Con el recurso del "archivo encontrado" e imágenes grabadas de manera enloquecida por los personajes, la secuela del film de 1999, sigue los pasos del material original y agrega el uso de tecnología. Hay sobresaltos y tensión en primer plano. El proyecto Blair Witch, la película de 1999 que utilizó el recurso del "archivo encontrado" con imágenes grabadas de manera enloquecida por los personajes, dejó su huella en el cine de terror de bajo presupuesto. Tuvo una olvidable segunda parte, El libro de las sombras: Blair Witch 2, con una historia que no conectaba con la original. Y ahora es el turno de Blair Witch-La Bruja de Blair, la secuela directa dirigida por Adam Wingard -nueva promesa del género luego de VHS, El ABC de la muerte y Cacería macabra, su film más logrado-, y el guión de su habitual colaborador Simon Barrett, quienes crearon una película similar para seguir la fórmula que funcionó exitosamente hace diecisiete años. Un grupo de amigos, encabezado por James -James Allen McCune-, decide adentrarse en los bosques Black Hills, de Maryland, para intentar descubrir lo que ocurrió con su hermana desaparecida y relacionada con la leyenda de la bruja de Blair Es cierto que quien pega primero, pega dos veces, y el material que los responsables tiene entre manos continúa con la atmósfera pesadillesca de la anterior, agregando el uso de la tecnología: un drone con una cámara que registra desde al aire lo que sucede con los incautos en el bosque siniestro. Al film le juega en contra el paso del tiempo, ya que muchas películas fueron realizadas con la grabación de cámara en mano, pero el director se las ingenia para mantener la tensión a lo largo de casi noventa minutos. Preocupado por crear una atmósfera terrorífica repleta de sobresaltos y desconcierto, Wingard se apoya también en los sonidos y quejidos que vienen de las entrañas del bosque, dejando para el desenlace lo más impactante de la historia, que muestra un poco más que el film dirigido por Eduardo Sánchez y Daniel Myrick, quienes ofician aquí como productores. Si bien el suceso del film original se basó en la exposición viral y en la manera de vender un producto que muchos creyeron "verdadero", acá el secreto ya se conoce. Primerísimos primeros planos, una herida que empeora en el pie de una de las protagonistas, carpas expuestas a los tormentos que vienen de la oscuridad y una casa que encierra algo diabólico, son los nuevos sustos que entrega esta versión 2016.
La bruja que no asusta Hace unos años, un film de género revolucionó los cánones de la industria por varios motivos: su bajo presupuesto por un lado, y su innovadora campaña publicitaria, previa al lanzamiento, que incluyó la generación de un mito alrededor de ella. El proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999) de los debutantes Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, estremeció a las audiencias con su falso registro documental sobre una bruja que habita en el Black Hill Forest en Maryland y la desaparición de los tres jóvenes que “supuestamente” filmaron su ingreso en el bosque. Si bien el film contó con una “apócrifa” secuela, no reconocida hoy como tal, es Blair Witch La bruja de Blair (Blair Witch, 2016) la continuación de la historia, que en esta oportunidad se centra en el familiar de una de las víctimas y sus desesperados intentos por comprender qué fue aquello que realmente pasó y terminó con la desaparición de Heather, su hermana, hace más de 15 años. La historia de la secuela no difiere mucho de la original: un grupo de jóvenes se mete en el bosque para encontrar respuestas sobre el mito de la bruja de Blair y las víctimas que hasta el momento se fue cobrando. La llegada al lugar será, leyes del género mediante, un tanto accidentada: Una joven se lastima un pie, otra pierde el control sobre un drone que iba a ser usado para capturar tomas aéreas, y otro es sorprendido por pequeños símbolos vudú que anuncian la llegada del mal al lugar. Con el correr de las horas los dos lugareños desaparecen por algunas diferencias con el equipo y el miedo se apodera del improvisado campamento al escuchar sonidos que, supuestamente, no corresponden a ser vivo alguno. Así, durante toda su primera etapa, el film busca construir una crónica en imágenes de la llegada de los jóvenes al supuesto lugar en donde otrora estaba emplazada la vivienda en la que la bruja de Blair recibía sus sacrificios, mientras que en la segunda se enfoca en la confusa relación de los jóvenes con los hechos que comienzan a desencadenarse. En esta oportunidad, bajo la dirección del experimentado Adam Wingard, quien supo dar algunas joyas en su carrera como Cacería macabra (You Are the Next, 2011) ó Las crónicas del miedo (V/H/S/, 2012), la película gana en cuanto a verosimilitud sobre el actuar de los jóvenes y su relación con el registro de las imágenes, ya que si en la primera todo acontecía a partir de la simple grabación en cinta de VHS, acá la utilización de tecnología (con la posibilidad de visión nocturna, o el registro con pequeñas cámaras ubicadas en audífonos), hace que todo el tiempo la subjetividad de las escenas vaya cambiando entre los protagonistas. Pero aquello que gana en calidad de registro Blair Witch La bruja de Blair lo pierde en calidad de relato, y excepto en su tramo final donde todo se precipita, nada suma a esta puesta al día de la historia. Si Blair Witch La bruja de Blair es vista por espectadores que no conocen el film precedente, tal vez sea disfrutada en plan de sábado a la noche, pero si como uno se toma la referencia previa, esta propuesta termina por ser un producto cargado de equívocos y fallas que no está a la altura del original que supo, con muy poco presupuesto, repercutir en la taquilla.
En 1999 con el estreno de “El Proyecto Blair Witch” se hizo extremadamente popular una manera de hacer cine que comenzó muchos años atrás con “Cannibal Holocaust” (1980): el terror con cámara en mano, o found footage. Fue tanta la revolución que se creó alrededor de este filme que distintos directores trataron de imitar lo logrado por la cinta original, algunos con éxito (“REC”, por ejemplo) y muchísimos otros que se repitieron a sí mismos. En el 2000 se estrenó su secuela, titulada “Book of Shadows“, película que rápidamente y por mérito propio pasó al olvido. 17 años después del estreno original llega a las pantallas del mundo su verdadera segunda parte y, pese a sus problemas, le regala algunos auténticos sustos al espectador.
La bruja ha vuelto El proyecto de la bruja de Blair (1999) quizás sea una de las mejores películas de horror con el formato “Found Footgate”, que se refiere a las escenas de la ficción develadas al público como material real. Casi siempre, este material termina por ser una vieja cinta encontrada en un sótano o altillo, y desde ese punto de partida comienza una historia de investigación y suspenso, como ya las conocemos. En este caso, La bruja de Blair (2016) se muestra como una secuela de la película original del ´99, y plantea la búsqueda de respuestas por parte de James Donahue, hermano de la desaparecida Heather en aquel año. James todavía sufre la pérdida de su hermana y ya en la universidad plantea junto con un grupo de amigos ir a investigar el famoso bosque de Black Hills para encontrar alguna pista de Heather. Los cuatro amigos, fuertemente equipados con la última tecnología de GPS y cámaras, se adentrarán en el bosque para descubrir qué pasó realmente.
El infierno contraataca Pasaron veinte años y aquella película catalogada como found footage, casi la única que sentó precedentes en este subgénero, sigue intacta; no ha envejecido nada. O al menos esa es la impresión. Copiada millones de veces, odiada y amada, El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999) es todo un ícono del terror de fines de los años 90. Fue novedoso acompañar en la pantalla grande a aquellos tres estudiantes curiosos por investigar una gran leyenda que poco a poco se fue haciendo cada vez más potente en su relato. La anécdota de la bruja del pueblo iba creciendo a medida que la tensión aumentaba en el film, sin necesidad de mostrar más nada que tan sólo los pasos de los jóvenes exploradores avanzando por el bosque, las hojas verdes y el sonido de su respiración agitada. Todo era sugestión. Han pasado veinte años también desde que Heather, la hermana de James, y sus dos compañeros desaparecieron dentro del bosque de Black Hills, dejando un sólo rastro: la cámara que retrató los espantosos momentos en que, supuestamente, algo o alguien los perseguía. Ahora James y sus amigos se aventuran en los mismos bosques con un dron, un GPS y varias cámaras más. Como era de esperarse, a esta tercera parte dirigida por Adam Wingard (a cargo de segmentos de V/H/S/ y V/H/S/2, y responsable de Cacería Macabra) se le adosan elementos que intentan ser novedosos: más y mejor tecnología, nuevas -y muy exageradas- manifestaciones de la bruja para incrementar aun más el miedo, y alguna que otra vuelta de tuerca. Todos estos recursos atraen en un primer momento, pero luego se convierten en pura inverisimilitud. Cabe destacar que en este género existe una línea muy delgada entre lo que está bien hecho y lo ridículo. El film de Wingard coquetea todo el tiempo con este aspecto. Luego de la segunda película de esta trilogía (El Libro de las Sombras: El Proyecto Blair Witch 2, un sinsentido dirigido por Joe Berlinger), ya resultaba impensado superar a la primera entrega, llena de intriga, tensión, y que jugaba con la mente del espectador. En una época en la que el terror aun es bastardeado tanto por cineastas como por el público, El Proyecto Blair Witch sigue siendo inalcanzable y toda una joya para atesorar en la videoteca. Vale la pena quedarse con el feliz recuerdo de una película provocadora y efectiva para su tiempo, que causó estupor y dudas en el público, que mirar de nuevo la misma historia -ahora más “lavada”-, que sólo consigue que la primera se reivindique una vez más no sólo como la mejor de las tres, sino como una de las mejores de su tipo.
Arrástrame al infierno Blair Witch se filmó de la misma forma que su original. El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, 1999), una de las mejores películas de horror rodadas bajo el formato “Found Footgate”, nos sumergió en el misterio de quedarnos con la duda de si los hechos realmente habían sucedido o no. Que se mantenga la misma estructura para esta secuela, realizada de forma cuidada por Adam Wingard, nos lleva a que resulte buena y con puntos fuertes en su guion, pero no convoque el efecto sorpresa de la precursora. En esta oportunidad se cuenta la búsqueda de respuestas por parte de James Donahue (James Allen McCune), hermano de la desaparecida Heather en la película de 1999. James aún sufre la pérdida de su hermana y se plantea junto con un grupo de amigos ir a investigar el famoso bosque de Black Hills para encontrar alguna pista acerca de Heather. 17 años después cuentan con tecnología de sobra como para enfrentarse a lo que el destino (o la bruja) les juegue: cámaras de visión nocturna, GPS o dron, que nos permiten ir continuamente cambiando la visión de la acción que se presenta. Definitivamente es una buena opción y que de alguna forma innova sobre todas las producciones que se realizaron los últimos años en el marco de este género de terror. La dirección de Wingard y el guion de Simon Barrett son bastante atinados: el director hace buen uso de la oscuridad como herramienta a su favor y en contra de los personajes, y sin dudas la historia no desencadena en una historia más de terror donde se dispone de efectos especiales y sustos para tapar los baches. Pero las actuaciones no terminan de convencer: por momentos pareciera que sus acciones no son espontáneas y pierden credibilidad. La mejor interpretación es la de Callie Hernández como Lisa Arlington, quien ella sola tiene una de las mejores escenas de todo el film (nota aparte, agenden su nombre: lo escucharán sonar en La La Land y Alien: Covenant). Blair Witch es una película que puede resultar interesante para las nuevas generaciones que no hayan visto la original. Para quienes ya tenemos más experiencia, podemos decir que se queda en ser una película más donde se pierde mucho la cuestión de la sugestión bien explotada anteriormente. Pero bienvenida sea la expansión de la mitología de la bruja de Blair.
Un homenaje actualizado a la original en manos de gente que sabe cómo tratar al género. La manera en la que se presenta el horror fue evolucionando con los años. Desde mostrar todo hasta no mostrar nada, desde escenarios posibles hasta otros extraordinarios, cualquier cosa que alguna vez le puso la piel de gallina a alguien tiene hoy su hora y media de gloria. Una vez que todos los temas se acaban ¿qué queda? Cambiar la forma de contarlos, claro. A pesar de que el género de found footage (“grabaciones encontradas”) ya tenía algunos referentes, la franquicia de Blair Witch Project fue una de las primeras en utilizarla dentro del cine más actual. Aun hoy, esta franquicia es capaz de ponerle a cualquiera los pelos de punta, y tal vez no había mejor momento que este para estrenar una secuela. Veintidós años después de los hechos ocurridos en The Blair Witch Project, un nuevo grupo de jóvenes se adentra en el bosque. Con la ayuda de dos nerdos locales de lo paranormal, James investigará la desaparición misteriosa de su hermana Heather y sus dos amigos, durante la filmación de un documental. La leyenda de la bruja que maldice esos terrenos no los detiene, pero cuando se dan cuenta de que los persiguen, todo el plan quedará obsoleto. Lo único que importa ahora es sobrevivir. A pesar de que hubo un intento de crear una secuela de la aclamadísima Blair Witch Project en 2000, no fue ni la mitad de exitosa y ni siquiera los que trabajaron en la producción quedaron contentos con el resultado. Lionsgate terminó por contratar a Adam Wingard como director y a Simon Barrett como guionista, ya que ambos tienen experiencia con terror found footage por su trabajo en V/H/S (2012). En cuanto al reparto, son todos bastante desconocidos, salvo Valorie Curry que contó con un importante rol en The Following (2013). En el papel del hermano de Heather está James Allen McCune, que formó parte del cast de Shameless en 2014. La elección de actores no muy renombrados para películas de terror es común, y sirve a muchos para darle un arranque importante a su carrera. Todo el breve elenco hizo un buen trabajo, y junto con un guión y dirección apropiados lograron una secuela con todos los trucos de la original pero bien actualizadas a lo que es el terror como género hoy. Desde las primeras películas de found footage (Holocausto Caníbal, 1980), se logró mucho progreso. Blair Witch Project fue la primera en utilizar internet como medio para publicitarse. Esta inmersión, extraña para la época, creó un límite difuso entre la ficción y la realidad que ya nunca va a poder repetirse. La magia que rodeaba toda esta franquicia sólo alcanza para un intento, y por muy efectiva que haya sido, terminó. Lo único que resta es, frente a otras películas de este estilo, darle una vueltita más a la perilla de la suspensión de la incredulidad, algo todavía realizable.
Volver al bosque para no innovar nada. La película pone el foco en el hermano de una de las víctimas de El proyecto Blair Witch, pero todos los aciertos, como en las copias posteriores, se diluyen en una historia de terror del montón, que incluso traiciona sus principios. Tres jóvenes desaparecen en un bosque filmando un documental sobre la leyenda de una bruja que habita en él. El hallazgo de las cintas con el material crudo de ese documental era la excusa sobre la que los directores Dan Myrick y Eduardo Sánchez montaron la revolucionaria El proyecto Blair Witch (1999), que dio origen al auge de los films de terror de found footage (material encontrado), en los que los protagonistas filman sus propias desgracias. 27 años después, el hermano menor de uno de aquellos desaparecidos decide volver al mismo bosque con tres amigos a tratar de resolver el misterio de lo que realmente pasó ahí. De eso se trata Blair Witch, La bruja de Blair, de Adam Wingard. La original fue una de las primeras películas en entender hacia dónde podía dirigirse el cine a partir de la utilización de las nuevas tecnologías digitales que hoy permiten que casi cualquiera pueda filmar. Ahí radica una de sus muchas virtudes. En cambio, el film de Wingard no tiene nada de innovador, sino que apenas incorpora el uso de nuevas herramientas tecnológicas (drones, cámaras auriculares, GPS), para contar más o menos la misma historia de jóvenes acosados por una entidad que filman su propio calvario. A pesar de la similitud, las diferencias estéticas (e incluso éticas) de ambas son muchas e importantes. En primer lugar porque al lado de ésta, la original parece un film realizado bajo el estricto Dogma ’95 popularizado por Lars Von Trier y Tomas Vinterberg. Si algún hallazgo y mérito tenía aquélla era su capacidad de generar terror sin mostrar absolutamente nada, y sin más efecto especial que el manejo del sonido y la oscuridad para generar uno de los fuera de campo más radicales y efectivos de la historia del cine. Al mismo tiempo la cámara en mano, empuñada por los protagonistas, conseguía generar una extraña experiencia de observación casi en primera persona. Pero este film no solo se aparta de algunas de aquellas reglas, sino que ciertas decisiones hasta representan una traición respecto de ellas. En ese sentido Blair Witch, La bruja de Blair es una película de terror del montón, con más puntos de contacto con algunas de las que se subieron a la ola del found footage a partir del éxito de El proyecto Blair Witch (una de las 5 películas más redituables de la historia en la relación costo-beneficio), como [Rec] (J. Balagueró y P. Plaza, 2007) o Actividad paranormal (Oren Peli, 2007), que no pudieron con la tentación de tener que mostrar algo, que a la minimalista y más innovadora propuesta de aquella. Se puede decir que Blair Witch, La bruja de Blair es apenas una copia de las copias de la película que le da origen. Algo así como una copia al cuadrado, con algunos sustos pero sin ningún aporte ni sorpresa.
Maldito bosque Sin más novedades que las tecnológicas, sucumbe frente a la frescura del título original. El cine de terror está en crisis, quién lo duda. Y en el afán de recuperar algo de su público perdido es capaz de exprimir una marca, un formato, hasta aniquilarlo . Esta secuela de Proyecto Blair Witch, vaciada de la espontaneidad, de la curiosidad que provocó aquélla puesta original, se convierte entonces en una muestra certera de la ambigüedad, el desconcierto y las necesidades que impone un mercado falto de autenticidad y narrativas novedosas. ¿Es una nueva película o un relanzamiento de la anterior Blair Witch: La bruja de Blair? La excusa para volver a ese bosque maldito está puesta en James (James Allen McCune), el hermanito de Heather en la versión original. Ella desapareció allí mismo, hace 20 años (de la película pasaron 17), cuando buscaba acercarse a la leyenda de la bruja Blair. Cuando su historia documental se convirtió en puro terror, misterio y desaparición. Pero resulta que cerca de ese bosque vive una parejita de videastas muy interesados en Elly Kedward, la mujer sacrificada allí en 1785, dueña de esta leyenda. Y de este bosque. Son dos jovencitos inquietos, freaks, que suben videos a Youtube. En uno de ellos James creyó ver a su hermana, y ya sedujo a sus amigos para volver al bosque. Otra vez, somos testigos de esta incursión macabra a través de sus propias filmaciones, con equipos mucho más actuales, que incluyen pantallitas, un dron, cámaras portables y profesionales. ¿Pero fueron o no fueron a buscar a Heather? Como en muchas de las películas de terror ambientadas en un bosque, el bosque tapa el árbol, se lleva puesto cualquier argumento, y convierte troncos, ramitas o liquenes en tenebrosas armas mortales. Sin los efectos de sonidos abrumadores y molestos de este filme, daría para National Geographic. Forzada subjetividad la de estos jóvenes, que empujados por el director insisten con las found footage movies, la excusa de filmar todo y todo el tiempo aunque mueran de miedo para contar una historia. Recurso trillado a esta altura el de la camarita en mano como factor de terror; más que las leyendas de brujas en el bosque.
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Junto con The Last Broadcast (1998), El proyecto Blair Witch (1999) contribuyó a resucitar a fines de los años ´90 el subgénero de las cintas perdidas, que dentro del cine de terror no se trabajaba desde Holocausto Caníbal, la polémica película de Ruggero Deodato estrenada en 1980. La historia de la bruja de Blair quedó en el recuerdo como uno de los grandes fenómenos del cine independiente norteamericano que superó todas las expectativas comerciales. Realizada con un presupuesto de 60 mil dólares, la producción de Eduardo Sánchez y Daniel Myrick recaudó más de 240 millones de dólares y consolidó en la década siguiente este estilo de narración en los relatos de horror. Sin embargo, pese al enorme éxito que tuvo en los cines, las continuaciones que se hicieron hasta el momento sólo brindaron decepciones. Esta es una franquicia a la que los productores nunca le encontraron la vuelta. En el 2000 se estrenó ese desastre que fue El libro de las sombras y ahora Blair Wicth resultó otro fiasco que desperdició un concepto interesante. Aunque la promoción del film vendió la idea que este estreno era una continuación de la película original de 1999, los realizadores la filmaron en secreto con el título de The Woods para evitar los comentarios negativos en internet. El objetivo era esconder la verdadera naturaleza del proyecto que no es una continuación sino otra remake olvidable de Hollywood. El director Adam Wingard, quien había hecho un trabajo decente con el slasher Cacería macabra (You are next), en esta ocasión decepcionó por completo con el tratamiento que le dio a esta propuesta. La película tenía un concepto interesante que se podía haber explotado mejor. 20 años después de los hechos del film original, el hermano de Heather Donahue vuelve a los bosques de Maryland para buscar respuestas sobre la desaparición de la documentalista. Si bien este es un cliché que se utilizó en varias películas del género, la trama era un disparador decente para explorar y desarrollar con más profundidad la mitología de la bruja de Blair, además de aplicar la tecnología de la actualidad a este tipo de conflicto. Cuando los protagonistas del film original exploraron los bosques no existía Google, los IPhones ni las redes sociales. Es decir, los productores tenían varias opciones para hacer una película interesante que por lo menos resultara una continuación decente. Lamentablemente optaron por el camino más fácil y mediocre que es refritar la película original con un reparto diferente. Una idea que resultó un fiasco por el desgaste que tiene este subgénero en los últimos años y el hecho que los actores que eligieron son malísimos. La trama está plagada de situaciones estúpidas que no tienen sentido y los personajes nunca logran generar empartía con sus comportamientos. El director Wingard en ningún momento consigue construir situaciones de tensión y suspenso y todo se desarrolla de un modo muy predecible con trilladas escenas de susto. El recurso para generan impacto se limita a los clásico efectos de sonido que los realizadores mediocres vienen copiando desde Actividad paranormal. Por otra parte, el misterio en torno a la bruja quedó en la nada porque el argumento refrita el conflicto original sin aportar ninguna idea adicional. Tal vez los espectadores más jóvenes que no vieron la película de 1999, ni todas las copias que se hicieron en los últimos 10 años, puedan considerar este bodrio un film de terror. Caso contrario es una producción que no vale la pena su entrada al cine. Podés esperarla por otras vías que no te perdés nada interesante.
Blair Witch no solo es la peor película de terror que vi este año sino que creo es la peor película que vi este año y punto. Cuando en 1999 se estrenó la original fue como una gran bocanada de aire puro para un género que venía en decadencia y se hizo con una fórmula totalmente novedosa aunque no la hayan inventado los realizadores. La campaña publicitaria fue formidable en una época donde internet estaba en pañales y aún faltaban años para las redes sociales porque durante semanas circulo que lo que se iba a exhibir en cine era un editado real de material encontrado (el llamado found footage) e incluso luego de desmentirse esto la noticia pasó a ser lo barato que había sido filmar la película en comparación con cualquier otra producción. Fue un negocio redondo y por lo tanto copiado y recontra copiado hasta el hartazgo donde solo un pequeño puñado de títulos que usan la misma técnica salieron bien parados. Y si bien ya hubo una suerte de secuela en 2000 es este estreno el que continúa la historia. Los errores son muchos pero el principal es que la película es un calco de la original en todo sentido y comete el pecado de no usar como corresponden las nuevas tecnologías pese a incluir un dron, smartphones y cámaras digitales. Es tan igual que mantienen la misma estructura en donde poco y nada pasa hasta el climax en donde encuentran la casa pero con el agravante que los actores son de madera. Pocas veces me puse tan nervioso en el cine viendo un trabajo actoral y la verdad que no puedo entenderlo porque la gran ventaja de este tipo de producciones es que usan interpretes desconocidos y por lo tanto puede pagarles el mínimo lo que significa que pueden ir a cualquier conservatorio lleno de talentos y ofrecerles los papeles pero aquí claramente hubo un casting sin criterio ni gusto por la profesión. Y el último gran error de la cinta no lo puedo comentar porque es un spoiler pero se trata de la misma queja que se le hacía a la original solo que ahí era entendible y aquí no se explica ni se entiende como otra vez los realizadores pudieron caer en lo mismo. En resumen Blair Witch solo puede ser disfrutada por alguien que no haya visto la primera y que se haya perdido los últimos 20 años de producciones similares, el resto de los potenciales espectadores se indignarán.
LA BRUJA HACE DE LAS SUYAS Desde diciembre de 1999 “El proyecto Blair Witch” provocó un verdadero fenómeno cuando todavía no existían las redes sociales, tuvo bajo presupuesto, pero mucha inteligencia en su lanzamiento e impuso la novedad llamada “found footage movies”. Ahora llega esta nueva versión. Claro que los recursos de la primera fueron usados hasta el cansancio en pelis exitosas o bodrios tremendos. Sin embargo hay que reconocerle a este film que similares técnicas, pero mas avanzadas, multiplicados los efectos mantiene el suspenso para el espectador. Eso no la transforma en una buena película, pero tiene momentos logrados y le gustará a nostálgicos y adictos al género. Un bosque enmarañado, una herida infectada, ruidos y muñecos siempre son efectivos.
“Blair Witch: La Bruja de Blair” (Blair Witch, 2016) sería una gran secuela de su antecesora… si estuviéramos en el año 2000. Hoy, más de quince años después donde el truquito del ‘found footage’ y la temblorosa cámara en mano fueron utilizados hasta el hartazgo, la película de Adam Wingard pierde efecto (y originalidad), aunque se guarda los clásicos sustos bajo la manga. Si no vieron “El Proyecto Blair Witch” (The Blair Witch Project, 1999) -pergeñada por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez-, una historia que juega con la “veracidad de los hechos” a partir de su estructura y recursos narrativos, el golpe de efecto puede ser muy diferente y hasta agradar a los amantes del género; pero esta segunda parte (que no contempla la estrenada en el año 2000) no aporta nada nuevo y, en cierta medida, vuelve a repetir la dramática experiencia sufrida por Heather Donahue y sus compañeros. Pasaron veinte años desde que la chica desapareció en los bosques de Black Hills y ahora, su hermano James (James Allen McCune), que por aquel entonces era sólo un nene de cuatro años, encuentra nuevas pistas para creer que Heather sigue viva por alguna parte, encerrada en una cabaña cuya ubicación es desconocida. Decidido a probar la veracidad de un video que apareció en la web (y de alguna forma ponerle un fin a la tragedia), James se embarca junto a sus compañeros Peter (Brandon Scott), Ashley (Corbin Reid) y Lisa (Callie Hernandez) –una estudiante de cine que piensa documentar toda la odisea- rumbo al mismo lugar donde se originaron un montón de leyendas terroríficas sobre la bruja de Blair. El resto, ya deberían imaginárselo. Apenas se adentran en el bosque comienzan a ocurrir una serie de extrañas situaciones: ruidos distantes, símbolos que aparecen de la nada y la imposibilidad de volver a encontrar el camino a casa. “Blair Witch: La Bruja de Blair” no hace más que sumar un poco de información al relato que ya conocemos, pero no aporta nada al género de terror que viene esquivando el bochorno gracias a una seguilla de buenas historias. La narración a través de diferentes cámaras (y por ende, puntos de vista) termina cansando, y hasta confunde cuando ya no sabemos a qué personaje estábamos siguiendo. Acá la tecnología suma drones y muchos cachivaches, camaritas individuales y minúsculas con baterías infinitas que no paran de grabar las 24 horas. Otra vez, esto era genial en 1999, no en 2016 donde la vida pasa por la pantalla de un celular. Wingard crea ciertos climas y asusta con muy poco, pero tarda mucho en concretar un desenlace que genera más interrogantes que respuestas. No nos permite relacionarnos con los personajes y sufrir junto a ellos porque no logra desarrollarlos y, además, no nos da el tiempo suficiente. Ojo, no es que la película necesite más minutos, sino que estos están mal utilizados. La historia se detiene en situaciones banales y personajes molestos (sí, siempre tiene que haber un personaje insufrible), y el tercer acto llega apresurado y abrupto. El conjunto no es tan malo y cumple el objetivo de ponerle los pelos de punta a los que son más impresionables, pero su problema principal es que se trata de una secuela que intenta conquistarnos con algo que caducó hace rato. La única forma de desfrutar de “Blair Witch: La Bruja de Blair” es olvidar a su antecesora, hacer a un lado los lugares comunes y dejarse llevar por una nueva historia de escépticos jovencitos que se adentran en el bosque y sufren las consecuencias.
La nueva entrega de la saga Blair Witch (la tercera si contamos el desastre de la segunda) nos encuentra con el hermano de uno de los protagonistas de la primer película, 22 años después, que tras encontrar un video que le hace creer que su hermana esta viva, se adentra en los malditos bosques con tres amigos y dos lugareños. Cabe aclarar algo antes de continuar. Este tipo de películas tiene reglas, reglas claras que aceptamos al momento de entrar a verlas. No es justo valorar estas películas sin tener en cuenta ese hecho. Habiendo aclarado eso, Blair Witch cumple con todos esas reglas, e inclusive, en algunos casos abusa de ellas, pero por mas que lo sepamos, por mas que nos damos cuenta, no se puede negar que es efectiva. La película no es una gran película de terror, pero mas importante que eso, no pretende serlo. Nos quiere asustar durante una hora y media, y lo logra. Si, abusa de los saltos disfrazados de fallas en la grabación. Si, abusa de la aparición sorpresa de personajes unidos al golpe de sonido sin sentido. Si, tiene momentos obvios. Pero asusta. Y eso es lo importante. El avance de la tecnología le ha agregado valor a la manera de contar la historia. Todos tienen una cámara, y hasta varias cámaras a la vez. Tienen un Drone, tienen cámaras del estilo de las que usa la policía en los cascos, tienen cámaras mini dv y cámaras infrarrojas. Y todas ellas filman. Eso le dio la libertad al equipo creador de tener puntos de vista solitarios y a la vez un ida y vuelta que le da una dinámica más fluida a la cinta. Hay momentos muy bien logrados con el fuera de campo, que al mejor estilo Alien (no quiero comparar esta película con el clásico de Ridley Scott por Dios) lo que nos asusta esta fuera del ojo de la cámara, y dentro de nuestra imaginación. Como una recomendación personal, les diría que la vayan a ver al cine. Estas películas se potencian muchísimo con las experiencias en las salas grandes por el sonido, la imagen, y la experiencia en si. Calculo que de haberla visto en mi casa, no me habría asustado de la misma manera. Claro que tiene errores en la trama, en la lógica. Todas las películas de este estilo lo tienen. Pero la idea detrás de ellas, es que apaguemos la cabeza 90 minutos, y nos dejemos asustar. Para pensar, están las 22 horas y media que le restan al día.
Al día de hoy, The Blair Witch Project es uno de los films independientes más exitosos de la historia y sin duda de los más rentables. Con un presupuesto ínfimo, arrasó en la taquilla de 1999 y se convirtió en un fenómeno cultural. Con el visto bueno de la crítica y el público, revitalizó el estilo del “found footage”, que existía desde hacía casi dos décadas pero con pocos exponentes, y se convirtió en una referencia de la materia por los años siguientes. Al momento de su estreno, la duda estaba sembrada acerca de si las imágenes eran o no reales e incluso se había asegurado que los protagonistas estaban “desaparecidos”, con falsos reportes de la Policía que daban sustento a la historia. Una película adelantada a su tiempo, previo a la explosión de Internet, cuya campaña se valió de todo recurso para hacerla “viral”, años antes de que ese término llegara a nuestra vida diaria. ¿Cómo se puede seguir desde ahí? Está la manera equivocada y la de Adam Wingard, que es mejor.
No fue el primer found footage, menos el primer falso documental; pero El Proyecto Blair Witch fue la que los puso de moda (instalándose definitivamente con Actividad Paranormal). El film dirigido por la dupla de Daniel Myrick y Eduardo Sanchez fue uno de los grandes sucesos de fines del Siglo XX, una de esas películas que, gusten más o menos, significaron un quiebre en el género. Producida de manera independiente, con poco dinero – en la filmación –, por una dupla de jóvenes estudiantes de cine que habían crecido con propuestas como Holocausto Caníbal. Un paradigma sobre las nuevas formas de realización; pero también, es innegable, un producto de una de las mejores campañas de marketing (y pionera en el uso de una internet en pañales) desde la mencionada cinta de Ruggero Deodato, haciéndonos creer la vivencia de un caso real. Blair Witch Project estuvo en el centro de mucha fama y muchas polémicas – recordemos la disputa con Alien Abduction y The Last Broadcast –; y siempre se intentó sacarle más jugo del que quizás se podía. Una rápida secuela de concepto más simple y menos valorada de lo que debiera; dos documentales para TV que sirvieron como apoyo de ambos filmes; y una espuma que fue bajando poco a poco, o no tan de a poco. El misterio que aguarda en el Black Hills Forest está de regreso, diecisiete años después; y el tiempo no fue en vano. Myrick y Sanchez vuelven a abandonar la silla de directores; lo cual viendo lo que ambos filmaron después de su suceso no es algo realmente malo. El lugar lo toma esta vez Adam Wyngard, uno de esos nombres que hay que tener en cuenta con joyas como You’re Next y The Guest (prefiero no recordar las antologías V/H/S 1 y 2 y ABC Of Death); junto a su habitual guionista Simon Barret. La dupla, como mínimo, prometía clima, tensión, y buen ritmo; y es eso lo que termina potenciando a esta nueva entrega. La historia pareciera ser pensada para no innovar demasiado, más allá de mostrar más que la original y aclarar algunos tantos. James (James Allen McCune) el hermano de Heather, una de las víctimas originales, continúa en su búsqueda a más de quince años de haber desaparecido. Nuevas pistas lo llevan al famoso bosque, en el que se adentra junto a un grupo de jóvenes compañeros. Obviamente, las cosas no saldrán bien desde el principio, se perderán, quedarán varados sin posibilidad de pronta huida ni rescate, y comenzarán los indicios de que algo no está bien más allá de lo tangible poniendo a prueba el escepticismo que hasta ese momento mantenían. El principal inconveniente que encuentra Blair Witch son sus diecisiete años desde el original. La historia es conocida, la mitología alrededor es popular, y ya nadie puede vender un found footage como algo real – es más hace varios años que vienen en declive al punto de preguntarnos por qué los siguen haciendo –. Quizás el recurso que pretendían encontrar esta vez fue el de mantener la secuela en el anonimato, como una “película “independiente” con otro nombre, The Woods, durante la filmación. Recurso que se les acabó ni bien salió el primer teaser tráiler y un pequeño símbolo en el fondo ya alertó que sería parte de la saga. Ese cambio de título, podía hacernos pensar a lo que sospechábamos de la secuela del 2000, ser uno de esos guiones que andan dando vuelta hace rato en las productoras, al que le adosan algo de la saga para otorgarle luz verde. Sin embargo, no pareciera ser tan así, el primer tramo largo, o las dos primeras partes, son casi un remake de El Proyecto Blair Witch realizado con mayor posibilidad de cámaras manuales (celulares, drones, visiones nocturnas, etc, cosas de la era digital al alcance de todos). Recién el tramo final, claramente lo mejor del conjunto, se distancia, aunque también, precisamente por mostrar lo que anteriormente no se veía, lo que se cortaba justo o se eludía dejando gusto a más. El conjunto actoral no logra destacarse, tampoco se denigra más que otros del género, se agradece que no sea tan estereotipado. En cuanto a las técnicas, el found footage no permite un gran despliegue por más que haya una mayor variedad de cámaras, y será recién sobre el final que el concepto se valorice y sea utilizado para grandes momentos de clima. Blair Witch sufre de estar encorsetada por sus orígenes, de generar un preámbulo demasiado extenso en el que se intenta atar los cabos para que nos acordemos de 1999; pero lo que alguna vez funcionó (es más, siendo sinceros la primera como película en sí está bastante sobrevalorada sobre todo en cuanto a la creación de miedos) ya no lo hace con el mismo efecto. Recién cuando se anima a ir a más, y vemos el talento de Wyngard y Barret para asfixiarnos y mantenernos aferrados a la butaca la cosa se apuntala y mejora considerablemente el promedio. Las ambiciones del mercado suelen ser más grandes que las necesidades creativas. Es probable que Blair Witch Project no sea una película apta para secuelas, que su motor – publicitario – solo funcionara una vez. Ya se probó al año siguiente tomando un camino totalmente diferente con buenos resultados, pero poco apreciado por los seguidores. Ahora se emprende el camino otra vez, tratando de ser más fiel, y la realidad es que solo mejora cuanto más se aleja.
El pasado no es siempre mejor Veinte años después de la desaparición de un grupo de amigos en The Blair witch Proyect (1999), James (James Allen McCune) encuentra una cinta original con material que podría probar que su hermana todavía sigue en el bosque. Junto a Lisa (Callie Hernandez), su amiga estudiante de cine y otros colaboradores más, partirán hacía Black Hills de Maryland para afrontar la leyenda de la bruja de Blair y la verdad en torno a ella. Más allá de la actualización de esta historia a la edad moderna de la tecnología -con microcámaras y un dron-, al director Adam Wingard le costó mucho recrear un clima similar a la primera. Blair Witch (2016) deja mucho que desear partiendo desde un guion flojo, sin consistencia e irremediable en su narrativa. Son inexplicables ciertos acontecimientos que ocurren en la trama, que no se resuelven y ni siquiera tienen sentido. En sí, el género del terror no se caracteriza por exponer racionalmente hechos paranormales, pero tampoco llega a incongruencias tan importantes que le toman el pelo al espectador. Blair Witch cargaba con una buena reputación debido al éxito trascendental de hace más de quince años, con una idea original y bien realizada que se catapultó gracias al equipo de marketing. Sin embargo, el tiempo pasó y se decidió mantener la idea, pero no la solidez de un equipo de producción a la altura de ella. Blair Witch es una película más del montón sin ningún punto rutilante a destacar. Ni el director, ni guionista pudieron explayar en su secuela, parte del aura desolador y asfixiante que trajo pesadillas a quienes visitaron los cines en aquellos días. Si le quitáramos el título, solo podríamos entender que se trata de una versión de Blair Witch hecha por un grupo de jóvenes perdidos en un bosque que utilizan la cámara en mano. En el film nada tiene sentido. Si en gran parte de las películas del género se acepta estas "licencias", es gracias a que el producto final funcione. blair-witch-project-2016 Blair Witch es un ejemplo de como las productoras utilizan un nombre o título con cierta fama para armar un proyecto sin ambiciones, vacío y carente de profundidad artística en todo punto de vista. No cumple en su objetivo más básico que es asustar y mucho menos entretener. En muy pocas escenas del film se transmite el padecimiento de Callie Hernandez, quien es la más aceptable de una película que camina todo el tiempo por un suelo desnivelado. Asusta con arremetidas muy toscas, imprudentes y cliché. Asusta por el solo hecho de hacerlo y no producto de un climax basado en la ambientación y emociones. Únicamente en el final, y por el desempeño de Hernandez llega a comprometer -un poco- al espectador con lo que está viendo, sintiendo cierta empatía por ella. Blair Witch (2016) es otra secuela que trata de exprimir los últimos alientos de una idea original que facturó mucho décadas atrás. Un mal que, producto de la nostalgia, lo vintage y el recurrente recuerdo del pasado, está haciendo estragos en la gran pantalla, como pudimos percibir recientemente en los ejemplos de Ben-Hur (2016) y Zoolander 2 (2016), entre otras.
Más remake que secuela Pasaron diecisiete años desde que Dan Myrick y Eduardo Sánchez soprendieran a todos con El proyecto Blair Witch (1999), la película que desató la moda de las producciones de terror de found footage, esas cuyo corazón late gracias a los reveladores materiales fílmicos encontrados "casualmente" por sus atribulados protagonistas. Y ahora es Adam Wingard, un especialista en el género (responsable del slasher Cacería macabra, por ejemplo), quien retoma la historia con una excusa obvia: el hermano menor de Heather, una de las tres personas desaparecidas en aquel ominoso bosque del relato original, decide volver al lugar para intentar resolver definitivamente aquel misterio. Una mala idea, estaba claro. La única novedad importante con respecto a aquel inesperado suceso internacional que se produjo con 60 mil dólares y recaudó casi 250 millones de la misma moneda es el avance tecnológico: la aparición de YouTube, los drones y el GPS "actualizan" el mismo cuento de los jóvenes acechados por misterios tenebrosos que registran inocentemente su propio suplicio. No es inventiva lo que sobra en esta película que insumió un costo de producción bajo para la industria americana, pero muy superior al de su modelo (5 millones de dólares). En verdad, parece más una remake aggiornada que una secuela. Y duplica la cantidad de escenas efectistas para disimular su debilidad argumental y su escaso poder de sugestión. En una época como la que vivimos, hay una lista interminable de sucesos que provocan un tipo de inquietud que los films de terror no logran ni siquiera insinuar. El género parece definitivamente condenado a la parodia y el reciclaje.
Continúa con la misma atmósfera, han pasado los años desde la primera entrega que fue toda una novedad en 1999 con la utilización de la cámara en mano, o found footage y así comenzaron a aparecer otras historias con el mismo sistema. Vemos personajes que ingresan a un bosque, terminan corriendo y gritando e intentan salvar sus vidas. Hay más sangre, varios sustos, intenta ser más aterradora y terrorífica. Solo nos resta esperar su tercera parte.
Los derivados de “Blair Witch” aún causan sobresaltos El hermano de la desaparecida directora del "documental" hipertaquillero "The Blair Witch Project" cree tener evidencia que asegura que ella aún está viva, por lo que convence a varias personas para que lo acompañen a rescatarla de aquel siniestro bosque. Dadas las dos décadas pasadas desde los eventos previos, esto podría parecer una completa estupidez, pero al menos hay que reconocer que los guionistas se ocuparon de que sus personajes estén totalmente provistos en todo lo tecnológico. Detalle que tiene puntos a favor y en contra. Por ejemplo, hay algunas tomas aéreas generadas por drons que funcionan especialmente bien cuando menos se lo espera. Por otro lado, la textura minimalista de la película original ayudaba a que el público se asuste con casi nada. Ahora hay imágenes demasiado bonitas para resultar creíbles como parte del material en bruto de algún "Found footage". Justamente, la verdadera pesadilla del film de 1999 es haber provocado casi dos décadas de películas mediocres basadas en lo baratísimo del formato "material encontrado" (con algunas excepciones dignas de mención como la saga de "Rec"). Pero para equilibrar el asunto, Adam Wingard, el director de las dos "V/H/S" ("Las crónicas del miedo"), otra franquicia de "found footage", arroja mucho más gore de lo que se podría esperar, abusa de los golpes de efecto, tipo "¡buuu!" (hay que reconocer que el sonido es excelente), y aprovecha hasta donde puede la tensión social entre los personajes, "documentalistas" y lugareños. Con una idea más floja que la de la olvidada secuela "Book of Shadows: Blair Witch 2" de 2000, al menos en la práctica esta nueva "Blair Witch" provoca razonables sobresaltos.
Vídeo Comentario
Retomando proyectos. El año era 1999. El milenio estaba llegando a su fin y todos temíamos las consecuencias del Y2K. Mientras, una pequeña película independiente de apenas US$60 mil cambiaba para siempre el mundo del cine. El Proyecto Blair Witch había tomado por sorpresa a los espectadores del Festival de Sundance en Enero de aquel año, donde la ya desaparecida Artisan Entertainment se hizo con los derechos de distribución y pautó un estreno comercial en Estados Unidos para el mes de Julio (llegó en Diciembre a la Argentina). De esta forma nacía una de las más originales campañas de marketing de la historia, promocionando a este “material encontrado” como algo real. También fue la primera película en utilizar internet para atraer a los espectadores y creando ¿sin saberlo? lo que hoy todos conocemos como campaña viral. Con casi US$250 millones de recaudación en todo el mundo, una secuela era algo de esperar. Inmediatamente un año después llegó a los cines Book of Shadows: Blair Witch 2, que apenas recuperando su generoso presupuesto de US$15 millones, lapidó toda posibilidad de convertir a la Bruja de Blair en una franquicia rentable. Han pasado 17 años desde entonces, tiempo suficiente para que los espectadores olviden esa infame secuela. En el más absolutos de los secretos se filmó una tercera entrega que nos llega de la mano de una de las grandes promesas del terror de la actualidad: Adam Wingrad. Con You’re Next y The Guest, Wingrad es responsable de algunas de las mejores y más innovadoras películas del género de los últimos tiempos, por lo que naturalmente tenerlo al frente de una nueva Blair Witch es, como mínimo, esperanzador. Pero aquel sentimiento comienza a extinguirse poco a poco una vez que el film se pone en marcha. Así tan pronto como se establece la trama caemos en la cuenta de que estos personajes pueden no ser muy interesantes de acompañar en su búsqueda. Y aunque obviamente en una película de terror el 90% de ellos son desechables, todavía debemos soportarlos por 80 minutos más. Pero igual seguimos aferrados a ese sentimiento, creyendo que en algún momento algo va a suceder y transformará el opus de Wingrad en aquella película que tanto ansiamos y que el avance, con frases como “una experiencia cinematográfica terrorífica” o “una de las mejores películas de terror jamás filmadas”, nos prometía. Desgraciadamente, no será ni una ni la otra. La Blair Witch de Wingrad retoma el formato found-footage que se dejó de lado en la secuela y vuelve a incorporar aquellos elementos que transformaron a la cinta original en una de las más copiadas, imitadas y hasta parodiadas de todos los tiempos. De hecho, es tan parecida a la primera película que podríamos decir que es una remake encubierta. Y como toda remake, está adecuada a los tiempos que corren. Nuevamente unos adolescentes se pierden en el bosque. Esta vez con la excusa de encontrar a Heather, la hermana de de James y protagonista de la película original, que desapareció cuando él tenía sólo cuatro años. Tres amigos lo acompañan en este viaje y una de ellas decide filmar un documental sobre la búsqueda, por lo que contarán con una gran cantidad de cámaras portátiles, teléfonos celulares, gps y hasta un dron. Más adelante se sumará una pareja de rednecks locales, quienes dicen conocer los bosques a la perfección y que servirán como guías, mientras alimentan al grupo con todas las leyendas de la zona. Algo que El Proyecto Blair Witch hacía a la perfección era crear climas y sugerir en lugar de mostrar. La mitad de la película sucedía en la cabeza del espectador, en muchos casos con un efecto residual. Nunca veíamos nada, sin embargo asustaba. La película aprovechaba al máximo el lenguaje audiovisual, con un inteligente uso del sonido que se combinaba con una cámara que nunca dejaba de temblar. Era simple, efectiva y verdaderamente aterradora. Ahora, todo lo que dije sobre la película original no se aplica para esta nueva versión . Primero debemos soportar una buena cantidad de minutos acompañado a este grupo de amigos que no tiene nada interesante para decir u ofrecer. Cuando por fin llegan a destino y la trama se empieza a desenvolver, daría la sensación que Wingrad no tuviera intención alguna de crear climas. De un momento a otro los personajes salen corriendo y gritando por el bosque y nunca entendemos bien por qué o de que. O peor aún, cada vez que Wingrad pareciera empezar a construir una escena que podría llegar a algún lado, es arruinada por el típico jump scare o golpe de efecto, que para hacer las cosas todavía peor, se da por alguno de los jóvenes tomando por sorpresa a otro. Ya en el último tramo la película se desarrolla casi de la misma manera que en la original, con algunas reformulaciones y mostrando todo lo que siempre fue sugerido. Pero a pesar de todo eso es el único momento en que la película mantiene el ritmo y logra ser lo más cercano a efectiva. Probablemente lo más interesante que tiene para ofrecer esta nueva entrega de Blair Witch es su intento de crear un universo propio. Wingard y su guionista Simon Barrett expanden la mitología de la bruja pero sobre todo del bosque en que habita, convirtiéndolo en una suerte dimensión desconocida con paradoja temporal incluida. Es una lástima que nunca queden del todo claras las reglas de este nuevo universo y sean poco consistentes, pero sin dudas son las ideas más frescas y originales que podemos encontrar en la película. Conclusión: Blair Witch no es una mala película, en especial teniendo en cuenta lo flojos y perezosos que se volvieron los found-footage desde el lanzamiento de la original. El problema es que no busca despegarse mucho de esos tampoco, y no deja de ser un esfuerzo mediocre y plagado de lugar comunes que terminan por ganarle la pulseada a las pocas buenas ideas que tiene para ofrecer. Pero es sobre todo una mayor decepción al llegar con el sello de Adam Wingard, que se perfilaba como una de las grandes promesas del género. Obviamente, no dejará de serlo por una sola película que no funciona de la forma esperada, pero sin dudas este es un paso en la dirección equivocada.
Cómo es la secuela de "El proyecto de la bruja Blair": tributo de amor a la bruja Un homenaje y declaración de amor incondicional. La huella que dejó El proyecto de la bruja Blair en el cine de terror es tan profunda que se la puede rastrear en decenas de películas. También se la puede estudiar. Examinar. O admirar. Lo que no se puede hacer es repetir el fenómeno que produjo cuando se estrenó precedida por una de las mejores campañas de marketing de bajo presupuesto de la historia. Una campaña construida sobre la simple fórmula de superponer ficción y realidad. Adam Wingard, un director que antes que nada es un fanático del género y uno de los más talentosos a la hora de manipular los códigos de este tipo de narraciones, es consciente de que no se podía igualar la obra maestra de Myrick y Sánchez, quienes en 1999 llevaron a su máxima expresión el concepto de falso documental. [video:https://www.youtube.com/watch?v=ypx22uRXmuY] Decidió, entonces, rendirle homenaje. El resultado es un tributo de amor, una confesión pública de admiración incondicional. No hace exactamente lo mismo que hizo Gus Van Sant con Psicosis de Hitchcock, copiarla cuadro por cuadro, pero el dilema que propone sobre la indiscernibilidad entre una y otra película se le acerca bastante. Hay mucho de nostalgia en esta evocación minuciosa, sin dudas. La nostalgia del que llega tarde y se siente destinado a una repetición no atenuada por la parodia. Si se considera que nostalgia significa dolor por un lugar perdido, la versión de Wingard remite a la vez al deseo de recuperar el efecto de novedad que tenía el falso documental en su época y al hecho de que los personajes regresan al bosque embrujado. Los protagonistas son James (el hermano de Heather Donahue, la chica camarógrafa desaparecida) y Lisa, una documentalista que está haciendo una película de tesis sobre el propio James, quien cree haber visto a su hermana en un video subido a internet. Viajan junto con su mejor amigo (Peter) y la novia de éste (Ashley). Luego se suma una pareja provinciana que tiene una relación particular con la leyenda. La lealtad de Wingard soporta pequeñas traiciones, como elevar el número de personajes, no sólo para aumentar las escenas dramáticas, sino también la cantidad de cámaras disponibles (profesionales, Go Pro, en teléfonos, en tablets e incluso un drone). Todo lo cual contribuye a multiplicar los puntos de vista y a que haya un desorden visual más coreografiado, como sucedía entre las dos primeras Actividad paranormal. En esa tendencia al exceso, siempre contenido y respetuoso hasta la reverencia, el director no puede evitar que el ambiguo objeto del miedo (¿bruja, fantasma, psicópata?) aparezca en pantalla. Si bien lo exhibe de manera fugaz y confusa, el monstruo –casi por definición– es lo que no se debe mostrar. Sus rápidas apariciones no son tanto la cifra de una claudicación estética, sino el síntoma de una imposibilidad absoluta: no poder regresar a 1999 y filmar El proyecto de la bruja Blair original.
Aquella original Blair Witch de fines del siglo pasado abrió la puerta al uso del falso registro documental para generar horror, algo que, con el paso del tiempo, terminó en cosas como Actividad paranormal y una serie de lugares comunes novedosos. En fin, hoy a nadie sorprende que la cámara siga a gente mientras monstruos, demonios, fantasmas o vientos huracanados buscan destruirlos. En esta reversión del asunto, donde un grupo de jóvenes (porque siempre son jóvenes, vieron) busca al desaparecido hermano de una de las protagonistas, los sustos funcionan bastante mejor que en la miríada de imitaciones y hay imágenes que resultan perturbadoras. Pero la idea de contagiar el miedo solo con el registro del miedo de un personaje se queda a mitad de camino: a veces es convincente, a veces solo una estratagema que nos exige ver otra cosa. La historia es menos importante que el efecto, y eso -disculpe el juego de palabras- es un defecto en estos casos. Pero en general la película, medida solo por lo que causa, funciona como un juego mecánico bien aceitado.
Los amantes del terror found footage disfrutarán de esta nueva versión en la que la bruja de Blair cobra mayor protagonismo. Después de The Blair Witch Project (1999) —cinta que marcó una nueva tendencia dentro del género de terror, ya sea desde lo formal (cámara en mano subjetiva) o lo promocional (se vendió como una historia real y era un fake)— y dos intentos fallidos que le siguieron, llega otra historia de La Bruja de Blair dirigida por el director de Cacería macabra, Adam Wingard. Aquí un grupo de amigos decide ir a acampar al temido bosque debido a que uno de ellos perdió allí a su hermana y está obsesionado por saber qué sucedió, mientras que una de las chicas aprovecha la ocasión para grabar su documental. Una pareja local que encontró el video en el que se puede ver la figura de la joven desaparecida se le unirá a los jóvenes en la temible aventura. La Bruja de Blair respira el espíritu de la original, los climas se construyen de modo similar, con la diferencia de que este grupo no se interna desprevenido en el bosque, sino que va con todos los equipamientos tecnológicos que existen hoy en día como cámaras digitales, intercomunicadores, GPS, hasta un dron. Sin embargo, todos esos elementos no servirán de mucho, ya que cuando se invade el terreno de la bruja el tiempo y el espacio adquieren otra lógica, otra dimensión, como dar vueltas en círculos. Aunque aquí Wingard le da mayor protagonismo a la bruja —no cabe duda de que hay una fuerza extraña haciendo de las suyas— sigue manteniendo la regla del "no mostrar". Todo el tiempo sugiere, pero nunca le pone un rostro a la entidad maligna. A pesar de lo descrito, esta nueva versión de La Bruja de Blair no aporta nada novedoso a la historia, es como un tributo a la primera. Ya pasaron 27 años y el recurso del found footage se utilizó hasta el hartazgo en films de terror, por lo que en esta ocasión a la nueva entrega de la franquicia le cuesta doble esfuerzo hechizar y sugestionar al espectador.
Por favor, dejen en paz a la bruja Si están en un bosque embrujado, con peligros espantosos acechando desde todos los ángulos, ¿quién iría solo a buscar leña en mitad de la noche? Acertaron: uno de los personajes de “Blair witch: la bruja de Blair” (un poco redundante el título, en fin). De genialidades como esa está plagado el guión de la película, un festival de lugares comunes insertos en una franquicia absolutamente agotada, básicamente desde lo creativo. Cuando se estrenó la original allá por 1999 (“El proyecto de la bruja de Blair”), al menos el recurso del falso documental llamaba la atención. La película fue un éxito, sin ser la gran cosa. Hoy, la repetición de la fórmula suena a estafa. La hermana de James (James Allen McCune, con un paso por “The walking dead”) se perdió en ese bosque maldito y unas cintas de video halladas en el lugar parecen demostrar que está viva. Allá van entonces James y sus amigos, decididos a encontrar a la chica mientras acampan en plan boy-scouts. En el camino suman a dos sospechosos vecinos de la zona, mientras Lisa (Callie Hernández) va filmando todo con varias camaritas y un dron. Eduardo Sánchez y Daniel Myrick, los padres de la criatura, figuran entre los productores ejecutivos de esta innecesaria revisita al mundo de la bruja de Blair. Un mundo de sustos berretas, gritos, rugidos, cámaras torpes (es un documental, lógico), diálogos insólitos y una historia que de tan previsible se hace larga y aburrida. Tarjeta roja para Adam Wingard.
Cuando se estrenó The Blair Witch Project, en 1999, marcó un hito y posibilitó una reinvención del género terror, dando lugar a una caterva de películas que siguieron sus pasos casi literalmente, cámara en mano, mediante la técnica del found footage o POV (punto de vista en inglés). Adam Wingard y Simon Barrett, director y guionista de esta secuela, hicieron algunos de los mejores POV en las antologías V/H/S 1 y 2, donde conocieron a los directores de Blair Witch. Cualquiera diría que califican para revivir a la bruja de Blair, pero esta parte dos carece de aquello que distinguió a la primera: originalidad. Intrigado por unos videos en YouTube acerca de su desaparecida hermana, James viaja al bosque de Maryland con tres amigos, para una pesquisa que correrá igual (mala) suerte: de entrada, un cartel advierte que los videos de James fueron hallados. Aparte de repetir la técnica paso a paso, La bruja de Blair no logra sostener el clima de suspenso en una sola escena. Las únicas novedades son irrelevantes: la fea herida en el pie de una de las expedicionarias, que amenaza con una mutación cronenbergiana (pero no), o la exagerada utilización de un drone con GPS para guiarlos en el bosque. Que, por supuesto, falla.
Hubo una vez un grupo de jóvenes que se adentraron en un bosque para filmar un documental sobre una bruja que lo habitaba según rezaba una leyenda. Todo terminaba muy mal para ellos pero excelente para el filme del que formaban parte. El proyecto Blair Witch (1999) significó tanto un triunfo en términos comerciales (costo-beneficio) cuanto en las marcas que a partir de sí crearon una tendencia a seguir: cámaro en mano inquieta con su respectiva subjetiva que proporcionaba una construcción sobre el fuera de campo acechante. Nacía el found footage. Blair Witch: la bruja de Blair pretende ser una secuela siguiendo la historia de James que busca a su hermana Heather (desaparecida en la película original), casi veinte años después, acompañado de un grupo de amigos y de una pareja algo freak (oriunda de la zona del bosque Black Hills) que ha hallado unas cintas con un material que abre la esperanza de algún nuevo hallazgo. La película intenta recuperar el éxito descomunal (inexplicable como todo éxito y más viendo lo que fue el producto final) que logró su antecesora. Con la única diferencia de actualizar la historia (mínima, básica y predecible) apenas con el avance que las nuevas tecnologías imprimieron en estos tiempos, o sea multiplicando y mejorando las cámaras, y con el agregado de drones y GPS, pero todas incansable e insoportablemente móviles, repitiendo el uso de subjetivas que no construyen sino que evitan el fuera de campo para manipular los golpes de efecto menos efectivos que efectistas en un guión que es de manual con la aplicación a rajatabla y evidente de los tres actos y los giros cada 30 minutos. Si al principio la construcción de los personajes en su presentación y sus vínculos son previsiblemente armados para lo que vendrá y el orden en que sufrirán e irán desapareciendo o muriendo, cuando la acción comience se evidencian más los cálculos y los hilos del armado que buscan la tensión y el miedo pero nunca los alcanzan. Y la resolución es definitivamente de un desgano que sólo se explica por incapacidad o subestimación para con el espectador.
Perdidos en el bosque Hace 17 años dos jóvenes directores tuvieron la ingeniosa idea de filmar una película completa en plano subjetivo, es decir que transformaron al espectador en los ojos de los personajes. Aquella película, "Blair Witch", más la infalible y ambigua campaña publicitaria que la precedió, hizo de esa experiencia un éxito global con un recurso que después fue replicado en varias oportunidades. Y ahora lo reitera "Blair Witch. La bruja de Blair", secuela bastante forzada de aquel filme de 1999. Los protagonistas en este caso son el hermano de uno de los personajes desaparecidos hace casi 20 años cuando decidieron investigar la leyenda de la supuesta bruja, y que quiere volver al bosque para saber qué pasó realmente. La narración sostiene el interés en base a golpes de efecto y la dosificación gradual del suspenso crece a medida que el bosque y su presencia ominosa lo invaden todo. Aunque el suspenso está intacto para quienes no vieron la primera parte, la frescura y la sorpresa del filme original se diluyen en efectos de sonido abrumadores y una trama que incluye nuevos personajes y soportes tecnológicos muy superiores a la original, con drones, GPS y teléfonos inteligentes.
Crítica emitida por radio.
Esta tercera entrega de la saga, iniciada por la famosa “El proyecto Blair Witch” (1999), es apenas una mala copia de la nombrada, sólo con algunos elementos tecnológicos actualizados, léase, GPS, Drones, y cámaras que no necesariamente deben ser sostenidas en mano. Algo del orden de lo ridículo e inverosímil que ya se había instalado en la original Convengamos que “El proyecto...” era famosa y tenia seguidores antes de su estreno por la interesante estrategia estipulada por sus hacedores utilizando internet como medio. Al mismo tiempo dejaba en claro que el acceso masivo (por el abaratamiento de los costos), a los elementos tecnológicos permitiría que cualquier individuo registrara imágenes sin mayor costo y con casi nulo conocimiento de lo que el cine como arte representa. Solo algo de técnica sustentada desde esa tecnología Si algunos valores tenia era el manejo de la cámara en mano, la estructura de lo no visto, ya sea por el diseño de fotografía, el manejo de la luz y desde la banda de sonido, el fuera de campo. Desde el guión, o la historia propiamente dicha, un grupo de jóvenes se adentraba en un bosque en busca del esclarecimiento del mito de la bruja, de larga data en el pueblo a las puertas de ese bosque. La desaparición de los tres jóvenes en circunstancias nunca esclarecidas es el puntapié inicial de este filme. El hermano menor de una de las víctimas ve en internet, (otra vez internet), imágenes encontradas de lo que supuestamente sería el legado de su hermana desaparecida hace 17 años. Hacia allá va, muñido de todos los recursos que la distancia temporal le ha entregado, para encontrar esclareceré los hechos en términos de reparación, o no se sabe qué. Todo esto sólo para repetir de mala manera el recorrido de su hermana mayor. Esta producción no aporta nada nuevo, solamente recurre a movimientos de las cámaras, pues son más de una, que no son movimientos de cámara, ya que en este caso es un maltrato sobre las mismas atrapadas en los cuerpos o cabezas de sus protagonistas. Lo que se puede llegar a percibir, en tanto y en cuanto idea de miedo, son nada más que imágenes borrosas, a veces especulares de lo que debería ser la bruja del mito, o la cara desencajada de los nuevos protagonistas, pero la sensación que debería arreciar nunca aparece. También están presentes como recurso, que por supuesto no funcionan, los exabruptos sonoros, que el único efecto que producen es despertar al espectador.
EL BOSQUE DE LOS SENDEROS QUE SE PARECEN El estreno reciente de la remake de Fiebre en la cabaña (Eli Roth, 2002), más la futura secuela de La llamada (Gore Verbinski, 2002) en camino, sumados al estreno de esta secuela/reboot de El proyecto Blair Witch (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999), nos hace pensar que realizadores y productores están husmeando en el cine de terror del fin del milenio para conseguir historias, reciclar argumentos, y pagar derechos baratos. Hasta ahora, los resultados son poco felices, como si fuera una gira de los Pumas. Blair Witch: la bruja de Blair (bello título capicúa bilingüe e increíblemente redundante) está dirigida por Adam Wingard y escrita por Simon Barret, muchachos que suelen trabajar juntos y que han dado a la humanidad algunas cosas interesantes como Cacería macabra (2011) y algún que otro corto dentro de Las crónicas del miedo 1 y 2. Tomando en cuenta el prólogo de esta película, sabremos rápidamente que tanto director y guionista son gente con cierta pericia y conocimiento del género. Porque, con cierta fluidez y sin las clásicas divagaciones de la estética found footage, llegaremos al punto de partida en donde conocemos a James -hermano de Heather la protagonista de la primer película-, y su motivación de encontrarla a pesar de estar desaparecida por más de 14 años, y de haberse hecho los esfuerzos oficiales por encontrarla. Todo esto, hasta el momento donde junto con sus amigos decide volver al bosque Black Hills para buscarla, mientras filman todo el proceso con nuevas tecnologías que incluyen cámaras de alta definición pequeñas y hasta drones. Y luego comienzan los problemas: de hecho, tan parecida argumentalmente es Blair Witch: la bruja de Blair a la película original, que sus problemas de guión se parecen bastante. Son films que no son capaces de soportar sus propias premisas que implican a un grupo de personas absolutamente desorientadas en un bosque espeso con, literalmente, ninguna posibilidad de sobrevivir. Tanto es el miedo paralizante de los personajes que también se paraliza la historia. Veremos durante mucho tiempo personas que se pierden y vuelven a aparecer, gritos en el bosque y miedo indeterminado. Quiero decir, todo lo que suceda a partir de que los personajes son conscientes de que están perdidos, suena a arbitrariedad o a pereza, y el resultado es el más puro aburrimiento. Hacia el final descubrimos que era sólo pereza porque el segundo tramo de la película de Wingrad es copia fiel de la original. El efecto hiperrealista de la subjetiva constante y la cámara en mano es contraproducente: en lugar de dejarnos ver aquello que está oculto nos esconde la verdad, o la convierte en un montón de movimiento difuso y mal iluminado. A pesar de ser un recurso ampliamente agotado, consiguió sus mejores momentos en Actividad paranormal y en la saga REC, pero a la bruja de Blair los planos interesantes le han sido vedados. La propuesta de Wingard de revitalización de la saga y puesta en valor de la historia de origen deviene en un proyecto que calca a la película original y que, curiosamente, consigue el mismo resultado: aburrirnos mucho.
Crítica emitida por radio.
Cuando salió The Blair Witch Project, allá por el '99, el mundo claramente era otro y tenía una inocencia que le permitía creerse que los hechos narrados en la película eran realmente una cinta de video hallada. El mito urbano generado a partir de la película era lo mejor de la propuesta, y el saber que había gente que, efectivamente, a partir de la campaña de prensa, consideró que los hechos fueron reales, es algo que siempre me dibuja una sonrisa en el rostro. Pero pasaron años, corrió mucha agua bajo el puente, y actualmente contamos incluso con la posibilidad de hacer transmisiones en vivo desde Facebook mientras hacemos caca. ¿Qué podría entonces aportarnos una nueva película del denominado found footage? James (James Allen McCune) va al bosque en busca de su hermana, Heather, aquella que se perdió en la cabaña de la bruja en la primera película. Lo acompañan Lisa (Callie Hernández), que va a hacer un muy conveniente documental al respecto, y (inclusión e interracialidad mediante) una pareja de afroamericanos, Ashley y Peter (Corbin Reid y Brandon Scott, respectivamente). Más tarde, llegando al bosque, se les suman Lane (Wes Robinson) y Talia (Valorie Curry), otra pareja de lugareños que quieren acampar con ellos para también tomar un registro audiovisual, pero luego se convierten en los principales expulsados del campamento de Gran Hermano* por recaer sobre ellos la sospecha frente a las primeras "cosas raras" que suceden. (*) Perdon, pero la película es tan aburrida que no dejé de imaginarme pavadas en la hora y media que duró. Y después... no pasa nada. Pero NADA, eh. Las dos parejas restantes se separan de las formas más imbéciles jamás exploradas por el cine de terror, y las actuaciones son malas, pero malas con ganas, no les crees absolutamente nada y por momentos hasta te causan gracia. El found footage es un formato (para mí no llega a ser un género) que envejeció muchísimo desde la primer Blair Witch a la actualidad. Ya sabemos que uno no va a filmar absolutamente todo lo que se le cruce frente a los ojos en situaciones críticas, y la justificación de que "están haciendo un documental" ya no es suficiente. Lo único que podía llegar a sumar en esta secuela es que el avance de la tecnología les permite tener un drone con el cual monitorear desde el aire los límites del bosque. Pero no, se les hace pelota en seguida. Y lo mejor (o lo peor) es que por momentos la película se va de formato. Se supone que el found footage es material encontrado de cintas de video, ¿cierto? Pero hay planos que no corresponden a ningún lente e incluso unos segundos de cámara subjetiva; es decir, vemos lo que se supone que ve un personaje sin mediar ningún elemento de registro audiovisual. Eso es lo más terrorífico de la cinta: que se meten con un código que ni siquiera respetan. Argumentalmente, es una película de gente escapándose de algo. FIN. No hay nada más que eso. No se plantea ningún nuevo misterio, ninguna nueva misión, no se revela ninguna historia en relación a la primera entrega (la segunda todos elegimos olvidarla, claro que sí). No sólo no aporta nada nuevo, sino que prácticamente repite la cinta original veinte años después, con muchas películas similares estrenadas en dicho período. E incluso mejores. Hay veces que existe un guión y se puede establecer una buena película dentro de este formato. Si el terror y el suspenso se construyen desde lo argumental, la cámara y el sonido sólo se dedican a reforzarlo. En este caso no, se busca desde el sonido el golpe de efecto en cualquier momento arbitrario de la historia. Va un tipo medio agazapado por el bosque porque es de noche, llueve y tiene miedo, y viene otro tipo y "¡WOOOOOOOOOOOOOO!" le grita en la oreja. Y sí, más vale que te vas a sobresaltar, pero a los pocos segundos te vas a reír de lo boludo que sos. VEREDICTO: 2.00 - ¡BLAIR SHIT! El recurso del "found footage" ya fue, ya envejeció. Y si, además de eso, detrás de la forma no hay ningún contenido que mostrar, más caduca y envejecida resulta ser esta Blair Witch. Señores productores: ya que son películas relativamente baratas, lo que suele representar una buena relación Costo-Inversión, ¿por qué no son un poquito menos amarretes y le pagan a un guionista que al menos cuente una historia?
FILMEMOS EN EL BOSQUE El éxito de The Blair Witch Project (1999) fue tan contundente e inesperado que sorprendió a todo el mundo, incluidos sus realizadores. Desde lo económico constituyó un record en la relación costo beneficio dada la distancia entre su ridículo presupuesto y su suculenta recaudación. Pero su impacto no se mide tanto en términos comerciales, ni siquiera artísticos (de los que no carecía), sino culturales. Quizás sus autores no inventaron el Found Footage de terror, pero fue con este film pequeño y original que lo presentaron como género posible a partir del cual incontables realizadores tomaron el formato . Sus directores, Daniel Myrick y Eduardo Sánchez se convirtieron en promesas que, a la vista de su obra posterior, nunca se cumplieron. Es por eso que volvieron cada tanto al bosque siniestro que tantas alegrías les dio, incluso con una secuela de puesta tradicional en 2000 que pasó sin pena ni gloria. Ahora regresaron por más, retomando el formato found footage, esta vez como productores ejecutivos y dejándole el puesto de director a Adam Wingard, un realizador joven y poco conocido pero que ya tiene un historial en el género de terror. La pregunta era cómo retomar ese universo y cómo volver a hacerlo atractivo y relevante cuando ese formato, por entonces novedoso, ya está más que conocido y transitado. Había, a grosso modo, dos respuestas posibles. Una era tomar un camino distinto, reformulando el concepto para expandirlo. Otra era reproducir la formula con mínimas variantes. Claramente la opción que prevaleció fue la segunda. La propuesta entonces es más o menos la misma. Ahora James, el hermano menor de uno de las estudiantes perdidas en el primer film, obsesionado con la idea de que su hermana podría seguir en el bosque donde se la vio por última vez, organiza una expedición en su búsqueda, que su amiga Lisa, quiere plasmar en un documental Los acompañan el mejor amigo de James junto a su novia y se le suman una pareja de jóvenes freaks lugareños. El grupo se interna entonces en el bosque maldito con los resultados que uno se imagina. Mientras se van siguiendo de manera (muy) similar las alternativas planteadas en su predecesora. Las innovaciones son pocas y van por el lado de la tecnología. A las cámaras tradicionales que se multiplican, se les agregan pequeñas GoPro incorporadas a los personajes (también para justificar el hecho de que sigan filmando aun en los momentos más improbables) y hasta un Dron. Todo este despliegue a sus protagonistas no los va ayudar demasiado pero al realizador le sirven para aumentar los puntos de vista y jugar con la textura del video, con sus limitaciones y fallas, y con sus posibilidades a la hora de mostrar o velar. El relato funciona como un crescendo donde va aumentando progresivamente la tensión. Y es cierto que en algún punto la repetición del esquema hace suponer que está viendo más una remake que una secuela. Pero en medio de las escenas repetidas, los sobresaltos fáciles y las corridas a los gritos calcadas del film original, algo del impacto de este se cuela, un terror verdadero y la presencia palpable de algo ominoso que acecha ahí afuera en la oscuridad. El bosque funciona como otro protagonista, o antagonista. Y el climax final es quizás una versión extendida de la misma situación en la primera, y sin embargo produce una sensación legítima de claustrofobia y amenaza. Mucho de esto se debe a que Adam Wingard, su director, es un fan del género, con experiencia en el mismo, que maneja sus recursos con naturalidad, y que sabe que es más efectivo cuando sugiere que cuando muestra. Es su oficio el que salva las papas y convierte al film en uno que merece verse por sí mismo en vez de un deja vu o una versión cover de su antecesor. BLAIR WITCH: LA BRUJA DE BLAIR Blair Witch. Estados Unidos. 2016. Dirección: Adam Wingard. Intérpretes: James Allen McCune, Callie Hernandez, Corbin Reid, Brandon Scott, Wes Robinson y Valorie Curry. Guión: Simon Barrett. Fotografía: Robby Baumgartner. Edición: Louis Cioffi. Música: Adam Wingard. Duración: 89 minutos.
Blair Witch, dirigida por Adam Wingard, secuela de la película The Blair Witch Project, viene a plantear una historia que se comienza a gestar a partir de un video subido a YouTube. James cree que la mujer que aparece huyendo dentro de esa misteriosa cabaña puede ser su hermana, Heather (protagonista en The Blair Witch Proyect), entonces él y algunos amigos deciden aventurarse en Black Hill Forest para conseguir más información sobre el paradero de esta chica desaparecida hace más de veinte años. Esta secuela presenta algunos cambios, la cabaña que en la primera película apenas aparecía, aquí toma un protagonismo diferente. Hay un mayor número de personajes y obviamente incorpora nuevas tecnologías, nuevas cámaras y drones, aunque pierde lo que probablemente más atraía de la película original, la ausencia de nitidez en la imagen. En esta nueva entrega con la incorporación de las nuevas tecnologías se desdibuja un poco el espíritu de falso documental y se extraña ver todo desde la perspectiva de una simple cámara. The Blair Witch Proyect, como sabemos, jugó antes de su estreno con llevar esta película de estilo “found footage” al nivel de una experiencia real y ese es el mayor problema de este nuevo film, se perdió esta posibilidad de jugar con el hecho de que es una historia que realmente habia pasado. Solo podemos ver un vestigio de lo que fue la sensación causada por la película original y parece un film más de la infinidad de falsos documentales que se comenzaron a realizar después del auge de The Blair Witch Proyect. La pregunta a hacernos quizás es ¿Había algo más por contar? Blair Witch intenta captar la atmósfera de lo que fue la película independiente original y definitivamente queda a mitad de camino. Al verla queda el sabor de estar viendo una copia mala de lo que fue aquel film, pero era de esperar, no podíamos pretender una película que rompa los estándares del cine de terror como en su momento lo hizo The Blair Witch Proyect, pero tampoco encontramos nada innovador, no nos otorga nada distinto, no hay nada que nos sorprenda, se queda en la comodidad de ser la secuela del film de fines de los noventa pretendiendo así ser una gran obra de terror. No podemos sacarle todo el mérito, por momentos asusta y nos pone en situaciones de tensión, sobre todo cuando estamos inmersos en la oscuridad del bosque sin más luz que la que da la pequeña linterna que usan los personajes. El problema es que para el espectador que vio la película original, es imposible no compararlas, más aún cuando se esperaba encontrar con una propuesta distinta o algún aporte nuevo de Adam Wingard a lo que había sido la primera entrega.
La película cumple el objetivo de sobresaltar a su público, lo asusta y lo mantiene expectante, inclusive más que en la primera película, aunque el final deja un poco que desear. A pesar de ello, no logra desligarse por completo de su película madre y por momentos llega a parecer una remake.