Sobredosis de emoción ¿Qué puede agregar de nuevo Volando alto (Eddie the Eagle, 2015) al relato de superación personal? Nada, no hay nada en el film que no hayamos visto pero es la manera de articular la batería de efectos cinematográficos que la película tiene a disposición aquello que la hace funcionar sensitivamente. Eddie “el águila” Edwards es un inglés obstinado devenido en deportista cuya fama fue adquirida en los Juegos Olímpicos de invierno realizados en Canadá en 1988. Su épica es narrada por Volando alto siguiendo la estructura del film deportivo sumado al de superación personal tantas veces vista. Pero aquí lo importante no es el qué se cuenta sino el cómo. Basta enumerar la cantidad de recursos que pone la película en funcionamiento para emocionar al espectador. Y lo consigue. Cómo todo deportista surgido inesperadamente, Eddie (Taron Egerton, Kingsman: El Servicio Secreto) tiene más de un no en su camino. Su padre, el primero, el comité olímpico británico, el segundo, sus compañeros “competitivos”, tercero, y algunas más. La película sabe que en la cantidad de veces que fue contada esta historia no puede hacer otra cosa que construir todos los personajes desde los estereotipos. Y lo hace pero de manera consiente, hecho que la ubica con cierta superioridad frente al resto de películas similares. La clave es el humor, en donde la banda sonora tiene mucho que ver, con el tema “Jump” de Van Halen sobre el final. Pero no es lo único. El ex deportista que se niega a entrenarlo –hasta ser convencido- es Hugh Jackman, ideal para este tipo de roles –de hecho cumple un papel similar entrenando robots en Gigantes de acero-, el segundo personaje en auto superarse. Cuando la película comienza a perder el impulso rítmico inicial aparece el actor de Wolverine para elevar la atención nuevamente. Con toda la garra que el hombre sabe ponerle. Hacia el final otra vez baja el ritmo y surge en escena Christopher Walken, otro grande que con un par de frases inyecta adrenalina a cualquier film. Volando alto no trae nada nuevo en materia cinematográfica pero sabe ubicar los elementos a la perfección como si se tratase de un rompecabezas donde cada pieza encaja donde tiene que encajar, para generar un entretenimiento efectivo acerca del primer inglés esquiador en destacarse en los juegos olímpicos de invierno en salto de sky.
Prototípico relato sobre el esfuerzo, apoyado sobre un gran carisma interpretativo Los dramas deportivos son, fueron y serán un terreno fértil para las narraciones. No tanto por el deporte, sino por lo que pasa fuera del mismo y el espectador puede percibir cómo esa potencial victoria o derrota no es algo que está supeditado a simplemente un juego. Aunque Volando Alto no sea un ejemplo paradigmático o siquiera transcendental dentro de este concepto, se molesta en entregar una narración eficiente y entretenida. Vuela, vuela… en la nieve Volando Alto cuenta la verdadera historia de Michael Edwards, un joven británico que desde que tiene uso de razón desea ser un atleta olímpico y cree que el salto en ski será la disciplina que le ayude a alcanzar esa meta. Desde el vamos se enfrentará a varios obstáculos, que oscilan desde las obvias imposibilidades físicas hasta por la subestimación de las autoridades deportivas, pero encontrara en Bronson Peary, un otrora campeón olímpico, al entrenador que lo convertirá en un campeón. El guión de Volando Alto es uno estándar; una historia que aunque tiene el mote de “basado en hechos reales” presenta una estructura que ya vimos mil veces. Uno puede ver venir desde el vamos cual va a ser el desenlace. Haciendo a un lado la carencia de sorpresas, la historia tiene lugar para ciertas escenas cómicas y sigue al pie de la letra la típica premisa de que si se le pone esfuerzo a las cosas, todo se puede. No obstante, cabe destacar que la película no aburre y se mantiene dinámica a pesar de su predictibilidad. Por el costado técnico, tenemos una buena fotografía y un montaje dinámico, como es de esperar en todas las películas deportivas. Párrafo aparte, cabe aclarar que al ser una película ambientada en los ’80 está plagada de una buena selección de música de aquella época. En el apartado actoral, Hugh Jackman entrega una carismática iteración del típico cliché del “mentor sabio pero alcohólico” que sabe ganarse la simpatía del público, particularmente en una escena de entrenamiento que involucra la evocación de la chica 10, Bo Derek. Su contraparte y protagonista de esta historia, Taron Egerton, entrega una performance eficiente aunque a menudo roza la imitación caricaturesca. Conclusión Volando Alto es una película entretenida sin muchas pretensiones y con un lindo mensaje. No es lo que se dice imperdible, pero si tiene el tiempo, el dinero y quiere pasarla bien durante 106 minutos puede que no lo decepcione.
Volando alto es de esos largometrajes que te inspiran, de esos que te logran deslumbrar con una historia de vida tan maravillosa que le cabe el mote “de película” con todas las letras. Yo no sabía nada de Eddie “The Eagle” Edwards y quedé completamente cautivado por su historia y la brillante interpretación que brindó Taron Egerton, a quien hace poco lo vimos en un papel totalmente diferente en Kingsman (2014). Las Olimpiadas de Invierno que se celebraron en Calgary, Canadá, en 1988 tuvieron un par de excentricidades que dieron que hablar y luego se convirtieron en material fílmico: el equipo jamaiquino de trineo sobre el cual se inspiró el film Jamaica bajo cero (Cool runnings, 1993) y ahora la historia de este delirante que de un día para el otro decidió que iba a saltar en sky. Esta producción viene bastante demorada (como unos 20 años) pero recién se puso seria en 2007 cuando el director irlandés Declan Lowney se sumó al proyecto. El protagonista iba a ser Rupert Grint pero sus compromisos con las últimas dos entregas de Harry Potter no se lo permitieron. Eso sumado a la falta de chapa del director hicieron que el proyecto se cayera una vez más. No fue hasta que el actor devenido en director Dexter Fletcher tomó las riendas que todo volvió sobre rieles. Cabe aclarar que si bien hoy esto es una película que distribuye Fox internacionalmente comenzó como una producción independiente. La sumatoria de Hugh Jackman le dio otro tinte, y él cumple muy bien el papel de entrenador en busca de redención. La fotografía es buena pero aparenta ser mejor de lo que en realidad es gracias a los planos de saltos y las subjetivas en esos momentos. No hay mucho más que destacar en ese aspecto como si hay que hacerlo con la excelente banda sonora que contiene un compilado espectacular. Volando alto es una película que en apariencia dice poco pero que luego tiene mucho. Es imposible que no se te dibuje una sonrisa con el carisma de Eddie y su gran aventura.
La historia de un improbable esquiador de la década del ochenta podría haberse convertido en un telefilm o documental de canal de deportes, pero Volando Alto (Eddie the Eagle) logra ser una comedia dramática que entretiene y nunca pierde su ritmo. Su protagonista es Taron Egerton, que está muy lejos de su Eggsy de Kingsman: El servicio secreto (2014). En este caso interpreta a Michael Edwards, conocido como Eddie, un muchacho con pocas aptitudes para el deporte pero decido a convertirse en atleta olímpico. Eggsy se hubiera burlado hasta el cansancio de Eddie, dueño de unos anteojos casi tan grandes como su torpeza. Y aunque muchos en verdad se burlaron y le dijeron que jamás alcanzaría su meta, él puso todo su esfuerzo en conseguirla. Con el afán de competir en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1988, Eddie viaja a Alemania para practicar su deporte definitivo: salto de esquí. Los que logran convertirse en profesionales empiezan las prácticas a los 5 años, pero el veinteañero Edwards nunca pisó una pista de nieve en su vida. Eso no lo detiene, y las risas que provoca en los demás solo lo llevan a practicar más. Su suerte mejora cuando conoce a Bronson Peary (Hugh Jackman), un ex atleta que, aunque al principio lo ayuda a regañadientes, se convertirá en su entrenador. Que Eddie es un desastre nadie lo cuestiona, pero su voluntad se antepone a cualquier dificultad. Es una historia de superación al igual que muchas otras, entre las que se podría destacar la reciente Joy (también distribuida por Fox), pero a diferencia de la película de David O. Russell, Volando Alto no necesita de golpes bajos para mostrarle al espectador que los sueños no son imposibles de alcanzar. Con humor y calidez, el director Dexter Fletcher muestra la evolución del británico que se ganó el apodo de “El águila”, a la vez que entrega escenas de acción sobre la pista de esquí. La dupla Egerton/Jackman es el gran hallazgo de la película, la química entre ellos se nota y se disfruta. Ambos actores irradian simpatía y se mueven con total comodidad en el género. Egerton se camufla en el aspecto ñoño de Edwards y Jackman, eterno Wolverine que no envejece, vuelca todo su encanto. Cristopher Walken, Jim Broadbent y Tim McInnerny tienen roles menores pero aportan su granito de arena, al igual que Keith Allen y Jo Hartley, que interpretan a los padres de Eddie. La música ochentosa y los efectos especiales utilizados en las escenas de esquí se funden para conseguir la vibra de la época en la que está ambientada la película, sin perder su aire moderno. La larga carrera actoral de Fletcher le sirvió para observar y aprender del trabajo detrás de cámaras, lo que se nota en su tercera película como director. Puede que Volanto alto no llegue a la estratosfera, pero logra despegar en tiempos de remakes y extensas franquicias.
ddie es un chico especial: bastante testarudo y con una infancia que lo tuvo alejado de cualquier deporte; es por eso que su obsesión es participar en los Juegos Olímpicos, da igual la disciplina, sólo quiere tener su momento de gloria. Luego de probar varios deportes, encuentra su lugar en el mundo cuando descubre el salto en esquí. Rechazado y humillado por todos, Eddie demostrará que tiene algo que dar y sorprenderá a ajenos y propios. Lo primero que se nos recalca cuando empieza la película es que todo lo que vamos a ver pasó de verdad. Mal síntoma para varios, ya que cuando se hace tanto énfasis en darle veracidad a la trama es porque lo que se va a contar no es del todo interesante. Bueno, esta vez, por suerte, esta premisa no se da y estamos ante un film bastante ameno. Volando Alto Si bien a priori parece la típica cinta de auto superación personal, la cosa radica en que hay varios factores que hacen que la película funcione y si nos interesa la historia de alguien que para la mayoría resultará desconocido. Esto se da principalmente por la enorme química que tienen Taron Egerton y Hugh Jackman. El protagonista de la súper entretenida Kingsman vuelve a mostrar que ya no es tanto una promesa, y empieza a consolidarse como uno de los mejores y más interesantes actores de su generación. Mientras que Hugh Jackman si bien hace nuevamente de Hugh Jackman, tiene un papel que le cae como anillo al dedo y que ya sabe interpretar de taquito. Aunque quiero hacer hincapié especialmente en Taron Egerton; ya que su papel era un poco complicado a la hora de interpretar. Eddie Edwards es una persona complicada, porque además de su problema físico, se nota que también es alguien especial, sin que nunca lo digan en la película de forma explícita. Por eso podrían haber caído en el lugar común a la hora de llevarlo al cine, pero tanto el director Dexter Fletcher como Taron Egerton supieron sacar el personaje adelante. Volando Alto Y hablando del director Dexter Fletcher, bastante correcta su dirección, que destaca principalmente en la parte de los saltos en esquí y los posteriores y muchos golpazos que se da Eddie mientras intenta aprender. Eso sí, nobleza obliga, se nota mucho la mano del esta vez productor Matthew Vaughn, quien se nota que estuvo supervisando el proyecto de cerca y pese a no haber estado detrás de cámaras en el set, su estilo se hace presente. Volando Alto es una película chica pese a tener elenco y equipo técnico digno de un film mainstream. Pero la historia que se cuenta, la forma de contarla y la duración, hacen de esta peli bastante amena, ideal para ver en familia si uno quiere alejarse un poco de los grandes tanques hollywoodenses que ahora reinan en las salas de casi todo el mundo (ya saben a qué película súper heroica me refiero).
Al infinito y más allá Una historia inspiradora que trasciende lo que es el sky como ocurre en este largometraje. No sólo es una biopic de Eddie “The Eagle” Edwards -Taron Egerton- sino que es un ejemplo de vida. A veces cuando alguien estudia una carrera difícil, o tiene un objetivo más complicado, ser animado por el resto no es una característica frecuente. Por lo que hay dos vías: o uno hace lo que el resto quiere o sigue intentando hasta llegar al objetivo. Ese es el argumento central del film Volando alto. Cuesta creer que originalmente iba a ser una producción independiente, que incluso tardó sus años en gestarse, pero finalmente no sólo pudo ver la luz sino que contó con un gran respaldo luego de que Hugh Jackman se sumara al proyecto. Dicho todo lo que generó el film en contexto a los Juegos Olímpicos de Invierno de 1988, es de destacar la excelente fotografía y los planos utilizados de forma inteligente en las escenas del salto. Sumado a la emotividad que genera, en esos planos se siente la experiencia de estar ahí, junto al protagonista a punto de hacer una maniobra que podría costarle la vida. Muy buena interpretación la de Egerton, a quien pudimos ver en Kingsman -2014-, el parecido con “The Eagle” y las motivaciones son interesantes, ni hablar del momento cuando quiere participar en el torneo. Ese es su punto máximo que se amplifica cuando llega a ser un objeto mediático para luego ser tomado en serio. Ver la vida y trayectoria de Edwards es interesante. Mientras que el personaje de Jackman juega un rol secundario en el que pudo haber opacado al protagonista pero estuvo bien la labor del director en relegarlo al “entrenador”, del que luego se desvelan más características sobre su personalidad. Es difícil encontrarle un defecto a esta película, podría argumentarse que pasa demasiado rápido y que repite muchas tomas de saltos, sin embargo sería poco justo señalar ese punto débil porque la carga emotiva que hay detrás es mucho más importante en comparación. Volando Alto tal vez no sea considerada por La Academia para el año próximo pero no por eso es una película regular. Fue un placer ver esta película y para quien sienta la falta de apoyo de amigos o familia para realizar proyectos difíciles esta es una película energizante.
Persevera y triunfarás. Si sos amante del esquí y sueñas con ser el número uno pero jamás fuiste constante en esta disciplina, ¡no te rindas! Todo es posible en este largometraje. Es tu oportunidad para ver triunfar en la pantalla grande aquel sueño, aunque -por supuesto- no siempre contarás con la suerte de tener de aliado al mejor entrenador, como plantea el film, ese que te dará el ánimo suficiente para encarar aquella pasión que te quita el sueño. Como toda película coprotagonizada por el actor australiano Hugh Jackman, el guión es un simpático mix entre comedia y drama. En esta oportunidad interpreta a Peary (único personaje ficticio del film), un ex jugador del equipo olímpico de los Estados Unidos, expulsado por su falta de disciplina pero dueño del talento psicofísico para entrenar a su discípulo: Eddie (un amante frustrado del esquí). Si bien los años pasan para todos, el estado físico de Jackman no da cuenta de ello. A sus 47 años aparenta diez menos y su obsesión por el gimnasio y la perseverancia en la actuación lo llevaron a la fama con su personaje de Wolverine en la saga X-Men, y exceptuando casos raros como su trabajo en Los Miserables y El Gran Truco, se lo asocia más a los primeros papeles. Razón por la cual hoy es el preferido de muchos directores a la hora de filmar estas historias, como por ejemplo Dexter Fletcher en la presente Volando Alto o Shawn Levy en Gigantes de Acero (Real Steel, 2011), película con la que tiene muchas semejanzas. Para los amantes del deporte y el estilo de vida sana, esta es una buena excusa para ver paisajes idóneos y pistas de esquí ya que la película se rodó en los Alpes. Tiene planos muy bien filmados que logran contagiar adrenalina al espectador y hasta generan ganas de ponerse el traje y lanzarse de las plataformas de 70 y 90 metros de altura. El guión no va más allá del trailer: la trama es previsible como la de Gigantes de Acero, con un tinte de pasión al deporte símil Juego de Honor (Coach Carter, 2005) y una pizca de drama, en sintonía con En Busca de un Sueño (Dreamer, 2005), con Dakota Fanning. El protagonista, Taron Egerton, luego de su debut protagónico en la piel del agente Gary “Eggsy” Unwin en Kingsman: El Servicio Secreto (Kingsman: The Secret Service, 2014), no se conmueve con los caballos, como Dakota, sino con la historia real que inspiró al director: la vida de un saltador de esquí británico, Michael Edwards, apodado “The Eagle” (El Águila) por su lucha contra su entorno, en esencia sus padres, sus colegas y los directivos que marcan el pulso y definen quién entra y quién no en la competencia mundial de los Juegos Olímpicos de Calgary, en 1988. Aquí se narra a la perfección su conflicto personal en torno a las secuelas que le dejó el accidente que tuvo en la rodilla a los 6 años, edad promedio para lanzarse a las pistas, y que le impidió practicar el deporte de niño. Motivo por el cual su padre pone resistencia constante en pos de proteger su salud mientras la madre lo alienta a cumplir su sueño, pese a sus nulas cualidades atléticas. ¿Qué pasa con ello? Persevera y triunfarás. Al final del film lo sabrás, pero no te esperes un final al estilo Rocky Balboa de Sylvester Stallone. Aquí definitivamente el plus lo marca la música, que acompaña a la perfección las escenas. El tema taquillero Jump de Van Halen lo dice todo: fue inteligentemente seleccionado para el momento en que Eddie se gana el cariño de sus fans haciendo morisquetas al ritmo de las guitarras.
No te hace falta equipaje... Michael Edwards (Taron Egerton) desde chico quería ser atleta y representar a Gran Bretaña. Pese a sus comportamientos algo tontos y algunos problemas de madurez, se propuso llegar como saltador a los Juegos Olímpicos de Invierno 1988 en Calgary, Canadá. Su búsqueda lo llevará a la pista más reconocida de Alemania donde se preparan los mejores. Siendo objeto de burlas por parte del equipo noruego, decide seguir y lanzarse a la rampa de 40 metros. En uno de sus tantos golpes conocerá al encargado de preparar la pista, un norteamericano llamado Bronson Peary (Hugh Jackman) quien tiene una historia dentro del equipo estadounidense de ski. Se convertirá en su entrenador y tratará de llevarlo a las olimpiadas de invierno para que de “el salto más importante de su vida” aprendiendo de su alumno más de lo que pensaba. Enfocada más como una comedia que una biopic seria, en Volando alto (Eddie the Eagle) la historia de superación y esfuerzo está presente pero matizada con dosis de humor inglés, buena idea de los guionistas Sean Macaulay y Simon Kelton. La química entre Egerton y Jackman es uno de los puntos fuertes, si bien la relación entre entrenador y alumno ha sido vista varias veces ellos se encargan de transmitir a través de la pantalla. Los paisajes de Inglaterra, Alemania y Canadá permiten que la fotografía de George Richmond también esté entre lo más destacado; además todo está acompañado de un soundtrack que refleja muy bien la década de los 80. Cuando el verdadero Michael Edwards vio la película le gustó mucho y se declaró fan del film, además declaró que “sólo alrededor del 5% es una historia real”. El personaje de Hugh Jackman y toda su trama son ficticios, Eddie es retratado como hijo único y sin experiencia en ski pero nada de eso es cierto ya que tiene una hermana dos años menor y algo de experiencia en el mundo de ski. Volando alto entretiene pero su problema es que a pesar de su humor no ofrece nada que no se haya visto antes en la enorme cantidad de películas deportivas (testimoniales o no) y eso la vuelve predecible.
¿Es una película “en serio” o una parodia? Hubo dos casos documentados y televisados al mundo entero que, con apenas un par de días de diferencia, mostraron que la tierra de oportunidades puede estar un poco más al norte de lo que la cultura global invita a pensar. Más precisamente en la ciudad canadiense de Calgary, donde se disputaron los Juegos Olímpicos de Invierno de 1988. El primero fue el de los jamaiquinos que hicieron historia al participar en la disciplina bobsleigh, anécdota conocida en estos pagos gracias esa fija del Cine Shampoo de Canal 13 que supo ser Jamaica bajo cero. El segundo, el de un tal Eddie “The Eagle” Edwards, un británico medio aparato que logró convertirse en el primer oriundo de la isla en competir en salto de esquí desde 1929. Lo hizo cuando ni siquiera los integrantes de su comitiva olímpica creían en él. Razones no les faltaban: The Eagle estaba a años luz de sus rivales y era un amateur inexperto, torpe como pocos y sin técnica alguna. Pero también voluntarioso, perseverante, tenaz y honesto, factores que rápidamente lo convirtieron en el favorito del público y la prensa, en el deportista “del pueblo” y, claro está, en un personaje de película. Película que tardó casi tres décadas en llegar, pero finalmente lo hace aquí y ahora con el espantoso título de Volando alto. El tercer largometraje como director del actor inglés Dexter Fletcher se encuadra dentro de las fábulas deportivas inspiracionales que en algún momento estuvieron moda y ahora orillan la caída en desuso. Volando alto es consciente de su carácter anacrónico, y lo manifiesta recorriendo todos los lugares comunes formales y narrativos del subgénero. El problema es que lo hace con tanto ahínco, con tanta firmeza, que por momentos no se sabe si se trata de una película “en serio” o de una parodia. Para comprobarlo basta atender a la persistencia de los sintetizadores en la banda sonora y el cierre a puro Van Halen, o ver las imágenes en cámara lenta de los rostros de sorpresa de familiares, amigos, rivales y conocidos de The Eagle ante el salto final, por citar apenas un par de los muchos ejemplos. Fletcher apunta más a la emoción que a la razón, abrazando la empatía por sobre la comprensión y haciendo que todo lo exhibido y sugerido tenga como meta la movilización de la sensibilidad del espectador. De allí la literalidad con la que ilustra el concepto de levantarse y caerse o el juego de contraposiciones: a la madre bondadosa e incondicional le antepone el padre tosco y bruto que aspira a que el hijo continúe con su oficio yesero. A los rivales detestables en el centro de invierno de Alemania donde va a entrenar, una mesera medio calentona y más buena que Lassie. Al cinismo de los miembros del comité olímpico cuando le aseguran que nunca “participará de una competencia”, el carácter bonachón del ex atleta devenido en alcohólico y cuidador de pistas interpretado por un Hugh Jackman que entiende el tono deliberadamente naïf y humanista de un film que no será bueno, pero que difícilmente haga enojar a alguien. Igual que su protagonista.
Un esquiador antiheroico El tono liviano y la actuación de Taron Egerton salvan a una película sensiblera y llena de clichés. En inglés, la palabra underdog define a los héroes inesperados, aquellos que triunfan contra todo y todos. En criollo: los que van de punto y terminan siendo banca. Volando alto no se aparta ni un milímetro de los requisitos obligatorios para entrar al club del subgénero underdog: un protagonista querible, antihéroe absoluto; una historia de superación; un final apoteótico. Como tantos exponentes de este subgénero, tiene los valores motivacionales para ser uno de esos videos que Caruso Lombardi les pasaría a sus dirigidos antes de jugar un partido decisivo por el descenso. Ustedes dirán: una porquería. Pero algo la salva. Probablemente sea el tono general: con un reconfortante toque de humor británico, la película no se toma demasiado en serio a sí misma. Recurre a todas las artimañas posibles para hacernos llorar, es cierto. También cae en clichés insoportables como el típico clip musical donde vemos al protagonista entrenándose, al principio haciendo todo mal y al final convertido en un atleta. Pero el clima no deja de ser simpático, juguetón. Y eso en gran parte se debe al versátil Taron Egerton, capaz de interpretar tanto a un agente secreto (Kingsman) como a un gángster homosexual (Leyenda), como a este increíble Michael “Eddie” Edwards. Eddie “The Eagle” (el título original de la película) existe: es un inglés que cumplió su sueño de competir en unos Juegos Olímpicos dedicándose a un deporte que nadie más practicaba en Inglaterra (el salto de esquí), y aprovechando una legislación obsoleta que no exigía grandes marcas para clasificarse. Así, este amateur de genuino espíritu olímpico llegó a Calgary ‘88. Inspirada en los hechos reales, Volando alto muestra todo su camino, desde la infancia hasta ese pico. La moraleja es explícita: lo importante no es ganar, sino competir. Una de esas frases gastadas que, como los mantras de auotayuda o los videos de Caruso, a veces nos pueden sacar de un pozo.
Basada en una historia real de superación personal contra viento y marea, tiene todos los ingredientes del melodrama, y la excusa de tomas espectaculares de deportes de invierno, más el crecimiento de una relación alumno-maestro donde los dos aprenden. De la búsqueda de la lágrima al despliegue exquisito, gustará al público familiar. La historia de Michael Edwards y sus saltos en las olimpíadas de Calgary en l988, con Hugh Jackman y Taron Egerton como el nerd que sueña imposibles y los logra.
Nada es imposible La historia real del esquiador inglés Eddie “The Eagle” Edwards es una película deportiva, pero sobre todo una épica motivadora. Quizás el lector recuerde Jamaica bajo cero, aquella película, exhibida una y mil veces en las tardes de Canal 13 durante los años ’90, acerca de un grupo de jamaiquinos que hizo historia al participar en la disciplina bobsleigh. La anécdota fue real y ocurrió en los Juegos Olímpicos de invierno de Calgary de 1988. En ese mismo evento, hubo otro atleta que sorprendió a propios y extraños: Eddie “The Eagle” Edwards. Este torpe, carente de técnica e inexperto inglés fue el primer oriundo de la isla en participar en la competencia de salto de esquí desde 1929. Lo hizo aun cuando estaba a años luz del nivel de sus rivales y compañeros, a fuerza de una voluntad y perseverancia que lo convirtieron rápidamente en uno de los favoritos del público y la prensa. Toda esta introducción viene a cuento de que ahora, a casi tres décadas de aquellos juegos, The Eagle tiene su propia película. Volando alto es, entonces, un film deportivo con tintes motivadores, una de esas odas a la autosuperación y al esfuerzo que ya casi no circulan por las pantallas del mundo. El tercer largometraje como director del actor inglés Dexter Fletcher muestra todo el proceso que lo llevó al protagonista hasta Calgary. Proceso repleto de adversidades (negación paterna, descreimiento de colegas, burlas de los organizadores) que el bueno de Eddie irá superando primero sólo, y después con la ayuda de un ex atleta devenido en alcohólico y cuidador de pistas (Hugh Jackman). El film manifiesta su propia anacronía sometiendo al espectador a una banda de sonido plena de sintetizadores y llevándolo de las narices por todos los lugares comunes del género. El problema, en todo caso, es que hay tantos y tan variados que nunca queda del todo claro si la de Fletcher es una parodia o no, ubicándola en una incómoda medianía de la que nunca logra separarse. Inofensiva pero entretenida, burda y eficaz, Volando alto apenas planea a media altura.
"Volando Alto" es de esas películas que hacen bien en todo sentido. Sirve para disfrutar de la banda sonora, de las actuaciones, de los planos, de la fotografía y sobre todo, del mensaje que te va a dejar como frutilla del postre. Taron Egerton y Hugh Jackman conforman una dupla imparable y totalmente creíble, que con seguridad te van a robar alguna que otra lágrima de emoción. La historia, basada en hechos reales, es tan inspiradora que las sensaciones que viven los personajes traspasa la pantalla y generan que uno viva en carne propia los acontecimientos. El reparto se completa con actores como Christopher Walken, Matthew Brandon, Ania Sowinski y varios más que "hacen" a la película mágica como pocas. De seguro, al menos yo, la veré nuevamente, porque este tipo de historias no son para olvidar sino para guardarlas en el corazón... y como esos buenos libros, a los que uno vuelve una y otra vez es que "Volando Alto" va a ser una de tus películas clásicas para recomendar por siempre. Gran película... ¿te quedó claro?
"Volando alto" es una muy buena "feel good movie"; el “good” le queda justo porque es una verdadera historia de superación personal. Está basada en la vida Eddie Edwards, quien, con mucho esfuerzo y con todo en contra, se convirtió en el primer esquiador en representar a Gran Bretaña en las Olimpíadas de Invierno en la categoría de salto en esquí... [Escuchá la crítica completa]
Las películas basadas en hechos reales tienden a ser emotivas. Las películas deportivas, en donde un deportista triunfa a pesar de la adversidad, tienden a serlo también. En Eddie the Eagle esos dos géneros colisionan en forma espectacular, y entregan una feel good movie tan especial y emocionante que sólo se la puede considerar como alimento para el alma. Olvidémonos por un momento de los méritos fílmicos básicos de la película. Exceptuando un par de elipsis narrativas que obligan a que la trama se mueva raudamente de un suceso al otro sin mucha explicación de por medio, lo que tiene en su centro el guión de Sean Macaulay es alma pura. Llevada a muy buen puerto por el actor inglés devenido en director Dexter Fletcher y el explosivo protagónico de la joven promesa Taron Egerton, Eddie the Eagle es una historia de superación, en donde un adorable jovencito tiene como meta final participar a como de lugar de las Olimpíadas. Su desgarbada figura y limitaciones físicas no le permiten hacerlo, y tampoco la estirada sociedad atlética nacional, pero Eddie Edwards ha nacido con el pan de la tenacidad bajo el brazo y no dejará su sueño por nada del mundo, incluso si eso significa recalibrar sus fuerzas pasando de los Juegos Olímpicos regulares a los de Invierno. Habrá más de un obstáculo a superar por Eddie, pero impulsado por el apoyo de su siempre presente madre y un espíritu luchador sin rival, Eddie irá sorteando cada uno de sus problemas con mucha actitud y optimismo. Y bajo la estupenda interpretación de un Egerton muy inspirado, que pasa ya de joven promesa a jugador en las ligas mayores, el resultado es aún más disfrutable de lo esperado. Él fagocita a la figura real de Edwards y la convierte en un gran personaje, con sus propios mañierismos notables y su energía imparable, que se ve muy bien acompañado por el potable secundario que firma Hugh Jackman como un ex-olímpico cuya carrera se vio truncada luego de un conflicto personal con su entrenador en aquel entonces, con un atractivo cameo de parte del enorme Christopher Walken. Egerton y Jackman hacen una adorable pareja en pantalla, donde forjan una amistad que a base de sinceridad y apoyo mutuo llegan más lejos de lo que ambos hubiesen imaginado en un comienzo. Con un dinamismo absoluto en sus escenas, un ritmo pasmoso en sus pasajes más peligrosos y una excelente banda sonora rebosante en sintetizadores, que recuerda mucho a la música de los '80, la historia real de Eddie the Eagle finaliza muy alto, como el título en castellano lo propone. Con una mención al pasar de otra historia real retratada en la película Jamaica Bajo Cero -en donde se cuenta la proeza del primer equipo jamaiquino de trineo en participar en los Juegos de Invierno- el paralelismo de las películas es inevitable, donde dejan una fantástica moraleja fundida en la mente del espectador. No será perfecta, pero esa sensación en el pecho al terminar la película vale mucho más que todas las partes que la componen.
La idea de “Los Juegos Olímpicos” es principalmente competir, llegar y lo más importante es todo, es el camino previo que se tiene que recorrer para poder representar a tu país. Obviamente que las medallas importan pero “Volando Alto” te cuenta la historia de un chico que quería llegar. El comienzo de la película tiene un tono bastante mágico. A eso le agregamos la voz y el acento de Jo Hartley, que parece que cuando habla está constantemente tratando de contarte un cuento antes de dormir. Ver al pequeño Eddie Edwards, con un aparato en la pierna que lo ayuda a caminar, diciendo que se va a ir a los Juegos Olímpicos le agrega un poco heroísmo a esta historia.
iguiendo la línea de aquellos films basados en historias o hechos reales, generalmente dramas, cuyo objetivo final pareciera ser siempre dejar algún mensaje inspirador, de reflexión o fabula, "Volando alto" sigue las reglas, pero imprimiéndole emotividad y ese toque de humor ingles que la aleja del drama y la vuelve disfrutable. Basado en la historia de Eddie Edwards -conocido como "Eddie el Águila"-, el primer competidor británico en salto de esquí, cuyas capacidades físicas no cuadraban con sus aspiraciones que lucho por cumplir su sueño de la infancia y entrar en los Juegos Olímpicos de invierno de Calgary en 1988, convirtiéndose en el primer deportista británico que compitió en salto de esquí y que ganó los corazones del público por la perseverancia demostrada ante sus numerosos fracasos Volando alto es un clásico relato sobre un hombre que, teniendo todos los pronósticos en contra, lucha para alcanzar el éxito. Con todos los clichés, tanto en situaciones como en diálogos y características de sus personajes -El padre incomprensible, la mamá cómplice, los constantes rechazos incluyendo el del entrenador que eventualmente acepta ayudarle, entrenamientos al ritmo de la música y el momento de gloria-, que recuerdan a películas como Mi Gran Oportunidad -One Chance-, basada en la biografía de Paul Potts -interpretado por el comediante inglés James Corden-, un ignoto vendedor de celulares que en 2007 ganó la primera edición del concurso de aficionados “Britain's got talent”. El carisma de Taron Egerton -Kingsman: Servicio secreto- en el papel de Eddie cuya ingenuidad pareciera verdadera, sumado a la buena química con Hugh jackman -personaje que en vida real nunca existió- generan empatía y vuelven entretenida esta especie de fábula deportiva sobre alguien que nunca llegó a ser un atleta destacado pero demostró que el trabajo duro y perseverancia, incluso en ausencia de la riqueza, puede producir grandeza. Con toques de humor ingles, burlándose de la burocracia inglesa -aquí los villanos son el comité del equipo olímpico-, algunas vertiginosas escenas en la nieve y una banda sonora que le da fluidez a la película, Volando alto es un poco memorable pero entretenido y emotivo biopic.
El deporte como camino Una épica deportiva basada en la vida de Eddie "The Eagle" Edwards, un deportista más tenaz que dotado, más perseverante que talentoso, más porfiado que habilidoso. La película se toma licencias varias, pero permanece la idea del amateur que quiere ser olímpico contra múltiples dificultades: rodillas débiles en la infancia, anteojos constantes, contextura demasiado pesada y -sobre todo- origen social más bajo que el habitual en las disciplinas de esquí. Al quedar relegado en primera instancia del equipo británico para los Juegos Olímpicos de invierno de Calgary 88 (también recordado por el equipo de trineo de Jamaica, que dio origen a Jamaica bajo cero), Eddie se decide por el salto con esquíes, en el que no tiene experiencia. Volando alto ofrece la típica estructura a la larga euforizante de películas deportivas sin grandes sofisticaciones: dificultad / dificultad / derrota / esperanza mínima / más dificultades / más derrotas / esperanza y la pregunta de ¿llegará alguna clase de triunfo? Se apuesta aquí a una estética ochentosa, no tanto en los decorados y el vestuario, sino sobre todo en la música y en cierta inocencia todoterreno -incluso exagerada- que remite a algunos éxitos aptos para todo público de los ochenta europeos. Hay ciertos modos demasiado superficiales y plásticos que vuelven a este film un objeto chirriante en su primer segmento, en el que todavía no apareció Hugh Jackman y el protagonista, interpretado por Taron Egerton (de Kingsman), hace una composición exacerbada en la que las cejas le compiten a la boca en gestualidad desatada, mientras otros actores juegan con demasiado énfasis televisivo. Cuando aparece Jackman, animal de cine, el ambiente actoral se vuelve (un poco) más sobrio, y mejora aún más con las participaciones de Jim Broadbent y Christopher Walken. Por lo demás, los saltos de esquí son material especialmente apto para la filmación lujosa que aquí se ofrece -la cercanía es impactante y el "estar ahí" en las rampas es asombroso-, y las redenciones y proezas deportivas son especialmente aptas para el cine. Volando alto es una película sin oscuridad, sin pliegues, frontalmente agradable, casi alevosamente simpática. Una película sin misterios, sin nada de esa fascinación extraña que ofrecía Werner Herzog en su mediometraje sobre otro saltador de esquí: El gran éxtasis del escultor de madera Steiner (1974).
De la clase de películas que ya parecen haber dejado de hacerse, VOLANDO ALTO pertenece al género de “filme deportivo inspiracional”. Pero no es el género el que dejó de hacerse –sin ir más lejos, CREED es un muy buen ejemplo de su vigencia– sino la manera en la que su director Dexter Fletcher (sí, es su nombre real) lo encara, utilizando de manera excesiva todos los clichés posibles de este tipo de historias. Lo curioso es que es tan abiertamente claro el “homenaje” a ese tipo de películas de los ’80 y los ’90, tan evidente en sus elecciones musicales (no solo las canciones de la época sino la propia musicalización del filme), en sus colores, sus planos y su montaje que uno no puede evitar entregarse a su cálida y simpática manipulación. Tomándose muchas libertades con la historia real, VOLANDO ALTO cuenta la curiosa saga deportiva de Eddie “The Eagle” Edwards (Taron Egerton), un hijo de familia obrera británica obsesionado con participar en los Juegos Olímpicos. El problema es que no tiene claro en qué deporte ni parece estar especialmente dotado para ninguno de ellos. Pero con una tozudez y espíritu competitivo que rayan el absurdo, Eddie prueba varias opciones hasta llegar, casualmente, a los deportes de invierno. Pese a la negativa de su padre, que quiere que trabaje como yesero junto a él, Eddie empieza a esquiar sin grandes resultados hasta descubrir que nadie en Gran Bretaña practica saltos de esquí de manera olímpica por lo cual sus posibilidades de quedar en el equipo nacional no son totalmente imposibles. Solo tiene que pasar una marca mínima no actualizada desde hace décadas… En una aventura de villanos de cartón (los otros esquiadores, los jefes del equipo olímpico, los atletas de otros países y hasta su padre) y con una serie de secuencias que no admiten ningún chequeo mínimamente realista, Eddie viaja en la camioneta de su padre a Alemania y empieza a entrenar en un centro especializado en ese deporte con rampas de 40, 70 y 90 metros que se ven temerarias para cualquier profesional. Menos para Eddie, que nunca se lanzó por ninguna, no sabe siquiera cómo hacerlo, pero se manda igual. Allí es donde conoce a Bronson Peary (Hugh Jackman), un ex saltador norteamericano que ahora limpia las pistas y bebe sin parar. De a poco, el torpe pero insistente Eddie irá convenciendo a Bronson (un personaje totalmente ficcional) para que lo ayude a entrenar y a superar todas las complicaciones que lo separan de la posibilidad de competir en los Juegos Olímpicos de Calgary de 1988. Y lo que sigue ya es parte de la historia olímpica, pero para los que no lo saben lo mejor es no entrar a Wikipedia ni googlearlo y dejarse sorprender por el filme. Lo curioso de VOLANDO ALTO es que funciona muy bien. De manera retro, si se quiere, y admitiendo siempre que se está frente a un producto tan excesivamente ochentoso que por momentos parece una parodia de esas películas, incluyendo una breve participación de Christopher Walken. Pero Fletcher no busca parodiar sino homenajear ese tipo de película deportiva de chistes para toda la familia y abiertamente sentimental y manipuladora. Y lo hace bien. De hecho, el filme tiene muchos puntos en común con COOL RUNNINGS (aquí llamada JAMAICA BAJO CERO), un éxito de principios de los ’90 sobre un grupo de esquiadores jamaiquinos que compitieron en esos mismos Juegos Olímpicos más con espíritu participativo que con posibilidades reales de obtener medallas. Tan obvia es su referencia que en la película se los menciona al pasar… Con sus oposiciones prototípicas, sus personajes caricaturizados y sus elecciones musicales nostálgicas (“Jump”, de Van Halen, obviamente, pero también con intérpretes de la época como Hall & Oates, Nik Kershaw, OMD, Howard Jones, ABC, Paul Young, Kim Wilde, Marc Almond o Holly Johnson de Frankie Goes to Hollywood, haciendo temas clásicos pero también otros compuestos especialmente para el filme), VOLANDO ALTO no solo es un homenaje al espíritu olímpico sino a un tipo de cine con el que creció más de una generación, con películas como KARATE KID hasta UN EQUIPO MUY ESPECIAL, pasando por muchas otras. No será una gran película, es cierto, pero te saca de la sala con una sonrisa de esas que últimamente el cine ofrece a cuentagotas.
Vuelo remanido, pero simpático La historia de un chico con un defecto físico que supuestamente le impediría practicar cualquier tipo de disciplina atlética, pero que con una tenacidad infinita logra convertirse en campeón de salto en esquí, es el tema de una película pequeña, simpática y muy parecida a muchísimas otras. Taron Egerton es Eddie Edwards, el chico que crece fracasando en todo deporte hasta que se decide por el salto en esquí, actividad temible consistente en arrojarse por gigantescas rampas de hasta 90 metros de altura. Hugh Jackman es el simpático esquiador fracasado que, harto de ver cómo el jovencito parece estar siempre a punto de romperse todos los huesos, se convierte en entrenador, y Christopher Walken, en un papel decididamente no a la altura de su talento, es el antiguo entrenador del personaje de Jackman. La historia es muy localista y el deporte bastante elitista, pero hay un punto universal que se refiere a los esfuerzos del protagonista no sólo para dominar la disciplina en cuestión, sino también para vencer las trabas de la burocracia británica para competir olímpicamente debido, entre otras cosas, a que el salto en esquí no se practicaba en el Reino Unido. Más allá de todo esto, lo cierto es que la película es razonablemente divertida en las escenas no deportivas, y realmente muy bien filmada a nivel gran espectáculo en las escenas de los alucinantes saltos que debe intentar Eddie the Eagle. Aunque lo cierto es que todo luce un poco remanido.
Quizás algunos recordarán a este personaje amado por el público y la prensa, por su personalidad, energía, su fuerza de voluntad y perseverancia para lograr su sueño que era triunfar en los juegos olímpicos en la disciplina que practicaba: el esquí. Esta es una de esas historias para levantar tu autoestima. Cuenta con una magnifica fotografía, banda sonora, correctas actuaciones, tiene tensión, vértigo, es dinámica, entretenida y contiene un mensaje optimista.
Se estrena en nuestro país “Volando Alto” (“Eddie the Eagle”), una historia de intentos, fracasos y triunfos protagonizada por Taron Egerton y Hugh Jackman que promete arrancar varias risas apenas empañadas por algunas lágrimas que el relato amerita. Basada en la historia real de Eddie “el águila” Edwards, esta película simple pero de corazón grande hace que cualquier libro de autoayuda se quede corto a la hora de poner en palabras el espíritu de su protagonista. “Volando alto” se centra en la búsqueda incansable del sueño de este joven británico de clase media quien no para de repetirle al mundo (así se trate de su padre, autoridades deportivas de su país o sus propios impedimentos físicos) que podrá y será un atleta olímpico en algún momento de su vida. Dexter Fletcher, más reconocido por su carrera actoral que por sus trabajos como director, se cargó al hombro esta adaptación cinematográfica y, siguiendo de manera formulaica los estadíos que una historia de estas cualidades suele tener, logra un resultado agradable, para nada pretencioso pero no por eso menos disfrutable. La dupla protagonista está compuesta por Taron Egerton (más conocido por su labor en “Kingsman“) en la piel de Eddie Edwards y Hugh Jackman (“X-Men“) como Bronson Peary, un ex deportista que termina haciendo las veces de mentor/entrenador de Eddie. Si bien vale aclarar que Peary es un personaje ficticio creado para éste guión, el hecho de que la película entremezcle un poco las historias de ambos personajes ayuda a quitarle solemnidad y dramatismo, brindándole el toque de camaradería necesario. Las actuaciones están bien, nadie sorprende ni aburre: Egerton hace una labor prolija y Jackman se limita a su papel sin mucho que ofrecer. La ambientación ochentosa está muy bien lograda mediante la paleta de colores elegida, la producción y la música, aunque por momentos se perciba un abuso de sintetizadores en escenas claves de la trama. “Volando alto” es un combo entremezclada con “Little Miss Sunshine” y “Jamaica bajo cero“, la premisa está bien, cumple pero sin embargo no enamora. Su director y guionistas apuntaron a algo sencillo y se nota, no hay mucha ambición, escenas de más ni planos equivocados. El camino de nuestro héroe es seguido de manera puntillosa (casi en demasía) y hay tomas que ciertamente hacen que sintamos exactamente lo mismo que Eddie: vértigo y emoción en dosis necesarias. Ideal para mirar un sábado a la tarde, cafecito en mano y abuela en butaca contígua. La historia de Eddie “el águila” Edwards aterriza en nuestras salas y será cuestión de ver si se trata de un aterrizaje forzoso, pasajero o si realmente bajará para quedarse.
Elogio de la terquedad Recuerdo que en ocasión del último ascenso del equipo de básquet Quilmes de Mar del Plata a la Liga Nacional, Mex Faliero -que es hincha fanático y me terminó contagiando su pasión- escribió un artículo titulado Elogio de la terquedad, donde hacía hincapié en cómo Quilmes nunca había permanecido más de un año en la segunda categoría, retornando inmediatamente a la Liga Nacional, en ascensos con más de un componente ligado a las épicas tan sorpresivas como inolvidables. Como si ese club al cual todo y todos le dicen que es inferior, se empeñara en reclamar un lugar que en cierta forma es incómodo pero que no deja de corresponderle. No había caso: les gustara o no a los demás equipos e hinchas, que siempre los miraban con cierto desprecio, Quilmes y su gente seguían diciendo en cada gesto y acción, en cada ascenso inmediato, contra viento y marea, que eran de la Liga Nacional y que los descensos eran apenas estados meramente temporarios. Me viene esto a la cabeza porque el protagonista de Volando alto, Eddie “The Eagle (El Aguila)” Edwards -estupendo Taron Egerton, disolviéndose en el personaje- bien podría haber sido de Quilmes de Mar del Plata: un tipo terco como una mula, empeñado en cumplir su sueño, reclamando su lugar en el mundo, aunque todos se lo nieguen o lo miren de costado. El desde chico quiso participar de un Juego Olímpico y encuentra en el salto de esquí -una peligrosa disciplina que consiste en descender sobre esquíes por una rampa para agarrar velocidad y luego iniciar el vuelo con el objetivo de aterrizar lo más lejos posible- el deporte que puede llevarlo hacia el objetivo tan ansiado. Claro que todo está en contra suyo: su físico va a contramano de todos los requerimientos básicos y encima empieza a practicar a los 22 años un deporte que normalmente empieza a ejercitarse desde la infancia. Todo está en contra suyo, excepto él mismo, porque es tenaz hasta la médula y está dispuesto a vencer todos los obstáculos posibles. Lo que viene a continuación es previsible y está enmarcado en todos los arquetipos y estereotipos de las películas deportivas que toman como base hechos reales: la voluntad contagiosa del personaje principal, la manera en que es capaz de contagiar su esperanza a los que lo rodean, los avances y retrocesos, las burlas de los escépticos, la persistencia frente a todo, la sucesión de hechos fortuitos que desafían la lógica, el momento donde se alinean los planetas y el sueño se concreta. Pero Volando alto encuentra la brecha justa y precisa de la autoconsciencia, del despliegue del artificio, del juego con los códigos genéricos y el evidenciar el potencial impacto en los espectadores lejanos de una historia personal, haciendo un lúcido hincapié en los sonidos (musicales) y las imágenes de fines de los ochenta como marco indispensable de lo que se cuenta. En esto quizás sea clave la figura del productor Matthew Vaughn, realizador de Kick-Ass y Kingsman, el Servicio Secreto, pero si en esos films lo que se terminaba imponiendo era la mirada canchera, acá la modalidad autoconsciente del relato confluye de manera espléndida con una notable sensibilidad. En eso último es clave el personaje de Bronson Peary, que le permite a Hugh Jackman seguir explorando a esos típicos perdedores que encuentran una última chance para redimirse, como en Gigantes de acero. Peary es el campeón que no fue, la decepción del entrenador leyenda, el tipo que no terminó de explotar su potencial por su falta de disciplina y que Edwards encuentra ahogando sus penas en alcohol. El dúo que irán armando Peary y Edwards, primero a las patadas, luego como amigos de hierro -y que se traslada a las actuaciones, porque Jackman y Egerton conforman una pareja actoral maravillosa-, irá mostrando las capas que constituyen Volando alto, que giran alrededor del amor por el deporte: ahí tenemos la alocada escena donde Eddie contempla a Peary haciendo un salto desde la altura máxima -nada menos que noventa metros- totalmente borracho, que posee características cuasi oníricas. O las secuencias de entrenamiento, con referencias orgásmicas a Bo Derek incluidas. Volando alto, que ya desde el principio, desde el minuto uno -utilizando la acumulación de anteojos rotos como perfecta metáfora de los esfuerzos fallidos de Eddie- causa simpatía y captura la atención del espectador, va hilvanando un relato que trae a consideración la diferencia entre probabilidad y posibilidad: si el primer concepto refiere a estadísticas y porcentajes, a la fría matemática contra el deseo humano, el segundo plantea la chance de que el objetivo se concrete, de que se haga tangible. Porque así es toda la película, desde su puesta en escena vigorosa hasta sus permanentes giros narrativos, pasando por su estética repleta de colores: nos dice todo el tiempo que es una fábula, una exageración de la anécdota real y aún así verosímil, algo que podría considerarse improbable, pero que no deja de ser posible. Lo de Eddie, que se atreve a volar como un águila, es eso: ir contra las probabilidades, dejar de lado las abstracciones, ponerse por delante la meta como una posibilidad palpable, llevándose a sí mismo al máximo de lo que puede dar (en eso el diálogo que tiene con el campeón finlandés es sumamente ejemplificador). Concreta como es en su arrojo, en su honestidad que mezcla lo real con lo fabuloso -y que hasta le permite sortear algunos defectos en la configuración de un par de personajes secundarios-, Volando alto nos termina conmoviendo hasta las lágrimas y logra lo que toda película deportiva busca: hablarnos a nosotros, espectadores, proponiéndonos dejar de lado los cálculos probabilísticos -que enmascaran nuestros temores- y confiar en la posibilidad de alcanzar lo que deseamos. Con terquedad, embistiendo, haciendo de los lugares incómodos nuestro hogar.
La historia de Michael “Eddie” Edwards no la conocía. El actor Dexter Fletcher dirige su tercer largometraje, en este caso inspirado en la vida de este inusual, pero valeroso saltador de esquí británico que nunca tuvo cualidades atléticas, pero que a pesar de ésto, y de la exclusión de sus pares, dedicó su vida, desde muy temprana edad, a conseguir un objetivo: convertirse en atleta olímpico. Taron Egerton, quien hizo su debut protagónico en “Kingsman: El Servicio Secreto” (2014), de la mano de Matthew Vaughn, aquí productor del film, interpreta muy pero muy bien a “el Águila”, apodo con el que se conoció a este deportista, célebre por ser el primero de la historia de nacionalidad británica en haber participado en un Juego Olímpico de Invierno, los de Calgary 1988 (en Canadá) en la especialidad. Es muy interesante ver cómo Eddie, convencido de que tiene que demostrarle a todos que se equivocan con respecto a él, especialmente a su padre Terry (Keith Allen), va superando las trabas que se le presentan en el camino. Una de ellas, son los requisitos que le imponen las autoridades de la mismísima Asociación Olímpica Británica. Pero nada detiene al testarudo Eddie. Y la mejor parte es cuando aparece el personaje de Hugh Jackman, quien interpreta a Bronson Peary, un talentoso ex-miembro del equipo norteamericano de salto de esquí, rebelde y entregado al alcohol, que ayuda a Eddie a entrenarse. Es muy divertido ver cómo es convencido por el protagonista. “Volando Alto” es una entretenida biopic que combina el humor con momentos emotivos y un gran despliegue visual con espectaculares saltos de ski en los paisajes de Alemania. La banda sonora, con la canción “You Make My Dreams Come True” de Hall & Oates incluída, acompaña muy bien el relato. Un film inspirador que, si bien está repleto de fórmulas y clichés que ya hemos visto en producciones de este tipo, tiene un claro mensaje: nunca permitas que te digan que no podes hacer algo.
La fórmula es clásica y harto conocida: un perdedor simpático que es siempre el último de la fila se pone un objetivo inalcanzable y, contra todo pronóstico, no descansa hasta conseguirlo (o al menos acercarse bastante a ello). La legitimación del “si querés, podés” propia de manual de autoayuda viene a través de la leyenda que reza “inspirada en hechos reales” (conviene aquí resaltar la diferencia entre éste término y el “basado en...”), y roza otro film en común -también “inspirado en...”- que es Jamaica Bajo Cero (Cool Runnings). Aquí, en el frío gélido de los países nórdicos europeos y americanos, que poco tienen que ver con el gris neutral londinense de donde viene, un joven sin mucho talento se propone convertirse en el primer atleta saltador de esquí británico de los últimos cincuenta años. Una hazaña que, demás está decir, resulta difícil de concretar no sólo por las limitaciones físicas de su protagonista (tiene problemas en las rodillas), sino porque además éste decide iniciarse en el deporte a los 22 años, cuando lo más habitual es hacerlo a los seis. Eddie The Eagle (tal es su nombre original que refiere al apodo que se ganó el hombre) es una feel-good-movie (película para “sentirse bien”) que cae en todos los clichés del género pero lo hace con una gracia y simpatía tal que permite pasar mejor situaciones obvias y de naturaleza excesivamente optimista. Hay una inocencia exagerada que por momentos bordea la sobredosis de esperanza. Todo está edulcorado hasta empalagar, pero es gracias a la siempre imponente presencia de Hugh Jackman que el film de Dexter Fletcher toma vuelo. Su personaje, que también parte de otro cliché (el del “entrenador reacio”), transpira carisma y se convierte en lo más interesante de la película. Taron Egerton, el otrora superagente de Kingsman, compone un Michael Edwards heroico aunque demasiado exagerado que limita con la autoparodia. Volando Alto no es ninguna proeza del deporte cinematográfico, pero entretiene y emociona a fuerza de golpes efectistas que, por lo menos, cumplen su sencillo propósito.
En la tradición de los films sobre deporte aleccionadores, que tantos momentos placenteros ha dado a los espectadores, como en la reciente Creed, esta es la curiosa historia real de Eddie "the eagle" Edwards. Un chico sin una capacidad o talento claro, pero tan empeñado en ir a los Juegos Olímpicos que termina encontrando en temerarios saltos de esquí su razón de ser. Lo ayuda un ex saltador interpretado por Hugh Jackman. Ochentosa y excéntrica, permite pasar un rato más que amable, lo que no es poco, sin mayores pretensiones.
“El éxito en la vida es el camino que va de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo” Winston Churchill. Esta podría ser la síntesis discursiva perfecta de ésta coproducción entre los Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña, sobre lo que está tratando de ejemplificar con la fábula que nos cuenta. Basada en la historia real de Eddie Edwards (Taron Egerton) apodado “The Eagle”, no se aparta nunca de la idea de la superación personal. Esto se sabe de antemano, éste tipo de filmes traídos de la vida de personas reales, antihéroes por definición, tienen como fin el mostrarlos como victoriosos, son pocos los ejemplos en la producción cinematográfica que cierren sobre el fracaso de su protagonista. De estructura narrativa lineal y convencional, la realización es un manifiesto catálogo en la prosecución y logro de mostrar todos y cada unos de los lugares comunes, clichés, formalismos a ultranza de éste tipo de producciones. Nada ha sido dejado en el libro, todo puesto, desde los primeros planos de todos y cada uno de los rostros de los que de alguna manera participaron en la vida de nuestro personaje, en la escena de final casi frenético, en el que logra su objetivo, trabajada desde una cámara lenta con música empática por excelencia incluida. Sin olvidarse de una secuencia trabajada desde le estética del videoclip en la cual vemos a nuestro futuro ídolo practicando, al principio no logrando ni lo mínimo hasta posteriormente llegar a su objetivo primario. Pero como el director le da un tono simpático de manera constante la narración en ese recorrido nos va llevando sin sobresaltos, posiblemente la primera secuencia del filme, con una escena varias veces repetidas, con pequeñas modificaciones, sólo para mostrar su perseverancia, como forma de constituir al personaje, sea la principal responsable de nuestro enganche con el texto. Son las que nos muestran a Eddie siendo un niño (Tom Costello) que arma su valija para ir a competir a los juegos olímpicos de lo que sea, ante la complicidad de su madre, Janette (Jo Hartley), y el retorno al hogar con un padre, Terry (Keith Allen), que no cree en él. En toda esta secuencia nunca llega más allá de la parada del bus. Hay un motivo revelador en la postura del padre y es que Eddie sufre de una malformación ósea en una de sus piernas, lo que le debiera imposibilitar la práctica de cualquier deporte. Allí está la madre que lo alienta con su presencia constante. Faltaba solamente que le grite “¡Corre forrest corre!”, claro que en “Forrest Gump” (1994) no era la madre la que exclamaba y en éste caso no hay una Jenny que lo sostenga en su deseo. En esta simpatía a ultranza que transpira el filme nos cruzamos con una variedad de personajes sacados del mismo libro de los estereotipos, en tanto conformación, construcción y desarrollo de los mismos: los padres ya nombrados, el director del comité olímpico inglés que no lo quiere ni en figurita, entre ellos aparece Bronson Peary (Hugh Jackman), un ex prodigio del salto con esquíes, hoy alcohólico y derrotado que se dedica a limpiar las pistas y hará de entrenador de Eddie, hasta que logra participar en los juegos olímpicos de invierno realizados en Canadá en 1988. Lo mejor de la realización son las actuaciones, todo un seleccionado mundial de habla inglesa, empezando por el actor británico Taron Egerton, de muy buen trabajo, la única salvedad con su interpretación, y no depende del actor sino de la marcaciones de su director, es que durante toda la narración Eddie, de adulto, parece por el rictus de su rostro estar constipado. ¿No tenían laxante? Continuando por los también actores británicos que personifican a los padres, o el malvado de turno Dustin Target, (Tim McInnerny), miembro principal del comité olímpico, hasta llegar al australiano Hugh Jackman quien hace creíble con su presencia a su personaje y al mismo tiempo le da visos de mayor credibilidad al personaje de Eddie, para finalizar con la frutilla del postre que es la presencia muy fugaz del actor estadounidense Christopher Walken, en el rol de Warren Sharp, el ex entrenador de Bronson Peary, todo un lujo para este un poco más que correcto, complaciente y empático filme.
Todas las historias morales tienen un factor repetitivo, ese regusto sacarinoso, aleccionador, que parece distraer mientras lo importante (un conflicto, una revolución, una guerra) pasa por otro lado. Esta es la historia de Michael Edwards, alias Eddie, un inglés torpe pero entusiasta (alguien diría hoy, el entusiasta con Asperger), que en los ochenta batió los récords británicos de salto de esquí, lo cual le valió el apodo Eddie the Eagle (“el águila Eddie”). Autodidacta, movido sólo por la pasión, el inglés compitió en los Juegos Olímpicos de Calgary, Canadá, en 1988, y dejó su marca en el salto desde los 90 metros. Es una historia de superación, y gusto a sacarina no falta, pero el film del actor vuelto director Dexter Fletcher tiene el mismo, raro carisma que su protagonista. Desde el comienzo, durante la infancia de Eddie, cuando sus primeras pruebas pasaban por superar el minuto sin respirar, tanto las locaciones como el entorno familiar muestran una atmósfera inglesa suburbana, entrañable como una colección de autitos Matchbox. Con alrededor de veinte años, Eddie (Taron Egerton) se escapa de su hogar y viaja a un centro de esquí alemán; allí, entre porrazo y porrazo, se inicia en las prácticas, hasta que, en muestra de solidaridad, el antiguo campeón norteamericano Bronson Peary (Hugh Jackman) lo adopta para entrenarlo. Que lo de Jackman es tanto el cine de acción como la comedia, es consabido, pero con Egerton hay un ida y vuelta especial, y el padrinazgo de la ficción se siente más real que en otras películas morales. En todo momento Egerton es creíble, la empatía de su personaje con el público, dentro y fuera del film, es instantánea. Y personajes pintorescos, como el virtuoso Matti Nykänen, “el finlandés volador”, añaden encanto al largometraje.
Volando alto TLC 60 “Volando Alto” (UK, 2016), del director y también actor Dexter Fletcher (“Juegos, Trampas y dos armas humeantes”), toma del cine británico aquella vertiente que, inspirada en hechos reales, busca construir desde la experiencia de un personaje un filme aleccionador sobre las diferencias y la posibilidad de superación ante trabas y falencias. El protagonista excluyente del filme será Eddie “el águila” Edwards (Taron Egerton), un joven con capacidades diferentes que a pesar de haber tenido una infancia complicada, gracias al incondicional apoyo de su madre (Jo Hartley), tratará de cumplir sus sueños a pesar de todo. Y en ese buscar llegar a las metas, la idea de participar de alguna olimpíada, para demostrarse que es capaz de lograr todo aquello que se propone, será el motor de una película que, con una cuidada facturación, dirección de cámaras y una selección musical, que apoyará cada momento emotivo del filme, termina por potenciar algunos vicios del último cine “inspirador”. En “Volando Alto” nada está fuera de lugar. Todo está tan digitado, que por momentos la emoción que se busca transmitir en los espectadores, es tan sólo una insinuación que no termina de trascender la pantalla. Así, si Eddie comienza a practicar por su cuenta, los saltos que lo llevarán a ser el primer atleta británico en pertenecer a la disciplina olímpica que la contiene, cada intento será una búsqueda de efecto que va dejando en la superficie del filme marcas que se irán depositando en el inconsciente total del filme hacia el emotivo y previsible desenlace, rimbombante y con “Jump” de Van Halen a todo volumen. Pero antes de ese final, que sabemos, queremos, esperamos que llegue, Eddie choca con su entorno y el mundo. Nadie puede entender cómo este joven “diferente” se anima a intentar siquiera, superar pruebas que ni los más ávidos y avispados deportistas pueden lograr. En el camino conoce a Bronson Peary (Hugh Jackman) un ex saltador, que ahora, en medio del alcohol y una rutina laboral tediosa, aceptará el desafío de llevar a Eddie a los juegos olímpicos de invierno, con un entrenamiento mucho más lúdico que estricto y en el que, por sólo citar un ejemplo, Bo Derek, se convertirá en la meta a conseguir para lograr el salto más difícil y alto que tenga que hacer. “Volando Alto” es un producto correcto, pero al que le falta “alma” y la capacidad de poder trascender su imperiosa y nerviosa necesidad por lograr a toda costa la emoción en el espectador. En ese constante apelar a golpes bajos, situaciones ya visitadas por el cine, la demostración de cómo el bullying termina por fortalecer vínculos. En el contraste de Eddie y Bronson, y en la pelea que cada uno a diario deben hacer para poder seguir luchando por sus sueños, es en donde, tal vez, la película puede encontrar una idea interesante para explorar, pero rápidamente ésta es olvidada, y Fletcher prefiere seguir apelando a lugares comunes para construir la narración. Las logradas escenas que transmiten el vértigo de cada uno de los saltos del joven, como así también la estereotipación de algunos personajes (principalmente aquellos pertenecientes al equipo olímpico británico) y la notable interpretación de Egerton (irreconocible en esta oportunidad), son algunos de los aciertos de un filme efectista y a la vez efectivo, que bien podría haber elegido otro camino, pero que decide continuar con una línea de filmes que celebran el triunfo de la clase proletaria ante desafíos imposibles.
El filme cuenta la entrañable historia real de Michael “Eddie” Edwards (Taron Egerton), un valiente saltador de esquí británico que nunca perdió la esperanza y se ganó el corazón de los aficionados en los Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary. El mensaje, aunque gastado y lleno de clichés, sigue siendo efectivo: lo importante no es ganar, sino competir. Este querible protagonista, que está lejos de ser un triunfador, se apoya en su carismático entrenador (Hugh Jackman), para enfrentarse a las instituciones y cumplir su sueño. Ambos actores tienen grandes despliegues, pero Taron Egerton (Eddie) es quien maneja el ritmo de la trama con su increíble versatilidad (en Kingsman fue un agente secreto y en Leyenda un gángster homosexual). Como en toda película de deportistas, asistimos a la repetitiva escena de entrenamiento como clip musical, pero el tono simpático del conjunto la hace disfrutable y hasta por momentos original. Una comedia dramática que cumple con lo prometido, haciéndote reír y emocionar al mismo tiempo.
Con humor, y por amor al deporte La "biopic" del atleta olímpico Eddie Edwards busca dejar buenos mensajes entre pasos de comedia. “Desde que recuerdo, ha sido mi ambición ser atleta olímpico", relata Eddie sobre su propia historia. "Tienes razón: jamás iré a los Juegos Olímpicos. Iré a los Juegos Olímpicos de Invierno", le responde a un padre que se opone a sus aspiraciones de deportista. Las frases surgen en el filme inspirado en la vida del británico Eddie "El águila" Edwards, célebre por ser el primer británico que representó a su país en la disciplina Salto de Esquí, en Calgary, 1988. y por haber ostentado récords nacionales y mundiales. La historia es narrada desde el enfoque del protagonista encarnado por Taron Egerton, y repasa la infancia de Eddie, impedido de practicar deportes según prescripción médica; la falta de aliento social y la oposición del mismísimo comité olímpico de su país, hasta su caída en manos del entrenador menos adecuado y con quien llegó a niveles inesperados: Bronson Speary (Hugh Jackman), campeón en 1968, a quien expulsaron del equipo olímpico por su "falta de respeto hacia el deporte". Entre pasos de comedia, escenas fabulosamente fotografiadas en las pistas y un marco estético que remite a la época retratada, el cuento rescata la imagen del héroe antes rechazado. Curiosamente, la atención que recibió en los Juegos de Calgary resultó tan embarazosa para los organizadores que al cabo de ellos, endurecieron los requerimientos de ingreso, al punto de hacer casi imposible que alguien pudiera seguir el ejemplo de Edwards.
Se estrena Volando alto, de Dexter Fletcher, la biopic sobre Eddie “El águila” Edwards, un joven británico que cumplió su sueño de participar en los Juegos Olímpicos. Nada es imposible. Eddie Edwards, hijo de un yesero podría haber elegido seguir los pasos de su padre y continuar los consejos de su médico que le impidió hacer deportes, pero en cambio fue hasta el final con un sueño. Participar de los Juegos Olímpicos de invierno en 1988 en Canadá. Personaje caricaturesco, pero no caricaturizado, Eddie es un niño de 23 años. Su postura corporal y su inocencia lo asimilan como un infante perseverante y tenaz que no se va a rendir a ninguna costa. Inspirada en una historia real, el actor británico Dexter Fletcher –trabajó en las primeras películas de Guy Ritchie- bajo el ala de Matthew Vaugh lleva adelante una agradable experiencia, esta clásica biopic deportiva con pretensiones inspirativas y espíritu ochentoso. La clave del film es no centrarlo simplemente en los contratiempos que sufre el personaje ni incrementar el drama a través de una melodía sentimentaloide. En cambio Fletcher, apuesta por el humor y exprime esa inocencia para convertir al personaje en una especie de Nerd, al que el espectador desea verle cumplir sus objetivos, por más insanos que parezcan. Para convertirse en el mejor –y único- saltador de Sky necesita un entrenador, y así consigue a Bronson –Hugh Jackman- un instructor que pasa sus días tomando alcohol y amargándose por dejar pasar su oportunidad. En este instante, el film pasa de ser una suerte de soliloquio de las aventura y fracasos del protagonista a ser una buddy movie clásica, entre dos personajes antagónicos y complementarios. Sin dejarse tentar por la vertiente romántica o trágica, el film muestra como los propios obstáculos, incluidas las burlas de los equipos contrarios, las bromas de sus compañeros olímpicos y la poca voluntad de su padre para ayudarlo, impulsan al personaje a seguir adelante, saltando y arriesgando su vida. Fletcher retoma el espíritu británico de Billy Elliot y deposita el peso del film en Taron Egerton, el protagonista de Kingsman: el servicio secreto, quién, en una notable transformación física, consigue un personaje querible y atractivo. Hugh Jackman se convierte en un complemento ideal gracias al carisma innato del actor y sus cualidades en la comedia musical, que aunque acá no cante, lo ayudan a crear un personaje con toques de bailarín. Se suman en pequeños personajes Jim Broadbent y Christopher Walken. El film no deslumbra por la puesta en escena, pero se destaca la tensión, el suspenso y el uso de los efectos especiales en las escenas de saltos, generando una sensación de estar en los pies de Eddie, el águila, cada vez que se desliza por la pendiente. La cámara subjetiva simula el vértigo que se puede sentir en una montaña rusa. Si bien el guión es bastante convencional, así como los diálogos no dejan afuera ningún clisé o estereotipo de los films deportivos de los 80 y 90, incluida Jamaica bajo cero –la del equipo de Bobsled jamaiquino que participó en las misma olimpiadas- los atributos de Volando alto son el carisma de sus intérpretes y su tono humorístico, más cercano al de Richard Curtis que al de la mayoría de cineastas estadounidenses que hubiese priorizado la emoción forzada a la faceta más absurda de la historia, y apoyado por una banda de sonido de hits populares de fines de esa década, tan imperfecta como nostálgica, llena de personajes atractivos y olvidados como Eddie, el águila.
Otra vez los hechos no son reales, a saber: 1) el personaje del coach de Hugh Jackman es ficticio, al igual que el de Christopher Wolken: Si bien es un excelente relato, Hollywood nuevamente se sale con la suya vendiendo una historia...
Risas y vértigo. Basada en una historia verídica de superación personal, Eddie the Eagle es una comedia inglesa que entretiene de comienzo a fin gracias a su guion y también a su muy buena cinematografía. Con personajes caricaturizados y situaciones desopilantes, esta comedia británica suscribe a los estándares típicos del humor inglés y agrega una capa de complejidad adicional: sus logradas escenas deportivas. Eddie the Eagle no sólo divierte con su calidad narrativa, sino que también llena los ojos del espectador con buena técnica fotográfica y edición de primer nivel. Es ahí, entre momentos jocosos, que el director se las rebusca para entregar alguna que otra secuencia de salto verdaderamente vertiginosa, lo que le brinda a la propuesta una inesperada frescura. Eddie the Eagle no es la película perfecta. Tiene ciertamente algún que otro bache en su guion y consta de varias simplificaciones argumentales, pero incluso así le hace justicia a una historia increíble de la vida real. Imposible no entretenerse.
Basada en la biografía del esquiador Eddie Edwards, apodado como "El Águila", nos llega una de ESAS historias que casi nadie conoce, por poca popularidad, relevancia o simple alejamiento del deporte que referencia, que sin tener una gran base construye una trama espectacular y nos invita y hasta incita a explorar el tema que nos compete y porque no, interesarnos como una nueva afición a la aplicación o seguimiento audiovisual. Con un fuerte uso del recuso de auto superación, “Volando Alto” nos mete de lleno en una historia que va de menor a mayor y que nos lleva a conocer las distintas facetas de madures no solo de Eddie Edwards, sino de prácticamente la totalidad del elenco que lo rodea y eso es lo que la convierte en una trama tan madura, que ante la complejidad de traernos una historia verídica lejos está de aburrirnos, caso contrario, catalogada perfectamente en una comedia dramática que lleva a replanteamientos, risas y fuertes emociones . Si bien Eddie, a lo largo de los 3 actores con los que es representado se lleva la línea principal de la película, todo lo que le sucede, hace o dice repercute en cada uno de sus allegados que en forma más o menos lenta el espectador empieza a sentir el cambio, principalmente con Terry (Keith Allen) y Bronson Peary (Hugh Jackman), dando aún más grandeza al film y llevándolo a un sentido más amplio que el de la biografía y el logro obtenido por el personaje principal que es ENORME dadas las adversidades y peligros que debe afrontar desde su niñez hasta su madures y que nos lleva a decir: ¡No matemos los sueños de nuestros hijos! Si bien no podemos comparar la interpretación de Taron Egerton con su papel asignado por un tema de material bibliográfico, el desempeño es más que aceptable para el espectador y correcto según medios internacionales, dejando de lado algunos gestos que realiza y que por momentos parecen demasiado forzados. Técnicamente nos encontramos con una producción más que digna. El guion, que al igual que la dirección esta manejado por prácticamente debutantes en la materia, no tiene altibajos manteniéndose durante lo largo del film en buen nivel y profundizando para lo dramático o cómico cuando la producción lo amerita. Visualmente la producción tampoco desentona, si bien en la mayoría de las escenas abunda la nieve las distintas locaciones están bien editadas para la época y hay un gran uso de los planos en las escenas que lo requieren, o sea, la de los bifes contra la nieve. Lo que sí, se extraña el uso de material bibliográfico original en las escenas, tan característicos del género y que en esta producción es prácticamente nulo aunque justificable dado la época y como se van desarrollando los eventos. Por el lado de la banda sonora, principalmente instrumental, es uno de los puntos flojos de la producción. Si bien las composiciones están bien realizadas contemporáneamente, es algo acotada y sumamente repetitiva.