Cómo mantener el fuego La rutina matrimonial y la incomunicación son los pilares de esta nueva comedia protagonizada por dos grandes figuras: Meryl Streep y Tommy Lee Jones, en los roles de Kay y Arnold, un matrimonio que lleva más de treinta años de casado. Diariamente, ellos siguen al pie de la letra los rituales del desayuno, las comidas, el dormir en cuartos separados en medio de una convivencia que se desarrolla sin sorpresas. Pero ella dice "basta" y propone un cambio para recuperar la pasión que ambos conocieron en las viejas épocas. ¿Qué voy a hacer con mi marido? (Hope Springs) es la nueva propuesta de David Frankel, el mismo realizador de El diablo se viste a la moda (en la que también trabajó Streep) y Marley y yo. El film tiene un mérito: trata con humor y melancolía un tema real con el que el público logrará una gran identificación. Y a partir de este andamiaje, el cineasta construye un relato en el que el agobio va dejando lugar al descubrimiento y la reconquista amorosa gracias a la ayuda de un experto en relaciones de pareja (un buen trabajo de Steve Carrell, en el que no existen desbordes). La trama saca a los personajes de la casa que los albergó y los instala en un lugar nuevo y desconocido: un hotel de poca monta en Hope Springs, donde se muestran tal cual son: él, un testaruro insufrible que no puede sonreír y que mide los gastos al extremo, y ella, un ama de casa que sufre la indiferencia de su marido y está determinada a lograr cambios. Las tareas para el hogar incluyen ahora caricias y ejercicios para despertar el interés sexual... La buena química entre los actores principales (se entienden con pocos gestos) se hilvana con diálogos chistosos que también logran conmover. El tono amargo y oscuro irá cambiando con el curso de los acontecimientos porque todo forma parte de esta aleccionadora radiografía de una pareja madura en crisis.
¿Cómo mantener en alza un matrimonio de más de 30 años? Esa parece ser la pregunta en cuestión para esta nueva comedia dramática que protagoniza la gran Meryl Streep junto a Tommy Lee Jones. La comezón de los 30 años Las relaciones de pareja siempre son difíciles, sin importar el tiempo que las personas lleven unidas, resulta imposible no tropezar en el camino, es inevitable descubrir asperezas por limar, cosas para mejorar juntos y cosas que, sin lugar a duda, molestan de la otra persona. Imaginemos que esto pasa luego de 30 años en pareja, con todo lo que eso implica, un matrimonio de dos personas adultas, con hijos y hasta nietos; después de pasar gran parte de la vida con otra persona, uno da por sentado ciertas cosas, ciertos sentimientos que jamás deberían sobreentenderse. Ese parecía ser el problema que lleva a Kay (Meryl Streep) a consultar un libro de autoayuda para parejas en primer instancia, y luego, a querer ir a ver a dicho terapeuta en un viaje para recomponer la relación. Así que Kay, decide casi imponerle a Arnold (Tommy Lee Jones) la idea de hacer este viaje. El problema es que Arnold es un marido de otra generación, un hombre chapado a la antigua, que solo cree que los psicólogos son un grupo de ladrones habilitados para robar, es el típico viejo cascarrabias que no hace otra cosa más que quejarse. Por lo que imaginen su sorpresa, al llegar al consultorio en un pequeño pueblo americano, y escuchar que las primeras preguntas del terapeuta son de índole sexual. Sobre que la pareja estaba en crisis, ahora solo resta esperar que se desencadene la tormenta final. Los verdaderos problemas Uno imagina que una comedia protagonizada por Meryl Streep y Tommy Lee Jones, que además van de la mano a un terapeuta que no es otro que Steve Carell, no puede fallar. Imagina risas despampanantes en la sala, grandes momentos de guión, conversaciones irracionales. Pero no, nada, cero. No pasa nada. Se nota, entre los personajes, una química enorme, ambos protagonistas no hacen más que fluir por la pantalla con una naturalidad que da la impresión real de haber vivido una vida juntos; y cuando se juntan con Carell es realmente un triangulo increíble. Lamentablemente, todo eso queda en la pantalla, en las miradas cómplices de las tres figuras más importantes del film, porque al momento de la práctica, el guión no transmite eso. El papel de Streep roza lo paupérrimo, una mujer de más de 60 años tímida, que casi no habla, en la que todo es llanto y cara de vergüenza. Se nota que está desesperada por salvar su matrimonio, y eso se debe pura y exclusivamente a la pasión que pone la actriz en cada escena, Streep es una gran intérprete y bastan sus expresiones para demostrarnos lo que su personaje busca, porque si del guión dependiera, a duras penas podríamos adivinar que acontece. Vemos a Carell en un papel que lo desmerece por completo, sencillo, simple, sin mucho que decir más que poner cara de situación. El único que sale bien parado es Tommy Lee Jones, que sin duda tiene un personaje mucho más jugoso y con líneas también más nutridas que el resto del elenco. Conclusión Corren tiempos difíciles para la comedia clásica, esta ha quedado en el recuerdo de muchos, el humor educado y correcto a veces no alcanza. Y sobre todo en esta película, que sin duda queda a mitad de camino, entre comedia y drama, no nos reímos mucho ni tampoco lloramos por un matrimonio en la ruina. Es un constante esperar más, algún chiste un poco más logrado, alguna situación hilarante, pero nada. No es más que una película chata con grandes actores.
Viejos son los trapos Antes que malas o buenas, las películas de David Frankel son Cajas de Pandora en las que los verdaderos ejes de las historias subyacen bajo la superficie poco rugosa de una narración simple. Simpleza que, al menos en estos casos, nunca implica simplismo. Piénsese en El diablo viste a la moda, donde el director alambicaba la pertinencia del self made man -o woman, en este caso- en el siglo XXI con el tradicionalismo genérico de un coming of age, o Marley & yo, reflexión sobre la maduración, la familia y las proyecciones personales travestida de película familiar sobre los avatares de un perro incorregible. Incluso la recientemente editada en DVD Un gran año, comedia con freno de mano puesto, hibrida una admiración masculina rayana a lo bromático con un romanticismo heterosexual gruesamente adolescente, todo patinado con un tono y premisa mínima wesandersoniana. Con todo ese bagaje a cuestas llega el opus cinco de Frankel ¿Qué voy a hacer con mi marido?, fea e inexacta traducción de Hope Springs. El título original hace referencia a una pequeña localidad donde atiende un renombrado terapeuta de parejas (Steve Carell). Hasta allí llegarán Kay y Arnold, quienes buscan reavivar la pasión después de más treinta años de matrimonio, varios de ellos con régimen de cuartos separados. O más precisamente es ella la que buscará inicialmente recomponer el vínculo: la primera escena la muestra intentando seducir a un marido que, claro está, la rechaza. “Siento que estamos yendo hacía la nada”, dirá en un momento a su compañera de trabajo. Que ella al otro día lo espere con el desayuno preparado, una sonrisa en la cara y deseosa de una muestra de cariño que jamás llega habla de una devoción y abnegación digna de la Francesca Johnson de -de pie, señoras y señores- Los puentes de Madison. Más aún si ella es Meryl Streep, quizás la actriz de mayor contundencia gestual del cine norteamericano. Esa suerte de dualidad de la que se habló al principio también estará presente en ¿Qué voy a hacer con mi marido?, que oscilará entre el drama de un matrimonio oxidado y una feel good comedy adulta. Los primeros minutos de la película se dedican a construir al personaje femenino, mostrando un inconformismo tan manifiesto como contenido, mientras que él asoma más como una caricatura de todo lo peor que la rutina matrimonial puede generar, durmiéndose mirando programas de golf en la televisión o besando a su mujer en la frente. Pero todo cambiará cuando finalmente lleguen a las sesiones matrimoniales. Allí, con la lentitud propia de los actos resistidos, el aplomado Arnold (Tommy Lee Jones, excelente como casi siempre) empieza a soltarse y mostrar una insatisfacción repleta de matices generada sobre todo por la incapacidad de zanjar las diferencias genéricas y comunicacionales con su mujer. Lo que no estaría mal, a no ser porque al mismo tiempo ella empieza a desdibujarse, a mutar ese desamparo inicial por una estupidez lisa y llana. Como se hubieran ensamblado dos películas que no terminan de cuajar o, aún peor, la versión de un guión falto de ajustes. Así, Hope Springs deja reverberando la sensación de que es apenas una película menor al lado de lo que pudo haber sido. Eso y, claro, que la adultez le sienta de maravillas a Elisabeth Shue, que, a sus casi 49 años, es el retrato más fiel de una estrella que nunca llegó a ser.
"Hope Springs" o “Que voy a hacer con mi marido” (¿Quién elige estos nombres?) es una comedia dirigida por David Frankel (El diablo viste a la moda y Marley y yo), escrita por Vanessa Taylor, que hasta esta película solo había escrito guiones para televisión, que trata sobre un matrimonio de más de treinta años en el cual la pasión hace años dejó de existir. Por supuesto la fortaleza del film no yace ni en la dirección (la edición sobre todo es pésima) ni en el guión, que es un tanto trillado, sino en las actuaciones. El matrimonio está compuesto por nada más y nada menos que Meryl Streep y Tommy Lee Jones, que intepretan a Kay y Arnold respectivamente. La falta de pasión, de afecto y de cariño es demasiado para Kay por lo que decide hacer algo al respecto. Sin consultarle a su marido compra pasajes de avión para asistir a la clínica de parejas del Dr. Feld (Steve Carrell) que queda en un pequeño pueblo al norte de los Estados Unidos llamado Hope Springs. Arnold luego de quejarse en repetidas ocasiones decide asistir a lo que será una semana de terapia de parejas intensiva en donde se descubrirán a ellos mismos como individuos y como pareja. Con un interesante uso de la música, aunque en general no es del estilo que yo suelo escuchar, realmente contribuye a la creación de la atmósfera en que se desarrolla el relato y con un pintoresco pueblo de Maine como fondo lo que realmente termina por destacarse es el reparto. Y no me voy a cansar de repetirlo. Meryl Streep como siempre está casi perfecta, y si bien no es uno de los papeles en los cuales más se ha lucido últimamente, realmente logra una buena performance como una mujer con frustraciones, miedos, timidez, pero con la esperanza de salir adelante. En general el currículum de esta señora es tan vasto como brillante que podría actuar de árbol en la obra de jardín de infantes de su nieta (futura nieta) y alguna nominación recibiría; para ganar algún premio tal vez debería interpretar algo un poco más animado como un sol, por poner un ejemplo. Aún así no sé si va a recibir una nominación a los Oscars, no es el tipo de papel que la academia suele reconocer. A los Golden Globes probablemente sí reciba, y excepto que alguna otra actriz se luzca en alguna comedia o musical, puede llegar a llevárselo a su casa. El tiempo dirá. Y uso esta última oración en el párrafo para aclarar que no soy fanático de ella, no es una actriz que me guste, pero sin lugar a dudas es una de las mejores actrices de nuestros días, una cosa no quita la otra. Tommy Lee Jones tan bien se luce, como el marido mal humorado, tacaño, quejumbroso y taciturno, que disfruta sus noches viendo programas de golf. Con grandes momentos de comedia y de drama realmente no podría pensar en alguien que interpretase mejor el papel. En muchos aspectos el rol es similar al del Agente K en la saga de “Hombres de Negro” y es tal vez el papel que mejor le pega. Steve Carrell es el más desaprovechado de los tres principales, sobre todo en su faceta cómica. Debo admitir que como fanático de “The Office” (la versión estadounidense, aunque creo que no hace ni falta aclarar) me cuesta mirar a este tipo a la cara y no reírme, por lo que prácticamente todo lo que haga va a producir diversión en mi organismo. Tal vez por esta razón lo eligieron para el rol, tener que contarle cosas íntimas y privadas a alguien que ya su cara produce risa genera situaciones hilarantes. En general redondea una actuación aceptable, con algunas escenas realmente divertidas. El resto del reparto si bien posee algunos nombres importantes como Elisabeth Shue (Volver al futuro 2 y 3 y Leaving Las Vegas) son prácticamente cameos, considerando la importancia del rol y el tiempo en pantalla que poseen. Si bien Hope Springs es una típica comedia de Hollywood, aún así no deja de ser una buena comedia, y por sobre todas las cosas no deja de divertirnos, entretenernos y de hacernos pensar, sobre todo para alguien como yo que concibe a la idea del matrimonio como un tanto ridícula y arbitraria y por supuesto para todas las parejas que viven situaciones similares a las expresadas en el film. Si querés disfrutas de buenas actuaciones de grandes actores, si querés divertirte y pasar un buen rato Hope Springs es definitivamente una película para vos.
Sexo geriátrico Hay algo brillosamente industrial y profundamente conformista en las películas de Frankel (El diablo viste a la moda, Marley y yo), pero también hay algo que siempre está bien. Es ese soplo de vida que late en el corazón de lo mejor que Hollywood puede producir y que, a diferencia de lo que creen cínicos y amargados, no es fácil de conseguir: el amor por sus personajes y una ternura que no conoce de dobleces. Kay (interpretada por Meryl Streep) y Arnold (Tommy Lee Jones) son una pareja que lleva más de 30 años de casados. Los hijos ya se fueron de la casa, la rutina se apila como ladrillos y la insatisfacción también. Kay obliga a su marido a asistir a una semana de terapia de pareja intensiva en un pueblito de la costa, donde asistirán a sesiones con el Dr. Feld (interpretado por Steve Carell). El principio de ¿Qué voy a hacer con mi marido? se parece a muchos lugares comunes: la señora angustiada y sentimental, el viejo gruñón que no cree en el psicoanálisis, en gastar plata ni en escuchar a su esposa, y el terapeuta que no mueve ni una pestaña mientras urga en los problemas íntimos de una pareja que parece haber logrado la estabilidad a fuerza de silencios. Más allá de los colores pasteles, del despliegue actoral de la Sra. Streep y de unos cuantos chistes, esa primera película que podíamos vislumbrar es tan poco interesante como las conversaciones de esta pareja que ya no conversa. La virtud de ¿Qué voy a hacer...? es la paciencia: sin ser atrapante, tampoco defrauda y con el correr de los minutos va superando nuestras dudas a medida que va entrando en el corazón de sus criaturas. Y la apuesta se redobla: a los primeros momentos de reconciliación-contacto-ternura de la pareja que va aceptando que a lo mejor tiene algunos problemas de pronto se le suma la cuestión del sexo. El Dr. Feld los mira (nos mira) casi sin expresión: ¿hace cuánto que no tienen sexo? Entonces aparece la faceta más inesperada de esta película: el sexo geriátrico. No se trata simplemente de que ¿Qué voy a hacer...? hable sobre un tema que no suele tocarse en el cine (ni en muchos otros ámbitos) como es el de las relaciones sexuales en una pareja que lleva tantos años de casados. Lo realmente sorprendente es que toca esos temas con una naturalidad que nunca se ve en el cine de Estados Unidos. Vemos a Meryl Streep intentar practicar sexo oral a su marido en una sala de cine, la vemos intentar practicar sus técnicas con una banana, pero también vemos los momentos de incomodidad-miedo cuando los esposos tienen que confesarse sus fantasías, los intentos frustrados, los gemidos a través de una puerta cerrada. Vemos el sexo, su importancia, su fragilidad, lo compleja que puede ser hasta la relación de un matrimonio que lleva más de tres décadas juntos. Así, entre chistes amables y revelaciones sexuales sorprendentes, cuando queremos darnos cuenta ya estamos adentro de ese mundo que nos propone ¿Qué voy a hacer...? y no hay vuelta atrás: lo que parecía una pareja de estereotipos de personas de la tercera edad de clase media ya son personas que sufren y sonríen ante nosotros. Esa intimidad lograda a fuerza de giros inesperados, de intentos frustrados, con ciertos edulcorantes pero con el gran aporte de dos actores que (detrás de todas sus arrugas) saben bien lo que hacen es la que hace de ¿Qué voy a hacer...? una película que ofrece mucho más de lo que parecía ofrecer.
Dónde está la intimidad David Frankel (El diablo viste a la moda, 2006) vuelve a dirigir a Meryl Streep una vez más en una comedia, ¿Qué voy hacer con mi marido? (Hopes Springs, 2012), una comedia romántica donde el drama asoma muy tenuemente a partir de los conflictos que viven los protagonistas. Kay (Meryl Streep) está casada con Arnold (Tommy Lee Jones) y quiere revivir un matrimonio de 31 años. El interrogante será cómo hacerlo. La pareja se presenta con un binomio conocido, Kay es sumisa e introvertida y no sabe como acercarse a su marido, Arnold como un hombre sumergido en la rutina y muy poco comunicativo. Desde la primera escena aparece el conflicto que estos dos personajes deberán atravesar, el sexo en la pareja. Y es en la búsqueda de una solución donde interviene el Dr. Feld (Steve Carell), Kay arrastrará a Arnold al pueblo de Hope Springs para ver al famoso especialista. En cuanto a lo que se refiere al género en algunos momentos funciona y por otros deja de hacerlo, por un lado es cierto que es una temática muy pocas veces explorada en personajes maduros, abundan las comedias románticas con encuentros y desencuentros entre galanes y actrices acostumbradas a esos roles. En ese sentido el film propone una mirada diferente. El punto está en un límite muy delgado entre el planteo de situaciones embarazosas propias de una comedia (sobre todo en lo referido al sexo) y en caer en situaciones repetitivas que hacen que se pierda el efecto buscado. Y son esos los momentos donde la construcción del personaje de Kay queda un tanto excesiva, si algo caracteriza a Meryl Streep es su capacidad de interpretación, de eso no cabe ninguna duda, pero encarnando a Kay no se luce como debería. El personaje queda sobrecargado y se vuelve cursi. La típica oposición entre la caracterización de la esposa sumisa introvertida que no sabe mucho de sexo y el marido ermitaño y gruñón que no se comunica con su esposa. Y si bien el personaje de Arnold está también muy tipificado Tommy Lee Jones lo representa de una manera tan natural que hace que ahí sí funcione el género. Logrando un buen contrapunto con Steve Carell (Dr. Feld) marcando el equilibrio justo. La comedia se vuelve más honesta en su costado más dramático, que es el tema que envuelve a los protagonistas, la perdida de la intimidad con el paso del tiempo, no sólo en el sexo sino la conexión entre dos personas. La idea de lo que se considera un matrimonio, la resignación y la búsqueda de la pasión más allá de la edad. Entre momentos más genuinos y momentos más estereotipados y más allá de los excesos en la caracterización del personaje de Kay la comedia funciona principalmente por la lograda interacción de sus tres protagonistas.
Tener grandes actores en un reparto no siempre es garantía de brindar una buena película. El director David Frankel (El diablo viste a la moda) lo vivió hace poco con su film anterior, El gran año, donde trabajó con Steve Martin (ícono de la comedia), Jack Black y Owen Wilson y la película pasó completamente desapercibida en Estados Unidos. De hecho, hay mucha gente que desconoce su existencia por completo. En ¿Qué voy hacer con mi marido? El director Frankel trabajó con otros tres grandes artistas como Meryl Streep, Tommy Lee Jones y Steve Carell, pero esta vez contó con un guión más sólido. En consecuencia, creo que el gran mérito de este estreno le corresponde a Vanessa Taylor, una guionista que empezó a destacarse en Hollywood por su trabajo en series de televisión como Alias y Juego de Tronos. Que las tres figuras principales actúen bien no es noticia porque son grosos del cine norteamericano, pero en este caso estuvieron respaldados por un guión que aborda con humor y un poco de melancolía una temática trillada. Película sobre matrimonios en crisis tenés a patadas pero esta historia está bien llevada y se fortalece al tener los actores adecuados para cada personaje. El viejo cabrón que interpreta Tommy Lee Jones, por ejemplo, parece escrito especialmente para él y tiene muy buenos momentos. No es un film para reírse a carcajadas precisamente, ya que esta producción se encamina también por el drama pero es una propuesta que permite disfrutar del trabajo de grandes actores. Un buena Chandler Movie que probablemente encontrará su público más entusiasta en las señoras mayores.
Pero el amor es más fuerte… ¡Qué voy a hacer con mi Marido? es la segunda colaboración de Meryl Streep con David Frankel y el primer guión de largometraje que escribe Vanessa Taylor (productora de Game of Thrones). No es novedad que Streep es una de las mejores actrices que existen, pero su capacidad de versatilidad en el rostro para pasar de una emoción a otra, sigue sorprendiendo...
Matrimonio mayor Meryl Streep se luce interpretando a una mujer que trata de encarrilar la relación con su esposo, un malhumorado Tommy Lee Jones. Algo decididamente no anda bien entre Kay y Arnold. Sentados a la mesa junto a sus hijos, celebrando sus 31 años de casados, Kay cuenta que como presente “nos regalamos la suscripción al cable. Son muchísimos canales...”. Duermen en cuartos separados, la rutina diaria es asfixiante. “¿Se puede cambiar un matrimonio?”, le pregunta intrigada Kay a una amiga. No, no haría como en Dos más dos . Nada de swingers. A los sesenta y pico, Kay y Arnold están más cerca de ir a la cama a ver la tele que hacer otra cosa. La pregunta es quién quisiera estar con un especimen como Arnold, con el rostro, el malhumor y todo lo negativo que sabe darle a su personaje el insufrible Tommy Lee Jones. Bueno, ésa es Kay, la protagonista a la que Meryl Streep sabe dotarle de toda una paleta de ricas características, cambiante pero coherente en cada salto de escena, más aún cuando el guión los lleva a pasar una semana en Hope Springs (el título original del filme), donde el doctor Feld (Steve Carell) intentará ayudar a ambos en su centro de terapias de parejas. Con experiencia en la pantalla chica -ha dirigido capítulos de Sex and the City , Band of Brothers y Entourage -, el director de El diablo viste a la moda vuelve trabajar con Streep, y eso, se nota, es un handicap. La actriz se roba cada una de las escenas en las que está incluida, aunque sin proponérselo. Debe ser difícil compartir encuadre con ella: Aunque Carell y Jones no desentonan, la estrella de La amante del teniente francés sigue imponiendo su estilo y magnetismo como siempre. Meryl compone a un personaje, distinto a lo de siempre, Tommy Lee hace lo de siempre, el insoportable, quejoso, amargado. Claro, lo bien que le sale. Para que la película no terminara siendo un capítulo de una buena serie de televisión, se necesitaban, además de las buenas actuaciones, diálogos jugosos, situaciones cambiantes, un ritmo distinto en cada salto de secuencia. Y Frenkel lo hace. A veces, con meros apuntes (la mesera que los atiende en el restaurante del pueblo inmediatamente detecta que están para la terapia de parejas), otras dejando fluir las acciones y expresando la simpleza de una mirada cómplice entre el matrimonio, o con las preguntas de tono sexual que les hace el terapeuta. “No es tarde para el que se atreva a intentarlo”, dice el doctor Feld, con más ímpetu de libro de autoayuda que otra cosa. En una pareja en la que no se cuentan sus fantasías ni sus sentimientos, debe hacerse difícil sostener la intimidad a futuro, se tenga la edad que se tenga. Y por eso ¿Qué voy a hacer con mi marido? es tan divertida como cuestionadora. Tal vez Kay y Arnold no tengan éxito en lo suyo, quién sabe, pero del otro lado de la pantalla, el que gana es el espectador.
Mucho más que una comedia Esta película parece una cosa, pero es otra. En la superficie aparenta ser una comedia de Nancy Meyers al modo de Alguien tiene que ceder o Enamorándome de mi ex con la que ¿Qué voy a hacer con mi marido? comparte protagonista y unos títulos traducidos con la sutileza de un hachazo. Pero, por suerte, hay mucho más que superficie en este film de David Frankel, responsable de Marley y yo y El diablo viste a la moda, película en la que consiguió una de las mejores actuaciones de Meryl Streep de los últimos años. Que no es decir poco. Y, con un personaje en las antípodas de aquella Miranda Priestley (temible editora en control de su destino), aquí el dúo Frankel-Streep lo hace de nuevo. Gracias a un inteligente manejo de la fotografía y el ritmo de planos, a la actriz le alcanza con un suspiro y unas miradas en las que sus ojos se llenan de dolor, tristeza, frustración y resignación para contar la historia de un amor que sigue existiendo, pero despojado de todo menos un parco compañerismo. Kay y Arnold (Tommy Lee Jones) están casados hace 31 años y sus hijos ya no viven en la casa que ellos comparten como si fueran colegas, amables cohabitantes que se cruzan a la hora del desayuno y la cena, pero duermen en cuartos separados hace tiempo. Decidida a cambiar las cosas, Kay intentará seducir a su marido sin éxito y, al borde de la desesperación, se cruzará con el libro y el tratamiento intensivo de un terapeuta experto en arreglar estos entuertos. Hacia allá marchará el matrimonio por insistencia de la mujer y con el marido protestando por todo, desde el precio del hotel, la comida y, sobre todo, las sesiones de terapia. Será precisamente en esos pasajes con Steve Carell -inusualmente contenido- interpretando al analista donde la película mostrará su esencia. Allí, entre la resistencia inicial de Arnold y la entrega de Kay se irán descubriendo temas pendientes y una falta de comunicación que excede -sin minimizar-, la falta de actividad sexual de la pareja que ya no sabe, no se acuerda, cómo estar junta. Y que tal vez nunca lo supo. Una posibilidad que el guión de Vanessa Taylor plantea con honestidad, humor y algo de seriedad también. El resultado es un relato sobre la madurez y los vínculos desgastados que, gracias al trabajo de su director, actores y escritora, es mucho más de lo que aparenta.
Dos grandes actores, una comedia ligera Esta historia de un matrimonio derrotado por el tiempo que recurre a la ayuda de un terapeuta se salva por las magníficas actuaciones, pero el director David Frankel sobrecarga todo de lugares comunes, con una estética de tarjeta postal. La primera escena de ¿Qué voy a hacer con mi marido?, cuarto film del director David Frankel, tiene más de una virtud. Al menos tiene dos: Meryl Streep y Tommy Lee Jones. Aquí ella es Kay, una mujer madura que, todo lo bonita y sensual que puede, entra en la habitación de Arnold, su marido, y le pregunta si no puede dormir esa noche con él. El tipo, acostado y sin dejar de leer una revista, la mira con preocupación y quiere saber si le ha pasado algo a su cama. Ella, algo atribulada, responde que no es eso y Arnold, aún más confundido, vuelve a preguntar: “¿Entonces, qué?”. Kay improvisa un gesto con toda la cara, un gesto que a la vez expresa deseo e inspira compasión. Tomado por sorpresa, Arnold comprende lo que necesita Kay y se excusa con torpeza, argumentando algún dolor. Ella se retira abrumada y él se queda en la cama, respirando con alivio. Toda la secuencia dura un poco más de lo que se demora en leer este párrafo, pero Streep y Jones ya han dejado claro que son dos magníficos actores y que si esta vez les toca interpretar a un matrimonio derrotado por el tiempo y bailar al ritmo de la comedia ligera, pues entonces darán una clase de baile. Como en El diablo viste a la moda y Marley y yo, las sobrevaloradas películas de Frankel que han podido verse en las salas locales, el universo de ¿Qué voy a hacer con mi marido? es el de la clase media burguesa. Que en los Estados Unidos y por cómo se encarga de retratarla el director, es tan timorata, moralista y tibiamente progresista, pero en el fondo conservadora, como en la Argentina. O más. El matrimonio de Kay y Arnold es un gran ejemplo de esa rigidez. Ellos componen, cada uno desde su rol, una pareja regida por el orden machista. Ella, mujer de su casa, le prepara a él cada mañana unos huevos con tocino y café. Listo para irse a trabajar, él lee el diario sin prestarle a ella la menor atención y come su desayuno como si fuera natural encontrarlo ahí, listo cada mañana. Como si Kay no existiera. Ambos han aceptado ciegamente ese mandato a lo largo de treinta y un años de matrimonio y el disparador de la película es justamente la epifanía de Kay, su repentina toma de conciencia del no lugar al que ha sido relegada. Como en la vida burguesa todo parece resolverse con los evangelios de autoayuda y sus gurúes (y vaya si se lo puede confirmar aquí en Buenos Aires, donde el jefe de Gobierno de la Ciudad ha tenido la brillante idea de invertir los fondos públicos en una feria internacional de la buena onda), Kay consigue un libro del doctor Feld (Steve Carell), un reputado terapeuta de parejas, y paga con sus ahorros una semana de tratamiento con él. Arnold se resistirá, pero acabará cediendo al “capricho”, convencido de que todo será inútil. El primer tercio largo de ¿Qué voy a hacer con mi marido? es lo mejor de la película. Las sesiones de terapia, en las que Steve Carell cumple a la perfección con el rol del terapeuta neutro, son el ambiente perfecto para que Streep y sobre todo Jones entreguen actuaciones tan potentes como minimalistas. Sin embargo, Frankel se encarga de sobrecargar todo de lugares comunes, apelando a una estética de tarjeta postal en donde hasta la musicalización es un exceso. El relato de a poco se va acomodando en los convencionalismos que el director ya mostró en sus trabajos anteriores, hasta convertirlo en una película más. Aun a pesar del esmero mediocrizante de Frankel, la película mantiene dos puntos extra a favor. Sí: Meryl y Tommy Lee. Sin ellos, aquí se estaría hablando de otra cosa.
Comedia sexual de pareja adulta Con un insólito y poco atractivo título que no tiene nada que ver con el original, el director de Marley y yo encaró una historia con un punto de partida interesante y la presencia de Meryl Streep, Tommy Lee Jones y Steve Carell. Cuando las películas prometen ser excelentes y al final resultan no serlo, es muy común que el espectador o el crítico crean que la película decae en el final. Pero en realidad las películas son un todo, y si en su último tramo las cosas no terminan de funcionar, entonces la película nunca fue excelente. Esta comedia sexual otoñal protagonizada por Meryl Streep y Tommy Lee Jones –y con la participación de Steve Carell y Elizabeth Shue– tiene un punto de partida interesante que invita a creer. Al pasar los 30 años de matrimonio Kay y Arnold se encuentran sumergidos en la apatía y el aburrimiento. Kay es la más preocupada por este malestar e intenta poner en funcionamiento algún mecanismo para recuperar la pasión perdida. Así que es la mujer la que activa en esta pareja la posibilidad de explorar nuevos rumbos, recurriendo a un sexólogo y viajando a un lugar llamado Hope Springs (Hope Springs es el título verdadero sepultado para un patético título en castellano) donde buscarán darle un nuevo enfoque a la vida marital. Esta comedia dirigida por el mismo director de Marley y yo y El diablo viste a la moda, deja en claro que, como en sus films anteriores, David Frankel busca explorar más cosas que las que podría prometer una película estándar. Una búsqueda que en este caso encuentra a su mejor aliada en la inagotable y siempre brillante Meryl Streep. Aunque al principio de su carrera no lo aprovechaba, Streep descubrió en algún momento que la comedia es un excelente vehículo para hablar de cosas dramáticas. Así, Hope Springs habla del malestar en la pareja y de la angustia puntual de la mujer en el matrimonio. Luego la trama tendrá sus cambios y sus giros y podría discutirse la eficacia de los mismos. Mientras tanto, queda la sensación de un plan mucho más interesante y complejo de lo que finalmente termina demostrando el film que tiene para ofrecernos. No es tampoco algo tan grave, la película se sostiene. El problema es que una vez que nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad han sido estimuladas, han sido encendidas, nuestra exigencia aumenta también. Con sus defectos y limitaciones, Hope Springs sigue siendo una película que vale la pena y cuya pareja protagónica demuestra, con su sola presencia, que esa tercera edad a la que ellos pertenecen sigue siendo una parte importante de la vida.
Matrimonio en piloto automático No es la primera vez que un título se traduce de modo inexplicable. Este es el caso de "Hope springs" a la que tradujeron como "Que voy a hacer con mi marido?", y poco tiene que ver la película con ese nombre de comedia ochentosa. Por empezar no tiene demasiado de comedia, o al menos, no de comedia ligera. La historia se centra en Kay (Meryl Streep) y Arnold (Tommy Lee Jones) quienes llevan casados más de treinta años, y cuyo matrimonio está inmerso en una rutina aplastante, casi no se hablan, hacen lo mismo día tras día, y ya ni siquiera duermen en la misma habitación. A Arnold no parece molestarle esta situación, pero Kay lo vive con mucha angustia, es por eso que decide buscar ayuda y no renunciar a su matrimonio, al menos, sin haber intentado todo lo posible por salvarlo. Kay encuentra la ayuda buscada en un terapeuta, el Dr. Felds (Steve Carell), quien va a dar una intensiva terapia para parejas, durante una semana, en un pueblo costero llamado "Hope Springs"; de ahí el verdadero título de la película. Con todo su esfuerzo, la abnegada esposa logra que su marido suba al avión y la acompañe a visitar al terapeuta, en el que ha puesto todas sus esperanzas, para recuperar lo que alguna vez fue un matrimonio feliz. Desde que llegan todo se hace complicado; las sesiones de terapia les resultan tortuosas, a él por ser un hombre frío y estructurado y a ella por ser tan recatada. Kay pone toda su voluntad y Arnold solo está preocupado por el dinero que gastan. Las cosas comienzan complicadas, pero de a poco pareciera que la terapia comienza a dar resultado. Más allá de lo angustioso que puede resultar la frustración de la protagonista, o el tener que plantearse que los buenos tiempos ya han pasado y tal vez no vuelvan, la película logra hacer reir. Nos reímos de su rutina, de todo lo que no se dicen, de las ridiculeces a las que se enfrentan durante la terapia, y de todo lo que atraviesan en su esfuerzo por recuperar la química perdida. Elencos como estos atraen más allá del guión o la historia, está de más decir que ambos protagonistas están excelentes en sus roles, y Steve Carell correctísimo en un personaje diferente al que nos tiene acostumbrados, esta vez como un terapeuta centrado y comprensivo. La rutina matrimonial ha sido tema de varios films, en ese sentido, la película no innova demasiado, el relato es sencillo, y nos lleva hacia una sola pregunta: ¿Es posible salvar un matrimonio?. Bien filmada, detallista, con música acorde, y nada que destaque demasiado, el guión -con un poco de drama, un poco de comedia, y finalmente bastante efectivo- es simple pero con unos cuantos clichés.
Ya no es común que Hollywood dedique una historia romántica al mundo adulto. Pero si además convoca a grandes actores, con un libro que por momentos es desopilante y muchas veces le apunta a la lágrima, el resultado es recomendable. Un matrimonio de 30 años, reprime cualquier muestra de cariño, ni hablar de sexo. Duermen en dormitorios distintos, viven mundos paralelos. Pero la mujer está a punto de quebrarse y obliga a su marido a viajar para una terapia intensiva de su unión. Y ahí comienza una historia de represiones, intentos muy graciosos y pocas ternuras. Meryl Streep se muestra vulnerable, tímida, se expone al paso del tiempo y totalmente iluminada pasa del humor a la angustia con una verdad conmovedora.
Las intimidades de una pareja Como es clásico en Frankel, su visión es clásica, pero no por ello cristalizada. Un guión ágil de Vanessa Taylor, conocida escritora televisiva lo ayuda en un argumento condenado en cierto modo a los interiores. Tienen sesenta. Llegaron a los treinta años de casados con dos hijos y buena situación económica. Mientras Kay (Meryl Streep) continúa atendiendo la casa, Arnold (Tommy Lee Jones) mantiene su responsabilidad en una oficina que comparte hace años. Parece no faltarles nada. Pero Kay añora tiempos mejores. Y por eso en la primera escena se pone el mejor camisón, se arregla el pelo y abre la puerta de la habitación en que Arnold parece haberse atrincherado desde hace un tiempo. El resultado es como que hubiera asomado el gato de la casa, dos palabras de Arnold y un correcto "buenas noches". LA FIDELIDAD Kay se estremece un poco, pero como es un ama de casa fiel a los valores tradicionales, púdica, pero no insensible, comprende que algo tiene que cambiar. No puede ser que cuando le pregunten qué le regaló Arnold para el aniversario, ella tenga que contestar que una nueva suscripción al canal de cable, con más de cien posibilidades. Así la vemos diligente en la librería buscando un libro que la oriente. Ella no va a internet a consultar: fiel a sus sesenta bien cumplidos, debe pensar que la solución está en un libro confiable, que con "moderadas" palabras satisfaga sus dudas que no se atreve a llamar "sexuales". Así conoce el libro del doctor Feld, de Maine. Luego de consultarlo por la web, decide intentar la "salvación" yendo a su consultorio. Arnold se resiste, pero no es insensible y con el necesario empuje que todo hombre requiere, el atinado consejo de un amigo hombre, acepta el desafío. EL TEMA TABU Comedia elegante con tres actores ideales, "¿Qué voy a hacer con mi marido?" es una nueva realización de David Frankel ("El diablo se viste a la moda"). Se atreve con un tema casi tabú, al menos en los medios masivos norteamericanos y que es uno de los más consultados en asesorías sentimentales. Como es clásico en Frankel, su visión es clásica, pero no por ello cristalizada. Un guión ágil de Vanessa Taylor, conocida escritora televisiva lo ayuda en un argumento condenado en cierto modo a los interiores. A pesar que se desinfle un poco al final, el filme merece verse. Tiene estupendas actuaciones con un Steve Carrell (el doctor Feld) casi desconocido por lo ascético en la expresión, en impecables duelos silenciosos, especialmente con Tommy Lee Jones (Arnold). La Streep (Kay), estupenda como siempre y en un breve, pero significativo papel, la presencia de Mimi Rogers, en el papel de Carol, la vecina.
Grandes actores para reverdecer una pasión Despues de 31 años es difícil mantener la pasión en un matrimonio. A pesar de los excelentes intérpretes, a esta comedia la pasión tampoco es precisamente lo que le sobra. En todo caso, la premisa es divertida: Meryl Streep es la esposa que cree que puede mejorar la alicaída relación con Tommy Lee Jones, su marido de toda la vida. La rutina los tiene acorralados, siempre desayunan lo mismo, y él casi siempre se queda dormido mirando algunos de los programas deportivos más aburridos que pueda ofrecer la televisión. Dispuesta a hallar una solución a su problema, la protagonista encuentra un libro de autoayuda titulado algo así como «Consiga el matrimonio que siempre quiso», escrito por un experto en la materia. Pero, considerando que con el libro no sería suficiente en su caso, ella lleva las cosas más lejos al punto de pagar un costoso viaje para ser asistidos personalmente por el experto matrimonial del caso, encarnado por el comediante Steve Carell. Al principio, la película luce realmente bien, sobre todo cuando la mujer debe convencer a su conservador marido de ir a mejorar su matrimonio. Verlo a Tommy Lee Jones en este tipo de comedia es una buena oportunidad para apreciar su versatilidad como actor ya que, por esas cuestiones del marketing hollywoodense, sólo suele obtener papeles rudos en policiales o comedias de acción o ciencia ficción, como la saga de «Hombres de Negro». Aquí brilla en muchas escenas, mientras Meryl Streep, lamentablemente, tiene un papel escrito muy por debajo de sus posibilidades. Algo por el estilo se podría decir de Carell, que por algún motivo tiene que jugar su personaje de una manera demasiado medida y sobria, quitándole fuerza a todas las posibilidades humorísticas del asunto. Así es que hay algunos momentos cómicos, y algunos intentos de gags más incómodos que realmente reideros, especialmente cuando la pareja intenta algún tipo de acercamiento íntimo no acostumbrado. Una película con estos actores no puede dejar de tener momentos de interés, pero al final lo que está claro es que todo esto daba para bastante más.
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Un gran trío de actores para una buena comedia Kay y Arnold llevan más de 30 años de casados. Sus vidas se volvieron rutinarias, incluso hace años que duermen en cuartos separados. Ellos lo viven como lo más normal del mundo, como la realidad de cualquier matrimonio de tantos años de casados. Kay también se da cuenta que algo no está funcionando y no sabe bien porque. Por ello se decide ir a ver al Dr. Feld, un afamado especialista en terapia de parejas. El problema será convencerlo a que Arnold también viaje y la acompañe en esa terapia. “¿Qué voy a hacer con mi marido ?” es una excelente comedia, sobre todo para parejas, ya que narra el pelear por conservar ese amor y como tratar de construirlo. Obviamente que para que la comedia sea efectiva, la trama pasa por que uno de ellos este convencido de que hay que cambiar, y el otro esté convencido de que no hay que cambiar nada. Una película con un guión excelentemente escrito, muy bien dirigido y con tres actuaciones maravillosas. Steve Carell como el terapeuta no necesita más que de algunas miradas para dar a entender lo que quiere decir. Meryl Streep y Tommy Lee Jones forman una pareja que combinan, además de dos grandes actuaciones, una excelente química entre ambos que hacen más que creíble toda la aventura entre ellos como un matrimonio que tendrán que pelear contra el tedio que dan los años y que, si no se cambian algunas cosas, tienen las horas contadas. “¿Qué voy a hacer con mi marido ?” pone sobre el tapete, en esta época donde por los medios se ve como algunos matrimonios duran apenas días, que si realimente se aman y hay voluntad, se puede pelear por llevar el matrimonio adelante, y que para que ese amor y ese vínculo dure para siempre, muchas veces, depende de uno. Si quiere divertirse y mucho, “¿Qué voy a hacer con mi marido ?” es una muy buena opción.
Los Puentes de Hope Springs David Frankel, realizador de las tan subestimadas como brillantes El Diablo Viste a la Moda y Marley y Yo, además de The Big Year que acá fue directo a DVD, regresa a la gran pantalla con una propuesta que a simple vista parece una comedia pasatista que sirve como libro de autoayuda a las mujeres mayores de 50 años. Es verdad, el título ¿Qué voy a Hacer con mi Marido?, horrible traducción de nuestro país de Hope Springs, y la prejuiciosa apariencia de la trama, tampoco ayudan demasiado, pero lo bueno justamente de este film es que muchas veces en el cine (y en la vida también, porque recordemos que lo que pasa en la vida pasa en TNT) las apariencias engañan. Este quinto largometraje de Frankel nos contará el infeliz matrimonio que llevan adelante Kay (Meryl Streep) y Arnold (Tommy Lee Jones), una pareja que llevan casados más de 30 años y en la cuál abunda la rutina, el tedio y principalmente el nulo contacto sexual. Un buen día Kay decide finalizar con la monotonía auto-impuesta de su matrimonio y convence a su marido (un tacaño y gruñón contador) de viajar a Hope Springs a comenzar una terapia de pareja intensiva junto al famoso Dr. Feld (una especie de Sri Sri Ravi Shankar de reparación de parejas encarnado por Steve Carell) para intentar juntos salir de la crisis que los tiene abandonados el uno con el otro. David Frankel tiene como principal habilidad cinematográfica el presentar escenarios aparentemente superficiales y trillados para desde esa plataforma disparar reflexiones y narrar historias profundas, sensibles y principalmente palpables. El Diablo Viste a la Moda parece una comedia sobre una muchacha que se pone lo primero que encuentra consigue trabajo en la revista de moda más importante del mundo encima bajo el mando de una despiadada y exigente jefa, pero en verdad allí encontramos en varios pasajes una aguda crítica hacía el estatus quo que impone la sociedad sobre el éxito laboral, una atrayente lucha de poderes entre dos mujeres de distintos ámbitos que persiguen lo mismo y también de paso como quien no quiere la cosa la siempre complicada relación directamente proporcional que plantea el cine de Hollywood de a mayor éxito en el trabajo mayores problemas amorosos. Marley y Yo parece a simple vista (su mala promoción ayudo bastante) una película que narrará las desventuras y travesuras de un labrador en una casa de familia, pero nuevamente Frankel mete la cola (si, tenía que poner una referencia perruna) en esa aparente reversión de Beethoven una maravillosa historia de maduración de una familia con todos los problemas y situaciones que eso conlleva. Bueno y ¿Qué voy a Hacer con mi Marido? sigue en sintonía con la filmografía más reciente de este director, porque nada más alejado de la realidad que narra la cinta de ese manual de autoayuda que vende el afiche con la gigante Meryl Streep con justamente un libro en la mano. Acá Frankel exhibe con gran manejo del ritmo cinematográfico y de los planos la crisis de un matrimonio que intenta superar con la ayuda de un terapeuta, pero la movida más inteligente del film es no llenarse de líneas con frases superadoras, solemnes y psicología barata, sino que expone honestamente a los protagonistas con sus deseos y dificultades, con sus miedos y sus pasiones, generando una hipnosis y una credibilidad extraordinaria. Frankel utiliza la comedia y al clasicismo para profundizar en cuestiones que el cine mainstream quizás no ahonda demasiado. Cuando menos se arriesga, menos se gana, pero a la vez también menos se tiene para perder, aunque por suerte existen directores como éste que saben apostar por un cine profundo y dramático escondido dentro de una comedia pasatista. Obviamente que Meryl Streep y Tommy Lee Jones tienen mucho que ver en generar esa aura de creencia ya que sin los ojos llorosos, esos sutiles gestos transmisores de cualquier sensación y ese andar inseguro tan atrayente de la actriz que colaboró con el director en la mencionada El Diablo Viste a la Moda y sin esa cara de pasa de uva de tanto quejarse de Lee Jones sería imposible entender y vivir los problemas de esa treintañera pareja que nos demuestra que una frase trillada como cuando exista el amor, la llama de la pasión siempre podrá ser encendida puede ser comprada y creída adentro del cine.
Una buena comedia y dos grandes actores Llevan 31 años de casado y el fuego se ha apagado. Kay Y Arnold duermen en camas separadas, casi no hablan ni siquiera se pelean. Todo es repetido, distante, silencioso. Arnold es un tipo huraño, avinagrado, seco y protestón. Ella, en cambio, no se resiste a vivir así. ¿Se puede recuperar un matrimonio que entró en semejante declive?, pregunta. Y decide jugarse unas fichas a la esperanza. En Maine atiende un famoso terapeuta de pareja. Ella paga el viaje, Arnold se resiste, pero al final va, aunque descree no sólo de la terapia, también del profesional. Hasta duda si tiene sentido buscar lo que ya no existe. Ese es el punto de partida de esta buena comedia que habla del paso del tiempo, de los amores que se van quedando sin palabras, de los deseos, el tedio y las fantasías. La primera parte es impecable: con poco diálogo, con rostros y un par de detalles, David Frankel (elegante realizador de “El diablo viste a la moda) plantea el conflicto. Después, aparecen algunos lunares: está demasiado subrayado el carácter hosco de Arnold y muy desaprovechado Carell como el terapeuta, pero el film se sostiene más que nada en la manera clara y muy directa de abordar el conflicto y, sobre todo, en la faena de Meryl Streep y Tommy Lee Jones. Ella con su mirada le da ilusión, ganas y desolación a una mujer que se niega a aceptar mansamente tanta quietud y tanto aburrimiento; y Lee Jones le pone dolor a ese rostro gastado que vive la vida como una repetida serie de sucesos anodinos. En la terapia aparecen reproches, se abre una ventanita para que se puedan mirar, riñen y se van reconociendo. Había brasitas humeantes. ¿Se podrá avivar el fuego? Una comedia divertida, interesante y sensible.
Matrimonio en terapia intensiva “¿Qué voy a hacer con mi marido?” es el título de una película cuyo original, Hope Springs, refiere al nombre de un pueblo canadiense donde es posible recomponer matrimonios descoyuntados. Se trata de una comedia dirigida por un experto en la materia, David Frankel (“El Diablo viste a la moda”, “Marley y yo”, “Un gran año”), y más específicamente, una comedia romántica norteamericana que pone la mira sobre la institución del matrimonio... un tema recurrente que quizás esté entre los Ítem de la agenda de preocupaciones del ciudadano medio de aquel país. Quizás porque el modelo de familia de la clase media alta esté sufriendo una nueva crisis y por eso surge la necesidad de revisar algunos aspectos. La cuestión es que Kay (Meryl Streep), una mujer entradita en años, empieza a sentir inquietud, angustia y desazón, porque su vida hogareña se ha convertido en una rígida rutina diaria despojada de afecto y emoción. Para colmo, hace ya bastante tiempo que ella y su marido, Arnold (Tommy Lee Jones), duermen en cuartos separados, y son como dos extraños cohabitando bajo el mismo techo, pero casi sin mirarse ni hablarse. A ella no le falta nada, su casa es confortable y cómoda, mientras él cumple con su trabajo prolijamente. Hace 31 años que llevan casados y sus hijos ya abandonaron el nido y se han independizado. Kay siente el vacío y se propone recuperar a su marido. Quiere volver a unir lo que aparentemente está muriendo de inanición y distancia. ¿Cómo volver a encender la llama del deseo, de la pasión, de la alegría de estar juntos? Charlas con una amiga, consultas a libros de autoayuda... y la tentación de probar con una propuesta de terapia para parejas. Solamente que el tratamiento se brinda en un pueblito costero canadiense, llamado Hope Springs, donde el Dr. Feld (Steve Carell) tiene su consultorio. El lugar es pintoresco y ofrece la tranquilidad necesaria para despegarse de las obligaciones y de las rutinas, para enfocarse nada más que uno en el otro. A Kay no le resulta fácil convencer a Arnold, aunque finalmente el hombre acepta a regañadientes. El viaje, con la ayuda de las sesiones con el consejero, servirá para sacar a la luz lo que ambos se han venido tragando durante años. Es que ellos conforman una típica pareja que se ha ocupado más de cumplir con los mandatos sociales que de procurarse la felicidad, y al cabo del tiempo, eso ya parece un destino imposible de cambiar y todo lo demás, ilusiones que se fueron con la juventud. Nada del otro mundo, “¿Qué voy a hacer con mi marido?” responde a un guión estándar y módico, sin sorpresas, aunque presente algunos mensajes entrelíneas que dan que pensar: ¿El estilo de vida norteamericano está atentando contra sus propios fundamentos? ¿El modelo de familia tradicional está en peligro por las presiones de la vida moderna? ¿Estamos a tiempo de hacer algo al respecto o nos hundiremos en la impotencia? Para Kay y Arnold hay otra oportunidad, aunque tienen que trabajar para eso. Maryl Streep y Tommy Lee Jones hacen lo que saben hacer para salir airosos lidiando con un guión que luce un poco chato y aburrido.
Una pareja en terapia Kay y Arnold acaban de cumplir 31 años de casados. Pero realmente no hay nada que festejar. La pareja está aniquilada por la rutina, y lo único que comparten es el espacio común de la casa. Ya se acostumbraron a dormir en habitaciones separadas y no hay un beso, una caricia ni un mínimo gesto que hable de dos personas que se aman. Sin embargo, la única que advierte esta situación es la mujer, que literalmente arrastra a su quejoso marido a una suerte de vacaciones para hacer terapia de pareja. La traducción “¿Qué voy a hacer con mi marido?” es engañosa (el título original es “Hope Springs”), porque da lugar a pensar que se trata de una comedia satírica, que disparará carcajadas, cuando en realidad se trata de una comedia para reflexionar. Hay espacio para la risa, sí, porque en el proceso de la terapia la pareja se enfrenta a situaciones desopilantes, pero el enfoque de ese vínculo desgastado también tiene tintes dramáticos. El director David Frankel se mueve muy bien en ese terreno —el de la comedia agridulce— como ya lo demostró en “El diablo viste a la moda” y “Marley y yo”. Y también muestra un gran equilibrio para no caer en el chiste fácil o el melodrama. Es cierto que las escenas en el consultorio del terapeuta pueden volverse algo tediosas, pero a Meryl Streep le alcanzan un par de gestos para iluminar la pantalla.
Amable comedia apta para espectadores poco exigentes. El título local con que se conoce acá “Hope Spings” puede llevar a equívocos y hacerle pensar al potencial espectador que se va a encontrar con una comedia del estilo de la última producción de Adrián Suar. Hubiese sido preferible elegir un nombre similar a los utilizados en Brasil (“Un diván para dos”) o Portugal (“Terapia para dos”) por ejemplo, ya que de eso se trata. Sin duda el mayor atractivo de la nueva película de David Frankel (“El diablo viste a la moda”) es su dúo central de actores, pese a que en este caso quien sale mejor parado es Tommy Lee Jones. Aunque sea Kay, su esposa en la ficción interpretada por Meryl Streep, quien tome la iniciativa al intentar resucitar un matrimonio de 31 años de existencia, será Arnold (Jones) quien le pondrá el mayor condimento a esta comedia amable y al mismo tiempo dramática por su planteo. Kay logra convencerlo de viajar a Hope Springs, en el estado de Maine, para ser atendidos durante unos días por el Dr. Feld (un deslucido Steve Carrell), un terapeuta cuya fama ella registra al visitar una muy famosa cadena de librerías en Estados Unidos. La primera cita, que casi termina en un rotundo fracaso, logra sin embargo que la pareja acepte intentar la realización del primer ejercicio. Algo tan simple como probar permanecer abrazados en la habitación de su hotel (sin sexo, todavía) para acordarse como era. A esta altura ya sabrá el espectador que hace mucho que duermen en habitaciones separadas y que la última vez que hicieron el amor fue hace…varios años. Y el experimento no fracasa del todo pese a que Arnold sólo cree que el Dr. Feld es un charlatán y que el dinero (una obsesión muy norteamericana) gastado en el viaje podía haber sido destinado por ejemplo a comprar algún “gagdet” o a la adquisición de un plan más amplio de cable televisivo. Pero Kay, en uno de los escasos momentos donde asoma el talento de la reciente ganadora del Oscar femenino, nos transmite su satisfacción ante un primer logro, que no durará mucho. En efecto, en oportunidad de la siguiente sesión de terapia, ya no se hablará sólo de la falta de comunicación entre los cónyuges sino que se entrará en un tema más escabroso como es el sexo y las “fantasías” de ambos miembros de la pareja. Y de allí en más quien salvará al film de caer en la total banalidad será el actor de “Hombres de negro”. Su expresividad y la serie de gesticulaciones que realiza durante las sesiones así como los comentarios irónicos que irá haciendo serán el mayor sostén de la acción. Habrá incluso algún momento risible como una escena en un cine, donde se proyecta un famoso film francés (“La cena de los tontos”). U otro en una habitación de otro hotel donde será el turno de otro homenaje fílmico con la voz y la imagen de Humphrey Bogart en “El motín del Caine”, que pasan por la televisión. El desenlace es bastante previsible y por ende poco original y probablemente provocará el rechazo del espectador más exigente. Tampoco elevará el entusiasmo del cinéfilo la episódica presencia de dos actrices que tuvieron su momento. Ni Elisabeth Shue (“Adios a Las Vegas”) como una barman ni mucho menos Mimi Rogers, que fuera esposa de Tom Cruise y protagonista de “Peligro en la noche” de Ridley Scott y “Horas desesperadas” de Michael Cimino, aquí como una vecina, logran impactar. Pese a los reparos, esta comedia logra su objetivo de hacer pasar un rato amable merced a la muy buena actuación de Tommy Lee Jones y a un tema de permanente actualidad.
Esta es la cuarta producción del director de “El diablo viste a la moda” (2006), y “Marley y Yo” (2008), ambas estrenadas en los cines vernáculos y una tercera directa a DVD, “El Gran Año” (2011), que tiene, como las anteriores, puntos claros que parece la alejan de la producción media del cine de Hollywood. El primero de ellos es que todas son un vehiculo en el cual se monta el realizador para hacer atractivos, y casi pasatistas, temas que en realidad no lo son tanto, y que al tratar de profundizar sin dejar el tono de comedia hace soportable el texto sin convertirlo en lacrimógena melodramática, ni en drama o tragedia. La pregunta, al finalizar la proyección, es si eso lo que propone al principio, y produce un pequeño quiebre en la mitad, termina siendo sostenido, desarrollado, y definido, o si en realidad, concesiones mediante, se ha diluido en sólo una comedia romántica y pasatista. Lo mismo ha sucedido en sus anteriores incursiones. En “Marley y Yo” el tema del crecimiento afectivo y maduración de una pareja es atravesado por las vicisitudes de la vida, proponiendo en principio un falso triangulo amoroso entre dos jóvenes y un perro, Marley, el del titulo, y en “El diablo viste a la moda” el mundo de la moda le sirve para presentar las luchas por el poder y las relaciones laborales asimétricas. En esta producción, cuyo titulo original es “Hope Springs”, y en algunos países de habla hispana se estreno con el titulo más adecuado de “Si de verdad quieres”, narra la actualidad de una pareja de sexagenarios, con más de treinta años de matrimonio, con hijos casados, ya fuera de la casa, y con nietos, una situación de “etapa vital de la vida”, de la monotonía de sus vidas y de la posibilidad de cambiar y recuperar algo del pasado dentro del curso de lo cotidiano. Hubo accesos e incursiones de este tema, como en el cine argentino con la fallida “El nido vacío” (2008), de Daniel Burman, pero el director David Frenkel apunta sus dardos en otra dirección sostenida en esa famosa frase de “donde hubo fuego cenizas quedan” El tema se transforma no sólo en recuperar la pasión perdida, u olvidada, sino, y un poco más irreverente, la sexualidad de la tercera edad. El filme abre con Kay (Meryl Streep) emperifollándose (como decían mis abuelas) para ir a sus aposentos supuestamente maritales, pero hete aquí que su marido Arnold (Tommy Lee Jones), que duerme en otra habitación, esta leyendo una revista de golf . Ella entra toda seductora, pero él no responde como ella quisiera. Con esta sencilla escena pone de manifiesto el tema y que estaremos frente a un duelo actoral de magnitudes increíbles, lo cual se cumple en un ciento por ciento, y que tampoco decae cuando se incluye al Dr. Feld (Steve Carell), el terapeuta de parejas al que recurre el matrimonio a instancias, y por insistencia, de la mujer. Lejos de cualquier otra interpretación que haya realizado Meryl Streep, aparece aquí configurando de maravillas su personaje, con un sinfín de recursos expresivos tanto con el rostro, como en una mirada, una mueca, o el cuerpo entero, una mujer agobiada, triste, sola, que quiere recuperar el amor que tuvo pues todavía tiene esperanzas sobre la vida. En contraposición Tommy Lee Jones parece estar conformando uno de esos personajes que le vienen como añillo al dedo, un ser tosco, malhumorado, tacaño, cínico, casi asexuado, pero hay sutiles diferencias con otras apariciones del actor que lo demuestran como un grande de la pantalla, pero respondiendo a los requerimientos del director. Steve Carell tampoco desentona con su personaje, contenido y sin hacer uso de los tics a los que nos tiene acostumbrado. La obra se sostiene por las grandes actuaciones, algunos gags bien resueltos, algunas líneas inteligentes, acidas, que fluyen sobre todo de la boca de Harold, y no mucho más. El déficit entonces esta puesto en el guión que no termina por jugarse, y que cierra como una superficial radiografía de la clase media yankee, conformista y trivial. Todo esto dicho recordando que hace no mucho tiempo se estreno una gran película alemana, que paso injustamente casi sin pena ni gloria por la cartelera de nuestro país, “Nunca es tarde para Amar” (2009), de Andreas Dresen, la cual recomiendo que la vean si no lo hicieron, con una situación de vida similar, pero con otras posibilidades de salida, ni tan moralista y menos pacata que la que otorga “¿Qué voy hacer con mi marido?. La otra arista de lectura, deformación profesional mediante, esta puesta en que el filme por momentos parece ser un curso acelerado de la moda psicoterapéutica actual en los EEUU. Ya hubo otras que presentaban como panacea de curación estas teorías, como en la película “50 Y 50”, estrenada en enero de este año, y hace directa referencia a estas corrientes psicológicas en boga allí, esto es, las psicoterapias sostenidas por la teoría sistémica y la cognitiva, que en la película que nos convoca tiene un protagonismo importante. En definitiva, una comedia que cumple con los cometidos del genero, pero sostenido casi exclusivamente por los actores.
Si usted cree que la conjunción de Meryl Streep, Tommy Lee Jones y Steve Carell puede funcionar, tiene razón. Los dos primeros interpretan las mitades de un matrimonio de demasiados años, de esos donde lo aburrido disuelve lo feliz. El tercero, a un especialista en parejas y sexo en un pequeño pueblito al que el matrimonio peregrina. Se puede pensar que no habrá sorpresas en esta historia de “buscamos recuperar aquella chispa, etcétera” y, por cierto, prácticamente no las hay. Pero eso es, justamente, la gran virtud de la película: contarnos con gracia y precisión, sin forzar el guión para pegar volantazos indiscriminados e injustificados, un pedacito de vida real transformado en un cuento de hadas por obra y gracia de un realizador -el mismo de El diablo vestía a la moda y Marley y yo- que deja vivi a sus personajes y no se coloca nunca por delante del material. Por cierto, con semejantes actores (la complementación Jones-Streep es absolutamente notable: parecen hechos el uno para el otro) es lo menos que se puede hacer.
Después de tantos años de convivencia ¿se pueden mantener la magia y la chispa del amor encendida? Narra la historia de un matrimonio Kay (Meryl Streep) y Arnold (Tommy Lee Jones).Ellos están casados hace mas de 30 años, sus hijos han crecido y se fueron, duermen en habitaciones separadas, el sexo no existe, se ven muy poco durante el desayuno, porque él durante el mismo lee el diario y es bastante cascarrabias, cuando se va a su trabajo apenas la saluda, ha perdido la pasión, el entusiasmo y ellos se encuentran atrapados en una rutina. Ella tiene la esperanza que algo cambie entre ellos, por lo tanto comienza a buscar en las librerías algún tipo de solución, y es cuando encuentra un libro del Dr. Bernie Feld (Steve Carell-en un papel totalmente diferente a los que suele realizar, y logrado) puede ser la salvación, pero para que esto sea efectivo deben viajar a un pequeño pueblo Maine de Hope Springs Grande (esta locación es el título original en inglés del film). Cuando Kay le pide a su esposo que viajen a este lugar para salvar la pareja, este se niega y ella tiene tanto interés de volver a reencontrarse con su esposo a través de una caricia, una palabra de amor, que paga este viaje con sus ahorros, para vivir una semana de terapia matrimonial en el lugar. Cuando comienzan las primeras entrevistas, los protagonistas se van soltando tienen una gran variedad de momentos divertidos y a veces hasta incómodos, porque este profesional le va dando una serie de ejercicios sexuales, donde van mostrando sus angustias, la esperanza y sus fantasías. La pareja de Jones (66) y Streep (63), tienen una gran química a lo largo de toda la historia y buenas actuaciones, se van creando buenos climas. Ellos logran transmitir al espectador estos problemas emocionales y dejando el momento para la reflexión y alguna moraleja como para preguntarse si a pesar de haber pasado tantos años de convivencia el amor puede mantenerse vivo. Su narración está dirigida directamente a personas 40 años o más.
Con un silencio inesperado, casi brusco, la nueva película de David Frankel (El diablo viste a la moda, Marley y yo) hace trizas la primera expectativa: en lugar de la típica introducción musical y movediza coordinada rítmicamente con una voz en off, Meryl Streep seduce sigilosamente a un espejo. Cuando su suavidad choca de repente con el rostro duro y la voz grave de Tommy Lee Jones, el portazo final ya adelanta que, una vez más, Frankel ha decidido hacer de los conflictos en sus personajes el principal narrador de la historia. Kay (Meryl Streep) y Arnold (Tommy Lee Jones) llevan más de treinta años de casados y, con ellos, el peso de la rutina y el acostumbramiento. Todos los días, Kay intenta sin demasiado éxito llamar la atención de su marido, hasta que un día conoce al Doctor Feld (Steve Carrell), un especialista en terapia de parejas que ofrece una serie de sesiones intensivas para reavivar la pasión en la pareja. Expuesto de esta forma, no parece haber mucho por descubrir. Pero tampoco lo había en El diablo viste a la moda antes de verla (quizás sean las mismas expectativas que llevaron a alguna crítica a afirmar que la película desarrolla un drama a partir de algo que no lo necesita). Y lo mismo con Marley y yo: ¿A quién no le generó impacto el sentarse a ver una película acerca de un labrador y sus travesuras que terminaba siendo el testimonio de un hombre ocultamente insatisfecho con su vida familiar? El nuevo film de Frankel no va a ser la excepción. ¿Qué voy a hacer con mi marido? dispone, sí, instantes cómicos, pero sobre una base dramática que narra, ante todo, los obstáculos de una pareja en la lucha por recomponerse. Por su parte, la música y el sonido acompañan esa seguidilla de tensiones y desencantos matrimoniales con una gracia notable. Los silencios profundos son reiterados, sobre todo dentro del consultorio del Dr. Feld, donde sus efectos se potenciarán junto a una Kay pensando seriamente en volver a la soltería, o un Arnold desesperado por poder comunicar lo que siente. Los instantes musicales también son frecuentes y, si es que no acompañan lo narrado, por momentos revelan aquello que no se ve. Éste último caso es el de Why, la canción de Annie Lennox que se extiende durante sus casi cinco minutos (todos sabemos que es un tema para escuchar hasta el final, incluido su último y desgarrador susurro: “No sabes lo que siento”), pero que principalmente pone palabras casi exactas al momento más crítico de la pareja. Y, sin más, la última melodía en la película (Bright Side of the Road, de Van Morrison) expresa por sí misma una síntesis de lo que vimos: “Desde extremo oscuro de la calle / hasta el lado iluminado de la carretera / seremos amantes una vez más”. Quizás es recién en ese final cuando la insistencia en subrayar el drama cobra su verdadero sentido. Si bien El diablo viste a la moda, Marley y yo, como así también ¿Qué voy a hacer con mi marido? no se privan de recurrir al sentimentalismo y a la ingenuidad que antes habían esquivado, por algún motivo, sus desenlaces funcionan. Supongo que Frankel ha decidido –una vez más y entre risas– pinchar la expectativa de un final medido y acorde al resto del relato, y nos ha obligado, seducción dramática mediante, a creer en la viabilidad de uno feliz. O mejor, en la de uno felizmente feliz.
La pasión y el enamoramiento, con el correr de los años, dejan una relación de compañerismo entre las dos personas que conforman esa pareja. Alimentar el amor, innovar, generar sorpresas constantes es el gran desafío para todo matrimonio que se precie de ser feliz y que intente perdurar a lo largo del tiempo. Treinta años después del “si, quiero”, Kay (Meryl Streep) y Arnold (Tommy Lee Jones) construyeron una relación cordial, armónica, monótona y alejada del romanticismo de su juventud. Kay decide que ambos deben inscribirse en una sesión intensiva de terapia de pareja, una semana alejada del trabajo, la familia y las responsabilidades que los han ido separando en las décadas pasadas. Con los ejercicio propuestos por su terapeuta (Steve Carell), ambos descubrirán que volver a despertar la pasión y descubrir qué fue lo que los enamoró en primera instancia no será tarea sencilla. Pocas son las veces que una comedia dramática de claro perfil romántico es protagonizada por una pareja cuyas edades se encuentran promediando los 60. Este desafío y el riesgo que han decidido encarar los productores, basados en un best-seller, bien merece ser destacado. Alejado de la cruel sátira al mundo de la moda que los unió en 2006, la dupla conformada por Streep y el director David Frenkel, vuelve a rendir sus frutos. Aquí nada fue edulcorado o teñido de histeria adolescente: Kay sufre hasta un punto insoportable el desamor y la falta de consideración de su marido, sentimientos que Streep transmite con sutileza y con una variedad de recursos que a penas en una mirada puede condensar toda esa desesperación y sufrimiento. Carell, en una de sus composiciones más sobrias y contenidas, sale airoso del desafío de competir de igual a igual con dos figuras del peso de sus compañeros de elenco. “Hope Springs”, titulo original que remite al pueblo en donde se desarrolla la terapia, es una historia de amor adulta contada con el nivel que el público al que está dirigida se merece.
Sin humor ni brillo Simplemente esperaba algo más llamativo pero desde los primeros minutos supe lo que iba a encontrar. Poniéndome en contra a los amantes de Meryl Streep digo que, a mi parecer, su actuación se pasa de forzada y por cierto su papel deja a las mujeres bastante mal paradas. Podríamos decir que sí se plantea algo novedoso al tomar como protagonistas a dos personas mayores y hacerlos interesar por el sexo y la renovación de su pareja. Es decir, es genial que se haga a un lado la clásica pareja jovencita y linda para que tomen protagonismo dos personas mayores. Pero, sin embargo, cae en repetir el rol de la mujer como sensible y hasta tonta. Para seguir reproduciendo un modelo machista funciona perfecto como tantas otras películas de Hollywood. Pero mi mayor crítica no radica ahí sino en la poca estabilidad del film. Son escasos los momentos en los que la comicidad es efectiva. Desde el humor no se presenta nada nuevo y no resultan del todo efectivos los chistes que se hacen. Hay demasiados pasajes que resultan muy poco creíbles y demasiado forzados y otros en los que claramente no pasa nada. Hay baches enormes que dejan al espectador en la nada misma. Es demasiado lenta sin ninguna justificación para serlo. Hay un intento de crítica sobre esa creencia de que hay soluciones mágicas para cambiar la vida, en la que se encuentran los psicólogos chantas. Pero a pesar de eso, cae en su mismo reproche dando un final tan previsible como poco creíble. Al no tener un tema muy fuerte, ni las imágenes, ni la música, la película se apoya en los actores, que no llegan a suplir con el guión que les toca las deficiencias. Tommy Lee Jones parece ser el más agradable, sin que su actuación llegue a ser muy buena. No nos trae nada nuevo a la pantalla, sigue siendo el mismo que en sus otras películas pero sí logra ser más gracioso que Steve Carell y Meryl Streep, quienes realmente dejan mucho que desear.
Para renovarse nunca es tarde "Hope Springs" o "¿Qué voy a hacer con mi marido?", es una nueva comedia del director de "El diablo viste a la moda" y "Marley y yo", David Frankel. Aquí se arriesga un poco más y se mete en los problemas matrimoniales de una pareja ya entrada en edad, ahondando en la falta de comunicación, la rutina y las carencias sexuales, consecuencias de una extensa y repetitiva vida conyugal. Los protagonistas son los ya consagrados Meryl Streep y Tommy Lee Jones, acompañados por Steve Carell en el rol de terapeuta de pareja. La película tiene sus altos y sus bajos, promediando un entretenimiento bastante aceptable que los hará reír y sentirse bien consigo mismos. Es una peli liviana, que no requiere de mucho esfuerzo, pero que se mete como ya lo han hecho algunos otros títulos este año, con las historias de la 3ra edad, con las vivencias y situaciones que deben afrontar las personas pasados los 60 pirulos. Quizás un film como "El exótico hotel Marigold" invita a una reflexión más profunda y emocional acerca de la vida en los comienzos de la vejez, en cambio "¿Qué voy a hacer con mi marido?" ofrece una mirada mucho más liviana y superficial acerca de esta temática, lo que no es negativo, pero sí se debe tener en claro qué es lo que estamos buscando al momento de la elección y con que nos vamos a encontrar en pantalla. Como comedia romántica funciona bien, entretiene, tiene un buen despliegue de interpretaciones y no hay mucho más allá de eso. El mensaje es simplemente no bajar los brazos y darse cuenta que nunca es tarde para renovarse. No es memorable y sospecho que no entrará en la lista de títulos célebres de la comedia romántica, pero para pasar el rato y divertirse con los inconvenientes y vicisitudes de dos veteranos simpáticos, vale la entrada al cine.
Que voy a hacer con mi marido? es un film imperdible. Y si estás en pareja es ideal para que la vean juntos, tengan ya o no ese fastidioso problema de la pérdida de la pasión. Se le puede criticar que es un tanto esquemática (terapia - ejercicio a practicar; terapia - ejercicio a practicar) pero son tan ricos los diálogos que realmente vale la pena. Lo que sí, se ...
Publicada en la edición digital #243 de la revista.
Condimentos para el Amor El director David Frankel nos había ofrecido anteriormente: "El diablo viste a la moda" -un cínica comedia funcional- y la muy almibarada y plena de golpes bajos: "Marley y yo", también una peli que solo pasó por DVD y desconocemos (El gran año, 2011). Ahora la emprende con la historia de un matrimonio que lleva 30 años de pareja, y que la gelidez emocional del tiempo los ha alejado casi por completo, convirtiéndose en una relación repetitiva y a la vez vacua. Pero Kay, la esposa (Meryl Streep con sus mohines clásicos y valederos) intentará recobrar la pasión perdida, abrir la válvula de escape de tanta monotonía y tedio. La búsqueda irá pues por un renombrado especialista en terapia de parejas (Un Steve Carrel correcto), y claro el escepticismo y la testarudez del marido (Magnìfico Tommy Lee Jones) será tarea ardua para encarar este reto de vida y urgente socorro por el bien de la relación. Por momentos irónica, por otros reflexiva, con bastante humor inteligente en el guión, esta propuesta romàntica afortunadamente le escapa a querer brindar una comedia light o facilonga, con la fuerza que le imponen sus actores, el ámbito del pueblito donde acuden las parejas por el especialista, y con una banda sonora plagada de buenos temas musicales, es sumamente recomendable para ser apreciada y disfrutada por cinéfilos en pareja, y más si ya cargan con su tiempo de descuento.
El amor en los tiempos maduros La vida, la muerte, el amor, los hijos... Son los grandes temas sobre los cuales corren los relatos. Habiendo poca --y vaya si suficiente-- fuente de inspiración, lo que cabe analizar son otros términos: cómo se desarrolla el cuento, si logra captar el interés del receptor, movilizar sus fibras y dejarlo con la sensación de saciedad y algunas preguntas sobre las cuales reflexionar, al fin y al cabo. ¿Qué voy a hacer con mi marido? cumple con los requerimientos sin ser una comedia grandilocuente. Se trata de una historia humana, simple, cotidiana, común a la gran mayoría de los matrimonios que han logrado pasar la barrera de la crianza de los hijos, el síndrome del nido vacío y las crisis de cada cambio de década. La convivencia, la rutina y las demandas de llevar adelante una familia suelen fagocitar el romance, el deseo por el otro y la pasión que sentían esos jóvenes que alguna vez hicieron votos de "para toda la vida". Mientras la vida transcurre, las esperanzas se postergan para un tiempo mejor. Pero ¿qué sucede cuando todos los compromisos se han cumplido, los jóvenes de antaño se ven frente a frente y encuentran que las arrugas y las canas ganaron, y que hoy conviven como compañeros de trabajo que duermen en una misma habitación?. Esto es lo que les sucede a Kay y Arnold cuando están cumpliendo 31 años de casados. Y mientras Arnold parece marcar tarjeta, automatizado en cada rito cotidiano, Kay empieza a mostrar señales de descontento. Segura de que ama a su marido, decide rescatar el matrimonio embarcándose y arrastrando a Arnold consigo hasta Hope Springs, un pequeño y encantador poblado de Maine, donde un famoso terapista de parejas parece hacer milagros, incluso en causas perdidas. Lo interesante es que en esta experiencia que parece hecha a la medida para despabilar al adormecido Arnold, Kay también encontrará que tiene bastante por revisar y cambiar. Sencilla, de guión sólido y bien narrado por un director que ya mostró aptitudes en El diablo viste a la moda, Marley y yo y Un gran año , esta nueva película cuenta con la clave de un casting de actores elegido con precisión. Meryl Streep, Tommy Lee Jones --de los mejores actores en su tipo y en cualquier género--, decapan a sus personajes con tal maestría y sutileza que lleva al espectador a vivir --o, por qué no, revivir-- la experiencia movilizadora de una terapia, donde las preguntas llevan a nuevas preguntas y las respuestas que se creían ciertas comienzan a vacilar. Steve Carrel los escolta en la composición de un sexólogo equilibrado y consciente de la esencia de su labor. Sin ángeles ni demonios, sin carcajadas ni lagrimones, esta comedia luce por su calidez y delicadeza, incluso en las situaciones de incómoda intimidad que deben transitar los personajes. Definitivamente para adultos, vale la pena de ser vista, ya sea que el eventual espectador se encuentre en o no en pareja. Y si se ve en pareja, mejor, porque después de ir cine, habrá motivación suficiente para un plan maduro, cualquiera sea, de a dos.