Una de terror para condenar al cadalso Aunque se trata de la enésima película de terror basada en el recurso de contar a partir del material registrado por los protagonistas con sus propias cámaras (celulares y cámaras domésticas) para simular que se trata de hechos reales, no es esa la única recurrencia que es posible hallar en La horca, de los directores y guionistas Travis Cluff y Chris Lofing (este último debutante absoluto en la dirección). Si por un lado el film reutiliza los recursos popularizados por la fundacional El proyecto Blair Witch (que La horca homenajea de modo explícito, aunque no está del todo claro si la cita es premeditada o inconsciente), la película también reproduce los tics de las películas de terror de estudiantes secundarios/universitarios ya abordados con eficiencia infinitamente mayor en casos como Carrie de Brian de Palma, basada en la novela del rey del terror Stephen King, y hasta parodiadas e hipertextualizadas en la no menos interesante La cabaña del terror, de Drew Goddard. Teniendo en cuenta dichas indicaciones, el aporte de este trabajo ya no al cine sino al menos a su propio género es por completo nulo. Porque no sólo no hay nada nuevo, ni desde lo narrativo ni desde lo estético, que llame la atención en La horca, sino que en ningún momento representa una reescritura interesante de lo que ya se ha visto mil veces.Tras una breve escena tomada de un video casero que registra como durante una representación de la obra “La horca” que realizan los alumnos de una escuela en 1993 uno de ellos muere estrangulado accidentalmente, una placa avisa que todo lo que se verá a continuación es evidencia policial de un caso real. Y lo que se ve es como, veinte años después, un grupo de alumnos de la misma escuela decide volver a poner en escena la obra maldita, alrededor de la cual se han tejido mitos fantasmales. Todo es registrado por Ryan, típico alumno canchero y abusivo que va a todas partes con su cámara a cuestas, ejemplar del exhibicionismo 2.0 de los adolescentes modernos, para quienes el registro audiovisual se convirtió en parte indivisible de la vida cotidiana. Es descabellado creer que el personaje de John Travolta en la mencionada Carrie se comportaría más o menos como Ryan en la actualidad. Es él quien le propone a su amigo Reese, otro chico de los “populares” que está a cargo del papel protagónico en la obra, una incursión nocturna para romper todo y que la representación no pueda hacerse. Cualquiera puede completar qué es lo que pasa cuando finalmente se meten al colegio esa noche junto a dos chicas. No deja de sorprender que Hollywood siga reproduciendo en pleno siglo XXI esta puritana versión paranormal de vigilar y castigar, que por un lado se empeña en ver a la adolescencia como un pecado que se paga con la muerte y que por otro aplica soluciones de ultratumba al problema del bullying.
Cuando la lógica queda arrinconada Es posible acercarse a La horca con ciertas expectativas: una película de terror de bajo presupuesto, sin estrellas, que fue tomada para su distribución por Warner Bros. Quizá, tal vez, a lo mejor, haya algo original o atractivo aquí. Empieza la película y otra vez estamos ante un film de terror con cámaras diegéticas (es decir, las imágenes que vemos son las que algún personaje registra). Graban en video, graban en el teléfono, graban porque tienen que grabar y también porque necesitan la luz de los dispositivos y ya que están graban (¿?). No importa que hayamos visto muchas películas con este recurso, siempre se puede aspirar a hacerlo bien, con consistencia. Pero no: en La horca el planteo se va forzando hasta llegar a un final en con la lógica arrinconada, averiada, tanto la de las camaritas como la de las situaciones (teléfonos que andan a veces sí y a veces no, para empezar). La horca parte de una muerte en una obra de teatro escolar. Y veinte años después en el mismo colegio se prepara la misma obra. Y la escuela de noche, y puertas que se cierran: un argumento con reminiscencias de Scooby-Doo que por momentos hace sistema, hasta que la coherencia se pulveriza, y se apela a explicaciones que se permiten atajos fáciles y todoterreno que no vamos a revelar aquí, pero que terminan de arruinar lo que prometía la media hora inicial, en la que, sin apelar a susto alguno, los dos directores parecían haber montado un relato ingenioso. Con el correr de los minutos, el ingenio se erosiona y empiezan a dominar el abuso del encuadre y de la luz pegados al punto de vista de los personajes, que "descubren" una y otra vez espacios potencialmente macabros para generar tensión, sensación física y emocional que, al no ser alimentada con coherencia, termina mutando en tedio y fastidio.
Los cuatro del patíbulo Aun con recursos ya vistos hasta el hartazgo, de a ratos consigue asustar. En el cine de terror, los subgéneros son como los villanos: no mueren jamás. Después de El Proyecto Blair Witch, Actividad paranormal y Rec, y todas las secuelas de cada una de ellas, más los infinitos títulos menores que las copiaron, parecía que el subgénero found footage (filmación encontrada) estaba agotado. Pero no. La explicación es simple: es una forma barata de filmar y sin necesidad de disimular la falta de presupuesto, porque la escasez de recursos es parte de la estética (después de todo, se supone que la filmación se hizo con una cámara hogareña). Esos motivos económicos fueron los que llevaron en primera instancia a Chris Lofing y Travis Cluff a contar La horca con la narrativa típica del found footage. Con dinero que les aportaron algunos comerciantes y un equipo muy reducido filmaron una primera versión. Después hicieron un trailer que llamó la atención de los grandes estudios, que aportaron los fondos para mejorarla y distribuirla. El resultado final no aporta nada nuevo al subgénero: se limita a cumplir sus convenciones -muchas imágenes vertiginosas y confusas, desprolijidad adrede- y pierde en cualquier comparación con las tres películas emblemáticas mencionadas. Pero es efectiva y de a ratos consigue su cometido: asusta. La historia transcurre en un colegio secundario. En 1993, una obra de teatro -llamada, justamente, La horca- representada por un elenco estudiantil tuvo un trágico final: uno de los actores adolescentes murió al ser ejecutado en una horca que debía ser de utilería. Veinte años más tarde, el colegio decide que una nueva camada de alumnos monte la obra. Pero al que le tocó el papel protagónico se deja convencer por su mejor amigo -el típico bully canchero del equipo de fútbol americano- de sabotear el proyecto. Así que deciden entrar de noche a la escuela para romper la escenografía. Y ahí terminan, junto a dos chicas y dos cámaras. Pero no leyeron a Cortázar e ignoran que la escuela de noche puede ser aún más siniestra que de día.
Una de las peores películas de terror que se estrenaron en el último tiempo. Esta producción es un reflejo contundente de la crisis creativa que vive por estos días un género que no para de brindar decepciones en los cines. No puede ser que sea tan difícil encontrar un proyecto decente dentro de este estilo que no tome por estúpidos a los espectadores. La horca es una película malísima que genera rechazo por la extrema incompetencia de los directores Chris Lofing y Travis Cluff. Dos sujetos que no tenían experiencia en este género y deberían alejarse de las historias de terror de por vida. El argumento ofrece otro clon torpe de El proyecto Blair Witch con la particularidad que el conflicto en este caso se desarrolla dentro de un teatro. Una vez más nos encontramos con el recurso de la cinta de video perdida que se trabajó centenares de veces en la última década y siempre ofrece el mismo relato. Más allá de ser extremadamente predecible, el film ni siquiera presenta un momento digno de tensión o suspenso que consiga envolver al espectador en la trama. Los directores recurren a efectos de sonidos burdos y repetitivos para generar escenas de susto que resultan completamente inútiles. Tampoco le hizo un gran favor a esta producción que la historia sea narrada durante la mayor parte del film desde la perspectiva de un idiota que con el paso del tiempo se vuelve cada vez más irritante. Un personaje que representa al típico adolescente canchero que uno desea ver eliminado en los primeros cinco minutos de la película. Frente a este panorama, el fantasma que acecha a los protagonistas termina convertido en un justiciero noble que mitiga la tortura cinematográfica que ofrece este estreno. Los cuatros actores desconocidos en los que se enfoca el relato problablemente integran uno de los peores repartos que se reunieron en el género de terror de estos últimos años. Todas las interpretaciones son terribles y tampoco se puede rescatar nada en este aspecto del film. La horca es una vergüenza como exponente del género de terror y la verdad que no vale la pena invertir una entrada al cine cuando tenés opciones más decentes en la cartelera.
El Terror con la soga al cuello Lamentablemente decimos esto más a menudo de lo que quisiéramos, casi copiando la polémica frase del Sr. Luis Barrionuevo: Tenemos que dejar de hacer películas de terror cámara en mano por 10 años. Si, reconozco que es una pésima forma de empezar la crítica de una película de Terror… pero sino, el que calla otorga. Desde El proyecto Blair Witch (The Blairwitch Proyect, 1999) en adelante el terror empujó hacia el mainstream un subgénero que desde hace tiempo viene dando señales alarmantes de agotamiento. Y en medio de todo esto llegó La horca (The Gallows, 2015) para darle otro empujoncito sobre el borde del precipicio. Un grupo de estudiantes de teatro de un colegio secundario ponen en cartel una obra en la que 20 años atrás un alumno perdió la vida misteriosamente, y alguien tiene la revolucionaria idea de filmarlo todo. Como ya estarán sospechando, hechos misteriosos comienzan a tener lugar en torno a la obra cuando dos chicos y dos chicas quedan atrapados en el colegio. Un par de curiosidades atentan contra nuestra suspensión voluntaria de la incredulidad –o “Suspension of Desbelief” como le dicen en inglés- y son difíciles de seguir ignorando en el año 2015: celulares que se quedan sin señal, cámaras digitales con problemas de reproducción dignos de la era del VHS y personajes que explican todo mediante diálogos. Es muy difícil como espectadores del Siglo XXI que somos hacer la vista gorda a este tipo de tropos en pos de permitirnos disfrutar lo que nos ponen en pantalla. La dupla Travis Cluff-Chris Lofing consiguió cubrir los costos de producción casi en su totalidad con aportes de amigos y conocidos, lo que explicaría un par de cosas. Este es su primer largometraje y antes que esto sólo tenían un par de cortos en su haber. El arreglo de distribución con Warner Bros. llegó después, así como la manito de los productores de Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007) La noche del demonio (Insidious, 2010), que parecería que solo prestaron su “chapa” en esta ocasión. Hay que reconocer que en los cortos 75 minutos que dura la película, la cuestión se mantiene bastante digna casi hasta el final. Pero en los últimos 15’ todos los clichés que se puedan llegar a imaginar comienzan a apilarse unos sobre otros. La lógica planteada hasta este punto –sin necesidad de ponernos a detallar punto por punto- comienza a contradecirse para favorecer los sustos fáciles y las resoluciones de manual que el subgénero ofrece. Lo que comienza como un found footage que intenta construir un nuevo mito urbano-cinéfilo, como ser el Hombre de la bolsa o La Llorona, adquiere involuntariamente y de forma atropellada tintes de slasher que terminan enrareciéndolo todo. Por suerte todo termina antes de que podamos plantearnos seriamente qué acabamos de ver, o antes de que tengamos ganas nosotros mismos de atar una soga a la viga del techo.
Muerte sobre el escenario Esta producción de terror, que ofrece el explotado y cansador recurso de la "cámara en mano", muestra una maldición que se extiende dentro de las paredes de un teatro. Otro escenario y los sustos de siempre. Siguendo el parámetro de producciones de bajo presupuesto que han tenido amplia respuesta de los espectadores, como El proyecto Blair Witch y Actividad Paranormal, los directores Travis Cluff y Chris Lofing escogen el explotado recurso del registro con cámara en mano para contar una historia con sobresaltos y ambientada entre las paredes de un siniestro teatro. La horca no es un producto que brille por su imaginación o creatividad -ni pretende hacerlo- pero mantiene la tensión a la largo de ochenta minutos con sus escenas contadas de manera nerviosa. Con motivo del aniversario número veinte de una obra trágica representada en el escenario del Beatrice High School, los estudiantes quieren volver a montar el espectáculo que desencadenó en una muerte cuando la utilería de la producción falló en plena representación. Con el espíritu de las estudiantinas en las que no falta el bromista de siempre, alguna conquista amorosa y la necesidad de visitar peligrosos espacios nocturnos, cuatro jóvenes -dos de ellos actores de la obra en cuestión- ingresan al teatro donde ocurrió la tragedia, quedan encerrados y a merced de un espíritu que busca venganza, con horca en mano, para las delicias de los fans del género. En este tipo de propuestas siempre funciona todo lo que ocurre "fuera de campo" y aquello que no se ve pero sì se escucha, alimentando los climas de suspenso a partir del punto de vista de una cámara que va recorriendo los recovecos del lúgubre lugar y se queda sin batería. Sobresaltos, un personaje fantasmagórico que se mueve entre las sombras, espacios vacìos y un viejo televisor que queda encendido para mostrarles a los personajes el horror del pasado, son los atractivos en los que se apoya esta producción que cambia el escenario pero ofrece los sustos de siempre. El teatro dentro del cine levanta el telón para una posible secuela.
Un found footage que no innova mientras busca crear un nuevo icono del terror. Mucha merde! En 1993, Charlie Grimille, un estudiante de secundaria, muere accidentalmente durante una representación de la obra teatral The Gallows (La Horca). Más de 20 años después, con el afán de liberar a uno de sus amigos de la tortuosa tarea de tener que protagonizar un revival de la obra, un grupo de chicos irrumpe por la noche en el colegio con la simple idea de destruir todos los decorados. Por desgracia para ellos, el espíritu de Charlie Grimille no descansa en paz y todavía recorre los pasillos del colegio en busca de venganza. La Horca nos llega de la mano de Blumhouse Productions, compañía especializada en películas de terror de micro-presupuesto, que la hizo en grande con la primera parte de Actividad Paranormal y desde entonces parece no detener su marcha. Pero para una productora donde la especialidad de la casa parecieran ser las películas de horror found footage (o de material encontrado), y que viene de estrenar Creep, quizás una de las cintas más innovadoras hecha dentro de este género en los últimos años, La Horca resulta una verdadera decepción. La situación es todavía más frustrante si tenemos en cuenta que, por lejos, lo mejor de de la película son los primeros cinco minutos. En esta suerte de prologo vemos el video de la obra original de 1993 filmado por algún orgulloso padre desde la platea. Aquí básicamente se nos muestra el tortuoso momento en que, de manera accidental, la horca a la que hace mención el titulo de la obra falla y mata a Charlie Grimille frente al público. Luego saltamos más de veinte años adelante en el tiempo hasta llegar a nuestros días y conocemos al insoportable grupo de jóvenes (inexplicable requisito del género) al que acompañaremos en esta odisea de primero destruir un set y luego correr por sus vidas. Hechos que se darán y se muestran de la manera menos inspirada posible. Los iconos no se nacen, se hacen No hace falta más que ver el trailer y la campaña de marketing con el juego Charlie, Charlie a la cabeza para darse cuenta que la intención de los realizadores era posicionar al verdugo Charlie Grimille como un nuevo icono del terror, creando una especie de Freddy Krueger o Jason dentro del género found footage y aguardando el éxito de la película para hacerlo regresar una y otra vez. Y esta es otra razón por la cual La Horca falla de sobremanera. El personaje de Charlie Grimille simplemente no es atractivo (dejando de lado que tiene un look similar al asesino de nuestra Naturaleza Muerta), su historia no está muy clara, así como tampoco sus motivaciones o la razón de su regreso, y ni mencionemos su poca participación en la cinta. Recién en el epílogo indagaremos un poco más en su pasado, pero de nuevo, no es nada que ayude a construir una mitología propia. Conclusión No sólo La Horca no innova en absoluto en un género que ya se repite tanto que dejó de ser divertido, sino que tambien está encabezada por un grupo de personajes que verdaderamente ponen a prueba la paciencia del espectador. Y aunque sabemos que están en camino hacia una muerte segura y dolorosa, esta no llega lo suficientemente pronto como para salvar a la película de su gran pecado: aburrir.
La factoría Blumhouse Productions viene inundando el mercado terrorífico cinematográfico desde hace casi una década con franquicias como “Actividad Paranormal”, “La Noche del Demonio”, “Sinister” y tantas otras que se destacan, más que nada, por sus bajísimos costos de producción, sus “estrellas” ignotas y sus historias de “found footage” y cámara en mano. “La Horca” (The Gallows, 2015) es un ejemplo más (un mal ejemplo, obvio) de este tipo de cine que no aporta nada nuevo al género e, inclusive, lo bastardea desde sus formas y contenidos. La película dirigida por Travis Cluff y Chris Lofing mezcla un montón de elementos conocidos y súper explotados como el espíritu vengativo, las tramas de adolescentes con sus eternos clichés de nerds vs. populares y todos los lugares comunes que se les puedan ocurrir, incluso, parece inventar algunos nuevos. Ni la historia, ni los personajes logran introducirnos del todo en un misterio que se revela casi, casi desde el comienzo si uno es lo suficientemente avispado para prestar atención a los detalles que nos tiran a la cara. Eso, sumado a todas las incoherencias y desatinos de la trama, no hace más que alejar al espectador y sumirlo en un aburrimiento tan mortal como la persecución que sufren los protagonistas. “La Horca” bebé de clásicos modernos mucho mejor ejecutados como “Scream: Vigila Quién Llama” (Scream, 1996) o “El Proyecto Blair Witch” (The Blair Witch Project, 1999). Es más, parece seguir todos los “consejos” que da la primera y caer en cada una de esas convenciones al pie de la letra, sólo que no lo hace con la misma intención que el film de Wes Craven. La cosa es así. En 1993, durante una representación escolar de la obra La Horca, algo salió mal y un terrible accidente se cobró la vida de un estudiante, Charlie Grimille. Ahora, veinte años después, los alumnos de la Beatrice High School intentan reflotar la fallida puesta en escena, en parte, para homenajear lo ocurrido aquella fatídica noche. Sí, nosotros también creemos que es una pésima idea. Los ensayos van bastante bien, más allá de la intromisión de los pesados de turno y el hecho de que su protagonista masculino, Reese, carece de talento, pero el pibe tiene varias razones para estar ahí, incluyendo un desacuerdo con el padre y un interés amoroso. Ryan es la típica estrella deportiva de la escuela que molesta a los nerds y tiene una novia porrista, también es el encargado de documentar el progreso de la obra y lo que capta su cámara es lo vemos nosotros como espectadores. Sí, es ese tipo de película donde cada imagen proviene del punto de vista de uno de los protagonistas, ya sea a través de una filmadora o los teléfonos celulares provistos hasta con visión nocturna. Para salvar del bochorno a su amigo, Ryan no tiene mejor idea que entrar en la escuela a altas horas de la noche y destruir los decorados para que la obra no pueda llevarse a cabo. Reese tiene sus dudas al respecto, más que nada porque el incidente podría afectar a la tierna e histérica Pfeifer, actriz principal y encargada de montar la producción, pero al final accede al vandalismo con la ayuda de Cassidy, noviecita de su amigo. Ahí es donde empiezan los problemas, sobre el mismo escenario donde falleció Charlie, un nombre que no debe ser nombrada (porque trae mala suerte), creencia que estos chicos, obviamente, ignoran por completo. Ruidos extraños, objetos que se mueven y puertas que se cierran dejando a los tres jovencitos encerrados dentro de la escuela a merced de “algo” o alguien que acecha en cada rincón oscuro con ganas de cobrar venganza. La cámara frenética no ayuda, las actuaciones mucho menos, pero son los climas los que desentonan cortando de raíz una atmósfera que, en vez de ser terrorífica, nos arranca unas cuantas sonrisas a causa de su infinidad de falencias.
Heredera de la estética de ACTIVIDAD PARANORMAL con el objetivo de una cámara home como punto de vista para narrar la historia, LA HORCA aporta poco y nada nuevo a un género remanido. Los adolescentes encerrados en un teatro escolar, acosados por un esquivo verdugo, apenas si logran empatizar. Es una ironía, que ambientada en un ámbito teatral, los intérpretes sean tan poco creíbles como predecibles. Pocos momentos de horror puro, casi nada de originalidad en la puesta y un argumento elemental, atentan contra una película que de haberse estrenado quince años atrás podría haber sido tan seminal como BLAIR WITCH PROJECT, pero que hoy no deja de tener un tufillo anacrónico. De todas formas, no todo es malo en el filme, los 75 minutos de duración del metraje... ¡pasan rápido!
Sí, la de terror semanal. Tiene méritos: le huye a algunos clichés pero tampoco es LA innovación. Obra de teatro con maldición, fantasma y la horca del título. Entretiene
Crítica emitida por radio.
Barata y estirada, pero con chispazos de ingenio En la era de las películas de "found footage" o "metraje encontrado", la gran cualidad de "La horca" es que no repite la misma fórmula de siempre y que incluso se las arregla para armar algo parecido a un largometraje con prácticamente nada. En un momento culminante de lo que Roger Corman definía como "economía de medios", estos cineastas tan caraduras que por momentos son unos genios arman una secuencia entera mostrando las zapatillas del personaje que, como sucede siempre en estos casos, no puede soltar su berretísima cámara de video. Hay algo que en teoría casi podría hacer recordar con simpatía esta película y es que parece armada para mojarle la oreja al culpable de este nuevo género, "El proyecto de la bruja de Blair", repitiendo sus absurdos y obvios recursos argumentales, empezando por los celulares que pierden la señal cada que vez que el guionista no tiene una idea mejor. Sólo que el concepto de "La horca" es muy astuto y verdaderamente temible, además de verosímil, ya que juega con las supersticiones del mundo del teatro, que todo aquel que haya tomado un par de clases de actuación conoce. Los que no tomaron ni media clase de actuación son los ignotos protagonistas de este film, tan astuto que hasta resuelve este detalle: los personajes son todos actores adolescentes en un colegio que tiene una vetusta sala teatral con muy malas vibraciones, dado que 20 años atrás un actor interpretando la obra "The Gallows" (es decir, la horca o el patíbulo) muere ahorcado en una tragedia inexplicable que conmocionó a todo el ámbito escolar. El chiste que aquí parece una auténtica tomada de pelo es que unos chicos del colegio deciden conmemorar la tragedia con una nueva representación de "The Gallows", lo que obviamente no es buena idea. Para hacer las cosas más baratas aún, el dúo de directores y guionistas reduce el elenco a un mínimo grupo de alumnos que se quedan encerrados en el teatro una noche de ensayo faltando realmente el respeto al difunto colgado. El público avezado en cine fantástico sabe bien que si hay muchos personajes a quienes asesinar de manera horrible, la película será lenta y aburrida, ya que hay que estirar cada muerte para llegar a los indispensables 82 minutos que tiene que tener mínimamente algo por lo que la gente paga una entrada. Pero, pese a todos los trucos ladinos de estos cineastas que merecen un premio por haber logrado venderle este proyecto a la Warner, hay varias cosas que juegan a su favor, como el humor solapado, el inteligente uso del sonido (debe haber sido lo más caro del film) y el hecho indiscutible de que dentro de un film de "found footage", en el que todo tiene que estar mal filmado ex profeso, cuando quieren, como en la dramática y apropiadamente teatral escena clave hacia el final, los tipos demuestran que pueden filmar realmente bien.
Que un estudio grande como Warner Bros. se interese por la distribución de una película de terror de bajísimo presupuesto, era una señal que llamaba bastante la atención. Que la compañía le diese una fecha de estreno tan llamativa como lo es el comienzo del mes de julio, donde tantos tanques se roban el centro de atención, hacía pensar que quizás, y sólo quizás, estuviésemos ante la The Conjuring de este año. La realidad es un golpe duro y certero que ataca en las zonas más blandas del espectador, y la desilusión no podía ser mayor: The Gallows es una decepción mayúscula, cuyo interrogante principal es cómo los productores vieron una buena idea dentro de este cúmulo desproporcional de sandeces de género. El subgénero del metraje encontrado no pasa por su mejor momento, y eso lo indica la frustración de la platea ni bien comienza la película y se presenta una placa que advierte que lo que estamos a punto de ver es material clasificado de un departamento de policía. Parte de la magia de dicho subgénero es comprar la idea y seguirla hasta el final, y The Gallows comienza con una interesante idea, una obra de teatro que sale horriblemente mal y que agita al espectador con una simple y efectiva escena. Por desgracia, es lo mejor que tienen para ofrecer Travis Cluff y Chris Lofing, los directores y guionistas del esperpento, quienes parece nunca han visto una película de terror en sus vidas. Todas y cada una de las situaciones presentes en cámara están plagadas de las decisiones estúpidas de personajes estúpidos, un conjunto de adolescentes que no sabrían ni sumar dos más dos, guiados por una trama que no tiene sentido alguno, de principio a fin. La pandilla de desconocidos actores puede resultar un soplo de aire si lo que se pretende es llegar a una frescura interpretativa, de creerles la situación a los pobres adolescentes en peligro. Pero The Gallows flaquea terriblemente en ese aspecto y el cuarteto entrega una calidad deplorable, donde apenas alguno consigue ciertas notas más creibles que otras. El tonto atleta que se mete al club del drama para ganarse el corazón de una chica pareciera no haber tomado una clase de actuación en su vida, su adorada parece haber tomado bastantes y sobreactúa demasiado, y el amigo que filma subsiste a fuerza de caer bien de lo idiota que es. Su novia, la rubia porrista que irradia calidez con su sonrisa, es la mejor del grupo, y aún ella es terrible. No hay una manera sencilla de masacrar una película de terror, pero The Gallows lo logra, y todo en menos de 80 minutos. Cada susto está planteado a partir de un sonido agudo y ni siquiera en escenas inspiradas. Los detalles de una escuela inmensa apenas están aprovechados -todo para que la película salga centavos y se recauden millones- y el ritmo tambalea bastante, hasta que las revelaciones del tramo final se hacen presentes y dinamitan toda credibilidad posible que se haya planteado hasta ahora. Si pensaban que The Devil Inside del 2012 tenía un final atroz, esperen a ver el que está acá... bueno, quizás no es tan aberrante como poner el link a una página de Internet, pero se siente igualmente de insultante. Soy bastante permisivo con el horror, es un punto débil, pero hay que trabajar muy en serio para crear una abominación como la que es The Gallows. Al no tener ni idea de lo que tienen entre manos -excepto una aplastante campaña de marketing que prometía demasiado- y ni siquiera tener un villano que prometa iconicidad instantánea, el destino del film es el olvido absoluto.
Publicada en edición impresa.
Estamos ante otra película similar a Actividad Paranormal, donde lo que el espectador observa son imágenes que supuestamente fueron grabadas por los personajes del film a través de una cámara en primera persona. Esta vez la historia se centra en una obra de teatro realizada en una escuela secundaria. Veinte años atrás durante esa misma obra, un chico murió en el escenario mientras personificaba al protagonista. En el presente un grupo desea reinterpretar el texto pero el actor principal, Reese, sufre de pánico escénico y decide -junto a dos amigos- meterse en la escuela de noche y destruir el escenario. Pero una vez que comienzan a destrozar la utilería, cosas extrañas comienzan a ocurrir y cuando quieren salir, descubren que no pueden hacerlo. La Horca está llena de momentos que buscan sobresaltar al espectador, con sonidos que irrumpen en medio del silencio, caras que aparecen de la nada frente a la cámara y momentos extremadamente largos en pos de construir suspenso, avisando al espectador que en cualquier momento algo intentará hacerlo saltar de su asiento. Y no lo logra. Un gran punto en contra son sus protagonistas. Quien lleva adelante gran parte de la filmación, Ryan, es un bully insoportable. Molesta a los chicos no populares, hace bromas estúpidas, es arrogante y está tan estereotipado que uno desea que sea la primera víctima y termine con la tortura de tener que verlo un segundo más. Los demás personajes no se ganan ni el odio ni el cariño de nadie, lo que genera que su destino nos resulte indiferente. El film dura tan solo 81 minutos y aun así termina siendo extenso. Con momentos predecibles, intentos fallidos de originalidad y personajes que no logran conectar con el espectador, La Horca no logra asustar ni tampoco marca un antes y un después en el género. Es otra de las tantas películas que quisieron subirse al éxito de Actividad Paranormal y que mueren en el intento.
Con la soga al cuello La horca es una más de tantas películas de terror que llegan a producirse por el vacío creativo que el género demuestra por estos días. Sus novatos directores Travis Cluff y Chris Lofing dan muestra de cierta decencia artística al momento de recrear y componer los planos del film, pero tampoco logran trascender la mediocridad del guion escrito por ellos mismos, lo cual no nos da más resultado que una película trillada y llena de errores conceptuales de lo que una película de horror debería recrear. Este es uno más de los típicos casos de uso excesivo de ¨screamers¨ (gritos y sonidos subidos en decibeles) buscando conseguir algún efecto de sobresalto en el espectador, lo cual no solo es un recurso pobre y facilista, si no que en este caso encima termina irritando más de lo que puede llegar a asustar. Sin ir más lejos el uso exclusivo de la cámara en mano, aludiendo a la visión de una cámara hogareña es otro recurso utilizado en esta cinta que termina siendo cliché e innecesario en el argumento, ya que se podría haber contado la misma historia sin necesidad del mismo. Hace tiempo que el cine de terror viene en declive, y lamentablemente cierto sector de público se ha comenzado a acostumbrar a este tipo de efectos baratos y concluyen en críticas positivas a películas que no se lo merecen. Por estas tierras uno de los últimos films decentes que se han podido observar en las salas fue la ópera prima de Jennifer Kent, The Babadook, que aunque no llega a hacerle sombra a los grandes clásicos, deja en el olvido a la mayoría de las producciones de estos días. La Horca no termina de convencer, pero entre todo su argumento repetitivo y falta de tacto, demuestra un dejo de cierto grado de profesionalismo de mano de los dos novatos directores, aunque esto no llegue a elevar lo suficiente el nivel de la película. Claro está que hay un público al cual todos estos defectos no le dará importancia, y consiguiendo envolverse lo suficiente en la trama, seguramente terminara disfrutando de la misma. Tal vez sea una buena opción para parejas habitués del género, siempre y cuando no sean muy exigentes.
Otra película de terror, de presupuesto acotado, y que apuesta al found footage. Últimamente hay como una especie de epidemia con este tipo de películas, pero lo llamativo es que acá además la mayoría de estos films llegan con retraso. Parece curioso entonces que de repente haya una película así, chiquita (aunque distribuida por Warner) que genere con su marketing tantas expectativas a tal punto de estrenarse acá casi en simultáneo que en Estados Unidos. Pero esto llama aún más la atención luego de ver el resultado. Porque si uno esperaba sorprenderse, encontrarse con algo diferente y atractivo, lamentablemente no es algo que va a suceder en esta ocasión. Primero y principal, el bendito found footage. Aquel que permite filmar “feo”, desprolijo, porque al fin y al cabo la idea es que se perciba amateur, no planeado, y realista, como si cualquiera de nosotros pudiera haberlo hecho. Y además en el que cualquier excusa sirve para que sus protagonistas nunca dejen de filmar (porque de lo contrario, se termina la película), falta de baterías o la necesidad de tenerla siempre a cuestas la cámara son cosas que se solucionan con mucha facilidad para sus protagonistas. Segundo, una trama que podría funcionar bien en su premisa, pero que falla en su desarrollo y aún más en su resolución, pobre, que no tiene mucho sentido. En este caso, todo gira alrededor de una obra (llamada “La horca”, claro) en que cuya función del día del estreno hace veinte años un accidente o algo que nunca se pudo explicar derivó en la muerte en escena de su protagonista ahorcado. Hoy, una joven estudiante y actriz pone todo de sí para poder traerla a escena una vez más, pero un grupo de alumnos rebeldes (y de pocas luces, en especial el que se encarga de documentar todo) pretende impedirlo. No obstante, encerrados en el teatro durante la noche previa al estreno, hay algo o alguien más que se va a encargar de que nada suceda como lo esperado. Otro tema aparte son las actuaciones, siempre caras desconocidas ayudan a imprimir el relato de una realidad latente (y acá cada actor fue descubrimiento de los propios realizadores), pero acá en general se está bastante sobreactuado. Hay algunos sustos a lo largo del film, pero el clima de terror nunca termina de apropiarse del relato, generando a veces hasta algunas risas involuntarias. Si bien es cierto que pretende jugar más con lo psicológico, termina dando incluso la sensación de que falta sangre. El film está dirigido por Chris Lofing y Travis Cluff, dos directores jóvenes que hasta esperan la posibilidad de poder realizar la secuela de esta película. Celebro que la gente se anime a filmar, a contar historias, y que utilicen mi género favorito para eso, pero a veces con las ganas no es suficiente. El problema es que en este caso, el resultado es un film aburrido y sin mucha imaginación.
Travis Cluff y Chris Lofing imaginan en “La Horca” (USA, 2015) la vida de un grupo de adolescentes en los días previos al estreno de la obra que da el nombre al filme y que 20 años atrás, en una representación, tuvo un final inesperado para un joven llamado Charlie. Pfeifer, una popular chica del colegio, llevará adelante con el profesor XX la nueva puesta, obsesionándose casi hasta puntos increíbles y queriendo recrearla casi a la perfección. Para ella esta obra no es una actividad estudiantil más, es la posibilidad de mostrarle a sus amigos que ella y los demás protagonistas pueden hacer un producto digno a pesar de las limitaciones de sus compañeros. Justamente, esas limitaciones se encarnarán en Reese (Reese Mishler), un joven deportista, que enamorado secretamente de Pfeifer (Pfeifer Brown), decidirá tomar el papel protagónico para ver si de esa manera, con la trágica historia de amor que culmina con August, su papel, en la horca, quizás tenga una posibilidad de conquistarla. Pero Reese no está solo, sus amigos, principalmente Ryan (Ryan Shoos), que registra todo el tiempo todo en cámara, lo acompañará en esta aventura de ser actor por un día, y apoyarlo en su tarea, ya que muchos no desean que lo haga y mucho menos el padre de Reese que hasta el último momento desea impedirle la participación. Cuando deciden ir al colegio para arruinar el estreno, luego que Ryan es burlado por uno de los asistentes del profesor, inexplicablemente quedarán encerrados en el lugar siendo acosados por algo o alguien quien jugará con ellos hasta niveles insospechados y llevándolos al límite de la tensión y el miedo. Cluff y Lofing toman de la reciente producción cinematográfica del género todos los lugares comunes habidos y por haber y explota el recurso de la cámara en mano y la imagen mediatizada para potenciar una historia que a pocos minutos de planteado el conflicto termina sin convencer. Las pésimas actuaciones del elenco protagónico, inexperto, por mencionar por ejemplo sólo a Pfeifer que salió del Got’s Talent de USA, sumado a la exageración de sus llantos, gritos y demás, hacen que cualquier situación planteada termine generando más risa que otra cosa. “La horca” tenía un planteo interesante, y una premisa con la que podría haber generado alguna situación más efectiva de terror. Pero no, el guión cae en lugares comunes de los que no puede volver, y si bien el trabajo sobre el fuera de campo es correcto, se vacía la posibilidad de sumar tensión cuando el efectismo es más grande que la sugestión. Hay un trabajo interesante con el color, siendo el rojo aquel que predomina en la oscuridad y en momento clave de cierta resolución necesaria de algunos planteos, pero cuando ya casi está todo por finalizar se resuelve todo tan rápidamente que ni siquiera la utilización del escenario como recurso narrativo, dotándolo de una entidad casi tan importante como la de los papeles protagónicos, sirve para terminar de convencer con una propuesta que atrasa hasta los tiempos ya lejanos de “La bruja de Blair Witch”.
LA MALDICIÓN DIGITALLA MALDICIÓN DIGITAL Una secuencia lograda no alcanza para redimir esta pieza paradigmática de terror en muchos sentidos del término. Dieciséis años atrás, dos directores jóvenes, Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, tuvieron una ocurrencia simpática: incorporar las cámaras digitales al género de terror aprovechando el plano subjetivo, aquel en el que la visión del personaje coincide con la perspectiva de la audiencia, como nueva gramática del cine de terror. La intuición era evidente: la amalgama perceptiva entre personaje y público intensifica la identificación y por consiguiente transmite visualmente el estado psíquico del terror. La película en cuestión fue El proyecto Blair Witch, un éxito inesperado. Pasó más de una década y la democratización de las cámaras ha llevado a que la perspectiva subjetiva se haya naturalizado. Todos filman todo a toda hora y la subjetiva, más que de todos, es de nadie. Sus efectos de sorpresa se diluyen; para filmar, entonces, hay que pensar. La horca es una de las tantas películas salchichas que llegan a las salas. Subestimación universal del público adolescente global: los estudios las producen en serie, y de lo contrario, como es este el caso, les compran a los neófitos realizadores de turno los derechos de exhibición. Evidencia irrefutable: no hay prácticamente nada de ingenioso en este ejercicio cinematográfico, excepto por una secuencia cercana al final en la que una de las protagonistas se filma a sí misma y la luz elegida para la escena descansa en un rojo omnipresente, composición formal que se diferencia del resto de los planos filmados reproduciendo automáticamente la lógica del registro casero. Esa secuencia completa hubiera sido un corto genial. Sin gritos, sin personajes desesperadamente imbéciles y narcisistas, desprovista de esa metafísica anodina que promueve fantasmas vengativos cada vez que se puede y contextualiza estos relatos insignificantes sobre la ansiedad (existencial) adolescente. ¿De qué va la cosa? En octubre de 1993, durante una obra de teatro colegial, el intérprete, cuyo personaje está a punto de ser ahorcado después de conocer el veredicto de la corte, será víctima de un accidente fatal. El destino de su vida será el cumplimiento real de lo que a su personaje de ficción tendría que pasarle. Unas décadas más tarde, la misma obra se vuelve a representar en el colegio, después de superar el tabú de la muerte de aquel estudiante que ni siquiera había elegido su papel. Por motivos intrascendentes, los nuevos intérpretes de la obra visitarán de escondidas el teatro durante la noche y quedarán atrapados en él. No están solos. La banalidad de los diálogos es previsible; el clisé en la construcción de los personajes y situaciones, también. A favor de La horca hay que señalar que dejan de lado la inclusión de música (extradiegética), buena decisión que no resulta en una profundización del concepto sonoro del filme. La figura ominosa que los acorrala apenas se verá, lo que no significa que el fuera de campo funcione con eficacia para orquestar el terror, esa experiencia de inestabilidad que tiene lugar entre las creencias que se tienen del mundo y el descubrimiento de que este es menos firme de lo que se cree. A los cineastas del género (y a sus consumidores) es hora de recordarles que este tiene una tradición. Es hora de volver a ver una de Tourner, otra de Carpenter, alguna de Kobayashi y la única de Laughton. Cualquier cosa que devuelva inteligencia y frescura a un género formidable.
En 1993, en plena función estudiantil de la obra de teatro La Horca, quien hacia de protagonista muere accidentalmente. En la actualidad, y tras varios años de que no se volviera a intentar realizar dicha actuación, todo parece que saldrá a la perfección. Lo que los estudiantes y demás involucrados no saben, es que en el teatro del instituto y en la misma obra, hay una maldición escondida. Una película más de found footage (o metraje encontrado, o falso documental) y van… Sinceramente deberían prohibir este estilo de filmación por cinco años, solo para que los directores vagos tengan que por obligación, encontrar otra forma de simular que sus films tienen mucho ritmo y misterio. La Horca Porque seamos sinceros, pocas películas de este estilo, viendo únicamente el guion, pueden sostenerse por más de cuarenta minutos (no por anda todas duran apenas hora y media), así que ahí es cuando el recurso de falo documental sirve para estirar la historia, mostrándonos a los protagonistas perdiendo el tiempo y solo lograr que el espectador quiera que aparezca el monstruo/fantasma de turno y los mate a todos. También dije que es un recurso de directores vagos, porque con el tema de la cámara casera en mano, se evitan el trabajo de preocuparse por hacer buenos encuadres o iluminar artísticamente el set; así que en este apartado, un aplazado para Travis Cluff y Chris Lofing (también guionistas). Para abaratar mas costos aun, tenemos un puñados de actores (bastante más grandes que los personajes que interpretan) desconocidos y amateurs, que hacen lo que pueden con personajes unidimensionales y muy del manual del cliché. Tendremos al bromista y su novia igual de insoportable, el que parece igual de mal intencionado pero que en el fondo tiene buen corazón, y la chica inocente y pura que da pie a que el espectador siempre sospeche de ella. Lo dicho, nada nuevo ni original bajo el horizonte. Poco hay que destacar de esta película. Quizás lo mejorcito es que cuando los directores decidieron hacer un mínimo esfuerzo, supieron jugar con las luces y sombras de las locaciones iluminadas a medias, creando un poco de expectativa y tensión. Lástima que de estos momentos, vamos a encontrar más bien pocos esparcidos por la hora veinte que dura el film. La Horca Una cosa que me gustaría enfatizar, y es otro de los grandes fails que tiene este sub genero, es lo innecesario e inverosímil que se vuelve que los protagonistas decidan filmar constantemente todo lo que está pasando, mientras se adentran en la oscuridad; cuando la lógica de todos indica que cualquiera con dos dedos de frente tiraría la cámara y saldría corriendo hacia el lado opuesto. La Horca es una mala película sin dudas, que no solo se molesta en proponer algo nuevo u original, si no que para peor, decide caer y usar todos los chicles y tópicos de un estilo de cine de terror que ya canso hace tiempo y debería dejarse de usar por un buen y largo tiempo.
Este filme va a hacer resurgir a Jigsaw / Jhon Kramer, el personaje de la saga “El juego del miedo” (2009, y las 6 posteriores), pues si bien la misma ya circula por su octava entrega, y cuando parecía agotada, surge la ayuda intempestiva, externa, pues para definir a “La horca” sólo basta decir que verla es una verdadera tortura. Por lo cual el actor Tobin Bell está agradecido de poder seguir facturando, y no es un mal actor, convengamos. Uno podría decir que el gran problema de “The Gallows”, tal el nombre original, es el guión, si lo hubiera, claro. Otro punto a tener en cuenta, pero que tampoco se lo puede asumir como lo peor, es que casi todo el metraje está filmado, siendo extremadamente bondadoso, se podría definir esta actividad de esta: manera, cámara en mano, movimientos sin sentidos, acelerados, planos de nada, el piso limpio, una pared despejada de ornamentos. Lo que se torna realmente insoportable es como se puede producir, pergeñar, diagramar, planificar, una producción donde entre todos los personajes no pronuncian más de 30 palabras, tal es la calidad total del léxico utilizado, vocablos repetidos hasta el cansancio, y todos con el mismo tono, no importa que personaje lo diga. Sumándole a esto que los directores, (son dos) apelan a producir sobresaltos a partir de los exabruptos sonoros, pues llamarlo efectos de sonidos es casi una falta de respeto para los creativos en sonido. Así de rústicos, al mismo tiempo que reiterativos sólo para generar en el espectador molestia, pues luego del primer sobresalto, éste se acostumbra y nunca más podrá servir para generar alguna escena que promueva a la sensación de miedo, que en realidad reflejan nada más que la ineficacia del recurso por abuso del mismo. No es posible determinar la performance de los que interpretan a los personajes, no parecen actores, posiblemente lo sean, pero el producto no los ayuda a demostrarlo, eso sí, son jóvenes y bellos. La historia, que con los elementos con los cuales quiere edificar una historia, ya fueron utilizados miles de veces con resultados disímiles, nada es original en esta realización. Se centra en un grupo de estudiantes que, 20 años después de un terrible “accidente” ocurrido durante una función de teatro en la escuela de un pequeño pueblo, los nuevos alumnos, sabiendo de los sucesos acaecidos hace dos décadas, deciden reestrenar la obra fallida en una tentativa de honrar a los participantes aquella tragedia. Pronto descubrirán que algunas cosas es mejor dejarlas en el pasado, (esta película como ejemplo, vale). Esta seria la idea, por supuesto que deberá aparecer un video extraviado con las imágenes grabadas de la anterior, como si fuese novedoso, es un monumento a la previsibilidad, que no sólo aburre hasta el hartazgo, sino que durante la proyección percibí gente rezando para que termine e irse, pero en la charla posterior con algunos colegas surgió la idea de pedir que verla sea considerado trabajo insalubre y nos aumenten los honorarios, no por única vez, sino cada vez que se repita algo de este tenor. Por ultimo, hasta podría decirse que esto sucede por la culpa de los padres que les compran camaritas de video a sus hijos, por creen que jugar con una cámara con personas corriendo y a los gritos es hacer cine, lo lograría hasta ser sostenible, si durara 5 minutos.
Colgate Resulta difícil el terror. Gran cantidad (por no decir casi todos) de los estrenos anuales del género merodean lo penoso y lo mediocre. Poco para destacar, poco para disfrutar. Un género de muchas bondades. Simple, sin pretensiones, que da lugar a jóvenes directores. Un género que puede funcionar con bajo presupuesto, sin necesidad de actores conocidos en pantalla (en definitiva, seguramente vayan a morir en algún momento del metraje). El terror es algo único. Su problema principal, el abuso de fórmulas, la falta de ideas narrativas y visuales. Total, se debe pensar, con alguna la van a pegar para hacer fortuna (El Juego del Miedo, Actividad Paranormal, La Noche del Demonio, para nombrar algunas actuales). Y si no, tampoco se pierde tanto. Lamentablemente, el estreno de terror semanal se convirtió en una nueva forma de espanto. La Horca (The Gallows) confirma la tendencia actual del género, y también, de la cartelera. Mientras siguen postergando el estreno de Te Sigue (It Follows), está semana toca algo terroríficamente novedoso: Cámara en mano, adolescentes, una entidad asesina. Una historia (se cuenta todo en el trailer) sobre una obra de teatro escolar donde murió uno de sus actores. Veinte años después la vuelven a representar. Regresa el espíritu para cobrar venganza. La cuestión es que el protagonista de la obra (actual, vivo) es de madera actuando, entonces el amigo (denso, a veces gracioso, el que filma todo) le propone sabotear la puesta en escena antes del día de estreno. Van de noche, quedan encerrados en la escuela, el fantasma empieza a acosarlos, revolearlos, ahorcarlos (¡con una soga! ja). Lamentablemente, el estreno de terror semanal se convirtió en una nueva forma de espanto. ¿Qué es La Horca? Un grupo de jóvenes, una chica con buen escote, una introducción con humor adolescente (alguna sonrisa logran sacar), uno que decide filmar todo (inclusive el acto de vandalismo que van a realizar), una especie de historia romántica (no puede faltar el amor, vió). Para no sorprender al amante del género se va a filmar: gente corriendo, la oscuridad, alguno llorando en primer plano, alguno tragado por la oscuridad mientras mira directo a la cámara, más oscuridad. Uno siente que pasa tan poco que en algún momento recobra la esperanza. Sucede cuando el joven (el denso, el que filma todo) se pierde en los túneles debajo de la escuela. El descubrimiento de una habitación con una solitaria silla y una navaja causan cierta perturbación. Un fuera de campo sobre el significado de ese lugar genera incertidumbre. Hasta se llega a creer que al fin llegó el horror para justificar La Horca. Pero es un engaño. Después viene el revoleo de cuerpos estilo Actividad Paranormal, las cámaras con visión nocturna, la sombra habitual que se lleva a alguno, la vuelta de tuerca para intentar sorprender. En fin, la de terror semanal para dejar pasar.
Al conmemorar la tragedia de la escuela pronto descubren que algunas cosas es mejor dejarlas en el pasado. El título original de esta película es "The gallows", distribuida por Warner Bros, escrita y dirigida por Travis Cluff y Chris Lofing, y cuenta con el apoyo de Jason Blum, productor de "Actividad paranormal" y "La noche del demonio". El elenco es poco conocido: Pfeifer Brown, Ryan Shoos, Reese Mishler, Cassidy Gifford, entre otros. Todo comienza mostrando una cinta que fue encontrada por la policía donde se encuentra filmada una tragedia de octubre 1993 y que es lo único que quedo como evidencia. Veinte años después en el mismo colegio preparan la misma obra y para ello se reúnen un grupo de jóvenes en esa pequeña ciudad. Durante los ensayos uno de los jóvenes que es bastante desagradable y pesado Ryan Shoos (Ryan Shoos) se pasa haciendo malos chistes, se burla y esta con su mejor amiga. Dentro de la obra Reese Mishler (Reese Houser) demuestra que no es muy buen actor y tiene que conquistar a Pfeifer Brown (Pfeifer Ross) pero toda cambia cuando Ryan descubre una puerta especial rota en el auditorio de la escuela, él invita a su novia Cassidy (Cassidy Spilker), Pfeifer, Reese y todos comienzan un juego muy especial con varias situaciones extrañas, gritos, llantos, momentos dolorosos, la aparición del fantasma Charlie y escenas que resulta mejor no adelantar demasiado. Filmada como un falso documental, al estilo de "El Proyecto de la Bruja de Blair “y "Rec" entre otras. Con momentos vertiginosos, con este estilo todo el momento cámara en mano en ciertos instantes termina mareando, contiene una serie de recursos gastados, guiños de otras similares, un flojo guión y algún pequeño sobresalto. Un pobre presupuesto de unos diez millones de dólares, actores poco conocidos que vienen más de las series de televisión, un casting pobre y apoyada por un buen marketing. Un film cien por ciento pochoclero que puede llamar la atención a las nuevas generaciones.
Crítica emitida por radio.
Una de esas que provocan a saltar de la butaca Con actores y directores debutantes, La horca es otra película cámara en mano y orientación juvenil. El 29 de octubre de 1993, a las 8.49 de la noche, se desarrollaba una obra de teatro colegial, cuando actor protagonista, Charlie Grimball se convirtió en víctima de un accidente fatal. Veinte años más tarde, la misma obra se vuelve a representar en el colegio, después de superar el tabú de la muerte de aquel estudiante que ni siquiera había elegido su papel. Adolescentes, curiosos, los nuevos intérpretes de la obra deciden visitar a escondidas , durante la noche y cámara, el teatro donde se produjo aquel suceso. Es entonces cuando les llega el turno de vivir una tragedia propia. "En toda escuela habita un espíritu, un secreto... ¡un drama!", vinieron advirtiendo las promociones de la película La Horca, que llegó entre los recientes estrenos de la cartelera bahiense, con sello de Warner Bros. Latinoamérica y de los productores de La noche del demonio y Actividad paranormal y, con toda seguridad, arrastrada a los cines comerciales en el convoy de alguno de los grandes tanques a la temporada. De estilo narrativo reiterativo -cámara digital en mano- está claramente dirigida al público adolescente a juvenil, con ganas de compartir baldes de pochoclos, sustos para el salto y gritos en la sala de cine. El programa no es reprochable, aunque poco se puede aportar a favor de una película que parece salida de una cadena de producción en serie desde que Proyecto Blair Witch enfocó la cámara desde el espectador. Efecto, produce. Claro, hay que ir dispuestos a la tensión por la tensión pura, sin ánimo de llevarse un título para coleccionar en los anaqueles de los grandes clásicos.
"Terminen el secundario" Lejos de ofrecer algo original y terrorífico los directores Travis Cluff y Chris Lofing apuestan por lo seguro convirtiendo a “La horca” en una propuesta con muy pocos aspectos para resaltar y por ende difícil de recomendar. Quizás el más grosero de los errores que presenta “The Gallows” es la falta de compromiso e ingenio que demostraron los realizadores para trabajar el sub-género del found footage. Por eso nuevamente somos testigos de la maldita costumbre de ver más de una cámara dentro del relato y saltos temporales absurdos e irreales. Apenas comienza el film tenemos una leyenda que nos invita a creer que estamos a punto de ver un material policial y, si bien no somos tan ingenuos de caer en ese juego, todo buen espectador está dispuesto a seguirle la corriente a esta premisa. Ahora bien, no llegamos a la mitad de la trama y ya estamos sumergidos en un relato editado de forma tan prolija y ridícula que la pregunta es inevitable: Si esto es real, ¿Quién editó esta película? ¿El FBI en sus tiempos libres? Hoy en día, con la cantidad de información que tenemos a nuestro alcance, es casi imposible que se nos pase por alto algún mito urbano popular como el que nos plantea la película. Googleas dos segundos y descubrís que la historia de Charlie Grimille no solo es falsa sino que ya tuvo un intento (fallido por cierto) de llegar al cine a través de Travis Cluff en el 2012. No obstante, ese no es el problema. Lo que irrita es que son los mismos realizadores los que se encargan de contar la historia de forma tan inverosímil e irreal que en más de una ocasión parece que nos estuvieran tomando el pelo como espectadores. “La horca” tiene sus momentos de tensión bien logrados y casi todos ellos son a partir de la sugestión (algo que es clave en el found footage). El miedo a lo desconocido siempre es efectivo y asustar con alguna sombra y sonidos en medio de la oscuridad sigue estando permitido. Ahora, cuando combinas eso con efectos especiales pedorros y te encargas de dejar en claro que cualquier cámara de video puede grabar fantasmas en plena noche, el realismo desaparece por completo y simplemente somos testigos de una aventura tan fantasiosa como irrisoria. “Cloverfield” también fue una película filmada en este formato y pese a tener un monstruo gigante atacando la ciudad de New York, resulta mucho más realista que “La horca“. Y así podemos dar muchos ejemplos más. Mientras se siga subestimando al espectador, al terror y al found footage, dudo que tengamos una propuesta que verdaderamente nos asuste dentro de una sala de cine nuevamente. Por eso si querés pasar un mal rato de verdad, mirá otra vez esa joyita inoxidable llamada “El proyecto Blair Witch” o cruzá los dedos para que “It Follows” llegue a los cines cuanto antes.