Rampage: Devastación, de Brad Peyton Por Jorge Bernárdez David Okoye (Dwayne Johnson) y George son amigos. George es un gorila albino al que David rescató de cazadores furtivos el mismo día que el simio vio a los cazadores masacrar a su madre. Ahora George vive en una reserva salvaje en Wyoming y es el amo de la manada, sabe relacionarse con David a través del lenguaje de señas y tiene hasta un extraño sentido del humor. Una noche cae del cielo un satélite de investigación y los fragmentos incluyen un material de investigación secreto cuyo efecto sobre George es hacerlo crecer y modificarle el carácter. Así, el bonachón gorila albino se transforma en salvaje y en pocas horas crece en pocas horas y gana en fortaleza. La investigación genética es un trabajo en las sombras llevado adelante por uno de los tantos contratistas del sistema de defensa del Estado y detrás de ella hay muertos y negocios turbios. Así que enseguida va aparecer una agencia del gobierno a ver que está pasando pero claro, el manejo de los burócratas y del ejército carece de sutilezas y el protocolo exige la eliminación del gorila infectado y la limpieza de todo el asunto. Okoye es un experto en simios que no sabe mucho de relaciones humanas y tiene una relación estrecha con el gorila transformado ahora en un animal decididamente peligroso. La película no sabe de sutilezas, la acción es mucha y rápidamente entran es escena otros animales infectados y la necesidad de la empresa culpable en rescatar el material genético cómo sea, así que además de los soldados que tratan de acabar con la situación, aparecen mercenarios que trabajan para la empresa. Hay mucha acción, destrucción y sorpresas. Rampage es divertida, es verosímil para el espectador y tiene a Dwayne Johnson en plena forma. Clase B de monstruos, bastante humor y exceso de efectos especiales. Ideal para ver con una gaseosa y olvidarse de todo, al menos durante la película. RAMPAGE: DEVASTACIÓN Rampage. Estados Unidos, 2018. Dirección: Brad Peyton. Intérpretes: Dwayne Johnson. Jeffrey Dean Morgan, Malin Akerman, Joe Manganiello, Naomie Harris, Jake Lacy, Marley Shelton, Matt Gerald. Duración: 107 minutos.
Devastación Después de varias películas de acción y ciencia ficción, el director Brad Peyton se encarga de traernos Rampage. La misma está basada en el conocido juego de arcade, aunque con varias diferencias. En este caso, los animales mutados son literalmente animales, en el videojuego son humanos que se transforman. Es “la nueva película de La Roca (Dwayne Johnson)”. El actor ya se ganó un lugar entre los personajes más reconocidos de Hollywoods por su físico y carisma. Logra llenar la pantalla con solamente su presencia, pero no es suficiente una estrella para brillar. Además cuenta con Naomie Harris (Moonlight), -que es quien mejor desempeña su trabajo a lo largo del film- y Jeffrey Dean Morgan -lamentablemente se quedó incrustado en su papel de Negan en The Walking Dead, interpretándolo en todo momento-. Como toda historia de acción mezclada con ciencia ficción y un humor totalmente infantil, parece apuntar a un público adolescente o fanáticos del CGI. Los chistes son obvios y nada graciosos. Los personajes están estereotipados a un nivel extremo y únicamente por ser este tipo de películas, se acepta la falta de sentido tanto físico como narrativo. A pesar de ser una superproducción, tiene graves problemas de guion, donde los primeros 45 minutos (tal vez los más interesantes) pierden tiempo presentando personajes que no serán de utilidad (ni siquiera aparecen) en la segunda mitad. Los protagonistas -salvo La Roca– los conocemos a partir de la media hora. A pesar de todo lo negativo, la película logra su objetivo siendo entretenida por partes y pochoclera a niveles superlativos. Los animales están bien diseñados pero distribuidos de forma extraña, hubiera sido interesante conocer más sobre ellos.
Rampage es un claro ejemplo del cine pochoclero de nuestros tiempos pero, ¿por qué caer en lugares comunes y humor sin sentido? ¿No puede haber acción y aventura con aires de cambio y frescura? Basado en el clásico arcade de los años 80, esta nueva adaptación gamer trata de darle un sentido y una historia al juego emblema de Midway Games en el que los jugadores toman el control de monstruos gigantes tratando de sobrevivir contra los ataques de fuerzas militares. Esta adaptación está bajo la dirección de Brad Peyton, quien llevó a la gran pantalla dos películas de aventuras visuales de gran calidad como San Andreas (2015) y Journey 2: The Mysterious Island (2012). Ambas producciones tuvieron varios puntos en común pese a sus diferencias argumentales. La decepción en taquilla y en críticas generales como de especialistas, fueron las más rotulantes. Otra de sus similitudes fue la del actor que trabajó como protagonista, Dwayne “The Rock” Johnson. En este nuevo proyecto del cineasta, el buenazo de “La Roca” vuelve a ponerle el pecho a las balas para intentar remontar un poco, el flojo palmarés de su amigo director. Davis Okoye (Dwayne Johnson) es un especialista en primates de reconocido prestigio que mantiene un vínculo muy importante con un singular gorila albino llamado George, un animal que posee una inteligencia extraordinaria y al que lleva cuidando desde su nacimiento. Cuando este gorila es víctima de una peligrosa modificación genética, su ADN mutará rápidamente y de manera incontrolada. Será entonces cuando George crezca de forma exponencial y se convierta en un monstruo violento. Su tamaño, rapidez, agilidad y violencia estará fuera de control. Pero este gorila no es el único animal que ha mutado, Okoye pronto descubrirá que hay otros animales que tienen el mismo problema, y que destruyen todo lo que encuentran a su paso. Para frenar esta amenaza y recuperar a su entrañable compañero, Okoye deberá enfrentarse a los responsables de esta mutación que está sembrando el pánico en el mundo, pues el primatólogo es el único capaz de frenar a estos monstruos y su amenaza Así de raro como suena su premisa, la película cumple con un primer objetivo tan simple como clásico, que es el de entretener. Sin ser original del todo en su guion, la película tiene los tres actos bien marcados y el director, junto con su grupo de escritores, supo a cuáles darle más o menor valía e importancia. Con un exagerado número de personajes presentados y después, poco y nada desarrollados, el film está un 80% centrado en Dwayne Johnson, cuando hubiese sido mejor desarrollar un poco mejor el argumento principal, que en una primera impresión, es bastante interesante. Cabos sueltos por doquier e investigaciones que nunca se terminan, resultan ser moneda corriente en la filmografía de The Rock. Algo muy extraño que sucede con el elenco, es que aquellos personajes que son poco desarrollados, son los que mejor impresión terminan dando. Salvo por Dwayne y un Jeffrey Dean Morgan, que pareciera actuar siempre de lo mismo pero con una onda tremenda, nadie del reparto engancha. El villano establecido, no tiene un plan para llevar a cabo y todo se da de manera accidental todo el tiempo. A la hora de los “monstruos”, están bien logrados visualmente, pero da la sensación de que ya se han visto antes. Hay secuencias que parecen sacadas del King Kong de Peter Jackson (2005) y otras de la saga original de Jurassic Park. Hablando del clásico de Steven Spielberg, la similitud con su historia no sólo se ve en los animales gigantes, sino también en conceptos de la ingeniería genética que la película transmite. Sin dudas Rampage, es un claro ejemplo del cine pochoclero de nuestros tiempos pero, ¿por qué caer en lugares comunes y humor sin sentido? ¿No puede haber acción y aventura con aires de cambio y frescura? Mientras intentan descifrar estas interrogantes, lo que si es seguro, es que la agenda de La Roca, seguirá llenándose de estos proyectos sin alma, como su billetera con millones.
Dwayne Johnson transformado en un héroe de acción taquillero y querido es el productor de esta película que protagoniza con gran efectividad. Dedicada a un público adolescente y a los amantes de aventuras del videojuego de l986, con la dirección de Brad Peyton, esta adaptación, con cambios de la historia original, esta destinada a tener éxito. En ese caso ya no hay humanos que se transforman en temibles animales, sino animales, dos de ellos salvajes y uno-un mono albino de increíble inteligencia que se comunica perfectamente con su criador, su “roca”, que por culpa de una mutación genética lograda en un laboratorio, aumentan de tamaño, ferocidad y fuerza. Y ahí esta la cuota de delirio que fascinará a los que se divierten con los efectos especiales, tan espectaculares como los de transformes cuando los vimos por primera vez, Un cocodrilo, un lobo y el mono albino pueden solitos, destruir toda una ciudad, un salto de lobo puede alcanzar un helicóptero, un envión del reptil puede atravesar una un edificio como si fuera de manteca. Con buenos y malos bien definidos, malos que reciben lo que merecen, malos que se reivindican, y buenazos encabezados por el forzudo protagonista humano que le cae bien a todos El mono albino se lleva lo mejor del film encarnado por el actor Jason Liles, que estudio durante meses el movimiento de los gorilas para dar con la captura de movimientos todas las reacciones de este king kong rubio, humorístico, tierno y luego temible. Diversión y una cuota de delirio que no hay que cuestión sino entregarse para que todo el entretenimiento funcione.
Bestias sueltas en la ciudad “Rampage: Devastación” (Rampage, 2018) es una película de acción dirigida por Brad Peyton y escrita por Ryan Engle, Carlton Cuse, Adam Sztykiel y Ryan J. Condal. Está basada (tomándose varias libertades) en el videojuego de arcade homónimo desarrollado por Midway Games, que fue lanzado en 1986. El reparto incluye a Dwayne Johnson (alias “La Roca”), Naomie Harris (Paula en “Luz de Luna”), Malin Akerman, Jake Lacy, Jeffrey Dean Morgan y Joe Manganiello. Davis Okoye (Dwayne Johnson), experto en primatología, prefiere pasar su tiempo con los animales en vez de con los humanos. En especial con George, un sabio gorila albino al que le salvó la vida de pequeño. Cuando tres cápsulas llenas de un misterioso humo caigan del cielo, George, un lobo y un cocodrilo se verán afectados debido a que aspiraron el experimento genético. Esto provoca que las tres criaturas se vuelvan enormes, agresivas y posean súper fuerza. Para evitar que los animales continúen destruyendo todo a su paso, y con el objetivo de que no le hagan daño a su fiel amigo, Davis se unirá a la ingeniera genética Kate Caldwell (Naomie Harris). Ella trabajó para la empresa que ocasionó este desastre, por lo que los dos harán hasta lo imposible para hallar el preciado antídoto que induce a la calma. Después de dirigir “Viaje 2: La Isla Misteriosa” (Journey 2: The Mysterious Island, 2012) y “Terremoto: La Falla de San Andrés” (San Andreas, 2015), Brad Peyton vuelve a elegir a Dwayne Johnson como protagonista. El resultado es más de lo mismo: un producto extra pochoclero lleno de explosiones, helicópteros que dejan de funcionar y edificios que se derrumban. Esto podría llegar a funcionar, sin embargo las incoherencias e inverosimilitudes del relato lo vuelven cada vez menos entretenido. “La Roca” mantiene el carisma que lo caracteriza y se puede notar el gran nexo de amistad que construyó con el gorila. Lo que no se puede dejar pasar es que sea humano y a la vez invencible, ya que por más de recibir disparos, él corre, lucha y salta como si nada. Por otro lado, los efectos especiales que se utilizan para mostrar las catástrofes ocasionadas por los animales están bien logrados así como el diseño del simio; pero el del lobo no logra convencer dado que luce muy falso cuando la cámara decide enfocarlo de cerca. Ni hablar de sus habilidades: ninguna persona que use la razón puede llegar a creerse que un lobo tenga alas o espinas y que sólo las use en determinado momento. Los villanos toman decisiones ilógicas, la música drámatica e imponente abruma y las escenas de acción consisten en disparar repetitivamente a las criaturas, hecho que ya en un principio los mismos personajes se dan cuenta que no va a dar resultado. En un momento determinado tanto la acción como el sonido se detienen y uno cree que el desenlace está por llegar. Error: se vuelve sobre lo mismo en escenas híper alargadas e innecesarias. Algunos chistes del guión generan risas, mientras que otras líneas se sienten trilladas. Además, no se entiende por qué el director quiso hacernos creer que los estudiantes de primatología tendrían protagonismo durante el resto del metraje. Luego de los primeros minutos, se decide no tenerlos más en cuenta a pesar de que en el comienzo se les dio una introducción. Al no aportar nada innovador al género, “Rampage: Devastación” se convierte en una más. Se deja ver y puede que la disfrutes a pesar del tiempo que tiene de sobra y sus variadas equivocaciones. Lo que es seguro es que no quedará en la memoria de nadie luego de salir de la sala.
Basada en el famoso videojuego de Arcade de 1986 del mismo nombre, Rampage relata la historia del primatólogo David Okoye (Dwayne Johnson) quien cuida a George, un simio albino a quien rescató de unos cazadores furtivos y con quien se comunica mediante el lenguaje de señas. George tiene un humor bastante particular y vive en una reserva en Wyoming. Todo va perfecto hasta que debido a una mutación genética se modifica la contextura y el carácter de George al volverse peligroso y agresivo. Esta mutación no sólo alcanza a George, también a otros animales, así que el gobierno toma cartas en el asunto y comienzan los derrumbes, explosiones, aviones, helicópteros y acción imparable. Okoye es el único que puede comunicarse con George, y por lo tanto el único que puede calmarlo y sabe muy bien como tratarlo, así que será el héroe de la historia. Dirigida por Brad Peyton es un film que mezcla un poco de todo, humor, ciencia ficción y aventuras. Tiene mucho CGI, pero está bien lograda y los efectos son buenos, aunque mientras la veía se me mezclaban imágenes de King Kong y Jurassic Park. Y sí...algo confusa. Sólo para pasar el rato comiendo pochoclos. Eso sí, George, muy tierno y Johnson ya adquirió el carisma necesario hace rato. Nuestra opinión: Buena. ---> https://www.youtube.com/watch?v=coOKvrsmQiI ACTORES: Dwayne Johnson. Jeffrey Dean Morgan, Malin Akerman, Joe Manganiello, Naomie Harris, Jake Lacy, Marley Shelton, Matt Gerald. GENERO: Ciencia Ficción , Acción DURACION: 107 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años con reservas FORMATOS: Imax, 2D.
Entre la Roca y los monstruos A esta altura del mainstream, cuestionar la legimitidad de las transposiciones de videojuegos al cine se percibe de lo más superfluo, una discusión innecesaria sobre una batalla perdida. Y por más que el juego a adaptar sugiera poco atractivo en la pantalla grande desde el vamos, en los últimos años nos hemos curado de espanto gracias a producciones como Emoji: La Película (2017) y Pixeles (2015) entre otras igual de desastrozas que obtuvieron su lugar en el reino del séptimo arte. Dicho esto, a nadie puede sorprender que un producto como Rampage: Devastación (Rampage, 2018) llegue a las salas. Livianamente basada en un videjuego de culto lanzado originalmente en 1986, la película hace de Dwayne Johnson -aquel conocido amistosamente como “The Rock”- la piedra fundamental de un relato que no escatima en destrucción, monstruos, tiros y explosiones, en el cual carece de sentido cuestionar la plausibilidad de aquello que tiene lugar escena tras escena. Entretenimiento descartable y en tamaño XXL. En resumidas líneas, una estación espacial con material genético experimental explota, y como consecuencia parte de ese material cae en la tierra cual meteorito radioactivo, infectando a un lobo, un cocodrilo y un gorila albino, este último bajo el cuidado del Zoólogo/Defensor de animales/Biólogo/Héroe musculoso llamado Davis Okoye, interpretado por el carismático Johnson. Tras ser infectados, los tres animales comienzan a crecer a un ritmo vertiginoso y su comportamiento los convierte -en sentido literal y figurado- en una amenaza monstruosa para la ciudad. Por ende Okoye se sacó todos los números para detener a las bestias antes de que sea demasiado tarde y descubrir quiénes son los verdaderos responsables de este desastre... si, adivinaron: una empresa inescrupulosa. Brad Peyton hace un trabajo correcto dirigiendo este opus aventurero, y eso es mucho decir de un tipo que cuenta en su currículum con films de calibre de Como Perros y Gatos 2: La venganza de Kitty Galore (2010), detalle para nada menor. El cuarteto de guionistas parece saber de antemano que poco interesa al tipo de audiencia que más celebra este tipo de producciones contar con una historia municiosa y anclada en la realidad, que no deje agujeros en la trama: Es así como las cuestiones dentro del relato tienen una explicación mínima que trata de interferir lo menos posible con las secuencias de acción y aventura. La tensión en aumento del relato entretiene, pero no logra cumplir la promesa implícita de un tercer acto que justifique tanta destrucción y bestias gigantes, en gran parte por culpa de unos villanos pobremente construidos. El exceso por el exceso mismo tiene su costado divertido, pero no logra dejar una marca tangible, cuestión que se manifiesta a través de uno de los personajes, quien ante una situación por demás absurda sólo atina a decir: “Esto es demasiado”. ¿Sincericidio guionístico? Apoyada en el carisma de su actor principal, quien parece saber siempre cuál es el porcentaje correcto de humor, acción y sensibilidad que deben tener sus personajes para lograr buen feeling con la audicencia, y una trama que sabe mejor que nadie lo absurda de su propuesta pero la lleva a cabo de todos modos, Rampage: Devastación es el tipo de placer culposo que entretiene sin pedir mucho a cambio, donde lo más grande puede no ser siempre lo mejor, pero sirve para pasar 107 minutos sentado en la butaca.
Hay que reconocerle al cine de gran espectáculo del Hollywood reciente haber coloreado la digna tradición de la Clase B fantástica -especialmente la de los años cincuenta- con los adornos de la alta tecnología. Porque las películas de superhéroes, de monstruos o de aventuras actuales no son otra cosa más que la extensión teratológica de los seriales, los westerns de bajo presupuesto y las invasiones de mantis gigantes creadas por el hongo nuclear. Aquellas películas influyeron también en el videojuego, y uno llamado Rampage -donde el jugador manejaba un monstruo y sumaba puntos destrozando edificios y comiendo gente- era un chiste sobre aquellas cosas. Pues bien, hoy transformaron ese juego-que-se-reía-del-cine en una película-que-se-ríe-del-juego-que-se-reía-del-cine. Y, cosa curiosa, funciona. La historia -hay un especialista en monos cuyo mejor amigo, un gorila, por un maldito experimento genético, es transformado en bestia rompe todo y encima hay otras bestias rompe todo gigantes y feas- parece lo de menos, solo un bastidor para el show del rompan todo que la dupla Dwayne Johnson (actor)-Brad Peyton (director) conocen bien y cocinaron perfecto en Terremoto-La falla de San Andrés. Es que saben que, si no hay carisma en protagonista y en el mono amigo, es decir, si no nos importa alguien (y si no se toma todo con humor, de paso), estos artefactos ruidosos no tienen sentido. Y resulta que mono y forzudo nos caen simpáticos y nos importan. Como en el buen cine clase B, solo que mucho más caro.
THE KING OF KONG The Rock, bichos gigantes, experimentos genéticos, destrucción... en esta no te banco. Olvidémonos por un momento que “Rampage: Devastación” (Rampage, 2018) está basada (muy libremente) en el videojuego homónimo de Midway Games. La ventura dirigida por Brad Peyton, que ya había hecho yunta con The Rock en “Viaje 2: La Isla Misteriosa” (Journey 2: The Mysterious Island, 2012) y “Terremoto: La Falla de San Andrés” (San Andreas, 2015), entra de lleno en el género de cine catástrofe, la ciencia ficción y los monstruos, pero no le llega ni a los talones a todas esas películas (“King Kong”, “Godzilla”, “Jurassic World”) que trata de emular con su cóctel de CGI y súper acción. Todas las historias de Peyton tienen algo en común: su bajísima calidad narrativa y visual, y el hecho de que todas son una excusa para el lucimiento de la musculatura de su protagonista principal, Dwayne “The Rock” Johnson. Nadie puede negar el carisma del ex luchador de la WWE, o su espíritu trabajador (ya perdimos la cuanta de cuantas películas realiza en un año), pero su rango actoral es bastante limitado, y sus personajes ya se convirtieron en un estereotipo en sí mismos. Acá no hay excepción, Davis Okoye (Johnson) es un primatólogo (ex miembro de las Fuerzas Especiales, ja) dedicado 100% a los animalitos y a detener la caza furtiva. Su relación más duradera la tiene con un gran gorila albino, George, al que rescató de chiquito y al cual ha cuidado desde entonces. Mientras tanto, en algún lugar del espacio, a bordo de una estación espacial, se lleva a cabo un experimento que se sale de control. Ninguno de los científicos logra salvarse de la inminente explosión, pero muchas de las muestras caen en diferentes lugares del suelo Norteamericano, haciendo contacto con varios animales salvajes, incluyendo al monito de Okoye. Tras entrar en contacto con el agente patógeno –un ensayo llevado a cabo por la compañía de los odiosos hermanos Claire (Malin Akerman) y Brett Wyden (Jake Lacy), con la intención de crear armas genéticas-, el gorila adquiere una personalidad más agresiva y salvaje, sin mencionar que empieza a aumentar de tamaño indiscriminadamente. Con el bichito fuera de control, empieza la cacería: por un lado Davis y su gente, por el otro las autoridades gubernamentales encabezadas por Harvey Russell (Jeffrey Dean Morgan), además de los Wyden que mandan a su propio equipo paramilitar para recuperar las muestras antes de que alguien los descubra y los pueda acusar de sus actividades non santas. Para eso está la doctora Kate Caldwell (Naomie Harris), quien supo crear el estudio para intentar ayudar a su hermano, pero terminó en la cárcel por culpa de los malévolos hermanos. Caldwell y Okoye van a tener que unir fuerzas y viajar hasta Chicago para tratar de encontrar una cura para George… y evitar que un lobo y un cocodrilo, ahora gigantes y mutantes, destruyan todo a su paso. Hay dos maneras de encarar “Rampage”: desconectar el cerebro y disfrutar (en lo posible) de una aventura sin pies ni cabeza, llena de huecos argumentales, lugares comunes, estereotipos, abuso de tropos y chistes de dudosa calidad (sí, el mono “habla con señas”, así que imaginen los momentos hilarantes), unos efectos especiales horrendos y la distintiva personalidad de The Rock. La otra opción: volver a ver “Un Lugar en Silencio”, “Proyecto Florida”, “Ready Player One” o cualquiera de las buenas películas que ofrece la cartelera local en estos momentos. ¿Se entiende? “Rampage” es puro pochoclo, pero pochoclo del malo. El mismo de “Baywatch”, “Geotormenta” o las últimas entregas de “Transformers”, que creen que con romper todo y un par de chistes para adolescentes conforman a las audiencias. Por suerte, esta tendencia está cambiando y el público empieza a notar la diferencia, pero los grandes estudios prefieren gastar millones en estas huevadas y no apostar por historias más interesantes y originales. Ojo, no es culpa de la Roca, o el resto de los involucrados, pero esta gente sabe leer un guión y aceptaron cobrar millones para aparecer en semejante paparruchada. Así que, háganse cargo de este muerto narrativo que, posiblemente, corra una suerte similar en la taquilla si la crítica y los espectadores no la acompañan. Obviamente, “Rampage” no se toma en serio a sí misma (bueh, no se toma en serio absolutamente nada), pero tampoco llega al nivel de sátira y consumo irónico que necesitamos para compartir la complicidad de este juego (¿alguien dijo “Sharknado”?). Su historia, sus personajes mal desarrollados -un Dwayne Johnson todo ternura, una villana súper malvada, un Jeffrey Dean Morgan que no puede despegarse de Negan-, ni siquiera estos monstruos enormes tienen mucha coherencia si nos ponemos a pensar cómo es que el resto cambia de apariencia y adquiere otras características animales, mientras que George sólo crece por metro. Disculpen por querer encontrarle lógica a tres animalitos mutantes, pero si pensamos en Kong, Godzilla o cualquiera de sus parientes de la pantalla, descubrimos que hay un esfuerzo para darle sentido a su existencia, más allá de la destrucción masiva y el disfrute cinematográfico. Como diría Karina Jelinek, en este caso, lo dejo a su criterio. Desde hace rato me resulta imposible disfrutar y recomendar estas historias descerebradas que desbordan de clichés y perpetúan estereotipos gastados y demodé que ya no se bancan. Películas donde la misoginia, como en “Jurassic World”, está de más, aunque provoque carcajadas entre el público (¿?); y donde un muchacho musculoso (y en apariencia indestructible) arriesga todo para salvar al mundo. LO MEJOR: - Te hace apreciar los clásicos de monstruos. - Con suerte zafamos de una secuela. LO PEOR: - Tenemos que dejar de The Rock por lo menos dos años. - Este tipo de películas. - Media pila con el CGI, muchachos.
El zoológico se descontroló “Era el encargado del zoológico, pero parecía un modelo”… No, no estamos hablando de la canción de Los Fatales; nos estamos refiriendo al bueno de Dwayne Johnson. En esta ridícula y divertida Monster Movie, el amigo “The Rock” interpreta a un primatólogo (y ex-militar) que intentará salvar de la destrucción a la ciudad de Chicago ante el inminente ataque de 3 gigantescos animales mutados genéticamente. ¿Predecible? Posiblemente ¿Profunda? No lo creo ¿Estúpidamente entretenida? Por supuesto. La película está inspirada libremente en el icónico videojuego Rampage de 1986. Allí, básicamente, un cocodrilo antropomorfo (Lizzie), un lobo gigante (Ralph) y un gorila de proporciones desmedidas (George) se dedicaban a destruir ciudades sin motivo alguno. Esa era toda la diversión, y era más que suficiente teniendo en cuenta la época y los objetivos del juego. En otras palabras, no se le podía pedir más de lo que ofrecía. Con el filme pasa algo parecido. Si bien algunos le podrían pedir más (porque a diferencia del arcade creado en los comienzos de la industria de los videojuegos, aquí ya han pasado más de 120 años de historia del cine), en el fondo sabemos que eso sería una misión imposible, ya que ni la película se toma en serio la historia que relata (lo cual en este caso es un acierto). La trama en cuestión sigue los pasos de Davis Okoye (Dwayne Johnson), un primatólogo solitario cuyos principales vínculos son los animales que lo rodean. Su mejor amigo es George, un gorila albino al que tiempo atrás rescató de unos cazadores furtivos en África. Todo va bien, hasta que un experimento científico de la oscura corporación Energyne sale mal e infecta por accidente a George y a dos animales más (un lobo y un cocodrilo) con un patógeno que incrementa desproporcionadamente su tamaño y fuerza. A partir de ahí se desata una carrera contra el tiempo en la que Okoye y una ex-analista de Energyne (Naomie Harris) intentarán encontrar una cura y detener a los monstruos antes de que lleguen a Chicago. Rampage: devastación se desenvuelve con soltura en un terreno que no muchos logran dominar (la recientemente fallida Pacific Rim 2 -aún en cartel- es un ejemplo cabal de ello). Apunta a lo grande (evidentemente, acá el tamaño sí importa) y tiene la virtud de ir al grano directamente. En ese sentido, abofetea al espectador con toneladas de acción desde el minuto 1 y no se detiene en esas largas introducciones innecesarias que tan frecuentes suelen ser en otras obras del mismo género. La propuesta descansa en 2 factores: la imponente presencia de sus monstruos y el carisma y encanto de La Roca. En cuanto a lo negativo, lo peor se lo llevan los villanos de la corporación Energyne. Es una lástima que los hayan hecho tan tontos y caricaturescos, porque al no tener antagonistas de fuste, el filme claramente sale perjudicado. Por otro lado, el humor de a ratos no funciona como debería y los personajes secundarios dejan bastante que desear (la peor parte se la lleva Jeffrey Dean Morgan, encarnando a un agente del FBI que se la da de pistola pero en realidad es bastante banana). Más allá de estos detalles, el filme sale airoso y se deja ver. Obviamente, no es un terreno sencillo, pero su director, Brad Peyton (que antes ya había trabajado con La Roca en San Andreas y Viaje 2: La Isla Misteriosa), logra plasmar en pantalla una síntesis virtuosa de todos los elementos que estas películas deberían tener: espectacularidad, pirotecnia visual, secuencias de acción imponentes y entretenidas, un guión suficiente que acompañe la historia, y una cuota de ese humor absurdo e inverosímil que nos dice que en el fondo lo que estamos viendo no debe ser tomado muy en serio. Por el contrario, hay que relajarse y disfrutar…y comprar pochoclos.
Si estás para divertirte con una fórmula compuesta por gorilas gigantes, cocodrilos mutantes, ciudades destruidas y La Roca, esta es tu película. Basada en un viejo videojuego, con muchos millones en efectos, ejem, devastadores y poca exigencia para un guión que le de sentido, Rampage parece una broma XL sobre el rompan todo, que cumple con las bases del entretenimiento. Al servicio del encanto del indestructible Dwayne La Roca Johnson, como un primatólogo al que no matan ni las balas.
Un mono gigante destroza edificios y se come a la gente que encuentra en el camino. ¿Cómo construís una película sobre un video juego que tiene ese concepto limitado? Esto no es Tomb Raider o Assassin´s Creed que cuentan con historias más desarrolladas o Castlevania, por citar otro clásico, que al menos te permite explorar su mitología. Ante esa disyuntiva el director Brad Peyton (Viaje al centro de la Tierra 2, Terremoto) optó por la mejor opción que fue evocar la fórmula de los viejos filmes japoneses de Godzilla de los años ´70. Por lo general los mejores momentos de aquellas películas tenían lugar en la última media hora, cuando los monstruos se iban literalmente a las manos y destruían la sufrida ciudad de Tokio. El resto, especialmente las subtramas de los personajes humanos, era olvidable. Eso es exactamente lo que ocurre con Rampage, que tiene un buen comienzo con la presentación de los protagonistas, luego se pone densa con una historia aburrida y finalmente levanta en el tercer acto cuando la narración se concentra a pleno en la acción. Los efectos especiales son decentes y el desquicio final con los monstruos consigue ser entretenido pero no hay más que eso. Las grandes figuras de Rampage que se roban el film son el mono George y el lobo Ralph, que brindan las mejores interpretaciones aunque son personajes digitales. El resto es bastante pobre. The Rock ya cansó con el mismo personaje de siempre y en este film se lo nota un poco más apagado que de costumbre, si bien rema la película con profesionalismo. Naomi Harris, una gran actriz que hace poco ganó el Oscar por su labor en Moonlight, acá aparece para justificar en la trama una presencia femenina. Sin embargo, su personaje es obsoleto y no aporta nada. Jeffrey Dean Morgan, quien vive un gran momento en la serie The Walking Dead, deja la sensación que entró al set de Rampage por accidente y filmó de onda un par de escenas. Su papel no tiene sentido y parece pertenecer a otra película. En el caso de Malin Akerman (Watchmen, The Final Girl) la actriz brinda una de sus peores actuaciones junto con el insoportable Jake Lacey (The Office). Ambos componen un par de villanos sobreactuados, típicos de los dibujos animados de los años ´90, que resultan irritantes. Cada vez que aparecen en escena esta película decae por completo y uno le ruega a la pantalla que la narración regrese con los monstruos. Por esa razón, lo único rescatable de esta película son los bichos gigantes que tienen sus momentos destacados hacia el final. Supongo que a los productores del Monster Universe de Warner no les debe haber caído bien que el estudio estrenara esta película porque ya quemaron la escena de combate entre King Kong y Godzilla. En esta producción sin ir más lejos incluyeron un reptil que es un robo del monstruo asiático. Van a tener que esmerarse en crear secuencias de acción más elaboradas para que después la gente no diga que la próxima película es “una copia de Rampage”. Para resumir, si buscás un film pochoclero para entretenerte un rato con un collage de efectos especiales es una propuesta que zafa, pero dentro del género no deja de ser otra adaptación de un video juego para el olvido.
Aún no estoy seguro si analizar este estreno bajo la lupa del consumo irónico. Rampage: devastación es un film que se encuentra en la misma línea que Sharknado, desde lo argumental. Eso puede llegar a ser un elogio, la saga de films de la factoría The Asylum han generado miles de fanáticos a lo largo de los últimos años y nada indica que con Rampage no pueda ocurrir algo similar. Las únicas (grandes) diferencias en este caso son el presupuesto y su estrella protagónica. Si bien ya hemos visto versiones modernas de King Kong y Godzilla, con efectos visuales a la orden del día, nunca lo habíamos hecho con este nivel de delirio. Acá no tenemos a esos míticos personajes (que ya los veremos juntos en un futuro cercano), pero la onda va por ahí. La película es un sinsentido al cual no hay que buscarle lógica para pasarla bien. Hay que aceptar que versiones gigantescas de un gorila, un lobo y un cocodrilo destrozan una ciudad, y que un hombre puede evitarlo. Dwayne “La Roca” Johnson es la estrella de Hollywood del Siglo XXI, y así se plantea en sus últimas películas. Pero en esta en particular es una demostración de su poderío y carisma. Si bien por momentos está bien acompañado por Jeffrey Dean Morgan, la gran parte del metraje se encuentra o solo o en compañía de actores muy poco conocidos, y así resalta más. No voy a hablar de todos los estereotipos del resto de los personajes, tales como la villana bien villana que interpreta Malin Åkerman, ni de los miles de clichés que hay. Me queda bien en claro que esas decisiones creativas fueron tomas apropósito en esa vía. El director Brad Peyton, quien ya trabajo con Johnson en San Andreas (2015), vuelve a abusar del CGI para plantear situaciones imposibles. Poco y nada importa una narrativa cinematográfica, solo se muestra destrucción y desorden. Rampage: devastación es una película entretenida pero solo si no se la toma en serio. Es para pasar el rato y olvidarse de ella a los cinco minutos.
Rampage – Devastación: The Rock contra monstruos gigantes. The Rock se pone al hombro una cinta de acción y comedia en que lo verás enfrentarse a tres animales gigantes intentando evitar la destrucción de toda la ciudad. Aunque no lo parezca, The Rock es la estrella de cine más exitosa del planeta. Sus películas continúan teniendo increíbles números en taquilla, cuanto menos superando cualquier expectativa que habría de no encontrarse el ex-luchador de la WWE en la ecuación. Su carisma y capacidad física para imponerse todo el tiempo en pantalla siempre terminan potenciando cualquier comedia o film de acción del que es parte y por supuesto Rampage no es la excepción. Adaptación de la franquicia de videojuegos homónima, que seguramente no suene muy familiar en un principio pero cuya imagen de tres monstruos destruyendo una ciudad traiga a la cabeza memorias del arcade, la casa de alguna amistad o como mínimo del hecho de que es uno de los posters más populares para poner en tu negocio relacionado a los videojuegos. ¿Su trama entonces? Objetos extraños caen en la tierra convirtiendo tres animales en bestias gigantescas con sed de destrucción. Por suerte, el gorila que fue uno de los afectados tiene a un noble The Rock como su cuidador, quién terminara moviendo tierra y mares para encargarse de ayudar a su enorme amigo antes de que los otros monstruos (o los militares) lo eliminen. Con un premisa tan pero tan estúpida, una película de acción solo puede apuntar a no tomarse tan en serio a si misma y tratar de mantenerse lo más entretenida posible. La mayor fortaleza, de una Rampage bastante decente, es que tiene varios momentos en los que evidencia que le importa poco otra cosa que no sea entretener. Es una película cómoda con la que se rían con, sino también de ella. Sacando a The Rock, hay que mencionar dos interpretaciones excepcionales en Jeffrey Dean Morgan y Malin Akerman. Ambos actores entendieron a la perfección de que iba la película y dieron todo para reflejar lo caricaturesco de sus personajes, algo que usualmente suele caerle mal a los interpretes por miedo a transmitirle a la gente que están “actuando mal”. Al contrario hay que mencionar que Naomi Harris es lamentablemente un ejemplo más de sidekick femenino sin ningún tipo de personalidad o razón de existir. Y que la participación del gran Joe Mangianello es cuanto menos decepcionante. El film tiene un muy buen comienzo, con una escena de tensión espacial seguida de una introducción amena de personajes con conocimiento animal y ganas de tirar chistes a cada rato. Aunque el humor en sus diálogos no sea de lo más fuerte, toda escena con The Rock termina ganando mucho gracias a su carisma innato. Parece que la acción va a arrancar de inmediato, cuando ya en esa primera noche caen a la tierra los objetos que terminaran agigantando a las pobres criaturas, pero no será hasta los últimos 20 minutos que terminaremos viendo la destrucción de la ciudad a mano de los monstruos (y The Rock) como la película promete. Lo que parecía iba a introducirnos inmediatamente en la acción solo termina reiniciando las cosas, inexplicablemente dejamos atrás todo personaje introducido para comenzar a conocer un nuevo elenco que verdaderamente protagonizaran la próxima hora de película. Inexplicable, una torpeza por parte del guion que termina efectivamente dejando un mal sabor de boca ya que en su gran mayoría los nuevos personajes son mucho más aburridos que con los que parecía iba a arrancar el film. Aunque después de verla puedan rescatarse momentos haciendo memoria que provoquen unas cuantas risas, también hay que decir que durante un extremadamente largo segundo acto, el film se siente mucho menos emocionante que lo que parecía, y definitivamente menos divertido que lo que terminara siendo. Hay aproximadamente una hora de película que tiene pocas bondades para destacarle, y es tanto el principio como el final lo que termina recuperando de alguna manera el todo. Es cierto que hay películas buenas y películas malas, pero al mismo tiempo el cine contiene un rango enorme de distintas clasificaciones para todos tipo de films. Muchas personas van a clases de degustación de vinos para aprender a diferenciar las minucias de sus sabores, aromas y cuerpos, pero este tipo de cuidado no es el mismo que cuando uno discute en su grupo de amistades si prefiere la Coca o Pepsi. “Malísimo”, “ni se puede comparar”, la facilidad y comodidad atropella al discurso cuando sentimos que algo es demasiado mundano como para recibir un análisis sentido. Pero la realidad es que las malas películas tienen un arco iris de variedades. Films como The Room o Plan 9 from Outer Space son consideradas dos de las peores películas de la historia mientras son vistas y disfrutadas por miles de personas año tras año. En los 80 y 90 disfrutamos de una cantidad ridícula de films de acción, sin embargo terminamos recordando un puñado de ellas, y la gran mayoría no por sus virtudes cinematográficas ni artísticas. Qué es una buena película sino una que se puede disfrutar, y más importante: una buena película sabe las cosas que ofrecerle al espectador para aumentar su disfrute. No será Kubrick realizando los pasillos del hotel Overlook de forma arquitectónicamente imposible para sumar una extraña sensación en el subconsciente. Pero una tonta película de acción que sabe cuando entregar muertes ridículas tiene un mérito similar que no debe ser desacreditado por tratarse de un género tan poco refinado. Lejos de una obra maestra, o de algo verdaderamente especial, resulta un ejemplo perfecto de que cuando los films se hacen con las intenciones correctas puede incluso rescatarse muchas cosas de un producto tan innecesario y estúpido como este. Rampage entrega muchas risas, aunque no por sus insistentes chistes en el dialogo, y The Rock termina poniéndose al hombro toda una aventura de monstruos gigantes que hacia el final termina entregando toda la destrucción y acción que debe tener. No defrauda las expectativas a pesar de no tener nada muy especial para ofrecer, transformaron una adaptación de videojuegos, que literalmente a nadie podría interesarle, en una película que con justicia terminará atrayendo a más de uno con dudas haciendo a la fila para comprar entradas.
Entre las múltiples deudas pendientes que tiene Hollywood, una es la de hacer una buena película a partir de un videojuego. Steven Spielberg viene de demostrar su grandeza con Ready Player One, un horizonte al que todo realizador debería aspirar, pero aquella se basó en un libro. Adaptar un juego es un cantar totalmente diferente y ni siquiera Dwayne Johnson está exento de la maldición que afecta a esta porción de la industria. Es que Rampage puede ser una relativamente fiel transposición de su material fuente, pero eso no implica necesariamente que resulte en un proyecto cinematográfico sólido.
Monstruo contra Roca. Basada en el popular videojuego, Rampage es la nueva producción del director Brad Peyton quien, como ocurriera con San Andreas y Viaje 2, vuelve a trabajar junto a Dwayne Johnson, el actor mejor pago de Hollywood. Con efectos visuales espectaculares y La Roca renovando su rol de salvador del mundo, la película se perfila como el blockbuster del mes también gracias a un buen elenco secundario que incluye a Malin Akerman (Watchmen), Naomie Harris (Moonlight), Joe Manganiello (Justice League) y Jeffrey Dean Morgan (The Walking Dead). La talentosa genetista Kate Caldwell (Harris), motivada por la enfermedad terminal de su hermano, ha logrado desarrollar una técnica de edición genética revolucionaria que, traducida en una toxina administrable en forma de gas, está llamada a realizar milagros en la medicina moderna. Sin embargo, cuando la perversa multinacional para la que la doctora Caldwell trabaja la aparta de su propio proyecto para usar su toxina como un arma biológica, no solo el hermano de Kate muere y ella queda en la calle, sino que un desastre generalizado se desata. Rampage: Devastación sigue los pasos de las películas clásicas del cine catástrofe para presentarnos, parsimoniosa pero dinámicamente, los cimientos de una estructura que sus monstruos se encargarán de destruir posteriormente. Porque después de su premisa, lo que sigue es el desencadenante que pone en marcha la acción y, como no podía ser de otra manera, este tiene que ver con una falla en la seguridad de los encargados de manejar la potente toxina que lo originó todo para que esta afecte, en puntos bastante remotos de los Estados Unidos, a tres animales distintos que rápidamente experimentarán cambios a nivel genético, léase crecimiento desmesurado que da como resultado un gorila, un lobo y un lagarto gigantes. Si bien ese comienzo pseudo científico se sostiene, la cosa empieza a decaer en términos introductorios cuando nos presentan a la otra pata de la historia, o sea los buenos. Dwayne “La Roca” Johnson interpreta al benévolo Davis Okoye, un verdadero pan de Dios que trabaja en un santuario para la vida silvestre y cuyo mejor amigo no es otro que George, el gorila albino que será alcanzado por la ya mencionada toxina. ¿El resto de la historia? La compañía de los malos no puede permitir que un proyecto en el que invirtió millones de dólares se vaya al tacho, por lo que emite desde su sede central en Chicago unas ondas raras que solo los monstruos pueden oír para atraerlos y así obtener muestras de ADN que salven su investigación. Los monstruos van a Chicago y su detención, al margen de la armada estadounidense y su ilimitado poder bélico, solo puede ser concretada por un hombre. Adivinaron. La Roca. Vale agregar que, como era de esperarse, la película solo se sostiene mientras los monstruos están en pantalla rompiendo todo. Al inicio, cuando parece que el desastre se está por desatar, el guion hace un válido intento por darles a sus personajes algo de relieve, cosa que no consigue tal vez a excepción del agente Russell, cuyo carácter ambivalente en un contexto de buenos contra malos muy marcado le da espacio a lucirse a Jeffrey Dean Morgan. El resto es lo que cualquiera puede avizorar ante una película de estas características que, a favor, tiene el bendito don de entretener a partir de sus espectaculares efectos especiales y no defraudar en términos de destrucciones masivas y peleas épicas. Un pequeño giro risueño sobre el final (en contraposición con la inacabable caterva de chistes malos de la Roca) y un par de escenas que bordean lo bizarro son las únicas notas discordantes en una producción que ofrece exactamente lo que promete.
Rampage: Devastación es tan fácilmente elogiable como cuestionable. Sus méritos y sus limitaciones son tan evidentes que no hay posibilidad de segundas lecturas. Es una película sin la más mínima sutileza en sus planteos ni en sus resoluciones, una de esas historias construidas a partir de conceptos contundentes y fórmulas calculadas que no permiten que nada ni nadie se desvíe ni un milímetro de su camino y de su objetivo. Lo mejor de Rampage: Devastación son sus protagonistas, Dwayne Johnson (probablemente la estrella más confiable del Hollywood actual), y el espectacular trabajo con los efectos visuales dentro del género de cine catástrofe (es una película con monstruos mutantes que destruyen la ciudad de Chicago). Lo peor, un guion básico que trata de trasladar el esquema del popular videojuego de los años 80 a la pantalla grande y unos personajes secundarios (desde el detective que interpreta Jeffrey Dean "Negan" Morgan, hasta unos millonarios malvados dueños de una corporación) que no tienen vuelo ni profundidad psicológica. Así, el director Brad Peyton (que tenía dos colaboraciones previas con Dwayne Johnson como Terremoto: La falla de San Andrés y Viaje 2: La isla misteriosa) se limita a avanzar con piloto automático en la trama hasta que aparecen en escena el lobo volador, el inmenso gorila que remeda a King Kong y el cocodrilo que se convierte en un nuevo Godzilla. Todo es gigantesco, ruidoso y vertiginoso. Hollywood en estado puro.
“Rampage : Devastación” (Rampage, 2018) es la nueva película dirigida por Brad Peyton y escrita por Ryan Engle, Carlton Cuse, Adam Sztykiel y Ryan J . “Basada” en el famoso juego de arcade lanzado en 1986. Y si , entre comillas porque del juego no tiene casi nada ya que se tomaron bastantes libertades. El elenco va así y lo encabeza Dwayne “La Roca “ Johnson , Jeffrey Dean Morgan , Naomie Harris y Joe Manganiello. Davis Okoye (Dwayne Johnson) es un primatólogo que deja bien en claro su preferencia por la compañía de animales en vez de humanos. Tiene un vínculo especial con un gorila Albino llamado George a quién salvó cuando era un bebé y lo crió. Pero todo se complica cuando tres misteriosas cápsulas caen del espacio e infectan con un extraño humo a George , un lobo y un cocodrilo. El humo contenía distintas pruebas de un experimento genético cuyas pruebas se llevaban a cabo en el espacio y vuelve a los animales enormes, violentos y super fuertes. En un intento por proteger a su amigo, Davis encuentra una esperanza en la Doctora Kate Haldwell (Naomie Harris), quien fue empleada de la empresa culpable del desastre y harán lo imposible para conseguir el antídoto. Por experiencia, sabemos que a Brad Peyton le encanta poner a La Roca en el papel de héroe casi inmortal como ya vimos en “Terremoto : La falla de San Andrés” (San Andreas , 2016) . Pero el resultado con Rampage es más de lo mismo, una película pochoclera que rebalsa de explosiones y helicópteros que casualmente están abandonados o a punto de explotar ,por doquier. Si bien al principio es entretenida luego va dejando muchas incoherencias y nudos durante la trama , como por ejemplo , La Roca atraviesa toda la película con varias heridas de bala (incluyendo una en el estómago ¿? ) casi sin sangrar. La introducción de personajes que no tuvieron más de tres minutos en pantalla y algunas habilidades de los monstruos que van a dejar a más de uno preguntándose ¿Con qué necesidad? . Los efectos funcionan muy bien en elementos ya vistos . Los edificios destruidos, las caídas de helicópteros y Dwayne saltando entre escombros, ahora, en cuanto a las bestias, los mejores logros fueron el cocodrilo y George, del lobo mejor ni hablar. Los villanos son casi un cliché, la malvada inteligente y su secuaz chupamedias se ponen al hombro situaciones ilógicas que dejan bastante que desear. Con escasas situaciones graciosas ,la música no es un complemento a destacar ya que es todo el tiempo abrumadora y no aporta nada a la trama. Si bien Rampage funciona , quizá con media hora menos hubiera sido un poco mejor sin enredarse en una problemática repetitiva y hasta aburrida. Una película más que agregar a la larga lista de La Roca que quizá no volvamos a ver después de salir de la sala.
La Operación Reciclaje De Los Años 80 sigue su curso. Esta vez, el objeto exhumado es Rampage, un videojuego que tres décadas atrás nos regaló cientos de horas de alegría dándonos la oportunidad de convertirnos en gigantescos monstruos destructores de ciudades. Había tres opciones: ser Lizzie, una suerte de Godzilla; George, una especie de King Kong; o Ralph, algo así como un súper hombre lobo. Se trataba de seres humanos transformados en esas criaturas por errores científicos, pero no había relato: básicamente, todo consistía en demoler edificios y devorar gente. Entonces, a esa idea primaria había que rodearla de una historia. El encargado fue Ryan Engle, conocido por haber sido guionista de Non-Stop y El pasajero -dos de las últimas aventuras de Liam Neeson-, que imaginó lo siguiente: una corporación siniestra está haciendo experimentos genéticos en el espacio exterior, pero todo se sale de control y las sustancias caen a la Tierra, afectando a un gorila, un caimán y un lobo. Dwayne Johnson esta vez es un primatólogo que junto a una genetista (Naomie Harris, que brilló en Moonlight) intentará encontrar un antídoto para curar a su amigo George, el gorila albino, antes de que él y los otros dos bichos aniquilen Chicago. El resultado es el esperable: pirotecnia visual sin sustento dramático, una pavorosa mezcla de cine catástofe, comedia y King Kong vs. Godzilla. A los 45 años, The Rock está en su apogeo laboral y en la cima de su popularidad: todo un mérito si consideramos que el ex luchador todavía no aprendió a actuar. Para colmo, en Hollywood insisten en sumarle el rol de capocómico al de héroe de acción, y lo exponen doblemente. Los diálogos, cargados de chistes malos, son muy flojos. Con una pareja de villanos caricaturescos y situaciones inverosímiles, todo queda a medio camino entre la parodia y la acción en serio. Como si el bombardeo de efectos especiales fuera poco, hacia el final se le agregan cámaras lentas para subrayar heroísmo y frases ultrayanquis como “¡si te metés con mi amigo, te metés conmigo, mother fucker!” previa descarga de misiles. Sólo queda rezar para que este no sea el inicio de una nueva franquicia.
En un mundo paralelo Dwayne Johnson “The Rock” sería Dios. Sí señor. Con todos los roles que ha asumido en el cine, más allá de sus músculos, puede tranquilamente ser el mandamás de todo y decidir los destinos de la humanidad. Además, en el último tiempo, ha logrado configurar una sólida carrera, basada en el cine de acción y catástrofe, pero también participando de algunas producciones que le permitieron jugar con otros géneros y en cada una de ellas ha volcado su carisma, el que trasciende sus habilidades de interpretación. Tiene clarísimo que lo suyo no es la actuación, y pese a haberlo intentado, como ponerse serio en “El infiltrado” (2013), el bleff en la taquilla lo orientó hacia un lugar seguro que le permitiera configurar un recorrido comercial, y, además, producir televisión, como el caso de “Ballers” para la cadena HBO, y convertirse en uno de los preferidos del público. Tras el suceso de este año con “Jumanji 2”, The Rock regresa a la jungla, pero de cemento, como un adiestrador de gorilas, que verá como su pequeño protegido George, un simio albino, muta al ser tocado por un siniestro experimento dirigido por una aún más oscura empresa manejada por dos hermanos que bien podrían ser amigos de “Los tres chiflados”. El guion refuerza con trazos gruesos los polos en el conflicto que se enfrentarán, los malos muy malos, los buenos muy buenos, pero que todos, en el fondo, pueden transformar su punto de vista y acción. The Rock rápidamente detectará que George no será el único que amenace la ciudad, un gigantesco lobo mutante y un cocodrilo transformado en máquina de matar, serán los generadores de una situación sin precedente en el medio de varias grandes ciudades de Estado Unidos, en la que deberán apelar a decisiones estratégicas y drásticas para salvarse el pellejo. Basada en el videojuego del mismo nombre, furor en los años ochenta, “Rampage: Devastación” es un clásico ejemplo de revisión de género que potencia las premisas iniciales y exagera todo para destruir los verosímiles y configurarlos en un nuevo universo. Acompañan a The Rock y los gigantescos animales diabólicos y asesinos, un elenco de figuras que asegurarán la afluencia a los cines, como Joe Manganiello (“The Walking Dead”) y la recuperada Malin Akerman, y participaciones de Naomie Harris y Jake Lacy. Los virtuosos efectos especiales potencian un relato simple, el de búsqueda de una solución ante la amenaza, y sumergen en una aventura épica de la cual es imposible eludir cada golpe y grito de los animales. Brad Peyton (“Terremoto: La falla de San Andrés”) dirige con solvencia la historia, priorizando la construcción hiperbólica de personajes y exagerando absolutamente TODO. No vamos a pedir verosímil en el producto, pero si verdad, que se transmite por la dedicación con la que se narran los hechos. En ese proceso es en donde “Rampage: Devastación” encuentra un punto de equilibrio y decide detenerse, reforzando su sentido de entretenimiento y evitando filosofar sobre cuestiones que trascienden el género, aunque las menciona (familia, trabajo, amor).
Basada en el clásico arcade, "Rampage: Devastación" de Brad Peyton es un placer culposo plagado de escenas disfrutables. Premisa, tres animales evolucionados en bichos gigantes rompen todo a su paso en la gran ciudad mientras un grupo de humanos intenta detenerlo ¿Qué esperamos con esa base? Cine en su más pura faceta de entretenimiento vacío. Justamente lo que entrega "Rampage: Devastación". Dwayne “La Roca” Johnson es actualmente uno de los más, sino el más grande, astros de acción en actividad. Ese título, no solo se lo ganó a base de músculos, tiros, y cuadros riesgosos. El ex WWE parece haber entendido a la perfección la fórmula, equilibrar testosterona con carisma. Sus películas ya son garantía de confianza, ya sea "Jumanji: En la selva" o las últimas de la saga "Rápido y Furioso" (justamente desde que entró él a la franquicia), su presencia asegura no solo mucho músculo, sino altas dosis de diversión. Por su lado, Brad Peyton ya demostró su efectividad como director de películas con un presupuesto no necesariamente bajo, pero sí de espíritu libre. Juntos, son dinamita. A Viaje 2 y San Andreas no les pidan mucho, pero que son altos entretenimientos, no se puede negar. Por suerte, "Rampage: Devastación" es la oportunidad de reunirlos nuevamente. Basada en el videojuego creado por la gente de Midway en 1986 para los arcade, pasando luego por plataformas hogareñas varias. Tanto juego como película ofrecen eso, monstruos rompiendo ciudades. Sí, quienes sean fanáticos del videojuego notarán varios cambios importantes respecto de la historia original, quizás tomando de aquí y de allá respecto de las secuelas. Pero lo importante, el espíritu, está. Ya no son un grupo de humanos que por razones varias devienen en monstruosos animales mutantes, ahora, para poder introducir mejor a los personajes humanos salvadores, se parte de animales que evolucionan en gigantes, mutantes, y violentos. Todo comienza en el espacio con unas pruebas químicas sobre una rata (primer guiño al videojuego de las muchas que se pueden encontrar) que sale mal. Los villanos de turno, Claire Wyden (Malin Akerman) – otro guiño, y presten atención a la decoración de la guarida – y su hermano y secuas (Jake Lacy) son los responsables de una corporación que llevó a cabo esos experimentos genéticos en el espacio, y ahora quieren cubrir todo, no sin antes hacerse con los resultados sobrevivientes. Mientras tanto, Davis Okoye (Johnson) es un zoólogo experto en primates, que desarrolló un fuerte vínculo con un gorila albino de nombre George, al que rescató y entrenó de un moco casi humano. Los retos del experimento espacial caen como meteoritos en el suelo estadounidense, e impactan en tres zonas diferentes, una de ellas, el parque en el que se encuentra George, despidiendo un gas tóxico. A partir de entonces, George, un lobo al que apodarán Ralph, y otro animal que se mueve en las aguas pero que no se revela prontamente (los aficionados al arcade ya sabrán qué es), comienzan a crecer y a violentarse. Pronto escaparán de sus hábitats y comenzará la destrucción, o devastación. A Davis se le suma una ex empleada de Wyden, Kate (Naomi Harris), y un agente gubernamental Russell (Jefrey Dean Morgan), para frenar el peligro. "Rampage: Devastación" es un film imposible de ser tomado en serio; y en realidad está bien que así sea. Son monstruos gigantes vs la ciudad ¿quién busca seriedad en algo así? Desde este costado es donde se erige sobre títulos fallidos como el último Godzilla hollywoodense. Tampoco intenta ser un armamento de artillería pesada que no descansa un segundo y solo ofrece ruido repetitivo, por eso se ubica a años luz de una franquicia como Transformers. Rampage: Devastación tiene presupuesto, mucho, pero es espíritu clase B puro, y del bueno. Sabe dosificar bien la acción y ubicarla en el momento justo. Y cuando no hay acción, igual está ocurriendo algo entretenido, no hay bache dramático en el medio. La creación de personajes es sencillamente perfecta. Explotan de cliché, pero de un modo muy asumido. Davis y Russell son puro carisma sacándose chispas, Kate es una dama en peligro que más de una vez no sabe dónde se mete, y los villanos… pero qué buenos villanos. Desde la Diana de "V Invasión Extraterrestre" posiblemente no sea vea una fémina tan pérfida como Claire Wayden, es mala por el hecho de ser mala, ni siquiera sus propósitos son demasiado claros. Es codiciosa, probablemente quiere destruir a los humanos con tal de tener dinero, y no tiene ningún reparo en sus planes. Su hermano y secuas es un gran comic relief. Entre ambos tienen varios de los mejores momentos de la película. Con estos personajes los actores se entregan, y tanto Dwayne Johnson, como Jefrey Dean Morgan, Malin Akerman y Jake Lacy lucen perfectos y divertidos, cada uno en los suyo. Repito, miren a Akerman posando con esos trajecitos entallados, estola de piel sobre el hombro, y hablando en tono villanicio, y directamente aplaudan. Quizás quien menos pueda aprovechar sea Naomi Harris porque su personaje es el menos explotado del film. La amalgama de los efectos es lograda, el ritmo es constante pero no apabullante, y hay que decir que tiene de todo. Desde comedia, a acción sin sentido, muertes gloriosas, y hasta heroísmo sin necesidad de ser machacado (dato curioso, no se habla casi de patriotismo). Sin necesidad de ser fiel al videojuego de origen , pero con todos sus elementos, "Rampage: Devastación" recupera la gloria de los clásicos espíritus clase B directos a VHS, demostrando que no importa si hay mucho o poco dinero en el medio, importa tener en esto casos un gran sentido de la diversión.
El Cine Catástrofe es un subgenero propenso a muchas situaciones que desafían lo verosímil. Ahora imaginen si a esa mezcla le sumamos las raíces de videojuego que pudiera contener la historia. Estas son las puntas con las que se maneja Rampage, adaptación del videojuego de la legendaria factoría Atari y -por supuesto- una nueva apuesta a la nostalgia. George, El Furioso El primatólogo Davis Okoye tiene un particular lazo con George, un gorila albino a su cargo. Las cosas se complicarán cuando en su hábitat se estrellen los restos de un satélite, despidiendo un patógeno que acaba por aumentar su tamaño y su temperamento. Paralelamente, un lobo y un lagarto también han sido expuestos a ello con los mismos resultados. Davis, con la ayuda de una científica, deberá frenar el ataque de estos monstruos teniendo que lidiar con las autoridades y unos empresarios codiciosos que quieren sacar provecho de las criaturas. En materia guion, Rampage: Devastación es una narración generalmente entretenida con piezas de acción bien ideadas y diseminadas apropiadamente a lo largo de la trama. Los personajes están lo suficientemente bien construidos para ganarse al espectador. Los villanos podrán parecer clichados, chatos e incluso bordeando lo caricaturesco, pero son bastante funcionales a la trama. También es necesario aclarar que si bien tiene los momentos emotivos necesarios (más en el sentido comprensivo que en el sensorial), estos son superados en no pocas ocasiones por situaciones cómicas. La única contra que puede achacársele como un todo es que el tercer acto es una sucesión de casualidades. Una sucesión graciosa, incluso autoconsciente, pero de casualidades al fin. En materia actoral Dwayne Johnson hace nuevamente despliegue de su carisma y, por supuesto, de su físico en las escenas de acción más desafiantes. Jeffrey Dean Morgan, como el agente del gobierno que oscila entre rival y aliado, tampoco se queda atrás en lo que a carisma se refiere y sus confrontaciones con Johnson están entre lo más logrado de la propuesta a nivel interpretativo. Naomie Harris entrega una labor bastante digna como la científica que ayuda al personaje de Johnson. Malin Akerman y Jake Lacy también hacen su aporte como los caricaturescos antagonistas de la historia; un trabajo interpretativo en sintonía al cliché ¿deliberado? en donde están enmarcados sus personajes. Si de autoconsciencia nos ponemos a hablar, se debe señalar la interpretación de Joe Manganiello, cuya estadía en pantalla toma al espectador por sorpresa, un poco por él y otro poco por la percepción tradicional que se tiene del “tipo duro” cinematográfico. Por el costado técnico no hay mucho que decir: apropiada fotografía, un montaje que responde a las dinámicas escenas de acción, y unos efectos visuales que son cruciales tanto en las escenas de catástrofe como en la interacción de personajes digitales con personajes reales. Conclusión Rampage: Devastación es una propuesta que cumple con su propósito de entretener y nada más. Lo que se dice una película explícitamente pochoclera. Si quieren desconectar el cerebro y pasar un buen rato en el cine, puede que no los decepcione. No quedará en el recuerdo, pero los 107 minutos que dura serán disfrutables.
Basada en el videojuego del mismo nombre, “Rampage: devastación”, trata sobre el primatólogo Davis Okoye, quien comparte un vínculo con George, un gorila al que cuidó desde su nacimiento. Pero un inescrupuloso experimento genético mutó al simio en una furiosa criatura gigante. Pero no es el único: también hay lobos voladores gigantes. Sí, voladores. Y un cocodrilo del tamaño de una manzana completa de Chicago. Estos depredadores están bajo el efecto de genes violetos que los obligan a destruir todo Norteamérica. Pero Okoye realiza un equipo con una ingeniera en genética para obtener un antídoto. Así, deberán luchar contra estas criaturas para salvar a la gente de una catástrofe mundial. Con escenas que recuerdan a los clásicos “Godzilla” o “King Kong”, el filme es uno más para quienes gustan de la ciencia ficción. Si bien el filme mantiene la intriga y la acción de principio a fin, y los efectos especiales son realmente brillantes, la dosis de ridiculez es tan grande que transforma esta producción en una película más. El mayor crédito se lo lleva Dwayne Johnson, el amo de las películas de acción de los últimos años, como la saga de “Rápido y furioso” y la recientemente estrenada “Jumanji”.
Lo que hace digna a Rampage: Devastación no son tanto sus personajes gigantescos como su conciencia de la tradición de cine de monstruos en la que se inscribe. La película es un blockbuster colosal que no pretende otra cosa más que entretener. El argumento es básico: las muestras en contenedores del proyecto Rampage, unas combinaciones genéticas cuyo efecto es el crecimiento acelerado, caen a la Tierra desde una base satelital y afectan a un lobo, a un gorila y a un cocodrilo (los tres personajes del popular arcade de la década de 1980 en el que está basada la película). Una vez convertidos en monstruos enormes, los animales se encargan de destruir Chicago. Pero el monstruo más importante es Dwayne “The Rock” Johnson, que interpreta a Davis Okoye, un experto en primates. El actor/personaje pega fuerte, pelea, hace reír y entretiene a base de músculos anabolizados y carisma. La Roca vuelve a cumplir al pie de la letra con su papel de mole que se carga al hombro la acción. El preferido de Okoye es un gorila albino llamado George, con quien tiene una relación especial. Y es George uno de los afectados por el patógeno caído del cielo. Para colmo, hay unos personajes que quieren apoderarse del experimento para hacerse millonarios. La buena noticia es que existen unos antídotos que Okoye deberá conseguir, ayudado por una científica, para detener a las fieras rabiosas. El director Brad Peyton, quien ya trabajó con La Roca en Terremoto: La falla de San Andrés y Viaje 2: La isla misteriosa, se declara fanático del videojuego de la empresa Midway Games y no hace más que llevarlo a la pantalla de la manera más escandalosamente ruidosa. Y su acierto es que lo conecta con algunas películas clásicas de monstruos, como King Kong y Godzilla. Si bien Rampage: Devastación es un espectáculo digitalizado con más corazón que cerebro, lo bueno es que es un entretenimiento hiperbólico sin pretensiones, que juega a ser lo que es, que se divierte y se toma la libertad de no tomarse en serio. Es cine de acción mutante extra grande, que apuesta por el talle XXL porque lo único que quiere es romper todo y reventar la taquilla.
El videojuego clásico de Rampage (así como todas sus subsiguientes secuelas, a lo largo de diversas plataformas) partía de un principio muy básico: la destrucción es divertida, los monstruos también, así que la combinación de ambos no puede fallar. El juego no fallaba, pero aunque una cierta cuota de nostalgia lo eleva hoy por encima de otros títulos, lo cierto es que tampoco era demasiado bueno. Se trataba, al fin y al cabo, de avanzar en una dirección extremadamente lineal y, sí, romper cosas. Es ese mismo principio en el que se basa la película de Rampage, y el resultado es, desde ya, el mismo: diversión esporádica entre explosiones, devastaciones varias y algún que otro simpático chiste, pero decididamente no mucho más que eso. En verdad, si la película de Brad Peyton (que venía de dirigir la igualmente caótica La Falla de San Andreas) funciona relativamente, el mérito es total de Dwayne “The Rock” Johnson, a esta altura (quizás sólo junto con Hugh Jackman) la figura más carismática de Hollywood. Johnson es una de esas estrellas a lo “Rey Midas de la taquilla”, dueño de una simpatía extrema que hace más tolerable cualquier producto que, en la piel de actores menos entregados al entretenimiento, podría resultar un absoluto bodrio. Si Rampage no lo es, no es por sus efectos especiales o sentido del asombro ante un lobo, un cocodrilo y un gorila gigante, es porque el actor de la reciente remake de Jumanji es consciente de su papel y se divierte con el mismo. No hay mucho que decir del argumento, que apenas explica vagamente cómo un experimento fallido terminó mutando especies y agigantándolas hasta proporciones ridículas, para rápidamente dar lugar a edificios pulverizándose ante la batalla de seres infernales. Se sabe que la excusa es lo de menos en este tipo de películas, y eso estaría “bien”, de no ser porque por momentos Pyton cede ante la tentación de hacer un film “en serio” y es ahí cuando pierde en su apuesta: los personajes son demasiado unidimensionales (tiene en verdad más desarrollo George, el Gorila, que el protagonista) y los villanos de turno resultan irritantes, no por su maldad injustificada sino por la falta de coherencia y acumulación de lugares comunes. Rampage, en última instancia, entretiene y por lo menos no es el desastre que pudo haber sido.
Basada en el videojuego de Bally Midway de 1986. Proyecto Rampage, con algunos cambios. En esta ocasión nuestro héroe es David Okoye (Johnson, Jumanji: bienvenidos a la jungla, G.I. Joe: La venganza), un reconocido especialista en primates, él no tiene un perro o un gato como mascota, adoptó y rescató hace un tiempo a un gorila albino y lo bautizó George; ahora ambos se entienden y se quieren. En esa reserva convive con otros animales que son atacados con unas sustancias que modifican su ADN todo idea de Claire Wyden (Malin Akerman, 27 bodas, La propuesta) y su asistente Burke (Joe Manganiello, Magic MiKe, El hombre araña). Se transforman en animales gigantes, agresivos, destruyen todo a su alrededor, matan, además el lobo y el cocodrilo tienen otras habilidades, imposible de controlar. Por lo tanto David (Johnson, su personaje tiene carisma y además es el productor), junto a la Dra. Kate Caldwell (Naomie Harris, 007 operación skyfall, luz de luna) y el Agente Russell (Jeffrey Dean Morgan, Watchmen) intentarán que todo vuelva a la normalidad y salvar a George y a la población. Cuenta con buenas actuaciones y buen ritmo. Nos encontramos frente a una historia entretenida, pochoclera, de cine catástrofe, por minuto va cayendo de todo: helicópteros, edificios, autos, entre otros elementos, mucha acción, efectos digitales, imágenes increíbles, mucha tensión, hay humor, sarcasmo, intriga, ternura y escenas conmovedoras.
La destilación pusilánime La falta de imaginación es uno de los problemas centrales del mainstream reciente volcado al entretenimiento pomposo, y productos deslucidos como Rampage: Devastación (Rampage, 2018) no hacen más que confirmarlo minuto a minuto. Lo insólito del caso es que no era necesario romperse la cabeza ideando una “gran excusa” para construir una adaptación del viejo y querido Rampage, un arcade aparecido por primera vez en 1986 que se reducía a controlar a monstruos hercúleos que destrozaban una ciudad de rascacielos y se la pasaban matando a los seres humanos que se cruzaban en su camino, todo por supuesto para avanzar en el videojuego. En vez de ir al meollo del asunto inmediatamente, aquí de nuevo debemos soportar un desarrollo lerdo, personajes unidimensionales y diálogos bobos hasta llegar a una última secuencia en la que por fin reaparecen aquellos gigantes de antaño. Y para colmo de males, a lo anterior se suma el típico posicionamiento de una estrella que nadie pidió y que empantana aún más lo que debería haber sido un producto ameno de la cultura chatarra basado en refriegas monumentales sin destilación pusilánime de por medio: pareciera que la industria cinematográfica estadounidense olvidó en buena medida cómo redondear propuestas eficaces y vigorosas, en esencia debido a su apego por la corrección política, el público descerebrado familiero, los chistecitos simplones y una tanda de CGI que no agrega ni un ápice a lo ya hecho en un montón de películas similares de las últimas décadas. En esta oportunidad nos tenemos que fumar a Dwayne “The Rock” Johnson como el actor incrustado de turno, una figura que -hay que reconocerlo- viene actuando cada vez mejor aunque por sí sola lamentablemente no sostiene ninguna obra más o menos potable. Así las cosas, y retomando lo que decíamos con anterioridad, recién en el desenlace nos reencontramos en todo su esplendor con los recordados George, un gorila símil King Kong, Ralph, un hombre lobo recargado, y Lizzie, un reptil en sintonía con Godzilla, quienes ahora -desde ya, tratándose de estos tiempos higiénicos e inofensivos a nivel de la cultura de masas- son los malos sólo porque se divierten demoliendo la ciudad de Chicago. Todo se desencadena cuando un gorila, un lobo y un cocodrilo toman contacto con un “coso” de destrucción masiva que les modifica el ADN y los convierte en engendros del demonio. Johnson por su parte compone a un primatólogo que cuida de un George albino y pretende garantizar su vida a pesar del acecho de los milicos yanquis a partir del momento en que aumenta de tamaño, se vuelve irascible y escapa de la triste reserva natural en la que vive. Este opus del anodino Brad Peyton trata de ser eco friendly y hasta designa como culpable de las mutaciones a una compañía horrenda llamada Energyne, adepta a los mercenarios y a barrer debajo de la alfombra cuantos cadáveres sean necesarios, no obstante cae en el militarismo chauvinista de siempre, en muchas escenas rutinarias que no llevan a ninguna geografía retórica valiosa y en un sustrato de lo más ridículo que pretende ser “realista” y al mismo tiempo nos enchufa personajes indestructibles en medio de la devastación del título. El film no es un mamarracho sin embargo el videojuego original reclamaba una traslación mucho más alocada y no tan conservadora. Mención aparte merece la hilarante -y fuera de lugar- presencia de Jeffrey Dean Morgan como un agente del gobierno, un señor que sigue actuando con todos los tics que desarrolló personificando a Negan en The Walking Dead…
CLASE B HIGH TECH El director y el protagonista de Viaje 2: la isla misteriosa y Terremoto: la falla de San Andrés, Brad Peyton y Dwayne Johnson -respectivamente-, unen fuerzas nuevamente para otra de estas películas anabolizadas y espectaculares repletas de efectos digitales. Y lo hacen con el buen tino que han tenido hasta ahora: un espíritu Clase B disimulado por el uso de una tecnología de avanzada. El resultado es otro entretenimiento noble, divertido, ligero y desprejuiciado, como casi no se hace en el Hollywood actual. Rampage: devastación es la adaptación de un viejo videojuego, donde unos animales gigantes destruían todo a su paso. Era, obviamente, una referencia actualizada a las viejas películas de monstruos, donde el jugador hacía ahora las veces de criatura destructora. Pero la película de Peyton toma lo básico del videojuego, los animales gigantes, y le da una vuelta de tuerca: hay una empresa que hace experimentos genéticos en el espacio, el plan sale algo mal y las criaturas se descontrolan. Por un lado están los animales -un gorila, un lobo y un cocodrilo- y por el otro los humanos, liderados por el cuidador del gorila George (Johnson), una genetista rebelde (Naomie Harris) y un agente del gobierno de lo más ridículo (interpretado con mucha gracia por Jeffrey Dean Morgan). Los animales son las víctimas y los humanos, quienes se encargarán de protegerlos hasta donde puedan. El mal, como en una película de los 80’s, será el capital, los empresarios irresponsables que no miden las consecuencias. Jurassic Park, digamos, pero sin el genio de Steven Spielberg para profundizar en la reflexión mientras construye grandes secuencias de acción. Peyton es más un artesano, un tipo consciente de sus limitaciones y que actúa en consecuencia. Al igual que en Terremoto: la falla de San Andrés, la película no tarda mucho en meterse en lo que importa: animales gigantes destruyendo todo y humanos tratando de escapar. El prólogo es mínimo, los personajes se construyen con dos rasgos y Rampage: devastación se pone en movimiento como aquellas viejas películas de aventuras que no precisaban elaborar un mundo muy complejo para comprometer al espectador. Lo curioso de películas como esta es que si por un lado homenajean a la más rudimentaria Clase B, lo hacen con una tecnología y un presupuesto que aquellos films carecían. Y esto es lo más interesante que tiene para aportar Rampage: devastación, esa unión entre lo prosaico y lo sofisticado, y cómo de allí nace un tipo de entretenimiento que en la retroalimentación mejora: porque los efectos lucen realistas, mientras la Clase B baja todo a un territorio más mundano. Peyton, además, pertenece a esa noble tradición de directores que no se dejan apabullar por la tecnología y tienen la paciencia para montar un teatro espectacular que puede ser disfrutado de principio a fin: todo lo que pasa adentro de la pantalla se comprende. Y obviamente está Dwayne Johnson, ese actor de enorme carisma que descubrió cuál era su gracia y la explota con sabiduría. Y esconde su musculatura hiperbólica en películas de dimensiones gigantescas y diversión asegurada.
Sigue la seguidilla de films pochocleros con el sello de Dwayne “The Rock” Johnson. Basado en el videojuego del año 1986 el film dirigido por Brad Peyton (San Andreas, Journey 2) mantiene un ritmo constante ofreciendo entretenimiento simplón pero efectivo de principio a fin. Sin ir más lejos, con un inicio que trae recuerdos de la película Life, el film de Payton no para ni un segundo y es un placer culposo clase A para disfrutar en cines; nos encontramos con el clásico experimento fallido con una clara dosis de esteroides. Utilizando una trama rebuscada (clásica de estas películas de destrucción masiva) Rampage pone en primera línea la amistad entre David Okoye (Johnson), un primatólogo, y George, un gorilla albino (prohibido olvidar a Copito de Nieve). Es interesante ya que el resultado final podría caer en lo cursi o en un terreno empalagoso de acciones repleta de clichés pero en esta película la relación entre David y George se siente original por la personalidad – muy silver lining – de George y sí, se lo banca a muerte a este gorila. De todas formas Rampage tiene su Talón de Aquilles y esto sucede justo en el punto fuerte del film: el elenco. Tenemos a Dwayne Johnson ofreciendo el carisma de siempre – por algún milagro del séptimo arte… sigue con nafta – y junto a él nos encontramos con la presencia del gran Jeffrey Dean Morgan: esto genera un clash de titanes carismáticos, un dúo que nos toma por sorpresa y funciona en todo minuto de pantalla compartida. Naomi Harris se pone en un papel correcto y de manual para su filmografía – clásica acompañante del héroe – y Malin Åkerman plus Jake Lacy ofrecen una disparatada actuación conjunta como pésimos villanos del film, realmente deplorables. Por último encontramos a Joe Manganiello en un rol – inesperado en su ejecución – de asesino elite. Rampage está cargada de efectos especiales; tenemos a grandes exponentes para subrayar positivamente (el gorila George) y otros que dejan mucho que desear (el lobo Ralph) pero todo esto lleva a un equilibrio asombroso que deja al film de Payton muy bien parado en el grado de calidad en entretenimiento. Hay una escena en cuestión como punto máximo del film la cual se observa el “trabajo en equipo” de George y Ralph al mejor estilo Avengers pero en vez de revolear alienígenas “villanescos”, estos dos gigantes revolean tanques y personas, ¿Qúe más quéres? ¿un cocodrilo gigante qué escala edificios? en Rampage lo tenés!. Si quieren entretenimiento sin culpas, grandes actos de justicia por parte de animales gigantes y pasar casi dos horas a pura explosión con un Dwayne Johnson invencible Rampage es la película que tienen que ver, si esperan más… se van a decepcionar. Valoración: Buena.
Otra de “La Roca” salvando al mundo Dwayne Johnson es el arquetipo del hombre fornido, valiente, pero sensible y simpático a la vez. De alguna manera, más allá de sus cualidades artísticas y su predilección por películas de acción sin demasiado espíritu, se ha ganado el corazón de muchos. Como si fuese un muñeco articulado de casi dos metros, “La Roca”, pasó de ser un ídolo de la lucha libre a uno de los personajes más adorados a fuerza de papeles en los que expone de diferentes formas su gran musculatura y ¿hombría? Ya sea como un héroe de acción o como un hada madrina, en exageración de las formas, en clave de aventuras o comedia, es de los actores más populares alrededor del mundo, dentro y fuera del universo cinéfilo. Es por eso que en este filme, en el que la premisa era liberar en una ciudad a un lobo, un gorila y un cocodrilo modificados genéticamente e inmensos, para que Johnson en el rol de un primatólogo ayude a salvar el día, termina resultando simpático más por los clichés de los que se vale, que por el guión y la narrativa de la producción. La película fue dirigida por Brad Peyton, quien también dirigió a Johnson en “La falla de San Andrés”, una película olvidable pero que de tan típica y predecible puede ser considerada un clásico del consumo irónico. El título de estreno mantiene algunas características similares a la de aquella otra experiencia -es necesario considerarlo “experiencia” como una generalidad más que una obra cinematográfica- porque básicamente, no intenta ser más que otra pieza de cine catástrofe, pero en esta ocasión con animales gigantes y peligrosos con uso exagerado pero necesario de CGI. “Rampage: Devastación” es entonces, una película pochoclera, con básicos gags al estilo La Roca, de esos en los que el actor queda “cool” mientras mira al infinito en pose, y que tampoco intenta ser otra cosa. Obviamente, gracias al carisma de Johnson termina siendo más agradable de lo que sería con otro actor a la cabeza, porque todos sabemos que el hombre genera más fanatismo como “estrella de rock” que como un actor.
Mirando el afiche y viendo quienes son sus protagonistas (un gorila, un lobo y un caimán, todos gigantes) se sabe perfectamente a que atenerse cuando se entra al cine. Lo que se espera es que al menos este bien realizada. Esto es exactamente lo que sucede, siendo una sumatoria de varias películas y géneros, cine de acción, catástrofe, aventuras, ciencia ficción, con todos los clichés de las estéticas, y elementos de los que adscribe, puesto en el momento adecuado, el tiempo necesario. Cumpliendo con los lemas del manual del buen guión cinematográfico, que se le entrega a cada director en la meca del cine para que no se vaya x ninguna tangente, ni se crean creativos, sólo directores técnicos. En este caso funciona. Basado en un videojuego de la década de 1980 esto termina por no tener injerencia ni importancia en la traslación al lenguaje cinematográfico y eso, se le debe reconocer, en este caso y por ser una producción hollywoodense, a sus productores. Pues entre agregados y cercenamientos el filme no hace anclaje en su origen, sino en sus personajes y en la historia casi minima, con mezcla de varias produccionrd, haciendo del mismo un gran juego. Davis Okoye (Dwayne Johnson), es un experto en animales, empleado del Zoo de San Diego, quien prefiere pasar más tiempo con ellos que con los humanos. De hecho, su vínculo más sociable lo mantiene con George, un gorila albino extraordinariamente inteligente a quien ha cuidado desde que nació. La acción de la cinta se detona a partir de un peligroso experimento genético que se desmadra, realizado en el espacio por una empresa cuyos directivos tienen menos escrúpulos que un cocodrilo (recuerden sus lágrimas). Pero, como debe suceder para que haya desarrollo narrativo, la caída del experimento, cual meteoritos en pedazos en la tierra, se produce en San Diego, California, claro. Todo se sale de control provocando que George mute, en menos de doce horas, de ser un simio gentil en una criatura furiosa de proporciones monstruosas. Para acabar de empeorar la situación se descubre que hay más animales con alteraciones similares. Mientras estos nuevos depredadores alfa destruyen todo lo que encuentran a su paso por Estados Unidos, Davis Okoye busca un antídoto ayudado por la Dra. Kate Caldwell (Naomi Harris), una ingeniera genetista ex empleada de la empresa, ahora caída en desgracia. Todo esta listo para el despliegue de efectos especiales, de muy buena factura, con la previsibilidad del relato como tal y para que no queden dudas desde el discurso del protagonista, el héroe en éste caso, casi digamos es otro. Algo hay en este tipo de producciones que uno no espera y siempre es bienvenido, que no se tomen en serio desde la producción. Esto claramente es lo que sucede con el titulo que nos ocupa. Lo que queda demostrado en los guiños a la platea adulta en ese personaje, lo que nadie espera que haga lo que hace a favor de ese héroe inesperado, y principalmente en la presentación y desarrollo de la pareja de antagonistas, hermanos ellos, Claire y Brett Wyden (Malin Akerman y Jake Lacy, respectivamente), desalmado uno, imbecil el otro, ambos una caricatura perfecta de sus propios personajes. Poco importa si existen algunas incoherencias, si personajes desaparecen porque si, o si lo inverosímil se hace presente a cuadro de por medio. Destrucción total de por medio, o casi, Uno podría citar a Víctor Heredia cuando canta ”Paso a detallar a continuación El sucinto informe que usted. demando, Duele a mi persona tener que expresar Que aquí no ha quedado casi nada en pie, Más no desespere le quiero aclarar Que aunque el daño es grave Bien pudiera ser que podamos salvar”…. Pero creo que esta hablando de otro tema, y otras bestias. Desde lo meramente cinematográfico, en realidad dura lo que tiene que durar, bien realizado, tiene cierto tipo de humor y no pretende nada más, y eso gratifica.
Dwayne “The Rock” Johnson y el director Brad Peyton (Terremoto: la falla de San Andrés) vuelven a reunirse en Rampage: devastación, adaptación basada en la saga de videojuegos que arrancó en 1986. Davis Okoye es el jefe de una unidad contra la caza furtiva y protector de los animales. Tiene a su cargo un inteligente gorila albino llamado George, uno de los pocos en su especie. Cuando un experimento genético cae del espacio, infecta tanto a él como a otros animales. Como consecuencia comenzarán a crecer y perder el control atacando la ciudad de Chicago. Davis con la ayuda de la Dra. Kate Caldwell (Naomie Harris) tendrán que desenmascarar a la corporación Energyne, responsable de crear la sustancia, y obtener el antídoto para detener a George. La Roca es sinónimo de entretenimiento hoy en día en el cine de acción pero mientras algunas de las películas que realiza el actor rozan lo exagerado del realismo en Rampage: devastación, el concepto de realidad se olvida para dar lugar a la espectacularidad de las situaciones. Podemos creer que su protagonista sobrevive a la caída de un edificio esquivando escombros sin dificultades porque el film divierte sin pretender profundizar en su argumento. Los personajes son cliches (incluso desbordan lo grotesco si pensamos en los hermanos malvados responsables del virus). Incluso Jeffrey Dean Morgan impone el carisma de Negan su personaje en la serie de The Walking Dead, pero sin la maldad que éste representa. Desde lo visual la destrucción de Chicago hace remembranza al único objetivo del juego que era acabar con los edificios de la zona. Aunque las criaturas tienen algunos acabados que no terminan de convencer cuando se pone en balance su tamaño con sus protagonistas humanos, hay que rescatar que el chimpancé George desprende más simpatía y empatía con el espectador que otros animales de la pantalla hoy en día.
Del videojuego al cine La adaptación de un popular "fichin" de los ochenta, presenta a Dwayne Johnson haciendo frente a un trío de animales gigantescos. Davis Okoye (Dwayne Johnson) es un especialista en primates que mantiene un vínculo cercano con George un gorila albino. Cuando este simio comienza a crecer desmesuradamente por una mutación genética, Okoye deberá encontrar la razón detrás de este cambio y además enfrentar a otras bestias gigantescas que fuera de control amenazan a la raza humana. Adaptar el video juego Rampage a la pantalla grande parecía un reto difícil, principalmente porque no hay una historia clásica detrás de ese mítico arcade, solo animales gigantescos destruyendo ciudades. Sin embargo el director Brad Peyton ha conseguido una de las mejores cintas basadas en personajes surgidos de las consolas. Play Valiéndose del carisma de Dwayne Johnson, un guion que bucea en los experimentos genéticos, las posibilidades que da la técnica de captura de movimiento para crear a un George muy gestual, y los efectos digitales para hacer creíbles los momentos de "cine catástrofe" Rampage es sin dudas un exponente fílmico cargado de acción y buenas ideas. El lobo gigante y el cocodrilo, al igual que el simio blanco, nada tienen que envidiarle a King Kong o Godzilla, todos lucen temibles y son protagonistas de secuencias que son pura tensión. Brad Peyton (R) y Dwayne Johnson en la premiere de “Rampage” en Los Angeles, California (Crédito: Reuters/Mario Anzuoni) Brad Peyton (R) y Dwayne Johnson en la premiere de “Rampage” en Los Angeles, California (Crédito: Reuters/Mario Anzuoni) El filme no es el clásico entretenimiento familiar naif, por el contrario se reserva algunos momentos sangrientos y de terror que mantendrán a los espectadores más sensibles en la punta de la butaca. Pese a esto, también hay humor, y un mensaje políticamente correcto sobre el peligro de la manipulación genética. Johnson se sigue consolidando como el héroe de acción de esta generación, un título del que no reniega y levanta durante todo el metraje cual estandarte. Rodeado de un elenco muy sólido, se destaca la presencia de Naomi Harris, actriz que proviene de un tipo de cine más independiente y de autor, que se mueve con naturalidad entre los efectos especiales y la devastación que presenta la película y Jeffrey Dean Morgan que con su humor sarcástico encarna a un "Negan" de traje y corbata y sin bate. Rampage: Devastación es una película pochoclera tan gigante como las bestias que la protagonizan. Y está bien.
Esta es una muy buena película pochoclera. Si no es una excelente película pochoclera es porque Rampage tiene serios problemas de tono en algunas de sus escenas. He aquí un puñado de tipos que vieron que el Monsterverse de la Warner y Legendary era potable (y era lo mas cercano a hacer algo taquillero y funcional en un universo cinemático a lo Marvel), y decidieron hacer algo parecido reciclando un jueguito de computadora de hace mil años. La historia debe ser de lo mas estúpido que haya escuchado en las últimas décadas, pero la destrucción es divertida y, para los yanquis que se golpean el pecho y sueltan una lágrima cada vez que ven donde estaban las Torres Gemelas y recuerdan el 11/9, ver como unos monstruos digitales tiran rascacielos como si fueran papa fritas debe ser lo mas contradictorio y catártico del mundo. Como cuando Rambo reivindicaba la derrota de Vietnam y liquidaba a miles de vietnamitas con 2 balas. ¡Trauma superado!. He aquí a Dwayne Johnson asegurándose un puesto de honor en la taquilla. Al principio su carrera era dispar pero últimamente la viene acertando bastante (especialmente después de Jumanji) y, si Rampage puede probar algo, es que el magnetismo del actor en el box office sigue estando intacto. Recaudar 422 palos verdes con este bolazo es una proeza, pero Johnson no está solo: lo acompaña Brad Peyton (el de San Andreas), que es una especie de Roland Emmerich del nuevo milenio. Filma bodrios completamente mirables, pero películas de las cuales nadie se acordará en menos de 10 años. La estupidez está a la orden del día con el plan malévolo de los villanos. No sólo creen estúpidamente que pueden vender (como un arma) una toxina que produce animales gigantescos y mutantes sino que, para colmo, piensan emitir una señal sónica para atraerlos hasta los cuarteles centrales de la corporación. Oh, sí, todo es un inmenso WTF – los tipos piensan que el ejército va a matar a los bichos mutantes y ellos van a sacar un cachito de sangre para reproducir la formula ya que perdieron la receta (no se les ocurrió que el gobierno de Estados Unidos puede hacer exactamente lo mismo??) -, amén de que son incapaces de considerar que los monstruos se regeneran instantáneamente y son prácticamente indestructibles. Por otra parte… ¿cual es la utilidad de infestar un área con bichos gigantes a prueba de balas?. Porque, una vez que derroten al enemigo, lo único que van a hacer es arrasar el resto de la Tierra. En fin… Para que la copia no se note mucho, el bicho bueno es un gorila gigante que se llama Kon… George y es albino, como para que no haya problemas con el copyright. George es amigote de Davis Okoye (Johnson), un primatólogo misántropo que sólo cree en la bondad de los animales. Cuando una estación espacial supersecreta explota en órbita y tres cápsulas con el virus caen a tierra, George es uno de los que se infecta y empieza a crecer como polenta pasada de cocción. Oh, sí, las restantes cápsulas infectaron a un lobo y a un cocodrilo, y los villanos planean reunirlos a los tres en un solo lugar, emitiendo una señal subsónica que sólo ellos pueden escuchar y que, por su ADN modificado, los obliga a ir a buscar el punto de origen. La Roca intenta salvar a su amigo, aparece un hombre de negro chistoso (Jeffrey Dean Morgan, sintonizando a la perfección a Robert Downey Jr., y con las mejores líneas de diálogo de la película) que primero los acosa y después decide apoyarlos, y el ejército que no para de tirar bombas al cuete ya que los bichos son imparables. Lo que sigue es Chicago hecho trizas, un combate mano a mano que anticipa lo que puede ser King Kong versus Godzilla cuando llegue en el 2020, y unos militares apuraditos para tirar la Madre de Todas las Bombas (como una especie de mini bomba nuclear sin efectos radiactivos… nocivos, jajaja, como si vaporizar 10 manzanas a la redonda no fuera lo suficientemente dañino). El drama con Rampage es que, entre los chistes y los tortazos de los monstruos, a Brad Peyton se le escapan algunas escenas con tripas y violencia excesiva. Como la historia de origen de George cuando, siendo bebé, vió como fileteaban a machetazos a su madre para venderla en el mercado negro, o la excursión a los bosques de Wyoming que termina con un inesperado reguero de intestinos. Dejando de lado la sangre y las estupideces, uno pasa un buen rato con Rampage. La destrucción masiva en technicolor y HD es genial, y Morgan es muy bueno con sus chistes (por algo era el Comediante!). Si hacen una secuela no me indignaría y me prepararía para verla, adquiriendo de antemano un enorme balde de pochoclo azucarado y un vaso de gaseosa tamaño gigante.
Rampage, juego lanzado al mercado por Midway en 1986, era una propuesta que a priori parecía difícil de adaptar al cine. Visualmente, la premisa de los tres animales gigantes (el gorila George, el lobo Ralph y el lagarto Lizzie) destruyendo ciudades era prometedora, pero el problema era el guion. El jugador podía elegir a cualquiera de estos monstruos y su objetivo era sobrevivir a ataques militares a la vez que destruían ciudades. Cuando la ciudad estaba destruida, pasabas de nivel. ¿Cómo respetar la esencia de destrucción casi anárquica que planteaba el juego y lograr una película con una trama que se sostuviera? ¿Cómo no convertir a los amigos de aventuras de una generación completa de gamers en malvados enemigos de la humanidad? Puede haber muchas opciones, pero la de Brad Peyton (director de San Andreas, entre otras) está llena de aciertos. La empresa liderada por Claire Wyden (Malin Akerman) y su hermano Brett Wyden (Jake Lacy) tiene un laboratorio en una estación espacial donde realiza experimentos genéticos dignos de Mengele. Claro que el experimento en curso se sale de control y, a pesar de los recaudos tomados (los hacen en el espacio porque son conscientes de los riesgos), parte de la “sustancia” que hace crecer desmesuradamente y otorga otras fortalezas a los animales que entran en contacto con ella cae en nuestro planeta. Específicamente, en el santuario de George, el gorila albino favorito de Davis Oyoke (Dwayne “The Rock” Johnson), un primatólogo abocado a la preservación. George no es el único alcanzado por la sustancia: el lobo Ralph también se ve afectado, adquiriendo rápidamente nueve metros de largo. El desastre atrae de inmediato a los medios, al gobierno, y obliga a los hermanos Wyden a desarrollar una estrategia para atraer a los animales a la ciudad porque los únicos restos del trabajo de investigación realizado en la nave espacial están en su ADN. Peyton logra un filme con un espíritu clase B más marcado que gran parte de las películas que se autoproclaman como tal. Es una superproducción de primera línea, con un elenco completado con figuras como Jeffrey Dean Morgan como Harvey Russel, un agente gubernamental, Naomie Harris como Kate Caldwell, la genetista con buenas intenciones engañada por la corporación y Joe Manganiello en la piel de Burke, una especie de mercenario líder de un grupo privado. Cuando la trama tiene que exagerar, forzar los límites del verosímil y sorprender al espectador, lo hace sin titubear, presentando incluso algunos momentos donde es autoconsciente del código que maneja. La construcción de los personajes también se desarrolla en el sentido de la hipérbole: Claire Wyden tiene un aire a Cruella de Vil que la acerca a la caricatura, lo mismo que la torpeza de su hermano Brett, al mando de la empresa a su lado solamente por portación de apellido. The Rock no es santo de mi devoción, pero es el único actor capaz de encarnar a Oyoke. Capaz de comunicarse y hacer chistes mediante lenguaje de señas con los primates, volar helicópteros y poner a dormir guardias de seguridad con la misma naturalidad que se unta una tostada, le creés todo. Sí, aunque no te guste. Morgan y Manganiello también le aportan mucha magia (y facha) al asunto. Ridícula en el buen sentido, capaz de darle un motivo y un objetivo dramático a la destrucción descontrolada del videojuego, con toques de humor en los momentos indicados, logra que el espectador pase un muy buen momento. Fuerza los límites de su código sin romperlos nunca. Promete, cumple y deja con ganas de más.