Si vas a ver La era del rock con la intención de sólo divertirte, pasando un buen rato musical, recordando clásicos de los 80, riéndote un poco con las extravagancias de los personajes de la época y dejando de lado lo sencillito que es el guión, lo vas a pasar muy bien. Y te guste mucho o nada, la entrada al cine ya vale la pena sólo para ver el trabajo de Tom Cruise y Alec Baldwin...
Publicada en la edición impresa de la revista.
Canciones ochentosas y poco más Se dice que en Hollywood las estrellas brillan con más intensidad, pero lo difícil es llegar a ser estrella. Algo de eso tiene este film del mismo realizador de Hairspray, el director Adam Shankman, quien relata la llegada de una joven de las afueras (Julianne Hough, la actriz de la versión 2011 de Footloose) a Sunset Strip club Rock of Ages donde se enamora de una promesa del rock, interpretada por Diego Boneta. La Era del Rock entremezcla a la mujer de un senador (Catherine Zeta-Jones ) intentando cerrar el lugar que administra Alec Baldwin y su apasionado socio Russell Brand (quien no se despega de su eterno papel de rockero). Mientras todo corre sobre los carriles de la música de los ´80, gran parte de los diálogos pasan entre canciones de Styx, Journey, Bon Jovi, Pat Benatar, Twisted Sister, Steve Perry, Poison y Asia, que hacen muy llevadero el film, aunque por momentos termine aburriendo. Con indudable puntos en común con musicales como Hairspray, Mamma Mia, Moulin Rouge y Noches de Encanto (Burlesque, donde también participó Julianne Hough) entre otras, Rock of Ages no es la excepción y logra convencer a medias al espectador. Sin embardo, como en las producciones antes mencionadas, cuenta con un reparto de lujo compuesto entre otros por Paul Giamatti como un manager embaucador; Gwyneth Paltrow, Amy Adams, Taylor Swift, Mary J. Blige y con un Tom Cruise desdibujado, que logra ser opacado por un simio muy temperamental. Buena música, recordadas bandas, mucho sexo y la eterna pelea entre el pop y el rock de la época, hacen de La Era del Rock una película que no sorprende como se esperaba.
Íconos Ochentosos Se acuerdan que en Volver al Futuro 2, Marty Mc Fly entraba en un Bar de los ’80 y aparecían todos los íconos de la década enmarcados como si fueran postales, y mientras tanto nosotros nos reímos pensando… ¿realmente cuando llegue el 2015 vamos a venerar todo esto con nostalgia? ¿Será posible que los niños no sepan jugar al Arcade? ¿Seguirá sonando Michael Jackson?...
"Take me down to the paradise city where the grass is green and the girls are pretty". Gun ‘N’ Roses, “Paradise City”. Los ’80 fueron vibrantes, en varios sentidos. Especialmente, en lo referido a la música. El hard rock supo darnos bandas que, en mayor o menor medida, la rompieron. En pocos años, nos dieron desde himnos estridentes, con riffs pegadizos, hasta power ballads, el caballito de batalla para trepar en los charts y enamorar a las chicas. Una época fascinante, que merecía ser rescatada...
Una que sepamos todos... La Era del Rock es una de esas películas que dejan en claro que lo cinematográfico es algo que excede la suma de las partes. Uno podría decir que el combo entre nostálgico e irónico de repasar hits del rock y el metal americano recreando el Sunset Strip californiano de 1987 -pleno furor del llamado “hair metal”, con todo el despliegue de exageración y teatralidad que eso mostró-, tiene todo para funcionar, como parece demostrar el exitoso musical que da origen al film. Pero el cine tiene elementos propios que no caminan paralelamente con el teatro. Y en esa transposición algo parece haberse quedado en el camino. Para los que vivimos nuestra adolescencia en esos años que pinta la película, la cuestión será saber hasta qué punto uno puede tomar la distancia suficiente como para disfrutar del mundo que ofrece La Era del Rock y, especialmente, cómo lo muestra. Si bien la película no es muy fiel musicalmente a la época ni a un estilo determinado (se presenta como una mirada al mundo del “hair/glam metal” de fines de los ’80, pero se trasforma en una Rockola Top 40 multiproposito en la que, además de Bon Jovi, Poison y Def Leppard entran Journey, Foreigner, R.E.O. Speedwagon, Pat Benatar, Joan Jett, Twisted Sister y Guns N’ Roses, entre otros), hay un concepto que la reúne y que uno podría definir como música “uncool” (debería poner “grasa”, pero temo furiosos comments de fans de Ratt y Europe) ¿Lo miramos con ironía, con cariño, con nostalgia? ¿Pensamos que es “horrible pero gracioso” o, más bien, “qué buenas canciones se hacían entonces”? Supongamos que aunque uno no pueda ver ni de lejos un disco de Night Ranger o de Warrant (ni hablar de Extreme, los creadores de More Than Words), el tiempo ha pasado y uno ya encuentra divertidas esas canciones, simpático el mundo que pinta la película y tiene curiosidad por esos “mash-ups” musicales que presenta. Digamos que uno entra a La Era del Rock desprovisto de prejuicios, entregado a un setlist que sólo aceptaría a las 4 de la mañana y con bastante alcohol encima, con espíritu de espectador de American Idol, con varias temporadas de Glee encima y con su mejor actitud de “fiesta de disfraces”. Aun así, nunca termina de funcionar. ¿Por qué? Porque la puesta en escena no es buena, porque las canciones están mal interpretadas (los arreglos, las voces), porque la mayoría de los actores no está bien, porque los números musicales son chatos, montados con los pies, desprovistos de gracia. Digámoslo más crudamente: la película no es lo suficientemente gay para ser divertida, es un malentendido “camp”. Ni siquiera se pelea en esa misma zona que el “hair metal” de la época se peleaba con la sexualidad: rock masculino, de barrio, pero con vestuarios, peinados y maquillajes que reflejaban otra cosa. Ese conflicto, que es lo más rico que la época tenía, no logra plantearse del todo en el film, al punto que una revelación gay friendly en el medio de la trama queda más como una cargada/tomadura de pelo que una aceptación creíble. Y ni hablar de la forma en la que se trata a las “boy bands” de turno… La historia no es muy importante, pero la resumo. Hay una chica que llega de Oklahoma a Los Angeles con ganas de triunfar como cantante. En el Sunset Strip empieza a trabajar en The Bourbon Room, un club que es el epicentro de esta movida de pop metálico, donde conoce a un chico del que se enamora (también un aspirante a rockstar). Aprovechando sus deudas impositivas, el club está siendo atacado por las autoridades californianas (en especial, la esposa del intendente de la ciudad) por su mala influencia en la juventud, por lo que el dueño convoca a la banda más popular del momento (Arsenal, liderada por Stacee Jaxx) a dar allí su último show antes de separarse. Todo esto se irá mezclando en una trama armada a partir de las letras de canciones prexistentes, mediante las cuales se tratará de ir contando la historia. Todo este musical de rockola, aseguran, funciona muy bien en el teatro, ya que allí se apuesta a romper “la cuarta pared”, haciendo participar al público de la fiesta ochentosa, casi en plan celebración de la nostalgia. Más allá de lo que uno pueda opinar de ese tipo de experiencia -tengo una relación bastante difícil con el llamado “consumo irónico”-, esa comunión teatral es algo que la película nunca puede reproducir, por más esfuerzos que hagan todos los involucrados. Tampoco el elenco aporta demasiado. Descartando a los dos blandos protagonistas, ni Alec Baldwin ni Catherine Zeta-Jones ni Paul Giamatti ni mucho menos el ya agotador Russell Brand logran aportarle demasiada gracia a sus personajes (en un pequeño papel, más que olvidable, está Bryan “Breaking Bad” Cranston). Mejor está Tom Cruise, ya que su personaje a lo Axl Rose le permite excesos de todo tipo y Tom le pone el pecho, literalmente, al asunto, sin miedo al ridículo. Lo que no logra nunca es cantar de una manera más o menos decente… La Era del Rock no funciona siquiera allí donde Glee sí funcionaba (lo pongo en pasado porque ya no veo la serie y no sé si sigue funcionando muy bien). En Glee, los personajes creían en lo que hacían y, más allá del tono paródico que podía rodear a cada episodio, había algo sincero en ese cariño por los personajes y por las canciones que interpretaban. Acá no parece haber mucho de eso y uno se siente como espectador de una fiesta privada, imaginándose que ellos la deben haber pasado muy bien haciendo la película, pero que la experiencia -más allá de algún que otro momento- nunca llega a integrar a quien la mira. Y este tipo de películas dependen, más que nada, de sumar al público a la experiencia. Mirado de afuera es todo un poco ridículo, como ver un video del carnaval carioca de una boda a la que uno no fue.
Paradise rock city. La sociedad norteamericana tiene particular predilección por culpar por sus propias falencias a elementos externos que poco tienen que ver con la verdadera causa de sus males. Ocurrió en los sesenta con Elvis Prestley y su osado meneo de caderas, ocurrió en los ochenta con el movimiento Glam Rock y también, más cerca a nuestros tiempos, ocurrió con la demonización de Marilyn Manson luego de la masacre de Columbine. A mediados de los ochenta en medio de la máxima exposición de Glam Metal que llenaba las disquerías con jóvenes de cabellos cuidadosamente batidos surgió el movimiento Parents Music Resource Center, un liga de las buenas costumbres que buscaba advertir a los padres incautos sobre la proliferación de las nocivas consecuencias del rock en los jóvenes . Incluso la esposa de Al Gore (Ex vicepresidente de los Estados Unidos) fue miembro de esta especie de caza de brujas rockera. El conflicto llegó incluso a los estrados norteamericanos donde algunos rockstars se defendieron de las acusaciones dando lugar a un interesante debate. Basado en este hecho histórico y en la obra de teatro musical de Broadway, Adam Shankman, director de Hairspray, nos acerca a esta nueva adaptación en fílmico de un exitoso musical de teatro. La historia no tiene nada de nuevo: una joven pueblerina viaja a Hollywood a cumplir su sueño dorado (Julianne Hough) y allí conocerá a otro joven con sus mismas ambiciones (el latino Diego Bonetta) que la ayudara a instalarse en el nuevo mundo. La meca del rock es el Bourbon, y allí es donde ambos trabajan y traban su inevitable historia de amor; pero otra subtrama aparece y es la de la combativa Patricia Whitmore (Catherine Zeta-Jones ya experimentada en musicales y ganadora del Oscar por Chicago) quien encabeza la liga contra los rockers y tratara de lograr el cierre del mítico bar. Dentro del mundillo del rock, y como fieles defensores de ese modo de vida, estarán Alec Baldwin y Russell Brand, quienes serán los encargados de uno de los mejores duetos del film. Y entonces aparece la frutilla del postre: un sorprendente Tom Cruise encarnando a Stace Jaxx, el ídolo rocker, melómano y sexualmente descontrolado por excelencia que hará las delicias del público femenino y demostrando que no hay edad para rockear cuando interpreta canciones de Bon Jovi y Guns n’ Roses con un profesionalismo admirable. Junto con él, y como su manager aguerrido, Paul Giamatti nos muestra la mano sucia e inescrupulosa del rock como industria que en muchos casos prefiere mantener a sus ídolos inconscientes y drogados y convertirlos en una maquina de escándalos más que en un artista completo. De la mano del personaje de Giamatti también veremos el nacimiento de las boy bands como lo que realmente son: un producto de marketing perfectamente ensamblado sobre el cual la industria del espectáculo ha basado parte de su fortuna. El film abarca varios frentes, siendo tal vez el menos interesante la historia de amor de sus protagonistas, dado la fuerza escénica de los que aportan los personajes secundarios (Tom Cruise, Catherine Zeta Jones, Alec Baldwin y Russell Brand) y cuenta, como detalle para los más observadores, con cameos de Sebastian Bach, Debbie Gibson y Kevin Cronin, entre otros. La era del rock aporta una mirada irónica sobre ese mundo rockero extremo que nos brindaron los ochenta con una banda de sonido para el recuerdo (los más acérrimos defensores tal vez tilden a estos covers de ser demasiado inspirados en la estética de reversionismo rockero de Glee) El personaje de Stace Jaxx tal vez sea el fiel exponente de esta mirada cómica e irónica sobre la industria de la música y tal vez las mejores palabras para definirlo sean las que provienen del clásico de Bon Jovi Wanted Dead or Alive: “He estado en muchos sitios y aún sigo en pie/He visto un millón de caras y he hecho que se estremezcan “. Los ochenta están de vuelta con La Era del Rock y logran estremecernos… ¿qué más podemos pedir? @Cariolita
La era del rock es un cuento de hadas rockero que van a disfrutar muy especialmente todos aquellos que sea seguidores de Bon Jovi, Skid Row, Cinderella, Def Leppard o L.A. Guns, ya que retrata con mucha precisión y humor un momento histórico del rock como fue la movida musical que se desarrollo en Los Ángeles a mediados de los años ´80 que impulsó a grupos memorables. En un punto es la contracara de Mamma Mía donde por lo menos acá hicieron un musical con canciones decentes. Esta historia surgió en el off Broadway en el 2006 y debido a su éxito luego la obra pasó al circuito más comercial de Nueva York. El director Adam Shakman encaró la adaptación cinematográfica con un enfoque similar a lo que hizo en la remake de Hairspray. Es decir, le dio los roles principales a figuras no muy conocidas y los rodeó de grandes actores. Julianne Hough, la atractiva y talentosa protagonista viene de la versión yankee del Bailando por un sueño (que es un certamen de baile que no tiene nada que ver con la berretada que se hace en Argentina), donde ganó dos veces. Era una de las bailarinas que acompañaba a la figura conocida y desde hace un tiempo empezó a tener protagonismo en Hollywood. Diengo Boneta, por otra parte, surgió en la remake mexicana de Rebelde Way (la serie de Cris Morena) y en Estados Unidos se hizo conocido por su trabajo en la nueva serie de Berverly Hills 90210. Ambos están excelentes en La era del rock y presentan una gran labor en los momentos musicales. Sin embargo, quien se roba literalmente la película con un personaje memorable para su filmografía es Tom Cruise y su interpretación del rockero Stacee Jaxx. Un personaje claramente influenciado por los cantantes Sebastian Bach (Skid Row) y Bret Michael (Poison), quienes en la vida real fueron protagonistas de situaciones parecidas a las que se muestran en el film con Jaxx. Hace muchísimos años que Cruise no la pegaba con un personaje donde pudiera destacarse como actor y acá además brinda un muy buen desempeño en la comedia. En esta película tiene momentos desopilantes. Alec Baldwin que viene atravesando un período tremendo en su carrera con roles cómicos también es una de las grandes figuras de este film junto a Paul Giamatti. La trama no es gran cosa, pero el director Shankman se las ingenió para brindar un film muy divertido que evoca un montón de canciones y bandas del rock que vivieron momentos importantes dentro de esa burbuja glam que se originó en la ciudad de Los Ángeles en los ´80. Disfruté mucho de este film y definitivamente lo recomiendo.
Es sólo rock’n’roll Con varios cambios respecto al musical original, Cruise gana protagonismo, canta y es lo mejor que se ve en pantalla. Si de una obra de teatro pueden hacerse diversas adaptaciones al llevarse al cine, lo que han hecho con Rock of Ages , el musical de Chris D’Arienzo que arrancó en Los Angeles en 2006 y siguió hasta aterrizar en Broadway y en el West End londinense, plantea preguntarse por las necesidades de llevar adelante cambios tan -perdón- radicales. De acuerdo, aquí no debemos ser muchos los que lo vimos, pero cuando en Hollywood decidieron comprar los derechos y realizar el filme no habrán pensado en el público argentino sino en el norteamericano, que sí lo vio. Sería agotador marcar cada una de las mutaciones, pero si un personaje protagónico rompe con su novia porque descubre que ella se acostó con una estrella de rock, resulta curioso que en la adaptación ella no tenga relaciones con el rock star y el novio la deje porque cree que sí. De ahí en más, lo que pasa por la mente de los personajes no es lo mismo. Pero vayamos a la película, que es la que se estrena. Sherrie, la chica, baja del ómnibus en Los Angeles desde Oklahoma y le roban el equipaje. Casi sin un dólar, se encuentra ante el mítico The Bourbon Room, un local donde las bandas han dado recitales memorables. Ah, ella quiere ser cantante de rock, es 1987 y el chico que le consigue trabajo como mesera en el Bourbon (Drew) es el que después la abandona. Bueno, ella le dirá a Stacee Jaxx, el famoso cantante con algo de Axl Rose (Tom Cruise), que “cuando murió mi hámster tu música me consoló”. Así que cuando Stacee llegue para actuar antes de que probablemente cierren el lugar que regentea Dennis (Alec Baldwin), en fin, no pasa lo que pasa en el teatro. La película se ha armado alrededor de Cruise, convirtiendo al filme en coral y no con uno o dos protagonistas casi excluyentes. Y a decir verdad, lo bien que lo hicieron. Porque es Cruise el mejor de los que están en pantalla. El actor se viene reinventando desde hace un tiempo, haciendo papeles tan disímiles como el de Una guerra de película o éste, que lo obliga a cantar. Y por cierto que lo hace muy bien. Como soporte, aunque debía ser más potente, Alec Baldwin como el dueño del lugar cumple, algo que no puede decirse de Russell Brand, como su mano derecha. Paul Giamatti se repite como el productor musical ambicioso, lo mismo que Catherine Zeta-Jones. Sus personajes no eran así en el original, pero ya dijimos que ésa es otra historia. Nos falta hablar de los protagonistas. Drew ya no es Constantine Maroulis, de American Idol , sino el mexicano Diego Boneta, que no está mal, pero tampoco da como para aplaudirlo. Y como Sherrie, es llamativo que Julianne Hough, dos veces ganadora de Bailando con las estrellas en la TV estadounidense, aquí tenga que cantar. Adam Shankman, que además de dirigir Niñera a prueba de balas es coreógrafo, ya había llevado Hairspray al cine. Homenaje al Glam metal, se ve que por una cuestión de derechos quedaron afuera varios temas del musical original. No están Too Much Time In My Hands , de Styx, ni Cum On Feel the Noize (de Slade). Si una canción del comienzo la pusieron al final, y ahora la canta otro personaje, tampoco debería llamar la atención que la película la hayan rodado en Florida haciéndola pasar por Hollywood.
La era del rock comenzó como un musical de Broadway que utilizaba conocidísimas canciones del rock de los ochenta para contar una historia de amor, triunfo, decepciones y reencuentros. Su traspaso al cine podía resultar en objeto de museo o en divertida fábula con guitarras y pelos al viento. Por suerte, el director Adam Shankman consiguió inclinar la balanza hacia la segunda opción, hacia el cuento con final feliz, moraleja y un sentido del ridículo y la diversión apropiado para las canciones al frente del relato. Todo empieza en un ómnibus de larga distancia que traslada a la pueblerina Sherrie (Julianne Hough) hasta el corazón de la movida del hair rock, el Sunset Strip de Los Angeles. Allí comienza un largo número musical, pura energía para sacudir las oxigenadas cabelleras, que servirá de presentación para otra parte del elenco: el joven Drew (Diego Boneta), un aspirante a cantante que trabaja en el backstage del bar Bourbon Room que manejan Dennis (Alec Baldwin) y Lonny (Russell Brand). Centro neurálgico para todos los fanáticos del rock de Def Leppard, Joan Jett, Journey y Bon Jovi, cuyas canciones aparecen en la película, el bar necesita de una nueva moza, puesto perfecto para la rubia Sherrie que Hough interpreta con corrección, aunque su falta de experiencia la haga palidecer -lo mismo ocurre con el méxicano Boneta-, frente al carisma de Baldwin y Tom Cruise. Este logra una de sus apariciones más divertidas de los últimos tiempos: parece que cuando le toca correrse del lugar de protagonista absoluto del film, el gran actor de cine que es Cruise se anima a divertirse y termina por robarse la película. Aquí interpreta a Stacee Jaxx, un dios del rock que tiene a un mono como mejor -y único amigo-, desconoce la existencia de las camisas y vive dominado por sus excesos y su manager, papel a cargo del siempre interesante Paul Giamatti. A pesar de su previsible guión y el par de villanos de caricatura que interpretan Catherine Zeta Jones y Bryan Cranston, La era del rock logra ser algo más que artefacto retro: logra ser una película entretenida.
Todo mal con el más puro cliché hollywoodense Está todo mal en La era del rock, empezando por el título. Basada en un musical de Broadway, la película se sube al retroochentismo en boga, transcurriendo a fines de esa década. No es que no haya habido rock en los ’80, pero difícilmente pueda considerarse esos años “la era del rock”. Y si hubo algún rock en esa época, no fue precisamente el de baladas como “More Than Words” o “Here I Go Again” o el de grupos como Poison y Bon Jovi, o Van Halen y Def Leppard en sus temas más FM. Que de eso está hecha la banda de sonido de La era del rock. Que así como no tiene rock tampoco es una comedia (por más que estén el gran Alec Baldwin y el divertido Russell Brand), una sátira (aunque uno de los guionistas sea Justin Theroux, que coescribió Imperio, de David Lynch, y Una guerra de película, de Ben Stiller) o un musical como la gente (son tan malos la banda de sonido original como los números musicales). No hay película, en definitiva, porque las muchas manos que revolvieron este plato hacen de él un indigesto High School Musical de los ’80, disfrazado de la This is Spinal Tap que jamás se atreve a ser. Además de que el director, Adam Shankman, no es de cine sino de musicales (malos). Y se nota. El argumento es el más puro cliché hollywoodense. De una, sin parodia ni relectura ni nada. Chico con cara de tonto (Diego Boneta, se llama) trabaja de mozo en boliche estilo Hard Rock Café, regido por un Alec Baldwin de camisas estampadas, chalequito, peluca y vincha (parece Paolo el Rockero) y un Russell Brand cuya única función es la de meter oneliners de segunda. Rubia lavada y siempre muy peinada (Julianne Hough, se llama) llega del interior, para triunfar en Los Angeles como cantante. Es ingenua y llena de ilusiones. Obvio: terminará bailando caño en un cabaret presidido por la gran soulera Mary J. Blige, que casi no tiene ocasión de lucirse. Chico con cara de tonto también quiere triunfar como cantante, claro. Será toda una revelación en el club, el día que haya que llenar un hueco imprevisto en la agenda (algo que no se vio nunca en ninguna película). Desde ya que chico con cara de tonto y chica rubia lavada y siempre muy peinada se cantarán canciones de amor que harían ruborizar a Troy y Gabriella, de High School Musical (serie y película que, a diferencia de ésta, nunca pretendieron ser lo que no son), traicionándose un poco y separándose por un tiempo, hasta que finalmente... ¿A ver si alguien adivina cómo terminan? Claro que en lo que en realidad confían los productores es en la presencia de Tom Cruise, que hace de Steve Tyler: una rock star llena de caprichos, botellas y groupies, con el torso tatuado siempre al aire. Está perfecto Cruise en el papel y es asombroso su estado físico a los 50. Pero tiene un problema: los guionistas (¡ay, Theroux!) han previsto para él kilos de vacío existencial y autocuestionamiento tardío. Frente a Stacy Jaxx (nombre del personaje), Catherine Zeta-Jones hace una especie de Sarah Palin, que cuatro años fue candidata a la vicepresidencia por el ultrarreaccionario Tea Party. Acaudillando a un grupete de señoras para quienes el rock y el Diablo son lo mismo, con tailleurs de colores y rostro de piedra, su personaje es una caricatura obvia, previsible y unidimensional. Como la película entera.
Rock con destino adolescente Tom Cruise encarna al divo Staccey Jaxx en este film dirigido por Adam Shankman sobre una estrella de rock similar a Axl Rose y que queda a mitad de camino entre el cruce de géneros. Todo dependerá del concepto que cada uno tenga sobre lo que es, sería o fue el rock como postura rebelde. Algunos amarán esta película de coreógrafos cinematográficos donde se invocan desatinos como Glee, Mamma mia! y la remake de Hairspray, también dirigida por Shankman. La atmósfera teen-Disney tampoco falta a la cita con la rosadísima historia de amor entre la aspirante a estrella Sherrie, chica de pueblo recién llegada al mundo loco rockero 1987, y el tabernero de musculosa Drew, con look que huele a nieto de Tony Manero, aquel Travolta de la fiebre de sábado por la noche. Otros dirán que los secundarios justifican la película: la pareja de losers de Russell Brand (insoportable) y Alec Baldwin (al principio simpático y luego insufrible), el empresario todoterreno que encarna Paul Giamatti y la censora rockera a la que Catherine Zeta-Jones le da más vida que a lo poco que le ofrece el guión. Acaso alguno se vea sorprendido por el divo Staccey Jaxx en la piel y en los pectorales de Tom Cruise, imitando a Axl Rose o a cualquier otro metalero década del '80, inclusive de Poison y Def Leppard. O, tal vez, se trate de la versión pura y casta del rock de dos décadas, recorrida por el género musical originado desde el teatro, con algunos chistes que funcionan y una pareja central ajena a cualquier mínimo síntoma de carisma. Pero aquello que más hace ruido en este film sobre el rock para preadolescentes, cuyo responsable original sería Across The Universe, ese engendro sobre la memoria beatle, es la apropiación desenfrenada de un mundo en manos de coreógrafos, teatristas y bailarines evacuando su adrenalina estética para concebir un pastiche que no llega a convertirse ni en kitsch ni en camp. La era del rock queda en el medio de todas sus declaradas pretensiones estéticas: no es ópera rock porque le falta zafarse, tampoco es un film retro debido a su voraz márketing adolescente, menos aun una guarrada al estilo John Waters (Hairspray, la original) por su autoconciencia de novelita rosa con príncipe y princesa que terminarán triunfando como artistas, similar a las alegrías y felicidades que caracterizaban a El club del clan sesentista y argentino. Pero acaso no se le debería pedir demasiado a una película que apunta al público que se regocija con la saga Crepúsculo. En ese sentido, la ensalada visual perpetrada por Shankman jamás traiciona sus objetivos. En cuanto a las voces principales, traslucen como menos que discretas, definición que también abarca a las coreografías, a puro piloto automático, que hace añorar a aquellas que construyeron la gran historia del género. Nuevas versiones de clásicos de Guns’N’Roses, Joan Jett, Twisted Sister y Pat Benatar, entre otros hits de los '80, y resuenan en la banda de sonido. Suponer que alguna de ellas podría superar a las originales hubiera resultado una agradable e inesperada sorpresa.
Lado Z La música rock más pasatista y hamburguesera tiene su homenaje en este filme basado en la comedia musical del mismo nombre. Mezclen el clip "Welcome to the Jungle" de Guns n´Roses con "I Wanna Rock" de Twisted Sister y obtendrán un resultado tan pueril como el guión de esta obra. Chica llena de sueños que baja de un micro en Hollywood pero pronto se da cuenta que nada es tan ideal cuando le roban la valija; aunque tiene suerte de conocer de inmediato a quien será su chico y también de conseguir trabajo en el bar más roquero de la ciudad. Paralelamente, un candidato a alcalde derechoso pone a esa música endemoniada que es el rock como enemiga, y su esposa se pone al frente de una campaña de madres contra lo que consideran es una amenaza para sus hijos. El bar, principal blanco de los ultra conservadores, está en serios problemas económicos y solo el recital del mega rocker star Stacy Jaxx (Tom Cruise) puede salvarlo. El problema más serio que tiene este filme es lo desparejo de su tono. Por momentos comedia romántica, llena de clichés, y de a ratos -los mejores- parodia al estilo "Top Secret". Personajes maravillosos y paródicos como los de Paul Giamatti -siempre estupendo en lo que haga-, Tom Cruise y Alec Baldwin, contrastan con los roles maquietados de Catherine Zeta-Jones -pocas veces tan desaprovechada- y la joven dupla protagónica formada por Diego Boneta -una especie de Teen Angel mexicano- y Julianna Hough -ganadora del Bailando por un Sueño estadounidense-, esta última dueña de una voz demasiado "country" para muchas de las canciones "roqueras" que debe interpretar. Canciones de Def Leppard, Journey, Twisted Sister y Poison, entre otros, sirven de base para esta película que ofrece una propuesta tan vacía como la música que promociona.
Una tradicional comedia musical con el mejor sonido de los ochenta, que ahora son furor en el mundo. Los realizadores tuvieron la inteligencia de delegar el nudo argumental de la chica que llega del interior con sueños de estrella que se enamora del chico que comparte ansias y es camarero de “el lugar para triunfar”. Se detiene en las grandes actuaciones de conocidos actores, un Alec Baldwin que se luce como dueño del boliche, y especialmente, un Tom Cruise que compone a un rockero atiborrado de sexo y alcohol que todavía puede encontrar el camino de su corazón, en un trabajo, asesorado por Bon Jovi, simplemente muy bueno. Diversión pura, música inolvidable. Quienes aman las comedias musicales, de parabienes.
Queríamos tanto a Glee Es casi imposible no entablar un paralelismo entre La era del Rock (Rock of Ages, 2012) y Glee, la serie éxito de los últimos años, creada por Ryan Murphy, que marcó un antes y después en la forma de encarar los musicales en el cine y la TV. Adam Shankman dirige una típica historia de amor, basada en la comedia musical que se convirtió en uno de los sucesos de Broadway, ambientada sobre finales de la década del 80, y cuya trama se arma a partir de emblemáticas canciones de la época en la voz de los protagonistas del film. Sherrie, una chica pueblerina que viene a Hollywood a probar suerte, y Drew, en la piel de la nueva star latina Diego Boneta, vivirán los vaivenes de un romance complicado con un fondo rocker. En paralelo asistirán a los últimos días de The Bourbon Room, el epicentro de la movida musical, que servirá como escenario para la despedida de la banda que lidera Stacee Jaxx personificado por Tom Cruise. Con estos ingredientes y ante una vuelta retro de todo aquello que tiene que ver con los años 80 uno aspira al menos a ver un film entretenido y honesto. Pero no es así. La era del Rock falla en todo. Un casting que no convence, integrado por actores que ni cantan ni bailan, coreografías chatas, demasiadas subtramas que no conducen a nada, un guion previsible, edulcorante en exceso, y mucho clichés que más que el homenaje a una época pareciera ser un manotón de ahogado para rescatar del naufragio a un producto tedioso. Si en algo funciona Glee es en que todos esos elementos están bien conjugados, y si bien es cierto que por ahí también es edulcorado el resultado final termina siendo muy superior. Salvo por la cuestión generacional de volver a escuchar esas canciones que marcaron a los que hoy rondan las cuatro décadas, para el resto de los públicos La era del Rock no producirá ningún efecto secundario. Únicamente el de haber pasado casi dos horas viendo una soporífera historia de amor, con una olvidable actuación de Tom Cruise emulando a un rock star en decadencia. Si lo que quiere es una comedia musical pop/rock será mejor comprarse el CD The Best of 80 y todas las temporadas de Glee.
Aquellos años felices Los ochenta fueron una época prolífica para el rock, ese rock que sonaba con guitarras distorsionadas, donde este instrumento tomo su lugar protagónico; glamour, y sobre todo con la imagen, esa imagen del rockero duro, con pelo largo y tatuajes, calzas, pantalones de cuero, delineador de ojos, mucho torso descubierto y sudor. El rockero se levantaba como un ídolo entre vinilos y posters, rodeado de jóvenes fervorosos, pelos con fijador, rulos y minifaldas. La imagen del sex symbol que generaban cantantes como Jon Bon Jovi, Bret Michaels o David Coverdale fue algo impensable; la posibilidad de que estas bandas de glam metal derritan jovencitas a base de baladas melosas contradictorias con esa imagen de tipo rudo. I love Rock ‘N’ Roll Todo eso se ve perfectamente reflejado en La Era del Rock, donde tenemos un personaje distinto para cada uno de los estereotipos que rondaban esos años. La historia se centra en Sherrie, una joven del interior de Estados Unidos, que viaja a Hollywood con la idea de cumplir su sueño de ser cantante. Luego de una llegada fallida, conoce a Drew, el barman del legendario Bourbon, un bar que supo ser la meca del rock, que vio tocar a la banda del gran Stacee Jaxx y que ahora, se encuentra envuelto en deudas. Ante de la desesperación de la rubia, exuberante y melenuda Sherrie, Drew decide llevarla al Bourbon a trabajar como camarera; estando así más cerca de sus ídolos, de la idea de convertirse en cantante, y de llegar a fin de mes. En el Bourbon, encontraremos todos los personajes indispensables, el rockero viejo que vive envuelto en alcohol y de noche lo protagoniza Alec Baldwin, que es también el dueño del bar. Tenemos a Russel Brand como un pobre inglés que vino a parar a California solo para rockear con los americanos. Y claro, afuera del Bourbon tenemos a los enemigos, la otra cara de esa moneda. Al mejor estilo Footloose, la iglesia está en contra de ese rock sucio, sexual y escandaloso, con movimientos pélvicos exagerados que incitan a las poses mas indecentes; así que la mala de la película es esta vez, la bella señora Catherine Zeta-Jones, mujer de iglesia y esposa del alcalde de Los Ángeles. Rock me baby Entonces sí, la frutilla del postre, lo que todos queremos saber cuando vamos a ver un musical, ¿nos vamos a aburrir? ¿Va a ser meloso y repetitivo, con canciones que no producen nada? NO. Para nada, ni un poco. Querido lector, si usted vivió la época de los ochenta, si al menos recuerda esa música, si ama esos clásicos que parecen salidos de una rockola. Entonces vaya, diviértase a lo grande. La era del Rock tiene muchas falencias argumentativas, personajes no muy ricos y momentos que están de más. Pero esa música es irremplazable, todas y cada una de las canciones se interpretan en el momento adecuado, con el timing justo y, realmente, parece que no podría haber una canción que identifique mejor el momento retratado. Relájese en la butaca y disfrute de un futuro musical de culto.
Un entretenimiento con sonido El film es un muestreo de atractivas canciones y no tanto, con actores muy jóvenes, como Julianne Hough y el mexicano Diego Boneta. También está Tom Cruise bastante bien en el papel de Stacee Jaxx, una estrella del rock, que tiene su propio grupo llamado Arsenal. Basada en un musical de Broadway muy exitoso, "La era del rock" toma el personaje de Sherrie Christian (Julianne Hough), una jovencita de Oklahoma, que llega a la ciudad de Los Angeles para probar suerte en el mundo de la música. Su primera mala experiencia va a tener su lado bueno, porque al ser víctima de un robo, conoce a Drew Boley (Diego Boneta), un chico que trabaja en uno de los boliches de Sunset Strip, la calle de la música, en el que ella también conseguirá un trabajo de camarera y poco después, nuevamente al lado del muchacho, comenzará su carrera de cantante. Estructurada como un musical, el filme sigue a Sherrie y cuenta sus aventuras y la de su Drew, su novio, también cantante, a través de canciones exitosas de grupos como Jon Bon Jovi, Pat Benatar, Guns N"Roses y otros. VARIADOS HITS La película se desarrolla a partir de una sucesión de hits de distintos momentos del rock, ubica en primer plano el romance de la pareja Sherrie-Drew y muestra a Dennis Dupree (Alec Baldwin), administrador del lugar, él que será el protagonista de aportar un toque gay al filme. A los mencionados, se suma Patricia Whitmore (Catherine Zeta-Jones), la esposa del intendente, obsesionada con la moralidad, que trata de hacer imposible la supervivencia del local de música y baile. "La era del rock" es un muestreo de atractivas canciones y no tanto, con actores muy jóvenes, como Julianne Hough y el mexicano Diego Boneta. También está Tom Cruise bastante bien en el papel de Stacee Jaxx, una estrella del rock, que tiene su propio grupo llamado Arsenal; Alec Baldwin y Paul Giamatti, en un antipático Paul Gill, manager de Stacee Jaxx (Tom Cruise). Catherine Zeta Jones se muestra tan joven y atractiva como en una de las primeras películas de "Indiana Jones", en las que participó. "La era del rock" es un entretenimiento válido que dirigió Adam Shankman, el mismo de "Hairspray".
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Flojo musical con un ridículo Tom Cruise A lo largo de su carrera, Tom Cruise ha interpretado de manera convincente toda una gama de personajes. Piloto de jet, abogado, superespía, boxeador del siglo XIX, jugador de billar, héroe de la tierra de las hadas y los duendes, sufrido hermano de un autista, barman, asesino profesional, y veterano de Vietnam en silla de ruedas. Con un buen director, casi todo es posible. Ahora, para convertir a Tom Cruise en un astro de rock de los años 80, más que un buen director haría falta un milagro. Si encima no hay un buen director, ni tampoco un guión que ayude a sostener un poco las cosas, el resultado puede ser realmente patético. Pero el ridículo Cruise rockero no es el único problema de este musical dedicado a celebrar (o, en sus mejores momentos, parodiar) uno de los períodos menos interesantes de la historia del rock, la época del pop prefabricado para la FM y las más ligeras distorsiones de algo parecido al heavy metal. Pero incluso apelando al kitsch y la nostalgia, no hacía falta elegir algunas de las peores canciones del período para hilvanarlos en una trama que podría definirse como una mala copia de «Casi famosos» de Cameron Crowe, o incluso una copia desvergonzada de los viejos musicales clásicos al estilo de «Calle 42». Hay una chica inocente pero medio «groupie», un camarero destinado a convertirse en rock star, un manager despiadado, y un decadente músico famoso que seduce a una reportera (y también a la esposa de un político que quiere proscribir el rock). Incluso la música de Journey, Foreigner, Starship, Bon Jovi o Pat Benatar podría estar mejor aprovechada y mucho mejor elegida. Los lugares comunes que propone el argumento podrían estar un poco más condimentados con los detalles propios del mundo rockero, aunque sea para evitar que todo el asunto se parezca más a «Glee» que a «The Wall». «La era del rock» es un flojo musical filmado sin mucha preocupación por disimular su origen teatral. Por momentos es terrible, y parece interminable, sólo se vuelve soportable en sus minutos francamente paródicos, especialmente algunas escenas interpretadas por Paul Giamatti (el manager despiadado) y sobre todo cuando aparece Alec Baldwin, el dueño del antro rockero donde transcurre casi toda la acción. Su actuacion es tan buena y divertida que casi permite soportar todo lo demás.
Cada vez que pienso en la década en la que nací, su música se me viene directo a la cabeza. Me acuerdo de bandas enormes, míticas, de temas que me transportan a la Era de los jopos, las hombreras y las botas texanas doradas. Rock of Ages toma todos esos grandes momentos musicales de esos 80s y lo lleva a una historia. De hecho lo articula tan bien que cuando llegan los momentos de los grandes contratos tenemos hasta a boy bands al mejor estilo New Kids on the Block o mis adorados Backstreet Boys. El argumento no se pasa de brillante: tenemos un bar que es mítico para el rock que se llama Bourbon Room en el que la gente trabaja con tal de tener una chance de escuchar la música y de, en algún momento, conquistar el escenario. Una chica de pueblo llega a Los Ángeles buscando su sueño, termina trabajando en el bar gracias a un chico que se apiada de ella. No sólo resulta que él es un cantautor (impresionante voz la de Diego Boneta) sino que se enamoran. Con todos los clichés que vienen al caso en determinado momento el bar está en jaque por políticas del Alcalde, que en realidad es la esposa la que las impulsa (es una tremenda alegría volver a escucharla cantar a Catherine Zeta Jones, mujer de las más hermosas y talentosas que hay en pantalla), el manager del bar que confía en el chico (Alec Bladwin gordo, borracho y desafinando es monumental. Disculpen pero me cae tan bien que morí de risa con él). También contamos con Tom Cruise haciendo de Stacie Jaxx, un roquero venido a menos que busca volver a la cima. El hombre estudió con el maestro de Axl Rose para el papel y se nota. La verdad es que ha sacado dotes que no imaginé que tenía, pero a mi gusto a la voz le falta fuerza y su actuación es tan exagerada que llega a aburrir. Espectaculares Paul Giamatti como el manager chupa sangre (y tiene una gran voz) y la revelación de Malin Akerman (Watchmen) que hace un dueto con Cruise impecable. La chica principal, Julianne Hough (la misma de Footloose y Burlesque), parece ser el nuevo nombre de todos los musicales. Honestamente, una voz tal vez demasiado country que no es mi estilo favorito, pero cumple. Enormes intervenciones de Mary J. Blidge que salva muchas versiones. En definitiva, la película es bastante simplona. Cumple porque cuenta con esos temas y buenas versiones que tientan al espectador a ponerse a cantarlas mientras ve la película, pero no mucho más. No hay una gran puesta, el vestuario cumple y no hay interpretaciones actorales para remarcar. En algún punto me hizo acordar a Mamma Mia en cuanto a que los mismos actores parecían hacerlo para divertirse. Y por momentos eso se contagia en el espectador.
El rock en la era de Glee Concebida como viaje nostálgico a una época donde el desborde estético del rock mainstream (recitales en estadios gigantes, peinados enormes llenos de spray, falsettos agudísimos por parte de los cantantes del glam rock y el hair metal, fiestas descomunales pagadas por las discográficas; sólo sus pantalones y los bikinis de las chicas en sus videos eran mínimos) combatía desde el discurso al conservadurismo de los Estados Unidos bajo el dominio de Reagan, La Era del Rock intenta reconstruir desde sus personajes y la puesta en escena -atravesada por diversos números musicales basados en los hits rockeros de la época- ese ansía de cumplir el sueño americano y triunfar mientras se la pasa bien, muchas veces asociada a la juventud y el rock, bajo una idea particular del zeitgest de fines de los '80. Los protagonistas son la parejita conformada por Sherri (Julianne Hough, de la remake de Footloose) la blonda naif con corazón country recién llegada a Los Ángeles, y Drew (Diego Boneta, actor de la versión mexicana de Rebelde Way y haciendo su debut en Hollywood) el buscavidas que trabaja en The Bourbon Room, el ficticio bar de rock donde transcurre la mayor parte de la historia, en el famoso Sunset Strip angelino. Ambos quieren dedicarse a la música, y tras un encuentro fortuito que deriva en que Sherri termine trabajando de moza en el bar, rápidamente se enamoran y se cantan canciones de amor el uno al otro. Porque así es como la gente se enamora en los musicales, obviamente. Mientras, el dueño de The Bourbon, Dennis Dupree (Alec Baldwin con pelo largo y chaleco de cuero) y su fiel asistente y cercano amigo Lonny (interpretado por el cómico británico Russell Brand, quien fuera Aldous Snow en Olvidándome de mi Ex) se preocupan por salvar al bar de las deudas impositivas. El plan es que Stacee Jaxx, la máxima estrella del rock and roll (Tom Cruise) dé su primer recital solista tras separarse de su banda Arsenal. Pero varias amenazas se ciernen: el alcalde de la ciudad, Whitmore (Bryan Cranston, de Breaking Bad y desaprovechadísimo), apoya una cruzada moralista anti-rock comandada por su mujer Patricia (Catherine Zeta-Jones, pegando patadas can can en polleras rosa viejo), que tiene un odio particularmente obsesivo hacia Stacee Jaxx. Éste último está pasando por una crisis existencial y la entrevista con una periodista de la Rolling Stone (Malin Akerman) le hará replantearse su estilo de vida. Al mismo tiempo, su manager (interpretado por un Paul Giamatti, vestido en polyester de pies a cabeza) tiene otros planes para la plata recaudada por el recital de Jaxx en The Bourbon Room. ¿Y la parejita protagonista? Un malentendido causa una ruptura y que cada uno a su manera comprometa sus ideales en pos de triunfar en la ciudad de Los Ángeles. Así, cada uno de los múltiples personajes tendrá que luchar por lo que cree y lo que quiere, pero todos sabemos que lo van a conseguir porque con talento siempre se triunfa, ¿no es cierto? La Era del Rock tiene sus mejores momentos cuando abraza sin vergüenza su carácter camp y desbordado. Hasta consigue momentos de autoconciencia genuinamente cómicos, como la primer aparición de Stacee Jaxx. Su camerino ambientado como una selva tropical con su mono mascota (Hey man) es un momento digno de Una Guerra de Película (y puede que tenga que ver que Justin Theroux haya trabajado en ambos guiones). Lo primero que se ve de Tom Cruise es su entrepierna (casi treinta años después de mostrarla en Risky Business) y sus nalgas (o las de su doble de cuerpo), gracias a los pantalones de cuero con recortes que usa. La mayoría de sus parlamentos, atravesados por la mística del rockero que se cree un dios, son entregados por Cruise con toda la seriedad de un actor que cree en su personaje. Y eso hace que funcione. Otras líneas de los personajes pueden causar gracia, pero es dudoso si ése era el efecto buscado, al revelar la ridiculez, cursilería y lo estereotípico de los mismos. Como cuando Dupree (reducido a un comic relief junto a su relación con Lonny) afirma que los impuestos son poco rock and roll, o Sherri compara el horizonte nocturno de L.A. con una capa de terciopelo negro cubierta por diamantes. Pero esas declaraciones grandilocuentes entran dentro del verosímil del género musical y de éste en particular. Lamentablemente, los personajes no pasan allá de estas fórmulas y son tantos que, más allá de tener un momento o dos en el que cantan en solitario o a dúo, no tienen un desarrollo mayor. Esto no ayuda a que el público pueda comprometerse con la intriga de si podrán vencer los problemas que se les presentan y la resolución de los mismos es anticlimática. Esto último ocurría también en la versión de Hairspray que dirigió Adam Shankman, a cargo de esta película. Las canciones elegidas para reflejar los sentimientos de los personajes pasan por himnos del rock más glam y mainstream: Bon Jovi, Journey, Foreigner, Guns N' Roses, Twisted Sister y más, en versiones pasteurizadas dignas de Glee. No es casualidad que La Era del Rock (tanto la película como la obra musical en la que se basa) tome el rock de estadio como símbolo de quienes están abajo y quieren subir. Con un discurso anti-establishment basado meramente en el derecho a pasarla bien, era mucho más cercano al status quo y parte del mainstream que otras corrientes del rock de la época. Sus íconos querían disfrutar de las mismas ventajas de quienes estaban en control, pero su solución no era destronarlos, si no unirse a ellos. La Era del Rock no busca revolución, a lo sumo, reforma.
"Tan alto que es solo una promesa, este lugar se hizo sobre ti" (Tell Me Baby, Red Hot Chili Peppers) Tras años de relativo silencio, el musical se vio revitalizado en la última década con producciones de calidad dispar con mayor éxito en la pantalla chica (High School Musical, Glee) que en la grande. Adam Shankman, con una carrera como coreógrafo a cuestas hasta el momento del salto a la dirección, es uno de los que ha buscado recuperar el género con una apuesta como Hairspray que, a pesar de haber resultado en un éxito de taquilla y crítica, no tuvo el impacto suficiente como para lograr que otras similares alcancen las carteleras del mundo. Con esta nueva película busca seguir esa misma línea, junto a un elenco de figuras todavía mayor pero lejos de conseguir un mismo resultado. Si en el musical el fuerte son las interpretaciones por encima de la trama, esto se cuenta como una de las principales debilidades de Rock of Ages. En un intento por repetir el éxito del famoso producto televisivo que ya ha hecho mejores versiones de las mismas canciones, personajes e historia se desarrollan a partir de muchos clásicos de los '80 que en su caracterización carecen de fuerza o pasión. De esta forma queda en evidencia lo flaco de su guión, demasiado inocente y optimista, no así el original de Broadway, como para ser una cronología de la vida en una ciudad que rompe más sueños de los que cumple. Diego Boneta y Julianne Hough llevan la peor parte al encabezar un conjunto que se destaca por los roles secundarios. Su romance infantil, con recursos de telenovela, es el centro de un argumento que pretende ser rock por el sólo hecho de mencionarlo constantemente, delatándose así como farsante. Tom Cruise se destaca como Stacee Jaxx y, al igual que la existencia de The Bourbon Room, toda la película depende de él. Desde su primera aparición se hace amo y señor de la pantalla, opacando a sus compañeros de elenco a la vez que, a partir de su interacción, les ofrece los mejores fragmentos de sus papeles. No sólo la veta de estrella decadente es la más interesante de todas las que se exploran, y en ese sentido la que más se debería haber profundizado en lugar del romance, sino que además se muestra como la más natural. Es allí donde se encuentra el toque de Justin Theroux como guionista, con un trabajo sobre su personaje que recuerda a lo hecho en la inmejorable Tropic Thunder. Rock of Ages no se define entre el homenaje de su título y lo paródico que propone, y de esa indecisión se queda con nada, ni siquiera con el buen rato.
La nostalgia va por todo No todos los monstruos son perfectos pero uno puede estar seguro de que siempre van a causar sensación. La era del rock es el equivalente de un monstruo en términos cinematográficos. Combina en la misma forma el revival y la última moda. Se presenta como un tributo al hair rock de la década de 1980, con su moral de sexo, drogas y alcohol, pero a la vez es un producto que se adapta a la higiénica ola musical adolescente de series como Hannah Montana, Camp Rock, o Glee. Esa especie de ofidio de dos cabezas muerde así en el pasado y en el presente, aunque toda la historia se desarrolle en 1987, poco antes de que ese mundo de excesos y brillantina fuera doblemente sepultado, por la angustia existencial de Curt Cobain y por la gimnasia rap de bandas como New Kids on The Block. Dado que la nostalgia se parece a la lluvia y no importa demasiado dónde cae, tambien hay derecho a recordar lo que en su momento fue condenando al olvido: bandas como Poison o Warrant cuyos integrantes parecían más interesados en las peluquerías que en las guitarras. Del lado del homenaje, Tom Cruise encarna a Stacee Jaxx, el prototipo de esos cantantes con el cerebro intoxicado de tintura. Es un borracho, duerme con un harén, habla como un autista y tiene a un cínico de representante. Pero a la vez es capaz de decir: "Estoy buscando la canción perfecta que te haga querer vivir para siempre", lo que sería un exceso como eslogan de la película. Del lado del romance, los personajes de Drew y Sherrie forman una parejita de soñadores que se encuentran en Los Ángeles y tratan de sobrevivir al impacto. Ambos trabajan en el Bourbon Rock, un templo rockero a punto de hundirse bajo el peso de sus deudas y la campaña puritana iniciada por el nuevo alcalde y su mujer. Todo lo que ocurre es previsible: la necesidad de Stacee de redimirse, las dificultades de la parejita para consolidar su amor, y los tironeos entre quienes aman la decadencia rockera del Bourbon y quienes lo acusan de ser un antro satánico. La era del rock no se toma muy en serio a sí misma. Más que humor, el guión tiene buena onda, y no se preocupa de que en el desarrollo se noten las costuras de los cuadros de la comedia musical sobre la que se basa la película. Si no la música, el volumen emociona y también las actuaciones de Tom Cruise y Alec Baldwin, que ya atravesaron hace mucho la barrera del ridículo y la leyenda.
Las curiosidades de la distribución vernácula hace que justo esta semana se estrenen dos películas cuya impronta pasa por una lectura-homenaje-parodia sobre la década del ochenta. Mientras “Los indestructibles 2” ofrece la vuelta de los “duros rompe-todo” de Hollywood, “La era del rock” pone su mirada sobre el Glam Rock americano caracterizado por Twisted Sister, Mötley Crüe, Iron Maiden, Guns N’ Roses, Aerosmith, Starship, Deff Leppard y otros tantos más, de aquellos años del Long Plays de vinilo. Pero sobre todo (más allá de los temas clásicos) hay una observación paródica sobre las estrellas de rock, sus excesos y sus excentricidades estrambóticas, que formaban parte del mito. Aquí hay que hacer una gran marquesina para el trabajo de Tom Cruise. No sólo porque él mismo es un ícono de los ‘80, sino por haber entendido, incorporado y asimilado a la perfección el estereotipo del rock star. Vendría a ser un Peter Capussotto con glamour. En adición a su actuación, digna de nominación a Oscar, canta. Y lo hace bien como el resto del elenco. ¡Ah!, olvidaba mencionar, “La era del rock” es una comedia musical. No es un dato menor teniendo en cuenta que este género cinematográficamente está casi muerto, más por falta de buenos argumentos que por cuestiones culturales. Si a usted no le gusta ni le interesa este género, le sugiero pasar a la siguiente crítica. La producción se basa en la obra de Broadway “Rock of ages”, cuyo libro pertenece a Chris D’Arienzo (sin parentesco con nuestro Juan), nominada al premio Tony en 2009 como mejor musical. Planteada en 1987, narra la historia de Sherrie (Julianne Hough), una entusiasta chica de pueblito, fanática de las bandas mencionadas anteriormente y decidida a triunfar en Los Ángeles a como de lugar. Pero ni en los musicales (ni en la vida) las cosas son tan fáciles. Habrá un par de canciones melancólicas antes de que todos sonrían. Una vez en la ciudad conoce a Drew (Diego Boneta), quien le consigue trabajo en el Club Bourbon (notable guiño al emblemático bar Whisky A Go Go, lugar de paso de casi todo el rock y el blues de todas las épocas). Digamos que Drew y Sherrie, representan la frescura de la nueva generación El lugar está manejado por Dennis (Alec Baldwin) y Lonnie (Russell Brand), dos pioneros en esto de boliches para recitales, pero enfrentan a una sociedad de mujeres moralistas y de clase alta que pretenden erradicar el rock para siempre haciendo lobby con la primera dama (Catherine Zeta-Jones) del alcalde (Bryan Cranston). Pero el eje de la trama y de la resolución del conflicto pasa casi exclusivamente por la figura de Stacee Jaxx (Tom Cruise), el hombre-ídolo-estrella del momento que está a punto de separarse de su banda e impulsar su carrera como solista a través de su manager (Paul Giamatti). Hay dos aristas para analizar en esta película. La primera, es de forma. Ya señalé que es un musical, como tal es la música, y sobre todo las letras, la manera casi exclusiva a partir de las cuales tiene que narrar la historia. La elección es jugada por cierto, ya que varias de las canciones emblemáticas del rock son las que sirven a los personajes para establecer su estado de situación emocional y físico. La producción musical es notable, aunque más allá de la presencia de instrumentos típicos en cada versión, el concepto de la mezcla de sonido está más cerca de la serie “Glee” (2009 que del rock and roll, es decir, que suena profesionalmente impecable, pero le falta “garage”, lo cual es lógico teniendo en cuenta que el productor ejecutivo es Adam Anders (el mismo de “Glee” y de “High school musical”, 2006). Hay varias atmósferas en este argumento, por eso cada coreografía tiene su razón de ser, por ejemplo la escena del baile en una iglesia donde las moralistas que protestando contra el rock combinan (sutilmente) al menos tres de las coreos clásicas de Michael Jackson, el rey del pop. Desde la performance de melodías y bailes el objetivo del musical como género se cumple. En esto tiene mucho que ver el director Adam Shankman, quien también realizó la última versión de “Hairspray” (2007), con más de 20 años trabajando como coreógrafo en varias películas. La otra arista es cultural. ¿A qué público puede estar dirigida esta obra? Difícil pensar en otro público que no sea fanático de las películas y series mencionadas en esta nota. Para quien escribe fue un placer disfrutar de covers bien hechos y cantados, algunas actuaciones (Brand, Cruise, Giamatti y los dos chicos) y, como testigo de esa década, los muchos guiños paródicos que sino le resulta familiares el tema estarían lejos de ser captados. Un panorama general arroja por resultado una historia algo naif y presencias como las de Baldwin y Cranston que no terminan ser tan convincentes como las del resto del elenco. También algunos minutos sobrantes en la última parte, cuando todo está definido, pero también hay que ser justos: “La era del rock” está bien realizada, entretiene, y tiene las puertas abiertas para cualquier nostálgico que no tema al pop ni al aggiornamiento.
Y curiosamente el mismo día en que los pesados de los 80 vuelven a ametrallar pantallas, se estrena este musical sobre el más “grasa” del rock de esa década, versión cinematográfica de una obra de Broadway. La historia de la chica pueblerina que viene a triunfar en la música mientras las fuerzas morales combaten la indecencia es evidentemente paródica, y sirve de vehículo para, utilizando los lugares comunes de aquella música, hablar de hoy y ahora. Lo de Tom Cruise es muy divertido, realmente.
El Rock aún vive y en este caso llega de la mano de un gran elenco. Se encuentra dirigida por Adam Shankman (el mismo del exitoso musical “Hairspray”; además "Más barato Por Docena 2”; "Niñera a Prueba de Balas") logró reunir varias estrellas: Tom Cruise, Alec Baldwin, Catherine Zeta-Jones, Paul Giamatti, Russel Brand, entre otras; además los jóvenes que son más conocidos por series de televisión, como Diego Boneta y Julianne Hough (“Noches de encanto”). Todo comienza cuando una joven pueblerina Sherrie Christian (Julianne Hough) llega a la Ciudad buscando alcanzar la fama en Hollywood en 1987, allí le roban todo incluyendo sus discos de colección. Quien la ayuda es otro joven con los mismos sueños Drew Boley (Diego Boneta) quien la recomienda en el bar donde trabaja en “The Bourbon Room” el dueño del lugar Dennis Dupree (Alec Baldwin, en un papel increíble hasta con pelo largo) oh casualidad justo renunció Beth (Erica Frene), por supuesto se enamoran y también se separan por una confusión, todas las situaciones son muy similares al film “Noches de encanto” y “Footloose”. La narración se va entremezclando con otras situaciones, con un cantante de rock de pelo largo, tatuajes, piercings, collares, anillos, su pantalón de cuero y sin camisa, rodeado de mujeres ellas se desmayan a sus pies. En un personaje bastante diferente a los que suele interpretar, Tom Cruise es Stacee Jaxx, algo asi como un Jim Morrison y su fiel amigo un Mono “Hey Man” muy divertido. Todos los diálogos incluyen diferentes canciones al estilo ochentosos como: Paradise City, Poison, Def Leppard, Bon Jovi, Twisted Sister, Whitesnake y otras bandas. En algunas secuencias de los jóvenes Sherrie y Drew (sus personajes son escuetos y no aportan demasiado), varios espectadores recordarán la versión de “Grease” protagonizada por John Travolta y Olivia Newton-John, y otras películas del género, no tiene sorpresas, y su argumento es simple. El film es un buen entretenimiento. Increíble Catherine Zeta-Jones, esposa de un senador (Bryan Cranston), es la alcaldesa de Los Ángeles, canta, baila, actúa en fin se come la película, es una pena que participe en pocos cuadros musicales. Tom Cruise tomo clases de canto con el mismo profesor que entrenó a Axl Rose, vocalista de Gun’s and Roses, también aprendió a tocar la guitarra. Además se destacan otros actores como: Paul Gill (Paul Giamatti), un ambicioso mánager; Constance Sack (Malin Akerman), una periodista con intenciones de escalar dentro de su profesión, que se deja seducir por la estrella, y Russell Brand que hace de las suyas ; cuenta con buena fotografía, coreografías, números musicales y no falta el humor y el amor.
Rock & Roll Forever 1987 - Sherry va de su pueblo natal a Los Angeles para poder triunfar como cantante. Drew es un joven con sueños de rock star que trabaja en la barra del mítico Bourbon Room, cuna de los grandes grupos del Rock. Un hecho fortuito hacen que sus vidas se crucen y que Drew le consiga a Sherry trabajo en el Bourbon, justo la noche en que el grupo Arsenal dará su último show ya que su líder Stacee Jaxx comenzara una etapa solista. De ahí a que Drew y Sherry se enamoren habrá un paso, pero también que circunstancias diversas se empeñen en separarlos. Hasta aquí es la típica comedia musical que vimos tantas veces. La diferencia, la gran diferencia : El Rock & Roll. Las dos horas del film lo llevaran a lo mejor del rock de finales de los 80 con maravillosos temas de Def Leppard, Joan Jett, Journey, Foreigner, Bon Jovi, Night Ranger, REO Speedwagon, Pat Benatar, Twisted Sister, Poison, Whitesnake entre otros. No solo eso, la fusión de algunos de los temas de esos ídolos son simplemente fantásticos. Debo reconocer que viendo las críticas que venían del exterior uno no le daba muchas esperanzas a este film, pero si uno ama la música, y ese tipo de música en particular, no puede de para de rockear desde los títulos hasta los créditos. Y en ese sentido, su director, Alan Shakman, también director de “Hairspray”, logra plenamente su cometido. El elenco está muy bien seleccionado, incluso logrando una muy buena actuación de Cruise como rock Star y una maravillosa interpretación de Alec Baldwin como el dueño del Bourbon Room. Todo el elenco acompaña a los dos muy buenos jóvenes que interpretan los protagónicos de Sherry y Drew. Ellos son Julianne Hough y el mexicano Diego Boneta. Dos jóvenes que, seguramente por voces y, sobretodo por actuación, tienen aquí un maravilloso puntapié hacia una venturosa carrera. “La era del Rock” es un film que quizás técnicamente tenga algunas fallas pero que lo suple a base de buenas actuaciones y una banda musical maravillosa. Si a ud. Le gusta la música tiene que verla y si sobretodo le gusta el Rock es imperdible.
Lugares comunes con moraleja para todo público Cuando el "rebelde" Stacee Jaxx (Tom Cruise) culmina el film con la canción del otro "rebelde" (Diego Boneta), todo encastra justo y donde debe: el estadio está lleno, las generaciones se reconcilian, la cruzada fundamentalista de la esposa del alcalde (Catherine Zeta?Jones) se revela en su intimidad cursi, y la periodista de la revista de rock (de una pauta publicitaria tan obscena que, por sí sola, basta como síntoma de toda la película) revela a través de su "periodismo" el amor faltante en la vida de Jaxx: mucho sexo pero pocos hijos: la panza embarazada, entonces, como conclusión feliz. Ay. Nada, pero nada de droga. Sí mucho alcohol. Corrección política de la más hedionda, pero también consecuente con la mediocridad del cine norteamericano actual. Sólo adicciones legales de visión permitida pero, claro, con la premeditada redención, encarnada en un Stacee Jaxx que logra lo que nunca pudo --o no quiso-? Axl Rose. O, por lo menos, esto es apenas algo de la mucha lacra que La era del rock expone, con el telón de fondo de Los Angeles en unos almibarados y tarados años '80. Ella, niña bella y campesina (Julianne Hough), llega a la gran ciudad con sus sueños de groupie para conocer, desde el vamos, el peligro, el amor, y el "rock & roll" que emblematiza The Bourbon Club, reducto que trastabilla entre sus finanzas con el (muy) bueno de Alec Baldwin como su mentor (único rasgo a resaltar, porque Baldwin está en su mejor momento y porque se lo disfruta aún en un engendro como éste). Desde aquí las vicisitudes, que encuentran en la figura del afamado pero decadente Stacee Jaxx el ida y vuelta entre la prosperidad y el término de una época: tanto desde el momento crítico que El club Bourbon vive como desde lo que supone la irrupción del pop -?circa New Kids on the Block-? a la vuelta de la esquina. Ahora bien, y como si se tratara de un verdadero ajuste de cuentas, La era del rock "descarga" algo así como su batería de música rockera contra el artificio de los chicos de coreografías idiotas, pero mientras lo hace provoca un pastiche musical que conjuga mucha de la buena --y mala-? música de años atrás en un ejercicio digno de Glee o High School Musical. Nunca el rock fue tan pop, o nunca el pop fue tan rock. De lo que se desprende un mamarracho de dimensiones considerables, moralistas, y funerarias del espíritu del rock. Tal vez, deba en verdad exponerse el acierto que el film pueda significar, en un clima de época en el que --quizás, siempre quizás-? el rock termine por caer también como su víctima. En este sentido, La era del rock es sentencia de muerte, regodeo de brillantina, victoria final sobre lo que el rock pudo haber sido porque, justamente, ya no lo es. Devenido ahora objeto de museo, La era del rock lo evoca desde los acordes vocales y educados de Tom Cruise. Doble ay.
Un puñado de canciones Hay una máxima que reza que las comedias musicales se elaboran por cuadros, y que la trama argumental pasa a un segundo plano. El problema con “La era del rock” es que abusa demasiado de esta suerte de licencia. Ambientada en los años 80, cuando reinaba el hair metal, la película acierta en la construcción de varios estereotipos rockeros de la época, pero falla cuando apoya los protagónicos en una parejita que quiere realizar sus sueños en Hollywood. El director Adam Shankman (el mismo de la exitosa “Hairspray”) apuesta por una estética de video clip y por cuadros musicales que descansan exclusivamente en las canciones, pero que no brillan en absoluto por la coreografía. Así y todo, en medio de un pastiche a veces chistoso y por momentos bizarro, la película se guarda varias perlitas. El rocker decadente y borracho que compone Tom Cruise bien podría valer el precio de la entrada (imperdible cuando canta “Wanted Dead Or Alive”, de Bon Jovi). Otros que brillan son Paul Giamatti (un manager corrupto) y Alec Baldwin (el dueño de un bar al borde de la quiebra). La última salvación, además, está en las canciones. Las versiones de “Pour Some Sugar On Me” o “Here I Go Again” hacen sospechar que tal vez sea mejor escuchar la banda sonora que mirar la película.
Quiero saber lo que es un musical (Tom Cruise) Adam Shankman es uno de los tantos coreógrafos empleados por Hollywood que tras muchos años de trabajo incesante, y a partir de la invisible Experta en bodas (2001), se ha ganado el derecho a dirigir. Su trabajo para la industria, con la sola excepción del musical Hairspray, nunca me convenció y La Era del Rock vuelve a confirmar mi desconfianza profesional sobre este realizador que por lo general, tal como su compinche Anne Fletcher (otra coreógrafa devenida en cineasta), se queda a mitad de camino en casi todos sus proyectos. Si no me creen repasemos la “calidad” de algunos de esos títulos: Niñera a prueba de balas (la peor película en la carrera de Vin Diesel), Más barato por docena 2 (un bodrio tremendo con Steve Martin) o Cuentos que no son cuento (Adam Sandler siguió filmando otros engendros después así que no todo es culpa de Shankman). En teoría los musicales deberían ser “la especialidad de la casa” pero en La Era del Rock Shankman no demuestra casi nada de inventiva y si esta adaptación de la obra off Broadway de 2006 se soporta es gracias a algunos toques de humor que aporta el guionista Justin Theroux y una banda de sonido espectacular compuesta por hits de los ochenta. Podría decirse que La Era del Rock es más un Grandes Éxitos del soft metal de esa década que un musical hecho y derecho. Las imágenes complementan el efecto retro buscado con esas imperecederas canciones que ya son parte de la historia. Si no les gustan bandas como Foreigner, Def Leppard, Skid Row, Poison, Extreme, Journey, Bon Jovi, Night Ranger, Twisted Sister, Quarterflash, Whitesnake, REO Speedwagon o Starship ni se molesten en pisar el hall del cine porque van a sufrir. Por lo general quienes crecimos en esa época le reservamos a esos grupos un lugarcito en nuestro corazón. Para otras generaciones que consideran a esta música “grasa” y exenta de todo mérito debemos estar locos pero no nos importa. El criterio para elegir el soundtrack también será seguramente discutido aún entre sus más acérrimos defensores. Hay omisiones llamativas e inclusiones inesperadas pero ponerse a debatir el gusto personal del autor original Chris D’Arienzo no creo que nos lleve a ningún lado. Sí habría que agregar que además de los temas rockeros hay una buena dosis de baladas pop que son utilizadas para darle un mayor relieve al romance de sus protagonistas, Drew (consagratoria actuación del notable cantante Diego Boneta) y Sherrie (Julianne Hough, una bonita bailarina que da el tipo físico aunque su timbre de voz no sea precisamente grato). Theroux ha hecho algunos cambios sustanciales en su adaptación y uno de los más importantes es el personaje de Catherine Zeta Jones que no existía en la obra original. Este rol es de una chatura lamentable y la mujer de Michael Douglas en ningún momento logra sacarlo a flote. Es una villana diseñada sin ingenio ni matices y con una motivación que al revelarse se descubre como una idiotez absoluta. En Chicago Zeta Jones mostraba otra aptitud para el musical pero su papel tenía un peso diferente y una mejor marcación actoral. Ciertas canciones fueron excluidas de la película pero son pocas (la más popular The final countdown, del grupo sueco Europe, y la más significativa argumentalmente Oh Sherrie, del ex vocalista de Journey, Steve Perry), mientras otras que no estaban en el musical de D’Arienzo (como Pour some sugar on me de Def Leppard y el mash up de Juke box hero y I love rock’n’roll, de Foreigner y Joan Jett & The Blackhearts, respectivamente) fueron astutamente incorporadas a la acción. Con estos ingredientes metidos en la olla algunas cosas salieron aceptablemente bien y otras realmente mal. Entre ellas, el patético dueto en el que se confiesan su amor Dennis (Alec Baldwin) y Lonny (el inglés Russell Brand que siempre hace de sí mismo, aunque admito que es gracioso) al son del mega clásico AOR de REO Speedwagon Can’t fight this feeling (que hasta el rudo Dean de Supernatural se animó a cantar en un episodio de la serie). ¡Qué manera de dilapidar una power ballad, por Dios! Por supuesto que casi todas las miradas y la atención de los espectadores han de recaer en Tom Cruise, en su primer musical, que interpreta a una estrella rocker en decadencia y con todos los vicios habidos y por haber. Como me pasa habitualmente con Cruise, por más preparado que esté el actor de Nacido el 4 de Julio, siempre le encuentro la hilacha a su caracterización. Se nota a la legua que su Stacee Jaxx es pura impostura y que detrás de esa imagen exterior no hay nada. No obstante ese detalle para nada menor, Cruise está divertido (beneficiado por el guionista que le ha dedicado más esmero que a los demás personajes), canta dignamente (no así en las partes fraseadas de I Want To Know What Love Is) y causa estupor que el tipo tuviera casi 50 años al rodar el filme (no los representa para nada). La transformación física de Tom y su esfuerzo para hacerse cargo de las partes cantadas serán el motivo de interés principal para el común de la audiencia. En particular para ese público que rehúye de los musicales como si se tratara de un discurso presidencial de ya sabemos quién. La Era del Rock intenta satirizar un tiempo y una época (está ambientada en 1987 en el Sunset Strip de Los Angeles) a través de sus números musicales y sus personajes estereotipados. A veces le sale y a veces no. Adam Shankman tenía en sus manos un rock jukebox de gran valor en términos de nostalgia pero en el traslado a la pantalla grande no pudo o no supo cómo potenciar sus cualidades y por ende, una vez más, ha entregado una obra fallida que de haberse encargado a un realizador con más ideas y capacidad estaríamos celebrando en comunión, cantando y bailando en la sala como si se tratara de un recital. Así lo habrán entendido también en los Estados Unidos donde la película fracasó estrepitosamente sin recuperar siquiera los costos de la inversión. Y claro, la gente prejuiciosa debe haber pensado: ¿Tom Cruise en un musical? Eso sí que es una Misión: Imposible…
ESOS RAROS PEINADOS NUEVOS Canciones conocidas reversionadas, coreografías muy poco creativas y un desarrollo básico a favor de los “buenos” y en contra de los “malos” en este musical sobre el mundo del rock en los 80 que no hace referencia alguna a la cocaina. El rock es un movimiento cultural con base en la música, que tiene expresiones nacionales y regionales, tiene también “eras”. Los años ochenta en Estados Unidos dieron a esta expresión una conformación bastante particular, donde confluyeron el rock más duro y tradicional o la vertiente más cercana a la canción con la noción de espectáculo. Esto generó un fenómeno que se expresó claramente en el desarrollo de las puestas en escena, la reconformación de los músicos como showmen, los vestuarios y, por sobre todo, los peinados elevados y recargados de fijador. La era del rock, película basada en una comedia musical estrenada en los teatros de Broadway, se propone dar cuenta de este mundo en ese momento con afecto y una apropiada caricaturización de los protagonistas. La película es la historia de una joven aspirante a cantante de rock que viaja desde su pequeño pueblo hasta a Los Ángeles a cumplir su sueño, y se encuentra allí con un joven trabajador de un bar que se presenta como la meca del rock ochentoso, “El Strip”. Ella ingresa a trabajar allí, se enamora y parece concretar sus sueños, hasta que se produce un malentendido la misma noche en que se presenta allí Stacy Jaxx, el ídolo máximo del “metal”. Lo que sigue es todo lo esperable. Canciones conocidas reversionadas, coreografías – en este caso muy poco creativas – y un desarrollo a favor de los buenos y en contra de los malos. Las contras parecen ser más que los pros. Más allá de los convencionalismos exagerados, la coreografía y la puesta en escena son remanidas y la muy pobre calidad vocal y actoral de los protagonistas llevan la película por una mala senda. La chica rubia y el chico trabajador cantan como en un casting para una comedia musical más parecida a La novicia rebelde que a jóvenes rockeros que aman el metal. Es cierto que el oficio y el trabajo comprometido de los “viejos”, especialmente Tom Cruise, aporta gracia y ciertos momentos intensos y divertidos. Pero esto no alcanza para hacer de esta una obra completa, creativa y atractiva, simplemente son toques atractivos en una película en el más puro formato televisivo. Cabe preguntarse, finalmente, si el título tiene alguna justicia con la historia del rock. No, no la tiene. Es una creación de mercaderes de la comedia musical mainstream que aprovechan el rock para su propio negocio. Es cierto que los ’80 abrieron también la puerta al negocio y tras él se fue mucho de la música. Lo que podríamos debatir – aun cuando el debate le queda grande a la película – es cual fue la importancia que tuvieron en esa transformación las tendencias conservadoras de las sociedades sajonas de aquellos años. De modo que tal vez el enfrentamiento no haya sido entre dueños de “catedrales” del rock y políticos republicanos. Para cerrar, ¿cómo se puede contar el mundo del rock en los ochenta sin insinuar siquiera la existencia de la cocaína?
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Esos pegadizos 80's "La Era del Rock" es un musical, una peli fresca, divertida, liviana, con algunas estrellas de peso en Hollywood (Tom Cruise, Catherine Zeta-Jones y Alec Baldwin entre otros) y no mucho más. Si vas con esa mentalidad a verla en la gran pantalla seguramente la disfrutes y te quedes con alguna que otra melodía ochentosa pegadiza dando vueltas en la cabeza. Como saben los que leen mis críticas regularmente no soy para nada fan de los musicales, o mejor dicho, de los musicales modernos... me producen una suerte de caries psicológicas, me agotan y empalagan hasta la desesperación. Sé que hay muchos por ahí que comparten mi fobia hacia el tratamiento moderno de este género, pero debo reconocer que de vez en cuando aparece algún trabajo que vence mi prejuicio, me hace entrar en la onda cantarina y termina enganchándome. Los grandes musicales de antes como "Singin' in the Rain", "Mary Poppins" y "West Side Story" son buenísimos, pero a mi criterio no ha habido nada similar en el cine moderno salvo ese trabajo magnífico de Rob Marshall en 2002 llamado "Chicago". ¡Ojo!, "La Era del Rock" no es un joya como aquellas producciones, pero sí logra sacarnos por momentos de esa sensación de estar nadando en una pileta de almíbar y despierta un poco de melancolía sobre esa típica fantasía ochentosa de convertirse en una gran estrella del rock mundial. Por momentos mezcla el rock y el pop con mucha astucia, pero también hay otros en los cae en las mismas mañas de sus pares endulzando demasiado la interpretación o no otorgando una pausa necesaria al espectador entre canción y canción para que pueda procesar si le gustó lo que acaba de experimentar. La pareja protagonista tiene talento musical (Julianne Hough y Diego Boneta), pero no alcanzaron el carisma necesario para sacar algo fabuloso de una producción que con varios huecos en la trama se planteaba como burbujeante. Se disfruta, tiene algunos momentos divertidos y una que otra versión pegadiza de clásicos inmortales de fines de los '80. Los grandes nombres de Hollywood estuvieron un poco desperdiciados y cumplen una función bastante accesoria en el film. Lo mejor, Mary J. Blige que con pocos minutos en pantalla hace notar su presencia con una voz increíble.
La Discoteca del Amor Exito en los teatros de Broadway que pasa a la pantalla grande en versiòn fìlmica como tantas otras, mostrando como una chica pueblerina viaja a Los Angeles a probar suerte -canta, baila, pero labura de moza- y allì conocerà a chico buen mozo, pintòn, simpàtico, honesto, que tambien..canta, baila y delira con ser artista, es obvio ambos dos se enamoran, y el triunfo personal no es difìcil de adivinar. El resto serà ruido...o sea un sinfìn de canciones ochentosas de bandas y solistas conocidos, ya que en esa època se desarrolla la historia. Como para reforzar la propuesta estàn en el reparto actoral junto a los màs ignotos protagonistas, Tom Cruise jugando a una leyenda del rock, Catherine Zeta-Jones que tambièn canta y levanta la patita, el dùo dinàmico que encarnan un muy divertido Alec Baldwin y Russel Brand,y un siempre eficaz Paul Giamatti. Pero no alcanza para cerrar aunque màs no sea la propuesta decorosamente, porque la falla està en el inconsistente guiòn màs digno de "High School Music" que por ejemplo a esa suerte de buena serie llamada "Glee". Flojìsima y ademàs faltante a la verdad, ya que en el àmbito que se desarrolla -una especie de la local "Willie Dixon"-, en plenos años 80, nadie fuma...ni se ven o mencionan drogas(Sic).
Unas cuantas afirmaciones Los indestructibles 2 es mucho mejor que Los indestructibles 1. Los indestructibles 1, cuando salió, se llamó Los indestructibles. Ahora se le dice “la 1”. Curioso, ni “la” ni “1” estaban en el título original. Bueno, el título original es The Expendables, que quiere decir algo así como “los prescindibles”, los que se pueden sacrificar. 2. Sí, la 2 es mucho mejor que la 1. Se apoya menos en “mirá que te muestro a todas estas estrellas del cine de hace décadas juntas, arrugadas y gastadas, más otras nuevas, más otras que nunca dejaron de ser estrellas”. En realidad, muestra más estrellas y más tiempo, pero integra mejor eso que muestra a la acción que narra. Y, en realidad, algunas de las estrellas no están arrugadas, están arruinadas, que suena parecido pero no es lo mismo. Chuck Norris no está arrugado, pero su cara es una mancha indefinida detrás de vaya a saber uno qué intervenciones. Stallone también se puso algo que hace que sus pómulos brillen estirados, pero menos que Norris. Qué tipos duros, se estiran pero no se rompen. 3. Más allá de estos horrores y errores faciales, la película es un festejo de la acción más vertiginosa filmada con claridad y de forma competente, y con grandes cantidades de humor. Claro, si usted no entiende el humor de estas películas y se toma las masacres de altas cantidades de malos malvados pérfidos en serio, bueno, Los indestructibles 2 no es para usted. 4. ¿Y por cuáles otros motivos la segunda es mejor que la primera? En parte, porque la payasada se acepta sin vergüenza. El descomunal villano –llamado Vilain– e interpretado por Jean-Claude Van Damme es resbaladizo, brilloso, asqueroso: verlo es como acariciar una babosa, pero una babosa feliz. Además, dos que hacían meros cameos en la primera acá se ponen a trabajar, como Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger (y puedo escribir bien Schwarzenegger sin chequear). Cuando Willis, Schwarzenegger y Stallone se juntan y disparan, son los tres socios de Planet Hollywood reventando todo. Vaya uno a meterse con el poder metafórico de todo esto. 5. La era del rock, por su parte, confirma lo que ya estaba claro en la remake de Hairspray: este señor Adam Shankman convierte en anodino todo lo que toca. Si pudo arruinar una de las mejores películas de John Waters, quitarle gracia y vida y meterla en una insulsa caja de colores con diversos moños, vuelve a hacer lo mismo con un gran material de base en La era del rock. Todo brilla y tiene colores pero nada ilumina, nada conmueve. Y ni que hablar de la cantidad de actores y canciones que desaprovecha. Y ni que hablar de los extrañísimos rostros brillantes (¿intervenidos tal vez?) de los jovencísimos protagonistas. El estilo inane de Shankman (o la ausencia de todo rasgo de estilo) ameritaría una descripción más detallada, pero para eso debería volver a ver la película. Y eso no va a ocurrir en el futuro cercano. Y, por favor, basta de filmar a Catherine Zeta-Jones un poco fuera de foco o con extraños filtros. ¿Qué es lo que se intenta disimular? 6. Estoy leyendo el extraordinario libro El ruido eterno de Alex Ross. En el capítulo El arte del miedo dice esto, que siempre es importante recordar: “Eisenstein había acometido la peliaguda tarea de hacer una película en varias partes sobre la vida del zar Iván IV, conocido normalmente como Iván el Terrible, el ídolo de Stalin. Si Eisenstein producía una hagiografía de Iván, estaría haciendo pública una apología del Terror de Stalin; si ofrecía un retrato con todas sus imperfecciones, ofendería al líder. Repartió la diferencia haciendo una parte I con un tono más festivo y una Parte II más crítica. (…) Stalin reaccionó como era de prever. La Parte I recibió un premio Stalin, compartido por Eisenstein y Prokofiev. La parte II nunca llegó a los cines. ‘Iván el Terrible era muy cruel’, dijo Stalin a Eisenstein después de ver la segunda parte. ‘Puedes mostrar que era cruel. Pero debes mostrar por qué necesitaba ser cruel.’” La segunda parte, La conjura de los boyardos, la que decía verdades, la que no le gustó a Stalin, no sólo es mucho mejor que la primera sino que es, simplemente, la mejor película de Eisenstein. Vaya uno a meterse con el poder metafórico de todo esto.
Musical rockero con una buena selección de temas clásicos del género, con correctas actuaciones, con un destaque bien logrado por parte de Tom Cruise en un papel secundario, pero con una historia que entra en lugares comunes y nunca explora con profundidad lo que ofrece.
Dirigida por Adam Shankman ("Hairspray"), “Rock of Ages" (La Era del Rock) es la adaptación cinematográfica de un gran éxito musical de Broadway. Resulta entretenido el filme, aunque el guión es por demás clásico y cargado de clichés. La película cuenta la historia de Sherrie (la cantante country Julianne Hough), una chica de pueblo, y Drew (el mexicano Diego Boneta), un chico de ciudad, quienes se conocen en el corazón de Hollywood, mientras persiguen sus sueños y se enamoran a primera vista. Su historia de amor estilo rock ‘n’ roll está contada (o mejor, cantada) a través de los vibrantes éxitos de Bon Jovi, Guns N' Roses, David Lee Roth, Joan Jett, Extreme, Def Leppard, Foreigner, Journey, Poison, Pat Benatar, Warrant, Whitesnake, Night Ranger, Twisted Sister, Starship, Quarterflash, Quiet Riot, Skid Row, Scorpions y REO Speedwagon. Lo mejor es la música: la elección de los clásicos rockeros de los 80s resultan un placer, con geniales arreglos musicales, incluyendo, en un par de escenas, dos canciones diferentes mezcladas y convertidas en una sola (como "We built this city" + We´re not gonna take it" y "Juke box hero" + "I love Rock ´N ´Roll"). Sobresale el rol de Tom Cruise, una acertada caricatura de los glam rockers de la época. Alec Baldwin se anima a besarse con un hombre, Malin Akerman lo hace con Cruise (lengüeteándolo por todos lados) y Catherine Zeta-Jones nos recuerda que ganó un Oscar por bailar y cantar en “Chicago”, y aquí también lo hace bien, aunque en un rol algo obvio. También hacen su aporte Russell Brand, Paul Giamatti, Bryan Cranston y Mary J. Blige. Cabe aclarar que todas las voces de los actores no han sido dobladas: son ellos mismos los que interpretan las canciones: todo un acierto. Vale la pena para disfrutar las puestas cliperas de temazos ochentosos, que no es poco para un musical.
Rock of Ages ama el rock ‘n’ roll ¿Quién no ama el rock de los 80? ¿Quién no tiene uno de esos grandes éxitos del glam y hard rock en su lista de favoritos? Si en algo se caracteriza la época de los 80 es por habernos dado grandes himnos del rock, que les guste o no, series como Glee han revivido nuestra memoria musical. Adam Shankman, quien supo trasladar maravillosamente a la pantalla grande el exitoso musical de Broadway, Hairspray, regresa con la misma fórmula. Rock of Ages (La Era del Rock) es la adaptación del musical (2009) que recorre de forma histriónica la época de los 80, con su música y su moda, y que desde un primer momento nos introduce al mundo del rock sin pedirnos permiso. En 1987, Sherrie (Julianne Hough) una soñadora chica de Kansas llega a Hollywood para convertirse en cantante, y nacer como tal desde el escenario de The Bourbon Room, el club más famoso del Sunset Strip, en donde las mayores estrellas de rock han nacido, siendo el epicentro de esta historia. Paralelamente, La Era del Rock cuenta las historias de Dennis Dupree (Alec Baldwin) y Lonny (Russell Brand) los dueños del bar que atraviesan una dura situación económica, además de estar en plena lucha con la ultra religiosa Patricia Withmore (Catherine Zeta-Jones), esposa del gobernador Mike Withmore (Bryan Cranston), quien quiere cerrar el lugar. Mientras tanto, Stacee Jaxx (Tom Cruise) promete presentarse en The Bourbon Room en un último show con su banda Arsenal, antes de lanzarse como solista. Dennis y Lonny esperan superar la crisis con el show de Stacee, pero el villano de la película, el manager del cantante, Paul Gill (Paul Giamatti) no deja títere sin cabeza y de todos se aprovecha. Con una genial desfachatez, Rock of Ages se convierte en un uno de los placeres más culposo a medida que las canciones se suceden. Con mucha energía y diversión subida de tono, que casi roza lo grosero, suenan canciones que quizás nunca te gustaron, pero los mashups del playlist hacen que este musical sea muy fácil de disfrutar. Melodías familiares para algunos, eternos himnos, clásicos del rock para otros forman parte del setlist de la película, como “Don’t Stop Believing” y “Anyway You Want It” de Journey, “Nothin’ But a Good Time” y “Every Rose Has its Thorn” de Poison, “I Want to Know What Love Is”, “Waiting for a Girl Like You” cortesía de Foreigner, “Paradise City” de los Guns ‘N’ Roses (con solo escribir estos títulos, emociona), “Wanted Dead or Alive” de Bon Jovi, “I Love Rock ‘N’ Roll” de Joan Jett, entre otras decenas de canciones. La película está llena de actores dispuestos a comprometerse con sus roles y sus letras, salvo algunas excepciones, y tomarse la locura inherente del guión de una forma muy seria, que entretiene bastante al espectador mientras sigue el ritmo de las canciones moviendo los pies. El lado más inocente de la película y sus clichés románticos de momento aburren. El error, quizás, sea la mala elección de los actores para los dos papeles principales: Diego Boneta y Julianne Hough (Footloose, Burlesque). Su historia ‘romántica’ es sosa y forzada, y la voz de Hough es atroz para las canciones que le toca interpretar. Por otro lado, aunque parezca irracional y raro, el dúo Baldwin-Brand funciona muy bien como tal, y hasta se puede decir que puede agradar sus actuaciones (sí, me refiero a Brand también). Hablemos de lo importante. Hablemos del retrato de rockero en manos de Tom Cruise, porque a esto se reduce la película, de cierta forma. Hablemos de cómo puede ser que este actor, que muchas veces es puesto en discusión de si es buen actor o no, no se anime a más papeles cómicos. Stacee Jaxx es el calco exacto de la ridiculez de todo cantante de rock que se te pueda cruzar por la cabeza, desde Axl Rose hasta Steven Tyler. Cubierto de excesos y sudor, Tom Cruise pone lo mejor de sí, con una voz muy (¡muy!) entrenada para cantar una gran clásico como “Pour Some Sugar On Me” de Deff Leppards. Muchas veces inexpresivo y con pocas palabras para decir, Stacee se convierte en el personaje más divertido de observar. Junto a Less Grossman (Tropic Thunder), pueden poner a Stacee Jaxx entre las mejores interpretaciones del actor. Como dice la canción, “We Built This City (on Rock ‘n’ Roll)”, Rock of Ages es construida con mucha admiración hacia el rock. Su trama principal es pobre, pero sus subtramas enriquecen la película opacando lo malo. Adam Shankman le rinde homenaje a los años 80 reviviendo el mejor espíritu de la época a través de su música, su moda, con mucho estilo de video clip, pero sin la necesidad de convetirlo en uno. Muchos podrán quedar descontentos con la película en sí, argumentando que no es un fiel reflejo de la época o que faltan clásicos, pero lo cierto es que Shankman, lejos de superar a su mejor trabajo, Hairspray, tiene como objetivo trasladar un gran musical de Broadway a la pantalla grande, dejando muy de lado las tablas.
Publicada en la edición digital #243 de la revista.
Buena música, pésimo recital. Es muy difícil soportar las dos horas que dura Rock of Ages, a pesar de que su repertorio musical sea muy bueno. En su intento por brindar tributo a una época dorada del rock, esta comedia musical termina efectivamente ridiculizándola a partir de actuaciones deplorables y una historia burdamente trillada. Llama la atención que actores de la talla de los acreditados en el casting se hayan prestado a formar parte de este proyecto. Las actuaciones de los dos protagonistas dejan mucho que desear, pero la película no falla exclusivamente por eso. Los chistes y los diálogos son tan malos que dan vergüenza ajena al punto de irritar al espectador, independientemente de la canción que suene en escena. La década de los 80´ fue una etapa cursi, eso lo entiendo. El problema de esta película es que no logra parodiar la época, sino replicarla.