El círculo perfecto El responsable de poner en pantalla esta realización es el paulista Fernando Meirelles, quien en 2005 se hiciera cargo de El jardinero fiel, que también protagonizó Rachel Weisz, y Ceguera. Si hay algo que caracteriza al cineasta es su habilidad para contar historias y saber hilvanar los distintos relatos, para que la obra finalizada tenga su merecido cierre. En esta ocasión se basó en “La ronda”, la conocida obra de Arthur Schnitzler, donde los personajes se entrelazan y vinculan mediante las relaciones humanas y sexuales. Pero el sexo no es la parte fuerte de la historia, sino las consecuencias que trae: la infidelidad, los trastornos psicológicos y el trabajo del sexo. Esto, más el agregado (en medidas exactas) de la culpa, las creencias religiosas y hasta la extorsión, hacen el resto. Pero sin duda, Meirelle traslada al espectador a través de ciudades como Colorado, Viena, Londres, París y hasta la pintoresca Bratislava, con interpretes que en su totalidad supieron qué hacer con sus papeles. Un Jude Law arrepentido, una Rachel Weisz en camino a su redención y Anthony Hopkins encarnando a un hombre en busca de su hija desaparecida, quien se encuentra con Laura (la brasileña Maria Flor), una mujer cuyo novio le ha sido infiel. Y párrafo aparte para el siempre convincente Ben Foster, en la piel de un ser traumado y con serios problemas. 360 es minuciosa y convincente y se construye a partir de planos dinámicos y del recurso de la pantalla partida para lograr su cometido: cierra el circulo desde su punto de partida y pasa por los 360 grados.
Círculo sin centro El director de 360 nos pasea por Viena, Bratislava, París, después Londres, Colorado y, por último, Phoenix. En cada lugar conocemos a varios personajes con sus respectivas “historias”. Lo digo así porque más que historias, la película está construida a partir de situaciones. Los personajes carecen del desarrollo que exige una historia y también de profundidad psicológica. La película no se compromete con sus personajes ni con lo que les pasa y, además, los deja inconclusos. Nunca sabemos por qué Blanca –la prostituta voluntaria- quiere el dinero, cuáles son sus objetivos o qué desea lograr con eso. Tampoco sabemos por qué el personaje de Jude Law engaña a su esposa –Rachel Weisz- y viceversa, si ambos parecen llevar una vida feliz. Ningún conflicto está desarrollado; por lo tanto, no hay un avance en la historia por parte de ninguno de los personajes sino que éstos van moviéndose de situación en situación de la vida misma...
Si hay un género que me fascina y al que encuentro muy dificil de realizar es el drama de estructura coral. Ese que nos cuenta en un comienzo diferentes historias paralelas que a lo largo del relato se van uniendo entre sí y resultan tener más de un punto en común. Con un guión basado en la obra "La Ronda" de Arthur Schnitzler, adaptado por Peter Morgan y dirigida por Fernando Mereilles, llega a las salas "360". De Morgan podemos decir que ya tenía cierta experiencia al escribir otro libreto de indole coral con Mas allá de la vida, de Clint Eastwood, aunque en aquel film eran solo tres las historias a las que había que prestar atención. Y de Mereilles basta nombrar dos títulos como Ciudad de Dios y El Jardinero fiel (olvidemos la fallida Ceguera) para saber el talento que tiene como realizador. Si a esto le sumamos nombres como Jude Law, Anthony Hopkins, Rachel Weisz y Ben Foster a la cabeza de un impecable elenco, sin dudas deberíamos estar ante un film cuyo resultado deberia ser más que óptimo. Pero no es así y no por falta de méritos (que los tiene de sobra), sinó porque en este caso se nos presentan demasiadas historias, algunas interesantes, otras no tanto y demasiados personajes que terminan logrando que el espectador no llegue a involucrarse directa o indirectamente con ellos. El sexo, ejercido en este caso por una joven mediante la prostitución (punto en común con Elles, estreno de la semana pasada), es el disparador de una historia con varias subtramas que tocan interesantes temas como el amor, el engaño, la infidelidad, la reinserción en la sociedad, la búsqueda de un ser querido y de un futuro, entre otros. En el comienzo vemos a una joven en una sesión de fotos que serán subidas a la web y ofrecerán sus servicios sexuales. La acción comienza en Viena y luego se translada a Bratislava donde se da paso a la segunda historia, que es la que protagoniza Jude Law, como un hombre en viaje de negocios y dispuesto a contratar sus servicios. Esto nos conduce a Londres, luego a París y a Colorado, para que al finalizar el relato (después de un giro de 360 grados), nos encotremos donde empezó todo. La idea no está mal planteada desde el comienzo, sin embargo la lentitud con la que se abordan algunas de ellas, hace que los 110 minutos que dura el film se sientan como si fueran muchos más y otro factor que resulta un tanto engañoso es que el elenco de mayor renombre (Hopkins, Law, Weisz, Foster) tienen participaciones sólidas, pero muy breves, siendo las caras menos reconocidas, los verdaderos protagonistas. Aunque hay que reconocer que es Ben Foster quien entrega la mejor actuación del elenco interpretando a un ex presidiario recién salido de la cárcel y nos da el momento de mayor tensión del film. Un correcto trabajo de fotografía y una muy buena banda de sonido realzan un poco el relato, pero al finalizar nos queda la sensación de que pudo dar mucho más. A veces, con las buenas intenciones, no alcanza.
Retratos de la globalización Hoy en día una película con focalizaciones múltiples o "coral" no resulta tan novedosa como hace algunos años atrás, sin embargo, este tipo de estructura sigue mostrando, esta vez en 360, que esta lejos de estar agotada en cuanto a recursos narrativos. Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, El Jardinero Fiel, Ceguera) sabe filmar, no hay dudas, su estilo parece sobre todo instintivo, sabe variar su sello dependiendo de lo que quiera contar y eso no abunda y es una de las cosas más destacables de su cine pero en cada película nueva que dirige este estilo intuitivo va convirtiéndose en experimental. No estoy diciendo que el suyo sea un "cine experimental" como genero sino que se basa como premisa en la experimentación, pareciera que se le ocurre una forma, una técnica, un estilo para demostrar/se que tiene talento y en base a eso toma la historia que mejor se adapte a este. En 360 el director vuelve a trabajar con varios personajes para contar situaciones que giran alrededor de la orbita del sexo y la moral. Lo más logrado de este film es sin dudas la estructura narrativa que contiene a esas pequeñas historias junto al desenvolvimiento técnico con que están unidas desde el montaje y los movimientos de cámara, la suma de estos factores dotan a la película de una fluidez que permite que sea natural el hecho de ir de un país a otro, de un personaje a otro e incluso de un tono a otro (porque algunas situaciones tienen el tono de una comedia romántica mientras otras coquetean hasta con el suspenso psicológico). Cabe mencionar que estas situaciones que se muestran no tienen un desarrollo mucho más profundo que la situación en sí y que los personajes a los que se retratan no tienen demasiada complejidad psicológica pero en mi opinión esto se debe a que al director simplemente no le interesó llevar la película por ese lado, su retrato no es de personajes ni del sexo en la sociedad actual ni es una reflexión sobre las relaciones humanas, 360 es el retrato de una época, es un "pastiche" de situaciones sacadas de diferentes géneros (un rasgo bastante postmoderno) que conviven y están relacionadas más directamente de lo sospechado, en 360 no hay protagonistas, no hay objetivos claros, sólo un deambular en donde cada uno hace las cosas lo mejor posible, en este sentido y haciendo una comparación muy a grandes rasgos diría que la premisa del film está más cerca de las historias de la "Nouvelle Vague" que del modelo Hollywoodense. En algunos casos lo que la cinta tiene de positivo también lo tiene de negativo, a veces simplifica demasiado y a veces deja de interesar, el transcurso de la película poco a poco va exigiendo un cambio de estrategia sobre todo hacia el final en donde esos micro relatos van siendo cada vez más forzados y la cámara, que hasta ese momento venía subordinando su estilo a los sentimientos de cada personaje, comienza a limitarse a hacer el encuadre correcto. 360 es globalmente una interesante película de un Fernando Meirelles que siempre sorprende y que si bien en este caso opta por salirse un poco de los modelos termina estando más de una vez al borde de la intrascendencia. Si esta intrascendencia es parte una visión sobre la sociedad o si es motivo de un guión frío lo dejo a criterio del espectador.
El nuevo título del director de Ciudad de Dios es de una ejecución tan redonda como su título. Hay dos maneras de abordar una película coral: partiendo de una premisa se conectan varias líneas argumentales que existen al mismo tiempo para desarrollarla. Este curso de acción corre el riesgo de volverse una ensalada si el director no está atento a cada detalle y procura que todas las líneas se desarrollen satisfactoriamente. La otra alternativa, un poco más fácil, es tener la misma cantidad de líneas, narrar un arco argumental a la vez y luego pasar al siguiente; donde los que eran meramente intérpretes secundarios de una historia, pasan a ser protagonistas de la siguiente. Este fue camino el elegido por Fernando Meirelles y el guionista Peter Morgan (La Reina y Frost/Nixon), partiendo de la obra de teatro La Ronde de Arthur Schnitzler (el autor que con Traumnovelle inspiró Ojos Bien Cerrados, el último film de Kubrick) para lanzarse a tejer esta madeja en donde las acciones de una sola persona repercuten, directa o indirectamente, en las de muchas otras. ¿Cómo está en el papel? Si leíste el párrafo que abre esta nota, es suficiente para decirte que esta es una de esas historias en las cuales si empiezo a entrar en detalles te estaría contando toda la peli. Pero lo que si se puede decir es que el tema en común en todas las historias, que si bien parece ser el amor (y si ahondamos más, diría el acto físico que suele conllevar el mismo), es en realidad sobre los desvíos que se presentan en nuestras vidas, y como la decisión de tomar ese desvío o no puede repercutir en la misma. Hace acordar a un pedacito de un poema de Robert Frost, que muy probablemente se lo habrán oído decir a Robin Williams en La Sociedad de los Poetas Muertos: “Dos caminos se abrieron ante mi. Yo elegí el menos transitado, y eso hizo toda la diferencia. “ La película usa los primeros 30 minutos para presentar a los personajes, y todo lo demás es unir el fin de una historia con el inicio de otra. La pelota se empieza a mover con una eslovaca que decide volverse prostituta de un harén por internet, la cual es solicitada por el personaje de Jude Law, quien cancela la cita por haber venido al mismo lugar donde este tiene una reunión de negocios, pero la chica es solicitada ahí mismo por otra persona que resulta ser… y acá es donde me detengo, porque si me extiendo les estaría contando toda la película. ¡Ven lo qué trataba de decirles! En las manos de cualquier otro escriba, cada una de las historias se desarrollarían y cerrarían sin más consecuencia. Acá cada historia tiene un objetivo emocional potente y es tremendamente aplaudible cómo Peter Morgan pudo condensar emociones tan fuertes en los tiempos tan acotados de los que dispone cada línea de la historia para desarrollarse. ¿Cómo está en la pantalla? Meirelles no depende de tantos artilugios técnicos en esta película como en sus otras óperas celebradas, Ciudad de Dios y El Jardinero Fiel. Lo que si persiste es el uso de una leve sobreexposición en algunas de las escenas y un uso del split-screen, aunque marcado, solo presente en lo justo y necesario. Pero lo que hace de esta película algo verdaderamente digno de ser visto son sus actores. De todo el ensamble actoral que los que destacan son Ben Foster (El Mensajero, X-Men 3) y Anthony Hopkins (Hannibal the Cannibal para los amigos). Foster encarna a un ofensor sexual recién salido de prisión que trata de luchar contra la tentación. Su actuación es íntegramente gestual, sus acciones dicen más sobre el infierno que pasa por su cabeza que cualquier palabra que pueda decir. Los que están acostumbrados a ver a Anthony Hopkins como mayordomo o un culto psiquiatra caníbal, se van a llevar una grata sorpresa al verlo en su rol de un padre que hace un viaje para identificar el cadáver de quien podría ser su hija. Es la primera vez que lo veo interpretar a un tipo común y corriente, y debo decir que es genial; el monólogo con el que se cierra su historia está entre los mejores momentos de la peli. Conclusión Una historia coral fácil de seguir, armada con sencillez y a la vez con profundidad. Narrada con atino por Meirelles, que bendecido con las interpretaciones de un reparto en el cual nadie zozobra, compone un mosaico de emociones que no tiene ningún desperdicio. Altamente Recomendable.
Todas las caras de la intrascendencia Fernando Meirelles , director brasilero consagrado por las películas Ciudad de Dios (Cidade de Deus, 2002) y El jardinero fiel (The Constant Gardner, 2005), presenta al atractivo de 360 (2011) como la redondez de su trama. La telaraña vincular que habitan sus personajes permanece estática y suavemente circular. En ese aspecto la película triunfa lánguidamente y en lapsos muy fugaces. Sí, el universo se nutre por todos los detalles y las emociones que ofrecen las distintas perspectivas dificultan la toma de posición y alimenta de cierta objetividad a la retina del espectador. Pero cuando existen más de quince protagonistas cuyos desvaríos son dotados de la misma entidad e importancia narrativa, la atención tiende a dispersarse y las tensiones a desfallecer. Michael Daly es un padre de familia que, durante un viaje de negocios, decide pagar por la compañía de una prostituta. Esta acción funciona como catalizador y todas las consecuencias hacen ruido en la vida de los personajes de diferentes maneras. Un criminal sexual (Ben Forster en lo más destacable del film), un anciano arrepentido en busca de respuestas, un fotógrafo y su pareja, un mafioso y su guardaespaldas, un dentista y su asistente. Todos conviven bajo la misma mirada y todos desean lo mismo. El concepto englobante de narrar en “360 grados” puede ser justo y sirve para satisfacer la necesidad obsesiva de algunas personas de contar con todos los ángulos de una historia. Pero esa explicitud estructural es tan evidente y enfática, que tiñe a todos los nudos y potenciales obstáculos de un gris tedioso hasta el punto en donde la predictibilidad prevalece por sobre cualquier estímulo. Hay algo innegable, pero también de poca relevancia, y es que Meirelles dirige bien y que técnicamente, aunque con un estilo mucho más laxo que en las producciones que la anteceden, 360 es una película muy limpia y correcta. Lo que otorga cada vez más fuerza a la pregunta ¿por qué? No el porqué al desmesurado nivel de pretensión que supone el intento de retratar imparcialmente algún suceso en la vida de muchas personas. Es una cuestión más de fondo y es que a nadie le interesa presenciar una declaración trillada sobre la condición humana. A nadie le importan las peripecias sexuales de un burgués aclimatado o las inseguridades de su esposa. A nadie le interesa la falta de comunicación en un matrimonio excepto a los miembros del mismo. Y hasta de eso no hay certeza. En algún punto del camino parece ser que lo ordinario comenzó a preciarse como algo digno y ponderable y la búsqueda de lo verosímil se volvió ciega y confinada en su propio sopor. Miles de años la humanidad transitó el camino sumida en la más vasta ignorancia sobre las cuestiones más elementales de la vida y aún permanecen grandes mentes, como Meirelles, que creen que el espectador casual asiste a una representación distendida, gélida e imprecisa buscando desentrañar la naturaleza misma de las emociones más primarias. 360 es linda pero aburre. Dicotomía recurrente en el siglo XXI sobre la cual el espectador deberá sopesar.
Viaje a ninguna parte 360 grados representa entre otras cosas la circularidad y en este caso trasladado a la adaptación de la novela La ronda de Arthur Schnitzler que plantea un relato donde las historias y los personajes se entrelazan a partir de elementos vinculantes como en este caso las relaciones humanas en distintas facetas: infidelidad, sexo casual, culpa, redención y segundas oportunidades. Sin embargo, el brasileño Fernando Meirelles desarrolla un puñado de anécdotas que desde el punto de vista narrativo no tienen tanto peso como para transformarse en historias a pesar de contar con un elenco de lujo integrado entre otras figuras por Jude Law, Anthony Hopkins, Rachel Weisz, Moritz Bleibtreu, Gabriela Marcinkova, Lucia Siposova, Johannes Kirsch, Juliano Cazarré, Jamel Debouzze. Así las cosas, en un viaje a veces turístico y otras no tanto por locaciones geográficas tales como Colorado, Viena, Londres, París y Bratislava cada historia está atravesada por el amor o la falta de amor cuando la infidelidad hace mella en las parejas como la de Jude Law y Rachel Weisz por ejemplo. El desamor de un padre hacia una hija desaparecida y la búsqueda tardía de la redención queda en manos de un genial Anthony Hopkins que experimenta un particular deja vu con una pasajera brasileña en el avión que lo llevará al punto de encuentro quizás con el cadáver de su hija. De todas las propuestas la más interesante recae en el derrotero de un abusador (Ben Foster) que debe resistir a la tentación sexual en un aeropuerto dado que su vuelo de traslado se retrasa.
Historias que se cruzan sin fin El guionista Peter Morgan ( La reina ) fue sincero al decir que se basó en Reigen , una obra que había sido adaptada para el cine en 1950, La ronda , de Max Ophuls. 360 es el tipo de filme coral, con varios personajes que viven distintas historias que, en algún momento, se irán a cruzar. El mexicano Alejandro González Iñárritu (con Babel , por ejemplo) se había especializado en el género. Y el propio Morgan lo hizo en el guión de Más allá de la vida , para Clint Eastwood. Ahora es otro latinoamericano, el brasileño Fernando Meirelles ( El jardinero fiel ), quien se aboca a juntar y seccionar las historias en diferentes ciudades. Como si fuera el efecto mariposa, ése que hace que lo que pasa en una punta del mundo repercuta en otra distante. Empezando por una prostituta de Europa del Este que hace sus primeras armas en Viena, con un frustrado cliente (Jude law), que engañaría a su esposa (Rachel Weisz), quien ya de por sí lo engaña en Londres. Y hay un padre inglés (Anthony Hopkins) desesperado buscando viva o muerta a su hija, que abandonó el hogar. Volando a los Estados Unidos a reconocer un cadáver, conoce en el avión a una brasileña (María Flor), que dejó a su novio que le pone los cuernos y que se encuentra en el aeropuerto con un pedófilo recién liberado de prisión (Ben Foster). Y hay un dentista en París que no sabe qué hacer con su asistente, si avanzar en una relación que nunca comenzó. Aquellos espectadores a quienes esta clase de relatos le sea atractivo, sin profundizar demasiado en las relaciones (a cualquier película le resulta imposible realizarlo si tiene una duración normal), terminarán satisfechos con el filme del director de Ciudad de Dios . Hay, sí, tremendas actuaciones, como la de Weisz y la de Hopkins, mientras Ben Foster bien sabe cómo infundir temor y ambigüedad desde su extraño personaje. Pero es un virtual desconocido por estos lares el ruso Vladimir Vdovichenkov, como un asistente de un mafioso que planea redimirse, junto a la checa Lucia Siposova (la prostituta del comienzo) quienes, sin interactuar con las estrellas, llaman la atención y generan la empatía necesaria para sostener sus propias historias.
Ronda ambiciosa y rebuscada La referencia a La ronda (la pieza de Schnitzler o la inolvidable película de Ophüls) es inevitable. Puede entenderse 360 como una ronda en versión modernizada y adaptada al mundo globalizado de hoy en el que todos somos, de alguna forma, vecinos de todos. Si algo tiene el film de Fernando Meirelles de actual, más allá del vistoso panorama de ambientaciones chic que propone con sus saltos de ciudad en ciudad y su preferencia por las superficies vidriadas es que remite al vagabundeo que tanto propicia la navegación por Internet con su múltiple oferta de links. Sucede a menudo, cuando se entra en la Red sin objetivo definido, que un sitio lleve a otro y a otro y a otro más, en una cadena que se va eslabonando por azar, o según una sucesión de elecciones tomadas más o menos precipitadamente, y se prolonga sin rumbo ni destino hasta que, al dar el viaje por concluido, se descubre no sólo que no se ha llegado a ninguna parte sino también que el saldo de tanto curioseo es igual a cero. Los 360 del título avisan que la ronda se ha vuelto internacional, más próxima a González Iñárritu que a Schnitzler. Ahora, los eslabones -los personajes que antes eran gente de distintas clases y condiciones en el fin de siglo vienés y se engarzaban en sucesivas parejas respondiendo al impulso sexual-cruzan fronteras. De una prostituta eslovaca en Bratislava a un ejecutivo inglés en Berlín en franco plan de aventura y de la esposa de éste, enredada con un brasileño en Londres, a la bella compatriota que lo abandona y se vuelve a Río vía Estados Unidos, y así. En la ronda entrarán muchos otros personajes, casi todos víctimas de parecidos malestares (angustia, culpa, frustración, depresión): un romántico dentista musulmán, un mafioso ruso, un abusador sexual recién salido de la cárcel, un guardaespaldas, un padre que todavía anda en busca de su hija, desaparecida hace años, y un par de chicas sensatas pero tan ingenuas como para trabar relación inmediata con dos desconocidos. Para ligar este heterogéneo y bastante rebuscado muestrario humano, el libretista Peter Morgan ( La reina , Más allá de la vida ) elige subrayar un mensaje obvio: la importancia que tiene para cada ser humano tomar sus propias decisiones. En la superficie, 360 luce sus brillos, obra de un realizador, Fernando Meirelles, muy dado a un lenguaje que busca sofisticación con hipérboles, montaje artificioso, pantalla dividida y empleo efectista de la música. Cuenta con el atractivo de su elenco, con un Anthony Hopkins que tiene oportunidad de hacer su show, mientras Rachel Weisz y Jude Law optan por la mesura y Ben Foster, por la exuberancia gestual. Pero como suele suceder en este tipo de productos el dibujo de los personajes es sólo esbozo y la superabundancia de conflictos lleva a sacrificar la credibilidad: las notas falsas abundan. Es como en Internet: el vagabundeo puede resultar un poco entretenido mientras dura, pero al final lo que queda es poco y nada.
Cuando el mal no tiene fronteras El último film del brasileño Fernando Meirelles, ladero de Alejandro González Iñárritu en su cruzada a favor de las coproducciones transnacionales de qualité latinoamericanista for export, es otra muestra de ese cine petulante y de trascendencia autoasumida cuya única preocupación es la exhibición impúdica de qué malos y miserables podemos ser –o, mejor aún, somos, porque aquí el Mal es intrínseco e inexorable– los seres humanos. ¿El cuidado de las formas? ¿La sutileza? ¿La mesura ante lo alegórico? Bien, gracias. Ya la sinopsis habla de una película que “abarca todo el planeta y todos los idiomas”. Y es que esta adaptación de La Ronda es justamente eso, una mixtura de tonalidades y geografías. El guión de Peter Morgan (Frost/Nixon, la entrevista del escándalo; Más allá de la vida) exhibe un collage de criaturas lastradas por un pasado culposo o el abismo de un presente inminente: allí están una joven eslovaca dispuesta a prostituirse, cuyo cliente tentativo es un ejecutivo británico (Jude Law), quien a su vez está casado con el personaje de Rachel Weisz, quien a su vez lo engaña con un brasileño veinteañero y fachero, quien a su vez tiene una novia carioca que decide volverse a sus pagos cuando se descubre cornuda. El avión, claro está, tendrá escala en varias ciudades de Estados Unidos, cuestión de que puedan sumarse más y más historias: junto a la chica viaja un padre británico en búsqueda de su hija desaparecida (Anthony Hopkins, lo mejor de la película) y, un poco más atrás, un violador recientemente salido de la cárcel. Violador que, voltereta argumental mediante, irá a parar a un hotel con la joven despechada. La lista continúa... Las criaturitas se moverán por todo el planeta, convergiendo o divergiendo según la voluntad de Meirelles y Morgan. Oscilando entre la vergüenza ajena y la comicidad involuntaria, 360 es aún peor que las hermanas mayores de González Iñárritu. Es que allí al menos hay una estética miserabilista acorde con el tono general de las historias. Acá, por si fuera poco, Meirelles filma, funde y pega sus planos buscando generar una suerte de belleza visual new age. Belleza que, claro está, nunca encuentra, ni siquiera dando la vuelta al mundo.
La revisión de una pieza célebre Esta es una película muy posmoderna, apurada, quizás por eso de Fernando Meirelles, preferimos "Ciudad de Dios", su filme anterior, y no dejamos de recordar otras versiones de "La ronda". Suerte de película en episodios, como buena representante de la época, sin límites precisos y un tanto fragmentaria, "360" es, como su nombre lo indica, un filme circular, donde las historias cierran y todo está vinculado con todo. Recuerda un poco a esas producciones tan de moda de Alejandro González Iñarritu ("Babel"), o la atrayente "Magnolia" de Paul Thomas Anderson, donde la coincidencia, el destino o el "porque sí" son remate de cualquier suceso. El asunto es así. Michael Daly (Jude Law), un yuppie va a tener una aventura con Mirka (Lucia Siposová) una prostituta eslovena, mientras la esposa de él, Rose (Raquel Weisz) rompe su relación con un fótografo brasileño (Giorgio Spiegelfeld). Laura (Maria Flor), la chica del fotógrafo a su vez descubre que la engaña y parte en avión compungida hacia su país, mientras en el vuelo conoce a John (Anthony Hopkins), un anciano inglés, del que se hace amiga y a Tyler (Ben Foster) un violador en recuperación, del que se hace más que amiga. Mientras tanto, habrá un encuentro sexual de Valentina (Dinara Drukarova), una mujer de los países del Este, con un dentista argelino (Jamel Debbouze). "TOCO Y ME VOY" Esto puede servir de guía para el que la quiera ver y le ahorre tiempo para rearmarla más fácil. La película tiene origen literario, pero no se nota, porque todo es superficial, breve, como un "toco y me voy". Eso sí, muy bien fotografiada, con correctas actuaciones, algunos historias más interesantes que otras, especialmente la inicial de Michael Daly (Jude Law), el yuppie, junto a su mujer Rose (Raquel Weisz). Anthony Hopkins logra buenos momentos en las mínimas escenas que tiene a su cargo. Las historias no alcanzan a sensibilizar, porque son fugaces. El guión es tan poco profundo, que sus tramas y subtramas, quedan suspendidas en el aire, sin que se aclaren una serie de datos de cada personaje. El filme está ambientado en Viena, París, Londres, Bratislava, Río de Janeiro, Denver y Phoenix, pero de esos lugares no se ve nada, sólo aeropuertos o cuartos de hotel. Esta es una película muy posmoderna, apurada, quizás por eso de Fernando Meirelles, preferimos "Ciudad de Dios", su filme anterior, y no dejamos de recordar otras versiones de "La ronda".
Escuchá el comentario. (ver link).
Historias cruzadas Como su título bien lo indica, "360" tiene un recorrido circular. Típica película “coral”, está protagonizada por un enorme grupo de actores que interpretan historias que se van entrelazando, y que transcurren en varios puntos del planeta, como reforzando la misma idea de globalidad que se propone desde el título. Basado en "La Ronda", de Arthur Schnitzler, el director brasilero Fernando Meirelles aborda básicamente distintos aspectos relacionados con el amor son: la prostitución de alto nivel, la infidelidad, amores prohibidos, amores perdidos, amores que comienzan. Con una organización narrativa similar a la de "Crash, Vidas Cruzadas", la historia de un personaje se encadena con la de otro, y así el resultado es una película variada, ágil e inquieta, sobre todo desde el punto de vista geográfico (e idiomático). Iniciando (y terminando, como buen cierre de círculo) en Viena, la acción se traslada a Londres, París, Río de Janeiro, Denver, Phoenix y Bratislava. Se destacan las actuaciones de Jude Law, Rachel Weisz, y Anthony Hopkins, si bien el manojo de actores no tan conocidos es muy amplio y están todos bien en sus papeles. La filmación es dinámica, y en algunos casos se utiliza el recurso de pantalla partida, para darle mayor simultaneidad al relato. Una película que, por su estructura, no permite ahondar demasiado en ninguna de las historias en particular, pero sin embargo las trabaja bien, y no deja cabos sueltos.
Historias cruzadas de personas de diferentes culturas en momentos importantes de sus vidas, cuando la decisión de un personaje echa a correr un dominó gigante que relaciona a cada uno de los humanos de la película en el exacto momento en que toman un camino que los va a modificar: prostituta, estudiante, fotógrafo, editora, empresarios, padres, hermanos, gente común con sus ambiciones, amores y engaños. Un calidoscopio fascinante, con grandes actores y momentos intensos. Fernando Meirelles maneja con pericia momentos emotivos y otros que ponen la piel de gallina. Vale.
Iñárritu volvé, te perdonamos... Uno podría hacer copy y paste de una crítica que hayamos escrito sobre una película de Alejandro González Iñárritu y cambiarle los nombres y lugares. La misma (falsa) importancia, la misma manipulación emocional para tener al espectador siempre como rehén, la misma moralina, el mismo discurso solemne y culpógeno, la misma estructura coral... Pero -para colmo de males- menos talento. Porque el realizador mexicano podrá ser un filósofo de cuarta, un cretino, pero al menos tiene ínfulas, fuerza y cierta categoría como cineasta. Meirelles (Ciudad de Dios, El jardinero fiel), ni siquiera eso. Es un director mediocre, dueño de un tono bastante anodino que no "dialoga" con la potencia de los conflictos que aborda (banalizados al extremo, por supuesto). No sé por qué a estos latinoamericanos consagrados internacionalmente les dan en el Primer Mundo el lugar de profetas que exponen (todas juntas, amontonadas) las peores miserias contemporáneas. Aquí, en medio de la estructura circular (¿360 entienden?), vamos de ciudad en ciudad, de personaje en personaje, de melodrama en melodrama: los males de la prostitución y los abusos de los mafiosos, las tentaciones de los abusadores, las penurias de un padre que ha sufrido la muerte de su hija, el accionar de empresarios inescrupulosos, las desgracias de los matrimonios amenazados por el adulterio, las desdichas de aquellos que sufren el desamor y la soledad... A ese muestrario de padecimientos (gentileza del guionista Peter Morgan, el mismo de La Reina y Frost/Nixon, a partir del clásico de La ronda, de Arthur Schnitzler) se lo filma con un estilo "casual" que resulta siempre forzado y artifical, se lo matiza con hermosas canciones que quedan horribles y se los vincula con elementos "azarosos" que se pueden adivinar muchos minutos antes. La corrección política le ha hecho mucho daño a la sociedad actual. Uno de los peores es este cine de coproducciones internacionales sobre los grandes temas, pero que se olvidan (por suerte) apenas se enciende la luz de la sala. Trascendencia intrascendente.
Buena actualización del clásico “La ronda” A diez años de la gozosa comedia social «Domésticas» y la consagratoria «Cidade de Deus», el paulista Fernando Meirelles mantiene la buena mano y las ganas de probarse en grandes relatos. También los financistas mantienen su confianza: «El jardinero fiel» y «Ceguera» (parcialmente rodada en la Ciudad Vieja de Montevideo) fueron buenas películas, aunque de menor éxito. Quizá tampoco alcance demasiada repercusión la obra que ahora vemos, variante actualizada del clásico de 1900 «La ronda». Sin embargo, es un trabajo muy respetable. El esquema es sencillo. Un puñado de relatos sentimentales vincula sucesivamente a una call-girl, un ejecutivo en viaje de negocios, su esposa adúltera, el joven amante de ésta, la decepcionada novia del muchacho, el hombre maduro que confiesa sus errores, el sexópata en libertad condicional, el dentista y su asistente, ambos enamorados con cargo de conciencia, el marido de la asistente, chofer de un mafioso que sospecha de la call-girl, y la hermana de ésta. Cada breve historia permite una reflexión distinta sobre el amor, la necesidad sexual, la soledad, la responsabilidad ante los afectos, y engancha con la historia siguiente hasta completar un círculo. Del que, contrariando ciertas definiciones, se puede escapar. En varios aspectos, la película evidencia sus vínculos con la pieza original de Arthur Schnitzler (el mismo que entre nosotros inspiró «El ángel desnudo», con Olga Zubarry). Estructura básica, personajes arquetípicos, salto de una situación a otra, franqueza, tono agridulce, tragedia en ciernes. En otros aspectos, «360» evidencia los cambios actuales de mentalidad y representación. Ya casi nada nos parece incorrecto, aunque casi todo nos siga doliendo. Mayores reflexiones correrán por cuenta de cada espectador. Meirelles se limita a mostrarnos sus personajes, como posibles espejos de nosotros mismos. A destacar, el elenco donde, junto a los buenos y famosos, se lucen los ascendentes María Flor (la novia), Vladimir Vdovichenkov (el chofer), Lucia Siposová y Gabriela Marcinkova (las hermanas). También, el director de fotografia Adriano Goldman, el montajista Daniel Rezende (tres veces candidato al Oscar), la selección de temas musicales y locaciones, que son muchas, porque la pieza original de teatro se ambientaba en distintos rincones de Viena, entonces capital de un imperio, pero la película se ambienta en distintos rincones del mundo, algunos muy parecidos entre sí. Libretista, Peter Morgan («La reina»), que también actúa en una escena junto al bar de un hotel. Se lo reconoce porque, dicho en forma amable, parece el hermano inteligente de Mr. Bean. Postdata: «La ronda» inspiró una docena larga de films y telefilms. Sobresale la versión del maestro Max Ophuls, no es despreciable como dicen la de Roger Vadim, y resulta muy agradable la versión criolla de Inés Braun, 2008, con Sofia Gala, Daniel Hendler, y largo elenco.
Coral, turística y nada original Nuevos exponentes de las historias que unen a diversos personajes en distintos puntos del planeta, aquí con escalas en Viena, París, Londres, Colorado, Bratislava y Phoenix, llena de aforismos y frases de manual. Por un tiempo, las historias corales que unen a diversos personajes en distintos puntos del planeta deberían tomarse un descanso. Como fórmula inaugurada, entre otros, por Robert Altman en los años '70 y que tuviera su apoteosis dos décadas más tarde con Magnolia de Paul Thomas Anderson, estos cruces casuales o causales entre conflictivos personajes parecen ofrecer una alta dosis de agotamiento y repetición. Más aun si este dispositivo argumental cae en manos del sobrevalorado cineasta brasileño Fernando Meirelles, responsable de aquel desatino esteticista y publicitario de Ciudad de Dios y de rutinas ya domesticadas por Hollywood como El jardinero fiel y A ciegas, esta última basada en la pluma de Saramago. El ambicioso Meirelles construye múltiples historias que transcurren en Viena, París, Londres, Colorado, Bratislava, y al final, en Phoenix, como si se tratara de un guía turístico cosmopolita y global disertando sobre el mundo y abarcando temas como el amor, la infidelidad, las drogas y la prostitución, entre otros ítems, desde la torre de marfil de un pastor "new age" que se manifiesta a través de aforismos y frases de manual para iniciados. El punto de arranque es un matrimonio en crisis (Law, Weisz), pero de allí en adelante otros personajes cobran vida: un padre que busca a su hija (Hopkins), dos hermanas que se establecen en el mundo de la prostitución, una chica que abandona a su novio infiel, un joven que sale de la cárcel y un par de traficantes-mafiosos que parecen una parodia de los rusos de Promesas del Este de Cronenberg. Pero Meirelles, a los tropezones y con varias caídas al abismo, confunde destreza con inteligencia, y hasta supone que sus personajes tienen la suficiente carnadura e interés para transformarse en "mensajeros" de la vida y de los horrores de vivir en un mundo convertido en postal turística. En realidad, 360, por aquello de la circularidad que propone un encuentro casual, son pedacitos desparramados de algunas vidas supuestamente en etapa de conflicto, pero nunca la puesta al día de personajes sumergidos en dudas y cavilaciones por sobrevivir en un mundo determinado. Por ejemplo, nada se sabrá de la hija que busca el personaje de Hopkins, ni tampoco del matrimonio de Jude Law y Rachel Weisz podrán comprenderse los motivos de su momentánea separación e infidelidad. 360 es una de esas películas donde su hacedor confía pura y exclusivamente en los encuentros casuales en aeropuertos (un sitio ideal para exhibir el film mientras se espera la salida del vuelo) y en departamentos, hoteles y casas cinco estrellas, que no ocultan el carácter obsceno del dinero y la ostentación. Algo feo está pasando en el cine si Meirelles y el mexicano González Iñarritu encontraron su lugar dentro del poder económico de Hollywood. Es que ambos encarnan a dos pastores audiovisuales que no dudan ni un instante en manifestar su plúmbea y vacua visión del mundo y sus horrores.
360 es un entretenimiento válido si te gustan los films de historias cruzadas, aunque luego te olvides de la película rápidamente. El relato tiene un muy buen arranque y el interés se mantiene durante toda la proyección, pero al final te deja con la sensación de que "algo" faltó como para que el film resulte excelente. En ese "algo" está, por ejemplo, el ritmo que no es parejo en todas las historias, la...
La división internacional del trabajo cinematográfico es la siguiente: Hollywood, espectáculo; Europa, dramas optimistas sobre la familia burguesa; Asia, violencia y rareza; Latinoamérica, films que demuestren que el mundo es una porquería. Fiel a este postulado, el realizador brasileño Fernando Meirelles -por cierto, un tipo hábil para narrar- dirige esta producción multicultural con actores franceses, rusos, británicos, brasileños y americanos. A se encuentra con B; B se cruza con C; C tiene algo que ver con D. Al final, N conecta con A y de allí el título. La mayoría de las cosas que suceden están relacionadas con el sexo y sus consecuencias (lo que demuestra un puritanismo digno del siglo XIX) y que el film se inspire en la obra La ronda, de Schnitzler (llevada al cine por Max Ophuls y Roger Vadim) es apenas una coartada culturosa. El texto de Schnitzler mostraba la decadencia burguesa en el Imperio Austrohúngaro, no que si uno tiene relaciones sexuales completas todo se viene abajo. Para ver con condón, no sea cosa.
GENTE SUFRIDA Es una historia coral, de esas con varios personajes y varias historias que a veces se cruzan. Pero el género exige sutilezas, fino poder de observación, un guión concentrado. Aquí el talento y el rigor, escasean. La idea de sumar historias forzando algún punto en común, no sirve. Las criaturas del siempre efectista Meirelles son seres casi derrotados que pasean sus amores penosos por Viena, Paris, Londres. Engaños, rechazos, escapadas, casualidades: un padre que busca a una hija, una novia que quedó sola, un chofer con odio, una esposa con ganas de probar, un odontólogo medio lenteja, un matrimonio en crisis. Por lo menos Rachel Weisz se las ingenia para hacer valer su talento en este melodrama pocos sustancioso, algo artificial y bastante inflado.
Fernando Meirelles, el siempre presente director de la alucinante Cidade de Deus y la recordada The Constant Gardener, hace aguas al intentar abordar una historia coral al mejor estilo Babel, que se entrecruza varias veces al disponer de un elenco de grandes figuras y no usarlas bajo un propósito unificador e interesante en la muy floja 360. Dos hermanas eslovacas en busca de un futuro mejor, un marido de viaje buscando placer, una esposa abnegada que lo engaña con un fotógrafo brasilero, la novia de éste que lo deja, un hombre mayor buscando darle cierre a la desaparición de su hija, un pedófilo en rehabilitación, un hombre que no puede tener a la mujer de sus sueños; éstos son los personajes que uno se encuentra en 360, una ambiciosa pero fallida historia que intenta atar cabos y hacernos creer que estamos todos conectados, cuando la realidad es que se trata de un artificio más del guión, que fue escrito de esa manera. Ciertamente es impresionante que un director de la talla de Meirelles y un guionista tan implacable como Peter Morgan (The Queen, The Last King of Scotland, Frost/Nixon) hayan pergreñado una película de vuelo internacional pero que poco impacto tiene en el espectador una vez finalizada. El detalle de suceder en dos continentes al mismo tiempo es interesante, y más si cada país está representado por música autóctona que lo induce a uno disfrutar con las imágenes de catálogo que vemos de las diferentes ciudades. El problema recae en cuando todo se tiene que cerrar en el círculo perfecto que aduce el título: no todas las historias tienen un desenlace satisfactorio y no todas las historias cierran con un final que uno esperaría ver. Son más las veces que la historia de una figura de reparto secundaria termina con un broche bien puesto que las historias en donde está envuelto el talento de las grandes estrellas del póster. No se entiende entonces cómo Jude Law o Rachel Weisz aceptaron sus papeles cuando sus historias no tienen mucho jugo ni mayor repercusión en la trama en general. Anthony Hopkins tiene un buen momento y un buen monólogo, pero su historia es más que obvia, aunque está muy bien apoyado en la joven Maria Flor y por un excelente Ben Foster en el momento álgido de la película, en donde una despechada novia abandonada aborda e insiste en tener relaciones con el abusador sexual. 360 es confusa, no aporta mucho y apenas tiene pantallazos de genialidad como para mantener al espectador interesado en sus largas 2 horas de metraje; como postal étnica sirve, pero no más. Un desperdicio de talento.
Un giro de 360 en sus vidas Son pequeñas historias que se van entrelazando una con la otra las que se desarrollan en 360. El título está muy relacionado con el comienzo y el final del film, ya que al finalizar se repite una historia muy similar a la del principio. Pero podemos asociar el título al recorrido que se da continuamente en la película. Los lugares van cambiando, se realiza un recorrido por diferentes ciudades. La música también va variando según el lugar donde se sitúan los protagonistas. Esto refleja lo giros que dan cada una de las vidas de los personajes. 360 es una de esas películas que se construyen minuto a minuto, que se va elaborando mediante sólidos diálogos y escenas. Por un lado, es interesante cómo se desarrollan los tipos de relaciones más allá de la sexualidad. La prostitución aparece como la crítica más importante. Aún sin tener el guión un planteo directo sobre este tema, se fija una postura desde que se decide abordar la película desde ahí. Es de alguna forma, como se muestra en la película varias veces, una imagen detenida de su vida lo que se les presenta a cada uno de los personajes y con la cual se replantean si quieren o no seguir viviendo así. Cada una de las historias presenta una crisis y un nuevo comienzo. El hecho de hacer un recorrido por diferentes lugares y con personas de distintas nacionalidades nos enfoca en una visión más amplia. Ninguna de las historias presentan similitudes entre sí. Todos los protagonistas plantean un problema distinto. Se presentan problemas de pareja por aburrimiento, por rutina, por puro costumbrismo, planteos de inseguridad, preocupaciones por falta de valor, entre otros. Sin embargo estas historias están conectadas por la idea de cambio. Se enfoca el aspecto psicológico. Es por eso que en cada uno de los momentos que se hace una recorrida por alguno de los personajes, aún al dedicarle poco tiempo, resultan bastante intensos. Sin lugar a dudas, la experiencia del director Fernando Meirelles con la arquitectura está muy presente. Los paisajes y las imágenes resultan muy agradables, pero por sobre todo llamativos por la gran cantidad de información que se maneja en poca cantidad de minutos. El hecho de hacer ese recorrido por diferentes ciudades resulta en un gran caudal de paisajes. Cada una de las escenas se compone de pequeños detalles que generan una gran armonía. Se juega mucho con el cambio de planos. La sensación es por momentos de un continuo movimiento y por otros de una pausa en la cual se llama a reflexionar a los protagonistas.
Se podría decir que este filme del realizador Fernando Meirelles es una muy libre traslación de la obra teatral “La Ronda”, escrita por Arthur Schnitzler (1862- 1931) a principios del siglo XX. (Como nota de color, a tener en cuenta por el contenido de la obra, agregar que el autor era médico y amigo de Sigmund Freud) Llevada al cine muchísimas veces, tiene como punto más alto la recordado la versión de Max Ophuls (“La ronda”, 1950, que contó entre sus intérpretes con actores de la talla de Simone Signoret, Gerard Phillipe, Serge Regiani, Simone Simon, Danielle Darrieux, Anton Walbrook, entre otros. En la versión actual también se recurre a grandes nombres como Jude Law, Rachel Weisz, Anthony Hopkins, Ben Foster, etc, para sostener desde allí, en principio, al producto. Pero hoy en día parecería que luego de 117 años de la invención del cine y 112 de que se escribió la obra, no fuera suficiente. Si en la obra original del escritor, como en la versión fílmica de 1950, todo circulaba dentro de una misma ciudad, y cada personaje entraba en contacto con la historia siguiente hasta volver al principio, y lo que se ponía en juego era la sexualidad y las vicisitudes que atravesaban todas las capas sociales, a la vez que ponía en juego las enfermedades de contacto sexual, en esta versión parecería ser que la intención es darle un giro hacia la historicidad. Ya no se delimita el relato en un espacio sino que este, tal cual la globalización, atraviesa y pone en contacto varias ciudades del mundo y en su discurso cobra importancia la dialéctica espiralada de la historia, esto es la que implica que lo que cambia son las personas, pero los personajes se repiten. El relato empieza y termina de la misma manera, casi con el mismo dialogo, sólo que son otras personas las que lo articulan. Este cierre es el que a mi entender sostiene esta posibilidad de lectura. El problema principal es que casi ninguna de las historias, que más adecuadamente podría denominarse situaciones temporales de los personajes, no esta debidamente desarrollada, no conocemos las motivaciones que mueven a cada héroe a realizar lo que ejecuta. En realidad sabemos muy poco al respecto, y en algunos casos nada de su pasado. Por qué razón, salvo el económico, alguien decide prostituirse. Varias veces en el filme se repite la frase “si ves un atajo en el camino, tómalo”, de hacerle caso deberían informarnos cual es el objetivo final, pues si va hacia algún lado, lo económico sería sólo el vehiculo. Qué motiva a que un ejecutivo, felizmente casado y perdidamente enamorado de su esposa, quiera una aventura con una prostituta, o por qué razón una mujer casada quiera cortar un romance clandestino, la constitución del mismo esta dicho por el personaje en tres palabras. Todas las historias que van de Viena a Londres, Paris, Phoenix, Río de Janeiro, para volver a Viena. Están unificadas por la misma cualidad de ser victimas de una situación en un momento determinado en que sus vidas se van cruzando, generando una paleta de conflictos típicamente humanos, pero volviendo al punto de no estar desarrollado ni cerrado. Temas como la religión y sus mandatos, la infidelidad, la culpa, la insatisfacción, los sueños truncos, los estados depresivos, y la violencia en casi todas sus variables de género y sociales, entre muchas otras, quedan referidos pero no debidamente tratados. La utilización de una infinidad de recursos técnicos terminan por ser sólo justificados por lo meramente visual, no parece haber una búsqueda estética en ellos, así la partición de la pantalla en dos, tres o cuatro partes mostrando a los personajes en continuidad de relación a sus actos, o al mismo acto en otro espacio, es simplemente lucecitas de colores efectistas, ello no quita que al mismo tiempo logre ser en muchos casos efectivas. La estructura elegida, tiene como plus a favor la de agilizar la progresión del filme, pero al no haber consistencia dramática, salvo en contados momentos, sostenidos desde un supuesto sentido del suspenso, no alcanza la efectividad necesaria. Lo dicho, intenta instalar otro tipo de discurso, eso es bueno, sólo que lo logra a medias, y por sobre todas las cosas, no aburre, eso es mejor, pero no suficiente.
Cine efectista Película coral sobre un grupo de personajes que viven momentos de altísima carga emocional y encima deben decidir el camino correcto a la felicidad. "360" es un firme exponente del cine manipulador y efectista que a través de golpes bajos y mucha auto-complacencia intenta reflejar un mundo cruel e injusto, donde el drama florece al mostrar las miserias de los seres humanos. La película coral es en esencia uno de los géneros cinematográficos más fáciles y difíciles de realizar. Es sencillo porque al tener tantos personajes y tantas tramas, la narración se hace naturalmente muy dinámica e incluso puede tolerarse la existencia de algunas lineas argumentales no del todo logradas. Sin embargo, la dificultad es extrema a la hora de desarrollar los personajes, unir las tramas o , más importante, darle un significado particular a toda la experiencia. Prostitución, infidelidad, chantaje, desaparecidos, violación y crimen es todo lo que engloba la película. Alguien le habrá enseñado al realizador que los dramas se potencian cuando se contrastan la felicidad con la tragedia. En esta película parece que todo esta construido en base de tener escenarios fuertes y dramáticos. Por lo tanto, no es casualidad la increíble manipulación al que se lo somete al espectador cuando por ejemplo aparecen escenas donde a un violador se lo cruza con una joven mujer despechada o el chófer de un empresario pasa la tarde con la hermana de la prostituta contratada por su jefe. Igualmente, el reto máximo de la película es tratar de encontrar alguna razón para la existencia de esta historia, ya que la idea de un mundo cíclico en donde al terminar una historia hay otra que nace y viceversa, es indistinta al contenido de la película. Si este fuera el gancho de la película, las distintas tramas deberían variar de manera más radical. Aquí todas las tramas comienzan de la misma manera: inocentemente. Simpáticos diálogos donde los personajes hablan con amabilidad y ternura llevan a las situaciones más estresantes. En conclusión, "360" es una cinta extremadamente ambiciosa. Su objetivo no es el dinero de la taquilla, sino el prestigio. Aquel sentimiento de importancia que infla el ego de los realizadores quienes creen que al mostrar la historia más trágica conocida se convertirán en hitos cinematográficos.
El cine de Fernando Meirelles se parece cada vez más al de Alejandro González Iñarritu, Dos directores latinoamericanos que se consagraron con sus primeras películas (Ciudad de Dios y Amores Perros, respectivamente) y que luego se fueron globalizando al mismo tiempo que, paradójicamente, se desinflaban. Pero Iñarritu filma mejor y sabe como generar tensión dramática. 360 está claramente inspirada en una vieja obra de teatro de Arthur Schnitzler (también autor del libro en el que se basa Ojos bien cerrados, de Kubrik) llamada La Ronda, que ya fue adaptada varias veces, y con mejor suerte. Hasta existe una versión argentina del año 2008 dirigida por Inés Braun y protagonizada, entre otros, por Mercedes Morán y Rafael Spregelburd que toma de la obra de Schnitzler su sistema narrativo coral, en donde los personajes se van pasando la posta con cada una de las historias hasta generar un relato circular (de allí el título). Una idea que alguna vez fue muy original, pero que ha sido muy transitada. Las distintas tramas se van acumulando, al igual las ciudades y los grandes nombres del reparto (por ahí andan deambulando Anthony Hopkins, Rachel Weisz y Jude Law, entre otros) pero no llegan a cristalizar una sola historia cuyo peso las justifique, conformando un todo que, si bien está bellamente realizado, ronda lo predecible.
Muy libremente inspirada en la famosa obra “La Ronda” del austriaco Arthur Schnitzler, a quien Sigmund Freud admirara e incluso conociera, nos llega ahora “360” de Fernando Meirelles. La primera versión dirigida por Max Ophuls en 1950 difícilmente pueda ser superada sólo sea por el hecho de contar con un notable elenco que incluía mayoría de franceses y nombres tan rutilantes como Simone Signoret, Danielle Darrieux, Jean-Louis Barrault, Serge Reggiani, Simone Simon, Daniel Gelin y Gérard Philippe. La siguiente de Roger Vadim de 1964 tenía lo suyo con la inclusión de Jane Fonda, Anna Karina, Maurice Ronet y Catherine Spaak, aunque sin el brillo de la primera. Hubo varias más incluyendo una local de Inés Braun con Sofía Gala, Mercedes Morán, Fernán Mirás y Rafael Spregelburd en un promisorio debut de su realizadora. La nueva versión que cambia su nombre pero mantiene la idea de un círculo que se cierra reúne también a famosos y a otros que no lo son tanto. Pero a diferencia de las anteriores no sólo cambian los personajes, en su mayoría episódicos, sino también los países e idiomas. Que se hayan respetado las lenguas originales en que se expresan los diversos personajes es un hecho que merece ser resaltado. La acción se inicia y termina en Viena, el sitio donde transcurren los momentos de mayor interés del film. Dos hermanas eslovacas se trasladarán con frecuencia desde Bratislava a la capital austríaca, donde la mayor (Lucia Siposova) ejercerá la prostitución y la menor (Gabriela Marcinkova) hará de una especie de acompañante. La clientela de la primera estará básicamente integrada por altos ejecutivos como el inglés Michael Daly (Jude Law), a quien no todo saldrá como planeado. Claro que su esposa (Rachel Weisz) en Londres tampoco desaprovechara los frecuentes viajes de su cónyuge, mostrando ambos similar debilidad por gente más joven. Pero a la hora de fingir ella, a su retorno, le agradecerá las amables palabras (“nice words”) que su marido le dejara en el celular y que ella obviamente no pudo atender en el momento del llamado. Cambio de escenario en Paris con nuevos personajes que incluyen a un dentista argelino que interpreta Jamel Debbouze (“Días de gloria”, Háblame de la lluvia”, “Tres hermanos, tres destinos”), quien sostiene un affaire con Valentina (Dinara Drukarova), su ayudante rusa casada. Las charlas con el imán de la mezquita que suele frecuentar y con la psicoterapeuta que lo trata son un reflejo de sus dos mayores conflictos, uno religioso y el otro más ligado a lo carnal. Aún un otro europeo, un ciudadano inglés (Anthony Hopkins) cuya hija abandonó el hogar ante el descubrimiento de las infidelidades de su progenitor, hará de nexo con mayoría de personajes del continente americano. En el avión que tomará hacia los Estados Unidos para verificar si el cadáver encontrado en Phoenix es el de su hija, se topará con la brasilera Laura (Maria Flor) que regresa a su Rio natal, ante las repetidas infidelidades de su ex novio de igual origen. Pero las conexiones aéreas en Denver se verán demoradas ante la incesante nieve que obligará a los pasajeros a alojarse en el hotel del aeropuerto. Y como en “360”todo se encadena aparecerá una nueva figura, la de un pervertido sexual recién liberado de la prisión bien caracterizado por Ben Foster (“El mensajero”, “El mecánico”). Una pena que la situación que se deriva del encuentro de una algo borracha Laura y el poco confiable ex convicto en la habitación del hotel de la primera, en que debe esperar hasta continuar vuelo, sea algo ridícula y poco creíble. Tampoco ayuda mucho lo que puede aportar Hopkins, incluso en una escena posterior en reunión de Alcohólicos Anónimos. Meirelles dirige con oficio sin alcanzar el nivel de su obra máxima (“Ciudad de Dios”) y de “El jardinero fiel”, donde ya actuaba Rachel Weisz. Las actuaciones en “360”son desparejas con mayor lucimiento para los personajes eslavos y algunos errores de “casting”, en particular de los personajes que le tocan a Anthony Hopkins y al actor argelino, meritorio por actuar pese a su discapacidad en la mano derecha que suele estar escondida en su bolsillo (también acá). Darle el rol de un dentista no parecía lo más acertado. Por suerte la película levanta fuertemente hacia el final cuando la acción regresa a Viena. Allí el espectador asistirá a los mejores momentos del film cuando a las jóvenes eslovacas se les sumen un grupo mafioso ruso, incluyendo un curioso guardaespaldas.
Canciones de amor incompleto En "360", Fernando Meirelles cuenta varias historias fragmentarias con un elenco poderoso y escenarios cosmopolitas. Una cadena de relaciones, sentimientos y consecuencias arma la historia que involucra a una cantidad de personajes captados en un momento que puede marcarlos para siempre. Fernando Meirelles (Ciudad de Dios; El jardinero fiel) dirige 360 como un relato sinfónico en el que hombres y mujeres cumplen su destino, hasta que se pone en marcha la máxima: "Si hay una desviación en el camino, tómala". La película transita por varias ciudades y gira en torno a la infidelidad, aunque no agota ahí la estrategia para mantener al espectador entretenido, por momentos, extrañado, como si se asomara a unas coordenadas que se le escapan. Ese es uno de los atractivos de 360. Meirelles tiene el talento de plantear una película con elementos de la comedia romántica, el thriller, o la crítica social, pero condimenta el registro popular con cierta sofisticación en los planos, los tiempos, el montaje y el juego de pantalla compartida. Una chica eslovaca (Lucia Siposová) posa para un sitio de internet que ofrece trabajo sexual. Llega a Viena con su hermana, frontera que cruzan cuando aparece un cliente rico, ciudadano del mundo. En el mercado global circula dinero de acceso fácil, los negocios, las llamadas por celular y los viajes en tren, avión o por autopistas. La película basada en la novela La ronda, de Arthur Schnitzler (Viena, 1862 - 1931) reúne a un elenco prestigioso: Jude Law, Anthony Hopkins, Ben Foster, Rachel Weisz, Moritz Bleibtreu, junto a artistas de otras nacionalidades e idiomas, como los brasileños María Flor (Laura) y Juliano Cazarré (Rui). Sus personajes protagonizan girones de historias en las que el amor, el matrimonio y el hastío los ponen en marcha hacia la señal de desvío. Meirelles filma la fragmentación con sus amaneceres, calles, climas, y la música como señuelo. Las canciones suenan mientras los personajes son perseguidos por la cámara. También los vigila la moral, la religión o la buena conciencia. El mosaico es amplio, pretencioso, con momentos muy intensos, como el drama del hombre que busca a su hija desaparecida, el rol de Anthony Hopkins, siempre estupendo; o Ben Foster, el ex convicto que domina sus impulsos encerrado en el baño del aeropuerto; los diálogos de Anna, la eslovaca, y el guardaespaldas ruso. Todo está a punto de pasar mientras el círculo se cierra y el mundo sigue andando.
El mundo es pequeño, pequeño El brasileño Fernando Meirelles (“Ciudad de Dios”, “El jardinero fiel”) dirige “360”, una película basada en la obra “La Ronda” del austríaco Arthur Schnitzel, que fue adaptada varias veces al cine, en versiones de diverso origen y calidad. La idea central es la de historia circular, en la que varios personajes van encadenando sus respectivas historias personales en un relato coral que los incluye a todos. Una estructura narrativa que se ha repetido en unas cuantas propuestas cinematográficas, y que en esta oportunidad agrega la particularidad de que los hechos ocurren en distintas ciudades y los personajes parecen estar en tránsito casi permanente, o bien, son extranjeros viviendo en un país de adopción. Así se van interrelacionando seres de nacionalidades diferentes en una especie de rompecabezas dinámico en el que se entrecruzan idiomas, costumbres, religiones, en un diálogo no siempre fácil, pero que pone de relieve la irreductible necesidad de comunicación y también de contacto. Son las nuevas formas de convivencia que adoptó el mundo, sobre todo en Europa, de la mano de la globalización y la facilidad de movimiento que ofrecen los medios de transporte, la telefonía y la Internet. La acción comienza en Viena, majestuosa ciudad que para muchos podría significar precisamente la capital europea del siglo XX, mostrando una interesante tensión entre tradición y modernidad. Hacia esta ciudad viajan periódicamente dos hermanas eslovacas. La mayor va a ejercer la prostitución y la más chica, la acompaña. Han contactado con el dueño de una agencia de escorts que les consigue los clientes, en general de alto nivel, ejecutivo, hombres de negocios, también extranjeros en tránsito. En el lobby de los hoteles se suelen encontrar caballeros ingleses, árabes, rusos, norteamericanos, latinos... y mujeres dispuestas a complacerlos por un par de horas a cambio de una buena suma de dinero. La vieja fórmula de mezclar placer y negocios, que siempre ofrece oportunidades, aunque también implica riesgos. No es lo mismo tener de cliente a un marido aburrido que a un capo de la mafia rusa. En otro lugar del mundo, Londres, también ocurren cosas. La mujer de un ejecutivo que viaja demasiado tiene un amante brasileño más joven, que a su vez está de novio con una chica que vino con él desde el lejano país sudamericano, pero que decide volverse a casa decepcionada. En el aeropuerto, esta joven conocerá a un anciano norteamericano que anda por el mundo buscando a su hija desaparecida hace tiempo y comparten confidencias. También se cruzarán con un ex convicto en su primera salida luego de purgar una pena por delitos sexuales. El juego eterno de la vida En otro rincón de Viena, un musulmán siente una atracción prohibida por una mujer rusa casada, que a su vez está disconforme con su marido, porque “anda en algo malo”. Conflictos, encuentros y desencuentros, simpatías y antipatías, el juego eterno de la vida, siempre en movimiento, que parece avanzar nada más que para regresar al punto de partida. Sin ser original, ni una obra perfecta, la película de Meirelles transita por tópicos ya bastante frecuentados pero lo hace con gracia suficiente como para entretener con amabilidad, apelando a actores también de diverso origen entre los que se destacan Jude Law, Rachel Weisz y Anthoni Hopkins, junto a otros no tan conocidos, como Jamel Debbouze, Ben Foster, Lucia Siposova, Gabriela Marcinkova, Dinara Drukarova, Morizt Bleibtreu, y los jóvenes brasileños Maria Flor y Juliano Cazarré. Una mezcla bien administrada que permite apreciar un poquito de aquí y un poquito de allá, en una combinación de tinte clásico, que incluye también algo de violencia y el viejo conflicto entre buenos y malos, definiéndose a favor de los buenos, para salir del cine con una sonrisa.
Publicada en la edición digital #3 de la revista.
Luego de encarar algunos títulos notables como “Ciudad de Dios” y “El jardinero fiel”, Fernando Meirelles encara una actualización del clásico “La ronda”, sumando una serie de encuentros fugaces e intensos en Viena, París, Londres, Bratislava, Río de Janeiro, Denver y Phoenix. Así, de manera casual y arbitraria, una joven que coquetea con la prostitución, un ejecutivo, un galerista, un padre con una hija desaparecida, dos rusos con pronóstico oscuro, un ex convicto y alguno más que se suma a este itinerario, donde desfilan nacionalidades, idiomas y soledades. Entre tanta urgencia y vértigo, entre aeropuertos, rutas y estaciones terminales, palpita la necesidad de borrar todo y empezar de nuevo. Algunos van a intentarlo. La narración es errática y si el espectador se distrae, corre el riesgo de perder el hilo y no entender nada. A Anthony Hopkins le bastan unos pocos minutos para revalidar su estatura de actor enorme.