Ilusiones al por mayor Si uno como espectador está frente a un musical protagonizado por Hugh Jackman sobre la vida y carrera en el espectáculo de P.T. Barnum, uno de los personajes más multifacéticos y bizarros de la historia norteamericana del Siglo XIX, ya sabe de antemano que poco y nada quedará de la complejidad de la existencia real del susodicho y que todo se reducirá a un pantallazo fastuoso alrededor de algunos episodios de su trayectoria que asimismo darán forma a un nuevo exponente de esas fábulas de ascenso social que tanto fascinan a los anglosajones. Considerando que literalmente todo apunta a lo anterior, la película en sí es un trabajo relativamente digno que consigue superar sus limitaciones gracias a la solidez de la interpretación del australiano y el despliegue técnico de un Hollywood bien recargado, capaz de autoconvencerse de que semejante delirio puede atraer al público cínico actual. Desde el vamos debemos aclarar que este es un musical que responde a la tradición clásica del género (las escenas cantadas hacen avanzar a la trama y adquieren un rol preponderante en el desarrollo dramático en general), lo que también implica que se desentiende de la estrategia narrativa posmoderna símil el enorme Bob Fosse (en la que los segmentos musicales apenas si condimentan la historia y no poseen la importancia de las secuencias dialogadas). A esto se suma la decisión del director debutante Michael Gracey de utilizar una iconografía videoclipera/ publicitaria -hoy por hoy bastante agotada- que a su vez se condice con una andanada de canciones pop altisonantes y de resonancias hiphoperas cortesía de Justin Paul y Benj Pasek, el mismo equipo responsable de los temas de La La Land (2016), otro producto vintage que pretendía amalgamar al pasado con el presente. Tratándose de un vehículo para el lucimiento de Jackman, lo que significa que la obra es muy aduladora para con el protagonista, era de esperar que se dejaran de lado elementos que podrían haber enrarecido/ completado a Barnum, como por ejemplo su derrotero político, el promover la execrable explotación animal y el haber sido el principal artífice de aquellas criaturas híbridas de antaño con el objetivo de atraer al mayor público posible a sus shows. Ahora todo se reduce a sus orígenes humildes, el casamiento con Charity (Michelle Williams), sus hijas, el armado de su exhibición de “fenómenos”, la mutación hacia la estructura de los circos modernos, su trabajo como empresario con la cantante de ópera Jenny Lind (Rebecca Ferguson) y lo que ya todos podemos prever (dificultades, tropiezos varios y una especie de triángulo amoroso que nunca se termina de consumar). Como decíamos anteriormente, aquí el ridículo total es la norma -de la misma forma en que lo era en los musicales clásicos, de hecho- y si se acepta este “detalle” se podrá disfrutar de un espectáculo suntuoso aunque bastante light que por lo menos tiene la decencia de ser sincero al enfatizar una y otra vez que el negocio del protagonista y de la película en su conjunto pasa por vender ilusiones al por mayor (si bien hay un tenue discurso a favor de los marginados y su integración aguerrida a la sociedad, lo cierto es que el eje real del relato es la defensa del arte como entretenimiento popular a la vieja usanza, obnubilando al público con lo insólito para que lo saque de su rutina cotidiana). Jackman, Williams y Ferguson están muy por encima de las canciones, las cuales son tan anodinas como las de La La Land y para colmo se alargan en demasía en algunas escenas, contribuyendo a la pereza conceptual del film. Incluso así, el producto es prolijo y fundamentalmente resulta entretenido por sus inspiradas coreografías, la solvencia de las interpretaciones y la idea macro de ponderar el rol de los productores/ maestros de ceremonias como figuras claves, para bien y para mal, en la industria cultural del capitalismo de los últimos dos siglos…
Espejitos de colores El musical hollywoodense, que hasta hace no mucho parecía un género en peligro de extinción, está decididamente de regreso. Luego de la revitalizante sorpresa que significó la multipremiada La La Land (2016) y la versión live action de La Bella y La Bestia (2017), llega a la pantalla un relato de época basado en la vida de quien fuera el precursor del circo moderno. El Gran Showman narra la historia real de Phineas Taylor Barnum (Hugh Jackman), un hombre de pasado humilde que a mediados del siglo XIX decide invertir en el mundo del entretenimiento a partir de la compra de un museo en Broadway. El objetivo de Barnum es poder brindarle a su esposa Charity (Michelle Williams) y a sus dos pequeñas hijas la vida que siempre soñaron. La exposición de criaturas muertas y objetos exóticos mutará en un circo donde el principal atractivo residirá en aquellos personajes marginados por la sociedad, a menudo denominados “freaks” o “fenómenos”. Estamos ante un filme que, lejos de reflexionar acerca de la manipulación de personas cuyo físico no se adapta a los cánones de belleza y “normalidad” impuestos, se encarga de reivindicar y humanizar el papel del empresario circense. La figura del astuto sensacionalista y estafador PT Barnum, padre de todos los Tinellis habidos y por haber, es presentada casi como un ícono a favor de la inclusión. En este sentido, no es de extrañar que el currículum del director debutante Michael Gracey detente una importante carrera dentro del rubro de la publicidad, maquinaria para la fabricación de espejitos de colores por excelencia. Lo que podríamos bautizar como la versión Disney de El Hombre Elefante, nos abre las puertas al maravilloso espectáculo del circo, un lugar donde el público acude en masa para ser sorprendido por las performances de mujeres barbudas, enanos disfrazados de Napoleón, afroamericanos haciendo piruetas en el aire, siameses bailarines, hombres gigantes y animales salvajes. Paradójicamente, este siniestro show de variedades resulta ser el único lugar donde las personas con ciertas características físicas se sienten respetadas y únicas. El morbo de los aplaudidores se mezcla con canciones pop al estilo Lady Gaga (sí, en plena época victoriana) y los gritos de una muchedumbre que desde afuera planea una carnicería en contra de estos seres monstruosos. Más allá de los mensajes demagógicos y la imagen distorsionada del protagonista, hay que reconocer que Hugh Jackman se lleva puesta la película. El carisma, la pasión y la elegancia que el actor australiano impregna sobre la pantalla, hacen de este uno de los papeles más brillantes de su larga trayectoria artística. Su voz, tan potente como ensoñadora, hechiza a los espectadores y deja bien en claro que ha nacido para esto. La banda sonora a cargo de Benj Pasek y Justin Paul, los compositores detrás de las canciones de La La Land, está repleta de estribillos pegadizos en donde se destaca el tema “This Is Me”, con la magnífica voz de Keala Settle al frente. Las letras emotivas e idealistas son plasmadas a través de una música dance/pop comercial que nada tiene que ver con el momento histórico en que se desarrolla el relato. Aun así, junto con las coreografías y los efectos visuales, conforman el plato fuerte de la cinta. El éxito de Barnum llama la atención del joven dramaturgo Phillip Carlyle (Zac Efron), quien decide cambiar el rumbo de su carrera y asociarse al showman. Phillip no puede evitar sentirse atraído por la trapecista de raíces afroamericanas y peluca rosada llamada Anne (Zendaya), pero su posición social se convierte en un impedimento para dar rienda suelta a sus pasiones. Cabe resaltar la destreza con la que Zendaya lleva adelante su papel, que se luce en el número musical “Rewrite the Stars“, entonado a dúo junto a Efron. El actor que supo transformarse en ídolo de preadolescentes tras su paso por la trilogía de High School Musical, demuestra una vez más su talento para la comedia musical. La puesta en escena es por demás suntuosa y extravagante; hasta uno creería que está contemplando una verdadera obra de Broadway. Los juegos de cámara, la iluminación y la colorida fotografía, da muestra de la excelencia de un equipo técnico que al igual que el legendario Barnum nos vende ilusiones por doquier. En resumidas cuentas, El Gran Showman es una película familiar, entretenida, con un cuidado despliegue visual y un repertorio musical respetable. Su planteamiento resulta simple y naif y la visión de show business es descaradamente falsa y demagógica. Una historia que absurdamente intenta rendirle culto al verdadero y único monstruo de ese espectáculo.
El espectáculo como mercancía La ópera prima del realizador norteamericano Michael Gracey, embarcado ahora en la preproducción de la adaptación del manga Naruto, de Masashi Kishimoto, El Gran Showman (The Greatest Showman, 2017) es un musical dramático con ligeros toques de comedia inspirado en la vida del animador, empresario del entretenimiento y político, P.T. Barnum, uno de los promotores de la combinación de las características del circo itinerante con curiosidades y espectáculo que materializó los rasgos que distinguen hoy el género circense. El film narra los comienzos de Barnum (Hugh Jackman) en el espectáculo desde sus sueños en la niñez en medio de la pobreza, su relación de Charity (Michelle Williams), con la que se casa y tiene cuatro hijos, para dar cuenta de su afán como emprendedor y animador. Tras la quiebra de la empresa naviera para la que trabajaba, Barnum consigue un crédito gracias a una pequeña estafa a un banco para crear un museo de curiosidades que finalmente convierte en un espectáculo que mezcla curiosidades vivas con entretenimiento, lo que genera jubilosos seguidores y enfurecidos detractores de todas las clases sociales. Con el fin de ganarse la esquiva afinidad de la burguesía el promotor se asocia con Phillip Carlyle (Zac Efron), un escritor de exitosos dramas teatrales que atraen a la aristocracia vernácula, quien lo lleva de gira a Londres donde se encuentra brevemente a la Reina Victoria. En Inglaterra Barnum conoce a la cantante de ópera Jenny Lind (Rebecca Ferguson), quien lo deslumbra, y el promotor rápidamente ve una oportunidad y le propone producirle una serie de costosos conciertos alrededor de Estados Unidos, en lo que será el comienzo de una etapa de cambios en su forma de hacer negocios. El Gran Showman se presenta como un musical anclado en la actualidad, con actores representativos de la juventud como Zac Efron y Zendaya, quienes tienen su idilio amoroso a contrapelo de la cultura racista del Siglo XIX, como un ejemplo entre tantos del espíritu de tolerancia progresista que el film de Gracey plantea a partir de la historia de Jenny Bicks (Rio 2, 2014) en un guion coescrito junto a Bill Condon (Chicago, 2002). Entre las principales características que marcan el opus se encuentra la banda sonora, que propone una selección de canciones de pop genérico contemporáneo pasteurizado por las discográficas con coreografías acordes con las canciones, matizando de alguna manera, o más bien cancelando, el espíritu de época, en una decisión polémica que claramente busca definir el público de la propuesta. Así, a pesar de la ambientación y el vestuario decimonónico, la música es completamente actual, lo que va en detrimento del realismo del film y de sus potencialidades. Desde todo punto de vista la película nunca se propone indagar en la vida y la obra de P.T. Barnum, un personaje significativo de una etapa de acumulación del capital en Estados Unidos en la era del nacimiento de las grandes corporaciones y la sedimentación del capitalismo en la cultura y los valores norteamericanos. El Gran Showman solo busca así como la introducción edulcorada y indulgente de un personaje fundacional de la cultura del entretenimiento a un público juvenil amante de la cultura pop adolescente norteamericana actual desde lo emocional tomando algunos datos biográficos convenientes y algo de ficción juvenil apta para todo público con un trasfondo de ideas modernas y críticas respecto de la intolerancia y los valores de la época en cuestión. A pesar de un interesante comienzo y alguna que otra buena canción de los compositores de las canciones de La La Land, (2016) todo el film se torna demasiado predecible, conveniente y monótono, apostando todas las fichas en fórmulas anquilosadas, premios potenciales y un público juvenil que sigue a sus ídolos. De todos modos, la obra solo se propone como un homenaje a Barnum según la interpretación actual de los hechos y los cánones vigentes del espectáculo, por lo que es imposible condenar a un film que solo entrega lo que propone desde un principio sin pretender engañar a nadie en un intento de deferencia hacía uno de los fundadores de los parámetros del espectáculo contemporáneo.
El musical está pensado para el lucimiento del australiano Hugh Jackman -se hizo popular gracias a Wolverine y mostró sus dotes para el género en Los miserables-, quien encarna al legendario Phineas Taylor Barnum -1810-1891-, el empresario circense norteamericano que fundó el "Ringling Bros and Barnum & Bailey Circus", conocido como "el mayor espectáculo en la tierra". Con una gran reconstrucción de época en la que se ve un incipiente Times Square, el relato despliega su creatividad a través de una historia que centra su atención en los tópicos de la familia, la amistad y los sueños casi imposibles. El gran showman, del debutante Michael Gracey, muestra a un Barnum derrotado luego de perder su trabajo y su intento por mantener el nivel de vida de su esposa -Michelle Williams- e hijas a partir de la creación de un show circense que reúne a los personajes más disímiles -un enano, la mujer barbuda, trapecistas y elefantes- y que fuera criticado por no ser considerado precisamente un producto artístico. Desde el comienzo, el musical resulta arrollador desde lo visual con la concepción de sus modernas coreografías y canciones -de los mismos autores de La La Land- que sintetizan la infancia del protagonista e impulsan la acción que también se va alimentando de subtramas románticas: Barnum con la escandalosa foto junto a la cantante de ópera Jenny Lind -Rebecca Ferguson- y Phillip Carlyle -encarnado magníficamente por Zac Efron-, amigo y socio de Barnum, en pleno romance con la artista circense Anne -Zendaya-. Colorida desde lo visual y con un grupo de artistas que hace frente a los obstáculos que se les presenta, la película aprovecha con acierto el encanto de una época, la visionaria mirada de Barnum y la inclusión de personajes "diferentes" en busca de un objetivo en común: entregar al público lo que éste quiere ver. Y el filme en cuestión -nominado a 3 premios Globos de Oro que incluyen el de "mejor comedia o musical"- también cumple con las expectativas, hereda el espìritu de Moulin Rouge y se alimenta de situaciones que son bien resueltas en los números musicales. Jackman sabe lo que hace y explota su cuerda al máximo, entregando un gran trabajo que lo potencia dentro de un género que resurge.
El show debe continuar Sin lugar a dudas este fue el año de Hugh Jackman con su gloriosa despedida de Wolverine en Logan y ahora con El gran showman, dos films que lo muestran como uno de los intérpretes más multifacéticos de su generación. El film narra la vida de Phineas Taylor Barnum quien es considerado el creador del concepto de Showbussines. Un personaje tan pintoresco como polémico dado que muchos de los actos que presentaba en su famoso circo Barnum & Bailey Circus no se trataban de otra cosa que de engaños destinados a embaucar al espectador a cambio de una módica suma de dinero. La canción que da la apertura al film funciona como una clara declaración de principios sobre lo que veremos “ … Señoras y caballeros, este es el momento que han esperado. He estado buscando en la oscuridad, tomando tu aliento, robando tu mente. Y todo lo que era real se queda atrás…”. Todo el artificio es puesto al servicio del show, por más moralmente reprochable que sea y esto es lo que caracterizó a toda la obra de Barnun que llegó a presentar como la mucama de George Washington a una esclava negra y ciega que el mismo adquirió al efecto. De modo que en la vida real el carácter moralmente condenable queda por demás demostrado. La película en cambio decide no dar particular profundidad a esto y por el contrario enfatiza en la difícil infancia de Phineas como hijo de un humilde sastre y cómo al quedar huérfano comenzó una supervivencia tan cruel como aleccionadora. Con cuadros musicales perfectamente realizados y canciones originales encargadas al dúo compositor ganador del oscar por La La Land, El gran showman ofrece un espectáculo que no decae durante todo el film. Sin lugar a dudas el film descansa en las espaldas de Hugh Jackman quien parece haber nacido para encarnar a este personaje que deja su vida para lograr que el show continúe. Párrafo aparte se merecen Zack Efron, Zendaya, Michelle Williams y una maravillosa y radiante Keale Settle que definitivamente se roba nuestro corazón con su mujer barbuda. Es necesario tener en cuenta que el film narra la existencia de un circo en los comienzos de 1830 y en esa época las desagradables prácticas de abuso animal eran parte de la realidad circense e incluso una parte fundacional del mismo. Omitirlo tal vez hubiera sido un ejercicio algo excesivo de corrección política poco honesto para con el espectador. En definitiva El gran showman no se plantea realizar juicios morales sobre el accionar de su protagonista, sino que prefiere recorrer la industria del entretenimiento de una forma tan honesta como estéticamente apabullante. Un film imperdible para estos tiempos tan faltos de fantasía que exige ser visto en la salas de cine y salir bailando aunque sea por unos pocos metros cuando la realidad nos encuentre de nuevo. *Review de Marisa Cariolo
Bailando con el padre del show business. Jackman encarna a P. T. Barnum en esta comedia musical de tono circense, y despliega todo su encanto y su paleta de talentos. Puede que el nombre de P.T. Barnum no le diga nada a un espectador de la nación más austral del mundo. Es por eso que el motivo para dedicarle una película, cuyo rol es interpretado por Hugh Jackman, puede resultar un misterio. Se trata, sin embargo, de quien puede ser considerado el virtual padre del show business en Estados Unidos, precursor del negocio del espectáculo moderno, y eso lo convierte en su país, cuna de maestros del entretenimiento, en una especie de prócer. Razón de más, entonces, para justificar el homenaje con un film de nombre más que apropiado, El gran showman. Aunque el título original es todavía más reverencial: The Greatest Showman (El más grande showman), lo que lleva al halago al extremo de la hipérbole. Y es además la excusa perfecta para que Jackman, el hombre que acaba de guardar a Wolverine en el armario, lidere esta comedia musical de tono circense. El se convierte en el vehículo para que el actor australiano despliegue todo su encanto y su paleta de talentos, que además de la actuación se extienden al canto y el baile. Barnum era conocido como un maestro del engaño, título algo injusto para quien nunca ocultó que los actos que presentaba no eran otra cosa que espectáculos. Existen otras dos formas para definirlo con mayor justicia. Por un lado, se puede abordar su figura desde el idealismo y decir que se trata de un ilusionista, un vendedor de mundos fantásticos dispuesto a volver realidad las fantasías de su público. Pero también es posible dar una definición mucho más realista y decir que se trata de uno de los precursores de los freakshows –esas ferias de fenómenos que presentaban como personajes algunas personas con malformaciones reales–, y el exploitation: freakxploitation. Por supuesto que eso le trajo popularidad, convirtiendo a sus espectáculos en un éxito de público, pero también el rechazo de los miembros más puritanos y reaccionarios de la comunidad, que son además los dos extremos que aún conviven en la sociedad estadounidense. Es ese perfil entre extravagante y estrafalario lo que permite que el tono de comedia musical circense que se mencionó más arriba sea el más apropiado para abordar la figura de Barnum. En ese sentido, El gran showman tiene algo (o bastante) de Amor en rojo (2001), aquel éxito que consagró al director australiano Baz Luhrmann, igualmente ambientado a finales del siglo XIX pero en el terreno de los cabarets parisinos. Ese aire de familia también se extiende a un score musical que juega con lo anacrónico, presentando canciones y una partitura de estética contemporánea en un contexto decimonónico. El gran showman tiene, por supuesto, debilidades y fortalezas. Dentro de las primeras se puede enumerar cierta falsedad, que se percibe sobre todo en el diseño de algunas coreografías y que aparece bajo la sombra de una duda: la de que no son las grandes estrellas quienes bailan en ciertas escenas, sino sus dobles. Sospecha que es alimentada por tomas panorámicas o cenitales en las que la iluminación y la puesta de cámara se complotan para ocultar la identidad de los bailarines, el propio Jackman y la siempre eficiente Michelle Williams. Y la sola duda produce decepción: ¿o alguien puede imaginar escenas de baile en las que Gene Kelly y Fred Astaire no fueran los claros protagonistas o necesitaran de un doble? Claro que Jackman no es Kelly ni Astaire, y Williams no es Ginger Rogers, y tal vez no haya hoy por hoy nadie capaz de igualar las proezas de aquellos grandes héroes del musical. Ese hecho habla del presente de un género en el que los actores parece que juegan a bailar y a cantar (véase La La Land), haciendo que las películas queden más cerca de Bailando por un sueño que de Cantando bajo la lluvia. Lo cual no es un elogio. Pero a pesar de eso y del inocultable problema de verosímil que produce el hecho de que los personajes se pongan a cantar en medio de un diálogo (otra dificultad del género en la actualidad), El gran showman pasa la prueba. Un éxito que se debe sobre todo al carisma del propio Jackman, pero también a sus compañeros de elenco. En primer lugar, al cada vez más sólido Zac Efron, quien quizá sea el actor con mayor potencial para acercarse al modelo de Kelly o Astaire en el Hollywood actual.
Quienes amen las películas musicales, con despliegue de coreografías rutilantes y gocen por anticipado con el talento de Hugh Jackman y el de Zac Efrom para el género se encontraron con su programa perfecto. Pero aquellos que quieran saber la verdadera historia de Phineas Taylor Barnum, señalado como el creador del show business, con su circo, con su fortuna hecha con su museo de “prodigios” solo verán una versión endulcorada de un hombre de negocios, con sus lados oscuros que aquí se liman en una demasiado amable mirada sobre su vida. Es evidente que la intención fue hacer una película para toda la familia. Por eso la historia da pie a canciones románticas y marciales al servicio del baile y la diversión, que encandilan y satisfacen con creces. Es evidente que un hombre que se dedica a buscar mujeres barbudas, siameses, enanos, gigantes y otros seres ocultos por su familia o sin ella, no tenía solo fines humanitarios. Y que cuando pudo se empresario de una talentosa cantante dejo a su familia porque por fin se sintió con verdadero prestigio. También esta más que “lavada” la relación con su representada. Pero este género no tiene que ser específicamente pegado a la realidad de un personaje, aunque aquí se respire la necesidad de no entrar nunca en conflictos ni morales ni empresariales, y todo se reviste de una pátina festiva, que defiende la diversidad y se pone al servicio de lo espectacular. En ese aspecto todos brillan, cantan y bailan, hacen números acrobáticos, sufren, se enamoran y le hacen frente a cualquier adversidad, al ritmo de buenas canciones y coreografías realizadas a la perfección por los protagonistas. Brillan en ese aspecto Hugh Jackman, Zac Efrom y Sendaya, mas un cuerpo de baile perfecto y animoso. Se destaca la intensidad de Rebecca Fergusson y la emotividad de Michelle Williams muy poco exigida. Un envoltorio brillante para un entretenimiento burbujeante.
El último show del año A días de terminar el año, Fox hace su última apuesta en la gran pantalla y de la mano del director Michael Gracey, nos trae El gran showman (The greatest Showman,2017) , un musical biográfico que nos cuenta un vivido retrato de la vida del legendario P. T. Barnum (interpretado por Hugh Jackman), quien fuera el inventor del show business en EEUU. El gran showman es una película que sabe lo que es y lo que tiene para ofrecer: un sinfín de escenas musicales que van desarrollando la trama que sucede en Estados Unidos en el siglo XIX. P. T. Barnum (Hugh Jackman) acaba de perder su trabajo de oficinista porque la empresa para la que trabajaba se ha ido a la bancarrota. Deseoso de ofrecer a su esposa Charity (Michelle Williams) y a sus dos hijas la vida que siempre les había prometido, Barnum se embarca en un proyecto colosal: crear un gran y asombroso espectáculo circense. Para ello, este inventor del show business buscará artistas únicos sin deparar en la ética o moral, desde enanos, a mujeres barbudas, equilibristas y toda clase de shows imaginativos. Su lema: para hacer algo nuevo hay que hacer algo poco convencional. Acompañado por Zac Efron , el ex Wolverine saca a relucir una faceta poco conocida mundialmente, pero que es su elemento desde los inicios de su carrera actoral: su don para el canto y baile y, aunque las pistas que se reproducen estén grabadas en post producción, no quita el encanto que posee el film y permite al espectador disfrutar lo que va ocurriendo. Los personajes son bastante infantiles y van viviendo lo que pasa en esa época, las diferencias, los prejuicios y sobretodo, la discriminación que a su vez se usa en algunos momentos a favor de estos fenómenos que están en el circo de P.T. Barnum. Lo malo es que dichos personajes no llegan a desarrollarse por completo, y hay quienes ni si quiera llegan a tener dialogo en toda la película y solo forman parte de un gran decorado. Sin embargo las personas que vayan al cine a verla, debe tener una cierta cercanía con el mundo de la comedia musical porque aquí no solo pasan algunas escenas de gente cantando, sino que todo se basa en una estructura bien planificada por el director para parecerse a una obra teatral digna de Broadway. Quienes no estén acostumbrados a este tipo de género podrían llegar a estar un poco disgustados o aburridos en el transcurso de la función. El gran showman nos demuestra que todavía en el cine se puede ir a soñar con historias verdaderas algo fantásticas como la de P. T. Barnum, quién existió y fundó los primeros tópicos publicitarios y es, para los americanos, el padre del espectáculo. Su película no podía ser de otra manera.
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Lo mejor para el final El último gran estreno del 2017, es un filme plagado de música, baile y color que permite el lucimiento de ese artista extraordinario llamado Hugh Jackman El Gran Showman un musical que celebra el nacimiento del show business y cuenta la historia de P.T. Barnum, un visionario empresario circense que surgió de la nada para crear un show que se convirtió en una sensación mundial y que fue conocido como El mayor espectáculo en la Tierra. Con un formato de musical tradicional, el filme de Michael Gracey, narra una historia clásica de un hombre en busca de su destino. Hugh Jackman (versátil y carismático) dota a su personaje de enorme humanidad, junto a él recorremos un camino que abarca desde su niñez como humilde hijo de un sastre hasta su triunfo como fabricante de sueños en plena época de la Depresión. En medio, la conquista amorosa, la familia, los hijos y la formación de una troupe de freaks irán marcando el ritmo de un metraje intenso, entretenido e irresistible. La música original, y las canciones pegadizas, acompañan las coreografías y las acciones, cuadros plagados de artistas en escenas retratadas por una cámara que también se mueve al compás de la banda de sonido. Zac Efron, más que el galancito de turno, despliega histrionismo, interpretando un personaje cálido que se mueve entre lo que sus padres y la sociedad esperan de él y lo que su corazón le susurra. Zendaya, la sensual trapecista, endulza los oídos con su voz angelical y "llena el cuadro" con su porte y presencia. La dirección de arte y la puesta en escena se aprovecha del multicolor mundo del circo para componer momentos festivos que invitan al deleite visual. Es sin dudas un filme que transpira el espíritu de Broadway, un show extravagante y mágico, que llenará el corazón de los espectadores.
EL SHOW DEBE CONTINUAR El nuevo musical de Hugh Jackman demuestra que, a veces, no se pueden rescatar viejas glorias. Hugh Jackman tiene un vicio y una pasión mucho más grande que calzarse las garras de adamantium. Habiendo dejado los superhéroes atrás (al menos, por ahora), aprovechó para concretar este sueño tardío, la adaptación musical de la vida de P.T. Barnum, para muchos, el creador del show business allá por mediados del siglo XIX. La idea de Hugh, como productor y artífice, es recuperar ese amor por los musicales más clásicos, pero con una vuelta de tuerca moderna, en gran parte, gracias a la música y las canciones de John Debney, Joseph Trapanese, Benj Pasek y Justin Paul, estos últimos responsables de las letras de la oscarizada “La La Land” (2016). Nadie puede negar la belleza de estas canciones, pero la espectacularidad (a medias) de los números musicales no es suficiente para impulsar una historia que cae en demasiados lugares comunes y, además, romantiza demasiado la figura de Barnum, en definitiva un explotador que se hizo millonario a costa de los “freaks” que formaban parte de sus exitosos espectáculos. Todo arranca con un pequeño Phineas que sueña con progresar y compartir su vida con la chica de sus sueños, mientras ayuda a su pobre padre sastre a engalanar a los ricachones de Connecticut. Es época de crisis económica, de desventajas sociales, pero P.T. logra juntar el dinero suficiente para pedir la mano de la joven Charity (Michelle Williams) y comenzar una familia. Cuando hay amor no se necesita nada más, aunque Barnum no es un tipo conformista y en su mente siempre busca prosperar. De la mano de sus hijas, y algún que otro encuentro fortuito, una idea comienza a formarse en su cabeza. Primero en forma de museo de cera con figuras exóticas, y luego como espectáculo circense protagonizado por los “deformes y marginados” que no encuentran otro lugar de pertenencia. Así logra atraer al público masivo, la clase media/baja trabajadora en busca de sana diversión, pero no la venia de los críticos y las audiencias más snobs que buscan arte en los escenarios. Ahí es donde comienza la transformación de Barnum, el hombre obnubilado por la fama que necesita la aprobación de todos. “El Gran Showman” (The Greatest Showman, 2017) intenta ser una nueva “Moulin Rouge!” (2001), pero carece de su dramatismo y su despliegue visual. El director Michael Gracey debuta con este musical, desaprovechando el carisma de Jackman y de otros protagonistas como Zac Efron, Rebecca Ferguson, Michelle Williams, Yahya Abdul-Mateen II y Zendaya, resumiendo todo en algunas coreografías cancheras y una puesta en escena teatral que, igual no consigue causar mucho impacto. Los musicales beben de la espectacularidad, incluso “La La Land” lo logra con su modernismo. Peo no hay nada atrayente en “El Gran Showman” donde Jackman es el centro de atención, y el resto una parte más del decorado, más alguna historia de amor que se resuelve favorablemente, y traiciones que no llegan a mayores. Todo es bastante inocuo y familiar, como los espectáculos de Barnum. El guión de Jenny Bicks y Bill Condon no se la juega, ni aprovecha a analizar los verdaderos motivos del éxito de P.T., o la situación socioeconómica de Estados Unidos en esos momentos, propicias para el surgimiento de estos espectáculos y la primigenia cinematografía. No es que sea necesario caer en estas reflexiones, pero le vendrían nada mal a una historia un tanto carente de contenido. “El Gran Showman” es espejitos de colores. Una excusa para el lucimiento de Jackman que, seamos sinceros, ha hecho cosas mejores como maestro de ceremonia de los Oscar. Lindas canciones, lindo vestuario, pero no mucho más en una época donde los recursos son ilimitados.
Tras el suceso de crítica, premios y público de “La La Land” (2106), los Estudios Fox fueron rápidamente detrás de los hacedores de la magia de esa película para poder recuperar esa mística con la que hicieron historia durante décadas y los convirtieron en sinónimo del musical hollywoodense. Y el resultado es “El Gran Showman” (2017), de Michael Gracey, que refleja la vida del “inventor” del showbusiness moderno, P.T. Barnum (Hugh Jackman), en su meteórico ascenso con el que logró imponer un modelo de negocio que se mantiene hasta hoy en día y que lo sacó de la pobreza en la que vivía. Protagonizada por Zac Efron, Zendaya, Michelle Williams y Rebecca Ferguson, quienes secundan con maestría a el ex Logan, la propuesta cumple con todos los requerimientos para que el espectáculo trascienda la pantalla. La perfección de los números musicales, las cuidadas letras, la corrección política, todo hace un combo que funciona con un mecanismo de precisión increíble, y tal vez, justamente, este, sea su principal inconveniente. La elección de Michelle Williams, por ejemplo, como la sufrida mujer de Barnum, quien prefiere estar al lado de su esposo en la pobreza a disfrutar de las propiedades y dólares de su familia, es uno de los principales obstáculos. Williams es la heroína de las más lacrimógenas películas, con su eterno pelo corto, que acompaña su gestualidad y sencillez, pero también sus propias limitaciones como intérprete. Aquí enfundada en lujosos vestidos, con cabellos largos, nada la hace empatizar con su rol destruyendo automáticamente el verosímil que se quiere transmitir. Tal vez los estudios decidieron apostar a la pareja de Ryan Gosling en “Blue Valentine” para traccionar público de ese ya clásico del drama romántico, siendo que el rubio protagonista fue una de las claves del éxito de la ya mencionada “La La Land”, pero acá ella no funciona. Más allá de este punto, todo es correcto, casi frío, un musical perfecto que va perdiendo fuerza a medida que la narración del auge del “circo” que montó Barnum, y con el que logró sus primeros sucesos, comienza a desandar otros caminos y sumar tramas paralelas que en vez de complejizar la narración la hacen tediosa. Efron enamorado de alguien de una clase completamente ajena a la suya (Zendaya), una mujer barbuda que exige visibilidad y reconocimiento, un “enano” que mantiene sus convicciones firmes a pesar de su tamaño, unos siameses que hacen delirar a las tribunas con sus piruetas, pero todo presentado como exhibición sin profundizar en las verdaderas razones de sus sentimientos y dolores. No se puede negar que “El gran Showman” es un gran espectáculo, milimétricamente pensado y coreografiado, pero que en la falta de simpleza y honestidad ante la propuesta, se termina por generar una película plagada de artificios, efectos y brillos, sin pasión, que reúne lo mejor de los musicales de antaño, una gran producción, pero sin aportar nada nuevo.
Para cierre de fin de año, FOX presenta el estreno del musical El gran showman, opera prima de Michael Gracey, protagonizada por Hugh Jackman. Jackman interpreta a P.T. Barnum, un joven de origen humilde con grandes ideas para el entretenimiento. En su adultez fundó un circo de excentricidades para captar la atención del público. La película también ahonda en su relación con su esposa (Michelle Williams) y sus dos hijas, como también con su colaborador Phillip Carlyle (Zac Efron). Con Bill Condon (Chicago) que oficia de guionista, la película de Michael Gracey se apoya en elementos verídicos pero que retratan la faceta artística de Barnum más que los hechos históricos, utilizando los momentos musicales para ir desarrollando los diversos conflictos que fue teniendo el protagonista. Es el espectáculo del musical el que termina nublando con luces y colores la cruenta vida que llevaban las personas con discapacidades en el circo y el abuso que recibían por Barnum mismo. Aunque en un momento la historia presenta un abandono y una búsqueda por presentar el lado más oscuro de este hombre, no hay cuestionamiento a su figura que vuelve a redimirse con sus empleados y su familia al final de la película. Algunas de las secuencias musicales están muy bien orquestadas. Jackman ya había demostrado sus dotes como cantante en Los miserables y aquí profundiza su actuación. El problema es que los actores secundarios podrían haber aportado mucho más al film. Zendaya y Zac Efron crean un interés romántico sin fundamento ni peso narrativo y Michelle Williams y Rebecca Ferguson no encuentran el dramatismo que sus roles podrían brindar.
Casi como “La La Land”, pero con canciones aún más largas Primera advertencia: éste es un musical, es decir, uno de esos films donde la gente canta y baila a cada rato, muy exaltada, unos temas larguísimos. Quien ame el género lo disfrutará. Primero hay que soportar un tema repetido de alguien que ve los colores, pero después viene la compensación. A destacar, "Never Enough" en la voz de Loren Allred y la actuación de Rebeca Ferguson, que hace como que canta. Lindo tema, aunque repite demasiadas veces el último párrafo. Segunda advertencia: ocultando unos hechos e inventando otros, acá se rinde homenaje a Phineas T. Barnum, prócer del espectáculo norteamericano de variedades más bizarro y ostentoso que pueda verse. El empresario, que empezó bien de abajo, impulsó las ferias y el circo, enfrentó y a veces enlazó el arte elitista con el entretenimiento vergonzante, y al final ("poderoso caballero es Don Dinero") fue aceptado y admirado por la clase alta. Acá además se lo pinta como un avanzado en la inclusión de "los diferentes", lo sean por razones de malformación, de raza, de nivel cultural o nivel social. La verdad no fue exactamente así (la película es muy libre en varios sentidos), pero la intención está lograda. También el despliegue, la ambientación, la figura de Hugh Jackman y la presencia de Zendaya, que está cada día más linda. No tanto el libreto, que chirria un poco. Los interesados pueden encontrar otras miradas sobre Barnum en películas con Wallace Beery, Burt Lancaster o Beau Bridges. En cambio, no encontrarán el circo, que cerró en mayo de este año, abatido por los defensores de los elefantes amaestrados. Pero esa ya es otra historia.
Había una vez, un circo (pop) Hugh Jackman es P. T. Barnum en este musical sobre el creador del famoso circo que llevaba su nombre. P. T. Barnum, además de crear un famosísimo circo a mediados del siglo XIX, fue un emprendedor. También, el hijo de un sastre, a quien lo miraban desde arriba, y que fue escalando posiciones a partir de su tesón y su ambición por cierta fama, más que por ser un filántropo o altruista. No. P.T. Barnum amó desde pequeño a Charity (Michelle Williams en la juventud y adultez) e hizo todo por conquistarla y ascender socialmente. Tuvo una visión, tuvo agallas y tuvo suerte (buena, luego mala, y así) y ahora tiene un musical con Hugh Jackman como protagonista. Un musical lleno de buenas intenciones, con apuestas a la prosperidad y con frases que, escuchadas fuera de contexto, suenan algo, sólo algo, cursi, presuntuoso o ridículo. O servirían para un manual de autoayuda: “El hombre sufre más por imaginar poco, antes que demasiado”, “No necesitas que todos te amen, sólo unas pocas buenas personas” y la sentenciosa “A la gente le gusta lo exótico y macabro”. Esto último, porque Barnum hizo un casting solicitando “personas únicas y curiosidades”. Por ejemplo, para convencer a un enano a integrarse al circo, a quien no le gusta que se lo queden mirado, le replica “Se van a reír igual. Y acá te vamos a pagar”. A la historia romántica de P. T. y Charity le corre en paralelo la del joven de ojos azules y mucho dinero (Zac Efron) y la acróbata negra (Zendaya), que por aquel entonces no era visto con demasiada condescendencia, al menos por los padres de él que lo pueden desheredar. Pero en estos tiempos en los que, con la edición rasante y los efectos de CGI, todo parece posible y no sólo al rodar un musical, lejanos los tiempos de A Chorus Line, en El gran showman todo, o casi, parece artificio. Las acrobacias increíbles, lo sesgado o tendencioso que resultan algunos personajes secundarios, mucho ritmo pop y ciertas coreografías hacen un combo de buenos momentos, y también de los otros. Hay canciones pegadizas, algunas debidas a Benj Pasek y Justin Paul, de La La Land, un tema que va a ser candidato al Oscar (This is Me) y mucho pum para arriba. Lo mejor de la opera prima de Michael Gracey está en los primeros minutos, cundo una luna enorme ilumina a los personajes en una terraza donde hasta las sábanas colgadas danzan al ton de la música, y la letra confirma que “Un millón de sueños me mantienen despierto”, sí, “para el mundo que construiremos”. Soñar, lo supo Barnum, no cuesta nada; realizar los sueños, un poco más.
Para ser su debut en la silla de director, Michael Gracey ha construido un musical con todas las letras. Ya lo dijo el propio Hugh Jackman –ahora protagonista en The Greatest Showman– cuando fue host de los Premios de la Academia hace apenas algunos años atrás: “The musical is back, ladys and gentlemans”. Y no fue coincidencia ni premonición, porque este es un proyecto que el multifacético actor viene preparando desde 2009, con roles tan populares como el de Wolverine en la saga X-Men de Marvel Cómics, pasando por grandes romances como el de Australia junto a Nicole Kidman, y hasta llegar a una ambiciosa adaptación como la de Los Miserables . La nueva película de los mismos escritores de letras musicales que La La Land (tal y como se regodea su poster) es un biopic con elementos de fantasía que hacen a la esencia del relato, ya que se nos está contando la historia del primer hombre considerado productor del showbiz en Estados Unidos, P.T. Barnum; mientras para muchos era un farsante (y algo de razón tenían), para otros era la persona más innovadora, creativa e imaginativa de New York, y luego del mundo entero. El Gran Showman nos enseña muchos aspectos de este negocio, así como también grandes valores que nos hacen seres humanos. Mitos como el de la mujer barbuda o el hombre más pequeño jamás visto (y también el más alto), nacieron gracias a este señor, que acuñó el término circo que hoy día utilizamos no sólo para referirnos a lo que pasa dentro de esa tienda itinerante que solía montarse en pueblos y ciudades. Justamente, fue en mayo de este 2017 que tuvieron lugar los últimos shows de Ringling Brothers y Barnum & Bailey Circus, debido a la escasez de público y a las constantes protestas en defensa de los animales, un tema que está presente en el film y que fue resuelto utilizando puro CGI. En el aspecto musical, como les anticipaba, nunca se pierde el centro de atención, ni de la historia, ni del combo canto+baile. Quien no disfrute de esto, pues entonces que no se someta al sufrimiento, ya que al igual que Moulin Rouge, The Greatest Showman es un espectáculo hecho y derecho. Ya sucedió con La La Land, que fue duramente criticada porque hacía agua en cuestiones argumentales; aquí no pasa, pero no deja de ser una ficción al servicio de los sentidos, específicamente en lo visual y auditivo. Zendaya es una de las sorpresas, con números en trapecio para los que no utilizó doble y que son muy atractivos. Zac Efron eligió una gran oportunidad para su regreso, ya que desde High School Musical que no demostraba su talento para esto; de todos modos tampoco es que hace un trabajo excepcional, y para lo joven que es está muy por debajo de la destreza que despliega Hugh Jackman. Michelle Williams brilla con su belleza y su sensibilidad para los dramas donde el amor nos toca lo más profundo del corazón. Ya con tres nominaciones a los Globos de Oro y probablemente algún Oscar en camino para la temporada de premios que se viene, la película es una muy bonita forma de despedir el año y darle la bienvenida a un 2018 que ya planea traernos la secuela de Mamma Mía, entre algún otro musical que de seguro nos sorprenda pronto, sin mencionar a una de las grandes contendientes que quién sabe si no nominarán como Mejor Película: COCO.
Un musical sincero y bienintencionado Hollywood insiste con el más clásico (y hasta hace no mucho tiempo casi perimido) de sus géneros: el musical. Tras el sorprendente éxito y los premios conseguidos por La La Land: Una historia de amor, la nueva apuesta es El gran showman y, en ese sentido, no extraña que los encargados de las canciones sean Benj Pasek y Justin Paul; es decir, los responsables del mismo rubro en aquel romántico film con Ryan Gosling y Emma Stone. Sin embargo, a la hora de las comparaciones, esta película de Michael Gracey está más cerca del espíritu de Chicago (comparten al guionista Bill Condon) y de la apuesta pop de las incursiones de Baz Luhrmann (Moulin Rouge!, por ejemplo). El gran showman está inspirada en la vida de P. T. Barnum (un carismático Hugh Jackman), considerado uno de los pioneros del mundo del espectáculo como productor y, en algunos casos, también como protagonista de espectáculos (entre el circo y los musicales) que eran adelantados a su época (pleno siglo XIX). Entre sus máximas audacias figuró la de incluir en sus elencos a los que por entonces eran considerados freaks (gigantes, enanos, mujeres barbudas, obesos y un largo etcétera) en una apuesta por la diversidad que los sectores más reaccionarios de aquellos tiempos no le perdonaron (y atacaron con suma violencia). Dirigida por el debutante Michael Gracey (un artista australiano sólo con antecedentes en el mundo de la publicidad que, se supo después, fue ayudado tras bambalinas por el mucho más experimentado James Mangold), El gran showman es un espectáculo old-fashioned y, al mismo tiempo, kitsch -obvio en su mensaje políticamente correcto-, pero que tiene la honestidad brutal de no esconder sus objetivos: un producto para toda la familia con una sensibilidad que intenta sintonizar con ese público masivo que consume desde Lady Gaga hasta el Cirque du Soleil. Foto: FOX Hay drama familiar con triángulo romántico (la relación de Barnum con su esposa interpretada por Michelle Williams y una tercera en discordia encarnada por Rebecca Ferguson), una historia de amor interracial contra todos los prejuicios (Zac Efron y Zendaya) y la épica de un grupo de infatigables artistas "diferentes" que luchará contra la intolerancia reinante. El gran showman es una sumatoria de números musicales "con mensaje" que están bien diseñados e interpretados a puro profesionalismo y con canciones pop pegadizas. Una película naïve y si se quiere elemental, pero que sabe lo que busca y cómo lograrlo. Cínicos, por supuesto, abstenerse.
NI MUCHO SHOW NI MUY GRANDE El gran showman es un musical basado muy libremente en la figura de P.T. Barnum, el legendario fundador del circo moderno y uno de los hombres de comercio más famosos del Siglo XIX. Por supuesto, esto es Hollywood y además es un musical -género artificial por excelencia-, por lo cual no es el verismo biográfico lo que a su director le importa. El Barnum que retrata la película está bastante lejos de los puntos realmente oscuros que tuvo el personaje real para ser alguien que, proviniendo de la más profunda de las pobrezas, logró ascender a la fama y el dinero gracias a su ambición pero también a sus grandes ideas, y hasta a un sentido de la humanidad que lo hizo acercarse a personas físicamente deformes y que en el Siglo XIX sólo eran objeto de desprecio. Que el único rasgo de maldad que termina teniendo Barnum (interpretado por Hugh Jackman) en la película sea que, engolosinado con la fama y el deseo de pertenecer a las clases acomodadas, ignore momentáneamente a sus freaks de circo es parte de la forma en la que la película decide deformar la historia. El problema reside en que tal deformación da como resultado una película demasiado artificial, con actuaciones tan estereotipadas e impostadas que es imposible sentir empatía por cualquiera de sus personajes. Hay además algo demasiado esquemático y sobre explicativo en El gran showman, con sus personajes enunciando a cada rato qué es lo que les pasa y qué es lo que aprendieron a partir de su experiencia en el circo. Al mismo tiempo, hay en la película situaciones que se sienten demasiado forzadas. Así es como en ningún momento se ve que alguno de los freaks le reproche a Barnum que les haya dado la espalda, sino que lo ponderan como un héroe de un segundo al otro ni bien este muestra un atisbo de arrepentimiento por sus errores para con ellos. Es verdad que esta sí es la primera película en la que vemos a Hugh Jackman bailar (en films anteriores como Los miserables o Happy Feet lo oímos cantar) y si bien despliega esta destreza con la gracia propia de un bailarín entrenado, nunca vemos al gran showman que el título promete (de hecho, uno tiene la sensación de que, tal vez por impericia del director, Zac Efron baila mejor que él). Esto puede tener que ver con un director que abusa de los cortes en los números musicales, de modo tal que Jackman rara vez es tomado en un plano general que nos permita apreciar sus aptitudes. De todos modos, quien más desaprovechada está es Michelle Williams, actriz enorme puesta en un papel demasiado secundario y cuya capacidad interpretativa en ningún momento se pone de relieve. Esto es lógico cuando un director dirige a una actriz de modo tal que la reduce a dos o tres morisquetas. Todo un signo, si se quiere, ya que se trata de una película que a duras penas llega a tener unas pocas ideas que valgan la pena.
Se desarrolla en el siglo XIX y Comienza con la infancia del protagonista P.T. Barnum (Ellis Rubin/Hugh Jackman) en Estados Unidos. El es hijo de un sastre y queda en la miseria cuando fallece su padre, es maltratado, pero siempre tiene esa fuerza para salir adelante. Siempre estuvo enamorado de Charity (Michelle Williams, “Secreto en la montaña”, “Mi semana con Marilyn”) a pesar que sus padres se oponen, él logra casarse y tienen dos hermosas hijas Helen Barnum (Cameron Seely) y Caroline Barnum (Austyn Johnson) e intenta alcanzar todas sus promesas. Su cabeza está llena de proyectos, consigue las herramientas necesarias para inventar el show bussines con artistas únicos, como un enano, la mujer barbuda (Keala Settle), equilibristas Anne Wheeler (Zendaya), entre otros. Este es un espectáculo circense distinto, algo nuevo, y que fue conocido como “El mayor espectáculo en la Tierra”. En su vida aparece una mujer especial de gran talento Jenny Lind (Rebecca Ferguson, “La chica del tren, “Misión: imposible – Nación secreta”) que lo deslumbra y su socio es Phillip Carlyle (Zac Efron, “Malditos vecinos 2”), entre ellos surgirán una serie de conflictos que deberán borrar. En este musical de corte familiar, la pasas bien, es dinámica, rápida, con varios números musicales, tiene mucho movimiento, visualmente seduce, muy colorida, el director debutante Michael Gracey administra bien los tiempos y el elenco algunos se lucen más que otros. La historia tiene un buen contenido, va tocando varios temas como por ejemplo apartamos a las personas que son diferentes a nosotros: un enano, una mujer barbuda, hablan de la inclusión y la discriminación, también toca el tema de las clases sociales (cuanto tienes, cuanto vales) entre otros contenidos y a pesar de la adversidad él nunca baja los brazos. Deja varios mensajes y una buena frase “el arte más noble es que hace feliz a los demás”. Recientemente ha obtenido tres nominaciones a los Globos de Oro, en las categorías de mejor película de comedia o musical, mejor actor de comedia o musical (Jackman) y mejor canción original por “This is me”. La banda sonora del filme a cargo de Benj Pasek y Justin Paul, ganadores del Premio Oscar a Mejor Banda Sonora por “La La Land”.
Primero una afirmación categórica: El gran showman no es la nueva Moulin Rouge (2001) ni se le aproxima. Hago esta aclaración porque se trata de un rumor que se viene escuchando y leyendo hace meses. Entiendo las posibles comparaciones por una cuestión estética, pero muy poco. Lo de Baz Luhrmann sigue siendo incomparable. Ahora bien, el estreno que nos ocupa en este momento tiene sus méritos, pero acotados. No innova ni descubre nada pero todos sus elementos están bien. Primero y principal las canciones son realmente buenas y eso en un musical es lo más importante. Aquí no sorprende porque los responsables son los últimos ganadores del Oscar (por La La Land, 2016) Benj Pasek y Justin Paul. Asimismo, el protagonista es Hugh Jackman y esta película está hecha a su medida para que pueda desplegar todas sus dotes. Decir que es un actor fantástico ya resulta redundante a esta altura pero no queda otra más que volver a elogiarlo en cada plano. Tanta es su carisma que opaca al resto del elenco. Incluso a un muy buen ladero como Zack Efron y la genial Michelle Williams. El director Michael Gracey entra por la puerta grande con esta ópera prima pero no llega a impresionar. Y ahí se encuentra la falla principal de la película y motivo por el cual no cumple con las expectativas: no sorprende pese a la buena música y su gran protagonista. La puesta en escena es algo exagerada en algunos momentos y en secuencias en donde no tendría que serlo. Aún así, su gran falencia es la falta de impacto emocional. Porque por más interesante que sea la historia (real) de P. T. Barnun, responsable del inicio del showbusiness, no llega a calar hondo en el espectador. No emociona y no dan ganas de volver a ver el film. O sea, nos encontramos ante un musical bastante bueno pero que no trascenderá ni será recordado luego de su visionado. En definitiva, El gran showman es una película que se disfruta en una sala de cine por sus buenas canciones y la potencia del actor principal pero no más que eso.
El Gran Showman: Entretenimiento sin audacia. “Nunca he llamado a mi trabajo “arte”, es parte del mundo del espectáculo, el negocio de la construcción de entretenimiento” Walt Disney. Su primera adquisición fue una mujer afroamericana ciega, a la cual apodó como “Joice la bicentenaria” y llegó a presentar como a la auténtica niñera del mismísimo George Washington. Todas las biografías conocidas de P.T. Barnum inician de esta manera cuando hacen referencia a su carrera en el show business. Un empresario, político y artista que revolucionó el concepto de espectáculos en los Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Un redomado truhan que supo vivir a costas de la credulidad del público y sus ansias por lo novedoso. Toda una institución este señor, que claro tiene sus detractores, pero que mayormente supo representar lo que la nación americana llegaría a titular “el sueño americano”; esa premisa sobre el pobre que triunfa a pesar de todo gracias a su ingenio y carisma. Quizás por ello hayan decidido, tanto Jenny Bicks la autora de la historia como Bill Condon el guionista, comenzar por esa pobreza, la carta del excluido. Tomando la historia de que su padre era sastre, olvidando que era posadero y encargado de tiendas, la película inicia con una clásica escena de encuentro de clases que da pie para que el joven ya conozca también a la que será su compañera de toda la vida, Charity Hallett. De ahí solo será un trepidante y colorido paseo por el ascenso del gran Barnum, no solo económicamente, sino que también en su sueño de ser aceptado por la alta sociedad Neoyorkina. A través de una serie de entretenidas canciones, lejos de las excelentes que supieron concebir para La La Land (2016) Benj Pasek y Justin Paul, el repaso que realizan del personaje no es más que un cascarón edulcorado, que gracias a un terriblemente carismático Hugh Jackman no desborda en la sobreactuación. Es un musical lo sabemos, lo entendemos y los disfrutamos como tal, pero hacen de esto no más que una frivolidad danzada, un correcto y esmerado maquillaje que intenta involucrar a alguien que supo decir “Por cada segundo nace un idiota nuevo” con temas como la familia, la inclusión y la superación. Viendo en retrospectiva se antoja hasta cínico. Quizás algo que este caballero habría producido y aplaudido. Tal vez fue el querer un personaje bueno pero truhan, un estafador con corazón, lo que hace el espectador no logre una verdadera aproximación al sujeto que fue este P.T. Barnum, al que Jackman dota de una sonrisa desarmante. Aun así con el resto del elenco llevan a cabo un espectáculo digno en que, obviamente, sus dotes musicales quedan más que demostradas. Un atractivo evento que evoca, tal vez demasiado, a Moulin Rouge (2001) en la que destaca sobre todo el diseño de vestuario y las esmeradas coreografías, tal vez todo un tanto deslucido por un poco trabajado FX. Intensa, apasionada y sin pausa, el musical discurre sin tropiezos mayores, sí se me antoja que pudo ser algo más interesante una aproximación realista del personaje en cuestión. De todas maneras se divertirán un rato y verán porque actores como Hugh Jackman son lo mejor que le ha sucedido al cine actual.
Hay solo dos tipos de personas en el mundo, las que entretienen y las que observan Circus – Britney Spears “El gran showman” trae al multifacético Hugh Jackman como protagonista de un film musical basado en la historia de Phineas Taylor Barnum, un showman estadounidense reconocido por haber fundado Barnum & Bailey Circus. En la película, Jackman no solo despliega sus dotes actorales, sino también musicales. El gran showman es un film musical, para amantes del género, con melodías pegadizas. Destacable banda sonora. Las niñas que hacen de hijas de P.T. Barnum, son soñadas, no solo son una dulzura, sino que también saben bailar y cantar; y el elenco de “freaks” está muy bien resuelto aportando ritmo al film. Las coreografías complementan la música, que en conjunto con los movimientos de cámara hacen de cada bloque musical un disfrute audiovisual. El Estados Unidos de 1800 está recreado de manera magistral, metiéndonos en esa época con gran sutileza. Desconciertan algunas decisiones de vestuario para el personaje de esposa de Barnum, encarnado por Michelle Williams. Lo peor de la película son los efectos visuales, por momentos demasiado precarios para el nivel de producción.
El gran showman, de Michael Gracey Por Jorge Barnárdez La historia de P. T. Barnum esconde la promesa de una buena película. Barnun fue el creador, entre otras cuestiones, del concepto de Show Business y de una mezcla extravagante de elementos del espectáculo que resultó ser muy popular y muy polémica. En El gran showman, Barnun es Hugh Jackman, que aporta su carisma y su gusto por el musical para ponerse al frente de la historia del hombre que reclutaba lo que a fines del SXIX se llamaba “fenómenos”, para presentar un show único en su género. Lo cierto es que la promesa del principio se diluye en una extraña amalgama de musical, al estilo Broadway, clips y frases de libro de autoayuda. La música no es del todo buena y la idea de que los personajes canten en momentos claves de su vida puede ser genial, pero no es este el caso. Zach Efrom es el otro protagonista de una historia que refleja la lucha de un creador que pensó un un producto que lograba darle un espacio a gente que no lo encontraba en la sociedad de ese momento. El gran showman entonces, reúne una serie de talentos del Hollywood de hoy, ganadores del Oscar, actores carismáticos de esos que hacen que siempre pensemos: ‘En Hollywood todos además de actuar cantan y bailan’. El resultado es correcto pero ñoño, una pena EL GRAN SHOWMAN The Greatest Showman. Estados Unidos, 2017. Dirección: Michael Gracey. Guión: Bill Condon y Jenny Bicks. Intérpretes: Hugh Jackman, Michelle Williams, Rebecca Ferguson, Zac Efron, Zendaya Coleman, Austyn Johnson, Cameron Seely, Keala Settle, Sam Humphrey, Eric Anderson. Producción: Peter Chernin, Laurence Mark y Jenno Topping. Distribuidora: Fox. Duración: 105 minutos.
Las historias sobre pioneros nunca dejan de ser fascinantes e inspiradoras. Tomemos el caso de Phineas Taylor Barnum (mejor conocido como P.T. Barnum), empresario del mundo del espectáculo, animador, visionario, cuando la fusión de esas actividades, allá por el siglo XIX, no era habitual. El Gran Showman (The Greatest Showman, 2017) nos presenta una versión de sus épocas más gloriosas, y en clave de impactante musical. La ópera prima del australiano Michael Gracey (con trayectoria en departamentos de arte y de efectos especiales) muestra a Barnum desde su infancia humilde como hijo de sastre, hasta su etapa como creador de museos y shows con freaks y otros personajes inusuales, que lo convirtieron en una figura exitosa entre las clases populares pero denostada por la alta sociedad. Su obsesión por cautivar a los espectadores más elitistas lo lleva a financiar una gira de la cantante sueca Jenny Lind (Rebecca Ferguson). Pero la ambición y los nuevos desafíos lo llevan a descuidar lo que más ama, empezando por su propia familia. Aunque ya lo había demostrado en teatro y en el film Los Miserables (Les Miserables, 2012), aquí Hugh Jackman tiene la oportunidad de desplegar todo su talento para el baile y el canto. Él es el verdadero gran showman, el alma de una película imperfecta, poco inspirada, que pretende exhibir un corazón más grande del que en realidad tiene, pero que respira y regala optimismo. El resto del elenco, no menos destacable por nombre o por facultades interpretativas, termina quedando a la sombra de Jackman. En especial, Michelle Williams, quien encarna a la esposa de Barnum; una excelente actriz que siempre merece ser mejor aprovechada. Los números musicales representan otro punto alto. Las composiciones de Benj Pasek y Justin Paul -ganadores del Oscar por La La Land (2016)-, entregan canciones fieles a las temáticas del largometraje: los sueños, la inclusión, el triunfo, la familia, el amor. “A Million Dreams”, “This Is Me” y “Come Alive” son dos muy buenos ejemplos. El carisma y la presencia de Hugh Jackman, más un puñado de bellas canciones, hacen que El Gran Showman valga la pena para divertirse y quedar con un sabor dulce en el paladar. Todas las epopeyas de soñadores, aun sin ser geniales, cumplen con su cometido de motivar.
P. T. Barnum es un hombre que al quedarse sin trabajo, decide realizar sus sueños y formar su propio espectáculo circense, es así como poco a poco con la ayuda de su mujer y su dos hijas, logra conseguir un préstamo para poder llegar a su meta, Barnum empieza a contratar a personas con rasgos únicos (mujer barbuda, un simpático enanito, un hombre con sobre peso, entre tanto otros) para que sean parte del show y que la audiencia quede maravillada, esto no será nada fácil ya que tendrá que hacerle frente a los distintos obstáculos que se le presenten. Hugh Jackman vuelve a demostrar que es un actor multifacético capaz de llevar su actuación a lo más alto, en esta cinta lo deja bastante en claro, ya que además de actuar puede cantar y bailar, por su parte los secundarios también aportan buenos momentos, Michelle Williams como la mujer que acompaña a su marido en las buenas y en las malas, incluso Zac Efron junto a Zendaya logran una excelente química compartiendo muchas escenas juntos. La ambientación, el vestuario y la música son parte vital de la historia, todo esta tan bien cuidado que merece algún reconocimiento en la temporada fuerte de premiaciones. “El Gran Showman” es una excelente propuesta para ver en la última semana del 2017, una película llena de corazón, amistad, deseos y que abunda alegría con un gran despliegue actoral y musical, si no sos amante de este género te aseguro que esta película te va a fascinar.
Ficha técnica: Título original: The Greatest Showman Dirección: Michael Gracey. Guión: Jenny Bicks, Bill Condon (Historia: Jenny Bicks) Música: Benj Pasek, Justin Paul Intérpretes: Hugh Jackman, Michelle Williams, Zac Efron, Zendaya, Rebecca Ferguson, Diahann Carroll, Fredric Lehne, Yahya Abdul-Mateen II. El Gran Showman está inspirada en la atracción circense conocida como “El mayor espectáculo sobre la Tierra” creado por Phineas Taylor Barnum, un pionero emprendedor en el ámbito del entretenimiento. Nacido en 1810 en Bethel, Connecticut, Barnum sentó con sus ideas y su valentía, las bases del espectáculo moderno con su increíble visión para los negocios, determinación y su deseo de hipnotizar al público con sus espectáculos. Su extraña y única creación, el Museo Americano (1842), fue el prototipo de lo que más tarde se convertiría en el circo tal como lo conocemos hoy en día. Si de visionarios se trata, la película de Michael Gracey comienza desde el final: vislumbrando un gran juego de luces y sombras, con la puesta en escena de una pista de circo donde se despliega un acto que cautiva y encanta al público, en tanto se prolonga el instante de prestigio, aguardando por un aplauso que nos remonta a la juventud del protagonista, iniciando el camino que lo llevó a la invención del circo. Mientras se suceden embriagadoras melodías, que elocuentemente coreografiadas hacen un consecutivo in crescendo de instancias sublimes, queda en claro que no todo es una edulcorada visión plagada de cuadros musicales. Toda la película está impregnada de prejuicios: donde ser diferente resultaba un crimen imperdonable, del mismo modo se muestra la división en clases de la sociedad de entonces, en que a pesar del éxito obtenido, los orígenes humildes siempre se consideraban motivo de vergüenza. El director Michael Gracey, hace de El gran Showman una evidente exaltación de la diversidad, donde las personas especiales encontradas por Barnum, todos esos que la sociedad señala como Freaks, son contratadas como los protagonistas de su circo. Sobrevuela en todo el relato un fuerte grito de lo hermoso, importante y liberador que representa la variedad – no es coincidencia que nunca se use la palabra monstruos para señalar a la mujer barbuda- interpretada por Keala Settle, la indiscutible revelación de la película -, el gigante irlandés, el pequeño general y todos los personajes de un espectáculo tan hermoso como único. Hugh Jackman y Zack Efron encabezan una historia concebida desde la magia de perseguir los sueños aparentemente imposibles, buscar un lugar en el mundo y la locura de romper con todas las convenciones implícitas. Merece una especial mención el lugar que se le otorga a la crítica especializada, aquella que en ocasiones denigra todo a su alcance siendo incapaz de proponerse disfrutar de una producción por lo que es: pura diversión y alegría. Hugh Jackman es el alma de la película, hecha a su inmensa medida, la de un artista que la gran mayoría del público solo aprecia en los éxitos de taquilla en los que interpreta a Wolverine, el más popular de los X-Men de Marvel Comics. Jackman tiene una presencia escénica y un carisma perfecto para el musical, y El gran Showman – por encima de Los Miserables – pone de manifiesto toda su calidez y magnitud para el género. En tanto Zac Efron viene consolidando una carrera en Hollywood lejos del estereotipo del galán de turno, en esta oportunidad sorprende con una primera prueba verdaderamente desafiante en la que sube la apuesta para saca a relucir la madurez adquirida en Hollywood. El gran Showman le reserva a a Efron junto a la joven y muy carismática Zendaya una escena de enorme belleza coreográfica y romanticismo en escena. Por sobre todas las cosas, cuando la historia de PT Barnum y su grupo de marginados se transforma en música, desata todo el potencial del género musical, una energía avasallante y conmovedora. El gran Showman resulta una gran película que además es una sincera celebración a los valores de la diversidad. Por Javier Califano
“El gran showman” hace agua Algunos datos históricos hablan del empresario y showman P.T. Barnum como un ser nefasto y mentiroso. Otras fuentes, sin embargo, resaltan sus modales, capacidad de negociación, talento para el showbusiness y su humanidad. Y con esas diferencias subjetivas en la historia sobre el primer “famoso” de Estados Unidos, se armó este filme musical biográfico que reivindica no sólo la vida de Phineas Taylor Barnum ( Hugh Jackman), tal era su nombre completo, sino también lo que representa. La historia comienza como un drama de chico pobre a principios del siglo XIX, que no puede estar con la chica aristócrata de la que se enamora. Al quedar desamparado tras la muerte de su padre, comienza a ganarse la vida como puede, hasta que llega a establecerse, crece, se casa con aquella chica anhelada (Michelle Williams), y tiene dos hijas, pero se da cuenta que aún no ha cumplido con su sueño, darle una vida próspera a su familia. A pesar de que su esposa le insiste que ya lo tiene todo, él decide ir por más y dedicarse al mundo del espectáculo. Con una garantía falsa compra un museo de particularidades, y comienza a llenarlo de gente extraordinaria, como una mujer barbuda que cantaba, un enano, un hombre muy alto y otro muy gordo, exagerando todas sus virtudes o defectos. Si bien al principio todo marcha bien para este conjunto de fenómenos, pues por primera vez se sienten respetados en un lugar, convenientemente para el dueño del circo que se aprovecha de sus rarezas, con el paso del tiempo, Barnum no se contentará con el éxito de las masas una vez más. Esa necesidad de vencer, conquistar el mundo que desde niño le fue negado es la que deteriora todo y demuestra la verdadera personalidad de Barnum. En el largometraje se muestra como una “crisis” pero es inocultable, a pesar de la sutileza, que se perciba como una faceta cínica de su vida. En términos de entretenimiento, al ser un musical, Jackman está bien posicionado aunque no alcanza para hacer que la película explote del todo, a pesar de las canciones fuera de época que cantan él y los personajes secundarios. Entre ellos, un desaprovechado Zac Efron solo aparece para hacer más llevadera la historia en la última parte, pero tampoco con mucha gracia. “El gran showman”, al igual que otros filmes en clave dramático como podría mencionarse “En búsqueda de la felicidad”, elevar como icónica esa posibilidad del sueño americano sin importar nada más que lograrlo, como si el fin justificara los medios, algo tan arraigado en la cultura yanqui.
Terminando el 2017 se estrenó un musical de corte clásico que vino a ponerle ritmo y canciones pop pegadizas al cierre cinematográfico del año pasado. La película cuenta la historia de P.T Barnum (Hugh Jackman) que después de perder su trabajo en un banco, decide comenzar un negocio de entretenimiento buscando a los mejores talentos de su ciudad para armar un gran show que le permita mantener económicamente a su familia. El film está basado en la vida de Phineas Taylor Barnum (1810-1891), un empresario que terminó fundando las bases de lo que sería el espectáculo circense norteamericano, con la constitución del “Ringling Bros. and Barnum & Bailey Circus”, conocido como “el mayor espectáculo en la Tierra”. Esta cinta representa el debut del australiano Michael Gracey, que viene de trabajar en el departamento de efectos especiales en varias ficciones, y aquí decide dar el gran salto para ponerse tras la cámara. Para ello contó con la ayuda de Benj Pasek y Justin Paul, ganadores del Oscar por “La La Land” (2016), y un elenco repleto de talento entre los cuales se destacan Hugh Jackman (que ya había demostrado sus dotes para el musical en “Los Miserables” y en el teatro), Zac Efron (“High School Musical”, “Hairspray”) y Zendaya (“Spider-man: Homecoming”). Rebecca Ferguson (“Mision Imposible 5”) y Michelle Williams (“Manchester By the Sea”) acompañan perfectamente a Hugh Jackman, con voces verdaderamente poderosas, dejandonos con las ganas de escucharlas un poco más y haciéndonos notar que posiblemente no fueron del todo aprovechadas. Si bien la historia que se cuenta es bastante convencional, donde se muestra el ascenso y caída de un personaje real, cuya vida se vio simplificada en pos de conseguir un producto más atractivo y efectista, la película consigue un resultado más que digno a fuerza de su estética visual y sus logradas canciones. Quizás uno de sus problemas radican en la previsibilidad de los hechos y en como durante el primer acto los personajes son presentados de una manera bastante atropellada. Sin embargo, esto se da en función de la trama principal y su desarrollo para ir directamente al centro de la cuestión. Técnicamente el film resulta impecable con números musicales que hacer avanzar el argumento y que adquieren un rol protagónico en el desarrollo narrativo. A su vez, muchas veces buscan ser un vehículo para sacar a relucir algunas “lecciones” o “moralejas” en relación al comportamiento de los personajes. En síntesis, “El Gran Showman” es un musical clásico que podría haber sido mucho más, teniendo en cuenta el enorme talento de sus protagonistas. No obstante, sus canciones son pegadizas, y su historia, a pesar de ser predecible, resulta prolijamente construida y entretenida.
Critica emitida el sábado 30-12-2017 de 20-21hs. en Cartelera 1030 por Radio Del Plata (AM 1030)
Quizás el mejor showman sea un mote que le quede grande, pero Hugh Jackman es uno bastante destacado. Cualquiera que recuerde su conducción de los Premios de la Academia en el 2009 lo sabe bien, con un despliegue de canto y baile que lo convirtió en uno de los más notables maestros de ceremonia de los últimos años. Y es desde entonces que está en desarrollo The Greatest Showman, un musical con canciones originales que es un proyecto pasión para el australiano, uno de grandes ambiciones pero de logros moderados, al cual le puede resultar difícil la comparación al ser el primero que llega después de La La Land.
Comienza los acordes de The Greatest Show, temazo que da comienzo a esta maravilla cinéfila. La voz perfecta del gran Hugh Jackman y el pasito pegadizo da una apertura ostentosa que pone la piel de gallina – escribo esto escucho y tarareo la canción-, este número inicial da el puntapié para el inicio a un año al que le tengo una fe cinéfila poderosa. The Gratest Showman llegó tarde en mi Top Ten del 2017, mi lista se había cerrado pero justo el día de cierre fui a ver esta sorpresa. Mickael Gracey incursiona en el musical y cuenta la historia de PT. Barnum un empresario circense que crea Barnum & Bailey Circus. En este primer tema cantado Barnum (Jackman) repasa sus comienzos de niño pobre hijo de un zapatero. La fuerza de ese comienzo, se ponen en stand by cuando el flashback se apodera de una pista llena de fenómenos y esto es novedoso. La energía nunca decae, incluso en los momentos de nostalgia, la película se presenta imponente. El joven Barnum, eternamente enamorado de Charity (Michelle Willams) lucha por salir de la malaria, y conseguir el corazón de la rubia millonaria. Barnum crea un circo de freaks (mujer barbuda, enano, hombre lobo) pero la discriminación en una Nueva York arcaica lo hostiga y lo persigue. El sufrimiento de estos seres entrañables se exteriorizan en canciones (This es Me es increíble) y en el medio aparece EL, Philiph (Zack Efron maravilloso) un joven adinerado que se asocia con Barnum. Efron hace un espectáculo aparte, todo el magnetismo de Troy (somos fans de High School Musical) se vuelca en la pista del circo y de yapa esta Zendaya, actriz revelación del 2017 en Spider-Man Homecoming haciendo un juego de amor skekspeareano con Efron. Quiero hacer un resaltado que hace que el EXCELENTE se posea de esta crítica impunemente, Gracey humaniza de tal forma a Barnum que incluso se permite mostrarlo vulnerable ante el amor, el deseo por otra mujer y la codicia. El matrimonio Barnum-Charity no es perfecto y eso le suma miles de puntos a esta historia que no tiene golpes bajos y que en lo musical es perfecta. Pasek y Paul hacen un playlits impecable, en donde The Greatest Show el tema principal es uno de los mejores temas de musicales. Hugh Jackman tiene que ganar el Golden Globe 2018 como mejor actor de comedia y musical indiscutiblemente. Los otros actores son grosos – nuestros segundo favorito es James Franco por supuesto- pero Jackman en esta película la rompe. Hay que ir a ver The Greatest Showman y empezar el 2018 con todo.
Como biopic hay demasiado invento, como por ejemplo el personaje de Zac Efron que es puramente ficcional al igual que el de la trapecista Anne Wheeler que hace de su pareja, Barnum no tuvo ningún affair con...
Elegí este film como primero del 18 porque me tocaba en lo personal. Hace un par de años hice una obra de teatro en la cual era el dueño de un circo, quería ver cómo era un verdadero dueño de un circo hecho por Hollywood, y uno que haya existido en la vida real. Fui con la idea que es un musical, entonces fui preparado, cuando vi La La Land no había ido preparado pero me sorprendió para bien. En este caso logró superar mis expectativas. Un Hugh Jackman intratable, haciendo lo que más le gusta y mejor sabe hacer (obviando sus excelentes actuaciones como Wolverine) es hermoso verlo actuar, bailar y escucharlo cantar, ojalá logre verlo en vivo en algún teatro y deleitarme con él. El resto del elenco no se queda atrás, me sorprendió Michelle Williams, no la había escuchado cantar antes y me gustó, sus actuaciones siempre son buenas. La otra parejita Zac Efron y Zendaya (la nueva Mary Jane del mundo Spiderman) también hacen un excelente trabajo tanto actuando como cantando y bailando. Los secundarios que forman parte del circo no se quedan atrás. Una película que en su mayoría hay cantos y bailes. Perdón, canciones muy bien cantadas y sublimes coreografías. Se nota el ensayo, la preparación, y eso es algo que uno como artista sabe y puede valorar, esas coreografías no se aprenden en una tarde bailando frente al espejo (capaz que el genio de Jackman sí) entonces eso es algo que a mi parecer le suma puntos. El guion está bien. No se destaca, pero toca temas que son un problema desde ese entonces (1845 aproximadamente) y que hoy en día están más en auge. Quizás por esto fue una buena idea hacer esta película hoy en día cuando se está encarando más de frente el bullying por ser distinto, la discriminación por ser negro, de otra raza o por ser mujer. El circo pone a todas estas personas al mismo nivel que nosotros. La amistad y la familia son temas que se tocan pero quizás le faltó algo de profundidad. Es un film corto, pero debo confesar que por momentos sentí que habían pasado dos horas. No importa que tan preparado vayas, si no te gustan los musicales no es para vos. Mi recomendación: Como dije arriba, es una película que le va a gustar mucho a los adeptos a los musicales, un poco menos a los que van semi preparados y casi nada a los que no son amigos de las canciones a cada rato y que empiezan de la nada. Mi puntuación: 7.5/10
La historia real de P. T. Barnum es sin duda material cinematográfico: no sólo inventó el “gran espectáculo” circense tal como hoy lo conocemos, sino que directamente creó el concepto entero del “show business”. Donde quiera que estuviera el asombro, el morbo, la grandilocuencia y el impacto, ahí estaba Barnum, que no se reía de las rarezas y anomalías de la vida sino que, por el contrario, las resaltaba. O, quizás sería mejor decir “explotaba”, aunque ese es material para otra biografía porque El Gran Showman no es tanto una biopic sino un musical inspirado en hechos reales, y existe una enorme diferencia. Los responsables detrás de las canciones de LaLaLand y el director Michael Gracey apuestan aquí a un estilo más cerca del Moulin Rouge de Baz Luhrmann que del musical clásico, y aunque por momentos la saturación de efectos especiales y maquillaje agobian, el resultado es sumamente entretenido y llevadero, aún si predecible y sobreproducido. La historia nos cuenta la epopeya de Barnum, un niño pobre que desde muy pequeño sabe que hará cualquier cosa por conseguir sus sueños, y de hecho se abre camino a ellos de manera muy temprana y en apenas veinte minutos de comenzada la película (el poder de síntesis de Gracey es tal que por momentos cuesta interiorizarse en el drama detrás de la historia, que queda relegado a un segundo plano). Barnum crece, se casa con la mujer de su vida, tiene dos maravillosas hijas pero aún no ha conseguido “despegar”: le falta concretar su sueño, que se convertirá en uno estrictamente relacionado al show, la ilusión (en el más amplio sentido de la palabra) y el entretenimiento. Así, casi por accidente, decide abrir un museo al mejor estilo Ripley’s Believe it or not, con rarezas como animales embalsamados y artefactos de otras épocas. Lamentablemente el emprendimiento fracasa, y es ahí cuando una de sus hijas le da una excelente idea: el museo está lleno de “cosas muertas”, y lo que haría falta es más vida. A Barnum (o Hugh Jackman, quien interpreta y se funde con notable simpatía en el personaje) se le iluminan los ojos, y el resto es historia: se abre el circo de freaks más grande el planeta, y nadie quiere perderse los bizarros shows del hombre que se hizo desde abajo hasta llegar a la cima del mundo del entretenimiento. El Gran Showman es un musical ligero, entretenido y que probablemente no merecerá tantos premios como LaLaLand (aunque ya ganó, sí, mejor canción en los Globos de Oro por “This is me”) pero tampoco parece proponérselo. Es un film para toda la familia, ciertamente no apto para cínicos, que de todos modos casi ni deberían acercarse a este género. Completan el elenco un encantador Zac Efron y Michelle Williams como la esposa de Barnum.
“Nunca hay que subestimar el gusto del público estadounidense. No es un público muy sofisticado”, dijo el estadounidense P.T. Barnum, pionero del circo y principal exponente y creador del concepto de show business durante el siglo XIX. La recordada frase pronunciada por el empresario sirve para conocer un poco más sobre su pensamiento, influyente y vanguardista para la época, pero también permite adelantar el resultado final y el objetivo principal de El gran showman (The Greatest Showman, 2017), el musical que refleja sus comienzos como productor teatral y animador dentro del mundo del espectáculo. Un objetivo algo vacío de contenido y repleto de papelitos de colores. La película dirigida por Michael Gracey tiene nuevamente al potente y extraordinario Hugh Jackman como protagonista de un musical. El australiano, que abandonó el pasado año su papel como Wolverine, se pone en la espalda -gracias a su enorme talento- todo el peso de un film que podría definirse como “cómodo”. Un trabajo que no toma riesgos y que apuesta a lo seguro de la mano de canciones poperas al estilo de High School Musical, pero en versión de videoclip circense. Su trabajo actoral, sumado al vestuario y colores que inundan las escenografías, mantienen a flote el desarrollo de la historia. El Gran Showman se centra en la vida de Barnum (Hugh Jackman). Su infancia pobre en Nueva York, su romance con el amor de su vida (Michelle Williams) y su realización profesional como promotor y frontman. No toca puntos ásperos dentro su biografía. Pero a su vez, la película también bucea en una especie de pseudo discurso sobre las diferencias y la aceptación de lo diferente. Un mensaje que ni ellos mismos se creen. La música, que estuvo cargo del mismo equipo que creó los temas de la exitosa La la land (2016), contienen, cual jingle publicitario, ese elemento pegadizo y alegre para enganchar al espectador. Sin embargo, el estilo Disney impregnado en la mayoría de las canciones resulta algo meloso y repetitivo. Por lo tanto, la rítmica queda algo confusa y dubitativa respecto del tono de la película. Un film que no subestima al público, sino que les da lo que van a buscar.
“El Gran Showman” ("The Greatest Showman") es el primer largometraje del director australiano Michael Gracey. Su experiencia proviene de haber trabajado en los efectos especiales de las películas “Doble visión” (2002), “The malician” (2005) y del campo publicitario. Para crear ese espacio irreal del circo y el espectáculo, Gracey se asoció al galardonado director de fotografía Seamus McGarvey, quien tiene en su haber nominaciones en los Oscar y BAFTA por su cinematografía en “Joe Wright” (2007), “Atonement”(2007) y “Anna Karenina” (2012). El filme abre con una espectacular toma de la figura Jackman, recortada bajo las vigas con su característico abrigo largo y sombrero de copa, luciendo como una criatura atemporal semejante a Joel Grey, el Maestro de Ceremonia en "Cabaret" (1972). Y aunque “El Gran Showman” ofrece una mirada mucho más familiar, evoca el espíritu de Bob Fosse en la precisión sexy de su coreografía, y en su visión de un circo humilde, que sorprende y demuestra que cualquier espacio puede convertirse en escenario, tanto el de las casa que habita el protagonista con su familia, como en los del show que presenta. La historia es básica y lineal sobre un hipotético biotic, que posee como información ciertos datos reales interrelacionados con otros que son fantasía de los guionistas Jenny Bicks (una de las escritoras de las series “Con C mayúscula”, “Men in trees” y “Sexo en Nueva York”) y Bill Condon (autor de “Chicago” y ganador del Oscar por “Dioses y monstruos”). Lo real es que Barnum fue un show business americano en la década de 1870, además de un ejemplar caso de éxito del American way of life. Pero el filme elimina casi todos los aspectos polémicos de Barnum (estafador, cuentero, farsante) y muestra sólo a un hombre de negocios que deberá cuidar su matrimonio con su fiel esposa (Michelle Williams) y proteger a sus dos pequeñas. “El Gran Showman” narra la vida de un hombre que fue de la pobreza a la riqueza abriéndose paso a sí mismo con el lema de «hagas lo que hagas, hazlo con todas tus fuerzas». Phineas T. Barnum (Hugh Jackman), se casa con Charity (Michelle Williams) a pesar de las objeciones de su padre. Esto establece la esencia de su motivación para convertirse en un hombre rico que quiere darle a Charity la vida a la que está acostumbrada y, mientras tanto, demostrar al padre lo que fue capaz de conseguir. P,T, Barnum se gana la vida en una oficina, y cuando la empresa quiebra, descubre su talento creativo. Luego de fracasar en la creación de un museo de cera, intenta crear un espectáculo con personajes de circo que de por sí tienen un atractivo especial. Barnum presenta sus fabulosos monstruos: un hombre de 250 kilogramos, dándole el título de Gigante irlandés (aunque es ruso). Un enano conocido como Tom Thumb (Sam Humphrey), a quien viste como Napoleón a caballo. Y, por supuesto, el monstruo más singular de todos: Lettie Lutz (Keala Settle), la Dama Barbuda. En realidad Barnum crea para diversión de otros su propia corte de los milagros. Convence a estas personas para que se unan a su circo, que ya no será igual a la carpa rodante que habitaron sino un edificio en Manhattan justo cuando la grandeza de la ciudad comienza a asentarse: el nuevo mundo se está construyendo. Barnum se está conectando con la idea de que las personas están entumecidas, hastiadas, abrumadas. Necesitan algo extraordinario para animarlos a vivir. “El Gran Showman” es un musical que posee el fuego del pop que mantiene al espectador enganchado en ese ritmo, y esa calidad explosiva recuerda, a veces, la energía de "Moulin Rouge". Una de las escenas más bellas de la opera prima de Michael Gracey se registra a pocos minutos de iniciase el filme, cuando una luna enorme ilumina a los personajes en la terraza de su vivienda donde las sábanas colgadas danzan junto con ellos al son de la música, y la letra confirma que “Un millón de sueños me mantienen despierto, para el mundo que construiremos”. Lo que construye a esta realización fue organizar los números musicales con un brillo especial que se supera en cada número como en el interesante coro de "Come Alive" ("Y sabes que no puedes volver atrás" / al mundo en el que vivías, / "Porque tú están soñando con los ojos bien abiertos "), que lleva al espectador a conectarse con su majestuoso flujo sincopado, con un toque de spirituals, y una oleada de ternura melódica. Los temas fueron compuestos por el equipo de Benj Pasek y Justin Paul, quienes escribieron la letra de las canciones en "La La Land", y crearon en esta oportunidad ritmos y melodías que conducen la película, magníficamente, hacia una escala ascendente. Cuando la Dama Barbuda obtiene su propio número, "This is me", la escena es una fiesta de singular belleza. Otra secuencia espectacular es la del socio de Barnum. Phillip Caryle (Zac Efron), Phillip que se consume de amor por la trapecista negra Anne Wheeler (Zendaya), una pasión clandestina en que se basa el dúo devocional "Rewrite the stars", un número literalmente y espiritualmente suspendido en el aire, y lo curioso de él es que se realizó sin dobles. Barnum durante una visita a la reina Victoria conoce a la cantante de ópera célebre sueca Jenny Lind (Rebecca Ferguson), y él está cautivado por su voz y su presencia cristalina. La lleva a New York como una gran estrella y el éxito lo acompaña, de tal modo que hasta su crítico negativo más acérrimo lo felicita. En los escenarios de América, Barnum aprovecha para arreglar su alicaído imperio (lo que realmente sucedió). Jenny, pintados sus labios de rojo rubí, canta "Never enough" con una solemnidad extática que deja perplejo a quien la escucha. Sin embargo “El Gran Showman” no es un filme perfecto ya que su mayor problema reside en los cortes abruptos y aleatorios, de las secuencias para sintetizar la historia al máximo, creando una extraña y ambivalente edición en que aparecen personajes nuevos que no se sabe de donde salieron, como casi todos los freaks, o trabajadores del circo Barnum, fuera de los presentados especialmente para dar verosimilitud a la historia. La película no está bien editada ya que se notan saltos incomprensibles, con números musicales conectados entre sí a continuación uno de otro sin el respiro de la palabra, y con subtramas románticas que no logran cristalizar. “El Gran Showman” es la ventana musical que convierte a un hombre de dudosa reputación, en la vida real, en un fabricante de sueños que logró cautivar a multitudes y que inspiró una serie de filmes, entre ellos “Barnum” (1986), con Burt Lancanster y Hanna Schygulla. En cierto modo se parece al “Moulin Rouge” (2001), un entretenimiento festivo y eufórico que no se preocupa demasiado por la consistencia dramática o psicológica, sino que trata mostrar el estado de ánimo, la sensación, el gran espectáculo interpretado por Hugh Jackman, con irresistible profesionalismo, convertido en un magnifico maestro de vendehúmos que inventó el espíritu del espectáculo moderno al atreverse a seguir su sueño.
El año en Hollywood empezó y terminó con musicales: de La La Land a El gran showman, el género tuvo una presencia modesta pero significativa en dos películas que, como suele suceder, comentan a su modo el mundo del espectáculo. Pero si en La La Land el protagonista (Ryan Gosling) era un músico de jazz que se lamentaba por la vulgarización de los lugares dedicados a la música en una Los Angeles ganada por el sinsentido comercial, el de El gran showman es el sinsentido comercial en su encarnación más pura: P. T. Barnum (Hugh Jackman), el autoproclamado inventor del show bussiness y fundador del que fue el circo más grande del mundo. El gran showman sigue los pasos de un Barnum imaginado y filtrado por el pop de buenas intenciones del siglo XXI y sus letras de autoayuda, desde que es el sufrido hijo de un sastre con ninguna perspectiva económica -pero grandes sueños, eso sí- hasta que se convierte en una especie de celebridad, amada y odiada pero justificada en todo caso por los bolsillos llenos de dinero. Canción a canción, la película parecería soñar con Moulin Rouge (2001) de Baz Luhrmann pero en un sueño pesado, indigesto, con dificultades para lograr un movimiento fluido de cámaras durante los musicales y poca noción de cómo filmar a los coloridos grupos humanos del mundo circense. En ese sentido, El gran showman cae en esa extraña categoría de las películas que no son tanto malas sino, ante todo, profundamente feas: hay algo de cartón en buena parte de los escenarios, pero no es el cartón artesanal y que denota el amor por el trabajo con materiales humildes sino más bien el cartón pretencioso que decora los musicales durante la entrega de los Oscar. Todo, el encanto posado e insoportable de las hijas y la esposa (Michelle Williams, esposa otra vez) del protagonista, el romance de los esposos entre sábanas colgadas en una terraza, la reiteración machacona, sin matices, de la idea de seguir los propios sueños, y la presentación de un pequeño mundo circense donde el público paga para dar rienda suelta a la crueldad, pero que la película presenta como el lugar de empoderamiento y visibilidad de los que son distintos, conforma un menjunje que resume lo peor de nuestro siglo, incluido el espectáculo que se autojustifica pero en lugar de solo deslumbrar o entretener no puede parar de gritar eslogans de superación personal a los cuatro vientos. En este punto, El gran showman apela a un público candoroso que se pueda emocionar con el enano o la mujer barbuda que aman a Barnum porque les dio la oportunidad de salir del rincón vergonzoso donde agonizaban y tener un trabajo, una vida. El fundador del circo, el visionario, se presenta como un héroe; salir de pobre, formar una familia encantadora y llenarse de plata gracias a la fe en los propios sueños son el sustento de un tipo de figura indiscutible, que cumplió con el noble fin de hacer felices a las masas con un entretenimiento más sincero y democrático que los elitistas teatro y ópera burgueses. El gran showman, al mismo tiempo, es la historia de un varón, y del tipo de aventura que los varones tienen. Al costado, rubia, impecable y dulce, está la esposa, esa Michelle Williams sufrida que tanto recuerda a la esposa que interpretó Elizabeth Shue recientemente en La batalla de los sexos: por un lado está el hombre aventurero, osado, que se arriesga en el juego o en los negocios y tiene su principal interés en la actividad que lo atrae; por otro está la esposa, sabia, silenciosa, fiel, que lo acompaña a lo largo de sus tribulaciones y a la que nunca le pasará nada que no sea un efecto secundario de lo que vive el marido. Si ella se cansa quizás lo deje, como en La batalla de los sexos; si es paciente y espera, tendrá la recompensa del pecador arrepentido que vuelve a ella como a un Dios misericordioso que solo se convoca en los momentos de desesperación. Ella, igual que la mujer albina, el hombre tatuado, los siameses y demás integrantes del circo, encuentra su lugar y su sentido a la sombra del genio, el maestro de ceremonias.
Un poco de La La Land (los autores de las canciones son los mismos), un bastante de Moulin Rouge, una sensibilidad de cuento digital de Disney. Esa es la fórmula básica que sostiene esta película basada no en la vida de P.T. Barnum, el hombre que inventó el circo -y el espectáculo- modernos, sino en el hecho de que existió alguien con ese nombre y se dedicó al show. Lo que vemos es un espectáculo exhuberante, un cuento de hadas hecho y derecho donde un pobre tipo, para darle una vida soñada a su familia, se vuelve un gran entertainer y, de paso, encuentra su vocación. También de paso, inventa la corrección política, dado que el conjunto de freaks y deformes que halla para comenzar su epopeya de oropel termina convirtiéndose en algo así como su familia. Por cierto hay también alguna línea triste y conmovedora, pero lo que prima es la idea de que todos podemos seguir nuestros sueños y triunfar en nuestra vocación, incluso si somos una mujer barbuda. ¿Falsedad? Pues sí, pero el cine, el arte en general, es siempre el desarrollo de lo falso. Y este cuento, hecho para que toda la familia se divierta y se lleve una sonrisa -edificante, eso sí- a la salida del cine, funciona porque, además de todo lo dicho, tiene a ese genio de la pantalla que se llama Hugh Jackman, y que tanto puede destazar a un villano con garras de adamantium como cantar en estado eléctrico para las madres y las novias. Y uno le cree en ambos roles. Seguro también serviría como DT de la Selección en Moscú, pero esa es otra historia.
El regreso del musical rosa Envalentonados por el éxito de “La La Land” (2016), los productores de Hollywood ahora apuestan al musical con más confianza, pero no es tan sencillo lograr que el género funcione como en la historia romántica protagonizada por Emma Stone y Ryan Gosling. “El gran showman” es un buen ejemplo de que el camino no es fácil. Este musical dirigido por el debutante Michael Gracey está inspirado en la historia de P. T. Barnum (Hugh Jackman), considerado el padre del show business en EEUU, un precursor del negocio del espectáculo que se impuso en el siglo XIX con un extravagante circo que mostraba freaks y desafiaba límites. Para “El gran showman” convocaron a los compositores Benj Pasek y Justin Paul, los que escribieron las canciones de “La La Land”, y uno de los guionistas es Bill Condon (el de la brillante “Chicago”). Pero aquí los resultados son distintos y más modestos. Este musical se acerca más a la estética pop de Baz Luhrmann (“Moulin Rouge”), aunque con menos riesgo, porque es vintage, rosa y políticamente correcto. Los cuadros musicales son desparejos: hay algunos que conmueven con canciones que probablemente se lleven un Oscar, y otros que son repetitivos y cursis, con esos finales in crescendo que terminan aturdiendo. Aún con sus debilidades, la película tiene un gran timing y nunca aburre, aunque hay que advertir que es un producto pensado sólo para los fans de los musicales.
Crítica emitida por radio.