AMOR EN SANGRE En el contexto actual “La cumbre escarlata” parece un film difícil de vender, por estar a contramano de las películas de terror actuales, que buscan el impacto rápido y no quieren (o pueden) construir suspenso. Una mansión embrujada llena de las sensibilidades de Del Toro, que como en cada uno de sus films sobresale por el impecable diseño de producción. Al igual que en “El espinazo del diablo” los fantasmas traen al presente los pecados del pasado, en aquella los de una nación, en esta los de una familia. El pecado del film es que resulta más trágico que terrorífico. En la perfecta atmósfera gótica que Del Toro crea se desarrolla la historia del romance de Edith Cushing (guiño a Peter) y Thomas Sharpe, claro que Thomas tiene un pasado incierto y un presente que involucra a su inquietante hermana Lucille, una excelente Jessica Chastain fría como la nieve y al borde de la psicosis. Una iluminación que homenajea a Mario Bava completa una estética que ya no se ve en el cine moderno y que deja lugar a Del Toro para jugar con sus fantasmas rojos como Hellboy. Es el mejor film del mexicano desde “El laberinto del fauno” y una experiencia que deja más desde lo visual que desde lo narrativo.
Regresó con todo Guillermo del Toro al cine de terror, luego de “Mamá” (productor) y la maravillosa historia de “El laberinto del fauno”, su increíble esencia se ve plasmada en “La Cumbre Escarlata”, un thriller de terror en donde los secretos de dos hermanos, una tragedia familiar y fantasmas, serán los protagonistas. Ambientada en la Inglaterra victoriana, la película nos trae a Edith (Mia Wasikowska), una joven escritora que desde muy pequeña tiene la capacidad de ver fantasmas. Una fotografía e iluminación que deleita en cada plano. Ambientes góticos, sangre y nieve pintarán la pantalla grande por dos horas. Todas las actuaciones son correctas, pero los hermanos Sharpe (Jessica Chastain y Tom Hiddleston ) tienen un jugoso papel y todo lo necesario para lucirse. Del Toro rodó la película en menos de 70 días. Los amantes del género quedarán satisfechos con esta historia simple y retorcida.
Nadie entiende el género fantástico como Guillermo del Toro. En su obra (que además de películas incluye libros y videojuegos) plasma mundos y criaturas que ya son parte del imaginario colectivo. No hay subgénero o tópico que le impida desplegar su capacidad visual y narrativa: vampiros (Cronos, Blade 2, las novelas y la serie de The Strain), fantasmas (El Espinazo del Diablo), insectos mutantes (Mimic), demonios (Hellboy y su secuela), cuentos de hadas (El Laberinto del Fauno), monstruos godzillianos (Titanes del Pacífico). A la manera de La Leyenda del Jinete sin Cabeza, de Tim Burton (ambos directores se parecen bastante, sobre todo a la hora de cuidar a sus monstruos), La Cumbre Escarlata representa su incursión en el terror gótico. Edith Cushing (Mia Wasikowska), una joven aspirante a escritora, conoce a Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un caballero británico venido a menos que acude a su padre (Jim Beaver) con el fin de obtener apoyo financiero para maquinarias. Cuando el progenitor muere (asesinado, aunque es hecho pasar por accidente), Edith fortalece su relación con Thomas y se mudan a Inglaterra, más precisamente a Allerdale Hall, una residencia otrora lujosa pero ahora derruida. Allí vivirán con Lady Lucille (Jessica Chastain), su enigmática cuñada. Durante los días y las noches en aquel paraje, donde el terreno de arcilla tiñe de sangre a la misma nieve y amenaza con tragarse entera la vivienda, la muchacha comenzará a ser acechada por fantasmas desagradables, torturados, que buscan advertirla del verdadero mal que ya está atentando contra su vida. Desde el minuto cero, Del Toro homenajea a los films de la productora inglesa Hammer, en donde Drácula y Frankenstein deambulaban por castillos, estelarizados por Christopher Lee y Peter Cushing (el apellido del personaje de Wasikowska no es casual), y a los de la American Internacional Pictures de principios de los 60, que consistían en adaptaciones de cuentos de Edgar Allan Poe dirigidas por Roger Corman y generalmente encabezadas por Vincent Price. De hecho, la película bien podría ser relacionada con dos cuentos específicos de Poe: La Caída de la Casa Usher y La Máscara de la Muerte Roja. Dentro de ese pantano de influencias, el director emerge con su creación más perversa y salvaje, ya que incluye escenas de sexo (nada común en su filmografía) y violencia gráfica, a niveles sangrientos. Otro link a la Hammer. Por supuesto, el realizador mexicano también agrega elementos familiares de su cine: lepidópteros, maquinarias, personajes que se debaten entre dos mundos. Para crear un ambiente tan elegante como tétrico, Del Toro se valió de soberbios trabajos de arte y fotografía, a cargo de Brandt Gordon y de Dan Laustsen, respectivamente. Un barroquismo que por momentos amenaza con devorarse el guión y los personajes… aunque tal vez esa haya sido la intención: generar un ambiente peligroso, avasallante. Jessica Chastain se apodera de la escena en cada una de sus intervenciones, opacando por momentos a Hiddleston como galán fino y atormentado y a una Wasikowska menos frágil de lo que parece. Bastante desaprovechado aparece Charlie Hunnam en el rol de Alan, el pretendiente original de Edith y descubridor de los oscuros planes de los hermanos Sharpe. Y al igual que en otros trabajos del director, Doug Jones vuelve a encarnar a seres no humanos; en este caso, algunos de los espectros que acosan a la protagonista. Volviendo a Chastain, pese a la importancia del color rojo (escarlata) en la trama, aquí luce pelo negro, como en la también fantasmagórica Mamá, producida por Del Toro. Sin elevarse a la categoría de genialidad, La Cumbre Escarlata es un estupendo tributo al terror gótico, aunque también se sostiene por sí mismo. Guillermo del Toro vuelve a su faceta más intimista, como en Cronos, El Espinazo… y El Laberinto…, pero con el despliegue de producción que sus incursiones hollywoodenses. Una película para ver a la luz de las velas (velas en candelabros, por supuesto), como todo cuento clásico de miedo.
Guillermo del Toro vuelve al género de sus amores y nos regala un romance gótico plagado de fantasmas y mansiones con historia. El mexicano toma los elementos más clásicos del terror y los redefine para nuestro tiempo, sin dejar de lado la nostalgia, y sus siempre maravillosas puestas en escena. Guillermo del Toro creció amando los cuentos de hadas y los monstruos. Tanta fue su obsesión de chiquito, que su abuela lo mandó a exorcizar un par de veces para que deje de tener esas locas ideas en la cabeza (historia verídica). Por suerte, el realizador mexicano no dejó de lado sus fantasías infantiles y basó gran parte de su filmografía en recrear a estas hermosas criaturas que atormentan y maravillan por partes iguales. Con “La Cumbre Escarlata” (Crimson Peak, 2015) se mete de lleno en el terror y el romance gótico, un gran homenaje a clásicos del género como “La Casa Embrujada” (The Haunting, 1963) de Robert Wise, y a obras más “modernas” y monumentales como “El Exorcista” (The Exorcist, 1973) o “El Resplandor” (The Shining, 1980). Del Toro toma todos los convencionalismos del género, bastantes desgastados hoy en día, los utiliza a su gusto y los redefine para un público que ya lo ha visto todo. Los carga de violencia y cierto erotismo para contar un drama sobrenatural más cercano a sus films europeos (y adultos) como “El Espinazo del Diablo” (2001). La violencia es gráfica, pero no excesiva y, en sus manos, hasta es poética y estilizada, como el resto de la puesta en escena. Cada escenario, los vestuarios, las ficticias calles de Nueva York o la mansión en ruinas de los Sharpe en la desolada región inglesa de Cumbria se destaca por la exquisitez de cada detalle que, en seguida, no hace pensar en los cuentos de terror más clásicos y oscuros. Edith Cushing (Mia Wasikowska) es una joven aspirante a escritora, demasiado avanzada para su tiempo. Estamos en la Nueva York del siglo XIX, y esta chica se empecina en escribir historias de fantasmas (en vez de romances), ir en contra de las convenciones sociales de la época y, sobre todo, conseguirse un marido. Amante de las ciencias y de Mary Shelley, Edith tiene todo el apoyo de su padre, con el cual guarda una estrecha relación tras la muerte de su madre, cuando era apenas una nena. Los fantasmas del pasado dejaron de acosarla hace rato, pero ahora están de regreso junto con la llegada de un extraño en busca de apoyo financiero para poder explotar los sedimentos de arcilla que se hallan debajo de sus tierras en Gran Bretaña (Allerdale Hall). Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) es tan encantador como misterioso y, a pesar de las reticencias del señor Cushing y las de su propia hermana, Lady Lucille (Jessica Chastain), el romance (y la pasión) entre los dos no puede evitarse. Thomas y Edith terminan contrayendo matrimonio y mudándose a Cumbria, a la destartalada casona familiar que compartirán con Lucille y algún que otro espectro. Las intenciones de del Toro se ven a la legua y no trata de disimularlas en ningún momento. Acá hay un misterio que develar, pero la historia es sencilla y las pistas se nos ofrecen en bandeja. Los fantasmas de “La Cumbre Escarlata”, al igual que los de los relatos de Edith, son metáforas, almas arraigadas a un lugar, en este caso Allerdale Hall, una jaula para la joven Edith que, más temprano que tarde, descubrirá que su esposo no es lo que pensaba. Esto no es un secreto para el espectador. Desde el primer momento que vemos a Sir Thomas sabemos que oculta unas cuantas cosas, pero detrás de él existe una figura muchísimo más oscura y manipuladora, casi siniestra, escondida tras la falsa sonrisa de Chastain que, claramente, se roba toda la película. No hace falta dárselas de detective, no es la intención del director que centra el relato en las relaciones, los climas y los ambientes, y como influyen unos con los otros. “La Cumbre Escarlata” es un cuento de fantasmas y amor gótico, donde las mujeres juegan un papel fundamental y llevan adelante la historia sin ser a cada momento las “damiselas en peligro”. El pensamiento racional convive con la fantasía y la superstición sin ningún problema, y cada imagen, cada rincón y cada elemento de la puesta en escena nos atrapan de la misma forma que esta mansión no deja marchar a sus espectros. Dirección: Guillermo del Toro Guión: Guillermo del Toro, Matthew Robbins Elenco: Mia Wasikowska, Jessica Chastain, Tom Hiddleston, Charlie Hunnam, Jim Beaver, Burn Gorman, Leslie Hope, Doug Jones, Jonathan Hyde.
Una metáfora del pasado Escrita y dirigida por Guillermo del toro, La Cumbre Escarlata -2015- entretiene y atrapa al espectador durante sus 119 minutos lo que ya es un logro en sí mismo. A pesar de ser una trama larga, el detallado arte, la continuidad de los planos y la tensión de las secuencias son capaces de atornillar una sala completa a sus asientos. Los papeles están en general muy bien interpretados. Mia Wasikowska está a la altura del rol protagónico, llevando sobre sus hombros el desarrollo de la cinta y compartiendo las incertidumbres con el espectador. A su vez, debe ser destacado el rol de Jessica Chastain en el papel de Lucille, cuyas intervenciones puntuales logran encarnar la esencia del personaje en su totalidad desde el comienzo de la película. En el guión se utiliza la metáfora que relaciona los fantasmas con los recuerdos y el pasado, y la misma se ve plasmada desde el primer minuto a través de diálogos muy logrados y escenas clave en las que aparecen los espectros, sin abusar del recurso. El diseño de arte, ambientado en el siglo XIX, permite viajar en el tiempo cumpliendo con cada detalle que compone cada plano superpoblado de elementos, acorde al estilo barroco que este siglo heredó de su antecesor. Los vestidos, trajes y demás vestuarios parecen preservados desde 1860 para el set. Las únicas dudas que deja el guión tienen que ver con la capacidad sobrehumana que tienen los personajes para superar una lesión y continuar escapando, peleando y accionando, luego de quebrarse, ser apuñalados, o ser asaltados por diferentes traumas que acontecen entre las sangrientas paredes de la mansión en la cumbre escarlata.
Guillermo Del Toro retorna a su género predilecto con La Cumbre Escarlata. Una carta de amor al terror gótico del siglo XIX. Soy tu fan Antes que cineasta, Guillermo del Toro (Titanes del Pacífico) es un friki. Un entusiasta – casi un enfermo – de todo lo relacionado a criaturas y cuentos fantásticos; un tipo que ha confesado caer en la bancarrota por invertir todos sus ingresos en animatrónics y bichos de goma espuma. Por suerte para él – y para nosotros – es esta afición justamente lo que hace a sus trabajos tan fascinantes y especiales. A diferencia de muchos de sus colegas, este director mexicano cuenta con la ventaja de poder embarcarse en proyectos que realmente ama; es un fan del cine de género, alguien que entiende sus reglas y a sus seguidores a la perfección. Por eso, cuando vemos una de sus películas, sabemos que estamos ante algo diferente, algo que con un toque especial; y su último largometraje no es la excepción. La combinación de relato de época con fantasía ya había sido revisitada por el propio director con El Espinazo del Diablo y El Laberinto del Fauno. En aquellos films, el contexto histórico era el Franquismo en España y los elementos sobrenaturales funcionaban como alegoría política sobre el flagelo social circundante. En La Cumbre Escarlata, la decisión de situar el argumento en la Inglaterra decimonónica es absolutamente necesaria para establecer un tipo de narrativa enquistada en el gótico anglosajón. Y si bien no hay un comentario ideológico tan explícito, la inclusión de fantasmas y criaturas del inframundo no son más que manifestaciones bucólicas de los personajes. En otras palabras, si el conflicto antes era la falta de libertad, ahora es la falta de amor. Otra vuelta de tuerca La trama gira en torno a una joven aristócrata americana (Mia Wasikowska) apellidada Cushing – una clara cita a Peter – , desposada por un extraño barón inglés (Tom Hiddleston) y que ahora deberá experimentar una no tan placentera estadía junto a su nuevo marido y perturbadora cuñada (Jessica Chastein) en la abominable mansión que éstos poséen. El guión trata de instalar con la mayor solvencia posible las directrices del subgénero, ponderando el desarrollo de los personajes y sus tribulaciones existenciales por sobre los giros y las sorpresas tan comunes – y mediocres – a las que estamos acostumbrados dentro del cine de terror actual. Es otro enfoque, uno más cercano a un cuento de hadas retorcido, o más precisamente, a un cuento romántico que expresa el lado oscuro del amor en términos sobrenaturales. De esta manera, el motor que moviliza el argumento depende en buena parte de la actuaciones de sus tres protagonistas. El trinomio Wasikowska – Hiddleston – Chasstein consolida las pretenciones de sus guionistas con muy buenas performances, convirtiéndose así en una de las principales virtudes del film. El único desacierto en este sentido, es que el énfasis en la construcción de los personajes relega la elaboración de la historia, que puede llegar a ser algo predecible y mundana en comparacion con otras narraciones de este estilo.. Párrafo aparte para el diseño de arte, ingrediente que se destaca en todas las producciones de Del Toro y que aquí enmenda cualquier error que se le pueda encontrar a la película. La puesta contiene un grado de detalle impresionante, desde la utileria hasta la arquitectura pasando por la vestimenta. Ni hablar de los efectos especiales prácticos y los agregados por computadora que dan ese toque final para la composición de planos verdaderamente hermosos. Conclusión Si tienen la intención de ir a ver La Cumbre Escarlata con ánimos de encontrar sustos efectistas y violencia a rolete, lamento informarles que deben desistir de tales expectativas porque la última obra del director de Hellboy tiene muy poco o nada de eso. Ahora, si son fanáticos de Vincent Price y de autores como Henry James, Bram Stoker o Edgar Allan Poe; vayan corriendo al cine porque ésta es definitivamente su película.
La tierra carmesí respira. Las historias de fantasmas han atrapado el interés de todas las culturas. Ya sea como espíritus de ancestros o como soplos que nos angustian, los relatos de almas en pena se han convertido en una parte importante de nuestras historias de terror. El talentoso director Guillermo del Toro mezcla en este caso diversas fuentes para construir el mundo gótico de su última película, La Cumbre Escarlata (Crimson Peak, 2015). Por un lado aparecen las historias literarias clásicas de fantasmas de Mary Shelley, Ambrose Bierce o Nathaniel Hawthorne y, por otro, emergen las grandes producciones de terror de los estudios Hammer, para en conjunto conformar esta interesante propuesta escrita y dirigida por el realizador de origen mexicano. Los fantasmas de esta historia inspiran otras historias y así: la joven norteamericana Edith Cushing (Mia Wasikowska) se convierte a principio del Siglo XX, gracias al auspicio de su jovial padre, Carter Cushing (Jim Beaver), un empresario industrial, en una entusiasta escritora amateur de historias de fantasmas en busca de reconocimiento. La joven se enamora de un aristócrata inglés, Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), que llega a Estados Unidos junto a su hermana Lucille (Jessica Chastain) en busca de financiación para su máquina extractora de arcilla, pero desde el más allá, el fantasma de la madre fallecida de la joven le advierte sobre un peligro que se cierne sobre ella, sin embargo Edith no descubre a qué se refiere la escalofriante aparición hasta que ya es muy tarde. Del Toro demuestra su talento para este tipo de relatos una vez más con escenas extraordinarias y tomas apresuradas que recorren escenarios escalofriantes a través de una gran historia basada en un sólido guión, que combina con habilidad elementos de la fantasía con el terror a partir de una gran erudición sobre ambos géneros. Homenajeando lo mejor del terror moderno, La Cumbre Escarlata logra construir de esta manera una historia con fuertes personajes, destacándose especialmente el carácter perturbado de Lucille, interpretada magistralmente por Jessica Chastain. El film también toma elementos de sus anteriores e inolvidables películas, como El Espinazo del Diablo (2001), Cronos (1993) y El Laberinto del Fauno (2006). De esta forma, Del Toro vuelve exitosamente a uno de los géneros que lo obsesionan y sobre el que creó sus mejores films para ofrecer al espectador una historia sobre el amor, las pasiones prohibidas y los terribles secretos que cada familia guarda en su memoria ancestral. Nuestra cultura no ha logrado enfrentar exitosamente a los espectros, convirtiéndolos en parte de los fenómenos paranormales que nos rodean y que la ciencia se empeña en dilucidar. Pero lo arcaico siempre se nos escapa y nuestro temor a todo lo que no comprendemos sigue alimentando las historias de ficción de los grandes artistas que logran captar los fantasmas del inconsciente colectivo.
Si el cine hubiera existido a mediados del siglo 19 Joseph Sheridan Le Fanu y Elizabeth Gaskell, dos de los autores más importantes de la literatura de terror gótica, hubieran amado esta película. El nuevo trabajo del director Guillermo del Toro es una celebración de la obra de este tipo de autores y el cine de la productora Hammer de los años ´70. A diferencia de lo que se comunicaba en los avances cinematográficos, La cumbre escarlata no es una película de terror, sino que durante el desarrollo de la trama el director fusiona varias géneros a la vez como el romance, el misterio y la fantasía. Hay algunos momentos de horror que traen al recuerdo los clásicos cuentos de fantasmas de Le Fanu, los misterios escabrosos de Gaskell (como en A Dark Night´s Work) y el thriller psicológico del cineasta Robert Wiene (La casa encantada). Sin embargo, el film nunca se encasilla en un género determinado y eso es lo que genera que esta producción sea fascinante. Cuando crees que estás viendo otro cuento de fantasmitas vengativos, del Toro le da un giro inesperado al relato que se vuelve más oscuro y perturbador. Por otra parte, al igual que ocurrió con El laberinto del Fauno, la principal atracción no pasa por los efectos especiales sino el contenido dramático de la historia y las interpretaciones de los tres protagonistas. En este caso el director logró sacar lo mejor de Mia Wasikowska, Tom Hiddlestom y muy especialmente Jessica Chastain, quien tiene un rol secundario que con el transcurso de la historia cobra mucha más fuerza y logra robarse un par de escenas. Desde la puesta en escena nos encontramos con un del Toro De Luxe donde su narración y esas ambientaciones macabras y lúgubres logran envolverte en la historia desde las primeras escenas. Tal vez se le podría objetar que los elementos de terror se presentan con fuerza en un comienzo para luego quedar relegados a un segundo plano. Me hubiera gustado ver más escenas con ese aterrador espectro que aparece en los primeros minutos, pero también estuvo bueno que el director evitara los clichés del género y trabajara el horror desde otro ángulo. Me encantó esta película y creo que si te gusta el arte de Guillermo del Toro o las historias góticas La cumbre escarlata es una tremenda propuesta para disfrutar en el cine.
Guillermo del Toro deslumbra con esta de terror a puro lujo donde los humanos interactúan con monstruosos fantasmas y una casa con vida propia que se hunde como sus dueños en una arcilla roja que supura por pisos y paredes. Grandes actores, Tom Hiddleston, Jessica Chastain y Mia Wasikowska, y el horror gótico en todo su esplendor, para unos hermanos siniestros y una heroína que lo quiere ver todo. Para amantes del género, un plato fuerte.
Bello homenaje al gótico El director de “El laberinto del fauno” hace un guiño al género del Hollywood de los años dorados. Guillermo del Toro definió a La Cumbre Escarlata como un homenaje al gótico -en sus dos vertientes: drama y terror- de los años dorados de Hollywood y de la Hammer Films inglesa. Ahí está el secreto del gran placer que produce: es una historia clásica, con ingredientes románticos, sobrenaturales y de cuento de hadas, que nos transporta a aquella etapa de la industria mediante una refinada ingeniería visual. Un misterioso noble inglés (Tom Hiddleston, el Loki de Thor y Los Vengadores) llega a los Estados Unidos de principios de siglo XX para enamorar a una despabilada damisela de la alta sociedad neoyorquina (Mia Wasikowska, la Alicia de Tim Burton) y llevársela a su decadente mansión en Inglaterra. Ahí, ambos convivirán con la siniestra hermana del caballero (Jessica Chastain) y con los fantasmas que habitan la decrépita casona. La reconstrucción de época en la primera parte, que se desarrolla en la Nueva York del 1900, es exquisita. Y el goce visual va in crescendo, porque el caserón es imponente y todo un personaje en sí mismo, con sus recovecos, sus insectos, sus espectros, su techo agujereado y sus cimientos hundiéndose en arcilla roja como la sangre. Una estética que es marca registrada de Del Toro: él considera a La Cumbre Escarlata como parte de una misma trilogía temática y visual junto a El espinazo del diablo y El laberinto del fauno. El mexicano señala muchas referencias literario-cinematográficas para esta historia, con Rebecca, de Daphne Du Marier/Alfred Hitchcock, Cumbres borrascosas, de Emily Brontë/William Wyler, y Jane Eyre, de Charlotte Brontë/Robert Stevenson, como las más reconocibles. Abunda ese tipo de menciones: por ejemplo, la protagonista se llama Edith Cushing por Edith Wharton y Peter Cushing, estrella de la Hammer Films. Pero así como la película alcanza la excelencia visual, dramáticamente se va desinflando. El misterio se disipa con explicaciones redundantes e innecesarias. Y el clima ominoso tan delicadamente construido termina ahogándose en un inesperado baño de sangre, un toque gore que deja en ridículo a lo que hasta entonces, para decirlo en palabras de la protagonista, había sido una bella historia con fantasmas.
Obra maestra del terror gótico La cumbre escarlata es la mejor película que ha dirigido Guillermo del Toro en toda su carrera. La obra cumbre de una obra marcada en gran parte por el cine de terror y las historias de fantasmas. Como si todas las virtudes del director se iluminaran juntas, La cumbre escarlata es un descomunal film de terror gótico a contracorriente de cualquier moda del género de horror actual. Edith Cushing (Mia Wasikowska) es una joven que ha perdido a su madre en la infancia. Su vocación es ser escritora de historias de fantasmas, aunque su condición de mujer parece complicarle el camino ya que estamos a finales del siglo XIX. Edith vive con su padre y su corazón se debate entre el joven médico Alan McMichael (Charlie Hunnan) y un extraño que ha llegado desde Inglaterra, Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), junto con su hermana Lady Lucille (Jessica Chastain). Del Toro crea una película de horror gótico deslumbrante, cuya grandeza estética es sólo comparable con la pasión con la cual el director se aferra al género. No falta ni uno solo de los ingredientes necesarios para que la película sea no solo el pico máximo de la filmografía del realizador mexicano, sino también la más grande película gótica del siglo XXI. Del Toro conoce las historias de fantasmas, sabe como a medida que avanza la historia el tono cambia y la verdadera historia se da a conocer. El horror gótico es, por supuesto, un género romántico. Y ahí se ve, en cada frase, en cada escena, en cada detalle, la presencia de Mary Shelley, de Bram Stoker, de Edgar Allan Poe (la película podría ser un adaptación del autor, aunque no se base en ningún relato de él en particular), Joseph Sheridan Le Fanu, Arthur Conan Doyle y demás contadores y cultores de las historias de fantasmas. También se dan cita en las referencias Alfred Hitchcock, la casa Hammer (el apellido Cushing de la protagonista es todo un guiño), Roger Corman (y sus locas adaptaciones de Poe), Mario Bava y una larga lista de góticos, amantes del terror, cultores del romanticismo. Un film muy ambicioso que sin embargo jamás se vuelve pretencioso, ni se debilita hacia el final, ni hace concesiones para el gran público. Lo mejor del siglo XIX en la literatura, lo mejor del cine de terror en el siglo XX, combinados para que Guillermo Del Toro haga una reflexión sobre el tema de los fantasmas y su significado. Ningún otro director ha comprendido mejor esta idea que él, y hoy nos presenta su mejor film. La dirección de arte, el vestuario, la fotografía, todo es tan extraordinario que es imposible borrar de la memoria las imágenes de La cumbre escarlata , tan generosas como impactantes con el espectador. Ahora que el cine de terror ha optado por la grabación en video y la cámara en mano como recurso estético casi permanente, el film de Guillermo del Toro es la apuesta estética opuesta. Barroca, gigantesca, cuidada al milímetro, bella como pocas películas actuales. Acompañada por unos actores que entendieron completamente la búsqueda del director. Quien no haya visto la película puede dejar de leer aquí porque de alguna manera se adelantan elementos de la trama. Las historias de fantasmas son muchas y muy diferentes entre sí. A diferencia de los demonios –mucho más de moda en los últimos años- los fantasmas no suelen ser los villanos de los films de fantasmas. La estructura dramática de un film de fantasmas se suele dividir en tres actos cuyo tono está bien diferenciado. Podríamos decir que un film del género se divide en tres momentos: temor, terror y tristeza. El misterio da paso al horror y el horror cede frente a la comprensión de que el fantasma es, casi siempre, una víctima. Hay fantasmas que buscan reparar un error de su pasado, hay otros que buscan hacer justicia, otros intentan proteger a los vivos y otros deben simplemente tomar conciencia de su condición de fantasmas. El villano de estas películas suele ser aquel que les hizo daño inicialmente o alguien que buscar hacerle daño a los vivos y que los fantasmas conocieron bien mientras vivían. Un fantasma, después de todo, es alguien que no ha logrado terminar de entender su condición de tal o que no puede dejar el mundo al que ya no pertenece. Por eso no es raro sentir una profunda emoción cuando al final nos enfrentamos a un último fantasma, el más triste, el más solitario, el que por siempre y para siempre estará destinado a serlo. La cumbre escarlata no es la excepción, sino la confirmación de todo esto. Como otros ejemplos más contemporáneos, como Sexto sentido o Los otros, la película va mostrando su juego poco a poco, con una estructura dramática tan clásica y tan leal al terror gótico que genera admiración. Imposible, insisto, no pensar esta película como una versión cinematográfica del universo de Edgar Allan Poe. Esos hermanos, esa casa, ese secreto, ese subsuelo. Todo parece salido del universo del autor de La caída de casa Usher. No pensemos en términos de citas, homenajes o guiños, aunque los hay. La perfección de La cumbre escarlata se debe a lo que Guillermo del Toro realiza. Es su obra máxima y él es el responsable final. Una obra maestra que sin lugar a dudas es la mejor película del año. Imperdible.
Thriller fantástico y gótico Más cerca de El espinazo del diablo, El laberinto del fauno y Cronos que de superproducciones para Hollywood como Blade 2, la saga de Hellboy o Titanes del Pacífico, La cumbre escarlata es un vistoso exponente del terror gótico al que el director y coguionista Guillermo Del Toro le agrega los elementos propios de los finales de la era victoriana (está ambientada en los Estados Unidos y la Inglaterra de 1901). Concebido con elegancia y rigor por el director mexicano, este thriller psicológico con toques fantásticos (fantasmas del pasado que regresan sobre todo para advertir a los vivos de ciertos peligros) no logra, sin embargo, trascender ciertos lugares comunes de este tipo de historias ni despegarse de una matriz genérica que torna todo demasiado previsible. Así, sin demasiadas sorpresas en su desarrollo, queda tiempo de sobra para disfrutar de la belleza del diseño de producción: el envoltorio esta vez es más convincente que el regalo, un triunfo de la forma sobre el contenido. Del Toro bebe de diversas fuentes, sobre todo de los clásicos de terror de la productora británica Hammer y del giallo italiano, pero también de múltiples referencias literarias que van de Mary Shelley a Jane Austen, pasando por Emily Brontë, y de conflictos como los que David Cronenberg trabajó en Pacto de amor. La película arranca con Edith Cushing (Mia Wasikowska), una aspirante a escritora de historias fantásticas, con las manos y la cara ensangrentadas diciendo "Los fantasmas existen, eso lo sé". Los primeros 40 minutos (los mejores) la muestran como una joven bella, impulsiva, terca y dueña de una ironía inteligente que vive con su padre Carter (Jim Beaver), típico self made man de Buffalo, Nueva York. Cuando llega al lugar el emprendedor británico sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) en busca de financiamiento para desarrollar una máquina excavadora, las reacciones son opuestas: Carter lo desprecia, mientras que Edith se enamora. También aparece en escena Lucille (Jessica Chastain), la manipuladora hermana de Thomas. Hasta que se produce un asesinato y todo cambia de rumbo. La segunda mitad, en cambio, es más de lo mismo, pero ya dentro del subgénero de mansión decadente y embrujada en un pueblo rural de Inglaterra. Entre engaños, trampas, envenenamientos, obsesión por los insectos, puertas que chirrían y un desenlace con mucha sangre, Del Toro juega a ser Dario Argento, Alfred Hitchcock y Terence Fisher, pero se queda a mitad de camino. Su maestría narrativa y su inventiva visual son incuestionables, pero esta vez luce más como un brillante diseñador que como un realizador sólido y profundo.
Drama gótico con fantasmas metafóricos Una joven de la burguesía industrial estadounidense de fines del siglo XIX y con aspiraciones de convertirse en escritora funciona como alter ego del director mexicano, que hace suya la intención de que los espectros sean la expresión romántica y velada de otra cosa. Si alguien debía tener en claro cómo contar una historia de fantasmas de estética gótica en el cine actual, ese tenía que ser el mexicano Guillermo del Toro. ¿Y por qué no Tim Burton? Es cierto, podría haber sido él. Pero, efectivamente, La cumbre escarlata, una película gótica de fantasmas, es el nuevo trabajo de Del Toro, aunque por momentos se parezca a una de Burton. De hecho, la película encajaría muy bien en la obra de este último, donde tendería sólidos puentes con El jinete sin cabeza, Sweeney Todd y hasta con Sombras tenebrosas. Ahí está también Mia Wasikowska, la joven y eficiente actriz australiana que se convirtió en estrella global luego de que él la eligiera para protagonizar su por lo menos estrafalaria versión de Alicia en el País de las Maravillas. Sin embargo, hay elementos particulares que hacen evidente que se trata de un trabajo del mexicano, remitiendo a varios de sus títulos anteriores, sobre todo a El espinazo del diablo o El laberinto del fauno, pero también a Hellboy II o a su ópera prima Cronos. Elementos que difícilmente aparecen en la filmografía de Burton, como un uso de la violencia que nunca condesciende a revelarse como artificio, cuidándose de no mostrar ese aire lúdico y hasta inocente que siempre sobrevuela los mejores trabajos del norteamericano. Al contrario, aunque se trata de un director a quien el humor no le es ajeno, La cumbre escarlata pertenece a la parte “seria” de la obra de Del Toro. O sea, una de esas películas en las que intenta construir una atmósfera y un escenario cerrado sobre sí mismo, sin fisuras estéticas, evitando distraer al espectador con saltos de registro.Dicha seriedad queda expuesta a través de la presentación de la protagonista, Edith, una joven perteneciente a la burguesía industrial estadounidense de finales del siglo XIX. Con aspiraciones de convertirse en escritora, Edith no se siente cómoda con el costado más frívolo de su núcleo social. Por el contrario, expresa su rebeldía ante la imposición del molde de lo que debería ser una señorita victoriana, sobreactuando su deseo algo cándido de ir en busca del destino trágico de las escritoras de su tiempo. Por eso no extraña que entre los modelos posibles prefiera el de la viuda Mary Shelley antes que el de la solterona Jane Austen. Y por eso mismo, no quiere dejarse acorralar en el rincón de las tragedias románticas, territorio al que solía limitarse a las mujeres en la literatura decimonónica, sino que escribe historias de fantasmas. “Pero los fantasmas son una metáfora”, le dice Edith a un editor que con aire paternal intenta convencerla de escribir lo que se espera que escriba una chica bien, como ella.Edith funciona como alter ego del director, la Madame Bovary de Del Toro. A través de ella, el cineasta manifiesta y hace suya esa aspiración de que los fantasmas sean metáfora, la expresión romántica (en el sentido de Shelly, pero también en el de Austen) y velada de otra cosa, algo más que no conviene nombrar directamente. Aunque no tan velada, en realidad: a medida que el relato avanza, va quedando bien claro que acá los fantasmas juegan el papel de un Ello que regresa para dejar en evidencia lo que ha sido reprimido. Si bien esta lectura psicoanalítica calza justo con la historia de fantasmas que cuenta Del Toro, en la que no faltan autómatas ni un montón de otros elementos propios de la teoría freudiana que no conviene adelantar, también es cierto que se trata de una metáfora demasiado superficial, pero no por eso menos oportuna. Porque además coincide en lo cronológico con ese momento exacto en el que el mundo antiguo termina de colapsar frente a la llegada de una modernidad que se impone –no sólo en términos técnicos, sino también sociales–, que es el escenario histórico de La cumbre escarlata. Así como Edith representa el nuevo paradigma de mujer de cara al siglo XX, los fantasmas cumplen con el rol de señalar la evidencia que descubre el carácter social y moralmente decadente del orden anterior. De todo esto se sirve Del Toro para poner en escena este drama gótico con fantasmas metafóricos, pero tranquilamente puede ser vista y disfrutada como una de fantasmas a secas.
La primera advertencia para aquellos que se acerquen a “La Cumbre Escarlata” (USA, 2015) es necesaria, no es esta una película de terror, sino lo contrario, es una épica tragedia romántica enmarcada en un una trama gótica que apela a la intriga más que al susto. Guillermo Del Toro se obsesiona una vez más con la imagen y la muerte, en una película que, gracias a la dedicación en la puesta, potencia una trama clásica de amor, pasión, traición y una sexualidad latente gracias al trío protagónico, poseedores de una belleza y una fuerza en la pantalla como nunca antes el director trabajó con otros protagonistas. En “La Cumbre Escarlata” hay que viajar al pasado para comprender su misterio, a un período en el que la revolución industrial, el progreso y las primeras maquinarias, facilitaban la concreción de sueños, pero también el “aplastamiento” de otros, para poder conocer a Edith Cushing (Mia Wasikowska), una joven feminista, descreída de lo establecido, y niña mimada de su padre (Jim Beaver), un acaudalado empresario de la construcción, que la deja dedicarse, al menos hasta que consiga pareja, en el mundo de la literatura. Edith ama escribir relatos con fantasmas, pasa horas y horas escribiendo y leyendo viejos ejemplares de la biblioteca paterna, y ¿por qué ama a los espectros? porque justamente son los que desde pequeña, y luego de perder a su madre, la aconsejan y acompañan. Conviviendo con sus miedos más profundos, la joven ve como rápidamente sus anhelos de triunfar en el mundo editorial se truncan, porque supuestamente su “estilo” y “tema” no se ajustan a aquello que la gente está consumiendo masivamente, historias de amor. Pero cómo ella puede escribir algo así, si nunca pudo, todavía, compartir con alguien del sexo opuesto siquiera un inocente beso, aquel que la transforme de niña a mujer y le dé la sabiduría para relatar en palabras otro tipo de aventuras. Ella sabe de fantasmas, y sobre eso escribe. Un día, intempestivamente conoce a Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un emprendedor que intentará seducir al padre de Edith con sus sueños de progreso y materia prima novedosa, una arcilla escarlata, un material tan noble como misterioso, que podrá ser extraído fácilmente con una maquinaria específica, creada por el, y para la cual deberá conseguir dinero para terminarla de construir. Al negarle la financiación, Sharpe intentará acercarse a Edith de otra manera, enamorarla, para ver si tal vez así pueda inducir al padre a otorgarle el dinero necesario para terminar con su proyecto. Pero el joven no contará con que el Sr. Cushing lo hará investigar y al descubrir un siniestro plan de seducción de mujeres en diferentes capitales del mundo, sin rédito, y que terminaron con la desaparición de éstas, lo encarará para pedirle que deje de ver a su hija. Pero Thomas no está solo en la aventura de engañar mujeres, lo acompaña su hermana Lucille (Jessica Chastain), tan bella como él, y tan siniestra y oscura que a pesar de sus denodados esfuerzos por mostrarse pura hacia el afuera, lo único que termina por reforzar es su temple frío y distante y lo ayudará para terminar con la amenaza del Sr. Cushing. Desesperados, lograrán engañar a Edith y la llevarán a vivir con ellos a una oscura mansión llena de secretos y misterios que terminarán por llevar al borde de la locura y la muerte a la joven, sin poder hacer nada para evitarlo, o sí, porque siempre se puede contar con una resolución deus ex machina en la ficción y que termine el tormento en un lugar alejado de la traición y el dolor. Del Toro construye un melodrama clásico, gótico, ominoso, siniestro, digresivo, poderoso, que se potencia con las impecables actuaciones del trio protagónico y una puesta en escena única, que recrea a la perfección la obsesión de los emprendedores de inicio del siglo pasado que buscaban a toda costa concretar sus deseos, sin importarles a quién o qué debían eliminar y arrastrar hacia la pendiente de la cumbre escarlata.
Los amantes del cine fantástico estarán de parabienes con el estreno de La Cumbre Escarlata. Como consecuencia de una tragedia familiar, una escritora es incapaz de elegir entre el amor de su amigo de la infancia y la tentación que representa un misterioso desconocido. En un intento por escapar de los fantasmas del pasado, se encuentra de pronto en una casa que respira, sangra… y esconde un siniestro secreto. La película es un canto de amor del director Guillermo del Toro a las cintas góticas e historias de fantasmas tradicionales. Oscura, en la línea de El Laberinto del Fauno, pero con un argumento más universal y clásico, es un filme plagado de imágenes tan bellas como inquietantes. Hay sustos logrados, climas claustrofobicos y homenajes al cine de la Hammer Films. Romance y misterio en este terrorífico cuentas de hadas que cautivará y hará sobresaltar en partes iguales.
Películas del estilo de LA CUMBRE ESCARLATA, que solían ser parte habitual de la programación hollywoodense de los años ’40 y ’50, ya no se hacen. Han desaparecido casi por completo de las pantallas. Es que salvo por los efectos especiales de última generación y algún exceso de gore que nunca podría haberse usado más de 60 años atrás, la nueva película de Del Toro tiene más que ver con el cine de Alfred Hitchcock, con cierto cine de terror del estudio Hammer y hasta con los melodramas en Technicolor tan caros a los años ’50 que con cualquier película de terror o suspenso actuales. Es una película que, salvo por los elementos citados, casi no le hace caso a los modelos cinematográficos contemporáneos. Y es lo que la vuelve doblemente fascinante. Ninguna película de horror y suspenso actualmente pasaría casi toda la primera de sus dos horas sin generar un solo susto (salvo al principio, en un flash-forward utilizado para que el espectador contemporáneo se arme de paciencia sabiendo que algunas cosas violentas en algún momento vendrán), optando por mostrar –en un estilo más cercano a alguna novela de Jane Austen o Edith Wharton llevada al cine, de hecho llama la atención que se trate de un guión original– la vida romántica de su protagonista, cuyo único conflicto con potenciales resonancias terroríficas está relacionado al hecho de que ve, en sueños, al fantasma de su madre muerta. Estamos a principios de siglo XX, en medio de un cambio de época y de cultura que iría a modificar al mundo. crimson-peak-1Durante esos primeros 40 minutos o más, Edith Cushing (Mia Wasikowska, las referencias del nombre de su personaje son obvias) lidia entre dos potenciales amantes, un amigo de la infancia (Charlie Hunnan) y el recién llegado de Gran Bretaña a los Estados Unidos, Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un personaje encantador pero turbio que busca no solo enamorar a la chica sino obtener dinero de su padre para financiar un proyecto industrial propio. El hombre vino además con su hermana, un personaje un tanto extraño y siniestro (Jessica Chastain). Y el padre de Edith no confía ni en el proyecto ni en los hermanos, hasta que un día es asesinado, en un baño, de manera violenta. Allí la película tiene su primer choque con el terror más clásico y se abre a lo que será su segunda parte, la de la casa supuestamente embrujada, la “cumbre escarlata” del título, que no es otra cosa que el destrozado, gigantesco y tétricamente bello caserón en el que viven los hermanos y al que Edith se muda para luego casarse con Thomas. Es bastante claro, de entrada, que las intenciones de los hermanos no son del todo sanas y quedará la segunda mitad de la película para que los elementos de ese triángulo se vayan uniendo cada vez más peligrosamente en un clima en el que el romanticismo gótico se mezcla naturalmente con el escenario plagado de potenciales peligros. crimson-peak-11-2Guillermo del Toro no apura nunca nada. No juega con efectos banales sino que construye una atmósfera a la vez lujosa y decadente (o decadentemente lujosa) en la que tal vez sea la más bella de ver de todas sus películas, no solo en función de los escenarios, el arte o el vestuario sino por toda la puesta en escena que tiene reminiscencias de la época de oro de Hollywood. Las referencias a Hitchcock están ahí –ella recorre la enorme casa plagada de “fantasmas” como en REBECA mientras que otros hitos narrativos hacen recordar a LA SOSPECHA o TUYO ES MI CORAZON— y el clima refiere directamente a clásicos de la literatura como Edgar Allan Poe, Mary Shelley o el propio Henry James. De hecho, Edith –que está empezando a ser escritora y es una chica rebelde para los cánones de la época– menciona a Shelley como una referencia. Edith, que antes de encerrarse en esa casa mortuoria con un pasado oscurísimo, visitaba a un editor literario con la intención de publicar una novela sobre fantasmas y recibía como devolución que una chica tenía que escribir historias de amor. En un diálogo que resonará a lo largo de la película, Edith le dirá que los fantasmas son “metáforas” y que lo que está escribiendo es, en el fondo, una historia de amor. Algo similar se puede decir de la película. LA CUMBRE ESCARLATA no es una película sobre fantasmas ni sobre una casa embrujada, no habrá complejas explicaciones milenarias para entender qué es lo que pasa allí. Se trata de un drama psicológico gótico con apuntes de terror –la trama macabra que involucra a los tres protagonistas no es particularmente elaborada ni extravagante y tanto mejor por eso– y con extrañas criaturas que se mueven por la casa o que Edith solo imagina. crimson-peak-5-970x546-cComo en lo formal, la narración de la película de Del Toro tampoco se aleja de ese clasicismo, algo que acerca al filme por momentos demasiado al ejercicio de estilo. En cierto sentido, lo es, pero dentro de él los protagonistas han logrado darle la suficiente densidad, oscuridad y desesperación a sus peripecias y complicaciones como para involucrarnos con ellos de una manera directa, no mediatizada del todo por el guiño cinéfilo. Es posible que algunos espectadores no acostumbrados a los modelos clásicos del cine de suspenso y terror encuentren a la película un tanto carente de los shocks que más se usan en el cine de género de hoy. Pero, como dije antes, Del Toro se mantiene hasta el último plano fiel a su idea de contar la historia como si los últimos 40 años o más del cine de terror psicológico (o de suspenso gótico) no hubiesen existido. De haberlo hecho mal, sería un ejercicio ombliguista sin demasiado valor cinematográfico propio. Pero hecho de la manera suntuosa, elegante, opulenta en la que está –con su épico dramatismo y sus personajes perfectamente delineados y creíbles– LA CUMBRE ESCARLATA se convierte en la que probablemente sea la mejor película de la carrera de este notable realizador mexicano.
El director de Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013) y El Laberinto del Fauno (2006) vuelve al género fantástico y al terror con esta obra que reúne lo mejor de su inventiva: monstruos, sangre, una historia de amor y ese rechazo a dejar el mundo de los vivos. La Cumbre Escarlata (Crimson Peak) seguramente estará en esa lista de lo mejor del año y El Lado G te cuenta un poco de que se trata el film. Guillermo del Toro nació con una imaginación propia de un genio. Cada obra en la cual se ve involucrado resulta de una variedad de colores, personajes y creatividad únicas. Cine, series y videojuegos: todo lo que toca, más allá de si el resultado final es bueno o muy bueno, tiene ese algo muy propio del director mexicano que hace del producto algo incomparable. La Cumbre Escarlata es una muestra más de esta afirmación: el tratamiento de fantasmas, el buen uso de la abundante sangre, las locaciones y las enormes referencias a la historia del cine, lo dejan claro. Previo a transitar por la pérdida de un familiar, Edith Cushing (Mia Wasikowska), una bella aspirante a escritora, conoce a Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un caballero británico venido a menos que acude al padre de la joven (Jim Beaver), con el fin de obtener apoyo financiero para proyectos personales relacionados con la arcilla y la construcción de una máquina. Edith comienza una relación con el señor Sharpe y juntos, ya como marido y mujer, se mudan a Allerdale Hall, la residencia de Thomas, ubicada en Cambria, Inglaterra. Se trata de una mansión en la que se percibe cierto nivel de lujo perdido a causa del paso del tiempo y el poco mantenimiento del inmueble. Allí vivirán con Lady Lucille (Jessica Chastain), la enigmática hermana de Sharpe. La mansión y sus cimientos, un terreno de arcilla que tiñe de sangre la misma nieve, empieza a manifestarse y la nueva señora de la casa comienza a recibir visitar poco agradables. En La Cumbre Escarlata, Del Toro mezcla terror, romance y fantasía para crear un homenaje a clásicos del género como La Casa Embrujada (1963) y El Resplandor (1980). Además, el apellido de la protagonista, Cushing, hace referencia al difunto actor Peter Cushing, quien supo interpretar de gran manera a personajes de la factoría Hammer Productions, productora recordada por grandes películas de horror: La Maldición de Frankenstein (1957), Drácula (1958), El Perro de los Baskerville (1959) y La Momia (1959). El film vuelve a dejar en claro que Guillermo del Toro sabe seleccionar a su grupo de trabajo para construir las ideas que tiene en su imaginario. La dirección de arte y fotografía, de la mano de Brandt Gordon y Dan Laustsen respectivamente, es un trabajo soberbio de parte de ambos. La paleta de colores elegida por Gordon para usar en la mansión es de un detalle sublime: ese rojo arcilla tan espeso y sangriento que se contrapone con el clima amenazante de la tormenta de nieve, funciona como un personaje por sí solo. Todo este trabajo no funcionaría tan bien si el desempeño del director de fotografía no estuviese a la misma altura. Ambos logran darle un nivel de protagonismo a la propia mansión y lo que habita dentro de ella. Detrás de Thomas existe una figura mucho más oscura, siniestra y manipuladora, la hermosa Lady Lucille, una Jessica Chastain que se roba toda la película. Sí, era hora de que dejara de aparecer en películas de astronautas. Esa personalidad fría, con mirada amenazante y un gran talento para el piano, seduce al espectador desde la primera aparición hasta la última. Se trata del personaje más valioso del film y el más memorable. El resto del elenco posee una correcta participación, salvo Charlie Hunnam que estuvo un poco desperdiciado. Su personaje, el doctor Alan McMichael, enamorado de Edith pero nunca descontrolado por haber perdido su cariño, se mete en el trabajo de detective, inspirado por las novelas que lee en sus tiempos libres, y se inmiscuye en una investigación para descubrir qué hay detrás del señor Sharpe, y así poder brindar ayuda a su amiga y amada. Pero poca es su participación en escena, es una figura que podría haber brindado mucho más. Con respecto a la trama, no hay mucho que agregar, ahí no radica lo bello y atrapante del film. En lo estético y en lo visual se encuentra el principal atractivo para ir al cine a disfrutar de esta ¿cálida y hermosa? historia de amor. El mexicano más simpático y competitivo del coleccionismo nerd volvió con un film muy diferente a su última obra, Titanes del Pacífico (2013), pero en un nivel alto como ya tiene acostumbrado a su público. Muchos querrán que retome la saga de los robots gigantes que combaten monstruos, y otros, más inclinados por el director detallista y romántico en lo narrativo que supo dirigir El Laberinto del Fauno, se encontrarán rebosantes de felicidad. Pero para todo cinéfilo, los dos perfiles le quedan de lujo y es una nueva excusa para ir al cine a ver una verdadera obra de arte.
Lazos de Sangre En una casona tan antigua que vive y respira, cuya aristocrática decrepitud se refleja también en quienes la habitan, conviven pasiones y horrores del pasado y el presente. “La Cumbre Escarlata” (o carmesí, en el título original) debe su nombre al suelo de arcilla que todo lo tiñe de rojo sangre, coronada por la suntuosa propiedad y convenientemente alejada de toda civilización. Cuando sus moradores, los hermanos Thomas y Lucille Sharpe, se ven obligados a salir en busca de la salvación financiera que necesitan, cruzan sus caminos con la joven Edith Cushing (Mia Wasikowska), una aspirante a escritora de la alta sociedad americana. Hija de un comerciante que hizo fortuna a base de arduo trabajo, Edith reniega de la frivolidad de la clase a la que pertenece, y prefiere dedicar su atención a las letras en lugar de a sus pretendientes. Pero sus convicciones palidecen ante los encantos del británico Thomas (Tom Hiddleston) y los trágicos giros que toma su vida luego la llegada de los Sharpe. Con esta premisa, la nueva película de Guillermo Del Toro se debate entre el terror y el romance gótico, enmarcados en la evidente pasión de su realizador por el género. Con un diseño de producción deslumbrante, el despliegue visual que acompaña a esta historia se convierte en su verdadero y absoluto protagonista, en detrimento de la trama. Jessica Chastain destaca por momentos en el papel de la cuñada cuyo amor fraternal oculta algo perverso, pero en general las actuaciones son bastante medidas y los personajes se funden con el ambiente acartonado que los rodea. Cuando el drama finalmente se desata y el suspenso da lugar a la acción, ya estuvimos demasiado tiempo en la butaca intuyendo los misterios, y todo se vuelve bastante predecible y poco efectivo. Especialmente las interminables tomas de esos fantasmas que deberíamos estar imaginándonos. “La Cumbre Escarlata” echa mano a recursos clásicos del género, percudidos por una pátina que los despoja de su efecto para el espectador moderno. Sin embargo, la impecable técnica y belleza que rodean al producto final pueden lograr que valga la pena dejarse cautivar durante esas dos horas.
Hoy llega a los cines la última producción de Guillermo del Toro (Titanes del Pacifico, El Laberinto del Fauno), La Cumbre Escarlata. Edith Cushing es una aspirante a escritora que debate su amor entre un amigo de la infancia y un enigmático inglés recién llegado a Búfalo, que busca inversionistas para su maquina de extracción de arcilla. Además, el inventor ha llegado con su hermana, gélida y algo siniestra. Cuando el padre de la joven muere en extrañas circunstancias, ella se traslada a Inglaterra, a vivir con ellos en una decadente mansión gótica, donde aparecerán los fantasmas del pasado. Guillermo del Toro realizó una película que es mas una historia de amor con toques sangrientos, que de horror en el sentido que viene desarrollando el cine en los últimos tiempos, con su parafernalia de demonios y cámara en mano. El creador de El espinazo del diablo elige un tono calmo, elegante y opulento para narrar su cuento. En ese sentido, el realizador de El laberinto del fauno, homenajea a los productos de la factoría Hammer, cuyo responsable, Michael Carreras decía que sus películas de bajo costo y alto rendimiento eran como cuentos de hadas. Que Cushing sea el apellido de la protagonista es clave para entenderlo, la palidez de los dos hermanos, y el deliberado poco uso de tecnología por computadora, que le dan una apariencia más artesanal, a la antigua. Se vale también de algunas licencias en el uso de anacronismos: una muy antigua casa gótica con ascensor, máquinas de escribir, automóviles y algún aparato de grabación que quizás sean posteriores a la época victoriana en que transcurre la historia. La mixtura de todos estos elementos dan como resultado una atmosfera que es clave para envolver climáticamente lo que es en definitiva un entramado de pasiones prohibidas con el agregado, en dosis no muy grandes, de fantasmas. Fantasmas en este caso, no buscan venganza, sino advertencia. En la segunda mitad de la película la casa adquiere protagonismo como un personaje más. La mansión se están hundiendo en tierras arcillosas de color carmesí, como la sangre y por sus caños ¿las venas? corren aguas del mismo color. Es oscura, como los secretos que cobija y en su lobby principal tiene un gran agujero en el techo, por el que entra la nieve y un haz de luz, a la manera de las grandes catedrales góticas, rasgo que es uno de los principales en este estilo, para simbolizar la presencia divina. El elenco parece haber nacido para encarnar estos personajes. Mia Wasikowska, que saltara a la fama en Alicia en el país de las maravillas, se luce como quien en busca de su destino trágico, en pos de su deseo, desoye consejos. Jessica Chastain es lady Lucille, la perversa hermana de Thomas Sharpe (Tom Hiddleston). Ambos fríos y calculadores. Carter Cushing (Jim Beaver) es el padre de Edith y Charlie Hunnan, el eterno enamorado, que es además un médico que oficia casi de detective. Del Toro no ahorra preciosismos en el arte de la película, el vestuario, los peinados, los decorados y la fotografía son de un nivel tan alto de excelencia que abruman. Y en ciertos momentos todo ese esplendor corre el riesgo de opacar la historia. Para quienes se babean con estas maravillas, basta decir que existe un libro: Crimson Peak: The art of darkness, que muestra al detalle cada uno de los aspectos de antes mencionados.
Superflua demostración de poder. Del Toro es un súper nerd. Porque aunque estemos en un momento en que todos son nerds y ya nadie lo es, algunos siguen desparramando nerdencia posta en base al laburo aplicado a sus manías y obsesiones; y para ponerle el pecho a las obsesiones hay que formarse y laburar. Y Del Toro es un enfermito, un workaholic que duerme cuatro horas por día mientras los vagos dormimos ocho; el nerd posta labura, no descansa nunca. Cinéfilo y bibliófilo de las vertientes góticas, arma acá un melodrama fantástico en sintonía con algunas superproducciones fastuosas del viejo clasicismo hollywoodense por un lado, y con el horror gótico y la vieja Hammer por otro. El acento -al menos en la segunda mitad- está puesto en una casa que es un personaje más, que sangra arcilla rojo fuego y respira por un techo destrozado. Una mansión fabulosa creada por otro cerebrito: Thomas E. Sanders; un tipo que ya la rompió con su trabajo en Corazón Valiente y en la genial Apocalypto, ambas del maestro Gibson, entre otras. Y Del Toro, como buen nerdo, es un fetichista de estas cosas, incluso muchas veces compra parte de los decorados y la utilería de sus propias películas. Tanto los decorados como la pilcha como los efectos, son tres puntos clave de esta trilogía fantástica que comenzó con El Espinazo del Diablo, y continuó a mediados del 2000 con El Laberinto del Fauno. Dispara Hammer, dispara Bava, dispara Poe, hermoso todo, pero el gran problema de La Cumbre Escarlata es que Del Toro se queda sólo con los datos, con la colección de citas y la espectacularidad, relega fuerza narrativa en pos de su ingeniería visual, lo mismo que le sucedió a Tim Burton en muchas de sus películas posteriores a Ed Wood, su gran película menospreciada por ese séquito deforme de hinchas de este otro amante del melodrama gótico. La grandilocuencia barroca de los planos podría haber estado acompañada de una trama potente y profunda, como lo logró en El Laberinto del Fauno, otra obra grandota y de grandes pretensiones pensada en detalle desde la dirección de arte pero que no descuidaba sus aspectos narrativos y conseguía -a través de la trama- profundidad emocional y política, si es que pueden separarse. Y este es el problema central de La Cumbre Escarlata, su piel de oro que cubre un espíritu derruido como la perfecta y putrefacta mansión que construyó Sanders: debajo de la cáscara majestuosa sólo queda un esqueleto pelado como el de sus fantasmas, esos que son sólo una anécdota de una historia fantástica sólo para el marketing, espectros que por desgracia son sólo una manchita en este lienzo recargado.
"La cumbre escarlata", una carta de amor gótico Edith (Mia Wasikowska) tuvo que vivir la muerte de su madre a manos de una terrible enfermedad cuando tenía 10 años. Pero eso no fue lo más traumático de toda la situación, lo que sí la marcó fue ver la aparición de su fantasma por la noche advirtiéndole que tenga cuidado con "la cumbre escarlata". Ahora, pasados los años y convertida en una hermosa joven, sus días transcurren tratando de convertirse en escritora mientras su padre hace lo posible para que se interese en el amigo de su infancia (Charlie Hunnam), que ha vuelto a la ciudad convertido en todo un doctor. Antes de que el amor pueda florecer en esa pareja, hace su aparición un misterioso y seductor hombre inglés: Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston). Él y su hermana Lucille (Jessica Chastain) viajaron hasta allí para tratar de cerrar un negocio con el padre de Edith, además de buscar una pareja para Thomas. Como no podía ser de otra manera Thomas y Edith quedan completamente flechados, pero el padre de ella se niega a esta relación debido a que descubrió algo en el pasado del muchacho. Todos los obstáculos para que estén juntos se terminan al morir éste en extrañas circunstancias y los jóvenes se casan. La pareja se muda a Inglaterra, a vivir en la imponente y tétrica casa en la cima de una montaña -de terreno arcilloso color rojo sangre- que poseen los hermanos Sharpe. Edith empieza a descubrir que la casa tiene vida propia, y pronto viejos y nuevos fantasmas comenzarán a rondarla. El verdadero terror para ella comenzará cuando descubra que a ese lugar, durante el invierno y con la caída de nieve, se lo conoce como "la cumbre escarlata". De esto se trata la nueva película escrita y dirigida por Guillermo del Toro. El mexicano vuelve nuevamente a desplegar su tremenda y potente imaginación regalándonos un universo fantástico de esos a los que nos tiene acostumbrados. Basta con recordar películas como "Cronos" (1993), "Mimic" (1997) o "El Laberinto del Fauno" (2006) para saber de lo que estamos hablando. Se nota, y mucho, que cada paso que da el realizador en esta obra está absolutamente pensado. De hecho hizo 11 o 12 versiones del guión antes de tener el definitivo, incluso cuando se enteró que Benedict Cumberbatch y Emma Stone -la pareja que quería como protagonista- no podían ser de la partida, lo retocó para Hiddleston y Wasikowska. Antes hay que aclarar que sería un grave error vender, o tratar, a esta película como "una de terror". Este filme es una historia de amor con elementos fantásticos que nos remite, en algunos momentos, a aquellas viejas producciones de la productora inglesa Hammer. Es casi un homenaje al cine de terror de esos años, que realizaba largometrajes que hoy en día se ven "inocentes" pero que asustaron a varias generaciones. El diseño de producción es asombroso; la casa y todo lo que se ve en ella fue construido especialmente para la película. El elenco, que incluye muchos nombres reconocidos, aborda sus roles de manera correcta y sin fisuras. Pero hay que pararse y aplaudir de pie a Jessica Chastain por su magnífico trabajo que, sin dar muchos detalles, alcanza el punto justo con su personaje. Seguramente su interpretación será recordada en los próximos años. Si verdaderamente aman al cine, verán el reflejo de ese sentimiento expresado en esta película. "La cumbre escarlata" es una hermosa carta de amor que le escribe Guillermo del Toro al cine de género. Sólo hay que disfrutar cada una de sus líneas y la poesía que nos brinda de su contenido.
OTRA CASA EMBRUJADA El prolífico Del Toro pone en pantalla su nueva película, Cumbre escarlata (Crimson Peak), un filme que se encuentra inmerso en el universo de fantasía que el realizador ha venido creando a través de su vasta filmografía. Como director de género (y de culto), Guillermo Del Toro tiene la fórmula para encantar al espectador haciéndolo partícipe de ambientes de ficción que muchas veces se tiñen de paranormales. Por eso, los seres de otros planetas y los fantasmas, entre otras características, son elementos recurrentes de su retórica fantástica. Con un título que traduce casi con fidelidad el nombre original de la película, el filme parece transmitir un primer mensaje a viva voz. A través de un rico juego de operación metafórica, el color carmesí de la arcilla se confunde fácilmente con la intensa tonalidad de la sangre. Interesante comparación que le da a toda la obra un extrañamiento particular que remite, de forma recurrente, a toda aquella sangre que se verterá (y se vertió) como consecuencia del infortunio de dos hermanos aristocráticos en decadencia. Pero la metáfora no está plasmada solamente de forma tan evidente. Esta operatoria lingüística se vuelve a repetir en dos oportunidades. Por un lado, cuando la joven Edith (Mia Wasikowska) intenta una y otra vez explicar que su novela no es de fantasmas, sino que éstos son sólo una metáfora del sentido que ella está expresando. Y por el otro, cuando Lucille (Jessica Chastain) argumenta cómo las mariposas son víctimas de las astutas polillas que habitan la mansión de Allurdalle Hall, más popularmente conocida como Crimson Peak, menos por Edith. Al fin y al cabo, el juego retórico lo que propone es una suerte de mecanismo en el que los victimarios, tal vez se encuentren envueltos en sus propias horrorosas estrategias, sólo que aún no lo saben. El propio funcionamiento del mecanismo no los deja ser conscientes del advenimiento del inevitable destino negro. Edith es una novelista amateur sin suerte a quien la muerte prematura de su madre la dejó marcada para el resto de su vida: no solamente por el dolor de la pérdida, sino por las constantes visitas que recibe de su fantasma. Edith, tiene un pretendiente debidamente seleccionado por su padre, pero ella hará caso omiso al mandato paterno para enamorarse de un Barón inglés, Sir. Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), ex terrateniente actualmente en decadencia. La historia de amor estaría dada casi sin obstáculos, sin embargo, Del Toro opta por darle a su filme un halo de tragedia cuando pone a Lucille Sharpe, hermana de Sir. Thomas, a impedir con vehemencia esta relación. Ambos conforman una sociedad que no sólo busca estafar a los grandes burgueses, sino también acabar con sus vidas a través de una cautivamente dinámica que consiste en la seducción de bellas jóvenes para quitarles el dinero familiar y luego su vida. Cumbre escarlata tiene una excelente fotografía y un casting más que interesante, pero tiene un grave problema: su hilo dramático no termina de innovar y la sensación de que no aporta nada nuevo se ve reforzada por la presencia de todos los lugares comunes del género, sobre todo, el conocido tópico de la casa embrujada. Las almas en pena vagan por Crimson Peak, justamente el lugar que el fantasma de la madre de Edith le dijo que evitara. Esta historia ya la vimos, ¿podrá sorprendernos en algo? Por Paula Caffaro @paula_caffaro
A fuerza de un trabajo arduo y consistente a lo largo de dos décadas, Guillermo Del Toro se ha convertido en uno de los grandes exponentes del cine fantástico de la actualidad. El mexicano tiene un ojo delicado para abordar la oscuridad de nuestro mundo o la de otros y cada uno de sus trabajos tiene cualidades distintivas que lo han elevado a un status de maestro artesano dentro del género. Así se convirtió en una fuerza considerable dentro de la industria, un cineasta que no teme asumir riesgos con los múltiples proyectos que lo apasionan. Y hay que hacer especial énfasis en este último aspecto, dado que son muchos los films que llaman su atención y sin embargo son pocos los que se vuelven una realidad, con frecuencia detenidos en un limbo de desarrollo del que no pueden salir, hasta que él decide pasar a otra cosa. El que ahora llega a los cines del mundo es Crimson Peak, un relato gótico con el potencial para convertirse en una verdadera obra maestra, pero que sin embargo provoca una incontrastable sensación de desilusión. La última película del realizador porta una atmósfera tradicional que la emparenta a clásicos literarios de la época. Hay explícitas menciones a Jane Austen, Mary Shelley o Arthur Conan Doyle, pero no se puede dejar de lado la influencia de novelas como "Otra vuelta de tuerca", de Henry James. No obstante, los fantasmas de este film no son alusiones ambiguas, sino que por el contrario son bien reales. No son espectros vengativos que buscan la muerte de los protagonistas, sino que más bien son metáforas de un pasado que está bien presente, integrales a la trama y vitales para el desarrollo de los personajes. La Cumbre Escarlata es un film fantástico de misterio, con almas en pena que buscan justicia por vías diferentes a las del cine actual. Es que tan solo bastan unos minutos de metraje para llegar a la conclusión de que se trata de una producción firmemente anclada en un tipo de cine clásico que se ha abandonado hace décadas. Desde hace años que el terror sufre una involución en estilo y técnica, más apoyado en la porno-tortura, el gore gratuito y los sustos prefabricados, motivo por el cual se celebra con tanto entusiasmo cada vez que un realizador ofrece algo diferente –The Conjuring, It Follows-. Del Toro entrega un romance gótico de un nivel de belleza imposible de negar, con un enorme diseño de producción, vestuarios y escenarios, acompañados de una fotografía de primer nivel que sobresale con sus juegos de iluminación. Constituye un verdadero festín visual, que se vincula a lo hecho en El Espinazo del Diablo o El Laberinto del Fauno pero con el presupuesto de una de las grandes superproducciones que ha encarado. Y así como tiene en el bolsillo el aspecto gótico, Crimson Peak no logra consolidarse en la parte más importante, la del relato. Del Toro hace una larga y detallada introducción a la historia, presentándonos a los actores principales, sus objetivos y motivaciones. Es tan extenso este preámbulo, y tan minucioso, que elimina cualquier tipo de factor sorpresa. Quizás no se tenga la minucia de la cuestión, pero sin duda alguna se posee lo suficiente como para que la película entre en un perjudicial camino de previsibilidad, pudiéndose anticipar algunas cuestiones argumentales claves. Burn Gorman se destaca en su papel mínimo como el detective Holly, pero su breve inclusión –de la que quizás se podía prescindir- devela el misterio demasiado pronto. Mia Wasikowska entrega una buena actuación en un papel que le sienta como anillo al dedo, mientras que Jessica Chastain y Tom Hiddleston se llevan los aplausos como la pareja de hermanos que oculta más de lo que dice. Charlie Hunnam, por su parte, no parece estar del todo aprovechado, mientras que Jim Beaver (Supernatural) ofrece la habitual sólida interpretación de figura paterna firme pero adorable. Desde el elenco a sus elecciones musicales, pasando por todo lo que hace al componente visual de su película, cada decisión de Del Toro es acertada. Pero el guión que escribió junto a Matthew Robbins (Mimic, Don't Be Afraid of the Dark) limita su vuelo, priorizando la estética por sobre la sustancia, y transforma un film extraordinario en algo ya visto.
La soberbia de un gran cineasta En su último filme de terror, el mejicano Guillermo del Toro lleva a un extremo su imaginación barroca y su gusto por lo sobrenatural. Tan buenas y tan rentables películas hizo Guillermo del Toro desde Mimic hasta el presente (El espinazo del diablo, Hellboy, Titanes del Pacífico y un doble signo de admiración para El laberinto del fauno) que no necesita del permiso de nadie para compilar sus manías y obsesiones en una sola historia. La perversa y a la vez maravillosa fantasía que caracteriza a todas sus obras –reconocibles casi cuadro por cuadro, algo que se puede decir de muy pocos cineastas masivos– supera en La cumbre escarlata esa marca del termómetro artístico que divide el talento del exhibicionismo. Del Toro es un dios del cine, sin dudas, pero la condición para que un humano ejerza la divinidad tal vez radique en no ser demasiado consciente de esa grandeza. El peligro es precisamente lo que sucede en este caso: la soberbia. Tan ambiciosa, tan detallista, tan barroca es la imaginación del cineasta mejicano que parece enamorada de sí misma y el espejo donde se mira a cada momento refleja esa obvia autosatisfacción. La cumbre escarlata se sitúa cronológicamente en la época ideal para un visionario: fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Es el momento en que las formas maquínicas de la revolución industrial aún conviven con la arquitectura victoriana y la afición romántica por los castillos y las ruinas. Como buen guionista, Del Toro combina ese choque de imaginarios opuestos con otras fuerzas contrarias: la aristocracia inglesa y la burguesía industrial norteamericana, el amor puro y el amor perverso, y la dialéctica fundamental entre vida y muerte, con un agudo sentido de la corrupción y la transfiguración, simbolizadas por las mariposas, las libélulas y las polillas gigantes que en esta película aparecen por todas partes. Así, la primera parte se desarrolla en una populosa Nueva York en plena construcción, y la segunda en una mansión escocesa aislada, con techos agujereados, pisos que se hunden y rodeada de máquinas para extraer arcilla. La protagonista es una joven escritora neoyorquina, hija de un constructor (desarrollista, diríamos ahora), que se enamora de un noble británico venido a menos. El padre se opone a la relación, porque sospecha de las verdaderas intenciones de ese hombre seductor, refinado y arruinado que ha llegado a Nueva York acompañado por una hermana no menos misteriosa. Amor e interés, ese es el tema. Pero lo que parece ser una historia libremente inspirada en una novela de Henry James -el escritor que retrató las relaciones ambiguas entre América y Europa a fines del siglo XIX– está desde el principio afectada por el sentido de lo sobrenatural de Del Toro (que no oculta ni relativiza a sus monstruos y sus fantasmas) y por un detallismo escenográfico que no deja nada que desear (imagino yo, ustedes admiren). Un director contratado hubiera reducido el guión a los 90 minutos reglamentarios y hubiera eliminado varias escenas redundantes. La grandeza de Del Toro es no haberse conformado con hacer una buena de terror en minúsculas sino en intentar algo mayúsculo. El resultado debía ser soberbio pero fue soberbia.
Un romance gótico en época victoriana, en una casa que sangra, respira y busca venganza. Todo comienza cuando vemos a una niña Edith Cushing (Sofia Wells) quien tiene su primer encuentro con un fantasma, el de su fallecida madre, quien le advierte algo sobre la “cumbre escarlata”. Pasa el tiempo y se transforma en una bella dama llamada Edith Cushing (Mia Wasikowska, “Lazos perversos”) única heredera de su padre, un importante empresario de nombre Carter Cushing (Jim Beaver, "El ladrón de orquídeas"). Ella desde su infancia mantiene una linda amistad con el Dr. Dr. Alan McMichael (Charlie Hunnam, "Titanes del Pacífico") y no tarda en enamorarse de un atractivo aristócrata Thomas Sharpe (Tom Hiddleston, "Thor") aunque él padre de ella se opone a dicha relación. Ella quiere ser escritora de novelas de fantasmas pero a fines del siglo XIX ese era un lugar reservado para los hombres, las mujeres estaban destinadas más al romanticismo, por eso ella decide escribir a máquina porque su caligrafía la delataría. Algo inesperado sucede y fallece el padre de Edith. Ella se casa y va a vivir a la mansión inglesa de su amado Thomas junto a su inseparable hermana Lucille Sharpe (Jessica Chastain, "Mamá”). Ese lugar es tan espectacular como lúgubre, frío y triste. Ese lugar sangra, se encuentra lleno de secretos, mentiras y estos no tardan en aparecer. Esta es una historia de suspenso clásica, con una casa que tiene vida y reacciona con los espíritus que tiene dentro. Se encuentra llena de misterio y metáforas, se van generando buenos climas, es bien oscura, claustrofóbica, contiene algunos sobre saltos y una fotografía que resalta los colores que necesita. Posee un buen movimiento de cámara como así también ciertos trucos. Cuenta con un buen estilo gótico y con una buena dirección de arte, cortinas, vestuario, velas, candelabros y muebles, entre otros elementos. La cinta tiene cierta similitud a "La casa Usher", como así también otras del género. Algunas situaciones resultan algo exageradas. Casi seguro obtendrá alguna nominación a los Premios Oscar.
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El encanto del horror gótico En el inicio, Guillermo del Toro modeló un estilo de horror gótico con alta incidencia de la fantasía y la maldad, acorde a las fábulas europeas, y cuando regresa a las fuentes, entre algún tanque de ciencia ficción, lo hace cada vez mejor. La protagonista de La cumbre escarlata, Edith Cushing (Mia Wasikowska), comienza a escribir cuentos de fantasmas tras percibir la presencia de su recién fallecida madre. Hija de un comerciante adinerado, prototipo del norteamericano emprendedor de fines del siglo XIX, Edith se involucra con cualquiera que lea promesa en sus páginas. Así aparece Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un noble inglés caído en desgracia que busca financiación para su proyecto, una excavadora para extraer arcilla. El negocio fracasa, pero Edith se enamora de Thomas y abandona Nueva York para vivir junto a él en su castillo de Cumberland, donde la tierra es nevada pero el suelo, rojizo (de ahí el título, Crimson Peak). En el tétrico castillo inglés reaparecen los fantasmas, un perro dado por muerto y Lucille (Jessica Chastain), la perversa hermana de Thomas. Del Toro dice haber querido homenajear a clásicos de la casa encantada como The Haunting, de Robert Wise, y The Innocents, de Jack Clayton, pero la película es más bien un romance gótico, sin desmedro de una atmósfera posesiva y ruinosa que sí evoca a los clásicos. Las actuaciones de los tres protagonistas, especialmente las de Hiddleston y Chastain, son superlativas, como también lo son los diálogos, de cierto humor negro y carentes de frases gratuitas o prosaicas. En cierto sentido, La cumbre escarlata es otra historia de amor corroída por un pasado enfermizo, pero el guión y la realización evita lugares comunes, seduce con la fotografía del danés Dan Lautsen (Mimic, Nightwatch) y envuelve en una historia de cautividad y crueldad, como releer a los clásicos de Bram Stocker y Mary Shelley.
Estancado en la superficie Hay que reconocerle a Guillermo del Toro que desde hace un rato largo viene haciendo lo que se le canta. Incluso en un film por encargo como fue Blade II hizo lo que quería y le imprimió a esa secuela su propio sello autoral. Pero también es cierto que cuanto más solemne se pone, peor le va: su cine adquiere características pomposas, infladas, donde importa más el diseño, lo formal y las referencias obvias, abandonando incluso la preocupación por lo narrativo y la construcción de personajes. Ahí tenemos a El laberinto del fauno como ejemplo máximo de lo sobrevalorado, con su historia que avanza a los ponchazos, demasiado preocupada por impactar desde lo visual y a través de la violencia -principalmente en los rostros-, y con una bajada de línea política que es cuanto menos problemática. Las dos entregas de Hellboy y Titanes del Pacífico, trabajando géneros supuestamente menores, son mucho más redondas, atractivas narrativamente y hasta complejas temáticamente, por la mirada que entabla sobre los vínculos amistosos, el trabajo en grupo y la necesidad del otro. Lamentablemente, La cumbre escarlata es un ejemplo de la vertiente “importante” de Del Toro, al que no se le puede negar su ambición: acá quiere contar una historia de fantasmas que no lo es tanto, porque en verdad es una historia de amor donde lo fantasmal es apenas un dispositivo, centrándose en Edith Cushing (Mia Wasikowska), una joven aspirante a escritora que viene de una tragedia en su infancia y que se enamora perdidamente de Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un misterioso extranjero con una hermana, Lucille (Jessica Chastain), aún más misteriosa y principalmente siniestra. Edith acepta irse a vivir al antiguo hogar de Thomas, una gigantesca y derruida casa en el medio de la nada que desde el comienzo se nota que tiene vida propia, albergando toda clase de secretos muy sucios. El cineasta encara el relato con plena convicción, pero ese convencimiento es insuficiente, porque se apoya en ideas sin profundidad e inventiva. En La cumbre escarlata están todos los elementos dispuestos: las referencias al terror gótico -alusión a Mary Shelley incluida-, el contacto visual con el cine de Mario Bava, la tragedia como herramienta constitutiva del amor, lo romántico no sólo como género sino también como estilo, el diálogo con determinados tonos y climas de la literatura de Edgar Allan Poe e incluso H.P. Lovecraft, lo fantasmal como entidad tan metafísica como ética. Pero son trazos aislados, que no forman un conjunto sólido. Lo cierto es que la trama de la película es endeble, los enigmas se acaban rápidamente, las resoluciones no tienen verosimilitud y ninguna de las dos vertientes -ni el romance ni el terror- adquieren real carnadura. Encima, Del Toro confunde atrevimiento y exceso con trazo grueso, y hasta tenemos instancias de violencia -el director repite su fijación con el rostro- que no adquieren real sentido. Todo el esquematismo y la superficialidad se trasladan a las actuaciones y al pulso narrativo del film. La cumbre escarlata es una película atravesada por la frialdad, que jamás contagia, donde todo va avanzando mecánicamente y explicando cada sentimiento que atraviesa a todos los personajes. Es, a pesar de su apariencia inicialmente expansiva y hasta disruptiva, una película común, sin gran vuelo, cuyo análisis y matices se agotan rápidamente, y que en vez de ser un vehículo consagratorio para Del Toro, termina siendo un tropezón que, esperemos, no sea una caída.
Por un puñado de sangre Luego de un hiato en el que jugó con superhéroes monstruosos y robots gigantes, el director Guillermo del Toro finalmente regresa al horror gótico de El espinazo del Diablo (2001) y El Laberinto del Fauno (2006). Su nueva película es La cumbre escarlata (Crimson Peak, 2015), un impúdico homenaje al cine de terror de los 50s y 60s inspirado por la lectura de Edgar Allan Poe. Con un diseño de producción impresionante y dirección artística y fotográfica preciosa, la película termina siendo de una banalidad decepcionante, considerando el suculento currículo de su realizador. La heroína es Edith Cushing (Mia Wasikowska), una lozana aspirante a escritora. Como toda heroína perteneciente a la élite americana de fines de siglo XIX – nos dice el cine – Edith ha leído a todo los autores que retrospectivamente han sido canonizados como representativos de su época (Austen, Shelley, Doyle), y le desagradan las “frivolidades sociales” que históricamente pocas mujeres cuestionaban. Tiene un pretendiente, un médico apuesto, gallardo y cordial que se lleva bien con su padre y es interpretado por Charlie Hunnam. Pero no, Edith sólo tiene ojos para el lúgubre, melancólico hombre misterioso que viste de negro y de quien cuyo padre desaprueba enfáticamente: el barón Thomas Sharpe (Tom Hiddleston). Thomas desposa a Edith y se mudan al set principal de la película, una decrépita mansión en la campiña británica. Un agujero descomunal en el cielo raso deja caer hojas y nieve en el hall de entrada, y como la casa Usher, el edificio se está hundiendo lentamente. Ha sido erigido sobre una mina de arcilla roja, la cual recorre los pisos y las paredes como si fuera sangre surcando las venas de algo vivo. El parecido de la arcilla a la sangre es un símbolo que no escapa el entusiasmo de Del Toro, y usa y abusa de él: la sangre brota de los grifos, las paredes sudan sangre, y una pasta roja viscosa acolchona los tablones del suelo. Pronto Edith está despertándose en medio de la noche y recorriendo los pasillos de la mansión, candelabro en mano, siendo acosada por fantasmas y descubriendo el terrible secreto que esconden su marido y su fúnebre hermana, Lucille (Jessica Chastain). Exactamente cuál es el secreto es algo que el espectador verá venir de bien lejos y no sorprenderá a nadie que entienda lo más básico de encuadre y lenguaje corporal. De hecho toda la información para descifrarlo se encuentra fácilmente en el primer acto. La cumbre escarlata es una película que banca más en la atmósfera que en la historia; en la pesadumbre gótica y los decorados temerosos. Todo esto es una delicia de verse. Del Toro mezcla imágenes computarizadas y efectos prácticos sin costura evidente. Los actores han sido elegidos certeramente: Wasikowska ya está acostumbrada al papel de ninfa victoriana, Hiddleston ya está acostumbrado al papel de dandy meloso. El romance que se da entre ellos, y sobre el cual pesa gran parte de la trama, queda ensombrecido por 1) la mansión en sí, indiscutiblemente la protagonista de la película, y 2) Chastain, quien interpreta al personaje más interesante y desencajado de los tres. Pero hay algo que no cierra: el contenido paranormal. Nunca se termina de justificar en relación a la trama. Dado que Edith ha transado con fantasmas desde pequeña, sospechamos que su personaje es más importante de lo que aparenta; dado que su nuevo hogar está colmado de fantasmas enlutados, sospechamos que la trama excede los agravios convivales de un trío de simples mortales. Una y otra vez la película decepciona con respuestas superfluas a preguntas intrigantes, y no aprendemos nada importante sobre nadie. Lo cierto es que la presencia de los fantasmas es puramente gratuita, y se podría contar la misma historia sin su interferencia, cosa que no habla bien de una película de terror. Otra cosa que no habla bien de una película de terror: no hay sustos. No se maneja la sutileza necesaria para inquietar al espectador. Hay sobresaltos, momentos en los que se nos embosca con un ruido súbito o el primer plano de una calavera. Pero el resto del tiempo todo es tan obvio – la historia, los personajes, la simbología – que no se experimenta nada parecido al terror. Y así la película se queda en una tibieza macabra, dictada por la temática gótica con mucha elegancia y suntuosidad y puñaladas.
Edith Cushing pertenece a la aristocracia de Buffalo de principios de 1900. Sueña con ser escritora y rechaza bastante la vida que le toca llevar y que su padre pretende para ella. Pero algo más también le pasa, desde chica es visitada por un fantasma que le advierte sobre “La Cumbre Escarlata”. Cuando el empresario Thomas Sharpe y su hermana Lucile se presentan en el lugar con un negocio entre manos, todo parece cambiar para Edith, aunque dentro de su renovada felicidad también se acrecentarán las visitas de los espectros. El amado y defenestrado en partes iguales Guillermo Del Toro, nos presenta su nuevo film, volviendo al terror. Y la verdad es que sinceramente ME ENCANTÓ. Así que voy a tratar de ser objetivo y no llevarme por el fanatismo. La Cumbre Escarlata Lo primero que debo aclarar, y que ustedes tienen que leer antes de ir al cine, es que esta NO ES UNA PELÍCULA DE TERROR CONVENCIONAL; aquellas personas que gusten de los films de horror puros y duros, o del sustito fácil que se hace en base a dejar sordo al espectador subiendo el volumen de golpe, aléjense de esta cinta porque se van a aburrir. La nueva propuesta de Del Toro es un homenaje sincero, puro y hecho desde el cariño al terror gótico, a Poe, a la productora Hammer… Ya de entrada la primera sonrisa del fanático se asomará cuando lea que el apellido de la protagonista es nada más y nada menos que Cushing; toda una declaración de intenciones por parte del realizador. A esto súmenle que la historia pasa en gran parte en Inglaterra, con la presencia de la enorme mansión alejada que oculta secretos. Mientras más fan sea uno de este subgénero, más provecho le sacará a la película. De hecho, para los fans del propio director, hay autorreferencias que saltan a la vista. Pero el asunto no sólo se limita a referencias. Del Toro también sabe construir una historia sólida casi sin huecos o lagunas argumentales. Seguramente muchos se aburrirán, porque el primer acto del film nos introduce de lleno en la historia de Edith y Thomas, acercándose más a una historia de amor barroca que a una de sustos. Pero donde algunos empezarán a bostezar, otros encontraremos cómo se nos introducen de a poco todos los elementos que serán clave en el desenlace del relato. La Cumbre Escarlata Eso sí, cuando el film ya presentó todo lo que teníamos que saber y pone primera, no para; en una trama con bastantes giros (algunos previsibles), pero sin forzar la historia para sorprender. Ayuda mucho a la película también que el nivel actoral sea bastante sólido. Todo el reparto cumple perfecto sus roles, pero en lo personal destaco especialmente a los hermanos compuestos por Tom Hiddleston y Jessica Chastain. Misteriosos, él galante y desbordando carisma, ella mucho mas retraída pero a la vez siniestra, se complementan tanto en roles como en actuaciones. Es una lástima que Mia Wasikowska no tenga la suficiente fuerza que su rol ameritaba, y que Charlie Hunnam no tenga el suficiente tiempo en pantalla para desarrollar un personaje que queda estereotipado como el que está en la “friendzone”. La Cumbre Escarlata La Cumbre Escarlata tiene enormes méritos para ser de lo mejor de esta segunda parte del año. Por un lado es un gran homenaje a un cine que ya casi está extinto y que dio grandes obras, pero también tiene el mérito propio de ser una gran obra por sí misma, con un apartado técnico perfecto y que muchas otras cintas envidiarán. Ojalá que a Guillermo del Toro se le sigan financiando sus proyectos, porque está claro que sabe lo que hace detrás de una cámara, y es de los pocos que en un género ultra quemado, tiene un estilo personal.
El actor, director y productor Guillermo del Toro -"El laberinto del fauno", "Hellboy"- vuelve a incursionar en el género de terror -su ultima incursión en el género fue en 2001 con "El Espinazo del Diablo"- con una historia de fantasmas, misterio y romanticismo ambientada en la Inglaterra victoriana. Con numerosos guiños a los films de culto de este género, incluso a algunos mas recientes como La dama de negro, de James Watkins y otros de género mas fantástico que terror pero con estéticas similares como La Bella y la Bestia, de Christophe Gans, La cumbre escarlata reflota climas góticos alimentados por presencias fantasmagóricas pero poniendo el acento en el apartado visual y las muy buenas interpretaciones. La cumbre escarlata nos trae a Edith -Mia Wasikowska-, una joven aspirante a escritora que desde joven tiene la capacidad de ver fantasmas y que un día se enamora de sir Thomas Sharpe -Tom Hiddleston-, un apuesto inglés que ha llegado a la ciudad en busca de financiación para futuros negocios y que parece compartir un extraño secreto con su hermana Lucille -Jessica Chastain-. Pero la vida de Edith cambiara tras la muerte de su padre en extrañas circunstancias, cuando acompañe a su pretendiente a su mansión, un castillo estilo gótico escondido en los montes de Inglaterra y plagada de misterios y peligros. Ambientada en la Inglaterra del siglo XIX y utilizando todos los clichés del género, La cumbre escarlata recrea a la perfección esas mansiones tenebrosas aisladas del pueblo con puertas que se abren y cierran solas, paredes llenas de recovecos con secretos, ruidos extraños que recorren cada rincón del castillo, largos pasillos para vislumbrar a lo lejos al fantasma en cuestión, personajes siniestros con un terrible secreto y la chica especialmente susceptible a los fantasmas. Del Toro apuesta fuertemente al apartado visual con una potente fotografía -con planos cuasi pictóricos-, la recreación de época en cuanto a decorados y vestuario, el mesurado uso de los efectos especiales que no llegan a desvirtuar el sentido de la película y fundamentalmente las convincentes actuaciones de sus protagonistas. Tom Hiddleston -Thor: El mundo oscuro, Sólo los amantes sobreviven-, Jessica Chastain -Interstellar, La noche más oscura, El árbol de la vida-, Mia Wasikowska -Stoker- y Charlie Hunnam, quien repite después de trabajar con el director en la película de ciencia ficción Pacific Rim, llevan adelante esta historia que ya se ha visto muchas veces y carece del factor sorpresa. Sobresalen Mia Wasikowska, a quien ya vimos hacer un gran trabajo en Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton, Madame Bovary de Sophie Barthes y Polvo de estrellas David Cronenberg, y la gran actuación de Jessica Chastain, en un papel de mujer atormentada por secretos del pasado, controladora y misteriosa en un registro diferente de sus ultimas películas, demostrando su capacidad camaleónica y capacidad para componer diferentes personajes en cada nuevo film. Aunque la trama no es muy original, con secretos que se vislumbran tempranamente y un desenlace previsible, La cumbre escarlata consigue la atmósfera del género y funciona sobre todo como película de época con alguno que otro susto y muy buenas actuaciones.
Hay grandes películas con malas promociones y pequeñas películas con un marketing deslumbrante. “La cumbre escarlata” tiene un mix de lo citado. No es para decir que es una mala película pero tampoco es una producción que marcará una bisagra en el séptimo arte y mucho menos en la filmografía de Guillermo del Toro. Instalada en el género de terror gótico, el filme tiene una cuota de morbosidad, oscuridad, fantasía y suspenso en medio de una estética lúgubre, con fantasmas muy presentes y sangre en dosis aceptables. Y eso sí, con el romanticismo y la pasión como eje dramático. Edith (Mia Wasikowska) se enamora del barón Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), quien tiene un extraño vínculo con su hermana, la sutil villana Lucille (logrado rol de Jessica Chastain). Thomas es inventor de una máquina atípica y le va la vida en que ese engendro funcione. Para eso tendrá que conseguir a alguien que le banque el proyecto, y con ese objetivo buscará poderosas mujeres para seducirlas, usarlas y tirarlas. Hasta que llega Edith y el amor meterá la cola hasta complicar o no sus planes. El director mexicano sigue lejos de sus dos obras maestras “El espinazo del diablo” y “El laberinto del fauno”, pero al menos se da el lujo de dar guiños hacia lo más logrado de su obra, sobre todo en los últimos 20 minutos de esta historia. Aunque no sea una gran película, tampoco es para dejarla pasar.
No hay duda de que Guillermo del Toro es uno de los mejores narradores cinematográficos de hoy: cada imagen en sus películas cumple una función que hace avanzar el relato de un modo casi musical. Si su anterior película, la subvalorada “Titanes del Pacífico”, es un rock’n’roll, “La Cumbre Escarlata” es un vals (incluso, en la mejor escena de la película, de modo explícito). Es una historia “con fantasmas”, pero no “de fantasmas”, y sus referencias son las novelas del siglo XIX, con una bella y funcional reconstrucción de época. El lector asiduo reconocerá elementos de “Cumbres Borrascosas”, de “La caída de la casa Usher”, de “Otra vuelta de tuerca”, de las novelas de Edith Warton (en el brillante primer tercio ambientado en Nueva York), e incluso de cuentos de hadas (“Barbazul”, claro) o películas de aire decadente (dos Hitchcock: “Rebecca” y “Tuyo es mi corazón”). Pero algo sucede y el brillante inicio se va diluyendo en la perezosa fórmula, incluso si el elenco está muy bien y el diseño nos obliga a mirar incluso planos narrativamente anodinos. El problema consiste en que, para ser una película de escalofríos y sorpresas, los primeros casi no asustan y las sorpresas se adivinan. Como si Del Toro, enamorado del mundo físico que construye con paciencia absoluta, sintiese lo mismo que sus protagonistas: la incapacidad de abandonarlo. Así el vals sigue girando y girando sin fin alrededor de un ritmo bello pero cuya reiteración obliga a preguntarse cuándo será hora de aplaudir a la orquesta.
Fallidas fantasías Hay un momento, en La cumbre escarlata, en el que creemos que ha vuelto lo mejor de Roger Corman, lo mejor de la Hammer y lo mejor de esa respiración cinematográfica que tienen los grandes. Y todo junto. Cuando uno viaja al exterior, por más que hable el idioma del lugar, el esfuerzo de comunicación es mayor. Y es difícil sentirse más a gusto en la lengua que en casa, con la lengua madre en su uso cercano. Ese esfuerzo mayor incluso sucede en lugares en donde se habla castellano, otro castellano. Al volver al nuestro, sentimos la comodidad de lo conocido, la fluidez incomparable. Durante el primer tercio de La cumbre escarlata estamos ante un lenguaje que quienes hemos frecuentado al Corman en colores, la Hammer y el terror gótico -glorioso ciclo de un verano de los noventa en la Lugones, maravillosas copias restauradas de terror italiano en Roma el año pasado- lo sentimos conocido, familiar, bienvenido. Y llevado adelante con un brío y un brillo tan evidentes como inusuales. El placer del género se hace presente de forma indudable, vemos un cine que se mueve con altísima seguridad, con una gracia especial, que deslumbra con su reconstrucción de época, que va -en el segmento de Estados Unidos- mucho más allá del diseño de producción. Mientras la acción se sitúa en Buffalo todo tiene, hace y genera sentido: las ansias de la protagonista por ser escritora, la creación de un país poderoso, el funcionamiento social. Pero cuando la acción se traslada a Cumberland, Inglaterra, Del Toro se queda solo y sólo con el poderío visual -espectacular, por cierto- y la acción se detiene, o al menos se hace pastosa (es notable cómo la película parece cobrar vida brevemente en cada escena que vuelve a Buffalo). Pasan cosas en la acción europea, pero lo que sucede es de una tremenda obviedad, de género y tradición puestos en automático, como el habla de la lengua materna pero limitada al uso burocrático o museístico. No hay más lugar para jugar, para moverse, para sorprender con los personajes. Todo se encamina a una resolución que, a medida que se acerca, nos importa cada vez menos. Y no porque Edith y su pretendiente americano no sean queribles y nobles, sino porque a la resolución obvia se nos lleva de forma desganada, indigna de esos brillantes primeros 40 minutos y de la maestría que ha sabido demostrar Del Toro (las que me más me gustan de su atractiva filmografía son Titanes del Pacífico y Blade II). Las pistas aparecen a lo bestia, de frente, sin juego y sin recovecos -los cilindros, el baúl, el té- y la narración que tan bien puede manejar el director mexicano se debilita, hasta llegar incluso a poner en duda la mismísima decisión de manejarse con fantasmas. Sí, aunque hay una excusa verbalizada dentro del mismo relato -que son una metáfora-, no hacen sentido si se piensan desde el final. Son innecesarios por completo, y su clarividencia vapososa y macabra se vuelve arbitraria y cosmética, con lo cual la película atenta contra su propio sostén. Aunque, bueno, a fin de cuentas, quién nos quita esos primeros 40 minutos en los que creíamos en el milagro de la obra maestra actual con casa embrujada incluída. El conjuro de James Wan, menos sesenta y más setenta, sigue siendo la mejor de terror de casa tomada, por el tenebroso pasado, del cine reciente. Otro estreno de estos días, la muy maltratada Peter Pan de Joe Wright, es también una película fallida, aunque con otra clase de fallas. En lugar de quebrarse en algún momento por no ir hasta el fondo con la recreación de los modos cinematográficos elegidos, Pan es una película de energía intermitente de principio a fin. Parece por momentos perderse en el ridículo -ese traje de pavo real azabache de Hugh Jackman es parte del vaivén- y por otros acierta en su osadía: los cocodrilos, en burbujas flotantes o en el río, marcan momentos de especial belleza. Por otro lado, a diferencia de la gloriosa tradición de casas embrujadas en el cine (no todas son buenas -no son submarinos- pero han sido un escenario con muchos grandes exponentes) la línea Peter Pan no ha generado películas de alto nivel, al menos entre las que conozco. No son especialmente atesorables la Hook de Spielberg ni la animada de Disney, ni Descubriendo el país de Nunca Jamás ni la Peter Pan de PJ Hogan (y ni que hablar de la serie de películas animadas centradas en Tinkerbell). Esta Pan de Wright, extraña precuela con una musicalización al estilo Happy Feet en un segmento y que luego se pierde, tampoco es memorable, aunque es al menos una película estrambótica, un fracaso extravagante, un exponente de cómo todavía puede colarse una narrativa deforme en el mainstream.
Guillermo del Toro vuelve a impactar El cineasta mexicano cierra con esta cinta una trilogía que traza sus líneas entre la poesía y el horror. La poesía y el horror; el romance y la locura; la ternura, el enamoramiento absoluto y el espanto. Entre los extremos pendula el relato que el mexicano Guillermo del Toro ofrece en La Cumbre Escarlata, la película que, según propias palabras, viene a completar una trilogía estética y estilística con sus títulos de 2001, El espinazo del Diablo, y 2006, El laberinto del Fauno. Ubicadas durante la guerra civil española -éstas previas-; durante la cúspide de la revolución industrial inglesa -la nueva producción-, tienen en común la obsesión del director por los fantasmas -o los monstruos míticos en el caso del Fauno- como metáforas de un pasado irresuelto que ata a las almas a un espacio sin tiempos o a pesar de los tiempos, pero también de las pasiones humanas más vestiales y profundas. El amor o la violencia como motor se conjugan en las tres historias. En el caso de este estreno, a través del contraste entre Edith Cushing, una joven escritoria, de pensamientos independientes, como sus pares Mary Shelley, las hermanas Brönte o tantas anónimas de la época victoriana y su entorno. Hija de un burgués norteamericano, pretendida y admirada por jóvenes profesionales de clase media, ella revoluciona todo a su paso, con sus ideas y nuevas costumbres importadas. Pero en su alma anida una inquietud por los fantasmas, en especial, el de su madre, quien a temprana edad le advirtió sobre los peligros de "la Cumbre Escarlata", a donde irá a parar junto con su marido, Sir Thomas Sharpe, un aristócrata inglés venido a menos, y su extraña hermana. Aunque el guión resulta en gran parte previsible, a Del Toro cabe reconocerle sus dotes como narrador cinematográfico; un director que desmenuza y aprovecha del primero al último contraste de escenarios, colores, luces, sonidos, gestos, y gamas de las que dispone para darle al espectador una experiencia recomendable.
Una casa habitada por sombras La cumbre escarlata es una película de fantasmas a la que le sobran algunos fantasmas. El más importante de ellos es invocado en la primera escena, diríamos mejor en el primer plano: la protagonista (Mia Wasikowska) tiene una herida reciente que le cruza la cara, tiene machucones, está desgreñada, como si acabara de emerger de un torbellino violento. Su primer fantasma, dice a través de una voz en off que viene a inscribirse con una gentileza dolorida sobre ese intrigante plano medio con el que arranca la película, fue el de su madre. Luego del corte la cámara planea majestuosamente entonces sobre los asistentes a un entierro unos años atrás, entre quienes se encuentra una niña que mira con cara desolada hacia el lugar donde se ubica el féretro. La acción tiene lugar en los Estados Unidos a mediados del siglo diecinueve. La chica perdió a su madre, pero ahora tiene un fantasma; una figura que se le aparece para perturbar su sueño y confundirla acerca de la naturaleza real de la vigilia. La figura espectral repite una letanía incomprensible; en ella le advierte sobre algo (un lugar, quizá) llamado La cumbre escarlata y un peligro que la espera. Esa chica que quiere ser escritora se cría con el bonachón de su padre, curtido self made man al que acuden emprendedores de los inventos más variados con la esperanza de obtener financiación de su parte para llevarlos a cabo en toda regla. Uno de ellos, un noble vaporoso venido con su hermana de Inglaterra, conquista a la chica con modales estrafalarios. Cuando el padre muere asesinado en circunstancias misteriosas, el extranjero se casa con ella y parten ambos hacia un caserón desvencijado en su país de origen. El director Guillermo Del Toro, experto a su manera en criaturas un poco perdidas, un poco lastimadas, tocadas por la voces del pasado, por el filo de traumas perseverantes, monta un espectáculo visualmente deslumbrante ambientado en una época en la que el mundo moderno no logra del todo deshacerse de antiguas rémoras. En Inglaterra reaparece el espíritu inquieto de la madre, pero además los fantasmas empiezan a multiplicarse inopinadamente. La madre repite su mantra esotérico. El nuevo hogar de la chica, que comparte con su marido y su cuñada, es cabalmente hostil. La construcción se viene abajo, como una metáfora de las credenciales nobiliarias vencidas de sus propietarios. El marido ha obtenido la firma de varios cheques de su difunto suegro, y con ellos pone en marcha una monstruosa maquinaria con la que intenta extraer riqueza del suelo compuesto por una tierra rojiza que parece teñirlo todo. El lugar donde está emplazada la casa, nos informan, es llamado por los lugareños La cumbre escarlata a causa del color de esa tierra poco aristocrática. La protagonista advierte la rima con aprehensión. A sus crecientes sospechas sobre las verdaderas intenciones de esa extraña pareja se le suma un malestar físico de origen desconocido. El espectador piensa en Rebecca, Notorious y La sospecha, tres Hitchocks que se suman al gótico no particularmente esmerado que pulsa Del Toro. El personaje pronto se da cuenta de que está en una trampa mortal; el frío de esa casona que representa las sombras del pasado traspasa los huesos y se mete en el alma de quienes la habitan. El fantasma de una mujer que emite lamentos estremecedores con un bebé en brazos molesta demasiado, especialmente porque viene a explicar algunas cosas del argumento. Lo importante es que los dos hermanos son seres solitarios, unidos en un amor prohibido que los deja fuera de toda regla social, convertidos en estafadores de tres al cuarto para sobrevivir. La película, eso lo vemos, es una mezcolanza de elementos no siempre bien asimilados, pero tiene su potencia, la fuerza secreta que surge entre el inventario de almas en pena apresuradas que sobrecarga la trama sin necesidad. La chica va pelear todo lo que pueda: su naturaleza americana, del espacio abierto, la luz solar y los sentimientos francos contra la oscuridad decadentista de los hermanos malditos, representantes del vampirismo triste de una aristocracia en retirada forzosa. Es muy probable que Del Toro no crea demasiado en nada de todo eso, sin embargo. Su película esgrime los modales de un entretenimiento con analogías servidas que pasan como una exhalación, un poco deshilachadas, como sus fantasmas que van dejando jirones en el aire con cada aparición. La melancolía implícita en la idea de una raza al borde de la extinción deja paso rápidamente a los arrebatos gore que marcan los encuentros violentos entre la chica de buen corazón y sus captores. La lucha definitiva entre las dos mujeres, primero en los recovecos lúgubres de la mansión y después bajo un cielo inhóspito color metalizado, con armas filosas sacadas de la cocina, cuchillos, hachas, una pala, cualquier cosa capaz de cortar, desmembrar o aplastar, es de lo mejor que esta película bellamente filmada y escrita de cualquier manera tiene para ofrecer. Jessica Chastain (la hermana) luce hermosa, como siempre, pero hierática; no es la colorada de otras películas sino una morocha azabache, como en ese bodrio de hace unos pocos años titulado Mama. Mia Wasikowsa demostró que llora mejor que nadie, pero que la determinación y el valor de su personaje son también auténticos, como si salieran de cada centímetro de su cuerpo, tal vez del fondo de una desesperación profunda. Las heridas de su cara en ese plano del principio que se replica al final, como aquellas que sugerían un pasado tormentoso en el cuerpo de su personaje en Polvo de estrellas (una actuación acaso consagratoria que pasó desapercibida) son, también, las que expresan una clase de voluntad luminosa: la voluntad de un mundo que quiere vivir. La cumbre escarlata se balancea en el abismo que separa la dimensión de los vivos de la de los muertos.
Cuando el rojo no es tan profundo La Cumbre Escarlata (Crimson Peak) es otra marca en la lista del fanboy Guillermo Del Toro. Película de terror gótica con casa embrujada, check. Debo confesar que comparto las afinidades del director mexicano. Su manejo de la ciencia ficción, el fantástico y el horror, resulta hoy una de las cosas más gratas a nivel industrial. Por eso disfruté de La Cumbre Escarlata. Pero también, me dejó a mitad de camino. Al igual que en Titanes del Pacífico, se percibe cierto recorrido superficial del género. En su aventura de robots vs monstruos existía un espíritu juguetón (casi se podían ver las manos del director chocando los bichos gigantes) donde lograba apropiarse del kaiju y el animé. Utilizaba su liviandad para el entretenimiento. Entonces, las falencias del guión y las actuaciones pasaban a ser un elemento más de ese parque de diversiones. Lo esquemático jugaba a favor: era una película de robots y monstruos, no de humanos. Una de peleas al ritmo de un riff de guitarra. El amor de Guillermo por el fantástico rinde frutos. Y aún con ciertas falencias, La Cumbre Escarlata resulta magnética. Uno de sus mayores aciertos viene de parte de sus actores. Hiddleston como Thomas Sharp es un héroe byroniano: conflictivo, oscuro, enigmático, sensual, romántico. El sueño húmedo de cualquier adolescente que ame andar vestida de negro. Jessica Chastain como su siniestra hermana Lucille está a la altura. Tanto cuando esta contenida como desencadenada, es un elemento de tenso deleite. El centro del relato es Edith Cushing, una Mia Wasikowska que por fortuna no falla. La australiana puede ser sumamente inexpresiva con una dirección equivocada (vean Alicia en el País de las Maravillas para descubrir lo mal que puede estar), en este caso logra empatía y sensualidad. Lo más flojo es Charlie Hunnan. Un paquete que ya había demostrado su escaso carisma en Titanes del Pacífico. Acá repite en ser la nada misma, por ahora no encuentra su lugar en la pantalla grande el rubio de Sons of Anarchy. Y por último: la casa, La Cumbre Escarlata. Bellamente construida, se siente la felicidad del director mexicano en la edificación de ese infierno personal. El flagelo de La Cumbre Escarlata es su refinamiento visual, un cuchillo que se hunde pero no cercena la carne. Otro tema es la historia que se elige contar. El desarrollo de los acontecimientos y el misterio a develar nunca nos traspasa la piel. El flagelo de La Cumbre Escarlata es su refinamiento visual, un cuchillo que se hunde pero no cercena la carne. Falta el terror visceral, la angustia de un tormento endiablado. Aún con la solidez de sus actores, nuestros sentidos permanecen imperturbables. Quizás en eso tenga que ver cierta ausencia de textura hemoglobínica. Presa de su amor por el género, las referencias (hay dos claras a The Changeling/Al Final de la Escalera) y guiños (el apellido Cushing), La Cumbre Escarlata nos deja la sensación de que pudo haber sido mucho más. Posee la convicción de un bonito homenaje, pero no logra trascender para transformarse en algo terrible, borrascoso e inolvidable.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más.
La Autopista del Sur Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más.
La cumbre con sabor a poco Guillermo del Toro es un director talentoso, no podemos decir que no. Al fin y al cabo, ¿Quién se atrevería a criticar al tipo que dirigió una película tan genial como El Laberinto del Fauno (2006)? Sí, definitivamente, es uno de los grandes directores de este momento. Pero hay veces…que se queda corto. La cumbre escarlata (Crimson Peak), una de las películas de “terror” más esperadas del año nos lleva al pasado, a fines del siglo XIX, a la ciudad de Nueva York. Allí conocemos a Edith (Mia Wasikowska), hija de un constructor acaudalado que aspira a ser escritora y que ve fantasmas ocasionalmente. Su camino se cruza con el de Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un joven inventor que lleva a la cuidad una de sus ideas (una máquina que permite sustraer arcilla roja del suelo con mayor facilidad) para presentársela al papá de Edith, con intenciones que éste invierta en ella. Luego, el anciano muere en circunstancias más que sospechosas y Edith encuentra consuelo en los brazos de Thomas, con quien se casa. El tema es que, después de la boda, debe ir a vivir con él y su hermana Lucille (Jessica Chastain), a una macabra mansión en las afueras de Inglaterra, que está aislada de todo y que parece hundirse en las entrañas de una cumbre de arcilla roja. Crítica - Crimson Peak 1 La verdad es que la película desde su comienzo es un espectáculo visual. Entrar al mundo de La Cumbre Escarlata, es como entrar a un álbum de fotos antiguas. Asimismo, Del Toro aprovecha este ambiente de matices desgastados y sepias para destacar y contraponer a los personajes principales: justamente por esta cuestión Edith y Lucille llevan vestimentas de colores casi opuestos en la paleta. La otra maravilla visual que tiene la película, es Allerdale Hall, la enorme mansión de los Sharpe ubicada en la Cumbre Escarlata, casi derrumbada, que se hunde de a poco en las arcillas de un rojo furioso de la montaña. La mansión parece tener vida: cuenta con un agujero en su techo, por el que todo el tiempo pasan hojas y nieve, además de paredes llenas de polillas negras. Este tenebroso hogar está en continuo movimiento e incluso parece un personaje más. O por lo menos esto es lo que pretendía Del Toro, y al final, lamentablemente no lo logró. La casa termina perdiendo todo su protagonismo. Crítica - Crimson Peak 2 El factor PORQUE SÍ El factor porque sí viene a ser la justificación de aquellos guiones con aspecto de inacabados. Guiones con historias que quizás, de haberles dado una mirada más o dos, probablemente hubieran resultado buenos guiones. Pero aparentemente esto no sucedió en Crimson Peak. Por eso es que el guión tiene miles de agujeros, a saber: ¿Por qué la difunta mamá de Edith se aparece cuando ella es apenas una niña para advertirle de Crimson Peak? Porque sí. ¿Por qué, entonces no se aparece el padre de Edith para advertirle acerca de los hermanos Sharpe? Pues…porque sí. ¿Por qué Edith, en el sótano de la casa, rompe el candado de uno de los almacenes de arcilla roja y sale un fantasma que luego no aparece nunca más? Vaya pregunta…porque sí. ¿Por qué la película se publicita como una película de fantasmas si los fantasmas apenas tienen que ver en la historia? Mmmmm…¿Porque sí? ¿Por qué incluyen a un bebé en la historia si luego no tiene ningún tipo de papel en el desenlace? ¡PORQUE SÍ! Y así ad infinitum. Como dijimos anteriormente, el guión tiene muchos problemas. No sólo por el “factor porque sí”, sino también porque es absolutamente previsible. Desde el comienzo sabemos quiénes son los antagonistas y cuáles son sus propósitos. No hay nada que atrape al público en ningún momento, dado que los momentos “de terror” en los que aparecen los fantasmas no asustan demasiado. Y para culminar, el único giro sorpresivo que se da al final pierde toda su capacidad de asombro al ser anticipado varias veces durante la película y luego carece de otro giro que realmente tome por sorpresa al espectador. En conclusión, La Cumbre Escarlata no es más que otra película de Guillermo Del Toro. Sí, es un genio como narrador y sus películas tienen esa fotografía hermosa en la que no le gana nadie, pero en cuanto a guiones se trata, Del Toro pierde por goleada. Si verdaderamente disfrutan del terror, no vayan a verla porque los dejará con sabor a poco. Por Mariana Van der Groef
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Cazafrantasmas Guillermo del Toro relaciona en éste filme a sus dos principales obsesiones: el terror, aquí presente como historia de fantasmas, y la relectura de mitos o narraciones clásicas, que superpuestos hacen del producto terminado otra variable, algo del orden de lo gestaltico, así como: “El todo es más que la suma de las partes”. Ya desde el título hace referencia a las hermanas Brontë (Anne, Emily, Charlotte), luego durante la mayor parte de la narración se respira un aire victoriano paralelo a la historia. La pretendiente a escritora Edith Cushing (Mia Wasikowska) se refugia en ese oficio de un trauma infantil, tratando de superar la perdida de su progenitora y de elaborar sus propios fantasmas. Al mismo tiempo que conoce a Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) un extranjero seductor que le revierte su mundo, y la joven se debatirá desde ese momento entre éste y el amor por su amigo de la infancia, el Dr. Alan McMichael (Charlie Hunnam), pero las dudas de Edith se disipan y decide casarse con Thomas. Los dos se mudarán a una misteriosa casa en la cima de una montaña, con Lady Lucille Sharpe (Jessica Chastain), hermana del misterioso forastero. Allí, en esa montaña de terreno arcilloso, de un intenso color rojo sangre, la joven se reencontrará con sus propios fantasmas del pasado, empieza a descubrir que mansión no es un ser inerte, sangra, esta atestada de recuerdos y espíritus. Entre el deseo y las sombras, el misterio y la locura, se esconde la verdad sobre la cumbre escarlata, una vuelta de tuerca del texto para incluir aspectos de la perversión humana, un lugar lleno de secretos que perseguirán a Edith hasta que resuelva el misterio. Expandiendo su ya profusa imaginación, el director Guillermo del Toro, el mismo de “El laberinto del fauno” (2006), y “El Espinazo del diablo” (2001), retorna con “La cumbre escarlata” al género que conoce y le resulta natural. Una historia de amor y terror, con roces enigmáticos, fantasmas y un hálito místico de talante gótico que nos anega en lo sobrenatural. La realización intenta subyugarnos con una estética moderna, para luego, con claras referencias y guiños a los filmes de culto, terminar de traspolarnos a su propio universo. Los signos que identifican un romance gótico proveen el punto de partida del cual del Toro utiliza diciendo mucho más de lo que la simple lectura cuenta. La producción en sí afirma que esto no es una historia de fantasmas, sino más bien una historia de sus fantasmas, los fantasmas brotan de debajo de los pisos, los pasillos oscuros acechan, pero las criaturas más dañinas, perversas, son los seres humanos, que en ocasiones, impulsados por deseos que atraviesan la moral, cometen actos de violencia, movidos por la codicia y otro tipo de goce. “Crimson peak, talel título original, es rica en detalles del mundo real,desde los trajes elaborados a la mansión deliciosamente barroca. Cada espectro tiene un brillo CG diferente, todos brillantes, los fantasmas promueven plasticidad. Los diseños parecen tener una fuente cercana a las pesadillas logrando el impacto que propone. El ambiente construido, la mansión en sí misma, puede superar a los personajes y al trazado narrativo, en cuanto a adecuarse al género del terror. Pero esto resulta ser un inconveniente imperceptible, en parte por todo el trabajo en equipo, empezando por el diseñador de producción Tom E. Sanders, el director de arte, Brant Gordon, director de fotografía Dan Laustsen , el compositor Fernando Velásquez, y la diseñadora de vestuario Kate Hawley, quienes han elaborado un absorbente muy envolvente desde la estructura misma del relato, como para que el diseño de la banda sonora y las imágenes generen suficiente miedo. Todo, además, sustentado con un duelo actoral entre ambas mujeres.
Es Amor lo que Sangra Guillermo Del Toro sabe como pocos mostrar un relato de horror gótico, y acaso no lo eran anteriores pelis como "El Espinazo del diablo" (2001)y su casi obra maestra "El Laberinto del Fauno" (2006), ahora el realizador ofrece una historia donde se deslizan la truculencia y cierto espanto, alrededor de un romance tan profundo como oscuro. Mía Wasikowska es la heroína que escribe cuentos de fantasmas y que habitará una mansión por demás de pintoresca y tétrica junto a su enigmático amor (Tom Hiddleston), un emprendedor que busca financiación para extraer del difícil suelo de su propiedad; la escarlata arcilla -una misteriosa materia prima-, y todo incluye a la hermana del hombre: una inolvidable Jessica Chastain, que compone un personaje tan perverso que enfrentando a su cuñada Mía, suponen un dueto más terrible que aquél integrado por Bette Davis y Joan Crawford en "Baby Jane". La estética, el diseño de colores, la relevante iluminación, una inmejorable dirección de arte, y sobre todo un buen guión redondean un filme que no está como ejemplo de terror con golpes bajos, sino que artísticamente se acerca -quizás como homenaje- al cine de la productora inglesa Hammer de los años 60, o al infaltable misterio e intrigas de Alfred Hitchcock, o los saturados melodramas románticos de la Universal en los años 50. Un de los grandes filmes del corriente año, sin dudas.
Un cuento de horror gótico y romántico Ambientada en los Estados Unidos y la Inglaterra industrialistas del siglo XIX, “La cumbre escarlata” es la historia de una joven escritora interpretada por Mia Wasikowska (la ex Alicia de Tim Burton), como Edith, una heroína que entrecruza la histeria freudiana y los valores victorianos. Hija de un rico industrial de Búffalo, Estados Unidos, la joven es huérfana de una madre que murió de cólera cuando ella era muy pequeña y a veces la recuerda o cree verla en forma de espectro. Feminista, impulsiva y romántica, Edith considera banales los estilos de vida de las jóvenes de su edad, centrados en asistir a reuniones sociales hasta encontrar un buen marido y casarse. Pero su vida recluida bajo el peso del apego a la figura paterna desaparece, cuando irrumpe un seductor emprendedor británico (Tom Hiddleston) en busca de financiamiento para desarrollar una máquina excavadora, capaz de extraer arcilla roja purísima, equivalente a un potencial tesoro. Y como buen cuento romántico, Edith se enamora de este misterioso joven a quien el padre se opone, viéndolo como un oportunista cazafortunas. Este personaje no está solo, sino siempre o casi siempre acompañado de Lucille (Jessica Chastain), su inquietante hermana. La joven desoye todas las advertencias de su padre que desconfía del nuevo galán y se sumerge en lo desconocido, cambiando de casa y de país, con un vuelco de rumbo. Esta segunda mitad, inundada de colores y simbolismos, se enmarca en el subgénero de mansión decadente y embrujada, sin innovación sobre el repertorio de lugares comunes propios de las casas que respiran y sangran como objetos vivientes. Festín visual Al mismo tiempo melodrama gótico y casa encantada en movimiento, con algunos diálogos metafóricos como el de las polillas y las mariposas, la película busca un enfoque poético, con motivos y estilemas propios del gótico romántico, extremo y decadente. También construye su eje psicológico respecto de los fantasmas como metáforas del pasado y hacia el final, como fantasmas emocionales que permanecen para siempre. Diversas fuentes alimentan el guión y su estética, desde los clásicos de terror del cine británico, estadounidense y del sangriento giallo italiano, pero también de múltiples referencias literarias que van de Mary Shelley a Jane Austen, pasando por Emily Brontë y Edgard Allan Poe. Tiene mucho de Tim Burton en la estética gótica y del Hitchcock que filmó “Rebeca, una mujer inolvidable”, con el permanente enlace de romanticismo y terror. Entre candelabros y telarañas se suceden engaños, trampas, envenenamientos, insectos devoradores, puertas que chirrían y un desenlace explosivo con mucho acero, sangre y nieve; se aprecia la belleza de los decorados, el vestuario y los efectos. Es una pena que en “La cumbre escarlata” se produzca un paulatino desdibujamiento de los personajes: Mia Wasikowska, frágil, apasionada, se reblandece progresivamente junto a las vacilaciones de su amante y hasta el joven conocido de la infancia que aparece como “salvador”, que pretende rescatarla y se pierde en el fárrago final. Menos Jessica Chastain, con un protagonismo creciente que fagocita a todos los demás. Incluso los fantasmas pierden consistencia en su permanente contradicción. La historia de amor (y los diferentes tipos del mismo) tiene sus altibajos. Algunas imágenes se vuelven muy poderosas sostenidas por la dirección artística, la fotografía y la atmósfera que sin embargo no evitan que el film se vuelva tedioso aunque deslumbre por lo magistral del espectáculo visual, en el que se apoya tanto que, de a poco, la historia se desangra y se fagocita a sí misma, aunque siempre concentrada en ser -eso sí- visualmente impresionante.
Guillermo Del Toro presentó finalmente su tan esperada producción, La Cumbre Escarlata. Como era de esperarse de este genio, nuevamente dio en la tecla y estamos ante una de las grandes producciones del año, basada en un género venido a menos en los últimos tiempos en cuanto a su uso, pero que Del Toro le pone su varita mágica y saca a relucir todo del género, como nos tiene acostumbrados en cada una de sus producciones. Sí, estamos hablando del viejo estilo de novela gótica, utilizado en películas como "El Fantasma de la Opera" o "Sweeney Todd", entre muchas otras. Caracterizado principalmente por escenarios arquitectónicos, como castillos o cementerios, eventos sobrenaturales y una atmosfera típica de misterio y suspenso abrumador que deja al público al borde de la butaca expectante de lo que pasara en cada momento. Nada de esto falta en La Cumbre Escarlata. La mansión en la que transcurre la mayor parte de la película, y que fue preparada especialmente en su interior para esta, es alucinante. Tanto que diría se lleva gran parte de la película. Deja al espectador mirando los alrededores, decoraciones y demás elementos del mismo que llaman la atención en cada escena. Encima está ubicado bien lejos de cualquier pueblo y con un camino intransitable ante cualquier cambio brusco climatológico. ¡Un combo de recursos infaltable y espectacular para quienes amamos este género! Pero eso no es todo. Los fuertes vientos que producen sonidos de ultratumba, el rechinar de puertas, ventanas y pisos, ruidos de manijas antiguas, son solo algunos de los elementos que sumados a muchos efectos más logran generar una atmosfera de suspenso magnifica en el interior de la casa en casi dos horas que dura el film, y que le dan un sentido de "vida" a la misma. Igual hay que aclararlo, es suspenso y no terror. Las escenas que puedan llegarnos hacer saltar de la butaca, son contadas con la palma de una mano ya que los fantasmas no asustan en casi nada, ni por su diseño ni por sus apariciones, además, el gore es prácticamente nulo por lo que tampoco impresionara desde ese plano. ¡Una lástima! Por otro lado, con unas actuaciones correctas de Mia Wasikowska, Jessica Chastain y Tom Hiddleston el film nos deja inmersos en una historia apasionante y escalofriante, que como mencione antes, da la sensación de ser sacada de una novela con narrativa gótica, pero que según confirma el mismo Del Toro, no lo es y encima muchas partes están inspiradas en un hecho personal de su infancia. No hace Spoiler de la trama principal, así que pueden buscarlo tranquilamente. La trama se lleva muy bien, dejando una historia que logra dar varios giros en la mente del espectador, en cuanto a pensamientos sobre lo que sucederá, pero que gratificantemente, o por lo menos en el caso de quien escribe, toma un giro no esperado en una línea que en un principio aparentaba ser clara como el agua y tomar una camino clásico. Sin embargo, personalmente considero que peca en revelar su trasfondo de forma temprana y algunas situaciones que no terminan de cerrar, una escena tiene un error grosero, pero que con el pasar del film compensa con los giros mencionados anteriormente y logra mantener la atención del público, dejando un final a toda orquesta. La Cumbre Escarlata es una película que todo amante del Séptimo Arte tiene que ver. ¿Contras? ¡Si! ¡Los fantasmas! No puedo aclarar mucho sobre ellos porque prácticamente haría spoiler de todo, pero ya lo verán.
La cumbre escarlata es una muy buena película que sabrán disfrutar a pleno los amantes del cine de terror realizado con estilo y calidad, tal como se acostumbraba a hacer en los primeros años de Hollywood. El ambiente gótico y exquisito le da un toque visualmente elegante, tenebroso e impactante, que promete más que...
El dolor de la mansión que recuerda Con una puesta en escena que lo identifica como uno de los mejores directores del cine fantástico, el mexicano Guillermo del Toro logra un film de pulso macabro, que es también homenaje al cine con altas dosis de justicia poética. El clima acompañó, la noche de brujas pasó, y dejó el saldo acostumbrado de sustos en pantalla grande. Entre ellos, unos gritos teñidos de carmesí triste, que habitan entre paredes de una mansión imposible pero localizable en ese mundo de cine que tiene por nombre y morador al mexicano Guillermo del Toro. Hacia allí se dirige entonces el carruaje de este artículo, con las ganas puestas en los fantasmas, los susurros con forma de viento y las maderas que crujen. Arribar a esta mansión implica, a su vez, un bagaje que el espectador ya tiene, que disfruta. Las películas del director conforman un equipaje suficiente. Desde Cronos (1993) en adelante. Vampiros, demonios, robots, construyen una galería de cuño propio, con reminiscencias provistas por el mismo cine y su historia, las historietas, la literatura, y la misma Historia con mayúscula (con la Guerra Civil española como telón de fondo en El espinazo del diablo y El laberinto del fauno). Del Toro es un realizador personal porque al buscar en estas referencias, las reelabora desde un prisma propio. De este modo, puede entonces hacer convivir situaciones y personajes como parte de un mismo entramado, donde las películas no se superponen. Puede, por eso, hacer morar en un mismo lienzo las criaturas demoníacas de la historieta Hellboy con seres indefinidos y lovecraftianos y el arte admirable del argentino Oscar Chichoni. (Acá, nota al pie, porque Chichoni -el incomparable portadista de la revista Fierro, primera época- aporta su imaginería desde los "visual concepts", arquitectura visual para el cineasta. Para el ojo curioso, queda el desafío de distinguir en La cumbre escarlata cuánto persiste de la textura oxidada del artista argentino. El resultado es grandioso). Ahora bien, si de situar una referencia precisa se trata, ésta es la que aportan las películas británicas producidas por los estudios Hammer, desde fines de los años '50. Drácula, Frankenstein y La momia, volvían a la vida gracias a la tarea destacada del director Terence Fisher y los actores Christopher Lee y Peter Cushing. La sangre pasó a ser tan roja como nunca, con una violencia que sacudió el morbo del público y provocó el desdén de la crítica. Drácula mordía cuellos desnudos para el placer de los espectadores. Frankenstein se entregaba a depravaciones científicas variadas. La Hammer fundó una tendencia estética que tuvo auge y caída. Destiló un aire technicolor, de un gótico estridente, que cada tanto se respira en algunos films, como La leyenda del jinete sin cabeza y Sweeney Todd, ambas de Tim Burton. Con La cumbre escarlata, Del Toro se sumerge también en estas ciénagas, y así como Burton, extrae para sí lo que le embriaga. Mientras en Burton hay freaks desajustados, en el mexicano persiste una fantasmagoría personal. En La cumbre escarlata, la escritora Edith Cushing (Mia Wasikowska) está tironeada entre el mandato paterno y el amor de otro hombre: Thomas (Tom Hiddleston), el caballero de manos sin callos, ilegibles a los ojos del padre. La decisión de Edith será también punto de anclaje con otra vida, la que termina; una etapa que se cierra para que otra se abra, en un juego cíclico en el que se inscribe, a su vez, esa otra aventura que es la vida en pareja: lejos, en una mansión desolada, desgarrada. También, como núcleo y esencia, el pasaje de un siglo a otro, de inicio mecánico e industrial. Desde su estructura, la película introduce con un prólogo que advierte sobre el devenir: la sentencia de una voz que asusta. Luego será momento para la instancia intermedia, mediada por el olvido y las promesas del futuro. Después, la consumación maldita. Como vínculo entre las partes, las historias de fantasmas que Edith escribe, con las que espera poder ingresar a los círculos literarios, así como su admirada Mary Shelley. Su obra literaria surge, tal vez, como recuerdo de esa advertencia preliminar, como su exorcismo, como artilugio vital con el cual, llegado el momento, decidir: acá, justamente, el uso literal que se hará de la lapicera fuente, ese invento novedoso que la película ofrece. Y todo ello, si se quiere, como parábola desgraciada sobre una revolución industrial que culminó por sumir sus promesas de progreso en un lodo de color carmesí. Una vez en la mansión, La cumbre escarlata alcanza su esplendor. Emplazada en un suelo arcilloso -tan cenagoso como lo soñaría Poe-, que brota espeso entre las tablas, la mansión no concuerda demasiado con la mirada lógica. Pisos o habitaciones superpuestos habilitan escaleras de dimensiones monstruosas. Hay un dolor que la delata, que encierra entre sus paredes, las cuales parecieran transformarse en otras cosas. Hay recovecos donde el calor nunca llega. Un hall central la hiere desde arriba, su tejado se desmorona, mientras una continua lluvia de hojas le aporta una melancolía que al tocar el suelo le hace llorar sangre. Edith es el contrapunto de Lucille (Jessica Chastain), la hermana de Tom. Si aquella es etérea, cándida; ésta es oscura, pétrea. Cobija consigo el manojo de llaves de todas las puertas. Ella es la guardiana del lugar y de los secretos (así como Mrs. Danvers, el ama de llaves de la mansión Manderley en Rebeca, de Hitchcock). Sabe cuáles otras imágenes esconden los libros cubiertos de polvo. Tiene un encanto ceñido, de belleza gélida, que perturba. Tan seductora como capaz es Tom, su hermano, de encarnar una belleza fronteriza, de rasgos masculinos y delicados. Entre los dos, hay un vínculo que cierra lo que la casa gime. Los fantasmas aparecen como consecuencia, a través de golpes de picaportes, emergiendo de suelos podridos, deformados de agonía, chorreando viscosos. Cada episodio es momento para la artesanía del relato, para los sustos que se deben enfrentar. En esa dirección, finalmente, habrá de ocurrir la resolución. Y como corresponde, toda historia tiene siempre estructura policial. Poe es el mejor ejemplo. Acá hay, por eso, un investigador impulsivo que no cejará hasta dar con la explicación más convincente porque, parece, los fantasmas no existen. Edith, sin embargo, sabe que nunca más dudará de su existencia. La literatura nunca le mintió. El cine, por transposición, tampoco.
Espectros y algo más En "La cumbre escarlata" la joven Edith Cushing es arrastrada a una casa sobre una montaña de barro rojo sangre. Un lugar lleno de secretos que la atraparán por siempre. Si bien peca de previsibilidad, de todos modos inquieta y hace pasar un buen (mal) rato. "Los fantasmas existen, eso lo sé”, dice al comienzo del filme dirigido por Guillermo Del Toro su protagonista, Edith Cushing (Mia Wasikowska). La joven aprendiz de escritora ha convivido con la presencia de espíritus desde pequeña, cuando su fallecida madre se presenta de vestido negro y espectro zombie para advertirle que tenga cuidado en “La cumbre escarlata”. La chica pasa años sin tener idea de qué se trata esa precaución, pero lo descubre cuando conoce a Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), un extraño inglés que está de visita en Estados Unidos junto a su hermana. Edith se enamora del europeo, que guarda un oscuro secreto. Hay casamiento y mudanza a lo que se conoce como “Cumbre escarlata”, llamada así debido a que en la zona en la que viven los hermanos Sharpe, crece arcilla que se mezcla con la nieve y torna el paisaje de un color rojizo intenso, similar al de la sangre. Allí, Edith descubrirá ese misterio que rodea a su ahora marido y su hermana. “No es una historia de fantasmas, es una historia en la que hay fantasmas”, explica a un editor la señorita Cushing sobre el libro que quiere publicar, pero también, por algún motivo inexplicable, es un guiño al espectador sobre el filme. A pesar de estar catalogada como “terror”, la invención de Del Toro (también es guionista) se vuelca al thriller cuando todo apunta a Thomas y su hermana, su vida y su pasado, y los fantasmas, que a priori aparecerían en rol principal, terminan siendo más testigos (importantes, eso sí) que preponderantes. La oscuridad disfrazada de gótico y en ruinas que muestra “La cumbre escarlata” es el gran acierto del largometraje, que, si bien como se dijo es un tanto mentiroso en su promoción, es interesante. Peca de previsibilidad, pero de todos modos inquieta y hace pasar un buen (mal) rato.
Guillermo del Toro es unos de los pocos cineastas que a mi modo de ver es un verdadero genio; todos sus trabajos, con altos y bajos, tienen algo único, algo original. La Cumbre Escarlata es otra obra que se puede considerar asi. Del Toro nos trae una película de terror y suspenso con su toque magistral de detalles visuales, explorando simbolismos y arcos narrativos; pero lo más interesante que no es con sus actores y si con el escenario, magistralmente retratado por la mansión de la familia Sharpe , dando su propio toque al género de terror gótico. La trama nos muestra a los herederos de la familia Sharpe, Thomas (Tom Hiddleston) y Lucille (Jessica Chastain), que atraviesan el Atlántico para restablecer el nombre de la familia, en busca de financiamiento para una máquina capaz de extraer un tipo de lodo rojo que crece en su propiedad. En América conocen a Edith Crushing (Mia Wasikowska), hija de un rico empresario, y promisora escritora. Un amor surge entre ellos y Edith vuelve a Inglaterra a la Mansión. Bueno, sin hacer spoiler, hasta aquí la historia sigue siendo bastante común, pero a partir del momento en que llegan a la mansión, la misma cobra vida y nos direcciona hacia la mejor parte de la película. Enteramente construida por Del Toro, la mansión es increíble en detalles y simbolismo: los acabados, los colores, todo nos mete en la atmosfera de tensión y terror, y en eso Del Toro es un maestro. Filmada de forma hermosa, precisa y sin artilugios baratos de las películas de terror y suspenso de hoy en dia, el cineasta no tiene miedo en mostrar sus fantasmas y lo pone en la cara de todos, mostrando mas interés en crear una atmosfera de terror que en provocar sustos en el espectador. Es impresionante percibir lo tenso que nos ponemos en cada momento que estamos en la mansión, nos hace sentir sofocados en todo momento, y se puede sentir el alivio cuando las escenas son afuera de la misma. El elenco, otra característica que Del Toro sabe elegir muy bien, no decepciona, destacando Jessica Chastain con su personaje que proyecta una obsesión creciente y asustadora. Tom Hiddleston con su habitual nivel alto, consigue evocar tristeza y romanticismo sin entrar en los clichés del género. Y por último Mia Wasikowska trayendo una delicadeza y vulnerabilidad, pero sin transformarse en una doncella en peligro clásica también en las películas de terror y suspenso. Lo único que a mi modo de ver no merece una nota alta es el guión; la historia es muy simple, queda la tensión en saber si realmente hay algo más, pero al final termina siendo un final simple y sin mucha gloria. Me quedó un gusto agridulce de que faltó algo, como si todo el escenario y los actores quedaron muy grandes para la historia. Pero el conjunto de la obra es muy recomendable, aconsejo a todos que la vayan a ver. El cine es el lugar ideal para sentir esta película. Ahora a esperar para ver cuál será la próxima obra de Del Toro: una lástima que haya dejado el proyecto de Justice League Dark, no hay nadie mas indicado para ese proyecto y Crimson Peak lo demuestra.
Cuidado, esta no es la película que querés ver. Un film falsamente presentado como terror termina convirtiéndose rápidamente en un thriller romántico impulsado por la locura. Lo sobrenatural es un mero ejercicio de efectos que apuntan más a lo decorativo que a lo narrativo, no siendo más que un Mcguffin desvergonzado sin otro fin que el de vender la película. Sin embargo, dado que nuestras intenciones son alejarnos de las expectativas y comprender realmente lo que el director ha hecho vamos a centrarnos en la pregunta más interesante de la película. ¿Qué son los fantasmas?
En la cima del miedo La nueva obra maestra de Guillermo Del Toro no hace sino confirmar que el creador de algunos de los mejores exponentes del género no le perdió el ritmo a ese tipo de historias. El cine de terror de la vieja escuela, ese de los fantasmas que asustaban o los monstruos que se esconden debajo de la cama, no el de la camarita en mano que busca el susto fácil, tiene un heredero digno en la (gran) figura del mexicano Guillermo Del Toro. Decir que este director, fanático confeso de Federico Luppi, es un maestro de este tipo de cine es quedarse corto, puesto que demostró a lo largo de su carrera que domina a la perfección los tiempos de la acción (Blade II), la ciencia ficción (Titanes del Pacífico) y la épica (El Hobbit). Sin embargo, su excelente desempeño detrás de la cámara en filmes como El Espinazo del Diablo y El Laberinto del Fauno, Cronos (protagonizada por Luppi), Mimic y la serie The Strain (de la cual es el guionista) lo convierten en un referente absoluto en la materia. Por eso, el anuncio de La Cumbre Escarlata (Crimson Peak) causó gran expectativa entre sus seguidores ya que prometía llevar sus historias a la Inglaterra victoriana, uno de los escenarios que el director siempre quiso visitar de la mano de alguna adaptación del escritor H.P. Lovecraft. Sin embargo, su carrera –una sucesión de sorpresas- le permite a Del Toro visitar esa oscura tierra de la mano de su propio relato en una historia que creó basada en sus momentos cinematográficos y literarios favoritos. Todo comienza en la ciudad de New York a fines del siglo XIX cuando la aspirante a escritora Edith Cushing (Mía Wasilowska, la protagonista de la Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton) se enamora perdidamente de un inventor de alta alcurnia que llegó de Inglaterra a ofrecerle a su padre la posibilidad de construir una máquina excavadora. Sin embargo, el hombre rechaza el proyecto y obliga al joven a alejarse de la vida de su hija pero su (¿oportuna?) muerte le deja a Edith vía libre para unirse a Thomas (Tom Hiddleston) y cruzar el atlántico hasta la devastada mansión familiar que compartirán con la hermana de este, Lucille (Jessica Chastain), un perro y...¡muchos fantasmas! Inteligente en su planteo, Del Toro organiza la historia en una serie de episodios que separa con un "irish shot" o cierre de plano al estilo de los filmes mudos de la década de 1920, al tiempo que homenajea a los viejos filmes de mansiones embrujadas góticas y secretos familiares que la productora británica Hammer Films popularizó en entre 1955 y 1979 y que protagonizaron actores de la talla de Christopher Lee y Peter Cushing (de quien la protagonista toma su apellido). Asimismo, el director de la película ha dispuesto de cientos de recursos para que el relato avance y estos colaboran para crear una atmósfera que por momentos se convierte en opresiva y que con la ayuda del director de fotografía Dan Laustsen y los efectos especiales que generan a los fantasmas terminan de lograr el efecto deseado: sentir el deseo de huir de la sala al poco tiempo. Las actuaciones se miden en un plano aparte ya que Wasilowska cumple un rol más que efectivo pero los que verdaderamente se llevan las palmas son Hiddleston (más conocido como el dios nórdico Loki de las películas de Thor y Vengadores) y Chastain, cuya Lucille sabe desaparecer de escena y regresar con una fuerza inusitada en diferentes tramos del relato. En definitiva, La Cumbre Escarlata no sólo cumple en forma efectiva con su propósito sino que también se convierte en un exponente de esos que se puede utilizar para explicarle a los cinéfilos más jóvenes cómo se logra una clase efectiva de chucho en la gran pantalla.
La vuelta al terror de del Toro "Crimson Peak" es el nuevo trabajo cinematográfico del prestigioso director mexicano Guillermo del Toro ("El laberinto del fauno", "Hellboy") que vuelve a ofrecernos un film de terror. Recordemos que del Toro ya había dirigido algunos títulos buenos de este género como "El espinazo del diablo", "Mimic" o la misma "El laberinto del fauno". Acá vuelve directamente con una propuesta de espíritus combinada con elementos de magia y terror de la vida real. La historia nos presenta a la joven Edith Cushing (Mia Wasikowska), una aspirante a escritora hija de un importante empresario norteamericano que se topa en el camino con el seductor venido a menos Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) y su misteriosa hermana Lucille Sharpe (Jessica Chastain). Edith y Thomas comienzan un romance sin la bendición de la familia de ella y terminan mudándose junto a la hermana de él a su vieja mansión en Crimson Peak. Allí la pobre Edith comenzará a vivir una pesadilla de la cual prácticamente no tiene escapatoria, una pesadilla que involucra tenebrosos fantasmas, malestares físicos, misteriosos secretos y relaciones retorcidas. A nivel trama, debo decir que si bien el relato está bien construido y trasladado a la pantalla, resulta un tanto predecible y no presenta demasiados elementos originales. Creo que esto es uno de los puntos más débiles del film. Del Toro debería haber sido un poco más cauteloso en la revelación del nudo de la historia o al menos despistar un poco más a los espectadores, que a los 30 minutos de metraje ya se dan una idea bastante acabada de cómo se van a desenvolver las cosas. Por el lado de la ejecución, se hace un muy buen trabajo, creando muy bien los ambientes de tensión, misterio y hechos sobrenaturales. Al igual que en películas como "El espinazo..." o "El laberinto...", del Toro hace un excelente uso de los efectos especiales y los pone a las órdenes del avance del relato y no al revés. Es un buen caso de efectos audiovisuales como elemento cinematográfico que sirve para reforzar la historia y no como elemento rector de la misma. Por el lado de las interpretaciones, creo que el trío protagonista tiene un muy buen desempeño aunque no hay situaciones que realmente exijan demasiado en este apartado. Se pude decir que "Crimson Peak" es un buen film de terror, bien ejecutado y con una historia interesante de desamor y secretos, aunque su guión termina resultando bastante predecible, lo que le hace perder un poco de efecto. No es de lo mejor de la filmografía del mexicano, pero atrapa y entretiene.
El gran director mejicano Guillermo del Toro está de regreso. Luego de su última película Titanes del Pacífico (2013) , enmarcada dentro de las grandes producciones de Hollywood, como tantas otras que lo hicieron mundialmente conocido, decidió volver a sus influencias artísticas homenajeado a un género tan importante para la época dorada del cine como fue el del romance gótico. En La cumbre escarlata el director nos deleita con un claro thriller fantástico, donde su genial narrativa logra buenas dosis de suspenso, romance y terror; sumado a su imaginario visual que se condice perfectamente con la historia. Un producto que en lo general, salvo por ciertos lugares comunes que por momentos atraviesa la historia, logra ser dinámico y atrapante. La casa de los espíritus La película cuenta las desventuras de Edith Cushing (Mia Wasikowska), una joven escritora de historias fantásticas que intenta lograr publicar su primera novela, la cual será rechazada por distintos editores de turno que no logran comprender por qué una mujer escribe sobre fantasmas y no sobre cursilerías románticas. Edith buscará apoyo en su padre, Carte (Jim Beaver), un poderoso empresario de la construcción de una floreciente ciudad de Nueva York que ha ganado toda su fortuna a base de años de esfuerzo y trabajo honrado. La vida de ambos cambiará drásticamente con la aparición de un joven, apuesto y misterioso inventor británico, Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston), en busca de financiamiento para llevar a cabo su más reciente invento: una máquina excavadora para extraer la arcilla escarlata. Las repercusiones ante la llegada del extraño extranjero serán determinantes para el desarrollo de la historia: la joven se enamora perdidamente, mientras que su padre desconfía de sus verdaderas intenciones y hará lo imposible para alejarlo de su hija. Hasta que se produce un asesinato, y Thomas logra convencer a Edith que se mude con él, y su manipuladora hermana Lucille (Jessica Chastain), a su lujosa mansión gótica en Inglaterra, una monumental y escalofriante propiedad familiar que esconde tenebrosos secretos. Volver a las fuentes Guillermo Del Toro se nutre de varios clásicos del cine de terror - y del sub género de las casas encantadas- para darle forma a su nuevo proyecto cinematográfico. Claras referencias a Rebecca (1940) de Alfred Hitchcock, The innocents (1961) de Jack Clayton, El exorcista (1973) de William Friedkin, Suspiria (1977) de Dario Argento o El resplandor (1980) de Stanley Kubrick; pero además están presentes alusiones literarias de escritores como Mary Shelley, Jane Austen y Arthur Conan Doyle. Pero a diferencia del género de las casas embrujadas, donde la casa en sí tiene voluntad propia y un accionar maligno, en el romance gótico la casa es una extensión de los personajes que la habitan. De esta forma quedan claras las intenciones del director a la hora de revindicar un género casi olvidado en la actualidad como el del romanticismo gótico: acá no hay solo un homenaje a uno de los géneros que marcó una época de esplendor en el cine, sino que nos encontramos con una clara oposición ideológica a las producciones típicas de la industria de Hollywood, una clara toma de posición del cine que hay que recuperar y volver a ver.
Los fantasmas de del Toro. Crimson Peak es el retorno de Guillermo Del Toro a sus orígenes, al estilo que supo consagrarlo en la industria cinematográfica y le abrió las puertas de Hollywood. Luego de muchos años de proyectos alternativos, el director mejicano regresa con una historia de fantasmas, frenética y apasionada, fácilmente comparable con sus obras españolas en cuanto a la estética, aunque levemente inferior en cuanto a la calidad narrativa. Es fácil reconocer el arte de Del Toro detrás de las imágenes. Las reminiscencias con El Espinazo del Diablo y El Laberinto del Fauno son inmediatas y gratificantes. Crimson Peak acapara la atención del espectador desde el comienzo con una historia lúgubre y personajes enigmáticos, creando una atmósfera innegablemente seductora. Pero los vicios de Hollywood pueden corromper incluso al mejor, y si bien los méritos de la propuesta son muchos, también existen pequeños detalles en el desarrollo de la trama que conspiran contra el resultado final. Atajos narrativos y alguna que otra resolución abreviada e inverosímil restan contundencia al relato, algo a lo que Del Toro no nos tenía acostumbrados en el cine español, pero que sí ya había evidenciado en Pacific Rim, aunque en un género completamente distinto. Crimson Peak está un escalón debajo de El Espinazo del Diablo y varios de El Laberinto del Fauno, pero incluso así es interesante, atrapante y bienvenida. Es una película de terror gótica imperfecta, pero claramente por encima del promedio.