Tras la puerta es una imperdible opción en la cartelera de cine si te gusta ver películas que rebasan calidad en todos sus rubros. La historia está muy bien contada ya que la riqueza de su guión radica en la forma en que paulatinamente se va descubriendo el por qué de las actitudes del personaje de Emerence, inexplicables en un comienzo y tan transparentes...
Un regreso para el olvido Tras seis años sin filmar, el aclamado realizador húngaro István Szabó vuelve con Tras la Puerta, un melodrama que narra la extraña relación entre Magda (Martina Gedeck), una escritora rica, y Emerenc (Helen Mirren), la misteriosa empleada doméstica que trabaja en su casa. Pareciese que atractivas obras como Mephisto, Sunshine o Conociendo a Julia poco tienen que ver con esta nueva película, la cual -por momentos- parece un telefilm de antaño. Situada en la post Segunda Guerra Mundial, la nueva película de Szabó se maneja por contrastes en tanto a las dos protagonistas: la paciente y exitosa Magda y la conflictiva Emerenc, la cual lleva la carga de un desgarrador pasado. A partir de esa base, se forja una intensa relación entre ambas que irá transitando distintas etapas a lo largo de la película...
Naturalismo y disciplina. Si bien a simple vista cuesta creer que Tras la Puerta (The Door, 2012) sea realmente una película de István Szabó, director húngaro que nos ha ofrecido opus legendarios como Mephisto (1981) o Sunshine (1999), una vez que se dejan de lado las capas de mediocridad superficial de las que se compone el film, uno puede distinguir algunos de los tópicos que le han interesado desde los comienzos de su carrera. Aquí volvemos a hallar temas centrales como la identidad maltrecha, los secretos que subsisten a través del tiempo, la responsabilidad social para con la profesión, los límites concretos de la esfera privada y una sistematización de los conflictos entre nuestra actividad personal y su contraparte pública. La historia sigue la relación entre Magda (Martina Gedeck), una novelista en ascenso, y Emerenc (Helen Mirren), una empleada doméstica que vive justo enfrente de la casona de turno. Mientras que la primera se mueve como una burguesa de izquierda, comprensiva y disciplinada, la segunda abraza los clichés del lumpen ajado, casi siempre dominante vía naturalismo y frases agudas. Ahora bien, no nos queda más que sincerarnos en lo que respecta al trago amargo que representa la propuesta: hablamos principalmente de una merma significativa de calidad. La inteligencia formal de antaño fue reemplazada en esta oportunidad por una edición bastante tosca y una multiplicidad de recursos símil telefilm. Aparentemente Szabó deseaba profundizar una vez más sobre sus motivos de siempre, mediante la subtrama del pasado atribulado de Emerenc, ese al que hace referencia el título y que se esconde detrás del portal de su hogar, pero el tono disperso y por demás episódico del relato termina desaprovechando la coyuntura creada, condenando el análisis a la vacuidad pasatista y licuando el verosímil a medida que transcurren los minutos. Como si se tratase de una colección de eventos más o menos interconectados, el realizador opta por un desarrollo de personajes un tanto anecdótico que se materializa a través de detalles inconducentes, elipsis algo rudimentarias y numerosos lugares comunes del melodrama. En el apartado de los puntos a favor, por supuesto que nuevamente debemos destacar la presencia de Mirren, hoy asistida por una eficaz y bella Gedeck, ya que gracias a su oficio el convite no cae en el olvido instantáneo. Tampoco podemos dejar de aclarar que Tras la Puerta posee un cierto encanto involuntario, digno de las obras fallidas que a pesar de constituir una verdadera antología de tropiezos procedimentales, logran imponer sus buenas intenciones y hasta consiguen por momentos dar vida a seres entrañables. Pero para su desgracia, a las protagonistas les tocó moverse dentro de un andamiaje narrativo -entre anodino y negligente- que necesitaba de una progresión mucho más ambiciosa y pausada…
Conociendo a Emerenc El realizador húngaro István Szabó ya había demostrado la arquitectura del carácter de una mujer en Conociendo a Julia (Being Julia, 2004), película por la que Annette Bening recibió una nominación al Oscar. En Tras la puerta (Hinter der Tür/ Az ajtó /The door, 2012) hace lo propio con el enigmático personaje que compone Helen Mirren de nombre Emerenc. La historia, basada en la novela del mismo nombre escrita por Magda Szabó –esposa del director- centra la acción en Budapest en el año 1960. Una pareja de intelectuales necesita una mujer que realice las tareas del hogar, y recurre a su vecina Emerenc (Helen Mirren) una anciana de mal carácter pero de extraños actos de amor, ingobernable y con un pasado relacionado a la Segunda Guerra Mundial. La dueña del hogar (Martina Gedeck) se verá perturbada y a la vez agradecida por la compañía de Emerenc, a quien deseará conocer tanto como los secretos que esconde detrás de la puerta de su casa. El realizador húngaro se empapará de cierto realismo mágico al retratar los vaivenes de la relación entre ambas mujeres, Emerenc y la dueña de casa. Con un tratamiento teatral de la puesta en escena Szabó le otorga un significado simbólico a las tormentas y los cielos rosados. Este recurso logra también cierto artificio que por momentos provoca una distancia con la historia, pero a su vez promueve que los recuerdos y leyendas -flashbacks- adquieran un sentido mítico, generando así más misterio alrededor de la figura de Emerenc. De más está destacar la actuación de Helen Mirren. Su rostro despojado de gestos esconde el pasado trágico de una mujer que sufrió los avatares de la guerra cuyo dolor transita por dentro. A su vez, tiene ciertos ademanes de bondad -hacia los animales por ejemplo- que complejizan la personalidad y sabiduría de su personaje. Tras la puerta no es una gran película de István Szabó, pero sigue siendo interesante como continuación de los temas trabajados por el realizador. La figura femenina como ya mencionamos, y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial que, así como en su mejor obra Requiem por un imperio (Taking Sides, 2001), no se centra en los ganadores ni los perdedores de la misma, sino en aquellas personas que quedaron en medio del conflicto bélico y como sus personalidades –y reputación- fueron marcadas para siempre.
El más famoso director húngaro regresa al ruedo después de un largo tiempo ("Rokonok" fue la última allá por 2006), con una historia áspera, dura e introspectiva, en la que explora el aislamiento, las relaciones de poder y el valor de los secretos. István Szabó vuelve y nada menos que con una ganadora del Oscar en sus filas, la talentosa Helen Mirren, en el rol principal. "The Door" presenta un vínculo complejo entre dos mujeres, en un ambiente asimétrico (por así decirlo): Emerenc (Mirren) es el personal de servicio contratado por la escritora Magda (Martina Gedeck, de la excepcional, "La vida de los Otros"), quien se establece en un pueblito rural con su esposo para realizar su trabajo. La primera, vive bastante aislada y es de gesto adusto, por sus modales, sabemos que no ha tenido tiempos buenos. Estamos en los 60' y todavía bajo el régimen soviético en la Europa Oriental, por lo que el contexto define también la manera en que se vive y se relacionan las personas. Emerenc oculta, según dicen en el pueblo, un pasado oscuro. Y esto puede estar relacionado con conservar bienes confiscados a los judíos en la época nazi. Esto se apoya en el hecho objetivo de que la mujer, no deja entrar a nadie a su casa. Lo cual sucita todo tipo de conjeturas sobre lo que en ella se encuentra. Por otro lado, Magda tiene otro conflicto con su propia producción (literaria), su última obra fue vapuleada por la prensa pero extrañamente apoyada por el Ministro de Cultura, su modo de vista es difícil de explicar en un país de un socialismo extremo, por lo cual se trasluce que algo de su trabajo está relacionado con cierto apoyo al régimen. Las dos se ven en la obligación de relacionarse. Conocerse. Explorarse. Y confiar. Y ese es el punto donde se apoya la vision de Szabó: la construcción del espacio compartido. La adquisición de la confianza y el valor de respetar a los sujetos por lo que son, con su historia. Y todo, dentro de un momento político específico, bien caracterizado y ciertamente denso e invasivo. La cinta nos traerá el proceso que Emerenc y Magda viven para resolver su necesidad del otro en un escenario difícil, frío y sutil. "La puerta" no es sólo el enigma por saber que oculta la empleada doméstica en su casa, sino la representación simbólica del medio para acceder a los secretos o la interioridad de un alguien. Cómo abrirla es la cuestión. Mirren hace lo suyo con su habitual solvencia, quizás un poco lejos de sus mejores tiempos, pero con una composición acorde y potente. Gedeck complementa ese dúo un escalón abajo, pero logra momentos interesantes en sus encuentros con su mucama y las discusiones con su marido (Tibor, jugado por Károly Eperjes). No es un cine para adeptos a lo comercial, desde ya. "The Door" está filmada con prestancia, encuadres pausados y secuencias con cortes ajustados y a veces abruptos. Probablemente no sea de los más redondos trabajos del húngaro, pero hay que reconocerle su prestancia y porte para abordar la historia de su geografía. En definitiva, es un film que no podés dejar pasar, si te gusta Mirren o sos habitué del buen cine europeo.
Como ya lo demostró en la esplendorosa "Conociendo a Julia", István Szabó sabe cómo hacer retratos intimistas de una mujer, mostrarla más allá de lo que ella muestra para el exterior. Una mujer debe preciarse de ser misteriosa, debe guardar secretos, y la cámara tiene que ser la encargada de revelarlos. A diferencia del anterior film del aclamado director húngaro, en "Tras la puerta" no tenemos los amores y el glamour de una diva hollywoodense, casi como si fuese un contrapeso, la figura central aquí es un ser oscuro, introvertido, parco y hasta aparentemente lleno de rencor. Basada en la aclamada novela de Magda Szabó, "Tras la puerta" en realidad narra la relación entre dos mujeres, Emerenc (Helen Mirren) y Magda (Martina Gedeck), la primera es “la criada”, la sirvienta en la casa de familia de la segunda, una escritora que destila intelectualidad y clase alta. El foco es Emerenc, esta mujer que vive retraída en sí y de sí misma, de gestos mínimos, actitud oscura, apesadumbrada, rodeada de gatos y un perro a los que trata como personas, y que vive en una casa a la cual nadie más que ella entra ¿por qué? ¿Qué secreto guarda tras la puerta? La respuesta es que una vez que cruza su puerta es ella misma, y no quiere que nadie vea como es. "Tras la puerta" es una obra compleja y de variadas aristas, es complicado reducirla a unas líneas de reseña, es un film de relaciones humanas y a su vez introspectivo, un film con críticas sociales y a su vez psicoanalítico desde lo particular. Magda no es una mala mujer, hay muchos como ella que sienten cariño, aprecio, por Emerenc, pero la mujer mayor es un hueso duro de roer, está curtida por la vida, y se autoencerró para no salir lastimada, y entonces, desde su mirada, pareciera que el mundo la castiga. Ya no nos tenemos que sorprender si decimos que István Szabó hace magia con la cámara, la lente parece acompañar el estado de ánimo de Emerenc, irá variando de acuerdo a los momentos, mientras ella se vaya abriendo o se vaya cerrando, pero aún en la oscuridad, en los tonos pasteles tristes, encuentra belleza y cierta majestuosidad. Tampoco asombra decir que Helen Miren es una excelente intérprete que le pone el cuerpo y más a su personaje, otra sería la película si ella no estuviese al frente, y aún así cuesta reconocer a la actriz que hizo La Reina en esta mujer ojerosa y (auto)castigada. El resto del elenco también consigue sólidas interpretaciones, pero quedan a la sombra del peso narrativo e interpretativo de Emerenc/Helen Miren. Szabó también es un excelente director de actores y puesta en escena, nada está librado al azar, todos dicen y hacen lo que deben hacer y se maneja como un delicado juego ajedrecista; hay un lenguaje aparte en la imagen, en los gestos, en las miradas, fuera de las palabras. "Tras la puerta" es una película sensible, compleja y a veces tan parca y abrumadora como su personaje. No es fácil de ver, pero si nos adentramos podemos descubrir una pequeña gema.
Tras la Puerta marca un errático regreso para el director húngaro István Szabó. Magda es una profesora que está dando sus primeros pasos como escritora. Para poder dedicarle mayor tiempo a su nueva ocupación contrata a Emerenc, una solitaria mujer mayor que se encarga de los quehaceres domésticos. Ambas mujeres entablan una extraña relación que se verá puesta a prueba por el impacto que tiene en sus vidas eventos que se dieron y se siguen dando en la Hungría comunista de la post-2da guerra mundial. Extraña Dama Para recordar la última vez que un film del aclamado director húngaro István Szabó se estrenó en nuestro país debemos remontarnos al 2005. En aquella oportunidad Conociendo a Julia llegó a nuestras salas de la mano de fantásticas críticas e incluyendo una nominación al premio Oscar para Annette Bening como Mejor Actriz. Tuvieron que pasar casi 10 años para que finalmente un nuevo film de Szabó desembarcara en Argentina (en el 2006 filmó Rokonok pero dificilmente se vio fuera de Hungría), hasta que llegó Tras la Puerta. El film cuenta con la colaboración de la ganadora del Oscar Helen Mirren y Martina Gedeck (La Vida de los Otros), pero teniendo en cuenta el talento que reside tanto delante como detrás de cámara, el resultado final es, por lo menos, decepcionante. El cine de Szabó no es para todo el mundo, quizás sus films mas conocidos en Argentina sean Sunshine, El Amanecer de un Siglo y la anteriormente mencionada Conocido a Julia, pero no hace falta ver muchos mas de ellos para conocer sobre su talento y sobre su particular visión. En aquellas oportunidad (y podría afirmar que lo mismo sucede en el resto de su filmografía), encontramos un minucioso estudio de carácter y personaje, algo que se vuelve a repetir aquí de la mano de acertadas actuaciones de Helen Mirren y Martina Gedeck. Szabó nos presenta a dos mujeres completamente distintas en todo sentido y centra su cámara en la extraña amistad que las une. Gedeck interpreta a Magda, una profesora devenida en escritora, y Mirren interpreta a Emerenc, su empleada doméstica. Mientras que Szabó hace un buen trabajo retratando esta relación entre ambos personajes, un extraño sentimiento acompaña a todo el metraje y es justamente la falta de detalles. Szabó no se molesta demasiado en contarnos sobre la Hungría comunista de la post-guerra, a pesar de que el carácter de estos personajes se haya inevitablemente forjado a través de hechos que allí sucedieron y continúan sucediendo. Ni tampoco se empeña en mostrarnos que hace que Magda se mantenga fiel a Emerenc a pesar de sus extraños pedidos y comportamiento. En lo que a técnica respecta, Tras la Puerta resulta tambien algo desconcertante. Si bien cuenta con una hermosa puesta en escena casi teatral, en diferentes oportunidades la pintoresca fotografía desentona y se siente copiada de una telenovela de escasos recursos y la edición es tambien, por momentos, algo desprolija. Conclusión Tras la Puerta es un pequeño traspié en la carrera de Szabó que se deja ver gracias a la buena labor de Gedeck y sobre todo a una enigmática (en el buen sentido) actuación de Helen Mirren. La falta de detalle en el guión hace que el relato no se termine de sentir completo y nos cuestionemos decisiones de los personajes que nos puedan parecer un tanto arbitrarias. El costado técnico de la película tampoco es uno de sus fuertes, aunque una interesante puesta en escena casi teatral sin duda la ayuda a resaltar varios aspectos de su historia.
Volvió István Szabó a la cartelera argentina. Uno de los realizadores más importantes entre los años ´60 y ´70, dentro del cine de autor europeo que consiguió reconocimiento internacional con grandes películas como Mefisto (1981), Coronel Redl (1985) y la gran épica, El amanecer de un siglo (1999). La última producción del director húngaro estrenada en nuestro país había sido Conociendo a Julia (2005), con Annette Bening. Luego Szabó hizo tres películas más que no lograron conseguir una gran distribución internacional y se exhibieron de manera limitada en pocos países. Su nuevo trabajo, Detrás de la puerta, creo que logró tener un estreno comercial por la única razón que Helen Mirren es una de las protagonistas. Si Szabó le hubiera dado el rol a una actriz europea desconocida esta película habría tenido el mismo destino que sus últimas producciónes. En este caso nos encontramos con una propuesta que parece un típico film para la televisión de esos que suele emitir el canal Europa Europa y que nunca llega a emocionar o cautivarte con el relato que se presenta. Esto no quiere decir tampoco que sea una mala película, pero la realidad es que no está a la altura de lo que uno podía esperar de un cineasta que hizo filmes importantes. La historia se centra en la relación que se gesta entre una escritora (Martina Gedeck) y su enigmática empleada doméstica (Helen Mirren). El choque cultural entre estas mujeres en la Hungría de posguerra y el misterio que se esconde detrás del personaje de la mucama, que se relaciona con un pasado doloroso, son los principales atractivos de una historia que se hace llevadera gracias al trabajo de las protagonistas. Nadie va a descubrir que Helen Mirren es una gran actriz viendo esta película pero la verdad que está genial en su rol y tiene momentos fabulosos a lo largo del conflicto. Lamentablemente Detrás de la puerta se vio algo afectada por la desganada narración del director Szavó que vuelve densa una propuesta que seguramente debe ser mucho más emotiva en su original versión literaria. Su manera de contar esta historia genera una distancia emocional con los personajes principales que convierte a este film en un melodrama más que te deja indiferente frente a los conflictos y las tensiones que se gestan entre las protagonistas. Iván Tsavó hizo grandes películas en el pasado, pero su nueva producción dificilmente será recordada entre lo más destacado de su filmografía.
Mujeres en mundos distintos István Szabó siempre tuvo buen pulso a la hora de dirigir intérpretes. Y si bien es cierto que, ante todo , supo seleccionarlos -Klaus Maria Brandauer en Mefisto y Coronel Redl, Annette Bening en Conociendo a Julia-, ha sabido sacar de ellos lo mejor. Con Helen Mirren logra lo mismo en Tras la puerta. La actriz inglesa de La reina personifica a Emerenc, una mujer mayor que en la Hungría comunista de los años ‘60 trabajará como sirvienta de una pareja adinerada, pero sabrá mantener las distancias. Magda (Martina Gedeck) siente entre curiosidad, atracción y respeto por la mujer que no deja ingresar absolutamente a nadie a su casita cercana a la de la incipiente escritora. Tras la puerta es, ante todo, la relación entre ambas mujeres, que pertenecen a mundos distintos, y si Szabó no hace mucho por mostrar qué tan diferentes son, desde su educación, sí se preocupa por resaltar el carácter y los valores de una y otra. Al húngaro le alcanza con mostrar la tozudez de Emerenc en barrer la nieve que parece negarse a derretir en la vereda. Es como una batalla desigual, sí, pero mucha más fácil de entender cuando se sepa todo lo que ha vivido el personaje. Las cuestiones políticas no son ajenas al realizador, pero ha preferido en la trama hacer hincapié en ese personaje central, poco erudito pero rico en experiencia de vida, tal vez rudimentario pero cumplidor, fiel esperanzado y enorme. No debe resultar fácil compartir una escena con Helen Mirren, porque el verbo .-compartir- se vuelve como un boomerang, tanto es el magnetismo que irradia de la actriz de Gosford Park y La locura del Rey Jorge. Avejentada, por más que hoy tenga 68 años, Mirren impone una seducción natural. Hay muchas cuestiones que el director deja entreabiertas -la libertad de expresión bajo el régimen comunista es una-, pero la lealtad es algo así como el faro que ilumina cada acción de Emerenc, y su reflejo, Magda, en este filme atrapante, más por lo que esconde e intriga.
Adaptada al parecer bastante libremente de una novela de Magda Szabó que fue best seller en los años 80, La puerta es una obra que se centra en la compleja y bastante improbable relación entre dos mujeres de orígenes, personalidades e historias bien opuestas que transcurre en la Hungría de los años del régimen comunista. Una es Magda, la señora, una intelectual que vive, felizmente casada, en un elegante caserón dedicada a la escritura de una ficción con la que aspira a obtener el reconocimiento que hasta ahora se le ha negado. La otra, bastante mayor, viene de una familia campesina, no ha tenido otra educación que la que le proporcionaron sus duras experiencia de una vida colmada de penurias y vive aislada del mundo. La puerta del título es la de su modesto refugio próximo al caserón, envuelto en misterios y secretos de la época de la guerra y al que nadie -ni sus esporádicos visitantes, cuando los hay- está autorizado a entrar, lo que da origen a habladurías de los vecinos. Sin embargo, a pesar de sus modos bruscos y su rudeza (basta ver el furor que descarga cuando despeja la nieve acumulada en las calles), se muestra en ocasiones como capaz de gestos solidarios y parece ser respetada por su laboriosidad, aunque también un poco temida por su carácter contradictorio. Dado el temperamento frágil del ama y el carácter hosco y cambiante de la criada, no cuesta mucho imaginar quién será la que imponga su dominio. Más difícil de comprender son los motivos por los cuales la intelectual tolera las tosquedades de Emerenc (que así se llama la singular ama de llaves, que además la riñe y discrepa con ella en casi todos los temas que abordan, de la religión a los asuntos más banales). En el fondo, la novela original parece explorar, además de cierta solidaridad entre mujeres, otra forma de lucha de clases, aunque en la adaptación del cineasta y su coguionista, donde el contexto está prácticamente ausente, los motivos de la conducta de Emerenc se diluyen bastante entre tenues sugerencias: así, parece más bien una anciana extraña y medio loca. Un personaje por el que es difícil experimentar alguna empatía y sin duda uno de los más ingratos que le han tocado a Helen Mirren en años. Lo que no desmerece para nada la esforzada labor desarrollada por la británica ni desmiente la reconocida autoridad de István Szabó como director de actores, ya que -más allá de la cuestionable decisión de imponer a estos personajes inequívocamente húngaros que se expresen en inglés- logra también un apreciable desempeño de la alemana Martina Gedeck y del resto del elenco. Técnicamente impecable y fotografiada con notable sensibilidad por Elmer Ragalyi, el film flaquea bastante en su construcción, al punto de que hay veces en que cada secuencia parece conformar una unidad separada del resto. En tales condiciones, y con la distancia impuesta por un estilo narrativo que remite a otra época, cuesta interesarse por la historia, que anda entre el drama doméstico y la indagación psicológica, y por el destino de sus criaturas.
Entre gatos encerrados y judíos escondidos Es inevitable que el nombre de István Szabó remita al cine europeo de qualité de los años ’80. Películas como Mephisto (Oscar a la Mejor Película Extranjera 1982 y varios premios en Cannes), Coronel Redl y Hanussen (1985 y 1988, también candidatas en ambas instancias) confirmarán que la idea no es incorrecta. Para quienes por entonces seguían la carrera de Szabó, lo primero que notarán es el agujero negro de 25 años que separa esos títulos del estreno de Tras la puerta, última película del húngaro que llega a Buenos Aires con dos años de demora (aunque en realidad varios de sus trabajos posteriores también llegaron al país). Lo segundo será confirmar que lo de Szabó sigue siendo el cine de qualité, con la salvedad de que para su estética cinematográfica esas dos décadas y media parecen no haber pasado: Tras la puerta ha sido construida a partir de recursos cinematográficos y poéticos evidentemente anacrónicos, que dan por resultado un film estéticamente envejecido. Que Szabó elija filmar una historia que transcurre a comienzos de la década del ’60, en el apogeo de los regímenes comunistas en Europa oriental en un tono –narrativo, fotográfico, actoral– que podría calificarse de soviético tampoco ayuda. Se trata de la historia de Emerenc (pronúnciese “Emerenz”), una vieja empleada doméstica cascarrabias a la que todos en su pueblo temen en la misma medida en que adoran. Ella ha sufrido mucho durante la guerra, cuyo fantasma sobrevuela todo el relato, y por eso la comunidad la respeta y le tolera sus malos modos y su reserva (nadie ha entrado a su casa desde que la guerra terminó hace 15 años). Tras la puerta pretende entonces echar una (no tan) nueva mirada al horror de la guerra y la vida gris de los años rojos que resulta tan fuera de época como su estética, creando un círculo en el que no termina de quedar claro si es el pasado el que tiñe al cine, o si es Szabó quien cree que la única forma de filmar el pasado es fingiendo su color. La relación de Emerenc con Magda, una mujer más joven e intelectual que requiere los servicios de Emerenc para dedicarse a escribir novelas, servirá para oponer los viejos temores de la empleada a los traumas y culpas del ama. Una de las tantas metáforas un poco gruesas sobre las que la película de Szabó se apoya. Es que el director no duda en trazar paralelos obvios entre gatos encerrados y judíos escondidos, u otros en donde las memorias ficcionalizadas por Emerenc no son sino la forclusión de un pasado tan doloroso como obvio. Que la vieja sea interpretada por Helen Mirren es una ventaja desaprovechada. Su personaje se la pasa hablando a través de epigramas previamente untados con una pátina de tosca sabiduría popular: el director parece haber creído que lubricados de esa manera podrían pasar por verdadera poesía. Esa misma impostación es la que hace de Tras la puerta una película recargada y falsamente lírica.
No abras nunca esa puerta Nuevamente interesado en la época de la Segunda Guerra Mundial, aquí vuelve un director húngaro de gran predicamento entre el público local en los años '80. Allá por los años '80, al espectador argentino se le reveló el nombre de Itsván Szabó, un cineasta húngaro de prestigio que ya venía haciendo cine desde hacía dos décadas. Fueron suficientes tres films de su larga trayectoria para que se convirtiera en uno de los preferidos del público: el triunfalismo nazi durante la Segunda Guerra Mundial y el encubrimiento a través de las máscaras (Mephisto); el Imperio Austrohúngaro desde una perspectiva compleja (Coronel Redl), y la historia de un hipnotizador que prevé la llegada de Hitler (Hanussen), con el gran actor Klaus Maria Brandauer encarnando los roles centrales. Conformaron una trilogía donde el director desarrollaba su tema predilecto: la lucha del hombre viviendo situaciones límite frente a un poder políticoy social que oprime al máximo. Luego vendrían, entre otras, Encuentro en Venus, Conociendo a Julia y Sunshine, películas más globales en lo temático y bastante lejos del tenso maquillaje que corría por el rostro del sufrido y también poderoso Mephisto. Luego de una década, Szabó vuelve a interesarse por la Segunda Guerra, tomando como eje una novela ubicada a pocos años de terminado el conflicto bélico. La acción se ubica en Hungría y confronta dos mundos: el exitoso en ciernes que representa la escritora Magda (Martina Gedeck) y el universo personal de su casera, la silenciosa Emerenc (Helen Mirren). En esa particular no-amistad entre ambas mujeres, la película juega con el pasado oculto de Emerenc, una puerta cerrada y un secreto que se revelará en los últimos minutos. Sin ambigüedades de por medio y aferrada a un guión que se excede en sus supuestas maniobras inteligentes, la narración fluye desde las características de los personajes, omitiendo la posibilidad de que el marco de época actúe con fuerza dentro del relato. En ese punto, Tras la puerta es un ejemplo acabado de cinéma duqualité (como decía la crítica francesa en los años '50), donde una película avanza de acuerdo a la dictadura del guión, anulando todo intento de que se construya algo relacionado al lenguaje cinematográfico. Los flashbacks de manual, la música de Schumann que actúa como subrayado sonoro y la inserción de un par de historias paralelas sin sustento dramático, refuerzan las minusválidas ideas del film de Szabó. Si a todo esto se le opone un par de buenos momentos donde se establece un debate dialéctico y social entre las dos mujeres contrastantes en el plano ideológico, hasta que la puerta se abre de una vez por todas, la razón es simple y concreta y tiene relación con las esforzadas interpretaciones de Mirren y Gedeck. Pero resulta poco, casi nada para un cineasta de prestigio.
La señora y su ama de llaves La película es del director de la notable "Mefisto", István Szabó. "Tras la puerta" podría encuadrarse dentro del drama familiar, aunque la palabra "familiar" implica una noción de calidez de la que la historia carece. La acción transcurre en los años "60 en Budapest, Hungría, cuando una joven escritora de buen nivel económico y social contrata a una suerte de ama de llaves llamada Emerenc (Hellen Mirren). Magda (Martina Gedeck) tiene un esposo y vive en una casa elegante y cálida. El asunto es que Emerenc parece tener un pasado complicado que le amargó de tal manera el carácter que hasta al espectador se le hace difícil soportarla y eso que es nada menos que Helen Mirren, una grande del espectáculo. Se trata de un filme basado en un libro clásico, que más parece recreado para el teatro que para el cine, por su concepción de cámara y la falta de locaciones y contactos con el exterior. Salvo algunos personajes que viven rodeando a la misteriosa Emerenc. Y decimos misteriosa, porque la mujer no deja entrar a nadie a su casa. Se supone que hay algún misterio relacionado con la Segunda Guerra Mundial, de la que salió muy mal. HISTORIA ASPERA La película es del director de la notable "Mefisto", István Szabó. "Tras la puerta" podría encuadrarse dentro del drama familiar, aunque la palabra "familiar" implica una noción de calidez de la que la historia carece. Es tal la aspereza de la protagonista, que produce un cierto malestar incluso en los que la observan desde la platea. Mirren trabaja un personaje que destila amargura y su inglés produce un raro contraste con la mayoría de los actores que hablan en húngaro, lo que al escucharlos transmiten una extraña sensación en el espectador. Más aún cuando ella hace de una lugareña que se crió en Hungría, como el resto de los personajes que la rodean. A lo mencionado se suman problemas de unidad entre las escenas que funcionan casi como secuencias independientes. En dos actuaciones enfrentadas y valiosas, se destacan Helen Mirren (Emerenc) y Martina Gedeck (Magda).
El regreso del gran director Istvan Szabo, que colaboró con el guion basado en la novela de Magda Szabo (no tienen parentesco), le permite a Helen Mirren sorprendernos con una actuación deslumbrante, en la piel de una mujer rodeada de misterio, desconfiada, dura en relación con una escritora joven, en cuya casa trabaja. Clima de desconfianza, como el momento histórico húngaro, con gran producción.
Mi pasado me condena Con Una película de amor, Confianza, Mephisto, Coronel Redl, Hanussen, Encuentro con Venus, Tomando parte, Sunshine, el amanecer de un siglo o Conociendo a Julia, por nombrar sólo algunos títulos, István Szabó se convirtió en uno de los directores húngaros (y europeos) más prestigiosos y de mayor proyección internacional. Sus largometrajes fueron reconocidos en festivales y hasta en los Oscar, contó muchas veces con importantes presupuestos y con el aporte de intérpretes consagrados. Por eso, en el marco de semejante filmografía, Tras la puerta es una película chica en dimensiones y -lamentablemente- menor en sus resultados artísticos. A pesar de contar con una de las mejores actrices en actividad (Helen Mirren) y de adentrarse en conflictos que Szabó conoce bien y ya ha trabajado (las huellas de la Segunda Guerra Mundial, las relaciones entre mujeres), en este caso se queda a mitad de camino con una apuesta morosa (estática), densa y solemne, casi de índole teatral, trabajada para colmo con simbolismos torpes (ay, las tormentas) y un uso demasiado explícito de los flashbacks para descubrir los traumas de los personajes. La película -hablada en inglés- está ambientada en la Hungría de los años ’60 (plena posguerra y régimen comunista), pero aquí el trasfondo está poco aprovechado (o desaprovechado) porque Szabó decide casi prescindir del afuera para concentrarse en la relación de amor-odio, fascinación-repulsión, lealtad-rechazo entre las dos protagonistas. Mirren es Emerenc, una mujer decididamente contradictoria y escindida (víctima y victimaria, educada y despiadada, dulce y amarga, dócil y brutal, testaruda y servicial) que empieza a trabajar como empleada doméstica de un matrimonio de vecinos de una clase social, económica e intelectual más alta. El marido, Tibor (Károly Eperjes), es bastante reacio a su presencia, pero la esposa, Magda (Martina Gedeck, vista en La vida de los otros), es una escritora en pleno ascenso que empieza a obsesionarse por la personalidad de Emerenc, quien se va transformando en una suerte de musa inspiradora de su nueva novela. Lo que en principio parecía servido para una mirada a la lucha de clases deriva, sin embargo, hacia el ensayo psicológico y, si bien la siempre solvente Mirren (aquí lejos de sus mejores trabajos) le da cierta carnadura y tensión a su personaje, este film -basado en la novela autobiográfico de Magda Szabó- resulta demasiado ampuloso y obvio en su exploración de esos pasados que condenan, de esos secretos y mentiras que agobian.
La Hungría gris en impecable rostro Con 75 años a sus espaldas e ilustrando una novela de la famosa Magda Szabó, reaparece el maestro István Szabó (ningún parentesco entre ambos), de "Mefisto", "Coronel Redl", "Encuentro con Venus", "Sunshine, el amanecer de un siglo" y otras joyas. Reaparece, y vuelve a tocar el corazón de su público. Reconozcamos que ya no enteramente es el de antes. Perdió un poco la mano y en algunas partes la película le sale un tanto forzada, defecto acá agravado por un doblaje anodino al inglés (y en otros mercados, por un doblaje al alemán). Pero aún así, con esas contras y limitaciones, el hombre vuelve a tocar el corazón. La obra cuenta sencillamente la conflictiva y a la vez afectuosa relación entre una joven señora, de profesión novelista, y la señora de la limpieza, de pocas letras y pocas pulgas pero más ducha en ciertas profundidades de la vida. Eso, simplemente "porque nada enseña tanto/ como el sufrir y el llorar", como decía el "Martin Fierro". Solo que esta mujer, demasiado orgullosa, no llora. Quizá lloró tanto cuando niña, que se hizo fuerte y ahora mira a los demás por encima del hombro. O no llora en público pero sí detrás de la puerta de su pieza, a la que nadie puede entrar. La novelista recibe el mayor premio que su país brinda a un intelectual, y aún así no sabe cómo tratarla. En el fondo, lo que se plantea concretamente es cómo entender y querer a otra persona, y que ese cariño se manifieste de modo concreto y oportuno. Helen Mirren es la mujer envejecida, urticante y admirable aún en sus gestos antipáticos. La linda munichense Martina Gedeck ("La vida de los otros") es la joven señora que debe aprender algunas cosas, y ponerle también límites a la gente que quiere. Son actrices excelentes, en papeles que alternan la extrañeza con el humor, la vergüenza, el espanto y el consuelo. Interpretan un asunto universal. Que en este caso transcurre en Budapest entre los '60 (fin de la ocupación soviética) y 1975, según se lee en un grabado de madera en la última escena. Lo cual nos permite apreciar no solo dos caracteres y varios sentimientos fuertes, sino también un trasfondo tácito pero evidente: el de la Hungría comunista de la "sociedad sin clases", con iglesias vacías, comentarios discretos aún dentro del hogar, vida privada sin dominio total de los bienes, tranquila pero sujeta a la simpatía de las autoridades, etc. Magda Szabó cumplió en esa época una resistencia callada. A diferencia de su personaje, el mismo día que le dieron un premio se lo sacaron. Se desquitó a fuerza de talento, y de traductores para el exterior. Luego, en 2003, escribió "Tras la puerta", ya sin rencores y con la sabiduría de los años (hay edición en español, como "La puerta"). Veinte años menor, István Szabó también sufrió lo suyo, y dedicó buena parte de su obra a pintar en detalle los conflictos de mucha gente que trata de entenderse con los otros aún a riesgo de ser mal comprendida. Lo hizo desde su primer film, "Mi padre", y lo hace ahora. También, dicho sea de paso, en ese notable "Taking Sides- Der Fall FurtwTMngler" que solo se vio en Mar del Plata 2001. Pequeña casualidad, entre el público de esa función estaba Helen Mirren, que había venido acompañando a su marido, el director Taylor Hackford.
"Tras la puerta" es una historia para disfrutar (aunque no esté 10 puntos) de la interpretación de Helen Mirren (sin maquillaje y joyas), siendo ella lo que más se rescata. Situada en la post II Guerra Mundial, el Holocausto y la post-guerra de Hungría es que sucede la acción. Los dos personajes principales (Magda y Emerence) carecen de profundidad a lo largo de la película que el director no logró aprovechar, teniendo dos actrices tan geniales. Por momentos uno cree que está viendo una película para televisión, pero no, es una película para pantalla grande. Hay tramos en los que uno se siente totalmente desconectado de lo que pasa, y otros que van por el camino del buen funcionamiento. Una película que en su balance general es un poco del todo tibia, pero que se deja ver.
Tras la Puerta es el regreso a la cartelera nacional del director húngaro István Szabó, realizador que cuenta con un prestigio ganado por películas que en su momento tuvieron una amplia repercusión en los círculos de la cinefilia local como Mephisto o Sunshine (quizás la película donde estuvo más placenteramente fotografiada la maravillosa Rachel Weisz). En esta oportunidad suma a Helen Mirren en el papel de Emerenc, una empleada doméstica con un pasado que es una incógnita y que vive en una casa donde nadie tiene permitido ingresar, de ahí el nombre de la película y MacGuffin de la misma. Szabó articula durante la narración el pasado que se esconde detrás de esa puerta que la Mirren defiende efusivamente. El problema formal que tiene la película es que Szabó nunca pudo despojarse de la idea de que estaba haciendo un telefilm: las escenas más ricas de la película, cuando interactúan Mirren con Martina Gedeck (Magda, la novelista que pretende descubrir el pasado de Emerenc), terminan siendo teatro filmado, sin ningún tipo de vuelo formal. Szabó utiliza música de cuerdas rancia para mostrar la rutina de vida de Emerenc y nunca confía ni recurre al artificio, más allá de un flashback delirante donde empieza a construir el pasado de la protagonista (quizás el único momento de “cine” de la película, cuando ese rayo pone un atisbo de emoción a la vista).
En los años 80, el nombre de Itzvan Tzabó resultaba una clave para el cine “importante”. Mefisto, por ejemplo. En fin, que el húngaro siguió adelante con su carrera aunque la moda pasó y ya no vimos más películas suyas salvo en festivales. Tras la puerta se estrena (con dos años de atraso) porque a) es un drama, b) tiene “elementos para la reflexión” y c) está Helen Mirren -que supera a a) y b) como motivo. Hungría, escritora que se relaciona como puede con su hosca sirvienta (Mirren actuando y triunfando del mismo modo que Federer ganaría un abierto de country) que, oh, esconde un pasado lleno de tristezas y humillaciones que desconocemos porque no accedemos a su alma o a su casa, que metafóricamente es lo mismo. Si quiere ver por qué Mirren sabe todo respecto de la actuación, adelante: pero solo es eso, el recital de una actriz. No “cine”, precisamente.
Prisioneras Emerenc (Helen Mirren) esconde un secreto detrás de la puerta. Esa puerta que conecta el interior con el exterior, el pasado con el presente y lo oculto con aquello que se manifiesta. Entonces nuestra imaginación tendrá que construir lo que sucede detrás de esa tabla de madera con cerradura. Tras la puerta nos cuenta la historia de una distante, estricta y recta mujer “sin edad”, que trabaja como criada para una pareja adinerada de intelectuales. Magda (Martina Gedeck), una escritora consagrada, se muda con su marido a una enorme casa y decide contratar a Emerenc para que realice las tareas del hogar. La relación entre ellas irá forjándose de a poco, derribando las barreras que la extraña ama de llaves construyó y nosotros (junto a Magda) iremos descubriendo los secretos a los que tanto se aferra la protagonista. Emerenc no le tiene miedo a casi nada, ni siquiera a la muerte, pero sí parece aterrorizarse con las tormentas, esos ruidos que le recuerdan su pasado tenebroso. Para ella hay dos clases de personas, “las que barren y las que ponen a barrer a los otros” y no cabe duda donde se ubica ella. Su carácter la lleva a tener más poder en la casa de sus “amos” (como le gusta nombrarlos a ella) que ellos mismos y su extrema pulcritud llega a niveles exasperantes. Paradójicamente ambas viven una enfrente de la otra, separadas por una calle, aunque la realidad de las dos sea muy diferente. Con las heridas de la guerra y el Holocausto sobre sus espaldas, estas mujeres oscilan entre el sentimiento de querer olvidar el dolor y a la vez mantenerlo presente. Magda vio pasar el sufrimiento de la guerra delante de sus ojos, pero desde lejos y Emerenc lo vivió en carne propia: esto dividirá las aguas. Magda se apoya en su intelectualidad y en la religión, y Emerenc intenta aniquilar las ideas y la fe, y sólo se dedica a limpiar, como si limpiando se pudiera desprender de cualquier tipo de “suciedad”. Por otro lado, más allá de la contraposición entre las protagonistas se encuentra un punto medio, un lugar de anclaje en ese “mundo femenino” (“los hombres son todos idiotas”, dice en voz baja Emerenc) en donde ambas logran resguardarse. La película está bien narrada, aunque con cierto aire “novelesco” y con personajes que le faltan algunas sutilezas, si bien tienen matices por momentos nos parecen algo inverosímiles. La historia roza temas sórdidos, pero este drama no llega a perturbarnos ni a estremecernos, ni tampoco nos invita a una reflexión profunda acerca de las consecuencias de la guerra. Las estaciones pasan y cíclicamente vuelven a repetirse, mientras Emerenc barre cuidadosamente la calle cubierta de nieve, hojas o sólo tierra. El tiempo transcurre pero hay algo en ella que permanece intacto. Ella se esconde detrás de una puerta y sólo otra mujer va a poder derribarla.
SECRETOS QUE DUELEN Cine vetusto suscripto por un veterano que no renuncia a su mundo. La historia está ambientada en 1960, en la posguerra de una Hungría mustia, que se libró de los nazis y ahora vive bajo la dura mirada del comunismo. Mundo opaco, callado, de puertas cerradas y secretos, donde pasean la censura, la desconfianza y las delaciones. Magda, una escritora de clase media alta, decide mudarse a este país junto a su esposo, para situarse en una casa justo enfrente a de una misteriosa mujer, Emerence, que acabará siendo su extraña ama de llaves. A Emerence de chica le aconsejaron “no amar a nadie, para no ser golpeada por la muerte”. Y esa marca la acompañará a lo largo de una su existencia que se debate entre la vida, la muerte, el deber, los secretos, el pasado y la soledad. No cree en nada. Hasta acepta el suicidio de una amiga angustiada: “Si ella está harta y quiere matarse, nadie debe impedírselo”, dice. Y le explica a Magda: “Tu Señor, mata”. Filme denso, retórico, cuyas alegorías sobre el régimen (puertas que jamás se abren, secretos guardados, escobas que barren y barren y no limpian el camino) resultan demasiado esquemáticas. (** ½)
Tras la puerta, no pasa absolutamente nada Tras la puerta explora, en la Hungría de los años sesenta, la relación compleja y conflictiva entre Magda, una escritora que se encamina hacia el éxito, y Emerenc (Helen Mirren), la vecina de enfrente que se vuelve su mucama, una señora gruñona e imprevisible, con un pasado rodeado de rumores. Tras la puerta de la casa de Emerenc estarían escondidos supuestamente grandes misterios, en relación con la historia grande, la persecución de los judíos durante la segunda guerra mundial y el régimen comunista mortífero que la siguió. El director István Szabó, un veterano de la cinematografía húngara, juega un poco con esto, insinuando en particular que Emerenc se habría aprovechado de una familia judía, ya que posee una parte de sus bienes. No obstante, el tratamiento de todo este contexto histórico resulta extremadamente superficial, pues el director prefiere focalizarse en pequeños momentos de la vida cotidiana que esclarecerían la relación tortuosa entre Madga y Emerenc, pero que en realidad son desprovistos de interés. De hecho, esta película concentra lo peor de los telefilms: actuaciones pésimas (con la excepción de Helen Mirren, impecable), diálogos lenitivos, puesta en escena sin relieve, flashbacks muy torpes, hasta efectos especiales feos para agregar un toque de realismo mágico totalmente incongruente. Además, para colmo, probablemente por una cuestión de producción y conseguir la adhesión de Helen Mirren al proyecto y a pesar de que toda la historia transcurre en Hungría, se eligió como idioma el inglés. Al final, lo mejor de esta película es la escena que revela lo que se esconde literalmente detrás la puerta, ese interior modesto y bien cuidado, con Emerenc dando de comer a sus nueve gatos y explicando por qué deja siempre su puerta cerrada: para que sus gatos no se escapen y sufran las desgracias del mundo exterior. Es precisamente uno de los grandes fracasos de esta película: deja la impresión de no haber tocado realmente los dramas que Emerenc atravesó en su vida, y esto a pesar de que fueron numerosos e importantes.
Guerra de dos mundos Con una Helen Mirren excepcional y una historia atrayente y extrañamente melancólica, Tras la puerta ofrece la posibilidad de apreciar un gran melodrama a cargo del notable cineasta István Szabó. El realizador húngaro de perlas como Mephisto, Coronel Redl y Cita con Venus aborda aquí un arduo entramado en el que los vínculos humanos, a pesar de las barreras, trascienden intensamente. Szabó regresa cinematográficamente a su patria, una eclipsada Hungría de posguerra, más allá de que la película esté hablada en inglés. El conflicto que da lugar al título se refiere al misterio que rodea a un ama de llaves hosca, parca, maniática y conflictiva, que no le permite a nadie traspasar la puerta de su casa: ni siquiera a la mujer que la emplea, que vive al lado y con la que establece una peculiar relación de afecto. Ambas pertenecen a mundos opuestos, lo que fomenta el enfrentamiento y una búsqueda de supremacía de una sobre la otra. El controvertido universo femenino que pinta el realizador se integra a una evocativa recreación histórica que desata hondos pero muy contenidos sentimientos. Además, la sutil intriga que sostiene la narración no se agota aún después de ser franqueada la morada de esa mujer casi intratable pero fascinante. Lo propio se puede decir de la soberbia interpretación de la Mirren, magníficamente acompañada por la alemana Martina Gedeck.
La secuencia inicial de títulos de “Tras la puerta” pone de relieve los defectos que aparecerán en los siguientes 95 minutos de proyección. A modo de adelanto, ahí mismo observamos el espíritu de telefilm que István Szabó le estampó a su última película que, dicho sea de paso, llega a la cartelera argentina con dos años de retraso. “Tras la puerta” narra la historia de Emerenc, una empleada doméstica con-cara-de-sufrida (Helen Mirren), y la relación que entabla con Magda (Martina Gedeck), una mujer más joven, que requiere de los servicios de aquella para dedicar su tiempo a la escritura de novelas. La realización hace foco en este rebuscado vínculo revelando secretos del pasado, obsesiones y mentiras. En medio de todo esto aparecen flashbacks explicativos dentro del contexto de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias. Y es aquí donde surgen los problemas de la narración porque Szabó se vale de metáforas bastante torpes con las que intentan explicar los padecimientos del personaje central de esta historia. Gatos encerrados como alegoría de los judíos que se escondían en época de persecuciones, y tormentas de viento y lluvia que simbolizan “los tormentos del alma” de la protagonista. Sí, así de obvio e infantiloide. Indudablemente, esta utilización de recursos tan básica responde a un tipo de cine que a estas alturas casi se lo puede catalogar cómo un género: cine europeo, también denominado por los críticos franceses del “Cahiers du cinema” como cine de qualité, en el que nunca se rompe ese molde tradicional que está constituido por pautas implícitas que nadie puede quebrantar. Sobra pomposidad, prolijidad y academicismo, se recrean mundos cerrados, tapiados de fórmulas, de juegos de palabras y de máximas, como gritaba Truffaut a mediados de los ‘50. Está claro que la filmografía de István Szabó está conformada por un cine que posee todos estos elementos. El director húngaro no cambia su esquema y sus películas parecen de otra época. La redundante utilización de la música en pos de resaltar monstruosamente el sentido trágico o sensible, la utilización de flashbacks “reveladores”, y las simbologías ya mencionadas, hacen de “Tras la puerta” una producción anticuada, con olor a ensayo y poco aire de verdadero cine.
El jueves 6 de marzo se estrena en Buenoa Aires la película de István Szabó con una excelente actuación de Helen Mirren. Detrás de cada puerta hay todo un mundo, una manera de vivir, un modo de vernos y pensarnos, y otro de ver a quienes nos rodean. Creencias, sentimientos, pensamientos… The Door es un film que habla de todo esto, pero que pone su acento en la forma que tenemos los seres humanos de demostrar el amor. Tras-la-puerta-poster.subirDe qué manera nos comprometemos con nuestros ideales, de cuanto miedo se llega a tener cuando se han vivido situaciones límites, de cuanto peso cargamos debido a las elecciones que realizamos, de cómo profesamos nuestra fe en Dios, y del modo en que concebimos nuestra muerte . Dos mujeres entablan una relación de trabajo, una es escritora, y la otra es una persona que se dedica a la limpieza. Juntas van a crear una realidad en apariencia plagada de incongruencias, de afecto y de complicidades. Una podrá dedicarse a la escritura Magda (Martina Gedek), porque la otra se dedica a limpiarle su casa, y a prepararle la comida. Y este es un punto importante, Emerenc (Helen Mirren) (la segunda) ha tenido una vida trágica, parece ocultar muchos secretos, y todo su afecto suele demostrarlo a través del hecho de agasajar al otro mediante su comida. The Door es también un film que habla sobre las consecuencias de la segunda guerra mundial. El film está basado en una novela de Magda Szabó, (sin parentesco con su director) la cual transcurre en Hungría en los sesenta, en pleno régimen comunista, después de que esta fuese escenario de sangrientas matanzas realizadas por los nazis, aunque a posteriori tuviese muy buena recepción sobre estos a finales de la guerra. Si bien dicho contexto no determina los hechos, y hay todo un juego en relación a la historia del pasado de Emerenc, -la cual se va develando poco a poco- la vida de ambas tienen que ver con el mismo. La intención de mostrar a esta como una mujer muy especial cuyo pasado trágico a moldeado su carácter alcanza momentos de cierto patetismo, que no le aportan nada al relato. A medida que este avanza los dos personajes femeninos irán descubriendo el interior de cada una. El juego entre lo público y lo privado acompañado de una bellísima música de cámara interpretada por un grupo de vecinos acompaña a la obsesión de Emerenc por barrer las hojas o la nieve, la cual cae sin cesar sobre las veredas, constituyéndose en los cortes obligados, donde vemos pasar los años. Sin duda esto le aporta hondura dramática a estas excelentes actuaciones, que es uno de los rubros más destacable. Una buena propuesta para disfrutar del cine europeo. Director: Itzvan Szabo Elenco: Helen Mirren, Martina Gedeck y Károly Eperjes Genero: Drama Duracion: 97 minutos Pais de Origen: Hungría- Alemania
“THE DOOR”: ENTRANDO AL MUNDO DE HELEN Por naturaleza, el humano suele guardar secretos. Algunos nos los cuentan otras personas y otros son propios de cada uno. Los mismos se guardan en lo más profundo del ser y jamás deben ser contados ni el más íntimo entorno. ¿Pero qué pasa si esos secretos no sólo se encuentran en el interior del alma sino también adentro de una casa? Para esta ocasión, el director de “Sunshine” (1999) y de “Being Julia” (2004), István Szabó, uno de los máximos exponentes en la historia del cine húngaro, nos presenta “The Door”, una historia adaptada de la novela homónima escrita por Magda Szabó, con quien comparte apellido casualmente. La película, que se estrena en Argentina el próximo 3 de marzo, se encuentra ambientada en la fría posguerra húngara de mediados del siglo XX, en donde la calma y las caras largas abundan. La historia trata sobre Magda (Martina Gedeck), una escritora de clase media que contrata a su vecina Emerence (Helen Mirren) para realizar los quehaceres de su nuevo hogar. La relación entre ambas es la que encaminará los hilos del relato ya que la misma pasará por constantes altibajos a medida que se van conociendo. De manera paralela, conocemos la fachada de la casa de Emerence, a la que jamás se dejó ingresar a otra persona que no sea ella. A partir de ahí, la amistad, la rutina, la vida y la muerte se hacen partícipes de lo que sucede. Lejos de ser vanguardista, la película nos ofrece una destacada actuación de Mirren, quien marca una gran diferencia por sobre el resto del reparto, al que parece faltarle un poco de carácter. La ganadora del Oscar a mejor actriz por su brillante papel en “The Queen” (2006), y curiosamente también la voz original de la malvada directora de “Monsters University” (2013), encarna a Emerence, una excéntrica ama de llaves fiel a sus actitudes que parece esconder detrás de las puertas de su casa algo que la vincula a un pasado oscuro o algún otro secreto que la hace ser como es. Además, las transformaciones en su rostro y sus ridículas o inesperadas acciones harán de ella el personaje en el cual uno puede encontrar mayores sentimientos. Con este papel, nos desvela algunos de sus secretos para ser una gran actriz. Por otro parte, el film se rodea a ratos de unos violines románticos, que al correr al tiempo se empiezan a hacer repetitivos, y de unas imágenes frías y estéticamente bellas alcanzadas gracias a la fotografía a cargo de Elemér Ragályi, que sobresale sobretodo en sus planos más cortos. Sin embargo, el problema principal con el que cuenta la película parece estar en la adaptación del guión, que nos presenta el misterio tras la puerta de Emerence pero lejos está de crear un clima de suspenso o ponernos con los pelos de punta. Desde que la película comienza, los silencios o respiros son difíciles de encontrar ya que la acción, el diálogo y los fundidos a negro parecen adueñarse de nuestros ojos. De esta manera, resulta más complicado sumergirse en el interior de los personajes ya que no hay tiempo para detenerse a analizar u observar las emociones que ellos poseen. En síntesis, es una bella película europea de poco impacto que parece no realizar una gran apuesta desde la adaptación de su guión. A pesar de tener varios aciertos, del personaje de Emerence y de sus 97 minutos de duración, el film se termina haciendo algo abrumador y no termina de convencer. Pero si quieren ver una gran interpretación, Helen Mirren les abrirá sus puertas.
Pulso y calidad Hoy con 76 años, seguramente Istvan Szabó sea el director húngaro más reconocido (aunque su más joven coterráneo, Bela Tárr, de 58, parece ser hoy la nueva estrella de los festivales internacionales). Fue en los años ochenta que Szabó comenzó a ser una figura determinante del panorama europeo, con películas como Mefisto, Coronel Redl, o Hanussen; pero pese a su talento tras las cámaras, son obras que no han envejecido del todo bien, pecando de un recargado simbolismo y de una seriedad a veces ampulosa y excesiva. Similares pretensiones se vieron reflejadas en alguno de sus filmes recientes, como Sunshine, en el que desarrollaba a lo largo de tres horas un siglo entero de historia húngara. Pero aquí tenemos una anécdota más aterrizada, más llana y paradójicamente, más sólida. Es verdad que a priori hay un elemento que puede llamar la atención negativamente: el hecho de que, tratándose de una ambientación histórica ubicada cerca de Budapest, esté hablada en un inglés pastoso, nada propio de los pueblerinos de la región. Si bien se trata de una “libertad poética” algo chocante, puede entenderse que si Szabó pretendía contar con la presencia de la impagable actriz británica Helen Mirren en el protagónico, no podía hacerle hablar otro idioma y menos con una entonación específica. Así es que, por esta vez, el dislate puede dejarse de lado considerando que Mirren está imponente (nótese además el brutal cambio de registro si se compara este papel con el que hizo hace unos años en La reina, por ejemplo). Son los años sesenta, régimen comunista, época de posguerra, la población húngara aún intenta recuperarse de una participación vergonzosa como país miembro de las potencias del eje, y los horrores del holocausto son un lastre reciente. En este contexto, Magda (Martina Gedeck, de La vida de los otros) escritora acomodada, contrata los servicios de Emerenc (Mirren) como ama de llaves, pese a su semblante recio, un malhumor inherente y un carácter de a ratos excéntrico. Pero Magda, cuya última obra fue vapuleada por la crítica pero apoyada por el Ministerio de Cultura –lo que en estas circunstancias no es meritorio sino todo lo contrario–, intenta acercarse a ella, entenderla, dilucidar ese enigma viviente que representa. Entre otras curiosas costumbres, el ama de llaves prohibe terminantemente el ingreso a su casa a cualquier persona, despertando incluso la sospecha entre los vecinos de esconder objetos pertenecientes a judíos exterminados. Es sobre todo en los pequeños detalles y muy paulatinamente que comenzamos a captar los rasgos de humanidad de Emerenc; su esmero en agasajar a sus comensales permite entrever formas solapadas de expresar cariño. Las escenas en las que se la ve barriendo reiteradamente la nieve de la acera, así sean leídas como un infructuoso intento de borrar los traumas pasados o tan sólo como rasgo distintivo de un carácter obstinado, son de una forma u otra de un notable poder de sugerencia. El secreto develado sobre el final de lo que esconde la puerta también puede verse como una metáfora, y de esta manera la película ofrece una narración siempre atractiva, dotada de nervio y personalidad, y abierta a lecturas múltiples.
Secretos a puerta cerrada Tras la Puerta es una película húngara dirigida por el ganador del Oscar István Szabó (Mephisto) y basada en la aclamada novela de Magda Szabó, con quien, a pesar del apellido, no comparte ningún parentesco. Se estrenó en el 2012, pero recién esta semana llega a salas argentinas. De la mano de Helen Mirren, el cineasta regresa a un cine que toca muy de cerca las temáticas del comunismo, que tiñó el clima europeo de colores un tanto oscuros durante la mayoría del siglo XX. El film sigue la estrecha y curiosa relación entre dos mujeres en la Hungría de mediados del siglo pasado: Magda, una escritora (Martina Gedeck), y Emerenc, su mucama (Mirren). En ese momento, luego de la guerra, el país se encontraba en una burbuja de sospecha y miradas furtivas; de desconfianza y recelo. Y estas dos mujeres, tan distintas la una de la otra, se ven, por diferentes motivos, distanciadas de sus respectivos mundos. Una amistad bastante inesperada entre las dos es el centro de Tras la Puerta, que explora su compleja relación, acechada constantemente por sus crecientes divergencias. Pero la elegancia visual y la abundancia de simbolismos no alcanza para salvar a Tras la Puerta, que se hunde en un mar de vanidad y monotonía. Mirren barre todas las mañanas la vereda –llueve, truene, o, como vemos más tarde, nieve en demasía- como si con cada pasada tratara de eliminar cada imperfección de su pasado. Pero, aunque se jacte de su dureza, su perorata constante y sus exabruptos la convierten en un personaje que se acerca a la ficción y pierde su sustancia con cada minuto que pasa. Szabó cuenta una historia de una manera muy lejana a la gloriosa época de obras maestras de su autoría como Mephisto y Sunshine, el amanecer de un siglo. Ofrece un relato atrapante por momentos, pero que llegan a revelaciones poco sorprendentes y a un final completamente anticlimático.