Las películas de Olivier Assayas funcionan mejor desde lo granular, desde la sucesión de momentos, desde la inmediatez de esta escena o aquella toma, que desde lo global, desde la visión retrospectiva de su totalidad. Irma Vep (1996) y Demonlover (2002) son obras maestras no por su estructura final, por el edificio terminado en el espejo retrovisor, sino por la experiencia de cada instante, las habitaciones y los pasillos de la trama. Personal Shopper (2016) es algo así. Kristen Stewart -en un papel que le demanda más que su típica cara de fastidio- es Maureen Cartwright, una médium que busca reconectarse con su hermano, también médium y recientemente fallecido. Pero además es la asistente de una modelo, la encargada de comprarle la ropa y los accesorios para sus fiestas de gala y sus producciones fotográficas. Y como si esto fuera poco, Maureen también es perseguida por un admirador secreto, que le envía crípticos mensajes de texto. Así, entre una película de terror, un thriller tecnológico y un ensayo sobre la fascinación por la riqueza y la vida de los otros, el film de Assayas avanza hacia un final algo torpe, que pretende sorprendernos con un cliché y que nos obliga a preguntarnos eso que ya estamos acostumbrados a cuestionarnos de todas maneras; es decir, si los vaivenes de la trama son o no son productos de la imaginación febril de la protagonista (No se trata de un spoiler, porque cualquier espectador medianamente atento se adelantará a la epifanía de Maureen). De todos modos, sus itinerarios zigzagueantes por París son inquietantes. Assayas -como alguna vez lo hizo Jacques Rivette en films como Duelle (1976), La Historia de Marie y Julien (Histoire de Marie et Julien, 2003) y la invencible Celine y Julie Van en Barco (Céline et Julie vont en bateau, 1974)- descubre lo sobrenatural como quien no quiere la cosa, como si lo fantástico estuviera a la vuelta de lo cotidiano. Es cierto que Personal Shopper recurre a efectos especiales un poco dudosos, y que sus escenas más terroríficas no logran ni la ironía juguetona de Rivette, ni la mirada expectante de La Bruja (The Witch, 2015) o Te Sigue (It Follows, 2014), ni la locura expresiva de -digamos- algo como Amityville II: La Posesión (Amityville II: The Possession, 1982). Pero no deja de generar una atmósfera intrigante y persistente, a veces (aunque no siempre) con mucha sutileza, a través de pequeños ruidos o movimientos de cámara, como si en cada rincón hubiera un portal hacia lo desconocido. Lo más valioso de la película, sin embargo, es cómo combina sus eclécticos ingredientes con tanta soltura. Es, realmente, la historia de un viaje: el periplo de Maureen a través de ciudades, trenes, carreteras, departamentos très chic, casonas antiguas y distintos géneros cinematográficos. En una escena, la vemos en lo que podría ser Adoro la Fama (The Bling Ring, 2013), probándose la ropa de su empleadora; y en la próxima, aparece en Rojo Profundo (Profondo rosso, 1975), rastreando espíritus en mansiones abandonadas. Es como si hiciéramos zapping y Kristen Stewart estuviera en todos los canales. El hilo conductor de estos continentes narrativos es la ausencia, que se multiplica con cada salto genérico. Está la ausencia del hermano de Maureen; la del acosador, que es una presencia sin cuerpo, un sinfín de mensajes de texto, palabras en la pantalla de un smartphone; la de la misma Maureen, que se imagina en el cuerpo de la modelo, lo que implicaría vaciar el propio, como si se tratara también de un vestido intercambiable; la de los fantasmas, que son el recuerdo de un cuerpo perdido. Escrito de esta manera, suena todo muy programático y tedioso. Pero no lo es en la práctica. Assayas no quiere que nos vayamos de la sala con un mensaje aleccionador sino más bien con una sensación o una intuición, con algo que percibimos -como dijimos anteriormente- en lo granular, en los instantes. Lo que está en juego es la identidad de Maureen, que se descompone ante un sinfín de incógnitas -qué hacer, con quién estar, dónde y para qué vivir- en un contexto de lujos que no le pertenecen, una ciudad en la que es una extranjera y herramientas digitales que ayudan pero no terminan de (o que quizás impidan) estrechar distancias y rellenar huecos emocionales. Y en las contingencias de este trayecto -no tanto en su destino- está lo mejor de la película, en cómo Maureen recorre domicilios, ausencias, vestidos, películas, géneros y su eterna incertidumbre.
Una afirmación: la película de Assayas es la más contemporánea de todas las películas de competencia. Burlarse de la metafísica del film es no prestar atención a la propia física que este, con gran dificultad, intenta descifrar. ¿De qué estamos hablando? Assayas ha sido siempre un cineasta-antena, un rabdomante con una cámara. Muchas de sus películas son imperfectamente proféticas. Es que Assayas sabe que el cine es el arte del presente por antonomasia. A través de una cámara se intenta sintonizar una época. Son intentos e intuiciones que pueden fallar pero nunca deberían dejarnos de interesar. En Personal Shopper el cineasta propone un renacimiento del espiritismo decimonónico en las coordenadas cibernéticas de nuestro tiempo. El film enuncia: vivimos en la época del espiritismo digital; luego afirma: nuestras formas de comunicación electrónica son formas de apropiación de una fantasía pretérita cercana al deseo de contactarse con otros mundos, con universos inmateriales. Esa es la intuición general. La historia del film es también propia del siglo XXI. El personaje de Kristen Stewart tiene dos trabajos: por un lado, hace las compras de los vestidos y las joyas de una celebridad no muy diferente a ella; por el otro, presta servicios de canalización. Sí, y aunque suene tan inverosímil como estúpido, ella puede contactarse con los espíritus del más allá. No es un momento fácil para Maureen: su hermano, también un médium, ha muerto recientemente. La joven vive en París, y se traslada de aquí para allá haciendo los mandados asignados por su patrona: retirar indumentaria en Londres, ir a buscar un collar de perlas a una ciudad cercana. El traslado define la cotidianeidad de la protagonista. Debido a que el tiempo de un famoso es restrictivo, la necesidad de un asistente se impone, un doble que incluso lo sustituye en un plus de cualquier compra: el acto de adquirir, el placer que supone que un objeto de nadie se vuelve el objeto de uno. Es un trabajo típico del presente, una deformación del empleo del tiempo, la plusvalía y el ocio.
Mar del Plata 2016: casas, fantasmas, fugas y rebeldías. Otra buena película de las exhibidas fuera de competencia fue Personal Shopper, del francés Olivier Assayas, invitado por el festival (ver nota anterior), en torno a una joven que, inmersa en un frenesí de trabajo y responsabilidades constantes como asistente, vive obsesionada por su hermano mellizo recientemente fallecido, de quien espera señales. Lo que podría ser el drama de una mujer angustiada por la muerte o por el desdoblamiento de su personalidad con ecos de Ingmar Bergman, se desvía por momentos hacia el thriller y el terror fantasmal sin prejuicios, con esa energía con la que Assayas sabe seguir a sus heroínas. Si hay ropas y ambientes glamorosos, algún desnudo o un crimen inesperado sobre el final, la cámara registra todo con cierto desdén, poniendo énfasis en la sensación de movimiento continuo. La protagonista (muy convincente Kristen Stewart) nunca posa, no se detiene, va y viene por ese mundo de viajes y computadoras que le sirven sin darle felicidad. La inquietud que le provocan distintos hechos –mensajes de un desconocido en su celular, vasos que se mueven– es el motor de un film que es, también, una reflexión sobre el miedo.
Un psicólogo de mediums El nuevo film de Olivier Assayas oscila entre el thriller y el terror psicológico; entre lo espiritual y lo material más mundano. Maureen Cartwright (Kristen Stewart) trabaja como personal shopper de Kira (Nora von Waldstätten), vinculada al mundo de la moda de muy alto perfil. Para los que no estén familiarizados con el trabajo de personal shopper, se trata de la persona que va a realizar compras de indumentaria, accesorios y a retirar encargos particulares. Maureen trabaja allí momentáneamente, ya que se encuentra en medio de un duelo. Su hermano gemelo, Lewis, murió recientemente y ella desea ponerse en contacto con él, ya que ambos hacían prácticas medium con el fin de convocar espíritus y comunicarse con ellos. Mientras tanto su novio se encuentra trabajando como programador en el Medio Oriente petrolero dominado por los jeques árabes, y Maureen espera en París una señal de su hermano. A medida que avanza el film nos vamos metiendo en un suspenso atrapador. ¿Por qué? La protagonista empieza a recibir mensajes anónimos sospechosos que desafían su conciencia y la ponen en la encrucijada de saber si se estaba comunicando con su hermano o no. El terror y el nerviosismo se apoderan de la protagonista, que se encuentra muy bien llevada por Stewart. En la nueva colaboración entre Assayas y Stewart luego de Clouds of Sils Maria (2014), la actriz norteamericana logra un gran papel al afrontar un buen tramo de la película actuando en solitario, mientras interactúa con su celular. El guión también colabora para potenciar ese drama y la incógnita que desea proyectar, lo mismo sucede con la fotografía sombría que contrasta con algunos vestidos de alta costura que se ven. Así, el argumento pasa del terror psicológico al policial con una soltura muy loable. Pero al avanzar el film, encontramos el problema en el mensaje final y el cierre. Estamos hablando de un film que toma un tema muy debatible, la presencia de los espíritus y su influencia en nuestra vida. Por otro lado, la potencia de las energías y de la vida después de la muerte. El film abre la discusión y pone en juego fichas fuertes. Más allá del jugueteo y el suspenso con el celular, hay otras situaciones fantasmagóricas más concretas y potentes que perturban a la protagonista, la dejan a la deriva y la obligan a tomar decisiones que van más allá de sus posibilidades. En ese sentido, Personal Shopper decide no tomar una postura firme. A pesar de exhibir situaciones sobrenaturales y jugar con ese recurso, la posición es más bien ambigua y eso le quita credibilidad al final. Una vez solucionado el conflicto con el celular, la tensión que quedó arriba baja abruptamente y nos deja a la expectativa de algo más. Lo que sucede después, lleva a la protagonista a solucionar su incógnita pero la respuesta que encuentra, si bien la encausa hacia una solución, no conforma ni filosófica ni narrativamente. No lo hace filosóficamente porque, por decirlo de una forma alegórica, apelar al famoso dicho “no existe pero que las hay, las hay” no puede ser puesto en consideración cuando se decide hacer que un vaso vuele y caiga ante los ojos del protagonista, por ejemplo. Quizás lo más interesante allí es que al tomar la resolución ambigua, el espectador que crea en espíritus verá al film como un mensaje a favor de ellos, y el que está en contra también vea en el film una visión agnóstica respecto a los fantasmas, o si se quiere, lo verá como una metáfora de lo que ellos significan. Respecto a lo narrativo, al resolver el conflicto del celular, la tensión baja y la espera por un nuevo giro más contundente queda en la nada. En definitiva, Personal Shopper se disfruta bien hasta que llega hasta su punto más alto y cuando plantea el debate, tira la piedra y esconde la mano. Por Germán Morales
Assayas, aunque con altibajos, sigue siendo uno de los realizadores más interesantes del cine europeo de las últimas décadas. Aquí narra una historia doble: por un lado, el de una joven norteamericana que se ocupa de las necesidades de ciertos ricos europeos; por el otro, el de un esperado encuentro sobrenatural y un contacto con fantasmas. Ambas líneas se cruzan de un modo libre y convincente, y el film se transforma poco a poco en un juego imaginativo. Lo más interesante es que, lejos de pertenecer al género del terror, sí nos obliga a pensar respecto de la muerte como algo que nos rodea y nos espera, pero no desde la pena o el miedo, sino desde la posibilidad. Al mismo tiempo, le permite a Assayas cuestionar las razones mismas del cine, su pertinencia y lo que puede hacerse con él. Hay una ternura rara en esta película. En ello, reside su belleza.
¿Los fantasmas no existen? Hay muchos cineastas que construyen su carrera a partir de lo que podríamos definir como una celebración de la heterogeneidad, una actitud de por sí valiosa porque permite variedad en un período en el que se suele apostar de manera fundamentalista -en todos los estratos del capitalismo, no sólo en la industria cultural- a la repetición de las fórmulas de siempre. Ahora bien, este tipo de abordajes múltiples dejan muy al descubierto si el susodicho soporta la calesita de la diversidad con todos los géneros y estilos involucrados, ya que en estos casos la ausencia de un verdadero talento poliforme puede ser mortal para los opus individuales. Esta es precisamente la situación de Olivier Assayas, un realizador que se la ha pasado mutando a lo largo de su derrotero en el séptimo arte pero sin jamás encontrar del todo uno o varios nichos en los que haya demostrado ser realmente agraciado o eficaz. Como si se tratase de un primo un tanto simplón de François Ozon, un señor que sí ha conseguido hacer de la pluralidad artística su bandera y que sí ha entregado una gama de propuestas relativamente exitosas, Assayas siempre se queda en algún punto intermedio del camino a la gloria y termina ofreciéndonos obras mediocres o que “aprueban” a último minuto como la presente. En Personal Shopper (2016) el parisino retoma el retrato agridulce del mundo del espectáculo que viene reproduciendo desde Irma Vep (1996), utiliza ese modelo de thriller freak a la Abel Ferrara que patentó en Demonlover (2002) y hasta reincide con una Kristen Stewart fascinante en su cándida sencillez vía un personaje que prácticamente es el mismo de su film anterior, El Otro Lado del Éxito (Clouds of Sils Maria, 2014), una película con muchos puntos en común con el trabajo que hoy nos ocupa. Mientras que antes Stewart interpretaba a Valentine, la asistente de una afamada actriz en la piel de Juliette Binoche, ahora encarna a Maureen Cartwright, una “compradora personal” de una celebridad muy insípida, una tal Kyra (Nora von Waldstätten) de la cual no sabemos mucho y que se la pasa encargándole vestimenta y determinados accesorios que la joven debe adquirir en diferentes ciudades de Europa. El guión del propio Assayas combina la historia de fantasmas (Maureen es además una médium que trata de contactarse con Lewis, su hermano mellizo muerto), el suspenso de acoso escalonado (ella comienza a recibir mensajes de texto misteriosos que derivan en un asesinato) y el drama de vacío existencial (la chica se siente angustiada porque detesta su rol de personal shopper y no puede terminar de confirmar la identidad de un espectro que la acompaña dándole señales de su presencia). ¿Para qué negarlo? Si la propuesta sobrevive a este mejunje de géneros y tonos narrativos que el director nunca sabe cómo balancear, es responsabilidad absoluta de Stewart, la figura que está en pantalla en todo momento. A esta altura ya podemos corroborar que la actriz hace más o menos siempre el mismo papel y esto implica que hay realizadores que pueden aprovecharla y otros que no: los desajustes dramáticos vistos en Café Society (2016) rápidamente fueron compensados por su desempeño en Certain Women (2016), Billy Lynn’s Long Halftime Walk (2016) y en especial la presente. Es gracias a la mirada sutilmente trágica y el andar obnubilado por la duda de Stewart que Personal Shopper funciona a pesar de sus inconsistencias y letargos, logrando que nos dejemos atrapar por este paseo vacilante por la frontera entre el “más allá” y una realidad que suele negar su existencia…
Pareciera que Oliver Assayas le ve a Kristen Stewart perfil de asistente de celebrity. Al menos así lo confirman las últimas las dos últimas películas del director francés, donde convocó a la protagonista de Crepúsculo, primero, para secundar a una famosa actriz en pleno proceso de divorcio en El otro lado del éxito (2015), y ahora, para ponerla a las ordenes de una reconocida modelo en Personal Shopper. Aquí Stewart interpreta a Maureen, una veinteañera que recorre la mejores casas de ropa de Paris y otras ciudades (Londres, por ejemplo) en busca de exclusivos diseños "de canje" para su jefa Lara.
Dejando de lado al terror como género, no hay muchas películas que se tomen en serio el “I see dead people”, que construyan dramas o historias conmovedoras alrededor de la existencia del más allá y la posibilidad de los vivos de comunicarse con ese otro mundo, como lo hizo Más allá de la vida (2010) de Clint Eastwood. Eso es lo primero que hace de Personal shopper de Olivier Assayas una rareza: protagonizada por Kristen Stewart -la segunda rareza, pero ya hablaré de eso-, una chica que soporta un trabajo que no le interesa comprando ropa de lujo para una ricachona con tal de pagarse un alquiler en París, la película toma al personaje en pleno duelo. El hermano gemelo de Maureen acaba de morir de un infarto y, como los hermanos se habían prometido mutuamente enviarse señales desde el otro lado si alguno de los dos moría, Maureen pasa noches enteras en la casa que fuera de él, ahora desocupada, con las luces apagadas y a la espera de algún tipo de contacto. Pero Personal shopper no es una película de terror, ni se pliega a algún género en especial. En las idas y vueltas de Maureen entre París y Londres, entre su departamento pequeño y desordenado y el lujoso de la mujer que contrata sus servicios, en los trayectos en moto entre Cartier, Chanel y otras tiendas donde Maureen paga por un cinturón más de lo que gana en un mes, la película se mueve entre un género y otro y construye el perfil de una chica que no se puede quedar quieta ni pasar varias horas en el mismo lugar, aunque comunicarse con el hermano no parezca agotar el motivo de todo ese movimiento, desesperado y a la vez contenido. Hay algo extraño en la juventud de Maureen, acosada por la muerte temprana y por fantasmas reales (que son, por otra parte, tan hermosos como aterradores), tremendamente sola en ese espacio que media entre ella y la pantalla de su celular, casi el segundo personaje de la historia y el interlocutor privilegiado de la protagonista. Y esa extrañeza, sin dudas, es tanto mérito de la presencia de Kristen Stewart como de lo que Olivier Assayas supo ver en ella, quizás desde que la tuvo como protagonista de Clouds of Sils Maria (2015) junto a Juliette Binoche. El personaje de Personal shopper tiene mucho en común con el de aquella película: en las dos, Stewart es una especie de asistente de otra mujer que la supera en edad, ingresos, fama, un tipo de diva más tradicional, y desde ese segundo plano en el que parece sentirse más cómoda, vive situaciones que son intensas porque no tienen nada que ver con ser mirada sino con la soledad, quizás incluso con cierta sabiduría. En las dos películas, pero más en Personal shopper, Assayas parece haber construido esos personajes a la medida de la actriz, porque son chicas que están más a gusto en buzo con capucha que vestidas “de mujer”, o que pueden pasar del glamour a los jeans con zapatillas sin esfuerzo, casi con indiferencia. Hay algo en el desdén que manifiesta Maureen hacia el mundo de su jefa y en la facilidad con que puede, al mismo tiempo, caminar sobre tacos altísimos o lucir un vestido compuesto por un arnés y una funda de organza cuando decide probarse esa ropa prohibida, que parece representar el nuevo tipo de diva que es Kristen Stewart, una que además es queer. Porque aparte de la salida del closet que hizo la actriz este verano ante los medios, el cuerpo mismo de ella parece estar lleno de señales fascinantes y contradictorias, desde la cadera sin curvas hasta los hombros algo encorvados de adolescente, las orejas de nene y los ojos de diva hollywoodense de antaño, la voz torta y profunda, las tetas diminutas y blanquísimas que no parecen estar hechas para la mirada masculina sino representar un nuevo tipo de mujer del futuro que ya está entre nosotrxs.
Más allá de que algunas de sus películas son más “intelectuales” y/o intimistas, a Olivier Assayas siempre le han interesado los géneros (Clean, Demonlover, Irma Vep, Boarding Gate y Carlos, por nombrar algunos títulos). Tras El otro lado del éxito (Clouds of Sils Maria), el director francés vuelve a trabajar con Kristen Stewart. Si en el film de 2014 la ex Crepúsculo hacía de asistenta de Juliette Binoche, aquí es la personal shopper del título; es decir, la encargada de comprarle ropas y joyas por toda Europa (puede tomarse un tren a Londres, Milán o París para conseguirle un vestido o un collar) a una celebridad narcisista. El largometraje arranca con Maureen (Stewart) entrando a una casona vacía y aislada donde no tardará en oir ruidos extraños y a tener visiones particulares. Su hermano acaba de morir ¿Es él quien se quiere comunicar con ella? La película propone un tono absolutamente realista, pero con irrupciones fantásticas que la acercan al espíritu del subgénero de fantasmas. Lo sobrenatural, de todas formas, son apenas unos insólitos chats telefónicos y, de vez en cuando, unas luces que se mueven o una taza que se quiebra. No, Assayas no hizo Actividad paranormal 157. Personal Shopper es fascinante, misteriosa e inquietante hasta su media hora final, cuando al realizador francés claramente se le escapa la tortuga, no sabe cómo terminarla y somete a Stewart a situaciones muy cercanas al ridiculo que la talentosa actriz sobrelleva con una entereza y unos recursos expresivos encomiables. Más allá de lo frustrante del desenlace, el film claramente no mereció la andanada de abucheos que le prodigaron muchos acreditados en la función de prensa tras su estreno en el último Festival de Cannes. Algo fallida, es cierto pero llena de riesgo, de ideas y de momentos subyugantes. La revancha le llegaría poco después nada menos que con el premio a Mejor Director. Y, por los riesgos asumidos, se trató de una merecida reivindicación.
Un relato sobre fantasmas pensado para nuestro presente El notable realizador de Irma Vep (1996), Los destinos sentimentales (Les destinées sentimentales, 2000) y El otro lado del éxito (Clouds of Sils Maria, 2014), entre otras, entrega con Personal Shopper (2016) un relato sobre los fantasmas que se niegan a desaparecer, en tiempos en donde la fugacidad y los vínculos virtuales imperan. La comunión que se establece entre la cámara y la figura de Kristen Stewart es de esas que van más allá de la fotogenia (cualidad que, por otra parte, adscribe tanto a las mejores películas como a las más elementales publicidades). Olivier Assayas lo sabe. Y tal vez por eso (y porque, además, la ex chica “Crepúsculo” es buena actriz) decidió convocarla para su último film, por el que ganó el Premio al Mejor Director en el último Festival de Cine de Cannes. Tras haberla dirigido en El otro lado del éxito en un rol importante, pero co-protagónico (allí también estaba la estupenda Juliette Binoche), era hora de explotar ese romance con la imagen cinematográfica en un film que, paradójicamente, hace de la ausencia su razón de ser. En Personal Shopper, Stewart interpreta a Maureen, quien trabaja precisamente de eso: es la asistente de compras de una celebridad ególatra y poco amable, que la manda de un lado a otro en búsqueda de joyas y ropa en las mejores tiendas. Maureen hace su trabajo con solvencia, pero queda claro que no es lo que más le interesa hacer. Tal vez, es un buen pasatiempo para no pensar tanto en la ausencia de su hermano, quien murió recientemente de una afección al corazón que ella también padece. Pero aquí los muertos no se van del todo, o al menos ese muerto; hay varios signos que indican que está allí presente, al comienzo en la enorme casa en la que vivió (y que su hermana intenta vender) y más tarde en otros lugares más. Assayas es un director “autoral”, pero siempre se mantuvo atento a los géneros. Aquí se nutre del género fantástico y también del policial, sobre todo en la última parte de la película. Tal como hizo el gran Manoel de Oliveira en Singularidades de una chica rubia (Singularidades de Uma Rapariga Loura, 2009), aquí los efectos especiales son los mínimos y necesarios. Hay algunas apariciones y también hay indicios de que sobrevuela “algo del más allá”; tazas que se rompen, sonidos que se escuchan en medio de la noche. El interés de Maureen por encontrar un sentido a ese retorno del hermano (o, mejor dicho, su intención de no irse del todo) se nutre y se contamina de una fugacidad mucho más palpable y visible para el resto de los mortales. Es por eso que, además de los tránsitos por la ciudad (que poco y nada dejan para la protagonista), el realizador hecha manos a múltiples capas de virtualidad (el chat, las páginas web, los mensajes de texto, etc.) que dan cuenta de un presente ajeno a la espiritualidad. El vínculo indescifrable y ominoso, tan fascinante como ambiguo, que establece la joven con él o los espíritus (imposibles de cifrar en un único mensaje o en una única forma de vincularse) le dan a Personal Shopper un aura de misterio que ubica al espectador en un lugar incómodo, sí, pero tan intenso como fascinante.
Es una película desconcertante, pero a la vez posee una gran seducción, un encanto inasible, que gratifica y exaspera a la vez. Amada y odiada, como su protagonista y musa inspiradora del director, Kristen Stewart. Oliver Assayas le da otra vez el rol de asistente de una diva, de una actriz en “El otro lado del éxito”, de una figura del jet set a la que hay que elegirle ropa, joyas y zapatos, de las marcas más caras del mundo de la moda, en este film. Pero ese es apenas un empleo que odia pero que también la atrae, y la lleva a querer fundirse con su empleadora, usando sus modelos, sus accesorios y hasta su cama en un momento de éxtasis sexual. Pero también la protagonista, busca afanosamente comunicarse con su hermano gemelo muerto. Esta es también una historia de fantasmas, de acoso a través de misteriosos llamados telefónicos de alguien que sabe siempre donde esta, de posible posesión, de dobles, de extravíos, de un asesinato. Y al director no le importa explicar demasiado, le alcanza con crear climas, dejar cabos sueltos, jugar con su actriz y su estilo tan particular, dejar una zonas de dudas, pero también de magias, borrosas, osadas y equívocas como si se divirtiera con el espectador, lo provocara con su talento y algún momento se olvidara de él, dejándolo a su suerte, enojado y fascinado a la vez. Aun para criticarla hay que verla.
La experiencia de Personal Shopper en el último Festival de Cannes es un buen ejemplo de la manera en que dividió las opiniones el nuevo trabajo del cineasta francés Olivier Assayas. En la primera función ante la prensa internacional la película fue abucheada durante varios minutos y luego el jurado le otorgó el premio a la mejor dirección. No encontramos ante esa clase de propuestas que no admiten términos medios, hay gente que la va amar y también puede ocurrir que algunos espectadores se levanten de la butaca a los 15 minutos para escapar del tedio. En el caso de este estreno es muy importante aclarar que a diferencia de lo que venden los trailers engañosos, Personal Shopper no es una película de terror. Durante el desarrollo de la trama el director Assayas juega un poquito con algunas situaciones sobrenaturales, sin embargo el foco principal del film pasa por el retrato humano que presenta sobre la experiencia del duelo tras la muerte de un ser querido. Los avances promocionales venden la idea que es un thriller sobrenatural del estilo de Los otros (Alejandro Amenábar) y no podría haber una percepción más equivocada de esta película. Kristen Stewart, en una labor dramática decente, interpreta a un joven que atraviesa un duelo personal a raíz del fallecimiento de su hermano. Su vida se centra en un trabajo que detesta, en el que se dedica a comprar ropa y artículos para una celebridad mediática que no puede hacerlo por su cuenta. Aunque el trabajo no es emocionante le da la posibilidad a la protagonista de vivir un tiempo en París, donde intenta comunicarse con el espíritu de su hermano. El personaje en un momento manifiesta que no cree en el Más allá pero de todos modos intenta establecer una conexión con un espíritu a través de tutoriales en You Tube. Una de las tantas incoherencias que presenta esta historia. Personal Shopper es un film con una severa crisis de identidad donde el director nunca tuvo claro que quería hacer con el conflicto y los personajes. Por momentos intenta ser un thriller sobrenatural, luego busca convertirse en un film de misterio en la línea de los trabajos de Alfred Hitchcock y también aspira a elaborar un drama profundo sobre la depresión y la experiencia del duelo. El resultado es un film pretencioso que fusiona diversos géneros de un modo muy chapucero sin ningún tipo de solidez en el conflicto que propone. Por momentos uno tiene la sensación de encontrarse ante tres películas simultáneas que no tienen ningún tipo de relación entre sí. Dejemos de lado los lamentables efectos digitales que atentan contra la tensión que pretende generar Assayas cuando incursiona en el terreno del terror. Los primeros 20 minutos son una tediosa tortura sopórifera en la que vemos a Kristen Stewart interactuar con personajes que luego no tienen ningún tipo de relevancia en el film. Más adelante la protagonista es acosada a través de mensajes de texto por una persona desconocida en una subtrama que queda en la nada y no tiene razón de ser en el conflicto. Un hecho que deriva en escenas de más de cinco minutos donde la actriz intercambia mensajes con su celular. Antes tantas incoherencias argumentales cuesta bastante entender a la gente que encuentra en este film una obra maestra. Personal Shopper no deja de ser un gran exponente del cine pretensioso que intenta ser profundo e inteligente con ideas mal elaboradas. La tensión que intenta construir el director a lo largo del relato no tiene ningún efecto porque el personaje principal nunca es desarrollado. Kristen Stewart mantiene el mismo registro actoral de la primera a la última escena y por esa razón cuando la película concluye te deja con un sabor amargo. El director no profundiza en ningún tema que aborda y cierra el argumento con un final anti climático como si él mismo hubiera intentado escapar de su propia obra. En consecuencia, la experiencia que pretende ser profunda e inteligente deriva en una pérdida de tiempo con un relato olvidable que no aporta nada a la salida del cine.
Promediando los primeros diez minutos de Personal shopper, el desconcierto está instalado. ¿Qué es esto que estamos viendo? Película de casi única actriz, la magnética Kristen Stewart, en nueva colaboración con el francés Assayas, esta es la historia de Maureen, una chica ensimismada y seria que vive de elegir y comprar ropa para una celebrity a la que apenas ve, mientras espera una señal del más allá que le envíe su difunto hermano gemelo, Lewis. Maureen, como su hermano, tiene una malformación en el corazón, a pesar de lo cual fuma, y a pesar de lo cual el médico le dice que puede vivir hasta los 100 años. Y como su hermano, Maureen dice ser medium. El desconcierto es mayor, claro, apenas hacen entrada los efectos especiales. De fantasmas. La chica va y viene en moto por París, buscando vestidos de Chanel y joyas de Cartier para su clienta, pero sólo espera el momento de quedarse sola de noche, en un caserón alejado, para conectarse con el hermano muerto. En esta propuesta extraña, de realismo fantástico, la cámara de Assayas parece atrapar cada movimiento de su estrella, un personaje contemporáneo, autoabastecido, cuyas pocas relaciones son más bien comunicaciones, a través de una mac o un iphone. En su segunda mitad, Personal shopper suma intriga, aunque con recursos algo forzados, como un misterioso seguimiento -presencia- por chat y revelaciones psicológicas algo pueriles. En el mientras, sin embargo, es bien atractivo el ir y venir de la melancólica protagonista por magníficos interiores, atelliers glamorosos y eurotrenes. Al punto que la disparatada premisa original termina por lucir su extravagancia como forma de originalidad y hasta de osadía.
Entre lo gótico y lo contemporáneo. El director de El otro lado del éxito vuelve a confiar en la joven actriz estadounidense y entrega un thriller fantástico en donde su personaje es capaz de desempeñarse de manera igualmente eficaz como asistente personal de una celebridad y como médium. La película más reciente del director francés Olivier Assayas no podría empezar mejor. Allí está, sola en una vieja casa abandonada, recorriendo sus habitaciones como quien repasa los rincones más oscuros de su memoria, la joven heroína de la película, Maureen (Kristen Stewart), intentando establecer contacto psíquico con su hermano gemelo, recientemente fallecido. La situación corresponde, sin dudas, al universo de lo gótico, pero Maureen es un personaje rabiosamente contemporáneo: una “personal shopper”, asistente personal de compras de una de esas celebridades globales que no tienen ocasión ni privacidad para elegir su propia ropa. Será en ese tiempo sin tiempo entre ambas estéticas que se moverá a partir de entonces Personal Shopper, el nuevo film del director de Irma Vep y Carlos, en una apuesta más audaz de lo que parece y que no siempre consigue estar a la altura de su propia premisa. Pocos films en los últimos años dividieron aguas en el Festival de Cannes como lo hizo Personal Shopper en la edición de mayo pasado. Abucheada muy sonoramente en el pase de prensa, lo que reveló la ferocidad de algunas internas dentro del cine y la crítica francesa, la película sin embargo terminó ganando el premio al mejor director, compartido con Graduación, del rumano Cristian Mungiu, lo que expresaba también una fuerte disidencia en el jurado, rara en una recompensa de semejante calibre. A la distancia, esos extremos no hacen sino revelar la naturaleza dual de la película, donde conviven momentos extraordinarios con otros que resulta difícil no calificar de banales. El primer hallazgo de Assayas es haber vuelto a convocar a Kristen Stewart. Fue él quien reveló que detrás de la estrella adolescente de la saga Crepúsculo había una estupenda actriz, cuando la puso frente a frente con Juliette Binoche en El otro lado del éxito (2014), su film inmediatamente anterior, donde Stewart también componía a una eficacísima asistente personal, en aquel caso de una famosa actriz teatral. Mucha de esa misma energía vuelve a aparecer en Personal Shopper, pero ahora con Stewart ya ubicada como protagonista absoluta, sobre quien recae todo el peso de la película. Hay algo a flor de piel, inmediatamente global, en esa chica estadounidense radicada en París y que –en jeans y zapatillas, a bordo de un scooter– recorre las principales casas de modas de la capital francesa para encontrar aquello que su clienta (a quien nunca se verá) necesite lucir en una presentación en Nueva York o una cena de beneficencia en Milán. Pero a la vez Stewart, con sus ojos hundidos y su aire oscuro, misterioso, es capaz de hacernos creer que ella puede comunicarse con los muertos. Y los muertos, ciertamente, con ella... Mientras Assayas trabaja con los más nobles, más antiguos y a la vez perennes recursos del cine, Personal Shopper puede llegar a ser escalofriante. A veces no le hace falta más que sugerir una presencia fantasmagórica con el uso magistral del fuera de campo (aquello que no se ve pero se insinúa) o con las más diversas sutilezas del sonido, que nunca son golpes de efecto musicales, sino apenas crujidos, siseos o susurros. En cambio, cuando pretende darles entidad a esas presencias acudiendo a efectos especiales la película corre seriamente el riesgo de convertirse en una versión “arty” de Los cazafantasmas. Lo mismo sucede a otra escala. La trama puede llegar a volverse compleja por demás, con aires incluso de thriller, capaces de desplazar al fantástico con el que la película se había iniciado. Pero quizá no haya más tensión en todo Personal Shopper que en ese simple, interminable viaje en tren entre Londres y París, a través del eurotúnel (un espacio cerrado y subterráneo, del que no se puede escapar) y en el que Maureen se verá asediada por una serie de mensajes de texto en su celular que pueden llegar a ser tanto de su hermano muerto como de una presencia menos fraternal. Es nuevamente allí, en ese cruce entre lo gótico y lo contemporáneo, que Assayas consigue sus mejores logros.
(Emitida también en AM910, Radio La Red) Una vez más Olivier Assayas vuelve a entregar una película notable. Como en El otro lado del éxito, este notable director francés convocó a Kristen Stewart (Crepúsculo) para dar cuenta -otra vez- de su talento como actriz. En este caso, encarna a una joven que compra ropa para una mujer famosa del universo de la moda y, también, posee una peculiar capacidad de conectarse con espíritus, con el deseo de hacerlo con su fallecido hermano gemelo. Mezcla entre película de suspenso, de espíritus, de drama urbano y de retrato capitalista (consumo y vacío existencial), Assayas consigue -con maestría en guión y realización técnica- construir una película fascinante, extraña, una gema distinta que no solamente evita repetir fórmulas transitadas sino que se permite dar lugar a cierta tibieza, a las preguntas sobre el más allá y al siempre digno espectáculo que procura inquietar al espectador.
Crítica emitida por radio.
Personal Shopper: un film sugestivo e hipnótico Fiel a su estilo, Oliver Assayas elige otra vez en Personal Shopper el camino más sinuoso, claramente convencido de que ponerse en estado de pregunta es mucho más excitante que caminar sobre seguro. Abucheada en Cannes, esta película sugestiva e hipnótica pone en escena las tensiones entre dos mundos: el puramente material y el de nuestro interior, que aquí entra en pleno funcionamiento con el alimento de los combustibles de la espiritualidad y la imaginación. Maureen (una Kristen Stewart muy afianzada) es la asistente personal de una celebridad cualquiera en París. El trabajo no le gusta, pero le permite pagarse la estancia en la capital francesa, mientras espera una manifestación del espíritu de Lewis, su hermano gemelo, fallecido hace unos meses. De pronto comienza a recibir extraños mensajes anónimos en su celular. La película desenvuelve de a poco ese argumento simple, pero cargado de misterio, y lo condimenta con una serie de anomalías que van transformando su universo hasta volverlo de ensueño: las fantasías y los miedos parecen ir tallando ese entorno frío, distante y mecánico en el que se mueven los personajes. Uno de los grandes temas de Personal Shopper, está claro, es el diálogo que entablamos con los muertos, siempre presentes de alguna manera. La tipología es muy amplia y el cine suele abordarla desde los lugares comunes. Pero Assayas, sagaz y aventurero, los elude con elegancia, asumiendo como propia la ética de sus cineastas favoritos -John Carpenter, Wes Craven, David Cronenberg, los maestros de la Nouvelle Vague- y manifestando expresamente su propia voluntad artística en la cita abierta a la obra de Hilma af Klint, pionera sueca del arte abstracto. De a ratos, la identidad de Maureen -el papel de Stewart, quien ya había trabajado con este director francés en El otro lado del éxito, de 2015- es vampirizada por la de su hermano muerto. Y da toda la impresión de que en algún momento, el fantasma puede apoderarse completamente de ella. Son muchas las capas de lectura que propone este film de presupuesto modesto (se rodó en parte en Omán para obtener ventajas financieras) que esconde bajo una superficie de austeridad una serie de preguntas inquietantes que de nuevo giran en torno de una mujer que ocupa el centro de la escena, como en Demonlover e Irma Vep, otras dos muy buenas películas de Assayas.
Muchas películas en una película cubierta de enigmas Con una brillante Kristen Stewart, el director francés propone una trama con varias lecturas. En un mercado cinematográfico dominado por películas predigeridas que, temerosas de ahuyentar a las masas pochocleras, subestiman al espectador con una explicación tras otra, sin dejar el mínimo resquicio para las interpretaciones, hay que agradecer que cada tanto llegue a los cines un enigma como Personal shopper. Cubierta por una inquietante neblina que nunca se disipa del todo, es de esas que nos dejan desconcertados y son capaces de provocar amor u odio, algo que viene ocurriendo desde su estreno mundial el año pasado en el Festival de Cannes: fue abucheada en la función de prensa, pero Olivier Assayas terminó llevándose el premio al mejor director. Hay una chica en una casona antigua, en las afueras, tratando de hacer contacto con un espíritu, pero no es una de terror. Hay un crimen y una investigación, pero no es un policial. Hay dos personajes tratando de elaborar el duelo por la muerte de alguien querido, pero no es un drama. O sí: es todo eso a la vez. Porque hay varias películas dentro de la película: Assayas utiliza los preceptos de diversos géneros como materia prima y elabora algo diferente. Tramas con las que otros directores hubieran filmado largometrajes tan correctos como convencionales, en sus manos son apenas un ingrediente más de una creación original. Nunca sabemos hacia dónde está yendo la historia, y ésa es una de las cualidades de Personal shopper: más que el suspenso, la incertidumbre. Assayas profundizó la inasibilidad que había logrado en la muy recomendable Clouds of Sils Maria (2014, aquí se llamó El otro lado del éxito) y la llevó a un punto más extremo. Otra vez con Kristen Stewart como intérprete brillante, también en el papel de la asistente de una celebridad. Se ha dicho, con razón, que esta es una película de fantasmas, por todos sus elementos sobrenaturales (algo interesante: ninguno de los personajes los pone en duda: son un hecho). Quizá lo más fantasmagórico de todo sea la protagonista, que se mueve por el mundo como un espectro, al borde de la invisibilidad, manteniendo relaciones -amorosas, laborales- incorpóreas, borrosas. Tiene su vida entre paréntesis, a la espera de una señal del más allá. Que, cuando llegue, puede tener tantas lecturas como esta película.
Después de la insatisfactoria –si bien celebrada– The Clouds of Sils Maria, Olivier Assayas vuelve a filmar con Kristen Stewart en un film altamente climático y difícil de encasillar. Stewart es Maureen Cartwright, norteamericana en París que lleva una doble vida –y de ahí, en parte, tanto la dificultad para encuadrar el film en un género como el origen de su atractivo–. Por un lado es la asistente de una celebridad llamada Kyra; Maureen viaja en su motito por las calles parisienses, deteniéndose en glamorosos locales para comprarle ropa y joyas caras. Maureen incluso utiliza el departamento de Kyra en su ausencia, y en una provocativa escena se desnuda para probarse la ropa. Por el otro, es la hermana gemela de Lewis, un muchacho recientemente fallecido que estudiaba en París, y esa es la verdadera razón de su presencia en la Ciudad de la Luz. Lewis era mentalista, podía comunicarse con los muertos y algo de ese gen también está presente en Maureen, de modo que, con la ayuda de Lara, la ex novia de su hermano, en todo momento trata de contactar a su aura. Y esa presencia aparece, pero no es seguro que sea Lewis; la presencia es un ectoplasma que se acerca a Maureen en los momentos menos esperados, y por momentos no parece benévola. ¿Es Lewis? En tanto, Maureen recibe otra clase de acoso, uno de origen tecnológico; son mensajes de texto que provienen de un remitente desconocido, pero que le hablan como si la conocieran y supieran que está haciendo a cada instante. Assayas empalma muy bien los dos escenarios y crea una atmósfera urbana teñida de surrealismo, con Maureen como una luchadora que se enfrenta a fuerzas oscuras, una especie de Lara Croft del mundo real. Sin ceder a tentaciones de realismo mágico, Personal Shopper es una mezcla de horror soft con thriller psicológico que devuelve a Assayas su estatura como uno de los realizadores franceses más relevantes.
Se estrena Personal Shopper, la nueva película de Olivier Assayas, ganadora del Premio al Mejor director en Cannes y protagonizada por Kristen Stewart. Después de pasar por Cannes y Mar del Plata, Olivier Assayas regresa a las salas argentinas con Personal Shopper. La trayectoria del hijo del director y guionista Jacques Rémy es una de las más irregulares del actual cine francés. Irregular por las diversas capas que atraviesa, irregular porque cada película es un híbrido de géneros y citas cinéfilas, irregular porque a los 62 años, sigue siendo un enfant terrible con influencia de la nouvelle vague y ciertos realizadores “malditos” estadounidenses. En los últimos años parecía que se había calmado un poco -especialmente después de la ambiciosa miniserie Carlos– pero con Personal Shopper regresa con una propuesta un poco más provocadora, al menos en el concepto de lo que acá suele clasificarse como “cine de autor”. Es que el nuevo film del realizador de Demonlover contiene elementos que podrían pertenecer a Shyamalan, pero Assayas las adapta a sus tiempos y búsquedas personales. Maureen -Kristen Stewart, cada vez más expresiva y versátil- trabaja en París como asistente de una modelo francesa. Su labor consiste en ser una “compradora fantasma”, viajar por Europa seleccionando vestidos, joyas y complementos para su jefa. Esto le permite pasar las noches dentro de la antigua casona de su fallecido hermano, para tratar de conectarse espiritualmente con él, ya que ambos tienen poder extrasensitivos. Influenciado por el cine de Jacques Rivette -o al menos con ciertas similitudes de sus últimas obras- Assayas construye un drama psicológico con algunos aspectos sobrenaturales. Como en Celine y Julie viajan en bote, la protagonista mira una película sobre las sesiones médium de Victor Hugo -interpretado por el músico Benjamin Biolay- y le dedica varios minutos a esta historia dentro de la película. La doble vida de Maureen construye el foco y la perspectiva de la historia, pero quizás hay otra mirada. La protagonista intenta conectarse con su hermano para buscar una manera de enfrentar su posible muerte -ambos tienen la misma deformación cardíaca-, así que el temor de morir supera su miedo ante espíritus que posiblemente no sean su hermano. Con un manejo virtuoso de la cámara -justificado premio a la puesta en escena en Cannes-, Assayas maneja diversos tonos y climas. Pasa de un minimalismo esquemático, escenas intimistas, a otras con efectos digitales y una tensión in crescendo que parecen salidas de un exponente de J-Horror. El relato tiene ciertos baches rítmicos que sirven para exponer el temor interno de Maureen -el trabajo de Stewart es convincente y se pone al hombro gran parte del film- y después salta con un giro inesperado en la narración que Assayas prefiere no explayar y en cambio apela a un recurso sugerente completamente visual, apoyándose en el lenguaje cinematográfico más puro. Assayas suelta su ambición desnudando también la hipocresía y frialdad del mundo de la moda, en donde Stewart se adapta perfectamente con la gelidez que la caracteriza. Pero el film también funciona como thriller y drama, a pesar de sus contrastes. Quizás eso -aunque sea arriesgado- es lo que le quite ciertos méritos formales: la manera en la que su realizador salta de una escena sugerente, abocando a la interpretación del espectador, a otra completamente discursiva, que banaliza y explica innecesariamente, aquello que la actuación de Stewart dejaba claro en los primeros minutos del film: ese dolor, esa pesada carga que arrastraba el personaje. Personal Shopper es misteriosa, atractiva, densa y sobrenatural -incluso tiene escenas que conectan con fantasmas lynchianos– pero no abandona nunca el drama y la búsqueda de la protagonista, aún en su retrato del mundo de la moda. El ojo de Assayas levita en un formato no terrenal que eleva la calidad de su film, más allá del riesgo -siempre necesario, meritorio y disfrutable- y de sus pretensiones. El enfant terrible ha regresado.
Olivier Assayas y Kristen Stewart se juntaron anteriormente para llevar a la pantalla grande “Del Otro Lado del Éxito”, película que se estrenó en 2014. En esta oportunidad, se vuelven a reunir para realizar “Personal Shopper”, la cual relata la historia de Maureen (Stewart), quien debido a una reciente pérdida se encuentra estancada en París y se convierte en una asistente personal de una famosa, mientras espera una señal para continuar con su vida. A primera vista, la película de Assayas resulta un tanto extraña, ya que no se sabe muy bien por dónde se va a terminar de desarrollar. Con el correr de la narración, se van desentramando las distintas historias que confluyen dentro del mismo relato. Kristen Stewart se desempeña de muy buena manera en su papel protagónico que, si bien la película posee personajes secundarios, la actriz se encuentra prácticamente todo el tiempo en pantalla, haciendo que la trama avance y entregándonos una composición dramática muy particular. En cuanto al ritmo podemos señalar que “Personal Shopper” es muy dinámica, provocándonos continuamente intriga, misterio y tensión y proporcionándonos giros constantemente. “Personal Shopper” nos invita a reflexionar acerca de una temática compleja como lo es la de vida/muerte y si hay algo más allá de la vida, de una manera intrigante y hasta un poco espeluznante, ya que al principio no entendemos si estamos frente a una película de terror o si nos intenta contar algo mucho más profundo, que es lo que efectivamente termina pasando. En resumen, Olivier Assayas nos trae una buena propuesta, con un film que se anima a tratar temáticas profundas e inteligentes, con un ritmo ameno y tensionante que, aunque tal vez pueda generar cierta controversia y amores y odios, se la disfruta en la pantalla grande. Puntaje: 3,5/5
Dos medium no hacen un entero Parece que, además de personal trainer, la vida moderna también registra el oficio de personal shopper. Al menos aquí vemos cómo se gana sus dineros una chica norteamericana contratada para mantener actualizado el vestuario de una celebrity. París, Londres, casas finas, sí, puede ser. Lo curioso es que esa chica no disfruta de su trabajo. A ella le interesa otra cosa. Es una medium que quiere comunicarse con su hermano gemelo recientemente muerto. Él también era medium, y prometió enviar señales. Desde una casona vieja, por supuesto. Así la película alterna entre frivolidades manifiestas y terrores ocultos, mientras Kristen Stewart, la protagonista, alterna con otras expresiones su habitual cara de fastidio. Su personaje anda en moto por la Ciudad Luz, hace su trabajo, soporta la empleadora y espera al hermano. Al espectro del hermano. Que no es el único, porque el director aplica la idea de lo fantasmal con bastante amplitud. También son fantasmas la celebrity medio ausente, un desconocido de mensajes virtuales, la ciudad ajena, la casona vacía, en fin, y cualquiera que se sienta incomunicado en una sociedad plagada de aparatos comunicadores. Buena idea, y buenos momentos, aunque el conjunto luzca a veces desparejo y desvaído, y los efectos especiales parezcan de segunda mano. Autor, Olivier Assayas, en la linea de sus anteriores "Irma Vep" y "Demonlover".
La actriz norteamericana Kristen Stewart incursiona en el cine europeo con "Personal Shopper", su segunda colaboración con el director francés Olivier Assayas, en un thriller donde el misterio y suspenso ceden terreno al drama existencial de su protagonista. Personal Shooper es el nuevo film del notable director francés Olivier Assayas, que tiene a la actriz norteamericana Kristen Stewart como protagonista y que se plantea como un extraña mezcla entre el thriller y terror, donde el horror nunca se materializa y el misterio se entrecorta con el drama existencial de su protagonista, pieza fundamental y verdadero eje del relato. Maureen -Kristen Stewart- es una joven con poderes de médium, que trabaja como asistente personal de compras de una celebridad en París y que llego a la ciudad esperando una manifestación del espíritu de su hermano gemelo fallecido recientemente por una deformación cardiaca que ella comparte y que, en su calidad de médium, no le abandona. Al tiempo que un desconocido inicia con ella una intrigante conversación a través de su teléfono móvil. Assayas construye un relato en el que el clima fantasmal, con la estética, iluminación, el uso de los silencios y en especial esa extraña y misteriosa conversación por mensajes de texto, sirven de pretexto para exponer el verdadero eje de la trama, una Kristen Stewart -que casi nunca vemos fuera de pantalla, más natural y en su habitual registro acongojado- vulnerable deambulando como una presencia fantasmal por las calles y tiendas de París buscando su identidad en la dicotomía entre el mundo material y espiritual. Personal Shopper habla del vacío, de la ausencia y la soledad y de paso expone sobre la alienación, la pérdida, insatisfacción, desolación y el aislamiento en una sociedad hiperconectada, pero la historia en si resulta insípida, despojada de un miedo visible y con un desenlace que replantea el resto de la trama. Assayas, apuesta prácticamente todo a la presencia y carisma de Stewart, apelando a la conexión emocional del espectador con su personaje perdido y solitario y convirtiéndola por momentos en puro objeto de contemplación, pero el misterio y la tensión solo tiene aciertos parciales y los clímax junto a cierto vigor narrativo del género no terminan de imponerse, haciendo de Personal Shopper un film que a pesar de sus aciertos no termina de convencer.
Un sobrio drama con elementos sobrenaturales. La cuestión de la vida después de la muerte siempre ha sido uno que detonó curiosidad en el ser humano. El cine, habitualmente el de terror, ha ahondado en este concepto, ya sea en la forma de casas embrujadas o posesiones a cargo de entes malignos. Personal Shopper, lo nuevo de Olivier Assayas, se vale de estos elementos pero apuntando a cuestiones dramáticas y temáticas que tienen más capas que lo que se deja ver a simple vista. Espíritus Chocarreros: Maureen es una chica norteamericana que vive en París y se gana la vida como la compradora personal de una modelo de alta costura. No obstante, tiene por otro lado una curiosa habilidad como medium, una habilidad que se vio obligada a desarrollar con miras a poder contactarse con su hermano gemelo fallecido. En lo que al guión refiere, la primera mitad de la película se sostiene bastante bien, con mucho misterio y suspenso, mas cuando llega la segunda mitad se vuelve tediosa. Sin embargo, al momento del desenlace todo concluye con cierta coherencia. Debo destacar que el tema del espiritismo no quedó relegado simplemente a las escenas que tratan el tema, sino que fue un enorme acierto que esta medium sea una compradora profesional, alguien que debe usar su cuerpo como si fuera el de otro; como si la protagonista fuera un espíritu que se posesiona en el cuerpo de su jefa, siendo dicho cuerpo los vestidos que compra. No sorprende que dicha jefa sea una persona superficial y hueca; un personaje y una personalidad que no están ahí por casualidad, sino que están en función terminar de redondear el concepto. Personal Shopper goza de una buena fotografía que sabe crear climas (tanto tétricos como intimistas) y unas composiciones de cuadro que en más de una oportunidad te obligan a prestar atención por esos elementos que si parpadeas, te los perdés. Bajo la dirección de Assayas, Kristen Stewart entrega una interpretación muy decente. Una labor que me demostró que la actriz puede ser algo más que una cara de póquer, siempre y cuando se le dé un personaje con autonomía en vez de relegarla a ser el interés romántico de un protagonista masculino. Conclusión: Personal Shopper es un título sobrio, claro en sus ideas y con algunos secretos que requieren de un ojo más penetrante. A pesar de tener una segunda mitad un poco densa, Assayas consigue llegar a buen puerto cumpliendo lo suficiente de la peculiar premisa que se proponía.
Personal Shopper pertenece a esa categoría de películas que uno puede etiquetar como “diferentes”. Por ello no es para el gran público e incluso más de un espectador puede lanzar una puteada si paga una entrada de cine por verla. Ahora bien, el film a mí me encantó justamente por eso: por lo distinta. Nos encontramos con una cinta que si uno se apresura la puede llegar a catalogar como de terror pero no es así. Es más compleja y variante. Partiendo desde el título ya notamos que nos encontramos con algo distinto y es un gran acierto porque si la misma película hubiese sido titulada con algo más referencial del género muchos espectadores (de terror) potenciales hubieran puesto el grito en el cielo. Y hablando de géneros, la cinta va saltando de uno en otro de forma bastante desordenada pero que completan un todo muy coherente. Se pasa del drama al terror e incluso expresionismo de un segundo para otro. Se cambian los tonos y quedan bien. Es un film que pone nervioso al espectador. Nunca te relajas. Todo esto gracias al gran manejo de tiempos y climas del director francés Olivier Assayas, quien ya ha demostrado muchas veces su habilidad en desarrollo de personajes. Y aquí es donde hay que volver a reconocer la gran actriz que es Kristen Stewart. Siempre lo fue y por eso ha laburado con los mejores (Allen, Fincher, etc) pero que por un rol comercial (Bella, de la Saga Crepúsculo) su carrera en ascenso desde el indie se vio un ennegrecida pero afortunadamente salió. En este papel se vuelve a lucir y realmente logra transmitir las inseguridades, miedos y tristezas de su personaje. Por ese desarrollo, por sus climas y estructura narrativa poco convencional, Personal Shopper es una gran película para el que esté dispuesto a disfrutar de algo atípico. Una verdadera sorpresa para una cartelera local que apuesta siempre a lo seguro.
Personal Shopper: Demonios Internos. Olivier Assayas nos trae un relato intimista que pasa por una extraña pero interesante y reflexiva mezcla de géneros. Personal Shopper es una película que busca crear sensaciones, más que transmitir un mensaje cerrado y aleccionador. Es un film que está más interesado en crear atmosferas que en desarrollar un film cerrado. En la siguiente reseña les puedo detallar parte de la trama pero para aquellos cinéfilos y espectadores acostumbrados al cine de Olivier Assayas se darán cuenta que no suma ni se revela nada adicional a la experiencia cinematográfica que puede darnos el film. Maureen (Kirsten Stewart), es una joven estadounidense que se encuentra viviendo en Paris. Su trabajo, como bien lo indica el titulo, es hacerse cargo del guardarropas de una celebridad francesa. Aunque no le gusta su trabajo, es lo único que encontró para su pagar su estancia mientras espera una manifestación del espíritu de Lewis, su hermano gemelo fallecido recientemente. Al mismo tiempo, Maureen comienza entonces a recibir extraños mensajes en su teléfono celular y algunas apariciones en la casa en la que reside. Personal Shopper es una película bastante extraña y peculiar. Si bien Assayas siempre fue un vinculado al cine más inteligente y reflexivo, alejado de todo convencionalismo, en esta oportunidad nos encontramos ante su film más extravagante. La película realiza una mezcla de géneros, pasando por el thriller psicológico, con tintes dramáticos, hasta el suspenso sobrenatural. La atmosfera fría y enrarecida nos hace preguntarnos, por momentos, si el entorno es un reflejo de la psicología de Maureen o si en verdad esos acontecimientos están teniendo lugar. En varios momentos nos planteamos si las apariciones o demonios que está combatiendo son demonios literales o internos. La ambigüedad siempre está a la orden del día durante el transcurso del film. Una escena nos hace pensar una cosa y la siguiente otra diferente. Esto, a algunos espectadores les parecerá atrapante y a otros fastidioso. Lo que hay que dejar bien en claro es que no nos encontramos ante una historia lineal y convencional de narrativa clásica, sino que el director nos invita a atravesar por la misma confusión que su protagonista. Maureen atraviesa por momentos sobrenaturales y mensajes extraños cuyo emisor desconocemos (Quizás nos encontramos ante una metáfora relacionada a las nuevas tecnologías y el espacio que ocupan en nuestras vidas cotidianas). Kristen Stewart realiza un gran trabajo, merito de Assayas, en una película complicada que invita a la reflexión y que seguramente tenga al público dividido. Sin ir más lejos, la cinta fue abucheada en su screening en Cannes, pero le significó el premio al Mejor Director en dicho festival. En otras palabras, “Personal Shopper” es un film inteligente, por momentos confuso, pero que promueve a los espectadores a pensar y sacar sus propias conclusiones e interpretaciones.
Personal Shopper: Quieta espera y desespera. El extraño caso de Maureen y sus fantasmas. Es una cinta de Assayas y con eso uno se enfrenta a algo totalmente distinto. Ya de por si su filmografía está plagadas de lugares diferentes, como un plano picado de criaturas brumosas que deambulan sus cintas repletos de subtextos y livianos como como esos fantasmas que retrata. Ella recorre la vida con la finalidad de oír a sus muertos pero imbuida en la bulliciosa modernidad. Maureen, una joven estadounidense en París, se hace cargo del guardarropa de una celebridad. Aunque no le gusta su trabajo, es lo único que encontró para su pagar su estancia mientras espera una manifestación del espíritu de Lewis, su hermano gemelo desaparecido hace poco y que como ella es médium. Es cuando comienza entonces a recibir en su móvil extraños mensajes anónimos. Fantasmas, acechadores y la existencia que se paga con desagrado; es en definitiva la vida de esta joven que no comprende que despertar ese otro lugar es abandonar la zona de confort y enfrentar el límite. Olivier Assayas, de manera sutil y pausada, pero con ritmo, empuja a sus personajes a esos sitios y el relato se ve cómo a través, como un reflejo distorsionado de la realidad cotidiana. Una realidad que está poblada de sucesos como si de géneros se tratara, el film de terror se entrecruza con la frivolidad de las estrellas y su mundo, como si mezclara It Follows (2014) con The Bling Ring (2013) y si damos ejemplos es quizás porque no terminamos de comprender que tal vez no perseguía una historia lineal, más bien narrar esa sensación que poseen los personajes. Ese déjà vu con el que conviven con un pie en cada mundo que nos circunda; el terreno y superfluo y el denso metafísico. Quizás ya rozando el final de la cinta uno mismo sienta que todo ha sido un anhelo más que una aventura, como si de repente comprendiéramos que no vimos lo que ellos viven, si no que lo que perciben como vivencias y que el mismo director con ese apagón final juegue al epílogo shakesperiano que reza, Si esta ilusión ha ofendido, /pensad, para corregirlo, /que dormíais mientras salían /todas estas fantasías.
En su reciente visita a la Argentina, para el Festival Internacional de cine de Mar Del Plata, Olivier Assayas centralizó la información en las entrevistas en su particular idea sobre el más allá y los fantasmas y con los que quiere profundizar su obra. Habló sobre su interés en desarrollar historias que contengan esta mirada sobrenatural para incorporarlas naturalmente a los relatos, tal vez porque tenemos más preguntas sobre lo que no sabemos que sobre aquello en que las certezas y seguridad se despliega. Y justamente “Personal Shopper”, su más reciente propuesta es un catálogo de algunas ideas que recuperan la mística y las atmósferas de sus primeros films enmarcándolos en la actividad de una joven (Kristen Stewart) que para algunos tiene el mejor trabajo del mundo, adquirir objetos y prendas para los demás. Yendo de un lado para el otro, soportando los delirios y pedidos más extraños de su jefa, Maureen (Stewart), se fortalece socialmente, pero también, en otro plano, uno que la acerca a su hermano recientemente fallecido, y del que aún no puede superar su pérdida. Pero como se mencionaba en el comienzo de esta nota, Assayas se concentra en el plano de la conexión de Maureen y su hermano, de cómo lo siente en lugares a los que se acerca por placer. Para acentuar y remarcar estas percepciones el director juega con el fuera de cámara y el sonido, generando por momentos tensión de la que no se puede volver y potenciando la experiencia del cine, contradiciendo a aquellos que dicen que las películas se pueden ver en cualquier lado. La necesidad de Maureen por saber qué pasó con su hermano es el principal motor de una historia que necesita de un espectador atento a cada detalle que se despliega en y fuera de la pantalla. “Personal Shopper” logra su punto máximo cuando las respuestas no llegan y se debe completar el trabajo de esta joven desde los indicios que el impecable guion va dejando como rastros en el total de la propuesta. Hay una escena particular, envolvente, hipnótica, enigmática, en la que Maureen es acosada a través de su teléfono móvil. Toda la sinergia de la película tiene allí una intensidad única, la que, repercute con un nerviosismo pocas veces visto en el cine. Si en “El otro lado del éxito” Stewart lograba un punto de quiebre en el camino que ha querido forjar tras el éxito como protagonista de sagas románticas para adolescentes, en esta oportunidad vuelve a reafirmarse como la perfecta intérprete para un tipo de cine que requiere de una precisión y una naturalidad única, sobre la cual se terminará por construir el verosímil del relato. “Personal Shopper” habla sobre la vida y la muerte, sobre el dolor y la lucha, sobre cómo superar las pérdidas, sobre la resiliencia, todo enmarcado dentro de un relato de género que funciona como un mecanismo de relojería.
Maureen (Kristen Stewart) es una norteamericana que se muda a París porque espera que Lewis, su recién fallecido hermano gemelo, un médium, como ella, le dé alguna señal de que sigue estando cerca, tal como se lo habían prometido. Por eso, mientras va a la cerrada casona familiar a esperar la dichosa señal, trabaja como compradora personal de una celebridad que colecciona ropa, zapatos y accesorios de las mejores marcas bajo la estricta orden de que no se pruebe nada. Desde allí, desde ese otro al que espera y viste (y desviste), Assayas construye un film pesado y antojadizo que pretende ser una triste crónica sobre la búsqueda de identidad de una muchacha sola y fracturada que vive entre fantasmas. No solo por andar tras el rastro de su hermano, sino también porque toda su vida cabe en su celular, esa gran vidriera: de allí llegan las órdenes y la esperanza, la imagen de ese novio nunca presente, y hasta las amenazas, todo circula allí, en ese gran fantasma que es la tecnología de estos días, tan llenas de apariciones y rarezas, tan omnipresente y perturbadora. El film, pretencioso y desconcertante, quiere indagar sobre la alienación de esta muchacha que vive de lo que no está y que se dará cuenta que el celular puede ser una compañía que nos ensimisma y nos llena de fantasmas. Estas interesantes ideas merecían un abordaje menos caprichoso. Assayas no se decide entre el policial y el más allá, le faltan personajes sustanciosos y apela a subtramas desconcertantes (lo del crimen se olvida enseguida). Por eso, poco a poco, el tema central se va desvaneciendo.
Kristen Stewart para todos (los gustos) La película más abucheada del Festival de Cannes en 2016 llega a las pantallas locales y, después de vista, sólo queda decir: "no es para tanto". Cuando todavía no se acallaron los abucheos que recibió tras su avant premiere en la anteúltima edición del festival de Cannes, ni se disipó la sorpresa por el premio al Mejor director a Olivier Assayas, llega a las pantallas locales “Personal Shopper”. Todavía no se entiende el porqué de los abucheos a este film casi tan extraño como hipnótico, que invita verlo de principio a fin a pesar de que tiene varios entretiempo que conspiran en su contra pero que lo convierte al mismo tiempo en una obra cas única por su diversidad. Y es esta palabra, la que quizá mejor define a “Personal Shopper” debido a la variedad de géneros que convergen en esta película, entre los que se cuentan el drama, el thriller, e inclusive lo sobrenatural. La historia se enfoca en Maureen (la ex Crepúculo Kristen Stewart), una joven que para sobrevivir económicamente en París trabaja como asistente de vestuario de una celebridad local, que raramente recala en su casa de esa ciudad. Sin embargo, Maureen debe recorrer todas las tiendas de Paris arreglando los canjes para su jefa. Pero, en el mientras tanto, Mareen debe lidiar con su interior. Como medium, ella intenta contactar a su hermano gemelo, que murió hace poco tiempo atrás y por eso pasa largas noches en la casa que éste habitó por última vez con la esperanza de despedirse. Todas estas facetas de la historia, se encuentran conjugadas hábilmente en un guión que, sin embargo, va perdiendo fuerza a medida que el realizador fuerza situaciones para que encajen en su rompecabezas. Esto hace que, paradójicamente, la media hora final se convierta en lo más adictivo de la película ya que se reserva sorpresas inimaginables. De todas maneras, el experimento funciona sobre todo gracias a Stewart que puede parecer inexpresiva e insípida pero no por nada se ha convertido en la última musa de Woody Allen en sus films más recientes. La joven se presta a la situación con naturalidad y va llevando ella sola la trama ya que está presente en el 99 por cientos de las escenas. Assayas se animó a ensayar esta mezcolanza de géneros y, sin llegar de meterse de lleno en ninguno de ellos (cada incursión da la sensación de que algo no termina de cerrar) todos ellos están bien representados: hay un condimento paranormal (fantasma incluido), hay un asesinato, hay drama, e inclusive un romance internacional. Se podría decir que por tanto riesgo Assayas merecía el león pero sería injusto con los demás realizadores que compitieron en buenos términos.
Kristen Stewart brilla en la inquietante y perturbadora película de Olivier Assayas. Fantasma y fantasía son dos palabras muy cercanas y Personal Shopper parece llevar esa proximidad hasta sus últimas consecuencias. Tras El otro lado del éxito, el director Olivier Assayas convocó de nuevo a Kristen Stewart para protagonizarla. No se equivocó. Ella ofrece la mejor interpretación de su carrera desde Adventurland, con la diferencia de que en este caso no había un modelo de personaje al que atenerse y tuvo que inventarlo desde cero. Kristen Stewart es la personal shopper del título, Maureen Cartwright, una joven norteamericana que se dedica a comprarle vestidos y joyas a una mujer francesa que pertenece al jet set y que va y viene por distintas ciudades de Europa. Pero en realidad ese trabajo es sólo una excusa para vivir en Francia. Sucede que en París murió su hermano gemelo –médium como ella– y ahora está tratando de comunicarse con el espíritu de él para cumplir un pacto fraterno. En términos de género, no se trata de una película de terror sino de suspenso o de misterio. Hay fantasmas, por cierto, y Assayas ofrece dos o tres escenas inquietantes que demuestran que no sólo maneja la prosa del miedo sino que además tiene la capacidad de elevarla hasta convertirla en poesía. Personal Shopper es sublime en el sentido más propio de esa palabra: bella y perturbadora a la vez. Casi al principio de la película, se enuncia un postulado fundamental puesto en la boca de un especialista en espiritismo entrevistado en un programa de TV, quien afirma que existe una estrecha relación histórica entre la tecnología y los fenómenos paranormales. Por ejemplo: los espíritus empezaron a golpear las mesas dos años después de que se inventara el código Morse. Pero más que ilustrar esa premisa (lo cual daría un ensayo no una ficción), lo que hace el director francés es extremarla hasta su punto de máxima ambigüedad. ¿Quien chatea por teléfono con Maureen? ¿El espíritu de un muerto o un manipulador despechado? La profundidad conceptual de Assayas reside en sugerir que, más allá de que se muestren o no se muestren los fantasmas (con su anatomía traslúcida) o que se manifiesten o no se manifiesten mediante una violación de las leyes físicas (un vaso que flota en el aire), resulta imposible discernir entre el mundo natural y el mundo sobrenatural. Y lo mejor es que esa profundidad conceptual está apoyada en una intriga construida con una sutileza y una perfección tal que parece dictada por el propio Alfred Hitchcock en un sesión de espiritismo.
La nueva película del director de “Irma Vep” y “El otro lado del éxito” vuelve a contar con Kristen Stewart como protagonista, en este caso interpretando a una mujer que, tras la muerte de su hermano mellizo, empieza a recibir extraños mensajes de texto que pueden venir del “más allá”. Extraña y ambiciosa apuesta de un director que no teme correr riesgos narrativos. PERSONAL SHOPPER es una película extraña, aún para los parámetros de un cineasta acostumbrado a hacer películas que pueden ser calificadas de esa manera. En cierto modo es un filme que toca varias de las ramas de su filmografía pero apuesta a tocarlas casi todas a la vez, lo cual no es usual. La película de Olivier Assayas es un drama personal/familiar, un thriller internacional, un comentario sobre la tecnología, un juego de géneros y, aún más que en su filme anterior, un relato de fantasmas. Cuando maneja estos temas por separado (o los combina con menores cantidades de influencias), los filmes de Assayas son muy efectivos. Cuando todos se combinan en uno solo los resultados son un tanto más endebles. De todos modos, el director de IRMA VEP sigue apostando por un cine inteligente y audaz, alejado de todo convencionalismo, aún a riesgo de alienar a buena parte de los espectadores y críticos, como se lo hicieron saber con el sonoro abucheo tras la proyección de prensa. La película podría ser un spin off de EL OTRO LADO DEL EXITO (como aquí se llamó CLOUDS OF SILS MARIA) ya que aquí Kristen Stewart vuelve a interpretar a la asistente de una celebridad. Allí era una suerte de secretaria personal de una celebridad del cine mientras que aquí encarna a Maureen, la “personal shopper” (la encargada de comprarle ropa y buscar sus canjes, en principio) de una estrella de la moda a la que no vemos. Pero esa es apenas una parte de la trama. A Maureen se le murió su hermano mellizo hace unos meses y el hombre trabajaba como medium, comunicándose con los muertos. En apariencia, Maureen también tiene esta posibilidad por lo cual la película abre las puertas de entrada a una comunicación entre ambos ya que ella visita la casa de su hermano a la espera de… señales. En medio de todo esto la chica empieza a recibir extraños mensajes de texto. Si bien ya es peculiar mantener una buena parte de un relato basándose casi solamente en textos de ida y vuelta entre la chica y un “ID Desconocido” mientras Maureen va y viene con su moto haciendo compras en Gucci y Louis Vuitton, la idea de que los textos puedan venir del más allá (el que le escribe parece saber muchas cosas de ella) le da a la película un aire extraño, casi lynchiano, como si la comunicación virtual que mantenemos vía internet y redes sociales estuviera de algún modo ligada a los contactos con el “más allá”. El mensajero convence y seduce a Maureen a hacer una serie de cosas que terminarán desatando los hilos del relato hasta su posterior y cada vez más extravagante conclusión. PERSONAL SHOPPER no llega a convertirse en una película de terror, pero juega por momentos allí cerca, en una zona donde lo sobrenatural cobra una fuerte presencia. El choque entre esos elementos y el realismo más urbano del resto de la vida de Maureen genera que sea un filme de difícil entrada: ¿cuán en serio debemos tomarnos todo lo que vemos? Assayas no es un surrealista estilizado a la manera de David Lynch como para meternos de lleno en una trama de película de suspenso desatada de esas que nos hacen abandonar del todo el contacto con lo real. Y esa es la tarea más complicada del filme, una que alcanza a resolver a medias: cómo involucrar a los espectadores en una historia en la que lo sobrenatural está presente en lo cotidiano. En la zona en la que la película funciona mejor es en el drama psicológico de Maureen, en su relación de dependencia con su hermano, con su jefa y con el misterioso hombre de los SMS. PERSONAL SHOPPER es una suerte de relato sobre la necesidad de una mujer de liberarse de ciertos fantasmas (en uno de los casos, literal) que le impiden ser quién es: la celebridad que no le deja probarse sus ropas y la obliga a correr de acá para allá, el hombre que la seduce a hacer cosas que no debería desde ese otro “más allá” que es un texto en un smartphone y, finalmente, su hermano, que deberá aparecer de alguna manera para liberarla de sus penas. Es, finalmente, la propia Stewart la que ordena emocionalmente las distintas vías narrativas y tonos del filme. Es una actriz seca y módica en recursos histriónicos, lo cual la vuelve aún más creíble en cualquiera de estas extrañas situaciones. Su rostro perturbado y concentrado, su forma rápida y punzante de hablar (no sé cómo los personajes franceses la entienden, pero eso es otro tema) y su convicción ante las por momentos absurdas situaciones que le tocan vivir hacen que PERSONAL SHOPPER jamás se desbande o se pase directamente al kitsch. Como Naomi Watts en MULHOLLAND DRIVE –una película con la que en algún punto se toca– es la que funciona como medium entre la silla del espectador y los misterios y fantasmas que salen de la pantalla. Sea la grande del cine o la pequeña del smartphone a través de la cual, ¿quién sabe?, algún día podamos comunicarnos con los muertos sin necesidad de mediums ni de ouija boards.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
El más allá está más acá Maureen no tiene un sólo gesto de felicidad. Trabaja de asistente de compras (de ahí "Personal shopper") y viaja de París a Londres a comprar los últimos diseños de ropa y costosas joyas de Cartier para Kyra, una celebrity que no está para ese tipo de tareas supuestamente menores. Maureen tiene un novio trabajando en Arabia con quien se comunica por Skype, una jefa omnipotente a la que pocas veces le ve la cara y un hermano gemelo, Lewis, que acaba de morir y le dijo que le iba a dejar una señal. Lewis era medium y Maureen también tiene esa habilidad para conectarse con el más allá. El director Olivier Assayas pone el foco en los fantasmas y los expone coqueteando con los géneros de terror y suspenso para hablar de los miedos internos y de la vulnerabilidad de la soledad. Y también echa luz sobre las dificultades de elegir trabajos y cómo repercute hacer una tarea que a priori es placentera pero al tiempo es poco menos que una tortura. Maureen no puede salir de su propia prisión. Está tan sola que hasta se engancha con un desconocido que le envía mensajes en su celular, en el único momento de la película en que asoma el género policial. Assayas tiene ese pulso suficiente como para meter al espectador en ese infierno de Maureen. Todo lo demás, lo hace Kristen Stewart, en un papel inmejorable. Juntos invitan a ver que el más allá está más acá.
Personal Shopper, de Olivier Assayas Olivier Assayas siempre se destaca por patear el tablero y así convertirse en un director original y diferente, explorando en el pasado con la tecnología siglo XXI, resucitando a la cinefilia heredada de Cahiers du Cinema pero incorporando una mirada fúnebre sobre aquella revolución impuesta por la Nouvelle Vague. Allí está su obra maestra: Irma Vep (1993), junto a sus ecos y referencias hacia este film seminal (Sils María-acá conocida como El otro lado del éxito-, 2014), su visión del género en versión moderna (Clean, Boarding Gate, Demonlover), sus espejos iniciales en relación a aquella cinefilia (Fines de agosto, principios de septiembre), su opinión particular del mayo francés (Después de mayo), su relectura del clasicismo (Los destinos sentimentales), su exploración sobre el terrorismo y mucho más que eso (Carlos), su disección melancólica en clave familiar (Las horas del verano). En fin, el cine de Assayas representa y no tanto un cuerpo que respeta a la llamada política de autor cahierista. En todo caso, si la autoría existe en su cine, hay que espiarla, buscarla en los bordes de sus temas, en las diferentes elecciones de puesta en escena. Por lo tanto, este nombre esencial del cine francés, una especie de sepulturero sin saberlo de la Nouvelle Vague, quien también escribió varios años en Cahiers (¡obviamente!), ahora se mete con una historia en donde se entremezclan fantasmas, espíritus, silencios espectrales, la dulce (y temerosa) sensación de tenerle miedo al miedo, una pose “cool” que caracteriza a su cine y un ejército tecnológico de punta que ya anunciaban films anteriores, en especial Sils María. La estructura de relato de Personal Shopper autoriza varias complejidades. Pero todo ronda alrededor de un personaje protagónico, la joven Maureen (Kristen Stewart), asistente de compras (ropa, joyas) de una celebridad y especialista en aquello de contactarse con fantasmas y espíritus, por ejemplo, con su hermano, que se fue y parece que sigue andando por ahí. La primera secuencia, con un sabio manejo y construcción del espacio, dignifica a aquello de atemorizar al espectador con sonidos en off, silencios, austeridad de la puesta en escena. Pero se está y no frente a un film de terror, en todo caso, Personal Shopper se ubica en los bordes de cualquier género apropiándose de climas e insinuaciones que ofreciendo certezas y estallidos efectivos. En realidad, Assayas maneja a placer e imbrica a su gusto los dos ítems opuestos y complementarios de la protagonista, en permanente contraste pero exhibidos de manera sutil y en forma más que astuta e inteligente. Las piezas se articulan y se desarman como si se tratara de un rompecabezas complejo de armar, con momentos eficaces pero que en otros instantes no traslucen como bien resueltos debido a la obsesión del director por ser “original” frente a ciertos pre-conceptos. El trabajo de “personal shopper” de Maureen muestra el lujo y la banalidad de los ambientes, exhibido por Assayas con una mirada bastante condescendiente; por otra parte, su actividad como experta en captar fantasmas y espíritus, al contrario, elige el camino de una puesta en escena despojada, analítica y cerebral como cada uno de los pasos y los silencios que debe emprender el personaje para “visualizar” y “escuchar” a su hermano o algún otro que ande por ahí. En el medio de una trama de capas superpuestas que se necesitan entre sí se desarrollan dos escenas claves. Una es aquella en donde Maureen es acosada al momento de viajar y durante más de quince minutos por una serie de mensajes que recibe por WhatsApp. La otra, que dura muchísimo menos, tiene a la protagonista probándose ropa ajena, es decir, ofreciendo su cuerpo desnudo en clave muy francesa, voyeurista, de fisgoneo con aire cool. En esos dos momentos, como sucede en toda la película, está Kristen Stewart, una actriz potente y relevante ya en algunos de sus films anteriores (la citada Sils María –y eso que acá está junto a Juliette Binoche- y Café Society de Woody Allen). Por favor, olvídense de crepúsculos adolescentes y de films descartables que pasa el cable: Kristen Stewart deja en Personal Shopper una actuación extraordinaria, repleta de matices, austera y enfática en similares dosis. Ella también es una parte fundamental de la puesta en escena elegida por el director. PERSONAL SHOPPER Personal Shopper. Francia, 2016. Dirección y guión: Olivier Assayas. Producción: Sylvie Barthet. Fotografía: Yorick Le Saux. Montaje: Marion Monnier. Intérpretes: Kristen Stewart, Lars Eindinger, Signi Bouaziz, Anders Danielsen Lie, Ty Olwin. Duración: 106 minutos.
"Quien ríe último, ríe mejor"; dice ese eterno refrán que perfectamente podría aplicarse a la situación que atravesó el director Olivier Assayas en la edición 2016 del Festival de Cannes. Allí, su película Personal Shopper recibió un estruendoso abucheo durante una función de prensa. Días después, el francés levantó el premio a Mejor Director en el prestigioso festival internacional. El film marca la segunda colaboración consecutiva entre el realizador de Irma Vep y Las horas del verano, con la actriz Kristen Stewart (ya muy por encima del mote de ser "la chica de Crepúsculo"). En en el eslabón anterior, El otro lado del éxito, Stewart interpretaba a la asistente de una estrella (Juliette Binoche); ahora vuelve a estar bajo las órdenes de una celebridad frívola y demandante, a quien apenas veremos en escuetos momentos de la película. Toda la atención y toda la tensión del relato giran alrededor de Maureen Cartwright, la asistente de compras encargada de buscar las joyas y los vestidos más exclusivos en tiendas y talleres de diseñadores de diversas ciudades. Maureen (Kristen Stewart) detesta su trabajo y transita como alma en pena por aeropuertos, trenes y calles. Su única motivación es establecer contacto con Lewis, su gemelo recientemente fallecido. Ella padece la misma afección cardíaca que marcó el final de la vida de su hermano, pero lo que más la inquieta no es la chance de estar en el umbral de la muerte, sino la angustia frente a la ausencia de una señal de Lewis que no termina de llegar. Los dos compartieron sesiones como médiums, y pactaron que quien partiera primero le enviaría un signo al otro. Tras la inquietante primera secuencia en el caserón vacío que Maureen intenta vender (el lugar donde falleció su gemelo), unos sonidos amagan con desatar una furia fantasmagórica. Pero no. Assayas no cae en la catarata efectista de los films sobre fenómenos sobrenaturales, ni tampoco en un formateado registro de thriller cuando la protagonista empieza a recibir múltiples mensajes de texto, con un tono que se desplaza de la complicidad al hostigamiento. ¿Es el hermano de Maureen el autor de esos SMS? A medida que avanza el relato, el director va poniendo en relevancia que la médula de su película pasa más por lo incierto, que por la dinámica de conjeturas y evidencias. Aún cuando la resolución del relato pareciera saldar las intrigas que la película ha tejido laboriosamente durante su metraje, Personal Shopper prevalece como una propuesta arriesgada dentro de los cánones de un cine tan adormecido, como el que actualmente se proyecta en las pantallas festivaleras. Assayas juega a su manera las cartas del cine de género, con un film que va más allá de lo fáctico, para hincar el diente sobre temas como el desdoblamiento, el vacío y el abismo que implica enfrentarse la idea de dejar ir. En tiempos de tantas propuestas unidimensionales, Personal Shopper propone un trance incierto que se abre a múltiples planteos; algunos de ellos exquisitamente incómodos. Unos golpes sobre el suelo, un par de vasos que caen, una figura blanquecina que asecha y se desvanece en el aire; pueden ser perturbadoras señales espectrales. Sin embargo, la verdadera naturaleza del horror no está en su manifestación, sino en aquello más tenebroso que se repliega en el intangible revés de los fantasmas. Personal Shopper / Francia-Alemania / 2016 / 105 minutos / Apta para mayores de 13 años / Guión y Dirección: Olivier Assayas / Con: Kristen Stewart, Lars Eidinger, Sigrid Bouaziz, Anders Danielsen y Ty Olwin.
Maureen Cartwright (Kristen Stewart) trabaja como personal shopper de Kyra (Nora von Waldstätten) haciendo que su rutina pase por recorrer diferentes tiendas donde compre o tome prestado los atuendos más llamativos que puedan adecuarse a la figura de esta distinguida celebridad de la moda internacional, a quien apenas conoce. Mal que le pese, este empleo es el que le permite a la joven sostenerse, haciendo en su tiempo libre lo que verdaderamente le importa.
ASISTENTE DE COMPRAS Y MISTICISMO El thriller que distinguió a Olivier Assayas como mejor director en Cannes 2016 entrega una actuación notable de Kristen Stewart con un guión -también de Assayas- no tan bueno de por medio. El personaje principal es una asistente de compras de una modelo prestigiosa que entre sus viajes laborales por el mundo comenzará a percibir eventos sobrenaturales ligados al reciente fallecimiento de su hermano. Los elementos de fantasía son sutiles e ingeniosos. Ahora bien, destacamos el trabajo de Assayas en la dirección de actores (en especial en ambientes cerrados, hay grandes escenas dentro de un tren) pero lleva al límite del insólito ciertas situaciones que atentan contra el argumento principal del film. Las referencias culturales accesorias de las experiencias espiritistas de Hilma Af Klint y Víctor Hugo restan algo del intenso vértigo hacia el destino de la historia que se descomprime en un final simplón y una cadena de sucesos insólitos. Lo mejor son las actuaciones, la música y algunos trucos de cámara. La apuesta por una ficción distinta que ofrezca otra mirada sobre las etapas adyacentes a la muerte es interesante aunque no tanto el producto final. La libertad con que renovó Assayas a la chica de Crepúsculo es retribuida con el papel consagratorio en la carrera de la joven actriz, inmediatamente después de lanzar Personal shopper sería convocada por The Rolling Stones para protagonizar uno de sus videos. Hay una microhistoria que comparten Stewart con su hermano muerto y se podría explotar más, más aún porque se trata de una enfermedad que los hace vibrar de una manera similar. Es magnética con la cámara, pero no tenemos una buena construcción de los orígenes o la esencia del personaje principal. También existe un dejo de extrañeza que acompaña al metraje y la protagonista sabe mantenerlo, hasta que al director se le va la mano con esto. Termina siendo algo demasiado pretensioso que peca de millennial, están tan en boga las últimas tecnologías que la charla post film se conduce inevitablemente a unos mensajes de celular de un destinatario desconocido que en lo sustancioso de la historia.
Crítica emitida por radio.
Con la mirada y el cuerpo hundidos La segunda colaboración entre el director francés y la actriz estadounidense ahonda en el misterio y descoloca con astucia. Es perturbadora la nueva película del francés Olivier Assayas. Vinculada a la manera de un dueto con su film anterior, El otro lado del éxito, no sólo admite la presencia reiterada de Kristen Stewart, sino también la variación de un mismo personaje modélico: de asistente de una actriz a asistente de una luminaria de revistas y pasarelas. En todo caso, uno y otro film ofician como oscilaciones de un mismo mirar, situado a la sombra de cierta luz refulgente, cegadora, que opaca lo que de veras importa. Es en esta zona incierta, más densa, donde elige situarse Assayas. En Personal Shopper hay una despersonalización en juego, que bascula entre la relación demandante que padece Maureen (Kristen Stewart) -‑visitas a casas de moda, joyerías, zapaterías‑- y el nexo traumático que tiene con su hermano, gemelo y fallecido. El inicio del film se preocupa por presuntamente descolocar: en una casona abandonada, Maureen procura atisbar alguna "presencia". Ella es, o entiende ser, médium. Posee la sensibilidad suficiente para sentir algún contacto. De acuerdo con la promesa hecha con su hermano, el primero en morir mandaría señales desde el más allá. Es eso lo que la mantiene todavía en París. La presunción de "descolocar" al espectador viene dada por el hecho de que, a simple vista, Personal Shopper podría ser un film de fantasmas o un drama intimista, o algo así. Poco importa. El cine es tan amplio que los géneros sirven de soportes que viene bien hibridar. No interesa nominar, en este sentido, la película, sino atender a cómo ciertos recursos -‑algunos vinculados con el cine de terror-‑ ofician de cara a un malestar que la mirada y cuerpo hundidos de la Stewart saben componer. De esta manera, lo que le sucede a ella es, siempre, una reverberación que se multiplica y toca a cualquiera de las demás aristas. El desgarro por la pérdida del ser querido es también parte de ese viaje que todavía no decide hacer con quien tal vez ama, así como parte sustancial del vínculo casi enfermizo que guarda con su jefa, siempre de viaje, atareada de fotos, de una vigilancia invisible que Maureen se empeña en cumplir. Como una instancia intermedia, que precisamente imbrica así como altera, surge el nombre de la artista Hilma af Klint, y con ella la problemática del arte abstracto y el espiritismo, en un guiño que problematiza el estatuto mismo del cine, en tanto arte de fantasmas. Maureen procura informarse sobre ella, lo hace desde su teléfono; en verdad, hace todo desde su teléfono. Es en él en donde también, por ejemplo, mira cine y atiende así a las sesiones espiritistas que supo presenciar Victor Hugo. En algún momento, el teléfono sabrá contactarle con alguien más, misterioso, tal vez real. El film roza los rasgos del zombi de moda, de narrativa omnipresente. Maureen podría ser una de ellos, activa pero dispersa. Con habilidad, Personal Shopper roza los rasgos del zombi de moda, de narrativa omnipresente. Maureen podría ser una de ellos, activa pero dispersa, casi una autómata que poco mira lo que le rodea. En tanto sombra que anida tras los brillos de una celebridad, de a poco surge en ella el juego del doble, con la fascinación puesta en ocupar, aunque sea por un breve instante, ese lugar que detesta pero sin embargo le atrae. Ahora bien, ¿hay presencia cierta de ese más allá? Por momentos, pareciera ser así. Pero también, todo esto no es más que un juego, una sesión espiritista que, para más datos, se llama cine. El film es consciente de esta situación y la persigue, para así encontrar en los momentos más ambiguos su mejor propuesta: es por eso que podría pensarse en cierto ángel guardián, también vengativo. Quizás sea el hermano que se extraña. Ese extrañar no deja de ser, en mismo sentido, un extrañamiento. Maureen está sujeta a hilos invisibles, tironeada entre distintas posibilidades de vida, de países, de alquileres. A su vez hay una sumisión que no le permite tocar otra cosa que no sea la virtualidad de su teléfono. El único momento en donde experimente el goce estará mediado por esta situación, junto al fantasma mismo que supone ser una celebridad. Es por esto, tal vez, que la muerte aparezca como el momento integral, en tanto miedo humano. En algún momento, el film sabrá sorprender al respecto, casi desde las formas del relato criminal. Otro ardid con el cual jugar.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
RELACIONES MEDIADAS La última película de Oliver Assayas, Personal Shopper, es un producto cinematográfico bastante indefinido. Del amplio género dramático se desprenden ribetes fantásticos y secuencias de suspenso muy propias del thriller. Es, en su indefinición un filme por momentos fascinante y por otros agotador, pues uno no sabe nunca qué vendrá después de cada escena. En Paris, Maureen (Kristen Stewart) trabaja como empleada full time de una reconocida modelo de la actualidad del fashion show francés encargándose de conseguirle vestidos, zapatos y accesorios para los eventos. Maureen recorre las casas de moda de la alta costura parisina llevando y trayendo bolsas valuadas en más de un puñado de euros para luego organizar esos productos en el lujoso vestidor de Lara. Lo curioso, y tal vez, más atractivo del filme es justamente que la relación entre Maureen y Lara (la modelo) es en el 90 por ciento del tiempo de forma indirecta. Es decir, ambas se comunican a través de whatsapp, notas escritas a mano o llamadas por teléfono. La única oportunidad en la que las veremos juntas es en una escena en la que Maureen intenta hablar con ella, pero Lara está encerrada en su cuarto hablando por celular. Lara parece no advertir la presencia de Maureen hasta que levanta un dedo haciendo entender que hablarían más tarde. Luego, otra escena las encontrará juntas, pero tampoco podrán comunicarse aún, estando en el mismo cuarto. Maureen también tiene el mismo problema de comunicación diferida con su novio (con el cual habla vía Skype) y con su hermano gemelo fallecido de quién espera una señal del más allá. El hilo conductor del filme logra trazar un recorrido lógico aparentemente a través del tópico de la imposibilidad de comunicación directa. Maureen vive pendiente de personas con las que no tiene relación física, y es la tecnología la que le permite vincularse con terceros, siempre de forma mediada. Con respecto a la relación mística que tiene con su gemelo fallecido es cuando la película pone en escena sus elementos sobrenaturales. Maureen espera una señal del más allá y en esa búsqueda recorre los espacios donde habitó Lewis, pero también las zonas oscuras de su propia soledad. El miedo de Maureen es terminar como Lewis (ambos comparten la misma afección cardíaca), pero sigue esperando la comunicación aún, poniendo en riesgo su salud. Personal Shopper también explora el tema del deseo y lo prohibido. Ambos aspectos que despiertan la curiosidad de Maureen y la obligan a ponerse en contacto con su cuerpo y sentimientos. Ante el objeto deseado, en este caso, los productos de moda que le lleva a Lara, Maureen siente atracción por vestir aquellas telas sobre su piel. En definitiva, jugar a ser otra persona. Y ese juego va más allá de lo físico. Assayas logra crear un ambiente terrorífico mediante efectos de puesta en escena que ponen en juego una actuación sobresaliente como la de Stewart y una fotografía pálida que crea una sensación gélida de forma permanente. Todos elementos que confluyen para construir un relato desconcertante y misterioso. Por Paula Caffaro @paula_caffaro
La última película de Olivier Assayas, un thriller profundo disfrazado de historia de fantasmas con una atrapante actuación de Kristen Stewart, es una pequeña obra maestra imposible de quitarse de encima que deja al espectador sorprendido, no por su revelaciones, sino por su compromiso con lo abstracto y los tópicos acerca del dolor, la soledad y la mayoría de edad. Stewart, que interpreta a una joven estadounidense que vive en París, transita y transmite notablemente la pérdida de su hermano gemelo mientras -aparentemente- se comunica con su espíritu, a la vez que hace malabarismos con las exigencias del guardarropas de su jefa/celebridad. Al igual que a Maureen (Stewart), la compradora personal del título, esta película nos obliga a llevar la intuición al análisis de los procedimientos. Muchos aspectos de la historia están abiertos, y exigen que el espectador sospeche su relevancia y significados. Otros aspectos, principalmente la historia de fantasmas que es el núcleo de la película, nos piden que canalicemos la surrealidad de la película para comprender la importancia de esta presencia sobrenatural en la vida de Maureen. En cuanto a los eventos narrativos, Personal Shopper es bastante sencilla, pero la película te desafia minuto a minuto. Es imposible abandonarla, aunque no siempre puedas identificar porqué. Si el camino de Maureen se dirige hacia la locura o la claridad es algo que finalmente desconocemos. En Personal Shopper, es sólo el viaje lo que importa. En este caso no para buscar entender, sino para experimentar un tipo de cambio más inquietante: uno que supone el cierre de etapas.