Definitivamente Suburbicon es la mejor película de Clooney en su faceta de director desde la ya lejana Buenas Noches y Buena Suerte (Good Night and Good Luck, 2005): estamos frente a un regreso en términos prácticos al período histórico que más le fascina, léase la primera mitad del siglo pasado, esas décadas previas a la revolución contracultural de los 60 y 70, años que ya había examinado también -aunque con resultados artísticos menos satisfactorios- en Jugando Sucio (Leatherheads, 2008) y Operación Monumento (The Monuments Men, 2014). Hoy el señor deja de lado cualquier pretensión de inspirarse en personajes o anécdotas personales o familiares para meterse de lleno en lo que podríamos definir como el terreno por antonomasia de los principales guionistas del convite, los hermanos Joel y Ethan Coen (como ya comentamos antes, también colaboraron en el armado de la historia el propio Clooney y Grant Heslov, no obstante el tono narrativo es preponderantemente cercano a la sensibilidad de los Coen). El argot cinematográfico que abraza Suburbicon es el del film noir sardónico, ese que más que sólo desnudar las miserias y bajezas de los protagonistas, lo que en realidad hace es construir un retrato de época que resuena bien fuerte en nuestro presente por una infinidad de problemas arrastrados en el tiempo. Todo gira alrededor de la familia del pequeño Nicky Lodge (Noah Jupe), cuyo padre Gardner (Matt Damon) es un burgués mediocre y apagado, su madre Nancy (Julianne Moore) una pobre mujer parapléjica, y su tía Margaret (también interpretada por Moore, porque hablamos de gemelas) una “mega tonta”, tan simplona como aburrida. Mientras la comunidad del título en la que viven, un vecindario de blanquitos conservadores típicos de Estados Unidos, se entretiene martirizando a la primera familia negra que se muda al lugar (incluida la construcción de un muro, impedirles comprar alimentos, acosarlos con estruendos insoportables y una serie de estrategias dignas del Ku Klux Klan), Nicky es testigo de cómo un par de criminales entran una noche a su casa y drogan a todos con cloroformo antes de robarles, lo que rápidamente desencadena la muerte de su mamá por sobreexposición al producto químico. Por supuesto que no todo es lo que parece y la actitud fría de Gardner ante la debacle nos arrima a la certeza de que el asunto está relacionado con un fraude a la compañía de seguros del clan Lodge, frente a lo cual el niño intentará defenderse -cuando descubra la verdad- a pesar de su corta edad y la desproporción existente con los responsables del entramado de engaños. El opus de Clooney es un retrato muy perspicaz e hilarante de esos primeros suburbios de las grandes urbes que bajo la excusa de alejarse del ruido y el smog, se terminaron aislando del resto de las clases sociales y entregándose al racismo, la petulancia y el egoísmo más cobarde/ decadente, circunstancia que a su vez por un lado reprodujo todas las barbaridades de las que se pretendía escapar y por el otro lado las magnificó conceptualmente en espacios más acotados, en un entorno a escala reducida. La actuación del elenco es magnífica ya que ninguno de los actores cae en la caricatura de medio pelo favorita del mainstream, optando en cambio por un naturalismo de inflexión algo farsesca que juega con la economía expresiva y las ironías de fondo de cada situación (las correspondientes al desarrollo del relato en sí). Otros dos elementos que sorprenden son la generosa dosis de gore -para los niveles habituales del Hollywood higiénico actual- y la virulencia satírica para con la derecha retrógrada y hueca norteamericana: ambos detalles se nos aparecen evitando los clichés de los films centrados en “el mundo de los adultos visto a través de los ojos de un niño” y echando mano de un calidoscopio que se pasea por todos los personajes… aunque la historia suele preferir la perspectiva del único verdadero inocente de la faena, Nicky, un purrete muy avispado que comprende rápido lo que sucede pero no puede hacer mucho al respecto más allá de pedir ayuda a su tío Mitch (Gary Basaraba) y -armado de mucha paciencia- esperar que todos los involucrados comiencen a matarse/ fagocitarse entre ellos.
Genealogía de la inseguridad En su regreso a la dirección, el realizador norteamericano George Clooney (Good Night, and Good Luck, 2005) se nutre de un guion a la medida de sus pretensiones y obsesiones idiosincráticas en colaboración junto a los hermanos Ethan y Joel Coen (Inside Llewyn Davis, 2013) y Grant Heslov (The Ides of March, 2011) para crear una obra sobre la ambición, el amor, la discriminación y la inclusión, cual friso significativo de una época al borde de un estallido social y cambios radicales. Suburbicon: Bienvenido al Paraíso (Suburbicon, 2017) narra dos historias interconectadas por el contexto social de los suburbios de la década del cincuenta en una ciudad ficticia de Estados Unidos. En la historia principal, un niño, Nicky (Noah Jupe), es víctima de la avaricia despiadada de su padre, Gardner (Matt Damon), un ejecutivo ejemplar y de su tía Margaret (Julianne Moore). De a poco el film se va tornando una obra de suspenso noir en la que la madre del niño, Rose (Julianne Moore), hermana gemela de Margaret, es asesinada por dos hombres que irrumpen en la tranquilidad del suburbio para aterrorizar a la familia. El niño rápidamente se da cuenta de que su padre y su tía parecen demasiado cómodos con la nueva situación, pero el improvisado plan de Gardner se complica debido a sus falencias y lo que creía que era una estafa perfecta se transforma en una pesadilla sangrienta. En medio de esta situación, una familia afroamericana, los Mayers, se muda al lado y comienza una amistad entre el hijo de la pareja, Andy, y Nicky, pero la inclusión se hace cada vez más lejana cuando en el supermercado se niegan a venderles y comienza una vigilancia que se transforma en vigilia por parte de los racistas y supremacistas blancos del barrio. De esta forma las dos historias se mezclan como dos caras de la sociedad estadounidense al igual que los tonos, que oscilan entre el suspenso y la comedia mordaz, creando una obra que combina realismo caustico con enajenación social para envolver a los personajes en una violencia cotidiana que crece hasta hacerse insoportable. Más allá de las extraordinarias actuaciones de todo elenco que fluctúan entre la circunspección y el histrionismo, del ingenioso guion de los hermanos Coen, de la maravillosa y cándida dirección de Clooney, y de la delicadeza de la fotografía de Robert Elswit (There Will Be Blood, 2007), la gran protagonista del film es la música del compositor Alexandre Desplat (The Tree of Life, 2011) que sacude la pantalla como un estruendo que se apodera de las escenas para conferirles un significado perturbador. Clooney busca así en su nueva obra ofrecer otro capítulo sobre las contradicciones del sueño americano al igual que en el resto de sus films creando un clima de época reconocible por un lado pero capaz de romper con las idealizaciones de los imaginarios del período a través de la combinación entre suspenso y desconcierto. De esta forma, Clooney profundiza en el surgimiento en su país de uno de los conceptos más problemáticos y conflictivos en la actualidad para el discurso progresista, el de inseguridad, como paranoia y sensación que persigue cual fantasma a una clase media que no puede escapar de las contradicciones sociales de la ciudad a pesar de sus vanos intentos por huir de su propia oscuridad.
La sexta película de George Clooney, nos cuenta la historia de Gardner (Matt Damon), un padre que vive en la idílica Subrubicon, un pueblo compuesto totalmente de gente blanca, que al mismo tiempo que recibe a su primer familia de raza negra, empieza a sentir las repercusiones de algunos crímenes en el verano de 1959. Con esa premisa, Clooney toma el guión originalmente acuñado por Joel e Ethan Coen, y junto a Grant Heslov (su compañero de escritura en varias películas) le da forma a este universo. Cual es el problema principal de esta película? Justamente eso, que parece dos historias completamente distintas unidas de manera torpe. Con esto no quiero decir que la película es mala, porque no le es. Es sumamente entretenida, hasta en los momentos incómodos y violentos que tiene, no aburre. Pero se nota demasiado que son dos historias separadas. Por un lado tenemos una historia al estilo Fargo, sobre una comunidad aparentemente pacifica, que tiene una capa subyacente de violencia, odio y crímenes secretos, que de a poco se cocina hasta llegar al punto de estallido, como una olla a presión. Y por el otro lado, la historia de la primer familia negra, y con eso, una crítica a la sociedad estadounidense toda, y su falsedad al momento más álgido de los derechos civiles y la integración de las ciudades/pueblos. Mas allá de esto la película me gusto, Matt Damon, Julianne Moore y Oscar Isaac estan en su clásico nivel, los cuatro guionistas han ganado Oscars, la música es correcta, y la fotografía de Robert Elswit es bellísima. Con sus problemas y todo, es un gran divertimento que sinceramente creo que es mas disfrutable en el cine.
¡Brutal, violenta, irónica y muuuy negra! Volvieron los hermanos Coen con todo, en este caso como productores, quien dirige de una manera brillante es George Clooney que junto con los Coen y Grant Heslov escribieron el guión. En los principales roles encontraremos a Matt Damon en uno de sus mejores trabajos, a Julianne Moore también componiendo un personaje altamente destacable, a Oscar Isaac y Noah Jupe entre otros. Leí que fueron muy duros con la crítica, no será mi caso. Porque es del tipo de películas que más me gustan, por el libro, por el gran trabajo que hacen los actores, por la forma de contar y donde se coloca la cámara, tal vez por lo sarcásticas que suelen ser, o por su visión del mundo. Donde el destino de cada personaje está escrito con sangre en base a cada decisión que van tomando. La peli nos lleva a una ciudad de ensueño en un mundo no tan actual (1959) una comunidad modelo donde todo aparenta ser perfecto: Suburbicon. El sueño americano hecho realidad. Pero… la familia Lodge (o parte de ella) está tramando algo muy muy oscuro. Y todo lo que viene después es del más puro cine de estos talentosos hermanos. ¡Muy bienvenidos nuevamente!
En su nuevo trabajo como director George Clooney presenta una vieja historia que los hermanos Coen concibieron en el comienzo de sus carreras, a mediados de los años ´80. Suburbicon además de contar con un guión de los realizadores de Fargo reunió un muy buen elenco con figuras talentosas como Matt Damon, Julianne Moore y Oscar Isaac, más la producción de Joel Silver (Arma mortal, Matrix). Pese a todo, el film resultó bastante decepcionante y no está a la altura de lo que prometía semejante equipo artístico. La película tiene una profunda crisis de identidad donde nunca termina de quedar en claro la clase de conflicto que deseaba narrar Clooney. Por momentos es un misterio con crímenes y mafiosos, también se desenvuelve por el terreno de la sátira del sueño americano y hasta incluye un comentario social. A diferencia de la película que venden los trailers, el director utilizó la trama de Suburbicon para establecer una conexión entre los conflictos raciales de los años ´50 y el problema que se vive en la actualidad con el mismo tema en los Estados Unidos. Clooney y su socio, el guionista Grant Heslow, adicionaron a la historia de los Coen la presencia de una familia negra que altera la rutina de un barrio habitado por gente blanca, con el único propósito de propagar un burdo mensaje de corrección política. La película nunca explora estos temas en profundidad y todo lo que tiene para expresar el director sobre el racismo se resume en que todos los blancos son parásitos nefastos de la sociedad norteamericana. Este elemento de la historia se ve completamente forzado y no termina de funcionar porque no tiene ningún propósito dentro del conflicto central que lidera el personaje de Matt Damon. Por momentos queda la sensación que el director desarrolla tres líneas argumentales diferentes que no tienen ninguna relación entre sí. Suburbicon consigue ser un poco más llevadera cuando se encamina por el terreno del misterio y el absurdo con la trama que se promocionaba en los avances. Lamentablemente el foco de la historia se pierde de manera reiterada en otras temáticas que se combinan de un modo desprolijo y el film no termina de convencer. Si lees la sinopsis de esta producción y luego mirás el trailer la propuesta parece muy atractiva, el problema es que esa no es la película que después encontrás en el cine. En su faceta como realizador Clooney ofreció en el pasado películas interesantes como Buenas noches y buena suerte y Secretos de estado. Suburbicon no quedará en el recuerdo entre sus mejores obras y es un film aburrido que se olvida con facilidad.
La felicidad suele tener su precio. El sexto film de Clooney como director cruza dos historias de un barrio suburbano residencial, a fines de los 50, y consigue un fresco social, por momentos grotesco, sobre el huevo de la serpiente que anida en la clase media estadounidense. En su sexta película como director, Suburbicon: Bienvenidos al paraíso, el popular actor George Clooney vuelve a mostrar preocupaciones e intereses que ya había manifestó en sus películas previas. Sobre todo una sostenida intención de incluir en la historia, a veces de forma ligera y otras de manera directa, anotaciones políticas o sociales que ponen en evidencia su propia mirada del mundo. Se sabe que Clooney es uno de esos miembros de la comunidad hollywoodense vinculado a cierto perfil progresista, junto a colegas como Sean Penn, Danny Glover, Susan Sarandon, Tim Robbins o el director Michael Moore, cuyas militancias fueron parodiadas en la comedia protagonizada por marionetas Team America: Policía Mundial (2004), de los creadores de South Park, Trey Parker y Matt Stone. Luego, el gusto por aportarle al relato algunos elementos de comedia que, en este caso, le permiten llegar a extremos de humor negro inéditos dentro de su filmografía. Claro que en este último caso no debe obviarse que el guion original es obra de los hermanos Ethan y Joel Coen, con cuyos trabajos esta película tiene tantos puntos de contacto como con los de Clooney. Suburbicon se desarrolla sobre el cruce de dos historias que tienen como escenario un barrio residencial en los suburbios de una gran ciudad, a fines de los ‘50. Una se desarrolla en primer plano, aportando el tono general de la película, y la otra funciona como acotación un poco al margen que le sirve a Clooney para plantar aquellos elementos que permitirán releer la trama (y la historia reciente de los Estados Unidos) con un tono sociopolítico. En la primera una ideal familia blanca (papá, mamá y un niño), los Lodge, son víctimas de un robo doméstico de inusitada violencia, en el que la mujer termina siendo asesinada de forma injustificada. En la segunda, una familia negra (papá, mamá y niño) se muda a la casa de al lado de los Lodge, convirtiéndose en una mancha para la felicidad perfecta del barrio. El relato de Clooney se enfoca en la vida de los Lodge, en la forma en que la muerte afecta al marido y sobre todo al hijo de la víctima. Pero el tono policial irá ganando peso, haciendo que aquella violencia que vino desde afuera (afuera de la familia, afuera del barrio y, por qué no, también desde afuera de la América blanca), de repente y por efecto de un golpe de guion empiece a revelar un origen interno. Claro que esta violencia cada vez más desatada al interior de la familia Lodge tiene un correlato en la violencia social que comienzan a sufrir sus vecinos negros. A medida que avanza el relato Clooney comienza a alejarse del tono clásico elegido para la primera mitad de la película. Valiéndose de herramientas como el slapstick, un moderado uso del gore y algunos juegos de luces y sombras de raíz expresionista consigue, a veces de forma un poco forzada, que Suburbicon se convierta en una especie de fresco social grotesco que encuentra en el seno familiar (blanco, burgués, tradicionalista y cristiano: la clase media) el huevo de la serpiente estadounidense. Tal vez el principal inconveniente sea que el paso de un tono al otro se realiza de forma un tanto abrupta y la inclusión del humor negro que domina la parte final de la película, típicamente coeniano, parece más una irrupción que la consecuencia de una progresión dramática. Del mismo modo la subtrama que ilustra los padecimientos de la familia negra revelan pronto la artificialidad de su presencia, convirtiéndose en una anotación política demasiado obvia. Porque, como ya se sabe, no siempre las buenas intenciones son las mejores aliadas del cine.
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Bienvenidos al paraíso La nueva película dirigida por el reconocido actor George Clooney y co-escrita por los hermanos Coen decepciona. Tal vez la vara esté muy alta para este tipo de realizadores, ya que sus trabajos anteriores suelen estar a un nivel superlativo. Los errores más destacables son por parte de un guion que intenta crear un mundo en el cual las cosas se descontrolan a niveles inverosímiles a partir de la llegada de una familia negra. Se cuentan dos historias en paralelo que no se logran entrelazar como se hubiese querido, con esta familia y el crimen dramático de la familia Lodge. No se llega a formar empatía con ningún personaje, lo cual hace que el drama o suspenso pierdan un valor significativo. A su vez, los personajes están casi caricaturizados, lo que hace que en parte funcione todas las reacciones que de otra forma parecieran imposibles de suceder. No funciona la crítica social que intenta plasmar a través del racismo en Estados Unidos. Por otra parte, la fotografía es excelente, así como también la ambientación en 1959. La banda sonora acompaña, haciendo que la película realmente parezca de esa época. Tiene un gran elenco y los actores logran un buen trabajo, sobretodo el niño Noah Jupe interpretando a Nicky Lodge. Dato de color: la película compitió en el Festival Internacional de Cine de Venecia y contó con un presupuesto de 25 millones de dólares.
Esquizofrenia cinematográfica Suburbicon: Bienvenidos al paraíso (Suburbicon, 2017) son dos películas en una y una no tiene nada que ver con la otra. Una es un thriller criminal con resabios de humor negro, la otra un drama histórico que trata temas como el racismo y hostigamiento social. La conexión entre ambas historias es puramente contextual, pues ambas transcurren en casas vecinas, ambas ubicadas en el utópico pueblo “Suburbicon” a fines de los ‘50s. Mientras en una de ellas se desenvuelve un crimen nefasto, el pueblo hostiga vilmente a los ocupantes de la casa vecina. Porque los de la primera son blancos y los de la segunda son negros. La trama está acreditada a George Clooney (quien además dirige), su colaborador Grant Heslov y los mismísimos hermanos Joel y Ethan Coen. Los Coen supuestamente escribieron el guión circa fines de los ‘80s, a la altura de sus primeras incursiones noir, y décadas más tarde hicieron entrega de su guión a Clooney y Heslov. Es fácil imaginar que los hermanos escribieron algo parecido a sus futuras películas - Fargo (1996) y El hombre que nunca estuvo (The Man Who Wasn’t There, 2001) por sobre todo - y Clooney decidió forzar el componente de crítica social. “Forzar” es la palabra correcta. “Suburbicon”, así como se presenta en el cine, fuerza su crítica y mensaje moralizante en una historia que no tiene nada que ver esas cuestiones. La casa del crimen en cuestión pertenece a Gardner Lodge (Matt Damon), que una noche es invadida por dos ladrones que drogan con cloroformo a su esposa y su cuñada (ambas interpretadas por Julianne Moore) y a su hijo Nicky (Noah Jupe). La esposa muere en consecuencia, y la cuñada toma su lugar como matriarca. La vida continúa con normalidad hasta que el pequeño Nicky comienza a descubrir implicaciones sospechosas en el crimen. A eso se suma una investigación policíaca de rutina, la reaparición de los criminales, y a la puerta llega incluso un flamante investigador de seguros (Oscar Isaac), como la buena tradición del género demanda. Mientras tanto en la casa de al lado, los afroamericanos Mayers sufren el hostigamiento de todo el pueblo, el cual rehúsa servir a la familia y asedia día y noche la casa con cánticos racistas. Las escenas por sí solas poseen un poder innegable, pero al lado de lo que evidentemente es la trama central de la película carecen de importancia. Los Mayers jamás registran como personajes, y nada de lo que ocurre en una casa afecta a la otra. El plano final de la película intenta reconciliar ambas tramas como quien hace un balance sabio, pero lo cierto es que la ironía del “racismo enceguecedor” es obvia desde el principio y por lo tanto carece de impacto. Suburbicon: Bienvenidos al paraíso es predecible, desenfocada y torpemente armada. También es sumamente entretenida - es un placer ver cómo las cosas se complican en una película repleta de personajes antipáticos -, está bien actuada y goza de un excelente casting, sobre todo para los papeles menores o secundarios: los dos criminales son a la vez mezquinos y peligrosos, y en el papel de Nicky Noah Jupe es menos como uno de aquellos aventureros spielbergianos y más como un chico genuinamente aterrado por lo que descubre. Si tan sólo los Coen hubieran dirigido.
NO HAY LUGAR COMO EL HOGAR George Clooney nos lleva de paseo a la década del cincuenta, mucho más violenta de lo que pensamos Como muchos de sus colegas, un día George Clooney decidió plantarse detrás de las cámaras y probar suerte con la dirección. Podemos decir que, en promedio, sus trabajos son bien recibidos por la crítica y el público, pero venía de capa caída tras la fallida “Operación Monumento” (The Monuments Men, 2014). Para su próximo acto, el realizador decidió desempolvar un viejo guión de los hermanos Coen, un drama criminal con todo el toque de los responsables de “Fargo” (1996) que, además, toca sensibilidades muy actuales. Estamos a finales de la década del cincuenta en una idílica comunidad suburbana estadounidense. Uno de esos bonitos barrios de casas con jardines bien cuidados y vecinos amigables, cuyos habitantes parecen desconocer lo que acontece más allá de sus cercas. Suburbicon es el lugar ideal para criar una familia, una utopía caucásica que se ve amenazada tras la llegada de los Mayers, una pareja afroamericana y su pequeño hijo, que buscan las mismas comodidades que sus colindantes. Esta “invasión” al estilo de vida americano no cae muy bien en la comunidad que, en seguida trata de echarlos a toda costa, pero los Mayers no se dejan intimidar y hasta el pequeño Andy consigue hacer buenas migas con Nicky Lodge, su vecinito más cercano. Los Lodge no parecen incomodos con la mudanza de los Mayers, pero pronto vivirán la violencia en carne propia. Una noche, Gardner (Matt Damon) y su familia son sorprendidos por un par de ladrones y, como consecuencia del atraco, la frágil salud de Rose (Julianne Moore) se deteriora y muere al poco tiempo. Viudo y con un hijo pequeño, Gardner busca el apoyo de su cuñada Margaret (también Julianne Moore), pero nada es lo que parece tras la puerta de esta casita suburbana, la punta del iceberg de una historia de traiciones, violencia y venganza. Clooney se esmera en cada uno de los detalles y se rodea de grandes actores y amigos. La puesta en escena es impecable, y el toque de los Coen se percibe a simple vista, pero el director carece de la mirada sarcástica y oscura de los hermanos y la trama de “Suburbicon: Bienvenidos al Paraíso” (Suburbicon, 2017) sólo cae en un thriller demasiado violento y predecible, incómodo de mirar por momentos, y aún más difícil de disfrutar. Clooney nos muestra el sinsentido y el racismo que azota a esta comunidad como un reflejo del florecimiento xenofóbico que impera en los Estados Unidos desde la llegada de Trump al poder, y se esmera en la yuxtaposición con esta otra familia tan perfecta a simple vista, pero tan cargada de secretos. Nos dice que no hay peor ciego que el que no quiere ver y que las apariencias engañan, y termina cayendo en una moralina de manual y una agenda (anti)política que podría haber resuelto de otras maneras muchísimo más efectivas. “Suburbicon” se queda en el camino de todo, y ni siquiera su trama de misterio resulta tan atractiva. La historia se beneficiaría mucho más con ese agregado de humor negro tan característico de sus guionistas, pero en cambio elige el gore, la “justicia social” y la violencia desmedida, que terminan impactando contra el pequeño Nicky, el verdadero centro de este relato tan macabro. La película de Clooney se disfruta hasta cierto punto, justamente, por sus fallas. Después se convierte en una historia demasiado incómoda para tratarse de una ficción ambientada en medio de la “inocencia americana”, plagada de personajes arquetípicos, actuaciones un tanto exageradas y demasiado pesimismo a la vista, incluso en esta época donde nos tenemos que bancar a Donald Trump como líder del mundo libre (¿?).
Pinta(rrajea) tu aldea El filme de Clooney es incisivo, aunque a veces se pasa de rosca con el humor liviano. Hay mordacidad, crítica y sátira. George Clooney, cuando se sienta en la silleta de director, suele ser más moralista -qué extraño que pueda sonar mal el término, cuando lo que hace Clooney es marcar lo que está bien por sobre lo que no- como en Buenas noches, y buena suerte que cuando se deja dirigir por otros. Pero en Suburbicon contó con una ayuda extra, la de los hermanos Coen que metieron sus veinte dedos en común en el guión, y así la película con Matt Damon parece una de los realizadores de Fargo. Y la elección de este título emblemático en su filmografía no es casual, ni nos surge por antojo. Si contar demasiado, Suburbicon es una comunidad, como un barrio cerrado de esos que el cine norteamericano nos ha mostrado desde hace añares, con las casitas simétricas, las vallas pintadas de blanco y el césped con olor a recién cortadito. Allí viven los Lodge (Damon, Julianne Moore y el pequeño Noah Jupe, como el hijito de ambos), y allí lega la primera familia de color. Son los ’50, y todos los prejuicios en esa comunidad antiséptica, que ve a los nuevos como una invasión en su intimidad, tiñe el relato… que destiñe, pero por otras causas, que no vamos a spoilear. Clooney hace incisiones como si realizara una autopsia. Hay personajes realmente malévolos en su historia, pero el toque de humor para angelizar la cuestión a veces es de brocha gruesa. Es difícil balancear comedia, sátira y thriller –algo en lo que los Coen, desde su opera prima Simplemente sangre a Sin lugar para los débiles han demostrado destacarse y mucho-, y por eso Suburbicon, hasta que arranca, se toma sus tiempos. Clooney es sumamente puntilloso, y por suerte está alejado de Operación Monumento (2014), su última realización, que era un monumental mamarracho. Aquí hay toques de comedia, crítica nada solapada y un Matt Damon como en sus mejores películas. Moore cumple un doble rol -las gemelas Rose y Margaret-, y si Suburbicon no anduvo en su país de origen es porque, se sabe, a los estadounidenses no les gusta que les muestren su propia hilacha.
Bienvenidos al paraíso: como los Coen, pero sin ironía George Clooney dirigió una película que bien podrían haber filmado Joel y Ethan Coen, autores del guión original. Es que todo en esta historia basada en hechos reales y ambientada en un suburbio de clase media en 1959 (el tono, el diseño, el sentido alegórico, el humor negro) remite a la obra de los creadores de Fargo. El problema es que Clooney se queda con la obviedad, el artificio y pierde la ironía, la acidez y la capacidad de sorpresa de los hermanos. Hay muchos interesados en sumarse a ese barrio semicerrado que da título al film. Allí vive el financista Gardner Lodge (Matt Damon) con su esposa y su cuñada (ambas interpretadas por Julianne Moore) y su hijo Nicky (Noah Jupe), pero la armonía del lugar se derrumba tras un asesinato y cuando una familia afroamericana se instala al lado. Los vecinos organizan asambleas y luego pasan a la acción. En los mejores pasajes del film, que remiten a clásicos del cine negro como Pacto de sangre, Gardner intenta cobrar un seguro, pero la visita de un incisivo representante de la aseguradora (Oscar Isaac) amenaza su objetivo. Suburbicon cuestiona aspectos de la sociedad estadounidense (el racismo, la paranoia, el individualismo, la ambición desmedida y la hipocresía) y, si bien no es difícil trazar paralelismos con la era Trump, Clooney cede a la tentación de la metáfora obvia con un resultado que está al borde de lo caricaturesco. La acumulación de miserias y bajezas humanas, la explosión de violencia extrema y la moraleja subrayada la convierten en una película por momentos manipuladora e irritante.
La sexta película de George Clooney, y la primera en la que no participa como actor, "Suburbicon", es una comedia mordaz disfrazada de thriller sobre la hipocresía de la clase media establecida estadounidense a fines de los años ’50. Habiéndose hecho conocido a través de la serie televisiva E.R., George Clooney saltó al cine popular como una suerte de emblema del ciudadano modelo estadounidense, siempre prolijo, bien pensante, de buen pasar, y con una sonrisa a prueba de balas. En 2002 , cuando presentó su primera película como director "Confesiones de una mente peligrosa", comenzó a mostrar otra faceta, más comprometida socialmente con la realidad de su país. Faceta que iría inclinando más hacia el costado político con sus siguientes realizaciones (a excepción de la comedia romántico-deportiva "Leatherheads"). En "Suburbicon" abandona esa mirada de interna política directa, sin correrse de los asuntos sociales. Todo lo contrario, con la colaboración en el guion de sus amigos los Hermanos Coen y Grant Heslov (director de Hombres de mentes y guionista habitual de las películas que Clooney dirige), logra una comedia que no teme en mostrar el peor rostro de una sociedad ultraconservadora como la clase media de su país. Suburbicon es el nombre de un pueblo de suburbios – como su nombre lo indica – que en los primeros minutos se nos presenta como un lugar ideal para vivir. Ya se sabe, esos lugares que parecen nuestros barrios privados, con calles tranquilas, casas todas del mismo estilo, hombres de traje, mujeres con vestidos acampanados y siempre arregladas, y niños felices e inocentes. ¿Quién no quisiera vivir en un lugar como Suburbicon? Seguramente los afroamericanos, porque esa fachada de perfección se cae cuando al barrio se muda la familia Mayers , un matrimonio de afroamericanos con un niño que, por supuesto, no será bienvenida en el medio de una comunidad caucásica. La cáscara de tranquilidad que existía en Suburbicon empieza a resquebrajarse ante la llegada de los Mayers, que en verdad no hacen nada que no hagan el resto de sus vecinos, salvo poseer una piel más oscura. Sin embargo, los cercas para dividir el hogar de esa familia del resto, no tardan en llegar. Los únicos que no parecen horrorizarse frente la llegada de los Mayers son sus vecinos de al lado, los Lodge. Papa Gardner (Matt Damon), su esposa Margaret junto a su melliza Rose (Julianne Moore), y el pequeño Nicky (Noah Jupe). Es que en verdad, los Lodge tienen cosas más importantes de las que ocuparse. Una noche, dos bravucones irrumpen en la vivienda, los toman de rehenes, y tras un forcejeo, Margaret es asesinada. "Suburbicon" irá narrando los dos hechos de forma paralela, por un lado la actitud del barrio ante la presencia de personas afroamericanas, y por el otro las vivencia de los Lodge que irán dando vuelcos impensados. Es cierto, el guion escrito a ocho manos tiende a dispersarse. La historia de los Mayers no termina teniendo el mismo peso que la de los Lodge que ganan la partida. En realidad, lo que se plantea, es como la presencia “obnubilante” de los nuevos vecinos hace que la comunidad no pueda advertir la barbaridad que está ocurriendo en la casa de al lado. Hipocresía. "Suburbicon" presenta varios problemas en el guion y su ritmo no siempre es sostenido. Sin embargo, a fuerza de convertirse en una comedia negrísima, jamás llega a aburrir, y menos decepcionar. Matt Damon está sencillamente perfecto como Gardner, un hombre con varias capas, al que el espectador nunca llega a descubrir, porque permanente muestra algo nuevo. ¿Hay algo que Julianne Mooore no pueda hacer? Rose y Margaret son diferentes y Moore se encarga de hacerlo notar con poco, unas miradas y un decir. Al igual que Gardner, Rose terminará siendo algo que no esperamos. Pero las miradas estarán puestas en el pequeño Noah Jupe. Nicky es la visión del film, es quien guía al espectador y el encargado de unir todo. Jupe es adorable y no nos costará ponernos en el horror que vivirá. Clooney se rodea de un grupo de expertos. La fotografía de Robert Elswit es exquisita, hace lucir aún mejor la correctísima ambientación de época. "Suburbicon" es el idealismo, el sueño publicitario que se cae a pedazos, y visualmente eso se nota en cada plano. La música de Alexander Desplat envuelve la película, remarca cada momento y va en aumento junto a su ritmo. Los inconvenientes en el guion de Suburbicon son comprensibles, la historia presenta tantas capas y vueltas (por favor, vayan sin haber visto demasiado) que es casi imposible que no haya alguna fisura, o que su ritmo de montaña rusa no presente algún momento de bajada. Su tono de comedia negra disfraza mucho mejor que un tono serio, permite jugar alguna exageración y hasta la bajada de línea que más de una vez es bastante directa. Luego de una película fallida como "The Monument Mens", Clooney logra una sátira divertida punzante y certera con "Suburbicon". Los resultados de haber conseguido a un gran equipo de profesionales están a la vista.
Después de Secretos de Estado y Monuments Men, George Clooney dirige esta comedia negrísima, en la línea de El cartero siempre llama dos veces y Simplemente Sangre (el guión suma las firmas de los hermanos Coen) pero desde el punto de vista de un niño que observa cómo su padre y su tía se unen, libre y sospechosamente, tras la muerte violenta de su madre. Él es el corazón de la historia y el personaje más acabado, a diferencia de los adultos que lo rodean, cuya naturaleza, acciones y reacciones, cuesta entender. Clooney suma a una trama policial -con tintes más hitchcockianos que de James M. Cain-, apuntes raciales, religiosos y sociales cuya articulación en la trama tampoco se entiende bien. Hay una puesta elegante, que saca provecho de la estética de los años cincuenta en que se basa, y también grandes intérpretes: el estupendo Noah Jupe, Matt Damon, Julianne Moore, Oscar Isaac. Pero con su narración alto estática, Suburbicon no termina de encontrar el tono para convencer, ni llega a conmover.
Una película extraña, que se presenta como una comedia de humor negrísimo pero también apela a un episodio real de violenta discriminación, en una unión no muy perfecta de materiales. Por un lado, Georges Clooney rescata un viejo guión de sus amigos los hermanos Joel y Ethan Cohen, a eso le suma un hecho real ocurrido en Levittown, Pensilvania. Una familia afroamericana se muda a un barrio de blancos y es violentamente agredida por los “perfectos ciudadanos blancos” que no soportan una intromisión en su perfecto entorno. El guión que firman el propio director, los hermanos Cohen y Grant Heslov mezcla estas dos historias. El humor espeso, inapelable, cruel, satírico, oscuro de los Cohen, y la realidad vergonzante, que es mejor olvidar, de lo ocurrido en un suburbio real. Un incómodo recordatorio, actualizado por realidades vigentes, que le valió al director poca comprensión sobre su decisión de incluirlo en su film. En un barrio perfecto, donde todas las casas se parecen, tiene garaje, césped, comodidades para una clase media emergente después de la guerra que llega a la propiedad privada cumpliendo el sueño americano. El problemita son los vecinos negros a los que se les ocurrió. Mudarse en ese océano de blancos. En la casa de los Gardner Lodge unos matones irrumpen en su perfecta vida, los toman de rehenes, los duermen con cloroformo y se van. En el siguiente paso nos enteramos que la mama de la familia murió por exceso de cloroformo, que su hermana (Julianne Moore interpreta a las dos) se instala en la casa, y muy pronto en la cama de su cuñado, y que la verdad que se brinda muy de a poco los muestra crueles, dispuestos a todo, sin resabios de humanidad. Mientras nos enteramos de la trama policial inescrupulosa y terrible, se desarrollan los violentos episodios para con la familia vecina de afroamericanos. Hay acción, tensión, momentos muy logrados, pero el entrelazamiento entre lo que protagoniza la familia blanca y el horror de los integrantes de la familia negra y sus implacables agresores, hace que el film sea imperfecto. Sin embargo, atrae. Matt Damon como el hombre lógico, capaz de darle una opción abismal a su hijo, con una vuelta de tuerca increíble, es el que toma todas sus decisiones equivocadas, con un tono neutro muy logrado. Imperfecta pero interesante.
Paraiso infernal Escrita por los hermanos Coen, Suburbicon es una comedia negra ambientada en los años 50 en un pueblo idílico de fantasía donde sus habitantes ocultan todos sus fantasmas, resentimientos y miserias en una fachada de felicidad aparente, naif y con colores pastel. La dirección está a cargo de George Clooney y el elenco protagónico cuenta, entre sus principales nombres, con Matt Damon, Julianne Moore y Oscar Isaac. Se podría empezar este comentario con los hechos que rodean a la familia protagónica, liderada por Gardner (Damon) y completada por su hijo de diez años, la madre del pequeño y su hermana gemela, cuñada del mencionado Gardner. Sin embargo, la película no está bautizada por el lugar donde transcurren los hechos de casualidad. Suburbicon es un poblado que parece salido de la imaginación de un escritor de relatos infantiles contemporáneos. Todas las casitas son iguales, todas las familias idénticas, todos los autos responden al mismo modelo y marca, todos los jardines están impecables y todos los ciudadanos se saludan con un sonriente “buenos días” que nos recuerda al día a día de The Truman show. Sin embargo, el conflicto logra inmiscuirse. Por un lado, tenemos a Gardner y su prole, quienes una fatídica noche reciben la visita de unos intrusos con intenciones delictivas cuya incursión en casa ajena termina con el asesinato de la esposa de Gardner. Su hijo queda sin madre y será su tía (Moore), idéntica exteriormente a la finada, quien ocupe el rol maternal. Y por otro lado tenemos a los vecinos nuevos, una familia de origen afroamericano que despertará los instintos más racistas y discriminatorios de todo el poblado. Siempre con esa estética ingenuamente naif y un código humorístico bien negro, la historia destacará por su faceta criminalística para generar interés, sobre todo, cuando haga su aparición el representante de la compañía de seguros (Isaac) y empiece a investigar las ciscunstancias de la muerte de la señora de la casa dado que, convenientemente, su seguro de vida fue aumentado considerablemente hace muy poco tiempo. Todo muy lindo, pero algo falta. Lo que tenemos es un grupo de personajes, protagónicos y secundarios, tan vacíos como esa fachada que su propio pueblo también exhibe. Su verdadera naturaleza aflora a partir de lo que hacen pero sus mativaciones o las repercusiones internas de sus actos son inexistentes. Es como si actuaran por instinto permanentemente y esto da como resultado un relato que se parece más a una concatenación de hechos (algunos aislados, como la línea argumental de la familia afroamericana que recibe el odio de todos y nunca se vincula con la otra historia más que por su proximidad geográfica) que a una historia que apunta hacia una tesis o reflexión. Dentro de este contexto, tanto Matt Damon como Julianne Moore y Oscar Isaac hacen lo que pueden en los roles protagónicos. Ese vacío o falta de compromiso emocional con los actos que cometen (algunos verdaderas atrocidades) queda claramente plasmado en pantalla, lo que nos lleva pensar que esa era la idea desde el otro lado de las cámaras. Un motivo más para sostener la hipótesis de relato fallido.
No existe el lugar ideal para vivir. Por mucho que se intente cerrar en una burbuja a las personas, o que ellas mismas intenten exiliarse en idílicas propuestas, nada haría suponer que su estadía soñada allí sería para siempre. La tensión en un pequeño barrio cerrado no se hace esperar cuando una familia de color llega a ese espacio "sólo para blancos". En paralelo un niño ve cómo su familia se desmorona y comienza a atar cabos. El film noir y el policial de fórmula revisitados magistralmente por George Clooney, quien sigue dando clase de dirección con sus propuestas.
Suburbicon: Bienvenidos al Paraíso, de George Clooney Por Jorge Barnárdez Suburbiacon es agradable, cómodo, vistoso y sobre todo es el sueno americano hecho vecindad, de hecho pudo haber sido el pueblo donde los padres de Marty McFly se conocieron. Un pueblo creado a la medida de lo que la América post segunda guerra mundial necesitaba. A ese lugar soñado llega una familia de raza negra y algo empieza a desatarse en el aparentemente amable Suburbiacon. Los vecinos de la familia Mayers, los nuevos vecinos, son un trío aparentemente muy normal conformado por Grand (Matt Demon) y Rose y Margareth (Julianne Moore por dos) esposa y cuñada del aparentemente temeroso de Dios Grand Mayers. A medida que avanza la película, escrita por los hermanos Coen, George Clooney y Grant Heslov, la familia blanca se va mostrando tan normal como la de la canción aquella de Sui Generis. El asunto es que la mirada satírica de Clooney tiñe toda la película, que va a acumulando situaciones grotescas para terminar en un verdadero estallido de sangre, violencia y descontrol. Ya se sabe que el humor negro no es para todo el mundo y que a los hermanos Coen les suela pasar que se pasan de rosca y dejan a sus personajes como verdaderos idiotas. Pero el pulso de Clooney siempre resguarda algo de corrección política o algo de humanidad y entonces hay giros que hacen que el espectador note cierta insistencia. A pesar de eso las grandes actuaciones de Demmon, Julianne Moore y Oscar Isaac salvan a la película. Hay mucho de los grandes policiales de Hollywood, un poco de Billy Wilder y alguna referencia a al Hitchcock de Vértigo. Con todo eso alcanza para que Suburbiacon sea un buen entretenimientoque que además, trafica una mirada crítica a la pesadilla americana. SUBURBICON: BIENVENIDOS AL PARAÍSO Suburbicon. Estados Unidos/Reino Unido, 2017. Dirección: George Clooney. Guión: George Clooney, Joel Coen, Ethan Coen y Grant Heslov. Elenco:Matt Damon, Julianne Moore, Noah Jupe, Oscar Isaac, Glenn Fleshler, Megan Ferguson, Jack Conley, Gary Basaraba, Michael D. Cohen, Steve Monroe. Producción: George Clooney, Grant Heslov y Teddy Schwarzman. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 104 minutos.
Los Coen, quienes no necesitan presentación a esta altura del partido, son los encargados de desempolvar un guión que tenían archivado es sus cajones desde hace varios años, pero esta vez no se ubican detrás de las cámaras y ceden la dirección a nada más ni nada menos que George Clooney, en su sexta incursión como realizador. Suburbicon presenta todos los elementos característicos de los hermanos, sátira, humor negro y ambiente noir dentro del marco del conflicto racista que envuelve toda la historia de los Estados Unidos.
La postal del encantador y ordenado suburbio norteamericano de posguerra con casas parecidas, vecinxs felices y bienestar expresado materialmente se volvió tan icónica en el cine que basta con hacerla aparecer en la pantalla para que una sepa, casi sin dudarlo, que una película tratará de mostrar el otro lado -oscuro, por supuesto- de esa fachada lustrosa. Suburbicon, la nueva película de George Clooney como director, se interna en una fábula de ese tipo con un guión de Joel y Ethan Coen que terminaron Clooney y Grant Heslov. Es el año 1959 y la familia de Gardner Lodge (Matt Damon) parece instalada en una convivencia feliz: al padre le va bien en su trabajo, la madre, Rose (Julianne Moore rubia) está en una silla de ruedas pero no se queja, la cuñada (Julianne Moore castaña) se lleva bien con todos y el hijo de la pareja, Nicky (Noah Jupe), parece dócil y alegre. No se sabe mucho más sobre ellos pero está claro que la amenaza va a venir desde afuera; no, como podría pensarse, de los Myers, los vecinos negros que acaban de mudarse al barrio para espanto del resto de las familias, sino de un par de matones que una noche se meten en la casa de los Lodge y los duermen a todxs con cloroformo, aparentemente para robarles. A partir de ahí empieza el desmadre, literal y metafóricamente, para esta familia: Rose muere, su hermana Margaret toma su lugar y muy pronto Gardner Lodge se vuelve sospechoso de haber armado alguna especie de plan macabro para sacarse de encima a su mujer paralítica (que quedó así después de un accidente de auto en el que manejaba él) y reemplazarla por la hermana que está como nueva. No es casual que el elegido para representar al patriarca de semejante banda de hipócritas sea Matt Damon, el buen tipo por excelencia, que progresivamente va mostrando su costado más siniestro, lo mismo que Julianne Moore. Mientras tanto en Suburbicon crece la agitación por la presencia de los negros -un matrimonio con un hijo del que Nicky pronto se hace amigo- y lo que empieza por una mirada torcida, un gesto silencioso de desaprobación, se llega a convertir en una horda furiosa que grita barbaridades desde el otro lado de los cercos que se levantaron para no ver a nadie que no sea blanco. La película es clarísima con respecto al esquema que plantea, incluso demasiado: a pesar de que todo se derrumba en la casa de los Lodge, nadie está mirando porque todxs están ocupadxs en sacarse de encima a los supuestos “enemigos” de la casa de al lado. Pero mientras los Lodge son personajes con conflictos, reacciones y una historia, de los Myers no se sabe nada en absoluto; solo están ahí para representar al otro y, salvo por el hijo, Andy (Tony Espinosa), que al menos habla, colecciona bichos y tiene algún tipo de interacción con Nicky, parecen estar posando, mudos, para una foto del maltrato racial más que actuando en una película –por otra parte, solo lxs niñxs y lxs negrxs son buenos en Suburbicon y se da a entender que son lo que parecen, mientras que todo el resto de los personajes, adultxs blancxs, son malxs y esconden algo. El punto de partida para la fábula que Clooney pretende construir es muy débil, porque una vez que está establecido cómo es en realidad Suburbicon y cómo funciona hacia el interior (la falsedad que anida en cada hogar) y el exterior (la paranoia hacia los que son distintxs), no hay demasiado interés en la película, y eso hace que la segunda mitad sea casi prescindible, además de ser comedia negra no muy lograda. Se entiende que Suburbicon usa la escena del sueño americano para dialogar con el nacionalismo y el racismo del presente –y también advertir que el odio hacia un enemigo imaginario puede distraer del verdadero y podrido corazón del problema-, pero lo hace de una manera tan esquemática y pueril que no hace más que resaltar la profunda debilidad de ese progresismo para el cual basta con señalar el mal de la forma más obvia y unívoca posible.
Suburbicon es una película con los géneros completamente cruzados, pero no en el sentido innovador o siquiera intencional, sino en el sentido más equivocado posible: cuando quiere ser una comedia, es un drama, y cuando intenta ser un drama, fracasa como la peor comedia. George Clooney dirige un guión alguna vez abandonado por los hermanos Joel y Ethan Coen (quizás debió fijarse porqué el proyecto nunca despegó en un principio), y por momentos se nota. Claro que está en la tradición de sus comedias negras como Quémese después de leerse y no sus dramas o policiales más serios, aunque hay también ecos de Fargo. Todos los elementos a los cuales los directores de No es lugar para los débiles nos tienen acostumbrados están presentes, y por momentos cuesta olvidar que es Clooney quien dirige, y no ellos. Y eso es una verdadera lástima, porque ya no se puede (hace rato) decir que Clooney es antes un actor que un director, porque supo demostrar desde sus inicios un enorme talento y pulso para estar detrás de cámara (siempre estarán allí Confesiones de una mente peligrosa y Buenas noches y buena suerte para demostrarlo). La trama avanza a fuerza de un enredo digno de un film noir bastante clásico, con toques de humor negro: hay un crimen que queda impune, pero cuando aparece la posibilidad de cerrarlo, sorpresivamente las víctimas se convierten en los victimarios. A partir del siguiente momento, y aunque las siguientes escenas pueden verse ya en el trailer (e inferirse a los veinte minutos del film), conviene hacer una alerta de spoilers. Concretamente, el punto de partida de Suburbicon es un asesinato que parece fruto de un siniestro, que sucede en el interior de una familia resquebrajada. Un robo que sale mal y deja a un hombre viudo (Matt Damon), que sin embargo no parece demasiado afectado, al menos no puertas adentro. El problema es que hay también un niño que ahora quedó huérfano, y no entiende porqué su tía (repetitiva Julianne Moore) y su padre no parecen tan empecinados en atrapar a los responsables. Suburbicon juega al esquema de traiciones, estafas y el “nada es lo que parece”, pero lo hace desde un tono grotesco que no termina de causar gracia, pero tampoco alcanza las notas necesarias para calificar como drama, o siquiera policial. Es una película rota, huérfana y devastada. Tanto como la familia que busca retratar sin éxito.
Al Este del paraíso Varias son las formas de introducirse en este texto cinematográfico escrito por los hermanos Cohen y dirigido por George Clooney. Es evidente que en manos del director de “Buenas noches y buena suerte” (2005) el mismo iba a tener su impronta pero simultáneamente, se respira durante todo el metraje el respeto que George Clooney le profesa a los responsables de “Fargo” (1996), pues el presente trabajo se les muestra como deudor. El filme abre con lo que podría determinarse una campaña publicitaria vendiendo, a partir de sus bondades idílicas, un lugar para vivir al cual llegan sus futuros pobladores, todos muy americanos, en tanto imagen, de todas partes del gran país del norte, con las comodidades de una gran ciudad, pero eliminando los peligros que estas acarrean. Estableciéndose en sus posibilidades como una gran metáfora la película se instala a pocos años del Macartismo; pero en clara alusión al proceso actual bajo la presidencia de Donald Trump. Dos tramas se desarrollan en la misma. Por un lado, la falacia del “american way of life”, transformada en drama cotidiano, en un suburbio de los Estados Unidos, ante la llegada de una familia afroamericana. Por otro, como relato que hace progresar las acciones dentro del género del thriller. Es aquí donde parece establecerse la importancia del discurso del filme, pero nunca deja de lado la discriminación en forma de subtrama, y en esa conjugación se observan los mayores aciertos expresivos de la dirección. Por una parte, se establece un delito que deriva en un misterio criminal del que es objeto un tranquilo grupo familiar de Suburbicon, hasta ese momento todo un paraíso para vivir, que procederá en lo peor de la humanidad manifestado en las vidas de la gente corriente. Cuando un allanamiento de morada se vuelve mortal, una familia aparentemente perfecta empezará a hacer uso del chantaje, la venganza y la traición. Si bien por momentos el tono juega con cierto humor, este se convierte en claro cinismo, sin alejarse de la estructura narrativa impuesta por momentos muy cercana al universo hitchkockiano. Matt Damon en el papel del padre de familia Gardner enfatiza la construcción del mismo en lo realmente verídico que puede ser este tipo de personaje. Julianne Moore en el doble papel de esposa y cuñada de Gardner, hace alarde de sus capacidades histriónicas, más la presencia de un hijo de la pareja de once años. Todo va sobre los carriles establecido en la promoción del lugar, hasta que se produce ese hecho delictivo que termina en desgracia, y a partir de ahí se despliega toda una lista de las bajezas humanas. Posiblemente lo mejor de la realización sean las actuaciones de sus protagonistas, ellos con su performance sostienen la historia. Lo otro viene después, cuando termina. Al repensar un texto que le agrega mayor riqueza que la del cuento liso y llano, y es lo que le otorga mayor cuantía. A partir de esto es que a “Suburbicon” se la podría pensar como una muy buena comedia, negrísima, que satiriza con talento cruel al tiempo que avergüenza por el doble discurso y la mediocridad de la sociedad estadounidense (*) Realizada en 1955 por Elía Kazán.
Luego de su debut en el Festival de Venecia, George Clooney estrena Suburbicon: bienvenidos al paraíso, un exagerado relato contra el odio racial en Estados Unidos entrelazado por un humor negro y personajes que desatan la malicia de la américa blanca de los suburbios en la década del cincuenta. En 1957 William E. Myers Jr., su mujer embarazada Daisy y sus dos pequeños hijos se mudaron a Levittown, una idílica comunidad suburbana de 17.311 casas en el estado de Pennsylvania. Necesitaban trasladarse a un lugar más cómodo con tres habitaciones y dio la casualidad de que un amigo de ellos les comentó sobre una casa en venta en 43 Deepgreen de la sección Dog Hollow. El lote de la esquina le atrajo al ingeniero eléctrico y veterano de la Segunda Guerra Mundial, Myers, porque tenía un garaje cerrado para dos autos y eso le daba espacio para crear su taller. Finalizaron la compra y aprovecharon los dos primeros días para limpiar. El 13 de agosto se mudaron. Era una típica mañana de verano, el cartero realizaba su camino diario cuando tocó el timbre de los Myers. Daisy abrió la puerta, le sonrió al cartero y acercó sus manos para tomar la correspondencia. En ese momento el cartero le preguntó si conocía a los propietarios. Ella le dijo que era la dueña de la casa. La perplejidad y el silencio del cartero se dieron solamente por el hecho de que la señora Myers y toda su familia eran afroamericanos. Su color de piel fue el desencadenante de la disconformidad de los vecinos de Levittown. En sus mentes no podían entender cómo una familia negra tuviera la capacidad y las herramientas para establecerse en su comunidad. Con el correr de los días el racismo se intensificó y la supremacía blanca salió a la luz, la mayoría de los vecinos se pararon frente de la casa de los Myers para gritarles, arrojarles piedras, basura o cigarrillos encendidos. Ni siquiera la policía podía controlarlos. No querían aceptarlos socialmente y creían fervientemente que su presencia implicaría una baja en el sector inmobiliario y un desequilibrio en la tranquilidad de sus hogares. El caso de los Myers fue el eje principal del documental Crisis en Levittown que se estrenó ese mismo año. El mismo reúne material histórico y testimonios de los vecinos que reconstruyen, a través de su perspectiva, la situación de los Myers, algunos a favor y otros en contra. En medio de los diálogos contundentes promulgados por blancos se asoma una pregunta: cuando una familia negra puede conseguir lo mismo que vos ¿cómo justificas tu sentimiento de superioridad? La discriminación racial que sufrió la familia Myers inspiró a George Clooney a escribir un guion al que luego se sumó su fiel colaborador Grant Heslov. Más adelante se incorporó un viejo texto de 1985 escrito por los hermanos Coen, en el que una serie de desventurados personajes sufrían las consecuencias de sus acciones. De la combinación de ambas fuentes surge un ácido y satírico retrato de la cara más visible del verdadero espíritu estadounidense, que todavía carga con el fantasma de la esclavitud, aferrado a valores como el proteccionismo, la supremacía blanca, el orgullo patriarcal y el egoísmo puro. Suburbicon: bienvenidos al paraíso, narra dos historias en simultáneo pero conectadas por el contexto social de los suburbios de la década del cincuenta en una ciudad ficticia de Estados Unidos. A través de la arquitectura y estética del viejo Levittown, Clooney nos muestra un barrio aparentemente perfecto para blancos, al que en el verano de 1959 llega a vivir una familia afroamericana que es recibida con violentas protestas y agresiones. En la casa de al lado residen Gardner Lodge (Matt Damon), con su esposa discapacitada Margaret (Julianne Moore), su cuñada Rose (doble interpretación por parte de Moore) y su hijo Nicky (Noah Jupe), quienes tampoco son lo que aparentan ser, ya que Gardner está involucrado en una oscura trama que llevará a la degeneración del ambiente familiar. De esta forma se mezclan dos caras de la sociedad estadounidense, al igual que los tonos que mutan entre el suspenso hitchcockiano y el humor negro. Entre ambos nace un film que se sumerge en un escenario surrealista con lucha social que envuelve a los protagonistas en una violencia cotidiana que aumenta hasta resultar insoportable. Para combatir con la oscuridad del film, Suburbicon: bienvenidos al paraíso contiene la imagen de dos niños, uno blanco y uno negro, que juntos inocentemente deshacen las barreras del odio racial. A pesar de las impecables actuaciones de todo el elenco, que logran asimilar la sensatez y la comedia del ingenioso guion de los Cohen, lo que más se destaca es la música del compositor Alexandre Desplat que se apodera de cada escena y les asigna un significado perturbador. Es a través de la intensidad de la música de esa época que se realza el carácter exagerado del film. Y además con una excelente ambientación recrea el clima reconocible de aquellos años, que no escapa de las contradicciones del sueño americano y de las idealizaciones de la sociedad estadounidense. Pero las nobles intenciones de Clooney no logran un buen resultado final. Ambas historias se pierden y no brindan un mensaje coherente. El hecho de abarcar varias tramas no alcanza y el ritmo con el correr de los minutos se vuelve tedioso. Al final termina siendo solamente una sátira a la idílica paz social que, supuestamente, reina en los paraísos residenciales yanquis.
George Clooney, además de prestar su rostro de joker bronceado para algunas de las producciones más paradigmáticas del Hollywood reciente, se ha dedicado a dirigir películas resonantes y de cuidada factura como Buenas noches y buena suerte o Secretos de estado. Es en esa faceta que el ícono multitasking se muda al barrio noir de los hermanos Coen –responsables del guion– en Suburbicon, donde conviven medianía mediante el policial de humor negro y el drama social. En el arranque se muestran retratos de familias felices que celebran la mudanza a Suburbicon, ciudad de casas bajas y homólogas de las afueras estadounidenses en la década de 1950 donde –ya lo sabemos– nada bueno puede pasar. En efecto, a la vez que la familia negra Mayers se muda al lugar y recibe un temprano índice de rechazo blanco por parte del cartero, los vecinos Lodge padecen el atraco de dos delincuentes que matan a la madre Rose (Julianne Moore), dejando como protagonistas a su hermana gemela y de pocas luces Margaret (Moore, otra vez), a su insulso y anteojudo esposo Gardner (Matt Damon) y a su hijo de 11 años Nicky (Noah Jupe). En adelante y en paralelo se evidencia que el asesinato de Rose fue mucho menos azaroso de lo supuesto y que Gardner y Margaret lo planearon todo para quedarse con la plata de la aseguradora; y que los Mayers son cada vez menos bienvenidos en Suburbicon, sufriendo desde el aumento arbitrario de los precios en el supermercado al directo asedio colectivo con destrozos y quema de auto incluido. La apoteosis racista coincidirá con el desenlace violento de la intriga criminal, desatada con el arribo al hogar de los Lodge del inquisitivo investigador de seguros Bud Cooper (Oscar Isaac). Si bien la trama de los Mayers ocurre en segundo plano y casi en términos decorativos, hace de contrapunto in crescendo del sangriento devenir de los Lodge, tanto como espejo de la violencia blanca y de clase media contenida en el suburbio (una hacia adentro de la vivienda, la otra hacia afuera) como en el contraste de objetivos entre ambos clanes: los Mayers quieren adaptarse, los Lodge sueñan con fugarse a la idílica Aruba. Todo Suburbicon está erigido en base a dualidades lindantes: mañana y noche, luz prendida y apagada, inocencia y perversión, piel clara y oscura, drama y comedia, realismo y caricatura; lo que no impide que el prolijo equilibrista Clooney se pase de la raya y termine pisando el terreno fácil de la farsa, el grotesco y la exageración, tal vez para no caer en la peor vereda del didactismo. Al final el único que se salva es Nicky, alma secreta de una película fría que exorcisa su diatriba macabra con la pureza sin raza ni hipoteca de la infancia.
Aquí tenemos como director y guionista a George Clooney (“Operación Monumento”, “Buenas noches, y buena suerte”) junto a los hermanos Coen (¡Ave César!) y Grant Heslov (“El rey escorpión”), y como protagonistas: Matt Damon (“La gran muralla”) y Julianne Moore (“Kingsman: El círculo de oro”) y con la destacada actuación como actor secundario Oscar Isaac (X-Men: Apocalipsis). Esta es una divertida comedia negra ambientada en 1959, irónica, dura y con una trama ágil. Se ven los problemas raciales y el maltrato que los negros recibían constantemente, como cuando vemos a la Señora Mayers (Karimah Westbrook) obligada a comprar sus alimentos en otro lugar después de que un vendedor se niega a vendérselos, y otras agresiones muy fuertes. Por otro lado vemos una familia blanca integrada por: Gardner (Matt Damon), Rose y Margaret (ambas interpretadas por Julianne Moore, una vez más estupenda), y el joven hijo Nicky (Noah Jupe, próximamente lo veremos en “Extraordinario”). Esta es una familia muy particular que sufre la amenaza de Sloan y Louis (Glenn Fleshler y Alex Hassell). También están las miradas de dos niños de estas familias Andy Mayers (Tony Espinosa) y Nicky (Noah Jupe). Se encuentra muy bien interpretada por cada uno de los actores y sus caricaturas, una buena lectura de la época, algo de thriller, violenta, con escenas gore, muy buena ambientación, con pinceladas de humor y toques de sátira. Podría obtener algunas nominaciones para los Oscar de 2018.
"Suburbicón", la casa de al lado El calendario marca el año 1957 y la vida en Estados Unidos es pura felicidad. La prolija y prolífica ciudad de Suburbicon, es un reflejo de ese paraíso. El sueño americano parece ser esas familias blancas amorosas y solidarias representadas por los Lodge, en sus casas de ensoñadores tonos pastel, con la paz que se respira en el aire de las calles residenciales... hasta que llegan los nuevos vecinos de la cuadra, justo al lado de los Lodge: una familia negra. A partir de esta llegada todo lo maravilloso se convierte en una historia de terror, literalmente. Sobre todo a partir de que la casa de los Lodge es víctima de un robo, hecho que conlleva una tragedia, al tiempo que el líder del hogar, Gardner (Damon), empieza a descontrolarse al mismo ritmo caótico del relato fílmico. Basado en un guión de los hermanos Coen, George Clooney, esta vez detrás de cámara, logra construir un micromundo que fluctúa entre los filmes clásicos de los Coen ("Simplemente sangre") y "El show de Truman" de Peter Weir, bajo la idea de hacer una película rabiosamente ideológica para explicar, una vez más, la intolerancia enquistada en una historia de violencia norteamericana que se extiende hasta nuestros días, sobre todo a estos tiempos de Donald Trump. La película se vuelve previsible aunque es entretenida en todo momento y, a veces, su crítica y su sátira hacia la América blanca se vuelve demoledora.
Un suburbio que no es cualquier otro Hay una iconografía tan vasta como definitoria por parte de Hollywood hacia sus décadas. Los '50 son uno de sus ejemplos suficientes, en tanto escenario que visitar tantas veces haga falta. Enunciar aquellos años es también rememorar la imagen de almanaque de una organización económica con familia modelo, en suburbios cuadriculados, de plástico naciente y luz blanca. Un modelo idílico, que cuadra en la imaginería de mucho cine, sea como escenario de infancia ‑lúdica para el caso de Steven Spielberg, taciturna para el de Tim Burton‑ o como fresco de matices irónicos ‑la desmemoria que practica Frank Darabont con El Majestic o la saña que David Lynch introduce en forma de oreja con Terciopelo azul‑. En todo caso, no es casual que los '50 sean la década predilecta del naciente medio televisivo, de pregnancia irrebatible y en confrontación con el cine. Si el cine era "más grande que la vida", la TV vino a decir lo contrario. El macartismo tuvo asidero en esos años; un mundo que el cine del realizador George Clooney ya recorriera con la notable Buenas noches, y buena suerte. Ahora lo hace con Suburbicon, así que bienvenidos, otra vez, a los suburbios mentirosamente encantados de la "vida americana". A partir de la argucia y su promesa de un paraíso de clase media, el film de Clooney se mete a vivir dentro de esas paredes de textura lisa con jardín bien verde, para descubrir un crimen que hará foco en la vida familiar de Gardner (Matt Damon), financista adusto, templado, que vive con su mujer y cuñada (ambas, interpretadas por Julianne Moore). La importancia no estará puesta en él, sino en su hijo Nicky, quien habrá de saber de a poco que los adultos no son lo que parecen y que más vale desconfiar. Al mismo tiempo, una familia de color decide vivir en el mismo vecindario. De manera tal que los problemas no tardarán en agudizarse. En este sentido, el film se articula desde una narrativa dual, de acción paralela, pero sin perder el acento en la mirada de Nicky. Puede achacársele al film no contener en demasía la propuesta, que patina hacia situaciones extravagantes. Podría, por ello, pensarse en que la participación de Joel y Ethan Coen en el apartado guión seguramente suscitara mucho del absurdo, tendiente a sobresalir como una selección de momentos que podrían desequilibrar el asunto. De todos modos, la mirada del film no pierde tino. Clooney, tal vez, no se haya resistido a filmar esos momentos delirantes protagonizados por el investigador de pólizas (Oscar Isaac). ¿Cómo culparlo? Isaac es un actor de corte tan "coeniano" como John Turturro, es brillante; además, el propio Clooney es parte preferencial de este séquito de palurdos marca "hermanos Coen". Así que, ¿por qué no dejar que el film juegue esos momentos desde un divague casi estrafalario? Visto que el cine norteamericano se ha vuelto tan conservador, tan repetido, tan carente de vigor, mejor un par de escenas disparatadas, casi tendientes a trastabillar, antes que cualquiera de esos panfletos de estreno semanal. Por otra parte, no hay que perder de vista que el enunciado con el cual Suburbicon se presenta es el de la patraña publicitaria, con sus caritas sonrientes y música adocenada. Algo que trocará en mueca, en el mismo market donde las familias de bien hacen las compras. El absurdo del film, por todo esto, no merecería ser cuestionado. Menos aún cuando el desenlace guarda una imagen que replica otra: Nicky mira televisión luego de lo sucedido. ¿Qué destino le espera? Es por esta imagen (que no es la última, otra escena presagia algo mejor) que George Clooney reitera ‑como en Buenas noches, y buena suerte‑ una misma práctica, la de un mundo de imágenes (cine) en contraste con otro (televisión). El cine siempre pudo mirar y mirarse críticamente. No es poco.
CÁSCARA VACÍA Hay trailers que son engañosos, porque prometen una cosa pero el film termina entregando algo distinto. Suburbicon: bienvenidos al paraíso, la nueva película de George Clooney, es un buen ejemplo: el adelanto anticipaba una comedia negra con elementos policiales, con claras reminiscencias del estilo sarcástico y cínico de los Hermanos Coen (acá co-guionistas). Sin embargo, lo que finalmente tenemos es una especie de cuento moral bastante amargo y con muy pocos rasgos de humor, que termina evidenciándose como un ejercicio de estilo cuando menos superficial. Hay algo relativamente distintivo en Suburbicon, que es un relato cuyo eje narrativo y principalmente moral es un niño, que observa cómo su padre (Matt Damon) y su tía (Julianne Moore) quedan involucrados en una serie de estafas, chantajes y fraudes vinculadas a la muerte de su madre. Con cada acción vendrá una reacción y los cadáveres empezarán a apilarse. Como telón de fondo, una comunidad suburbana supuestamente idílica pero en que la persiste un notorio y brutal racismo, que estalla a partir del arribo de una familia negra al lugar. Es un tanto difícil dilucidar qué es realmente lo que quiere contar o decir Clooney a partir de la premisa de la película, porque la mirada es sumamente distanciada y ni siquiera termina de surgir con la suficiente fuerza esa ironía tan típica de los Coen, y que también estaba presente en unos cuantos pasajes de la filmografía del director, en films como Confesiones de una mente peligrosa o Jugando sucio. Apenas algún diálogo, como ese donde un comisario le informa a Damon sobre la muerte de un mafioso; o planos donde brota lo insólito, como esos donde el mismo Damon usa una bicicleta demasiado pequeña para su cuerpo. Como se decía antes, el eje moral que parece ser el niño es tan pasivo en su contemplación de los hechos que no llega en verdad a construir un punto de vista propio. De ahí que el film no llegue a tener un personaje en el cual referenciarse y solo quedan los recursos formales que despliega Clooney, que son cuando menos obvios: no hay una bajada de línea explícita sobre el racismo y la hipocresía de esa perfectamente blanca comunidad –que es también representativa de todo un país-, pero la puesta en escena y la banda sonora entran en remarcaciones cuando menos innecesarias, lindantes con la moralina. En el medio de personajes y situaciones que no salen de lo esquemático, y un argumento que se hace previsible y hasta aburrido, Suburbicon solo entrega algunos hallazgos a partir de momentos de violencia secos y repentinos, como uno vinculado a un camión de bomberos. Pero es muy poco para un film que en su mayor parte es frío, casi inofensivo, que pretende ser disruptivo pero cuyas piezas están tan acomodadas desde un principio que nunca termina de romper el molde. A Clooney siempre se le puede reconocer su voluntad por sacudir algunas estructuras o releer distintos discursos ideológicos, temáticos y hasta genéricos. Sin embargo, en Suburbicon: bienvenidos al paraíso queda lejos de sus propósitos, con lo que su propuesta termina expuesta en su vacío conceptual y formal.
Suburbicon es una ciudad de ensueño de los inicios de la década del 60. De a poco fue creciendo tanto en habitantes, como en cultura propia, brindando a sus ciudadanos todos los servicios, y la tranquilidad de vivir en un lugar donde nada malo podría pasar. Pero al mismo tiempo que una familia de raza negra se muda al barrio, un par de asaltantes irrumpen en la casa de los Lodge, matando a la madre de la familia. Nada volverá a ser igual en Suburbicon. Estamos ante una nueva película dirigida por George Clooney, tras la fallida Operación Monumento. Aunque en realidad, Suburbicon: bienvenidos al paraíso pareciera un film made in los hermanos Coen, ya que fueron ellos quienes escribieron (en parte) el guión; y el resultado final es una cinta que tiene todo el estilo de Ethan y Joel Coen. Heredera de los policiales con humor negro con el sello de los Coen, Suburbicon: bienvenidos al paraíso sigue al pie de la letra lo visto en anteriores films de estos hermanos. Gente normal, un crimen, todo que se va complicando más y más mientras el nivel de locura y estupidez de los personajes va en aumento hasta que explota todo. Y en el medio de esto nos preguntamos ¿George Clooney aporta algo? Poco, pero lo hace. Las películas dirigidas por Clooney mostraban bastante carga política hasta la fecha; y en ésta ocasión, se nota en menor medida su presencia en el guión (junto con Grant Heslov completan el cuarteto de guionistas). No es gratuito el hecho de que todo se inicie al mismo tiempo que una familia de color se mude al lugar, y sean usados como chivos expiatorios. Solo hay que saber leer la película y el subtexto que nos presenta. Por el lado de la actuación, Matt Damon le pone la cara al Georgle Clooney perdedor y patético que vemos en el cine de los Coen. Suena complicado pero es así, Damon sabe imprimir un aire a fracaso a su personaje, que sentimos lastima por él de forma inmediata. Es una pena que a Julianne Moore no le dieran mucha cuerda para lucirse, lo mismo que a Oscar Isaac. Y, si bien, sus participaciones son breves, se siente en falta que les dieran más tiempo en pantalla. Pero quíen de verdad tenemos que hablar es del pequeño Noah Jupe. Aunque parezca extraño, el niño es el verdadero motor de la película; siendo el protagonista y estando en pantalla gran parte del film. Y la verdad que no sólo queda bien parado frente a sus compañeros adultos de elenco; sino que nunca se vuelve insoportable, como tristemente pasa con varios chicos en el cine o la televisión. Suburbicon: bienvenidos al paraíso es una divertida película que tiene el sello marcado a fuego de sus guionistas. Con varias escenas bien “WTF” y unas actuaciones solidas, sin proponérselo, George Clooney dio uno de los films más sólidos de este tramo final del año.
Una película para amar, odiar, o salir completamente indiferente del cine. El cuento está interesante y está muy bien narrado, pero muchos espectadores pueden llegar a sentirse inquietos o molestos con algunas cosas, como por ejemplo, el modo en que....
Aunque George Clooney hizo dos películas notables como realizador (Confesiones de una mente peligrosa y Buenas noches y buena suerte), siempre tiene el mismo problema: confundir la superficie con el fondo. Y creer que el fondo siempre debe ser contar un cuento político aleccionador, olvidando que lo que nos queda en la memoria es lo que no está atado a las contingencias. Se recuerda la integridad del Edward Murrow de David Strathairn más que los avatares del affaire McCarthy. Aquí Clooney situa su cuento de suspenso, crimen, racismo y decepción en una comunidad suburbana aparentemente paradisíaca para decirnos que la superficie lustrosa del Sueño Americano al final de la Era Eisenhower no era más que una vil mentira que escondía detrás toda clase de vilezas, las vilezas del americano medio. Sería inútil explicarle a Clooney, devoto aquí de la reconstrucción histórica y las camisas de mangas cortas para Damon, que el mismo cuento se puede narrar sobre Alemania, el partido de Pilar o las afueras de Beijing, y que los males no son inherentes a “lo americano”, pero es tan “americano” que no lo ve. Eso es lo de menos: para que el film cumpla con el objetivo, para que sea útil, trata de denunciar todo a la vez, todas las miserias, y se olvida de cómo construir un mundo. Hace sátira -y cuando se dedica al humor, Clooney tiene filo, pero parece que le da vergüenza- pero a medias, denuncia pero a medias, drama pero a medias, suspenso pero a medias. Sobre el piso frío de este film, es una ventaja: después de todo, el rey está descalzo.