Antes de Pixar, DreamWorks, Illumination Entertainment y el auge de la animación computarizada, sin lugar a dudas el titán de las películas infantiles era Disney. ¿Quién no lloró con la muerte de Mufasa o cantó "Un Mundo Ideal" a los gritos, en esa versión latina en boca de Ricardo Montaner? Uno va creciendo como espectador (y como persona, ¿no es cierto?) y no solo cambian las miradas personales, sino también las sociales: estamos en una sociedad que, de a poco, quiere erradicar la visión de la Mujer-Princesa en el cine, la "Damisela en peligro": esa figura principal pero pasiva ante un príncipe, que es quien siempre lleva adelante la acción. En este contexto llega Moana,y las inquietudes principales que nos surgen son si efectivamente logra aportar algo a la mitología del ratoncito (o sólo viene a vender muñecos), y si el estudio se supo adaptar a las problemáticas actuales. Primero lo primero: la película viene precedida precedida por el cortometraje Inner Workings (---y acá hay algunos spoilers---). Con un protagonista muy parecido al de Up (pero joven) y con una similitud enoooorme a Intensa-Mente, el corto indaga en la relación entre el cerebro y el corazón en la vida cotidiana: cómo la razón, las responsabilidades y las rutinas terminan ganándole la pulseada a los impulsos, las corazonadas, las ganas espontáneas de hacer algo. La historia toma una dirección copada cuando, después de varios cortocircuitos, el cerebro se deja vencer y es el corazón quien, durante la hora de almuerzo, saca a pasear al protagonista y lo llena de vida. Hasta ahí todo joya. El problema es cuando el tipo vuelve a su puesto de trabajo y contagia de alegría a sus compañeros: bailando, olvidando que son un engranaje de una cadena de producción, siguen produciendo. Me pareció un mensaje horrible: esperaba (ya que es un corto de ficción y tiene rienda absolutamente suelta para imaginar cualquier cosa) que el protagonista se rebelara, se fuera a una isla, no sé, algo. Y no, el cierre es "Trabajá con alegría, pero seguí trabajando". En fin. (---Acá se terminan los spoilers---) La historia de Moana se desarrolla en una isla paradisíaca. Arranca con una especie de fábula, donde nos enteramos que Maui, un semidios, robó el corazón de la diosa Tefi Ti, cristalizado en una piedra, para entregárselo a los humanos. El tema es que Tefi Ti es algo así como la diosa de la naturaleza y, al perder su corazón, la oscuridad comenzó a esparcirse por las diferentes islas, secando plantas, ahuyentando peces, etc. En este contexto, Moana es "elegida por el océano" (quien tiene vida propia y opera como ayudante principal a lo largo de la trama) para desafiar a su padre y embarcarse en mar abierto, en busca de Maui para que éste se redima de su error. La historia es de una estructura completamente clásica. Con su abuela como mentora, Moana comienza el recorrido para reparar lo que se ha dañado, en un lapso de tiempo determinado, y descubrir algo sobre ella misma en el transcurso de su aventura. Es decir, una película más de las miles que hemos visto cuando niños. Ni siquiera Moana (interpretada por la debutante Auli'i Cravalho) o Maui (el siempre carismático Dwayne "The Rock" Johnson) tienen personalidades lo suficientemente pregnantes y originales como para ganarte desde ese lado. La mejor palabra para describirla es meh, lo mismo que las canciones. Puede que uno esté viejo, pero es innegable que muchos adultos han llorado, por ejemplo, con el final de Pocahontas. La emoción se queda completamente a mitad de camino, al igual que la tensión a la hora de resolver el conflicto: se genera, pero es pura técnica (y sí, si nunca te implicás con los personajes, nunca corrés riesgos con ellos). Sí es cierto que, en referencia al rol de la mujer, Moana toma las riendas de la situación y se la re banca toda la película. De hecho, es la que tiene que salir a arreglar el moco que se mandó el semidios. Pero esto mismo se ve empañado con comentarios de Maui del tipo: "¿Cómo una mujer está en el mar si debería estar en la aldea besando bebés?". Disney, corazón, si pretendés naturalizar una mujer activa, que vaya educando a las generaciones jóvenes en la igualdad, enseñándoles que cualquier protagonista puede triunfar independientemente sobre su sexo, la estás pifiando. Pero no, evidentemente la igualdad no te interesa. Lo que sí es impecable es el universo visual que genera. Este año ya habíamos visto profundidades submarinas en Buscando a Dory, pero en este caso la propuesta es un poco más oscura, construida con unas texturas que a Jacques Cousteau le darían calambres. Y lo mismo lo que compete a las paletas de colores elegidas tanto en las profundidades como en la aldea; el universo visual generado es imbatible. Mención especial además para la animación y la expresividad del océano: el agua efectivamente está actuando, manifiesta emociones e intenciones, mejor que algunos actores inclusive. VEREDICTO: 6.0 - UN MAR DE NADA La historia es tan clásica y los personajes tan apáticos, que Moana no termina de engancharte o entretenerte. Cualquier tipo de actualización temática está torpemente empañada, y las canciones no son memorables ni pegadizas. Dejando de lado la cuestión ideológica, es una película más, infladísima por las toneladas de avances que hay dando vueltas.
La elección del océano Como suele ocurrir con casi todas las propuestas animadas del mainstream de nuestros días, en Moana (2016) la corrección formal y una historia demasiado estándar desencadenan una obra relativamente agradable que puede ser leída como un signo de estancamiento industrial… Durante los últimos años Disney, el gran gigante gran del imperialismo estadounidense, le terminó de encontrar la vuelta a una fórmula que si bien no genera productos en verdad interesantes o novedosos, por lo menos disminuye la carga conservadora de sus opus de antaño, aquellos en los que la familia, el “american way of life” y la tendencia a vanagloriarse eran los únicos factores dignos de ser alabados por la estructura moralizadora de los relatos (podríamos decir que ese fue el esquema dominante desde los inicios, con el viejo Walt al mando, hasta la década del 90 inclusive). A partir del 2000, y de manera progresiva, el enclave terminó de calcar -en parte- los motivos de su subsidiaria Pixar, lo que derivó en una apertura narrativa que tiene mucho de oportunista porque trabaja sobre terreno político ya ampliamente ganado, concentrándose en films feministas o antirracistas. Aun así el estudio no renuncia a su fetiche orientado a tomar prestados los mitos nacionales de determinadas regiones del planeta, por lo general consideradas “exóticas” a ojos del citadino occidental, para metamorfosearlos según la óptica reduccionista de Hollywood y finalmente adaptarlos al formato narrativo de siempre, léase el camino del héroe, y las preocupaciones de los niños y los adolescentes, esas supuestas “minas de oro” del mercado cultural globalizado. De hecho, a diferencia de Pixar y sus historias centradas -sin sonseras ni hipocresía- en un contexto norteamericano clásico, Disney sigue insistiendo con la estrategia de fagocitar el folklore foráneo para luego escupir la misma realización añeja, ofendiendo una vez más al país o los países protagonistas. Por suerte este mecanismo de apropiación también fue pulido y los productos resultantes ya no son los engendros de ayer. La propuesta que hoy nos ocupa, Moana (2016), es un trabajo tan ameno como olvidable, en la misma sintonía de Zootopia (2016), otro exponente animado reciente de Disney, y La Vida Secreta de tus Mascotas (The Secret Life of Pets, 2016), la exitosísima obra de Illumination Entertainment. Ahora le toca a la cultura polinesia ser objeto de la típica “reinterpretación a la Estados Unidos” de su cosmovisión, circunstancia que nos encauza hacia una película simpática que gira alrededor del viaje de la joven del título, una princesa con vocación de exploradora que es elegida por el océano para que le devuelva el corazón a Te Fiti, una diosa creadora de vida -y responsable de las islas de Oceanía- que mil años atrás sufrió el robo del susodicho a manos de Maui, un semidiós. En su odisea Moana estará acompañada por el gallo Heihei, su tonta mascota, y se asociará con el propio Maui. El planteo retórico es tradicionalista hasta la médula, en esta ocasión intercambiando los roles de género del Hollywood clásico para contentar al público femenino: ella es adalid de la autonomía profesional, él es un necio con el ego inflado y Heihei es el bufón de turno. La animación está bien no obstante son los tatuajes de Maui, que le escapan al andamiaje 3D, los que se roban el show en lo que atañe al humor (el personaje interactúa con los dibujos en su piel y éstos responden exteriorizando lo que él realmente piensa/ siente). El guión deja mucho que desear porque no ofrece ni un mísero gramo de originalidad pero las voces de Auli’i Cravalho como Moana y de Dwayne Johnson como Maui ayudan a que la trama resulte entretenida y la redundancia de las canciones no termine hastiando al espectador. Lejos de Buscando a Dory (Finding Dory, 2016), la gran película infantil del año, el opus de Ron Clements, John Musker, Don Hall y Chris Williams condensa buena parte de los axiomas del Disney correcto contemporáneo aunque no consigue ir más allá de una eficacia algo lavada y carente del impulso necesario para descomprimir el manojo de estereotipos…
Te llevo para que me lleves. Moana: Un Mar de Aventuras nos regresa en el tiempo dos mil años, antes de que las islas del pacifico Motu Nui formasen parte de la geografía chilena. En aquellas islas, una joven llamada Moana tendrá la difícil tarea de buscar a Maui, un antiguo semidiós, culpable de que los atolones donde habita su tribu se sumerjan en un caos ecológico. Antes de hacer mención a cualquier otra arista de Moana: Un Mar de Aventuras, nos vemos en la obligación de descarta su apartado óptico. La nueva cinta de Disney es un espectáculo visual y sonoro, las escenas que ocurren en el mar –y lugares más allá del mar– son una caricia a la retina, y en estos tiempos donde los efectos visuales son un estándar en materia de superproducciones y no sorprenden, esta cinta deja boquiabierto al espectador por la espectacularidad de las luces y animaciones. Tuve la fortuna de visionar una copia con las voces originales de los actores, destacándose el increíble trabajo vocal de la joven Auli’i Cravalho, quien interpreta a Moana y entona la demoledora canción How Far I’ll Go, leitmotiv del film con nominación a los Globos de Oro (que probablemente también logre una nominación al Oscar). Sobresale además Dwayne Johnson, quien afinó sus cuerdas vocales para ponerle la voz a Maui, el semidiós, y además se despacha con una gran canción titulada You’re Welcome. Para esta producción, Disney decidió realizar una suerte de tabula rasa, esta vez la protagonista no es parte de la realeza, ni rubia de ojos claros. Moana es morocha de ojos marrones, cabellera ruluda, no es princesa, sino que es hija del jefe de la tribu maorí a la cual pertenece. Además, la cinta plasma la idea de no temerle a lo desconocido, y sobre todo, lo importante que es descubrir nuestros orígenes y respetarlos, porque somos de donde somos y hay que estar orgullosos de ello, así como Moana se embarca en una travesía por el desconocido mar, el cual puede ser la vida misma. Moana: Un Mar de Aventuras no le escapa a los típicos clichés que se encuentran en toda película de Disney: los bajones predecibles, aparente rendición y demás tópicos cantados de antemano, siempre presentes en los mismos momentos en casi todos los relatos de la factoría. Afortunadamente en esta oportunidad se disimula mejor, debido a que la película cuenta con divertidas referencias a Mad Max, Waterworld, al videojuego Shadow of the Colossus y a otras películas clásicas de la casa del ratón. Como curiosidad cabe destacar que en varios países de Europa tales como España, Italia, Portugal, Noruega y una larga lista más de naciones, el nombre original del film de Disney fue cambiado a Vaiana, Vajana e inclusive Oceanía. La razón para el cambio de identidad de la cinta en Italia se debe al hecho de que la protagonista de Moana: Un Mar de Aventuras lleva el mismo nombre que Moana Pozzi, una actriz porno italiana muy conocida en el país tano que murió de forma repentina dejando atrás de ella un legado de misterio, dudas acerca de si su deceso fue urdido por la propia actriz, además de varias cintas condicionadas para adultos. Mientras que en los otros países donde fue trocado el nombre se debió a que Moana es una marca registrada de un gel. Conclusión: Moana: Un Mar de Aventuras es todo un acontecimiento visual y sonoro. Las canciones originales son fantásticas en su mayoría –al menos en su idioma original– y quedan dando vueltas en la cabeza del espectador durante un buen tiempo, lejos de las insoportables melodías de Frozen. Su aparto visual es increíble, y los personajes concebidos son totalmente geniales. Un entretenimiento de principio a fin, y sin lugar a dudas una de las mejores películas de Disney en toda su historia.
La película Moana de los estudios Disney no defrauda a los amantes de la animación. Ésta, como siempre, es muy cuidada y de estética agradable. La historia transcurre en la isla Motu Nui ubicada en el Pacífico Sur en el archipiélago de Pascua, donde la hija del jefe de la tribu tiene desde siempre una irresistible fascinación por el océano. Enrolada dentro de las narraciones en las que los protagonistas deben “salvar al mundo”, en este caso desde un punto de vista mitológico y ecologista, Moana junto a su compañero, el semidios Maui, pasarán por varias aventuras. En el film se plantean también temas como cuál es nuestro lugar en el mundo, el deber para con los demás y la aventura o el destino para saber cuál es nuestra misión. Y se deja muy claro que el partir, es para poder volver a las raíces, ya siendo quien uno debe ser. Los directores Ron Clements y John Musker, aprovecharon al máximo la historia para crear personajes queribles, y además se animaron a incluir al Océano como actor importantísimo para el desarrollo de la trama. En un mundo donde es fundamental la naturaleza, los elementos de la misma adquieren un rol trascendente. Un párrafo aparte merecen la música y las canciones que acompañan, correctas y simpáticas. Y atención, que luego de finalizar los títulos hay un gag divertido, que no hay que dejar de ver, para que los espectadores no se levanten hasta el final. En resumen, una historia entretenida para chicos y grandes, que nos invita a reflexionar.
La fórmula de siempre, efectiva como siempre El primer número musical de Moana: Un Mar de Aventuras (Moana, 2016) nos revela una isla idílica donde cada aldeano tiene su rol y está no solo dispuesto sino feliz de cumplirlo. Su padre, el jefe de la isla, la prepara para el día en el que ella tomará el mando de aquellas alucinantes tierras hawaianas. Pero a Moana la vemos, desde muy temprana edad, escuchando boquiabierta las leyendas que le cuenta su abuela a los niños del pueblo. Dicen que hace miles de años, el semidios Maui le robó el corazón a la diosa Te Fiti por el poder de creación que tenía aquella piedra preciosa. Al hacerlo, Maui desencadenó la muerte paulatina de las islas de Hawai. Cuando la vegetación de sus tierras comienza a marchitarse, Moana recuerda las palabras de su abuela: tiene que cruzar el vasto océano, buscar a Maui y convencerlo de devolverle el corazón a Te Fiti. Por supuesto que el padre de Moana se rehúsa a darle a su hija permiso a cruzar más allá del arrecife, y por supuesto que Moana eventualmente desobedece sus órdenes y se adentra en las aguas del Pacífico en ese encuentro con el mar que tanto anhelaba desde pequeña. “Por supuesto” es, en este caso, la frase más adecuada para hablar de la trama de Moana. Y es que Disney, por más clásicos del cine animado que nos haya brindado, sigue innegablemente una fórmula que repite película tras película. Es verdad que ha visto ciertas transformaciones a lo largo de los últimos años, pero dentro de cierto margen de flexibilidad –muchos cambios giran, me complace decir, en torno al cuestionamiento de los roles de género que por tanto tiempo Disney perpetuó– Moana sigue siendo predecible, no solo en su estructura sino en su desarrollo, en las relaciones de sus personajes y, por supuesto, en su desenlace. Sin embargo, no acudimos al cine a ver la nueva de Disney buscando una película que nos brinde demasiadas sorpresas. Tal como el estudio tiene una fórmula a la que se atiene desde hace años, su público, fiel conocedor de dicha fórmula, acude a las salas todos los años a ver con qué nueva historia se llena dicha fórmula esta vez. Lo cierto es que las estructuras en sí mismas no tienen nada de malo. Los musicales, de hecho, también siguen un guión muy claro, donde la canción introductoria interpretada en grupo es seguida por un solo donde el protagonista presenta sus motivaciones, seguida más adelante por la canción de un villano, y así. Moana es también un musical, y sigue este formato a rajatabla. Pero sucede que, por mucho que podamos ver de a momentos las manos que tejieron este tapiz ya conocido, Moana funciona. La fórmula de Disney es tan innegable como el hecho de que han sabido ejecutarla una y otra vez a lo largo de su filmografía. Por suerte, Moana se introduce en una nueva generación de princesas que ni siquiera quieren ser consideradas como tales, y cuya capacidad propia por resolver conflictos y embarcarse en aventuras, y no su necesidad de depender de un hombre, se hace cada vez más evidente. Si Frozen (2014) presentó una gran mejoría al girar en torno al amor fraternal y dejar en un segundo plano al amor romántico, Moana va un paso más allá: el amor romántico no existe en ningún plano, y la totalidad de la película se centra en Moana salvando a su isla y amigándose lentamente con el arte de navegar. Es destacable la animación de la película y, por sobre todas las cosas, la gran banda sonora. No sería exagerado afirmar que son sus canciones lo que hace de Moana una película que realmente vale la pena. Su tema principal es precioso e inspirador, y prepara al espectador para el viaje náutico del cual hace las veces de prólogo. La canción con la que conocemos a Maui, a quien le da voz Dwayne Johnson, es pegadiza, y en ella se vislumbra un talento musical del cual solo podría ser responsable Lin Manuel Miranda. Es gracias al brillante escritor del musical de Hamilton que las canciones de Moana sobresalen por sobre tantas otras de Disney. Es divertido, también, notar el regreso de la canción del villano, llena de descaro y astucia como corresponde. Aquel que acuda al cine a ver Moana, entonces, no se encontrará con nada más allá de lo que pueda imaginar. La obviedad de la fórmula que sigue puede, a veces, entorpecer la narrativa al sacar al espectador del verosímil, pero la construcción efectiva de sus personajes hará que este se comprometa emocionalmente con ellos rápidamente. Moana es sobre el amor de una niña hacia su isla y hacia su familia, y sobre su fascinación por aquello que está más allá de lo permitido y que tan profundamente la llama. Es sobre los peligros de esconderle a un pueblo su propia historia, y sobre cómo, a la vez, es necesario aislarlo de toda realidad hostil para mantener la utopía. Pero, por sobre todas las cosas, Moana es una aventura en la que el espectador se verá envuelto desde aquel primer número musical.
Un mar de rutina. En una pequeña isla en la antigua Polinesia vive con su gente Moana, una joven de dieciséis años, hija única de un importante jefe descendiente de un gran linaje de viajeros. Moana es inquieta, valiente y desea internarse en el oceáno para encontrar una isla legendaria que salve a su pueblo. Su padre se opone a ese viaje, pero su abuela está con ella. Moana reniega de su condición de princesa y quiere ser aventurera, convirtiéndose en la heroína que salve a su pueblo. Por supuesto que el viaje se hará y en ese camino Moana conocerá al semidios Maui, quien la ayudará en su misión. Aunque la etnia de la protagonista sea una novedad para Disney, es solo eso lo nuevo que ofrece la película. Los directores veteranos Ron Clements y John Musker, quienes salvaron a los estudios Disney con La sirenita (1989) e hicieron entrar al estudio en una nueva etapa de éxitos que no ha cesado desde entonces, vuelven a trabajar en la dirección. Pero si en La sirenita fueron una revolución, acá hay que decir que la película parece una mala copia de aquellos grandes títulos. La aventura es entretenida y el humor, aunque bastante codificado, tiene algunos instantes rescatables. El problema son las canciones, todas y cada una de las canciones de la banda de sonido sobran. Son más de veinte minutos que la película no necesita y entorpecen todo, alteran el tono, arruina la precisión del relato. Ni hablar de la falsedad inconmensurable que tienen algunas de ellas. Moana es real hasta que canta y se transforma en un lugar común de musical de Broadway mediocre llevado al cine. Moana deja de ser novedad cuando canta y parece ser una mera excusa para vender discos. Sería genial escuchar esas canciones y comprarlas también si fueran buenas, pero no lo son, son de lo peor que ha dado el estudio. Sin canciones Moana podría haber funcionado, con ellas es una de las películas menos interesantes que haya dado el cine de animación de los estudios Disney.
Una heroína adolescente vive en una isla de la Polinesia junto a su tribu y enfrenta varios desafíos en este relato de animación que une herencia generacional, toques mágicos y apariciones ancestrales. La isla Motunui, ubicada al sur del Pacífico, es el nuevo escenario elegido para este relato de animación que une herencia generacional, toques mágicos, presencias ancestrales y fantasmagóricas y, la materialización del océano como un amigo siempre presente. En Moana: Un mar de aventuras, la nueva heroína adolescente de Disney se lanza a un viaje lleno de peligros para encontrar al fornido semidios Maui, y juntos, tendrán que devolver una piedra mágica, perteneciente a la diosa que antes daba vida a todas las islas, y que ahora sufre una maldición que despertó la furia volcánica del demonio Te Ka. Junto a un pollo desorientado, cocos convertidos en feroces piratas, arrecifes de coral, aguas turbulentas y un tono musical que atraviesa toda la película, Moana se convertirá en la nueva líder una comunidad comandada por hombres, pero antes deberá desobedecer algunas reglas de su tribu. No es casual el tono similar que presenta con La sirenita, ya que se trata de los mismos directores, John Musker y Ron Clements, que impulsan a la protagonista a sortear varios desafíos y a cruzar los límites de lo aceptado o prohibido. En ese sentido, la trama adquiere un interés extra: el miedo a lo desconocido y a quebrar el orden establecido. Ya desde el comienzo con una encantadora Moana niña frente a los misterios del mar, la presencia de una abuela que representa la sabiduría eterna o un padre que advierte sobre los peligros que se avecinan, el relato entrega una historia disfrutable también para el público adulto, entre canciones y escenarios de ensueño. Entre el prodigio técnico de la animación -con la sorprendente cabellera de Moana- y los tatuajes que cobran vida en el pecho de Maui, el film brilla por su colorido y encanto. Antes de la proyección se exhibe el corto Cabeza o corazón que muestra de manera ingeniosa el funcionamiento del cuerpo a partir de la vida de un triste oficinista que ve pasar sus días de manera rutinaria. El film, creado por un pequeño equipo de Walt Disney Animation Studios, combina la animación por computadora con la técnica del dibujo a mano.
Moana: Allá lejos, donde el cielo se junta con el mar. Llega una nueva Princesa Disney muy acorde a los tiempos que vivimos y es un disfrute visual. No se puede negar que Disney se va reinventando año tras año. Para esto es menester de la compañía estar atentos a las épocas donde las transformaciones sociales son cruciales para que se le pueda dar al público lo que quiere o lo que ellos creen que se consume. Una muestra de ello es adquirir Marvel Studios y comenzar con la seguidilla de superhéroes de La Casa de la Ideas y expandir un universo fantástico en cines. Y tal como Marvel, que siempre está a la vanguardia de los tiempos que corren, Disney fue modificando su particular visión de las Princesas, otroras damiselas en peligro. En este contexto aparece Moana: Un mar de aventuras, donde la hija de un jefe tribal (una Princesa, aunque a ella no le gusta esa denominación) en Motunui, una isla del sur del Pacífico, cree que puede dar más por su pueblo saliendo “mas allá de los Arrecifes” que estando en su tierra. Llevada por una antigua leyenda que dice que el semi-dios Maui al robar el corazón de la madre naturaleza trajo desdichas y oscuridad al mundo; la joven deberá encontrar a este carismático personaje y traer paz a su pueblo. Tanto Maui como Moana se embarcarán en una aventura para descubrir que sus vidas no dependen de los designios de la familia, que cada crea su propio destino, atendiendo el llamado de su corazón y aprendiendo sobre la marcha que la vida es un viaje de ida y vuelta; porque se necesita salir al mundo para prender y volver a casa con la experiencia que solo el exterior puede darnos. Volver con más fuerza y sabiduría. Tanto los paisajes como la paleta de colores tropical y la creación de los personajes son excepcionales, donde ningún detalle queda librado al azar y las aventuras de estos dos particulares seres son acompañadas por el nuevo Rey Midas de la música, Lin Manuel Miranda. Una aventura más de Disney donde nos queda claro que los sueños son para cumplirlos y no hay horizonte que nos detenga. Atentos a quedarse después de los créditos que hay una escena muy graciosa. [Párrafo aparte se necesita para el corto “Cabeza y Corazón” que precede el film, otro deleite para los sentidos que sigue la premisa de atender los designios del músculo rojo].
En una hermosa isla rodeada por el mar, vive una tribu que se estableció allí hace mas de 2000 años. Ese es el hogar de Moana, una joven de 16 años, única hija del líder de la tribu. Moana, motivada por las leyendas que le contaba su abuela, está decidida a explorar que es lo que hay mas allá de su hogar. Su oportunidad de aventurarse llegará cuando su tribu comienza a sufrir consecuencias naturales que afectan toda la isla; tomará un pequeño bote y junto con su despistada gallina cruzará el mar en busca del semidiós Maui, quien es el único que puede ayudar a evitar un mal mayor a la tribu. Disney nos presenta a su nueva princesa, se puede decir que Moana es la más arriesgada de todas, la que está lista para aventurarse y enfrentar los riesgos que se topen en su camino, todo eso por el bienestar de los suyos. Su viaje no será fácil, se enfrenará a extrañas criaturas. John Musker y Ron Clements, este dúo de directores no son ningunos novatos dentro del género animado, ya trajeron clásicos como “La Sirenita”, “Hércules” o “Aladdin” y son los responsables ahora de “Moana: Un Mar de Aventuras”, una apuesta atractiva de Disney a modo de musical siguiendo la línea de “Frozen: Una Aventura Congelada”. La película es cautivadora, llegando a tal punto que parece que estamos en ella, los paisajes verdes de la isla y el gran mar también son los protagonistas.Al ser un musical no podemos evitar salir de la sala sin tararear alguna de las canciones de la película.Las voces corren a cargo de Aulii Cravalho como Moana y Dwayne Johnson como el semidiós Maui. Previo a la película se proyecta un corto titulado “Inner Workings” que hace reflexionar bastante contando la vida de Paul y como su rutina laboral lo aleja de algunos gustos personales como por ejemplo: salir a caminar por el mar, enamorarse de una chica entre otras cosas y ahí entra en juego el cómo su cuerpo le exige el cambiar la rutina por algo un poco más alegre, la trama es muy similar a “Intensamente”. Lo bueno: la parte visual muy bien lograda, la música que gustará a chicos y grandes, Lo malo: Puede caer en chiches tipos de una animada típica de Disney.
Llega a la cartelera otro producto de calidad por parte de Disney. El último estreno de animación de la compañía había sido Zootopia (2016) que le fue muy bien tanto en taquilla como en críticas y recepción por parte del público. Con este film el estudio del ratón llega a las 56 producciones animadas en donde ha habido de todo: películas geniales, algunas mediocres y otras muy malas. Moana junta todas las características buenas tales como diversión para toda la familia, buenos números musicales, personajes que te atrapan y una animación estupenda. Párrafo parte el lugar de la mujer en el film, porque una vez más hay que destacar y celebrar la postura que desde hace años ha tomado Disney en cuanto a sus princesas, ya sea en alianza con Pixar (Valiente, 2012) o en Enredados (2010) y por supuesto Frozen (2013). Ya no se depende de un hombre (un príncipe) que las salve, por más que la figura persista, sino que la personalidad de estas chicas vale por si sola con voz y carisma propia. Asimismo, Moana es la primera princesa proveniente de las antiguas Islas del Pacífico y la cultura Maorí, una etnia que le faltaba sumar a Disney. Otro de los grandes puntos fuertes de esta producción es la música. No importa si tenés 30 años o 10 porque es casi imposible no salir tarareando el tema principal. Todos los números musicales son absolutamente fantásticos y lo dejan bien en claro con el primero. Los directores Don Hall y Ron Clements -ambos con gran experiencia en animación, sobretodo Clements, quien fue el guionista de grandes clásicos de Disney tales como La sirenita (1989) y Aladdin (1992)- hacen un excelente trabajo balanceando todos los elementos de la historia para que nunca caiga ni en el drama ni en la comedia pura. Es una película de aventuras en su máxima expresión. La versión que vi yo fue la original subtitulada y se las recomiendo de ese modo si no van con chicos para apreciar las sensacionales interpretaciones de Auli’i Cravalho (Moana) de quien te enamorás ni bien empieza a entonar la canción “How Far I’ll Go” (tema con grandes chances de Oscar), y luego Dwayne Johnson, quien sorprende como Maui. Y si van a ver la versión doblada tengan en cuenta que es un film para no tan chiquitos, creo que para un público mayor a los 6 años. En definitiva, Moana es otro gran producto de la factoría Disney cuyo único pecado es la repetición de fórmula pero que poco importa porque todo el resto es excelente.
Disney tiene una filmografía repleta de princesas, que con el tiempo se fueron alejando de los príncipes y ya no necesitan que alguien las salve. Frozen, el tanque que puso a la reina Elsa al frente, una mujer poderosa e independiente, demostró que su juego definitivamente había cambiado. Moana hace un planteo todavía superior: la hija del jefe de la aldea, que deberá liderar a su pueblo, se embarca en una aventura para salvar a su gente.
Con una animación exquisita, una música que eriza la piel y voces que se ajustan a los personajes, llega a los cines la nueva princesa de Disney: Moana. Moana, un mar de aventuras, es un film de Walt Disney Animation Studios que el año pasado estrenó en Estados Unidos, pero llega a nuestros cines este jueves. Este personaje, será el favorito de muchos, particularmente para niñas, adolescentes y adultas abanderadas del “girl power”, porque Moana, es una nena que quiere descubrir lo que hay más allá de su isla, más allá de los arrecifes. Una chica que quiere saber quién es y que lucha sola, contra viento y marea. Un personaje delicioso, dulce y fuerte a la vez. La animación de esta película es alucinante: uno de los escenarios que más vemos es el océano y la calidad de la animación cuando aparece agua, arena, y otras texturas es sublime. Los tatuajes que llevan los personajes sobre pieles tostadas, son increíblemente reales. “How far I’ll go”, es la canción principal de la película y la música en general del film es destacable. Tiene potencia como su protagonista. La actriz y cantante Auli’i Cravalho le pone la voz a Moana, con gran dulzura a la hora de cantar. Podemos escuchar a Dwayne Johnson (Maui) cantando , quien además le pone la voz al personaje; excelente interpretación. En buena parte del film, los personajes de Moana y Maui están juntos y aunque hablemos de animación, se puede decir que la química entre ellos es genial. Hay varios personajes secundarios muy interesantes, la abuela de Moana es quien apoyará permanentemente a su nieta, la guiará y le dará fuerzas. Los divertidos animalitos, el cerdito y el gallo dan el toque de comedia. Moana hace que salgas del cine con alegría, tarareando la canción de los créditos y buscando a la Moana interior que todos tenemos dentro. Dato extra: Como es de costumbre antes de la película se proyecta un corto de animación, en este caso el elegido es “Inner Workings”, traducido como “Cabeza o Corazón”. El cortometraje te toca profundamente, te estruja el corazón y te saca una sonrisa.
Una chica busca su destino al otro lado del mar, la última invención de Disney Desde que Disney compró Pixar, la producción animada del tradicional estudio pareció confluir en términos estéticos y temáticos con la línea renovadora de los creadores de Toy Story, Wall-E y Up. En ese sentido, Moana: un mar de aventuras puede verse como un regreso a las fuentes, una vuelta al clasicismo. Sin embargo, lo que algunos podrán percibir como una decisión conservadora o una vuelta sobre sus pasos es, en realidad, un intento por mixturar los elementos icónicos del Disney de toda la vida con una animación sublime que aprovecha las infinitas posibilidades de la tecnología actual (aplicada por brillantes artistas, claro). Para conducir este proyecto se convocó a la dupla integrada por John Musker y Ron Clements, directores de dos populares films del "viejo" Disney como Aladdin y La sirenita, entre otros. El resultado es más que valioso en los términos en que la propuesta está planteada: un personaje femenino (una adolescente) muy fuerte que se suma a la larga lista de heroínas del estudio, una recuperación respetuosa de las leyendas de lugares exóticos (en este caso, de las islas del Pacífico sur), varios pasajes musicales gentileza de Mark Mancina y Manuel Miranda, y un despliegue visual (con una animación prodigiosa del océano como uno de los personajes centrales) inspirado en las bellezas naturales de lugares como Fiji, Samoa, Tahití o Hawai. La trama es tan sencilla como efectiva. La intrépida y rebelde Moana -heredera a suceder en el trono a su padre, el jefe Tui- siente una fuerte tentación por aventurarse en el mar, más allá de los arrecifes que rodean la costa. Pero Tui no quiere saber nada porque sus ancestros han decidido hace mucho tiempo que los miembros de su tribu -que supieron ser expertos navegantes- se instalen en un lugar y vivan de la pesca. Pero una maldición milenaria hace que los peces desaparezcan y los cultivos se pudran. Será entonces Moana quien salga de incógnito en balsa -con el apoyo de su querible abuela Tala- en busca de Maui, un poderoso (y muy narcisista) semidiós del viento y el mar, para que la ayude a enfrentar al demonio Te Ka. Todo servido para unas vertiginosas aventuras por la Polinesia con mucha música, color y el aporte cómico de diversos animalitos (sobre todo de un chanchito y luego de un gallo muy torpe). Más allá de los apuntados hallazgos del film, recomendamos al público adulto buscar las (escasas) funciones que hay en versión subtitulada para disfrutar de las voces de los intérpretes Auli'i Cravalho, Dwayne Johnson, Temuera Morrison y Jemaine Clement, así como de las canciones originales. Otra recomendación: llegar con puntualidad para disfrutar del simpático cortometraje Cabeza o corazón que se exhibe antes de Moana.
A escuchar la voz interior Lo mejor está al comienzo de la película, cuando la protagonista aún no partió en su travesía por el Pacífico. La experiencia Moana empieza a lo grande: antes de la película propiamente dicha, hay un simpático cortometraje, Inner workings (del brasileño Leonardo Matsuda) que muestra la lucha interna entre el raciocinio y la pasión, el deber ser y el deseo, simbolizados respectivamente por el cerebro, por un lado, y el corazón y el resto de los órganos del cuerpo humano por el otro. Todo irá de mayor a menor, porque el corto es superior al largometraje que veremos después. Pero están vinculados tanto por el paisaje marino como por su temática, porque la verdadera misión de Moana es escuchar su voz interior, descubrir quién está destinada a ser más allá del mandato social. Esta es una nueva princesa de Disney, pero algo diferente: según nos dice el sitio imdb, es la segunda –después de Mérida, la de Valiente- que no está inspirada de cabo a rabo en un cuento de hadas ni tiene un romance. Esta adolescente no se considera a sí misma princesa, sino sólo “la hija del jefe” de una aldea de la Polinesia. Por eso aquí la fuente de inspiración estuvo en la mitología maorí (y, extraoficialmente, en algún pasaje de La princesa Mononoke, de Hayao Miyazaki). Pero también en innumerables relatos clásicos en los que la historia existe porque el protagonista transgrede una prohibición. En este caso, Moana desafía el tabú –establecido por su padre- de navegar más allá del arrecife. El objetivo que persigue es encontrar al semidiós Maui y obligarlo a restituir una piedra que robó de una isla legendaria, una falta que empieza a traerle desgracias a su pueblo. Lo mejor de la película está al principio, cuando Moana todavía no partió en su travesía. Porque en esa primera parte la vemos como una irresistible bebé, y todo ocurre en la isla, que tiene visualmente muchos más atractivos que el Oceáno Pacífico, donde transcurre el resto de la historia. Es, entonces, el colorido de la exuberante vegetación isleña contra el monótono azul del mar; la fuerte personalidad de la abuela de Moana contra los chistes medio sosos de Maui. Faltan personajes secundarios interesantes. Hasta las canciones de esa primera parte son mejores que las del resto (todas compuestas por Lin-Manuel Miranda, creador del multipremiado musical Hamilton; como en la tradición de Broadway y tantas películas de Disney, aquí de repente los personajes interrumpen todo para ponerse a cantar). La excepción es el enfrentamiento de los héroes contra Tamatoa, un cangrejo gigante. Esa secuencia submarina tiene un vuelo propio de Alicia en el País de las maravillas, pero es una gota de fantasía en un oceáno monocromático.
La galería de personajes de Disney suma una nueva princesa con Moana, en una entretenida propuesta de fantasía basada en la mitología de la Polinesia. Una temática, que salvo por la producción de Kevin Costner, Rapa Nui (1994), no cuenta con grandes antecedentes en el cine hollywoodense. Para cualquier fan de este estudio de animación Moana es especial, ya que presenta el nuevo trabajo de una de las duplas de directores más importantes de las últimas décadas en el género de animación. Ron Clements y John Musker son dos artistas que nunca fallaron con sus proyectos y crearon filmes memorables como Policías y ratones, La sirenita, Aladino, Hércules, esa joya subestimada que fue El planeta del tesoro y más recientemente La princesa y el sapo. Esta nueva película representa el debut de los realizadores en la animación computada, donde fueron asistidos por Don Hall y Chris Williams , los directores de Big Hero 6. La estética puede ser distinta, pero Moana conserva el corazón y espíritu de los que fueron siempre las creaciones de Clements y Musker. A través de una propuesta de aventuras, que tiene más acción que Assassin´s Creed, el film desarrolla un gran cuento de fantasía sobre la identidad. El viaje que emprende Moana para salvar a su pueblo no solo representa un viaje de autodescubrimiento personal sino que explora también la historia de sus ancestros. Con divertidas escenas musicales que tienen la calidad artística de lo que suelen ofrecer estos directores, la película explora la mitología de la Polinesia a través de un conflicto muy atractivo. Dentro de los aspectos técnicos Moana sorprende especialmente con el trabajo que hicieron con la fluidez del agua del océano que juega un papel fundamental en la trama. Las escenas de acción son impecables e incluyen un divertido guiño a la última entrega de Mad Max. Un detalle que podemos encontrar en la pelea que tienen Moana y el dios Maui con unos cocos piratas. Si habría que objetarle algo a este film es que el concepto de la historia se desarrolla dentro de una fórmula demasiado familiar para Disney. Moana tiene una personalidad similar a Mérida de Valiente y el disparador del conflicto es muy parecido al de La sirenita (profecía del Elegido incluida), quien también se atrevía a desafiar las tradiciones familiares para descubrir el mundo que la rodeaba. La película incluye el obligado mensaje de empoderamiento femenino que demanda la corrección política de estos días, pero todo se desarrolla dentro de una zona de comodidad para Disney. Moana probablemente seguirá los pasos de Tiana, la protagonista subestimada de La princesa y el sapo, que supo tener su grupo de seguidores en el público infantil pero nunca se convirtió en una pasión de multitudes. Lo mismo ocurre con las canciones del film que suenan espectacular dentro del contexto de la historia, pero ninguna queda en el recuerdo días después de haber visto la película. De todos modos, más allá de esta falta de riesgo a la hora de abordar el personaje, Moana es una gran película de animación que merece ser disfrutada en el cine.
Una princesa para renovar la tradición. La hija del jefe de una tribu del Pacífico no teme desoírlo y desafiar a un semidiós para salvar a su pueblo. Una de las películas más clásicas de los estudios Disney en mucho tiempo (aunque definitivamente modernizada), Moana representa el regreso del tándem integrado por Ron Clements y John Musker, realizadores de clásicos modernos del estudio como La sirenita y Aladino, reforzados aquí por un segundo tándem, compuesto por Don Hall (coguionista de Las locuras del emperador y Tarzán) y Chris Williams (realizador de Bolt). “¡No soy una princesa, soy sólo la hija del jefe!”, se enoja en un momento la protagonista, haciendo una aclaración más que nada metalingüística, ya que como se sabe en el caso de Disney “la película de princesa” es un género de extendidísima tradición, que va de Blancanieves a Frozen. Más que en sí misma (la diferencia entre nobleza y plebe no es particularmente significativa aquí), la aclaración importa como expresión de la voluntad de diferenciación por parte de sus creadores. Voluntad que se expresa sobre todo en la segunda parte de la película, la más aventurera, autorreferencial y desenfadada. En otras palabras, la más moderna. Con un guión escrito por Jared Bush (Zootopia), Moana –que en la Argentina se estrena con el subtítulo Un mar de aventuras– plantea un conflicto entre tradición conservadora comunitaria o familiar, y deseo personal de renovarla, clásico de las modernas princesas-Disney (ver La sirenita, Pocahontas, Mulan). Moana está llamada a heredar el gobierno de una isla del Pacífico Sur y su padre, el Jefe Tui, le inculca que por nada del mundo deberá ir más allá de la línea de los arrecifes, ya que allí reinan peligros que los humanos no deben afrontar. En verdad, el temor de Tui tiene un origen estrictamente personal, debido a una tragedia vivida en su juventud en esa zona ahora tabú para él. Pero Moana oye una segunda voz, la de su abuela Tala, narradora de cuentos fantásticos de la aldea, que le habla de cierta piedra sagrada que encarna el corazón de una diosa y que un semidiós llamado Maui habría robado en tiempos inmemoriales. Furiosa, la diosa Te Fiti produce calamidades naturales que están afectando la isla, como por ejemplo la escasez de pesca, y que Tui, que no cree en esas historias, no sabe cómo remediar. Como puede imaginarse, Moana se atreverá a desoír a su padre, se subirá a una frágil canoa, desafiará las olas y tormentas, y se lanzará más allá de los arrecifes, en busca del semidiós y su piedra sagrada. Con ello restituirá, a su vez, el olvidado destino de su pueblo. Desde La sirenita en adelante, las heroínas-Disney se fueron haciendo menos acarameladas y más temerarias, y Moana avanza un poco más en esa línea. Sus gigantes ojos negros aseguran que el espectador se enamore de ella, y verla de bebé en las primeras escenas, caminando torpemente hacia el mar (la imitación de lo real de los animadores de Disney sigue siendo tan extraordinaria como en tiempos de Blancanieves), asegura que el enganche se consume. Moana es una heroína muy humana: decide enfrentar al semidiós, que la decuplica en tamaño, pero antes de hacerlo ensaya como diez veces su discursito, que después no le sale. De todos modos, no está sola. Cuenta con la ayuda nada menos que del Océano, que siendo pequeña la eligió como la destinada a rescatar la piedra sagrada, restituyendo así el corazón de la diosa. Moana es una Elegida, categoría mística que aparece una y otra vez en productos de la cultura estadounidense, y que tal vez sirva como argumento mágico para explicar la intervención de Estados Unidos en el mundo real. Narcisista y fanfarrón, el gigantesco Maui (en la versión subtitulada la voz es, con toda lógica, la de Dwayne Johnson, más conocido como The Rock) es prácticamente el mismo personaje que Kuzco, el de Las locuras del emperador, de cuyo guión participaron Chris Williams y Don Hall, codirectores aquí. Su relación con Moana es la de una buddy movie: empiezan peleando y él comportándose como una rata, y terminan siendo amigos, con el individualista aprendiendo a compartir y la chica inmadura madurando, claro, que si algo es esto es un cuento de iniciación. Larga (dura casi dos horas), Moana está llena de personajes secundarios (los típicos animalitos cómicos de Disney), hallazgos brillantes (unos cocos pintados que son terribles piratas), ricos detalles (como El hombre ilustrado de Bradbury, los tatuajes de Maui cobran vida propia), belleza visual (las naves de los isleños que zarpan al final) y, claro, canciones que nunca están de relleno, sino que refieren a la historia por otros medios.
LEYENDAS MAORÍES Y HEROÍSMO FEMENINO De los mismos directores de “La sirenita” y “Aladin”, John Musker y Ron Clements, esta película de mucho presupuesto y gran ambición, les gustara a chicos y grandes. Una vez más una heroína será la protagonista, junto a un semidios travieso que provocó todos los males y no quiere hacerse responsable. Moana desafía los mandatos familiares y reales y se lanza a una aventura con muchos peligros y gracia. Toda la historia esta apoyada en leyendas de la cultura maorí Y en la conexión entre abuela y nieta para sostener las tradiciones y romper con una verdadera “maldición”. Con despliegue de animación CG que muestra logros muy llamativos, la historia se desliza sobre todo con el coraje inquebrantable de la princesa y su aliado más especial: el océano. El personaje del semidiós Maui parece a imagen y semejanza de Dwayne Johnson que le pone la voz en la versión subtitulada, uno de los mejores delineados. Toda la aventura tiene como objetivo devolverle a una diosa la joya robada por ese adolescente eterno que es Maui. Con buenas canciones pero un poco larga para los mas chicos, tiene diversión y emoción.
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La nueva película de Disney es una maravilla visual que encantará a grandes y niños Ante la posible desaparición de su pueblo, Moana, la hija del jefe de una tribu de la Polinesia, acude al llamado del Mar. Acompañada por Maui, un semidiós gigante, vivirá un sinfín de aventuras en medio del peligroso Océano. Moana, es técnicamente una princesa de la galería de Disney, pero en términos reales, es una verdadera heroína. Astuta, valiente, y sin "un príncipe azul" como objetivo. De hecho, no hay interés romántico en la trama. Es en parte por esto, que la cinta es disfrutable para todos los públicos, incluido los varones, muchas veces relegados en este tipo de historias. Ron Clements y John Musker, dos próceres que rescataron al estudio del Ratón Mickey con La Sirenita, dotan a esta película de una animación sofisticada, visualmente poderosa que atrapa, hipnotiza y que hace imposible que el espectador intente apartar la vista de la pantalla. Para eso, han combinado técnicas de última generación con animación tradicional, generando texturas, profundidad y realidad. Como viene ocurriendo en casi todos los filmes del estudio, la música es un pilar fundamental y en esta oportunidad, como en Frozen, el metraje está plagado de hits instantáneos, gracias al talento de Lin Manuel-Miranda. Acción, mucho humor, momentos emotivos y un mensaje de superación y de pertenencia, hacen de Moana: un mar de aventuras, una película profunda que nunca se transforma en solemne ni discursiva. Todo aquí fluye de manera natural, como el agua que corre por los océanos.
Cautivante espectáculo visual y sonoro La nueva película del gigante Disney presenta una entretenida aventura en la que una querible heroína hawaiana debe salvar a su isla de la destrucción. Para ello contará con la ayuda de Maui, un musculoso semidiós un tanto arrogante y bastante irreverente. Si bien sigue una fórmula narrativa altamente estereotipada, al mismo tiempo, Moana ofrece un festival de canciones, colores y efectos especiales memorables, regalando de esta forma un deleite visual que la hace verdaderamente irresistible. Moana (Auli’i Cravalho) es la hija del jefe de una tribu Maorí que habita en la isla paradisíaca de Motu Nui. En tal carácter, está predestinada a suceder a su padre, conservando la paz, tranquilidad y felicidad de todos sus habitantes. Sin embargo, Moana tiene un espíritu inquieto, e internamente se rehúsa a asumir el lugar que todos esperan que ocupe. Ya de chica soñaba surcar los océanos (algo terminantemente prohibido por su padre), y escuchaba fascinada las leyendas que le contaba su abuela sobre el semidiós Maui (Dwayne Johnson), quien miles de años atrás le había robado el corazón a la diosa Te Fiti para crear el mundo tal y como lo conocemos. El problema es que, al quedar despojado de su corazón, el mundo comenzó a morir irremediablemente. Años después, esa destrucción finalmente llega a la isla de Moana, quien siendo elegida por el océano -y desafiando las reglas de su padre-, se lanza a las aguas en busca de Maui, para restituir el corazón de Te Fiti y así salvar al mundo. En el camino, la protagonista descubrirá la identidad ancestral de su pueblo y, en ese proceso, se reencontrará consigo misma. En términos narrativos, la película no aporta nada demasiado diferente a lo que Disney viene mostrando en producciones recientes. En ese sentido, el film reproduce la fórmula clásica del “camino del héroe” y le agrega su flamante tendencia a incluir personajes femeninos fuertes e independientes, cuya valía no radica -como antes- en ser princesitas indefensas y bobaliconas, sino en afirmar su identidad luchando contra todos los prejuicios y conflictos que las rodean. Si bien, por un lado, se agradece esta mayor apertura del estudio en cuanto a los roles de género que propone, por otro, resulta un poco previsible y premeditado, ya que estos mismos modelos pueden encontrarse en otras películas recientes, como Star Wars: Rogue One (2016), Maléfica (2014) y Frozen (2013). En otras palabras, la corrección política está bien, pero si no viene acompañada de un poco de audacia creativa, es difícil lograr algún grado de originalidad. No obstante, la película funciona. El hecho de que sea una historia de fábrica no implica que ésta no sea efectiva, y el hecho de que sus personajes estén plagados de clichés no quita que éstos sean adorables, simpáticos y divertidos. Quizás, esa sea la verdadera magia de Disney (y también su paradoja): vease, su capacidad para emocionar a los espectadores con diferentes historias que, en el fondo, son la misma. En el caso de Moana, esto además está potenciado por la maravillosa banda sonora escrita por el multipremiado compositor Lin Miranda (“Hamilton”, “In The Heights”), que aquí nos regala un puñado de canciones que no tienen nada que envidiarle a otras grandes piezas musicales de la franquicia. En este punto, vale la pena remarcar la calidad de la joven Auli’i Cravalho (a quien habrá que seguir de cerca en el futuro), y también de Dwayne “The Rock” Johnson, que por su performance vocal demuestra ser un actor más versátil de lo que parece a simple vista (dado el tipo de películas en las que usualmente actúa). Sin dudas lo mejor de “Moana, un mar de aventuras” viene dado por su factura técnica. De principio a fin, el film dirigido por Ron Clements y John Musker (La Sirenita, Aladín) es un deleite para la vista del espectador, con composiciones visuales exquisitas y coreografías corales dignas de un musical de Broadway. Cada plano es una pequeña obra de arte, y esto, en parte, se debe a que los efectos especiales (¡por fin!) están al servicio de la película y no viceversa. Sin embargo, la película por momentos se hace larga, y la falta de un villano sólido que antagonice con los objetivos de la protagonista (hacia el final, la trama se debilita un poco a raíz de esto). Aún así, “Moana, un mar de aventuras” es un film ineludible y cautivante: por el nivel de detalle y cuidado en todos sus aspectos técnicos y musicales, por la expresividad de sus personajes y, sobre todo, por la atracción visual que genera a cada instante. En definitiva, se trata de una película que -al igual que Frozen- invita a tirar por la borda el mandato social impuesto socialmente, para empezar a escuchar esa pequeña voz interna que tanto nos conoce y que susurra al oído: “¡Arriesgate, seguí a tu corazón!”
LA MUJER MARCANDO EL CAMINO Al igual que Marvel, Disney sigue contando la misma historia de siempre, pero se las arregla para repensar, reformular y reescribir sus propias estructuras, para así renovarse sin dejar de ser fiel a sus propias tradiciones. Lo del estudio no es un “cambiar para que nada cambie” sino más bien un “seguir siendo el mismo pero diferente”, esa evolución justa, precisa y necesaria, que es la que alimenta tanto el clasicismo como la innovación. Moana: un mar de aventuras es una continuidad que entrega la seguridad de elementos ya vistos pero también nuevos, que estimulan al espectador. Del mismo modo, Ron Clements y John Musker (los mismos de La sirenita, Alladin y La princesa y el sapo, entre otras) repiensan y reelaboran tópicos y variables de su propio cine, tomando conceptos de la cultura maorí y las tribus de la antigua Polinesia, para plantear una travesía donde la joven Moana, acompañada a regañadientes por el semidiós Maui (estupendo Dwayne Johnson en la voz), busca salvar al mundo de una progresiva destrucción. Moana: un mar de aventuras es también un relato de descubrimiento, de salir al mundo, de quebrar límites y fronteras impuestas por una cultura o marco al que se pertenece, donde es una mujer la que rompe con los esquemas, ligándose con otros films de la compañía como La bella y la bestia, Pocahontas o, más recientemente, Frozen: una aventura congelada y Enredados. Pero en Moana: un mar de aventuras hay una pequeña gran variante: no hay un interés amoroso para la protagonista, sólo compañeros, amigos y hasta tutores en la aventura, con lo que las retroalimentaciones cobran otros sentidos, que van más allá de lo romántico y en los que intervienen otros factores. Porque Moana: un mar de aventuras posee una buena dosis de autoconciencia y su relato explicita en variados pasajes las mecánicas de este tipo de cuentos, pero no para renegar de ellas, sino para reafirmarlas, indagando en razones para creer en esos imaginarios. Y es en esta reflexión que roza lo metalingüístico que el film se revela como sumamente inteligente y arriesgado, por la forma en que interroga (y nos interroga) sobre cómo hay convenciones que son pura construcción cultural. En eso, el personaje de Maui -y su interacción con Moana- es clave: la película revela, como pocas, que no sólo las acciones importan, sino también los resultados de ellas y las interpretaciones, que hay intenciones y recepciones, que no todo es blanco o negro y que muchas veces las historias que nos cuentan no guardan una total similitud con la realidad. Ese diálogo con las tradiciones y la manera en que nos van delineando como personas -aún cuando las enfrentamos y las ponemos en crisis- impulsan hacia adelante a un film que es esencialmente una road-movie donde la relación central primero es forzada pero luego crece desde el respeto y la igualdad en las perspectivas. Pero además hay, a cada minuto, un despliegue maravilloso en todos los posibles niveles audiovisuales: Moana: un mar de aventuras es un film que respira cine, desde la creación de escenarios y situaciones avasallantes en los colores y formas desplegados, hasta un compendio de canciones destinadas a permanecer en la memoria (You’re welcome, interpretada por el mismo Johnson, se lleva todas las palmas). Jamás hay pereza en la película, sino creatividad pura, una voluntad inmensa por explotar el campo animado y crear un universo que es en verdad muchos universos, donde el terreno de lo espiritual se fusiona de manera profunda y verdaderamente trascendente con lo humano. Se le podrán criticar a Moana: un mar de aventuras algunas fallas narrativas, ciertos pasajes donde se pierde en idas y vueltas un tanto redundantes. Pero aún así es un film que se disfruta enormemente y que confirma que Disney -con algo de ayuda de Pixar, no hay que olvidarse- sigue marcando el rumbo a seguir. Y que las que comandan el barco son mujeres, que no eligen las respuestas fáciles sino que encaran desafíos y afrontan lo desconocido. De eso se trata el cine, al fin y al cabo: de descubrir mundos, de traspasar fronteras, de encontrarnos personajes como Moana, que nos hablan directo al corazón.
La nueva película de Disney tiene en el centro a una joven no princesa que no busca amor ni espera ser rescatada, sino que siente el llamado del océano y necesita –su necesidad personal es lo más fuerte- cruzar el arrecife y embarcarse en una aventura que la llevará a lugares impensados. Moana es joven pero su futuro parece estar ya escrito. Sin embargo, ella espera algo más de la vida que quedarse siempre en el mismo lugar, cumpliendo su mandato. El océano la llama desde pequeña pero también siempre le enseñaron que había muchos peligros allí, especialmente cruzando el arrecife. Su padre es el principal oponente al espíritu valiente e inquieto de la joven, pero encuentra en su abuela, considerada loca por el resto de los habitantes, la confianza y el aliento necesario para animarse. Enmarcada en la antigua Polinesia, y con referencias a leyendas provenientes de ese lugar, Moana cuenta la travesía que emprende su protagonista junto a un semidios, Maui, que se muestra creído y egoísta al mismo tiempo que no encuentra otra opción que acompañarla, ya que él tiene que recuperar un objeto valiosísimo que perdió a causa de su ambición. Entre los dos se genera una relación muy divertida de ver, y si a eso le sumamos al tercer acompañante, un pequeño gallo con cierto retraso mental que le impide realizar las actividades más básicas como comer, el resultado son varios gags que le brindan mucho humor al relato. En cuanto a animación, el film despliega una escenas muy bellas y un buen diseño de personajes y sus expresiones (el detalle de los tatuajes de Maui que se mueven también aporta), así como también de los lugares (como el mar, que es un personaje más). Una de las secuencias más atractivas, a nivel visual y a nivel entretenimiento, es la protagonizada por Tamatoa, a quien da voz Jermaine Clement (el de Flight of the Conchords y uno de los protagonistas de What we do in the shadows). En una película a la que quizás le sobren números musicales, el que protagoniza este cangrejo es de lo mejorcito del film. Los mensajes, como siempre en las películas de Disney, son claros. Se resalta la importancia de ser una misma, de dejarse guiar por nuestros deseos internos, de la amistad, pero sobre todo de encontrar nuestro lugar en el mundo. Moana está dirigida por dos conocedores del universo de Disney, Ron Clements y John Musker, incluso se permiten tras los créditos referenciar una de sus películas anteriores (no se las cuento pero lo captarán inmediatamente si se quedan hasta que terminen los créditos). Las voces y canciones originales funcionan y algunas canciones son más pegadizas que otras, de todos modos es probable que la mayor parte, quizás en su totalidad, de las funciones se den dobladas al español. Antes de que empiece el film, se proyecta el corto Inner Workings, un simpático relato sobre la necesidad también de escaparle a los moldes, en este caso a la rutina que aburre y agobia y consume nuestro espíritu. Resumiendo, Moana es una película para disfrutar entre chicos y grandes. El guión no tiene muchas sorpresas, subrayando algunos mensajes y sin poder escaparle a ciertos clichés, sin embargo es correcto. Divertida y simpática, al mismo tiempo que conmovedora, Moana es especialmente ideal para quienes aman el océano y tienen espíritu viajero.
Durante años, cine animado fue sinónimo de Disney, por lo menos en tierras de Hollywood. Aunque esos tiempos a no son tan así y han surgido varias contendientes y muchas veces ganadoras en la taquilla; a la empresa del ratón le alcanza con una propuesta como Moana: Un mar de aventuras, para desterrar las dudas sobre quién es el líder en la materia. Mientras otros apuestan a una supuesta originalidad buscada en la modernidad, aquí se aplica la misma fórmula que ya le vimos a Disney una y otra vez; que no deja de ser efectiva. Moana es otro eslabón más en esa extensa cadena de Princesas Disney. Las hay de todo tipo y clase; de las etnias más variadas para que ninguna niña se sienta excluida. Buscaron en el mapa y vieron que quedaba un cupo en Polynesia, y hacia allá fueron. La historia toma varios elementos de la mitología tradicional del lugar (más allá de que obtuvo varias críticas por alguna “infidelidad”) y se ubica miles de año atrás, cuando las islas Motu Nui pertenecían a ese sector de Oceanía y no al actual occidente de Chile. En los primeros minutos, a modo de introducción nos cuentan la historia de Maui, un semi-Dios que embebido en arrogancia decide robar una piedra preciosa conocida como el corazón de la Diosa Te Fiti, Madre Tierra del lugar. Este acto solo trajo caos en el equilibrio natural de la zona, y Maui desapareció sin que nunca más se sepa de su presencia. Motu Nui lleva años con un desequilibrio que hace peligrar su subsistencia, los recursos se están agotando si muchas explicaciones. Moana es la hija del líder de la tribu del lugar, que se encuentra en preparación para asumir su cargo. Pero también tiene un llamado místico con el agua, que su padre rechaza, pero al que deberá atender desobedeciendo para salvar el futuro de los suyos. Moana es llevada por el océano a buscar a Maui para que juntos reintegren el corazón a Te Fiti y se recomponga la armonía. Desde Ariel a Mérida (que es de Pixar rindiéndole homenaje a su socia), pasando por Mulan o Rapunzel; los elemento se repiten. Una princesa que debe cumplir su legado, que siente la rebeldía de la aventura y debe madurar, responde a un llamado que la llevará a salvar a toda la población y a un crecimiento personal. Tenemos al personaje que es la voz de la experiencia, padres que rechazan ese llamado a la aventura, y un personaje amigo – convenientemente un animal – que sirve como comic relief. Todo está ahí; no hay acá romance, esta parece ser la nueva era de Disney, pero si hay un dúo, formado entre Moana y Maui para formar una aceitada buddy movie. Si (casi) todo lo que se presenta ya se ha visto ¿Cómo es que funciona tan bien? Es la ventaja de jugar un juego conocido, a Disney estas películas les salen de taquito y como a ningún otro. Alcanza con ver los créditos para caer que en la dirección realizada entre cuatro; y el guion escrito por ocho; nos encontramos con los nombres líderes de Ron Clements y John Musker; expertos del mundo Disney y de las Princesas de la factoría. El dúo responsable de La Sirenita, Hércules, Aladdin, y La Princesa y el sapo; simplemente hace todo bien. Moana fluye como el agua en el océano, es muy entretenida, divertida, amena, con el mensaje correcto, y sin sobresaltos. No hay momentos en que decaiga. La animación es un regalo para la vista; y la cantidad de personajes no hacen más que comprarnos desde que aparecen (atención con los piratas). Moana es una ventura para el espectador, ya sea chico o adulto (sin necesidad de recurrir a gags propios para estos), nena o varón (es de las primeras Princesas Disney que entretiene a “ambos sexos” por igual); y tiene todo para convertirse en un clásico a la altura del resto. En este punto, la banda sonora es fundamental, como siempre, las canciones son entradoras y permanecerán en nuestra cabeza durante semanas. Disney demuestra que puede innovarse sin correrse de su eje, volviendo a demostrar por qué es un líder indiscutido; en esto son imbatibles. Párrafo aparte para decir lo mismo de siempre, llegue temprano a sala y no se pierdan el corto de inicio, Inner Working, imagínense la mezcla perfecta entre Intensa-Mente, Up y Wall-E paraque den una idea de lo precioso de estos seis minutos que nos preparan de la mejor manera para el plato principal.
Si arrancamos diciendo que Moana es la anti princesa de Disney, este es el mejor cumplido que se le puede hacer a una protagonista femenina que tiene sobre sus hombros el peso de una larga tradición de “monarcas” cantarinas, expectantes por la llegada de su príncipe azul. “Moana: Un Mar de Aventuras” (Ron Clements, John Musker, 2016) aprueba con honores el test de Bechdel y enamora desde los imponentes paisajes y texturas, la fantasía de la mitología polinesia, una increíble banda sonora y su joven heroína, que de princesa no tiene absolutamente nada. Ron Clements y John Musker, directores de clásicos animados como “La Sirenita” (The Little Mermaid, 1989) y “Aladdin” (1992), toman la estructura de musical animado del estudio del ratón y nos cuentan una historia milenaria, aunque bien ajustada a los tiempos que corren. Mil años atrás, un guerrero semidiós llamado Maui (voz de Dwayne Johnson) robó el corazón de la diosa Te Fiti con la intensión de regalárselo a los hombres. La piedra, creadora de vida, se perdió en el océano junto con el anzuelo mágico de Maui, quien quedó aislado y desprovisto de sus poderes. Por su parte, Moana, hija del jefe de la isla Motunui, está destinada a seguir los pasos de su padre y hacerse cargo del bienestar de su gente. La isla provee de todo lo necesario, así que no hay excusas para cruzar el mar, más allá del arrecife. Moana siempre sintió curiosidad por el océano y todas sus maravillas, y a medida que va creciendo no puede evitar su llamado. Pero Motunui está sufriendo la falta de comida, y la jovencita se debate entre lo correcto y tomar el riesgo de desafiar las órdenes de su padre para encontrar la solución más allá de la orilla. Gracias a su abuela descubre que, en realidad, su pueblo desciende de un larguísimo linaje de navegantes y exploradores. Moana se lanza al mar con la intención de encontrar a Maui y que este le devuelva el corazón a Te Fiti. Acá empieza la verdadera aventura de esta adolescente y su viaje (literal y metafórico) hacia la adultez. La chica necesita encontrar su verdadera identidad, su propósito, y en el camino se encuentra con un sinfín de obstáculos, criaturas marinas, logros y frustraciones. El guionista Jared Bush se atreve a romper esquemas y burlarse un poquito del pasado disneyniano. Introducir refinados chistes escatológicos, y hasta referencias cinéfilas, incluyendo a “Mad Max: Furia en el Camino” (Mad Mad: Fury Road, 2015). “Moana” mantiene las estructuras de la epopeya más clásica, pero logra contar una historia bien moderna. Nuestra joven protagonista está más cercana a “Hércules” (1997) que a una abnegada “Cenicienta” (1950), desde sus temas y ese humor que se ríe de sí mismo (Nota importante: el mejor chiste de Disney, en décadas, lo encuentran al final de los créditos). “Moana” está cargada de identidad y sentimientos (no sentimentalismos), y adorna todo con la fantasía más alocada que se puede desprender de la mitología polinesia y sus paisajes. Visualmente no sólo busca el realismo, sino la espectacularidad, necesarias para sus incontables numeritos musicales. Sí, a diferencia de “Zootopia” (2016), esta es una aventura 100% musical y es ahí donde la película triunfa, mezclando las típicas canciones de Disney con la música tribal. Desde el minuto cero, los sonidos locales nos invaden y es imposible no mover el cuerpo a su ritmo. Se nota la incorporación de Lin-Manuel Miranda, y se celebra; un estilo “rapero” que le sienta muy bien a Maui, por ejemplo. “Moana” se lee entre líneas y demuestra, una vez más, que Disney puede triunfar con una joven protagonista femenina sin necesidad de coronitas, héroes al rescate o vestidos suntuosos. Los tropos y los arquetipos no pueden evitarse, obviamente, pero acá lo inteligente es poder redefinirlos y que nuevas generaciones de niñitas prefieran salir al mar en busca de sus propias aventuras (y sus destinos), en vez de quedarse durmiendo durante años esperando el beso salvador de un príncipe.
Vídeo Review
Una aventurera polinesia pasteurizada por Disney Una niña de las islas polinésicas, Moana, es la nueva heroína de Disney, un estudio que película tras película demuestra una clara evolución formal, a la que no acompaña el piloto automático del guión. Dada la tradición marinera de la cultura polinésica, llama la atención que esta nueva producción animada de los estudios Disney se centre justo en una rama de esa civilización que no se atreve a pescar más allá del arrecife que rodea la isla donde vive. El titulo hace referencia no sólo a una famosa estrella porno italiana (lo que provocó que en ese país le tuvieran que cambiar el nombre a la protagonista y al film), sino también a una película filmada en locaciones reales en 1926 por el genio de los documentales étnicos, Robert Flaherty. Pero las tradiciones de los films de Disney son otra cosa, sobre todo si están concebidos al estilo exitoso pero menos jugado de musicales como "La sirenita" y "Aladdin", algunos de cuyos creadores están involucrados en esta producción. Al empezar el film, Moana es una chiquita con unos ojos enormes e increíbles que, por suerte, no pierde en las escenas donde se la ve más crecidita. A ella, igual que a todos los niños de su isla, les repiten historias terroríficas que explican por qué no deben navegar más allá del arrecife (este tipo de imágenes seudomitológicas, que abundan en la película, son lo mejor tanto en animación como en dirección de arte). El problema es que cuando por alguna crisis ecológica los cocos se ponen feos, la pesca desaparece, y los habitantes de la isla se quedan sin comida, no queda más remedio que pensar en aventurarse en el mar, y la única que se atreve, apoyada por su abuela, es la protagonista, acompañada solamente por dos personajes, incluyendo un gallo medio loco y multicolor que pica piedras y le teme al agua. La historia está contada en piloto automático, sin mucha fluidez debido al exceso de canciones que, más allá de que puedan sonar un poco insípidas en su monocorde estilo polinésico revisado por Disney, atentan contra la fluidez narrativa. Eso si, el personaje de Moana es encantador, y hay lindas y coloridas imágenes.
NO, NO ES OTRA PELÍCULA DE PRINCESAS Disney lleva unos años lanzando, cada tanto, películas de “princesas” que no lo son realmente, o al menos no son damiselas en apuros. El camino que comenzaron Esmeralda (El jorobado de Notre Dame, 1996) y Mulán (1998) lo recorrieron también Tiana (La princesa y el sapo, 2009) y Mérida (Valiente, 2012). Moana llega a levantar el relevo con una adolescente que, con sus tropiezos, sabe llevar la enorme responsabilidad de ser una líder para su pueblo y combinarlo con su pasión. Moana siente una atracción tan inexplicable como irresistible hacia el océano. Sin embargo, su padre lleno de temores hacia el mar le prohíbe adentrarse demasiado y le recuerda constantemente que su pueblo la necesita, ya que será la líder que lo suceda. Las cosas se tuercen cuando una maldición de leyenda alcanza la isla y la única solución parece ser atravesar las inmensas aguas y encontrar al semidiós Maui para romper el hechizo y salvar a su gente. Ver una película destinada supuestamente a los más chicos siempre da la sensación de haber visto todas. Sí, Moana hace el típico camino del héroe, pero no es ahí donde hay que poner el ojo sino en las diferencias con las demás películas del género. En primer lugar, Moana no es una princesa como tal: es hija del líder y va a sucederlo, pero el líder no parece ser un déspota que manda (y al que hay que servir) sino un guía y en ningún momento se deja ver que pudiera tener que casarse para llegar a esa posición. Por otro lado, Moana repara los errores que impide tomar en serio a las hermanas de Frozen (2013) como iconos feministas. No es ingenua, ni se deja llevar por cualquiera como Ana, ni es emocionalmente inestable como Elsa. Moana es inexperta pero está llena de valor y asume su rol de líder con altura. Si tiene algún tipo de interés romántico por alguien jamás se manifiesta y su partenaire, Maui, sólo acompaña la acción pero nunca le roba protagonismo: son más las veces donde ella salva al semidiós que al revés. Otro punto interesante es la ausencia del típico villano que conspire en las sombras para acabar con todo. A esto se le suman algunos golpes de realidad que pueden tocar temas sensibles, pero con mucho más tacto que clásicos como Bambi (1942) o El Rey León (1994) y llenos de sentido para darle más profundidad a la historia. Los personajes, aunque caigan en clichés, no son llanos y sus motivaciones llevan a que cada movimiento tenga sentido (y sea un poco previsible). El avance de la tecnología año tras año queda patente en la excelente animación, aunque puede que alguna escena (concretamente la del cangrejo gigante Tamatoa) asuste un poco a los chicos más impresionables. Se nota la sinergía entre los directores Ron Clements y John Musker, que dentro de la compañía del ratón compartieron casi todos los proyectos (Aladdin, El planeta del tesoro, entre otros). En resumen, la historia no transpira originalidad en estructura, pero tiene sus puntos novedosos, personajes carismáticos y buenos momentos de humor (que incluyen a Disney parodiándose a sí mismo con el tópico de la princesa). Si bien tiene sus deslices, seguro sea lo mejor que veamos del género en un buen rato. MOANA: UN MAR DE AVENTURAS Moana. Estados Unidos, 2016. Dirección: Ron Clements, John Musker. Guión: Ron Clements, John Musker, Taika Waititi, Jared Bush. Edición: Jeff Draheim. Música: Lin-Manuel Miranda, Mark Mancina, Opetaia Foa’i. Duración: 113 minutos.
En sus casi 100 años de existencia, Walt Disney Animation Studios atravesó diferentes altibajos en términos de calidad y popularidad. Se reconoce como un resurgimiento de la compañía la etapa que se empezó a gestar hacia fines de los ’80, cuando el lanzamiento de The Little Mermaid abrió un período de gloria que se continuó con otros clásicos animados como Beauty and the Beast, Aladdin o The Lion King. Esa época de bonanza llegó a un fin después de una década, mientras que otros estudios como Pixar o DreamWorks levantaban la vara en materia de lo que se esperaba de animación. Hoy en día, no obstante, se puede hablar perfectamente de un nuevo resurgimiento de Disney. Tras volcarse al CGI en sus grandes producciones, se consiguió una seguidilla de éxitos notables que empezó con Tangled, siguió con Wreck-It Ralph, alcanzó un impacto cultural como hacía tiempo no generaba con Frozen y siguió por el buen camino con la oscarizada Big Hero 6 y con la notable Zootopia. Ahora hay otro destacado film original que sumar a la lista, gracias al estreno de Moana.
La heroína en esta historia es Moana (voz de Auli'i Cravalho), valiente, aventurera, encantadora, dulce y que lucha por conseguir lo que se propone, algo similar ocurría con a la Princesa Merida en “Valiente”. Tiene dos mascotas muy divertidas: un cerdito y un gallo llamado Heihei. Se enfrentará a los peligros del mar para conseguir algo importante para su pueblo. Allí se encuentra con un ser muy especial, un semidios llamado Maui (Dwayne Johnson), entre contradicciones y peleas juntos aprenderán mucho uno del otro, este tiene la capacidad de transformar a aves, tiburones, ballenas, entre otras cosas. Todo se desarrolla en hermosos escenarios como lo son las islas del sur del Pacífico (Polinesia), visualmente resulta brillante, espectacular y mágica. Llena de canciones, color, fantasía, misterios y leyendas. Disney una vez más nos habla de la familia y nos deja varios mensajes. Aunque le sobran algunos minutos. Dirigida por Ron Clements y John Musker, el mismo equipo de “Hércules” y “La sirenita”. Hay escena post-créditos muy divertido con guiños a otro clásico de Disney.
A la conquista de los mares y los corazones Hace miles de años los mejores marineros del mundo viajaban a lo largo del océano Pacífico descubriendo nuevas islas, pero un buen día sus viajes cesaron y aún nadie ha descubierto porqué. Moana (Auli’i Cravalho), una joven apasionada e intrépida que siente un fuerte vínculo con el mar, es la hija adolescente del líder de una tribu que habita las islas del Pacífico Sur. Ella está dispuesta a resolver el misterio sobre sus antepasados. Siguiendo el consejo de su abuela Tala (Rachel House), la joven decide hacer oídos sordos a la prohibición de su padre de permanecer en la isla, y se lanza a los confines del Océano en compañía de su mascota, un torpe gallo de nombre Heihei (Alan Tudyk). Moana irá en la búsqueda de Maui (Dwayne Johnson), un semidiós con un anzuelo mágico que le permite convertirse en cualquier animal que hace 2000 años le robó el corazón a Te Fiti, la isla madre. Ese corazón albergaba el mayor poder jamás conocido: podía crear vida. Al hacer esto, se desató una terrible oscuridad que ahora amenaza la vida y el hábitat de todos los isleños de la región. Moana tiene que encontrar a Maui, después buscar el anzuelo mágico que éste perdió cuando se enfrentó a Te Kā, un demonio de la tierra y del fuego que también quería el corazón; y juntos ir a devolver la joya. Maui primero es reticente en ayudar a la joven, pero cuando finalmente entiende que el Océano la ayuda -literalmente- y que le dio el corazón perdido para que se lance a esta aventura, se unirá a ella en esta gran aventura. Qué bien que le hizo a Disney la adquisición definitiva de Pixar, porque desde ese tiempo a esta parte sus películas de animación no han parado de subir sus estándares. Está claro que Walt Disney Animation Studios algo aprendió de la compañía que nos regaló “Toy Story” (1995) y en estos años hicieron films como Enredados (Tangled, 2010), Ralph, el Demoledor (Wreck-It Ralph, 2012), Frozen: Una Aventura Congelada (Frozen, 2013) y Zootopía (2016), entre otros. Pero con Moana: Un Mar de Aventuras (Moana, 2016) tocaron el cielo. Este largometraje funciona casi a la perfección con sus tres ejes centrales: buena trama, grandes personajes y una banda sonora increíble. No es muy difícil imaginar lo que plantean este tipo de films que establecen siempre los valores morales y que apelan a nuestro humor y emotividad para darnos su mensaje. Pero Moana lo hace con un relato simple, directo y sin bajezas. Los personajes, incluso los “villanos” como Tamatoa (Jemaine Clement) el cangrejo gigante, están sólidamente construidos y se vuelven entrañables. Dwayne Johnson, utilizando sólo su voz, le da todo el carisma necesario a Maui y hace que queramos ver más y más de él. Por último, las canciones de los compositores Lin-Manuel Miranda y Mark Mancina son maravillosas (no les extrañe que queden maravillados al escucharlas). Hay que mencionar que John Musker y Ron Clements han dirigido y escrito films como La Sirenita (The Little Mermaid, 1989), Aladdin (1992) y La Princesa y el Sapo (The Princess and the Frog, 2009), entre otras cosas; así que ya saben el tremendo talento que hay detrás de cámaras. Ah, nunca está demás repetirlo: el trabajo técnico es tan asombroso que, si uno se descuida, puede llegar a pensar que los fondos son imágenes reales. Impresionante. Dos cosas más para terminar. Moana viene precedida del corto Cabeza o Corazón (Inner Workings, 2016), que cuenta la historia de la lucha interna entre el lado pragmático y lógico de un hombre y su espíritu libre y aventurero. Y quédense hasta el final de los créditos que hay una escena bastante graciosa que vale la pena que vean. “Moana: Un Mar de Aventuras” es una gran película de animación que tiene destino de clásico. Sean testigos del comienzo de su leyenda.
Moana, un mar de aventuras: una ola de buen gusto La nueva película de Disney para este verano retoma el concepto de las princesas pero alejándolo bastante de los estándares tradicionales y agregándole grandes dosis de aventura. Con bastante atraso, llega por fin a las pantallas locales Moana, la última producción de Walt Disney Studios que en los últimos tiempos no paran de anotar golazos de taquilla con muy recomendables productos animados. En esta ocasión, la película llega con el aliciente de que sus creadores son responsables también de otros grandes éxitos de la compañía como Alladin, La Sirenita y La Princesa y el Sapo; y eso le pone un peso extra a esta producción que debe alcanzar a las dos primeras en calidad y, por sobre todo, en cantidad. Puestos a calificar al filme, su desarrollo respeta la típica estructura de aventuras de princesas (una joven debe demostrarle a sus mayores que está a la altura de las circunstancias y por eso emprende un largo viaje de crecimiento) que, sin embargo, encuentra la frescura en un cambio radical del escenario en el que se lleva a cabo la acción: el mar abierto. Moana es una princesa, sí, y adolescente, como Mérida y Jazmin, pero vive en una isla de la Polinesia que se ve en peligro cuando una antigua maldición llega al "reino" que alguna vez será suyo. Por eso, y en contra de los consejos paternos, la joven se hará a la mar en busca de un semidiós que dio origen a este maleficio en una aventura y luego desapareció. De esta manera, la princesa convence al poderoso Maui de unirse a ella en su viaje, y él, a regañadientes, promete ayudarla a convertirse en una experta navegante como lo fueron sus ancestros. Juntos atravesarán el océano en un viaje lleno de acción, en el que se encontrarán con enormes y feroces criaturas e imposibles desafíos. Por supuesto que el camino a cumplir la misión, la princesa descubrirá lo que siempre anheló: su propia identidad. El cambio de aire le da a esta película una suerte de originalidad que no es tal pero que funciona en lo estético, al tiempo que los diseños de los personajes, muy trabajados desde lo artístico, le agregan un nivel de calidad imponente. Cabe recordar que Zootopia, la anterior producción de Disney se convirtió en una de las 5 películas más taquilleras del 2016, por lo que el estudio calcula cuidadosamente sus movimientos. El desarrollo del film, a su vez, es vertiginoso y una vez iniciada la acción ya no para, enfrentando a Moana con su familia, el semidiós Maui, piratas y monstruos marinos, entre otras criaturas, con lo que el aburrimiento pasa a ser un concepto ajeno cuando se paga la luz. Pero el punto más alto de Moana es cómo se toma en broma el género y genera momentos paródicos. "¿Cómo no me dí cuenta de que eres una princesa? Eres una niña que viaja sola con un animal místico", le dice Maui a la protagonista en un tramo del film, como para ejemplificar por dónde viene la mano. En definitiva, después de la decepcionante "Sing", los niños (y grandes) se merecen una buena película animada para alejar el calor y Moana es algo mucho más que refrescante.
Donde el cielo se junta con el mar Moana es una adolescente rebelde, inteligente, valiente, independiente e implicada con el bienestar de las personas que viven junto a ella en una pequeña isla polinesia. Motivada por las leyendas que le contaba su abuela, está decidida a explorar que es lo que hay más allá del océano, a pesar que está llamada a heredar el gobierno de una isla del Pacífico Sur y su padre, el Jefe Tui, le inculca que por nada del mundo deberá ir más allá de la línea de los arrecifes. Pero cuando su tribu comienza a sufrir consecuencias naturales, es propicio para que Moana tome un pequeño bote y emprenda su aventura. Moana mantiene esa tradición característica de Disney pero llega con un planteo que no cuentan los clásicos cuentos de princesas. Para comenzar justamente ella no es princesa, sino que es hija del jefe de la tribu maorí a la cual pertenece. Otro punto interesante es que Moana no tiene un interés moroso ni un villano concreto. Podemos decir que los miedos a la madurez, la transición generacional y busca de identidad son quienes ejercen el rol infame de turno. John Musker y Ron Clements nos entregan una nueva dosis de espectáculo visual. Este dúo de directores son los responsables de La Sirenita, Hércules y Aladdin, y quienes juegan un papel principal en esta nueva apuesta. La atractividad está dada a partir de los increíbles escenarios, las texturas del océano, el cabello de Moana e incluso los tatuajes de Maui. En esta oportunidad los directores encuentran su trabajo reforzado por una segunda pareja, compuesta por Don Hall (coguionista de Las locuras del emperador y Tarzán) y Chris Williams (realizador de Bolt). En su versión original, Auli’i Cravalho es quien le pone su dulce voz a Moana y Dwayne “The Rock” Johnson (excelente) quien le presta al semidios Maui su porcentaje de insolencia y gracia. Moana también cuenta con buenos personajes secundarios, que si bien no están a la altura de otros muy recordados por todos, mantienen el humor de la película. Y claro que no podemos dejar de lado a las canciones. La música y temas escritos por Lin-Manuel Miranda (la cabeza que creó Hamilton, el mayor éxito de Broadway en los últimos años) elevan a la película a un musical del más alto nivel, donde ninguna de las canciones están de relleno y las letras se nos pegan casi sin darnos cuenta. Moana tiene todo lo necesario para entretener, gustar y dejar un mensaje sea cual fuera la edad del espectador. No se queda solo con ser una niña bonita y nos da una lección acerca de cumplir los sueños y que el horizonte no es el límite para hacerlo.
Cuán lejos iré La nueva película de Disney no está a la altura de los clásicos pero se destaca por una heroína feminista y un soundtrack repleto de canciones pegadizas. En esta época en que las películas están como nunca bajo la lupa de la corrección política y las voces públicas reclaman diversidad y feminismo, Disney se despacha con Moana: Un mar de aventuras y nos trae una heroína deliciosa y diferente. El resultado es tan natural que no solo logra el cometido de que más de una nena pueda identificarse con un personaje opuesto al de Blancanieves y sus clones, sino que abre la puerta para que esto deje de ser una excepción, deje de parecer un cálculo de marketing para captar a padres progres. En la isla polinesia de Motunui vive Moana (voz de Auli'i Cravalho, una joven debutante de 16 años oriunda de Hawaii), la hija del jefe Tui (Temuera Morrison). Como hija única, algún día será la jefa de la tribu. Pero en esa isla pacífica y paradisíaca pronto empiezan a agotarse los recursos naturales: los pescadores ya con encuentran peces y la tierra deja de dar sus frutos. Moana le propone a su padre navegar más allá del arrecife para buscar peces, pero el jefe Tui se lo prohibe. Es otra mujer la que la alienta: su abuela Tala (Rachel House) le revela que sus ancestros eran navegantes viajeros y que para que vuelvan los peces y la vida a la isla debe encontrar al semidiós Maui, que se robó una piedra mágica. Así, a escondidas de su padre, se lanza a alta mar en busca de aventuras. Pronto se encuentra con Maui (cuya voz es, nada menos, que la de Dwayne “The Rock” Johnson), un semidiós forzudo pero algo torpe, y ambos van en busca del demonio de lava Te Kā, el que le robó a su vez a Maui la piedra. Olvidemos toda la cuestión mitológica, porque es apenas una excusa para contar la travesía de dos héroes dispares y complementarios como Moana y Maui, en una pequeña balsa a través del mar. La película en ese sentido es sencilla: Moana es joven e intrépida, Maui es fuerte y bruto, y la química entre ambos es perfecta y su relación evoluciona como un organismo vivo pero no en la dirección obvia. No hay historia de amor en Moana. Hay una historia de amistad y de solidaridad, una amistad que los modifica y los mejora. Pero lo que eleva a Moana por sobre las películas más recientes de Disney Animation Studio -me tengo que remontar a Ralph, el demoledor para encontrar otra que me haya entusiasmado tanto- es el soundtrack. Porque Moana es un musical con todas las de la ley y el autor de las canciones es nada menos que Lin-Manuel Miranda, el autor de Hamilton, un musical de Broadway de gran éxito. Las canciones, en especial el hit que se repite en varios momentos “How Far I’ll Go”, tienen melodías pegadizas y dulces, llenas de energía, que acompañan la historia y le dan un ritmo festivo y encantador. Quizás hoy la mejor animación no se encuentre en los grandes estudios como Disney, Pixar o DreamWorks, sino en otros más alternativos como Laika o bien en manos de directores como Gore Verbinski (Rango), Robert Zemeckis (El expreso polar) o el propio Steven Spielberg (Las aventuras de Tintin). Pero en este panorama y sin estar a la altura de obras maestras como Toy Story 3 o El rey león, Moana nos regala más de un momento inolvidable.
"Moana": una chica aventurera La nueva película de Disney descansa en el personaje de Moana, una joven que debe salvar a su pueblo. No hay tiempo para principes ni romances frente a tanta aventura. Un claro ejemplo del punto de vista de Moana: Un mar de aventuras, la nueva producción de Disney, es el corto de apertura. Allí se ve cómo el empleado de una oficina sufre un enfrentamiento constante entre su cerebro y su corazón. Cuando el personaje se da cuenta de que va a morir sin haber hecho las cosas que desea, sale corriendo de la oficina a hacer todo lo que le dice el corazón. El problema es que no se trata de un acto rebelde, sino de un simple recreo para después volver al trabajo. Algo parecido sucede con Moana, la película. En una isla de la antigua Polinesia, una niña llamada Moana es la elegida por el océano para salvar a su comunidad. Hace mil años, el semidiós Maui le robó el corazón a la isla madre Te Fiti, y desde entonces una oscuridad mortífera empezó a esparcirse. Moana es la futura jefa del pueblo y para detener el avance de la oscuridad tendrá que cruzar el arrecife en busca de Maui y obligarlo a que le regrese el corazón a la isla. Como en toda película de aventuras, Moana y Maui tendrán que enfrentar muchas adversidades en el transcurso del viaje. Lo que más se agradece de la animación es que no cae en la típica historia romántica de princesas de la factoría Disney. Acá Moana lucha para salvar a su pueblo, no para merecer el amor de un príncipe. En este sentido, Moana es una evolución respecto a La sirenita y Frozen. La película entretiene a pesar de tornarse predecible. Cuenta con su obligatorio momento emotivo y tiene varias escenas de acción bien logradas, algunas acompañadas con canciones pegadizas a modo de musical. Sin dudas, el personaje del gallo es lo mejor del filme, ya que es el que introduce un humor distinto, que mezcla el gag físico con el absurdo. Moana: Un mar de aventuras es técnicamente intachable. La claridad del los paisajes y los efectos especiales son imponentes, sobre todo en la escena del reino de los monstruos fluorescentes, donde los colores se aprovechan al máximo. Lo que no convence es el trasfondo conservador de la historia, que alienta a seguir el corazón y cruzar los límites de lo permitido sólo para volver con mayor felicidad al punto de partida. Para Disney, la familia siempre será una institución incuestionable.
La princesa polinesia de Disney tiene todo para entrar por la puerta grande de su firmamento de heroínas fuertes y resueltas. Los directores de La Sirenita y Aladdin cuentan con este film musical el cuento de la hija del jefe de las islas que sufre una pequeña crisis de identidad, pues no se ve como princesa. Con más corazón que cálculo comercial, aunque sin mucho humor y con algunos subrayados, la aventura de esta chica que debe salvar a su pueblo de la desaparición, se ve con placer. El contrapunto con el grandote semi dios Maui (voz de Dwayne Johnson en la versión original), permite exponer el acento feminista de la película, que también toca temas como la defensa de la cultura original y la reivindicación de la transmisión oral del arte e contar historias. Todo a través de una aventura que tarda un poco en arrancar pero ofrece una colorida y muy entretenida.
Crítica emitida por radio.
Después de una seguidilla de películas entre muy buenas y excelentes, la Disney vuelve a esquemas demasiado conocidos de la mano de los directores de “El Rey León”. Más allá de que en los diálogos se burlan de la “chica con mascota cómica e hija del jefe: princesa” y otras bromas sobre los lugares comunes, el problema de Moana no pasa por carecer de novedades sino por cómo ese material conocido está dispuesto y mostrado. La protagonista debe salvar a su mundo de la desaparición encontrando a cierto semidiós que una vez robó una joya que da vida, y restituirla para que la naturaleza renazca. Sí, es un poco rebuscado y todo se resuelve en el diálogo en la primera, trabajosa media hora. Hay muchos episodios en el film, un par de flashbacks (demostración de que hubo grandes problemas de cohesión en el guión, y se notan), varias arbitrariedades (ídem), un “personaje cómico” inexplicable y mucha menos “aventura” que mensajes aleccionadores. En ocasiones, el esplendor visual salva la película y retrasa el aburrimiento, pero estamos lejos de la inteligencia de las películas mencionadas más arriba. Prima cierta corrección política, la falta de tiempo justo de las secuencias y algunos elementos de diseño perezosos (el “espírit-mantarraya”, demasiado parecido a las criaturas de El Abismo, joya de James Cameron). Una pena.
Una excelente película animada ideal para que toda la familia pase un muy buen rato y disfrute de una técnica impecable y asombrosa. La paleta de colores agrega más atractivo visual a esta historia que chicos y chicas disfrutarán con entusiasmo, ya que si bien...
El público está acostumbrado a las historias tiernas y queribles de Disney, siempre signadas por los valores valores familiares y algunas pinceladas de música. Dirigida por Ron Clements y John Musker, Moana, un mar de aventuras (2016) sigue esa línea de forma eficaz y efectiva. Moana (voz de Auli´i Cravalho) es una joven que vive en la Polinesia y quiere conocer el mundo. Pero los mandatos familiares, en especial el hecho de que es hija del jefe de un largo linaje de navegantes, le prohiben atravesar el mar más allá de las barreras de coral. Sin embargo, su sabia abuela le encarga una misión que le permitirá a la familia volver a expandir los límites hacia el océano. Y para conseguirlo, primero debe encontrar al semidios Maui (Dwayne Johnson). La travesía está colmada de diversión y enredos que entretienen a grandes y chicos. Además de presentar momentos especiales, como los protagonizados por Moana y su abuela, que harán emocionar a más de un adulto. La animación está muy bien lograda. Desde los colores del mar y la vegetación de la isla, hasta las expresiones de los ojos de Maui y la encantadora adolescente, son verosímiles. Disney es una marca registrada que no decepciona. Y con Moana, un mar de aventuras moviliza a los espectadores a través de lo más esencial: los lazos familiares y la amistad.
Moana: los peligros del by the book La animación de Moana: un mar de aventuras es tan poderosa que sin mucho más que con el brillo y la expresividad de los ojos del personaje del título ya podrían generarse emociones de alto impacto. De hecho, esto parece ser reconocido por la película de inmediato. Cuando vemos a Moana pequeña, junto a otros bebés, ella es la única que tiene animación distintiva en los ojos. La que posee, digamos, alma. Y esto se mantiene durante todo el relato. El rostro de Moana, la elegida, tiene una expresividad fascinante. O que podría ser fascinante, si no quedara mayormente desperdiciado y a la deriva. El mar que se ve animado en Moana encanta al sentido de la vista, y hasta logra replicar algo de la experiencia de ver en vivo esos colores que les han tocado en suerte a muchas islas en el Pacífico. Probablemente no hayamos visto, hasta Moana, agua tan bien animada, unas transparencias digitales azules, turquesas, celestes y verdes de semejante riqueza en términos de información visual digital. Pero Moana es muy poco más que eso. Y se nota, también, desde el comienzo. A los pocos minutos se percibe con mucha claridad el trabajo narrativo a reglamento, hecho bajo el resguardo de la fórmula. Un “by the book” que quizás dé seguridad y previsibilidad para la venta, pero que no provee de aplomo narrativo, de bríos, de gracia. Es como si al apegarse tanto a las fórmulas, al seguir tanto el manual de lo ya probado, el relato no pudiera ganar confianza. Moana no logra jamás acceder al orgullo, a la pasión de estar contando algo con convicción. Todo está armado con la frialdad de la fórmula, y sin reelaboración. La presentación de la aldea, la explicación a repetición del conflicto uno (no salgas al mundo), la explicación a repetición del conflicto dos (no quiero hacer el viaje con vos), las desganadas y adocenadas canciones puestas a desgano y a reglamento: todo parece surgir no del movimiento narrativo de la obligación, o porque así se hicieron otras películas animadas y han funcionado. Los conflictos se sienten forzados desde el principio, y cuando se los reutiliza en plan estiramiento se inflan de arbitrariedad. La tendencia a alargar las películas de lanzamiento global ya es plaga: los 107 minutos de Moana son injustificables, más allá de vender baldes más grandes de pochoclo. Bajo el disfraz del destino, de las fuerzas míticas y atávicas, la acción mágica del mar como personaje ayudante es un mero tapabaches para la acción. Y el pollo subnormal como comic relief es tan básico, y su inclusión en el viaje es tan forzada, que refuerza la idea de esta película como pura maquinaria sin alma. Y, para mayor desgracia, el corto que dan antes de Moana es tan burdamente elemental, tan artero en sus ideas ramplonas, que parece incluso el producto de una empresa sin recursos para el desarrollo de guiones. Las pasiones melodramáticas y el alcance emocional de Frozen, sus novedades en las relaciones entre los personajes, la riqueza de los conflictos de sus protagonistas, la elaboración de las canciones y su integración en el relato parecen logros cada vez más difíciles de repetir en la animación de Disney y en la de Pixar, a juzgar por lo ofrecido en estos últimos tres años, los transcurridos desde la aparición fulgurante, culturalmente significativa, de la princesa de hielo.
En la antigua Hawaii, Moana (Auli’i Cravalho), la curiosa hija del jefe de una tribu, se verá sumergida en una curiosidad corrosiva al querer saber que hay mas allá del azulado horizonte de su isla. Esto llevara a que la nueva Disney Princess decida dejar de lado sus responsabilidades para embarcarse en un viaje marítimo en el que buscará al semidiós Maui (Dwayne Johnson), el único ser capaz de ayudarla a salvar a su pueblo de un trágico destino. Monstruos, barcos, magia, batallas, música de excelente calidad … la aventura de “Moana” tiene todo para entretener. En términos generales, la nueva película de Walt Disney Animation es una buena propuesta familiar. La historia es una clásica fabula a la Disney con personajes simpáticos y una animación que no decepciona. Su punto fuerte se encuentra indudablemente en la música, a tal punto de llegar a considerar las secuencias musicales cómo una de las mejores de la empresa del ratón hasta la fecha. Las melodías son pegadizas, las letras riman bien y fue muy loco disfrutar una canción cantada por el sobre explotado Dwayne Johnson … surrealista momento. Respecto a la historia, es divertida … y sólo eso. La aventura se basa más en lo visual que en lo narrativo, en ella se encuentran los elementos clásicos de Disney. Un familiar de la protagonista le da una lección invaluable justo antes de morir y convenientemente ella deberá aplicarla para salvar su hogar y blablabla el clásico camino del héroe a la Mickey Mouse. La química entra Moana y Maui hace que la falta de elementos nuevos se disimulen bastante, ya que los guionistas decidieron eliminar el interés romántico para dar un único golpe de frescura al proyecto. Los directores John Musker y Ron Clements plasmaron la cultura de las islas del pacífico con un encanto único, digno de los cineastas que nos brindaron “La Sirenita” hace ya 27 años. Las secuencias de acción son asombrosas, el semidiós Maui tiene movimientos geniales, los cuales no llegan a ser explotados al 100%. Hay una batalla musical con un cangrejo gigante, interpretado por el neo zelandes Jaime Clement, que es ASOMBROSA, un espectáculo visualmente genial acompañado por una de las mejores secuencias cantadas de Disney hasta la fecha. Para cerrar con esta review de “Moana”, el proyecto es, como ya les dije, un buen producto en termino generales. No creo que se convierta en un clásico, ni que quede en la lista de films animados memorables de la historia del séptimo arte como sucedió con la magistral “Ralph el Demoledor” o “Enredados”, pero estoy seguro de que si van a verla, no van a pasarla mal para nada, ya sean chicos o grandes. Denle una oportunidad, el soundtrack, de los compositores Lin-Manuel Miranda y Mark Mancina, lo vale
Espectaculares paisajes digitales y un cameo de Godzilla. Eso es todo lo que me queda de Moana. Salida como un churro de la factoría de éxitos Disney, es obvio que el filme va camino a ser un taquillazo... pero, en cuanto a calidad de historia, la cosa deja que desear. El filme tiene dos problemas: canciones rebuscadas y poco pegadizas, y Dwayne Johnson. Aún con todo lo que uno adora a La Roca, Johnson desentona y desbalancea el filme, convirtiéndolo en una catarata de clichés y canchereadas que patea en las gónadas las intenciones serias de la pelicula. Honestamente no creo que el problema sea Johnson. El ex wrestler ha demostrado tener carisma y talento de sobra para ponerle el pecho a cualquier cosa, con lo cual deduzco que el problema es cómo redactaron su papel. Habiendo visto hace poco Lego Batman: la Película, uno ya tiene en claro cómo hacer se debe hacer un personaje canchero sabroso, deleitándose con su hiper egolatría. Pero el Maui de Johnson es denso, pertenece a otra película (quizás Madagascar) y choca con la honestidad y el idealismo de Moana. El primer tercio es algo lento pero tiene su magia, y está el asombro de descubrir la cultura del Pacífico y sus leyendas. El problema es que todas esas buenas intenciones se estrellan contra una Roca (literalmente), un personaje anodino y mal escrito que se toma para la joda toda la causa épica de la protagonista. Lo que sigue es rebuscado - una banda de cocos piratas dotada de navíos gigantes que parecen pertenecer a una versión fumada de Mad Max: Furia en el Camino; una tortuga gigante parlanchina y bizca que vive en el mundo de los monstruos (ahí va el cameo de la gran G!); y el enfrentamiento final con el demonio de lava, que es tan espectacular como inutil cuando se revelan las cartas -, y está plagado de canciones que se hacen eternas. Contrataron al tipo de la obra musical Hamilton para esto, la que será un éxito en Broadway pero, lo que generó aquí y se ve en pantalla es desesperante. Solo hay una o dos que zafan - como la canción sobre el pueblo navegante, siempre migrando de isla en isla -, pero ninguna sabe lo que es un estribillo o algo armónico. ¿Dónde están Randy Newman o Alan Menken cuando más se los necesita?. Que estéticamente Moana es una obra maestra - paisajes deslumbrantes, un mar tan cristalino que resulta imposible pensar que es digital, animación asombrosa - no implica que sea un gran filme, siquiera uno bueno. Es como catalogar la calidad de una película de acuerdo a la belleza de sus efectos especiales. Aquí hay una buena historia arruinada por un papel mediocre y canciones pesadas que intenta compensar con el efectismo sus carencias. Seguro, la taquilla y los criticos clamarán a gritos que es memorable... lo cual podría haber sido si hubieran tratado con mas respeto a la leyenda original. Convertir a un semi dios polinesio en una versión tatuada de Johnny Bravo me parece un despropósito, más cuando la historia no lo precisaba y tenía comic reliefs de sobra - el pollo idiota, el cerdito mascota - para captar la atención del público infantil.
Música, agua, ¡Disney! Moana es la última película del estudio de animación de Disney, la cual trata la historia de una joven hawaiana llamada Moana, quien se embarca en una gran aventura marina para salvar al mundo de la oscuridad. La amenaza es letal y Moana sabe que solo un corazón valiente y atrevido podrá lograr cumplir esta misión. El film lamentablemente repite formulas ya demasiado vistas en este tipo de películas, el padre sobreprotector y la joven entusiasta con hambre de aventuras, son sólo algunas de estas. En algunas ocasiones estas tipologías se desarrollan con mejor eficacia que otras, pero cuando son mal utilizados no podemos evitar caer en el aburrimiento, sobretodo cuando los clichés no sólo invaden a los personajes sino a los giros de la trama. El film tiene un par de ideas interesantes, como el ejército de piratas coco, o el cangrejo gigante, pero por ejemplo, se alardea de los grandes monstruos marinos que hay en el océano y sólo los vemos cuando llegamos a un lugar específico, lo cual es un tanto decepcionante y contrasta con las buenas ideas del guion. El argumento en algunos momentos se torna insostenible. ¿Por qué Moana necesita convencer a Maui de algo que puede hacer perfectamente sola?, este es un claro ejemplo de un guionista vago a la hora de tomar decisiones, y que hace que las cosas se desarrollen “porque sí”, lo cual es muy molesto para el espectador. El argumento en algunos momentos se torna insostenible Sin embargo, no todo es malo en esta película, seamos sinceros. El film es artísticamente muy bello, con un gran nivel de animación, y logra mantenerse entretenido y divertido a lo largo de sus 107 minutos. Es una gran fiesta musical, y a mi parecer hicieron falta incluso más canciones. Si van a ver este film, les prometo que van a divertirse mucho, pero recuerden, artísticamente es bello y argumentalmente tiene fallos, así que, dependiendo de que tan quisquillosos sean, la van a disfrutar.
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Punto para Disney El primer gran diferencial de esta película es la investigación en la que se sustenta. Previo a la escritura del guión, los directores Ron Clements, John Musker y otro grupo de artistas contratados por los estudios Disney viajaron a las islas del Pacífico para conocer las diferentes comunidades en persona, se empaparon de tradiciones, rituales e historias propias de las culturas zonales. Fueron recibidos por la comunidad Korova, en una pequeña aldea de la isla Viti Levu y también viajaron a las islas Fiji, Samoa y Tahití. Conversaron con ancianos, jefes, maestros, artesanos, granjeros, pescadores, navegantes, así como expertos en arqueología, antropología, historia, música y danza. Y hay que decir que todo esto se nota: desde un relato empapado de mitología, pasando por la estética y una infinidad de detalles que van desde la comida, las chozas, las canciones, los bailes, tejidos, tatuajes y símbolos, una gran cantidad de elementos fueron sorbidos y volcados en esta película. Esto es algo notable y bastante atípico. Que desde el mainstream se elabore una superproducción donde realmente se exploran y se respetan culturas remotas, supone una resignificación de la concepción de “exotismo” que normalmente imponen. Es decir, las superproducciones de Hollywood ambientadas en confines remotos del planeta suelen ser ejercicios de imaginación, donde los guionistas se abocan, tocando de oído y a partir de dos o tres elementos, a crear cuadros en los que cualquier punto de contacto con la realidad pasa a ser mera coincidencia. Es por eso que, en buena parte, es allí donde reside el peculiar encanto de esta historia. Pero también hay otras cosas. Un semidiós poderoso y sumamente engreído llamado Maui, en uno de sus traviesas andanzas, robó el corazón de la diosa Te Fiti. Al hacerlo, ocasionó un desastre de magnitudes, expandiendo crecientemente una maldición que lleva a que los peces mueran, los cultivos se pudran, y que una voraz mancha negra se extienda por tierras y mares. Es entonces que Moana, la protagonista, decide abocarse a una travesía para reparar los daños causados. No es tarea sencilla: el paso más difícil a dar es convencer a Maui para que la acompañe. Para algunos detalles es notoria la inspiración en la película La princesa Mononoke, del maestro japonés Hayao Miyazaki; los que saben, saben copiar de los mejores. El libreto fue escrito por Jared Bush, el mismo que guionó la brillante Zootopia, por lo que se da la extraña situación de que en la próxima gala de los Óscar ambas creaciones figurarán entre los nominados a mejor largometraje de animación. Y es difícil quedarse con una de las dos. Hace tiempo que no se veía una aventura animada tan simple, lineal y clásica, en la que además se respira el salitre del mar y el viento a estribor. La personalidad de los personajes –es estupenda la apuesta por dotarlos de cuerpos alejados de los estándares de belleza– así como la originalidad en el trazado de secundarios, especialmente de los dos monstruosos villanos y de un gallo que acompaña a la protagonista compitiendo por ser el más estúpido de los personajes jamás pensados, son otros de los puntos fuertes. Con este filme Disney se apunta otro poroto; y ya lleva consigo varias decenas.
Con el estreno de “Frozen” en 2013, Disney comenzó una nueva etapa dentro de su filmografía. En sus orígenes podíamos observar historias de princesas que querían cambiar su mundo por un príncipe o que era un hombre quien terminaba por salvarlas. Pero a lo largo del tiempo, las temáticas fueron cambiando, al igual que la sociedad, y con “Frozen” dejamos de lado el amor de pareja, para centrarnos en la hermandad y la fortaleza femenina. Siguiendo esta línea, llega “Moana” a la pantalla grande, película que cuenta la historia de la hija del jefe de una tribu de hace 2000 años que buscará salvar a su pueblo que está viviendo las consecuencias de una maldición. Para ello se deberá unir a Maui, un semidios, culpable de esta desgracia y vivirán una serie de aventuras a través del océano. Nuevamente nos encontramos frente a un personaje femenino muy fuerte que, a pesar de su edad y las advertencias de su familia, deja de lado su orgullo y sus miedos, para cumplir con sus sueños (el navegar más allá del arrecife) y ayudar a su pueblo. Moana es determinada, luchadora y autosuficiente; no necesita de nada ni de nadie para lograr sus propósitos, si bien un poco de ayuda nunca viene mal. La historia que cuenta “Moana” aborda la lucha, la superación, la esperanza, la persistencia, además de proporcionarnos una aventura que divertirá tanto a grandes como a chicos. Como toda película de Disney, el film nos emocionará, nos divertirá y nos brindará un gran espectáculo visual. Dentro del film se destaca la composición de los personajes, tanto de forma visual como de personalidad. No solo están muy bien animados, sino que todo el escenario proporciona una belleza visual impresionante, centrándose sobre todo en la naturaleza. Por otro lado y como en toda película de Disney, el aspecto musical es sumamente importante. Las canciones son emotivas, tienen una gran fuerza y quedarán resonando en la mente del espectador una vez finalizado el film. En síntesis, “Moana” es el claro ejemplo de las películas de la compañía Disney de la actualidad. Con personajes femeninos fuertes, que se enfrentan ante cualquier adversidad para conseguir un bien mayor, esta nueva propuesta nos asegura diversión, risa y emoción, buenos personajes, una música maravillosa y visualmente impresionante. Puntaje: 4,5/5
Disney lanza una nueva doncella sin príncipe azul donde la aventura sin sentido reina en las aguas profundas de esta aventura. En estas épocas de cambios, Disney se empeña en presentar una aventura no muy lejos de su fórmula de mujer independiente con Moana pero los tiempos de recambio también deben acompañarse con una narración pulida. Una joven mujer princesa (?) Vaiana Waialiki, Moana, piensa salir de su pequeña isla para encontrar nuevas fuentes de comida que anda necesitando su pueblo. Sin embargo, sus padres no ven con buenos ojos este osado pensamiento de la doncella. Es así que con un pizca de rebeldía promovida por su abuela, la protagonista sale con fe y emoción hacia tierras desconocidas y encontrar a Maui (Semi-Dios) que podrá satisfacer otra vez a la alegre aldea. Hasta el desembarco, el largometraje demuestra ser un deslumbramiento visual nunca antes visto. Las escenas son muy nítidas y llevadas a cabo con el mayor detallismo y rigurosidad posible como es el caso del agua y todo el decorado vegetal que reina escena tras escena. La realización en 3D no abarca una nueva experiencia en cuanto a la animación que viene llevando a cabo Disney. Asimismo, la obra es acompañada por uno de las promesas pop de los últimos años: Lin Manuel Miranda quien no solo recrea de forma ideó las canciones de los personajes sino que compone la banda sonora de tal manera que no uno no podrá evitar mover los pies en la butaca. Es tal el entusiasmo por las notas musicales que todo lo demás de la cinta queda por debajo de este nivel hasta tal punto de que la desproporción de la historia con lo sonoro causa confusión y zozobra. Los conflictos procreados por guion donde hay varios escritores en ella (un abuso que haya más de siete implicados) son de una cota inacabada y mal empleada. Tanto esfuerzo para una trama menor y casi sin sentido. Por el principio, se consigue presentar una gran cantidad de personajes secundarios que luego de 10 minutos son olvidados por completo para centrar solo en dos y sus contradictorios diálogos. Lo más irritante de estos artilleros pasa en manos de sus características personalidades donde la caracterización no tiene un límite fijo para la burla de sí mismo. La propuesta de la compañía del ratón Mouse no logra generar un relato honesto pero sí, como han de esperar, marketinero.
Llegaron las princesas poderosas "Moana" es lo nuevo de Walt Disney Animation Studio, la otra unidad de negocios de la corporación del ratón que viene pisando con fuerza y empieza a pelearle cuerpo a cuerpo a la ya consolidada Pixar. Otros títulos famosos de esta división de Disney son las recientes "Frozen" y "Zootopia". En esta nueva aventura nos traen la historia de Moana, una princesa (obviamente) de una tribu del Pacífico cuyas tierras y recursos se están viendo cada vez más debilitados. Su padre la quiere preparar para ser la nueva líder y protectora de su gente, pero ella tiene otros sueños de tinte más aventureros. La única que la entiende es su loca abuela, Tala, que está convencida de que la escasez de recursos se debe a una vieja maldición que sólo podrá romper Moana en conjunto con el semidiós Maui, un ser superior y vanidoso que sólo aparece en los cuentos ancestrales de la tribu. Un evento muy a lo Disney, desata el ímpetu explorador de nuestra protagonista y se embarca (literalmente) en la misión de buscar al semidiós, encontrar el corazón de la legendaria diosa Te Fiti y terminar con la maldición que aqueja a su pueblo. A nivel general tiene todos los ingredientes y factores de éxito del nuevo Disney. La historia es buena y exótica, fresca, con toques mágicos, culturales, familiaries y mucho empoderamiento de la mujer, algo que se le venía pidiendo a la compañía del viejo Walt desde hace tiempo. En este sentido de apertura y modernización, los directores del film, no descartaron de que Moana pudiera ser en un futuro no muy lejano, el primer personaje gay de la factoría. Por otro lado, la calidad de la animación es fantástica, con colores espectaculares y personajes que salen del estándar hollywoodense. Sin dudas un gran acierto es el personaje de Maui, con voz del incansable (aparece en muchas películas este año) Dwayne Johnson. Es divertido, poderoso, refrescante y hasta un poco agrandado. Me hizo acordar de cierta manera al genio de "Aladín". Una película que si bien sigue la nueva fórmula de éxito de Disney y se sale poco del estándar, logra cautivar, entretener y catapulta a una nueva princesa más siglo XXI.