Sobrevida y capitalismo. Hasta la fecha la carrera de Tarsem Singh formaba una suerte de cuadrado cuyos vértices a su vez podían dividirse en dos dípticos con características específicas, el primero de una enorme calidad y el segundo unos cuantos escalones debajo. Aun con sus desniveles producto de aquella ebullición creativa, La Celda (The Cell, 2000) y The Fall (2006) fueron obras magníficas que lograron ir mucho más allá del promedio mainstream en las comarcas del terror y las aventuras respectivamente, en especial gracias a la certera inclusión de una imaginería muy rica relacionada con el arte hindú y de Medio Oriente. Lamentablemente ni Inmortales (Immortals, 2011) ni Espejito Espejito (Mirror Mirror, 2012) estuvieron luego a la altura de las circunstancias, dos films bellos pero un tanto vacuos a nivel del contenido. La película destinada a “desempatar” era Inmortal (Self/less, 2015), el opus número cinco del señor y un convite de lo más curioso si lo pensamos en términos de su pasado reciente: hablamos de un ejemplo de la ciencia ficción existencialista a la Philip K. Dick que juega con dos de los ejes conceptuales predilectos del norteamericano, la memoria y la identidad. Como si se tratase de un trabajo por encargo vinculado a los representantes más minimalistas del rubro de la década del 90, aquí definitivamente Hollywood mantuvo la correa corta porque consiguió que Singh eliminase la fastuosidad técnica y el surrealismo visual, aunque también se percibe que la “contraprestación” por parte de la industria fue el no exigirle escenas burdas de acción que lo desviasen del interesante desarrollo dramático. Así las cosas, la trama en cuestión comienza con el magnate multimillonario Damian Hale (Ben Kingsley) padeciendo un cáncer terminal y dispuesto a someterse al tratamiento que le ofrece el misterioso Profesor Albright (Matthew Goode), el cual consiste en la transferencia del acervo cognitivo desde su persona hacia un nuevo cuerpo, presunta gloria de la ingeniería genética. Luego del procedimiento de turno y una muerte inducida, Damian se despierta en otro “envase” (Ryan Reynolds toma la posta) con la promesa de muchos años de sobrevida, siempre y cuando no deje de ingerir unas pastillitas rojas que lo ayudan a evitar el rechazo. Por supuesto que las alucinaciones -esas que nunca faltan- eventualmente lo llevan a descubrir que su cuerpo ya tenía dueño y que el susodicho era cabeza de familia. El guión de los hermanos españoles David y Àlex Pastor combina sin prejuicios elementos de las poco recordadas Coma (1978), El Hombre del Jardín (The Lawnmower Man, 1992) y Contracara (Face/Off, 1997), para en esencia recuperar aquellas diatribas contra los peligros y la ausencia de un marco ético del capitalismo científico, en su vertiente médica/ psicológica. De hecho, una vez más nos topamos con una organización inmunda que lucra con la desesperación ajena y hasta se maneja con un pequeño ejército de mercenarios encargados de “limpiar” cualquier accidente que podrían provocar sus acaudalados clientes. Sin dudas estamos ante la propuesta más impersonal de Singh, no obstante el director se las arregla para salir bien parado en función de su humanismo y su solvencia procedimental…
In/Mortal es una película que tiene lamentablemente un desenlace cantado, pero que logra entretener al espectador. A pesar de las idas y vueltas que sufre el personaje de Ryan Reynolds vs el de Ben Kingsley y de los abundantes giros de la historia, el relato es siempre...
EN ESTE CASO, MÁS ES MENOS Singh siempre tuvo problemas con los guiones de sus películas (The Cell, 2000, Inmortals, 2011) pero su habilidad para filmar escenas de enorme belleza, “salvaban” alguno de sus films. Aquí el guión hace agua por todos lados y un contenido Singh ni siquiera puede deplegar su parafernalia visual para al menos distraer al espectador. Damian (Ben Kingsley) es un billonario muriendo de cáncer que se somete a un experimento que traslada su conciencia a un joven y sano cuerpo (Ryan Reynolds). Lo que puede sonar a premisa de una mala comedia al estilo “17 Again” (2009) y “13 Going On 30” (2004) en realidad busca ser un film solemne de ciencia ficción que ni sus protagonistas logran creerse. Una película menor con grandes actores en roles inisgnificantes (Matthew Goode) que por querer abarcar mucho termina apretando poco.
Damian es un magnate, un empresario multimillonario que por enfermedades se encuentra en el ocaso de su vida. Ante la inminente muerte, decide participar en un programa donde su mente será traspasada a un cuerpo joven creado en un laboratorio, obteniendo una nueva identidad y teniendo una segunda vida. Pero de a poco Damián empezará a sufrir efectos secundarios en su tratamiento, y a sospechar de lo que acaba de hacer. Usualmente las películas donde el protagonista cambia de cuerpo, suelen ser usadas para la comedia, donde siempre vemos el constante juego y contraposición de la vida que llevaba anteriormente, y la nueva realidad que le toca vivir. Por eso cuando leí la sinopsis de Inmortal (“Selffles” en su nombre original), la idea de hacer algo similar, pero sacándole toda la parte graciosa, me pareció cuanto menos interesante. Inmortal Es una lástima que la buena idea se quedara en eso; no se la explotara del todo, y se terminaran cayendo en los clichés obvios para dar como resultado final una de acción más del montón. En esta ocasión vemos cómo Damian (primero Ben Kingsley, luego Ryan Reynolds) toma esta segunda oportunidad para vivir la vida a pleno y en el cuerpo de un galán. Hace deportes, sale de fiesta, se acuesta con cuanta mujer hermosa puede… O sea, lo que haría casi cualquier hombre en su posición. Pero de a poco va adentrándose en una trama de complot, con una agencia fantasma que de a ratos recuerda bastante a lo visto en “The Game”. Hasta ahí todo perfecto, de hecho es lo mejor de la película, pero los guionistas David y Alex Pastor decidieron introducir elementos de acción sin ninguna necesidad más que la de llenar el film de tiros y persecuciones de autos casi inverosímiles. Si bien los Pastor al menos se toman la molestia de justificar por qué de golpe el Damian Reynolds sabe manipular armas y manejar de forma tan temeraria, la verdad es que la excusa es bastante tirada de los pelos, más aún cuando lo que venían proponiendo anteriormente era lo que de verdad interesaba y venía siendo efectivo. Si bien Reynolds suele ser un actor recurrente a la acción, esta vez no tiene mucho de dónde agarrar para componer un buen personaje. Tampoco le juega a favor que la historia desperdicie a un muy buen actor como lo es Matthew Goode en un villano prefabricado que no intimida demasiado, y su móvil tampoco justifica todo lo que hace. Inmortal También es una pena que por la propia trama, Ben Kingsley no sea mejor aprovechado y lo veamos muy pocos minutos en pantalla. Inmortal es una película normal, ni buena ni mala, y quizás ese sea su mayor defecto. Con un enorme potencial para un thriller bien hecho, de esos que no vienen sobrando este año, nos terminamos quedando con un film de acción medio genérico que no aporta nada nuevo ni al género ni al cine en sí. Eso sí, para quienes no quieran estrujarse demasiado la cabeza con tramas de mil giros, seguramente Inmortal sea la mejor elección entre las ofertas que hay.
Cambio de cuerpo El cambio de cuerpo ha sido tomado como tema en el cine en varias oportunidades, mediante dos géneros: el fantástico, aquel en el cual es el deseo el que produce el canje, y mediante la ciencia ficción, en donde los avances de la tecnología concretan la posibilidad. En ambos dos, el trueque se plantea como solución inmediata pero con consecuencias nefastas a largo tiempo. En Inmortal (Self/less, 2015) estamos dentro de la ciencia ficción pero en formato thriller de acción. Los avances en genética ayudan al multimillonario interpretado por Ben Kingsley a trasmutar su moribundo cuerpo al de Ryan Reynolds. Al principio el tipo la pasa bomba –más joven disfruta deuna suerte de renacer- pero luego averigua la verdadera procedencia del cuerpo, que resulta no ser construido “artificialmente” como le comentaron en el laboratorio, sino que matan gente necesitada para hacer el enroque. Al tipo, multimillonario que no quiere ni a su propia hija, le agarra de golpe un arranque de moral, y mediante los recuerdos en cuentagotas del cuerpo usurpado, trata de ayudar a la mujer e hija del susodicho, busca redimirse de su vida pasada y terminar con la “empresa” que realiza la funesta transacción. Como buen cine clásico que es, la película se toma el tiempo necesario para construir -con suspenso- los motivos y vínculos del protagonista. Con él nos identificamos y entendemos su punto de vista para luego del famoso cambio, arrogar por la búsqueda de justicia que entabla el personaje. El formato del fugitivo enlaza la segunda mitad de la trama, con el tipo escapando de la corporación, sólo y con los conocimientos de marine adquiridos en la vida pasada por el cuerpo adoptado. La chica y pequeña hija van con él y el hombre tendrá que convertirse en héroe y padre, mientras atrapa a los malhechores antes que ellos a él. Estamos frente al cine clásico más convencional y efectivo. Con un buen ritmo de relato, una historia novedosa y conocida a la vez. El director Tarsem Singh le da un giro interesante a la trama del cambio de cuerpo, trazando bien la psicología del hombre común en el protagonista primero, y resolviendo con ingenio coreográficas escenas de acción después. Como tal, la película es una fábula sobre las consecuencias de la ciencia, en este caso, en el querer ser inmortal. Las comparaciones al respecto vienen a la mente con velocidad: desde La muerte le sienta bien (Zemekis, 1992), pasando por Quisiera ser grande (Big, 1988), hasta El vengador del futuro (Verhoven, 1990). Y por supuesto muchas más. Inmortal no trata en ningún momento de ser realista ni creíble, la verosimilitud está en base a construir un mensaje –que incluso se menciona en los diálogos- mediante la fábula con moralina que plantea. En esa intención, no deja nunca de entretener y ser atractiva en su propuesta.
Una de ciencia ficción con una interesante historia con Ryan Reynolds. Eso es Inmortal. Un multimillonario (Ben Kingsley) esta atravesando los últimos meses de vida a causa de un cáncer, pero existe la posibilidad de que su vida no termine tan pronto. Gracias a los avances de la ciencia un hombre le ofrece, por muchas guita, transportar su conciencia a un cuerpo sano para que empiece una nueva vida. Obvio que accede y empieza a disfrutar de su jovialidad y la facha de Ryan Reynolds para salir todas las noches, acostarse con todo lo quiere y comer maní (al cual era alérgico en su otro cuerpo). El problema empieza cuando descubre de donde viene el joven cuerpo que ahora ocupa. La compaña que contrato le va a ofrecer la posibilidad de que deje atrás lo que descubrió, pero no hacerlo que siga vivo es un problema. Inmortal no se luce por una historia sorprendente, ni por grandes actuaciones ni tampoco por un gran despliegue de producción. Lo que hace que Inmortal este bien es que todo es prolijo y bien contado. Algo que la mayoría de las películas jamas logra. Inmortal plantea también la pregunta para que todos los que la vean piensen, de ser posible ¿extenderías tu vida en otro cuerpo para poder seguir haciendo cosas o si la muerte llama es hora y se termino? Entretiene, no es extensa y siempre hace bien ver un poco de Ben Kingsley. Inmortal se merece ser vista en los cines en una semana donde la cantidad de películas que renuevan las salas es inversamente proporcional con su calidad.
El nuevo Sr. Hale Inmortal es una película de ciencia ficción con mucha acción y algunos dilemas existenciales diluidos a lo largo de una trama que parece haber sido retocada más de una vez, por sus absurdos y notorios golpes de timón. La historia es la de Damian Hale (Ben Kingsley) un multimillonario que padece un cáncer terminal y acepta someterse a un tratamiento que le ofrece pasar su conciencia al cuerpo de un joven sano (Ryan Reynolds). Desde el comienzo es obvio que algo siniestro ocurrirá y que algo inesperado pondrá en riesgo todo. Sin ningún tipo de sentido del humor y sin tampoco la más remota profundidad, la película se convierte en un film de acción y suspenso que va desperdiciando todas las oportunidades que se le presentan para ser una gran película. Muchas películas han jugado con estos temas, han hablado de la identidad, de los recuerdos, de las angustias acerca del sentido de la vida. Muchas, sin duda, pero Inmortal se inspira puntualmente en una que es muy diferente a todas, lo que sin querer expone todas las limitaciones de la película. Tarsem Singh, un director que suele llamar la atención por su estética barroca y exagerada, lejos de cualquier realismo, se ubica acá en un lugar más sobrio, pero no logra encontrar igual el tono. Es que Inmortal es una nueva versión de ese clásico maldito llamado Seconds (1966) de John Frankenheimer. La película de 1966 era oscura y perturbadora y era una rareza dentro del cine en aquella época, más aun por estar protagonizada por Rock Hudson, una estrella muy taquillera habitualmente asociado a films más amables. Quien no sepa de esta conexión entre Inmortal y Seconds no tendrá motivo extra para enojarse, pero eso no mejora a Inmortal. Porque la película se ve forzada, porque las vueltas de tuerca no la mejoran y su final es muy malo. Aun sin saber que es una remake disimulada, el espectador se puede dar cuenta que la película hace concesiones tan absurdas que le quitan el poco interés que venía acumulando desde el comienzo. Pasada la sorpresa inicial y los primeros minutos, no queda demasiado para ofrecer. Una película destinada a un olvido muy rápido, sin identidad, ni estilo.
Película veloz con espíritu clase B Tarsem Singh (La celda, la deliciosa Espejito, espejito) no es un director sutil, más bien se nota su frecuente trazo grueso, hasta cochambroso. Sin embargo es uno de esos que pone la narrativa como norte. Cumple con sus antecedentes en este relato sobre un millonario (Ben Kingsley) que está por morir y al que se le ofrece la vida eterna en un nuevo cuerpo (Ryan Reynolds). Luego del "pase" y del momento en que el "locatario viejo" disfruta del cuerpo joven se desatan los problemas, los recuerdos extraños y las revelaciones que ponen en juego dilemas morales fuertes. Inmortal mezcla ciencia ficción, melodrama y secuencias de acción un tanto estiradas. Singh no tiene miedo al ridículo: lo bordea, lo mira de frente, lo abraza. Y en esa relación cercana genera una película veloz de espíritu clase B, liviana a pesar de sus temas enormes.
La vida de los otros El dilema de la vida eterna, la inmortalidad de la conciencia, convertido en thriller sin muchas ideas nuevas. El tema de la vida eterna ha sido largamente visitado por la literatura, el cine e infinidad de expresiones artísticas tanto en sus variantes espirituales como científicas. En el caso de In/Mortal, la película de Tarsem Singh, la verosimilitud, la posibilidad cierta de que la medicina neuronal logre su cometido abruma tanto como la falta de ideas en las que cae el guión. Aún así, la película logra mantener la atención apoyada en una historia de acción, en buenas actuaciones y en una producción de altísimo costo. Damian (Ben Kingsley) sufre un cáncer terminal, y mientras se despide de su vida de magnate (es un selecto arquitecto de Nueva York) le ofrecen someterse a un procedimiento de criogenésis que pondrá su mente brillante en un cuerpo sano, pero que implicará iniciar una nueva vida, distinta a la que alguna vez tuvo. (Un caso muy similar al de la estadounidense que esta semana congeló su cerebro antes de morir para que, avances científicos mediante, reviva algún día en otro cuerpo). Sólo que Damian ya tiene la fórmula que funciona (a diferencia de la vida real). Y el dinero. Porque si algo deja claro la película es que la inmortalidad, como tantas otras cosas, sólo sería potestad de millonarios y poderosos. Así lo deja en claro Albright, el científico creador de esta logia que satisface los deseos de la gente acaudalada. Pero Damian no es tan inescrupuloso, y ni siquiera conoce el lado B de esta historia, que comenzará a revelarse a través de las pesadillas que inundan su mente. Una vez concretada la operación, renace en el cuerpo joven de un desconocido (Ryan Reynolds). Allí, la película que hasta entonces era pura ciencia ficción, se convierte en un thriller psicológico, en un filme de acción, y en una novelita con ribetes muy leves y predecibles que surge de las relaciones entre los protagonistas. Sobran lugares comunes, como el del padre millonario distanciado de su hija activista, el frenesí sexual de una mente vieja en cuerpo joven, el giro previsible que da la relación con su socio Martin, el origen impoluto de Edward (Reynolds) y el dilema ético que persigue a los hombres atrapados por esta secta científica. Demasiados frentes, trivializados en una ensalada que sin embargo está bien condimentada, pero que dice poco sobre los efectos secundarios de la inmortalidad.
Conciencia eterna Al ver Inmortal ciertos paralelismos de la Vida (y del cine) me hacen rememorar una película titulada El sexto día (The 6th Day) estrenada allá por el 2000 y con Arnold Schwarzenegger como protagonista, pero ciertamente las similitudes entre un film y el otro no son más que casuales dentro del género de ciencia ficción al que hacen mérito. Inmortal es la nueva película del indio Tarsem Singh quien ya nos ha demostrado anteriormente ciertas dotes para la dirección en películas como The Cell (2000) y la fantástica (en todo sentido) The Fall (2006). En esta ocasión se adentra en una historia tan futurista como moralista y en este nuevo proyecto resulta tan victorioso como frustrado, ya que aunque el film cumple con el cometido de entretener y se desempeña a líneas generales con suficiente soltura y coherencia, también sufre de cierta ligereza argumental que comienza a afectar la historia al poco tiempo de iniciada la película. Si bien el film entretiene y resulta interesante se puede decir que se ve afectada por una brecha temporal que no termina de situarla como una producción lo suficientemente futurista. Obvio es que la misma está pensada y posicionada en un tiempo presente efectivamente para hacer la diferencia ante la media de producciones del género, pero no por eso se puede decir que el resultado fue del todo efectivo. El trabajo de Ryan Reynolds (Green Lantern , R.I.P.D.) se efectiviza como uno de sus mejores en los últimos tiempos, aunque tampoco logra grandes cambios en su ya de por si inocuo desempeño actoral habitual. Inmortal se nos presenta como la única opción de ciencia ficción de la semana y significa una buena oportunidad para darse un gusto liviano con el mismo para no perder la costumbre.
Inmortal es el nuevo trabajo del director indio Tarsem Singh, un viejo amigo del abuso extremo de la animación computada en el cine. Se trata de un realizador que tiene muchos detractores y fanáticos que aman sus trabajos, como La celda (2000), The Fall (2006), Inmortales (2011) y más recientemente Espejito, espejito (2102). Sus seguidores más extremistas lo consideran un visionario y para otros espectadores es un cineasta superficial filmes tienden a brindar un gran cotillón visual sin mucho contenido. Siempre estuve más en sintonía con los detractores de Singh y la verdad que es un cineasta que no me gusta para nada. Las películas del director siempre me parecieron extremadamente artificiales, como la reciente aberración que hizo con la interpretación del cuento de Blancanieves. En Inmortal presentó un proyecto completamente diferente a todo lo que hizo hasta ahora en su carrera, a tal punto que la película no parece dirigida por él. Daría la sensación que luego de pasar por la granja de rehabilitación de los cineastas adictos a la animación computada, Tarsem Singh (ya recuperado y sobrio) hizo este film donde puso su foco de atención en el conflicto de la trama y las emociones de los personajes, en lugar de los efectos especiales. Su nueva producción es un thriller de ciencia ficción que logra ser entretenido y presenta un intriga que está muy bien desarrollada por el director. Para mí gran sorpresa, el film además incluyó varias secuencias de acción que están impecablemente filmadas y no abusan de la animación CGI, algo que nunca hubiera esperado encontrar en una obra de este artista. Por el modo en que se trabajaron los temas de la inmortalidad y la paranoia daría la sensación que Singh y los guionistas españoles Alex y David Pastor tomaron como referencia el clásico de John Frankenheimer de 1966, Plan diabólico (Seconds), que abordaba un concepto muy similar. En Estados Unidos este film fue aniquilado por la prensa y la verdad que no se merecía tanto ensañamiento. El director tiene peores películas en su filmografía con las que los críticos fueron mucho más indulgentes. No esperen encontrarse tampoco con una historia de Philip K. Dick porque el conflicto de Inmortal no tiene la complejidad de los relatos de ese escritor, pero es un thriller decente que está bien sostenido por la labor de los actores. Muy especialmente Ryan Reynolds, quien tiene buenos momentos junto a Mattew Goode (El código enigma). Para quienes se enganchan con historias de este tipo la película brinda un modesto entretenimiento y es una producción que se puede tener en cuenta.
En Inmortal, un rico empresario con cáncer terminal se somete a un procedimiento médico radical que consiste en transferir su conciencia a un cuerpo sano y joven. Al principio el hombre disfruta de su renovada juventud, pero todo se complica cuando empieza a descubrir los detalles en torno a la procedencia de su nuevo cuerpo. Con una lejana inspiracion en la película Seconds de John Frankenheimer, es este un entretenimiento que no termina de convencer, actoralmente Ben Kingsley esta a años luz de Ryan Reynolds, un intérprete sin matices a quien se le dan mejor las escenas de acción. Buen montaje, excelente utilización de la música... Y poco más. Ciencia ficción recurrente con un final predecible.
El cuerpo convertido en mercancía El nuevo film del director indio Tarsem Singh, In/mortal, desarrolla un tema de múltiples aristas que la fantasía o la ciencia ficción ya imaginaron una buena cantidad de veces en la literatura y el cine. Del Frankenstein de Mary Shelley a Avatar de James Cameron, pasando por el tema del doble que en sus obras abordaron E.T.A. Hoffmann o Sigmund Freud, o La celda, ópera prima del propio Singh (que además tiene algún punto de contacto con la interesante coproducción de origen lituano Aurora, de Kristina Buozyte, que también se estrena hoy en BAMA cine), asuntos como la inmortalidad, el valor del cuerpo como mero recipiente, la transmutación de la conciencia más allá de los límites corporales, y los alcances éticos que estas cuestiones representarían eventualmente para las ciencias, forman parte del revuelto gramajo temático que propone la historia que acá se cuenta.Pero además de todo lo que la película articula de manera explícita, hay otras líneas que transita aparentemente sin mayor conciencia y tal vez ahí esté lo más interesante de In/mortal. Como la mayoría de los de su clase, el empresario Damian Hale (Ben Kingsley) ha construido un imperio económico basado en la impiedad y ferocidad para ocupar espacios y mantenerlos. Singh resuelve bien la presentación del personaje durante un almuerzo con un colega más joven, en donde queda claro que Damian es capaz de cualquier cosa para obtener lo que quiere. El problema es que está muriendo. Por eso se contacta con una empresa clandestina que, merced una simple operación, ofrece a sus clientes la posibilidad de migrar su conciencia a un cuerpo sano. Más allá de los detalles, Damian acepta y pronto se encuentra convertido en otro, cincuenta años más joven y viviendo la vida loca. Pero (siempre hay un pero) tras una serie de episodios Damian (ahora Ryan Reynolds) comienzan a sospechar que en realidad su nuevo cuerpo no es tan nuevo y que él mismo no es otra cosa que un mero usurpador.Más allá del relato evidente, en In/mortal hay un asunto de fondo que la película no destaca, como si en realidad de una arbitrariedad del guión, pero que es lo más interesante de su propuesta: el lugar del cuerpo como bien material pasible de ser convertido en mercancía, como un producto de mercado. In/mortal propone una mirada áspera del capitalismo, en la que nada se descarta y todo es pasible de ser reciclado y vuelto a incorporar a los procesos mercantiles, incluso el cuerpo humano. En ese punto también se toca con la película 8 minutos antes de morir (Duncan Jones, 2011), en donde la guerra también era la industria que ofrecía materia prima para sórdidos negocios emergentes. Lo que puede molestar de In/mortal es que embadurna todo el asunto con una subtrama de culpas y emociones que provocan un giro poco verosímil en un personaje con el perfil despiadado de Damian, y que desemboca en un final feliz incómodamente reduccionista.
Casi como El 6° día, pero no Se puede decir, sin ser denunciado en INADI ni entrando en graves polémicas con Ricardo Forster, que la ciencia ficción es más que un género una colección de temas que tienen que ver con el futuro y ciertas tecnologías. Para algunos, ciencia ficción es replicar los géneros tradicionales en el espacio exterior (Star Trek y Star Wars). Para otros, generalmente solemnes y con cara de pensar mucho como Christopher Nolan o (Dios me libre de nombrarlo otra vez) Stanley Kubrick, la ciencia ficción es un campo de especulación filosófica y moral (gente como Olaf Stapledon hace esto muy bien). Hay quienes pensaron que se podían juntar los puños de un tardío Schwarzenegger con la reflexión filosófica, lo que dio como resultado la horrorosa El 6° día (Roger Spottiswoode, 2000). Esa idea loca en menor medida es la responsable de la existencia de Inmortal, que por suerte y con sus fallas, no es tan horrorosa. Si hay algo que no podemos negar del film de Tarsem Singh es una intensa y bien estructurada introducción que se extiende hasta el fin de la primera media hora. A partir de allí, la película comienza a diluirse para apenas terminar de salvar el honor al final. La historia tiene una premisa simple: un empresario importante llamado Damian, interpretado por el gran Ben Kingsley, está en las etapas finales de un cáncer terminal. Se le ofrece en secreto utilizar una tecnología revolucionaria para pasar su mente a un cuerpo sano a cambio de una gran cantidad de dinero. Inmortal claramente se trata de las consecuencias de sus decisiones. El cuerpo que se le ofrece a Damian es nada menos que el de Ryan Reynolds, un actor que es la versión masculina de Amanda Seyfried en esto de ser incapaces de participar en una producción que sea realmente buena. Pero el problema de Inmortal no es particularmente Reynolds, que tiene cierta plasticidad y buena presencia para la acción, sino que más bien en principio nos encontramos con un guión un poco confuso. Singh no termina de decidirse en si su ficción especulativa debería ser o no una película de acción. Pero, con alguna secuencia más o menos buena, y una particularmente mal diagramada que involucra una persecución, la película finalmente es una de acción, tiros y una venganza violenta sin demasiados cuestionamientos. Como El 6° día sin ir más lejos, sólo que con un poco mas de criterio. Ahora bien, el problema principal que tiene Inmortal es que la trama se detiene demasiadas veces, lo cual rompe el ritmo y genera tedio. Es como si el director necesitara esos midpoints como para recalibrar la historia y ver hacia dónde continuar. Y aunque nunca termina de empeorar del todo, termina diluyendo el buen trabajo del comienzo. Lo que no deja de ser una sorpresa es la violencia con la cual termina de resolverse el conflicto principal que empezó como una especie de especulación moral acerca de la existencia y las posibilidades de la tecnología. Por momentos hace acordar al final violento que Homero le sugiere a Mel Gibson en aquel capítulo tan divertido de Los Simpson. Por suerte aquí no aparece el perro con la mirada sospechosa.
"El precio de la eternidad" “In/Mortal” cuenta la historia de un millonario magnate, Damian Hale (Ben Kingsley), que descubre que tiene un cáncer terminal. Sin embargo, se reúsa a dejarse morir y se contacta con un hombre llamado Profesor Albright (Matthew Goode) que le propone una solución: transferir su conciencia a un cuerpo sano creado artificialmente. Al acceder a este procedimiento, Damian, en una versión más joven (Ryan Reynolds), comenzará a vivir su vida nuevamente, lidiando con los efectos secundarios de la transformación. Uno de los puntos más fuertes de “In/Mortal” es su premisa, la cual es original y ambiciosa y está muy bien llevada a cabo. Es una historia de ciencia ficción bastante simple y que no se sirve de una difícil explicación para su desarrollo, motivo por el cual el espectador no va a experimentar ningún tipo de confusión, como a veces ocurre en las películas de este estilo, en las cuales debemos servirnos de teorías del tiempo o la gravedad. De esta manera, la trama es muy fluida y le da cierta agilidad al relato. Si bien podría profundizarse más en la búsqueda de la inmortalidad del ser humano y los límites que se estarían traspasando para lograrlo (como el abuso de la tecnología), “In/Mortal” se centra más en la acción. A lo largo de la película tendremos varios giros interesantes que nos irán llevando por distintos caminos y que nos sorprenderán en varias oportunidades, a pesar de que tal vez su final sea un poco predecible. El elenco compuesto por Ben Kingsley, Ryan Reynolds, Natalie Martinez, Matthew Goode, Victor Garber y Derek Luke se encuentra muy correctamente en el papel que cada uno interpretó. En síntesis, “In/Mortal” es una muy buena historia de ciencia ficción que busca atrapar y entretener a todo el público en general, proporcionándonos muchos momentos de acción y tensión, con giros sorprendentes y buenas actuaciones por parte de todo el elenco. Samantha Schuster
Cuando ponerle onda no alcanza Resulta difícil entender como un guión tan malo como el de Inmortal (Self/Less) se convirtió en película. Personalmente me considero un espectador “remador”, de esos que con tal que la película avance, se proponga divertir o intente plantear una idea más o menos sólida a lo largo de su metraje, deja pasar algunas fallas estructurales, algunas “coincidencias” argumentales o algunos elementos forzados. Sin embargo, Inmortal es un caso aparte de inoperancia en la escritura de un guión. Por supuesto existen malos guiones en películas brillantes, ejemplos de pura virtud a la hora de poner algo en escena. El problema radica en que Tarsem Singh, su director, viene de hacer gemas del séptimo arte tales como: Inmortales (una película digna de quién nunca leyó ni siquiera en Wikipedia algún clásico griego y pretende hablar sobre eso), Espejito, Espejito (la de Blancanieves con Julia Roberts!!) y La Celda (con Jennifer López), que si fuera un videopoema o un videoclip estaría bien pero pretende ser una ficción narrativa y ahí se pierde. Quizás la falla más grande en Inmortal radica en que no se hace cargo de ninguno de los géneros que bordea. Hay un claro desprecio de los realizadores hacia la ciencia ficción y la acción, al punto de intentar borrar sus claras huellas, por un lado, justificando una intervención claramente lejana al presente del relato y por otro, haciendo lo mismo con las aptitudes físicas del personaje de Ryan Reynolds dotándolo de un pasado militar. Para Inmortal le dieron un mal guión a un pésimo director, entonces no puede esperarse otra cosa que una mala película. Hay dos motores que mueven lo argumental y lo narrativo en Inmortal, uno es la pura casualidad. Situaciones en donde los planetas suelen alinearse y justo pasa algo que funciona como giro narrativo. Una es perdonable, pero que cada giro se base en una alineación planetaria tensa demasiado el verosímil. Por otra parte, cuando los sucesos no pasan por la casualidad, lo hacen porque alguno de los personajes opera de forma totalmente ajena a su construcción dramática. Podríamos llamar a esto “salto reflexivo” o “momento epifánico” pero la realidad es que estas acciones son inconsistencias dentro de las personalidades que el film nos establecía previamente. Para ser más claros, los personajes hacen algo “porque sí”, independientemente de la lógica que se supone le sea asignada al mismo, y ese “porque sí” lo lleva hacia el objetivo final. Este último elemento, aunque pervertido, también podría considerarse una forma de casualidad. Estas características se mezclan con una puesta en escena lineal, que pretende ser clásica sin siquiera darle relevancia a los planos, un ritmo desequilibrado entre una prolongada introducción y un final prematuro dan como resultado un film que no puede sostenerse por sí mismo. Resumiendo, Inmortal es plana, no pretende más que ser una película para pasar un buen rato y falla también en eso por tener una ejecución torpe y un guión lleno de baches. Otro film olvidable de Tarsem Singh.
"Inmortal" tiene elencazo, Ryan Reynolds, Ben Kingsley, Natalie Martinez... y a su vez, la historia contiene elementos de vaaaaarias películas que hemos visto... Te estarás preguntando... ¿todo esto funciona? La verdad que sí... ojo, tiene sus momentos en donde la atención baja, pero en general es una peli super entretenida, con acción, aventura, un guión interesante (no ingenioso), y la dirección del talentoso de Tarsem Singh ("The Fall", "La Celda", "Espejito, Espejito") - que es efectiva pero no descomunal como sus entregas anteriores -. Si buscas ciencia ficción con algunos voltanzos de guión inesperados, esta es tu elección para pochoclear de lo lindo en el cine.
No es fácil devenir Ben Kingsley para siempre Una de las películas más audaces de Rock Hudson fue "Seconds", en la que el director John Frankenheimer mostraba cómo un anciano millonario apelaba a una oscura empresa dedicada a burlarse de la muerte y darle un nuevo cuerpo joven a quienes pudieran pagarlo. "Inmortal" es una variación sobre esa misma idea, con Ben Kingsley como un magnate que al borde de la muerte se convierte en Ryan Reynolds. El film comienza muy bien gracias al carácter que el ganador del Oscar por "Gandhi" le da a su personaje, y luego la trama sigue con Reynolds sufriendo extrañas visiones que los que prepararon su reencarnación aseguran son sólo alucinaciones propias del traumático cambio de cuerpo, que tratan de limitar con misteriosas pastillas a las que pronto el protagonista se vuelve adicto. Pero las misteriosas visiones tienen que ver con el horrible secreto que esconde este proceso, y al descubrirlo el héroe se vuelve en contra de quienes le dieron más años de vida. La película empieza como un original film de ciencia ficción pero, de a poco, se transforma en un thriller de acción bastante convencional, pero que de todos no está del todo mal, con varias escenas violentas muy bien filmadas por el director indio especializado en clips de rock Tarsem Singh. El principal problema de "Inmortal" es el cambio de clima intempestivo, y un Reynolds que no está a la altura del conflictuado personaje, que debería mostrar un poco más de la personalidad de su otro yo, es decir de Ben Kinglsey. La música de Antonio Pinto y el vertiginoso montaje impuesto por Singh ayudan a que el film siempre resulte vistoso más allá de los desequilibrios mencionados.
En Self/less se extraña un poco la extravagancia visual del director Tarsem Singh, lo cual hubiese subido la apuesta del thriller convencional que en esta ocasión presenta el cineasta indio. No está mal para pasar el rato, pero tanto el director como Ryan Reynolds y, más importante, el espectador, se hubiesen beneficiado de un estilo que aliviane las carencias del guión. El aspecto de cambio de cuerpos/mentes/identidades es un recurso que se ha utilizado muchas veces en el cine, con resultados dispares por supuesto, pero es un elemento tan clásico que de tanto en tanto vuelve a utilizarse. Dicho recurso es del que se valen los hermanos David y Álex Pastor para narrar la historia del moribundo magnate Damian Hale -un siempre agradable Ben Kingsley- quien recibe la jugosa oferta de parte de una misteriosa compañía de transferir su consciencia a un cuerpo joven y fresco, para evitar así su inminente muerte. Es un gran paso, uno muy peligroso, pero el cambio es inminente. De buenas a primera, el porte aristocrático de Kingsley desaparece de la pantalla y lo reemplaza el joven y carismático Reynolds, que aún guarda un par de rasgos del magnate pero irá descubriendo otros mucho más siniestros, en forma de visiones borrosas. La primera media hora es muy interesante, podemos conocer a los personajes en profundidad y presenciar la segunda vida de Damian en su nuevo cuerpo, pero los aciertos y problemas comienzan a aparecer en cuanto se revele el misterio de las visiones, y que dicho cambio es en parte una mentira. Hay un hueco bastante grande en la animosidad que caracteriza al misterioso Albright de Matthew Goode y lo que quiere conseguir su compañía, pero se equilibra la balanza con el dilema moral que se genera al usurpar un cuerpo que no era de uno en primer lugar. Tampoco hay grandes despliegues de acción, pero los suficientes para mantener entretenida a la platea durante casi dos horas. Self/less tiene eso: por momentos es muy trillada, pero por otros genera interés por los personajes y sus encrucijadas. Es una pena que un actor de la talla de Kinsgley tenga tan pocas escenas, pero el papel lo requiere para que la trama cobre vigor. Por otro lado, es un vehículo de lucimiento un tanto pobre para una estrella tan agradable como Reynolds, que no termina de encajar en un buen proyecto. Por el lado femenino, Natalie Martinez genera suficiente empatía por su personaje para alentar por ella, mientras que la gran Michelle Dockery queda relegada a un mero papel secundario que, por su nivel actoral, parecía que iba dar lugar a más. Self/less es entretenimiento pasatista con una historia convencional pero que se deja ver. De haber tenido ese aire pomposo que caracteriza a las películas de Tarsem Singh, el resultado hubiese variado un poco más y para mejor.
En Busca de la inmortalidad Inmortal (Self/Less, 2015) es una película que no pasará con demasiada pena o gloria por la cartelera local. El quinto film del indio Tarsem Singh (“The cell” -2000-; “The Fall”-2006-; “Immortals” -2011-; “Mirror, Mirror”-2012) “presenta un thriller de ciencia ficción en el que subyace una reflexión moralista bastante gastada sobre los dilemas éticos que plantea el progreso científico cuando éste socava derechos biológicos inalienables de las subjetividades humanas. Cuestiones existenciales que no encuentran desarrollo ni profundidad en una trama muy chata y ultra predecible. La historia gira en torno a Damian Hale (Ben Kingsley), un multimillonario entrado en años que padece un cáncer terminal y decide participar en un proyecto científico en el que le traspasarán su conciencia a un cuerpo más joven. Ante la posibilidad de tener una segunda vida y poder disfrutar –una vez más- de las mieles de la juventud, Damian se somete al procedimiento, aún sabiendo que perderá su identidad y nunca más podrá conectarse con los afectos de su vida anterior. Fiesta, mujeres y desenfreno es lo que guía la nueva vida de Damian (ahora Ryan Reynolds). Sin embargo, luego de experimentar extrañas alucinaciones, descubre que su nuevo cuerpo no es una fabricación de laboratorio, sino que había sido donado por un joven necesitado, a cambio que le financiaran un tratamiento especial para su hija moribunda. Consternado y lleno de culpa por la usurpación del cuerpo ajeno, Damian rastrea a la familia de esta persona y emprende una cruzada de redención, en la cual intentará terminar con la inescrupulosa compañía que, en pos del progreso científico y la abundancia económica, es capaz de cualquier cosa… S_10749_R_CROP (l-r.) Madeline (Natalie Martinez) and daughter Anna (Jaynee-Lynne Kinchen) flee with Young Damian (Ryan Reynolds) in Gramercy Pictures' provocative psychological science fiction thriller Self/less, directed by Tarsem Singh and written by Alex Pastor & David Pastor. Credit: Alan Markfield / Gramercy Pictures Si bien el film parte de una premisa interesante, las ilusiones de un buen espectáculo pronto se diluyen en manos de una narración forzada que parece estar más preocupada por avanzar cronológicamente en el relato, que en divertir o movilizar al espectador con lo que acontece en la pantalla. La historia se desarrolla sin demasiado entusiasmo y con algunos giros bastante inverosímiles, incluso para una peli de ciencia ficción (la parte en la que Reynolds encuentra el molino de agua en “Google imágenes” es tremenda). Con respecto a las actuaciones, Ben Kingsley y Ryan Reynolds realizan trabajos correctos. Sin embargo, nos queda la sensación de que no hacía falta convocar a actores de tamaña jerarquía (en especial en el caso de Kingsley) para papeles tan chatos. Otro tanto sucede con Matthew Goode (Código Enigma; Match Point), un excelente actor que en este caso interpreta a un científico inescrupuloso tan simple como insulso. Su motivación, a fin de cuentas, termina siendo algo tan básico como el enriquecimiento personal y “el avance de la ciencia a cualquier costo”, frase enunciada explícitamente sin ningún tipo de desarrollo ulterior. Es una lástima, porque en la actualidad, los debates científicos y filosóficos en torno de la intervención técnica sobre el cuerpo y las subjetividades humanas son súper amplios y profundos. En ese sentido, la historia daba para mucho más, pero se conformó con poco. Cabe la aclaración, el film no es decididamente malo. Parte de una buena idea y como entretenimiento pasatista puede llegar a funcionar. El problema, en definitiva, es que la película pareciera haber sido armada en una fábrica de autopartes, en la cual –de manera automática- decidieron meter: tiros, persecuciones, una premisa científica estereotipada, una historia de amor estándar y actores conocidos para llenar un espacio en el afiche. En este sentido, estamos ante una clara película de fórmula, con situaciones rígidas y funciones pre-asignadas. Una obra sin alma que, en tal carácter, pasará al olvido en un par de semanas. Por Juan Ventura
Metamorfosis con moral Inmortal es el nuevo thriller de acción escrito por los hermanos Pastor con papeles estelares de Ben Kingsley y de Ryan Reynolds. Damian Hale (Ben Kingsley) es un poderoso e inescrupuloso multimillonario neoyorquino que cuando se descubre con una enfermedad terminal, decide recurrir a la ciencia para someterse a un cambio de cuerpo que le prolongue la existencia. Con esa idea comienza Inmortal, un thriller de ciencia ficción pergeñado por los hermanos Pastor, que en breve dejará su esencia fantástica para virar a un filme de acción clásico en manos del actor Ryan Reynolds, el atractivo y joven envase en el cual se deposita la conciencia del empresario. Una vez trasplantado en un laboratorio clandestino, Damian se dedica a disfrutar de la vida que le permiten su nuevo organismo y la prosperidad económica heredada de su trabajo anterior: su agenda se nutre entonces de fiestas, diversión y mujeres. Pero eventualmente se dará cuenta de que no todo es tan fácil. La mutación en búsqueda de la juventud eterna tiene efectos secundarios: el protagonista comienza a recordar el pasado de su portador y, desatendiendo a los consejos médicos, decide averiguar de dónde viene el cuerpo que compró. Ese es el eje de la trama central de la película, un juego del gato y el ratón en el que Reynolds, asiduo del género, luce su capacidad para encabezar este tipo de filmes en que las persecuciones y las peleas cuerpo a cuerpo constituyen la materia prima esencial. De todas maneras, por momentos es trabajoso seguir la lógica de ese personaje habitado por dos conciencias, que piensa como uno pero actúa como otro según la ocasión lo amerite. Si hay que razonar, prevalece la nueva psiquis, pero si hay que luchar, entonces el cuerpo responde como el que fue antes. Confuso. Inmortal prometía. Podría haber explorado aún más el dilema moral sobre la consecución de un fin a cualquier costo, o delirar sobre la deontología científica de temáticas que atañerán a la humanidad en el corto plazo. Sin embargo, opta por ser políticamente correcta. Así, se termina convirtiendo en una película convencional de acción sin muchas pretensiones, aunque efectiva, que explota los lugares comunes del género y juega la carta de la "redención" para brevemente reflexionar sobre el sentido de la vida y la muerte.
Un señor de mucha plata se está muriendo. Le trasladan su conciencia al cuerpo de un tipo joven pero claro, hay problemas porque los que hacen el cambiazo no son precisamente las personas más buenas y honestas del mundo. Y entonces, la película se transforma en un constante tiroteo de balas y vueltas de tuerca que uno no termina de comprender por qué están ahí. Trabajan el actor de Gandhi y el de Linterna Verde, y las diferencias se notan demasiado.
Se extrañaba un poco esa ciencia ficción que partía de un avance científico que interpelaba al espectador en su moral y en su ética. Es decir: en una película en la que el objeto preciado es el resultado de un experimento de la ciencia, no se trata de saber si es posible realizarlo sino de si se debe realizar a riesgo de no poder controlar los resultados. Hacia allí avanza “InMortal” en sus primeros 20 minutos. Demian Hale (Ben Kingsley) es un multimillonario dueño de medio mundo en las finanzas. Lo tiene tod, excepto salud merced a un cáncer doble que está haciendo metástasis. En un encuentro con Albright (Matthew Goode) se vislumbra la cuestión cuando la conversación pasa a una pregunta que éste le hace a Hale: “Luego de tanta obra que has hecho en el mundo para la posteridad…¿te sentís inmortal?” Sucede que Albright tiene una changa interesante: tomar el cerebro (con sistema nervioso incluido) de quien lo pueda pagar e instalarlo en un cuerpo sano y joven. Hale accede y pasa del cuerpo de Ben Kingsley al de Ryan Reynolds. Vida nueva. Pero… hay una falla en el sistema y, como siempre, es la ética, aplicada a lo que el empresario (ahora Mark) no sabía, lo que revuelve el avispero, sobre todo cuando hay terceros involucrados. El problema de “InMortal” claramente no está en el contenido, sino en la forma. El director Tarsem Singh aplica un estilo narrativo que funciona de maravillas en el comienzo, pues es a través del trabajo actoral por donde transita el ritmo de la tensión. Tenemos un protagonista que sufre un verdadero dilema entre aceptar o no este primer paso hacia el futuro. Es decir, se necesita un cuerpo de otra persona. ¿Quién es? ¿Quién era? ¿Corresponde? ¿El deseo se puede volver codicia? Claro, esto lo vemos concretamente porque Ben Kingsley es de esos actores que entiende todo. Ryan Reynolds no. Entiende algo. Poquito, pero algo. Es correcto lo que hace y no se puede endilgarle una caída de la calidad de este producto porque lo que falla es el resto de lo que está escrito en el guión de David Pastor, quien no sólo se debe haber aburrido leyendo a Isaac Asimov y lo reemplazó por algún cómic, tampoco vio antecedentes cinematográficos que podían conjugar magistralmente drama y acción como la notable “Contracara” (John Woo, 1997), en la cual héroe y villano intercambiaban el rostro y cada uno iba consumiendo su antigua personalidad para cambiarla por la otra. Aquí ese dilema mora, que tan bien funciona como disparador hacia las preguntas en la platea, se diluye. Se transforma en un mero justificativo para pasar directo y casi sin escalas a la acción, y ya se sabe: al comenzar las piñas terminan las preguntas en esta vida y en el cine también. No se puede negar una buena técnica y un montaje correcto. Al final, “InMortal” era para comprar pochoclos y puede que aquél que no se siente en la butaca para hacerse preguntas aplicando el sentido común la pase bien. El otro, el que se quedó enganchado con la primera media hora (incluimos acá la secuencia en la cual Hale aprende a habitar el cuerpo de Mark), sufrirá por un lado el desconcierto de tener que abandonar lo más jugoso de la idea: el conflicto de dos conciencias en una misma mente. Y por el lado de la acción propiamente dicha, escenas en las que un tipo con un tiro en el brazo sale corriendo igual pese a estar amenazado, un cuerpo que a pesar de tener otro cerebro igual se acuerda de tomas de karate, manejo de armas, etc. Y así hasta el final. Suele pasar en Hollywood: importan directores interesantes pero con el requisito de tener que dejar la personalidad en la aduana y ponerse el chip de “Sí, señor productor” Tarsem Singh, director de “La celda” (2000) es una prueba concreta.
Ciencia, familia, redención, muerte, vida… vida eterna. Son los temas principales que, debajo de la cáscara de thriller, yacen en Inmortal. Damian Hale (Ben Kingsley) supo convertirse en multimillonario pero no es feliz: es un hombre mayor, su hija no le tiene cariño y está por morir de cáncer. Entonces parece encontrar una solución cuando da con la organización secreta Phoenix, que nuclea a científicos encabezados por Albright (Matthew Goode). Al borde del ocaso, y mediante una sofisticada máquina, la conciencia de Damian es transferida a un cuerpo más joven y fuerte (Ryan Reynolds). Ahora con otro nombre, otro pasado y otra vivienda en Nueva Orleans, puede empezar de cero. Pero nada será tan fácil. Mientras se divierte haciendo deporte, saliendo de noche y acostándose con las chicas que se le crucen, tiene visiones que apenas puede combatir con medicamentos provistos por Albright. Visiones que igual se irán intensificando, y en las que aparecen personas y lugares que Damian desconocía. La curiosidad es más fuerte, y pronto descubrirá que su avatar era un marine con esposa (Natalie Martínez) y una hija. A partir de ese momento, los tres deberán huir de los agentes de Albright, quien no parece muy feliz de que pongan en peligro sus oscuros manejos. Más allá de la presencia del siempre impecable Kingsley y de un Reynolds medido, la película llama la atención por su director: Tarsem Singh. Sus largometrajes La Celda, The Fall, Inmortales y Espejito, Espejito son muestras de un poderío visual único e impactante. Inmortal se acerca a La Celda por ser un producto por encargo, pero así como en el film con Jennifer Lopez liberaba su imaginería, ahora permanece más controlado en ese aspecto y se brinda al servicio del guión de los hermanos Àlex y David Pastor. Es posible rastrear al cineasta en los hallazgos de la película, como una secuencia musical en Nueva Orleans, las visiones del protagonista y algunas referencias a las artes plásticas. Tampoco es casual que un personaje clave esté caracterizado como el director David Cronenberg, ya que también hay un protagonista que experimenta transformaciones -la de su cuerpo, la del mundo que lo rodea- y es acosado por un grupo con oscuras intenciones. Sin embargo, cuando arranca la persecución a Damian y la familia de su “envase”, el opus se convierte en una película rutinaria (al tener pasado militar, el muchacho reacciona enseguida contra los villanos, como cualquier héroe de acción), aunque al menos el director nunca recurre a efectos por computadora. Pese a su fascinante concepto, Inmortal se estanca en la corrección formal y narrativa. Tarsem, los hermanos Pastor y el elenco pueden dar mucho más, pero ya tendrán revancha, en esta vida o en alguna otra.
Otra muestra de cine de género que llega en sintonía con varias propuestas que bucean, en clásicos de la ciencia ficción, para poder construir una visión particular sobre un futuro no tan lejano y así apoyar el placer de género. “Inmortal” (USA, 2015), del realizador Tarsem Singh, plantea un avanzado proceso de cambio de cuerpos en los que la mente posibilitará una rápida aceptación de la nueva realidad y en que el contexto dentro del cual se enmarcará la vida de los seres que participen del mismo, en vez de llegar a un punto idílico, se transformará en la peor pesadilla que alguna vez siquiera imaginaron. Como John Woo hace algunos años planteara en “Contracara” (Face/Off), acá la idea de intercambio se basa en la posibilidad, dinero mediante, mucho, por cierto, de seguir viviendo en el cuerpo de una persona mucho más joven para así continuar con los planes que se tenían pero desde otro lugar. Es que a pesar de “volver a vivir”, luego de morir (de manera inducida), el experimento consiste en que la mente del que paga sea colocada en un cuerpo joven, óptimo, para así seguir adelante. Y si bien el proceso de “adaptación” al nuevo cuerpo es lento, los resultados son los mejores, porque además, la corporación que está detrás del mecanismo de intercambio brinda las herramientas para que el inicio en la vida, con el nuevo cuerpo, sea el mejor. Pero cuando el multimillonario Damian Hale (Ben Kingsley) se despierta con su nueva identidad (en el cuerpo de Ryan Reynolds), y comienza a sufrir una serie de padecimientos de “corrimiento” temporal, efectos secundarios del proceso, también comenzará a darse cuenta que detrás de su dicha hay un siniestro plan con el que, así como él pudo superar una enfermedad terminal, dejando cual ropa vieja el cuerpo que lo acompañó casi 70 años, del otro lado hay una persona a la que se la despojó de su vida por una suma de dinero para ayudarlo. “Inmortal” juega, en una primera etapa, con la dicha y el gozo del personaje de Kingsley de descubrirse en un nuevo cuerpo joven, fuerte, ágil, viril, y aprovecha el regodeo que se le genera para lograr empatía con él, pero luego, y con el correr del metraje, la amenaza de una posible recaída lo hace dar cuenta del siniestro plan que existe para poder así completar el proceso de cambio de cuerpos y se inicia una etapa de huída de Damian para evitar ser apresado por la siniestra corporación que realizó el cambio. Persecuciones, teoría de la conspiración a la hora del día, paranoia, y acción que busca justificar lo disparatado de la propuesta, “Inmortal” avanza sin mirar hacia atrás en la historia y disfruta de su narración. Tarsem Singh filma con planos bellos, travellings, escenas oníricas, algunas de las tomas claves del filme, algo poco común en este tipo de thrillers, realzando su propuesta. Reynolds destaca con su verosímil actuación de un hombre viejo en el cuerpo de un joven adulto, logrando mantener toda su batería de muecas controladas y reforzando más lo corporal. “Inmortal” es una película que intenta, básicamente, no tomarse en serio, y eso se nota a la hora de lograr entretener sin ninguna otra pretensión ni pregunta ontológica sobre el origen del hombre, pero que también intenta ocupar un lugar en un género que siempre busca nuevas propuestas para aggiornarse a los nuevos públicos que asisten masivamente a las salas.
Memoria letal Algunos de los tópicos predilectos del escritor de ciencia ficción Phillip K. Dick (el mismo que escribió los relatos en los que se inspiraron películas como “Blade Runner” y “El vengador del futuro”) están presentes en “Inmortal”: la identidad, la memoria, la percepción, los límites entre realidad y ficción. Los guionistas, David y Álex Pastor, tratan en algún punto de actualizar reflexiones al respecto. Pero estas intenciones, que bien llevadas podrían haber configurado un trabajo cuanto menos interesante, se desdibujan antes de promediar el metraje, cuando todo atisbo de profundidad se posterga para dar paso a una película de acción (muy) convencional, que se desluce hasta desembocar en un final que decepciona por lo simplón. La interpretación de Ben Kinsgley, lamentablemente reducida a pocos minutos, es lo más destacable de “Inmortal” que se dedica a desperdiciar una premisa que, no por recurrente, carece de potencial. La historia (que parece ya vista y de hecho es así, ya que existe un film rodado en los ‘60 llamado “Seconds”, de John Frankenheimer, con Rock Hudson) está centrada en Damian (Kingsley) un multimillonario que padece los tormentos de un cáncer terminal. “Apenas me quedan seis meses de vida”, asegura a su mejor amigo y socio Martin (Victor Garber). Entonces le llega, a través de una enigmática tarjeta, la posibilidad de transferir su conciencia —a partir de una compleja cirugía y la erogación de 250 millones de dólares- al cuerpo de un hombre más joven (Ryan Reynolds). O, como le dice el maquiavélico científico que impulsa el proyecto, de otorgar a “las mentes brillantes más tiempo para terminar su tarea”. Culminada la intervención, al principio, el ex magnate disfruta su “flamante” juventud, pero pronto comienzan a emerger recuerdos de la vida anterior. Y entonces inicia una cruzada para descubrir la procedencia e identidad del “cuerpo” que ahora habita. Lo cual pondrá en peligro su vida y la de la familia del hombre cuyo cuerpo han usado como “recipiente”. Hay determinados problemas conceptuales que quebrantan la historia. ¿Es plausible, por ejemplo, que un millonario que tuvo el aplomo para construir un imperio y que, como se muestra en una de las escenas que abre la película, posee las dosis necesarias de astucia y cinismo para mantenerlo en pie, acepte con tanta ingenuidad el procedimiento? Menos aún lo es el giro que viene después, cuando comienzan las alucinaciones y con ellas dilemas morales que ni siquiera se habían esbozado. No se trata de abandonar la apuesta por el entretenimiento, sino de identificar mejor las motivaciones de los personajes. A medias Por otra parte, la tentativa de reciclar a Ryan Reynolds como héroe de acción, en una jugada parecida a la que se probó con Sean Penn en la mediocre “The Gunman”, que también se estrenó este año, se cumple a medias. Es buen actor, carismático y dúctil (lo demostró sobradamente en esa pequeña joya que se titula “Enterrado”, donde se pasa los 93 minutos de la película encerrado en un ataúd, con un teléfono celular a punto de quedar sin batería) pero esta vez le queda muy escaso margen para demostrar sus habilidades. Por lo demás (con la honorable excepción de Kinsgley) el reparto es discreto. Es posible reconocer algún débil eco del mundo onírico trazado por el director Tarsem Singh en la perturbadora “La celda” (2000), que también se erige sobre una trama de experimentos vinculadas con la mente humana. Pero en aquel film, el realizador era más coherente con su convicción de impresionar, subordinada a toda pretensión de verosimilitud. En el caso de “Inmortal”, trata de abarcar muchas disyuntivas éticas y no están bien planteados los interrogantes (como en algún momento de la historia, el científico interpretado por Matthew Goode le recrimina a su paciente Kinsgley-Reynolds). Al igual que al protagonista, la película es fallida en la medida en que le falta definir su identidad. Y apostar a ella.
Tarsem Singh: un director fascinante, un virtuoso en el apartado visual. Quizás sus filmes no sean una maravilla en cuanto a historia - La Celda, Espejito, Espejito, Inmortales - pero estéticamente son impresionantes. Es un cineasta que trabaja con fantasías, colores, texturas, creando auténticos cuadros vivientes, talento que ha dado prueba patente en La Celda - quizás su mejor obra -. Sea por ocio, dinero o como un reto personal, lo cierto es que aquí Tarsem ha abandonado todo su estilo florido y se ha encastrado con un thriller común y corriente, el cual ni siquiera califica de minimamente potable. ¿Ha perdido su mojo?. ¿Tanto le ha disgustado la historia que ha trabajado a desgano y por eso produjo este bodrio?. ¿O será que, aparte de lo visual, no hay un auténtico talento como narrador en las manos de este cineasta indio?. El filme viene rubricado por los hermanos Alex y David Pastor, los cuales hicieron la pasable Infectados (2009) y la extraña Los Ultimos Dias (2013). Aquí hay una idea de fondo que es apasionante, pero el enfoque tomado es una pifia de acá a la Quiaca: un hombre asume otra identidad (y otro cuerpo) y empieza una nueva vida, hasta que descubre algo intrigante que comienza atormentarlo y arruina su nueva existencia. No es una idea nueva - la brillante Seconds de John Frankenheimer es quien inauguró el concepto, convirtiéndolo en un thriller paranoico excepcional -, pero aquí está terriblemente ejecutada. Comenzando por el casting, en donde Ben Kingsley se la pasa haciendo tics, destilando soberbia y frialdad. Si el tipo es el millonario que se va a morir (y a cambiar de cuerpo), algo de su personalidad debería permanecer en el nuevo recipiente... pero no. El alma de Kingsley va a parar al cuerpo de Ryan Reynolds, el cual no conserva ni el mas mínimo gesto de Kingsley. Al menos lo que tiene en comun es ese carácter hosco que lo pone a un millón de kilómetros de la simpatía del público. Es cierto que la agriedad de Kingsley genera una subtrama tan pequeña como insulsa - el distanciamiento con su hija -, que hubiera sido preferible podarla y hacer al personaje un tipo mucho mas social y afable. De paso le daban la excusa de poner a Reynolds en su mejor terreno; pero acá hasta Reynolds desentona, y parece tan a disgusto como en R.I.P.D.. Por suerte la inminente Deadpool se encargará de sacarnos el sabor amargo de la boca. Sin dudas hay cosas buenas en Self/Less; una de ellas es Matthew Goode. Es expeditivo, destila inteligencia y, cuando empieza a pormenorizar el proceso de transferencia de mentes, es por lejos lo mejor del filme. El problema con Self/Less es que no agarra el camino paranoico de Seconds, o siquiera un estilo filosofal / introspectivo (un tipo detestable que tiene la oportunidad de comenzar una vida nueva; o el conflicto de ver cómo su corporación y sus logros siguen sin él - ¿debería comenzar un emprendimiento parecido?; ¿un genio puede aceptar tan fácilmente el anonimato y los placeres terrenales? -), prefiriendo meterse en el trillado terreno de la acción. Oh, qué casualidad, el cuerpo nuevo de Kingsley no le pertenece a un almacenero o a un albañil, sino a un letal ex marine que conoce 60 maneras distintas de matarte con el dedo pulgar. Por otra parte el shock de reconocer que se trata de un cuerpo "usado" no está barajado como debiera. Todo en el filme es rutinario e incluso traído de los pelos: cuando la historia no sabe como avanzar, Reynolds olvida de tomar su pastilla roja y obtiene (en un sueño) los convenientes recuerdos que le guían hacia la guarida secreta del villano. Eso sin considerar que - honestamente - un tipo tan egoista y despreciable como Kingsley tenga de pronto alma y sentimientos, y decida sacrificar su existencia para devolver la vida a la familia abandonada por Reynolds (cuando estaba vivo!), amén de combatir a la organización que hace transferencia de mentes y cuerpos. Es como que Donald Trump salga a patearle los traseros a los científicos que lo pusieron en el cuerpo de un latino, y no por una cuestión de racismo sino porque destrozaron los sueños de una familia mexicana. Absurdo, ¿no?. Self/Less es profundamente insatisfactoria. Mas le hubiera valido a Tarsem Singh firmar con el seudónimo de Alan Smithee, ya que no hay nada aquí que remita al talento anterior exhibido por el cineasta. Self/Less es una película mal escrita, mal actuada y mal dirigida, y ni siquiera entretiene en un nivel mínimo; es simplemente una mediocridad que toma una idea apasionante y se da maña para arruinarla, tomando un enfoque demasiado rutinario y carente de personalidad.
Eugenesia para tontos Una premisa interesante no logra sostener el frágil andamiaje del “guión popcorn” norteamericano, malogrando, un reparto estelar y abriéndole paso al ya agotadísimo género inmortal 1híbrido de persecuciones, explosiones y disparos, englobados y atados con alambre dentro de un argumento “high concept”. ¿Qué pasaría si pudiésemos transferir nuestra consciencia dentro de otro cuerpo? Esta interesante pregunta es el eje de Inmortal, un thriller moderno que intenta explorar los misterios de la mente, sin escatimar en dosis extralarge de secuencias de acción chatarra. Damian Hale, un multimillonario magnate de la construcción con cáncer terminal, decide someter su cuerpo a un tratamiento médico radical, diseñado por Albright, un misterioso doctor que asegura ser capaz de extirparle su conciencia del cuerpo enfermo, y reinsertarla en un nuevo “recipiente” joven y saludable, especialmente creado a tal fin en un laboratorio secreto. Pero no todo es color de rosas, y lo que en un principio Damian creyó sería una nueva oportunidad para vivir una segunda juventud e intentar recomponer así lazos con su distanciada hija, comienza a verse amenazado por los “efectos secundarios” del tratamiento de Albright, que se traducen en alucinaciones, sueños y recuerdos de una “vida anterior” jamás vivida, que invaden y atormentan poco a poco la realidad del protagonista. Lamentablemente, el film hace triste honor a su título original (Selfless, que en inglés se traduciría como “inmotivado” o “sin pensar en uno mismo”) y cae en las mismas convenciones que llevaron a Johnny Depp a dinamitar Transcendence, una idea similar presupuestada en cien millones de dólares, que supo convertirse en una de las grandes decepciones del 2014. Lo que comienza siendo un intrigante ejercicio de ciencia ficción es incapaz de perdurar coherentemente más allá del primer acto de la cinta, y la falta de ideas y estructura en el guión dan lugar a una concatenación infinita de lugares comunes, propios del subgénero “Gato persigue a ratón”: Un protagonista devenido héroe altruista, quien debe salvar al mundo de los horrores perpetrados por el Doctor Albright, una especie de Neo-Menguele del siglo 21. Complejas secuencias de persecuciones inmotivadas, traiciones y alianzas inverosímiles, disparos a mansalva y explosiones por doquier, Inmortal prueba una vez más que una premisa seductora, sin un guión que le de una razón de ser, está destinada a transformarse en un cocktail insípido de grandes presupuestos, apuestos íconos del Star System, y ninguna reflexión perdurable luego de que se nos haya terminado el balde de pochoclos y rueden los créditos.
La historia arranca con Damian (Ben Kingsley, de Gandhi, La Invención de Hugo Cabret), un millonario que está siendo consumido no sólo por el cáncer sino también por el fruto de su egoísmo: su hija, lo único no material que tiene, lo odia por haber estado ausente, pero más que nada por haber intentado suplir esa ausencia con abultados cheques. La cercanía de la muerte y la soledad se le hacen tangibles tras una descompensación, y decide entonces aceptar la extraña oferta de una poderosa pero ultra-confidencial empresa privada: a cambio de una fortuna, podrá transladar su consciencia a un cuerpo nuevo, sano y churrísimo. Ese cuerpo es el de Ryan Reynolds (de Buried, The Proposal, la esperadísima Deadpool), y acá le damos la razón, porque más de un gordo adinerado sin problemas de salud haría lo mismo solamente por estética. El tema es que Damian no hace las preguntas correctas, como le indica el doctor Albright (Matthew Goode, de Imitation Game y Watchmen), y resulta que el cuerpo al que mudan su mente no es un producto artificial de laboratorio, sino que es un cuerpo natural usado. Pero se entera de esto después del tratamiento, que consta en el traslado de su consciencia mediante unos imanes similares a los de una resonancia magnética y el posterior mantenimiento de dicha consciencia en su lugar mediante medicación. Damian comienza a tener pensamientos y visiones que asume como meras alucinaciones o algún efecto colateral de la operación, pero que en realidad son recuerdos de Mark, el dueño original de ese cuerpo. Es así como no sólo salen a la luz esas memorias sino que también emerge el entrenamiento militar de Mark, que es lo que le permite empuñar armas con precisión y abrirse camino a las piñas y patadas contra "los malos" a un nivel que el Damian original no hubiese podido. La película es un poco arriesgada respecto a su propuesta de género: plantea un híbrido entre policial y ciencia ficción que podría haber salido muy mal. Pero tiene en su discurso la increíble virtud de la naturalización: no sobre-explica absolutamente nada. Toda la información se brinda en la dosis necesaria y en el momento justo. Está tan bien puesto el foco en cada pequeño indicio que va construyendo la trama, que todos pasan desapercibidos hasta que sus consecuencias hacen avanzar la historia, abriendo nuevas puertas o solucionando viejos obstáculos. Ambos perfiles (Mark y Damian), con sus respectivos conflictos y objetivos y los enfrentamientos con la asociación científica que controla estos "cambios de piel", triangulan de manera armónica y fluida, dando como resultado una historia final llena de suspenso y adrenalina. Detrás de cámara, el director hindú Tarsem Singh (el mismo de The Cell y del clásico videoclip de R.E.M., Losing my Religion), consigue que el elenco en su totalidad se vea sólido y contundente. Reynolds logra una gran interpretación surfeando de manera convincente entre la personalidad avasalladora y soberbia de Damian, y el sacrificado y buenazo de Mark. Y Kingsley, ¿qué se puede decir del pelado? Siempre es sinónimo de calidad y te levanta cualquier papel que le den. El cast se completa con las participaciones de Natalie Martínez (End of Watch) y Victor Garber (Alias, Argo). VEREDICTO: 9.0 - CUMPLE Y DIGNIFICA Sin pretensiones pero con una fuerza arrolladora y una correctísima propuesta visual, Self/less (Inmortal) se aleja un poco del estándar de las cintas de acción introduciendo elementos de ciencia ficción que le dan aire fresco y la convierten en una película atrapante.
Un pastiche de otros films "Self/less" es un película que a pesar de su buen ritmo cae en muchos lugares comunes del género y toma demasiados elementos de otros filmes famosos. Básicamente toma casi todo de "Seconds", una película de los sesentas protagonizada por Rock Hudson, "The Island" con Ewan McGregor y Scarlett Johansson, y "The 6th day" con Arnold Schwarzenegger. La temática como se darán cuenta es acerca del cambio de cuerpos. Un rico empresario neoyorquino está viejo y con cáncer terminal, muriendo. A través de un anónimo, es puesto en contacto con un científico que ofrece la posibilidad de transferir conciencia con cuerpos jóvenes y sanos. Lo que no sabe nuestro "inocente" protagonista es que ese cuerpo no es una creación artificial como le hizo creer el científico personificado por Matthew Goode ("Watchmen", "The Imitation Game"), sino que perteneció a un hombre real que ha perdido toda su vida. ¿Les suena la campana? Creo que la torpeza más grande es haber tomado una temática que ya hemos visto antes en cine y no agregarle nada nuevo salvo escenas de acción. No tiene nada valioso para aportar. La trama desde el minuto 10 se vuelve totalmente predecible y eso le quita power. Hay detalles que resultan medios groseros. Por ejemplo el hecho de que el personaje de Ben Kingsley, Damian, no tome los recaudos necesarios o se asegure de que el cuerpo al que está por ser transferido no sea de una persona estafada. Es uno de los tipos más inteligentes de Nueva York pero no se le ocurre preguntar... Otra cuestión parecida sucede con la disyuntiva que debe resolver el personaje principal; si quedarse con el cuerpo del joven o morir como estaba destinado. Durante casi toda la película hace fuerza para quedarse con el cuerpo y sobre el último toma la decisión contraria en un ataque de grandeza... predecible y mal narrado. Los secundarios tampoco convencen y básicamente lo único que nos termina interesando es ver como tira trompadas y patadas Ryan Reynolds. En general "Inmortal" tiene buen ritmo y algunos momentos de acción entretenidos, pero se nota que es un producto concebido con poca inventiva y resolución. El final es flojito, flojito.