Crisis de identidad Si bien estamos frente a una película poco memorable que no se decide entre la tragedia paranoide basada en un trauma, el slasher de adolescentes faenados y un thriller de venganza en el que el imponderable Michael Myers pretende ajustar cuentas con Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), lo cierto es que el film en conjunto funciona -en términos cualitativos- como una hipotética secuela decente del período de declive de la franquicia, el que va desde Halloween 4: El Regreso de Michael Myers (Halloween 4: The Return of Michael Myers, 1988) a Halloween: Resurrección (Halloween: Resurrection, 2002). La historia en sí obvia los nueve corolarios que sucedieron a la obra original de 1978 de John Carpenter, evitando por consiguiente el arco narrativo que arrancó con Halloween II (1981) y que convierte a los dos protagonistas en hermanos, para un “borrón y cuenta nueva” que se parece mucho a prácticamente cualquier otro eslabón de la saga con Myers escapando del manicomio de turno y dando rienda suelta a una flamante masacre un 31 de octubre. Lejos de las dos primeras e interesantes continuaciones controladas por Carpenter, esa Halloween II ya citada y la gran oveja negra del lote, la injustamente marginada Halloween III: Noche de Brujas (Halloween III: Season of the Witch, 1982), aunque también de las anteriores entregas de Rob Zombie, las sanamente irrespetuosas Halloween: El Comienzo (Halloween, 2007) y Halloween II (2009), esta nueva Halloween (2018) apuesta por una perspectiva que pretende ser purista/ ortodoxa/ conservadora con respecto al trabajo de Carpenter pero termina cayendo en todos los problemas -y en algunos de los aciertos- del cine contemporáneo, como por ejemplo el exceso de autoconciencia, la falta de ideas novedosas, la obsesión con construir un producto que satisfaga a los fans menos exigentes, diálogos muy poco atractivos, un sustrato sexual que brilla por su ausencia y el fetiche con incluir todos los benditos estereotipos del rubro en cuestión en lo que parece ser una propuesta armada más por androides de marketing que por creadores del ámbito artístico. Aquí Strode es una especie de fanática promedio yanqui de la supervivencia que estuvo 40 años preparándose para un eventual regreso de Myers, el cual asimismo parece haber estado craneando en silencio durante ese tiempo su fuga del neuropsiquiátrico en el que lo encerraron luego de ser capturado como consecuencia de aquella carnicería de Halloween (1978). Hasta el esperado encuentro en el último acto entre los dos “pesos pesados” de la franquicia debemos fumarnos unas dos terceras partes de crisis de identidad que sin resultar insoportables, de seguro generan la sensación de otra oportunidad desperdiciada tracción a desniveles narrativos y dicha inseguridad por parte del film sobre su mismo carácter (por lo menos las secuelas bobas de las décadas del 80 y 90 sí tenían en claro que su núcleo era una catarata de muertes y nada más). La idea de fondo de borrar el talante indestructible y decididamente sobrenatural del asesino pronto queda en nada porque aquí vuelve a ser una fuerza imparable que continúa con vida después de disparos, cuchillazos y ser atropellado. Ahora bien, lo que realmente justifica ver este opus de David Gordon Green, más allá de la simple curiosidad, es todo el segmento del desenlace que sí resulta satisfactorio porque eleva el suspenso y ofrece secuencias de verdadera tensión y peligro en las que Laurie, su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak) se defienden a toda pompa del maníaco homicida. Green, quien no entregaba una película amena desde Joe (2013), a priori se asomaba como un director compatible con el proyecto por su origen indie y porque había edificado algún que otro producto potable de género, sin embargo el horror es harina de otro costal y pocos realizadores saben explotarlo al máximo sin recurrir a enfoques tan fundamentalistas como el presente, donde el ritmo pausado y la nostalgia no equivalen de por sí a logros cinematográficos. El éxito comercial del original de Carpenter, una obra menor dentro de su carrera y un film copiado de los giallos mucho más aguerridos de Dario Argento, fue más cultural/ histórico que otra cosa ya que obedeció al minimalismo de la propuesta y el ambiente social reprimido y retrógrado de siempre de Estados Unidos, al que apeló aquel convite de fines de los 70 mediante la figura del psicótico camuflado en unos suburbios burgueses, idiotizados y hedonistas. En esencia todo tiene que ver con la hipocresía e inequidad de la industria cultural internacional contemporánea: en vez de darle un presupuesto digno a Carpenter para que vuelva a filmar, nos debemos conformar con otro eslabón apenas pasable de una saga más que agotada en el que el mítico cineasta por lo menos compuso la música y se lleva un cheque con el cual seguir viviendo en el olvido…
“Halloween” es una película dirigida por David Gordon Green y escrita por él mismo junto a Danny McBride. La cinta está protagonizada por Nick Castle, Jamie Lee Curtis, Judy Greer, Miles Robbins, entre otros. Jamie Lee Curtis regresa a su icónico personaje Laurie Strode, quien llega a la confrontación final con Michael Myers, la figura enmascarada que la ha perseguido desde que escapó de la matanza que él hizo la noche de Halloween hace cuatro décadas. Esta nueva entrega de “Halloween” será secuela directa de la original de 1978. La historia no es tan difícil de entender y hasta quizás es poco innovadora, pero funciona al momento de darle ritmo y agilizar las situaciones presentes en el filme. Los instantes de suspenso y de máxima tensión, al igual que un par de sustos, están muy bien manejados. Hay otros que son bastante predecibles o que no provocan el impacto que deberían causar. Y no solamente en los sustos, sino que además hay determinadas escenas, generalmente habituales en este género de terror, que también son predecibles y hasta incluso muy poco necesarias, solo sirven para originar un buen asesinato para Michael Myers. Tampoco olvidemos los típicos actos donde los personajes toman decisiones completamente absurdas. La película presenta un buen elenco, dentro del cual la que más se destaca es Jamie Lee Curtis y obviamente el personaje Michael Myers. Durante gran parte de la trama vemos cómo va evolucionando esa relación entre ambos, tanto de manera directa como indirecta, para llegar a esa confrontación final. Por otro lado, y lamentablemente hablando, hay algunos personajes muy mal utilizados en la cinta y que terminan siendo muy aburridos y sin nada interesante. Otro punto fuerte que podemos ver en “Halloween” es la banda sonora icónica, que los mayores fans seguro recordarán de la primera parte de 1978, sencillamente espectacular. Las escenas que contienen mucha sangre y violencia explícita también están bien hechas; no hay sangre CGI volando como si fuera gelatina de frambuesa. En resumen, “Halloween” logra lo que las anteriores 9 cintas de Michael Myers no pudieron ser, una digna secuela de “Halloween” de 1978.
¿Quién sufre más el encierro: el asesino serial Michael Myers o su víctima, Laurie Strode? Este relanzamiento de la franquicia Halloween explora estos vericuetos temáticos con una mirada retro que reflota el slasher clásico. La película abre en un pabellón psiquiátrico y su presentación es igual a la del filme original de 1978: la calabaza, la misma tipografía y el popular tema de John Carpenter -también productor del filme-. Cuarenta años después, Halloween saltea todas las realizaciones posteriores de la saga -se asegura que el asesino mató a sólo cinco personas- y funciona como una continuación de la original. Bajo la batuta de David Gordon Green, el relato respira una saludable atmósfera artesanal, retoma los recursos que funcionaron cuatro décadas atrás y los explota al máximo en esta receta que, si bien no sorprende, mantiene la tensión y aumenta su reguero de sangre. Laurie -Jamie Lee Curtis- vive recluída en su granja, alejada de su familia y preparada para el reencuentro -ya no es su hermana- con Michael Myers, el implacable asesino serial de máscara blanca y de andar lento que va sembrando el espanto en Haddonfield luego de escaparse del psiquiátrico donde se encuentra internado bajo los cuidados del Dr. Sartain -Haluk Bilginer-, el "nuevo doctor Loomis", según Laurie, en alusión al personaje encarnado por Donald Pleasence. Tres generaciones que arrastran y enfrentan el pasado como pueden: Laurie, su hija Karen -Judy Greer- y su nieta Allyson -Andi Matichak- en medio de la cacería del asesino más famoso e icónico del cine de terror. Ahí entra en juego el sheriff -Will Patton- en este relato plagado de guiños, locura y venganza que tiene logradas escenas de suspenso -como la del baño en la estación de servicio-, entre amoríos adolescentes, fiestas de disfraces alegóricas a la fecha y una espera que encuentra la mejor secuencia en los minutos finales. Green entrega una visión violenta y paranoica, no exenta de algunos toques de humor, y se asegura una continuación debido al impactante resultado de taquilla en Estados Unidos durante su primer fin de semana. Todo vuelve.
Halloween: Michael y Laurie, un nuevo encuentro. Luego de cuarenta años, la Noche de Brujas vuelve para, quizás, ponerle punto final a un enfrentamiento antológico. Michael Myers está de regreso, y con él, Laurie Strode (Jamie Lee-Curtis). Pero no es un regreso cualquiera o secuela de una franquicia super explotada hasta el hartazgo, sino que es la continuación directa de la película dirigida por John Carpenter, “Halloween (1978)”; la primera que supo establecer claramente la temática y el sub-género llamado “Slasher”, donde un asesino (sea enmascarado o no) comienza una matanza contra jóvenes promiscuos, los adultos prácticamente no existen o aparecen en pocas ocasiones sin una acción determinante, y una chica denominada la “Final Girl” es la que enfrentará al villano y es la obsesión recurrente de este ser. Muchos filmes de este estilo han pasado y pasarán, pero “Halloween” tiene un lugar en el corazón del cinéfilo por haber establecido estas características y haberse convertido en obra de culto. Es legendario el score compuesto por Carpenter, así como también la máscara vacía de expresión del “Capitán Kirk” que usa el asesino, pero por sobre todo, es mérito de la película haber lanzado a la fama a Jamie Lee-Curtis, para siempre recordada por ser la “Final Girl” por antonomasia. En “Halloween (2018)” han pasado 40 años desde los terribles asesinatos ejecutados por Michael Myers (olvídense de las secuelas posteriores y los reinicios de Rob Zombie) y el asesino está confinado en el psiquiátrico de Smith’s Grove sin hablar una palabra y a punto de ser transferido a otro lugar para su confinamiento eterno. Dos periodistas deciden ir a ver por última vez al demente criminal pero, en apariencia, no consiguen nada; por esto, viajan a las afueras de Haddonfield donde una Laurie Strode (la magnífica Jamie Lee-Curtis en pose “Sarah Connor”) vive confinada en su casa-búnker, agobiada por su vida, amargada pero siempre creyente que en algún momento su “Bogeyman” volverá, y para eso ella se preparó toda su vida. Claro que le costó la tenencia de su hija y que ésta reniegue de su madre. Como es de esperarse, Michael Myers escapa antes que lo transfieran y comienza la cacería pero, ¿Quién es la víctima y quien el victimario en esta película? Desde el comienzo de los créditos, similar a la de 1978 con la música ejecutada de John Carpenter (quien es productor también), se nos advierte de una secuela con gusto a homenaje pero con una vuelta de tuerca muy propia de estos tiempos. Por un lado, la calabaza del inicio se va reconstruyendo a medida que pasan los nombres, guiños, planos, se suceden como si estuviésemos viendo un producto casi calcado a la original, pero llegado el momento, los roles se intercambian, se dan vuelta las situaciones que podrían verse inverosímiles hoy en día y se plantea un reformulamiento de la historia. En el tercer acto, la película se desvía completamente de todos los parámetros establecidos y juega con el cambio de poder: donde había una víctima, ahora hay un victimario; donde había una presa, ahora hay un cazador. Quizás el plano detalle final del filme lo diga todo, pero no voy a entrar en el spoiler, solo véanlo ustedes mismos. El director y guionista David Gordon Green (junto a Carpenter y el humorista Danny McBride, también co-escritores) nos traen una secuela del film de culto que termina siendo por momentos fan service y por momentos un replanteamiento de que la fuerza del varón no es eterna, que las cosas están cambiando y lo seguirán haciendo. Ya no hay más un Bogeyman aterrador que no pueda ser enfrentado y, finalmente, derrotado. Por todo esto y mucho más, “Halloween (2018)” es una cinta que remite a la obra original con gran respeto y se ubica entre lo mejor del género, cuarenta años después de haberlo creado.
El renacido Todos soñamos alguna vez con encontrar entre todas esas secuelas, que vendrían una tras otra sin parar -algunas muy malas, otras un poco mejores- una digna secuela del clásico de culto que nos dejó John Carpenter (Halloween 1978). Tuvieron que pasar cuarenta años, nueve películas en total, tres líneas temporales distintas y un intento fallido de reboot a cargo de Rob Zombie (Halloween, 2007). Pero este año nuestros sueños se hacen realidad de la mano del mago del género de terror de ésta década, un hombre que no para de cosechar éxitos de taquilla, logrando que el cine de horror se lleve un Oscar a mejor guión por Déjame salir (Get Out, 2017). Estamos hablando de Jason Blum, y es el productor detrás de la saga El conjuro (The Conjuring, 2013), por citar una de sus famosas piezas de horror. El guion de este nuevo film cayó en manos de dos acérrimos fans de la saga, David Gordon Green y Danny McBride, que venían de hacer comedias como Superfumados (Pinneaple Express, 2008), uno como director y guionista, y el otro como actor. Tras presentar el guion tanto a Blum como a Carpenter y tener luz verde para hacer la película, se sumaron al proyecto nada más y nada menos que Jamie Lee Curtis para encarnar una vez más a Laurie Strode, y John Carpenter para realizar el soundtrack, como productor ejecutivo y asesor creativo, y todos dormimos un poco más tranquilos. Esta nueva película nos plantea en tiempo real a la niñera sobreviviente cuarenta años después de aquella matanza de 1978, una Laurie Strode que no ha logrado seguir adelante con su vida, y que ha dejado incluso que aquel suceso fatídico la aleje de sus seres queridos. Recluida casi tanto como el mismo Michael Myers (James Jude Courtney), vive su vida como en un loop continuo a la espera de ese ser que la mantiene en vilo en su casa, siendo casi una trampa mortal para cualquiera que decida entrar sin su consentimiento. Así como la primera película nos hablaba del horror, este filme nos habla de las consecuencias de ese horror y cómo repercute en el entorno de la protagonista. La acción se desarrolla con la llegada de una pareja de Podcasters al centro psiquiátrico donde Myers se encuentra internado desde la matanza de aquella noche de brujas. Se ha creado todo un mito en torno al caso, y será la llegada de estos dos periodistas el puntapié para que se desate nuevamente el mal sobre Haddonfield, y cuando esto finalmente suceda, veremos un real festín de muertes a manos de este ser que vuelve, pareciera, a ese eje terrenal del que lo había dotado Carpenter en un principio, dejando de lado la sobrenaturalidad acomplejada que supo tener a lo largo de la pasada saga, así como también ese lazo familiar que no es más que un rumor, como una leyenda urbana del pasado. Las secuencias de asesinatos son realmente brutales y sangrientas. La cinta está repleta de guiños y referencias a toda la saga, siendo como una selección de las cosas que mejor funcionaron en el pasado fusionadas de manera perfectamente armoniosa con los nuevos hechos. No puedo terminar esta reseña sin hablar de Karen (Judy Greer), hija de Laurie, entrenada desde muy niña con la idea de que tuviera que enfrentar a Michael algún día. Ahora madre de Allyson (Andi Matichak) y distante de Laurie, Karen muestra en pantalla cómo es empatizar con alguien que además de ser su esposo la ha puesto bajo su ala haciéndola creer que la vida puede ser nada más que bondad, clara visión de estos tiempos donde las mujeres empoderadas ven la complicidad muchas veces machista de mujeres que confunden confort con libertad. Y será su propia hija quien tenga que afrontar ese mismo planteamiento en una situación donde los hombres intentan imponerse con la manipulación y la violencia, dejando en claro que las nuevas generaciones de mujeres también pueden llevar los pantalones. La nueva Halloween es ese anhelo que tuvimos de una secuela decente y mucho más, es la añoranza por ese clásico que nos marcó de chicos y es la lección de que todavía podemos ver, no solo a Laurie, sino a dos generaciones posteriores preparadas para enfrentar al hombre, a la forma que las acecha desde las sombras, y dejar de ser presas, sin soltar el cuchillo. *REVIEW de Mariano González
La noche en que él regreso 27 de octubre de 1978, una fecha desde la que el cine de terror jamás volvería a ser el mismo. No, Noche de brujas no fue el primer slasher, pero sí fue el que lo redefinió e instauró todas sus reglas. La pequeña producción dirigida por John Carpenter creó la figura del Boogeyman, el asesino espectral, enmascarado, con simbolismos fálicos, conservadores, represores, y dirigido a un público joven, que brillaría en la década siguiente. Un exitazo de público que colocó a sus personajes en el podio: Michael Myers como el asesino de la máscara ¿inexpresiva?, y Laurie Strode como el ícono de las heroínas o Scream Queens. Siete secuelas y un reinicio con su propia secuela vinieron después, y como suele suceder, resultados dispares y bastante maltrato al original, salvo en alguna ocasión. Cuarenta años después, Carpenter vuelve a tomar las riendas como productor para hacer un borrón y cuenta nueva de las secuelas (después de todo, ya H20 lo había hecho de la 4 en adelante). Cuarenta años después, él regresa. Definitivamente, los números redondos caen bien en la franquicia. A los diez años llegaba Halloween 4 que traía nuevamente a Michael luego de su ausencia en la tercera, y hoy en día es revalorizada. A los veinte, en H20volvía Laurie, y está entre las secuelas buenas, pese a una dirección algo estándar. El reinicio de Rob Zombie se adelantó un año a los treinta, y… es mejor que su secuela, por decir algo. Los cuarenta parecen ser la década indicada. David Gordon Green es el elegido para ponerse en la silla de director, y co-guionista junto a Danny McBride y Jeff Fadley (otros dos pesos pesados), de esta nueva entrega que dice adiós a todas las secuelas anteriores… o casi. Gordon Green, hasta ahora más conocido por comedias como Pinnaple Express y dramas como Stronger, hacía dudar sobre lo que podía pasar con esta nueva Halloween. Despejen todas sus dudas, en comedia, en drama, o en terror, Gordon Green es un autor. La noche en que ella regreso Cuarenta años de aquella noche de Halloween de 1978 en la que el psicópata Michael Myers se escapó del neuropsiquiátrico y se dirigió a Haddonfield, Illinois, regresando al hogar donde de niño había asesinado a su hermana, para acechar a un grupo de niñeras, con Laurie Strode a la cabeza y única sobreviviente. Michael continúa internado en el psiquiátrico y es visitado junto a otros internos por una pareja de reporteros que hacen un podcast criminológico amarillista. Nada hace pensar que Michael pueda escaparse. Sin embargo, Laurie lo espera en la casa en medio del bosque. Fueron cuarenta años de preparación, y el juego ha cambiado. Laurie se convirtió en un ser paranoico y preparado para la cacería de quien hace cuatro décadas le arruinó la vida. En el medio, dos matrimonios fallidos, más la pérdida de la custodia de su hija Karen (Judy Greer) y la conexión con su nieta Allyson (Andi Matichak). Laurie tiene un solo propósito en su vida: esperar a que, algún día, por más improbable que sea, el Boogeyman vuelva a visitarla. Y esta vez no la agarrará desprevenida. Por supuesto, en el cine lo poco probable es seguro, y Michael se fuga tras el accidente en la ruta con el autobús que lo transporta. Y sí, se dirige otra vez a Haddonfield. El guion de Gordon Green, McBride y Fadley se encarga de recrear el guion de la original, pero no a modo de copia: lo homenajea y plantea un constante de paralelismos. Como un espejo desde el otro lado, como el juego invertido en el que ahora la que mueve las fichas es Laurie. Todo vuelve a suceder, pero, en buena parte, porque es el deseo de Laurie concretar con esa venganza. No solo regresa Laurie, quien regresa es una Jamie Lee Curtis radiante en todo sentido. Escupiré sobre tu tumba Halloween funciona a la perfección en varios niveles. Es una excelente continuación de la original, que no obstante también homenajea a las secuelas con algún guiño (¡hasta a la tercera!). Es un manual detallista de cómo debe construirse un slasher serio, adulto. Con pequeñísimas dosis de humor que no vienen en forma de gags, sino de personajes verosímiles y algún guiño a los fans. Un guion inteligentísimo, más sangriento y brutal que la original, pero sin necesidad de recaer en lo puramente explícito o el gore sin sentido; poniendo el foco en el cuadro de escena y en los detalles antes que en mostrar todo. Hay sustos, sacudidas, y buenas (muy buenas) escenas de muerte, sin necesidad de hacer un plano detalle de todo. Cuando ya parece que no tiene más sorpresas para entregar, prepárense para una media hora final que se ubica entre lo mejor del género, en, por lo menos los últimos diez años. También, y sobre todo, es un film profundamente feminista. Así como hoy en día nos permitimos una relectura del rape & revenge de moda en los ’70 como un ponderamiento a la mujer que fue ultrajada y se repone; Halloweencoloca a las Scream Queens en otro lugar. Laurie ya no se esconde, sale a buscar a su victimario para enfrentarlo. También se dedicó a preparar a su hija para hacerla fuerte, más allá de ponerla en riesgo, perder su custodia y ganarse su antipatía. Laurie se convirtió en lo que despectivamente se dice una feminazi, quiere aniquilar al macho opresor, y con justa razón. Piensen en la Sarah Connor de Terminator, y en la de Terminator 2. La Laurie de 1978, fue la Sarah de 1984, indefensa, escondida, temerosa. La Laurie 2018, es la Sarah de 1991, que toma el toro por las astas, guerrillera, apabullante, desquiciada, sin tiempo de acicalarse, jugada a todo para impedir su apocalipsis y defender a los suyos. Ver a esta mujer valiente en el rostro de Jamie Lee Curtis, que ha hecho de su propia imagen una expresión de la feminidad al natural, es algo que no tiene valor. Jamie Lee ama a Laurie y si alguien tenía que redefinirla, no podía ser otra que ella. Andi Matichak como Allyson también está a la altura de las circunstancias, y más. Una gran Scream Queen que también entra en el tono feminista del film a través de varias decisiones. Judy Greer es una gran actriz, y Karen es un personaje que tarda en explotar, pero ténganle paciencia. Nos regala la mejor frase del film. La amamos también. Juntas, son un power trío que debería encabezar una marcha del #NiUnaMenos cinematográfico. Halloween es un gran film para los fanáticos de la saga y de los slasher en general. David Godon Green plantea una puesta visual única, a la que sumará una banda sonora vibrante (de la mano de Carpenter otra vez) y un ritmo narrativo potente que nos mantendrá permanentemente asombrados y aferrados a la butaca. La gran cantidad de detalles, el cuidado en la puesta, y la más que correcta creación de los personajes, coronan a esta nueva entrega como el mejor slasher del año y uno de los mejores films de suspenso y terror de la temporada. Todas las expectativas fueron superadas.
Esto es Halloween Es una rara y linda confluencia que John Carpenter y Jamie Lee Curtis se reúnan tras cuarenta años para colaborar en una nueva HALLOWEEN (2018), la cual no sólo ignora las nueve peores iteraciones de la franquicia sino que sirve de secuela directa para la primera y mejor Noche de brujas (Halloween, 1978). Si la serie aún tiene fans éste es el tipo de tormentas perfectas con las que sueñan. Dirige David Gordon Green, ducho en el gótico sureño desde Undertow (2004). Carpenter revitaliza la clásica banda sonora con nuevos reveses synth y hace de productor junto a Curtis, quien reinterpreta a la superviviente original Laurie Strode con dejos post-traumáticos. Hasta regresa Nick Castle, el Michael Myers original. Todo está en su lugar. Un descuido: que Green haya escrito el guión junto al comediante Danny McBride y su segundo Jeff Fradley, quienes imbuyen la historia con un humor jocoso e inapropiado para una película de terror. Cuarenta años a la fecha de aquel fatídico Halloween, el asesino serial Michael Myers escapa de prisión y continúa su matanza por los suburbios de Haddonfield, Illinois. En lo que a la película concierne Michael sigue siendo “pura y simple maldad” y así lo trata, una fuerza tan implacable como desinteresada. Los intentos frustrados de varios personajes por psicoanalizar al monstruo suenan a meta-comentarios sobre el legado de otros cineastas más ineptos que intentaron modernizar (ej. complicar) a Michael Myers. Del otro lado se encuentra Laurie, quien a la inversa de su torturador ha desperdiciado su vida pensando en él y preparándose para reencontrarlo. Mientras prepara el inevitable duelo intenta reconectar con su hija y su nieta, la primera harta de la paranoia de su madre, la segunda fascinada por la mitología. La película reconstruye aquellos icónicos y ominosos planos en los que Michael Myers acechaba a la distancia y hace algunas equivalencias ingeniosas al poner a Laurie en su lugar, ya esté observando a su enajenada nieta desde lejos o desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos para cazar al cazador. Son homenajes sutiles y útiles a la trama. En su punto culminante HALLOWEEN es la mejor película que ha producido la serie desde que se hacen secuelas (no que ello conlleve gran mérito), y una buena opción para conmemorar la festividad del título. En su cometido es efectiva - sencilla pero hecha con destreza cinematográfica. La película sufre definitivamente las decisiones más bizarras del guión y la dirección, como los ya mencionados impases cómicos (las cuales ocurren de la peor manera, en el peor momento), personajes que desaparecen inexplicablemente, un casting poco versátil más allá de la impecable Curtis y un giro sorpresa que existe más por conveniencia que lógica. Una secuela es inevitable. En un mundo perfecto éste sería el broche de oro que pone fin a la serie, no con la dignidad intacta pero sí habiéndola recuperado. El plano de la calabaza despedazada que se recompone lentamente al compás del tintineante crescendo de Carpenter lo dice todo.
Como si las “Halloween” que se hicieron entre la primera y GENIAL versión de 1978 y ésta no hubieran existido, (y fueron 9) pasamos directamente a una continuación de aquella. No está mal, porque ésta y la primera tienen mucho que ver. En ésta nueva versión la dirección es de David Gordon Green, y la producción es de John Carpenter junto a Jamie Lee Curtis (entre otros) como en la primera. Michael Myers se encuentra encerrado en un Hospital Neuropsquiátrico bajo extremo cuidado y sin hablar con nadie. A pesar de los insistentes pedidos de su psiquiatra, no logra sacarle una sola palabra. Hasta allí llegan dos periodistas en busca del milagro. Lo que no saben es que en breve Michael va a ser trasladado a otro lugar para su confinamiento definitivo, y justo es época de Halloween... Y los traslados nunca son seguros si Michael Myers va en uno de sus transportes. En forma paralela, vamos conociendo que fue de la vida de Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) quien estuvo esperando 40 años este reencuentro. Si bien intentó rehacer su vida, (tiene una hija llamada Karen (Judy Greer) con la que no se lleva muy bien (para todo hay un motivo) y una nieta, Allyson (Andi Matichak), y lo que más hizo fue practicar tiro y construir una guarida en el medio del bosque en las afueras de Haddonfield. Su casa es casi como la prisión en la que Myers pasó los últimos 40 años. Pero ésto es sólo el comienzo. Sin ánimo de spoilear nada, muy buenas escenas las de la estación de servicio y la de la niñera, muy similar a lo sucedido en la película de 1978. La música es inolvidable y se agradece, igual que la vuelta de Nick Castle como el Myers original, Will Patton como el Sheriff y una Curtis emponderada como pocas. Las escenas de suspenso, bien dosificadas y en un in-crescendo a la vieja usanza. ---> https://www.youtube.com/watch?v=_Esb14TaGrk ACTORES: Jamie Lee Curtis. Judy Greer, Virginia Gardner, Andi Matichak, Nick Castle. GENERO: Terror . DIRECCION: David Gordon Green. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 108 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 25 de Octubre de 2018 FORMATOS: 2D.
Michael Myers, el asesino con máscara y cuchillo en mano, y la baby sitter Laurie Stroud vuelven a tener un encuentro. Pero el sabor del reencuentro tiene un gusto distinto. A saber: pasaron 40 años de aquella Noche de brujas en Haddonfield, Illinois, pero no las nueve secuelas o remakes. Hay que olvidarse de ellas, porque el director David Gordon Green (Experta en crisis) y sus coguionistas así lo han decidido. Las confrontaciones ya vistas no existieron. Michael estuvo confinado y sin hablar estas cuatro décadas, mientras Laurie se transformó en una abuelita vengadora. Armada y preparada hasta los dientes, Laurie (de nuevo Jamie Lee Curtis) no tiene un cabello de ingenua. No pregunten cómo, pero ella construyó una guarida en el bosque, alejada del pueblo, con sótano como refugio casi inexpugnable, esperando que su hermano salga, alguna vez, de la prisión. Y por supuesto que esto sucede. Y por supuesto que Michael la buscará y encontrará, tras dejar un tendal de cadáveres, no como en la original donde sólo masacraba a 5 personas y un perro. Pero así como Michael es la maldad en persona, y en frasco grande, y no ha cambiado nada, Laurie, sí. Bueno, son tiempos del #MeToo, y entonces si hace 43 años Spielberg en Tiburón hacía que tras que fallaran el pescador especialista y el ictiólogo para acabar con la amenaza, fuera el hombre común (el jefe de policía Brody) el que terminaba con el escualo, ahora cuando los hombres no logran cazar a Michael será la dinastía Stroud: la abue Laurie, su hija (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak). Se sabe que a los fans no hay nada ni nadie que los distraiga y los convenza de que, tal vez, quizá, en una de ésas, esta Halloween no esté a la altura ni le rinde el sentido homenaje que se merecía la primera. Pero quienes somos fanáticos de la original y de la primera secuela (la de 1981, tal vez más aterrorizante que la primera) sentimos que por más que John Carpenter y Curtis estén involucrados… no es lo mismo. Algo falta. Algo falló. Y no lo es porque, si bien el plot, la excusa argumental es la misma, hay un solo momento que crispa los nervios. Y es al comienzo, cuando un par de periodistas de investigación británicos llegan hasta la prisión a visitar a Michael. Después, el slash y el gore se apoderan de toda intención, aspiración, sueño o deseo desde la platea porque aquello que nos atrajo hace 40 años vuelva a suceder. Y no. Con todo, al ver esta Halloween los que ni siquiera saben quién es Michael y les gusta el cine de terror “moderno” no saldrán defraudados. A los fans, en fin, nos queda el recuerdo de las primeras o rastrear en algún maratón o por Internet aquellas dos películas que sí metían miedo.
Hace 40 años, John Carpenter estrenaba una película hecha con mínimos recursos (costó 325.000 dólares), pero que se convirtió en un clásico del subgénero slasher con un asesino serial llamado Michael Myers que se escapaba de un neuropsiquiátrico y -usando una máscara blanca- aterrorizaba a un pueblo con un baño de sangre durante la noche de Halloween. Luego llegaron las inevitables secuelas y hasta el reboot a cargo de Rob Zombie. La saga ya sumaba diez películas (varias de ellas bastante confusas en su continuación de la historia) y esta undécima entrega es la que más directamente conecta con la original a partir de la construcción de un crescendo dramático hasta llegar al duelo final entre el Myers de Nick Castle y la Laurie Strode de Jamie Lee Curtis (la baby sitter de 1978 hoy convertida en... abuela). David Gordon Green realiza con absoluta eficacia el doble juego de respetar (venerar) y al mismo tiempo modernizar el clásico de Carpenter con una sabia generación del suspenso seguida de una explosión de violencia sádica. El director de Más fuerte que el destino no se aparta demasiado de las fórmulas del género y tampoco profundiza en ningún personaje, pero el resultado artístico es más que satisfactorio y el comercial tan rentable que en su apertura el film ha batido no solo todos los récords de la franquicia sino también unos cuantos dentro de la fecunda historia del género.
“Halloween”, de David Gordon Green Por Jorge Bernárdez Ha recorrido un largo camino la historia de Michael Myerspara volver a ser manejada por su creador, que participa en esta película como productor ejecutivo de un proyecto pensado por dos grandes creativos como Danny McBride y David Gordon Green. La idea que movilizó a Carpenter, que no estaba muy contento con el camino que había tomado el asunto, era la de volver a la historia general, ver qué pasó en cuarenta años en la vida de Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) y que se volviera a cruzar aquella sobreviviente con el asesino. En el comienzo de esta nueva película, Michael Myers es objeto de estudio de una par de periodistas que buscan reflotar el tema. El personaje está en prisión y no ha dicho una sola palabra desde que cometiera aquella serie de asesinatos, pero está a punto de ser trasladado a una cárcel que es básicamente un sitio oscuro y sin ninguna clase de comodidad. Hay un psiquiatra que está obsesionado con el recluso, con el mal y con sus sentimientos. Laurie es una señora mayor, recluida que perdió la tenencia de su hija hace mucho pero que mantiene contacto sobre todo con su nieta. La chica siente empatía con esa abuela “freak” que todos consideran un poco desquiciada. Llega Halloween y el pueblo se prepara para la festividad, en las vísperas del festejo Myers es trasladado y por supuesto, se escapa. La película celebra la original y hace unos escarceos de reflexión cuando en el comienzo un personaje reflexiona que al fin y al cabo Myers no es un asesino tan importante, porque una noche de terror unas niñeras no tiene entidad frente a los horrores que el mundo vio en cuarenta años. Michael vuelve a lo suyo que es matar gente, agarra puñales, martillos, ahorca y apuñala sin inmutarse. Lo más importante es que todo lleva al enfrentamiento entre Laurie y Michael -esta vez están además la hija y la nieta de Laurie que participan de la lucha- que es personal, pero además tiene algo de ancestral si pensamos que la idea general es que Myers es el mal en estado puro. Sobresaltos, sonrisas, tensión y un final que está a la altura del culto que se le rinde a la película original. Así da gusto volver al terror. HALLOWEEN Halloween. Estados Unidos, 2018. Dirección: David Gordon Green. Guión: David Gordon Green, Danny McBride y Jeff Fradley. Intérpretes: Jamie Lee Curtis, Nick Castle, James Jude Courtney, Judy Greer, Andi Matichak, Haluk Bilginer, Will Patton, Rhian Rees, Jefferson Hall, Toby Huss. Producción: Jason Blum, Bill Block y Malek Akkad. Distribuidora: UIP. Duración: 106 minutos.
La nueva entrega de Halloween está destinada a generar una brecha (como sino ya no tuviéramos pocas) entre los fans del género de terror. Algunos la destacarán entre las mejores producciones de la serie y otros saldrán del cine decepcionados. Podría escribir una reseña negativa con todas las objeciones que mencionarán los detractores, pero la verdad es que la disfruté bastante en el cine. Mucha de las críticas desfavorables provienen de fans extremadamente pasionales que exageran un poco las debilidades que tiene el trabajo del director David Gordon Green. No es la mejor película de terror del año ni marca una bisagra en esta franquicia, pero tampoco es el desastre ofensivo que plantean los análisis más negativos en la web. De entrada es completamente superior a las historias con la hija de Laurie Strode y la maldición celta (Halloween 4, 5 y 6) y funciona como una continuación decente de la película original de 1978. Me cuesta mucho comprar el concepto que esto es peor que Resurrección, la horrenda entrega del 2002. Antes de ir al cine recomiendo repasar otra vez el film de John Carpenter por dos motivos. Además de recordar la historia si no sos seguidor de Michael Myers, sirve para limpiar la mente de los hechos de las películas que vinieron después y que la nueva producción ignora por completo. La obra de Gordon Green es una película con un alto contenido nostálgico y dosis del slasher vintage, al mismo tiempo que reintroduce al icónico asesino en un contexto moderno. Un aspecto interesante dentro de la trama lo conforman las ramificaciones psicológicas que tuvo la primera aparición de Myers en la familia de Laurie Strode. Los vínculos que tienen entre ellos están marcados por la tragedia que la protagonista vivió 40 años atrás y todavía afecta su presente. La interpretación de Jamie Lee Curtis, que es lo mejor de este film, claramente trae al recuerdo a la Sarah Connor de Terminator 2, por su actitud frente al conflicto, pero también cuenta con una mayor vulnerabilidad que le añade otros matices al personaje. En lo referido al tratamiento del villano, el director hace un gran trabajo a la hora de recordarnos por qué Michael es uno de los asesinos más aterradores del género y las situaciones de violencia tienen un tratamiento atractivo. Si bien muchos de los ataques del psicópata siguen la escuelita gore de Rob Zombie, algunos de los momentos más impactantes tienen lugar con las muertes que ocurren fuera de cámara. En varias ocasiones el desastre que deja Myers en su camino resulta mucho más perturbador de ver que las secuencias de violencia gráfica. Un buen giro que le dio Gordon Green a las acciones del villano. Otro aspecto positivo es la música de John Carpenter que se utilizó de un modo excepcional para intensificar las situaciones de suspenso. Los guiños a la obra original son simpáticos y el director no se estanca permanentemente en el homenaje, sino que intenta hacer algo diferente con la dinámica de la relación entre Myers y Laurie, quienes ahora se buscan mutuamente. La narración tiene un buen ritmo, el relato dura lo justo y el tercer acto, cuando las cosas se ponen intensas, me pareció muy bueno. Creo que para disfrutar el film también es necesario concederle cierta indulgencia a la trama, ya que si se analiza en exceso este subgénero pierde su gracia por completo. Por ejemplo, Michael otra vez vuelve a robarle la indumentaria, que incluye un previo asesinato, a los sufridos camioneros de Haddonfield, quienes a esta altura tienen menos suerte que los oficiales de camiseta roja de Star Trek. Después el modo en que el psicópata llega en auto a la casa de Laurie es un delirio pero lo tomo como parte del encanto del slasher donde abundan las situaciones ridículas. Sin ir más lejos, Michael tiene 60 años y acá se desenvuelve con la fuerza de Thanos donde aplasta cabezas como algo normal. El tema es que enfocarse demasiado en esos detalles me parece que en un punto atenta contra la experiencia de entretenimiento que ofrece la película. Eso no significa pasar por alto debilidades notables de esta producción que se podrían haber trabajado mejor. Un inconveniente del relato de Gordon Geen en es que el foco de atención de la película se dispersa en varias subtramas que no aportan nada. Jamie Lee Curtis podría haber tenido una mayor presencia en el film si por ejemplo la historia no se enfocaba en las experiencias sentimentales de su nieta que no le importan a nadie y encima repite situaciones de Escalofríos 2. La incorporación de un nuevo psiquiatra no termina de funcionar y el personaje después tiene un giro ridículo e innecesario que queda en la nada. Junto con el yerno de Laurie Strode el pseudo doctor Loomis integra las peores adiciones de este episodio. No puedo dejar de mencionar la inclusión del humor Scream que sacó de quicio a muchos fas de la saga. En lo personal no me pareció tan terrible al punto de no poder disfrutar la película, pero llama la atención esta cuestión porque no se había implementado en las entregas previas. No hay que olvidarse también que la nueva Halloween fue escrita por Danny McBride (Tropic Thunder), quien viene del género de la comedia e intentó añadirle algo diferente al argumento. El problema con los chistes no pasa tanto por la incorporación del humor, sino por los momentos que eligieron para incluirlos, donde generan distracción y descomprimen la tensión que se había construido. La verdad que la nueva Halloween no le aporta nada nuevo a esta franquicia pero en un año donde los estrenos del género estuvieron representados en su mayoría por exponentes como Slender Man, el regreso de Michael Myers al menos brinda un pasatiempo entretenido.
La nueva Halloween es una carta de amor en clave de homenaje a la película original y al género. Terrorífica, cruda, prolija y emocionante. La franquicia vuelve a levantarse de entre los muertos como Michael Myers de la mano de una Jamie Lee Curtis impecable. El 27 de octubre de 1978 el cine de terror (y la industria cinematográfica en general) sería testigo de un estreno que cambiaría las cosas para siempre. El gran John Carpenter (Assault on Precinct 13, The Thing, Escape from New York) estrenaba su tercera película, una joya que se convertiría en una de las más influyentes y celebradas cintas de horror de todos los tiempos, y para algunos, la mejor): Halloween. La película contaba con un presupuesto ínfimo (poco más de US$ 300.000) y apenas un actor conocido en el elenco (Donald Pleasence en el papel del Doctor Loomis) pero fue un éxito masivo que recaudó unos 47 millones de dólares, sentó las bases del género slasher —películas de asesinos— y cambió la forma de hacer películas de terror durante la próxima década. Mucho se puede decir para explicar el éxito de la Halloween original: la belleza de su simpleza, el famoso plano POV del principio, la inolvidable banda sonora compuesta por Carpenter, ese manejo del suspenso y la tensión casi Hitchcockiano, la invención de ciertos elementos que se volverían indispensables para el género (“el asesino siempre se levanta”), convertir a la debutante Jamie Lee Curtis en la scream queen definitiva. La historia no es nada rebuscada (y eso es gran parte de su encanto): en la noche de Halloween de 1963 el joven Michael Myers asesina a su hermana a puñaladas y es encerrado en una institución psiquiátrica. 15 años después el psicópata escapa y comienza a acechar a Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) y sus amigos. Con el éxito llegaron las secuelas. Desde una Halloween II (1981) que intentó continuar con la historia de la original, Halloween III: Season of the Witch (1982) una suerte de spin off espantoso con pretensiones de iniciar una antología, la cuarta quinta y sexta parte que trajeron a Michael Myers de la muerte e intentaron dar una explicación falopa y sobrenatural sobre por que no puede quedarse muerto, Halloween H20: 20 Years Later (1998) una séptima entrega bastante digna que recupera al personaje de Laurie Strode y hace un retcon con las 3 películas anteriores y Halloween: Resurrection (2002) una bazofia absoluta que mató a la franquicia. Años después el director Rob Zombie reimaginó el origen de Michael Myers en el reboot Halloween (2007) y Halloween II (2009), buscando crear algo radicalmente diferente. ¿Cuál es el saldo de esta franquicia? Una obra maestra, varias películas malas, un par de secuelas dignas y dos reboots flojos de papeles. ¿Qué sería lo más sensato a la hora de seguir adelante? Barrer toda la porquería bajo la alfombra y volver a la original. Pasaron 40 años desde aquella fatídica noche en la que Michael Myers (Nick Castle y James Jude Courtney) escapó del psiquiátrico y regresó a aterrorizar su pueblo natal Haddonfield, Illinois. Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) fue la única sobreviviente de ese encuentro que la marcó para siempre. Pasó 40 años reviviendo los horrores de esa noche, preparándose para el regreso de Myers con un solo objetivo en mente: matarlo de una vez y para siempre. Su trauma la llevó al extremo de entrenar a su hija Karen (Judy Greer) durante años para una confrontación que nunca llegó, arruinando su relación con ella y alejando a su nieta Ally (Andi Matichak). Pero cuando el asesino escape después de un nuevo traslado, Laurie deberá sobreponerse a su paranoia para enfrentar al psicópata que la aterrorizó en su juventud antes de que ataque a su familia. Halloween (2018) es una película hecha con mucho amor y respeto por la Halloween original pero que no se queda simplemente en el homenaje y la referencia para satisfacer a los fans. La película de David Gordon Green (Pinneaple Express, Stronger) toma las mejores enseñanzas del film de Carpenter y las utiliza para revitalizar la franquicia en una nueva dirección más audaz y apegada a sus raíces. Después de una escena introductoria la película presenta una secuencia de títulos calcados a los de la película original (con el regreso de la icónica melodía de compuesta por Carpenter, acompañado en este caso por su hijo Cody) pero ahora vemos una lámpara de calabaza aplastada y destrozada que lentamente va recomponiéndose. Eso es la perfecta analogía para definir esta película. Quien comanda el film y se apropia de cada escena es la inoxidable Jamie Lee Curtis, que encarna a una endurecida y parca Laurie Strode al estilo de Sarah Connor en Terminator 2. Una mujer que sobrevivió a una experiencia terriblemente violenta y decide prepararse para no volver a ser una víctima indefensa. Curtis brinda una actuación magnética, de lo mejor de su carrera. Para los aficionados que busquen terror y emociones fuertes, las hay a montones. Halloween presenta muchas muertes, algunas de ellas particularmente oscuras y siniestras sin caer en el gore desenfrenado. Varias ejecutadas con un excelente in crescendo de la tensión (la escena del baño) y otras reflejando las muertes de la película original (están todas las referencias). La película también presenta un lindo juego de inversión de roles en momentos clave, así que los fans de la original van a disfrutarla particularmente. Lo más interesante que se puede decir de esta nueva entrega es que permite una segunda lectura. Jamie Lee Curtis definió a Halloween (2018) como una película sobre el trauma. En entrevistas declaró que “el trauma es el efecto residual de la violencia. Es generacional. Se pasa si no se resuelve y en el mundo estamos teniendo una conversación que ha sido silenciada durante mucho tiempo. Se han resaltado los efectos profundos y duraderos que el trauma ha tenido en los sobrevivientes de abuso y violencia”. Y la actriz lleva a la scream queen, la niñera indefensa, a convertirse en una sobreviviente que lucha y no solo por un instinto primario de supervivencia, sino para plantarse de cara al mal y enfrentarlo de igual a igual. No hay nada es más aterrador para un depredador que una presa arrinconada que se convierte en cazadora.
Después de años de estar detrás de una remake de Suspiria que no logró hacer avanzar, David Gordon Green tuvo la posibilidad de entrarle de lleno a otro clásico del terror de los años ’70 como es Halloween. Más allá de las diferencias propias de los films de Dario Argento y John Carpenter, un elemento que suma a la complicación es la historia entre ambos. En los 40 años que pasaron desde su estreno, el giallo italiano no fue revisitado –claro, hasta la próxima remake a cargo de Luca Guadagnino-, mientras que el icónico slasher fue abordado una y otra vez hacia dentro y afuera, al desarrollo de la propia franquicia y como influencia indudable de todo el terror que lo prosiguió. La serie cinematográfica centrada en Michael Myers y la masacre de Haddonfield cuenta con 11 películas -dos de las cuales son una remake y una secuela a aquella-, e inevitablemente se ha vuelto confusa, enredándose en su cronología y con rumbo errático. El tiempo abrió la posibilidad de que se la encauce con una apropiada secuela a la original, a la que homenajea a la vez que actualiza, una que se consigue por el simple hecho de ignorar todo lo que se hizo después de la de 1978, más allá de que se lo tenga presente.
Es hora de consagrar a Jamie Lee Curtis no ya como la reina del miedo, título que le ha permitido durante los tempranos ochenta y finales de los setenta construir una carrera, sino como talentosa y convocante actriz. A la sorpresa, para muchos, que la nueva “Halloween” lidere la taquilla con ella en el papel principal, debemos recordarles que la heredera de la industria de Hollywood supo aprovechar cada oportunidad que el cine le puso delante de sus narices, sino sólo basta recordar su papel en “Mentiras Verdaderas”, opacando al mismísimo Arnold Schwarzenegger, en ese rol de madre/espía que se anima a dejar las tareas hogareñas para seducir a los líderes del espionaje. En “Halloween” (2018) el regreso de Michael Myers, uno de los primeros asesinos con máscara del slasher, género que por cierto inauguró, es esperado hace 40 años por Laurie Strode (Curtis) en un bunker, alejada de su familia y en soledad. Así, la película mostrará a los dos protagonistas, por un lado Strode, ermitaña, tosca, obsesionada por el asesino que la acecha hace años, y por el otro Myers, quien es abordado por un grupo de periodistas que intentarán conocer detalles sobre la sangrienta masare que aconteció 40 años atrás. Evocando sus predecesoras, y trabajando con las reglas que el género se ha autoimpuesto, “Halloween” es una vuelta a un formato cinematográfico efectivo y potente, y que se desgastó por la sobreproducción de películas en la era VHS, con una mirada nostálgica que en la utilización de la clásica melodía de la primera Halloween, creada por el propio John Carpenter, se potencia su sentido. Además, al sumar a la hija y nieta de Laurie (Judy Greer, Andi Matichak), la fuerza de la historia toma otro color al centrarse en una tríada femenina que deberá atrapar a Myers antes que continue con su raid sangriento. En el arranque la clara reminiscencia a “El silencio de los inocentes” con esa “entrevista” que los periodistas quieren hacerle al monstruo, y la decisión de David Gordon Green ("Piña Express", "Una loca aventura medieval") de reconstruir la imagen del asesino a partir del miedo de los otros reclusos psiquiátricos que se encuentran en el patio del pabellón de la cárcel de máxima seguridad, interpelan al espectador a correrse del clásico inicio de película de género, provocando al monstruo para que se sume a la narración. Entonces, entre la nostalgia, la provocación, el ya saber qué es lo que vendrá tras cada “desaparición” de uno de los personajes, la utilización de recursos de otros géneros, y la decidida y lograda actuación de Curtis, una vez más como esa mujer que vio cambiar su vida en manos del siniestro asesino. “Halloween” encuentra el espacio necesario para reinventarse, posicionarse y declarar más viva que nunca una saga que en otros tiempos supo tener casi 10 producciones entre remakes, spin offs, secuelas, y más, con la fuerza y los recursos del cine actual.
Borrón y Matanza nueva Jamie Lee Curtis regresa a su icónico personaje Laurie Strode, en la confrontación final con Michael Myers, el hombre-monstruo, quien la ha perseguido desde que escapó de la matanza de la noche de Halloween hace cuatro décadas. Esta nueva entrega de “Halloween”, se presenta como secuela directa de la original de 1978. Por otra parte, John Carpenter (creador de la original) esta vez ha supervisado y producido, pero también ha vuelto a reimaginar su mítica banda sonora. La música es a veces la gran protagonista del film e indudablemente uno de los sellos del género. Los títulos al estilo retro son atractivos y un elemento más que nos hace revivir aquella versión original. Jamie Lee Curtis da un reinicio inesperado, puesto que su personaje Laurie murió al principio de “Halloween: Resurrection”, la octava entrega, pero nada de lo ocurrido en las siete secuelas anteriores cuenta para esta ocasión, ya que “La noche de Halloween” aplica la fórmula de borrón y cuenta nueva. Laurie Strode lleva 40 años viviendo traumatizada, preparándose para enfrentar a Myers, cara a máscara. A tal punto la domina ese trauma que se ha vuelto alcohólica, la tratan de loca, se convirtió en un estigma y dejó de ser víctima. Su casa es como una fortaleza diseñada para defenderse ante cualquier ataque, bien podría decirse que “ha construido su propia cárcel” lógicamente con el fin de protegerse, y guiada por el miedo; lo que resulta una paradoja ya que Myers también está encerrado, no en una cárcel sino en un hospital psiquiátrico. Laurie vive en constante estado de paranoia y ya se ha divorciado dos veces. Su pasado traumático ha influido en la forma de criar a su hija Karen (Judy Greer), que ha construido un muro entre su familia, incluida su hija adolescente Allyson (Andi Matichak). El predecible momento del comienzo de la aterradora noche de brujas llega y Laurie está más preparada que la policía, pues el traslado de Michael Myers de un manicomio a otro es la oportunidad perfecta para su escape y su inminente llegada a Haddonfield. El film contiene todos los ingredientes esperados, desde su original música, la excelente interpretación de Jamie Lee Curtis (lo mejor de la película), una fiesta de disfraces de adolescentes, una niñera que luego de acostar al niño es visitada por su novio, un pueblo desolado en plena oscuridad y todo un arsenal de policías trabajando en pos de salvar a los habitantes del asesino suelto; sin embargo la presencia del psiquiatra que analizó a Myers durante años e intenta comprender su mente criminal, quizás en un intento, si se quiere, de humanizar al asesino, de hecho quiere verlo en acción para de alguna manera, obtener éxito en su labor. Existen dos subtramas, la educación de la hija de Laurie o el vínculo entre psiquiatra y paciente que podrían haberse desarrollado de otra manera y lograr así cierto grado de dramatización, profundidad o sustento en lo que a guion se refiere. No obstante, los fanáticos de Halloween, que esperan una matanza sangrienta, quedarán muy satisfechos con esta nueva entrega y saldrán “horrorizados” de la sala. Cabe aclarar que el manejo del suspenso le gana al terror y así logra mantener conformes a toda una generación de cinéfilos, espantados, con el mismo vértigo a la nada y el de la muerte frente a un hombre-monstruo o bogeyman, que se vale tan sólo de una máscara sin expresión y sin haber pronunciado siquiera una palabra; esto era la genialidad de la original Halloween. Queda claro entonces que “el mal sobrevive, aunque sea en forma de trauma.”
Han pasado cuarenta años desde aquella versión original dirigida por el maestro John Carpenter. En ocasión de dicho aniversario, llega a los cines Halloween (2018) protagonizada por la ya madura Laurie Strode (la siempre magnífica Jamie Lee Curtis), encarnando al mítico personaje de la película original. Laurie a sus casi 60 años continúa padeciendo el terror que esa ola de matanzas generó y por ello vive –de manera paranoide- a la sombra del monstruo que causó todo, llegando a dedicar su vida a la defensa y reclusión, al punto de alejarse de sus únicos vínculos: su hija Karen (Judy Greer) y Alison, su nieta adolescente (Andi Matichak). En vísperas de una nueva noche de Halloween, el adulto Michael Myers está por ser removido de la clínica psiquiátrica donde permanece aislado, a otra institución de salud mental. Laurie sabe esto y sigue atenta el proceso, sin embargo todo sale mal y Myers logra escapar del vehículo que lo trasladaba. Así tanto Strode, como la policía se ven alertados; la noche de brujas, lejos de ser un festejo para niños, está a punto de tornarse sangrienta mientras todo se prepara para el verdadero enfrentamiento que Myers espera: la batalla contra su némesis Laurie Strode. De esta forma, la nueva Halloween, dirigida por David Gordon Green resulta una entrega interesante que además de retomar el espíritu slasher de la obra original de Carpenter, la actualiza a nuestro tiempo, todo esto con una buena dosis de sustos, sangre y guiños a todas las películas anteriores que se hicieron sobre el gran asesino de Noche de Brujas. La nueva Halloween es también una película que continuamente manifiesta el poder femenino; los tres personajes centrales son mujeres, que con ideas distintas, distantes o cercanas, en el momento necesario se hermanan para combatir al mal supremo, a ese hombre monstruo que de tan poderoso pareciera no ser humano, a ese mal que no conoce límites ni consecuencias. Sin dudas lo que más se destaca de esta nueva producción resulta –además de la siempre excelente música de John Carpenter– la actuación de Jamie Lee Curtis, como esta abuela que sólo puede pensar y hablar de ese mítico Halloween que lo cambió todo, es decir, que vive con y para ese hecho traumático. Esa mujer dedica su vida a prepararse para ese gran y anhelado encuentro, para así dejar de ser la víctima que se salvó, para pasar a la ser la gran heroína de la historia.
El regreso de Michael Myers “Halloween” (2018) es una película de slasher y suspenso que funciona como secuela de la cinta del mismo nombre estrenada en 1978. Basada en los personajes creados por John Carpenter y Debra Hill, la dirección pasó a manos de David Gordon Green, el cual también se encargó del guión junto a Danny McBride y Jeff Fradley. Aparte de ser una de las productoras ejecutivas, Jamie Lee Curtis vuelve a encarnar a Laurie Strode. Completan el reparto Judy Greer (Si Tuviera 30, Jurassic World), Nick Castle, Andi Matichak, Haluk Bilginer, Virginia Gardner (Runaways), Will Patton, Dylan Arnold, Rhian Rees, Jefferson Hall, entre otros. Haddonfield, Illinois. Cuarenta años después de los eventos ocurridos en la primera entrega, el asesino psicópata Michael Myers (Nick Castle) está por ser transferido a una institución mental más deplorable. Dana (Rhian Rees) y Aaron (Jefferson Hall), periodistas de investigación, están en posesión de su máscara y van a visitarlo con el objetivo de profundizar más sobre las muertes de esa fatídica Noche de Brujas. Sin embargo, desde que Michael se encuentra allí no emitió ni una palabra a pesar de estar consciente, por lo que ahora no va a ser la excepción. Los investigadores probarán suerte yendo a la casa de Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), mujer que sobrevivió al Hombre del Saco siendo una adolescente. La señora nunca pudo recuperarse de la tragedia, por lo que durante muchos años se estuvo preparando para matar por sí misma a Myers. Cuando un padre y su pequeño hijo descubran en la autopista que el vehículo que transportaba a los pacientes dementes se salió del carril y está vacío, el doctor Sartain (Haluk Bilginer), psiquiatra de Michael, no tardará en darse cuenta que este Halloween puede ser aún más peligroso. Luego de múltiples secuelas fallidas, por fin estamos ante una que le hace justicia a la película original. “Halloween” (2018) respeta la estética del título y los créditos iniciales, además de que John Carpenter vuelve a hacer uso de la icónica musiquita que pondrá los pelos de punta a más de uno. Pero por sobre todo el gran acierto pasa por la historia, donde tenemos a personajes que ya conocemos y otros nuevos que serán aceptados de inmediato por el espectador, en especial Karen (Judy Greer) y Allyson (Andi Matichak), hija y nieta de Laurie respectivamente. Jamie Lee Curtis se luce al interpretar a una Laurie Strode que ya no conserva casi ningún aspecto de la personalidad que mantenía en su juventud. Inestable, ruda y de armas tomar, el trauma que le dejó Michael generó que se aislara de la población y que la crianza de su hija Karen sea a base de instrucciones sobre cómo protegerse frente a un enemigo. El director desarrolla muy bien cómo es la relación madre e hija en la actualidad, como también logra retratar el vínculo entre la abuela y la nieta. En cuanto al terror, se puede decir que la cinta no decepciona al darnos secuencias llenas de una tensión totalmente genuina, donde uno tiene miedo de lo que pasará pero a la vez le es inevitable despegar los ojos de la pantalla. Forcejeos, cuchillazos y varios aplastes de cráneos hacen que el filme sea mucho más violento y sangriento que el de 1978. Aunque durante la segunda mitad del film cierta actitud que toma el psiquiatra hace perder el grado de verosimilitud que se venía manejando, “Halloween” se convierte en una secuela de visión obligatoria para todo aquel que le gustó la original. Michael Myers tiene una presencia mayor, los silencios transmiten nerviosismo y, con esta producción, el slasher está más vivo que nunca.
En 1978 John Carpenter hizo leyenda con su película del asesino suelto en el festejo de noche de brujas, con todos los ribetes del slasher instalado para siempre. Pero pasaron cuarenta años, y ocho secuelas que no estuvieron a la altura, para que llegue, parece un chiste pero no lo es, una segunda parte con el mismo título y reclame ser la verdadera heredera de la saga sangrienta, haciendo de cuenta de que las demás pelis nunca existieron. Por algo el mismo Carpenter y la actriz Jamie Lee Curtis quien debutó en el cine con el film, son productores ejecutivos. Y Carpenter además de coautor de la música, es asesor creativo. Claro que ese tiempo transcurrido transformó a la protagonista, “Laurie”, ya no es la victima, ahora, con una hija, una nieta y dos matrimonios fallidos, es una real vengadora. Y Michael Myers, que será trasladado justamente en medio del festejo, el silencioso y siniestro, tiene más sed de sangre que ninguno. Entre ellos va la cosa. El director David Gordon Green (co autor del guión con Dany McBride y Jeff Fradley) entendió de qué se trata, hay mucha sangre, muchos cadáveres y esta bien construido el suspenso. Y además mucho de los horribles asesinatos también suceden fuera de la pantalla. Hay todo un raid de muerte, antes de que el asesino llegue a la casa de Laurie, que acumula armas, secretos, rejas y una habitación de pánico en su hogar. El resultado es una fiesta para los fanáticos del género y una secuela digna después de tanto tiempo.
Cuarenta años después, la obra maestra de John Carpenter "Halloween" tiene una digna secuela. La trama vuelve a enfrentar al asesino serial enmascarado Michael Myers con la baby sitter que lo sobrevivió cuatro décadas atrás, Jamie Lee Curtis. La acción encuentra a uno internado en un manicomio de máxima seguridad, y a la otra llevando una vida de paranoia en una especie de fortaleza armada, intentando que su hija y su nieta tengan algún tipo de estrategia de seguridad para que la masacre, que ella cree inevitable, no las sorprenda desprevenidas. El talentoso director David Gordon Green, que ha incursionado en diversos géneros y se destacó en dramas como "Joe", es un fan del film de Carpenter (el maestro aquí es productor ejecutivo, y también compone la música junto a su hijo Cody Carpenter), pero no cometió el error de tratar de calcarlo o repetirlo. En esta nueva "Halloween", la Noche de Brujas se festeja con una rave, y la principal víctima de Myers está bien preparada para recibirlo. Esos y otros detalles hacen que la estructura narrativa del film sea muy distinta de la del original, aunque repleta de las escenas de tensión, suspenso y violencia asociadas con el título.
El regreso de la máscara más temida Algo está claro al comienzo de la nueva Halloween, dirigida por David Gordon Green: habrá que estar atento a su vasta red de citas, referencias y homenajes. Por empezar, la película que viene a engrosar la saga creada por el maestro John Carpenter, llevando a once los títulos basados en sus personajes, replica el nombre del original de 1978. Y tanto el uso de la misma tipografía, como de la clásica secuencia en la que la cámara avanza con suavidad sobre una calabaza calada con la siniestra mueca de una calavera, marcas registradas del original, funcionan como una explícita carta de intenciones. Que esa secuencia arranque con el zapallo podrido, para mostrar en reversa su reconstitución, funciona además como anuncio del juego deconstructivo que será puesto en escena justo cuatro décadas después. La historia empieza con una pareja de periodistas jóvenes que visitan la institución donde Michael Myers se encuentra recluido desde hace 40 años, luego de la serie de asesinatos que cometió en 1978. El dato le sirve a los guionistas, incluido el propio director y el actor Danny McBride, cara conocida de la Nueva Comedia Americana, para hacerle saber al espectador que se desentienden de las nueve secuelas, remakes, reboots y despropósitos varios que componen la serie. No es el único provecho que le sacarán a esta escena. Los periodistas quieren entrevistar al asesino y son conducidos por el doctor Sartain (el psiquiatra que lo atiende desde la muerte de su antecesor, el doctor Loomis) hasta el patio donde Myers permanece parado, en silencio y encadenado al suelo. Uno de ellos se acercará a él para comunicarle el objeto de la visita, pero ante la falta de toda reacción lo provocará, sacando de su bolsito la clásica máscara que forma parte del ADN del personaje. La escena se desarrolla en un ambiente que empuja al verosímil hasta el filo del ridículo. ¿Es posible que dos imbéciles entren a una institución mental para hostigar a un interno tan peligroso, sin que el responsable a cargo no sólo no los saque de un voleo? Esto hace temer el inicio del descenso hacia el cine de terror más estéril, donde la cadena de acciones resulta arbitraria y la conducta de los personajes se opone a la lógica, empujada por un guión caprichoso. Pero Gordon Green demuestra contar con más y mejores recursos. A partir de la progresión dramática el director logra dotar a la escena de un doble valor, ya que por un lado planta información acerca del carácter de los personajes, pero también opera como productivo McGuffin que vuelve a vincular a Halloween con Psicosis. Un típico gesto carpenteriano. La vuelta de Jamie Lee Curtis al rol de Laurie Strode, la protagonista, garantiza el eterno retorno. Pero en un movimiento interesante, Gordon Green la corre del usual lugar de víctima para convertirla en guerrera, aplicando la misma receta que James Camerón utilizó para la evolución de Sarah Connor en Terminator 2, o la de Ripley en Aliens. También repite papel Nick Castle, el hombre que usó la máscara de Myers por primera vez. Otra marca propia del cine de Carpenter al que recurre la película es el retrato de las instituciones estadounidenses (y sus representantes) como inútiles o siniestras. La Halloween modelo 2018, aunque lejos del original y sin ser revolucionaria (ni mucho menos), es la más interesante de la saga desde que el Maestro la inventó en 1978.
Chicas que gritan, asesinos sueltos, noches de persecución y acecho: así de fácil es definir el género slasher, un tipo de terror que nació con Halloween allá por 1978 y rodó como una bola de nieve para incorporar –en películas como todas las de la saga Halloween o las Scream de Wes Craven, que llegarían veinte años después– cada vez más gritos, más sangre, más sexo. En la primera Scream, hecha de cinefilia y autoconciencia, se enumeran las reglas de supervivencia del slasher como si fuera un juego demasiado drástico comandado por un loco: no hay que atender el teléfono, no abrir la puerta, no tratar de esconderse y sobre todo no coger jamás, porque lxs que cogen mueren. Fue Halloween la que construyó esa arquitectura simple y efectiva, cuyo poder simbólico se apoyó entre otras cosas en una de las piedras fundacionales de nuestra cultura: las chicas son frágiles e indefensas, y más si están desnudas, en la eclosión de esa energía sexual descontrolada que es necesario aplacar. El objeto de deseo del asesino, como el de la sociedad toda, es esa construcción denominada “la chica”, una mujer joven y dueña de una belleza hegemónica cuyo cuerpo debe ser atravesado por toda clase de reglas, prohibiciones y mandatos. La historia de Halloween, escrita por John Carpenter y Debra Hill, no podía ser más simple: en la Noche de Brujas, un asesino asedia a un grupo de amigas para matarlas. Que la primera escena ofrezca una especie de antecedente no explica nada; sí, Michael Myers mató a la hermana cuando era apenas un nene y pasó los siguientes quince años internado en un manicomio, pero mucho de lo que pasa en Halloween es porque sí, y eso lo vuelve aun más perturbador. Porque está claro que las chicas son intercambiables y que, salvo la heroína, solo existen en tanto representación de la chica antes que como individualidades (si esto les suena, si se pueden trazar toda clase de conexiones con el modo en que la cultura percibe y regula a las chicas, es porque el terror es el género por excelencia a la hora de mostrar de mil modos posibles esta regulación de los cuerpos como pesadilla). En la serie que conforman las chicas, Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) y sus amigas en este caso, hay un elemento que disuena y es precisamente la protagonista, la que es virgen, que tose cuando fuma porro porque no está acostumbrada, usa cancanes blancas y no se entusiasma con la prom night. La elección de Jamie Lee Curtis para el protagónico de la primera Halloween fue determinante porque le agregó algunos rasgos inesperados a esta especie de nerd: con la voz grave y levemente varonil y las facciones cortadas como con cuchillo, Laurie Strode es una figura que reúne distintos rasgos. Ella es la virgen, sí, pero como eran vírgenes las diosas griegas que en cierta forma eran varones, Atenea a la cabeza. Y también es la madre, que después de todo pasa media película a cargo de dos niñxs y con el delantal puesto. Había mucho que no se explicaba en el mundo sin padres ni madres de Halloween, y de hecho ese minimalismo contribuyó a que tanto Michael Myers como Laurie Strode fueran figuras con un pie en lo mítico, personajes de ficción y a la vez representaciones del enfrentamiento de la chica con… cada unx puede decidir con qué. Tanto se borroneó el carácter real de Michael Myers –así como está borroneada su cara en la máscara que usa, y su cuerpo bajo el mameluco gris– que se lo llamó “La forma” (The shape). Halloween tuvo, en efecto, el gran acierto de crear un asesino que está al borde de convertirse en una criatura sobrenatural, de fuerza y resistencia física inexplicables y con un altísimo potencial metafórico, pero que sin embargo todavía es de carne y hueso, una representación del mal enmascarada pero a la vez completamente humana. Nunca hubo una explicación para esa cualidad doble de Michael Myers, al menos en la primera Halloween: presentado en la primera escena como un niñito de seis años, rubio angelical, que asesinaba a su hermana mayor disfrazado de payaso y con la impasibilidad de un loco, esos años que Myers pasó en una institución psiquiátrica lo convirtieron en un adulto pero sobre todo en una máquina de matar que, cuando se incorpora del suelo sin usar los brazos y gira la cabeza como un autómata, parece un antepasado lejano de Terminator. Y en todo caso, lo que se trataba de sugerir con un final abierto era que el asedio de La forma sobre sus víctimas era algo que continuaba en el tiempo, imposible de parar. Carpenter siguió participando en los guiones de las siguientes Halloween pero no las dirigió, y se bajó definitivamente de la saga después de la tercera entrega. Las películas que siguieron a la de 1978 trataron de agregar información sin percibir que lo que hacían era pinchar con un alfiler ese globo vacío y perfecto que era la primera Halloween: ya en Halloween II se dijo que Laurie Strode era la hermana menor de Michael Myers, dada en adopción cuando era casi una bebé, y por lo tanto se particularizó y acotó el ensañamiento del asesino como un asunto de familia. En películas siguientes se recurrió también a la magia celta para explicar la fuerza casi sobrenatural del personaje, clara señal de que la saga estaba a la deriva a pesar de que Halloween H20 (1998) retomó a los personajes originales y los hizo mover en el mismo tablero que había establecido Carpenter. Lo que pasa es que aquella primera Halloween, precisamente porque provee información insuficiente para los parámetros contemporáneos, es misteriosa además de terrorífica, y nunca se pudo superar esa simpleza que lograba asustar a fuerza de aprovechar al máximo tanto la invisibilidad como la visibilidad plena de Myers y usaba el espacio para cargarlo de peligro. Quiero decir: nadie supo filmar como Carpenter una puerta semi-abierta, esos 20 centímetros de terror por donde se podía colar la muerte. La nueva Halloween, con Carpenter como productor ejecutivo y escrita por David Gordon Greene y Danny McBride, hace lo que había que hacer: no solo respeta el estilo sobrio de la película de 1978 sino que borra de un plumazo todas las películas posteriores y retoma a Laurie Strode y Michael Myers exactamente donde habían quedado. Michael Myers sigue siendo un enigma, un hombre enmudecido que solo parece existir cuando caza y que pasó las últimas décadas preso. Laurie Strode es una Jamie Lee Curtis magnífica, poderosa y traumada a la vez, ya lejos de aquella chica inocente que Myers acosó por primera vez pero marcada a fuego por esa noche transformadora. Alejada de su hija por lo que parece pura obsesión y paranoia, Laurie pasó todos estos años entrenándose para un nuevo enfrentamiento con La forma, y es una combinación de abuela con Linda Hamilton en Terminator II (también entrenada para defenderse y en pésima relación con el hijo, algo mucho más complejo que la dupla buena o mala madre). Claro que algo sale mal y, en medio de una ruta oscura, Michael Myers escapa. La nobleza de esta nueva Halloween, que rodea a sus protagonistas de una serie de personajes secundarios memorables, con diálogos perfectos, se demuestra en cómo cumple con las expectativas, cita muy esporádicamente la Halloween de 1978 y cuando lo hace, es con gracia y sobriedad. Al comienzo, por ejemplo, tres adolescentes conversan sobre Myers y Laurie Strode y uno dice, “¿Ella no era la hermana?”. “No”, corrige una chica, “eso es algo que inventaron para que diera menos miedo”. Hay escenas incluso que están calcadas de otras ya icónicas que involucran autos o roperos y son simultáneamente guiños y recursos para construir suspenso, pero las más significativas plantean directamente un intercambio de roles entre Michael Myers y Laurie Strode que acá, con un alto grado de autoconciencia y de poesía, son opuestos que se atraen. Ella, después de todo, es “the one that got away”, y si hay algo que la hace distinta del resto de las víctimas pasadas, presentes y futuras es la decisión de ya no serlo. La película hace terror con los mismos recursos que estableció Carpenter pero lo que cambia, decididamente, es la distribución de poder entre géneros, la representación de las mujeres y del horizonte en que se mueven: acá, por ejemplo, el sexo ya no es un tema, porque ningún personaje femenino se define por coger o no. Y además, hay un saber muy particular que pone a estas mujeres lejos de aquellas chicas desprevenidas. El cuchillo, por lo tanto, cambia de mano, y no solo pasa a Laurie sino a sus descendientes: abuela, madre, hija, se reúnen cuando por fin queda claro que luchar es la única alternativa y que no, el enemigo misterioso del que habló toda la vida la abuela no era solo un problema resuelto, mucho menos un mito. A través de ellas, esta Halloween dialoga con el presente feminista pero de modos indirectos y para nada complacientes o panfletarios, porque antes que heroínas ofrece un espejo donde mirarse en este linaje de mujeres que reciben de la vencedora Laurie Strode un solo legado: la idea de que el mundo es un lugar difícil y violento, y que les toca a ellas prepararse para enfrentarlo.
Halloween, el clásico de 1978 de John Carpenter, fundador de un estilo de horror, cumple 40 años y con su celebración llega una nueva entrega del asesino enmascarado. Y si bien aquel film de finales de los setenta aún conserva el vigor climático que lo mantiene vivo y siempre efectivo, no muchos llegan con la misma vitalidad cuatro décadas más tarde… y ese es el caso de la obra de Gordon Green. El director de comedias realiza un fallido traspaso al género de terror con un producto que lejos está de hacer honor al film original. Funcionando como una secuela directa de la primera, y eliminando de la línea temporal a todas las otras entregas de la saga, esta nueva Halloween situada en la actualidad nos presenta nuevamente al enigmático Michael Myers (la mismísima encarnación del mal) y a la única sobreviviente de aquella fatídica noche, Laurie Strode (Jamie Lee Curtis). Ambos viven alimentándose del recuerdo de esa noche, del odio y el deseo de enfrentarse por última vez. Sin embargo, la historia se limita a reiterar con menos logros la misma estructura, tal vez intentando apelar a la nostalgia pero solo consiguiendo que se desarrolle como algo burdo que no posee ni el respeto ni la verdadera identidad de sus personajes. Laurie ha pasado toda su vida preparándose para el momento en que el mal regresara, llevándola a sacrificar su relación con su hija y su nieta. La fortaleza adquirida por el personaje tal vez sea de lo mejor que tiene para ofrecer este film sin propósito o justificación alguna. Y es que Laurie ha convertido el dolor y el miedo en la armadura necesaria para poder confrontar a Myers e incluso tomar su lugar a la hora de invertir los roles para que el asesino caiga ante la fuerza de esta mujer dispuesta a todo para ponerle fin. Su personaje, y el lugar en el que se encuentra emocionalmente, le dan al film la pulsión necesaria para que uno pueda mantener el interés en una historia que, salvo por pequeñas excepciones, no se interesa por transmitir nada nuevo o ni siquiera medianamente sustancial —ni desde su puesta, ni desde su historia. Pero es Jamie Lee Curtis quien con su interpretación le otorga la fuerza y el espíritu que Michael Myers hace tiempo parece hacer perdido. El film original se encargaba de aprovechar los pocos recursos y su estructura un tanto simplista para realizar distintas lecturas sobre la identidad de ese mal, su comportamiento frente a lo sexual y transmitir su presencia en cada plano, estuviese presente o no el personaje. Había desde la puesta de cámara un entendimiento del cine como transmisor de emociones, generando una relación de intimidad con la experiencia del espectador. Esa identidad de la figura terrorífica de Myers en esta secuela no tiene lugar ni significancia más que como una herramienta para desatar una serie de muertes a lo largo del relato. Claro que la original también buscaba eso, pero lo hacía en su tramo final con la intención de que todo lo previo mantuviera la tensión y el sutil horror que la cámara llevaba a cabo en su atmósfera. El film actual solo se aproxima a ello fugazmente, como por ejemplo en un excelente plano secuencia donde no solo se puede apreciar el horror que el asesino desata sino que también se puede vislumbrar esa presencia del mal que debería funcionar como una constante y que su director fracasa en sostener. La secuencia de créditos iniciales reinterpreta la del film original. Esta vez el acercamiento a una calabaza de noche de brujas es presentado de forma inversa, donde se ve una calabaza consumida y destruida revirtiéndose para adquirir un aspecto vital, nuevo y macabro. Sin embargo, la ironía puede ser muy cruel y tanto con el asesino como con el film sucede todo lo contrario. Halloween se despedaza poco a poco, dejando tras de sí solo unos pequeños rastros a rescatar de todo lo bueno que podría poseer. El psiquiatra encargado de analizar a Myers por tantos años, y que según lo que precisa la trama se convertirá por mero capricho narrativo en otro villano, implora a su paciente negado a hablar que diga algo. Lo mismo ocurría con otro de los personajes al comienzo de la historia. Los personajes le ordenan a Myers a hablar y éste nunca lo hará. De manera similar, la nueva Halloween se niega a decir nada con sus imágenes, a dejar interesantes lecturas a la hora de analizarla. Por supuesto que no tendría por qué hacerlo, pero cuando se tiene tras de sí cuarenta años de historia y un clásico indiscutible del cine de género, hay un compromiso a tomar para mantener el espíritu encendido cual vela de calabaza. Pero esta vela hace tiempo que se ha consumido y el Halloween de 2018 quizás sea mejor no celebrarlo.
Se supone que todo tiene un origen. La "Halloween" original nació hace cuarenta años y renovó un stock de psicópatas asesinos cinematográficos, hasta el momento encabezado, al menos en el cine popular, por el Norman Bates de "Psicosis" (1960), un clásico del cine negro de Alfred Hitchcock. Ese enmascarado Michael Myers, aplanadora serial de Haddonfield, que aterroriza a un pueblo, generó una serie de películas que inundaron la comunidad pochoclera adolescente. Hoy también tenemos una secuela, que retoma a Myers encerrado en una cárcel-loquero y que despierta el interés de dos jóvenes periodistas que lo tratan de entrevistar previo permiso de su médico-estrella. Myers nunca habló y menos lo hace ante estos chicos que participan de una escena apocalíptica, donde los colegas de Myers parecen solidarizarse con él a puro grito y estremecimiento (prometedora escena del comienzo). Después de tanto alboroto reencontramos a Laurie Strode, la única que se salvó de aquella matanza y que sobrevive, solitaria, en una casa búnker. Detalles que hablan de que estamos en 2018, época de empoderamiento femenino, y que la mujer va a tener un lugar especial. OBSESIONES Después nos enteramos de las obsesiones que acompañan a Laurie desde entonces y que transmitió a su hija, que la rechaza y trata de que, a su vez, su hija (Judy Geer) no tome contacto con ella. Pero la sangre tira y la nieta de Laurie (Andy Matichek) se solidariza con la abuela. Lo que sigue, luego de una buena escena en la que asistimos al accidente que hace que el autobús con reclusos (incluido Myers) lo deje en libertad en vísperas de Halloween, es más de lo mismo. A partir de ese momento lo que vimos en las muchas secuelas del "clásico" se repite, exaltando la modalidad de asesinato con predomio de mazazos y cuchilladas de todo tipo centradas en cabeza y rostro. Si hasta el momento del choque pensábamos que se venía una "Halloween" diferente, nos equivocamos. Nada de interioridad del asesino, de misterios dejados a lo largo del camino de las secuelas. Otra vez sopa. Y había una muy buena oportunidad con esa heroína especial que es Jamie Lee Curtis, la misma de la película original, una actriz diferente, capaz del humor ("Mentiras verdaderas" o "Un pez llamado Wanda") y la aventura. A los amantes del horror en cine los defrauda lo que viene después de ese inicio con créditos al mejor estilo gráfico clase B y ese maravilloso zapallo respirando a su lado. Una "Halloween" que pintó distinta en sus inicios, pero que, a pesar de todo, entretiene, con sus bocanadas de hemoglobina y clásicos golpes bajos.
Hace cuarenta años llegaba a los cines Halloween (Noche de brujas fue su título local) la obra maestra de John Carpenter que revolucionaría el género de terror para siempre. No era la primera película del cine slasher –películas de asesino brutal que ataca a jóvenes utilizando armas blancas, para resumirlo de forma apresurada- pero sí la que inició un esplendor de un género que hoy está más vivo que nunca. La naturaleza casi inmortal de estos personajes se debe, en gran parte, a que las secuelas estuvieron desde aquel momento a la orden del día, y es así como, sin ir más lejos, la Halloween que se estrena ahora es la número nueve con el título, la once usando la franquicia, la octava centrada (o décima) usando el nombre de Michael Myers, el asesino estrella de esta serie. Sí, hay cinco líneas temporales diferentes, pero no es necesario repasarlas ni entenderlas, no para entender esta película que simplemente ignora a todos los films excepto al primero. Una revisión de todos esos títulos muestra varias cosas. Qué la degradación en la calidad no parece molestar demasiado hasta que un día los espectadores simplemente se cansan. Qué cualquier desviación significativa del centro de la historia, como por ejemplo fue Halloween III: Year of the Witch, es rechazada de plano, porque el villano es el villano y es a él a quien se quiere ver. Y qué siempre un regreso bien armado al origen puede ayudar a reavivar un franquicia querida pero devaluada, como ocurre aquí, donde el plan es, sin duda, retomar el camino inicial para poder recuperar a todos los espectadores que admiraron el film de John Carpenter protagonizado por Jamie Lee Curtis y Donald Pleasence. La película Halloween ignora en la trama a todas las secuelas, aunque en cada escena demuestra, con sutiles detalles, que conoce su existencia. Simplemente no sumaba y con buen criterio decidieron colocar nuestra concentración en la noche de Halloween que le dio inicio a toda la historia. Para lograr el interés la película solo necesita sus tres elementos básicos: La noche de brujas, el asesino Michael Myers y la protagonista de la película, Jamie Lee Curtis. Todo eso está en la nueva película, sin vueltas raras, sin esfuerzos desaforados para volver a encajar las piezas. Simplemente pasó el tiempo, mucho tiempo, pero las fuerzas que se enfrentan están intactas. Con algo tan sencillo como eso es que la película consigue su objetivo holgadamente. Ahora Laurie Strude (Jame Lee Curtis) es abuela. Sigue siendo inteligente como cuando estaba en su juventud, pero luego de aquellos eventos traumáticos su vida nunca volvió a ser la misma. Como la Sarah Connor de Terminator 2, ella sabe que no importa cuánto tiempo haya pasado, la amenaza sigue siendo real. La actriz, que comenzaba su carrera en el film de 1978, se convirtió desde entonces en una estrella poderosa de Hollywood y tuvo muchos más éxitos en su carrera. Su presencia acá es espectacular y un motivo de alegría para los fans de Halloween. Pero si la película pasa por alto las secuelas, es un poco exagerado que ella esté tan convencida de lo imbatible que puede ser Michael Myers, sin duda hay un juego ambiguo entre lo que ha pasado en la historia y lo que los espectadores saben. Por otro lado, Michael Myers vuelve a ser interpretado por Nick Castle, que figura en los títulos como The Shape, tal cual lo hacía en la película de 1978 (el rostro de Michael Myers que se veía brevemente allí era el de otro actor, igualmente). Homenaje, secuela, imitación, regreso al más puro y duro film slasher, Halloween (2018) no es ni por asomo el clásico original, pero resuelve muy bien muchas escenas, son sobriedad y estilo. Ofrece los cambios que corresponden a los tiempos que corren sin tampoco arruinar las ideas de la serie. Tiene algo de emoción este reencuentro y también que John Carpenter aparezca en los títulos. El director creador del film original y de su inolvidable banda de sonido aseguró que esta sería la última película de Halloween, pero conociendo a Michael Myers y a juzgar por el tremendo éxito de taquilla de este nuevo film, no sería raro que en un año estemos nuevamente hablando de esto.
Aunque cueste salir conforme de una película de terror en estos tiempos, en donde el streaming saca provecho del cine con propuestas más que interesantes como lo es “La maldición de Hill House“, esta semana llegó a las carteleras un icono del género, una historia que mas allá de las entregas que tuvo a lo largo del tiempo, se instala como una opción ideal para los amantes del terror y los seguidores de la historia: Halloween. Esta película, escrita y dirigida por David Gordon Green, debe entenderse como una secuela de la original, dejando de lado todas aquellas que hayan salido en el lapso de tiempo entre la primera y esta última, algo más que interesante, pues no es necesario haber visto todas las anteriores para sumergirse con facilidad en la trama. Luego de haber sobrevivido a la masacre que tuvo lugar cuarenta años atrás, Laurie Strode (Jamie Lee Curtis), se refugió en su casa, y adoptó todas las medidas de seguridad que tuvo a su alcance para protegerse, y a la vez, estar preparada para el encuentro final con el hombre que marcó su vida: Michael Myers (James Jude Courtney – Nick Castle). El argumento es sencillo: Myers, quien estuvo encerrado en un hospital mental a cargo del Dr Sartain (Haluk Bilginer), logra escapar al momento de su traslado. Es así como Haddonfield vuelve a ser el escenario en donde atacará de nuevo. Laurie Strode deberá proteger a su familia (y a ella misma), de Myers, quien está dispuesto a derramar toda la sangre necesaria para saciar su inexplicable sed de matar. Si bien el filme recae en algunos aspectos obvios y predecibles, sobre todo en la primer parte del mismo, logra crear un climax de suspenso y tensión en la mitad y sobre el final, cuando acontece el “tan esperado reencuentro”. Durante el desarrollo de la historia, no faltarán muertes violentas, ni sangre por doquier, Gordon Green es explicito en su intención de mostrar a un Myers despiadado y sanguinario. Por otro lado, le aporta interés al hilo de la historia, la relación que se genera entre el personaje de Strode, su hija Karen (Judy Greer), y su nieta Allyson (Andy Matichak), las tres generaciones de mujeres se pararán fuerte ante Myers y darán batalla contra el asesino. Como toda mega producción de Hollywood, los rubros técnicos son excelentes, mientras que la actuación de Jamie Lee Curtis es hipnótica desde el comienzo. Con acertados planos que logran asustar al espectador, pero no abusando de ese recurso, “Halloween” es una simple pero efectiva propuesta cinefila que no defraudará a quienes decidan verla. Calificación: Buena.
Manteniendo la estética de la primera Halloween (1978) del gran Carpenter -incluso desde la tipografía de los créditos iniciales y la música- esta nueva entrega de la saga dirigida por David Gordon Green mantiene una estrecha unión temática con los filmes de 1978 sobre todo y su continuación de 1981, aunque en esta última el final no será tenido en cuenta por todas las versiones posteriores. Puesto que, el asesino en cuestión sigue siendo el mismo Michael Myers. Con un inicio en el que un par de investigadores se acercan al asesino serial que se encuentra en una institución mental (lo cual remite, salvando las distancias, al filme "El silencio de los inocentes) y quien posteriormente escapa, representa una amenaza para todo el pueblo y sobre todo Laurie Strode (interpretada por la notable Jamie Lee Curtis, en el mismo papel que la hizo famosa en 1978) quien no ha podido dejar el trauma atrás. En esta ocasión dos nuevas generaciones de mujeres fuertes, su hija y su nieta, se suman a esta historia de terror que una vez más acontece en la noche de Halloween. En dónde su característica máscara será el detonante (como dirían en la serie "Criminal Minds"). La película si bien al comienzo victimiza a los pacientes o presos de la instituciomental, luego mostrará que todo tiene consecuencias, y al igual que en 1978 se mantendrá la idea del origen injustificado de la maldad y del deseo de asesinar del pequeño Michael, que ahora ya es un hombre que sigue fiel a su instinto criminal, sin necesidad de explicar la pulsión de sus acciones. En conclusión, Halloween (2018) si bien la primera entrega de 1978 es inigualable por el manejo de Carpenter, esta última entrega de Halloween es muy digna y conserva la esencia de aquella. El espectador estará constantemente intrigado ya que hay un excelente manejo del suspenso, y más de uno pegará un saltito en la butaca. En adición, el filme posee dos pequeñas vueltas de tuerca que sorprenden hasta al más avido espectador.
40 años atrás, John Carpenter dejaba una huella imborrable en el cine de género con la que sería una de las pioneras en el slasher. Aquel clásico instantáneo sugería mucho más de lo que mostraba y se tomaba su tiempo para crear la atmósfera opresiva y el suspenso necesario para que, al igual que los personajes, nos sintamos constantemente acechados. Lo que vino después fue historia conocida, Michael Myers se convirtió en uno de los asesinos más icónicos de la ficción cinematográfica, lo cual impulso a que se realizan una infinidad de secuelas de escaso interés y valor artístico, que no pudieron replicar aquello que había hecho grande a la primera. Hoy, muy lejos de aquella primera entrega, y habiendo varios capítulos olvidables que además amenazaron y atentaron contra la coherencia y el verosímil de la saga, se estrena un largometraje que propone dejar de lado aquellas 9 historias posteriores para ser la secuela directa de la original. Una idea atractiva y osada que de haber salido mal hubiesen causado lo mismo que se plantearon las predecesoras. “Halloween” (2018) es un film dirigido por David Gordon Green, realizador de interesantes y variadas propuestas como “Pineapple Express” (2008) y “Stronger” (2017), pero también responsable de varios largometrajes menores como “The Sitter” y “Your Highness”. En esta oportunidad, Green vuelve a su mejor forma, ante todo pronóstico, para deleitarnos con una secuela intrigante, con un enfoque original en primera instancia y bastante visceral para los que estén con ansias de ver hemoglobina en la pantalla grande. Jamie Lee Curtis regresa a su icónico personaje Laurie Strode, quien llega a la confrontación final con Michael Myers, la figura enmascarada que la ha perseguido desde que escapó de la matanza de la noche de Halloween hace cuatro décadas en la localidad de Haddonfield, Illinois. Todo permanecía en un estado de “tranquilidad” hasta que un micro que trasladaba a enfermos psiquiátricos, entre los que se encontraba Myers, protagoniza un accidente automovilístico, haciendo que el temible homicida vuelva a estar en libertad luego de 40 años. Como es costumbre, Michael acechará a los habitantes de Haddonfield y en especial buscará retomar su violento vínculo con Laurie y su familia. Su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak) al principio ven cómo Laurie parece no querer dejar atrás el pasado y cómo su creciente agorafobia no hace más que acrecentar este hecho. No obstante, más tarde se darán cuenta de que todos los miedos de la abuela fueron los que la prepararon para este momento donde se definirá quién será el vencedor de este formidable duelo. La cinta inicia con una secuencia aterradora donde dos periodistas proceden a intentar entrevistar a Myers que en su prolongado período de cautiverio no emitió palabra alguna con ninguna persona. Es ahí donde se empieza a gestar ese clima avasallante que también presentaba la película de 1978. Luego la acción llevará a este dúo periodístico compuesto por Rhian Rees (“The Lears”) y Jefferson Hall (“Taboo”) a entrevistarse con Laurie que los recibe con pocas pulgas en lo profundo de su morada donde se encuentra altamente armada y preparada ante un posible enfrentamiento. La trama va saltando desde Michael Myers y su escape, al ámbito familiar que envuelve a Laurie. Lo interesante del relato es que a pesar de las secuelas que tiene el personaje de Jamie Lee Curtis, en ningún momento se la muestra como una víctima sino que todo lo contrario, se la ve como una mujer decidida y empoderada que quiere cerrar un capítulo de su vida. Por otro lado, resulta atractiva esa dualidad que se nos presenta en donde este enfrentamiento hace que Dr. Sartain (Haluk Bilginer) se pregunte si no se invirtieron los roles y ahora “el monstruo” no es Laurie que espera con ansias el enfrentamiento, como una especie de descenso silencioso a la locura que sirvió como forma pasajera de dejar atrás el conflicto para la protagonista. Si bien el film no es sumamente innovador en términos de temática o de proposición de regreso de un papel mítico, sí hay que destacar que le encontraron una vuelta de tuerca al retorno de la protagonista original en ese rol de víctima convertida en personaje de acción, provocando una transformación o un crecimiento importante como personaje. Esa excusa, sumado a un tercer acto impresionante lleno de tensión y momentos de verdadero suspenso, una dirección inspirada de Green y varios guiños al film original que van desde la secuencia de títulos hasta planos calcados pero con un giro narrativo, hacen que esta nueva secuela sea una experiencia sumamente entretenida y terrorífica para los fans de la saga y, por qué no, para un nuevo contingente de fanáticos que se gesten con esta versión y las venideras (ya está casi confirmada una secuela de esta versión). El resultado es interesante y quizás todo esto no esté solo provocado por el talento de los involucrados sino también por la vuelta de Carpenter a la producción ejecutiva de la saga, encargándose de controlar el producto final. “Halloween” (2018) es un producto cargado de fan service, un desenlace poderoso y una inversión de los roles de víctima/victimario bastante provocativa y atrapante. Una secuela digna de un clásico.
SOBRAS, NADA MÁS Muy al comienzo de su novela, Cervantes nos informa que la dieta del hidalgo venido a menos Don Alonso Quijano, luego conocido como Quijote, consistía -entre otras prietas viandas- en un “salpicón las más noches”. A parte del hipérbaton que se hizo con justicia famoso, se indica un plato, también conocido por estos pagos, hechos de sobras del día anterior, y hasta dos o tres días. Esta suerte de platillo improvisado puede resultar en algo sabroso, pasable, o directamente un pitanza que se toma por obligación y así evitar la huelga de hambre involuntaria. En arte, o estética, puede conocerse a este salpicón tanto como pastiche como interacción de géneros o estados de transparencia. Gran parte de lo que denominamos cine autoconciente ha practicado en las últimas cuatro décadas tales operaciones estético-expresivas. Muchas de ellas hoy han adquirido la categoría de clásicos; tales la saga de El padrino, El exorcista, Carrie, Terminator o Halloween… Llegados a ese punto, un arte, el último posible en la historia como es el concepto del cine, puede o seguir interrogando estos films-emblema, o arrojarse rumbo a lo desconocido. La primera posibilidad corre el riesgo de la repetición sin más; la segunda recaer en los peores vicios y ripios de algo que alguna vez se llamó “vanguardia”, y que hoy sobrevive tan solo como marbete para los despistados o cambalacheros -cuyo nombre es legión- en algo todavía vagamente llamado “pintura”, “música” o “teatro”… Siempre es difícil volver a casa. Al hogar, punto de partida, o casita de los viejos. Y esto bien que lo sabe Michael Myers que durante décadas no hace otra cosa que volver. Sería hora –si todavía tuviéramos poetas o letristas adecuados- de componerle un tango a Michael. Aquí no hay viejo criado que lo reconozca por la voz, sino un par de ineptos periodistas, para mayor de los males ambos ingleses. Uno, aficionado a los gritos desafiantes en lugares inoportunos, y la otra, una dama coimera que al parecer sufre de incontinencia e intenta evacuar su apuro en instalaciones precarias. El dúo de marras acosa a Michael en un patio ajedrezado muy al comienzo de este salpicón más que improvisado, sito en un asilo cuyo embaldosado a lo De Chirico hace suponer al incauto espectador que se está frente a una obra que se las trae. Lo que trae es tedio, sevicias de todo tipo y seccionamientos varios que mejor omitir su descripción; sí decir que el sedicente director rejuntó pésimamente en el platillo estas sobras más que recalentadas. Antes de desaparecer de este valle de lágrimas ambos periodistas, coimeros -dignos de ser conchabados por la televisión local para un programa de la media tarde-, logran dar con nada menos que Laurie Stroud. Esta se ha convertido en una coleccionista de armas de fuego, trancas y barrancas, alarmas de todo tipo, un sótano acondicionado al exterminio de monstruos, y una serie de maniquíes pelados -que parecen surgidos de una pesadilla fría de Paul Delvaux-, con los cuales practica el descabezamiento a balazos. Laurie ha tenido una descendencia, hija y nieta que la ignoran por chiflada y porque no creen en algo llamado “monstruo”, mal u hombre de la bolsa. Eso estaría bien, si este requecho de masa madre fuera leudado y amasado para un pasta propia, y no para y símil incomible. Así como también tenemos al psiquiatra tenebroso que aquí intenta practicar un experimento que resulta tan fallido como todo el resto de este sancocho de muecas y hemoglobina. Curiosamente si este film cubista fuera puesto o traducido en una mímesis clásica, se podrían rastrear algunas ideas o barruntos de tales que, mediante un hilo conductor o correlato objetivo, harían de esta vuelta al hogar de Michael Myers algo digerible. Pero me temo que hay que munirse de digestivos y sales de fruta. Una vez más como en el tango “la historia vuelve a repetirse”. También tangueramente en su vuelta al barrio que lo vio nacer, Michael, con el paso de los años y de las fugas, se ha transmutado en Jason. Y como todo es equilibro vital, aún en los bodrios, Laurie Stroud se ha vuelto una Sarah Connor necesitada con urgencia de una buena dosis de shampoo. Nada es lo que era, y en esta poco proustiana recherche de un temps perdu, hasta el otrora ominoso y otoñal pueblo de Haddonfield se ha vuelto un country poblado por un nutrido grupo de adolescentes enmascarados que cargan teléfonos celulares; un sheriff adecuadamente inepto que tiene como jefe a un hombre de color con sombrero Stetson, y que parece puesto allí por necesidades de corrección política. O tal vez porque andaba paveando por las inmediaciones, le encasquetaron el sombrero y le indicaron: “decí cualquier cosa con acento de cantante de blues”. El mal y sus manifestaciones extremas, punto de partida de aquel Halloween de illo tempore, se ha tornado aquí en un duelo final entre tres generaciones femeninas contra un zombi insistente. Las tres rodeadas de una ristra de adolescentes botarates que, superando a sus antepasados de cuatro décadas atrás, se han metamorfoseado en una ringlera de infradotados nacidos en serie. Quizás esto sea el intento de una metáfora de algo que dejo a cargo de la imaginación del lector. Puesto que el director no tiene ninguna, y sí demasiados caprichos pésimamente editados.
Se le rinde un buen homenaje a John Carpenter, quien fue el que le dio inicio a aquel asesino serial, lleno de maldad y cuyo rostro cubre con una máscara que aterra, siendo bien terrorífica, ahora en una segunda parte de su original, llega después de 40 años de aquel estreno (te sugiero que vuelvas a ver “La noche de Halloween”, 1978) y en esta oportunidad se le dan buenos encuadres. Además en la producción están John Carpenter y Jamie Lee Curtis (está fantástica, interpreta muy bien) quien es parte de elenco, ahora es abuela y también trabajo en la primera. Se encuentra bien narrada y como ayuda te ofrecen flashback en su justa medida. A lo largo de la narración se va creando una atmósfera silenciosa, de tensión y hasta claustrofóbica, visualmente resulta imponente, hay un plano secuencia muy logrado, bajo un buen ritmo con buenos guiños (ingeniosos y emotivos) y matices y con una interesante presentación de los personajes, no abusan de los clichés y aporta buenos sobresaltos. Dentro de la historia y sin apartarse de lo planteado tiene buenos toques de humor, que la hace además divertida y se mezcla bien aunque sea un film de terror. En cuanto a la banda sonora hay que destacar siempre que se ve la mano de John Carpenter, en este caso junto a su hijo. En conclusión resulta entretenida, cumple con el objetivo, ideal para que se conecten con este film una nueva generación de adolescentes, al igual que sus seguidores, aunque contiene algunos momentos flojos y giros dentro del guión que no sorprenden.
Cambio de roles Al director David Gordon Green la teoría de autor lo tiene sin cuidado; y su eclecticismo en cuanto a los temas, formas de trabajo y puntos de vista lo confirma. Además de haberse metido con diferentes tópicos y encararlos más como un artesano de la narrativa que como un autor obsesivo, se mueve entre el drama, la comedia, la acción, y, ahora, el horror. Se hizo conocido con All the Real Girls (2003) pero recién tuvo un hit con su cuarta película, la stoner comedy que es también una de tiros, Pineapple Express (2008). Además de dirigir esta nueva secuela de Halloween que desestima todas las anteriores (aunque se toma su tiempo para homenajearlas), es guionista junto con su amigo Danny McBride, más conocido en Argentina por sus participaciones en varias producciones de la nueva comedia americana que por sus buenas series de HBO con las que la pegó en Estados Unidos. La idea de ambos era hacer la secuela más fiel a la original; que Jamie Lee Curtis sea parte fundamental (tal vez como ya había pasado en H20), y que The Shape vuelva a ser el mudo asesino de niñeras y representante de la maldad de Haddonfield, tal como en 1978. Sin embargo, de la original sólo quedan ecos; ya las reformulaciones de Rob Zombie eran películas basadas en una historia muerta desde hacía décadas. En la única secuela que se percibe algo del mito original e incluso hay lugar para nuevas formas es en Halloween 2 de 1981. De todos modos, Gordon Green logra un producto superior a esa primera secuela de Rick Rosenthal (y probablemente a todas las demás). Y ello se debe seguramente a su pericia como narrador y a una reformulación de la historia producto de la coyuntura pero coherente con el relato de base y coherente también con sus herramientas estético/ narrativas que siempre están por encima del discurso. La trama producto de la coyuntura es una inversión de roles que es la película toda. Myers hoy ya no es la maldad como fuerza de la naturaleza (al menos ya no lo es simbólicamente, aunque en la trama siga teniendo esa ambigüedad hombre/ monstruo), sino un viejo demente que escapa de las instituciones y pretende terminar la matanza que comenzó hace 40 años. Y su víctima ya no es la nerd valiente y jovencita que cumplía los mandatos tradicionalistas, sino una vieja empoderada, que también empoderó a su descendencia. Porque en esta Halloween (la tercera que lleva el título original) tres generaciones de mujeres son las que lucharán contra el machirulo Myers. Cada una a su manera; Laurie (Jamie Lee Curtis) como una guerrera con cinturonga simbólico que nunca superó el trauma y vive en una casa/ fortaleza llena de armas, su hija Karen (Judy Greer) a través del papel de la víctima que ignora el peligro y por ende descree de la paranoia de su madre, y su nieta (la casi desconocida -tal como Curtis al momento de la original- Andi Matichak) como la que regenera el vínculo entre su madre y su abuela. En esta inversión de roles en la que Laurie parece tener más deseos de matar a The Shape que éste de continuar la masacre, ya no hay espacio para el psiquiatra protector; el nuevo Loomis, el Dr. Sartain (Haluk Bilginer), que por fonética podría ser el Dr. Satán, ya no será el profeta del apocalipsis sino una especie de Dr. Frankenstein obsesionado con su criatura. La inversión entre Myers y Laurie se da no sólo conceptualmente sino desde los planos de una de las escenas iniciales (cuando su nieta la ve desde la ventana del colegio y remite a cómo Myers la acechaba a ella en la original) y se repetirá algunas veces más a lo largo de la película (Laurie saliendo de las sombras, por ejemplo). Esa misma ligadura a la coyuntura que la hace una película potente, es la que también logra que se separe del mito cinematográfico de Carpenter; y es por ello que pierda fuerza con relación a la original, de la que sólo es un eco algo divertido. Claro que tal vez no esté mal que sólo sea eso.
LA DIGNIDAD DEL CUCHILLO Nosotros creamos nuestros propios demonios, dice Tony Stark al comienzo de Iron Man 3 (todavía una de las mejores películas del universo Marvel), mientras nos cuenta cómo sus acciones literalmente definen a quien será su siguiente enemigo mortal. Está hablando de la famosa dinámica Batman-Joker, ese matrimonio moral y demente que es unos de los vínculos más efectivos para utilizarlo en la trama de una película, tan efectivo que a Nolan le salió bien una de Batman gracias a él. La exploración de esta clase de vínculo es uno de los fundamentos de la nueva Halloween, porque en principio lo que le interesa a David Gordon Green es hurgar en la dinámica que se genera en torno estos dos polos unidos por aquella noche fatídica y los 40 años de resentimiento posteriores: Laurie Strode y Michael Myers. Entonces, antes que nada, la nueva Halloween es una secuela directa del film de John Carpenter, que deja de lado las siete secuelas anteriores y las de Rob Zombie. Tranquilamente puede ser vista individualmente, porque contiene toda la información necesaria para poder entenderla; de todos modos, los que se interesan por esta película tienen una idea de quién es Michael Myers y de qué estamos hablando. En fin, pasaron 40 años, Myers fue capturado luego de la noche del asesinato de las niñeras y Laurie Strode vive atormentada por el trauma de esa noche, aislada de su familia, preparándose para un eventual enfrentamiento final con Michael. Por supuesto toda esta narrativa pasa sólo por la cabeza de Laurie, digo porque nunca sabemos qué le pasa a Michael por la cabeza. El resto del mundo le ha dado la espalda porque en definitiva ¿qué significa un asesinato múltiple a puñaladas para nuestro estándares?, como bien señala un personaje por ahí. La respuesta probablemente sea muy poco, un asesinato más a la larga e interminable lista de atrocidades a la que nos hemos acostumbrado. Gordon Green entiende que lo anterior debe ser sólo el punto de partida, Michael deberá escapar e ir a buscar al Laurie sí, pero a partir de esto, el director construye su Halloween, con su mirada, con su voz. Engrosando el concepto y haciéndolo avanzar. Tiendo a pensar que Halloween no distingue su título del de la original, porque tiene la pretensión de querer ser la versión que represente a esta época. Así como Rob Zombie tuvo su versión durante la era dorada de las remakes de terror que fue la década pasada, David Gordon Green intenta lo mismo operación pero para esta década, y creo que lo logra. Halloween es una película moderna en unos cuantos aspectos. En principio lo que intenta es resignificar el pasado, contrastar los hechos de 1978 con los nuevo discursos vigentes, y dar por cerradas algunas cuestiones, como por ejemplo la psicología de Michael, que queramos o no ya poco tiene para sumar a la historia (esta operación es comparable con lo que J.J. Abrams hizo con Star Wars). Y por otro lado en la película, de alguna manera, se plantea qué puede contar un subgénero tan desgastado como el slasher en 2018, y esa reflexión le funciona porque estamos ante un slasher moderno, que no creo que haga escuela como la original pero que sí se ve como de nuestro tiempo, con los límites de siempre pero aggiornado, diciendo cosas sobre cómo somos, cómo es el estado actual de las cosas, y sobre todo con respecto a cómo abordamos la violencia. Me hubiera gustado que esta Halloween la dirigiera Carpenter, para poder seguir acumulando argumentos a favor de uno de los directores fundamentales de la historia del cine contemporáneo. Pero también creo que David Gordon Green no sólo hace méritos, sino que termina siendo el autor de uno de los derivados de Halloween que más se acercan a la calidad de la original. Porque aunque no nos detuvimos demasiado en la cuestión técnica, estamos sin duda ante la Halloween mejor filmada por lejos, que maneja la tensión como ninguna de sus antecesoras. Gracias a Gordon Green el cuchillo vuelve a tener dignidad y relevancia.
CUANDO EL HOMENAJE ENTIERRA AL HOMENAJEADO Me pregunto si no habrá otra manera de ver esta película como no sea con el conocimiento pleno de que se está viendo un experimento de “deconstrucción”, palabreja tan de moda por estos tiempos. Michael Myers es un personaje que tiene una mitología que va mucho más allá de la película original de Carpenter. Es verdad que las secuelas y remakes que intentaron revivir el fenómeno (a excepción de la tercera que es casi un explotation del título y nada más) fallaron más que acertar en cada entrega basada en la fundadora de ese estilo de slasher (si acaso hubiesen intentado mejorarla y no fueron más que la monetización del suceso). No obstante, contribuyeron a acrecentar el mito y, por sobre todo, a inyectar el hype en el que hace un año nos vemos inmersos con tanto avance y material promocional los que disfrutamos, como en mi caso, desde la butaca de un cine en su momento a la Halloween original. Por eso mismo es que resulta difícil reconocer que ese mítico asesino serial, casi sobrenatural y todopoderoso (recordemos que al final de la primera desaparece al caer baleado de muerte por el Dr. Loomis desde un primer piso), sólo haya cometido los cinco asesinatos de la primera parte, para poder apreciar Halloween desde el lugar que propone esta caprichosa continuación. Y lo intenta peligrosamente casi como si se tratara de una distopía o un elseworld que ignora una suerte de “historia oficial” para ir por otro hilo conductor. Recuerdo incluso, y perdón por lo auto-referencial, en haber visto “pegada” en función continuada a la segunda entrega a las que muchos tildan de inferior pero me pareció de un encastre perfecto. Sobre todo por el acoso a ritmo pasmoso de Michael hacia Laurie Strode, scream queen incipiente, que se intensificaba por los pasillos de ese hospital, huyendo enyesada y apenas pudiendo caminar, a tiro del asesino que nunca corre cuando luce su máscara y el cuchillo de carnicero en mano. Por eso creo que si bien la decisión es una premisa anunciada que no debe condenar al producto, le juega muy en contra. El desquicio y transformación de la misma Laurie casi que no tiene mucho sentido después de tantos años. Claro que es posible, pero se nota exacerbado así como estereotipado su comportamiento. Es casi una Sarah Connors en Terminator 2 esperando al juicio final pero aún más exagerada. ¿Realmente era para tanto, cinematográficamente hablando? Resulta mucho más fácil justificar ese tipo de reacción incluyendo al resto de los films de la saga en los que participó y como hermana revelada del mismo asesino (a pesar de que en uno de ellos finalmente muere), que con esa endeble conexión con el primer final abierto. Pero visto y considerando que no sirve desandar el camino por la decisión que se tomó, vayamos a la película en sí misma. El inicio es prometedor, en el que vemos a ese pseudo-periodista investigador sacudiendo la máscara desafiante frente al interno Myers que permanece encadenado. No es la mejor idea que se le pueda ocurrir a nadie que sepa quién es ese tipo, pero funciona como para abrir el juego. Lamentablemente, en todo el resto del metraje no habrá momentos de tensión como ese. El escape del asesino (no estoy revelando nada que no se suponga, desde ya) es tan convencional y tirado de los pelos que hasta sucede fuera de cámara. El director considera que no es lo más importante, y quizás no lo sea pero tampoco me parece bien que se subestime tanto al espectador. Laurie Strode lleva esperando 40 años a que el maniático escape, creo que nos merecemos saber al menos cómo lo logró con un digno twist de guión. ¿De verdad no es relevante la exposición de cada detalle del evento? Luego la masacre que ejecuta el asesino (o The Shape como se le ha dado en llamar en los créditos desde la primera película) es tan calculada que parece que en lugar de confinado por cuarenta años hubiera estado entrenando. ¿Tenemos que creer que no ha estado, este asesino convicto, involucrado en el universo de la saga ignorada? Porque así lo pareciera por su destreza instantánea y a pesar de su longevidad. Y ya en donde todo debe concluir, nos encontramos con mucha más gente a ser atacada en medio en un Haddonfield al que cuesta contextualizar en el presente, también con un suspenso que no llega o en su defecto juega con clichés permanentes. Y más intentos de recrear los planos secuencia que Carpenter ejecutó de manera magistral en el 78 y hoy son pobres imitaciones de su maestría. Por supuesto que tanto los guionistas como el mismo director Gordon Green son fanáticos y se nota el respeto por el original, los constantes homenajes, guiños y escenas que son como hipervínculos a la fuente, pero eso mismo también les dio poco espacio para hacer algo que sobresalga o se despegue de lo obvio. Ni siquiera se dieron el gusto de enriquecer debidamente la historia familiar. De cómo es que la familia de Laurie banca su locura sin creer que sea posible lo que espera hasta que acontece, sigue siendo de una obviedad pasmosa y que no da el menor atisbo de que existió esfuerzo por escribir un par de líneas que se destaquen y que se conviertan en el mejor motivo para haber puenteado a tres décadas de historia filmada sobre el monstruo de Haddonfield y su víctima recurrente. También hay momentos bastante vergonzantes como cuando uno de los personajes pretende “proteger” al asesino, y lo que hace raya en la comedia bizarra. Probablemente si hubiesen ido por ese lado la película hubiese terminado siendo más odiable, pero al menos ostentando cierta originalidad. Por último, Jamie Lee Curtis hace lo mejor que puede y sabe con su personaje, al igual que el mismísimo Nick Castle que repite bajo la máscara, pero se nota la ausencia de peso en las líneas de diálogo y hasta en las acciones del enfrentamiento, que son de una coreografía bastante torpe y básica de acuerdo a las expectativas generadas. Y así es como esta Halloween queda por debajo de la secuela directa, supera por poco (y de manera discutible) a las mediocres entregas posteriores a la tres y compite apenas con las de Rob Zombie, que por delirantes y cuidadas se destacan, pero no cumple con ese regreso esperado, de la manera que se esperaba. Habría que dejar de robar con Halloween por lo menos por otros cuarenta años.
El mal inexplicable Después de incontables secuelas, spin-offs y una fallida remake a cargo de Rob Zombie, finalmente la saga de Halloween, madre de todas las películas de terror slasher, tiene en esta versión 2018 una digna compañía del clásico dirigido por el maestro John Carpenter allá por 1978. Cuarenta años pasaron desde que Michael Myers, el ya icónico asesino de máscara blanca y cuchillo, sembrara el terror en el pequeño pueblo de Haddonfield en plena noche de brujas, y esta versión, si bien no deja de ser un claro homenaje al film original con un argumento similar y hasta algunos planos calcados, tiene a la vez varias ideas de puesta en escena interesantes y una lectura del género muy acorde a los tiempos actuales. A cargo de David Gordon Green (director proveniente del cine independiente y con grandes películas como All The Real Girls y Pineapple Express), esta nueva Halloween busca revertir los roles del asesino y del perseguido típicos del slasher. Es cierto que los componentes básicos aparecen intactos, con la figura gigantesca de Myers asesinando sin remordimiento a cuanta víctima se encuentre en su camino (la mayoría jóvenes adolescentes en pleno éxtasis hormonal), pero el guion de Green y del comediante Danny McBride logra jugar con los caracteres impuestos de víctima y de asesino, convirtiendo esta vez a quien fuera la única sobreviviente del raid sangriento de Myers (la Laurie Strode de Jamie Lee Curtis) en una sobreviviente obsesionada con tener un último encuentro con ese ser que encarna al mal en su estado más puro. Porque otra virtud de la nueva Halloween es dejar de lado todo tipo de explicación psicológica acerca de qué es lo que motiva a Myers a matar, y convertirlo en un depredador movido solo por el deseo de acechar a su presa. Ya los títulos de inicio, que retoman los del film original pero muestran en reversa cómo la calabaza derretida vuelve a formarse, son una declaración de principios: en tiempos actuales de empoderamiento de las mujeres, serán ellas las que cambien el paradigma que por mucho tiempo rigió en el cine de terror sobre su papel como meras figuras decorativas a la espera de ser perseguidas por el asesino de turno. Aquí no solo Laurie, sino su hija y su nieta aparecen como personajes fuertes y llenos de matices. En esos detalles, o en escenas que figuran como inversiones ingeniosas de ciertos clichés del slasher, es que la nueva Halloween logra imponerse por méritos propios sin transformarse nunca en una simple carta de amor al film de Carpenter. Asesinos como Myers podrán volver más fuertes y violentos que nunca, pero del otro lado ya no los esperan chicas indefensas sino auténticas guerreras de armas tomar.
El clímax del filme logra jugar con los recursos filmográficos de una forma maravillosa, haciendo que cada segundo sea una eternidad.
La nueva Halloween tenía todas las de perder. La confianza en el director David Gordon Green y en la productora Blumhouse, sobre todo por parte de cinéfilos y críticos especializados, era muy baja, y las tibias expectativas venían más por el lado de algunos fanáticos de la franquicia y del cine de terror. Pero, para sorpresa de muchos, la secuela actualizada del clásico de John Carpenter, que el pasado 25 de octubre cumplió 40 años, tiene la fuerza de los brazos de Michael Myers, la eficacia de su cuchillo y la firmeza de sus pasos amenazantes. Se podría decir, sin miedo a sonar excesivamente entusiasta y sin ánimo de alarmar a los carcamanes ilustrados de la crítica vernácula, que el mérito de Halloween (2018) es triple. El primero es la dirección de David Gordon Green, a quien no le tiembla el pulso a la hora de mejorar el filme sagrado de Carpenter. Sí, leyó bien, mejorar, porque ya se sabe que las condiciones en las que se hizo la primera fueron poco favorables: contó con un presupuesto de apenas 325.000 dólares, por ejemplo. Por lo tanto, John Carpenter y Debra Hill (guionista, productora y entonces pareja del director) tuvieron que apostar todo al ingenio cinematográfico: recurrieron a la fotografía de Dean Cundey, a la música compuesta por el propio Carpenter y a la austeridad de la historia, cuya brevedad sólo daba para un corto: un asesino serial escapa del neuropsiquiátrico y regresa a su barrio (el mítico Haddonfield) a matar niñeras, en especial a una: Laurie Strode, interpretada por Jamie Lee Curtis, la primera reina del grito y santa patrona de las final girls, que en la nueva película vuelve a ponerse en la piel de una ya veterana Laurie, más aguerrida que nunca, dispuesta a hacerle frente a su opuesto, a su doble en versión malévola, a su archinémesis, la otra cara de la misma moneda, el icónico psicópata de la máscara blanca. Con esos pocos elementos había que hacer una película, y vaya si la hicieron. Carpenter hizo una obra maestra concentrada en la puesta en escena, se dio cuenta de que al género le faltaba profundidad de campo y lentos movimientos de cámara, y que había que jugar más con el plano subjetivo, hacer tiempo con el plano secuencia, incorporar un par de gags efectivos e inyectarle a cada rato las escalofriantes melodías compuestas para la ocasión. Todos simples recursos que contribuyeron a que se generara ese suspenso a prueba de balas y esa atmósfera tan particular y característica. David Gordon Green, en cambio, contó con más dinero (aunque no mucho más que el equivalente de aquel entonces) y con un equipo técnico más grande y profesional. Las condiciones de producción de Halloween en 2018 fueron muy distintas a las de Halloween en 1978. También está de más decir que los tiempos cambiaron, así como el cine y los espectadores. Esto nos lleva a su segundo mérito: Gordon Green hizo una película exclusivamente para un público nuevo y moderno, sin dejar de respetar las reglas básicas del slasher, el subgénero que Carpenter patentó con la primera versión. El resultado está a la vista: la nueva Halloween es arriesgada, potente, brutal y sólida como el silencio desesperante del loco Myers. Esto último nos lleva, a su vez, al que podríamos llamar su tercer mérito: la flamante secuela es una carta de amor a la original, misiva fílmico-amorosa que viene con la firma de puño y letra del maestro Carpenter, quien dio el permiso para que los nuevos guionistas se saltearan todas las secuelas realizadas hasta ahora y retomaran la historia desde la fatídica jornada del 31 de octubre de 1978. Hay que destacar también la desafiante cuestión de fondo que plantea la película. En principio, habría que decir que por primera vez se invierte la persecución de los dos personajes principales. Si siempre se creyó que era Michael Myers quien perseguía a Laurie Strode, Gordon Green se encarga de invertir la lógica de la trama tradicional: ahora es Laurie Strode quien persigue a Michael Myers. Con esta sola decisión basta y sobra para catalogarla de revolucionaria, al menos dentro de su propio universo, por el simple hecho de que da vuelta el punto de vista y cambia el sentido de la historia. Otro riesgo que toma la película es el polémico giro que amaga dar con el Dr. Sartain, el personaje interpretado por Haluk Bilginer. En un momento, el Dr. Sartain, junto al Sheriff Hawkins (Will Patton) y Allyson (Andi Matichak), el personaje adolescente principal, se dirigen en la camioneta de la policía a la casa fortificada de Laurie cuando ven a Michael caminando por una vereda. Hawkins acelera y lo choca de frente, y, al intentar dispararle con su pistola para asegurarse de que el enmascarado esté bien muerto, sucede lo inesperado: el Dr. Sartain hace algo que más vale no revelar. El falso giro (falso porque no llega a consumarse) plantea al menos dos cosas importantes: abre una posibilidad hasta ahora nunca experimentada por la franquicia, que consiste en el traspaso del mal a través de la máscara (es decir, el mal existe y es contagioso, transmisible); y coquetea con ser una saga de terror en clave de superhéroes, o, mejor dicho, una saga con los códigos del universo de los superhéroes. El Dr. Sartain parece salido de un cómic, y el momento señalado se parece bastante al del nacimiento de un villano. La nueva Halloween significa, además, el triunfo de tres generaciones de mujeres: la de la abuela, la de la madre y la de la hija. Las mujeres acá ya no son víctimas inocentes como en el pasado, sino luchadoras convencidas y fuertes, que le hacen frente al mal y lo vencen. El empoderamiento femenino es claro. Y el plano final es puro misterio, puro suspenso, puro símbolo de época.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
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TE CONOZCO MASCARITA The Shape está de regreso para celebrar el 40° aniversario de su raid asesino. Si bien, a “El Loco de la Motosierra” (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) se le atribuye el origen de ciertos elementos comunes al slasher, fue la pequeña obra independiente de John Carpenter la que sentó las bases y se transformó en la madre de este sangriento subgénero y, por supuesto, en un clásico indiscutido del horror de todos los tiempos. Muchos siguen citando a “Noche de Brujas” (Halloween, 1978) como “una alegoría sobre la virtud y el peligro de la promiscuidad sexual”, pero para su creador, nunca fue más que una película de terror que se burla de sí misma y de muchos de sus truquitos baratos. Claro que nadie dijo que esto fuera algo malo. Hace 40 años, Michael Myers -o The Shape (la forma)- irrumpía en la cultura pop y se convertía en uno de sus monstruos más celebrados, y Jamie Lee Curtis (la incansable Laurie Strode) en la Scream Queen por excelencia (perdón Janet Leigh, pero ya sabemos de dónde lo heredó la nena), gracias a la historia de este loquito que durante la Noche de Brujas de 1963, perdía la chaveta y apuñala a su hermana hasta la muerte. Tras pasar quince años en una institución psiquiátrica, el joven Myers logró escaparse y volver a Haddonfield, su pueblito natal, para continuar su raid asesino, con mascarita y cuchillo en mano. Por suerte (¿o desgracia?) se cruzó con Laurie que, a diferencia de muchas de sus víctimas, no se la iba a hacer nada fácil. Michael siguió volviendo casi convertido en una especie de ser sobrenatural imposible de matar, atravesando secuelas y reboots que pocas veces le hicieron honor a la visión de Carpenter. Ahora, con todo el visto bueno del director y con David Gordon Green detrás de las cámaras, The Shape retoma a su mejor forma (je) con una historia bastante clásica y rebosante de tropos, pero con el acento puesto en la víctima y sus traumas, un tema muy allegado a la coyuntura, donde el #MeToo juega un papel preponderante. “Halloween” (2018) es el slasher que la era del Time’s Up necesita, un borrón y cuenta nueva para la saga, que decide borrar todas esas continuaciones, y hasta se ríe de detalles ridículos y obsoletos como el parentesco entre Michael y Laurie. A Green, un realizador que atravesó varios géneros y tipos de presupuesto, se lo nota muy respetuoso de la franquicia, cómodo con la historia que debe contar y con el lucimiento de sus heroínas. Sí, la cosa viene en plural porque pasaron cuatro décadas desde aquella fatídica y sangrienta noche de 1978, donde Strode se convirtió en una sobreviviente y en una luchadora incansable para lograr que su hija y su nieta estén preparadas para los horrores de este mundo… sean cuales sean. El guión de Green, Jeff Fradley y Danny McBride (otro comediante que se sumerge en el género terrorífico y sale bien parado) nos trae derechito al presente donde Michael Myers lleva 40 años encerrado en el Smith's Grove Sanitarium, ahora bajo la supervisión del doctor Ranbir Sartain, algo así como “el nuevo Dr. Loomis”. El asesino serial lleva todo este tiempo sin decir palabra, aunque está sumamente consciente de su entorno. Igual, no muestra ningún signo particular cuando Aaron Korey y Dana Haines intentan entrevistarlo y llevarse su visión de los hechos de 1978 para su podcast, incluso ante la mención del nombre de Laurie, y cuando Korey decide mostrarle su famosa máscara recuperada. La negativa de Myers los lleva a su siguiente objetivo: la mismísima Strode, que lleva casi la misma cantidad de tiempo aislada del mundo en una casa/fortaleza, lidiando con sus traumas y preparándose para un nuevo encontronazo con su victimario, algo que entiende, llegará tarde o temprano. Esta actitud tan combativa le costó un par de matrimonios y el alejamiento de su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak) que la quieren mucho, pero ya no pueden seguirle el juego de la paranoia. Como si se tratara del Joker tras despertarse de su estado catatónico en “Batman: El Regreso del Caballero Oscuro” (Batman: The Dark Knight Returns”, algo hace click en Myers tras la visita de Korey y Haines, y aprovecha el traslado de institución para escaparse y volver al ruedo, ¿adivinan?, durante la noche de Halloween. La fuga no pasa desapercibida, y tanto Laurie como el sheriff Frank Hawkins (Will Patton), harán todo lo que esté a su alcance para evitar una nueva masacre. Y en el caso de la ex niñera, salvaguardar la vida de su familia. “Halloween” (2018) nos lleva de la mano por un camino harto conocido, lleno de violencia y gore, como debe ser. Los realizadores saben que no pueden innovar demasiado en cuanto a la historia sin caer en tramas estrafalarias, entonces deciden ir por lo clásico y repetir la pesadilla con los estigmas de nuestro tiempo. Igual, la película viene con varias vueltas de tuerca desde lo narrativo, tratando de indagar en la psique del asesino y sus motivaciones, pero mucho más en la de su víctima y como el trauma repercute en todos aquellos que la rodean. Las medidas de Laurie parecerán extremas y exageradas, pero quien la puede culpar después de haber experimentado semejante tragedia. Esta es la novedad que suma Green y compañía, un poquito de profundidad que excede los meros cuchillazos, las muertes súper sangrientas y las persecuciones que, sabemos, no van a llevar muy lejos a sus presas. De repente, las mujeres (como esas niñeras que se convirtieron en “objeto de deseo asesino”) no son solamente la carne de cañón para La Forma, y a pesar de que no todas las que se cruzan en su camino van a vivir para contarlo, la historia jamás las colocan en ese lugar de víctima que les asignó el género desde hace años. Sí, Michael tiene cierta predilección por las chicas (como la gran mayoría de los asesinos seriales), pero ya no les corresponde a los hombres (ni a las autoridades) venir al rescate. “Halloween” encuentra un gran equilibrio entre lo nuevo y lo viejo, rescata lo mejor del personaje y la historia original, y se concentra en la dicotomía de víctima/victimario, siempre conectando con los temas más actuales. Por lo demás, es divertida, sangrienta y espeluznante, se siente como una película más acabada (a pesar de su escueto presupuesto), y nos engancha desde los primeros acordes de la clásica musiquita compuesta por el mismo Carpenter cuatro décadas atrás. Para innovación profunda tenemos otro tipo de terror, esto es un slasher y Green sabe cómo jugar con los tropos, ser fiel a su visión y respetuoso del material, dejando lugar para algunas sorpresas y, obvio, acá no vamos a revelar. Michael Myers volvió para hacer de las suyas, y Laurie no piensa quedarse de brazos cruzados. LO MEJOR: - Jamie Lee Curtis es un tesoro de la humanidad. - Green encuentra lugar para sorprender, y sumar temas coyunturales. - Nos alcanza con esa musiquita para ponernos los pelos de punta. LO PEOR: - El slasher es el slasher y no puede escapar de ciertos lugares comunes. - Que las autoridades sigan siendo tan opas.
Está nueva versión de Halloween supone el regreso del icónico personaje Michael Myers , creado en 1978 por el director John Carpenter. Cómo dato adicional, esta película supone una secuela directa del primer film , olvidándose de todo lo que se estrenó en el medio. También es el regreso de Jamie Lee Curtis en el papel de Laurie Stroode , que regresa para enfrentarse a este villano en una noche de Halloween, 40 años después. La cinta inicia con un dúo de periodistas que quieren realizar un trabajo de investigación para entender la mente de Michael Myers, aquel despiadado asesino que ahora se encuentra recluido en una institución psiquiátrica de máxima seguridad. A su vez , la noche de Halloween se acera y Laurie Strode se prepara como en todos los años para un posible enfrentamiento. Ella , luego de los sucesos que hace cuarenta años, se ha entrenado y equipado con un gran números de armas para asesinar a Myers si un día se lo encuentra. El problema es que este trauma también ha repercutido en la relación con su familia , con una hija traumada por la crianza dura de su madre y una nieta que poco entiende a su abuela. Justamente el 31 de octubre Michael Mayers escapa , empieza a hacer de las suyas , atrayendo el inminente enfrentamiento con Laurie, ya preparada para lo peor. Toca destacar que ha sido una buena decisión olvidarse de las secuelas y todo lo que sucedió posterior al primer film para contar esta historia. Si bien han pasado muchísimos años, la película se siente muy cercana a la de Carpenter, mantenimiento la escencia del clásico y añadiendo varios guiños de este. Lo más novedoso y destacado de esta versión es lo que se ha hecho con el personaje de Jamie Lee Curtis, ya devenida en anciana , se trata de una mujer que se ha hecho fuerte a raíz de aquel suceso traumático que vivió. Mantiene una personalidad agradable pero que a su vez no le tiembla el pulso a la hora de tomar armas, con ciertas reminiscencias a Sarah Connor pero del cine de terror. El enfrentamiento entre estos dos personajes es lo más atractivo del film, aunque en el camino hayan baches en cuanto a las historias secundarias. En cuanto a los aspectos técnicos y la fotografía se ha tratado de mantener la escencia del primer film , obviamente adaptándose a la época actual . También es para destacar la crudeza de los asesinatos, ya que el director David Gordon Green, ha optado por no alivianar estos aspectos , cosa que en muchos casos sucede con el fin de llegar a un público más amplio. Halloween es el gran regreso de Michael Myers a la pantalla grande con una adaptación que fiel al film de John Carpenter. Si bien su guión es sencillo y sin grandes sorpresas, vale la pena el enfrentamiento entre la abuelita bad de Jamie Lee Curtis y uno de nuestros asesinos favoritos.
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David Gordon Green es un caso extraño y hace algo extraño con esta Halloween. Como realizador, proviene del independiente americano y ha realizado tanto films costumbristas como comedias (Más fuerte que el destino, Experta en crisis, Expreso piña) pero no una película de terror. Lo que hace de extraño (y honesto) es obviar todas las secuelas del film original de John Carpenter y contar cómo Michael Myers y Laurie Strode, el asesino imparable y la baby-sitter hoy cuarenta años más grande, se encuentran por última y definitiva vez. Green recupera el clima del primer clásico (una obra maestra, de paso) y crea un mundo totalmente creíble, glauco, que refleja el estado de ánimo gris y siniestro de los protagonistas. No falta el humor, por cierto (el realizador lo maneja muy bien incluso en el drama) ni una puesta en escena precisa que permite recuperar el miedo por encima del horror. En última instancia, esta es la historia de Laurie-Curtis, y cómo terminar, con gracia y justicia, el vínculo entre actriz y personaje.
Laurie Strude y Michael Myers vuelven a verse las caras 40 años después en “Halloween”, la secuela de la película original de 1978. El reencuentro ya es el más taquillero de la saga sobre uno de los psicópatas más famosos que dio la imaginación del director y guionista John Carpenter. Carpenter se asoció como productor con Jamie Lee Curtis, la protagonista y también productora del filme -y al frente del elenco desde el debut de la franquicia en los 70- para revivir esta historia que deja una puerta abierta a una segunda parte. Una no tan breve introducción explica quién es Myers a los recién llegados a la saga. Es 2018 y Myers pasó los últimos 40 años en un manicomio de alta seguridad. Hasta allí llegan dos periodistas que investigan la vida y los crímenes de alguien a quien no terminan de ponerse de acuerdo en llamar “ese monstruo” o “esa cosa”. Pero no se sabe bien por qué, la noche de Halloween deciden trasladar a un grupo de internados a otro establecimiento. La película rápidamente deja atrás el estilo inicial de thriller psicológico para pasar al gore. A partir de ese momento no hay muchas novedades para quienes conozcan la historia. Sin embargo, “Halloween” tiene la magia intacta, en parte por la fidelidad del director a un clásico del terror que marcó a una generación.
Odio el slasher. Es raro que me acerque a una película del género, ya que lo considero limitado y repetitivo: asesinos inmortales, tipos con mascaras y cuchillos, mujeres desnudas corriendo y gritando… La cosa va mas por el asesinato truculento que por el suspenso, y sólo algún que otro slasher me ha caído bien, como el caso del Halloween original de John Carpenter, todo un clásico en su género. Pero de ver las secuelas, ni loco, porque es un regurgitado serial sin interés. Quizás la versión de Rob Zombie (y su secuela) me llamó la atención, pero sigue sin enamorarme. Pero ahora, en el 2018, un fan del Halloween original ha juntado fuerzas con John Carpenter (como asesor y músico) y Jamie Lee Curtis, la final girl que inauguró el género. Y está Danny McBride como guionista; sí, el mismo bromista guarro de The End, que acá demuestra tener pasta de sobra para el cine de terror. Porque el libreto que pergueña – una continuación directa del filme de 1978, salteándose todas las horribles secuelas y reboots – es un digno sucesor del clásico de Carpenter: uno que medita sobre la naturaleza del mal, que habla de las victimas desesperadas, que crea suspenso y que no ahorra en gore. Si hay algo que me atrajo para ver esta nueva iteración de Halloween, es Jamie Lee Curtis (sexy sin importar la edad, gran actriz, exquisita comediante), la cual ha pasado de ser víctima a convertirse en Sarah Connor (versión Terminator 2): un angel vengador, brutal, armado hasta los dientes y aguardando paciente que el demonio vuelva a tocar su puerta. Claro, las cosas no han sido nada fácil para Laurie Strode en las últimas cuatro décadas: se han entrenado en todas las artes marciales posibles, posee un arsenal en su casa y a su joven hija Karen (Judy Greer) la ha adiestrado en el manejo de armas de fuego. Claro, semejante locura ha tenido un costo y Laurie ha perdido la custodia de Karen por considerarla chiflada, aunque en los tiempos actuales tiene una buena relación con su nieta Allyson (Andi Matichak). Ahora todas las alarmas están prendidas porque Michael – que atraparon en 1978 y estuvo encerrado todo este tiempo en un manicomio – va a ser trasladado a otra institución mental. Tanto Laurie como el sheriff Hawkins (Will Patton) (quien participó en el arresto original de Myers) están alerta… pero las cosas se van al diablo cuando Micky hace bardo en el autobús que lo transporta, liquidando a la mitad de los pasajeros y escapándose, listo para ir tras Laurie… justo en Noche de Brujas (maldita Ley de Murphy). Como diría el chafado siquiatra de Michael, existe una simbiosis entre cazador y presa donde ahora las tablas están por darse vuelta. ¿Quién es quién y quien caza a quien?. Honestamente Michael Myers sigue haciendo mas de lo mismo. El director David Gordon Green (que ha dirigido TV, el drama Stronger y la sátira política Experta en Crisis) calca el estilo de Carpenter a la perfección, y hay un par de asesinatos orquestados de manera notable. Pero acá el plato fuerte es la Curtis, con los pelos blancos desgreñados, curtida, pasada de rosca y apertrechada por donde se la mire. Cuando se entera de que Michael ha escapado, el director Gordon Green nos da una muestra de su casa… que es una fortaleza como para resistir un apocalipsis zombie. Y cuando el asesino serial llega a la casa de Laurie, se da una de las batallas mas épicas y satisfactorias del género del horror. Porque esta Lauri Strode no se queda atrás, va de igual a igual con el asesino de la máscara y la hija, aunque parezca una pavota y renegada de su madre, pronto saca a luz toda la furia y el entrenamiento que la Curtis le dio en la adolescencia. Si el filme anda bien, prolijo, satisfactorio en los dos primeros actos, es el clímax el que reluce y te saca una sonrisa en el rostro. En un momento Michael vence a Laurie y la tira por la ventana y, cuando va a verla, ya no está mas. La victima se ha vuelto una asesina serial con los mismos trucos (y la misma inmortalidad… o fuerza superior) que su depredador. Halloween es una excelente secuela, y creo que es la mejor de toda la serie en 40 años en existencia. Michael Myers es una fuerza de la naturaleza pero Jamie Lee Curtis asusta mucho mas, y en realidad uno ve el filme por ella, una victima empoderada convertida en un desquiciado ángel vengador que tiene la ocasión de demostrar que estaba en lo cierto y que estas cuatro décadas de espera no fueron en vano. Un duelo formidable que vale la pena ver y disfrutar.
Pasaron cuarenta años, diez películas, nueve directores y aún así, todavía hay alguien que se quedó con ganas de jugar un rato más en la vereda. Michael Myers, ese mal omnipotente pero humano que nació con destino de saga en 1978; regresa a Haddonfield, al barrio que lo vio matar por primera vez como si nada hubiese ocurrido. Dirigida por David Gordon Green y respaldada por la producción de John Carpenter (como para que no se note tanto el olor a refrito) ésta nueva entrega podría resumirse con la secuencia de los títulos introductorios. La calabaza hueca, que en la original se iba acercando lentamente hasta ocupar la mitad de la pantalla, ahora es un inflable que va recuperando de a poco su forma a fuerza de aire, de vacío, de nada, para iluminarse por dentro una vez más. La película pareciera decirnos que ésta vez -ésta onceava vez- sí que es en serio, que estamos ante la verdadera secuela de Halloween. ¿Cómo? Reinaugurando el festín sanguinario del psicópata con el asesinato a sangre fría de dos periodistas recién arribados al pueblo con todas las teorías habidas y por haber bien aprendidas. Descartadas las conjeturas y eliminados los curiosos, Myers vuelve ponerse su máscara de látex blanca y su mameluco de obrero de la muerte para entregar nuevamente su plusvalía en favor de la inmortalidad de la franquicia. La relación que mantiene el filme con la original versa entre el respeto y el engolosinamiento con -signo de estos tiempos- la nostalgia. No solo volvemos a transitar las calles de Haddonfield con la icónica melodía del piano de fondo, sino también estamos ante escenas, en especial, planos que son prácticamente calcos, eso sí, coloreados con bastante rojo. La sangre no se escatima, se derrocha, lo que produce que el gore y el sadismo gratuito obturen cualquier tipo de gradualismo en cuanto a suspenso. Y si hay algo que diferenció a Halloween de, por ejemplo, La masacre de Texas, fue la creación de atmósferas tensas y esa insinuación constante de que Myers podía estar parado en el jardín delantero de la casa y en el próximo plano, pegado contra la ventana, quieto, como un autómata pronto a activarse. Más allá de esa elección por sumergir parte de la historia en hemoglobina y compensada con ligeras dosis de humor, la ilusoria cercanía con el clásico de los setenta no sería posible sin la reaparición de Jamie Lee Curtis, o la así llamada reina del grito, como Laurie Strode. La ex niñera, convertida en heroína de la saga por el simple hecho de haber sobrevivido a la masacre de aquel 30 de octubre de 1978, lo cual, no es poca cosa, vuelve en forma de abuela, con las canas al aire y una paranoia que le valió además de una exagerada pérdida de dinero entregada a la industria armamentista y una relación disfuncional con su hija. Hacia el final y en sintonía con la coyuntura actual, el mítico psycho killer encontrará en las tres generaciones de mujeres Strode un contrincante digno con el cual finalizar su caprichosa cacería. Si bien, será su sangre la que quede fresca sobre el filo del cuchillo, esto no quita que siga inquebrantable como siempre. Inquebrantable y por supuesto, mudo. Este último elemento creo que es lo más misterioso de Myers como personaje. Esa extraña afasia duplicada en esa máscara inexpresiva redunda la eliminación de toda humanidad en él, aunque tampoco permite acercarlo a la figura del zombie. Tenemos alguien vivo, con pulmones, que respira y grita si es lastimado El peor de todos. Alguien para el cual el asesinato es un lenguaje, tal vez, su única forma de expresión. Por Felix De Cunto @felix_decunto
Cómo no hablar del clásico de John Carpenter cuando Halloween regresa a los primeros planos del cine de terror. El motivo es suficiente si un nuevo episodio de la franquicia llega a los cines de la mano del talentoso David Gordon Green. “Halloween” es un clásico absoluto del cine de terror. Y, si bien las anteriores incursiones de la historia no estuvieron a la altura de la original, la huella sembrada por este clásico de John Carpenter sigue fascinando aún hoy a las nuevas generaciones. Con un nuevo capítulo en cartelera, “Halloween” se confirma como una de las franquicias de terror que siguen despertando interés en la historia del nutrido género del terror. Michael Meyers, su protagonista, es uno de los villanos más famosos de la historia del cine y este asesino inmortal genera un extraño fanatismo en los seguidores de la saga. Su film original, estrenado en 1978, relataba los trágicos sucesos que llevan a Michael Meyers a permanecer en un hospital psiquiátrico durante 15 años. Luego de escapar, llega a una zona residencial para acosar a la joven estudiante Laurie Strode, interpretada por Jamie Lee Curtis. La película significó para la joven intérprete (hija nada menos que de Tony Curtis y Janet Leigh) no sólo su debut en la pantalla grande, sino el estrellato inmediato. Cuatro décadas después, el antológico personaje de Curtis regresa a la gran pantalla con motivo de poner fin al itinerario de sangre dejado por Meyers. El legado de “Halloween” a lo largo de las últimas décadas nos ayuda a reconocer su importancia dentro del subgénero del terror slasher o de explotaition, ubicándose como pionera icónica de otras sagas muy populares entre adolescentes como “Pesadilla en Elm Street” (1984) o “Scream” (1996). Esta nueva versión de “Halloween” homenajea (en más de un sentido, si prestamos atención a sus recursos estéticos) a una película que colocó la piedra fundamental: ubicó a Carpenter en el mapa cinematográfico hollywoodense, una industria que ha transitado el género de manera incansable en las últimas décadas. En medio de refritos en su mayoría olvidables, el talento de este auténtico artesano parece hoy una especie en extinción. Con acierto, David Gordon Green busca recuperar en su mejor forma la huella trazada, dando vida al enésimo regreso del temible Mike Meyers.
Critica emitida por radio