Una mujer sola en una casa grande a orillas de un lago empieza a vivir fenómenos paranormales. La sinopsis de La casa oscura podría corresponder a decenas, quizás cientos de películas de terror. Aunque la de David Bruckner no es una película de terror “pura”, en tanto abraza con la misma fuerza el terror sobrenatural y el thriller psicológico. ¿Acaso todo lo que ocurre es real, o se trata de una maniobra de la conflictuada mente de Beth? Porque Beth tiene motivos para no estar en sus cabales. La acción arranca un par de días después del suicidio de su marido. Nada en ese hombre invitaba a suponer un destino trágico, por lo que en ella se mezcla el dolor por la pérdida y la sorpresa por lo inexplicable. Es así que, mientras vuelve a su trabajo como docente, empieza a hurgar en los objetos de su marido para encontrar alguna pista que pueda darle una certeza sobre lo ocurrido. Y, efectivamente, el muchacho tenía unos cuantos secretos. Empezando por varias fotos de una mujer muy parecida a Beth. Y siguiendo por una construcción de madera en la que distintos objetos parecen orientar las hipótesis hacia el espiritismo. A medida que intente adentrarse en los pliegues de su pareja, Beth empezará a tener distintas visiones cuyo grado de realidad resulta imposible de dimensionar para ella. Afirmada en la presencia en prácticamente todas las escenas de Rebecca Hall, La casa oscura, como Ritual, la película anterior de Bruckner, no hace del duelo un motivo de llanto y quiebre sino un potencial disparador de locura. Una locura contenida, fría e introspectiva que lleva al film a un terreno ambiguo e inquietante. Pero a medida que avance el metraje, el guion de Ben Collins y Luke Piotrowski empieza a enredarse en explicaciones que esfuman gran parte del misterio que hasta entonces había construido, convirtiéndose así en un poco más que un correcto ejercicio de género.
Dicen, al menos, lo hace un personaje en esta película, que todos tenemos secretos. Inclusive Owen, que formaba una pareja aparentemente feliz con Beth (Rebecca Hall). Pero bueno, un buen (o mal) día, Owen se subió al bote que tenía amarrado en el muelle, en la casa frente al lago que él había construido para vivir con su amada. Se sentó, tomó un revólver y se disparó en la cabeza. Cuando el espectador comience a desandar La casa oscura, apreciará si aquél fue un buen o un mal día. Porque la trama de la película de David Bruckner, un tipo adicto a las historias de terror, que ahora está precisamente rodando una nueva versión de Hellraiser, el clásico de Clive Barker, irá develando que Owen tenía más de una sorpresa para Beth. Y que no era un solo secreto. Como muchas películas de terror, La casa oscura transcurre mayormente allí, en el hogar de Beth. Tremendo caserón, solitario, por más que la profesora piense en venderla, no sé, pasar el duelo allí. Sola. Y que haya ruidos de noche. Y que se encienda el equipo de música. Y que Owen la llame por el celular. Lo mejor de La casa oscura es que a medida de que se avanza, los enredos son más y mejores. Beth no es de recurrir a amigas, pero si escuchara a Claire (Sarah Goldberg, de la serie de comedia Barry, por la que fue candidata a un Emmy)… A lo mejor no se complicaría la vida. Claro, pero no tendríamos película. Lo que pasa es que Beth quizá, tal vez, tenga parálisis de sueño. Esa es una opción. Y como viene la cosa, sería la más deseable, dentro de lo desesperante. Pero Beth no escucha consejos, y cuando descubre una foto de otra mujer en el celular de su marido, cree que Owen la engañaba. Dejemos acá. Rebecca Hall ha tenido, cuando en Vicky Cristina Barcelona la dirigió Woody Allen -a quien ahora aborrece- un halo entre misterioso y romántico. Algo que le viene bien a Beth, pero ello se irá diluyendo cuando la protagonista se ponga a investigar. Inofensivos pero valientes ¿Vieron que sólo en el cine y en la literatura de suspenso, personajes que parecían inofensivos e indefensos, terminan siendo más valientes que lo que aparentaban? Los miedos y las dudas se disipan -y en el caso de Beth, más que enfrentar un duelo, lo que hace es ir más allá del dolor-, y terminan motivados para llegar al fin de la cuestión. Cueste lo que cueste, y que el público se pegue los sustos que se merezca. Como si se tratara de alguna de las películas de Actividad paranormal, en las que todo lo malo transcurre de noche, en La casa oscura uno desde la platea espera que pronto se haga de día. Hay apariciones sorpresivas, golpes de efecto, sonidos rimbombantes, lo sobrenatural, y un desenlace…
Rebeca Hall protagoniza un inquietante thriller sobrenatural Presentada antes de la pandemia durante el Festival de Cine de Sundance y comprada por Searchlight Pictures para su distribución, La casa oscura, la nueva película de David Bruckner, es una aceptable propuesta que, aunque no asusta como promete, ofrece un relato atrapante en el que se destaca la gran labor de su protagonista. La primera conclusión tras ver La casa oscura se relaciona con una tendencia que las películas del nuevo terror padecen -o en la que incurren voluntariamente- desde hace un tiempo considerable: priorizar el drama por sobre el terror. En relación a ello, cabe distinguir que la nueva película protagonizada por Rebeca Hall respondería con mayor precisión a un thriller con elementos sobrenaturales que, por momentos, intenta asustar. Obviamente, la subjetividad del público será determinante a la hora de procesar los elementos que caracterizan al género (los jumpscares y los climas terroríficos no faltan), pero ante todo, no puede ignorarse que La casa oscura apunta hacia otro lado, cuestión que puede llegar a desconocerse si las únicas referencias provienen de la campaña publicitaria de la película. Los planos fijos iniciales del film, además de presentar la asfixiante casa en la que transcurrirá gran parte del metraje, también se detienen en pequeños indicios (como pañuelos usados, retratos y antidepresivos) que retratan el traumático presente de Beth (una soberbia Hall), quien acaba de sufrir el suicidio de su esposo, Owen (Evan Jonigkeit). En medio de la negación y la ira que implica el trágico duelo, Beth comenzará a sentir una extraña presencia que, además de las redundantes manifestaciones con las que éstas suelen contar, también sumará la particularidad de su estricta relación con el espacio en el que acontece la obra. Para no adelantar en demasía, este último punto posee numerosas similitudes -primordialmente formales- con El hombre invisible (Leigh Whannell, 2020), donde gran parte de la tensión también era construida sobre el juego entre lo físico y lo incorpóreo. Claro que habría miles de referencias anteriores y más significativas para citar en relación a ello, pero las coincidencias de puesta en escena en relación al film protagonizado por Elizabeth Moss son más que notorias. Por otro lado, el director David Bruckner, al igual que en la obra de Whannell, o inclusive en su primer largometraje (El ritual, 2017), concentra en su(s) protagonista(s) un gran componente traumático que resulta esencial a la hora de desarrollar el conflicto. No obstante, en su ópera prima esta cuestión no dejaba en segundo plano la construcción de perturbadores climas o secuencias desesperantes, mientras que el eje de La casa oscura se sostiene especialmente en el tormento psicológico que atraviesa Beth y, complementariamente, en el terror que pueda surgir gracias a la entidad protagonista. A pesar de estas cuestiones, más ligadas a la idea de entender ante qué tipo de propuesta estamos y no así a su calidad, La casa oscura resulta una película más que atendible y que continúa la gran notoriedad del género en los cines durante este año. En ese sentido, uno de los principales méritos que ostenta es el de apartarse audazmente de resoluciones que podrían haber resultado tan catastróficas como ridículas. Tras algunas situaciones redundantes y que no aportan demasiado, cuando todo parece dirigirse hacia el refrito burdo de obras recientes o, incluso peor, a una reversión con elementos sobrenaturales de La chica del tren (Tate Taylor, 2017), aún sin brillar la película logra salir airosa y que el resultado final no derive en un completo desastre. Hay suficientes momentos de tensión como para que el relato no decaiga, una magnífica interpretación de Rebeca Hall y una buena construcción del misterio. Todo es a fuego lento, una máxima a la que el género parece estar sujeta de manera decidida en el último tiempo. Probablemente, quienes sigan desconcertados con Maligno encuentren aquí una propuesta que responda más a sus intereses, mientras que los que todavía continúen fascinados con la película de James Wan corran el riesgo de sentirse un tanto invadidos tanto por la forma como por el contenido de la obra. Desde ya, está mal generalizar aunque no así advertir.
Un intenso thriller psicológico con Rebecca Hall Con múltiples referencias a películas clásicas del género, el film transita su narración entre la fascinación por la esencia del ser humano y explicar aquello que escapa al entendimiento pero que se manifiesta en la cotidianeidad de la protagonista. Beth, encarnada por la siempre efectiva Rebecca Hall, es una docente de clase acomodada que acaba de enviudar. La drástica decisión tomada por su marido (Evan Jonigkeit) le cambió la vida de un día para otro, y mientras reúne las piezas del rompecabezas para comprender detalles que desconocía de él, lo sobrenatural acude a la inmensa casa que habita y comienzan a suceder fenómenos que nadie puede ayudarla a comprender. Entonces, allí, en ese punto en donde todo parece mentira y, en ocasiones, producto de la dolorida mente de la protagonista, La casa oscura (The Night House, 2021) urde un relato de sombras y tinieblas, en las que el devenir narrativo termina por generar más intrigas y cuestionamientos que aquellos que en el inicio se disparaban. El inteligente guion de Ben Collins, otro conocedor del género como el realizador David Bruckner (Ritual, Amytiville, VHS), brinda información con cuentagotas sobre Owen (Jonigkeit), y convierte al espectador en un compañero de “investigación” de Beth, tratando de hilvanar las partes de una historia desconocida que llevó a su esposo a tomar la drástica decisión de ponerle fin a su vida, y que esconde en su interior, un complejo entramado de concepciones acerca de la vida, la muerte, y aquello puede marcar a fuego a un sujeto. Con el duelo como tema central y eje del personaje protagónico, La casa oscura crea un laberinto del cual Beth no podrá escapar, pero tampoco el espectador, que irá a la par de la mujer desenrollando el ovillo de lana hasta encontrar la punta que finalmente revele qué es lo que realmente sucedió con su marido, en esa casa y con un pasado que se desconocía. Hay muchas ideas en la película que, lamentablemente, no terminan nunca de cerrar, y se resiente la lograda tensión y climas ominosos percibidos durante la primera parte de la película. Pese a esto, Rebeca Hall potencia la historia, con una interpretación que se aleja de lugares comunes y que además presenta un personaje femenino poderoso, que independientemente de la “oscuridad” que posee el relato, brinda destellos luminosos en escenas en las que se revela como una actriz todoterreno que se pone al hombro la película y disuelve lagunas que nunca se terminan por aclarar.
Si son fan de la saga Hellraiser la nueva película de David Bruckner alienta a entusiasmarse con el próximo regreso de Pinhead a cargo de este realizador. Un artista que presentó una enorme evolución en sus últimos trabajos, como la antología Southbound, SiREN y The Ritual pese a que su obra no tiene la difusión que merece. En La casa oscura ofrece otra buena película donde pudo lucir su talento narrativo para elaborar muy buenas atmósferas inquietantes que contribuyen a que los espectadores se enganchen con el relato. En esta producción Bruckner se alejó del estilo de film de horror que brindó en sus trabajos previos para elaborar una propuesta dentro del thriller psicológico. De todos los imitadores de James Wan que surgieron en los últimos años, este artista es el que mejor evoca su estilo sin la necesidad de copiarlo de manera burda. Sobre todo a la hora de manejar los momentos de tensión. La narración elabora con solidez la intriga y no contamina el relato con jump scares innecesarios que por lo general sirven de relleno para tapar la falta de ideas argumentales. Tanto la presentación del misterio como los aspectos psicológicos son interesantes y el film cuenta con la enorme ventaja de tener a Rebecca Hall en el rol protagónico, quien sobresale con una muy buena interpretación dramática. La trama lidia con temas complicados como la depresión que no solemos ver a menudo en propuestas de este tipo (Hereditary fue otro buen ejemplo) y aunque no todo funcione en la película al menos se nota el esfuerzo del realizador por hacer algo distinto. A diferencias de sus trabajos previos, los contenidos que se desarrollan y el misterio tienen una mayor prioridad ante el terror que en esta oportunidad terminó relegado a un plano más secundario. Si bien el conflicto contiene elementos sobrenaturales y referencias al ocultismo, el foco de la dirección está puesto está puesto en la crisis emocional de la protagonista y dificultades para lidiar con la muerte de su marido. Si hubiera que objetarle alguna debilidad a La casa oscura es que la resolución de la historia tal vez no está a la altura de la intriga que se había construido y el final deja sabor a poco. Al guión le faltó una pulida en ese aspecto, sin embargo no me parece que eso afecte la experiencia que ofrece el film en su integridad. Para algunos espectadores también podría resultar aburrida por su narración lenta pero ese es un tema que entra en el terreno de los gustos personales. En mi caso no me pareció monótona y le valoro que por lo menos se esforzara en contar algo con más contenido en lugar de plantear un catálogo de escenas de sustos banales. En un año donde no abundaron las buenas película de terror ésta al menos es una opción para tener en cuenta.
La oferta de terror en la cartelera no para de crecer, y La Casa Oscura es una buena opción para seguir asustándose en las salas locales La oferta de terror en la cartelera no para de crecer, y La Casa Oscura es una buena opción para seguir asustándose en las salas locales Siempre ha habido un poco de drama, de trauma, en las películas de terror. Por lo menos, en las mejorcitas. Pero, quizás atribuible al impacto que la “revolución A24” ha tenido en el género durante los últimos años (con el nuevo clásico Hereditary de Ari Aster a la cabeza), la proporción que le corresponde a cada ingrediente en la fórmula de lo que pensamos una buena de terror han ido ajustándose. Allí reside la mayor fortaleza de La Casa Oscura (The Night House, literalmente La Casa Nocturna o La Casa de la Noche), la nueva película de David Bruckner (El Ritual). En dejar que el drama gane terreno ante los sustos, tanto en tiempo de metraje como en convenciones genéricas. Desde la primera escena, que nos muestra a Beth llegando a su casa junto al lago tras el funeral de su marido, queda claro que el drama humano será uno de los motores de la historia. Si esta apuesta funciona, es porque las actuaciones están a la altura, particularmente la de la protagonista, Rebecca Hall (Iron Man 3, Godzilla vs. Kong). Su retrato de una mujer atormentada por el luto y la duda en que la sumerge el inesperado suicidio de su esposa ancla toda la película, que tiene un poco de unipersonal. La decisión de Hall retratar el duelo no como el cliché de la tristeza lacrimógena, sino como una situación que llena de enojo en la imposibilidad de comprender la lógica detrás de una ruptura con la cotidianidad tan profunda eleva la apuesta por el drama. Ayuda también que el guion de Ben Collins y Luke Piotrowski , junto con dirección de Bruckner, ofrecen un par de escenas donde Hall puede desatar toda la dimensión de las contradictorias emociones que atraviesan a Beth, como una salida after office con colegas de trabajo o un careo con una de las “amigas” de su difunto esposo. Es en esas escenas, tensas y llenas de conflicto humano, donde la comparación con Hereditary está más a mano. El otro puntal de La Casa Noctura es su capacidad de crear una sensación del lugar, de hacernos habitar la modernosa, vidriada casa junto al lago en que Beth y su marido armaron una vida juntos. Esto es en gran medida un triunfo de la cinematógrafa, Elisha Christian, que con sus encuadres y una locación con personalidad propia, nos ubica siempre en tiempo y lugar. Ojo, no es Fincher en Panic Room, pero está muy bien. De a poco, claro, el terror más tradicional se va metiendo en la película. Al principio, lo hace con elegencia, mediante algunos elementos de utilería excelentemente diseñados (un cuaderno de dibujo sospechoso, unos libros sobre ocultismo ominosos, una estatuilla perversa). Promediando el metraje es quizás donde estas dos fuerzas, el drama y el horror, aparecen mejor balanceados. Los primeros sustos son trillados, saltos en la butaca motivados por ruidos fuertes que rompen el silencio, pero bien que te hacen saltar. La casa oscura La cosa se desarma hacia el tercer acto, cuando la necesidad (o imposición) de ofrecer explicaciones deletreadas y mostrar un “monstruo” o “malo” barren con la ambigüedad en la que habita con grandes resultados los primeros dos. Y, en todo caso, si la idea era ir a fondo como suele hacer Aster en sus películas, se quedan más bien cortos. En definitiva, La Casa Oscura es una buena opción de terror dentro de una cartelera que se ha visto saludable en ese frente. Un tercer acto trillado y forzoso en su explicaciones y revelaciones le impide aspirar a la altura que sugiere durante el nudo de la película. Pero aún así muy recomendada, especialmente para los fans del género.
El duelo como fuente de algo más que tristeza y drama es un mecanismo explorado por el cine de género y el thriller psicológico. En La casa oscura hay una mujer, Beth (Rebecca Hall), que intenta recomponerse tras el suicidio imprevisible, incomprensible de su marido. En la casa del título, a orillas de un lago, el director David Bruckner ubica a una protagonista que plantea la ambigüedad: cuánto de lo paranormal que vivirá ocurre y cuánto es producto de una incipiente locura. Lo cierto es que en la vida del difunto había unos cuantos secretos, que Beth descubre en soledad. Objetos extraños, signos de espiritismo, fotos de otra mujer, demasiado parecida a ella. Las visiones empiezan a acompañarla, a medida que hurga en el lado desconocido de quien creyó conocer del todo. La soledad, hermana del duelo, como territorio fértil para el quiebre psicológico. En un film que consigue sugerir e inquietar, aunque prefiera luego tomar caminos menos interesantes.
Demonios y duplicados. Un saludo sobrio, una fuente de comida cedida como consuelo (y a los pocos minutos arrojada a la basura), son señales que indican qué le está sucediendo a Beth (Rebecca Hall), la protagonista de esta historia que (efectivamente) está atravesando un duelo porque acaba de perder a su joven marido. Ahora ella se encuentra sola en una casa enorme junto al lago, diseñada exclusivamente por el difunto, y el shock emocional se impone por sobre el dolor, aunque no tardará mucho en hacerse carne. Como puede, Beth intenta volver a la normalidad, dar clases; ver a sus amigos… tratar de racionalizar lo inentendible, ¿por qué su marido tomó semejante decisión? Sumida en el desconcierto, la mujer comenzará a experimentar ciertas situaciones en su casa. Ruidos extraños, objetos que se encienden solos, además de padecer las más turbias pesadillas. Pareciera que algo la acecha, y a medida que hurgue entre las cosas de su esposo, más se acentuarán estos hechos inexplicables, además de descubrir una realidad paralela hasta ese momento insospechada. La película básicamente se sostiene por la sólida actuación de Hall, quién se ve muy convincente al exteriorizar sus estados alterados, y con causa. Es cierto también que, hasta antes del desenlace de la historia, el guion acompaña fielmente a nuestra chica, ya que el timing del thriller y el terror funcionan como relojito. Sumado un clima que a medida que la cinta avanza se va tornando cada vez más oscuro y confuso. Entra en juego una cuestión especular que abre paso a la ambigüedad. Una ambigüedad que alimenta la intriga y esa sensación de dejar al espectador tan desorientado como lo está el protagonista, al punto de pensar si a Beth realmente le están sucediendo estos hechos fantasmales, o si su mente le está jugando una mala pasada. Además del duelo, ella acaba de descubrir que la persona que estuvo al lado suyo gran parte de su vida, es un total desconocido; encima lo extraña (y es comprensible). Todo fluye hasta el tramo final. Es aquí donde La Casa Oscura desacopla ese clima tenso y de interés que venía sosteniendo, con la necesidad de tener que explicar todo, o mejor dicho de justificar todo tipo de actos que muy a pesar de nuestra protagonista, han acontecido. El clímax se desluce con una resolución apresurada y algo desarticulada, que no se ajusta a la lógica narrativa que venía desarrollando. Por más que resulte trillado a veces menos, es más.
Terror y suspenso, mas suspenso que terror aunque las vueltas de la trama, las presencias intuidas y especialmente los efectos de sonidos llevan a más de un verdadero sobresalto a los espectadores. Lo que le ocurre a la protagonista podría tener tranquilamente una lectura psicológica de la depresión y las consecuencias de un hecho del pasado. La viuda de un hombre que se suicido dejando una nota criptica, está asustada pero también enojada y es valiente, quiere descubrir a toda costa todos los secretos ocultos de quien fue su marido. La hermosa casa junto al lago de enormes paredes vidriadas, rodeada de bosques y con una curiosa escalera que lleva hasta el agua, es el lugar perfecto para crear climas fantasmales y malévolos. La fotografía de Elisha Christian, el guión de Ben Collins y Luke Piotrowski (que tiene sus trampas) y la dirección de David Bruckner (“El ritual”) forman un buen equipo para un film que asusta y se ve elegante y estilizado. Pero por sobre todo es sobresaliente la actuación y la entrega de Rebecca Hall que no suaviza ninguna de las rispideces del carácter de su protagonista. Su Beth es odiosa, irónica, sobresaltada, y su trabajo admirable.
Hay miles de películas sobre casa embrujadas pero, cuando el fantasma es el del arquitecto que la construyó, el asunto puede ponerse más interesante que de costumbre. Esto es lo que sucede en la nueva película de David Bruckener, que hizo algunos buenos intentos con “El ritual” y uno de los fragmentos de la película en episodios “VHS”. Todo está visto desde el punto de vista de la viuda del arquitecto, sorprendida por el hecho de que la única en la pareja que tenía depresión, o alguna instancia autodestructiva, más bien era ella. Lo cierto es que a pesar de los intentos de una amiga y un vecino por ayudarla o consolarla, la protagonista se queda sola en la hermosa pero aislada casa junto a un lago, donde pronto empiezan a pasar cosas raras y no precisamente placenteras. Ademas de las presencias sobrenaturales y los fenómenos extraños, la viuda también descubre ciertos secretos de su difunto marido, relacionados con lo oculto. “La casa oscura” tiene sus momentos y sus sustos, pero básicamente recurre a un estilo narrativo un poco enroscado para contar cosas demasiado familiares. Con todo, la actuación de la protagonista Rebecca Hall es convincente, y los detalles sobre arquitectura y ocultismo no dejan de resultar interesantes.
"La casa oscura", nueva versión del mito del que vuelve de entre los muertos En su ópera prima El ritual (2017), el británico David Bruckner mostraba capacidad para desarrollar personajes y plantear una dinámica entre ellos, calibraba con justeza la pendulación del relato entre lo doméstico y lo inquietante y se lanzaba finalmente de cabeza a lo sobrenatural, encarnado en una entidad poco o nada frecuentada por el género. Hollywood tomó nota y lo llamó. De técnica pulida y presupuesto medio, La casa oscura parecería ser la pista de lanzamiento a un proyecto más ambicioso que la industria le ha encomendado: la remake de Hellraiser, clásico del género en los 80. El paladar de Hollywood no es afín a menúes que se salgan de la norma, por lo cual a aquella primera cocción con impronta propia la sucede una en la que el cocinero se limita a servir, con la mayor prolijidad posible, la clase de cena ante la cual nadie se pregunta quién la preparó. Nueva versión del mito del que vuelve de entre los muertos, La casa oscura tiene por protagonista a la docente de secundaria Beth (Rebecca Hall), cuyo marido acaba de suicidarse. Como corresponde, Beth vive en una casa aislada junto a un lago, con un único vecino en las inmediaciones, el paternal Mel (Vondie Curtis-Hall). Tiene una colega y amiga, Claire (la rubia Sarah Goldberg, memorable en su papel de Sally en la genial serie Barry), su contrapeso realista a partir del momento en que Beth empieza con eso de que oye ruidos raros por la noche. Sucede lo que pasa de El bebé de Rosemary para acá: revolviendo entre las cosas del marido, la protagonista encuentra unos planos, mensajes, anotaciones y libros raros, en este caso bastante menos inquietantes que los escritos de Steven Marcato. Filmada como por un aprendiz aplicado que se cuida de no embarrarla, evitando caer al menos en el efectismo visual al uso (ver Maligno), aquel pasaje de lo ordinario a lo extraordinario, que Bruckner lograba tan bien en su film previo, aquí parece estacionarse en el plano de lo craso. Los secretos que ocultaba la figura del marido son más de alcoba que del otro mundo (aunque una vuelta de tuerca final quiera llevarlos sin mucha convicción hacia allí), y los miedos que sufre Beth, en lugar de poner los pelos de punta parecen peinar con aliño sus noches en vela. Pesa tan poco esa fuerza de lo desconocido que en las buenas películas de terror funciona como agujero negro, que sus angustias, soledad, temores y algún exceso alcohólico parecen los de una viuda cualquiera. Por supuesto que el hecho de que la protagonista esté interpretada por una actriz tan sensible como Rebecca Hall ayuda a que el espectador se interese por lo que le pasa a su personaje. El problema es que a su personaje le pasa poco.
“Tenías razón. No hay nada”. Esas palabras se dibujan en la nota escrita por el marido de Beth (Rebecca Hall) antes de su violento suicidio a bordo de un pequeño bote. Frases que reverberan en la mente de la viuda días después de esa muerte que la deja sola y cautiva de su casa junto al lago. La casa es su única compañía, y en las noches alguien parece visitarla, dejando sus pasos marcados, la música encendida, presencias espectrales que aguardan en la sombra, en el recoveco más oscuro de los propios sueños. La casa oscura podría pensarse como una película sobre la negación antes que sobre el duelo, sobre los mecanismos de protección que ensayamos ante los más terribles silencios y descubrimientos. Y sin abandonar esos dilemas sobre el después de la muerte y la angustia del vacío que nos aguarda –es clara la referencia a La hora del lobo, el acercamiento más evidente de Ingmar Bergman al terror-, David Bruckner (El ritual) modela su puesta en escena sobre un terror que prescinde de golpes de efecto y monstruosas apariciones, que es capaz de subvertir lo conocido para convertirlo en su espejo más siniestro. Pero el gran mérito de la película es la interpretación de Rebecca Hall, una actriz capaz de dar a su personaje todo un abanico de emociones sin reparos ni excesos. Su Beth transita el perfecto calvario del género, sometida a asedios fantasmales, a exploraciones en el bosque, a revelaciones inaceptables, pero también una cruzada metafísica, expresada en un cuerpo convertido en drama, en la carne verdadera de esas tinieblas.
Dirigida por David Bruckner, "La casa Oscura" presenta a la profesora Beth (Rebecca Hall) quien enviudó recientemente y está dolida y confundida. Owen (Evan Jonigkeit) se fue de manera trágica y ella recién está tomando dimensión de su nueva realidad ya que nada hacía preveer ese final. Vive en una casona solitaria frente a un lago, en la que descubre huellas donde supuestamente no debería haber nadie. Además escucha ruidos extraños mientras duerme, la música suena inesperadamente desde el equipo a la madrugada y al empacar ropa, fotos, y libros del difunto, se encuentra con datos inesperados sobre quién era Owen en realidad y encienden de manera furiosa su curiosidad. Decide investigar la vida de su esposo a través de distintos datos, inscripciones en libros y fotos desconocidas para ella. Además de los ruidos, Beth sufre pesadillas, por lo que no sabemos si sus vivencias son reales o imaginarias. El elenco incluye a Sarah Goldberg (Claire) la mejor amiga de Beth y a Vondie Curtis- Hall en el rol de Mel, su vecino. Rebecca Hall hace un gran trabajo ya que su personaje atraviesa un enorme rango de emociones, pero el guion de Ben Collins y Luke Piotrowski abre demasiado el abanico dejando preguntas sin respuestas. Otra cuestión es intentar clasificarla en un género...Terror? Drama? Suspenso? No está definido. Otro intento decepcionante, y es una lástima porque tenía todo, actuaciones, diseño de producción, efectos visuales, cinematografía y la música de Lovett para ser una gran película.
La primera media hora de La casa oscura es verdaderamente buena. El director David Bruckner (El ritual, 2017) construye una atmósfera misteriosa y desarrolla un personaje principal que logra mantener la ambivalencia de la historia gracias a su capacidad para pasar de lo cotidiano a lo aterrador. De entrada nos enteramos de que Beth (interpretada por una magnífica Rebecca Hall) está en pleno proceso de duelo tras el suicidio de su marido Owen (Evan Jonigkeit). Beth vive en una casa a la orilla de un lago construida especialmente para ella, y de a poco trata de reincorporarse a su trabajo como docente. A Beth le cuesta el día a día, y encima empieza a sentir ruidos extraños en la casa, a escuchar voces como si fueran las de su marido, y a tener sueños que parecen reales, con visiones confusas. Es debido a estos sueños y ruidos recurrentes, y a señales bastante extrañas (como huellas de barro en el puente que conduce al lago), por lo que Beth les pregunta a sus amigos si creen en los fantasmas. Beth no se conforma con las opiniones de sus pares y empieza a hurgar en las pertenencias de su marido, hasta que descubre una foto de una mujer parecida a ella en el teléfono del difunto. Y no solamente descubre esa foto, sino muchas fotos más, de otras mujeres, lo que hace que todo a su alrededor se torne oscuro, sobre todo cuando, por un camino del bosque que rodea la casa, descubre una casa prefabricada de madera y un vecino le confiesa que vio a su marido andar de noche por ese lugar. Es indudable la capacidad que tiene Bruckner para sembrar el misterio y enganchar con lo que está contando, ayudado por la excelente actuación de Hall. Pero el problema es que, a medida que avanza, amaga con varios caminos sin tomar ninguno, como si nunca se decidiera a contar una historia sobrenatural con brujería incluida o a hacer un thriller psicológico de terror. Y cuando finalmente se decide por la historia de un fantasma, tampoco se decide si hacer de ese fantasma una entidad mala o una presencia buena. Bruckner intenta construir terror como consecuencia del duelo y de una experiencia con la muerte que tuvo la protagonista en el pasado, detalle un poco forzado del guion para justificar el giro final. La casa oscura es un mejunje de posibilidades que no se terminan de cocinar porque su director no se decide con los temas y géneros que maneja. Se entiende su intención de ser una película profunda, que intenta dar un paso más allá del simple susto efectista y del entretenimiento superficial. Pero lo que consigue es quedar como una película cursi, con esa idea de un fantasma que en realidad es la nada o la muerte en forma de espíritu que viene a buscar a la protagonista. La dimensión filosófica que quiere tener La casa oscura es de lo más torpe y fallida. El resto, la actuación de Hall, el suspenso sostenido, la atmósfera, la fotografía y la utilización de la canción de Richard Thompson, Calvary Cross, es un acierto que la hace llevadera y que logra sostener las complicaciones de la trama. Sin embargo, la película tiene ese dejo de cursilería y de pensamiento entre inocente y ambicioso que nunca llega a cuajar porque nunca decide qué película quiere ser.
El esposo y sus laberintos David Bruckner se hizo conocido en el marco del cine de terror mediante un lento derrotero profesional que lo llevó a participar en tres antologías del rubro de resultados artísticos muy desparejos, nos referimos a La Señal (The Signal, 2007), Las Crónicas del Miedo (V/H/S, 2012) y Southbound (2015), trampolín para eventualmente saltar a su debut en solitario en el campo de los largometrajes, El Ritual (The Ritual, 2017), interesante opus británico que el realizador norteamericano encaró con maestría y que ya anticipaba su costumbre de combinar ingredientes diversos, algo evidente en su segunda obra con plena autonomía, La Casa Oscura (The Night House, 2020), donde una vez más puede verse su apego hacia el suspenso de desarrollo meticuloso. Mientras que El Ritual contaba con una primera parte símil aventuras angustiosas en sintonía con Deliverance (1972) y El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999), un segundo capítulo que apostaba al acecho y las peleas cíclicas de trabajos como Diabólico (The Evil Dead, 1981) y El Descenso (The Descent, 2005) y finalmente un último acto en el que se daba cita el funesto ritual del título, ese que le debía mucho a El Hombre de Mimbre (The Wicker Man, 1973) y La Bruja (The Witch: A New-England Folktale, 2015), en La Casa Oscura tenemos un formato de thriller de acoso ochentoso/ noventoso disfrazado de los fantasmas del J-Horror y del acervo de James Wan, todo con toques tanto del ecosistema onírico de David Lynch como del surrealismo modelo Donnie Darko (2001) y el hostigamiento etéreo psicosexual de El Ente (The Entity, 1982). El asunto arranca con el suicidio del arquitecto Owen (Evan Jonigkeit), quien se pega un tiro en la boca a bordo de un pequeño bote en un lago lindante a la paradisíaca residencia que compartía con su esposa de 14 años, Beth (Rebecca Hall), una maestra de primaria que desconocía por completo que el varón tenía un arma y no comprende las motivaciones o la enigmática nota de despedida, “tenías razón, no hay nada, nada te persigue, ahora estás a salvo”, posible referencia a un punto de discrepancia de la pareja en materia de la creencia del arquitecto de la vida después del óbito y la certeza por parte de la fémina de que no existe nada, algo de lo que puede atestiguar porque padeció un accidente automovilístico años atrás y estuvo oficialmente muerta por cuatro minutos. Beth rápidamente preocupa a su mejor amiga, la también profesora Claire (Sarah Goldberg), y a un vecino de color, el veterano Mel (Vondie Curtis-Hall), porque comienza a sufrir una colección de pesadillas/ visiones con ruidos repentinos, mensajes varios inexplicables y sobre todo una presencia amenazante que la viuda confunde con su marido, al que extraña mucho y por ello cae en la bebida y un comportamiento errático. La docente comienza a curiosear en las pertenencias, el teléfono y la computadora del finado y descubre fotos de mujeres parecidas a ella, planos para una casa invertida idéntica a la que ambos compartían y hasta libros sobre caerdroias, léase laberintos de césped galeses que se utilizan para confundir a espíritus malignos, todo encima coronado por un muñeco símil vudú y un aparente devenir como asesino en serie. La película no tiene un gramo de originalidad pero está sostenida por dos pilares de hierro, primero el manejo del suspenso de un Bruckner al que nadie corre para que acelere la narración y que aprovecha muy pero muy bien ese guión algo pobretón de Ben Collins y Luke Piotrowski, un equipo conocido por las olvidables Sirena (Siren, 2016), Tiempos Oscuros (Super Dark Times, 2017) y Stephanie (2017), y segundo el extraordinario trabajo de la genial Rebecca Hall, intérprete sublime que asimismo supo brillar en Un Día Lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York, 2019), Christine (2016), El Regalo (The Gift, 2015), La Última Canción (Tumbledown, 2015), Transcendence (2014), Circuito Cerrado (Closed Circuit, 2013), Atracción Peligrosa (The Town, 2010), Frost/ Nixon (2008), Vicky Cristina Barcelona (2008) y El Gran Truco (The Prestige, 2006), entre otras. En películas bienintencionadas aunque tan derivativas como La Casa Oscura resulta fundamental que la protagonista o el protagonista resulte creíble y justifique de por sí el periplo retórico ya que los latiguillos de las moradas embrujadas, el acecho de ultratumba y los traumas arrastrados con persistencia a lo largo del tiempo no son precisamente terreno virgen para un séptimo arte de las últimas décadas que los ha explotado hasta el cansancio en innumerables faenas. En este sentido, los detalles de que la entidad de turno, “Nada”, hable con regularidad con Beth y que ésta descubra a una posible amante de Owen, la empleada de librería Madelyne (Stacy Martin), complejizan el núcleo y lo alejan de la intercambiabilidad anodina actual. Este segundo largometraje de Bruckner confirma el talento del director aunque debemos sincerarnos y afirmar que no está al nivel de su ópera prima, una realización más redonda que hoy por hoy muta en cierta eficacia del pasado pero en un relato común y corriente, más de cadencia reposada atmosférica que vinculado a un hipotético frenesí porque aquí lo que prima es el horror gótico y ese andamiaje de retro thriller de atosigamiento del que hablábamos previamente, aunque reemplazando un posible giro hacia el slasher con la noción del espectro endemoniado o psicopático y su homóloga de la afinidad con la parca a lo Destino Final (Final Destination, 2000). En vez de aquel muchacho disfrazado de conejo del averno de Donnie Darko o el arsenal de delirios sardónicos superpuestos de Lynch aquí tenemos secuencias nocturnas que por un lado van ensuciando la memoria del arquitecto y por el otro lo pintan como un títere del montón que es utilizado por Nada para reencontrarse con la apetecible Beth, a quien conoció en el accidente de tránsito de antaño y de la que definitivamente quedó “enamorado” porque no deja de repetirle al marido que lo mejor para todos sería que se la envíe con un moño al Más Allá asesinándola cuanto antes, de allí la demasiado rebuscada subtrama de los intentos en vano de Owen en pos de engañarlo con una casa duplicada a la inversa y con regalos compensatorios que encima no consiguieron hacerle olvidar a su presa/ fetiche/ juguete principal, hablamos de una retahíla de féminas semejantes a la maestra a las que el hombre mató a golpes o ahorcándolas. La Casa Oscura reflexiona con inteligencia sobre el duelo en una pareja de muchos años y que se quiere en serio, estado de dolor que jamás se supera e incluso conduce a celos póstumos, acerca de los arcanos que cada sujeto se guarda para sí mismo, esas cosillas que atesoran obsesiones pero también espacios de autonomía y de alejamiento del ojo ajeno, y finalmente sobre la posibilidad de contagiar a los seres queridos trastornos psicológicos que progresivamente mutan en condenas y dilemas cada vez más problemáticos, verdadero eje del film porque lo que ella considera en un inicio algo manejable, léase un insomnio que salta de Beth a su esposo, se transforma en un indicio del cataclismo hogareño por venir ya que en suma es la mujer la que sin darse cuenta arruina la existencia del dúo al traer al tercero en discordia a la casa del lago, esquema narrativo que Bruckner interpreta en términos de un atolladero de sospechas por parte del personaje de Hall y en materia de la locura de un Owen que no sabe cómo lidiar con Nada y opta por no pedir ayuda con vistas a eliminar el acoso por cuenta propia, nunca una buena opción porque los solitarios siempre son los primeros en morir…
“La Casa Oscura” Crítica. La oscuridad detrás del duelo No todo es lo que parece en este film de suspenso dirigido por David Bruckner. Maria Paula Iranzo Hace 5 días 0 43 Después de la pérdida de un ser querido, una pareja, su ausencia es notoria: falta su voz, su tacto, su lado en la cama está vacante. Pero qué pasaría si uno descubriese que la persona amada no era quien decía ser y escondía un perverso secreto. Este es el dilema que afronta la protagonista de La Noche Oscura, que se estrenará el próximo 23 de septiembre en cines. El thriller comienza con Beth (Rebecca Hall) intentando rehacer su vida después del inesperado suicidio de su esposo. Se quedó sola en una casa llena de recuerdos buenos y malos, ya que a muy pocos metros de ahí, en el medio de un lago, es donde ocurrió la tragedia. Pero lo extraño no tarda en aparecer: huellas humanas, voces familiares y visiones perturbadoras connotan una presencia que la llevará por un camino de revelaciones que desafiarán su cordura. Al todo suceder de noche, el film se permite varios momentos de calma, a veces un poco largos, pero eso hace que los sobresaltos sean más efectivos y la atención esté más presente. Por lo que son los efectos especiales los que ayudan bastante a lograr esa sensación de algo en la nada misma, o sea, que el borde de una columna pueda convertirse en una silueta que se mueve repentina y velozmente sobre el espectador. En el trasfondo de películas de thriller/suspenso se puede encontrar la expresión de los miedos que enfrenta el ser humano, y esta no es la excepción. La interpretación de Rebecca Hall tiene un balance entre fuerza, fragilidad y persistencia; perdió a su compañero de vida, pero no va a parar hasta poder entender qué pasó. Finalmente, es importante remarcar la lección más importante que deja La Casa Oscura tras salir de la sala, y que se encuentra escondida en el film: no importa cuánta oscuridad haya alrededor, si uno se rodea de las personas correctas, se puede dar pelea.
TREN FANTASMA La casa oscura es una de esas películas imperfectas, llena de fallas o pasos en falso, pero que en su insistencia mórbida halla las mejores cualidades mientras los tumbos de la historia y su proceder estético pelean por lograr un producto decente y acorde. Primero, aclaremos, este humilde cronista siempre se entrega a las películas que visiona o revisiona, entre alguna que otra resistencia, por lo que también aloja en sus venas el goce más allá de su oficio analítico. Es decir, corta, se entrega a la emoción, a la risa catártica, al vilo del suspenso y al salto repentino de los terrores cinematográficos más guasos. Con La casa oscura pasó algo particular: entré como como rengo a la muleta, sufriendo cada tormento de su atormentada protagonista, la maestra de primaria Beth (Rebecca Hall, grande como siempre), mujer emocional y sensible que afronta el desconcertante suicidio de su marido y que resiste sola, abrumada por la depresión, en un caserón a las orillas de un lago. Hasta ahí bien. Vamos bien. Beth lidia con la pérdida como puede, intenta hacer un duelo en silencio, alejado de la urbanización y conecta cada tanto con alguna que otra amistad. Hasta este punto sabemos que algo tiene que surgir para romper con ese intento de paz interior, espiritual. Como no somos ningunos peleles, nuestras sospechas se concretan: algo comienza a acecharla por las noches, una entidad (que linda palabra, la empata otra más, “otredad”) que no podemos ver pero que se manifiesta golpeando puertas o encendiendo el equipo de música a todo volumen en horarios de protección al menor. Una entidad que viene a molestar, como toda entidad en el cine de terror. Vale aclarar, por las dudas, que La casa oscura es una película de terror, sí, de ese género que muchos reniegan e intentan hacer pasar como “thriller sobrenatural”,o peor, “thriller psicológico”, alimentando la falsa intelectualidad y creyendo que con esa denominación lo emancipan de la vulgaridad, de lo zonzo. Pero no, es al revés gente. Ya que hay reseñas dirigiéndose a esta película con estos términos poco felices y pretenciosos. Sigamos. Beth comienza a tener sueños lúgubres y extraños, que serán cuestionados si por alguna razón eran una realidad disfrazada de pesadillas. Hasta este punto tenemos algunas cuestiones: ¿es ese vecino amable que cada tanto la contiene sospechoso de algo?, ¿el ex marido es la entidad que fastidia por la madrugada porque se ve que en el más allá no hay nada para hacer? ¿Beth está tan mal que todo lo que ve es producto de su estado mental? Bueno, en parte sí y en parte no, algunas se resuelven y otras no. Beth comienza a investigar un par de fotos que encontró en el celular de su difunto esposo, donde ve a otra mujer. Eso impulsa su paranoia y, en consecuencia, encuentra un secreto muy revelador y para nada desdeñable que se agradece bastante pero que trae consigo algunas cuestiones irresueltas. Porque además de haber sido un tipo atractivo, arquitecto talentoso y amoroso, el hombre guardaba consigo unos secretos tan turbios que mejor haberlos llevado a la tumba. Beth, entre sueños que tal vez no sean tan sueños, paranoias varias, emociones incontenibles y la mala costumbre de no prender luces aun cuando es atormentada por la otredad (avisé que me gusta esta palabra), empieza a entrar en un plano surreal y perturbador, que en su transcurso hacen del relato un rompecabezas críptico que es lo más desfavorable y anticlimático del film, guiándonos hacia unos 30 minutos finales algo densos y más vuelteros que el recorrido del 176. Vamos por partes dijo Jeffrey Dahmer (si, es un chiste). Una vez que arranca, en su función iniciática, hacia los terrores primarios del relato sobrenatural in crescendo, la película está muy lograda. Principalmente por momentos de tensión rematados por golpes de efecto que, más allá de su naturaleza efectista, son efectivos y hacen dar unos saltos que mejor no tener el celular a mano porque va a terminar en la cabeza del espectador de la primera fila o en el pasillo del cine. En este plano podemos decir que es un tren fantasma que busca, escarba profundo las más variadas formas de asustar porque en esencia, y más allá de sofisticaciones innecesarias de su historia, lo que realmente importa es divertirse. Que a uno lo asusten en un cine (la película, no el espectador escondido entre las butacas) es parte del divertimento, de la fiesta, del goce (mencionado anteriormente) de ver este tipo de relatos. Cuando la cosa se pone peluda, es decir críptica, casi un crucigrama para resolver en el subte, es donde la diversión termina. Más allá de algunas perturbaciones que pueda despertar, como lo han hecho innumerables films, lo fundamental es pasarla bien: porque nos contaron bien una historia, porque nos divertimos, a pesar de los malos tragos de sus personajes; porque se nos pasó el tiempo volando, nos emocionamos y la vivimos; por enumerar un par de sensaciones honestas. Obvio que también debe haber un espacio para la reflexión, la contemplación y la profundización de todo marco teórico dentro de una obra. Pero aun así, más allá de si una película lo permite o no (así como nuestro conocimiento) el cine se disfruta. Siempre, sea Hitchcock, Truffaut, Fellini, Aristarain, Ford o Michael Bay quien esté detrás de la cámara, más allá de conocer al responsable y de saber hacia dónde nos lleva. Lástima que La casa oscura se queda a la mitad, entre ideas irresueltas y hasta un tanto confusas, engorrosas, algunas pretensiones vagas (pero que la condicionan brutalmente) y algunas reiteraciones innecesarias. Por lo demás no está nada mal: el tren fantasma dio un viaje escalofriante, funesto y disfrutable que vale cada susto, cada golpe efectista y alguna representación esotérica sobre la psiquis rota y sus consecuencias. Perdonando eso, no se la pasa nada mal.
La casa oscura es un thriller protagonizado por Rebecca Hall, en la que interpreta a una viuda acosada por un espíritu maligno. Está dirigida por David Bruckner, y completan el elenco Sarah Goldberg, Evan Jonigkeit, Vondie Curtis-Hall y Stacy Martin, entre otros. La historia se centra en Beth (Hall), una mujer que atraviesa el duelo por el suicidio reciente de su esposo, y empieza a ser acosada por un espíritu, además de tener visiones perturbadoras que confunde con sueños. Lo que la lleva a investigar sobre el pasado de su difunto cónyuge, sacando a la luz terribles secretos. Es necesario aclarar que, si bien tiene varios puntos en común con la recientemente estrenada Maligno, su puesta en escena es diferente, porque carece del efecto sorpresa, razón por la que resulta ser una película aburrida. Porque carga toda la tensión dramática en su omnipresente protagonista, con la que los espectadores compartimos el punto de vista, pero los datos para resolver el misterio resultan escasos, por eso tanto los jumpscares como los sonidos fuera de campo carecen de efectividad. A lo que se suma el problema de la fotografía, a cargo de Elisha Christian, cuya excesiva oscuridad en los planos nocturnos dificultan la visualización, haciendo que el espectador pierda interés en lo que ocurre. Porque si bien se entiende la idea que se busca con las imágenes, que es convertir a este lugar de ensueño en una pesadilla luego de la tragedia, la utilización de tonos fríos hubiera resultado más adecuada para marcar dicho contraste. En conclusión, La casa oscura es una película que no funciona porque en lugar de mantener activo al espectador lo aburre, especialmente por la oscuridad de una fotografía que dificulta la visualización. Pero lo más importante es que el misterio que se va revelando con el correr de la trama y su respectiva resolución en el clímax tampoco convencen, lo que hace que a pesar de tener escasos momentos bien logrados resulte fácilmente olvidable.
LOS DEMONIOS INTERNOS Beth (Rebecca Hall) acaba de quedar viuda: su marido, Owen (Evan Jonigkeit) decidió una noche subirse a un pequeño bote que tenían cerca de la casa y dispararse en la cabeza. Beth está en shock: ni ella ni nadie parecían intuir nada que pudiera indicar esa decisión y ella ni siquiera sabía que él tenía esa pistola. Pero ese impacto demoledor, que la chocó como un tren a toda velocidad, muy pronto se redobla, ni bien empieza a pasar las noches en soledad en su casa, ya que comienzan a darse situaciones cada vez más extrañas e inquietantes. Cosas que la hacen pensar que no está tan sola en ese hogar y que se relacionan no solo con el pasado de su esposo, sino también con su propio pasado. Uno que creía haber olvidado y que vuelve a hacerse presente. Como buena película de terror psicológico, La casa oscura es en el fondo un drama y los sustos son una expresión de una conflictividad no resuelta, acechante, de miedos que no se han resuelto y que a lo sumo estaban en un segundo plano. El temor está en lo que no se sabe, pero también en la contradicción entre lo que se quiere saber y a la vez, porque se intuye que la respuesta puede ser terrible. La verdad es lo que atemoriza, los secretos, el pasado enterrado o aguardando a desenterrarse, tanto física como mentalmente. Si en El legado del Diablo el horror se hacía cercano a través de lo familiar e incluso lo genético en combinación con lo demoníaco; en La casa oscura el acercamiento a partir de la pareja, de ese compañero al que, a pesar de la añoranza, a la protagonista se le hace progresivamente cada vez más desconocido, a la par que abre interrogantes sobre ella misma y su propia historia. A medida que pasan los minutos, La casa oscura se va convirtiendo en una metáfora sobre el dolor de la pérdida, la dificultad para hacer el duelo correspondiente y la depresión no tanto como situación coyuntural, sino como una enfermedad incontrolable e incurable, que incluso puede conducir a la locura. Eso le permite al film pararse en un lugar que propone un más allá desesperanzado, un vacío abismal, casi lovecraftiano, donde la espiritualidad cobra matices que rozan lo macabro. El director David Bruckner construye este entramado con una gran solvencia, aprovechando al máximo lo espacial, el sonido, las luces y sombras para crear atmósferas oníricas profundamente desestabilizadoras. Hay, de hecho, un puñado de secuencias construidas alrededor del tema Calvary Cross, de Richard Thompson, que ponen los pelos de punta y alteran los nervios, transmitiendo una angustia difícil de igualar. Claro que la puesta en escena cuenta con una gran aliada en Hall, quizás una de las actrices más subvaloradas de los últimos tiempos. Su protagónico aquí es un tour de force emocional, con un personaje que atraviesa casi todos los estados posibles, a tal punto que no puede confiar ni en ella misma. La solidez de su interpretación hasta le permite manejar un humor negro muy particular, donde su Beth ataca y a la vez se defiende de quienes la rodean. Y si su personaje está lejos de ser alguien perfecto y puro, sí se puede intuir y empatizar con su confusión, su dolor y sus temores. Como el relato, Beth/Hall despliega una dualidad constante, que va de la mano con lo que explicita el título de la película. Es cierto que en los últimos minutos La casa oscura cae un poco en su nivel, de la mano de una resolución que quizás vuelca demasiadas explicaciones y un cierre que posee algunas vetas excesivamente tranquilizadoras. Pero, al mismo tiempo, ese final, donde se consolida la veta dramática de la película, posee un último plano tan ambiguo como perturbador. Es que, al fin y al cabo, hay demonios internos que solo pueden aquietarse, aunque siguen ahí, acechando.
Aunque en cierto sentido la película “cierra” su historia con un deux-ex-machina un poco apresurado, hay una idea. Una idea es ya mucho en el cine que nos atosiga semana a semana desde hace algunos años. Aquí el cine de terror se combina con su verdadera matriz, la del melodrama. El amor, llevado a un extremo, lleva a extremos desaforados, a la locura de ir más allá de lo posible. Los temas de esta película son los del doble -hay una casa que es igual a otra casa; una mujer o mujeres que son como otra mujer- y la idea de ir en contra del destino, contra el Mal en estado puro que es la nada misma. El vector es menos el efecto especial (los hay) que el trabajo de Rebecca Hall, que es un cuerpo y un rostro sometidos primero a la pérdida, luego a la tristeza, luego a la incredulidad, luego a la desesperación, luego al horror. Y en cada etapa de ese viaje, llevado a cabo con mano diestra, nos lleva con ella a los espectadores, hasta que el tapiz fantástico se nos vuelve creíble. No es perfecta la película, pero apunta a algo más que asustar: apunta a contarnos que el miedo vive con y en nosotros.
La casa oscura” de David Bruckner: lucimiento de Rebecca Hall y no mucho más Pocos géneros deben entregar películas tan previsibles y rutinarias como el terror. Lo podemos comprobar varias veces al mes, cuando en la cartelera aparecen películas en donde importa más el efectismo que el in crescendo dramático, centro neurálgico de todo filme. Al mismo tiempo, se trata de un género noble, que ostenta varias obras maestras y que, cada tanto, nos sorprende con películas que, además de dar sustos, generan climas, construyen personajes sólidos, permiten que ingresemos en una zona siniestra porque, ¿ para qué vamos al cine a ver “una de terror” si no es para eso? La casa oscura (The Night House, 2020) intenta apartarse de las convenciones, pero se queda a mitad de camino. No llega al nivel de exponentes como It follows (2015) o ¡Huye! (Get out, 2017), pero tampoco cede ante la pornografía de la violencia propia de la saga El juego del miedo. Se trata de un retorno a la “casa embrujada”, con algunos elementos que le aportan una identidad más contemporánea (subyace en la historia la violencia de género) y la intención de apuntalar el lucimiento de una actriz con recursos: Rebecca Hall. Su personaje es Beth, una profesora de escuela secundaria cuya vida da un giro tras el suicidio de su esposo. Nada hacía suponer que ese amoroso marido terminaría con su vida, más aún cuando poco tiempo antes había logrado construir el hogar en medio del bosque que tanto él como su esposa habitarían juntos. Una serie de indicios (dispositivos electrónicos que se encienden solos, sueños demasiado vívidos, encuentros con personajes enigmáticos, etc.) llevarán a la viuda a indagar sobre el por qué de aquella trágica decisión. Y las preguntas no tardarán en hacerse cada vez más explícitas, enunciadas a personajes confidentes (su mejor amiga, su antiguo vecino) como para que la cosa quede bien clara. Desde que esas inquietudes se subrayan, la película recurre a algunos recursos holgadamente transitados (efectos de sonido, retornos al pasado que permiten encajar las piezas), al mismo tiempo que nos recuerda que es un filme de horror, pero “climático”. La actuación de Hall, como se ha dicho, eleva el nivel, aunque esta historia se cuenta con retazos que ya hemos visto antes.
Tras el sorpresivo suicido de su esposo, Beth (Rebecca Hall) regresa a la casa junto al lago que él diseñó para ambos y donde su presencia parece permanecer en cada rincón. Literalmente. Mientras se adapta a su nueva realidad e intenta darle sentido a la muerte de Owen (Evan Jonigkeit), Beth no solo siente la natural presencia del ausente en la casa que compartieron por tantos años, también comienza a sufrir extrañas pesadillas en las que su marido parece estar esforzándose por comunicarse con ella para guiarla hacia las respuestas que tanto necesita. Con escepticismo y en un principio convencida de que es solo su propio dolor el que le habla, las pistas que recibe en sueños por las noches van encontrando correlación durante el día, revelando poco a poco indicios claros de que Owen llevaba una doble vida de la que ella no era consciente. La casa Oscura al otro lado del lago Desde un principio, La casa Oscura se cuida de revelar poca información y concentrarse en ir construyendo una atmósfera que va cambiando a medida que avanza la trama, dependiendo casi exclusivamente en los esfuerzos de su protagonista para transmitir su dolor interior sin caer en sobreactuaciones. Como no es evidente desde un principio cuánto de lo que sucede es real ni cuáles son las intenciones de esta presencia que convive con Beth, le permite dar varias miradas a una misma situación y reinterpretarlas a medida que aparece información nueva. Es una decisión que le suma bastante a esta producción que apuesta más por la construcción de climas sutiles que por la espectacularidad, porque si en algún momento La casa Oscura se vuelve un poco más interesante es cuando se concentra en el misterio y el thriller sin descuidar el componente dramático. Pero más tarde arruina todo eso en cuanto se acuerda que prometió ser una historia de terror, recurriendo a jumpscares y sobresaltos burdos que destruyen todo ese clima que venía construyendo, apenas consiguiendo un golpe de efecto momentáneo que en general no vale la pena. Si la intención era incomodar o asustar, lo logra con mucha mayor eficiencia cuando insinúa que en esos varios momentos en que parece que alguien se recostó por accidente en la perilla de volumen y la disparó al máximo en un momento aleatorio. Es una contradicción curiosa y que desequilibra a la película, porque tanto el guion como la dirección, en general, parecen estar queriendo hablar de otras cosas un poco más complejas y con mayores sutilezas que esos recursos efectistas propias de propuestas de terror mucho más genéricas, algo que La casa Oscura intenta evitar ser la mayor parte del tiempo.
Encargado de revivir a la franquicia de horror “Hellraiser” en el futuro inmediato, el director David Bruckner sorprende gratamente con su más reciente exploración del horror psicológico. “La Casa Oscura” se inmiscuye en la vida de una joven atravesando una fase de duelo. Y lo hace desde la más escalofriante perspectiva. Este drama de terror sobrenatural, producido por David S. Goyer (“Da Vinci Demons”), nos sorprende por su elaborado trabajo de cámara. Estéticamente elegante, se percibe como una reflexión posible acerca de la vida después de la muerte. ¿O acaso no es que una integra a la otra? Plano y contraplano de un plato fuerte para el susto fácil. Con sutileza y parsimonia, nos adentra en un entorno pesadillesco, mientras siembra indicios de lo que podría haber más allá de la mera realidad. ¿Qué hay detrás de la ilusión sino un miedo intransferible? La ambigüedad onírica toma por completo el verosímil del presente relato. En absoluto predecible, nos llevará por senderos que conciben a la muerte como metáfora. Los laberintos mentales y maniobras inconscientes de su protagonista, son ahora los nuestros, intentado dilucidar el misterio. ¿Hacia donde confluye, realmente? La sorpresa que, como valor intrínseco posee lo inexplicable, prefiere evitar todo tipo de solución racional. En el personaje interpretado por Rebecca Hall vivenciamos el disparador de una locura introspectiva e intentamos empatizar con su aterrador descubrimiento. Las convenciones genéricas de una casa embrujada suelen dar cobijo a toda una serie de lugares comunes que, afortunadamente, Bruckner decide evitar. No estamos frente a un espécimen de terror habitual. La manifestación sobrenatural oculta oscuros secretos de un detallado misterio. La reinterpretación del elemento arquitectónico puede facilitar ciertas conjeturas.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
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El marido de Beth (Rebecca Hall) se ha suicidado pegándose un tiro en la cabeza. Lo hizo en un bote frente al lago de la casa donde ambos convivían. Ella se queda a solas en la casa mientras intenta entender lo que pasó y una enigmática carta que él le ha dejado. Aunque no cree en fenómenos sobrenaturales debe ceder frente a la evidencia de que hay una presencia en la casa. Decide entonces investigar más sobre su marido para entender su muerte, descubriendo en el camino secretos espantosos. Hay tanto cine de terror en la actualidad que es muy fácil darse cuenta cuando una película del género está por encima del promedio. La manera en la que construye la narración, la rigurosa manera en la que evita los lugares comunes y los golpes de efecto, todos detalles que van sumándole a la historia. En este caso hay que sumarle el poner a una actriz de primer nivel el peso de la historia, algo imposible con alguien menos capacitado para el rol. Algunos momentos genuinamente terroríficos le dan al fanático del género lo imprescindible para aprobar esta apuesta más inteligente que espectacular. Y la muerte, el gran tema del terror, acá aparece en el centro y en los costados. En el pasado, en el presente y en el futuro. La tristeza de la soledad, la angustia del vacío, la posibilidad de que no haya nada más allá de la vida. Con sutiles apuntes la película toca todos esos temas y es allí donde encuentra el verdadero terror que angustia a los espectadores.
En su película anterior, El Ritual, David Bruckner agarraba diferentes tópicos y recursos propios del género de terror y le encontraba una pequeña vuelta que lograba diferenciarla de tantas otras. Con La casa oscura sucede lo mismo. En este caso, la historia escrita por Ben Collins y Luke Piotrowski comienza con Beth, una mujer demasiado joven para ser viuda. Como si la situación de quedarse sola de repente no fuese lo suficientemente difícil, su marido la dejó llena de preguntas sin respuestas tras pegarse un tiro y dejarla en una enorme casa apartada que él mismo supo construir. Rebecca Hall se carga toda la película y protagoniza gran parte de ésta a solas. Una mujer que decide quedarse sola en esa casa porque siente en realidad que no está sola. Una presencia que no comprende identificar la atrae, le genera curiosidad la idea de que haya “algo”, lo que sea. La actriz interpreta de manera creíble lo que es transitar un duelo de este tipo, repentino y que descoloca. Se la ve más que triste enojada, cargada de contradicciones, por momentos contenidas hasta que explota. Pero La casa oscura no es una historia de fantasmas o no es solamente eso. En algún momento esos sueños o visiones la arrastran a un costado de la vida de su marido del que era completamente ajena. Esta parte de la historia se puede intuir bastante rápido, con una simple imagen que rememora un poco a Revelaciones (What lies beneath) de Robert Zemeckis, sin embargo no se queda en ese aspecto porque a la larga la historia que quiere contar Bruckner apela a otra cosa, a algo más grande. La película empieza con algunos pequeños aspectos religiosos en pantalla y si bien no se explora nunca del todo ese costado no hay que olvidarse de que están porque esa búsqueda de quienes se refugian en las diferentes religiones se parecerá mucho a la búsqueda de respuestas de la mujer. Una mujer que cree tener certeza de algo a causa de cierta experiencia previa de su vida y no obstante no puede evitar cuestionarse lo que ve o lo que siente. Bruckner consigue climas enrarecidos y sugerentes a través de imágenes muy precisas que se alejan de los típicos golpes de efecto. Acá se detiene en varios momentos inquietantes, los explora, juega con la locación, las luces, las sombras, las ilusiones ópticas que se crean. Una escueta nota suicida, la aparición de un cuaderno de dibujo, fotografías de chicas parecidas a Beth, una estatuilla de vudú, libros antiguos sobre ocultismo, elementos que empiezan a dar vuelta y ayudan a acrecentar la idea de algo más. Todo esto sucede mayormente en esa casa donde Beth se aísla y que a veces parece funcionar en otro plano. Ese juego entre el cuerpo y la casa y dos maneras de habitarse me hizo pensar, salvando las distancias, en la novela corta de Ricardo Romero, La habitación del presidente. Toda esta buena construcción del clima y de la historia deriva en una resolución algo repentina que deja sensaciones encontradas. ¿Qué hay al final de todo? La respuesta quizás sea demoledora.
Mientras intenta superar el inesperado suicidio de su marido, Beth (Rebecca Hall) trata de recuperar su rutina en la escuela en la que enseña. Si bien durante la mañana es todo bastante normal, a la noche empieza a tener sueños cada vez más recurrentes donde siente una presencia en la casa en la que vive. Lentamente empieza a desesperarse y para no caer en la locura comienza a investigar sobre por qué su marido tomó esta decisión tan drástica, revisando sus pertenencias. Es así como descubrirá secretos tan extraños como terribles que deberá resolver. «La casa oscura» está dirigida por David Bruckner, un realizador con gran experiencia en películas de terror, como «The Signal» (2007), «V/H/S» (2012), «Southbound» (2015) o «The Ritual» (2017). Eso se nota a la hora de construir esta historia, que se aleja un poco de las tramas convencionales de casas embrujadas, ya que en este caso se mezcla el terror paranormal con un thriller psicológico, equilibrando de buena manera la fantasía o el imaginario con los miedos más terrenales. No sabemos si lo que vemos es del todo real o si es producto de la mente perturbada de la protagonista por el duelo que está transitando y la falta de sueño. Es interesante cómo va evolucionando la historia a medida que avanza el largometraje. A pesar de que su explicación y resolución se vuelve un poco rebuscada, la trama nos va brindando pistas a lo largo de todo su desarrollo para que lleguemos a esa conclusión. Es así como logra atraparnos desde el comienzo y mantener nuestra atención en todo momento. La protagonista se encuentra en nuestra misma situación: tiene que desentrañar un misterio que le es ajeno y empieza a sentir que en realidad no conoce a quien tuvo al lado todo este tiempo. Nosotros tampoco sabemos nada de su historia, solo lo que nos enteramos a partir de sus descubrimientos, que resultan ser bastante interesantes y atractivos. Uno de los puntos más altos de la cinta es la actuación de Rebecca Hall, que a pesar de que tiene el sustento de algunos personajes secundarios, es la que lleva adelante todo el drama y el suspenso. Hace un magnífico trabajo para encarar a esta viuda que está transitando un duelo pero que no puede dejar el pasado atrás por las raras circunstancias en la que se suicidó su marido y los extraños sucesos que le ocurren desde entonces. Su interpretación es magnética, inquietante y sólida. Por otro lado, se crea un gran clima de suspenso, terror y tensión, a partir de su fotografía oscura, de la predominancia de escenas nocturnas, el uso del sonido para acrecentar los ruidos de las puertas, los pasos y la presencia de otro ser, y una lograda banda sonora que aumenta todas estas sensaciones. En síntesis, «La casa oscura» es una película de terror que no busca quedarse en simples jumpscares, sino ahondar en la vida después de la muerte, la soledad, el duelo, la depresión, y los pensamientos negativos, a través de una historia que atrapa gracias a plantear un misterio interesante, que a pesar de resolverse de forma un tanto confusa y rebuscada logra generar un impacto en el espectador. Sin dudas debemos destacar la performance de Rebecca Hall como también los logrados aspectos técnicos que crean el clima deseado.
Este film de horror se centra en una mujer que, tras quedar viuda, empieza a sentir que su marido la llama desde “el más allá”. Con Rebecca Hall. Presentada inicialmente en la sección nocturna del Festival de Sundance y luego estrenada en cines por Disney –es un producto de Searchlight, uno de los sellos que «adoptó» la compañía cuando compró Fox–, LA CASA OSCURA es un film de terror inusual, que funciona más desde la confusión pesadillesca que desde la certeza de una trama lógicamente estructurada. Para Beth (Rebecca Hall), las pesadillas son persistentes desde que su marido, Owen (Evan Jonigkeit), se suicidó pegándose un tiro en la cabeza hace unos pocos días. Atravesando lo que parece ser una bastante profunda depresión, la mujer siente que Owen la llama desde «el más allá», le habla, le deja mensajes telefónicos o enciende la música en la bonita casa que él mismo construyó frente a un lago. Pero usualmente Beth se despierta y se da cuenta de que en realidad estaba soñando. ¿O acaso no? Este film de David Bruckner corre con el riesgo de tomarse demasiado en serio su lado sobrenatural. Beth está claramente perturbada y deprimida, y tanto su amiga Claire (Sarah Goldberg) como su vecino Mel (Vondie Curtis-Hall) intentan que se tranquilice y no se crea esas situaciones, especialmente porque es evidente que la mujer está bebiendo de más. Pero Beth ya tuvo en el pasado una situación que la tuvo al borde de la muerte y, si bien está convencida de que no hay nada del otro lado, todos estos movimientos la hacen dudar. El problema se hace más evidente cuando la mujer empieza a revisar el celular y la computadora de Owen y descubre fotos suyas con muchas otras mujeres. No solo eso, sino que todas son muy pero muy parecidas a ella. La mezcla entre realidad y pesadilla, entre lo que pudo haber pasado en la vida de Owen –de ambos en realidad– y lo que Beth empieza a ver a su alrededor se irán enredando cada vez más, quizás demasiado, en una trama que conviene tomarla más como un reflejo del estado de ansiedad y angustia de la mujer que desde algún costado lógico. Pero, sin embargo, algo «consistente» parece haber ahí, un juego de espejos, de reflejos, de dobles; otras casas, otras mujeres y muchos secretos. ¿Qué es lo que está pasando realmente? El director de EL RITUAL logra conducir el misterio y el suspenso con mano bastante firme y con la ayuda de Hall, una extraordinaria actriz que, en cierto punto de la película, pasa a convertirse en su protagonista excluyente. Su manejo del sonido pondrá los pelos de punta a muchos espectadores (su uso de la canción «The Calvary Cross«, de Richard & Linda Thompson, es espeluznante aunque el tema no lo sea para nada), aunque en lo referido a los incontables efectos especiales que vendrán más adelante el asunto perderá efectividad cuando más «grandes» e impactantes estos intenten ser. Es una película que cuando se mantiene más cercana a las extrañas sensaciones de la protagonista más logra conectar con el espectador. En algún punto la trama tomará un vuelo más elaborado y complejo por lo que la conexión con la realidad se irá perdiendo del todo. Es esperable en el caso de Beth, que está atravesando una situación complicadísima. Pero se hace más difícil que el espectador pueda ir siguiendo la enredada experiencia que atraviesa sin mirarla con cierta incredulidad y desconfianza. Y si bien sobre el final la película pierde un poco la línea, durante buena parte de sus 108 minutos logra tenernos pendientes de la elaborada estructura armada por los guionistas Ben Collins y Luke Piotrowski. Y para eso ayuda, muchísimo, una actuación como la de Hall, que consigue darle credibilidad aún al más aparentemente absurdo misterio de dobles vidas, retorcidos espejos y ecos del más allá que se han visto desde NOSOTROS, de Jordan Peele. Y si eso no funciona, las sombras que se mueven en la noche, las luces que se encienden y, sobre todo, los ruidos en los momentos más inesperados, dejarán al espectador esperando por algo terrible que, tarde o temprano, sucederá.
Por momentos se sostiene gracias al desempeño de Rebecca Hall y alguna que otra escena a destacar. Pero se hace tan aburrida que se pierde en giros engorrosos. Más de uno se va sentir estafado con los últimos minutos. La inflaron bastante.
Un nuevo nombre asoma en el mundo del cine de terror y ese es el de David Bruckner. El director norteamericano, que ya había demostrado buenas intenciones con The Ritual (2017), será el encargado de la remake de Hellraiser para el año 2022. Pero previo a su proyecto más ambicioso, ha decidido sorprender con "La casa oscura", su producto más sólido hasta la fecha y el que demuestra que tiene muchísimo para ofrecer al género. • La historia nos ubica en la casa de Beth (Rebecca Hall), mientras contemplamos la forma en que la protagonista atraviesa el duelo tras el reciente suicidio de su marido. Duelo que traerá aparejado visiones, sueños extraños y diferentes sucesos, que le indicarán a ella que hay algo más allá en la muerte de su esposo. "La casa oscura" pudo optar por el camino sencillo y basarse únicamente en los efectos propios de las películas de 'casas encantadas'. Una fórmula que no falla, pero que ya el cine de terror ha abusado demasiado de ella. Sin embargo, acá el director decide ir un paso adelante y centrarse en algo más espinoso como es la muerte. Desde la pérdida, desde el trauma, desde la depresión, perder a un ser querido rompe los esquemas mentales pudiendo llegar a la locura. Todo ese via crucis psicológico que incluye desenterrar información problemática estará perfectamente interpretado por Rebecca Hall, gran responsable del éxito de la película. No es un dato menor la performance de la actriz, ya que es el eje fundamental que sostiene el nivel del film. Su buena actuación nos permitirá sentir en carne propia diferentes sensaciones que serán clave para entender el avance de la trama. • "La casa oscura" no es perfecta, claro que no. Si bien su final deja el guión atado, da la sensación de que pudo estar mejor ejecutado o al menos despejar algunas interpretaciones. Pero hay que tener algo en claro, estamos ante una película de terror superior al promedio de lo que suele exhibirse. Un viaje cargado de tensión e incomodidad al que vale la pena asistir.