La otra cara del amor Tom (Joseph Gordon-Levitt) quiso ser arquitecto, pero la falta de dinero lo obligó a abandonar la carrera y a ganarse la vida creando frases para todo tipo de tarjetas postales en una empresa de Los Angeles. Un día, se incorpora a la compañía Summer (Zoey Deschanel), para trabajar como asistente de su jefe. El queda deslumbrado por ella y al poco tiempo se cruzan en el ascensor, donde ella se mostrará también como fan de The Smiths (Tom está escuchando a la banda inglesa liderada por Morrissey en su i-Pod). El gran problema es que mientras él está obsesiva, perdidamente enamorado de ella, la protagonista descree por completo de la vida en pareja y prefiere sostener una relación más "amistosa". Los 500 días del título son narrados de manera no cronológica (arranca por el 488) y, así, el relato irá y vendrá en el tiempo, mostrando los acercamientos y alejamientos, las alegrías y tristezas, los sueños y decepciones, las peleas y reconciliaciones y, en definitiva, las contradicciones que hacen de ésta una anti comedia romántica en la que conviven la música, IKEA, el karaoke y las desventuras de la Generación X, con reminiscencias del cine de Kevin Smith, de Richard Linklater y del Nick Hornby de Alta fidelidad. Más allá de la ingeniosa estructura con constantes saltos temporales, hay situaciones inspiradas, que fluyen con gracia y sensibilidad, y otras en las que el sistema se resiente con algunas anécdotas o ciertos diálogos demasiado calculados. De todas formas, en el balance de sumas y restas, el resultado final es más que positivo. Si, además, se le agrega que la dupla Gordon-Levitt/Deschanel es irresistible, (500) días con ella termina siendo una de esas pequeñas películas para ser tenidas muy en cuenta.
Si 500 días con ella hubiera sido contada en forma lineal, sería una historia de amor más que no se destacaría para nada, en cambio usa un nuevo formato que hace que uno disfrute mucho más de esta película. Los días son contados sin cronología, pero no por eso es...
Está claro que muchos irán a ver esta película, por el magnetismo de Zooey… y no saldrán defraudados. Zoeey tiene un personaje ya “comprado” y lo sigue usando acá de manera natural. Lo bueno es que la película no va por el lado de encariñarse con ella, y es lindo tenerla como “la loca histérica”… ella cuadra con eso. Quizás fui con muchas expectativas a ver la película, porque todo el mundo habla maravillas, y eso le puede jugar en contra. Es una linda historia, distinta a la mayoría pero que toma partecitas de muchas otras películas grandiosas del género, que si fueron distintas. No considero esto un robo… creo que es un homenaje o quizás demuestra que he visto las mismas películas que el director ;) Un comienzo muy Magnolia, cositas de Cuando Harry conoció a Sally, recursos de Amélie, y un aire a Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, entre muchas otras cosas que se pueden encontrar de distintas películas, hasta la forma mezclada de contarla de 21 gramos Pero todo eso unido de buena manera para contar una historia original y muy llevadera. Tiene momentos grandiosos que dispararán muy buenas risas y otros muy tiernos y simpáticos. Un punto alto es lo de “expectativa/realidad”… pero lo fundamental es el carisma de sus protagonistas, con grandes actuaciones y cambios según pasan los días de manera brillante. 500 días con ella, para los amantes del género es una buena película definitivamente, para charlarla en pareja… si es que no andamos por el día 499…
Amar(te) duele Bocanadas de aire fresco en la renovación el cine indie norteamericano es lo que nos trae (500) días con ella (2009). La ópera prima de Marc Webb (reconocido director de videoclips) aporta al unísono inteligencia, brillantez, soltura y encanto en lo que comunmente en cine se denomina un género menor: la comedia romántica. La historia, que nada tiene de imnovadora, es simple: chico conoce a chica, él se enamora perdidamente y ella no hace otra cosa que hacerlo sufrir. Una historia de amor que sólo duró 500 días. A pesar de sonar cursi y ya visto, el film presenta una historia que va más allá de lo redundante y trivial exhibiendo algunos elementos esquematizados como la idealización del amor, el destino predeterminado y la depresión post ruptura sentimental, pero logrando que la representación de los mismos se vuelvan brillantes en su desarrollo, evitando el lugar común y el facilismo en la resolución del conflicto. Marc Webb domina con inteligencia una puesta en escena clásica sin renunciar a una estética independiente. Esto se ve ejemplificado -no sólo- en la utilización de una banda sonora con temas del grupo The Smiths, sino también en las claras referencias cinéfilas, la delicada elección del vestuario conjugado con una propuesta visual pop. El uso de la pantalla dividida para separar la realidad y las expectativas junto al número musical espontáneo luego de una relación sexual son dos de los puntos más altos de (500) días con ella, logrando el equilibrio justo entre kitsch y arte. Ráfagas de comicidad provocados por una mirada melancólica y contemplativa que causan pena y felicidad al mismo tiempo. El relato gana en inteligencia al perder la linealidad de la historia, ésta se va construyendo en diferentes temporalidades dentro de los 500 días a los que hace referencia el título. Así tenemos flashbacks dentro de flashbacks combinados con flash forwards. Esta metodología no sólo dinamiza la historia, sino que -además- juega con el espectador haciéndolo participe de la trama al tener que hilvanar los hechos en su mente para armar el rompecabezas. La química que ejercen entre sí (y con el público) los dos protagonistas es lo que termina por conjugar la historia en un film perfecto. Tanto Joseph Gordon-Levitt, como Zooey Deschanel no hacen más que generar destellos de brillantez en cada uno de sus parlamentos, sus gestos y sus silencios. Es increíble como una historia de nerds aspirantes a yuppies convertidos en terroristas emocionales, puede llegar a dar un giro sobre su propio eje y revalidar una serie de elementos cinematográficos que convierten a (500) días con ella en la gran comedia del año. Excelente por donde se la mire.
Una de las películas que más esperaba este año era 500 días con ella y realmente la espera valió la pena. Tanto en el trailer como en la sinopsis este film fue vendido como una Comedia Romántica no convencional y la introducción del mismo no es la excepción ya que sigue con la misma premisa. Luego de finalizar la película puedo afirmar que cumple con todos los conceptos que enuncia en las promociones mencionadas. No quiero contar mucho pero la originalidad viene de la mano de la forma en la que está relatada y por como se van dando los hechos a lo largo de la obra. El debutante director Marc Webb tuvo la excelente idea de mostrarnos esta particular relación de manera no-lineal yendo hacia atrás y adelante en el tiempo de los días en que los protagonistas estuvieron juntos o separados. Lo mejor que tuvo esa manera de filmar fue el ver los distintos estados de ánimo de Tom en relación a su noviazgo con Summer. Otra desición acertada fue que no recurrió a grandes hits para musicalizar la obra, cosa que la hace más singular aún. El guión sostiene de manera perfecta la trama y los papeles que tienen que llevar los participes de esta historia. Si bien no es una comedia para morirse de risa, tiene momentos realmente desopilantes y hasta muchas veces podemos sentirnos identificados con los diálogos y situaciones a las que son expuestos los protagonistas. Creo que es imposible haber hecho esta película con otros intérpretes que no fueran Zooey Deschanel y Joseph Gordon-Levitt. Comenzando por la adorable dama, debo decir que está muy bien en su papel y es imposible a pesar de todas sus locuras no enamorarse de Summer. Sin dudas el protagonista principal es Joseph ya que aparece en la mayoría de las escenas. La actuación de este actor que destaqué dentro de las Jóvenes promesas es excelente, sinceramente salí muy encandilado con su labor y justificó nuevamente su presencia en ese enunciado. Vive oscilando en toda la historia entre la depresión y la felicidad absoluta con grandes resultados, algo que muchas veces puede no ser sencillo debido a la disparidad de estos sentimientos. A lo largo del film se lo ve cantando muy bien, bailando exclente y con una gran cuota de carisma, realmente que más se puede pedir? 500 días con ella es otra muestra de que se puede innovar en un género bastante trillado con excelentes resultados y por ello la considero altamente recomendable.
Una comedia romántica renovada Zooey Deschanel y Joseph Gordon-Levitt, protagonistas y dueños de un carisma en el que se apoya este film. Aunque el punto de partida sea el clásico "muchacho conoce chica", esta no es una comedia romántica, advierte la voz narradora en el comienzo, y ya queda claro que los guionistas (Scott Neustadter y Michael H. Weber, los mismos de La pantera rosa II ), y el director Mark Webb harán todo lo posible por diferenciarse de las fórmulas más frecuentadas. Por de pronto, la anunciada premisa admite alguna corrección: se trata más bien de "chico romántico conoce chica no romántica" y el cuento empieza por una ruptura, tanto como para que después sólo se trate de averiguar por qué razón la relación llegó a ese punto aparentemente sin retorno. Esa escena es bien prometedora con su gracioso equívoco nacido de la comparación entre la pareja del caso y la que formaron Sid (Vicious) y Nancy. Más adelante se verá que el nivel de ingenio afloja un poco y que gran parte del encanto de la película (que lo tiene, sin que esto signifique, como se ha alardeado por ahí, que es una especie de Annie Hall contemporánea), dependerá del carisma y la buena química de los protagonistas, Joseph Gordon-Levitt y Zooey Deschanel, y de la estructura elegida para contar su historia. Porque los 500 días del título, los que viven Tom y Summer (él, arquitecto frustrado que redacta textos para tarjetas de felicitación; ella, la nueva secretaria que le hace perder el seso), tienen todos los altibajos que pueden imaginarse en una pareja que difiere en lo sustancial aunque coincida en lo accesorio (los dos son fans de The Smiths, por ejemplo), no son expuestos en forma lineal. Vienen en capítulos -cada uno con su numeración- que se suceden en aparente desorden yendo hacia atrás y hacia adelante en el tiempo. Esta técnica narrativa -debe suponerse- les sirve a los autores para reírse un poco de los lugares comunes de las comedias románticas, para acertar con algunas ideas de montaje e insertar ocasionales observaciones graciosas y probablemente también para "vestir" con aires de originalidad un material que en el fondo no se aparta tanto de lo convencional. El recorrido incluye algún número musical, pantalla dividida, karaoke, una secuencia que ironiza sobre la futura felicidad doméstica y se parece a un comercial de Ikea, algún personaje secundario bien definido (el amigo de Tom y su jefe, mucho más que la hermanita, una de esas nenas que sólo existen en el cine) y un tono general amable al que mucho ayuda la simpática desenvoltura de Gordon-Levitt.
De estación en estación El protagonista de esta historia está convencido de que en algún momento encontrará al amor de su vida. Y lo encuentra, sólo que enfrente no tiene a una persona que vea las cosas de la misma manera. Chico se enamora de chica, chica que no tanto y entre idas y vueltas un corazón acaba roto sin que la otra parte se de por aludida. Tom conoce a Summer, una chica agradable y simpática, de esas que a todos cae bien. Se ponen de novios, en realidad él se pone de novio, ella no quiere etiquetar la relación. Los indicios acerca de que ella escapa todo el tiempo son claros, pero Tom ve lo que quiere ver sin prestar demasiada atención al juego de Summer, aunque algo le inquieta, le molesta. Zooey Deschanel compone con gracia a la protagonista, quien suda egoísmo e impiedad mientras Joseph Gordon-Levitt se pone en la piel de quien se siente utilizado y abusado en su buena fé. Los roles secundarios completan un buen soporte para una comedia romántica con la que más de uno se sentirá identificado y que desde la primera frase, escrita al inicio del filme, deja en claro lo que se piensa de mujeres como la que se presenta en esta historia. Más allá del despecho que motivó el argumento, el director evita cargar las tintas sobre un costado en particular y elige con buen tino demostrar que las cosas no siempre son como parecen y que lo que se desea no siempre llega en la forma que se cree.
Crónica de un amor perdido y anunciado El relator en off avisa temprano: “Ésta es una película de ‘chico conoce chica’ pero no es una historia de amor” (a propósito, que no cunda el pánico, el locutor no arruina ni un poco el film). Por arriesgar una clasificación, se puede decir que 500 días con ella es un film sobre una relación entre un hombre y una mujer que más que una relación es como un globo suelto al viento, sujeta a humores y presupuestos. También desde el principio sabemos que esa relación fracasó y que el medio millar de días que menta el título corresponden al período de tiempo que pasó desde que la pareja se conoció hasta que se separó. Él es Tom, un aspirante a arquitecto que se gana la vida escribiendo tarjetas de salutación para una pequeña empresa; ella es Summer, una joven que ingresa en la firma como asistente del gerente. Tom (un Joseph Gordon-Levitt notable) queda flechado casi inmediatamente, y con razón: la chica (Zooey Deschanel, ya abonada a estos papeles de encantadora díscola) es hermosa, etérea, simpática y desprejuiciada. Y también dueña de una concepción de la pareja despojada: deben construirse sin histerias que la arruinen. Con Tom no pasa lo mismo: él sí cree en eso de conseguir a alguien que lo quiera y poder aferrársele como a una tabla salvadora. Con ese material, el debutante Webb arma una comedia agridulce que va contando los días en forma desordenada: la narración puede ir del día número 2 al 430, digamos, saltando entre el apogeo de la relación y sus días aciagos. Y allí están en sus roles fijos Summer y Tom, ella calibrándola, él sufriéndola y sin saber cuándo se acabará el cuento. Y con Tom está el espectador, balconeando con tristeza la crónica melancólica –“el placer de estar triste”, dicen que dijo Victor Hugo cuando definió la melancolía– de alguien que, se sabe, ya perdió. Un tipo que nunca debió provocar el infierno tan temido de saber que, hiciera lo que hiciera, jamás sería el elegido.
El enamoramiento como simulacro Puede ser entendida como la película que inaugura un nuevo estado de ánimo, una comedia que no es romántica ni comedia: con buenas actuaciones de Joseph Gordon-Levitt y –sobre todo– de Zooey Deschanel, el film repasa con acidez ese “amor” de 500 días. (500) días con ella tal vez sea la fundadora de un nuevo estado de ánimo, el cool resentido. Tal como avisa la dedicatoria inicial, la película está hecha en contra de una chica, a la que se nombra con nombre y apellido. Lo que no se sabe es quién es el autor de la dedicatoria. Difícilmente se trate del director, el debutante Marc Webb, que no escribió el guión. Los guionistas son dos, con lo cual es imposible saber a cuál de los dos dejó varado la chica de la dedicatoria, y el protagonista es un personaje de ficción, que no lleva el nombre ni ejerce la profesión de ninguno de ellos. Confesión sin sujeto o falsa confesión, de esa condición parece devenir el carácter cool, distanciado y ligeramente dandy de (500) días con ella. Un cool que funciona como máscara, desviando, disimulando, haciendo olvidar esa dedicatoria del comienzo. El resultado, paradoja mayúscula, es una diatriba indirecta y despersonalizada. El propio título original, (500) Days of Summer, es una canchereada a todas luces: no es que la historia transcurra en verano, sino que la chica se llama Summer. “Es una historia de chico conoce chica, pero no es una historia de amor”, advierte de entrada el relato off, en la voz de un locutor no identificado, de fraseo neutro y “profesional”. Una de las tantas herramientas de mediación a las que, a lo largo de la película, recurren los guionistas, Scott Neustadter y Michael H. Weber. Otra, fundamental, es la fragmentación del hilo temporal, disgregado en escenas discontinuas, todas ellas numeradas de acuerdo con el día de la relación al que corresponden. Del día 400 y pico se puede pasar al día 1, de allí saltar al 100, después al día 7 y así sucesivamente. En el día 1, Tom Hansen (Joseph Gordon-Levitt) conoce a Summer Finn (Zooey Deschanel). “Tom era la clase de persona que espera la aparición de la chica indicada, y cuando vio a Summer supo que esa chica era ella”, dice el locutor. En otras palabras, la Summer que Tom cree ver es la que quiere ver. Eso explica que (500) días con ella no sea una historia de amor: es la de un enamoramiento. De allí que nunca se sepa quién es Summer en verdad. Todo lo que se sabe es que entró a la oficina donde trabaja Tom (una editora de tarjetas de felicitación, donde él se desempeña como “creativo”) como secretaria personal del jefe. Y que no cree en el amor. Y que se ve a sí misma como Sid de la Nancy que sería Tom: transparente anticipo del puñal que va a clavarle. De Tom se saben más cosas. Sobre todo, que es arquitecto y le encantaría trabajar en lo suyo, pero se conforma con ese purgatorio de segunda clase que para él (o cualquiera) representan las fórmulas de felicidad de las tarjetas, posible referencia en clave al género “comedia romántica”. Se sabe también que Tom tiene dos amigos, que no llegan a cumplir el papel de confrontación o complementación que en una comedia les cabe a los amigos. En el caso de Summer, no es que su papel esté subdesarrollado, porque no se trata de un personaje, sino de una infatuación romántica, una distorsión del punto de vista. Si Joseph Gordon-Levitt está justo, la de Zooey Deschanel es una elección clave. Irresistible ya en Casi famosos, All The Real Girls, Elf y El mundo mágico de Terabithia, la chica cumple aquí su destino, el de versión indie de Anna Karina, ejerciendo tanta fascinación sobre el espectador como sobre el protagonista. De hecho, la canción que susurra en un karaoke es el equivalente perfecto del hipnótico baile de Vivir su vida. Tampoco parece casual que en una suerte de noticiero en blanco y negro se la vea pedaleando una bici, como lo hacía en Los mocosos, de Truffaut, la igualmente magnética Bernadette Lafont. Pero las primeras películas de Godard y Truffaut eran románticas, y (500) días con ella apunta, por el contrario, a desmontar esa ilusión. El enamoramiento como simulacro: así lo muestra la escena en la que Tom y Summer se fingen marido y mujer, en el falso hogar de una sucursal de Ikea. Casi más un objeto teórico que una película, la ópera prima de Marc Webb tal vez sea la única comedia romántica posible, en tiempos desromantizados. Una comedia que no es romántica ni comedia: el veneno del tango releva aquí las mieles del comienzo. De allí la entera parodia genérica en la que, tras la primera noche de amor, el estado de felicidad del protagonista se ve coreografiado por la falsa alegría de un número musical.
La chica del adiós Joseph Gordon-Levitt y Zooey Deschanel se lucen en esta comedia romántica... diferente. ¿Habrá alguna manera nueva y original de contar una historia de amor? O bien, una historia que pudo haber sido de amor, pero que no fue, o que tal vez sí fue, depende a quien uno le pregunte. En (500) días con ella, el director Marc Webb y los guionistas Scott Neustadter y Michael Weber se hacen esa pregunta. Y lo que encuentran es un dispositivo con el que arman, si bien no algo nuevo ni original, al menos algo honesto, entretenido y real. De entrada, la voz en off nos dice que esta "no es una historia de amor" y nos invita a recorrer esos 500 días de manera no cronológica. Así, la historia de Tom y Summer, dos jóvenes que se conocen en una compañía de tarjetas de Los Angeles (él las escribe; ella es secretaria), empieza por lo que parece ser un final feliz, pero que tal vez no lo sea; vuelve a los inicios para contar "la previa" al primer chispazo, y así va saltando en el curso de los días que narra la película. Da la impresión de que los guionistas tomaron el ejemplo de las creativas vueltas de tuerca de Charlie Kaufman para Eterno resplandor de una mente sin recuerdos pero decidieron hacer algo más liviano y accesible. Y, a juzgar por los resultados, lo han logrado. Hay, en esa estructura de idas y vueltas, una interesante manera de observar una relación como una serie de momentos y situaciones, que el espectador va armando en su cabeza, si bien -al menos entre el Día 1 y el 300 y pico- la progresión es más o menos la prevista. Veamos: Tom (Joseph Gordon-Levitt), un chico enamoradizo que cree que algún día encontrará la mujer perfecta, cae rendido a los pies de Summer (Zooey Deschanel). Comparten gustos musicales (su primer contacto es a partir de una canción de The Smiths), cinematográficos (el filme hace varios homenajes a clásicos para reflejar el estado de la relación, yendo de El graduado a la Nouvelle Vague, de Cantando bajo la lluvia a Bergman) y la pasan bien juntos. El tema es que, de entrada, ella le aclara que no quiere una relación seria. El, a regañadientes, acepta. Así que cuando las cosas pasan a mayores, bueno, se podrán imaginar... Más allá del juego temporal, lo mejor es la forma en la que Webb muestra la relación siempre desde el punto de vista de Tom, por lo que los malos entendidos y lo que es fascinación y enamoramiento, corren por su cabeza. Nunca sabemos bien lo que le pasa a ella con él. Y ese misterio es el que mantiene la película viva. Tom está enamorado, lo sabemos, pero ¿es la real Summer a quién vemos o la Summer que él cree (quiere) ver? Tal vez más "light" de lo que podría haber sido como para considerarse un clásico (Adventureland, por ejemplo, llega más lejos, se anima a ir más hondo), (500) días con ella es una comedia romántica para todos los que se han quedado pensando porqué alguna relación en la que creían finalmente no funcionó. O bien, porqué no está funcionando ahora mismo. Nadie sabe muy bien cuántos son los 500 días de cada pareja...
Un puñado de razones para ver 500 días con ella - Porque ninguna película con Zooey Deschanel puede ser mala. - Porque apoyándose en una fórmula conocida, logra dar un paso más - Porque es una comedia romántica que simula contar una historia de amor, pero como demuestra el relato, no es una película de amor - Porque un film que incluya a The Smiths en su banda de sonido, no puede ser mala. - Porque mete en el medio de la nada un número musical coreografiado en la calle, con dibujitos animados y todo. - Porque logra hacer de la demoníaca Los Ángeles, una ciudad lugar amable. - Porque una película que mete historias de edificios y logra hacerlas interesantes, merece verse. - Porque la vieja historia de chico encuentra chica nunca falla - Porque logra ser melancólica sin deprimir al espectador para toda la semana. - Porque los personajes secundarios son queribles y tienen tanta entidad como los protagónicos. - Porque es romántica y oscura al mismo tiempo. - Porque es graciosa pero no estúpida. - Porque muestra que esas cosas que hacen que uno se enamore de otra persona, cuando se acaba la magia se vuelven irritantes. - ¿Ya lo dije? Una película con Zooey Deschanel no puede ser mala.
Aprovechen sufridos novios, esta es la perfecta ocasión para ir a ver "una de amor" y no querer pegarse un tiro en las innombrables. Y también es genial para ver que no se necesita un guión basado en la novela de moda ni gran presupuesto y ni siquiera grandes nombres en el cast para obtener una peli memorable. Tom (Joseph Gordon-Levitt) es un joven arquitecto que en lugar de trabajar en lo suyo se dedica a escribir tarjetas de saludos; cree seriamente en el amor y que cuando empieza una relación, "ella" es la mujer de su vida. En cambio Summer (verano en ingles, de ahí el juego de palabras en el titulo), que empieza a trabajar en la misma empresa, solo quiere divertirse y pasarla bien, sin ningún tipo de compromiso. Sin embargo los esfuerzos de Tom, que se enamora al instante de Summer, tienen efecto y empiezan una relación, o mejor dicho, un periodo de 500 días del que ninguno saldrá como empezó. Hasta acá pinta una trama más o menos típica pero el director y los guionistas nos van llevando para atrás y adelante en estos 500 días; es un recurso arriesgado y más en este genero que suele trabajar con "historias-recetas" pero la narración es muy amena y nada confusa; cada vuelta, cada salto temporal, cada escena repetida tiene alguna razón de ser y se logra un muy buen mix de situaciones cómicas con otras más melancólicas o tristes sin que ninguna agote mas que otras. Pero el trabajo detrás de cámaras quedaría estropeado sin el carisma y la gracia de los protagonistas y eso tampoco falta; tanto Gordon-Levitt como Zooey Deschanel están bárbaros y no se me hace nada difícil pensar que así deben ser posta en la "vida real": el medio ingenuo y "cara de nada" pero muy querible y ella... nada, es una reina, una preciosura con cara de pirada y que además canta muy lindo (ya lo había mostrado en 'Si, señor!') Así que ya saben, vayan sin miedo a ver esta peli en pareja que se van a divertir, emocionar y quizás incluso hasta los dejen pensando o reevaluando ciertas cosas. Para bien, por supuesto.
Chico conoce chica, chica deja chico Si bien este título se parece a un juego de palabras no hace otra cosa que recuperar cierta fórmula que toda comedia romántica explota hasta el hartazgo desde que el cine se ha ocupado de los contratiempos entre los Apolos y las Afroditas en ese juego de roces, miradas y gestos, llamado enamoramiento. Quizá como una necesidad de encontrarle algún elemento distintivo a la ecuación surjan desde las filas de las nuevas generaciones miradas menos idílicas o edulcoradas sobre las relaciones amorosas que, sin embargo, no pueden negar – y en esta película es más que evidente- una pátina de resentimiento por despecho o simplemente por encontrarse engañado con esas historias de final feliz. Ese es precisamente el caso de (500) días con ella, del debutante Marc Webb, protagonizada por Joseph Gordon-Levitt (el Luciano Pereyra yankee) y la encantadora Zooey Deschanel junto a un reparto de secundarios a la altura de las circunstancias. En primer lugar, el hecho de haber utilizado esos paréntesis en el título marcan la idea temporal en la que se concentra el relato como parte de un recurso narrativo que se va a disparar en un orden disgresivo desde el punto de vista que el hilo temporal se ve profundamente fragmentado durante el desarrollo de una relación amorosa, que transita por todas las instancias desde el día uno hasta el quinientos. Por supuesto el primer día en que Tom Hansen (Joseph Gordon-Levitt) conoce a Summer Finn (Deschanel) experimenta el consabido flechazo provocador de la distorsión de la mirada frente al objeto deseado. Para él ella es más que perfecta, aunque la misteriosa Summer de antemano le aclare que no cree en el amor. Al muchacho, arquitecto devenido en redactor publicitario de tarjetas de felicitación, le importa muy poco el descreimiento militante y procura seducirla a toda costa. Sin embargo, al traspasar la barrera de los primeros cien días los impulsos cambiantes de Summer empiezan a desteñir la paleta de colores con la que Tom la retrataba, la construía en su mente como a aquellos edificios perfectos y sin grietas bocetados en momentos de ocio, y entonces la relación comienza a sufrir la típica e irremediable etapa del desgaste. Hasta aquí la historia convencional de los enamorados marcha sobre los mismos lugares comunes pero la originalidad del guión a manos de Scott Neustadter y Michael H. Weber radica en romper la linealidad y mostrar el avance de la relación con saltos y discontinuidades temporales, con un ritmo sostenido y pendular, entre otros recursos cinematográficos y narrativos que suman elementos a la trama. El éxito de esa operación se debe básicamente a la gran labor de la dupla protagónica, quienes logran adaptarse a esa constante marcación sin esfuerzos y con la suficiente ductilidad para pasar de la sonrisa idílica al desprecio o del amor al odio con una cuota personal de ironía que ubica a esta ópera prima dentro de una nueva idiosincrasia norteamericana con exponentes reconocidos como el realizador Judd Apatow, entre otros. No obstante, aunque prevalezca en la película una idea meta-textual con los primeros momentos de la nouvelle vague, las “Annas Karinas” norteamericanas están muy lejos de parecerse a las originales francesas y Webb simplemente deberá conformarse con su condición de espectador.
El cine americano es bastante tajante en cuanto a categorizaciones se refiere. Algunas superproducciones podemos adivinarlas desde su póster, y lo mismo pasa con todos los géneros. Basta ver un minuto de una película americana, para saber a qué género pertenece. Lo mismo sucede con ese rótulo denominado “cine independiente”, una etiqueta que engloba a muchas producciones que suelen girar alrededor de tópicos muy similares entre sí. Hay dos temas/subgéneros que forman parte del cine independiente americano, casi como si fueran los únicos temas que el cine independiente se permite trabajar: los dramas con familias disfuncionales, y la comedia romántica alejada de las fórmulas “mainstream” del género. (500) days of Summer pertenece a la segunda categoría, y al abordar este tema, sumado al tinte particular que suelen tener esta clase de películas, se le adivina rápidamente su adscripción al cine independiente americano. Esto no habla mal de la película en sí, sino de la poca sorpresa general que despiertan las categorizaciones actuales de Hollywood. El cine independiente americano ya no posee grandes autores que hacen de lo independiente un depósito de reglas innovadoras, y si bien esta película no muestra un agotamiento de los tópicos del cine independiente (está claro que, aún hoy, muchas veces esta clase de cine se muestra más original que muchos de los géneros tradicionales del cine más comercial), el hecho de que desde el póster adivinemos que una película pertenece al cine independiente, es señal de una reiteración de formas que está empezando a hacer que ciertas propuestas pierdan su merecido crédito frente a la lógica global de las categorizaciones mercantilistas. Mejor centrémonos en (500) days of Summer. Esta película se permite jugar a pleno con la idea de la comedia romántica, tergiversándola e incorporando múltiples elementos sin perder la naturaleza del relato, lo que la hace una de las películas con mayor profusión de ideas dentro de lo que es la comedia romántica “indie”. Lo que nos narra no son quinientos días de amor, sino quinientos días en los que Tom tiene a Summer en su cabeza, sin poder sacársela de allí. Lo que empieza como un enamoramiento veloz termina en una relación conflictiva, principalmente por la naturaleza de Summer de no permitirse ponerle rótulos a una relación, frente al deseo de Tom de comprometerse con ese vínculo. La película es sumamente honesta con los personajes. Tan honesta que no cae en ninguno de los elementos propios de la fórmula cerrada de la comedia romántica. Hay romance, pero principalmente hay una exploración de la idea del amor. Y para ello, Marc Webb, el director, apela a una voz en off que nos narra esta suerte de romance (aclarándonos desde el principio que no debemos tomarlo como tal), y al recurso de marearnos desordenando arbitrariamente los dichosos quinientos días del título. La idea de Webb de presentar una especie de distanciamiento reflexivo a través de estos recursos, contrasta inteligentemente con la sincera pintura de personajes, que nos hace entrar de lleno en la mezcla de ilusión y desazón (y sobre todo, de obsesión) de Tom ante el errático comportamiento de Summer. La honestidad con la que se aborda esta historia de amor pierde fuerza con el giro final del personaje de Summer, aunque la película logra sortear, con un argumento débil pero aceptable, ese hecho extraño dentro de la naturaleza del personaje, para llevarnos a un final donde no se permite el acceso de clichés forzados de comedias románticas obvias, sin por ello perder la simpatía ahogándonos en una depresión similar a la que Tom parece acarrear en muchos momentos. Felizmente, la película entera posee un aire de optimismo todoterreno, que nos hace creer en el amor tanto como lo cree, y lo vive, Tom. Volviendo al juego con el concepto del amor, este se traduce a la puesta en escena, con secuencias que pueden sorprender, aún pese a adoptar la misma narrativa lúdica que caracteriza al cine independiente americano. Las que persiguen ese abordaje a contramano de las normas del “mainstream” son particularmente aquellas escenas que describen los sentimientos de Tom. Escenas como la división de pantalla entre “ilusión” y “realidad”, o juegos que salen de la lógica de la película, apelando a referencias más que claras, como la manera en que Godard o Bergman describirían el aspecto más solitario y depresivo de Tom, a diferencia del tono general, están insertas para arrancar carcajadas (en el segundo caso, a aquellos que sepan decodificar esos homenajes). Otras escenas, como los consejos amorosos de la hermana pequeña, se suman a la simpatía del conjunto pero no causan demasiada gracia, por ser elementos bastante comunes dentro de la comedia “indie”. En suma, (500) days of Summer es un film entrañable, fresco, y con una identidad propia a la hora de construir el universo que rodea a esta pseudo comedia romántica, con escenas imborrables, y un aire que la emparienta con otros films “indies” de amor, como Nick and Norah’s… Como siempre en el cine independiente americano, los recursos originales, tanto visuales como narrativos, están servidos en bandeja, así como las actuaciones a la medida de cada personaje, y una banda de sonido especial, elementos que nada tienen que ver con la mediocridad reinante en la comedia romántica que surge habitualmente del corazón de Hollywood, con estrellas gastadas, argumentos de bajo vuelo e historias de amor que de amor tienen solo unos besos desangelados. Bienvenida entonces esta propuesta cálida, ingeniosa y seductora, aunque es lamentable que la forma en que se presentan esta clase de películas siga reforzando la obvia etiqueta que sobrevuela permanentemente sobre el cine “indie”, como si todo ese cine fuese una masa amorfa incapaz de salir del esquema de los dramas familiares y los romances peculiares. Ojalá se sigan produciendo estas historias, siempre y cuando tengan tela para cortar e ideas originales sobre cómo cortarla, aunque mal no vendría que aparezca algún nuevo autor a reformular radicalmente los esquemas imperantes en el cine “indie” actual.
EL CORAZÓN DEL ARQUITECTO A EUGENIA, QUE ES ESTE PRESENTE Las recuerdo bien: están Alejandra, Carolina, Lucía, Noé, Gabriela. Está el amor inconfesable de la adolescencia; el furtivo y a las apuradas; el que nunca fue de a dos; el “te quiero como amigo”; el que dolió más de lo que duró. Cada uno ocupó su espacio temporal y corporal, algunos más de lo debido, algunos curados sin esfuerzo, otros esforzadamente incurables. Todos, igual de fracasados. Fueron amores, seguro, pero también obsesiones. Claro, uno lo dice con el tiempo, porque en el medio del ojo de la tormenta de la obsesión no hay lugar para el raciocinio. Es más, no aceptaríamos que nos señalen ese objeto del deseo como una obsesión y nada más -o nada menos- que eso, e incluso no nos permitiríamos a nosotros mismos descartar un interés romántico por considerarlo sólo un metejón (en el barrio le llaman de otra manera): se es feliz de estar obsesionado. Reconocer la obsesión no es descubrir la trampa en la otra parte, sino descubrirla en uno mismo, saberse enfrascado a gusto en algo imposible. Por eso que cuesta tanto desprenderse de esa persona, porque en definitiva en gran parte se trata de una reconstrucción personal. Es como abandonar una idea propia: más allá de lo idílico en que se convierte ese objetivo, no deja de transformarse en una representación racionalizada del amor; “así debe ser porque yo creo que así es, y no hay otra posibilidad”. Y vaya terquedad, cuanto más imposible y más el entorno desconfía de las posibilidades, más se empecina el tipo en querer eso que se aleja inevitablemente. El tiempo lo que hace es un poco impiadoso: por un lado le quita relevancia a eso que en su momento nos complicó; por el otro nos revela la caricatura en la que nos habíamos convertido. O por lo menos nos vemos como caricatura en una forma de autodefensa para aceptar el error del pasado y poder seguir hacia delante; de lo contrario sería imposible. Tom Hansen (Joseph Gordon-Levitt), el protagonista de (500) días con ella, tiene una de esas obsesiones. No sabemos muchos de él antes de lo que se cuenta aquí y no sabremos mucho después: lo que le importa al director Marc Webb son esos 500 días que van desde que Tom ve por primera vez a Summer (Zooey Deschanel) hasta que más o menos logra sacársela de la cabeza. Es y no es una comedia romántica. De hecho una voz en off nos alertará sobre eso al comienzo del film y la estructura será la clásica de chico-conoce-chica, pero aquí las cosas van por otro lado: baste seguir el recorrido que Tom hace para que descubramos que se trata en todo sentido de una película de crecimiento personal, en la que el amor juega un papel importante. Básicamente ese autodescubrimiento está relacionado con el amor. Muchos podrán cuestionar que aquí se ofrezca sólo una parte de la relación. Decidida y deliberadamente lo que importa acá es lo que le pasa a Tom; Summer no es más que una idea borrosa, es lo que Tom quiere que sea en el momento que debe serlo porque el punto de vista es el de él. Y esto no atenta contra la película porque recordemos que no es una comedia romántica: (500) días con ella es el pasaje que lleva al protagonista de la caricatura de sí mismo a tener una idea, más o menos concreta, de sus posibilidades futuras. Por eso está bien que Summer no sea más que una suma de retazos, de partes rotas de una figura incompleta que nunca se acabará ante nuestros ojos. Lo que más conocemos de ella son sus gustos, casualmente eso que se busca en las relaciones para, como en un juego de las siete diferencias, encontrar conexiones místicas que nos den claridad sobre si la otra persona es o no es la indicada para nosotros: fetichismo. Summer es una suma de retazos, decíamos, porque no es más que una obsesión, y las obsesiones se arman de aquello que nos conviene, son funcionales al relato y a lo que se pretende significar. Es interesante lo que Webb y sus guionistas, Scott Neustadter y Michael H. Weber, logran para los parámetros del género. Porque (500) días con ella se inscribe fácilmente en un cine que no busca ser real o cotidiano, y sin embargo logra capturar algunos momentos en diálogos e imágenes que adquieren relieve porque uno conoce su corporalidad de este lado de la pantalla. Y efectivamente esto es así porque lo que sobresale es el pulido que se ha hecho de la superficie genérica. Que esto, que es evidentemente ficcional, parezca real nos lleva entonces a hacernos una pregunta: ¿qué fue primero en el amor, el cine imitando la vida o la vida imitando al cine? ¿Se amaría y sufriría al límite de la caricatura antes, cuando las comedias románticas todavía no eran lo que hoy? En algún momento Tom, a sabiendas que Summer no volverá, abandonará su trabajo (una empresa que fabrica tarjetas de salutación) harto de la idea del amor idealizado que han ayudado a construir el cine y la música pop; y de cómo eso ha sido dañino. No es menor que Tom trabaje donde trabaja, ni que su profesión frustrada sea la arquitectura. Como se ha dicho, el joven es uno de los más talentosos en lo suyo: elabora las frases que serán utilizadas en esas tarjetas que se regalan para días especiales o en acontecimientos. Su lengua es un albergue de lugares comunes que sirven para continuar esa idea del amor como un exceso. Y él es el mejor porque también es el mejor para obsesionarse: es de esos que a un movimiento de ojos, del pelo, de la comisura de los labios, les da significados. Está claro que su educación emocional lo ha puesto en un lugar de debilidad y no está preparado para comprometerse con una chica que asegura no creer en el amor: “es amor, no es Santa Claus”, le dirá él. Lo que ayuda a fundar Tom desde su lugar es un mundo débil, engañado con ideas un poco sui géneris sobre el amor y la vida en pareja. Y Tom lo que quiere ser es arquitecto, construir cimientos sólidos, bases sobre las que poder edificar luego cualquier tipo de estructura y que no se resienta inmediatamente. Que Tom arranque el film como lo primero y lo culmine más cerca de lo segundo está hablando de un crecimiento del personaje, sostenido en sutiles apuntes. Lo bueno de (500) días con ella es que no tiene definiciones sobre muchas de las cosas que toca: si a Tom le va mejor y se convierte en un profesional, o si consigue con quién olvidar a Summer, es harina de otro costal y no importa acá. Lo realmente interesante es que la vivencia lo hizo avanzar y lo puso en otro lugar desde el cual poder verse en abismo, única manera de dejar de lado la caricatura y convertirse en uno mismo. Y tampoco es menor que todo esto ocurra en una película bien narrada, divertida, relajada, con diálogos sofisticados pero nunca por encima de sus personajes, con rasgos de humanidad e inteligencia, sin cinismo alguno a pesar de continuamente estar saboteando un discurso como el del cine romántico, que amaga reiteradamente con ser canchera pero tiene gran cariño para con sus personajes, con dos actuaciones notables (aunque contar con Zooey Deschanel en una comedia romántica debería ser penado como desleal y es ganar por afano). Es raro, decíamos, que una película que se construye sobre el discurso de un género cinematográfico con la intención de subvertirlo, y que evidencia su artificio continuamente, termine siendo menos engañosa y más natural que aquellas que se precian de ser realistas. Menos engañoso y más natural. Es cuando Tom deja de compadecerse que aparecen otras perspectivas. (500) días con ella deja al descubierto el onanismo de la obsesión por lo que no fue, como así también el de habitar un presente lamentándose por lo que nunca se será. El final no es conformista porque el cambio del personaje se opera a partir de una toma de decisiones coherente. Tom quiere ser presente y hacia allá va, no sin dolor porque aprender siempre conlleva una pérdida de la inocencia. Y esa inocencia que se va nos duele porque en cierta forma nos demuestra el error de aquello en lo que creíamos por el simple hecho de que no conocíamos. Como dice Summer: “no es que estuvieras equivocado; tu error fue creer que yo era esa persona”. Por suerte el tiempo, si nos damos el lujo, nos permite recuperarnos y olvidar, convertirnos en arquitectos o simplemente vivir un presente más satisfactorio y volver a amar.
Conocer el resultado, y tratar de olvidarlo. "Sólo porque comparten los mismos gustos raros, no significa que sea el amor de tu vida". La frase viene de una chiquita que le da consejos al descorazonado Tom. Él es un jovencito que creyó haber encontrado a la persona indicada. Ella, Summer (Verano, en inglés) es una de esas chicas que tiene un encanto peculiar: es díficil decir que resulta tan llamativo de ella. O quizás, sea eso mismo: la incertidumbre, la peculiaridad, y los gustos excéntricos de la chica. Claro, a Tom se lo tiene que decir el cómic relief (está bien, la película es una comedia) de la película. Él, en el fondo sabe que va a chocar contra molinos de viento. Pero prefiere creer que son gigantes. Pero los parentésis del título no están porque sí. Los 500 días que muestra la película no siguen un orden cronológico, sino que asistimos a un continuo vaivén donde descubrimos la amalgama emocional de los dos jóvenes enamorados. Incluso, sin el orden, la película se entiende. No será una historia lineal, pero sin embargo, así lo sentimos. Hay, por si las dudas, unos rótulos donde vemos a un árbol pasar por diferentes estaciones. Sin embargo, lo que hace tan atrapante la película no es ni su estética light y pop (está llena de diálogos con referencias culturales, algo así como un Tarantino melancólico), ni su fragmentación postmoderna. El acierto está en Zooey Deschanel. La actriz tiene, sin dudas, una cara por demás, llamativa (lo que llevó a este crítico a soportar el bodrio insufrible de Shyamalan: El fin de los tiempos). La carita redonda de Deschanel tiene algo de ingeniudad, bastante inteligencia, algo de malicia, y a la vez, es como si estuviese constantemente escudandosé de que la lastimen. Es interesante, y crucial, la secuencia donde ella permite que Tom entre a su casa, y comparte alguna de sus más raras aficiones. No sólo hay que alabar a Zooey Deschanel: Gordon-Levitt también es un gran acierto como el joven soñador que vive un amor platónico y utópico. La secuencia que muestra el estado de ánimo después de lograr un gran avance con Summer, con personajes animados incluidos, es uno de los mejores momentos de la película. A decir verdad, lo que hace tan buena esta película es el aire indie que tiene, se siente como una película chiquita, pero es grande en tanto prefiere plantear más preguntar que ofrecer respuestas. También hay aciertos como los temas de The Smiths (aunque hacia el final, más que aciertos son reiteraciones) y el vestuario de los personajes (creo que es una de las deciciones más acertadas desde la extravagante e inolvidable ropa de Annie Hall en Dos extraños amantes) o las constantes referencias/chistes con las películas de Ingmar Bergman, como el famoso plano de Persona, o el ajedrez contra la muerte de El séptimo sello. Todo esto no tendría demasiada gracia si el núcleo central de la historia, el romance entre los dos protagonistas, no fuera creíble. La película es inteligente y se nutre del mejor cine romántico de la década: desde diálogos propios de Linklater (esas hermosas conversaciones filosóficas de Antes del atardecer), pasando por la fragmentación temporal de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, a los diálogos sobre el amor y la cultura pop propias de Alta fidelidad (donde un personaje decía lo mismo que aquí reproduce Tom: la culpa de los malestares de amor la tienen las canciones pop-melódicas y las películas románticas). Y a pesar de estar muy influenciada por otras, (500) Días con ella tiene brillo propio: la comicidad y el tono distendido (aún tratandosé de una relación fallida) le dan un espesor dramático pocas veces visto en películas de este tipo. Y si tenemos en cuenta que tiene un buen pulso narrativo, y sus dos protagonistas son carismáticos, no estamos hablando de una obra menor. Para nada. Roger Ebert en su crítica, decía que la mayoría de los críticos de EEUU ignoran los paréntesis del título. Le parecía correcto que lo hagan. Quien escribe ahora no podría estar más de acuerdo.
Las mujeres son la perdición de los hombres. Las comedias románticas muchas veces son la cristalización que de la idea de los enamorados y la pareja se hace una época. Así, como pasa en otros géneros cinematográficos longevos (los orígenes de la comedia romántica pueden remontarse hasta la era de las screwball comedies), la apuesta narrativa pasa fundamentalmente por llegar a conocer a los personajes primero, para poder conocerlos como pareja después. Saber cómo son, qué les gusta, qué los motiva, cuáles son sus aspiraciones, cómo se llevarían estando juntos, si serían capaces de convivir, etc, estas son las preguntas que nos hacemos frente a una comedia romántica, y son pocos los géneros que como éste se encuentran tan fuertemente anclados en la vida contemporánea. O mejor dicho, en cierta vida contemporánea: la mayoría de las comedias románticas son urbanas, cuentan historias de personajes que van de los veintitantos hasta los cuarenta años, el trabajo (o la falta de él) suele ser un tema central, la familia puede ser un trasfondo dramático importante, no faltan los amigos de la pareja (especialmente del hombre, comic reliefs históricos del género) y ésta siempre está conformada por un hombre y una mujer. Las comedias románticas dan cuenta de una buena parte de todo el complejo entramado de rituales y prácticas que rodean a las relaciones humanas en las ciudades y la vida moderna, y por eso también suelen ser un termómetro más o menos confiable del sentir de una época. Personalmente no creo que haya una forma más efectiva de tomar contacto con los problemas y los intereses de un momento histórico en particular que viendo comedias románticas (ni siquiera el documental tiene semejante poder de síntesis; acaso porque en las películas del género, al abordar los materiales desde la ficción y poder manipularlos a voluntad, se logra un fresco del período todavía más fidedigno). Incluso cuando las películas no son buenas, cuando los personajes son puros estereotipos o simples rejuntes de lugares comunes, las historias poco elaboradas, los conflictos poco creíbles o alguna de las dos mitades de la alquimia (la comedia o el romance) fallan, incluso en esos casos, las comedias románticas no deberían poder aburrirnos; pueden, sí, irritarnos o separarnos de ellas, alejarnos, pero siempre tienen un plus que hoy es exclusivo de ese género en especial, y es la capacidad de observar con cuidado y devolvernos una imagen cristalizada de la vida moderna. Sin embargo, a veces aparecen comedias románticas que rompen el esquema, que se animan a proponer otra cosa. Es el caso de 500 días con ella, la película de Marc Webb, que está contada casi exclusivamente desde el punto de vista del protagonista. Este posicionamiento narrativo es una buena forma de justificar las idas y vueltas del guión en la línea temporal: los saltos de un momento a otro de la relación de Tom (Joseph Gordon-Levitt) con Summer (Zooey Deschanel) se vuelven uno de los recursos más explotados por la película, que a veces cae en el facilismo de contrastar las diferentes etapas emocionales de Tom (son varias las ocasiones que a una secuencia alegre le sigue una –anterior o posterior en el tiempo- con el personaje amargado y resentido) y de a ratos termina siendo un mecanismo aparatoso un tanto monótono. Pero otra de las cosas que permite el hecho de que el narrador (una voz en off a veces empalagosa, a veces irónica) cuente la historia desde el lugar de Tom es que se rompe con esa perspectiva gnoseológica que mencionaba más arriba respecto al género: porque a Summer, amor y perdición de Tom, apenas llegamos a conocerla, y gran parte de lo que sabemos de ella lo recibimos filtrado por la mirada de Tom, casi como si fuéramos uno más de sus dos amigos que siguen la aventura romántica en base a lo que él les cuenta. Al igual que para Tom, para nosotros Summer también es un misterio: a pesar de intuir algunas cosas de su vida pasada y presente (pero nunca hay mucho más que indicios, sugerencias apenas) nunca llegamos a comprenderla en las decisiones que toma, y sus cambios de humor (que puntúan la relación romántica de los dos) nos resultan extraños, indescifrables. Esto no quiere decir que tengamos que estar de acuerdo con todas las estrategias que pone en práctica Tom: son muchas las veces que se lo vemos perder el control y trastabillar, como si el chico enamorado estuviera condenado a equivocarse. Pero al menos lo entendemos: para nosotros Tom es transparente, mientras que Summer, incluso en los momentos en los que la adivinamos más traslúcida, siempre se nos ofrece fatalmente opaca. La otra mujer fuerte de 500 días con ella es Rachel, la hermanita menor de Tom. Como Summer, Rachel también es un personaje enigmático, aunque su carácter misterioso funciona en un nivel diferente al de Summer: Rachel, de apenas nueve o diez años, es casi la voz de la conciencia de Tom, un Pepe Grillo mechado en el mundo de las relaciones sentimentales que da cátedra sobre romance en cada línea de diálogo. Rachel es el otro punto de equilibrio de Tom, al que el protagonista recurre cada vez que su relación con Summer se desbalancea: Rachel lo aconseja, le hace de contrapeso, lo estabiliza. Si Summer nos resulta misteriosa porque no sabemos casi nada de ella, el misterio de Rachel se funda en su sabiduría y calma de espíritu que bordean lo milenario; ella, con sus corta edad, ya parece que vivió mucho, que se las sabe todas. Otro de los temas obligados de las comedias románticas es la familia, y también acá 500 días con ella se anima a distanciarse del grueso del género. De los padres de Tom (y Rachel) no sabemos nada salvo que están divorciados y aún viven, y en ningún momento aparecen en la película. Si uno hace el ejercicio de ver la película teniendo presente varias de las convenciones más recurrentes del género (como la importancia de la familia y/o los padres), 500 días con ella, que, como ya dijimos, cuenta la historia de Tom y no la de Summer ni la de la pareja, se tiñe de un leve aire triste, como si un desamparo silencioso azotara a los hermanos y los disparara en direcciones diferentes: a Tom, en la búsqueda de una profesión y un amor romántico idealizado, y a Rachel en un proceso de maduración y aprendizaje insospechado para una nena de su edad (proceso que no vemos pero que adivinamos detrás de cada una de sus frases cargadas de sabiduría amorosa y experiencia de vida). Este desamparo, siempre sugerido y nunca explicitado, es el que se adueña de la historia en los momentos de crisis de Tom con Summer (porque las crisis siempre son de él, nunca de ella): cuando sus esperanzas románticas fracasan repentinamente, la vida de Tom casi pierde su sentido, y detrás de ese vacío se insinúa un fuerte sentimiento de abandono, de desgarro familiar. De nuevo, este no es el tema de 500 días con ella, pero sí su fondo, su decorado no iluminado, que termina dotando a la película de una tristeza singular, inefable pero evidente, que incluso en las escenas de comedia (que no son muchas ni de tanta magnitud como en una típica comedia romántica juvenil), incluso en el momento más sólido de su relación con Summer, parece estar comiéndose por dentro a Tom. Releyendo brevemente esta nota me doy cuenta que escribí mucho más sobre Tom que sobre Summer (incluso sobre Rachel digo más cosas). Esto es lo raro de 500 días con ella si la pensamos como comedia romántica: que se queda alrededor de uno de los personajes pero se aleja decididamente del otro, al que relega a un lugar de misterio y oscuridad. Las comedias románticas, aún cuando se sitúen más cerca de uno de los personaje (pasa seguido) siempre se esfuerzan por comprender al otro, por conocerlo y hacer que lo conozcamos, por elucidarlo. En esto, 500 días con ella tal vez sea un poco apática, un poco narcisista por preocuparse nada más por Tom y sus problemas, pero también establece un quiebre fundamental en relación al género, un quiebre casi filosófico: si somos uno de los personajes (todos somos Tom) aspirar a conocer al otro, pareciera estar diciendo 500 días con ella, es algo utópico, improbable, una fantasía alimentada seguramente por la visión de demasiadas comedias románticas (incluso hay una escena en la que un Tom podrido de la vida y de sí mismo culpa de todos los males de la actualidad a la construcción de la idea del “amor” que se hace desde diferentes medios, por ejemplo, el cine). Para Webb al otro lo hacemos nosotros, lo construimos a nuestra medida y como más nos gusta (como le ocurre a Tom con Summer, que sus atributos alternativamente lo enamoran o irritan). Hace mucho tiempo que hay una idea flotando en la sociedad: que la vida moderna se funda en la desconexión; que la tecnología, en lugar de acortar distancias (o quizás por eso mismo) descubre nuevas brechas, escinde; que la gente se relaciona cada vez menos entre sí y de manera menos intensa, etc. Si bien este discurso con su tono impostadamente pesimista puede sonarnos un poco obsoleto y cuestionable (personalmente no adhiero a él), sí es cierto que está presente en la cultura y que se escucha cada vez más seguido: 500 días con ella, como toda comedia romántica digna, como buen termómetro humano que constituye el género, pareciera, con su propuesta narrativa (las distancias que separan a Summer y Tom son infranqueables: él, por más enamorado que esté, nunca puede llegar a conocerla bien, y por eso la película se coloca de su lado y no intenta comprenderla a ella) estar tratando de dar cuenta de esa desconexión que suele adjudicársele la vida moderna en las ciudades.
No es la historia de un amor "Esta no es una historia de amor”, advierte una grave voz en off, antes de que comience la película, y tiene razón. Porque esta comedia romántica no es el relato feliz de dos personas que se enamoran, sino de una. Tom (Joseph Gordon-Levitt, el pequeño actor de la serie Third rock from the sun, que ya creció) es un chico sensible, resultado de haber tomado demasiado en serio las letras de The Smiths y el guión de El graduado. Summer (Zooey Deschanel), en cambio, como Tonino Carotone, no cree en el amor. A través de esa voz en off que comienza a narrar esta historia (y que se retira en el momento adecuado, cuando la historia se puede ya contar sola), sabemos entonces que Tom y Summer se conocieron en el trabajo, salieron un tiempo hasta que ella lo dejó. Lo que se desarrollará, entonces, en los siguientes 95 minutos, será cómo ocurrió todo aquello. Y quizá el gran acierto del director Marc Webb es desde dónde y cómo narrarlo. Porque la historia se cuenta desde la versión y mirada de Tom, detrás de las cuales se ubica el espectador. De esta manera, la película muestra desde los anteojos del protagonista cómo ella se convierte, primero, en “la luz de sus ojos”; luego, en “la chica más odiada del mundo”. Podría argumentarse que nunca el filme devela la visión del personaje femenino, que queda reducido a un extraño objeto de afecto. Pero, a fin de cuentas, la elección es clara: no se trata del relato de un romance, sino del de un enamoramiento y ¿no es acaso ese el relato siempre ansioso de una experiencia súper personal? Por otro lado, el orden cronológico es otro de los aciertos del filme. Como quien cuenta una epopeya sentimental a un amigo en un café, guiado más por asociaciones emotivas que por la sucesión temporal de los hechos, la película evoca las etapas de la relación repasando los 500 días desde que ambos se conocieron hasta que terminaron. Así, el calendario de amor y desamor arma el rompecabezas de la pareja. Equilibrando momentos de humor (la confidente y consejera de Tom es su hermana de 12 años, quien se burla de su inocencia sentimental) y de emociones (la música es otro punto fuerte), Tom transita los estados anímicos de su relación con Summer. Amenizan e ilustran la interioridad del personaje recursos que recuerdan a Amelie: escenas de coreografía de musical, recreación de películas en blanco y negro, animaciones, montajes. Pero si el francés (como otras comedias) era el filme de un amor feliz; este muestra también el otro lado de esa alegría.
Ni bien empieza la película, el novato director Marc Webb, a través de la voz de un narrador que todo lo sabe, se encarga de advertirnos que no estamos frente a una típica historia de amor, donde la formula “chico conoce chica” escribe por sí sola el argumento de la película. Este film es la historia de un pobre pibe que es dejado por la mujer de su vida. Zooey Deschanel interpreta a Summer (de ahí el título original “500 días de verano”, mal traducido a “500 días con ella”), una mujercita dulce y freak que en su nuevo trabajo conoce a Tom (Joseph Gordon-Levitt) y dan comienzo a una relación con muchos tropiezos que, como bien anticipó el realizador, no tendrá un final feliz. Visualmente la película es impecable. Con un montaje alternado, sincronizado a la perfección y con insertos de una especie de odómetro que nos informa en cual de los quinientos días nos posicionamos, el guionista nos cuenta la historia que escribió de la mejor manera posible, ya que la misma, contada de manera lineal no arrojaría el mismo resultado. De esta manera, conoceremos las buenas épocas y el pasado color rosa entre Summer y Tom y como, de a poco, la cosa fue tomando tintes más oscuros; siempre desde el punto de vista del desdichado Tom. Sobre Summer conoceremos poco y nada pero lo suficiente para darnos cuenta que estamos frente a una persona muy especial con una personalidad poco convencional. Las apariciones de la voz en off y la descripción de algunos personajes y/o situaciones son muy similares a la forma y el estilo que utilizó Jean-Pierre Jeunet en el excelente film francés Amelie. Éstos dan un toque distinto y embellecen la película pero dejan un suave y amargo gustito a plagio en el espectador. Con muy buenos personajes secundarios, sobre todo el de la hermana menor de él, que hace las veces de psicoanalista, la película se hace muy llevadera y sus apariciones son muy celebradas. Sus noventa minutos de duración son un acierto, ya que podrían haber relatado muchas otras situaciones alargando, en vano, el film. Hitchcock afirmaba que una película debía durar como máximo una hora y media, ya que es el tiempo promedio que una vejiga aguanta sin empezar a enviar avisos, pasado este lapso el espectador empieza a sentirse incómodo y su visión de la película se ve alterada jugándole en contra al film. En síntesis, una película redondita, linda y simple, de esas que de acá a unos años encontrarás a la mitad en un canal de cable y mirarás hasta que termine.
"(500) días con ella" es una película que desde el comienzo aclara que no es una película romántica, sino que es una película sobre el amor. Y creanme que si el director decidió aclarar eso desde el principio, es por una buena razón. Rápidamente uno puede tildarla de comedia o drama romántico, luego de ver el trailer, pero afortunadamente "(500) días con ella" apunta muchísimo más alto, y si bien tiene varias escenas "tomadas" de otras películas, también una forma muy particular y sumamente llevadera de contar lo que pasa con cada uno de sus protagonistas. La historia no está contada de una forma lineal, sino que hay una serie de flashbacks a lo largo de la película que nos van mostrando cosas que fueron sucediendo durante estos 500 días, y es así que pasamos del día 4 al 230, y luego al 156. Pero no se preocupen porque a pesar de esto, la trama se entiende a la perfección, y no genera ningún tipo de confusión para el espectador. Algo que sin dudas me fascinó, fue el Soundtrack, que está compuesto por 16 canciones, que encajan a la perfección con cada una de las escenas, y en donde podemos encontrar temas como "You make my dreams" o "Quequ'un M'a Dit", que nos hacen pasar de la comedia al drama en cuestión de segundos. En cuento a las actuaciones, es la primera vez que los veo a Joseph Gordon-Levitt (Tom) y a Zooey Deschanel (Summer) en papeles protagónicos, y realmente compré la dupla que conformaron, porque creo que el producto final es excelente, y gran parte de eso se debe a sus actuaciones, y a lo mucho que han logrado con cada uno de sus personajes. "(500) días con ella" es probablemente una de las mejores películas que ví en el último año, y esto principalmente se debe a que tanto la historia, como las actuaciones y el soundtrack, se unen a la perfección, y crean una película, que más de un cinéfilo querrá tener en su colección para volver a verla cada tanto.
La educación sentimental El cine se la pasa irremediablemente imitando a la vida, pero no pocas veces la vida imita al cine o, mejor dicho, construye una vida con su ayuda. Sin lugar a dudas las películas tienen cierta responsabilidad en mi afición por el cigarrillo y en varias de mis nociones del mundo. La historia de amor inconcluso que cuenta 500 días con ella está plagada de esas convicciones nacidas de la pantalla. Los mitos contemporáneos que impulsan las verdades de personajes sensibles como Tom (Joseph Gordon-Levitt) se desprenden de los productos culturales que pueblan la película para dibujar un mapa de referencias. Según la voz en off que se encarga de presentar a los personajes, la idea de Tom sobre el amor se origina en la exposición temprana al triste pop británico y a una interpretación errónea de El graduado. La música y la televisión también hacen su trabajo. Todos juntos, además de edificar en él un concepto de amor, se ocupan de cartografiar un pasado con los puntos de contacto necesarios para hacer de una mujer la elegida, o como la llama Tom, “the one”. A esa idea de destino afincada en las elecciones de consumo cultural es a la que apela el protagonista para hacer visibles los hilos cósmicos que unen a dos personas. Es de esa idea que va a aprender a despegarse a lo largo de la película. 500 días con ella funciona como una historia de aprendizaje, como un manual de amor que no se dedica a destruir la idea de destino sino la idea de destino ligada a las preferencias de consumo. Apenas Tom ve entrar a Summer (Zooey Deschanel) a la aburrida sala de reuniones de su trabajo ya queda prendado de ella. Quizás hay algo en su vestimenta retro que le indique algo sobre sus gustos, pero nada demasiado claro como para quedar perdido de esa manera. La primera vez que Summer le dirige la palabra lo hace para decirle que ella también ama la canción de The Smiths que Tom escucha en sus auriculares. A partir de ese intercambio Tom se va a dedicar a forzar el amor con la búsqueda incesante de conexiones que declaren a Summer como la mujer de su vida. El auto fantástico, Ringo Starr, Bruce Springsteen, el cine, las disquerías le sirven para demostrarlo. Para justificarse frente a su hermana menor enumera los gustos que comparte con Summer. Su consejera y quien parece ser el personaje que tiene las cosas más claras descree de esa justificación. Es ella quien puede ver desde afuera la relación y hay, tal vez, una eliminación del componente romántico en las generaciones más jóvenes. A pesar de su corta edad, a la hermana de Tom se la ve más práctica y directa, más afianzada en lo que él llama “relaciones modernas”. La opera prima de Marc Webb, director de videoclips de bandas como Green Day, trabaja esas relaciones desde y en lo moderno. Los objetos se erigen como obreros de una identidad que se construye fragmentada de la misma manera que se cuenta la historia, saltando de un día a otro para mostrar los diferentes estados que atraviesa el idilio. Aunque es cierto que el cine y la música después de ser objetos de consumo se convierten en otra cosa, Webb no se aparta demasiado de la idea cuando pone a la pareja protagónica a jugar a la casita en Ikea (algo así como un Falabella cool y de diseño) rodeados de cientos de productos domésticos a los que les cuelgan los precios. Porque de cualquier forma, sólo el mercado tiene la fuerza necesaria para hacer que una chica de un pueblo de Michigan y un chico de New Jersey tengan una memoria o un pasado en común. Y es en esa memoria o pasado en común que Tom quiere sentar las endebles bases de una relación que cree moderna porque no necesita de etiquetas. Es lo que Summer le impone desde el principio, una relación sin demasiadas certezas. Para eso, este Quijote del siglo XXI repleto de contradicciones va a tener que luchar contra sus mitos románticos, dejar de creer en situaciones cristalizadas y moverse en un desierto de arenas movedizas. Al final de la película los dos van a recibir su educación sentimental. Summer se va a topar con el amor del que descreía, aunque en los brazos de otro hombre, y Tom va a aprender a encontrar esos hilos cósmicos en otro lado, quizá en lugares menos visibles que no escapan al romanticismo del destino sino que le brindan bases más firmes.
Lo viejo en envase nuevo Aclaración: Algunas de las cosas que escribo en esta crítica están extraídas y vinculadas a un debate online que tuvimos con Daniel Cholakian, Javier Luzi y Mex Faliero. (500) días con ella es un filme que se plantea casi como una anticomedia romántica, ya en la primera secuencia aclara que “esto no es una historia de Amor”. Pero en verdad sí lo es, y es una comedia que termina reafirmando el discurso ya conocido: el Amor es uno solo e inalterable. Dije en algún momento del debate que estoy medio podrido de las películas que conciben al Amor como si fuera un todo: de ahí que cuando te rechazan, entrás en una depresión que termina afectando a tu entorno, y que irremediablemente conduce a una decadencia física y espiritual. No digo que eso no pueda pasar, pero (500) días con ella avala esta opción como si en verdad no hubiera alternativa. Es más, como asevera el final, el Amor incluso empieza donde termina el Amor. Lo transmitido es que nuestra identidad, nuestro lugar dentro de la sociedad, incluso dentro de los campos culturales, está marcado por el Amor. Y nos referimos al Amor como expresión de las relaciones de pareja, no vaya a ser que andemos solteros de aquí para allá. Y la verdad de la milanesa es que el Amor es muy importante (¿vieron como utilizo las mayúsculas?), y en algunas ocasiones extremadamente doloroso, pero eso no nos impide seguir con nuestras vidas. Vamos al trabajo, estudiamos, nos juntamos con amigos, eventualmente tratamos de iniciar otras relaciones, etcétera. ¡Es más, hasta seguimos solteros y todo! El Amor es, por importante que resulte, sólo un componente más en nuestra existencia. Podría decirse que el filme despliega cierta originalidad a partir de la autoconciencia de lo subjetivo en la historia, donde todo parte desde la mirada masculina. Pero quizás habría que preguntarse si eso es en sí un mérito o si ya forma parte de un imaginario donde el punto de vista del hombre es el que prevalece. Incluso en un género más afín al gusto femenino como es la comedia romántica, la mujer y sus concepciones terminan siendo relegadas. Nancy Meyers, por ejemplo, se creó toda una fama de directora que reflejaba los conceptos femeninos, cuando es en verdad bastante reaccionaria y machista en sus tesis. La Summer que nos muestra el filme de Webb es, a pesar de la dulce presencia de Zooey Deschanel, sólo un ejemplar más de esta tendencia: apenas un objeto de deseo, un vacío sólo rellenado por lo que desea poner en ella el protagonista, o más bien la película. En cuanto a la ciudad y su vínculo con la profesión de arquitecto del protagonista, interpretado por Joseph Gordon-Levitt, no dejan de ser apuntes superficiales, sin contenido, forzados, meros intentos de darle una mayor profundidad y desarrollo a un personaje masculino que supuestamente tiene que cargar sobre sus hombros el peso de la historia, pero que en verdad es sólo una sucesión de trazos gruesos. Del mismo modo, la crítica que se esboza a su ámbito laboral –una empresa que emite tarjetas de felices deseos- no deja de ser un lugar común y facilista. Incluso sus amigos (exceptuando un diálogo donde uno de ellos reivindica sin bajar línea innecesariamente su noviazgo con una chica a la que conoció en el secundario) no escapan al estereotipo freak, actuando como meras excusas para chistes supuestamente piolas. Pareciera ser que el guión sólo dispusiera de algunos diálogos ingeniosos y un par de ideas visuales, y que intentara insertarlas forzadamente dentro de un relato con mucho potencial, pero que se queda rápidamente sin nafta. Y de la misma manera que la película cumple con todos los parámetros requeridos por el establishment, sus minutos concluyentes colocan todo en su justo orden, tranquilizando apropiadamente al espectador, dejando bien en claro lo que viene para el protagonista. En consecuencia, la película redunda, refuerza el marco previsible establecido por las convencionales sociales. Desde el principio al fin, (500) días con ella es así de previsible. Lo blanco sigue siendo blanco, lo negro sigue siendo negro. Y uno se pregunta: ¿dónde quedaron los grises? En sus minutos finales el film coloca todo en su sitio y tranquiliza al espectador, le deja en claro lo que viene para el protagonista. Y el filme se torna redundante, al reforzar el marco previsible establecido por las convencionales sociales.
Comedia romántica que va y viene en el tiempo. El jovenTom (Joseph Gordon-Levitt, de la serie 3rd Rock from the sun y G.I.Joe), un arquitecto que escribe tarjetas de felicitación, decide revisar los quinientos días de su relación con Summer (Zooey Deschanel, vista en “Sí, Señor!”), la mujer de sus sueños y la secretaria de su jefe, cuando ella decide terminar la relación. La idea de escribir tarjetas melosas para terceros perono poder comunicar sus propios sentimientos era interesante desde el inicio, pero no todo lo que se ve resulta entretenido. El relato aprovecha la pegadiza banda sonora para conquistar al espectador.
Tom conoce a Summer en el ámbito laboral, la cual le hace pasar un veranito de aquellos al intentar juntos una no-relación. Seria la típica película chica se enamora de chico , chico no corresponde, chica sufre: pero esta vez a la inversa. Tom se ilusiona, Tom se enamora completamente, Tom sufre. Summer no quiere una relación seria, Summer esta segura de ello, Summer pone fin a la relación y se repone fácilmente. Lo diferencia al film de otras comedias románticas son los recursos de narrativa cinematográfica que se utilizan: La historia se mueve hacia atrás y hacia adelante saltando del día 1 al 414 y de este al 26 y así a través de la relación, también se utilizan algunas estéticas de videoclip, pantallas divididas y diferentes cambios de lenguajes visuales . Por otra parte, la música es otro de los puntos que la hace atractiva, acompaña muy bien los momentos intensos y los sentimientos de Tom, junto con las secciones de karaoke, recurso ya utilizado, pero efectivo en este caso. Igualmente llega a cansar el ojo la concentración en la pareja, ya que la intervención en la historia de personajes secundarios y de algún que otro familiar son mínimas y para acompañar algún momento de humor proporcionado por ella o él. La idea de hacer una película de una canción pop o una película pop es buena y se entiende. La elección de la actriz Zooey Deschanel fue atinada para salir de la típica rubia neoyorquina. Su personaje tiene un dejo al que interpreto en Soltero en Casa, donde era la mejor amiga de la protagonista principal, una chica desinteresa y a la que es difícil de acceder si no utilizas las palabras correctas. Gordon-Levitt es un Tom muy concentrado en su papel lejano al chistoso y enamorado Cameron que interpreto en 10 Cosas que Odio de Ti. Aunque le quedan mejor los papeles del tipo comedia, la pareja es viable y entretenida. Si bien tal vez sea una de esas que pasen en VH1 o en Mtv cine pop, el film va más allá de un videoclip y entretiene bastante.
Los amores no correspondidos son un tema. Llega un momento de la vida en que no le desearías algo así ni a tu peor enemigo. Tom (Joseph Gordon-Levitt), un arquitecto que trabaja como redactor de tarjetas de felicitaciones, es una de las pocas personas que todavía créenle amor verdadero, en que el destino ya está escrito y sólo es cuestión de tiempo hasta que aparezca la indicada. Y eso sucede (o parece suceder) cuando conoce a Summer (Zooey Deschanel), una hermosa compañera de trabajo con la que comparte gustos musicales —para empezar, The Smiths— y por la obra de Magritte. Pronto empezará una relación entre ambos... aunque no como Tom había fantaseado. Durante 500 días habrá cariño, sexo, risas, pero también separaciones, reproches, y el tener que soportar que Summer no sienta por Tom lo que él siente por ella. Si bien se inscribe en el género de la comedia romántica, escapa a los clichés de esa clase de films. El resultado es más agridulce y realista, y puede pegar mal a quienes pasaron por una situación parecida. De hecho, tiene elementos de la vida de uno de los guionistas. El director Marc Webb viene de los videoclips, y si bien hay elementos locos (animaciones), son muy pocos y nunca entorpecen la narración. Joseph Gordon-Levitt es el antihéroe romántico. Un actor cada vez más versátil, ya que fue uno de los villanos de la peli de G.I. Joe y en 2010 se lo verá en El Origen, esperado nuevo opus de Christopher Nolan, protagonizado por Leonardo DiCaprio. Zooey Deschanel siempre logra cautivar con esos ojazos y con una actitud de mujer independiente a la que no le importa destrozar corazones ajenos, aunque tiene su grado de humanidad. Ella y Gordon-Levitt ya habían trabajado juntos, y la química entre ambos es notable. No nos olvidemos de la estupenda banda sonora, con los mencionados Smiths, The Clash, Hall and Oates y hasta Patrick Swaize con su “She’s like the wind”. Sin duda, una de las sorpresas del año, y también un ingenioso método para hacer llorar a los hombres.
Entre todas las comedias románticas insulsas y prefabricadas que vienen de USA, cada tanto, aparecen algunas que marcan la diferencia. Cuando Harry conoció a Sally, Alta Fidelidad y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos son muestras de que se nos puede contar una historia de amor de manera distinta. (500) days of Summer tal vez no esté a la altura de las nombradas, pero es una comedia romántica que se destaca por la originalidad con la que está planteada y narrada. Y si bien su historia central no cuenta nada nuevo, el modo en que disecciona los sinsabores de una relación amorosa y las observaciones que hace sobre sus idas y vueltas la ponen en un plano diferente. Desde el comienzo el film nos aclara que veremos una historia de chico-conoce-chica, pero no una historia de amor. De hecho, es más una historia de sufrimiento que de amor (aunque ambas cosas van de la mano). Tom es un pibe tímido que un día conoce a Summer, la nueva empleada de la empresa de tarjetas en la que trabaja. Primero atraído por la apariencia física, Tom hará todo lo posible por llamar su atención. Cuando finalmente lo logra, descubre que ella es más que una cara bonita y, a pesar de que Summer le advierte desde un principio que no quiere meterse en una relación seria, Tom no podrá evitar engancharse con esta chica que parece ideal para él. Desde allí veremos el devenir de su relación, pero no cronológicamente, sino yendo y viniendo en el transcurso de los 500 días del título. Lo mejor de la película está en ese modo de encarar una historia de manera no lineal, lo que logra hacer más interesante algo que de otra forma tal vez no lo sería tanto. Este recurso permite contraponer de manera original las distintas etapas de la relación, dando lugar a algunas conclusiones valiosas e infrecuentes. Además el film nos muestra el crecimiento de su protagonista masculino, quien deja atrás la incomprensión y el despecho cuando logra hacer un análisis de su propia conducta y descubre que, a veces, sólo vemos lo que queremos ver. Si hay que marcarle a la película una flaqueza es que no vaya mucho más allá de su eficaz narración. O sea, es más interesante el "cómo" que el "qué". Además, por momentos el film da la sensación de creerse más cool y simpático de lo que realmente es (la narración en off no me cerró del todo). Y la utilización de músicos indies o de culto, no sólo en la banda de sonido sino también como referentes de los protagonistas (por ejemplo, The Smiths), a esta altura ya es una especie de lugar común del cine independiente norteamericano. Pero más allá de estas observaciones, hay que concluir que el novedoso enfoque y las situaciones que el film plantea permiten mantener el interés, dejando un saldo más que positivo. Las actuaciones de los protagonistas son irreprochables. Joseph Gordon-Levitt lleva el mayor peso emocional de la trama, ya que su personaje es quien está sentimentalmente más comprometido con la relación. El joven actor (ya un veterano a sus 28 años) transmite con absoluta credibilidad las distintas situaciones emocionales que atraviesa su personaje (alegría, confusión, desazón, aceptación). Zooey Deschanel tiene menos posibilidades de lucirse, mayormente porque el film no está tan interesado en mostrarnos su interior (la perspectiva principal del relato es la de Tom). Pero Deschanel consigue que Summer sea un personaje interesante gracias a su simpatía, su inherente inteligencia y su peculiar carisma. En conclusión, (500) days of Summer es una comedia muy recomendable, en la que el plato que se nos entrega es mucho más sorprendente por su presentación que por sus ingredientes. Pero cuyo gusto se queda con nosotros un buen rato. Tal vez sea un gusto un poco más amargo que el de muchas comedias románticas, pero es más interesante y, en definitiva, realista. Porque aquel que no sepa que el amor es el más agridulce de los platos, que se vaya enterando. Esa es una lección que todos los Tom del mundo ya tenemos bien aprendida.
Una de las palabras más subjetivas, por el solo hecho de que cada persona tiene una definición diferente de la misma, es amor. Esas cuatro letras presentan una intención muy marcada en esta película, donde se mezcla muy correctamente el humor y el drama con un coherente y profundo mensaje que vale la pena ser escuchado. El film narra los 500 días de la relación entre Tom y Summer, una pareja que se conoció en el trabajo y que poco a poco se va a ir intensificando. El muchacho, sumergido en un rojo y profundo enamoramiento, va a empezar a protagonizar situaciones en las que su corazón le juega en contra y su amor le traiciona sus sentimientos.
Por fin una comedia romántica distinta!!! El film arranca con una voz en off advirtiendo que ésta es una "historia de chico conoce a chica" pero "no es una historia de amor". Tom es un chico simple que se enamora de Summer, una chica que no cree en las relaciones. Summer se lo aclara desde el arranque y Tom acepta mantener una relación "sin títulos". La historia muestra los 500 días de relación entre ellos, pero en forma desordenada. Continuamente avanzando y retrocediendo, del día 488 al 1 o vuelta al 290 y de ahí al 100 y pico, se va alternando entre los buenos y malos momentos de esta pareja. Una forma muy original de contarla, acompañada con carteles indicativos que reflejan los distintos días y estados de animo de la relación. A esto se le suma el narrador que va describiendo distintos momentos. El primer trabajo del director de videos musicales Marc Webbs esta acompañada también por una conocida banda de sonido. La pareja esta formada por Joseph Gordon-Levitt y Zooey Deschanel, quienes tienen muy buena química y comparten lindas escenas románticas. J. Gordon-Levitt viene haciendo buenos trabajos independientes además de este (como "Brick" y "The Lookout") y aquí interpreta bien al chico simple, sensible y romántico. Zooey Deschanel esta divina como una chica ciclotímica y poco romántica. A ellos se suman algunos divertidos personajes secundarios como la hermana menor de Tom (quien es su consejera sentimental) y sus dos mejores amigos. Hay muchas escenas para destacar, pero me quedo con cuatro momentos imperdibles: la primera salida al centro de decoración, el musical de Tom tras su primera noche con Summer (con el hit de los ´80 "You Make my Dreams" de Hall & Oates), la fiesta con pantalla partida mostrando la expectativa y la realidad, y por ultimo un final distinto que cierra esta gran comedia romántica. Ya tengo ganas de verla de nuevo.
"Esta es una clásica historia de chico que conoce a chica”. Así comienza 500 days of Summer. Aunque advierte “Esta no es una historia de amor”. Y claro que no lo es. Porque si bien ambos vienen de familias de padres divorciados, a Tom (Joseph Gordon-Levitt) eso parece no haberle afectado, y ha pasado toda su vida esperando a la chica indicada; pero Summer (Zooey Deschanel), en cambio, no cree en el amor. De esta forma, con el uso continuo del flash back como recurso principal, podemos ver cómo él se enamora perdidamente de Summer, pero a ella no le pasa lo mismo con Tom. Y la relación nunca se vuelve consistente. El recurso de flash back para contar esta historia es excelente. Nos hace notar el contraste del ánimo del protagonista a medida que se va dando cuenta que enfrentar una relación con alguien que no tiene tus mismos valores no es fácil. También se utiliza la división de cuadro para mostrar las actitudes de los personajes en simultáneo, o para comparar las expectativas de Tom con la realidad. Y la realidad es que no es que Summer no creyese en el amor, la realidad es que Summer nunca lo amó. El elemento del color está empleado de forma muy rica: cuando Tom vive a pleno su relación con Summer abundan los colores celestes y amarillos en los cuadros. Pero cuando el está solo, todo es color sepia. Pero cuando la película ya estaba sobre el final, una gran desilusión hecha todo por tierra. Hasta ese momento se suponía que 500 días… era una película diferente a las clásicas películas románticas yankees. Aquí, supuestamente, no se avecinaba un final feliz estereotipado. Es ahí cuando Tom viene a conocer a Autumm (muuuy cursi) que convina perfectamente con los ocres de su triste vida y 500 días con ella nos deja un mal sabor en la boca: no siempre es cierto eso de que para sacar un clavo hace falta otro clavo.
El destino y el amor nunca se casarán Todo ser humano dispuesto a vivir experiencias adrenalínicas y sensacionales habrá probado aunque sea una vez animarse a hablarle a la chica que le parte la cabeza y le hace bailar el corazón. Todo ser vivo que se jacte de serlo tuvo aunque sea una situación en la que se maquinó a más no poder por la chica que le parte la cabeza y le hace bailar el corazón. Todo hombre que se haga llamar hombre aunque sea una vez fue rechazado por la chica que le parte la cabeza y le hace bailar el corazón. Y todo espécimen vivo sabe y siente aunque sea una vez en la vida esa sensación tan espectacular que es volver a intentarlo. Sobre esto trata la ópera prima de Marc Webb, un director realista, sencillo y genial que promete mucho si sigue por esta línea de "casos-que-suceden-a-todos-pero-que-recién-al-verlos-en-películas-reconocemos-como-propios". Con la nota del autor rezando "Cualquier parecido con algún personaje vivo o muerto es pura coincidencia. Especialmente tú, Jenny Beckman. Perra" arranca este hilarante y contundente relato sobre cómo un muchacho común y corriente, que cree en el destino y en el amor de los cuentos de hadas, conoce a su antítesis completo disfrazado con la belleza incalculable de la hermosa Zooey Deschanel. Los vaivenes por los que atraviesa la pareja, vistos desde la mirada del espectacular trabajo realizado por Joseph Gordon-Levitt, son una verdadera delicia comparados con otros trabajos vomitivos del 2009 que intentaron recrear una comedia romántica tan viva y sagaz como ésta. El punto más fuerte del film es ese conteo disparejo de los días, atrapados en ese paréntesis tan significativo, que podría traducirse como las mismas barreras que teme el personaje de Deschanel y que atoran al personaje de Gordon-Levitt. Además, a la cinta le chorrea lo indie, por lo cual nos olvidamos de todo ese melodrama tan empalagoso al que nos tiene acostumbrados Hollywood, que siempre termina sobrepasando a los proyectos de ésta calidad, por muy originales que sean. Y si hay algo que remarcarle a Webb y los guionistas, Scott Neustadter y Michael H. Weber, es la originalidad de la historia, algo que se agradece con creces a medida de que todo transcurre de manera tan peculiar y a la vez romántica. El reparto en general está bien, aunque, por supuesto, los dos protagonistas se comen la película y se llevan todos los laureles, por encima de cualquier cosa. Sin embargo, llegada la mitad del metraje, uno se acostumbra a las pautas que impone el film y comienza a notar cierto deterioro en el relato, que aún así no logra tirar por tierra al sólido guión, pero ese intercalar continuo e irregular en la historia sesga un poco el eje de la trama, englobando una confusión mayor a la que tiene el pobre Tom Hansen (Gordon-Levitt). Eso, y la innecesaria voz en off, son los únicos ítems obviables. Las canciones elegidas no son originales, pero están adaptadas a la película de una manera excelente, creando los momentos justos para cada momento, así como también lo hacen los colores en la gráfica del conteo de los días, toda una metáfora en cuanto al estado de ánimo de la relación. Lo mismo sucede con el paralelismo en los nombres con las estaciones del año: Summer (verano) y Autumn (otoño), lo que define el concepto de la historia: la vida no es color de rosas y no siempre que salga el sol será un buen día. Sin dudas, la teoría anti-destino y el método de atracción y repulsión interpretado por chico y chica son más puntos a favor para esta comedia que cuenta con uno de los mejores trabajos de edición del 2009. Querible, graciosa, representativa, realista, contundente, arrolladora y directa película sobre el amor, sus idas y vueltas, e idas nuevamente.
Comedia romántica diferente, original, fresca, con buen ritmo. Aquí las cosas entre los enamorados o desenamorados no van bien, se sabe desde el principio de la peli. Sabemos que no tendremos un final con un beso típico de las pelis de este género. Y nos adentramos en una historia contada de a cachitos, elegido muy bien el orden de éstos. A esto se le agrega la creatividad que posee para mostrarnos las etapas de la pareja, o mejor dicho del protagonista, ya saben, no se habla de una historia de amor, sino de los vaivenes sentimentales de Tom (Joseph Gordon-Levitt) con quien empatizamos. Una original mezcla de recursos para contar el pasado, los pensamientos, los sentimientos, y volcar en imágenes (sin recurrir a esos forzados diálogos explicativos, o voces en off sin sentido) aquello que se siente cuando nos enamoramos y eso conlleva dolor. Si bien esta contado como comedia, el tema esta planteado bastante profundamente como podría esperarse de un drama, pero con el guiño de frescura característico del género al que pertenece. Videos caseros con cámara en mano. Animación. Por momentos pareciera que los personajes cobran vida desde el mismo storyboard. Y cómo dije antes, un ritmo exquisito. Dinámico. Preciso para cada cosa que se esta contando. Y quiero destacar algo: esos fotogramas negros usados inteligentemente como modo expresivo y narrativo amalgamados perfectamente con el devenir de la historia. A mi criterio, esos planos, los “vacios”, la elección de ponerlos en esos momentos y con esa duración, son sumamente acertados. Y es que por allí dicen que un silencio a veces vale más que mil palabras. El equivalente de esa frase en un audiovisual, es precisamente un fotograma negro y silencioso. Y ese mismo fotograma negro, usado varias veces en la peli, aunque a simple vista pareciera el mismo, transmite cosas diferentes (algunas parecidas) según en que momento de la peli esta ubicado. La interpretación de Joseph Gordon-Levitt esta por encima de lo que suelo ver en este género. Quizás no destaca tanto para mi gusto, la actuación de Deschanel, algo artificial me sonó por momentos y sin muchos cambios expresivos desde lo gestual. En cambio, él se luce, transmite muy bien lo que siente, y eso es merito de la cámara, muy bien ubicada, y mucho merito de él. ¿Que más les cuento de la peli? La verdad que es para hablar largo, me ha gustado muchísimo, y tiene montones de detalles para resaltar. Como punto negativo, poniéndome demasiado pretenciosa, hilando muy fino, re finísimo, sacaría dos o tres líneas de diálogos que me parecieron sacadas de una de las tarjetas (me viene como anillo al dedo para describirlo) que el protagonista diseñaba en su trabajo. Aún así, no molestan lo suficiente. No me refiero al nombre final, que es tema aparte. El nombre final (los que la vieron saben de que hablo) aunque también pueda sonar “artificioso”, yo creo que es perfecto. Resumen de lo que quiere transmitir la peli, resumen de lo que esta aprendiendo nuestro protagonista. Y es que cuando abrimos los ojos, todas las fichas caen juntas, todo se ve claro de golpe, tan obvio, como el mismísimo nombre del que hablo. Cabe agregar que en toda la peli hay delicadísimas referencias a muchas películas conocidas, hechas con gusto y además, narrativamente justificadas. ¿Algo más? Si, seguramente cada uno destacará algo diferente. Y una vez que la vuelva a ver, estoy segura que le voy a encontrar más sabor. No soy una amante de este género, no suelo encontrar en él pelis que me atrapen lo suficiente, y menos que quiera volver a ver. Esta es una excelente excepción. ¿Cuándo fue la última vez que les pasó eso con una comedia romántica? ¿Con cuál? Definitivamente, no dejen de verla!!!
La producción independiente aporta un soplo de aire fresco a la comedia estadounidense Por fin un poco de aire fresco en el cine estadounidense, difícil de encuadrar ya que como dice el narrador en off, esta no es una historia de amor, ¿Es un historia romántica? No lo creo. Parece más una radiografía del amor como concepto. Una disección del concepto si se quiere. Un chico conoce una chica, hasta ahí llega en lo cotidiano del genero. El relato esta construido a partir de su propia deconstrucción, situación que parece una contradicción, pero que en realidad esta apuntando al ejercicio del espectador de erigir la historia, no el relato, situación que por los elementos que nos va entregando, resulta fácil. Con saltos temporales, hacia delante y hacia atrás, nos van otorgando información que da forma a esta historia de una relación entre un joven ex estudiante de arquitectura devenido en falso poeta, cuyo tiempo esta dedicado a escribir tarjetas de felicidades, o felicitaciones, y una joven que lega como asistente del jefe del joven, por otro lado, estas frases clisés, son el lugar mas común del film. La realización cumple con lo prometido por ese narrador, no vemos una historia de amor. El guión es inteligente, pues las escenas tal y como se suceden no son más que situaciones habituales en la vida de cualquier persona, diálogos del mismo orden pero que se muestran inteligentes. Respecto de la composición de la imagen, esta es directamente proporcional al relato, no fuerza una situación, ni la sustenta, la acompaña., por eso el valor de estar trabajando con colores naturales, sin saturación. Una estética desde la iluminación que pasa desapercibida y se pierde en la imagen misma, jugando con los planos a veces cerrados sobre los personajes, otras veces abiertos sobre los espacios, utilizando diversas profundidades de campo según el grado de dramatismo que este presentando. Otro de los elementos constitutivos de la narración es la música, por momentos diegetica, (los personajes cantan en karaoke), otras empáticas según el momento del relato, pero nunca avasallando o forzando un discurso. Plagada de interesantes guiños cinematográficos, entre las que se puede reconocer, “Annie Hall” (1977), “Cuando Harry conoció a Sally”(1989), o “El graduado” (1967), tal es así que, no siendo una historia de amor parecería estar sustentada en la famosa frase de Woody Allen en “Hannah y sus Hermanas” (1986): “El corazón es un musculo tan flexible….” .
Todos los años hay una película que llega desde Estados Unidos como el gran film Indie del año, que arraso en Sundance y/o con pocas copias en la taquilla norteamericana. Años atrás fue Juno o Little Miss Sunshine, esta vez es el turno de (500) Days of Summer (500 Días con ella), que se estrena esta semana en los cines argentinos. Marc Webb dirigió varios videoclips y esta es su opera prima, la influencia de los videoclips es notable en el film, ya que podemos encontrar muchos momentos con la estética videoclipera, pero que a diferencia de otros films no le restan sino que le aportan mucho. La música también es muy importante en la película, desde el guión donde uno de los puntos en común de la pareja protagónica es la música y el soundtrack que es excelente. Pero vamos ahora a la historia: Tom (Joseph Gordon-Levitt) es un arquitecto que no ejerce como tal y trabaja como escritor de tarjetas de felicitaciones, podemos decir que su vida es la de un solitario que esta esperando al amor de su vida hasta que llega Summer (Zooey Deschanel) al trabajo y siente que ella es la mujer que esperaba. Días después de la llegada de Summer al trabajo, están por primera vez solos en el ascensor, él escuchando The Smiths y ella que le dice que le gusta la banda liderada por Morrisey e incluso tararea la canción, definitivamente Summer es la mujer de su vida. Pero ella no quiere una relación y Tom si, se enamora perdidamente. La película es eso. La historia de Tom: un gran remador contra la corriente que sufrirá por amor porque la otra mitad de la naranja no siente lo mismo que él, así pasa 500 días pensando día y noche en las pequeñas cosas que hacen que Summer sea la mujer perfecta, las actitudes de Summer que le hacen sentir que ella también lo ama y las actitudes de ella que le hacen sentir que algo anda mal. Casi podríamos decir que él se pasa los días queriendo retenerla y ella simplemente disfruta el día a día sin pensar tanto (creo que muchos quisiéramos ser un poquito mas como Summer). Es muy interesante la forma que elige Webb para contar la película, ya que no arranca del día uno y termina en el quinientos, si no que va de manera acrónica, suele ser un día feliz y luego la otra cara. Hay escenas que serán mas que recordadas como la de expectativa/realidad o el musical luego de la primer noche de amor con Summer. Joseph Gordon-Levitt esta excelente en su papel, logra transmitir todo lo que es y le sucede al personaje, sus ojos están llenos de amor cada vez que ve a Summer. Zooey Deschanel está muy bien también con su papel de casi siempre: la chica desprejuiciada, moderna e independiente. El director y el guión logran además que cuando ella empieza a romper la relación la empecemos a ver mucho mas fea y ni hablar al final cuando es una perra. La ví con mucha expectativa y no me defraudo para nada, una gran película, una comedia romántica (o anti romántica) distinta para no dejar de ver.
Una película sobre el amor 500 días con ella no es una película de amor. La voz en off al comienzo ya nos lo advierte pero es bueno saberlo antes de estar sentado en la butaca de nuestro cine preferido. Una vez que estamos enterados de esto, podemos disfrutar de la mejor comedia romántica –hay que ponerla en el género igualmente- que se haya estrenado en mucho tiempo. Porque 500 días… no es una película de amor, pero si sobre el amor, sobre los amoríos, sobre enamorarse, sobre tener el corazón roto y no entender la razón, es decir, sobre todo lo que puede suceder cuando nos enamoramos. Tom Hansen es un joven arquitecto que prefirió, más por comodidad que por otra cosa, trabajar en una empresa que se dedica a diseñar tarjetas de regalo, de esas que se regalan cuando es San Valentín o cuando alguien se recibe y no pudimos asistir a la tradicional tirada de huevos. Un día como cualquiera, que será el día 1 de los 500, su jefe le presentará a Summer (la bella y exótica Zooey Deschanel), la nueva empleada, y Tom no podrá más que enamorarse perdidamente de ella. La historia será contada de manera desordenada, pasando del día 1 al 124 y del 143 a 380 para volver otra vez a comienzo. Este ordenamiento algo caprichoso quizá no tenga un sentido argumental que le sume demasiado a la narración en sí, pero sí logra un efecto cómico interesante porque el protagonista pasa del amor al despecho en un segundo y la sorpresa es efectiva. Lo más destacado de este agradable filme es el guión, con personajes muy bien construidos, pero más que nada con diálogos estupendos constantes. Estos parlamentos no son geniales porque digan grandes cosas, sino justamente lo contrario. En la banalidad, en lo cotidiano, en lo más trivial de cada situación, lo que dicen los personajes, lo que piensan y también lo que se nos muestra en imágenes a los espectadores nos hace sentir parte de esa situación de pareja particular que estamos viendo en la pantalla. Es allí donde la película triunfa ampliamente: remitiéndole al espectador –absolutamente todos los que alguna vez se enamoraron deberán poder sentirse identificados con este filme- a lo que es la vida en pareja, ya sea cuando las cosas salen bien, como cuando las cosas salen mal. El director debutante Marc Webb transpone perfectamente en imágenes la maestría del guión –escrito por Scott Neustadter y Michael H. Weber- y se anima a jugarse el cuero con escenas que mal trabajadas podrían hacerlo caer en un desastre cinematográfico. En particular, una escena de coreografía y baile promediando la película, sería una típica escena para que los detractores se relaman y escupan toda su acidez. No creo que lo logren esta vez, pues se trata de una de las mejores escenas del filme. Por otra parte, su estética es totalmente particular y esa es otra decisión absolutamente acertada por parte de los responsables del filme. Hay un juego de expectativas constante en 500 días… que funciona de mil maravillas. Permanentemente se nos muestra en pantalla el mundo anhelado por el protagonista, el deseo consumado, lo que él espera e interpreta de cada situación de la historia y, de repente, la cruda realidad. Cerca del final, la hermanita de Tom le dice que quizás tiene que dejar de recordar sólo lo bueno de esos 500 días y entonces el juego se hace muy claro. El elenco merece un párrafo aparte porque no tiene fallas. Otra vez, un elenco de desconocidos –exceptuando a la pareja protagónica- nos sorprende con un trabajo fenomenal: los dos amigos y la hermanita del protagonista sirven de contrapeso humorístico y argumental en las poquísimas apariciones que tienen y logran un trabajo muy correcto. Por su parte Deschanel y Gordon Levitt brillan en cada fotograma en el que aparecen y es difícil imaginarse una pareja que pudiera haber hecho mejor su trabajo. Summer enamora desde su espontaneidad, desde su sonrisa, desde su ironía, pero también se hace desear en su distancia. Tan bien está en su papel que los Hombres Sensibles de Flores o alguna cofradía similar harían fila para recriminarle a Summer por algunas de sus actitudes. Levitt es simpatía pura, es carisma inolvidable aún cuando el mundo se le cae a pedazos. 500 días… es una película fresca, simpática, difícil de olvidar, que retrata metonímicamente y de manera estupenda el macromundo del amor, de la vida en pareja, ya sea con un diálogo algo tonto, con un agradable jueguito entre dos novios que recién se conocen o con la durísima imagen de las manos que se desencuentran, del llanto que no se puede explicar o del mismo jueguito cuando ya no causa la misma gracia. En esa radiografía de la pareja en la que todos nos identificamos, 500 días… nos cuenta su historia de amor, una que por más que queramos no podremos borrar de nuestra memoria. Aplausos para ellos.
Cuando Tom conoció a Summer... "Esta es una historia de "chico conoce chica" pero no es una historia de amor" arranca diciéndonos el narrador de "(500) días con ella". ¿Hay algo nuevo en esta comedia romántica que no haya sido contado anteriormente?: Poco. Entonces: ¿porqué volver sobre un tema tantas veces contado?. Porque los guionistas de la comedia de Marc Webb, logran contar el proceso que vive una pareja durante sus 500 días de relación de forma sumamente ingeniosa, jugando con el tiempo -yendo hacia adelante y hacia atrás, sumando pequeños detalles en la historia- y nutriéndola con muy buenos diálogos. Es así como iremos conociendo sin cronología, lo que sucedió en la vida de Tom y Summer, a partir de que se conocieron y él quedó flechado, perdidamente enamorado de su mujer ideal. Sabemos ya desde el mismo título que los 500 días narran el inicio, pero también el fin de la pareja. Lo interesante no es llegar al final sino disfrutar de las anécdotas que nutren el devenir de la historia y los diferentes puntos de vista de los protagonistas. Así, con un guión entretenido y creativo, logran demostrar que siempre hay una nueva manera de contar una historia ya contada, tratando por todos los medios de esquivar los lugares comunes. La química entre los jóvenes protagonistas traspasa la pantalla y es sin dudas, una de las fórmulas para que la comedia funcione. Y los roles secundarios, tanto en los amigos de Tom como en su hermana, dan el marco adecuado para que el tono más divertido de la comedia, despliegue todos sus elementos. El enamoramiento, el zambullirse y entregarse a una nueva relación, los encuentros y desencuentros, las diferencias entre lo ideal y la realidad, las decepciones. Una comedia que sin pretender ser profunda, logra hablar con suma naturalidad de todo eso. Una película sencilla, pero tierna y fresca, haciendo cómplice al espectador en todo momento y con referencias a grandes "hitos" de la comedia romántica, finalmente nos regala un cierre, en el que dan ganas de averiguar que será de la vida de Tom, una vez que Summer ya no esté en su camino. "-¿Que pasó? ¿Porqué no funcionaron?" le pregunta Tom a Summer sobre una relación anterior. Summer será tan simple como directa "- Lo que sucede siempre. La vida." Y si... la vida, con todo lo que ello implica.