Will Ferrell, el padre de la comedia Dentro de las conservadoras comedias familiares llega esta película que se enmarca dentro de las nuevas familias disfuncionales a través de dos padres (el ex que vuelve y el actual que quiere afirmarse) que se disputan el amor de dos niños. La dupla Mark Wahlberg - Will Ferrell funciona pero es este último el motor del film. Will Ferrell es uno de los grandes comediantes americanos desde hace ya unos años. Ocupa el lugar que alguna vez tuvo Chevy Chase: el papel de padre de familia “aguantador” le calza de maravilla. Su Brad Whitaker es el tipo normal que sufre en la rutina diaria tratando de ser un poco mejor día a día en su rol de paterno. En ese esfuerzo se traza la narración de Guerra de papás (Daddy's Home, 2015), con el hombre siendo humillado a diario por Dusty Mayron, el padre biológico de los chicos, el tipo perfecto, seguro de sí mismo y encantador: la antítesis perfecta de Brad que llega de visita al hogar con intenciones de quedarse. En esa puja, presente desde el afiche promocional, aparecen los chistes y gags de una película que se apoya en el oficio de Will Ferrell y el carisma de su contrincante Mark Wahlberg para lograr sus mejores momentos. Mark Wahlberg se ganó con las películas del osito escatológico Ted, un lugar en la comedia americana. Con su físico destinado a convertirse en héroe de acción pudo reírse del estereotipo que representa haciendo una virtud de su escasez de muecas. Sigue la tradición de eternos musculosos derivados al género familiar, demostrado que puede ser un tipo “cara-de-nada” pero con onda, y en la película la antítesis perfecta para fastidiar al personaje de Will Ferrell y hacerle la vida imposible. Primero le lleva un perro a su casa, luego se gana la confianza del jefe de Brad, para después intentar recuperar a su mujer e hijos y desplazarlo definitivamente. Una y otra vez vemos a Will Ferrell -también productor junto a Adam McKay- sentir en su rostro el martirio recibido con humor, acompañado por una serie de gas físicos (con la moto, con el skate) imperdibles y muy graciosos por cierto. La historia cumple su cometido de reinstalar el orden familiar aceptando y conviviendo con la disfuncionalidad familiar preexistente, sin nunca tergiversar los roles sociales asignados. El guión tiene los giros necesarios para hacer entretenida y efectiva a una película del montón pero que entrega un momento placentero, ideal para ver en cable o en el micro rumbo a Santa Teresita.
¿A quién querés más, a tu papá o a tu papá? Sincerémonos: todos tenemos en claro que Will Ferrell y Mark Wahlberg no son un dúo cómico a la altura de Laurel y Hardy, Gene Wilder y Richard Pryor, Dan Aykroyd y James Belushi o incluso Simon Pegg y Nick Frost. Habiendo despejado ese enorme elefante de la sala, estamos en condiciones de empezar a hablar sobre Guerra de Papás (Daddy’s Home, 2015), película que los une nuevamente en pantalla, como sucedió en 2010 con Policías de Repuesto (The Other Guys, 2010). Will Ferrell interpreta a Brad Whitaker, padrastro de los dos niños de su nueva esposa Sara (Linda Cardellini). Brad hace todo por ser el mejor padre posible y ganarse la aceptación de los pequeños, pero cuando el padre biológico Dusty Mayron (Mark Wahlberg) reaparece en escena, todo comienza a desmoronarse al ritmo de una competencia entre ambos por ver quién es un mejor “hombre de familia”. Esclarecida la trama sobre dos opuestos que chocan, el relato se torna un sinfín de situaciones llenas de golpes, caídas, destrozos, chistes de doble sentido y alusiones a miembros masculinos de gran porte… nada que no hayamos visto previamente y probablemente con más altura en otros films del género, pero por suerte la segunda mitad repunta lo suficiente al intentar evitar caminos previamente recorridos. Ferrell y Wahlberg dieron muestras anteriormente de funcionar bien en calidad de opuestos, y manejan con buen timing cómico las escenas que comparten. El primero es un entendido con experiencia en el campo y el segundo viene dando señales de poder cumplir, como sucedió con Ted (2012). Thomas Haden Church y Bobby Cannavale aportan su granito de arena al buen fluir de la comedia en los momentos en que son llamados a intervenir dentro de la historia. Como decíamos más arriba, el tercer acto del film es el que lo rescata de volverse un producto más dentro del género cómico, porque se anima a buscar una resolución creativa y evita caer en el cliché de la mejor manera posible, sabiendo apoyarse en algunos pequeños detalles construidos a través de la trama y salvando la ropa casi a último momento. Y por sobre todo esto, busca transmitir algo más allá del mero entretenimiento; intentando echar un poco de luz sobre el laborioso trabajo de ser padre y esa dedicación que se merecen todas las personas que componen una familia, tanto la tradicional como la más contemporánea y disfuncional. Como también dijimos aún más arriba, al comienzo: Ferrell y Wahlberg podrán no ser Laurel y Hardy o Aykroyd y Belushi, pero en parte les reconocemos el esfuerzo.
Guerra de Papás: Un ex de duro de domar Guerra de Papás -2015- es una comedia ATP, pero que cuenta con Will Ferrell como protagonista absoluto, hecho que le agrega un plus de impredictibilidad. Esto no significa que Mark Wahlberg, antagonista de fuste, no cumpla como coprotagonista y partenaire de Ferrell, en lo que se dispone como situaciones graciosas para que el relato acumule gags, que van de lo físico a lo verbal, inversamente a lo que se esperaba de una comedia como ésta, que tiene presente a un público familiar más que otra cosa. La premisa es básica: Brad Whitaker –Will Ferrell- ocupa el espacio vacío en la paternidad de los hijos de su nueva esposa Sara -Linda Cardellini-. La ausencia de Dusty Mayron –Mark Wahlberg- parece allanarle el camino para ganarse el aprecio y aceptación completa de los niños, hasta que aparece en escena el mismísimo Dusty, en plan de recuperación de su familia olvidada. La rivalidad llega desde el primer minuto, cada uno desde su rol hace lo imposible por seducir a los pequeños y suben el nivel en una competencia sin cuartel, que tiene como escenario de guerra la convivencia por el bien de los niños. Sara es un convidado de piedra, y deja que todo fluya por los andariveles del exceso, aunque comienza a revivir con su ex esposo aquellos gratos momentos para intentarlo otra vez, mientras Brad pierde terreno y se aproxima a la resignación, cuando no al ridículo al quedar siempre expuesto frente a los otros. Hay una secuencia completa –la mejor de la película- donde Guerra de Papás podría adoptar un rumbo diferente al que finalmente elige por su enorme conservadurismo, tanto en lo que hace a la propuesta narrativa, como al humor utilizado al servicio de las morisquetas de Ferrell y la parodia consciente del físico privilegiado de Wahlberg, elemento de contraste que el film explota sabiamente. La escena citada transcurre en un partido de la NBA, con la tácita orden –suponemos- de que Farrell disponga de forma total de la puesta en escena y las situaciones que se van acumulando y enrareciendo segundo a segundo. Motivo suficiente para añorar otra película de la que se termina viendo, aclarando al lector de ante mano que no es un film fallido, pero tampoco está a la altura de las comedias con el sello Ferrell-McKay.
Sean Anders trae una nueva comedia protagonizada por los divertidos Will Ferrell y Mark Wahlberg. Brad, casado hace meses con Sarah, tiene como máximo deseo que los hijos de su esposa lo acepten como padre. Will Ferrell interpreta a Brad, un ejecutivo de una radio de smooth jazz, que está casado con Sarah (Linda Cardellini). Ella tiene dos hijos de otro matrimonio: Megan (Scarlett Estevez) y Dylan (Owen Vaccaro), que no quieren mucho a su padrastro. Cuando los niños comienzan a incorporar a Brad a la familia aparece el ex esposo de Sarah, Dusty (Mark Wahlberg), para hacerle competencia. El padre biológico de los chicos llega para romper todas las estructuras y retar a Brad a una verdadera Guerra de Papás. Dusty, musculoso con campera de cuero y moto, todo un espíritu libre que se borró de la crianza de sus hijos, resulta el completo opuesto de Brad, de panza, traje y camioneta familiar. La competencia entre ambos por ganarse el cariño de los niños es el motor principal de la nueva comedia de Sean Anders. El director se maneja cómodo en este género: en su haber tiene comedias como Ese es mi hijo, Quiero matar a mi jefe y Los pingüinos de papá. Anders es también autor de los guiones de Tonto y retonto 2 y Somos los Miller. En Guerra de Papás utiliza la misma fórmula y obtiene resultados similares. Will Ferrell sabe moverse en la comedia, y esta no es la excepción: es el encargado de llevar los momentos graciosos en la mayor parte de la película, a pesar de no ser su mejor film. Mark Wahlberg está muy bien en su papel de padre badass, pero los aplausos y las risas se las lleva su co-protagonista. Guerra de Papás es una comedia divertida: utiliza recursos clásicos que todavía funcionan. No es la mejor, pero en general vale la pena.
Padre de repuesto. Luego de la película del año 2010 Policías de Repuesto, el tridente compuesto por Adam McKay, Will Ferrell y Mark Wahlberg se vuelven a reunir (esta vez con McKay en el rol de productor, dejando la dirección en manos de Sean Anders) para Guerra de Papás, una película diametralmente opuesta a la anterior colaboración del trío, para un nicho de espectadores completamente diferente. En Policías de Repuesto la propuesta era de comedia centrífuga, una buddy movie entre Farrell y Wahlberg que buscaba quebrar límites con la clara impronta de la nueva comedia americana, de la cual McKay es uno de sus máximos exponentes. En cambio, en Guerra de Papás la propuesta es centrípeta, de una comedia contenida, adocenada, familiar. Ferrell hace de padrastro de un clan y Wahlberg regresa tipo cowboy a la ciudad para arreglar a “su familia” y disputar con Ferrell a su ex mujer e hijos. Hay una especie de autoconciencia en los actores vinculada a la construcción de una comedia por encargo, de nicho, algo de lo cual no participan habitualmente. Si bien Farrell da rienda suelta en algunos momentos a su tremenda fisicidad cómica, se lo nota molesto al no poder cruzar los límites de la restricción PG-13: esta retención se nota en cada chiste, en cada escena, donde los actores están sujetos de pies y manos, y no disimulan en mostrarse contenidos. Esta situación es determinante para que la película se vea resentida en su funcionamiento, la comedia no logra fluir en ningún momento; y si bien hay algunos gags divertidos (la manera que queda estéril Farrell es desopilante), el resultado termina siendo similar a ver leones en una jaula de zoológico, fieras domadas y desperdiciadas. Para colmo de males, Anders pretende en la parte final de la película “reflexionar sobre la familia”, redimiendo al padre abandónico y repitiendo la historia desde el principio. No alcanza con contener a los actores, Guerra de Papás además viene con moraleja sobre el rol de los padres y la importancia de la unión familiar. Puro conservadurismo que no está a la altura de sus protagonistas y su obra precedente.
Una lograda comedia de opuestos La dupla protagónica, cuyos roles bien podrían haber encarnado en su tiempo Jerry Lewis y Dean Martin, ayuda al director Sean Anders a modelar una película que alcanza su objetivo: divertir con herramientas simples y bien conocidas, pero sin traicionar al espectador. Cuando un guionista, un director o un productor se deciden a construir una película a partir de los moldes más o menos rígidos de los géneros clásicos, también saben que la diferencia entre éxito y fracaso descansa, fundamentalmente, en elegir a los intérpretes capaces de hacer que todas esas reincidencias pasen inadvertidas. Son los intérpretes, entonces, los máximos garantes de la supervivencia de los géneros, los responsables de hacer que la cosa funcione o, mejor dicho, que funcione otra vez. Que todos esos códigos, fórmulas, esquemas y arquetipos que se comparten con los espectadores puedan volver a ser habitados como si se tratara de un espacio siempre nuevo y desconocido. Y es en la comedia, tal vez como en ningún otro género, en donde ese hecho se vuelve más notorio. Si la persona que va a recibir un tortazo de crema en la cara, por mencionar un gag clásico, no consigue que esa acción repetida infinidad de veces por el cine parezca espontánea y real, entonces más que gracia causará vergüenza ajena. Pero cuando lo logra, el resultado es la risa del público. Ahí, en la habilidad de sus intérpretes para ganarse esa risa, reside el gran éxito de Guerra de papás, de Sean Anders.Y no debería ser una sorpresa para nadie, porque tanto Mark Wahlberg como, sobre todo, el inmenso Will Ferrell, han dado muestras más que suficientes sobre sus valiosas dotes de comediantes. En esta oportunidad ambos integran una pareja cuyos roles bien podrían haber encarnado en su tiempo Jerry Lewis y Dean Martin, especialistas en construir comedias de opuestos. Ferrell es Brad, un hombre sensible de esos que hacen de la corrección política, la buena onda y el esfuerzo por congeniar un culto sagrado. Casado con Sara, madre de dos hijos que no terminan de aceptar su rol de padre sustituto, Brad se desvive para ganarse su confianza. Pero cuando por fin lo haga, aparecerá Dusty, el seductor, carismático y agresivo primer esposo de Sara y padre de las criaturas, ausente de la vida familiar desde hace años. El choque entre ambos por adueñarse del rol paterno es el motor que permitirá que las situaciones, en las que por lo general Dusty pone en ridículo a Brad, se vayan enhebrando una tras otra.Guerra de papás se permite jugar a muchas bandas en el billar del humor y lo hace con destreza. Y Anders saca ventaja de la facilidad con que Ferrell y Wahlberg pueden ir de lo físico a lo escatológico o del humor blanco al negro o directamente al absurdo o la sátira, sin resentir nunca la química que consiguen generar entre sus personajes, ni el ajustado clima general. Pero ellos no son los únicos responsables de que esta película pueda considerarse un trabajo logrado. Como ocurre en toda buena comedia, en esta los personajes secundarios también son fundamentales para apuntalar a las estrellas. Son ellos los que ocasionalmente aceptan cargar con el peso de algunos tramos, haciendo posible que ocurra lo que es esperable en el cine: que cada película sea un universo completo, con sus propias leyes físicas de atracción y repulsión funcionando en equilibrio. Dentro de ese equipo de bienvenidos adláteres se cuentan el siempre efectivo Tomas Haden Church, capaz de generar carcajadas por sí mismo; el versátil Bobby Cannavale; Linda Cardellini, que es como un frontón que devuelve cada pelota para que Ferrell o Wahlberg cierren el punto, y el desconocido Hannibal Buress, que utiliza hábilmente el viejo recurso de la “cara de palo” a lo Buster Keaton. De ese modo, Guerra de papás consigue algo de lo que no cualquier comedia puede enorgullecerse: divertir con herramientas simples y bien conocidas, pero sin traicionar nunca al espectador ni a sus propias convicciones.
Brad (Will Farrell) es lo que se entiende por un hombre correcto, siempre haciendo las cosas bien, sin buscar conflictos, y ansía que los hijos de su esposa lo acepten y lo traten como su verdadero padre. Y parece que eso se va a terminar dando, hasta que aparece Dusty (Mark Wahlberg), el verdadero padre de los niños; un macho alfa que no dudará en recurrir a cualquier recurso y golpe bajo con tal de ganarse el efecto de su familia nuevamente. Will Farrell y Mark Wahlberg demostraron hace ya seis años, que tenían buena química a la hora de hacer buddys movies, en la poco reconocida The Others Guys, donde interpretaban a dos policías de personalidades distintas. Bueno, en Guerra de Papás pareciera que casi repitieran papeles pero en otra trama. Will Farrel vuelve a interpretar a un sonso, un buenudo que no responde ante las provocaciones o cachetazos de la vida, mientras que Mark Wahlberg se repite como tipo duro, de llevarse todo por delante y resolver las cosas “a lo macho”. Pero esta vez no hay crimen, si no que ambos compiten por el amor de los mismos chicos. A esta clase de comedias no hay que pedirle humor inteligente, ni con metáforas y dobles lecturas, porque históricamente Will Farrell jamás lo hizo. Tampoco estamos ante la típica película que los gags son a base de eructos y demás flatulencias, o mostrar partes íntimas de las personas; no, el mayor mérito que tiene este film son las líneas de diálogo que muchas veces caen en el ridículo pero dentro del juego propuesto, haciendo que uno se ría de la tontería que acaba de escuchar (y en esto el personaje interpretado por Thomas Heden Church es al que mejor se le aplica lo que digo). En realidad todo el elenco cumple muy bien sus roles, y esos diálogos absurdos no los dicen de forma forzada; quizás quien menos aprovechada esté es Linda Cardellini, que sólo hace de la mujer parte de la pelea de egos entre ambos hombres. Una lástima para alguien formada en la comedia que no la supieran aprovechar en más gags. De todas formas y aunque sea una comedia de corte “tonta”, estaría bueno que muchos padres se animen a verla y quizás, por medio de una película, entiendan que sus egos personales siempre tienen que estar por detrás del bienestar de sus hijos y dejar que ellos sean felices a su modo. En conclusión, Guerra de Papás es quizás la primera buena comedia en mucho tiempo, y eso dice bastante. En una época donde nos reímos de películas malas de distintos géneros, y los films cómicos sólo nos venían provocando bostezos, se celebra que pese a su simpleza y su carencia de doble mensaje y simbologías, tengamos una peli como Guerra de Papás, que nos hace reír de sus propios gags y no de lo malo que eran los guionistas a la hora de plantear la trama.
La dupla integrada por Will Ferrell y Mark Wahlberg logra divertidos momentos en esta comedia familiar sobre dos padres que pelean por el amor de sus hijos. La familias disfuncionales y ensambladas han sido mostradas por el cine en diversas ocasiones y la comedia es un género ideal para plasmarlas. Guerra de papás ofrece una mirada disparatada sobre un caso improbable pero efectivo en términos cinematográficos. Con una narración en off que anuncia que "no es lo mismo ser un padre que un papá" da comienzo una historia en la que "la ley del más fuerte" se instala en clave de humor. El mundo ordenado, rutinario y ocupado de Brad Whitaker -Will Ferrell, quien siempre se mueve cómodo dentro del género como lo hiciera durante años Steve Martin-, un padre de familia que lidia con los planteos constantes de sus dos pequeños, se altera con la llegada de Dusty -Mark Wahlberg-, el ex de su esposa y padre biológico de los chicos en cuestión. Desde el arribo en el aeropuerto, pasando por los gags físicos de buena resolución que van atravesando el relato, el escándalo y la lucha en el seno del "hogar dulce hogar" para recuperar el amor de los hijos, no tardan en aparecer. La casa se convierte entonces en una suerte de ring donde cada uno desplegará su ingenio en una verdadera batalla verbal -y campal- para atravesar una difícil convivencia. El acierto de la película es haber elegido a dos actores disímiles que encuentran en las diferencias de sus personajes el atractivo necesario para explotarlas: desde las morisquetas propias de Ferrell hasta el look físico y sexy de Wahlberg, que viene de papeles de duro en el cine de acción y de su imagen popular en Ted. Las efectivas vueltas de la trama -el desmoronamiento del universo de Brad ante las posiciones que va ganando su adversario- traspasan el ambiente familiar para llegar luego al trabajo, al colegio de los hijos, y hasta el terreno de la medicina -Brad es estéril debido a un accidente que aquí no develaremos- y en que el papel de la mujer -Linda Cardellini- queda como mediadora de tamaña pelea en un casa habitada por extraños. Entretenido de principio a fin, y con momentos disfrutables, se trata de un film chico y bien desarrollado al que no hay que pedirle más.
Padres desparejos Will Ferrell y Mark Wahlberg son dos buenos comediantes y tienen química: alcanza para sostener la película. Habían formado una pareja cómica hace cinco años en The Other Guys, de Adam McKay, y la dupla funcionó. Ahora Will Ferrell y Mark Wahlberg se reunieron, y la dupla vuelve a funcionar. Ellos dos sostienen Guerra de papás: la película dirigida y coescrita por Sean Anders (Quiero matar a mi jefe 2) es una pavada más o menos divertida, que sin sus presencias sería una pavada a secas. Es una nueva incursión en el viejo juego de las parejas desparejas, pero en este caso los personajes opuestos están forzosamente unidos por ser padres -uno es el padrastro, el otro es el biológico- de dos chicos. Uno (Ferrell) está en la ardua tarea de que los hijos de su mujer lo acepten como padre, y en eso aparece el otro (Wahlberg), que tiene todo lo que él no -es aventurero, intrépido, canchero, musculoso- más la habilidad de caerle bien a todo el mundo. Y de manipular a la gente: enseguida consigue ser invitado a vivir durante una semana en la misma casa que su rival, sus hijos y su ex mujer. Este es el punto de partida de una comedia blanca, pensada para toda la familia, con unos cuantos efectivos gags de humor físico protagonizados por Ferrell, entre varias situaciones simpáticas. El talento de Ferrell en esta materia es conocido, y Wahlberg vuelve a mostrar que nada mucho mejor en las aguas de la comedia que en las de la acción o el drama. Hay un tercer hombre, el ascendente Hannibal Buress, que le da un necesario toque absurdo a la cuestión y, por ser negro, motiva un par de buenos chistes sobre la excesiva corrección política estadounidense. Pero casi más que por sus virtudes, Guerra de papás es encomiable por sus carencias: no cae en lugares comunes tan propios de muchas comedias estadounidenses de los últimos años. Esto es, básicamente, la escatología estúpida -o sea, la de Adam Sandler, no la de Louis C.K.-, y las continuas referencias a celebridades e íconos de la cultura pop. Aunque sí, hay un perdonable cameo del basquetbolista Kobe Bryant: nadie es perfecto.
A mear el territorio Brad Whitaker (Will Ferrell) acaba de casarse con Sara (Linda Cardellini) y día tras día pone todo su esfuerzo para convertirse en un verdadero padre para sus hijastros, le encanta ser papá, participa en todas las actividades del colegio, los acompaña a todos lados, y cuando está a punto de ser aceptado por los niños, Dusty Mayron (Mark Wahlberg), el ex marido de Sara y padre biológico de los niños, aparece en escena. Brad es un hombre sensible, trabaja en una radio de Jazz, lee libros de autoayuda y es un buen tipo, Dusty es fachero seguro de sí mismo y está dispuesto a reconquistar a la familia que abandonó hace unos años. Así, héroe y antihéroe batallarán dentro y fuera de las paredes del hogar por el amor de los niños y por ser la cabeza de la familia. Brad tratará de disputar las cosas a su modo a través de charlas y concesiones, pero a medida que Dusty va ganando terreno y jugando sucio no tendrá más opciones que tirarse al barro él también. La dupla Ferrell-Wahlberg que ya había funcionado muy bien en "The Other Guys", vuelve a funcionar en esta comedia familiar, pero esta vez con personajes más estereotipados; Wahlberg es el ganador y Ferrell el perdedor, pero como esta es una comedia para toda la familia, acá siempre gana el bueno y el correcto. La comedia funciona sobre una fórmula simple y está llena de gags, humor físico y chistes escatológicos; sacando alguna que otra escena con doble sentido todo está bastante contenido dentro de los estándares de comedia familiar, lo que es una pena ya que con el talento de Will Ferrell y algunos diálogos con bastante ironía, la historia desperdicia la oportunidad de ser una sátira sobre el lugar que ocupan los padres en las familias disfuncionales. Todos están muy bien en sus roles, ambos protagonistas no hacen nada que no hayan hecho en filmes anteriores y los niños son bastante graciosos, los personajes secundarios de Thomas Haden Church y Bobby Cannavale aportan muchisimo humor cada vez que aparecen en escena, como el viejo jefe mujeriego de Brad, y un extrovertido medico latino experto en fertilidad. "Guerra de Papás" es una comedia apta para todo público, que se permite exceder un poco los limites, y aprovecha todas las aristas de las familias disfuncionales para reirse de todo lo politicamente correcto, pero que lamentablemente elige un final moralizante.Aún así es una película con mucho ritmo, buenas actuaciones y un humor accesible que siempre funciona.
Una comedia de humor blanco y previsible, pensado como entretenimiento para toda la familia. Will Ferrell (el padrastro) y Mark Wahlberg ( el padre chanta y casi siempre ausente) pelean por el cariño de los nenes de la familia. Exagerada, con buena producción y sin mayores pretensiones más que ser un film amable.
Más vale género conocido que género por conocer Lo único seguro en el mainstream hollywoodense actual es que cada vez más producciones van a lo seguro. Y en un campo tan minado para la experimentación y la audacia como lo es el de la comedia familiar, lo más sensato es convocar a comediantes que ya conozcan el terreno. Sin dudas, Will Ferrell es uno de ellos. Si bien ha tenido una carrera con resultados desparejos (debido, muchas veces, a un exceso de idiotización en sus personajes), el colorado miembro del Frat Pack es hoy una referencia innegable dentro del género y ha alcanzado una madurez actoral que se refleja en interpretaciones más sobrias que aún conservan su frescura humorística. En Guerra de Papas (Daddy’s Home, 2015), al menos, el resultado es satisfactorio. Un padrastro que intenta por todos los medios congeniar con los hijos de su esposa es el disparador inicial de la película. Brad Whitaker (Ferrell) vive esforzándose para su familia y es feliz haciéndolo: cocina, va a buscar a los nenes al colegio, los lleva a diferentes excursiones y devora libros que dan consejos sobre cómo ser un mejor papá. Todo va bien, pero la reaparición del fachero Dusty Mayron (Mark Wahlberg) -ex esposo y padre biológico de las dos criaturas- altera la perfecta rutina familiar y progresivamente va mellando la confianza de Brad, intimidado por la encantadora personalidad (y los bíceps) de su nuevo contrincante. Así las cosas, se desata una “guerra” entre ambos que da lugar a todo tipo de peripecias humorísticas, las cuales funcionan gracias a la excelente química lograda entre Ferrell y Whalberg. Cada acción es un desafío, un artilugio, una competencia para debilitar la posición del otro frente a la familia. Pero las escenas más desopilantes provienen de la desesperación creciente de Brad, que se manda las mil y una al ver como un extraño se va apoderando de lo que más ama en el mundo. Si bien no se destaca por la originalidad de su propuesta, Guerra de Papás tiene la virtud de poseer un guión previsible pero efectivo que le da fluidez a la narración. Aún intuyendo lo que va a suceder, la película se disfruta a cada momento y no tiene la necesidad de recurrir a golpes bajos o mensajes moralizantes sobre la familia, cosa que abunda mucho en este tipo de género. Los lugares comunes están, la temática de la película la hemos visto muchas veces (sin ir más lejos, se asemeja mucho a “Kicking & Screaming”, con Will Ferrell y Robert Duvall) y el abordaje del mismo es poco audaz. Los actores trabajan en su zona de confort y no se atreven a salir de su libreto. Sin embargo, es justo señalar que es un film que no pretende ser más de lo que es, y en ese reconocimiento, logra repartir unas cuantas risas y breves momentos de emoción genuina frente a la pantalla, lo cual siempre se agradece.
Mejor dejarla para un zapping El título local lo explica casi todo. Hay un padrastro que hace lo imposible por ser aceptado como figura paterna por los dos hijos de su mujer. Algo que se si antes era difícil, se vuelve casi imposible cuando de repente aparece el padre biológico de los niños y ex marido de la mujer. Cuando el patético personaje de Will Ferrell consigue que la nena haga un dibujo de su familia que no lo expulsa al infierno, sino apenas bien lejos al margen de la página, y sólo con "popó canino en la cabeza, todo parece mejorar, salvo que entonces suena el teléfono anunciando la sorpresiva aparición del padre de los chicos, nada menos que el motoquero Mark Whalberg, decidido a recuperar la familia que abandonó años atrás. Dado que el tema implica la presencia de niños, tanto en el hogar como en la escuela, y algunas otras cosas difíciles para una comedia negra, los gags políticamente incorrectos irrumpen cada tanto, pero sólo son un amague para llegar a un desenlace demasiado ecuménico. Eso no sería tan grave si no se viera venir desde el tercer acto. La química entre los dos padres es buena, pero el problema básico es que cada chiste contundente hay unos pocos realmente buenos- es explotado hasta sus últimas consecuencias por el director y coguionista, que en vez de arruinar buenos gags estirando las escenas hasta lo intolerable, podría haberse ocupado de mejorar el guión. Dado que el talento involucrado brilla en algunos momentos, ésta es la típica película que puede disfrutarse por partes si se la engancha en un zapping, pero que difícilmente conforme a aquellos que paguen una entrada para verla en un cine.
La comedia familiar según la factoría Ferrell/McKay. Hijos nuestros Brad Whitaker soñó toda su vida con ser un amoroso padre de familia. Desgraciadamente, por un pequeño incidente en el dentista (si, ¡en el dentista!) no puede engendrar hijos propios. Pero la vida lo cruzó en el camino de la fabulosa Sara y sus pequeños, quienes a pesar de resistirse en un comienzo, terminan por aceptarlo como su papá del corazón. Esto es hasta que aparece en escena Dusty, el padre biológico de las criaturas y ex esposo de Sara. Dusty es la antítesis de Brad, un hombre rudo y sin ataduras, con un envidiable estado físico, que vive la vida a su manera y no está dispuesto a perder a sus hijos en manos de un hombre que no puede contener el llanto y la emoción cuando los chicos le piden un consejo o se acercan con sus problemas. Este temor de perder el efecto de las criaturas lleva a Dusty y Brad a una guerra de papás que escalará a niveles sin sentido, pero asegura una buena cantidad de risas y carcajadas en el camino. Will Ferrell y Mark Wahlberg vuelven a unir fuerzas en una comedia luego de la genialidad que fue The Other Guys, de Adam McKay (también director de Anchorman), que inexplicablemente nunca pasara por los cines de Argentina. Ahora con un propuesta distinta, pero de nuevo poniendo el foco en la pareja dispareja que componen, esta vez no como policías de la ciudad de Nueva York, sino que como simples padres de familia que compiten por el amor de sus chicos. Aunque la idea suena digna a una clásica comedia familiar de Disney, la película no lo es. Hay que darle crédito a su director Sean Anders, (co-guionista junto a John Morris y Brian Burns) quien se anima a ir un poco más allá de los convencionalismos del género, alcanzando momentos en los que seguramente los más pequeños quedarán afuera, pero que funcionarán a la perfección con un público más adulto. Si son seguidores de las comedias de Will Farrell, para hacerse una idea imaginen que Guerra de Papás está algo más cerca de Step Brother que de Kicking & Screaming. Pero pesar de sus momentos en off-side esperables en toda producción de Farrell y McKay (a través de su productora Gary Sanchez), nunca olvidamos que estamos en presencia de una comedia familiar, que si bien nunca se toma en serio, cuando llega el momento de hacerlo tampoco falla, llegando sin sobresaltos a un resultado esperado por todos, pero manteniendo la dignidad de no haber recurrido a sentimentalismos baratos para alcanzarlo. Ferrell y Wahlberg ya demostraron su buena química juntos y la película no hace más que sacar buen provecho de eso. Pero muchos de los mejores momentos, o por lo menos varios de los más graciosos y efectivos, llegan con personajes secundarios como los interpretados por Hannibal Buress o Bobby Cannavale, pero en especial Thomas Haden Church, en un papel que bien podría ser de lo mejor que tiene para ofrecer la película. En el rol de Sara, esposa de Brad y ex de Dusty, encontraremos a la actriz de la mítica Freaks and Greeks Linda Cardellini, quien no tiene demasiado para hacer y, si vieron la serie recién mencionada, entenderán que es un verdadero desperdicio de talento. Conclusión Sin brillar, pero lo que es más importante sin aburrir y sin momentos forzados, Guerra de Papás es una comedia logra destacarse en la difícil tarea de hacer reír. A buenos trabajos de Will Ferrell y Mark Wahlberg se suma una divertidísima labor secundaria de Thomas Haden Church, que junto con un guión convincente y sin demasiadas pretensiones, nos terminan dando como resultado una película para disfrutar en familia y no arrepentirse en el intento.
Comedia sin fluidez ni convicción Will Ferrell y Mark Wahlberg han demostrado en varias oportunidades que tienen talento de sobra para la comedia. Si bien en Guerra de papás hay algunos chispazos, pequeños atisbos, mínimas irrupciones de su capacidad histriónica, el resultado no está a la altura de las expectativas. Es que en este film dirigido y coescrito por Sean Anders (Quiero matar a mi jefe 2) no sólo las actuaciones sino el material en general luce demasiado prefabricado, sin fluidez ni convicción. Es como si todos sus participantes trabajaran a reglamento, sin regalar un minuto ni una gota de sudor adicionales. La sensación de producto previsible e impersonal, por lo tanto, se nota desde el primer fotograma. El punto de partida es elemental, pero en otras circunstancias podría haber sido bastante más eficaz. Brad (Ferrell) está casado desde hace unos pocos meses con la bella Sarah (Linda Cardellini), pero los dos pequeños hijos de ella, Dylan y Megan, lo desprecian. Su obsesión es ser el padrastro perfecto y ganarse la atención de ellos. Cuando empieza a avanzar un par de casilleros en su objetivo aparece Dusty (Wahlberg), el padre biológico de los chicos. Entre estos dos hombres decididamente opuestos entre sí (Brad es torpe y timorato; Dusty, arrogante y arrasador) nace una rivalidad que irá creciendo cual bola de nieve. Más allá de algunas simpáticas observaciones sobre la identidad y el orgullo masculino (Brad es estéril y Dusty, un macho alfa que cultiva un cuerpo perfecto), es poco lo que Guerra de papás tiene para ofrecer. Un puñado de gags lucidos, un apropiado cameo del luchador John Cena y muchos, demasiados, minutos de conflictos, situaciones y bromas intrascendentes. Los números esta vez no cierran.
Guerra de Papás, una nueva comedia de Will Farrel. Una familia entra en crisis cuando reaparece el padre de los niños en la vida de un matrimonio ensamblado. Comedia de opuestos, de padre biológico macho- alfa versus padrastro buenazo que hace lo imposible para conquistar el corazón de los niños. La llegada del primero (no se sabe bien a que se dedica, pero en la llamada de teléfono para anunciar su llegada se escuchan tiros de fondo) pone las cosas patas para arriba. Sobre todo en lo referente al esfuerzo que viene haciendo el padrastro, directivo de una radio, para la integración de la familia. Lo siguiente al arribo será una guerra no declarada, con la madre y los hijos sufriendo los daños colaterales. El guión de John Morris, Sean Anders y Brian Burns golpea los cimientos de la familia americana con situaciones de incorrección y diálogos mordaces a los que suman gags físicos como el incidente con la moto y la electrocución en la pista de skate, que parecen remitir al Coyote y el Correcaminos. Guerra de papás es una comedia que pendula entre ser moralizante o políticamente incorrecta al satirizar situaciones de comedia blanca con condimentos picantes. A la familia idílica amenazada endogámicante se le suma un entorno de personajes satélites que tampoco ayudan a volver a los causes normales. En ese sentido intercala secundarios con intervenciones brillantes: el dueño de la radio, Tomas Haden Church, con aires de ganador, al que sus múltiples esposas han engañado sistemáticamente; Hannibal Bures, el albañil despedido que termina viviendo en la casa de la familia como un miembro mas y Bobby Cannevale, como el médico especialista en fertilización, que lleva a cabo una de las escenas con referencias sexuales de trazo mas grueso. Escena que demuestra que esta no es una comedia familiar (o en todo caso, si se la ve con niños, se quedaran afuera de los mejores chistes). ¡Prestar atención a cuando se menciona a Patrick Stewart! Otro hallazgo del guión es el cuento que le relatan ambos padres a los hijos antes de ir a dormir, que todo el tiempo es reformulado e intervenido. Por el lado del dúo protagónico, la química funciona. Will Ferrell y Mark Wahlberg transitan un borde con contención sin desbarrancar nunca, al encajar perfectamente en el arquetipo del grandote bueno y el musculoso canchero que siempre cae bien. Sorprende gratamente dejar de lado los prejuicios de estar en presencia de una tonta comedia de verano más, que sin llegar a ser perfecta, acumula muchos logros por aportar una mirada algo corrosiva a la típica familia americana. Eso es Guerra de Papás
Muy buena elección como dupla la de Will Ferrell y Mark Wahlberg, logran divertir, entretiene y consiguen momentos desopilantes. El director Sean Anders ("Quiero matar a mi jefe 2"), nos introduce en una comedia convencional.
Brad se desvive por Megan y Dylan: les prepara el desayuno, los lleva al colegio, se involucra con sus actividades extra escolares -como el coro, los boy scouts y el basquet- y hasta les lee un cuento cada noche. Todas cosas que lo harían un padre ejemplar...si fuera el padre. Ejecutivo de una radio y casado con la bella Sarah, el bonachón de Brad adora a los hijos de su mujer (que aceptan a regañadientes su cariño), pero no puede darle uno propio por una esterilidad provocada de manera insólita. Pero el primer esposo de Sarah y padre "posta" de los niños anuncia su regreso con la excusa de ver a los chicos, lo que alterará la apacible vida de la familia. Encarnado por Will Ferrell (actor al que le sobra oficio para las comedias), Brad es tan amable como la música que pasa en su emisora ("jazz suave" es su slogan) e intentará confraternizar con Dustyn (Mark Wahlberg), pero este es su némesis: trotamundos, rudo, desaprensivo, manipulador, pero al mismo tiempo práctico, expeditivo y cultor de su físico y su moto. Lo que se dice, un verdadero macho alfa, al que los niños idolatran y al que Sarah, que al principio rechazaba la visita, volverá a mirar con interés. Las diferencias entre ambos papás (el biológico y el postizo) se harán evidentes para ganarse un lugar en la casa. Guerra de papás es una típica comedia norteamericana con poco para destacar: la solidez habitual de Ferrell (Wahlberg apenas cumple y Cardellini está algo desdibujada), algunos gags que, por lo absurdos, arrancan una sonrisa, y unos acertados rubros técnicos, amén de cierta corrección política en el epílogo. No mucho más.
Dinamitando la comedia familiar Para entender los amplios logros de una película como Guerra de papás, hay que permitirse escalar por encima del mote de “comedia familiar” con el que uno se acerca a ella y también de los temas y conflictos que la integran, básicamente un drama de padres biológicos y padres adoptivos que ha servido -sí- muchas veces a ese infame subgénero mencionado anteriormente. Will Ferrell es Brad, padre adoptivo de un par de niños desde hace ocho meses, y un hombre correctísimo al borde de la exasperación; Mark Whalberg es Dusty, padre biológico de aquellos niños, y un arrogante hombre que ha abandonado el hogar sin hacerse cargo de la situación. Pero claro, estamos ante una película con Will Ferrell, y lo que uno espera ver es si el gran comediante sucumbirá a la sensiblería de la comedia familiar, o por el contrario utilizará sus recursos para dinamitarlos y llevarlos a otro lugar. Obviamente -y afortunadamente- lo que sucede es lo segundo, pero de una manera mucho más sutil, si se quiere, que lo que ha hecho Ferrell en películas como “Loco por la velocidad”, donde lo familiar era alcanzado por un espíritu más revulsivo. Lo que hace Guerra de papás a partir del regreso de Dusty para romper la paz del nuevo hogar es clarísimo: pone en primer plano, en la superficie, el choque entre esos dos hombres, exasperando gradualmente las características de cada uno con el fin de lograr humor a partir de los opuestos. Pero lenta y progresivamente va liberando otros asuntos, deja de lado un humor físico ATP, para descubrirse en verdad como una comedia sobre lo masculino puesto en crisis. Guerra de papás puede ser entendida a partir de una situación que parece un chiste recurrente: una vez en el hogar, y con el visto bueno de su ex (Linda Cardellini) y del banal Brad, Dusty se toma el permiso para acostar a los niños y contarles un cuento. Un cuento que, claro, es una analogía bastante ordinaria sobre cómo el “rey” regresa al “castillo” para sacar de ese lugar al “reydrastro”. Esta situación, que se repite sucesivamente, no sólo funciona como aquel chiste repetido y estirado, si no que en cada encuentro el nivel de violencia y explicitud del cuento va alcanzando niveles de intensidad y confrontación mayores. Cada segmento, a su vez, está ubicado estratégicamente en el relato como para ir subiendo la temperatura en el conflicto central, articulando los vínculos entre los personajes y reordenando las piezas. El director y guionista Sean Anders (el mismo de la desaforada Ese es mi hijo, de lo mejor en el Sandler post-Click) demuestra así no sólo un conocimiento de la estructura de la comedia, sino también de las criaturas, conflictos y motivaciones de la película. Efectivamente Guerra de papás comienza leve, como una “comedia familiar” con algunos chistes visuales deudores del dibujo animado, para ir poniéndose más áspera con el correr de los minutos. Ese es otro efecto en las comedias de Ferrell: el aprendizaje de su personaje va acompañando el ritmo de la película (y viceversa), y si Brad es un tipo bastante soso en un comienzo, poco a poco irá descubriendo su parte más oscura. Como decíamos Guerra de papás, que si bien habla de la paternidad, es básicamente una película sobre la masculinidad puesta en crisis. Sobre un nuevo modelo de hombre contrastado con un viejo modelo de hombre, y de cómo cada uno es una sobreactuación de su tiempo y del mundo que habita. Si la comedia elige la paternidad como tema para desarrollar ese contraste, tiene que ver con una especie de talón de Aquiles donde se articulan viejas y nuevas sensibilidades. Brad tuvo un muy ridículo accidente y no puede tener hijos, y la presencia del musculoso y seductor Dusty no es sólo una amenaza ante el lazo que ha generado con los hijos de su esposa, si no un ataque a sus cimientos, al hombre, al macho. Sin embargo, el macho alfa que representa Dusty, ve peligrar su liderazgo trabajado en horas de gimnasio ante la amabilidad y el éxito profesional de Brad. Todo esto se ve en la forma en que ambos padres adoctrinan a su hijo sobre cómo resolver una situación violenta con sus compañeros de colegio. Lo interesante en esta lucha tetosterónica es que tanto los niños como la mujer son los personajes que tienen las ideas bien claras: ni los pequeños dejan de sentir amor por Brad a pesar de quedar como un pelele en la comparación, ni Sara sufre recaída alguna ante los embates del macho Dusty, simplemente porque no olvida aquel pasado frustrante que le hizo pasar el tipo. El conflicto es ridículo, incluso infantil en cómo Brad y Dusty lo ponen en escena. Otra regla en las comedias de Will Ferrell es la de resolver los conflictos lejos de la bajada de línea y cerca de una lógica que se alcanza a partir de la coherencia de los personajes. En ese plan, Guerra de papás es notable: no sólo que no exagera un solo rasgo en cómo los protagonistas alcanzan cada uno su objetivo (que no se sienta un sermón cuando los temas que están en juego son la paternidad y la vida familiar es todo un logro de la comedia), si no que además en su último acto logra una fusión interesante entre los temas y los conflictos, entre las situaciones humorísticas desarrolladas anteriormente y la resolución de cada uno de los conflictos. Incluso, el relato que tenía como eje la voz en off de Brad, incopora las de Sara y Dusty con el fin de abordar también sus miedos. El espacio que uno ubica y cómo es movido de ese lugar, por fuera de nuestro propio control, es algo que la película se anima a extender por fuera del interior del personaje de Ferrell, obviamente quien por construcción psicológica parece ser el personaje más inseguro del film. Y Guerra de papás hace todo esto siempre con humor y además indagando en los recursos y las posibilidades del humor. Obviamente que todo esto no sería importante si Guerra de papás no fuera divertidísima, y si todo el humor que construyen Anders y esa gran dupla que hacen Ferrell-Whalberg (explotando con variantes sus personajes de Policías de repuesto) no fuera la confirmación de un grupo de gente pensando la comedia como género que debe buscar la risa pero siempre pensándose a sí misma: la comedia es tal vez el género más auto-reflexivo cuando está hecho desde el lugar que están hechas estas películas. Al plan general, como tiene que ser, se suman algunos secundarios formidables sobre los que descansan los protagonistas, especialmente el jefe que interpreta Thomas Haden Church, un arrogante contador de historias que queda en ridículo siempre, y muy especialmente ese hallazgo que es Hannibal Buress, quien da una clase de humor deadpan como Griff, un personaje que implica casi la presencia de una voz en off explícita pero dentro del relato.
Tres muy buenos comediantes (Ferrell, Wahlbery y Cardellini) hacen lo que pueden con la historia de un papá contra un padrastro. No son ellos el problema sino la dirección, que decide explicarnos la mayoría de los chistes. Lo que podía ser gran anarquía (Wahlberg y Ferrell ya lo hicieron en Policías de reemplazo, gran film) se diluye en lección familiar casi en cada secuencia. Sí, obviamente en algunos momentos uno se ríe. En algunos momentos, ojo.
Una comedia de humor simple y trillado que, según los gustos, sacará muchas o pocas risas, pero que brinda entretenimiento garantizado de principio a fin. Los gags son constantes y los hay de todo tipo y tenor, y si bien hay algunos "guarritos" no...
Reglas básicas de la comedia Guerra de papás es una comedia más sofisticada que su título, aunque sin embargo tampoco es una de las obras maestras de la comedia norteamericana actual. Es simple, efectiva, y no pretende aleccionar al espectador. La historia es la de un hombre que no puede tener hijos (Will Ferrell) ha dejado atrás esa frustración cuando los hijos de su mujer (Linda Cardellini) lo aceptan y quieren como a un padre. Sin embargo el padre biológico (Mark Wahlberg) aparecerá para visitarlos y dicha visita generará una batalla entre ambos por destacarse más y lucirse frente a los niños. A diferencia de otro tipo de comedias de este estilo filmadas en décadas pasadas, Guerra de papás suscribe al estilo no emotivo, lleno de humor negro y comedia física vertiginosa propia de la nueva comedia americana. Sean Sanders, el director, tiene en su haber varias comedias y el propio Will Ferrell, con su so socio Adam McKay son también los productores de la película. Tal vez esta idea de lo sentimental pueda parecer irrelevante, pero en muchos casos es lo que termina delatando una cuestión moralista que le quita toda la gracias a las comedias. Como Billy Wilder o Ernst Lubitsch, la comedia es el vehículo a través del cual se expresan las ideas y no es necesario traer el drama. Así, aun sin llegar a ser brillante, la película conserva la dignidad de apostar siempre al humor, sin que esto la convierta en un film menos valioso que las que apelan al drama. Mientras que Adam Sandler perdió a su público por perseguirlo con toques de sentimentalismo, Ferrell se mantiene más cerca de su origen. Y cuenta, además, con Mark Wahlberg como buena dupla cómica para lograr su objetivo. En Policías de repuesto ambos actores ya habían demostrado química y aquí la confirman. Porque Guerra de papás es tanto una comedia de opuestos como de compañeros. Al viejo estilo de los dúos de comediantes, es más lo que suman juntos de lo que podrían restarse. La humildad es, a veces, una buena forma de salvar una comedia. Lo que más importa en una comedia es que sea graciosa y esta comedia lo es. Ferrell jamás permite que sus comedias escatimen gags.
Daddy's Home es una comedia a la que no le había prestado la más mínima atención. Es más, no tenía idea de cómo se llamaba la película en su título original, ésa era la atención que merecía una comedia de familias nuevas, padrastros y padres rebeldes que regresan a competir con el nuevo pilar parental de la casa. Pero detrás de una fachada que se ha visto en el terreno de la comedia una y otra vez, hay chispazos de genialidad y de querer hacer las cosas un poco diferentes, amén de la química entre Will Ferrell y Mark Wahlberg, ya probada en la comedia de acción The Other Guys. No hay nada relativamente original en la película de Sean Anders, pero si no se espera mucho de ella se puede notar aquellos lugares en donde la comedia lucha por rasgar los bordes establecidos y apuntar a momentos más grotescos, inesperados e hilarantes de lo que la propuesta puede encasillar a la trama. Ferrell casi parece en modo automático, y eso no desentona con el tono buscado. Como el padrastro abobado de una familia modelo, su estilo de comedia le viene como anillo al dedo a la contraparte que genera Wahlberg, quien encontró un nicho en el género y parece no despegarse de él con los buenos resultados que obtiene. Su competitiva relación es lo que mantiene a flote a la película, ya que gastados gags sobre racismo, el típico quién la tiene más larga - momento literal en la historia - y demases yerbas luchan por tirar abajo los atisbos orgánicos que pueden ser aplaudidos por la platea. La trama puede flaquear para los noventa minutos de duración, pero el elenco secundario ayuda a subsanar los momentos más áridos de la comedia. Thomas Haden Church en particular tiene grandes escenas como el jefe de Ferrell adepto a contar historias de sus ex-esposas que siempre terminan muy mal, y el trabajador multiuso de Hannibal Buress cae en el estereotipo racista de siempre, pero porque Buress es un gran comediante, salva las papas en más de una ocasión. Daddy's Home es una convencional comedia que se eleva cuando no quiere jugar las cartas habituales de la comedia, y durante toda interacción del dúo Ferrell & Wahlberg. Es una agradable película pasatista que funciona mejor si uno no sabe nada de ella.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
Rescata la buena comedia estadounidense con su humor rápido y efectivo Rara esta ocasión en la que desde el título y el afiche pueden suponerse muchas cosas respecto del estado de la comedia norteamericana, incluso con algún preconcepto, pero que en definitiva termina siendo mucho más de lo que se evidencia a primera vista. En “Guerra de papás”, Brad (Will Ferrell) es un hombre casado con Sara (Linda Cardellini), la ex de Dusty (Mark Wahlberg), quien dejó a su mujer e hijos para irse de aventuras por el mundo. Ahora debe “enfrentarse” al regreso de éste último para competir (si se puede usar este término) por ser una mejor imagen paterna para los dos chiquitos que claramente la necesitan. Con esta premisa, Sean Anders aborda una película asentada en la base de un humor rápido y efectivo. Escrito para hacer reír, pero no necesariamente forzado, gracias a la instalación de un verosímil sólido que hace aceptable cualquier situación. Una tarea bastante difícil por la facilidad con la que se puede caer en la exacerbación de la obviedad. El director va por lo seguro: primero, presentar los personajes en forma contundente, en especial Brad, sobre quien recae el eje dramático, y segundo, establecer algunos cuadros de situaciones que funcionan como microsituaciones que se resuelven en el momento en lugar de estirarlas hasta el agotamiento. Podría parecer una Buddy movie, pero es interesante ver como hace para revertir la fórmula: estos antagonistas no están unidos por una causa, sino por una consecuencia común, que son los chicos. Brad ama ser padre y lo tiene como objetivo primordial porque es estéril. No puede tener hijos propios. Dusty, en cambio, podría tener todos los que quiere dada su virilidad de macho alfa, pero abandonó su rol de jefe de familia. Uno no puede y el otro no quiere. En el medio están ellos como víctimas de los errores adultos. En ningún momento estamos frente a situaciones incómodas porque el guión nunca abandona la idea de la comedia, pero a la vez la forma elegida combina muy bien los gags propiamente dichos, con la idea central de la responsabilidad de ser padre. El fuerte en “Guerra de papás” es la construcción de los dos personajes centrales. Brad es la devoción obsesiva por valores como la armonía social, actitud pacífica, la no confrontación, el diálogo y la comprensión apoyada en la paciencia. Dusty es recio, tosco. Un hombre hecho de puro físico y con pocas luces para el razonamiento. El macho alfa en su más pura expresión contemporánea. Cada uno con su discurso intenta la empatía con los chicos que denota la exacerbación del ego por sobre los verdaderos e importantes intereses. En este sentido, la actitud casi pasiva de la madre, aporta otra aguda observación sobre el rol de la mujer en todo esto, pero insistimos: Es una comedia y no reniega de serlo, al contrario, redobla la apuesta con diálogos y situaciones herederas de la impronta de la revista “Mad” o de la vieja y querida “National Lampoon” (la de aquellas comedias con Chevy Chase y compañía). Hay momentos realmente desopilantes, de carcajada limpia, como la secuencia del juego de básquet, o el intento de Brad por volver a usar su patineta. Todos los elementos que se van mostrando aportan al chiste y al remate. El guión de Brian Burns, Sean Anders y John Morris remite a rutinas de humor re escritas la suficiente cantidad de veces como para asegurar el funcionamiento. Tal vez el análisis no debería ser tan pormenorizado y la definición sea bastante sencilla. Más allá de las lecturas que puedan hacerse, “Guerra de papás” es para matarse de risa.
Luego de “Policías de Repuesto” (The Other Guys, 2010), Mark Wahlberg y Will Ferrell, reafirman que son una gran pareja en “Guerras de Papás”. La película de Sean Anders (“Quiero matar a mi jefe 2”) trata de crear un ambiente que pueda disfrutarse en familia pero por momentos se va al humor de “Ted” y te das cuenta que cuando decía +13 a eso se refería. Will Ferrell le da vida a Brad, un hombre que no puede tener hijos, pero que tuvo la suerte de encontrarse con Sara (Linda Cardellini), madre de una niña y un niño. Ellos no tuvieron la posibilidad de un padre porque él no podía hacerse cargo de una familia y cuando pudo los abandonó. Brad debe ganarse de a poco la confianza de los hijos de su mujer porque necesita que lo vean como el padre que no pudieron tener.
Sobre un tema actual Mark Wahlberg y Will Ferrell, en un diálogo sobre las relaciones parentales abordadas por la comedia que coprotagonizan. El codirector de Guerra de papás, Sean Anders (comparte su rol con John Morris), descartó que la comedia reflejara demasiados estereotipos para ser, por contra, un largometraje "cálido" que puede ser disfrutado por toda la familia. "Habitualmente, las comedias se centran en el papel de un solo hombre. En esta ocasión quisimos demostrar el amor de los padres y madres por sus hijos y la unidad familiar", explicó Anders. "Buddy movie" familiar A Mark Wahlberg se lo ha visto tanto en acción como en comedia y en ambos géneros, el hombre se mueve como pez en el agua, más allá de los resultados de calidad final de las producciones en que participe. La saga Ted, Transformers: edad de la extinción, Los infiltrados, El luchador, Boogie Nights, son unas pocas de las 45 que reunió hasta la fecha en una carrera que el norteamericano de ascendencia multinacional comenzó desde muy jovencito. A Will Ferrell, en cambio, rara vez se lo ha visto en un título que no lleve el dominante "comedia" en la calificación, y es uno de esos humoristas norteamericanos para aferrar con fuerza o dejar de lado con absoluta convicción. Pero sus 50 títulos en el haber más unos cuantos guiones para actuación propia y ajena lo ubican como uno de los comediantes contemporáneos más importantes, que se ha dado el gusto de trabajar con figuras de primerísima línea, como John C. Reilly, Nicole Kidman, Eva Méndez, Dwayne Johnson, Sacha Baron Cohen, Adam McKay, Maggie Gyllenhaal, Emma Thompson, Dustin Hoffman, Queen Latifah, Mel Brooks, Matthew Broderick, Nathan Lane, Ben Stiller, Owen Wilson, Uma Thurman -la lista sigue in crescendo- y con todas ha logrado un feeling que muchas procuran repetir. Las pruebas al tanto: en Guerra de papás se reúne con Wahlberg, con quien ya había compartido cartel en Los otros dos (2010). En la película Will Ferrel es un apacible ejecutivo de radio que lucha por convertirse en un buen padrastro para los dos hijos de su esposa, pero las cosas se complican cuando llega el padre (Mark Wahlberg), obligándolo a competir por el cariño de los chicos. Para colmo, la imagen ganadora de su adversario intimida a este hombre oficina y lo coloca en clara desventaja , independientemente de una manifiesta vocación de padre de familia y de sus buenas intenciones respecto del bienestar de su nueva familia, con ex-incluido. Con experiencia compartida y un vínculo indiscutíblemente fluido en la escena, Wahlberg y Ferrell hacen de esta buddy movie (película de parejas desparejas) familiar una comedia con muy buenos momentos, a pesar de la escasa originalidad de la historia. Pero si aquí los importante que es el qué y el cómo, el efecto se logra y, en el trabajo, al dúo en danza lo secundan con gracia un par de chicos, Scarlett Estevez y Owen Vaccaro. Se agradecen, además, las participaciones de Thomas Haden Church, Bobby Cannavale, Vince Vaughn; esas apariciones ocurrentes que condimentan el espectáculo y le dan una cuota de disfrute extra al cinéfilo.
Ya habían trabajado antes juntos Will Ferrer y Mark Wahlberg ("The other guys") y aunque sus estilos son bastante distintos (el primero hace comedias y el segundo es más amplio para los géneros), se perfilaban como una pareja interesante a la hora de contrastar modelos opuestos. Eso pensó Sean Anders ("Horrible bosses 2") para seguir explorando una cuestión de moda en el cine actual: plantear las características sociales de los nuevas esquemas familiares, léase las familias ensambladas. Con dos actores muy distintos, podría lanzarse a una tarea riesgosa, divertir con sentido moral, elemento que claramente jugó en su intención a priori. Todo comienza con un escenario al que cada día nos acostumbramos más: un hombre, Brad (Ferrer) casado con una mujer , Sara (Linda Cardellini) quien ya tuvo dos hijos con una pareja previa, Dusty (Wahlberg). El no era un hombre paternal y por lo que sabemos, se dedicó a continuar con su actividad laboral (marine de misiones especiales), lejos del cuidado de sus chicos. Brad, en cambio, es un hombre súper responsable y padrazo de aquellos. Jugado en forma extrema por Ferrer, es un ícono de la corrección y la responsabilidad, lejos del anterior marido de Sara, quien descansa en su pareja para criar su familia sin problemas. Pero cierto día Dusty decide volver. Extraña a sus hijos y quiere recuperar el tiempo perdido, con ellos y con su ex mujer, sin tener en cuenta que ellos ya tienen otra familia. La cuestión es que desde el primer encuentro, ámbos comenzarán a disputarse el cariño de los niños, potenciando sus perfiles, en roces y actividades con mucho humor físico y escatológico. Llevarse bien con niños tan chicos es todo un desafío que a Brad le costaba una enormidad y con la llegada de Dusty todo se complicará en forma. Lo que desconcierta, es que esta no es una comedia familiar extrema como por ejemplo, "Dónde están los Millers". Aquí el registro va de familiar puro (con una gran carga moral, lo dijimos), a coquetear con lo grosero en secuencias que buscan la carcajada fáci del público. Claro que es fácil enfrentar a estos perfiles y sacar provecho de sus diferencias, y lo cierto es que ámbos protagonistas hacen lo suyo sin mayores fisuras. El único problema es que su estereotipo es bastante lábil y ya conocemos mucho de cómo estructuran sus personajes. Ferrer es una caicatura de sus anteriores trabajos, siempre con registro grave, mohines de niño y vocabulario desconcertante. Walhberg, en cambio, intenta potenciar su lado cómico forzando sus gestos todo el tiempo. Lo cierto es que lo que debería ser natural, no lo es tanto. Sin embargo, el mayor acierto de Anders es dotar a su relato de un ritmo intenso, aunque no acierte siempre con el gag. Hay secuencias artificiosas (la de la moto incrustandose en el segundo piso de la casa) carentes de ideas y otras bien resueltas (el baile final), pero siempre el director tiene claro que quiere contrastar. Y lo logra. Párrafo aparte para el cierre, lo más logrado del film. Es que en los tiempos que corren, ya nadie puede decir "de esta agua no beberé" y lo cierto es que las familias ensambladas son una realidad concreta y palpable que debe ser abordada y aceptada con la mayor naturalidad posible. En esa dirección , "Guerra de papás" es honesta y consecuente. Podrá ser un film más o menos divertido, pero sabe que quiere decir. Y les digo, eso, hoy en día, no es poca cosa.
Familias ensambladas. Hombres y mujeres que se adaptan a la situación de su pareja e intentan a toda costa conseguir el afecto de quienes de ahora en adelante serán también sus hijos. En la superficie y desde el explícito título local "Guerra de papás" (USA; 2015) puede ser considerada una comedia menor o un producto que no llegaría a trascender más allá de los límites que su propia propuesta genera. Pero en esta oportunidad el talentoso equipo conformado por el director Sean Anders y el guionista John Morris, que vienen de trabajar en una serie de cintas políticamente incorrectas como "Quiero matar a mi jefe 2" o "¿Quién *&$%! son los Miller?" se permiten la licencia de cruzar clásicas comedias blancas familiares y llevarlas al extremo, logrando una entretenida historia que proviene de un enfrentamiento natural entre el padre biológico de unos niños y su "padrastro". "Guerra de Papás" comienza con una narración en off de Brad (Will Ferrell), el protagonista de la historia diferenciando PADRE de PAPA o PAPITO, en esa enunciación ya hay una posición tomada que buscará generar el tono de la comedia, que por momentos olvida su espíritu "familiar" y "blanco" y se mete de lleno en lo peor del vínculo primigenio y que será determinante para la identificación y vida social. Brad hace unos meses que convive con Sara (Linda Cardellini), una mujer con dos hijos pequeños con la que sueña poder armar una familia. Los niños se la complican al mantener siempre vivo el recuerdo de su verdadero padre y las diferencias sobre quién debe darles órdenes. Como muestra, la niña (Scarlett Estevez) dibuja cientos y cientos de cuadros familiares en los que Brad siempre está muerto o alejado de ella, su hermano y su madre, y pese a esto él se sigue esforzando para lograr ese vínculo tan especial que desea poder entablar con ellos. Cuando aparentemente lo logra, un inesperado llamado de Dusty (Mark Wahlberg, cada vez mejor para la comedia) hacen tambalear sus planes al encontrarse en medio de una disyuntiva: ¿deberá apoyar a los niños para que puedan compartir unos días con su padre biológioco? ó ¿deberá negarles ese momento y seguir enfocado en sus esfuerzos por agradarles? Débil, sentimental y sensible, opta por la primera opción sin saber que Dusty llegará para intentar recuperar su espacio, no sólo con sus hijos, sino que también querrá recuperar a su ex mujer a fuerza de engaños y manipulación. El guión potencia esta situación y además agrega gags, que sin ser punchlines posibilitan un dinamismo en la relación entre ambos padres que terminarán por reflejar el universo de la cotidianeidad y rutina de un hogar y una familia (atentos a "Tumor" el perro). En las antípodas el uno del otro, la historia de Brad y Dusty seguirá las peripecias por mantener uno lo suyo y el otro volver a tenerlo, acompañado de una serie de personajes secundarios como el Jefe (el siempre efectivo Thomas Haden Church) o un contratista temporal llamado Griff (Hannibal Buress), quien terminará como un miembro más de la familia. "Guerra de Papás" es una agradable sorpresa y el retorno de Ferrell a las grandes ligas de la comedia, una liga que supo el mismo construir pero que hace tiempo le da la espalda con cada propuesta que interpreta y encabeza.
El gran acierto de la nueva comedia de Sean Anders (director de ¿Quién *&$%! son los Miller? y Quiero matar a mi jefe 2) no radica en la originalidad de su propuesta, sino en saber administrar a la perfección todos los elementos que componen el film. El resultado es una coreografía de chistes al servicio de las necesidades desquiciadas de un relato en el que el padre biológico de dos niños, interpretado por Mark Wahlberg, compite con el nuevo esposo de su ex –ese gigante de la comedia que es Will Ferrell, tirando una cantidad impresionante de one liners por minuto– por adueñarse del rol paterno. La película es todo lo libre y desatada que puede ser, como ya lo era también ¿Quién *&$%! son los Miller? Incluso ambas hablan bien de la familia, al mismo tiempo que parecen reírse de ella y parodiar el género al que pertenecen, el de la comedia familiar. No hay muchas películas así. En este sentido, Guerra de papás –como sucedió en su momento con los Miller– es una gran sorpresa, pero no porque desconfiáramos de ella; ya estábamos al tanto de que Anders sabía hacer comedia y sacar lo mejor de un elenco y un guion, sino porque en un Hollywood en el que cada vez más el grueso de las producciones apuestan a lo seguro, Guerra de papás no deja la osadía y la experimentación de lado, y a fuerza de humor se va alejando a cada minuto de la corrección política. Así es que, con un guion previsible pero sumamente efectivo –que no necesita de mensajes con moralina sobre la familia, sino que sabe reírse de ello– Ferrell y Wahlberg llevan hasta el ridículo esa batalla por exponer las debilidades del rival ante la familia. Este duelo humorístico da rienda suelta a todo tipo de chistes que aparecen abruptamente y a gran velocidad, como el que tiene a Ferrell manejando una moto fuera de control. Otros pueden podrán parecer básicos pero resultan muy efectivos gracias a la rapidez con la que atraviesan la pantalla y a la potencia que les imprimen los actores. En su forma de colección un poco anárquica de sketchs con un impecable manejo del timing, la película logra repartir una enorme cantidad de risas más allá de sus altibajos, y no escasean los momentos maravillosos y de emoción genuina, que siempre se agradecen. Incluso en las escenas en las que baja un poco el ritmo, Guerra de papás nunca deja de ser graciosa y placentera, principalmente porque nos importan los personajes. Y eso, se sabe, es lo que convierte a una película en una gran película, y a la de Anders en una de las mejores comedias en lo que va de un año que recién comienza. Una de esas que nos agarran desprevenidos y nos dejan sonriendo.