El clima de misterio y suspenso que crea el director hace que el espectador esté permanentemente expectante sin poder adivinar en la mayoría de las veces que puede suceder en la secuencia siguiente. Pero quizás el final no convenza a todos, ya que en calidad es bastante diferente...
En ciertas ocasiones el director, con sus puestas de cámara y encuadres, me hizo sobresaltar de la butaca, por lo tanto un punto para Guillem Morales. Pero a la hora de dirigir actores, los puntos van en su contra. La película tiene baches por donde se la mire, la ceguera en el personaje de Belén Rueda (pronunciado escote) aparece y desaparece, no se sabe bien por qué, al igual que el malo que aparece y desaparece sin razón, forma ni motivo. Belén Rueda, en lugar de interpretar a una persona no vidente, parece un zombie, e irónicamente hace mejor de ciega cuando ve, pero quiere actuar que no ve frente al mal, ¿ se entendió? La tensión en la peli se produce por la fuerte banda musical y la eficacia de los efectos sonoros. Por momentos me pregunté el por qué los personajes hablaban de esa forma, algo así como que recitaban. No sé bien si el texto era muy trabado o no estaban bien dirigidos. Me inclino por ambas cosas. Los Ojos de Julia es un film que se ve bien en cuanto a su atractiva fotografía, pero no satisface, las cosas no cierran. Como en la mayoría de las películas de terror o suspenso, el público se pregunta por qué la protagonista se queda en ese lugar sola, pudiendo irse a un sitio seguro, pues en esta peli la protagonista tiene una desventaja, su ceguera, y además parece buscar el peligro metiéndose sola en una casa llena de ruidos y con una vecina medio tonta que también, como el malo, aparece y desaparece. Lo bueno ya lo dije: los encuadres contrapicados, la fotografía, y agreguemos las locaciones. Por lo demás, todo brillará por su ausencia, incluso para los amantes del género. Eso sí: tiene un final digno de Secretaria Ejecutiva. pero más rococó.
Terror miope El éxito de Los otros (2001) provocó una eclosión de películas de terror en las carteleras españolas a comienzos de la pasada década. Ese movimiento, si bien es cierto que a mediados de la misma se apagó en gran medida, nunca dejó de estar latente. Tan solo necesitó una leve vuelta de tuerca (El Orfanato, 2007) para recobrar el éxito de público, único motivo por el cual se siguen gestando estos productos dentro de la industria con dinero público. La trama (y sobre todo los componentes) de Los ojos de Julia (2010) bien pueden remitir a algún título del giallo: Julia (Belén Rueda) vuelve a Bellevue con su marido para visitar a su hermana, casi ciega por una enfermedad degenerativa de la que intentó operarse sin éxito. Al llegar descubren que se ha suicidado. A partir de ahí, la película se transforma en un thriller academicista de argumento manido que cuenta con la baza de la tara de Julia como elemento útil a la hora de ejercer rupturas en el metraje. Sin embargo, esos lazos que podrían ligarla con el susodicho género italiano nunca terminan de aflorar por la falta de arrojo del director. La cinta también puede evocar a Bailarina en la oscuridad (Dancer in the dark, 2000) tanto por la ceguera de la protagonista como por el formato de drama de sobremesa. Pero si en la obra de Lars Von Trier esta condición era asumida por el danés y usada para crear un insólito musical, aquí, Guillem Morales (El habitante incierto, 2005), máximo responsable de la cinta, parece tomarse demasiado en serio un guión tan mal escrito como de argumento risible. Y si creemos impostados los recursos del giallo y la excesiva condición dramática del film, tampoco podemos pensar que los continuos desenfoques, la oscuridad y la música armoniosa presentes en muchas de sus imágenes y que recuerdan a El Camino de los Sueños (Mulholland Drive, 2001), la obra maestra de David Lynch, surjan de forma sincera. Y es que, si allí éramos testigos de una muestra luminosa de cine onírico, aquí nos encontramos con el puro despropósito y el efectismo barato. Aun así, los mayores problemas de la cinta (y no son pocos los provocados por la falta de valor de un creador con miedo a molestar al espectador más conservador) residen en un guión de construcción atropellada al que se le ve el ‘mecanismo’: no hay naturalidad en los diálogos ni en las secuencias. Todas ellas parecen prefabricadas, descendientes conscientes (y sin vergüenza) de la obra de Alejandro Amenábar y en busca del susto fácil que atraiga al mayor número de personas a la sala y mantenga a los que han pagado la entrada clavados en la butaca. No obstante se antoja ciertamente difícil pensar que cualquier cinéfilo avezado no se aburra con semejante producto, que no piense que le están tomando el pelo a cada minuto y que los creadores de la fórmula tan sólo estén buscando su dinero.
A causa de una enfermedad, Julia (Belén Rueda) está perdiendo progresivamente la vista. Cualquier situación de estrés puede acelerar el camino a la ceguera. Las cosas se ponen peor cuando Sara, su hermana gemela y portadora del mismo mal, aparece ahorcada en el sótano de la casa. ¿Suicidio? No, algo mucho más misteriosos e inquietante. Julia lo sabe y deberá averiguar qué es lo que realmente sucedió. Pero al adentrarse en una red de intrigas y asesinatos, podrá perder la visión... y también la vida. Producida por Guillermo del Toro, Los Ojos de Julia funciona como un giallo. Este subgénero policial —llamado así por el color amarillo de las ediciones de thrillers que se publicaban en Italia (giallo es amarillo en italiano)—, nació en los ’60, gracias a películas como Seis Mujeres para el Asesino, dirigida por Mario Bava. A comienzos de los ’70, Darío Argento se despachó con tres de los mejores exponentes del giallo: El Pájaro de las Plumas de Cristal, El Gato de las Nueve Colas, Cuatro Moscas sobre un Terciopelo Gris y Rojo Profundo. Rasgos característicos: asesinatos violentos y misteriosos; planos subjetivos del homicida, al punto que de él sólo vemos sus manos enguantadas; personajes extraños, potenciales sospechosos, y la identidad del criminal (por lo general, traumado por episodios de su infancia) revelándose en el desenlace. La película de Guillem Morales puede ser comparada con El Gato... ya que uno de los protagonistas (en aquel caso, Karl Malden) es ciego y así y todo debe lidiar con la amenaza. También toma de aquellos films de Argento (sobre todo de Rojo Profundo) el ambiente enrarecido, casi sobrenatural: Julia tiene sueños extravagantes y siniestros, y al ir perdiendo la visión, su mundo se convierte en un territorio de sombras y peligros. En este caso, el director hace un estupendo trabajo a la hora de crear climas y mover la cámara. Un detalle interesante se aprecia en determinado momento de la película, donde por un rato no se muestra la cara de quienes rodean a Julia, de manera que experimentemos lo mismo que ella. Algunas vueltas de tuerca del guión podrán resultar un tanto inverosímiles, pero pueden entenderse justamentesi se mira a la película como giallo, pero en versión española. Belén Rueda regresa al género tras su paso por El Orfanato (también producida por Del Toro) y sigue demostrando que le sienta muy bien este tipo de cine. Sabe hacer creíble sus personajes, sabe dotarlos de esa carga emotiva que por suerte la separa de la típica, vacía y predecible scream queen. Aquí tiene varios retos: interpretar dos papeles, ambos con ceguera, ambos atormentados. La talentosa actriz está acompañada por el excelente Lluís Homar —protagonista de Los Abrazos Rotos, de Pedro Almodóvar—, quien interpreta al marido de Julia, un hombre que permanece a su lado aunque le oculta información. Sin ser una maravilla, Los Ojos de Julia demuestra que España sigue dando cine de género, y de calidad.
Luces y sombras El realizador catalán Guillem Morales recibió enconados elogios de crítica y público con El habitante incierto, su debut en el terreno del largometraje. Gracias a estas alabanzas, y a su nominación a los Goya en 2006 como mejor director novel (el premio recayó finalmente en Tapas, de Juan Cruz y José Corbacho), Morales ha podido acometer el que hasta ahora es su proyecto más ambicioso y a la vez arriesgado, respaldado por la productora Rodar y Rodar (artífice de éxitos tan incontestables como El orfanato) y auspiciado por todo un referente en el cine de género fantástico como Guillermo del Toro. Los ojos de Julia, su segundo film, se trata de un thriller psicológico donde una mujer que se está quedando ciega decide visitar a su hermana que ya lo está. Cuando llega se encuentra con una desagradable noticia que desencadenará toda una serie de investigaciones y quebraderos de cabeza donde nada ni nadie es lo que parece. Morales apuesta de nuevo sobre seguro presentándonos un continuo de espacios opresivos y asfixiantes que paulatinamente se convierten en un microcosmos, que a modo de tela de araña va atrapando al espectador. Y eso es un mérito a resaltar: se convierte en un invitado más que sufre y malvive los avatares de la protagonista, una Belén Rueda ya acostumbrada a moverse entre asesinos y psicópatas. A más de uno el film les traerá reminiscencias a El orfanato, pues no faltarán los ambientes fantasmales, mansiones tétricas y laberínticas, personajes crédulos que acabarán por pagar cara su ingenuidad y la angustiada heroína que no sabe ni por dónde le vienen los problemas. Si a esto añadimos que el director de fotografía es Óscar Faura, compañero de clase de Morales y operador del éxito de J. Bayona, la similitud entre ambos productos queda bastante demostrada. Es de agradecer sin embargo que el director catalán nos brinde algunos de los momentos e imágenes más escalofriantes que uno ha tenido la oportunidad de ver en los últimos años, y cito dos como ejemplos: el momento en el que el asesino acerca sigilosamente la punta de un cuchillo de carnicero al ojo de Julia (sencillamente estremecedor) y aquel otro en el que el personaje al que da vida Julia Gutiérrez Caba (tan sobria en su interpretación como de costumbre) tiene un “ligero” percance con un familiar. Aparte de estos instantes de inusitado acongoje el film se pierde en muchas obviedades y arquetipos que no le hacen ningún bien. Los increscendos que deberían llevar a la platea por el susto y el azoramiento son recibidos con muestras de hilaridad, lo que no es buena señal. Una propuesta tan oscura y zozobrante no se puede permitir un tratamiento tan plano de los personajes y unos giros de guión más propios de una comedia macabra. Los aspectos técnicos se encuentran a años luz del planteamiento de guión. Tanto la fotografía como el montaje (a cargo de Joan Manel Vilaseca, quien ya montó El habitante incierto) son sobresalientes, Guillem mueve la cámara con una elegancia y una minuciosidad digna de los mejores directores, y sabe dotar cada secuencia de la calma y cautela que cada escena necesita. Es una pena que ese virtuosismo en el dominio del tempo no se vea acompañado de una dirección artística a la altura, aunque seguramente no habrá resultado nada sencillo mover todas las piezas actorales en unos espacios tan exigentes en cuanto a elementos técnicos se refiere. Belén Esteban luce más atractiva y seductora que nunca (algo que el director ha confesado se había propuesto conseguir antes de empezar a rodar), mientras que los actores secundarios están tan solo correctos: un Lluis Homar que aguanta cómo puede un personaje bastante chato y un Pablo Derqui (Del amor y otros demonios) que regala algunos de los momentos interpretativos más atrayentes de la película. De todas maneras, hay que seguirle la pista al director, quien no creo tarde mucho en saltar el Atlántico como otros realizadores de género fantástico que ya han hecho lo propio: J. Bayona, los hermanos Pastor o Luís Berdejo. En definitiva, un film entretenido más por el afán de sus creadores para que el ritmo no decaiga que por el mismo desarrollo de la trama.
La mirada invisible Fallido filme de terror español dirigido por Guillem Morales. Hay instantes, terroríficos, donde lo que se asemeja casi a una parodia, de esas en las que la comedia norteamericana de los últimos diez años tienen cinturón negro, es real. Los ojos de Julia posee un decálogo de esos momentos: en nombre de recrear terror seco, de habitaciones, de climas, sin fantasmas, pero en clave ibérica (con papá Guillermo del Toro como hado padrino), la película de Guillem Morales se convierte en un decálogo de situaciones de ésas que los que tienen, digamos, dos películas vistas, ya piensan que deberían estar en un museo. Y uno no muy divertido. Los ojos... no se priva de nada. Como si fuera un chico con su primer sueldo, gasta y gasta hasta quedar a cuenta (de K.O.). Primero, gemela Sara muere, ciega, gritando fuera de campo, a una figura en la sombra. Entonces, gemela Julia (las dos interpretadas por Belén Rueda con un exceso de remeras apretadas) siente que algo anda mal y comprueba –ella no, su marido- que fue un falso suicidio. La sospecha lleva a la investigación, eje del filme. Y a saber: un viejo malo tipo dibujito Scooby Doo, montajes paralelos de muertes, subjetivas varias (que sobre- explotan la idea de la ceguera progresiva que Julia sufre), un asesino obsesivo de esos que tienen fotos de la víctima en la pared, gestos estilizados (el duelo final iluminado con flashes de cámara) y una cursilería del tamaño (literalmente) de un universo. Quizás el mayor problema del filme sea, tonta paradoja, que Morales no sabe bien qué está viendo y, encima, progresivamente va perdiendo la vista: viene de thriller obeso en violinazos y de repente, sacando un personaje genérico del terror (por ejemplo, la vecina), muta hacía otro rincón. O introduce un villano, a la Norman Bates (mamá orate incluida), después de casi medio metraje sin ningún referente de ello. O está atado -casi cosido- a un guión que posee unas vueltas de tuerca que hacen tanto ruido como llaverito con cascabel. El real terror, aquí, viene de creer que el cabotaje da licencia para hacer, por ejemplo, el truquito de “cambiar la taza” en serio (entre otros clichés del terror de ayer y hoy) y que nadie tiemble, de risa o de miedo (por el cine).
El psicothriller español se excede a la hora de las complicaciones y los homenajes Demasiadas complicaciones, algunas sin justificación, no logran justificar un producto que sólo acredita a su favor un interesante punto de partida, cuidados técnicos de cine industrial de primer nivel y, por encima de toda otra cualidad, una muy buena interpretación protagónica de Belén Rueda. En Los ojos de Julia , tratándose de un relato de género (no de terror sino psicothriller ), no debería importar demasiado si lo que ocurre es o no verosímil. Sin embargo, la acumulación de homenajes impone como necesaria una reflexión al respecto que no contribuye a una mejor calificación sino a todo lo contrario: la sensación de que se ha echado mano a un buen envoltorio para contar una historia que no resiste el análisis profundo. La anécdota de una mujer que sufre una degeneración oftalmológica genética que terminará en ceguera, un mal primero diagnosticado en su hermana melliza y causa en apariencia principal (o al menos decisiva) de su suicidio, es expuesta con muchas trampas. El director y guionista catalán Guillem Morales juró que todo lo que pasa a Julia es vivido por el espectador, quien no tiene más pistas que ella para resolver o no qué fue lo que realmente le ocurrió a su hermana. Sin embargo, el relato convierte en cómplice a todo aquel sentado frente a la pantalla, al sugerir que la primera podría haber sido en verdad víctima de un criminal, una de las varias trampas que abrevan en temas ya transitados, como la perversión, la esquizofrenia y la ceguera (en clásicos del género como El fotógrafo del miedo , Espera en la oscuridad , Psicosis y La ventana indiscreta , por ejemplo), es decir, tramas donde siempre interviene un villano demente, desenmascarado unos minutos antes de la palabra fin. Rueda, recordada por su excelente trabajo en El orfanato, confirma su talento para recrear a las dos hermanas que poco a poco pierden la vista y terminan atrapadas en un laberinto donde realidad e imaginación se confunden. Pero su esfuerzo no es suficiente para salvar un conjunto que debe ser explicado con demasiados argumentos y que, encima, desemboca en un final efectista y cursi, una clara confirmación de que no siempre es oro lo que reluce.
Una película ciega Tal como lo exponían películas como Los crímenes de Oxford y El orfanato, cierto cine español de género cultiva una gravedad, un culto por el correcto acabado académico, que lo ponen siempre bajo amenaza de pesadez. Producida por el mexicano Guillermo del Toro (casi, casi, español por adopción, desde que dirigió allí El espinazo del diablo y El laberinto del fauno; productor además de El orfanato) y dirigida por el catalán Guillem Morales, Los ojos de Julia traspasa ese borde, intentando autorrescatarse de allí mediante el recurso a modelos ajenos. Con algo de El orfanato (la claustrofilia como de convento, el clima de historia de fantasmas, la puntillosa construcción narrativa), mucho Hitchcock recocido (Psicosis, sobre todo) y un sangriento juego final de gato y ratón que está entre el Dario Argento de segunda y el craso gusto estadounidense, todo suena súper armado, trabajoso y poco convincente aquí. De la película de los huérfanos viene también la protagonista, Belén Rueda, rubia de aspecto más televisivo que hitchcockiano. Rueda es aquí Sara y Julia, hermanas mellizas con un mismo trastorno retiniano, que ha condenado a la primera a la ceguera y pone a la segunda en camino directo hacia ello. Acosada por una figura quizá fantasmal, tal vez real, Sara se cuelga de una soga. Julia va tras ella, acompañada de su marido (Lluis Homar, ¡el mismo que en Los abrazos rotos hacía de ciego!), con la intención de averiguar qué la llevó a esa decisión. Obviamente, una melliza terminará repitiendo el destino de la otra. O estará a punto de hacerlo, en manos de un sustituto sobreactuado de Norman Bates (Pablo Derqui), de relación tan enfermiza con su madre como aquél e igualmente inclinado al acuchillamiento de mujeres rubias. Encarnada por la veterana Julia Gutiérrez Caba, la señora también es ciega, faltaba más. Larga (dura casi dos horas), mecánica (todo tiende a encajar como en un Rasti), morosa y derivativa, Los ojos de Julia es la clase de película que parece cargar sobre ella con el peso de mil películas, motivos y clichés previos. Una película ciega, hasta el punto de no comprender que en cine, la ceguera jamás puede ser una incapacidad como cualquier otra: si aparece debe convertirse necesariamente en tema, autorreferencia o motivo de reflexión. Y ése no es el caso aquí.
Esta nueva producción de Guillermo del Toro (Hellboy) presenta una buena historia de suspenso que entretiene con una premisa original. En este caso el personaje principal que interpreta Belén Rueda (El orfanato) emprende una carrera contra el tiempo para descubrir el misterio que se cierne sobre el suicidio de su hermana gemela. La particularidad de este conflicto es que el límite del tiempo lo impone la salud del personaje principal, quien mientras más investiga el caso, por razones de stress empieza a perder su visión, debido a una enfermedad degenerativa que sufre la mujer. Este es un excelente gancho para una historia de suspenso que, salvando las distancias, se podría relacionar más con los viejos misterios de Alfred Hitchcok o las primeras películas de Darío Argento, que el cine de terror, como se daba a entender en los avances. De hecho no sería raro que Sola en la oscuridad (1967), la película de Terrence Young con Audrey Hepburn hubiera representado alguna influencia en esta historia, ya que tienen algunos puntos en común. Lo cierto es que la trama es interesante, además de entretenida, y está muy bien llevada por los actores. La película pierde fuerza por momentos cuando intenta de manera forzada convertirse en un film de terror con escenas de susto burdas que podrían haberse evitado. Si bien no está a la misma altura de El Orfanato es un thriller decente que se disfruta
VideoComentario (ver link).
Anexo de crítica: La segunda realización de Guillem Morales es una de las propuestas de género más extrañas de los últimos tiempos: lo que comienza como una versión en “clave terror” de La Doble Vida de Verónica (La Double Vie de Véronique, 1991) da paso a un thriller paranoico que de golpe muta, promediando el metraje, en una pequeña epopeya sádica a la Brian De Palma (hasta nos topamos con interesantes citas formales). La bellísima Belén Rueda sostiene un guión extremadamente enajenado que hace honor a lo mejor del cine contemporáneo de suspenso. Con una progresión dramática impecable, Los Ojos de Julia (2010) ofrece un segmento final prodigioso desde todo punto de vista...
El cine español viene trabajando al género del terror con notable eficacia, sobre todo en un punto sensible, que es, precisamente, el que tiene que ver con crear atmósferas tenebrosas y con buenas armas, de manera clásica pero sin excesiva apelación al cliché, con rasgos reconocibles pero sin caer en remanidos lugares comunes. Los ojos de Julia, por fortuna, es parte de esa tradición. El relato comienza con una mujer ciega que es obligada a ahorcarse. Enfrente de ella, un extraño personaje le apunta con una cámara de fotos a golpe de flash. Corte. Más tarde, su hermana gemela da con la noticia del fatal suceso. Un comienzo inquietante, bien logrado, con marcas de estilo del nuevo thriller americano, da paso a un film de suspenso clásico, deudor de Hitchcock pero también de películas más recientes como The Others, o incluso esa muy buena experiencia ibérica que es El orfanato. Guillem Morales, en su segundo opus tras la muy correcta El habitante incierto (2004), comanda con buen pulso a un elenco de actores correctos, liderados por la sexy Belén Rueda, quien se ajusta a un papel complejo y de tinte dramático, al tiempo que destila una trágica sensualidad de comienzo a fin. La historia cuenta con un guión sólido, tratado con un nivel técnico destacado y una banda de sonido lista para dar el golpe de efecto en el momento indicado, pero sin caer en baratijas tales como asustar sólo con un violinazo. Terror del bueno, clásico, inspirado y sin hambre de secuelas. Apenas une buena historia contada aún mejor. Nada mal. Bonus Track -Muchachos continuistas, para la próxima retoquen un poco más el vestuario, como para que la acertada cirugía plástica en los pectorales de la femme fatale no sean tan evidentes si es que juega el rol de hermanas gemelas.
CEGUERA Esta película dirigida por Guillem Morales y producida por Guillermo del Toro es una regular propuesta que tiene aciertos técnicos, algunos sustos bien logrados y climas de tensión impecables por momentos, pero una historia que borda el ridículo en muchas oportunidades y que desarrolla un conflicto que se extiende demasiado en el tiempo e introduce demasiadas idas y vueltas que no aportan nada a la historia ni al suspenso. Julia tiene una enfermedad en sus ojos. Ella va a emprender una carrera a contra reloj para descubrir los secretos del suicidio de su hermana gemela y poder lidiar y entender su presente. Lo que encuentra, poco a poco, la va a ir acechando personalmente. La historia da comienzo con la típica escena del género, en la que se puede observar un suicidio inducido por una persona misteriosa, dándole así inicio al desarrollo argumental y al planteo de cada uno de los personajes que nutren y le dan forma al relato. Esta primera parte, en la que se puede ver a Julia investigando por si sola y sacando falsas consecuencias de los hechos que atormentaron la vida de su hermana, son lo mejor de la película y, gracias al bien logrado trabajo de cámaras y al uso de pequeños momentos de suspenso, la cinta logra salirse un poco de los lugares comunes y crear un relato original y atrapante. Ahora bien, la película sigue su camino introduciendo más personajes, dando vueltas innecesarias a historias que se cierran y vuelven a abrirse, mostrando situaciones que no aportan nada a la narración, iniciando nuevos y paralelos conflictos que alargan la duración y creando un ritmo lento y por momentos gracioso. Esto produce que la previsibilidad aparezca y que esa continua intensión por hacer de esta película una cinta diferente e interesante, se vea intensamente perjudicada por las continuas referencias a otras películas (muchas de las dirigidas por Darío Argento y Alfred Hitchcock), por la incorrecta dirección actoral que se puede apreciar en la figura villana y, principalmente, por caer en la poca fluidez y en el olvido de la creación de momentos de suspenso intensos y escalofriantes. El trabajo de las cámaras logra destacarse por momentos, en especial cuando se pueden apreciar planos que ayudan a la creación de climas de tensión (principalmente los del comienzo, cuando la figura malvada es solo una sombra oscura que se posa por detrás de los personajes) y esa muy bien lograda intensión en la segunda parte por mostrar el sufrimiento de la protagonista y tratar de mimetizar lo que ella está sintiendo (ese efecto cobró sentido al no mostrar los rostros de cada una de las personas que la acompañan en su tratamiento, toda la situación en la casa de Iván mantiene este estilo visual). Pero, la fotografía y la manera en la que se decidió llevar adelante el relato, dejando de lado esos dos ejemplos, nunca aporta suspenso y tensión, empeora el disfrute de la historia y se recurre a la utilización de sustos previsibles y a la innecesaria llamada del gore, en cierto momento, que queda totalmente descolocada e irrespetuosa. El trabajo actoral es bueno. Belén Rueda es quien más se destaca, su expresión y la forma en la que le dio vida a Julia es sorpresivamente realista y profunda. Su mirada y esa manera de transmitir sus sentimientos al espectador está muy bien lograda. Gerardo Muñoz está correcto, pero su personaje es muy complicado y da muchas vueltas que no aportan sustento al relato y que no permitieron verlo lucir. Pablo Derqui es quien peor está, no solo porque no le aporta realismo e identidad al villano, sino porque el misterio creado en su figura antes de que él aparezca en escena se ve totalmente perjudicado por su interpretación. "Los Ojos de Julia" es una película que tiene sus aciertos técnicos, en especial en cada una de las bien logradas atmósferas de suspenso y tensión, en la banda de sonido y en el eje principal de la historia que es original. Pero, entra en la previsibilidad, en la introducción de situaciones paralelas que aportan poco al relato y a la extrema explicación de sus hechos. Una regular propuesta que atraerá a los seguidores del género y a quienes hayan disfrutado de "El Orfanato". UNA ESCENA A DESTACAR: el Instituto.
Informe sobre ciegos. Una chica de enormes, tremendos ojos azules de ciega se pone alrededor del cuello una soga que cuelga de una viga de su casa para terminar con su vida por propia voluntad. Suena una canción pop en inglés y ella le habla a alguien, que solidariamente no vemos, diciéndole que no aguanta más, que por favor pare. En otra parte, su hermana gemela llamada Julia tiene un colapso. “Es mi hermana”, dice cuando los que están a su alrededor se le acercan alarmados y le preguntan qué es lo que tiene. Poco después la policía investiga el lugar donde ocurrió la desgracia, los forenses se llevan el cuerpo de la hermana de Julia y se llega a la conclusión de que se trata de un suicidio liso y llano. Todos están de acuerdo con la versión oficial menos Julia. Claro, si nadie se opusiera no habría caso. Ni película. Los ojos de Julia resulta ser un thriller que se ve como un suspiro mientras el espectador acompaña la carrera contra el tiempo de la pobre Julia, que padece la misma enfermedad degenerativa de su hermana muerta y está perdiendo progresivamente la visión. Para colmo de males, cada crisis nerviosa le produce una ceguera momentánea a modo de preámbulo de la oscuridad total que la espera de un momento a otro. La actriz Belén Rueda interpreta a las dos hermanas, rueda por la película con los ojos espantados de Julia y el escote siempre a punto mientras pasa las de Caín: sufre como una condenada. El director catalán Guillem Morales provee pequeños golpes de efecto de la vieja escuela para sobresaltar e incomodar al espectador –fragmentos de música que estallan, movimientos bruscos de cámara así como angulaciones rutinariamente poco convencionales– al igual que giros de guión constantes que aseguren que la máquina de contar que es la película simule proseguir su marcha impelida por el mero peso de los acontecimientos. El marido de Julia parece sospechoso, pero también el vecino libidinoso de la que pasó a mejor vida, su médico, el comisario, el enfermero de la clínica para ojos, la hija del vecino, el empleado de la playa de estacionamiento, y siguen las firmas. En el fondo la pobre Julia está sola en el mundo con su pena y lo que aparenta cerrarse sobre ella es la negrura sin nombre de un extrañamiento que crece despiadadamente a su alrededor. Allí parece jugarse parte del núcleo de nobleza que anima la película. Casi no hay sangre acá, el pulso del horror se mantiene sobre las precipitadas ruinas de una vida que no se resigna a convertirse en sombra espectral de sí misma. Mientras se acumulan los cadáveres en manos de un asesino siempre escurridizo y ubicuo, Los ojos de Julia parece exhibir las mañas venerables de un giallo hablado en español y se revela como un moderado e inofensivo entretenimiento en tiempos de un cine de género globalizado.
Un culto a lo obvio El film de Morales es una pavada fina. Es fina porque se muestra prolija y cuidadosa, digna heredera de las recientes producciones españolas de género preocupadas por un marcado academicismo, con sus precisos encuadres, variedad de planos y una llamativa paleta de colores que tienden al preciosismo formal. No obstante, esta corrección técnica es tan solo la cáscara de una fruta vacía. La pavada empieza cuando uno se percata tristemente de que la trama se refugia en la acumulación de signos arbitrarios y trillados poco aguantable. Dada la escasez de películas industriales interesantes, ya se pueden perdonar los lugares comunes (de hecho ésta se encuentra plagada de ellos) pero la constante subestimación hacia el espectador con rasgos elementales sacados del perfecto manual del guión vendible ya colman la paciencia. Sara, una joven ciega, se suicida, aparentemente asediada por la presencia de un ser espectral y perverso. Su hermana gemela, Julia (Belén Rueda), que arrastra los problemas de ceguera de la otra, decide investigar la extraña muerte con la ayuda de su marido (Lluis Homar). A partir de allí, una ensalada de escenas que son como un corte y pega de cien películas de terror (manos que tocan y detrás no hay nadie, vecinos sospechosos, caminatas y corridas por largos pasillos o calderas, etc.) a lo que se le suman una lista de objetos harto vistos que desfilan al ritmo de un clip (llaves, tarjetas, cuchillos, etc.). Cada pasaje obliga al comentario típico de “esto ya se ha visto” y lo que es peor, para toda historia que se inscribe en el campo del policial, se adivina lo que sigue. La investigación de la protagonista (y también su tormento), pilar de una trama convencional de intriga, aporta información a un ritmo acelerado que desvirtúa un trabajo interesante y reposado de cámara, único rasgo poco rescatable en esta montaña rusa argumental. La película de Morales arremete en algún punto contra los aportes que hicieron grandes directores al suspenso (Hitchcock a la cabeza), quienes con dos o tres elementos eran capaces de sostener una historia y poner en vilo al espectador. Aquí, la acumulación, por momentos inverosímil, provoca hastío y ponen lo obvio a la orden del día: una hermana que repite la historia de la otra, un psicópata y una relación conflictiva con su madre, más otras que no vale la pena revelar por respeto a quien se anime a ver el filme. En conclusión, la película se apaga, como los ojos del personaje, porque nunca estuvo encendida
Para ir de entrada a los papeles podemos decir que es una producción regular que en todo momento intenta rendir homenajes a otras del género, y que termina cayendo en un montón de lugares comunes que hacen que el espectador termine adivinando cada una de las situaciones que van a ocurrir. Julia (Belén Rueda) regresa a Bellevue con su marido para visitar a su hermana Sara, casi ciega por una enfermedad degenerativa de la que intentó operarse sin éxito. Al llegar descubren que Sara se ha suicidado y ninguno de los misteriosos vecinos se extraña por ello. Julia no sólo debe afrontar la pérdida de su hermana, sino también la pérdida de toda esperanza para detener su inminente ceguera, pues ella sufre la misma enfermedad y parece compartir su mismo destino. Así con esta sinopsis transcurre “Los ojos de Julia”, que ha dirigido Guillem Morales, planteada como película de terror y de misterio que a nadie se asusta, y todo indica que más de una vez el espectador esbozará una sonrisa que ni siquiera es nerviosa. Se pueden rescatar algunos climas que se quedan en intentos, y la música hace recordar a otras tantas que ya hemos escuchado. “Los ojos de Julia” tampoco aterrorizan, se parecen más a los de un gato que a los de un ser humano. Su realizador quiso tirar toda la carne al asador y terminó empachando a troche y moche. Hasta, por momentos, parece una sátira de alguna vieja matiné de Sábados de Súper Acción, con la diferencia que aquellas estaban hechas en muchos casos a propósito, en ésta intenta ser seria y de género. Y sino que lo diga el padrino Guillermo del Toro.
Fotos Los ojos de Julia tiene la promesa de ser una producción de Guillermo del Toro, aquel que nos estremeciera con sus películas de género fantástico/terror como El espinazo del Diablo (2001) y El orfanato (2007). De esta última también heredamos la actuación de Belén Rueda en el doble rol de Julia y Sara. Y si de herencias hablamos, hay que decir que el film de Guillem Morales tiene no pocos puntos de contacto con Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). Julia llega a la casa de su gemela Sara guiada por un presentimiento y acompañada por su esposo Isaac. Allí, se encuentra con que Sara se ha quitado la vida (aunque nosotros como espectadores sabemos que esto no es así) y convencida de que esto fue un asesinato, comienza una pesquisa para descubrir la identidad del supuesto novio de su hermana. La historia es bastante simplona, aunque habrá unos giros pensados para complicar la trama, pero en líneas generales tiene la estructura de un policial: hay que descubrir la identidad del asesino antes de que mate a la protagonista. Lo interesante es el juego con los puntos de vista, ligada por un lado a la temática del film – las hermanas padecen una enfermedad degenerativa y que las deja ciegas- y por el otro a asociar los saberes del espectador con los de Julia. Hay un solo momento donde sabemos más y es el comienzo del film: alguien mató a Sara, y entonces donde Julia tiene sospechas y los demás personajes escepticismo, nosotros tenemos certezas. Pero luego esta ventaja desaparece y, al mejor estilo hitchcockiano, se homologan los puntos de vista y saberes de Julia a los nuestros. Como una suerte de Casandra, Julia denuncia que hay un asesino tratando de ocultar sus huellas pero nadie le cree. El film mantiene al espectador en su butaca hasta el final, lo cual es lo mínimo indispensable en esta clase de género, pero es poco original en su resolución. Por otro lado, hay un afán de explicarlo absolutamente todo, de no dejar cabos sueltos, de que cada personaje aparecido en pantalla tenga algo que ver en la trama, lo cual hace que el guion se complique innecesariamente. Los mejores momentos son aquellos donde se juega con lo ominoso, como la escena en el sótano entre Julia y Créspulo, donde éste le habla de las personas sombra. Sin la genialidad de Del Toro, pero con algunos aciertos propios de sus films, Los ojos de Julia, valga el juego de palabras, se deja ver.
Ojos que no ven Producida por Guillermo Del Toro, esta peli se instala en el género del thriller retorcido, como un mix donde exitistieron antes pelis más relevantes como "Terror ciego" (aquella con Mia Farrow), "Espera la oscuridad", y hasta la antiquísima "Luz de Gas", es decir ese juego sobre lo espeluznante, abordando un trama de luces y sombras donde Julia (esa expresión bella y sugerente de Belén Rueda) busca indagar aceca del supuesto suicidio de su hermana gemela, pero el eje central tendrá que ver con un enfermedad degenerativa en la visión, que viene de raíz familiar. Por momentos truculenta, y comparable a aquellos "psychothriller" de Darío Argento de los años 70, y cierto toque al Brian de Palma de los años 80 ("Blow Out", "Vestida para matar"), y por otro costado de excesivo metraje para contar una historia que con media hora menos minimamente quedaba hecha. De buena factura técnica, buena iluminación y climas, pero de los esperables y obvios resultados en un filme así, rodeado de tantos lugares comunes. Mejor sacar el DVD o reever cualquier título de los antes citados.
Como visto cien veces El cine español de miedo es una de las grandes sorpresas de los últimos años. El orfanato, REC y –en menor medida– REC 2 dieron muestras de la vitalidad de un género que asusta con ganas cuando viene con acento castizo. No es el caso de Los ojos de Julia. La película, protagonizada por Belén Rueda, tiene un comienzo interesante, pero se diluye con el correr de los minutos en una avalancha de lugares comunes del género, entre el psicothriller y el terror. La actuación de ella va en aumento, indirectamente proporcional al interés del argumento. Mientras Julia busca al responsable de la muerte de su hermana gemela, Sara, que todos piensan que se suicidó, el estrés acelera la pérdida de la vista. Al principo, la percepción de la protagonista se transmite al espectador, que puede vivir con ella su afección creciente. Pero la ceguera en aumento de Julia también se parece a la del director, que no supo aprovechar los buenos climas de suspenso y se metió en cosas vistas hasta el hartazgo. Los ojos de Julia tiene momentos intensos, provocados por efectos de sonido o apariciones inesperadas en escena, aunque eso alcanza para un par de saltos en la butaca. El cine español venía muy bien en el género, pero esta película... nada que ver.
Cuando la pretensión es la que ciega Tener un departamento fotográfico espectacular, contar con el apoyo de Guillermo del Toro, tener a la deslumbrante Belén Rueda como protagonista, y tener una mega distribución. ¿Qué más puede pedir un cineasta? Lo cierto es que este fulano, Guillem Morales, no se conforma. A él no le basta todo esto, y eso lo deja ver en Los ojos de Julia (2011), un thriller pseudo terrorífico que posee tantas pretensiones que se ciega (cuac) a sí misma. Todo empieza muy bien. Demasiado bien. La película va como una montaña rusa a la cúspide del entretenimiento bien logrado, cuando de golpe y porrazo derrapa maliciosamente hasta tener una leve subida en la escena mejor lograda de todo el film, en el departamento del asesino. La ya mencionada fotografía es genial, pero no logra conectarse con la historia y su clima tan impaciente. Morales quiere que nosotros estemos desesperados por la paulatina pérdida de la visión de Julia (doble rol de Rueda, en una excelente interpretación para cargarse la peli al hombro), pero su personaje no muestra desesperación. Morales quiere que nos asustemos con sus efectismos, y no se aviva en ponerle más humanismo al asunto y menos plots zonzos como amoríos agarrados de los pelos y extrañas explicaciones filosófico-existenciales sobre la psiquis del indocumentado asesino. En resumidas cuentas, Morales quiere que nos fumemos Los ojos de Julia como si fuera una buena película, y lo cierto es que no lo es. Es sólo un buen intento del cine español por hacer algo diferente (como siempre, lo cual es loable), pero que -también como siempre- termina cayendo en parámetros del mainstream como el horrible final de la historia. Los personajes no son creíbles; la música es buena pero intrusiva; el guión es malo; y la dirección llena de subjetivas para narrar está bastante bien, aunque por momentos es extraña: ésos son algunos de los matices que definen a esta propuesta fallida y aburrida. Cuidense de no dormirse en una de escenas malogradas en que todo queda a oscuras (porque, por si no se dieron cuenta, a pesar de las inagotables subjetivas, la actriz lleva una venda, y no ve) y el sonido hace su trabajo. Y cuidense de no ser pillados desprevenidos al darse cuenta que hay muchos personajes a los que casi nunca se les ve la cara, porque nosotros también tenemos que ser ciegos y no tenemos que ver muchas cosas. Entonces, ¿cómo acompañamos al personaje principal en su proceso? Bueno, este es un ejemplo de cómo no hay que usar el recurso de igualdad de condiciones para el personaje y el espectador. He ahí la falla básica, por eso es mala.
Mientras pierde progresivamente la vista, Julia investigará el misterioso suicidio de su gemela ciega. Rápidamente descubrirá que hay algo oscuro detrás de su muerte y deberá enfrentarse a los mismos terrores que la acechaban. Desde hace ya algunos años el cine de terror español experimenta un auge en el cual Guillermo Del Toro tiene mucho que ver. Su nombre no obstante no es garantía de confianza, si bien lo ha impreso en El Orfanato con éxito hay otros trabajos poco logrados de los que era mejor mantener distancia. Los ojos de Julia, que lo tiene como productor, es una película entretenida que parte de un planteo interesante, no obstante los clichés, las constantes vueltas sobre sí misma, y una resolución que termina tomando el camino flojo y sencillo, la perjudican notablemente. Julia, una buena actuación de Belén Rueda, investiga el presunto suicidio de su hermana ciega Sara mientras pierde progresivamente la vista, algo que se subrayará una y otra vez con subjetivas de un mundo que se va apagando. Tanto su marido Isaac como los oficiales de Policía no le creerán cuando plantee que hay un trasfondo detrás de esta muerte, por lo que la búsqueda de un posible asesino deberá llevarla adelante en soledad. Recorrerá uno a uno los lugares en los que ella estuvo y descubrirá que había un hombre en su vida, a quien nadie recuerda por tratarse de alguien sin luz, un sujeto que pasa desapercibido como si viviera sumido en las sombras. Se producirá así un juego de escondidas que se extenderá a lo largo de sus 112 minutos, repitiendo una y otra vez escenas en las que el asesino está a punto de atraparla y ella a último momento logra escapar sin siquiera darse cuenta, o persecuciones en las que Julia llegará a callejones sin salida por los que él pudo desvanecerse. Al revelarse la identidad de este misterioso sujeto se termina asestando el golpe definitivo por tratarse de alguien que no aparece en toda la historia y al que se lo inserta recién al final como para que la explicación tenga su lógica. Como si su papel se hubiera escrito siguiendo el manual del villano de cine terror, tiene su pared llena de fotos de sus víctimas, su dosis de locura y motivaciones que no terminan de cerrar. El director Guillem Morales vuelve a poner el eje en la paranoia como hiciera con su primer largometraje, El Habitante Incierto, aunque lo hace con menos sorpresas y más obviedades. Lo que desde un primer momento se revela como interesante se agota a fuerza de repetición, permitiendo que la película se extienda más de la cuenta y se resuelva en forma injustificada.
Es de conocimiento popular el mito que dice que los hermanos gemelos o mellizos, pueden sentir cuando algo le pasa a su hermano. Se presenta en forma de angustia o sobresalto; una alerta que avisa que al otro le acaba de ocurrir algo. Si bien no esta cientificamente comprobado, son varias las personas que dicen haber sentido una sensación poco común cuando su hermano está en peligro. Partiendo de esta premisa arranca Los ojos de Julia, una película española que se centra en la vida de ella luego de la muerte de su hermana gemela. En plena jornada laboral Julia se desvanece y al despertar sabe que algo le ha pasado a Sara; convencida de ello logra persuadir a su marido para que la lleve a ver a su hermana, este cumple con la tarea y al llegar al hogar de Sara la encuentran muerta; como si se hubiese suicidado. Julia, quien alega conocer bien a su hermana, esta convencida de que alguien la asesino y no va a parar hasta encontrar al culpable de su muerte. Ella emprende una investigación que comienza con una simple sospecha y termina desembocando en una gran verdad. Sara y Julia, tenían algo en común más allá de su apariencia; ambas sufrían un tipo de ceguera progresiva que iba deteriorando lentamente su visión. Al momento de morir, Sara ya era completamente ciega, mientras que Julia solo había perdido un 20% de su vista. Esto no es un detalle menor, ya que según las fuentes policiales el suicidio es obra de la depresión que conlleva la ceguera. Guillem Morales es el catalán que escribió y dirigió esta película, si bien es su segundo largometraje no parece para nada un inexperto. El suspenso esta muy bien logrado y, lo que llama la atención de una forma positiva son los planos sobre los sospechosos del crimen. Solo cerca del desenlace podemos conocer la cara, los gestos y la mirada de los implicados; con este gesto sencillo pone al espectador en un estado similar a la ceguera de la protagonista; sintiendo así la impotencia de querer ver más y no poder.
DRAMA, INTRIGA Y DENSIDAD EN UN THRILLER ESPAÑOL “Los ojos de Julia” es un entretenimiento sin demasiadas ínfulas, más que hacer pasar un buen (y escalofriante) rato, que cumple sobradamente con su cometido. Una buena muestra de suspenso terrorífico, con una historia bien armada y bien contada y una factura visual de lo más acabada. Guillermo Del Toro, coproductor también de "El orfanato" de J. A. Bayona, puso mucho de sí en este proyecto, y se nota, dado que la cinta tiene considerables elementos de la estética del filme de 2007. Esto es cine de género, uno de los marcos más propicios para contar cosas interesantes. Aquí, una mujer, Julia, sobrelleva un padecimiento degenerativo de la vista y está perdiendo visión progresivamente. Cuando su hermana gemela, ciega a causa de la misma enfermedad, aparece ahorcada en su casa, Julia decide investigar por su cuenta, ya que vislumbra que se trata de un asesinato. A medida que va develando la escalofriante verdad sobre los últimos días de vida de su hermana, ingresa cada vez más en un mundo de oscuridad, hasta que una serie de enigmáticas muertes y desapariciones atraviesan su camino, poniendo en riesgo su propia vida. Uno de los aspectos más notorios del filme es la fotografía de Óscar Faura. Dada la temática de la ceguera del personaje principal, hay que iluminar la oscuridad. Los encuadres son bellamente compuestos, y todos ellos aportan desde lo dramático. La dirección de arte de Balter Gallart es impecable. Al estar su personaje principal vendado en gran parte del metraje, todo es prácticamente oscuro en el filme, con poca saturación, donde el único rojo lo aporta la sangre; lo demás es verde, azul y gris. Por momentos la pantalla negra, sólo con audio, lo inunda todo, y vivimos lo mismo que su heroína protagónista. Belén Rueda es ya una experta en este tipo de roles y resulta creíble en su papel de Julia: una mujer normal metida en una situación insólita para ella, para intentar encontrar a un hombre invisible y combatirlo. Un viaje desde la calma y el control hacia un desbarajuste por el cual debe reinventarse. Ella se sumerge en un mundo de oscuridad, con el peligro de quedar atrapada en él. Rueda, al igual que en “El orfanato”, dota de gran humanidad a su Julia, no resulta como esos personajes sin dimensión de los típicos filmes de terror norteamericanos. Todas las angulaciones, todos los tamaños de planos, todos los movimientos de cámara se hacen presentes, dotando de una estética bellísima al filme, que es muy oscuro dado su tratamiento. Apagones, velas, linternas, flashes y relámpagos son las principales fuentes de luz (y penumbra); el cielo siempre se ve nublado, siempre llueve. Dramatismo, intriga y densidad son la clave para iluminar y sonorizar este guión, que su joven director Guillem Morales presenta como una historia de amor, melodrama y suspenso, mezclando géneros y articulándolos perfectamente. La dosificación de la información va sumando y complejizando la historia a medida que avanza, haciéndola crecer, aunque, tal vez, en otras instancias, el guión se desvíe un poco con la resolución del enigma y la figura algo exagerada del asesino lunático y su psiquis, así como también el tufillo de querer repetir el impresionante éxito comercial de “El orfanato”. Pero todo lo demás es tan bueno y se notan las ganas de querer contar un cuento de miedo, que da gusto vivir la experiencia inquietante de esta cinta española.
Lejos del Orfanato... Los Ojos de Julia es la nueva producción de terror española dirigida por Guillem Morales, un nuevo director español oriundo de Barcelona, bajo el padrinazgo del conocido Guillermo del Toro (Hell Boy, El Laberinto del Fauno). Protagonizan el film, 2 grandes figuras del cine ibérico como Belén Rueda (El Orfanato, Mar Adentro) y Lluís Homar (Los Abrazos Rotos, La Mala Educación), por lo que uno podría pensar que con tanto talento esto no podía fallar... bueno, no fue así. La cinta plantea la historia de Julia, una mujer que sufre una enfermedad degenerativa de la vista, que día a día va quedando un poco más ciega como le sucedió a su hermana gemela que terminó suicidándose, hecho que le lleva a investigar lo sucedido e involucrarse con un ser que deseará nunca haber conocido, muy parecido a lo que le pasó a gran parte de la audiencia con esta película, yo incluido. He leído por ahí algunos elogios y comparaciones con el terror que planteaba Hitchcock, algo que me parece totalmente absurdo y por lo cual se debe haber revolcado en su propia tumba el pobre viejo. El hecho de que sea una mala copia de Hitchcock, no la hace digna de ser relacionada con el prestigioso director. Por otro lado, ¡Qué lejos que está de parecerse a El Orfanato!, en este caso me parece que el gran Guillermo le pifió, ya que la historia plantea una situación interesante, pero cuando se debe comenzar a redondear el film, se va desmoronando a la velocidad de la luz. Plantea varios clichés del terror a los que ya estamos por demás acostumbrados y que a esta altura parecen ser parte de una burla hollywoodense, algo que no le viene para nada bien al género que ya bastante golpeado está. Comienza como una historia de terror (y así fue promocionada) con el planteamiento de cuestiones sobrenaturales, pero luego se convierte en un thriller sin elementos fantásticos, algo que no estaría mal según mi criterio, aunque en este caso la transición es grotesca y sin un hilo conductor coherente. Belén Rueda está más gritona e insoportable que nunca, emitiendo sonidos que rayan lo sexual más que el grito de una mujer con miedo, haciendo un papel que va a dejar aturdido a más de uno. Sinceramente creo que los amantes de las películas de terror se sentirán muy decepcionados, sobre todos a los que les gustó El Orfanato.
Ensayo sobre la ceguera "Los ojos de Julia" llega como uno de los exponentes de una nueva tendencia del cine español por el suspenso mezclado con el terror, tras una exitosa producción de "El Orfanato" -con la que comparte protagonista, y viene con el antecedente de estar producida por Guillermo del Toro (el mismo de las brillantes "El laberinto del Fauno" y "El espinazo del diablo")- y de otros títulos que han tenido su reconocimiento en la taquilla como "Rec". Como punto común entre las tres, podríamos decir que encontramos el encierro, una situación que acorrala a los protagonistas quienes padecen una situación de difícil escape. En este caso, Julia (Belén Rueda) es una mujer que se está quedando ciega y decide visitar a su hermana gemela (obviamente también Belén Rueda con cambio de peinado!) que padeciendo esa misma patología, ya no puede ver, ya quedó completamente ciega. Planean ese viaje de visita junto a su marido (Lluis Homar, de "Los Abrazos Rotos" la última de Almodovar, entre otras) quien luego, por distintos caminos que va tomando la trama, se descubrirá que tenía una relación con ambas. Apenas lleguen a la casa, una noticia trágica hará que sus proyectos tomen otros caminos a los esperados y Julia será la encargada de desentrañar una misteriosa red de situaciones que rodeaban a la vida de su hermana y vincularse con ciertos hechos que están aconteciendo. El director Guillem Morales realmente sabe darle intriga a toda la primera parte del relato. Para los amantes del género del thriller psicológico hay algunos cuantos guiños interesantes que se plantean en toda esta presentación del film (las hermanas con un toque Hitchcokiano con reminiscencias de Kim Novak en "Vértigo" y por sobre todo sobre los tramos finales un vínculo filial patológico alla "Psicosis") y la ceguera como elemento detonante para sentir a la protagonisma inmersa en un mundo frágil en donde la vulnerabilidad juega un rol importantísimo en las escenas de mayor suspenso. Es muy interesante también como a partir de la pérdida de la vista de la protagonista, la cámara tiene un punto de vista muy particular y muchos de los personajes que interactúan con ella están o bien fuera de campo o solamente podemos ver otras partes del cuerpo pero no podemos ver claramente sus rostros. Este encuadre hace que muchas de las escenas claves ganen mayor tensión a partir de los datos que la cámara esconde o muestra parcialmente. Pero en la segunda mitad, la película se extiende demasiado y gira sobre si misma perdiendo la fuerza con la que se había iniciado, situación que sucede frecuentemente en este tipo de filmes y tras un planteo inicial prometedor, los sucesos se acumulan, diluyendo el initerés y complicando la trama innecesariamente. Una pareja de vecinos que pone un toque de suspenso es quizás lo más logrado de esta segunda parte del film, en donde luego se recurre a escenas más fuertes para que el espectador no pierda la atención y es ahí donde "Los Ojos de Julia" con un suspenso que venía desarrollándose sutilmente, cae en el toque de cine de terror que no le queda demasiado bien, hasta con algunos toques casi "gore" que desentonan completamente. Los momentos en los que el guión recurre a plantear espacios cerrados, en donde se acorrala a la protagonista dan el toque asfixiante y opresivo que generan un clima particular para el desarrollo de la trama. Pero sin embargo el excelente trabajo de Belén Rueda se opaca con el del villano que la somete, poco creíble y hasta por momentos sobreactuado (no conviene decir quién es para no develar el secreto de la trama). Sobre el final ya prácticamente sin más conejos que sacar de la galera, la película se desmorona, pero de todos modos Rueda tiene mucho magnetismo y ya nos ha hecho convincente su sufrimiento y queremos saber qué será de su suerte. Algo frecuente es que un buen planteo inicial tiene una resolución que finalmente no logra ubicarse a la altura de lo esperado, pero "Los Ojos de Julia" cuenta con diversos elementos de interés que hubiesen redondeado mucho más en un buen producto, si se hubiese logrado un poder de síntesis para la segunda mitad del film y sostener el hilo conductor dentro del terreno del thriller sin desbarrancarse en las aguas de lo más explícito y obvio. De todos modos, un producto de buen nivel técnico que genera los sobresaltos típicos para los amantes del género.
Te Recomiendo…: Una de Suspenso Española! Empecemos por decir que Belén Rueda es una de las actrices españolas que mejor le sienta este género. Ya lo demostró en el 2007 con la película “EL ORFANATO” del director Juan Antonio Bayona (que por cierto si no la vieron….qué están esperando?!?!?!) donde su interpretación de Laura nos transmitía una sensación de incertidumbre sobre lo que realmente estaba sucediendo y nos hacía meter de lleno en la trama. En esta ocasión Belén, interpreta a Sara una mujer que posee una enfermedad congénita de la vista que comparte con su hermana gemela Julia. Nuestra película comienza cuando Sara se entera de que su hermana se ha suicidado. Ella conociendo a su hermana duda de tal veredicto y comienza una investigación personal para comprobar la verdadera causa de muerte. Acompañada por la degeneración de su enfermedad que empeora a cada minuto de la película, la trama también se irá oscureciendo cuando secretos ocultos y personas desconocidas comiencen a rectificar que quizás Julia…en realidad fue asesinada. Repito, la interpretación de Belén Rueda es la pieza fuerte de la película acompañado con una edición impresionante donde le permite al espectador sentir y “ver” los que Sara siente y ve. La película en sus 112 minutos atrapa y logra grandes momentos de tensión. Realmente recomendable.