Resaca recargada ¿Quién dijo que las segundas partes no son buenas? ¿Qué pasó ayer? Parte 2 (The Hangover 2, 2011) retoma la historia de los cuatro amigos perdidos en Las Vegas y los traslada a la lejana Tailandia. El resultado es una comedia hilarante y brutalmente ordinaria patinada con la visión etnocentrista de la sociedad norteamericana. Stu Price (Ed Helms) encontró su media naranja en aquel país asiático. La alocada despedida vivida dos años atrás dejó secuelas y el odontólogo desdentado en la primera parte se conforma con decirle adiós a su soltería rodeado de sus amigos Phil (Bradley Cooper) y Doug (Justin Bartha) en un ameno desayuno. El deja vu comienza cuando, por expreso pedido de Doug, Stu invita al particular cuñado de éste, Alan (Zach Galifianakis), a la coqueta ceremonia en tierras tailandesas. Nada parecía complicarse hasta la última noche, cuando un inocente brindis con un porrón de cerveza deviene en una segunda noche de gira, en este caso por los arrabales de Bangkok. La buena noticia es que están los cuatro. La mala es que falta el hermano de la novia. ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009) fue casi una alquimia, una de esas rara avis que cada tanto sorprenden en la cartelera –no porque este tipo de películas sea inhallable, sino porque suelen tener destino de DVD- mixturando una comicidad férrea y desaforada con un universo poblado de criaturas desopilantes. La cercanía temporal no favorece para dimensionar su alcance, pero da la sensación que los límites éticos de la camaradería y lo mostrable se han corrido gracias a la tracción de los cuatro protagonistas y el alma mater, el realizador Todd Phillips. Si a esa calidad se le adosa el éxito mundial –casi 300 millones de dólares sólo en Estados Unidos-, la secuela estaba al caer. Pero lejos de escupir películas como máquina de chorizos alla El juego del miedo, Phillips y compañía redoblan la apuesta. ¿Qué pasó ayer? Parte 2 apunta directo al tuétano de la idiosincrasia norteamericana muñida de una incorrección subyacente impactante, que pone patas para arriba todo lo modélico. Y esto no es por los primeros planos de travestis desnudos, los kilos de drogas inhalados y sexo desenfrenado, sino por la aceptación de que todo eso es consecuencia de un impulso irrefrenable del “animal interior”, tal como lo llama Stu, que los muchachos tienen adentro. Porque no alcanza que el futuro casado anhele una vida tranquila y son sobresaltos; la pulsión de lo incorrecto, usualmente reprimida por la predominancia de la imagen externa, aquí es vital, incontrolable. El alcohol y la droga son los médium para hacer de lo pecaminoso y onírico una realidad, para que esa manifestación inconsciente sea un acto corpóreo. La borrachera es el pasaje para corporizar un sueño, vivir lo impensado. Lo modélico es una pantomima, una hipocresía impuesta por ese mismo entorno represor. Como si esa incorrección y la infinidad de (buenos y algunos no tanto) chistes no fuera suficiente, Phillips va por más y traslada la acción fronteras afuera de Estados Unidos, lo que da lugar para un sinfín de chistes sobre la cultura tailandesa. Pero lo que podría entenderse como un gesto gratuito y fácil –siempre es más simple reírse “de” y no “con”- aquí opera como un elemento que ancla el punto de vista de la película. Los cuatro amigos miran el mundo tailandés apresados por el extrañamiento propio de quienes no conciben un mundo por fuera de su país. Es casi una viaje interplanetario, surreal. Los chistes generados por la diferencia cultural sintomatizan la plena pertenencia de los protagonistas a la idiosincrasia norteamericana. Provocadora (la escena de los travestis), guarra (la escena de los travestis) e incorrecta (la escena de los travestis), ¿Qué pasó ayer? Parte 2 sobresale con holgura entre la chatura de la comedia norteamericana que los distribuidores consideran comercial. Es apenas la punta del iceberg. Debajo hay mucho más.
Resacados El personaje de Boris en Que la “Cosa” Funcione, la última película de Woody Allen, estrena en nuestro país, tenía un lema: “si la cosa funciona, el resto no importa, lo que hayas hecho para conseguirlo, tampoco importa, si la cosa, funciona”. En ¿Que Pasó Ayer? Parte II, la cosa, funciona. No lo puedo explicar. La nueva película de Todd Phillips es exactamente igual a la anterior. Cambia el escenario, cambian algunas circunstancias, pero básicamente es lo mismo. La estructura es igual, se incorporan algunos personajes pero estamos hablando de un mismo código, de la misma historia, con otro gusto. Pero funciona. Divierte, entretiene, se pasa un buen momento. Nuevamente, la manada (así llama Alan al grupo) asiste al casamiento de uno de los miembros del grupo. Esta vez, Stuart, que se casa con una tailandesa, cuyo padre millonario organiza la boda en una isla paradisíaca de su país. Por lo tanto, Stuart hace trasladar a toda la manada, incluido el “extraño” Alan, a Tailandia. El resto es lo mismo. Lo que empieza con una cerveza se convierte en una noche descontrolada, donde los personajes despiertan sin recuerdos pero algunas sorpresas. Esta vez, el personaje que desaparece es Teddy, el hermano menor, supergenio de la futura esposa de Stuart. Como el chico no se desprende de su computadora, la hermana le pide a Stuart que lo incluya en su “despedida de soltero”. Esto no agradará demasiado a Alan. A la mañana siguiente el grupo se encuentra con algunas sorpresas no muy agradables y tienen que armar su noche con las pocas pistas que tienen y recuerdan para encontrar a Teddy. Si bien el factor sorpresa se perdió un poco, el humor vulgar, desenfrenado, sumado a un ritmo frenético permiten que esta secuela sea tan divertida como la primera parte. Bankong se convierte en una protagonista más, así como fue Las Vegas. Una ciudad donde conviven mafias chinas, tailandesas, rusas y estadounidenses. Además de templos budistas. Básicamente se trata de humor escatológico en forma sucesiva. Todo chiste tiene una connotación sexual. Los realizadores hacen quedar bastante mal a los estadounidenses y su manera de difamar al mundo que los rodea. Nuevamente, la tecnología influye para que los personajes puedan reconstruir su noche. Hay lugares comunes y clisés, pero funcionan. Los personajes no son demasiado ricos en matices pero las soberbias interpretaciones de Ed Helms (con mayor protagonismo esta vez) y especialmente el gran Ken Jeong como Chow, el narcotraficante que les complica todos los planes. Un poco más relegado queda esta vez Zack Galifianakis. Alan termina influyendo un poco menos de lo que promete. Pero lo más sorprendente es la prácticamente nula participación de Bradley Cooper en el argumento. Si bien es el personaje menos interesante, a pesar de que aparece todo el tiempo en pantalla, Phillip participa poco y nada en la historia. Todd Phillips hace una leve mejora con respecto a Todo un Parto. Su perfil más psicótico, enfermo, zarpado está más presente que nunca. Phillips tiene un timing para la comedia virtuoso. Más allá de que utiliza la fórmula de la repetición en forma constante, esto no significa que ver a un mono traficando droga y fumando no termine de ser divertido. Con un tono visual bien trabajado, transmitiendo los climas y olores de Bankong (se filtra un sutil homenaje a Apocalipsis Now), ¿Qué Pasó Ayer? Parte II sirve para distraerse. Sin embargo, si van a hacer una tercera parte (falta el casamiento de Alan) le sugiero a Phillips y equipo que además de buscar otra ciudad (Buenos Aires, Río quizás), encuentren una manera de renovar la historia, sin abandonar la fórmula pero tampoco haciendo una tercera versión de la misma película. Porque, aunque la “cosa” funcione, siempre está bueno, ver cosas nuevas.
Reescrituras Continuar no es lo mismo que rehacer. Rehacer no es lo mismo que reescribir. Pero borrar con el codo no es escribir. Desde el vamos, la idea de una continuación, de una segunda parte es un punto de partida fallido: esta versión de ¿Qué pasó ayer? es precisamente eso: una versión, una reescritura, pero no una continuación ya que no se recuperan ejes abiertos de la película anterior. Al mismo tiempo, en tanto relectura y reescritura, estamos ante una película deliberadamente salvaje, mucho más orgiástica que la original, pero al mismo tiempo sumida en una paradoja: aunque en Bangkok las cosas que pasan multipliquen por 20 lo sucedido en Las Vegas, la sensación de peligro, de inestabilidad, de duda que había en la primer película se desvanece por completo. Y no creo que se deba que en esta película la novedad de la borrachera ya no sea el centro, como si podía serlo en su predecesora, sino que en ¿Qué pasó ayer? Parte 2 hay algo de cálculo, de frío escalpelo de guión, que muestra sus dientes y costuras: ahí en donde la salvajada era una apertura a lo desconocido, aquí se resuelve con relativa rapidez. Quizás entre otras cosas se deba a que en la “primer parte” la cantidad dejaba paso a la calidad de los enigmas, algo que permitía estirar el suspenso y la ambigüedad. Aquí en cambio son tantas las barbaridades y giros de timón de la noche de juerga que es la misma duración de la película la que termina poniendo coto a la desesperación por reconstruir una noche de amnesia. Al mismo tiempo hay un detrimento mayor: ahí donde ¿Qué pasó ayer? ponía en el centro las fantasías y frustraciones de cuatro hombres adultos y un niño grandote, como es el personaje de Galifianakis-desaprovechado y convertido en una marioneta perfecta pero sin un ápice de humanidad-, aquí concentra todo en el personaje de Stu (el gan Ed Helms), dejándode lado al resto, haciendo así que esa historia de represión, matrimonio y vida adulta de la película original de paso a su versión lavada, un poquitín moralista y por qué no, simplificada (mientras en la primera los personajes se liberaban de algún modo gracias al encuentro metafórico de la bestia dormida interior que despliega Galifianakis, aquí el asunto es más bien un error de cálculo). Quedan, claro está, notables ideas en el camino hacia la reconstrucción total de los hechos: un mono (fumador) vendedor de droga con una camperita de los Rolling Stones, un monje budista que ha presenciado todo el descontrol pero se ha sumido en pacto de silencio, un tatuaje y un incendio, varios travestis alegres, una ciudad infernal, secuestros, dedos cortados y el pene más diminuto del mundo. No voy a negar que el asunto funciona, pero mucho menos. La máquina se fuerza demasiado para llegar a donde llega y lo hace sacrificando originalidad, personajes y calidad en los gags, además de complejidad en su premisa sobre el matrimonio (algo que la predecesora de esta “saga” mantenía como lazo con la otra gran película de Phillips que es Old School). El resultado no es insatisfactorio, pero de haber una tercera, quizás Phillips debería pensar en pegar el gran salto: una noche que no se recosntruya jamás y de la cual sólo queden vestigios ambiguos e imposibles de reconstruir: es la pesadilla de la monogamia como moral rectora la que se lo impide y nos niegue, quizás, una verdadera salvajada.
Cuando arranca la película aparece Bradley Cooper, dice dos cositas... y la gente se rie. La gente ya conoce la estructura y los personajes, y sobre eso trabajaron los productores, sobre lo seguro. No hay mucha ciencia, no hay riesgos, simplemente pensaron las situaciones y las llevaron al guión. Si hicieran una tercera, sería igual... y no es descabellado pensarla, sabiendo que el barbeta no se casó... Y el público en este caso entra para ver en que se metieron los personajes, de la misma manera que viendo Destino final, busca muertes y nada más. El elenco mantiene bien sus personajes, luciéndose más el chino, y los "terciarios" que aparecen. Obviamente lo que se pierde es la sorpresa de la primera, pero lo que hicieron para compensar, fue subirle un par de puntos el humor... esta es más bestia en varias cosas, desde el "gusano", hasta los "muchachos"... todo es un poco más... Si no te gustó la primera, ni entres a verla, por las dudas lo aviso! Bien filmada y durando lo justo, hace que sea un producto redondito, buscando la satisfacción garantizada y que te vayas con una sonrisa... por eso ni bien empiezan los títulos vas a ver las fotos, que es el remate perfecto nuevamente para la historia.
Equipo ganador no se toca. Parecería que ese fue el concepto con el que el director Todd Phillips desarrolló la secuela de esa gran comedia que fue ¿Qué pasó ayer? Aquel film sorprendió hace dos años por ser una propuesta que levantó la apuesta en materia de humor al tratar situaciones que por lo general no se ven en el cine norteamericano. Era una película un poco más zarpada frente a lo que ofrece Hollywood en ese género. La original funcionó muy bien por el guión que tenía y la química que se formó entre los actores. Esta segunda parte si bien tiene sus momentos zarpados y situaciones graciosas que te hacen reír deja una sensación de decepción porque los realizadores se limitaron a presentar exactamente una réplica del film anterior con la particularidad que cambiaron el escenario. En lugar de Las Vegas ahora todo transcurre en Bangkok. En consecuencia, es como que se perdió la magia porque la historia no te sorprende ni te mantiene intrigado por la historia, porque ya sabés como va a terminar. Tanto el disparador del conflicto, como su conclusión es igual a la película anterior entonces la secuela perdió su gracia. Hay escenas divertidas e inclusive una persecución automovilística muy bien filmada, pero a larga es más de lo mismo. Una pena la ausencia de Heather Graham, quien estuvo muy bien en la primera parte. ¿Qué paso ayer? Parte 2 no es una mala película y te entretenés un rato, pero más que una continuación parece una remake. La versión de Las Vegas fue más divertida.
Más que secuela, remake alternativa Esta segunda entrega repite el patrón narrativo de la primera en su totalidad, de principio a fin, con las situaciones originales replicadas mediante la incorporación de nuevos gags y el reemplazo de objetos, animales y detalles físicos. Los muchachos resacosos retornan, dos años más tarde, con un nuevo casamiento como excusa ideal para la joda y el reviente extremos. Esta vez el telón de fondo no es la ciudad de Las Vegas sino Bangkok, aunque el cambio de latitud y longitud no hace mella en las ganas de divertirse (y de encontrar diversión en el sufrimiento y la humillación autoinfligidas). De hecho, ¿Qué pasó ayer? Parte II repite el patrón narrativo de la primera entrega en su totalidad, de principio a fin, imponiéndose no tanto como una secuela sino más bien como una remake alternativa, en la cual las situaciones originales se replican con la incorporación de nuevos gags y el reemplazo de objetos, animales y detalles físicos. Uno de los puntos fuertes del largometraje original de Todd Phillips era el efecto sorpresa, la imprevisibilidad absoluta con la cual se desarrollaban los acontecimientos. El escamoteo sistemático del flashback, la imposibilidad de ver realmente qué había ocurrido durante esa noche salvaje, reflejaba formalmente la amnesia de los protagonistas (hasta la secuencia final de fotografías, que presentaba una suerte de Grandes Hits para el recuerdo o el escarnio), al tiempo que dotaba al film de una estructura ingeniosa e hilarante. Una fracción importante de ello se ha perdido en esta segunda misión, porque las expectativas se ven puestas no tanto en la novedad sino en las posibles variaciones de la idea seminal. El film se saca de encima este problema al bromear con el tema de la repetición en los primeros minutos de proyección, casi como un guiño de autoconciencia algo cínico. Más allá de estas salvedades, esta suerte de remix de ¿Qué pasó ayer? ofrece altas dosis de humor irreverente, de mal gusto, negro y por qué no de otros colores. Lejos del chiste de salón ATP, los excesos de todo tipo vuelven a ser el centro de irradiación humorístico a lo largo de sus más de 90 minutos. El trío central de treintañeros apendejados se mantiene, aunque algunas características presentes en la entrega original se potencian hasta el paroxismo. En esta ocasión Stu, el dentista (Ed Helms), es el novio a desposarse y su proverbial pusilanimidad se exterioriza por momentos en gritos y muecas innecesarias. Alan (el increíble Zach Galifianakis) mantiene su hieratismo y es nuevamente –drogas de alto impacto mediante– el origen de todos los males. Finalmente, Phil (Bradley Cooper) sigue siendo el más cool del grupo, aunque en esta nueva aventura reciba varios golpes e incluso algún disparo de arma de fuego. Los tres funcionan, de alguna forma, como una versión aggiornada de Los tres chiflados; la comparación viene a cuento porque, entre juegos verbales y escatológicos, se cuela aquí y allá el viejo slapstick, el crudo juego de los golpes y los porrazos. También regresa, en un rol extendido, Mr. Chow, y se agregan un mono traficante de drogas rolinga, un criminal de alcurnia interpretado por Paul Giamatti y toda una galería de secundarios que incluyen un travesti tailandés, mafiosos rusos y un monje anciano, además del hermano menor de la futura esposa, quien a poco de comenzada la resaca desaparece para no volver a ser visto... con excepción de su dedo amputado. En un cuarto de hotel de quinta categoría comienza la nueva búsqueda del integrante desaparecido, un intento por armar el puzzle a partir de pistas y datos aislados que sólo llevan a más confusión y nuevos dolores de cabeza, metafóricos y literales. Suele decirse que el del humor es el más personal de los sentidos y es indudable que la acumulación de salvajadas y afrentas al “buen gusto” de ¿Qué pasó ayer? Parte II puede no conjurar la más universal de las comedias. Dicho lo cual, la película se convierte, para quien quiera verlo, en una celebración catártica, donde los valores de eso que se suele llamar normalidad se ven trastrocados, deformados, puestos patas para arriba. Si la historia termina nuevamente con un casamiento no es tanto para volver a un posible orden preestablecido sino (parecen decir el discurso final y esos trazos maoríes tatuados en el rostro en el fragor del tour fiestero) para hacer convivir de la mejor manera posible el ritmo cotidiano con una pizca de locura. Hay allí una diferencia sustancial con aquella Despedida de soltero de los años ’80 que, entre mulas drogadas y prostitutas de ocasión, mantenía impoluta la fidelidad de Tom Hanks. Al fin y al cabo, si Stu la pasó bomba con el travesti, como grafican las increíbles fotografías que vuelven a adornar los títulos de cierre, no hay pecado del cual arrepentirse.
La estupidez como diversión No cabe la menor duda que en el Hollywood contemporáneo la comedia hardcore, centrada en el humor de trazo grueso y los estereotipos más reaccionarios, está prácticamente muerta. Como ocurre con las propuestas románticas y las sátiras de films populares, desde hace tiempo la industria no puede entregar ni siquiera un producto sincero que resignifique todo ese catálogo de estrategias cómicas fallidas: cuando no se toma nota de los pivotes en cuestión y los clásicos de los distintos subgéneros se cae en el facilismo retrógrado de esta clase de “ejercicios”, siempre viciados por una multitud de atajos y comodines narrativos. A modo de confirmación de lo anterior hoy llega a nosotros la intrascendente ¿Qué Pasó Ayer? Parte II (The Hangover Part II, 2011), apenas un clavo más en el ataúd de aquellos que pretenden asustarnos con “lo políticamente incorrecto” surgido desde la más pura genuflexión. Aquí tenemos otra obra inofensiva y bastante boba que repite al pie de la letra la fórmula de la primera con la salvedad de que en esta ocasión el devenir se traslada a Tailandia: el leitmotiv del paupérrimo guión de Craig Mazin, Scot Armstrong y el propio director Todd Phillips no va más allá de “lo que sucede en Bangkok, queda en Bangkok”. El tópico de la despedida de soltero que de pronto se desmadra ya ha sido trabajado en innumerables oportunidades y para colmo de males este correlato en piloto automático languidece por su torpeza crónica, ubicándose a fin de cuentas por debajo de la también rutinaria ¿Qué Pasó Ayer? (The Hangover, 2009). Proyectos lamentables como Viaje Censurado (Road Trip, 2000), Starsky & Hutch (2004) o la misma Todo un Parto (Due Date, 2010) ponían de manifiesto tanto la incompetencia del realizador como su triste propensión a reproducir la estructura de los opus de los hermanos Bobby y Peter Farrelly. Nuevamente estamos ante una película estéril a la que le falta originalidad, desarrollo de personajes y un mínimo de inteligencia: no sólo los protagonistas no son queribles sino que además aburren con una travesía anodina carente de autocrítica y/ o apuntes sociales de peso. Se podría decir que el desempeño del elenco es el único elemento a destacar sin embargo tampoco alcanza para compensar los lugares comunes y la grasitud infantiloide de esta exaltación de unos payasos huecos que confunden diversión con estupidez y viceversa. Ya sabíamos que las situaciones robadas y los chistes ineficaces traen sus consecuencias…
Nada, no pasó nada ¿Viste la primera? Bueno, es lo mismo pero peor. Ok, voy a ampliar, orden de "arriba", aunque estoy seguro que con eso alcanzaba. Les voy a contar una anécdota narrada por Jorge Guinzburg. El petiso contó una vez que el gran Pepe Iglesias "El Zorro" siempre le decía en relación a alguna situación cómica: "Si, está bien, esto es gracioso, pero no es insólito, vos tenés que buscar cosas que sean insólitas"; y un día, recordaba Jorge, Pepe vió un material y le dijo "¿Ves? esto es insólito", entonces Guinzburg dijo "uy, qué bueno", a lo que Iglesias remató "Pero no es gracioso". La trama de "¿Qué pasó Ayer? 2" está estructurada de idéntica manera a la anterior. En la primera parte los protagonistas tenían una mínima química, generada por la novedad, aunque la propuesta no era novedosa en sí misma. En esta segunda parte la química es inexistente, los actores repiten sus personajes pero sin conectar en ningún momento. Galifianakis hace al mismo infradotado pero esta vez sin gracia. Toda la película está a la deriva y queda claro casi desde el principio que va a terminar mal. O sea, aburriendo. Sí, aburre. Hay un punto en el que los guionistas se extravían, pierden el rumbo y confunden osadía con exabrupto. Por momentos el filme es ofensivo, pero no el sentido que podría serlo "Torrente", por ejemplo. El ejemplo vale porque mientras Santiago Segura con "Torrente" es capaz de la mayor guarrada, sabe manejar el tono, la intención. En ese sentido el director Todd Phillips se comporta como un pendejo que aprendió a decir un par de guarradas y las lanza sin ton ni son ni gracia. No vamos a explayarnos sobre el discurso nefasto de una producción que presenta una oda al descontrol que sólo puede venir de una sociedad reventada a la que no le alcanza con destruirse a sí misma, sino que busca incansablemente destruir a otros. Hasta con películas como esta.
Pasados de rosca Despedida de soltero descontrolada... en Tailandia. Los memoriosos –o los fanáticos de los ’80- recordarán un hit musical de aquella época llamado One Night in Bangkok , de Murray Head. El título de la canción (que hará una aparición especial y con un intérprete más que particular también) podría haber sido el subtítulo de esta película por dos motivos. Uno, básico: casi todo transcurre durante una noche en Bangkok, Tailandia. Y el otro, si se quiere, lógico: el concepto de ¿Qué pasó ayer?Parte II es una paradoja temporal que el filme no puede resolver jamás. El “ayer” del filme es otro, claro. Esto es: otra despedida de solteros. En vez de Las Vegas, el escenario es Tailandia, donde el dentista Stu (Ed Helms) se casará con su nueva novia, Lauren, cuya familia es de allí. Lo harán en un lujoso resort y Stu ha decidido que no quiere irse de fiesta previa con sus amigos después de lo que pasó en la primera parte. De hecho, Stu ni siquiera invitó a Alan (Zach Galifianakis), el más caótico e impredecible miembro del grupo. Pero Phil (Bradley Cooper) y Doug (Justin Bartha) le dicen que Alan no soportará ser dejado de lado y, finalmente, el cuarteto viaja, tras hacer un brunch en una cadena de comida rápida como toda partuza . Pero en una recepción previa a la boda, todo cambia. Junto al hermano de la novia (un adolescente prodigio que es el orgullo del padre de Lauren, severo hombre que no tolera a Stu) la banda sale a tomar una cerveza a la playa y, acto seguido, ya es el día siguiente y los tres amigos (Doug se queda en el hotel) están en similares e incomprensibles condiciones que en la original. Lo que sigue no conviene describirlo demasiado (incluye también animales, prostitutas, destrucción de inmuebles, cambios de apariencia y una persona que desaparece), aunque no es muy distinto al filme anterior, tanto en lo que sucede como en la manera de estar contado. Demasiado parecido, al punto de que le cuesta retener la frescura del original, más allá de la gracia que las reiteraciones (el personaje de Ken Jeong, de la serie Community , como Chow, se roba la película) provocarán en los fans de la original. Como en la primera, sigue siendo interesante la estructura. Una comedia armada como thriller en la que se manejan varios tiempos narrativos y en la que las desventuras que se cuentan son siempre una especie de secuela de algo que los espectadores van descubriendo al mismo tiempo que los protagonistas, quienes no recuerdan nada de lo que sucedió. Por suerte siguen estando las camaritas digitales que aún en las más lisérgicas ocasiones guardan los retazos de lo que fue una noche salvaje y zarpada, y que siempre terminan siendo el bonus que dan a la película su golpe de gracia final. Siendo varios amigos, claro, hay tela para varias despedidas más. Y si bien la estructura funciona, ya uno quisiera, directamente, ver qué pasó anoche y compartir la diversión con los muchachos, más que sufrir las consecuencias...
La segunda parte vuelve a divertir con un humor zarpado y políticamente incorrecto "Pasó otra vez", dice Phil al comienzo del film y la frase funciona tanto como puntapié inicial de la trama como explicación de lo que la película consigue. Es que a pesar de no contar ya con el elemento sorpresa en el guión que hizo de la primera parte un éxito de público y de crítica, ¿Qué pasó ayer? Parte II da mucho más de lo que se espera de ella. De hecho, su particular humor zarpado y políticamente incorrecto ganó en intensidad con el traslado de la acción de Las Vegas a Bangkok, hacia donde viajan los protagonistas para festejar el casamiento de Stu (Ed Helms). El dentista, que en la primera parte era maltratado por su novia y perdía un diente y se casaba con una prostituta en la despedida de soltero de Doug (Justin Bartha), ahora comienza mejor, pero ayudado por el carismático Phil (Bradley Cooper) y el indescriptible Alan (Zach Galifianakis) terminará peor. Ese peor implica un desorientado despertar en una sucia bañera de una habitación de hotel que no reconoce, lo mismo que el tatuaje que le cubre la mitad de la cara. Además, su joven cuñado no aparece por ningún lado y en su lugar quedó su dedo, un mono y Leslie Chow (Ken Jeong), el criminal que le había hecho la vida imposible al grupo en la primera película. A ese confuso amanecer seguirá un recorrido por las calles de Bangkok en busca desesperada y contra reloj del muchacho perdido. Básicamente lo mismo que Phil, Stu y Alan hacían en Las Vegas, aunque ahora sus aventuras incluyan situaciones bastante más explícitas y subidas de tono que las que vivieron en la ciudad del pecado norteamericana. Que, comparada con la versión de la capital tailandesa del director Todd Phillips, parece tan inofensiva como Disneylandia. El trío de detectives salvajes intentará reconstruir lo que les pasó. En camino a descubrir el misterio detrás de su noche olvidada consiguen otra comedia para adultos desopilante. Manada de lobos Más allá de la estructura de la historia -que es casi idéntica a la del primer film-, lo que evolucionó aquí es la relación entre los personajes, perfectos arquetipos que en solitario despertarían apenas unas sonrisas pero que juntos provocan carcajadas. El que más se destaca es Galifianakis, con su interpretación del peligrosamente aniñado Alan, un inmaduro con la capacidad para el desastre de un bebe en pañales y nula percepción de lo socialmente aceptable. Claro que aunque sus dos amigos parezcan más en sintonía con la realidad, cuando desbarrancan lo hacen a lo bestia. Así, Cooper es el actor perfecto para interpretar a Phil, que en teoría debería caerle mal a todo el mundo -es irresponsable, canchero y no demasiado amable-, pero tiene tanto carisma que hasta el monito parece tan fascinado por él como Alan y Stu. De los tres, el verdadero héroe de la historia es Stu, el sufrido dentista que padece una humillación tras otra -la sucesión incluye a su futuro suegro, un tatuador y una prostituta-, que Ed Helms transmite con pericia. En sus escenas, siempre al borde del quiebre emocional, el actor, conocido por su trabajo en la serie The Office, logra dotar de humanidad un relato que entre tanta locura la necesita. Y tal vez ése sea el mayor acierto de Phillips y los guionistas Craig Mazin y Scott Armstrong: conseguir que entre las carcajadas provocadas por situaciones tan sórdidas como graciosas se asome un sutil mensaje sobre los lazos de amistad masculina. Pasó otra vez.
Igual que la primera, pero mala Subida al éxito de taquilla de la versión original, llega esta especie de secuela que tiene todo lo de la anterior menos la gracia. Un débil guión con chistes repetidos y obvios, interpretaciones sobreactuadas y notoria baja de calidad. Hay películas que parecen destinadas a tener segundas partes y hay otras que claramente no deberían ni intentar tenerlas. The Hangover (“La resaca” sería su traducción real) se estrenó en el año 2009 con el título de ¿Qué pasó ayer? y su gigantesco e inesperado éxito de taquilla provocó la voracidad de los productores, que decidieron volver a estos personajes e –increíblemente– repetir la trama del primer film. Una vez más una noche de despedida de soltero termina con los tres protagonistas en un estado lamentable sin recordar qué fue lo que pasó la noche anterior. No vamos a cuestionar lo antiguo, poco interesante y hasta machista del argumento y el conflicto, pero si el primer film tenía mucho de eso, el segundo, que todo lo copia, también lo tiene. Aquella cosmovisión rancia se veía disimulada por una gran producción, un timing para el humor y la intriga por reconstruir la historia. Acá se repite la producción, que deslumbra por sus escenas en la ciudad de Bangkok, y hay sin duda mucha inversión a favor de la técnica. Pero el guión es bochornosamente parecido al primer film y las risas serán esporádicas, en caso de que el espectador se esfuerce por reírse aunque sea una vez. Una vez más, los protagonistas tienen su discurso a favor de la libertad de los hombres y mira con simpatía el descontrol total previo –y posterior– al matrimonio. Aunque la película es mucho más conservadora y cuidadosa de lo que se puede imaginar, no le faltan algunos apuntes más jugados con la intención de jugar con las fantasías masculinas. Los actores, demasiado agrandados por el éxito del film anterior, repiten de forma sobreactuada sus roles y no dejan mucho espacio para la simpatía.< Hacia el final del film la sensación es más de aburrimiento e indiferencia que de indignación. ¿Qué pasó ayer? Parte II no tiene razón de ser y es una secuela de las menos interesantes que se hayan hecho. El tiempo perdido de los protagonistas importa acá poco y nada. Lo que el espectador no volverá a recuperar son los poco más de 100 minutos donde se repiten chistes que, por repetidos y obvios, van a gustar mucho menos que la primera vez. Sean o no fans del primer film, el segundo es un notorio descenso en calidad. Tan rebajado como esa aparición final de alguien famoso que –quiso la casualidad– termine siendo aun más vulgar para los espectadores argentinos.
El demonio que todos llevamos dentro “Tengo un demonio dentro mío” (Stu) ¿Era tan buena la primera parte de The Hangover? ¿O era en verdad una comedia falsa y hasta peligrosa? Ni muy muy, ni tan tan. Es más, se podría decir que fue de los filmes más sobrevalorados y a la vez subvalorados de los últimos tiempos. Funcionaba bastante bien en sus dos primeros tercios, gracias a una estructura vinculada al género policial, donde la resolución se iba construyendo como un rompecabezas muy bien montado, y a un par de personajes memorables, con especial énfasis en el Alan interpretado por Zach Galifianakis, un ser tan inimputable como irritante. El problema pasaba por las secuencias de resolución, donde la película daba un giro conservador en el que se imponía claramente una postura machista (incluso misógina), conformista y conservadora. Esta fórmula, por la cual se amagaba primero con romper con todo y luego se agachaba la cabeza, no era nueva. Ya había sido empleada por Los rompebodas, otra comedia que había hecho estragos en la taquilla. Muchos las habían catalogado como éxitos sorpresivos, pero en verdad no era tan así, ya que eran productos calculados para triunfar, precisamente a través de estas maniobras que amagan con ser rupturistas, pero que finalmente aprietan el freno, tranquilizando al espectador y dejando a todos (o casi todos) conformes. ¿Qué pasó ayer? consolidaba el tipo de relato que caracteriza a buena parte de la filmografía de Todd Phillips, quien presenta películas con hechos puntuales desencadenantes que llevan a una acumulación de hechos casi tortuosos que se revelan al final como un proceso de aprendizaje. De hecho, esto pudo comprobarse en su siguiente cinta, Todo un parto, donde el realizador pulió buena parte de sus defectos. Pero, a pesar de no ser tan masivos, sus mejores exponentes eran (y siguen siendo) Aquellos viejos tiempos y Viaje censurado. Con ¿Qué pasó ayer? Parte II se percibe una paradoja: la historia gana donde antes perdía, pero pierde donde antes ganaba. Por un lado, hay mucha menos bajada de línea conservadora y no se fuerza a los personajes a decisiones inverosímiles, dejando que las acciones fluyan con naturalidad y que se pueda apreciar cómo algunos protagonistas, sólo bajo determinadas circunstancias (especialmente Stu, interpretado por Ed Helms) son capaces de estallar y salirse de la norma, encontrando su lugar oscuro justo cuando más lo necesitan. Asimismo, un personaje como el de Mr. Chow es tratado con mucha más consistencia, alejándose del estereotipo que lo caracterizaba en la primera parte. El filme resigna cierta ambición temática o de contenido, pero obtiene a cambio la coherencia que le faltaba. Por otro lado, ¿Qué pasó ayer? Parte II recuerda en muchos aspectos a Mi pobre angelito: perdido en Nueva York, que era una copia carbónica de su antecesora, repitiendo giros, personajes y situaciones pero trasladados a otro contexto. Es un calco de lo que sucedía en Las Vegas, pero en Bangkok: la misma escena inicial de completa resignación en medio de la cronología del relato; el mismo despertar en una habitación sin recordar nada; una nueva pérdida de un integrante de la pandilla (ahora tienen que buscar al futuro cuñado de Stu); idénticos giros y resoluciones de guión hacia el final. Eso lleva a que lo que antes era novedoso y atrayente en la trama, aquí se convierte en predecible y agotador. De hecho, si se vio el filme previo, se puede predecir sin inconvenientes lo que va a pasar. Aún así, hay que agradecerle a ¿Qué pasó ayer? Parte II que no se regodea en lo ya conocido ni abusa de la complicidad con su público, a pesar de entrar en las repeticiones ya mencionadas. Básicamente porque es notoria la energía puesta en la narración y en el cuidado de los personajes. Phillips no es tonto, sabe filmar, le gusta coquetear con los límites del buen gusto y es ahí donde esta película se hace fuerte. Sin alcanzar grandes alturas, es un viaje tan acelerado como divertido.
Resaca más alocada que la de Las Vegas Bangkok es una ciudad atrapante. O mejor dicho, que atrapa. Esa es una de las lecciones de vida que se aprende viendo la segunda parte de «¿Qué pasó ayer?», la memorable comedia sobre una resaca colectiva en Las Vegas, con los mismos personajes resacosos de hace dos años transportados al sudeste asiático para experimentar otra juerga de dimensiones épicas y aún más salvaje que la original. No se sabe bien qué pensará del film la oficina de Turismo del gobierno de Tailandia, pero se puede asegurar que nadie puede sobrevivir a esta película sin sufrir al menos un par de fuertes ataques de carcajadas La estructura es la misma del film anterior. Hay un prólogo donde una novia tailandesa está siendo severamente recriminada por su padre por la desaparición del prometido justo la mañana del día de su boda. Suena un teléfono y uno de los padrinos llama y avisa que lo hicieron otra vez: están en grandes problemas, tan grandes como para ir pensando en la posibilidad de que la ceremonia no pueda llevarse a cabo. Ahí la narración retrocede a las vísperas del viaje a Tailandia para el casamiento del más serio del grupo de amigos (Ed Helms), el dentista que tiene una debilidad por las prostitutas, como se vio en las Vegas cuando se casó, totalmente borracho, con la profesional que les dejó su bebé de seña. El mismo hombre se casa ahora de verdad con una chica tailandesa de buena familia, y previniendo que no pase nada parecido al desastre previo, censura la despedida de soltero, y hasta se cuida de no beber nada que no haya abierto él mismo en los días previos a su boda. Pero, corte, y se despierta en un sórdido cuarto de hotel tailandés con el rostro tatuado a lo Mike Tyson y un monito que fuma y está vestidito con una campera rockera. El demente que arruinó todo la vez anterior drogando a todo el mundo (Zach Galifianakis, el Curly de estos Chiflados del reviente) jura que esta vez no tuvo nada que ver, pero de todos modos nadie se acuerda nada de lo que pasó la noche anterior, dónde demonios están, y por qué está desaparecido el hermanito de 16 años de la novia, un joven prodigio ya a punto de convertirse en cirujano. Lo más perturbador es que este virtuoso adolescente del chelo se dejó algo en el cuartucho de hotel: un dedo cortado cuidadosamente apoyado en un platito. Todo intento por reconstruir la noche en tinieblas para devolver el chico a la familia sólo los lleva a situaciones más dementes, que incluyen gangsters, traficantes de cualquier cosa, un monje budista que ha hecho votos de silencio y un burdel típicamente tailandés. Los gags son terriblemente eficaces, y sobre todo de un nivel de incorrección política que recuerda al más salvaje cine de culto de los 70, más que a cualquier producción hollywoodense actual. La nueva «¿Qué pasó ayer?» es tan buena, o incluso mejor, que la original, y además de estar sólidamente actuada e imaginativamente filmada, tiene la cualidad de intentar con éxito rotundo algo tan difícil como volver aún más negro, corrosivo y audaz el sentido del humor desquiciado de la película anterior.
Segundas partes nunca fueron malas. La vuelta de la manada. Recordemos que la palabra “manada” refiere al desplazamiento en conjunto de animales salvajes. Y en eso se convierten Phil, Stu y Alan (Bradley Cooper, Ed Helms y Zach Galifianakis respectivamente) cuando ocasionalmente toman alguna droga en vísperas de algún casamiento del grupo de amigos. Si, ¿Que Pasó Ayer? Parte II es absolutamente igual que su antecesora ¿Que Pasó Ayer? pero en esta oportunidad Todd Phillips lleva la historia a Tailandia, lugar que nos muestra con bellos planos scope (y celebramos desde estas líneas que los mismos sean en fílmico) con unas ampulosas tomas aéreas que ubican la historia en un lugar remoto y desconocido para el mundo occidental. La historia ya conocida de la reconstrucción de una noche perdida de manera detectivesca en la búsqueda de un integrante del grupo perdido (en este caso Teddy, el hermano de la novia Tailandesa de Stu) pierde un poco la eficiencia de la primera entrega y se convierte un poco en un recurso efectista: si siempre destacamos en el cine de Todd Phillips el hecho de la sorpresa, el humor que no se ve venir ( recuerdo a Robert Downey Jr pegándole una piña a un pibe en Todo un Parto y sonrío solo) aquí vemos esta suerte de repetición como que convierte a la película en acartonada y redundante, no se trata de repetir las convenciones del genero, algo aceptado por el espectador, si no de volver a pautar paso por paso la misma estructura narrativa. Lo que era un hallazgo en la primera parte se convierte en un recurso conservador, ir a lo seguro con personajes conocidos. A pesar de esto los personajes que Phillips recrea tienen una impronta maravillosa, porque “la manada”, el desplazamiento de los animales salvajes, sigue siendo en off, fuera de campo, entonces lo que vemos es un grupo de divinos burgueses desesperados para enmendar la situación para volver a su vida acomodada. En el medio tienen que lidiar con todas las pruebas que Phillips le pone por delante, y a pesar de el esquema repetitivo de esta segunda entrega de la saga, si hay algo que sabe hacer este director es crear situaciones hilarantes que uno no espera, es decir, solo con Phillips nos podemos reír viendo a chicos aspirar cocaína, aunque sea un recuerdo distorsionado del demente Alan (un Galifianakis cada vez mas loquito) o de un mono con la campera de los Stones masturbando a un chino. Ni hablar del monje que empieza a pegar como si estuviera en una película de Jackie Chan de los setenta, es decir, la apuesta de repetir la estructura se convirtió en desafío a generar mas locura con la que deben convivir los personajes mientras realizan la reconstrucción de su noche perdida, acá hay tiros, tatuajes, desprendimientos de partes de cuerpos, persecuciones de autos por Bangkok como si se tratara de una película de acción, mafiosos rusos, FBI, travestis divertidos y Mr. Chow el amigo traficante del grupo metido en una máquina de hielo. Por supuesto, como manda el genero y como replica de la primera película la situación se resuelve y Stu logra casarse con su bella novia, solo nos queda la sonrisa de las fotos encontradas en la cámara de Teddy de la noche de locura. Punto final mientras tanto Phillips quizás prepara el tercer casamiento del grupo ¿le tocará al grupo del casamiento gay friendly de Alan? Podría ser un digno cierre para la serie.
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La misma fórmula en versión recargada Todavía recuerdo aquel día que me senté a ver la primera "Hangover" en el cine. La crítica internacional la había tratado auspiciosamente, pero cuando la ví, celebré su entrada triunfal al mundo de las sagas ya que siendo una película muy divertida y habiendo explotado una veta no muy trabajada antes ("Despedida de soltero", con Tom Hanks era un juego de niños al lado de esto, y no busco más en mis recuerdos porque no logro asociar propuestas muy similares) era lógico que los estudios iban a apoyar mientras la taquilla responda. Es una cuestión matemática para ellos (porque de arte, sabemos que no saben mucho pero de números sí) , hacés una cuenta rápida y descubrís que un film cuyo presupuesto fue 35 millones recauda mundialmente más de 400, y... No hay mucho más que agregar: era natural que hubiera secuela. Y más allá de que siento que la primera es un cinta absolutamente "redonda", en el sentido de que es una idea original perfectamente llevada a la práctica, hilarante, intensa y de ritmo trepidante y que como película de culto (o casi) de no haber continuado, es bueno no haber cerrado las desventuras de este "Wolfpack" (como dice Alan) y poder seguir disfrutando de un poco de buen humor, elemento escaso en la pantalla grande en estos días. Porque hay mucha gente a la que no le gustó "The hangover 2", pero yo me preguntó... Con qué comedia en los últimos tres meses se rieron con ganas? A no ser que me digan "Torrente 4", no recuerdo nada que me hiciera reír en todo este tiempo. Las películas de Adam Sandler apenas me sacan una sonrisa y las de los hermanos Connelly, mejor ni hablar. Bueno, aquí, si te gustó la primera tenés espectáculo garantizado. La química de los protagonistas está intacta y el camino allanado para buscar expandir el fenómeno así que ésta te va a entretener de la misma manera, aunque es probable que no te sorprenda como la primera. No se le puede pedir que sea original (o si, se le puede, pero si no lo logra, ¿por qué desecharla? ¿por no haberse desconstruído hasta la última línea y transitar caminos ya recorridos?) pero sí exigir que mantenga el espíritu delirante y vital de la primera y señores, eso lo hace con sobrada eficiencia. El punto de partida de este locura es pensar porqué un grupo de personas de vida común y aburrida, pueden dar rienda suelta a sus instintos más primarios y volverse absolutamente salvajes al punto de que su SuperYo se devore cualquier freno inhibitorio. Eso ya era tema durante su antecesora, pero creo que ahora, conoceremos un poco más de algunos personajes (Stu, sin ir más lejos) y el concepto de amistad que pone en juego se profundiza como es normal en la vida de sujetos con gran necesidad de pasarla bien y romper esquemas establecidos. Una cosa que agradezco de ser aficionado es a veces no tener que ver la cinta en una sala con treinta críticos y poder disfrutar de la reacción espontánea del público ante lo que sucede en pantalla. Anoche, en una de las funciones tradicionales nocturnas, las risas y los aplausos se repitieron generando un efecto catárquico digno de mencionar: hay mucha identificación en el público veinte y treintañero en "The Hangover" y para ellos es la cinta. Ellos son el objetivo y a ellos se intenta entretener. No se busca generar situaciones muy complejas sino locura al extremo y mostrar como un grupo de amigos paga el costo por haberse animado de soltar aquello que tenían preso dentro de sí: sus anhelos de experimentar emociones más allá de lo corriente. Entonces, me acomodo en la butaca y me río con ellos, porque yo también tengo recuerdos borrosos de borracheras intensas vividas en mi juventud y es imposible no relacionarse emocionalmente con el film. Ese desconcierto de la mañana siguiente, es algo recurrente cuando uno tiene esa edad, y en cierta manera es un homenaje a una época donde no hay límites para lo que uno elige vivir. Aquí, "Lo que pasó anoche 2" utiliza ese elemento para generar una empatía que sostiene toda su duración: es una película sobre fiesteros descontrolados y ¿quién no quiere estar junto a ellos en ese momento? Todd Philips no cambia nada de la premisa conocida: hay una despedida de soltero (forzada, en este caso porque Stu no quiere saber nada con repetir lo de aquella noche en Las Vegas), están los mismos de siempre (Doug vuelve a cobrar un rol secundario como en la primera) y lo único que parece cambiar es el escenario: Tailandia. Bangkok para ser más específicos. Aquí, en lo que sí estuvieron de acuerdo los productores es en subir la apuesta y darle una vuelta al humor, proponiendo escenas más extremas y muchísimo espacio para lo escatológico, de manera de atizar y reavivar las cenizas en la que había terminado la fiesta anterior. No se si se hubiese podido hacer más, en el sentido de que cambiar la línea del relato sería alejarse de lo que ya funcionó y nadie quería eso, ni los que la hicieron, ni el público que esperaba seguir más historias del grupo en la misma frecuencia. Así que esperen secuencias en esa dirección porque esta segunda parte no ahorra en ellas. Directamente las hace proliferar a lo largo del film. Volviendo a la historia, no hay mucho que contar. Se casa el dentista (Ed Helms), Phil (Bradley Cooper en el rol que mejor le sienta de todos los que le he visto en su carrera) y Doug (Justin Bartha) son invitados para la boda y notificados de que será en el lejano Oriente. La prometida de Stu quiere casarse junto a su familia y la boda se hará allí con lo que habrá que subirse al avión e ir hacia Tailandia. Claro, de movida, el que se casa no quiere a Alan (Zach Galifianakis, quien nuevamente será uno de los puntos altos del equipo) cerca. Finalmente, todos irán a la ceremonia pero la noche anterior se juntarán en una (aparente) inocente fogata en la playa cerca del complejo donde están alojados y... Bueno, ya se imaginarán que pasa. Hay personajes nuevos (algunos se extrañan como Heather Graham pero está bien), otros que regresan (uno es el delicioso Mr Chow jugado por Ken Jeong) pero lo que si está claro es que habrá más de lo mismo, por sobre todas las cosas. Es cierto que Bangkok se presenta exótica y peligrosa, pero estos chicos, la verdad, se le animan a todo...Así que no temer que saldremos con vida de una aventura loca cuya premisa principal funciona, y es la de entretener sin mayores expectativas. Si compraste la anterior, está te va a gustar. Si no, ni se te ocurra pasar cerca de la boletería. "The hangover" es un sello de locura que va camino en convertirse en trilogía (imaginense cuando se case Alan!!!), por lo que tiene su corte de fans que son incondicionales de la historia. Ir al cine y compartirla con ellos, también es un viaje de diversión. Ideal para ver con muchos amigos, en sala llena y con los vasos llenos de cerveza. No, cine arte no es, pero a veces, (solo a veces) los chicos también quieren divertirse.
A mediados del 2009 llegó a nuestras carteleras ¿Qué Pasó Ayer?, una comedia que había funcionado muy bien en los Estados Unidos y que de no ser por su gran éxito seguramente habría sido enviada directo a DVD por su distribuidora. Gracias a ese tremendo suceso Todd Phillips puso manos al asunto para que la manada volviera a las salas de cine. Y ayer la manada finalmente volvió. Phil, Stu, Alan y Doug han vuelto para contarnos la misma historia que en la primera parte, solo que ahora los extraños sucesos ocurrirán en Bangkok. ¿Qué Pasó Ayer? Parte 2 utiliza exactamente los mismos argumentos que en la primera le dieron tan buenos resultados, solo que ahora no tienen a su favor ese factor sorpresa que representaba una de las mayores virtudes que tenía su versión original. El no tener a favor esa originalidad le juega muy en contra a esta secuela, pero lo que la perjudica de manera importante es que los detalles novedosos (que no voy a contarlos para no arruinarlos) o los nuevos personajes no aportan el aire fresco que necesitaba esta similar propuesta. El mono (la mejor incorporación), el papel de Paul Giamatti o el Sr. Chow no se desenvuelven con la suficiente maestría como para alejar los ojos de los queridos integrantes principales de la manada. De quien esperaba mucho más, debido a sus excelentes momentos en la primera entrega, era de Ken Jeong y sin embargo solo tiene un puñado de secuencias sobre el final que lamentablemente no llegan a cumplir con mis expectativas sobre su personaje. El guión es una copia exacta de aquel que estuvo presente en el 2009, solo que ahora intercambiaron las palabras adaptando la historia a un nuevo lugar. Sin dudas esto hace que se vean venir a lo lejos ciertos gags, perdiendo bastante eficacia. Esta secuela y este guión en manos de otro director hubiera sido un tremendo y aburrido desastre, pero el talento de Todd Phillips hizo que salga una propuesta que por momentos brinda un puñado de escenas inolvidables. En ¿Qué Pasó Ayer? Parte 2 se da algo extraño porque la falta de originalidad que mencioné arriba representa su mayor defecto, pero a la vez se convierte en su mayor virtud. La respuesta a este singular fenómeno se podría resumir en que a pesar de presentar solo algunos aspectos diferentes a su predecesora el film funciona perfectamente como comedia e incluso le pasa el trapo a varias películas que pertenecen a ese género y que llegan a lo largo del año a nuestras carteleras. De hecho tiene algunos momentos que no creo que puedan ser igualados en lo que queda del año por las comedias que quedan por venir. Otro aspecto altamente positivo de esta secuela/remake es que el humor en los films de Todd Phillips vuelve a subir la apuesta en comparación a sus anteriores propuestas. ¿Qué Pasó Ayer? y Due Date tenía momentos de incorrección brillantes, pero en esta segunda parte hay secuencias que son una auténtica gozada para quienes disfrutamos de ese humor que Hollywood entrega muy de a poco. El trío protagonista integrado por Bradley Cooper, Ed Helms y Zach Galifianakis sigue en la línea de la primera edición, siendo este último el más perjudicado por la repetición de sus personajes. Recordemos que en Due Date (acá se estrenó como Todo un Parto) Galifianakis es Ethan Tremblay que vendría a ser una especie de hermano perdido de Alan Garner. ¿Qué Pasó Ayer? Parte 2 es una conocida vuelta de la manada que con solo unos momentos novedosos y varios repetidos regalan unos 100 minutos dotados por mucha gracia y carentes de alguna inspiración refrescante.
Si algo hay que agradecer es la risa. La risa es saludable pero, desgraciadamente, escasa. Y si algo provee este film es una buena cantidad. No a todo el mundo le causa gracia lo mismo, pero en este caso las posibilidades de reír son tantas, que es difícil que no encuentre motivos para hacerlo. Más que una continuación, este film es una reformulación del primero. Esta vez, el grupo de amigos no celebra una despedida de soltero en Las Vegas (tema estadounidense) sino una boda en Tailandia. Por un pequeño error, los personajes terminarán varados en Bangkok buscando a un adolescente perdido, metidos en negocios ilegales, golpeados por monjes budistas, y burlados por un simio narcotraficante (y mucho más). De lo que se trata, en el fondo, es de un film de aventuras, como si se tratara de tres astronautas caídos en un planeta extraño a punto de devorarlos. Y, también y de modo casi subterráneo, de lo que implica la represión. Como en un cuento de hadas, los protagonistas son hechizados por una poción mágica y caen en el peor de los mundos: para salir, tienen que emplear las (pocas) armas que poseen. Hay también comentarios sociales (“La bala me rozó apenas el brazo... ¿Podés creer que me curaron por solo seis dólares?”) y elementos que parecen groseros o políticamente incorrectos pero que hablan más de una cierta tolerancia (ver la simpatía y la nobleza con que se trata a cierta prostituta). Las imágenes finales, las que resuelven la pregunta del título en castellano, son impagables.
Adiós efecto sorpresa Si algo tenía de atractivo "¿Qué pasó ayer?" era su efecto sorpresa. Phil, Stu, Alan y Doug eran cuatro amigotes que una mañana se levantaban en Las Vegas y lo único que encontraban a su alrededor era resaca y descontrol. Lo que cambia en esta saga es que en vez de ocurrir en Las Vegas sucede en Bagkok. Lo demás, es menos de lo mismo. Es más, hasta parece una remake, en la que se cambiaron algunos paisajes y situaciones, para que sea distinta pero no tanto. Stu, que había perdido un diente en la primera película, ahora parece encauzar su vida, se enamoró de una tailandesa y se casará nada menos que en Tailandia, en una fiesta donde no pueden faltar sus amigos. Alan (Zach Galifianakis) es como siempre el más extravagante del grupo, pero parece que está lo suficientemente contenido para que no haga ninguna locura que quiebre la armonía. Habrá una despedida en la playa, con una botella de cerveza por cabeza, como para que no haya ningún exceso. Pero todo puede fallar. El descontrol se adueña de la escena y los amigos se topan con traficantes de droga, corruptos y asesinos. Con muy pocas escenas graciosas, el filme de Phillips ratifica que segundas partes nunca fueron buenas.
Dos años pasaron desde que Todd Phillips tomara por sorpresa al público y la crítica mundial con aquella divertida comedia que le devolvía el status ganado dentro del género, luego de la fallida Starsky & Hutch y la olvidable School for Scoundrels (Escuela de tontos). Una historia de hombres maduros que necesitaban un tiempo fuera de la rutina y llegaban hasta los límites del descontrol. Un trío fiestero como el de Old School (Aquellos viejos tiempos) probaba hasta qué punto se podían volver a ser jóvenes, regalando así una de las joyas del humor de los últimos tiempos. En el camino quedó otra gran lección sobre la amistad de la mano de Due Date (Todo un parto), repitiendo sólo uno de los ingredientes de la fórmula pero logrando que nuevamente la química fuera perfecta. En esta oportunidad el wolfpack viaja hasta Tailandia para el casamiento de Stu, quien toma todos los recaudos posibles para que lo que pasó en Las Vegas sólo sea un oscuro recuerdo de su pasado. Este olvido intencional incluye a Alan, uno de los personajes cómicos de la década, quien vive atrapado en ese momento y muere por recuperar a sus amigos. Cuando el plan del novio se desmorone y la resaca de Bangkok se sienta peor que la anterior, los tres protagonistas darán pie a situaciones desopilantes que, lamentablemente, sólo repiten a la original. La mejor forma de describir a The Hangover Part II (¿Qué pasó ayer 2? Parte II) es la que se ha utilizado mucho en los últimos días, una para ver con amigos. Esa valoración no la siento como algo positivo, limitar el disfrute de una película a una determinada situación no parecería ser lo correcto, y sin embargo es lo que pasa. El motivo de la demora de esta crítica es que, en vez de acceder a una función temprana, la cita fue a las 23 del día del estreno con diez amigos. Las risas acompañaron el desarrollo desde el principio hasta el fin, dado que no hay una escena que no sea divertida. Y sin embargo no es una gran película como la original y ni siquiera una buena segunda parte, ya que sólo se trata de una fiel imitación. Como uno de esos juegos de niños en los que se cuenta una historia con espacios en blanco y uno puede completarlos con lo que se le ocurra para luego leer el resultado final, esta segunda parte toma una matriz ya hecha y añade algunos detalles mínimos. Si lo novedoso de la primera era el buen guión, con una búsqueda detectivesca de la noche anterior, en esta parece escrito en piloto automático y en forma apurada. La capacidad para el humor se da cuenta en forma constante, los chistes son buenos, los diálogos graciosos, la mayor participación de Mr. Chow (el genial Ken Jeong) es un acierto y las actuaciones de su trío central efectivas, y sin embargo la sensación es que se está viendo la misma película. Como si fuera una necesidad de complacer a los seguidores, los personajes utilizan iguales expresiones y repiten gestos, con lo que el efecto se refuerza. The Hangover Part II no resiste una mirada muy crítica por todas estas cuestiones arriba mencionadas, pero estas no ocultan el hecho de que se trata de una comedia muy divertida que cumple sobradamente su objetivo de hacer reír. Tener una nueva oportunidad de ver en acción a Zach Galifianakis y Ed Helms es algo para celebrar, más allá de que se necesiten amigos para hacerlo.
Volvió “la manada”. Y nada parece haber cambiado demasiado. ¿Qué pasó ayer? Parte 2 se siente como la resaca de ¿Qué pasó ayer? Las películas tienen mucho en común, al punto de parecer más una reversión que una continuación, pero las despedidas de soltero siempre fueron bastante parecidas. Y no por eso una despedida es más o menos disfrutable que otra. La gran diferencia entre está película y la anterior está en el tono de los chistes, pesadísimos hasta para el densísimo estándar de la primera parte. Todd Philips demuestra a fuerza de humor negro y bromas pesadas que es el director más salvaje de la comedia americana contemporánea.
Vamos “a los bifes”. “¿Qué Pasó Ayer? Parte II tiene tantas razones para no ser una buena comedia, como razones para funcionar muy bien. La primera parte de la reflexión tiene que ver con el papel para calcar. ¿Se acuerda cuando tenía que calcar el mapa de Europa en la primaria? No salía igual, igual. Pero era bastante parecido, merced a las virtudes de la transparencia y al pulso de cada uno. En este sentido, los guionistas de la original eran Jon Lucas y Scott Moore, en la continuación son otros: Craig Mazin y Scot Armstrong. Sin embargo, la espantosa sensación es que tomaron el libreto anterior y reemplazaron Las Vegas por Bangkok, tequila por cerveza y resaca por terrible resaca. Sólo un par de situaciones en la vida de cada personaje son distintas dos años después. La fórmula se repite intacta, con lo cual la tercera puede ocurrir en Ghana o en Trenque Lauquen y el resultado será el mismo. En esto hay que darle la derecha al público. Si el “Chavo del 8” o “Polémica en el Bar” (por citar dos ejemplos cercanos) siguen funcionando cada tanto seguramente no es por ser particularmente originales; sino porque se crea una dependencia del mismo remate de cada situación. Es algo que no he podido explicarme nunca. Está ahí, vigente. O sea, en un punto me aburren con la misma proporción de necesidad de poder verlas cada tanto. Ignoro si Sofovich, Gómez Bolaños y Todd Phillips (el director de ésta producción) se conocen. A lo mejor aprendió de otro lado. Claro… Que tonto, discúlpeme. Si en USA tuvieron 7 entregas de “Locademia de Policía” en el cine, más una serie de TV, evidentemente el análisis pasa por otro lado, lo que me lleva a la segunda parte de la reflexión. Mucho de estas fórmulas depende del reparto. Si se tienen buenos actores para la comedia liviana con los que el público se engancha, el guión es lo de menos, o pasa a un segundo plano en importancia (“Piratas del Caribe, navegando aguas misteriosas” sería otro ejemplo válido). Con correr algunas comas alcanza. “¿Que Pasó Ayer?” Parte II sitúa a Phil (Bradley Cooper), Stu (Ed Helms), Alan (Zach Galifianakis) y a Doug (Justin Bartha) al borde del casamiento del segundo (en la primera era Doug). Este quiere un desayuno como despedida de soltero (¿?), en desmedro de lo que quieren sus amigos, además de elegir casarse en Tailandia. Ocho minutos después están todos allá para cumplir con Stu, aunque antes de irse a dormir Phil lo convence ir a tomar un porroncito de cerveza a la playa. Uno diría: que la cerveza Tailandesa pega como ninguna, pero no, pues toman Budweiser nomás. Para descendientes de alemanes como yo, es como el agua con gas más cara, así que aquí hay alucinógeno encerrado, qué quiere que le diga, para que protagonicen una serie de situaciones descabelladas en tiempo presente directo, similares a las de la primera, con inclusión en paralelo de otras recientes en visión retrospectiva (vuelta atrás o flashback). Con esto dicho, sería perverso de mi parte adelantar algo de lo predecible de la trama porque ya acordamos que esto no importa. Lo que importa son ellos y sus reacciones (por segunda vez) ante el cuadro de situación. Es allí cuando el espectador es invitado a ver un disparate tras otro (en el más amplio sentido de la palabra). He aquí la razón por la cual esta producción va a funcionar bien para los que gustaron de la primera y pésimo para los otros. Nobleza obliga. Hay situaciones con las que me reí mucho por mérito de los actores, sobre todo merced a Zach Galifianakis (aquel de la buena comedia “Todo un parto” (2010), quién ya debería entender que está para algo mejor porque es realmente bueno. Muchas de las escenas se sostienen debido a él. Tanto la fotografía como la edición son funcionales a la receta, lo mismo que la música. La elección de los temas (con letras que, en inglés, son alusivas a lo que pasa) parece un poco forzada. Punto en contra para el maquillaje que se cruzó varias veces con la continuidad del diseño de producción. De todos modos es un detalle. ¿Esta producción funciona como entretenimiento? Si le gustó la primera, sí. ¿Es buena? No. Salvo que exista mérito en repetirse. Le apuesto lo que quiera que la próxima es en África. Punto.
¿Qué pasó ayer? Parte II puede haber perdido efectividad en lo sorpresivo del asunto, pero ganó en salvajismo y, sobre todo, en ligereza. La mayoría de las críticas sobre ¿Qué pasó ayer? Parte II recaen y hacen hincapié en el hecho de su reiteración y su falta de sorpresa. Okey ¿qué esperaban? Siendo ¿Qué pasó ayer? un film cuyo mayor logro era su forma y su construcción de retazos que van formando una figura y donde la gracia mayor estaba dada precisamente en lo difuso de ese tránsito, lo que hace Todd Phillips muy inteligentemente es repetir la fórmula casi calcada a sabiendas de que era eso y no otra cosa lo que hacía a la singularidad de su comedia, tal vez la más exitosa de las últimas décadas. Por eso, no es de extrañar que muy autoconscientemente Phil (Bradley Cooper) inaugure esta secuela diciendo que “volvió a pasar”. Si a nadie le llama la atención que en Rápido y furioso 5 siga habiendo coches a mil por hora, ¿por qué debería molestar en este caso que ocurra lo mismo de la misma manera? Mucho menos cuando eso que ocurre, ocurre igual y el film es totalmente consciente de esa reiteración. Lo que importa aquí es que la comedia sigue siendo efectiva (incluso mucho más -aunque reconozco que no soy un ferviente admirador de la primera parte-) y que Phillips sigue firme en su misión de trasgredir los límites de tolerancia de la comedia mainstream. Y es que ¿Qué pasó ayer? Parte II puede haber perdido efectividad en lo sorpresivo del asunto, pero ganó en salvajismo y, sobre todo, en ligereza al centrar el conflicto en otro territorio alejado de la celebración machista de la primera parte. Phil, Stu (Ed Helms), Doug (Justin Bartha) y el inefable Alan (Zach Galifianakis) repiten aquello de la despedida de solteros que se les va de las manos y la reconstrucción de los hechos ocurridos en la noche anterior. Salvo que en vez de Las Vegas, ahora es Bangkok el escenario donde se desarrolla la aventura. Stu se va a casar con una chica asiática y si bien duda de celebrar con sus amigos, lo hace, sumando esta vez al joven hermano de su prometida: elipsis, y nuevamente Phil, Stu y Alan amaneciendo en un lugar desconocido y con algunas secuelas físicas: tatuajes, cortes de pelo, etcétera. Y, lo peor, nada más que con un dedo cercenado del cuñadito como única pista de su existencia. Como decíamos, no hay sorpresas en este recorrido, pero eso es lo de menos: lo importante es la revelación de lo fantástico que se mantiene oculto hasta que lo descubrimos y de aquello que la moral conservadora reprime y que estalla con el disfraz de la comedia. Comedia perfecta en su timing a cargo de personajes que mantienen su gracia y por un director que sabe sumarle elementos a ese universo descontrolado ya dibujado anteriormente. Es verdad que ese tufillo a “ya visto” de esta continuación repercute bastante en las lecturas que uno pueda hacer de ella: ya no es tan precisa su reflexión sobre la comedia guarra y su narración es mucho más episódica, como una road movie zafada que avanza sin demasiada cohesión, intentando encontrar el chiste. Si la primera parte indagaba y se sorprendía, esta fuerza y presiona para encontrar lo que termina encontrando. Sin embargo, donde aquella construía un conflicto entre esposas quejosas y maridos fiesteros, para terminar celebrando el machismo en su versión más cavernícola (evidente en la resolución del dentista Stu Price), esta contrapone -sin demasiada lucidez, es verdad- el discurso patriarcal conservador representado en el padre de la futura esposa de Stu, con el espíritu liberador de este. De esta ecuación, sobreviene una defensa del “demonio interior” mucho más disfrutable que la del macho que tiene derecho a la fiesta. Pero, a su vez, que este ‘conflicto’ sea apenas una excusa para la aventura hace que la película sea mucho más libre, relajada y divertida que su antecesora, que estaba mucho más preocupada en el significado de la travesía que en la propia travesía. Sí, ¿Qué pasó ayer? Parte II es apenas una sucesión de viñetas cómicas, pero su profusión de penes (de todos los tamaños imaginables), drogas y afrentas contra el sentido común y la buena conciencia permiten que la película se quite el peso de tener que decir algo y se preocupe mucho más en hacer de la comicidad el lugar más placentero para habitar.
Es difícil no reírse de lo mismo que nos reímos hace dos años. Sabiendo esto, los productores de ¿Qué pasó ayer?, no dudaron ni un segundo en utilizar la misma fórmula para esta secuela que la utilizada para el film original. La película es igual, no estoy exagerando, es literalmente igual a su antecesora, cambian algunos animales, varían un poquito los encuentros sexuales y las locuras. Pero hasta el comienzo es el mismo. La misma llamada telefónica que escuchamos en la película original; las mismas caras de los mismos personajes, etc, etc. No voy a decir que no causa gracia porque estaría mintiendo, pero convengamos que no tiene el mismo efecto. La primera película de esta saga tenía algo que las demás películas de comedia de ese año no tuvieron; el efecto sorpresa y lo inverosímil; sabemos que es imposible tener un tigre escondido en el baño, por eso es en parte tan gracioso cuando lo vemos, es poco creíble pero está bien tratado. Ahora, dos años después, ya fuimos sorprendidos por lo insospechado y esperamos algo más que una banal copia de una película exitosa. Digamos que los productores no tuvieron que pensar mucho para conseguir triunfar nuevamente. ¿Qué pasó ayer? II es graciosa, divertida y dinámica; pero no esperemos mucho más, es un humor básico y burdo, escatológico e irreal. Hasta es mejor verla en la tele de casa, que en una sala de cine abarrotada de ruido de pochoclos y olor a nachos.
VideoComentario (ver link).
No muchos secretos esconde ¿Qué pasó ayer? Parte 2. Como en casi todas las comedias del subgénero bachelor, sabemos que el cuento terminará bien y que la boda se llevará a cabo. El relato en esta secuela no depara sorpresas, ya que la estructura permanece intacta: Stu (Ed Helms) parte hacia Tailandia para casarse con su nueva novia, cuya familia, de ese país, lo aborrece. Al viaje se suman sus amigotes, el parrandero Phil (Bradley Cooper) y el impresentable Alan (Zach Galifianakis) quienes, una vez allí, lo persuaden para tomar unos porrones de cerveza en la playa. Marcado psíquicamente por las consecuencias de aquel bacanal iniciático en Las Vegas, el novio acepta a regañadientes y, como esta vez el festejo se reducirá a un módico ritual de amistad, decide invitar al hermanito de su futura esposa, un adolescente prodigio que ni siquiera toma alcohol. Pero claro, los muchachos no aprenden más. Cuando se despiertan a la mañana siguiente en una habitación roñosa de hotel junto al mafioso Chow (Ken Jeong, otro que regresa) y un mono tití narcotraficante, apenas atinan a decir: “Pasó otra vez”. Encima, el joven brillante desapareció y sólo quedó su dedo en un vaso de agua. La osadía del film de Todd Phillips se ubica entre Despedida de soltero y Malos pensamientos, aquella comedia oscura y venenosa extrañamente similar a La sartén por el mango. A su vez, comparada con esta noche de gira por Bangkok, la primera Qué paso ayer parece una de Disney. Se advierte algo novedoso con respecto a la manera de representar el desenfreno: los recién llegados le hacen honor a la fama de pervertidos que precede a los turistas americanos y europeos en estos destinos exóticos, y no sólo arrasan con todo a su paso sino que también se meten en ese fango y chapotean con ganas. Si en Las Vegas Stu se casaba con una prostituta –y eso que ni siquiera era el futuro novio de la fiesta–, acá termina haciéndose coger por un travesti –al cual, por cierto, se le ve todo– y pasándola de lo lindo. Si en la ciudad del pecado a uno le metían sedantes en el trago, acá se puede esnifar una montaña de cocaína, algo que por lo visto sólo aprovecha Chow, pero tampoco se podía esperar semejante nivel de transgresión por parte de los tres yanquis, al menos no de Stu y de Phil, “normales” pese a los eventuales desvíos del primero. El caricaturesco Alan, papel digno de John Belushi o de Chris Farley que Zach Galifianakis interpreta con una facilidad notable, habita otro mundo, sin duda más bizarro que el nuestro. Tan pasados de rosca están todos que tampoco faltan los chistes sobre sexo con jovencitos tailandeses. Hasta el final feliz resulta jodón, incorrecto. Los resacosos vuelven en un estado deplorable, justo cuando el padre de la novia va a suspender la boda. En apariencia está todo mal y Stu, que además luce un tatuaje a lo Mike Tyson en su rostro como producto de la juerga, debería disculparse. Pero no. Nada de eso. El tipo se planta y le espeta a su futuro suegro que no es un dentista gris e ignoto como este creía sino que, por el contrario, lleva un demonio en su interior, una bestia indomable que lo empujó a irse de reviente con el cuñadito y a dejarlo tirado por ahí con un dedo menos. Ahora viene por la hija, decidido a casarse con ella. En una absurda superación dialéctica de la estupidez que caracteriza este tipo de desenlaces, el anciano tailandés se deja comprar por esa muestra pura de brutalidad americana y acepta gustoso. Como frutilla del postre, en la fiesta aparece el propio Tyson (esta vez sin su tigre) cantando y bailando tan espantosamente como lo hizo en el show de Tinelli. Por esta malicia, por esta desfachatez inesperada en las formas, ¿Qué pasó ayer? Parte 2 termina entregando bastante más de lo que se esperaba de ella.
Cine bestia Si la primera ¿Qué pasó ayer? era una película que sorprendía por su originalidad, la segunda parte sorprende, en cambio, por ser un descarado y abierto calco de su antecesora. El largometraje de Phillips copia no sólo la misma anécdota y la misma estructura narrativa de la película anterior, sino que establece relaciones directas entre los dos ejemplares de ¿Qué pasó ayer?. Si en la primera el dentista Stu era despreciado por su novia, acá es despreciado por su suegro; si allá se perdía al novio de la boda, acá se pierde al yerno de la novia; donde había un tigre, ahora aparece un mono; si en la primera había un momento musical con Stu, acá hay otro momento musical con Stu; si en la primera aparecía sorpresivamente Mike Tyson, en la segunda, hacia el final y como una suerte de chiste (Phillips pareciera decir que ni va a ser inventivo en convocar otra estrella para la secuela) vuelve aparecer Mike Tyson. Respecto a esto Santiago Armas me comentaba, después de la proyección, que el único momento que había faltado copiar en esta segunda parte era alguna escena en la que Alan (Zach Galiafinakis) mostraba una gran inteligencia, tal y como sucedía en la escena en la que se mostraba que este personaje sabía contar cartas en los casinos de Las vegas. Yo diría que el equivalente de esa escena en esta segunda parte se encuentra en el momento en el que Alan conduce la lancha sabiendo exactamente en qué dirección ir. El paralelo entre este momento y el del casino es que muestra que una personalidad tan enfermiza y dueña de un sentido moral tan retorcido como la de Alan puede moverse perfectamente en dos tierras especialmente descontroladas y amorales como Las Vegas y Bangkok. De hecho, es posible ver en este díptico de ¿Qué pasó ayer? a dos películas envueltas en el espíritu de este personaje, marcadas justamente por un carácter enfermo e impredecible y por su brutalidad insana. Incluso, si hay algo que distingue esta última entrega de ¿Qué pasó ayer? de la anterior, es que su espíritu bestial es aún más exacerbado y transparente. Hay una mayor presencia de lo animal (o más bien un espíritu zoofílico, como supo señalar Diego Trerotola: ver el mono fumón tomado en ralenti, ver también el chiste sublime del oso polar albino, verdadero ejemplar de humor de herencia marxista -por Groucho-) y una sucesión de chistes groseros y gráficos que superan la primera entrega. De hecho, ¿Qué pasó ayer? es la primera película mainstream americana en mostrar un micropene (y de paso hacer un chiste extraordinario con eso) y posiblemente también el primer ejemplar mainstream capaz de hacer del chiste del hombre que se entera de que se acostó con un travesti (cliché gastado si los hay) un momento de humor sublime, basándose en un montaje virtuoso y en el remate de mostrar, en forma multiplicada y absolutamente osada para cualquier parámetro de Hollywood, travestis totalmente desnudos en planos generales. Una de las escenas más representativas de este espíritu salvaje de ¿Qué pasó ayer? 2 sucede a unos cuarenta minutos de película. Allí los tres protagonistas creen ver morir a Mr. Chow (el delincuente oriental de la primera entrega que vuelve acá con más protagonismo) después de que éste haya aspirado una línea de cocaína. Ante la posibilidad de que la policía comience a hacer preguntas (Chow murió en el mismo departamento en el que estaban ellos) deciden esconder lo que ellos presumen es el cadáver dentro de una máquina de hielo. En cualquier película que no esté protagonizada por psicópatas, que los personajes principales vean morir a alguien frente a ellos significaría un momento de histeria importante o de angustia para ellos; sin embargo, acá no hay más que un momento de llanto que dura segundos por parte de Alan. Más importante aún: en el contexto de esta película, lo de Chang siendo escondido en una hielera no es otra cosa que un hecho más en medio de un film en donde todo se da con urgencia y donde se aceptan todo tipo de bestialidades sin juzgar y –lo que es más importante- sin saber qué consecuencias va a tener eso en la trama. Acá un protagonista puede recibir un tiro, otros pueden ser brutalmente golpeados y uno de los personajes principales –aspirante a ser cirujano y gran concertista de chelo- puede perder un dedo sin que esto derive en un escándalo. Como si esto fuese poco, hay una inversión de valores rarísima: una persona puede llorar más al despedir a un mono que al ver un amigo muriéndose frente a sus ojos y un hombre puede ganarse la pleitesía del yerno señalándole como virtud que tiene al diablo adentro. Esta última escena, justamente, debe representar el costado más políticamente incorrecto de toda la película y es la que mejor termina de diferenciar la primera parte del díptico de Phillips de la segunda. La primera entrega de ¿Qué pasó ayer? termina con un hombre correctamente casado después de una noche de descontrol, como si todo lo vivido anteriormente quedara en un pasado del que sólo terminan sobreviviendo fotos y recuerdos difusos. La segunda parte, en cambio, termina con un personaje con la cara tatuada después de una noche de destrozos pidiéndole a su suegro que lo respete y que lo deje casarse con su hija aduciendo que él tiene, como virtud, el diablo adentro. La posterior mirada orgullosa y respetuosa del suegro a su yerno le da a la boda posterior una connotación especialmente aberrante y subversiva, en la medida en que se sugiere un modelo matrimonial ideal basado en la posibilidad de que un buen marido sólo puede ser respetable por su salvajismo y su costado oscuro. Finalmente, como dijera alguna vez Robin Wood, puede que una película mainstream esconda, tras su fachada de mero entretenimiento, mucha más incorrección de lo que una película “seria” y abiertamente subversiva puede ser capaz de mostrar.
Remakes nunca fueron buenas La fórmula ganadora de la notable ¿Qué pasó ayer? quedó intacta para esta secuela. Los tres mismos personajes atraviesan una amnésica jornada en la que reconstruyen una noche de descontrol y juerga extrema. Otra vez perdieron a uno de los integrantes del grupo, otra vez se encuentran con desconocidos que los recuerdan con cariño y con otros que corren tras sus cabezas, una vez más recorren lugares inverosímiles, siguiendo pistas que los guían por caminos absurdos. De vuelta el desmadre es soslayado, y la más desaforada acción no se muestra; mediante indicios el espectador, junto a los protagonistas, logra hacerse una idea de los sucesos precedentes. Si antes la acción se centraba en Las Vegas, aquí los compañeros se movilizan a Bangkok, Tailandia, con motivo de las nupcias de otro de ellos. No es casual que el punto neurálgico de la prostitución y el turismo sexual haya sido el elegido para esta secuela, más allá del atractivo paisajístico que tenga para ofrecer la ciudad. Si bien los personajes no van al país con otra intención que asistir al casamiento, la película podría ser leída como una invitación a perderse en el descontrol y la desregulada oferta sexual de la capital, y como otra desgraciada mirada hedonista y etnocéntrica, de esas que retroalimentan una realidad social acuciante y lamentable. Cabe apuntar que los guionistas, al ser conscientes de que están repitiendo prácticamente al dedillo los elementos de la entrega anterior, redoblaron la apuesta por el desenfreno extremo, llegando a giros de guión que fuerzan demasiado la verosimilitud. Uno de los protagonistas es baleado, a otro se le corta un dedo, se ven implicados en una trama de narcotráfico y venta de armas, -con policía infiltrado incluido- y un sinfín de elementos inconexos que, acumulados, delatan una voluntad de impresionar más que de dejar un libreto coherente. De esta manera, la pesquisa “policial” se ve enormemente perjudicada. Asimismo, los personajes están mucho menos trabajados y tienen reacciones poco creíbles, como las muecas y el griterío histérico de Ed Helms, en un rol demasiado desencajado para lo que solía ser su personaje. Dejando de lado estos (nada menores) detalles, queda aún algo de ese fulgor que caracterizaba la entrega anterior. Las cambiantes situaciones y locaciones impiden que la atención decaiga. El director Todd Philips integra buen ritmo, una incorrección política estimable –basada en el lado oscuro de los maridos pulcros, atentos y “perfectos”-, aire fresco y una vitalidad festejante. Muy lejos de su precedente pero sin dudas algo mejor que la anterior película del director –Todo un parto con Robert Downey Jr.- ¿Qué pasó ayer? Parte II, tiene la energía suficiente como para que la experiencia sea llevadera a pesar de todo.
Se podría decir que es casi una remake, donde se cambiaron simplemente algunos detalles y eso hace que no haya sorpresa alguna. Al tener el mismo esquema, no me brindó ninguna sorpresa, ni siquiera el final cuando queda aclarada toda la historia a través de las fotos. Los más jóvenes y los amantes del humor...
Deja vu Atención: se revela el final de la película... Who cares? "Remake, imitación, repetición, falta de originalidad, falta de sorpresa...", palabras y más palabras ¿Desde cuándo la sorpresa es un valor en sí mismo? ¿Acaso las comedias se pueden ver solo una vez? Entendería que sí, porque en la segunda visión pierden el "factor sorpresa" ¿Qué sería del Chavo sin la repetición? ¿Qué sería de Benny Hill sin la repetición? Todd Phillips vuelve con lo mismo pero esta vez en Bangkok y con varios penes en pantalla. Pero esta insistencia con el esquema de la primera parte no es pereza del realizador, muy por el contrario, hay un regodeo evidente en la repetición, y esa repetición sería obscena solo si no fuera intencional. Los personajes no escapan a esta consciencia, ellos saben que están viviendo un deja vu. A fin de cuentas esta secuela es eso: un deja vu de la primera. Lo primero que hacen los tres protagonistas cuando se dan cuenta que perdieron a un amigo otra vez es revisar en el techo, para ver si la historia, que ya se estaba repitiendo, lo hacía al pie de la letra; pero si bien no estaba ahí, estaba nuevamente en el mismo edificio del que partieron, y el culpable de todo esto sigue siendo el mismo, y aparece un mono en lugar de un tigre, y aparece un viejo minusválido en lugar de un bebé, y aparece Tyson en lugar de Tyson, sin sorpresas y repitiendo la secuencia de fotos finales. El fuerte de la película no es sorprender, desde el principio somos conscientes de lo que sucede y lo que va a suceder pero disfrutamos el cómo. Hay un guiño al espectador, una búsqueda de que este anticipe los momentos y se ría de lo que ve y de lo que recuerda. Con la frase que abre la película: "volvió a suceder" nos cuenta todo, se nos abre la puerta a la dimensión conocida. Se podría marcar un paralelismo con esa frase y "¡Kevin!" de Mi pobre angelito 2, otro gran deja vu. Cuando Catherine O´Hara (personificando a Kate McCallister) pega el grito sabemos que empieza la película y que la historia se repite. Ese paralelismo caprichoso las equipara en más de un punto, son secuelas que repiten personajes y esquema, pero principalmente son películas que no descubren nada nuevo porque no tienen que hacerlo, porque hasta el momento de filmarlas no estaban agotadas. Lejos quedaron las películas de Macaulay Culkin, pero todavía están muy frescas las de Zack Galifianakis y compañía, todavía funcionan y parecen no tener fin ¿Quién sabe hasta dónde puedan llegar? Quizá tengamos que asistir al casamiento de Alan, y quizás ese casamiento sea en 3D. No lo sabemos, lo único que podemos afirmar es que la idea hoy sigue funcionando, y hoy quisiera que nunca se agote. Todd, lo has hecho de nuevo.
Nada de nada (y una recomendación final) Mucha gente aprovecha sus vacaciones para ir al cine. Yo necesitaba vacaciones, y vacaciones sin cine. Así las cosas, fueron vacaciones sin e-mail y sin películas (ni una). Tres semanas sin películas para volver con los ojos limpios y avidez por sentarme en una butaca (del centro a la izquierda, mirando hacia la pantalla). Volví al cine... ...pero las dos películas vistas fueron un fiasco. Empecemos por la que terminó con mi ayuno fílmico: Hanna, de Joe Wright, que bascula entre una intriga que se resuelve de forma anodina, groseras faltas de verosimilitud (en demasiados enfrentamientos primero se dan piñas y patadas, y luego se tiran algunos tiros: ¿por qué no tiran antes?; la “niña del bosque” Hanna no sabe ni lo que es un ventilador y luego, sin pasar por la Pitman, googlea a todo trapo) y reiteraciones ad náuseam de que, ojo, hay que trazar paralelos con los cuentos de hadas (¿alguna vez más nos van a aclarar que Cate Blanchett modelo 2011 –con aires y modos de Tilda Swinton– es “una bruja”?). Cine sin centro gravitatorio, hecho de retazos, tal vez un mero gesto canchero en forma de cómic, con algunos ramalazos de supuesta sofisticación como el villano alemán –que parece escapado de Cabaret de Fosse y rebozado con un poco de Fassbinder– o la música de The Chemical Brothers en contrapunto con la por muchos momentos payasesca acción. Habitualmente, cuando estoy varias semanas sin ir al cine la película con la que regreso a las salas me gusta un poco más de lo que me gustaría en medio de mucho consumo cinematográfico. Pero Hanna no fue el caso. Si es un chiste pop sofisticado, bueno, a veces prefiero los chistes más brutales, vibrantes y directos, como los que esperaba encontrar en ¿Qué pasó ayer? Parte 2 (The Hangover Part II). Pero esta secuela-reversión de una de las grandes sorpresas de la temporada 2009 está vaciada de interés, de intensidad, de esfuerzo cómico: los actores están apagados (hasta Galifianakis), y todo sucede de forma burocrática, previsible. No, el problema no está en rehacer la película original: con Todo un parto, Todd Phillips probó que podía reescribir con alma, corazón y gracia Mejor solo que mal acompañado. Pero si Mejor solo que mal acompañado era parte de la inspiración de Todo un parto, The Hangover no inspira The Hangover Part II sino que la reprime, le marca el camino para que pase por los mismos lugares, ahora con los zapatos gastados y los actores cansados. Todo está peor de lo que podría haber estado (salvo el mono, el personaje construido con mayor enjundia), fuera de ritmo: como Mike Tyson destrozando el grasoso éxito de los ochenta “One Night in Bangkok”. Las carencias rítmicas y el nulo carisma de Tyson para cantar condensan y ejemplifican de forma plúmbea los problemas de esta película hastiada de sí misma. Habrá que seguir intentando y seguir yendo al cine, aunque ya no en las queridas dos salas del Atlas Santa Fe, que cerraron y dejaron sin cines a la zona de Callao y Santa Fe (en donde hace poco más de una década funcionaban siete salas concentradas en cuatro cuadras). Por último, les dejo la recomendación de una película argentina que vi el año pasado: Lo que más quiero de Delfina Castagnino, que se exhibe en junio en el Malba los viernes a las 20:00 y los sábados a las 19:00. Una pequeña y sentida película sobre la amistad y duelos amorosos y filiales, hecha con gracia, convicción y emoción, elementos ausentes de los estrenos antes comentados. Un detalle: en Lo que más quiero un empleado que se queda sin trabajo se niega a recibir su indemnización, y este ha sido uno de los motivos –a partir de lo que yo denominaría una peculiar exigencia de “realismo sindical”–, por los cuales algunos críticos se han enfurecido con la película.
Publicada en la edición impresa de la revista.
Zafa raspando ¿Qué pasó ayer? 2 es la nueva entrega sobre The Wolfpack, un grupo de amigos aparentemente ñoño y normal, que cuando se enfiesta es capaz de pegarle a la joda más fuerte y bizarra sobre la faz de la Tierra. Vuelven en esta ocasión Bradley Cooper (Phil), Ed Helms (Stu), Zach Galifianakis (Alan) y Justin Bartha (Doug), junto a algunas apariciones de la 1ra película como Ken Jeong (Chow) y Jamie Chung (Lauren), más algunas caras nuevas para el film como Paul Giamatti (Kingsley) y Mason Lee (Teddy). Dirige nuevamente Todd Phillips, que también estuvo a cargo de la 1ra y es conocido por haber dirigido "Todo un parto" y "Viaje Censurado", películas que nos llevan a la deducción de que el humor bizarro, irrespetuoso y zafado, es su punto fuerte, aunque debo decir que en esta producción se quedó medio corto... La historia plantea el casamiento de Stu con Lauren a celebrarse en Tailandia, por lo cual toda la banda viaja y decide hacerle una pequeña despedida a su amigo tomando unas cervezas al lado de un tranquilo fogón en la playa... Cuando se despiertan, caen en la cuenta de que les pasó lo mismo que con la despedida de Doug, EXACTAMENTE LO MISMO... No encuentran a uno, hay un animal que despierta con ellos, no se acuerdan de nada, hay rastros de joda dura con drogas, mucho alcohol y prostitutas. Si bien el objetivo de presentar situaciones totalmente bizarras, ridículas y con un alto contenido de humor negro se cumple (raspando), tengo que decir que me quedó un gustito amargo... Cambiar sólo las cuestiones superficiales como que en vez de Las Vegas sea Tailandia, o que en vez de un diente roto haya un tatuaje, o en vez de un tigre un mono, me deja una sensación de que en cierta forma me están robando, y no exagero... la trama no presenta ningún tipo de cambio, solo una lavada de cara. El más gracioso de la película es el personaje de Chow, que me hizo reír bastante en más de una ocasión y superó ampliamente a un flojito Zach Galifianakis que no se pudo lucir como en la primera entrega, y en 2do lugar el neurótico Stu que vuelve más sacado que nunca y con su característico humor físico. Por lo demás... no hay mucho más que resaltar. Creo que a los que les gustó la anterior también van a disfrutar esta, aunque seguramente con menos intensidad, ya que el factor sorpresa se perdió por completo y no se preocuparon mucho por crear una trama más original, sin embargo para pasar el rato y contagiarse la risa en la sala zafa.
Una comedia lunática Cuando se estrenó la primera "¿Qué paso ayer?", una producción de muy mediano presupuesto, sobre lo que puede pasar después de una despedida de soltero, el problema del tiempo y cualquier disparate posible, nadie podía imaginar que se iba a convertir en un éxito recaudador de cincuenta millones de dólares. Por eso, los productores afilaron las uñas y se dispusieron a convertirla en serie. Esta es la dos, hay una mayor inversión presupuestaria y para estar acorde con los tiempos, se desarrolla en Oriente. Claro que es puramente norteamericana, zafada y bastante divertida. La cuestión temática no ofrece ningún tipo de originalidad. El clásico grupo de amigos, Phil, Doug, el imposible Alan y Stu. Los mismos que pierden noción del tiempo y el espacio y son capaces de las historias más inverosímiles. ESTADO DE LOCURA Ahora es Stu, el aparentemente más previsible de los amigos, dentista en actividad, que decide casarse con su novia e invitar a sus amigos a la fiesta de bodas, en Tailandia. Como la familia de su prometida es muy tradicional, no quiere que vaya el impresentable Alan, pero el resto del grupo, enterado de la depresión del insostenible Alan, hace todo lo posible para que Stu cambie de opinión y lo invite. Como con papel carbónico, el desmadre se repite, pero esta vez en Tailandia. "¿Qué pasó ayer? Parte 2" reitera su línea de disparate, como en la primera de la serie y le da un baño de "costumbres tailandesas vistas por norteamericanos en estado de locura". LUGAR PARADISIACO Así, en un lugar paradisíaco, se chocan familias tradicionales representadas por el padre de la novia, autoritario y bastante despótico, que inicia su relación con el yerno (el pobre Stu) comentándole que "en Tailandia se valora mucho a un médico, pero que un dentista no está a su altura". El resto es un aquelarre de disparates visuales, persecuciones donde se mezcla la droga, la mafia, un travesti y hasta los monjes budistas, donde todo puede suceder y la locura y la realidad se dan la mano en una suerte de ronda disparatada. Vertiginosidad, muy buen ritmo, algún desnudo, un argumento que reitera el primer capítulo de la saga, pero doblemente exagerado, algunos efectos especiales, cameos del director Nicholas Cassavettes, como el que se especializa en tatuajes y un Mark Tyson devenido en cantante y bailarín de music-hall. Ah!!!. Y hasta canturreos inesperados entre los protagonistas. Si le gustó la primera, disfrutará más la segunda. No hay nada para reflexionar, es puro efecto, desborde, una buena escena acrobática de lancha que aterriza en la isla en el medio de la fiesta de casamiento y el imposible Zach Galifianakis, haciendo monerías y papelones en su mejor-peor estilo.
Descontrolados Quien haya visto "Qué pasó ayer?" es, prácticamente, como si ya también hubiese visto esta segunda parte que no es la continuación de la historia anterior como suele ocurrir en la mayoría de los casos. En esta oportunidad "Qué paso ayer? Parte 2" se constituye como en una copia de todo lo que pasaba en la primera, pero reeditado con alguna/s sutil/es diferencia/s. Tan sutiles que casi parece la misma película, hecha remake. ¿Qué tiene entonces de atractivo esta "Qué pasó ayer? Parte 2"? Que aún habiendo visto la anterior y sabiendo perfectamente hacia donde va la trama y hasta previendo lo que va a suceder, el nivel de delirio de algunos gags y el buen ritmo con el que está contado la historia hace que uno se divierta viendo exactamente lo mismo que ya vio. Pero aún así, no pueda evitar sonreirse e incluso, que hasta se escapen algunas carcajadas. La "manada" vuelve a juntarse y allí están nuevamente, los cuatro protagonistas reiternado la misma historia: Phil, Stu, Alan y Doug, quienes en este caso tenen que viajar a Tailandia, en ocasión de un nuevo casamiento de Stu (Ed Helms), acompañados del hermano de la novia. Teniendo en cuenta todo lo que había pasado en Las Vegas en la primer entrega, Stu sól quiere festejar su despedida de soltero con un brunch en un bar cualquiera y evitar mayores complicaciones. Si esto saliese bien, obviamente la película terminaría en menos de 20 minutos por lo cual, finalizada la cena anterior al día de bodas -en la que se presenta oficialmente el novio a toda la familia de la novia y se pronuncian los discursos alusivos-, en un fogón en la playa se desatarán nuevamente un tornado de situaciones delirantes que lleven a los personajes una vez más a encontrarse completamente descontrolados en la habitación de un hotel en una de las ciudades más violentas y peligrosas del planeta: Bangkok. Sinceramente detallar algunos de los gags sería develar el único punto de interés que tiene la película. Sólo resta decir entonces que el director Todd Phillips (director de la primer entrega y de "Todo un parto") vuelve a elaborar una comedia de tono completamente desenfrenado en la que se mezclan todo tipo de chistes: desde los sutiles como el del oso polar albino hasta los de tinte más grosero, que de todos modos a una comedia de este estilo no le sientan para nada mal (nadie que vaya a ver este tipo de comedias se va a sentir ofendido por el nivel de escatología y falta de reparo al que pueden llegar algunas bromas absolutamente cargadas de mal gusto). Desde dealer griegos con un monito vestido con una campera con un bordado de la lengua de los Rolling Stones, hasta un monje con votos de silencio que se agrega a la troupe, pasando por cistes sexuales que van un poquito más allá de lo pensado, todo está puesto al servicio de que un torrente de incorrección y provocación incomode al público término medio americano que sigue pensando que son openminded y desprejuiciados. La gran mayoría de estos gags vienen para demostrar todo lo contrario y hasta hace parecer por momentos a "Torrente 4" uno más de la "camada". Jack Galifianakis tiene nuevamente a su cargo las situaciones más divertidas del film y el personaje más interesante para componer: lo aprovecha en un 100% y maneja este registro humorístico a la perfección. Otro punto alto del film es el personaje del chino (Ken Jeong): una rara avis mezcla de gangster y drag queen, que tiene escenas absolutamente irreverentes. Es evidente también, que Phillips tiene buen pulso para que aún con un guión completamente endeble que sólo reporta un "collage" de situaciones delirantes, la comedia divierta y acierte en su propuesta. Como cierre, como bonus track, encuentran una cámara de fotos que registra algunos momentos de la noche que intentaron reconstruir durante toda la película. Ahi, sobre el final, ya terminado el livianísimo hilo conductor del film, las fotos son un culto a la irreverencia, a la falta de respeto y al humor más desenfrenado que estalla en carcajadas imposibles de contener.
Cuando se estrenó ¿Qué pasó ayer? a mediados del año 2009, tanto la crítica como el público recibió a esta novedosa y desaforada comedia como una brisa de aire fresco. Las desventuras de Stu, Phil, Alan en busca de Doug, el novio a punto de casarse perdido durante la despedida de soltero contaba con un par de armas secretas: un elenco parcialmente conocido que sorprendió gratamente a todos por su gran capacidad para la comedia, un guión armado como una película de suspenso para propiciar la intriga y las risas. El resultado fue una de las mejores comedias del año, lo que puso al director Todd Phillips en un pedestal, en condiciones de competir con el nuevo rey de la comedia norteamericana, Judd Apatow. Sin embargo, pese a todas sus buenas condiciones, fue el éxito de taquilla lo que empujó a los productores a apostar (es un decir, porque la ganancia estaba asegurada) a una secuela y a intentar repetir la taquilla de la anterior. Hasta ahí vamos bien: es la historia de todos los días. El problema aparece cuando al tratar de igualar todo lo bueno de la primera entrega, se busca rehacer lo mayor posible y brindarnos prácticamente la misma película. Eso es lo que hicieron con esta segunda parte. Si ¿Qué pasó ayer? era una película zafada, irreverente, sin pruritos a la hora de buscar la risa, mezclando comedia física con chistes escatológicos o chabacanos, la segunda entrega lleva todo eso a los límites más impensados. Se ve que Phillips pensó que más siempre es mejor y llevó los chistes a derribar todas las barreras de lo políticamente correcto que podrían haber quedado de pie luego de la primera película. Donde antes teníamos golpes y caídas, aquí hay balazos, palazos y bombas molotov. Donde allí había dientes arrancados, aquí hay tatuajes en la cara. Donde antes había rophinol ahora hay ketamina. Donde había anteriormente prostitutas, ahora hay... Bueno, imagínenselo. Aquí todo es más. Y todo es peor, sin ninguna duda. Principalmente, el estilo de película de intriga deja de funcionar al repetirse tanto. Y claro, los personajes siguen teniendo su gracia, pero... ¿Cómo es posible que nadie agarre al idiota de Alan y lo boxee hasta que se deje de joder? ¡No existe amistad ni necesidad que pueda bancarse a ese tipo! Stu (Ed Helms) sigue siendo el más gracioso de los personajes (y el más castigado), Alan (Zack Galifianakis) el desequilibrado mental y Phil (Bradley Cooper) el carilindo que solo articula la relación de los otros dos. Y -sabiamente- el guión deja afuera de la aventura a Doug (Justin Bartha) que no había formado parte de las locuras de la primera, así que no forma parte de la verdadera manada. Ah, me olvidaba de -probablemente- el mejor actor del filme: un simpático monito que se la pasa de aquí para allá con un chaleco de los Rolling Stones. Lo único que cambia en esta entrega es el desaparecido: esta vez Doug se va a dormir temprano durante un festejo en la playa, mientras que el que se pierde en algún lugar de Bangkok es el cuñado de Stu, que es el que se esta casando en esta oportunidad. En esta entrega también hay actores rutilantes en papeles secundarios como Paul Giamatti (Entre copas) y Nick Cassavettes (Contracara), ambos en roles poco interesantes. ¿Qué pasó ayer 2? es una comedia totalmente desaforada, que busca conseguir risas generando más la sorpresa o el impacto del espectador que con gags inteligentes (está claro que no hay chiste sin sorpresa, pero no toda sorpresa conlleva una risa, por supuesto). Una comedia que termina siendo algo divertida más por "arrastre", por concatenación de locuras, que por un mérito propio de cada situación. Sólo para fanáticos.
Algunos años después de los sucesos de la primera parte, la pandilla se reúne nuevamente para la boda del dentista Stu. Él junto a su novia, y sus amigos Phil, Doug y Alan –quien se encontraba profundamente deprimido por no haber sido incluido dentro de la lista de invitados en una primera instancia- vuelan a Tailandia para encontrarse con la familia de la futura señora. Aún fresca en la memoria, la resaca vivida en Las Vegas en el casamiento anterior hace que estos amigos decidan llevar la despedida de soltero de manera más tranquila y sin tantos excesos… pero lo inevitable vuelve a ocurrir. Dos días antes del gran día, Doug despierta tranquilo en su habitación, pero Phil, Stu y Alan amanecen en los suburbios de Bangkok junto a un tailandés con sobredosis, un mono traficante y el dedo del hermano de la novia dentro de una fuente con agua. ¿Qué fue lo que ocurrió la noche anterior? ¿Cómo llegaron a esa situación? ¿Dónde se encuentra el joven cuñado de Stu? ¿Podrán resolver el misterio antes del horario fijado para la ceremonia? La respuesta son cien minutos de genuina diversión. Si bien el factor sorpresa que hacia las veces de combustible en la primera entrega ya no está –el esquema de esta secuela está prácticamente calcado de aquel filme- los guionistas y el director supieron insuflarle a la historia la suficiente gracia, variedad de situaciones y humor para adultos (sin recurrir a desnudos a granel, escatología y humor físico) como para hacernos olvidar que se trata de una segunda parte. La base fundamental de esta posible franquicia es su trío protagónico, cada uno de ellos invariablemente odioso en su individualidad pero de una comicidad irresistible al moverse en su conjunto.