Movimientos bajo tierra. Como en El Exorcista, Así en la Tierra, como en el Infierno se inicia en el oriente y concluye en el occidente. En un muy buen comienzo, Scarlett, una arqueóloga inquieta y temeraria, se introduce en unas cuevas iraníes a punto de ser dinamitadas. El objetivo de su visita subterránea es, como siempre, académico: en pocas palabras se trata de registrar con su cámara algunas escrituras valiosas por última vez. Sin embargo, además de lo que esperaba hallar, la joven queda sorprendida ante una gigantesca figura que contiene tallada en su superficie las pistas para descubrir el paradero de, ni más ni menos, la piedra filosofal (aquella que transforma cualquier metal en oro y que otorga la vida eterna). Salvada del derrumbe y una vez en París, Scarlett recluta un pequeño equipo para descender por las profundidades de la ciudad y así encontrar este mito en forma de roca color bordó. Y si bien las aventuras comienzan recién después de la primera media hora, Así en la Tierra, como en el Infierno no imita los tropiezos de muchos otros found footage. A veces los treinta minutos iniciales (o un poco más) de este subgénero son tan pesados como un trámite en el centro cuando deberían ser una atractiva carta de presentación de los personajes. John Erick Dowdle, el director (y guionista junto con su hermano Drew Dowdle) hace bien en girar el film alrededor de su joven protagonista: es ella la que se anima primero, la que pelea por el resto, la que no hace caso a las leyendas subterráneas. Básicamente es una chica que te puede convencer de meterte en una cueva que no registró vida (al menos no humana) en quinientos años de oscuridad. Ante este entusiasmo magnético, es difícil no ver al resto como acompañantes de manual que solo ayudan a iluminar mejor las escenas con sus linternas. Al comienzo de las aventuras en el subsuelo, nada se escapa de la zona de seguridad: los protagonistas enseguida se pierden y lo arbitrario acecha en cada intento por inyectar algo de dramatismo. El film se beneficia cuando se arriesga en apartarse de lo que podríamos esperar de una historia encabezada por un grupo de jóvenes encerrados en una red de fosos desolados: por ejemplo, cuando Scarlett y la banda de exploradores escuchan el sonido de un teléfono de línea en uno de los tantos rincones de las catacumbas o en su encuentro con un piano cubierto de mugre pero apoyado de manera perfecta contra una de las paredes del laberinto. Sin embargo, al mismo tiempo, el problema principal de la película surge cuando Dowdle se embriaga de entusiasmo y apuesta en una escala mayor pero ciega. Ahí aparecen las líneas de diálogo explicativas en los momentos más desafortunados y algunas acciones absurdas que entorpecen el terror claustrofóbico. Es una lástima que el realizador desperdicie algunas figuras que son realmente aterradoras, como un ente con rostro pálido y deformado que se esconde bajo una capucha o un grupo de mujeres que parecen sacadas de The Wicker Man encargadas de hostigar al camarógrafo. Así y todo, esta remake invertida de Rec sobrevive a la torpeza que ataca a cada rato gracias al movimiento continuo de los personajes en busca de las luces de una París apagada y mostrada sin interés turístico. La irónica clave en Así en la Tierra, como en el Infierno se encuentra en una orden que Scarlett repite como si fuese una plegaria hacia un cielo que se encuentra cada vez más lejano: “hay que seguir bajando”.
Acá tenemos una de las peores historias de horror que se conocieron este año. Seguramente habrá gente que le guste, como ocurrió en el pasado con otras producciones olvidables del estilo de V/H/S o Los juegos del terror que presentaron el mismo nivel de mediocridad. Una situación cotidiana dentro de este género donde las opiniones suelen estar divididas en casi todos los estrenos. Desde mi punto de vista, Así en la Tierra, como en el infierno es una película para ver por el canal Space un viernes por la noche. Pagar una entrada al cine sería premiar a los vagos que crearon este film. Una propuesta donde a los realizadores no se les cayó una idea propia y robaron elementos y conceptos de numerosas películas como El descenso, El código Da Vinci, El proyecto Blair Witch, Tom Raider y La leyenda del tesoro perdido. La falta de identidad terminó por afectar este proyecto donde nunca se define que quisieron hacer los realizadores. Por momentos parece una película de aventuras y luego se concentra en el terror, pero al haber sido dirigida de manera inepta termina por fallar en ambos géneros. La realización corrió por cuenta de John Eric Dowle, quien previamente había hecho la olvidable remake de REC, Cuarentena, y La reunión del Diablo, basada en una historia de M. Night. Shyamalan, que no estuvo tan mal. Su nuevo trabajo es claramente lo peor de su corta filmografía. Desde los aspectos técnicos la película es horrenda. Así en la Tierra, como en el infierno tiene un trabajo muy malo en la fotografía, el sonido y el manejo de la cámaras, donde en algunas oportunidades no se entiende nada lo que se ve en la pantalla. Dentro del tedioso subgénero del found footage esto es lo peor que vi en el último tiempo. La idea de hacer una película de terror que tenga como escenario las catacumbas de París es muy buena y atractiva. Lamentablemente en este caso fue desarrollada por gente inepta que brindó un producto mediocre. Actores malos y trucos baratos para construir situaciones de terror trilladas es todo lo que ofrece esta producción. Un gran bodrio del género de horror.
Elige tu propia catacumba Paris es hermosa. El cliché y el lugar común dictan que es "la capital del amor"; la Torre Eiffel, Champs Élisée, el Musée des Invalides (donde se encuentra la tumba de Napoleón Bonaparte) y el puente de los enamorados entre otras atracciones... y tambíen están las Catacumbas de Paris, uno de los osarios más grandes del mundo creado hacia fines del Siglo XVIII cuando la cuidad comenzó a quedarse sin espacio para dar santa sepultura a los occisos galos. En esta ocasión, la excusa de Así en la tierra como en el infierno (As above, so below, 2014) para andentrarnos en las laberinticas catacumbas viene de la mano de Scarlet Marlow (Perdita Weeks) una estudiante de posgrado en Arqueología que se encuentra tras la pista de la Piedra Filosofal, una sustancia alquemica capaz de convertir cualquier metal en oro y conceder vida eterna. Si, la misma piedra filosofal de Harry Potter... pero adentro de un osario masivo que mete miedo. Marlow busca continuar con el trabajo que era la obsesión de su difunto padre, un reconocido arqueólogo. El director John Erick Dowdle pone el film al hombro, literalemente. La estética cámara en mano combinada con una palpitante claustrofobia no le es ajena. Estas dos temáticas atraviesan algunos de sus films previos como Quarentena (Quarantine, 2008), La reunión del diablo (Devil, 2010) y la nunca estrenada en nuestro país The Poughkeepsie Tapes (2007). La primera mitad del film transcurre básicamente como cualquier otra película del género, con muchos lugares comunes dispuestos de manera tal que encaminen la historia y pongan a los personajes en el lugar donde necesitan estar para hacer avanzar el relato. Tip: a no perderse la forma "casual" en que los arqueólogos dan con los guías que los llevarán a través de las catacumbas... los arqueólogos más afortunados del universo. Pero lo interesante tiene lugar en la segunda mitad del film, cuando nos damos cuenta que no estamos ante el típico film de terror con la clásica formula "Grupo de Jóvenes+Territorio Desconocido+Monstruo/s". En este caso el elemento terrorífico no es una entidad propiamente dicha, ni una fuerza malévola: se trata del mismo Infierno. Conforme los protagonistas avanzan dentro del laberinto de las catacumbas se encaminan más y más en las entrañas del infierno, un infierno que toma la forma particular de los miedos y traumas de cada uno de los personajes y los enfrenta con sus propios demonios. Creemos estar viendo otra película de terror del montón, llena de sinsentido y gente por la cual no sentimos ningún tipo de interés; y es en ese momento cuando Dowdle -también co-guionista- nos sorprende con una historia que se esfuerza por salirse de los lugares comunes del género, y entrega una interesante reinterpretación del infierno, la muerte, y los demonios ocultos dentro de cada uno de nosotros. Este es un infierno que podría estar más cerca de lo que creemos, apenas unos metros por debajo de nuestros pies.
El descenso Siguiendo la tendencia de los últimos años en materia de terror, donde el género es concebido a partir del recurso de la cámara en mano, la nueva película del director de Cuarentena y La reunión del diablo, John Erick Dowdle, no se propone innovar desde lo estético pero logra transmitir la atmósfera claustrofóbica que promete desde el principìo. Así en la tierra como en el infierno no es más que un terrorífico descenso a los infiernos, una suerte de tren fantasma ambientado en las catacumbas de París donde queda encerrado un grupo de jóvenes. Un lugar donde deambulan almas perdidas que han tendio un final trágico y es ahí cuando el film explota el costado de los terrores más profundos sufridos por cada uno de los infortunados jóvenes que contratan a un guía ¿experto? para encontrar una cámara secreta primero y la salida después. Cada rincón se hace irrespirable y más estrecho junto a un laberinto de huesos y otros obstáculos que se presentan en esta misión suicida. Con ecos de El descenso, la película juega con extrañas presencias que se deslizan en la oscuridad a través de una cámara nerviosa que, por momentos, marea y resta climax a un film que busca el simple sobresalto y se apoya en sonidos ensordecedores. La protagonista, Scarlett (Perdita Weeks) es una exploradora con experiencia y sin límites, capaz de descifrar jeroglíficos y anunciar el desastre que se avecina. A los diálogos forzados en los momentos de mayor tensión y peligro, se suman una piedra sanadora y el pasado que ataca sin piedad a sus víctimas. Nada nuevo bajo la tierra, pero al menos entrega una hora y media a puro nervio.
"Muchos metros bajo tierra" Una producción que recorre distintos géneros, sin apoyarse sólidamente en ninguno, difícilmente pueda consolidarse como una propuesta cinematográfica interesante. Esa es la principal falencia que presenta el último trabajo del realizador John Erick Dowdle. “Así en la Tierra como en el infierno” arranca, al igual que la mayoría de las películas mediocres del subgénero “found footage”, con personajes poco interesantes embarcándose en misiones infundadas basadas en mitos populares. En esta ocasión el puntapié inicial lo da un grupo de jóvenes que decide recorrer las catacumbas de París en búsqueda de la piedra filosofal de Nicolas Flamel. Una vez que dejamos atrás los motivos que impulsan a nuestros protagonistas a adentrarse de forma ilícita en estos túneles subterráneos, y nos sumergimos de lleno en la oscuridad del famoso cementerio, aparecen los problemas. Y estos conflictos no solo afectan al grupo de exploradores, sino también a los espectadores de la película. Los hermanos Dowdle (John tras las cámaras y Drew escribiendo el guión) pierden por completo las riendas de su trabajo a medida que los personajes del film descienden cada vez más en búsqueda de su objetivo y, lo que en un momento se perfilaba como un film de terror, desemboca en el terreno de las aventuras fantásticas con pequeños tintes de drama muy mal desarrollado. Por ejemplo, las pesadillas y los miedos que azotan a nuestros personajes son completamente previsibles y ya las viste en más de una película. ¿Cuánto falta para que los guionistas dejen de utilizar los clichés de las familias divididas y los accidentes automovilísticos para atormentar personajes? Lo mismo sucede con la historia de amor entre los dos protagonistas, que es completamente patética y predecible. Jugar con la llamativa idea de un supuesto descenso al infierno, sin caer en incorrecciones políticas dignas y necesarias del género, no fue una tarea sencilla para los realizadores de “As Above, So Below”. Queda claro que se sintieron muy incómodos tratando de adaptar tamaña idea a un producto para adolescentes y falsos fanáticos del terror. De ahí que el resultado solo conformará, sobre todo por su formato, a aquellos que defienden y celebran a los gritos y alaridos la paupérrima saga de “Actividad paranormal”. El inexplicable, abrupto y completamente desubicado final de “Así en la Tierra como en el infierno” es un ejemplo contundente de lo que sucede cuando los grandes estudios (en este caso Universal y Legendary) someten a realizadores, que tampoco cuentan con el talento necesario para lidiar con tal responsabilidad, con el fin de obtener películas de terror “aptas para todo público”. “Así en la Tierra como en el infierno” prometía ser una interesante visita a las tierras de Lucifer, pero lamentablemente terminó siendo un paseo turístico más del que, si pones voluntad, podes salir sin despeinarte. Un fracaso tan grande que tiene un descenso garantizado al infierno de lo peor del año. Si lo que buscas es una buena película de terror de los hermanos John y Drew Dowdle, te recomiendo la macabra “The Poughkeepsie Tapes”. Ahí vas a encontrar, también a modo “found footage”, una propuesta que te va a quitar el sueño.
John Erick Dowdle es un cineasta que viene buscando especializarse en cine de terror desde hace ya un tiempo. Sin embargo y a pesar de haber tener varios títulos en su haber (para muestra, hizo la segunda versión de "Rec" norteamericana, que se desvía de la española, "Quarantine"), no logra hacer pie en el género, más allá de que su carrera parezca en ascenso lento pero seguro. De hecho, está rodando "The Coup" con Pierce Brosnan y Owen Wilson... Lo cierto es que en esta oportunidad nos convoca un nuevo trabajo de Dowle (escrito junto a su hermano), enmarcado en el muy de moda, found footage, corriente en la cual es difícil destacarse e incluso, salir airoso. "As above, so below" parte de una premisa muy interesante a priori: el recorrido por las sinuosas e intrigantes catacumbas parisinas en las cuales, según parece, hay alrededor de 6 millones de personas enterradas y una gran cantidad de pasadizos subterráneos que albergan historias extrañas y montañas de huesos dentro de un sistema que marca calles y sectores como si fuera otra ciudad, pero debajo de la gran urbe. Este sistema de los mundos paralelos y opuesto, de alguna manera, es un punto central de la trama. Todo comienza cuando Scarlett (Perdita Weeks), una auténtica erudita en Simbología, Química, Alquimia y Arqueología, logra rescatar de su viaje a Irán, un material que le permite suponer que en París, se encuentra una piedra filosofal que puede transformar el estado de los elementos. Para poder dar con ella, según sus proyecciones, deberá contar con el apoyo de gente especializada en el tema, capaz de aceptar su propuesta de viaje debajo de la ciudad. Logra incorporar al equipo a George (Ben Feldman), quien es intérprete de arameo y conoce lo que Scarlett busca y a un pequeño grupo de guías, liderado por Papillon (Francois Civil), quienes se muestran como baqueanos en el tema, aunque haya cosas que estén lejos de manejar. Así es que el este grupo (con el inexpresivo Edwin Hodge haciendo de Benji, hombre-cámara que está encargado de los equipos de comunicaciones) deciende a las catacumbas parisinas en busca de la piedra (los guias, no. A ellos se les promete una suculenta recompensa, dado que desconocen lo que realmente guía la expedición. Todos equipados con cámaras, el viaje a las profundidades de esta auténtica ciudad debajo de París, deparará varias sorpresas, giros y presencias macabras, todo registrado por las cámaras "casuales" que llevan los protagonistas en sus cascos. No hay mucho más por agregar. La premisa es interesante pero el film ofrece una endeble estructura dramática, que provoca poco interés y hasta antipatía, por ser repetitiva y sin matices. Nunca termina por definir la gravedad de la búsqueda y la resolución del conflicto, es cuanto menos, pobre y sin imaginación. La protagónica (Weeks) entrega todo para llevar adelante la historia y parlotea sin cesar, dando explicaciones sobre jerogríficos, piedras, mecanismos, etc, sin darnos tiempo a procesar el miedo que ellos experimentan en dicha situación. Hay un clima de inestabilidad en la narración que nunca se termina de afirmar por la velocidad con la que se van dando los hechos. Los rubros técnicos tienen un tratamiento pobre (excepto los de la banda sonora, que cumplen) y no logran generar la atmósfera dantesca que esta historia deberia proponer. "Así en la tierra como en el infierno" ofrece para los fans, un clásico exponente del found footage que sólo dejará satisfechos a los incondicionales de la corriente. Para el resto, es sólo una buena idea que no encontró en el guión el sustento necesario para desarrollar un buen film. Regular. Y un poco menos también.
¿Se puede ser original en un género tan explorado como el terror? Este pareciera ser el gran interrogante que se esconde debajo de Así en la Tierra, como en el Infierno; nuevo opus de John Eric Dowdle (Cuarentena, La Reunión del Diablo). En noventa y tres minutos, el film lo intenta permanentemente; y lo hace con una vieja fórmula, tomar un poco de aquí y un poco de allá. En 2007 se conoció el film de Tomm Coker y David Elliot, Catacumbas, con Shannyn Sossamon y Pink en los protagónicos; un film muy, demasiado, parecido a este. Para quienes lo vieron imaginen si a esta premisa le agregamos Event Horizon, Esfera, Línea Mortal, El Proyecto Blair Witch, y Terror en Chernobyl… de todas esas ideas, Dowdle (también co-guionista), sacó un nuevo film que intenta parecer una nueva experiencia. Vayamos a su argumento, la protagonista es Scarlet Marlow (Perdita Weeks) una arqueóloga todo terreno, estudiante en posgrado, que además parece saberlo todo en criptografía y tener sabios conocimientos de química; y además es joven y linda. Durante un viaje a Oriente, la chica encuentra un elemento que atando cabos la llevará a las míticas catacumbas parisinas construidas en el Siglo XVIII cuando la ciudad del amor se vio tapada de cadáveres debido a una peste. Scarlet junta a un equipo variopinto (léase clichés de todo tipo) y se dirigen hacia las entrañas de París en busca de La Piedra Filosofal, que no es una roca en sí, sino una sustancia capaz de cambiar la estructura química de todo lo que entre en contacto con ella, en definitiva, puede transformar todo en oro. Pero como esto es una de terror Tomb Raider, una vez que se hallen en las catacumbas, rodeados de huesos, se encontrarán con algo desconocido, terrible, que les planteará desafíos psicólogicos que los irá llevando a la muerte. La cruza de estilos e ideas es bienvenida y aceptable, uno más o menos sabe qué es lo que puede llegar a pasar, pero el inconveniente es que Así en la Tierra, como en el Infierno es inferior a todos los films de los cuales toma algún detalle. Sabemos que los personajes secundarios en un film de horror son descartables, pero Dowdle no genera empatía tampoco con su heroína, un ser irritante y molesto que tiene la necesidad de hablarlo todo, y a cámara, porque, sí, estamos ante un nuevo exponente del found footage. La cámara es un poco menos movediza qyue en otros exponentes del subgénero, pero nuevamente, la credibilidad se pone en duda cuando se ven tomas imposibles de lograr con cámaras en mano, o se utiliza una banda sonora que da un buen clima pero que choca con el precepto de material encontrado. Algún susto es efectivo, y en la segunda mitad, cuando se acaban las explicaciones, pareciera querer remontar un poco, pero no, nunca termina de concretar algo que genere un genuino interés. Así en la Tierra, como en Infierno desaprovecha un buen ambiente de claustrofobia y algunos apuntes que la elevan de un resto; todo para hacer un film incapaz de eludir un solo lugar común o sortear “Las casualidades” del guión. Una lástima, por la premisa se esperaba algo más.
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Ni Dios ni el Diablo son los culpables Poco más, poco menos, todos los géneros cinematográficos tradicionales conforman una genealogía donde el producto derivativo es más la norma que la excepción. De esa historia de regurgitaciones han surgido películas malas, buenas y feas. Y también las obras maestras. Así en la Tierra como en el Infierno, cuarto largometraje de terror de John Erick Dowdle –quien había demostrado algo de ingenio para esos menesteres con su remozada versión en inglés de la española [Rec]: Cuarentena–, es un típico exponente del horror de bajo presupuesto contemporáneo, en el cual pueden rastrearse influencias, homenajes y pequeños (y no tanto) hurtos en prácticamente cada fotograma. Dejando de lado rispideces e incongruencias del guión (el espectador que gusta de hacer de policía de realismos y verosímiles puede darse una panzada abrumadora), el principal problema del film no es lo ya visto y oído, sino la mano que mece la cuna, la técnica del ilusionista que intenta hacer un viejo truco de magia como si fuera la primera vez... sin lograrlo.Así en la Tierra... encuentra a una bella y joven arqueóloga, Scarlett (la galesa Perdita Weeks), en busca de una roca símil Rosetta escondida en unas cavernas iraníes. Especialista asimismo en idiomas muertos y civilizaciones perdidas y salvada por un pelo de la expedición oriental, la aventurera parte hacia la Ciudad Luz en pos del siguiente objetivo: nada más y nada menos que la legendaria Piedra Filosofal, el Santo Grial de esa olvidada “ciencia” conocida como Alquimia. Los primeros cuarenta y cinco minutos de metraje, al tiempo que van sumándose los miembros de la expedición parisiense, recuerdan a El Código Da Vinci y relatos similares, aunque en más de una ocasión los descubrimientos de pistas y señales se asemejan más a un episodio algo tontolón de Scooby Doo.Luego de desenmascarar el punto de acceso ideal para ingresar a las famosas catacumbas de la ciudad –¡gracias al habitué de un boliche de moda!, tan cool como sólo un graffitero de una París cinematográfica puede serlo–, el sexteto se calza las camaritas de video en sus cascos antes de internarse en las profundidades de la tierra y dar paso al terror. En realidad, Así en la Tierra como en el Infierno está rodada y montada alla El proyecto Blair Witch de principio a fin, de modo tal que cada uno de sus planos es (teóricamente) un recorte de lo que ven directamente los personajes. Corridas, ausencia de luz, imágenes sugestivas, sonidos tenebrosos, riesgos de asfixia y muerte por derrumbes varios y la aparición triunfal de lo sobrenatural forman parte del eventual menú, que a esta altura parece más un puñado de snacks que una comida a la carta. Cuando las explicaciones de rigor ocupan el centro de atención, el guión echa mano al eterno y no necesariamente pagadero concepto de Culpa. Así, con mayúscula. Ni Dios ni el Diablo son los culpables.
Artilugios gastados Seis jóvenes recorren los tíneles secretos bajo París. Los hermanos Dowdle, John Erick y Drew, son una suerte de especialistas en ese subgénero de terror conocido como “filmación encontrada” (que tiene como título emblemático a El proyecto Blair Witch). La dupla de hermanos -John dirige, Drex produce y ambos escriben- se anotó en la misma lista con The Poughkeepsie Tapes (2007) y Cuarentena (2008), la remake hollywoodense de la española REC. Sin tener en cuenta que el recurso ya fue sobreexplotado durante todos estos años, ahora van por la tercera experiencia con Así en la Tierra como en el infierno. Con una mezcla del espíritu de Indiana Jones, Los Goonies y la mencionada El proyecto Blair Witch, aquí el toque original es la ambientación: las catacumbas de París, esa increíble red de túneles bajo la capital francesa donde descansan los huesos de seis millones de personas. Allí baja un equipo de seis aventureros en busca de la legendaria piedra filosofal que obsesionaba a los alquimistas. Entre los exploradores hay un camarógrafo que registra todo para un documental, pero no será el único punto de vista subjetivo: el casco de cada uno de ellos cuenta con una camarita GoPro, que por lo visto sirve para escrachar tanto a motochorros boquenses como a monstruos subterráneos. La novedad se termina en lo geográfico. Los demás ingredientes son los que pueblan este tipo de películas: ritmo frenético, gritos, respiraciones entrecortadas, pantalla en negro, corridas, apariciones pretendidamente espeluznantes. En fin: artilugios gastados. Pero lo peor del caso es que, además, resultan poco efectivos y por momentos llegan a causar gracia involuntariamente. La película termina pareciéndose a un recorrido por el querido Laberinto del Terror del Italpark de los ‘80: un monstruo por aquí, un fantasma unos metros más allá... y más risa que miedo a lo largo de todo el recorrido.
Inverosímil descenso al infierno El conocido formato del falso documental, con su cámara inestable y sus giros vertiginosos que tanto pueden generar intriga y angustia en el espectador como marearlo o producirle náuseas, encuentra aquí un escenario especialmente favorable para el terror: el de los antiguos pasillos subterráneos de piedra conocidos como las catacumbas de la capital francesa, donde yacen los restos de millones de parisinos. A esa macabra y ambiciosa expedición (en busca de la piedra filosofal) nos conducen una especie de Lara Croft arqueóloga, temeraria y obstinada, y su improvisado equipo de aventureros que emprenderán el obligado, trabajoso y macabro descenso colmado de peligros. Hay sobresaltos varios, un elenco pasable y torpes pretextos psicológicos, pero también risas involuntarias y poco para tomar en serio, aunque el ritmo es sostenido.
Antes que terror, estas catacumbas producen mareo El formato "found footage" no es lo que arruina algo que podría haber sido un buen film de terroríficas aventuras subterráneas. El problema es que el guión no logra manejar bien los tiempos narrativos, provocando que algunas partes de la historia estén contadas con una lentitud pasmosa, sobre todo al principio, mientras otras se aceleran de manera absurda, sobre todo hacia el final. El director John Erick Dowdle, responsable de "Cuarentena", la eficaz remake hollywoodense de "Rec", se ocupa del falso documental de una científica obsesionada en la búsqueda de la piedra filosofal, que según algunas claves encontradas en Irán, se hallaría en lo más profundo de las catacumbas parisinas. La arqueóloga, interpretada con enorme dinamismo por Perdita Weeks, logra un equipo de marginales que se conocen esas catacumbas al dedillo, más un traductor y un documentalista que no deja de estar aterrorizado desde que entra al primer túnel. Al principio, durante demasiado rato, esto es más una especie de película de aventuras urbanas que un film de terror, ya que para que algo empiece a asustar al espectador pasa un buen rato. Luego, el guión aprovecha los siniestros decorados para desplegar algunos buenos trucos de terror psicológico salidos de la "Dimensión Desconocida", como teléfonos que suenan en lo más profundo y abandonado de las catacumbas , o pasajes que enfrentan a los que se atreven a recorrerlos con sus culpas y temores mas íntimos. El estilo de documental con una cámara en cada explorador hace que todas las imágenes sean movedizas y confusas al máximo, por lo que por momentos se vuelve totalmente insoportable ver una película que, con un formato tradicional, hubiera estado más o menos pasable, aunque para terrores subterráneos hay muchos films mejores.
La excusa es buscar la piedra filosofal que obsesionó a los alquimistas. De miedo y claustrofobia.
El found footage está tan gastado a esta altura del partido que hace años dejó de ser una novedad y se convirtió en una suerte de norma. Ya no es un recurso de cineastas debutantes a la hora de filmar terror realista de bajo presupuesto, sino una estrategia comercial de estudios que ven en esto la posibilidad de entregar propuestas económicas que logran ganancias exponenciales en la taquilla mundial. Previo a The Blair Witch Project (1999) se contaban con los dedos de una mano los trabajos que se valían de él, no obstante en estos últimos 15 años deben haberse estrenado unos 50 títulos que lo utilizaron. Ya ni siquiera importa que alguien encuentre el "metraje encontrado", lo que se necesita es variar un poco la premisa –exorcismos, fantasmas, el horror de turno- y mostrar los eventos en la forma más real y barata posible. Y tras una presentación prometedora, en eso cae As Above, So Below. Una traducción literal sería "así como es arriba, es abajo", lo cual como título tiene un impacto mucho menor que el elegido por la distribuidora local con Así en la Tierra como en el Infierno. Es interesante la primera interpretación, la de los realizadores, que se sostiene en el principio de correspondencia del Kybalión, un documento que resume las enseñanzas del Hermetismo. Esta tradición filosófica muy apoyada en la alquimia supone una fuerte base a partir de la cual se pone en acción este film, que atrapa por la extrañeza en su planteo. Fuera de Paulo Coehlo o la primera Harry Potter, no es mucho lo que uno conoce de Nicolas Flamel y la piedra filosofal, por lo que una búsqueda arqueológica en suelo francés se ve a todas luces como algo diferente. El problema se da con la interpretación que da uno como espectador… Así como es arriba, no es abajo. En la búsqueda de la sustancia legendaria capaz de convertir a los metales corrientes en oro, la película lleva a su equipo de protagonistas a un viaje por las catacumbas de París. Este cementerio, una red subterránea de túneles, es el escenario elegido por los hermanos Drew y John Erick Dowdle para que la historia se desarrolle. Lamentablemente desaprovechan la original locación y premisa para poner en marcha todos los clichés del género que tienen a disposición. Mientras la partida de la hermosa Scarlett (Perdita Weeks) se adentra más en las profundidades de lo desconocido, el público se ve rodeado de un terreno anodinamente familiar. Los Dowdle han sido una suerte de "pioneros" en esta nueva ola del found footage. Tenían lista The Poughkeepsie Tapes meses antes que Paranormal Activity fuera lanzada -aunque MGM decidió no estrenarla cuando estaba a semanas de hacerlo y aún no vio la luz en forma oficial-, lo cual les dio la posibilidad de encargarse de Quarantine, la remake de [REC]. Al igual que con Devil, la publicitada película del 2010 que provenía de una historia de M. Night Shyamalan, lo que aquí presentan es una premisa prometedora que poco a poco pierde el rumbo y que, al hallarse extraviada, encuentra confort en replicar todos los lugares comunes que puede. Todo el fundamento histórico, filosófico y religioso de la primera parte se malgasta durante el desarrollo y el tercer acto, donde pierde credibilidad con cada cuestionable decisión que la dupla toma, al punto de generar situaciones verdaderamente irrisorias. Si tan solo lo de abajo hubiera sido como lo de arriba...
ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL INFIERNO nos lleva hasta los kilómetros y kilómetros de las tortuosas catacumbas que hay bajo las calles de París, allí un grupo de exploradores se aventura entre los cientos de miles de huesos sin catalogar que ocupan el laberinto y acaban descubriendo cuál era la verdadera función de esta ciudad de los muertos. El recorrido se convierte en un viaje al corazón del terror. Nueva exponente del subgénero "metraje encontrado" que cuenta a su favor con el ámbito terrorífico de las catacumbas, un escenario digno de las mejores cintas de horror. Un ejercicio fílmico sobre la claustrofobia, que logra atrapar, y nunca deja de ser tan intenso como escalofriante. Suspenso, sangre y sustos.
El cine de terror está en cualquiera. Sale mucho el found footage, exorcismos a lo loco, la secuela, la precuela, la remake y otras formas de caretear la falta imaginación que no se me estarían ocurriendo. Debo decir, lamentablemente, que ésta película no es la excepción. Así en la Tierra, Como en el Infierno (As Above, So Below) es una película muy chorra. La cosa es así: Scarlett es una minita insoportable. Ella es arqueóloga, bióloga, antropóloga, con un master en alquimia y no sé qué goma más, habla 27 idiomas y todo esto lo logró en unos 25 años de vida. Ésta pibita flashea que es Indiana Jones y está obsesionada con encontrar el Santo Grial. Para cumplir con su misión debe aventurarse en lugares re turbios y re peligrosos, pero no puede hacerlo sola. Es por eso que en el camino va reclutando a unos pobres boludos/exploradores que se la tienen que fumar para adentrarse en las catacumbas de París y encontrar el Grial; y, de paso cañazo, – habilítame un violín de fondo por favor – darle un cierre a la investigación a la que su difunto padre dedicó su vida. Algo que es muy importante de destacar es que todo lo que estamos viendo está siendo grabado con – preparate eh, que te tiro magia – las cámaras en mano que tienen todos estos gomas. El fuckin’ found footage ataca de nuevo. La película oscila entre secuencias a lo Indiana Jones y otras muy Proyecto Blair Witch y todas las Actividades Paranormales de este mundo. Vale mencionar que hay un momento medio Código Da Vinci en el cual dos seres de este film deben descifrar unos mensajes que están ocultos y encriptados en unos grabados que adornan las paredes de una catedral francesa milenaria. Así en la Tierra, Como en el Infierno oscila entre secuencias a lo Indiana Jones y otras muy Proyecto Blair Witch y todas las Actividades Paranormales. La onda se pone claustrofóbica cuando Scarlett y sus amigos se meten bajo tierra y, por supuesto, se pierden. Mucho túnel sin salida, espacios estrechísimos (mi culo por ahí seguro que no pasa), pinta la falta de aire, se derrumban unas paredes…situaciones muy similares y hasta casi iguales a las de El Descenso (The Descent). Eventualmente estos Goonies empiezan a espichar gracias a unos Caspers surrealistas que andan por ahí dando vueltas hasta que, de repente, Scarlett descubre cosas re místicas y los que quedan la zafan. Es así como se te pasaron 93 minutos muy preciados de tu vida en los cuales podrías haber hecho cosas más productivas, como por ejemplo, rascarte tus partes pudendas.
Claustrofobia con cámara en mano Una vez más llega a la pantalla otra película de terror narrada en forma de documental. Scarlett (Perdita Weeks) es una arqueóloga obsesionada con encontrar la piedra filosofal, por lo que ha recorrido medio mundo y atravesado toda clase de aventuras para encontrar datos que finalmente la dirigen a las catacumbas que se encuentran debajo de la ciudad de París. Allí se dirige con su documentalista, tres "guías" franceses a los que encuentra en una especie de fiesta gótica y que se dedican a llevar turistas por esos oscuros y tétricos laberintos; y finalmente completa el equipo otro arqueólogo, amigo de la protagonista, cuyos conocimientos de arameo son fundamentales para la misión, pero que ha tenido malas experiencias trabajando con Scarlett. El ecléctico equipo se sumerge en las catacumbas a través de una entrada no oficial, y guiados por los tres franceses comienzan a recorrer la laberíntica y lúgubre zona llena de huesos, encontrando antiguos escritos en las piedras que los guían hacia zonas cada vez más profundas. No pasa mucho tiempo hasta que la expedición arqueológica deja de ser tal y los sucesos sobrenaturales comienzan: apariciones, sangre, y todo tipo de estruendosos accidentes de alto impacto registrados por las cámaras que llevan en sus cascos. Aparentemente el equipo se está acercando demasiado a las puertas del infierno, y salir de allí les va a costar bastante. La película maneja la misma estética y dinamismo de otras historias similares que aún sacan provecho de "The Blair Witch Project". Pese a los bruscos movimientos de las cámaras la historia está bien filmada, las locaciones parisinas le dan un toque interesante, y el recorrido por las catacumbas logra una sensación no apta para espectadores claustrofóbicos; pero la historia llena de lugares comunes del género no logra despertar interés, el miedo está construido a base de impacto, sobre un guión que parece un "copy-paste" de otras tantas historias similares.
Purgatorio en vida. A quienes no les haya quedado demasiado claro para qué servía la famosa ‘Piedra Filosofal’ que inauguró la saga de Harry Potter, pueden consultar a la licenciada Scarlett (Perdita Weeks), una joven que sin haber siquiera alcanzado los 30 años ya tiene desde doctorados en alquimia, arqueología y química, hasta especialidades en numerosos idiomas, incluidas dos lenguas muertas. Una inglesa proveniente de una familia de estudiosos obsesivos, cuyo padre murió en confusas circunstancias vinculadas al desequilibrio mental. As Above, So Below Al comenzar la película, la joven Indiana Jones se encuentra en Irán y luego se trasladará a París con el objetivo de hallar la respuesta final a tantos misterios que le fueron inculcados. Para ello, se inmiscuirá junto a un diverso grupo de chicos (un viejo amigo traductor de arameo, un camarógrafo y otros tres desconocidos) en una aventura por las catacumbas de la ciudad. Sí, esos cementerios que datan de la era romana y que consisten en infinitos túneles y cuartos subterráneos en donde yacen los restos de millones de personas, que son custodiados por guardias especiales. Claro que los protagonistas ingresarán de forma ilegal y no en tour guiado como es debido, gracias a que existen accesos a través de las alcantarillas o del metro. Ben Feldman i As Above, So Below La gran obsesión de Scarlett es Nicolas Flamel, un rabino francés del Siglo XIV a quien se atribuyó la posesión de la mítica roca que puede proveer oro e inmortalidad. En cuanto nos metemos en los claustrofóbicos pasillos sin salida del laberinto enterrado, ya no hay lugar para el arrepentimiento; listos o no, los seis implicados deberán arrastrarse sobre huesos, comer tierra, lastimarse feo, caminar con el agua hasta la cintura y hasta toparse con otros seres que no estamos seguros a qué mundo pertenecen. El Sistema Solar, Copérnico, las puertas del infierno, los dioses egipcios, y más elementos pertenecientes a la historia, formarán parte del complicado guión. Pero sólo en ese aspecto, porque sabemos bien que las películas hechas bajo la técnica del ‘Found footage’ (Metraje encontrado) presentan patrones que se repiten una y otra vez en sus distintas versiones. Un claro ejemplo es saber quiénes son los elegidos para morir primero y esperar con tiempo de sobra los típicos sobresaltos que siempre agarran desprevenido a alguien. 8H89_D009_00131_RV2_CROP Cuando se cava hondo, lo que sale a la luz no suele ser muy bueno; allá abajo siempre suceden cosas raras, y en este caso particular, se relaciona con la vida privada de cada uno de los personajes. Es en esa línea que se darán los momentos menos inteligentes de la trama. El plus lo hallamos en su producción, ya que el rodaje fue llevado a cabo en las mismísimas catacumbas. Esperemos que estén todos a salvo y nadie termine como en El Exorcista (1973). La moraleja es que meterse con lo desconocido siempre será una señal de mal augurio, en especial si vas a amigarte con esos cuentos sobre criptas decoradas con restos de osamenta humana desde aproximadamente el año 1700. A mí me encanta la historia y los misterios que guarda bajo llave, pero por si acaso ya taché de mi lista esta visita turística como algo pendiente… Después de todo, el ser humano tiende a buscar el acceso a las arpas del Cielo y no a las llamas del infierno.
Alicia en el país de las pesadillas Todavía las páginas de Internet conservan un rubro destinado a los juegos de misterios. Son aventuras gráficas en las que se debe resolver un enigma con la ayuda de diferentes instrumentos y mensajes crípticos que uno encuentra en el camino. Así en la tierra como en el infierno tiene la estructura de ese tipo de juegos. Tanto en el desarrollo como en la resolución, hay una apuesta al ingenio, al conocimiento y a la erudición como los mejores guías para moverse a través del laberinto de las catacumbas de París que son asimiladas al infierno. Toda la aventura es promovida por Scarlett (Perdita Weeks), una joven antropóloga dispuesta a develar el misterio de la alquimia que obsesionaba a su padre: la piedra filosofal. En esa búsqueda de un equivalente material de la realidad espiritual, embarca a un grupo de veinteañeros que la siguen por distintos motivos (desde el amor hasta la ambición). El guionista y director es John Erik Dowdle, quien había dirigido la fallida versión norteamericana de Rec, titulada Cuarentena. Más allá de aquel fracaso, es obvio que se quedó con las ganas de contar una buena historia a través de cámaras personales y sin banda sonora que subrayara los momentos de tensión. Por fortuna, puede decirse que esta vez lo logró. Hizo una película que es el cruce improbable de El código Da Vinci y El proyecto Blair Witch. Como en la primera, hay una simbología que puede remitir, con una erudición de Wikipedia, al infierno de Dante, al Apocalipsis de San Juan o a la tradición alquímica. Y como en la segunda, el principal instrumento dramático son las cámaras, no los actores y muchos menos la relación entre ellos. Ambiciosa y económica a la vez, Así en la tierra... presenta como heroína, en la figura de Scarlett, a una especie de Alicia en el país de las pesadillas, siempre dispuesta a dar un paso más hacia en la dirección del peligro, porque está convencida de que la única salida es seguir avanzando.
El tren esotérico La cantinela se escucha cada tanto: vivimos en una época en la que no se cree en nada. ¿Es así? Lo cierto es que en nuestro presunto mundo secularizado, escéptico y virtual, se cree de todo. ¿No es así como puede explicarse la explotación del terror esotérico en el cine para la población juvenil globalizada? El terror esotérico está de moda y afirma subrepticiamente la existencia de un mundo suprasensible. La hija de un famoso historiador de inclinaciones esotéricas, arqueóloga y especialista en simbología, decide cumplir el sueño de su padre: encontrar la pidra filosofal. Tras una viaje clandestino en Irán, Scarlett consigue rescatar (y luego descifrar con la ayuda de un amigo que lee arameo) un códice inscripto en una roca en donde se pueden hallar las coordenadas de la ubicación de la famosa piedra idolatrada por los alquimistas. El lugar elegido podría haber sido el Uritorco, pero el destino será europeo: las catacumbas de París. Guiados por un parisino que conoce muy bien los laberintos secretos de las cuevas subterráneas, Scarlett, su ex, dos ayudantes y el camarógrafo de un documental que sigue a la heroína en todas sus aventuras se toparán paulatinamente con dementes, fantasmas desconocidos y conocidos, cadáveres de templarios, incluso hasta se cruzarán con un coro de mujeres que ensaya música sacra entre las osamentas. El ultramundo no está tan lejos, y el camino al infierno remite bastante a un paseo por un tren fantasma pero en clave real. John Erick Dowdle, el responsable de la interesante Cuarentena, vuelve aquí a repetir los procedimientos formales de esa buena película, pero además sortea una barrera conceptual que aquella no transgredía: aquí el horror deja de ser solamente físico para devenir metafísico. Es así que el horror físico, propiciado por el ingreso a un cementerio vetusto y asfixiante (relativamente bien transmitido por la cámara semisubjetiva que pretende coincidir con el registro del documental que se está filmando, aunque este punto de vista resulta demasiado caprichoso cuando es el que sostiene la totalidad de la película), es fagocitado por efectos visuales que tienen que dar cuenta de la existencia de espectros y entidades malignas. La premisa argumental es tan infantil que el mero recuerdo de Harry Potter transforma a la saga del pibe de la varita en un pico hollywoodense de lucidez iniciática acerca del esoterismo gnóstico. Lo único rescatable de Así en la tierra, como en el infierno es la ausencia total de música ambiental y un trabajo sonoro más que interesante, al menos en dos pasajes en los que el miedo, más que asociarse a la vista, se experimenta con los tímpanos.
Crítica emitida por radio.
La idea es interesante, todo con cámara en mano, hay material de archivo, lugares oscuros, personajes extraños, varios clichés típicos de los clásicos de terror, situaciones sobrenaturales y de claustrofobia, mantiene el suspenso y la tensión, acompaña un muy buen sonido y los sobresaltos.
Cuesta abajo Scarlett, una investigadora inglesa (Perdita Weeks), está convencida de que la legendaria piedra filosofal se esconde en las catacumbas de París. Así que la investigadora arma un equipo junto a su ex novio George, su amigo Benji, un guía francés llamado Papillon y dos asistentes. No bien llega el equipo al lugar, con linternas y GoPro (sí, es otro film found footage), estalla una bomba de humo y todos caen, incluso George, que prefería quedarse. Así arranca la expedición, en el primer subsuelo de las catacumbas, pero después la troupe se cruza con los cánticos de una secta, con la secta (obviamente fantasmagórica), con un teléfono viejo, tipo Siemens, que no para de sonar y cuando Scarlett atiende le habla una voz que dice conocerla. Y pese a todo, la troupe avanza (o, en este caso, desciende). Un vicio recurrente de los recientes films de terror, particularmente los que usan la técnica narrativa found footage, que crece en forma geométrica, es la idea de que los personajes siguen adelante incólumes, sin ninguna explicación racional, lo que muestra a las claras la influencia del videogame. El resultado es que films como este no causan terror, sino la sensación de estar expuestos a un (mal) experimento.
Un Infierno fílmico Así en la Tierra, como en el Infierno, el estreno que nos ocupa esta semana, demuestra por qué a veces una fórmula (y no hablamos de la alquimia que sobrevuela como tópico durante todo el film) puede avasallar una historia que, quizá con otro planteo, habría sido mínimamente interesante. Lo que hace John Erick Dowdle, que naufraga en el terror con películas flojas, donde la única que se destaca es la prácticamente desconocida The Poughkeepsie tapes, y quien además tiene el dudoso honor de haber realizado la floja remake de [REC], es utilizar el found footage para aburrirnos con la excusa de templarios, la piedra filosofal, mitología cristiana y egipcia, y un toque de chamuyo. Por supuesto, logra algunos sustos, pero quizá lo flojo de la trama y la composición de los personajes es lo que nos lleve, más que con otras películas del subgénero, a preguntarnos y cuestionar la forma en que se plantea la película desde lo formal. Y ahí sí, hace agua por todos lados. La historia tiene en el centro del relato a Scarlett (Perdita Weeks), una joven arqueóloga que, al igual que Lara Croft, la voluptuosa heroína de los videojuegos, es ágil, bella, inteligente e incluso tiene un tema paterno que la atosiga. Valiente, se interna hasta el más profundo de los calabozos para buscar aquello que necesita para continuar su carrera en la investigación que ronda en torno a la Piedra Filosofal, misterio por el cual también estuvo obsesionado su padre. Todas sus investigaciones apuntan a la figura de Nicolás Flamel (en síntesis, una figura de la alquimia que tiene mucho de leyenda) y su antigua morada, donde podrían encontrarse los restos de la ansiada piedra. Por lo tanto, se dirige a lo más profundo de las catacumbas de París, donde cree que puede hallar una cámara secreta que la lleve a resolver el asunto. Obviamente es un lugar misterioso al que nadie sabe cómo llegar o, los que han llegado, han muerto en el intento de volver. Para ello se unen a su expedición un documentalista del suceso, Benji (Edwin Hodge), y un traductor de arameo, George (Ben Feldman). Luego también se suma una pandilla de franceses que conocen y exploran las catacumbas buscando quién-sabe-qué cosa (la película tampoco es demasiado clara al respecto, ya que aparentemente no creían en un posible tesoro hasta que lo encuentran) y ayudan a la protagonista en su investigación. Cómo se internan en las profundidades de este infierno y descubren que nada será fácil allí, es de lo que va este film. Como en toda película que se precie de ser found footage, hay un juego de cámara subjetiva constante, por lo general en mano, que da la impresión de que nos encontramos en la acción y se pretende “invisibilizar” el artificio para lograr la inmersión del espectador. La trama en este caso es tan débil que nos permite observar que el documento que se está realizando de la acción es un enorme absurdo: no entendemos por qué el pobre Benji documenta una búsqueda que bien puede ser infructuosa, si acaso es un trabajo universitario o alguna cuestión voyeurista; se plantea un juego de plano/contraplano que abre diálogos virtualmente imposibles y arbitrarios si se respetara el punto de vista; y no comprendemos por qué los personajes parecen explicar lo que, de alguna manera, ya saben, mientras la cámara describe momentos íntimos que estarían fuera de lugar en cualquier documento académico. Este último punto tiene además un daño colateral: lleva a diálogos terribles que sólo se esquiparan a la desastrosa actuación de algunos de los inertes actores. La palma se la lleva François Civil y su tímida reacción tras la muerte de su novia/amante/lo-que-sea, pero hay momentos donde el pánico o el extrañamiento parecen un elemento inexistente para nuestros personajes. Esto también arruina lo poco de bueno que tiene la película a través de algunos climas sofocantes o el estremecimiento que pueden provocar algunos de sus pasajes. Por si fuera poco, el final aleccionador y el pobre desarrollo con el que se llega a la huida desesperante de las catacumbas, hace completamente ridículo cierto poder con el que carga la protagonista hacia la última etapa del relato. En todo caso, los pocos sustos de Así en la Tierra, como en el Infierno pueden llegar a valer la entrada, pero una vez que entendemos e intentamos ponernos en la piel de los personajes, cada una de las premisas del relato se derrumba, dejándonos la magra sensación de que sólo hemos visto una mezcla mal hecha entre El descenso y Actividad paranormal.
Un título que no rompe los moldes pero entretiene lo suficiente. A esta altura del partido el cine de terror no depara muchas sorpresas, o por lo menos aquel producido por los grandes estudios. Si alguien busca originalidad o densidad psicológica uno suele virar hacia las producciones de menor presupuesto. Los estudios se dan por servidos si tienen uno o dos sobresaltos en el metraje, lo que es el caso de Así en la Tierra como en el Infierno. Event Horizon en las catacumbas parisinas La Dra. Scarlett Marlowe, una joven que tiene en títulos lo que El Señor de los Anillos en Oscares, llega a París junto a un camarógrafo para buscar la piedra filosofal (si tiene algo que ver con la de Harry Potter no tengo idea) siguiendo las notas de su padre, quien falleció por su propia mano recientemente. En París se encuentra con George, un colega científico, y comienzan a seguir una serie de pistas que, para hacer corta una historia larga, les hacen llegar a la conclusión que la piedra en cuestión se encuentra debajo de ellos en las Catacumbas de París. Las complicaciones surgirán cuando se adentren en las mismas y a los protagonistas se les empiecen a aparecer símbolos, y hasta incluso fantasmas vinculados con transgresiones personales que atormentan a los protagonistas. Si tuviera que definir esta peli en pocas palabras sería “Event Horizon en las catacumbas parisinas”. Porque esencialmente es lo mismo: Un grupo de personas en busca de averiguar algo se meten a una localización maldita que les manifiesta sus miedos personales. Cambiá la nave espacial por las catacumbas y tenés casi la misma película. Esta es una peli que tiene alguna que otra situación predecible que me haría decir que no pasa el filtro de un cinéfilo extremo, sobre todo si ese cinéfilo es asiduo consumidor del cine de Terror. Ahora bien, y yendo a lo concreto, la peli entretiene y te saca un susto o dos, aunque espera recién al tercer acto para empezar a hacer caer a los fiambres. Un found footage que no se la juega Hoy por hoy 4 de cada 5 películas de terror son de found footage (o sea que los hechos de la película son una filmación amateur hecha por los propios protagonistas en vez de una puesta en escena tradicional) como Cloverfield o The Blair Witch Project. Así en la Tierra como en el Infierno se sube a este tren, pero no se la juega. Con esto quiero decir que aparte de la cámara per se que filma los hechos, a cada protagonista le instalan una camarita alrededor de la cabeza. Si bien esto no es inverosímil por el auge de las Go Pro, la gracia de este tipo de películas es que la limitación de las opciones de montaje no es sólo parte del desafío, sino decir del verosímil de hacer sentir a estas películas como algo realista. ¿Entorpece la narración? No, pero me parece una picardía. Conclusión Así en la Tierra como en el Infierno no va a pasar el filtro de un espectador exigente, pero es una peli entretenida que si no tenés mayores pretensiones, si querés pasar el rato, la podes llegar a disfrutar. No rompe los moldes pero es llevadera.
Así en la tierra como en el infierno de John Erick Dowdle, director de la remake norteamericana de Devil, aquella película de terror que contó con el guión de M. Night Shyamalan. Tuvo un exitoso paso por Sitges y acá se encargó de abrir el Buenos Aires Rojo Sangre. Así en la tierra como en el infierno se vale del famoso y muy de moda foundfootage para contar la historia de Scarlett, una joven culta y curiosa que necesitar encontrar lo que su padre tanto buscó, aunque esa búsqueda lo haya llevado a la locura. Tras los pasos de Nicholas Flamel y especialmente de su piedra filosofal, es que llega con unos amigos y otras personas del lugar expertas en meterse en lugares que no deben, a las famosas catacumbas de París. No apta para claustrofóbicos, en esta película los protagonistas se van introduciendo cada vez más en las profundidades de este lugar desconocido, al punto de encontrarse con situaciones sobrenaturales y verse obligados a enfrentar sus más ocultos temores.