En su primer largometraje de ficción, el hasta ahora documentalista Ladj Ly filma nuevamente en el barrio de Montfermeil, donde conviven diversas comunidades con cierto predominio árabe. Hasta allí llega un joven policía, interpretado por Damien Bonnard, para incorporarse a una dupla experimentada de la escuadra anti crimen. Les Misérables no es una nueva versión de la célebre obra de Victor Hugo, pero tiene en común el estar ambientada en el mismo suburbio donde transcurría la historia de Jean Valjean. De hecho el film se inicia con la siguiente cita del célebre libro: “Pacifico y agradable lugar, que no estaba en la ruta de nadie”, obviamente una irónica descripción aplicable también a lo que la película ilustra. La primera escena mostrando la alegría de los franceses en ocasión de la conquista de la última Copa del Mundo puede llevar a confusión, pero en verdad es una simple excusa para ir introduciendo a algunos de los jóvenes protagonistas, residentes en los alrededores de Paris. Uno en particular, un adolescente que roba un cachorro de león de un circo, será protagonista central de la historia al ser herido gravemente durante los encuentros con el trío policial. La violencia, sobre todo durante los enfrentamientos finales, está brillantemente filmada en un dramático crescendo. Papel no menor tendrá un chico que graba con un dron la agresión al joven ladrón y la búsqueda desesperada del trío policial de dicha filmación. Un gran mérito de Les Misérables es que se sitúa en una posición algo equidistante entre policías y “ladrones”, como lo atestigua claramente la última escena de la película. Seguramente será superada a la hora de los galardones de la Selección Oficial por otras obras de talentosos realizadores como Tarantino, Almodovar, Malick, Bellocchio, Loach e incluso francófonos (Dardennes, Desplechin, Kechiche). Pero al menos, en opinión de este cronista, es una obra rescatable, sobre todo si se la compara con la de Jarmusch o la canadiense (La femme de mon frere), deplorable inauguración de Un certain regard, segunda selección detrás de la Oficial.
Tour por la desidia estatal Los Miserables (Les Misérables, 2019) empieza con planos y yeites de edición de documental; con los pibes de Montfermeil yendo a la Torre Eiffel a festejar el triunfo de Francia en la final de la Copa del Mundo de Rusia. Con quilombo, risas y corridas. La acción y el vértigo de esa primera gran escena precréditos recién pareciera replicarse en el final, en ese desmadre simétrico que el director Ladj Ly incluso guarda para hacer su analogía con las protestas del 2005, cuando las molotov volaron de las manos de los pibes de la periferia y cayeron en los techos de tantos autos de buenas marcas; disturbios que tuvieron al odio contra la policía asesina y contra Nicolas Sarkozy como principal combustible de la juventud privada del bienestar europeo. Ly busca ese reflejo porque es lo que le interesa filmar, lo que filmó desde siempre. Les Misérables es un título que no implica nada, ni adaptación ni legitimación cultural, sólo un par de referencias y unas citas textuales que podrían no estar. La adaptación concreta es la del corto homónimo del 2017, y una continuación de los documentales que filma desde que agarró una cámara en los pasillos de su villa vertical. Hace ya varios años que Ly forma parte del colectivo de artistas Koutrajmé (argot francés de “cortometraje”), con los que además de fundar una escuela de cine editó Go Fast Connexion (2009), un falso documental sobre un dealer de Montfermeil en el que ya se veían varias de las marcas estéticas y de las ideas que vemos en Les Misérables: los monoblocks, los problemas con la policía, los planos desde adentro de los autos, la dinámica de verité, etc. En Les Misérables el protagonista no es un habitante del barrio sino un forastero; un policía recién llegado (ese Brigadier Stéphane Ruiz en la piel de Damien Bonnard) que se desayuna la violencia institucional y la de un suburbio en el que seguramente haya más negros y musulmanes que en el resto de Francia. El punto de vista es el de Ruiz porque es el nuestro; Ly nos quiere contar su historia al mismo tiempo que hacer de guía para blancos cristianos, pequeño-burgueses progresistas que comulgarán con la crítica a la policía y a la precaria presencia estatal, o reaccionarios que dirán que el problema es la inmigración. El papel de Ruiz es el de policía mediador, un tipo que busca la redención como Eugène-François Vidocq, musa de Victor Hugo. Ly (que estuvo en cana por un secuestro hace no muchos años) nos hace empatizar con los testigos de la historia: el policía recién llegado y un chico que filma un episodio de violencia policial que será el plot point que desencadenará el conflicto del clímax. Hay una búsqueda tal vez algo tibia de no querer ponernos en la piel de los policías hijos de puta ni de los pendejos quilomberos del barrio. Algo tibia sobre todo si pensamos en ese inicio tan cargado de energía y en su estética de choque, más de cine de guerrilla que de alfombra roja; destino, este último, de tanto cine social impotente.
El antagonista fue el actor Damien Bonnard en el papel del “Brigadier Stéphane Ruiz, dit Pento” que se encuentra con este grupo de oficiales que lo entrenan bajo un sistema de trabajo despreciable y vil. Bonnard es el la válvula que siempre sostiene la reflexión de los actos desmedidos de Chris y Gwanda, adquiere un lugar amistoso y pensante en un conjunto de personalidades en constante ebullición. En la película hay dos personajes más que cabe la pena nombrar con los actores infantiles Issa Perica y Al Hassan Ly que le dan vida a Issa un pequeño revoltoso, contestatario y travieso donde Perica se desata como un gran atleta para su papel y Buzz por Al Hassan Ly hijo del director quien vigiló a todo el reparto con su dron lo que lo puso en ocasiones como un mirón y un sujeto cerrado en su realidad. El filme en rangos generales cumple con la idea de llamar la atención con problemáticas sociales complejas. Varios focos que incentivan el suspenso y verdadera incomodidad para el espectador. Es una cinta que mediante los personajes y sus conversaciones empieza a formular una crítica sobre la permeabilidad de la violencia, la segregación y las víctimas – victimarios como dos caras de una misma moneda. Ly encierra a la bestia oculta de Francia y su cachorro que solo copia las leyes de la sobrevivencia. Disponibles un un cautiverio suburbano donde ningún político se hizo cargo y el arrebatamiento de los derechos humanos es una constante. Puntaje:95
Tropa de élite a la francesa Ladj Ly -merece ser aclarado- sólo de manera lateral se vincula con el clásico de Víctor Hugo. Es que el director (que viene del cine documental y que había realizado un corto sobre la sublevación popular de 2005 que ganó un César y que fue el germen de este largometraje) es originario de Montfermeil, donde transcurre la acción en el film y también en parte de la obra de Víctor Hugo. Un día de trabajo de un comando policial en una de las zonas más calientes de Francia es una buena excusa para indagar en torno a cuánto ha cambiado lo que ya en Los miserables se denunciaba. La película tiene mucho ritmo, nervio, músculo. Conecta, de alguna manera, con cierta deriva que une el cine de Spike Lee con la germinal El odio, de Mathieu Kassovitz. Hay mucho también de la potencia de Jacques Audiard, pero sin su ambigüedad. Así, el mensaje de Los miserables está demasiado subrayado y el placer que se advierte en la explotación de la violencia pone en duda la consistencia política de una película que, si no fuera por la explícita bajada de línea bien podría ser una nueva entrega de la saga brasileña Tropa de Élite.
En una Francia multicultural, nadie es quien parece y el salvese quien pueda comienza a potenciarse ante un hecho de abuso de poder por parte de las fuerzas policiales. El realizador bucea en un país que no aparece en las revistas de viajes y que exige más atención que ese ideal construido para afuera, con momentos de mucha tensión, pero también con la proliferación de subrayados, exageraciones, personajes hiperbolizados, y no mucho más.
En 2005, la periferia de París estalló. Diversos enfrentamientos entre sectores postergados de la capital francesa y la policía -que tuvieron como saldo la muerte de dos musulmanes y cientos de vehículos incendiados- ocuparon buena parte las noticias internacionales. La paz fue transitoria pero las tensiones aún hoy persisten. Los miserables -una explicita alusión a la clásica obra de Victor Hugo, que aunque no esté totalmente inspirada en ella puede aplicar el calificativo a cualquiera de sus personajes- explora de manera descarnada los conflictos del París que no figura en los atractivos turísticos.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio Nordelta
Cosecharás tu siembra: El eufórico festejo de la multitud en el Arco de Triunfo por la victoria de la selección francesa en el Mundial (filmado en tono de documental) es el comienzo de Los miserables (Les misérables, 2019). Esta apertura muestra un momento de unidad nacional que se va resquebrajando conforme avance la película. Al mismo tiempo se presenta a Issa, un puber que vive en las calles y es fanático de Mbappé. Este jugador de origen africano es su opuesto, pues representa al inmigrante que ha podido integrarse a la sociedad francesa. La opera prima del realizador francés de raíces africanas Ladj Ly no es una transposición de la famosa novela de Víctor Hugo que lleva ese nombre. Es un policial negro en clave de realismo social, que toma su inspiración en la novela pero de manera libre y sin sus elementos románticos. De este modo, permite la relectura y la comparación en relación con la situación social de las clases vulnerables en el presente. La película transcurre principalmente durante la primera jornada de trabajo de Stephane (Damien Bonnard), un policía de provincia recientemente separado de su esposa que se muda a la capital para estar cerca de su hijo. Stephane se une a la Brigada de Lucha contra la Delincuencia en el barrio de Montfermeil, donde también transcurre la mencionada novela. Ahí conoce a su nuevos compañeros: Gwada (Djebril Zonga), de origen africano, y Chris (Alexis Manenti), el líder. Ya en el modo despectivo con que designa al novato, Chris encarna al tipo machista que recurre al sometimiento por la violencia del diferente como modo de reafirmar su virilidad. La Brigada patrulla las calles del suburbio parisino tratando de mediar en los distintos conflictos que se suscitan entre diversas pandillas gansteriles de africanos, musulmanes y gitanos (cada una manejando su negocio), que se disputan el control del barrio. El conflicto entre las distintas facciones está al borde de estallar cuando los gitanos denuncian el robo de un cachorro de león de su circo. La Brigada busca al ladrón, que resulta ser el joven Issa (Issa Perica). En el tumulto de su detención, un proyectil de Gwada hiere a Issa mientras la situación es filmada por otro joven con un drone. Stephane encarna al policía noble que se preocupa por asistir a Issa, en tanto que Chris insta a sus compañeros a recuperar ese drone, vital para destruir las pruebas del abuso de poder policial. Con la ambigüedad moral de encarnar la ley y recurrir a métodos prepotentes para imponer el orden, sumada a su obsesión por encontrar a los niños implicados en estos delitos menores, Chris es un personaje que puede identificarse con el policía Javert de la novela de Hugo. Por otra parte, el recto e inseguro Stephane del comienzo queda involuntariamente amparando el accionar de sus compañeros y hasta se asemeja a ellos cuando se ve asediado por la violencia juvenil. El joven Issa se emparienta con el personaje de Gavroche en la novela. Es el niño de las calles que no halla contención en su pobre y numerosa familia y tampoco la encuentra en la sociedad o el Estado, que lo han dejado caer como residuo olvidado. Y si bien Issa puede inspirar cierta compasión, no es tampoco un niño inocente. Estas ambigüedades morales con que Ladj Ly tiñe a cada uno de sus personajes resultan ser los aspectos interesantes de la película: uno y otro bando se van confundiendo e igualando en su brutalidad. Todos los personajes de la película encarnan a Los miserables del titulo en su degradación moral. Ladj Ly indaga en el origen de la violencia y poco parece haber cambiado el escenario desde Los miserables de Víctor Hugo. Adhiriendo a la misma ideología que el famoso escritor, el director sostiene que el hombre no nace malo, sino que se hace maloproducto de una sociedad conservadora, clasista y represiva, que no puede ocultar su indolencia hacia el más vulnerable ni su odioso rechazo del diferente. La decisión del director de optar por una estética cruda y sórdida funciona al brindar al espectador un sólido retrato de la frenética vida contemporánea en los suburbios de París, que si bien no es novedoso, tiene el merito de ofrecerse como un trabajo digno y sin pretensiones exageradas.
Es cine social y, como tal, Ladj Ly le impronta a su largometraje un mensaje político. Por más de que muchos solamente vean en Los miserables un thriller, que también lo es. Cada uno elige ver lo que quiere. Ganadora reciente del César -el premio que entrega la Academia de cine francés- a la mejor película, Los miserables nació como un cortometraje que este nacido en Malí estrenó en 2017. Y dos años más tarde, con el mismo terceto protagónico, la presentó en competencia por la Palma de Oro en el Festival de Cannes, donde se llevó en mayo el Premio del Jurado. Son tres policías, uno de ellos, recién llegado al distrito de la comunidad de Montfermeil, en París. Sí: allí mismo donde transcurría gran parte de Los Miserables de Víctor Hugo es donde el realizador vivió su infancia y juventud, y fue testigo de la violencia. Y no ha cambiado tanto des entonces: quienes viven por allí no tienen las condiciones de vida muy satisfechas, por lo que aquellas semillas de la Revolución que alteró el orden francés, siguen más que en estado latente. La película no toma ni siquiera 48 horas. Stéphane (Damien Bonnard, uno de los soldados franceses en Dunkerque) es el policía recién llegado, quien tendrá una suerte de Día de entrenamiento en el que descubrirá cómo sus compañeros se manejan, dentro de la corrupción, el racismo, el temor y la solidaridad entre la fuerza policíaca. Stéphane, tal vez por ser el novato, sería el único moralmente limpio. La brutalidad policial está al orden del día, y un hecho que no puede decirse que sea aislado, desemboca en un conflicto que es más que una bomba a punto de estallar. ¿O acaso las imágenes documentales de la celebración por la obtención del Mundial de Fútbol de 2018 no sirven de excusa, de trasfondo, de una sociedad dividida que solamente podría amalgamarse en una gesta triunfalista? Porque cuando terminen los festejos, cada uno volverá a lo suyo, y muchos de esos jóvenes deberán encarar el enfrentamiento entre la policía y quienes desean manejar los destinos de su barrio como si se tratara de una lucha urbana. Tal vez porque el director proviene del cine documental, y éste es su primer largometraje de ficción, o porque la desigualdad y la violencia en la sociedad francesa puede sacudir y movilizar desde la crudeza de las imágenes es que Los miserables recuerda, también, a El odio, de Mathieu Kassovitz (1995). Como sea, en Los miserables Ladj Ly construyó un drama que por momentos quita la respiración, sofoca y causa sorpresa y estupor. Con cámara en mano, drones y en trípode, el director sujeta al espectador que teme que pase lo peor a la vuelta de cada toma.
Los miserables tiene, como su título lo indica, algunas conexiones con la novela publicada en 1862 por Victor Hugo y, de hecho, transcurre en la misma zona (Montfermeil) que ese clásico de la literatura francesa, pero la ópera prima de Ladj Ly (un artista nacido en Malí) está ambientada poco después de la obtención de la Copa del Mundo de Rusia, en julio de 2018. El film comienza con una imponente escena previa a los créditos iniciales que muestran las masivas celebraciones en los Champs-Élysées parisinos, aunque luego los personajes regresan a los monoblocks del suburbio ( banlieue ) de Les Bosquets, donde se hacinan inmigrantes ilegales llegados sobre todo desde Africa. El director sabe de lo que habla porque vivió allí y experimentó varias de las situaciones que se exponen en el film, que tienen que ver sobre todo con el racismo y la brutalidad policial incluso contra los niños y adolescentes de bajos recursos que, sin demasiado que perder, suelen responder también de forma muy violenta. Stéphane (Damien Bonnard) es un joven agente que se incorpora junto a Gwada (Djibril Zonga) a una brigada dedicada a operaciones callejeras en zonas de riesgo que está bajo el mando de Chris (Alexis Manenti), un cínico y autoritario jefe que maneja el grupo con mano dura y disciplina extrema (en este aspecto, el film tiene algo de Día de entrenamiento , el thriller de Antoine Fuqua con Denzel Washington y Ethan Hawke). El problema de Los miserables es que, tras ese auspicioso e impactante arranque, opta por una explosión de violencia, una creciente solemnidad y un entramado dramático básico y con moralejas no demasiado sutiles que diluyen su eficacia. No es la primera vez que el Festival de Cannes selecciona y galardona películas de esta temática ( Los miserables obtuvo el Premio del Jurado y luego alcanzó una nominación al Oscar a Mejor Film Internacional). De hecho, el francés Jacques Audiard ganó la Palma de Oro en 2015 con Dheepan , largometraje que tiene varios puntos en común con Los miserables , un relato de fuerte impronta documental con coreográficas e inmersivas escenas de acción, intenso y político, incómodo y provocador, que deja muy en claro que habrán pasado más de 150 años desde la aparición del libro de Victor Hugo, pero la miseria, la marginación, la violencia, la rabia popular y las profundas diferencias sociales se mantienen intactas en amplios sectores de la población.
París en guerra. El realizador francés Ladj Ly debuta con una demoledora película sobre los problemas étnicos y culturales de la Francia actual. Los miserables parte de un cortometraje en el que un grupo de policías tenía que hacer frente a las dificultades sociales que surgían en los suburbios más pobres de París. Un trabajo en el que el propio director, de origen maliense, reflexionaba sobre los disturbios raciales que vivió en su juventud en 2005 y que acabaron extendiéndose por toda Francia. Lo cierto es que Los miserables es una cinta que realiza un duro retrato sobre la pobreza y marginación que viven algunos grupos étnicos y sociales en París. La acción transcurre en Montfermeil, distrito en el que Víctor Hugo escribió la famosa novela que da título a la película. Aunque realmente los paralelismos acaban aquí. La cinta podría situarse en cualquier zona conflictiva o en guerra del mundo. El director malinense busca realizar un retrato universal de cómo la pobreza acaba generando violencia y con ello más desigualdad. No importa de dónde provengas. La cinta cuenta cómo un grupo de policías de la Brigada de Lucha contra la Delincuencia de Montfermeil tendrán que patrullar un barrio lleno de pobreza, delincuencia y con graves problemas étnicos entre musulmanes y cristianos. La historia comienza con el enfervorizado viaje de cientos de adolescentes africanos y musulmanes a los Campos Elíseos para celebrar el triunfo de Francia en el Mundial de fútbol. Un sentimiento nacionalista que en el fondo pende de un hilo y que durante los 100 minutos siguientes veremos como se destruye. Da igual que los jóvenes se sientan franceses, la sociedad nunca los aceptará. Es por ello que Ladj Ly presenta un mundo en el que solo se puede prosperar mediante el trapicheo y la violencia. El resultado es una cinta que juega con los elementos clásicos del cine policiaco y noir y con clarísimas referencias a The wire o la francesa El odio. Realmente la película podría desarrollarse en Irak o en cualquier zona conflictiva del mundo, ya que ofrece una visión bastante universal sobre el desencanto y la violencia. Ladj Ly muestra mucho músculo desde el principio y ofrece un mundo opresivo que nos hace entrar rápidamente en acción. Como era de esperar la cinta es mucho mejor en su parte meramente descriptiva y casi documental. Por contra el realizador tira demasiado de metáforas y simbolismos que no acaban de funcionar. Quizás Ladj Ly acaba pecando de ser excesivamente dramático, manipulando en exceso la trama para que funcione y nos lleve hacia el inevitable y magnífico final. ¿Realmente es imposible ser honrado ante la pobreza? Los más críticos podrían decir que Ladj Ly no ofrece ninguna posibilidad de redención y que todos los personajes están condenados de inicio, pero también habría que preguntarse qué opciones reales ofrecen esos suburbios. En cualquier caso Los miserables es una muy buena película y podría convertirse en una de las sorpresas del año. Recordemos que representando a Francia estuvo nominada al Oscar a la mejor película extranjera.
El odio del ser humano “Los miserables” (Les Misérables, 2019) es una película dramática francesa dirigida y co-escrita por Ladj Ly, siendo ésta su ópera prima como largometraje. Basada en el corto homónimo de Ly, estrenado en 2017, el reparto está compuesto por Damien Bonnard, Alexis Manenti, Djebril Zonga, Issa Perica, Al-Hassan Ly, Almamy Kanouté, entre otros. La cinta tuvo su premiere mundial en el Festival de Cannes, lugar en donde se la seleccionó para competir por la Palma de Oro pero terminó obteniendo el Premio del Jurado. Además, el filme estuvo nominado en la categoría de “Mejor Película Internacional” de los pasados premios Óscar. La historia gira en torno a Stéphane Ruiz (Damien Bonnard), un oficial de policía que se muda a Montfermeil, comuna oriental de los suburbios de París, con el objetivo de estar más cerca de su hijo, del cual tiene la custodia completa su ex mujer. Allí Ruiz consigue trabajo en la brigada contra el crimen, específicamente junto al oficial Gwada (Djebril Zonga) y el líder Chris (Alexis Manenti). Cuando el dueño del circo ambulante reporta que le robaron uno de sus cachorros de león, el trío abusará de su poder para restaurar el orden. Sin embargo, el indebido accionar de los policías generará que la poca paz y armonía de ese pueblo se extinga para siempre. Inspirándose en sus propias observaciones y vivencias, Ladj Ly debuta a lo grande con una primera película en donde la denuncia social está latente en cada fotograma. Utilizando como locación el suburbio en el cual el convicto Jean Valjean se encuentra por primera vez con Cosette en la reconocida novela de Víctor Hugo que da nombre a este filme, Ly nos muestra de una forma muy genuina al sector más sucio y empobrecido de Francia. Allí las disputas en las calles son moneda corriente, el respeto se ha perdido por completo y el desempeño por parte de la policía resulta más que lamentable. Gracias a un comienzo que se toma su tiempo para presentarnos el panorama desigual de este relato, como espectador nos es muy fácil embarcarnos en el peor día de trabajo que le toca atravesar a Stéphane Ruiz. Cuando llega la hora de exponer el conflicto central, la montaña rusa de emociones no va a dar respiro ni un solo minuto. Con una tensión que va in crescendo y que incluye insultos, corridas, empujones, maltratos, golpes y disparos, el director representa en su máximo esplendor a la violencia, prepotencia, egocentrismo y crueldad que viven dentro del ser humano debido a la mala educación recibida. La brutalidad policíaca, reflejada en mayor medida en el personaje interpretado por Alexis Manenti, no solo impacta y deja huella en el espectador, sino que también hace reflexionar sobre cómo es posible que en la actualidad los límites sean sobrepasados de tal manera. Como dice Víctor Hugo: “No hay malas hierbas ni hombres malos; sólo hay malos cultivadores”. Ambiguo en su desenlace pero no por eso menos potente en su mensaje, Ladj Ly consigue crear una obra sumamente crítica y realista que sirve como exponente de lo perdida que está la humanidad gracias al círculo vicioso y sin fin de maldad creado por nosotros mismos. Con escenas fuertes pero necesarias para comprender la gravedad del asunto, “Los miserables” es una tremenda e intensa obra cinematográfica que no va a dejar indiferente a ninguno.
Ganadora del premio del Jurado en Cannes, el debut de Ladj Ly en el largometraje de ficción presenta, en ritmo de thriller asfixiante, una realidad social en los suburbios parisinos. Algo tan multitudinario como el festejo del mundial de fútbol 2018 en pleno Arco del Triunfo, abre “LOS MISERABLES”, donde sólo por esos primeros minutos se vivirá ese clima de unidad nacional que no se repetirá en el resto del filme, sino que por el contrario, contrastará fuertemente con la enorme grieta que se esconde diariamente en los suburbios parisinos, no tan lejos de los brillos de la Ciudad Luz. Ladj Ly, debutante en el largometraje de ficción, le imprime cierto tono documental en el que parece sentirse a gusto, para presentarnos una obra que ha logrado un gran impacto en el mercado internacional a partir del Gran Premio del Jurado de Cannes –además de la rareza de que una Opera Prima compitiese por la Palma de Oro- y nominaciones al Globo de Oro y al Oscar a la mejor película extranjera, construyendo un relato de tinte abiertamente social en donde se pone el énfasis en la violencia urbana, los territorios en permanente disputa y la tensión que provoca la presencia de la figura policial dentro de los barrios más marginales. El director franco-africano parte de su propio corto de 2017 y elige espejarse en el clásico de Víctor Hugo para volver a centrar su acción en el mismo lugar donde el célebre escritor situó a sus inolvidables personajes, mostrando como esa misma geografía, el barrio de Montfermeil en París, no parece haber cambiado demasiado. Aquellos aires de libertad de la Revolución Francesa parecen haber quedado olvidados, oprimidos, abandonados, a medida que la sociedad fue avanzando y los ha dejado sepultados en un proceso que evidentemente nos marca cómo hemos involucionado dentro de la propia historia. Ladj Ly se mueve orgánicamente, con seguridad y ritmo de thriller en un territorio marcado por las diferencias de clases, los abusos de poder, las necesidades más básicas sin cubrir, nos muestra con su ojo entrenado un mundo infantil quebrado por la pobreza y por las injusticias sociales: un barrio que aloja su propia ley, sus propios principios pero que no puede escapar al hecho de ser cooptado por el avance de las mafias y la corrupción policial. En esta geografía donde parece no haber reglas demasiado claras acompañaremos a Stéphane, un policía de provincia en su “bautismo de fuego” -que remite a algunas obras como “Dia de Entrenamiento” de Fuqua- (personaje a cargo de Damien Bonnard, nominado al César a mejor actor por este trabajo) quien junto a sus compañeros comenzará a recorrer la zona intentando cumplir con su trabajo. Es evidente que sus colegas se han apropiado coercitivamente de ese sector y él deberá debatirse entre su propia moral, su ética y sus principios y la forma de trabajo que quieren imponer sus colegas Gwada y Chris (Alexis Malenti, ganador del César al mejor actor revelación). Mientras Chris, con su manera particular, se muestra autoritario y con un fuerte perfil de liderazgo, naturalizando dentro del grupo sus propias reglas de violencia, Gwada, de origen africano parece estar entre dos aguas cuando aparece este nuevo compañero y lo enfrenta con lo que en realidad debería suceder. Es evidente que la forma en que ellos se manejan, está fuera de todas las reglas, distante de lo esperado y generando su propia ley. El contraste es aún más fuerte por el origen de Gwada que no siente ni la más mínima empatía por los vecinos de ese barrio que están mucho más cerca de su realidad inmigratoria y su etnia. Nuevamente en el cine francés actual aparece el problema de la inmigración como generadora de una violencia intrínseca y de ese sentimiento nacionalista que marca y zanja diferencias en el momento de determinar a qué o a quién se lo considera como auténticamente francés. Esas nuevas generaciones que ya han nacido en Francia y por lo tanto tienen la nacionalidad, siguen siendo considerados ciudadanos de otro nivel, con otros derechos, siguen siendo “condenados” y discriminados, sencillamente por sus raíces y su geneaología. “LOS MISERABLES” maneja, dentro de su mensaje de cine social, una perfecta estructura de thriller generando momentos de verdadera tensión casi insostenible, con permanentes dilemas éticos: nos interpela, nos hace tomar partido, nos hace reflexionar y con los diversos giros que va dando la trama nos aleja completamente del esquema “Buenos vs. Malos”. Si en algún momento Ladj Ly se sirve de algún estereotipo es sencillamente para fijar un punto de partida para comenzar a sembrar sus preguntas y sus dudas, sus interrogantes que comparte con el espectador a los que parece querer proponernos construir una respuesta en común. ¿Qué consideramos justo? ¿Qué puede ser lo moralmente correcto para una sociedad que construye con injusticia desde sus bases? Un Estado que no contiene, una situación que se desborda, un territorio en donde pareciera imponerse el “sálvese quien pueda” y la “ley del más fuerte”, le permiten a este joven director plantear un fresco social de permanente erupción y una angustia extrema. De esta forma con un hecho puntual que se desencadena en la trama y conviene no adelantar demasiado, Ladj Ly plantea un dilema ético en donde todo pareciese estar claro y ordenado, hasta que el guion lleva todas las condiciones al extremo, a ese punto de ebullición intolerable donde algo va a estallar y alguien pagará las consecuencias. Casi sin darnos cuenta “LOS MISERABLES” nos invadirá con esa ambigüedad moral y el pensamiento de Víctor Hugo que sostiene que “no hay malas hierbas… hay malos cultivadores”. Demoledora, angustiante, actual, con una estética que recupera y comparte con otros realizadores franceses como Audiard, Kassovitz y la denuncia social de Brizé, el trabajo de Ladj Ly se constituye en una película valiente, necesaria, casi imprescindible dentro del cine francés actual mostrando una realidad que cada vez aparece más frecuentemente en la pantalla, quizás buscando que a través de las voces de estos nuevos realizadores se visibilice esa violencia intramuros y ese permanente hostigamiento a los más vulnerables.
Stéphane es policía, se muda desde el campo a Montfermeil y se une a la brigada anticriminal. Lo primero que le dice la jefa es que allí son como una familia, que se protegen, que no aceptan que se pasen con la violencia o hagan cosas ilegales, pero que sus compañeros vienen primero. No tiene ni idea de lo que eso supondrá. Les Misérables es el primer largometraje de Ladj Ly, libremente adaptando la novela de Victor Hugo, una cruda crítica a los abusos policiales, la discriminación y la realidad de las comunas marginales de Francia.
Hoy como ayer Los miserables de Ladj Dy es una adaptación más de la novela de Victor Hugo y transcurre en el mismo barrio en que el director nació y en el que el autor ubicó a los personajes de su historia. En lo personal me toca de cerca porque en un momento algo complejo de mi vida leí la novela mencionada y me movilizó bastante. Han pasado cinco años de ello y la película que nos trae hoy aquí ni por asomo hace siquiera la mitad de lo que alguna vez hizo la historia original que fue llevada a la pantalla grande, tal como fue pensada al momento de su publicación. La película plantea una pintura del guetto en el que la policía pierde límites y empuja la violencia sobre un grupo de niños mientras busca a quien se ha llevado a un león bebé de un circo de gitanos, los que están ansiosos por recuperar al animal. Demasiada simpleza tiene la forma elegida para narrar algo que se ha contado de varias maneras diferentes (dejando de lado la adaptación) y la búsqueda de Ladj Dy se hace tediosa, demasiado ligera, un poco obvia y bueno, creo que voy a parar con los adjetivos calificativos porque podría estar así por horas. Creo que no siempre lo que quiere contar el mensaje que desea dar al espectador y las herramientas y modos que elige para ello deben estar considerada por encima de la calidad narrativa de una película. Las escenas de acción en que el retroceso y la venganza de los niños que devuelven el ataque a la policía por el exceso y la violencia injusta que han ejercido sobre ellos abusando de su autoridad tienen una idea coreográfica que no aporta mucho más que una especie de final feliz y desentona con la idea que, al menos yo, me hice de la película que podía llegar a ver. Para cerrar, es una película que puede verse pero tal vez un poquito larga, con una idea clara pero que no alcanza para decir que se merece mucho más que un puntaje promedio. Si la temática interesa, se deja ver y eso es todo. Una película más que planifica una adaptación moderna de la novela de Victor Hugo para contar algo que ya se ha contado. Y le sale mal.
Llega un nuevo policía a la Brigada Anti-Crimen de París, el Brigadier Ruiz (Damien Bonnard), quien en su primer día es asignado al equipo del “Cerdo” (Alexis Manenti) y Gwada (Djebril Zonga). Juntos patrullan Montfermeil, siguiendo a Issa (Issa Perica) un niño que ha cometido un robo. Las cosas se complican entre enfrentamientos y mucha violencia de parte de los policías y una pandilla de miles de niños organizados que reclaman justicia para Issa. Distintos grupos étnicos que conviven en el barrio ejercen presiones, unos para proteger la niñez, otros para negociar la paz y tapar la violencia policial ante niños armados. La tensión va en aumento, y cada policía tomará su postura. Este thriller policíaco francés retoma cuestiones morales de justicia social, y dignidad humana planteadas por Víctor Hugo en la obra que le da nombre a la película. Felicitaciones a Ladj Ly, quien pudo retratar las mismas temáticas en una realidad actual. Muy buenas actuaciones de adultos y niños, es la intensa mirada de Issa quien plantea la pregunta… ¿es un niño, malo? ---> https://www.youtube.com/watch?v=JJBh0ljBOQM ---> TITULO ORIGINAL: Les misérables ACTORES: Damien Bonnard, Alexis Manenti, Djebril Zonga. GENERO: Thriller , Nominada al Oscar , Drama . DIRECCION: Ladj Ly. ORIGEN: Francia. DURACION: 104 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 16 años FECHA DE ESTRENO: 05 de Marzo de 2020 FORMATOS: 2D. DATOS PARA DESTACAR: 🏆 Recibió 1 nominación a los Oscars 2020 como Mejor pelicula internacional.
Los miserables: No hay malas hierbas ni malos hombres. El debut en la ficción del activista y documentalista Ladj Ly invoca el clásico de Víctor Hugo para tensar el ambiente en un thriller social. Nominada a Mejor Película Extranjera en los Premios Oscar y Globos de Oro, cautivó al mundo entero con su denuncia al Estado francés, la represión y la marginalidad. Les Misérables (2019) comienza con una cita del aclamado libro: “Pacífico y agradable lugar, que no estaba en la ruta de nadie”, ironía pura que anticipa lo que será una historia, en clave activista, ambientada en la misma zona que la célebre obra de Víctor Hugo, donde la opresión, descontento social y discriminación racial se asemeja a lo sucedido en la Insurrección de junio de 1832. En la obra de Ladj Ly se expone además el abuso policial, las pandillas locales y el fundamentalismo islámico, dando como resultado un explosivo thriller social. La violencia y el odio están a la orden del día en la sociedad moderna y este joven realizador lo plantea en una ficción que crispa los nervios en cuanto entendemos la convulsa realidad en la que se vive. Con una estructura de thriller policial, tiene un mensaje social y político de lo más activista. Ly, que creció en Montfermeil, en el distrito de Bosquets de París, utiliza ese mismo escenario para iniciar la película con los jóvenes del barrio yendo a la Torre Eiffel a festejar el triunfo de Francia en la final de la Copa del Mundo de Rusia. Ahí todo es corridas y vitoreadas de alegría, que luego tendrá su antítesis sobre el final con las protestas de 2005, la insatisfacción con la policía y con Nicolas Sarkozy. Stéphane Ruiz (Damien Bonnard) es un policía recién llegado al distrito, que se enfrenta a su 1r día de trabajo en la Brigada de Lucha contra la Delincuencia (B.A.C. en su francés original). Sus compañeros, Chris (Alexis Manenti) y Gwda (Djibril Zonga), llevan más de una década recorriendo las calles y el cansancio los ha llevado a relajarse a tal punto que les deje de importar lo que sucede en este suburbio violento, donde la mayoría son negros y musulmanes. Todo estalla cuando un niño roba un cachorro de león de un circo ambulante y los dueños gitanos quieren recuperarlo a cualquier precio. Damien Bonnard -Dunkirk (2017) y Le chant du loup (2019) – brilla con un arco evolutivo interpretado de maravillas. Su día de entrenamiento pasa de la incertidumbre total a asimilarse completamente a sus otros 2 compañeros, sobre el final. Mención aparte para el hijo del director, Al Hassan Ly, como Buzz, detonante del conflicto porque graba una pelea con su drone. La película llama la atención con la denuncia social que propone. Incomoda a partir de la segregación, la violencia, el odio y el arrebato a los derechos humanos como marca de la sociedad parisina (que podría ser traspolada a casi cualquier lugar en el mundo). Aunque de a ratos predecible, seduce desde ese disgusto que genera en cuanto a las miserias morales, sociales, políticas y económicas. La fotografía de Julien Poupard retrata todo esto con una claridad digna de un documental. Las vistas de Montfermeil con sus monoblocks y mercados, sus baldíos como canchitas de fútbol y las calles angostas abarrotadas de gente de todas las etnias. Por otro lado, se utilizan de forma inteligente las imágenes reales de los festejos por el Mundial de fútbol de 2018, lo que contrasta con la rebelión violenta de 2005. Los miserables (2019) es una obra sólida que invita al debate, vigente desde hace siglos sobre el límite que se coloca (o no) a los marginados sociales cuando se levantan contra el Estado que los dejó afuera. Justamente lo mismo que planteaba Víctor Hugo. El activismo de Ldj Ly se encuentra en cada minuto de metraje, denunciando la opresión del Estado a los menos favorecidos.
El film comienza en Paris, en medio de los festejos por el campeonato mundial del 2018. Diversas etnias y clases sociales, todas unificadas como masa por un logro futbolístico. Pero cuando termina la alegría, se regresa a las rutinas, los combates y tensiones. Tomando como título la obra literaria de Víctor Hugo, “Les Misérables” sigue a un trío de policías a lo largo de su día laboral, patrullando y manteniendo la paz en los bordes del este de Paris. Ladj Ly, en su auspiciosa ópera prima, construye una especie de neorrealismo sobre la actualidad francesa. “Recuerden mis amigos, no hay malas hierbas, ni malos hombres. Solo hay malos cultivadores”– Victor Hugo Esta todo allí, hay tensiones entre policías e inmigrantes, problemáticas sociales diversas, y un racismo que se resiste. Hay demasiados elementos importantes, y Ly los resuelve aplicando la eficaz fórmula de una película de acción.Sin embargo, hay una escena específica que produce un quiebre en el tono. La potencia y la carga simbólica de la misma es tan enorme, que “Les Misérables” se carga de un contenido político gigante. Tal vez se le pueda reprochar que Ly se apoye demasiado (al punto de abusar) en las tomas desde el dron. Funcionan para saltar de espacio a lo largo del día, pero en la reiteración es un recurso que acaba por agotarse demasiado.¿Pudo ser más? Probablemente. Va a lo seguro, no arriesga demasiado, y se entorpece un poco en ciertos diálogos demasiado banales, pero no deja de ser una valiosa ópera prima. “Les Misérables” es un film político, guerrillero, de despliegue económico pero potente. Tiene el aval de haber sido nominada en los premios Óscar (Mejor película extranjera), pero uno no puede dejar de pensar que quizás se trate de un reconocimiento excesivo a una cinematografía que tenía opciones más valiosas como “Portrait of a Lady on Fire“
Cámara agitada, sonido inquietante, montaje nervioso, seres desagradables, acalorados, mentes alteradas, situaciones siempre a punto de explotar, esta película desborda adrenalina por los cuatro costados. En ella Ladj Ly desarrolla una historia terrible, coral, ambientada en Montfermeil, barrio nada turístico de los extramuros de París. Es una historia de broncas desatadas, con tres policías que difícilmente merezcan una medalla, gran cantidad de vagos y mal entretenidos, grupitos mafiosos, comerciantes y funcionarios que medran con la desgracia ajena, y por si esto fuera poco también hay un circo de gitanos grandotes. Y a un chico no se le ocurre nada mejor que robarles un cachorro de león. Podría decirse que lo hace por razones religiosas. Tantas excusas hay ahora en el mundo. El director pinta con mano hábil todo ese ambiente, lo conoce bien, lo hace verosímil, como que nació, creció y trabaja ahí. Después la mano se le va, y el último tercio de la película ya se vuelve demasiado efectista, y hasta poco creíble. Puestos a comparar, este film no tiene la agudeza ni la profundidad de “Haz lo correcto”, su evidente modelo, ni de sus antecesores “El odio” y “Ley 627”. Pero golpea fuerte, y llama la atención sobre un malestar que explota con facilidad, como los parisienses vienen comprobando desde las revueltas de 2005 hasta la del mes pasado. Ladj Ly ha querido mostrar que en el barrio donde Víctor Hugo ambientó parte de su novela, especialmente la rebelión popular de 1832, todo sigue igual, o peor. Destaca una frase de Hugo: “No hay malas hierbas ni hombres malos. No hay más que malos cultivadores”. Y actualiza con otro nombre y otro desarrollo un personaje, Gavroche, el niño de la calle. Más dudosos, los equivalentes de Cosette y Thenardier. Pero eso es todo. A su mirada le falta Jean Valjean, el hombre ejemplar, de corazón limpio, que superó sus desgracias. Y un inspector Jabert, capaz de aplicar sobre sí mismo el más riguroso cumplimiento de las leyes.
Los miserables ofrece uno de los mejores dramas policiales que llegaron a la cartelera en los últimos años y tiene bien merecido todos los laureles que recibió hasta la fecha. La ópera prima en la ficción del documentalista francés Ladj Ly obtuvo un premio especial del jurado en el último Festival de Cannes y hace poco compitió por el Oscar en la categoría de Mejor película extranjera. Lamentablemente tuvo la desventaja de enfrentarse en ese rubro al film coreano Parasite que fue la gran elegida de este año. Para los amantes del género, en especial de la rama de procedimientos policiales, es un film imperdible que retrata como mucho realismo la tensión cotidiana y el mundo violento y desquiciado con el conviven habitualmente los miembros de una brigada. El trabajo de Ly toma una profunda influencia de Ciudad de dios, de Fernando Meirelles y muy especialmente del cine de Antoine Fuqua (Día de entrenamiento) y David Ayer (End of Watch). De un modo similar al que los realizadores norteamericanos mencionados filmaron sus trabajos en el peligroso barrio de South Central de Los Ángeles, el director francés nos transporta al suburbio decadente de Montfermeil en París, que revela la cara más oscura de la sociedad de ese país. Una localidad que por lo general no suele tener representación en las producciones cinematográficas modernas pese a contar con un antecedente histórico en la literatura, como fue Los miserables, de Víctor Hugo. La gran paradoja con la que juega el director en su film es que los conflictos sociales que se exponían en la novela no son tan diferentes a los que se viven actualmente en las mismas calles de ese barrio. Durante el desarrollo del conflicto hay numerosas referencias a la obra de Hugo que se establecen como un espejo del drama social que tiene Francia en la actualidad con los inmigrantes. La propuesta del film no pasa por narrar la investigación de un misterio a través de un thriller sino más bien por explorar las temáticas de la brutalidad policial y la tensión social que se vive en el barrio de Montfermeil entre las diversas etnias que integran esa comunidad. En ese sentido el tono del relato está más en sintonía con lo que solía ser la serie norteamericana The Wire que tenía un tratamiento del género similar con una realización más cercana al documental. La dirección de Ly retrata las dos caras del conflicto. Por un lado la existencia de un estado ausente que ignora a un sector de la población y potencial el aumento de la delincuencia juvenil y la impunidad con la que se desenvuelve cierto sector de la policía que genera más violencia en lugar de prevenirla. A partir de la presentación de los protagonistas la tensión incrementa paulatinamente hasta estallar en el intenso clímax con el que termina la película. En estos días donde el género policial encuentra sus mejores exponentes en la televisión, Los miserables es una gran película para no dejar pasar en el cine.
Stéphane Ruiz (Damien Bonnard) se integra a un grupo de la policía de París, la Brigada de Lucha contra la Delincuencia, que acciona en un suburbio periférico caracterizado por la diversidad étnica. La convivencia con sus colegas, Gwada y el soberbio Chris (muy bien Chris Manenti), le da la pauta de cómo la desidia, luego de años de función, lleva a los policías a actitudes cuestionables en sus tareas de vigilancia, que violentan cualquier marco de justicia. A pesar de no tratarse de una versión de la obra de Víctor Hugo, mucho de su espíritu libertario está presente en un filme que presenta momentos y situaciones en una comunidad minoritaria, en clara situación de inferioridad frente a desbordes autoritarios. El director, habitante durante años de la zona y agudo observador de las injusticias que se fueron manifestando en el vecindario, tomó nota de las mismas en un corto que fue varias veces premiado y se constituyó en algo así como el borrador de este largometraje. BARRIO EN ARMAS Montfermeil es el barrio donde se desarrolla el filme y fue también el lugar donde vivió en la miseria Cosette, protagonista de la novela "Los Miserables" de Víctor Hugo. Más de 150 años después, Montfermeil sigue siendo "tierra de nadie", como cristalizada en el tiempo, donde la mayoría inmigrante es víctima de hostilidad y condiciones de vida que les impiden progresar, mientras se enseñorean las mafias locales y los niños viven en un exilio estatal. Allí ocurrirá algo extraño, el robo de un cachorro de león por un chico musulmán, hecho que desatará una cadena de violencia y rivalidades interraciales, una fuerza desbordada incapaz de ser aplacada. Como Stéphane Brizé ("La guerra silenciosa") y los hermanos Dardenne o Ken Loach y Costa Gavras, el director Ladj Ly forma parte de la línea combativa que elige el testimonio en carne viva para luchar por sus ideas. Su estilo es arrebatado, naturalista en ciertos momentos, nunca indiferente y como en milenarios relatos, donde la injusticia era vencida por espadas (como la del Cid o la Excalibur del rey Arturo), su arma será producto de la última tecnología y responderá al nombre de Dron. Un dron denunciando la injusticia se convertirá en botín de guerra de un enfrentamiento que sacudirá los cimientos mismos de un barrio que deberá cambiar para empezar a vivir. La historia entonces tomará la ruta del cine verdad con cámara en mano, vuelo rasante y un final abierto.
Los miserables es una película francesa nominada al Oscar a la Mejor Película Internacional en la última edición de tales premios. Opera prima del africano Ladj Ly, está protagonizada por Damien Bonnard, Alexis Manenti, quien ganó por este papel el premio César al Mejor actor revelación, Djebril Zonga y Jeanne Balibar entre otros. Con un guion escrito por su director Ladj Ly, Alexis Manenti, uno de sus protagonistas, y Giordano Gederlini, la película narra cómo son dos días de trabajo de un comando policial que recorre Montfermeil, un barrio marginal de París. Y para ello dedica un largo tiempo a presentar a diferentes personajes que lo habitan, para hacerlos entrar en acción en un segundo acto, que se desencadena cuando estos policías lastiman a un menor. Entre lo más interesante se encuentra su puesta en escena neorrealista, donde Ladj Ly aprovecha su experiencia como documentalista, género en e que se encuentra el largometraje homónimo en el que se basó esta película, por lo que muchos vecinos del barrio se interpretan a sí mismos en papeles secundarios. Y esta puesta en escena puede apreciarse también desde la fotografía, ya sea por el uso de luz natural como la utilización de drones o cámaras en mano cuya desprolijidad aporta el realismo necesario. Pero el principal problema de “Los Miserables” es que se toma demasiado tiempo en describir el barrio y la situación de sus habitantes, utilizando como punto de vista del espectador al personaje de Damien Bonnard. Porque presenta a una gran cantidad de personajes en una larga serie situaciones, con estructura episódica, de manera similar a Día de entrenamiento. Y esto hace que el espectador comience a perder el interés, a la espera de que comience el conflicto principal, en el que si bien todos los personajes son partícipes, se hace esperar por demás. En conclusión, Los Miserables es una película que divide la descripción de la acción. Y si bien queda claro que lo segundo es un medio para darle sentido a lo primero, esta clara separación hace que decaiga el interés del espectador en algunos momentos. Y se desaprovecha así la oportunidad de generar el impacto necesario para hablar de los conflictos entre los inmigrantes en países europeos y cuestionar el abuso policial.
Un talentoso realizador que transformo un corto en largometraje, su opera prima, Ladj Ly y que sin ser una adaptación de la famosa novela de Víctor Hugo, en realidad es un homenaje, una readaptación, una cita, una presentación disruptiva. Transcurre en uno de los barrios pobres de Paris, escenarios del encuentro de personajes del famoso autor, pero también un lugar donde la violencia salta constantemente, con personajes de dominios por barrios, chicos desclasados y policías que transitan una corrupción supuestamente justificada por un espíritu de cuerpo. Una zona que parece siempre a punto de estallar y una historia rica, llena de personajes interesantes en un guion escrito por el director, mas Giordano Gederlini y su coprotagonista Alexis Manenti. Todo ocurre en un día, con un trío de policías distintos entre sí: el inmoral, el local que obedece y en nuevo. Y en las calles del barrio Montfermeil una fauna colorida y peligrosa, siempre en conflicto. Un film con un estilo tenso, con momentos exagerados, pero también con un entendimiento de cada una de las criaturas protagonistas. El impacto sobre el espectador es muy alto, nunca disminuye la tensión y el fresco que aparece ante nuestros ojos es de nuevos miserables, condenados de antemano con jefes despiadados y riesgosos. Con un lenguaje de documental que comienza con un partido de futbol y culmina en violencia, con mucha verdad y un talento que no permite dudas.
Si usted, lector, va a considerar ver Los Miserables, con total independencia de lo que tenga que decir esta crítica, debe hacerlo en base a su trailer más que a otra cosa. Es que uno podría pensar inicialmente que se trata de una modernización (a lo Baz Luhrmann con Romeo + Julieta) de la célebre novela de Victor Hugo, que ha contado con sendas adaptaciones en el pasado (la última tiene 7 años de añejamiento). No lo es. El mañana vendrá… Su poster no es lo que podríamos calificar de publicidad engañosa, ya que lo que este retrata son los primeros diez minutos de película y la célebre obra está presente pero intentando acercarse más a su espíritu que a su literalidad. La película del realizador Ladj Ly, si bien presentada como una obra de ficción, tiene un estilo semejante al documental. Muestra la separación entre minorías y policías como un conflicto a punto de estallar. Está presente la necesidad de mostrar el jolgorio y la hermandad que se produce cuando la selección de tu país gana la Copa Mundial de Fútbol (los lectores de mayor edad no van a dejar mentir a quien esto escribe), pero también está esa necesidad de mostrar dicha hermandad como algo transitorio, mostrando el día después, cuando se retoma la triste cotidianeidad. El guion se toma el tiempo para introducir no solo estas cuestiones, también lo hace con el funcionamiento de las fuerzas policiales. Ellas, según lo que propone Los Miserables, tienen un arraigado código de silencio, ante el cual el protagonista dudará desde el primer minuto. El factor identificatorio está: el traslado del protagonista para poder ver con más frecuencia a su hijo y el contraste con sus compañeros que acosan a jovencitas abusando de su autoridad. Una vez establecidos estos elementos, tenemos que hablar de la fluidez y la estructura del guion en sí mismos. Si bien es de apreciar el nivel de detalle y realismo que se le quiere imprimir a la historia, la introducción del universo se vuelve demasiado cansina para su bien. El espectador está expectante a un conflicto que tarda en aparecer. Sin embargo, seamos justos, cuando el conflicto aparece en la forma de un cachorro de león robado y una munición lacrimógena disparada por accidente, la trama comienza a avanzar, y a paso ágil. Vemos la naturaleza de los personajes en toda su plenitud, donde ese cachorro de león, si se quiere, es un pequeño simbolismo de la selva en la que esto puede convertirse. Una vez resuelto ese conflicto, a la mitad del metraje, la película se adentra en otra meseta donde se pueden apreciar pequeños dilemas morales que, para bien o para mal, moral o inmoral, allanan el terreno para un tercer acto que explota en la forma de una revolución de los jóvenes del vecindario contra los policías abusivos. Una resolución que -vale la pena advertir- tiene un leve tinte anticlimático. Al final de la película se imprime una frase de Victor Hugo que intenta dar sentido a todo lo que acabamos de ver; porque las asociaciones con su novela son pocas y muy separadas entre sí. Sí, el joven que roba el cachorro de león sería Gavroche en esta historia. Sí, el antipático policía que lidera la brigada sería Javert. Sí, el barrio que patrullan es donde escribió la novela. A lo mejor plantea que la historia siempre se repite y que estos son miserables de esta época, de este contexto, sin adaptaciones ni asociaciones; un fresco con los dilemas de ahora. Quedará en cada espectador determinar cuáles siente que son las respuestas a tales dilemas.
Víctor Hugo volvió, en forma de thriller policial “Los Miserables” es el debut como director de Ladj Ly en un largometraje no documental, y toma como punto de partida el cortometraje del mismo nombre que realizó en 2017 ya que tiene a los mismos protagonistas en esta adaptación muy libre de la obra de Víctor Hugo. La cinta tuvo su paso en el último Festival de Cannes, donde entró en la competición oficial, lo que representa una rareza porque las óperas primas no suelen ser elegidas para competir por la Palma de oro. El comienzo de la película se sitúa en el día de la final del Mundial de Rusia 2018, donde la Selección de Francia se consagra campeona. Alegría y festejos se dejan ver en las calles entre personas de todas partes de París. Entre la multitud, se destacan niños y jóvenes que, luego de las celebraciones, deben volver a su cruda realidad marginal de las áreas más humildes de la capital francesa. Después, el relato se centra en la incorporación de un nuevo policía a la Brigada de Lucha contra la Delincuencia de Montfermeil -donde se desarrolla la obra de Víctor Hugo-, que intenta imponer el orden en esa zona tan conflictiva. Rápidamente, sus métodos chocan y contrastan con el de sus compañeros. Mientras que el nuevo prefiere las formas más pacíficas, los otros toman decisiones más radicales y, en muchos casos, pasando el límite de lo legal. La obra funciona por la gran labor en la dirección de Ly, con mucha agilidad detrás de cámara y un dron bien integrado al argumento. A esto se le suma el buen ensamblaje de las diferentes subtramas y las escenas de acción. La película se toma su tiempo y acumula tensión y dramatismo a lo largo de la misma, para explotar en un gran tercio final. Con tintes de cine policial moderno, aunque predecible en algunos pasajes, “Los Miserables” trae un fuerte mensaje de denuncia social que impacta y conmueve por una conexión inevitable con la vida real. Por Federico Perez Vecchio Puntaje: 7,5/10
Estamos en París, el día de la final del mundial 2018 en Rusia. Francia disputa el título contra Croacia. La gente se moviliza en masa para ir a ver el partido en las casas, en los bares, en las calles. Son una marea humana, hay blancos, árabes y negros. Entre ellos, mezclado en la multitud, seguimos especialmente a un adolescente negro, más tarde sabremos que se llama Issa y que vive en un barrio de monoblocks del extrarradio de París. Francia gana la copa y todo es euforia. La gente llena las calles envuelta en la bandera tricolor, viste la camiseta azul de la selección, canta la Marsellesa y se reúne para festejar en lugares emblemáticos como la Torre Eiffel y el Arco de triunfo. Es una postal de comunión, la de una Francia unida en las diferencias, multicultural, multirracial y hermanada bajo los mismos colores. Es una ilusión. Y es una ilusión que dura poco. Tan poco como que al día siguiente todo sigue igual en el barrio. La misma pobreza, la misma desesperanza, los mismos negocios turbios, el mismo hostigamiento policial, la misma violencia cotidiana, la misma tensión. Aun así, los chicos hacen lo que pueden para sobrellevar esta vida, e incluso alegrársela un poco. Así empieza Los Miserables, primer largometraje de Ladj Ly, realizador francés nacido en Mali. Y es el prólogo un poco irónico de lo que está por venir, que no se parece en nada a esa postal de celebración y convivencia. Todo comenzó cuando en 2017 Ly dirigió un corto llamado Los Miserables ambientado en Montfermei, el barrio de los suburbios de París donde había crecido, que seguía la primera jornada de patrulla de Ruiz, un policía de provincia en un barrio conflictivo junto a dos compañeros ya conocedores y conocidos en la zona. Tras la repercusión de este corto, decidió ampliar la idea y convertirla en largo ambientándolo nuevamente en Montfermei, un distrito cuyo dato turístico es el de haber sido el lugar donde Víctor Hugo escribió su famosa novela titulada precisamente Los Miserables. Como entonces, el punto de vista principal es el de Ruiz (interpretado nuevamente por Damien Bonnard) quien recién trasladado a la ciudad sale a hacer el recorrido con sus nuevos compañeros y experimenta todos los problemas y conflictos del barrio y también los que genera la propia policía. Pero aquí se agregan otras perspectivas, en particular las de dos chicos de la zona, el ya presentado Issa (Issa Perica) y la de Buzz (Al-Hassan Ly), otro chico negro que filma escenas del barrio con un dron y accidentalmente graba el momento en que los policías en medio de una refriega disparan accidentalmente a Issa con una bala de goma, un episodio que genera un conflicto en el barrio que puede llegar a ser explosivo. Así, la perspectiva de Ruiz, que es un tipo decente y bienintencionado, puede ser en principio la del espectador que descubre ese mundo que desconoce y reacciona a este como puede, pero también la de los chicos aporta la comprensión acerca de la vida de estos adolescentes marginados y lo que tienen que soportar a diario. Chicos hostigados por la policía pero también expulsados de todos lados por sus propios vecinos. Issa en particular es un chico problemático pero también constantemente golpeado (psíquica y físicamente) que aguanta y aguanta hasta que ya no puede aguantar más. En el film queda claro que, aún enfrentados, tanto vigilantes como vigilados pertenecen a clases sociales no muy distantes. De hecho Gwada (Djebril Zonga), el policía negro, lo aclara : ”yo nací aquí”. Y, si bien hay una crítica explícita al accionar policial, sobre todo en la figura de Chris (Alexis Manenti ), un policía blanco que se maneja de manera violenta declarado que así gana respeto (y Ruiz le aclara que lo único que obtiene es miedo), Ly tampoco intenta hacer una división estricta entre víctimas y villanos, sino que trata de abrir la mirada y retratar las complejas relaciones que se dan en la zona. Las tensiones son permanentes, entre la policía y los vecinos, entre grupos sociales, entre los líderes de diversas facciones y finalmente se revela también un conflicto generacional cuando los chicos reaccionan no sólo a la opresión oficial sino también contra los líderes del barrio, que deberían apoyarlos y protegerlos y los usan meramente como moneda de cambio. Contrariamente al estereotipado retrato habitual de representación, los referentes musulmanes son los que ponen un poco de sentido común y tratan de pacificar y brindar seguridad a los vecinos, especialmente a los chicos. La premisa inicial recuerda un poco a la de Día de entrenamiento (2011), y aunque tiene algo de thriller policial, Los miserables, que ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes y representó a Francia en los premios Oscar, es más bien un drama social que retrata una situación que el cine francés ya viene advirtiendo hace tiempo en films como El Odio(1995) o Dheepan (2015). Filmada con nervio, agilidad y un ritmo sostenido que va pasando de momentos de frágil calma, que es más bien tensa espera, a los de conflicto abierto, en buena parte con cámara en mano y aportando el uso del dron, que aquí no es puramente estético sino que es esencial a la trama. Si el cortometraje se concentraba en ese primer día, el largo extiende el relato al día siguiente para mostrar que la calma puede ser solo aparente, que la tregua al conflicto conseguida a través de la negociación y a espaldas de los que los que lo sufren, es frágil y solo esconde una frustración latente, que no se resuelve así nomás y cuyo estallido es inminente, que puede ser sorpresivo pero no debería ser sorprendente. El final abierto del film de Ly deja planteada una pregunta cuya respuesta sigue pendiente. LOS MISERABLES Les Misérables. Francia, 2019. Dirección: Ladj Ly. intérpretes: Damien Bonnard, Alexis Manenti, Djibril Zonga, Jeanne Balibar, Steve Tientcheu. Guión: Ladj Ly, Giordano Gederlini, Alexis Manenti. Fotografìa: Julien Poupard. Montaje: Flora Volpelière. Producción: Toufik Ayadi, Christophe Barral. Distribuye: Diamond. Duración: 104 minutos.
Un alegato político y contundente que invita a la polémica Si nos tomásemos de un axioma al estilo, "un clásico sigue siéndolo porque pasan los años pero sigue vigente en contenido y forma", entonces la reinterpretación de “Los miserables” de Victor Hugo será su película está temporada. Lejos ya de aquella multinominada versión de 2015 protagonizada por Hugh Jackman, Russell Crowe y Ann Hattaway, la lectura que aquí se hace del texto original no sólo permite indagar en la multiplicidad temática, sino también reflexionar sobre la profunda visión social que los autores consagrados de antaño tenían de su presente, y cómo llegado a este punto de la historia mundial las cosas siguen más o menos igual. "Lobo es el hombre para el hombre" escribió Plauto mucho antes de nacer Jesús, frase que luego sería revitalizada por Thomas Hobbes en su “Leviatan”. Es un buen acercamiento a lo que el guión de Ladj Ly, Giordano Gardelini y Alexis Manenti que sin tomar literalmente y a rajatabla el texto de Víctor Hugo, sino su barrio y la radiografía del submundo humano, logran resignificarlo para contar las miserias y crueldades del ser humano contemporáneo. A Stephane (Damien Bonnard), un policía que todavía oscila entre lo novato y lo idealista, lo trasladan a París para formar parte del escuadrón anticrimen. Ahí conoce y se vinculará eventualmente con dos de sus nuevos compañeros: Chris (Alexis Manenti), más conocido en el violento barrio como el Chancho Rosa, ultra racista y cruelmente indiferente a las carencias, y Gwada (Djebril Zonga), hombre de origen musulmán, ya muy lejos de sus creencias y mucho más de sus coterráneos, que prefiere golpearlos antes que saltar en su defensa. Pero antes de entrar en trama, el director se despacha con una pequeña y demoledora secuencia que se desarrolla en las calles de París durante los multitudinarios festejos por la obtención de la copa del mundo en el mundial 2018, acaso análogo al momento del festejo en el Obelisco en nuestro mundial ’78. Esa euforia genuina no es sino con dejo de hipocresía estatal y política a partir de entender que ese momento es compartido por todos a la par y sin distinciones. El pueblo unido bajo una misma bandera a la cual todos idolatran y cantan, incluyendo los tres chicos inmigrantes de origen musulmán que se entremezclan entre la gente y hacen propia la alegría, aunque los miren de reojo. Terminados los festejos la vuelta a la realidad cotidiana es igual caótica, pero ahora más violenta y completamente desdesperanzadora. Planteada estéticamente al estilo Meirelles en “Ciudad de Dios” (2002) y, por qué no, a lo Danny Boyle en ese comienzo de “¿Quién quiere ser millonario?” (2008), “Los miserables” se aleja del relato de pareja (o mejor dicho trio) de policía bueno, policía malo y comienza a construir un espiral de impunidad que por sus capas de empeoramiento coyuntural remite a una suerte de infierno de Dante, cruelmente desproporcionado. Esa lectura social es la gran apuesta del realizador malí, quien de esto de los inmigrantes y refugiados sabe, y mucho. Por eso, la brutalidad racial e impune de la policía es mostrada no como piedra basal, sino como sublimación de la fragilidad frente a los distintos poderes y sistemas que acorralan al ser humano. Un alegato político y contundente que invita a la polémica.
Un poco de “Los Miserables”, la novela clásica, mucho de “primer día de cana novato en barrio peligroso”, algo de modernidad de cámara, ritmo a veces frenético, diálogos subrayados, y la idea de hacer un policial tenso con conciencia social. A veces, en los momentos más realistas, funciona mejor. Pero es una estetización más de la pobreza a la manera de Ciudad de Dios, con todos los tics del intelectual que conoce los barrios bajos por relatos de viajeros.
Stéphane acaba de unirse a la Brigada de Lucha contra la Delincuencia de Montfermeil, un suburbio al este de París. Allí conoce a sus nuevos compañeros, Chris y Gwada, dos agentes experimentados en las enormes tensiones que existen entre los distintos grupos organizados por el control del barrio. Montfermeil, el barrio donde ocurre la acción, es donde Víctor Hugo escribió la famosa novela Los miserables. Ese es uno de los motivos por los cuales la película se llama así. El otro probablemente, tiene que ver con la idea de un castigo extremo a un delito menor. Stéphane intenta ser un policía duro pero decente, sin embargo sus dos nuevos compañeros de trabajo pasan el límite de la legalidad y el abuso de poder en varias situaciones. Esto genera un conflicto que va creciendo hasta que llega el momento en el cual se ven acorralados por un grupo de niños y adolescentes que les arrojan cosas a los tres policías. A todos los conflictos ya existentes se sumará uno nuevo cuando hieren a uno de los niños al intentar defenderse. Al estilo del film Día de entrenamiento la película crece en dramatismo y claustrofobia y su retrato de una Francia urbana en conflicto se vuelve agobiante. Lejos de las postales turísticas conocidas (y con las que abre el film, con motivo de que Francia salga campeón del mundial de fútbol) existe otra ciudad, con diferentes grupos que luchan por el poder y que crecen al margen de las reglas de la sociedad. La película se vuelve solemne en muchos momentos, subraya en otros y deja algunas cosas sin resolver con la excusa de que hay que pensar sobre el tema. Una bomba molotov que no se sabe a quién le explotará y quienes serán los más perjudicados. Pero de todas maneras tiene suspenso, dramatismo, intensidad y está bien retratado el mundo que la película describe.