Masacre tranquila vale por dos Por obra de esos misterios insondables del Hollywood contemporáneo, hoy tenemos ante nosotros una secuela de Los Extraños (The Strangers, 2008), aquella pequeña maravilla indie que si bien respetaba la arquitectura paradigmática de los slashers de las décadas del 70 y 80, a decir verdad tenía más puntos en común con los thrillers secos y sádicos de nuestros días en línea con lo más accesible de Michael Haneke. El realizador de la película, Bryan Bertino, demostraría con sus dos trabajos siguientes, las también muy interesantes Mockingbird (2014) y The Monster (2016), que es un autor inusual dentro del horror actual tendiente a los lugares comunes porque apunta más a un ritmo sosegado, in crescendo y sumamente atento a la sensibilidad de los personajes. Bajo la excusa de tres psicópatas que aterrorizaban a una parejita, el director y guionista analizaba la violencia fatua del presente. Diez años después nada puede permanecer igual y Los Extraños: Cacería Nocturna (The Strangers: Prey at Night, 2018) lo deja en claro ya que este no es un exponente indie ni mucho menos, más bien se asemeja a lo que sería una “solución negociada” entre la tranquilidad de la masacre del opus de Bertino y la efervescencia de cualquier franquicia tradicional hollywoodense de terror: a pesar de que la propuesta se engolosina un poco en su segunda mitad con diversos homenajes un tanto estereotipados en lo que podemos definir como otro de los rasgos por antonomasia del mainstream reciente, pensemos en las citas a Christine (1983) y La Masacre de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, 1974), por lo menos gran parte del desarrollo previo obedece a la fórmula narrativa de antaño y así el fluir de la carnicería está bastante bien llevado por el ahora realizador Johannes Roberts. El guión de Ben Ketai -quien modificó un borrador de Bertino- reproduce el del film del 2008, hoy con un matrimonio, Mike (Martin Henderson) y Cindy (Christina Hendricks), y sus dos hijos adolescentes, Kinsey (Bailee Madison) y Luke (Lewis Pullman), yendo a pasar un “tiempo en familia” en el inhóspito parque de casas rodantes de sus tíos antes de enviar a la rebelde Kinsey a un internado, un plan que por supuesto queda en la nada cuando descubren que tres loquitos enmascarados ya se cargaron a unos cuantos residentes y ahora andan detrás de ellos sin ninguna razón en particular, sólo por el gusto de matar a otros seres humanos. Jugando con los silencios, los espacios abiertos y una mundanidad imperturbable que aquí es sinónimo de tensión más que de una histeria constante, aun así la quietud se va transformando de a poco en una faena bastante más agitada en consonancia con lo que el mainstream considera que pretende el espectador impaciente contemporáneo. Al director Roberts hay que concederle que fue progresando permanentemente desde aquellos primeros bodrios clase B sin talento hasta llegar a las dignas The Other Side of the Door (2016) y en especial A 47 Metros (47 Meters Down, 2017), sin duda el primer opus en verdad potable de su carrera. Por supuesto que si los productores hubiesen querido en serio mantener el espíritu del trabajo original no hubiesen introducido muertes entre el trío de homicidas para dejarlos tan impolutos e imparables como lo eran antes, no obstante hay que reconocer que la película de por sí es otra cosa y no pretende respetar al pie de la letra el esquema quirúrgico precedente: juzgándola dentro de su propio territorio y abrazando esas desviaciones, Los Extraños: Cacería Nocturna resulta una obra entretenida y disfrutable que acumula un puñado de escenas logradas en torno a una oscuridad acechante que no muestra piedad alguna cuando se trata de pasar el rato derramando mucha sangre al azar…
Ser slasher hoy El cine slasher, a este punto de las relecturas de sus obras (desde Halloween, la madre del género, hasta otras más discretas) ya no presenta aires de novedad, tan solo se percibe un aroma parecido a ello cuando se critican, de manera autoconsciente, los códigos en que se encabalgan esas películas. Hace dos décadas se estrenó Scream: Vigila quien llama, una película que a modo de metadiscurso construía los puntos narrativos y las recurrencias de este cine sobre un personaje habitualmente enmascarado (o con la cara cubierta) que perseguía con algún arma blanca a un grupo de adolescentes. Una década más tarde del film de Wes Craven apareció Los extraños de Bryan Bertino, un ejemplo indie de corte angustiante que aprovechaba los recursos del cine de encierro en una historia sobre una pareja aterrorizada por tres psicópatas enmascarados (dos mujeres y un hombre) que, sin una razón, buscaban entrar a su casa para matarlos. Pasó una década entre la obra de Bertino y su secuela Los extraños: Cacería nocturna; mucho tiempo si pensamos en la potabilidad de una franquicia a la vista de su estructura, especialmente por haber resultado un pequeño gran éxito. Podemos considerar LECN tanto una secuela como un reinicio de esta historia. Aquí, una familia debe mudarse temporariamente a un pequeño pueblo balneario (escenario habitual en el slasher) que se encuentra fuera de temporada, por lo tanto vacío y dispuesto convertirse en campo abierto para los asesinos. Como en el film anterior, el trasfondo de los personajes solo se elabora para darles una cierta dimensión a la hora de la supervivencia, momento en que el guión es dejado de lado como si fuera basura. LECN exhibe dos puntos fuertes. En primer lugar, el pueblo se erige como un laberinto por el que circulan remolques idénticos entre sí, dando una sensación de circularidad que asfixia a los personajes. También se advierte una estrategia algo kitsch en el uso de los colores pasteles, recurso que llega a su clímax en la mejor escena de la película, cuando dos personajes se enfrentan en una piscina al ritmo de Total Eclipse of The Heart de Bonnie Tyler. En segundo lugar tenemos una cierta legitimación, otorgada por la leyenda: “Basada en hechos reales”. Tal frase da rienda suelta a la tensión del verosímil de una narración, pues si lo que se nos muestra, en mayor o menor grado, sucedió realmente, entonces no queda otra que aceptarlo. No obstante, esa leyenda no siempre se ajusta a una verdad, sobre todo en los films del género que nos ocupa. Lo importante, en suma, es la impresión de la frase en la pantalla, como una suerte de inmunidad para aceptar el relato. Consciente de sus limitaciones, esta nueva entrega busca generar tensión. Su estrategia la ubica en una vereda opuesta al cine de terror más preocupado por asustar a partir de lo explícito y hasta pornográfico, un estilo que se prolongó hasta hace unos años y hoy parece extinto o limitado a los márgenes de las plataformas digitales. Un ejemplo de los intereses que definen las ideas de LECN se aprecia hacia el final, con un homenaje preciso a uno de los mejores planos de la carrera de John Carpenter (ya por esto merece ser disfrutado en una sala de cine). Amén de sus dificultades (en el guión, en algunas situaciones dramáticas, en un puñado de diálogos), esta secuela o remake dirigida por Johannes Roberts mantiene el espíritu original de causar miedo a través de la nobleza de la tensión y no de los golpes de efecto.
“Los Extraños: Cacería Nocturna” fue escrita por Bryan Bertino y Ben Ketai, y es la continuación de la película de 2008 “The Strangers”. Protagonizada por Christina Hendricks, Martin Henderson, Bailee Madison y Lewis Pullman, la trama sigue a una familia que pasa la noche en un parque de casas móviles desiertas a las que abordan tres asaltantes enmascarados. La cinta es muy parecida en bastantes aspectos técnicos a su antecesora “Los extraños” (2008), empezando por la historia simple que tiene y que cuenta en una hora y cuarenta minutos de duración. Por momentos hay un mal manejo de cámara, sobre todo en algunas escenas de tensión dentro del argumento. Las secuencias de “terror” y tensión que nos presentan a medida que avanzamos en la película son sencillas, ni buenas ni malas. La ambientación no logra darle al espectador la sensación de miedo o terror hacia los protagonistas. Por otro lado, vemos que la trama es aburrida, lastimosamente se siente como si los roles que son buscados por los antagonistas solamente estan ahí para rellenar el lugar que se necesitaba para armar y realizar el largometraje. El guión es muy pobre, no se logra entender ni tampoco explican por qué los antagonistas hacen lo que hacen, hay una sub-trama dentro de la historia principal que es en base a un personaje y es completamente innecesaria y absurda. El relato por momentos va muy acelerado, luego va lento, es muy irregular. También podemos observar que los personajes son aburridos, no interactuan entre ellos, se siente de entrada que no hay química con ninguno. Tampoco están desarrollados, la experiencia que sufren en el parque de casas móviles parece ser que no tiene consecuencias o secuelas en éstos en el acto final. Los momentos de tristeza o emotivos son mal aprovechados, no le dan el tiempo al espectador para comprender o sentir empatía sobre algun personaje porque ya se pasa a otra secuencia. En resumen, “Los Extraños: Cacería Nocturna” es una película mala, sacando pocas secuencias de tensión “aceptables”, después no podemos rescatar nada. ¿Es una buena secuela? Digamos que no, ya que implementa la misma fórmula que la primera parte y eso la vuelve repetitiva y cliché.
Cacería nocturna Los extraños: Cacería nocturna (The Strangers: Prey at Night, 2018) es una película de terror que funciona como secuela de The Strangers (2008). Está dirigida por Johannes Roberts y el guion vuelve a estar a cargo de Bryan Bertino, esta vez junto a Ben Ketai. El reparto incluye a Bailee Madison (Maxine Russo en la serie televisiva Los Hechiceros de Waverly Place”), Lewis Pullman, Christina Hendricks (Drive, Ginger & Rosa) y Martin Henderson. Está basada en hechos reales. Cansada del mal comportamiento y calificaciones bajas de su hija Kinsey (Bailee Madison), Cindy (Christina Hendricks) decide inscribirla en un internado. Antes de mandarla allí, Cindy y su marido Mike (Martin Henderson) planean tener un último tiempo en familia. Para eso se dirigen junto con sus hijos al establecimiento de casas remolque ubicado en Gatlin Lake. Llegan cuando la oscuridad ya se hizo presente, y Kinsey, que ni quiere ver las caras de sus padres, sale a tomar aire fresco. Su hermano Luke (Lewis Pullman) la encuentra; mientras charlan, la curiosidad se hace más fuerte al ver que la puerta de un trailer está abierta, por lo que se animan a entrar. Lo que menos se imaginan es encontrarse con dos cadáveres, lo que dará comienzo a una noche horrorosa en la que tres personas enmascaradas querrán acabar tanto con sus vidas como con las de sus padres. La primera película, protagonizada por Liv Tyler y Scott Speedman, a pesar de su corta duración, se volvía larga por lo aburrida que era, sumándole que los personajes desde el comienzo no eran lo suficientemente interesantes. Por suerte, en la secuela esto queda descartado: Johannes Roberts tuvo el acierto de focalizarse en la familia del relato antes de que la peor pesadilla de sus vidas ocurra. Así, de antemano conocemos a una adolescente que está pasando por una etapa complicada, donde aún no tiene definido quién es, cometió errores y no sabe exteriorizar lo que le pasa. La relación con su madre inevitablemente es tensa, ya que mientras Cindy cree que está haciendo lo correcto para que su hija reanude el buen camino, Kinsey solo piensa que a ella la toman como un problema que resulta más fácil sacárselo de encima. Si de entrada el espectador siente empatía por los personajes, lo que pasará a continuación definitivamente asustará ya que velamos por la seguridad de estas personas que fueron elegidas al azar. Ahí reside el atractivo de esta cinta slasher: los asesinos no matan por cumplir una venganza, por un enojo o circunstancia en particular sino que lo hacen sin tener razones, simplemente por el hecho de que tienen ganas y se divierten de esa manera. La temática puede parecerse mucho a las películas de La Purga, tanto por el diseño de las máscaras como por los comportamientos de los homicidas. Sin embargo en este caso la idea también funciona y eso es en gran parte gracias a la ambientación como a la buena fotografía. La acción en el primer filme en su mayoría estaba recluida a suceder dentro de la casa, ahora esto se extiende al vacío establecimiento de casas rodantes, lo que amplía el escenario. La oscuridad, la autopista desierta, el silencio y la neblina juegan un rol importante que da paso a una atmósfera atemorizadora. No obstante los fallos de Los extraños: Cacería nocturna no pueden pasar desapercibidos. Como en la mayoría de películas de terror, los personajes toman decisiones estúpidas. El guion en diversas situaciones no ayuda en absoluto a mantener la tensión ya que las frases que les toca decir a ciertos actores son inconcebibles para el momento que les toca atravesar. Por otro lado es imposible que una chica súper herida pueda correr o subirse por una ventana, así como que un joven a pesar de ser acuchillado y perder lo que visualmente parecería una cantidad enorme de sangre, siga con vida. Pero lo peor de todo no es todo eso, a lo que ya estamos acostumbrados, sino el alargue que se hace en una de las secuencias finales. Al ser tan extenso (y absurdo) se pierde de inmediato el efecto buscado. Menos siempre es más. Los extraños: Cacería nocturna no es nada que no se haya visto antes, pero en su mayor parte consigue entretener y poner nervioso al espectador. Sangrienta y violenta, si lo que buscás es asustarte en una noche con amigos, ésta es la película a tener en cuenta.
Matar a la secuela. Si hay algo que logra esta innecesaria secuela o relectura de aquella interesante Los extraños (2008), cóctel entre cine de los ’70 y sadismo moderno que generaba muy buenos climas de terror y suspenso, precisamente aquí no sorprenden ni siquiera en el intento de encontrar algo de creatividad a una historia donde la motivación de tres psicópatas adolescentes no es otra que gozar con los asesinatos de personas que ocupan un espacio y tiempo. En este caso, un parque de casa rodantes, refugio de una familia tipo constituida por papá, mamá e hijos adolescentes. La muchacha rebelde (Bailee Madison) a un paso de terminar recluida en un internado porque sus padres jóvenes (Christina Hendricks y Martin Henderson) no saben manejarla. A la apacible tranquilidad familiar se le interpone primero un dudoso y extraño llamado a la puerta, entre la oscuridad una muchacha busca a una tal Tamara y genera el desconcierto y una incipiente entrada de tensión al relato que nuevamente apela como en la original al in crescendo con la acumulación de detalles y secuencias que nunca llegan al clímax. Ese no es un defecto en sí mismo pero sí lo es la falta de consistencia en el guión, el efecto del drama de los personajes acechados por los tres psicópatas de turno no es suficiente a pesar de aparecer la violencia y el enfrentamiento cara a cara, o mejor dicho, rostro a careta. Elemento que perturba pero que termina cansando al público cuando la película se estanca y no logra tomar vuelo en cuanto a la historia que se resume en un ejercicio de estilo, sadismo y guiños cinéfilos para gusto de los seguidores del cine de género de otras épocas. La segunda de Los extraños, igual que sus perversos asesinos logra matar todo tipo de secuela. ¿Queda claro que con una alcanzaba, no?
Recientemente vimos A 47 metros, de Johannes Roberts, un director que se mueve cómodo dentro del género de terror y que aquí sigue los pasos de películas como La masacre de Texas, Christine y Halloween. Mike -Martin Henderson- yCindy -Christina Hendricks-planean un viaje a un parque de casas rodantes de sus tíos junto a su problemática hija adolescente Kinsey -Baiulee Madison-, antes de dejarla en un internado, y Luke -Lewis Pullman-. Este es el comienzo de Los extraños: Cacería Nocturna, un relato que aprovecha la fórmulas de terror ya conocidas por el público pero que no pierde el interés ni tensión cuando el clan en cuestión comienza a ser amenazado y perseguido por tres extraños personajes con máscaras. El film se ve claramente influenciado por la atmósfera de John Carpenter, con su constante juego de claroscuros y de figura-fondo, que logran crear el clima adecuado para una historia sencilla que no pretende otra cosa que asustar al espectador. Si bien no se dan explicaciones sobre los comportamientos de los antagonistas de turno -como tampoco lo hacía la película original de Bryan Bertino- la atención se posa en sus feroces ataques con cuchillos en medio de lugares abiertos e inhóspitos. La música incidental de Adrian Johnston potencia las escenas junto a la utilización de hits de los años ochenta -Kids in America , de Kim Wilde y Total Eclipse of The Heart, de Bonnie Tyler- que se escuchan en los momentos menos esperados. La escena de la pileta es una de las más logradas de esta propuesta que se divierte con el sadismo en medio de parajes desolados mientras rinde homenaje al slasher de fines de los 70 y 80. Si en medio de la noche llaman a tu puerta y preguntan donde está Tamara, comenzá a correr!.
Los extraños: cacería nocturna arranca con una leyenda que reza que está basada en hechos reales. Cindy (Christina Hendricks) y Mike (Martin Henderson), llegan un campamento de remolques con sus hijos Kinsey (Bailee Madison) y Luke (Lewis Pullman). Kinsey está ofuscadísima con su familia. Al parecer hizo alguna travesura y sus padres decidieron enviarla a vivir lejos, cambio de colegio incluido. Llegan al remolque que les asignaron y empiezan a suceder cosas raras: ruidos, extraños que golpean la puerta, descubrimientos macabros. De ahí en más, lo único que quiere nuestra familia amiga es escapar de estos tres enmascarados que quieren matarlos aparentemente sin razón. La aclaración sobre el vínculo de lo que vamos a ver con la vida real nos desorienta. Uno espera una película en clave realista, y Los extraños: cacería nocturna está muy alejada de ello. Tomando el hecho que los asesinos verdaderos usaban máscaras, se la emparentó con ese subgénero conocido como giallo. Entonces, hay dos caminos para disfrutarla: reconocer los guiños del género o simplemente no tomársela en serio. Los asesinos de Los extraños: cacería nocturna se ubican en el arquetipo del psicópata enmascarado, el referente que todos conocemos es Jason (saga viernes 13). No muestran su rostro, se mueven de modo sigiloso pero están siempre cerca de la víctima, son sanguinarios y parecen invencibles. Los tres enmascarados de Los extraños cumplen con este postulado. No sabemos qué quieren ni quiénes son, solo vemos lo que hacen. Y lo que hacen es motivo más que suficiente para llevar la acción adelante. Al principio choca un poco la actuación de Bailee Madison. No sólo nos parece exagerada, sino que en conjunto con su vestuario, grunge de manual, no la soportamos más. Queremos que sea la primera que muere, aunque por cómo viene la historia notamos que es quien seguro sobreviva. Más avanzado el relato, cuando caemos en cuenta que nada es realista, nuestra percepción de su performance se acomoda. Logra convertirse en una scream queen con todas las letras. A pesar de sus 80 minutos de duración, Los extraños: cacería nocturna se hace larga. La dinámica de escaparse – ser alcanzados, esconderse – ser descubiertos es lineal, nunca incrementa su intensidad. Entonces te aburrís un poco. Llegando al final, una escena con luces de neón, pileta y Bonny Tyler levanta el interés. Sin dudas, es el momento icónico de Los extraños. En resumen, Los extraños: cacería nocturna es una película para amar u odiar. Juega más con el suspenso que con la sorpresa, usa recursos del giallo como el zoom y música estridente. Tiene una protagonista que es insufrible o la rompe depende cómo lo mires. Se hace larga, pero sabe tener momentos muy bien contados. La recomendación es verla y llegar a un veredicto propio. A quien suscribe, como adepta al género, le encantó. Pero no puede pretender que a todos les pase lo mismo.
Exponente estandarizado del cine de terror sin nada demasiado novedoso por ofrecer. Hace diez años se estrenó una película de terror que adelantó el reverdecer del género que explotaría durante esta década. Protagonizada por Scott Speedman y Liv Tyler, Los extraños narraba el ataque de un grupo de enmascarados a una joven pareja mientras estaba en su casa. Atacaban al voleo, sin motivos aparentes, algo que la película convertía en uno de los pilares de la angustia del espectador. Con su responsable, Bryan Bertino, fungiendo como guionista y Johannes Roberts (A 47 metros, estrenada aquí un par de meses atrás) reemplazándolo en la dirección, la secuela Los extraños: Cacería nocturna presenta un núcleo argumental similar: una familia visita un campamento para intentar recomponer el vínculo pero, de buenas a primeras, son víctimas de tres personas con los rostros cubiertos. Lo que es distinto es el resultado. Lo que en Los extraños era fuera de campo, sugestión y trabajo de cámara (el tal Bertino se tomaba todo el tiempo del mundo para rematar las escenas) ahora es exhibicionismo, urgencia y golpes de efecto, en línea con un modelo de cine asentado en la producción serializada. Incapaz de generar tensión y mucho menos un relato atrapante, apenas quedan en la memoria algunos sustos módicamente bien logrados y la presencia de Christina Hendricks, al menos para recordar unos minutos a la serie Mad Men.
Diez años después, llega la demoradísima secuela de Los extraños, aquella película de 2008 protagonizada por Liv Tyler que fue un inesperado éxito de taquilla. Bryan Bertino, su guionista y director, escribió la primera versión de esta segunda parte, pero su guión fue reescrito y el encargado de dirigirlo fue Johannes Roberts (A 47 metros). Lo que quedó fueron los villanos, los mismos tres enmascarados que torturan y matan sin razón aparente. Esto es slasher puro y duro: aquí no hay mucha más historia que un trío de psicópatas persiguiendo a una familia tipo durante una noche en un camping desierto. Es decir, un nuevo clon de Halloween (y tantas otras), pero cuatro décadas más tarde y sin Jamie Lee Curtis (pero con Christina Hendriks, la pechugona Joan de Mad Men). Hay un par de guiños a íconos del género (Scream, por ejemplo) y algún chistecito con música de los ’80, pero lo demás es lo de siempre: corridas, gritos y torrentes de sangre sin ton ni son.
Su director Johannes Roberts se jacta por homenajear a una película de culto del 2008, con Liv Tyler y Scott Speedman, que no era una maravilla. Esta vez le agrega dos personajes, un matrimonio y sus dos hijos, que viajan para llegar a un internado para su hija adolescente y rebelde. Pasan la noche en un parque de casas rodantes de alquiler, pobremente iluminado. Allí un hombre con una bolsa de arpillera en la cabeza y dos chicas con máscaras de Halloween se dedican a cazarlos. Los padres son despachados rápidamente. Y se ensañan con los adolescentes. Burdo, sin trucos, violento y sangriento. Cuadrado y con pretensiones de cine del género de los 80 que ya están demasiado lejos. No hay historia, no se marcan los personajes, no tiene crescendo dramático. Te cazo, te corto, te mato. Ay.
Los ochenta matan Inspirada en el sorpresivo éxito de 2008, Los extraños: Cacería nocturna (The Strangers: Prey at night, 2018) es una película que explora lugares comunes del género tratando de plasmar una identidad particular que reposa en la añoranza de la década del ochenta. Recuperando algunos puntos y conflictos de la primera entrega (los golpes en la puerta, las máscaras de los asesinos, la soledad de los protagonistas, el acero de los cuchillos), en esta película será una familia, y no una pareja, la que verá cómo su vida cambia de un momento a otro por un capricho del destino y de un grupo de personas aparentemente desquiciadas. Recién llegados a un lejano pueblo, más precisamente a un pequeño refugio para habitantes de trailers, y tras no dar con el paradero de una tía que les dará asilo por unos días, la familia compuesta por un matrimonio y dos hijos adolescentes, comienza a ser acechada por un trío de enmascarados que no les darán tregua alguna. Johannes Roberts (A 47 metros) construye, a partir de escenas trilladas, ya vistas mil veces en otras producciones, la chance de reinventar un subgénero que justamente en la reiteración de lugares comunes encuentra su sentido. A la previsible trama, el director comienza a desviar la atención hacia otros lugares. Con habilidad, musicaliza escenas con hits de los ochenta (Total eclipse of the heart) convirtiendo así a Los extraños: Cacería nocturna en un slasher vigoroso que potencia sus estereotipos a partir de una sólida narración. El fuera de campo será el otro motor de la historia, aquello que Roberts decide no mostrar, es casi o más aterrador que cada uno de los acercamientos con los disfrazados asesinos, allí encuentra la materia prima para su historia. Aun, a pesar de esta obviedad, no importa que se sepa de antemano cada uno de los sobresaltos a los que el espectador estará expuesto, ni que mucho menos los protagonistas corran en cámara lenta cuando es inevitable que el cuchillo del asesino esté cada vez más cerca de ellos, al contrario, el placer del género va resolviendo con una plasticidad única la disolución de cualquier intento de abandonar la hipnótica y obvia trama en alguna parte del relato. Roberts va de menos a más, intercambiando el centro de la acción entre los protagonistas, generando una especie de película coral que amplía su estructura al multiplicar y alternar el foco principal de la atención y sus consecuencias inmediatas. Así como en su película anterior, en la que trabajaba con elementos comunes en el cine, y reutilizando el mito de la bestia, que en esa ocasión amenazaba a una mujer desesperada por su vida, en esta oportunidad esa desesperación genera el conflicto principal para empatizar con los protagonistas y sus inexplicables encontronazos con la muerte.
Terror más allá de las máscaras Diez años después de "Los Extraños" llega esta secuela que retoma el clima y la tensión de aquella gema del horror independiente La fórmula es la misma que en la primera parte, solo que en vez de una pareja de jóvenes, en esta oportunidad es una familia la que debe sobrevivir al acoso de tres sanguinarios enmascarados en un camping de casas rodantes. Como en aquella película protagonizada por Liv Taylor aquí también hay una apuesta por el crecimiento de la tensión a medida que avanza la trama. El realizador Johannes Roberts nos presenta a los personajes, desarrolla un conflicto intrafamiliar y una vez que el espectador empatizó con todo esto, arranca una cacería humana en la que parece no haber lugar para esconderse. Play Los psicópatas, camuflados detrás de inquietantes máscaras, hacen de su silencio y elaborado sadismo, una marca de autor que los coloca en el mismo escalón que los grandes nombres del slasher como Michael Myers o Leatherface. El gran trabajo de iluminación, que presenta claroscuros ideales para los sustos y golpes de efectos, se suma a la excelente idea de un escenario tan tétrico como efectivo: las casas rodantes, movilidad y hogar de nómades a los que nadie parece extrañar, un parque de atracciones para los asesinos en cuestión. También la música, que incluye ritmos de los ochenta y los efectos sonoros, fundamentales para marcar la atmósfera de espanto, están a la altura de las circunstancias, redondeando una producción impecable en todos los rubros técnicos y artísticos. Más allá de cierto regodeo en los homenajes a filmes clásicos, Los Extraños: Cacería Nocturna es una efectiva secuela, un filme que redobla la apuesta y que logra mantener en vilo al más valiente de los espectadores.
El estreno de terror hablado en inglés vale como ejemplo contrario a la apuesta de Aterrados: es la ausencia de apuesta. Secuela de la buena, aunque tampoco memorable, película con Liv Tyler atacada por enmascarados, encuentra a una familia mal llevada obligándose a ir de campamento conjunto. El ataque de gente con la cara cubierta llega pronto, pero lo que pasa a partir de ahí es pura rutina y efectismo, sin sugestión, sin creación de suspenso o clima. Nada que no hayas visto mil veces y con un mejor pulso. Aquí, por mucho susto para saltar de la silla, la falta de ritmo que aburre hasta a la deslucida Christina Hendricks, la colorada de Mad Men.
Friday the 13th (1980) no fue suficiente para advertir fervientemente que las cabañas al lado de un lago no son el lugar más propicio para hacer un viaje de placer. The Strangers: Prey at Night, un símil de secuela a The Strangers (2008), dirigida por Johannes Roberts, es el nuevo estreno del género que llega a la cartelera nacional. Una familia se toma un pequeño descanso en un parque de casas rodantes para calmar los conflictos entre ellos, solo que lo único que podrán encontrar serán unos problemas aún mayores a raíz del acecho de un grupo de individuos que se cubre el rostro y dedica su tiempo a asesinar a los habitantes del lugar.
Una historia que mantiene la tensión, la acción, genera algunos saltos en la butaca, los primero minutos, impresionante su estética bien gótica y no es necesario haber visto la anterior se comprende, pero en algunos pasajes se hacen reiterativos, cae en lugares comunes. El guión era un poco mejor en el caso de la película anterior y las actuaciones me parecieron poco creíbles.
¿Por qué no? La típica familia con una hija adolescente conflictiva emprende un viaje para llevarla a su nueva escuela, donde esperan que la encarrilen. En el camino planean hacer una parada para visitar unos parientes que viven en las cercanías de un lago, trabajando con los turistas que llegan en temporada Tampoco queda mucho de los tíos mayores que ya recibieron la visita de los tres enmascarados, pero ese detalle les es ocultado para lograr que se acomoden y relajen en uno de los trailers que sirven de alojamiento. Sin embargo, la noche no avanza mucho antes de descubrir que no están tan solos como creen: una joven escudada en la penumbra golpea a su puerta buscando a Tamara, poniendo algo nerviosa a la familia pero no lo suficiente como para permitirle a los dos menores que salgan a deambular en la noche, llegando al descubrimiento casi fortuito del destino real de sus anfitriones y la revelación de que fueron engañados para alojarse en ese lugar. Separados e incomunicados, se inicia una cacería en la que son presa de un grupo de asesinos enmascarados que los acecha solo por diversión. ¡Correte, boluda! Después de un arranque bastante largo y aletargado donde se toman el tiempo para presentar personajes sin mucho para mostrar, comienza la trama real de Los Extraños: Cacería Nocturna. Tal como en la primera película, los atacantes no tienen historia ni mayor motivación que buscar placer y diversión asesinando gente al azar, solo porque pueden hacerlo. Mientras nosotros nos agarramos la cabeza porque la cantadísima final girl huye en línea recta por el medio de la calle ante un perseguidor que pretende atropellarla, ellos disfrutan aterrando a sus víctimas antes de matarlas sacandole provecho al estar en un sitio aislado en vez de confinar su juego al interior de una vivienda como la primera vez. Con el detalle extra de que aún con sus rostros completamente ocultos suelen ser más expresivos que sus víctimas, quienes siguen las reglas del género de las actuaciones ridículas y la toma de malas decisiones, logrando al menos sacar un par de risas. Curiosamente, Los Extraños: Cacería Nocturna no asusta ni divierte, pero tiene unas pretensiones estéticas que no suelen verse en el género. Hace uso de la iluminación, el color, y el sonido para generar un clima algo nostálgico; es lo único que le suma un poco de interés a un slasher muy de manual, en el mal sentido del término. No hay sorpresas, no hay suspenso ni sustos. Ni siquiera la incomprobable y poco creíble pretensión de estar basada en hechos reales colabora para que nos importe lo que va a suceder en la escena siguiente, en sintonía con una camada de películas de terror que por algún motivo llegan a nuestros cines aunque con suerte podrían ir directo a DVD. Conclusión En una secuela innecesaria más, que ni siquiera parece tratarse de lo mismo, Los Extraños: Cacería Nocturna no asusta pero al menos por momentos divierte, aunque (como ocurre bastante en el género) nunca queda del todo claro si era la intención que tenían en mente.
La secuela del éxito de 2008, "Los extraños: Cacería Nocturna" se diferencia de su original, y entrega una producción que puede dividir aguas. Primer década del Siglo XXI, muy diferentes entre sí, dos películas se convirtieron en inesperados éxitos, e inmediatamente crearon expectativas alrededor de sus secuela. "Jeepers Creepers 3" llegó a fines del año pasado, luego de catorce años de esperar para “cerrar” una trilogía. Lo que había comenzado como una propuesta original, y había sido convertido en algo más tradicional durante su primer secuela; pocos comprendieron y menos aceptaron, que su tercera entrega era ni más ni menos que un telefilm de bajo presupuesto, más preocupado en entretener que en respetar reglas sagradas. Algo similar ocurre ahora en "Los extraños: Cacería Nocturna", tardía secuela después de una década de Los extraños. Aquel film escrito y dirigido por Bryan Bertino, había sorprendido con estilo cercano a la "Funny Games" original de Michael Haneke, o a la contemporánea "Eden Lake". Un terror, seco, duro, serio, sin necesidad de explicaciones, jugando al encierro, y con un ritmo trepidante que conjugaba un gore solapado (eran los tiempos de la porno tortura y ya nada sorprendía) con texturas de suspenso clásico, haciendo que el espectador sea guiado por las víctimas de la pantalla. Una producción chica que logró batir récords de taquilla a nivel mundial. Durante años se habló de una secuela, con el guion ya listo escrito por el mismo Bertino. Varias veces se anunció su producción, e inmediatamente era cancelada o desmentida. En definitiva, un proyecto que a medida que aumentaba expectativas, acumulaba complicaciones. Cuando nadie lo esperaba, todo cambió de manos. Bertino quedó acreditado como guionista colaborador (cuestiones legales, nada tiene que ver con esta película) secundando a Ben Ketai (el de la secuela de 30 días de noche y The Forest; sí, no tiene las mejores credenciales); y la silla de director recayó en Johannes Roberts, mismo director del reciente éxito tiburoniceo A 47 metros y su próxima secuela. ¿Qué significa este cambio de manos? Un completo cambio de estilo ¿Para peor? No sé, Los extraños cambió."Los extraños: Cacería Nocturna" no es más ni menos que una película dispuesta a entretener. Es deudora directa del estilo de aquellos slashers directo a VHS (no DVD, VHS), o secuelas divertidas de grandes éxitos. Aquí y allá pueden encontrar escenas que hagan recordar a "Martes 13 Parte VIII: Jason Toma Manhattan "(y/o cualquiera de los slashers de campamento) y el clásico de culto de la dupla Lustig/Cohen Maniac Cop. Olvídense de ese tono serio y áspero que todos alababan de "Los extraños", de la verosimilitud que adquiría el cartelito de Basada en hechos reales. Ahora el cartelito sigue estando, pero todos sabemos que es imposible que algo de lo que ocurre en esta secuela sea, aunque sea un poco, cierto. Esta vez, las víctimas se multiplicaron, ya no es una pareja en una casa alejada en medio de un bosque. Ahora tenemos una familia completa. Ta cual sucedía con la pareja protagónica del primer film a cargo de Liv Tyler y Scott Speedman; en esta familia las cosas no están bien. En el matrimonio de Cindy (Chritina Hendricks) y Mike (Martin Henderson) hay varias rispideces, sobre todo por la forma de ser de Mike. Sus dos hijos tampoco son joyas, más que nada Kinsey (la crecidita Baileé Madison) que siente celos de su hermano Luke (Lewis Pullman) y lo expresa mediante una rebeldía que llevará a que sus padres decidan llevarla a un colegio pupilo o internado. Antes de que esto suceda, pasaran una última temporada en familia. Por eso, emprenden viaje hacia una zona de acampe de casas rodantes, en donde los esperan unos tíos. Claro, durante la primera escena de la película, vimos como los tres enmascarados de la primer película se cargaron a un matrimonio mayor ¿Y adivinen quienes son los tíos? Cuando la familia llegué se van a encontrar con que estos tres loquitos achuraron a varios de los habitúes de la zona, y que ahora vienen por ellos ¿Por qué? Porque sí… o como dice una de las asesinas ¿Por qué no?. Básicamente esta inexistencia de razones mortuorias de los asesinos es lo único que se mantiene en pie del primer film. El resto, fue remplazado por un escenario más abierto; y un ritmo, si bien constante, más inclinado hacia la diversión y que al suspenso. En "Los extraños: Cacería nocturna" hay menos tensión, y más escenas inverosímiles. Asesinos que ahora pueden mostrar el rostro, que demuestran ser cuasi inmortales o sobrevivir a situaciones imposibles. Víctimas que toman decisiones muy estúpidas, y algunos personajes secundarios de increíble inoperancia. Nada se toma en serio en Los extraños: Cacería macabra, como en aquellos films “berretas” que parece querer homenajear. Estos films tienen su público, y pueden ser todo un placer. Pero eso sí, no representan el espíritu de lo que fue su antecesora. Una vez pasado el shock de ver que no respetaron al film de Bertino, la experiencia puede ser disfrutable, y hasta celebrar que muchas de sus flaquezas (como actuaciones pésimas, o errores de puesta y continuidad notorios) los vuelve a su favor gracias a ese tono liviano. "Los extraños: Cacería nocturna" es lo que es, un slashers estilo clase B que recuerda a una época en la que estos estaban muy de moda. No es su primera entrega, tómenla o déjenla.
Tensión arrítmica y placeres culpables. Nos encontramos ante la secuela de Los extraños (2008), aquella película de Bryan Bertino, protagonizada por Liv Tayler, que bien nos supo poner los pelos de punta, generando un ambiente agobiante, consecuencia de la persecución de enmascarados locos y salvajes. Repitiendo la fórmula, está versión en vez de tener a una parejita de enamorados de protagonistas, se ocupa de una familia. La scream quenn adolescente y rebelde, peleada con el mundo; un hermano deportista, y los padres de los jóvenes: una pareja canchera que no sabe cómo dominar a la petit sauvage de la familia. Como solución se les ocurrirá enviar a la adolescente a un internado, por su puesto en contra de su voluntad. Una vez presentados los personajes y el componente dramático, inmediatamente nos trasladaremos a una especie de pesadilla, que como todo mecanismo onírico tendrá asociaciones delirantes y reinarán los sin sentidos. Todo comenzará cuando la familia vaya a las afueras de la ciudad, a una especie de acampado de tráilers, a buscar algo de “paz”. Es como si el director antes de irse a dormir hubiera vistos varios slashers ochenteros y noventeros, mientras su novia escucha Total Eclipse of the Heart, de Bonnie Tyler y Making Love Out of Nothing At All, de Air Supply. El resultado: un patchwork donde las cosas suceden de manera impulsiva, sin generar demasiada tensión. Es cierto que cuesta la identificación con los personajes, si a eso le sumamos los asesinatos que se suceden abruptos, sin ningún tipo de conciencia emotiva o motivacional, sobre todo por parte de los killers enmascarados. Esto le quita ritmo, hasta por momentos parece una parodia del género. Por otro lado, es atractiva la estructura narrativa circular en que está sumergida la historia. Cómo si una especie de fuerza magnética hiciera que los protagonistas circulen en ese espacio homogéneo, sin poder salir de allí. Otro notable es la escena de la piscina, donde las luces fluorescentes y la música de los noventa, apacigua la lucha mortal cuerpo a cuerpo, con elementos punzantes, que se sucede bajo las aguas cristalinas. Tomas y movimientos de cámara que bien evocan a los maestros del horror que inauguraron el slasher. En Los extraños: Cacería de noche, la fórmula se repite sin demasiada reelaboración, y el guion es bastante endeble, pero tiene algo ambiguo y kitsch, que nos hace disfrutar de ese grado de imperfección subrayada y autoconsciente.
LOS EXTRAÑOS: CACERÍA NOCTURNA: Extrañamente divertida y aterradora. Llega a nuestro país una película de terror pequeña que cumple con las bajas expectativas, más extravagante que su predecesora, pero llena de placeres culposos para los amantes del subgénero Slasher. Se estrena en nuestro país una nueva película del director Johannes Roberts. Habíamos escrito sobre él con su film llamado A 47 Metros, la cual mientras estaba filmando se reunió con los productores de la película y le dijeron si podría leer un guion titulado “Prey At Night” (También denominada The Strangers 2, aquí llamada Los Extraños: Cacería Nocturna). Le gustó el guion y fue entonces cuando se preguntó si quería involucrarse en esta secuela tardía. Finalmente aceptó y le agregó su toque personal. En esta ocasión, la historia nos acerca a una familia compuesta por un padre (Martin Henderson), la madre (Christina Hendricks), el hijo (Lewis Pullman) y la hija (Bailee Madison) que sufren una crisis por la cual deben realizar un largo viaje. Al no tener dinero suficiente para permanecer en un hotel deberán pasar la noche en un aparcamiento de casas rodantes la cuales los dueños son los tíos de los jóvenes. Esa noche, la familia será atacada por tres extraños encapuchados adentrándonos en el clásico y macabro macabro juego del gato y el ratón. Como mencionamos esta es una secuela tardía de la película The Strangers de 2008. En aquella oportunidad estuvo a cargo de la dirección y guion el señor Bryan Bertino. En la nueva versión solo se encargó del guion junto con Ben Ketai (The Forest, Chosen, Start Up). Lo diferente de Los Extraños: Cacería Nocturna (The Strangers: Prey at Night o The Strangers 2) es que hay un poco más de escenas exteriores, con la utilización del estacionamiento de “trailers” /casas rodantes, mientras que en la anterior del año 2008 la mayoría de los sustos se generaban en solo una locación. Esto hace que esta secuela sea más rica en acciones terroríficas, haya una variedad estilística y un poco más de originalidad que la primera. Sin embargo no hay grandes sorpresas, ya que comienza casi igual a la anterior, con una chica misteriosa que golpea la puerta y pregunta por Tamara a lo que ellos responden que se habrá equivocado de lugar. También el problema con los celulares, intentar escapar y armas son otros de los ítems que se repiten o toman como referencia del anterior film. Lo más aterrador de la película son Los Extraños que vuelven con Dollface, Man In The Mask, y Pin-Up Girl instalados en este ambiente oscuro y espeluznante que nos presenta el director. La primera mitad puede resultar bastante cliché respecto a la presentación de personajes básicos, como la hija rebelde con una remera de Ramones, pero con actuaciones que no molestan. No esperen mucho de Christina Hendricks de Mad Men o de Martin Henderson de Smokin´Aces entre otras películas, ya que solo representan un mensaje de sacrificio parental bastante pobre. Existen escenas que son innecesarias que parecen solo llenar la falta de ideas para tratar de llegar a la hora y media de película. Sin embargo tiene ese tono ochentoso que nos genera un placer culposo para los amantes del género. Recordándonos a películas como La Masacre de Texas, o alguna de Carpenter, como también a más actuales como ser La Purga o The Houses of October Built. Se nota que al director le encantan los films Slasher clásicos, refiriéndonos al mencionado John Carpenter, y al jugar con varios films como The Fog, Christine y Halloween, además de usar esa banda sonora de los 80. Asimismo para crear ese ambiente oscuro tiene ayuda del buen director de fotografía Ryan Samul (Cold In July, Stakeland, We Are What We Are) También se presentan algunas secuencias que poseen un alto nivel dramático y estético, como la de la piscina, que confirman que los mejores minutos son los finales, con una serie de escenas divertidas y sangrientas mezcladas con una música que se adentra en el aire sangriento creando un desenlace con pizcas de sátira y originalidad que no vienen mal. A pesar de que los personajes estén mal desarrollados, tomando decisiones importantes con consecuencias graves y sin tanto cuestionamiento, y la primera mitad es bastante predecible y aburrida, la segunda mitad de la película es entretenida. Dónde lo que más miedo da es lo cercano que está a la realidad, más allá de tomarse algunas libertades del género que apreciarán los apasionados del terror y suspenso.
Diez años después de la primera entrega (The Strangers, 2008) los psicóticos depredadores enmascarados vuelven para saciar su apetito de sangre. Esta segunda parte dirigida por Johannes Roberts (47 meters down) trata de expandir la pasión de estos antagonistas misteriosos. Desde el principio The Strangers: Prey at Night introduce un cambio drástico en la ecuación pautada en su película original: vemos a los asesinos fuera del “ambiente hogareño” y se presenta la atmósfera de “campo de juegos para asesinos en serie”; esto puede jugar a favor de lo que vimos en la película del 2008, no obstante el factor claustrofóbico se suplanta por la acción lúdica y la sensación de peligro inminente deja de existir. Tampoco ayuda el hecho de ver personajes recién graduados en la “universidad de estúpidos del cine”, toda decisión tomada por estos individuos es desesperante para la vista; cada escena de esta película alcanza el nivel de lo bizarro al observar su singular realización. Cristina Hendricks, Bailee Madison y Martin Henerson no resultan convincentes al tratar de elevar The Strangers: Prey at Night a un nivel de realismo actoral aceptable y para colmo nos encontramos con el clásico policía estúpido cuyo tema de background tendría que ser Police academy theme, es de gran ayuda empezar a tararear la canción en cuanto el patrullero impone presencia en la pantalla grande. A pesar de todo esto la película toma cierta lucidez gracias al trabajo fotográfico de Ryan Samul. Samul logra anexar imágenes y posibilita una transición aceptable al entender el retro feeling que rodea este film. Para destacar: El enfrentamiento de un miembro de la familia victima con dos asesinos al ritmo de Total Eclipse of the Heart de Bonnie Tyler. The Strangers: Prey at night falla estrepitosamente en casi todo su cometido. Con 85 minutos de duración la película tiene una monumental cantidad de errores que abarcar todo tipo de aspecto técnico; no está demás decir que es una película hilarante en su despropósito y deja incompleta una premisa que solía ser interesante hace una década atrás. Valoración: Mala.
La primera entrega de Los extraños fue una propuesta decente dentro del subgénero slasher de terror, que contó con una buena interpretación de Liv Tyler y la dirección de Bryan Bertino, quien supo construir buenos momentos de suspenso. Aunque le fue bastante bien a nivel comercial, cuando se estrenó en el 2008, los productores tuvieron muchos problemas para desarrollar la segunda parte y recién este año pudieron concretarla. En realidad más que una continuación este nuevo film es una remake mediocre que se cuelga a la moda actual de explotar la nostalgia de los años ´80, con el objetivo de llamar la atención de los fans del género. No hay ninguna conexión con el film anterior, más que el concepto de los tres psicópatas que matan gente sin ningún tipo de motivación. La dirección en este caso corrió por cuenta de Johannes Roberts, responsables de film de tiburones A 47 metros, quien no hace otra cosa que copiar de un modo amateur los clásicos filmes de John Carpenter y Tobe Hooper (La masacre de Texas). Desde la música con sintetizadores a los planos que utiliza el cineasta para narrar las masacres de los villanos, toda la puesta en escena responde a recrear el cine de terror de los años ´80. El problema con esta cuestión es que el director Roberts demuestra una incompetencia absoluta para generar situaciones tensas y por ese motivo la película termina siendo mucho más tonta y aburrida que la original. No ayudó tampoco el hecho que los asesinos ahora adquirieron el estatus super Jason, donde sobreviven a todo tipo de ataques que podrían acabar fácilmente con sus vidas. Como propuesta nostálgica del slasher ochentoso, la producción independiente The Final Girl (con Malin Akermand de Watchmen) es una opción completamente superior para tener en cuenta, además que ofrecer una película más divertida. La continuación de Los extraños se centra demasiado en la nostalgia, por el simple hecho que en este momento está de moda evocar ese período, pero no hubo ningún esfuerzo por tratar de brindar un buen cuento de horror. El reparto digno de secuelas de dvd tampoco despierta ningún atractivo y por ese motivo también resulta una producción que queda enseguida en el olvido. Inclusive si sos muy fan del género y tenés devoción por el slasher de los ´80, el film puede ser una opción para ver en televisión pero no para pagar una entrada de cine.
Hace 10 años se estrenó una película llamada The strangers, y pasó sin pena ni gloria. Se trataba de una ópera prima que no presentaba mayor novedad que un guión en donde las motivaciones (o falta de ellas) de los asesinos eran originales. Una especie de slasher film pero más escalado y más crudo, con un gore a la orden del día. Nadie pidió esta secuela y se nota desde la escena uno. La premisa es básicamente la de la película original, solo que se cambia el lugar y la composición de sus protagonistas. Los actores no dicen nada. Son roles que cualquier persona que pueda gritar y correr podría haber hecho. El director Johannes Roberts no logra generar un buen clima de suspenso y repite una y otra vez todos los vicios posibles del género. Lo bueno es que es corta y pasa rápido. Los extraños: cacería nocturna solo es apta para los que gusten del gore leve.
En 2008 se estrenó Los extraños, escrita y dirigida por Bryan Bertino y protagonizada por Liv Tyler y Scott Speedman. El filme sorprendió a la crítica porque le insuflaba vida a un subgénero del terror que parecía muerto: el slasher. La historia es sobre una joven pareja que, después de una aparente discusión en una fiesta, llega a la casa de un amigo a pasar la noche. De pronto, alguien golpea la puerta y empieza una pesadilla que tiene a tres enmascarados como los encargados de matar sin motivos. Los extraños subía la vara del suspenso con elementos mínimos y una comprensión cabal del género, que consiste en no mostrar jamás el rostro de los enmascarados, en hacer que no articulen palabras (salvo la joven que toca la puerta y pregunta por Tamara, la famosa frase de la película), y, fundamentalmente, que no haya motivos ni explicación alguna para ejercer el mal. Diez años después llega Los extraños: Cacería nocturna, que no es una secuela ni una precuela. Si bien se podría interpretar como que la película comienza desde el final de la anterior, lo que hace Johannes Roberts, su director, es filmar de nuevo aquella película de 2008, aunque en lugar de una pareja pone a una familia (integrada por el padre, la madre y sus dos hijos adolescentes) como la víctima de los enmascarados aficionados a las armas blancas. El resultado es una maravilla cruel más autoconsciente y más anclada en la tradición que representa. El gran logro de la película es que expresa simultáneamente una idea del mundo y una idea del cine. Los enmascarados matan con canciones pop de los ‘80 mientras la bandera de los Estados Unidos flamea en el fondo del plano. La película sabe, además, dónde está parada. Allí están, por ejemplo, las referencias más obvias: John Carpenter (Halloween y Christine), La masacre de Texas, Martes 13, entre muchas otras. El filme renuncia en todo momento a ser una película perfecta. La acumulación de finales es necesaria porque no le interesa esquivar los lugares comunes del género. Lo que hace es hundirse, orgullosa, en ellos, para sacarle hasta la última gota de sangre. Es genial cómo usa el hit de Bonnie Tyler: Total Eclipse of the Heart. La escena de la pileta es de esos momentos que quedan grabados en la memoria del espectador y que justifican el precio de la entrada. Los extraños: Cacería nocturna se acerca mucho a eso que François Truffaut llamaba “la dicha de hacer cine”. Es una película que exuda cinefilia clase B y que lleva en las venas a los grandes clásicos del terror moderno. Una película que, detrás de su crueldad explícita, esconde un amor inconmensurable por el cine.
TE CONOZCO MASCARITA Luego de lo que fue la exitosa Los extraños, donde Liv Tyler y su novio tienen una crisis de pareja post-casamiento de amigos y dentro de una cabaña son acechados por unos loquitos enmascarados, aparece diez años después esta aburrida secuela del director británico Johannes Roberts (también responsable de la fallida A 47 metros). Sin ofrecer nada novedoso con respecto a la primera entrega tenemos, tenemos en esta ocasión a una familia joven con problemas económicos y dos hijos adolescentes, más una sarta de problemas interpersonales. Los adultos deciden que como familia deben tomarse un descanso en los remolques tipo motel de los abuelos pero, claro, no están solos. Los extraños: cacería nocturna presenta todos los clichés típicos de films de terror slasher y la canchereada de siempre en los lazos familiares que guardan los personajes, destacando el antes y después de sus personalidad ante los sucesos. Tampoco sabe sacar provecho a la cantidad de integrantes que tiene en esta oportunidad, que duplica a la original, pero que no llegan a profundizar al sacarlos velozmente del mapa. Todo ese clímax conseguido por el ojo de Bryan Bertino hace una década atrás con un suspenso de peso extremo y ese espectro cargado de lo más siniestro que cortaba la respiración, aquí se encuentra acelerado y volviéndose desabrido. Tal vez porque ya conocemos a los victimarios -sin dudas, los rockstars del film- y la historia sólo nos reduce a continuar sus fechorías con poca imaginación. Algo que sin embargo Rob Zombie con su saga de La casa de los 1000 cuerpos supo exprimir al máximo mutando con total frescura a la “familia carismática” en diversos géneros que van del terror, al western moderno, la road movie y la mejor acción. Es por eso que en esta reciente corriente que tiene el cine de terror por amar a los villanos poniéndonos de su lado, no logramos aquí empatizar con este grupo de malditos en ningún momento. Estos se presentan poco originales y sin el leit motiv puritano que tal vez los movilizaba en la primera entrega. Y esto se ve reflejado en uno de los diálogos que mantiene la más joven del grupo con su contrincante opuesta de misma edad, buscando una razón de porqué están realizando toda aquella masacre. A lo que obtiene una sencilla y caprichosa respuesta de “¿y por qué no?”. Esto, a diferencia de Tyler a la que justificaban sus captores por la razón azarosa de encontrarse allí. A ese clan Manson tampoco los ayuda sus apariciones. El director parece abusar de los zooms bruscos para asustar al espectador cuando aparecen los psicokyllers, algo que sólo provoca cierta sonrisa y vergüenza ajena a diferencia de las apariciones camufladas con la ambientación que lograba Bertino. Parece que Roberts también quiso rescatar su film aportándole un aire ochentoso muy en boga en la corriente terror/homenaje, incluyendo aportes musicales como Total eclipse of the heart de Bonnie Tyler que desencajan en las escenas elegidas. Un total desacierto. Como por otra parte, y como manotazo de ahogado, incluye ciertos guiños a films de culto de forma amontonada y atropellada en el tramo final, como La masacre de Texas, Scream o Christine del gran Carpenter. Los extraños: cacerá nocturna sólo se trata de un barco que no llega a buen puerto, dejando un sabor semiamargo que podía ser totalmente evitable. Y dejen de mentir con el “basado en hechos reales”, he dicho.
El nuevo filme de Johannes Roberts (“47 metters down”, “Darkhunters”), es una entrega de un tipo de filme que esta condenado a repetir una estructura fallida que genera mas risa que miedo. Quien vio la primer entrega sabe de que se trata: personas enmascaradas que matan por codicia derramando sangre por doquier. En esa oportunidad, Roberts tenía la posibilidad de imprimirle al filme alguna singularidad que lo volviera efectivo, pero no lo hizo y el resultado está a la vista. En “Los extraños: cacería nocturna”, una típica familia norteamericana va a pasar unos días en el campo de sus familiares, ubicado a las afueras de la ciudad, cuando son sorprendidos por la silueta de una joven mujer que sin motivo los interroga para luego irse entre los arboles. El posterior descubrimiento de un cruento asesinato detona la “cacería” que comienza más tarde. Muerte y sangre sin sentido, son los elementos mas significativos de la película. Si bien los actores realizan un buen trabajo, ni el guión, pobre, y por momentos ridículo de Bryan Bertino y Ben Ketai, ni la dirección, logran una arista positiva. La película no es otra copa que una opción extremadamente básica para los amantes de la sangre, que nada tiene que aportar al genero del terror, tan bastardeado en los últimos años. Calificación: Mala.
Un matrimonio y sus dos hijos emprenden un viaje en auto por un paraje desolado. Al llegar a un camping, tres enmascarados con inexplicables intenciones mortales comienzan a hostigarlos, en medio de corridas y desesperación. El director Johannes Roberts logró -por momentos- el suspenso necesario, pero poco a poco el guion repite situaciones que intentan dar originalidad a la historia, pero no hacen más que resaltar la naturaleza poco imaginativa de los sustos a los que somete al cuarteto protagónico. El elenco se esmeró en hacer creíbles sus rostros horrorizados y así el relato logra apenas ser un buen plato para los amantes del género.
Toda una puesta a prueba para los espectadores, el filme abre con la leyenda de “basada en sucesos reales”, y lo que debe determinarse es que de toda esta catarata de actos rayanos en la imbecilidad más absurda, que meten menos miedo que Heidi, es real. Veamos. La mayor parte de la cinta transcurre en un lugar de estacionamiento de casas rodantes, o más conocido como campamento de remolques. Bien, esto existe, realmente. La historia abre con la escena del homicidio a mansalva de dos sexagenarios, sin explicación ni nada, en uno de esos remolques, a mano de un par de asesinos. En el carromato convive con ellos un ovejero alemán al que Godzila le tendría miedo, sólo por el tamaño del ejemplar. El can no reacciona en ningún momento. Eso no es creíble, ergo no parece real. Luego sabremos quienes eran los infortunados sexagenarios. Cindy (Christina Hendricks) y Mike (Martin Henderson) inician un viaje junto a su familia, el viaje por la carretera es sin sobresaltos, salvo el mostrar que los hermanos se pelean, casi se odian, poca diferencia de edad, no son unidos, y esa no es la ley primera, (¿Martin Fierro estaba equivocado?). Planean pasar una temporada en un campamento de remolques junto a los tíos de Mike. Esto como preámbulo antes de dejar a su problemática hija Kinsey (Bailee Madison) en un internado, aunque nunca se establece la calidad del problema de Kinsey, que a simple vista no aparenta patología psiquiatrica alguna. Pero esto puede ser así, real o fantaseado. A su llegada al lugar, es plena noche. ¿Por qué razón siempre planean llegar de noche a un lugar que se desconoce? Esto no parece ser real. Se instalan sin problemas, sin dar cuenta que todos los demás remolques estacionados parecen más “tumbas al ras de la tierra”, no hay un sólo indicio de vida en ninguno de ellos. Esto no puede ser real. Pero la supuesta pacifica estadía se ve interrumpida por la llegada de varios psicópatas enmascarados que atacan y matan sin piedad. Bueno, el espectador ya sabe que estaban de antes, esto es real. Así arremeten contra la familia, y cuando lo hacen, sólo resta saber cómo será la secuencia de muertes, quien primero, quien ultimo, si es que hay un ultimo, o algún sobreviviente. Uno de los mejores diálogos, piadosamente, el único que causa una sonrisa al menos, Kinsey increpa a su posible asesina. -¿Por qué haces esto? La respuesta no se hace esperar. - ¿Y por que no? Los demás diálogos tienden a la estupidez como bandera, y eso no tiene la mínima gracia. Esto es real. Todo el filme es un catalogo de clichés del género al que quiere adscribir, no lo logra, demasiado convencional todo, siendo esta una secuela de la producción del 2010, sólo mete miedo que esta saga continúe, dejan la puerta abierta por las dudas. Esto es real. Previsible al extremo, sin ningún rigor cinematográfico, destacable o redimible, ni la presentación de los personajes que al menos son presentados, ni la justificación de las acciones, ni las actuaciones, nada rescatable realmente.
Los extraños, cacería nocturna (2018)—tal el subtitulo—, comienza en la pantalla con otro subtítulo que suele dar más prestigio: el siempre legitimado “basado en hechos reales”, tan presente hoy en día con la literatura de no ficción como estandarte de un género que comenzó allá lejos y hace tiempo con A sangre fría de Truman Capote, aunque muchos anteponen a Operación Masacre de Rodolfo Walsh como el pionero. Salvando las distancias y los formatos narrativos, el mote basado en hechos reales conlleva a pensar que lo que vamos a presenciar ocurrió realmente. En este caso —cabe aclarar que la película de Johannes Roberts es una remake de la de Bryan Bertino, llamada solamente Los extraños (2008) — alega estar basada en los hechos que tuvo al clan Manson como partícipes de una serie de asesinatos en 1969. Esta historia sangrienta —una de las víctimas fue Sharon Tate, la mujer de Roman Polanski— derivó en una novela llamada Helter Skelter (título de uno de los temas de Los Beatles) de Bigliosi y Centry y ganadora del premio Edgar al Mejor Artículo sobre Crimen Real que inspiró la película de Bertino. - Publicidad - Roberts retomó esa historia, le puso un subtítulo, muy acorde por cierto, y filmó una película que si bien está llena de los clichés propios del género de terror —hamacas que se mecen solas, frases pintadas de rojo en los vidrios de las ventanas, sobresaltos por doquier, cortes de luz y de líneas telefónicas (aunque en este caso tuvieron que aggiornarse y dejar inutilizados todos los celulares de la familia), y máscaras infantiles para cubrir los rostros de los asesinos— está muy bien lograda en cuanto a estructura narrativa y dirección de actores. La historia es una más de las tantas vistas en las películas de la década del 70 y 80. Una familia compuesta por Cindy (Christine Hendricks, conocida por su papel en Mad Men como Joan Holloway)) y Mike (Martin Henderson) y sus dos hijos, Kinsey (Bailee Madison) y Luke (Lewis Pullman) deciden pasar un fin de semana en un predio en donde aparcan casas rodantes. En este caso Roberts apuesta por una familia en lugar de la pareja de la película del 2008, lo que la convierte en una trama coral, con más aristas para desarrollar que la del guión original de Bertino. Este viaje no es de vacaciones sino que es la antesala a un internado adonde llevarán a Kinsey. Al parecer ha hecho algo que transgrede la esperada rebeldía adolescente y que, lamentablemente, nunca sabremos. Esto es suficiente mérito como para que sus padres decidan alejarla de la familia y que prosiga sus estudios en un ambiente más rígido y con reglas que ellos mismos no saben hacer cumplir. Con el hijo mayor yéndose a estudiar a otra ciudad, y la hija menor que va estar internada, Cindy y Mike fantasean con volver a tener una vida de solteros, con toda la casa para ellos, sin quejas, sin preocupaciones, sin hijos. Pero todo se desmorona cuando llegan a ese predio de caravanas estacionadas como si fuese un laberinto, sin más recibimiento que la noche, la niebla y el silencio. Escenario más que ideal para que cualquier cosa pudiese ocurrir. Aquí conviene hacer un paréntesis en cuanto a la fecha en que la familia se instala en una de las caravanas que habían reservado con antelación. Es un día después del 1 de Mayo, Día de los Trabajadores, cuando todos ya se fueron y no quedan más que los caseros —tíos de Kinsey y Luke— que tampoco dan signo alguno de vida. Existe una cierta analogía —no digo que sea buscada— con el cuento Los veraneantes de Shirley Jackson en que una pareja, los Allison, decide quedarse en el lugar en donde están pasando sus vacaciones más allá de la fecha en que todos vuelven a sus respectivos pueblos y ciudades, esto es, después del 1 de mayo. Nadie se queda después de ese día, le aleccionan los vecinos temporales que empiezan a empacar sus cosas para abandonar un lugar paradisíaco en verano, pero incierto fuera de temporada. Uno podría preguntarse el por qué de esa huida. Bueno, quizás —más allá que en el cuento de Shirley Jackson existe una sutil metáfora sobre la vejez— bien podría uno imaginarse que en el otoño por venir se podría desencadenar una verdadera historia slasher como la que Roberts pone en escena para su película. Lo cierto es que esta familia, una vez instalada en la caravana, empieza a ser atacada sin razón por tres enmascarados —dos chicas y un hombre— que, a punta de armas blancas —un hacha en el caso del asesino— se ensañan con un solo propósito: dar rienda suelta a la cacería nocturna del título. Más allá de los estereotipos que en su momento explotaron con maestría filmes como La matanza de Texas (1974) de Tobe Hooper, Halloween (1978) de John Carpenter o Scream (1996) de Wes Craven, que suponen persecuciones, laceraciones y sangre por doquier, hay un buen manejo del clima —angustiante al principio, aterrador después— que se desenvuelve con soltura entre los distintos personajes creando sub tramas que luego vuelven a ser una para desmembrarse nuevamente. Es por eso que en primera instancia la familia se desarticula con la madre y la hija por un lado, el padre y el hijo por el otro creando así dos historias paralelas que se unen en medio de la locura asesina que transcurre en un parque iluminado como si fuera un decorado de pesadilla. Y si bien la cacería la comienzan este trío de psicópatas seriales, no deja de llamar la atención que tanto Cindy como Luke, llegado el caso, comienzan a desempeñarse de la misma manera. Si bien lo hacen como último recurso de defensa, también hay cierto placer en ellos para ir acabando con sus atacantes como si esta cacería depredadora encontrara un equilibrio de fuerzas. Si bien esta lectura es un mérito en sí misma, también lo es la escena en donde parte del complejo en donde se halla la piscina deja paso a una de las escenas más logradas desde el punto de vista estético. De pronto, lo lúgubre se transforma en psicodélico, las sombras se llenan de colores brillantes y los amenazantes árboles en palmeras de neón. Falta el cartel que diga: bienvenidos al show. De un lado el loco del hacha, del otro Luke con un revólver. Para ser más fascinante la escena, de fondo empieza a escucharse el tema Eclipse total de amor de Bonnie Tyler por los parlantes del complejo. No existe mecanismo más efectivo que combinar dos elementos totalmente opuestos para resaltar la extrañeza que eso conlleva, el estado de inquietud y de incomodidad que eso trae aparejado, el oxímoron literario llevado a imágenes. En este caso, el drama del chico desangrándose en una pileta iluminada de azul mientras por detrás la voz romántica de Tyler canta: “Te necesito ahora, esta noche, y te necesito más que nunca, y si tan solo me sostienes fuerte, estaremos sujetos por siempre, y solamente haremos lo correcto porque nunca nos equivocaremos. Realmente te necesito esta noche”. Es el pedido de ayuda, agónico y mental de Luke a su hermana que permanece oculta con un cuchillazo en la pierna, en estado de shock porque vio cómo apuñalaban a su madre. Luke flota en el agua cada vez más oscura pensando, quizás, cómo salvar a su padre que quedó atrapado en su camioneta. Esto es Los extraños: una sucesión de hechos —no importa si son reales, a esta altura lo único que uno desea es poder escaparse de estos depredadores humanos— en que las actuaciones de Bailee Madison y Lewis Pullman logran convencernos con un sufrimiento que a medida que transcurre la película parece no tener límites. A pesar de todo lo gore y espeluznante que pueda parecer, la violencia es tratada con cierta contención. No hay un regodeo en la sangre por que sí, más allá de lo necesario con lo que está ocurriendo. Y lo que está ocurriendo es realmente una cacería salvaje. Pero lo más espeluznante es cuando Kinsey le pregunta a una de sus atacantes —mientras le apunta con un arma— ¿por qué lo haces? ¿Por qué no? le contesta. Esa respuesta, tan contundente y tan lógica en un mundo sin reglas éticas y morales, da escalofrío. Un mundo en que si se la despoja de esas premisas inherentes a la civilización humana, podría derivar en esto: una cacería nocturna, pero también diurna en el que todo vale. Cine de género, con todo el aparato al servicio de proporcionarnos el terror más visceral, dejando de lado el suspenso de la antecesora y yendo directo al impacto, aunque con una dosis de refinamiento, si eso es posible en este tipo de cine, que lo hace un producto atractivo desde lo visual y lo actoral, con un soberbio montaje de Martin Brinkler, una colorida fotografía de Ryan Samul y la siempre bienvenida música de los 80.
Los extraños que tocan a tu puerta vuelven en una segunda parte llamada Los extraños: Cacería Nocturna. Esta vez su creador original Bryan Bertino se encarga del guion y dirige Johannes Roberts (A 47 metros). Cindy (Christina Hendricks) y Mike (Martin Henderson) emprenden un viaje en auto con su rebelde hija adolescente (Bailee Madison) y su hijo Luke (Lewis Pullman). Paran en un camping de casas rodantes pero esa noche un par de extraños con máscaras y capuchas los persiguen intentando matarlos uno por uno. Deberán unirse si quieren sobrevivir. Esta cinta slasher hace eco de clásicos de los ’70 y los ’80 como La masacre de Texas o Las colinas tienen ojos donde figuras sin rostros o motivos aparentes persiguen a los protagonistas en páramos desolados y sin ayuda. En esta oportunidad lo único que acompaña a los asesinos es la canción Total Eclipse of the Heart, una manera de potenciar la referencia mencionada al hacer un choque entre la balada y las escenas sanguinarias que muestran. El problema principal de la película son las actuaciones. Ni Christina Hendricks de Mad Men puede imponer su carisma y a la mitad de la película el público va a ponerse más del lado de los villanos que de los héroes al no poder generar empatía por la evolución de los personajes al final.
Una familia sin un centavo debe pasar la noche en un estacionamiento de camiones y tres extraños -los vieron en, bueno, Los extraños- con máscaras los atacan. Lo interesante de esta película breve -una hora y cuarto, albricias- es la concentración y la perfecta explotación del espacio. Un ejercicio de género y estilo mucho mejor realizado que otros films del género con presupuestos más generosos.