Esta crítica se escribe bajo circunstancias excepcionales luego de haber visto la película en Europa mientras los cines en Argentina permanecen cerrados por medidas de seguridad. Por respeto y en agradecimiento por el esfuerzo de los argentinos por salvaguardar la salud de todos, el siguiente texto no revela detalles de la trama. Christopher Nolan se consolidó, hace largo rato, como una figura transversal dentro de la escena cinematográfica mundial. Transversal, en este caso, no da indicios de calidad ni de valor artístico o narrativo, su figura divide aguas al mismo tiempo que une polos. Odiado por gran parte de la crítica y amado por una porción para nada envidiable del público cinéfilo, con Tenet viene a reafirmar todo lo que viene construyendo desde Following hasta hoy. Tenet, sin lugar a duda, es el proyecto más ambicioso y autoral de Nolan, principalmente a nivel narrativo, donde dobla la apuesta de El origen e Interestelar, aumentando la complejidad de la narración con líneas temporales simultáneas que van en direcciones opuestas. La elección de la palabra apuesta no es casual, porque aquí se corre un riesgo enorme. La parafernalia visual, el ralenti, la cámara en reversa, las secuencias de acción deslumbrantes y la aventura que quita el aliento solo funcionan en la medida de que el espectador entienda lo que sucede en pantalla y le pueda asignar un propósito a cada acción del protagonista. Las reglas básicas de Hollywood nos enseñan que a “forma compleja, historia simple”, y que a “forma simple, historia compleja”. Christopher juega con esos límites constantemente, alternando momentos de alta complejidad narrativa con un despliegue visual impactante, a esta altura de su filmografía, es más fácil identificarlo por eso que por los cameos de Michael Caine. El cine es aventura, y habiendo establecido el perfil narrativo y visual de Nolan, el siguiente e inevitable paso es identificar cómo construye y resuelve los conflictos y tensiones. Aquí es donde se dividen las aguas, porque nadie sale a decir que Christopher filma feo o que sus películas son aburridas. Se le reprocha que agregue personajes secundarios que no suman a la historia con el único fin de explicarle cosas al espectador (tres en el caso de El origen), al mismo tiempo que se resalta lo difícil de seguir que son sus películas. Mientras el sector de la sala que consume pochoclo se babea por el despliegue y el espectador intelectual se jacta de entender los fundamentos científicos detrás de Interestelar, el cinéfilo de paladar negro le reclama la falta de suspense. Hay que decirlo, así se lo ame o se lo odie, Nolan es el anti-Hitchcock. Alfred nos enseñó que para construir tensión hay que brindarle más información al espectador que al personaje, en su cine uno se quiere meter dentro de la historia para advertirle al protagonista que corre riesgo, mientras que con Christopher queremos entrar porque nos presenta universos atractivos. Hitch nos desafía con la narración, Nolan desafía nuestros conocimientos científicos y nuestra percepción, y para muchos este es un pecado imperdonable. Tenet es la respuesta a estos reclamos. Tenet pone todas las fichas sobre la mesa y nos blanquea desde el primer momento que estamos frente a una historia compleja, en donde ni los propios personajes saben qué sucede ni el por qué. No es lo mismo reconocer abiertamente que el código de la película es ese, en lugar de camuflarlo con una conversación entre Joseph Gordon-Levitt y Ellen Page subiendo escaleras mágicas. Sin pedir disculpas, Nolan levanta el guante sin descuidar su mirada del mundo. Podríamos discutir durante horas si se debe rebajar al espectador a la altura del protagonista (o subirlo), pero hay que destacar que, por primera vez en su cine, el manejo de la información es funcional a la historia. El protagonista se llama Protagonista y se sabe protagonista, y por mucho que lloren algunos puristas ante semejante nivel de autoconsciencia, la movida sirve a la historia. Los protagonistas de Nolan son narradores, ya sean Alfred y Gordon en las Batman, o Cobb guionando sueños, o Cooper intentando rescribir el pasado. Tenet se divide entre villanos -y no tanto- que juegan a ser Dios y personajes que se sabe peones en un esquema más grande. El talento de Nolan es contarnos con la cámara que la verdadera historia es la transformación de protagonista a narrador, y por lo tanto, nada está librado al azar. Es un viaje lleno de aprendizajes, de fracasos constantes y pérdidas para nuestro héroe. Después de numerosos intentos, el director logra disfrazar con autoconsciencia un viaje clásico, y se asegura de poner suficientes pistas en el camino como para que la resolución final sea tan inevitable como necesaria. La teoría de Nolan como el anti-Hitchcock abre un interrogante tan inesperado como difícil de contestar. Christopher nos refriega todas las cosas que, sabemos, están mal en su cine. Christopher se planta y nos dice que esta es su manera de ver el mundo. Christopher se jacta de sus vicios, y quien ha leído los libros y ha visto las películas nota la diferencia, pero… ¿Qué hacemos si la pasamos tan bien? Porque Tenet, con sus villanos acartonados, héroe sin nombre y pretensiones de grandilocuencia es genuinamente entretenida y nos regala escenas de acción que conmueven por desarrollo de personajes e historia eclipsando la proeza técnica de los efectos visuales. Porque Nolan leyó los mismos libros y vio las mismas películas sabe cuándo usar el fuera de campo, meter un plano a través de un espejo, y hasta último momento no nos da indicios de cómo cerrará la historia. Porque nos pone una femme fatale y le da al protagonista un compañero de aventuras que está a su altura, porque abundan las dualidades, y porque se anima a dejar entrar dosis de clasicismo entre tanto intelectualismo científico y apoteosis visual. Así en la “paradoja del abuelo” como en Tenet, Nolan entiende que no puede haber futuro si destruimos el pasado.
La trama y solo la trama No recuerdo cuando fue la última vez que vi una apertura tan abrupta como la de Tenet. Allí se ve una orquesta preparándose para tocar frente a un auditorio gigantesco y en menos de dos minutos vemos entrar a terroristas rompiendo instrumentos y tirando tiros a mansalva. Poco después hay un operativo, un salvataje de que exploten unas bombas, un secuestro y un intento por parte del secuestrado de tomar una pastilla de cianuro. Los tiempos urgentes siguen para Nolan y se siente en la necesidad de que este hombre -cuyo nombre nunca conoceremos- despierte de un coma, se le explique una misión y al rato vaya con una científica que le muestre unas balas que salen disparadas hacia atrás y que fueron armadas en el futuro. Si uno tomara estos primeros minutos podría comprobar fácilmente dos curiosidades de Tenet: la primera es que el protagonista no se inmuta ante nada, no muestra casi asombro frente a cuestiones tan insólitas como cosas yendo en reverso. La segunda es que en ninguna conversación muestra el menor interés por averiguar sobre la vida ajena (salvo que pueda ser funcional al operativo) o contar conflictos propios. Al punto tal es así que durante una hora de película, Tenet parece limitarse a narrar un sistema temporal y una compleja trama de negociaciones y tráfico de objetos. Del resto, nada: ni historias personales, ni coqueteos, ni relaciones de amistad. Menciono esto porque he leído en varias ocasiones (en críticas, en comentarios en redes) que el problema de Tenet es que resulta terriblemente confusa. Sin embargo, no me parece que ese sea el problema. Cantidad de veces hemos visto películas a las que nos cuesta seguir y esto nunca ha impedido que nos gusten. No hablo de las excentricidades perturbadoras de David Lynch o las pesadillas crípticas que presentan algunas de las mejores películas de Bergman, sino de películas de género que nos cuesta seguir por diseminar una gran cantidad de pistas o poseer demasiados personajes, sin que esto haya impedido que podamos conectar con ellas en otros niveles. Así lo entendió en algún momento Howard Hawks cuando filmó su hermosa y disparatada versión de The Big Sleep de Chandler: un policial confuso, imposible de seguir, y no obstante enormemente disfrutable gracias a la química establecida entre Lauren Bacall y Humphrey Bogart y varios diálogos memorables. Nolan, en cambio, ha decidido suprimir cualquier relación humana interesante en sus películas. Sus personajes apenas se relacionan, y si lo hacen no llegan ni al cliché de medio pelo. Si “el protagonista” hace un sacrificio, es por una dama. La dama, en tanto, es una mujer que solo quiere reencontrarse con su hijo mientras es sometida por un villano esquemático interpretado por un Kenneth Branagh con acento extranjero. Un hombre que se nos indica que es culto y refinado porque gusta de la vida suntuosa de un millonario y cita a poetas (bueno, a uno: T. S. Elliot, y sus versos más famosos que son por otro lado de los más célebres de toda la literatura del siglo veinte). También un marido tirano que se niega a que otros posean a su ex mujer –sí, en algún momento se pronuncia la frase “si no puedo tenerte nadie te tendrá”- y que –para llenar todos los casilleros del lugar común- tiene el poder secreto de destruir el mundo. Y si bien todavía pueden funcionar a niveles emocionales esos lugares comunes tan trillados, es casi imposible que suceda cuando Nolan introduce tales conflictos de una manera rutinaria, como si tuviera que ponerlos ahí para darle algún corazón a una película con tanto corazón como una lata. De esta manera, cuando uno de los personajes principales comete un sacrificio final frente a los ojos emocionados del protagonista, es imposible no ver esto como un hecho ridículamente forzado, algo que el director tiene que incluir al menos para aparentar algo de humanidad. Cosa similar pasaba con Dunkerque, el film de Nolan que hacia el final trataba de introducir sin éxito un elemento emocional a un film que funcionaba con el rigor de un mecanismo de relojería y era filmado hasta ese momento con mucha distancia. No obstante Dunkerque tenía una gran virtud: una imaginación visual a la hora de plantear escenas de acción, sobre todo en su muy lograda primera media hora. En cambio en Tenet las escenas de acción oscilan entre la confusión (la pelea final del protagonista) y el cliché (el protagonista simulando debilidad para terminar golpeando fácilmente a un grupo de secuaces). Hasta los momentos más supuestamente grandilocuentes como el del avión no pasan de una secuencia apenas llamativa y menos ingeniosa, ya no digamos que los picos de la saga Misión: Imposible, sino incluso que el disparate de las mejores películas de Rápidos y furiosos. Y acá está, justamente lo que más (me) molesta de Tenet. No tanto sus fallas sino su carencia de ambición. Que tras toda su pompa previa, el nombre prestigioso de su director, su presupuesto altísimo, no esconda otro secreto que el de tantos otros estrenos de medio pelo que basan su interés en alguna excentricidad de su trama o alguna vuelta de tuerca barata (que sí, también las hay en Tenet). Es un cine de argumento porque el argumento es lo único que destaca y lo que destaca, encima, no se entiende. No puedo imaginarme, francamente, un ejemplo de cine más fallido y más perezoso que este.
Tenet es una película de espionaje. El protagonista (John David Washington) una importante misión: evitar una nueva amenaza que se cierne sobre el mundo y que es mucho más peligrosa que la tercera guerra mundial. Hay una palabra clave que es la que abre todas las puertas: Tenet. Christopher Nolan está todo tiempo paseando por las cercanías del cine de James Bond. Fascinado con su iconografía, Nolan remite una y otra vez a esos films. Esto se notaba especialmente en El origen y ahora en Tenet. Y sí, hay un villano que podría ser de un film de Bond. Sator (Kenneth Branagh) parece salido de aquellos films de espionaje y tiene el poder de terminar con el mundo, como suele ocurrir con estos personajes. La esposa de Sator, Kat (Elizabeth Debicki) es también una víctima y una posible asociada del protagonista. La bella mujer también podría funcionar perfecto en un film de James Bond de la vieja escuela. Y podría haber sido una ambiciosa y sorprendente película de James Bond, con una trama vinculada con la manipulación del tiempo. Con una villano que tiene el arma más poderosa y original, capaz de alterar el destino de la humanidad. La clave está en la inversión temporal: el tiempo puede correr hacia atrás, algunos objetos específicos y personas que haya hecho un proceso con tal fin. El conflicto está cuando aquellos que van en una dirección temporal se cruzan con aquellos que van en la dirección tradicional. Las más delirantes escenas ocurren cuando ambas líneas se cruzan. El resultado es sorprendente y espectacular en un inicio, y decepcionante después. Un par de días después de ver Tenet, vi el documental What She Said: The Art of Pauline Kael (2018). En ese momento pensé en que me hubiera gustado mucho leer una crítica de Pauline Kael sobre el film Christopher Nolan. También vino a mi memoria algún texto de Andrew Sarris sobre Stanley Kubrick. Ambas personalidades extraordinarias de la crítica tuvieron la lucidez de no comprar los film más pomposos y ridículos de directores que todos consideraban genios. Ah, sí, se pueden multiplicar las interpretaciones, las lecturas más absurdas y las teorías más sofisticadas. El propio Nolan podrá explicarlo todo. Ya muchos aconsejan que hay que ver la película dos veces. Pero retomar la visión de esta película también puede producir un efecto inesperado: volverse cómica por lo ridícula. Hay trucos que si uno los observa con demasiado detenimiento y logra ver todos los hilos, pierden todo su encanto. Nolan usa dos herramientas intimidantes en esta película: La solemnidad y la confusión. Mientras el espectador lucha contra ambas, deja pasar las limitaciones que tiene Tenet. Por más cariño que uno sienta por Kenneth Branagh, en esta película está tan mal que sorprende. Su actuación tiene malos momentos y dos o tres que son peores. No sé qué quiso hacer Nolan al dirigirlo hacia una sobreactuación que pasa del grito a la constipación sin escalas. Para peor, todas las escenas con su mujer están tan mal ejecutadas que uno imaginaría que las hizo otro director. Tanto esfuerzo para terminar con trucos de guión mediocres y situaciones tontas en la manera en la que son contadas. Y las escenas de acción son por lo menos dudosas. Sí, todo es más inverosímil que en un film de Bond, pero sin la menor pizca de humor. La escena de la autopista no tiene ningún sentido, además de haber sido –en sus mejores momentos- robada de la serie de films de Matrix. Pero el encierro entre camiones podría pasar, sin problemas, a la historia como uno de los momentos más forzados de la historia del cine de acción. Quien no me cree, que vea la película y justifique ese momento. Cualquier escena de los últimos cuatro films Rápido y furioso resuelve mejor un momento de acción en movimiento, con humor y de forma entretenida. A Christopher Nolan los han sabido contener los recursos de género y los personajes fuertes. Detrás de Batman no se llegaba a sufrir tanto con estas cosas y el heroísmo genuino y con sentido de Dunkirk funcionaba por los personajes y la historia que lo respaldaba. Además, sinceramente, eran películas mejor filmadas y mucho más divertidas. A veces un director es motivo de debate y divide aguas, los argumentos a favor y en contra se basan en los mismos elementos pero con un balance a favor o en contra. Los defectos que los detractores de Nolan suelen mencionar aquí realmente aparecen. La pretenciosidad del director ya no deja lugar a dudas. Y no necesito ver varias veces Tenet para que me haga reír con su deseo de imponerse a sí misma como obra maestra. El exceso de Nolan ya no resulta tan efectivo, su música pavloviana que anuncia que todo es definitivo e importante ya no surge el mismo efecto. Tenet, a diferencia de James Bond o las películas de Misión: Imposible, tiene un problema sin solución y es que no está hecha para ser disfrutada, sino para ser interpretada. Pista tras pista, guiño tras guiño, la película es un trabajo, un largo concierto autocomplaciente que pretende nuestro aplauso al final. No cuenten conmigo.
Tenía muchas expectativas de ver «Tenet», la verdad. ¿Quién no quiere ver una película de Christopher Nolan, más en esta larguisima cuarentena que nos ha tenido alejado de las salas? Este cineasta está en mi visión, dentro de los cinco mejores directores de la actualidad, sin dudas. No voy a detallar sus habilidades porque todos lo conocen bastante («Interstellar», «Inception», «Memento» y por supuesto, su saga sobre «Batman» que volvemos a ver una y otra vez) aunque en esta oportunidad, como el tema central de la película discute el problema de la temporalidad, sabemos que Nolan tiene mucho en su cabeza sobre dicha cuestión. Y digo esto porque, aunque despareja (si, es difícil decirlo, pero sí), «Tenet» está por encima de la mayoría de las producciones de los últimos dos años en el género thriller de ciencia ficción, lo cual no significa que sea de lo mejor de Nolan. Parte de una premisa potente, intensa, pero la elección del cast (cuanto menos discutible su protagonista), y cierto clima gélido (más que lo normal en su obra), le impiden transformarse en una obra maestra. Mantiene sí, su singularidad y un adecuado ritmo de relato que le permite jugar con procesos que desconciertan al espectador, invitandolo incluso a que preste atención a cada pequeño detalle de cada escena porque en ellos, pueden estar el suceso que detone nuevas revelaciones, apenas unos minutos después. La historia tiene un aire a cinta de 007 (desfile por ciudades del mundo, todas llenas de glamour), pero con aspiraciones más filosóficas. El rol central es el de un espía de la CIA (del cual no sabremos su nombre real en toda la cinta) jugado por John David Washington, quien luego de una misión difícil donde es capturado y torturado, recibe un gran espaldarazo de sus jefes, en virtud de su lealtad y sus capacidades, para detener a un traficante de armas ruso que les digo, es más que una caja de sorpresas. Para dicha misión contará con la ayuda inestimable de Neil (Robert Pattinson), especialista asistente y poseedor de una amplia gama de habilidades logísticas, quien lo acompañará en el diagnóstico de la situación y será el cerebro co-pensante para desentrañar los aspectos oscuros del explosivo escenario. «Tenet» tiene un villano interesante (Kenneth Branagh, correctísimo) y un ritmo trepidante. Quizás ese sea otro punto débil del guión, porque a pesar de tener una extensión considerable (dos horas y media de película), durante la primera parte hay una acumulación de datos tremenda, escenas de acción increíblemente coreografiadas y diálogos que confunden todo el tiempo. Nolan parece el rey de la desinformación, ya que sus protagonistas explican sus descubrimientos sobre una nueva arma que permite ir y venir hacia en el tiempo, a una velocidad difícil de seguir. Hay tanta data que en ese tramo que «Tenet» comienza a incomodarte a medida que avanzan los minutos: parece que la trama «se te va escapando». No es una sensación, es lo que pasa. Si no estás súper atento, a los cuarenta minutos te quedás en la sala sólo porque sabés que esto no es una peli de las que ves normalmente, sino que es lo último de Nolan. Y te acomodás en tu butaca, aunque no puedas ordenar todas tus ideas sobre lo que pasa en la pantalla. Apabulla de a ratos «Tenet». Hasta sentí que tenía que volver a la facultad a estudiar física cuántica… ¿Qué ofrece para compensar la tibieza de Washginton y Pattinson en sus papeles? Mucha seriedad para tomarse el tema que presenta (quizás demasiada) y toda la espectacularidad que sabés que podés exigirle a Nolan. Hay segmentos que serán recordados por mucho tiempo (el asalto al camión en la autopista, el descarrillamiento planeado para el avión en el aeropuerto, la escena final, etc..) pero que se viven de tal manera que cuesta procesarlos para entender como funciona el film. Insisto, es una muy buena película, si la medís con las producciones habituales de la industria. Es cine de autor. Tenés que experientarlo como tal y además, está rodada con una edición de altísimo nivel. Si creo que Nolan no logra acertar con la relación entre los personajes principales y que subordina la intensidad dramática que podría crear con ellos, al ritmo del relato. Y eso hace que la peli se sienta artificiosa y poco empática. En definitiva, «Tenet» supera lo que ves habitualmente en salas. Es una película donde su director, construye el relato que más le interesa mostrarte. Puede gustarte o no, pero es su estilo y sus reglas de juego. El tema es si disfrutás aceptándolas. Pero tené en cuenta que si no te esforzás mucho por entenderla, apenas te acercarás a lo que intenta contar. Las cartas caen de una, pero Nolan tiene dos mazos bajo la manga y no para de arrojarte ases en tu rostro, sin detenerse. Creo, más allá de todo, que «Tenet» hay que verla. Quizás más de una vez. No es perfecta ni mucho menos. Pero tiene cualidades que la vuelven singular, lo cual es muy interesante en esta época de pocas ideas y mucho streaming. No digan que no les avisé!
La nueva película del director de 'El Origen' es una muestra de que el cine puede hacer factible lo imposible. Tenet (2020) es un viaje idílico en el que Christopher Nolan (El gran truco) se sumerge en las leyes físicas del tiempo a través de un guion no apto para impacientes. Siempre una película de Nolan es un evento imperdible para cualquier cinéfilo. Su obsesión a lo largo de cada película demuestra que a él nada le da lo mismo. Sus historias son construidas desde la no linealidad de la estructura del guion. Las curvas que propone se burlan de la temporalidad aunque los minutos no son los verdaderos protagonistas. Un director con tantos seguidores como detractores (hay quienes lo acusan de pretencioso) y que resulta el ejemplo más destacado del aprovechamiento del cine comercial a la hora de la generación de reflexiones sobre la humanidad. Tenet se estrenó en el mundo en el medio de un contexto nada alentador para la experiencia cinematográfica. Sin embargo, estamos en presencia de una película que suda cine y que merece ser disfrutada en la gran pantalla. Una historia de acción que pareciera inspirada en James Bond, con trajes de primera línea y automóviles a toda velocidad, se combina con la física cuántica y la inversión temporal. El título del film se lee de la misma manera al derecho y al revés, lo cual es un gran indicio de lo que viviremos. Con este largometraje nos espera una experiencia donde se pone en discusión el principio y el fin, y en donde, tal como en la serie alemana Dark, debate si los bucles temporales se podrían ver afectados por las acciones del ser humano. Al leer la sinopsis de Tenet creeríamos que, por lo menos, tenemos la base de la película. Si conocemos la filmografía de Nolan vamos a saber de ante mano que los giros argumentativos de sus obras son asombrosos. Y, aunque podremos especular con algunos de ellos, siempre resultan inimaginables y sorprendentes. Pero aquí el director británico fusiona la travesía del viaje temporal con el cine de espías para regalarnos un espectáculo visual desorbitante. Con John David Washington (El infiltrado del KKKlan) y Robert Pattinson (El faro) a cargo de las principales interpretaciones, nos encontramos con el blockbuster más inteligente de los últimos tiempos. A tal punto llega esta mega producción que, para que la experiencia sea integra, el director mandó a pedir un avión real para hacerlo explotar en una de las escenas más relevantes de la película. Christopher Nolan es un realizador que, entre otras cosas, nos brindó la trilogía de superhéroes más aplaudida de la historia. Y, como si esto fuera poco, fue capaz de plantearnos los juegos mentales más hipnóticos a través de obras como Interestelar (Interestelar, 2014) o El Origen (Inception, 2010). Acá tenemos a uno de los directores más importantes del cine actual, el cual es capaz de imprimirle su sello personal a grandes producciones. Tenet es un punto muy alto de su filmografía. Aquí no se detiene en explicar: es todo acción, verticalidad, curva y otra vez acción. Después de todo eso, con el paso del tiempo y una respiración profunda, llegará nuestro momento de reflexión. Y, sin dudas, volveremos a ver la película con la sospecha de que la cinta podría tener otro orden. Si esto llegase a suceder, estaríamos sumergidos en el juego de Nolan.
Visualmente fascinante pero narrativamente casi incomprensible, la nueva película del director de «El origen» y «Dunquerque» es un complicado rompecabezas en el que el tiempo, otra vez, es el principal protagonista. Con John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki y Kenneth Branagh. No es estonio, es al revés», le dice Neil (Robert Pattinson) a The Protagonist (John David Washington) cuando ambos avanzan por un autopista de Tallin en un coche mientras el resto de los autos va en dirección contraria. Me pareció una buena definición de la película aunque no sabría explicar bien los motivos. Podría intentarlo, de todos modos. The Protagonist escucha ahí una grabación en un idioma que no comprende y le pregunta a Neil, quien habla estonio, qué es lo que se dice. La respuesta es la que abre está crítica y, al escucharla, no pude más que reírme. Uno podría extrapolar y decir que las tramas de las películas de Nolan son «en estonio». Dicho de otro modo: hablan un idioma raro y poco conocido que muy poca gente maneja pero que él parece conocer a la perfección. Solo que en TENET hablar «en estonio» no le es suficiente, no le alcanza. Aquí hace falta que sea también al revés. Quizás el problema sea mío. A esta altura no me queda otra que reconocer mis limitaciones con el cine del director de INTERESTELAR. Seré brusco: gran parte del tiempo no entiendo lo que sucede en sus películas y tampoco me importa demasiado. Siento que estoy escuchando a alguien contándome una anécdota complicadísima en detalles y con algunos momentos interesantes pero que no le puedo seguir el hilo. Me confunde, me distrae, me pierde. Tengo la impresión que, más que hablarme a mí, se está hablando a sí mismo. Las películas de Nolan mantienen conversaciones privadas. Hablan para adentro: entre los personajes y el director, entre el editor y el guionista, entre la historia, la trama y la narración. No se relacionan con el afuera. O, si lo hacen, se trata de una comunicación técnica, como cuando uno está en un avión y el personal informa donde están ubicadas las salidas de emergencia. No les interesa que realmente les prestemos atención, pero tienen que cumplir con la formalidad profesional de informarnos. No creo que tenga mucho sentido que les adelante parte de la trama de TENET. Por dos motivos: tendría que llenarlos de detalles triviales sobre uno de los McGuffins más enrevesados de la historia del cine y ni siquiera tengo idea si lo estoy explicando bien. Solo definiría lo que vemos como una especie de película de James Bond en la que el guionista consumió cierto tipo de droga sintética que pareciera ser una cruza de cocaína con algún ácido. Hay un hombre (el Protagonista) que quiere detener a un villano ruso (Kenneth Branagh, con un cómico acento) que parece haberse topado con un modo científicamente un tanto más realista de conectar el futuro con el presente que el que existe, digamos, en la saga TERMINATOR. Y nuestro ¿héroe? tiene que lidiar con él –y con su complicado operativo que parece inspirado en Austin Powers– y así salvar el planeta de su desaparición, eludiendo milagrosamente sin ser liquidado a las decenas de «roperos» de seguridad que rodean a nuestro oligarca favorito. O algo así. Quizás, no. Seguramente no importa demasiado. Nunca tengo claro cuáles son los motivos que llevan a Nolan a hacer las películas que hace. ¿Es la posibilidad de crear escenas de acción extravagantes lo que dispara tramas donde el espacio físico se deforma temporalmente? ¿O, inversamente, lo que surge primero son las ideas abstractas al respecto de la naturaleza propia del mundo, o del cine, que vemos en películas como MEMENTO, EL ORIGEN, INTERESTELAR o DUNQUERQUE y eso dispara luego la conformación de esas escenas? ¿O hay un tema superior que las organiza a todas ellas? Lo que me queda claro es que se trata, más que nada, de un cineasta teórico que, si no tratara de hacer un cine masivo, podría trabajar más cómodamente en instalaciones y museos. Pero está en él ese otro impulso: el de entertainer, el de cineasta de películas de acción y aventura grandes, importantes y hasta prestigiosas. Y los dos chocan en una de esas paradojas que seguramente lo impulsarían a filmar otra película. Quizás en estonio. Me repito cuando escribo esto (ya lo he hecho al hablar de otros films suyos) pero mi constante sensación es que el Nolan guionista no me deja ver las películas del Nolan director. Es como si uno compitiera con el otro para llamar la atención, como dos partes escindidas de un mismo cerebro que se pelean entre sí para convencer al espectador. El Nolan cineasta, el que ofrece espectáculos visuales, es un tipo que me interesa mucho. Es cierto que aún sus escenas más impactantes pueden ser confusas pero creo que el problema ahí es que su otro yo guionista lo mete en problemas que son imposibles de resolver de otra manera. Es claro que ese Nolan –sin el otro, y no me refiero solo a su hermano Jonathan– podría dirigir cualquier cosa: thrillers, films de acción, de aventuras, de guerra y seguramente todos ellos serían fascinantes. O al menos muy entretenidos de ver. Es claro –se nota en varios momentos– que hasta tiene un espíritu lúdico y cinéfilo que logra escaparse, de tanto en tanto, de la prisión de la trama. El otro, el que quiere reinventar al cine a partir de cuestionarse la propia lógica de su organización narrativa y espacial (más que nada en relación al funcionamiento lineal del tiempo) me agota. Y no porque no me interesen los temas que plantea en términos abstractos, pero creo que sería mejor leerlos en textos teóricos o de semiología que intentar ponerlos en discusión cinematográficamente en películas de acción. Se trata de prisiones, trampas, que enredan al espectador en laberintos imposibles y lo sacan por completo del deleite visual que la propia película puede llegar a ofrecer. Si uno está observando una compleja escena de acción y no entiende qué cuernos sucede –o está pensando más en no perderse en la trama que en poder prestarle atención– hay algo que falla. O al menos eso me pasa a mí. Evidentemente hay muchos críticos y espectadores que logran concentrarse más que yo, que tienen más paciencia para seguir lo intrincado del relato o que se entregan relajadamente a los fuegos de artificio. Y cierro con el tema que realmente me impide poder disfrutar del cine de Nolan: sus personajes, sus desafíos y problemas. Salvo excepciones, raramente me interesa lo que les sucede. Me da la impresión de que, a Nolan, todo lo realmente humano le es ajeno. ¿Quién es The Protagonist y por qué debería importarme su suerte? ¿Es tan relevante su relación con Kat (Elizabeth Debicki), la torturada esposa del magnate ruso, para tratar de hacer girar el mundo al revés como hacía Superman para salvar a Lois Lane? ¿Por qué en muchas películas de Nolan tenemos que seguir a un hombre que necesita rescatar a una mujer que está presa en algún metafórico palacio y no hay mucho más que eso, finalmente, para contar? ¿Y por qué lo único que motiva a esa mujer es su pequeño hijo? Digo, hay un rebuscado laberinto para atravesar, pero ¿no es mucho suponer que nos involucraremos en resolverlo solo porque Nolan así lo desea y sin tener de dónde agarrarnos más que problemas tan inabarcables como «el fin del mundo»? Mi impresión es que, a partir de haber tenido varios éxitos de público, Nolan se convirtió en un cineasta al que nadie le dice nunca que no. Imagino a los productores viendo los primeros cortes de sus películas sin entender nada pero, a la vez, siendo incapaces de cuestionarle algo. Si le va bien, dirán, ¿quiénes somos para decirle que es un despropósito incomprensible? Tiene escenas de impacto –un mundo «palindrómico» como el título que va de atrás para adelante y de adelante para atrás a la vez, un avión que explota, persecuciones automovilísticas y en barcos, escenas bélicas, combates mano a mano, atentados masivos–, el público parece fascinado con todo eso y seguramente muchos querrán ver la película dos o tres veces para entenderlo todo bien. Negocio redondo. Equipo que gana no se toca, dice la frase. Así que seguramente seguiremos viendo películas de Nolan cada vez más indescifrables. Envidio que las disfruten, les soy sincero. Yo lo intento, juro que lo intento, pero no lo logro. Se ve que el estonio al revés no se me da del todo bien.
PASARON COSAS Cuando termina Tenet, luego de sus extensos 150 minutos, uno se queda pensando que pasaron cosas. No sabe bien por qué, ni para qué, pero que pasaron… pasaron: hubo tiros, explosiones, persecuciones automovilísticas, ejércitos luchando contra algo que nunca entendemos, escenas de acción contadas de acá para allá y de allá para acá, villanos con planes megalómanos, héroes unidimensionales que solo desean salvar el mundo, una historia de amistad y otra historia de amor. Christopher Nolan, como es ya habitual, no se priva de nada y demuestra tener una libertad infrecuente dentro de la industria del cine a la hora de planificar sus películas. Ahora bien… el para qué desea esa libertad es otro misterio. Tenet, un MacGuffin (una tomada de pelo en verdad) de dos horas y media que es otra de sus películas de diseño, frías y calculadas, desapasionadas, vacías, innecesariamente enroscadas, que temen decir de una lo que quieren decir y dan piruetas inverosímiles para no convertirse en un cine emocionante y vibrante. Eso -supone Nolan- no está bien ni está a su altura. Tengo la impresión que por primera vez en toda su vida el director de El origen tenía entre manos una idea divertida. En primera instancia digamos que es casi imposible explicar la premisa, y eso no es un defecto. Claro, si Nolan fuera un tipo que se animara a ir por lo lúdico ese disparate serviría para una aventura grandiosa. Pero no. En Tenet tenemos a un mafioso ruso que posee una energía capaz de generar loops temporales, donde los personajes se enfrentan a otros personajes que van en sentido inverso en una lógica insostenible que no se puede justificar del todo, pero que la convierte en una película duplicada que se va viendo en espejo. Eso, lo de la justificación, también sería lo de menos. Porque a Nolan en verdad lo puede su sueño de Maestro Siruela y en vez de ponerse a jugar, se pone a tirar sentencias absurdas o a explicar el dispositivo enroscado y torpe que ha construido. Porque Tenet, como la mayoría de sus films, necesita poner personajes a explicar lo que sucede o lo que van a hacer. Nolan es llamativamente torpe y sus películas son decididamente inútiles. Y es curioso cómo busca rehacer aquí el cine a lo James Bond (algo de eso había intentado en fragmentos de El origen), pero solo saca de ahí algo conceptual. Para el director las películas de James Bond fueron importantes porque el agente 007 andaba de traje. De la alegría, el disparate y la aventura, nada. Uno podría pensar que en verdad Nolan se está divirtiendo, y que es dueño de un sentido de la diversión que el resto de los mortales no tenemos. Ahora bien, un par de diálogos dejan al descubierto la conciencia de sus actos y lo pretencioso que es. En El origen, que se pretendía una reflexión sobre los sueños, uno de los personajes le decía a otro que “pensara en grande” y en vez de un arma pequeña sacaba un arma más grande. Es curioso, porque aún dentro de un sueño el personaje no dejaba de pensar con reglas de combate más bien terrenales. ¿Por qué no agarraba… no sé… un Scania y se lo tiraba por la cabeza a su contrincante? En Tenet sucede lo mismo con una línea que la condena: “No trates de entenderlo. Siéntelo”, le dice alguien al protagonista (y el protagonista se llama El Protagonista) cuando quiere buscarle una explicación a lo que sucede. De ahí en adelante, Tenet se convertiría en la imposibilidad de esa sentencia: nada se puede sentir en una película que es una planicie sin emoción alguna. Nolan le hace decir a sus personajes cosas muy cancheras, que no puede sostener formalmente porque su cine es todo lo contrario de la libertad. Tenet es una cruza entre Memento y El origen, sin la sorpresa de la primera ni la potencia visual de la segunda. El nuevo acto de un mago debilitado al que ya se le notan todos los trucos. Tal vez por esa decadencia, y aunque Tenet es infinitamente peor que las películas mencionadas anteriormente, es que uno se enoja menos con esta berreteada soporífera. Lo único que lamento es el tiempo perdido y el no haberme cruzado al minuto 75 con mi otro yo que estuviera mirando Tenet en el sentido inverso, para avisarme que esto no tenía la más mínima salvación.
Grandes películas e historias pueden surgir de premisas de alto concepto. Para alcanzar ese nivel, la película necesita otro enfoque, ya sea grande y filosófico o pequeño y personal. Tenet termina siendo un conjunto de mecánicas maravillosamente complejo que es fascinante, pero también una forma increíblemente complicada de enmascarar que es, en esencia, una historia frágil y mal ejecutada.
Christopher Nolan cosecha estrepitosos universos alternos en un filme a pura acción . Crítica de “Tenet” El director hace una película donde la ciencia ficción y el thriller agitan los corazones La reciente obra cinematográfica “Tenet” de Christopher Nolan siembra suspenso y drama en un entramado detectivesco, combativo y metafísico. Crítica de 'Tenet': Nolan crea la película más grande y ambiciosa de los últimos años El argumento de la película “Tenet” se basa en la construcción de una palabra “Tenet”, “El protagonista” (John David Washington) del relato quien tendrá que luchar por la sobrevivencia del mundo. En un objetivo que lo transportará a tenebrosos espacios dentro del espionaje internacional. Su vivencia se verá dividida en varias corrientes temporales. El filme es una coproducción inglesa y estadounidense. Tenet': todo sobre la película - Christopher Nolan El guionista y realizador Christopher Nolan optimiza los elementos narrativos prolepsis y el flashforward fieles a su impronta y sus obras anteriores: Memento e Inception. Aunque, también agrega recursos de la ciencia ficción para inyectar escenarios apocalípticos, surrealistas y aterradores. Conquista al espectador con: anacronías, bucles temporales, paradojas, saltos en el tiempo y juega constantemente con la retrospección; a la vez aplica toques de futurismo.
Entropía inversa y otros truquillos Viendo la última película de Christopher Nolan, Tenet (2020), uno llega a descubrir hasta dónde puede llegar la pretensión maniática y meticulosa de un director en pos de exprimir en términos narrativos una a priori sencilla premisa de base que en manos de cualquier otro realizador y/ o guionista derivaría en una obra mucho menos ambiciosa y memorable que la presente: en este sentido, para disfrutar el film que nos ocupa uno debe intentar no buscarle explicación a todo lo que ocurre porque, de hecho, el director no la ofrece y apenas si se contenta con regalarnos el MacGuffin y comenzar a entretejer sucesos cada vez más complejos, por momentos con alguna que otra intención científica y en otras ocasiones totalmente delirantes y por ello mismo capaces de devolvernos esa “magia” del cine que viene siendo bastardizada por el mainstream, el público y la crítica desde el comienzo del nuevo milenio y que aquí renace en todo su esplendor por tamaña imaginación en pantalla. Como todo mega tanque del británico, la idea central es muy discreta, apenas el ardid de deambular en un presente controlado por el futuro y a su vez ejerciendo un fuerte dominio sobre el pasado, pero le da mil vueltas para que el entramado de los acontecimientos resulte un rompecabezas muy enrevesado que se inspira a lo lejos en la arquitectura promedio de las películas de James Bond/ 007 y en los acertijos de El Origen (Inception, 2010), aunque sin llegar al nivel de calidad de esta última y complicando el asunto aún más porque hoy, a pesar de que el sustrato de ciencia ficción está más contenido y es sin duda visualmente muy minimalista, la epopeya avanza, retrocede y suele girar sobre su eje para repensar los mismos exactos hechos desde distintas perspectivas vía una jugada que nos obliga en tanto espectadores a considerar y reconsiderar lo visto bajo el calidoscopio de la retahíla general. Nolan disfraza al planteo retórico con hermosos juegos de palabras como “entropía inversa” y otros semejantes pero en verdad el núcleo del relato son las típicas dimensiones paralelas de existencia que implican repetición de situaciones y que obedecen a viajes en el tiempo paulatinamente más y más traumáticos, un esquema que ya ha sido explorado bajo diversas entonaciones dramáticas en una catarata de odiseas recientes en línea con Primer (2004), Los Cronocrímenes (2007), Triangle (2009), En la Luna (Moon, 2009), 8 Minutos antes de Morir (Source Code, 2011), Al Filo del Mañana (Edge of Tomorrow, 2014), Predestination (2014), Time Lapse (2014), Project Almanac (2015) y Si no Despierto (Before I Fall, 2017), entre otras propuestas que han explorado una fórmula narrativa antiquísima que fue repatentada por Hechizo del Tiempo (Groundhog Day, 1993) en el séptimo arte moderno. El Protagonista, un personaje sin nombre compuesto por John David Washington al que explícitamente se lo designa en esos términos, es un agente de la CIA que termina siendo reclutado por una organización enigmática llamada Tenet luego de una misión de prueba en Kiev, Ucrania, donde demuestra estar dispuesto a suicidarse con una pastilla de cianuro antes que revelar información al simpático torturador de turno, quien le arranca los dientes uno a uno ayudado por una tenaza. De inmediato su jefe (Martin Donovan) le informa de la situación y una científica (Clémence Poésy) le explica que están estudiando unas balas con la insólita capacidad de retroceder en el tiempo y regresar a la recámara de la pistola, lo que le permite rastrear el origen de las municiones hasta una traficante de armas de Bombay, India, Priya Singh (Dimple Kapadia), quien a su vez lo lleva hasta el proveedor original de los “proyectiles tuneados”, el escalofriante oligarca ruso Andrei Sator (Kenneth Branagh). Más allá de la referencia que atesora el personaje de Washington, visto recientemente en las también excelentes Infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman, 2018), de Spike Lee, y Un Ladrón con Estilo (The Old Man & the Gun, 2018), de David Lowery, en realidad los coprotagonistas y principales ayudantes del señor en esto de desentrañar/ inferir lo que está ocurriendo y -por supuesto- salvar al mundo de la amenaza de una entropía planetaria, que podría destruir la vida como la conocemos, son Neil (Robert Pattinson), aparentemente un agente de inteligencia inglés con el que El Protagonista entra en contacto para ingresar en el hogar de Priya Singh, y Kat (Elizabeth Debicki), la bella ex esposa de Sator, una galerista/ subastadora de arte y una mujer que sigue bajo el control absoluto del susodicho a pesar de la ruptura, el cual la chantajea con un dibujo falsificado que ella le vendió y que podría llevarla a la cárcel con el objetivo de retener al pequeño hijo de ambos. El Protagonista, deseoso de acceder a Sator a través de su ex, planifica el hurto del mentado dibujo de un depósito de arte en el Aeropuerto de Oslo, Noruega, estrellando un avión como distracción contra uno de los frentes del edificio, sin embargo en plena faena -y ayudado por Neil- descubre una gigantesca máquina llamada Torniquete que fue desarrollada en el futuro y que en esencia sirve para invertir el flujo temporal, para colmo topándose con dos hombres enmascarados -uno avanzando y el otro retrocediendo- en una ignota misión secreta. Priya Singh luego le aclara al personaje de Washington que los sujetos que salían del Torniquete eran uno solo y le propone continuar con los atracos tercerizados haciendo que le ofrezca al millonario ruso robar para él algo de plutonio en Tallin, Estonia, cuando finalmente logra reunirse con el oligarca una vez que le miente a Kat diciéndole que el dibujo fue destruido. La dinámica del “espionaje global a la Nolan” de la primera mitad del metraje, apuntalada en algunos latiguillos de la legendaria franquicia cinematográfica inspirada en el adalid del peligro creado por Ian Fleming e interpretado en su primera y más famosa encarnación por Sean Connery, eventualmente deriva en una segunda parte en la que el relato muta en una fantasía de acción sobrecargada y fascinante, con devaneos identitarios símil Memento (2000), que especula con las secuencias previas combinando la “bola de nieve” conceptual del último acto de El Origen, sobre todo en lo que atañe a esa andanada de acontecimientos en paralelo que se influyen mutuamente, y aquel Cubo de Rubik retórico de Predestination, en el que los directores y guionistas en cuestión, los hermanos Michael y Peter Spierig, nos bombardeaban con un constante resurgir del mismo personaje en diversas circunstancias ya atravesadas por la trama como si se tratase de espejos superpuestos que muestran una nueva realidad retrospectiva una vez que tomamos conciencia de esta o aquella característica que habíamos pasado por alto o que simplemente había quedado en el tintero o equiparada a otro misterio más dentro de una larga lista de interrogantes sin resolver. Nolan es mucho más cerebral y elegante que los realizadores germanos y no fuerza tanto el verosímil, pero de todas formas resulta evidente que el segundo y deliciosamente intrincado capítulo de Tenet va a generar discusiones futuras entre los fans que se alargarán por años y años luego del estreno de la película, lo que desde ya es muy bueno porque vivimos en una época en la que la enorme mayoría de los blockbusters destinados al consumo internacional no pasan de la categoría de productos desechables e hiper mediocres orientados al raudo olvido, la venta de merchandising y ese encadenamiento de las sagas tontas eternas de opus insípidos. Dejando de lado cuánto esfuerzo le ponga cada espectador a dilucidar lo que sucede a partir de las pistas que el inglés va desparramando y que por cierto -como decíamos antes- no están destinadas a explicar cada detalle del arcano de fondo por propia decisión del cineasta de conservar un invaluable grado de indefinición, Tenet funciona como un verdadero oasis en materia de las escenas de suspenso y aquellas otras más vertiginosas, basta con recordar la inicial en Kiev, el primer encuentro con Priya Singh en Bombay, el enfrentamiento en la cocina del restaurant entre El Protagonista y los esbirros de Andrei Sator, todo el episodio del avión en Oslo y el descubrimiento del Torniquete, la demencial secuencia -al derecho y al revés- en Estonia para el robo del “no plutonio” en la autopista y el posterior secuestro de Kat, el retorno al aeropuerto cual ironía del destino más masoquista, y finalmente el clásico montaje paralelo de Nolan en lo que atañe a un desenlace basado en Sator y su ex a bordo de un yate en Vietnam y en un “movimiento de pinza temporal” vía tropas avanzando y retrocediendo, los pelotones rojos y azules, sobre esa ciudad soviética abandonada en la que se encuentra el arma monstruosa del futuro, el Algoritmo. Washington, Pattinson, Debicki y Branagh están realmente muy bien y se lucen en un film que evita la basura CGI y recurre a exquisitos practical effects que -auxiliados por la cámara invertida- incluyen a los actores literalmente replicando sus movimientos en retroceso en algunas tomas y hasta hablando al revés, truquillos geniales que nos hablan de la fastuosidad y la honestidad de una propuesta que se extiende un poco más de lo que hubiese sido conveniente y por momentos se enreda sin demasiado sentido, aunque compensándolo con una astucia maravillosa que juega con el afán del ser humano de manipular el tiempo a gusto y enmendar sus errores del pasado…
Tenet nos propone un recorrido al mejor estilo Bond, una trama de espionaje alrededor del mundo pero con viajes en el tiempo, fundamentos científicos curiosos, paradojas temporales y demasiadas explicaciones para que nadie se quede sin entender la propuesta casi lúdica del cineasta británico. If I could turn back time crítica tenet nolan tenet«Muchos de los mejores realizadores y estrellas de la industria se fueron a dormir trabajando para el mejor estudio de cine y amanecieron trabajando para el peor servicio de streaming», disparó Nolan en las últimas semanas en medio de un nuevo capítulo en la guerra contra el streaming. En ese fuego cruzado, aquellos que no pudimos ver Tenet en cines aprovechamos la coyuntura para hacerlo, aunque claro está que la mejor manera de disfrutarla es en la pantalla más grande posible. Podríamos afirmar que Tenet es una suerte de Inception pero elevada a su máxima potencia, llena de vitaminas y minerales que no da respiro en ningún momento. A raíz de esto, la cinta termina perdiendo esa prestancia que Nolan suele tener a la hora de narrar. El problema yace en que Tenet está editada de tal forma que termina brindando la sensación de que todo ocurre de forma apresurada. El metraje se compone de una escena de acción tras otra, concatenadas con prisa, dándonos apenas respiro, como si se quisiera llegar al final de la trama raudamente. Similar a cuando alguien tiene mucho para decir, pero no cuenta con el tiempo suficiente para hacerlo. La duración de Tenet es menor que la de Interestelar o la de Inception. Si Nolan, hace unos años, nos tuvo casi tres horas siendo testigos de una historia con base en la ecología, en la paternidad, sus fobias y su preocupación por el medioambiente, el metraje de Tenet se podría haber estirado sin problemas unos cuantos minutos más, serían una gota en el océano de esos 150 minutos totales. Ya que mencionamos a la ecología, Tenet -al igual que Interestelar– cuenta con un gran mensaje a favor del cuidado del planeta. Sin entrar en spoilers y de forma sucinta, podemos adelantar que todo el conflicto planteado tiene base en la falta de cuidado del medioambiente y en la poca preocupación del ser humano por la Tierra. Un mensaje acertado, teniendo en cuenta que el planeta cada vez nos pasa más factura mediante el cambio climático. Entender Tenet explicación tenet tenet Se han despertado toda clases de comentarios aduciendo que Tenet es una película complicada, borrascosa, difícil de seguir e incluso inentendible, pero lo cierto es que otras propuestas de Nolan tales como Memento, Inception o Following, son más complicadas a la hora de seguir el hilo de la trama. Tenet es una suerte de rompecabezas donde todas las partes del puzzle están sobre la mesa, pero depende del espectador prestar la suficiente atención para poder armarlo sin mayor dificultad. El problema se encuentra en que la mayoría de la gente se preocupa más por armar ese rompecabezas que en disfrutar del viaje; y aunque el guion esté plagado de explicaciones literales sobre lo que está pasando en la trama, se terminan perdiendo en los juegos narrativos propuestos. Quizás esto se deba a que en el cine mainstream, Nolan resulta ser el director más original de toda la parrilla, el único que intenta hacer “cine de autor” a través de propuestas que si bien son blockbusters no dejan de tener su sello propio. En una época donde priman las precuelas, secuelas, remakes y pantallas verdes, es encomiable que Nolan intente hacer algo diferente, tal como reventar un avión de tamaño real contra un depósito mientras arrastra autos de alta gama en su camino. Tenet entonces resulta una producción super recomendable, su sincretismo entre el cine de espionaje pochoclero, ciencia ficción y paradojas temporales termina dando por resultado una propuesta de cine puro. A Nolan se le podrán cuestionar muchas cosas, pero no saber filmar de forma inteligente a la vez que entretenida, no es una de ellas.
Vi Tenet en el lugar que corresponde: en el cine. Pese a haber tenido la oportunidad de verla (de manera legal) en mi casa desde hace tiempo, decidí esperar para experimentarla de la manera en la cual su director fue tan vocal al respecto. Y aquí no quiero entrar en ninguna polémica así que salto de tema. Como ya pasaron tantos meses de su estreno original, está muy comentada y es casi imposible no llegar aunque sea “un poco contaminado”. Dejé todo eso en la puerta del IMAX y me senté a disfrutar. O por lo menos, a intentarlo. Toda la obra de Christopher Nolan es materia de controversias cada vez más viscerales. Tiene sus amantes y sus detractores por igual. Es el “nuevo genio del cine” versus “está demasiado inflado”. En mi caso particular su última década como cineasta no me vuelve loco, pero aún así disfruto mucho sus films. Aunque en este caso en particular es el que menos esperé y eso fue una consecuencia de su críptica campaña promocional (pre pandemia). Lo cual, habiendo visto el film, me resulta lógica y se encuentra en plena sintonía. Pero me surge la pregunta de que si esto es algo bueno. Porque el máximo problema que tiene Tenet es que es muy difícil de comprender en un único visionado. Planeo verla más veces y así sacarme todas las dudas que me sembró. Sus tiempos “en reversa” en contraposición con lo normal hacen que el espectador se pierda y tampoco dan muchas explicaciones al respecto. Todo sucede muy rápido y nunca estás seguro de nada. El otro inconveniente, este mucho más subjetivo, es que no llegás nunca a empatizar con los protagonistas. Algo que si sucedía en los films anteriores de Nolan, como por ejemplo Cobb (Leonardo DiCaprio) en Inception (2010) o Cooper (Matthew McConaughey) en Interestelar (2014), por citar algo de tinte ficticio y no tan realista como Dunkerque (2017). Lo que le pasa aquí a John David Washington, de quien ni siquiera sabemos el nombre, no te conmueve en lo absoluto. No te genera gancho ni interés. Estás mucho más preocupado en tratar de entender lo que está pasando que si le pegan o no un tiro. Hecho este descargo, queda decir que la puesta es colosal y que esta vez, más que nunca, se apoya en el sonido de forma muy determinante. El film te envuelve y te marea (vuelvo a aclarar que la vi en IMAX) y te resulta imposible salir de él aún cuando la película ya terminó. Me cuesta sacármela de la cabeza y necesito volver a verla. Pero esta vez poniendo pausa y recapitulando. No puedo aportar más sin entrar en el terreno del spoiler. Lo que sí aseguro es que Tenet es para experimentar en el cine si o sí.
Tenet es diferente a todo lo que se haya visto El filme con el que reabren los cines es thriller, acción y un intrincado juego en el tiempo, en el que se puede ir para adelante o hacia atrás. Ciertamente Tenet es bastante diferente a todo lo que se ha visto. “No trates de entender nada”, le avisan al protagonista de la historia. Y no, no es un consejo para el espectador, porque si Tenet tiene cierta complejidad en el armado de su trama, y hasta en su manera de narrar, no deja nunca de ser un filme de acción trepidante. También es un thriller, un film noir y un perfecto juego de cajas chinas en el que se puede ir para adelante y para atrás. Mejor ir por partes. Elizabeth Debicki y Kenneth Branagh, de un lado... y del otro. FOTO: WARNER BROS. Elizabeth Debicki y Kenneth Branagh, de un lado... y del otro. FOTO: WARNER BROS. El director Christopher Nolan es un rara avis, tal vez como lo fue Steven Spielberg en su momento de esplendor, porque ambos cineastas construyeron su cine de espectáculo imprimiéndole una marca de cine de autor. No hay muchos cineastas de acción que filmen la secuencia de apertura de Tenet, en una sala de conciertos, con la puesta de cámara, los movimientos y -lo mejor- el creciente suspenso que le imprime a la escena, toma por toma. Tampoco hay muchos directores que sepan cómo encuadrar un rostro y exprimir ciertos primeros planos -los del malvado shakespeareano que compone Kenneth Branagh, por ejemplo, y en particular un momento de furia con su esposa-. Hay que saber en la edición en qué momento ese primer plano cobra más fiereza que en otro. El protagonista (John David Washington) y Neil (Robert Pattionson), en la ya famosa persecución automovilística. FOTO: WARNER BROS. El protagonista (John David Washington) y Neil (Robert Pattionson), en la ya famosa persecución automovilística. FOTO: WARNER BROS. Y Nolan es un perfeccionista, un tipo minucioso, alguien que quiere seguir filmando -en filme-, en 70 mm y que si desea que un Boeing se estrelle en un aeropuerto consigue que Warner Bros. le autorice hacerlo y no eche mano a efectos especiales -sí: el Boeing que ven estrellarse en Tenet, es un Boeing de verdad, y se estrella-. Es, también, un hombre con una imaginación visual y narrativa fuera de lo común. Por eso se permite hacer filmes como Memento, El origen o Interestelar, o la trilogía de Batman y dar saltos en el tiempo y en el espacio. La máscara no es por el coronavirus. A lo que se enfrenta el protagonista es algo mucho peor... FOTO: WARNER BROS. La máscara no es por el coronavirus. A lo que se enfrenta el protagonista es algo mucho peor... FOTO: WARNER BROS. Tal vez, sí, Tenet es lo más ambicioso que haya creado. Y quizá, sí, los vericuetos de la trama, que se explican en diálogos a velocidad relámpago, es algo que puede desalentar a los menos precavidos. Pero no es que no se entienda nada. No. A veces desconcierta. Tenet, un palíndromo, trata sobre cómo en el presente se intentará evitar que estalle una futura Tercera Guerra Mundial. O “algo peor”. El fin de la humanidad. Hay alguien que, aquí y ahora, recibe información del futuro, y al que le transfirieron la capacidad de invertir objetos. Por ejemplo, balas. Uno cree que la dispara, pero es al revés. Los personajes pueden ir y venir en el tiempo y en el espacio. Y, de esa manera alterar la realidad presente… y futura. John David Washington (El infiltrado del KKKlan, Malcolm & Marie) es el “protagonista” -cuando vean la película comprenderán las comillas-. Debe evitar que un cargamento de plutonio, y cierto algoritmo a poco de completarse llegue a las manos de un vendedor de armas ruso (Sator, el personaje de Kenneth Branagh). Christopher Nolan, director de la trilogía de "Batman", entrega su filme más ambicioso. FOTO: AP Christopher Nolan, director de la trilogía de "Batman", entrega su filme más ambicioso. FOTO: AP Este oligarca inescrupuloso, ególatra, machista y ventajista está casado con una mujer, que será clave en la trama. Y Kat es interpretada por Elizabeth Debicki, que encarnará a Lady Di en la quinta temporada de The Crown. Al protagonista lo acompaña Neil (Robert Pattinson), un tipo que sabe mucho, de mucho, y en particular que al protagonista le gusta la Diet Coke y que no bebe cuando trabaja. Pero sabe, o descubre, más. Kenneth Branagh, un malvado bien shakespeareano. FOTO: WARNER BROS. Kenneth Branagh, un malvado bien shakespeareano. FOTO: WARNER BROS. “No se puede confiar en nadie”, dicen también por ahí. En quien sí Nolan confió es en Ludwig Göransson -Oscar por Pantera Negra, compositor de la banda de sonido de The Mandalorian-. Y le da el lugar a la música entendida también como valor agregado en la columna de sonido. Uno se imagina a Nolan trabajando codo a codo, a la par con el sueco, para que la música no acompañe sino que se integre al efecto sonoro. O hablemos de las escenas de batalla, perfectamente orquestadas, las peleas cuerpo a cuerpo, con cámara hacia atrás, o la persecución automovilística con un auto en reversa… No hay que ser entendido en física cuando se hable de entropía -la magnitud termodinámica que indica el grado de desorden molecular de un sistema- para disfrutar Tenet. Como toda gran película, verla más de una vez ayuda a admirarla y deleitarse el doble.
Tenet: Christopher Nolan deslumbra con “su película Bond” Con la figura del palíndromo como eje, el film utiliza la posibilidad de hacer correr al tiempo en reversa como sustento conceptual de lo que es en definitiva Las películas de Christopher Nolan suelen ser criticadas porque, se dice, hacen pasar embrollo por complejidad conceptual y sus complicaciones no ofrecen una recompensa a tono con el esfuerzo que demandan. Para quien haya sentido algo semejante en sus otros films, este será la confirmación inapelable de ese diagnóstico que, igualmente, dista de ser unánime. No se puede negar que Nolan es un autor que se arriesga a desafiar (otros dirán “irritar”) a sus espectadores mientras opera dentro del que suele ser el más complaciente de los subgéneros del cine: la película de más de 200 millones de dólares. Trailer de Tenet - Fuente: YouTube Como su título, este relato toma la estructura del palíndromo, esa figura retórica reversible que puede ser leída de modo idéntico en direcciones opuestas: lo particular del film es que algunos objetos y personajes pasan por un proceso que invierte su flecha temporal. Esto quiere decir que experimentan el tiempo en reversa: van del futuro hacia el pasado segundo a segundo, del mismo modo en que nosotros vamos del pasado hacia el futuro (el tiempo, que puede ser recorrido en ambas direcciones, es el palíndromo del film). Visualmente, esto se percibe como uno de los efectos especiales más viejos, un celuloide corriendo al revés, pero solo para algunos personajes. Otros en el mismo plano se mueven con la temporalidad “normal” y, en las escenas más espectaculares, ambos interactúan en una coreografía desquiciada (tal es la idea que tiene el film de la realidad: un ballet determinista en el que cada acto lleva a una única consecuencia posible en cualquier dirección temporal). Conceptualmente, la interacción de cosas que se mueven en sentidos temporales opuestos rompe la lógica causal, que es el modo en que pensamos el mundo, y deja nuestra pobre racionalidad en corto circuito. Cuando una científica intenta explicar al protagonista (John David Washington) en que consiste la “inversión” le aconseja: “no trates de comprenderlo, siéntelo”. Bien se puede tomar esta recomendación. Dejando de lado ese dispositivo crucial del relato, la película es manifiestamente una de James Bond muy lograda, en la que un agente secreto debe impedir que un oligarca ruso (Kenneth Branagh) destruya el mundo, al tiempo que seduce mujeres y pasa por algunos de los sitios más deslumbrantes o sofisticados del planeta. Tal es una versión de Tenet que es perfectamente accesible y gratificante. Pero también se puede ignorar el consejo y lanzarse a desentrañar aquello que parece inextricable: no a sentir sino a entender cómo puede funcionar lo que propone. Aunque la inversión de la causalidad hace que cada tanto se choque de frente con una paradoja, es posible desandar cada vuelta de la narración por ilógica que parezca de modo que tenga sentido, si uno se toma el trabajo. Tal vez sea el Sudoku más caro de la historia, pero enfrentarlo no está exento de satisfacción.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
Han corrido ríos de tinta con el análisis del cine de Nolan y cuando parece estar todo dicho, aparece su última obra, “TENET”, que así como su protagonista tiene la ambiciosa misión de salvar el mundo, la película en sí misma tiene sobre sus espaldas la faraónica tarea de tentar al público para volver a las salas, después de estar ausentes en nuestras actividades culturales por casi un año, por los efectos de la pandemia y el aislamiento. Si bien Nolan en todas sus películas ha manejado la sofisticación y la complejidad en dosis iguales, lo que en un principio en sus primeros trabajos como “Following” y “Memento” había sido una invitación a viajar en el tiempo, el espacio y los mundos paralelos –que en parte también aparece en el clima de “El gran truco / Prestige”-, se había tornado más complejo, mucho más, en una de sus obras más taquilleras y aclamadas por la crítica, quizás la que logra esa conjunción perfecta entre el favor del público y de los medios especializados como fue “El Origen / Inception” con un elenco deslumbrante con Leonardo Di Caprio a la cabeza y las participaciones de Marion Cotillard, Joseph Gordon-Levitt, Michael Caine, Tom Berenger y Lukas Haas. En “TENET” lleva esa apuesta al extremo: y se cumple, como suele suceder, el dicho de “menos es más” y por encima de toda su parafernalia y el complejo y sofisticado esqueleto con el que se arma la historia, Nolan había logrado ser mucho más efectivo con situaciones más simples e ideas más concretas, como en los primeros trabajos que hemos mencionado. Resumir las dos horas y media en pocas líneas es una misión tan o más difícil que la que Nolan pretende explicarnos todo el tiempo, con personajes con diálogos interminables y complejamente difíciles de seguir, que irritan más de lo que entretienen: su trabajo se vanagloria de ser inasible, grandilocuente y con un placer por lo artificioso en grado extremo. Sin embargo, es posible adelantar que por más complejo y entreverado que sea el guion, plagado de esos vericuetos narrativos en los que Nolan se regodea desmedidamente, provocando que los espectadores incendien sus neuronas intentando seguir una trama farragosa y con múltiples derivaciones, la base de la historia no dista en absoluto de ser el cuento que se cuenta en forma mucho más lineal y empatizando mucho mejor con el público, en cualquier misión de James Bond, o en cualquier entrega de la saga “Misión Imposible”, o las investigaciones de Jack Ryan o Jason Bourne. En el caso de “TENET”, todo abre en una impactante secuencia dentro de la Opera de Kiev, en donde nuestro agente –que sólo se identificará durante todo el filme como “el protagonista”, a cargo de John David Washington- deberá capturar un artefacto y rescatar a un espía infiltrado. Superada esa prueba, será participe de la organización que da título al filme en donde se estudia científicamente la posibilidad de que ciertos objetos (balas, por ejemplo) se muevan en forma inversa en el tiempo. Lo que parece que avanza, retrocede; lo que parece ir, vuelve y todo se mueve hacia atrás en la línea temporal. A partir de esas balas, el protagonista -junto con otro agente que parece saber más de la cuenta y que será su compañero inseparable de misión, el personaje de Robert Pattinson- toma contacto con un traficante de armas de Bombay que a su vez lo lleva a vincularse con un villano ruso (Kenneth Branagh, que con su actuación propone uno de los elementos más coherentes del filme) quien chantajea a su ex exposa con un pintura falsa con el objetivo de mantenerla alejada de su hijo. Por supuesto que como todos sabemos, Nolan es un virtuoso de la cámara y por lo tanto “TENET” tiene momentos de gran lucimiento visual que se acompañan con buenos efectos especiales y una producción que se evidencia costosa en todo momento y con una inversión de más de 200 millones de dólares, que se puede apreciar en cada toma. Pero Nolan no solamente se plagia a sí mismo, sino que intenta disuadir al espectador de que lo está haciendo, dando tantos giros y entrecruzamientos que lo complejo se torna confuso y llega un punto donde el espectador “suelta” la posibilidad de seguir un hilo argumental lógico y se deja llevar como esos chicos que miran las imágenes, incapaces por su edad de poder leer los subtítulos, dejando más librado a la imaginación y a la experiencia visual que a una verdadera comprensión de lo que sucede. Si Hitchcock hace célebre en su cine la idea del macguffin, ese elemento del suspenso que hace que los personajes avancen en la trama, Nolan recurre a una desmedida acumulación. Así aparecen una pintura de Goya, un algoritmo, unos lingotes de oro, una carga de plutonio y el artefacto con nueve piezas diseminadas que permite la inversión del tiempo y que por lo tanto desatará el conflicto, que se sobreponen y agotan la atención, distorsionando el eje narrativo y agobiando hasta el público más cinéfilo. A esto se suma la frialdad de los personajes, actuaciones “robóticas” y afectadas y una permanente sensación de desequilibrio e incertidumbre hace que como espectadores estemos más preocupados en resolver ciertas preguntas que aparecen involuntariamente que en disfrutar del show, porque justamente sin esas preguntas que nos arrebatan de este espectáculo desmesurado, sólo queda un esqueleto pobre y repetido, ya visto mil veces. Nolan se empeña en vestirla de suntuosa: viajes en el tiempo, realidades virtuales, toques de física cuántica de manual y demás artilugios que esconden una trama simple, esquemática y poco original de salvar al mundo de una potencial nueva guerra –ningún descubrimiento, por cierto-. Podríamos resumir parafraseando a algún título shakesperiano que “Mucho ruido… y pocas nueces” para este ansiado estreno de Nolan en pantalla grande –y mucho más grande aún si la disfrutan en IMAX- donde toda la espectacularidad de la producción sabe a poco frente a un guion que esconde en todas sus sinuosidades, una importante falta de creatividad sin aportar nada nuevo bajo el sol, retazos reasignados de lo que el mismo director ya había ideado para otras de sus creaciones, sin encontrarle un nuevo valor a sus propias ideas.
Tenet puede resultar compleja, pero no es imposible de entender. Dirigida por Christopher Nolan este esperado thriller de ciencia ficción demuestra que por más ambicioso e intrincado que sea el proyecto a veces las cosas funcionan mejor de forma simple y clara. Con un ingenioso primer acto TENET logra enganchar al espectador presentando un mundo de espionaje en el cual las reglas del juego cambian a medida que pasa cada minuto. John David Washington (Blackkklansman, Malcolm & Marie) mueve las piezas en su rol como «El Protagonista», no tenemos datos de vida pasada ni nombre pero sí nos aclaran que experiencia en el campo de espionaje hay de sobra. Su personaje logra llevar la acción de los hechos pero al mismo tiempo no termina de convencer y conectar lo suficiente con el publico para que se pueda simpatizar con él, y Washington, desesperadamente necesita el apoyo de sus coprotagonistas para que la película logre interesar en sus 150 minutos de duración. Lo acompañan Robert Pattinson (con leves tintes de su T.E. Lawrence espia en Queen of the Desert de Herzog) que logra fortalecer TENET gracias a su presencia escénica y, además, Elizabeth Debicki pone valentía escondida y Kenneth Branagh entrega el acento y la amenaza justa pero necesaria. Todos ellos son un pilar fundamental para que TENET funcione correctamente. Nolan crea escenas deslumbrantes, mueve los hilos e impresiona con cada truco de cámara y efecto (práctico y en CGI). Lamentablemente el guión es un disparate complejo que pone más dudas que respuestas; la mayoría de situaciones que vemos tiene una explicación extensa y confusa que no sirve si se busca un rato de emoción sin sentido frente a la pantalla. De igual forma pasa con la acción, lejos del detalle de mostrar las explosiones y enfrentamientos a balazos limpios, el lente se enfoca en los personajes y sus acciones casi para demostrar que el resto de las cosas posee poca o nula importancia. Nolan se arriesga y el resultado en este apartado no convence del todo, la confusión le gana a la acción y se necesita paciencia para salir convencido. Nolan dio un paso adelante, tal vez para exhibir y tantear los límites de la sala de cine, se ve demasiado y se disfruta poco. En la complejidad y entre ese peldaño cerebral falso que le ponen a su filmografía TENET se destaca por conseguir lo que anteriormente no se pudo: llegar a un límite y la certificación de probar una nueva dirección. De todas formas la película se disfruta, en un momento tenemos una referencia clave para definir a TENET: «no intentes entenderlo, sólo siéntelo». Esto es un antes y un después ya que poco a poco comenzamos a sentir lo que pasa pero también a reír sobre lo que intentamos entender. Se agradece el intento y se agradece que a pesar de todo la película se siente como una experiencia cinematográfica total, no funciona para darle un visionado en casa. TENET marca una diferencia a la hora de volver a la sala de cine, no es un producto perfecto pero es necesario para darle un puntapié inicial de resurrección a las salas de cine. Valoración: Buena.
Volvió el cine a las salas, al menos a CABA y al Gran Buenos Aires, porque en otras provincias de la Argentina ya estaban funcionando con los protocolos necesarios desde hace unos meses, así que entre los estrenos del debut del regreso al cine presencial (incluido en IMAX) llega Tenet, la última película de Christopher Nolan (Dunkerque, El origen, Batman inicia, El Caballero de la Noche, El Caballero de la Noche asciende, Memento, entre otras) . El año pasado Tenet tuvo el privilegio, y la carga de ser uno de los pocos “tanques” que las grandes productoras se animaron a llevar a las salas. Su estreno además estuvo acompañado de una verdadera grieta que estalló en los lugares a donde llegó y sobre la que leímos a la distancia un poco absortos. Pero ahora que la película ya arribó a estas playas -qué duda cabe, el espacio ideal para verla-, llegó el momento de entregarse a esta nueva aventura del controvertido director británico. En las entrevistas previas, el realizador había dicho que la Tenet exige que el espectador se entregue a la experiencia, y es un buen consejo para aquellos que estén dispuestos a ver una película que por momentos lleva a que uno se pregunte qué está viendo. Empezando por el título, que obliga a que nos metamos a analizar qué cosa es un palíndromo, Tenet se presenta como algo complejo aunque a simple vista sea apenas una película de espías bastante clásica. Construida en bloques de escenas impactantes -una de las cuales incluye la destrucción de un avión real-, la nueva producción de Nolan provoca extrañeza/sorpresa en distintos momentos. Como suele ocurrir con este director, la historia se vuelve compleja y exige toda la atención de quien se siente a participar de la aventura. Un espía pasa una prueba y su jefe le dice que lo necesitan, que la misión que le van a encargar exige alguien como él, que esté dispuesto a sacrificarse de ser necesario. A partir de ese momento tanto el protagonista (John David Washington) como los espectadores, empiezan a recibir información de distintos niveles de complejidad, por un lado está la misión, que es una investigación sobre tráfico de armas a la que hay que sumar conceptos como el de “desplazamiento en el tiempo” y la apertura de distintas realidades al estilo de los Multiversos de Marvel. Para el cumplimiento de la misión el espía debe trabajar con Neil (Robert Pattinson), que es el que va a aportar mucho en la planificación de las distintas acciones que deben llevar adelante. El villano de la historia es Andreu Sator (Kenneth Branagh con un pintoresco acento ruso), un empresario que empezó su trabajo en el mundo del los contratistas de armas, limpiando él solito a su ciudad que sufrió un incidente nuclear. Y lo que no es menor, la historia tiene otro afluente que es la problemática relación de pareja del millonario con su esposa Kar (Elizabeth Debicki). Si lo que contamos les suena convencional es porque efectivamente Tenet parece ser otra manera de contar una aventura a lo James Bond, una saga de la que Nolan se declara fan y a la que ya homenajeó en la secuencia final de El origen, donde se produce un tiroteo que recuerda a Al servicio secreto de su majestad,que tiene un Bond mediocre y pasajero como George Lazemby, pero que según los fanáticos es una de las mejores de las películas de 007. A la trama de espionaje tradicional se le suman capas de información y aparece lo del deslizamiento en el tiempo. Desde el futuro alguien está intentando acabar con esta realidad porque el mundo se agrede a sí mismo y los humanos del futuro entienden que deben intervenir en el pasado, es decir, nuestro presente-, para arreglar su realidad. Por supuesto que este manejo del tiempo termina haciendo estallar toda clase de paradojas. A las complicaciones temáticas Nolan agrega una búsqueda en la puesta de escena y en el relato que es donde están las grandes novedades de Tenet,porque el espectador realmente no puede estar seguro de haber visto lo que vio y hay imágenes que producen una especie de perturbación difícil de explicar. Desde lo formal la película funciona perfectamente, pero es en la acumulación de información que quizás se vuelve confusa y un poco difícil de seguir. Estéticamente es deslumbrante, la banda de sonido omnipresente y por momentos apabullante, las escenas de acción muestra la acción que ocurre en tiempo real mientras paralelamente el tiempo va para atrás y hace que aparezca gente compartiendo la misma dimensión con una versión distinta, todo este caudal de información, efectos -hay muchos elementos logrados sin artificios lo cual es admirable- y recursos dramáticos, transforma el visionado de Tenet en algo distinto. Queda resaltar el trabajo de Debicki y de Pattinson, quepuede mostrar en parte lo que se puede esperar de él en el papel de Bruce Wayne, ya que por momentos alguna de las cosas que le toca hacer tiene algo de relación con Batman. La película es una proeza por un lado pero despierta dudas sobre si Nolan no estará estancado después de que con Dunkerque parecía haber cambiado de estilo y ajustado su relato. En definitiva, con sus dos horas y media de duración, la ampulosidad de Tenet es en el fondo un poco más de lo que ya se conoce de Nolan. Siempre y cuando que el espectador sepa bien qué es lo que está viendo. TENET Tenet. Reino Unido/Estados Unidos, 2020. Guion y dirección: Christopher Nolan. Intérpretes: John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki, Kennet Branagh, Martin Donovan, Clémence Poésy y Michael Caine. Fotografía: Hoyte van Hoytema. Música. Ludwig Göransson. Edición: Jennifer Lame. Distribuidora Warner Bros. Duración: 150 minutos.
Un soldado de élite super entrenado, es reclutado por Tenet, una organización que trata de evitar el fin del mundo. Fin del mundo que será provocado por un misterioso ser que está enviando objetos del futuro a nuestro presente, para causar una paradoja temporal que nos borrará de la existencia. Tenet era una de las películas más esperadas del horrible 2020. Para muchos fue una verdadera pena (a nivel cine), no poder asistir a una gran sala para poder ver el nuevo trabajo de Christopher Nolan; teniendo que esperar casi un año para darse el gusto. Y si bien en algunos países de habla hispana lo pudieron hacer a tiempo, acá en Argentina eso no fue una opción. Pero con el film ya visto y digerido hace unos días, creo que para quien les habla, ya estamos en condiciones de dar una opinión. Al principio y por lo menos durante los veinte minutos iniciales, no se entiende nada, y para colmo la explicación vía diálogo que nos dan, lejos de arreglar las cosas, las complica. Después cuando mediante imágenes vemos como funcionan los objetos enviados en el tiempo, logramos entender de que va la trama. Pero para esto ya pasamos la media hora, de una película de dos horas y media. Pero eso dista bastante de ser lo malo de Tenet; no, lo peor es el villano. Kenneth Branagh hace un sólido trabajo y le da una buena cuota de histrionismo a su personaje, pero es que la motivación del mismo atrasa veinte años, limitándose al “quiero destruir el mundo porque si”, algo que asombra el triple, siendo que el film lo escribió el propio Nolan. Demasiado caricaturesco para un director y guionista que pretende ser profundo y existencial. Pero ahí se queda lo malo de Tenet, porque a nivel visual, es espectacular. El efecto de los objetos y la gente que se mueve en retroceso quedó impecable. Y en las escenas de acción, eso le da aun mas espectacularidad; sobre todo en el clímax, donde presenciamos un tiroteo y desmadre nunca visto en un film de Nolan. Se nota que en este sentido el director está mejorando aún más y más a cada entrega. Para no extendernos demasiado, y que quede claro, Tenet es una buena película. Pero a nivel argumental, Nolan repite sus ñañas ya de manera obvia, sobre explicando todo y enrevesando la trama porque sí; y a eso se le suma un villano bastante simplón en su motivación. Los que la puedan ver en el cine, seguramente van a disfrutar el poderío visual del film como corresponde, pero si eso no les interesa demasiado, podemos asegurar que estamos ante una de las cintas más regulares del realizador.
Que la palabra sea un palíndromo y que en inglés signifique principio son apenas los indicios para saber que Christopher Nolan, con muchísimos seguidores fieles, nos propone otra vez como en “El Origen” meternos en un film inmersivo, que nos hipnotizara inevitablemente. Es un cineasta que sabe lo que hace, con todos los efectos técnicos y que provocará que muchos espectadores apenas terminen de ver el film sientan en irrefrenable impulso de experimentar una segunda vez. El mejor concejo es dejarse llevar sin tratar de entender exactamente todo, como para que el film no irrite y si entretenga. La elección del nombre tiene que ver con el cuadrado de Sator, un enigmático superpalíndromo que se encuentra a lo largo de la historia con interpretaciones religiosas, lógicas, misteriosas y discusiones sin fin, donde aparece la palabra Tenet (busquen, la historia es fascinante). El film comienza con una trepidante escena de acción en un teatro durante un concierto, repleto de gente. Termina con el protagonista (no tiene nombre) torturado, aparente muerto y resucitado, con un jefe que le habla de una misión importante, evitar una guerra mucho peor que Armagedón. Una científica le (nos) explica que en el futuro están fabricando un arma que lo provocará la destrucción total y que eso se deduce de restos que llegan a nuestra realidad, y de cómo se mueve el tiempo real hacia adelante y el del futuro hacia atrás para nuestra percepción. El tiempo invertido. A partir de ahí las escenas de acción son un prodigio y todo lo que ocurre abruma con datos que a veces no comprendemos pero que si nos relajamos, con instinto, sentidos y no con intención lógica de comprender todo, tendremos un disfrute del principio al fin. O la vemos otra vez como quien escribe. No es una gran película, es el despliegue apabullante del talento de un director, que nos presenta una parafernalia sofisticada, complicada, porque puede hacerlo. Aunque un poco fría, con personajes y un protagonista que no nos produce empatía, como ese villano formidable que es Kenneth Branagh, o la aparición en rol secundario de Robert Pattinson, porque a John David Washington el rol le queda un poco grande. Para provocar polémicas o simplemente fascinarse. Ciento cincuenta minutos de atención absoluta.
Una original vuelta de tuerca sobre el tema de los viajes en el tiempo, y un puñado de buenas escenas de acción son lo que equilibran una película demasiado larga y despareja que no está entre lo mejor que haya filmado su director, Christopher Nolan. “Tenet” es una mezcla entre una de James Bond y Matrix. Hay un superagente secreto que tiene una misión imposible, salvar el mundo de un traficante de armas que ataca desde un futuro próximo. La película comienza con una escena excelente y original donde un ataque terrorista en una gran sala de conciertos sirve para poner a prueba al protagonista, John David Washington, con el fin de ver si es el hombre indicado para una importantísima misión, que lo asociará con un agente aun más misterioso, interpretado por Robert Pattinson. La búsqueda de un tipo especial de munición, única punta para desentrañar el ovillo futurista, los une en una pesquisa que los lleva por lugares exóticos y variados, bien al estilo 007. Los robos perfectos y las tramas complejas que los superespías deben intentar para lograr su cometido son interesantes, y los ataques desde el futuro resultan, en principio, originales, ya que algo que no le falta al director de “El caballero de la noche” e “Interestelar” es la imaginación visual. Aquí el truco radica en que cuando atacan desde el futuro, como el agresor retrocede en el tiempo, se mueve desde adelante hacia atrás, lo que confunde a quienes deben combatirlo, y al principio también al espectador. Justamente este recurso visual de que las cosas vayan en sentido inverso funciona bien al principio, por ejemplo en una impresionante persecución automovilística. Pero una vez entendido el truquito, que el director repite una y otra vez, la que empieza a ir hacia atrás es la película. Dos horas y media de escenas donde algo va para atrás se puede volver un poco cansador y sin mucha gracia, y para colmo llega un punto en el que Nolan se comporta como Georges Méliès cuando descubría uno de sus legendarios y primitivos efectos especiales, y los usaba hasta el hartazgo. De hecho, la idea de editar imágenes en reversa data casi de esos tiempos lejanos de la historia del cine, aunque en este caso hay que reconocerle a Nolan que pocas veces se usó como efecto dramático para respaldar un argumento de viajes en el tiempo. Y se puede decir que al final se revela un detalle más que interesante del argumento sobre las razones que tendrían los habitantes del futuro para atacarnos en nuestros tiempos. Detrás de esta parafernalia repetitiva hay escenas de acción bien elaboradas y un gran villano encarnado por Kenneth Branagh, por lejos lo mejor del elenco junto a un simpático cameo de Michael Caine. En cambio John David Washington tiene la misma expresión a lo largo de todo el film, y Pattinson recién empieza a destacarse un poco hacia la mitad de la proyección. Como regreso a los cines “Tenet” puede resultar un poco decepcionante, aunque sin dudas tiene no menos de media docena de escenas espectaculares para disfrutar en pantalla grande. La música de Ludwig Goransson, que combina sonidos tecnos y orquestales con muchos pasajes grabados al revés, está entre lo mejor de esta película que daba para más.
Tenet ha sido en su momento cuánto tuvo su estreno en Estados Unidos y en otros países dónde permanecían los cines abiertos, como el film que vino a salvarnos de esta pandemia. Puede que en algunos aspectos sea cierto, como en el riesgo de estrenar una producción de esta talla en un momento delicado, aunque el impacto que ha tenido en el mundo fue bueno, aunque sin tantos sobresaltos. Ahora el film de Christopher Nolan también es el estreno fuerte en nuestro país, la película con la que inicia la reapertura de los cines en Buenos Aires, la zona donde se reúne la mayor cantidad de espectadores. Empezando con la crítica del film, hay que reconocer que Nolan es uno de los directores capaces de hacer una película de carácter mainstream, aunque manteniendo su sello de autor. No muchos pueden darse el lujo de realizar un film de 200 millones de dólares, con una temática que quizá no es para todo tipo de público. Para explicar de una manera simple y resumida, la película nos trae un elemento fantástico como conflicto de la trama, que resulta ser la manipulación del tiempo, más propiamente la capacidad de invertirlo y utilizarlo como un arma. El film nos sigue al personaje protagonizado por John David Washington, un agente de la CIA que se ha visto obligado a investigar unos hechos conspirativos, que utilizan la inversión del tiempo como un arma desconocida y peligrosa. Es una realidad que el espectador necesita tomarse un tiempo para comprender los hechos, ya que este elemento fantástico tarda tiempo en explicarse, ya que en un principio el film se toma bastante tiempo en este juego de conspiración y una tediosa presentación de personajes que parece olvidarse del problema principal. La cosa cambia cuando estos temas son explicados y se empiezan a atar cabos sueltos, manteniendo un ritmo más trepidante en la segunda mitad de una película que alcanza las dos horas y media. Si hay algo de lo que no nos podemos quejar es de la cinematografía y todo el apartado visual y técnico que la película nos brinda. Creo que esto es algo que jamás decepciona en un director como Nolan , aunque no tenga el mismo impacto narrativo como en anteriores films. Volviendo un poco a la reapertura de los cines, la función de prensa a la que hemos asistido ha servido para poder ver una muestra de lo que sería ir al cine en esta época de distanciamiento social. Luego de nuestro registro, hemos pasado por boletería donde nos han asignado la ubicación de la entrada, dónde al ingresar, verifican el ticket con un lector de código de barras para evitar el contacto físico. La asignación de asientos están preparados para tener un aforo del 30 porciento, que es lo permitido para los cines en la actualidad. Nos han invitado un refrigerio para consumir en la sala, con una distancia de dos asientos con el otro espectador, y dónde luego de consumir el alimento, debemos estar con tapabocas el resto de la función. Estos son los protocolos que se están implementando en la apertura de los cines , por lo que el respeto de los mismos dependerán para que podamos mantener los cines abiertos, siempre y cuando la situación sanitaria no sufra cambios significativos. Volviendo al film, no es una de las mejores producciones que nos ha dejado Christopher Nolan, al menos comparándolo con anteriores films. Pero la realidad es que a pesar de todo termina siendo una experiencia satisfactoria, dónde si aprecias el film en todo su conjunto, nos encontramos con una trama atractiva y bien resuelta. Para nuestro inicio en la vuelta a los cines, es una experiencia necesaria y que no dejará indiferente a nadie. Calificación 7.5/10
El dilema entre resistirse o entregarse al imponente absurdo Tras la aparente utopía que representa su estreno en los cines argentinos (la última fecha fijada por Warner Bros. fue para el próximo 28 de enero), el 11º film del director británico Christopher Nolan por el momento enfurece más de lo que cautiva. Tiempo, caos y majestuosidad visual (aunque no narrativa) forman parte de los pilares de una película ansiada y que, probablemente, no tarde en ser olvidada. A esta altura poco sentido tiene indagar en los argumentos que idolatran o detractan la filmografía de quien, con muchísimos más aciertos que errores, ha sabido resucitar en el cine la figura de Batman, hace ya más de 15 años. Claro está que, desde dicho suceso a hasta hoy, Nolan ha consagrado una carrera que no ha dejado de exhibir tensiones entre el sello autoral y lo estrictamente comercial. Cabe señalar que, al menos de esta parte, poco de crítica puede haber hacia esta disyuntiva, más aún, teniendo cuenta el impacto de sus más aclamadas obras en los espectadores tanto periódicos como habituales. Sin embargo, aunque el entretenimiento permanece intacto, Tenet es tan caótica como el año pandémico fijado para su estreno mundial. Con una fusión de géneros que abarcan desde el thriller de espionaje, la ciencia ficción y la opulenta acción a la que el director de Memento acostumbra (más espectacular aún en tiempos de abstinencia de pantalla grande), la película presenta un conjunto de personajes convencionales sobre los cuales se desarrollará la narración: una dupla desinteresada al servicio del bienestar mundial (John David Washington y Robert Pattinson), un villano despojado de humanidad (Kenneth Branagh), símil a cualquier representación de los soviéticos durante la Guerra Fría y una dama en apuros (Elizabeth Debicki) a través de quien, de manera discreta, pasan sin pena ni gloria los forzados conflictos emocionales pensados por el (también) Nolan guionista. No resultaría objetable que, tras otras películas que podían llegar a resultar complejas desde lo enunciativo (aunque no en su ejecución), el director de Inception haya apostado a una premisa más concreta para su último proyecto: evitar la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, los vicios característicos –y esta vez, potenciados- del británico han convertido a la película en un costoso ejercicio experimental donde, la desesperación porque el espectador entienda lo inexplicable, se intuye de manera abrumadora. No obstante, muchos se han permitido jugar con una frase de la película, ya anticipada en uno de sus avances: “no intentes comprenderlo, siéntelo”. Resulta imposible saber si estamos ante una mera casualidad o un grito desesperado del director con el público. En este último caso, festejo la advertencia. Especialmente, para los incomprendidos de sus falencias y que, gracias a esa falta de exigencia, pueden permitirse disfrutar (y mucho) lo que casi toda la filmografía filmografía de Nolan anhela y Tenet cumple sin inconvenientes: entretenimiento puro y algo más. *Review de Ignacio Rapari.
«No intentes entenderlo, siéntelo» es una de las líneas del personaje de Clémence Poésy que viene a explicar un poco por donde viene la mano de «Tenet». El film de ciencia ficción con tintes de thriller de espionaje crea una trama bastante enmarañada y compleja como esas que tanto le gustan construir a Cristopher Nolan, el tema es que en esta oportunidad quizás se va demasiado por las ramas y tampoco sirve para esconder o compensar algunos desajustes del guion y varios de los vicios que más presenta el director de «Interstellar». El 2020 que tuvo a mal traer a la industria cinematográfica supo poner en jaque a muchos tanques y artistas del séptimo arte. Uno de los más perjudicados no fue otro que Christopher Nolan («Memento», «Inception») que se negó a estrenar su más reciente trabajo de manera on demand y fue postergada varias veces hasta que tuvo un estreno bastante limitado en algunas partes del mundo. El film tuvo un costo aproximado de 200 millones de dólares y recaudó a lo largo y ancho del globo cerca de 360, lo cual es un fracaso no solo para Nolan sino para cualquier tanque, ya que se estima que con todo lo que gastaron en la campaña publicitaria y de marketing le quedó una pérdida a Warner Bros. cercana a los 100 millones de dólares. Todo este panorama de retrasos, estrenos en diferido y demás cuestiones relacionadas con el marco pandémico, también alimentó la grieta cinematográfica entre los fans y los detractores del director inglés que tanto de un lado como del otro discuten fervientemente quién tiene razón. Lo cierto es que «Tenet» es un film menor dentro de la filmografía de Nolan, aunque presenta algunas secuencias impresionantes y se las ingenia para mantener la atención del espectador durante sus largas 2 horas y media de duración. El largometraje presenta una historia que es difícil poner en palabras pero que básicamente nos pone en el camino de «el protagonista» (John David Washington), una persona perteneciente a algún tipo de fuerzas especiales y que debe detener al personaje de Kenneth Branagh, el cual planea destruir al mundo como lo conocemos. ¿Cómo? se preguntarán. Por medio de una tecnología que les vino del futuro que les permite ir atrás en el tiempo, pero no del modo convencional de viaje temporal que vimos en películas del estilo de «Back to the Future» (1985) sino con una maquina llamada «Torniquete» que invierte la temporalidad y hace que el tiempo vaya para atrás. El problema más que nada se presenta en que Nolan parece no querer informarnos bien qué es lo que pasa, lo cual en primera instancia no está mal, pero inmediatamente cada dos secuencias sorprendentes y enigmáticas tenemos alguna escena bastante dialogada donde algún personaje X se encarga de explicarle la trama al protagonista y por ende al público. Hemos visto esto anteriormente en la filmografía de Nolan con el personaje de Elliot Page en «Inception» por ejemplo o quizás con la explicación de cómo funcionan los agujeros negros en «Interstellar», pero acá ya se vuelve prácticamente cómico lo expositivo que se vuelve el film cada cierto tiempo. Personajes como el de la antes mencionada Clémence Poésy o el cameo de Michael Caine sirven para revelar datos vitales para el entendimiento de la trama. Obviamente, la película tampoco es que es inmirable, sino que tiene sus momentos emocionantes, algunas escenas bastante logradas que sacan a relucir el enorme presupuesto con el que contó el director británico y algunos efectos especiales de última generación. Incluso desde lo actoral podemos destacar el rol de Robert Pattinson que se lo ve en un estupendo momento de su carrera, a diferencia de la exacerbada composición de Branagh con su acento ruso bastante tosco. El problema también está en la mezcla de sonido que tampoco ayuda a crear ese clima necesario para que las imágenes impactantes vayan acompañadas con un sonido acorde. Y cabe decir que se siente un poco la falta de Hans Zimmer, habitual colaborador de Nolan en la composición de la banda sonora original de la mayoría de sus films. «Tenet» es un film que es disfrutable en la medida en la que uno no pretenda «entenderla» más que «sentirla» como decíamos al principio. Una película que parecía bastante más sólida que lo que terminó siendo y que probablemente deje las cosas exactamente como estaban, con los fans del director complacidos y con sus detractores odiándolo cada vez más. Una película que en definitiva se queda en el medio y no va ni para atrás ni para adelante.
Manifiesto fractal Señor@s, estamos ante una película de Nolan. Una película compleja, barroca, fractal, donde no importa demasiado la trama sino las formas. En rasgos generales podríamos decir que hay espías, varios espías, un dejo noir y un plan terrorista macabro donde las armas físicas pierden interés para abrir paso a una más existencial: la manipulación del tiempo. No podemos negar que el director es bien interesante visualmente hablando, como construye escenas espectaculares y sublimes, pero cuando un guion concienzudo mete la cola, las cosas se desvirtúan un poco. ¿Snob o genio? Hay mucho por discutir. Paradójicamente, al estilizar tanto la historia, esta no se torna irreductible a una sola idea o concepto, por el contrario, aquí se multiplican las posibilidades. Un ejercicio arduo para el espectador. Y así, mientras transcurre la cinta, buceamos en un océano de dudas tratando de tomar conciencia de qué es lo que sucede. Quizá, cual droga lisérgica, lo mejor es dejarse llevar por este camino misterioso y sorprendernos en cada giro sin racionalizar demasiado, porque el bucle es extenso. Nolan revisa, analiza, desmonta, cuestiona, para tratar de contar la historia de otra forma; o para deconstruir el complejo entramado que pude haber detrás de una escena o situación espacio temporal que asumimos en nuestra cotidianidad de manera natural. Claro que a esto le añade una ambición desmedida a nivel complot mundial. No, está idea de la recursividad no es nueva. Una corriente literaria, por ejemplo, asume esta concepción. Tenemos personajes que están en dos lugares a la vez; una visión de los mismos caleidoscópica; una dinámica de repetición intensa, para culminar en un juego de espejos donde nuestro protagonista a pesar de tomar a diferentes caminos, siempre llega al mismo punto. Sin dudas volcar esta noción a nivel cinematográfico es un riesgo que asume Nolan, ahora tanto desmedro ¿no es un tanto contraproducente al querer sostener el interés del espectador? Tenet se hace extensa, y por momentos termina siendo un ejercicio de tolerancia. Caminante no hay camino, se hace camino al andar, diría Antonio Machado, y en este contexto podemos agregar al desandar; al andar y al desandar de manera infinita ∞.
Vuelve el cine y su propuesta fuerte viene de la mano de Christopher Nolan con la esperada TENET. El protagonista de esta aventura (John David Washington) deberá pelear por la supervivencia del mundo entero sin más información que la palabra “Tenet” embarcándose así en una misión que lo llevará a viajar más allá del tiempo lineal tal como lo conocemos. Nolan (Dunkirk, Inception, Memento, la trilogía del Caballero Oscuro) sigue como siempre su curiosidad a la hora de contar historias sin importar lo complejas que puedan llegar a ser. Aquí vuelve a entrometerse con la temática del tiempo, pero en esta oportunidad lo hace más específicamente con el concepto de tiempo invertido. La cinta es visualmente hermosa. Con el buen gusto habitual del director a la hora de trabajar estética: la fotografía, esa coloratura sobria y la prolijidad de planos son un verdadero deleite. Sumado a grandes secuencias de acción atractivas y de gran complejidad. La banda sonora, a cargo de Ludwig Göransson (teniendo a Hans Zimmer ocupado en Dune), al igual que todo el trabajo sonoro encajan de manera exquisita. Potencian cada experiencia que Tenet nos quiere proponer. El director siempre desafía a sus compositores hacia una búsqueda que imprima particularidad al film y en este caso por supuesto hay cierto juego con el sonido de relojes y sonidos al reverso. A pesar de todo esto, a Tenet pareciera encajarle un término que siempre detesto leer/escuchar en críticas: pretenciosa. Y no hablo de que se entienda o no. Soy un fiel defensor de películas con trama compleja o inentendibles. El cine no siempre está para darnos todo masticado. Claramente aquí no se espera que entiendas todo a la primera. Sin embargo, en este caso la necesidad de bajar información se siente por momentos forzada a la vez que diluyen la trama. Todo esto dicho por alguien que le encanta Interstellar, una de sus películas más complejas y criticadas justamente por este mismo tema. El desarrollo de personajes es uno de los puntos más flojos de la cinta. Los actores aciertan en sus roles, pero sus personajes tampoco permiten mucha tridimensionalidad. Sí, hay conflictos personales. Sí, los personajes tienen sus motivos. Pero en ningún momento se logra una verdadera empatía con ellos. Incluso la edición pareciera también atentar contra el trabajo actoral por momentos. Tenet es un trabajo técnico impecable que por momentos se siente como un espectacular y reluciente caparazón vacío. De todos modos, no deja de ser una película entretenida con una cautivadora premisa pensada para ser vista en pantalla grande. Si tenés intenciones de ver Tenet te recomiendo fuertemente que reserves tu butaca porque la experiencia no será la misma en tu casa. Por Matías Asenjo
Reseña emitida al aire
Retroceder siempre, avanzar jamás. Es sumamente estéril buscar interpretaciones de la última y pretenciosa película de Christopher Nolan, Tenet, porque la sobre explicación desde la enorme cantidad de palabras, frases, máximas altisonantes y kilométricas escenas dialogadas, se encargarán de hacer de este desproporcionado film su mayor y peor defecto. No obstante, propagar a los cuatro vientos que en el apartado visual no existe ningún plano meritorio, o haya largas secuencias en las que el despliegue en el espacio cinematográfico no fuese de apreciar sería por lo menos injusto. Sin embargo, no alcanza y la primera conclusión que llega velozmente al salir del aturdimiento -o perturbación cerebral- tras 150 minutos en los que siempre se retrocede para no avanzar terminan por generar en aquellos que esperaban expectantes la nueva película del creador de Interestelar cierto descontento y sensaciones mezcladas sobre el lugar del espectador para el director de El Origen. Con esto no quiero ni subestimar al público ni cargar las tintas sobre las intenciones finales del realizador británico, pero sí apelar al sentido común cuando al menos se piense en que las películas están hechas para verse y no para devanarse las neuronas con cierta noción culpógena por no entender planteos de pseudo profundidad, que no son más que ideas sueltas en pleno funcionamiento frente a leyes ilógicas, o al menos cuestionables si el elemento azar se encuentra fuera de la ecuación. Por ese motivo, por contar una historia enrevesada y por no haber aprovechado una buena idea de espionaje, que llevada al paroxismo y jugado sin trampas narrativas hubiese sido atractiva (como los argumentos de la franquicia 007 o Misión Imposible), Tenet abarca mucho en su primera mitad, nos engulle energía con la voracidad de un glotón caprichoso y consentido por varios defensores, para terminar con sabor a poco teniendo en cuenta y sin espoilear aquí las motivaciones de sus personajes frente al contexto y amenaza latente de la entropía más destructora y conocida hasta el momento en el verosímil cinematográfico. Para ir y venir en el tiempo y luego cruzar, en un montaje paralelo el futuro con el pasado, no era necesario dar semejantes vueltas. Tampoco explicar teorías que serían completamente derrumbadas en los campos de la física cuántica entre otras zonceras by Nolan. Dato no menor: el título es palíndromo y cartón lleno.
En todos estos meses que pasaron, tuve la chance de ver Tenet de distintas maneras. Siempre las evité para poder vivirla en un cine. Sabiendo que era compleja, como todas las de Nolan, seguramente si no era con la concentración de un cine el resultado hubiera sido otro. Creo que con Tenet hay que entregarse a la locura narrativa que nos da Nolan y ver que va pasando. Si uno se detiene en pensar lo que está viendo en ese momento se perderá lo que sucederá en los segundos finales. Luego se irá ocupando de explicar un poco más o de confundir, en partes iguales. ¿Hay un resultado lógico o seguro? A ver ¿Lo tuvo Inception? Seguro no es la idea. Pero visualmente, los climas, la tensión, todo lo que logra Nolan es similar a lo que hemos visto. Y en una gran pantalla es entregarse a la magia del cine sin lugar a dudas. Seguramente no será de las más recordadas del director, pero es parte de su arte. Y si te gusta Nolan la vas a pasar bien, o mejor dicho vas a salir confundido, como el quiso que sea.
Tenet es un film que reúne lo mejor y lo peor del cine de Christopher Nolan dentro de un proyecto jugado y complejo, que en la actualidad representa una especie en extinción de la industria Hollywoodense. Pocos realizadores hoy pueden conseguir 200 millones de dólares de un estudio para contar una historia rebuscada que ya de por sí cuesta resumir en una simple sinopsis. Más allá que la experiencia en la butaca después nos resulte insatisfactoria o sublime, hay que darle el crédito al director por atreverse a desafiar al público con un cuento que demanda una atención especial frente a la pantalla. En este caso vuelve a retomar su obsesión crónica con la manipulación del tiempo a través de un thriller que presenta una fusión muy interesante de géneros, que va de la ciencia ficción al cine de espionaje. Tenet es un film que te mantiene en el desconcierto permanente durante su primera hora, hasta que las piezas del rompecabezas que propone armar Nolan empiezan a encajar. En lo personal es una propuesta que rescato por sus virtudes técnicas, donde ofrece un espectáculo extraordinario en los aspectos visuales que se planta a contramano del standard de los productos hollywoodense de estos días. El tipo apuesta de un modo incondicional al cine de género de la vieja escuela y delega los cromas y los efectos digitales a un uso secundario para pulir detalles técnicos, Por consiguiente, todas las escenas de pelea, tiroteos y persecuciones se sienten reales y emocionantes, inclusive dentro del divague que presenta la fantasía de la trama. Ya no es tan frecuente encontrarnos con secuencias de esta clase que te sorprendan al punto de tener intriga por saber cómo habrán sido filmadas y ese es un enorme mérito de la película que no debería ser ignorado. Desde los aspectos técnicos es un prodigio descomunal y a la película no se le puede objetar nada. Si bien la trama es compleja tampoco es imposible de seguir y no hace falta tener un doctorado en física para entenderla. Durante la primera mitad del conflicto Nolan inserta ciertas pistas y detalles que más adelante cobran relevancia durante la construcción del clímax. El tema es que después en su ambición desmedida por hacer una película más compleja de lo que ya es, luego se embrolla con varios giros argumentales que derivan en una narración confusa. No ayuda tampoco que el relato esté construido con personajes chatos e insípidos que generan una constante distancia emocional. Llega un punto donde si mueren o les pasa algo a los protagonistas resulta indiferente porque nunca los llegamos a conocer. Son simples instrumentos al servicio de la narración. John Davis Washington en el rol protagónico presenta un desempeño físico decente en las secuencias de acción pero su interpretación es bastante apática y cuesta conectar con él. Por su parte, Kenneth Branagh encarna a un villano acartonado (peor que el de Jack Ryan) que parece salido de un episodio de Birdman, la serie animada de los años ´60 de Hanna-Barbera. Queda la impresión que el perfil de ese personaje fue construido a propósito y representa el techo que tiene el sentido del humor de Nolan, que siempre brilló por su ausencia dentro de sus obras. Robert Pattinson le otorga un poquito más de energía a su interpretación pero no encuentra demasiado espacio para sobresalir y el rol tampoco genera un mayor interés. Esta cuestión se conecta con la gran desventaja que tiene Tenet y que le impide ser una mejor película. Tal vez después del segundo o el tercer visionado se pueda apreciar con más claridad ese argumento magistral que concibió el director. Sin embargo, la primera experiencia no resulta tan cautivante como para dedicarle otro repaso y es comprensible en ese caso que haya mucha gente que no se enganche con esto. En ese sentido Inception, que contaba con un mejor reparto y personajes interesantes, invitaba al segundo visionado con un mayor entusiasmo. Tenet se queda a mitad de camino. No es la obra maestra de Nolan, pero tampoco es su peor película y si les gusta el tipo de cine que hace lo ideal es disfrutar la experiencia en la pantalla grande como corresponde.
¿Qué le importa a Christopher Nolan? Después de muchas películas, queda claro que le interesan mucho más la arquitectura del guión y el ingenio que la inteligencia. Nolan ejerce el cine como un deporte de alta competición, se propone un objetivo espectacular y va a por él, en este caso narrar una historia de espionaje y ciencia ficción donde el tiempo va -en ocasiones a la vez- hacia atrás y hacia adelante. Pero una vez que dejamos de lado el dispositivo, que decidimos que tratar de entender qué escenas (o elementos de la escena) “rebobinan” y cuáles no, nos encontramos con una película al estilo James Bond con espías super sofisticados y un villano megalómano que quiere destruir el mundo. No hay más que eso, y el trabajo constante de parte del espectador de decidir qué es lo que está viendo. Lo que no sería un problema (el cine moderno cuenta con la participación del espectador) si hubiera personajes con los cuales empatizar, por ejemplo (el hecho de que nunca sepamos el nombre del protagonista es sintomático), o algo que nos conmueva. Y no, no lo hay. De hecho, el engorro de la trama (que no sofisticación) bascula entre la caricatura total y querible de Bond y la seriedad grave de las (malas) películas basadas en John LeCarré. El resultado no es una reflexión sobre el tiempo, sobre la redención, sobre algo, sino una serie de figuras de guión más o menos ingeniosas. Un capicúa sin suerte.
La ignorancia es nuestra munición… (y me siento acribillado por ella) (Para calificar algo, primero hay que entenderlo) Aún no termino de entender lo que acabo de ver y, lo que es peor, si me ha gustado o no. Si me guío por las perfomances, los efectos, la prolijidad técnica, Tenet es una muy buena película. Básicamente es una de James Bond donde el villano tiene una máquina del tiempo y con ella pretende destruir el mundo. Como el tipo es un traficante de armas ruso con una enfermedad terminal el flaco se ha vuelto un misántropo irremediable, algo que no va para nada bien con su personalidad violenta y sociopática. ¿Qué mejor que arrasar el mundo con un armagedón temporal cuando él se muera, atando el latido de su corazón a una máquina del juicio final?. Allí entra a jugar Tenet, una organización secreta privada dedicada a detener al villano. Y para ello recluta a un activo con futuro brillante, un talentoso (y anónimo) agente secreto que era de la CIA y que quiere entender qué es lo que pasó en el fallido último operativo que participó – donde un tipo, en vez de tirarle un balazo, chupó la bala impactada directamente al cañón de su pistola -. Hasta ahí, todo bien. Luego le explican que la máquina del tiempo que tiene el villano no es un simple DeLorean sino un aparato que altera la entropía de las cosas y las personas, en donde la acción se vuelve la reacción. Por ejemplo vos no disparás una bala, la estás atrapando con la pistola. Mmmm… acá las cosas se complican. ¿Si la atrapo… no es porque debería haberla disparado antes?. Teóricamente la máquina del villano al cambiar la entropía de la bala hace que ésta no precise haber sido disparada antes, basta llamarla con un miyi miyi como quien llama al gato y ahí entra a la recámara de la pistola. ¿No cuadra?. Nop, y a mí tampoco. Pero como dice la profenerd que está desasnando a John David Washington (y a nosotros) en un momento, “no intentes entenderlo y sigue adelante”, y yo le tomo la palabra. Y así podés disfrutar de Tenet durante una hora y media durante la cual las cosas ocurren de manera comprensible. Si, hay uno o dos momentos de esos con la entropía cambiada pero uno los deja pasar… bah, es que hasta ese momento el tema de la entropía me parecía una rebuscada sofisticación de Nolan (digo, ¿todo esto no puede funcionar como meros viajes en el tiempo a lo Marty McFly?), como es el caso del ataque de los operativos al depósito del aeropuerto de Oslo. Lo que ocurre es que el cambio de entropía da lugar a efectos visuales completamente inusuales como gente tragándose los escupitajos que lanzaron, ventanas rotas que se rearman, pedos que vuelven al cuerpo… El problema es a los 90 minutos donde Tenet empieza a jugar fuerte con el tema de la entropía cambiada que uno no había terminado de entender del todo y se convierte en un completo WTF durante la hora siguiente. Porque la cámara que cambia la entropía hace también de máquina del tiempo y los tipos pueden volver atrás varias horas… y si tu versión actual te ve, estás caminando y hablando para atrás (los yanquis no entendieron nada de esto y pensaron que era un grave problema de sonido: son tan brutos… ¡por eso nosotros leemos los subtítulos y entendemos todo!). Y ahí los tipos deciden volver a Oslo en barcos que van a la inversa, llevándose oxigeno de su dimensión normal porque en la invertida no podés respirar el de todos los días… y chocándose con sus dobles en versiones pasadas (PD: ¿y la gente normal que te ve caminando para atrás como Michael Jackson, no dice ni investiga nada?; ¿no les parece raro?). Insisto: ¿esto mismo no hubiera ocurrido igual viajando con el DeLorean y habiendo varias versiones iguales al mismo tiempo sin el quilombo de las balas que vuelven a la recámara, los autos destrozados que se arreglan y van en reversa… y la mar en coche?. Debo admitir que cuando el filme llega al clímax – con un enfrentamiento masivo de fuerzas del orden vs las del villano con la entropía bien y con la entropía revertida – yo ya me había perdido hace rato. No termino de entender la mecánica del juego de Nolan. Parte del problema es que Tenet está plagada de exposiciones – el drama personal de la Debicki con el sicópata de su marido, su amante y una falsificación de Goya; el rastreo de las balas modificadas a una traficante de armas india; el atentado en la Opera; la explosión de una ciudad secreta en Rusia; la gente del futuro (!) que le mandó la máquina del tiempo por piezas a un sicópata del tiempo presente; los chichoneos entre la Debicki, Washington y Pattinson – … pero no de las exposiciones que el espectador realmente precisa como oxígeno en Marte. Entonces quedás perdido en la trama, con millones de diálogos banales disparados por hora y sin poder entender realmente como funciona todo esto, porque esto precisaba desesperadamente un tutorial para idiotas tal como la charla de Di Caprio con Ellen Page sobre las reglas del sueño en Inception. Entiendo la entropía inversa en las balas pero ¿en la gente?. ¿Fuego que se convierte en hielo?. ¿Tropas que llegan a un lugar y cuando desembarcan ya tienen heridos en camilla y van en retirada??. ¿WTF?. Es posible que uno descubra los secretos de Tenet en una segunda o tercera visión y que encuentre la brillantez del tema. No sé si me tomaría la molestia. La historia se entiende pero las escenas de acción con la entropía cambiada no; yo no sé si un tipo que muere con la explosión cambiada es por el explosivo o porque ha quedado atrapado en el cemento de la pared donde estaba que se ha reintegrado (la batalla final es caótica). Yo creo que la función de un director es la de traducir las reglas del universo que ha creado en términos simples para que cualquier espectador pueda entenderlo, y acá no se da la circunstancia. Me pasa algo parecido a Primer (2004), una pequeña película independiente que tiene una visión totalmente iconoclasta de los viajes en el tiempo, pero en donde la pedantería del director terminaba por arruinar la experiencia ya que el flaco se negaba a describir con claridad las reglas del juego: así uno terminaba con un fuerte dolor de cabeza y recurriendo a la Wikipedia y a gráficos explicativos creados por los fans para que el resto de nosotros pudiera entender cómo funciona el filme. No me reconozco como un idiota, he podido descifrar películas mucho mas crípticas que ésta pero lo de acá me supera. Yo creo que acá Nolan se ha pasado de rosca con su nerdismo y si bien todo esto puede ser brillante y perfectamente entendible y hasta aplaudible, precisaba al menos media hora mas de exposición (a nivel de kindergarden) para entender perfectamente todo. Tenet puede ser una genialidad y sin lugar a dudas es tremendamente original; pero, en lo que se refiere a exposición, es un filme muy mal dirigido. El espectador debe entender a la primera y el director debe asegurarse de eso por que, si no, es un juego en donde solo él se relame con su autocomplacencia ya que él es el único que entiende lo que pasa en pantalla.
En la primera semana de reapertura de los cines en Bs.As, se ha estrenado #tenet , escrita y dirigida por Christopher Nolan (Memento, Batman Inicia, El Gran Truco, El Origen, Dunkerque). TENET mediante su juego verbal como una palabra palíndroma que funciona en espejo, Nolan propone un universo en donde el tiempo no es lineal (cuyas ideas se acercan a las complejas reflexiones del filósofo Paul Ricoeur) sino simultáneamente invertido. En consecuencia, de forma similar a El Origen, la narración propone una división estructural compleja pero entendible que se va explicando a sí misma según avanza el relato. TENET fusiona los géneros acción y ciencia ficción, logrando mantener intrigado al espectador en todo momento. El protagonista (también llamado así literalmente por la diégesis) interpretado correctamente por J. D. Washington, es un espía que debe resolver el enigma temporal y atrapar a quien está desde el futuro manipulando peligrosamente el tiempo. En varias ocasiones su contraseña es "vivimos en un mundo crepuscular", vuelve a aparecer el doble sentido y lo circular en el relato, puesto que se anticipa que el mundo está por "oscurecer", como metáfora del peligro destructivo que se avecina. Retomando la cuestión de explicitar cuestiones narrativas, como por ejemplo cuando el principal intérprete se autoenuncia como "soy el protagonista", y " protagonista de la operación" y mencionar a los antagonistas, se evidencia también el recurso metadiscursivo del relato. Un nuevo anagrama entre el protagonista (héroe) y el antagonista (villano), interpretado este último por K. Branagh. Todo el tipo de análisis básico del esquema actancial puede aplicarse aquí, por ejemplo R. Pattinson sería un ayudante. Para concluir, el consenso que propone el film al espectador es muy sencillo: "No intententes entenderlo, sentilo". Si logramos suspenderdernos y dejarnos llevar por el universo diegético la propuesta nos resultará muy entretenida. Aunque también hay que admitir que no parece ser una obra que vaya a perdurar a lo largo del tiempo, que su planteo es más simple de lo que parece y que varias de sus actuaciones son algo estereotipadas y menos convincentes.
La trayectoria de Christopher Nolan nos ha acostumbrado, desde una década y media a esta parte, a un preciso dominio del género de acción, abordándolo con una magnitud épica y desmesurada. En “Tenet”, todo es ambición desde los primeros segundos de metraje y la portentosa escena inicial será el punto de partida para otorgar ruedo a un argumento que gira en torno al espionaje, las intenciones terroristas y los viajes en el tiempo, como ingredientes esenciales en la evolución de un verosímil intrincado y difícil de asimilar. El típico entretenimiento vertiginoso del que hace gala Nolan, es el que ha patentado poniéndose al mando de la franquicia de “Batman”, ratificando con este ejercicio su jamás comedida pirotécnica visual. La concepción del blockbuster, según el realizador de “Memento” asume altas cuotas de escapismo y un deslumbrante sentido de la originalidad. Con el regreso de las salas, no caben dudas que una película merece disfrutarse en la gran pantalla. En “Tenet” todo es catástrofe, al tiempo que la siempre compleja narrativa de Nolan – sin temer arriesgarse a perderse en su propio caos creativo- nos trae a la memoria tramas tan laberínticas como “El Origen” o “El Gran Truco”. Aquí, las realidades paralelas nos estimulan a discernir un explosivo acertijo argumental y las posibles consecuencias de nuestros actos futuros…en el pasado. El ascendente John David Washington (“Malcolm y Marie”), acompañado de notables como Robert Pattinson, Michael Caine y Kenneth Branagh, lidera una colosal aventura presta a consumirse bajo una vital advertencia: si tomamos medianamente a la ligera las motivaciones del complot apocalíptico que argumenta el villano de turno, nos arrojaremos sin demasiado miramiento al centro convergente de este auténtico rompecabezas mental. Haciendo de la osadía su aliado, “Tenet” provoca un efecto de inmersión inmediato que se vale de la tecnología audiovisual para desafiar nuestro intelecto y sentidos.
Después de casi un año sin funciones, ha vuelto el cine a las grandes pantallas de Buenos Aires. Y qué mejor manera de hacerlo, al margen de otros “estrenos” que acompañan a la película que nos ocupa, que con la grandilocuente Tenet (2020), de Christopher Nolan. Una película para ver en pantalla grande — cuanto más grande sea mejor — y no en los formatos más reducidos de un monitor de computadora o el de un televisor, aunque sea de 52 pulgadas. No vamos a hablar aquí de lo que significa el cine de sala en cuanto a su aura de ritual atávico, el equivalente a sentarse junto al fuego de una hoguera a narrar historias fantásticas como ocurría desde que el mundo es mundo, y había humanos, obvio. Aquí la hoguera es la pantalla, la oscuridad de la sala es la noche cerrada y todos los presentes nos dejamos hipnotizar por las imágenes, ya no solo por la oralidad. Las películas de Nolan — por lo menos las últimas — son para ejercitar ese ritual primigenio: el de la comunión — en este caso, cinéfila — en una sala de cine. Repasemos parte de su filmografía. La trilogía de Batman: Batman Begins (2005), The Dark Knight (2008) y The Dark Knight Rises (2012); Inception (2010); Interstellar (2014); Dunkerque (2017) y Tenet (2020). Todas obras para dejarse envolver por la fuerza de las imágenes, la ampulosidad del sonido y la música, y permitirse el lujo de ver más allá de la historia en sí porque a Nolan le encanta sembrar guiños, pistas y detalles que pueden pasar desapercibidos si uno no está atento, y esto en un cine es mucho más factible de llevarlo a cabo. Dicho esto, la última apuesta de Nolan, no podía escapar a esta lógica. Tanto es así que Tenet sería como una amalgama — en cuanto a narrativa y espectacularidad — de las paradojas del tiempo de Inception, del tiempo y el espacio de Interstellar y de la violencia física y pirotécnica de la trilogía de Batman. Pero, ¿qué es Tenet? Más allá de ser un palíndromo, es el nombre de una organización creada para salvar al mundo. Nada más y nada menos. Un mundo que va a ser devastado como consecuencia de una tecnología — aún no creada — que es enviada desde el futuro para invertir el flujo lineal del tiempo, es decir, alterar la segunda Ley de la Termodinámica que dice que todo lo uniforme tiende a dispersarse; la famosa entropía, o el desorden molecular irreversible de un sistema dado. En otras palabras, lograr que las perturbaciones producidas por nuestras malas acciones y negligencia para con el medio ambiente se retrotraigan a su origen, a su punto cero, a su génesis, o sea, a nuestra propia extinción como especie para que ese caos nunca suceda. Es por eso que vemos como las cosas suceden al revés. Están sometidas — desde objetos a personas, todo da igual — a este influjo de entropía en reversa por un mecanismo construido por el villano de la película, un soberbio Kenneth Branagh que a cambio de esto es recompensado por miles de lingotes de oro, que también vienen del futuro. ¿Por qué quieren destruir el mundo? Bueno, aquí hay dos respuestas: la primera es en “beneficio” del planeta Tierra. Los científicos del futuro, como dije antes, nos quieren borrar de la faz del planeta porque lo estamos destruyendo inexorablemente. O sea barajar y dar de nuevo. Claro que cuando la persona que descubre esta tecnología ve el potencial peligro que esto conlleva — cuando la teoría del pizarrón pasa a la realidad, ahí la cosa cambia, como sucedió con Einsten y la bomba atómica — , decide dividir el algoritmo que pondría en funcionamiento esta destrucción masiva en nueve partes. ¿Dónde esconderlo? En el lugar más seguro posible: en el pasado, es decir en nuestro presente. Es aquí en donde aparece Andrei Sator (Kenneth Brannagh), un narcotraficante de armas ruso que es contactado desde el futuro para que construya los artefactos para que pueda ser activado en el presente. Tiene que encontrar los nueve módulos, cual rompecabezas apocalíptico, para finalmente cumplir el objetivo. Aunque, hay que decirlo, y aquí está la segunda respuesta, a Sator no le importa tanto salvar el mundo como llevárselo puesto porque sus días también están contados. El Protagonista (John David Washington) es contratado por la organización Tenet para dirigir la misión y evitar los planes de Sator. Elige para su equipo a Neil (un genial Robert Pattinson). A partir de este momento ya tenemos delineados a los “buenos” y a los “malos”. Y esto es algo a destacar porque inmediatamente después de ese gran operativo que acontece al principio de la película en una sala de ópera, con cuerpos de choque que pelean entre sí y en donde no sabemos quién es quién, esto es un gran avance. Luego de esto hay que seguir la máxima que le dice la doctora Laura (Clémence Poésy) a El Protagonista cuando le explica a que se refiere cuando habla del tiempo invertido: “No trates de entenderlo, siéntelo”. Tenet es, como dijo un crítico avezado, un salto de fe. Hay momentos en que no logramos entender nada de lo que está sucediendo, pero eso no implica que no lo disfrutemos. Ya habrá tiempo para analizarlo en detalle o para verla nuevamente, como sucedió con Inception o Interstellar. Siempre que se toca el tema del tiempo, aparecen las paradojas. Y como toda paradoja, es imposible llevarla al plano lógico y racional. Por eso digo que lo de salto de fe es muy acertado. Hay secuencias en donde se encuentran, en un mismo tiempo y espacio, los que se mueven en el tiempo en forma lineal — como lo hacemos “normalmente” — con los que se mueven con el tiempo invertido, es decir para atrás. Hay momentos en que existen dos personas que son las mismas personas pero en diferentes temporalidades. Hay instantes — caso del aeropuerto y la persecución en la carretera — en que todo es caos y confusión, pero no en el término de los efectos especiales — que los hay, y muchos — sino en el mental, el del espectador. Algo parecido a lo que en su momento fue aprehender los conceptos de la realidad virtual que proponía la saga de Matrix, de los hermanos Wachowski. Nolan es un fanático de James Bond, y eso se nota porque Tenet más allá de sus complejidades temporales y espaciales, es una película de espías a lo Bond. Con sus escenarios exquisitos y sofisticados, la elegancia de sus protagonistas, las armas que todos llevan como si fueran pañuelos descartables y la heroína de turno que es ni más ni menos que Kat (Elizabeth Debicki), la esposa del villano. Muchos han dicho que con esta película Nolan puede salvar al cine pospandemia en cuanto a negocio — ya no hablamos de salvar el mundo — por su majestuosa y costosísima producción que atrae al público como moscas a la miel. Puede ser, fue la más vista en todos los países en que se proyectó cuando las salas de cine fueron habilitadas para el consumo masivo, incluido, ahora, el nuestro. Claro que el director inglés eligió la manera más exigente y compleja posible para hacerlo. Quizás porque estamos viviendo una realidad exigente y compleja, algo que Nolan desconocía por completo al filmarla. Y en este sentido, no estuvo para nada errado. Muchos la amarán, otros tantos la odiarán, lo que es seguro es que nadie puede salir indemne de tamaña experiencia. “El problema no es el tiempo, el problema es salir de él con vida”, dice Neil en un pasaje de la película. Y salir con más preguntas que respuestas, agregaría yo, lo que no es malo sino plausible porque esto nos lleva a abrir el debate sobre lo que acabamos de ver: una clase magistral de física cuántica concentrada en dos horas y media, bajo el rótulo de un thriller de acción descomunal.
Otro rompecabezas grandilocuente de Christopher Nolan. Plantea un entramado de diálogos tramposos que solamente alimentan su artilugio. La administración de los tiempos y la saturación de explicaciones siguen siendo su punto débil.
"No intentes entenderlo, siéntelo". Van aproximadamente 15 minutos cuando una científica le profesa esa frase al protagonista, a modo de presagio de lo que ocurriría. Es la base de una estafa cinematográfica que está a punto de ocurrir. Pero Nolan no tiene ni el más mínimo resquemor de querer ocultarlo. El que avisa no traiciona se suele decir. • Se ha hablado mucho acerca de que Tenet es una película totalmente incomprensible. En cierto punto hay algo de razón en esa afirmación, aunque conceptualmente sea más bien lo contrario. Si decimos que Tenet es una película de espías, con malos que quieren destruir el mundo y buenos que quieren salvarlo, no estaríamos errando respecto al argumento. Hay un dispositivo, viajes temporales, etc, pero la base conceptual no se altera. Ahora bien, no es para nada nuevo el hecho de que Nolan suele enamorarse de algunas ideas y a partir de ahí, avanzar ciegamente con ellas. Había ocurrido anteriormente, pero quizás en menor medida. Aquí se ha ido de control. La obsesión del director con un truco narrativo llamado "inversión temporal" roza lo patológico. ¿Qué es la inversión temporal? Hablamos de una propiedad descubierta en el futuro a partir de la cual ciertos objetos o humanos pueden regresar en el tiempo de forma opuesta al curso normal de los hechos. Como una especie de rebobinado, en términos coloquiales. Como todo truco narrativo, este mismo puede funcionar si es capaz de ponerse al servicio de la historia, no si ocurre totalmente lo contrario. En Tenet la historia es prácticamente inexistente. Los personajes no tienen desarrollo ni ambiciones, los diálogos son meros instructivos y cada una de las subtramas deviene en algo olvidable. Síntomas que en otras películas de Nolan habían quedado solapados por la historia, aquí son indisimulables. • Tenet seguramente sea la gran decepción del 2020. Una película a la que algunos se aferrarán con un diagrama de flujo en la mano con tal de querer justificarla. Pero no será suficiente. Nolan ha quedado preso de sus propios vicios. Es momento de aceptarlo.
Un agente secreto emprende una misión que se desarrolla más allá del tiempo real, para intentar prevenir una Tercera Guerra Mundial. Cuando Christopher Nolan habla, todos callan. No, no es una burla a la tan criticada mezcla de audio en sus estruendosas películas, sino un cumplido a uno de los pocos directores actuales que logran llegar a salas y triunfar con una idea original, algo bienvenido en la época donde todo alto presupuesto está en búsqueda de desenterrar el cadáver de cualquier propiedad mínimamente conocida. El realizador es uno que no le tiene miedo a probarse en terreno nuevo; desde el thriller hasta la ciencia ficción, pasando por el cine bélico, son pocos los géneros por donde no ha dejado su huella, siempre con un cronómetro en la mano -el tiempo, una de sus grandes obsesiones- y la capacidad para estimular con espectáculos cargados de ingenio visual y narrativo. Y ahora, junto al anhelado regreso de los cines llega Tenet, su muy esperado proyecto que cayó víctima de la pandemia y que hasta ahora puede verse como debe ser: en la pantalla más grande posible. Hermana por estilo e intenciones con Inception, la onceava película de Nolan deja bien claro que su amor por las heist-movies no ha desaparecido ni un poco. Y es que tras introducir al protagonista de John David Washington -que se prueba como un muy buen talento para encabezar un tanque como este-, con una secuencia palpitante que, además de demostrar que el cineasta está más inspirado que nunca con sus set-pieces, da el primer vistazo al gran atractivo visual de Tenet: la inversión de objetos. Es que si el mencionado thriller protagonizado por Leonardo DiCaprio le debía mucho de su identidad a los pasillos y las ciudades giratorias, pese a su gris representación del mundo onírico, aquí no hay duda de que lo que pasará al recuerdo son las balas que salen de su agujero para introducirse en el arma, las explosiones que reconstruyen objetos y los vehículos a toda velocidad que van en la dirección opuesta. Es muy atractivo de ver cómo Nolan resuelve estas escenas donde el detalle es protagonista, aunque claro que no se consiguen sin una importante carga de exposición. Esto porque tras una prueba de vida o muerte al personaje de Washington, se le introduce al mundo de la organización Tenet, abocada a la salvación del mundo de una amenaza que supera con facilidad a cualquier guerra nuclear, con lo que su misión será descubrir de dónde vienen los objetos invertidos y cómo evitar que el futuro acabe con el pasado. Como es de esperarse, es en las explicaciones de las reglas de su película que el cineasta británico llega a sacar su peor lado, pues tras haber superado su molesta obsesión por la sobreexposición con la enorme Dunkirk, donde las imágenes hablaban por sí solas, aquí sufre una recaída en su gran vicio y no tiene pudor alguno en detallar elementos importantes del argumento en diálogos sumamente fríos. Pero el Nolan más torpe para narrar y crear gancho emocional también es el que mejor se desenvuelve cuando se concentra en el espectáculo. En un punto de la película, un personaje menciona «no trates de entenderlo, siéntelo», y ciertamente parece su mensaje para encarar Tenet, porque en cada secuencia de acción donde reina el caos de los objetos que van y vienen, y no se tiene certeza de qué sucede realmente hasta un obligado -y muy recomendado- segundo visionado, siempre se está al borde del asiento, recordando al mejor Nolan, como aquella secuencia de la unión de la nave y la base espacial en Interstellar, la persecución del camión en The Dark Knight o el clímax entero de Inception. Otro factor que juega muy a favor de la espectacularidad de Tenet es el impresionante trabajo detrás de cámaras. Gracias a un Nolan que una vez más escapa al abuso del CGI y con ayuda de la muy buena fotografía de Hoyte Van Hoytema, la precisa edición de Jennifer Lane -muy laureada en 2018 por su trabajo en Hereditary– y la increíble musicalización del galardonado Ludwig Goransson, quien nos hace olvidar casi de inmediato de la falta de Hans Zimmer, se exprimen al máximo el verdadero choque de un Boeing 747, las coreografías de combate contra un misterioso enemigo invertido o el ambicioso robo de un objeto valioso, haciéndolas algunas de las escenas más emocionantes vistas en la carrera del también director de Memento. No obstante, el equipo que no sale tan bien parado es el que está frente a cámaras… dejando de lado las anecdóticas apariciones de Michael Caine -el único hombre que podría hacer interesante hasta a la lista del supermercado-, un cumplidor Aaron Taylor-Johnson y Clémence Poésy. En realidad, al único que realmente se le permite brillar es a un inmejorable Robert Pattinson, quien carga con la única escena genuinamente emocional de la película. En una luz más negativa está el antagonista de Kenneth Branagh, Andrei Sator -sí, la película está cargada de referencias al cuadrado de Sator-, quien construye a base de sobreactuación a un villano soso y cuyas motivaciones nos recuerdan que, dejando de lado las muy bien planteadas complejidades temporales de la película, el argumento de Tenet no está a la altura de sus piezas. Casi se puede decir lo mismo de Elizabeth Debicki, quien hace lo mejor que puede con la abismal misión que se le da: crear empatía solo por tener un hijo que no aparece ni un minuto en pantalla. Puede que Tenet no sea el regreso del director británico más logrado y consistente, pero no hay dudas de que sí del más espectacular y atrapante. Incluso cuando el cineasta está ofreciendo lo que inevitablemente será considerada como una obra menor en su impecable carrera -pese a su inmensa ambición-, hace lo suficiente para que ir a ver su trabajo en pantalla grande valga la pena. No hay duda de que la película es la excusa ideal para reencontrarse con la sala obscura, quizás hasta en repetidas ocasiones -de verdad se presta a eso-, siempre poniendo la máxima atención a la que se podría considerar como la brusca y ciertamente imperfecta culminación de todas las inquietudes del Nolan con el tiempo, los robos perfectamente ejecutados y el cine de espías a la James Bond. ¡Disfrútenla!