Aventuras en la jungla El libro de la selva es un libro que ha tenido mucha suerte con el cine. Al menos cuatro adaptaciones cinematográficas son dignas de mención e incluso se puede decir de algunas que son excelentes. Ninguna le jura lealtad absoluta al texto de Rudyard Kipling, pero todas encuentran el camino para ser adaptaciones honorables del clásico de la literatura del siglo XIX. The Jungle Book (1894) era un libro de relatos, la mayoría protagonizado por el personaje de Mowgli, un niño criado por lobos, con amigos animales, en particular un oso y una pantera, que vive una serie de aventuras en la selva de la India. Estos relatos, que funcionan como fábulas, donde la personalización de los animales es tomada como un hecho desde el comienza, son relatos de carácter moral y unidos dan una cosmovisión que ha tenido diferentes tipos de interpretaciones. Muchos han visto elementos alegóricos y reflexiones sobre la sociedad contemporánea en cada uno de esos cuentos. No hay duda de que a través de estas historias y de la educación que recibe Mowgli en la jungla, el autor despliega una mirada muy clara sobre el mundo. Esto ha vuelto al libro trascendente y actual. La lealtad, la honestidad, el valor, la amistad, son todos temas que se ven en este libro. Las películas han captado diferentes aspectos de la obra, pero como ya he dicho, todas han encontrado su camino hacia la propia identidad artística. La versión 2016 es sin duda la más espectacular de todas. En lugar de estar abrumada por los efectos especiales, se aprovecha de la capacidad tecnológica del cine actual para convertir en imágenes reales aquello que Kipling describía en su texto. En la versión de 1942, dirigida por el húngaro Zoltan Korda en Inglaterra, la técnica cinematográfica no le jugaba muy a favor, pero lejos de limitarlo, le abría las puertas de esa singular belleza de los efectos de aquellos años. Con un Technicolor abrumadoramente bello, Korda inmortalizó una selva de una belleza única. Y creo una historia sobre la nobleza natural del ser humano inocente en contraposición a la codicia de los hombres. La serpiente Kaa ocupaba, un rol mucho más parecido al del libro y era también otro hallazgo estético digno de mencionarse. El actor Sabú era el protagonista de este gran clásico. Jon Favreau, director de film como Iron Man y Elf no ignora aquella versión, pero apunta su filiación estética hacia el clásico de animación de Disney de 1967. Así que El libro de la selva 2016 no le debe poco al film póstumo del maestro. El espíritu de los 60 se veía en esa historia simple pero enorme, con tono ligero y una puesta en escena absolutamente clásica. Algunas canciones, pero en particular dos, se convirtieron en éxito al instante. Los hermanos Sherman fueron los responsables de componerlas. “The Bare Necessities” y “I Wan´na Be Like You” (interpretada por Louis Prima) vuelven en la nueva película, con versiones impresionantes, incluso mejores, si se me permite la osadía. En 1994 Stephen Sommers jugó a mostrar a Mowgli ya adulto, luchando contra villanos humanos, algo completamente fuera de la historia del 2016. Aquella versión, la más alejada del primer libro, igualmente funcionaba y se aferraba al más puro cine de aventuras. Pero en esta nueva versión los humanos, más allá de Mowgli, no tienen casi presencia, todo ocurre en la selva. Y tiene lógica que así sea, porque son los personajes de animales quienes sirven de cuento moral sobre la naturaleza de las personas. Como ya se ha dicho, la capacidad técnica del cine actual permite que todos los animales cobren vida de forma realista, sin limitación de ninguna clase. Pero con eso solo no alcanza, claro. La película se sirve de eso como una herramienta más para el relato. El libro de la selva se diferencia de su máxima inspiración, el film de 1967, para retomar el espíritu más oscuro y aventurero de la obra de Kipling. La película podría considerarse como la suma del libro –un poco del segundo libro también- y la película de 1967. No son pocas las imágenes inquietantes y atemorizantes, cercana a la aventura como se la conocía antes, menos infantil, pero doblemente espectacular debido a eso. La aventura aniñada, excesivamente lavada, ridículamente falsa es un invento de la corrección política del siglo XXI y afectó mucho a los relatos para niños. Por suerte esta película logra plasmar la moral de Kipling, la ligereza de Disney, y la tecnología actual para sumar todo sin perder nada. Aventura con mayúscula, aventura como se la conocía en el siglo XIX y el cine clásico. Mucho sentido del humor, e incluso canciones, completan esta película que bien puede considerarse otra imprescindible adaptación de El libro de la selva. El libro sigue teniendo suerte a la hora de llegar a la pantalla grande y su grandeza parece inspirar solo a los cineastas correctos.
Basada en una historia de 1890, esta película lleva al espectador al corazón de la selva con todo el realismo que la tecnología de hoy permite. Hay historias que nunca mueren. A pesar de que constantemente se busca agregar, y a veces encontrar, crítica social en los relatos de entretenimiento, han prevalecido a través del tiempo algunas narraciones más simples y directas. Las historias de aventuras, tanto en los mitos y folclore como otras más recientes (el trabajo de Tolkien, por ejemplo), suelen acompañar a generaciones enteras desde la cuna. Por suerte, para algunos perezosos, en los últimos casi 100 años y con la ayuda del cine y su tecnología, ya no hace falta leer 368 páginas para conocer los relatos que fascinan a todo el mundo desde la infancia. En una remota selva de India hay una manada de lobos que alberga a un ‘cachorro humano’ desde bebé, Mowgli. Cuando Shere Khan, un tigre que odia al hombre, se entera de su existencia, amenaza con matarlo. Para evitar esto, Bagheera, una pantera muy amiga de la manada, se ofrece a llevarlo a la aldea humana más cercana. En el camino se encontrarán con muchos animales y sus diferentes e interesantes personalidades, entre ellos Baloo, un oso y Kaa, una pitón. La remake live-action de El Libro de la Selva había sido ya anunciada en 2013. De a poco fue confirmándose el elenco de actores que pondrían las voces a los personajes y el estilo general de la película. Con antecedentes importantes como Un Viaje Extraordinario (Life of Pi, 2012) en cuanto a animales hechos con CGI, el equipo de Disney decidió remover el factor caricatura que tanto caracteriza su mundo animado y apostar por un escenario más realista. Es por esto que, a pesar de que las caras de los actores pueden percibirse a través de sus máscaras peludas, es un efecto muy restringido para no crear extrañamiento en el público. La banda sonora de la versión animada de 1967 marcó la vida de muchos, además de ser sumamente pegadiza. El trabajo de musicalización es impresionante y las nuevas interpretaciones de las canciones originales inducen fuertemente a la nostalgia. El disco estará disponible a partir del 15 de abril. Si bien el elenco es de actores y no actores de voz, todos han tenido por lo menos una experiencia aportando su voz a algún personaje. Ninguno desentonó, ya que hicieron un excelentísimo trabajo. Tanto Bill Murray en su papel de oso holgazán como Ben Kingsley representando a la voz de la razón son un genial acompañamiento para Neel Sethi, el joven actor novato que aún siéndolo hace un muy buen trabajo como protagonista. La voz de Lupita Nyong’o es perfecta para el personaje de Raksha, la madre loba de Mowgli. Su desempeño nunca decepciona. En cuanto a los villanos, también hubo buenísimas elecciones. Shere Khan, el tigre que persigue a Mowgli, lleva la voz de Idris Elba, un actorazo que sólo recientemente vio la fama gracias a Pacific Rim (2013) y Beasts of No Nation (2015). Scarlett Johansson fue elegida para hacer de Kaa a pesar de que la pitón en el corpus original no es mujer. Fue una selección consciente del equipo de Disney porque no querían tener un elenco casi completamente formado por hombres. El Rey Louie es interpretado por Christopher Walken, una de las voces más reconocibles del cine actual. Todos excedieron las expectativas y, combinados con el poder del CGI, ayudaron a crear un mundo completamente irreal pero que parece posible. La trama es más bien una adaptación de la película de Disney de 1967 que del libro de Rudyard Kipling. El nuevo guión, escrito por Justin Marks, difiere en unas cuantas cosas que le dan un poquito más de carácter a cada uno. En muchos casos el escenario en la jungla es casi una extensión del personaje con el que Mowgli interactúa, envolviendo e involucrando al espectador mucho más que en la primera versión animada. Este afán a veces juega en contra, ya que algunos movimientos digitales de cámara se sienten demasiado estructurados para una historia que transcurre en la selva en 1890. Aún así, el trabajo del director Jon Favreau, conocido por dirigir Iron Man (2008) y Iron Man 2 (2010), es cercano a impecable y su aporte en producción es importantísimo para la genial ambientación que se logró en esta remake.
Un niño todo terreno. Disney ha realizado una nueva versión de la adorable "El Libro de la Selva" de 1967. Esta vez Mowgli es interpretado por un niño real (Neel Sethi) y los animales que lo acompañan son generados digitalmente, mezclados con otros animales reales dentro de una hermosa selva. Mowgli fue encontrado en el medio de la selva por una pantera llamada Bagheera cuando apenas era un bebé, y criado junto a una manada de lobos, por lo que siempre se ha considerado uno más de ellos. La aparición de Shere Khan, un resentido y malvado tigre que odia a los humanos, obliga a Mowgli a dejar el lugar y volver con los de su especie, con la protectora pantera quien lo acompañará en el camino. Enojado por tener que dejar lo que considera su casa y su familia, Mowgli recorrerá un difícil camino, donde descubrirá su origen y le demostrará a sus amigos cuánto sabe sobre la selva. La película nos sumerge en un escenario bellísimo, que podemos apreciar aun más en profundidad gracias a un 3D que en este filme realmente vale la pena. La mezcla entre animales reales y otros generados por computadora, le da más realismo a la historia; cada especie está perfectamente recreada, al igual que sus expresiones al hablar, con un elenco de maravillosas voces para darle personalidad a cada uno. Si ven la versión original subtitulada -como corresponde- escucharán a Ben Kingsley interpretar a la sabia y protectora pantera, Idris Elba a Shere Khan, Scarlett Johansson le pone su sensual voz a la serpiente Kaa, Bill Murray se luce con Baloo, el oso con fiaca eterna, y finalmente el pequeño Neel Sethi interpreta a Mowgli con muchísima gracia y sensibilidad. Mientras el pequeño humano recorre la selva encuentra nuevos amigos, peligros, aventuras y la historia pasa de graciosos diálogos entre los animales, a escenas dramáticas y otras bastante agresivas con fotográficas peleas entre especies. Esta nueva versión del clásico de Rudyard Kipling dirigida por Jon Favreau nos absorbe visualmente, pero aun así no pierde la esencia ni el mensaje de la historia, tan hermosa como emotiva. Un excelente filme para chicos que también pueden disfrutar los grandes.
Fílmala de nuevo, Disney Esta lograda remake demuestra que, a veces, las buenas historias merecen ser contadas de nuevo. Primero, una anécdota de índole personal: cuando mis hijos eran pequeños El libro de la selva de 1967 (y, en menor medida, su secuela de 2003) fue uno de nuestros films favoritos a partir de uno de esos DVDs que terminaron rayados de tanto uso. La vi con ellos decenas de veces y aún hoy recuerdo cada una de sus escenas, de sus musicales. Para mi, por esos motivos, la versión animada es insuperable, aunque en esa convicción haya más razones afectivas que cinematográficas. Por eso fui a ver esta remake live-action con cierto recelo (¿para qué contar de nuevo la misma historia si Disney ya lo había hecho muy bien?) y debo admitir que el resultado es plenamente satisfactorio. De todas maneras, cabe aclarar que la idea popular de que esta nueva versión es “con actores” y no “de dibujitos animados” es poco atinada. Hay, sí, un protagonista de carne y hueso (Neel Sethi) que es el encantador huérfano Mowgli criado por los lobos, pero el resto (animales y buena parte de los escenarios) fue concebido casi 100% en computadora. Sí, estamos ante un festival de efectos visuales en 3D. Sólo que, esta vez, el resultado artístico es mucho más noble, bello y alegre que en la mayoría de los tanques de Hollywood construidos de manera similar. Las similitudes entre la vieja y la nueva transposición del original literario de Rudyard Kipling son evidentes, pero las diferencias también: ahora hay menos escenas musicales y el tono es mucho más oscuro (de hecho la calificación es “con reservas”). El oso Baloo (pese a tener la voz de Bill Murray en la versión subtitulada que es la que pude disfrutar) no llega a ser el brillante comic relief de la primera entrega y ahora hay más espíritu de aventura y menos de comedia. De todas maneras, el trabajo del director Jon Favreau (Iron Man 1 y 2) y su equipo técnico y actoral (además de Murray se escucha a Idris Elba como el malvado tigre Shere Khan, a Ben Kingsley como la querible pantera negra Bagheera, a Scarlett Johansson como la serpiente Kaa, a Lupita Nyong'o como la loba y madre sustituta Raksha y a varios famosos más) es impecable. Quizás le falte un poco más de chispa y de riesgo para convertirse en un clásico como su predecesor, pero en términos estéticos y narrativos estamos ante un producto de entretenimiento familiar indiscutible.
Selva mágica. En lo más profundo de la selva se esconde un niño indígena, Mowgli, que a los 2 años fue rescatado de las garras de un tigre por una pantera negra llamada Bagheera. La entrañable relación hombre-animal tiñe una historia de sentimientos encontrados donde coexisten por un lado el supuesto instinto humano como cazador de animales versus los lazos que éste pueda crear con las criaturas de la selva. La trama de El Libro de la Selva (The Jungle Book, 2016) gira en torno a dos cuestiones: por un lado, la lucha de Mowgli por permanecer junto a la manada de lobos con la que crece y a la que siente su familia; y por el otro, la eterna discusión de la ley del más fuerte y el poder de subordinación en un grupo heterogéneo, al estilo Karl Marx. Hasta la llegada del pequeño era el Tigre, Shere Khan, quien indiscutidamente reinaba en la selva, pero con el correr de los años y al observar la destreza del joven comienza a temerle y lo amenaza de muerte si no abandona el lugar y regresa con los humanos. El dilema es debatido por la manada de lobos y con el afán de querer protegerlo, coinciden en que el pequeño debe regresar con su familia biológica (a excepción de su madre loba, que lo quiere como a un cachorro más). Pese a los sentimientos que tiene por la manada y siendo consciente de que él es el único diferente, decide abandonar el lugar para salvarlos y salvarse. En este mundo globalizado, donde prima la tecnología y el avance del hombre en detrimento de la naturaleza, no es casual que la productora Walt Disney Pictures haya relanzado El Libro de la Selva (The Jungle Book, 1967) para poner de manifiesto ciertos tópicos que atañen a la humanidad como puede ser la deforestación y los incendios. Aquí se intenta, mediante un trabajo de campo previo realizado por el novelista que le dio vida a esta historia y Premio Nobel de Literatura, Rudyard Kipling, repensar los sentimientos. Esto queda en evidencia nuevamente cuando Mowgli (Neel Sethi, el protagonista elegido entre más de 2.000 niños) decide emprender el viaje de retorno a su “hogar” y se encuentra con un oso tramposo pero amigable, Baloo, quien le salva la vida de una serpiente, y a cambio le ofrece un trato: miel por refugio. El niño acepta, no sin perder de vista su objetivo de permanecer un tiempo más en la selva, y construye un lazo afectivo con el oso. Sin embargo, pese a considerarlo su amigo, ante situaciones de riesgo extremo y supervivencia clama por su rescatista, Bagheera. No cabe la menor duda de que estamos frente a una película de Disney ya que el niño establece conexiones emocionales con los animales: esto también ocurría en Tarzán (1999), que será relanzada este año y donde el protagonista también es rescatado y criado por un animal. La autenticidad se logra a la perfección al mezclar sets diminutos -a tamaño real del niño- con planos de los animales, más grandes, para dar la idea de fragilidad de Mowgli en el medio de la selva. El director del film, Jon Favreau, utilizó planos al estilo juegos 3D, como hizo en sus películas anteriores Iron Man (2008) e Iron Man 2 (2010). Y claro, no dejó de lado el aspecto sonoro: las voces de los actores están a cargo de Bill Murray (el oso Baloo), Idris Elba (Shere Khan), Lupita Nyong’o (la madre loba), Scarlett Johansson (la serpiente pitón Kaa) y Ben Kingsley (Bagheera). La música también es otro ingrediente placentero en la experiencia y las canciones contienen letras llenas de aventura, emoción y humor. Cuando Mowgli construye su relación de amistad con Baloo le canta un claro mensaje: “quiero ser como tú”, poniendo de manifiesto nuevamente su deseo de querer permanecer en su hábitat. Algo similar ocurre en el mensaje de Hakuna Matata, la famosa canción que marcó a El Rey León (The Lion King, 1994). Nada es casual en Walt Disney Pictures y todo siempre encaja de maravillas. El Libro de la Selva, a casi 50 años de su lanzamiento y de la muerte de Walt Disney, da cuenta de ello en todos sus detalles y avanza al ritmo del siglo XXI incorporando nuevas tecnologías a sus sets y convirtiéndose en una propuesta interesante para la cartelera del momento.
ENTRETENIMIENTO Y ENCANTO Se combina el recuerdo de la creación de Disney, mas la base magnífica de Rudyard Kipling, se le agrega lo mejor del proceso de animación fotorrealista, se crea una selva digital, se usan marionetistas de Jim Henson y un encantador humano, se agita y se logra un entretenimiento para toda la familia. Es irresistible la fascinación de una historia con un bebe humano criado por lobos que luego debe huir de la ira de un tigre, ayudado por un oso y una pantera, descubre su verdadero destino. Los efectos de animación son espectaculares, y la oscuridad se evade para que los nenes no se asusten con crueldades. Si se le suma el agite de las butacas D_BOX la diversión tiene otro ingrediente. Plan familiar infalible.
Es bonito, ¿pero es arte? Inspirada más en la versión animada de Disney (del ‘67) que en las obras de Rudyard Kipling, El libro de la selva (The Jungle Book, 2016) actualiza la historia con lujo de tecnología y rinde una experiencia visualmente asombrosa, pero deja a un lado la vieja fábula de aprendizaje y la reemplaza con una moraleja ingenua. Al final de la cinta todo indicio de sabiduría ha desaparecido en el nombre del entretenimiento. Los libros cuentan la historia de Mowgli, un niño huérfano que es criado en la selva india por una jauría de lobos y eventualmente debe abandonar el mundo de los animales y conciliarse con el de los humanos. Disney hizo con los cuentos una parábola sobre la madurez: Mowgli deambula frustrado por la selva de su infancia, encontrándose con seres que lo tientan con atajos hacia la buena vida a cambio de su propia maduración. Hay en ella algo de El Principito, entre la travesía desorbitada de su joven protagonista y la soledad a la que regresa luego de cada encuentro. La nueva película envía a Mowgli (Neel Sethi) por un recorrido similar: en principio no quiere saber nada de vivir con seres humanos, pero se ve forzado al exilio cuando el farisaico tigre Shere Khan (voz de Idris Elba) reclama que se respete la Ley de la Selva, so pena de devorar al “cachorro humano”. Mowgli es acompañado en su viaje por sus dos mentores, la pantera Bagheera (voz de Ben Kingsley), quien también le implora que respete la Ley de la Selva, y el oso Baloo (voz de Bill Murray), quien lo tienta con una vida de indulgencias. Dirigida por Jon Favreau, la versión del 2016 ha sido filmada enteramente frente a una pantalla verde. La fotografía no deja de ser bella (con virados macabros – mucha sombra, mucho contraluz), los efectos son de los buenos y se ha optado por una estética realista en el diseño de los animales. Oír voces humanas sobre criaturas que no son antropomórficas suele conllevar una disonancia molesta, pero en este caso la fonomímica es sobresaliente y honra al excelente reparto de voces, el cual parece sacado de una de esas listas de “elencos soñados” que plagan internet. Se destaca el episodio del Rey Louie (voz de Christopher Walken), re-imaginado como un colosal Gigantopithecus de 3 metros que gobierna sus descerebrados monos desde las sombras de un templo en ruinas y cuya tenebrosa presencia recuerda a la del Coronel Kurtz. Que encima Walken cante “I Wanna Be Like You” (dos veces) justifica el precio de la entrada. La otra aparición destacable, si bien problemática, es la pitón Kaa (voz de Scarlett Johansson). Kaa está a cargo de motivar a Mowgli en su riña con Shere Khan al revelarle que fue el tigre quien le dejó huérfano de bebé. Revelación que no cambia absolutamente nada, considerando que Khan ya le deja huérfano al usurpar el sitio de su padre adoptivo y escarmentarlo del reino (giro que recuerda a El rey león, incluyendo la climática secuencia de la estampida). Uno se pregunta a qué viene todo esto, porque no suma nada ni responde a nada de lo que escribió Kipling. A fin de cuentas esta nueva versión de El libro de la selva se distancia aún más de la visión original del relato. Entonces el mensaje de la historia – amargo pero conmovedor – era que tarde o temprano todos debemos abandonar el confort de la infancia y buscar nuestro sitio en el mundo. Por contraposición, el mensaje de la versión moderna le da la razón a Mowgli al permitir que se salga con su capricho sin consecuencia alguna: el mundo se adaptará a él, y no al revés. No sólo es un mensaje ingenuo sino que contradice el discurso pretendido de la historia, robándole a esta preciosa película su momento más importante y didáctico. Si Kipling viera esta nueva versión de su obra probablemente invocaría uno de sus poemas más célebres y proclamaría: “Es bonito, ¿pero es arte?”.
Cómo hacer para pertenecer a la manada. Basada antes en el modelo Disney que en el libro de Kipling, la película del responsable de las tres Iron Man no es tanto un relato de formación, como el original, o una comedia de amistad, como la versión animada, sino una historia de sobrevivencia. A diferencia del posterior Tarzán, el pequeño protagonista de El libro de la selva –tal vez por no ser hijo de europeos– no impera en el mundo de lo salvaje, sino que aprende a convivir con las otras especies animales. Ese rasgo que hoy podría verse como protoecológico (aunque su creador, Sir Rudyard Kipling, fue un notorio defensor del imperio británico) se mantiene en las dos adaptaciones cinematográficas previas más conocidas de esta creación literaria de fines del siglo XIX: la británica con actores, de 1942, y la de Disney en animación, de 1967. Esta nueva versión siglo XXI, a todo superespectáculo –reforzado por el 3D y la nueva tecnochuchería de los asientos móviles (ver recuadro)–, respeta ese “ser en el mundo” del pequeño héroe. Más basada, como se verá, en la versión Disney que en el original de Kipling, la película dirigida por Jon Favreau (responsable de las tres Iron Man) funciona en sus propios términos. Hallado por la pantera negra Bagheera en medio de la selva tras sufrir el extravío de sus padres, Mowgli fue entregado para su cuidado a la loba Raksha, que lo crió como a un hijo más. Es raro que siendo así Mowgli no aúlle, no se guíe por su olfato, no cace. Parte de lo cual hacía, y de modo bastante sangriento, en el libro de Kipling (que no es una novela, sino una colección de cuentos). Concesiones del cine para niños. Categoría que de todos modos a la película le costó lograr, tanto en Estados Unidos como aquí, producto de la hiperbólica apelación a los sentidos propia del cine contemporáneo. Para ser integrado a la manada, Mowgli ha debido incorporar lo que en el original es la ley de la selva enseñada por Baloo, predicada aquí por los lobos, tan parlantes como el resto de los animales de la fábula. La ley consiste básicamente en un “todos para uno y uno para todos”. Solidaridad general que da por resultado que en tiempos de sequía, cuando todos bajan a tomar agua a la laguna reine una bandera blanca que permite que lobos y ciervos, panteras e impalas, rinocerontes y presas pequeñas se rocen sin riesgo para sus vidas. Una única figura no está dispuesta a respetar la armonía imperante, y es la del villano absoluto del relato: Shere Khan, el hermoso pero letal tigre de Bengala, que tras cometer como si nada un crimen atroz avisará que su próxima presa es el pequeño humano. Mowgli se resiste, pero su tutora Bagheera lo convencerá de que debe abandonar la comunidad selvática y buscar la protección de los suyos. Preguntándose quién es él en realidad (la cuestión de identidad no llega a constituir una crisis), Mowgli estará a punto de ser devorado por la astuta serpiente Kaa, será salvado por el gordo fiaca y buenazo del oso Baloo y deberá vérselas con el pueblo mono y su peligroso rey-orangután gigante. Con guión escrito por el casi desconocido Justin Marks, la nueva versión de El libro de la selva no es tanto un relato de formación, como el original, una comedia de amistad, como la versión animada, o una de aventuras, como pudo haberlo sido, sino una historia de sobrevivencia y convivencia. Sobrevivencia ante la amenaza del enemigo feroz, convivencia de las distintas especies bajo la ley común. No hay sentido de maravilla sino pura materialidad: el músculo del tigre, el aullido del lobo, un redoble de búfalos, la espesura de la selva y su inquietante oscuridad, un simio demasiado grande para un santuario que no le cabe, un catastrófico incendio, una fiera batalla final. Un cine de impresiones fuertes, como busca serlo, antes que nada, el contemporáneo, y que aquí no cae en el efectismo o el golpe bajo en ese intento. Un par de apuntes al margen, todos ellos de orden musical: bien en la tradición Disney, al rey-orangután (Christopher Walken, en la versión original) sus amenazas no le impiden lanzarse a cantar un tema con swing, como también lo hace Baloo, en la clásica escena en la que Mowgli lo usa de bote. Conviene quedarse a ver los títulos finales hasta el último, no sólo porque su diseño es muy bonito sino porque Scarlet Johansson (voz de Kaa en la versión original) susurra una bella balada y, sobre todo, porque el gran Dr. John hace lo propio con un fangoso tema inédito.
Un gran regreso al cine de aventuras Como director, Jon Favreau nunca hizo una película floja -Made, Elf, Zathura, Iron Man 1 y 2, Cowboys & Aliens, Chef- y era muy poco probable que su carrera tuviera su primer bajón justo con El libro de la selva. El rotundo Favreau contaba con las bases de Kipling y la versión animada de Disney de 1967, más las posibilidades digitales para darles vida a estos animales de forma impresionante. Y este último no es un término en automático: estos animales impresionan en el verismo de su pelaje, en sus movimientos, en su mirada. Sobre su capacidad de habla se sostienen las coordenadas lógicas de la trama y la dimensión de comedia que aparece sobre todo luego de la esperada irrupción del oso Baloo (interpretado en la versión en idioma original, con gracia plena, por Bill Murray). Pero, sobre todas las cosas, El libro de la selva versión 2016 es una película que aprovecha las máximas posibilidades de la tecnología actual para hacer un tipo de cine que casi no se hace hoy en día, al menos no en el mainstream. El libro de la selva es una película de aventuras. No una película con aventuras como uno más entre muchos componentes, entre múltiples factores de venta, en medio de un (otro) producto multigénero y multitarget como suelen ser tantos tanques. Este es un film de aventuras cabal que busca fascinar con las armas clásicas del género: la confianza en el poder de maravillar de la naturaleza, las maneras cercanas de filmar los peligros de la supervivencia, el registro claro del movimiento en espacios abiertos. Y, claro, esto es El libro de la selva, el aprendizaje de Mowgli de sus diferentes maestros. Si los animales por momentos se evidencian como representantes de diferentes adultos -el severo, el hedonista, el responsable, el ambicioso-, esos peligros tipológicos se ven rápidamente disipados por la vitalidad de cada personaje, por su lógica interna, por su solidaridad hacia el sentido general de la narración, episódica y a la vez tensionada con consistencia, con la visión general del crecimiento de este niño de la selva, con su educación en el reino animal. Si en algún segmento musical la película parece forzar la entrada de una canción (la ya clásica "I Wanna Be Like You"), eso es apenas un ripio en un viaje que confía en el poder de la aventura, en el poder del cine como entrada a otro mundo, uno de maravillas, de animales, de naturaleza filmada con fascinación. El cine siempre se aprovechó de los avances fotográficos, de los efectos posibles de generar en la imagen. Favreau vino a recordarnos que todo eso puede ser un mero lujo vacío si no hay forma, si no hay relato, si no hay peripecias dignas de ser vistas con asombro, si no hay un regreso a la aventura.
La jungla y la liana El despliegue visual le ganó por mucho a la trama en esta versión siglo XXI del clásico de Kipling... y de Disney. Esta nueva versión del clásico de Rudyard Kipling, que la misma Disney hizo en animación con canciones en 1967, viene con un agregado que termina siendo casi, casi más importante que la trama y el relato. Las apariencias no engañan, pero deberían: todos los animales -o sea los personajes, porque el único humano es Mowgli, que sí fue interpretado por Neel Sethi, un niño de 11 años-, son animación digitalizada. Y los escenarios, también. Todo esto nos lleva a olvidarnos del tigre de Una historia extraordinaria: si nos costaba creer que era animación, esperen a ver a la fauna que puebla la pantalla de la nueva película de Disney. Es innegable: El libro de la selva va a marcar un quiebre, un antes y un después en el arte de filmar con efectos visuales, con CGI. ¿Por qué? Porque los paisajes tienen un realismo sólo igualable al de los animales. Que hablan claro, la mayoría con un acento británico, al menos en la copia mostrada a la prensa. A propósito: las salas con butacas D-Box, que se mueven de acuerdo a lo que acontece en pantalla -vibran, se inclinan, se sacuden, con tres niveles de acción.- es una experiencia como para vivir. La historia es la de Mowgli, que huérfano es encontrado en la selva india por la pantera Bagheera (voz de Ben Kingsley) y criado por una manada de lobos. Cuando el tigre Shere Khan (Idris Elba) -perdió un ojo con fuego- se transforme en algo más que una amenaza para el cachorro humano, Bagheera decide que ya es hora de que Mowgli vaya a la aldea humana y se una a sus pares. Pero Mowgli no tiene la menor idea de cómo son, ni cómo se expresan sus congéneres. Y en el viaje se topa con el oso Baloo (voz de Bill Murray), que lo ayudará, pero también con Kaa, la serpiente con la voz seductora de Scarlett Johansson, y el orangután Rey Louie (Christopher Walken), presentado casi como el General Kurtz de Apocalypse Now, quien quiere que le dé el secreto de la flor roja, lo único que el hombre puede hacer y poseer, y los animales no: el fuego. Todo ese esplendor visual se convierte en un atractivo per se. Y aunque Jon Favreau (Iron Man) tiene claro que está haciendo un filme de aventuras para chicos, la creación se deglute a la historia. Que tiene cambios con respecto al clásico animado, con un Mowgli más héroes del siglo XXI, un final diferente y donde las canciones (Busca lo más vital, Quiero ser como tú, Confía en mí) que se transformaron también en clásicas, están metidas casi como con fórceps. El trabajo del doblaje de los actores en la versión subtitulada es realmente relevante. Si sus chicos pueden leer, no lo dude: elíjala.
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Una de las sorpresas de la temporada de “tanques”, la nueva versión de EL LIBRO DE LA SELVA, dirigida por Jon Favreau en base a los libros de Rudyard Kipling –más la película animada de 1967 de Disney y algunos giros de guión nuevos– es una película de aventuras hecha y derecha, respetuosa de los códigos clásicos del género y con algunos toques modernos (de corrección política, digamos) que no afectan la fluidez y la evolución de la historia. La historia conocida es la del pequeño Mowgli, un chico que es críado por lobos y que crece en medio de la selva y de los animales hasta que el tigre Shere-khan viene a buscarlo con intenciones de matarlo y la pantera Bagheera decide llevarse al chico a la aldea humana para salvarlo de la amenaza. Allí empiezan las aventuras del niño perseguido por el tigre, quien se cruza en el camino con personajes ya clásico como la serpiente Kaa, el oso Baloo, los chimpancés liderados por el Rey Louie, entre otros. Hasta finalmente tener que enfrentar a su némesis, el temible tigre de bengala que lo odia por motivos que se revelarán en un flashback/ensoñación. Favreau logra capturar el espíritu aventurero de la saga agregándole ajustados toques de humor que alivianan el peso de la trama pero sin transformarla en una comedia hecha y derecha. Para esos instantes está Baloo, con la voz de Bill Murray, quien abre la película a una zona más ligera y para ese momento necesaria. La aventura heroica de Mogwli (un muy simpático Neel Sethi) funciona con los condimentos clásicos de este tipo de historias, pero sin recargar las tintas por el lado trágico/traumático (podría correrse hacia la zona “hamletiana” de EL REY LEON, pero no lo hace) pero sin tampoco infantilizar del todo la trama. Otro logro del filme son los animales parlantes creados gracias a efectos CGI y que se ensamblan perfectamente al único actor “humano” de la película al punto que uno se olvida rápidamente que gran parte de lo que vemos está creado por computadoras. Ese es otro gran mérito de Favreau, que el poder de la historia sea tal que casi ni prestemos atención a que estamos viendo a decenas de criaturas animadas hablando, algo similar a lo que sucedía en AVATAR, de James Cameron. Las voces de los personajes son también efectivas: Lupita Nyong’o y Giancarlo Esposito como los padres lobos del niño, Idris Elba como el temible tigre, Ben Kingsley como la pantera, Scarlett Johansson como la víbora y Christopher Walken como el enorme “gigantopitecus” King Louie. Walken y Murray logran intercalar un poco forzadamente dos de las canciones clásicas de la película de 1967 en un tono que se acerca más al del cantante-recitador lounge que a una canción cantada a la manera clásica ya que el tono un tanto más oscuro de la película no se presta fácilmente para un número musical hecho y derecho. Película para niños, al fin y al cabo, presenta un mensaje ecológico bastante bien ensamblado con el resto de la historia (ligado a “la flor roja”, como los animales llaman al fuego que manejan los hombres) y a la vez esa crítica a los humanos (a quienes solo se ve de lejos en un aspecto que no parece del todo amigable) no deja de reconocer que Mogwli logra lo que logra gracias a sus “trucos”, su posibilidad de construir objetos y aparatos que ayudan a su causa y la de los suyos, devolviendo la paz a la selva. Parecía difícil encontrar el tono justo para hacer una película “para toda la familia” que no sea solo un festín de escenas de acción y “visibles” efectos especiales, pero tengo la impresión que Favreau (ELF, IRON MAN) lo logró. No es poca cosa…
El director Jon Favreau brindó la mejor película live action que se hizo hasta la fecha sobre la obra de Rudyard Kipling, El libro de la selva. En adelante, cuando alguien desee conocer las grandes producciones relacionadas con esta obra maestra de la literatura, el trabajo de Favreau se destacará entre las más fieles adaptaciones, junto con la película animada soviética de Roman Davydov (1973) y el animé de 1989, Jungle Book Shōnen Mowgli. Dentro del cine live action ningún otro film le hizo tanta justicia a la creación de Kipling como el director de Iron Man. Su tratamiento de esta historia tuvo un enfoque muy similar a lo que hicieron los japoneses en los ´80 dentro de los dibujos animados. Es decir, dentro de una misma trama Favreau fusionó el conflicto más oscuro e intrigante de la obra literaria con la versión más infantil que presentó Disney en 1967. La primera mitad del film es 100 por ciento Kipling y el relato tiene el tono de los cuentos originales. Luego con la aparición del oso Baloo, interpretado por un brillante Bill Murray, la película se encamina por el terreno de Disney. Sin embargo, Favreau logró encontrar el balance perfecto entre estos tonos tan diversos y el resultado es excepcional. La película incluye algunas escenas musicales con las clásicas canciones de los hermanos Sherman, pero también está presente el conflicto dramático de Mowgli con el tigre Shere Khan. La verdad que El libro de la selva es una propuesta muy difícil de adaptar en el cine porque para desarrollar bien la trama que concibió Kipling es necesario una trilogía de películas. La historia comienza con el nacimiento de Mogly y termina cuando el protagonista se convierte en adulto y forma su propia familia. Es muy complicado adaptar en un film de 105 minutos un conflicto que presenta tantos personajes y subtramas. Por eso es menester destacar la narración de Favreau, ya que logró comprimir la esencia de la historia de Mogly en un conflicto sólido. Obviamente esto no se hubiera podido hacer sin algunos daños colaterales. Por ejemplo, uno de los personajes más querido de El libro de la selva como es la serpiente Kaa, quien fue uno de los grandes maestros de Mogly y no la figura villana que distorsionó Disney, acá tiene una breve participación. El personaje interpretado por Scarlett Johnasson, que sigue la versión de la película animada, se ve espectacular pero apenas llega a destacarse. Esto me lleva a resaltar otra de las grandes virtudes de esta película que son los efectos especiales. El trabajo que hicieron con los animales es realmente brillante y durante el visionado del film te olvidas literalmente que son personajes creados por efectos digitales. Todos los animales cobraron vida de un modo especial. Como hizo con los filmes de Iron Man, Favreau puso la tecnología CGI al servicio de la historia y no al revés como solemos ver a menudo en películas mediocres como Dioses de Egipto. Desde los aspectos técnicos esta producción es impecable. No puedo cerrar esta reseña sin destacar la excelente labor de Neel Sethi en el rol de Mowgly. Este fue su debut cine y brinda un trabajo fantástico donde logra darle vida al personaje de Kipling. Un buen detalle que los realizadores escogieran un niño que proviene de una familia de orígenes indio y Mogly no apareciera como un chico rubio de ojos celestes. No se pierdan El libro de la selva, es una gran película que no tiene desperdicio y merece ser disfrutada en una sala de cine.
El libro de la selva es una antología de relatos publicada en 1894 por Rudyard Kipling, y la que se llevaba más espacio era la historia de Mowgli, el niño criado por lobos. A pesar de que el material original no era destinado para el público juvenil, en 1967 Disney realiza una adaptación animada más edulcorada y dirigida para toda la familia. Esta película cambiaría algunas características de los personajes para hacerlos más amigables, son estas concepciones las que se mantuvieron en la mente del público y las que se ven reflejadas en esta nueva adaptación también de la mano de Disney Mowgli (Neel Sethi) es un huérfano que fue encontrado en la selva por la pantera Bagheera (Ben Kingsley) y dado en adopción a la manada de lobos liderada por Akela (Giancarlo Esposito) y cuidado con amor de madre como si fuese otro de sus cachorros por Raksha (Lupita Nyong´o). Una sequía feroz azota la selva y todos los animales hacen un trato para tomar todos en el único lago que queda con agua, sin atacarse. En una de esas treguas aparece el malvado tigre Shere Khan (Idris Elba) quien iniciará una feroz caza del “cachorro humano” por su resentimiento hacía la especie que lo dañó. El consejo de lobos decide evaluar el caso y eso generará un dilema entre los miembros de la manada para acabar con la disputa: Mowgli decide ir a la Aldea de los Humanos, en compañía de Bagheera quien será su protector. Además se cruzará con un divertido y perezoso oso llamado Baloo (Bill Murray). Ambos aprenderán del otro y forjarán una gran amistad. Esta versión moderna es live action “a medias”. Neel Sethi, el niño que interpreta a Mowgli, es el único personaje real mientras que los animales y los parajes de la jungla en su totalidad fueron hechos con CGI. Mucho se ha visto de los usos y abusos que se le dio a esta técnica pero en este caso está realmente muy bien usado y aunque es demasiado, en ningún momento se le da más importancia que a la historia. El reconocido elenco de actores que prestan sus voces (al menos en su versión subtitulada) para darle habla a los animales cumple con creces su trabajo. Entre los más destacados se puede nombrar a Bill Murray como el oso Baloo, Ben Kingsley como la pantera Bagheera, Idris Elba como el tigre Shere Kan y Lupita Nyong´o como la loba Raksha. Con menos minutos también se destacan Scarlett Johansson como la serpiente Kaa y Christopher Walken como el Rey Louie, un primate de la especie Gigantopithecus hoy extinta, que medía más de tres metros y que fue recreado para la película. Casi como un cameo hay una pequeña interpretación de voz del director Sam Raimi, aquel que dirigiera la trilogía Spider-Man con Tobey Maguire. Jon Favreau, quien llegó a la popularidad por ser el director que dio comienzo al MCU con Iron Man (2008) y luego se encargó de Iron Man 2 (2010), dirige esta modernización de la historia, donde el 3D logra complementarse y es uno de los mejores que se han visto hasta ahora. Más cercana al guion de la película animada de los 60’ que de la historia original en el libro de Kipling, se diferencia de aquella en que esta no es musical, solo hay dos canciones (cualquier fan de la animada sabe cuál es una) ambas muy buenas. Aventura y comedia se unen para dar un producto entretenido y que es bastante disfrutable, la comparación con la antecesora es inevitable y depende de cada espectador juzgar cual le gusta más, pero deja en claro que está en el nivel correcto.
Otro clásico animado cobra vida de la mano de Disney y un montón de animalitos parlanchines. Las adaptaciones live-action (o sea, con actores de carne y hueso) de clásicos de la literatura infantil ya son una moneda tan corriente como las aventuras de superhéroes. Váyanse haciendo a la idea de que, en los próximos años, se vendrá un aluvión de estas historias, a veces bien encaminadas y otras tantas que quedarán perdidas en el recuerdo. El futuro cercano nos dirá la suerte que correrá “El Libro de la Selva” (The Jungle Book, 2016), un nuevo intento de Disney por rescatar (y aggiormar) aquella nostalgia de la infancia con relatos un poquito más adultos y modernizados. Jon Favreau –director de las dos primeras entregas de “Iron Man”- se hace cargo de esta nueva versión del clásico de Rudyard Kipling y nos lleva al corazón de la selva, donde el pequeño Mowgli (el debutante Neel Sethi) creció en medio de una manada de lobos que lo acogió desde bebé y lo crió como propio, incluso a sabiendas de que, cuando crezca, puede convertirse en su principal amenaza. Todos los animales conviven en paz, siempre y cuando respeten su territorio, no es el caso del tigre Shere Khan (voz de Idris Elba), que se la tiene jurada al pequeño humano. Para salvar su vida y la de los suyos, Mowgli deberá abandonar a su familia adoptiva, atravesar la sabana y reunirse con los de su especie. Un viaje literal y metafórico para descubrir cual es su verdadero lugar en el mundo. En el camino encontrará peligros, nuevos amigos, sabiduría y hasta un par de canciones, porque no olvidemos que esta es una película de Disney y, a pesar de que desentonan dentro de la historia, no puede evitar los musicales. Ese, tal vez, es uno de los pocos puntos flojos del film que, a pesar de tener animales parlanchines, ostenta un nivel de realismo que da más miedo que las garras de Khan (esto en el mejor de los sentidos). “El Libro de la Selva” sigue la línea de “Una Aventura Extraordinaria” (Life of Pi, 2012), sólo que acá debe lidiar con una fauna más extensa y variada. La mayoría de los animales se luce (más allá de que el movimiento de sus bocas nos resulte un poco extraño), pero el CGI termina mostrando un poquito la hilacha cuando se trata de personajes secundarios. Igual, estos detalles técnicos no opacan la tierna y humana historia de Mowli, que roba pantalla con su mezcla de ingenuidad y sagacidad propia de la infancia. Acá no hay artificio y cada animalito resulta tan creíble como los humanos que prestaron sus voces, un elenco impecable y muy reconocido que incluye a Bill Murray (el oso Baloo), Ben Kingsley (la paternal pantera Bagheera), Lupita Nyong'o (la madre loba Raksha), Scarlett Johansson (la escurridiza serpiente Kaa) y Christopher Walken (el gigantesco rey Louie). “El Libro de la Selva” toma prestada cierta estética (y movimientos de cámara) de la animada “Tarzan” (1999), pero acá todo queda en familia. Hay acción, aventura, humor y canciones, aunque tal vez no sea tan apropiada para los más chiquitos que podrían no gustar de algunas escenas oscuras y violentas. Uno de sus problemas es que se queda a mitad de camino entre lo infantil y lo adulto y, en un punto, parece estar dirigida directamente a un público más mayorcito capaz de entender y disfrutar de cada uno de esos detalles que, además, remiten al clásico animado del estudio del ratón, y la obligada evolución y adaptación al siglo XXI. “El Libro de la Selva” es un placer para los sentidos (aunque tampoco hay que exagerar al respecto), pero lo bueno es que no se queda sólo en los detalles técnicos y visuales, y se esfuerza en profundizar sus historias y, sobre todo, sus personajes, muy humanos, aunque la mayoría camine en cuatro patas.
El afán de Disney por seguir reinventando sus clásicos más adorados sigue en pie y más fuerte que nunca, y en esta ocasión es el turno de The Jungle Book de dar el gran paso en una selva mágica y casi totalmente digitalizada. Para aquel espectador carente de infancia, vale la pena recordar la historia del adorable Mowgli. Huérfano desde muy pequeño en medio de una selva gigante, el pequeño indio es adoptado por una jauría de lobos bajo la atenta mirada de su tutor, la pantera negra Bagheera y su madre adoptiva, Raksha. Pero el balance en la selva se pierde cuando el temible tigre Shere Khan posa sus ojos en él y toma la presencia del ingenioso huérfano como una afrenta personal, y sale en su búsqueda poniendo en jaque a todos los habitantes animales. El guión de Justin Marks no reinventa la rueda, pero hace un gran trabajo presentando la vida y obra de Mowgli en un lugar donde sencillamente no pertenece, y juega con las expectativas de ganarse un lugar entre sus compañeros por mérito y pasión. Jon Favreau, por otro lado, es un gran director de aventuras y sabe sacarle provecho a toda la provisión tecnológica de la que le valió Disney para crear una épica muy familiar y asombrosa. El crear un mundo a partir de la nada misma, con mucho CGI, es un tema ríspido, que o logra convencer o fracasa estrepitosamente. Por suerte, su trabajo rinde frutos y los paisajes naturales vibran por su colorido y, llegado a cierto punto, los animales casi parecen reales. A ese nivel de realismo trabaja The Jungle Book, y puede considerarse colega de maravillas visuales como Avatar o Gravity. Si alguien tenía dudas sobre la calidad visual de la película, compre una entrada y véase inmerso en un mundo paralelo, pero muy parecido al nuestro. El otro aspecto sobradamente destacable es el protagónico de Neel Sethi como Mogwli, un actor que en el futuro va a dar que hablar. Siendo el primer papel en su carrera, y uno muy codiciado se puede decir, Sethi representa todas las características que hicieron de Mogwli un personaje latente en la historia de la literatura: ansioso, pícaro, travieso, habilidoso, todas cualidades que el joven actor expresa en pantalla más de una vez. Y si se tiene en cuenta que Sethi se pasó toda la filmación rodeado de paredes verdes y personajes que no existen tangiblemente, la naturaleza con la que se mueve en el mundo digital le agrega varios puntos más a su interpretación. El elenco secundario es otro punto y aparte. El Bagheera de Ben Kingsley exuda sabiduría y antigüedad, la Raksha de Lupita Nyong'o es una cálida y amorosa madre sustituta, la peligrosa sensualidad de la Kaa de Scarlett Johansson, el peligro del timbre de voz del Shere Khan de Idris Elba, el juguetón Baloo de Bill Murray o el misterioro Louie de Christopher Walken, todos han sido elegidos meticulosamente por la calidad de sus voces y en grupo son formidables. Si quieren un buen ejemplo de lo que es un casting de voces bien hecho, acá tienen la prueba. The Jungle Book es otro capítulo más de la factoría Disney que deslumbra por su aspecto visual, sumado a una historia ya conocida inmortalizada por la prosa de Rudyard Kipling y un elenco insoslayable. Es una aventura que se disfruta de principio a fin, y con mucha razón vale la pena verla en una sala grande y colmada de gente de todas las edades.
Quienes se criaron de chicos con grandes clásicos animados de Disney veían en ellas aventuras, desafíos y en donde el espectador quedaba maravillado, ahora en la actualidad las nuevas generaciones las viven de otra manera. Antes era en películas animadas, donde los colores resaltaban en la pantalla y siempre predominaban algunos temas musicales a lo largo del film. Actualmente Disney decidió revivir los grandes clásicos, pero con un cambio muy distinto, hacerlo con actores de carne y hueso, de esta manera nos encontramos con el tercer trabajo realizado de esta manera. Anteriormente pudimos disfrutar de “Maléfica (Maleficent, 2014)”, luego “La Cenicienta (Cinderella,2015)” y ahora le toco el turno a “El Libro De La Selva”. En la selva de la India nos encontramos con Mowgli (Neel Sethi) un pequeño niño criado por una manada de lobos, ellos lo cuidan y lo tratan como una cría más dentro del grupo. Pero esto acaba con la llegada de una gran sequía en donde todos los animales tienen que juntarse y hacer una tregua de paz para poder compartir el agua. Todos conviven tranquilamente hasta la llegada de Shere Khan (Idris Elba) un malvado tigre de bengala que cree que Mowgli es una amenaza y trata de acabar con él. A todo esto, él decide abandonar su manada para buscar a los hombres y tratar de formar parte de ellos, emprendiendo una aventura en donde está expuesto a grandes peligros, pero también conoce a otras especies de la selva. Se encuentra con la pitón llamada Kaa, a quien presta su voz la sensual Scarlett Johansson, el alegre oso Baloo interpretado por el gran actor Bill Murray y el orangután Rey Louie (Christopher Walken). Disney claramente sabe hacer muy bien las cosas al traer su clásico animado del 1967 a una nueva era y para un público renovado. El encargado de dirigir la cinta es Jon Favreau (Iron Man, Chef) que claramente fue perfecto para este tipo de película en donde nos cautiva con cada escena de la fauna y flora de la que está rodeado nuestro joven protagonista, haciéndonos sentir parte de ella, y haciendo un gran trabajo con todos los actores que prestaron su voz a todos los animales y el debut cinematográfico de Neel Sethi. Es una película que se disfruta desde su inicio pero con una atmósfera que cambia con las apariciones de los antagonistas que hacen a la historia algo más oscura y adulta que quizá impresione a los más chicos. También están las escenas cómicas que involucran a Baloo, que nos regalan una canción junto a Mowgli en una escena muy divertida; también está muy presente el tema de el daño que hace el hombre a la naturaleza dejando un claro mensaje, totalmente aceptable el uso del 3D. Una película para que disfruten tanto los chicos como los más grandes. Lo Bueno: El increíble elenco que prestó su voz al film: Baloo ( Bill Murray), Bagheera (Ben Kingsley), Shere Khan (Idris Elba),Raksha (Lupita Nyong o), Kaa (Scarlett Johansson), Akela (Giancarlo Esposito) y King Louie (Christopher Walken). También el gran trabajo que realizó Neel Sethi. Lo Malo: casi nada, pero es muy posible que alguno se sienta incómodo con la parte musical de la película.
Luego de 50 años del estreno de la película animada con el mismo nombre, llega a los cines “El Libro de la Selva”. Película dirigida por Jon Favreau, protagonizada por el pequeño Neel Sethi y acompañado por las voces de Bill Murray, Idris Elba, Lupita Nyong’o, Scarlett Johansson, Giancarlo Esposito y Christopher Walken.
La fábula con animales parlantes vuelve de la mano del director Jon Favreau "Iron Man", quien imprime vértigo y realismo de los personajes en una aventura vertiginosa ideal para compartir en familia. El clásico infantil de Joseph Rudyard Kipling tuvo sus adaptaciones a la pantalla con mayor y menor suerte, desde el film protagonizado por Zabú en 1942, pasando por la gran película de dibujos animados de 1967 y hasta una versión realizada en 1994 por el especialista en aventuras Stephen Sommers, el mismo de la saga La momia. Ahora es el realizador Jon Favreau -de gran destaque en Iron Man- quien reinstala la fábula con animales parlantes y lo último en materia de cine digital para dejar una moraleja destinada al público familiar, pero sin olvidarse de los adultos y con varias monstruosidades que asoman en la pantalla. El libro de la selva acierta en el ritmo impreso y en el tono elegido para contar esta historia en la que la unión hace la fuerza y transforma al pequeño protagonista, Mowgli -Neel Sethi-, en un adulto con cuerpo de chico que afronta muchos obstáculos para sobrevivir en la jungla cuando se ve obligado a abandonar el único hogar que ha conocido en toda su vida. Luego de perder a su padre, el "cachorro humano" es criado por una manada de lobos que sigue sus propias reglas y están en una amnistía de paz con las otras especies hasta que el temible tigre Shere Khan aparece en escena, sembrando el miedo en todos los animales. Los simpáticos personajes -algunos reales y otros generados por CGI- adquieren realismo en la pantalla, destacándose el simpático oso con miedo a las alturas y la pantera negra que se convertirá en escolta inseparable de Mowgli a lo largo de su travesía. Con elaborados fondos en los que sobresale El Templo de los Monos y la oscuridad de la jungla con árboles retorcidos y habitada por una amenazante serpiente -con voz en la versión original de Scarlett Johansson-, la película consigue sobresaltos y revitaliza los tópicos de Disney como la pérdida paterna, la familia ensamblada y el temor a lo desconocido. Todo funciona porque El libro de la selva es un gran espectáculo visual en el que los personajes tienen vida y traspasan la pantalla. El estreno viene acompañado de un juguete de la última tecnología -Consultar las salas de cine que la incorporaron-, las butacas D-Box, que están en sincro con lo que sucede en la pantalla: movimientos que acompañan los travellings o vibranciones que sacuden al espectador en los momentos de mayor tensión.
"El libro de la selva", un clásico que mantiene la magia "El libro de la selva", o "El libro de las tierras vírgenes", es una colección de historias escritas por el inglés Rudyard Kipling que vio la luz en 1894. Inicialmente, aparecieron publicadas en revistas entre 1893 y 1894 y en algunos casos eran ilustradas por John Lockwood Kipling, padre de Rudyard. En 2010, se supo que las historias fueron escritas para su hija Josephine, que murió a los seis años en 1899. "El libro de la selva" (y su secuela "El segundo libro de la selva", impreso en 1895) contiene cuentos a modo de fábulas que utiliza a animales para dar lecciones morales. En algunos aparece Mowgli, que son los más conocidos, y por supuesto que varían mucho de las versiones -sobre todo la edulcorada y más famosa de Disney- que se hicieron. Ahora nos llega esta con actores -bah, sólo el niño Nell Sethi- y es interesante saber que no es la primera que se hace. La primera fue "El libro de la selva" (Jungle Book, 1942), protagonizada por Sabu. "El libro de la selva - La película" (The Jungle Book, 1994), con Jason Scott Lee; "The Second Jungle Book: Mowgli & Baloo" (1997), Jungle Book: Lost Treasure (1998) y "The Jungle Book: Mowgli's Story" (1998). A modo de información, hay que decir que se hicieron cortos animados en la Unión Soviética, series en Japón, Bélgica, incluso coproducciones entre países como India, Alemania y Francia -todavía está al aire-, como para mostrar la universalidad de este texto. Mowgli (Neel Sethi) es un niño humano criado por una manada de lobos que son su familia. Pero cuando el temible tigre Shere Khan (Idris Elba) amenaza con matarlo, el niño debe abandonar la selva. Para lograr esto contará con la ayuda de Bagheera, la pantera negra (Ben Kingsley); y el oso Baloo (Bill Murray). En su camino Mowgli se encontrará animales fascinantes como la pitón Kaa (Scarlett Johansson), o el gigantesco simio Rey Louie (Christopher Walken), y también encontrará su verdadero destino en la vida. Nos encontramos aquí con otra gran adaptación del libro de Kipling, cortesía de Jon Favreau que a esta altura de su carrera actúa, produce y dirige cuando quiere. Y, por lo general, lo hace siempre bien. Cuenta con un buen guión de Justin Marks -que será uno de los dos guionistas de "Top Gun 2"- que toma algunas cosas del clásico de Disney (es una obvia referencia) y en otras prefiere apoyarse en el libro. Casi todo, por no decir absolutamente todo, está generado por computadora (paisajes, animales, etc) pero, a diferencia de otras películas, está hecho de una manera que no resulta ofensivo al ojo del espectador y con el correr de los minutos se torna creíble. Para ser el primer largometraje de Neel Sethi, el nene que personifica a Mowgli, la verdad es que se banca muy bien el peso de su protagónico. Otro acierto -si la ven subtitulada- son los actores que eligieron para poner sus voces. Idris Elba hace un Shere Khan realmente temible, y la voz sabia de Bagheera no podría estar mejor representada que por Ben Kingsley. Christopher Walken derorocha talento como el Rey Louie, y Bill Murray, como usualmente lo hace, se "come" la película, y eso que sólo escuchamos su voz. Dato de color: su hermano Brian Doyle-Murray también le puso su gola a Baloo pero en la película "The Jungle Book: Mowgli's Story" (1998). Lo único que habría que tener en cuenta es que, aunque la calificación es apta para todo público, probablemente no sea una buena idea llevar a niños de 5 años para abajo. El filme es algo oscuro y en algunas escenas podrían asustarse mucho. Dicho esto: las pesadillas de sus hijos corren por su cuenta.
El libro de la selva toma la clásica historia escrita por Kipling que nos presenta las aventuras de Mowgli, un niño abandonado en la selva y criado por una manada de lobos que debe hacer frente a la amenaza de un gigantesco tigre que quiere acabar con su vida. Jon Favreau dirige con maestría esta adaptación que se nutre tanto de la novela original como de la cinta animada del '67. Es probablemente la película live-action más lograda de toda la factoría Disney. Los efectos especiales han logrado darle humanidad a todos los animales que interactúan con "El Niño de la Selva", el único humano de carne y hueso en el filme, que se vincula con las bestias con una naturalidad asombrosa. En su idioma original, los espectadores podrán disfrutar de Bill Murray dándole la voz al querible Baloo, a Scarlett Johannson interpretando la hipnótica serpiente Kaa y sobre todo a Idris Elba como el temible Shere Khan, un villano de antología. Estamos ante una aventura fílmica atrapante, entretenida, emocionante, para disfrutar en familia y dejarse cautivar por la magia del cine.
En esta nueva versión el niño abandonado en la selva es de carne y hueso (interpretado por el estadounidense Neel Sethi) criado por los lobos y protegido por otros animales. Tengamos en cuenta que todos estos y los escenarios naturales fueron realizados por computadora. Contiene como muchas películas de Disney lindas canciones, diversión, buenos mensajes y está dirigida a toda la familia (aunque tenga algún sobresalto). Para quienes tengan la posibilidad de verla subtitulada, disfrutaran las voces de: Idris Elba Ben Kingsley Scarlett Lupita Nyong'o, Christopher Walken, entre otras.
La nueva adaptación de El Libro de la Selva, ese clásico que marcó lo mejor de la obra de Rudyard Kipling (su otra novela indispensable fue El Hombre Que Quiso Ser Rey), se mantiene fiel al espíritu de su predecesora animada, manteniendo incluso sus recordados pasajes musicales. El sentido de la aventura no sólo se mantiene intacto sino que se potencia gracias a una sorprendente factura técnica: el hiperrealismo de los efectos especiales intensifica la imponente belleza de la naturaleza (aún si artificial, en su mayor parte) y resulta así impactante ver a los animales rugir para luego esgrimir profundos diálogos, con una naturalidad que por momentos se torna realmente cautivante. Dicho realismo contrasta, sin embargo, con los momentos musicales que aunque mantienen su encanto intacto, chocan con lo sombrío y adulto de otras escenas. Sucede que al ver un oso bellísimamente rendereado (sí, tan bueno como aquel de El Renacido), uno tiende a pensar más en El Oso de Jean-Jacques Annaud que en Winnie Pooh. La historia de Mowgli, el niño-cachorro criado por una manada de lobos y protegido por un sabio puma (Ben Kingsley), no luce anacrónica en absoluto sino que, por el contrario e irónicamente gracias a su ritmo clásico y sencillo, devuelve al género de aventuras una frescura que Hollywood parecía haber perdido. No hay aquí sobresaltos ni variaciones o adaptaciones del mensaje del original para con nuevos públicos: la película de Jon Favreau (Iron Man) se mantiene fiel al espíritu del libro de Kipling, actualizando apenas su aspecto visual y sentido del espectáculo. Habrá que ver si la futura re-adaptación pautada para el 2018 dirigida por Andy Serkis (¡¿para qué?!) corre la misma suerte.
El clásico de Kipling que amamos amar en la infancia merecía que las nueva tecnología del cine honrara la historia de Mowgly como lo hace esta nueva versión. Es cierto, los animales hablan, pero apenas nos sumergimos en esa selva, un mundo cinematográfico que algunos han comparado con el de Avatar. Las secuencias de acción son simplemente deslumbrantes. En la versión original, las voces de Bill Murray, Scarlett Johansson y Ben Kingsley le suman calidez y humor.
Fantasías animadas Jon Favreau vuelve a demostrar su talento para el espectáculo con una versión extraordinaria de ‘El libro de la selva’. Los cuentos de los dos volúmenes de El libro de la selva, de Rudyard Kipling, publicados a fines del siglo XIX, fueron adaptados varias veces al cine. Las películas más importantes fueron la de Zoltan Korda protagonizada por el adolescente indio Sabu en 1942 y la versión animada de Disney de 1967, pero tuvimos que esperar a bien entrado el siglo XXI para que esas aventuras lleguen al cine con la emoción y el nervio que merecían. Es todo mérito de Jon Favreau, uno de esos directores a quienes se les nota el disfrute en cada plano, un disfrute que nos contagia. Favreau es un tipo que pone todo su talento al servicio del espectáculo, de la aventura. Es el responsable de las dos primeras Iron Man –la primera, de 2008, fue la que dio comienzo al Marvel Cinematic Universe, nada menos- pero también de las delirantes Elf, el duende y Cowboys & Aliens. Ignoren los puntajes de Metacritic: son todas grandes películas, muy superiores a la media. Acá Favreau echa mano a una animación excepcional que logra un hiperrealismo en los movimientos y en las texturas de los animales, un poco a la manera del tigre de Bengala de Una aventura extraordinaria pero perfeccionado. Y para interactuar con todos estos animales, un hallazgo: Neel Sethi, un chico de 12 años debutante, encantador y con el physique du rol perfecto para interpretar a Mowgli, el huérfano criado por lobos en la selva india. Ya desde el principio la película exhibe el ritmo frenético que va a sostener en su mejores momentos de acción: Mowgli corriendo por la selva, flanqueado por los lobos, y la cámara moviéndose para maximizar la ilusión de velocidad y un montaje que no resulta en cortes excesivamente abruptos ni en planos demasiado cortos. Hay secuencias que son tan emocionantes como hermosas. La historia, si bien es muy sencilla, con apenas dos o tres acontecimientos y pinceladas dibuja situaciones que Favreau y su equipo pueden aprovechar al máximo. El tigre Shere Khan (voz de Idris Elba) amenaza al lobo Akela (Giancarlo Esposito) y le pide que entrege a Mowgli porque cuando crezca será un hombre y los hombres son nocivos para el ecosistema de la selva. Akela se niega, y la pantera Bagheera (Ben Kingsley) decide sacar de ahí a Mowgli y llevarlo a la aldea de los hombres. En el camino, Mowgli se encontrará con el oso Baloo (Bill Murray), que lo ayudará. Un poco por la animación tan lograda y otro poco porque las voces están a cargo de tipos que de esto saben (también andan por ahí Scarlett Johansson y Christopher Walken), pero sobre todo porque las situaciones y los diálogos están planteados con una precisión extraordinaria, los personajes nos conmueven, nos preocupa su suerte, los queremos y también los odiamos. Shere Khan es, sin dudas, el villano del año. Esta versión de El libro de la selva confirma, por si hacía falta, el talento de Jon Favreau para el espectáculo, y también es la demostración de que la efectividad de ese espectáculo depende de la cámara, del montaje y de unos efectos especiales que se noten lo menos posible.
Volvió Mowgli The Jungle Book, el libro de Rudyard Kipling que reúne, entre otros, los cuentos de Mowgli, tuvo ya numerosas adaptaciones al cine. Dejando de lado telefilms y secuelas, las importantes fueron tres: la de 1942 dirigida por Zoltan Korda en muy hermoso Technicolor, la de Disney de 1967 y la de 1994 dirigida por Stephen Sommers. Sin embargo, esta versión de Favreau es la primera instancia de un film live action (con actores de carne y hueso en locaciones reales) centrado en las aventuras de Mowgli en la jungla con sólo animales de compañía. Tanto la versión de Sommers como la de Korda, por las limitaciones de sus épocas, dejaron los animales en un segundo plano y centraron sus relatos en personajes humanos con el regreso de Mowgli a la civilización como punto de partida para la trama. Favreau aprovecha los avances tecnológicos para acercarse al material original haciendo base en la adaptación de Disney (Kaa como antagonista hipnotizadora, por ejemplo, fue creación del querido Walt), pero con un enfoque más adulto y aumentando al máximo el factor aventura. Y cómo. El centro vuelve a ser Mowgli, y la selva. Otros humanos prácticamente no aparecen, más que como figuras lejanas, extrañas, creadores de la Flor Roja, notables únicamente por su capacidad de destrucción. La muerte, y por ende el peligro, no son ignorados. Los elefantes ocupan el rol de majestuosas fuerzas de la naturaleza, Shere Khan es verdaderamente letal y Kaa está lejos de ser un comic relief. El libro de la selva modelo 2016 atrapa durante todo el metraje. Favreau construye la historia de Mowgli en varios segmentos, cada uno cuidadosamente elaborado tanto desde lo narrativo como lo visual. El film no posee tiempos muertos ni escenas de sobra, cada momento posee valor propio. Si bien todas las versiones pertenecen al género de aventuras, esta lo hace inyección de adrenalina de por medio y el resultado es la más espectacular, épica y deslumbrante de todas. Cada escenario de la jungla es una nueva posibilidad de maravillar y jugar. Como Favreau entiende que la técnica por sí misma no es nada, los diseños atraen pero siempre como complemento a la aventura. La emoción del film proviene de un respeto por las historias que no es tan habitual en el cine contemporáneo. El cariño por sus personajes es claro, y sabe cómo compartirlo, gracias también a un elenco vocal excelente. Bill Murray y Ben Kingsley componen contrapuntos perfectos con sus Baloo y Bagheera, la Kaa de Johanssen hipnotiza más con su voz que con sus ojos, el Shere Khan de Idris Elba es la más amenazadora de sus apariciones y King Louie, bueno, es Christopher Walken, imposible de superar. Con diferencias y similitudes con ambas, El libro de la selva retoma la obra de Disney para acercarse un poco más a Kipling, y funciona y fascina porque las historias son pocas, pero las maneras de contarlas son infinitas.
Nuevo “Libro de la selva” visualmente deslumbrante Para todo el mundo la gran versión de "El libro de la selva" es la de 1967, producida por los estudios Disney y dirigida por Wolfgang Reitherman, aunque retrocediendo hacia 1942 está la gran película de Zoltan Korda protagonizada por Sabú, que más que nada se dedicaba a los problemas para adaptarse a la civilización del chico criado por lobos en la jungla, según el inmortal relato de Rudyard Kipling. Tan inmortal que en el medio y después de estos dos grandes títulos mencionados dio lugar a un sinfín de películas menores, y que ahora vuelve en la forma de esta nueva superproducción de Disney que utiliza al máximo las posibilidades de los efectos digitales, algo que el director Jon Favreau sabe hacer muy bien, como lo viene demostrando en films como "Iron Man". Pero, más allá de la tecnología que hayan tenido Korda, Reitherman o Favreau, lo principal siempre será esta historia de inocencia animal imaginada por un Kipling más reflexivo que el más violento hombre mono creado en la misma era victoriana por Edgar Rice Burroughs. (Tarzán es otro personaje que siempre vuelve; sin embargo, a pesar de docenas de versiones, ninguna logró capturar lo salvaje y truculento de su fuente literaria.) Pero volviendo a Mowgli y "The Jungle Book", esta nueva versión tiene en su contra la corrección política imperante en el siglo XXI, lo que da lugar a variaciones más livianas que las del mismísimo dibujito animado del 67, al punto de que salvo la gran serpiente (con la voz de Scarlett Johansson en la versión original) son bastante tranquilos. Por otro lado, de todas las opciones argumentales posibles para adaptar el original de Kipling, el guión ofrece casi siempre las más convencionales y previsibles hasta por las más chicos. En cambio, visualmente este nuevo "Libro de la selva" es absolutamente impactante y cada imagen de ese bosque tropical y su fauna es un triunfo total del cine digital. Sin duda, hay imágenes que merecen verse más de una vez. Entre los logros y los defectos, el elenco con grandes actores intenta repetir las canciones del anterior film de Disney, que siguen siendo simpáticas, aunque antes sonaban más frescas.
La aventura del hombre En la nueva película basada en el clásico libro de Rudyard Kipling, Disney demuestra que se puede hacer algo digno con la tecnología y el 3D. El cine de aventuras renace con emoción en esta nueva entrega de El libro de la selva, la película basada en el famoso libro de Rudyard Kipling en el que un niño crece en el medio de la selva. En 1942 los hermanos Korda filmaron la primera versión y posteriormente Disney se encargó de reactualizarla en forma de animación (la hizo en 1967, en 1994 y una secuela en 2003). Esta vez la compañía del ratón Mickey vuelve sobre este relato de supervivencia y le da la dirección a Jon Favreau, quien ya demostró capacidad en el manejo del entretenimiento y talento en el género en Iron Man 1 y 2. El director entiende que el cine es movimiento y el movimiento es la chispa que enciende el fuego de la aventura. Y no se puede empezar una buena película si no es corriendo, si no es con el vértigo puesto al máximo para que de entrada el espectador se sujete a la butaca y quede prendido y encantado. El “cachorro” humano huérfano es Mowgli (interpretado por Neel Sethi), quien todos los días se entrena en la selva con la pantera, su amigo y primer padre adoptivo y quien lo encontró después de que el tigre más malo del reino animal matara a quien aparentemente era su padre. La pantera es también quien se encarga de llevarlo a vivir con una manada de lobos para ponerlo a salvo de las garras asesinas. Como en toda buena película de aventuras, los malos y los buenos, el mal y el bien quedan rápidamente definidos. Habrá que luchar por la supervivencia y huir del enemigo. Para el tigre malo, los humanos son el Hombre. Y el Hombre hace daño y si hay un humano entre ellos hay que eliminarlo. Es así que Mowgli tendrá que abandonar su hogar si quiere salvar su pellejo y el de sus amigos, lo que en el género es la excusa perfecta para que empiece la aventura, un viaje que siempre trae, además de obstáculos y problemas, aprendizajes de todo tipo. Hay un homenaje entre gracioso y serio a Marlon Brando en Apocalypse Now. También hay sección musical pero en menor medida. Y los movimientos de cámara tienen la función de facilitarle al espectador el sentido de los desplazamientos y las peleas de los personajes. Mientras Zootopia sigue en cartelera, El libro de la selva se le suma como otro tanque de Disney con animales que hablan. Si bien los animales y el paisaje están digitalizados, esta película es una demostración de que se puede hacer algo digno con la tecnología y el 3D. Acá se aprovecha la técnica al máximo y se la aplica con un sentido cinematográfico.
Una fábula imposiblemente bella Asombro. Deslumbramiento. Admiración. Los adjetivos se quedan cortos a la hora de alabar la técnica empleada para animar digitalmente a todos los animales que aparecen en la bellísima nueva adaptación fílmica de El libro de la selva producida por la Disney. Un tanto lejos quedaron los primeros intentos de recrear la figura humana con cualidad símil fotográfica. Fue en el filme de 2001 Final Fantasy: el espíritu en nosotros que se procuró, infructuosamente vale aclararlo, alcanzar ese hiperrealismo. Causaba suma extrañeza ver el cuerpo humano convertido en un híbrido entre dibujo y fotografía. Ni chicha ni limonada. La película fracasó comercialmente aunque en lo artístico no llegó a pasar vergüenza. Una de las decisiones más importantes que tomaron los productores de esta flamante versión del libro de Rudyard Kipling fue utilizar a un niño de carne y hueso que pueda interactuar con todos los personajes del reino animal que llevan adelante la historia, que sí fueron concebidos a través de las computadoras con resultados inmejorables. La tecnología CGI seguirá su camino perfeccionándose aún más pero al momento de recordar cuál fue la película bisagra seguramente todos los dedos apuntarán a esta espectacular obra del director Jon Favreau. Al margen de la calidad de los efectos el otro triunfo enorme es la narrativa misma del filme manejada con mano maestra por Favreau. Son múltiples los factores que inciden en el trabajo de un cineasta y el responsable de Iron man se luce en todos y cada uno de ellos. La experiencia de administrar grandes presupuestos, lidiar con los irrazonables estudios y saber tratar a mega estrellas tan caprichosas como Robert Downey Jr. no puede ni debe ser subestimada. Las siete películas previas que integran su filmografía constituyeron el campo de batalla en el que se fogueó como profesional de la industria. En El libro de la selva Favreau apela a todo su conocimiento y dominio del lenguaje audiovisual ingresando por primera vez a la categoría de artista del cine. Muy pocos artesanos lo logran. Además de la capacidad técnica se requiere una sensibilidad muy fina para potenciar un producto que conforme al espectador común y al especializado. El libro de la selva es esa rara avis que emociona a todos por igual, chicos y grandes, por las bondades de un texto inoxidable donde la fábula de Mowgli y su lucha por encontrar su lugar en el mundo armoniza exquisitamente con la representación gráfica de la selva y sus moradores. Sin dudas una proeza técnica llevada a cabo por el director y su legión de colaboradores entre los que merecen destaque el director de fotografía Bill Pope, el editor Mark Livolsi, el diseñador de producción Christopher Glass, el compositor John Debney y la batería de efectos especiales a cargo de Weta Films, Digital Domain y Jim Henson’s Creature Shop entre muchos otros. Con todos sus aciertos estéticos El libro de la selva podría haber sido un proyecto fallido de no haberse escogido al niño correcto para encarnar al noble y valeroso Mowgli. No existía margen para el error. Cientos de candidatos fueron evaluados y por suerte de ese casting monstruoso surgió el expresivísimo Neel Sethi para ponerse en la piel, y casi diría el alma, del cachorro humano que siendo poco más que un bebé sobrevivió al ataque del feroz tigre Shere Khan (Idris Elba) para ser rescatado por la pantera Bagheera (Ben Kingsley) y luego entregado en adopción a los lobos que lo criaron como a un hijo propio. Años después el retorno de Shere Khan con ánimo vengativo desencadena terribles consecuencias en una comunidad que tiene sus leyes y códigos estrictos para la supervivencia. Además de la sabia Bagheera ahí estará para asistirlo el oso Baloo (Bill Murray) con su picardía e insaciable afición por la miel, y el aporte más episódico de la serpiente Kaa (que con la insinuante voz de Scarlett Johansson aporta quizás la escena más terrorífica) y el gigante primate Rey Louie (Christopher Walken) como antagonistas de transición o alternativos al principal, el temible tigre de Bengala quemado por la flor roja (fuego) que le ha dejado un aspecto aún más siniestro si cabe. Su condición innata de actor le ha servido a Jon Favreau para sacar lo mejor del pequeño foto libro 03Neel Sethi que actúa con una naturalidad admirable rodeado de toda la parafernalia técnica posible (pantalla verde, efectos con marionetas en vivo, actores con sensores para captura de movimiento que interpretan a los animales en el set, etc). Cuando se observa el descomunal trabajo ya concluido sólo queda agradecer por tanta magia a todos los involucrados. Son muchas las emociones que nos embargan durante los ajustados 105 minutos de metraje. La agitada aventura selvática de acción a lo Tarzán alterna con escenas de gran suspenso donde la vida de Mowgli corre un gran riesgo y que se amalgama de buena manera con un mensaje de respeto y proteccionismo entre las especies que es realmente conmovedora. Hay una secuencia en la que Mowgli con sus “trucos” (fruto del ingenio humano) ayuda a sacar un elefantito de un foso. La pantera y el oso son testigos privilegiados del rescate milagroso e intercambian una mirada tan increíblemente profunda y humana como para dejar en ridículo a los inexpresivos actores que animan a Batman y Superman en la última película de Zack Snyder. Si la técnica del cine permite rodar una escena de semejante resonancia emocional como ésa, el futuro… ya está aquí. Sólo se requieren los talentos que sepan utilizar estas formidables herramientas con la misma convicción y verosimilitud que el equipo de Favreau. Aplausos para ellos.
El poder de un clásico A casi 50 años del filme de Disney, la nueva versión de “El libro de la selva” llega como un llamado de la naturaleza para recordarnos el valor de los clásicos. Con la dirección de Jon Favreau (“Iron Man”), la película se destaca por su historia, claro, y por las nuevas tecnologías que hacen que todos los animales parezcan reales, mientras que el único real es su protagonista Mowgli (Neel Sethi). Esta historia de aventuras creada por el novelista indio Rudyard Kipling, ganador del Premio Nobel de Literatura, cuenta la historia de un niño criado en la selva por unos lobos, y que con la ayuda de un oso y una pantera debe tratar de sobrevivir al acecho de un tigre. Esta vez, Mowgli se enfrenta a desafiar sus propio poder, ese que lo hace tan humano. En sus manos está destruirlo todo, si así quisiera, sin embargo este niño invita a discernir entre el bien y el mal, la lealtad y el engaño, generando una gran empatía con el espectador. Definitivamente, es de esas películas que dejan una sensación de aprendizaje, una de esas películas que no significan dos horas perdidas en el rol de espectador. De esas películas poderosas que transmiten el valor de la naturaleza y la calidez de los paisajes selváticos. Esta nueva versión cinematográfica del clásico infantil es una cita obligada para disfrutar en familia -o solo porqué no- y redescubrir este relato que nunca pasa de moda.
Equilibrio en la naturaleza "El libro de la selva" cuenta la historia de Mowgli, un cachorro-humano criado en la selva por una familia de lobos, que se embarca en un fascinante viaje de autodescubrimiento cuando es forzado a abandonar el único hogar que conoció en su vida. Una película que impacta en lo visual y está excepcionalmente producida. Mowgli (Neel Sethi, debutante) se cría en la sabana salvándose de la muerte gracias a una pantera de buen corazón y líder de la zona, Bagheera (voz de Ben Kingsley). El pequeño había sido abandonado hace años y desde bebé, el felino lo dejó a cargo de una manada de lobos, lo más parecido a una familia que supo encontrar. Pero en el reencuentro de todas las especies que habitan en la naturaleza, que se produce tras una terrible sequía en un lago en el que todos se reúnen sin cazar ni ser cazados, solo para beber agua de ese estanque, Mowgli conoce a Shere Khan (Idris Elba), un temible tigre de bengala que promete tomar represalias con la manada si no le entregan al pequeño, porque afirma que en la ley de la selva el hombre es un ser prohibido -para los animales el niño solo es un “cachorro humano”, no todavía hombre-. Para evitar que su familia sea atacada, el nene decide irse por su cuenta y Bagheera lo llevará hasta la aldea humana más cercana, aunque en pleno viaje son atacados por el tigre que lo quiere como trofeo. En medio de la pelea de bestias Mowgli escapa y deberá aprender a sobrevivir solo, conociendo tanto temibles depredadores como algunos ocasionales amigos. Camino y aprendizaje La fuga continuará hasta que la noticia de algo inesperado hará que el pequeño muestre nuevamente su valentía y decida volver a ayudar a los seres que lo adoptaron y criaron. Sus mentores le enseñarán a que actúe como debe hacerlo, siendo fiel a su esencia, pero aquí encontrará un conflicto moral (a sus siete años) entre si su espíritu es más animal o humano. Basada en la clásica fábula de Disney, realizado con acción real y animales recreados por computadora, “El libro de la selva” impacta en lo visual, excepcionalmente producido, tanto como por su encanto de humanizar la convivencia de las especies animales. Si bien existen estamentos, líderes, manadas, depredadores y demás, su peso romántico y sentimental la hacen única en su simpleza, paradoja tras la complejidad de su realización. La nueva adaptación no necesariamente es una vuelta de tuerca ni un retrato fiel a su original, y allí el secreto de su novedad: respeta sus cánones y mantiene el encanto (fantasía, escenas musicales que no llegan a hartar), incrustando a la vez nuevas temáticas y otra profundidad.
Es de Disney la franquicia, no da para tocarla demasiado y sin embargo, Jon Favreau, el simpático-con-cara-de-buen-tipo de Hollywood, que parece hacer plata con cualquier cosa que realice, se despachó con un producto notable. El libreto es el conocido por todos: Un huérfano criado por lobos y apadrinado por la pantera Bagheera (Ben Kingsley doblado por Enrique Rocha) debe huir con la ayuda del oso Baloo (Bill Murray doblado por Héctor Bonilla) a la aldea humana para evitar que el tigre Shere Khan (Idris Elba doblado por Víctor Trujillo) lo asesine luego de haber jurado venganza. “El libro de la selva” se puede analizar desde varios aspectos. Tomaremos tres en particular en orden de importancia. Cambios respecto del clásico: Hay varios, lo cual no va en desmedro de la calidad. No hablemos de la cantidad de licencias que históricamente Disney se ha tomado a la hora de adaptar cuentos clásicos. Los cuentos de Rudyard Kipling no fueron la excepción. “El libro de la selva” de este año se basa claramente en la original de 1967, pero aquella arrancaba desde la infancia de Mowgli (Neel Sethi doblado por Ángel Rodríguez). Aquí partimos desde el niño ya criado por lobos que se siente absolutamente parte de su manada. Otras diferencias residen en el grado de importancia que tienen los elefantes en el relato (se les rinde pleitesía hoy, sobre la base de haber sido ellos quienes con sus huesos han formado la jungla a lo largo de los milenios), y también el de Kaa (Scarlett Johannson doblada por Susana Zabaleta) que sigue con su poder hipnótico, pero luego desaparece de la historia casi como un cabo suelto. Tal vez las diferencias más importantes tengan que ver con el final (¿pensando en secuelas?). Por un lado, que el enfrentamiento culmine esta vez tiene lugar en el área de hábitat del chico, quien en realidad frena su camino hacia la aldea de los hombres para volver a su lugar y defenderlo. Por el otro, aparecía una niña al final de la anterior, dando por sentada una clara razón para que Mowgli decida quedarse. Esta idea queda desterrada para darle paso al núcleo central sobre el que Jon Favreau decide hacer hincapié: El sentido de la pertenencia a un lugar, y la unión que construye la fuerza para enfrentar al invasor. Es más, hay un credo que la jauría de lobos recita pero nada que Alejandro Dumas o Hugo del Carril no hayan escrito antes. El contenido: Justin Marks escribió un guión que pese a estar pensado “para toda la familia” tiene un buen lugar para indagar en la fragilidad y la desprotección del personaje central, y en la oscuridad del villano de turno. Estos dos contrapuntos son los que logran mantener vivo el interés de una película que se percibe algo excedida en longitud, pero esto está atenuado por el poderío visual. Mowgli es un niño adaptado y adoptado por el entorno del cual se siente parte, y por ello la instalación del verosímil funciona de manera tal que los dos vectores, que funcionan como amenaza latente, son la posibilidad de perder su hogar y su “gente” desde su perspectiva, y desde la de los animales de la selva la convicción de que el hombre (dominador del fuego) es responsable de la destrucción del medio ambiente. Las dos sensaciones prevalecen en forma correlativa y se constituyen como los grandes mensajes la película. Los efectos especiales: Aquí se trazará un antes y un después en la animación digital. Salvo el niño, casi no hay elementos en esta producción, ni siquiera exteriores. Casi todo se filmó en un estudio con escenarios diminutos a la altura del joven actor para que éste no se lastime. Las bases de algunos árboles, un poquito de agua de río, y un par de lianas de las cuales Neel Sethi se cuelga, es lo único de utilería. El resto, incluidos los animales en su totalidad, son digitales (aunque en varios casos se utilizó la técnica de captura de movimiento). O sea, todo es una gran ilusión puesta en marcha al servicio de la historia con lo cual es imposible no mencionar la dirección de arte. Si Hollywood tiene buena memoria, deberíamos tener ya a una gran candidata a varios rubros en el Oscar del próximo año. “El libro de la selva” encontrará seguramente la aprobación general en formato de entradas vendidas, pero este es uno de los ejemplos en los cuales las grandes producciones tienen con qué devolver al espectador el precio de la entrada.
Codo a codo con Robin Hood, El libro de la selva fue una de las mejores adaptaciones de Disney con animales caricaturizados. Cuando Disney trabaja con animales, su resultado es serio: el pulpo del entretenimiento tiene la habilidad de resaltar los personajes con tintes del animal en cuestión, en vez de forzar versiones enfáticas y grotescas. Hace unos meses, lo logró con creces en Zootopia, con esa suerte de Dubai poblada por herbívoros y depredadores. Y ahora, con esta revisión del clásico de Kipling, complemento con animación computada a la clásica animación de 1967. Si el espacio de Zootopia es una utopía, la convivencia entre seres naturalmente antagónicos, el de El libro... es una arcadia, un lugar idílico donde los animales cuidan su entorno natural. El elemento discordante es Mowgli (Neel Sethi), el único humano del film. El chico huérfano fue adoptado por la pantera Bagheera y criado como un par por una manada de lobos; pero el tigre Shere Khan, sabedor de la amenaza que supone el hombre con el fuego, demanda su expulsión. Hay un mensaje interesante: Mowgli es ciertamente humano y potencialmente peligroso, pero como individuo no es culpable. Y sus ayudas manuales son vistas como “trucos” por el resto, lo cual infunde simpatía y también admiración. La expulsión de Mowgli es seguida por una cacería; Shere Khan tiene un asunto pendiente con el chico que éste desconoce; desea eliminarlo. En el camino aparece otro amigo protector, el oso Baloo, y la narrativa entra y sale de la acción con elegancia. Aparte del logro visual, que inicialmente resulta tosco pero luego cautiva, la película destaca por las voces. Sería otro Baloo sin la de Bill Murray, y lo mismo vale para Ben Kingsley con Bagheera, Christopher Walken con King Louie, y Scarlett Johansson con la serpiente Kaa. En suma, a evitar la versión subtitulada.
Uno de los estrenos familiares del 2016. Una película entretenida, colorida, bien actuada por parte de Neel Sethi y bella visualmente. El abuso de los efectos especiales, a diferencia de tantas películas parecidas, no cansa ni abruma. Un espectáculo de calidad para toda la familia. Una remake que vale la pena disfrutar en pantalla grande.
Un clásico por derecho propio Con El libro de la selva (2016) Disney toma distancia y se proyecta por delante de otras producciones que también ofrecen en términos técnicos diversas (re) creaciones del mundo animal elaborado enteramente en CGI, algo que muy menudo llama la atención debido a una evidente artificialidad. El libro de la selva, el clásico de la literatura de aventuras escrito por Rudyard Kipling y editado en 1892, narra las aventuras de Mowgli (estupendo Neel Sethi), un niño criado en la selva por lobos, al cuidado de su “madre” la loba Raksha (Lupita Nyong’o) quien junto a Akela (Giancarlo Exposito) el noble líder de la manada, harán todo lo posible para protegerlo e integrarlo a los suyos. El caso es que el temible tigre Shere Khan (Idris Elba) se encuentra decidido a terminar con la vida de Mowgli ya que considera y generaliza que la presencia del hombre o el cachorro humano en la selva representa una amenaza. Para proteger a los suyos, Mowgli deberá abandonar el único hogar que ha conocido, lanzándose a la aventura -en su más clásica concepción como alegoría de un viaje de autodescubrimiento-, acompañado por la pantera Bagheera (Ben Kingsley), quien oficia como su mentor y, el siempre jocoso oso Baloo (Bill Murray). En su camino, Mowgli se encontrara con el más variopinto elenco del reino animal como Kaa (Scarlett Johanson), una serpiente de mirada hipnótica y voz seductora, o el Rey Louie (Christopher Walken), un gigantesco orangután que buscara valerse de Mowgli para robar el secreto de “la flor roja”: el fuego en dominio del hombre. Sin miedo de lidiar con elementos de competente claridad y otros tantos de una imperante oscuridad, Jon Favreau (Iron Man y Chef), alude respetuosamente en su producción a subrayar reminiscencias del clásico animado de Disney en 1967 y a su vez manifiesta un gran conocimiento del libro original de Kipling, dando mayor profundidad emocional a los icónicos personajes desde una probada y exuberante adaptación. Previo a su estreno pesaba mucho temor sobre esta adaptación del clásico de Rudyard Kipling, dado que el artificio tecnológico podía atentar contra la esencia misma de la obra en una versión carente de alma. El caso es que Disney Studios y Jon Favreau salen al ruedo demoliendo todos los prejuicios existentes, entregando una emotiva transposición fiel a la obra de Kipling, y su recordada adaptacion animada, donde los recursos digitales son sólo una herramienta más al servicio de un imponente relato. No podemos olvidar la descomunal e increíble interpretación del pequeño Neel Sethi en su debut cinematográfico, quien lleva la película sobre sus hombros desde una interpretación plena de inocencia, ingenuidad y frescura manifiesta en la pantalla. En cuanto a Ben Kingsley, Christopher Walken, Scarlett Johanson, Lupita Nyong’o e Idris Elba, que prestan sus voces a los personajes de El libro de la selva, cada uno de ellos se compenetra con el carisma idóneo para sumergirse de lleno en sus caracterizaciones. Pero el caso de Bill Murray, quien pone la voz al oso Baloo, que evidencia una perfecta armonía con su personaje, ya que es imposible no mirar el comportamiento y rostro de ese simpático oso, sin ver reflejado todo el repertorio de adorables sinvergüenzas que Murray ha llevado a la pantalla grande con anterioridad. Cierto es que los efectos visuales de El libro de la selva poseen un encanto y un registro fotorealista sin precedentes a partir de las actitudes de “socialización humana” de muchas criaturas del reino animal, pero esta es una película de factura clásica, donde los logros técnicos pasan a un segundo plano dada la catadura del relato, como ocurriese hace un tiempo atrás con La Vida de Pi (2012). El libro de la selva, de Jon Favreau es un gran espectáculo que nos hace (re) descubrir esta obra maestra del cine y la literatura con los ojos de un chico, quedando a merced del encanto y la esencia misma de la aventura, desde la naturaleza conmovedora y entretenida de una película que sin lugar a dudas perfila a convertirse en un clásico por derecho propio.
El libro de la selva Desde las paginas el regreso a la selva El libro de la selva en su nueva versión es dirigida por Jon Favreau (Iron Man), quien realizo un gran trabajo como director en la composición visual de cada toma de la película así como el ritmo que lleva la historia, por otro lado vemos un gran trabajo actoral por parte del pequeño niño que tiene gran parte del peso de la película pero también un gran desempeño en las voces de cada animal que interviene en la historia. La historia es un relato simple, con una travesía de viaje en donde el pequeño Mowgli (Neel Sethi) crece internamente mientras la historia avanza, si bien es una historia sencilla cierra en sus distintos puntos para el entendimiento y entretenimiento del espectador, es realmente destacable el papel de Neel Sethi que logra una buena performance actoral.Un punto también destacable es el trabajo de doblaje que esta muy bien logrado trasmitiendo la esencia y naturaleza de cada animal, el trabajo de las voces poniendo la personalidad del personaje es excelente y acompaña el desarrollo de Neel Sethi. Los efectos visuales que tiene la película son increíbles, están bien planteados y son muy creíbles en las texturas de los animales, así como en el ambiente de la selva. Es una película recomendable para toda la familia, con buenas actuaciones, buen trabajo visual y que representa la esencia de la película original sin profundizar en la parte musical y mezclandolo con la base de la historia original por lo que llega a mas publico. Una de las grandes sorpresas en la temporada de los tanques de superheroes entre el estreno de Batman V Superman y Capitán América: Civil War.
Hay un pequeño error al finalizar la proyección de El libro de la selva. Sobre los créditos finales, lo primeros que uno lee es “Basada en las novelas de Rudyard Kipling”, más exacto sería decir, que está basada en el clásico animado de Wolfgang Reitherman de 1967. Porque esta nueva versión se encuentra en el plan Disney de llevar a la acción real, varios de sus films animados más recordados, tal cual lo hizo con Cenicienta, Maléfica/La Bella Durmiente, y Alicia en el país de las maravillas. Al nuevo film de Jon Favreau (a esta altura tan reconocido como actor y como director) sólo le faltaría una pátina de pintura para parecerse aún más a aquella que quiere imitar/homenajear. Los animales no son antropomorfos, pero hablan un perfecto inglés (salvo algunos en una suerte de decisión arbitraria), y si se tiene la posibilidad de verla en su idioma original, las voces son tan reconocibles que hasta podremos ver los rostros de los intérpretes reflejadas en sus criaturas. Algo similar ocurre con el fluido montaje, potenciado por un nítido y cristalino 3D que otorga profundidad; las secuencias nos haran recordar la liviandad de un trazo animado. Salvo alguno de trasfondo, el único humano al que veremos es al nobel Neel Sethi, en la piel de Mowgli, el niño abandonado en la selva, criado por los lobos, y con la pantera Bagheera (voz de Ben Kingsley) como mentor. Mowgli es un lobo más, y hasta se le niega el uso de algún artilugio humano. Pero en el camino se cruza el tigre Shere Khan (voz de Idris Elba), quien viéndolo como una amenaza, solo desea eliminarlo. Pese a las súplicas de su madre adoptiva Raksha (voz de Lupita Nyong’o, quien parece perfilarse como actriz para personajes digitales a la par de Andy Serkis), Bagheera aparta a Mowgli para protegerlo/se y le exige regresar con la aldea humana. Es así, que Mowgli terminará encontrando al oso perezoso Baloo (voz de Bill Murray), quien le enseñará un nuevo estilo de vida y aprenderán el valor de la amistad. Como ven, si leyeron los relatos de Kipling el extracto vuelve a ser bastante escueto (nos sigue quedando la menospreciada adaptación de 1994 a cargo de Stephen Sommers), en cambio, del film de 1967 tenemos (casi) todo. Lo llamativo de esta adaptación, es que pese a tener a la película animada como deudora, posee una gran indefinición en los tonos. Por un lado, en varias humoradas y en el agregado de dos canciones forzadas, se entrevé una clara intención infantil. Pero también posee un grado de violencia y cierta complejidad de algunos asuntos, que nos hacen pensar más en un target adulto. Detalles, esta El libro de la selva tiene todo para ser un buen divertimento, con mensajes y analogías incluidas. Y algo fundamental en estos tiempos, su duración no es de por más extensa. La atención jamás se desvía y sabe focalizar en lo que realmente importa. Neel Sethi como Mowgli, hay que decirlo, resulta irritante. Habrá que ver al niño en otros papeles, aquí peca de una impostura demasiado “canchera” para ser alguien que solo conoce animales de la selva. Los animales compensan sobradamente, a los mencionados faltaría agregar a Christopher Walken como el orangután Louie (por supuesto, en plan clan mafioso amistoso), la seductora serpiente Kaa con la carrasposa voz de Scarlett Johanson, y los legendarios Giancarlo Esposito como el lobo Akela y Garry Shandling como el puercoespín Ikki; si hasta Sam Raimi tiene una pequeña participación a descubrir. El trabajo en la digitalización es impecable, el ensamble voz, rostro, e interacción con Mowgli es natural y logrado. Para ver en familia, o hacerse una escapada solo; sin ser una maravilla, El libro de la selva atrapa y entretiene. Quizás no perdure como un clásico, pero la sensación es la de haber invertido tiempo y dinero de entrada/s en algo noble.
Ya hemos visto cómo Disney transfotma sus clásicos animados en películas “con actores” llenas de trucos digitales. Pasó con Cenicienta y pasó con La Bella Durmiente (transformada en Maléfica, y que no es una mala película). Pero por fin, con El libro de la selva, aparece una gran película, mejor que el film de 1968 -el último supervisado por un Disney ya enfermo. Aquí hay un director, Jon Favreau, que además toma en cuenta otras versiones del libro de Kipling: la clásica de Zoltan Korda con Sabú, y la más reciente de Stephen Sommers, ambas más fieles a los cuentos. Favreau toma todo y hace algo insólito para hoy: construye un sólido y conmovedor film de aventuras, la historia original del niño criado por animales, sin las urgencias bochincheras de las actuales películas de acción. Aquí hay tiempo justo, personajes inolvidables y, sobre todo, un tratamiento del universo digital que tiende a la máxima naturalidad. Realmente sentimos los árboles, las hojas, el sol, el agua, la lluvia. Ya no porque se haya registrado con amor, sino porque se los ha reproducido con respeto. Y también el mundo animal: la creación digital sigue el estándar que Disney estableció en 1942 con Bambi, el punto medio entre la estilización poética y el realismo fotográfico. Y en medio de todo este entorno creado, el pequeño Neel Sethi, el único ser de carne y hueso, que nos hace creer -y nos hace emocionar- actuando solo, frente a paneles azules. Una de las hazañas es esa: que el juego de un niño se transforme en una aventura que nos devora.
"El Libro de la Selva" va a sorprenderte (nuevamente) pero de una forma diferente si alguna vez leíste el cuento o viste la peli de Disney. Jon Favreau y todo su equipo de animadores hacen realidad, de forma real, el mundo de "El libro de la selva" para dejarte boquiabierto de principio a fin. Película totalmente familiar, con momentos emotivos, aventura y la moraleja que Disney nos tiene muy acostumbrados. Los efectos especiales son de otro planeta y te aseguro que nunca vas a notar un solo error de animación en la movilidad de los personajes animales porque definitivamente son tan reales que vas a salir pensando que hablaban en serio. Humor, una selva bellísimamente realizada y la presentación de Neel Sethi, el nene protagonista que se lleva la película como nadie... y pensá, vos que estás por ir a verla, que todo lo que hizo el pequeño lo actuó en croma verde... un genio. Gran peli para todas las edades e incluso válida para una salida de adultos, porque el niño interior, con este tipo de historias, se queda más que contento.
Un mundo artificial fabuloso y super creíble con un relato un poco escaso de humor que será del agrado de toda la familia, aunque seguramente los adultos no podrán quitar de su corazón la película original de 1967 con la cual crecieron. Lo único real en este film es el joven Neel Sethi, que dicho sea de paso, ha realizado una..
No es muy fácil ver con fluidez películas de acción real en las que los animales, animados o no, hablan. No es el caso de “El libro de la selva”. La mayor parte del tiempo se disfruta lo que dicen y cómo lo dicen, en parte debido a la acertada elección de actores para dicha tarea. Hay algo del asombro y la respuesta rápida –especialmente en las variadas especies menos protagónicas- que probablemente venga de aquel montaje hilarante de la BBC. Lo tienen, ¿no? El animal en su hábitat natural, pero reaccionando con el timing de un comediante improvisador. El doblaje, particularmente en Disney, suele cuidar que esas cosas no se pierdan en la traducción. De todos modos, por si acaso recomiendo ver el film en su idioma original. Es una buena película. Sobre todo considerando la doble responsabilidad que debió acatar aquí Jon Favreau, director. En primer lugar, se trata de un proyecto que lleva la insignia Disney, con todo lo que eso implica. Hay un legado previo que fue uno de los éxitos más grandes de la historia del cine y que la compañía del tío Walt querrá cuidar en su mayor parte. Sin ser demasiado aleccionador ni demasiado solemne, Favreau mantiene ese espíritu intacto. Es sólo en las dos canciones (icónicas, y también usadas como motivos durante varios instrumentales del film) donde se percibe cierta incomodidad. Se insertan de forma extraña al relato y a sus interpretaciones les falta convicción, especialmente la del Rey Louie (Christopher Walken, delicioso), que amenaza con un grado de oscuridad que no termina de instalarse. La otra responsabilidad tiene que ver con entretener, lisa y llanamente, y el director la cumple con creces. Sin tomar por tonto al espectador, ofrece la dosis justa de miedo y diversión, de maldad y heroísmo, en una montaña rusa que se resetea con buen timing. La operación es simple: tensión y reposo. El pequeño Mowgli (Neel Sethi) realiza su travesía y se tropieza con obstáculos. En pequeñas secuencias de acción, los va enfrentando; cada vez con mayor dificultad pero también con mayor inteligencia. Allí, entonces, el aprendizaje, también doble. Un protagonista que se transforma, por un lado. Por otro, el público que vuelve a descubrir que nada hace ruido cuando está claro el movimiento. La cámara filma en contra del avance de Mowgli, se choca con él en un efecto que es trepidante; pero el chico no deja de correr. Por eso puede llegar del reino de Louie hasta la aldea de los humanos y luego cruzar hacia la manada de lobos en dos minutos reloj. El cine es único, entre otras cosas, porque nos convence de eso que dicen de que el mundo es un pañuelo. Y de repente, un chico recorre la selva entera en dos minutos. Y nosotros no decimos ni ‘mu’.
Nueva adaptación de El Libro de la Selva, esta vez en 3D, mezclando personajes de carne y hueso con CGI y un reparto de voces de lujo. Yo vivía en la selva…. Mowgli se crió en la selva, con una manada de lobos y una pantera vigilando su crecimiento. Luego de que una enorme sequía asola el lugar, todos los animales deben respetar la Tregua de Paz para compartir el poco agua que queda; incluyendo al peligroso tigre Shera Khan, quien fija en el joven humano todo su odio y lo quiere como presa. Ahora Mowgli debe enfrentar la peligrosa situación sin que sus seres cercanos mueran intentando buscar su lugar en el mundo. ¿Para los más chicos? Voy a empezar a comentar quizás lo único malo que le vi a El Libro de la Selva y es su tono poco definido, mejor dicho, lo poco claro que está el entender a qué publico intentó apuntar el director Jon Favreau a la hora de llevar adelante la película. Por un lado el film es bastante violento (específicamente en las peleas entre animales) y más de un nene chiquito se va a asustar con eso, o con lo atemorizantemente real que se ve el tigre Shera Khan. Pero por otro lado tenemos unos cuantos de gags bastante tontos, e incluso un par de canciones de esas pegadizas para que canten los más peques del hogar, que se contradice un poco con la violencia que por momentos vemos. Así que por ese lado desde Alta Peli les aconsejamos tener esto en cuenta si piensa llevar a algún menor de 10 años a ver la película con ustedes. Pero si deciden ir a ver este film sólo por gusto propio como grandulones que son, se van a encontrar con muchísimas cosas positivas. Una de ellas es que por fin el 3D tiene una razón de ser y está bien usado. Todas las carreras y corridas estilo parkour por parte de Mowgli usan este recurso de forma excelente y nos adentran en esa espesa jungla a los pocos minutos de metraje. Otro punto a favor es lo bien que esta usado el elenco de actores para las voces de los animales. Podemos escuchar a Bill Murray, Ben Kingsley, Lupita Nyong´o, Christopher Walken, Giancarlo Esposito, Idris Elba y Scarlett Johansson. Estos dos últimos se lucen y le aportan una tremenda personalidad a sus personajes; Elba intimidando y causando hasta cierto miedo como el letal Shera Khang, y Scarlett Johansson aprovechando voz para recrear la característica serpiente seductora de la historia. Alta Peli tuvo la posibilidad de ver la película desde las nuevas butacas D-BOX, que se mueven acompañando los movimientos de cámara. Quizás la comparación más cercana sea con la de los joysticks de una consola como la Playstation, que vibraban en determinados momentos buscando sumergirnos todavía más en la acción. Aunque al principio se debe reconocer que es algo novedoso y divertido, el efecto se pierde a los pocos minutos, llegando al punto de olvidar que no estamos sentados en una butaca común y corriente. Conclusión El Libro de la Selva es una buena película, entretenida, con un impresionante poderío visual y una historia simple pero que engancha. Probablemente el mayor problema lo vayan a tener los padres que de buena fe lleven a sus hijos más pequeños a ver una de animalitos, y se terminen encontrando con una experiencia mucho más intensa de lo que esperaban. Lo mejor será verla y disfrutarla para satisfacer al niño que todavía llevamos dentro.
Un cuento moderno y atemporal El cine “de Hollywood” (del nuevo Hollywood global, podríamos pensar) vive tiempos de revisionismo, tal como he resaltado desde estas páginas en ocasión de otras reversiones. Pero no se trata de nuevas reinterpretaciones de cuentos clásicos (folclóricos o de autor) sino de una vuelta sobre las propias miradas que se convirtieron en versiones canónicas, los rostros (animados o de actores) de los personajes que animaron la imaginación (cuando comentamos “Victor Frankenstein”, descubrimos que incluso Mary Shelley se nos aparece con la cara de Elsa Lanchester). Es que con más de un siglo de andadura en las costillas, el cine es un arte maduro que empieza a trabajar sobre sus propios clásicos, reinterpretando sus contenidos tanto desde nuevas interpelaciones de época como desde los recursos técnicos siempre en evolución (una particularidad que distingue al séptimo arte de los otros). Y la “fábrica de sueños”, la empresa Disney, no podía quedarse atrás: viendo que otros se metían con sus hijos dilectos (“Blancanieves y el Cazador”, o las reinvenciones de Peter Pan), se abocó a la tarea con “Maléfica” y la Alicia de Lewis Carroll, entre otros casos, e incluso con franquicias ajenas (“Oz, el poderoso”). Desde el clásico “El libro de la selva”, en 1967, fue un punto de inflexión. En cierta medida, con sus canciones de los hermanos Sherman, su diseño de personajes y la personalidad concedida a los mismos, fue un puente entre la era clásica de Disney y la moderna: entre “Bambi” y “El Rey León”. Y fue un desafío, al basarse en los textos de Rudyard Kipling sobre los vírgenes territorios de la India. Kipling, con sus contradicciones: británico nacido en la colonia, celebratorio de la supremacía imperial pero con la India dentro suyo, y parte de una cultura de fascinación de la “blanca Albión” por los relatos de viaje. Volviendo a aquella cinta animada, dirigida por Wolfgang Reitherman (la primera de la compañía tras la muerte del viejo Walt), se encargó de hacer amigables para los niños aquellos relatos llenos de muerte y ferocidad, de “la ley de la selva” propiamente dicha. Por eso, el nuevo desafío para Jon Favreau al frente de la versión 2015 sin duda pasó por unir los tiempos y los diferentes discursos: apelar a un realismo fantástico (ya presente en la antropomorfización que hace Kipling, sin olvidar al mismo tiempo que son animales y se rigen como tales), y al mismo tiempo hacerle justicia a la cinta canónica. Bajo la piel Y el resultado es impactante, ya desde el hecho visual. Porque desde los primeros minutos se genera una ruptura: los animales son animales tal como los veríamos en un filme “realista”, pero al mismo tiempo tienen voz, sentimientos y motivaciones humanas, lo que obliga al espectador a “recalcular” para empatizar con ellos. La nobleza envuelta en el porte estilizado y temible de la pantera (masculina) Bagheera; el amor maternal guardado bajo el pelaje de la loba Raksha; el resentimiento y la crueldad del temible tigre de bengala Shere Khan; la bondad intrínseca del atorrante y voluminoso oso Baloo; el accionar taimado del rey Louie de los monos, con unos ojos tan humanos como sólo un primate puede tener; y la seducción hipnótica y mortal de la serpienta Kaa (aquí más anaconda que pitón, dicen los que saben), que crece como personaje femenino; la figura de la ley encarnada en Akela, líder de los lobos, la otra figura paterna para el protagonista junto con la pantera; entre otros. Todos ellos como contrafiguras del pequeño Mowgli encarnado por Neel Sethi, un niñajo de ascendencia india que derrama simpatía y se roba la película, actuando con naturalidad en un rodaje en el que interactuó con personajes que no estaban en el set sino que fueron agregados posteriormente, y que al mismo tiempo le ha exigido mucho despliegue físico. Su pequeña figurita casi desnuda será la referencia humana entre tanta ferocidad y desmesura. Actualidad y homenajes Porque en esta mirada más “adulta” de la historia no se ha ahorrado violencia (como lo descubrirá Akela, para su desgracia): Shere Khan pelea como un tigre con las peores motivaciones de los hombres, y sus duelos (especialmente con Bagheera) son una explosión de salvajismo. La selva, por su parte, se representa como un espacio mítico, infinito y eterno (como la selva de Pandora en “Avatar”, dijo alguno; la compañía Weta de Peter Jackson también fue parte del despliegue visual), retomando esa percepción decimonónica de lo inexplorado, del mundo imaginado a partir de los relatos de viajeros. En otro extremo, se recuperan las canciones clásicas como “I wanna be like you”, la de Baloo, en el metraje, doblada en la versión que se ve aquí; de todos modos, la podemos escuchar en versión original por Bill Murray, junto con “The bare neccesities”, también del oso, o “Trust in me”, el tema de Kaa, interpretado por Scarlett Johansson. Es una lástima no disponer de una versión subtitulada con las voces originales, pero con el sistema de captura facial algo de Murray, Johansson, Idris Elba (Shere Khan), Ben Kingsley (Bagheera), Lupita Nyong’o (Raksha), Christopher Walken (King Louie) y Giancarlo Esposito (Akela) permanece en los personajes. Favreau puede darse por satisfecho: logró una película con acción, emoción y enseñanzas, con una visión moderna y respetuosa de la tradición: un cuento sin tiempo para los tiempos que corren.
“La ley de la Selva es tan antigua y natural como el cielo, cuando un lobo la cumple prospera y cuando la quiebra muere, el lobo es la fuerza de la manada y la manada es la fuerza del lobo.” De la mano de Disney llega una nueva adaptación cinematográfica basada en el clásico literario del mismo nombre escrito por el británico Rudyard Kipling y publicado en 1894. El relato está contado por Bagheera, una pantera negra que unos años atrás había rescatado a un niño humano al que llamó Mowgli y que dió luego a los lobos para que lo criaran dentro de su manada. El lider de los lobos es Akela, pero fue Raksha la hembra que crió a Mowgli como a su propio hijo, dandole el amor y la calidez de un verdadero hogar por lo que el niño creció considerando a los lobos como su única familia y a Bagheera como algo parecido a un padrino, muy exigente, protector y afectuoso a la vez. Los lobos respetan a rajatabla la Ley de la Selva y se la enseñan a sus cachorros desde pequeños, por ende Mowgli también aprendió a repetirla y respetarla. Llega un año de sequía que afecta a todos los habitantes de la selva, “la roca de la Paz” es revelada y nace “la tregua del Agua” llevando a todas las especies animales a converger en esa laguna que ha quedado de lo que era un gran río donde pueden beber en paz y armonía. La presencia de Mowgli causa asombro en los demás animales que nunca han visto un cachorro humano pero al mismo tiempo despierta la ira de Shere Khan, un tigre agresivo y feroz que odia a los humanos; alegando que el niño pronto se convertirá en un hombre asegura que será un peligro para todos los presentes y que por ende no debería estar en la selva. Se produce un choque verbal entre el tigre y los lobos que junto a la pantera defienden a Mowgli; Shere Khan les advierte también que aunque piensen que ahora estan a salvo cuando regresen las lluvias y la roca de la paz desaparezca debido a la crecida del río la tregua del agua terminará y el podrá atacarlos. La llegada de las lluvias lleva a los lobos a debatirse sobre el futuro de Mowgli quien decide dejar la manada para no exponerlos a un ataque por parte del tigre. Bagheera entonces se ofrece a llevarlo hasta la aldea humana donde se supone que estará a salvo de las garras de Shere Khan y de ese modo los lobos tampoco correrán peligro. Pero poco después veremos que no es así porque el tigre no se detendrá hasta atrapar a Mowgli para matarlo. A partir de este momento Mowgli se embarca en una gran aventura que lo llevará a encontrarse con extraños personajes tales como una manada de elefantes, la única especie a la que todos los animales veneran, admiran y respetan como si fueran dioses ya que se les adjudica la creación de la selva y de todo lo que hay en ella. Mowgli también se cruza con Kaa, una enorme y astuta serpiente, con Baloo, un oso perezoso un tanto mentiroso que vive en una cueva, y con Rey Louie, un gorila gigante (gigantopitecus) quien debido a su sed de poder desea acceder al conocimiento de la “Flor roja”, nombre que los animales de la selva le dan al fuego, la creación humana más poderosa y peligrosa que han visto. Mowgli hasta el momento había intentado convertirse en un gran lobo como el resto de su manada, pero para derrotar a Shere Khan y salvar su hogar deberá hacer todo lo contrario, aprender a ser humano y a luchar como tal, usando su ingenio y su intelecto para hacerse de ciertos trucos que lo diferencian del resto de los animales. Se trata de una historia protagonizada en su mayoría por animales. Todos inclusive Mowgli, hablan y se entienden entre sí, pero el espectador los escuchará en ingles en la versión original subtitulada o en castellano en la versión doblada. En su versión original cuenta con las voces de: Ben Kingsley (Bagheera), Idris Elba (Shere Khan), Bill Murray (Baloo), Lupita Nyong’o (Raksha), Christopher Walken (Rey Louie), Scarlett Johansson (Kaa), Giancarlo Esposito (Akela), y con la actuación del niño estadounidense Neel Sethi como Mowgli. La película está escrita por Justin Marks y basada en el libro de Rudyark Kipling. El director del film es Jon Favreau (Zathura una aventura espacial, Cowboys & Aliens, Iron Man: el hombre de hierro, Iron Man 2 y Iron Man 3, Chef: la receta de la felicidad). Disney por su parte ya había realizado otras dos adaptaciones cinematográficas de “El libro de la selva”, primero una versión animada del mismo nombre en 1967 y luego en 1994 una película con acción en vivo titulada “El libro de la selva: la aventura continua”. Un relato muy bien narrado desde el guión y su aspecto visual ya que no pierde credibilidad aunque casi todo el film haya sido realizado por computadora. Acompañan esta historia algunas canciones interpretadas por los protagonistas aunque no se trata de un musical, sino más bien de un film de aventuras con algunas partes dramáticas, varios toques de humor y un poco de acción, entretenido y muy disfrutable para grandes y chicos, aunque no lo recomiendo para menores de 7 años debido a que posee algunas escenas un tanto violentas que podrían asustarlos. Se presenta en varios formatos según la sala: 2D, 3D, 3D con butacas D-Box (Butacas con efecto de movimiento que se activan según lo que sucede en la película) en Hoyt Abasto y Cinemark Malvinas, XD en algunos Cinemark y Hoyts, 3D Monster Screen (pantalla de piso a techo y todo el ancho de sala con sonido Dolby Atmos) en Village Neuquen y Pilar, 3D Xtremo en Multiplex Pilar, y Imax 3D en Norcenter (pantalla gigante de casi 7 pisos de altura).
La nueva película infantil del director Jon Favreau (Iron Man), es un verdadero espectáculo visual con buenas escenas de acción y una bella fotografía. El realismo animal es increíble y sorprende lo bien que se ajustan las voces humanas sobre criaturas que no son antropomórficas. El filme es más bien una adaptación de la versión animada de Disney de 1967 que de la obra de Rudyard Kipling, contando nuevamente la historia de Mowgli (Neel Sethi), un niño abandonado que fue criado por los lobos, pero que se ve forzado por fuerzas mayores a abandonar su confortable selva para reconciliarse con el mundo de los humanos. Sin duda, el cuento traza una parábola con la maduración, en el que el niño se encuentra con varios personajes que lo tientan con la buena vida, que implica ser un “niño eterno”, pero que debe ignorar para convertirse en un hombre. Si bien este componente “madurativo” se mantuvo en la versión animada, aquí parece quedar relegado frente al puro entretenimiento y el mensaje se termina por perder al final de la película, dejando una sensación confusa. El reparto de voces es fenomenal, destacando a Bill Murray como el divertido oso Baloo, a Ben Kingsley que se fusiona a la perfección con el sabio espíritu de la pantera Bagheera y finalmente a Christopher Walken como el Rey Louie, quien canta en la piel de un mono de tres metros la clásica canción “I Wanna Be Like You” (¡Imperdible!) El debut de Neel Sethi como Mowgli es realmente destacable y las escenas de pelea y persecución son emocionantes y muy realistas. En definitiva, un gran espectáculo para grandes y chicos que solo pierde el camino al renunciar a la moraleja en su última escena.
Danza con lobos y osos La nueva película del director Jon Favreau (Iron Man) lo redime de sus últimos trabajos y logra un producto tan detallista como emocionante. Con esta obra de Jon Favreau (el director de Iron Man aunque ha hecho otras varias películas) ya van tres filmes realizados sobre El Libro De La Selva, la fantástica novela de Rudyard Kipling que todavía sigue siendo sinónimo de aventura. En esta ocasión, Favreau ha optado por encarar la tarea a través de un filme que cuenta con el protagónico del pequeño Neel Sethi (de ascendencia india, como el protagonista), al cual hay que darle el enorme mérito de demostrarse como un intérprete de lujo, no sólo en su interpretación sino también en lo referente a su interacción con un elenco de animales inexistente ya que en todos los casos se trata de criaturas creadas digitalmente a instancias de capturas de seres reales a los que Favreau (y el equipo de animación, por supuesto) les ha otorgado una expresividad a to De esta manera, se hizo posible realizar esta remake del filme animado que Disney estrenó en 1967 y que demandó no poco esfuerzo tras evaluar lo que se ve en pantalla. La historia es la de siempre: Mowgli es un pequeño niño humano que fue rescatado de la muerte por la pantera Bagheera luego de que su padre fuera asesinado por un tigre; y que vive con una manada de lobos que lo ha adoptado como uno más. Sin embargo, acosado por el felino, el niño debe abandonar la selva para permanecer con vida y ahí comienza una odisea que lo llevará a conocer a increíbles animales que viven en el trayecto que lo llevará de vuelta a la civilización. Todos los animales cuenta además con las voces de destacados actores norteamericanos e ingleses en su versión original que cumplen las expectativas con su trabajo como es el caso de Idris Elba (el tigre Shere Khan), Bill Murray (el oso Baloo), Ben Kingsley (la pantera Bagheera) y Lupita N'yongo, que compone a la loba Raksha. La historia se sostiene con algunas muy elaboradas secuencias de acción aunque decae por momentos con algunos parlamentos muy largos, teniendo en cuenta que el filme debería ir dirigido a los niños. Y ya que se menciona este público potencial, también cabe destacar algunos planos y situaciones que obligarán a algunos padres a acompañar a los pequeños durante la proyección ya que si bien logran su objetivo de asustar o sorprender, en ocasiones resultan algo crudos, sobre todo teniendo en cuenta de donde provienen. Curiosamente, el director incluyó algunas escenas musicales para los más chicos pero que al mismo tiempo provocan algo de desconcierto, ya que saca a la película un poco de la tónica del relato que desarrolla a lo largo de su duración. Sin embargo, es un mero detalle que no resta nada importante al producto final. El Libro de la Selva es, en definitiva, un paso adelante en esta nueva tendencia de Disney de adaptar sus más grandes clásicos animados a películas con actores (tal como ocurrió con la insulsa La Cenicienta el pasado año) y que puede convertirse en uno de esos bombazos de taquilla que suelen tener lugar en este enigmático mes de abril. Mención especial para la secuencia de títulos del final con una animación deliciosamente divertida que oficia de desfile de todos los personajes de la película.
Nueva adaptación de la novela de Rudyard Kipling; El libro de la Selva y el clásico animado de Disney. Actor devenido en realizador, Favreau no teme ponerse tras las cámaras de una película familiar como Elf, una de súper héroes como Iron man, o una road movie indie como Chef. Y así tampoco temió tomar las astas de esta adaptación con un protagonista de carne y hueso (cuando de animales se trata, se recurre al CGI). Mowgli (interpretado por el debutante Neel Sethi) es un niño que tras ser abandonado (en circunstancias que él todavía desconoce) en la selva, es criado por animales. Principalmente protegido por una pantera con la voz de Ben Kinglsey, ésta lo deposita junto a una manda de lobos, donde encontrará su figura maternal en la madraza de aquellos cachorros, con la voz de Lupita N’yongo. Pero la presencia de un tigre con cicatrices en su rostro, y la voz de Idris Elba, que amenaza con asesinar al niño, deriva en un viaje a través de la jungla para “devolver” a Mowgli a su hábitat natural, junto a su especie. Así comienza un recorrido a través de la jungla y se topará con diferentes animales y personajes. Un oso perezoso que lo utiliza para conseguir miel (Bill Murray), una serpiente peligrosamente seductora que le brinda detalles de su pasado (Scarlett Johansson) y un orangután enorme y viejo conocido como King Louis (Christopher Walken). El guión es por momentos perezoso y caprichoso pero consigue de todos modos plantear lo que busca. El hogar como un lugar no físico donde está la gente (en este caso animales) que uno quiere, la necesidad de pertenecer a una comunidad, la importancia de llevarse bien entre diferentes especies (con mensaje muy similar a la reciente película de Disney, Zootopia), la valentía, el fin de la niñez, e incluso, aunque en esto no se termine de ahondar, la figura del hombre como amenaza para la naturaleza con su “Flor Roja” (el fuego). Con una animación cuidada y detallista, una enorme presencia vocal de cada uno de los actores que se prestaron (resaltándose principalmente Walken y Elba) y algún número musical en el medio, esta nueva versión no termina de ser lo suficientemente infantil ni tampoco estar dirigida exclusivamente a un público más adulto.
La nueva versión de un clásico Mowgli (Neel Sethi), es un niño criado por una manada de lobos en la selva. Pero al crecer, comprende que debe abandonar su hogar. Ocurre que el tigre Shere Khan (voz de Idris Elba), lastimado por el Hombre, promete eliminar lo que considera una amenaza. Mowgli, entonces, se embarca en un fascinante viaje, con la pantera Bagheera convertida en su mentor (Ben Kingsley), y el oso Baloo, un espíritu libre (Bill Murray). Por el camino, aparecen otras criaturas: Kaa (Scarlett Johannsson), una serpiente pitón cuya voz y mirada seductoras hipnotizan a Mowgli, y el embaucador Rey Louie (Christopher Walken), que coacciona al pequeño para que le enseñe el secreto de la mortal flor roja: el fuego. Historia clásica de Disney, con mensajes de superación, autodescubrimiento y redención incluidos, se la conoció por primera vez en cines en 1967, de mano de Wolfgang Reitherman. Su producción alcanzó a tener la guía del propio Walt Disney, quien falleció en diciembre de 1966. Cómo otros títulos de la firma (Cenicienta, La Bella Durmiente), este cuento de moralejas siempre vigentes se reedita para las nuevas generaciones con las demandas del consumidor actual: emoción, buen ritmo, actuaciones de alto nivel y una foto y música que empaqueten el combo con lustre nuevo y lujoso. El director John Favreau (Iron Man) las conoce y sabe responder, agregando su sello de acción.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
“El libro de la selva” (USA, 2016) de Jon Favreau es la nueva adaptación del clásico de Rudyard Kipling en versión acción real. Aquí Mowgli (Neel Sethi) convivirá en la pantalla con una serie de animales que, gracias a potentes actuaciones de actores como Scarlett Johansson, Idris Elba, o Bill Murray, que otorgan sus voces, lo acompañan de manera sólida y convincente. Favreau genera un filme dinámico y entretenido y que no pierde ritmo en ningún momento, al contrario, va ganando en tensión hacia una resolución final plagada de adrenalina e imágenes potentes que lo consolidan como uno de los mejores estrenos familiares del año.
Cuando una buena combinación hace magia ¡Qué lindo es cuando todo se combina de la mejor manera para dar vida a una historia tan rica y colorida como "El libro de la selva"! Disney y Jon Favreau ("Iron Man", "Chef") lo logran nuevamente entregando una película que tiene todos los ingredientes mágicos que un entretenimiento de calidad debe tener. Para comenzar podemos hablar de la forma de construir el relato tomando como base el libro original de Rudyard Kipling y la versión animada de Disney de 1967. Favreau junto al escritor Justin Marks, aún estando naturalmente más alineados a la historia contada por Disney, logran combinar elementos de ambos relatos dando nacimiento a una nueva saga que posiblemente se convierta en trilogía. Supieron muy bien donde explayarse y dónde recortar para que la trama fuera lo suficientemente atractiva para niños y adultos, y por supuesto cerrara en un formato cinematográfico. El film dura una 1h 45min, y está tan bueno que te deja con hambre de más. Además se logró de manera muy equilibrada combinar géneros y emociones. Hay aventura, drama, acción y comedia, como así también hay alegría, momentos que anudan la garganta, tensión y risas. Es una película que tiene la capacidad de sacarle el niño interno a ese adulto que disfrutó en su infancia de la versión animada. En lo que respecta a los aspectos técnicos, podríamos afirmar que estamos ante un nuevo "Avatar", un producto tan bien realizado con métodos artificiales que realmente sorprende. Casi no hay rodaje en exteriores, la mayor parte de lo que se ve sucedió en realidad en un estudio de filmación en Los Ángeles. Para resaltar que en este caso el CGI está a la orden del relato y no viceversa como suele suceder con películas cargadas de efectos especiales. Algo que se relaciona con los efectos especiales es el tema de las voces puestas para los personajes del film. Acá debo hacer un descargo negativo contra los cines argentinos. Todo bien con poner funciones con doblaje latino, cuya excusa es que el espectador pueda enfocarse mejor en los elementos que se ponen en pantalla en lugar de estar atentos a los subtítulos, pero no ofrecer más de una función diaria subtitulada para los que queremos disfrutar del idioma original es realmente cruel y excluyente. Por favor no nos convirtamos en España que obliga a sus espectadores a ver todas las películas en español de cepa... Si pusieron a Bill Murray como Baloo o Scarlett Johansson como Kaa es porque sus voces forman parte de la construcción de los personajes. Escuchar la voz de un actor desconocido latino no es lo mismo. He dicho. Si tuviera que elegir algunos personajes para resaltar, serían claramente Baloo (Bill Murray), Shere Khan (Idris Elba), Bagheera (Ben Kingsley) y el mismísimo Mowgli (Neel Sethi), cuyo joven actor sorprende con gran carisma y frescura. Para ir cerrando debo alabar también la banda sonora que nos regala exquisitas interpretaciones de las versiones originales de Richard M. Sherman y Terry Gilkyso. Una de esas películas que se convierten en clásicos instantáneos y que demuestran que se puede hacer muy buen cine haciendo uso y no abuso de la tecnología. Aplausos largos para el equipo que hizo posible este film y espero que lo que viene sea mejor o al menos mantenga la magia de esta primera nueva entrega.
Jon Favreau, director de películas como Ironman 1 y 2, Cowboys & AIiens, Chef, se aleja del género Sci-fi y nos entrega una obra que, posiblemente, sea la versión definitiva del clásico de Rudyard Kipling. El libro de la Selva, envuelve al espectador por su belleza; plasmada en forma de árboles, lianas, ríos y fuego. El espacio puede observarse con una claridad asombrosa dentro del mundo de Mowgli. Al invocar tanto contenido de una forma magistral, Favreau incluye al público en esta historia, en la variada y curiosa manada. Un reparto de grandes actores aporta no sólo voces, también sus expresiones. Con la ayuda de CGI, cada personaje tiene su momento para cautivar. Ninguna escena se muestra forzada. Es sorprendente ver al imponente Rey Louie – Cristopher Walken- en compañía del pequeño, observar los ojos brillando en la oscuridad de su palacio generando vida solamente con una mirada. Lo mismo ocurre con el tigre Shere Khan, que lejos de jugar a ser Richard Parker de Una Aventura Extraordinaria (Life of Pi, 2012), gracias a la interpretación de Idris Elba, logra transformar a este personaje feroz en un claro favorito para “Villano del Año”. El libro de la selva cuenta una historia musical compuesta por John Debney (Sin City, Elf). Promete sonrisas aseguradas con “The Bare Necessities” mientras el Baloo de Bill Murray disfruta sin preocupaciones mientras juega con Mowgli, o al ritmo de la pegadiza “I Wan’na Be Like you” de Louis Prima, esta ocasión en voz de Walken. En 3d, El libro de la selva, deja al espectador hipnotizado – tal vez se sienta envuelto en su belleza al igual que Mowgli en su encuentro con la serpiente Kaa - y todos van a vivir, lo que Disney quiere lograr en sus proyectos: sentir al niño interior. Es un gran espectáculo nostálgico de principio a fin.
La versión animada de 1967 de El libro de la selva es una de las películas más importantes del olimpo Disney. Por un lado, está entre los 30 films más taquilleros de todos los tiempos. Por otro, fue la última creación que el legendario Walt pudo acompañar y supervisar antes de su muerte. Los personajes y situaciones de los libros de Rudyard Kipling fueron llevados en al menos cuatro oportunidades a la pantalla grande, y esta nueva versión que llega a las salas es sin dudas la más espectacular y oscura. La historia es bien conocida, Mowgli (un simpático y querible Neel Sethi), pierde a su padre bajo las garras del siniestro tigre Shere Khan (Idris Elba en la versión subtitulada), y es criado en la selva por una manada de lobos, bajo la cándida mirada de mamá Rashka (Lupita Nyong'o). Sin embargo, Shere Khan reaparecerá para cobrarse la vida del "cachorro humano", y el niño deberá emprender su regreso a la aldea de los hombres, secundado por la pantera Bagheera (Ben Kingsley) y el oso Baloo (Bill Murray). En un camino repleto de aventuras, la historia encuentra varios momentos inspirados para abordar temas como la ley de la selva, el desencanto frente al final de la infancia, o la férrea defensa de los códigos de lealtad. El director Jon Favreau (Iron Man, Cowboys & Aliens) dosifica con delicadeza artesanal cada clima del relato, aún en medio de un ejército de diseñadores y animadores. Porque esta remake de La ley de la selva ha sido concebida mayormente en estudios, con un despliegue de texturas y efectos de animación hiperrealistas para los animales, acompañando al pequeño actor Neel Sethi. En este sentido, la película enfrenta su primer desafío ya desde los primeros minutos: por convención, todo animalito que hable en pantalla nos remite a un imaginario excesivamente naif e infantil. Favreau logra sortear ese preconcepto a motor de un andamiaje técnico tan perfecto como convincente, pero lo que es más importante, a partir de un guión sensible e inteligente, que sin descuidar el entretenimiento, asume que ninguna proeza de efectos especiales se impone frente a un espectador tan entrenado como el de hoy, si la historia no está contada con pasión y solvencia. Flota en general una atmósfera de incertidumbre y oscuridad, distendida por supuesto con algunos gags, que nunca caen en el abuso bobalicón de situaciones físicas, sino más bien en la confianza de un humor sutil. La idea no es la de descomprimir a la fuerza el conflicto, sino simplemente hacerlo más llevadero. La hipnótica escena en la que Mowgli cae bajo el hechizo hipnótico de la serpiente Kaa (una siempre irresistible Scarlett Johansson), y el tenso momento en el templo del rey Louie (un inquietante Christopher Walken poniéndole voz a un gigantesco simio que mete miedo); son algunos ejemplos que muestran que El libro de la selva versión 2016 no quiere lucir anacrónica ni infantil. Es un enigma si estos condimentos bastarán para seducir al espectador adolescente, más acostumbrado al formato de las producciones de superhéroes o de sagas como Los juegos del hambre. Pero sí está claro, y eso es en cierto un sentido uno de los riesgos de esta propuesta, que la película está más que nada dirigida a esa franja de público cercano a la pubertad. Más allá de que muchos padres, muy familiarizados con la versión animada de 1967, estarán dispuestos a revivir la experiencia de compartir esta nueva versión del relato junto a sus hijos. Para los amantes de las populares canciones del film, aquí vuelven al menos un par de ellas, The bare necesitties, o Busca lo más vital en la versión en castellano - cantada por Murray y Sethi- y I wan'na be like you, o Quiero ser como tú - cantada por Christopher Walken. A no perderse la flotante versión de Trust in me, por Scarlett Johansson en los créditos de cierre del film. Es cierto que en medio del aura dark que domina esta nueva adaptación, la inclusión de los momentos musicales luce un tanto forzada, pero los inmortales tracks suenan atinadamente actualizados. Sin anticipar la resolución de esta fábula, se puede decir que la coda final no se inclina por el mismo camino del clásico animado. El cierre es más inquietante, aunque también el punto en que se detiene puede ser tomado como una estrategia comercial frente a un posible capítulo dos. La taquilla lo dirá. De momento, esta aventura tiene todo lo necesario para cautivar a una nueva generación y no decepcionar a los cinéfilos "old school". The Jungle Book / Estados Unidos / 2016 / 105 minutos / Apta para todo público con reservas / Dirección: Jon Favreau / Con: Neel Sethi. Voces de: Ben Kingsley, Idris Elba, Lupita Nyong'o, Bill Murray, Scarlett Johansson, Giancarlo Esposito, Christopher Walken.
No soy fanático de los filmes Disney, en especial de los animados - los cuales tiendo a evitarlos debido a su exceso de melodramatismo -. El Libro de la Selva (1967) fue una de las aventuras animadas del estudio, y una de las últimas cintas supervisadas por don Walt antes de su muerte en 1966. Desde ya era una pelicula liviana y ni por asomo estaba a la altura de los títulos de oro del estudio - como Cenicienta, Blanca Nieves y los Siete Enanitos, Fantasía... y la lista sigue; habria que esperar a La Sirenita (1989) para que la Disney resucitara y obtuviera una segunda época de oro en cuanto a sus aventuras animadas -. Como era una película pasable y recordada, la idea de una remake no le vendría nada mal. No es un clásico y tiene mucho margen para expandir y profundizar. Ya antes la Disney se despachó con secuelas animadas y hasta una versión live en 1994. Pero esta versión 2016 está hecha a todo trapo, con escenarios realzados digitalmente y con una troupe de animales CGI que desborda realismo. Entre la simpatía del protagonista, la densidad de la historia y el carisma del elenco animado, me animaría a decir que El Libro de la Selva 2016 es una de las mejores versiones de la obra de Rudyard Kipling, si no la mejor. La gracia es Jon Favreau. Favreau es dispar como director - a veces la yerra como Cowboys vs Aliens, y otras la emboca en gran forma como Zathura e Iron Man - pero acá está en su mejor forma. Favreau crea escenarios que desbordan de riqueza visual, consigue un cast de ensueño, y se apropia de un libreto inteligente, el cual no escatima en momentos dramáticos, oscuros y hasta violentos - ciertamente es mas una película PG13 que una apta para todo público, especialmente en la escena en donde la seductora boa gigante (Scarlett Johansson) seduce a Mowgli y se encuentra a punto de devorárselo de un bocado -. El drama está servido con altura, especialmente por el soberbio Shere Khan (Idris Elba), el cual es malvado, inteligente y expeditivo. El tipo masacra animales sin aviso, o provee situaciones terriblemente incómodas - como cuando arrulla al cachorro de lobo frente a la mirada aterrada de su madre -. ofertas de software Mientras que el niño Neel Sethi, Idris Elba y el paternal Ben Kingsley (como la pantera Bagherra) están formidables, hay otras decisiones de casting que son mas discutibles. Bill Murray como el oso Baloo tiene sus momentos de pedantería, y Christopher Walken como el Rey Louie (un orangután grande como King Kong) tiene un par de momentos bizarros (perceptibles sólo por los cinéfilos) en donde el tipo canaliza al coronel Kurtz que hacía Marlon Brando en Apocalipsis Now - hablando en la oscuridad, acariciándose la cabeza, disparando divagues -. Aún con ello Walken sobresale porque termina de irradiar brutalidad, dando lugar a una de las mejores escenas de la pelicula. El Libro de la Jungla 2016 es un excelente filme. Tiene aventura, emoción, humor, y hasta un par de canciones extractadas de la versión animada de 2016. El villano es formidable, el héroe es inventivo y valiente, y los secundarios son divertidos. Quizás es algo violenta de mas para los mas pequeños, pero chicos de 10 años en mas y adultos la disfrutarán de par en par, ya que tiene una trama apasionante y perfomances (aunque sean digitales) formidables.
Crítica emitida en Cartelera 1030-sábados de 20-22hs. Radio Del Plata AM 1030