El terror menos iluminado. Hoy en día es realmente difícil asustar a la gente en los cines, es por esto que las películas de terror empezaron a ser juzgadas más por su nivel fotográfico, actoral, guión, crudeza, realismo. También están aquellas que recurren al gore como único método de asustar; y hay algunas que se juegan más por un suspenso constante y dar pequeños golpes de efectos en su duración. Por desgracia también están las que fallan en todos los aspectos mencionados, como el film que nos toca hoy. No le Temas a la Oscuridad nos cuenta la historia de una niña semi autista, que acaba de mudarse con su padre y la novia de él a un enorme caserón, donde hace un siglo, el propietario desapareció misteriosamente. La historia a priori parece interesante, con prácticamente una única locación, pocos personajes, ambiente claustrofóbico; los 99 minutos de metraje parecen suficientes para crear cuanto menos algo llamativo. Lastimosamente esto no es así, y estamos ante una película que no solo recurre a los tópicos de este cine, sino que es totalmente incoherente en su relato. El guión a cargo de Matthew Robbins y Guillermo del Toro hace agua por todos lados, además de ser bastante inverosímil en la construcción del mismo –unas pequeñas criaturas acaban con un hombre robusto de 100 kilos pero no pueden con una niña-, también en varias parece insultar la inteligencia del espectador, mostrando como una niña de 10 años manipula herramientas varias como si fuese una experta. Como se menciona más arriba, además recurre constantemente a los clichés del cine de terror, donde siempre el único que de verdad sabe lo que está pasando es el primero en morir, o el típico susto a base de subir el volumen de golpe. Es irritante también ver cómo en el cine desde hace unos años se puso de moda que intenten vender las películas con el latiguillo de “producida por …”, donde los incautos pensaran que dichas películas están hechas por el director de renombre de turno e irán al cine cayendo en la trampa; cuando en realidad solo se trata de alguien que financia y delega el film, en muchas ocasiones a directores primerizos, dejando productos de menor calidad en la mayoría de las veces. Este es uno de esos casos, donde el nombre que vende el film es el de Guillermo del Toro, quien solo está a cargo de la producción y parte del guión, siendo Troy Nixey el debutante director. Es una pena que Nixey tampoco pudiera salvar el film, ya que muestra sin pudor rápidamente a las pequeñas criaturas hechas con un CGI bastante mediocre. Solo se destaca el trabajo de fotografía en el film, a cargo Oliver Stapleton, siendo este apartado lo único que nos hace referencia a que Del Toro está a detrás del proyecto. Con una ambientación tétrica, opresiva y claustrofóbica, sin dudas la mayoría se preguntará que hubiera pasado si le habrían sacado mayor provecho a este aspecto tan logrado. En conclusión, No le Temas a la Oscuridad es una mala película de terror, que desaprovecha una pauta interesante y cae en lo más obvio de un género que últimamente nos entrega buenas películas a cuentagotas. Nada nuevo en el oscuro panorama.
Atrapados sin salida Remake de un elogiado telefilm que la cadena ABC emitió en 1973, esta película del debutante (aunque con atecedentes en el TV) Troy Nixon tiene como principal carta de presentación a su coguionista y coproductor Guillermo del Toro, cineasta mexicano que se ha convertido en un exitoso sello, una marca de alcance internacional. Sin embargo, el resultado final de No le temas a la oscuridad es infinitamente menos interesante que cualquier trabajo del creador de la saga de Hellboy. El film -que se estrena en la Argentina de manera simultánea con los Estados Unidos- tiene un prólogo ambientado en el pasado que remite a las viejas producciones de la casa británica Hammer y luego adscribe a los tópicos de ese subgénero del terror de familia encerrada en una casona embrujada (en este caso aparecen unos espectros demasiado parecidos a los Gremlins). La protagonista -otro lugar común- es una niña solitaria y conflictuada (Bailee Madison) que va a vivir con su padre (Guy Pierce) y la novia de éste (Katie Holmes) a una mansión del siglo XIX en plena refacción. Ella percibe que hay algo extraño allí, pero los escépticos adultos creen que sólo son "cosas de niños". Lo que sigue es una acumulación de elementos fantasmagóricos y toques sobrenaturales amplificados por efectos de sonido (ruidos en los sótanos, tormentas en el jardín, etc) y visuales. Si el lector "huele" remedos del j-horror nipón, de La huérfana, de Los otros, de El orfanato y de tantos otros títulos, estará en lo cierto. No hay nada demasiado novedoso, sorprendente o medianamente satisfactorio en esta operación de "reciclaje". Seguiremos esperando, por lo tanto, los próximos proyectos de Del Toro (sobre todo cuando figure como director) para encontrar allí ese talento personale que esta vez escasea bastante.
¿Y el miedo dónde fue? No le temas a la oscuridad (Don´t be afraid of the dark, 2011) remite en varios aspectos a las películas españolas de la factoría de su productor y co-guionista, Guillermo del Toro. Con el correr del metraje descubrimos que el film se queda en eso: una mascarada que poco a poco pierde convicción en su propio material. Asustar, tarea difícil en una época (del cine y del mundo) tan cercana a lo explícito. Sobre todo cuando la historia involucra a los niños. No obstante, ¿qué mejor momento de la vida para explorar el temor ante lo desconocido? ¿Qué mejor instancia para hacer foco en ese espanto que todos alguna vez vivenciamos? No le temas a la oscuridad comienza con una secuencia en la que vemos a un millonario del siglo XIX que se ha mutilado la boca para extraerse los dientes. Le hará lo mismo a la mucama, con el objetivo de recuperar a su hijo. Pero, ¿recuperar de las garras de quién? ¿En función de qué trama siniestra? Muchos años después queda la mansión vacía pero impregnada de misterio. Hacia allí se dirigen Alex (Guy Pearce) y Kim (Katie Holmes), una pareja de diseñadores de interior que la están restaurando. Los acompaña la hija de él, quien ignora que dejará la casa materna para instalarse en semejante lugar. Un espacio en donde se reanimarán las extrañas criaturas, algo así como el reverso del Ratón Pérez. Durante la primera media hora, el relato dosifica la información para acrecentar la intriga. Bien podría haber continuado así, si en vez de dilatar hubiera potenciado, y en vez de explicitar hubiera sugerido. Y no es que el metraje carezca de momentos de tensión, pero no hay ningún punto de giro que intensifique el suspenso o aporte algo novedoso. La historia, entonces, queda encapsulada en motivos ya vistos y mejor explorados: lo sobrenatural/monstruoso y el elemento siniestro tan vinculado al orden familiar. Por más valor que demuestre la niña Sally (Bailee Madison), nos resulta un tanto inverosímil que su conducta oscile entre el pánico y la inmutabilidad frente al advenimiento del Mal. Que, venimos a enterarnos, está representado por un grupo de monstruitos con forma de mono. Una vez que el terror tiene rostro, o debe ser lo suficientemente horrible como para atraer/repulsar a la mirada del espectador, o debe diversificarse para tomarlo cautivo hasta el “The end”. The host (Gwoemul, 2006) y la saga de Scream son, respectivamente, los ejemplos para esta propuesta. Inspirada en una producción televisiva de John Newland estrenada en 1973, No le temas a la oscuridad tiene un buen diseño de arte, en donde es posible apreciar el barroquismo dark que vimos tanto en El Laberinto del Fauno (2006), como en El orfanato (2007). Esa precisión puesta en el diseño enfatiza el cálculo con el que el guión construye el retrato familiar. Bien es sabido que los relatos de hadas analogan el horror privado con el fantástico, vinculando la intromisión en el clan (la madrastra) a fuerzas malignas. Sobre este vínculo, aparece en el final un punto de giro que resulta novedoso y le da un poco de “osadía” a una película que trata sobre el miedo pero no llega a ser “una que asuste”.
Hace poco leía una crítica sobre este film donde el ignorante que escribía expresaba que no se podía esperar mucho de esta propuesta si la producción estaba basada en una película para televisión de los años ´70. Menos comprensión del cine y el género que Osvaldo Quiroga, que ya es un límite al que puede llegar el esnobismo y la ignorancia dentro de la crítica cinematográfica. Los años ´70 fueron emblemáticos para el cine de terror y las cosas que se hacían eran tan grosas que inclusive las producciones televisivas eran realmente geniales. Hubo dos películas que sobresalieron especialmente. Una de ellas fue Trilogía de Terror (1975), del director Dan Curtis, el mismo de Posesión Diabólica (Burnt Offerings), que protagonizo Karen Black y estaba basada en relatos de Richard Matheson (Soy leyenda). El otro caso es el de No le temas a la oscuridad, de 1973, que en su momento recibió críticas excelentes de la prensa y hoy es considerado uno de los clásicos más importantes de aquellos años. A lo que voy con esto es que esta remake que produjo Guillermo Del Toro se basa en una película que fue realmente importante en su momento. La nueva versión si bien toma el concepto del film original, la trama que presenta es muy distinta. Uno de los puntos fuertes de film es la temática que brinda esta remake que me pareció muy buena porque no se trata demasiado en el cine. Por lo general cuando se trabaja con duendes y hadas en las películas siempre se retrata a estos seres desde la mirada más positiva. Sin embargo, dentro de la literatura, muy especialmente la que pertenece a la cultura celta y germánica, son numerosos los relatos que existen donde los duendes y las hadas hacen cosas terribles. El rapto de personas y niños sobre todo, son un clásico de estas viejas leyendas. No le temas a la oscuridad tiene que ver con estas historias y la verdad que el tema estuvo muy bien trabajado. El inconveniente de este film me parece que pasa cuestiones narrativas. La versión original se destacaba por los climas de tensión y suspenso que generó el director John Newland a través de las sutilezas. La película lograba asustarte por medio de las cosas que no te mostraba, además de una soberbia banda de sonido de Marco Beltrami. La remake, en cambio, es más burda en ese sentido y me parece que al exponer tanto a los duendes diabólicos el film perdió la gracia enseguida. Además los efectos especiales no funcionan bien en todas las escenas y en algunos momentos se ven artificiales. Mejor trabajo hicieron con el diseño de producción que es fabuloso. No es de extrañar que los aspectos estéticos de este estreno representen las mejores cualidades de esta remake, teniendo en cuenta que el director Troy Nixey es un artista de cómics que se destacó por sus ilustraciones para la revista de Batman y la miniserie “Jenny Finn” de Mike Mignola (Hellboy) y la tiene clara a la hora de crear los ambientes perfectos para estos relatos. Toda la ambientación de la mansión donde transcurre el film es fabuloso y el reparto también hizo un buen trabajo. El tema es que el director no llegó a lograr lo mismo a la hora de trabajar el suspenso y la tensión. No le temas a la Oscuridad no es una película precisamente aterradora. En el Fantasia Film Festival, donde Guillermo Del Toro presentó oficialmente la película expresó que el film estaba dirigido a la generaciones más jóvenes de fans del terror de 12 y 13 años que es la edad en la que él descubrió la versión original de esta historia. En ese sentido la película cumplió su objetivo, ya que es el segmento del público que más va a disfrutar este estreno.
A esa hora y con la casa tomada Terror clásico, producido por Guillermo del Toro. Guillermo del Toro, coguionista y productor de este “homenaje” a un telefilme dirigido por John Newland en 1973, suele representar el malestar individual o colectivo a través de mundos fantásticos, tenebrosos, multidimensionales, oníricos. Como si, en términos literarios, cruzara a Lewis Carroll con H.P. Lovecraft. No le temas..., escrita entre El espinazo del diablo y El laberinto del fauno , tiene algún elemento común con estas dos películas dirigidas por Del Toro, sobre todo en el planteo inicial. En No le temas..., opera prima de Troy Nixon, no hay Guerra Civil Española. Sí una nena, Sally (Bailee Madison), atormentada por conflictos familiares que no puede verbalizar ni, tal vez, entender. Sus padres están separados. Ella viaja sola, en avión, para encontrarse con su padre (Guy Pearce) y la nueva pareja de él (Katie Holmes). Ambos son diseñadores de interiores y están reformando, con orgullo y entusiasmo, una mansión del siglo XIX. Ven la forma y no el fondo. Porque en los sótanos de esa casa, entre barroca y victoriana, habitan pequeñas criaturas siniestras (algo así como diminutos monos con movimientos de ratas y toques de insectos), que sólo Sally puede percibir: lo interno, lo que de algún modo la (¿los?) habita. Este planteo, sencillo pero delicado, más la atmósfera opresiva y una vaga pincelada de oscuro cuento de hadas, son un buen punto de partida. Una promesa que no terminará de cumplirse, porque la trama, la intensidad dramática y, sobre todo, la imaginación autoral quedarán atenuadas por las convenciones (a veces inverosímiles) del género. Algo atípico en Del Toro, que, recordemos, acá no dirige. El mismo aclaró que este filme apuntaba a un público “joven”. No le temas...es, sin dudas, mucho más liviana -en todo sentido- que cualquiera de sus películas y tiene ciertas características del terror de fantasmas japonés, más una matriz clásica. Sólo por momentos logra estremecer, aunque no se anima a ir más allá, como si lo hace Sally y suele hacerlo Del Toro. « No le temas a la... Terror (EE.UU., 2010) SAM 13 Dir T. Nixey Int G. Pearce, Katie Holms Salas Cinemark Palermo, Abasto, V. Recoleta Buena OTRAS NOTICIAS MI JEFA ES... JENNIFER ANISTON, UNA DENTISTA NINFÓMANA QUE ACOSA A SU ASISTENTE. CINE La venganza es lo último que se pierde Crítica. “Quiero matar a mi jefe”. Tres humillados empleados traman un plan... RIE, PERO ES EL PAYASO TRISTE CARLOS ARECES ADHIERE A LOS EXCESOS DEL DIRECTOR. CINE Un circo que no alegraba el corazón Crítica. “Balada triste de trompeta”. De la Iglesia cuenta la tragedia ... LA PASION EMMA (SWINTON) ES LA ESPOSA DE UN EMPRESARIO ITALIANO. ANTONIO ES UN CHEF, AMIGO DE LA FAMILIA. HASTA QUE... CINE Una muñeca rusa Crítica. “El amante”. En este melodrama de Luca Guadagnino, Tilda Swinton ... Inicio SEGUINOS EN Twitter Facebook Rss TELEVISION & RADIO MUSICA CINE TEATRO PERSONAJES Sitios amigos Entremujeres.com Biencasero.com Deautos.com Argenprop.com Empleos.clarin.com Copyright 1996-2011 Clarín.com - All rights reserved - Directora Ernestina Herrera de Noble | Normas de con?dencialidad y privacidad Agea Digital Certifica.com SUBIR
Una película de miedo, inspirada en una producción televisiva de los años setenta El terror puede llegar desde los lugares más inesperados, y con él la calma se transformará en pesadilla. Esto es lo que les ocurre a Alex, a su novia y a Sally, hija de aquél, una niña tímida y retraída que, alejada de su madre, se traslada con ambos a una mansión del siglo XIX que está en proceso de restauración. Desde el momento en que los tres se instalan en el gran caserón, Sally explora los lugares más escondidos del tétrico edificio y descubre un sótano oculto cerrado desde la extraña desaparición del constructor de la mansión, un siglo atrás. Sin quererlo, la muchacha liberará a unas diabólicas criaturas que tratarán de arrastrarla a las profundidades de la casa. Sally trata de convencer a su padre y a Kim de que las sombras y los aullidos que la acechan no son invento suyo, y así se iniciará una pesadillesca aventura en la que unos seres horribles, pequeños y carnívoros comenzarán a adueñarse de los habitantes de la casa. El guión del film, inspirado en una producción televisiva de 1973, tuvo en el mexicano Guillermo del Toro a uno de sus productores, que aquí volvió a demostrar su pasión por ese género. Para ello convocó al director Troy Nixey, también experto en este tipo de relatos. El elenco tuvo en Guy Pearce, recordado por su excelente trabajo en Memento , a un sincero padre que trata de comprender a su aterrada hija, en tanto que Katie Homes supo componer a esa mujer que intentará amparar a Sally, papel que Bailee Madison dotó de la necesaria dosis de timidez. Dentro de este género ya convertido en un clásico dentro de la pantalla norteamericana, No le temas a la oscuridad puede ocupar cómodamente un puesto de privilegio por sus indudables aciertos en el clima, en el elenco y en los impecables rubros técnicos.
El terror viene en tamaño pequeño Remake de un telefilm de los ’70, muy considerado entre los más exquisitos del cine fantástico, el debut del australiano Troy Nixey se anima con unos temibles homínidos que la película, de modo muy clásico, siempre esconde entre sombras. En el cine fantástico y de terror, por algún motivo que habrá que investigar, lo pequeño siempre da bien. Véase desde The Devil-Doll (Tod Browning, 1936), con sus minúsculos autómatas, manejados por el científico loco de turno, hasta las dos primeras Jura-ssic Park, en las que dos especies distintas de microdinosaurios daban más miedo que todos los T-Rex habidos y por haber. Considérese, desde ya, El increíble hombre menguante, una de las grandes obras maestras del cine de ciencia ficción, así como los Gremlins de Joe Dante. Recuérdese cierto célebre episodio del telefilm Trilogy of Terror (1975), en el que un feroz talismán africano intentaba asesinar a su dueña. Agréguese otro gran episodio de otro telefilm, más reciente y menos conocido (Nightmares & Dreamscapes, 2006), en el que unos soldaditos de juguete le hacían la guerra sin cuartel a un turrísimo William Hurt. Si de soldaditos se trata, cómo no mencionar los de Pequeños guerreros, también de Joe Dante. Añadir los minirrobots de Minority Report y hasta los de la primera Transformers, las agresivas cucarachas del mejor episodio de Creepshow y hasta los habitantes del País de los Enanos de Gulliver, y se terminará conviniendo que cuando se inviste de un poder inverso a su tamaño, en cine lo pequeño es siempre hermoso. A esa pequeña gran tradición vienen a agregarse, ahora, los homínidos de sótano de Don’t Be Afraid of the Dark, remake del telefilm homónimo de los ’70, muy considerado entre los más exquisitos del cine de terror, aunque casi desconocido por el público general. Hasta que aparecen los monstruitos, todo es rutina aquí. Un arquitecto (Guy Pearce) y su segunda esposa, decoradora de interiores (Katie Holmes), se trasladan temporalmente junto con Sally, hija de él (Bailee Madison), a una impresionante mansión del siglo XIX, que están reformando. Notable ilustrador, el antiguo dueño de la mansión falleció un siglo atrás, tras la misteriosa desaparición de su hijo. Un día, los nuevos huéspedes descubren un sector vedado de la casa, donde la niña se aventurará, atraída por susurros que pronuncian su nombre. Entonces... Producida y coescrita por Guillermo del Toro, dirigida por el hasta aquí desconocido realizador australiano Troy Nixey y con Marco Beltrami sirviendo unos énfasis musicales alla Bernard Herrmann, No le temas a la oscuridad se anima (en todo sentido) con la aparición de estas figuras, que son como ranas peludas con patas de araña y rostros esqueléticos. O murcielaguitos sin alas y con joroba, si se prefiere. Se los describa como se los describa, es su aspecto, sumado a la costumbre de alimentarse de huesos y dientes de niños y a su probada capacidad de llevar a la gente a la locura (de todo ello informa un eficaz prólogo), lo que los vuelve temibles. En verdad, la apariencia de estos bicharracos (el bicharraco, una especialidad de Del Toro: recuérdense el de Cronos, las cucarachas mutantes de Mimic, los seres fantásticos de El laberinto del fauno) apenas llega a entreverse bastante avanzada la película. De modo muy clásico, Nixey los esconde entre sombras, los disimula con una luz permanentemente penumbrosa, los semioculta entre patas de muebles. Hay una escena muy divertida durante una multitudinaria cena empresarial, cuando uno de los homínidos viene en busca de Sally y la obliga a patear bajo la mesa, y finalmente viene la debacle de rigor, cuando los bichos juntan coraje y tratan de llevarse a todo el mundo puesto, consiguiendo alguna victoria de peso. Desde ya que puede verse a estos seres como manifestación inconsciente de lo mal que lleva Sally la separación de sus padres y la presencia de su nueva mamá. O, si se prefiere, como antiguos anfitriones que –al estilo El fantasma de Canterville o Beetlejuice– dan la guerra, para que la modernidad no termine expulsándolos de la vieja mansión. Pero no son esas interpretaciones, ni tampoco las referencias a Arthur Machen (escritor del círculo Lovecraft), las que dan la sal a No le temas a la oscuridad, sino la simple presencia de esos bichos feos, raros y malintencionados. Pero en el fondo simpáticos, como corresponde a todo monstruo que se precie.
Unos pitufos feos y malos Esta es una remake de un semi olvidado telefilm de los 70 que, al menos visto en la pantalla chica, daba más miedo que esta nueva versión mucho mejor producida y escrita (nada menos que por Guillermo del Toro y Matthew Robbins, director y guionista de clásicos del cine fantástico como «El verdugo de dragones»). Hay un prólogo de época que ubica la historia dentro de este género y que está entre lo mejor de la película: un tipo bastante enajenado le tiende una trampa horrible a una empleada doméstica, y le hace cosas atroces que incluyen sacarle los dientes para entregárselos a uno seres con vocecitas ominosas que le hablan desde las cañerías. Pasan los años y en tiempos actuales una pobre nena (Bailee Madison, que actúa bastante bien) tiene que mudarse con su papá, que esta ahí con su nueva mujer terminando la restauración del lugar, famoso por haber pertenecido a un legendario ilustrador de la vida silvestre (el demente que vimos en el prólogo). Aun restaurada, la casa sigue siendo igual de siniestra, y no bien toma contacto con el lugar, la nena también se relaciona con los extraños seres que le hablan desde un sótano que estaba oculto. El asunto es que los seres sobrenaturales no demoran mucho en darse a conocer, y la verdad es que no son nada amistosos. Podríamos decir que son hadas, duendes, o incluso unos primos horribles y grisáceos de los más amigables pitufos que el espectador encontrará en la sala de al lado del multiplex. «No le temas a la oscuridad» tiene algunas buenas escenas con imágenes terroríficas, y algunos momentos que realmente asustan (como el primerísimo primer plano de uno de estos duendes mala onda), y cuenta con una formidable fotografía de Oliver Stapleton, además de los típicos detalles estéticos de las películas de Guillermo del Toro. Pero al director debutante Troy Nixey le faltó un poco de garra para que el asunto pase a mayores, porque en gore, en acción o incluso en alguna profundidad argumental, la película daba para más. Con todo, no decepcionará a los fans del género que sin duda pasarán unos 90 minutos muy entrete
El viejo truco de la habitación de la niña El debutante Troy Nixey es el director de este film de terror que contiene elementos clásicos como una antigua mansión, una pareja con una hija y una sensación onmipresente de peligro. El cine de terror ha visto siempre en la figura de los niños un aliado valioso para inquietar a los espectadores. En este caso, se trata de una pareja que se muda a una antigua mansión para restaurarla, este cambio sin saberlo llevará a la hija de uno de ellos –el padre– al centro mismo del peligro. Es que la pareja desconoce que año atrás han ocurrido hechos siniestros producidos por seres que aun permanecen en la casa. La película está dirigida por el debutante Troy Nixey, pero la identidad visual y temática parece estar dada por su guionista y productor, Guillermo Del Toro. El cineasta mexicano es el creador de films como El espinazo del diablo y Hellboy, y aun sin ser aquí el director podemos ver su presencia. No sólo por el género que tanto ama, sino también por la estética del film y por ese misterioso jardín que recuerda con mucha facilidad al de su El laberinto del fauno. La infancia en general suele aparecer en sus historias, y los eventos espantosos que narra los tienen a los niños como principales protagonistas. Sally, la niña en esta película, es hija de padres divorciados, con un progenitor que no termina de saber como educarla aunque haya decidido llevarla a vivir con él y su pareja, y con una madre fuera de escena de la que sólo se sabe que la sobreprotegía. Las cuerdas del suspenso están dadas porque Sally es retraída y está medicada por lo que se abre la posibilidad de que nadie le crea cuando comiencen los hechos sobrenaturales. Incluso el espectador llegará a desconfiar, tal vez, de su cordura. Aunque No le temas a la oscuridad brilla más en la creación de climas aislados que en la estructura general del relato, hay que decir que la tensión no decae y que el paso de sugerir a mostrar está bien logrado. Más allá de los detalles del argumento, la película se sostiene y no defrauda, aun cuando tampoco sea una película con aires de clásico del género. Una última aclaración es que a pesar de un gran momento sangriento en el prólogo del relato, el resto de No le temas a la oscuridad no se basa en lo sangriento para impactar, sino en ideas más sofisticadas y situaciones creadas desde el trabajo de dirección, los rubros técnicos y un sólido trabajo de los actores. En definitiva una propuesta humilde y efectiva que no pierde el rumbo en ningún momento. Aunque eso sí, el consejo que da el título del film, no es bueno. Tengan mucho miedo a la oscuridad.
Gótico americano A lo largo del último lustro el inefable Guillermo del Toro ha demostrado un gusto bastante heterogéneo en lo que a terror se refiere como claramente lo atestiguan El Orfanato (2007), Splice (2009) y Los Ojos de Julia (2010), obras tan disímiles como interesantes. Aún lejos de la silla del director luego de su partida amistosa de El Hobbit, para su primera remake eligió un telefilm de culto estadounidense de 1973 casi desconocido por estas pampas: en la sugestiva No le Temas a la Oscuridad (Don´t Be Afraid of the Dark, 2010) no sólo oficia de productor sino que además es responsable del guión junto a Matthew Robbins y su intervención se siente en el tono lúgubre del convite y la intensidad de algunas secuencias. Si bien en esta oportunidad la historia introduce un cambio sustancial en lo que respecta a la protagonista excluyente, vale aclarar que la estructura narrativa se mantiene inalterable y hasta podríamos decir que estamos ante una versión extremadamente fiel para con la original: la Sally de antaño, esa mujer adulta a la que su marido no le creía que padecía el acoso de unas criaturas diabólicas semejantes a gnomos, ha mutado en una niña que motivada por la curiosidad también abre portales con consecuencias poco felices para todos los involucrados. Sin dudas subsiste el tópico de la victima entregada al escepticismo de su entorno pero ahora está complementado con los conflictos relativos a una infancia solitaria. De hecho, el mayor logro de la película corre parejo a la sutileza con la que la trama va encausando la indiferencia, reprimendas, humillación y/ o castigos que los hijos pueden llegar a aceptar por parte de sus padres, inocencia primordial y construcciones hegemónicas mediante: la joven, interpretada por la apacible Bailee Madison, es un personaje más que verosímil que atraviesa con pesar el divorcio de sus progenitores, el desinterés de su padre Alex (Guy Pearce) y el tener que conocer a su nueva novia Kim (Katie Holmes). El arribo al caserón gótico quiebra por un momento una monotonía cercana a la depresión para pronto convertirse en un calvario gracias tanto al hostigamiento como a su propia familia. Más allá de la acertada labor del trío central y el consabido talento del mexicano, no se puede pasar por alto el maravilloso desempeño del debutante Troy Nixey: aquí el realizador sorprende ninguneando las inclinaciones gore contemporáneas y jugándose de lleno por el suspenso de desarrollo paulatino, vinculado principalmente a una fotografía preciosista y a una atmósfera sobrecargada a la Hammer. La ausencia de novedades significativas dentro de los parámetros del género está compensada por el clasicismo general de la puesta en escena, el diseño de la mansión y una excelente mezcla de sonido, ítems que en conjunto edifican una experiencia que hoy pide a gritos ser disfrutada en salas cinematográficas…
Anexo de crítica: Rutinaria y básica sí, pero no por ello menos efectiva y atrapante gracias a la sólida dirección del debutante australiano Troy Nixey, que apela a los registros del terror más clásico con un trabajo impecable en materia de fotografía y buena dirección de actores. Claro que si detrás del proyecto figura el nombre de Guillermo del Toro está garantizada una pequeña cuota de calidad y si a eso le sumamos la participación directa del mexicano en la elaboración del guión las expectativas aumentan proporcionalmente. En este caso no defrauda.
Detrás de las paredes... La crítica internacional casi que había vapuleado esta remake de "Don't be afraid of the dark" por diferentes motivos. La lista era larga (no los vamos a enumerar) y en la previa organizando horarios, no casualmente la dejé para el final. Miraba la gacetilla de prensa y cada vez tenía menos ganas de ir. Encima, a la función programada llegue agotado del trabajo y era la hora de la siesta (ustedes dirán, por qué cuenta esto?!), por lo que me dije "si no es buena, por lo menos duermo un rato!"... Y no lo hice. Cabecé al principio eh! La primera parte me costó porque la caracterización de los personajes centrales la sentí lenta y plana, pero promediando el relato el film comienzó a tomar temperatura y cuando llegamos al climax estaba bien despierto en la butaca con todos mis sentidos alertas. Si, debo reconocerlo, el tema de los duendes malignos no es de mis favoritos, pero se apreciar el oficio de Troy Nixey y Guillermo del Toro a la hora de encarar la dirección y producción de esta cinta. Uno podrá estar en desacuerdo con la línea que eligen para transitar, pero hay que aceptar que hacen que la película cumpla su principal objetivo: entretener y asustar en dosis iguales. En ese sentido, "No temas a la oscuridad" no pasará a la historia como algo memorable, pero los amantes del género y los espectadores casuales, podrán disfrutarla sin complicaciones. Ya sabemos los mundos con los que trabaja Guillermo del Toro. Su fuerte es dotar de seres oscuros y poderosos a las historias que cuenta, subrayando la atmósfera lúgubre de escenarios siempre barrocos, tétricos, asfixiantes donde la ilusión y el terror coquetean y se funden en un perverso abrazo. En sus mejores realizaciones ("El laberinto del Fauno", "El espinazo del diablo"), ubica a niños que se enfrentan a entidades a monstruos, gnomos o duendes malignos. Tiene, indudablemente, curiosidad por desarrollar ese vínculo entre la niñez y lo fantástico y presentarlo al espectador para que lo deguste sobriamente.. Aquí produce a Troy Nixey, capo de los cómics, en su debut en largometrajes, pero el film lleva su sello de principio a fin.
El cuco aparece cuando todo está oscuro Nos encontramos nuevamente frente a una readaptación de un clásico del cine de terror esta vez de la mano del mexicano Guillermo del Toro, quien se encargó de su producción y de su guión junto a Matthew Robbins y a Nigel McKeand, guionista de la película original. Efectivamente, se trata de una historia basada en el film televisivo homónimo del año 1973 que, en su momento, fue un éxito que impresionó a tantos espectadores. En esta oportunidad, la historia es narrada desde la perspectiva de la pequeña Sally (Bailee Madison) quien es enviada por su madre a vivir con el padre de la pequeña (Guy Pearce) a otra ciudad. Este es un arquitecto y decorador de interiores que junto a su joven novia (interpretada por Katie Holmes) está llevando a cabo las tareas de reciclado de una enorme mansión que habría pertenecido a un artista muy famoso en el 1800 desaparecido junto a su hijo de manera misteriosa. Será en este escenario lúgubre y gótico, con un jardín intrincado, esculturas talladas en madera y lugares oscuros, que se desarrollará la historia de Sally, quien comenzará a oír voces y recibir visitas nocturnas de extraños seres que habitan en el sótano de la casa. Se hará evidente, tanto en la historia narrada desde lo que le acontece a la niña como en los escenarios misteriosos muy bien ambientados, la mano de Guillermo del Toro que, a pesar de no haberse encargado de la dirección de la misma (ya que estuvo a cargo del casi desconocido Troy Nixey) dejó su fuerte huella en el filme. Antes de dar comienzo a la historia de Sally, la película se abre con una escena ambientada en el 1800 en la cual ya se nos presenta un hombre asesinando y entregando cuerpos por la chimenea del sótano a unos seres que aún no logramos ver. Por culpa de dicha escena el resto de la película será totalmente predecible, ya podremos presuponer el resto de los acontecimientos que llevarán a la pequeña a acercarse a esos seres del sótano. No obstante, la música y la ambientación lograrán sumergir el espectador en una constante atmósfera de tensión y suspenso que se mantendrá a lo largo de la cinta. Es que el elemento terrorífico que se pone en juego en No le temas a la oscuridad está relacionado con miedos universales, propios de la infancia de cada individuo: el peligro no viene desde afuera, sino desde el interior de la casa, de lo familiar, de ese lugar que debería ser un refugio y no un potencial peligro. Efectivamente, son varios los elementos que hasta podrían recordarnos los cuentos de hadas: la presencia de un lugar dentro de la casa (en este caso el sótano) en el cual es mejor no entrar como la habitación prohibida en el cuento de Barba azul, o la popular historia de los dientes debajo de la almohada que al día siguiente serán reemplazados por monedas. Probablemente sean los dientes y la pérdida forzada lo que colabora en impresionar al espectador desde el comienzo de la película. Gracias a los mencionados elementos el filme logrará mantener atento el espectador, pero la historia no poseerá ningún giro inesperado y hasta los monstruos serán mostrados cerca de la mitad de la película, eliminando toda posible sorpresa en el resto de la cinta, que se mantendrá en pie sólo gracias a situaciones de suspenso creadas casi de manera forzada, ya que el accionar de los personajes será totalmente predecible y estos cometerán errores esperables como si buscaran los problemas en vez de huir de estos. Me llama la atención que del Toro en una entrevista manifestó haber tardado 16 años en readaptar este guión, probablemente se deba a sus tantos proyectos durante estos años y no ciertamente a la complejidad del mismo.
Luego de finalizada la proyección de “No le temas a la oscuridad” pensé: Me parece que hay una gran confusión. Hay que recordarle a Hollywood que la gente va al cine para sentir miedo gracias a ver la película y no por culpa de la misma. Es una gran diferencia. En “No le temas a la oscuridad” todo empieza hace muchos años. Un pintor ha realizado un gran mural de contenido horrible en el sótano de una gran mansión. Usted puede preguntar para qué sirve un mural ahí donde apenas hay luz de vela. Se lo digo: para anunciar al espectador lo que va a ver dentro de un rato quitándole el factor sorpresa. Además, el hombre es artista y puede hacer lo que quiere, ¡que tanto, ché! El pintor ofrece sus propios dientes en un platito a unas voces que con cámara subjetiva suenan fuera de campo, pero dentro de una estufa tipo salamandra. A cambio pretende que le devuelvan a su hijo. No sólo esto no ocurre, adicionalmente se lo llevan a él haciéndolo entrar por la hendidura de la estufa como si el hombre estuviera hecho de telgopor. No se preocupe si no entiende mucho. Durante los títulos las voces se siguen escuchando y le anticiparán todas las intenciones que tienen. Confórmese. Al menos no le cuentan el final. La acción pasa al tiempo presente. Vemos a Kim (Katie Holmes) y a Alex (Guy Pearce) esperando a la hija de éste en el aeropuerto. Sally (Bailee Madison), de unos 7 u 8 años, viaja sola porque la madre no puede, no quiere o no sabe tenerla (nunca nos enteraremos). Los tres se dirigen a la mansión, ya que la pareja vive de restaurar viejas construcciones. La nena tiene resentimiento por la situación que viven debido a la separación de sus progenitores, rechaza a la novia del padre y siente el miedo que le produce algo raro que percibe en la vieja casa. Gracias a Dios, nos enteramos de todo esto por los diálogos. Si fuera por Bailee Madison estaríamos muy confundidos, pues tiene algunos momentos en los que parece tentada a reírse, en tanto que en otros manifiesta estar asustada, estados que, como mucho, sólo llega a traducirlos en una expresión de cara de abanderada en un acto de colegio. Es por lejos la peor dirección de actores chicos en mucho tiempo. Sigo. La nena dice que tiene miedo, pero igual se adentra en el lugar más tenebroso de la casa, o sea el sótano. Allí escucha voces invitándola a jugar y demás bobadas. Incluso llega a desatornillar la puertita de la estufa produciendo la liberación del “mal”. Esto es (son) unos bichos marrones de la altura de una muñeca Barbie, con el temperamento de Horacio Pagani, y cuando dejan de susurrar para graznar parecieran tener la caja torácica de Plácido Domingo. Al primero que atacan es al jardinero. Un hombre, de pocas e inútiles líneas de diálogo, que en lugar de pisar a los demonios, barrerlos a escobazos o echarles insecticida, se deja morder por ellos hasta terminar en un hospital. A partir de ese momento Sally intentará hacerse escuchar por el padre quién demuestra dos preocupaciones: vender la casa restaurada y lograr que su hija se lleve bien con su novia. Los bichos, que salen por todos los conductos posibles, evitando la luz y rompiendo todo lo que pueden, parecen primos de aquellos Gremlins, pero están horriblemente diseñados por Keith Thompson. “No le temas a la oscuridad” tiene algunas otras incoherencias en el guión de Guillermo del Toro y Matthew Robbins que rompen con el verosímil; aburren y provocan más bostezos que tensión. Pobre el debut como realizador de Troy Nixey, aunque cualquiera agarraría este guión si debe, por ejemplo, tres meses de alquiler, para saldar su deuda. Los efectos especiales parecen de la época del primer “King Kong” (1933), con perdón de aquél pionero de los efectos, con una dirección de fotografía de Oliver Stapleton bastante desacertada, sobre todo en las escenas de la habitación de Sally y en el sótano, locaciones donde a veces hay más luz de la que propone el set y viceversa. No se extrañe si hacia el final se producen algunas risas, es debido a la tremenda ridiculez de los diálogos. Insalvable partiendo desde el contradictorio título de la producción. Si se la toma en serio la producción es como mínimo una broma. Por suerte todo pasa. Respecto a “No le tema a la oscuridad”, témale a una secuela.
Cuento de hadas perverso No le temas a la oscuridad es una remake de un telefilm de 1973 donde una pareja se mudaba a una vieja mansión, pero pronto descubrían que estaba habitada por una suerte de duendecillos demoníacos. El terror que no se explica siempre es el más efectivo: simplemente porque tememos a lo que desconocemos. Poco se explicaba sobre esas criaturas. Sólo sabíamos que hacían lo imposible para atrapar a Sally. La versión 2011 se explaya sobre la mitología de los monstruos. Es un acierto, en parte, porque uno de los guionistas es Guillermo del Toro, quien además produjo el film. Se nota la mano del director de Mimic y El laberinto del fauno: Sally es ahora una chiquita que se muda con su padre y la madrastra (Guy Pearce y una muy linda Katie Holmes) a la mansión embrujada. Los duendes comen dientes humanos y son más bien hadas malignas que parecen divertirse aterrorizando a los visitantes. Lo terrorífico siempre estuvo ligado a lo fantástico y allí es donde esta nueva versión de No le temas a la oscuridad es efectiva. Si bien la original era mucho más inquietante, esta opta por expandir el universo fantástico. Incluso se anima con unas bienvenidas secuencias cómicas. Por ejemplo, la misma secuencia -la cena con los inversores- en ambos films es bastante distinta. En la versión para televisión, no veíamos a los duendes y por eso resultaba escalofriante. En esta película los duendes ya no nos causan miedo, porque gracias al CGI ya hemos visto varias veces, pero resulta cómica y en cierto sentido, inquietante: sabemos que la protagonista tiene evidencias sobre ellos (obviamente, nadie le cree) pero también sabemos que los duendes se la quieren sacar. Los duendes fueron el principal atractivo de la versión '73 y lo siguen siendo ahora. Porque no son simples máquinas de matar, sino que parecen tener personalidad propia y disfrutar sembrar el pánico. Las voces que escucha Sally al principio son amistosas, pero luego se pondrán más y más violentas. Además, ver cómo se las ingenian para atacar a los humanos, mucho más grandes y fuertes que ellos, siempre es interesante. Ver cómo mutilan a un hombre, no nos asusta ni nos impresiona. Pero cuando la habitación de Sally está apenas iluminada por una lámpara, y distinguimos la figura de un duende detrás de un oso de peluche, sí nos asusta. Principalmente, porque la heroína es una niña. Allí es donde la magia aparece y la película se salva de terminar sepultada en el cine de terror mundano. La dirección de arte logra que la mansión tenga vida propia (ok: no es el Hotel Overlook) y nos muestra dibujos demenciales sobre criaturas del inframundo acechando a los niños. Del Toro había hecho algo parecido en la breve -pero memorable- secuencia del hombre pálido en El laberinto del fauno. Se nota que el género no sólo está en decadencia, sino que además sufre una crisis de identidad: este mismo año Wes Craven se auto-parodió con Scream 4. Tuvimos dos estrenos -atrasados- de maestros del terror: pero ninguno demostró estar a la altura de lo que alguna vez fueron. Ahora otra remake, que apenas es efectiva cuando se trata de impresionarnos y dejarnos con escalofríos. Por suerte, el cine de terror no se trata sólo de asustar: tiene que ser una buena propuesta artística, antes que nada. No le temas a al oscuridad lo es.
CALAVERAS Y DIABLITOS El cine puede interpretarse como una industria, y como tal crea objetos a la moda que nadie toma muy en serio. No obstante, se invierte en estos productos y se los publicita según una lejana marca de autor -por lo general un productor que no dirige el film- que engaña al público para lograr que pague la entrada. Huelga decir que No le temas a la oscuridad es un buen ejemplo de esto. Las obras de Guillermo del Toro, como El laberinto del Fauno y Hellboy produjeron una agradable impresión en el ámbito del séptimo arte y probablemente muchos creyeron que No le temas... podía llegar a alcanzar la calidad de otras producciones de Del Toro (El orfanato). El temor a los apabullantes caserones y la estrecha relación de los niños con el más allá se combina en el film -dirigido por Troy Nixey- cuando una pareja de arquitectos/decoradores (Guy Pierce y Katie Holmes) decide mudarse a la vieja mansión de un pintor decimonónico con el objetivo de refaccionarla y lograr la tapa de la revista de la Asociación de Arquitectura, y por supuesto, una buena retribución económica en consecuencia. Colmados de trabajo, los novios deberán también lidiar con la hija de Alex (Pierce), que comienza a vivir con su padre por decisión de él y su ex-esposa en aras de lograr un cambio interno tras la no aceptación del divorcio de sus padres. Los problemas de depresión de la niña Sally (Bailee Madison) serán confundidos, entonces, con los extraños fenómenos que la pequeña percibe, y, a pesar de la inicial distancia, encontrará en Kim (Holmes) la empatía que su padre le niega. Esta incredulidad permite que un mayor acercamiento de las criaturas que acechan a Sally, que avanzan en su terrible objetivo ancestral al ser liberadas. Cabe mencionar que la elección de la profesión del viejo dueño de casa no fue casual: al especializarse en pinturas de la naturaleza, se señala el contraste con lo supuestamente anti-natural de los monstruos de la mansión. Hay un proceso -desde ya predecible y trillado- en el que lo fantástico se vuelve natural para los personajes, pero no hay un tratamiento verdadero de lo que implica la introducción de este tipo de seres en el cine. En este sentido, el director no se permite escapar al formato digerible del derrotero incredulidad/vivencia/credulidad y los monstruos son un entretenimiento más como a veces lo es un perro o un gato. En concordancia, Nixey se arrepiente de posibles morbos, aun cuando incluya ciertas escenas sangrientas que no satisfarán en absoluto a los amantes del género terror. No le temas a la oscuridad sigue colaborando en alimentar a un imaginario colectivo que ve en los films de horror un pasatiempo y poco contenido. El elevado presupuesto y las ganancias de estos films quizá valga, para algunos capitalistas e ideólogos, la vacuidad de la propuesta.
Con el inequívoco trasfondo de las obsesiones expresivas del aquí productor Guillermo del Toro, No le temas a la oscuridad es un film que transita por el terror, el suspenso, lo sobrenatural y lo mágico, alcanzando algunas atmósferas notables y que revela en Troy Nixey a un realizador avezado. Basada en una producción televisiva del año 1973, del Toro y Matthew Robbins diseñaron un guión con muchas referencias En suma, una pieza que promete mucha más de lo que finalmente da, pero que sin dudas propone un sustancioso plato de truculencia y horror que no deberán dejar pasar los amantes de los subgéneros que ha ido deparando el terror a través del tiempo.
¡PRENDE LA LUZ! Guillermo del Toro es una de las mentes más creativas y puras que el cine de fantasía masivo presenta hoy en día. Su trabajo realizado en "El Laberinto del Fauno", en las dos películas de "Hellboy" y en "El Orfanato" fue realmente maravilloso, principalmente en lo que respecta al diseño de producción y a la dirección artística de cada realización. En esta película, producida y escrita por dicho director, se intenta llevar adelante un estilo muy similar al visto en las cintas antes mencionadas, pero, y pese a que se nota su participación, la falta de creatividad y de inventivo perjudica a la propuesta y la convierte en una fría experiencia cinematográfica. Sally es una niña que se muda con su padre a una enorme mansión. Ella está encantada con la arquitectura de la casa y se ve intrigada por los lugares secretos que la misma esconde. Es así como encuentra un sótano, el cual permaneció oculto por muchos años. Junto con su papá va a tratar de encontrar cómo entrar al lugar. Una vez que logran abrir la puerta, los misterios parecen no acabarse, ya que ella inmediatamente descubre otra pequeña puerta, esta vez de un curioso conducto. Al abrirlo, pone en libertad a pequeñas criaturas que intentarán apoderarse de la casa y de sus propietarios. La película se introduce con una escena ambientada en el pasado que funciona como un corto y efectivo prólogo para contar, a grandes rasgos, el hecho que culminó con el ocultamiento del sótano de la gran mansión. Luego de esto, la cinta se desarrolla de igual manera que muchas otras del género, presentando a los personajes principales y exponiendo el conflicto que involucran a la niña y su curiosidad. El problema que aquí inmediatamente aparece es que la introducción de las personas es muy larga, y cada vez que se intenta hacer hincapié en lo que sucede en diferentes partes de la casa, se interrumpe la narración para dar más suspenso y guardar "lo mejor" para más adelante. Visualmente se pueden apreciar referencias muy buenas al trabajo de Guillermo del Toro en sus pasadas películas, en especial en la inspección que la niña hace del jardín y en los diferentes dibujos y pinturas que se van mostrando y que decoran la casa. Dejando de lado ésto, la cinta carece del inventivo y de la imaginación necesaria para asustar, innovar y crear escenas de suspenso que desarrollen una tensión estresante en el espectador. El mejor y gran susto del film se puede ver en el trailer; los golpes fuertes de sonido son previsibles y no cumplen con su función; el suspenso, salvo por el comienzo de la película, es casi nulo; no se aprovecha la identidad y el misterio de las criaturas; y no se tornan creíbles las actitudes de los mayores cada vez que la niña quiere expresar qué es lo que le está pasando. Las criaturas fueron diseñadas de manera ingeniosa y con un aspecto físico que, al comienzo dan escalofríos, pero que cuando se las ve en acción a todas juntas, pierden la magia y el misterio. Lo que al comienzo es un juego correcto con las sombras y con mostrar por fragmentos las partes de sus pequeños cuerpos, pasada la mitad de la narración se las ve en conjunto atacando como los Gremlins, destruyendo todo el suspenso previo que fue muy bien logrado. Las actuaciones son correctas, en especial el trabajo realizado por Bailee Madison en el rol protagónico. Ella le aporta realismo y profundidad a sus emociones; mientras que Guy Pearce logra expresar muy bien la disconformidad con la realidad y con la hija de su personaje, y Katie Holmes, está correcta. Basada en el clásico telefilm de la década de los 70 (la decisión de que el protagonista sea un niño es muy acertada, recordemos que en la cinta original era un adulto a quien le pasaban todas las cosas),"No le Temas a la Oscuridad" es una película de terror que no asusta, que está dirigida a un público de 13 a 15 años que seguramente sabrá encontrarle los puntos de suspenso necesarios como para pasar un mal rato en el cine. Una cinta que carece de originalidad y de creatividad. Correctamente actuada y con una banda de sonido que es sutilmente aprovechada. ¿Hay decisión mejor que prender la luz si una gran cantidad de criaturas fotosensibles te están por atacar? Cosa que nunca se les ocurre a los personajes de esta película. UNA ESCENA A DESTACAR: primera media hora.
Hollywood exprimió hasta dejar seco el caso de “matrimonio con pequeños hijos se muda a caserón antiguo y empiezan a pasar cosas raras”. Una verdad de Perogrullo. Otra: en los tiempos que corren asustar es una tarea harto difícil para el cine. Espantarse en una sala de cine es casi algo inaudito. Por todo esto “No le temas a la oscuridad”, la película producida por Guillermo del Toro, a pesar de tener un comienzo a puro terror gótico y a contar con un desarrollo más que aceptable de la intriga, la historia pierde convicción y cae en un pozo que rebalsa de efectos especiales pero que no llegan a meter miedo. El osado final levanta el puntaje de este filme que cuenta la historia de cuando Sally Hurst, una niña retraída, se traslada a Rhode Island para vivir con su padre y su nueva novia, en una mansión del siglo XIX que están reformando.
Susurros de una oscuridad que mata Guillermo del Toro. Allí el nombre a destacar. Porque el momento de esplendor que alguna vez el cine de géneros pudo tener todavía fulgura en realizadores como él. El espinazo del diablo, Hellboy, Cronos, El laberinto del fauno. Más cantidad de películas producidas y escritas. No le temas a la oscuridad es una de estas últimas. Y algo más. Por un lado, la remake que implica respecto de la serie televisiva de mismo título, de 1973, y que ha iniciado una estela de nuevos films entre los que se cuenta Dark Shadows, por Tim Burton. Por otro lado, la escritura codo a codo con un casi olvidado Matthew Robbins. Quien fuera responsable de pocos pero inolvidables films como Corvette Summer (1978) y Milagro en la calle 8 (1987), además de haber cumplido participaciones en Cuentos asombrosos (1985) y en el guión de títulos como The Sugarland Express (1974) y Encuentros cercanos del Tercer Tipo (1977), ambos de Steven Spielberg. Entonces, nada puede salir mal. Todo bien y mejor. Lo que significa: prólogo de horror más bendición maldita para quien habite el caserón olvidado de No le temas a la oscuridad. Allí la familia nueva, con la pequeña Sally (Bailee Madison) obligada a vivir con su madre postiza (Katie Holmes). La oscuridad de la niña como refugio personal, con un padre (Guy Pearce) abocado a sueños de arquitecto grandioso. Luego, el nexo afín del abismo y desconsuelo de la niña con lo que anida en la casa, en sus sombras más profundas, que de a poco irán desocultándose para invadir la tranquilidad de quienes viven en la luz. Sin saltos bruscos, sin efectismos que rompan el buen clima de un film de terror. Así es como se narra No le temas a la oscuridad. Porque de eso se trata. De terror. En el mejor sentido de la palabra. Atravesado por los ojos de la niñez, de alguien que vive en el miedo y que puede, por eso, creer en los susurros que la oscuridad dice. Pequeños monstruitos de un no?lugar que acaramelan con voz rancia las noches de Sally. Un laberinto de una sola línea que irá adentrando en sí y cada vez más a quien lo dibuje y pueda entender. La maldición de Blackwood, el antiguo morador, es en verdad excusa para una historia que precede desde tiempos inmemoriales, y que dadas sus raigambres lovecraftianas oficia como la costumbre indica en el cine de del Toro. Ecos de ultratumba para el apenas episodio que el mismo film implica. Porque hay algo que precede y que excede. Mejor sellar y tratar de olvidar. En otras palabras, algo más hay en los cuentos que se cuentan. En el secreto que guarda el diente encontrado por azar aparente. En la moneda de troquel gastado y valor olvidado. Algo de lo que sabrá aprender, tal vez, el padre de la niña, afecto a un dinero invertido que mañana, así como la moneda vieja, será también papel sin sentido.
Pequeños monstruos Si las películas de terror tuvieran que completar una lista de requisitos, No le temas a la oscuridad no dejaría un casillero sin tachar en la categoría más clásica del género. Hay aquí un escenario inquietante: una casa enorme y antigua en medio de un paisaje solitario, un sótano prohibido y una niña con problemas afectivos. Hay, también, a medida que avanza la narración, todo el set de conocidas calamidades: tormentas, cortes de luz, objetos que se caen solos y puertas que se abren y se cierran. Sin embargo, pese a toda su arquitectura gótica de suspenso, esta producción de Guillermo del Toro, dirigida por Troy Nixey, se interna en la variante fantástica del terror, que tanto le fascina al director y productor mejicano (El laberinto del fauno), de modo que a los ítems antes mencionados se les suma lo principal: unas criaturas pequeñas parecidas a elfos o duendes aunque muchos más crueles. La mansión donde se desarrolla la trama tiene una historia: en el siglo XIX perteneció a un tal Blackwood, un dibujante naturalista cuyo hijito le fue arrebatado por estas criaturas de la oscuridad, que según la leyenda se alimentan de dientes y huesos humanos. Un siglo después, Alex (Guy Pearce) y su novia Kim (Katie Holmes) están restaurando la casa para venderla a algún millonario con inquietudes estéticas. En ese marco de trabajo, llega la hija de ocho años de él, Sally (Bailee Madison), una niña atormentada por la separación de sus padres: seria, solitaria, perturbada y bastante odiosa al principio, que no se lleva nada bien con la novia de su padre. Desde ese momento y de manera intermitente, la película intenta plantear dos posibles lecturas: que los miedos sean proyecciones mentales de la niña o que provengan de una amenaza real. No se sabe si por honestidad narrativa o impericia, este conflicto interior es parcialmente anulado y reemplazado por un conflicto bien exterior: la niña (ya aliada con Kim) contra los monstruos subterráneos. La frontera entre el bien y el mal, que es lo único interesante que pueden plantear los relatos de terror, queda trazada demasiado rápido en No le temas a la oscuridad: de un lado, los humanos y del otro, las criaturas. Es tan nítida la franja que en cierto sentido se transforma en una película de guerra, con dos bandos enemigos y una serie de ataques y contraataques, sin zonas intermedias entre el polo de los buenos y el de los malos. Por más que hablen y traten de hechizar a la niña con sus susurros, las criaturas siempre son mostradas como repulsivas, parecen monos cruzados con insectos. No tienen la oportunidad de fascinarnos ni de justificar su voracidad. Y eso las vuelve menos siniestras, porque no hay nada familiar en ellas. La manera en que se desarrolla la historia también es bastante clásica, con una progresión creciente del ritmo y una cierta gracia inquietante en las escenas en que los pequeños monstruos atacan a los humanos de forma enloquecida y coordinada a la vez. Pero si uno se guía por el nombre del productor y tiene la expectativa de encontrarse con un despliegue visionario de un mundo fantástico y amenazante, deberá esperar a una película en la que Guillermo del Toro también figure en el rubro “director”.
Me gusta el cine No solo veo películas en las privadas o el día del estreno para escribir aquí o en otros medios. Muchas veces veo películas varios días después de su lanzamiento, ya sea por recomendaciones, curiosidad, ganas de no perderme nada relevante o, simplemente, porque me gusta ir al cine. En este sitio tengo libertad de escribir sobre lo que me dé la gana, incluso he escrito algunas columnas que no eran sobre cine. Hoy comento dos películas que no se estrenaron esta semana, alguna incluso que queda en pocos cines. Las dos son del mismo género. Las dos son remakes. Y recomiendo las dos. Se trata de No le temas a la oscuridad, remake de un telefilm de los setenta y Noche de miedo, remake de la película de los ochenta conocida en la Argentina como La hora del espanto. No vi No le temas a la oscuridad en su versión de telefilm de los setenta. Y no recuerdo casi nada de La hora del espanto, salvo que la vi dos veces en el cine, la segunda en el Electric en doble programa junto a Karate Kid (creo que la 2). En los ochenta fui mucho al cine: a partir de 1982 empecé a ir solo. Claro, no siempre fui solo, pero si a los nueve años uno decide que puede ir solo (y lo dejan) se está mucho menos condicionado y se puede ir más. Y siempre tuve predilección por el cine de los setenta en VHS y en DVD. Sí, este texto contiene autobiografía: toda crítica de cine lo es en mayor o menor medida, de forma más o menos explícita. En primera o en tercera persona, al hacer crítica estamos escribiendo fragmentos, más o menos oblicuos, de nuestra relación personal con el cine. No soy especialmente nostálgico, pero las nuevas versiones de No le temas a la oscuridad y Noche de miedo me hicieron añorar esas películas de los setenta y los ochenta que eran relatos de género orgullosos de serlo. Y que no prepoteaban narrativamente, es decir, que podían presentar el tema, los conflictos, avanzar y llegar a la resolución sin amontonar clímax y querer refundar (más bien refundir) a golpes bombásticos la idea de entretenimiento. Tanto No le temas a la oscuridad como Noche de miedo son modestas, centradas, nobles. La primera es un relato sobre miedos infantiles en caserón en Nueva Inglaterra, y los miedos se fundan en una amenaza muy material, concreta: es una película angustiante, que transmite un miedo intenso, que proviene de terrores profundos, de lo reprimido (la lectura freudiana está bastante a la vista). La segunda es un relato de vampiros que transcurre en un suburbio de Las Vegas, o sea en un artificio habitacional en función de una ciudad injertada en el desierto; el miedo que trasmite es más bien seco, con un dejo irónico –a eso ayuda un actor con gran capacidad sardónica como Colin Farrell– pero no por eso menos efectivo. Las dos son de esas películas que nos recuerdan porqué nos gusta el cine, o al menos me lo recuerdan a mí: por esa capacidad de contar historias, muchas historias, por comprometernos con esos personajes que conocemos hace pocos minutos. Y por saber que existen más películas que podremos ver. Eso, No le temas a la oscuridad y Noche de miedo son películas que no intentan agotar el cine ni abrumar al espectador, que parecen estar felices de que existan otras como ellas, de su mismo género y también de otros. Brindo por esa felicidad.
Lo que no te contaron de las hadas de los dientes. Basado en la historia de la película para televisión de 1973 Guillermo del Toro vuelve a la pantalla grande como co-guionista y productor de esta cinta dejando la dirección a Troy Nixey y con las actuaciones de Guy Pearce, Katie Holmes y Bailee Madison. La historia de esta nueva versión comienza cuando Sally llega a vivir a la nueva casa que su padre y su novia están preparando para vender, pronto encuentran un cuarto secreto y entonces la vida de Sally se ve en peligro al hacerse amiga de unos pequeños monstruos que habitan ahí. La premisa de la historia es interesante, pensar que las hadas de los dientes no son exactamente seres con alas que hacen magia y conocer el por qué de dejar monedas a cambio de dientes se vuelve encantador, sin embargo existen pequeñas lagunas en el guión que no permiten que la película sea completamente un éxito, son los típicos errores que pasan en las películas de horror, es decir, si ya conoces lo que pasará si haces o dejas de hacer algo… ¿por qué insistes en el hecho? Se vuelve tonto y desesperante y no por ser Del Toro haremos de cuenta que no pasa. Tampoco se entienden algunas de las acciones de los personajes, especialmente del padre interpretado por Guy Pearce, falta demostrar por qué el personaje pasa por una evolución. Por cierto, atención también en la escena con el bibliotecario, volvemos a las acciones ilógicas. En el inicio de la película siembran ciertas ideas que aparentemente son importantes pero que al final no significan nada, cosa que puede ser un problema de guión o por otro lado de la dirección, acción que resulta un tanto decepcionante, sales del cine preguntándote el por qué de muchas cosas. Katie Holmes ofrece la misma actuación de siempre, nada nuevo, sin embargo Bailee Madison, la niña que interpreta a Sally logra transmitir el miedo y la soledad de su personaje. El trabajo de arte y la fotografía brilla por su calidad, las escenas en el jardín son hermosas y el trabajo de la musicalización ha pesar de que es bastante común resulta justo para la película. Definitivamente no es una gran película pero sí vale la pena ir al cine y recordar lo que es ser niño y tener miedo. Para ser el primer trabajo en largometraje de su director y después de la desastrosa Splice, la nueva producción de Guillermo Del Toro viene a quitar el mal sabor de boca ha pesar de los altibajos y cumple con la promesa de sacar uno que otro susto.
Haditas Diabólicas Don't be Afraid of the Dark es la última película de terror sponsoreada por Guillermo del Toro, conocido por dirigir muy buenos films como "El Laberinto del Fauno", "El Espinazo del Diablo" y las dos "Hellboy". Con sus films de terror se hizo un nombre famoso y es conocido que son un punto débil para él, al igual que las animaciones como "Kung Fu Panda" y "EL Gato con Botas" donde participó como Productor Ejecutivo. Lamentablemente, en esta ocasión produce una película de terror que si bien logra algunos momentos de tensión con su banda sonora y el manejo del suspenso (al principio), arroja un resultado final que no convence. La culpa no es toda de Guillermo, ya que la responsabilidad máxima de dirigir esta historia estuvo en manos de Troy Nixey, un canadiense del cómic, debutante en el campo de los largometrajes, al menos de manera comercial. Los aspectos técnicos están bien cuidados, pero creo que lo más débil de su trabajo fue la forma de llevar a la vida y mostrar a los villanos de esta casa encantada, cuestiones por las cuales el espectador nunca llegará a sentirse intimidado por ellos. SPOILER: Demasiado pequeños para tomárselos como una seria amenaza...uno piensa con una buena patada los reventaría como sapos... incluso hay escenas donde se podría decir que hasta son tiernos... FIN DEL SPOILER. Por otro lado, tengo un problema con la pequeña actriz Bailee Madison (Sally), que ofrece actuaciones exageradas y por momentos irritantes, imitando a una actriz adulta cuando en realidad sólo tiene 10 años... quizás sea su técnica, como le enseñaron a actuar, o puede que se le exija ese tipo de interpretación que por lo menos a mí, me resulta antinatural y forzada. Ya en "Una Esposa de Mentira" desempeña un rol histriónico con exageraciones en sus gestos y tonos de voz. Por otro lado, lo de Guy Pearce y Katie Holmes no resalta, sino que cumplen con roles que no tienen gran personalidad ni presencia en el film, están más de relleno que otra cosa. La escenografía es muy buena, proponiendo una mansión Blackwood con antigüedades sombrías, aunque en algunas partes de la película se recurre a elementos muy obvios para provocar miedo como por ejemplo, el velador de la niña que es de esos modelos con formas alrededor de la lámpara que proyectan figuras hacia las paredes del cuarto. Para redondear... no me terminó de convencer ni la trama, ni el rol de los actores en el film que no lograron aterrarme en ningún momento. Se podría decir que el marco del cuadro es bueno, pero el corazón del mismo es débil. No la aconsejaría, a excepción del público que disfruta ver la creación de nuevas criaturas diabólicas para la gran pantalla.
Esta es la remake del clásico televisivo Don`t Be Afraid of the Dark (1973), que fuera dirigido en su momento por el padre de la serie The Outer Limits, John Newland. El filme representaba otro ícono de calidad en cuanto a la producción televisiva de horror de la decada del 70, la cual generaría su cuota de perlitas memorables gracias a otros títulos como Kolchak, El Cazador Nocturno y Sombras Tenebrosas (siendo estos últimos productos, frutos del talento de Dan Curtis). Por supuesto hablamos de una época pasada, en donde a los guionistas de turno se les pagaba un sueldo para que crearan cosas originales, no como los vagos de ahora que prefieren reciclar todo y condimentarlo con mejores efectos especiales. A su vez la versión 2011 de Don`t Be Afraid of the Dark es una clara señal de que a los productores se les han quemado las neuronas y, una vez agotadas las re-versiones de franquicias famosas, han comenzado a remakear (si dicho verbo existe) cualquier cosa que ocupe un minimo lugar en la memoria del público. No se sorprendan si en algún momento vemos la nueva versión de Mac y Yo (1988), o Manos, the Hands of Fate (1966). Al menos esta gente ha tenido la decencia de traer a Guillermo del Toro - Hellboy, El Laberinto de Pan - como productor. Ello establece una cuota mínima de calidad aunque, luego de ver el resultado, desconfío de si del Toro era la mejor elección para este proyecto. Como sea, el tema es que la versión 2011 de No le Temas a la Oscuridad es pulcra y garantiza un par de buenos sustos, pero no llega ni por asomo al nivel de efectividad del original, debido a algunas pifias creativas que - según el caso - pueden llegar a ser importantes. El primer problema con la nueva versión es el usual de la mayoría de las remakes, y es que una idea modesta termina siendo sobreproducida. Es lo mismo que pasaba con la versión 1999 de The Haunting frente al formidable clásico que representaba el original de 1963; mientras que el filme de Robert Wise era creativo, minimalista y opresivo, el engendro mutante de Jan de Bont ocurría en medio de una parafernalia de efectos especiales y con una casa iluminada como un estadio de futbol. Siempre menos es más, pero en Hollywood, si una película no cuesta menos de 100 millones de dolares, no es una película - aún cuando filmen a un tipo disparando un monólogo cómico sentado en un banquito -. Acá Troy Nixey traslada la acción a una casona grande como un castillo y llena de vitrales, y el grueso del efecto de "casa embrujada" se pierde por falta de ambientes claustrofóbicos o mal iluminados. El cambio siguiente, sin embargo, es bastante efectivo, y es transformar a la figura central de relato en una niña. Acá trajeron a la pequeña Bailee Madison - que era una de las mejores cosas que tenía la comedia de Adam Sandler Just Go With It - y la plantaron en el centro del escenario... y la niña se lo banca de sobra. Lamentablemente su personaje es el único escrito como la gente, ya que el resto de los adultos están pintados como autistas - para colmo Katie Holmes y Guy Pearce parecen dos bulímicos recargados de maquillaje, lo que me lleva a cuestionar si eso se trataba de un efecto buscado por el director -. Como todas las buenos historias de terror, lo que ocurre siempre puede explicarse en términos sicológicos - la niña alucina sobre la existencia de las criaturas, simplemente porque tiene una relación traumática con sus padres divorciados -, pero esa sutileza es demolida a los 5 minutos, ya que el director insiste en mostrar a los gnomos. Oh, sí, los bichos están bien diseñados, pero exhibirlos a cada rato mata todo intento de crear tensión. Si los monstruos se ven demasiado, el 90% de los personajes está escrito de manera burda y la casa está demasiado iluminada, el otro problema grave de No le Temas a la Oscuridad 2011 es que el maldito guionista de la remake insiste en meter alguna explicación sobre el origen de los bichos, y ahí es donde el filme queda en dos ruedas bordeando el precipicio - desde que son las versiones mutantes de las hadas de los dientes hasta que el Papa Sebastián II tuvo que hacer un pacto con ellos (wtf???) -. A veces es mejor dejar las cosas en la nebulosa, y que el horror no tenga una causa cientifica o racional. Con lo cual lo que uno termina viendo es una parva de decisiones artísticas que terminan siendo discutibles. Una cosa que me sorprendió de No le Temas a la Oscuridad 2011 es que no se siente como un filme de horror sino como una fantasía oscura al estilo de las que del Toro suele despacharse - ¿hadas de los dientes malvadas? ¿lo qué? ¿salieron de Hellboy II? -. Todo esto diluye la efectividad de la película, dejándolo a uno con la sensación que todo esto se trata de una oportunidad desperdiciada. Todo el horror intrínseco de la idea - que algo nos acecha en la oscuridad, queriendo lastimarnos y raptarnos - queda sepultado bajo una parafernalia de cosas superfluas o mediocremente desarrolladas, y el resultado final queda reducido a la quinta parte de efectividad e impacto que tenía el original.
Un film de suspenso que resalta entre todas las películas que ya han trillado el género. “No le temas a la oscuridad” logra atrapar con una historia sin muchas complicaciones pero bien lograda. Generalmente cuando uno acude a ver este tipo de películas tiene cierta desconfianza, producto de muchos títulos catalogados como suspenso y terror que de cada género tienen poco o nada. Pero este largometraje tiene un tipo de narración que logra atrapar por el clima y trama que se va generando de a poco a medida que la película avanza. Si bien en la primera secuencia tiene un escena un tanto morbosa que parece salida de “El Juego del Miedo”, sólo es para ponerle un tono a lo que se viene y alertar al espectador de que tipo de film se trata. Luego el suspenso es el que mueve el film generando esa sensación de desesperación que termina de envolver a uno definitivamente dentro de la historia. Tiene a favor, y es muy acertado, que desde el principio conocemos a las criaturas. No es como en otros films donde uno no sabe a que se enfrentan los protagonistas hasta el final. En esta película sabemos como se ven y como actúan aquellos a los que hay que temer y si bien a primera vista parecen inocentes, de inocentes tienen poco y lo demuestran. Guillermo del Toro presenta una historia no muy compleja y bien desarrollada. Troy Nixey, pese a no tener muchos títulos en su haber como director, logra mantener bien la trama del film y generar lo que realmente se espera de este tipo de películas. También utiliza muy bien la música que ayuda a generar un buen clima. La actuación que mas resalta es la de Bailee Madison, quien interpreta a Sally, que realmente convence de la situación, de los sentimientos y el temor que su personaje siente. Quien me sorprendió fué Katie Holmes que generalmente no me genera nada, pero esta vez su interpretación fue acertada y realmente te hace llegar la compenetración que su personaje tiene al final de la película con el de Sally. De Guy Pierce no hay mucho que decir. Cumple con su labor a nivel, pero realmente las chicas se llevan el film entre ellas. Definitivamente entretenida y atrapante. Me atrevo a decir que es la mejor opción de la cartelera de esta semana. Se disfruta de principio a fin y realmente no decepciona. Recomendable para todas aquellas personas que quieran pasar un buen rato con algo diferente para variar.