¿Dónde quedó la magia? Una presentación en blanco y negro a lo Burton con música de Danny Elfman abre Oz, El poderoso. Pero la película de Raimi está muy lejos de ser poderosa. Si bien al comienzo nos invita a disfrutar una parte del relato en blanco y negro, una vez que cambia a color, le cuesta seguir adelante y no mantiene un ritmo narrativo fluído y ágil, sino que se va tornando cada vez más densa y repetitiva en su discurso...
Sin Cerebro. Sin Corazón. Sin Valentía En algún lugar, más allá del arco iris, se encuentra una tierra mágica imaginada por L. Frank Baum, que forma parte del escenario de una novela infantil que ha sido numerosas veces llevada al cine, la mayoría de ellas, con poca repercusión. Esto se debe, principalmente, a que en 1939, el director Victor Fleming la convirtió en una de las grandes obras maestras de la historia de la cinematografía universal, inmortalizando a su estrella, y al tema musical de la película...
Los inicios de la magia En una primera aproximación, pareciera que son varias las películas que conviven en Oz, el poderoso. Como si esta improbable precuela del clásico film que protagonizó en 1939 Judy Garland no terminara de decidirse por una identidad propia, demasiado atada a la historia de su punto de partida posterior (si se permite el oxímoron), El Mago de Oz. La empresa no era sencilla: contar la génesis, el "origen secreto" del poderoso Oz y su relación con la mágica tierra del mismo nombre. El relato comienza muy bien; en un cuidado blanco y negro y con una pantalla 4:3 (la pantalla casi "cuadrada" de los antiguos televisores), se presenta, en exquisitos plano-secuencias, un simpático circo de pueblo. Allí hace su entrada Oscar Diggs, más conocido como el mago Oz (James Franco), un encantador de varieté que sobrevive con trucos baratos y aprovechando su “viveza” para relacionarse mezquinamente con cuanto ser se cruza por su camino. Ese cuadro introductorio es perfecto, con la dosis justa de información. El director Sam Raimi parece haber puesto todo su gran oficio narrativo en estos primeros 20 minutos, luego de una hermosa secuencia de títulos de apertura. Vaya paradoja, el corazón cinéfilo de Raimi se quedó en el circo ambulante, más cercano a lo que uno imagina como sus intereses característicos de acuerdo a su filmografía, e ingresó, de a ratos, en el mundo de Oz. No faltó mucho para que se nos contara que Diggs desea ser alguien más allá de un hombre común y, por esas cosas del destino épico, es arrasado por un tornado que lo deposita en la tierra mágica de Oz, donde es esperado cual mesías para salvar a los seres buenos de las garras de la malvada bruja Evanora (Rachel Weisz). Obvio, Diggs encontrará la redención en esta cruzada, entablando relaciones especulares a las que poseía en el mundo real, con seres mágicos que lo ayudarán a definir su identidad. Es en este núcleo de la historia, en el camino hacia la consolidación definitiva de Diggs como El Mago de Oz, donde el relato pierde en intensidad y naufraga en las difíciles aguas del melodrama. Desde ya, los colores aparecen, la pantalla se agranda y el efecto de entrada en sí al mundo de Oz es magnífico visualmente, con un excelente aprovechamiento del 3D, pero la historia se lentifica en el tránsito por vericuetos innecesarios. La mano de Raimi sigue apareciendo en la excelente composición del cuadro y su fluidez para los movimientos de cámara. Todo, combinado con la hermosa partitura de Danny Elfman. Claro está, a esta altura, es imposible no preguntarse cómo lo hubiera realizado Tim Burton. Es que ésta historia en particular, nació para ser contada por el director de Ed Wood. Probablemente, luego de la (injusta) pobre acogida que tuvo su versión de Alicia en el País de las Maravillas, los directivos de la empresa del ratoncito decidieron apostar al realizador de la trilogía de Spiderman. Tim deberá esperar para la secuela. Para el último tercio de la película, aparece la buena senda marcada en el inicio del relato y las cosas se acomodan lo suficiente como para lograr un más que digno film. Para ese entonces, la historia del Mago de Oz no volverá a ser la misma: ahora conocemos cómo fue que todo se preparó para la llegada de Dorothy y su perro Toto.
Un viaje por tierras fantásticas Con un gran despliegue de producción y de creatividad llega la nueva aventura fantástica de Sam Raimi, que cuenta con el respaldo del sello Disney, apunta al público familiar y sirve quizás como precuela del clásico El mago de Oz. En Kansas, el mago de circo Oscar Diggs (James Franco), a quien el público le descubre sus trucos, y sueña ser como Houdini o Edison, es arrastrado por un tornado en un globo aerostático hacia la apasionante Tierra de Oz, donde enfrenta a tres brujas: Theodora (Mila Kunis), Evanora (Rachel Weisz) y Glinda (Michelle Williams) y se ve obligado a defender a los habitantes de la Ciudad Esmeralda. La trama transcurre años antes de que Dorothy llegue a Oz y se haga amiga del Hombre de Hojalata, que por cuestiones legales no se menciona en la película al igual que el Espantapájaros. Todo gira en torno a este ilusionista ambulante que es acompañado por un mono parlanchín y una muñeca de porcelana (lejos, el mejor personaje) en una fantástica aventura en tierras lejanas y desconocidas. Al vértigo impuesto por el director de la saga de El hombre araña y Arrástrame al infierno, se suma un formato de pantalla cuadrada en una película filmada en blanco y negro que, con el correr de los minutos, dejará al descubierto la galería policromática que ofrece un nuevo mundo habitado por criaturas extrañas y grandes cascadas. Y el 3D se suma para potenciar las imágenes de un mundo de ensueño, de árboles retorcidos que parecen salidos de una realización de Tim Burton y de una neblina que arrastra peligros y sorpresas. El héroe hará lo imposible para cambiar sus conductas y transformarse en un hombre querido por los inocentes habitantes de una ciudad amenazada. El resto es entretenimiento, persecuciones, sobresaltos, un sendero amarillo, hechizos y una bruja verde y desagradable, en medio de una atmósfera donde una vez más se enfrentan el Bien y El Mal.
Lo que había antes del arco iris El director de “El Hombre Araña” hace la precuela de “El Mago de Oz” con algo de homenaje y cataratas de artificio. Disney asumió un reto mayúsculo con Oz, El Poderoso. Porque tomar un clásico de clásicos como El Mago de Oz y crearle una precuela en la que explique el origen del Mago no le garantizaba nada más que riesgos. En vez de renovarle la confianza a Tim Burton -si a una película se parece Oz, El Poderoso es a la adaptación de Alicia en el País de las Maravillas que estrenó hace exactos tres años para la compañía de Mickey-, contrató a Sam Raimi, que se llevó con él, de la franquicia de El Hombre Araña, a James Franco. Y las brujas son tres estrellas de Hollywood, como Michelle Williams, Mila Kunis y Rachel Weisz. El comienzo es verdaderamente alentador. Raimi presenta a Oscar Diggs, un mago de circo ambulante de trucos de poca monta, en Kansas por 1905, y lo hace en el viejo formato de 1:33 del cine (pantalla cuasi cuadrada) y en blanco y negro. Si el director de Evil Dead quiso homenajear al Hollywood de antaño, vaya que lo logra. La magia del encuadre, el blanco y negro y la utilización del 3D, curiosamente, se reduce cuando la pantalla se expande y Oscar ingresa tras ser llevado por un tornado al mágico mundo de Oz, donde allí todo parece en technicolor. La historia, entonces, pega el giro: es la de un hombre que está acostumbrado a embaucar, y que cuando le piden que lo haga, no sabe cómo hacerlo. Porque todos, comenzando por Theodora (Kunis), la bruja que lo encuentra y cree ver en el mago de sobretodo, sombrero y maletín al salvador de Oz de los efectos de la Malvada Bruja. Su hermana, Evanora (Weisz) no está cuidándole el trono como parece, sino que guarda un secreto, culpando a Glinda, la Bruja Buena (Williams) de ser la malvada. La película tiene tres partes bien diferenciadas. La primera -y mejor-, rodada en blanco y negro. Luego sigue algo así como una transición un tanto extensa, hasta llegar a los momentos del desenlace, con más efectos y donde el público infantil -que se pegará alguno que otro susto con apariciones sorpresivas en pantalla- la pasará mejor. Oz, El Poderoso luce -premeditadamente- fingido, como si el mundo de ilusión se apoderase de todo (el Palacio Esmeralda, los caminos, y también los personajes). Raimi, que ha sabido coquetear con humor, otras veces, las situaciones más inverosímiles de sus relatos, pareciera no definir si quiere hacer -bien- un artificio esplendoroso. Porque todo lo que se ve es ciertamente alucinante, vistoso, magnífico, pero tanta ficción no permite zambullirse de lleno en la historia. ¿O es que la historia es humilde y el envoltorio se come a la película? O los árboles de Oz no permiten ver el bosque, o hay tanto bosque que no se distingue el corazón, las entrañas de la película.
Tras una inspirada secuencia de títulos que logra un efecto entre artesanal y vintage, Oz, el poderoso regala una introducción extraordinaria: con una "anticuada" pantalla casi cuadrada y en blanco y negro se nos presenta a Oscar Diggs (el siempre ampuloso James Franco), un mago de poca monta que trabaja en un patético circo ambulante en la Kansas de 1905. Cínico, mujeriego y ambicioso, más que ilusionista o prestidigitador resulta un verdadero farsante que se termina escapando en globo ante la ira de otros miembros de la compañía y del público. Pero el vuelo no durará mucho, ya que se topa con un tornado y, de allí, a la mismísima -y ya colorida- Tierra de Oz, fotografiada con toda la amplitud de la Panavision widescreen. Concebida como una precuela del clásico de clásicos El mago de Oz (1939) y, al mismo tiempo, como una continuación del espíritu que Disney le imprimió a la reciente y exitosa recuperación de Alicia en el País de las Maravillas , Oz, el poderoso ofrece un inobjetable despliegue visual (el director Sam Raimi hace un inteligente uso de las imágenes estereoscópicas que se disfrutarán en las salas 3D), pero esos logros iniciales se van perdiendo a medida que la historia avanza y la narración se frena, se dilata y se entorpece (hacia el final el relato recobra algo de vida, fluidez e interés). Si la película no es todo lo eficaz que podía esperarse no es por falta de personajes ni de intérpretes de primera línea. En su periplo hacia Emerald City lleno de situaciones fantásticas Oscar se topará con brujas buenas (la rubia Michelle Williams) y malas (las morochas Mila Kunis y Rachel Weisz), y contará con aliados y compañeros de aventuras varios, que van desde una muñeca de porcelana hasta un mono. Película de aventuras sobre el descubrimiento y la redención (una suerte de doble viaje interior y exterior), Oz, el poderoso perderá y mucho si se la compara con aquella inolvidable y amada gema dirigida por Victor Fleming y encabezada por Judy Garland. Como producto de consumo familiar, sin llegar a las cimas del cine contemporáneo y aun con sus apuntados desniveles, resulta un entretenimiento más que atendible.
Consagración de los poderes del cine Homenaje a un film que es parte de la memoria colectiva, el de Raimi es un desprendimiento del clásico de Hollywood y una reflexión sobre las artes de la representación y el propio cine. Todo eso sin perder el entusiasmo y el deseo de diversión. El cine, espectáculo de feria. A eso creían los propios hermanos Lumière, sin duda de modo peyorativo, que estaba fatalmente destinado el invento que habían perfeccionado. A eso puede parecerse buena parte del cine contemporáneo, por su vacuo desfile de efectos presuntamente “maravillosos”, su búsqueda de sensaciones rápidas, su apelación a lo fácil y pasajero. Pero hay otra clase de espectáculo de feria, infrecuente pero posible: aquél que, consciente de su propia condición, hace de ella no una debilidad, sino un valor. En esa instancia, el entretenimiento barato se vuelve arte de la ilusión, encantamiento, ritual compartido de risas, emociones y aventura, dándose encima el lujo (o el gusto) de pensarse a sí mismo. Eso logran pocas superproducciones. Eso había logrado Sam Raimi en las dos primeras El Hombre Araña y vuelve a lograr en Oz, el poderoso, homenaje a un film que es parte de la memoria colectiva, desprendimiento contemporáneo de él y autorreflexión sobre las artes de la representación y el propio cine. Todo eso sin perder la sonrisa, el entusiasmo, el deseo de diversión. Que Oz, el poderoso se piensa a sí misma se hace evidente desde la mismísima secuencia de créditos. No sólo por el modo en que se pone en relación con el film que la motiva (El mago de Oz, claro), sino por las referencias al propio hecho de la representación. Raimi copia uno de los aspectos más notorios de El mago de Oz, el comienzo en blanco y negro hasta la escena del tornado, el tornado como vórtice que trastrueca la realidad en fantasía, el pasaje al color como expresión material de ese traspaso. El carácter de homenaje que el realizador quiere darle al film está presente en el gesto retro de la tipografía de títulos, que remeda la de un programa de circo de comienzos de siglo pasado. Lo cual no tiene nada de gratuito, en tanto el film entero transcurre, como su precedente, en Kansas en 1910 y comienza en un circo o feria ambulante. Pero hay a la vez en esa secuencia de títulos un juego de telones que se abren como cajas chinas, clásico modo de aludir al carácter de representación del cine. Telones o cajas chinas de tela, que hallarán su simetría a todo color en los créditos de cierre. Como se sabe, Oz, el poderoso es una precuela que narra, a partir de los propios escritos de L. Frank Baum, la vida anterior del mago y su conversión en Mago de Oz. Oscar Diggs (James Franco, elección acertadísima, por tratarse de una perfecta encarnación de la falsedad) es el clásico ilusionista de feria del siglo pasado, en tiempos en que la ingenuidad todavía era posible. Era posible, por lo tanto, aprovecharse de ella. Eso hace Diggs, dentro y fuera de escena. En escena, con los típicos trucos de un mago de tablas: cables, falsas levitaciones, voluntarios cómplices. Fuera de ella, con los típicos trucos del predador sexual: regalitos baratos que se hacen pasar por caros, labia, halagos. Nada grave. Diggs es un chanta simpático, que ni siquiera puede hacerse rico con sus engaños: es un rasca, que gana moneditas. Pero tiene, eso sí, ambiciones de grandeza. Con gran lucidez, Raimi sostiene, en entrevistas, que esa ambición hace de él un auténtico héroe americano. Las ambiciones de Oscar se concretarán cuando no se lo proponga: arrastrado por el tornado y aterrizado en Oz –donde todo es una suerte de technicolor al cubo, las montañas nevadas conviven con la selva y hay monos alados, caballos tornasolados, muñecas de porcelana vivientes y flores del tamaño de una persona–, será tomado como el Mago que cierta profecía había anunciado y coronado rey. Pero recién allí empiezan sus problemas, llenos de inversiones, desplazamientos y conversiones. Como en un sueño. Como un sistema de máscaras y apariencias, si se prefiere. En la Ciudad Oscura no vive la bruja mala, sino la Reina destronada; la Reina resultará ser la bruja mala y la bruja buena terminará siendo, por pura envidia y despecho, la más mala de todas. Aquella color verde de El mago de Oz, sin ir más lejos. Aunque alguna referencia a la redención de Diggs no falta, es sumamente interesante que, para poder defender a la buena gente de Oz (hay en la historia toda una línea populista que, llevando la interpretación al delirio, permitiría ver en el Mago una suerte de Obama-en-Oz), el farsante no renegará de sus trucos, sino que, al contrario, los extremará. En otras palabras, los volverá cine, gracias a la conversión de un zootropo (uno de los precedentes primitivos del cine) en proyector de imágenes. Sin perder un solo grado de dinamismo durante sus dos horas diez, manteniendo vivo el entusiasmo y en tono absolutamente menor (algo que Raimi había logrado ya en las dos primeras El Hombre Araña, extrañas superproducciones clase-B), Oz, el poderoso resulta así no un pesado y académico “homenaje” al cine –como la autoimportante y recontrasobrevalorada La invención de Hugo, de Martin Ex Corsese–, sino una consagración en los hechos de los poderes del cine. Por sí misma y también por su puesta en abismo, planteada como simple juego infantil.
Un nuevo personaje en tierras de maravilla Desde el afiche promocional, "Oz, El Poderoso" se propone similar a "Alicia en el País de las Maravillas" de Tim Burton, también producido por Disney. Y lo cierto es que no sólo la estética, sino también la historia tienen bastantes puntos en común. Oscar (James Franco), cuyo nombre es tan largo que se hace llamar Oz, es un mago de circo con un único propósito: ser grandioso, término que él asocia con ganar fama y fortuna. Trabaja en un circo ambulante, se considera a sí mismo un estafador, y, por un incidente con otros miembros de la troupe, debe escapar en un globo aerostático justo cuando un tornado se acerca al lugar. La violenta tormenta le perdona la vida, pero lo deja en un lugar extraño, paradójicamente llamado Oz. Theodora (Mila Kunis), una bruja, lo encuentra y le explica que en ese reino esperan que se cumpla la profecía que anunciaba la llegada de un Mago que los salvaría de la Bruja Mala que tiene sometido al pueblo. Oz es consciente de que él no es el poderoso Brujo al que esperan, pero la promesa de un trono y un gran tesoro lo seduce, y opta por seguirles la corriente. Sin embargo, al conocer a la bruja buena, Glinda (Michelle Williams), y a los habitantes de este reino se comprometerá con su situación, aún desde el lugar de simple ilusionista. Esta suerte de precuela al libro infantil de L. Frank Baum “El maravilloso Mago de Oz” está basada en el reino creado por el autor, y en su mensaje fundamental: muchas veces lo que se busca está desde siempre dentro de uno mismo. Sam Raimi dirige este filme, realizado en su totalidad con animación digital. Incluso el escenario del principio, una Kansas retratada en un suave blanco y negro, es todo animado. Lo que resulta raro es que esa animación resulta por momentos muy artificial, y cuesta compenetrarse en lo que se está contando a causa de ello. El mono que habla, las mariposas y flores de colores sobrenaturales se notan insertados y retocados, algo que no se suele encontrar en tiempos de animaciones tan avanzadas. El filme está realizado con mucho humor, guiños a los orígenes del cine y su rol de mágica ilusión, y un par de actuaciones para destacar, como la de James Franco a quien su personaje le sienta como anillo al dedo, y Rachel Weisz, en el papel de Evanora. Un viaje hacia territorios maravillosos, que en realidad es un viaje al interior de uno mismo. Nuestra calificación: Esta película justifica el 70% del valor de una entrada.
Cortinas de humo Concebida como una precuela "no oficial" a El Mago de Oz, film de 1939 dirigido por Victor Fleming (y George Cukor, entre muchos no acreditados por su labor), Oz: El Poderoso es un intento fallido por parte de Disney de usufructuar un clásico entre clásicos, y que, como el tornado que tranporta a su protagonista al mundo de Oz, arrastra consigo a su director Sam Raimi y al elenco. Ambientada en la primer década del siglo XX, el film presenta a Oscar "Oz" Diggs (James Franco), un ilusionista de poca monta que -con la ayuda de su asistente Frank (Zach Braff)- embauca a público y muchachas inocentes con grandes sueños por cada estado que pasa. En esta primer parte (filmada en blanco y negro, siguiendo la propuesta estética de la original) ya se plantean las características a resolver por el protagonista: su frustración por la falta de éxito (con Thomas Edison como referente, acorde a esos tiempos donde el inventor pasa de la categoría excéntrico con un hobby a la de empresario) y su temor al compromiso (rasgo característico de esta época, llena de películas sobre hombres-niños, y por dónde uno puede especular radicó la elección de Franco). En una parada en Kansas el mismo tornado que treinta años después se llevará a Dorothy lo transporta al mundo de Oz, donde (ya a puro color) lo encuentra Theodora (Mila Kunis), quien lo confunde por un mago mencionado en una vieja profecía como el salvador del reino de las garras de la bruja malvada. Theodora es bruja, como así también lo es su hermana Evanora (Rachel Weisz), a quien Oz conoce en Ciudad Esmeralda, y Glinda (Michelle Williams), con quien se cruza más adelante en su recorrido. El juego es descubrir cuál de las tres es efectivamente la tan mentada y amenazante bruja a quien el protagonista debe vencer para ser el monarca de Oz y, principalmente para Oscar, quedarse con el tesoro del reino. Y en este devenir va a tener que ver mucho la "galantería" de Oscar (porque si no ¿cómo va a aprender sobre las consecuencias de sus actos?). En el tiempo que transcurre hasta que se completan los 130 minutos de metraje, conoce a una parva de habitantes de ese mundo. Como Finley (con la voz de, una vez más, Zach Braff) el mono alado que será su ayudante forzado; algunos con un paralelo en Kansas y otros, como los Munchkins, que son parte del universo ya delineado en El Mago de Oz. También hay unas cuantas vueltas de tuerca predecibles tanto para quienes recuerdan al film de 1939 como para quienes se acercan a esta historia por primera vez. Es fácil establecer comparaciones con la Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton y Oz: El Poderoso. Ambos son proyectos de Disney, en el que se intenta explotar comercialmente una vez más a una novela infantil clásica, para el cual se recluta a directores autores que desarollan sus propios proyectos (aunque Raimi ha trabajado mucho por encargo), para producir una versión empaquetada y destiladísima donde se trata de suplir con la profusión de personajes y eventos un verdadero desarrollo narrativo que construya un interés creciente en el espectador, efectos digitales y pantalla verde como set, y para completar el combo, música de Danny Elfman que a esta altura suena prefabricada (y encima estaba peleado con Raimi desde su última colaboración en El Hombre Araña 2). El objetivo en ambas es el mismo: cubrir los requisitos de todo tipo de público: el infantil, los nostálgicos y los que buscan "valores de producción". Raimi nunca se ha destacado por las actuaciones de sus elencos en sus films más reconocidos: en mayor o menor medida acartonadas, con un tono autoconsciente del género y las reglas con las que juegan, pueden funcionar muy bien y deleitar a los fans como en toda la saga de Evil Dead, su regreso al terror/humor negro con Arrástrame al Infierno y la incursión en el western de Rápida y Mortal, o simplemente cumplir un propósito comercial como en la trilogía del Hombre Araña. Sin embargo, en Oz: El Poderoso hay un tono impostado de fábula infantil con buenos buenísimos, malos malísimos y todos los demás en el medio, que a fin de cuentas no puede tomarse ni como ironía. James Franco carece del encanto que debería tener un embaucador como Oz, pero sobreabunda en indecisión. Su química con Mila Kunis es nula (y acá tienen punto de comparación en Una Noche Fuera de Serie). La misma Kunis y Michelle Williams no logran hacer mucho con sus papeles estereotipados, salvo repetir diálogos que sólo redundan en dos temáticas construidas respecto al personaje de Franco: "yo creo en vos" y "yo creí en vos". La relación más interesante -como suele ser la tendencia en los films de los últimos años que incluyen romance- no es entre el protagonista y sus partenaires femeninas, si no entre él y su compañero, el mono Finley. Rachel Weisz es la única que logra construir un personaje más complejo y brindar una actuación que no parece subestimar al espectador. Es curioso que en un film que destaca tanto la inventiva analógica y el arte de la ilusión (que se destaca desde los títulos de presentación, que remiten a los entretenimientos de feria, las ilusiones y los juegos de sombras), la digitalización -ya sea como mímesis de lo real en Kansas como en la invención de algo completamente nuevo y nunca visto en Oz- genere un efecto de credibilidad tan pobre. Y tampoco llega a funcionar como una creación que exalte lo artificioso como estética (un buen ejemplo de esto es Charlie y la Fábrica de Chocolates, un mal ejemplo es la ya mencionada Alicia...). Por toda la consciencia del espectador de que El Mago de Oz de Fleming estaba completamente filmada en un estudio pero que funcionaba como marca de "esto es simplemente una fábula", en esta nueva puesta simplemente resulta irritante. Oz: El Poderoso efectivamente se apoya en el poder de la espectacularidad visual. Sam Raimi y el guión de Mitchell Kapner y David Lindsay Abaire nos lo remarcan desde el principio: el cine es un espectáculo basado en la ilusión, es una especie de "fraude", es un arte de inventores. Pero Raimi falla en algo que ha logrado una y otra vez en proyectos anteriores: hacernos creer en esa ilusión aunque sepamos que estamos siendo engañados. Con Oz: El Poderoso no queda más que sentirse embaucados.
Una linda historia y una buena producción es Oz el poderoso. Con un sólido elenco lograron hacer una película que pese a sus dos horas, logra entretener. La recomendaría para mayores de 8 años por el susto que pueden generar algunos personajes y situaciones, pero cláramente es una película que se puede disfrutar en familia. La historia lógicamente es previsible, como cualquier cuento clásico, pero está matizada con muy buenas situaciones que van rompiendo con esa rutina narrativa. Tiene un uso del 3D abocado al entretenimiento, lo que hará delirar a los chicos. En esto hicieron la clásica de "acercar" objetos a la pantalla, pero está perfectamente aplicado a lo que pasa en las escenas y no desentona para nada. En cuanto a los personajes, además de los "humanos" están algunos que son digitales y ahí se hizo un trabajo genial. La muñeca de porcelana es maravillosa y parecería creada por Pixar por su expresividad pese a su "cara de porcelana". El monito con alas también es genial. Gran trabajo de dirección de Raimi sin lugar a dudas. Oz es un buen entretenimiento familiar, que no deslumbra pero que entretiene con buenos recursos.
Los catorce libros originales de Oz escritos por L.Frank Baum representan una de las más grandes sagas literarias concebidas para niños. Generalmente toda la atención siempre recae en el primer tomo que es el más conocido de todos porque fue el material sobre el que se basó el glorioso musical de 1939. Sin embargo, existen un montón de historias interesantes con personajes maravillosos que no fueron llevados al cine todavía. La nueva película de Sam Raimi no se basa en ninguna novela de Oz, sino que presenta una historia nueva que narra un origen alternativo del famoso Mago. Baum nunca exploró demasiado este tema salvo en un capítulo del cuarto libro de la serie, “Dorothy y el Mago en Oz” , donde se revelaba como el ilusionista llegó a la tierra de las hadas. Esta producción de Disney fue concebida más que nada como una especie de precuela del clásico que protagonizo Judy Garland, donde el director se las ingenió para hacer algo distinto con estos personajes al mismo tiempo que mantuvo vivo el espíritu de la obra de Baum. Creo que en este punto se encuentra la mayor virtud de esta película. En estos días donde la tendencia de Hollywood es volver más estúpidos a los clásicos de fantasía con personajes oscuros y escenas de violencia, Sam Raimi evitó vejar a una las más grandes creaciones infantiles con ese tipo de enfoque que acá no hubiera funcionado. Baum estaba en contra de resolver los conflictos de sus novelas con escenas de violencia o batallas épicas y Raimi eso lo respetó mucho y su película no concluye como las versiones recientes de Alicia en el País de la Maravillas y Blancanieves. En este caso el Mago, interpretado por James Franco, se vale más de su ingenio que la fuerza para enfrentar a los villanos, algo que me pareció fabuloso ya que eso fue siempre lo que destacó a estos relatos. Otro aspecto interesante es que los personajes que fueron creados especialmente para esta producción, como el mono Finley o la chica de porcelana, tienen las personalidades características de lo que solían ser la creaciones de Baum. Lo de la niña es interesante porque la gente de porcelana es una de las tantas poblaciones bizarras de la tierra de Oz que no había tenido hasta ahora espacio en el cine. Otro acierto de Raimi fue retratar de una manera más amigable a los Munchkins. En la película de 1939 el maquillaje que usaron los actores enanos generó que los Munchkins se vieran algo aterradores y durante décadas asustaron a más de un chico. En Oz, el poderoso, los actores enanos que interpretan a estos personajes aparecen con un aspecto más natural. La verdad que esta película es una excelente propuesta familiar que puede se disfrutada con chicos y brinda un gran entretenimiento. El film sorprende principalmente por el extraordinario diseño de producción y los efectos visuales que se combinaron a la perfección para darle vida, como nunca se había hecho en el cine a ese mundo apasionante que creó Baum. Raimi también se las ingenió para diseminar en su película numerosas referencias al clásico de 1939 y utilizó el formato de tres dimensiones a la perfección. Su labor en ese sentido está al mismo nivel de lo que vimos hace poco en Hugo y Una historia extraordinaria, de Ang Lee. Michelle Williams, quien se tomó un respiro de los personajes sufridos, brinda una muy buena interpretación de Glinda, la bruja buena y se destaca en varias escenas junto con Rachel Weisz, quien también está muy bien en el rol de villana. Mila Kunis tuvo el complicado desafío de tener que encarnar a la famosa bruja malvada del Oeste, que quedó inmortalizada por la extraordinaria Margareth Hamilton en el clásico musical, cuyo trabajo es imposible de superar. Ese era un papel muy difícil por el tremendo antecedente que había en el cine y por eso tal vez resultó el personaje más débil de esta producción. James Franco capturó bastante bien la personalidad del Mago, pese a que su enfoque de este rol es más serio que el ilusionista de la literatura. Si bien esta producción no llega a superar la anterior apuesta de Disney con estos personajes que fue la brillante Regreso a Oz (películas subestimadas si la hay), de 1985, que retrató con más fidelidad las historias de Baum, este estreno es una obra diferente de Sam Raimi que regala dos horas de pura fantasía.
SAM RAIMI se vale de toda su pericia en el cine de género para narrar esta historia plagada de color, imágenes psicodélicas, acción, aventuras y humor. Un buen manejo del 3d que aquí se realza por la profundidad de campo que presentan cada escenario. Pictórica, surrealista, hay muchas referencias al Universo del Mago de Oz clásico, pequeños guiños que los más adultos sabrán disfrutar. La estética, fotografía y diseño de vestuario la colocan cercana a la versión de ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS de Tim Burton. Pero a diferencia de aquella, esta apela mucho mas al efecto adrenalitico de la acción y a la mucha química que existe entre las tres brujas protagonistas, las verdaderas estrellas de un filme familiar que dejara conforme tanto a los nostálgicos como a las nuevas generaciones.
Oscar tiene algo de Hugo, pero tiene más de Alicia. Entre los tres está Sam (Raimi), quien intenta lograr un equilibrio entre dos películas y la suya e, inevitablemente, se apoya en la última. Oz: The Great and Powerful tiene un inicio notable, con una clara elección estética que diferencia lo que es Kansas de la tierra encantada, a la vez que distingue dos etapas de una producción que juega en terrenos que poco tienen que ver con los espacios físicos. Es que desde un principio hay una celebración del espectáculo clásico –da una pauta el 3D con uso exhibicionista-, del artista en sus orígenes, retrato en blanco y negro de una época vinculada a los comienzos del cine. Así como Martin Scorsese –salvando las distancias- se empapó de Georges Méliès para contar la historia del niño Cabret, ocurre algo similar con la figura de Thomas Alva Edison. Pero aquí hay un acercamiento a pasos agigantados a Alicia y no en el sentido de Lewis Carroll, sino en la forma de uno de los traspiés más graves de Tim Burton. Raimi cae por la madriguera del conejo en el País de las Maravillas y del CGI, en la tierra del impacto visual y la falta de contenido, y así Oz, la del arranque poderoso, pierde fuerza con cada fotograma que se sucede. No obstante, el camino hacia la redención definitiva se disfruta. Es que esta, una de las películas menos propias de un Sam Raimi que parecía querer volver al terror con que se hizo grande desde Drag me to Hell para dejar el proceso inconcluso, tiene un combustible sorpresa para llegar a la ciudad mágica, cortesía de los guionistas David Lindsay-Abaire (Rabbit Hole, Rise of the Guardians) y Mitchell Kapner (The Whole Nine Yards): un destacado sentido del humor. Con un protagonista (James Franco) cuya característica principal es la de ser un embustero irremediable y algunos personajes secundarios como Finley, el mono que vocaliza Zach Braff, y la niña de porcelana, el viaje a lo largo del camino de ladrillos amarillos es sumamente placentero. La comedia es una parte tan importante de Oz: The Great and Powerful que las carencias argumentales recién empiezan a ser evidentes una vez que la risa se desvanece y el recorrido se torna "serio". El director descuida el relato por mucho tiempo, con un avance que se vuelve cada vez más lento y predecible. La memoria se recupera recién sobre el final, con una puesta en escena directamente enlazada con el comienzo de la película, con las proporciones épicas que el espectáculo de una vida tiene que tener. No hay lugar como el hogar y Kansas salva a Oz a base de ilusiones y engaño. Raimi recuerda a tiempo que la clave es siempre ofrecer un buen show.
“Oz”: audaz y fascinante precuela de un clásico Dejado de lado el Hombre Araña, Sam Raimi intentó algo que realmente nunca se había hecho: filmar la precuela de un clásico intentando que todos los detalles encajen perfectamente con el original. Y no estamos hablando de un clásico cualquiera, sino nada menos que de El mago de Oz de 1939. El proyecto es audaz y puede llegar a desconcertar a los espectadores poco familiarizados con el film original, sobre todo cuando se sientan en su butaca, se colocan sus anteojos 3D y empieza la función en blanco y negro y formato de pantalla cuadrada. Pero Raimi pronto se ocupa de que el fuego que arroja un lanzallamas se extienda hasta el formato Panavision con el que seguirá la película cuando el protagonista aterrice en el mundo de Oz. James Franco es un mago de pueblo, un prestidigitador de segunda que no puede parar de seducir muchachas crédulas, y que huyendo de los familiares de una de estas chicas, se sube a un globo en Kansas y aparece en el mundo fabuloso dominado por los colores más brillantes y también por una bruja malvada que mató al rey anterior. Hay una profecía que dice que un mago llegará volando desde el cielo, liberará al pueblo de Oz y tendrá derecho a las montañas de oro que se apilan en el palacio. La profecía se ajusta perfectamente al recién llegado, que pronto salva a un monito alado del ataque de un león y lo asocia en su intento de hacerse pasar por ese mago fantástico, que de todos modos,0 tal vez sea él mismo. La tarea de Raimi es difícil, más allá de que cuenta con toda la parafernalia técnica para lograr su objetivo, a la que hay que sumar un uso hipercreativo del 3D digital. La parte más difícil no tiene tanto que ver con lo visual, que se logra a la perfección, con momentos deslumbrantes, sino más bien con la tarea de volver a contar una historia tan antigua que supone otros tiempos narrativos y personajes distintos a los que está acostumbrado el público moderno. En este sentido, el director tiene un gran mérito cuando hace que el protagonista les pida a los diminutos munchkins que dejen de cantar sus insoportables canciones. James Franco no tiene problemas en encarnar al mago trucho que, de todos modos, va a a liberar al pueblo de Oz, y el trío de brujas también tiene sus momentos, aunque la que se roba las mejores escenas es Mila Kunis como la bruja inocente que se convierte -en parte por culpa del seductor protagónico-, en la bruja mala que todo el mundo conoce por El mago de Oz. Pero Oz el poderoso no es una película de actores, sino de flores gigantes, burbujas flotantes y ciudades esmeralda. Los aspectos visuales son fascinantes y los colores de la paleta del director de fotografía Peter Denning no dejan de quitar el aliento al espectador, mucho más si ve esta película en un cine 3D.
Bienvenidos a la tierra de las segundas oportunidades. Antes de que Dorothy y Toto fueran arrastrados por el tornado desde Kansas hacia la tierra de Oz, tuvieron que establecerse los límites que ‘Emerald City’ necesitaba para vivir en paz. Dos malvadas brujas fueron expulsadas para que todo un pueblo volviera a sonreír, pero ¿cómo fue que sucedió todo eso? Está más que claro que el negocio cinematográfico ha ingresado en una etapa de readaptación de famosos cuentos a la gran pantalla. Desde las tierras de Narnia hasta el país de Alicia, a todos les llega su momento. Y no me van a decir que no les gusta ver a todos esos personajes cobrar vida… Personalmente, los proyectos que tienen a James Franco como protagonista, no suelen desilusionarme ya que este actor me transmite una frescura inmensa. Además de comprarme desde el primer minuto con su sonrisa. Oz: El Poderoso (Oz the Great and Powerful, 2013) no ha sido la excepción y junto a un elenco femenino de primera, se convirtió en una gran aventura visual para comenzar este año con la más colorida energía. Michelle Williams (Glinda), Mila Kunis (Theodora) y Rachel Weisz (Evanora) se baten a duelo desde el momento en que un tal Oscar aterriza en sus tierras. El joven de la galera es, al parecer, el salvador que dictaba la profecía del reino, pero el pobre Oz no está ni convencido, ni enterado de ello. Él es tan sólo un mago de segunda mano que es arrastrado por una tormenta hacia una región que jamás divisó en el mapa; siquiera en sus sueños. Sin embargo, algunos de sus habitantes harán lo posible para que el hechicero se convierta en el más grandioso y respetado de todos los tiempos. “I don’t want to be a good man… I want to be a great one”… Y sus deseos fueron órdenes… Personalmente, leí el libro y vi el film de 1939. Esta nueva apuesta me dejó una sensación muy linda por la convicción con la que fue realizada. En cuanto a calidad es un deleite para los ojos, similar a lo que se vivió con la reciente Blancanieves y El Cazador (Snow White and The Huntsman, 2012). Las actuaciones son más que respetables; Michelle Williams tiene el rostro angelical perfecto como para creerle todo lo que dice. Mila Kunis siempre esconde algo detrás de esos intimidantes ojos y Rachel Weisz… Bueno también es muy linda y con eso le basta, sin desmerecer su desempeño claro. La historia es, básicamente, una precuela de su antecesora que nos devela cómo es que esa misteriosa tierra se volvió propiedad de un gran mago y por qué hay dos brujas malas y una buena. Se respetaron los detalles originales y se añadieron condimentos. Y pese a que pasaron más de 70 años, se conserva una estética irrevocable. Me encantó ver una misma historia desde otro punto de vista y realizar el pensamiento inverso que hice cuando vi aquella película centrada en la niña Dorothy. Descubran ustedes mismos quiénes tienen una segunda oportunidad en esta tierra y por qué el señor Oz se transformó en leyenda. Quizás (y apenas) hubo algunos detalles que me hubiera gustado se hilaran mejor para que este nuevo relato terminara de hermanarse con su vieja pariente, pero igualmente les van a sobrar enanos, caminos de ladrillo, flores somníferas y rubíes. Por si a alguien le preocupaba el hecho de que el film cuente con momentos musicales empalagosos, nada de eso. Al mismo personaje que encarna James Franco no parecen gustarle mucho las parafernalias, y menos aún si no dejan una recompensa. Relájense y déjense llevar por ese viento revoltoso que es la imaginación, donde todo puede verse con la misma claridad que el ojo a través de una esmeralda. Piensen con claridad, tengan un buen corazón y por favor, no sean cobardes. Que la magia de Oz los acompañe. O por las dudas mejor no.
Raro reino de magos y brujas Resulta difícil superar, o igualar una historia como "El maravilloso mago de Oz", que en 1900, escribió Lyman Frank Baum, la que, por su éxito, tuvo trece obras posteriores y en 1939 se convirtió en el éxito cinematográfico de Victor Fleming, con Judy Garland como protagonista, que logró un triunfo avasallante en esa comedia musical, en la que cantaba el clásico "Bajo el arco iris". En esta versión, conocemos quién fue el misterioso personaje llamado Oz. Es Oscar Diggs (James Franco), mago menor con muchas aspiraciones y cualidades donjuanescas. Perseguido por sus enemigos, que lo encuentran en una feria circense de Kansas, Diggs se escapa como puede y para hacerlo la elección es en un globo aerostático, rentado con su socio en el negocio circense. El globo es alcanzado por una tormenta que lo deposita en un sitio maravilloso que se llama como él: Oz, en el que los habitantes lo están esperando como a un Mesías. TRIO ESPECIAL La Tierra de Oz resulta estéticamente increíble, tanto como sus regentes, las brujas. Así conoceremos a Theodora (Mila Kunis), la bruja del Oeste. A su hermana Evanora (Rachel Weisz) y a Glinda (Michelle Williams), de la que están envidiosas Theodora y su hermana Evanora. Oz, atraído por el oro que encuentra en sus arcas y sus seres maravillosos, se lanza a la dura tarea de rescatar el país del asedio enemigo. Sam Raimi, el director de la saga "El hombre araña", eligió la vertiente del relato maravilloso para recrear un mundo soñado de colores y texturas. Sin embargo la primera parte del relato, diseñado en blanco y negro, alcanza una magia especial con un encanto y sencillez que la sucesión de efectos especiales y singulares personajes de la película, descuidan en la segunda. SESGOS ESPECIALES Así el carácter del pícaro mago de Feria del comienzo, se ve nítidamente retratado y definido, en los inicios, a partir de la relación con la linda Glinda (Michelle Williams) y sus ayudantes del acto de magia. Lo que viene es puro efecto, con algunas bellezas como la fascinante muñeca de porcelana, suerte de Betty Boop, que hubiera sido interesante para desarrollar como personaje. Pero el 3D, los efectos especiales, abundantes monos voladores y caracterizaciones brujeriles, lo impidieron. Ciudad Esmeralda, Munchkins, una suerte de originales gatos a granel, o la bruja buena del Norte, son referentes inevitables referidos a la inicial "El mago de Oz" por todos conocida. Con buen ritmo, el relato avanza y retoma fuerza ante el original ingrediente del "zootropo", uno de los tantos antecedentes del cine, mecanismo que ayuda a Oz a ganar puntos en la batalla por la liberación del reino encantado. El relevante trío de brujas lo conforman Mila Kunis (Theodora), Rachel Weisz (Evanora) y Michelle Williams (Glinda). Resulta correcta la actuación de James Franco, en el papel del famoso mago.
EL MAGO QUE HACE DESAPARECER LA MAGIA El mago de Oz es uno de los clásicos más queridos de la historia del cine. Muchas veces se ha vuelto sobre ellos y Oz: el poderoso es un nuevo –y fallido- intento por recuperar aquella magia. Oz: el poderoso es una especie de precuela del clásico El mago de Oz (1939) protagonizado por Judy Garland. Pero en esencia se trata de una película basada en los textos de L. Frank Baum, el autor del libro que inició este universo de fantasía y que continuó en doce historias más. Las acciones que narra el film son anteriores a la llegada de Dorothy a la tierra de Oz. El largometraje todo el tiempo intenta hacer referencias a aquel clásico del cine tan querido y tan influyente en la historia del cine. Pero no hay mayor comparación para hacer, al menos si uno no quiere enojarse con esta gigantesca producción de Disney. La decepción que produce Oz no está sólo en la comparación, sino en sus propios errores. O mejor dicho, en su muy pobre idea de cómo concebir un buen producto. Con un blanco y negro y una pantalla cuadrada para homenajear a El mago de Oz, la película arranca ya con falta de ritmo, con encanto nulo. Cuando el mago chanta llamado Oz termina –tornado mediante- en la tierra que lleva su nombre, la pantalla se vuelve ancha y a todo color, pero ni eso ni el 3D logran que el film transmita algo de magia. Es curioso como aun con toda la tecnología a su disposición, no puedan hacer que el mundo de Oz se vea real; real en el sentido de que tenga fuerza cinematográfica. No es imposible lograr algo de eso, porque aquel título de 1939 brillaba en lo visual. Pero el brillo no es tecnología, el brillo es sensibilidad artística, buen gusto, sensibilidad. Todo lo que le falta a Oz: el poderoso. El casting tampoco funciona porque James Franco no tiene el abanico histriónico que el personaje de Oz requería, Mila Kunis no tiene el rostro para el maquillaje que el film requiere, y Raquel Weisz y Michelle Williams no muestran, a pesar de su probado talento, el más mínimo esfuerzo por darle fuerza a sus papeles. El film sufre de los mismos defectos de Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton, de hecho tienen el mismo productor, pero en Alicia, Burton se las ingeniaba para mezclar su gran mundo visual y la película, sin ser personal, encontraba un rumbo. Acá, irónicamente, el único momento bello son los títulos del comienzo, donde parece que estamos, incluso en blanco y negro, frente a un film de Burton. A un film de Burton de los mejores. Lamentablemente la alegría dura muy poco y como ya fue dicho, desde las primeras escenas la película ya se nota desabrida y sin vida. Hemos de asumir, por los trucos del mago, que se trata de un homenaje al cine y su fuerza liberadora. Pero pequeño homenaje es este film para el arte cinematográfico. Sam Raimi, director de terror de culto y de tres films de El hombre araña, acá desaparece por completo y entrega una película carente de cualquier encanto. Una pena, porque por cada película mediocre que se hace, se pierde la posibilidad de hacer una realmente buena. Consigan ya El mago de Oz de 1939, esa película sí vale la pena y tiene todo, absolutamente todo lo que Oz: el poderoso no tiene.
Si hablamos de El Mago de Oz, nos estamos refiriendo a la novela de L. Frank Baum pero, sobre todo, al clásico de Victor Fleming, paradigma del género de fantasía y una de las piedras angulares de la cultura pop. Desde su estreno en 1939, esta joya causó tanto impacto que raramente otros artistas volvieron a ese universo. Hubo una versión animada, una suerte de secuela (Return to Oz, de 1985), una versión libre con artistas negros (El Mago), además de toneladas de homenajes y parodias...
El arte de la ilusión El doble homenaje a los primeros pasos del cine y a la clásica película El mago de Oz (1939) se encuentran más que presentes en esta auto declarada precuela a cargo del director Sam Raimi y protagonizada por un elenco importante, encabezado por James Franco, Mila Kunis, Rachel Weisz, Michelle Williams y Zach Braff, entre otros, que cuenta además con el aval de los estudios Disney como ya ocurriera hace unos años con la nueva Alicia en el país de las maravillas dirigida por Tim Burton. De aquella película de Víctor Fleming en la que se consagrara Judy Garland que mezclaba la fantasía con una historia de iniciación, la esencia de lo mágico a partir de creer continúa intacta en el manifiesto de Oz, el poderoso pero creerle a un embaucador, a un falso mesías (cualquier parecido con un político es mera coincidencia) depende más del truco o del artificio que de la credulidad del público per se. Por eso, para disfrutar de esta aventura cinematográfica para todo público con un más que interesante uso del 3d que hace de la ilusión y la falsedad del artificio cinematográfico un valor es necesario fijar un pacto como espectador con lo que la imagen propone y con aquella fábula de redención que termina coronando el derrotero de Oscar Diggs (James Franco). Diggs es un mago de Kansas de principios de siglo, quien realiza un espectáculo bastante rústico en una feria circense a cambio de unas pocas monedas. Dueño de un poder de seducción con el sexo débil, que siempre le trae problemas con sus compañeros de trabajo, el protagonista se sube a un globo para escapar de una golpiza mientras se desata un feroz tornado que finalmente lo conduce a la tierra de Oz. En ese reino multicolor, con monos que hablan y vuelan; con flores inmensas y muñecas de porcelana, vivientes, creen que Oscar no es otro que el mago de la profecía que acabará con el reinado de la bruja mala y recuperará la felicidad de todo un pueblo pacífico que tiene prohibido matar entre otras cosas. Sin embargo, los deseos de grandeza y la ambición desmedida de Oscar le juegan en contra al caer en las sugestivas redes de la malvada bruja (Rachel Weisz), quien además ejerce la manipulación de su hermana (Mila Kunis) para convencerla de que la verdadera malvada es la bruja buena (Michelle Williams), interés amoroso que provocará el despecho en una de las dos hermanas, en un doble juego de apariencias donde las máscaras y las pócimas ocultan los verdaderos rostros en un principio hasta que se subvierte el código y la bruja ya no se escude en el rostro del hechizo sino en su verdadero aspecto. Como un mecanismo de muñecas rusas que va de la representación a la puesta en escena pasando por la ilusión y finalmente la realidad menos mágica, la propuesta de Sam Raimi expone el artificio sin ocultarlo en efectos visuales o en la parafernalia y pirotecnia visual del 3d. Por otro lado lo exterioriza desde el punto de vista del registro de las actuaciones en primer lugar para generar ambigüedad en los personajes pero sin llegar a la caricaturización de ninguno. Esa frescura, exageración controlada, que se respira a partir del diseño visual del mundo de Oz, permite introducir por ejemplo situaciones desopilantes o no tomarse demasiado en serio la épica del viaje exterior pero sí aquella que marca el viaje interior y su arco transformador, tanto para el personaje de Oscar como para el de su antagonista la bruja. Así, con el camino amarillo legendario; con un James Franco over the top, vuelos en pompa de jabón, la introducción del zootropo y una banda sonora muy similar a otras de Danny Elfman, la propuesta de la Disney alcanza y no defrauda al gran público y mucho menos a los nostálgicos que ahora encontrarán otro gran pretexto para volver un rato al arco iris algún día y en algún lugar.
Atrapados en Kansas Una decadencia también puede ser anunciada con los materiales más sofisticados. Podría decirse de Oz, el poderoso que llega un año tarde, porque sin problemas pudo haber sido estrenada con La invención de Hugo y El artista y, junto a ellas, haber competido en el Oscar 2012 y su clima de “amor por el cine”. Las tres, distintas, se parecen en algo importante: dan cuenta del agotamiento de un lenguaje que, de una forma u otra, no puede evitar mirar hacia su propio pasado y hablarse a sí mismo. El trío, también, no solo tematiza el cine sino que también juega sin pudor con sus formas. En cierta medida, se trata de un estertor coordinado, como si las tres, cada a su manera, se hicieran eco de las mismas tensiones y el mismo desgaste, que consiste básicamente en adoptar una postura melancólica y añorar los comienzos, cantar a la inocencia de las primeras películas (y de los primeros espectadores), manifestar que el cine supo hacer del mundo un lugar mejor. Aunque sea por omisión, lo que estas películas dicen es que el cine ya no sirve para nada que no sea el cine mismo, y que si alguna vez hubo un intercambio dinámico, real entre los dos lados de la pantalla, hoy ese diálogo está truncado; las películas están condenadas a monologar, ya no hay camino que comunique Kansas con Oz. Decíamos materiales sofisticados. Oz, el poderoso es un catálogo de prodigios digitales, hasta el punto que China Girl, la muñequita de porcelana, debe ser uno de los personajes más increíbles que jamás se hayan animado. Sam Raimi crea un universo de cero y lo expande indefinidamente: Oz revela una tras otra sus capas de colores, plantas y paisajes. No hay imposibles en materia de imagen; si la estética hace acordar a Alicia en el País de las Maravillas, el cuidado puesto en la construcción de ese mundo y en cada uno de sus detalles supera por lejos la tosca invención de Tim Burton. Por otra parte, la batería digital que pergeña el director se sustenta a sí misma con bastante coherencia: Oz, el poderoso habla del espectáculo como engaño, como artificio, y la puesta en escena lo expresa en cada plano (sí, se nota el abuso del digital; es algo buscado, intencional).Entonces, el discurso de la película y su forma parecen estar adecuados armónicamente uno con el otro, pero no así con el relato. Cuánto más profundo y matizado se muestra Oz, más chatos y faltos de relieve resultan los personajes. La mayoría es lineal, no cambia demasiado porque tampoco presenta desde el principio ninguna clase de tridimensionalidad; incluso el embustero-de-buen-corazón que trata de componer James Franco deja entrever su bondad desde el principio, como si el actor fuera incapaz de convencernos de la mentira que supuestamente creen los personajes (así, el falso mago se mantiene siempre más o menos igual, un aburrido pillo de gesto amable). La tierra que produce el director de Evil Dead funciona como un espejismo: parece un lugar maravilloso, pero es inalcanzable porque no hay personajes que sirvan de vehículos para recorrerla. Uno llega a Oz como espectador que mira, nunca como un aventurero que, a la par de los protagonistas, habita ese país. El cine exhibe un poco ostentosamente la que seguro sea su capacidad más fundamental: la creación de mundos. La exhibe porque, al no haber personajes con verdadera carnadura con los que podamos identificarnos o sentirnos cercanos, la película no invita al espectador a entrar realmente ese país. Como si eso no fuera poco, Oz, el poderoso tiene la ocurrencia (no sé si la idea proviene de los libros de Frank Baum) de hacer del cine un elemento pivote en la trama, la herramienta con la que el protagonista puede liberar a sus amigos de la tiranía de las brujas. Oscar es poderoso solo a través de un artefacto que proyecta imágenes en movimiento; así consigue acometer su más grande y mejor engaño, que es lo mismo que decir que, en realidad, el único verdadero poderoso del film no es realmente el protagonista sino el cine. El efecto general de Oz es centrífugo, la película se auto señala constantemente expulsando al público de la trama. Por caminos muy distintos, lo que Oz, el poderoso, La invención de Hugo o El artista acaban por postular es algo similar, al menos en principio, al proyecto de las vanguardias y los movimientos de loa años 20: el cine se basta a sí mismo, no requiere de ninguna apoyatura narrativa, lo que importa son la imagen y sus valores intrínsecos. En el film de Raimi, obvio, hay personajes y un relato bastante tradicional, pero el desinterés y la falta de cuidado que la película deja entrever para con ellos acerca a Oz más a un experimento audiovisual (el diseño y puesta a punto obsesiva de una tierra creada digitalmente) que a una verdadera narración. Por momentos, los personajes parecen solo unos puntos de fuga con la única función de realzar los paisajes de Oz, como si fueran apenas una excusa para que la máquina del cine justifique se propio mecanismo.
Bastardo con gloria Así como Quentin Tarantino prende fuego la historia en Bastardos sin gloria y la sombra del cine se erige por sobre el historicismo de manual con una sonrisa maléfica (bueno, no tanto: era la hermosa Shosanna) que más que sonrisa ara una carcajada atroz, Sam Raimi parece decir en el final de Oz, el poderoso que más allá de la técnica, de las tecnologías, es todavía el cine un arte de la sorpresa al que le alcanza con sombras y niebla para proyectar su poder subyugante. Oz, el poderoso es, al igual que Avatar, una de esas películas que desde la más absoluta tecnocracia hablan del cine, pero que por hacerlo con materiales tan de segunda como la aventura y el entretenimiento rutinario no será citada por académicos, intelectuales, ni especialistas en todo. No importa, Oz, el poderoso es una gran película porque piensa su propia esencia, los materiales con los que está compuesta, a la vez que cumple con los requisitos del gran espectáculo: entretiene y sorprende. Hay que reconocerle a Raimi un doble mérito: por un lado, lo ya dicho, logra un gran espectáculo a partir de fusionar la esencia naif del propio relato con su reconocible mezcla de recursos bastardos: humor físico, sustos heredados del cine de terror clásico, voracidad del cómic para entrelazar subtramas, villanos narcisistas; pero por otra parte Raimi alcanza aquello que a Tim Burton le costó una caída al peor de los infiernos con Alicia en el país de las maravillas. Esta Oz, el poderoso es hija conceptual de aquella: recupera un relato fantástico clásico y lo actualiza con un diseño de producción entre pintoresco y fastuoso, pero también puramente virtual: los escenarios son una invención de los efectos especiales. Pero si Burton despareció autoralmente en aquel film, siendo un mero ilustrador sin vida en un film que se deshilachaba a medida que lo maravilloso se iba convirtiendo en normal, Raimi incorpora aquí su mirada sin que eso genere un choque de frente con la idea de film por encargo: como resultado obtiene un objeto vital, enérgico, disfrutable en su plasticidad de entretenimiento de feria (que no otra cosa es el 3D, y Raimi lo utiliza en ese sentido con una desvergüenza absoluta por tirar cosas a la cara del espectador constantemente). Porque en lo básico, Oz, el poderoso recupera con aquellas sombras proyectadas del final -que son las del cine- una idea de entretenimiento anticuada, pero querible por medio del procedimiento inconsciente de la nostalgia. Y ese homenaje al cine que aparece subrepticiamente en el final, que pareciera un poco descolgado o traído de los pelos, se vuelve totalmente coherente cuando uno descubre que el relato va dando pistas de eso continuamente: el maravilloso prólogo, con una pantalla en 4:3 -como el viejo cine- nos obliga a colocarnos en un tiempo distante donde las películas se veían así, o sin más vueltas, a reconocernos como generación televisiva y a darle a la tele -como aparato- su valor germinal: seguramente la mayoría de nosotros descubrimos esos grandes relatos como El mago de Oz a través del televisor. Y el televisor (en una visión idealizada) es el hogar y es la calidez de la familia que cobija como entidad. Hacia esos afectos, no inocentemente, lleva ese prólogo en blanco y negro. Ni qué decir cuando la pantalla, torbellino mediante, se ensancha y aparece el color, pero un color distintivo: hay allí decisión estética indudable, Oz, el poderoso en colores se parece a aquellos viejos clásicos del blanco y negro coloreados en la post-producción. Oz, el poderoso es, entonces, un constante ejercicio nostálgico que se completa -y ahí otra radical diferencia con el mastodonte sin vida de Burton- con la actuación perfecta de James Franco: no hay aquí un showcito personal y bufonesco a lo Johnny Depp, sino una composición que se construye mezclando la personalidad del personaje y la del propio actor. Porque el Oscar Diggs de Franco es ese mago/ilusionista farsante que tiene tanto de chanta como de simpático, cualidades habituales en los personajes del actor: hay un caminar errante, esquivo, y una postura física embriagada. Franco no es un actor de esos que hacen un muestrario de recursos, sino que sabe construir a partir de lo mínimo, como los actores clásicos: un poco por talento y otro tanto por carisma. Y Raimi, además, permite que algo de ese humor canábico del Franco de Piña Express o Freaks and geeks contamine el universo naif y de cuento de hadas de Oz, el poderoso. A lo que tenemos que resumir que Oz, el poderoso es una gran película bastarda, una de las celebraciones más prosaicas del cine provenientes de Hollywood en mucho tiempo, una película de una desembozada cinefilia: sin tanta pedorreta intelectual, con cariño y afecto por aquello que nos constituyó como espectadores, con alegría y virtuosismo. Una demostración de virtud de un vástago pródigo del cine de los 80’s, esa generación que supo como muy pocas resumir cinefilia, erudición y masividad (y esto incluye también a las leyes del mercado), y que aquí alcanza algo parecido a la madurez en su cine.
Tributo al ilusionismo Que nadie se engañe con respecto al título de la película de Sam Raimi, Oz, el poderoso. Con la excusa de la ‘precuela', es decir, lo que podría haber ocurrido antes de las peripecias del cuento original, Raimi pone el acento en el controvertido mago. Oz, el poderoso fluctúa entre el retrato moral del ilusionista y los problemas que los habitantes del reino de Glinda, la Bruja Buena, tienen que resolver. La película no logra encauzar la fantasía propia del cuento mágico, aunque visualmente tiene escenas encantadoras. El diseño de libro infantil funciona pero Raimi ofrece otros giros a la posible historia del mago que llega en globo aerostático a ese territorio de ensueño. James Franco compone un pícaro más cerca de la comedia para adultos que del relato para chicos. El planteo es claramente moral. El personaje engatusa y seduce a todos, sin ánimo de asumir responsabilidades y siempre dispuesto a sacar provecho. Franco es un mago más gótico que mágico. Lo acompañan tres actrices a las que los personajes les quedan chiquitos. Mila Kunis, Rachel Weisz y Michelle Williams son las brujas Theodora, Evanora y Glinda: dos malas contra una buena, respectivamente. Se destaca Williams que sostiene con su mirada angelical toda la bondad posible, ejemplo para sus súbditos frágiles, incapaces de hacer daño a nadie. Kunis y Weisz, buenas intérpretes de las hermanas intrigantes y despiadadas, cuentan con el auxilio del maquillaje y los efectos. Las tres animan el mundo de fantasía que, de alguna manera el personaje de este Oz, de Raimi, quiebra con los juegos de la inteligencia. Definido como ‘un mago de carnaval', Oz desata el show con sus artes de ilusionista. El director arma la parafernalia a la medida del actor. Su mago instala el engaño en la plaza y con astucia conjura a las malvadas brujas y sus horrendos animales depredadores. La lucha del Bien y del Mal, siempre aleccionadora en este contexto, se desplaza hacia los trucos de Oz. La ilusión pasa por el cine, rudimentario, en los albores de la imagen que se mueve y crea una nueva realidad. La maquinaria reemplaza a la fe en el cuento. Hay en la película una textura deliberadamente exagerada, de colores muy brillantes, una apuesta por el decorado sobre el que se mueven la niña de porcelana, el mono alado y los munchkins bonachones. La Ciudad Esmeralda y el camino amarillo son dibujos coloreados, por momentos, extraños a los personajes de carne y hueso, en el contraste entre plano y volumen. Quien busque las antiguas emociones de Oz, difundidas en la película y en tantas versiones teatrales, encontrará una versión de ese mundo mágico en la que la fantasía no se lleva bien con el sarcasmo o los guiños entre adultos. El ejercicio estilístico de Sam Raimi logra a medias el objetivo de modernizar un clásico sin perder de vista el destinatario.
Magia y color para armar el pasado de un clásico El maravilloso Mago de Oz es la primera de 14 novelas escritas por L. Frank Baum entre 1900 y 1920. Situada en Kansas, a comienzos del siglo XX, cuenta acerca de Dorothy, una niña que se ve arrastrada por un tornado hacia un extraño mundo de fantasía, donde la esperan aventuras junto con su perrito Toto, un espantapájaros, un hombre de hojalata y el gran Mago de Oz, frente a la amenaza de brujas tiranas y monos voladores. En 1939, con sello de la Metro Goldwyn Mayer, el relato inspiró a El Mago de Oz , un musical que ganó dos premios Oscar, con Judy Garland en el papel de Dorothy, y donde el mago le cuenta a la niña sobre su llegada a la tierra de Oz en globo. Oz, el poderoso --con derechos ahora adquiridos por la Warner Brothers-- viene a desarrollar --a modo de precuela y en dos horas de metraje-- la historia de ese arribo. Con James Franco en el rol del ilusionista, Sam Raimi --quien ya lo había dirigido en la trilogía de El Hombre Araña -- construye una narración desdoblada, con un prólogo en blanco y negro dedicado a informar acerca de la personalidad del joven prestidigitador, un embustero de poca monta, mujeriego, mentiroso, y de corazón noble aunque esta característica resulte muy difícil de descubrir a simple vista. Artista de un circo trashumante, no reconoce amigo alguno, muestra cierto apego a la dulce Annie (Michelle Williams) y sólo se especializa en salir airoso de los reclamos del público estafado, las damiselas enamoradizas y los maridos celosos. Cercado por las tres situaciones, Oz improvisa un para nada afortunado escape en globo que lo termina arrastrando a la majestuosa tierra de Oz, en una secuencia donde la fotografía que homenajea a las películas de la cinematografía pionera --también habrá tributo para Thomas Alva Edison, creador del kinetoscopio--, da paso a la generada por lo último en tecnología 3D y en un real estallido de color. Si en su tierra natal, el Gran Oz creía enfrentarse a problemas, lo que le espera en este universo desconocido sale de todo control. Las brujas Theodora (Mila Kunis), Evanora (Rachel Weisz) y Glinda (también a cargo de Williams), monos voladores, una muñeca viviente de porcelana, y tres pueblos sometidos a la tiranía serán el desafío para este hombre, por obra y gracia de la confusión y de una profecía. Con un guión imaginativo y un desarrollo que explota todas las alternativas del nuevo cine, esta producción millonaria realizada para la Disney entretiene, transporta a la magia y cumple con la misión de internar al espectador en el universo de Oz, donde el Bien lucha y gana su primera batalla sobre el Mal, aunque a sabiendas de que la historia apenas comienza porque los desterrados de hoy regresarán por revanchas futuras y darán lugar a nuevos títulos. Oz, el ilusionista, anuncia en esta cinta su partida, pero la web se encarga de contar que, para el relato, habrá continuidad.
El mesías de la magia Del encanto de “El mago de Oz” a una película de la industria hollywoodense, que se suma al boom del fenómeno del 3 D. Ese es el recorrido que hace “Oz, el poderoso” para llegar a las pantallas de cine. Sin embargo, la astucia de un director como Sam Raimi sirvió para que esta producción de Disney se salve de ser una del montón. Presentada como la precuela del filme de Víctor Fleming de 1939, sólo algunos guiños bastaron para conectar con aquella historia. Aquí se cuenta del derrotero de un ilusionista de poca monta, Oscar Diggs, quien en los circos ambulantes de Kansas se hace llamar Oz. Su vida irá de fracaso en fracaso, excepto en el amor, hasta que se ve obligado a huir en globo antes de que lo golpeen. De pronto, un tornado lo depositará en un universo colorido y de fantasía. Esta primera parte de la película es en blanco y negro y en el viejo formato de la pantalla cuadrada, en clara alusión a la aventura de Dorothy, que la tenía a Judy Garland como protagonista. Aquí no habrá ni hombre de hojalata, ni león cobarde y tampoco el espantapájaros que quería un cerebro, pero sí hay un camino amarillo y una Ciudad Esmeralda. Hasta allí deberá llegar Oz para convertirse en una suerte de mesías y cumplir la profecía de salvar a una atípica población de la amenaza de la malvada bruja, en otro guiño a la bruja verde de la versión original. En rigor, aquí son tres las brujas protagonistas (Mila Kunis, Rachel Weisz y Michelle Williams), quienes jugarán a favor y en contra de un ambicioso Oz, bien interpretado por James Franco. La muñeca de porcelana y el mono alado le agregan calidez y ternura a esta propuesta que, sobre el final, le hace un merecido homenaje a los orígenes del cine.
Las puertas que dan a los mejores sueños Oz, el poderoso es pintado en este film como un personaje feriante, que promete imposibles desde su espectáculo. Una suerte de precuela de El Mago de Oz con la inolvidable Judy Garland y con su maravillosa "Over the rainbow", que siempre volvemos a canturrear. Cientos de páginas se han escritos sobre la estela mitológica que viene trazando, desde el mismo día de su estreno oficial, un 25 de agosto de 1939, la ya legendaria "El mago de Oz". La novela de L. Frank. Baum, publicada en el despertar del nuevo siglo intentaba acercarse, de manera mucho más ingenua, a ese periplo iniciático que años antes, en la Inglaterra victoriana, el matemático, fotográfo y profesor de Lógica Lewis Carroll le había reservado a su joven protagonista, Alicia, haciéndola visitante y partícipe de un mundo pesadillesco, a través de mandatos y rituales, de situaciones que se movían desde otros parámetros, que dejaban al descubierto, desde un sutil y filoso humor, el absurdo y el sin sentido de la propia existencia. Pero en los años de la Depresión y del "New Deal", el que inspirara a los utópicos films de Frank Capra, la protagonista, debería en este caso, moverse de otra manera y sí abrirse paso en medio de ese columpiar de fuerzas entre el bien y el mal. Sobre lo que está detrás de la cámara, los días previos al rodaje, la elección de la pequeña actriz, rol que finalmente, tras numerosísimas pruebas llegó a manos de la hoy ya siempre recordada y admirada Judy Garland, numerosos textos, en diferentes idiomas se han escrito. Y a propósito de ella, a partir de ese momento, y en todos sus recitales posteriores, ya fuera en solitario o bien en compañía, tanto con su hija Liza o con otros cantantes, abría su espectáculo con su ya clásico "Over the rainbow". Con el paso del tiempo se plantearon numerosas lecturas críticas sobre el film, ganador por cierto, de algunos Oscars: Canción y banda sonora y actriz; el único que la Garland obtuvo en toda su trayectoria. Y pese a cierto desenlace del film que tranquilizaba al espíritu conservador de la Metro, que había pensado este film para toda la familia, y como una gran fábula con moraleja, se puede ver en el mismo, la capacidad de disfrute, de alegría, de libertad, de prodigio creativo, cuando ella puede huir de ese mundo asfixiante, su opresora Kansas; como bien lo señala el amenazado escritor Salman Rushdie, en un texto monográfico dedicado al film, publicado por Editorial Paidós. Tras varias décadas, mediando la versión de Sidney Lumet, ambientada en la Nueva York de los 70 con Diana Ross, Michael Jackson, Lena Horne, entre otras, citaciones en numerosos films como el que plantea David Lynch en "Corazón salvaje" o bien en episodios de "Los Muppets", volvemos ahora a reencontrarnos con aquel Mago de Oz, en lo se ha definido como la precuela del ya clásico de V. Fleming...¿Cómo era todo antes de que Dorothy pasase a entrar en escena?. Con la marca Disney, que nos lleva a un celebratorio y emblemático estallido de fuegos artificiales, el nuevo film de Sam Raimi , realizador al que no he seguido en su filmografía y ha tenido a su cargo las dos primeras versiones de la saga "El Hombre Araña", el film que hoy me es motivo de este comentario crítico me lleva gozosamente a internarme en un universo lúdico y mágico que evidencia sí, toda la capacidad de despliegue de los artificios del sistema 3D. Y en mi caso, no persona muy atenta a esta tecnología, debo admitir que, particularmente, frente a este film, experimenté ese estar en un tiempo suspendido entre la nostalgia de aquel film que debo haber visto a mediados de los 50, por primera vez...y al que ha continuando viendo de ahí en más...y esa atmósfera de pertenecer tanto a la fascinación de los juguetes ópticos que preceden a la invención del cine y a los que son los de nuestro tiempo. Como en el film de 1939, aquí también, y tras una presentación que da cuenta de manera hipnótica de los caprichos fantasmáticos de la imagen, hay un prólogo en blanco y negro, en el que se reafirma en un espacio de feriantes el mismo lugar fundacional del cine, como acontecimiento, como espectáculo de mayoría. En esos escenarios de varietés circenses, allí se presenta a nuestro personaje, en una ensoñada y nocturnal iluminación, con su sonrisa y su dudosa conducta, la que crecerá en ambigüedad a lo largo de la historia; la que se cruzará, por momentos frente al espejo de las dos hermanas que representan extrañas fuerzas simbólicas y que se mueven en un desgarrador juego de posesión y envidias. Una comarca, creada desde la pluma de los que sueñan los cuentos de hadas, que se proyecta en una escritura liberadora que apuesta al exceso, que derrapa colores, que va insinuando historias futuras, que trae para nosotros la huella de la memoria de antiguos relatos. Con la impronta de la monumental y fastuosa, imperial y megalómana firma Disney; hoy, no ya condicionada por preceptos conservadoras. En cambio, en esta nueva propuesta, lo que se nos propone es una danza de simulacros, de enmascarados pasos de vals, de aliados y fraudulentos, de huérfanos y ermitaños, de rivalidades e ilusiones ópticas... El nuevo film de Sam Raimi, bordado por una tensioanante banda sonora de Danny Elfman, el habitual compistor de los films de Tim Burton, en algunos momentos sale al encuentro del film de Martin Scorsese, "La invención de Hugo Cabret", al que hemos elogiado desde nuestra página; al que tantos críticos y parte del gran público ha aplaudido. Y lo hace en esta manera de saludar a otro de los pioneros, en esa manera de nombrarlo, de citarlo y explicar su modo de trabajo: a Thomas Alva Edison. Y lo hace, como señalamos, en ese viaje que nos propone por ese juego de mecanismos, aparatos, trucajes, como simultáneamente lo iba realizando quien pasará a ser el Gran Melies. Pero de lo que no se señala en renglón alguno es ese capítulo llamado "La Guerra de las Patentes", iniciado por la casa Edison. Eso comenzaría a ocurrir tiempo después de la escritura del libro. Y George Melies pasará a ser una de sus presas. Por ahora, mientras tanto, veamos cómo Oz, este personaje feriante, que tanto promete desde su espectáculo, un día, ante cierta respuesta del público, le va a tener que agradecer de por vida a los hermanos Montgolfier. Y nosotros por cierto, porque de lo contrario, jamás hubiéramos podido escuchar, como lo estamos haciendo ahora, ya sea cantada, tareada o silbada, la inmortal, "Over the rainbow".
Ilusión de movimiento En una nota anterior había confesado que trato de ir a ver un filme sabiendo lo menos posible del mismo, nada si es dable, por una cuestión de predisponerse, para bien o para mal. A veces esto no lo logro. Varias son las razones. La expectativa generada por la mala critica o burlas, o en contra sentido de los premios otorgados, a veces merecido otras no, los actores, los directores, etc. Bien, en este caso pasa por otra variable del conocimiento ya desde el titulo, también en idioma original, sabemos que nos enfrentamos a “El Mago de Oz”, y con ello a la memoria icónica de aquél maravilloso filme de Víctor Fleming de 1939, que sirvió para que Judy Garland, su protagonista, quedara para siempre en el recuerdo popular cantando “Algún lugar sobre el arco iris”, también conocida como “Somewhere over the rainbow”. Pero sorpresas que da la vida y el cine de vez en cuando, esta precuela, (ya que cuenta como un prestidigitador de feria se convierte en el Mago de Oz), a partir de su estructura ficcional se sostiene de principio a fin, con altibajos, mesetas narrativas, algunas cuestiones mejor elaboradas, desarrolladas y constituidas que otras, pero que, en definitiva, termina redondeando un muy buen producto. Para justificar lo antedicho empecemos como se debe, por el principio del filme, con muy buen criterio en sentido de homenaje. Abre en blanco y negro en formato cuadrado, no rectangular, y nos ubica en espacio y tiempo, Kansas, durante la primera década del siglo. Un mago, de nombre Oz (James Franco) con pocos recursos, algunos atractivos físicos, rostro agradable, sonrisa fácil, cuando no encantadora, y muchas ambiciones, pasa sus días en un circo sin demasiadas pretensiones. Secundado por su fiel ayudante Frank (Zach Braff) al que maltrata y lo equipara constantemente a un mono amaestrado hasta que por un malentendido de polleras es perseguido por el hombre fuerte del circo, o sea el forzudo. En medio de su huida en globo aerostático es absorbido por un tornado y depositado en algún lugar luego de atravesar un hermoso arco iris. Ese atravesamiento no sólo produce el inicio del relato propiamente dicho sino que, consecuentemente, modifica la estética utilizada hasta ese momento para, tal cual la original, entrar a un mundo plagado de colores y objetos a pura magia. En relación a esto es que la vuelta de tuerca sobre el personaje es lo más interesante. En principio es tomado como el salvador de la tierra de OZ, tal cual rezaba la predestinación del mito del lugar que gran mago bajara del cielo. Descubierto por una joven, Theodora (Mila Kunis), que se presenta como una bruja buena, es llevado a la Ciudad Esmeralda siendo subyugado por la belleza, no solo de la bruja y de su hermana Evanora (Rachel Weisz), sino por los tesoros allí guardados. Sobre la ciudad pesa la maldición de la bruja mala, Glinda (Michelle Williams), pero como es un mundo mágico nada es lo que parece. El deberá enfrentarse a la maldición y en ese viaje se le ira revelando la verdad y descubriéndose a sí mismo. Para ese periplo contara con la ayuda de un mono alado, Finley, al que Zach Braff le prestara su voz, y no es casual la utilización del mismo actor en el mismo rol de ayudante de mago y una de pequeña muñeca de porcelana. Lo interesante del texto esta puesto en qué herramientas utiliza para engañar al mal que se cierne sobre ese mundo, y ese es otro homenaje al cine, creando la ilusión de un poder que existe pero no es real, en el sentido estricto del termino, sino desde otros parámetros. Producción dirigida a chicos púberes, con guiños hacia los padres, donde se coloca como declaración de principios el esfuerzo personal, la amistad y la bondad como valores, y la ciencia y el arte como objetos del conocimiento. En síntesis, una realización cuya duración de 130 minutos no se siente, bien actuada, con música de alto vuelo y una fotografía exquisita que termina casi siendo la vedette de la producción.
Hace ya unos cuantos años que se corrían los rumores sobre un film a gran escala que retomara el mundo representado por El Mago de Oz, aquel clásico de Victor Fleming de 1939 que adaptó parte de los relatos escritos de L. Frank Baum, recordado por mucho más que el sorprendente colorido del mundo al que Dorothy iba a parar luego de aquel remolino que arrancara su hogar. Hubo rumores de una adaptación del musical Wicked (todavía los hay), sobre un film que reacondicionara al género del terror; y luego del éxito (comercial, no tanto artístico) de Alicia en el país de las maravillas de Burton y Disney, se comenzó a pensar fuerte en este proyecto, adaptación de un relato anterior del mismo escritor que narra hechos previos. El desafío era enorme, tratar de representar un mundo que quedó grabado en la cabeza de varios como una iconografía por un film clásico de hace más de 70 años, y adaptarlo también a los tiempos de las superproducciones actuales, 3D incluido, porque en definitiva estamos ante un producto de Hollywood que busca captar a la enorme audiencia. Lo primero que hay que decir, es que estos dos objetivos están logrados en parte, existen un poco de ambas cosas, lo que llevaría a que las fuertes expectativas creadas puedan estar colmadas. En definitiva, "Oz, el poderoso", es lo que se esperaba, y ofrece lo que prometía desde sus primeros avances, nadie puede salir sorprendido. Para quienes no conozcan la historia, en esta oportunidad el film se centra en la figura de Oz (sobresaliente James Franco), un mago de feria con más de estafador que magia real, una persona a la que, en un principio no pareciera importarle el otro, solamente alcanzar su grandeza. Intentando escapar de una de sus estafas, huye en su globo aerostático para ser alcanzado por un tornado que lo llevará al mágico mundo de Oz, un lugar que, como su nombre lo indica, tendrá muchos puntos identificables con su entorno. Ahí se cruzará con dos brujas, Theodora (Mila Kunis, que intenta jugarla de Femme Fatale, para recaer en sus habituales alaridos), y Evanora (Rachel Weisz, demostrando nuevamente ser una perfecta conjunción de belleza y desborde de talento), que le explicarán que él es el enviado de la profecía para terminar con el malévolo reinado de la Bruja Malvada y así coronarse a rey. Empujado por la Codicia irá a derrotarla, pero allí conocerá a una tercer bruja, Glynda (Michelle Williams, a la cual los años le vienen haciendo justicia), un rostro que le resultará familiar... En primer lugar, la adaptación de Mitchell Kapner y David Lindsay-Abaire ofrece diversión y entretenimiento por donde se la mire; varios gags son graciosos y el espíritu de montaña rusa (y telenovela donde las tras damas se lo disputan) ayuda bastante. En este aporte cómico, también serán fundamentales las presencias de Zach Braff y Tony Cox. Los 130 minutos de duración realmente vuelan. A modo de homenajear el film de 1939, Raimi, optó por utilizar el mismo método de aquel, el mundo “real” es representado en blanco y negro anamórfico (en aquel era sepia), para luego desplegar toda la paleta de colores en el mundo de Oz. Ahí el despliegue visual será inmenso, si bien tanto Kansas como Oz son representados visualmente, la tierra fantástica planea ser de una belleza increíble, llana de detalles y colores fuertes, variados y pasteles, todo está puesto en pos del asombro. Pero aquí está el problema (quizás el único) de Oz el poderoso, al igual que sucede con las últimas superproducciones en los últimos años, se termina creando un abuso, y tanto colorido termina por quitarle vida, realismo al asunto. En el mundo digital se sabe que todo es posible de “crear”, pero cuesta otorgarle espíritu a las cosas, tristemente todo suena a plástico. A esto le podríamos sumar un 3D no del todo aprovechado. Sam Raimi, al igual que Peter Jackson podríamos decir, es conocido por ser un artesano, ambos provienen del cine clase B, y su estilo está en crear figuras “artesanales”, como si fuese hecho a mano, lo que le otorga cierto espíritu lúdico muy disfrutable. Jackson a sabido manterner, en parte, esa esencia en sus grandes producciones, pero a Raimi, desde Spiderman 3 a la fecha parece costarle encontrarse en su registro. Simplemente en Oz, el poderoso es dificil encontrar su mano, parece más un film hecho por los diseñadores de FX’s. Por el resto es un entretenimiento grandioso con todo lo que debe tener, muy disfrutable, impactante, y muy bien narrado. A unos pasos de convertirse en un gran film, si simplemente hubiese optado por algo más de sencillez. Sólo el destino puede saberlo, pero este Oz, el poderoso es un muy buen entretenimiento, aunque quizás no llegué a la altura de clásico.
Esta es la precuela de la memorable “El Mago de Oz”, de 1939. Divertida, entretenida y amena. Esta es la precuela del cuento original de Victor Fleming. Aquí gira en torno a la vida de Diggs Oscar (James Franco),un mago de circo, embustero, egoísta ,que recorre varios lugares a lo largo de 1905, conoce a distintas mujeres a las cuales engaña con su cara encantadora y con promesas falsas, a todas les regala una caja de música que pertenece a su abuela, hecho entrañablemente tierno. Hasta que un día en Kansas una niña le hace un pedido que de cumplirse sería casi un milagro. Se arma tal revuelo que logra escapar en un globo aerostático, la fama y la suerte parece no estar de su lado, se pondrá en juego su fe y una promesa. Todo el desarrollo de la primera parte es en blanco y negro con una gran estética (los créditos de la apertura van referenciando el comienzo del cine), hasta que llega a la Tierra de Oz y la pantalla toma un gran colorido, brillante, bien saturado e increíblemente bello. Cae en una zona fascinante, lugar donde entre otros personajes fantásticos, aves, animales y vegetación, habitan tres brujas morochas y rubias, con una vestimenta que las describe en algún momento, ellas son: Theodora (Mila Kunis), Evanora (Rachel Weisz) y Glinda (Michelle Williams). Ellas y el pueblo están esperando un gran mago que cumplirá una profecía muy especial. Una vez más se encuentra en problemas Diggs Oscar, con los habitantes de la Ciudad Esmeralda, donde tendrá que ir descubriendo quienes son los buenos y los enemigos, en dicha travesía. Lo sigue un mono con alas que no para de hablar, una muñeca de porcelana, esta irradia ternura, fantástico este personaje y sus movimientos que se escuchan como tal. Todos juntos deberán ir descubriendo los misterios de esta tierra (personajes y espectadores), ¿quién es la bruja malvada del oeste? ¿Cuál es la bruja buena? Oscar Diggs deberá aplicar sus conocimientos de magia, la ilusión, su seducción y un poco de hechicería. ¿Y él terminará siendo un hombre mejor? ; ¿Vencerá sus tentaciones? Esta precuela es mucho mejor que “Alicia en el país de las maravillas” tomando en cuenta que viene de los mismos creadores. Y además de la trilogía de Spiderman. Un buen entretenimiento familiar, con una gran escenografía, trajes, muy colorida y nuevos giros en la historia. Un gran acierto el blanco y negro en un comienzo y luego el paso al color (referenciando la vieja historia). Se rinden varios homenajes dentro de su narración a: Thomas Alva Edison (1847-1931) y Harry Houdini (1874-1926), y a las novelas como a la película de El mago de Oz renovando la propuesta llena de fantasía. El protagonista es el actor, guionista, director, productor, modelo, escritor y pintor estadounidense James Franco (34) mantiene un tono sarcástico y picaresco, tiene momentos de héroe y antihéroe, sus expresiones ayudan mucho al personaje. Se destacan en sus personajes las brujas que componen Mila Kunis, Rachel Weisz y Michelle Williams. Cuenta con la dirección de Sam Raimi (la última “Spiderman” y la serie “Spartacus”), tiene mucho humor y buenos efectos especiales, visualmente imaginativo, narrativamente interesante, con el siempre rentable 3D, también en 2D, la música de Daniel Robert "Danny" Elfman (59), compositor estadounidense conocido especialmente por escribir la música para las películas de Tim Burton. Su cierre le da la posibilidad de continuar. Parece que algunos productores de Hollywood tienen la necesidad de llevar estos cuentos infantiles a la pantalla grande, ya paso con otros, como por ejemplo: “Espejito, Espejito”; “La chica de la capa roja”; “Hansel y Gretel cazadores de brujas”; “Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros”, entre otros.
Una ilusión para volver a creer Es muy difícil meterse con un clásico muy arraigado en el imaginario popular, sobre todo cuando una película canónica viene a sumarse a un clásico de la literatura, especialmente cuando se trata de mitos fantásticos decimonónicos destinados a los niños (parecería ser que el terreno de la cultura infantil es más propicio para grabarse en el inconsciente colectivo). Así, la empresa Disney ha propiciado con los años la vuelta en acción real sobre un par de sus mitos animados: si en “Hook” Steven Spielberg mostraba a un Peter Pan adulto que regresa a Nunca Jamás, en una visita nostálgica e inocente sobre la pérdida de parte del universo de James Matthew Barrie, más recientemente Tim Burton volvió a llevar a la ya adolescente Alicia a un País de las Maravillas que había olvidado, en una lectura peculiar pero bastante fiel al universo de Lewis Carroll. Pero en algún momento se le animó también al mundo creado por L. Frank Baum, grabado en las cabezas de generaciones enteras a través de “El Mago de Oz”, filme rodado en 1939 por la Metro- Goldwyn Mayer, con Victor Fleming como director firmante (aunque se dice que pasaron por la silla Richard Thorpe, George Cukor, Norman Taurog, King Vidor y el productor Mervyn LeRoy), estelarizada por una jovencísima Judy Garland, cantando el mítico “Over the Rainbow”. Con las restricciones del caso, ya que no poseen derechos sobre los elementos del filme de la Metro, hicieron la secuela “Oz, un mundo fantástico” (“Return to Oz”), con una pequeña Fairuza Balk como Dorothy, basados en las dos secuelas de Baum. No les fue tan bien entonces, pero ahora el estudio del viejo y controvertido Walt volvió a la carga, esta vez con una precuela que retoma elementos ya contados. Una que sabíamos todos Porque “Oz: El poderoso” se basa en lo que ya sabemos del Mago: que era un mago de feria estadounidense que llegó en un globo aerostático al mundo de Oz, que no tiene poderes reales sino que usa una maquinaria para aparecer como un rostro etéreo, y que se dedicó a eso para enfrentar a las Brujas Malas del Este y el Oeste, con ayuda de Glinda, la Bruja Buena del Sur. Contando con las mismas limitaciones que antes (Warner Brothers, propietaria actual de los derechos, discutió hasta el tono de verde que podía tener la Bruja del Oeste, o si podía o no tener verruga). Volviendo sobre las novelas originales, pero forzando los límites impuestos hasta donde dé, el director Sam Raimi y los guionistas Mitchell Kapner y David Lindsay-Abaire construyen una historia que cuenta todo lo que no sabemos sobre Diggs. Que es poco más que un mago de circo, chanta y charlatán como él solo, seductor serial de mujeres a veces comprometidas, aunque sólo una parece haberle movido algo, una tal Annie, que lo pondrá en la disyuntiva: se casará con otro si él no se juega por ella. Un marido celoso le dará la oportunidad de escapar, cuando es su propio miedo al compromiso el que lo lleva a esquivar el bulto: además, no quiere ser un hombre bueno, sino un hombre “grande”, como Houdini o Edison. Así se sube al globo que entra en un tornado “familiar”, que lo transportará a un mundo mágico, con su camino amarillo y su profecía de un paladín caído del cielo. Diggs sólo piensa en ser rico y rey, y se deja convencer por la bella bruja Evanora y su hermana Theodora, enamorada de él. Para eso le encargarán destruir a una tercera bruja, que no es otra que Glinda. Allí, comenzará la verdadera historia, que tendrá un clímax y una batalla final, pero eso el espectador podrá descubrirlo por sí mismo. Juego de espejos Una de las claves del guión de Kapner y Lindsay-Abaire está en las simetrías con el filme del ‘39. Una de ellas por ejemplo radica en el comienzo en blanco y negro para mostrar “el mundo real” y el color para ilustrar el más vistoso mundo de Oz (aquí se agrega además el ancho de pantalla). Por supuesto que en el clásico de Victor Fleming ese recurso tenía una doble función: además de mostrar más crudamente esa Kansas rural atravesada por la Gran Depresión, sorprendía al espectador con la nueva paleta del Technicolor; algo que Sam Raimi hace hoy explotando todos los recursos del 3D y las posibilidades del mundo digital, construyendo un mundo a medio camino entre el del filme original y el gótico luminoso de la “Alicia” de Burton, aunque (ya desde los créditos) hay cierta imaginería a lo Meliés, con el sabor de “La invención de Hugo Cabret”. Como Dorothy también, Oscar va a ir armando su compañía (Finley y la Chica de Porcelana) mientras trata de cumplir su misión, que va cambiando con el transcurso de la historia. Una semejanza clave está en el recurso de repetir los rostros (aunque en el caso de los personajes generados digitalmente se trate de las voces, y en el caso de Frank/Finley, las relaciones) de nuestro mundo en el de personajes de Oz. Aquí también es más un homenaje, porque en “El Mago de Oz” podía prestarse para una interpretación en clave de “fuga psicogénica” del relato (tal vez el primer caso en el cine): Dorothy “escapando” de su vida de huérfana pobre inventándose un mundo maravilloso con los pocos rostros que conoce (Barrie se había adelantado, cuando pedía que en las representaciones teatrales de “Peter Pan” el señor Darling y el Capitán Garfio fueran el mismo actor). Aunque quizás algo se traigan entre manos Kapner y Lindsay-Abaire, en la simetría entre el rostro de Glinda y Annie, quien se casará con un tal John Gale. Glinda era uno de los personajes que no tenía “reflejo” en el mundo de la huérfana Dorothy, y pensarla ahora quizás como el espejo de su madre ausente tal vez explicaría algo de la relación entre ambas... De igual manera, y al mismo tiempo en que se terminan de atar todos los cabos del “Oz que conocemos”, se concreta la concesión de los regalos alegóricos, de manos de “el Mago que no puede conceder deseos”. El viejo sueño James Franco se luce como el descarado y estafador Diggs, aunque Michelle Williams se roba la película como Glinda, la adorable bruja buena (aunque más aguerrida de lo que parece) y como Annie. Completan el triunvirato Mila Kunis como la inocente y poderosa Theodora, y Rachel Weisz como la encantadora pero temible Evanora. Zach Braff le pone el cuerpo brevemente al asistente Frank, pero la mayor parte del tiempo la voz al mono alado Finley, mientras que Joey King hace lo propio como la chica en silla de ruedas y la Chica de Porcelana, respectivamente; en ambos casos, apoyados en un gran trabajo de los animadores digitales y los titiriteros que controlan movimientos. El veterano Bill Cobbs aporta sabiduría como el Master Tinker, y el pequeño Tony Cox tiene sus momentos como el heraldo munchkin Knuck. El resto es un trabajo colectivo de construcción y expansión de un imaginario muy caro al público estadounidense, tal vez por ser una de sus primeras fábulas propias pero también por ser una pieza clave en el firmamento del Hollywood de la era dorada que, como mostraron Simcha Jacobovici y Stuart Samuels (en el documental “Hollywoodism: Jews, Movies and the American Dream”), es el basamento del Sueño Americano. Y tal vez, como en la Gran Depresión, es necesario un Mago que devuelva la fe y que haya un mundo mejor sobre el arco iris: bienvenido sea.
La apuesta de la compañía Disney era más que arriesgada: ochenta años después del estreno de “El Mago de Oz” se atrevieron a esbozar una precuela de aquel ya clásico film de la historia del cine. Lejos de la escasez de recursos de la cinta que tenía a una todavía inocente Judy Garland como protagonista, aquí el gran peso de la historia cae sobre los hombros de James Franco en la piel de quien se convertirá en el famoso hechicero. Bajo la dirección de Sam Raimi, todo comienza en una monocromática Kansas, escenario para que el ilusionista de poca monta Oscar Diggs (el carismático Franco) haga de las suyas embaucando a espectadores y engañando a inocentes señoritas con falsas promesas de amor. Es una de estas conquistas con final alborotado la que lo lleva a subirse a un globo aerostático que lo termina enviando directo hasta un tornado. Gracias a la magia del cine y de los efectos de la pantalla de croma (en ocasiones se nota demasiado la utilización del CGI) Oscar arriba a la tierra que lleva por nombre su apodo y descubrirá que los habitantes del lugar consideran su llegada como la venida de quien los salvará de los designios de la Bruja Mala de Oeste. A medida que vamos descubriendo los seres fantásticos que habitan en Oz, la tristeza de sus pobladores y las intenciones de las tres brujas con las que se cruza en el camino (Mila Kunis, Rachel Weisz y Michelle Williams) se irá conformando el mapa de los personajes que conocemos de la película original, dejando todo dispuesto para que Dorothy caiga del cielo y se encargue de concluir la historia que marcó la infancia de muchos de nosotros. La nostalgia vuelve con un despliegue tecnológico que no existía cuando éramos pequeños y, aunque arriesgada, la decisión de volver a Oz tantos años después para contarnos el comienzo del relato gana al momento de mostrarnos cómo se conformaron los personajes que el escritor L. Frank Baum nos había introducido en sus libros.
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Detrás de la idea de rodar una “precuela” de El Mago de Oz (que, cosa poco conocida, fue un gigantesco fracaso de taquilla en 1939; la MGM se salvó porque ese mismo año distribuyó Lo que el viento se llevó) hay una evidente operación comercial que sigue a la “remake” de Alicia en el Paìs de las Maravillas por Tim Burton y a la ola de cuentos de hadas y libros infantiles llevados a la pantalla con tecnología de punta y algo de épica. Pero además hay un director detrás que tiene un estilo y una mirada sobre el mundo, Sam Raimi. Raimi cree en dos cosas: la comedia disparatada y el terror, y no concibe límites entre ambos. Para poder contar cómo el Mago, un estafador simpático y no poco libidinoso, llegó a Oz y, al mismo tiempo, entrar en la categoría “familiar”, baja dos cambios en su humor negro y otros dos en el terror. El resultado es desparejo: visualmente impactante, los verdaderos temas de la historia (la redención, el envilecimiento, el abuso y la enfermedad del poder) quedan de cierto modo solo ilustrados sin auténtica profundidad. Pero Raimi es un mago de la imagen y, cuando el relato cae en la solución fácil, opta por la invención (a veces pequeña, como el “arreglo” de la niña de porcelana) que genera emociones verdaderas. El elenco cumple (aunque la cara de bueno de James Franco conspira contra su ambigüedad) y el espectáculo vale la pena.
Un “mago”, brujas y un film que nunca termina de atrapar Los primeros minutos de Oz, el poderoso, fundidos en blanco y negro logrando una imagen artística más que interesante, parecen ser lo más atrayente y entretenido de la película. Cuando Oscar Diggs (James Franco) abandona Kansas y se sitúa en la Tierra de Oz, el relato se va desvaneciendo, decae vertiginosamente en ritmo y aumenta en previsibilidad. Lo que sucede es que el espectáculo visual que se nos ofrece a base de una dirección de fotografía impecable, imponente con su variación de colores y paisajes, no se condice para nada con la historia en sí. Lo que parece deleitar nuestros ojos es opacado parcialmente por un pasaje de acontecimientos de a ratos sosos, poco creativos y algo densos. Se rescata o resulta simpática esa falta de mística o suerte de antihéroe que se le imprime al personaje principal, un mago de poca monta, embustero, inseguro pero engreído que intenta engañar a todos los inocentes habitantes de la pintoresca población pronunciándose como “el salvador”. Esperada por muchos espectadores, Oz, el poderoso no consigue encantar ni lograr atrapar plenamente al público, desaprovechando la oportunidad de intentar generar una obra más dinámica y trascendente, quedando más bien como una típica película poco recordable para ver en familia. LO MEJOR: la factura técnica de las imágenes, los primeros 15 minutos. LO PEOR: previsible, no entusiasma, no entretiene, no trasciende. PUNTAJE: 5
Oz: el poderoso despertaba en principio considerables expectativas. Retornar al mágico mundo de la tierra de Oz concebido por Lyman Frank Baum, del cual se desprendió el memorable film protagonizado por Judy Garland y su maravillosa voz, era atrayente. Y más aún si esto se recreaba a través de una película realizada neda menos que por Sam Raimi, director de las sagas de The Evil Dead y Spiderman. Que la idea fuera hacer una precuela, fórmula recurrente del cine estadonudense de los últimos años, no le restaba interés, al contario. Sin embargo, algunos problemas relacionados con el film original condicionan a este, como que no se podían utilizar los personajes originales por cuestiones de derechos –ni Dorothy, ni el espantapájaros ni el león forman parte de la trama- y que los fondos y criaturas digitales abarrotan demasiado las imágenes y se emparentan muy poco con el estilo y la estética que caracterizaron a El Mago de Oz en 1939. Si bien Oz: el poderoso arranca de manera sugerente en un blanco y negro que luego se traslada al color ampliando su pantalla, tal como ocurre en aquel clásico cinematografico, luego se va deshilvanando, en una combinación en la que influyen la escasa imaginación de la trama, la falta de fuerza de sus roles, cierta reteración de situaciones y una duración excedida. La lucha entre las brujas y el mago, en la que participan “ejércitos” de raros personajes, carece del interés necesario. De todas maneras no se puede negar que la recreación digital de ese reino, el vestuario y las pocas escenografías reales que se aprecian, son atrayentes. Y quizás por estos detalles valga la pena la experiencia, en compañía de algún menor de entre ocho y quince años. Pero así como ocurrió con la nueva versión de Alicia en el País de las Maravillas a cargo de Disney y Tim Burton, esta precuela de Oz de Raimi y la misma productora, no pudo ir más allá de algunas buenas ideas.
Espejismos En los tiempos cinematográficos en que vivimos, tenerle piedad a una película porque brinda buenos mensajes familiares y porque homenajea al cine clásico con algún artefacto técnico en una secuencia de 20 minutos, sería una falta de criterio y sinceridad para con los espectadores. "Oz, el poderoso", es un producto bastante básico que no le llega ni a los talones a "El mago de Oz" de 1939 de Victor Fleming, y no lo digo porque sea de esos que idolatran todo lo clásico sólo porque es clásico, sino que lo digo porque la falta de creatividad en el guión y la carencia de buen gusto se hicieron presentes en la mayor parte del film que dirige en esta ocasión Sam Raimi (trilogía de Spider-Man). La historia comienza bastante bien, interesando al espectador y preparándolo para perderse en el fantástico mundo de Oz, pero desde el momento en que el personaje protagónico, interpretado por James Franco, arriba al lugar y se encuentra con Theodora, la bruja del oeste interpretada por Mila Kunis, todo empieza a desmoronarse progresivamente. Muchos acontecimientos de importancia para la trama se suceden con una liviandad e inverosimilitud que desconectan al público con lo que está por suceder. Sí, es una película predecible, pero eso no quiere decir que no pueda ser inteligente en la forma de llegar a los desenlaces que ya sabemos van a suceder. En "Oz, el poderoso" se da una cuestión muy puntual que evidencia la falta de calidad narrativa, esto es, el hecho de que la película tiene una duración de 130 minutos que no son aprovechados para detallar los acontecimientos y darle credibilidad a los personajes, sino que se termina perdiendo el tiempo en secuencias de poca importancia y tiempos muertos cubiertos con efectos especiales que son tan engañosos como los espejismos. Por ejemplo, que la bruja del oeste se enamore perdidamente del mago recién llegado con la poca interacción que tienen en pantalla, es muy poco creíble. El paso al lado oscuro de la bruja por decepción amorosa, también es muy poco creíble. Gran parte de esto es culpa por supuesto del director y de los guionistas, pero también esta vez debo achacarle parte de la responsabilidad a la actriz Mila Kunis que interpreta el rol... Mila... te adoramos, pero en esta ocasión estuviste pésima y sobre actuada. El maquillaje no ayudó, pero la composición artificiosa del personaje fue lo peor. Las otras brujas en general estuvieron bien, sobre todo Michelle Williams que fue la que más me vendió el rol y me interesó seguir. Es una lástima, pero este nuevo producto de Disney sólo le agradará a los niños por el despliegue de color y personajes infantiles, y a los fanáticos de la fantasía que valoran una buena creación digital por encima de una historia con substancia. Para mí, una decepción que espero se corrija en la secuela, que ya fue anunciada por los estudios.
Publicada en la edición digital Nº 5 de la revista.
Sam Raimi es sin dudas uno de mis directores preferidos. No esta al nivel Spielberg, Scorsese o similares, pero justamente ese es su fuerte. Su ácido sentido del humor, y ser el padre de Ashley Williams le valen de mi parte reconocimiento eterno. Ademas, dirigió la que para mi es una de las mejores películas de super héroes de todos los tiempos; Spiderman 2. Pero… se metió con “OZ”… Una precuela de un clásico tan arraigado en la cultura cinéfila que tuve miedo hasta el instante previo de entrar al cine a verla… A LO SEGURO Así es, Raimi apunta a la seguridad de ciertas cosas. Por ejemplo apunta y da por sentado que TODOS vimos “El Mago de Oz” de Judy Garland. Y está bien, es una película que hay que ver al menos dos veces, una normal, y la otra con el CD de esa bandita de música, el de la tapa del prisma y el arcoíris… Me siguen, ¿no? Entonces, OZ abre igual que aquella peli… en formato 4:3 (cuadradito) y en blanco y negro. Con planos muy de la época, y nos presenta a Oz de quien ya sabemos que es un chanta. Ya que será El Mago de Oz, con su famosa frase “no le presten atención al hombre detrás de las cortinas”. En efecto el Oz de James Franco es un chanta de primera, un mago de circo, mujeriego y mentiroso, que en un momento de tormenta se subirá a un globo para escapar de novio enojado y llegara por ese medio a la tierra de Oz. Acá tengo que hacer un parate, James Franco interpreta muy bien su papel, pero se nota que no fue escrito con el en mente, si no con Johnny Depp, de hecho el acercamiento al papel por parte de Franco es muy “deppezco”, va a ser imposible no compararlos, ya van a ver. Pero no es del todo malo, de hecho no es nada malo, ya que Franco es un buen actor y lleva adelante bien la historia. SE LA JUEGA Si bien la historia esta mas basada en la historia original de L. Frank Baum mas que en la peli musical de 1939, los elementos que toma de la misma son muchísimos, no les voy a espoilear las conexiones porque son muy buenas, originales y sobretodo divertidas con el sello original y acido de Raimi, por ejemplo les cuento solo que al llegar a conocer a los Munchkins, dichos hombrecillos se ponen a cantar, como en 1939, pero Franco los para en seco y les dice que se callen. Raimi 100%. También vemos como las brujas llegan a ser quienes son, ya que si recuerdan a la malvada bruja Theodora, la de la nariz grande y piel verde, en este caso es primero la hermosa Mila Kunis, lo mismo pasa con su hermana Evanora, quien es encarnada por Rachel Weisz, ambas son jóvenes y bellas, y la historia nos va a ir contando como es que llegaron a ser quienes son mas adelante cuando Dorothy llegue. Lo mismo prestar atención, ya que aparecen alusiones a los tres compañeros de aventuras de Dorothy, que están incluidos de manera genial. PROFECIA La historia es sencilla, hay una profecía que dice que un gran mago con el nombre de Oz llegara un dia a librar a todos de la bruja malvada. Franco, que se llama Oscar “Oz”, cae como peludo de regalo, y obviamente, al ser “mago” es considerado ser aquel del que habla la profecía. Son los hechos los que se precipitaran alrededor de el y lo llevaran a ser el “Gran Mago de Oz”. La historia es realmente original, y muy llevadera, con una fotografía excelente, buenas actuaciones y una gran dirección de Raimi, lo que en principio podría haber sido una debacle, llega a buen puerto, sin pasar por ningún viento huracanado. Sin embargo, por momentos parece que se hubiera quedado ahí, sin ir un poco mas allá Siempre que una de estas películas sale bajo el sello de Disney, el guion va a sufrir, así de simple, de hecho me sorprende que hayan quedado ciertos “chistes” ya que para Disney todo tiene que ser liso y limpito. Quizas se una tendencia, ya que recordemos que Wreck It Ralph, también tenia chistes con doble sentido, siendo incluso una película para publico mas menudo. No obstante, se nota que quizás se podría haber ido un poco mas allá recordemos que el clásico de 1939, tenia partes mas bien oscuras y hasta terroríficas. No olvidemos que Theodora, la bruja mala, fue el primer gran susto de mucha gente en generaciones pasadas. Y eso en una película infantil, es todo un merito. CONCLUSION Sin maravillar, pero definitivamente con muy buenos momentos, Oz El Poderoso es una buena película, que expande en un mundo que ya conocemos, pero que tiene un sin fin de lugares para hacerlo. Con promesa de secuela, esta película, si bien no era “necesaria”, tampoco molesta, y creo que en gran parte se debe a la mano de Sam Raimi y la personificación de Franco. Buena película para disfrutar, sin ningún sobresalto… como si viajaran en globo…
Oz, el poderoso, es una excelente precuela para todas las edades que te deja con muchas ganas de ver una nueva versión del clásico cuento con estos mismos protagonistas. Para aquellos que crean que aquí se van a encontrar con la niña Dorothy, el león, el espantapájaros y el hombre de lata ya les aviso que no aparecen porque el relato se centra especialmente en quién es y cómo llega...
Uno podría resumir a Oz, el Poderoso en tres sentencias: un gran director, un libreto apenas ok, un casting dispar. Aquí Sam Raimi abandona su habitual métier de superhéroes enmascarados y muertos vivientes, y se mete de lleno en el mundo de fantasía, recordándonos por qué es un director al cual amamos. Oz, El Poderoso debe ser el mejor filme de Raimi desde Spiderman 2, y es un regreso en gran forma al virtuosismo visual que lo caracteriza, amén de concretar un filme tremendamente respetuoso de la herencia que representa - a final de cuentas, ésta es una precuela de El Mago de Oz, ese clasicazo de 1939 con Judy Garland en el rol estelar -. El problema pasa por el resto de los componentes de la producción, que no son tan satisfactorios como la inspirada dirección del filme. Admito no haber visto nunca El Mago de Oz - a excepción de fragmentos con la Garland cantando Over the Rainbow (y otros temas) que aparecen en compilados de musicales como Esto es Hollywood! - ni alguna de sus bastardizadas adaptaciones posteriores (como El Mago con Michael Jackson!). Al menos ese desconocimiento me da el beneficio de tener una posición desangelada frente al tema, ya que he visto muchas criticas (hechas por los idiotas de siempre) que se han rasgado las vestiduras y han calificado a Raimi poco menos de hereje. No sé quien corno es el Hombre de Lata ni el León Parlante, o Dorothy y Totó (salvo que fuera ese horrible cantante de mediados de los años 80); por eso es que uno puede tomar a Oz, El Poderoso en sus propios términos. En sí, el mundo de Oz está recargado de magia ingenua. Hadas que silban y escupen agua en la cara de quienes las molestan, flores gigantes con pétalos de piedras preciosas, o brujas buenas flotando en enormes burbujas de jabón. Ciertamente es un cambio refrescante respecto de lo último que uno ha venido viendo en el género de la fantasía pero, por otra parte, toda esa blancura moral impide que la resolución de las asuntos entre los buenos y los malos resulten satisfactorias. Como dice Michelle Williams en un momento, "aquí no matamos a nadie... ni siquiera hacemos daño". El climax de Oz, El Poderoso es tan ingenuo e infantil que resulta decepcionante... pero allí reside uno de los problemas esenciales del libreto, el cual narra una historia tremendamente ñoña pero la pone a cargo de un personaje demasiado avispado - Oz no deja de ser un embaucador mujeriego y algo cínico, lo cual contrasta fuertemente con la ingenuidad que rebosa todo el reino y sus habitantes -, el cual te hace esperar una resolución más realista de todo el conflicto. Este Oz no es precisamente Jack Black suelto en un reino mágico, pero tampoco creo que haga juego con la blanca inocencia que tenían Judy Garland y sus amigos correteando por el interminable sendero de ladrillo amarillo. En sí la historia es tremendamente sencilla: un forastero cae a restaurar el equilibrio en un mundo lejano y desconocido. Como el tipo no se lleva por las reglas del lugar, su enfoque es totalmente fresco y puede ejecutar acciones que van reñidas con la moral de los pobladores locales. Hay dos millones de historias que siguen ese patrón - desde Flash Gordon hasta Buck Rogers en el Siglo XXI -, incluyendo el cliché de que el recién llegado es la versión encarnada de una antigua profecía. Lo que varía es el desarrollo intermedio, la manera en que el forastero se relaciona con los lugareños y emprende la tarea de reconstruir el balance perdido. Acá Oz es un cobarde y un embaucador, pero es el tipico caso del héroe renegado, ese tipo que termina por descubrir su valentía al final del viaje. El protagonista termina enganchado con el nuevo escenario no sólo por las promesas de fortuna y poder, sino porque encuentra versiones idealizadas de personas que conoció en el mundo terrenal del cual procede - con lo cual el reino mágico es una especie de reinterpretación lisérgica de la Tierra, ya sea porque el tipo está muerto y éste es el paraíso, o porque está inconsciente y esto es el fruto de su florida imaginación -. Aprende las reglas del lugar y las usa a su manera y, cuando quiere escapar, comprende que ha terminado por enamorarse de las cosas y personas que lo rodean. Mientras que la historia es muy llevadera y la puesta en escena es espectacular, lo que resulta más chocante son las elecciones de casting, las cuales - en la mitad de los casos - no terminan por resultar enteramente satisfactorias. James Franco es muy bueno como Oz, ya que mezcla simpatía y picardía (aunque el papel podría haber ido mejor en manos de Johnny Depp o Robert Downey Jr.). Y sin lugar a dudas la mejor elección del elenco es Rachel Weisz, la que es tan bella como provocadora y malvada. La Weisz es capaz de cargarse todo el filme sobre sus hombros y ello es lo que hace funcionar a la cinta; la macana es que sus contrapartes no son ni por asomo tan adecuadas como ella. Michelle Williams se ve muy desgastada - parece una divorciada llorona y pasada de Prozac - para hacer de princesa buena e ingenua, y Mila Kunis deja muchísimo que desear como Theodora. Carece de maldad interna y, cuando llega la hora de las transformaciones, es una villana completamente anónima. No es que la Williams y la Kunis sean malas actrices - por el contrario, creo que son finas intérpretes -, pero no son las adecuadas para sus respectivos papeles. Oz, El Poderoso es dispar. Visualmente es un orgasmo, la historia es pasable, y las perfomances van de lo muy bueno a lo blando. No es un clásico, pero es un filme de fantasía muy bueno en sus propios términos. Me resultó mucho mejor que la versión Burtoniana de Alicia en el País de las Maravillas - la cual intenta imitar, al menos en resultados de taquilla -, ya que tiene frescura y diversión; pero, por otro lado, sus personajes avispados contrastan con la ingenuidad de la historia que pretende contar. En todo caso uno deberá tomar al filme como lo que es, un compendio de escenas de las cuales algunas son más felices e inspiradas que otras.
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Publicada en la edición digital #249 de la revista.
"Es efectiva para los chicos, entretenida; pero es casi prohibida para adultos [...] Y hay que destacar la actuación de James Franco, que es absolutamente lamentable. ¿Se acuerdan cuando estaba conduciendo la entrega de Oscar que tenía una cara como de fumado? En esta película es así la cara en todas las escenas..." Escuchá la crítica radial completa (click en el link)
Publicada en la edición digital #250 de la revista.