Al principio todo parece esquemático: Maren (Taylor Russell) es nueva en una escuela secundaria y busca integrarse a un grupo de compañeras. Las cosas marchan bien en la primera juntada con sus nuevas amigas, hasta que le arranca el dedo de un mordisco a una de ellas. Entonces Maren y su padre (André Holland) deben escapar a otro estado. Hasta los huesos comienza como un coming of age, y nunca deja de serlo: el director es Luca Guadagnino, especialista en historias de madurez. La diferencia es que aquí la protagonista y los personajes con los que se relaciona son caníbales. Cuando el padre la abandona, no sin antes dejarle una grabación en cassette, emprende la búsqueda de su madre, a la que nunca conoció. Así el director construye la trama mediante una road movie por la América profunda. Un viaje que le permitirá a la protagonista aprender más de su naturaleza voraz y conocer a Lee (Timothée Chalamet), un muchacho que vive distanciado de su familia mientras satisface su apetito por la carne humana. Ambos terminan enamorándose, unidos por el amor y una condición que no eligieron pero con la que deben cargar. Y sobran motivos para cuidarse: en las rutas y pueblos deambulan más antropófagos, y más extraños y peligrosos. Para empezar, Sully (Mark Rylance), que colecciona mechones de sus bocados. Siendo fiel a su costumbre, Guadagnino se centra en el punto de vista de los personajes principales y no emite juicios de valor. Permite que el espectador se involucre con ellos, descubra sus anhelos y comprenda sus comportamientos menos convencionales. El director también acierta al darle forma a una Estados Unidos con una subcultura caníbal, con sus propios códigos y características, como la capacidad de identificarse entre sí mediante el olfato a larga distancia. No menos destacable es la ambientación en los 80, aunque sin gritar la época. Canciones de Joy Division, Kiss, New Order y Duran Duran, entre otros, juegan un rol fundamental para anclar la época y ser fiel al estado de ánimo de los antihéroes. Temas musicales que, además, complementan la banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross. La verdadera protagonista es Taylor Russell, en su primer gran papel cinematográfico. Remite a Zendaya, aunque posee talento y encanto propio. Chalamet la opaca con su sola presencia, demostrando que es uno de los jóvenes astros de la actualidad y del porvenir. Igual de sobresaliente es la labor de Mark Rylance, capaz de hacer un poco simpático a un psicótico. También aparecen Michael Stuhlbarg (completando la reunión de Llámame por tu nombre) y el cineasta David Gordon Green haciendo de dos caníbales rednecks. Hay otras apariciones especiales, como la de Jessica Harper, que venía de trabajar con Guadagnino en la remake de Suspiria (además de que protagonizó la original, a cargo de Dario Argento) Hasta los huesos incluye sangre y ferocidad, pero su esencia pasa por un romanticismo puro y auténtico. Está representada por monstruos, aunque habla de humanidad.
Luca Guadagnino es el director más sensual de nuestra época. También, a sus 51 años, parecer el que mejor entiende a la juventud. El director de Libertad, amor mío, fue mundialmente reconocido tras su trabajo en Call Me By Your Name, el remake (para mí buena) de Suspiria y la serie de HBO We Are Who We Are. Ahora, el italiano da un volantazo con Bones and all, en lo que sería su mejor película hasta la fecha. Un film lírico, un road trip y, especialmente, un coming of age romántico y caníbal. Ambientada en los 80s, Maren (Taylor Russell) tiene la extraña necesidad de comer carne humana. Su padre, quien siempre ha tratado de protegerla, se da por vencido tras un último incidente en el que Maren le come el dedo a una compañera de clases. Él la abandona y ella decide buscar a su madre que no conoce. En el camino descubrirá que no es la única en su especie. Allí conocerá a Lee (Timothée Chalamet) que le enseñará como debe sobrevivir un caníbal. Mientras se debaten cuáles deben ser sus límites, ambos iniciaran una historia de amor. Guadagnino, italiano, emprende un viaje por toda Estados Unidos y logra recoger un material de todo ello con ambos personajes. Le hace caso omiso al género y, fiel a su estilo, pone la cámara en donde se le cante mientras se ve singularmente estético para una película indie. Lo más importante de Bones and All, es que, si no se tuviera el elemento caníbal, igual funcionaria a la perfección. Pero usa el canibalismo de una manera tan sensual y poetico que gracias a dios que está ahí. Las actuaciones de Taylor Russell y Timothée Chalamet son muy buenas. Pero la mención especial es para el reparto, algunos directamente cameos. Jessica Harper, la actriz original de Suspiria. La aterradora aparición de Chloë Sevigny. El triplemente aterrador cameo de Michael Stuhlbarg. Y, – me pongo de pie – el papel de Mark Rylance. Hace ya mucho tiempo me dejaron de interesar los Oscars, pero si la Academia no fuera tan aburrida, Rylance debería llevarse el próximo año su segunda estatuilla. Afirmo una vez más que nadie entiende la ambigüedad, el cinismo y la ansiedad erótica de los jóvenes como Guadagnino. Esto lo podría llevar a justamente pecar con el estilo y dejar en segundo plano a la historia como paso en We Are Who We Are. Sin embargo, esta vez estamos presente ante una de las mejores películas del año.
Acaso la historia de amor más épica y lograda de los últimos años. Dos jóvenes que poseen una particular forma de vivir, se encuentran, se aman, se desean, hasta que, claro, la otredad, aquella que los juzga, que los imposibilita a mostrarse tal vual son, los juzgue y coarte. Una nueva gran historia de amor de Luca Guadagnino. Intensa y potente historia , con logrados climas y atmosferas que nos introducen en el gran tema del relato, el canibalismo, la soledad y, por supuesto, el amor
Desde su estreno en la última edición del Festival de Venecia que Hasta los Huesos, de Luca Guadagnino, pisó muy fuerte: ganó el León de Plata por Mejor Dirección y su protagonista Taylor Russell obtuvo el premio Marcello Mastroianni como mejor actriz. La película, que llega a los cines el próximo jueves 1 de diciembre, también obtuvo 3 nominaciones a los premios Independent Spirit: Mejor Película, Mejor Performance Principal (Taylor Russell) y de Reparto (Mark Rylance). Maren (Taylor Russell) es una joven que recorre Estados Unidos en busca de su madre. En el camino conoce a Lee (Timothée Chalamet), otro viajero, con quien comparte un apetito fuera de lo común -canibalismo, para ir al grano-. Ambos, fuertemente marcados por su pasado, sólo necesitan aceptarse y que, a pesar de esta particularidad, son seres humanos que quieren vivir su vida. El film, basado en el libro de Camille DeAngelis, tiene elementos del suspenso y el terror, mezclado con una historia de amor y una pizca de película coming-of-age en el medio. Desde el principio que no es fácil de ver pero, sin embargo, el director italiano logra que el espectador vaya más allá de lo grotesco y el gore para poder apreciar el romance entre dos personas. Al fin y al cabo es la base de lo que se quiere contar. Si hay algo que no sobra acá es elenco, empezando por Timothée Chalamet -segundo protagónico con Guadagnino después de Llámame por tu Nombre-, un actor que vive de entender la vulnerabilidad de sus personajes y, aunque no sorprende en su rol, es un lujo verlo en pantalla. Por otra parte, la mayor fuerza antagónica de la cinta se la lleva el ganador del Oscar Mark Rylance, quien aprovecha todo lo despreciable de su rol y lo exterioriza con una sutileza que da asco, en el mejor sentido de la palabra. Pero quien lleva a cuestas el mayor peso del film es la protagonista Taylor Russell, no sólo por su impresionante feedback con Chalamet sino también por su manejo emocional a lo largo de la película. Con un poco más de dos horas de duración, Hasta los Huesos tiene un desarrollo tranquilo y se toma su tiempo; sin embargo, es en los momentos claves, que saben atrapar al espectador, cuando se manejan los mejores ritmos. También ayuda tener a Trent Reznor y a Atticus Ross a cargo de la música. Con escenas no aptas para personas impresionables, no es un film para que lo vea cualquiera, su temática da para mucho debate -nada nuevo para un producto de Luca Guadagnino- y hay que darle tiempo para procesarla. Sorprende y deja a la audiencia al borde del asiento, como cualquier historia de suspenso… y de amor.
Director y protagonista fueron premiados en el Festival de Venecia este año. Luca Guadagnino se llevó el León de Plata a mejor director y Taylor Russell el premio Marcello Mastroianni a mejor actriz joven. En «Hasta los Huesos», basada en la novela homónima de Camille DeAngelis, el responsable de «Call me by your name» y «Suspiria» traslada al público a una historia de amor entre caníbales ambientada en EE.UU durante los años 80. A Maren su padre le ha soltado la mano, ya no puede hacerse cargo de lo que tiene su hija y cree que ha llegado el momento de que se valga por sus propios medios. A la joven no le queda otra que seguir adelante, con todas las dudas y temores que eso implica y el objetivo puesto en encontrar a su madre, de la cual su padre nunca le habló. Tras un encuentro revelador pero a la vez bastante extraño con Sully (Mark Rylance), otro devorador, Maren decide escapar y se encuentra con Lee (Tymothée Chalamet), un caníbal un poco mayor que ella que sobrevive viajando de lugar en lugar y que de vez en cuando visita a su familia. La química entre ambos fluye desde un comienzo, estos personajes encuentran muchos puntos en común, se complementan, entienden y si bien transitan momentos de crisis se vuelven indispensables para el otro. «Hasta los huesos» en ese sentido es una película de encuentro en un mundo plagado de oscuridad. En la realidad de los canibales la soledad es lo que impera, y sin embargo entre Lee y Maren nace algo tan particular y verdadero que resulta difícil no «entenderlos» y compartir sus pensamientos y emociones. Guadagnino construye una road movie que atraviesa el crecimiento personal y emocional de sus personajes, en ese sentido varios elementos del coming of age también se encuentran presentes aquí. Los protagonistas recorren varios lugares de EE.UU y en cada uno de ellos atraviesan experiencias, se conocen, asumen riesgos, aprenden del otro y descubren cuestiones personales sobre su propia vida y su pasado que los modifica. Los climas están muy bien construidos y si bien lo «canibal» es una cuestión importante y la crudeza de ciertas escenas están a la orden del día, el filme apunta a otras aristas y logra profundizar en tópicos que están más vinculados a lo humano y a las emociones que a lo terrible que puede ser comerse a otras personas para poder subsistir. El elenco es impecable, no solo los Russell y Chalamet, sino también los personajes secundarios, que con intervenciones breves logran escenas muy comprometidas que mantienen la atención del público. En este apartado se destacan Mark Rylance, Jessica Harper y Michael Stuhlbarg. De los rubros técnicos hay que mencionar la música de Trent Reznor y Atticus Ross, por su funcionalidad a los climas de la película y la fotografía de Arseni Khatchaturan, que nos regala bellisimas imagenes de caminos, rutas y paisajes de EE.UU. «Hasta los huesos» logra emocionar al espectador, mantenerlo al borde del asiento en varios momentos y trasladarlo a una historia de amor e intensidad que se vive a flor de piel frente a la gran pantalla.
Life’s such a treat and it’s time you taste it There isn’t a reason on earth to waste it It isn’t a crime to be good to yourself COMERTE ENTERA Luca Guadagnino es un director, ante todo, cool. Algo de su sensibilidad resuena fuerte en mi generación (y en las aún más jóvenes): una capacidad para reconciliar los modos de Europa (refinamiento estético, abordaje desprejuiciado de temas tabú) con el indie norteamericano. Guadagnino es un cineasta del mundo que, las más de las veces, consigue algo difícil: trascender el nicho sin perder personalidad. En esa búsqueda existe un riesgo, que Bones and All deja manifiesto más que nunca: la repetición de uno mismo, la autoría deviniendo acumulación de gestos que se vacían, poco a poco, de significado. En ese sentido, Bones and All es un campo minado de potenciales atajos. Un poco coming of age, otro poco road movie, otro poco relato de horror (o incorporación de sus marcas por un cine ajeno) y finalmente, melodrama lacrimógeno: el proyecto parecería, en los papeles, un merequetengue de tendencias del cine de autor de los últimos años, todas juntas. Una apuesta aparentemente riesgosa con engranajes ya probados. El resultado es, asimismo, un poco las dos: por un lado, el director consigue involucrarnos emocionalmente con una tierna historia de amor entre caníbales (!!!) y, por el otro -como ya hiciera en aquella Call Me by Your Name que lo consagró- se refugia en la imagen bella para esquivarle a la verdadera audacia. Guadagnino es cool: también es un poco tibio cuando el riesgo aprieta demasiado. Dije que Bones and All es, entre otras cosas, una coming of age (o un relato sobre la llegada a la adultez, para expresarme en el confiable y querido castellano). En su primera secuencia dispone todos los elementos propios de este tipo de películas: Maren (Taylor Russell) acaba de mudarse con su padre a una ciudad nueva; le cuesta hacer amigos, hasta que una compañera de la escuela la invita a una fiesta; escapándose del estricto control paterno, asiste a la fiesta y socializa por primera vez con sus nuevas compañeras, incluso despertando las primeras chispas de atracción con una de ellas. Sin embargo, la situación da un vuelvo totalmente inesperado: aprovechando la cercanía con una de sus nuevas amigas, Maren le arranca un dedo y se lo devora. Por supuesto, esto implicará que el padre deberá borrar sus huellas para trasladarla a un lugar nuevo, un éxodo que -nos daremos cuenta- ya se ha repetido. La sociedad de Guadagnino con David Kajganich (guionista de esta y de la mayoría de sus películas) no es de mi particular agrado, pero estas primeras secuencias tienen una potencia indudable y dotan al relato de cierta sensación de imprevisibilidad, muy bienvenida. Las flaquezas del guion empiezan a evidenciarse a partir del segundo acto y decantan en el último, en el cual Kajganich empieza a acumular lugares comunes y ciertas arbitratiedades que no hacen más que poner de manifiesto el manejo que Guadagnino tiene de la forma. Es fácil suponer que, en otras manos, esta historia podría haberse convertido en una narrativa young adult bastante mediocre, con unos pocos elementos empujando el envoltorio más allá de la media. La historia de amor entre Maren y Lee (Timothée Chalamet, en quien Guadagnino vuelve a encarnar la pasión y el desprejuicio propios de la juventud, esta vez un poco más desencantada) es un logro casi exclusivo del director y sus intérpretes. Con pocas escenas y acompañados por un discreto y efectivo trabajo con la música (la mejor amiga del melodrama), Russell y Chalamet consiguen conmovernos con este amor maldito, entre dos caníbales que luchan por moderar sus impulsos en una sociedad que nos condena. ¿Qué es el amor, más que sentir que hemos encontrado a alguien tan extraño y solo como uno? En uno de los episodios que estructuran Bones and All, el título se menciona: el personaje que interpreta Michael Stuhlbarg (en una insólita y divertida variación de aquella emotiva escena con Chalamet en Call Me by your Name) menciona que el bautismo del caníbal ocurre cuando devora a otro en forma completa, “con todo y huesos”. Maren y Lee descreen de esa posibilidad, y lo atribuyen a fanfarronería del caníbal. Sin embargo, en un trágico -y esperable- giro del destino, será el último pedido que Lee (herido de muerte en un violento ataque) le haga a su amada Maren: que lo devore entero, borrando sus huellas y asegurándose una vida lejos del conflicto con la autoridad. En este clímax emocional, en el cual Maren debe acometer el acto de amor más tremendo (comerse a su amado para respetar su voluntad, hacerlo carne para siempre al mismo tiempo que lo pierde) Guadagnino decide clausurar la película con una imagen idílica de los enamorados abrazados en un monte. Un gesto que, si bien funciona en el momento, a la larga resulta un acto de tibieza, allí donde no se necesitaba ninguno. Extraño que, en una película que azuza al espectador con la intensidad de ciertas imágenes y consigue, muy efectivamente, vincularnos emocionalmente con la historia de dos que comen gente, decida escapar justo en el momento en el que las imágenes intensas se visten de un significado totalmente diferente, uno que las trasciende y las dota, incluso, de una intimidad y belleza mucho más profundas que el plano Pinterest con el cual el director elige cerrar. Una lástima. Quizás, la diferencia que separa una gran película de otra, un poco temerosa.
La última película del realizador de El amante (Io sono l'amore), Llámame por tu nombre, la remake de Suspiria y la serie We Are Who We Are era una de las más esperadas de la 79ª edición de la Biennale de Venecia. Posiblemente ayudaba a ello la presencia de Timothée Chalamet. Y, sin perjuicio de que no puede desconocerse la “localía” del director nacido en Palermo, algo de razón había en esto último ya que, sin dudas, la estrella de Duna fue quien mejor tomó por asalto la alfombra roja de Venecia, que es todo un mundo aparte, un universo paralelo regido por otras reglas, ya que en lo que hace estrictamente a Hasta los huesos / Bones and All, Chalamet hace la suyo pero quien destaca especialmente es la protagonista Taylor Russell. Quizás afectada por tanta expectativa, la recepción mayoritaria fue algo tibia (posiblemente bastante más de lo que esta obra merece). Si la remake de la película del gran Dario Argento funcionaba menos como obra de género que como relectura, como una manera de apropiarse del universo del giallo con herramientas muy diversas a las propias de ese género, lo que aquí sucede es -en ese sentido- bastante más lineal. Coming of age, road trip, historia de amor atravesada por el canibalismo, lo que destaca es el deslumbramiento que produce en el realizador cierta iconografía del cine (¿o no sólo del cine?) estadounidense. Queda en claro, una vez más, que el cine de género como tal no es lo que más le interesa a este director. Guadagnino ha sabido viajar por el mundo, ha trabajado con actrices y actores de diversos orígenes, pero esta es, sin dudas, su “película americana”, su París, Texas. Con un comienzo muy potente, a sus clásicas marcas autorales (una estilización que aplica incluso a las criaturas que se mueven en los márgenes, como las que habitan este film) se impone el viaje por el Estados Unidos profundo, ese que se encuentra lejos de ambas costas oceánicas. El encuentro de los desclasados puede dar nacimiento a una historia de amor (algo que la excesiva y redundante música de Trent Reznor y Atticus Ros no termina de arruinar), pero la búsqueda de los orígenes y la huida los llevan por una deriva en la que los paisajes, los cambios de luz y las rutas que se extienden hasta el infinito toman por asalto la pantalla. ¿Qué es lo que verdaderamente nos compone y distingue? ¿Cuáles son los límites que podemos o decidimos respetar? Eso parece preguntarse Guadagnino en esta historia de amor que recorre los Estados Unidos. La irrupción de la antropofagia (pulsión de una raza especial, de una tribu, de los infectados o quizás de los mutantes mejor preparados para el futuro que se avecina, no lo sabemos) nos regala unos cuantos logrados momentos gore y, posiblemente, una mirada particular sobre la sociedad norteamericana.
Como admirador de buena parte del “universo Guadagnino” (incluso su serie We Are Who We Are me parece casi una obra maestra) me acerqué a Hasta los huesos con enorme curiosidad, pero la sensación final fue de cierta decepción frente a semejantes expectativas. Toda esa sensibilidad, lirismo, melancolía y empatía romántica que tan bien funcionaba en varios de sus trabajos anteriores aquí suena forzado, impostado, recargado, subrayado. Quizás no ayude el material original (una historia de caníbales), pero esta vez ni la estructura dramática, ni la estilización visual, ni el despliegue musical (la banda sonora original es de Trent Reznor y Atticus Ross y el soundtrack incluye temas de Joy Division, New Order y Duran Duran), ni el reencuentro con Timothée Chalamet tras la consagratoria Llámame por tu nombre consiguen los efectos que sí lograron sus films previos. Ambientada en 1988, Hasta los huesos es una road movie sobre dos “amantes malditos”, Maren (Taylor Russell, lo mejor del film) y Lee (Chalamet), jóvenes caníbales que huyen por distintos estados de la América profunda a bordo de una destartalada camioneta. El film pendula con no poca indecisión entre el romanticismo épico, el gore más extremo (con un personaje entre patético y amenazante como el Sully de Mark Rylance), notables intérpretes reducidos a papeles muy menores (André Holland, Chloë Sevigny, Michael Stulhbarg, Jessica Harper) y el retrato adolescente que aquí por momentos parece más cerca de los vampiros de Crepúsculo que de otra cosa. El italiano Guadagnino se propuso hacer su épica “definitiva” sobre la sociedad estadounidense (y de paso regodearse con sus imponentes paisajes), un poco como el alemán Wim Wenders en París, Texas, como bien sostiene el texto que precede a este, aunque también con algo de Malas tierras, de Terrence Malick; pero terminó construyendo una serie de viñetas con observaciones bastante superficiales, escenas “para la hinchada” (Chalamet bailando y cantando Lick it Up, de Kiss) y mucha iconografía mítica pero a la larga poco sustanciosa (viejos parques de diversiones, cafeterías de pueblo, casas rodantes, decadentes estaciones de servicio). Hasta los huesos tiene todo los condimentos para pasar por una película audaz, extrema, provocadora, controvertida, pero termina siendo una narración amanerada que en muchos casos se queda en la manipulación, en la ostentación y en el mero gesto.
Antes del comienzo del filme, hay una filmación con el director del filme agradeciendo nuestra presencia en la sala, como método para que se sigan realizando películas. A modo de respuesta podría tomarse esta critica. Según muchos el filme es una muy buena “adaptación” del texto de origen, la novela escrita por Camille De Angelis y publicada en 2016. Si esto es así, empieza a jugar el dicho del director japones Akira Kurosawa, “Es posible hacer una mala película de un buen guión, pero imposible una buena de un mal guión”. Por lo que se podría suponer, a partir de los resultados, que el origen de todo esto es bastante paupérrimo. Catalogada como una novela para “Jóvenes Adultos”, no es un chiste, así la presentan. Por lo visto podría inferirse que el material original es muy trivial, rudimentario, bastante desagradable y estúpido. El producto es presentado con una estética muy cercana al cine de terror, centrado en lo intenso, irracional y en la violencia gráfica extrema, tratando de imitar desde su estructura narrativa, sin lograrlo claro, a filmes como Bonnie and Clyde (1967) de Arthur Penn o “Malas Tierras” (1973) de Terence Malik. El director nos presenta a Maren (Taylor Russell) la protagonista de la historia,
Hasta los Huesos", la última película de Luca Guadagnino es sin dudas, una de las mejores del año. De qué trata? 👉 Ambientada en la década del 80' el film aborda el tema del canibalismo de manera cruda e inquietante. Maren (Taylor Russell) es una joven estudiante que vive con su padre (André Holland). Una noche decide escaparse para ir a una fiesta entre amigas, pero la situación se descontrola cuando Maren le muerde el dedo a una de ellas. Allí entendemos que estamos frente a una joven presa de una deseo incontrolable que obliga a ella y a su padre a mudarse de ciudad cada vez que comete uno de estos sangrientos actos. Pero él se cansa, la abandona y le deja un cassette que de a poco ella escucha para conocer un poco más sobre su historia. Sola, con unos pocos dólares viaja en busca de su madre, a la que prácticamente no conoce y quien también la abandonó. En su extenso recorrido se topa con Sully (Mark Rylance) un individuo que quiere protegerla y que "huele" a los de su clase. Tras este incómodo encuentro Maren decide huir. Más tarde conoce a Lee (Timothée Chalamet), un joven con quien comienza una amistad que se transforma en una profunda y conmovedora historia de amor, a pesar de lo díficil que les resulta aceptar quiénes son, y el hecho de no poder hacer nada para cambiarlo. Lee acompaña a Maren pero cada tanto se siente obligado a visitar a su amada hermana menor, Kayla (Anna Cobb). El trayecto de ambos oscila entre el peligro que corren y también el que sufren los que se cruzan con la pareja. Lo Mejor 👉 El guion es una mezcla de géneros apasionante que navega entre el amor y el terror, con la misma dosis de sensualidad y crudeza. La historia de amor entre ambos es emotiva a pesar del sangriento contexto, el director de fotografía Arseni Khachaturan plasma en la pantalla las imágenes más bellas y también las más salvajes que se han visto en el último tiempo acompañadas por la música excepcional de Trent Reznor y Atticus Ross. Por último, las actuaciones de todo el elenco son superlativas, especialmente las de la joven pareja protagónica, quienes ofrecen interpretaciones descollantes.
El director de «Call Me By Your Name» (2017) y la remake de «Suspiria» (2018), nos ofrece una road movie/drama romántico que sigue la línea de sus relatos anteriores donde se centra en sus personajes principales, sus conflictos internos y su manera de lidiar y exteriorizarlos, solo que esta vez lo hace en el marco de una historia de caníbales. Guadagnino es un director con una sensibilidad especial. Un narrador que guarda un profundo cuidado por sus personajes, sus conflictos y las barreras que se les van imponiendo. Todo lo que nos cuenta parece ir de la mano con reacciones lógicas y coherentes de sus protagonistas, que casi en todas sus historias se encuentran ante crisis existenciales y/o personales, de algún tipo de búsqueda, ya sea de identidad o de su propio lugar en el mundo. En esta oportunidad, el artista italiano nos sumerge en lo que aparenta ser un coming of age convencional donde Maren (una interpretación consagratoria de Taylor Russell) busca hacer amistades en su nueva escuela. Todo parece normal, hasta que un incidente relacionado con canibalismo la hace huir de la ciudad y ser posteriormente abandonada por su padre (André Holland), el cual le deja un cassette explicando los motivos de su desaparición. A partir de allí, Maren iniciará una especie de viaje de autodescubrimiento en la américa profunda de fines de los ’80, aprendiendo a sobrevivir al margen de la sociedad encontrándose con todo tipo de personas en el camino, como Sully (Mark Rylance), un caníbal veterano que parece obsesionarse con Maren; Lee (Timothée Chalamet), un joven de su edad que vive alejado de su familia por razones similares a las de Maren y otros antropófagos que se cruzarán en el camino. Maren y Lee comenzarán un amor por las rutas norteamericanas en busca de un futuro incierto condicionado por sus aterradores pasados. Probablemente lo que hace tan interesante a «Bones and All» (título original del film) es lo mismo por lo cual tuvo una recepción tan variada y mixta. Por un lado, tiene muchas ideas y engloba varios géneros y, por otro, también toca algunas cuestiones que quizás fueron abordadas en relatos anteriores del director, pero de manera más profunda. No obstante, es innegable la sensibilidad con la que Guadagnino delinea a sus personajes, y cómo estos llevan adelante la acción de una forma tan armónica como motivada. Todo esto también se ve acompañado por la sutileza y el lirismo que predominan en las imágenes. Por el lado musical, tenemos una increíble banda sonora original de Trent Reznor y Atticus Ross (la dupla de las bandas sonoras de «The Social Network» y «Soul») que acompaña esa nostalgia y esa poética de lo visual. Como bien mencioné anteriormente, Taylor Russell es la gran estrella del film en una interpretación sumamente lograda y sentida. Chalamet acompaña muy bien como la otra cara de la pareja, pero, Russell es la que se luce y brilla de principio a fin. Mark Rylance también merece su mención, ya que compone un despiadado y enigmático caníbal que lo aleja de los roles que venía haciendo ultimente y también logra transmitir todo su compromiso para la ocasión. «Hasta los Huesos» es una película osada, despiadada y también extraordinaria y romántica. Un relato que apuesta a los contrapuntos y que no le teme a la mezcla de géneros y estilos para ofrecer una historia sólida y enriquecedora. Guadagnino acierta al presentar a sus personajes sin ningún tipo de juicio de valor sino establecer las reglas de la narración para que el espectador saque sus propias conclusiones y pueda empatizar con los personajes aun en los momentos cruentos plagados de sangre y tripas.
Luca Guadagnino hace de la carne un campo de batalla donde se trazan las fronteras de lo humano, donde la anatomía es una fórmula inestable, una zona franca abierta a todo tipo de apetitos, adicciones y deseos. Bones and All (Hasta los Huesos) es un dispositivo cinematográfico simbólico e infeccioso que mezcla el horror, la psicología y el erotismo para decir algo sobre el presente de una sociedad medicalizada aficionada al consumo masivo de los cuerpos.
Hasta los huesos es una mezcla de viajes por carretera y relatos de la vida cotidiana. Guadagnino hace un trabajo admirable con el flujo de la película que nunca se siente forzada. Tiene momentos sangrientos y gore, pero sin exagerar, donde se nota que es un elemento más y no termina opacando lo esencial: la realidad de la situación de Maren y Lee por fuera del canibalismo.
Es raro pensar a Luca Guadagnino como un cineasta de cuño italiano, más allá de algunos tópicos geográficos o referencias culturales que asoman en sus anteriores películas. Su obra se ha abierto al mundo y, en ese gesto, su mirada recoge el derrotero de personajes que asumen caminos arriesgados, fuera de la norma, de la comodidad de la integración. Las infracciones de sus criaturas siempre merecieron el corazón de sus historias: el amor infiel de Tilda Swinton en El amante (2009), la pasión y el crimen en la explosiva remake de La piscina de Jacques Deray, A Bigger Splash (2015); el deseo prohibido como afirmación de la identidad en Llámame por tu nombre (2017), el acceso a lo sagrado a partir de la zona oscura del alma en Suspiria (2018). En todas ellas el destello de la antigua tierra del imperio romano latía de manera persistente como un intento de apegarse al origen: el recuerdo del giallo, la geografía lombarda, la decadente burguesía milanesa. Hasta los huesos implica nuevas texturas y tradiciones en el seno de una América salvaje. Si bien el germen de la historia es la novela de Camille DeAngelis, Guadagnino ancla su universo en las carreteras abiertas por los beatniks y perseguidas por los outsiders del Nuevo Hollywood, un territorio de viaje y búsqueda sin destino. Por ello el comienzo de su película evoca ese entorno sensual e inhóspito para Maren (Taylor Russell), el que la invita a transgredir el encierro impuesto por su padre, a escaparse a una celebración de su instinto y su prohibición. La aventura comienza con el encuentro de su propia esencia, esa condición de “devoradora” que parece impronunciable incluso para los propios, los iguales que descubre en el camino, ejercitando el olfato y esa pertenencia irrenunciable. Lo mejor de Hasta los huesos se halla en la cercanía de Maren, más que en las escenas de canibalismo concebidas con ese esteticismo que el director le impuso al horror desde su ejercicio de estilo en Suspiria. Un momento de impacto, de sangre y vísceras, cercenado por el montaje luego del tiempo justo, que quiere (pero le da un poco de vergüenza) provocar de manera directa a su espectador. En cambio, al seguir a Maren de cerca, al tentar sus propios deseos y descubrimientos, la película alcanza esa magia que persigue sin descanso, y que pretende hallar en la gesta de un romance al que modela en las coordenadas de la literatura adolescente de moda. La convicción de Guadagnino de convertir a Timothée Chalamet en la sagrada estrella de este Hollywood alicaído le juega una mala pasada, lo lleva a filmarlo como el caníbal melancólico en postales de horizontes, con el rostro bañado en sangre, siempre en composé cromático. Y esa insistencia en alcanzar profundidad con mero sentimentalismo limita la fuerza de sus mejores escenas, aquellas –como la de la fogata con dos extraños que recuerda a Easy Rider; o la tensa comunión entre Maren y su maestro Sully, interpretado por el genial Mark Rylance- jugadas en el límite de la conexión con los propios y el miedo a los ajenos. Hasta los huesos inviste a sus trágicos protagonistas de un horror estilizado que por momentos confunde con la poesía, y que retiene el nervio y la fuerza que hubiera alcanzado en un retrato más implacable y descarnado.
Maren (Taylor Russell) es una joven de 18 años que vive con su padre en un pueblo chico y pobre, de hecho su casa parece construida con restos de un container. La historia empieza con Maren cometiendo una travesura. Se escapa por la noche de la casa cuando su padre duerme para participar de una «noche de chicas» en la casa de unas compañeras. Allí se ve que Maren se siente un poco aparte de las compañeras y que esa escapada de la casa paterna es un intento de entrar al grupo de sus compañeras. Esta escena del comienzo tiene un final extremadamente violento y es ahí donde el espectador recibe una información esencial: Maren tiene arranques caníbales. Los eventos de compulsión por comer carne humana empezaron siendo ella una niña y esa condición provocó la separación de los padres. La madre dejó a la familia y ha sido su padre el que hasta este momento se ha mantenido al lado de la chica pero el incidente con sus compañeras de colegio es un límite, ella ya tiene 18 años y su padre la deja por su cuenta. A partir de ese momento Maren se dedica a vivir por su cuenta con una obsesión, que es encontrar a su madre y convivir con su necesidad de alimentarse de carne humana. En ese camino a través de los Estados Unidos va a ir obteniendo respuestas y además va a conocer otros humanos con la misma compulsión, el primero va a ser Sully (Mark Rylance) un hombre bastante mayor que la huele, ahí es donde ella va a conocer esa cualidad. Los que comparten esa afición particular por alimentarse de humanos se pueden percibir entre ellos a partir del olfato. Maren entonces va a seguir su camino, pero al menos ahora sabe que hay más gente como ella. La protagonista y el espectador empiezan a preguntarse si serán muchos los que tienen esta necesidad caníbal o qué clase de mundo es este en el que nos vamos a mover. En este punto del relato aparece Lee (Thimothee Chalamet) y lo que era una película inquietante con toques «gore» se vuelve un relato romántico con fuerte contenido dramático como el de la escena en que Mare llega al lugar donde está la madre (Chloe Sevigny). Luca Guadadigno es hoy uno de los directores importantes de la industria, tiene seguidores y detractores como corresponde a estos tiempos. Con Llámame por tu nombre el director italiano llegó al mundo de los premios Oscar y su remake de Suspiria -la original fue de Dario Argento- dividió las aguas entre quienes advierten cierto manierismo en Guadadigno. Pero en el camino el realizador realizó una serie muy valorada para HBO: «Somos quienes somos». En esta película logra evadir el edulcoramiento que puede tener una historia de amor trágico como el de Mare y Lee. La pareja se embarca en una road movie a través de los Estados Unidos, tendrá encuentros con otros humanos que tienen su misma necesidad de alimentarse de carne humana y a la vez insistirán en hacer crecer la unión entre ellos. El tono de la película está indudablemente ligado al cine de los ´70 y elude volverse excesivamente gore, lo cual claramente no va a llamar a los fans del cine de género. Queda en dudas si el público al que apuntaban otras sagas románticas con vampiros y lobizones serán seducidos por este film que es claramente más áspera que esos productos. Lo cierto es que Guadadigno demuestra que no elige caminos fáciles y que puede mixturar en una película romance, drama y terror apoyándose en un elenco sólido al que hace brillar. HASTA LOS HUESOS Bones and All. Estados Unidos/Italia, 2022. Dirección: Luca Guadagnino. Intérpretes: Taylor Russell, Timothée Chalamet, Mark Rylance, André Holland, Chloë Sevigny, Jessica Harper, David Gordon Green, Michael Stuhlbarg y Jake Horowitz. Guion: David Kajganich, basado en la novela homónima de Camille DeAngelis. Fotografía: Arseni Khachaturan. Edición: Marco Costa. Diseño de producción: Elliott Hostetter. Música: Trent Reznor y Atticus Ros. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 130 minutos.
Hasta los huesos (Bones and All, Estados Unidos/Italia, 2022) es la nueva película de Luca Guadagnino, el realizador de Llámame por tu nombre (Call Me By Your Name, 2017). En este caso la acción transcurre en Estados Unidos en la década del ochenta, en una especie de road movie que recuerda la fascinación de muchos directores no norteamericanos fascinados con la inmensidad de los paisajes de ese país. La protagonista de la historia es Maren (Taylor Russell) una joven que vive con su padre hasta que su condición de caníbal (por naturaleza, no por elección) la obliga a tener que aventurarse en soledad por las rutas norteamericanas. Allí se cruzará con otros de su condición, incluyendo a Lee (Timothée Chalamet), quien parece tener mucho más asumida su forma de vida y se mueve con mayor soltura en ese vagabundeo en busca de víctimas. Hasta los huesos es ofensivamente morosa, pero ese exceso innecesario de aburrimiento lo completa con un alarde de sordidez que roza el mal gusto en varios momentos y en otros directamente cae de lleno en él. Apenas algunos paisajes le aportan belleza a un mundo espantoso y sin esperanza, tanto en la idea del director como en las imágenes que filma. Se trata de una película que necesita hacerse notar como una obra contemplativa, pero a la vez busca impacto con golpes de efecto bastante vulgares. Es difícil contener la risa frente a ciertos momentos escalofriantemente pretenciosos, pero la duración de la película se encarga de aplacar cualquier reacción, ya sea la risa, el llanto o el deseo de vivir en general. Es una película de terror, pero también, y principalmente, una reflexión sobre dos marginales que intentan encontrar su lugar en el mundo. El cine clásico de Hollywood se ha construido con muchas historias como esta y ha demostrado, en los más variados géneros, lo efectivo que es elegir una road movie como marco para contar historias. Guadagnino, tal vez aterrado con la idea de que alguien disfrute o se entretenga, destruye todas las posibilidades que tenía entre manos. La banda de sonido es curiosamente mala y molesta, lo que demuestra que hay coherencia en esta película y su realizador. Está claro que la única película buena de Guadagnino, Llámame por tu nombre, lo fue gracias a que se trataba de un guión de James Ivory.
"Hasta los huesos": amor y dolor. El director de "Llámame por tu nombre" está decidido a seguir su propio camino sin abrazar formatos preestablecidos, jugando con los géneros sin regalarse a ninguno. Amado por algunos y no tanto por otros, el italiano Luca Guadagnino vuelve a demostrar que su cine no es fácil de domesticar, aunque los rasgos de su última película resulten familiares. El director de Llámame por tu nombre, la personalísima reversión de Suspiria y la notable serie de HBO We Are Who We Are, lleva a la pantalla la novela Bones and All de Camille DeAngelis, publicada en 2016, y encuentra un tono ajustado para cruzar el romance adolescente, la road-movie y el film de terror. Pero primero lo primero: en otras manos, la historia de la parejita de jóvenes caníbales podría haber derivado en un subproducto cercano en sensibilidad a la famosa saga crepuscular con vampiros y lobizones. Y si bien algo de eso hay, al menos en los papeles, lo cierto es que la carga de violencia pero, sobre todo, de amor y dolor desesperados la alejan por completo de la superficialidad ingenua. El tono de Hasta los huesos queda establecido bien temprano, cuando Maren (Taylor Russell), una chica de pueblo que acaba de cumplir dieciocho años, es invitada a una pijamada. Entre confesiones y comentarios sobre esmaltes de uña, la protagonista se mete en la boca uno de los dedos de una compañera y lo muerte rápidamente hasta dejar el hueso casi limpio. Parece ser que Maren mostró por primera vez su afición por la carne humana a los tres añitos, y al llegar a la mayoría de edad el padre la abandona, dejando como único souvenir un cassette (corre la década de los 80 o comienzos de los 90) lleno de tristeza y deseos de bienaventuranza. Maren compra un pasaje en micro y sale a la ruta en busca de los orígenes, esa madre a quien nunca llego a conocer y que, tal vez, es la fuente primigenia de sus males. En Hasta los huesos caníbal se nace: no se trata de una pulsión psicológica sino de una necesidad biológica, incluida en el ADN e imposible de resistir. El viaje iniciático de la chica produce rápidamente una epifanía: no está sola, y si bien su raza no deja de ser una minoría, repartidos en el país (y, es de suponer, en el resto del mundo) hay muchos como ella, lidiando como pueden con el imperioso deseo de masticar carne no animal lo más fresca posible. Así es como conocerá a Sully (Mark Rylance), un veterano antropófago que pergeñó un particular método para comer sin asesinar y quien le enseña algunos trucos de la profesión, además de un muchacho raquítico y pálido llamado Lee (Timothée Chalamet, rostro favorito del realizador). El amor surge y también las discusiones acerca de qué hacer con la vida que les tocó en suerte, que por momentos se asemeja a una intensa y permanente adicción. Matar o no matar, esa es la cuestión. O una de ellas. Guadagnino vuelve a utilizar muchas de las estrategias formales de sus films previos, vistosas y pertinentes en parte por su anacronismo (paneos con zoom, cortes secos a planos más cercanos), y una obsesión por el paisaje del interior “americano” que no puede sino recordar al cine estadounidense de los años 70 (la hora mágica del atardecer recibe más de una ofrenda). Maren y Lee atraviesan estados y, cuando no pueden resistir el impulso, sus dientes penetran la piel y la carne de otro ser humano, cruzándose por el camino con familiares y desconocidos. Incluido un congénere de aires siniestros y, nuevamente, Sully, que parece haber adquirido una obsesión por su joven protegida. Oportunidad para que el realizador prodigue papeles secundarios a nombres recurrentes en su obra como Jessica Harper, Chloë Sevigny y el también cineasta David Gordon Green. Hasta los huesos es demasiado “romántica” para el fan enceguecido del terror puro y algo perturbadora para quien pretenda una historia de amor con toques ligeros de horror (el gore no es tan frecuente pero, cuando pasa al frente, estalla en la pantalla y los parlantes). Esa es precisamente la intención de Guadagnino: seguir su propio camino sin abrazar formatos, jugando con ellos sin regalarse a ninguno. No es, definitivamente, una de sus mejores creaciones, pero se juega a las búsquedas personales sin miedo al fracaso. Tampoco es la mejor película sobre caníbales como metáfora de infinitas lecturas (probablemente el trono lo siga ocupando Trouble Every Day, de Claire Denis), aunque en este relato de amor contra todos los obstáculos del mundo no escasean las bondades.
Maren Yearly sabe que no es una persona normal. Desde una niña tiene un impulso canibal el cual no ha podido reprimir a lo largo de los años. Poco tiempo después de cumplir los 18 años su padre la abandona y Maren intenta encontrar a su madre a pesar de que no la recuerda. Nos adentramos en una historia de amor entre caníbales, las cuales nos llevará en un viaje en carretera a través de los Estados Unidos en la década del 80’. “Hasta los Huesos” es un largometraje italo-inglés-estadounidense estrenado en Argentina el pasado 1 de diciembre de 2022. Está dirigido por Luca Guadagnino y está basado en la novela “Bones and All” escrita por Camille DeAngelis. Leí el libro hace algunas semanas y la verdad es que ambos son casi iguales. Hay algunas diferencias pero estas no son tan importantes. Incluso me atrevo a decir que me gustó más la adaptación que el libro. La cinematografía es preciosa, me gustaron mucho las locaciones elegidas y la caracterización de los personajes estuvo muy bien lograda. El guión también me gustó y se notó mucha química entre los personajes. A pesar de tener una duración de 130 minutos la cinta no se me hizo larga en ningún momento. Manejan un ritmo dinámico sin que parezca apurado bajando el ritmo en los momentos justos. La película no es apta para personas sensibles ya que hay escenas bastante gráficas, de todas maneras considero que hay una cantidad justa de sangre. Se destacan las actuaciones de Taylor Russell (Maren Yearly), Timothée Chalamet (Lee) y Mark Rylance (Sully). Si les gustan las películas fuera de lo común entonces no se pueden perder “Hasta los Huesos”.
Una seductora y conmovedora historia de amor, entre dos seres marginales, distintos, una sub-raza diferente, quizás destinada a sobrevivir mejor en un futuro apocalíptico, pero que mientras tanto deben convivir con su ansia, con sus dilemas morales. Una chica que queda librada a su destino, con un poco de dinero y una partida de nacimiento como herencia y unos tapes que grabó su padre para contarle cual es su naturaleza. Un chico vagabundo que sobrevive como puede, sin preguntarse demasiadas cosas. Entre los dos un lento y progresivo deslumbramiento, una necesidad tan loca como su alimentación por estar juntos, contarse sus pasados, comprender que unirse es una opción arrebatadora. Así los crea Luca Guadagnino ubicando el escenario en los pequeños pueblos del EEUU profundo, era post Reagan, con la ayuda de su director de fotografía David Kajganich, con climas perfectos de paisajes exteriores e interiores de estos jóvenes solitarios, fugitivos, tan únicos. El terror y la sangre también dan su presente, el vértigo de asesinatos y festines caníbales sangrientos ponen lo suyo pero no son tan determinantes como la sugestiva historia de amor. Los actores son fundamentales: la maravillosa Taylor Russell con su mezcla de timidez, inocencia, voracidad y vulnerabilidad. Su trabajo es magnífico. A su lado la estrella hipnótica Timothée Chamalet con la seducción torturada de su rol, el inmenso Mark Rylance impone una presencia siempre peligrosa.
No te vayas en silencio Durante buena parte de la historia de la humanidad el gran fetiche a la hora de los castigos y el masoquismo en la coyuntura que sea -religión, familia, sociedad, Estado, delirio, etc.- fue el cuerpo porque es la faceta visible y lo que genera el dolor más literal, no obstante a partir del Siglo XIX y sobre todo el Siglo XX el eje pasó al intelecto ya que la imposición progresiva de aquel marco civilizatorio hipócrita compulsivo significó que las brutalidades de la Edad Media ahora debían concentrarse en las cabecitas de los sujetos, el nuevo terreno a conquistar con diversas técnicas de lavado de cerebros a escala masiva como la prensa, la publicidad, las arengas políticas, el ocio egoísta, la vida metropolitana/ burguesa o la nueva y rauda cultura empresarial de la uniformización, heredada de la Revolución Industrial. La anatomía, desde ya, jamás desapareció como motivo de polémicas o campo de batalla y fue trabajada especialmente por el cine y por su género más libre, el terror, quien en contadas ocasiones optó por centrarse en el canibalismo ya que es un tabú extendido en Occidente y una “opción negociada” conceptual entre los dos extremos, el de la visceralidad de la carne mancillada e ingerida y las implicancias a nivel espiritual en materia del robo del alma de la víctima, planteo que es otra forma de decir que en parte se respeta la obsesión psicologista de control de la modernidad y la posmodernidad. El tópico que nos ocupa fue apareciendo de manera tímida y en carácter de excepción en films como Qué Sabroso era mi Francés (Como era Gostoso o meu Francês, 1971), del pionero absoluto Nelson Pereira dos Santos, Cuando el Destino nos Alcance (Soylent Green, 1973), de Richard Fleischer, Frightmare (1974), de Pete Walker, La Masacre de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, 1974), de Tobe Hooper, Supervivientes de los Andes (1976), de René Cardona, Rabia (Rabid, 1977), de David Cronenberg, y Las Colinas Tienen Ojos (The Hills Have Eyes, 1977), de Wes Craven, amén del cine mondo de caníbales de los 70 y 80 de gente como Umberto Lenzi, Ruggero Deodato y Jesús Franco. Relegado a la Clase B y teniendo como epílogos de esta primera fase a las diametralmente opuestas Antropófago (Antropophagus, 1980), trasheada gore de Joe D’Amato, y Comiéndose a Raúl (Eating Raoul, 1982), la mítica comedia negra de Paul Bartel, el canibalismo recién comenzó a ser “legitimado” a ojos del mainstream de la mano de El Cocinero, el Ladrón, su Mujer y su Amante (The Cook, the Thief, His Wife & Her Lover, 1989), la joya de Peter Greenaway, Padres (Parents, 1989), de Bob Balaban, Delicatessen (1991), de Marc Caro y Jean-Pierre Jeunet, El Silencio de los Inocentes (The Silence of the Lambs, 1991), de Jonathan Demme, y en especial ¡Viven! (Alive, 1993), de Frank Marshall, inspirada en el célebre episodio conocido como la Tragedia de los Andes de 1972, un ejemplo de canibalismo orientado a la supervivencia -a instancias del equipo uruguayo de rugby Old Christians Club- semejante a la Expedición Donner de 1846 y 1847. Luego de unos años de flamante oscuridad el asunto vuelve a resurgir en ocasión de Voraz (Ravenous, 1999), de Antonia Bird, Todos los Días Problemas (Trouble Every Day, 2001), de Claire Denis, Hannibal (2001), de Ridley Scott, En mi Piel (Dans ma Peau, 2002), de Marina de Van, y Dumplings (Gau ji, 2004), de Fruit Chan, obras en las que ya se percibe una heterogeneidad cada vez más importante que terminará de estallar de la mano de El Caníbal de Rotemburgo (Rohtenburg, 2006), de Martin Weisz, La Expedición Donner (The Donner Party, 2009), de Terrence Martin, Somos lo que hay (2010), de Jorge Michel Grau, y su remake anglosajona, Somos lo que Somos (We Are What We Are, 2013), dirigida por Jim Mickle, preámbulo asimismo para un nuevo “boom caníbal” que a veces se vuelca a lo abstracto para abarcar los muchos trastornos alimenticios, el fetichismo con la comedia y/ o las metáforas alrededor de la carne y su industria asociada, un rubro que incluye propuestas muy variopintas como El Infierno Verde (The Green Inferno, 2013), de Eli Roth, Caníbal (2013), de Manuel Martín Cuenca, Bone Tomahawk (2015), film de S. Craig Zahler, Crudo (Grave, 2016), de Julia Ducournau, La Granja (The Farm, 2018), de Hans Stjernswärd, Tragar (Swallow, 2019), de Carlo Mirabella-Davis, La Cena (The Dinner Party, 2020), de Miles Doleac, Barbacoa (Barbaque, 2021), de Fabrice Eboué, Un Banquete (A Banquet, 2021), de Ruth Paxton, y El Festín (Gwledd, 2021), de Lee Haven Jones, entre otras. Sólo en el año que nos ocupa ya van cuatro películas de alto perfil que trataron alguna arista del tema o echan más leña al fuego del terror vintage que hace de la boca, el sistema digestivo, los manjares o el body horror cronenbergiano sus horizontes, hablamos de Fresco (Fresh, 2022), de Mimi Cave, Cerdita (2022), de Carlota Pereda, El Prodigio (The Wonder, 2022), de Sebastián Lelio, y El Menú (The Menu, 2022), de Mark Mylod, sin embargo ninguna le llega a los talones en materia de calidad y amplitud doctrinaria iconoclasta al regreso al ruedo de Luca Guadagnino, Hasta los Huesos (Bones and All, 2022), una experiencia en verdad inigualable y de una intensidad arrolladora como el cine actual -casi siempre soso y repetitivo- hace mucho tiempo no ofrecía. El director italiano, que comenzó su carrera con el pie izquierdo mediante las flojas Los Protagonistas (The Protagonists, 1999) y Melissa P. (2005), fue creciendo a nivel artístico de una manera inusitada gracias a tres melodramas que se movían entre el humanismo un tanto cerebral y ese preciosismo sutil al servicio del relato adulto, la bautizada Trilogía del Deseo de Yo Soy el Amor (Io Sono l’Amore, 2009), Cegados por el Sol (A Bigger Splash, 2015) y Llámame por tu Nombre (Call Me by Your Name, 2017), la segunda una remake de La Piscina (La Piscine, 1969), clásico de Jacques Deray, que anticipaba lo hecho en ocasión de la ambiciosa Suspiria (2018), reinterpretación genial y enigmática de la querida obra del mismo título de 1977 del paisano Dario Argento. Basado en la novela homónima del 2015 de la norteamericana Camille DeAngelis, el guión de David Kajganich, colaborador asiduo de Guadagnino como lo demuestran Cegados por el Sol y Suspiria y responsable además de las tramas de las flojas y conflictivas Invasores (The Invasion, 2007), de Oliver Hirschbiegel, y Bahía de Sangre (Blood Creek, 2009), de Joel Schumacher, y las muy superiores Historia Verdadera (True Story, 2015), de Rupert Goold, y El Terror (The Terror, 2018), una serie para AMC que comandó con motivo de su excelente primera temporada, se centra en una década del 80 en la que una muchacha con impulsos caníbales irrefrenables símil afección hereditaria, Maren Yearly (Taylor Russell, actriz revelación que ya había brillado en opus de Trey Edward Shults y Thor Freudenthal), vive huyendo de pueblo en pueblo hasta que su progenitor, Frank (André Holland), colapsa y opta por abandonarla poco después del cumpleaños número 18 de la chica, dejándole dinero, su certificado de nacimiento para que sepa quién es su madre, Janelle Kerns (Chloë Sevigny), y un cassette en el que narra sus diversos ataques por apetito, empezando por la arremetida contra una niñera a los tres años de edad. En su periplo a lo ancho de Estados Unidos en pos de Janelle, Maren se encuentra una noche con un sujeto muy bizarro llamado Sully (Mark Rylance), quien se define como un “devorador” y afirma haberla identificado por el olor ya que aquí la antropofagia se parece a la licantropía aunque sin metamorfosis y con las destrezas olfativas de los animales carnívoros, esos que dividen al mundo entre sus pares y todo aquello con vida que se come. El veterano la invita a degustar a una anciana y pretende adoptar a la púber como una especie de aprendiz, no obstante Yearly lo rechaza y robando un minimercado conoce a otro devorador, Lee (Timothée Chalamet, aquí además oficiando de productor luego de hacerse famoso en todo el globo gracias a Llámame por tu Nombre), veinteañero que suele asesinar a desconocidos en la carretera para robar dinero, vehículos y lo que sea que le llame la atención en el hogar de las víctimas. Pronto el amor surge entre los jóvenes y Lee decide acompañarla hasta la supuesta casa de la madre, viaje que incluye una visita a la hermana menor del muchacho, Kayla (Anna Cobb), el homicidio de un gay y padre de familia que trabajaba en un puesto de feria, Lance (Jake Horowitz), el cual por cierto dispara problemas de conciencia en Maren, y el encuentro con un devorador tenebroso y cínico, Jake (Michael Stuhlbarg), y su acólito/ groupie, Brad (David Gordon Green), el primero enfatizando que comerse a la víctima eventual “hasta los huesos” supera por mucho en efusividad al hecho de sólo engullir carne. Siguiendo la pista del certificado de nacimiento el dúo halla a la abuela de Yearly, Bárbara (Jessica Harper), quien revela que Janelle fue adoptada y ahora está recluida por motu proprio en un manicomio, donde Maren descubre que se fagocitó sus manos y pretende matarla para ahorrarle el frenesí del hambre. Guadagnino en Hasta los Huesos inventa la road movie romántica caníbal de terror por un lado cortando bastante con la tradición previa -aunque sin desconocerla del todo, al igual que el sustrato de los muertes vivientes antropófagos y conscientes del cine posmoderno- y por el otro lado combinando recursos del indie y esa contracultura de ayer y hoy, desde la marginalidad adolescente de Criatura de la Noche (Låt den Rätte Komma in, 2008), obra maestra de Tomas Alfredson, y Ginger Snaps (2000), de John Fawcett, las truculencias de Todos los Días Problemas y el carácter lánguido del primer Gus Van Sant de Mala Noche (1986), Drugstore Cowboy (1989) y Mi Mundo Privado (My Own Private Idaho, 1991) hasta la influencia existencialista de aquella Trilogía de las Road Movies de Wim Wenders, Alicia en las Ciudades (Alice in den Städten, 1974), Falso Movimiento (Falsche Bewegung, 1975) y En el Curso del Tiempo (Im Lauf der Zeit, 1976), los trabajos ya posteriores del realizador alemán en el rubro, París, Texas (1984) y Hasta el Fin del Mundo (Bis ans Ende der Welt, 1991), e incluso clásicos rotundos del “amor en fuga” de la talla de Bonnie & Clyde (1967), de Arthur Penn, Los Asesinos de la Luna de Miel (The Honeymoon Killers, 1970), de Leonard Kastle, y Malas Tierras (Badlands, 1973), opus de Terrence Malick. Así como en Llámame por tu Nombre, sin duda alguna la mejor película gay del nuevo milenio, había optado por eliminar los desnudos y el narrador en off del guión de James Ivory, el director aquí vuelve a evitar un enfoque erótico bertolucciano tradicional para ganarse al público mainstream actual -un tanto mucho pudoroso- y apenas si limita a la primera mitad del metraje la voz del padre de la protagonista, grabación que de todos modos no cae para nada en la obsesión contemporánea con la sobreexplicación vía soliloquios, optando en cambio por apoyarse en un excelente desempeño de Arseni Khachaturan en fotografía (el bielorruso evita engolosinarse con la fotografía digital y mantiene un realismo setentoso y poético cruel muy bien logrado), Marco Costa en edición (los cortes son siempre perfectos porque a pesar de los 131 minutos el ritmo nunca aminora su marcha) y de los maravillosos Trent Reznor y Atticus Ross en música (la dupla se lanza de cabeza al terreno del country, el folk y el blues a lo americana de Ry Cooder, más canciones adicionales como Lick It Up, de Kiss, Your Silent Face, de New Order, y la legendaria Atmosphere, de Joy Division). Con un elenco magnífico en el que brillan Stuhlbarg, Rylance, Russell y Chalamet, Hasta los Huesos es una propuesta hipnótica y sumamente valiente en términos del mainstream planetario que puede leerse como una alegoría acerca de las sectas, el asesinato en serie, las familias perversas, la enajenación, el vampirismo, los hombres lobos, la homosexualidad, la voluntad saboteada y la marginación/ explotación en una comunidad enferma y paradójica, cuya triste “paz” es sinónimo de expulsar y callar a los diferentes so pena de darles caza…
SOLO QUIERO QUE ME AMEN El motivo de dos jóvenes escapando por las carreteras de EE.UU. es recurrente en la cinematografía americana y ha atravesado diversos contextos y moldes genéricos, desde los motoqueros de Easy Rider para marcar el fin de una era de amor y paz, pasando por los Días de gloria y Badlands de Malick y su visión de los setenta, hasta los excesos de Lula y Sailor en Corazón salvaje de Lynch, una revisión paródica del cine clásico. Luca Guadagnino ubica su historia en la década del ochenta e inunda sus imágenes con colores que traducen cierta melancolía. Se despacha la cuestión política con algunos televisores donde se cuelan malas noticias. Es el contexto de una América donde los jóvenes repiten esquemas de consumo, deambulan como zombies por los pasillos escolares o buscan algún horizonte donde encajar en medio de familias disfuncionales. Y en ese marco social que apesta, introduce la variante del canibalismo, como si no hubiera otra opción para escupirle en la cara al conservadurismo de Reagan. Es decir, hay una especie que, por motivos que no se explican, siente el deseo de comer humanos. Se reconocen y se huelen entre ellos, a tal punto que, en vez de enfrentarse, se buscan solidariamente. En este mapa, la pareja protagónica iniciará un viaje con diversas paradas donde alternarán los problemas que se les presentan y los propios recuerdos de pasados traumáticos. Si bien hay pasajes donde se producen lagunas narrativas o recurrencias propias de esta clase de relatos, lo mejor del director siguen siendo esas atmósferas de alegría momentánea donde se conjugan elementos fetichistas propios de la década con lapsos de felicidad en los vínculos que mantienen los personajes, además de ese tinte crepuscular propio de quienes están condenados a vivir el amor a cuenta gotas. También hay buenos resquicios para el terror, sobre todo en la patética figura de un tipo con trencitas llamado Sully, magistralmente interpretado por Mark Rylance. Pero lo que Guadagnino, un tipo al que le gusta guiñar, nos muestra también es ese oscuro objeto del deseo. Un coqueteo, una caricia y un abrazo pueden culminar en sabrosos mordiscos de placer, continuando también una tradición que nos ha legado joyas cinematográficas del género, desde James Whale, pasando por los vampiros de la Hammer, entre tantos apetitosos chupasangres. Tanto Lee como Maren comparten este instinto al que vuelven una historia de amor y de viaje, con comidas y sensualidad, y siempre con el peligro al acecho. El tinte del color es homologable a la textura de un sueño donde es factible recorrer estados, meses, como si todo transcurriera durante una noche. Son ellos dos los que encabezan un gesto de rebeldía en una época donde los padres señalan con los dedos a sus hijos, los instan a esconder sus deseos y la gente comienza morir de Sida. Ante ello, la respuesta es como el tema de Judas Priest, Eat me alive (una referencia no tan antojadiza si se tiene en cuenta la alusión directa a Lick it up de Kiss en una escena memorable). Hasta los huesos, incluso, podría verse como un melodrama donde cabe la famosa frase que sirvió de título a una de las películas del maestro Fassbinder, solo quiero que amen. Su final está rodado de una forma que imita una escena de amor, centrándose en la conexión en lugar de la destrucción. De este modo, Guadagnino concluye un arco de madurez a través del amor.
Que difícil escribir sobre esta película sin mencionar un elemento fundamental que hace a la historia y a toda su identidad, pero de hacerlo es un spoiler que resta a la experiencia. Hay muchas reseñas e incluso noticias relacionadas con un actor que están mencionando la cuestión, pero aquí no lo haremos ya que no se encuentra ni en la sinopsis que pueden leer más arriba ni en los trailers. Lo que sí aclararé, es que el film es mucho más que eso y que incluso pertenece a otro género. Hasta los huesos es un thriller sobrenatural con tintes de romance. Hay que ir con el estómago preparado para ver el film. En mi caso en particular me revolvió por momentos, algo que solo me había sucedido una vez en el cine cuando vi El patrón en 2013. La película por momentos es demasiado gráfica y cuando no lo es, construye muy bien su relato a tal punto que te sumerge por completo. Así que tranquilamente podemos hablar de una verdadera experiencia. Pero las preguntas que me surgen son: ¿Necesitaba algo así como espectador? ¿El póster, la sinopsis y los trailers me están engañando? ¿Por qué Luca Gudagnino eligió contar esta historia en particular? Obvio que dista de su opus Call me by your name (2018), pero tampoco es la remake de Suspiria (2019). El director hace un trabajo fantástico en la puesta y en generar los climas, pero me da la sensación de que su talento está desperdiciado en una propuesta de este tipo. La estética, el arte, todo lo visual es absolutamente perfecto. En cuanto al elenco, Timothée Chamalet está muy bien y su química con Taylor Russell es increíble. Es ella la que lleva adelante toda la película. Pero el que se roba los aplausos es Mark Rylance, quien compone a uno de los personajes más espeluznantes de los últimos tiempos. Te pone nervioso solo de verlo. No hay mucho más que pueda decir, así que en definitiva tengo que aclarar que Hasta los huesos es una película diferente, no para cualquier paladar (o estómago), pero que si entrás en código la vas a disfrutar.
Amor entre caníbales. El canibalismo es el acto o la práctica de alimentarse con miembros de su propia especie y en el caso de seres humanos, de otros congéneres. Asociado desde tiempos remotos a ciertos hábitos de tribus indígenas, es uno de los más grandes tabúes de nuestra sociedad. Es una costumbre contraria a los códigos morales, éticos, legales y hasta religiosos de cualquier sociedad. Quienes lo practiquen serán excluidos de las mismas. Tomando como punto de partida este hábito de índole prohibido, el reconocido realizador italiano Luca Guadagnino (Llámame por tu nombre y la espléndida serie We Are Who We Are) nos cuenta la intensa historia de amor entre dos jóvenes que son caníbales, nada menos. Maren (Taylor Russell), es una mujer de apenas 18 años que está comenzando a sobrevivir al margen de la sociedad y Lee (Timotheé Chalamet), otro joven que anda rodando por la vida sin punto ni destino fijo. Tras un confuso e impactante evento con una amiga (en una fiesta ella le devora ferozmente un dedo), Maren es abandonada por su padre y casi aislada de su vida normal. Confundida, se toma un pasaje de micro sin retorno y tratando de buscar su identidad. En el camino se cruzará con Sully (un grandioso y violento Mark Rylance), otro caníbal más maduro y también marginado socialmente, con el que entablará amistad y que hasta le enseñará algunos trucos para comer sin asesinar. Allí también conocerá a Lee y con quién tendrá una fuerte conexión, tanto física como emocional. Estamos en Norteamérica, en la década de los 80’s y este viaje por las rutas del medio oeste será un profundo cambio para estos dos jóvenes enamorados y practicantes de la antropofagia (inclusión de la carne humana en la dieta alimentaria). Luca Guadagnino, un director que siempre se lo aprecia en una arriesgada búsqueda como autor, nos propone admirar lo que podría ser un gran amor, pero no menos trágico y poético. Maren y Lee se replantean todo el tiempo qué hacer con su hábito maldito (el canibalismo) y que nace irremediablemente de su ADN y esencia. Esta particular forma de alimentarse tiene mucho de adicción y la pareja no sabe cómo lidiar con el mismo. De todas maneras, esto no le impide amarse y descubrirse sexualmente, principalmente para la inexperta Maren. Será Sully, su guía y padrino en esta nueva etapa en sus vidas. Visualmente la película llega a un nivel preciosista. Los hermosos paisajes del oeste americano son retratados con acierto por medio de zoom o planos cercanos. Allí es cuando arrima la Road Movie (películas de carreteras), que luego tendrá toques de un romanticismo casi lírico y que posteriormente se cruzará con un tipo de terror físico, estetizado y muy sangriento (Gore). Los cuerpos humanos serán devorados con culpa y gran exposición. Pocas veces un atardecer, más allá de las perturbadoras circunstancias, fue tan bien fotografiado en pantalla. La herencia de un tipo de cine “yanqui” de los años 70’s y en la figura del realizador Terrence Malick, estará más presente que nunca. La principal premisa vendrá por recorrer esa Norteamérica profunda y salvaje. Hasta los huesos es vida y muerte. Es amor, pero también dolor. Es la gran interrogante acerca de la existencia de dos jóvenes amantes. Taylor Russell, maravillosa y Timotheé Chalamet, talentoso y el nuevo niño mimado de cine contemporáneo, junto a otros intérpretes habituales en el cine de Luca Guadagnino como Jessica Harper, Chloë Sevigni y el también cineasta David Gordon Green (Halloween Ends) trazarán su futuro y por momentos incierto destino. Hasta los huesos es una película infinitamente personal y única, como toda la obra de Luca Guadagnino. Una gran metáfora con lecturas infinitas sobre el canibalismo, pero que también nos emociona por la franqueza y humanidad. Nunca se juzga a Maren y Lee, al contrario, se los trata de comprender y en toda la magnitud de sus hechos. Esto no es poco, y seguramente muchos de los espectadores lo sabremos apreciar acertadamente.
Cineasta contemporáneo de élite, nacido en Sicilia en 1971, Luca Guadagnino es un esteta capaz de crear auténticos shocks visuales. Un efectivo retratista de juventud, certero a la hora de ahondar en la desazón existencial, en la tristeza y en la ambigüedad de una condición humana que describe a la perfección. Quien sabe dominar y potenciar las bondades de la cámara al servicio de una narrativa provocadora, lleva a cabo aquí una relectura del cine de caníbales en formato de road-movie, en extremo osada. El director de “Cegados por el Sol” (2015) y “Suspiria” (2019) no escatima impacto alguno, tampoco cierto lirismo, a la hora de prefigurar una historia que nos habla, reflexiva e implícitamente, sobre necesidades, dependencias y adicciones. En “Hasta los Huesos” observamos un tratamiento realista de la imagen, para una concepción del terror fuera de todo canon imperante. Violencia, brutalidad, sexo, rechazo y fascinación son algunas de las emociones que desata este crudo y efectista ejercicio de cine vanguardista. Concepción del terror que no se parece a nada que hayamos visto antes. Una clase de amor caníbal que nos pone incómodos. La premisa se articula mediante una dosis de morbo suficiente como para llamar la atención de la audiencia; ciertas escenas serán arduas de soportar sin apartar la vista. En carne y hueso, asumimos el reto de enfrentarnos a una película que divide radicalmente a la audiencia. En la recóndita carretera, atravesando diversos estados americanos, una atmósfera romántica, dramática y visceral envuelve a esta adaptación de la novela “Bones and All”, autoría de Camille DeAngelis, y publicada en 2015. Ganador del premio al Mejor Director y Mejor Actriz Revelación en Venecia, el film fue proyectado con éxito en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. El realizador que puso en el mapa cinematográfico mundial al magnético Timothee Chalamet vuelve a contar con el talentoso joven, mientras que la emergente Taylor Russell y el fenomenal Mark Rylance cargan sobre sus espaldas el peso actoral de una obra cuya exquisita banda sonora, a cargo del experimentado dúo formado por Trent Reznor y Atticus Ross, eleva el listón de calidad. Pura sugestión dentro de ambientes claustrofóbicos e inundados de sangre. «Hasta los Huesos» es espeluznante y reveladora. El film nos invita a un viaje en busca de un sentido, en igual medida físico y espiritual, y en cuya travesía descubrirán sus protagonistas que existen otros semejantes ‘devoradores’ que comparten la extraña condición que funciona como leitmotiv. Las víctimas son elegidas al azar, y si la culpa se aliviana, ya no será reprimido el instinto. El placer es orgiástico. Los sentidos juegan su parte, agudizando el olfato podremos reconocer a quienes comparten tan perversa manía. Existe para la dupla protagónica, asimismo, una imperiosa necesidad por hacer las paces con el propio lazo sanguíneo. Aceptar el lado propio más oscuro, camino hacia la autocomplacencia, nos habla a las claras acerca de las luces y sombras que pugnan en el palpitante centro de la presenta obra. La ambivalencia que habita a cada personaje funge como una suerte de espejo para el espectador, mientras lo sensible y lo temeroso se entrecruza con un nivel metafórico que reflexiona, a gran escala, acerca de la condición humana, y más precisamente haciendo foco en un síndrome de la violencia que pareciera corroer el tejido más ultrajado de una sociedad (la norteamericana) con urgentes y visibles vicisitudes político-económicas por resolver en lo inmediato. En la otra cara de la moneda, una tribu de marginados del sistema continúa subsistiendo entregándose a la gran comilona. La alegoría sectaria admite múltiples lecturas acerca de este grupo de personas caídos completamente del sistema. Un apetito difícil de saciar los guía. La contradicción convive en este delicado contenido a digerir, firmado en labores de guión por Dave Kajganich. De manera que, “Hasta los Huesos” podría enunciarse como una hipnótica parábola acerca de nuestra esencia: los protagonistas ceden al impulso de una afición para nada común y corriente. Cuidadosamente ambientada en los años ’80, una atmósfera nostálgica baña al film. Visualmente arriesgada, elige suntuosos movimientos de cámara, como soporte a un discurso que prefiere extralimitarse fuera de los confines convencionales del género. La mirada del autor se direcciona hacia cierta noción de que, en el encuentro con el inmediato horror, el amor -entendida como raíz de todas las pasiones- podría liberar nuestra forma más auténtica. Mordemos, en justa medida, aquella ración que podemos tragar; y vamos con hueso y todo. Algún espectador desprevenido podrá encontrar en los créditos finales un último hallazgo de ilustres estrellas cumpliendo roles de reparto: Jessica Harper, David Gordon Green y Chloë Sevigny. Este singular festín carnívoro toma por sorpresa la cartelera local, y no podría ser menos apta para estómagos sensibles.
Cada nueva película de Luca Guadagnino es una campaña contra el cliché. O al menos el director no se conforma con las reglas establecidas por los géneros y siempre intenta darles un toque personal. Lo demostró con la acalorada historia de amor homosexual de Llámame por tu nombre y con su particular interpretación de Suspiria, el clásico de Dario Argento, en la que convierte lo grotesco en una refinada puesta en escena. Guadagnino es un director que cree en la política del autor y en los géneros, y entiende al cine como una comunión de sentimientos. El director italiano corre por el borde de la estética indie sin llegar a serlo, es arty sin saturar la trama de símbolos, es amante de la clase B sin aplicar el trazo grueso, prefiere el cine de autor sin permitir que su personalidad se imponga sobre la historia. Es en el equilibro de los elementos donde su cine cobra fuerza y una belleza singular, fuerza que viene favorecida desde algunos aspectos técnicos puntuales, como la música (siempre fundamental en sus películas) y la fotografía, de la que depende tanto como un vampiro viejo de la sangre fresca. En Hasta los huesos, protagonizada por Timothée Chalamet y Taylor Russell, Guadagnino se adentra en el canibalismo para contar la historia de amor entre dos adolescentes que son, además, “devoradores”, como lo llaman en la película. Es decir, Lee (Chalamet) y Maren (Russell) nacieron con esa condición caníbal, lo que los obliga a comer personas para sobrevivir. El canibalismo le sirve a Guadagnino para darle cierta rareza a la historia de Lee y Maren, dos marginales que no encajan en el mundo, ya sea por la falta de una familia que los apoye o por su misma condición de freaks solitarios, de outsiders sentimentales. El personaje de Mark Rylance probablemente sea lo mejor, ya que es tan aterrador y amenazante que mete miedo con su sola presencia, y ni hablar de lo escalofriante que suena la tranquilidad de su voz, como si fuera un dragón de Komodo cansino, que estudia su presa para comerla con fruición. Si bien las actuaciones de Chalamet y de Russell cumplen con convicción, son los personajes secundarios los que le dan a Hasta los huesos una extrañeza única. Personajes como los interpretados por Michael Stuhlbarg y David Gordon Green, además del interpretado por el ya mencionado Rylance, son tan pavorosos que verlos en acción es todo un regocijo cinematográfico. Drama adolescente sobre marginales que no encajan en el mundo, especie de parábola hipster de un director que se siente raro en Hollywood y fuera de lugar en el cine europeo, y que en este filme se pasea por una Norteamérica de la década de 1980 con canciones de Kiss, Duran Duran, New Order y Joy Division, respaldadas por una delicada banda de sonido original a cargo de Trent Reznor y Atticus Ross. Hasta los huesos es una película por momentos impresionante, cuya violencia se acerca más al cine arte de género que a las películas industriales de terror, pero sin ser ni lo uno ni lo otro. Guadagnino es un refinador de géneros, de sus grandes mitos. Y es un autor cuyo tema principal es el deseo incontrolable, el que hace sufrir, el que conduce a la autodestrucción, el que mata.
Hasta Los Huesos es como una especie de Anti-Crepúsculo, un filme sórdido, macabro, perverso, artístico y trágico, donde se analiza la condición de monstruos de los protagonistas mientras surge la atracción. En el link la crítica escrita completa y la crítica radial completa, más informal, en versión de audio o de video, en los reproductores de audio solo de Spotify, o de YouTube con video. Hasta Los Huesos es una película que trata la historia de unos personajes llamados devoradores, en un primer momento, viendo el tráiler, puede parecer que son vampiros; pero en realidad son como una especie de raza distinta de la evolución humana, dónde estos personajes se ven obligados a comer carne humana, desarrollan ciertos sentidos, y cierto olfato especial, que les permite encontrarse entre ellos. Como conseguir carne humana no es tan fácil, muchos de ellos se verán tentados a matar, y eso los hace peligrosos, y muchas veces entre ellos mismos no se juntan justamente por esa conciencia de la peligrosidad que tienen. La protagonista es una joven negra de 18 años que en una de las primeras escenas es como que va a chupar el dedo de una amiga, pero se lo termina mordiendo, como queriéndolo comer, este incidente hace que su padre la mudé de ciudad, pero que luego de esta mudanza, finalmente el as su vez abandone, pero dejándole unos audios que cuentan su historia y diciéndole que la madre, quien la había abandonado muchos años antes, estaba viva todavía, y le dice dónde está. Esta chica empezar un viaje por distintas ciudades del país, porque no tiene plata para ir directo, y así llegar a visitar a su madre, para conocer plenamente su historia. En el camino conocerá a otro de los devoradores, interpretado por Mark Rylance, un señor mayor que le enseñará varias cuestiones sobre esa especie, o sobre esa raza, si podemos llamarla así; y luego ella decide seguir camino, donde nuevamente encontrará otros devoradores; pero el que más se destaca es un muchacho joven blanco interpretado por Timothee Chalamet, con el cual, al ser ambos jóvenes, lindos, y con una problemática similar, surgirán sentimientos obviamente. La película es como la versión sórdida, adulta, y artística de lo que sería Crepúsculo, como una historia de amor y de búsqueda, signada por la maldición que tienen esos cuerpos, y su cercanía a la muerte; y esto repercutirá a lo largo de todo el metraje, dónde el espectador será invitado a reflexionar sobre el dilema que tienen estos personajes, y ellos mismos lo harán también, en sus acciones, o bien, diciéndolo explícitamente, como uno de los personajes que dice tanto en la película, como en el tráiler, que las opciones son “o comer carne humana, o encerrarse para siempre en una institución, o matarse”. El filme no está interesado en tener escenas de acción o enfrentamientos entre facciones, sino más bien en explorar el conflicto humano de los personajes, o también podríamos decir el conflicto de falta de humanidad de esos personajes, porque al tener ese deseo y esa necesidad, eso justamente la aleja de la humanidad. La narrativa del filme es más cercana a cine arte que a una película comercial, y es una película para reflexionar. No es algo pasatista por el solo hecho de hacer dinero, sino que hay una búsqueda artística, y en esa búsqueda está el mayor mérito de la película, pero también lo que le puede alejar del público en general; que quizás la puede encontrar pretenciosa o aburrida inclusive. En algunos casos la película tiene cierta pretensión artística, aburrida no es, pero sí es un tanto lenta, y no es una película breve; por ende, algunos espectadores acostumbrados al cine más acelerado pueden desengancharse de la trama mientras esperan que ocurran acciones más concretas. Pero aquí nos encontramos con un filme interesante, más para festivales que para hacer dólares en la taquilla. Es válido de ver, pero que es difícil de recomendar; queda a criterio del espectador sí pagar o no la entrada. Cristian Olcina
Sobre personajes perdidos que no encuentran su lugar Como The Walking Dead utiliza a los zombies para contar una historias (o varias) sobre humanidad, superación y sobrevivencia en comunidad, Hasta los huesos hace uso del romance caníbal para hacer una exploración más profunda sobre anhelos de pertenencia y aceptación en un mundo salvaje. La nueva película del director Luca Guadagnino (Llámame por tu nombre) es un compendio de géneros y que sabe aprovecharlos para conjurar en un film único. Podemos decir que Maren (Taylor Russell) es la protagonista de la historia, quien se convierte en una joven que no puede reprimir su insaciable deseo por consumir carne humana. Después de un altercado con una de sus compañeras de escuela, debe huir junto a su padre (Andre Holland) para encontrar un nuevo lugar en donde sus vidas no estén en peligro. Al otro día despierta con un sobre lleno de dinero y un cassette donde su padre le confiesa que la abandonó y que ya no puede cuidarla. Con nada, la joven se emprende un viaje para entender mejor su aflicción canibal, hasta que conoce a otro «devorador» llamado Lee (Timothée Chalamet), con el que establece una conexión inmediata. El guion de David Kajganich de convierte en una coming of age sobre entender la juventud, esa ansiedad adolescente y las experiencias que conllevan el mundo adulto, donde hay lugar también para el terror, la sangre, el gore y la violencia gráfica.
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