Alguien murió de forma brutal. Lo confirma una cámara que recorre una pequeña casa y sigue los rastros rojos hasta detenerse en un cuerpo cubierto de sangre. Es lo primero que vemos en la película. Inmediatamente después esa cámara hace un paneo sobre una pared cubierta de fotos, dibujos y cartas en las que puede leerse “No me gusta la cárcel”. Alguien escribe desde allí, quizás el hombre que aparece en las fotos. Pero en las cartas las letras son grandotas, redondas, como las de un niño. Tal vez ese hombre antes no sabía escribir. Tal vez aprendió en la misma cárcel. Un solo plano puede resumirlo todo: información, empatía, historia de vida. Es una toma breve y a la vez fecunda. Comunica lo necesario, nos orienta en el relato y enseguida pasa a la siguiente escena. Pronto inferimos cuál es el conflicto de Conviction: una mujer (Hilary Swank) moverá cielo y tierra para que su hermano (Sam Rockwell) recupere la libertad. El título del film es genial porque combina la idea de la condena (conviction, en su acepción legal en inglés) con la extraordinaria convicción (la certeza) que empuja a la protagonista. Lo que Conviction despliega es un cine solidario, con la solidaridad más sincera posible: la que actúa en silencio, ladrillo a ladrillo, como si fuera invisible. Ojo: no me refiero aquí al tema sino a la forma. El tema de la película es la perseverancia. La gracia de la forma pasa inadvertida porque, bueno, es clásica, demasiado “convencional” según el reclamo de muchos críticos para quienes esta película fue apenas un mediano telefilm sólo preocupado por “el mensaje”. Debe ser la ansiedad por lo diferente la que nos impide valorar el trabajo fino del mejor clasicismo, aquel que se apoya en dos columnas esenciales: la discreción y la generosidad. La dirección de Tony Goldwyn destina a cada escena la duración justa, aleja la cámara cuando la intimidad así lo pide, y evita que los protagonistas resbalen hacia el desborde actoral. Al mismo tiempo, el guión -un ejemplo de economía narrativa- va entregando todos los datos que necesitamos para acompañar desde el afecto la gesta de Betty Anne Waters, sin enroscar la intriga ni especular con el suspenso o las dudas que podría despertar el caso judicial. Crecemos con el personaje plano a plano, aun cuando la montaña empieza a convertirse en interminable cordillera. Por eso decía que se trata de un cine solidario con el espectador, que a partir de un bordado fraternal facilita una experiencia codo a codo con ese otro que habita en la pantalla y que sólo sabe luchar. Una aventura de amor y dignidad ciudadana como las de antes, como las que Frank Capra sabía contar. Claro que hoy la podredumbre del sistema es demasiado grande y obscena, y la esperanza cuesta mucho más.
La historia de los hermanos Waters es interesante y conmovedora, por lo cual la película ya tiene el 50% ganado. El otro 50% se lo gana con una excelente dirección, con una narración dinámica que incluye buenas dosis de suspenso, y con un muy buen elenco que brinda excelentes actuaciones destacándose...
Dieciocho años de preguntas Justicia Final (Conviction, 2010) funciona. Además de estar basada en una historia real, factor que a veces impacta más, la trama fluye y se desenvuelve capturando al espectador en una historia que ya de por sí sola es atrapante y peculiar. Dirigida por Tony Goldwyn ?más conocido por su rol en Ghost? el film tiene recursos eficaces que adentran al espectador en la trama con una calidez humana difícil de imaginar para un relato enmarcado por un asesinato. Dos hermanos, Betty Anne y Kenny Waters (Hilary Swank y Sam Rockwell). Él es acusado de un asesinato que dice no haber cometido. Tras haber sido condenado a cadena perpetua y no poder apelar más, Betty Anne comienza a estudiar abogacía para poder salirle de abogada y encontrar evidencias nuevas que demuestren su inocencia. A partir de allí, se ve una Betty Anne casada y con dos hijos que dedica 18 años de su vida a tratar de liberar a su hermano. El eje de la película es el sacrificio obsesivo de ella creyendo de forma ciega en él, sin cuestionar su inocencia en ningún momento. Hasta cuando la culpabilidad de él parece indudable. En ciertas oportunidades, la ingenuidad en Betty Anne se instala de forma terca y hasta parece carecer de sentido. Pero a pesar de todos los obstáculos judiciales a los que ella se enfrenta, persiste. El querer saber si el hermano cometió el crimen o no y el no saber cómo funcionará el sistema judicial al final, es lo que retiene al espectador hasta que los créditos aparecen. La película se desarrolla a lo largo de 18 años, sin contar los flashbacks a la infancia de los protagonistas. Este recurso está bien utilizado y ayuda a entender la relación entre los hermanos, indagando los orígenes de ésta y explicando el encaprichamiento intenso de Betty Anne. No se abusa de los flashbacks. Otro recurso con respecto al tiempo es el uso del maquillaje para avejentar a los actores. Muchas veces, perjudica al film más que darle realismo, pero en Justicia Final le otorga mayor credibilidad y una noción más certera de la demora del proceso legal. La historia individual de los personajes va sufriendo cambios, junto con sus personalidades y su físico. El maquillaje, en este caso, no sólo ilustra el paso del tiempo, sino el bienestar o no del personaje. Un caso claro es el de Juliette Lewis que encarna a Roseanna Perry, uno de los testigos en contra de Kenny; y mismo Kenny, donde el cambio físico connota un gran desgaste anímico. Muchas veces se teme que las películas que están rodeadas por la duda tengan un final abierto. El espectador sabrá si Betty Anne defendió erróneamente a su hermano o no y el resultado de esta defensa. La historia verídica que se narra en Justicia Final cierra, el caso de Kenny Waters queda con una respuesta latente.
Todo por un sueño Basada en una historia real (ergo: con los inevitables cartelitos al final que nos dirán qué fue de la vida de cada uno de los personajes) y la participación de grandes intérpretes que aportan "a la causa", Justicia final es una de esas películas "importantes" (porque denuncian las grietas del sistema), aleccionadoras (trata sobre gente que se sacrifica hasta límites insospechados con tal de conseguir un noble objetivo en la vida) y, en el fondo, intrascendentes (porque los recursos que utiliza para "decir" las cosas, para exponer su moraleja, terminan anulando su capacidad emotiva y degradando la inteligencia del propio espectador). Swank es una mujer que descuida hasta su rol de madre con tal de recibirse de abogada y luchar por la libertad de su hermano (Rockwell), injustamente condenado a cadena perpetua por un aberrante crimen que -nos dicen- no cometió. El director Goldwyn -cual telefilm de la semana- reconstruye el caso policial y la odisea judicial hasta demostrar lo que ya todos intuíamos: que Swank encarna a una heroína "del pueblo" capaz de vencer a la corrupción, a la desidia, a la burocracia y al derrotismo generalizados (en este sentido, me quedo con Julia Roberts en Erin Brockovich). Un mediocre tearjerker con música que nos "obliga" a llorar. No cuenten conmigo.
La corrupción no es una cosa moderna. En primera instancia hay que aclarar una cosa: el argumento de Justicia final (Conviction) no es algo original ni que llame la atención en primera instancia. La historia del hombre que fue encarcelado como chivo expiatorio y de el amigo/la amante o, en este caso, la hermana que hace todo por comprobar su inocencia se vió miles de veces en la pantalla grande, en la chica y en decenas de libros de, por ejemplo, John Grisham. Pero hay algo que destaca a la película por sobre las demás obras que mencionamos, y es que está basada en un hecho real. A partír de que esa carta se pone en juego, se nos hace imposible (o al menos, sería tonto) juzgar una película por “no ser original”, porque estariamos diciendo que la realidad y la historia de una persona viva y de carne y hueso “es poco creativa”. Por eso, lo que se debe juzgar de una película así, más que nada, son las actuaciones, la forma de contar la historia y la dirección. Y estos tres elementos son destacables dentro de Justicia final. Pero vamos al principio: Betty Anne (Hilary Swank) y Kenny Waters (Sam Rockwell) son dos hermanos inseparables. Desde pequeños, vivieron en una casa en donde la imágen de los adultos era casi una caricatura, y por eso debieron estar el uno para el otro casi desde el primer momento de su vida. Juntos se metieron en problemas, y eso desarrolló en Kenny un fuerte rechazo por la autoridad, lo cual lo llevó a más de una encarcelación durante su adolescencia y hasta adultez, pero nada que no se pudiera arreglar con una o dos noches en prisión. Pero un día, una mujer aparece mutilada, y la policía no duda en apuntar a Kenny Waters como el autor material del hecho. Tanto Kenny como Betty Anne viven con lo justo, y ambos tienen hijos que alimentar, por lo cual no pueden costear un abogado para que el juicio corra de forma más justa. En el mismo juicio, gente conocida de Kenny alega en su contra, por lo que el jurado dictamina sin dudar que merece la cadena perpetua. Sintiendo una injusticia en el aire, a Betty Anne se le ocurre una idea loca: ella estudiará derecho y será la encargada de demostrar que su querido hermano es inocente. La película da saltos, mostrándonos la infancia de los hermanos y volviendo al presente, en donde vemos cómo Kenny va quebrándose de a poco en el confinamiento, en donde tampoco deja de causar problemas, y a la vez seguimos a Mary Anne, madre de dos hijos, empleada de un bar, que se rompe la cabeza intentando recibirse de abogada. Esto, por supuesto, sucede, pero pasa mucho tiempo, demasiado, por lo que se le hace difícil encontrar las pruebas y los testimonios que necesita para sacar a Kenny. Y es ahí donde la historia al estilo La ley y el orden da su comienzo. Justicia final se destaca, por sobre todo, por la actuación de Sam Rockwell. Lo vemos como un tipo difícil de llevar, pero amoroso y con un humor de esos que se contagian. Sin miedo al ridículo y con un amor inmenso por su hija, este hombre sufrirá una transformación lenta y dolorosa en el encierro. Swank interpreta muy bien el papel de la hermana desesperada por justicia. No sobreactúa ni un segundo, aunque – y es una crítica menor- el tiempo parece no pasar para ellos, ya que casi veinte años después, se ven igual que al principio de la película La dirección, realizada por Tony Goldwyn, es casi televisiva, lo que se justifica por sus anteriores trabajos en programas como Dexter o mismo La ley y el orden, previamente citada. Es que el estilo de esta longeva serie es muy similar al que Goldwyn utilizó para la película. No es, exactamente, un capítulo largo de La ley y el orden, pero ambas cuentan sus historias de formas muy similares. En definitiva, Justicia final no solo es un drama legal y familiar, sino que también es una postal sobre el esfuerzo y el amor que se puede sentir por un hermano y, también, es un lindo paisaje sobre cómo funciona la justicia en los Estados Unidos (y en el mundo) que muchas veces culpan a inocentes sólo para dejar calmada a la opinión pública.
Los hermanos sean unidos Hilary Swank y Sam Rockwell, lejos son lo mejor. Si no nos dijeran que la historia cuenta Justicia final está basada en hechos reales, diríamos que la imaginación de los guionistas en Hollywood da para todo. Pero no. Cual Erin Brockovich, Betty Anne Waters es una mujer tenaz, capaz de sacrificar el cuidado de sus propios hijos con tal de demostrar que su hermano Kenny es inocente de ese horrible homicidio que le inculpan y por el que está en prisión. Kenny –en otra extraordinaria creación de Sam Rockwell-, es cierto, a primera vista no impresiona bien. Tiene mal carácter, algo o muy pendenciero, sinceramente cuesta creer que no haya asesinado a esa mujer en su casa en Massachusetts. Es que si Kenny tiene una botella con un mililitro de alcohol a su alrededor, se pierde. Pero la que cree y no se pierde en su búsqueda de la verdad es su hermana. Nadie a puesta un centavo a la inocencia de su hermano, y ella se pone a estudiar Derecho para así defenderlo y demostrar lo que uno, desde la platea, no sabe si es evidente o no. Pero a Betty ay nada la amilana, ni el mal comportamiento de Kenny, algunas vueltas del guión, ni que el tiempo transcurrido desde el asesinato haga casi imposible recuperar pruebas o contar con testigos. Justicia final es de esos filmes en los que no hay que ver para creer. La mayor habilidad del director (y aquí no actor) Tony Goldwyn es dejar siempre un resquicio para la duda. Cuando todo parece indicar que sí, que Kenny es el asesino, o cuando sucede todo lo contrario. Y gran parte de ese mérito es atribuible a las performances de Rock-well y de Hilary Swank, el sostén de toda la película. Rockwell, una versión más joven de Gary Oldman, compone un personaje con muchas facetas, del que uno nunca sabe qué creer, pero no porque parezca un psicótico, sino porque logra hacer verosímil lo inconcebible. Y Swank – que sonaba para el Oscar a fines del año pasado, lo mismo que el actor de Confesiones de una mente peligrosa - es de esa raza de actrices que puede interpretar a luchadoras cuya firmeza y empeño no conocen claudicación alguna, y se ganan la empatía del espectador. Da gusto descubrir en el elenco a una recuperada Juliette Lewis, que aunque vuelva a interpretar a una joven pegada a la adicción, sabe cómo robarse la cámara. Algo que Minnie Driver no puede conseguir.
Justicia final podría haber sido una típica novela de John Grisham de no haber sido porque esta historia ocurrió realmente y es un caso legal muy famoso en Estados Unidos. Una producción que tiene algunos puntos en común con Erin Brockovich por la hazaña que logró su protagonista Betty Anne Waters, interpretada en esta película por Hilary Swank. En ambas propuestas tenemos como personaje principal a una mujer que se enfrentó al sistema judicial estadounidense y con mucho sacrificio logró algo que parecía en un principio imposible. Supongo que era inevitable que este caso llegara al cine. El film fue dirigido por Tony Goldwyn, un actor muy conocido que vimos en películas como Ghost y El último samurai, quien en este caso ofrece su mejor trabajo como director. Antes había realizado la remake del film italiano El último beso y filmes románticos como Alguien como tú (Hugo Jackman) y La Tentación (Viggo Mortensen). Justicia final es por lejos su mejor producción y también la más interesante. Goldwyn no trabajó esta historia tratando de convertir el caso real en un trillado melodrama hollywoodense, sino que trabajó con bastante realismo el aspecto más humano del relato y las experiencias que vivieron sus protagonistas. En este ocasión demuestró que es un gran director de actores donde logró sacar lo mejor de Sam Rockweell y Hilary Swank, quienes están brillantes en este film. La películas tampoco cae en sentimentalismos forzados que muchas veces se encuentran en este tipo de películas y las interpretaciones de los dos protagonistas son muy honestas y realistas en ese sentido. Justicia final es un muy buen drama que vale la pena descubrir especialmente por Sam Rockwell y Hilary Swank que explotan todo su talento.
No hay nada que hacerle. Cuando algo sale redondito, bien hecho y sin melodramatizar la inteligencia de nadie; hay que admitirlo. Esto es lo que sucede con Justicia final. El director y actor Tony Goldwyn (recuerde el villano de Ghost: la sombra del amor) saca adelante una película que desde el primer segundo se centra en la pista para no desviarse ni un milímetro del relato clásico hollywoodense, ni de la estructura narrativa convencional. A veces es mejor empezar así. Yendo a lo seguro. ¿Quiere una prueba? La sala se oscurece y después de los logos Ud leerá: Basada en una historia real. Obviamente con esto no alcanza para hacer buen cine, pero convengamos algo: con el famoso cartelito es difícil discutir los hechos que se cuentan, ¿no? Por eso da bronca la traducción al español. El título original es Conviction (condena) Acá le pusieron Justica final. Los que salían del cine contando el final de la película (chiste que ha caído en desuso) eran individuos merecedores de ser corridos por toda la cuadra pero, ¿Se puede ser tan perverso de contar un final desde el título en el afiche? En fin… Las primeras imágenes son varios paneos cortos de una típica casa de clase media baja bastante alejada de los suburbios. Todo parece estar bien, excepto por manchas de sangre y un cuerpo tirado al lado de la cama. Si señor, acertó. Alguien mató brutalmente a una persona. Kenneth (Sam Rockwell) nunca tuvo fama de santo en el pueblo. Cada vez que había alguna barahúnda la policía lo iba a buscar a él, imagínese con esto que pasó. Parece que por fin los uniformados lo van a poder guardar para siempre. Para colmo, su mujer y alguna amante declaran en su contra. No lo salva nadie. Sin embargo, fíjese que Betty Anne (Hilary Swank) está convencida de la inocencia de su hermano al cual se siente naturalmente unida porque desde la infancia, ambos aguantan de todo y más de una vez se han mandado alguna que otra travesura de la cual han reído juntos. Acá los flashbacks están correctamente utilizados. Ninguno entrega información de más ni efectista. Construyen la relación entre hermanos y de hecho, esta base solidifica la postura de la Betty Ann adulta. Ante el fracaso de la defensa, decide sacar a su hermano por todas las vías legales posibles. Incluso si eso significa ponerse a terminar el colegio y estudiar abogacía. “Los hermanos sean unidos…” El director no debe haber leído el Martín Fierro pero que aplica la “ley primera”, la aplica. Yo no le voy a contar como termina, de eso se encargan los distribuidores con el poster. Sí le digo que las actuaciones tanto de Rockwell como de Swank son de colección, sobre todo cuando comparten encuadres. Lo mismo se corresponde con Bailee Madison y Tobias Campbell, los chicos que personifican a Betty Ann y Kenny cuando eran chicos. Un ejemplo de buena dirección de actores. El relato casi no tiene subtramas, se nutre así mismo de la investigación que realiza la hermana y de personajes ocasionales que aportan al tiempo en que se desarrolla el guión como el de Minnie Driver, compañera de estudios y futura amiga de Betty Ann. Una película realizada con mucho oficio (frase hecha, ya sé; pero le juro que esta vez aplica) y especialmente sin otra pretensión que la de ser una historia bien contada y que no subestima a nadie. Olvídese de comparar esto con películas como Silkwood, Norma Rae o Erin Brockovich. Justicia final no es la lucha de una mujer contra el sistema porque salvo un par de guiños arbitrarios, nadie le niega apelaciones u otras acciones. Betty Ann lucha contra sus propias limitaciones ante la impotencia que le causa desconocimiento. En todo caso hubo dos ejemplos este año en la cartelera local si queremos buscar historias simples, lineales y entretenidas (sean verídicas o no): Poder que mata y La verdad oculta (Esto me hace acordar a cuando trabajaba en el video club), vaya a verla. Es probable que se lleve algo más que entretenimiento.
Million Dollar Sister Por lo general me predisponen mal las películas que llegan precedidas por el fatídico cartelito: “Basado en hechos reales”. Es como si la aclaración pretendiera legitimar de alguna forma la historia que se cuenta. Más allá de su origen las propuestas son interesantes per se y no me importa en absoluto lo que está en la periferia o totalmente fuera del universo desarrollado en el film. De todos los argumentos posibles aquellos que narran procesos judiciales son material propicio para la manipulación emocional más flagrante. En ese sentido Tierra fría (North Country, 2005) es un paradigma perfecto de mi aserto: no carece de ciertos valores fílmicos pero se lo siente especulativo y poco honesto para con el público. Dentro del género en el que se mueve nadie puede negar que el filme dramáticamente funciona. Y sin embargo al mismo tiempo genera dudas por la intencionalidad que abrigan sus creadores. Para contar lo que cuentan, ¿era en verdad necesario hacerlo tal y como lo hacen? Sostengo que no… Por eso celebro que un caso análogo aplicable como Justicia final venga a corregir los defectos aludidos. Si bien el tufillo a telefilme de la semana ronda continuamente durante la proyección hay aquí una sensibilidad en la dirección de Tony Goldwyn que evita el regodeo en el sensacionalismo y logra extraer maravillosas actuaciones de sus actores, en especial de sus protagonistas excluyentes: Hilary Swank y Sam Rockwell. La primera mitad de la película juega con los tiempos cinematográficos mezclando pasado y presente para introducirnos en la vida de los hermanos de baja extracción social Kenny y Betty Anne Waters que crecen en un hogar partido (la madre tuvo siete hijos, todos de distinto padre) para luego ser cedidos a sendas familias adoptivas en aras del supuesto bienestar de los menores. La violenta escena en la que se les “comunica” la irrevocable decisión de separarlos me trajo reminiscencias de Un largo camino a casa (A Long Way Home, 1981), excepcional largometraje televisivo de Robert Markowicz que en la Argentina se estrenó en salas de cine en junio de 1986. Justicia final es uno de esos raros dramas en donde hasta el último secundario luce creíble. Y los niños Bailee Madison y Tobias Campbell en los roles de Betty Anne y Kenny no son la excepción. La segunda parte, seguramente la más convencional, se concentra en la valiente iniciativa de Betty Anne por recibirse de abogada para intentar reabrir el caso de su hermano y probar su inocencia del asesinato por el que fue condenado en 1983 (y del que se declaró siempre inocente). La larga serie de obstáculos que debe sortear Betty Anne para alcanzar su objetivo han sido encomiablemente dramatizados por la guionista Pamela Gray (en su segunda colaboración con Goldwyn luego de A Walk in The Moon) sin descuidar el desarrollo de los personajes y esa humanidad que los convierte en personas cercanas a nosotros en sus errores y virtudes. Gray ha realizado un trabajo de equilibrio muy certero en su guión sin salirse de cauce ni perder de vista que detrás de la gesta personal de Betty Anne existe una crítica demoledora al sistema judicial de los Estados Unidos. Muchos han comparado Justicia final con Erin Brockovich, una mujer audaz (Erin Brockovich, 2000) pero más allá de sus semejanzas temáticas creo que se trata de dos películas con distintos propósitos: el filme de Steven Soderbergh tiene su razón de ser en la presencia exhibicionista de una Julia Roberts desesperada por ganar el Oscar con una caracterización impactante y de la mano de un director de prestigio. Y vaya si lo logró. La primera, en cambio, sólo apunta a narrar los sucesos tal como ocurrieron y con una interpretación anti diva de una Hilary Swank que cuando acierta con los proyectos demuestra poseer un talento considerable. Su Betty Anne no requiere de tics oscarizables para emocionar con esa hermana tan leal como para sobreponerse a un divorcio, criar a dos hijos y sobrevivir como camarera mientras estudia leyes en la Roger Williams University. Sin pretender ser un modelo de nada Betty Anne se constituye en una heroína imprescindible para los tiempos que corren. Como la amiga y compañera de Betty Anne Minnie Driver se complementa muy bien con Swank. De un reparto numeroso también se destacan Peter Gallagher, Loren Dean y la sensacional Melissa Leo que con apenas tres o cuatro escenas ratifica una vez más porqué es una de las mejores actrices de la actualidad. ¡Cómo se nota que Tony Goldwyn posee una formación y experiencia como actor! Con sus limitaciones, Justicia final levanta el nivel de otros dramas judiciales recientes y entrega una lección de amor fraterno francamente conmovedora. Es imposible no identificarse con sus personajes o gustar de esta realmente recomendable película que a punto estuvo de no estrenarse comercialmente en pantalla grande. Una de las escasas sorpresas de la temporada. Spoiler: Por una de esas ironías de la vida (ya se sabe que Dios tiene un torcido sentido del humor) Kenny Waters murió en un accidente ridículo seis meses después de ser liberado. Después de las casi dos décadas de sacrificios que pasó la hermana para que le revoquen la sentencia es casi un chiste malo que el tipo se parta la cabeza en la vía pública de la manera más idiota. Claro, eso no podría estar nunca en la película. ¡Si parece una escena extraída de alguna de las tantas Scary Movie!
Amor con convicción Drama protagonizado por un gran elenco que incluye a Hilary Swank, Sam Rockwell y Minnie Driver, y que fue dirigido por Tony Goldwyn. Justicia Final El film nos trasladas del presente a 1980, en la localidad de Ayer, Massachusetts, donde uno de estos dos hermanos con una infancia de abandono materno, se ve envuelto en un caso de homicidio. Justicia Final es una historia basada en hechos reales y cuenta como Kenny (excelentemente interpretado por Sam Rockwell ) es acusado de asesinato, y condenado a cadena perpetua. Pero su hermana, Betty Anne Waters (la ganadora del Oscar, Hilary Swank), una madre y esposa dispuesta a perder su matrimonio y casi a su familia por probar la inocencia de su hermano. Y agotadas sus posibilidades de apelar su condena a través de los defensores públicos, aún no teniendo ningún tipo de estudios, decide ser abogada para defenderlo. Esta larga y emotiva lucha que durará 18 años, trasportará al espectador no sólo por la vida de estos hermanos entre flashforward y presente, sino entre emociones fuertes, alegrías, desesperaciones y una justicia final que tarda en llegar. La película que dirige el mismo de Siempre a Tu lado (2001) que contaba con Ashley Judd , Greg Kinnear y Hugh Jackman, que trabaja mucho en series televisiva y eso lo impregna en la pantalla. Pero a la vez sabe poner el sello de bueno momentos y sensaciones, además de lograr mediante el maquillaje, unas transformaciones únicas en los personajes durante estos 18 años. Justicia Final es un film que merece ser visto, no sólo por el gran elenco, sino por esta historia, que al igual que el ADN es la clave del caso, el mismo que los une como hermanos es más fuerte que los obstáculos y la perseverancia de una hermana que jamás se preguntó si su hermano era o no culpable. Eso quizás sea Convicción, amor con convicción.
Buenos actores en función de un guión que no los acompaña "Tengo un don", dice Kenny Waters con una sonrisa entre irónica y resignada. Es cierto, el hombre es simpático, camorrero y encantador, capaz de hacer reír a los policías de su pueblo que siempre lo tienen en la mira y de transformar una situación violenta en una broma. Pero, sobre todo, el mayor tesoro del tipo es su hermana Betty Anne. Ella lo va a buscar a la cárcel cada vez que lo detienen, se ríe de sus chistes y hasta pondera sus habilidades como padre, aunque él haya decidido llevar a su bebe de meses a un bar. Kenny y Betty Anne se criaron a los golpes -literales y figurados- entre la casa de sus abuelos y varios hogares adoptivos con una única constante: la mutua compañía. En el comienzo de Justicia final varias escenas establecen ese vínculo además de mostrar aquello que lo pondrá a prueba: un asesinato brutal del que Kenny será acusado por una policía interpretada por la ganadora del Oscar Melissa Lea. En un comienzo la película, inspirada en un caso real, logra evitar las trampas del melodrama al explorar la relación entre los hermanos, pero una vez que comienza las luchas legales, todo lo que apuntaba a un profundo drama familiar se transforma en un superficial derrotero de lucha contra el sistema. Ni siquiera las actuaciones de Hilary Swank como Betty Anne y de Sam Rockwell como Kenny consiguen elevar el material que el director Tony Goldwyn resuelve de manera convencional. Si bien la historia y sus protagonistas son interesantes y hasta insinúan ciertas ambigüedades prometedoras, el desarrollo del film no cumple. De todos modos, la acumulación de obviedades no opaca del todo la maravillosa presencia escénica de Rockwell, que encarna los matices de su personaje de la cabeza a los pies. Un chanta simpático y entrador que podría también ser capaz de asesinar a sangre fría. En el caso de Swank, la intensidad y la emoción de su composición impresionan pero sobre todo provocan una pregunta incómoda.¿Cuando encontrará esta actriz (y este actor), un guión digno de su talento? Alguno que, como Justicia final , no quede atrapado, -enredado-, por los hechos reales que lo inspiraron y que se anime a superar las constricciones de un relato demasiado apegado a fórmulas probadas y demasiado transitadas.
Convenciones muy bien intencionadas Cada tanto algún documental de Discovery Channel se ocupa de historias sobre un condenado a cadena perpetua que, tras pasar largos años en la cárcel, es liberado gracias a que las pruebas de ADN, no disponibles en los tiempos de su condena, muestran su inocencia. Este drama narra uno de estos casos, tal vez más impactante que otros por el hecho de que la hermana del falso culpable se dedicó a full al asunto, al puuto de recibirse de abogada para poder mover desde adentro los lentos engranajes de la justicia. La historia es atractiva y llena de buenas intenciones, pero demasiado lineal y no tan interesante como para que el espectador atestigüe, durante un buen par de horas de proyección, la larga espera de una década y media para que Hilary Swank insista e insista, poniendo a prueba la paciencia de todo el mundo que la rodea, en que su hermano Sam Rockwell es inocente. Si esto fuera un thriller, o al menos un drama tribunalicio, podría haber alguna maliciosa sorpresa en el desenlace, pero dado el cariz de drama realista que tiene todo este producto -jugado desde la premisa de que el espectador está familiarizado con el caso, muy promocionado por la prensa estadounidense en su momento- no sólo no hay sorpresas, sino tampoco matices que ayuden a darle mayor interés al asunto desde algún ángulo. Por ejemplo, prácticamente no hay más que una escena que muestre la angustiosa existencia del condenado en la cárcel, ni tampoco descripciones que revelen los sórdidos recursos corruptos de la polícía para lograr falsos testimonios en el momento del juicio, salvo apenas una escena con una casi irreconocible Juliette Lewis explicando los motivos de su perjurio. Las actuaciones son buenas, y la direccion es correcta ero terriblemente convencional y poco imaginativa. Aun en cable, este film bien intencionado corre con desventaja, ya que finalmente un documental sobre el mismo tema suele durar menos de una hora y puede resultar más ágil que este lineal drama de la vida real.
El rati horror show Basada en una historia real, Justicia Final nos va a con tar la incansable lucha de Betty Anne Waters por demostrar la inocencia de su hermano, que fue condenado a cadena perpetua por un crimen que no cometió. Para lograr su cometido Betty Anne estudió leyes y se enfrentó de manera obsesiva contra viento y marea por sacar a Kenny Waters de prisión. Justicia Final basa sus fundamentales fortalezas en el éxito que consigue en la traslación del sacrificio hecho por la protagonista en sus 18 años de pelea por la liberación de su inocente hermano. Tony Goldwyn, más conocido por interpretar al malo de Ghost, logra transmitir en la dirección del film el espinoso camino que tuvo que transitar Betty Anne, sin caer en golpes bajos ni exageraciones insoportables que pueden ocurrir dentro de los "films basados en historias reales". Por medio de la utilización del flashback, Goldwyn se encargará de contarnos la difícil infancia y el compañerismo que tuvieron en su vida los hermanos, aunque hay que destacar que este noble recurso es usado en algunas oportunidades en exceso, generando algunas confusiones con el tiempo de narración del film y también cayendo en la insoportable necesidad de subrayar, reforzar y repetir las cuestiones mencionadas entre los hermanos que ya habían sido mostradas claramente en secuencias anteriores. Los experimentados Hilary Swank y Sam Rockwell llevan adelante los papeles de los unidos hermanos con actuaciones incuestionables. Swank, que hace algunas semanas estuvo al frente del reparto de la horrible Invasión a la Privacidad, vuelve a nuestras carteleras con una interpretación a la altura de su nivel de talento. Rockwell tuvo en sus manos el papel más interesante de la obra por los distintos momentos que atraviesa a lo largo del metraje, y lo llevó adelante con total soltura convenciendo tanto en los momentos más duros, como en los que requieren una dosis de humor y carisma.
Anexo de crítica: Sin tratarse de una gran película, las virtudes de Justicia final son tres: el despojo de toda carga extra de sentimentalismo cuando ya de por sí la historia basada en hechos reales cuenta con aristas trágicas sin necesidad de subrayados; el equilibrio entre el desarrollo de los personajes y la condensación de un proceso judicial arduo; y por último, un notable elenco donde todos lo que participan se lucen, inclusive la protagonista Hilary Swank y el gran Sam Rockwell.
20 años no es nada... Había leído sobre el caso en que está basado esta película (hay un artículo muy interesante en inglés sobre el tema:http://truthinjustice.org/ken-waters.htm) y la verdad es que es impactante la duración y complejidad del mismo. "Conviction" es una película que nos presenta un hecho real acerca de la lucha judicial de una mujer corriente (Betty Anne Waters) de escasos recursos materiales, para demostrar la inocencia de su hermano, condenado nada menos que por asesinato. La historia es fuerte, se inicia con la muerte de Katharina Brow en 1980 y se cierra en 2001 con la revisión del caso, aunque pocos meses después, Kenneth Waters (el injustamente imputado hombre en cuestión) caería de un muro y encontraría la muerte accidentalmente. Extraña cosa la vida no? Bueno, volviendo esta producción, debemos decir que el tema sobre el que gira es movilizante y que era una inmejorable oportunidad para que Hillary Swank volviera a dejar alto su listón, luego de productos decididamente mediocres ("The resident", sin ir más lejos). Dirigida por Tony Goldwyn (se acuerdan del rival de Patrick Swayze en "Ghost"? ese mismo!), actor devenido en cinesasta, "Justicia final" se estructura apoyando todo su peso narrativo en la figura de sus dos protagonistas: Betty (Swank) y Kenneth (Sam Rockwell). Su relación a lo largo de los años y el afecto que se prodigaban es lo central en el film. Es cierto que el despliegue más visible es el del personaje de Swank, (es la que está afuera y se ve un proceso más dinámico en su derrotero) pero Rockwell no se queda atrás y como siempre, se muestra un actor de jerarquía, versátil y que se luce en el encuadre que más lo favorece, el drama. Betty sabe que su hermano es un tipo difícil. La ley lo busca siempre y él, hace lo posible por llamar su atención. No es malo, pero sabemos que su perfil da para generarse problemas, solito. Una ex novia de Ken muere en feas circunstancias (mutilada, un horror de crimen la verdad) y hay varios elementos que lo ligan al crimen. No sabemos muy bien (hábil manejo de la situación) si él cometió o no el hecho, pero si sabemos que la policía se la tiene jurada y que un culpable se necesita. Si bien logra zafar de la primera acusación, a los dos años de la muerte de Katharina, la cuestión se reabre y él cae preso. De ahí, juicio y condena. Su hermana está convencida de la inocencia de Ken. Nunca duda de la misma y es tanta su frustración cuando va descubriendo lo sola que está y los pocos medios materiales que tiene para enfrentar el proceso judicial y una re apertura del caso, que decide entrar a la Universidad y estudiar derecho. Sólo por el hecho de asistir a su hermano y demostrar su falta de mérito en el tema. A lo largo de toda la película veremos los problemas a los que Betty tendrá que enfrentarse para lograr justicia para su hermano. Cosa que sabemos complicada. Es más, en nuestro país tenemos un condenado por crímenes que no cometió (hay contundentes pruebas que demuestran que no fue responsable de los hechos), que también busca la revisión de su caso. Hablamos de Fernando Carrera, sonado caso argentino que sigue aún sin resolverse, (visiten http://es-es.facebook.com/pages/Justicia-para-Fernando-Carrera/136001626276?sk=info y vean el documental "El Rati Horror Show" de Enrique Piñeyro para interiorizarse de los fundamentos sin sentido, equivocaciones y encubrimientos que se dan en ese proceso ). La justicia es lenta y está viciada de manejos burocráticos que conspiran contra resoluciones ejecutivas en las que tiene que reconocer su error. Volviendo a "Conviction", es un drama de escritorio bien contado con intensas actuaciones de su elenco, entre los que también destacamos la solvencia de algunos secundarios que vuelven al ruedo después de un largo ostracismo (Juliette Lewis, por ejemplo) y la correcta fotografía y maquillaje, necesarios para retratar el pasaje del tiempo en la vida de los protagonistas. Una buena alternativa en cartelera si les atrae este tipo de cine.
Anexo de crítica: Si bien son incontables los dramas procesales sobre casos revisitados a la luz del paso del tiempo, Justicia Final (Conviction, 2010) se destaca del resto principalmente gracias a la eficacia naturalista del guión de Pamela Gray y las emotivas actuaciones de Hilary Swank y Sam Rockwell, dos intérpretes que en el contexto adecuado siempre terminan brillando...
El film comienza con el infalible cartelito de “basada en una historia real”, situación que acciona directamente sobre un axioma muy hollywoodense: si esta basada en hechos verídicos, no le creas nada. ¿Esto que significaría? Que el disparador, la chispa inicial de la producción puede ser que haya acontecido, el resto de la historia siempre se pone en duda. Como ejemplo podría citar “La tormenta Perfecta” (2000), dirigida por Wolfgang Petersen, que se baso en la existencia de una tormenta contemporánea a fines del siglo XX, de magnitudes bíblicas, pero la historia de los héroes de marras no se la podía creer nadie. El caso es que en esta oportunidad parecería ser que al igual que en “Erin Brockovich” (2000), de Steven Soderberg, la mayor parte de la historia si es real. Entonces entramos en otra disyuntiva, ¿cuál es la razón de cambiar el titulo original “Conviction” por el de “Justicia Final”? Mas allá de las razones a esgrimir, digamos que lo primero que formula, que instala, es del orden de previsibilidad del relato. Sería tan obvia la respuesta en relación a la pregunta como lo era en la publicidad del licor “Legui” en que el personaje preguntaba ¿por qué le habrán puesto caballos? (a la etiqueta). Mi idea es que las razones de modificación del titulo, esta respondida en la estructura narrativa. “Conviction” hace referencia directa al personaje de Betty Anne Waters (Hilary Swank), encuadraría, se afianzaría en ella todo el peso dramático del filme, dejando en segundo término al personaje del hermano Kenny Waters (Sam Rockwell). En algunos países se estreno simplemente con el nombre del personaje femenino. “Justicia Final”, recupera y coloca al personaje masculino en una primera línea, digo, para quienes entren a ver la película habríase instalado un doble interrogante. Por una lado en correspondencia a Kenny ¿Es inocente? Por otro en analogía a Betty ¿Podrá la hermana lograr su propósito? El mismo, digo, la intención de la hermana la conocemos en los primeros minutos de la proyección. La historia narra las vicisitudes que transita, la lucha y renunciamientos de Betty, cuando su querido hermano Kenny es acusado de homicidio. Ella es la única que le cree en su declaración de inocencia. Juzgado y sentenciado a cadena perpetúa, ella agotara todos los recursos legales para probar su inocencia, hasta llegar al punto de terminar la escolaridad y estudiar derecho en la universidad, aunque ello ponga en peligro la estabilidad de su propia familia. Durante el juicio, a principios de la década del 90, todas las pruebas lo inculpan, con el agregado de dos testigos, su ex mujer y una ex novia (Roseanna Perry, muy buena reaparición de Juliette Lewis). El comienzo del filme hasta parece promisorio, narrado clásicamente pero con algunas rupturas temporales, constituidas a partir de regresiones (léase flashbacks) en los que nos vamos enterando de la vida de estos hermanos desde su maá tierna niñez, la dura supervivencia a la que se vieron expuestos en una familia disfuncional, siendo su intima relación, el amor que se profesaban, lo que los mantuvo vivos. Me detengo un segundo para subrayar las increíbles actuaciones de Tobías Campbell como Kenny de niño, y especialmente Bailee Madison en la piel de Betty cuando niña, por supuesto que esto también depende y muchísimo de la dirección de actores, por lo que no voy a cometer el pecado de sacarle los lauros al realizador. Continuo. El actor Tony Goldwyn, el malo de la película “Ghost, la sombra del amor” (1990), acá en funciones de director, conoce el paño, maneja el estilo narrativo convencional hollywoodense con mucha pulcritud, situación que no desmerece al producto, y esta bien hecho. Hasta los puntos suspensivos que intenta e instala en la construcción del relato son tradicionales, esos momentos en que el espectador se empieza a preguntarse si Kenny es realmente inocente, aparece en la pantalla el mismo interrogante. Esta misma situación da cuenta que la fábula mantuvo despierto a los espectadores más allá de su previsibilidad narrativa, esto asimismo es todo un merito. En cuanto a los rubros técnicos digamos que están en función del relato, la dirección de arte, la banda de sonido, por lapsos en función de temporalidad, dando cuenta, sobre todos con temas musicales, del momento histórico en que se desarrolla la escena, por otros la música cumple una función entre empática y de refuerzo de la imagen. Pero lo más destacable son las actuaciones. El duelo actoral entre Sam Rockwell e Hilary Swank no determina ganador, sólo que el personaje de Kenny tiene más variables de composición que el de Betty, a ellos se agrega la anteriormente mencionada Juliette Lewis, y en menor medida Melisa Leo como la mujer policía que apresa a Kenny ,y Minnie Driver como la mejor amiga de Betty.
Una camarera contra el mundo Justicia final es una película correcta, sin nada nuevo para aportar, pero que a la vez complacería mucho a la crítica llamada “contenidista”, que se preocupa antes que en la forma, por las temáticas que despliega una película. En este caso, estamos hablando de un film que despliega tópicos como la corrupción policial; el sistema penal como instrumento opresivo de las clases bajas; la burocracia judicial; y el balance entre la paternidad/maternidad y las metas personales. El film de Tony Goldwyn utiliza como escudo la historia real de Betty Anne Waters (Hilary Swank), una camarera que estudia derecho y se recibe de abogada con el sólo objetivo de esclarecer el caso de su hermano (Sam Rockwell), quien fue condenado a cadena perpetua por un homicidio de brutales características. Su basamento en esta historia verídica le permite hacer que suenen creíbles ciertos acontecimientos que en cualquier otro caso parecerían inverosímiles -hay un error burocrático que termina favoreciendo a Waters que el espectador puede aceptar porque es perfectamente consciente de que el sistema no funciona precisamente a la perfección-, aunque también el modelo hollywoodense del biopic lo obligue a incluir cuestiones familiares que retrasan la narración o a personajes como el de Loren Dean que terminan siendo de relleno y nunca alcanzan una entidad sólida. Es también gracias a algunos méritos de su forma que Justicia final llega a consolidarse como una película casi didáctica en el buen sentido. Es sutil en su presentación de los hechos, sin regodearse en las desgracias que atraviesa el relato, excepto en los flashbacks que explicitan demasiado los padecimientos durante la etapa infantil de los hermanos Waters. Cuenta además con el plus de Swank, Rockwell y Minnie Driver (el papel de amiga de fierro de la protagonista le calza a la perfección), que eluden el trazo grueso en las interpretaciones e incluso trabajan más orientados hacia el objetivo de generar empatía en el público a través de vínculos entre cariñosos, ingenuos y simpáticos. Lo de Melissa Leo es un tanto diferente, ya que le bastan un par de apariciones, gestos y modos para dejar en claro que es la representación siniestra y resentida de la mujer dentro de las fuerzas de la ley. Pero antes que nada, Justicia final es un pequeño cuento de amor entre dos hermanos, que se quieren en las buenas y en las malas. Y de una hermana con una convicción inquebrantable, frágil pero finalmente decidida a todo, siempre dentro de los parámetros de la ley. A partir de allí es que pueden dispararse unas cuantas interpretaciones político-sociales. Asemejándose a sus protagonistas, tan pequeños como dignos, el film no hace tambalear demasiado el panorama de la cartelera cinematográfica argentina, pero demuestra que no se necesita patalear o hablar a los gritos para bajar línea.
En Justicia final la libertad es un desayuno bajo el sol a la vera de un lago. Justicia final es otra de esas películas para (me considero culpable) desdeñar sin ver: historia real, drama sobre el esfuerzo de una persona combatiendo contra todo, crítica al sistema, actuaciones tensas para el premio anual, todo contado como en un telefilm, sin demasiado esfuerzo, y con una musiquita que refuerza el espíritu redentor. “¡Tu puedes!”, pareciera ser el discurso que baja desde la pantalla. Y no voy a negar que algo de eso hay en este film dirigido por Tony Goldwyn, pero también hay que señalar que la película es mucho más digna de lo que uno imagina, especialmente por el recorte que hace el director de una historia bastante inverosímil pero, al fin de cuentas y por increíble que parezca, real. Kenny Waters (Sam Rockwell) fue condenado a cadena perpetua en 1983 por un terrible crimen. Su hermana (Hilary Swank), que trabajaba en la barra de un bar, confía ciegamente en su inocencia y ante la imposibilidad de costear un abogado de nivel, decide ella misma estudiar Derecho, recibirse, representar a su hermano y sacarlo de prisión. Difícil. Mucho más cuando la propia Betty Anne Water tiene que llevar adelante un matrimonio con dos hijos. Sin embargo la historia le pondrá delante otras complicaciones: burocracia judicial, resentimientos y un entramado de mentiras que sirven para mantener un status quo. En la empresa a la buena de Betty Anne se le van unos 12 años de su vida. Así las cosas, Justicia final es de esas películas que, conociendo de antemano cómo termina y a sabiendas de que está construida sólo como un instrumento didáctico y aleccionador, termina jugando su suerte al punto de vista que sostenga el realizador, a qué le interesa al que narra de todo el cuento. Y Goldwyn, que cuenta con intérpretes notables y que están en buena forma (se agradece la vuelta en grande de Minnie Driver), acertadamente deja de lado lo referido al esfuerzo personal de Betty Anne (su carrera universitaria está mostrada en escorzo) para detenerse en los pequeños detalles que connotan el absurdo del sistema en el que vivimos, por ejemplo que de haber estado viviendo en otro Estado Kenny hubiera sido ejecutado por la pena de muerte. Goldwyn, que hace acordar a también otro actor/director Thomas McCarthy y su Visita inesperada, narra con un tono seco un tema grande: los momentos épicos para sus personajes son casi siempre situaciones mínimas, cotidianas, triviales (un fax que llega imperceptiblemente, por ejemplo). Son esos momentos los que valen de Justicia final, y que incluso permiten la emoción. “¿Eso es todo? ”, pregunta Kenny. Y le sacan las esposas. La libertad en la película es un desayuno bajo el sol a la vera de un lago.
La narración se desplaza constantemente desde el momento en que se cometió el crimen y las dos décadas en las que Kenny estuvo preso. El diseño de producción y las correctas actuaciones de todo el elenco tratan de resolver son soltura las flaquezas de un guión convencional que apenas raspa la superficie de una historia con mayor (desaprovechado) potencial dramático. Los recuerdos de las travesuras de la infancia de los hermanos apelan a un sentimentalismo tan básico que son contraproducentes a la agilidad de la narración. Además de los siempre convincentes Rockwell y Swank, hay pequeñas participaciones de Clea Du Vall, Juliette Lewis (casi irreconocible), la reciente ganadora del Oscar Melissa Leo y Minnie Driver, quien continúan en su camino por reinsertarse en el mundo del cine, trabajo que viene realizando de a poco pero con constancia.
Está en los genes Con el máximo rigor que se puede esperar de un (tele)filme esquemático, los seis primeros planos de Justicia final muestran la escena de un crimen. Se nos advierte que la historia está basada en un hecho real y que todo empezó en 1980, en Ayer, Massachusetts. Después conoceremos al supuesto asesino: Kenny Waters (Sam Rockwell). Luego a su hermana, Betty (Hilary Swank), quien se convertirá en su abogada. Desde un inicio las coordenadas simbólicas de los personajes serán claras: el patrimonio de Betty y Kenny ha sido quererse y sostenerse. En más de un sentido son sobrevivientes de un sistema económico, tanto como su madre, que apenas ha podido criarlos. En efecto, la clase trabajadora norteamericana de zonas periféricas no vive en el sueño americano. ¿O sí? En 1983, Kenny, que tiene una hija todavía bebé, será acusado de haber apuñalado a una mujer alemana, ligada superficialmente a la niñez de los hermanos. La esposa, inesperadamente, declarará en su contra y una ex novia también aportará algún dato agravante. La evidencia está en la palabra, y la verdad jurídica es el corolario de un relato. Kenny no es precisamente una criatura serena, pero su proclividad a la violencia jamás hará dudar a su hermana de su inocencia. Serán unos largos 18 años para probarla, y en ese tiempo Betty criará a sus hijos, se separará de su marido, trabajará como camarera y estudiará derecho con un solo objetivo: liberar a su hermano. Goldwyn, como cualquier director, toma decisiones. Los flashbacks de manual acerca de la infancia suministran la indefensión de los niños y suelen enfatizar la ligazón entre los hermanos adultos. Los personajes resultan unidimensionales: están los buenos, los corruptos, los sensibles y quienes están perdidos. Para demostrar el tesón proletario, todos los intérpretes giran alrededor de Swank. El viejo mito del individuo que vence momentáneamente al sistema revive aquí sin escrúpulo, aunque el discreto aporte del filme pasa por recordarnos que una prueba de ADN es más poderosa que un discurso y un testimonio. Ya sabemos que si un filme arranca con una declaración sobre el carácter verídico del relato esto implica saber algo más al final de la película. Se nos contará que triunfaron y veremos la fotito de los verdaderos protagonistas. Validación de una fantasía colectiva y mágica que equipara la vida con las películas. Será por eso que nada se dice acerca de la muerte de Kenny en un accidente, tan sólo seis meses después de que parecía haber regresado a la vida.
Betty Anne Waters (Hilary Swank) trabaja como moza en un bar mientras cría sola a sus dos hijos. Su dura vida cambia de modo radical cuando condenan injustamente a cadena perpetua a su hermano Kenny (Sam Rockwell). El hombre es un alocado y díscolo personaje de vida rumbosa. Ese perfil desordenado lo coloca en una situación comprometida y termina acusado de un brutal crimen. Desesperada por la injusticia e impulsada por su incontenible amor filial, la mujer busca una solución por sus propios medios iniciando la carrera de leyes para defender a su hermano. Si el filme no estuviera basado en una historia real, seguramente resultaría poco creíble que alguien pensara en una solución tan remota. Pero el director Tony Goldwyn explota a fondo el talento de Hilary Swank, quien consigue meterse bajo la piel de una hermana tan sobreprotectora como tenaz, y transmite en forma convincente la impotencia que siente una mujer sola frente al mundo, ante la titánica tarea de terminar una carrera universitaria para buscar la liberación de su hermano. Sam Rockwell, correcto en su papel de chivo expiatorio de un delito ajeno, colabora para que el filme gane en nervio y tensión dramática. Desnudando las marañas leales que suelen entrampar en sus redes a los menos avisados, el director se empeña en mostrar a una luchadora solitaria que desafía a un sistema legal que se encuentra muy lejos de la perfección. Una propuesta que revaloriza el esfuerzo humano.
Los Hermanos Sean Unidos Justicia Final o Conviction es una de esas películas basadas en hechos reales que se han vuelto famosos por la determinación de su protagonista y la historia emotiva que lo caracteriza. En ese sentido, no aporta nada nuevo a la gran pantalla, sumada a la cuestión de estar relacionada con los procesos judiciales estadounidenses, puede generar un efecto de hartazgo en algunos espectadores. Para los que no están cansados con este tipo de dinámicas, Conviction es una buena opción, que ofrece una historia linda y emotiva, de esas que uno piensa... "ojalá todos fuéramos como los protagonistas", produciendo una sensación de esperanza y afecto por la vida. Por otro lado, pone en pantalla a grandes actores que hacen un muy buen trabajo, desde Hilary Swank hasta la intermitente Juliette Lewis, pasando por un Sam Rockwell ENORME, demostrando una vez más, lo poco valorado que está en Hollywood. Trabaja bastante, es verdad... pero se merece roles mucho más protagónicos que los que interpreta normalmente. Para los que no saben, el film trata sobre una mujer ya casada y con hijos que decide entrar a la escuela de derecho y recibirse como abogada sólo para poder sacar a su hermano de la cárcel, ya que éste fue acusado de un crimen que supuestamente no cometió. Toda la historia se centrará en la lucha constante de Betty Anne Waters (Hilary Swank) para hacer malabares entre su propia familia a la que ha ido descuidando y la ardua tarea de recuperar viejas pruebas que le den una oportunidad a Kenny (Sam Rockwell) para demostrar su inocencia. Dirige el actor y director Tony Goldwyn al que seguramente recordarán como el mal amigo de Patrick Swayze en "Ghost" o como el Coronel Bagley, archienemigo de Tom Cruise en "El Último Samurai". Como director ha estado a cargo de pocos largometrajes, siendo este el más importante de su carrera. Para cerrar, se puede decir que se ha abordado esta trama con seriedad y precisión, ofreciendo un drama entretenido y emotivo, pero sin buscar ese sentimentalismo que empalaga y cae como una bomba al estómago cinélico. En ese sentido, la aplaudo.
Historia de dos hermanos Puede que sea tanto su compromiso con los papeles que interpreta como el tipo de películas que elije, o quizás incluso la forma en que la dureza de sus rasgos faciales expresan los diferentes sentimientos. Pero, y como al fanatismo siempre le sobran excusas, voy a decir que la síntesis y razón principal por la que me decidí a ver esta película fue Hilary Swank. Igualmente, y más allá de las preferencias personales, el casting femenino de Justicia final merece al menos un pequeño comentario: todos son rostros conocidos y a la vez extraños, de esos que uno no ve de manera muy frecuente y que al mismo tiempo encajan juntos como piezas de un rompecabezas, como si en realidad procediesen de un mismo mundo lejano. Las actuaciones de Swank, Minnie Driver, Clea DuVall, Juliette Lewis o Ari Graynor no sólo vienen a delatar una implícita debilidad por las mandíbulas pronunciadas –de las que me confieso, una vez más, fanática– sino también una constante prolijidad en la forma de contar la historia y una idea de cohesión en las decisiones tomadas a lo largo de toda la película. Justicia final es un film basado en hechos reales, concebido en un período total de diez años y que cuenta la historia de Betty Anne Waters (Hilary Swank), una madre de familia que deja de lado todo para ponerse a estudiar abogacía y así poder ayudar a su hermano Lenny (Sam Rockwell), preso en la cárcel por haber sido encontrado culpable de un homicidio que no cometió. Unas primeras imágenes de la escena del crimen y de barrios con casas solitarias y antiguas probablemente hagan pensar en una de esas películas sobre homicidios brutales, en las que una víctima siempre omnipresente y fantasmal es el centro a partir del cual se despliegan toda una serie de intrigas y sospechas sobre los posibles asesinos y sus estrategias. Pero, y aunque Swank me haya guiado alguna vez hacia La Dalia Negra, de poco podrían servirle estas formas y sus respectivos efectos a Justicia final. Así es que, por ejemplo, las fotos de la escena del crimen nunca se ven demasiado cerca ni aparecen mucho tiempo en pantalla y el protagonismo de la víctima asesinada es casi nulo (de hecho, jamás conocemos su apariencia física). Quizás se vea más claramente esta manera particular de relato en los registros de imágenes de la niñez de los dos hermanos, casi completamente despojadas de los típicos filtros de cámaras lentas, gritos reverberados y melodías dramáticas; sus posibles impactos quedan reducidos ante la dinámica que abarca todo y que tiene su eje puesto en mostrar el vínculo entre Betty y su hermano, y de preferir esa profundización antes que dar paso libre al golpe de efecto. El espectador ansioso por degustar intrigas, sospechas, avances y retrocesos en el caso tal vez encuentre en esta conciencia en algún punto enderezadora del relato una insatisfacción inquietante. El cúmulo de situaciones que no encuentran un cierre o una aclaración en la historia es amplio: ni la duda sobre si Kenny realmente es inocente, ni el verdadero culpable (si es que en verdad hay uno) y ni siquiera el triste dato de su muerte apenas seis meses después de salir de la cárcel se dignan a aparecer y a esclarecer en Justicia final. El gran misterio que atraviesa aquellos hechos refleja sin embargo esa constante global que les da su misma coherencia. En tanto eje, la prioridad del vínculo entre los hermanos por sobre todo lo demás tiene su punto clave justo en el desenlace, a través de una resolución casi simbólica. En este final es donde, con un Kenny en libertad casi tan triste como en plena mitad del relato y con diálogos y planos nada pretenciosos, la película nos habla de los grandes esfuerzos por conducir la mirada hacia la relación fraternal y su perpetuación a través del tiempo; más allá del crimen, de la indiferencia de Kenny ante su liberación e incluso de aquello que la historia no quiso contar (sospecho: tal vez hubiese reducido las posibilidades de éxito de esos esfuerzos) y que es su posterior y repentina muerte. En honor a las elecciones de Goldwyn y su equipo, dejo este golpe en mi anteúltima oración sin el punto final que tanto reclama: Justicia Final es la historia de dos hermanos llamados Betty y Kenny, un emocionante relato que, si bien dista de ser perfecto, tampoco está cerca de causar indiferencia.
A pocos días de cumplirse un año de su estreno en los Estados Unidos, llega a nuestras carteleras este emotivo e inspirador drama basado en la verdadera historia de una mujer que dedicó casi 20 años de su vida para liberar de la cárcel a su hermano. Ella nunca perdió la fe y afirmaba que fue condenado erróneamente a cadena perpetua por el crimen de una mujer que fue encontrada asesinada en su propia casa de Ayer, un pequeño pueblo rural ubicado en Massachusetts. A pesar de las inconclusas pruebas y los dudosos testimonios que lo señalaban -a principios de los años '80- como el culpable, Betty Anne Waters (una indiscutida Hilary Swank) está convencida de su inocencia y decide luchar para demostrarlo y anular la sentencia con nuevas pruebas. ¿Cómo? Finalizando sus estudios secundarios y aplicando a la Facultad de Derecho para así convertirse en la abogada defensora de Kenneth Waters, papel a cargo de Sam Rockwell. Pero en el camino, mientras se enfrenta a un sistema legal que no le gusta admitir sus errores, Betty sacrifica su propia vida y arriesga su matrimonio (afrontando un divorcio puesto que su esposo no soporta la obsesión de la protagonista), por lo que no le queda otra que encontrar el equilibrio entre su trabajo como mesera en un bar, su rol como madre soltera de dos hijos (Conor Donovan y Owen Campbell), y sus estudios. En su lucha, cuenta con la ayuda de su amiga Abra Rice (Minnie Driver), quien estudia con ella abogacía, y de Barry Scheck (Peter Gallagher), líder de "Proyecto Inocencia", una asociación especializada en ese tipo de casos y que basa sus apelaciones en el análisis de ADN, avance científico y técnico que años después le permitió a esta hermana sumamente desesperada, reabrir el caso de su amado hermano Kenny. Claro que el inconveniente que se les presenta es recuperar toda la evidencia que fue tenida en cuenta durante el juicio, y que aparentemente ha sido destruida por el paso de más de 10 años. La tensión y la complicación del caso, van en aumento como así también la intriga y la duda del espectador sobre la inocencia de Waters. La película, inteligentemente dirigida por el actor Tony Goldwyn (conocido por su papel en "Ghost, la Sombra del Amor") nos invita a ser testigo de la lucha que atraviesa el personaje interpretado por una actriz de oficio como lo es Hilary Swank. La trama, abarca esos casi 20 años y explora, mediante flashbacks, el profundo vínculo que existe entre estos dos hermanos que se criaron en las más difíciles circunstancias por los descuidos de su irresponsable madre. El elenco de esta producción que mantiene la incógnita hasta el final (uno espera el golpe bajo) se completa con Melissa Leo como Nancy Taylor, policía del pueblo que se empeña en encarcelar a Kenny; Juliette Lewis como Rosanna Perry, la ex-novia del convicto, Clea Duvall como Brenda Marsh, ex esposa y madre de la única hija de Kenny y Loren Dean como Rick Miller, el ex-marido de Betty. Dato interesante El título original de la película, aquí traducido "Justicia Final", es "Conviction", palabra que en inglés significa sentencia y/o convicción. Interesante el doble significado de esta palabra que aquí, lo resume todo.