Secretos de familia Así como gran parte del cine contemporáneo -tanto el mainstream y el indie como todo lo que se ubica entre esos dos extremos- tiende hacia una preocupante homogeneización temática y formal, en términos generales se puede decir que cada cinematografía nacional suele ofrecer algún que otro elemento distintivo que vuelque la propuesta en cuestión hacia la “sensibilidad” propia del país productor. La estrategia tiene un doble objetivo ya que por un lado busca regalar al público autóctono algo con lo que identificarse y por el otro lado aporta una mínima idiosincrasia frente al mercado internacional, en una lógica similar a la del turismo y la invitación a visitar/ conocer rasgos culturales foráneos. A veces la jugada arroja resultados positivos y en otras oportunidades no suma mucho al convite, como es el caso de La Novia (Nevesta, 2017), un opus ruso que desperdicia el tic folklórico de turno. El prólogo está divido en dos partes: la primera nos informa acerca de las características que tomó en Rusia la tradición global de la fotografía post mortem, comentándonos que se les dibujaban ojos en los párpados a los difuntos antes del retrato correspondiente porque se consideraba que el negativo condensaba el alma del fallecido y la dejaba a disposición de los parientes que lo sobrevivieron; y la segunda nos presenta la historia de uno de esos fotógrafos especializados en cadáveres, quien ante la muerte de su amada primero le saca una foto y luego la somete a un ritual para que reencarne en una pobre chica de la región, circunstancia que lo obliga a resistir el embate del pueblito en el que habita y a enterrar a la desafortunada junto al cuerpo sin vida. Por supuesto que la ceremonia no sale del todo bien debido al hecho de que “lo que vuelve” no es precisamente su pareja sino algo más tétrico. Resulta desconcertante la decisión por parte del realizador y guionista Svyatoslav Podgayevskiy en pos de torcer el relato -de allí en más- hacia la amenaza que representa la presencia espectral de la susodicha, olvidándose en buena medida del asunto de las fotografías post mortem como si todo se tratase de una reincidencia desganada en el terreno del J-Horror modelo Hollywood a expensas de lo que podría haber sido una vuelta de tuerca mucho más interesante hacia el campo de los retratos fúnebres y aledaños. Tampoco se puede decir que la táctica deriva en un bodrio al 100% porque a lo largo del metraje la propuesta consigue un par de escenas inquietantes utilizando de excusa el viaje -en nuestros días- de Nastya (Victoria Agalakova) y su novio Iván (Vyacheslav Chepurchenko), descendiente de ese clan maldito, a la casona familiar del muchacho, ahora habitada por su hermana Liza (Aleksandra Rebenok), sus dos pequeños vástagos y el padre de los adultos. Podgayevskiy sostiene su film mediante jump scares muy poco originales -y subrayados a lo bestia desde la banda sonora- y a través de un popurrí de tomas centradas en la cara de pánico de la bellísima Agalakova, una joven actriz que se carga la película al hombro y la termina de rescatar del tedio al que estaba condenada si dependiese exclusivamente de las buenas intenciones del director y su falta de preocupación a la hora de conectar lógicamente las secuencias y resolver unos cuantos “detalles” de la trama que aglutinan incoherencias y preguntas en el tintero, dentro de un entorno dominado por los estereotipos más repetidos del subgénero de las casas embrujadas, las maldiciones y esos posesos de siempre. Recién llegando el desenlace el realizador se acuerda de las fotografías de los finados, pero para ese instante la encerrona de la familia de Iván para con Nastya está tan avanzada que los secretos ya fueron revelados y el interés del espectador se desvaneció hasta desaparecer…
Esta película proveniente de Rusia sigue la tendencia hollywoodense del género de terror y está doblada al inglés para poder lograr un mayor alcance a nivel mundial. El film parte de una idea inquietante sobre una tradición de finales del siglo XIX, que consistía en maquillar los ojos de los muertos y luego fotografiarlos para mantener su alma en el cuerpo. Con este planteo atrapante, La novia juega con los climas de misterio al principio de la historia, pero pierde puntos cuando su acción se traslada a la actualidad. Lejos de los carruajes que transitan senderos misteriosos y las velas, el novio Vanya -Vyacheslav Chepurchenko- lleva a su novia Nastya -Victoria Agalakova- a conocer a su familia en una vieja casona alejada de la civilización, pero ella comenzará a experimentar situaciones extrañas y será preparada para un extraño ritual antes de la boda. El realizador apuesta a los climas góticos, enrarecidos, entre antiguas fotografías de personas muertas y féretros que esperan a nuevas víctimas, pero luego esa atmósfera se diluye y el misterio sólo aparece con cuentagotas, entre sobresaltos y una estética heredada de la tradición del cine norteamericano. Entre un fotógrafo que retrata a su novia fallecida cuya cabeza se cae constantemente -lo mejor del film- hasta un moderno automóvil que llega al hogar habitado por la hermana de Vanya y sus pequeños sobrinos, se va construyendo un relato que amenaza con convertirse en una nueva saga con el afán de conquistar nuevos mercados. A la película no la ayuda demasiado el hecho de estar doblada al inglés -molesta ver a personajes que no mueven la boca cuando fluyen las palabras-, con un extraño ritual que está por llevarse a cabo una vez más. Con ciertos aires de Frankenstein, en lo que al concepto de dar vida a cuerpos sin vida se refiere, y del reciente título Huye!, en el que una muchacha llevaba a su prometido a conocer a sus padres, La novia retoma esos conceptos pero los aplica sin creatividad, restando suspenso a una historia que prometía más lo que finalmente entrega, entre una novia despechada y vengativa que deambulan por la vieja casona con rostro cadavérico y largos tules, pero que no llega al altar.
De Rusia con terror. El género del terror es uno de los más vastos de la industria cinematográfica y este término es realmente preciso para referirse a estas películas que parecen ser producidas en serie dadas las similitudes entre las distintas propuestas y la enorme cantidad de ellas, tantas que muchas veces ni siquiera llegan a ser estrenadas. Por eso, cuando llegan al cine y, lo que es más, cuando su origen no es el tradicional hollywoodense, a prori podemos avizorar algo distinto. La Novia, dirigida y escrita por Svyatoslav Podgayevskiy es un film ruso de horror protagonizado por Victoria Agalakova, Vyacheslav Chepurchenko y Aleksandra Rebenok. La historia se desencadena, en clave de flashback, a partir de una tradición rusa que data de mediados del siglo XIX y que suponía el uso de la fotografía para preservar las almas de las personas después de la muerte. Así, una vez consumado el deceso, se procedía a pintar los párpados cerrados del fallecido para generar la ilusión de que sus ojos estaban todavía abiertos y pasar luego a la segunda parte del asunto que consistía en fotografiar de esa particular manera al cadáver con el objetivo de encerrar su alma en el negativo de la película usada en la cámara. La tercera y más espeluznante fase del ritual daba fin al proceso cuando se encerraba y enterraba, junto al cadáver, a otra persona viva para que esa alma atrapada en el negativo pase a ocupar este nuevo cuerpo ofrecido en sacrificio. Al tratarse de una tradición basada en hechos reales, la película logra atrapar la esencia de esa práctica y de lo que esta conlleva por medio de un caso particular en el que se puede ver el horror que implica llevar adelante los pasos del proceso descrito y, sobre todo, las consecuencias de haberlo hecho persiguiendo el desesperado objetivo de conservar con vida a un ser muy cercano. La estética, el vestuario y el halo de oscuridad visual que envuelve a esas primeras escenas funcionan muy bien para que el espectador se adentre rápidamente en ese mundo de resurrecciones forzadas y que prometen lo peor para sus implicados. El problema es cuando volvemos al presente. La historia principal transcurre en la actualidad y tiene como protagonista a Nastya, una joven muy bella que está próxima a casarse con su prometido, un exitoso fotógrafo. Pero antes de la boda la pareja deberá pasar una breve estancia en la casa de la familia del novio para que se produzcan las presentaciones entre Nastya y sus parientes políticos. Casi no hace falta decir que la casa está ubicada en las afueras de un pueblo casi inhóspito, sus habitantes ya desde el vamos se comportan de una forma por demás peculiar y, para colmo de males, están vinculados por genealogía con el protagonista del ya mencionado ritual mortuorio del inicio de la película. En términos narrativos, el film incurre en las inverosimilitudes comunes de este tipo de producciones, con protagonistas que toman decisiones, si bien racionales (cosa que acentúa su falta de juicio), pero que contradicen al sentido común más básico de cualquiera que sea testigo del contexto que los rodea y de los personajes que los circundan. Aliados que desaparecen, enemigos que aparentan serlo y luego lo confirman y la cuota clásica de pasadizos secretos, puertas ocultas y sueños perturbadores son solo algunas de las cosas que deberá enfrentar la joven Nastya mientras intenta agradarle a un grupo de personas de lo más desagradable pero que pronto será parte de su familia. Predecible, poco original y con apenas un puñado de esas escenas de terror clásico que nos hacen dar el respingo en nuestros asientos, La Novia es solo una más en la larga lista de estrenos de terror que el cine contemporáneo tiene para ofrecer y que agradará a los amantes del género. Pero solo a ellos.
La cuota de terror de la semana La película rusa dirigida por Svyatoslau Podgayevskiy autor también del guión se basa en una vieja leyenda rusa, “hechos reales” asegura. Parte de una tradición donde a los muertos se les pintan los ojos sobre los párpados para luego fotografiarlos. Esas fotografías, como el comienzo con ambientación de época y la entidad maligna es lo mejor del film. Luego se traslada a nuestros días cuando el novio amoroso lleva a su prometida a conocer a la familia que no resulta muy normal. Gritos y susurros mediante, novio que desaparece y una entidad que tiene presa a la familia con una maldición de la que solo puede liberarlos un rito sangriento. Cuando la película se encamina a los lugares comunes de los films de terror pierde la sugestión y las muchas promesas de horror que luego no se cumplen porque cae en esa rutina de las producciones del género. Sin embargo no es del todo mala y tiene esa primera parte muy bien ambientada y actuada que provoca miedito que lamentablemente no se mantiene hasta el final.
El fantasma nupcial soviético Svyatoslav Podgayevskiy es un director ruso que viene haciendo sus pinitos dentro del cine de terror desde hace un par de películas. El también escritor y editor suele moverse dentro de los límites de los espectros y lo sobrenatural como base para contar historias. En La Novia (Nevesta, 2016) nos cuenta un relato “basado en hechos reales” -algo que quien escribe no pudo verificar en ningún lado, léase: Internet- jugando con el mito y las leyendas rusas para asustarnos con una historia de fantasmas. Durante los albores del daguerrotipo, allá por el siglo XIX, un fotógrafo da origen accidentalmente a un vengativo espíritu mientras intentar resucitar a su futura esposa. Ahora en el siglo XXI Vanya (Vyacheslav Chepuchernko) decide llevar a su prometida Nastya (Vicoria Agalakova) de viaje a la tierra de sus ancestros para hacer una suerte de presentación ante la familia, quienes casualmente son descendientes del malogrado fotógrafo. A medida que los días avanzan en la antigua casona, Nastya irá conociendo el oscuro secreto de la familia de su futuro marido y el poder de la presencia maligna en cuestión, producto de una maldición que parece imposible de romper. La alternancia de la historia entre el siglo XIX y la actualidad le suma varios porotos a nivel producción, logrando una estética que con mucho esfuerzo logra subir el nivel del film en comparación con productos similares. El encanto de lo que se cuenta como parte del folclore soviético y las tradiciones de una cultura llena de particularidades son un toque de distinción para una película perteneciente a un género donde no abundan las ideas frescas, si bien al acercase al tercer acto caer cada vez más en ciertos vicios propios del terror contemporáneo. La belleza de Agalakova capta la atención de todos en cada secuencia y demuestra que puede llevar sobre sus hombros el peso de la historia de manera interesante. Víctima de una lógica interna que se va desgastando escena tras escena y la aleja del buen impulso inicial, La Novia es una película que al menos hace el intento de entrarle por otro flanco al remanido subgénero de la historias de fantasmas, aunque el resultado no es mayormente satisfactorio.
Hasta que la muerte nos separe Cuando hablamos de cine de terror, no es muy fácil despegarse de las películas provenientes de Estados Unidos, un país ya consolidado como la más potente industria cinematográfica del mundo. Luego está Japón, que hace años viene demostrando que puede producir obras maestras que son vistas por millones de personas. Pero también está Rusia, una región que a lo sumo tendrá unos diez films que marcaron un hito en este marco. Las primeras películas se filmaron allá por 1917 y luego, en la Unión Soviética, el género desapareció a raíz de políticas de gobierno prohibitivas. Sólo tuvo lugar en 1967 la adaptación de una novela corta de Nikolái Gógol, llamada Viy, Espíritu del Mal (Viy Вий ), de Konstantín Yershov. Posteriormente, se produjo más terror en el país con algunas pequeñas joyas que supieron ganarse su lugar; y hoy La Novia (Hebecta, 2017), de Svyatoslav Podgayevskiy, sorprende por un guión un tanto más acabado y mejor contado que la mayoría de las películas estadounidenses que llegan a Argentina. Imperio ruso, mediados del siglo XIX. Los muertos por enfermedades de la época se inmortalizaban en imágenes. La extraña tradición promulgaba pintarles ojos en los párpados a los seres queridos fallecidos y fotografiarlos. El resultado final sería una impresión gráfica en la que parecieran estar vivos. En 1839, un fotógrafo se dispone a hacer lo mismo con su amada, y las cosas no salen como lo esperaba. En la actualidad, una joven pareja se dirige al mismo pueblo donde se llevó a cabo el ritual y entrará en contacto con una atmósfera enrarecida de costumbres, hábitos y fotos que no parecen de este mundo. Podgayevskiy empezó con el pie derecho. Con la primera escena de la película ya introduce al espectador de lleno en un universo tenebroso, sin monstruos ni sangre pero con una factura técnica y un potencial artístico elogiables. El cuidado de lo estético, la adaptación de época, el trabajo de arte en el set y los recursos de fotografía hacen que La Novia no tenga nada que envidiarle a Hollywood. Si bien conserva los rasgos típicos de una película del género, en varias ocasiones se nota su corrimiento de los cánones estadounidenses. Por su parte, el estilo gótico y ciertos elementos que recuerdan al expresionismo alemán son la huella distintiva de estos escenarios sórdidos por los que transcurre el film. Al mejor estilo Huye (Get Out, 2017), el novio lleva a Nastya (Victoria Agalakova), su pareja, a la casa de su familia. Los parientes del susodicho son por demás extraños y la chica comienza a percibir que las cosas salen de lo normal y que algo oscuro se aproxima. En este proceso es cuando empezamos a ver alguna que otra falla en el guión, por más mínima que sea y lo insípido de los actores. A pesar de que la trama se aborde de manera satisfactoria y acorde, el descenlace –que no carece de fuerza propia– se ve afectado por algunos detalles innecesarios y por una cierta tontera de parte de los personajes protagonistas. Inspirándose, en cierta forma, en el terror de Blumhouse (actualmente uno de los estudios del género más importantes de Hollywood), el director parece no haber dejado al azar una idea clara en La Novia: en Rusia a las mujeres se les inculca la necesidad de casarse más que cualquier otra cosa en la vida. Y esto, más que una ceremonia feliz, se parece más a un funeral.
La foto que roba el alma. En el film del director ruso, la excusa para una nueva incursión en el terreno de los sustos es una tradición del siglo XIX de fotografiar los cadáveres antes de la despedida final, escabroso memento mori para familiares y amigos del difunto. En esta poco inspirada aproximación a los subgéneros del terror fantasmal y la vieja casa embrujada, la particularidad de provenir de una cinematografía muy poco presente en la cartelera argentina (menos aún en sus vertientes populares) termina siendo un detalle anecdótico. Porque más allá del idioma ruso que brota de los labios de los personajes y de algunas características culturales secundarias, La novia es un producto pergeñado desde la homogeneización global de tópicos y estilos, un compendio de ideas de segunda mano puestos en pantalla con un mínimo de eficacia narrativa. La excusa para una nueva incursión en el terreno de los sustos ultraterrenos es una tradición del siglo XIX (no exclusivamente rusa o eslava) de fotografiar los cadáveres antes de la despedida final, escabroso –pero definitivamente imborrable– memento mori para los familiares y amigos del difunto. En su prólogo, el film de Svyatoslav Podgayevskiy (tercer largometraje de una carrera dedicada excluyentemente al horror) incorpora a esa costumbre un elemento fantástico, que extrañamente se cruza con una idea endilgada usualmente a los aborígenes de distintos territorios: el concepto de la fotografía como tecnológico ladrón de almas. Luego de una introducción efectiva, durante la cual el cuerpo de una mujer se resiste a sostener la cabeza en la posición adecuada y, por lo tanto, a ser fotografiada, La novia pega un salto temporal mayor a un siglo y encuentra a Nastya y a Vanya, una joven pareja de enamorados recién casada, en viaje hacia la casa paternal del muchacho (aunque sería más preciso llamarla maternal, por razones que el film revelará más temprano que tarde). El joven, por cierto, no es otro que el último descendiente varón de aquel fotógrafo decimonónico que, al llevar a cabo un ritual sumamente peligroso, terminó transformando a su mujer fallecida en un espíritu infernal, ansioso por ingresar a un nuevo cuerpo sin pedir permiso ni disculpas. Puertas que rechinan, pasadizos secretos debajo de las habitaciones de la casa, miradas sospechosas y los sueños más extraños son algunos de los elementos que comienzan a crear en Nastya la sensación de que algo no anda del todo bien en el interior de esas viejas paredes. Alguna idea visual interesante, como el encuentro de la heroína con otras versiones de sí misma, no logran insuflarle fuerza genuina a un relato que, a los veinte minutos, ya parece haber planteado y agotado todas las ideas. El derrotero de la bella y frágil novia y su enfrentamiento con fuerzas poderosas del más allá no regala mayores sustos que el golpe de efecto nominal, el lugar común de la maldición que hay que destronar si se desea sobrevivir y la enésima imitación de la chica-araña de El exorcista, tamizada por el filtro del j-Horror y aledaños.
Te presento a mi familia La película de terror rusa comienza bien, pero desbarranca rápido, con mucha fantasía y poco sostén dramático. Si a los indios no les gusta que los fotografíen porque creen que les roban el alma, en esta película de terror rusa se da un giro en el tema. A los cadáveres se les sacan fotos para de alguna manera, revivirlos. Se ha dicho hasta el hartazgo que cuesta encontrar nuevos abordajes en este género. Que se repiten esquemas, y que en Hollywood se la pasan oteando el horizonte, a ver si por otros lares aparece alguien con una mirada original, o al menos que brinde una visión distinta a la anquilosada -pero todavía rendidora-. No es el caso de Svyatoslav Podgayevskly, quien ya tiene este mismo año otras dos películas en estado de postproducción, un thriller y otro filme de ciencia ficción. La película comienza bien, en el siglo XIX, con un hombre apesadumbrado por la muerte de su esposa. Le saca fotos, pero ella, a quien coloca sentada, no puede por motivos obvios sostener la cabeza. El espectador será el que luego no pueda sostenerse sin cabecear, ya que el aburrimiento se apoderará de él, cuando las acciones salten a nuestro siglo, y cierto descendiente de aquella familia lleve a su antigua casona a su prometida. Son jóvenes, ágiles y fuertes -eso siempre viene bien en estas películas-, y ella no podrá creer la cosas que la obligarán a hacer para mantener a cierta abuelita en estado… Digamos, vital. Lo dicho: empieza bien y luego desbarranca con mucha fantasía. Que no estaría mal, si se hubiera sostenido en una trama mínimamente bien estructurada. A cabecear, nomás.
Efectiva propuesta de género Aunque su estética y narrativa no son muy originales, La novia logra entretener y, por momentos, asustar (lo cual parece básico para una película de terror, pero en muchos casos no sucede). Basándose en una tradición rusa de fotografiar a los muertos con ojos pintados sobre sus párpados para conservar su alma en el negativo, la trama se centra en Nastya, una joven universitaria que viaja con su flamante esposo a conocer a la familia de éste. Al llegar a la casa en el campo se encuentra con un clima enrarecido y sus nuevos familiares políticos se comportan de forma extraña. Pronto se develará que esconden un secreto que pone a Nastya en peligro. Además de inspirarse en esta peculiar y antigua práctica rusa, el guionista y director Svyatoslav Podgayevskiy, trabajó con tópicos clásicos del terror: una casa dónde pasan cosas extrañas, la oscuridad como espacio en el que habita el horror, muertos que vuelven a la vida convertidos en seres violentos y vengativos, ritos espantosos que se repiten de generación en generación. Todo esto ya se haya visto en muchas otras películas del género y el film tampoco tiene una puesta en escena que resulte novedosa, pero mantiene el interés de la forma más sencilla posible: contando de manera efectiva una buena historia que despierta la curiosidad del espectador por saber qué va a pasar después, aunque lo que finalmente sucede no sorprenda demasiado.
Mejor solo que mal acompañado Llega a las salas de nuestros cines La novia (Hebecta, 2017) de Svyatoslav Podgayevskiy, película rusa que nos sumerge en una historia de terror con bastantes aires de suspenso que no logra captar absolutamente nada de los géneros que trata de narrar. La joven Nastya (Victoria Agalakova) acepta ir al pueblo natal de su novio Ivan (Vyacheslav Chepurchenko) para conocer a su familia. Cuando llega al lugar, se da cuenta que los familiares de Ivan son muy extraños y el lugar está lleno de espeluznantes fotografías. Pese a todo, Nastya se tranquiliza y confía en que pronto se va a casar y será feliz junto a su amado. Pero, su prometido desaparece y ella acaba siendo preparada para una misteriosa ceremonia que debe llevarse a cabo antes de la boda. El film aborda un acontecimiento que culturalmente es conocido en todo el mundo, el matrimonio, y lo hace desde su mirada más terrorífica o así intenta hacerlo, es decir, cambia el ángulo de visión de esta ceremonia convirtiéndola en una especie de ritual satánico pero lejos está de causar una sensación de terror, angustia o golpe de ofensa a la religión del espectador, sino que termina siendo irrisoria debido a lo poco clara que es en cuanto a su historia y temática. El guion quiere abarcar en varios trayectos de la película más de lo que puede, como una gran olla de guiso esperando ser llenada de condimentos: empieza a mezclar terror, suspenso, viajes en el tiempo, visiones, y hasta momentos de comedia, que no aportan nada a la trama. Las actuaciones son correctas dentro de una pobre estructura cuyos personajes nunca llegan a desarrollarse completamente y resultan aburridos debido a lo lento y poco claras que son sus motivaciones de vida. La novia tiene todo el potencial como para destacar en su género con algo tan poco visto en una película de terror como lo es el sagrado matrimonio, pero se queda a medias a los pocos minutos de empezar por lo tedioso e incompresible que es su argumento, demostrándonos que casarse es tan complicando como la vida misma y que muchas veces es preferible, enfocarse en otras cosas.
Llega a las salas esta cinta de horror que toma como base una milenaria tradición funeraria rusa Nastya viaja a conocer a la familia de su prometido, solo para descubrir que los miembros del clan esconden siniestros secretos. El filme arranca con un prólogo de época en el que se narra una escalofriante tradición rusa que consistía en fotografiar a los difuntos con los ojos pintados sobre los párpados para de esta manera capturar el alma de los mismos. Todo el metraje centrado en este particular ritual resulta lo mejor del filme. Cuando el director decide trasladar la acción a la época moderna pierde fuerza y originalidad. Todo lo lúgubre, espectral y sugestivo que tienen esos primeros fotogramas muta a una estética similar a las películas del género. Los efectos gratuitos, las apariciones repentinas acompañadas por un sonoro golpe, y la intriga clásica funcionan aquí como en cualquier exponente del horror fílmico norteamericano más industrial. Lo que podía ser una historia de horror fresca termina en parodia o imitación de los subproductos que abundan cada semana en la cartelera. Pese a eso, hay momentos de horror gótico muy bien logrados, que harán sobresaltar a los espectadores en busca de sustos fáciles, rápidos y efectivos.
Hay un terrible crimen en el pasado y una venganza que busca concretarse en el presente. Una novia muerta que vuelve, una novia viva que se vuelve víctima de un secreto terrible y muchos sustos. Es una película de fantasmas, por cierto, y no muy alejada de lo que suele entregarnos Hollywood al respecto, pero tiene una pericia técnica notable y un aire enrarecido por momentos que la acerca al cuento de hadas perverso. Para acercarse sin reservas.
Cine de terror ruso con una premisa más que interesante: la maldición nacida de la tradición de pintar los ojos de los muertos para la foto, como forma de honrarlos y preservar su alma. Cuando el antepasado de la familia protagonista, en tiempos antiguos, vio morir a su novia el día del casamiento y se negó a aceptar semejante destino, dejó a sus descendientes la carga de alimentar al fantasma hambriento de, sí, adivinó, novias vírgenes. Así llega a la casa sombría, en tiempos de hoy, la joven protagonista con su pareja, un muchacho ambiguo que pronto desaparece, dejandola con un grupo de familiares más bien extraño. La idea del sino causado por las fotos mortuorias promete, pero lamentablemente La Novia la aprovecha poco, apenas como disparador para otro ejercicio trillado de terror. La realización y el bajo presupuesto suman a los resultados discretos. De todas formas, si sos fan del género y en tanto film menor, se deja ver.
De Rusia con terror. El cine ruso mantiene una larga tradición con el cine de género. En él podemos encontrar desde emblemáticas cintas animadas y/o infantiles, adaptaciones de cuentos clásicos; hasta joyas ocultas (y no tanto) del cine de ciencia-ficción. Si algo caracteriza a este país en la frontera entre Oriente y Occidente, es su particular visión artística: intensa y recargada, sea desde lo arquitectónico, lo pictórico o lo musical. En el cine también mantiene una propuesta en este estilo. Sus filmes de género suelen llevar el emblema de experimental; desde las temáticas, pero más aún desde lo estético, de las puestas y las técnicas utilizadas. El cine de Podgayevskiy –de quienes algunos quizás recuerden Queen of Spades del 2015– nos trae una propuesta más tradicional, cercana al terror que nos propone Hollywood en sus formatos estándares, aunque manteniendo el sello de su origen en el tratamiento oscuro y tenebroso de algunas cuestiones que en otras manos hubiesen sido más lavadas. Fotos del alma: El guión es sencillo y comienza con una historia de hace mucho tiempo a modo de prólogo. Un fotógrafo acaba de enviudar. Desesperado por la pérdida, intenta practicar un rito para traer el espíritu de su amada de regreso. Determinadas circunstancias hacen que el ritual quede truncado, a mitad del proceso. Inmediatamente nos trasladamos al presente y conocemos a Nastya (Viktoriya Agalakova), una chica joven que acaba de casarse intempestivamente con Iván (Vyacheslav Chepurchenko), desoyendo a quienes le dicen que hace poco se conocen y que casi no sabe nada de su vida pasada. Por eso, deciden irse -como suerte de Luna de Miel- al pueblo de la infancia de Iván; todo para que una vez allí comiencen a sucederse los sucesos extraños. Sí, adivinaron. Ivan es descendiente de la familia del fotógrafo. Nastya conocerá lo que queda de aquella familia sin saber el secreto que ocultan. Un alma capturada: La que parece llevar las riendas es Liza (Aleksandra Rebenok), la hermana de Ivan, con dos hijos pequeños. Nastya entra de inmediato en una buena relación con Liza, en medio de ese pueblo de tradiciones antiguas y colores opacos, como si el tiempo se hubiese detenido ahí. Sin embargo, comienzan a ocurrir accidentes sin explicación, la conducta de todos es errática, y hasta Iván empieza a no ser el de antes, hasta prácticamente desaparecer. El control de situación de Liza es evidente. Claro, hay una leyenda que nos dice que al sacarle una foto a un cadáver reciente, se captura el alma en ella. Por eso, los fotógrafos dedicados a eso, le dan a la familia del muerto una foto del cadáver a modo de mantener con ellos su alma. Esta técnica existe y es lo que lleva al afiche a decir que La novia está basada en hechos reales. En la familia de Iván hay una de esas fotos, pero hay algo más… y es lo que Nastya deberá descubrir. Un cuerpo para mi mujer: La novia comienza con esta premisa lo suficientemente original. La idea de estas fotos que capturan el alma es un puntapié interesante para un conflicto a desarrollar en una película de terror. Pero planteado este esquema, el desarrollo opta por caminos mucho más tradicionales. Si bien se intenta mantener algo de sorpresa, todo lo que irá ocurriendo es obvio y no genera mayor asombro. Se sabe desde el principio que la familia busca un cuerpo joven para el ente que habita ahí dentro y los tortura con su presencia. Así, Podgayevskiy opta por los recursos habituales del género: golpes de efecto, ritmo altisonante, una puesta más bien medida pero con recursos en una fotografía ocre que inspira temor, tintes de drama, y el clásico enfrentamiento entre la protagonista cándida y el entorno oscuro. Salvo que esta vez, esos recursos ya gastados funcionan más o menos bien. Conclusión: Svyatoslav Podgayevskiy presenta en La Novia una historia que pudo haber permitido entregar mucho más de lo que termina ofreciendo. Con todo, cierto rigor formal y un uso correcto de esos elementos ya conocidos, termina por redondear una propuesta aceptable si se adentra con pretensiones moderadas.
Comienza con un texto que resulta atractivo “está basada en hechos reales”, y una serie de imágenes antiguas, viejas, con fotografías post mortem, está el mundo de los vivos y de los muertos. Y durante siglos una novia que va aterrorizando a parejas. Una casa de campo aislada, una boda que se avecina entre Nastya (Victoria Agalakova) y Vanya (Vyacheslav Chepurchenko), un vestido misterioso al igual que los seres de ese lugar. Su trama en los primeros minutos resulta atractiva, ayudan las notas musicales, el maquillaje y las fotografías, se van creando ciertas atmósferas, una iluminación tenue, ruidos misteriosos, un buen movimiento de cámara lenta, pero con el correr de los minutos uno ya se imagina que va a suceder y resulta previsible, sin muchas sorpresas y pocos sustos. Ideal para las nuevas generaciones.
Ya he dicho en muchas oportunidades que el terror es un género que se consume muy bien en todo el mundo. Hay una demanda creciente de esta corriente que obliga a los distribuidores a buscar en diversas latitudes, cintas con las cuales entretener al público de sus regiones. Así como hemos visto desfilar cine de Japón, Corea, Rumania y otros, en esta oportunidad nos llega Rusia. El director Svyatoslav Podgayevskiy es el encargado de escribir y dirigir una historia bastante clásica en su devenir, donde se presenta un rito rural de las praderas rusas allá por el 1800, que consistía en fotografiar a los muertos para de esa manera, "retener" su alma. Incluso se le pintaban ojos sobre los párpados para lograr el efecto deseado. La peli inicia con ese momento, donde un fotógrafo entierra a su difunta esposa con una joven virgen. Parece ser que la idea es revivir a su mujer a través de un ritual particular. La cuestión no sale bien y la acción se traslada a nuestro tiempo. Allí, Nastya (Voctoria Agalakova) e Ivan (Vyacheslav Chepurchenko) llegan a la misma locación, para celebrar su boda. La idea es que la familia del novio conozca a la joven en esa previa de la ceremonia. Pero la cuestión se irá espesando a medida que la historia avance por cuanto los padres de Ivan no son gente muy amistosa... Pronto habrá un suceso que obligará a Nastya a actuar si quiere conservar su vida y a su futuro marido, siendo que una presencia demoníaca amenaza con volver desde el más allá... El inicio de "Невеста" (así en ruso puro), es prometedor. El clima está logrado y la idea no es mala. A medida que nos adentramos en el presente la cosa va perdiendo fuerza y promediando la trama ya descubrimos que las influencias de Podgayevskiy lo llevan por caminos clásicos del género. Lo cual no estaría mal si tuviera algunos trucos para aportar originalidad. Eso no sucede y una vez que el conflicto está instalado, lo que sucede es previsible y sin sorpresa. Se pierde la fuerza del inicio y el interés decae en la audiencia. "La novia" podría haber sido un film destacado si hubiese conservado ese espíritu ritual y vintage que posee en su inicio. Luego, es sólo una película tradicional de aquellas que desbordan desde el género en EEUU. Discreta y exclusivamente para fans del terror.
La novia, de Svyatoslav Podgayevskiy Por Mariana Zabaleta En su libro “El cine del diablo”, Jean Epstein asume la aventura de argumentar sobre el carácter demoniaco del cinematógrafo. Poco hizo falta para que la fotografía, como antecesor del cinematógrafo, generara un quiebre ontológico capaz de crear otro “lugar”; un acceso librado a la fantasía entre la vida y la muerte. En sintonía con otras entregas de la cartelera de este año, No toques dos veces y Huye, la propuesta desde Rusia de La novia funciona y supera a sus predecesoras. Una factura técnica de gran nivel genera planos tanto bellos como complejos, compaginando el movimiento, la luz y el sonido en escenas que fluctúan entre el expresionismo y el barroquismo. Desde tierras lejanas nos llega una historia, de las que se cuentan antes de ir a dormir, donde confluyen el rapto de la virgen, los conflictos del príncipe y la participación estelar de la casa, como entidad activa y compleja que enmarca la actuación de una misteriosa, por tradicional, familia rusa. El ritual inicia la cinta, gran despliegue en una puesta en escena convincente que no tarda ni un segundo en atraparnos. La maldición empieza a correr desde el primer momento, y lo que gustaremos en contemplar será el martirio de la virgen. Svyatoslav Padgayevskiy es un gran estudioso del cine norteamericano, por ello algunos guiños técnicos y temáticos no temen en aparecer concretamente a lo largo de toda la película. A pesar de esto la cinta no solo queda en ello, sino que logra reflexionar inteligentemente sobre la ontología de la imagen fotográfica, una idea que el guión necesita por presupuesto y que invita a conectar con ideas y conceptos de la teoría cinematográfica. Un alma que debió “irse” con la muerte se encuentra atrapada entre el dualismo de esos dos mundos. Su portal es un negativo y la única manera de permanecer materialmente implica un ritual familiar y el robo de un cuerpo. La muerte como negativo de la vida permite el fluctuar de los fantasmas, que como ecos resuenan evidenciando un mundo natural que no habíamos podido ver. En la fotografía la naturaleza juega a ser artista, en su factura quedan las huellas de su diabólica entidad. LA NOVIA Nevesta. Rusia, 2017. Dirección y Guión: Svyatoslav Podgayevskiy. Intérpretes: Victoria Agalakova, Vyacheslav Chepurchenko, Aleksandra Rebenok, Igor Khripunov, Natalia Grinshpun, Victor Solovyev, Marina Alhamdan, Miroslava Karpovich, Yevgeny Koryakovsky, Valeriya Dmitrieva. Producción: Vladislav Severtsev, Dmitriy Litvinov y Zaur Bolotaev. Duración: 91 minutos.
Siempre tiene que haber una opción de terror en la cartelera argentina, La novia es un filme ruso que sólo sirve de excusa y relleno para cumplir con ello. Hay una leyenda rusa que dice que para conservar las almas de las personas muertas había que fotografiarlas pintándoles los ojos en los párpados. El filme comienza con el protagonista llevando a cabo ese procedimiento con su esposa para, a través de un rito tétrico, trasladar en el cuerpo de una joven virgen del pueblo al de su amor perdido. Pero con su regreso a la vida también llega el inevitable mal. Inmediatamente después de este prólogo estamos en la actualidad con una pareja recién casada, Nastya y Vanya, que viaja a una casa en el campo donde vive la familia de este último. Ella acepta adaptarse a las extrañas costumbres de la familia con tal de encajar en la vida de su nuevo marido. El problema comienza cuando Vanya desaparece y ella queda a merced de una cuñada y una mujer amiga de la familia. Posesiones, extrañas apariciones y ruidos en la casa no demorarán en surgir en esta historia que nada aporta al género. En primer lugar hay que aclarar que por algún motivo la película llega doblada en inglés. La sincronización de las voces es tan mala que por momentos se hace imposible tomarse en serio la historia que se está contando. Se convierte en algo más cercano a una parodia que a una cinta de terror. La novia no sale de los lugares comunes. Las pocas escenas de terror son predecibles y aburridas. No tienen ninguno de los tres elementos que se podrían pedir a una cinta de este género: vueltas de tuerca, sustos importantes o alguna gota de sangre. La incoherencia reside tanto en su argumento como en sus protagonistas. Por un lado, la manera de liberarse del espíritu es bastante simple para que ninguno de la familia hubiera hecho nada antes. Convirtiendo todo el desenlace de la historia en algo pobre. La idea de fotografiar a los muertos en una casa embrujada no es algo nuevo, ya se había visto en Los otros de Alejandro Amenábar. Y por el otro, no hay una evolución en los protagonistas. No se nota ese arco que experimentan todas las mujeres en los slasher films (cintas de terror donde hay un asesino suelto), en donde las víctimas pasan a convertirse en rebeldes y sobreviven a sus captores después de cometer alguna atrocidad.
Basado en hechos reales, según reza la leyenda al principio de la proyección, este filme ruso es un producto de traslación hollywoodense, del mal cine producido en la meca del cine, porque también existe muy buen cine proveniente del país del mismo lugar. Pero ese no es su único defecto, está plagado de ellos, alguno no le corresponde endilgárselo a la producción en si misma, sino a su efecto o defecto, por doblaje al inglés, en nuestras salas vernáculas. Es que el mentado doblaje todo lo que ocasiona es que el sonido de las voces, porque los personajes hablan, se escuche despegada de la imagen, situación que uno cree que terminara acostumbrándose, pero finalmente no sucede. Si esto se explaya en esa dirección es porque el filme arranca muy bien, con el establecimiento de lo que va a ser, que pudo haber sido, mejor expresado, pero no es. Un médico ruso a fines de la mitad del siglo XIX cree haber descubierto, a través de las fotografías mortuorias el alma de los difuntos. El ritual que se estableció, según cuentan las malas lenguas, es el pintar ojos en los parpados de los fallecidos para darles imagen viva. Cincuenta años después un fotógrafo de marras continúa con ese ritual, con su fallecida amada, pero da un paso más e intenta devolverla a la vida en el cuerpo de otra mujer, joven e inmaculada (lo de joven se ve, y lo creo). Pero algo sale mal, se desata la maldición y se acaban las bondades de larealización. Pasaron cinco minutos desde que comenzó la proyección. Con un salto temporal inexplicable estamos en la actualidad. Un fotógrafo, descendiente directo de aquél otro, lleva a su novia, joven también, no hablan de inmaculada, a conocer a su familia. Pero nada es lo que parece, la familia no es tan normal como se supone, los personajes no tienen la edad que manifiestan y el filme no es tan ruso, bueno, a partir de aquí nada ruso. Ni desde el montaje, ni desde la estética, ni narrativamente, tampoco lo es el diseño de sonido, sólo es un catalogo de lugares comunes en todos y cada uno de los rubros ya vistos infinidad de veces. El cuento que nos quieren contar es sencillo, Ivàn (Vyacheslav Chepurchenko), el fotógrafo, decide llevar a su prometida, Nastya (Viktoriya Agalakova), a la casa familiar donde creció para que no haya secretos entre ellos (JA!). Entre sus familiares, destaca la constante presencia de su amenazadora hermana Liza (Aleksandra Rebenok), y sus dos gemelos, todos de pocas pulgas, que aparentemente, su sola presencia debería dar sino pánico, al menos miedo. Tampoco sucede. Ya con todos presentados y accionando, Nastya sospecha que la calurosa bienvenida, muy al estilo de familia bien avenida, no es tal. El ritual está por iniciar y el destino parece inevitable para la no tan incauta y hermosa joven. “The rocky horror show” está por comenzar, pero nunca llegará. Sí hay algunas escenas que mueven a risa, pero se siente forzado por el aburrimiento a que nos esta sometiendo. Si a esto le agregamos que el filme termina, pero no el relato, cartón lleno, solo faltaba la inscripción de “Continuara…..”, pero eso hubiese metido miedo real.
La novia es una aceptable y efectiva película de terror de origen ruso, que toca una vieja superstición relacionada con la fotografía y los muertos. Calificación: Buena. En 1839, el ruso Hemiéar y el médico Joseph Gamelj hicieron pública las extraordinarias propiedades de la plata en la fotografía. También anunciaron que el negativo no sólo captaba el reflejo de la luz sino la energía que la gente llama alma. La comunidad científica se rió del anuncio, pero pronto apareció un ritual donde los muertos eran fotografiados con los ojos pintados sobre los párpados, ya que se creía que de esta manera era posible engañar a la muerte. Esta es la idea de la que parte La novia, una rareza de estreno no por el argumento en sí sino porque se trata de una película de terror de origen ruso, algo que llega muy de vez en cuando a las salas locales. La película empieza en el siglo 19, cuando un señor de mediana edad intenta fotografiar el cadáver de su mujer vestida de novia. Para completar el ritual, el hombre tiene que encontrar una nueva mujer y casarse, y el requisito principal es que la nueva mujer sea virgen. También se necesita un objeto del muerto, porque eso permite que el alma de la amada se una a su nuevo cuerpo. En la actualidad, un joven fotógrafo se casa con Nastya, una universitaria que estudia filosofía. El día después de dar el sí, el novio recibe una llamada de su hermana y decide ir a verla en compañía de su flamante mujer. Cuando llegan, se encuentran con una casa vieja y escalofriante. La hermana vive con sus dos pequeños hijos y un señor mayor que nunca se sabe quién es ni qué hace. Ese es el ambiente enrarecido que recibe a Nastya, quien pronto descubrirá el aterrador secreto de la familia de su marido. Lo verdaderamente interesante de La novia es que lleva al extremo el elemento supersticioso de la polémica premisa de la que parte. Pero como pasa casi siempre con las películas de terror de presupuesto modesto, comete el error de complejizar el argumento hasta arruinarlo. La idea inicial es buena, pero el director Svyatoslav Podgayevskiy no tiene la capacidad para mantenerla hasta el final sin desbarrancar de la manera más trillada y absurda. De todas maneras, la intención de la película es válida. Y a pesar de los tropiezos que da el guion, lo que más se agradece es que tiene un modo simple y efectivo de sugestionar al espectador.
UNA NOVIA POCO RADIANTE Desde la fría Rusia llega esta mediocre producción de más de un millón de euros. La novia es la tercera obra de Svyatoslav Podgayevskiy, especializado en el género de terror y reconocido en su país natal. La novia es una película claramente dividida en dos partes. La primera y la mejor dura 10 minutos, funciona a modo introductorio y fue el gancho comercial en los tráilers para obtener espectadores esperanzados en ver algo de buena calidad. En esta primera parte situada a principios del Siglo XX y con cierto aire gótico se observa cómo un fotógrafo toma imágenes de una difunta novia en pleno rigor mortis. Con gran suspenso -que recuerda al cine de James Wan- y la complejidad de mantener al cadáver derecho para tomar “bellas imágenes”, parece que el único objetivo es volver a la vida a esa hermosa joven a través de la inmortalización de las fotos. Para la época y como era en el tradicional imaginario desde los aborígenes nativos de distintas regiones, todos ellos creían en ese mito folklórico que una imagen tomada podía robar el alma de una persona. En el film, y con ese prometedor inicio, hay un poco de estas creencias. La segunda parte tiene que ver con la actualidad. Hay una parejita de comprometidos a punto de casarse que viaja a la casa familiar del novio. Un enorme caserón de estilo colonial en medio de una zona rural que servirá de lugar para el casorio oficializado. Claro que para la rubia Nastya, la novia protagonista, la cordialidad de la familia de su prometido le resultará demasiado extraña. Convencida por ciertos indicios, no tardará en descubrir -como Mía Farrow en El bebé de Rosemary– que algo siniestro se entreteje a su alrededor. Entonces, lo que equivale a todo el desarrollo y parte del final resulta con serios problemas de ritmo narrativo y actuaciones acartonadas y pobres. Al film, en resumidas cuentas, le cuesta unir ese “evidente” salto temporal entre la introducción y el resto. Se toma mucho tiempo para resolver esta situación primordial y las secuencias de miedo sobrenatural, cuando aparecen, son toscas y mal resueltas. Punto a favor para La novia es su factura técnica y la calidad de imágenes donde se nota toda la inversión dispuesta por el director. Pero no alcanza con un mal guión que no llega a buen puerto y menos aún si los actores no son creíbles en sus roles. Por todo esto, el film resulta un aburrimiento de extensos minutos que tendría que haber optado por desarrollar en profundidad la historia de la introducción o sólo quedarse en un logrado cortometraje.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
Video review
"La novia", te veo en el infierno, amor El joven director ruso Svyatoslav Podgayevskiy, según contó, tuvo como punto de partida para "La novia" un antiguo ritual del siglo XIX concerniente a la preparación de la novia para la boda por parte de su familia política. A eso le sumó el hábito de fotografiar a los muertos como si aún estuvieran vivos pintando sobre los párpados del cadáver los ojos abiertos. Añadió una antigua casa familiar en el campo rodeada de bosques y estuvo listo el contexto para narrar una historia con clima de terror gótico cuya mayor parte transcurre en la actualidad. En el filme no faltan los tópicos del género como puertas que se abren o se cierran, maderas crujientes, oscuridad, bruma, luz de velas y fuerzas malignas que pululan por el caserón sembrando el terror a criaturas inocentes. El filme comienza en esa casa, en la todavía Rusia zarista, donde se cometió un crimen horrendo. Allí un joven atormentado por la muerte de su esposa, decide probar un ritual para revivirla. Pero el resultado no sale como él esperaba. Salto en el tiempo y ya en la actualidad, la muy ingenua Nastya, acaba de casarse con Ivan, descendiente del hombre que realizó el fallido ritual, aunque ella todavía no lo sabe. Juntos viajan a la destartalada mansión donde Nastya puede ser la nueva víctima. Con logrados climas de suspenso y bastantes clichés del género, la película avanza hacia un final previsible y deja muchos interrogantes sobre el comportamiento casi inerme de la bella Nastya ante el peligro, y de su débil marido que no termina de decidirse entre ser fiel a su familia o de salvar, como el príncipe de los cuentos de hadas, que también es eso esta película, a la princesa en peligro.