse a si mismo, no para realizarlo con las cenizas de su hijo, no para terminar lo que su hijo empezo, si no para por fin y de ua vez por todas, poder entender a su hijo, y lo que es mas importante, poder compartir algo con su hijo, aunque paradojicamente, su hijo ya no este vivo. Dicho esto, hay que contradecirlo imediatamente, ya que su hijo estara a la vuelta de cada curva, cada piedra y cada integrante de este fascinante camino. Los acompañantes, funcionan a la perfeccion desde el punto de vista organico, a tal punto que, uno se la cree. Esto en gran parte se debe a como esta filmada la pelicula, esta filmada con luz ambiente, con un equipo super reducido, y siguiendo el Camino de Santiago en orden. Si bien el reparto no camino los 800 Kilometros, si compartieron el viaje entero juntos, y se nota. Martin Sheen se luce en su papel, realmente se destaca, es organico imaginar a su hijo en cada esquina, ya que este desde atras de camara, realmente lo estaba. Todas las desventuras y aventuras de este viaje, no son para nada predecibles, y a la vez, para nada disparatadas. Todo lo contrario, son tan reales y humanas, que es imposible no sentirlas como propias cuando las vemos. Mucho tiene que ver que todos los peregrinos que aparecen en la pelicula son peregrinos reales recorriendo el camino. SANTIAGO QUERIDO Los paisajes que envuelven la pelicula, tanto los grandilocuentes montes o campo, como las minimas posadas llenas de todo tipo de gente, con diferentes credos, creencias, edades y religiones, realmente ayudan a darle un sentimiento de realidad increible. Martin Sheen no parece injertado en este ambito, y es en mayor medida porque en la vida real, recorrio 3 veces los 800 Kilometros de los sinuosos senderos. Lo cual hace que sus viviencias y miradas sean reales. EL camino interno que el personaje hace, se confunde por momentos con el real de Sheen, y es realmente genial. El sentimiento es de inmersion total. Mas alla de algunas argucias literarias en beneficio del argumento normal de cualquier pelicula. Cabe aclarar que para mi la tematica tuvo un plus, el cual es ser fanatico de la musica y cultura celta, ampliamente ligada al Camino de Santiago. Siendo yo mismo coreuta de un coro de musica celta. (Si, estoy lleno de sorpresas). Toda esa cultura no me es ajena, y verla en la pantalla fue una sorpresa grata, porque a diferencia de otras peliculas norteamericanas en suelo no nativo para ellos, mayormente se trata con inexactitudes o falta de respeto a los lugares retratados. (No me hagan acordar de Indiana Jones IV y todos sus errores/faltas de respeto hacia la cultura sudamericana, y ojo que AMO a Indy). Pero en “El Camino”, todo es tan repsetuoso y original y bien tratado, que mas alla de los recursos literarios que arriba mencione, no hay nada que veamos que no sea como la realidad. Realmente hay mucho mas para contar de esta pelicula, pero como es costumbre en mi, lo dejo picando para que lo disfruten ustedes. Para que lo descubran ustedes. Me lo van a agradecer. CONCLUSION ¿Como “calificar” una pelicula asi? Que tanto llena el alma… Que tan bien hizo ver… Que tan diferente sera para hombres y mujeres, para hijos y padres, y en especial, para diferentes tipos de hijos y padres con su propio bagaje de vida. Tocara diferentes puntos dentro de cada uno, y nos llevara a reflexionar, recordar y evocar a nuestros padres, irremediablemente. Asi como seguramente a los que tengan hijos, lo llevara a pensar en ellos. No es una joya de la industria, pero es una historia contada de manera tan rica, tan amena, tan humana que no debe dejar de ser vista. Emilio Estevez, me sorprendio gratamente y me lleno un poquito el corazon, quizas sea por eso, que se me escape algun puntito mas… Quizas este calificando esta peli, mas con el corazon, que con la razon… De todos modos, de eso se trata “El Camino”, de caminarlo con el corazon, no con la razon…
Estevez Unidos En los años 80 fue un ícono de la juventud rebelde. En los 90 jugó al policía en varias oportunidades. Sin embargo, mientras seguía trabajando en películas clase B, mientras su hermano Charlie, la pegaba en comedias, Emilio Estévez encontró en la dirección cinematográfica, un camino alternativo para expresarse artísticamente. Sus primeras películas no tuvieron demasiada difusión. Tengo un vago recuerdo de la comedia Hombres Trabajando que hijo junto con su hermano. Una buddy movie más. Pero Emilio, encontró en el cine Indie un espacio, un lugar. Hace 5 años, Bobby, una ambiciosa apuesta por reconstruir el momento en que fue asesinado Robert Kennedy a través de una historia coral de varios personajes, que fueron testigos del mismo hecho, despertó críticas positivas. Es que más allá de sí eran atractivas o no cada una de las anécdotas que narraba, el elenco que se prestó a formar parte de esta película era espectacular. Dificil poder reunir a tantos actores de primera línea todos juntos. Con algunos momentos edulcorados y otros que generaban tensión, Estévez demostró que podía destacarse dentro de la cinematografía de Hollywood. Es que Emilio tiene casi 50 años y ha madurado como artista. Reflejo de esto es El Camino. Co producida en España, con Julio Fernández (socio de Brad Anderson), narra la historia de un renombrado oftalmólogo estadounidense viudo, Tom, que tiene una relación distanciada con su único hijo Daniel. Cuando este aparece muerto en los Pirineos, Tom se traslada a Europa, donde se le comunica que falleció cuando empezaba a realizar el Camino de Santiago de Compostela. Se trata de un perenigraje que empieza en Francia y termina al Sur de España. Los peregrinos realizan 800 km a pie, parando en diversos hostels entre España y Francia. Turistas de todo el mundo lo realizan todos los años. Alguno tienen una búsqueda espiritual, otros, religiosa. Algunos lo descubren en el camino. Tom se propone llevar las cenizas de Daniel hasta la catedral de Santiago de Compostela y terminar el viaje que empezó su hijo. Estévez podría haber hecho un film netamente sentimental y golpe bajista, pero en cambio opta por narrar una road movie clásica, honesta sin perder de vista temas básicos como la redención, las segundas oportunidades, el “nunca es tarde” para hacer lo que no se hizo. Es un film espiritual pero no religioso. Un recorrido geográfico pintoresco, donde aprovecha los paisajes para brindar encuadres hermosos fotografiados por Juan Miguel Azpiroz, colaborador habitual de Julio Medem. El Camino no tiene la pretensión filosófica de otras road movies recientes como Hacia Rutas Salvajes de Sean Penn, sino que se ata a una estructura clásica. El personaje de Tom debe vencer diversas arbitrariedades. Tiene casi 70 años, pero buen estado físico. Las principales adversidades son internas. Prejuicios y culpa, descubrir sus emociones. Pero no se trata de un viaje introspectivo. Tom encuentra tres personajes, que al igual que él, viajan hacia Santiago de Compostela por motivos que no se relacionan con la religión: Joost es un holandés que desea perder peso para volver a acostarse con la novia; Sarah es una canadiense que quiere dejar de fumar y Jack es un escritor irlandés en busca de inspiración. Este personaje está inspirado en Jack Hitt, autor del libro en que se basó Estévez para escribir el guión. Gracias a estos personajes, la película incorpora un necesaria cuota de humor que le quita la solemnidad y el dramatismo al viaje de Tom. Joost funciona como un cómic relief. Al igual que Jack. Sarah como un posible interés romántico. Pero Estévez, por suerte decide evadir completamente esta dirección para centrarse en la moralina relacionada con la amistad. La manera en que la compañía genera esperanza. Estévez eligió un elenco que provoca empatía y tiene buena química entre sí. Es notable que la relación de los personajes dentro de la pantalla se tradujo fuera de la historia, permitiendo que en el final del viaje, los mismos tengan una amistad verosímil. Ayuda, también que el director interprete a Daniel, y Tom, sea su padre Martin Sheen. A los 72 años, el protagonista de Malas Tierras y Apocalipsis Now se carga la película a los hombros con sobriedad. Hace un gran trabajo físico y emocional. Creíble. El hecho de verlo al lado de Emilio permite creer en la breve relación padre-hijo que se construye. En parte, porque Emilio tiene la misma cara de Martin. Sus amigos en la travesía conforman un elenco sólido: Deborah Kara Unger, James Nesbitt, Yorick van Wageningen. Solamente, el actor irlandés tiene momentos un poco eufóricos, que desatinan con el tono del resto. Es poco pero efectivo el aporte de Tchéky Karyó y una avejentada Ángela Molina. No se oculta, que detrás de la historia hay un mensaje propio de la religión católica, pero tampoco ocupa tanto protagonismo. Lamentablemente, la banda sonora subraya demasiado el mensaje. Es un viaje agradable y dinámico. Más allá de algunos clisés, estereotipos y lugares comunes, El Camino deja un sabor agradable.
Camino al Rencuentro Esta película dirigida por Emilio Estévez, en la que también trabaja su padre Martin Sheen, narra la historia de Tom Avery, un conocido oftalmólogo que un día recibe la noticia de su hijo ha muerto cerca de los Pirineos. Desde ese momento Tom (muy bien encarnado por Martin Sheen) va en busca de un hijo que no veía desde hace mucho, ya que Daniel (Emilio Estévez) había dejado el doctorado buscando conocer el mundo. Esto que parecía un simple trámite para Tom, empieza a transformarse en un rencuentro con un hijo que está más presente que nunca. Las interpretaciones son todas más que correctas, tanto como los ya mencionados padre e hijo, como las de Deborah Kara Unger (Actriz canadiense), Yorick Van Wageningen (Millenium: Los Hombres Que No amaban uno las Mujeres) y James Nesbit (Cinco minutos de Gloria junto a Liam Neeson) entre otros. Y este es el mismo grupo que acompañará a este perplejo padre a realizar el camino de Santiago de Compostela, recorrido pendiente a cumplir por Daniel. Un viaje que va más allá de transportar las cenizas a esparcir, sino El Camino para encontrarse consigo mismo y comprender cómo vivía su propio hijo. Recorrido que se verá envuelto de obstáculos, buenos vinos, gitanos con princípios de ley y el fantasma de un hijo que lo acompañará durante todo el viaje. No es la primera vez que Emilio se coloca detrás de cámara, además de haber realizado muchas historias para la televisión, es recordado por Bobby, una historia que recreaba una de las noches más trágicas de la historia de los EE.UU. En esa ocasión seguía la evolución de 22 personas de ficticios en el Hotel Ambassador de Los Ángeles, la víspera en que el senador Robert F. Kennedy fuera asesinado. El film tiene una agradable estética, por uno de los caminos más bellos y significativos del mundo, cuenta con escasos diálogos, pero muchas miradas que hablan de por sí. El Camino conmueve, moviliza y llena los lagrimales de emociones, convirtiéndola en un viaje que no pasa por la fe, ni la religión, sino por la esperanza y la transformación.
Un viaje al interior de uno mismo Emilio Estevez juega más de un papel en El camino (The way, 2010). Además de encarnar a Daniel, en la ficción el único hijo de Tom Avery, es además el guionista y director de este film emotivo que rompe los moldes de lo racional, y lo convierte en una historia sencilla, pero sensible y fuerte a la vez. Tom Avery (Martin Sheen) es un conocido oftalmólogo que un día recibe la noticia de que su hijo (Emilio Estevez) ha muerto cerca de los Pirineos. Una vez allí para recoger el cuerpo, descubre que aquél tenía la intención de realizar el Camino de Santiago. Avery, preocupado porque no pudo tener una buena relación con su hijo en vida, decide hacer él mismo ese camino. Un viaje de iniciación para encontrarse a sí mismo y también comprender cómo vivía su propio hijo. Plagada de paisajes exóticos, mucha historia y con una banda sonora, al parecer, cuidadosamente elegida, Estévez traslada el espectador a un viaje más allá de los sentidos, que le demuestra que los verdaderos amigos se encuentran en los lugares menos imaginados, que aunque uno quiera estar en soledad, siempre encontrar compañía mejora la vida. A su vez, cuatro historias y personalidades distintas se entremezclan y juegan a ser amigos durante la travesía para reflejar el mensaje de que nadie encara algo por accidente, sino que todo tiene una razón de ser en la vida, hecho que los mantiene juntos y unidos. El film aborda también el tema de los destinos. Su nombre en inglés The way remite a más de un camino. Metáfora en la manera de vivir que atraviesa Tom al perder a su hijo. El duelo encarnado en cada tramo de la caminata, ese sentimiento de completar el viaje y llegar hasta el final porque su hijo así lo hubiera querido. Una historia con los silencios necesarios, con sentimientos y emociones a flor de piel. Un film con una propuesta sencilla, pero cuyo tema no deja de ser real y reivindica la necesidad de la compañía, aunque sea de un desconocido, para enfatizar la satisfacción de completar una misión o meta personal.
Un largo recorrido de la mano de un actor/director que ya demostró que sabe como contar historias. Después de Bobby (2006), ese drama que supo tener algunas buenas críticas, Emilio Estévez demostró que a pesar de su hermano, su padre y su propio trabajo como actor, la dirección podía ser un buen camino para él. Y gracias a este nuevo film va afirmándolo cada vez más. El camino (The Way, 2010) es la historia de Tom (Martin Sheen, padre del director), un oftalmólogo viudo que se acaba de enterar que su único y no muy cercano hijo Daniel (Emilio Estévez), que recientemente se había ido a recorrer el mundo, fallece en un pueblo de Francia, debido a una tormenta cerca de la zona de los Pirineos. Cuando Tom va hacia Europa en busca de los restos de su hijo, se entera que él había comenzado a hacer el Camino de Santiago, un peregrinaje de 800 Km. desde Francia hasta Santiago de Compostela, en España. Hecho por gente de todo el mundo, este peregrinaje que data de la Edad Media comenzó de manera puramente religiosa, pero con el tiempo las razones fueron cambiando. Y Tom decide que su razón principal va a consistir en llevar las cenizas de su hijo hasta el final del camino, y así terminar el viaje que él había comenzado. En el proceso, Tom se va encontrando con diferentes personajes que hacen el peregrinaje por distintas razones: Joost (Yorick Van Wageningen) de Amsterdam, un gordito simpático que siempre está fumando marihuana y quiere bajar unos kilos con la caminata, Sarah (Deborah Kara Unger) de Canadá que, con un poco de mal humor en el camino, decidió dejar de fumar cuando llegue al final del viaje y Jack (James Nesbitt) de Irlanda, un escritor bloqueado tratando de solucionar su problema. Una típica road movie con drama pero simple en su forma, sin golpes bajos ni (tantas) escenas edulcoradas a las que estamos acostumbrados cuando una historia rodea ciertas temáticas, como la muerte en este caso, ya que al parecer Estévez supo darle sensibilidada la historia sin esos recursos. La película no es pretenciosa, y eso es lo mejor que tiene. Ninguno de los personajes que nosotros vamos a conocer trata de encontrar a Dios en el camino, y ni siquiera queda tan explícito que es lo que realmente fueron a buscar, pero de a poco el director, con ayuda de cuatro excelentes actuaciones, nos va mostrando un poquito de sus razones y sus finalidades. Hay que aplaudirlo a Estévez por la elección de las hermosas locaciones que se ven a lo largo del viaje y el reparto, ya que son lo mejor de la película. Martin Sheen (Apocalipsis Now) se lleva los laureles gracias a su sensible actuación y credibilidad en cada cosa que hace, mientras que el resto del reparto muestra una gran química y aporta momentos dramáticos muy buenos, así como también instantes de comedia que amenizan la historia muy bien. Como muchos de los productos norteamericanos que incluyen personajes de otros países, puede que esta película tenga algunos estereotipos muy marcados, algún que otro recurso innecesario y un comienzo un tanto lento pero se perdona gracias a las otras grandes características que hacen que sea una muy linda historia para ver y escuchar. Y hasta seguro te vas a quedar con un poco de ganas de hacer el Camino de Santiago, tengas o no tengas razones.
La travesía interior A veces, las lecciones de vida pueden recibirse de quien menos uno espera. Algo así le sucede a Tom Avery (Martin Sheen), un exitoso oftalmólogo que siempre creyó saber cómo hay que vivir, y qué es lo que corresponde hacer para triunfar. Justamente eran estas ideas las que lo hacían discutir habitualmente con su hijo Daniel (Emilio Estevez), que tenía una visión muy diferente de las cosas. Al ir a retirar los restos de Daniel a Francia, quien falleció apenas había comenzado a realizar la peregrinación conocida como el Camino de Santiago, Tom cede a un extraño impulso: continuar esa travesía que quedó trunca, llevando consigo las cenizas de su hijo. Así se embarca en esta maravillosa aventura personal, que, como dicen los expertos, es tan individual como el peregrino mismo. En el trayecto de 800 kilómetros, conocerá a mucha gente, en particular otros tres peregrinos: un escritor irlandés en crisis de inspiración, un holandés gourmand que busca bajar de peso, y una canadiense apática, personajes que, a pesar de la parquedad característica de Tom, se ven atraídos por su compañía. En el recorrido, que atraviesa los Pirineos y luego España, se irán descubriendo las riquezas y miserias de cada uno, generando un lazo impredecible y transformador en lo profundo. Basada en el libro de Jack Hitt, y dirigida por el propio Estevez sin grandes ostentaciones, y aprovechando por sobre todo la belleza natural de las locaciones, "El Camino" es un filme conmovedor, con una cualidad difícil de identificar que trasciende la pantalla. Trata, sin caer en obviedades ni golpes bajos, por sobre todo el vínculo de un padre y su hijo, con la peculiaridad de hacerlo desde la ausencia física de uno de ellos, que sin embargo está presente en cada paso del camino.
Dirigida por Emilio Estevez y protagonizada por Martin Sdheen, su padre, muestra el recorrido transformador de un viaje que un hijo no puede terminar por un accidente, que completa su padre, para cambiar durante la travesía. Se trata nada menos que del camino de Santiago, que termina en Santiago de Compostela, donde se cruzan personajes delirantes y cada uno hace su experiencia.
Santiago Querido Los caminos del Señor son inescrutables señala un pasaje de la Biblia y lo mismo podría aplicarse a la carrera artística de Emilio Estevez que se inició en su juventud como actor para devenir luego en un errático director de cine. Tras integrar el brat pack en los 80’s junto a (ex) figuras como Ally Sheedy, Molly Ringwald, Rob Lowe, Demi Moore y Anthony Michael Hall, Emilio debutó en la dirección con precoces 24 años con un thriller a lo Bonnie & Clyde que no pasó por salas en la Argentina y que se editó en VHS con el título de Marcados por el peligro (Wisdom, 1987). Como intérprete Estevez nunca trascendió demasiado y poco después de interpretar al mítico Billy the Kid en el díptico del Oeste que conformaron Demasiado Jóvenes para morir (1988) y Llamarada de Gloria (1990) apenas si tuvo un discreto canto del cisne con Freejack (1992), cinta de ciencia-ficción en la que compartió cartel con el rocker Mick Jagger. Su estrella aquí empezó a menguar y a fines de los 90’s se lo recordaba más por Nosotros 5 (El Club del Desayuno), la comedia juvenil de John Hughes que lo lanzó a la fama, antes que por cualquiera de sus posteriores trabajos. Sus intentos como realizador tampoco han sido dignos de mención con la excepción de Bobby (2006), esmerada recreación en torno al asesinato del senador Robert Kennedy. El Camino (The Way, 2010), su más reciente opus, viene a confirmar que Emilio se está asentando en el oficio y es capaz de entregar una road movie de profunda humanidad con la que le rinde homenaje tanto a la gente como a la cultura de una España mostrada con un inocultable afecto. Para los cinéfilos el clan Estevez no requiere de muchas presentaciones: papá Ramón (más conocido por su alias artístico: Martin Sheen) y los chicos Emilio, Ramón Luis, Carlos (el eternamente fiestero Charlie Sheen) y Renée. Todos ellos con amplio currículum en materia de cine (algunos más, otros menos). El padre de Martin Sheen, Don Francisco, era español y su mamá, irlandesa. Como la sangre tira hace unos años toda la familia celebró el centenario del nacimiento de la madre del actor de Apocalypse Now en Irlanda y aprovechando el viajecito algunos cruzaron el océano y aterrizaron en España con la idea ya instaurada de hacer El Camino de Santiago. De esta y otras experiencias documentadas surgió la obra más personal del ya madurito ex galán de Hollywood. La historia sigue de cerca a varios personajes que se cruzan a lo largo de la peregrinación a Santiago de Compostela a través de una ruta ya constituida desde hace muchos siglos. La situación desencadenante para Tom, el oftalmólogo estadounidense viudo que encarna Sheen con una sabiduría acorde a sus años, es una llamada originada desde un pueblito enclavado en los Pirineos franceses. Un oficial de policía le notifica al hombre que su hijo Daniel ha fallecido en un accidente mientras empezaba el largo recorrido que lo llevaría hasta la ciudad donde se venera al apóstol Santiago el Mayor. Ya en Francia, y tras mucho meditarlo, Tom resuelve cumplir con el deseo de su único hijo aunque no está preparado ni física ni emocionalmente para una caminata tan exigente. Con las cenizas de Daniel descansando en una urna firmemente adosada a su mochila, Tom se deja arrastrar a una aventura de íntima trascendencia pero que no concluirá solo. Por la ruta se le irán sumando tres peregrinos de diverso origen (un holandés, un irlandés y una canadiense) con los cuales formará un bloque granítico en su búsqueda de algo que le dé sentido a tanto dolor… El Camino atrapa con buenas armas desde la primera escena, le da su tiempo y espacio a cada personaje (que se vuelven queribles pese a sus defectos) para que crezcan en el espectador y no intenta vender un producto for export ni baja línea en términos de espiritualidad y/o religión. La unión, el compañerismo y la empatía que surge entre ellos a lo largo de los 800 kilómetros que comparten, se convierten en el principal sostén de un relato que no puede evitar caer en lo episódico pero se engrandece por la nobleza con que Estevez encaró la narración. Complementando a Sheen se lucen los actores Yorick van Wageningen, James Nesbitt y la reaparecida (por momentos irreconocible debido a las cirugías estéticas) Deborah Kara Unger. En personajes secundarios se pueden encontrar varias caras conocidas del cine ibérico. Por ejemplo, asombra ver a una muy avejentada Ángela Molina. La recordada estrella de Las Cosas del Querer aparenta muchos más que los 56 años que marca su documento… Esta coproducción de los EE.UU. con la Filmax española –que se ha olvidado para bien, por una vez, de la fantasía y el horror- quizás no sea un filme que le cambie la existencia a nadie pero en una de esas funcione como catalizador para efectuar un viaje que convendría hacer si pretendemos mirarnos al espejo y reconocernos en su reflejo. El Camino promueve la gratitud hacia todo aquello que nos completa como personas: el amor, la amistad, la fe y unas buenas tapas, claro…
Esta dilatada road movie de a pie es, más que un viaje en busca de cierta iluminación espiritual, un asunto de familia. El guionista, productor y director Emilio Estevez confió el papel principal a su padre, Martin Sheen, reservó para sí mismo el del hijo único cuya muerte da origen a la historia y dedicó la obra a su abuelo. Es probable que la experiencia de compartir el rodaje -se trata del peregrinaje del protagonista a lo largo de los 800 kilómetros del Camino de Santiago desde los Pirineos franceses hasta Compostela y aun algo más allá-, haya sido estimulante y enriquecedora para padre e hijo. Para el espectador de la película no lo es tanto. Sheen es aquí un veterano oftalmólogo viudo, cuyo conservadurismo le ha valido unos cuantos choques con su único hijo, un liberal que, crisis de los cuarenta mediante, ha decidido cambiar de vida y salir a recorrer mundo. La plácida vida de Tom se altera cuando una llamada telefónica interrumpe su práctica de golf para informarle que Daniel, su hijo, ha muerto en un accidente en Francia, cuando iniciaba el peregrinaje rumbo a Santiago. Ya en suelo europeo y tras disponer la incineración del cuerpo, se compromete a emprender él mismo la travesía espiritual que el desdichado Daniel apenas pudo iniciar. Tom no es especialmente religioso: sólo quiere cumplir vicariamente el sueño de su hijo, dejando puñados de sus cenizas en cada escala del camino. Como tema de una película, la historia de un hombre que camina solo semanas y semanas resulta poco alentadora, por mucho que los paisajes que recorra el peregrino aporten su atractivo turístico. Así que Estevez se las arregla para que a lo largo de la aventura le salgan al paso personajes y situaciones seleccionadas entre lo más clásico del manual del estereotipo. En principio, hay un holandés gordo y campechano que carga con toda clase de drogas y busca perder kilos para complacer a su mujer y a su médico; después se añade una rubia, fumadora impenitente, cuyo objetivo es dejar el cigarrillo, aunque algunos datos de su pasado hacen pensar en motivaciones más serias. Finalmente, irrumpe James Nesbitt, como un escritor histriónico, ampuloso, verborrágico y, por cierto bastante irritante, que busca liberarse de su actual bloqueo creativo. Más tarde -cuando ya, pasados los treinta minutos de proyección, la promesa de otros 90 empieza a sentirse como una amenaza- hay otros toques de color, incluidos varios personajes estrafalarios, un cruce con gitanos, algo de flamenco, comidas típicas, borracheras, discusiones, etc. La banda sonora se encarga de recordar que se trata de un viaje interior y de anticipar el despertar espiritual que la película busca y enfatiza en los tramos finales, por supuesto, en la Catedral de Santiago, donde -oh, casualidad- llegan un día en que el famoso Botafumeiro está en pleno funcionamiento. Quizá todo pudo haber sido más convincente y conmovedor si el viaje de Martin y Emilio hubiera sido motivo de un documental.
Dicen que viajando se fortalece... El camino , de Emilio Estevez, es un drama aleccionador con alegorías bastante obvias. Martin Sheen, padre de Estevez en la vida real y en esta road movie de a pie, interpreta a Tom Avery, un oftalmólogo “corto de vista”, porque no llegó a hacer foco en el costado espiritual de su hijo Daniel. Y que ya no podrá hacerlo. Porque, en medio de un partido de golf en California, recibe un trágico llamado desde Francia: Daniel acaba de morir en los Pirineos, cuando empezaba a recorrer el Camino de Santiago, antiquísima peregrinación cristiana por Francia y el norte de España. Un hierático Tom, que es viudo, cruza el océano y, cuando está a punto de repatriar el cadáver, decide cremar los restos y hacer el peregrinaje que no pudo completar Daniel. Para la larga caminata, carga -metafórica y literalmente- con la mochila de su hijo muerto. Durante la travesía, con mucho de religiosa y también de turística, irá cruzándose con personajes estereotipados, obvios, construidos por Estevez de un modo rústico, a los que se les suma -de a ratos- el fantasma del propio Daniel, que sólo puede ver su padre. Entre alusiones al Quijote, a las corridas de toros y a otros tópicos de la cultura española, Estevez hace que sus criaturas (un holandés que quiere adelgazar, una canadiense que quiere dejar de fumar, y un escritor irlandés con bloqueo creativo) aprendan a quererse. Al llegar a la catedral de Santiago de Compostela, tendrán una suerte de epifanía, una de las “enseñanzas de vida” de la película.
Rutas españolas “Uno no elige qué vida quiere, simplemente la vive.” Algo así le dice un hijo cuarentón a su padre a poco de comenzado El camino, una de las varias frases aleccionadoras que encontrará el espectador a lo largo del recorrido. Y es que el film es tanto una road movie a la vieja usanza como un estricto asunto de familia. En su séptimo largometraje como realizador (lo cual no es poca cosa), Emilio Estevez dirige nuevamente a su padre, Martin Sheen, protagonista de una caminata de dos horas que, magia del cine mediante, le permite transitar buena parte de España, la tierra de sus ancestros. La del actor, que no la del personaje. En este punto es bueno recordar que el nombre de nacimiento de Sheen es Ramón Estevez y que su progenitor era un gallego de pura cepa llegado a los Estados Unidos como un inmigrante más. En algún punto, entonces, el film es una vuelta a los orígenes, aunque no esté presente aquí el díscolo de la familia, Carlos Estevez, alias Charlie Sheen. El guionista y realizador del proyecto se reserva en cambio un pequeño pero relevante rol delante de la pantalla, la del hijo que muere apenas comenzada la travesía del Camino de Santiago, la ruta de los peregrinos que arranca en Francia y atraviesa gran parte del norte español hasta su destino final en Santiago de Compostela. Rodada casi exclusivamente en locaciones reales de Francia y España, El camino sigue el derrotero de Tom (Sheen), un oftalmólogo taciturno y de pocas pulgas que a poco de recibir los restos de su hijo decide emprender el mismo viaje que éste no pudo completar, tal vez con la esperanza de reestablecer post mortem una relación reseca en vida. Pero lo que empieza como una peregrinación solitaria, con probable destino de fracaso, terminará completándose con la alianza de otros tres personajes que también andan por allí arrastrando sus pesadas mochilas llenas de complejos, traumas y desilusiones. No es desagradable compartir este viaje con Sheen y los tres actores de diversas nacionalidades que lo acompañan. Y cuyos orígenes son respetados a rajatabla por el guión: la canadiense Deborah Karah Unger encarna a una compatriota cínica y gastada por los golpes de la vida que ha prometido dejar de fumar al final del peregrinaje; Yorick van Wageningen es un holandés (errante, por supuesto) fumón y algo ingenuo, además del recurrente “alivio cómico” del relato; el irlandés James Nesbitt se encarga de dar vida a un escritor llegado de las tierras de los duendes que anda en busca de inspiración para un libro. Previsiblemente, a los primeros roces y encontronazos entre los miembros del cuarteto les seguirán confesiones y comuniones, a medida que el viaje físico se refleja en los movimientos internos –del alma o de la psicología, dependiendo del punto de vista de cada uno–. El principal escollo del film es su previsibilidad, la ausencia de sorpresas. El film sufre además de una dolencia narrativa que lo hace alternar casi matemáticamente escenas dramáticas con otras graciosas, seguidas de secuencias de montaje con música de fondo, un estricto orden a+b+c repetido hasta la clausura de la historia. De todas formas, da toda la impresión de que los actores la pasaron bomba durante el rodaje, algo que la película logra transmitir en más de un pasaje. Pero andá a pasarla mal bajo el buen clima del Cantábrico, entre pinchos y vino Rioja.
Una buena semana en la cartelera argentina para la familia Sheen. Martin se destaca como el tío Ben en la nueva película de Spiderman y también sobresale en un proyecto de su hijo Emilio Estévez, quien dirigió El Camino. Es impresionante la madurez que cobró la carrera de Emilio, quien fue una figura realmente grosa en la década del ´80. Junto a otros artistas como Robert Downey Jr, Demi Moore, Rob Lowe, Judd Nelson y Andrew McCarthy, entre otros, formó parte del famoso Brat Pack, que fueron actores que trabajaron juntos en algunas de las comedias más importantes y taquilleras de aquellos años. Me refiero a títulos como El Club de los cinco o St. Elmos Fire que hoy son clásicos del cine norteamericano. A diferencia de su colega y hermano Charlie Sheen, Emilio logró llevar una carrera alejada de los escándalos y desde joven incursionó en la dirección con producciones independientes de bajo presupuesto como Wisdom (con Demi Moore) y Hombres Trabajando (Charlie Sheen) que terminaron directo en video. Hace un tiempo tuvo su reconocimiento como realizador con Bobby que no llegó a estrenarse en Argentina. Esta semana, en lo que representa un auténtico milagro del mundo de la distribución, se estrena en los cines locales El Camino que es la película más madura y lograda de Emilio Estévez como realizador. Otra vez volvió a trabajar con su padre a quien ya había dirigido en The war at home, de 1996, que hasta ese momento era su mejor trabajo detrás de las cámaras. Su nueva producción es una road movie que tiene como principal protagonista al famoso Camino de Santiago de Compostela, un histórico peregrinaje católico ubicado en España, donde se veneran las reliquias del apóstol Santiago. Martin Sheen llega a Europa para recuperar el cuerpo de su hijo fallecido quien planeaba hacer el famoso recorrido y en el lugar decide cremar sus restos y emprender el viaje que el joven se había propuesto concretar. Esto lleva al protagonista a encontrarse con otros grupos de peregrinos que también llegaron a ese lugar con sus propios dramas y entre todos emprenden una travesía que los termina transformando a nivel personal. El camino no es una película religiosa, sino espiritual, que no es lo mismo, y se destaca por su honestidad y realismo con el que se trabaja la historia de cada personaje. Toda la experiencia de lo que deber ser hacer ese recorrido está muy bien retratada y el director muestras las dificultades y camaradería que se gesta entre los viajeros de distintas nacionalidades que llegan a España para vivir esa travesía. La historia llega al corazón del espectador porque el director narra una historia sencilla sobre el viaje interior de un hombre al que la trama nos permite conocer y acompañar en su experiencia. Cabe destacar el logro como realizador de Emilio Estévez que logró filmar escenas en el interior de la catedral de Santiago, algo que no pudo hacer ningún otro realizador, al menos en el cine de ficción. Muy buena película para tener en cuenta.
Un filme sencillo y emocionante Nunca pensó Tom Avery que eso podía pasarle a él. Hasta hace pocos días atendiendo en su consultorio a los pacientes que confiaban en su experiencia y prestigio como oftalmólogo. Su rutina inconmovible, sus horarios perfectos y todo el tiempo que le daba esa California en la que pudo lograr lo que siempre quiso, una carrera, dinero, fama en su profesión. Pero de repente, lo inesperado, su único hijo Daniel muere en un accidente en Francia. Ese hijo tan distinto a él, volcado a lo espiritual, alejado de la vida material y hasta con todo preparado para iniciar ese Camino de Santiago, la ruta peregrina que la fe transita para venerar las reliquias del apóstol Santiago el Mayor. Y Tom, quién sabe por qué, decide hacer lo que su hijo proyectó y no pudo lograr. Tom, por primera vez, asume un riesgo, inicia una aventura. CAMINO A SANTIAGO Como en "La Vía Láctea", de Buñuel, los que transitan el recorrido milenario, no llegarán iguales, algo los cambiará para siempre. Si lo sentirá Daniel cuando le toque compartir con los más variados personajes esa suerte de "road movie existencial". Desde el caudaloso holandés Jost, bromista y "bon vivant", hasta la interesante canadiense de los ojos claros o el efervescente irlandés. "El camino" es un viaje interior con sorpresas a lo largo del camino. Su recorrido tiene movimiento y pequeñas aventuras entretienen tantos kilómetros de paisaje. Sencillamente contada y con un elenco donde sobresalen Martin Sheen en un personaje de exterior duro, pero capaz de comprender lo diferente y Yorick van Wageningen, el gran actor holandés, tan dúctil como para dar vida a este encantador personaje, diametralmente opuesto al repugnante tutor de "La chica del dragón tatuado". Por ahí, como imprevista mesera la recordada Angela Molina. Un filme sencillo y emocionante.
Se luce Martin Sheen en luminosa historia Ya sea para contar la historia de dos pornógrafos o para homenajear al Camino de Santiago de Compostela, está claro que, como director, Emilio Estevez se preocupa por integrar a la familia en cualquier argumento. En este último caso la idea del film surgió justamente de la experiencia de su padre, Martin Sheen, y su hijo Taylor Estevez, recorriendo juntos «El camino». Su padre le sugirió que tal experiencia era buen material para un documental, pero el actor de «Repo Man» optó por convertirla en una película de ficción. «El camino» es una muy lograda comedia dramática inspiracional, con imágenes deslumbrantes y momentos muy divertidos, y tal vez lo mejor que tiene es ese espíritu del auténtico cine independiente capaz de contar una historia con el corazón y la cabeza por igual, sin llegar nunca a resultar demasiado complicada, ni mucho menos pretenciosa. Martin Sheen interpreta a un oftalmólogo de California que tiene la penosa tarea de ir a buscar a Francia los restos de su hijo (Emilio Estevez, desde luego), accidentado en la primera etapa del Camino de Santiago. Una vez en Francia, y sin saber bien qué hacer, el protagonista decide cremar el cadáver de su hijo para ir caminando hasta Santiago de Compostela dejando las cenizas a lo largo del periplo. Cada peregrino tiene sus razones ocultas para enfrentar «El Camino», y sin duda las del protagonista están entre las más extrañas, pero a lo largo de su ruta se va encontrando con varios personajes que tienen otros motivos, aunque a veces no los expresen, o los ocultan detrás de un pretexto más bien pedestre como dejar de fumar. El permanente encuentro con personajes de todo tipo es lo que, como en toda «road movie», enriquece especialmente esta película con grandes actuaciones, empezando por la de Sheen, y siguiendo con los tres amigos con los que termina llegando a Santiago de Compostela: Deborah Kara Unger, Yurick van Wageningen, y un especialmente divertido James Nesbitt. Ángela Molina y Thecky Karyo también tienen sus buenos momentos entre varios personajes con los que se relaciona este peregrino por accidente. La excelente música y las hermosísimas imágenes ayudan a terminar de redondear esta gran película, totalmente distinta de cualquier cosa a la que el espectador pueda estar acostumbrado. Y casi al final, las impresionantes imágenes casi documentales en la catedral de Santiago de Compostela justifican por sí mismas la visión de esta sorprendente «El camino».
Pocas veces uno llega al cine con bajas expectativas con respecto a lo que va a ver, y se va satisfecho. Honestamente no creía mucho en esta historia, de la que sabía poco a decir verdad, y sin embargo salí encantada. A través de la historia de un padre e hijo en la ficción, Emilio Estevez (que actúa y dirige), y su papá real, Martin Sheen, logran trasmitir una experiencia tan única como cada uno que la recorre: el camino de Santiago, desde los Pirineos franceses hasta la iglesia del Apostol Santiago, en la ciudad gallega (sí, queda en Galicia) de Santiago de Compostela. Tom Avery (Sheen) es el típico padre que exige a su hijo Daniel (Estevez, cada día más parecido a su papá) un determinado tipo de vida, ese que Daniel no quiere seguir. Él quiere dejar los trajes y conocer el mundo, así emprende esta peregrinación a pie. Sin embargo el destino le juega una mala pasada y muere apenas comenzada la travesía. Su padre Tom, viudo, vuela entonces a buscar el cadaver de su hijo, cuya decisión sigue sin compartir y mucho menos comprender. Sin embargo, algo sucede al revisar las pertenencias de Daniel, y decide continuar la peregrinación que su hijo dejó a medias. El camino relata, a través de Tom y otros personajes que se van agregando a lo largo de esos 800 kilómetros, la profundidad de la búsqueda personal, sin solemnidades. Por momentos tierna, en otros simpática, y sobrecogedora, la película trasnmite la belleza de los lugares visitados, la calidez de sus habitantes, y ese respeto implícito hacia todo "peregrino". Tom marcha, casi sin saber por qué marcha, para acompañar a su hijo y terminar eso que dejó pendiente. Sin embargo descubrirá mucho más sobre ese vínculo perdido, hasta fortalacerlo, aún sin su hijo presente. Un film cálido, que oprime el pecho en todo momento, pero sin recurrir a los golpes bajos. Bien actuado y dirigido, una interesante propuesta que, seguramente dejará a más de uno con ganas de emprender una travesía similar.
Road-movie anacrónica En la extensa y heterogénea tradición de la road movie (o al menos esa tradición que comenzó a canonizarse allá por la década del '60 con exponentes tan dispares como Busco mi destino pero que tiene antecedentes en el western y en el policial negro), deberíamos pensar a El camino como un anacronismo andante. Precisamente porque su apuesta es el más puro clasicismo, el camino como búsqueda y aprendizaje (de ahí que se haya vinculado a este subgénero con las novelas de educación o bildungsroman del siglo XIX en donde el viaje era motivo para cambio y evolución de alguna índole). En ese sentido, ese anacronismo le juega una mala pasada a esta película: hoy por hoy, la road movie parece casi estrictamente abandonada a determinados periplos de exploración propios de cierto cine contemporáneo (uno podría pensar que Essential Killing es una road movie, en efecto) y su utilización para vendernos el buzón de un mensaje edificante suena -perdón familia Estévez- muy a telefilm de Canal 9 de sábado por la tarde, allá por la década del '90. Ojo: hay anacronismos que pueden funcionar bien. Pero el que plantea El camino tiene mucho de ese improbable ciclo (“La enfermedad de la semana” que solía ser algún Telefilm con Sally Field sufriente de algún padecimiento terminal) del otrora canal de Alejandro Romay. Pero no seamos tan desconsiderados: también posee un anacronismo amable ya que nos provee durante sus extensos 123 minutos de un grupo querible -aunque sus personajes no lo sean por separado- lo que hace que el trayecto sea tolerable, sobre todo cuando se abandona el cariz sentencioso y la exasperante necesidad de arrojarnos el background/trauma de cada personaje por la cabeza. El camino opta por un clasicismo avant-la-letre, eso si: dentro de su improbable conflicto central casi todo problema que emerge se soluciona al poco tiempo. Esa falsa amenaza provoca que, dentro de las decisiones formales y la transparencia narrativa elegida por el director, la película también tenga algo de picaresca, de viaje de conocimiento mutuo pero no necesariamente de redención definitiva (en cierta medida es interesante que la película avance generando una expectativa ritual casi religiosa para que luego los personajes parezcan terminar mofándose de sus propios móviles iniciales). Así y todo, los momentos de relax y de dispersión en lo situacional (lo presente) por fuera de las acciones y verbalizaciones que informan sobre la vida previa de cada personaje (el pasado) son más bien contados. De ahí que cada vez que aparecen momentos de relax la máquina tarde en aceitarse, como si los momentos no llegaran naturalmente sino que necesitaran ser forzados, como si la película no les diera su lugar o los obligara a aparecer como necesaria distensión. En ese pendular -entre una narración clásica, despojada, amable por sus personajes y con momentos de querible dispersión a la vez que un extremo de insufrible tendencia a la explicación, a la bajada de línea, al dispositivo de lanzamiento del “arma de instrucción masiva del espectador”- están las características visibles de esta película, que merecía más amor por los personajes y más experimentación por las inesperadas vueltas de un género que, todavía, tiene algunos ases más en la manga para jugarse antes de convertirse en material de museo.
Otra más (¡puro azar!) sobre la paternidad, otra con Martin Sheen, aquí dirigido por su hijo Emilio Estévez. Un señor se entera de la muerte de su hijo en los Pirineos y decide llevar las cenizas por el Camino de Santiago. El camino será dramático pero no trágico, con tristezas pero no exento de humor; religioso, pero en un sentido mucho más aventurero que místico. Si el film no es del todo bueno es por tratar de incluir demasiados tonos en secuencias donde quizás no es necesario. Pero se trata de un drama plácido y agridulce, otro ejemplo de la vieja “Americana”.
Debo admitir que tenía en cuenta que el actor Emilio Estevez, una de las bombas jóvenes de los años '80, se había convertido en director, pero no fue hasta su quinto esfuerzo directorial, The Way, que descubrí la poderosa voz narrativa que tiene. El abordaje de esta historia tan simple como melodramática se presenta como la mejor manera de ganarse a la audiencia, con un cuento tan agridulce como inspirador. Valiéndose de un punto de partida tan conocido como eficaz, Estevez pone a su padre en la realidad, Martin Sheen, al frente de esta historia en la que un hombre con una visión obtusa de la vida se pone en los zapatos de su fallecido hijo, una mente libre que muere mientras explora el mundo. Y no es sólo un viaje a cualquier parte del globo terráqueo, sino que la historia se centra en el famoso peregrinaje del Camino de Santiago de Compostela, mundialmente recocido por su peso espiritual y religioso. Así, este viejo cascarrabias tendrá tiempo para pensar en los dos meses que supone recorrerlo al completo, y además tendrá la posibilidad de descubrir que hay más mundo para ver de lo que inicialmente podía en su consulta oftalmológica. El peregrinaje es iniciado con amargura por Tom, lo cual se intensifica al vislumbrar a su hijo de vez en cuando entre los peregrinos, momentos que estrujan el corazón y representan el sentimiento de congoja que carga el personaje. Afortunadamente, los secundarios son una delicia que contrastan apaciblemente con el carácter apático del protagonista: en orden de aparición, primero se encuentra el amigable gordinflón Joost de Amsterdam (un casi irreconocible Yorick van Wageningen, muy alejado de su oscuro papel en The Girl with the Dragon Tattoo) y le siguen la amarga Sarah de Canadá (Deborah Kara Unger) y Jack (James Nesbitt), el escritor de Irlanda. Este cuarteto supondrá un equipo con sus altos y bajos, pero al final del camino (ejem) sus personalidades se complementarán y terminarán su recorrido como una unidad inseparable. Incluso cuando la película roza una duración de 2 horas, y por tramos El Camino puede parecer que traquetea, Emilio Estevez realmente sabe como conducir a su elenco; en el camino (juro que esta es la última referencia graciosa, lo prometo) quedan un par de golpes bajos pero el carisma transmitido por el elenco y su director es suficiente como para querer que este viaje no termine nunca. Particularmente, me dio pena despedirme de tan variopinto grupo de individuos. El Camino no es una película que se regodee de su temática ni tampoco pretenda sermonear lo importante que es iniciar un viaje espiritual, simplemente es una historia sencilla contada con honestidad y buenas intenciones. Y películas así nunca pueden estar de más.
Busco mi destino La primera sensación que deja esta película, esto es apenas cuando terminamos de verla, es “quiero hacer ese viaje", efecto que no es inocuo, pero si parece ser intencional. El quedarse impregnado no sólo por las imágenes paisajísticas que demanda el querer contar la historia misma, sino porque mucho de esto esta relacionado con la empatia que producen los personajes. No estoy hablando de las distintas motivaciones, sino de la construcción y desarrollo de cada uno de ellos, y como va estableciendo las interconexiones entre los personajes y sus propias historias. Poseedora de una delicadeza formal y visual, aparentemente instalaría un discurso religioso, místico, espiritual si se quiere, ya que todo transcurre en el conocido peregrinaje que se realiza año tras año en el camino hacia Santiago de Compostela, al norte de España. Bien podría haberse tratado de realizar un documental sobre este hecho, y posiblemente esa primera sensación de querer hacer ese viaje también hubiera sido posible que ese deseo se haga cuerpo en el espectador. Pero el director tomo el suceso para contarnos más una historia atravesada por un viaje interior, introspectivo, (o varios de cada uno de los cuatro personajes principales), que por momentos hasta hace olvidar que en realidad se trata de una road movie de estructura clásica. Cada uno de ellos tiene su razón para estar en ese lugar, tan disímil como sus orígenes, situación de la vida real, ya que este recorrido desde el sur de Francia hacia esa ciudad española la realizan anualmente miles de personas de todo el mundo. Entonces, ya comenzado el peregrinaje, nos encontramos con Sarah (Deborah Kara Unger), una mujer canadiense, cuarentona y todavía muy bella, que se impuso hacer el viaje para, al terminarlo, dejar de fumar, como justificación de vivir mejor o, desde otra perspectiva, empezar a respirar, situación que plantea un pasado por resolver o sólo dejarlo atrás. Paralelamente, conocemos a Joost (Yorik Van Wageningen), un holandés “errante” de proporciones enormes, personaje que carga con los momentos de comedia más importantes de la película, y que esta en ese camino con el sólo motivo de bajar de peso, para satisfacer el deseo de su novia, o de volver a ser el objeto de deseo de ella. El tercero en aparecer es Jack (James Nesbitt), un inglés de profesión cuentista, que esta en busca de inspiración para escribir una novela, basado posiblemente en la vida real del propio Jack Hitt, autor del libro en que Emilio Estévez, como realizador, se basó para encarar esta producción. Pero la historia principal se centra en Tom (Martín Sheen), un yankee sexagenario, viudo, de profesión oftalmólogo, casi retirado, quien recibe la noticia que su hijo Daniel (Emilio Estévez) ha fallecido en Europa. Viaja a Francia para recoger el cuerpo de su hijo, con el que no había una excelente relación, para descubrir que su fallecimiento se debió a un accidente apenas comenzaba su el peregrinaje hacia Santiago. Entonces decide cremar el cuerpo de su hijo y hacer esa travesía trunca para dejar parte de las cenizas en varios lugares del recorrido. Lo que empieza por ser la exploración de entendimientos, razones, motivos del hijo, termina por ser un viaje en su propia búsqueda. Emilio Estévez y Martín Sheen son hijo y padre en la vida real, situación que favorece al relato, pues son muy parecidos. Recordemos que el nombre de origen de Martín es Ramón Estévez, y Charlie Sheen , su otro hijo, es Carlos Estévez. Martín carga a sus espaldas todo el filme, dándole al personaje la carnadura, el compromiso fisco y emotivo necesario como para hacerlo verdaderamente creíble. Sustentado en un muy buen trabajo fotográfico, utilizando los exteriores para darle calidez al relato, al mismo tiempo que la banda de sonido hace hincapié en los momentos necesarios para sostener y/o acrecentar la empatia que propone el texto. Una obra delicada, que cuenta una historia central que bien podría haber caído en la recurrencia a golpes bajos, efectistas, de tintes devotos, pero que en cambio termina por ser netamente humano y esto esta así escudriñado. Nótese, como apostilla, o como nota de color, que en todos los personajes son respetados, o que son alineados, de acuerdo a la nacionalidad del actor que lo encarna, y esto tampoco debe ser casual. (*) Producción de 1969, dirigida por Denis Hopper
En honor al abuelo Sheen Plana, predecible y conformista, así es El camino. Un claro y cuasi literal homenaje al Camino de Santiago que no le hace ningún aporte al cine, aunque tal vez sí a algún espectador en búsqueda de historias lindas contadas de forma bonita. Precisamente, esta linda historia se trata de un hombre un tanto convencional (Martin Sheen) que tiene un hijo más bien no convencional (Emilio Estevez), algo que se da a menudo en la vida y mucho más a menudo en el cine. A pesar de las recomendaciones de su padre, el hijo abandona su doctorado y emprende un viaje de mochilero por Europa. Allí, se le ocurre recorrer el Camino de Santiago pero a menos de la mitad de la travesía, perece en un accidente climático. Es entonces cuando el padre decide terminar el recorrido que comenzó su hijo, desperdigando sus restos a lo largo del camino. Este hombre tosco y poco amigable se encuentra durante el trayecto con otros personajes tan estereotipados y exagerados como él, aunque por momentos geniales: Joost, un holandés drogón y adicto a la comida; Sarah, una señora bien conservada que intenta dejar el cigarrillo; y Jack, un escritor arrogante y trastornado. Ellos recorren el camino con objetivos diferentes y aunque al principio parecen odiarse, permanecen juntos durante todo el viaje y se secan las lágrimas los unos a los otros frente a la Catedral de Santiago de Compostela cuando todo llega a su fin. Por supuesto, es que con sus diferencias y similitudes ellos han aprendido a quererse; así de trillado como suena. Plagada de simbolismos cristianos (algo inevitable -calculo- a la hora de ilustrar una ruta recorrida por peregrinos desde la Edad Media, que arriba a Santiago de Compostela, la ciudad más cristiana del mundo después de Jerusalén y Roma), El camino es predecible la mayor parte del tiempo y exagerada en otros. Es imprescindible aclarar que, además de actuar de hijo muerto en forma de fantasma, Emilio Estevez es el director del film e hijo en la vida real de su padre de ficción, Martin Sheen (sí, también es el hermano sobrio de Charlie Sheen). Hecha esta aclaración, la película parece un gustito personal, muy poco ambicioso y rozando el género de la autoayuda, que se dieron padre e hijo en honor a sus raíces españolas.
CADA TROPIEZO CUENTA Al momento de hacer una película, no hay que olvidar que existen temas que tienen que agarrarse con pinzas y ser tratados con delicadeza. EL CAMINO (THE WAY, 2010) intenta hablar sobre muchos de esos temas - la vida, la muerte, la paternidad, la redención, la auto-superación, la amistad, los sueños, la fe, la religión, la obesidad, el aborto, las diferencias culturales -, pero nunca llega a tratar con el debido respeto o tiempo a cada uno. Eso la convierte en lo que para mí es, más que nada, una guía turística europea con un buen punto de partida, algo de humor, algo de drama, algo del gran Martin Sheen, pero mucho cliché y fallas. El film empieza rápido y sin mucha intensidad: Mientras juega golf, Tom Avery (Sheen), un oftalmólogo de California, se entera de que su hijo Daniel (Emilio Estevez, su hijo en la vida real y el responsable de este film), con quien no tenía una muy buena relación, murió en Francia mientras comenzaba a hacer el Camino de Santiago de Compostela, una caminata espiritual por el corazón de Europa. Al llegar allí y recibir la cenizas de su hijo, Tom decide que terminará el Camino por él. Durante el recorrido, diferentes individuos se unirán a él y lo acompañarán en este viaje que cambiará su vida, su modo de ver el mundo y de recordar a su hijo. Obviamente, es uno de esos films que llegan al corazón del espectador, pero el modo en que Estevez lo dirigió no permite que llegue también a su cerebro. Visualmente es lindo pero poco interesante y poco personal, ya que los planos bien podrían haber salido de un documental de Discovery Channel. Mientras que narrativamente, EL CAMINO falla en varios puntos. Primero, sus personajes: todos, a excepción de Tom, son una colección de insoportables individuos estereotipados que nunca llegas a querer, incluso a pesar de que a veces aportan momentos de comedia. Su evolución es torpe y sus aportes a la historia principal son casi innecesarios. Probablemente hubiese sido más aburrida, pero Tom Avery debería haber recorrido este camino solo, al mejor estilo HACIA RUTAS SALVAJES (INTO THE WILD, 2007), un verdadero ejemplo de este estilo de cintas, tanto a nivel visual como narrativo. El film es muy de manual y su estructura está demasiado apegada a la de las road-movies, volviéndose de a momentos repetitiva y predecible. Camina, para, conoce a alguien, camina, para, conoce a alguien, camina, para, conoce a alguien. En cada paso que Tom da, en cada parada que hace y en cada persona que conoce, el film suma un nuevo tema. El problema es que trata demasiados y de manera muy light. En vez de esta tomada de pelo, EL CAMINO debería haberse centrado por completo en la relación padre-hijo, ya que cuando Sheen y Estevez comparten la pantalla, son magníficos. Pero, aunque a veces reaparece en flashbacks o en las enternecedoras visiones de Tom, el guión olvida en más de una ocasión a David para contar sub-tramas débiles o poco interesantes que a veces no cierran; escenas que intentan ser graciosas o dramáticas pero son patéticas o muy varadas; algunas enseñanzas de vida mal dadas y un final desabrido y poco emotivo. Si bien no se aburrirán y sí se emocionarán con la historia de Tom, lamentablemente encontrarán muchas piedras en este camino, con las que el film tropieza en más de una ocasión. Y en cine, muchas veces, un tropezón es caída. Aquí ciertamente lo es.
Es una película reflexiva, emotiva, y sin golpes bajos. Un recorrido a lo largo de 800 Km que permitirá conocer mucho más que bellos paisajes. La historia gira en torno a un importante oftalmólogo viudo Tom Avery (Martin Sheen) que vive apaciblemente en California y un día mientras juega al golf recibe una llamada telefónica donde le comunican la peor noticia que puede recibir un padre, su hijo Daniel (Emilio Estevez) falleció en un temporal en los Pirineos. A veces los padres no entienden a sus hijos que tienen ese espíritu libre y aventurero, bueno esta no es la excepción, Tom no compartía, ni comprendía mucho a Daniel, tenían una visión opuesta de la vida, a él solo le interesaba salir a recorrer mundo y paso gran parte de su vida siendo peregrino. Este padre se siente desolado y desamparado, notamos rápidamente que está muy solo, Tom decide viajar a Francia para encontrarse con los restos de su hijo, una vez allí, tocando sus pertenencias, descubre que Daniel comenzaba en pocos días un peregrinaje dirigiéndose a Camino de Santiago de Compostela y en su homenaje decide hacer dicho recorrido. Aunque sea doloroso es la oportunidad que le da la vida de conocer como era su hijo, este recorrido comienza en Francia y termina en España, muchos son los peregrinos que han realizado este viaje desde hace siglos, y comienza a tener en cada momento una visión profunda de la vida de su hijo. A lo largo del camino Tom va esparciendo las cenizas de su hijo, en este peregrinaje se va encontrando con distintas situaciones y personajes, con los que se va relacionando como: una fumadora empedernida de Canadá Sarah (Deborah Kara Unger), Joost (Yorick van Wageningen) que se encuentra excedido en peso y solo desea perder kilos para agradar a su esposa y complacer a su médico y un escritor irlandés Jack (James Nesbitt) egoísta y surgen borracheras y discusiones. En este extenso recorrido, se encuentra con unos gitanos, por lo tanto nos metemos en sus comidas típicas y el baile de flamenco, también a lo largo del film nos ofrecen a los espectadores un bello paisaje, recorriendo por: pequeñas aldeas, pintorescas posadas, catedrales históricas, (hay algo de guía turístico), y algunos momentos de humor, el director, productor y guionista Estévez (quien en la vida real es el hijo de Martin Sheen, el nombre real de este es Ramón Antonio Gerardo Estévez Phelan), emplea el flashbacks y road movie, y nos muestra la relación de Tom con Daniel. Para reflexionar, bien actuada y dirigida, aunque uno de los problemas que posee, es que todo se podría contar en tan solo 90 minutos aproximadamente o de lo contrario daría más para un documental.
Decir que en una semana de muchos estrenos El camino pasa casi completamente desapercibida no es un intento por rescatarla o reivindicar su valor. Más bien, es una forma de definirla en su naturaleza aislada y autónoma, que la aleja de protagonizar la cartelera tanto como de apuntar a ser masiva y convencional. La historia, que narra el cambio que se produce en la vida de un hombre a partir de que decide recorrer el Camino de Santiago en honor a su hijo fallecido allí, revela en este sentido un trasfondo fundamental. Ese hombre es interpretado por Martin Sheen, padre del director, guionista y actor del film (y también su hijo dentro del relato) Emilio Estevez y El camino es, en cierto modo, una conjunción de experiencias que ellos mismos han vivido allí. De este origen íntimo y familiar surge una película que se anima a ser libre, pero que en su expansión pierde de vista lo particular y se mantiene quieta en el horizonte de lo grande y lo acabado, desde donde resulta demasiado lejana como para despertar el interés por aquello que muestra. En El camino, cada plano se justifica en la búsqueda de lo enorme, lo infinito y lo universal, que encuentran su soporte en paisajes alargados, personajes de temperamentos y orígenes diversos y también en los temas que se desprenden de todo lo que sucede allí: la muerte, el amor, la amistad, la fe. Así, cada elemento o situación reniega enseguida de sus particularidades en pos de ser ilustración de algo de una idea más general. Este es el claro caso del hijo y el padre gitanos, en el que ambos representan (y a partir de que el niño le roba la mochila a Tom, nuestro protagonista) la idea de la honestidad y de la relación padre-hijo cuando es estricta, y a tal punto lo hacen que es imposible ver en ellos algo más que esa funcionalidad abstracta. Continuamente, El camino corre en busca de una reflexión que una sus planos, sus personajes y sus paisajes tal como si estos no fuesen capaces de significar en su individualidad, como si nada por fuera de lo grandilocuente pudiese tener algo más que contar. La libertad que la película de Estevez ejerce sí tiene su correlato apreciable en la liviandad con que trata el drama, además del desprejuicio con que filma algunas escenas (como la de la ceremonia en la iglesia, a primera vista oscura y sospechosa, que se resignifica luego en el valor y la belleza que la cámara le otorga) y hasta los dos horas que se permite durar. Aun así, El camino no consigue generar curiosidad ni emoción: el único sentimiento es el de estar espiando un mundo lejano, de una belleza evidente pero cuyos detalles y esencia no es posible observar, sino tan solo en su forma más general. El film se pierde así de la accesibilidad y la cercanía a la que apunta mediante sus reflexiones sobre la vida y los valores, y la verdadera singularidad de su naturaleza apenas permitirá ser divisada dentro de los amplios márgenes del gran paisaje (mostrado, no descubierto ni explorado) que pretende captar.
Daniel fallece en su primer día de travesía en el Camino de Santiago, en los Pirineos franceses. Su padre Tom, un odontólogo californiano alejado de todo tipo de aventura, viaja hasta Saint Pied de Port para recoger sus cenizas, pero allí, en medio de las pertenencias de su único hijo y rodeado del paisaje conmovedor que se llena con el devenir constante de los peregrinos, toma la decisión de embarcarse él mismo en el viaje que su hijo dejó inconcluso. Los ochocientos kilómetros del Camino de Santiago representaron durante centenares de años la posibilidad espiritual y física de superar obstáculos y conectarse con uno mismo y con el Ser Supremo. Durante más de un mes Tom descubrirá las motivaciones de su hijo para recorrer el mundo y conocerá personas que estaban predestinadas a formar parte de su vida. “El camino” es una cinta con buenas intenciones que logra conmover genuinamente en varias ocasiones. Acertados pequeños toques cómicos que se generan gracias a la contraposición cultural (española, francesa, holandesa, norteamericana, irlandesa, y la lista continúa), el director Emilio Estévez se reserva un pequeño papel y regala a su padre Martin Sheen el protagónico que desde hace un tiempo le era esquivo. Pueden objetarse varios puntos del guión del propio Estévez (que la motivación del holandés para realizar tamaña hazaña sea bajar de peso para un casamiento puede hasta ser considerada una falta de respeto por todos aquellos que le imprimen una fuerte connotación religiosa al periplo), sin embargo, a pesar de ser una bitácora del día a día de los peregrinos, la estructura de la película no se siente forzada por el relato, sino que las situaciones fluyen y se enriquecen gracias al contexto en donde se desarrollan.
CAMINAR HACIA DENTRO La idea de Estévez daba para más: cuenta la peregrinación a Santiago de Compostela que emprende un padre tras los pasos de un hijo que murió en ese intento. La idea es acercarse en el recuerdo y la vivencia a ese hijo, del que estaba tan alejado. Otra road movie. El camino es recorrida, búsqueda, aprendizaje y un ajuste de cuentas con su pasado. Y por allí anda este oftalmólogo. Viaja por esa ruta detrás de algo que pueda llenarle una vida repetida y algo vacía. Y se encontrará con otros peregrinos que caminan cargados de dudas y de esperanzas y que quieren encontrar, en esa travesía, respuestas, alivio, cambios. Es un filme didáctico, primario en su aliento aleccionador, condescendiente. Vale más como material divulgatorio (costumbres, paisaje, tradiciones) que como propuesta dramática. El balance deja obviedades y manipulaciones varias que le quitan sinceridad y fuerza a una historia que daba para más. Hay gente buena, lugares lindos, propósitos edificantes, pero eso no es suficiente.
Vuelta por el universo “La vida no se elige, se vive” le dice Daniel (Emilio Estévez) a su padre Tom Avery (Martin Sheen). La vida estructurada de un oftalmólogo se modifica profundamente al notificarse de la muerte de su hijo por encontrarse atrapado en una tormenta en Los Pirineos por donde realizaba una travesía hacia Santiago de Compostela. El Camino de Santiago es una ruta que recorren los peregrinos procedentes de toda España y de toda Europa para llegar a la ciudad de Santiago de Compostela, donde se veneran las reliquias del apóstol Santiago el Mayor. Daniel emprende los 800 kilómetros de peregrinaje, pero a tan sólo un día de iniciar la caminata, muere. A raíz del accidente, su padre Tom decide cremar los restos y emprender el viaje que su hijo no pudo terminar. Magnos paisajes, extensos fogones e interminables caminatas desenlazan en un estrecho vínculo que Tom logra con su grupo de viaje y con el mundo que lo rodea. Ese universo tan inmenso que nunca se había atrevido a conocer y que nunca lo había cautivado. A partir de las heridas de la muerte de un hijo, nace la inquietud por explorar la vida. Una historia conmovedora y portadora de esperanza que hasta incluso hace resurgir el amor.
La travesìa de un Padre "El camino" es un filme emocional, que se vè con el corazòn a pleno, ya que este filme realizado por el tambièn actor Emilio Estèvez y protagonizado por el magnìfico Martìn Sheen (Padre del director y tambièn del màs mediàtico Charlie Sheen), narra la aventura sensible del trayecto que va de Francia a España, por el camino de Santiago de Compostela, y que en verdad se iniciarà en la soleada California donde habita el oftalmòlogo que interpreta Sheen, quièn viudo y solitario recibe la noticia del fallecimiento de su hijo a poco de comenzar la travesìa citada. Digamos casi por accidente que asi el padre decide hacer el mismo itinerario de a piè que habìa imaginado su hijo -a quièn ademàs consideraba casi un extraño y distante-, de esta manera el hombre recorrerà lo cual no pudo terminar su hijo con quizàs la ùnica idea de esparcir sus cenizas. Dentro de esta larga caminata de dìas, pasarà por pueblos y aldeas, se acompañarà por otros caminantes como una bella mujer canadiense, un holandès bebedor y divertido y un escritor irlandès en crisis de inspiraciòn. Estèvez maneja bien y correctamente su historia, que por ratos asemeja un road-movie, la cual no deja de mostrar la transformaciòn de sus personajes dentro de situaciones realistas de humor, dolor, y amistad bien entendida. Los bellos paisajes que acompañan el recorrido de la càmara complementan este doble viaje, que quizàs estè marcando una nueva vida a sus personajes.
Publicada en la edición digital de la revista.
Film ?familiar? con picos y valles como el camino que se recorre?El Camino? podría ser conceptuado por más de un motivo como film ?familiar?. Lo es por su producción dado que entre los responsables ejecutivos aparece un cierto Ramón Gerard Estevez, mientras que la dirección está a cargo de Emilio Estevez. Ocurre que el primero de los nombrados no es otro que Martin Sheen, en verdad un seudónimo y padre de cuatro hijos, el mayor de los cuales es Emilio. En el reparto aparece además Renée Estevez, la hija menor de Martin, que tiene un pequeño rol. Digamos para completar que los restantes hijos son también actores: el mediático Charlie Sheen y el menos popular Ramón Estevez. Pero lo de ?familiar? también sería aplicable a la trama de la película, ya que en ella el oftalmólogo Tom (Martin Sheen) se entera al inicio mismo que su hijo Daniel (Emilio Estevez) ha fallecido en Francia cuando estaba atravesando los Pirineos. A partir de ese penoso incidente, que determina que Tom se desplace al pueblo donde están los restos de su vástago, se inicia ?el camino? o sea el viaje que emprende para llevar (las cenizas) hasta Santiago de Compostela que era hacia donde se dirigía Daniel. Dato no menor es que padre e hijo no se entendían muy bien y que en particular el primero no acertaba a comprender el costado espiritual de su retoño. Esta especie de ?road movie? revela al espectador aspectos del peregrinaje que posiblemente no conozca en detalle. Por ejemplo puede sorprenderse por la cantidad de gente de todo el mundo que lo emprende. O también, como revela uno de los personajes amante de las estadísticas, que las causas que llevan a alguien a cubrir a pie unos 800 kilómetros son las más diversas y no necesariamente por problemas de salud o de fe cristiana. Justamente a un hosco Tom se le irán agregando involuntarios acompañantes que han sido seleccionados para darle color a las anécdotas del viaje. El primero en hacerlo será Jost, un simpático y bonachón holandés (Yorick van Wagenigen), cuya motivación central del viaje será la de bajar de peso. Pero su placer y deleite con los platos franceses y españoles (quesos, cordero, etc) que encuentra a lo largo del camino frustrarán el objetivo de su peregrinaje. No muy diferente serán los resultados para Sarah (Deborah Kara Unger), cuya promesa de dejar de fumar es más un deseo que una realidad. La última de las incorporaciones será la de Jack, un irlandés cuya obsesión será superar su bloqueo de escritor. En algún momento de la historia, Jost le comentará a Jack su parecer sobre los restantes miembros del inusual cuarteto. Tom le parecerá muy estrecho mientras que encontrará que Sarah es una mujer sexy pero muy complicada. Y pese a las diferencias y desencuentros, el grupo irá poco a poco ganando en complicidad y la llegada e ingreso a la Catedral de Santiago de Compostela marcará uno de los puntos más altos de esta desigual producción que, al igual que el paisaje que recorren, tiene sus picos y valles. Dentro del reparto sobresale la interpretación de Martin Sheen, quien ya superado los setenta años no para de actuar. De hecho se lo ve en ?El sorprendente Hombre Araña?, otro de los estrenos de esta misma semana. Difícil olvidar su notable capitán Willard en ?Apocalypse Now? y también su destacable debut hace ya 45 años en ?El incidente? de Larry Peerce, junto a Tony Musante. O incluso su rol del padre de su hijo Charlie Sheen en ?Wall Street?. Para Emilio Estevez éste es su quinto largometraje como director y segundo que se estrena en nuestro país. Ya se había presentado localmente su segundo y fallido film ?Hombres trabajando? donde su padre y él mismo tenían roles importantes. En cambio sólo se conoció en video ?Bobby? sobre el asesinato de Robert Kennedy, su mejor trabajo como realizador con un elenco notable (Anthony Hopkins, Demi Moore, Sharon Stone). En su nuevo film Emilio se reserva un personaje (Daniel) que obviamente, al morir al inicio, tiene poca presencia. A mencionar la presencia de Angela Molina que aparece en uno de los múltiples albergues donde los peregrinos se detienen a lo largo de su largo viaje. Ella será una de las personas que irán sellando el ?pasaporte? que servirá de testimonio de que han cumplido a pie el trayecto. ?El camino? tiene entre sus mayores logros el retrato de personajes que uno termina queriendo. En algún momento Tom y el holandés serán percibidos por algún lugareño como recreaciones de Don Quijote y Sancho Panza. Quizás se hubiese ganado en calidad de haber eliminado varios minutos, ya que la duración supera estrechamente las dos horas. Otro reparo podrá ser hecho a que su tipo de cine remite a algo habitual (y hoy antiguo) en la década del ?50 en Estados Unidos. Comparado con las producciones actuales puede sentirse que falta cierto dinamismo y que se privilegia la emoción frente a la acción. Pero por suerte se han sorteado con cierta habilidad los golpes bajos en que se podía haber caído por lo que ?El camino? encontrará su público. No así en su país de origen, dado que hace dos años que se filmó y aún no ha sido estrenado allí.
Nada para contar Hay un elemento intrínseco a las road movies –o películas de viajes- que las vuelven atractivas. Es esa tan cinematográfica sensación de libertad, atada a la aventura, al afán de descubrimiento, al poder intrínseco a los paisajes, a los factores inesperados. Es acompañar a personajes en un proceso que los transforma, en un recorrido que es también interno y que puede ser purga, expiación, desahogo, capricho, realización personal, a veces todo eso junto. El viaje como forma y como metáfora. Pero en cualquier caso, se necesita más que una geografía, más que un viajante, más que una excusa. Y es ahí que esta película falla estrepitosamente. Martin Sheen es un oftalmólogo estadounidense que un día recibe una llamada telefónica de Francia, por la que es informado de la muerte de su hijo (Emilio Estevez, aquí también director y guionista). Al acudir allí, es enterado de que su hijo murió en un accidente en los Pirineos, al inicio de su peregrinaje a través de El camino de Santiago, cuando iba en dirección a las reliquias del apóstol, en Santiago de Compostela. Es así que el vetarano conservador decide colocarse la mochila de su hijo liberal y finalizar el recorrido inconcluso. En el camino, otros personajes se van sumando al caminante: un holandés con sobrepeso, una canadiense adicta a la nicotina, un irlandés con bloqueo de escritor. Todos ellos hablan perfectamente ingles y, vaya uno a saber por qué, ven al estadounidense como un líder a seguir, como un referente -quizá por saber que su hijo murió, atributo que podría colocarlo como el más sufriente y “auténtico” de los peregrinos– en cualquier caso, podrían seguir a cualquier otro, podrían abrirse, pero en cambio deciden decirle todo que sí al viejo, aún cuando deberían mandarlo al demonio. La situación no sólo da cuentas de las inclinaciones religiosas por parte del guionista, sino también de su creencia en el geocentrismo norteamericano. Es difícil entender que esta película haya sido dirigida por un actor. Normalmente ellos suelen proponer personajes emocionalmente complejos, cuya fachada funciona como parcial espejo del alma. Que gracias a una esforzada interpretación puedan intuirse sus motivaciones, sus conflictos, sus penurias, sus deseos. Los actores-directores suelen idear personajes que son un auténtico desafío para sus colegas. Aquí sucede lo contrario, y llama especialmente la atención que la dirección de actores sea tan lamentable: se apela a la simpatía pueril, a los gestos baratos, a las morisquetas introducidas con el objeto evidente de caer bien a la audiencia. En cualquier caso, el encanto es un atributo que cinematográficamente debe de ser trabajado y pulido (Howard Hawks, Frank Capra, Billy Wilder y Eric Rohmer supieron dictar cátedra en la materia), y difícilmente se consiga esculpiéndolo a golpes. Hay veces que una propuesta llana y sencilla encubre una ausencia radical de ideas. Aquí basta ver las ridículas vueltas del guión –el exabrupto del protagonista durante una borrachera, la caída de su mochila al río- conflictos introducidos que son disueltos en seguida, y que parecen implantados para darle algo de movimiento a una anécdota vacía.