De paseo por el tedio Hollywood es una industria de lo más heterogénea que engloba distintas vertientes, a saber: una independiente que trata de sobrevivir con presupuestos magros y un buen estándar de profesionalidad, una clase B que funciona como un espejo -a veces socarrón, en otras ocasiones más serio- de los grandes productos destinados a la exportación, un circuito de películas orientadas a los festivales internacionales y de influjo artístico e inconformista a la vieja usanza, y finalmente el mainstream que todos conocemos, ese que funciona cada vez menos mediante la calidad de sus films y cada vez más vía el aparato publicitario/ de marketing de turno. A pesar de que este último es el sector más poderoso, la ironía del caso reside en que está atravesando una crisis muy profunda tanto por la piratería como por su propia mediocridad, obsesionado con eso de repetir clichés y crear franquicias ad infinitum. Basta con pensar en las películas de superhéroes o las sagas adolescentes o las comedias huecas de las últimas tres décadas para entender hasta qué punto las fórmulas pasaron a dominar el enclave comercial de Hollywood. Uno de los estudios que patentó esta línea de producción sustentada en creaciones anodinas e intercambiables es Disney, lo que por cierto no implica que de vez en cuando no nos encontremos con alguna anomalía (al fin y al cabo, todo el ámbito cultural está construido de contradicciones varias). Lamentablemente Un Viaje en el Tiempo (A Wrinkle in Time, 2018) ni siquiera califica como rareza negativa, como una de esas propuestas que hacen todo mal y que por ello se terminan despegando del resto, ya que aquí estamos simplemente frente a una obra tan pero tan aburrida y en pose melosa que termina desdibujando su público potencial, léase los niños/ niñas y los púberes. Uno comprende la pluralidad de problemas del opus cuando identifica a la realizadora Ava DuVernay, quien en esencia posee una enorme experiencia previa como publicista cinematográfica: la película, centrada en una misión de rescate de un hombre atrapado en un planeta lejano por parte de tres jóvenes y tres viajeras astrales símil hadas, cuenta con diálogos remanidos de manual de autoayuda, actuaciones muy flojas, un ritmo cansino que empantana la narración continuamente, poquísimas ideas potables a nivel CGIs, secuencias de acción bien elementales, cero desarrollo de personajes y un guión en general -firmado por Jennifer Lee y Jeff Stockwell, a partir de una novela de 1962 de Madeleine L'Engle- que se parece peligrosamente a esos films/ panfletos de la derecha estadounidense de los últimos años, vinculados a difundir una especie de misticismo cristiano de cartón pintado. Para colmo de males el tono entre fúnebre y de sermón sentimentaloide dominguero está complementado de manera permanente con una estructura que pretende unificar detalles de clásicos como La Historia sin Fin (The NeverEnding Story, 1984), Laberinto (Labyrinth, 1986) y hasta Más Allá de los Sueños (What Dreams May Come, 1998), circunstancia que hace que la experiencia sea aún más dolorosa para el espectador. Después tenemos problemas que hablan más del mainstream contemporáneo que de otra cosa: una duración excesiva (109 minutos que se hacen eternos), un elenco con todas las razas del planeta (hoy se eligen etnias, no actores), sobreexplicaciones redundantes (equivalen a carteles luminosos que piden a los gritos que interpretemos la trama de determinada forma) y un melodrama de fondo ejecutado sin un gramo de imaginación o carnadura (la impronta light y pasteurizada lo cubre absolutamente todo, generando un producto destinado a nadie en especial de tanta impersonalidad acumulada). Más que ante “un viaje en el tiempo” estamos frente a un paseo rutinario por el tedio de la mano de gente sin talento -rescatemos a Reese Witherspoon como una de esas hadas tácitas, la única actriz que aquí se molesta en actuar en serio y/ o posee un mínimo carisma- y sin nada para decir más allá de reforzar la demacrada unidad familiar, sustentar la fe en guardianes supraterrenos y demás residuos de tiempos pasados muy oscuros que aún se niegan a morir a puro conservadurismo cultural…
La novela de Madeleine L'Engle es trasladada a la pantalla grande por la directora Ava DuVernay -primera afro-americana en ser nominada al Oscar a la "mejor película" por Selma- en esta apuesta arriesgada teniendo en cuenta rico material para adolescentes con el que se contaba, aunque los resultados son dispares. Un viaje en el tiempodesaprovecha el sobrecargado aspecto visual -con chromas y estallido de colores- para contar una historia de autodescubrimiento, dolor y pérdida. La joven Meg -Storm Reid en un buen desempeño-, su pequeño hermano Charles Wallace -Deric Mc Cabe, otras de las revelaciones del filme- y su amigo Calvin -Levi Miller- se sumergen en una travesía hacia la recomposición familiar cuando su padre Alex Murray -Chris Pine-, un brillantes científico de la NASA desaparece de forma misteriosa al investigar la forma de viajar a través de una quinta dimensión. Con la ayuda de tres guías espirituales -Oprah Winfrey, Reese Witherspoon y Mindy Kaling-, Meg se encamina hacia una travesía que la aleja de las burlas de sus compañeros de colegio no sin enfrentar varios obstáculos en su camino. El guión de Jennifer Lee y Jeff Stockwe resulta desparejo y busca potenciarse emocionalmente a través de las canciones y los temas de Demi Lovato y DJ Khaled, en una historia que funciona a medias y resulta empalagoso en buena parte de sus diálogos, con sus ingenuas presencias celestiales y su mensaje aleccionador e integracionista. La tormenta que arrastra a los jóvenes dentro un árbol o el Charles Wallace transformado por el Mal, no logran generar la tensión adecuada y se convierten en islas dentro de un policromátrico juego en los confines del universo.
Un viaje en el tiempo: Un viaje que es una pérdida de tiempo. ¡Ay, Disney! Lamentablemente los fallidos se ven en estas adaptaciones que quiere hacer el monopolio que tiene Marvel Studios y la saga Star Wars y, esperamos, que los mismos no se trasladen hacia esas franquicias. Como principal adjetivo debería decir que esta película NO ES PARA PÚBLICO ADULTO. Ni siquiera para un público púber, sino para niños. Lisa y llanamente podría caber en la categoría telefilm y nadie se daría por enterado de lo desastroso que la experimentada directora Ava DuVernay (“Selma”) intentó hacer con esta novela que, dicen, es “inadaptable” (pero de cuantos libros lo han dicho…). La historia sigue a Meg Murry (Storm Reid) que, cuatro años atrás, perdió a su padre (Chris Pine) ya que éste era un científico que aseguraba viajar a través del espacio-tiempo con la mente (¿?) y, claro, desapareció de un momento a otro. Nadie sabe que le sucedió, y a esto se le suma el bullying que recibe en el colegio, una madre que no la comprende y un pequeño hermano (¿adoptado?) que es super inteligente llamado Charles Wallace (Deric McCabe), tan insoportable como su nombre mismo. Misteriosamente, en la casa y sin previo aviso, una noche aparece en la casa de la familia una extraña mujer llamada Sra. Qué (Reese Whiterspoon) que parece no solo haber sido invitada por el pequeño Charles Wallace, sino que directamente es una loca trastornada. A esto se le suma que, al día siguiente, el insoportable pequeño, en un paseo con su hermana y, ahora, el joven Calvin O’Keefe (Levi Miller) que oficiará de “príncipe azul” y que nada tiene que ver con el tremendo personaje que interpreta en la recomendadísima “Better watch out (2016)” porque acá solo sirve para poner “cara de situación”; van a una casa abandonada a hablar con la Sra. Quién (Mindy Kaling), otro personaje perturbador que solo sabe hablar con frases de famosos. Este hermoso grupete se junta inesperadamente de un momento a otro con el último ser interdimensional-no-se-que-carajos llamado Sra. Cual (Oprah Winfrey) quien vendría a ser la líder de las otras dos y que, en un momento es gigante, y al otro no. Así de simple. Todos juntos irán en busca del padre de Meg, que parece “Tesereó” (Sí, así es el término) tan gloriosamente (¡!) que se fue hasta un lugar de oscuridad del cual no puede salir. ¿Cuál es la situación del “Tesereo” y el Teseracto (que, para que entiendan, es un Hipercubo o un cubo desfasado en el tiempo. Un término aculado por la ciencia para hablar de viajes en el tiempo)? En primer lugar, se usa mal, horriblemente mal, ya que lo que el supuesto mensaje New Age que nos quiere vender Un viaje en el tiempo (que en el original sería “Un pliegue en el tiempo”, pero no hay ni “Viaje” ni “Pliegue” en todo el filme) no llega a entenderse por lo mal editada que está, las elipsis que hacen a la historia parca y aburrida, y finalmente, a un desenlace sumamente edulcorado en el que no cuaja nada. No digo que la idea sea mala. Ni siquiera negaría que Disney, o estas grandes corporaciones, últimamente nos están preparando para algo que todavía no llegamos a entender y que se desencadenará pronto. Pero Un viaje en el tiempo tiene tantos huecos que lo de “vibrar y conectarse con el prójimo a una misma frecuencia” no se llega a entender. No se entiende quién ni qué hace Charles Wallace ahí. No se entiende que la niña mala que hace bullying de repente se hace buena. No se entiende por qué al entrar a un lugar oscuro está todo iluminado. No se entiende nada y aburre. Next.
“Un viaje en el tiempo” es el nuevo film que nos trae Disney, protagonizado por Meg (Storm Reid) y Charles Wallas (Deric McCabe), dos hermanastros con dos padres amantes de la ciencia. A la cabeza de familia (Chris Pine) le atraían las cosas grandes, entrar en el universo en sí. Siempre aseguró que el ser humano es luz y que puede estar en cualquier parte del espacio, que solo hay que encontrar la frecuencia exacta. Un día, él desaparece sin motivo, y Meg, Charles y Calvin (Levi Miller), un compañero de la escuela, van a buscarlo con la ayuda de “Mrs. Whatsit”, “Mrs. Who” y “Mrs. Which”, tres seres de luz que no solo auxilian a los pequeños para buscar a su padre, sino que les enseñan a vencer a “Aquello”, la oscuridad total. Si vemos la película más profundamente, a nivel filmográfico es exquisito, tiene excelentes matices y fotografía, solo se puede criticar la parte digital, debido a que a esta productora se le puede exigir mucho más de lo que plasmó en esta proyección. Las animaciones no fueron dignas de una empresa que viene ganando premios gracias a ello. En cambio, la musicalización y el efecto sonoro fueron frescos y modernos. Una película para apreciar en familia. Si bien posee un final realmente esperado, tiene además un fuerte mensaje de amor que se refleja constantemente. Cuando termine, el público se va a querer abrazar mutuamente. El amor lo es todo y está presente siempre por donde se lo mire.
No sé si ocurrirá en todas las funciones, pero en la que organizó Disney para la prensa aparece Ava DuVernay antes de la película indicando a cámara qué quizo hacer, a quién está dirigida la historia (“niños de 8 a 12 años”) y cómo debería entenderse el film desde la perspectiva de los adultos. “Las excusas no se filman”, dice una vieja máxima del negocio cinematográfico. Las película no se explican antes de empezar, podríamos agregar. Si ese preámbulo ya generaba ciertas dudas, Un viaje en el tiempo se encarga rápidamente de amplificarlas... al infinito y más allá. Contra el cinismo de muchos críticos he defendido innumerables películas de Disney, no solo desde su factura sino incluso desde su visión del mundo. En el caso de esta película no hay forma de salvarla: pocas veces el estudio más poderoso del planeta ha dado una película tan pretenciosa en sus intenciones y tan fallida en su realización. La transposición de la venerada novela de Madeleine L’Engle resulta por momentos irritante, ridícula y -el peor pecado viniendo de la factoría que es dueña de la más rica tradición del entretenimiento, de Pixar, de Marvel y de Lucasfilm- aburrida. El film fue celebrado en la industria por tener a protagonistas negros: desde Storm Reid (como la pequeña Meg Murry que viaja en busca de su padre desaparecido) hasta la célebre Oprah Winfrey (aquí no solo aleccionadora sino también gigantesca), pasando por Gugu Mbatha-Raw o André Holland. Pero ni ellos ni otros actores reconocidos como Reese Witherspoon, Michael Peña, Zach Galifianakis o Chris Pine pueden hacer nada ante la inconsistencia de un cuento de hadas new age, una moraleja didáctica con una directora (DuVernay) que parece una pastora evangélica subida al púlpito en plan profético antes que ubicada en el set con espíritu de narradora. Es cierto que hay algunas imágenes deslumbrantes (seguramente los diseñadores y expertos en efectos visuales deben ser de lo más encumbrado en la industria), pero ese despliegue está puesto al servicio de la bajada de línea y no del espectáculo cinematográfico. A Disney, al menos esta vez, se le olvidó lo que siempre ha sido su mandato principal: fascinar, seducir, empatizar. Este viaje intergaláctico y supuestamente mágico terminó, así, en un descenso a los subsuelos del cine popular. Lo último: que muchos críticos prestigiosos de los Estados Unidos hayan elogiado esta película solo tiene una explicación posible: la “dictadura” de la corrección política que impera en el Hollywood actual y a la que muchos, por convicción o por miedo, se someten con absoluta docilidad.
Un viaje en el tiempo arranca con un aviso de su directora, Ava DuVernay. Nos cuenta que la película está pensada para un público infantil y que para disfrutarla debemos dejar salir a nuestro niño interior. Esto nos advierte dos caminos: o la señora es una tierna y hay que abrazarla, o están abriendo el paraguas. El Dr. Alex Murry (Chris Pine) está felizmente casado con su compañera de investigaciones, la Dra. Kate Murry (Gugu Mbatha-Raw). Tienen dos hijos Meg (Storm Reid) y Charles Wallace (Deric McCabe). Pero él sólo conoce a un pequeño Charles, porque tesereó y quedó perdido en algún lugar del universo. Ya volveremos sobre el término teserear. Ahora lo importante es que Alex Murry lleva cuatro años desaparecido, lo que volvió a su otrora brillante hija víctima del bullying. Por motivos que solo se explican por la magia de Disney, tres seres con poderes sobrenaturales aparecen en la vida de los chicos y los llevan a buscar a su padre. Son la Señora Qué (Reese Witherspoon), la Señora Cuál (Oprah Winfrey) y la Señora Quién (Mindy Kaling), vestidas de colores extravagantes los invitan a teserear con ellas. Emprenden un viaje y si, lo encuentran. Y no es que nos de fiaca extendernos en la sinopsis, es que no pasa demasiado. Hay que atender a varias cuestiones. Primero, el término teserear. Inferimos que es “encontrar una frecuencia que te permita desplazarte a otra dimensión” pero es una deducción. Si es una película infantil, un concepto tan central debería ser explicado con más detalle. Remite (pero de modo negativo) al famoso supercalifragilisticoespialidoso: un término que sólo existe dentro del mundo de Mary Poppins. Otra cuestión injustificada es que, por momentos, la Señora Cuál sea gigante. No es solo el hecho que no se explique, es que no tiene sentido, no aporta nada. La razón que se nos ocurre es que la actriz no podía ir a grabar, entonces se la grabó en croma key y la hicieron gigante para disimular. En Loco x el cine tenemos un lineamiento general que es no ponernos muy técnicos. Es inevitable mencionar que Un viaje en el tiempo tiene una cantidad vergonzosa de saltos de eje y continuidad. El montaje en una película clásica es un recurso que tiene que estar orientado a generar un espacio uniforme y coherente. Hay momentos donde los personajes cambian de ubicación mágicamente. Uno aparece al lado de otro y en el plano siguiente, sin haberse desplazado, se aleja varios metros de la acción. Lo mismo con las miradas: se supone que tienen que dar solución de continuidad, generar la sensación que los personajes están juntos. Hay secuencias que no se sabe a quién hablan. Si es una propuesta moderna y estas “irregularidades” ayudan a alguna construcción de sentido, son bienvenidas. Pero estamos ante un producto clásico orientado a un público infantil, tal como nos avisó su directora al principio, donde son errores. La musicalización también es arbitraria. Lo que suena no termina de pegar con lo que vemos, y tampoco genera un contraste. Da más la sensación de que había que incluir a cómo de lugar algunos hits. Las actuaciones, excepto el pequeño Deric McCabe, y algunos momentos aislados de Chris Pine son inverosímiles. La Señora Quién habla con frases hechas, citando al autor, por motivos poco convincentes. Dudosos para el espectador y para la misma Kaling. Witherspoon se ve artificial, exagerada. Y Oprah. Oprah gigante, es insalvable. Un elemento que aparece con fuerza en reiteradas oportunidades es “el amor” como factor resolutivo de problemas. Entendemos que es Disney y que este tópico es recurrente. Nos puede parecer cliché, pero estamos dispuestos a aceptarlo si está bien formulado. No vamos a insistir mucho sobre este punto. A esta altura parece que estamos invadidos por una saña irracional. Pero no, estamos tratando de ser lo más objetivos posibles: Un viaje en el tiempo oscila entre insalvable e injustificable.
Todo gigante cae y A Wrinkle in Time (título original) es una derrota momentánea pero contundente para Disney. Protagonizada por Oprah Winfrey, Reese Witherspoon y Mindy Kaling Un viaje en el tiempo es un desastre absoluto. Ava DuVernay (Selma, 13th) trata de poner orden tras la cámara, digo trata ya que en su intento por ordenar las cosas y ofrecer un espectáculo emotivo y memorable falla monumentalmente. Estamos ante una película que no ofrece ninguna conexión con el espectador; vemos desde el primer minuto como la estructura del film falla por la falta de cordialidad del guión (escrito por Jennifer Lee y Jeff Stockwell) al caer en una absurda cantidad de elipsis sin sentido. Hay tantos errores en este film que su duración (110 minutos) pone a prueba la inteligencia del público al no pensar salir corriendo de la sala. El mensaje de la película (“ser fuerte con tus errores”) si bien está marcado con fuego, resulta patético tras la impresión final. Para empeorar las cosas A Wrinkle in Time pone en rol de mártir a todo Bully escolar compadeciendo un -falso- infierno personal. Bandera roja: encontramos actores y actrices con renombre que parecen perdidos en un mar de ideas mal aplicadas. Oprah Winfrey atrae por lo pomposo, hilarante – no en el buen sentido – y lo absurdo que resulta su personaje, pongámoslo de esta manera: Tenemos a Oprah Winfrey intrepretando a Oprah Winfrey gigante con una altura de 10 metros (su altura cambia, para bien o para mal) hablando de otras dimensiones e invitando a los jóvenes protagonistas a realizar un viaje fantástico… solo con eso nos podemos imaginar lo que viene después; Escena absurda tras escena absurda DeVernay en conjunto con Lee y Stockwell no paran de sorprendernos por lo irreal y la mediocridad de A Wrinkle in Time. Como frutilla del postre también tenemos a Reese Witherspoon protagonizando una bizarra escena de transformación “de humano a lechuga voladora”. Los jóvenes talentos en pantalla son opacados por la situación. Levi Miller (Peter Pan), Storm Reid (12 years a Slave) cumplen con su cometido, de todas formas el maquiavélico ladrón de escenas es: Deric Mccabe, ver a esta pequeña forma diabólica e insoportable – con una extraña similitud a George Takei – en pantalla genera ganas de gritar por lo exasperante que resulta su presencia. El pequeño Mccabe vuela la cabeza de todo espectador por lo irritante que resulta no solo su actuación, sino su presencia. Tenemos un nuevo the omen en la industria del cine y su nombre es Deric Mccabe. Después de ver A Wrinkle in Time – en mi opinión – queda a consideración la falta de calidad de Disney si no cuenta con nombres de grandes franquicias; cuando se posee un mensaje contundente y se tiene claro el destino pero no el camino suceden estas cosas: películas que merecen ser recordadas por su falta de claridad, por su ineficacia y pereza de resolver cosas que carecen de sentido, y claro, por que todo lo que toca Oprah no se convierte en oro. Se puede celebrar el retorno de la cantante Sade creando una canción original para la banda sonora de esta película no obstante estamos ante un olvidable intento de película. Sigan de largo y atentos con los próximos Razzies A Wrinkle in Time merece una clara mención . Valoración: Muy Mala.
Mundos colisionados Basada en el best seller de Madeleine L'Engle, Un viaje en el tiempo (A wrinkle intime, 2018) de Ava DuVernay (Selma: El poder de un sueño), ejemplifica todos los excesos y errores que se deben evitar a la hora de crear una historia en la pantalla grande. Si bien en su origen literario se desarrollaban ideas relacionadas a la búsqueda de la fuerza interior para descubrir el verdadero sentido e identidad propia, denotando un claro sentido de autoayuda, cuenta una “leyenda” que la autora tuvo que soportar 26 rechazos antes que se publicara finalmente la historia. Las críticas apuntaban a ser demasiado “diferente” hasta lo publicado en 1962. Esa diferencia no se plasma en la trasposición cinematográfica, ya que DuVernay apela al desborde visual y el mal manejo de la fantasía, que terminan resintiendo el mensaje familiar y políticamente correcto escondido en su fuente de inspiración. La historia de Un viaje en el tiempo se impulsa a partir de la búsqueda que la pequeña Meg (Storm Reid), realiza de su padre (Chris Pine), a quien hace cuatro años dan por muerto. Además de esa necesidad por saber qué pasó con este brillante investigador, quien descubrió la posibilidad de viajar en el tiempo con la mente, Meg deberá lidiar día a día en la escuela para ser aceptada. Cuando una noche recibe junto a su madre y hermano la visita de una extraña presencia en forma de mujer (Reese Witherspoon) asumirá que el extraño viaje que le propone realizar puede ser la salida a la inexplicable situación en la que su padre desapareció. Así, una primera etapa del relato, pedagógica, sin sobresaltos, es dejada rápidamente de lado para construir un exceso visual en el que otras dos mujeres (Oprah Winfrey y Mindy Kaling) guiarán sus pasos por la travesía en tiempo y espacio, desarrollando un espectáculo visual impactante pero que no logra transmitir nada. El progreso narrativo, lento, va configurando el espacio para que Meg, su hermano y un “amigo” comiencen con la pesquisa en un lugar/no lugar evitando que la oscuridad los atrape y retenga. Las bajadas de línea sobre la diferencia, el aceptarnos y aceptar al otro, como también la búsqueda de la luz interior, son sólo algunos de los ítems con los que Un viaje en el tiempo configura un entramado de sentido que se desmorona por la falta de asidero de sus ideas. Ava DuVernay deja de lado la habilidad para construir historias potentes, inspiradas en hechos reales, para sumergirse en el universo que L’Engle, una novela inabarcable y casi imposible de adaptar y que ha permanecido en el imaginario americano durante décadas como referente. Jennifer Lee (Frozen, una aventura congelada, Ralph el Demoledor) fue la encargada de trasponer el relato, y así como en sus anteriores producciones se destacaba la sencillez y emoción, aquí está todo tan digitado y sin pasión que se termina por construir un híbrido que no cierra por ningún lado y que de la calidez pasa a la frialdad sin puntos intermedios. La utilización constante de la banda sonora para crear empatía en el espectador, habla mucho de este eterno videoclip que busca sensibilizar a la audiencia con un mensaje sobre la aceptación y la identidad, pero que genera lo contrario al no ser honesto con aquello que narra. El exceso y pirotecnia visual tampoco aportan sentido. Por el contrario, se construye un espectáculo kitsch, que tampoco puede ser disfrutado como consumo irónico, ya que por momentos se toma tan en serio aquello que relata como dogma, que revierte esa posibilidad.
Es raro que antes de iniciarse la proyección de la película haya un clip en el que la directora Ava DuVernay hable a cámara y le explique al público qué es lo que quiso hacer, a quién está dedicada la película (niños de 8 a 12 años) e indique desde qué perspectiva deben los adultos entender el relato. Tal vez fue sólo en la función para la prensa, pero que aleccionen como desde un púlpito es un poco incomprensible. Como abrir el paraguas antes de tiempo. Lo que sucede luego -la película- es lo que más alarma. Porque Un viaje en el tiempo es una (super)producción de Disney, y si la factoría se caracteriza por algo en sus largometrajes es por el entretenimiento. Y Un viaje en el tiempo es todo lo que quieran, pero no entretenida. La historia, basada en una novela de Madeleine L’Engle que es un clásico en los Estados Unidos, sigue a Meg (Storm Reid), de 13 años, hija de madre negra (Gugu Mbatha-Raw) y un padre blanco (Chris Pine), con un hermanito adoptado de 6 años. Papá es un científico que desapareció hace cuatro años, y las compañeras del cole de Meg se burlan de ella. O sea: también hay bullying. Pero por suerte Meg conoce a un trío de seres especiales, por denominarlos de alguna manera, interpretadas por mujeres (Oprah Winfrey, Reese Witherspoon, Mindy Kaling) que ayudarán a Meg, al hermanito y a un amigo en la búsqueda ¿intergaláctica? de papá. Pero pronto aprenderán que , más que una búsqueda, se trata de un rescate. El tono del relato -multicolor, multiétnico- es de new age, con frases rimbombantes y de autoayuda. Hay cosas que no se comprenden o sino bordean el ridículo. Y hay, sí, imágenes impactantes, secuencias muy bien rodadas que incluyen flores y viajes en el aire al mejor estilo Avatar. Técnicamente lo que se ve es irreprochable. Lo que es extraño es que en la primera película con fuerte producción a sus espaldas, DuVernay (las nominadas al Oscar Selma y el documental 13th), haya desperdiciado tanto, o se haya perdido ella misma. En momentos en que la corrección política impera, el filme es recibido con bombos y platillos. Lo dirigió una realizadora, además, de raza negra, hay muchos intérpretes negros, y la mayoría son mujeres. Pero si los chicos son los principales destinatarios del filme, también en estos tiempos se se desea adoctrinarlos hay que conmoverlos, seducirlos. Un viaje en el tiempo está lejos de lograr un cometido y otro.
En esa febril compulsión por las adaptaciones literarias que parece corroer al mainstream, la novela de inspiración cristiana y corazón humanista escrita por Madeleine L'Engle en 1962 ( A Wrinkle in Time es el título original) ha desembarcado en la factoría Disney. Filmada como un estallido digital de fantasía predigerida por Ava DuVernay ( Selma), Un viaje en el tiempo comienza con una familia idílica, un niño adoptado, una niña curiosa, y continúa con la misteriosa desaparición del adorado padre en una encrucijada entre la ciencia y la creencia. Todo lo que sigue se tiñe de una falsedad ampulosa y aburrida que intenta en vano generar emociones a partir de un decálogo de frases célebres y un despilfarro de efectos especiales. Si la película sortea las escenas más ridículas como la imagen de una Oprah Winfrey gigantesca suspendida en el cielo astral, o una Reese Witherspoon convertida en una coliflor salida de la tierra de Oz, es gracias a la medida emoción que transmite la adolescente Storm Reid. La joven protagonista brinda a su Meg la inquietud de su edad, marcada por la ausencia de su padre y las maldades de sus compañeritas de clase. Ese viaje hacia el encuentro de lo perdido, que podría haberse desplegado con la festividad del musical o la magia de los cuentos de hadas, lo hace con una mediocre y acartonada inventiva, inconsistencias argumentales y la plástica de una publicidad de turismo por el cosmos.
Un viaje en el tiempo, de Ava DuVernay Por Jorge Bernárdez Una arruga en el tiempo” es una novela publicada en 1962 y para la época resultó una verdadera sorpresa, por su mezcla de física cuántica, relato de iniciación y un toque místico que hoy se puede calificar de New age aunque para el momento en que salió la novela, era más que un toque de modernidad, más bien podría decirse que el cóctel era bastante excéntrico. Lo cierto es que Un viaje en el tiempo se mete en el mundo de ese libro y trata de trasladar toda esa mezcla a la pantalla. Un científico desaparece un día y nadie sabe bien qué es lo que estaba investigando. Su hija crece hasta ser una adolescente con bastantes problemas y que sufre bullying por parte de sus compañeras. Guiada por su hermano menor, nacido en el mismo momento en que el padre de ambos se perdió, la chica iniciara una especie de viaje metafísico de la mano de la señora Cuál (Oprah Winfrey), la Señora Qué (Reese Whisterpoon) y la Señora Quién (Milly Kallyng). A partir de ese momento, se ven en la pantalla imágenes realmente impresionantes que parecen salidas de esas tarjetas de moda con frases de Khalil Gibran, Picasso o Budha de la década de los setenta. Los personajes mencionados se pasean por la pantalla con un vestuario caro y extravagante y sus actuaciones bordean lo vergonzoso, digamos que también aparecen en situaciones bastante bochornosas Zach Galifianakis y Michael Peña. La filosofía es ramplona, las actuaciones bastante insoportables y nada se entiende demasiado. Tratar de meter en ese fárrago de situaciones, ideas de física cuántica y meditaciones orientales hace que todo naufrague y el espectador se sienta por momento invadido por cierta piedad hacia los actores que se metieron en ese baile. Es una película llena de buenas intenciones, imágenes melosas pero con poco cine. UN VIAJE EN EL TIEMPO A Wrinkle in Time. Estados Unidos, 2018. Dirección: Ava DuVernay. Intérpretes: Storm Reid, Oprah Winfrey, Reese Witherspoon, Mindy Kaling, Gugu Mbatha-Raw, Michael Peña, Zach Galifianakis, Chris Pine y André Holland. Guión: Jennifer Lee, basado en la novela de Madeleine L’Engle. Fotografía: Tobias Schliessler. Edición: Spencer Averick. Música: Ramin Djawadi. Distribuidora: Disney. Duración: 109 minutos.
La nueva película dirigida por Ava DuVernay (basada en la novela de Madeleine L’Engle), y producida por Walt Disney Pictures y Whitaker Entertainment, es un film con un elementos técnicos que deslumbran, pero con un argumento débil que no logra sostenerse a través de su duración. El titulo original del film “A wrinkle in time”, nos señala que existe un “pliegue” en el tiempo, en el cual Meg (Storm Reid), Calvin (Levi Miller) y Charles Wallace (el sorprende y divertido personaje que encarna el joven Deric McCabe) logran ingresar para buscar al Dr Murry (padre de Meg y Charles), quien hace cuatro años ha desaparecido sin dejar rastro. Este inesperado viaje tiene como guías “del mas allá”, a Mrs Wich (Oprah Winfrey), Mrs Who (Mindy Kaling) y Mrs Whatsit (Reese Witherspoon). A partir del inicio de la travesía, que demora bastante en concretarse de forma innecesaria, DuVernay nos trasladará a diferentes mundos como Uriel, Orion e incluso el oscuro Camazotz, en donde podremos ver sin duda, lo mas valioso de la película: los efectos visuales y la dirección de arte: llenos de color, magia y emoción. En busca de su padre, Meg y Charles, junto a Calvin como como tercer protagonista, conocen lo fantástico de esos mundos, pero a la vez deben enfrentarse a sus propios miedos. Si bien DuVernay se encargó de explicar que la película está destinada a niños entre 8 y 12 años, lo cual no es necesario aclarar, lo cierto es que el argumento y la previsibilidad del film, sumado al deslucimiento del reconocido reparto en función de un guión y un relato que no los beneficia, hace que la película no logre despegar nunca. Con frases hechas, consejos clichés sobre la vida y el amor (de los cuales ya estamos un poco cansados), el film parece estar anclado una década atrás: nada de lo que propone es nuevo ni sorprende. Del equipo de actores, se destaca el niño Deric McCabe, en un personaje divertido y simpático, mientras que por parte de los adultos, Reese Witherspoon logra transmitir la frescura a la que nos tiene acostumbrados. Por otro lado, es una pena ver a Oprah Winfrey tan desaprovechada, y acá otra vez, DuVernay y los guionistas (Jennifer Lee y Jeff Stockwell) deben asumir esa responsabilidad. El universo mágico y las producción millonaria de Disney se exhiben en este nuevo producto, pero, lamentablemente, la magia dura poco y los millones, no guardan relación con el resultado final.
Sermoneos evangelizadores Hay algo peor que las películas con moraleja: las sinopsis que explican esa moraleja. En la de Un viaje en el tiempo se lee que “una niña, con la ayuda de tres guías celestiales, realiza un viaje transformador en el que descubriremos que la fortaleza interna se logra al aceptar nuestras individualidades, y que la mejor manera de triunfar sobre el miedo es viajar usando nuestra propia luz”. Que nadie aspire a encontrar un sentido distinto que ése a las peripecias por el tiempo y el espacio de ella, su hermanito y un amigo en busca del padre de los primeros, pues el resultado será igual de inútil que intentar desagotar el Titanic con un baldecito de playa. Sí debe reconocérsele a la película de la “visionaria directora” (sinopsis dixit) Ava DuVernay la transparencia de no esconder nada: todo está a la vista, como si se tratara de un bazar árabe donde en lugar de especias se ofrecen elementos fantásticos espectaculares pero sin sentido del espectáculo, sermoneos evangelizadores escritos por algún pastor brasilero infiltrado en el equipo de guionistas y una corrección política que de tan obvia e impostada da un poco de vergüenza ajena. Basada en el best seller homónimo de Madeleine L’Engle, catalogado durante años –por lo que se ve aquí, con muchísima razón– como “infilmable”, Un viaje en el tiempo tiene un punto de partida típico de Disney, con la ausencia paterna como gran motor de las acciones. Meg (Storm Reid) es hija de un científico que afirmaba que el universo está dentro nuestro y, por lo tanto, es posible viajar por el espacio con la mente. Algo de razón debía tener, porque cuatro años atrás se fue para no volver. Y es imposible que ese padre rubio de ojos claros (Chris Pine) casado una mujer afroamericana –con quien, además, adoptaron al hermano menor de Meg– no sea un papá buenísimo. En ese contexto, salpimentado con algunos apuntes “de denuncia” sobre el bullying, aparecen tres mujeres sacadas de una de Tim Burton que se autodefinen como guerreras y prometen viajes intergalácticos para hallar la figura faltante. Ellas se llaman Qué, Quién y Cuál y las interpretan Reese Witherspoon, Mindy Kaling y Oprah Winfrey, respectivamente. Sólo por la envergadura de Oprah se entiende que Cuál tenga un tamaño varias veces más grande que el resto y hable siempre desde los cielos: ella es lo más parecido a Dios en este universo plagado de actores y actrices afroamericanos, lo que convierte a Un viaje… en el segundo eslabón de la casa del Mickey atravesado por el empoderamiento negro después de Pantera Negra. Filmada en ostensible primer plano para que se note requetebién quién es, Winfrey usa la pantalla como púlpito prodigando máximas sobre la importancia de ser uno mismo más cercanas al libro de autoayuda que del cine. O del sermón, dado el trasfondo mesiánico del asunto. Con su aparición el film emprenderá el viaje del título, siempre con los motivos de cada parada explicado por un personaje, no sea cosa que alguien no entienda el sentido figurado de lo que sucede.
Un argumento endeble sobre el amor trascendiendo los límites del tiempo y el espacio. El amor lo conquista todo. A ese mensaje se han anotado incontables películas desde los orígenes de la cinematografía, con distintos métodos, sea sutiles u obvios. No es necesario señalar cuál enfoque es el que mejores resultados ha producido, y sí es necesario señalar que Un Viaje en el Tiempo es un ejemplo rotundo del daño que puede hacer la obviedad y la superficialidad a la hora de desarrollar un tema, por más arraigado que esté en la fantasía. Un Teserear Glorioso Meg Murry es una adolescente tan inteligente como infeliz que tiene problemas en la escuela. Sus compañeros la viven molestando y los docentes ya no saben cómo responder a su bajo rendimiento académico. Esta tristeza tiene mucho que ver con el hecho de que su padre, un prestigioso científico, desapareció dejando solas a ella, su madre y a su pequeño hermano. Un día todo esto cambia cuando tres guías celestiales entran a su vida con la intención de ayudarla a encontrar a su padre. El guion de Un Viaje en el Tiempo es uno bastante endeble en su proceder. Su percepción del bien y el mal es exagerada, unidimensional y completamente carente de sutileza, incluso para los estándares de una película para niños. Sus diálogos carecen completamente de subtexto, oscilando entre lo explicativo y la comedia involuntaria. Es una película que se toma muy a pecho la cuestión de “el amor es la respuesta” para la resolución de sus conflictos, a tal extremo de tener que enrostrárselo al espectador a cada paso del camino. Esto es una muleta que la narración no sacrificará por nada del mundo y tiene su más clara consecuencia en lo cansino de su ritmo, alargando innecesariamente (y no pocas veces) las escenas. El desarrollo de personajes se adentra peligrosamente en el terreno de la indiferencia. Uno ve que sufren, entiende de dónde viene ese sufrimiento, pero no llegan a conmover; te da igual sus triunfos o sus fracasos. No conforme con tener ese concepto exagerado y nada sutil, también lo es el cómo eligen encararlo visualmente. El uso de colores y texturas que propone es digno de una publicidad de impresoras por su excesiva saturación. El vestuario reduce a sus protagonistas a un chiste lamentable. Oprah Winfrey es un Goku canoso, mientras que el vestuario de Reese Witherspoon muchas veces parece una sábana amontonada y arrugada que le pusieron encima. En materia actoral, a riesgo de generalizar, todos y cada uno de los miembros del reparto se encuentran en un callejón sin salida. Por más pericia que tenga como directora Ava DuVernay, y la capacidad que puedan tener los actores, no pueden superar las falencias del guion. El elenco no puede bordar las acciones y los diálogos de estos personajes sin hacerlos quedar como niños caprichosos. Conclusión Ni toda la brillantina del mundo puede salvar a Un Viaje en el Tiempo de zozobrar estrepitosamente. Entre su ritmo cansino y su humor involuntario, es un fallido absoluto tanto a nivel narrativo, como visual e interpretativo. Suban bajo su propio riesgo.
Una fantasía con aromas de creencias new age, que pertenece a un libro de Madelaine L` Engle y que dirige la interesante directora Ana DuAverney (“Selma”) que poco puede hacer con la adaptación casi literal que hicieron Jennifer Lee y Jeff Stockwell. Mucho dinero en una producción muy lujosa de millonaria inversión, que en realidad solo puede quedar como un entretenimiento para chicos, porque atraer la atención del mundo adulto es una pretensión no lograda. Es más en algún momento hasta produce risa cuando se supone que tiene que haber profundidad. Lo cierto que la historia del científico que viaja en el tiempo gracias a su imaginación y una ecuación matemática, nunca bien explicada, que queda atrapado por una fuerza oscura y desaparece de su vida cotidiana por cuatro años, no es atractiva. Menos cuando su hija que sufre bullyng en la escuela y lo extraña mucho, se topa con tres seres mágicos que la ayudaran a “la única manera de vencer la oscuridad es convertirse en la luz”. En fin. Un elenco con caras tan conocidas como Oprah Winfrey que aparece gigantesca, Reese Witherspoon, Chris Pine y siguen los nombres. Mas que celestiales parecen grotescos. Y los lugares de distintas dimensiones son demasiados terrenales. El bien, el mal, la oscuridad, la luz, todo suena demasiado serio y pomposo.
Un cuento desafortunado Meg (Storm Reid) es la hija del los científicos de la NASA Alex (Chris Pine) y Katherine (Gugu Mbatha-Raw), quienes la criaron con su misma pasión por la ciencia. La desaparición de Alex luego de un gran descubrimiento terminará llevando años después a Meg, su hermano adoptivo el pequeño Charles Wallace (Deric McCabe) y su amigo Calvin (Levi Miller) a una búsqueda por el universo en el que tendrán la guía de la Señora Qué (Reese Whiterspoon), la Señora Quién (Mindy Kaling) y la Señora Cuál (Oprah Winfrey). El desembarco en Disney de la directora Ava DuVernay se planteaba como algo interesante ya que se contaba con la visión de la responsable de Selma (2014) para poder hacer un proyecto que pudiese acercarse a algo más moderno. El guion de Jennifer Lee (Frozen) y Jeff Stockwell (Un puente hacía Terabithia) basado en el libro de 1962 de Madeleine L´Engle intenta acercar al público juvenil a algunas nociones de física cuántica pero no lo logra fluidamente y se pierde más en el drama. Las actuaciones más destacadas son de la joven Storm Reid y de su compañero Levi Miller mientras que el personaje de Deric McCabe que al principio cae simpático llega a un punto donde se vuelve completamente insoportable. Uno de los puntos fuertes es la banda de sonido a cargo de Ramin Djawadi y el soundtrack pop compuesto por canciones de SIA (Magic), DJ Khaled y Demi Lovato (I Believe). Un viaje en el tiempo es una película no solo fallida, sino que aburre, aunque dura menos de dos horas se siente bastante pesada y poco se puede rescatar de lo que se trataba de una de las grandes apuestas de Disney.
Desde el último año, la industria del entretenimiento (particularmente Hollywood) viene atravesando una serie de cambios que están marcando un significativo y necesario avance. Ya sea que responda a un interés de mercado o a un genuino mea culpa hollywodense, se volvió imperante repensar los roles asignados históricamente delante y detrás de cámaras, así como buscar una mayor diversidad a la hora de representar a todo el mundo. Disney lo entendió mejor que nadie y se adelantó a la competencia, entregando la dirección de este proyecto a Ava DuVernay. Por primera vez, una mujer de color contó con el presupuesto para una producción de esta escala, además de una notoria libertad creativa. Un viaje en el tiempo (A Wrinkle in Time, 2018) es la adaptación a la pantalla grande de una novela homónima de 1962, la primera de una saga de libros infantiles. DuVernay se encargó de elegir un reparto diverso en los roles principales y centrar la maquinaria publicitaria del film alrededor de dicha decisión, quizá su mayor mérito. Como suele ocurrir con las novelas de fantasía trasladadas al cine, la película no llega a sentar las bases de un mundo que se adivina complejo y lleno de sentido en su contraparte literaria, pero que queda a mitad de camino en los 109 minutos de duración del film. Temas como la ansiedad y la depresión infantil son tratados de manera algo perezosa y aleccionadora, dejando un mensaje esperanzador a través de las aventuras de dos hermanos. Storm Reid sobresale en el rol estelar de Meg, una adolescente brillante pero insegura, que sufre bullying en la escuela. La misteriosa desaparición de su padre en circunstancias poco claras (tanto para los personajes como para el espectador) es el disparador de esta historia que mezcla fantasía y ciencia como si se trataran de la misma cosa. El hermano adoptivo de Meg, un pequeño prodigio llamado Charles Wallace, es quien parece tener todas las respuestas a los interrogantes que van surgiendo. Junto a un amigo que, literalmente, “pasaba por ahí”, Meg y Charles Wallace se embarcan en un viaje místico para intentar encontrar a su padre y traerlo de regreso. En su búsqueda, los jóvenes protagonistas cuentan con tres guías espirituales que los acompañan y les aconsejan: Reese Whiterspoon, Oprah Winfrey y Mindy Khalil son las señoras Qué, Cuál y Quién, pintorescos personajes llenos de sabiduría y dotados de extraños poderes. El clásico espíritu de las películas familiares de Disney está presente, pero el ritmo de la historia no llega a construir un relato atrapante. La resolución de las situaciones tiende a caer en lugares comunes y excesivamente melosos, reforzando el efecto en cada escena con una música especialmente compuesta para la ocasión. En un insólito comunicado, la directora de la película nos pide, antes de adentrarnos en su creación, no perder de vista que se trata de una película para chicos. Tal vez no tan lejano a lo que veíamos en los ochenta con La historia sin fin (The Neverending Story, 1984) o Leyenda (Legend, 1985), el resultado final no deja de ser algo decepcionante para una producción de este calibre, de la que se esperaba tanto.
Un viaje en el tiempo es una herramienta que la CIA y el FBI en Estados Unidos deberían utilizar en adelante para obtener confesiones de terroristas y criminales. Esto es mucho más que una película, nos encontramos ante un hito que marcará un antes y un después en el campo de la criminología. No existe en el planeta un ser humano que pueda tener la resistencia física y emocional para sobrevivir una fusión continuada de este bodrio de la directora Ava DuVernay (Selma). Sinceramente recomiendo que si tienen la valentía de verla en el cine vayan descansados, ya que de otro modo, a la media hora de iniciada la función, los brazos de Morfeo se apoderaran de ustedes. Este film ya venía con una promoción inflada por el hecho que DuVernay fue la primera realizadora negra en desarrollar una producción de 100 millones de dólares. Si bien ese es un hecho noble que marca cierta evolución en Hollywood, el color de piel o sexo biológico de un artista no determina que su labor brindará una gran obra. Un viaje en el tiempo vuelve a recordarnos que el género de la fantasía no es para cualquiera. Podés tener prestigio y galardones en el campo documental o las biografías dramáticas que sin imaginación en este tipo de cine no vas a ningún lado. En este punto encontramos la gran desgracia de este estreno. Se trata de la obra de una mujer con creatividad limitada y sin imaginación. Tenía servido en bandeja una historia fascinante como es la novela homónima de Madeleine L´Engle, que desde hace décadas es un clásico de la literatura juvenil y la arruinó con una adaptación insulsa y aburrida. Los contenidos de ciencia ficción que presentaba el conflicto original fueron tirados a la basura para contaminar el relato con un infumable panfleto de filosofías new age, típicos de los libros norteamericanos de auto ayuda. Hace años ya que vengo reseñando los clásicos live action de Disney, especialmente los que quedaron en el olvido, y no puedo encontrar otro ejemplo de un film tan malo como este. Inclusive producciones olvidables y fallidas como El Inspector Gadget 2 al menos tenía un argumento coherente. En esta película se presenta una historia que no tiene el mínimo sentido. Unos chicos emprenden una travesía por distintas dimensiones para rescatar a su padre científico que desapareció porque el hombre “quería darle una apretón de manos al universo”. Los protagonistas cuentan con la ayuda de tres entes sobrenaturales (Oprah Winfrey, Reese Witherspoon y Mindy Kaling), que por alguna razón se visten como drag queens, y les dicen a los supuestos héroes lo que tienen que hacer. Todos los personajes adultos de este film hablan como si se hubieran tragados la obras completas de aforismos de José Narosky y después de un tiempo terminan por cansar. Los chicos que emprenden la búsqueda de su padre inician un viaje por el universo que tiene como escenarios fascinantes, un bosque, el pico de una montaña, una playa (que parece La Bristol de Mar del Plata en la primera quincena de enero) y una urbanización de los años ´50. Eso es todo. No hay una aventura emocionante que genere una atracción por este relato y todo se desarrolla de un modo muy aburrido. Inclusive el villano es una figura abstracta que no le aporta ningún interés a la trama. Otro elemento fallido que llama la atención es el casting de los niños protagonistas que es malo. Algo en lo que Disney no suele fallar pero Ava DuVernay fue quien tuvo el control de esta cuestión. Storm Reid, la figura principal, es una chica sin carisma, cuya constante cara de traste a lo largo del film, no contribuye a despertar empatía por su rol, mientras que sus compañeros actúan de un modo muy artificial. La directora además contamina el relato con una banda de sonido incoherente donde incluye canciones pop y Rhythm and Blues que no tienen ninguna relación con las situaciones que se retratan en la pantalla. Lo que genera irritación de Un viaje en el tiempo es que más allá de ser aburrida se trata de una película muy pretenciosa que aspira a ser profunda e inteligente. En un momento el personaje de Oprah Winfrey le dice a la protagonista, quien no hizo nada memorable hasta ese momento, que es una heredera de una raza de guerreros que cambiaron el mundo como Gandhi y la poeta Maya Angelou. Figuras que la mayoría de los chicos difícilmente tengan presentes pero queda bien mencionarlos para hacer más intelectual la trama. Lo único rescatable de este film es Chris Pine, quien brinda una buena actuación dentro en un rol limitado. El resto es para el olvido y no merece el valor de una entrada al cine. Ojalá Disney mejore la calidad de sus estrenos con la nueva adaptación de El cascanueces, protagonizada por Keira Knightley que llegará a los cines a fin de año.
Basada en la novela de Madeleine L'Engle, "Un viaje en el tiempo", de Ava DuVernay es una de las experiencias cinematográficas más divertidas del año, aun por las razonas equivocadas. ¿Qué es lo que hace a una obra memorable? El llamado Ecce Mono “creado accidentalmente” por la restauradora Cecilia Giménez en 2012, se terminó convirtiendo en una imagen famosa que dio vueltas al mundo entero y hasta llegó a tener variadas representaciones. "The Room" consiguió tanta repercusión que hasta catapultó a la fama a su creador Tommy Wiseau, y el año pasado tuvo un diario de filmación/homenaje en "The Disaster Artist". La devoción del film del clan local Del Boca por "Un buen día" es un claro ejemplo en nuestro país. Hay millones, y "Un viaje en el tiempo" podría escribir algunos nuevos renglones dentro de la historia de las obras de culto por consumo irónico. Es que el nuevo film de Ava DuVernay, directora de "Selma: El poder de un sueño", acumula una serie de errores que en su conjunto terminan convirtiéndola en una extraña experiencia muy disfrutable. ¿Manual de lo que no hay que hacer? Desde sus primeros segundos, "Un viaje en el tiempo" nos recibe con diálogos inverosímiles sacados de un rancio recitado de autoayuda. La familia Murry se prepara para la llegada de su nuevo hijo adoptado, y las cosas que le dicen los padres a su hija Meg (Storm Reid) para que lo acepte, rayan la exasperación. Pasan pocos minutos, muy pocos, y ya el film acumuló saltos temporales mal resueltos, diálogos increíbles, un montaje defectuoso muy notorio, una paleta de colores empalagosa, y personajes con tanto “carisma” que terminan convirtiéndose en irritantes… y tan solo van cinco o diez minutos. Cuando la primera de las mujeres “pitonisas” haga su irrupción en el film del modo más incómodo posible será el momento de entregarse al placer culposo, relajémonos, esto será un viaje divertidísimo. En efecto, todo gira en torno a lo Murry. Papá (Chris Pine) y mamá (Gugu Mbatha Raw) son científicos cuánticos obsesionados con los viajes a través de portales multi dimensionales. Hay una energía que mueve al universo y que, según ellos, podría ser utilizada para tales fines, entre otros. Claro que ambos, sobre todo el padre, el más obsesionado, son el hazme reír de la comunidad científica. Pero no bajan los brazos. Otra que es un hazme reír es Meg, la hija mayor, porque hace cuatro años que papá de golpe desapareció, y ella aún aguarda que regrese. En la comunidad, principalmente el colegio, todos (alumnos ¡y profesores!) se burlan de ella de la forma más cruel, al punto de convertirla en una paria. Pero no todo está perdido, porque resulta que el hermano menor adoptado, Charles Wallace – no olvidarán este nombre – (Deric McCabe) parece que es una de las mentes más prodigiosas del universo. Razón por la cual, una a una, tres mujeres ¿pitonisas?, la señora ¿Qué? (Reese Witherspoon), la señora ¿Quién? (Mindi Kaling), y la señora ¿Cuál? (Oprah Winfrey), irrumpirán en la vida de los dos hermanos, y en el hogar de ellos, con el fin de reclutarlos y llevarlos a un viaje por el universo en busca de su padre que podría estar perdido. Hay otro navegante, un tercer niño Calvin (Levi Miller), compañero de Meg, que se une a ellos básicamente porque sí, porque estaba ahí. Los tres niños y las tres mujeres, van a teserear ¿? y emprender viajes a distintas locaciones del universo. Si no entendieron nada, no se preocupen, nosotros tampoco. ¿Qué es teserear? ¿Cómo se hace? No se sabe, lo explican muy al pasar y de un modo que se encarga que no lo entendamos y no nos importe. Pero repiten el tesereo glorioso (sic) hasta el cansancio. La novela de Madeleine L'Engle escrita en 1960, es un clásico de la literatura juvenil de EE.UU. Hasta ahora había contado con una ignota adaptación como telefilm en 2003, y ahora Disney y la mismísima Oprah Winfrey como productora deciden llevarla a la gran pantalla como un verdadero evento cinematográfico a gran escala. El problema es que la megalomanía del film es tan inmensa que termina por convertirlo en un tren bala que descarrila en el arranque y no frena nunca hasta estrellarse. Ava DuVernay es conocida por Selma, que también contaba con la producción y participación de Oprah Winfrey. Allí se dedicó a hacer un panfleto anacrónico sobre el segregacionismo. Uno de esos film bienpensantes que huelen a folletín político encorsetado. "Un viaje en el tiempo" recurre a las mismas supuestas buenas intenciones, Todos los personajes no paran ni un segundo de hablar como si tuviesen a Paulo Coelho en la garganta, y en una forma recitada que lo hace aún más inverosímil. Para colmo de males, un mínimo análisis deja entrever que la película avala el bullyng como forma de superación. Las acciones de los personajes son tan incomprensibles como sus teorías. Teorías científicas que resuelven todo en base al amor y la bondad, literalmente, expresándolo en palabras remarcadas. Cada segundo del film se recarga de imágenes sobrecargadas, casi kitsch, de un gusto discutible. Con vestuarios que parecen de papel maché y peinados de lana. Las actuaciones caen acordes a la propuestas, todos caminan flotando, bailoteando no siendo un musical, y recitando diálogos en un tono lisérgico increíble. Desde el maquillaje, las posturas, y las formas, todo es ampuloso y de por más colorido. Incómodo. Tan incómodo como Calvin, que uno se pregunta qué hace ahí, por qué interrumpe en medio de los diálogos, y por qué mira así a Meg. Otro personaje “polémico” es Charles Wallace, su nombre es repetido hasta el hartazgo, sus características especiales son abandonadas por la historia (como otros personajes, que entren y salen de escena y del film sin razón alguna), y logra convertir a Deric McCabe en uno de los niños actores más odiosos e irritantes de los últimos tiempos. Las tres pitonisas son un foco de atención. El film abunda en primeros planos inexplicables para ver sus reacciones faciales mientras otros hablan. Sus vestuarios no tienen forma de expresarse correctamente. Hablan de un modo rarísimo y sin decir nada realmente valioso. Tienen un comportamiento errático; y pueden resultar muy molestas ¿Quién? Solo habla mediante frases de otros repitiendo el autor y su nacionalidad ¿?, y el ego de Oprah es tan grande que hace que siempre aparezca gigante, mal impuesta, y con los peores vestuarios y maquillajes. Tiene cuatro cambios de vestuarios, pasa de una forma fálica muy explícita, a ser Goku, a parecer un rulemán, y por último una huevera. Todo es así. No alcanzan las líneas para explicar segundo a segundo por qué "Un viaje en el tiempo" recae en tantos errores y a su vez es tan divertida de ver. Cuando uno la acepta como lo que termina siendo, pierde su seriedad impuesta, pero se convierte en algo gracioso, muy, aun involuntariamente. "Un viaje en el tiempo" fue pensada como uno de los grandes tanques de la temporada. El resultado quizás no sea el buscado, pero sin duda alguna, es una gran tanqueta humorística.
Un viaje por el mal gusto. No es común que en las grandes producciones industriales hechas en Estados Unidos las cosas salgan tan mal que de vergüenza ajena a nivel estético una película. Pero a veces pasa y, como el cine es un arte de alto costo, no hay forma de esconder el resultado o buscar un perfil bajo. Así llega a las pantallas del mundo Un viaje en el tiempo, que a pesar de ser una producción clase A, parece una película imitación de otras, un producto de bajo presupuesto que se quiere subir a una moda y que solo se difunde en formato hogareño. Pero su distribución, su elenco, y su costo, nos dicen lo contrario. Algunos países no podrán verla en cine debido a los resultados de taquilla y crítica (lo primero más que lo segundo, claro, salvo que incluyamos la respuesta negativa de los espectadores que sí la vieron). Ni estar basada en un best seller, ni ser la segunda adaptación de dicho best seller le aportó mucho o hace alguna diferencia en el resultado. La protagonista es Meg, una niña que sale a buscar a su padre, el científico Alex Murry, quien desapareció misteriosamente cuando realizaba un experimento de viaje en el tiempo y el espacio. Meg descubre que su padre está en algún lugar del universo y que este es mucho más grande y complejo de lo que todos creemos. Ella, su hermano y un amigo emprenden la aventura ayudados por tres seres celestiales y se enfrentarán a fuerzas oscuras. La base de cualquier historia de fantasía, pero llevada a mal puerto, entre otras cosas, por fealdad estética ya mencionada, así como también por una carga didáctica muy poco cinematográfica que la directora no supo combinar con una narración fluida o entretenida. En esta combinación horrible la película recuerda, salvando todas las distancias, a Más allá de los sueños (What Dreams May Come, 1998) pero en un formato de película para niños. Pero que nadie se llame a engaño: no estamos frente a una mala película que arriesga mucho y cae de forma aparatosa pero con algo de encanto, no. Un viaje en el tiempo es un bodrio solemne, pesado, sin simpatía, duro para ver por su mal gusto y su armado berreta. No hay forma de reivindicarla ni de salvarla, no hay tampoco motivo para hacerlo.
ABURRIMIENTO UNIVERSAL No deja de ser interesante que en la Argentina se hayan estrenado el mismo día Ready Player One y Un viaje en el tiempo. Ambas son adaptaciones de novelas sumamente populares y abordan cuestiones referidas a los marcos de interacción entre distintos mundos. La diferencia decisiva, sustancial, pasa por quién dirige cada película. Mientras en el primer caso tenemos a un realizador como Steven Spielberg, con ideas potentes y complejas sobre la concepción de la aventura, la imaginación y la creatividad; en el segundo hay una directora que tiene relativamente claro qué decir, pero no cómo decirlo. Y eso que había cierto material noble en la novela de Madeleine L’Engle, centrada en Meg (Storm Reid), una joven cuyo padre científico (Chris Pine) desaparece misteriosamente y que en compañía de su hermano menor y un amigo, y con la ayuda de tres seres celestiales –interpretadas por Oprah Winfrey, Reese Witherspoon y Mindy Kaling- emprende una búsqueda que la hará viajar por el tiempo y el espacio. Pero Ava DuVernay –que venía de entregar un biopic limitado pero relativamente interesante como Selma– delinea un relato más preocupado por decir un montón de cosas pero no por construir una aventura aunque sea mínimamente atractiva. En Un viaje en el tiempo hay un peso abrumador por parte del discurso hablado, que pretende transmitir concepciones sobre el tiempo, el espacio, el amor, los vínculos familiares, las relaciones paterno-filiales, la amistad, la hermandad, el Bien, el Mal y un largo etcétera. Lo que no hay –o a lo sumo aparece a cuentagotas- es sentido del peligro, tensión, incertidumbre o humor, que son componentes esenciales de la aventura y las narraciones infantiles. Tampoco una mínima conciencia del poder de la imagen como medio de transmitir sentido o construir un imaginario sólido. Sí hay muchas imágenes bellas, en las que se intuye un trabajo sobre el color y la composición casi obsesivo, pero todo eso forma parte de un entramado estético vacío, hueco, casi banal. De ahí que Un viaje en el tiempo acumule secuencias como si cosiera parches, en una historia que insinúa mucho pero termina entregando poco más allá de un mensajismo tan bienintencionado como superficial. Hay un elenco repleto de estrellas -Michael Peña, Gugu Mbatha-Raw, David Oyelowo y Zach Galifianakis también andan por ahí-, un diseño de producción imponente y mucho sentido de autoimportancia, pero ninguno de los personajes tiene un recorrido atrayente o sorprendente (todo es extremadamente previsible), el movimiento está ausente –es llamativo cómo prevalece el estatismo, incluso cuando los personajes se mueven- y solo en algunos pasajes se genera algo de empatía con lo que ocurre en pantalla. Para colmo, la premisa se va revelando como limitada, todo se resuelve muy rápido y el film solo sabe estirar las acciones, especialmente hacia el final, que es hasta agotador en su voluntad por hilvanar múltiples cierres. La sensación general que transmite Un viaje en el tiempo es la de ser uno de esos aburridos videos didácticos que se les hace ver a los pibes en las escuelas para enseñarles sobre algún tema en particular o hacer pasar el tiempo. Solo que claro, con un abultado presupuesto y muchas canciones insertadas para vender discos. Para construir un cuento infantil en el cine, no solo se necesitan estrellas y muchos millones de dólares, sino también talento, algo que DuVernay por ahora no parece tener. No es raro entonces que el resultado sea un film impostado, soporífero e intrascendente, que explica y repite todo, y liquida la posibilidad de la aventura casi desde el primer minuto.
La familia de un científico que se perdió en otra dimensión -su objeto de estudio- recibe la visita de unas hadas que invitan a salir a buscarlo por el universo. La nueva película de Disney parte de esa propuesta para desplegar una orgía de efectos especiales apabullante. Una imaginería probablemente muy divertida para los más chicos que incluye dragones vegetales gigantes, criaturas voladoras, una Oprah Winfrey gigantesca, campos de flores que toman vida y oscuridades que se lo tragan todo. Es la oscuridad, esencia de lo malo del ser humano, el enemigo a vencer para encontrar a papi, en una aventura que no para. En el centro, mensajes en pro de todo aquello bueno que te imaginás y contra todo lo malo que también.
El amor es la frecuencia. Esa por la cual dos átomos se encuentran, se unen y se empoderan hasta lograr traspasar el universo. Con esa premisa, “Un viaje en el tiempo” narra una historia de superación y milagros. Con la ayuda de tres guías celestiales, una niña realiza un viaje transformador en el que descubre que la fortaleza interna se logra al aceptar los defectos y al usar la propia luz. Se trata de una película que toca temas fuertes y que deja como moraleja que todo depende del cristal con que se miren las cosas pasadas, presentes y futuras. Además, hace hincapié que el amor y la bondad le ganan a los celos, la envidia, la ira y la violencia. Con un elenco de estrellas entre las que se destacan Reese Witherspoon y Zach Galifianakis, está la debutante en cine Oprah Winfrey. No es casual su presencia en esta película de Disney y mucho menos lo es su rol, ya que interpreta a una guerrera de la luz que lucha contra la oscuridad del universo. ¿Una connotación política contra el actual presidente de Estados Unidos, quizás? Lo cierto es que es un filme que más allá de su lentitud, resalta que “todo aquel dispuesto a enfrentar la oscuridad y a ofrecer lo mejor de sí mismo a la luz, logra detener el mundo”.
Una película que solo puede ir a verse para pasar el rato y al mismo tiempo aprender, que la enorme erogación de dinero, sin una base argumental solida, casi nunca termina siendo un producto confiable. Siguiendo con la corriente de adaptar novelas a la gran pantalla, esta vez le tocó a Disney Studios encargarse de traspasar las emociones del famoso best seller americano “A Wrinkle In Time“. Esta novela es de las más conocidas y queridas en Estados Unidos y por eso, al confirmarse de que la empresa del ratón se haría cargo de su largometraje, muchos se pusieron contentos. La trama cuenta la historia de Meg, una niña que junto a su hermano menor, emprende una aventura a través del tiempo para rescatar a su padre, un científico que fue secuestrado por oscuras fuerzas en otro planeta. Una premisa bastante recurrente en los últimos tiempos y con una estética llamativamente similar a Tomorrowland: El mundo del mañana (2015). Los líderes de Disney designaron a Ava DuVernay para que se encargue de dirigir este ambicioso proyecto, una directora que viene con buenos palmarés en cuanto a reconocimientos en diferentes festivales de cine indie. DuVernay, quién dirigió Selma (2014) y recientemente fue designada para llevar a los “New Gods” de DC a la gran pantalla, contó con un elenco mixto. La mayoría de las luces se las llevan dos de las fichitas más solicitadas y reconocidas de Hollywood, como lo son Chris Pine (Wonder Woman) y Reese Witherspoon (Big Little Lies). Junto a ellos, la ¿próxima candidata a presidenta de los Estados Unidos?, Oprah Winfrey, Mindy Kaling, Zach Galifianakis y Michael Peña completan el elenco de los más grandes. Dentro del grupo juvenil, Storm Reid, Levi Miller y Deric McCabe fueron los encargados de transmitir la esencia de la historia original a esta adaptación. Habiendo aclarado esto, en donde no quedan dudas sobre lo talentoso que pueden ser las estrellas que protagonizan este proyecto, hay que decir que es una película totalmente absurda. Desde sus primeras escenas, ya se puede ver que no será una gran película, pero ni hasta el más pesimista podía prever un posterior desarrollo tan malo. Con baches argumentales durante todo el relato, los protagonistas no dan la talla para “bancarse” la película. Con un corte final de una hora y cuarenta y cinco minutos, al que le sobran 25 minutos, la peli es totalmente previsible y aburrida. El argumento principal, que es lo más interesante del todo el film, tiene un desarrollo muy malo. Explicado como si los viajes interdimensionales fueran tan fáciles como dar un paseo por el parque, el guión no sostiene ese primer interés que se despierta de forma instantánea. Si bien el uso de realidades y mundos paralelos, esta siendo moneda corriente, las nuevas formas de explotar esa idea siempre llaman la atención. Las actuaciones dejan muchísimo que desear en todo el elenco. Es llamativo como actores de renombre en la industria, aceptaron un trabajo con tantas fallas en cuanto a la estructura. De la mano con su flojo trabajo, los efectos visuales no los ayudan demasiado. Hay momentos donde el CGI parece de segunda mano y el “viaje” que nos plantean, se ve obstruido por los propios realizadores.
Llega a los cines una nueva producción de Disney dirigida por la californiana Ava DuVernay y protagonizada por Chris Pine, Reese Witherspoon y Storm Reid. La faena en este caso está orientada a niños de entre 8 y 12 años y plantea la aventura de una niña que viaja en el tiempo y el espacio con un mensaje aleccionador sobre el bien y el mal. Un viaje en el tiempo (“A Wrinkle in time”) es de esas películas que en los papeles tienen todo para triunfar pero que después no logran plasmar en pantalla todo lo que prometen. ¿Por qué “todo para triunfar”? Por la calidad probada de su directora (había dirigido Selma en 2014), guionista (Jennifer Lee, libretista de Frozen y Zootopia) y elenco; por el elevado presupuesto (más de 100 millones de dólares); por la historia original en la que se basa (“A wrinkle in Time”, novela infantil de 1962 famosísima en Estados Unidos y escrita por Madeleine L’engle); y por tratarse del estudio con más chapa en lo que es entretenimiento para chicos. ¿Por qué no termina plasmando todo lo que promete? Porque es aleccionadora, moralizante, poco interesante y subestima la capacidad de comprensión del público infantil. En todo momento, lo más importante parece ser la bajada de línea directa para que los niños se porten bien y sean buenos en sus casas, olvidando de esta manera la esencia de la experiencia cinematográfica: contar una buena historia que entretenga, conmueva y movilice al espectador. La película sigue a Meg (Storm Reid), una chica de 13 años cuyo padre desapareció misteriosamente mientras hacía un experimento científico (él y la madre de Meg son físicos teóricos). Tanto ella como su pequeño hermano adoptado (Charles Wallace) aducen esa falta y presentan múltiples problemas en la escuela, además de ser objeto de burlas y cargadas por parte de sus compañerxs. Sin embargo, pronto aparecen de la nada tres guías intergalácticas involuntariamente bizarras (interpretadas por Oprah Winfrey, Reese Witherspoon y Mindy Kaling) que ayudarán a Meg y a Charles Wallace a encontrar a su padre. Pero para eso, deberán viajar en el tiempo, recorriendo diferentes mundos y temporalidades. Si la premisa ya es un tanto vaga, el desarrollo resulta inconducente, contradictorio y por momentos delirante. El guión expone a través de diálogos esloganeros y extemporáneos, una tesis muy ambigua y perezosa sobre la luz y la oscuridad que todos llevamos dentro. Además, esto se combina con personajes planos que no se sabe por qué toman las decisiones que toman, un desarrollo del plot que se da “a los tumbos” y una carencia de acción dramática que dota a la cinta de una inercia insoportable. Los únicos rubros destacables quizás sean el de la fotografía y los efectos visuales, que logran imprimir cierta belleza y potencia a una historia por demás desteñida. Los grandes actores que componen esta cinta, por su parte, no pueden hacer mucho, más allá de su innegable fotogenia. Probablemente, en unos años Un Viaje en el Tiempo pasará a formar parte de ese escueto catálogo de experimentos fallidos de la factoría del ratón, en los que también podemos incluir a John Carter (2012) y Tomorrowland (2013) (superiores de todos modos a la primera).
Historias son pocas, relatos los hay infinitos, por lo que Disney vuelve a recurrir a los arquetipos que le valieron el nombre, esos de viajes maravillosos, búsquedas, bien contra el mal, mezclando realidad y fantasía. Por esto es que posa sus ojos sobre la novela de Madeleine L’Engle escrita en 1962 para traer A Wrinkle In Time, que de la mano de Ava DuVernay se convierte en el primer film de la historia con un presupuesto de más de 100 millones de dólares que dirige una afroamericana. Sin embargo, la producción no logra ni una pizca de la calidad de los clásicos pertenecientes al estudio del ratón, con un viaje mágico que se torna aburrido y naif.
Perdido en el universo. “Un Viaje en el Tiempo” (A Wrinkle in Time, 2018) es una película de fantasía dirigida por Ava DuVernay, reconocida por el drama “Selma” (2014). El guión fue escrito por Jennifer Lee y Jeff Stockwell en base a la novela homónima publicada en 1962 de Madeleine L’Engle. Ésta conforma la segunda adaptación del libro ya que en 2003, también por Disney, fue lanzado un filme sólo para la televisión. El reparto está compuesto por los niños Storm Reid, Deric McCabe, Levi Miller (Peter Pan en “Pan”) y Rowan Blanchard; también por los adultos Oprah Winfrey, Reese Witherspoon, Mindy Kaling, Michael Peña, Chris Pine y Zach Galifianakis. Meglet (Storm Reid), una chica de 13 años que es burlada en la escuela, fue criada con mucho amor por sus dos padres científicos y se lleva bien con su hermanito Charles Wallace (Deric McCabe), el cual fue adoptado. Pero ya nada es igual desde que Alex Murry (Chris Pine), su papá, desapareció hace cuatro años sin dejar rastros. Con la inesperada aparición de tres mujeres poderosas que se hacen llamar señoras “Qué” (Reese Witherspoon), “Cuál” (Oprah Winfrey) y “Quién” (Mindy Kaling), Meg viajará por el universo junto a Charles y su reciente amigo Calvin (Levi Miller) para descubrir en qué planeta quedó extraviado su padre. Al ver esta película uno no puede evitar preguntarse qué se le cruzó a Disney por la cabeza para brindar tan terrible producto cinematográfico. Y es que la cinta no tiene razón de ser: por más que haya un gran despliegue visual lleno de los más brillantes colores, el guión falla por donde se lo mire. Desde el comienzo la conexión con los personajes no se logra y lo previsible que resulta el relato sólo consigue hacernos dar cuenta que las casi dos horas de duración son inconcebibles para lo que se quiere contar. Los mensajes que se pretenden transmitir al espectador son buenos, tales como la aceptación de uno mismo, las apariencias, el amor de familia y el mal que convive en cada ser humano. Sin embargo, éstos son tratados de una forma totalmente superficial y acartonada, con frases que parecen salidas de un libro de autoayuda. La emoción que se quiere dar nunca llega a destino porque no existe la naturalidad, sino que todo queda forzoso. De las tres viajeras astrales, la única que llama la atención y aporta frescura es Reese Witherspoon. Mindy Kaling tiene escasos momentos en los que sólo se dedica a recitar frases célebres, haciendo que su personaje sea intrascendente. Oprah, ultra maquillada con brillos, en ciertas escenas tiene su cuerpo agrandado al máximo en comparación a los demás, queriendo dar la apariencia de una mujer con sabiduría superior (pero lo que realmente nos hace pensar es en lo ridículo que lucen esos efectos especiales). Por el póster promocional uno cree que las tres mujeres poderosas tendrán un protagonismo importante, no obstante a mitad de la película desaparecen y le ceden el foco absoluto al niño Deric McCabe. Enorme error. El chico otorga una interpretación tan sobreactuada como insoportable en la que no se puede creer que la elección de casting haya sido tan mala. Por otro lado, Levi Miller encarna a Calvin, que surge en la historia sin ningún tipo de desarrollo y se une a la aventura porque sí. Sus líneas tampoco lo ayudan: se la pasa diciéndole a Meg qué lindo cabello posee, tema de conversación cero creíble en chicos de esa edad. En “Un Viaje en el Tiempo” la travesía de Meg se vuelve insulsa por más que los paisajes sean ostentosos y el maquillaje esté lleno de glitter. Lo único que se puede sacar como positivo son las risas provocadas durante el metraje, que para nada fueron buscadas sino que surgen de las diversas incoherencias del filme.
Esta es una aventura mágica que traslada a dos hermanastros Meg Murry (Storm Reid) y Charles Wallace (Deric McCabe) a vivir experiencias en otra dimensión en búsqueda de su padre ,un científico que ha desaparecido, quien también emprende ese recorrido es un amigo Calvin (Levi Miller), todo va a través de tres mujeres mágicas (Oprah Winfrey, Reese Witherspoon y Mindy Kaling). El film nos habla de la soledad, la inseguridad, el dolor, las dudas, los miedos, entre ellos a la oscuridad que muchas veces quedan atrapados los niños, luchas contra ogros y situaciones aterradoras en las cuales buscan quitarles el espíritu y rodearlos de oscuridad. Pero cuando logran vencer las fuerzas oscuras, viajan en un mundo hermoso, colorido, lleno de flores, con criaturas divinas y tiernas, nos ofrece momentos de magia y luz que resulta visualmente en varios pasajes impresionantes, además de dejar algunos mensajes. Su relato para los jóvenes de menos de 12 años resulta algo complejo y para los adultos no puede resultar del todo atractiva, tiene un gran elenco pero no todos se destacan, tiene escenas fuertes y un final predecible.
Los estudios de Hollywood ahora están sobreactuando inclusión. Eso es “Un viaje en el tiempo”, una sobreactuación de la realizadora “pedagógica” Ava DuVernay que dice cómo confiar en nuestra luz interior y en las diferencias para superar los obstáculos, oh niño. DuVernay es fecunda en artículos didácticos pero nula en pantallas: mil discursos, efectos especiales, lentitud explicativa y todo lo que el cine no es en un rato muy largo.
Crítica emitida por radio.
Uno desconoce qué tan popular es en estas latitudes la novela “Una arruga en el tiempo”, escrita a principios de la década del ‘60 por Madeleine L'Engle. Sí, lo es, en Estados Unidos, y desde hace mucho tiempo, de manera tal que una adaptación por parte de los Estudios Disney seguramente habrá generado mucha expectativa. Claro, al no tener una referencia concreta de su impacto social, sólo queda leerlo antes, por curiosidad, y luego ver la película. Sin tener en cuenta la fidelidad de la adaptación podemos decir que estéticamente “Un viaje en el tiempo”, tal su título vernáculo, es a nuestros días la película más “El mago de Oz” que se haya visto en mucho tiempo, es decir, desde el punto de vista de la concepción general, como si se hubiese filmado hace cincuenta o sesenta años y guardado en un armario desde entonces para estrenarla hoy. Con ese nivel de inocencia es lógico que los gestos de sorpresa de los tres chicos protagonistas superen ampliamente a lo que el espectador ve en la pantalla. Como si estuviesen fuera de registro, pero vayamos al grano. Luego de la corta introducción, que muestra el amor reinante en la familia, Murry avanzamos cuatro años más adelante, y nos encontramos con el dolor de mamá Kate (Gugu Mbatha-Raw) y sus dos hijos, Meg (Storm Reid) y su hermanito de seis años Charles Wallace (Deric McCabe), por la literal desaparición de papá Alex (Chris Pine) cuando este investigaba (junto con mamá) el fenómeno de “teserear” (llamémoslo experimento físico-cuántico mejor) para tratar de descifrar los enigmas del cosmos. El primer cuarto de hora será justamente para hablar del dolor, especialmente a través de Meg que está atravesando el cambio a la etapa adolescente con padecimiento de incomprensión adulta, acoso de sus compañeras de colegio, y enamoramiento de un chico incluidos en el combo. De pronto, de la nada, sin instalación previa y sin explicación, se aparecen tres seres mágicos (o entes, o hadas, etc): la señora “Qué” (Reese Witherspoon), la señora “Cuál” (Oprah Winfrey), y la señora “Quién” (Mindy Kaling). La idea es llevar a los hermanos y al pibe lindo de quien ella gusta, Calvin (Levi Miller). que justo pasaba por ahí, de ir a buscar al papá. No hay casi presentación de estos personajes, simplemente llegan. Listo. Y los chicos asumen su presencia con bastante naturalidad. La búsqueda ocurre en el lugar descubierto por Alex, una suerte de paraíso ubicado en el desdoblamiento del espacio-tiempo y al cual se llega “encontrando la frecuencia y dejándose ser uno mismo” (¡bueh, ponele!). “Un viaje en el tiempo” sigue la premisa de transmitir un mensaje a favor de la unión de la familia, la diversidad (mamá es negra, papá blanco, Charles se adivina de rasgos latinos), y tratar de ser uno mismo, ser un guerrero defensor de la esencia. Este mensaje será repetido varias veces en esta aventura que descansa mucho más en el texto que en la acción, tal cual lo hacían productos del estilo como “El mago de Oz” (1939) o “Laberinto” (1986) y “El cristal encantado “(1982), ambas de Jim Henson. Un gran recorrido por una vasta extensión sorteando algunos peligros o vicisitudes que en la mayoría de los casos dejan una lección aprendida. Es probable que el público más chico pueda sorprenderse y aprovechar mejor esta aventura, si es que no se aburren de tanto parlamento. Por lo demás, tanto el registro actoral como la puesta suenan y se ven autoconscientes de no querer ser una gran producción de alto potencial dramático ni de efectos especiales, pero a esta altura del partido, uno se pregunta si le conviene esa impronta. La taquilla tendrá el veredicto
Un bolazo que emociona. La historia no tiene pies ni cabeza, pero las perfomances y las situaciones – cuando están ancladas a la realidad, como es la supervivencia de la familia después de haber perdido a uno de los seres queridos – son formidables… y eso es lo que salva a Un Viaje en el Tiempo de la quema. Por lo que veo, el libro es ampliamente superior pero prácticamente infilmable: quizás éste sea el caso en donde una miniserie hubiera sido el mejor formato. Como sea la película zafa aunque, cuando llega el momento de la fantasía, la directora Ava DuVernay se va de mambo con la imaginería visual. En el fondo la historia no es mala. Científico obsesionado con viajar en el tiempo y el espacio (Chris Pine, cada vez mejor actor) deduce que se puede hacer el viaje si uno descifra la frecuencia de las dimensiones como si se tratara de sintonizar una radio. Para Pine, todas las cosas (en el micro y macrouniverso) están en realidad unidas por agujeros de gusano y con la frecuencia adecuada uno los abre y está al otro lado de la galaxia en un instante. La macana es que el flaco, al probar esto, abandonó a su familia compuesta por su esposa, su hija y el niño que recién adoptaron. Como detalle de la política inclusiva que gusta exhibir Disney, el elenco es multirracial e incluye latinos, morenos e hindúes. Como Pine tiene un matrimonio interracial su hija es la morenita Storm Reid, la cual tiene una sensibilidad descomunal. Su personaje es conflictuado – no logra procesar el duelo por la desaparición de su padre hace ya cuatro años – y va de nerd y solitaria, la cual se transforma en una fuerza de la naturaleza capaz de devorarse a quien le hable mal de su familia. Hay un pibe que le arrastra el ala y, por supuesto, su hermano adoptado, todos los cuales tienen cerebros super avispados (la Reid es un prodigio de matemáticas y física, aunque su conducta amenace con convertirla en una delincuente juvenil). En el momento de mayor desesperación se le presentan tres “hadas” (digamos así): Qué, Quién y Cúal, las que le advierten que su padre está vivo pero en peligro, y reside en el lugar mas peligroso de la galaxia: el Camazotz, una nebulosa de mal puro que amenaza dirigirse a la Tierra y enloquecer a los hombres para sumir en el caos al planeta. Mientras que la primera hora es algo lenta pero sólida – construye el drama a costa de ser estática, lo cual deja en sopor al público infantil -, la segunda hora es donde empieza la fantasía y el viaje, y DuVernay te bombardea con imágenes fabulosas de mundos imposibles por donde los chicos y las hadas deben pasar para llegar al paradero de Pine. El drama con esto es que la causa de su existencia está totalmente traída de los pelos: por ejemplo, no sabemos nada de las hadas, por qué existen o por qué ahora (después de cuatro años) se deciden a ayudar a la Reid a encontrar a su padre. Tampoco sabemos donde quedan esos mundos fabulosos donde las flores hablan, hay brujos que perciben señales a través del universo, y existe esa nebulosa maligna (¿V’ger?), la cual crea todo tipo de mundos imaginarios para que los chicos atraviesen en su camino hasta la celda donde está preso Pine. Algo tiene que ver con el potencial de Reid, pero la batalla final con el Mal en estado puro carece de reglas claras y resulta frustrante. Si la historia es mala (o está mal adaptada) y si las hadas son mas molestas que simpáticas, lo que uno disfruta son las perfomances de los personajes humanos, los cuales tienen una enorme calidez y tienen los sentimientos a flor de piel. Cuando padre e hija se reencuentran, dudo mucho que quede algún ojo seco en la platea. Es en esos momentos intimos en donde DuVernay (Selma) maneja la situación como los dioses; el drama es el aspecto fantástico, el cual lo pintaron como una excusa banal para pasear sin descanso por una tonelada de escenarios digitales hasta el esperado reencuentro con el padre al que creían muerto. A Wrinkle in Time no es, por lejos, lo peor de Disney – considerando la enorme racha ganadora del estudio del ratón, éste fue uno de los pocos fracasos de taquilla que tuvo -, pero se salva por su emotividad. El cast es una maravilla (aun cuando lo de Oprah Winfrey, Mindy Kaling y Reese Witherspoon no sea mas que cameos glorificados) y a la hora de expresar emociones te conmueven… lastima que la trama no esté a la altura de las perfomances.